Ariel Alvarez Valdez - La Nueva Jerusalen Del Apocalipsis 2

Revista Bíblica – Año 56 – Nº 54 – 1994/2 – Págs. 103-113 [103] LA NUEVA JERUSALÉN DEL APOCALIPSIS Y SUS RAÍCES EN EL AN

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Revista Bíblica – Año 56 – Nº 54 – 1994/2 – Págs. 103-113 [103] LA NUEVA JERUSALÉN DEL APOCALIPSIS Y SUS RAÍCES EN EL ANTIGUO TESTAMENTO El período de la "Jerusalén Nueva"

Ariel Álvarez Valdés Santiago del Estero

El inicio de una nueva mentalidad El final del libro del Apocalipsis presenta, en forma de una magnífica y grandiosa visión, a la Jerusalén escatológica que desciende del cielo, de junto a Dios, embellecida como una novia para las bodas del final de los tiempos (Ap 21, 1-2). A ningún estudioso se le oculta la cantidad de motivos extraídos del Antiguo Testamento y de la literatura apócrifa que condimentan no solamente esta escena, sino todo su contexto inmediato y las ideas matrices que subyacen. Para quienes han estudiado el trasfondo histórico que supone esta visión, son posibles descubrir dos etapas precedentes a la del profeta de Patmos: la de una Jerusalén terrena y la de una Jerusalén celeste, aunque no todos los autores estén de acuerdo en las características que tiene cada una, ni en los textos que las reflejan. Sin embargo creo que más bien son posibles descubrir tres estadios precedentes en la génesis de esta idea teológica, antes de que desembocara en la Jerusalén del Apocalipsis: estos tres momentos podríamos llamarlos el de la "Jerusalén reconstruida", el de la "Jerusalén nueva" y el de la "Jerusalén celeste". En un artículo anterior1 expuse el primero de estos períodos, los textos representativos, y las características teológicas que gravitan en él. Pero alrededor del s. III a.C. se abre una nueva época en la

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"La Nueva Jerusalén del Apocalipsis y sus raíces en el Antiguo Testamento: la "Jerusalén reconstruida", en Revista Bíblica (Buenos Aires) 53 n.47 (1992), 141-153.

[104] concepción de la futura Jerusalén. Es la que hemos dado a llamar de la "Jerusalén nueva".2 Esta etapa, que se viene gestando ya desde la época del dominio persa en Israel (s. V a.C.) y en las profundas desilusiones de la comunidad postexílica, coincide con la lenta y pacífica penetración de la cultura griega en Palestina. Poco a poco irá tomando cuerpo decididamente y terminará expresándose de un modo claro a partir del s. II a.C., cuando llega a su madurez la apocalíptica. El final de este periodo podemos ubicarlo en el año 70, cuando la ciudad y el templo de Jerusalén son destruidos por las legiones romanas. A fin de poder entender mejor en qué consiste esta "nueva Jerusalén" y por qué se forma en el pensamiento Judío de esta época, es necesario presentar brevemente los acontecimientos históricos que se viven durante los siglos inmediatos, y las nuevas ideas que afloran como consecuencia de ellos. Contexto histórico e ideológico A partir del destierro y en la etapa posterior a él, la sociedad judía se fue hundiendo cada vez más en una profunda decepción. El exilio había terminado, es cierto; el templo estaba reconstruido: Israel se había convertido nuevamente en una comunidad cultural organizada. Sin embargo la capital judía, Jerusalén, arrastraba su tranquila y mediocre existencia en un rincón apartado del inmenso imperio persa. Las grandes predicciones del Deuteroisaías no se habían realizado con la pregonada plenitud, y las esporádicas revueltas acaecidas bajo el régimen de los persas hacían sentir a los judíos el pesado yugo de la dominación extranjera y la falta de independencia.3 Ante tantas espe-

