Alfonsina Stori

ALFONSINA STORI, una feminista desde el intimismo. Sandra Isaac Borrero Milagros Flores Corbelle. El enfoque de género c

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ALFONSINA STORI, una feminista desde el intimismo. Sandra Isaac Borrero Milagros Flores Corbelle. El enfoque de género constituye un tema de obligada referencia en la contemporaneidad por parte de filósofos, psicólogos, sociólogos, juristas, politólogos. Es un tema multidisciplinar, producto de un ascendente significado de la mujer en la vida social. La concepción de la mujer como procreadora y ama del hogar es la interpretación que, por excelencia, aun se posee a pesar de encontrarnos en el siglo XXI, su papel se restringe al de esposa y madre de forma casi absoluta. Por ende, la concepción de que su educación y formación se encuentran dirigidas a la búsqueda del esposo y del matrimonio como aspiración o ideal supremo, aun prima en los amplios sectores sociales, a pesar de ir declinando y de constituir una propuesta sin ningún basamento científico y ético, además de ser excluyente y prejuiciado. La reacción se manifiesta hace varios siglos de manera lenta, a veces a través de logros apenas perceptibles en figuras que pusieron en alto los valores capaces de atesorar en la diversidad de expresiones al género femenino en renglones que eran patrimonio exclusivo del hombre. La manifestación más plena fue el aglutinarse en asociaciones y movimientos de corte político y social, que propugnaban iguales derechos al hombre y a la mujer. En fin, el análisis histórico por su riqueza sería largo y lleno de aristas y matices que permitirían bosquejar un arcoíris de problemáticas, luchas, reivindicaciones, esfuerzos e incomprensiones que la actual literatura va desgranando, permitiendo una visión rica y contradictoria del fenómeno. El análisis de Género o El Feminismo constituye una ideología que orienta todo un conjunto de movimientos políticos, culturales y económicos que tienen como objetivo central la igualdad de los derechos de las mujeres y los hombres. Es de destacar que en sus marcos se han dado logros de gran significación como lo constituyen el derecho a la propiedad de las mujeres, el voto femenino, derechos reproductivos, protección contra el acoso sexual y muchos más que nos hablan del importante papel que juegan en la sociedad. En ese sentido, debemos señalar la idea de que en tanto es y constituye todo un movimiento con una ideología que orienta política, cultural y socioeconómicamente, no podemos concebirlo como un todo monolítico a lo largo de su historia, lo que nos permite hablar de “Olas” y clasificarlo en tres, la primera que podemos enmarcar entre finales del siglo XIX y principios del XX, el cual tuvo como objetivo central el logro del derecho al sufragio femenino; la segunda ola, es característica de las décadas del 60 y 70 y se manifestó por plantear la liberación de la mujer; y la tercera ola, y la última de esta periodización, comienza en los años 90 y se extiende hasta la actualidad y se considera una continuación y reacción a las los vacíos que se observan en el feminismo de la segunda ola. La figura sometida a valoración en este artículo, se inserta en la primera ola, y en ese sentido vida y obra responden a ello. Nos referimos a una figura cuya obra propicia la admiración y el reconocimiento desde que comienza su producción literaria hasta la actualidad, la que constituye un paradigma de la poesía latinoamericana: nos referimos a Alfonsina Storni, escritora argentina que vivió cinco décadas, dentro de las cuales en las dos últimas (1916 al 1930) se sitúa la actividad desplegada que condiciona la huella indeleble entre los representantes de la poesía iberoamericana. En el plano histórico en que se sitúa la actividad de esta autora, el discurso femenino crece cualitativa y cuantitativamente, con la certeza de que la mujer no es solo guardadora, sino un individuo pensante. No es extraño que la voz femenina sea tan representativa a partir del siglo XX y que en la primera fila se destaque como iniciadora en la poesía, precisamente Alfonsina Storni junto a Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Eugenia Vaz Ferreira y Dulce María Loynaz.

