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UEOLOG,I A SU~

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Aberto o

RU

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Castro

P. ALBERTO ROSSEL CASTRO

ARQUEOLOGIA

SUR DEL PERU

Ar aas: Valles de lea y l a Haya de Ría Grande de Naska

[iJ Editorial Universo S. A. 111 LIMA

PERU

A mis r~cO'1'dado8 padre8 César R 08sel E8pinoza Valentina Ca8tro Río8

Con censuras eclesiásticas ©

EDITOR IAL UNIVERSO S,A. 19n.

Av. Nlcolés Arr iole 2285 - La Victoria T eléfono 24- 1639 - Casilla 241 - Lima 13 - Perú

IMP RESO EN EL PER U I PRINTED IN PER U

PR O LOGO El Dr. P. A lberto R ossel Castro ha publicado su libTo A r­ queología Sur del Perú que contiene una valiosa contribución al mejor conocimiento de nuestro pasado precolombino, precisa­ m ente en una de las zon{l8 más favorecidas por la presencia de monumentos y materiaus de gran importancia. POCM personas como el autor de estas páginas poseen tan vastos conocimie'ntos adquirido8 a lo largo de muchos años de residencia en esa región. Ha aprovechado de BU espíritu inves­ tigador, aplicándolo a una detallada descripción de cuánto Ue­ gó a BUS manos o pudo ob8ervar directamente en 108 camp08 de la pesquisa arqueológica. En su afán de sínte8is, el Dr. R08sel ha trazado cuadros muy utilizables por C'u,antos se intere8en en la vida cultural del Sur peruano más p'róximo a Lima. Así por ejem., el cuadro de la pág. 28, 8U8 interesantes cuadros y la in­ terpretaci6n de símbolos son de particular importancia, si se le8 estudia con seriedad y dedicaciÓ11 (pág8. 357, 958 Y 9,1;9). Siendo la inquisici6n arqueológica de 1tna zona, en muchos C4808 apresurada, é8ta no produce resultado8 apreciable8, 8US conclusiones son de un valor provisional; pronto su.rgen nuevas interpretaciones que pueden ser rebatibles, en .e8ta carrera por ofrecer [M últimas novedades. E n cambio~ el Dr. R088el ha es­ perado por muchos año8 la mejor ocasión para dar a conocer las conquistas que ha alcanzado en su lenta y segura observación de los fenómenQs.

E8 de especial importancia cuanto se refiere al extraordi­ nario monmnento de los dibujo8 en tierra de las pamtpas de

Nazca. Hasta hoy la persona más conocedora de tales dibujos ha sido la Dra. María Reich, que ha dedicado muchos años a su estudio. Se deb e conocer al detalle la presencia de dibujos seme­ jantes en otras zonas próximas y aun en sitios más apartados, como lo está haciendo el autor, con positivos resultados. Llama la atención el estudio cuidadoso que hace el autor de as galerías y acueductos de Nazca, que se distinguen considera­ blem ente de todo lo conocido en otras culturas. E l universo Nazca está circunscrito por la presencia e in­ terpretación de los dibujos de su cerámica, cuya admirable po­ licromía no tiene rival en el mundo, así como su avanzada técni­ ca para lograr piezas de gran v olumen con muy poco peso. E l Dr. Rossel ded'ica un am plio y minu.cioso capitulo al es­ tudio de la música nazquense, y de un modo especial a las an ta­ ras, cuya variedad especifica detalladamente. Con razón 8ostie~ e que este instrumento coloca a Nazca en Un lugM privileg' or BU extraordinario desarrollo. El autor reconoce el origen Tiawanako en muchas de las es­ pecies encontradas en el valle de lea, al mismo tiem po que más tarde Be identifica objetos de Warpa y otros lugares de Ay cho como influidos por la inmigración Tiawanako. Se reconoce una relación entre Na~ca y Paracas, cuya crono­ logía es dif eren te según los cuadros indicativos de las distintas ultura8. Ent re las culturas que se desarrollaron e1t el valle de lea resalta por la superioridad de su arte textil la Cultura Paracas. La riqueza de colorido y las múltiples representacione8 de su mi­ tología le dan un caráoter 'm,uy particu14r, qtte en este horo apa­ "'ece nítidamente. Son muy dignos de tomarse ell cuenta l08 datos que ofrece el Dr. Rossel sobre las poblaciolles de origen incaico. N o nos cansaremos. f}llell, dfl sostener que la obra que prolo­ gamos, constituye un rico aporte al mejor estudio de la8 socieda­ des que poblaro11 este rirctlÍfo histórico, en el transcurso de m chos siglos.

Es de esperar que los especialistas presten atención debida a Arqueología Sur del Perú y que cuanto contiene sea ma,tería de estudio y discusión, para lograr el ef ecto perse,(ju,ido por su esfo1'zado autor. Luis E . Valcá n :el. ~

I N TRODUCCI O N

En vía de motivación debo hacer, en primer lugar, una sal­ vedad: el lector, en cada párrafo o capít ulo de esta obra, encon­ trará nombres toponímicos que se han desfigurado con el trans­ curso del tiempo hasta quizás perder su sentido y significación propios ; por eso, vi, por conveniente reconstruir en 10 posible al­ gunas raíces de sitios o nombres de uso común, teniendo en cuen­ ta que, en lenguas madres aborigerres peruanas, no se encuen­ tran en su alfabeto la Z, la C y la H castellanas. Por ello, escribo adrede y casi continuamente (valga por un simple ejemplo) Nas­ klL y Kusko sin Z, Paru as sin e, Tiawanako sin H y con K. OVILES I~n IQvlICll

segundo término, deseo explicar, en este proemio, los que me han impulsado para escribir este libro. VIlO de 11 011. lit falta de una obra integra! didáctica aplicable a! área Sur flJIII!ológica del Perú que sirva como instrumento de guía al nncstro. al antropólogo, a! intelectual y al estudioso. I ~í.

la obra titulada Arqueologia Sur del Perú, al salir a luz, pur lodos los medios naturales, de cubrir este inmenso va­ ntJmdo al lector, por los métodos didácticos modernos, I de estudio y una fuente de consulta. Porque cada ca­ tn obra es una unidad de trabajo entrelazado los unos tro8 e ilustrado como centro de interés, por elementos xlra(dos precisamente del campo arqueológico: he rdade.ra procedencia y autenticidad. Todo el conjunto lihro, va orientado hacia ]a búsqueda de la verdad; pero,

en este quehacer, se han presentado numerosos problemas que se somet en a la crítica científica y constructiva, ya que las conclu­ siorres de algunas de ellas, hablando humanamente, no son i nfa­ libles. Sin embargo, trato de resolverlos en su propia plurimen. cionaJidad. Tal es el caso : una zona arqueológica es la constitu­ ción del todo, como el cuerpo humano que está compuesto de miem­ bros y órganos. En la región Sur Costeña del Perú se constatan dos centros geográficos bien constituidos: el del Valle de lea y el de la Hoya de Rio Grande de Naska, en cuyos lugar es se han desa­ rrollado dos civilizaciones memorables: la de Naska y la de Para. kas, con inmensas irradiaciones hacia el Centro, Norte y Sur del país. Desde luego, en el est udio de este problema, he procurado no dejarme llevar de la fuerza del ambiente, para no encajarlo dentro de la división política actual de distritos, provincias y departamen· tos, ya que ella carece, por si misma, de toda demarcación cien­ tífica, y las deducciones serían imprecisas, incompletas, truncas e innecesarias. El hecho de decir: Arqueología de lca, Na.ska, Chincha, Palpa, etc., implicaría una idea netamente regional, muy limitada y entrecortada. En cambio, Arqueología Sur del P erú abarca a las dos region-es ya mencionadas. Otro fador ; el hecho de haber tenido mi residencia por va­ rios años desde 1941 a 1950 en la noble y legendaria ciudad de Naska, y desde 1951, dos lustros más, en la ubérrima e histórica provincia de lea, me ha permitido, en su aspecto positivo, ver de cerca, qué de cementerios prehispánicos; qué de galerías filtran­ tes; qué de figuras geométricas; qué de maravillas en la cerámi­ ca y textilería; qué de monumentos arquitect ónicos en sus her­ m osos y var iados valles, en sus profundas y estrechas quebradas. En su aspecto negativo, todos aquellos monumentos arqueológi­ cos están destruidos por el tiempo y por la mano intencional del hombre; alll están los cementerios prehispánicos saqueados y ca­ vados ciento de veces por los uhuaqueros"; los pocos restos ar­ queológicos que existen, permanecen en el abandono; no hay ins­ tituciones que se interesen por su couservaciÓD. Este descuido es una realidad inobjetable. y conocer esta realidad, es tener con­ ciencia arqueológica e hist órica que me ha permitido recolectar, seleccionar y r elacionar los diferentes dat os. Cada Datum de este libro es una experiencia. P or lo mismo, los problemas surgidos y resueltos en este trabajo, no son productos del bufete o de la biblia-

teca. Mi mesa, mi escritorio, mi laboratorio, mi libro de consul­ ta siempre fueron el campo. En él encontré no pocos restos aban­ donados por los "huaqueros": fragmentos de cerámica disper­ sos, como papeles rotos, por las lomas de los cerros, por quebra­ das o prominencias de los basurales, los cuales son inservibles y despreciados por los intonsos ; pero, para el arqueólogo son per­ las botadas en el basural que las recoge con admiración, para for­ mar con ellas un collar de reconstrucción histórica. UTILI DAD E IMPORTANCIA Esta obra la creo importante y de su ut ilidad para la socie­ dad intelectual, porque ella h a surgido de la propia r ealidad ar­ queológica. H e aquí su mér ito. Por t anto, no sólo debe int eresarle al arqueólOgo que encontrará los datos más completos de la Pre­ Historia corr espondiente a la Costa Sur del P erú, sino también al hombre procedente de difer entes esferas del saber humano: el antropólogO descubrirá los primeros vestigios de la presencia del hombre peruano y su evolución Y entr oncamiento con otras socie­ dades o grupos humanos. El ingeniero verá de cerca las prime­ ras obras hidráulicas de galerías fjltrantes existent es en la Hoya ne Río Grande de Naska, o los primeros momentos de domestica­ :i6n de las plantas y animales. El sociólogo Y el etnólogo encon­ trllrán los inicios de la vida del hombre. de las sociedades h uma­ ,m8 que han dejado sus huellas profundas en las ar tes, industrias, I:ostumbres, folklore, etc. El musicólogo comará con una fuente dI.! información de trascendencia espiritual, de sonidos musica­ lcu g-rabados en cada t ubo de las antaras, cual un órgano que re­ prncfuce una escala eromática al tiempo de tocarlo. El médico y I .....ont61ogo hallarán objetivamente el problema de la deforma­ ÍI~II t'raneana, en su sentido neuro-quirúrgico; los causales y los rr¡¡)vi!t'!'I de esa deformación ; la práctica de las trepanaciones, sus IMCI'I, causas e instrumentos paleo.quirúrgicos; encontrarán, 'lIHIlIJíón, no pocos casos, de n:!presentaciones pictóricas o escul­ kna de órganos del cuerpo humano como el riñón, el pulmón, tráquea, Y el porqué modelaban los sepulteros los adobes de · tlllllhuR en forma de dientes humanos, especialmente, los ca­ 'Y molares. El maestro o pedagogo que lea este libro, des­ n cada capítulo numerosos elementos culturales que pua­ ulilizados como un excelente e insustituible material di­

dáctico en sus clases, por ser fu ente de primera mano. Así, se fomentará la formación de una conciencia histórico-nacional, que contribuya a una mejor valorización del pasado peruano por parte de nuestra juventud estudiosa. Finalmente, "Arqueología Sur del Perú" sale a luz, sin la pr e­ tensión de haber agotado todos los variados problemas ar queo­ lógicos de las dos áreas ya mencionadas, ni sentar conclusiones defi nitivas; ella, en cambio, como toda obra humana, está llena de defectos; y. por eso, con sirrceridad, se somete a la critica cons­ tructiva y abre su pensamiento al campo de la discusión ; y saje, únicamente, como un aporte a la ciencia, como un auxiliar o guía par a los estudiosos y turistas del mundo.

CA P I T ULO

I

ARQUEOLOGIA SUR DEL PERU l. 2. 3.

Alberto ROBBel C.

-4. 5. 6. 7,

1.

~epto '7

objeto de la arqueologia. Areall arqueológicaa. Termlnologial!: Cultura. Chilización, Pre-Colombina, PreHistoria, Pre-Hispánlca, Estilo. Eetati(p"afia y dinamismo de concentración billtórica. Tiempo-Espacio-Hilltórico. Cuadro estratip-áfico para el Sur ctel Perú. Cronoloaia arqueológica.

Concepto y objeto de la arqueología.

