Alberto Saldarriaga - La Arquitectura Como Lenguaje - Revista Escala - 92 PDF

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ART. REVISTA ESCALA, Nº 92 “De ahora en adelante consideraré un „lenguaje‟ como un conjunto (finito o infinito) de frases, cada una de ellas finita en su extensión y construida a base de un conjunto finito de elementos. Todos los lenguajes naturales en su forma hablada o escrita son lenguajes en este sentido, puesto que cada uno de ellos posee un número finito de fonemas (o letras), aun cuando existen frases en forma infinita. De manera similar, el „conjunto de frases‟ de algún sistema formalizado de matemáticas puede ser considerado un lenguaje. Chomsky Noam, 1957. …”Una gramática contiene un componente sintáctico, un componente semántico y un componente fonológico. Los dos últimos son puramente interpretativos; no tienen parte alguna en la generación recursiva de las estructuras de la frase. El componente sintáctico consiste de una base y un componente transformativo. La base, a su vez, consiste de un subcomponente categorizador y un léxico. La base genera estructuras profundas. Una estructura profunda entra en el componente semántico y recibe interpretación semántica; se delinea mediante las reglas de transformación en una estructura superficial, la cual recibe entonces una interpretación fonética por medio de las reglas del componente fonológico. De este modo la gramática asigna interpretación semántica a las señales, siendo mediada esta asociación por las reglas recursivas del componente sintáctico”. “Una distinción debe hacerse entre aquello que el parlante de un lenguaje conoce implícitamente (aquello que podemos llamar su “competencia”) y lo que él realiza (su “desempeño”). Una gramática, desde el punto de vista tradicional, es un recuento de competencia. Describe e intenta ser tenida en cuenta en la habilidad de un parlante para comprender una frase arbitraria de su lenguaje y producir una frase apropiada en una ocasión específica. Si es una gramática pedagógica, intenta proveer al estudiante con esa habilidad: si es lingüística, se dirige al descubrimiento y a la exhibición de los mecanismos que hacen este logro posible. La competencia del parlante-oyente puede ser idealmente expresada como un sistema de reglas que relacionan señales con las interpretaciones semánticas de esas señales. El problema para el gramático es el descubrimiento de este sistema de reglas: el problema para la teoría lingüística es el descubrir propiedades generales de cualquier sistema de reglas que puedan servir de base para un lenguaje humano, esto es, elaborar en detalle aquello que podemos llamar, en términos tradicionales, la “forma general” del lenguaje que sostiene cada realización particular, cada lenguaje natural particular”. Chomsky Noam, 1957.

9- EL LENGUAJE El término “lenguaje” ha sido aplicado principalmente a los conjuntos de medios hablados y escritos de comunicación humana. Por extensión se ha empleado para referirse genéricamente a algunos medios diferenciados de comunicación visual, auditiva, táctil o combinada. Se habla entonces del “lenguaje” de los signos, de los gestos, de los sonidos, etc. La definición suministrada por Noam Chomsky (1957) dice así: “De ahora en adelante consideraré un “lenguaje” como un conjunto (finito o infinito) de frases cada una de ellas finita en su extensión y construida a base de un conjunto finito de elementos. Todos los lenguajes naturales en su forma hablada o escrita son lenguajes en este sentido, puesto que cada uno de ellos posee un número finito de fonemas (o letras en su alfabeto) y cada frase es representable como una secuencia finita de esos fonemas (o letras), aun cuando existen frases en cantidad infinita. De manera similar, el “conjunto de frases” de algún sistema formalizado de matemáticas puede ser considerado un lenguaje”. Jean Piaget (1958) da otra definición interesante de lenguaje: “El lenguaje es una institución colectiva cuyas reglas imponen a los individuos, que se transmite en forma coercitiva de generación en generación, desde que existen hombres, y cuyas formas particulares (o lenguas) actuales, derivan sin discontinuidad de formas anteriores, que a su vez derivan de

formas más primitivas, y así de seguido, sin hiatos, desde un origen único o una poligenia inicial”. En las dos definiciones anteriores se propone un campo específicamente verbal y al mismo tiempo se obtienen nociones que permiten ser transpuestas analógicamente a otros campos. Chomsky señala más claramente esta última posibilidad, al extender el concepto de lenguaje al “sistema formalizado” de las matemáticas. Un lenguaje en un sentido más expandido, sería el conjunto de resultados construidos a base de conjuntos finitos de componentes, con pautas de regularización de las combinaciones que en la definición de Piaget alcanzan características de reglas coercitivas. En el lenguaje verbal la finalidad explícita es la comunicación entre personas, mientras que la finalidad implícita es la construcción de conjuntos coherentes de significados (estructuras) a base de componentes significantes. En el sentido expandido, la finalidad explícita de un lenguaje no es necesariamente la comunicación en el sentido llano de la expresión, sino más bien la transmisibilidad de ordenamientos sistemáticos o recurrentes. (v. gr. matemáticas, música, etc.) mientras que la finalidad implícita se expande a la construcción de conjuntos coherentes de relaciones entre componentes, sean estos signos o elementos materiales (v. gr. iconografías, cinematografías, arquitectura, etc.).

INSTRUMENTO DE TRABAJO

LENGUAJE

MEDIO DE COMUNICACIÓN

INSTRUMENTO DE EJECUCIÓN

PODER DE SÍNTESIS CODIFICACIÓN NORMAS SIGNIFICADO

EXPRESIÓN CRITERIOS SIGNIFICADOS

NORMAS INTERPRETACIÓN SIGNIFICADOS

“Hasta donde sabemos, la posesión del lenguaje humano está asociada con un tipo específico de organización mental, no solamente con un grado mayor de inteligencia. No parece existir substancia en el punto de vista de que el lenguaje humano es sencillamente una instancia más compleja de algo que puede ser encontrado en cualquier punto del mundo animal. Esto plantea un problema para el biólogo puesto que, de ser cierto, es un ejemplo de “emergencia verdadera; la apariencia de un fenómeno cualitativamente diferente en un estado específico de complejidad de organización. El reconocimiento de este hecho, aun cuando formulado en términos enteramente diferentes es lo que motivó mucha parte del estudio clásico del lenguaje por aquellos cuyo interés primario era la naturaleza de la mente. Y me parece que hoy en día no existe una manera mejor o más promisoria de explorar las propiedades esenciales y distintivas de la inteligencia humana que a través de la investigación detallada de la estructura de esta posesión humana única. Una sospecha razonable es entonces aquella que señala que si pueden construirse gramáticas generativas adecuadas empíricamente y los principios universales que gobiernan su estructura y organización pueden ser determinados, esto será una contribución importante a la psicología humana…”. Chomsky, Noam, 1968. “Ningún lenguaje natural es o puede ser didácticamente expuesto por un legislador, y tampoco se puede enseñar a ningún niño su lenguaje nativo como un cuerpo de reglas articuladas. El niño debe crecer y aprender simultáneamente y aquello que aprende ni necesita ni puede ser totalmente articulado, al menos hasta cuando el niño sea lo suficientemente maduro para interrogar y para entender definiciones. El niño simplemente vive entre personas que hablan. En general, como señala Ziff, a uno no se le enseña el lenguaje nativo, uno lo aprende”. Pitkin, Hanna F. 1973.