Alfonsina es considerada como una de las más representativas y reconocidas escritoras de Argentina dentro del mundo iberoamericano, así como también una ardiente defensora del feminismo. En realidad nació en Capriasca (Suiza) el 22 de mayo de 1892 y es llevada a muy temprana edad por sus padres a la Argentina, donde vivió y murió en 1938. Pasó su infancia en las provincias de San Juan y Santa Fe. Es sugestivo centrar la atención en esta poetisa. Junto al valor literario de su producción, su concepción en torno a la mujer, su trágica muerte ocurrida mediante el suicidio; impacta como elemento relevante e influye en la trascendencia que posee fuera de las fronteras de su patria de adopción, de los límites de Iberoamérica. Y sobre todas las cosas, hacerlo no solo espacial, sino temporalmente, pues es una escritora del primer tercio del siglo XX y aun en los inicios del actual siglo XXI, su obra es leída y disfrutada por mujeres y hombres en diversas generaciones y entornos geográficos, así como transmitida por los diversos medios de comunicación, al tiempo que resulta tema obligado en los recintos universitarios y académicos en general. Pero por sobre todas las cosas, la identidad de emociones y sentimientos que despierta y laten ante su lectura producto de los temas que aborda, le confieren una significación ecuménica. Resulta esclarecedora la afirmación del escritor y novelista inglés Somerset Mougham en “Diez novelas y sus autores”, en las cuales al analizar a la escritora, Jane Austin, creadora de la obra “Orgullo y prejuicio”, realiza la siguiente aseveración, que por analogía cito, pues recoge idéntica situación de la Storni. Afirma Mougham “Lo que hace a un escritor clásico no es que sea elogiado por los escritores, disecado por profesores y estudiado en las escuelas, sino que un gran número de lectores, generación tras generación, hayan encontrado placer y un espiritual provecho en su lectura”[1]. Dicho placer, provecho espiritual e identificación con el tema, es factor condicionante de estudio y análisis al pasar de los años; pero, además, y por encima de todo, es el constituir el reflejo de una época con sus contradicciones; es la valentía de una vida; es la desnudez de sus sentimientos más íntimos en su dureza y en su ternura; es la profundidad de manifestaciones opuestas sentimentales y sensuales que vuelca y que acerca a su imaginario mundo poético, Por ello es conveniente aclarar que el fin que guía estas páginas no consiste en la reconstrucción de una biografía personal, ni su actividad feminista; tampoco un estudio literario, como aún menos el adentrarnos en las posibles épocas y matices presentes y evidentes en su obra literaria; sino, a partir de un conjunto de poemas (a nuestro criterio los más gráficos) mostrar en una primera aproximación, tentativa, especulativa; pero llena de sinceridad, cómo estas joyas de su producción son expresiones agónicas del papel de la mujer y de la relación de género en el ámbito íntimo, sentimental, erótico, amoroso. Y por qué no, un canto de amor junto a un llanto profundo ante el papel que le confiere el contexto histórico al género femenino y un deseo de reivindicación. Aspecto contradictorio, pues orgullosa de ser y pertenecer al género femenino lucha por una vida plena, sin vejaciones por pertenecer al sexo femenino. Es necesario señalar que su concepción sobre el amor y la relación amorosa chocó también con las trabas, prejuicios y normas que la sociedad heredó y que reafirma ante una modernidad donde prima el poder y este es el del hombre; por ello la autora aun poseyendo todas las potencialidades para el amor (se dice que amó a lo largo de su vida a una sola persona) su ideario tropezó con la sumisión, opresión y limitaciones que imponía dicha