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LAS DOS FUENTES DE LA MORAL Y LA RELIGIÓN. (HENRI BERGSON). (Editorial Tecnos) La Obligación Moral (cap I) Para nosotros

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LAS DOS FUENTES DE LA MORAL Y LA RELIGIÓN. (HENRI BERGSON). (Editorial Tecnos) La Obligación Moral (cap I) Para nosotros el misticismo culmina en una forma de contacto y, por tanto, en una coincidencia parcial que la vida pone de manifiesto. Este esfuerzo es de Dios, sino es Dios mismo. El gran místico sería el individuo que habría superado los límites asignados a la especie por su condición material y que de esta forma continuaría y prolongaría la acción divina. La moral abierta, o moral de la aspiración se contrapone a la cerrada o de la obligación. La moral abierta, responde a la inclinación indeclinable del individuo hacia su propia libertad y creación de nuevas formas. Cuando se tiene una experiencia mística sobreviene una inmensa alegría, éxtasis, en la que el alma del místico se encuentra absorta. Dios está presente y ella se encuentra en él. Una vida no es mejor por la fuerza de la vitalidad que la anima, sino porque el individuo logra identificarse, en un alto grado, consigo mismo, reabsorver su propia circunstancia, saber a què atenerse y ser auténtico, es decir, ser fiel a su propia vocación. Estas cualidades propias de una vida plena se alcanzan en la interioridad de ésta y no desde fuera de ella.

El mal se oculta tan bien, el secreto es tan bien guardado, que cada uno se deja engañar por los demás; por muy severamente que simulemos juzgar a los demás, los creemos en el fondo mejor que nosotros mismos. En esta afortunada ilusión descansa buena parte de la vida social. Tan pronto como un mandato alcanza cierta generalidad, el imperativo se presenta ante todo el mundo como si fuera una ley de la naturaleza. La célula que forma parte de un organismo, si se hiciera consciente por un instante, apenas hubiera mostrado la intención de emanciparse, ya habría sido atrapada por la necesidad. Para nuestro hombre no se trata tanto de evitar el castigo como de borrar el pasado y hacer como si el crimen jamás se hubiera cometido. Cuando nadie sabe de la existencia de una cosa es como si no existiera. Pero su propio conocimiento persiste en él y he aquí que ese conocimiento lo empuja, cada vez màs, fuera de la sociedad en cuyo seno pensaba mantenerse borrando las huellas de su crimen. Se

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reintegraría a la sociedad confesando su crimen. Sería castigado, pero, situado junto a ellos. Cuando se reprocha al misticismo el expresarse a la manera de la pasión amorosa, se olvida que es el amor quien había comenzado plagiando a la mística, quien había plagiado su fervor, sus impulsos, su éxtasis. La obligación La obligación es un impulso que pesa sobre la voluntad a modo de hábito. Cada obligación arrastra tras de sí el peso de todas las demás y utiliza así, en virtud de la presión que ejerce, el peso de todo el conjunto. Esto es el todo de la obligación para una conciencia moral simple y elemental. Un imperativo: “es preciso porque es preciso”. El soldado aunque no se le de ninguna razón, él imaginará una”. El hábito mas poderoso, es aquel que mejor imita al instinto. La obligación es la fuerza que adopta la necesidad cuando la vida requiere de la libertad para realizar sus fines. En el fondo de la obligación moral, se halla la exigencia social. Entre nación y humanidad, se encuentra toda la distancia que existe entre cerrado y abierto. Lo civilizado difiere sobre todo de lo primitivo por la masa de conocimientos y hábitos acumulados. Lo natural, está recubierto por lo adquirido pero persiste inmutable a través de los siglos. La moral completa ¿Es imaginable un deber que no obligue? La moral de la obligación es màs perfecta, mientras es màs posible reducirla a fórmulas impersonales. La moral completa, para ser ella misma, debe encarnarse en una personalidad privilegiada que se convierta en un ejemplo. La moral de la obligación, tiende a generalizarse como ley. La moral completa a la imitación de un modelo. Mientras que en la moral de la obligación hay presión y empuje, en la moral completa hay una llamada. La moral completa apela a algo ya existente en los que siguen el modelo. La palabra que haremos nuestra es aquella cuyo eco ya hemos oído en nosotros.

