Bajtin, Mijail - La Cultura Popular en La Edad Media

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La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento El contexto de

Fran~ois

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Traducción de Julio Forcat y César Conroy

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Alianza Editorial

Rabelais

82.091 BEC

Batjin, Mijail La cultura popular en la Edad r.ledia yen el

Introducción

Renacimiento: el conte"""to de Fran~o¡s Rabelais

l' ed. - Buenos Aires: Alianza Argentina, 1994 430 p.; 20 X 13 cm. - (Alianza estudio; 23)

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA (

Traducción de: Julio Forcat y César Conroy ISBN 95ü-4o-0115-7 '-

I. TItU lo - 1. Análisis Literario

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EditOrial Literatura, Moscú, publicó esta obra en rUsO. Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1987. Primera ed. argentina: Alianza Argentina,

Buenos Aires, 1994 Moreno 3362 - (1209) Buenos Aires Fax: (54) Cl) 864-0434 Hecho el dep6sito que marca la ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

En nuestro pafs, Rabelais es el menos popular, el menos estudiado, el menos comprendido y estimado de los grandes escritores de la literatura mundial. No obstante, Rabdais está considerado como uno de los autores europeos más importantes. Béliosky 1 lo ha calificado de genio, de «Voltaire» del siglo XVI, y estima su obra como una de las. más valiosas de los siglos pasados. Los especialistas europeos acostumbran a colocarla -por la fuerza de sus ideas, de su arte y por su importancia histórica- inmediatamente después de Shakespeare, e incluso llegan a ubicarlo Q la par del inglés. Los románticos franceses, sobre todo Chateaubriand y Rugo, lo tenían por uno de los genios más eminentes de la humanidad de todos los tiempos y pueblos. Se le ha considerado, y se le considera aún, no 5610 como un escritor de primer orden, sino también como un sabio y un profeta. Re aquí un juicio significativo de Michelet: «Rabelais ha recogido directamente la sabiduría de la corriente popular de los antiguos dialectos, refranes, proverbios y farsas estudiantiles, de la boca de la gente común y los bufones. » y a través de esos delirios, aparece con toda su grandeza el genio del siglo y su fuerza profética. Donde DO logra descubrir, acierta a entrever, anunciar y dirigir. Bajo cada hoja de la floresta de los sueños se ven frutos que recogerá el porvenir. Este libro es una rama de oro.» 2 1. B8.insky Vissarion (1811.1848), lfder de La crítica y La filosofía rusa de van- \ guardia. 2. Micbelet: Histori4 de Fra1lCÚl, F1ammarion, t. IX, pág. 466. Se refiere a La 'dma de oro prof~ca que Sibila entregÓ a Eneas. En las citas, los subrayados son del autor.

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estética burguesa contemporáneas. Esto nos permite afirmar, sin exagera. ción, que la profunda originalidad de la antigua cultura cómica popular no nos ha sido revelada. Sin embargo, su amplitud e importancia eran considerables en la Edad Media y en el Renacimiento. El mundo infinito de las formas y manifestaciones de la risa se oponía a la cultura oficial, al tono serio, ·religioso y feudal de la época. Dentro de su diversidad, estas formas y manifestaciones -las fiestas públicas c~rnavalescas, los ritos y cultos cómicos, los bufones y «bobos», gigantes, enanos y monstruos, payasos de diversos estilos y categorías, la literatura paródica, vasta y multiforme, etc.-, poseen una unidad de estilo y constituyen pintes y zonas únicas e indivisibles de la cultura cómica popular, principalmente de la cultura carnavalesca. Las múltiples manifestaciones de esta cultura pueden subdividirse en tres grandes categorías: 1) Formas y rituales del espectáculo (festejos carnavalescos, obras cómicas representadas en las plazas públicas, etc.); 2) Obras cómicas verbales (incluso las parodias) de diversa naturaleza: orales y escritas, en latín o en lengua vulgar; 3) Diversas formas y tipos del vocabúlario familiar y grosero (insultos, juramentos, lemas populares, etc.). Estas tres categorías, que reflejan en su heterogeneidad un mismo aspecto cómico del mundo, están estrechamente interrelacionadas y se combinan entre sí. Vamos a definir previamente cada una de las tres formas. Los festejos del carnaval, con todos lo~ actos y ritos cómicos que contienen, ocupaban un lugar muy importante en la vida del hombre medieval. Además de los carnavales propiamente dichos, que iban acompañados de actos y procesiones complicadas que llenaban las plazas y las calles durante días enteros, se celebraban tambi~n ~la «fiesta de los bobos» (lesta stultorum) y la «fiesta del asno»; existía también una «risa pascual» (risus paschalis) muy singular y libre, consagrada por la tradición. Además, casi todas las fiestas religiosas poseían un. aspecto cómico popular y público, consagrado también por la tradición. Es el caso, por ejemplo, de las «fiestas del templo», que eran seguidas habitualmente por ferias y por un rico cortejo de regocijos populares (durante los cuales se exhibían gigantes, enanos, monstruos, bestias «sabias», etc.): La representación de los misterios acontecía en un ambiente de carnaval. Lo mismo ocurría con las fiestas agrícolas, como la vendimia, que se celebraban asimismo en las

