Biografia de Enrique Solari Swayne

BIOGRAFIA DE ENRIQUE SOLARI SWAYNE Enrique Solari, nació en Lima el año de 1915, desde muy pequeño fue un apasionado de

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BIOGRAFIA DE ENRIQUE SOLARI SWAYNE Enrique Solari, nació en Lima el año de 1915, desde muy pequeño fue un apasionado de la lectura. Conocer diversos lugares del Perú lo llevó a intimar con la realidad del hombre en los andes, experiencia que le permitiría plasmar es sus escritos la tenacidad del ser humano frente a la naturaleza y también una lucha constante con la sociedad, lo que a su vez le permitió definir muy bien la psicología de sus personajes. En 1934 viajó a España y Alemania donde estudió medicina graduándose de psicólogo. Desde sus inicios estuvo ligado a su casa de estudio, logrando ocupar el cargo de vice presidente. En Lima, además de escritor se dedicó a la docencia universitaria en San Marcos.

El año de 1956 publica “Collacocha”, obra representada en 1958 por la Asociación de Artistas Aficionados que bajo la dirección de Ricardo Roca Rey y con la interpretación protagónica de Luis Alvarez. Fue uno de los más grandes éxitos del teatro peruano de hace unas décadas. El realismo directo de los diálogos, así como el idealismo peruanista de sus personajes hicieron que se impusiera en el Primer Festival de Teatro Panamericano en México, colocando a su autor en un lugar privilegiado en la dramaturgia latinoamericana. Enrique Solari Swayne falleció en Lima el 2 de mayo de 1995. Obras 

Collacocha (1956).



Mazorca (1966)



Juanito de Huelva (1995)



El tigre



El circo del zorro encantado



Ayax Telamonio



El incendio del zoológico de Berlín



Responso a Ranrahirca



La cosecha de las horas perdidas Fue condecorado con la Orden al Mérito en el grado de Gran Cruz (mayo de 1995)

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ENRIQUE SOLARI SWAYNE Publicado el 02/05/13

El escritor, sicólogo y catedrático universitario Enrique Solari Swayne nació en Lima en 1915. En 1943 viajó a España y Alemania donde siguió estudios de medicina, graduándose de psicólogo. Escribió artículos de su especialidad que están publicados en revistas de humanidades “Las Moradas”, “Mar del Sur” y “Revista de Neuropsiquiatría”. En Lima se dedica a la docencia universitaria en San Marcos y a la dramaturgia. En 1956 publica “Collacocha”, drama social que obtuvo éxito del público y reconocimiento de la crítica peruana y del extranjero. “Uno de los mejores dramas, si no el mejor, que se haya escrito en el país” (Aída Balta). Sobre su aporte al teatro Ricardo González Vigil sostiene: “Su contribución principal, la teatral se vincula tanto con la temática regionalista como con el realismo social, en su caso portador de una ideología ajena al marxismo, caracterizada por la afirmación nacionalista y mestiza y la creencia en el progreso forjado por la voluntad del hombre triunfante sobre la naturaleza (postura frecuente en el realismo regionalista) Su realismo social le permite trascender todo localismo y forjar símbolos de la universal lucha del ser humano en pos de un futuro mejor. Su técnica teatral pertenece al siglo XIX, sin las innovaciones del teatro contemporáneo”. Collacocha fue representada en 1958 por la Asociación de Artistas Aficionados que bajo la dirección de Ricardo Roca Rey y con la interpretación protagónica de Luis Álvarez, fue uno de los más grandes éxitos del teatro peruano de hace unas décadas. Enrique Solari Swayne falleció en Lima el 2 de mayo de 1995.

Obras Teatro       

Collacocha (1956). Mazorca (1966) Juanito de Huelva (1995) El tigre El circo del zorro encantado Ayax Telamonio El incendio del zoológico de Berlín Poesía

 

Responso a Ranrahirca La cosecha de las horas perdidas Premios y reconocimientos



Orden al Mérito en el grado de Gran Cruz (mayo de 1995)