sociedad. Siguiendo el criterio del conocido escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti acerca de las últimas y penúltimas hornadas de escritores, deseamos constatar, parafraseándolo, el modo de asumir no solo el amor, sino también una realidad que incluye el amor[2] y en la figura de Alfonsina esa realidad es el tema que en la actualidad denominamos de género. Si la enmarcamos epocalmente, se hace más fácil comprender su existencia y personalidad, que, al decir de Benedetti, se caracteriza por la sencillez, extraordinaria jovialidad y despreocupación, pero de honda y angustiosa vida interior[3], como su propia obra pone en evidencia. Situémosla en época. Cuando sus padres emigran a la Argentina, ya Roca había sido elegido presidente de la nación, dando lugar a una etapa de gran progreso económico, institucional y educativo; lo cual puede haber sido el factor

motriz que propiciara la asunción por parte de su familia, de buscar una nueva patria de adopción. Pero a pesar de los adelantos, la clase media y los sectores populares quedaron postergados durante muchos años, lo que provocó el estallido de numerosos levantamientos de diversa índole como los de 1893 (ya la familia en la Argentina) y 1905, los que fueron controlados gubernamentalmente. El sufragio no era universal y las elecciones eran fraudulentas, por lo cual el presidente del país era elegido por un sector elitista. A partir de 1912 se produce un viraje y se promulga la ley conocida popularmente como Ley Sáenz Peña, por lo cual el voto pasó a ser secreto y obligatorio solo para toda la población masculina, excluyendo de ello a las mujeres. Bajo el marco de esta nueva ley, en 1916 fue elegido presidente Hipólito Yrigoyen, representante de la clase media y candidato por la Unión Cívica Radical. Durante el gobierno de Yrigoyen, y el de su sucesor, Marcelo Torcuato de Alvear; la Argentina mantuvo una posición neutral durante la I guerra mundial, lo que la convirtió en una de las naciones más ricas del mundo. Y le permitió su desarrollo cultural y una gran emigración nuevamente por parte de Europa. En 1929, Argentina se ve afectada por la crisis económica que estalla en dicha fecha a nivel internacional y repercute seriamente en el país; todo ello se manifestó en el desempleo, en una profunda inquietud política y social, lo que lleva a que en septiembre de 1930, (a dos años de que comenzara la segunda presidencia de Yrigoyen) se produjera un golpe militar en alianza con los conservadores. Se produce por primera vez la ruptura de la continuidad institucional argentino, triste periodo denominado o conocido como “la época infame” (o restauración conservadora) en la que prevalece la corrupción. Estos factores políticos y sociales dejan su huella en la poetisa, lo cual se manifiesta con su militancia en el movimiento feminista que, a su vez, va a determinar su participación en 1930 y en 1934 en dichos movimientos en Europa. Este panorama sintético tiene como fin insertar a la familia en las condiciones económicas, políticas y espirituales con que se encuentra a su llegada y que van a construir el marco en el que se desarrolla su niñez, adolescencia y madurez. Alfonsina desde muy pequeña debió trabajar para contribuir con sus padres al sustento familiar, el que había sufrido reveses de fortuna. A pesar de ello se gradúa de maestra (una de las pocas profesiones que le eran dadas a la mujer), en la escuela normal y con posterioridad labora como periodista. Es interesante conocer como esta última actividad, en gran parte de su vida, tiene que realizarse bajo seudónimo, es decir ocultar su sexo, su pertenencia al género femenino, su manera ser, pensar, vivenciar su existencia. En este periodo participa en varios grupos de teatro juvenil