La noción de gramática es entonces la noción más importante para comprender al menos parcialmente la finalidad implícita de un lenguaje. Chomsky (1957) considera que una gramática “describe el lenguaje” y consta de tres partes interrelacionadas así: a. La parte que tiene a su cargo las regularidades que rigen la combinación de las palabras. La SINTAXIS. b. La parte que describe el significado de las palabras y de las frases. La SEMÁNTICA. c. La parte que trata de los sonidos y sus combinaciones. La FONOLOGÍA. Un lenguaje en sentido expandido debe poseer entonces regularidades que rijan la combinación de elementos (componente sintáctico), significado o finalidad de la combinación (componente semántico) y comportamientos específicos de elementos transmisores (componente de expresión o proyectivo). Eco (1975) habla de “sistemas semióticos” para abarcar todos los sistemas comunicativos identificables hasta el momento y enumera 17 de ellos entre los cuales se encuentran las “lenguas naturales” y las “lenguas escritas” como dos sistemas diferentes entre sí y diferentes del resto de sistemas semióticos. Con esta clasificación se distingue más claramente el ámbito de las lenguas y de los lenguajes, o en este caso, de los sistemas semióticos. Para estos últimos, se pueden aplicar todas las consideraciones previas sobre componentes, finalidad y gramática. (Como dato curioso se anota la inclusión que hace Eco de la arquitectura dentro del sistema de comunicaciones visuales). Wittgenstein (1953) se refiere constantemente al lenguaje en sus investigaciones filosóficas sobre aspectos de cultura y de comunicación. Para él el lenguaje es: “…un instrumento. Sus conceptos son instrumentos”. Considera que: “…si el lenguaje ha de ser un medio de comunicación debe haber acuerdo no solo en las definiciones sino también (extraño como pueda parecer) en los juicios. Esto parece abolir la lógica, pero no lo hace. Es una cosa describir métodos de medición y otra el obtener y formular resultados de la medición. Pero aquello que llamamos “medida” es parcialmente determinado por una cierta constancia en los resultados de la medición”. Respecto a la gramática, Wittgenstein (1953) considera lo siguiente: “Las reglas de la gramática pueden ser consideradas „arbitrarias‟ si ello significa que la finalidad de la gramática es solamente aquella del lenguaje. Si alguien pregunta „Si nuestro lenguaje no tuviese esa gramática no podría expresar estos hechos‟, se le debería preguntar qué significa “podría” aquí”. (Wittgenstein, 1968). Y la “esencia” del lenguaje para este autor

“…no es algo que ya se encuentra abierto y a la vista y que es investigable mediante reorganizaciones, sino algo que está debajo de la superficie. Algo que está dentro, que vemos cuando miramos dentro de las cosas y que un análisis desentierra”. Con estos conceptos se complementa el breve marco de referencia lingüística, semiótica y filosófica sobre el lenguaje humano. A manera de síntesis se subrayan los siguientes aspectos: a. Un lenguaje es un conjunto de articulaciones entre elementos específicos, con regularidades en sus combinaciones y con una finalidad o significado particulares. b. La gramática o su equivalente es el sistema regulador de las combinaciones y por consiguiente de los resultados. Sus reglas son arbitrarias, sólo en cuanto existen únicamente en función de la finalidad del lenguaje. La gramática es transmisible implícita o explícitamente y deriva sin discontinuidad de formas precedentes. c. Una gramática tiene por lo menos tres componentes básicos: un componente de articulación entre elementos, un componente de significado de elementos y resultados y un componente de expresión o proyectivo. d. El lenguaje natural está asociado con un tipo específico de organización mental. Se asume la posibilidad de extender esta idea a todos los lenguajes o sistemas semióticos particulares. e. Un lenguaje es un medio cultural, representa una cultura o un aspecto de ella. f. Un lenguaje requiere afiliación de individuos mediante el requisito del conocimiento de su manejo. g. Un lenguaje posee una “estructura”, que se encuentra debajo de sus manifestaciones aparentes y que solo puede comprenderse mediante análisis profundo. Existen dos aspectos particularmente importantes en el estudio del lenguaje natural, que se hacen extensivos al estudio de un lenguaje cualquiera. El primero de ellos es precisamente el problema de sus componentes, su estructura interna y su significado o finalidad, entendidos estos dos términos como la relación entre el empleo del lenguaje y la eficacia del resultado obtenido. El segundo aspecto abarca la relación existente entre el lenguaje y la organización mental que requiere tanto su aprendizaje como su empleo. El primer aspecto es competencia de estudios particulares de orden lingüístico y semiótico, mientras que el segundo es competencia de la psicología y de la epistemología. Estos campos de estudio han de ser entonces tenidos en cuenta en el avance del estudio de la arquitectura como lenguaje.

La arquitectura como lenguaje: expresión y acción del ser humano en el medio ambiente

El tratamiento crítico de la arquitectura como un fenómeno de comunicación ha servido también para reconsiderar el viejo papel de la función en los procesos de determinación formal. No entraremos aquí en la discusión a menudo demasiado académica y siempre desorientadora, porque suele partir de postulados iniciales completamente distintos, de cuál es el real contenido de la arquitectura y, en general, del diseño. Pero, sea el que fuere, se ha demostrado que las consideraciones semánticas son un factor fundamental en la expresión arquitectónica y que el significado de un objeto va más allá de sus funciones y hasta más allá de la simple expresión directa de sus funciones, en el sentido que esto podía tener en la época de las ingenuas afirmaciones pionerísticas. Una consideración elemental es la carga simbólica del objeto. Esta carga simbólica quiso ser eliminada en el momento de la máxima preocupación ética del racionalismo. No se consiguió en absoluto porque o se introducía subrepticiamente en el propio esquema compositivo –la simetría de Mies van der Rohe, la subrayada agregación democrática de individualidades en un aspecto de Le Corbusier, etc.-, o el mismo esfuerzo de asepsia y eliminación se constituía en un símbolo más determinativo de las pretendidas funciones elementales. Así, la carga simbólica del objeto seguía siendo imperante, pero su consideración se relegaba a la esfera de lo que podríamos llamar intuiciones artísticas o incluso fuerza expresiva de estilo. Bohigas, Oriol. 1972.

10-EL LENGUAJE ARQUITECTÓNICO Con los parámetros definidos hasta ahora, se puede proceder a definir el lenguaje arquitectónico tanto en sus aspectos internos como en sus manifestaciones concretas. Este lenguaje es comúnmente aceptado “per se”, sin conocimiento del alcance efectivo de la analogía y sin mayor respaldo estructurador. En la terminología arquitectónica profesional los términos “función” y “forma” fueron hasta hace poco tiempo los representantes de los instrumentos básicos del diseño arquitectónico para la resolución de un problema: función como la abstracción de las condiciones de uso y de organización del espacio, forma como su representación geométrica y constructiva. La noción de lenguaje se ha referido insistentemente a la forma y en menor grado a la función, por lo que la idea de un lenguaje arquitectónico en su forma común, se puede referir más específicamente al aspecto visual de la respuesta. Dentro de las corrientes arquitectónicas modernas surgió una escisión más aparente que real entre los partidarios de una “arquitectura orgánica” y los de una “arquitectura funcional”, definidas las preferencias más en términos de su aproximación a la forma que en términos del conocimiento o desconocimiento de la función. Mientras los orgánicos apoyados en una interpretación de Frank Lloyd Wright buscaron apoyo en valores circunstanciales y dieron énfasis a la apariencia formal de la edificación en relación con su entorno (natural preferentemente), los funcionalistas intentaron guiar el desarrollo de la respuesta hacia una lógica que si bien producía resultados esquemáticos generalizables, jamás contó con un fundamento teórico consistente. Una totalidad orgánica y una totalidad funcional son indistinguibles a no ser por su expresión formal. Wright manejó la función con claridad y lógica comparables con las de Gropius, pero sus aproximaciones al problema técnico y a la expresión de la forma son tan