Su etimología viene de la Jengua griega: Arkaio-antiguo; Logos-inteligencia. Por inteligencia la interpretaban los griegos. Entonces, Arqueología significaría: Lo qqe queremos saber del hombre antiguo. Precisa, quizás, hacer algunas aclaraciones de concepto. Un grupo de autores, valiéndose de la palabra antiguo, to­ mada en su más amplia extensión, incluyen a todas las ciencias históricas en la arqueología. Los humanistas del siglo XVI, apli­ C'Rron el término antiguo, para el estudio tanto de los monumen­ lQ!I cuanto de los textos clásicos, dando preferencia a estos últi­ 1Il0S. No obstante, para los arqueólogos los textos clásicos fue­ ron considerados como auxiliares de la arqueología., y la denomi­ luci6n de "antiguo" la sustituyeron por su derivada : antigUe­ dudes. De aquí resultarfa que la Arqueología, considerada en su sen­ licio estricto, define con mayor precisión su conceptuación; es na ciencia que trata de saber los principios y las leyes propios

19 ALBERTO ROSSEL CASTRO

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de las obras del hombre que se han olvidado o se han perdido, pa­ ra r econstruir, con ellas, la Historia. El malogrado amauta de la Arqueología Peruana, doctor Ju­ lio C. Tello, en su cátedra universitaria de San Marcos de Lima, enseñaba que la arqueología "es 1Ula ciencia que trata de descri­ bir lo que ha ido desapareciendo, de busear los datos perdidos y de reconstruir el hecho histórico". De este concepto nace el ob­ jeto y fin de la arqueología: investigar en el campo ; reconstruir. los hechos histór icos o productos del hombre dejados a través de la humanidad. De aqui nace, también, el primero y fundamental propósito del arqueólogo: investigar en el campo el hecho olvi­ dado, extraer de allí alguno que otro dato, para volver a const ruir la Historia. El doctor Julio C. Tello, en una de sus t antas conversacio­ nes que le escuchaba, en mesa redonda, cuando fundó la "Aso­ ciación Peruana de Arqueología", en 1940, a la que pertenecí co­ mo socio activo, decía, para ilustrar el segundo propósito, "que el arqueólogo, luego de penetrar en el c:a.mpo olvidado, debe se­ guir el terreno de lo :recordado donde trata de locaJjpr su ha­ Dazgo, de interpretar las figuras, de qué civilización o pueblo co­ rresponden". Agregaba, con tan maestría y énfasis en su lengua­ je peculiar, que para el arqueólogo no vale una obra artística.. mente considerada, sino que se conforma con alguna h.uella. r efe­ rente aJ arte o industria humanas. De donde podemos deducir que el tercer propósito del arqueólogo, seTÍa est udiar el valor in­ trínseco y no el valor real de las cosas (1). De este campo de la r econst r ucción histÓrica, el arqueólogo observa, recopila y selecciona datos, formula hipótesis, analiza y dicta principios y fórmulas concluyent es. Est e es lo científico. Por eso, el arqueólogo, es, como lo h a dicho un autor anónimo, "el obrero infatigable que construye los cimientos del hermoso palacio de la Historia ; es el minero que busca en las entnúias de lo pasado la preciosa materia que, luego depurada en el crisol de la sana crítica, adorna a la gran maest ra y madre de la huma­ nidad : la Historia" (2) . (1) Revista ChfJ8qui -

V. 1; NO 1; págs. 70 al 73. Sesi6n del 16 de ma ­ yo de 1940. Museo de la Universidad de San Marcos de Lima.

(2) Diccionario EnciclO"p¿dico Hispano-Americano. T.

n. Nueva

Edici6n

A RQUEOLOGlA. SUR DEL PERU

El centro de int erés del arqueólogo, es y debe ser el trabajo de campo; pueden haber arqueólogos que escriban bastante, pe­ ro que observan poco o casi nada en el campo; pueden tener mu­ cha bibliografía como muy poco conocimiento en el campo de la experimentación. Esta acción del arqueólogo en el campo, desa­ lient a a muchos estudiosos ; por eso, tal vez hay muy pocos ar­ q ueólogos de campo en el m undo que tengan vocación por esta ciencia; que no es tan fácil r esolver sus problemas. Es() de cami­ nar por el campo a pie sin ayuda de medios motorizados ; de eje­ cutar cateos o excavaciones a todo viento y sol, entre polvo y tierra; de dormir a veces bajo la sombra de carpas en lugares desolados, frígidos y lluviosos; de tomar alimentos f r íos a des­ hora; de ir por senderos escarpados a pie o a lomo de bestia, cru­ zando montes y peñascos, y matorrales; de trepar paredes Y cer­ cos; de pasar las noches en las frigidas cuevas, y, en fin todas las inclemencias y penurias de una exploración, que el autor de eH te libro, muchas veces, ha saboreado estas inclemencias t anto en la Sierra como en la Costa del Perú; todo ello, es algo mortüi­ cante que desanima. Para vencer estas dificultades del ambiente en cada situación, conviene tener una verdadera vocación y un 4".5píri tu de sacrificio. Areas arqueológicas. De acuerdo a los recient es estudios Y descubrimientos arqueo­ kas llevados a cabo en el Perú, la Arqueología Peruana se Imelle clasificar por Areas Arqueológicas, más o menos extensas, de puehlos o civilizaciones, hoy por hoy, en ruinas, que, en su '1i111l) histórico, se caracterizaron por su desarrollo o retraso ¡t'''"! unos de otros. Esas áreas arqueológicas están situadas ul\nt\(1 regiones bien configuradas y definidas de Costa, Sie­ •• HNdón Andina Y Montaña o Zona Amazónica. I'cgl(m de la costa como la de la Sierra, se subdividen u 1~Í\mdnte en zona del Norte, Centro y Sur.

I~tl lo ¡JI!

(lue corresponde a la zona Sur Costeii.a, que es el cen­ nlleslro interés, se cuentan las principales áreas del Valle uml'nt.&da; W. M. Jackson Ine. Editores ¡ año 1960 ;

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ALBERTO ROSSEL CASTRO

de Ica y las de la Hoya de Río Grande de Naska, en cuyas que­ bradas, valles, planicies y médanos se han desarrollado dos civi­ lizaciones bien determinadas y caracterizadas: la de Naska y la de Parakas, con irradiaciones a las r egiones de Ayacucho de la Sierra Central; por el Sur, Acarí y Caravelí; por el Norte, hasta Ancón. Trataré de describir, de acuerdo al esquema estratigráfico propuesto, las etapas Socio-políticas o civilizaciones que se han desarrollado en el Area Sur del Perú. 3.

Terminologías: Cultura; Civilizaci6n; Pre-oolombina; Pre­ hispánica; Pre-historia. Antes de todo conviene tener presente 10 siguiente:

Estoy convencido que la Arqueología Peruana es una cien­ cia, porque es un conj unto de hechos reflexivos que se ajustarr a sist emas y métodos, y sus problemas son verificables. Ella de­ be estar , entonces, al alcance de todos las conocimientos humanos, para ser amada, leIda y comprendida por todos. En el campo de ]a Arqueología Peruana ha sucedido, en cuanto a la nomenclatura, hechos discordantes e imprecisos, unos ; contradictorios e inaplicables, otros. De esto ha resultado un sin­ número de terminologías que se confunden unas de otras. No ha predominado una regla o norma de enseñanza homogénea, didác­ tica y permanente, basada en la observación cientffica, para apli­ carla a la Ar queología Peruana.

s t érminos ant iguos empleados desde Max Uhle (1901) para adaptarlos a la cronología peruana de Tardío, Medlo y Tem­ prano, deben ser r evisados ; pues, esta clasificación tiene mucha semejanza o afinidad con ]a división vert ical eur opea de: Anti­ gua, Media y Moderna. La clasificación de Max Uhle, de orden arqueológico, f ue tal vez {lceptable para su tiempo. La Arqueología Peruana desde en­ tonces (1901) ha evolucionado bastante, ya tiene un historial fe-. cundo. Por eso, ]a clasificación de Tardfo, Medio .y Temprano, no cabe en este libro, por ser ella impropia e inadecuada, al menos, para las áreas arqueológicas de lea, ya que esa denominación no corresponde a su realidad arqueológica.

ARQUEOLOGlA SUB DEL PERU

También se aplica a cada paso el término de "cultura" sin t omar en cuenta su sentido propio. Se va vulgarizando y hacién­ dose muy familiar hasta en las mentes de los eruditos. Los so­ ciólogo Y antropólogos la usan, en un sentido " amplio", para in­ s cosas " superiores" de la vida, como artes¡ literatura, fi­ dicar las losofía ; el adjetivo "culto", se le emplea como lo más cercano a "cultivado" o "refinado". En su acepción sociológica, "cultura" es la totalidad de lo que aprenden los individuos como miembro de una sociedad; por ejemplo : lavarse los dientes, aprender la música, el modo de vestirse, el idioma, son partes bio-sociales de una cultura (3). ia El concepto de "cultura", en el campo de la arqueolog , va­ ria por completo su aplicación; pues, esas normas o vivencias, costumbres, creencias y actitudes en el hombre, han dej ado de tener vitalidad, acción y evolución.. Todos son restos muertos, mudos, fósiles que han dejado de ser cultura. Sin embargo, mu­ !hos aficionados o profesiorrales en arqueologia peruana, deno­ minan, con suma ligereza, a las sociedades, pueblos Y acivilizacio­ del nes en ruinas, que precedieron a la Conquista español . Perú, o le "Cultura Mochica", "Cultura Nasca", "Cultura Tiawanac ", "Cultura Chavin", etc. Todo ello, es también impreciso y confu­ 0, carente de toda apreciación científica. La Academia de la l,cngul\ considera a la palabra "Cultura" como desarrollo intelec­ lu nl () nrtístico del hombre, mas rro para r eferirse a los restos tl uj u!l(ls por éste a través del Tiempo-Espacio-Histórico. La es­ (' Imlll norteamericana incluye a la Arqueología en la ciencia An­ ItOJlOlógica, siendo aquélla como auxiliar de ésta; por eso, qui­ o cllu. emplea a menudo este concepto de cultura en la arqueo­ login pel'uana. La Socialogía, la Antropología, la E tnología, la I'llueologia son ciencias específicas que deben limitarse a su vcrdndero campo de acción para comprender mejor sus diferenI éD

problemas. l'~n vista de este barbarismo, el término "cultura" se discn­ 11 uno de los congresos de Historia N aciona! del Perú. Es así n la Mesa Redonda correspondiente al TI Congreso de His­ Nacional fue presentada una interesante ponencia por el Ely Chinoy _ IntroduccWn a la Sociología uarta ed . castellana 1966.

E d. Paid6s; pág. 28.

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Dr. Richard Schaeldel que estableció lo siguiente: Designar co­ mo cultura los restos materiales que el arqueólogo suele encon­ trar (4). Frente al hallazgo de los restos, por ejemplo, de una cerámica encontrada en una área de 2 mil., el objeto del arqueó­ logo es interpretar qué hombre, qué pueblo, qué nación, qué im­ perio, qué civilización los fabricó, preguntarse : ¿ Dónde está su origen? Por este simple hallazgo no se puede denominar a ese lugar con e] nombre de tal o cual comunidad, porque puede ha­ ber sido trasladado ese objeto utilitario o artístico. por algún hombre de un sitio lej ano, sin que este sujeto sea dueño o autor de tal artefacto encontrado. Asimismo, el concepto de Civilización se confunde con el de cultura, aplicándose indistintamente ambos términos, en textos escolares, en libros de historia, en t rabajos monográficos, en te­ sis, etc. Toynbée denomina a toda sociedad humana de Civiliza­ ción y distingue que hay civilizaciones desarrolladas, abortivas y detenidas (5) . El diccionario de la Academia Española dice: "es el conjunto de ideas, ciencias, artes y costumbres que fonnan y caracterizan el estado social de 1Ul pueblo o de una raza". Efec­ tivamente, el término civilización se aplica mejor a los pueblos desarrollados, industrializados, tecnificados, con ideas, tradiciones, ciencias y artes, cuyos valores han heredado a otros pueblos; que han dominado una región, más o menos, extensa; que han bus­ cado su medio de acción y de conquista por emigración o imni­ graci6n. Cabe, en este sentido, denominar con mayor precisión de Civilización Naska, Civili7Ación Mucltik, Civilización Parakas, Civilización Inka, Civilización Tiawanako, etc. Denominando así, estarnos señalando a un pueblo que vivió en su Tiempo-Rorizon _ te-Histórico propios. En cambio, si a estas civilizaciones las de­ nominados Cultura, estamos limitando y disminuyendo el verda­ dero concepto, porque cultura es resultado y efecto de cultivar los conocimientos humanos.

4 ( ) (6

Actas 11 trabajo8 del/[ Congreso Nacional de Hi8toria. del Perú. (Epo­ ca Prehispánica); año 1968; págs. 35; 37. TQynbee Arnold - E studio de la Hi.9torla (Compendio l' cé; por D. G. Somerwell), pág. 176.

rv;

Eme­

.\ RQUEOLOGIA SUR DEL PERU

23

El descubrimiento de América por Cristóbal Colón, en un sector de las tierras antillanas. el 12 de Octubre de 1492, ha dado margen par a denominar impropiamente a todos los pueblos o ci­ -¡ilizaciones de América que precedieron a este acontecimiento, de "Civilización Pre-Colombina". Téngase presente que este he­ cho consumado con el desembarco de Colón en Haití de Santo Do­ mingo, en nada repercutió, ninguna influencia tuvo en el gran Imperio Inkaico; antes bien, éste siguió su ritmo normal de desa­ rrollo cultural durante cuarenta años después. Todavía, en el año de 1532, con el ar ribo de las huestes de Francisco Pizarra en Tumbes y , seguidamente, con el cruel asesinato del monarca Ata­ walpa. en Caj amarca, el Imperio de los Inkas sufre un brusco cambio de su vida política, social y religiosa; se derrumba, y cae bajo la espada y dominio español. A los pueblos del Imperio In­ kaico, que antecedieron a este hecho histórico, es más preciso y cientüico denominarlos de Pr e-Hispánicos, y no de Pre-Colombi­ nos, porque no encuadra a la realidad histórica. En lo que respecta al concepto de Pre-Hispánico, la preposi~ ción latina Prae significa antes, delante de. Cuando digo en esta oura, por un ej emplo, "Cementerios Prehispánicos de la Hoya de Naska", me estoy refiriendo a España antes de su invación o ~onquista del Imperio Inkaico. No podria decir Cementerios In­ kaicos, porque la Civilización Naska existió mucho antes que los 1nkas. Por eso, el fonema Prehispánico aparece repetidas veces m casi todos los capítulos de esta obra, tan solo para significar 1111 Espado-Tiempo-Histórico de dominio, de dependencia, de es­ clAvitud, cuyo gobierno predominante, después de 300 años de vi­ da virreynal, se vino de bruces por tierra con la misma espada, 10 por Emancipación sino por Libe.ración. La Emancipación es In separación voluntaria de dos que se aman; con este criterio ya habrían héroes en nuestra Patria. La Liberación se consiguió Ilerza de sangre, muertes y sacrificios que culminó en la bata­ mgrienta del 9 de diciembre de 1824 en Ayacucho. El tér~ ¡JlO de Pre-Hispánico marca, pues, un momento de nuestra rea­ IIchul histórica. El autor de este libro no puede desprenderse de onema, porque está muy sobrepensado. F:n lo que respecta a la Pre-Historia habría que hacer algu­ 'eparos. Ella es el estudio de la vida de la humanidad duran­ 1 extenso y lejano periodo donde aún no ha llegado hasta

