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El estado absolutista, Perry Anderson El libro de Anderson es un estudio marxista del absolutismo. Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanentes, un sistema nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado unificado. Todas estas características parecen ser eminentemente capitalistas y como coinciden con la desaparición de la servidumbre, institución nuclear del modo de producción feudal, las descripciones hechas por Marx y Engels del absolutismo como un sistema estatal que representa un equilibrio entre la burguesía y la nobleza han parecido plausibles. Sin embargo, un estudio más detenido niega inevitablemente la validez de tales juicios. El fin de la servidumbre no significó por sí mismo la desaparición de las relaciones feudales en el campo. Es evidente que la coerción privada extraeconómica, la dependencia personal no desaparecieron cuando el excedente rural dejó de ser extraído en forma de trabajo (renta - trabajo) o en especies, para convertirse en dinero: mientras la propiedad agraria aristocrática cerró el paso a un mercado libre de tierras y a la movilidad real de la mano de obra, las relaciones de producción rurales continuaron siendo feudales. Los señores que continuaron siendo propietarios de los medios de producción fundamentales en cualquier sociedad preindustrial fueron los nobles terratenientes. Esta nobleza sufrió una profunda metamorfosis durante los siglos siguientes al fin de la Edad Media, pero desde el comienzo hasta el final de la historia del absolutismo nunca fue desalojada de su dominio del poder político. El absolutismo fue esencialmente un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal, destinado a mantener a las masas campesinas en su posición social tradicional. El Estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía ni un instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia: fue el caparazón político de una nobleza amenazada. El poder de clase de los señores feudales quedó directamente amenazado por la desaparición gradual de la servidumbre. El resultado fue un desplazamiento de la coerción hacia una cima centralizada y más militarizada: el Estado absolutista. La coerción en el plano de la aldea se traslado a un plano “nacional”. En la nueva época, la propiedad agraria adoptó una forma alodial1. Al mismo tiempo, la aristocracia tenía que adaptarse a un nuevo antagonista: la burguesía mercantil que se había desarrollado en las ciudades medievales. Durante la depresión feudal se desarrollaron importantes industrias urbanas, como las de hierro, papel y textiles. Los años entre 1450 y 1500, que presenciaron los primeros pasos de las monarquías absolutas unificadas en Occidente, fueron también los años en que se superó la crisis larga de la economía feudal gracias a una nueva combinación de los factores de producción, entre los que jugaron un papel principal los avances tecnológicos urbanos. El descubrimiento del proceso sieger para separar la plata del mineral de cobre reabrió las minas de Europa central y provocó un nuevo flujo de metales en la economía internacional. El desarrollo de los cañones de bronce convirtió a la pólvora en el arma de guerra decisiva y redujo a puro anacronismo las defensas de los castillos señoriales. El 1

El alodio es una porción de tierra y construcciones que pertenece al pequeño campesino y es cultivada por él, en oposición al manso que es la porción de tierra dentro de un gran dominio que pertenece a los señores feudales, y es entregada a siervos o a campesinos arrendatarios libres para su usufructo, a cambio de una porción de la cosecha y de prestaciones personales. (nota de Meli para Ana)