divergentes como es posible imaginar. El lenguaje en ellos no es la forma misma sino el conjunto de argumentos que se suscitan en el enfoque del problema arquitectónico y en su resolución, en términos de la “estructura interna” de la totalidad arquitectónica. Mientras en una aproximación la noción de código es variable y se presta a múltiples asociaciones, en la otra el código asume un papel específico y se restringen sus posibilidades de asociación. Mientras la aproximación orgánica es (al menos en su expresión verbal) un sistema abierto, la aproximación funcional es un sistema cerrado. La cuestión fundamental para el entendimiento del lenguaje arquitectónico se reduce entonces a definir dos grandes componentes interactuantes en la resolución de un problema: una “estructura” obtenida por alguna de las aproximaciones mencionadas y una “forma arquitectónica” (es decir, habitable, tridimensional, constructiva, etc.) producto de factores ponderables en términos técnicos y estéticos. Si “función” quiso o no significar “estructura” es un problema de exégesis arquitectónica. Pero la frase célebre de “la forma sigue a la función” no es equiparable a “la forma sigue a la estructura”, hasta no dilucidar más claramente la interacción entre esos componentes. En la noción de función se integran un componente explícito, el uso del espacio arquitectónico, y un componente implícito, la organización de los espacios necesarios de acuerdo a principios de afinidad, complemento, dependencia, privacidad, etc. De la misma manera la noción de forma incluye el componente implícito de su geometría, o de su topología, como se ha de explicar posteriormente su relación con la estructura y la forma del lenguaje arquitectónico se obtiene entonces el siguiente esquema.

“Una estructura es un modelo construido en virtud de opera-ciones simplificadoras que permiten uniformar fenómenos diversos bajo un único punto de vista… La estructura es un artificio elaborado para poder nombrar de una manera homogénea cosas diversas”. Eco, Humberto, 1975.

a- ESTRUCTURA Uso: ocupación y adaptación del espacio para ser empleado en actividades o reposo. Organización: disposición relativa de componentes de uso y de componentes exclusivos de relación: movimiento e intercomunicación. b- FORMA Esquematización: noción de límite, contorno, figura y dimensión. Construcción: requerimientos técnicos provenientes de los materiales y de los instrumentos de trabajo en la edificación. Un lenguaje según se ha descrito previamente es el conjunto de articulaciones entre componentes específicos, con regularidad en sus combinaciones y con finalidad y/o significado particulares. Esto indica que las relaciones entre estructura y forma son en este caso relaciones de dependencia articulatoria y no son de dependencia ontológica. El lenguaje así entendido es un sistema abierto, regulado por influencias ambientales y culturales, poseedor de una parte totalizadora y una parte expresiva y dotado de componentes diversos que reúnen en disposiciones regulatorias y en un “modo de uso” correspondiente a ellas. Desde el punto de vista de la gramática, al aplicar los criterios previamente formulados acerca de los componentes básicos necesarios se obtiene el siguiente resultado: aComponentes sintácticos de la gramática arquitectónica son todos aquellos

principios que rigen la articulación de los elementos y poseen valor en la generación de estructuras. bComponentes semánticos son todos aquellos valores que provienen del significado mismo de los elementos (uso, organización, etc.) o que les asignan significados particulares. cComponentes proyectivos o de expresión son todos aquellos medios de representación bi o tridimensional del espacio arquitectónico y de sus nociones correspondientes. Las reglas de la gramática arquitectónica son arbitrarias en general, pero dentro de un contexto cualquiera obran como legítimas y, en algunos casos, como normas constituidas. La idea recurrente de que la arquitectura es “construcción de edificios”, ha dado énfasis particular a los componentes constructivos y a su papel sistematizador, de tal modo que excluyen consideraciones gramaticalmente profundas, sin lograr con ello demostrar que esos componentes son, en última instancia, los que rigen el proceso. Descartada la “gramática técnica” de la arquitectura, se consideran más válidas las ideas de la regulación ambiental y cultural como el sistema estructurador y formalizador (gramática de contexto) y de una “gramática elaborada”, producto de la reflexión de los especialistas en el asunto. Las transposiciones analógicas entre lenguaje verbal y lenguaje arquitectónico se han efectuado hasta ahora dentro de una muy

amplia libertad. Se establecen ahora unas condiciones que limitan parcialmente su alcance y establecen diferencias aclaratorias entre ambos sistemas. Las condiciones son las siguientes: a- La diferencia más significativa entre la gramática concebida en términos lingüísticos y la gramática arquitectónica, radica en el carácter menos “universal” del componente sintáctico de la última, aun teniendo en cuenta que cada lengua natural posee una gramática diferente de otra. El lenguaje arquitectónico en un contexto asume tantas gramáticas como sistemas culturales hay y como aproximaciones a la estructura se proponen. Sin temor a exagerar se podría incluso afirmar que en casos de extremo dinamismo de cambio, las gramáticas son aleatorias. b- En términos muy generales puede también afirmarse que cada problema arquitectónico exige su propia gramática, cosa que no sucede en un problema lingüístico común. Pero dentro de una comunidad cultural existen tendencias gramaticales de la arquitectura que, al ser adoptadas por una entidad diseñadora, definen una buena parte de su aproximación a los problemas. De la misma manera, la experiencia acumulada y reflexiva de una entidad diseñadora forma una estructura de aproximación a los problemas que ha de proyectarse en las respuestas. Aquí se hace necesario recalcar la idea del “comando creativo” del lenguaje, considerada por Chomsky como uno de los aspectos fundamentales en el uso ordinario del lenguaje verbal. c- Aún no existen conocimientos suficientes para dilucidar el interrogante de si es posible formular explícitamente una gramática arquitectónica o si por el contrario, gran parte de sus componentes y de sus regulaciones son implícitas, acumuladas en conjuntos de operaciones individuales, y finalmente imposibles de

formular. Un experimento interesante en años recientes le constituyó el “pattern languaje” o lenguaje de patrones de Christopher Alexander (1970) en el cual se intentó formular y aplicar un conjunto de normas gramaticales tanto del contexto como de las entidades diseñadoras. La noción de “intención” arquitectónica que se ha de explicar más adelante es, en varios autores, la que resume muchos aspectos gramaticales de la resolución de problemas. Una falla muy importante en este campo ha sido el afán de encontrar un sistema universal de articulaciones para el lenguaje arquitectónico, antes de haber comprendido y formulado sus particularidades. d- La parte proyectiva del lenguaje arquitectónico, equivalente a la parte fonológica de la gramática verbal, es el componente más universalizado de que se dispone hoy en día, dentro del empleo y manejo profesional del lenguaje: El plano arquitectónico es algo así como el esperanto del espacio habitable. Sus convenciones son reconocidas en todos los contextos en los que ha entrado la “arquitectura de academia”. Otros medios, por ejemplo las maquetas, o modelos tridimensionales, son evidentes en su comunicabilidad, por lo que son igualmente reconocibles. Su manejo no es igualmente universalizable, al menos en lo referente a los resultados profundos que pueden expresar. Pero cumplen un papel fundamental en la estructuración de un pensamiento formal y se deben considerar no sólo medios de expresión sino también medios de formación de las ideas arquitectónicas. (No debe olvidarse el uso frecuente del término “proyectar” en referencia al trabajo mismo del diseño y al uso del término “proyecto” para indicar su resultado).