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La moral de la obligación es una moral social. La moral completa es una moral humana. Cuando el amor se posa en un objeto concreto, la patria, la familia, es un amor excluyente. Cuando el amor se posa en algo genérico, la humanidad por ejemplo, se trata sólo de amor. En un caso el alma se va cerrando, en el otro se abre. La emoción es un estremecimiento del alma. Pero una cosa es un estremecimiento de superficie, que corresponde a la emoción asociada a una imagen representada, y otra cosa, es una emoción profunda, que no tiene una representación en una imagen y es precedente de una creación, artística o intelectual, generadora de ideas. Una obra genial es, laa màs de las veces, algo que sale de una emoción única en su género, que se hubiera creído inexpresable y que ha querido expresarse Moral de la Presión: Buena parte del carácter obligatorio de los deberes se explica por la presión social que ejerce la sociedad sobre el individuo. Probablemente ha tenido su origen en una moral de la aspiración cuyo fuego se fue apagando. Pero es gracias a la ceniza que queda que esta moral todavía opera. La obligación representa la presión de la sociedad para conservar su forma y esas obligaciones se transmiten como un sistema de hábitos. Moral de la Aspiración: Traduce un cierto estado emocional, que no se debe a una presión sino a una aspiración. Es màs difícil de detectar, porque es màs difícil acceder a la emoción original que hace nacer la aspiración. Aquí también hay una obligación, pero esta obligación es la fuerza de una aspiración o de un impulso. La moral de la presión, es màs perfecta mientras màs impersonal y más próxima a esas fuerzas naturales que llamamos hábitos e incluso instintos; la moral de la aspiración, es màs poderosa cuanto màs visiblemente es suscitada en nosotros por otras personas y cuanto mejor parece triunfar por sobre la naturaleza. Ninguna de las dos morales se presenta en estado puro. La primera ha cedido a la otra algo de su fuerza de coacción; la segunda ha impregnado a la primera con algo de su aroma. La moral de la presión es propia de una sociedad que quiere conservarse, la de la aspiración tiene contenida un sentimiento de progreso. La necesidad del todo sentida a través de la contingencia de las partes, es lo que llamamos obligación moral, en general. Son las almas místicas las que han arrastrado y arrastran todavía en su movimiento a las sociedades civilizadas.

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La fórmula de la moralidad aceptada hoy por la sociedad civilizada engloba dos cosas: un sistema de órdenes dictadas por exigencias impersonales, y un conjunto de llamadas lanzadas a la conciencia de cada uno de nosotros por personas que representan lo mejor de la humanidad. La humanidad es invitada a situase en un nivel màs alto que una sociedad animal, en que la obligación sería sólo la fuerza del instinto, pero menos alto que una asamblea de dioses, donde todo sería impulso creador En pocas palabras, no es posible fundar la moral sobre el culto a la razón. Quien quisiera practicar el egoísmo absoluto tendría que encerrarse en sí mismo y no preocuparse del prójimo ni para sentir celos ni para envidiarlo. Todos estamos saturados de vanidad, y vanidad significa ante todo, sociabilidad Presión y atracción, al determinarse mutuamente, desembocará en uno cualquiera de los sistemas de máximas, puesto que cada uno de ellos persigue la realización de un fin que es a la vez individual y social. Estos sistemas preexisten en la atmósfera social a la aparición del filósofo. Cualquiera sea la filosofía que se profese, no hay màs remedio que reconocer que el hombre es un ser vivo, que la evolución se ha cumplido en la dirección de la vida social, que la asociación es la forma màs general de actividad viviente, puesto que la vida misma es organización . Admitido esto, toda teoría de la obligación se vuelve inútil e inoperante ; porque la obligación es una necesidad de la vida. Inoperante, porque la teoría no haría màs que justificar para la razón una obligación que existía con anterioridad a la construcción intelectual. Presión social, o impulso de amor (obligación y aspiración), no son sino dos manifestaciones complementarias de la vida, que busca conservarse por una parte, y transformarse gracias a ciertos individuos que representan la aspiración de una nueva especie, en un esfuerzo de evolución creadora. Dos vías se abren para el educador para influir sobre la voluntad: el adiestramiento y el misticismo. El primer método inculca hábitos personales, el segundo por imitación a una persona o por una unión espiritual con ella. Los verdaderos místicos se abren a una corriente que los embarga. Seguros de sí mismos porque sienten adentro de ellos algo mejor que sí mismos. Sienten un impulso de amor, la necesidad de propagar en torno suyo lo que han recibido. La sociedad se explica como necesidad de la vida, de la cual las sociedades humanas no son mas que manifestaciones de ésta. Pero la sociedad no se basta a si misma, es sólo una de las manifestaciones de la vida y el individuo la puede