invento de los tipos móviles produjo la llegada de la imprenta. La construcción de galeones de tres mástiles y con timón a popa hizo los océanos navegables para las conquistas ultramarinas. De este modo, la burguesía urbana, tras una serie de avances técnicos y comerciales estaba desarrollando ya las manufacturas preindustriales en un volumen considerable. Económicamente, la recuperación e introducción del derecho civil clásico favoreció el desarrollo del capital libre en la ciudad y en el campo, puesto que la gran nota distintiva del derecho civil romano había sido su concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional2. La reaparición plena de la idea de una propiedad privada absoluta de la tierra fue un producto de la primera época moderna. No cabe duda de que el determinante principal de la adopción de la jurisprudencia romana radica en el giro de los gobiernos monárquicos hacia el incremento de los poderes centrales, el derecho romano era el arma intelectual más poderosa que tenían a su disposición para los sus característicos programas de integración territorial y centralismo administrativo. El principal efecto de la modernización jurídica fue el reforzamiento del dominio de la clase feudal tradicional. Esto puede verse en el estudio de las innovaciones institucionales del estado absolutista: ejército, burocracia, impuestos, comercio, diplomacia. Se ha señalado con frecuencia que el estado absolutista echó los cimientos del ejército profesional, que creció inmensamente en tamaño con la revolución militar introducida en los siglos XVI y XVII. Los ejércitos no constituían normalmente un ejército nacional obligatorio sino una masa mixta en la que los mercenarios extranjeros desempeñaban un papel constante y central. Estos mercenarios se reclutaban en zonas que quedaban fuera del perímetro de las nuevas monarquías centralizadas, frecuentemente en regiones montañosas que se especializaban en proveerlos. La razón social más obvia del fenómeno mercenario fue la natural negativa de la clase noble a armar en masa a sus propios campesinos. A la inversa, podía confiarse en las tropas mercenarias, desconocedoras incluso de la lengua de la población local para extirpar la rebelión social. La guerra era el modo más rápido de que dependía cualquier clase dominante en el feudalismo para expandir la extracción de excedente. Para los señores, la agricultura y el comercio crecían muy lentamente en comparación con las repentinas y masivas “cosechas” que producían las conquistas territoriales. El medio normal de la competencia intercapitalista es económico. Por el contrario, el medio típico de la confrontación interfeudal era militar y su estructura siempre era la de un conflicto en el campo de batalla por el que se perdían o ganaban cantidades fijas de tierras. Los estados absolutistas eran máquinas construidas especialmente para el campo de batalla. La burocracia y el sistema de impuestos característicos del Estado absolutista parecen representar una transición hacia la administración legal racional, en contraste con la jungla de dependencias particularistas de la Baja Edad Media. Sin embargo, la burocracia del Renacimiento era tratada como una propiedad vendible a individuos privados. Así el modo de integración de la nobleza feudal en el Estado absolutista adoptó la forma de adquisición de “cargos”. El que compraba una posición en el aparato público 2

Recordemos que uno de los rasgos más distintivos del período feudal es el escaso o nulo respeto de la propiedad de los campesinos por parte de los señores, a través de las extracciones, económicas y extraeconómicas, arbitrarias a las que estaban sujetos, así como las apropiaciones de tierras campesinas por parte de los grandes señores, que no estaban limitados por ningún derecho escrito ni una fuerza legal lo suficientemente poderosa para controlarlos.

del estado la amortizaba por medio de la corrupción y los privilegios autorizados. El sistema nació en el siglo XVI y se convirtió en el soporte financiero fundamental de los estados absolutistas del siglo XVII. En cuanto a los impuestos, el Estado absolutista gravó sobre todo a los pobres. La transición económica de las prestaciones de trabajo a las rentas en dinero3 vino acompañada, en Occidente, por la aparición de impuestos reales para financiar la guerra. Los funcionarios del fisco tenían que ser custodiados por unidades de fusileros para cumplir su misión en el campo4. La doctrina económica dominante de la época, el mercantilismo, se esforzaba por crear un mercado interno unificado para la producción de mercancías. Al pretender aumentar el poder del Estado en relación con los otros estados, el mercantilismo alentaba la exportación de bienes a la vez que prohibía la de metales preciosos y de moneda, en la creencia de que existía una cantidad fija de comercio y riqueza en el mundo. Aquí, la doctrina clásica burguesa del laissez faire, con su rigurosa separación de los sistemas político y económico, está fuera de lugar. El mercantilismo era una teoría de intervención del Estado político en el funcionamiento de la economía. Mientras la teoría del laissez faire es “pacifista”, la teoría mercantilista era profundamente belicista, al hacer hincapié en la necesidad y rentabilidad de la guerra. El estado absolutista en Occidente también desarrolló la diplomacia. Los instrumentos de diplomacia no eran todavía armas de un moderno Estado nacional. Las concepciones ideológicas del “nacionalismo” fueron ajenas a la naturaleza misma del absolutismo. El Estado se concebía como patrimonio del monarca, el mecanismo supremo de la diplomacia era el matrimonio, espejo pacífico de la guerra, que tantas veces provocó. Por lo cual el índice de predominio feudal en el Estado absolutista es evidente también en la diplomacia. La nobleza podía depositar el poder en la monarquía y permitir el enriquecimiento de la burguesía, pero las masas estaban todavía a su merced. Nunca tuvo lugar un desplazamiento político de la clase noble. El final del Estado absolutista señalaría la crisis del poder de la nobleza: la llegada de las revoluciones burguesas y la aparición del estado capitalista. La necesidad apremiante y permanente de obtener sumas sustanciales fuera del ámbito de sus rentas tradicionales condujo a todas las monarquías medievales a convocar a los “Estados”5 de su reino para recaudar impuestos. Tales convocatorias se hicieron cada vez más frecuentes y prominentes en Europa occidental a partir del siglo XIII, cuando las tareas del gobierno feudal se hicieron más complejas y el nivel de finanzas necesario para ellas se volvió igualmente más exigente. Nunca existió ninguna base legal para 3