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ciudades. La risa acompañaba también las ceremonias y los ritos civiles de la vida cotidiana: así, los bufones y los «tontos» asistían siempre a las funciones del ceremonial serio, parodiando sus actos (proclamación de los nombres de los vencedores de los torneos, ceremonias de entrega del derecho de vasallaje, de los nuevos caballeros armados, etc.). Ninguna fiesta se desarrollaba sin la intervención de los elementos de una organización cómica; así, para el desarrollo de una fiesta, la elección de reinas y reyes de la-. «risa». Estas formas rituales y de espectáculo organizadas a J:¡ manera cómica y consagradas por la tradición, se habían difundido en todos los países europeOS, pero en los países latinos, especialmente en Francia, destacaban por su riqueza y complejidad particulares. Al analizar el sistema rabelesiano de imágenes dedicaremos un examen más completo y detallado a las mismas. . Todos estos ritos y espectáculos organizados ·a la manera cómica, presentaban una diferencia notable, una diferencia de principio, podríamos decir, con las formas del culto y las ceremonias oficiales serias de la Iglesia o del Estado feudal. Ofrecían una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas totalmente diferente, deliberadamente no-oficial, exterior a la Iglesia y al Estado; parecían haber construido, al lado del mundo oficial, un segundo mundo y una segunda vida a la que los hombres de la Edad Media pertenecían en una proporción mayor o menor y en la que vivían en fechas determinadas. Esto creaba una especie de dualidad del mundo, y creemos que sin tomar esto en consideración no se podría comprender ni la conciencia cultural de J:¡ Edad Media ni la civilización renacentista. La ignorancia o la subestimación de la risa popular en la Edad Media deforma también el cuadro evolutivo histórico de la cultura europea en los siglos siguientes. La dualidad en la percepción del mundo y la vida humana ya existían en el estadio anterior de la civilización primitiva. En el folklore de los pueblos primitivos se encuentra, paralelamente a los cultos serios (por su organización y su tono) la existencia de cultos cómicos, que convertían a las divinidades en objetos de burla y blasfemia (!,ura popular en la Edad Media y en el Renacimiento