…”El código viene a ser un sistema de posibilidades superpuesto a la igualdad de probabilidades del sistema en su origen, para facilitar el dominio comunicativo. No es el valor estadístico “información” el que exige este elemento de orden, sino su transmisibilidad”. “El código se reduce a la Igualdad de probabilidades iniciales estableciendo un sistema de recurrencias y excluye algunas combinaciones de símbolos, es un sistema de reglas puramente sintácticas (estable-ce compatibilidades e incompatibilidades, escoge determinados símbolos como pertinentes y excluye a otros como extraños)”. Eco, Humberto, 1975. “Clasificación de arquitectónicos”

los

códigos

1Códigos sintácticos: en este sentido, es típica una articulación que corresponde a la ciencia de la construcción. La forma arquitectónica se divide en travesaños, techos, suelos, bóvedas, repisas, arcos, pilares, encofrados de cemento (armazones multiplanos móviles unidos a bases transportables, paredes móviles como cobertura). No hay referencia ni a la función ni al espacio denotado, solamente una lógica estructural: las condiciones estructurales para la denotación de espacios. A nivel de una segunda articulación con otros códigos, existen las condiciones estructurales para la significación, aunque no se haya llegado al significado. De la misma manera que en la música las relaciones de frecuencia producen sonidos que llegarán a denotar intervalos dotados de significado musical. 2- Códigos semánticos: a) articulación de elementos arquitectónicos: 1) elementos que denotan funciones primarias: techo, terrado, cúpula, escalera, ventana… 2) elementos que connotan funciones secundarias “simbólicas”: metopa, frontón, tímpano… 3) elementos que denotan “carácter distributivo” y que connotan “ideologías del modo de vivir”: aula común, zona del día y de noche, sala de estar, comedor… b) articulación de géneros tipológicos: 1) tipos sociales: hospital, villa, escuela, castillo, palacio, estación… 2) tipos espaciales: templo de planta circular, de cruz griega, planta abierta, laberinto…” Eco, Humberto, 1975. A partir de la noción de una edificación como un objeto multifuncional y del diseño como una actividad multiteórica podemos empezar a construir descripciones basadas en teoría de los elementos básicos del diseño. Estos elementos básicos incluyen campos de actividad, movimientos, acciones motivadas por la percepción, patrones de intercambio social, espacios y los criterios ambientales que satisfacerán un campo clasificado de usos posibles, codificados y descritos en términos de las tecnologías que lo hacen posibles. Hiller, Hill, 1971.

11- LOS CÓDIGOS ARQUITECTÓNICOS En el campo semiótico un código es un “sistema de posibilidades superpuesto a la igualdad de probabilidades del sistema en su origen, par facilitar su dominio comunicativo” (Eco, 1975). En palabras más sencillas, el papel de un código es el de reductor de relaciones entre componentes de un sistema y el de selector de compatibilidades que permiten pasar de lo probable a lo posible. En términos arquitectónicos un código ha de ser el valor participatorio de un componente en una relación operativa. Tal valor puede provenir del comportamiento mismo del componente, (por ejemplo el valor derivado de la resistencia de un material o de la capacidad de aislamiento térmico que posea, de la práctica sucesiva de una actividad, etc.) de un significado cultural (el valor simbólico que posea,) o de su papel gramatical mismo (por ejemplo, el valor articulatorio de un espacio, el valor de significado de un material de revestimiento, etc. Si se considera que el diseño arquitectónico es una actividad primordialmente anticipatorio de resultados (Booker, 1964) en diferente plano del logro concreto de los mismos, es necesario reconocer que los códigos arquitectónicos son los verdaderos elementos de trabajo, más que los componentes mismos. Según esto, el diseño arquitectónico es un “lenguaje” dentro del lenguaje” y asume en gran parte las características de un proceso gramatical de trabajo. Los códigos que intervienen en el diseño son entonces los reguladores operativos del trabajo arquitectónico y corresponden clasificatoriamente con las categorías siguientes: a- Códigos de contexto: reguiladores ambientales, culturales, económicos y tecnológicos de problemas y respuestas arquitectónicas. b- Códigos de uso: reguladores de las actividades, equipos y condiciones de apropiación y empleo de espacio arquitectónico. c- Códigos organizativos: referencias distributivas y de interrelación entre espacios arquitectónicos. d- Códigos de esquematización formal: normas geométricas que regulan el trazado arquitectónico y nociones sustitutivas. e- Códigos de construcción: reguladores del uso de materiales y sus combinaciones.

Los códigos arquitectónicos cumplen la doble función de identificar el comportamiento de los componentes de un problema y de señalar sus compatibilidades, inclusiones o exclusiones, agrupaciones, dependencias, etc., tanto en el plano de lo sintáctico como en el de lo semántico. El conjunto de códigos proyectivos posee a su vez un sistema de enlaces con los códigos de otros campos, para significarlos correctamente y un sistema de reguladores autónomos que permite su correcto manejo “técnico”. La gramática arquitectónica se forma entonces por los valores sintácticos, semánticos y proyectivos de los componentes básicos, es decir, por los códigos correspondientes. Para aclarar este punto se han de distinguir tres sistemas dentro de la misma gramática: a- Los códigos de contexto influyentes en el problema y su respuesta. b- Los comportamientos o códigos de los componentes de uso, organización, esquematización y construcción. c- Los valores sintácticos, semánticos y proyectivos de los códigos anteriores, que han de denominarse tentativamente “subcódigos”. Los dos primeros sistemas forman la base clasificatoria del lenguaje arquitectónico. El tercer sistema es el medio operativo propiamente dicho, ya que es en última instancia con los subcódigos que se trabaja el diseño arquitectónico. Los dos primeros sistemas son enormemente útiles en la formación de estructuras conceptuales mientras que el tercero es un mecanismo directo del manejo del problema. La “selección correcta” es un aspecto fundamental en el manejo del lenguaje arquitectónico, puesto que de ella depende en gran parte la adecuación de la respuesta a su demanda respectiva. El papel de los códigos es precisamente el de ayudar a definir posibilidades de selección de relaciones tanto parciales como totalizantes en la respuesta esperada. La base clasificatoria del lenguaje permite discriminar componentes mediante la ruptura de totalidades ya establecidas y le permite también asociar elementos aislados que han de conformar nuevas totalidades.

Toda edificación es la manifestación concreta de códigos generativos y es, al mismo tiempo, un conjunto de códigos perceptivos. (Casa en Cali).

“…la calificación de “función” se extiende a todas las finalidades comunicativas de un objeto, dado que en la vida asociativa del objeto útil no son menos “útiles” que sus denotaciones “funcionales”. Resulta evidente que las connotaciones simbólicas se consideran funcionales no solamente en sentido metafórico, sino también porque comunican una utilidad social del objeto que no se identifica inmediatamente con la “función” en sentido estricto”. Eco, Umberto, 1975. …utilizaremos los términos “función primaria” (la que se denota) y “funciones secundarias” (que son connotadas). Se sobreentiende (y resulta de lo que hemos dicho) que las expresiones “primaria” y “secundaria” no tienen valor discriminativo en sentido axiológico (como si fuera más importante que la otra), sino de pura mecánica semiótica, en el sentido de que las funciones secundarias se apoyan en la denotación primaria (de la misma manera que la connotación „tenor malo‟ surge de la palabra „gallo‟ y se apoya en el proceso de denotación primaria)”. Eco, Umberto, 1975.