Recordemos que en el régimen feudal el siervo campesino dependiente del señor y que cultiva un manso dentro de un gran dominio era gravado por medio de exacciones proporcionales a la cosecha y por una serie de trabajos personales (construcción y mantenimiento de empalizadas, mantenimiento de construcciones y trabajo agrario) que estaba obligado a realizar en la reserva del señor. Este sistema característico de los siglos XI, XII y XIII, sufre una transformación a finales del XIII en adelante, y se observa una tendencia del señor a extraer la renta mediante dinero, metales (renta en dinero). Una explicación posible de este hecho es, tal vez, el empuje del mercado en las ciudades y la necesidad del señor de contar con metales para comprar los bienes de prestigio que los mercaderes traían de Oriente y comerciaban en los mercados urbanos. 4 En el régimen feudal, los bailes (agentes de recaudación del señor feudal) y los caballeros, en los procedimientos llamados “cabalgadas” salían del castillo y arrasaban con los excedentes campesinos del campo circundante. 5 Eran reuniones que agrupaban a la nobleza, la alta burguesía y el clero, se denominaban Estados generales en Francia, cortes en España, Parlamento en Inglaterra y Dietas en Alemania.

recaudaciones económicas generales realizadas por el monarca fuera de la jerarquía de las soberanías intermedias. Para aumentar los impuestos, los soberanos tenían que obtener el “consentimiento” de organismos reunidos en asambleas especiales – los estados. Estos impuestos permanecieron como recaudaciones ocasionales hasta el final de la Edad media. Estos estados eran las representaciones colectivas de uno de los principios más profundos de la jerarquía feudal: el auxilium (ayuda) y el consilium, es decir el derecho a dar consejo en materias graves. La época del Renacimiento presenció la primera fase de la consolidación del absolutismo. El gran auge demográfico y comercial (a través del comercio americano y la llegada de metales preciosos americanos) del siglo XVI facilitó el crédito a los príncipes europeos. La administración burocrática creció rápidamente, pero en todas partes fue presa de la colonización de las grandes casas que competían por los privilegios políticos y los beneficios económicos de los cargos. Las aristocracias occidentales habían comenzado a adquirir una educación universitaria y una fluidez cultural reservada a los clérigos, hasta ese momento. Pero el siglo XVI terminó en los grandes países sin la realización de la forma consumada de absolutismo: incluso en España Felipe II se veía impotente para que sus tropas cruzaran las fronteras de Aragón sin el permiso de sus señores. El término absolutismo es incorrecto: ninguna monarquía occidental ha gozado nunca de un poder absoluto sobre sus súbditos en el sentido de un despotismo sin trabas. Ningún estado absolutismo pudo disponer a placer de la libertad ni de las tierras de la nobleza ni de la burguesía. Tampoco pudieron alcanzar una centralización administrativa ni una unificación jurídica completas. El poder del absolutismo operaba dentro de los límites de la clase cuyos intereses afianzaba. Los cien años siguientes presenciaron la implantación plena del Estado absolutista en un siglo de depresión agrícola y demográfica y de continua baja de los precios. El costo del ejército creó profundas crisis de ingresos en los estados absolutistas. Por lo general, se intensificó la presión de los impuestos sobre las masas y la venta de cargos y honores públicos se convirtió en un ingreso de capital importancia para las monarquías. El vigor del estado absolutista en el siglo XVII supuso la compresión de los derechos y autonomías tradicionales de la clase noble, que se remontaban a la originaria descentralización medieval del sistema político feudal. Los privilegios y los derechos consuetudinarios no se abandonaron sin lucha, el siglo XVII fue escena de repetidas rebeliones locales nobiliarias contra el Estado absolutista de occidente. Se extendió por toda Europa una cultura elitista de corte y salón, tipificada por la nueva preeminencia del francés como idioma internacional del discurso diplomático y político. Naturalmente, debajo de este barniz esta cultura estaba profundamente penetrada por las ideas de la burguesía ascendente, que ahora encontraba una triunfante expresión en la ilustración. FRANCIA Francia presenta una evolución muy distinta a la del modelo hispánico. El absolutismo no gozó aquí de la ventaja del lucrativo imperio ultramarino. La monarquía Capeto extendió lentamente durante la edad media sus derecho de soberanía hacia el exterior de su base original en Île de France6. La casa de Borgoña representaba el poder rival más importante de la dinastía capeta. El control político real de la monarquía nunca fue territorialmente uniforme siempre fue menor en la periferia del país, disminuyendo progresivamente en las provincias recién adquiridas y más lejanas de París. 6