24 ALBEkTO ROSSEL CASTJ«)

nosotros las tradiciones orales ni escritas. Esta ciencia se apoya en el análisis de los restos materiales dividiéndolos por edades, periodos y épocas. Mientras que la Arqueología como denda, ampliando con­ ceptos anteriores, tiene tres objetivos: 19 describir lo que ha ido 9 desapareciendo; 2 Huer revivir hechos no regiStrados; Y. 3 Reconstruir el hecho histórico. Aunque se diga que las ciencias no se fundan tanto en el objeto de su estudio sino en los méto­ dos y procedimientos de ,irrvestigación. este Principio de camino o regla, es algo sUbjetivo, como un objeto sin sujeto ; o un obj eto sin la cosa real. La Pre-Historia no tiene estos obj etivos; por eso, para la Arqueología la Pre-Historia viene a constit uir el material arqueológico, el cual no sólo está constituido por la Pre­ Historia, sino por los hechos no registrados que están en eJ do­ minio de la propia Historia. El Método de la ArqueOlogía es el Estratigráfico basado en la SUperposición. Este mismo método lo aplico en el desarrollo de este libro cuyO postulado está delirreado en la Estratigrafía Arqueológica para el Sur del Pení. De ella, antes de todo, daré algunas explicaciones, aunque sucintas, a fin de hacer más via­ ble el conocimiento de los problemas propuestos. De nada servi­ ría poner un cuadro a la vista, sin antes explicar el POrqué de su conformación que no es un capricho o invención de~ autor, sino la resultante de un vasto est udio de investigación comparativo realizado en el campo desde el año de 1941, que me ha permitido recoger inValorables e innumerables datos arqueol6gicos. Sólo me queda hablar algo de ES'l'ILOGRAFIA. No cabe duda, que el estilo es un elemento cultural que siempre utiliza eJ arqueólogo. El estilo es, según el léxico, el carácter propio que imprime el artista en 8US obras, en virtud de sus facultades per­ sonales. El hombre está, casi siempre, inclinado a manifestar al­ guna cualidad artística basada en su voluntad de hacer perfecta o imperfecta su obr a. El estilo en el hombre no es un instinto, como lo tiene la abeja cuando elabora maquinalmente su celda sin variar su estilo. Un mismo hombre puede tener varios estilos en una misma época; por eso, el estilo no mar ca un Espacio-Tjempo, sin'o un gusto espontáneo, libre y ocasional. El proceso del esti­ lo artístico no debe tomarse como el movimiento o cambio qU

ARQUEOLOGIA SUR DEL PERU

'25

hace la aguja de un reloj marcando los segundos. Mi experien­ cia recogida en el campo de las áreas de lca y de la Hoya de Río Grande, me permite decir que, en una misma tumba, existe a la vez cerámica fina y ordinaria, ceremonial y utilitaria, pertene­ cientes a una misma civilización, en una misma secuelTCia y fase. Por decir lo menos, afinno que estos obj etos fueron utilizados por un mismo autor simultáneamente. Estas evidencias prueban que no hay r egla fij a para clasificar las civilizaciones prehispá­ nicas basadas únicamente en los estilos. El estilo es, simplemente, un elemento cultural; es un factor auxiliar que debe utilizarlo el arqueólogo para poder interpr etar los hechos del hombre olvidado en el campo. 4.

Estratigrafía y dinamismo de concentración histórica.

Recordando lo dicho, el método que sigo en este libro es el Estatigráfico, el cual se aplica, especialmente, a los cortes hori­ ontales o verticales de los basurales que presentan estratos o 'apas superpuestas, que permite determinar las fases o etapas de u desarrollo. Empero, si este mismo método se aplica a los ce­ menterios pre-hispánicos de los valles de lea, ya no funciona, IJorQue en' un mismo nivelo sedimento se registran tumbas de di­ (-..entes épocas, e incluso, pertenecientes a distintas civilizacio­ fII'S. Algo más, cada tumba, en un cementerio, marca su secuen­ ¡,l propia que la distingue de la otra, por los artefactos que con­ liene, como: cerámica, telas, instrumentos de música, de labran­ l. obra hidráulica, etc. Estas características intransferibles, J1crrniten obtener una clasificación de acuerdo a su edad crono­ l(.llil'a. La observación del arqueólogo no termina ahí. Falta eva­ lo más importante: el dinamismo, aspecto que los arqueólo­ 11I 110 han dado importancia. Todos esos artefactos ext raídos de IImhas (obras de irrigación, los calendarios, los andenes de 1I11'Ivo, etc.) demuestran una dinámica en el hombre. Todo hom1/l'C! etl JII'ofundamente dinámico, por ser espiritual, esa fuerza le tll para actuar en todas las situaciones del medio geogm.. \ lIue se encuentra. El hombre pre-rustórico en el Valle de (por no decir las sociedades humanas) es eminentemente di­ que vence las influencias del medio geográfico, para r e­

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27 A LBERTO ROSSEL CASTRO

26

solver sus necesidades; es el que, más bien, se relaciorra con las influencias telúricas constantes de la tierra en cada situación; es el que doblega y supera las dificultades geográficas y hace de las áreas conquistadas un suelo lleno de dicha y bienes naturales o artificiales que Dios, puso, casualmente, en sus manos, para aprovecharlos y ordenarlos hacia la consecución del bierr, que es lo perfectivo en el hombre (6). El concepto ar riba mencionado conviene ilustrarlo con un simple ej emplo de la existencia de una sociedad saturada de di­ namismo, que vence en el Tiempo y en el Espacio la hostilidad del desierto; la soledad de quebradas secas sin vida; los cerros grisáceos sin verdor err ninguna de las estaciones. Esa sociedad fue la "Civilización Naska", compuesta de gentes dinámicas de apoderarse de la Hoya de Río Grande, en las costas marítimas Sur del Perú, particularmente, de las quebradas de Kajamarka, sin agua; de t ierras cubiertas de arena sin árboles ni contornos de vida; en un ambiente caluroso y seco. Por eso, optaron ven­ cer el medio geográfico, soberbiamente hostil que IrO le brindaba siquiera el elemento primordial de la vida: el agua. Esta es ex­ traída del subsuelo por medio de canales extendidos por debajo del suelo o lecho de los ríos, cuyos canales se dirigen en distin­ tas direcciones, ya sea a la base de los cerros o hacia los méda­ nos (7). Esta obra hidráulica, maravilla del mundo, es fr uto de un dinamismo de concent ración histórica. 5.

Tiempo-Espacio-Histórico.

La dinámica de concentración histórica ha engendrado, por gravitación, un principio filosófico muy reciente para dividir el Cuadro Estratigráfico a base del Tiempo-Espacio-Histórico. Tén­ gase pl'esente que la Arqueología, con su propia filosofía, r econs­ truye la Historia que se tenía como muerta, paralizada, abando­ nada y dispersa. Acumula datos, hechos y fenómenos, para sa­ car de ellos su propia coordenada, es decir, su Tiempo-E spacio­ (6)

7)

Roseel Castro, Alberto ­ CO?I.Ciencia Hi8t6ricO- Nactonal C07M AetitlUl en la Enseñanza 11 Aprendizaje Monografia para optar el grado de Bachiller en Educación; Pontificia UnIversidad Católica del Perú j a ño 1968, pág 64. Rossel Castro, Alberto -

Ob. Cit. , pág. 65.

ARQUEOLOGIA SUR DEL pERU

Histórico. Es dentro de este triángulo (T. E. H .) , err el que se debe circunscribir el Cuadro Estatigráfico de las secuencias pa­ r a el Sur del Perú en el orden arqueológico. Ello debe servir de paut a para el estudio comparat ivo, con el fin de hacer más viable y entender mejor las diferentes líneas geográficas Y cronológicas en las que el hombre prehistórico ha vivido. Al involucrar en este capítulo el nuevo vocablo de Tiempo­ Espacio-Hist órico, debo hacer, antes que todo, la justa salvedad que la trilogía enunciada es tomada de la obr a del doctor Víctor Raúl Haya de la Tor r e; y, precisa, por lo mismo, puntualizar el sentido filosófico de los términos adquir idos, para formular el Cuadro propuesto (8). Tiempo-Histórieo se refiere a los diferentes grados de desen­ volvimiento económico, político, social y religioso de un pueblo. Este Tiempo Histórico se subdivide por Etapas; cada una de és­ tas es sinónimo de Fase. Una y otra pueden ser aplicable en un mismo sentido. El conjunto de Etapas o Fases coJl8tituye una Secuencia o Período. Las etapas o fases tienen en el camPO de la historicidad un orden que seguir. Nunca úna Etapa camina por saltos. Así, la ('Lapa e debió pasar por las etapas A Y B. Esto es algo que i m­ porta saber en arqueología. antes de dar los primeros pasos para 11 clasificación. Espacio-Histórico es la constante relación del hombre con el IlIhlente telúrico; es propiamente la dinámica del hombre sobre 11, Keografía para resolver los pr oblemas de sus necesidades Y nllncguir su bienestar. La dinámica es propia en el hombr e por '" (t~piritual. Por eso, est e Espacio u Horizonte tiene una ca­ rí!\tica única que la distingue de cualquier otra. De aquí re­ que el hombre nunca puede estar lejos de su Tiempo His­ ni menos separado de su Espacio Histórico. Ambos princi­ lOO son inseparables; de ahí, result a el enunciado de Tiempo­ ¡f,d(.J-l!istórico.

1>r. la Torre, Victor Raúl :\5 ¡año 1948. Lima-Perú.

Ellpacio_Titmpo-Hist6rico -



6.

CUADRO ESTRATIGRAFICO PARA EL SUR DEL PERU nEMPO HISTORICO

SECUENCIA O PE­ RIODO SOC/O-ECO­

NOMICO

ESPACIO HISTORICO

SECUENCIA O PE­ RIODO SOCIO - PO­

ETAPAS O FASES

HORIZONTE

3 . SUB- /NKA 2. INKA-CLASICO 1. PRE-/NKA

HORIZONTE IMPERIAlISTA 1440-1532 D.C.

l/TICO

CONQUISTAS KUSKO

DEL

AGRI CULTURA

URBANISTICO OR/­ GEN ANDINO DEL NORTE

3 . SUB-CHINCHA 2. CHINCHA CLASI CO 1. PRE-CH INCHA

HORIZONTE INVASION AND INA 1000 a 1440 D.C_

GANADERIA PESCA FLORECIENTE

SEGUNDA GRAN FU­ SI ON ORIGEN AN­ OINO DEL CENTRO

2. SUB-EPIGONAL TIAWANAKO 3 PACHEC07 1. EPIGOHAl T/AWANAKO

EXPANSION/STA 500-1000 D.C.

CONF/GURAC/ON REGIONAL

3. 2.

1.

FORMATIVO REGIONAL

PRIMERA FUSION ORIGEN ANDINO DEL NORTE

SUB-NASKA CLASICO NASKA PRE·NASKA

2 . PARAKAS NECROPOl/S 1. PARAKAS CAVERNAS 2

1.

PARAKAS TRIROFOIDE PARAIkocha el 28 de noviembre de 1959, en el período presidencial del doctor Manuel Prado U., ahora, la estructura de los canales y túneles de la presa de "Choklokocha" está situada al otro lado oriental de la Cordillera de los Andes y las aguas han sido desviadas por canales y túneles a uno de los afluentes del río de Ica. Los cana­ les tienen 55 kilómetros de longitud, a una altura de 4.600 m.s.n. del Mar. Se inicia en el túnel Nq "O" de 1.300 metros de largo a cuya salida está un aliviamiento de fondo. En seguida viene el segundo tramo de canal de 15 kilómetros hasta el túnel N9 2, que cuenta con 5.800 met ros de longitud, también con una salida de aliviamiento de fondo. Sigue el tercer tramo de 12 kilómetros de longitud con 320 metros de acueducto cerrado, que toca con el 49 túnel y último, de 1.300 metros que es el que atraviesa la línea de la Cordillera Occidental para dar SUB aguas a las quebndas de Parinacoeha, afluente del rio de lea. Ver Lam. 1 (3). Por una prerrogativa de ]a Naturaleza, los cerros que rodean a lea, impiden el paso de las aguas subterráneas hacia el Mar. Entonces, por el mismo declive del terreno, se producen oasis ro­ deados de dátiles y lagunas medicinales sin ser termales, circuns­ critas entre cerros y médanos, las que tienen diferentes sales de descomposición' y sirven, por eso, de sanatorio para la humani­ dad doliente. Las lagunas de lea, muchas de ellas vestidas de su­ gestivas leyendas, son : "Oro-Wilka", "La Victoria", "Saraja" y ''Wakachina'' (4). (8) Ministerio de Fomento y Obras Públicall -

Irrigaci6n, folleto qUe incluye el SI. 228'303.429.29.

COito

Direcci6n de Aguall e de la presa de Choklok«ha de

(4) "Wakachina". Viene de Wakay-Uorar¡ China-Joven, doncella; o sea, Joven que llora. Mucho se ha fantaaeado a través de 1011 tiempos 10­ bre esta leyend a. He leido muchas variaciones de Wakachina. He tratado de depurarlas a fin de presentar la verdadera leyenda. Pues, "Wakachina" fue una bella mujer, perteneciente al linaje de uno dI! los antiguos ayllus de l ea, que solfa salir por el campo todas las taJo.

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lodos junt os. A est e grupo, pertenecen las antaras (N S . 27, 28, 29, 30) que t ienen escalas de dos octavas; y. las ot ras (NQs. 40, 41, 42, 43, 44) dan acordes de 2a., 3a., 5a. 5) Que en la escala pentafónica I nkaica, fr ente a la abru­ madora gama musical nasquense, la considero como música de­ cadente y muy posterior a la de N aska. S) Que las antaras de Naska perienecen cronológicamente a las dos fases: Pre-Naska Y Clásico Naska, en el Hor izont e Floreciente. 7) Que estas características no se descubren en la Civili­ zación Maya, paTa ser más preciso, en la Zapotees de la región Oaxaka de Centro América, cuyo hecho, una vez más, echa por tierra la tesis de la procedencia Centroamericana de la Civiliza­ ción Naska de Max UbIe. Tampoco, se han eJtcontrado en la Ci­ vilización Chanka de la zona central lnterandina peruana, en el supuesto caso de babel' cruzado ésta el Ande, para bajar hacia la Hoya de Río Grande de Naska en un estado adulto, como así lo pensó el doctor Tello, cuando dijo que "tipo naturalista o rea­ lista de Naska es el decadente, derivado de un tipo andino PreNaska". Si así fuese, ¿Por qué no dejó en e11ugar de origen los ras­ gos de su inquietante problema musical? En cambio, lB. fase Pre­ Naska que se encuentra en la etapa Necrópolis Parakas, ya pre­ ,~enta antaras en fOl'ma de una mano extendida. de color ocre o ligeramente negro azabache. 8) Que Ja música variada o polliónica de Naska como la lextilería artesanal de Parakas, matizada de colores, es patrimo­ lIio sólo de pueblos civilizados que han llegado a la meta de su maduración, La música nasquense comprueba esta plenitud de 8\1 desarrollo, para lo cual ha tenido que pasar por una serie de (!nsayos culturales bastante largos, pues, el arte musical, como 111 nasqueDse, no se improvisa en un cerrar Y abrir ojos. E s uno de los puntales que refuerzan grandemente la filiación Nas­

de

lu,·Parakas. 9) Que ningún pueblo pre-histórico, hoy por hoy, puede hibir tales antecedentes musicales como las Antaras de Naska,

256 ALBERTO ROSSEL CASTRO

cuyas notas musicales son documen tos escritos, son fósiles del espíritu nasquense grabados sobre terracota. Cualquier musicó­ logo puede acudir a estas fuen tes vivas que presenta la Civiliza­ ción Naska.