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juzgar y obtener de ella una transformación moral. La vida ha debido depositar en la especie humana, en tal o cual punto de la evolución, un nuevo impulso para que estas personalidades privilegiadas puedan ayudar a esa sociedad a llegar mas lejos. La Religión Estática ( Cap II, pág 125) Podemos encontrar sociedades, sin arte, ni ciencia, ni filosofía, pero jamás sin religión. El homo sapiens es el único dotado de razón, pero también el único que puede hacer depender su existencia de cosas irracionales. Al hablar de un “impulso vital” y de una evolución creadora, nos ajustamos lo màs posible a la experiencia. No es la acción mecánica de causas exteriores, sino un empuje interno, el que , pasando de un germen a otro a través de los individuos, conduce a la vida en una dirección dada, a una complicación cada vez mayor. La vida no puede resolverse en hechos físicos y químicos, actúa a la manera de una causa especial , sobreañadida a lo que normalmente llamamos materia: esta materia es instrumento y es también obstáculo. La vida es coordinación y jerarquía de elementos entre los que se divide el trabajo. Lo social está en el fondo mismo de lo vital. Considerada desde este punto de vista la religión es pues, una reacción defensiva de la naturaleza contra el poder disolvente de la inteligencia. A la idea de que la muerte es inevitable, opone la imagen de una continuación de la vida después de la muerte. Considerada desde este otro punto de vista, la religión es una reacción defensiva de la naturaleza en contra de la representación, por la inteligencia, de la inevitabilidad de la muerte. Creemos que lo que fue primitivo no ha dejado de serlo, aunque se requiera un esfuerzo de profundización interna para encontrarlo. El azar es el mecanismo comportándose como si tuviera intención. La teja cae sobre la cabeza. Es azar, si cae en el suelo es mecanismo. Las disposición religiosa y las convicciones originales ha debido nacer de una necesidad vital. Referir la religión a un sistema de ideas o a una lógica o a una prelógica, es hacer de nuestros antepasados unos intelectuales. Para entender la historia de la humanidad habría que ir desde la religión estática y exterior, a la religión dinámica, interior. La primera estaba destinada a apartar los peligros que la inteligencia podía hacer correr al hombre y era infra-intelectual. Añadamos que era natural, ya que la especie humana representa una etapa de la

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evolución vital, etapa en la que se ha detenido, en un momento dado, el movimiento que se dirige hacia adelante; Màs tarde y en virtud de un esfuerzo que habría podido no producirse, el hombre se escapó de su detención para volver nuevamente a la corriente evolutiva y prolongarla. La creencia en los espíritus ha sido siempre el fondo de la religión popular. De la multitud de espíritus se verá surgir una divinidad local, modesta al principio, que crecerá con la ciudad y finalmente adoptará a la nación entera. De todos los seres que viven en sociedad, el hombre es el único capaz de desviarse de la dirección del comportamiento social, cediendo a preocupaciones egoístas en momentos en que el bien común se halla en peligro. Se da en él una ruptura del orden natural y sin embargo, es la naturaleza la que ha querido la inteligencia, la que la ha puesto al final de una de las dos grandes líneas de la evolución animal. El papel de la función fabuladora, que pertenece a la inteligencia pura, es elaborar la religión que llamamos estática. La religión entonces es una reacción defensiva de la naturaleza contra lo que en el ejercicio de la inteligencia, podría haber de deprimente para el individuo y disolvente para la sociedad. Lo que liga entre sí a los miembros de una sociedad determinada es la tradición, la necesidad, la voluntad de defender al grupo contra otros grupos, elevándolo por encima de todo. A conservar y estrechar este vínculo es a lo que tiende indiscutiblemente la religión que hemos encontrado natural. Las inquietudes del hombre arrojado a la tierra y las tentaciones que puede tener el individuo de preferirse a sí mismo antes que la comunidad – inquietudes y tentaciones propias de un ser inteligente -, se prestarían a una enumeración sin fin. Igualmente indefinidas en número son las formas de superstición, o mejor, de la religión estática, que resisten a estas resistencias. La Religión Dinámica (Cap III, Pág 265 ) El esfuerzo creador no logrò atravesar con éxito màs que la línea evolutiva que conduce al hombre. Pero sobre todo, no hay humanidad sin sociedad, y la sociedad exige al individuo un desinterés que el insecto, en su automatismo, lleva hasta el olvido completo de sí mismo.

