Biografia Unamuno

Romansk Forum Nr. 16 – 2002/2 XV Skandinaviske romanistkongress Oslo 12.-17. august 2002 Inger Enkvist Universidad de

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Romansk Forum Nr. 16 – 2002/2

XV Skandinaviske romanistkongress Oslo 12.-17. august 2002

Inger Enkvist Universidad de Lund

Miguel de Unamuno, una biografía intelectual Miguel de Unamuno y Jugo (1864 – 1936), figura clave de la llamada generación del 98, fue escritor de obras de ficción y periodista; filósofo y autor de libros de temas religiosos; catedrático de Griego y rector de la Universidad de Salamanca. Dentro del campo de la literatura se dedicó a la novela, al cuento, al teatro, a la poesía y a la crítica literaria. Hacia el final de su vida, fue nombrado diputado. Lo más frecuente es estudiarle como regeneracionista y como novelista, pero estos dos aspectos no toman en cuenta más que a una parte de su obra. El presente trabajo quiere ampliar el enfoque sobre este versátil autor. Es difícil analizar y sintetizar la obra de Unamuno por la enorme productividad del autor, el eclecticismo de sus temas y sus opiniones cambiantes. El lector puede admirar la claridad y lucidez de muchos artículos pero sacudir la cabeza ante otros, tan descosidos que es difícil decir de qué tratan. Diferentes comentaristas pueden afirmar cosas muy distintas sobre Unamuno, apoyándose en citas textuales. Para el estudioso se trata de llegar a crear una visión de conjunto, equilibrada, que refleje la totalidad de la obra y encontrar un hilo conductor para explicarla. Se sugiere en este artículo que una idea esencial para entender a Unamuno es su ambición social, su afán por crearse un «espacio» propio en la vida pública. Más que abogar por cierta idea, Unamuno está elaborando y proyectando su propia personalidad, perfilándose conscientemente como el genio solitario. Por eso, la perspectiva de la biografía intelectual −que es la que se va a adoptar en las páginas siguientes− podría ser adecuada para acercarse a esta obra.

Un famoso «mediático» Se han conservado muchos testimonios sobre la impresión que la personalidad de Unamuno solía producir. Las muchas visitas volvían encantadas de Salamanca, encantadas con él, su locuacidad y la brillantez de su conversación que solía ser más monólogo que diálogo. Unamuno tenía un amplio repertorio de temas, e impresionaba por su vasta erudición, saltando de un asunto a otro. Las malas lenguas decían que más que conversar Unamuno parecía preparar apuntes para el artículo que estaba escribiendo. Todas las visitas comentaban que su ropa era sencilla y austera; llevaba siempre un traje oscuro de corte clerical y una camisa blanca. No solía llevar corbata ni sombrero. Se cortaba la barba de una manera especial y llevaba unas gafas redondas. No fumaba ni tomaba alcohol, y era aficionado a la tertulia y al paseo. Estos aspectos de la personalidad de Unamuno llegaron a ser tan comentados que las visitas tenían curiosidad por comprobar si realmente se vestía y

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Inger Enkvist comportaba como se decía. En otras palabras, Unamuno utilizó el atuendo para convertirse en una leyenda (Sánchez Reulet 1967). Cuando a esta imagen pública se añade en 1914 la del opositor al Rey y más tarde también a Primo de Rivera, ya tenemos una figura pública lo suficientemente elaborada y estereotipada para poder ser ampliamente reconocida. En Francia se suele decir que el modelo sociológico del intelectual moderno aparece con el «affaire Dreyfus» de 1898 y con la prensa como plataforma pública. En España, la aparición del intelectual está ligada al desastre de 1898 y a la «generación del 98» en la que destaca precisamente Unamuno que logra convertirse en el intelectual más conocido a través de la prensa. Su atuendo y su fama de gran conversador le dan un toque bohemio, artístico. El ser Rector de la Universidad de Salamanca le consigue una visibilidad adicional. Primo de Rivera le confiere un aura heroica desterrándole a las islas Canarias por un tiempo corto. Unamuno, indultado, completa esta imagen a través del gesto romántico de negarse a volver a España mientras esté en el poder Primo de Rivera.