Île de France es la provincia francesa que rodea París.

La historia de la construcción del absolutismo francés sería una progresión hacia un Estado monárquico centralizado repetidamente interrumpida por recaídas en la desintegración, seguidas de una mayor concentración del poder monárquico, hasta que al final se construye una estructura sólida y estable. Las tres grandes rupturas del orden político fueron: la guerra de los cien años en el siglo XIV y XV, las guerras de religión en el siglo XVI y la Fronda en el siglo XVII. La lenta centralización de la dinastía capeta llegó a un final abrupto con la extinción de su linaje a mediados del siglo XIV, que fue la señal para el comienzo de la guerra de los cien años. Bajo los débiles reyes Valois se produjo un ataque Anglo-Borgoñón contra la monarquía francesa, que hizo pedazos la unidad del reino. En el punto culminante de los éxitos ingleses y borgoñones hacia 1420 prácticamente la totalidad de las posesiones tradicionales de la casa real en el norte de Francia estaban bajo el control extranjero, mientras que Carlos VII se veía forzado a la lucha y al exilio en el sur. El legado fundamental de la guerra fue su contribución a la emancipación fiscal y militar de la monarquía. En efecto la guerra sólo pudo ser ganada gracias al abandono del sistema señorial de servicios de caballería – que se había demostrado desastrosamente ineficaz contra los arqueros ingleses – y con la creación de un ejército regular pagado, cuya artillería fue el arma decisiva de la victoria. Para poner en pie al ejército, la aristocracia francesa concedió el primer impuesto importante de amplitud nacional recaudado por la monarquía, la taille royale (talla real) de 1439, que se convirtió en regular. La nobleza el clero y algunas ciudades quedaron exentas de su pago. Así la monarquía aparecía reforzada a finales del siglo XV porque ahora poseía un ejército regular y un impuesto que no estaba sujeto a ningún control representativo. El estado borgoñón se derrumbó y Luis XI se anexionó el grueso del ducado. En el siglo XVI, la muerte de Enrique II precipitó a Francia a 40 años de luchas internas. Las guerras civiles fueron iniciadas por los conflictos religiosos que acompañaron a la reforma. Las guerras de religión fueron dirigidas desde el principio hasta el fin por los tres grandes linajes rivales: guisa, Montmorency y Borbón. A medida que avanzaba la lucha interfeudal entre estas casas, las ciudades se dividieron en dos campos: muchas de las ciudades del sur se adhirieron a los hugonotes, mientras que las ciudades norteñas se convirtieron en baluartes de la Santa Liga. Socialmente, los dirigentes hugonotes procedían mayoritariamente de la clase terrateniente, dentro de la cual quizá podían contar con la mitad de la nobleza francesa en 1560, mientras que nunca superaron el 10 o 20 por ciento del conjunto de la población. Las guerras de religión terminaron con la reafirmación del Estado real. En el siglo XVII se introdujo la Paulette, la venta de cargos se hizo hereditaria a cambio del pago de un pequeño porcentaje anual sobre su valor de compra, medida destinada a aumentar los ingresos de la monarquía. Richelieu y sus sucesores comenzaron a construir una maquinaria administrativa que hiciese posible el control y la intervención real sobre toda Francia. El cardenal, que era desde 1624 el soberano de facto del país del país, procedió rápidamente a liquidar las fortalezas remanentes de los hugonotes, aplastó las sucesivas conspiraciones aristocráticas, abolió las más altas dignidades militares medievales, derribó los castillos de los nobless y suprimió los estados allí donde lo permitió la resistencia local. Richelieu creó un eficaz sistema de intendants, que eran funcionarios enviados con poderes omnímodos en las provincias, representaron el poder del estado absoluto en los rincones más alejados del reino. La adquisición de títulos