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Si alguien pudiera intensificar la intuición que rodea a la inteligencia, un alma capaz de este esfuerzo ni siquiera se preguntaría si el principio con el que ahora está en contacto es la causa trascendente de todas las cosas, o si sólo es su delegación en la Tierra. Le sería suficiente sentir que se deja penetrar por un ser que, sin absorber su personalidad, puede inmensamente màs que ella, como el hierro es penetrado por el fuego que lo enrojece. El verdadero misticismo es raro. Si todos los hombres o muchos de ellos pudieran ascender tan alto como éste hombre privilegiado, la naturaleza no se hubiera detenido en la especie humana, ya que el místico es en realidad algo màs que hombre. Cuando el misticismo habla, hay algo en la mayoría de los hombres que, imperceptiblemente, le hace eco. Nos descubre, o màs bien nos descubrirá una perspectiva maravillosa si lo quisiéramos. La religión estática, aunque subsista, deja de ser por completo lo que era, y, sobre todo, no osa manifestarse cuando ha aparecido el verdadero gran misticismo. Podemos recordar el testimonio de Heródoto, para quien la Demeter de los misterios de Eleusis y el Dionisios de los misterios del orfismo serían transformaciones de Isis y Osiris. Los misterios de mayor vitalidad, que acabaron por arrastrar consigo a los propios misterios eleusianos, fueron los de Dionisios y su continuador Orfeo. Un estado místico provocado por protóxido de nitrógeno, no se trata de que la droga lo produce. Se trata de que el estado de alma preexistía ya, sin duda, prefigurado con otros, y sólo esperaba una señal para manifestarse. Pudo haber sido evocado espiritualmente, pero también podía serlo de un modo material, al ingerir la droga. No es extraño que el entusiasmo dionisiáco se haya prolongado en el orfismo, y que el orfismo se haya prolongado en el pitagorismo: ahora bien, al pitagorismo, o quizás al propio orfismo, es donde se remonta la primera inspiración del platonismo. Sin duda no hallamos una influencia de este tipo en Aristóteles y sus sucesores inmediatos. Pero la filosofía de Plotino, en que culmina este desarrollo, debe tanto a Aristóteles como a Platón y nos encontramos ante una mística. Vemos una ola, puramente dionisiaca, venir a perderse en el orfismo, que poseía una intelectualidad superior; una segunda, que podría llamarse órfica, desemboca en el pitagorismo, es decir, en una filosofía.; a su vez el pitagorismo comunicó algo