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La denominación de "Jerusalén nueva" aquí y de "Jerusalén celeste" en la próxima sección, que empleo siguiendo a Rosso Ubigli L., Dalla 'nuova Gerusalemne' alla 'Gerusalemme celeste". Henoch (3) 1981, 69-80, son simplemente convencionales, y sólo para hacer más entendibles los conceptos. Pero ambos deben comprenderse en un sentido amplio, ya que algunos autores prefieren dar el apelativo de "celeste" a la Jerusalén descrita en esta sección, mientras otros e incluso algunas fuentes, como el mismo Ap, le dan el hombre de "nueva" a la que mencionaremos más adelante. He preferido caracterizar a esta etapa con la idea de "nueva" para hacer alusión a la novedad que implica una ciudad purificada de una época futura, en otro eón; en cambio he reservado la de "celeste" a la tercera, a la de una Jerusalén preexistente, concebida desde toda la eternidad por Dios, y de la cual la Jerusalén terrena no es más que una copia. 3 Los reinados de Darío I (521-486), Artajerjes II (409-358) y Artajerjes III (358-338) fueron particularmente turbulentos, sea en relación con la Palestina, sea con otras regiones del imperio. Según algunos historiadores, Artajerjes II impuso a los Judíos una pesada multa por razones desconocidas: y Artajerjes III sofocó sangrientamente a los judíos que se habían visto envueltos en una sublevación general contra Persia. Cfr. Stuhlmueller C., “Período postexílico: espíritu, apocalíptica”, en AA.VV. Comentario Bíblico San Jerónimo II. Madrid 1971, 18.

[105] ranzas incumplidas, y la incertidumbre con respecto a los bienes salvíficoescatológicos, comenzó a plasmarse en algunos ambientes del pueblo la idea de que la salvación debía venir por otro camino; que su realización había que aguardarla más bien para una era distinta, en un mundo futuro no en éste, aunque ciertamente terreno. Así comenzaron a acuñarse las esperanzas del fin de una manera inédita y original.4 Con la aparición de Alejandro Magno en el escenario político palestino, el judaísmo se vio gradualmente dividido en dos grupos: los favorables al helenismo, que se presentaba como una opción culturalmente más evolucionada, y los que se oponían fervientemente a él.5 La guerra seléucida, que pretendió imponer por la fuerza la nueva cultura griega, sumada al descontento posterior por la política macabea, fraccionaron aún más la sociedad israelita. Todo esto derivó en el surgimiento de un movimiento espiritual que se tenía por el "resto escatológico" de Israel, y en el cual se gestará la máxima manifestación de la apocalíptica en su forma mejor y más característica,6 y con ella surgirá la concepción de una "nueva Jerusalén". Los siglos II y I a.C. se convirtieron en un verdadero centón de ideas, y noveles elucubraciones entraron en ebullición. No viene al caso ahora enumerar tales ideas, sino sólo aquellas que influyeron en la concepción de esta nueva Jerusalén. En primer lugar, mientras el judaísmo rabínico, es decir, posterior al año 70, sólo aceptará la revelación de la Ley hecha a Moisés, y dirá que no hay ningún otro medio de revelación, los apocalípticos admitirán además la revelación de las siete tablas escondidas en el cielo.7 Según estos, únicamente dos de esas tablas habían sido consignadas en la Torá, debido a lo cual las manifestaciones divinas estaban recopiladas sólo parcialmente, y aún quedaban muchos otros secretos que debían ser manifestados. La revelación, pues, continuaba abierta.8 En segundo lugar este movimiento creía en la inmortalidad del alma, cuando en general el resto del judaísmo aún no lo aceptaba, y el mismo Qohelet (3, 18-20) la había rechazado. De esta manera ya no había ninguna razón para consternarse por no ver cumplidas las profecías en