Vida y obra Para entender la obra de Unamuno es necesario comprender cómo convierte su vida en dato público. El lector de un texto de Unamuno no lee en primer lugar un texto sobre cierto tema sino lee un texto de Unamuno. El propio autor es el protagonista de su obra (Quimette 2002). Por eso, recordar la trayectoria vital de Unamuno no es alejarse del tema de su obra. Sus padres son vascos, y él se cría en Bilbao en una familia católica y tradicionalista. Su padre muere cuando Unamuno sólo tiene seis años, con lo cual el joven Miguel se convierte en el único varón en un hogar dominado por mujeres. Sobre todo la madre es una mujer de carácter fuerte. Terminados los estudios en Madrid, Unamuno tiene que hacer oposiciones varias veces antes de conseguir en 1891 una cátedra de Griego en Salamanca. Unamuno se traslada a Salamanca, ciudad con la que más tarde se identificará. Contrae matrimonio con su novia de siempre, Concepción Lizárraga, y con el tiempo llegan a tener ocho hijos de los que uno muere a corta edad de una enfermedad trágica. Es muy conocido que Unamuno se solía referir a su esposa como a «su costumbre», y ella le llamaba «hijo mío». Unamuno intenta hacerse camino, busca apoyos, realiza traducciones, y publica una serie de ensayos, Al torno del casticismo (1895, 1902), y una novela, Paz en la guerra (1897). Escribe crítica literaria, en especial sobre la literatura latinoamericana y portuguesa. Los escritores le mandan sus libros para que les haga reseñas, y Unamuno llega a cartearse con nada menos que 375 personalidades latinoamericanas, a través de las que recibe noticias de ultramar, noticias que utiliza para sus artículos. Unamuno tuvo problemas económicos durante casi toda su vida, lo cual es una de las explicaciones a sus muchas colaboraciones en la prensa.

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Miguel de Unamuno, una biografía intelectual En 1897 sufre una breve pero profunda crisis entre depresiva y de duda religiosa. La crisis se resuelve por la vuelta aparente al catolicismo de su infancia, pero muchos estudiosos cuestionan la sinceridad de Unamuno respecto a la fe. Podría haber callado sus dudas por razones familiares y sociales. La religión está presente en toda su obra pero de manera ambigua, y es frecuente el tema del desdoblamiento y del fingimiento. Unamuno es nombrado Rector de la Universidad de Salamanca en 1900, a pesar de tener poco apoyo entre los profesores y las autoridades de la ciudad. Al parecer, unos artículos y un discurso pronunciado en Madrid habrían impresionado a alguna persona influyente. Sin embargo, sigue publicando artículos sobre temas controvertidos (Gómez Molleda 1976). Tiene problemas con la Iglesia con Del sentimiento trágico de la vida (1913) ya que el libro cuestiona la existencia de Dios, el fundamento de la religión. También sorprende en el Rector de una gran Universidad el ataque contra la ciencia en La vida de Don Quijote y Sancho (1905), que es un alegato a favor del sentimiento y contra la razón. En la novela Amor y pedagogía (1902) ridiculiza la ciencia. Son cada vez más numerosos los que ven su actuación como incompatible con el cargo de rector, y Unamuno es depuesto en 1914. El haber perdido el cargo hace que Unamuno endurezca significativamente su crítica contra la Monarquía. Sigue escribiendo crítica literaria, novelas y teatro, y en 1914 se publica la novela más conocida hoy en día, Niebla, que suele considerarse como una obra precursora por su técnica no realista y la utilización de la metaficción. Las novelas La tía Tula (1921) y Abel Sánchez (1917) también hacen caso omiso de la descripción del contexto y de la elaboración de los matices psicológicos de los personajes. Los protagonistas parecen predeterminados a actuar de cierta manera: las mujeres son fanáticas cuando se trata de la maternidad y los hombres sueñan con la fama. En 1924 se publica en Buenos Aires una carta privada escrita por Unamuno en la cual critica a Primo de Rivera. No se sabe si la publicación se realizó por un malentendido o no. Las autoridades españolas deciden poner coto a esas críticas, y Unamuno es condenado al destierro a la isla de Fuerteventura en Canarias y a la pérdida de la cátedra. Hay manifestaciones de apoyo a Unamuno en muchos lugares, especialmente en Portugal y en América Latina. A los pocos meses le llega un indulto, pero cuando Unamuno se entera de que el indulto no significa que se le devuelva el cargo de catedrático, decide no aceptarlo. Un periódico francés junto con un hijo de Unamuno organiza una «huida» a Francia, huida que es más bien es un viaje normal. El periódico le prepara una recepción triunfal en París, saludándole como el símbolo de la resistencia contra el dictador. Así, el destierro contribuye poderosamente a convertir a Unamuno en una figura de proyección internacional como escritor, pensador y espíritu rebelde. Ahora periodistas de muchos países le buscan para entrevistarle, y los españoles e hispanoamericanos que viajan a Francia gustan de visitar a Unamuno como si fuera una peregrinación. Unamuno afirma públicamente que no volverá a