Obras incompletas de Enrique Solari Swayne    

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Hoy En el Centro Cultural Ccori Wasi. Recopilación de los textos estuvo a cargo de familiares del autor y se presentará a las 7 pm. Enrique Solari Swayne (1915-1995) es una de las figuras más destacadas de la dramaturgia peruana, sin embargo, se debe recordar que su obra abarca mucho más allá de su recordada y celebrada pieza Collacocha (1956). Por ello, su nieto Sebastián Solari Morgán se dio a la misión de reunir sus obras teatrales, sus textos narrativos (cuentos, ensayos y artículos) e incluso algunos poemas. Fruto de ello se ha conseguido el volumen recopilatorio de Obras incompletas que será presentado hoy a las 7 de la noche en el Centro Cultural Ccori Wasi de la Universidad Ricardo Palma. El acto dará inició a una mesa redonda en homenaje a la figura de Solari Swayne,

que contará con la participación de su hija Ulrique Solari y estudiosos de su obra como los escritores Luis Meza y Manuel Pantigoso. Además será seguido del monólogo Los Hurin Huanchos, presentado por el actor Gerardo Angulo Malpartida.

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RESUMEN DE COLLACOCHA - Enrique Solari Swayne RESUMEN DE LA OBRA LITERARIA "COLLACOCHA - Enrique Solari Swayne Argumento de "Collacocha", libro de Enrique Solari Swayne.

Escrita

en

Huaraz

en

1955,

el

drama

se

divide

en

tres

actos.

El primero de ellos se inicia en una cabaña ubicada en el corazón de los Andes. Llega a esta el ingeniero Fernández, quien reemplazará a su colega el ingeniero ´días, quien no puede ocultar su alegría de saberse reemplazado, pues, como él mismo manifiesta al recién llegado, ya está hastiado de vivir en los túneles oscuros, húmedos y helados, que como arterias, se desplazan entre la roca maciza. “La cabaña, explica Díaz a Fernández, se encuentra en la Central dos, que queda exactamente en el centro del túnel, uno saliendo de la cabaña y yendo hacia la derecha a otro túnel donde se encuentra la Central Uno, que queda casi a la salida del túnel, después viene el campamento, la calle, y por último los pueblos. Saliendo de la cabaña hacia la izquierda, más o menos a un kilómetro y poco antes de que acabe el túnel, se llega a la Central Tres. Este túnel acaba en una quebrada pequeña. El camino sigue unos trescientos metros por la falda del cerro y entra en otro túnel. Después viene una serie interminable de túneles y puentes” y más túneles y quebradas y más puentes”. Fernández escuchaba atento y admirado lo que él consideraba una obra formidable. “Por último, explicó Díaz, el Túnel Uno y el Túnel Dos están separados por una pequeña quebrada, completamente cerrada y bastante alta.

camino,

hay

una

Arriba de esa quebrada y un tanto lejos del laguna: es la laguna de Collacocha.

Y en la quebrada, pero al otro lado de la laguna y encima de un pequeño cerro está la Central cuatro, o Central de Collacocha”.

La detallada explicación de Díaz se ve interrumpida por la llegada de Echecopar, hombre sumamente varonil, casi rudo, desliñado y de habla pausada y enérgica. Gran amigo de los indios que trabajan en los túneles, a veces se emborracha con ellos y se queda a dormir en sus chozas. Echecopar no da importancia al recién llegado y comienza a impartir órdenes a través de un dictáfono a todas las centrales. A las pocas horas aparece Soto, quien tiene a su cargo la Central de Collacocha, e informa a Echecopar que el nivel de la laguna ha descendido sesenta centímetros en seis horas, lo cual significaba que la presión del agua había aumentado tanto, que se habían abierto grietas en el fondo provocando grandes filtraciones. El destino de esas grietas era lo que preocupaba a Soto, ya que éstas podrían salir a la quebrada o al túnel. Echecopar no dio importancia a las advertencias de Soto y no tomó las precauciones que este le sugirió. A los pocos minutos que Soto partió de regreso a su Central, llegó Bentín a pedirle a Echecopar que asistiera a la reunión sindical; Echecopar se negó rotundamente alegando que a Bentín solo le importaba reventar a los ricos porque los odia y les tiene envidia y, que él, Claudio Echecopar, no se prestaba para esas maniobras. Díjole además que él era un Ingeniero de caminos y que su misión consistía en hacer caminos para que transiten camiones de la selva a la costa llevando alimentos y medicinas. Conociendo la contumacia de Echecopar, Bentín ya no insistió. Soto llamó a Echecopar para decirle que el primer camión proveniente de la selva con destino a la costa hacía su ingreso por el camino de los túneles. La alegría fue desbordante por parte de Ingenieros y obreros; pero esta no duró mucho, ya que Jacinto taira, natural de San Pedro de Lloc y que conducía el camión, había visto una especie de arroyo en la entrada del túnel, lo cual significaba que el agua de la laguna comenzaba a filtrarse y las posibilidades de un aluvión era cosas de minutos. Vanos fueron los intentos que se hicieron por contrarrestar la inminente desgracia. Echecopar obligó a Soto a permanecer en su puesto mientras los obreros se lanzaban en retirada de sus puestos de trabajo. Cuando Echecopar autorizó a Soto para que huyera fue demasiado tard3e y el aluvión lo sepultó. El tercer acto se inicia cuando han transcurrido ya cinco años del desastre. A través de una conversación entre Fernández, que es el nuevo jefe, y Bentín que regresa de visita a la mina después del tiempo transcurrido, nos enteramos que Echecopar se ha construido una choza junto al cementerio; “junto a sus cholos y a Soto”. Con sus propias manos cuida y limpia las tumbas. Fuera de eso su modo de ser es igual que antes. Todas la mañanas entra a los túneles y grita su nombre para

