BARTHES. Lo Obvio y Lo Obtuso

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Lo obvio y lo obtuso lmagenes, gestos, voces Roland Barthes

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Lo obvio y lo obtuso

Paid6s Comunicaci6n Colecci6n dirigida por JosC Manuel PCrez Tornero Ultimo� tftulos puhlicados: :10. T. A. Schc1>k y 1. Umikcr-Schcnk- Shn/ocA Holmt'.\ \' C/rar/1!.\' S. Pdrn'

31. J. Martine/ Abadia- lntmducdtin 11 Ia tecno/ogiu uudim·i.wtlf .n i\. Sohn, ('. Ogan y 1. Poli\:h · [,), sino tan sOlo Ia boca, que se abre para sonreir, be­ sar o habJar. Porque para Erte Ia letra -volveremos a insistir en ello-, el espacio del alfabeto, ni siquiera cuando se acuerda de su fonetica es en modo alguno sonora, sino gnlfica; se trata principalmente de un simbolismo de las lineas, no de los soni­ dos: es Ia letra Ia que «parte», no el fonema; o. al menos, eso que, antes de identificarse con un sonido con claridad es un ges­ to muscular impreso en nosotros por los movimientos de oclu­ si6n, concentraci6n y relajaci6n (el. trabajo del acr6bata, repre­ sentado en Ia 0, en Ia A, en Ia X, en Ia Y, en el 4), que Erte busca siempre par el !ado de Ia linea, del trazo, de Ia unidad grcifica; su simbolismo es contenido, pero al menos se beneficia www.esnips. com/web/Lalia

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LECTURAS: El SIGNO

de un arte legado par nuestra gran cultura, que es el arte tipognifico. Enraizada en este arte, Ia letra, des­ pegada del sentido, o sometiendolo a ella, par lo menos incorponindolo a sus lineas, proporciona un simbo­ lismo propio cuyo mediador es el cuerpo femenino. Para acabar, ha­ blaremos de cuatro letras de Erte que realizan de manera ejemplar ese desarrollo metaf6rico en que el sonido y la linea se trenzan. La R. foneticamente, es un valor pringoso (solo par excepci6n los parisienses, primero, y todos los franceses, des­ pues, Ia escamotean): R es un soni­ do rural, terrestre, material: la R se marca bien (para Cratilo, el dios logoteta l a habia convertido en un sonido fluvial); a partir de una mujer desnuda, que se ofrece sabre altos tacones, y a pesar del gesta pensativo de su mana alzada, par Ia parte posterior se expande un ancho canal de tela (o de cabellera: sabemos que no es posible distinguirlo, y que tampoco es necesario), cuya ancha curva, que se apoya sabre las nalgas, a Ia manera de los antiguos polisones, forma las dos volutas de Ia R, como si · Ia mujer designara abundantemente por detras lo que por delan­ te parece reservar. La misma materialidad (que jamas pierde Ia elegancia) aparece en la S: es una fonna sinuosa, recogida den­ tra del contarno de Ia letra, que a su vez consiste en una rosada ebullici6n; parece como si el joven cuerpo nadase en una sus­ tancia primigenia, a Ia vez lisa y efervescente, y que la letra en su totalidad fuese un himno primaveral a Ia excelencia de la sinuosidad, linea de Ia vida. Muy distinta es una letra vecina, hermana gemela y enemiga, no obstante, de Ia S : la Z; lna es Ia Z una S invertida y angulosa, es decir, contradicha? Para Erte Ia Z es una letra doliente, crepuscular, velada, azulina, en Ia que Ia mujer inscribe a Ia vez su sumisi6n y su suplica (tambien para Balzac era una letra mala, y asi lo explica en su novela Z. Marcas). Y por ultimo, en esta cosmografia alfabetica de Erte existe una letra singular, Ia unica, creo yo, que no debe nada a la

LA ESCRITURA DE LO VISIBLE

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Mujer , sino la pregunta c6mica, Ia pre­ gunta del aturdido: «(Soy yo?» Un c6mico: eso es lo que es el que escribe un diario. En otras palabras, no veo Ia salida. Y si no veo la salida, si no consigo dilucidar lo que vale el diario, es que su estatuto lite­ rario se me escapa: par una parte, lo siento, a traves de su faci­ lidad y su aire anticuado como alga que no es mas que el limbo del texto, su forma sin constituir, inevolucionada e inmadura; pero, por otra, a pesar de todo, es un autentico jir6n de ese texto, ya que conlleva su tormento esencial. Creo que ese tor­ menta se basa en lo siguiente: la literatura no tiene pruebas. Esto hay que entenderlo en el sentido de que la literatura no solo no puede probar lo que dice sino, que ni siquiera puede probar que valga la pena decirlo. Esta dura condicion (juego y desespe­ raci6n, dice Kafka) alcanza su paroxismo justamente en el diario. Pero tambien, al llegar a este punta, todo se invierte, pues el texto, de su impotencia para probar nada, que lo excluye del sereno cielo de Ia 16gica, extrae una agilidad que es alga asi como su esencia, lo que posee en propiedad. Kafka -quiza el tmico que ha escrito un diario que puede Ieerse sin irritaci6n­ expresa maravillosamente este doble postulado de Ia literatura, la exactitud y la inanidad: « . . . Estaba yo examinando los deseos que habia forjado para mi vida. El que se me revelo como el mas importante 0 mas interesante fue el deseo de adquirir una manera de ver Ia vida (y, juntamente, el poder de convencer a los otros por escrito) des de Ia cual Ia vida conservaria su pesado movimiento de descenso y elevaci6n, pero, al mismo tiempo, esta vida se veria, y con claridad no menor, como una nada, un en­ suefio, un estado de flotaci6n.» Si, esto es exactamente el diario ideal: un ritmo (descenso y elevacion, elasticidad) y una trampa (no me es posible alcanzar mi imagen); un escrito, en suma, en el que se declara la verdad de Ia trampa y se garantiza esta verdad por media de la operaci6n mas formal, el ritmo. Bas