Es muy importante señalar que los valores sintácticos y semánticos de los códigos arquitectónicos no se definen siempre unívocamente sino que en ocasiones se asocian ambiguamente; un código cualquiera puede tener simultáneamente valores sintácticos y semánticos, valores de articulación iguales a valores de significado. Por ejemplo, el ladrillo utilizado simultáneamente como material de fachada y como material portante puede reunir ambos aspectos, siempre y cuando la fachada en ladrillo signifique algo en el contexto específico de la respuesta. El ladrillo utilizado como material de revestimiento únicamente, sobre una estructura de concreto, por ejemplo, es predominantemente semántico, mientras que el ladrillo utilizado únicamente como material portante tiene un valor sintáctico predominante. Es de observar como en este caso el valor semántico proviene casi totalmente de la posibilidad de apreciación visual del material. De la misma manera, un código de uso puede ser ambiguo o específico según el caso. El espacio para reunión social o familiar en una vivienda tiene valor sintáctico por su papel en la estructura de uso del espacio disponible. Su representatividad social que lo puede llegar a convertir en “el espacio más importante de la vivienda” disminuye su valor sintáctico e incrementa su valor semántico hasta el momento en el que se requiere un espacio que no se ha de utilizar continuamente sino que es únicamente representativo; extremo de lo semántico. La ambigüedad de valores se encuentra en el punto en el que pesan por igual argumentos en una y otra índole para su localización correcta. La selección en el diseño arquitectónico no es un hecho autónomo, como puede suceder en otras disciplinas más teóricas que prácticas. Por el contrario, como ya se ha demostrado, su dependencia ambiental, cultural, económica, tecnológica, y psicológica lo sitúan en función de la localización del problema y de la entidad diseñadora en una comunidad demandante e influyente. Dentro de esta condición, la selección está respaldada por unas “intenciones arquitectónicas” equivalentes en términos operativos a hipótesis de trabajo. Las intenciones no son códigos, en el sentido que estos han sido definidos, obran como guías de selección y por consiguiente actúan sobre los códigos en la resolución de los problemas. Ejemplos de intenciones parciales pueden ser las de economía de medios, claridad organizativa, expresividad o sobriedad de formas y

facilidad constructiva, todas ellas muy comunes en la verbalización corriente de la arquitectura profesional. Las intenciones totalizantes son más difíciles de verbalizar, puesto que se refieren precisamente a asuntos de estructura arquitectónica, más complejos que la simple suma de intenciones parciales. Es en las intenciones totalizantes en las que el carácter de una respuesta arquitectónica y el aporte de la entidad diseñadora se manifiestan, al igual que en todo problema creativamente resuelto.

12- ESTRUCTURA Y FORMA En párrafos anteriores se han empleado estos dos términos para referirse a los conceptos básicos constitutivos del lenguaje arquitectónico y se han descrito algunos de sus componentes. Ahora se ha de explicar en forma más amplia el contenido y el papel de estos dos aspectos. Los conceptos de estructura profunda y estructura superficial propuestos por Chomsky (1957) como parte del proceder sintáctico de la gramática en el lenguaje arquitectónico. Estos dos conceptos tienen además afinidad de relaciones con conceptos extra lingüísticos que se emplean con frecuencia en campos tales como la semiótica, la antropología cultural, las matemáticas, la psicología y la música. La estructura en términos arquitectónicos no se refiere en este caso a los sistemas portantes de las edificaciones sino a los principios de relación que definen una totalidad. Por lo mismo, son los componentes de uso y de organización los que permiten formar estructuras en un problema y poseen valores predominantemente sintácticos (desde el punto de vista del trabajo del diseño). La forma arquitectónica es el límite tridimensional asignado a una respuesta a un problema; es el “volumen que contiene los espacios necesarios para el albergue de la demanda particular. Como evento perceptual puede ser considerada un “objeto”, mientras que como respuesta solo puede entenderse en términos de la contraparte material de una estructura, la que define la extensión física de la respuesta. De acuerdo con lo anterior, corresponde a los códigos de uso y organización la labor totalizante en términos de estructura arquitectónica y a los códigos de esquematización y construcción la labor totalizante en términos formales. Los subcódigos sintácticos son articuladores de totalidades mientras que los subcódigos semánticos son estructuradores de

“…lo que permite el uso de la arquitectura (pasar, entrar, pararse, subir, salir, apoyarse, etc.) no solamente son las funciones posibles sino sobre todo los significados vinculados a ellas, que me predisponen para el uso funcional. Y es así de tal modo que en los fenómenos de trompe-l‟oeil, me dispongo al uso aún sin existir la función posible. Eco, Umberto, 1975. “El objeto de uso es, desde el punto de vista comunicativo, el significante del significado denotado exacta, y convencionalmente, y que es su función. En un sentido más amplio se ha dicho que el significado primario del edificio son las operaciones que se han de hacer para habitarlo (el objeto arquitectónico denota una forma de habitar). Pero es evidente que se produce la denotación incluso sin disfrutar de la habitabilidad (y en general de la utilidad del objeto)”. Eco, Umberto, 1975. “En términos comunicativos, el principio de que la forma sigue a la función quiere decir que la forma del objeto no solamente ha de hacer posible la función, sino que debe denotarla de una manera tan clara que llegue a resultar deseable y fácil, y orientada hacia los movimientos más adecuados para ejecutarla… la forma denota la función basándose solamente en un sistema de expectativa y de hábitos adquiridos, y por lo tanto, basándose en un código”. Eco, Umberto, 1975.

significado y de apreciación de resultados. La selección arquitectónica, ubicada dentro de los conceptos de estructura y forma, adquiere direcciones más precisas mas no exactas. En la práctica experimentada de la arquitectura esto se manifiesta en la seguridad en el manejo de lo que se conoce genéricamente como el “esquema” de un proyecto y en la habilidad para manejar esquemas formalizadotes. La característica principal de la selección corriente en el diseño arquitectónico es el largo proceso de formación que requiere y su permanente condición de irreflexión, manifiesta no tanto en el establecimiento de las relaciones parciales sino en el desconocimiento de los principios articuladores recurrentes. En la enseñanza de la arquitectura se evidencia esta última falla a través de la confusión constante en las indicaciones acerca del manejo de componentes. Por lo mismo, los conceptos de estructura y forma pueden ser de interés didáctico, ayudados por el correspondiente avance en el conocimiento de los procesos operativos que contribuyen en la formación de respuestas arquitectónicas.

13- EL USO DEL ESPACIO ARQUITECTÓNICO Nada hay más evidente y más difícil de definir que el uso del espacio arquitectónico. En una primera aproximación, se puede afirmar que el espacio es un “contenedor” de eventos no arquitectónicos, propios de un usuario o conjunto de usuarios. Un auditorio es el recipiente en el cual unos intérpretes y unos auditores desarrollan un encuentro con carácter recreativo. El “uso” en este caso sería definido por las actividades previas a este encuentro, por el encuentro mismo y por sus consecuencias. Evidentemente ese mismo auditorio puede servir para una asamblea de señoras, para un mítin estudiantil, una convención política, un sermón carismático, etc. El uso aparentemente en estos casos varía, pero sólo en el sentido final de los eventos, ya que en todos los casos, la condición de ocupación temporal del espacio está presente. Es posible, en base al ejemplo adoptado, distinguir dos componentes muy importantes

del uso del espacio arquitectónico: la ocupación temporal y la finalidad de los eventos que ocasionan esa ocupación. En una habitación, la ocupación temporal puede tener múltiples finalidades: reposo nocturno, estudio, reclusión por enfermedad, actividades sexuales privadas, reunión familiar, etc. La condición constante es siempre la ocupación temporal que se presenta en el espacio delimitado arquitectónicamente. Se podría argumentar que cuando no existe esa ocupación, cuando las personas están ausentes, el espacio carece de uso. Si bien en un sentido muy estricto esto parece ser cierto, no lo es por el hecho de que la ocupación temporal puede requerir la presencia constante de un equipo de muebles y dotaciones particulares que son los ocupantes permanentes del espacio. Así, en el auditorio habrá asientos, luces, parlantes y amplificadores, etc., mientras que en la habitación habrá una o varias camas, mesas, armarios, asientos, etc. Estos equipos representan el uso y lo preveen de tal modo que al producirse la ocupación efectiva por los usuarios, se reúnan los requisitos que permiten el logro de las finalidades posibles. Si el componente constante del uso del espacio arquitectónico es su ocupación temporal, esta puede tomarse como su definición, mientras que las finalidades diversas se adoptan como posibilidades selectivas en cuanto a exigencias, áreas, equipos, etc. El equipo de amoblamiento como ocupante permanente del espacio es la única indicación concreta del uso, en ausencia de los usuarios y puede tomarse de ahora en adelante como el “signo de uso”, que ha de tener enorme importancia en el aspecto proyectivo del espacio arquitectónico. Como parte del uso del espacio se incluyen además todas las condiciones de ocupación temporal y permanente, de acuerdo con la finalidad o finalidades posibles. La ventilación, la iluminación, el grado de aislamiento, el área, el volumen, la intercomunicación y la comunicación con el exterior (controlada o libre), etc., son parte de los códigos de uso del espacio derivados de las “actividades” propiamente dichas y mucho más operativas que ellas mismas, en el trabajo del diseño.