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Cfr. Dingermann F., "Israel a la espera de Dios y de su Reino. Origen y desarrollo de la escatología veterotestamentaria", en Schreiner J. y otros, Palabra y mensaje del Antiguo Testamento, Barcelona, 1973. 5 Para este período y las sectas nacidas al calor de estos acontecimientos puede verse un resumen en Rost L., Introduzione agli apocrifi dell'Antico Testamento, compresi i principali testi qumramici, Torino 1980, 29-30. 6 Cfr. Dingermann, F., "El mensaje de la caducidad de este mundo y de los misterios del tiempo final. La apocalíptica incipiente del AT, en Schreiner J. y otros, Palabra y mensaje del Antiguo Testamento, Barcelona 1973, 436ss. 7 Cfr. el Libro de los Jubileos 32,21. 8 Cfr. Diez Macho A., Apócrifos del Antiguo Testamento I, Madrid 1982, 89.

[106] este tiempo, pues quedaba todavía otra época, otro eón, en el cual podían realizarse. Sostenían, finalmente, que la causa de la inclinación al mal que hay en el hombre no proviene de la esfera humana sino del mundo de los ángeles, en donde un grupo de éstos se habida unido a mujeres y habían dado origen a una contaminación espantosa, para purificar la cual el hombre no tenía ningún medio. Por lo tanto, la misma salvación debía tener lugar en una esfera superior a la humana, es decir, debía acontecer, a través de una intervención directa del mismo Dios, en una nueva creación.9 Estas ideas llevaron a modificar la concepción que se tenia del plan de Dios en la historia, y a esquematizarlo de otra manera, es decir: a) los tiempos actuales están definitivamente corrompidos, constituyen el eón de la perversidad; b) Dios, mediante una intervención directa en la historia, o mediante el Mesías, instaurará un nuevo orden y lo llevará a feliz término, al "ésjaton" de la historia; c) los impíos serán juzgados y todas las profecías se cumplirán; d) los justos serán salvados y gozarán de esa edad de oro, de la era final, y mesiánica.10 En el marco de estas flamantes ideologías, se fue abandonando la antigua concepción de la futura Jerusalén y se formó otra distinta, original, más acorde con la naciente mentalidad. El libro de Tobías Este libro, considerado generalmente como sapiencial,11 contiene, sin embargo, en su última parte una perspectiva hacia un porvenir mesiánico, en donde encontramos dos alusiones a la "nueva Jerusalén". Se trata de una síntesis de varios elementos tomados de profecías antiguas, pero reinterpretadas a la luz de los hechos acaecidos en la época del autor y de las esperanzas aún vivas en un porvenir extraordinariamente espléndido. Esto demuestra cómo en los ambientes devotos del tardo judaísmo, hacia el final de la época persa, eran releídas e interpretadas las seductoras predicciones anteriores, y que la realidad gris y defraudante parecía desmentir.12 La primera alusión está en el llamado cántico profético de 13, 17-18 y consiste en una serie de reminiscencias y casi reiteraciones de

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Cfr. Sacchi, P.. Apocrifi dell'Antico Testamento (Classici delle religioni). Torino 1981. 26s. Cfr. Diez Macho A., Apócrifos I, 90s. 11 Cfr. Lefèvre. A.-Delcor M., "Los libros deuterocanónicos", en Cazelles H., Introducción crítica al Antiguo Testamento, Barcelona 1981, 754s. 12 No hay unanimidad entre los autores acerca de la fecha del libro de Tobías. Sin embargo se está de acuerdo en que es anterior a la época macabea. La mayoría de los estudiosos lo ubica a fines del s. III a. C. Cfr. Soggin A., Introduzione all'Antico Testamento, Brescia 1987, 525. 10