deleitarse con el eco; bromea con los obreros; carga piedras; vocifera; se ríe a carcajadas y manda a todo el mundo: Los domingos va por los cerros, por las punas, por las quebradas, por el cementerio, rodeado de todos los niños del campamento contando cómo era Soto, cómo era Sánchez, Roberto y todos aquellos que murieron. Por dentro Echecopar es un hombre destrozado por los recuerdos, por esos hombres que murieron por causa suya según él. Sólo cuando siente en la noche la voz de Soto, quien le dice que no se torture más y que duerma tranquilo, Echecopar encuentra en esa voz la absolución esperada.

"Collacocha", el regreso de un clásico del teatro peruano La obra de Enrique Solari Swayne se reestrena en el Teatro La Plaza y tiene aún mucho por decirnos a 60 años de su estreno 



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A cinco mil metros de altura, el ingeniero Echecopar (Leonardo Torres Vilar) dirige la construcción del primer túnel que unirá la costa con la selva. Toda una épica. (Foto: Difusión/ La Plaza)

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Era la época de los grandes proyectos de construcción. Tiempo de levantar puentes, construir túneles, hacer volar los obstáculos que impedían extender carreteras e integrar a los peruanos convencidos en los preceptos del progreso y la modernidad. Un Perú moderno era un país que podía mostrar su infraestructura como un fin en sí mismo. Con esta misma fe, Enrique Solari Swayne escribió “Collacocha”, conmovido tras ser testigo de los daños producidos por un aluvión en la ciudad de Huaraz en 1954. La impresión que le produjo al autor ver la ciudad destruida resultó tan fuerte que, de un tirón, escribió el primer borrador de “Collacocha” en el mismo lugar de la catástrofe. Su historia cuenta el drama surgido a cinco mil metros de altura, donde el ingeniero Echecopar dirige con mano férrea la construcción del túnel trasandino por donde se extenderá la primera carretera que unirá la costa con la selva. Convencido del progreso que aportará la obra a esta zona, él está dispuesto a hacer lo necesario para llevar la obra a su término. Sin embargo, una serie de filtraciones de agua sobre sus cabezas amenaza con destruirlo todo. Solari Swayne, psicólogo de formación, inquieto viajero y amante de la naturaleza del país, plasmó ese amor en Echecopar, el protagonista de su obra. “Collacocha” fue estrenada en 1956, al final del régimen de Odría, protagonizada por el inolvidable actor Luis Álvarez. Entonces la obra conectó la sensibilidad de la época con su denuncia por la desigualdad social, pero también con la épica lucha de los hombres por alcanzar el progreso, incluso a costa de sus vidas. RELEER LA ÉPICA Sesenta años más tarde, el actor y director Rómulo Assereto lleva a escena esta obra icónica. El escenario es impresionante: ha convertido el tablado en una enorme y magnífica gruta en el corazón de la montaña perforada. Si la obra original sucedía tradicionalmente en la pequeña barraca de Echecopar, sin mostrar la grandeza natural allá afuera, en esta versión es la piedra la que empequeñece a los actores. Pero el objetivo del director no es celebrar amablemente el aniversario redondo de la obra. Sabe que la responsabilidad de llevar a escena un clásico es enorme, pero también quiere revisar y actualizar su sentido. “‘Collacocha’ es parte de la historia de un país donde la idea de progreso estaba muy presente. Los años cincuenta fue la época de la construcción de grandes infraestructuras, y el desarrollo se veía como un fin en sí mismo. Hoy somos algo más conscientes de las consecuencias del progreso, del precio que hay que pagar. Por eso, pienso que la lectura original de la obra tiene que cambiar, adaptarse para que siga ocupando su lugar en la dramaturgia peruana. Es necesario releerla y revisarla”, explica el director. Por su parte, Leonardo Torres Vilar también enfrenta el reto de hacer olvidar al público el Echecopar tan estrechamente vinculado a Luis Álvarez: “Estoy tratando de no pensar mucho