El uso del espacio viene dado por su ocupación temporal y por una finalidad generadora. La noción de “actividad” comúnmente usada en diseño para referirse al uso del esepacio, es apenas una de las formas posibles de ocupación. (Río Magdalena, Guataquí, Depto. de Cundinamarca).

14- ORGANIZACIÓN ESPACIAL La noción de organización (o de ordenamiento) es una noción genérica que abarca muchos aspectos de la vida cotidiana del ser humano. En muchas ocasiones se ha hablado del orden como una disposición “perfecta” de las partes en una totalidad o como una noción absoluta que ha de pernear todas las instancias de la existencia. La organización arquitectónica en repetidos períodos de la historia se ha considerado como una pauta única de disposición de las partes en todo. Vitrubio coloca el orden de primero en su listado de principios fundamentales de la arquitectura y lo define así: “El orden otorga la medida correcta a las partes de una obra consideradas separadamente y disposición simétrica a las proporciones del todo”. Al desaparecer del panorama arquitectónico la noción implícita o explícita de un orden único, el problema organizativo ha sido enfocado de muy diversas maneras por las corrientes arquitectónicas, desde el orden orgánico de Wright hasta el orden absoluto del funcionalismo. Louis Kahn (1960) definió poéticamente el diseño como “hacer forma en el orden” sin lograr definir este más que por sus efectos: “fuerza creativa”, “integralidad”, etc. Sin embargo logra decir muy acertadamente: “EL ORDEN ES INTANGIBLE Es un nivel de la conciencia creativa que siempre alcanza un nivel superior. A mayor orden mayor diversidad en el diseño”. Se recurre nuevamente al expediente de analizar primero las manifestaciones de la organización arquitectónica para aclarar los términos de su definición. Así, se encuentran tres aspectos muy importantes que son propiamente organizativos en una totalidad arquitectónica cualquiera y ellos son: a- La disposición de las comunicaciones entre espacios distintos: organización de las intercomunicaciones. b- La disposición de los espacios reservados para flujos circulatorios horizontales y verticales: organización del movimiento. c- La disposición de las aperturas que relacionan los espacios con su exterior: organización de las direcciones visuales. En un espacio cualquiera, la necesidad de relacionarse con otros se expresa en el uso de medios tales como puertas, vanos, umbrales, etc. A su vez, la llegada y la salida de ese espacio se integran a un sistema “extremo” de movilizaciones mientras que su dirección visual está dada por la ubicación de una ventana, de una apertura similar. Un cubo absolutamente cerrado no podría considerarse una totalidad arquitectónica por la carencia de estos requisitos. Un cubo perforado para hacerlo penetrable, comunicable y adecuado requiere de todos ellos. Es de recalcar que en la organización arquitectónica los valores constantes no derivan de la ocupación temporal o permanente del espacio sino por el contrario de su comunicabilidad interna y externa. El problema organizativo se podría formular entonces en términos de cómo “intercomunicar adecuadamente” las diferentes divisiones del espacio habitable y la misma totalidad resultante. La organización arquitectónica es un factor de movimiento y de direcciones que si bien pueden estar basadas en principios muy diversos, se han de expresar en medios bastante convencionales: corredores y halles, escaleras, rampas, ascensores, puertas, ventanas y vanos. Estos e han de considerar entonces los “signos organizativos” de un proyecto arquitectónico. Frente a la poética definición de Kahn, esta apreciación es desoladoramente aterrizada.

15- ESQUEMATIZACIÓN FORMAL. En el espacio arquitectónico la noción de forma es muy especial. Su tridimensionalidad, por una parte y la razón de ser de los componentes materiales (muros, pisos, cubiertas, etc.) definen un sentido arquitectónico presente en todas las edificaciones del planeta. Por otra parte, la sucesiva racionalización de aproximaciones al espacio arquitectónico ha configurado un sistema formal apoyado casi exclusivamente en la geometría. Por ello es preciso decir que en la situación más común de aplicación del diseño arquitectónico, la esquematización formal es primordialmente geométrica. Pero la geometría tal y como se la conoce en el mundo euclidiano convencional es un asunto especializado, guiado por leyes específicas y exigente de un conocimiento más o menos preciso para ser aplicado. No es posible pensar que todos los ciudadanos del mundo dominan la geometría, aun cuando estén familiarizados con el uso de líneas rectas, de figuras regulares, y de sistemas de relación. La noción de forma de quien no domina la geometría no es geométrica, al menos en el sentido matemático del término. Piaget (1967) en sus estudios sobre la noción del espacio en el niño habla de un estadio pregeométrico que denomina “topológico” en un sentido muy amplio y diferente del sentido matemático de la palabra (estudio de las propiedades de los espacios no euclidianos). La noción topológica de la forma según Piaget, es resultante de la experiencia perceptual y sensorio motriz del niño. Es la noción básica que permite establecer un contacto formal con el mundo físico y diferenciar algunas relaciones entre sus componentes. Según Piaget e Inhelder (1967) las relaciones espaciales más elementales son las de: proximidad, separación, orden o sucesión, cerramiento o entorno y continuidad. Estas nociones son básicamente las mismas que se señalan como las esenciales en el espacio matemático de los espacios topológicos. En la noción primaria de la forma, estas relaciones se estructuran informalmente, es decir, no se rigen por normas precisas. De ahí que, por ejemplo, la expresión gráfica de los niños sea tan variada y que las relaciones entre los componentes de, por ejemplo, una figura humana, sea tan distinta y aparentemente arbitraria. Las estructuras que regulan esas figuraciones no son codificables en postulados definidos sino en sistemas de posibilidades múltiples. La expresión del mundo real en los dibujos infantiles es sin embargo bastante fiel y muchas veces rica en detalles y en significados.