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de su espíritu al platonismo; y éste tras haberlo recogido, se abrió mas tarde al misticismo alejandrino. A nuestros ojos, la llegada del misticismo es una forma de toma de contacto, y por consiguiente, una coincidencia parcial, con el esfuerzo creador que manifiesta la vida. Este esfuerzo es de Dios, si no es el propio Dios. El gran místico sería una individualidad que franquearía los límites asignados a la especie por su materialidad, que continuaría y prolongaría así la acción divina. A Plotino le fue dado ver la tierra prometida pero no pisar su suelo. Llegó hasta el éxtasis, un estado en que el alma se siente o cree sentirse en presencia de Dios e iluminada por su luz. Pero no franqueó esta última etapa para llegar al punto en el que la contemplación se funde con la acción, la voluntad humana se confunde con la divina. El alma hindú intentó el impulso místico por dos métodos diferentes. Se descubrirá su origen mas lejano en una práctica común a hindúes e iraníes, que por consiguiente es anterior a su separación: el recurso a la bebida embriagadora que unos y otros llamaban “soma”. Era una embriaguez divina, comparable a la que los fervientes de Dionisios requerían del vino. Mas tarde apareció un conjunto de ejercicios destinados a interrumpir la sensación, retardar la actividad mental y, en fin, inducir estados comparables a la hipnosis. ; estos se sistematizaron en el “yoga”. El misticismo no estaba allí, mas que en el estado de simple esbozo. Desde los primeros tiempos del bramanismo, se convenció de que era posible llegar a la liberación por medio de la renuncia. Esta renuncia consistía en una absorción en el Todo, así como también en sí mismo. Buda retrocedió hasta la causa misma del sufrimiento y la encontró en el deseo en general, en la sed de vivir. Bramanismo, budismo, e incluso el jainismo han predicado, pues, con fuerza creciente, la extinción del deseo de vivir, y esta predicación se presenta como una llamada a la inteligencia, no distinguiéndose estas tres doctrinas entre sí, mas que por su mayor o menor grado de intelectualidad. El Budismo, mediante una serie de etapas y en virtud de una disciplina mística, conduce al nirvana, supresión del deseo durante la vida y del Karma después de la muerte. Todo lo que el budismo tiene de expresable en palabras, sin duda puede ser tratado como filosofía.; pero lo esencial es la revelación de lo trascendente, el fin alcanzado, de que ha terminado el sufrimiento. Es el pesimismo lo que ha impedido a la India llegar hasta el final de su misticismo, ya que el misticismo completo es acción. El empuje místico, dondequiera que se ejerce con la fuerza suficiente, no se detendrá ya ante la imposibilidad de actuar, ni insistirá en doctrinas de

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renunciación o de prácticas de éxtasis. En vez de absorverse en sí misma, el alma se abrirá, engrandecida, a un amor universal. Concluyamos que ni en Grecia ni en la India antigua, llegó a haber un misticismo completo. Hay estados mórbidos que son imitaciones de estados sanos, pero no por eso los unos dejarán de ser sanos y los otros morbosos. Que un loco se crea Napoleón, no afecta a Napoleón. Los grandes místicos fueron los primeros en poner en guardia a sus discípulos contra las visiones alucinatorias. Y a sus propias visiones, cuando las tenían, no les han dado más que una importancia secundaria.: eran incidentes en el camino; hubo que superarlos, dejar atrás el éxtasis y los arrobos, para alcanzar el fin, que es la identificación de la voluntad humana con la voluntad divina. El alma del gran místico no se detiene en el éxtasis como si fuera el término de un viaje. Cuando el éxtasis ha cedido, el alma se encuentra sola y a veces desolada. Siente que ha perdido mucho, pero todavía no sabe que es para ganarlo todo. Esta es la “noche oscura” de la que han hablado los grandes místicos. El alma mística elimina de su sustancia todo lo que no es suficientemente puro, lo bastante flexible para ser utilizado por Dios. Es un irresistible impulso que la lanza a las empresas màs grandes. Era preciso anunciar a todos que el mundo percibido por los ojos del cuerpo es, sin duda, real, pero que hay otra cosa, pero que no se trata de una suposición, sino que hay alguien que lo ha visto, alguien que lo ha tocado, alguien que lo sabe. El papel de los místicos consistiría en darle a la religión, para transmitirle calor, una parte del ardor que los anima a ellos. Nos representamos a la religión como la cristalización producida, por un sabio enfriamiento, de algo que el misticismo vino a depositar, ardiendo, en el alma de la humanidad. Para los grandes místicos se trata de transformar rápidamente a la humanidad comenzando por dar el ejemplo. Quienes han llegado a negar la existencia de Jesús, no impedirán que el Sermón de la montaña figure en el Evangelio. El cristianismo ha sido una transformación profunda del judaísmo. Una religión que poseía un carácter nacional, fue sustituida por una religión susceptible de convertirse en universal ¿Por qué existe la materia, o por qué Dios, los espíritus, en vez de la Nada?. Esta cuestión presupone que la realidad llena un vacío, que bajo el ser está la nada,