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Inger Enkvist España mientras esté en el poder Primo de Rivera. Para Primo de Rivera y el Rey, la medida del destierro ha sido contraproducente (Ribas-Hermida 2002; Urrutia 1997). Durante los seis años que Unamuno pasa en Francia, el autor se siente a menudo deprimido y sufre otra profunda crisis en 1925. Va envejeciendo y le pesa el estar lejos de la familia y del ambiente salmantino. Escribe otra obra religiosa, La agonía del cristianismo (1925), un libro que tampoco gusta a la Iglesia. Cómo escribir una novela y una novela (1925) es una obra híbrida entre novela, autobiografía y libro sobre la teoría literaria. San Manuel Bueno, Mártir (1931) cuestiona la reforma social como camino hacia la felicidad del pueblo. Como obra de un autor prorrepublicano, la novela desconcierta. Con la caída de Primo de Rivera, Unamuno vuelve a España, y sus admiradores le organizan recepciones magníficas. Con la República, Unamuno logra recuperar el anhelado Rectorado y ser elegido diputado para las Cortes constituyentes. Sin embargo, ya es un hombre mayor, la violencia política le produce gran decepción, y además, se lleva un gran disgusto: en la votación para elegir el nuevo Presidente de la República sólo obtiene un voto. A partir de este momento, Unamuno intensifica su crítica a los líderes republicanos. Crece su aislamiento, y cada vez cuenta menos en la vida pública. Unamuno podría tener un récord en cuestión de ser depuesto como Rector universitario, porque en el último año de su vida, es depuesto primero por la República y después por el Gobierno de Burgos. Muere el 31 de diciembre de 1936, sentado en un sillón en su casa de Salamanca (Martínez Saura 1996).

Las diferentes facetas de la actividad profesional de Unamuno Periodismo. La mayoría de los textos recogidos en sus Obras Completas (1958) son breves, lo cual se explica por su carácter de ensayos periodísticos. Leídos uno tras otro, los textos abruman por su cantidad, su verbosidad y su redacción caprichosa. Le gusta la polémica en sí, y no sólo contradice a otros sino también se contradice a sí mismo; es decir, que su pensamiento a veces es más una humorada que un pensamiento elaborado. Unamuno mismo titula a algunos textos «A lo que salga» y «Contra esto y aquello». También utiliza los neologismos «egología» y «yoísmo», aplicables a su propia obra. Admite que a menudo dedica poco tiempo a la elaboración de sus textos, que son «hijos» de sus «precipitaciones». Parece celebrar este hecho ya que ve la falta de elaboración como sinceridad e inmediatez. La fama de Unamuno como miembro de la generación del 98 está ligada a su interés por las lenguas de la Península. Un tema recurrente en su obra es la situación del vasco, del gallego, del catalán y del portugués y su relación con el castellano. Es «iberista» y considera que toda persona castellanoparlante culta debería hacer un esfuerzo por leer el catalán y el portugués sin traducción. Por otro lado, considera que los catalanistas y los nacionalistas vascos van demasiado lejos en su uso de la lengua regional para fines políticos separatistas. En esos temas adopta la misma actitud desde su juventud hasta su vejez. Otros temas