como expresión de sus inquietudes artísticas. Simultáneamente escribe cuentos y algunas novelas breves. Como periodista de La Nación, escribe en diversas revistas y diarios americanos artículos de crítica, en los que emplea el seudónimo de “Tao Lao”, quizás como recurso psicológico, como manifestación de timidez y a la par arrojo propio de la juventud. Ya a lo largo y ancho de este periodo, a nivel internacional y en particular en América, a pesar de la mujer estar relegada en su participación en la vida pública, esta había logrado un lugar en las actividades literarias. Desde 1811 “(...) ya no era una cosa ultrajante para la mujer escribir”[4] tal como relata Somerset Mougham sobre el cambio de actitud de la mujer como participante en la literatura. La opinión pública durante el siglo XVIII se caracterizaba por oponerse y ser contraria a la “hembra escritora”[5] y la visión que poseemos en el siglo XIX en específico a partir de las décadas sucesivas, a partir de 1816, en las cuales se produce una gradual transformación y cambio del público, lo que conduce a la aparición de un gran número de mujeres (sobre todo en Europa) “Que hacen honor a su sexo como personas literarias y que además se someten tanto a la crítica como a la valoración de su público”[6]. Ello no es óbice para que a pesar de que ya en este periodo comienzan a romperse, algunas trabas, la libertad aún no es plena, subsisten aun prejuicios, criterios, los que son aún mayor ante la mujer poeta, ante la escritora que desnuda su intimidad, la que opone y pone a la luz pública sus deseos y aspiraciones de amar y ser

amada, sin importarle el qué dirán, la que pone al desnudo sus más íntimos sentimientos ante la necesidad del decir y porque no del hacer en contra de prejuicios, de criterios estrechos y que deben ser arrojados al latón de la historia. Más adelante se realizarán algunas reflexiones en torno a ello. El arrojo de esta poetisa se encuentra en más que escribir como periodista, más que publicar como poeta; consiste en dar plena libertad a sus ansias, frustraciones y fracasos desde una posición intimista. Dando libertad a sus ansias más íntimas, a sus carencias, a sus anhelos, a sus frustraciones. Esta excepcional mujer, evoluciona en lo literario desde el sencillísimo posmodernismo, finales del siglo XX (sería más preciso decir, como movimiento literario “sensibilidad” por la apertura conceptual que ofrecen las bases desde donde se insertan hasta el experimentalismo de vanguardia) lo que encuentra su expresión a partir del año 1916, en que publica su primer libro de versos titulado: “La inquietud del rosal”. Aquí recoge sugestiones intimistas y sentimentales de un nuevo romanticismo. En esa línea, edita más tarde, “El dulce diario”(1918), “Irremediablemente” (1919), “Languidez” (1920), un libro de poemas en prosa “Poemas de amor” (1925) y “Ocre” en el mismo año, donde trata el tema del amor, siempre malogrado y, por tanto, desdeñoso e irónico; al hombre “amo del mundo”, para quien una mujer es solo una “fiesta”, tal como expone en algunas de sus obras; característica de su segunda etapa, entre las que se encuenta: “Mundo de siete pozos”(1934); “Mascarilla y trébol” (1938); además de una antología poética que contenía poesías inéditas, también en este año Madre soltera, hecho que no era aceptable en su época, fue sin embargo la primera mujer reconocida entre las mejores escritoras de aquel tiempo. Es interesante observar que su composición tiene como centro el amor representado en las múltiples y contradictorias aristas de la relación de pareja, como aspiración ideal en su expresión malograda, fracasada, pero siempre como una constante y profunda herida y nunca plenamente cicatrizada. Al insertarse en la problemática del amor, establece