[107] conceptos bíblicos preexistentes, especialmente del Deuteroisaías y del Tritoisaías.13 Las puertas de Jerusalén serán reconstruidas con zafiros y esmeraldas, y con piedras preciosas todas sus murallas. Las torres de Jerusalén serán reconstruidas con oro puro, y con oro puro sus baluartes. Los plazas de Jerusalén serán pavimentadas con rubí y piedra de Ofir. Los puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría, y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo Nombre por los siglos de los siglos. Esta perícopa, que habla de la eternidad de la nueva Jerusalén, de su riqueza y gloria incomparables, no se diferenciarla en nada de los textos de reconstrucción que vimos en la etapa anterior si no fuera por la segunda mención que tenemos a continuación en el capítulo siguiente (14, 4b-5), a la luz de la cual hay que leerla. Todos nuestros hermanos que habitan en la tierra de Israel, serán numerados y deportados de aquella tierra venturosa. Todo el país de Israel quedará desierto. Un desierto será Jerusalén y Samaria. La Casa de Dios quedará desolada y quemada durante algún tiempo. Pero Dios tendrá una vez más compasión de ellos y los volverá a la tierra de Israel. Construirán de nuevo la Casa, aunque no como la primera, hasta que se cumplan los tiempos. Entonces volverán todos del destierro, edificarán una Jerusalén maravillosa y construirán en ella la Casa de Dios, como lo anunciaron los profetas de Israel. Esta segunda perícopa ofrece una más clara precisión cronológica, la cual distingue dos tiempos diversos en la reconstrucción de Jerusalén. Se precisa que el exilio terminará, pero su posterior reconstrucción no será gloriosa. Más tarde, al cumplirse el tiempo determinado, entonces sí habrá una nueva reunión de los dispersos y una nueva reedificación de la capital. No se trata de un párrafo propiamente apocalíptico, ni estamos aun en su época clásica. Sin embargo comienzan ya a verse los elementos propios de la nueva mentalidad: separación acentuada de dos épocas bien diferentes, la apertura a los paganos (mientras que el judaísmo oficial dominante era más bien cerrado, al estilo de Esdras y Nehemías), la gran purificación (14,7), y las esperanzas en un más allá del cual el autor no conoce nada.14

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Sigo la versión del códice sinaítico. Para los problemas de critica textual de ese párrafo y del siguiente, así como para su análisis literario. cfr. Galbiati. E., "Il messianismo del libro di Tobia", en Il mesianismo: Atti della XVIII settimana biblica. Brescia 1966, 199s. 14 Cfr. Galbiati. "ll messianismo del libro di Tobia" 199s.

[108] El libro 1 de Henoc En realidad 1 Hen es un compuesto de cinco libros de diversas épocas, escritos todos probablemente en Jerusalén y también allí unificados en un solo bloque, quizás en los albores de la época cristiana.15 La obra, considerada inspirada por ciertos sectores del cristianismo primitivo, tanto que se halla citada en el NT,16 es una recolección de revelaciones atribuidas a Henoc, sobre la naturaleza, el mundo y la historia escatológica extramundana. En ellas se habla de la caída de los ángeles, el futuro de los hombres, el Mesías y los misterios de la astronomía. El párrafo que nos interesa forma parte del 4º libro, llamado comúnmente "libro de los sueños", que abarca los capítulos 83-90. La fecha probable de composición es la mitad del s. II a.C. y contiene dos visiones, una del diluvio y otra de la historia universal desde la creación del mundo hasta la llegada del Reino de Dios. Al final de ésta se dice: Me levanté para ver hasta que él enrolló la vieja Casa. Sacaron todas las columnas, vigas y ornamentos de la Casa enrollados junto con ella y los echaron en un lugar al sur de la tierra. Y vi al Señor de las ovejas que trajo una Casa nueva, más grande y alta que la primera y la puso en el lugar de la que había sido recogida. Todas sus columnas y ornamentos eran nuevos y mayores que los de la antigua que había quitado, y el Señor de las ovejas estaba adentro (90, 28-29). Claramente en la alegoría se contraponen la vieja y la nueva Jerusalén, simbolizadas con la figura de las dos Casas. La misma metáfora aparece en 89, 50, 54, 56, 66, 72, en donde se reserva probablemente la figura de la "torre" para el templo.17 En este texto el problema ya viene solucionado en clave apocalíptica. No se espera una progresiva renovación de Jerusalén, sino un cambio repentino obrado sólo por Dios, pensamiento éste típico de la apocalíptica; hay una marcada diferenciación entre la vieja y la nueva economía; se celebra previamente un Juicio que sirve de purificación (90,20); se percibe una atmósfera universalista donde desaparece la distinción entre judíos y paganos (90, 38).