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Miguel de Unamuno, una biografía intelectual favoritos de Unamuno son diferentes asuntos lingüísticos como la etimología, la ortografía y las similitudes y diferencias entre el español de la Península y de América Latina. En sus viajes por en la Península, Unamuno admira el paisaje y describe rincones conocidos y no tan conocidos. Especialmente le gusta subir a los picos y tener una vista amplia, y es famosa su afición por la sierra de Gredos. Las descripciones por ejemplo en Por tierras de Portugal y de España (1911) siguen conservando su frescura e inmediatez y pueden servir al lector actual de fuente de observaciones históricas. Cuentista y novelista. La primera novela, Paz en la guerra, está basada en una investigación de datos y ambientes y tiene una impronta realista, pero Unamuno deja este enfoque por otro, directamente antirrealista, sin descripciones y sin contexto. Lo que queda se podría calificar de sinopsis o resumen de novela. Es notable el tono de objetividad o casi de desinterés por parte del autor ante lo que sucede en el mundo narrado. La ausencia de contexto contribuye a que sus textos novelísticos sean breves y se parezcan bastante entre sí. Los temas suelen ser la identidad estudiada como desdoblamiento; la envidia entre hermanos o amigos; y la lucha entre la fe y la razón. Los personajes suelen venir agrupados en pares como Caín y Abel; hay gemelos; hay casos de rivalidad entre el verdadero hombre y su reflejo. Muchos personajes son hombres públicos, artistas o políticos, atormentados por la idea de no ser auténticos en su relación consigo mismos y con los demás. Casi siempre hay algún personaje representante de la ciencia. Este personaje suele resultar ridiculizado, y la mujer de la historia suele elegir a su rival. También suele haber una criada, símbolo de la fe sencilla. Las mujeres suelen tener una pasión por la maternidad, una pasión que les hace cometer abusos para llegar a tener hijos. Las mujeres son muchas veces más fuertes psíquicamente que los hombres, y la relación entre hombre y mujer generalmente es incompleta o inmadura. Entre sus novelas, la más conocida es Niebla, de 1914, un texto muy comentado por las técnicas de metaficción utilizadas. Como todo el mundo sabe, el propio Unamuno interviene como personaje y un alter ego, Víctor Goti, es uno de los narradores, así como un perro, Orfeo, y el protagonista se rebela contra el autor, negándose a «morir». Los personajes son inmaduros o malos y viven en un mundo despersonalizado donde no hay afecto sincero (Parker 1967). Amor y pedagogía (1902) trata de un hombre que decide tener un hijo genio, utilizando todos los consejos de la ciencia. Los personajes son esquemáticos y grotescamente inmaduros, y otra vez encontramos un mundo despersonalizado en el que la actuación del padre del supuesto genio lleva a su familia a la catástrofe. Es una novela curiosa en el sentido de que el lector podría preguntarse contra qué teoría quiere polemizar el autor. Nadie ha propuesto nunca una pedagogía como la que aplica el personaje principal. Unamuno ridiculiza la ciencia incluyendo un tratado de «cocotología», el arte de plegar pajaritos de papel.

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Inger Enkvist La Tía Tula (1921) es otra tragedia, ya que la protagonista condena a la infelicidad a todos los que viven alrededor de ella, y esto en el nombre de la fidelidad a la memoria de su hermana y de la protección de los hijos de esta hermana. Se podría decir que la novela es un estudio de una personalidad perversa y de una moral entendida de manera perversa. San Manuel Bueno, Mártir (1931) es un relato estilizado con muchas alusiones bíblicas pero también con aspectos nihilistas. El lugar descrito se llama Renada, el protagonista siente la tentación de suicidarse, y su actuación en el pueblo se basa en una mentira. La novela parece argumentar en contra de cualquier cambio social (Butt 1981). Se puede resumir diciendo que Unamuno como novelista expresa una visión oscura de la humanidad. Introduce personajes inmaduros, superficiales y obsesivos. Además, en sus mundos ficticios se habla poco de trabajo, de planes a largo plazo o de preparar un futuro mejor. ¿Por qué es presentado Unamuno como regeneracionista? Dramaturgo. Unamuno trabaja muchas veces el mismo tema a la vez como novela y como teatro, y también en el teatro su enfoque es antirrealista. Esta doble elaboración parece inútil, ya que sus textos novelísticos en gran parte están redactados en forma de diálogo. Unamuno no llega a tener éxito con su teatro, ni durante su vida ni después. Zavala (1963) comenta que el teatro de Unamuno es dramático pero no teatral, ya que expone situaciones de interés metafísico pero no crea situaciones visualmente interesantes. Por eso, la representación no añade nada a la lectura del texto. Poeta. Unamuno ve la poesía como una comunicación directa entre poeta y lector, no elabora mucho la forma y no le interesa la renovación formal propuesta por el modernismo. Para él, el contenido tiene prioridad ante la forma, sea cuál sea el género. Su credo poético es sentir el pensamiento y pensar el sentimiento, es decir el antirracionalismo. Quizá se explica mejor dentro del género de la literatura de confesión (Imízcoz Beunza 1996). También utiliza la poesía de manera más ideológica. El Cristo de Velázquez (1920) comenta el famoso cuadro con una profusión de citas bíblicas, y De Fuerteventura a París (1925) y Romancero del destierro (1927) tienen un contenido político: Unamuno critica a Primo de Rivera como Hugo escribía contra Napoleón III. Hoy día, la poesía de Unamuno apenas se comenta. Crítico de la literatura. La crítica literaria de Unamuno se basa en su reacción estética personal, y el propio Unamuno declara que la crítica de libros es un pretexto para expresar sus propias opiniones «sobre esto y aquello». Escribe sobre libros españoles clásicos, y el texto más famoso es La vida de don Quijote y Sancho (1905) que precisamente es una reflexión sobre el personaje más que sobre el libro o sobre el autor. Unamuno es un hombre de vasta cultura y sus artículos ayudan a introducir en España nuevos nombres. Merecen respeto por ejemplo sus artículos sobre Jane Austen, una autora tan diferente de él mismo pero a la que describe con imparcialidad y simpatía. Comentaristas sudamericanos y portugueses consideran a Unamuno como una persona muy importante por