En efecto, creemos poder definir ahora una geometría como una síntesis entre un conjunto de relaciones intrafigurales y un conjunto de relaciones interfigurales, o si se prefiere, como una síntesis entre figuras y espacios, enten-diendo estos últimos en sentido matemático. Grieze, Jean-Blaize, 1971. Si tratamos de separar aquellas habilidades que son propias del arquitecto, encontrare-mos que ellas tienen que ver con la habilidad espacial y en particular con su capacidad para visualizar o de otra manera para generar las formas tridimensionales de edificaciones, espacios interiores y los espacios alrededor de las edificaciones. Me parece que, después de estudio detallado, los arquitectos generalmente han usado cuatro formas diversas de generar forma tridimensional que yo he descrito como pragmática, icónica, analógica y canónica, en orden cronológico de aplicación. Broadbent, Geoffrey, 1973. Puertas, cuadros, ventanas, libros, fotogra-fías, la mayoría de los objetos de nuestra cultura son rectangulares. Hemos llegado a un punto en el cual asumimos que una fotografía es una réplica exacta de la realidad y que vemos rectangularmente. No hay duda de que el uso rectangular de los materiales tiene ventajas económicas: permite cortes estandarizados, las estructuraciones apropiadas y un mínimo de pérdidas. La forma claramente tiene sus premisas deducidas de la Economía, y con ese origen no-estético está conformando nuestra cultura y nuestra percepción. Las excepciones son pocas, costosas, orientadas hacia la moda, y por lo tanto de vida corta como por ejemplo la estética aerodinámica y los diseños producidos para el “status” social. El rectángulo adquirió la cualidad de ineludible, las soluciones que siguen su forma son consideradas limpias, elegantes, y hasta cierto punto, absolutas. Estamos educados a aceptarlas como un hecho dado, sin dudas ni cuestionamientos. Nadie pregunta por qué las puertas son rectangulares. Personalmente, logré liberarme de este acondicionamiento a la edad de 10 años, cuando, intuitivamente, llegué a la conclusión de que el universo no es un cubo, conclusión más tarde confirmada por varios científicos. Desde entonces estuve investigando la posibilidad de una alternativa razonable, si no para el universo, al menos para una forma culturalmente unificadora que fuera menos totalitaria. Mi búsqueda parece indicar que la forma del futuro es el algodón de azúcar. Hasta cierto punto una forma uniforme, es adaptable a cualquier situación sin distorsiones de su propia naturaleza o de la situación. Estéticamente retorna las formalizaciones tecnológicas a la formalidad de la Naturaleza. Restituye la ecología del equilibrio visual, rota hace ya milenios. El algodón de azúcar nos ayuda en nuestros procesos de conceptualización fragmentaristas. La geometría ya no podrá seguir funcionando como lo ha hecho hasta el presente, enajenada de los materia-les, descorporizada. La teoría volverá nuevamente a integrarse con la práctica. Pensadores y artesanos se reunirán en una sola persona, en un individuo totalmente creador. Y, aunque nunca será probado científicamente, es muy posible que, dimensión más, dimensión menos, el algodón de azúcar sea la forma que tiene el universo. Camnitzer, Luis, 1977.

La “geometría natural” de Piaget sumada al aprendizaje obligatorio de la geometría euclidiana en los sistemas educativos comunes en Occidente conduce a la formación de una noción geométrica común, que se ha de asociar a la noción existencial del espacio. Con ello se construye la “imagen del mundo” que, sin embargo, está constantemente apoyada por la noción tipológica de la forma. Es más, la noción formal común y corriente está conformada por sistemas geométricos primarios enmarcados por una noción topológica de las totalidades formales. Para llegar a la noción geométrica profunda se requiere el internarse en procesos de abstracción reflexiva y de conocimiento profundo de las leyes lógicas de la geometría (o de las “geometrías”, en el sentido actual del término). Si en la noción topológica de la forma la variedad de elementos preceptúales es muy amplia, en la noción geométrica esta variedad es reducida: triángulos, cuadriláteros y círculos constituyen la base primordial del contenido figural bidimensional y tridimensional. Proyecciones, secciones, coordinaciones, rotaciones, desarrollos, similaridades, proporciones y sistemas de referencia amplían ese contenido dentro de principios de exactitud que convierten a la geometría euclidiana en una noción bastante más limitada que la topológica y sin embargo inagotable en sus posibilidades. En la arquitectura moderna las nociones de forma han sido tan variadas como es dado imaginar. La importancia de la geometría en la génesis de la nueva imagen visual de la arquitectura es innegable. Puede incluso hablarse de un descubrimiento de las formas geométricas puras con el correspondiente halago y regocijo. La obra inicial de la Bauhaus y el predicado neoplástico constituyen tal vez la máxima apología de la forma geométrica. Sin embargo, las formas libres de muchos arquitectos: Wright, Mendelsohnn, Gaudí, Scharoun, etc., revelan una aproximación principalmente topológica a la totalidad arquitectónica, aun cuando en las partes se empleen recursos geométricos. El lenguaje profesional usa entonces tanto una como otra noción, pero la geometría euclidiana predomina e impone sus principios en el proceso arquitectónico. Se ha discutido interminable número de veces si es más creativa la libertad que se asocia a la variedad formal de muchos arquitectos de los ya mencionados como “topológicos” en contra de arquitectos “rígidos” como Mies y la escuela internacional. Es evidente que el problema de la creatividad no radica en la noción misma de la forma, sino en la acertada aproximación y solución a un problema con los medios disponibles o posibles para ello. Por lo mismo, un arquitecto como Louis Kahn puede ser tan creativo con su manejo de la geometría, como Hans Scharoun con sus formas asistemáticas y topológicas. La geometría como “signo formal” es entonces el medio habitual del trabajo proyectivo. Casi todos los códigos proyectivos convencionales traducen a términos geométricos los componentes materiales del espacio arquitectónico y muchas de las nociones organizativas de uso. Los “ejes” por ejemplo, son representaciones geométricas de direcciones o sistemas de referencia, lo mismo las mallas modulares y los modelos tridimensionales. Un plano arquitectónico es en última instancia una geometrización de la realidad arquitectónica, apta para ser traducida en acciones materiales concretas. Los “gestos” arquitectónicos son por el contrario los signos formales de nociones libres de la configuración del espacio arquitectónico. Bosquejos como los de Gaudí, Aalto, Mendelsohnn y Scharoun son ejemplos muy notables de esa aproximación topológica ya mencionada, que luego ha de ser traducida a alguna posibilidad constructiva, mediante un grado cualquiera de geometrización.

Las investigaciones de Piaget e Inheider permiten afirmar que el espacio perceptivo va de la elaboración de relaciones de naturaleza topológica a la preparación de relaciones de naturaleza proyectiva y métrica y demás, lo cual es de mucha mayor importancia para nosotros, que el espacio representativo pasa algunos años más tarde por las mismas fases. Grieze, Jean-Blaize, 1971. 1- La relación espacial más elemental que puede ser captada por percepción parece ser la de “proximidad”, que corresponde al tipo más simple de estructuración perceptual, esto es, la cercanía de elementos pertenecientes al mismo campo perceptual. 2- Una segunda relación espacial elemental es la de “separación”. Dos elementos vecinos pueden ser parcialmente mezclados y confundidos. Introducir entre ellos la relación de separación tiene el efecto de disociarlos o, al menos, de proveer los medios para disociarlos. 3- Una tercera relación esencial se establece cuando dos elementos vecinos aunque separados se disponen uno antes que el otro. Esta es la relación de “orden” (o “sucesión” espacial). Sin duda esta relación aparece muy temprano en la vida del niño, no sólo cuando la mirada del niño o su tacto pasan sobre una serie de elementos dispuestos en algún orden fijo (tal como los barrotes de su cuna), sino también cuando una serie de movimientos habituales se guía por la percepción de acuerdo a puntos de referencia organizados. 4- Una cuarta relación espacial presente en la percepción elemental es la de “envolvimiento” (o “delimitación”). En una serie organizada A B C, el elemento B se percibe como si estuviera “entre” A y C los cuales forman un envolvimiento a lo largo de una dimensión. En una superficie, un elemento puede percibirse como rodeado por otros; tal como la nariz se enmarca por el resto de la cara. En el espacio tridimensional el envolvimiento toma la forma de “interioridad”, como en el caso de un objeto dentro de una caja cerrada. 5- Por último, es obvio que en el caso de líneas y superficies hay desde el comienzo una relación de “continuidad”. Pero es cuestión de saber en qué sentido exacto el total del campo perceptual constituye un campo esencial contínuo. Hablando en términos generales, es también cierto que las relaciones preceptúales básicas analizadas por la teoría Gestalt bajo los encabezamientos de proximidad, segregación de elementos, regularidad ordenada, etc., corresponden a estas relaciones espaciales igualmente elementales y ellas no son otras que aquellas relaciones que los geómetras nos dicen que son de carácter primitivo y que forman esa parte de la geometría llamada “Topología”, ajena a las nociones de formas rígidas, distancias y ángulos, o a las relaciones de medición y proyectivas. Piaget e Inhelder, 1967. En cuanto a l a topología, puede definirse como aquella rama de la matemática que se ocupa exclusivamente de la continuidad… Y qué se ha hecho de la geometría? La geometría como tal, ha desaparecido. O se estudia como una parte del álgebra (geometría algebraica) o como una parte del análisis (geometría diferencial), pero como disciplina autónoma, la geometría, la gloriosa diosa de Platón, ha muerto. Salvat. 1973.