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Los libros apócrifos ofrecen especial dificultad, debido a la disparidad de opiniones entre los estudiosos. Para la fecha de composición y la traducción castellana de éstos sigo a Diez Macho A., Apócrifos I-V. 16 Cfr. Jd 14-15. Sólo en el s. VI fue dejada de lado por la cristiandad mediterránea, pero permaneció en uso en la iglesia etiópica. 17 El hecho de hablar aquí de "casa" y de "columnas" puede hacer pensar también en el templo. En tal caso, habría una identificación de la ciudad de Jerusalén con su templo. Cfr. Rosso Ubigli, "Dalla 'nuova Gerusalemme'", 70.

[109] De todos modos en estos textos no hay una verdadera fractura entre la historia y el más allá, que será típica de la tercera etapa de esta evolución. En efecto, se precisa que Jerusalén es reconstruida en el mismo lugar de la anterior. Es decir, estamos todavía, según el campo semántico del simbolismo, en una Jerusalén histórica y terrenal.18 Los Salmos de Salomón Estos 18 salmos son obra muy probablemente de un solo autor, escritos originalmente en hebreo alrededor del año 60 a.C. En el salmo 17, al describirse la figura del Mesías escatológico y su actuación en la instauración del Reino de Dios futuro, aparece elípticamente mencionada también la nueva ciudad de Jerusalén.19 Juzgará a los pueblos y naciones con justa sabiduría. Obligará a los gentiles a servir bajo su yugo. Glorificará al Señor a la vista de toda la tierra, y purificará a Jerusalén con su santificación, como al principio, para que vengan las gentes desde los confines de la tierra a contemplar su gloria, trayendo como dones a sus hijos, privados de su fuerza para contemplar la gloria del Señor, con la que Dios adornó (17,29-31). Aunque no tenemos muchos elementos para juzgar esta alusión a Jerusalén, el contexto del salmo ayuda a percibir las ideas propias de la nueva concepción: paso de un mundo caótico y mísero a otro resplandeciente; intervención de Dios por medio del Mesías; una nueva Jerusalén purificada y santificada como lo era en sus orígenes; la ciudad estará habitada por la gloria del Señor; no habrá en ella injusticia; se impone un severo juicio que depurará todo pecado.20 Sin embargo, en relación a los paganos muestra la tendencia particularista del judaísmo oficial. El Testamento de los XII Patriarcas Se trata de una obra esencialmente judía con interpolaciones cristianas por parte del último redactor.21 Compuesta originalmente en

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Cfr. Corriente, F.-Piñero A., "Libro 1 de Henoc" en Diez Macho, Apócrifos IV. Madrid 1982, 122, nota al v. 28; Rosso Ubigli. “Dalla ‘nuova Gerusalemme’”, 70. 19 Para los Salmos de Salomón, cfr. Wright R.. "Psalms of Solomon", en Charlesworth J., The Old Testament Pseudoepigrapha II, London 1985, 639-670. 20 Cfr. Wright, "Psalms of Solomon", 645. 21 En realidad el ambiente original es muy discutido, y otras dos posiciones también son sostenidas: a) que es una obra cristiana; b) que es producto de la comunidad de Qumram. Sigo aquí a Piñero A.., “Testamento de los Doce Patriarcas”, en Díez Macho, Apócrifos V, 14-18.