en eso”, confiesa. “Yo amo su recuerdo. Lucho era un gran señor, un caballero. Yo lo conocí, pues era amigo de mi familia. Pero estamos en otro tiempo. Así que trato de librarme de esa responsabilidad y hacer una interpretación nuestra”. ¿Qué diferencia entonces el montaje original de “Collacocha” de su actual relectura? Básicamente, una actitud diferente del ingeniero Echecopar. “A riesgo de hacer un comentario político, que nunca los hago, en el Perú han pasado muchas cosas”, explica Torres Vilar. Para el actor, tras una década de violencia, hoy revisamos la ciega fe en el progreso de la obra y empezamos a cuestionar si el fin justifica los medios. ¿Vale la pena sacrificar algunas vidas si son miles los que se beneficiarán con el progreso que traerá la carretera? Sin duda, la respuesta que damos hoy es distinta a la que pudo darse en 1956. “Es importante para quienes vivimos en los años de la violencia, o los que nacieron después, heredar ese cuestionamiento. Luego de las acusaciones y los juicios que ha habido, es increíble que aún haya gente que piense que el fin justifica los medios, que vale la pena que mueran algunos para el beneficio de otros. Esta obra rescata eso y nos enfrenta a estas preguntas”, señala el actor. Para Torres Vilar –que propone un nuevo Echecopar, aunque igualmente duro y con capacidad de dudar–, cuando la obra se estrenó originalmente no proponía ningún cuestionamiento. “Simplemente decía: las cosas son así. La gente muere, pero el progreso es bueno. Pero este montaje hace lo que el teatro debe hacer: proponerte una pregunta sin darte una respuesta”, añade. LA TRAGEDIA DE ECHECOPAR Para Assereto, si bien coincide con el ingeniero Echecopar en su deseo por hacer del Perú un mejor país, hoy no es posible respondernos tan fácilmente como antes si vale la pena sacrificar vidas a cambio del desarrollo. “La tragedia de Echecopar no es necesariamente la del hombre enfrentado a la naturaleza. Más bien es el hombre enfrentado al progreso. Su tragedia es darse cuenta de todo lo que cuesta lograr el desarrollo y no poder enfrentarse luego a sus consecuencias”. Leonardo Torres entiende bien el papel del protagonista: “Yo conozco a Echecopar. Soy yo en otra dimensión”, señala. “Quizás para ocultar su propia sensibilidad mantiene una dureza externa. Dentro de su pequeñez quiere hacer lo máximo. En la obra original, Echecopar es una especie de superhombre paternalista, él decidía quién vivía y quién moría. Yo tenía ese recuerdo de la obra. Pero trabajando con Rómulo podemos entenderlo de otra manera. No me gustaría que Echecopar sepa siempre qué debe hacer. En la obra sigue siendo un personaje épico, retador para el actor, pero ya no es el superhombre. Es un hombre que duda, que se equivoca. Es el hombre que queremos ser”. MÁS INFORMACIÓN Lugar: Teatro La Plaza, Larcomar. Temporada: del 30 de junio al 30 de agosto. De jueves a martes, 8 p.m.; dom., 7 p.m. Precio: S/65 y S/30. “En la obra original, Echecopar es una especie de superhombre paternalista. Él decidía quién vivía y quién moría. Yo tenía ese recuerdo de la obra”.