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Miguel de Unamuno, una biografía intelectual crear «puentes» entre las diferentes culturas, y Unamuno parece más respetado y querido en estos ambientes que en la propia España (Chaves 1964; García Morejón 1964). Teórico de la novela. El texto teórico más conocido es Cómo se hace una novela (1925), texto en el cual Unamuno se apunta a la teoría expresiva de la literatura: el escritor vuelca su alma en el texto. En Cómo se hace una novela se podría hablar otra vez del egocentrismo de Unamuno: el título nos lleva a creer que se trata de un tratado, pero es la expresión de los pensamientos de Unamuno en aquel momento. Se trata de un texto híbrido: contiene algo de teoría literaria, algo de novela, algo de autobiografía y algo de comentario filosófico. Por eso el libro ilustra un fenómeno presente en muchos textos unamunianos, y es la dificultad de interpretar un texto sin saber en qué género escribe el autor, es decir cómo quiere que lo interpretemos. Catedrático e investigador. Unamuno utiliza casi todos los géneros de discurso para dar forma a su figura pública y proyectar su personalidad. El dedicarse a tantos géneros diferentes le permite estar presente al mismo tiempo en muchas áreas de la vida pública. Sin embargo, llama la atención la ausencia de escritos basados en una investigación de tipo científico. Unamuno tiene el cargo de catedrático de Griego, pero no parece haber investigado nada en esta área; no hay grupos de investigadores que se consideren miembros de una escuela «unamuniana»; Unamuno tampoco parece haber destacado como profesor. Alguien tan famoso como él debería haber atraído a muchos alumnos, pero faltan las menciones de alumnos agradecidos y orgullosos de haber sido sus estudiantes. Al revés, parece que solía despachar las clases muy temprano por la mañana para poder disponer del resto del día. Tampoco investiga en otras áreas; en una época piensa publicar un libro sobre la lengua española, pero se da cuenta de que Menéndez Pidal conoce mejor ese terreno y que no puede competir con él. Rector. Es difícil conseguir pruebas de talentos administrativos en Unamuno. Entró en conflicto con muchos grupos y no parece haber sido un hombre práctico (Gómez Molleda 1976). ¿Pudo haber sido un buen Rector a pesar de dedicar tanto tiempo a sus lecturas y publicaciones y a recibir a las numerosas visitas? Además, según los testimonios personales de la época, le gustaba más hablar que escuchar, lo cual no suele ser buen signo en alguien con un cargo administrativo. Para un regeneracionista, el ser Rector de la Universidad de Salamanca ofrece la posibilidad de poner en práctica sus ideas, pero no está claro exactamente cuáles son las sugerencias de Unamuno para España. Es conocido que en un primer momento dice que hay que europeizar a España, pero más tarde propone que al contrario se españolice a Europa. De un rector universitario se podría esperar un interés por la investigación, pero él habla de la «cochina lógica» y exclama «que inventen ellos». También se podría esperar un compromiso con la alfabetización del país y la formación de maestros, pero no son éstos temas que lo