En la noción topológ ica de la forma los componentes tienen una mayor importancia que la totalidad. Por ello, el valor de los componentes prima sobre la totalidad, la cual puede llegar a ser aleatoria. La percepción influye mucho en el carácter fraccionario de la noción topológica de la forma, a tal grado que puede ser en última instancia el medio estructurador de las totalidades. El paso siguiente a la noción topológica del espacio es, según los autores citados previamente, el desarrollo de la noción de espacio proyectivo o geométrico. Este comienza cuando: “el objeto o figura ya no se ve en aislamiento sino que comienza a ser considerado en relación con un „punto de vista‟”. Se crean entonces sistemas de relación entre figuras u objetos y se establece una referencia primaria que permite identificar esas relaciones recurrentes. La noción de línea recta es un punto importante entre la noción topológica y la noción geométrica del espacio. Según Piaget e Inhelder (1967): … “el concepto de la línea recta resulta de los primeros intentos del niño para relacionar espacialmente objetos en un sistema de puntos de vista proyectivos o coordinados. Estrictamente hablando, la idea topológica de „una línea‟ no incluye en absoluto la „línea recta‟. Para transformar una línea común, (la única clase de línea reconocida por la topología) se requiere la introducción, ya sea de un sistema de puntos de vista, tales como los elementos de una línea escondidos entre sí para formar una perspectiva, o como un sistema de desplazamientos, distancias y medidas. El dibujar o imaginar una línea recta presupone entonces un espacio proyectivo euclidiano tal que en la práctica real dicha noción está lejos de ser elemental, cualesquiera que sean las opiniones expresadas en los textos de geometría”.

16- LA CONSTRUCCIÓN ARQUITECTÓNICA El carácter físico de la respuesta arquitectónica requiere de la utilización de elementos materiales para su configuración final. El comportamiento de esos elementos se traduce en modos, técnicas y sistemas constructivos que abarcan desde el uso elemental de materiales primarios: piedra, madera, arcilla y fibras, hasta la producción industrializada del espacio, con el empleo de grandes maquinarias. Es muy interesante observar como el modo constructivo de un material o de un conjunto de ellos genera una expresión arquitectónica particular en cualquier contexto. Las grandes líneas y superficies de la mampostería de piedra, adobe y ladrillo, por ejemplo, poseen un carácter muy especial no solo desde el punto de vista técnico sino desde el punto de vista estético. Las estructuras a base de columnas y vigas o dinteles, desde los templos del valle del Nilo hasta la fábrica Olivetti de Louis Kahn, poseen a su vez una expresión arquitectónica especial. Este último intentó definir el comportamiento de los materiales en términos de su forma adecuada: “un ladrillo quiere ser un arco”; “el concreto es generoso, el ladrillo es tacaño”, etc. Wright habla mucho antes, intentando definir el carácter constructivo de su arquitectura mediante una relación “orgánica” con la naturaleza de los materiales, a base de sus interpretaciones personales. Se tiene entonces un conjunto de códigos “prototécnicos” que se refieren al sentido constructivo derivado de la condición misma de los materiales empleados, desde la piedra hasta los materiales plásticos. Este conjunto es netamente conceptual y fuertemente influido por cuestiones de índole ambiental y cultural. Así, la relación existente entre un material y su entorno se traduce en una “lógica” constructiva particular: el ladrillo en las ciudades caldeas, la piedra en Egipto, Mesoamérica y

Suramérica, el adobe en África, las fibras vegetales en el Pacífico, etc. La arquitectura popular conserva todavía mucho de este conocimiento a nivel irreflexivo pero apto para su contexto específico. Los códigos prototécnicos son nociones básicas del uso y de la asociación de materiales, que son opacadas hoy en día por las consideraciones técnicas propias del “racionalismo constructivo”. Del empirismo inicial, este racionalismo ha extractado a lo largo de los siglos,los sistemas constructivos comunes hoy en día en todo el mundo: la mampostería, el concreto, las estructuras metálicas, los innumerables tipos de cubiertas, pisos y acabados, etc. Los sistemas constructivos más frecuentes en un contexto forman tipologías, o sea respuestas previamente establecidas que se aplican en forma semejante a lo largo del tiempo. Este catálogo es rígido en comparación con la enorme flexibilidad de la noción prototécnica pero al mismo tiempo es el origen de una gran economía de trabajo en las decisiones respectivas. Los sistemas constructivos avanzados, la tecnología arquitectónica contemporánea, es ya un evento mucho más complejo y difícil de manejar. Por una parte conduce el proceso arquitectónico a los límites mismos de la producción en serie de totalidades espaciales (v. gr. sistemas de prefabricación integral) con lo cual anula la participación de los diseñadores y usuarios en la estructuración del espacio habitable y la asigna a la “lógica de la máquina”. Por otra, esa misma tecnología puede llevar la facilidad constructiva a límites nunca antes imaginados y puede permitir la participación de usuarios y diseñadores en nuevas concepciones espaciales (v. gr. arquitectura móvil, “plug-in cities”, etc.). Este nivel tecnológico llega a poseer entonces códigos absolutizantes y excluyentes, y códigos de múltiple interacción, según el espíritu en el cual se utilice.

“Así pues, el arquitecto se ve obligado continuamente a ser algo distinto, para construir. Ha de convertirse en sociólogo, político, psicólogo, antropólogo, semiótico… Y la situación no cambia si lo hace trabajando en equipo, es decir, haciendo trabajar con él a sociólogos, antropólogos, políticos, semióticos (de una manera más adecuada). Obligado a descubrir formas que constituyan sistemas de exigencias sobre los cuales no tiene poder; obligado a articular un lenguaje, la arquitectura, que siempre ha de decir algo distinto de sí mismo (lo que no sucede en la lengua verbal, que a nivel estético puede hablar de sus propias formas; ni en la pintura que como pintura abstracta puede pintar sus propias leyes; y menos aún en la música que solamente organiza relaciones sintácticas internas de su propio sistema), el arquitecto está condenado por la misma naturaleza de su trabajo, a ser con toda seguridad la única y última figura humanística de la sociedad contemporánea; obligado a pensar la totalidad precisamente en la medida en que es un técnico sectorial, especializado, dedicado a operaciones específicas y no a hacer declaraciones metafísicas”. Eco, Umberto, 1975.

El raciocinio constructivo constituye hoy en día una de las partes más exactas del lenguaje arquitectónico, en franco contraste con las restantes. Por lo mismo, es el refugio de quienes pretenden dotar ese lenguaje de una gramática absoluta y de un significado único. Sin embargo, en el empleo del lenguaje ese raciocinio solo es comprensible cuando apoya correctamente una estructuración inteligente de las totalidades arquitectónicas y, como todo otro componente del lenguaje, es partícipe más que líder en el proceso de formulación de un problema y de su resolución.