CAPITULO

XII

HORIZONTE EXPANSIONlSTA EPIGONAL TlAWANAKO 1. 2. 8. •. &.

6.

Concepto: La segunda Gran Fumón. Grupo Tribal de Wari. Element08 culturales. Casos de comprobación. Fragmentos de cerámica Wari en Pacheco. Colonias de postes funerarios. Sub-Epigonal Tiawano.ko.

Concepto: La Segunda Gran Fusión. Grupo Tribal de Wari. El Horizonte Expansionista es el espacio más corto que se I('vistra en el área Sur de lea. En él se patentizan dos fases de "olución: EpigonaJ Tiawanako como desarroUo regional por in­ 11I"ncias interandinas que se extiende de Sur a Norte hasta Pa­ 1'1' monga; y Sub·Epigonal Tiawanako que es la etapa propiamen­ j o decadente. Ya he indicado, más de una vez, que hubo una primera fu­ Norte Andino, al llegar a :ostas tnarítimas de lca, trajeron consigo el estilo "Clásico II/Ivin", pero al mezclarse éste con log nuevos elementos cult u­ I€!o'!. produjeron otro estilo diferente, al que lo he denominado mayor propiedad de Epigonal Chavin.

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Asimismo, al estudiar la fase Clásico Naska, en el espacio IMico de su maduración, se suscita otro hecho trascendental, JI vez de proseguir la etapa de su esplendor, toma una Jí­

25!1

258

ALBERTO ROSSEL CASTlW

nea descendente, para dar paso a influencias exóticas más fuer­ tes, incluyendo, principalmente. en 8U arte, un estilo decadente, cuya fase se sitúa en la secuencia denominada de SulrNaska. Este hecho descendente no se estaciona; más bien, se pro­ lifera con mayor intensidad, delineando un espacio hiBtórico que se conoce por "Horizonte ExpansioniBta'" el cual se relaciona a su vez, con una secuencia conocida como la Segunda Gran Fusión. Esta dinámica del hombre foráneo, que pudo haber venido, con mayor probabilidad, del Centro Interandino, debilita y domi­ na completamente a los elementos culturales matrices de toda el área arqueológica Sur de lca, y haee resaltar otro elemento cul­ tural característico. La presencia de una colonia andina, en las quebradas de lea, es un hecho. Cabe preguntar: ¿ Cuál sería ese grupo humano que dominó con su técnica difusionista a los va~ Hes de Jea? ¿ Cómo se realizaría esa E:xpansión endógena. por un sistema de guerras o por un intercambio de masas sociaJ.es? ¿ Qué significarían las representaciones de escenas guerreras en los ceramios de esta fase? Las pruebas documentales en los ceramios matrices de N as­ ka, representan estilos exóticos, entre ellos. cabezas de cóndor; cetros unidos a la marro del hombre; cabezas de puma; dibujos escalonados; estilizaciones decorativas deJ iriso de la Puerta del SoJ de Tiawanako. Desde Juego. la expansión de la Civilización Tiawanako es un hecho innegable que corre por toda la mesela de este nombre hasta Pasto, por la regi6n Cisandina, aproxi.mán­ dos e con mayor extensión hasta la Co~ta del Pacífico, Y. a me­ dida que ésta se aleja hacia el Norte. va debilitándose. ¿ Y cuál sería el centro de origen primario de esta Civilización? Con ma­ yor probabilidad se circunscribe entre las ruinas de Pukara y Tiawanako, ésta última situada a' una altura de 4.000 m. y a 21 KJm. Sur del Lago de Titikaka (3.812 ID.); al menos como tal afirman muchos arqueólogos, con fuertlaS ramificaciones por Si­ llustani, Juli, Akora y otros lugares d.ei Departamento de Puno. Los últimos estudios llevados a cabo en las ruinas de Tiawanako, por el fug. Arturo Posnansky, han demostrado la antigüedad y la importancia de los restos nlegaliticCls andinos en la frontel'u de Bolivia. Las piedras del palacio de Kalasasuya. cuidudosu­

HORIZONTE EXPANSlONIBTA

mente labradas; los bloques verticales de 15 metros de altur a de Apakana labrados a manera de pilar\:!s; las cabezas clavas hu­ manas; los bloques de Puma-Punko que pesan más de cien t one­ ladas; y la maqueta de piedra labrada de andasita de 3.75 m. de ancho por 3.00 m_ de alto, del Templo de Tiawanako o "Puerta del Sol". reafirman su foco de irradiación, aun cuando más al Sur de Bolivia no se descubren elementos culturales de Tiawa­ nako. Empero, los restos encontrados en la Hoya de Rio Grande de N aska, y, en las demás áreas de los valles de lea, no son pre­ cisamente los tipicos elementos que se ven en pukara, Tiawana­ ko o en Kalasasaya, sino una variante del estilo Clásico Tiawa­ nako que se mezcla con el estilo Clásico Naska. Los forjadores de este nuevo elemento cultural. tan poco pudieron haber sido propiamente las gentes de la civilización Tia.wanako que estaban familiarizadas con el arte megalitico escultórico, que dominaban el arte de amasar la piedra. sino un grupo tribal de algunas civi­ lizaciones vecinas de Warpa o de Wari de la región' central del Pam~ y Apurímac, que estuvo tiempo atrás, especialmente la ele Wari, influenciada por el estilo Tiawanako. Esta nueva va­ riedad. en el arte, es la que llega a la Hoya de Río Grande de Naska. l.Cómo denominar a este nuevo estilo? ¿ Tiawanakoide? I~I sufijo griego eidos significa forma. Nunca este término pue­ le referirse a relación tal como lo pensó Kroeber; pues, la forma III los ceramios de Naska, la arciUa y la policromia muy poco ha modüic:ado; lo que ha variado e3 su estilización. De tal nH\nera, precisa reconstruir el hecho hIstórico. aplicandO el tér­ mino griego "Epigono" (que representa derivación o descenden­ h\) a ese nuevo estilo, para denominarlo de Epigonal Tiawana­ 0, el cual se deriva del centro arqueológico andino de Wari {Aya­ Hcho} . Este lugar, con maYor probabilidad, estuvo dentro del writorio de la civilización Chanka, posicionada al oeste del rio Pllmpas. que fue conquiStada por los Inkas del Kusko, según re­ ('hcias de Cieza de León y Garcilaso de la Vega, sobre todo és­ último, que consigna los pormenore3 de esta conquista (1) . 11 olvidarse, debo citar el estudio de investigación arqueológiOc la Vega, Garcilaso - Comentarios Realel/ de loa [ru;a.8 ,. Libro ')'crcel'O. p. 205. T. 1, Emeeé Editores S.A., Buenos Aires.

260

ALBERTO ROSSEL CASTRO K01UZONTE EXPANSIONlSTA

ca que llevó a cabo en la Sierra Central, el doctor Luis G. Lum­ breras, asegurando que la civilización Chanka fue contemporánea o inmediatamente anterior a la Inkaica (2). La variante del Clásico Tiawanako se bifurca hacia el Nor­ te con fuerte influencia en Pachakamak, Nievería, Ancón, Chan­ cay y Paramonga. Esta difusión es desigual, según el medio am­ biente en que se ha desarrollado. Mientras en unas regiones, particularmente, en sus ceramios, son dé textura delgada, de arcilla fina y decoración policromada como sucede en Naska, lea, Pachakamak y Ancón ; en otras, como en Nieveria son toscos, sin pulimiento con ar cilla roja na t ural, COD' decoración de tres R cuatro tonos. 2 . Elementos cultur ales. a) La cerámica: Su morfología y decoración. Los cera­ mios de la fase Epigonal Tiawanako son geométricos y pictóri­ cos, aunque aisladamente escultóricos, sin perder la morfología de su tronco matriz de la civilización Naska. La forma es la que más ha resistido en la fusión de lo ex t raño y hasta el material empleado, la ar cilla, es de la misma región, lo cual induce a creer que Jos mismos artistas subyugados elaborabarr los artefactos de cerámica, para fines peculiarmente f unerarios y domésticos. La decoración es policromada y la face bruñida; sobresalen la grecas, los rectángulos con círculos opuestos diagonalmente, ca bezas de cóndor, cetros. Los colores empleados son los seis f undamentales de la Civilización Naska; pero, a menudo dismi­ nu ye esta gama hasta dos o tres veces, al menos en la fase de­ cadente pier de su policromía. Los ceramios presentan los siguientes tipos: Cánt aros, Ollas, Vasos, Tazas y Platos. 1) Los Cántaros tienen formas ovoides con base plana, dos piCOR divergentes cilíndricos, o de un solo pico vertical; decora­

(2) Lumbreras, Luis G. - Sobre 1011 Chankas, Act(u JI Traba.;olt del 11 Congreso N a.ci(J1lal tU Historia del Perú; P. 211 a 242; año 1969;

Lima, Perú.

26J

ción policromada. El motivo es siempre zoomorfo, de cara cua­ drada, de oj os redondos con lagrimones y boca elíptica. Existen pocos cántaros escultóricos, si es que los hay, son eminentemen­ te escultóricos. 2) Las Tazas son campanuladas, de base plana; decoración policromada. Los dibujos están sobre la s uperficie superior que representan cabezas humanas; de ojos alargados casi siempre con lagrimones de 6 a 8 cm. de alto. Constátanse tazas escult ó­ ricas que representan caras humanas con narigueras o tambetá y con' tat uaj es serpentiformes.

3) Los Vasos presentan formas da cálices, de paredes rec­ tllS con liger as inclinacionés hacia afuera; de base plana. 4) Los Platos muestran los labios expandidos COD fondo "In no, o a veces cóncavos; de factura doble.

5) Las ODas adoptan formas esferoides, con base ligera­ rtlente aplanada o cóncava; sieml?re de factura doble.

b) Arquitectura de las tumbas. Las gentes de este Hori­ 'nte enterraban a sus muertos en twn bas triangulares o rec­ tangulares. construidas de adobes cuadrados de variados tama­ ¡¡')8. Los cadáveres humanos están sentados y envueltos en ca­ /111M de algodón y defendidos de una tela gruesa o una malla. AJunas momias descansan sobre petates, a veces en canastas he­ hna de totora, muy semejantes a las costumbres de la civiliza­ Ít,n Parakas. El bulto funerari~ es cuneiforme. Casos de comprobaci6n.

n) Cementerio de la Legua. En el kilómetro 439 del Ca­ Panamericano, sobre el río Ingenio, a extramuros de los nos de cultivo, a un kilóm~tro Norte de la casa-hatienda dE 11 .Javier, el 18 de j ulio de 1942, los huaqueros profanaron las limhns del cementerio prehispánico de "La Legua". El autor de lihro, en su calidad de Inspector de Bibliot eca y Museo de unicipaJidad de Naska con ayuda ele la Guardia Civil. llegó ~comisar todos los enseres funerarios extraídos de más de Ite lumbas. cuyos restos fueron a incrementar el número de de) Museo de N aska. Las tumbas median, por término

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262

ALBERTO ROSSEL CASTRO

HORIZONTE JaPANSIONISTA

263

medio, 2.10 m. por 1. 80 m. de lado; por 2 00 m. de alto. Los adobes eran rectangulares; cad~ adobe tenia 50 cm. de largo; 38 cm. de ancho, por 11 cm. de alto. Cubría el techo de cada tum­ ba palos de huarango con tOl'ta de barro. Las tumbas estaban intencionalmente rellenadas de tierra. Los restos antropológicos encuéntranse sentados, envueltos en algodón y defendidos de una tela gruesa o de malla; de forma ovoidaJ. Los cráneos no pre­ sentan deformaciones ni trepanaciones. b) Dos cántaros con pico y asa-puente. El cántaro de la Fig. 56, procede del cementerio de la Legua; de forma ovoidaJ; ligeramente aplanada la base; con dos picos cilíndricos divergen­ tes (están rotos). La figura central representa una cara cua­ drada de boca elíptica, ojos redorrdos, en un espacio a modo de­ cielo esb'ellado, sobre un fondo rojo. El otro cántaro (Fig. 57) es de arcilla fina, de sonido metalico; representa la cabeza de un puma, de ojos redondos con lagrimones, nariz en punta, estiJí­ zanse las figuras de color blanco sobre un fondo rojo; mide 14 cm. de alto. Procede del cementerio de la Legua.

e) Una taza escultórica. La taza de la Fig. N9 58, es escul­ tórica. con base plana uno de sus lados, representa magistral­ mente la cara de una mujer, cuyas DÚradas de ojos oblicuos. na-

Pig. 58

Un3 laza eSCllllorica que replcsenta la cara de una mujer con laluajell r.erpentifarmes l'lI ámbas mcjill3s.

I'I~ chata como la de los chinos, con nruigueras o tambetá que mviesa los' cartílagos y con dos figures serpentiformes en aIn­ UI mejillas, Y decorada de rojo oscuro, hace pensar su origen de r egión central amazónica de donde: quizás, proceden los Wari•

..

Fig. 56

Un dos una tica

eánlaro Qvoidp, piCOll (rotos). cara, boca elíp­ y ojos redondO'l.