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Inger Enkvist inspiren. Tampoco se compromete con los planes de desarrollo económico, higiénico y alimenticio; la «cuestión social» está presente pero no es un tema fundamental. Teólogo. El nombre de Unamuno está vinculado al tema de la lucha entre la fe y la razón. Después de su primera crisis, Unamuno afirma que querer creer es igual a creer, lo cual se podría calificar de subjetivismo religioso (Stern 1967). Ilie (1967) cree que al no querer definirse religiosamente, Unamuno se coloca en una situación de falta de honestidad consigo mismo, con su obra y con sus lectores. Su estudiada ambigüedad le convierte en hipócrita y quita valor e interés a su obra. Unos ejemplos de ello podrían ser El Cristo de Velázquez (1920) y San Manuel Bueno, Mártir (1931), obras en las que el lector se queda si saber si Unamuno es creyente o no. Unamuno cita muchos pasajes de la Biblia pero sin pronunciarse sobre la cuestión de fondo. La Iglesia católica consideró que Del sentimiento trágico de la vida (1913) y La agonía del cristianismo (1925) eran heréticos por poner en cuestión la existencia de Dios y los puso en el Índice de libros prohibidos. Filósofo. Los comentaristas de hace un siglo solían llamarlo el vate, el maestro o el sabio de Salamanca o el Sócrates español. La justificación para considerarlo filósofo es que Unamuno se hace preguntas sobre su propia existencia, lo cual se ha visto como un enfoque existencial, comparándosele con Kierkegaard y Sartre. Sin embargo, el propio Unamuno casi no comenta obras filosóficas, y es dudoso que Unamuno hubiera sido incluido entre los filósofos si la clasificación se hubiera hecho de nuestros días; prácticamente ningún filósofo lo cita. Ferrater Mora (1967) constata que la filosofía de Unamuno es una filosofía de la personalidad, la suya propia. Zavala (1963) habla de una filosofía de múltiples yos que se dramatizan sin resolver los conflictos entre ellos, y Wyers (1976) añade que Unamuno presenta una oscilación entre alternativas. Chaves (1964) le llama un filósofo sin filosofía. Otero (1967) comenta que el quijotismo de Unamuno, el hecho de ridiculizar la razón y la ciencia prefiriendo el subjetivismo y el capricho, es un «crimen» en un intelectual de gran influencia. Cacho Viu (1997) menciona la doble excentricidad de Unamuno: la de su personalidad y la de vivir en la provincia y no en Madrid. Sin embargo, se le podría incluir en lo que Abellán (1995) llama la tradición asistemática de la filosofía española, una filosofía que suele expresarse a través de la literatura. Pensador político. Unamuno se crió, como ya se ha dicho, en un ambiente católico y tradicionalista. En su juventud empieza a interesarse por el socialismo y durante varios años escribe artículos bajo pseudónimo para la revista La lucha de clases. Termina por dejar la revista y el partido socialista porque no le gusta su anticlericalismo y quizá también porque está decepcionado por no haber obtenido más apoyo político; parece que había esperado convertirse en el representante nacional del partido, en un «tribuno del pueblo». De vagamente promonárquico, pasa a ser antimonárquico en 1914 cuando pierde su cargo, y a

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Miguel de Unamuno, una biografía intelectual partir de 1924 y su destierro, se convierte en un opositor decidido a Primo de Rivera. Pasa a ser un símbolo prorrepublicano. Al ser proclamada la República, Unamuno es elegido diputado por una lista republicano-socialista. La violencia política y el separatismo catalán y vasco le llenan de disgusto y casi no interviene en los debates parlamentarios. Declara a un periodista que ya no cree en la República. Tan harto está de la República que cuando se produce el alzamiento militar, cree durante los primeros momentos que podría mejorar la situación. Sus declaraciones a la prensa hacen que sea depuesto por la República de su cargo como Rector en agosto de 1936. El gobierno de Burgos, rebelde, le reinstala, sólo para volver a deponerle por haberse opuesto al general Millán Astray en un acto público en Salamanca. En una carta privada del otoño de 1936, Unamuno habla de su rechazo a «los hunos y los hotros». Muere algún mes después (Martínez Saura 1996; Payne 1967; Urrutia 1997; González Egido 1997). Unamuno ha dedicado su vida a hablar de sí mismo y tiene muchas opiniones, pero ante el comunismo y el fascismo no tiene elaborado un pensamiento. Se podría hablar de la ambigüedad política de Unamuno en lo macropolítico o se podría decir que en cuanto a la política nacional, Unamuno está con los que están con él. La única constante es el interés propio y parece ser este interés propio el que le ha mantenido en una situación de oposición durante casi toda su vida.