ya en su época, un compromiso social que en su praxis se refleja en su obra poética. Es a través de su poemario -con el tema siempre recurrente del amor-, donde declara tanto su interpretación en general del mismo como su angustia ante la incomprensión en el querer. Es representativo de ello el que lleva por título “La caricia perdida”[7] “La caricia perdida” Se me va de los dedos la caricia perdida Se me va de los dedos…en el viento, al rodar, La caricia que vaga sin destino ni objeto La caricia perdida ¿Quién la recogerá? Dudé amar esta noche con piedad infinita Pude amar al primero que acertara a llegar Nadie llega. Están solos los floridos senderos, La caricia perdida rodara, rodara… Si en el viento te llaman esta noche, viajero, Si estremece las ramas un dulce suspirar, Si te oprime los dedos una mano pequeña Que te toma y te deja, que te logra y se va, Si no ves esa mano, ni la boca que besa,

Si es el aire quien teje la ilusión de llamar ¡Oh! Viajero que tienes como el cielo los ojos En el viento fundido ¿Me reconocerás? En este poema apreciamos un canto de amor, un deseo de entrega, de sentir un amor que la abraza y que aún no encuentra dónde anidar; es decir, de un sentimiento en el cual manifiesta todo un arcoíris de sensualidad, de amor al hombre en general; un llamado tierno pero sugestivo, sensual, sumamente intimista, que aunque en algunos de sus poemas muestra fracasos y desilusiones está presente como una constante. Autores como Imbert Anderson E.[8] enfatizan la idea de que, a través de su poesía, ella acentúa que la mujer siente con más intensidad que el hombre, que la mujer brinda no solo sexo; sino sexo con sentimiento al contrario del varón en sus relaciones ocasionales. Según este autor, en su poesía se observa una lucha, un resentimiento sin límites contra el hombre y agrega “Ella sabía lo que era un varón”[9]. Ese resentimiento contra el varón ella lo explicó así: “Tus catacumbas inundadas de aguas muertas, oscuras, cenagosas, fueron con mis manos palpadas… Soy superior al término medio de los hombres que me rodean, y físicamente como mujer, soy su esclava, su molde, su arcilla. No puedo amarlo libremente: hay demasiado orgullo en mí para someterlo. El dolor de mi drama es en mí superior al deseo de cantar…”[10] Al leer gran parte de su producción literaria, se nota la madurez que va adquiriendo, y al igual que otros autores hispanoamericanos como Osvaldo Lamborghini y Diamela Eltil, se va imponiendo en ella una etapa de erotismo, que no solo se reduce al espacio compartido entre los amantes, o la exaltación de los atributos físicos; sino que se extiende a otros aspectos de tipo social y político que impone la problemática de la mujer, y que renueva el lenguaje erótico, donde se incluyen, junto al goce de los sentidos, aspectos trágicos de la existencia como la pobreza, el desempleo femenino, la lucha política, la violencia del poder establecido y con el sexo como instrumento de sumisión y humillación. De una u otra forma, en sus diversas publicaciones literarias encuentra espacio una declaración que nos muestra de forma muy valiente, teniendo en cuenta la época en que vivió, su visión acerca de la sumisión y opresión de la mujer y el modo en que ella se revelaba ante esa realidad. En las dos últimas estrofas de su poema “Pudiera ser…” se lee: A veces en mi madre apuntaron antojos de liberarse, pero se le subió a los ojos una honda amargura, y en la sombra lloró Y todo eso mordiente, vencido, mutilado, todo eso que se hallaba en su alma encerrado Pienso que sin quererlo, lo he libertado yo.[11] En este poema, Alfonsina reconoce tácitamente cómo las relaciones hombre-mujer, constituyen (como en el teatro de la vida), roles preestablecidos e inamovibles, impuestos por las propias condiciones de una sociedad, -aun en nuestra época –injusta con la mujer, a la que encierra en jaulas a veces de marfil, a veces de hierro candente pero siempre difíciles de romper. La idea de la jaula se repite tanto en su poema “León”, como en “Hombre pequeñito” “El león” Entre barrotes negros, la dorada melena Paseas lentamente, y te tiendes, por fin, Descansando los tristes ojos sobre la arena