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que de derecho no habría nada, y es necesario explicar porqué, de hecho, hay algo. Esta presuposición es pura ilusión, ya que la idea de una nada absoluta, tiene tanta significación como un cuadrado redondo. El hombre es la razón de ser de la existencia de la vida en nuestro planeta. El universo, no sería mas que el aspecto visible y tangible del amor y la necesidad de amar, con todas las consecuencias que entraña esta emoción creadora, quiero decir, con la aparición de seres vivos, en los que esta emoción encuentra su complemento, y de una infinidad de otros seres vivos sin los que los primeros no habrían podido aparecer, y finalmente una inmensidad de materialidad sin la que no hubiera sido posible la vida. Una energía creadora que sería amor y que querría extraer de sí misma seres dignos de ser amados, podría así sembrar mundos cuya materialidad, en tanto que opuesta a la espiritualidad divina, expresaría simplemente la distinción entre lo que ha sido creado y aquello que crea. En cada uno de estos mundos, impulso vital y materia bruta, serían los dos aspectos complementarios de la creación. Seres destinados a amar y ser amados han sido llamados a la existencia y la energía creadora debe ser definida como amor. Siendo distintos de Dios, no podían mas que surgir en un universo y es `por esto que el universo ha surgido. Los místicos, han abierto un camino por la que otros podrán andar y le han indicado a los filósofos de donde venía y hacia donde iba la vida. Pascal decía que el hombre es una “caña pensante”, pero si nuestro cuerpo es la materia a la que se aplica nuestra conciencia, entonces abarca todo lo que percibimos y llega hasta las estrellas. Pero se tiene la costumbre de encerrar la conciencia en el cuerpo mínimo, descuidando el cuerpo inmenso. De la profundización experimental deduciremos la posibilidad e incluso la probabilidad de una supervivencia del alma, ya que hemos observado y casi tocado desde aquí abajo, algo de su independencia del cuerpo. Observaciones Finales. Mecánica y Mística (cap IV, pág 339) Una fuerza de dirección constante, que es al alma, lo que la gravedad es al cuerpo, asegura la cohesión del grupo, al inclinar en un mismo sentido a todas las voluntades individuales. En esto consiste la obligación moral. Se amplía a una sociedad que se abre, pero ha sido hecha para una sociedad cerrada. También hemos mostrado còmo una sociedad cerrada no puede vivir, resistir a cierta acción disolvente de la inteligencia, y conservar y comunicar a cada uno de sus miembros la confianza indispensable, si no es en virtud de una religión salida de la

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función fabuladora. Esta religión, que hemos llamado estática, y esta obligación, que consiste en una presión son constitutivas de las sociedades cerradas. De la sociedad cerrada a la abierta, de la ciudad a la humanidad, no se pasa por ampliación, no tienen la misma esencia. La sociedad abierta es la que en principio abarcaría a la humanidad entera. Un impulso, que había originado sociedades cerradas porque ya no era capaz de arrastrar consigo a la materia, pero que después a falta de la especie, va a buscar y retomar algunas individualidades privilegiadas. Este impulso se continúa así por medio de ciertos hombres, cada uno de los cuales resulta una especie compuesta por un solo individuo. La religión dinámica que surge así se opone a la religión estática, salida de la función fabuladora, como la sociedad abierta se opone a la cerrada. Pero del mismo modo que la nueva aspiración moral no toma cuerpo màs que tomando en préstamo de la sociedad cerrada su forma natural, que es la obligación, así la religión dinámica no se propaga sino por imágenes, símbolos que proporciona la función fabuladora. Si surge un genio místico, arrastrará tras de sí a una humanidad cuyo cuerpo ha crecido inmensamente y cuya alma ha sido transfigurada por él. Querrá hacer de ella una especie nueva, o mejor, liberarla de la necesidad de ser una especie: quien dice especie dice estacionamiento colectivo, y la existencia completa es movilidad en la individualidad. El gran soplo de vida que pasó por sobre nuestro planeta había impulsado la organización tan lejos como se lo permitió una naturaleza al mismo tiempo dócil y rebelde. Un cuerpo que implicaba inteligencia fabricadora, con una franja de intuición a su alrededor, era lo màs completo que fue capaz de hacer la naturaleza. Tal era el cuerpo humano y ahí se detenía la evolución de la vida. Pero he aquí que la inteligencia, elevando la fabricación de sus instrumentos a un grado de complicación y perfección que la naturaleza (tan inepta para la construcción mecánica) ni siquiera había previsto, vertiendo en esas máquinas reservas de energía que la naturaleza (tan ignorante en economía) ni siquiera había pensado, nos ha dotado de potencias al lado de las cuales a penas cuenta nada la de nuestro cuerpo; estas serán ilimitadas cuando la ciencia sea capaz de liberar la fuerza que representa, condensada, la menor partícula de materia ponderable. El obstáculo material está casi vencido. Mañana la vía estará libre en la misma dirección del soplo que había conducido a la vida hasta el punto en que hubo de detenerse. Viene entonces la llamada del héroe. No todos le seguiremos, pero todos sentiremos que se debería seguirlo y conoceremos el camino que ampliaremos si pasamos por él. Al mismo tiempo se aclarará para toda la filosofía el misterio de la obligación suprema: se había emprendido un viaje que fue necesario interrumpir; reanudando el camino, no se hace otra cosa que querer lo