Collacocha: La obra teatral de Enrique Solari Swayne que aún tiene mucho que decirnos PUBLICADO: 2012-07-28

Collacocha es una conocida obra de teatro de Enrique Solari Swayne. A decir verdad, es icónica para el teatro peruano. A pesar del tiempo transcurrido. Los acontecimientos de Conga y un artículo de Alonso Cueto que leí la semana pasada me lo hicieron recordar. Tenía ganas de escribir sobre Collacocha aunque sea unas modestas líneas. Siendo 28 de julio de 2012, fecha de fiestas patrias, y sobre todo de feriado, hay algo de tiempo libre para reflexionar lo que aún puede decirnos esta obra que ya tiene algo más de cuatro décadas con nosotros. Collacocha es una obra teatral de un solo acto. En ella destaca el personaje del Ingeniero Echecopar, quien tiene una mística muy particular sobre su trabajo. Es en si mismo un personaje paradigmático, poco frecuente en el teatro peruano, alguien que es más grande que la obra donde se encuentra y que a pesar de sus terribles defectos captura la simpatía del público de manera ineluctable. En Collacocha no hay villanos aparentes, si hay muchos héroes pero muy pocos claroscuros. Los personajes son mediocres o son Echecopar. Si vale simplificarlo así de rotundamente, así es la obra. Tal vez esa sea su mayor debilidad. Pero no adelantemos mayores detalles. Es hora de internarse en el vientre de la obra y ver que extraemos de ella. El Ingeniero Fernández llega para reemplazar al Ingeniero Díaz en la construcción de la carretera que unirá la selva con la costa. Díaz no cabe de gusto. Al fin podrá salir de ese hueco oscuro donde no hay arriba ni abajo, ni día o noche, solo la oscuridad del vientre de la montaña a la cual arrancan sus duras entrañas para que la civilización penetre desde la metrópoli de los ricos al rincón más lejano del país, donde no han llegado ni las escuelas, ni las medicinas, ni la civilización.

Fernandez: Creo que es a usted a quien vengo a reemplazar. Díaz: Sí. ¡A Dios gracias! Dentro de pocos meses, también usted soñará todas las noches con el reemplazo. Fernández: Quizás no sea así... Díaz: No se haga usted ilusiones. ¡Esto es el infierno! Fernández: En Lima me lo han explicado con toda claridad. Díaz: ¿Y a pesar de eso se vino? ¡Si yo lo hubiera sabido! Para mí, que usted viene huyendo de la policía... o de alguna mujer. Fernández: No vengo huyendo de nadie. Más bien, vengo buscándome a mí mismo.

El joven Ingeniero Fernández es idealista, todavía inexperto, pero con espíritu ambicioso. Quiere conocer el mundo y ha preferido ir a donde se le necesita que gozar en un puesto de Lima donde ganaría un jugoso sueldo que excedería lo que necesita.

Su encuentro con el Ingeniero Echecopar no puede ser más desalentador. El veterano y excéntrico ingeniero se hace notar desde lejos a través del eco del oscuro túnel gritando su nombre ¡Echecopar!. Él vive para su trabajo, al punto que desdeña la vida familiar y conyugal, al punto que visitar a sus parientes en Lima es un incordio que aplaza lo más posible. Varios meses han pasado que no sale del túnel. Al ver al recién llegado se burla de su indumentaria y se irrita al ver que ha arrancado una de las pequeñas flores que han sido capaces de crecer en la oscuridad de la inhóspita y fría montaña. Fernández: Oiga usted ¿Me puede decir de qué se ríe? Echecopar: Pero, ¿se han imaginado en Lima que aquí va a haber un baile de disfraces? ¿para qué demonios me mandan a mí a monigotes disfrazados de ingenieros? (...) ¿A qué vienen esos prismáticos, en medio de las tinieblas? Démelos. ¿Cree usted que va a ver mujeres desnudas al otro lado del precipicio. No. Aquí, usted me ve a mí a Díaz y Díaz y yo lo vemos a usted.

Luego de que se conozcan un poco más estos personajes, llega el Ingeniero Soto, quien acaba de visitar la laguna y trae noticias preocupantes. Esta ha subido su caudal como resultado de las lluvias y amenaza inundar los trabajos. Sus recomendaciones de desalojar la obra no son oídas por el Ingeniero Echecopar, quien no está dispuesto a demorar los avances por el temor de uno de sus Ingenieros. Echecopar: ¿Y qué precauciones quieres que tome? Soto: Que no se trabaje, hasta que se normalice el nivel de la laguna. Echecopar: ¡De ningún modo! El año pasado, en las tres ocasiones en las que ocurrió algo parecido, me hiciste paralizar el trabajo, para nada. No se puede hacer esperar al progreso y a la civilización, tan sólo porque un hombre tiene miedo. Soto: Es que algún día puede ocurrir una catástrofe. ¿Te imaginas, si la laguna se viene por el túnel? ¿Puedes imaginarte, lo que pasaría? Echecopar: En alguna forma hay que reventar, Soto. No podemos contar con algo que lo mismo puede ocurrir esta mañana, hoy, dentro de cien o mil años o nunca.