nobiliarios y administrativos se convirtió en un objetivo empresarial. La consecuencia fue la creación de una burguesía que tendía a asimilarse cada vez más con la aristocracia a través de las exenciones y los privilegios de los cargos. El peso de todo este aparato cayó sobre los pobres. El estado feudal reorganizado golpeó sin piedad a las masas rurales y urbanas. La intervención diplomática y militar de Richelieu en la guerra de los 30 años produjo un incremento de la carga fiscal sobre los campesinos. Aquí Francia destrozó el predominio español y extendió sus fronteras desde el Mosa hasta el Rin. Las presiones fiscales del absolutismo provocaron una oleada de rebeliones entre las masas urbanas y rurales hacia 1630. La fronda puede considerarse como la cresta más ala de esta larga ola de rebeliones populares, en la que algunos sectores de la alta nobleza, de los titulares de cargos y de la burguesía municipal utilizaron a las masas descontentas para sus propios fines contra el estado absolutista. Mazarino, que sucedió Richelieu en 1642, después de la paz de Westfalia en la guerra de los 30 años provocó la crisis de la fronda al prolongar la guerra contra España hacia el teatro mediterráneo. Los progresos de la centralización administrativa conseguidos por la monarquía francesa en el siglo XVII, mostraron su eficacia. Aunque la presión social desde abajo fue probablemente más apremiante, la Fronda fue en realidad menos peligrosa para el estado monárquico que las guerras de religión, porque las clases propietarias estaban ahora más unidas. En adelante, la aristocracia iba a estar bajo el absolutismo consumado y solar de Luis XIV. El nuevo soberano asumió el mando personal de todo el aparato del estado en 1661. Los parlements fueron silenciados, los demás tribunales soberanos fueron reducidos a la obediencia, los Estados provinciales ya no pudieron discutir ni negociar los impuestos. La alta nobleza tuvo que residir en Versalles una vez que se terminó el nuevo palacio (1682) y quedó separada del señorío sobre sus dominios territoriales. La primera década del reinado desde 1661 a 1672 fueron administrativa, económica y culturalmente los años más refulgentes del reinado de Luis XIV. La nobleza aligerada de las cargas monetarias de Richelieu y Mazarino, permaneció completamente leal a pesar de la miseria y el hambre que sufría el pueblo por los altos impuestos. La guerra de la Liga de Aubsburgo (1689 -97) alineó prácticamente a toda Europa occidental contra Francia: Holanda, Inglaterra, Austria, España, Saboya y la mayor parte de Alemania. Los objetivos bélicos de Luis XIV quedaron frustrados en todas partes. Al pretender conseguirlo todo, el absolutismo frances acabó por no obtener nada de este esfuerzo de expansión política. Con la llegada de la Regencia en 1715, la alta nobleza reapareció en escena. Luis XIV había dejado al Estado cargado con una masa de deudas; la regencia las había reducido a la mitad pero los costos de la política exterior combinados con el despilfarro de la corte mantuvieron a la hacienda en un déficit constante. EL siglo XVII había presenciado mientras tanto un crecimiento rápido de las filas y las fortunas de la burguesía local. El volumen de la industria francesa aumentó ampliamente y en el área textil comenzaron a aparecer verdaderas fábricas. La expansión comercial estimuló la urbanización. La crisis fiscal que sirvió como detonador de la revolución de 1789 fue provocada por su incapacidad jurídica para gravar con impuestos a la clase que representaba.