Fig. 57

Un l'l\ntaro ron a

puente, de ardlln ei. .na. con dihujo de un

puma.

d) Taza con. la Portada del Sol d~ TiawanakO. En la Fig. f,9 , aparecen dos ejemplares: un cántaro malogrado el pico \-puente, Y una taza. Fueron exhumados del cementerio de gua; los dos son de factura fina, pulida y bruñida. Sola­ ~ente voy a describir la Taza. Mide de alto 10 cm. con dOB asas tl y pequeñas a los extremo::> superiores de la parte ventral. olores son: negro, blanco, amarillo ocre, ocre rojo. plomo 11'0. El dibujo representa en toda su extensión al friso de Portada del Sol de Tiawanako, donde se puede ver dos ca­ ~ ulldradas adornadas cada una de ellas con dos cabezas ve de rapiña (cóndor); ocho discos pequeños con puntos

26

ALBERTO llOSSEL CASTRO

Fig. 59

Una taza en cuya superficie ventral se djbuja en colores el friso de lA Portada del Sol de Tiawanako, con cabe2as de candor; un cántaro con dos picos Y Il53' PU en te. (Plásticos).

HOR IZONTE EXT 'A NSIONl!M'A

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Fig. 60 Configura el pulmón humano VISto de perfil y de frente. con asa·puente que se une a la traquia. Procede del

Cementerio de Kantayo.

blancos; catorce grandes con seis a siete puntos intermedios; 24 barras y lineas de ángulo. e)

Escultura de un pulmón humano. El cántaro de la Fig. NQ 60, es escultórico que representa los pulmones del ser huma· no que cubre al corazón, conectado con la tráquea que sirve de tubo vertical. Mide de alto 13 cm. de dos colores: fondo rojo con lineas blancas y asa-puente. He tomado la vista de frente y de costado. Procede del cementerio de KantayO (Naska); f ue descubierto por el huaquero don Pompeyo Maldonado. Este ej em· piar lo han poseído varios dueños; últimamente, lo ha tenido e roo suyo don Agustín Bocanegra Prada. quien, gentilmente, me permitió hacer un estudio Integral; pues el objeto en referencia se sitúa en la fase Epigonal Tiawanako. El artista que lo moda. ló debió ser un conocedor de las partes anatómicas del orgnnis· mo humano ; y, quizás, un excelente paleo-médico de la época.

Fragmentos de cerámica Wari en Pacheco. E1 fundo Pacheco, en la quebrada de Naska, está sit uado al mloeste de la ciudad de Naska, a 15 KIm. aguas abajo, dentro los linderos de la zona arqueológica de Okongalla, donde se Icscubrió JIUmerosos fragmentos de cerámica similar a la de Tia· wanako. los que habían sido metidos in~encionalmente dentro de II tU L fosa. Conviene reseñar la historia de este hecho. El primero que descubrió este lugar, en 1915, fue don Pom­ yo Maldonado, célebre huaquero de la ciudad de Naska; él misI (¡, me aseguró (1942), que sirvió de guia posteriorment e al :lflclvl' Julio C. Tello, en 1927, el que extrajo numerosos frag­ 1I~ lltos de cerámica que fueron llevadol> al Museo de Magdalena iej" de Lima. De esta misma zona, el doctor Ronald L. 0180n, mbién. cogió varios fragmentos sobr:mtes de la misma cerá­

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ALBERTO ROSSEL CASTRO

mica, en 1930, que fueron transportados, para su reconst rucción al Museo Americano de Historia Natural de New York. Cuando visité esta zona en dos ocasiones, en 1942 y 1945. no pude encontrar ni pizca de cerámica de este estilo, máxime, sí e) área donde fueron encontrados los fragméntos de Pacheco, ya estaba convertida en terreno de cultivo. Ahora, para estudiar los referidos fragmentos hay que acudir bien al Museo de Antro­ pología y Arqueología de Magdalena Vieja de Lima, o al Museo de Historia Natura! de New York, porque en todo el área Sur de lea, no se han encontrado ceramios iguales a los de Pacheco. Los fragmentos llevados a! Museo de Magdalena Vieja de Lima han sido hábilmente reconstruidos por el doctor Tello con ayuda de 108 técnicos del miamo Museo. Como resultado de este descubrimiento, se exhiben dos tipos de cerámica: Uno de es­ tructura grande y maciza, y otro escultórico.

El primer tipo comprende doce jarrones en forma de .... , hondos con asa hancha y con base plana; miden de diámetro 50 a 70 cm., y de un metro de alto. Las decoraciones representan cabezas cuadradas: narices altas; ojos redondos, algo cerrados con lagrimones; boca larga y ovalada; dientes diagonales; cabe­ zas de felinos con uñas cuadradas y con cetro.s en la mano. Es­ tas figuras se alternan con plantas alimenticias de origen neta.­ mente andino, entre ellas, la papa, la oca, el maíz, la quinua, el alineo. El segundo tipo es esencialmeme escuJtórico. El artista ha modelado esculturas de llamas grandes y pequeñas, haciendo re­ saltar sus habilidades y costumbres propias del referido caméli­ do americano, como las de estar unas tendidas sobre el suelo de las lomas, y otras, en ademán de caminar con su aspecto afable y noble por las escarpadas alturas del Ande. Casi siempre la bo­ ca del ceramio se abre por la mitad del lomo de cada animal. Posteriormente, en 1942, en el punto de ''Koncha-pata", a los alrededores de la ciudad de Ayacucho, entre los terrenos de cultívo. el personal téenico del Museo de Magdalena Vieja. en­ contró enterrado en fosas una numerosa colección de fragmentos de cerámica, muy similar a la de Pacheco de Naska. Este hallaz­ go ha resuelto el problema sobre el origen de ]os ceramios en­

1I01UZON'l'E EXP ANSIONISTA

contrados en la zona de P acheco, a donde se presume, con mu­ chlsima probabilidad, fueron t ralISportados exprof esamente de la región de Ayacucho, por los legitimos representantes de la antigua colonia Wari, la cual, por una costumbre ritualist a, r en­ dirían culto a los dioses, ofreciendo esta clase de sacrificios; o, quizás, en las luchas de expansión de. los Wari, estos fragmentos representarían trofeos de guerra. Por todos estos hechos, no se puede concebir la idea que es­ in cerámica h aya sido elaborada en la región de Naska, princi­ palmente en el punto de Pacheco. No obstante, el doctor Tello insiste en denominar Cultura Kollawa a esta cerámica de P ache­ eo; Cultura Kollawa que estaría compuesta por varias t ribus rlesiminadas a lo largo de la Costa, entre Kollao y río Paramon­ Ka. Esta teoría aún no ha sido demostrada; otros arqueólogos Jlefialan a Pacheco como el centro de irradiación a todos los ru va­ lles de lea. Est o es falso de toda falsedad, porque no haY'P €­ \lI\S de irradiación del estilo similar Pacheco, ni siquiera en las reas más cercanas de lea. Entonces, lo único que cabe pensar. I lilfa resolver el problema, es que la cerámica encontrada en Pa­ checo pertenece a la fase Clásico Wari, la misma que fue elabo­ I'Hda en la región de Ayacucho, cuya afirmación está respaldada por los últ imos descubrimientos ejecutados en Konchopata. Por l'O, en los dos tipos de cerámica Pacheco no se registran elemen­ tlJl~ culturales costeños. Este simple detalle es un puntal de en­ VI'1'gadura; porque el espacio histórico siempre ejerce una acción m la dinámica del hombre que está en relación con su proceso hislórico, Los fragmentos de pacheco no coinciden con el Hori­ ,-,nte O Tiempo Histórico de la región de N aska. Colonias de postes funerarios. He visitado repetidas veces las quebradas de Kopara Y de NI\!lka, seguidas de algunas vicisitudes dignas de consignar las lUlo Entre ellas, los viajes forzosos en noches tenebrosas por

tuleros de cerros escarpados, de planicies candentes Y de que­ desoladas, pOI' caminos estrechol:\ llenos de matorrales, de Jlimu;¡ e insectos. Así, caminé una vez desde Estaqueria hasta . 1 10 a 40 t oneladas; en tanto (he aquí la similitud), los ídolos de la región de Naska son de madera tallada cortada por el ab­ domen con los brazos cruzados por delante, apoyando las manos ~obre el estómago Y reflejando un semblante grave y tranquilo. Asimismo, se les puede catalogar como precur sores de los ídolos de madera tallada de Pachakamak que miden 2 m. de largo (Fig.. 61). c) Anfiteatro Anat6mico de Estaqueria. ¿ Cómo denomi­ unr a este conjunto de postes con horquetas que se levantan en il\ zona del cementerio prehispánico de Estaqueria, situado en 11, quebrada de Naska? Precisa dar un nombre qne involucre a la totalidad de estos lementos culturales, dejados intencionalmente por el hombre "rchispánico. Quizás, encuadra mejor el de Anfiteatro Anató­ I1tieo, para significar el lugar donde se disecaban los cadáveres humanos. sometiéndolos a un proceso de momificación, usando IIIII\S veces el fuego lento Y otras el lavado con salitre. Sobre la ubicación cronológica de los post es del cementerio J'chispánico de Estaquería. los arqueólogos eluden opinar a qué vilización corresponden. Las distintas exploraciones científi­ que se han realizado en el área. de la Hoya de Río Grande, lesde Max Uhle (1901) hasta Wallace. Dawson Y OtTOS (1958) . 1 han opinado sobre el objeto y finalidad que habrían t enido

271 ALBERTO ROSSEL CASTRO

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HORIZO~ EX,PAN810NlSTA

Fig. 62

Fig. 61

los pal05 xDogrificos de tipo Epigonal TÍ2wanako. Se guardan en el Museo Municipal de Nuka.

Jos postes de Estaqueria. En 1926. el arqueólogo L. Kroeber hi­ zo estudios en este lugar, y en su libro "Arqueology 1942" hace mención de estos postes sin inclinars~ a qué civilización perte­ necen, si a la de Naska, Tiawanako, Inkaica o Coloniaje (Fig. 62). Estaquería se sitúa al sudoeste de la ciudad de Naska a 32 kilómetros aguas abajo, propiamente a un nivel más profundo del sector arqueológico de Kawachi, cuyos cerros se repliegan formando una garganta y unu planicie angosta, lado izquierdo del río Naska. A lo largo de esta llanura ocupan tumhns ylI pro-

Una parte de 101 postes de Estanquería que pertenecen a la fase Epigonal TJlIwanako.

fnnadas de varias civilizaciones, y en SU extremo Norte, sepa­ , ¡donan los postes de Estaquería. A medida que el tiempo trans­ ,'\lrre, estos importantes restos culturales tienden a su total de&­ l:rllcción por acción innoble de los colonos de la región que utili­ m los palos como combustible en la vida doméstica. Por suerte ,Id destino, pocos y muy contados postes pude encontrar, Y és~ t.Uf:. los he utilizado de muestrarios en el estudio de este proble­ ¡Ha, Los restos tienen estos caracteres; 1) El conjunto de postes de Estaquería se levantan sobre 1J1I1I plataforma artificial de 36 m, de largo por 21 ro.. de ancho; decir: 756 mrl , Actualmente, todo el área está cubierta de 2) t)

Los postes miden verticalmente de 1,30 m. de alto. Y

\t'ndos unos de otros en línea recta de 1.50 m. a 1.70 m. Por ludo, incluyendo los que han desaparecido, se cuentan vein­ 110,

y por el otro, trece, que hacen un total de 273 palos, de

273 ALBERTO ROSSIlL OASTRO

272

lJORlZO NTE EXPANSION ISTA

los cuales cnce sorr de estructura doble nin horqueta que aún per­ sisten, y los demás terminan uniformemente en horqueta.

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3) A los alrededores de los 756 m;:!. se descubren r estos de postes que fueron cortados a machete, posiblemente, para utili­ zarlos como leña de cocina; con todo, una parte de ellos, que su­ man más de 30 postes, están encerrados dentro de un rectángu­ lo, cuyos muros de poca altura están edificados con adobes rec­ tangulares. Algo más, ejecuté cateos de observación ; por suerte, pude encontrar dos pozos circulares que contenían residuos de sangre reseca antig ua con manojos de algodón e hilos, cuyos ele­ mentos me hizo pensar que es m uy pcsible que hayan otros po­ zos similares que esclarezcan más el problema ; y, t ambién, vi al­ gunos postes que mostraban sus bases \!arbonizados. (Lám. XXI ).

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En resumen; ¿ qué finalidad tendrían estos postes de Esta­ quería? Por el análisis propuesto, se deduce que en un taller para tejer las telas que cubrían los cadáveres; que es un Anfi­ teatro donde se momificaban los cadt.veres humanos antes del entierro en las tumbas; las horquetas servian para estos menes­ teres de enfardelamiento; o cuando se sometían a los cadáveres. extraídas sus vísceras, a un fuego lento.



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Asimismo, estos postes se iden tiíican, por su estilo, con los postes puestos como hitos sobre las tumbas de tipo Epigonal Tiawanako; y aún más, con los palos xilográficos que se encuen­ tran dentro o fuera de las tumbas de la misma civilizaciórr. Por t anto, los postes de Estaquería pertenecen a la civilización Epi­ gona] Tiawanako. Sub-EpigonaJ Tiawanako.

Es la fase de decadencia de los elementos culturales de E pi­ gona! Tiawanako, cuya civilización no llega a la etapa de su ma­ duración. Los centros más arraigados de desarrollo local de Epi­ gonal Tiawanako, en tre ellos: Naska, rka y Pachakamak, se es­ tacionan y dan paso a la mezcla de otros estilos exóticos. Es así como los ceramios pierden su policromia, y llegan a tener dos o tres colores: Blanco, rojo y negro.

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Plano del Anfiteatro Anl.tóntico de Eltaquería, tipo Epigonal Tiawanako.

Los métodos cambian vienen de la ,.Qtos valles en 10SOS,

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6.

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de vida socicreconómicos, socio-pollticos Y re­ por el dominio de otras fuerzas más poderosas región andina y que enrumban, en este cargo, dirección de Norte a Sur.

CAPITULO

X II I

HORIZONTE DE INV ASION ANDINA

CIVILIZACION CHINCHA

1.

Orígen de Chincha. Mitología e historia.

2.

Etapas o fases.

2.1.

Fase Pre-Chineb...

2.2 .

Etapa Clásico Chincha. a) b)

e) d) e) f)

2.3.

La tumba e incineración · de 109 cacLiveres. Cerámica. Construcciones urbanas de tipo Koto. Los Roto del Valle de lca. Corte vertkal del Koto de Collazos. Los Koto del Valle de Chincha.

Chincha Decadente.

Origen de Chincha. Mitología e historia.

l.