[110] hebreo alrededor del año 50 a.C., el autor imagina a Jacob en su lecho de muerte rodeado por sus hijos, los doce patriarcas, narrando los hitos más importantes de su vida y formulando algunas predicciones en torno al futuro. En el Testamento de Dan aparece mencionada por primera vez de un modo explícito la "nueva Jerusalén". Surgirá de las tribus de Judá y Levi la salvación del Señor. Hará la guerra a Beliar, y otorgará una venganza victoriosa de nuestros enemigos. Arrebatará los cautivos -las almas de los santos- a Beliar, hará volver hacia el Señor los corazones desobedientes y concederá a los que lo invoquen la paz eterna. Descansarán en el Edén los santos, y los justos se alegrarán por la nueva Jerusalén, que subsistirá para gloria de Dios por siempre... El Señor estará en medio de ellos, el Santo de Israel reinando sobre ellos (5, 1013). En esta nueva Jerusalén son mencionados sólo los "santos"; se promete que nunca más será destruida: Dios mismo habitará en medio de la ciudad y en medio de los hombres, y se menciona la gloria de Dios en ella; se alude a la conversión del corazón para poner ingresar en su recinto, y a la paz eterna que reinará. Aunque en este futuro no se distingue claramente una nueva era distinta de la precedente, ni la irrupción improvisa de una intervención divina, sí se menciona el Edén, por lo que se deduce que la nueva ciudad tendrá características que recuerden el paraíso de los orígenes, diverso del estado pecaminoso actual.22 De todos modos, al igual que los demás textos analizados, la perspectiva de la nueva Jerusalén es todavía histórica, terrenal, particular de esta segunda etapa. Los manuscritos de Qumram Varios documentos de Qumram muestran el profundo interés que los esenios conservaban por Jerusalén, el templo y su culto. Aunque se habían retirado al desierto, y se mantenían alejados de la ciudad por considerarla actualmente contaminada por el sacerdocio oficial, sin embargo nutrían el sueño de verla a ella y su templo purgados, renovados, depurados en la era mesiánica, para poder celebrar la verdadera liturgia de Israel.23 En la gruta 5° fue hallado un manuscrito redactado en arameo (5015), en torno al año 30 a.C. que, aunque adolece de varias lagunas, ha podido ser reconstruido y leído.24 Al hablar de la nueva Jerusalén

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Cfr. Rosso Ubigli, "Dalla ‘nuova Gerusalemme’”, 71s. Cfr. Moraldi, L.. I manoscritti di Qumran (Classici delle religioni). Torino 1986. 109-111. 24 Para el estudio de este manuscrito, cfr. Moraldi, I manoscritti. 723-725. 23

[111] aguardada por los miembros de esta secta, comienza dando las dimensiones de una de las grandes islas cuadradas en las que se dividía la ciudad (1,1-2). Pasa a continuación a referir las calles grandes y las colaterales, todas pavimentadas con piedras preciosas (1,3-7). Sigue con la descripción de sus puertas grandes y pequeñas (1,8-14), y los detalles de uno de los atrios de la isla (1,15). A lo largo de las murallas delinea las casas minuciosamente medidas así como otros ambientes (2,6-15).25 Se trata sin duda de un cuadro grandioso, que en cierta medina se inspira en la visión de Ezequiel 40-48, a la vez que la completa. Conclusión Esta ojeada de textos26 nos muestra cuán arraigada estaba, en la expectativa del movimiento apocalíptico y en los libros de algún modo a éste vinculados, la idea de una nueva Jerusalén, muy diversa al proyecto delineado por los retornados del exilio y sus inmediatos sucesores. Si recordamos las características propias de la "Jerusalén reconstruida" que señalamos en la primera parte ya citada de muestro trabajo,27 esta "nueva Jerusalén" conserva ciertos rasgos típicos de aquel período precedente, y que permanecen aún en éste. Ellos son: 1) La eternidad de la nueva Jerusalén. 2) La inhabitación de Dios tanto en ella como en medio de los hombres. 3) La apertura hacia los demás pueblos y naciones. 4) La magnificencia y el esplendor de la ciudad. 5) El gran número de habitantes que la poblarán. 6) La figura de un rey Mesías que la gobernará con justicia. En segundo lugar es factible constatar cómo otras características, también de la etapa precedente, han desaparecido. Podemos señalar entre éstas: 1) La personificación de la ciudad.