Además ¿qué quieres que yo haga? Yo, por mi parte, estoy dispuesto a asfaltar esta carretera con mis huesos y con los de ustedes.

Echecopar es definido en este pasaje. Sus convicciones son más valiosas que su propia vida o la de sus compañeros. La perspectiva de llevar la civilización a donde no ha llegado antes lo emparenta con esos amorales pioneros del Far West Norteamericano. Bajo esa campechanía y camaradería con los indios y sus colegas, se esconde alguien que ha perdido la conciencia del valor de la vida humana. Su liderazgo carismático lo lleva a la temeridad muy fácilmente. Echecopar: Somos un país demasiado salvaje como para darnos el lujo de hacer esperar al progreso y a la civilización. ¿No han comenzado, acaso, las lluvias? ¿No sabes que si no defendemos algunos puntos, un par de huaycos destruye en media hora lo que hemos hecho en dos años? Soto: Como quieras, viejo: la muerte ronda en Collacocha. Echecopar: Pues anda y acuéstate con ella...

Palabras proféticas, que aún no viene al caso comentar en extenso. Lo cierto es que la ceguera de Echecopar le impide ver otra cosa que no sea la victoria sobre los elementos y la naturaleza. Él es la civilización y todo lo demás (y los demás) son el infierno.

Como el sindicalista Bentín, a quien le llama "anarquista de carnaval". Para el Ingeniero Echecopar, la clase de hombres que encarna Bentín son despreciables porque no son prácticos como él. Si no ven las cosas a su modo son un estorbo. Para Echecopar la injusticia en el mundo es algo que lo trae sin cuidado y la filosofía se la deja a Platón. Terminar la carretera si es cosa de verdaderos hombres, como él. Eso es algo concreto. la revolución de concreto es algo tangible y por ello superior a cualquier revolución de ideales propugnada por quienes tienen los zapatos y guantes limpios. Bentín: Es que no se puede pensar como usted, Ingeniero. Hay causas universales. ¡Todos somos hermanos! Echecopar: Lo serás tú, anarquista de carnaval. Yo no, ¿entiendes? Yo soy hermano de Soto y de Sánchez, de Fernández y de los cuatrocientos trabajadores de acá. De nadie más. Bentín: ¿Y los millones de hombres que sufren en el mundo? Echecopar: No faltará otro que se preocupe por ellos. Yo soy hermano de los que puedo tocar, de los que puedo reventar o enaltecer. De nadie más. (...) ¡Me indignas! Pero, ¿piensas tú en la situación del país? Pocos trabajan y muchos conversan. Y entretanto, los túneles se abren solos, los puentes se tienden solos. No sé. Debe ser un milagro de Fray Martín... Bentín: Es que yo insisto en que la Democracia... Echecoopar: ¡Qué Democracia ni que veinte mil demonios, hombre! Tú no insistes sino en tus mentiras y en tus estupideces (...) Contigo, nada. Tú no amas a nadie. Tú odias a los ricos y lo que quieres es reventarlos, para hincharte tú mismo. Te mueres de envidia, eso es todo. Te asfixias de resentimiento y vanidad.

Echecopar delata algunas de las incoherencias de su carácter. La palabra Democracia lo irrita porque el es un tirano, que se ve a sí mismo como un personaje benévolo cuyas buenas intenciones opacan a la forma en que trata a su personal. Su vida personal está vacía, como el túnel que obstinadamente quiere que atraviese la montaña. Ese logro es lo único que lo motiva. Bentín es el representante de los que se oponen al progreso, de aquellos débiles de carácter que son pródigos en encontrar "peros" y no se ensucian las manos cuando es