No se puede omitir ciertos datos mitológicos e históricos se refieren a Chincha. Convendría citarlos aquí porque vie­ 111m a reforzar alg:unos testimonios d~sc ubiertos por la ciencia I'flueológica en diferentes explor aciones cientificas llevadas a hu, principalmente, en las áreas de Chincha. :¡Ul'

Así, el cronista Pedro Cieza de León cita una mitología r e­ lllOada con el origen de Chincha, cuarrdo el marqués don F ran­

o. Pizarra, pide a su majestad el Rey de España por términos

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ALBERTO ROSSEL CASTRO

de su gobernación, desde Tempella o rio Santiago (en las fron­ teras de Ecuador y Perú) hasta el valle de Chincha. El mismo conquistador ya había indagado que, en tiempos pasados, había llegado al valle una tribu bajo la bandera de un esforzado capitán llamado Kapak-Chincha y encontró en el lugar mucha gente de pequeña estatura "el mayor tenía poco más de dos codos" y eran tímidos y cobardes. Estos enanos quedaron subyugados y some­ tidos a duros trabajos p or los invasores y, quizás, por esta causa, se extinguieron por completo (1). En cambio, el arqueólogo Max Uhle aseguró años atrás de la llegada a las costas de Chincha y Pisco de una tribu de la ci­ vilización de tipo Zapoteca de Centro América, y refiere textual­ mente lo siguiente: "Con respecto al origen de la civilización de Proto-Chimú y Proto-Nasca, soy ahora seguro que una civiliza­ ción de tipo Zapoteca puro (de la región Oaxaca) o de la Cost a del Pacífico cercallo se trasladó en forma (para decir así) casi íntegra a las Costas de los V~lles de Chincha y Pisco; la civili­ zación Proto-Chimú no llegó así en una forma afirmada" (2). Esta teoría ha quedado a la zaga; a pesar de los años trans­ curridos no ha tenido confirmación histórica. Nadie puede arries­ garse a seguir tal pensamiento ante los descubrimientos arqueo­ lógicos de campos más recientes, los cuales van demostrando, con mayor prioridad, sobre la invasión de un grupo tribal andi­ no que viene siguiendo el rumbo de Norte a Sur, que se instala en el sugestivo y floreciente valle de Chincha e implanta sus ele­ mentos culturales que sobresalen por una fuerte tendencia al arte textil y en la idea predominante del arte arquitectónico de urbanismo; con estos aportes que aparecen en un estado de ma­ durez, no parece muy prudente pensar en una etapa de desarro­ llo regional Mucho m..:"is, no se han encontrado restos pre--cerá­ micos de tipo Chincha. En cuanto tal, los menesteres de campo pel'miten pensar, con criterio imparcial, que los elementos cultu­ rales de Chincha no son de origen local sino andino. ¿De qué lu­ gar saldría el grupo humano, porlando estas nuevas tendencias (1) Ciez.a de León, Pedro - La Crónica del Perú - Viajes Clásicos. Ed. Esp8sa-Calpe S.A. Madrid Barcelona - 1932, Cap. LXXIV, p. 228. (2) Max Uhle - Una carta. año 1937; Lima-Perú.

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Nacional; T. VI, N° 1; p. 98;

CNlLIZActON CHINCHA

..77

La expediciórr arqueológica realizada por el doctor .Julio C. Tello, en 1937, en la zona de Otusha, departamento de Cajamarca. dio por resultado haber descubierto, en ese sector, fl·agmentos de ce­ rámica Chincha, perteneciente a la fase inicial, que es propia­ mente la fase Pre-Chincha. Este hallazgo, verdad es parcial; se necesit an mayores datos que demuestre!!. con mayor claridad este problema. Los r econocimientos científicos de CAmpo más reCIentes (1957-1959- 1970) I bajo los auspicios de la Comisión Fulbright. llevados a cabo por el Instituto de Arqueologia y Etnología de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima (3) han comprobado siempre la presencia de la cerámica Parakas-Cavernl\S. la que nunca puede relacionarse con la de Chincha, ya que ésta es, cro­ nológicamente, de etapa muy reciente en relación de aquélla que l!S mucho más remota. Sin embargo, ambos elementos cultura­ les se encuentran en un mismo nivel estratigráfico, o pOl lo me­ nos permanecen asociados en un mismo basural. Tampoco podría relacionarse con la cerámica Naska, en sus fases (Pre-NéUika y Naska Clásico), porque también ésta es la más antigua que la de Chincha. Queda, entonces, un vacío de la cerámica Chincha sin en­ Lroncamiento o antecedente histórico.

Etapas o fases. El doctor Julio C. Tello divide este horizonte en tres fases: 11 re-Chincha, de origen Andino; Chincha Clásico, de desarrollo

local; Chincha de fase Decadente. Los arqueólogos Strong y Rroeber citan a Chincha con el úmbre de lea y la dividen y subdividen de acuerdo a su herme utica de tipo estilistico, de este modo:

lca-Primitivo (Early Ica) es una variedad local de estilo g'ligousl ; Jea-Medio (MiddJe lea) es el relacionado con el estilo Tia­ lIako y subdivide en: U"letr¡1 Arqueología 11 Sooiedad - - Universidad Mayor de San Mar· r,os. NO 2. Trim. Junio - 1970; Lima-Perú.

CTVTL[ZACION CHINCHA

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lea Medio I lea Medio 11 lea Ultimo (Late lea ) es el desarrollo de lea Medio 11 qU8 se subdivide en: lea Ultimo I lea Ultimo 11, es modificación de l ea Ultimo I por el esti­ lo Inca. La última clasificación hecha por la misma escuela nortea­ mericana es mucho más complicada y bastante confusa, porque aplican indistintamente los t érminos horizonte y periodos como si éstos fueran sinómmos; todavía más, incluyen la clasificación europista y anticuada de Max Uhle. Por ejemplo: "Período In­ termedio Tardío" u "Horizont e Medio", " Horizonte Tardío" o "Estilo Chincha Tardío I1" . E stas denominaciones no encuadran al acontecer histórico y es bastante subjet ivo. Por eso, en el desarrollo de este Horizonte, compulsando los hechos más razonables sigo la división propuesta por el doctor Tello, por ser la más atmada y que está de acuerdo a la r ealidad arqueología y a fin de h eredar a la Hist oria una primicia de h e­ chos reconstruidos. 2 .1 .

Fase P r e-Chincha.

Con este nom bre se denomina a una civilización que viene portando su cultura propia del Norte Andino hacia la Costa Cen­ t ral Sur del Perú, la misma que se mezcla con el Epigonal Tia­ warrako. De este modo, los anteceden t~s de aquellos nuevos ele­ ment os en su pureza hay que buscarlos no en el Valle de Chincha sino en el Norte Andino. Etapa Clásico Chincha. E s acaso la fase donde se regist ra el hecho de mixtificación dE' un elemento cultural andino con el de Epigonlll Tiawarrako. De esta unión surgen dos tendencias bien definidns : /1) ..1 arte

textil andino, estilizado magistralmente en ceramios y telas ; Y b) el arte arquit ectónico, plasmado en construcciones urbanas, en adoratorios o Wakas y en palos xilográficos. Para demostrar estos dos principios se cuentan con los si­ guientes elementos culturales: a) La Tumba e incineración de los cadáveres ; b) La cerámica; c) Construcciones de tipo Koto.

a) La Tumba e incineración de los cadáveres. Par ece que los Chincha, que dominaron todo el área de los valles de l ea, no dieron importancia a la arq uitect ura de las tumbas paTa el en­ lierro de sus antecesores. Sólo ocu paron cement erios ya prepa­ rados por otras civilizaciones. Por eso, las tumbas que aparecen n poca profundidad de la t ier r a, son simples fosas u hoyos sin harbacoa ni par amento alguno ; los cadáveres están casi a flor de tierra, depositados unos encima de otros, acompañados de sus enseres personales de hondas, bolsas de lana, porras, redes de pesca, túnica s, prendedores de cobr e y plata, objetos de madera, etc. Algunos cadáveres llevan en la boca pequeñas láminas de cobre; las telas que sirven de envoltur a. son de algodón de color hruno o verde anar anjado y, a v eces, están met idos dentro de los (majones de factura gruesa con asa. 'rumbas de esta clase he 'v isto en P arakas, Ch incha-Kamak (Ch incha Baja), UJlujalla y amaka (lea) , Pinchango y Mollaque (P alpa ), Kajamarka, Kan­ luyo, Kopara, Atarko, OkongaUa, Kawachi, Estaquería (Naska), ViIlakurí, Chongos Alto y Bajo (Pisco) . Las diferentes explor aciones científicas r ealizadas en los va­ 111'8 de lea, no h.an dado el verdadero sentido y explicación de las IIlImerosas pirámides truncadas, hechas artifiCIalmente de ado­ I'I'~ rectangulares Y adobones que se posicionan intencionalmen­ l. ,\ dentro de los terrenos de cultivo en los valles de Chinch.a e I ll. Más aún, estas construcciones que pertenecen, en su mayor jlurle, a la civilización Chincha, al tiempo de ejecutar en ellas ,icmoticiones por parte de los indolentes dueños de los furrdos {itlllde se levantan los montículos, han puesto al descubierto lI urlos rellenados de cenizas qu e er an casualmente de seres huHHlI(~8, los que me h.an demostrado que los Chincha tenían la hambre de incinerar los cadáveres t!n vez de embalsamarlos uyas cenizas la guardaban dent ro de los cuartos o soterrados f!ItOa pirámide. P or esta cost umbre, las pirámides er an con­

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CI VILl ZACION CHINCHA

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sideradas como un lugar sagrado donde se rendía culto a los muertos. b} La cerámica. Es düerent e a la cerámica de Chancay y de Chimú. Los ceramios en esta etapa han perdido su forma y estructura t r adicionales. Hay un cambio brusco en el proceso estilístico que no se puede pensar err un origen local o regional; porque, aparecen de inmediato las formas típicas de regiones andinas. En cuanto a su decol"ación, t ambién desaparece la po­ licromía, para convertirse en una t ricomía bien marcada: negro, rojo y blanco. Con estos coJol'es se estilizan figuras geométricas: u'iá11'gulos, grecas, rectángulos, líneas quebradas, puntos, circu­ los; representaciones zoomorfas: aves de mar, peces, etc. P ara facilitar la comprensión, conviene clasificar la cerárru­ ca en tipos: Cántaros, Ollas. Platos y Tazas. 1} Los Cántaros unos son ovoides de cuello expandido, sin asa; la ornamentación se localiza casi siempre en la parte sup~ ríor, junto al cueIlo; otros globulares, con asa vemral o sin ella y con cuello alargado; hay cántaros en forma de barril con cue­ llo expandido, de color negro, pegado eu el centro; con asa a Jos costados; o con una sola asa pegada al cuello. 2) Las Ollas tienen paredes inclinadas hacia adentro, de labios gruesos como bemba; en su forma similar a las bolsas de coca que los pastores de la Sierra usart con frecuencia. 3) ticales

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Fig. 63

Tipos de Ceramlca Cbincha: Cántaros y Ta· zas. Etapa aásico Chin­ cha. Colec. A Rovsel e

Los Platos presentan bases convexas y bordes semiver­ incHnadas hacia el interior.

4} Las Tazas adoptan formas campanuladas, de labios gruesos y otras cónicas cerradas junto a la boca. Hay tazas de gálibo cóncavo con base aristada; con estilizaciones textiles y zoomorfas (aves de mar. cabezas de alcatraz). (Fig. 63). c) Construcciones urbanas de tipo Roto. La civilizaci(1O Chincha se ha distinguido por las construcciones urbanas de as pecto monumental, edificadas sobr~ promontorios artificiales o naturales. de forma de un cono truncado, de dos o tres cuerpoS. Cada una de las cuaJes se levanta sobre una plataforma rectan gular atrincherada con paredes de adobes, con Ullfl sola puert

,,~ i!ntrada; cada plataforma se comunica por una escalera de ac­ !J:lO, la cual, a medida que se asciende al COJl'O truncado, los pel­ lniios son más angostos. Los cronistas denominan a estas cOrultrucciones de "Wakas" ¡vulgo sjgue nombrándolo de este modo. Pero, es convenien­ r(~con8truir su primitivo nombre. Por felicidad, pude encon­ I'fif elJ el area de Chincha Baja la toponimia de "Koto", casual­ Ite donde se posiciona el monumental templo de Chincha-Ka­ llamado impropiamente "El Centinela" por los ignaros. La

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CTVILIZACI0N CHINOHA

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palabra indígena de Koto .s ignifica: promontorio, montículo. Es­ te es el nombre típico con el que se debe nombrar a todos los promontorios piramidaleR de la civilización Chincha. Aun cuan­ do esta denominación es similar a la de ChuUpa o Kullpi de la región andina. Las construcciones de tipo Koto de los valles de Chincha e lea, son de origen andino, cuyas huellas vienen en dirección de Norte a Sur. Edificios de esta clase existen en las civilizaciones andinas de Chiprak y Rupak, en la región cisandina, de la pro­ vincia de Canta, al norte de Lima, en el sector de Waylla-pampa (vulgarmente Huayopampa), a los que se nombran de SbalJa· Koto, I{oto.Koto, Llimpan.Koto, Kofo-Marka, Roto. Aquí, en Chincha, como allá en Canta, las construcciones se levantan den­ tro del áTea de los terrenos de cultivo que forman parte integral de la vida agrícola. También se registran en las zonas arqueo­ J¡)gicas de Cañete, Lima. Chancay y Huacho. Los Koto ele los valles de lea, adoptan la forma de un cono truncado; están conslruidos exprofesamenl-e de adobes y adobo­ nes. ya sobre una plataforma natural o arlificial, ya sobre acu­ mulaciones de tierra. y tac;cajo. Miden de altura de 5 a 30 m.: aunque el Koto d~ Clüncha-Knmak, mide poco más de. 60 me­ tros (Fig. 64).

n Koto dentro del área de l-ultivo en el sector de CollaLOI .1 extremo Sur del fundo de Lo! Pobre

más al Norte del fundo San Ramón. En la actualidad (1973) no se encuentran. Cuando ¡úce los primeros esiu di os, el 7 de diciembre de 1956, las dos pirámides eslaban ffituadas a la mano lel'echa del Camino Panamericano, equidistantes a 200 metros 11111\ de otra; median, pOl' término medio, 35 m. de alto por 80 m. ,la diámetro. La parte superior de cada pirámide, era· un cono 1'llDcado, donde se levantaban compartimientos de habitaciones '-'011 profundos huecos ejecutados por los Hhuaqueros" en la creen­ l\in, qUIzás, de descubrir tesoros; eran de paredes rectangulares lahoradas con adobes de la misma fomm, de 69 cm, de largo por 12 cm. de alto, por 17 cm, de ancho. Las paredes de las habita· irJlIC'.5, . por ambas caras, estaban estucadas y pintadas de color 'ojo, sin lecho; a los alrededores exploré basurales de cocina con \írmentos de cerámica utilitaria ahumada. La presencia de e5­ mi reslos me demostraron a las claras que las construcciones IU levantadas eran casas-habitaciones favorecidas de ventila­ 11 yde estar defendidos sus habitantes de inseelos Y de toda lad del suelo. llOCO

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d) Los Koto del VaDe de lea. Si: ubican en las zonas de Makakona, Los Pobres, Takltraka y Chul1paka. Por Ins quebradas de Palpa y Naska propiamente no ·existen. Los Roto de Makakona están al Norte de lea, a la altura del Klm. 3. En ln53 CODRtaté seis pirámides j en )a actualidad (1969) ya no existe uno como muestrario. En lB. Hacienda de Los Po­ bres, más al Norte. colindante con Makakona, vi más de cinco montículos, de los cuales sólo hay uno.