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Sigo la traducción de Moraldi, I manoscritti. 729-731. No hemos aludido a otros textos, como Jub 1,26. 1 Hen 53.6: 91.14-17; 93.3-10; 11QTem 29, 10; etc, donde también se habla de una nueva Casa, porque aquí no siempre se ve nítidamente la referencia a Jerusalén, ni a su índole escatológica. 27 En Revista Bíblica 53 n. 47 (1992), 152-153. 26

[112] 2) El nombre nuevo. 3) Su reconstrucción material por parte de los hombres. En tercer lugar, se pueden indicar ciertos aspectos que si bien ya se encontraban antes, los hallamos ahora notoriamente acentuados, tales como: 1) La iniciativa absoluta y excepcional de Dios, pues en la restauración de la nueva Jerusalén no tiene parte activa el hombre. 2) El lugar central y preeminente que tendrá la ciudad en relación con el resto de las naciones de la tierra; por momentos todas ellas parecen habitar en Jerusalén. 3) La novedad total con respecto a la Jerusalén anterior; se hace notar palmariamente la separación de dos épocas, dos economías, demarcadas entre sí por el cambio repentino operado por Dios. 4) La sacralidad de la ciudad y de sus habitantes; la purificación es un elemento esencial en la nueva época, a la vez que constituye el medio, por así decirlo, que determinará el cambio entre las dos ciudades.28 Finalmente, constatamos que aparecen en esta Jerusalén líneas teológicas nuevas: 1) Ya no se trata de un futuro inmediato, casi inminente, para la ciudad, al menos no en todos los textos.29 2) Se destaca la perversidad y la corrupción de la era presente, pues se trata de un eón llamado a desaparecer. 3) Un gran juicio tiene que preceder a la instauración de la nueva Jerusalén, gracias al cual se obrará el radical acrisolamiento de esta era y podrá brillar esplendorosa la nueva. Por ello son mencionados aquí cataclismos cósmicos.30

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Cfr. Virgulin, S., "La vita futura negli apocrifi", en Parola Spirito e Vita (8) 1983. 89-99. Es cierto. como afirma Koch, que uno de los temas de la apocalíptica es el de la ansiosa espera del fin. Sin embargo, al menos desde el punto de vista literario, esta inminencia no siempre está señalada. Se habla, sí, de un futuro indeterminado, pero que el vidente no sabe precisar. Otras veces se dan fechas y cálculos simbólicos, que expresan más bien la certeza de su cumplimiento que su urgencia. Por otra parte hay que tener en cuenta las frecuentes invitaciones a la paciencia en la espera. En todo caso, puede notarse una evolución del pensamiento, que acentúa más la proximidad del fin cuanto más no adentramos en los sucesos del s. I. 30 Sin olvidar, por otra parte, que los cataclismos cósmicos en el género literario apocalíptico son una herencia del lenguaje veterotestamentario del día de Yahvé. Cfr. González Lamadrid, A., "Género escatológico apocalíptico en los evangelios", en XVII Semana Bíblica Española (24-28 septiembre de 1956), Géneros literarios en los evangelios. Otros estudios. Madrid 1958, 115-132. 29

[113] La particularidad, pues, de esta nueva Jerusalén es la de ser "nueva", es decir, "purificada" de todas las abominaciones propias del siglo presente. Pero su perspectiva continúa aún siendo histórica, terrena, intramundana.31 Habrá que esperar a la tercera y última etapa de esta evolución para encontrar el pensamiento puesto en una ciudad radicada en el más allá, en la eternidad.

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Cfr. Rosso Ubigli. "Dalla 'nuova Gerusalemme'". 72.