necesario. A ellos los desprecia tanto como a los miembros del Directorio de la Compañía Quiñones y Quiñones. Para Echecopar las personas se dividen en quienes se enfrentan a los elementos o quienes se quedan en Lima para adular a los potentados y hacerse ricos. En el fondo, también desprecia a los ricos, sabe que con ellos no se puede contar para las ambiciosas tareas de vencer los elementos. ¿los envidia? Difícil saberlo. Pero es obvio que los desprecia. Ocho años atrás no tuvo problema alguno en desairar y pelearse con una Comisión proveniente de Lima. Si algo bueno puede decirse de él, es que no esconde sus odios. No duda en decir que el Presidente de Directorio, don Alberto Quiñones, es una de las figuras más ridículas que haya visitado el túnel. Mientras los miopes de la Capital estén lejos, mejor para las obras y él feliz. El dinero no abre montañas sin hombres de valor, como él, para hacerlo. Un millón de soles venga de un santo o de un bribón, sirve para realizar el objetivo. Nada más importa. El diálogo con Bentín es uno de los más ásperos en toda la obra. El autor Enrique Solari Swayne, se encarga de que el sindicalista no solo sea deslumbrado sino humillado, sin salida digna posible levantándolo previamente de las solapas y amenazándolo con aplastarlo como una cucaracha si no acepta que él trabaja para su pueblo y no para el capital. Una reacción tan poderosa, que es imposible que sea carente de sospecha. A estas alturas no se duda de las malas pulgas de Echecopar. Pero no pierde la cabeza ni con Díaz o Fernandez. Sino con el sindicalista. Y el argumento que pretende rebatir queda en el aire. La discusión no llega a los puños por la afortunada comunicación del Ingeniero Soto a través del dictáfono. Ha llegado el primer camión. Lo conduce Jacinto Taira de San Pedro de Lloc. La felicidad invade a todos por igual. A Echecopar, Soto, Díaz, Fernandez y Bentín. Pero la tragedia también asoma. Jacinto Taira avisa que hay un arroyo que asoma en la entrada del túnel. Los presagios de Soto son funestos y están a punto de confirmarse. Recién entonces, en el momento del triunfo Echecopar toma conciencia de la magnitud del desastre que viene. Es necesario que los trabajadores sean evacuados, y solo

puede contar con el Ingeniero Soto para que vuele el túnel que se está inundando luego que pasen los trabajadores más rezagados. Sabe que es una tarea suicida. Acompañan a Echecopar, Fernández y Bentín. El desastre es inminente, Soto avisa del progreso de la evacuación, pero la inundación es más rápida. Soto: Entonces, ¡estamos perdidos! Echecopar: ¿También tú te vas a poner a llorar, como Bentín? Escucha: naturalmente, puede sobrevenir una catástrofe de un momento a otro. Pero ni tú ni yo nos podemos mover de aquí hasta haber puesto en seguridad a los que están trabajando en el Túnel Dos. Soto: Temo que, dentro de unos momentos, no será posible vadear la quebrada. Echecopar: Les he hecho avisar con Sánchez. Antes de que hayan pasado, no nos podemos mover ni tú ni yo, ¿entendido? Soto: Bueno... bueno. Pero, si ocurre algo, ¿cómo salgo yo de aquí? Echecopar: Te lo voy a decir, Soto. Cuando la quebrada se haya puesto absolutamente intransitable, cuando sea del todo imposible que una persona más pueda salvarse, me lo dices y yo vuelo el túnel, para entretener un rato el aluvión, mientras la gente del Campamento y de los pueblos del valle se pone a salvo sobre los cerros. Cuando oigas la explosión, huyes por las punas, a Huarmaca o algún otro caserío, ¿entendido? Soto: Que sea como Dios quiera Echecopar: Espera hasta lo último para darme la voz de volar. Soto: Sí...sí. Echecopar: Y cuando oigas la explosión, huyes por las punas.

Aún en este momento de humanidad de Echecopar, no duda en poner en peligro a sus subordinados. Si algo lo salva de la censura moral, es que se impone los mismos riesgos para defender la vida de los cientos de trabajadores a su cargo.

Echecopar: Escucha, Bentín: había muchos indios que huían con el fango a la cintura. Era seres pobres, miserables, harapientos, ¿oyes? Y había tres hombres, tres hombres, Bentín, ¿no es acaso extraordinario? Hubieran podido irse, huir y nadie les habría dicho nada, porque los otros eran, tan solo unos indios miserables y harapientos, iguales a los que mueren por centenares todos los días, sin que nadie sepa por qué ni por quién. ¿Y qué hicieron, Bentín? ¿Qué hicieron? Escucha: ¡se quedaron! Se quedaron, Bentín y tú eres uno de esos tres! No se fueron, no huyeron, que hubiera sido tan natural. ¡Ellos fueron fabulosamente absurdos! ¿Qué te parece? Un día podrás contárselo a tus hijos...