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que se quería ya. Siempre es la parada lo que requiere una explicación y no el movimiento. Se trataba de energías físico-químicas y de una ciencia que tenía por objeto la materia- ¿Pero y el espíritu? ¿Se ha profundizado científicamente tanto como se hubiera podido? La actividad del espíritu tiene, sin duda, una concomitante material, pero que solo dibuja una parte de ella, mientras el resto permanece en el inconsciente. El cuerpo, indudablemente, es para nosotros un medio para actuar, pero también un impedimento para percibir. Su papel consiste en cumplir en cada ocasión que se le presenta una acción útil; precisamente por eso, debe eliminar de la conciencia, aparte de los recuerdos que no aclararían la situación presente, la percepción de objetos sobre los que no podemos ejercer ninguna acción. Nos ayuda a ver delante de nosotros, en interés de lo que tenemos que hacer. Nuestro cerebro no es un creador ni un conservador de nuestra representación; simplemente la limita para hacerla activa. Es el órgano de “atención a la vida”. Pero de ello se desprende, que debe haber en el cuerpo o en la conciencia limitada por él, dispositivos especiales cuya función es desterrar de la percepción humana los objetos que están sustraídos por la naturaleza de la acción del hombre. Si estos mecanismos se estropean, la puerta que mantenían cerrada se entreabre y entonces entra algo de un “de fuera” que acaso es un “mas allá”. Supongamos que de ese mundo desconocido nos llegue un vislumbre, visible para los ojos del cuerpo. ¡Qué transformación para una humanidad habituada, diga lo que diga, a no aceptar como existente más que lo que puede ver y tocar! La información que nos llegaría así, no se referiría quizá mas que a lo que hay de inferior en las almas, el último grado de espiritualidad. Pero no haría falta màs para convertir en realidad viva y activa una creencia en el màs allá que parece encontrarse en la mayoría de los hombres, pero que las màs de las veces, no deja de permanecer verbal, abstracta e ineficaz. Es suficiente ver como los hombres se arrojan al placer: no lo apreciarían hasta ese punto, si no vieran en el placer tanta influencia sobre la nada, un medio de burlar la muerte. En realidad, si estuviéramos seguros, absolutamente seguros de sobrevivir, ya no podríamos pensar en otra cosa. Subsistirían los placeres, pero sin brillo y descoloridos, ya que su intensidad radicaba en la atención que poníamos en ellos. Palidecerían como la luz de nuestras lámparas al sol de la mañana. El placer sería eclipsado por la alegría. La humanidad gime, medio aplastada bajo el peso de sus propios progresos. No tiene la suficiente conciencia de que es de ella de quien depende su futuro. A ella le corresponde, por lo pronto, ver si quiere continuar viviendo. A ella, preguntarse, después, si solo quiere vivir, o, por el contrario, hacer el esfuerzo necesario para

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que se cumpla, hasta en nuestro planeta refractario, la función esencial del universo, que es una máquina de hacer dioses. Indice: I. II. III. IV.

La obligación moral. La religión estàtica. La religión dinámica. Mecánica y mìstica.

Algunos datos sobre el autor: Pensador, cientìfico, escritor y maestro, Henri Louis Bergson naciò en Parìs en octubre de 1859 y muriò en enero de 1941. Fue profesor del College de France, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas y de la Academia Francesa; Presidente del Comitè de las Naciones Unidas para la Cooperación Intelectual y ganador del Premio Nobel. *

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