Que brilla en los angostos senderos del jardín. Bajo el sol de la tarde te has quedado sereno, Y ante tus ojos pasa, fresca y primaveral, La niña de 15 años con su esponjado seno: ¿Sueñas echarle garras, Oh goloso animal? Miro tus grandes uñas, inútiles y corvas; Se abren tus fauces, veo el inútil molar, E inútiles como ellos van tus miradas torvas A morir en el hombre que te viene a mirar. El hombre que te mira tiene las manos finas, Tiene los ojos fijos y claros como tú Se sonríe al mirarte. Tiene las manos finas León, los ojos tienes como los tienes tú. Un día suavemente, con sus corteses modos Hizo el hombre la jaula para encerrarte allí, Y ahora te contempla, apoyado de codos, Sobre el hierro prudente que lo aparta de ti. No cede bien lo sabes. Diez veces en un día Tu cuerpo contra el hierro carcelario se fue: Diez veces contra el hierro fue inútil tu porfía Tus ojos, muy lejanos, hoy dicen: para qué? No obstante, cuando corta el silencio nocturno El rugido salvaje de algún otro león, Te crees en la selva, y el ojo, taciturno Se te vuelve en la sombra encendido carbón. Entonces como otrora, se te afinan las uñas, Y en la garganta seca de una salvaje sed, La piedra de tu celda vanamente rasguñas Y tu zarpazo inútil retumba en la pared. Los hijos que te nazcan, bestia caída y triste, De la leona esclava que por hembra te dan, Sufrirán en tu carne lo mismo que sufriste, Pero garras y dientes más débiles tendrán. ¿Lo comprendes y ruges? ¿Cuándo escuálido gato Pasa junto a tu jaula huyendo de un mastín, Y a las ramas se trepa, se te alta el olfato Que así puede tu prole ser de mísera y ruin? Alguna vez te he visto durmiendo tu tristeza, La melena dorada sobre la piel gris,

Abandonado el cuerpo con la enorme pereza Que las siestas de fuego tienen en tu país. Y sobre tu salvaje melena enmarañada, Mi cuello, delicado, sintió la tentación De abandonarse al tuyo, yo, como tú, cansada, De otra jaula más vasta que la tuya, león. Como tu contra aquella mil veces he saltado, Mil veces, impotente, volvíme acurrucar ¡Cárcel de los sentidos que las cosas me han dado! Ah, yo del universo no me puedo escapar. Y entre los hombres vivos. De distinta manera Somos esclavos; hazme en tu cuello un rincón ¿Qué podrías echarme? ¿Un zarpazo de fiera? Ellos, de una palabra, rompen el corazón. En este poema, ella establece una analogía entre el león enjaulado y la jaula de la mujer tendida por el hombre, por la sociedad; establece una semejanza entre una fiera vencida y la mujer resignada, que por muchos zarpazos que causen seguirán siendo esclavas por su simple condición. En “Hombre pequeñito”, utiliza también la idea de la jaula, pero aquí el motivo es a nuestro juicio la incomprensión: “Hombre pequeñito” Hombre pequeñito, hombre pequeñito Suelta a tu canario, que quiere volar, Yo soy el canario, hombre pequeñito, Déjame saltar. Estuve en tu jaula, hombre pequeñito Hombre pequeñito que jaula me das Digo pequeñito, porque no me entiendes Ni me entenderás. Ábreme la jaula, que quiero escapar, Tampoco te entiendo, pero mientras tanto Te amé media hora, no me pidas más. Muchos plantean que Alfonsina expresa en su obra el resentimiento de la mujer hacia el hombre, pero es realmente ¿rencor o reproche, animosidad o reconvención, odio o censura, disgusto o reprobación? ¿Deseos de subvertir, de cambiar, de transformar la situación de la mujer a través de su poemario? Pensamos que el criterio que prevalece es el de denuncia, de convencimiento de la posibilidad de una relación entre iguales con la misma profundidad de aspiraciones, deseos, sentimientos, caricias, sensualidad, sexualidad plena. Ideas que están implícitas en su poema “Tú me quieres blanca”[12]. En este poema apreciamos no solo la valentía de la autora al exponer sus ideas, sino también el indiscutible valor literario de su obra. “Tú me quieres blanca”