Soto no podrá hacerlo. La laguna terminó precipitandose sobre el túnel arrasando con todo lo hecho en dos años. Los tres apenas pueden escapar en un carromato. Echecopar pierde un brazo al momento de detonar el túnel. El epílogo de la obra ocurre cinco años después. Echecopar ha dejado la obra, se alejó de la obra por propia voluntad y se encuentra expiando sus remordimientos, sólo lo acompaña la voz de Soto que retumba en su cabeza. Su barraca luce igual, pero la ocupa otro. Es Fernández. Y la obra al fin está concluída. El joven Ingeniero procedente del acomodado Colegio La Recoleta ha logrado lo que no pudo el veterano Ingeniero procedente del modesto Colegio Guadalupe. El autor apenas puede con sus tics. Pero hay que recordar que es una obra de los años 60. El tema ya era bastante controversial. Que un hijo de familia pueda componer las cosas al final parece una pequeña concesión al público que llenaba los teatros de aquellos días. Afortunadamente el teatro peruano se ha democratizado en estos últimos años. Ya no acuden a las funciones gente con mucho dinero y afortunados estiudiantes universitarios con su carnet que rebaja las entradas. Ahora es masivo y abierto a gente de toda condición, por eso, para quien quiera leer las entrelíneas a la luz del contexto actual, le dejo las líneas finales de la obra: Echecopar: Entonces el anillo se ha cerrado, Lo que vivió y murió, ha nacido nuevamente. El eterno ciclo se ha cumplido y Echecopar es un hombre feliz (...) Voz de Soto: ¡Ah, pero la laguna se está formando de nuevo!

Echecopar: ¡Qué importa! Vendrá otro hombre y otro y muchos más. Y un día, nuestros hijos estarán parados firmes y para siempre, sobre el suelo que supimos conquistar para el amor. Voz de Soto: ¡Ya veo las luces del primero! Echecopar: Y quedará instalada la era de las cosas buenas y hermosas. ¿Verdad...? ¡En Collacocha no ha pasado nada! ¡Nada! ¡En Collacocha no ha pasado nada!

Recuerdo haber visto esta obra teniendo como protagonista al legendario actor peruano Luis Alvarez. Fue una de las primeras que ví en mi juventud. La presentaron hace tantos años en la Alianza Francesa de Miraflores que varios detalles se me escapan. Pero no puedo olvidar la impresión dramática que me produjo la caída de la barraca de Echecopar en el final del único acto, mientras se escuchaba la voz lejana de Soto quien era arrasado por el aluvión. Sólo recuerdo que la ví en las épocas funestas del terrorismo en el Perú. Ahora son épocas de paz, y no entiendo por qué razón una obra tan importante para entender nuestras contradicciones como nación no encuentra quien la haga retornar a las grandes salas de teatro comercial (no obstante, me place enterarme de interesantes iniciativas en provincias y los conos de la capital) en estos tiempos de paz en que queremos convencernos que la prosperidad está próxima y sin ningún desastre que asome.

BIOGRAFIA DE - Enrique Solari Swayne Fue hijo del embajador Carlos Solari Sánchez-Concha y su esposa María Virginia Swayne Mendoza, quien era sobrina político del presidente Augusto Leguíay hermano del afamado crítico taurino y filántropo Manuel Solari Swayne. Solari se hace conocido como dramaturgo con la obra "Collacocha", drama de contenido social que constituyó uno de los grandes acontecimientos del teatro peruano. la razón de ese éxito residió tanto en sus méritos propiamente teatrales como en el tema que aborda y sobre todo en el vigoroso aliento universal que exhalan sus personas, yates y situaciones. Solari realizó estudios de medicina y se gradúo como psicólogo. En el Perú,colabora con diferentes diarios y revistas, desempeña a su vez la docencia en la universidad de san Marcos. Es considerado uno de los máximos exponente del teatro peruano y sino reconocido mundial. Fallece el 2 de mayo de 1995. .

Libros y Obras

Teatro - Collacocha (1956). - Chicha (1966) - Juanito de huelva (1995) - El gatito - El circo del zorro encantado - Ayar Manco - El incendio del zoológico de Berlín - Mazorca

Poesía - Responso a Ranrahirca

- La cosecha de las horas perdidas