La zona de Takaraka, sítuada a siete kilómetros al Sur de la ciudad de lea, por donde cruza la Carretera Panamericana, se puede dividir en tres sectores: Takaraka (propiamenLe dicho), Galngarza y Chullpaka. 1)

SECTOR DE TAIURAKA. Encontré. en este lugar (en

1953) ,. dos pirámides, las mÓJ) elevadas de la zona, situadas un

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ClVILlZACION CfiNCBA

2

ALBERTO ROSSEL CASTRO

Después de algunos años, las dos pirámides de Takal'aka c¡ue permliían hacer en eUas un bello Museo de Sitio, f uer on des­ tJ'uidas, err su totalidad, por la acción intencional del hombre, pa­ ra ensanchar, ¡ Oh, qué sarcasmo ! el área agrícola. Cuando se inició el trabajo de demolición con una potente máquina nivela­ dora, denuncié oportunamente este insólito hecho de lesa cultur a a la Prefectura de lea. Se paralizó el trabajo por algunos dias; se hizo las averiguaciones del caso, poniendo en conocimiento del Presidente del Patronato Arqueológico de lea, el que dio un infor­ me poco grato (según supe extr aofieiaiment e), en el sentido que los montic ulos de Takaraka "no tenían importancia arqueológica". Con este pobre y triste parecer de qUlen conocía mucho merros de estos menesteres arqueológicos, ya se podía esperar lo apun­ tado antes entre comillas. Se prosiguió la obr a de destrucción con mayor saña. T uve que presenciar, muy a mi pesar, en cuan~ t o pude. la demolición de las dos pirámides. Los trabajos se eJe­ cutaban de día y de noche. Constaté cuatro capas de construc­ ciones superpuestas, a modo de cuartos rectangulares, posicio­ nados en distintas direcciones, sin puertas, ni restos humanos, ni cerámica; en cambio, cada cuarto por separado tenía relleno de lIerra arcillosa, arena de río y cenizas. Como si esto fuera poco, registré también en esta zona, pi­ rámides que tenían sobre la cúspide construcdones rectangula­ res a modo de depósitos, lo que excluía. ser viviendas propiamen­ te dichas (Fig. 65).

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2) SECTOR GALAGARZA. Se posiciona, a más de 300 m. hacia el Sur de Takaiaka, como desafiando a la incuria de los hombres, seis pirámides, de las cuales tres están situadas a la mano derecha del Camino Panamericano y las otras tres dentro del área del fundo Galagarza. La pirám.ide o Koto (B) tiene 15 m. de alto pOI 80 m. de diámetro y circunda las casas-habitacio­ nes de los actuales colonol' que trauajan la cooperativa del sec­ tor. Sobre la cumbl'e del Koto se descuelga una campana de unos postes que sirven para avisar la hora de entrada y salid8. de los trabajadores. Los departamentog o cuartos se superponen al pa­ recer unos sobre otros y están elaborados de adobes rectangula­ res. Sobre la base del Koto crece un secular huarango, cuyo ár­ bol, tal vez, indicaría, en los anillos de su cortEza, la cronología del Koto de Galagarza. Los Koto (A y C) son de menor Illtura.

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Fíg. 65

OUTllucelOIl

Plano de la pcsici6n de los Koto de Tllkaraka, Chullpaka y Galagana.

I l a UIta lúcuma divididas en dos partes; el mango seméjase al pico de un loro selvático. En cambio, los platos inkaicos de lea presentan claramente sus variaciones de su decadencia. También en lea, se han encontTado platos chatos ccm decoración geométricE. (Fig. 72). e) Tipo Taza. Es horrdo (Punko) muy apropiado para be­ ber: agua, chicha, etc. Hay tazas córueas sin decoración. 6. Urbes Inkaicas: Puka-Tampu (Ta.'llbo Colorado) ; Kajamar­ ka (Naska). Una de las obras dejadas por los Inkas en los valles de lea, son las grandes urbes hechas de adobes. Su construcción plante un prob1ema que es necesario resolverlo. Los soberanos inkai­ cos parece que no tuvieron nirrgún interés, mucho menos sus ar­ quitectos, para. edificar los cimientos y paredes de las construc­ ciones de piedras talladas de estilo sillar; o los dinteles y umbra­ les de tipo monolítico, a pesar que tenían a la mano cerros cons­ tit uidos de rocas que les brindaban canteras inagotables para hacer derroches de arquitectura Utica, superando, en su proceso evolutivo, a las mismas construcciotte~ del Kusko. Pero, ¿ Qué sucede, en esta época, en los valles de la Costa '{ Que el adobe suple a la piedra. En el Kusko el dominio de la piedra es la cul­ minación de una obra gigante; la piedra tallada viene a ser la ú l. tima fase de su virilidad. En cambio, en los valles de lea (como en toda la Costa del Perú), el adobe inlroico ocupa la primera etn pa de su decadencia. Ello, hablando con mayor propiedad, es I fase decadente que duró siglo y medio hasta la llegada de Jos e! pañol es en la Conquista en 1532.

KUSKO

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~-------------------FIg. 72 Sp. 1/15H. (I(.USkOJ, platO o.e barro cocido y ornamentadO

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de factwa fina. de estilo fito-zoomorfo. de origen forestal: y otro plato Inltaíco de lca. de estilo decadente.

PUKA-TAMPU (Tambo Colorado). a) Nombre y posición geográfica.. Actualmente, estas rui­ nus se conocen en el mundo cientifico por "Tambo Colorado" quizás por el color rojo de sus paredes que aúo persiste a la vis­ ta del observador. Est a ciudad perdida en el tiempo Y en ruinas, está situada en la zona de ChunclulDga que encierra los puntos de Nayk.asha y puka-Tampu con andenes de cultivo, los cuales forman el fundo de Pallaska, colindante con los restos arqueol6­ icos de Patak.aiko al Oeste y de Aukis al Este. ReconstruyendO, -ntonces, el nombre desconocido y aplicando el objetivo de la ar­ IUeologia, conviene denominarlo de "puka-Tampo", por ser éste 1 nombre típico que se conserva en las mentes de los campesinos que viven aún a los alrededores del vaU~. El Tampu ocupa un lu­ (\r estratégico con el fin de dar provisiones a las gentes tanto de la costa como las de la Sierra. Aquí, en este mesón se con­ ~uiria los productos más comunes del valle, como: camote, muiz. palIar. algodón, plátano, pacay, lúcuma, maní, etc. Era f

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ALBERTO ROSS&1.. CA....,.RfI

también el lugar donde residían las autoridades del reino Iukaico, y donde se "endian culto al Sol, y vivían las vestales de este dios. Puka-Tampu, sitúase, aguas arriba, sobre una área irregu­ ar en pendiente de 120.000 m~, a 800 nL sobre el nivel del Mar, enclavano en una ensenada, rodeado de cerros por los tres cos­ tados: Norte, Este y Oeste, u 42 Klm. del Carnino Panamerica­ no y a orillas del río de Pisco. Por último, cruza, por el centro de la plaza principal, de Este a Oeste, el Camino Carretero que sigue en dirección de Casb'ovirreyna. Se han publicado numerosos trabajos en libros, revistas, pe­ riódicos. monografías. de las rumas de Puka-Tampu, entre ellos. los e1el doctor Julio C. Tello, cuando presidió la Comisión Arqueo­ lógica del Museo Nacional de Antropología (1940), con el objeto de levantar un plano, pro'a confeccionar una maqueta que fue he­ cha por el artista Lws Cossi Salas, la misma que actualmente se exhibe en el mismo Museo de Magdalena Vieja (Pueblo Libre), A él, se suman: los estudios publicados por los arqueólogos nor­ teamericanos Kroeber y Strong; los comentarios en la cátedra universitaria del historiógrafo Horacio Urteaga. los planos le­ vantados por el arquitecto I1art Tené; la copilación de datos en su importante libro del escritor y perivdisLa César García RoseIl, y de otros más, que se me escapan de la memoría, para un me­ recido comentario. b) División urbana de Puka-Tampu. Por una razón didác­ tica, precisa hacer una división, de acuerdo a la configuración urbana de Puka-Tampu, en los grupos 8iguientes:

1) Primer Grupo: El Templo del Sol. Sitúase al lado me­ ridional de todos los grupos. Por la forma. y orientación que tie­ nen los compartimientos, muy semejantes a los adoratorios de las ruinas de Waytará o a los de Machupichu, hace pensar en un verdadero Templo o Adoratorio, dedicado al Sol. Tiene forma. piramidal, cuyo estilo es muy propio de los Inkas; consta de tres plataformas; a) la más baja mide 30 m. de largo y la más alta 20 m., formando un rectángulo perfecto que termina en un t9­ rreón, el cual está conectado por una e3calera de adobes en zig­ zag. El conjunto tiene una puerta' de doble jam9a con frente a la Plaza Principal. Un pabellón o sala tiene corniza con moldll-

BOR1ZONTE DolP1!:RIALIS'l'A

ras en alto relieve en cocada y signos escalonados, de dos pisos con techo encofrado; aqu í posiblemente se guardarla el ídolo. 2) Segundo Grupo; La Casa de Akllakuna. Adosado al

primer grupo están los aposentos dedicados a las mujeres escO­

gidas al culto del Sol (Akllakuna); consta de 36 habitaciones

en buen estado de conservacIón, unidas por pasadizos en labe­

rinto, tiene cada una de ellas una sola puerta trapezoidal de en­

trada, con nlchos Y ventanas interiores.. con bastante ventilación

y lllz, de estilo trapezoidal. En el centro de este grupO se regis­

tran tres cuartos con clstel"1l3S hechas de piedras labradas co­

nectadas con canales de agua, que pasan por intermedio de las

paredes cruzando los pasadizos; los canales están corrstl'uidos con

pIedras lajas unidas con argamasa. Parece que estos canales han

sido edificados con fines simbólicos. porque el registro hecho

evidenCIan que nunca pasó el agua por ellos; en' el caso de haber discurrido el agua por estos canales, las paredes de adobes se habrían destruido ya sea por la humerlad o el caliche, Los ci­ mientos, sin embargo, de casi todos los edificios son de piedras 5in labrar, cuya estructura corresponde a la arquitectura Chin­ cha. He aquÍ una de las pruebas de su continuidad (Fig.13). 3) Tercer Grupo: AJtar ' de Sacrllicios. Es el sitio adheri­ do al Templo. El altar es un muro grueso hecho oe adobes con superficie plana, como el altar que vi en Machupichu de una sola piedra compacta y bien tallada. En el altar de Puka-Tampu se sacrificarían animales vivos o cosas de comer en holocausto del dio!; Sol.

4) Cuarto Grupo: El Palacio. posiblemente este sector era dedicado para la morada del régulo o representante del Inka. Se sitúa al pie del celTO, de 100 metros de frente por 150 m. de fondo, orientado de Sur a Norte, Consta de varios cuartos que se distribuyen hasta las faldas de las· colinas, en unos, se abren alacenas trapezoidales situadas a un mismo nivel horizontal sin atravesar la pared; en otros, se ven alacenas de doble fila, cuyas paredes están pintadas de colores: rojo ' o amarillo, y con estili­ zaciones de seres humanos. Todos los edüicios, de este grupo, hállanse circundados por una pared de adobes colocados en for­ ma de malla (Fig. 74).

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ALBERTO ROSSEL. CASTRO

HORIZONTE UlPERIALlSTA

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Fig.74 Fig. 13 Hllbiw:iones dedicadas a la mujores del Culto del SoJ (o\kIlakunll) con puerta3 Il'llpezoidaJes y cuartos cisterna.

El palacio consta de un frontis, formado por una pared de adobes rectangulares que tiene una pllerta trapezoidal con dintel monolítico de doble jamba y cuatro homacinas trapezoidales a , modo de ventanas de estilo ciego porque no atraviesan el muro. Esta arquitectura inkaica de Pukatumpu es hija de la ciudadela de Waytará, en la sierra de Castrovirreyna, aguas arriba de es­ ta misma quebrada. El otro frontis, corresponde también a una parte del Templo inkaico de Waytará, formado de piedras puli­ das de estilo sillar; la puerta y las hornacinas, de estilo trape­ zoidal, tampoco cruza el muro lítico. De esta comparación se de­ duce que Pukatampu, por ser la arquitectura de adobes, se sitúa en un nivel más recierrte, de estilo propiamente Inka Decadente. (Véase Fig. 69). 5) Quinto Grupo: Segunda Parte del Palacio. Sitúase al lado Sur de la Plaza Principal. El conjunto es un cúmulo de ado-­ bes y desmontes; para poder reconstruir a este sector se necesi­ ta tiempo, dinero y técnica. No obstante, se constatan grandes

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Detalles del Patado Incaico en Pu.1ta-Tampu.

pórticos; cuartos Y ventanas trapezoidales, con pinturas mura~ les de forma geométrica, de variados colores: verde, naranja, plomo y blanco. Más al Sudoeste, los edificios han sido destrui~ dos en talud por acción del río de Pisco, por cuyo motivo se apre­ cian los canales de agua que servían para alimentar las cisternas de baño que existen en este lugar. Aun quedan los restos de dos atalayas o miradores de donde los gUardias vigilaban la pobla­ ción tanto de día como de noche. 6) Sexto Grupo: El Mesón o Mercado. Este sector arqui­ tectónico se independiza de los otros grupos j posici6nase en el lb.do Este, por la entrada del camino de Castrovirreyna; está ais­ lado de los demás grupoS, por un muro de adobes, de más de dos metros de altura; tiene cuatro pórtico!) de entrada a un amplio espacio; sin techo j existe en el interior andenes y plataformas; todos los restos comprueban haber sido este lugar de provisiones como un mercado donde se hacía el trueque con los pueblos de la Sierra. Además, pude ver un sector dedicado a la cría de auqué­ nidos o llamas, por las capas de estiércol que han dejado.