La opinión de la crítica Ante la obra de Unamuno, la crítica ha adoptado diferentes posturas. Hay un «unamunismo» caracterizado por los elogios acríticos, y a esta tradición pertenecen no sólo críticos de la primera parte del siglo XX sino también críticos como Chaves (1964), García Morejón (1964), Elizalde (1983), Imízcoz Beunza (1996) y Urrutia (1997). Ven a Unamuno como el gran genio multifacético. Una variante de esta línea es la del hispanismo, que quiere mostrar que también España ha tenido grandes «figuras y genios», además de Cervantes. Wyers (1976) apunta a una posible razón por la fama de Unamuno entre los hispanistas: a muchos extranjeros les podría atraer lo «típicamente español», y los caprichos de Unamuno podrían representar a sus ojos un individualismo acerbado que clasificarían como «típicamente español». Un caso intermedio es el estadounidense Nozick (1971) que empieza por hablar de Unamuno como injustamente olvidado en los países anglófonos para después enumerar las limitaciones de Unamuno. Otra tradición es la de defender a Unamuno por haber sido exiliado. Blanco Aguinaga (1967), exiliado él mismo, podría representar esta simpatía por Unamuno el exiliado y el rebelde, el símbolo de la oposición a la dictadura. Finalmente, hay también todo un grupo de investigadores críticos, muchas veces provenientes de los campos de la filosofía, la psicología y la teología más que de la crítica

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Inger Enkvist literaria, que denuncia el egocentrismo y la falta de seriedad en los planteamientos de Unamuno. Wyers (1976) apunta que Unamuno no elabora su psicología de manera intelectual, sino que parte de la comprensión psicológica de sí mismo, eleva este modelo a una psicología general y después a una ontología. En otras palabras, basa su visión del mundo en sí mismo. Ilie (1967) y Otero (1967) subrayan que Unamuno no acepta la responsabilidad por sus declaraciones; afirma algo y después alegremente afirma lo contrario. Por eso, no se le puede tomar en serio como intelectual. Los investigadores apuntan a su falta de honestidad en el tema religioso como la base de sus ocultaciones, juegos y ambigüedades posteriores. Rubia Barcia (1967) relata su encuentro personal con Unamuno. Quiere discutir un tema en el cual no está de acuerdo con Unamuno, pero éste le corta diciendo que él tampoco está de acuerdo consigo mismo. Starkie (1967) comenta que puede ser gracioso tener a un Unamuno en un país, pero que tener veinte «unamunos» sería la plena anarquía intelectual. Calvo Carilla (1998) ha estudiado a la famosa generación del 98 y encuentra egocéntricos a sus miembros e intelectualmente menos importantes de lo que se ha dicho. Ferrater Mora (1967) subraya que la filosofía de Unamuno es personal y que Unamuno sigue las tácticas de las vanguardias para atraer la atención de los medios de comunicación: está siempre en contra de todo. Critica a Unamuno por convertir la vida intelectual y el debate público en espectáculo frívolo. Ya en vida de Unamuno, algunos contemporáneos y rivales suyos tenían una actitud distante hacia él. Ortega habló del «energúmeno» y del «juglar»; Valle Inclán comparó a Unamuno con un cura vasco completo con ama y sobrinas. Pío Baroja lo tildó de «farsante»; Sender comentó las novelas ejemplares de Unamuno diciendo que eran como las de Cervantes pero sin novela y sin Cervantes (Martínez Saura 1996). En resumen, la obra de Unamuno basa en su propia personalidad y en su trayectoria vital, en sus gustos y en sus fobias, y eso sea cuál sea el género en el cual escribe. Sus lectores se acostumbran a esperar de él ciertos temas y cierto estilo. Curiosamente, Unamuno comparte algunos rasgos con los postmodernistas de hoy como las dudas sobre la identidad, las contradicciones, la ambigüedad ideológica y el gusto por los juegos de palabras.

Bibliografía Abellán, J.L. 1995: El filósofo «Antonio Machado». Valencia: Pre-textos. Blanco Aguinaga, C. 1967: «Autenticity and the Image». En Unamuno. Creator and Creation. (ed. Rubia Barcia, J. – Zeitlin, M.A.) Berkley-L.A.:University of California Press. Butt, J. 1981: San Manuel Bueno, Mártir. Londres: Grant-Culter. Cacho Viu, V. 1997: Repensar el noventa y ocho. Madrid: Biblioteca nueva.

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Inger Enkvist

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