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interpretación tradicional y oñcial común, y revelan as! nuevas posi. ( . '~des de comprensión y de apreciación. ~ El Coq-,}-/'ane del capítulo XI del mismo libro tiene un carácter di· te. Las diversiones infantiles de Gargantúa son descritás con ayuda ~roverbios y expresiones corrientes variadas. Se suceden sin ninguna ( ieJscÍ6n lógica. Además, están puestas al revés. En cada oportunidad, ( -(;trgll1ltúa actúa contra lo que dice el proverbio, es decir, invirtiendo su ( " rido; por ejemplo, se sienta entre dos sillas, se rallca con un vidrio, el hierro cuando está frío, etc. De este modo, el personaje de ( Gugll1ltúa es tratado con el espíritu del tonto del folklore, que hace todo ( " revés, en contra del buen sentido y de la verdad corriente. Esta es una ( variaci6n del «mundo al revés». FInalmente, en el episodio del proceso, los discursos de Baisecul, Hu-( UJt:vesne y Pantagruel, tienen un carácter particular. Se trata del despro-( p6sitO en estado puro,. q~e ~e. podría calificar de clá~ico. No hay ninguna ( j,arodia de la elocuencIa JUdiCial de la época, (los discursos no son consuuidos como en los debates judiciales). Las imágenes que llenan los disj cursos están desprovistas de todo lazo aparente. ( He aquí el comienzo del discurso de Baisecul: ~Señor: es cierto que una buena mujer de mi casa llevaba huevos al ¡neceado y los vendía ... Pero, a propósito, ocurrió que entre los dos tr6-\. picos, seis grados hacia el cénit en lugar opuesto a los trogloditas, en UI\ año en que los montes Ripheos sufrían una gran esterilidad de mentiras • consecuencia de una rebelión de patrañas ocurrida entre los Chalanes los Corredores, a propósito de una sublevación de suizos, que estaban, reunidos en asamblea en número de tres, seis, nueve, para marchar a 1 Guianueva en el primer agujero del año, cuando se da la sopa a los bueyes y la ll~ve del carbón a las muchachas, para que den avena a los perros. »Toda la noche no se hizo, la mano sobre el jarro, sino despach~ bulas a pie y bulas a caballo para retener a los barcos, porque los sastres querían hacer con pedazos de tela robados una cerbatana para cubrir el mar Océano que por aquel entonces estaba embarazado de una olla d coles, según opinan los despenseros del hambre, pero los físicos dijero¡z que en su orina no descubrían signo evidente alguno de paso de avutarda por comer becada con mostaza, sino que los señores de la corte, por me~ dio de un bemol, ordenaron al gálico que no siguiera rebañando gusano!.. de seda ... » (Libro II, cap. XI).! \ No hay ninguna relación lógica entre todas las imágenes de este fragmento. El discurso de Baisecul permite hablar, con propiedad, del «d~

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PI~iade,

pt{gs. 217-218; Lívre de Pocbe, vol. l, págs. 169·171.

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propósito». Sin embargo, las imágenes más incoherentes son tratadas gún su carácter, en el espíritu de todo el sistema rabelesiano de m:.~' Des: tenemos aDte nosotros un cuadro típicamente grotesco del mu;:. donde el cuerpo naciente, devorador y excretor se fundía con los fenóQJe: nos cósmicos y la naturaleza; los «montes Ripheos», estériles de falsas piedras, la mar, preñada de una olla de coles y comiendo boceda con mos. taza, los médicos estudiando la orina del mar, ( cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento

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derecho de ha~lar y escribir ~ la .lengua nacio~, llamada vulgar, que era reconOCIda por la IgleSIa ro por las universidades y demás cen·· traS de enseñanza. Al lado de Calvino, Rabelais fue el creador de la prosa literaria .francesa. El mismo habría de apoyarse en el elementó oral ddlen· guaje, utilizando sus riquezas verbales, al abordar todas las esferas del conocimiento y de la práctica (a veces ecentuando unas, a expensas de las otras). Las palabras surgidas de esta fuente se hallan en un estado de frescura perfecta, aún no pulidas por el contexto escrito y libresco. Tomemos, por ejemplo, la nomenclatura de los peces, que es bastante respetable, pues sólo en el capitulo V del Cuarto Libro (ofrendas de los Castr6latas) nos ofrece más de sesenta nombres. Hallamos allí nombres de peces de rio, del Mediterráneo y del océano. ¿De d6nde sacó el autor este vastísimo vocabulario? No de fuentes librescas, naturalmente. Los estudios ictiológicos del siglo XVI, obra de los fundadores de esta ciencia, los cientíEicios franceses Guillaume Rondelet y Pierre Belon, aparecieron recién en 1553·1554, es decir, después de la muerte de Rabe1ais. Tan solo b lengua oral pudo servirle, pues, de fuente informativa. Había apren· dido en Bretaña y en Normandia, en Saint·Malo, Dieppe o El Havre, los nombres de los peces del océano, al escuchar a los pescadores de la regi6n que le indicaron las denominaciones locales y provinciales utilizadas en su enumeración. A su vez, los pescadores marselleses le proporcionaron los nombres de los peces del Mediterráneo. Se trata de peces totalmente frescos, tan frescos como aquellos que colmaban las canastas de los pescadores y que Rabelais solía examinar pr