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ALBIilRTO IWSSEL CASTIIO

7) Séptimo Grupo:, La Plaza Principal Los Inkas han te­ nido siempre la visión de construir plazas o plazoletas dentro de un poblado. En Pukatampu exisLe una plaza principal, de f orma t.rapezoidal que mide 120 metros de largo por 67 m. en su lado más ancho; ella ocupa el centro de todos los grupos; y, actual­ mente, es cruzada por la carretel'a a Castrovirreyna. La facha­ da del lado Node, con frent.e a la plaza, esta adornada con más de 50 hornacinas de forma trapezoidal. colocadas en sentido ho­ rizontal en la parte superior, posiblement e con algún fin de or­ nato: o algún rito, para los viajeros o fi estas populares.

8) Octavo Grupo: La Necrópolis. Los in'kas invasores, ha­ cia la costa de los valles de lea, no han dado tanta importancia a la constl'ucción de mausoleos, criptas o tumbas de gran enver­ gadura como los Naska o Parakas. Muchos ayllus inkaicos, a veces, aprovecharon de las tumbas pre-existentes, especialmen­ te, de las civilizaciones Chincha o Epigonal TiawaOélko. En Pu­ katampu, por ejemplo, la Necrópolis está sit.uada en la parte al­ tel, en una planicie irregular llena de cascajo y ripio, donde han abierto pozos circulares o sarcófagos comunes sin bru'bacoa, sin paredes. Esta zona hállase completame.llte saqueada, no quedan­ do parte alguna para explorar. KAJAMARKA (Naska).

a) Nombre y Posición Geográfica. A estas ruinas de tipo netamente inkaico. se conoce actualmente con el nombre vulgal' de "Paredones". Sigujendo la línea de reconstrucción rustóúca, el científico debe denominarlo de "Kajarnarka" porque así cons­ la en numerosos documentos de la Colonia. tal como puede verse en mis trabajos publica.dos "Templos y Caciques de lea" (p. 49) ; e "Historia Regional de lea" (p. 99). La urbe inkaica se sitúa. en línea recta, a un kilómetro Sur de la ciudad moderna de Nas.. ka, sobre las faldas de un cerro. Está fortificada por una gruesa muralla de adobes, con un'a soja puerta de entrada. Por las hue­ llas que se descubren, la población inkaica se había extendido al Oeste de la planide, cuyas áreas se encuentran ocupadas d sembrios por la hacienda La Gobernadora. .Los restos que. uó" quedan, miden de largo, de Norte a Sur, dos kil6metros, 1101' 50 a 80 metros de ancho.

HORIZONTE JJ(PERlALISrA

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Para el est.udio de estm, ruinas, levanté previamente en 194(.i on plano en el que se pueden apreciar las siguientes secciones: 1) Graneros Y Granjas. Sitúanse en la cabecera de la Ha­ cienda rangaraví. Actualment.e. desde 1953, sobre las ruinas de esta antjgua población, se han levantado numerosas viviendas de gentes que han inmigrado de distintas partes del país, prin­ cipalmente, de la Sierra de Lucanas y de la misma población de Naska. Antes de esta invasión destructora, pude felizment.e com­

probar a tiempo numerosas construcciones de áreas amplias, unas

de forma cuadrangular. otras rectangular, poco más de 8 m. de

ancho, 10 m. de largo, con veredas interiores, tal como se ven,

en pequeña dimensión, en puka-Tampu, hechas de tierra cerni­

da, las que se utilizarían' de tendal para los artefactos de cerá­ mica recién elaborados antes de la cocción; o tal vez, para secar el maíz en tiempo de las cosechas. Junio a estos extensos ,gra­ neros, descubrí unos cuartos de forma cúbica, sin puertas, a ma­ nera de hornoS. En esta sección, sobre la misma falda del cerro, observé unos andenes escalonados, en cuya superficie se habían levantado 24 celdas sin puerta, de 2 m de largo por 1.50 m. de ancho. Con el fín de cerciorarme de la finalidad que tendrían estos cuartos, ejecuté una excavación, en más de uno. y, a una profundidad de 80 cm., encontré gruesas capas de sedimento de guano de "cuye" o "cuy", conejillo de indias, mamífero, roedor, lo que me demostró, haber sido este lugar madrigueras de cone­ jillos. Ea otros corrales más amplios descubrí debajo de la are­ na capas de guano de Uama quizás de venados Y tarugos, cuyos restos eran una de las evidencias que estos corrales sin puerta, servían para la crianza o domesticación de la ,'icuña, llama, ta­ ruga y venado. Además, abastecían al mercado de abundante carne y charqui con lo que el vecindario se alimentaba.

2) Las Plazas. otra de las características de los arquitec­ tos inkaicos hall' sido .las construcciones de plazas en los centros urbanos. En Kajamarka, a un costado del Santuario, a un nivel más bajo, están tres pl~oletas juntas, unidas por una calle cen­ tral en zig-zag. Cada plazoleta cuenta con dos o tres cuartos en forma de T Y otros sin puerta, situadus siempre a los costados de cada plaza. Los cuartos sin puerta, posiblemente, se utiliza­ riaJI pata el encierro de animales en tiéIIl¡>O de las fiestas coreo­

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ALBERTO ROSSEL

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3} Un Santuario. En cada ciudad inkaica siempre se le~ vanta un lugar dedicado al culto de los dioses. E l santuar io de Kajamarka está situada en una pendiente hacia la rinconada del cerro, donde se hacían sacrificios cruentos e incruentos al dios Sol. El santuario consta de dos compartimientos: uno de forma rectangular con ocho alacenas trapezoidales j otro de forma semi­ circular con ocho alacenas int eriores de forma trapezoidal y cua­ tro alacenas exteriores con frente a las plazas. El santuario está rodeado por una gruesa pared de adobes de forma poligonal con cuat ro alacenas más amplias de forma trapezoidal con frerrte a la plazoleta. Comunícase por una escalera de adobes con una puerta de entrada. Las alacenas servían para deposit ar ex-vot os consistentes en oUitas pequeñas, muñequitas, piedrecitas, etc. Los dos compartimientos aparecen pintados al roj o.

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ALBERTO ROSSEL CASTRO

Los grafolitos de Wánkano son los más import antes por su cantidad y variedad de motivos. Ocupan dos sectores : la sec­ ción Norte, sobre una planicie, lado derecho del río Pisco, cubier ­ t a de cáctus y de piedras aisladas de distintas dimensiones, en más de treinta piezas, las que habían sido desprendidas de las faldas de los cerr os de Wánkano en épocas remotas. Los signos esculpidos sobre la superficie de cada piedr a r epresentan a lla­ mas y serpientes, y ot r os signos convencionales. Encontré en esta misma sección tilla r oca plana en la que se ha estilizado, en alto relieve, un mapa orográfico, representando a la quebrada de Pisco con sus montañas, meandros, lagunas de la cordillera de Waytará y CaStrovirreyna. El segundo sector se ubica por el ex­ tremo Sur de la misma planicie, en el que se encuentra una roca diorita, semi-redonda, de superficie gmnitoidea, y sobre ella se han estilizado dos pumas: macho y hembra, con cinco cachorros, una serpiente, un hombre y una mujer, dos renacuajos, el sol, la luna, las estrellas, dos IJamas y un fragmento de las telas de Paralms. En la quebrada de Chincha, aguas arriba del Fundo de San Juan, se sitúan los grafolitos de Wan.kor. En la quebrada de Palpa, a la derecha del río Palpa, aguas arriba, frente al fundo Mollaque, están los grafolitos de Chichi­ tara.

En la quebrada de lea, aguas arriba, distrito de los Molinos, tanto en Wamaní como en la misma población de San José de los Molinos, se encuentran dispersos varios grafolitos y quizás mu­ chos de ellos sepultados por los Waykos. Por la zona de N aska, en el sector de río Kopara, más al fondo de las Trancas, en el punto de Quemazón, se registran al­ gunas piedras con signos de serpientes y llamas. 5.

Algo bochornoso sobre gliptolitos de lea.

Nunca jamás Ílubier a escrito en este libro de un hecho re­ ciente qu e ha ,s urgido en el ambiente intelectual iqueño, cuando precisamente estaba dando los últimos toques a esta obra. Conocia de cerca desde su origen el hecho que para mí re-

LOS lULLKA DE l OA

Bulta más que bochornoso, muy ver gonzoso, tener que tratar, for­ zosamente, de él, ya que este capítulo se consagra al t ema de los Kil1k.a de l ea. P ues, al no citarlo, m ás que uno, me t ildaría de un perfecto ignorante. Mi silencio serrn tomado como algo fingi­ dn y malicioso. y se prestaría para consider arme como un encu­ bridor de un hecho de lesa cultura en el ambiente en que vivo.

Por supuesto, no quiero ser ni 10 uno ni 10 otro.

Esta situación, coa prescindencia de la perso:,q involucrada

en este hecho, conocida por el autor, exige una aclaración hidal­ ga, respetando las ideas ajenas.

Se trata de los "Gliptolitos" de' doctor Javier Cabrera Dar­

quea, médico Y catedrático de la Universidad Nacional "San Luis

Gonzaga" de lea. Los hechos son los sigui~ntes: 1q_ Cuando se exhibía los "gliptolitos" en la Casa de la Cultura de lea, en 1967, siendo director del mismo Instituto, el citado doctor Javier Cabrera Darquea, fui invitado por él, para conocer de cerca a las diferentes representaciones liticas; y, del análisis ejecutados "in situ", me percaté, con no menos asombro, de muchos defectos fundamentales; entre ellos: _ El material empleado era en su mayoría '/rodados de Tio" extraídos exprofesamente de algunas h10renas de los alrededores d€ Okukaje donde, casualmente, abunda este material de limos

macizos. _ Las estilizaciones son uniform~s, hechas con un punzón metálico, bajo relieve, no muy profundas, demostrando a las cla­ l'as, haber salido de la mano de un solo hombre que vive en nues­ tra época. _ El artista trata de mezclar estilos de la civilización Pa­ rakas, Naska e lnka con animales antidUuvianos de Mamut , Mas­ todonte, reptiles que pelean salvajemente con el hombre cuater­ nnrio vestido de trusa como si ya éste conociese el pudor. el _ Cada piedra estilizada ha sido sometida al fuego con ca \ll de endurecer su superficie, Y luego barnizada con gomala :r:ubin o grasa con el propósito de dar brillo color mate o madera. hllúlnndo antigüedad.

363 362

LO!:! KILLKA DE ICA ALBERTO ROSSEL CASTRO

Las pruebas más contundentes que pulverizan a esta fan­ tástica teoría, están en las numerosas exploraciones cien tíficas realizadas en las áreas ar queológicas de lea, sin haber encontra­ do siquiera una piedra parecida a la que comentamos. Todas estas observaciones fueron publicadas en "La Prensa" de Lima, mes de Junio de 1967. Desde entonces, el doctor Javier Cabrera Darquea, muy a pesar de estos defectos sustanciales, Que excluyen toda autenti­ cidad a sus "gliptolitos", ha divulgado en entrevistas periodísti­ cas. en conferencias, en su cát edr a universitaria, casos de emba­ razo, de operaciones cesáreas, t r asplantes del cerebro, etc., que se habr ían realizado en la zona de Okukaje, hace más de 60 mi­ llones de años; Y. aun más, asegur a que Ica sea la cuna de.la hu­ manidad; que los "gliptolitos" f ueron hechos por seres extrate­ rrest res que invadieron la región de Ica.

INGENUOS PANE GIRISTAS. No han faltado, sin embargo, gentes de poco alcance inte­ lectual o panegiristas de jerga, de estilo apocaliptico, hiperbólico que buscan lo' comercial y lo sensacional, para asegur ar que la te­ sis de los "gliptolitos" es única en el mundo. Para ser más exac­ to bastada citar al escritor francés Chanoox que en su obra "Enigma de los Andes", escribefanfarronerias y exageraciones como éstas: "que las piedras del doctor Javier Cabrera Darquea deben ser la biblioteca de los Atlante que han ex,istido hace 50 millones de años". (¿Posiblemente co!! el carbono 14 ?).- "Que el a utor es el descubridor de todos los tiempos". A esio se suma todavía, el pensamiento teñido y saturado de ingenuidad del conservador del Museo Regional de lea, Sr. Alejandro- Pezzia Assereto que refiere como "algo importante la colección de piedras grabadas que tiene el Museo de l ea y que él las ha clasificado en. nueve grupos". A mi parecer estas píedms no deben ocupar un sitial en el Museo de lea que es un centro sagrado de inspiración verídica e histórica. Muy bien esas pie­ dras harían más honor sirviendo de piso ornamental del mismo Museo o de cualquier otro edificio de lea. Abunda en eS91 mis­ ma inexactitud el Sr. Pezzia, r efiriéndose a las piedras que posee

Fig. 89

Fotografía de Basilio Uc.huy. Mendoza, mostrando los "G1iptolit04 de Qkukaje" hecllos por él.- (Revíllta mundial N' 15 - Enero 1975).

36-­ ALBERTO ROSSEL CASTRO

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LOS KI.LLKA DE ICA

el doctor Cabrera Darquea: " es la colección más importante que exis te en el Perú" (1) .

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Todas las colecciones particulares que se exhiben como una novedad del siglo no merecen crédito ni comentario alguno por más prestigio y galardones cient íficos que tengan sus poseedo­ res. Menciónanse colecciones de los señores Santiago Qmróz, Cé­ sar Alme¡da, Santiago Calvo, J aime Salas, etc.

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RECHAZO DE CARACTERIZADAS F IGURAS DEL MUNDO CJENTIFICO.

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