Tú me quieres alba, Me quieres de espuma Me quieres de nácar. Que sea azucena, Sobre todas casta, De perfume tenue, Corola cerrada. Ni un rayo de luna Filtrado me haya Ni una margarita Se diga mi hermana; Tú me quieres blanca, Tú me quieres nívea, Tú me quieres alba. Tú, que hubiste todas Las copas a mano De frutos y mieles Los labios morados, Tú, que en el banquete, Cubierto de pámpanos, Dejaste las carnes Festejando a Baco Tú que en los jardines Negros del engaño, Vestido de rojo, Corriste al estrago Tú, que el esqueleto Conservas intacto No sé todavía Por cuales milagros (Dios te lo perdone), Me pretendes casta (Dios te lo perdone) Me pretendes alba. Huye hacia los bosques; Vete a la montaña. Límpiate la boca; Vive en las cabañas Toca con las manos La tierra mojada; Alimenta el cuerpo Con raíz amarga; Bebe de las rocas; Duerme sobre escarchas; Renueva tejidos

Con salitre y agua; Habla con los pájaros Y lávate al alba Y cuando las carnes Te sean tornadas, Y cuando hayas puesto En ellas el alma, Que por las alcobas Se quedó enredada, Entonces buen hombre, Preténdeme blanca, Preténdeme nívea, Preténdeme casta. Estas reflexiones nos obliga a destacar dos momentos importantes: en primer lugar, hacerse escritora, adquirir dicha profesión desde una posición que a la luz de nuestra época denominamos de género, desde un enfoque intimista y a partir de un nuevo romanticismo que la aleja de la tendencia del siglo XIX, la llevan como mujer a romper con tabúes y reglas establecidas por una sociedad aún rígida, donde la mujer ocupa un segundo plano frente al hombre. En segundo lugar, el erotismo de su obra es un grito de toda su femineidad, en ellos expresa sus sentimientos, sus penas, alegrías, su vida íntima; esto también rompió con los dogmas de su época. Otro elemento que se constata en su producción en sentido general, es lo controvertido de su personalidad. Según Fernando Maristany “…nuestra poetisa se siente incomprendida y solitaria entre las gentes, siente su vida por lo general fallida; siente que sus más grandes aspiraciones no han logrado realidad plena, e instintivamente se pregunta el motivo. Se hace reflexiva, analiza psicológicamente las causas exteriores e interiores y en sus adentros halla contradicciones, desfallecimiento…. Conscientemente se humilla, se desprecia. Luego reacciona, se hace efusiva y asciende en un vuelo recto y seguro hacia las más inmateriales generosidades…”[13] “Su obra por tanto -continúa su reflexión Fernando Maristany “(…) es mutable, sigue sus inflexiones contradictorias y su arte se amolda mansamente a su variable estado espiritual[14].” He aquí los diversos matices que encontramos en su poesía. Unas veces reflexiva, irónica, impulsiva, efusiva; otras filosófica, espiritual, sensible, nostálgica. En “Mundo de siete pozos” (1934), por ejemplo, abandona su erotismo y la factura modernista de sus versos, y comienza una poesía de nuevo tipo, torturada, intelectual, de ritmos duros. En “Mascarilla y trébol” (1938); aparece esta nueva imagen de su poesía. El 25 de octubre de 1938 se arroja al mar y se suicida en el balneario de Mar del Plata, “(…) siendo considerada su muerte un duelo nacional[15]. Sobre los motivos de su trágica muerte existen muchos criterios; Mario Benedetti escribía: “(…) sabiéndose mortalmente enferma de cáncer se arroja al mar”[16]. Otros han afirmado que se suicida por amor, pero si bien en sus poemas como “Sábado”, “Noche Lúgubre”, “Romance de la venganza”, “Carta Lírica a otra mujer” entre otras, se muestra en ella un sentimiento de mujer humillada, vencida, torturada y, no obstante, ávida de amor; cuesta trabajo creer que el motivo haya sido ese. Alfonsina fue muy valiente tanto en su vida de mujer como en su literatura, por eso es difícil pensar que la causa de su suicidio fuera el amor. En fin, fuera su cruel enfermedad o fuera desfallecimiento por amor; el hecho real es que en la plenitud de su vida y de su obra literaria abandona la vida una grande de la literatura latinoamericana. En poema de despedida al diario La Nación, se publica lo que para algunos significa su sencillo adiós, y que no más gráfico que retomar estrofas que si no constituyen un mentís a cuál fue el motivo de su muerte, nos hacen soñar…

“... Ah, un encargo, Si él llama nuevamente por teléfono Le dices que no insista, que he salido...” Lo que nos hace recordar una pieza musical, muy en boga, cuyos creadores lo fueron Ariel Ramírez y Feliz Luna y cuyo título reza así “Alfonsina y el mar.” En donde en una de sus estrofas se cuestiona aquello que la condujo a tan trágico final: Sabe dios qué angustia te acompañó que dolores viejos calló tu voz para recostarte arrullada en el canto de las caracolas marinas. Y más adelante, como una despedida, Te vas Alfonsina con tu soledad ¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar? Y una voz antigua de viento y de mar te requiebra el alma y la está llamando y te vas hacia allá, como es sueños, dormida Alfonsina, vestida de mar.

Referencias Bibliográficas [1] Moughman, S. “Diez novelas y sus autores” Pág.67 Cáp. Plaza 8 Janes Editorial S.A. 1960. Barcelona [2] Benedetti, M. 1969 Poesías de amor hispanoamericanas. Prologo. Colección poesía Instituto cubano del libro. La Habana Cuba [3] IDEM pag. 225 [4] Mougham, S. 1960. “Diez novelas y sus autores”, Cáp. III, Pág.65. Editores Barcelona [5] IDEM, Pág. 65 [6] IDEM, Pág. 65-66, Cáp. 3 donde se cita a Spurgeon, profesor que ofrece una conferencia en la Real Sociedad Literaria. [7] Storni, A. “La caricia perdida”, en Poemas de amor hispanoamericanos. Colección poesía. Instituto Cubano del Libro. La Habana, Cuba. 1969, Pág. 54 [8] Imbert, A. 1973. “Historia de la literatura hispanoamericana. Época contemporánea. Edición Revolucionaria. Instituto Cubano del Libro. Pág. 73 [9] IDEM, Pág. 73 Tomado de Imbert A. [10] IDEM, Pág. 73 [11] (Ver anexo N. 2, poema completo “Pudiera ser”) [12] Benedetti, M. Poesías de amor hispanoamericanas. Colección Poesía. Instituto Cubano del Libro, La Habana, Cuba. 1969 Pág. 54-56. (Ver anexo N.4. Poema completo “Tù me quieres blanca”) [13] Reflexiones del poeta Fernando Maristany en libro “Las mejores poesías líricas de los mejores poetas”. Editorial Cervantes. Pág. 7 [14] IDEM, Pag. 7 [15] Benedetti, M. Poesías de amor hispanoamericanas. Colección Poesía. Instituto cubano del libro, La Habana, Cuba. 1969 Pág. 225 [16] IDEM, Pág. 225

Bibliografía 1- Benedetti, M. 1969. Poesía de amor Iberoamericana. Colección poesía. Instituto cubano del libro, La Habana, Cuba 2- Imbert Anderson Enrique. 1973. Historia de la literatura Hispano Americana. Época contemporánea. Edición Revolucionaria, Instituto cubano del Libro. 3- Matus Eugenio. 1981. Poesía Hispanoamericana de los siglos XIX y XX. Antología Tomo II. Editorial Pueblo y Educación, 1981. 4- Mougham, S.E. 1960. Diez novelas y sus autores. Capítulo III. Plaza Jones S.A. Editores Barcelona. 5- Storni. Alfonsina. Las mejores poesías (Líricas). De los mejores poetas. Editorial Cervantes. Rambla de Cataluña, 72. Barcelona.