Albarracin 1996 Tiwanaku Segment Aria Akapana

Juan Albarracin-Jordan; ³Tiwanaku: Arqueología Regional Segmentaria´, Editores Plural, 1996, p. 383, La Paz ± Bolivia.

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Juan Albarracin-Jordan; ³Tiwanaku: Arqueología Regional Segmentaria´, Editores Plural, 1996, p. 383, La Paz ± Bolivia.

y

Dinámica

r  ³Los famosos monumentos megalíticos de Tiwanaku han dado motivo a numerosas interpretaciones, siendo las contingencias de la sociedad colonial y la republicana las que crearon un espectro de ideas primarias acerca de ellos. Se debe considerar hoy que el avance de la ciencia arqueológica, por su base empírica y su metodología, necesita desplazar a las especulaciones subjetivas existentes. La evaluación de la historia del pensamiento acerca de Tiwanaku, no obstante, muestra que existe una amplia gama de ideas, las cuales se enmarcan dentro de diferentes paradigmas. En un extremo se encuentran las creaciones imaginarias, los caprichos fantasiosos y el misticismo; en esta literatura sólo se muestran interpretaciones de efigies y de formas atribuidas a seres extraterrestres o criaturas fantasmales que habrían edificado secretamente los recintos de Tiwanaku. En esta corriente se esconden prejuicios sociales profundos del aventurerismo ideológico que niega la historia de las sociedades nativas y hasta la misma condición cultural, intrínseca a su entorno social. Desde otra óptica, también existe una corriente indigenista que busca explicar el pasado prehispánico con analogías de una sociedad ideal, llena de virtudes, de insuperable eticidad y de moral universal. Utilizando la historia oral y la memoria colectiva se pretende superar los obstáculos del sincretismo cultural y ponderar su carácter social prehispánico. Sobre esta base metodológica se intenta mistificar el pasado y caracterizarlo como un ciclo de leyendas proyectadas hasta nuestro tiempo. La arqueología es vista por esta corriente como una extraña creación del pensamiento occidental, siendo desestimada como medio de investigación eficaz para autenticar la noción de la "historia" de los ancestros.´ (ix). ³La arqueología, frente a estas formas, tiene funciones científicas y trabaja para identificar la trayectoria de las sociedades a través de los restos materiales que la cultura produce. Esta base empírica (registro arqueológico) y su interpretación se encuentran unidas por la estructura metodológica de la investigación. Son los procedimientos de estudio los que generan nuevas perspectivas en la inferencia de las relaciones que existen entre los restos arqueológicos y la explicación del fenómeno social que los contiene. La arqueología, en tal sentido, opera con un cuerpo de técnicas y herramientas metodológicas que, de acuerdo al enfoque del estudio, le permite extraer información, de los restos materiales, acerca de las sociedades del pretérito; si bien existen varias alternativas de explicación dentro del margen empírico, son la contrastación y el rigor de las pruebas

materiales los procedimientos que finalmente justifican la formulación de su interpretacion.´ (ix-x). ³El trabajo de prospección realizado en el Valle Bajo de Tiwanaku, aquí presentado, fue inicialmente concebido como un estudio del área circundante al antiguo centro prehispánico. Mediante esta investigación se buscaba comprender la amplitud de la red de asentamientos que Tiwanaku estableció en la región así como sus dimensiones productivas. Los trabajos en Pampa Koani (Kolata 1986), ubicada a 12 kilómetros de este valle, muestran un cuadro impresionante de antiguos campos de cultivo que esta cultura habría utilizado para la producción agrícola y el sustento de su extensa población. Si bien esta región cercana al valle presenta estas notables características, no se conocía la naturaleza de esta base agraria construida en la región. El enfoque original de la investigación fue transformándose con el avance del trabajo; primero, debido a la cantidad de sitios arqueológicos que, cronológicamente, trascienden al desarrollo de la hegemonía Tiwanaku, y, segundo, debido a que existe un número considerable de sitios de data posterior a la fragmentación de esta hegemonía. Esta diversidad de asentamientos humanos descubiertos en el valle no podía quedar al margen del objetivo principal de este estudio. Por un lado, los antecedentes arqueológicos del Periodo Formativo forman una base inferencial fundamental para comprender los procesos de transformación y continuidad que caracterizaron el surgimiento de entes sociopolíticos más extensos. Por otro, los procesos de fragmentación del sistema organizativo de Tiwanaku no pueden entenderse, cabalmente, sin una comparación de los elementos que caracterizan a las manifestaciones culturales posteriores. Es dentro de esta perspectiva arqueológica más amplia en la que resaltan las diversas etapas de su desarrollo. La periodificación que se utiliza aquí, para precisar estas etapas, surge como resultado de las recientes investigaciones que se han realizado en la región y en zonas aledañas, haciéndose una reevaluación y un replanteamiento de las categorías que tradicionalmente se han empleado en los esquemas cronológicos. Históricamente, los aportes que se han hecho en la formulación de secuencias de desarrollo para Tiwanaku han tenido un significado dentro de determinado momento del avance investigatorio. En la actualidad, este avance continúa por nuevos caminos, siendo que los trabajos sistemáticos no cesan, ni cesarán, en su constante aporte al mejor entendimiento de los cambios sociales que acontecieron en el pasado prehispánico. Estas consideraciones son importantes debido a que no se puede afirmar que el estado actual del conocimiento acerca del orden temporal y sus manifestaciones materiales específicas en la región sea óptimo. Por el contrario, existen varios aspectos de la secuencia cultural que no han sido resueltos. En este sentido, el cuadro evolutivo de los asentamientos en el valle se manifiesta en varias tendencias y en trayectorias generales.´ (x).

³Son las dimensiones históricas del pensamiento producido acerca de Tiwanaku las que se describen y analizan en el segundo capítulo de este trabajo. Desde los primeros años del siglo XVI, se esbozaba una visión hiperbólica acerca de un "nuevo mundo" como estímulo para abandonar el orbe conocido y familiar del "viejo continente". Ella se formó con las especulaciones de unos cuantos aventureros que descubrieron en América una constelación de horizontes imaginativos. En América del sur, el descubrimiento y la conquista de las etnias aborígenes contribuyeron a dar forma a la opulencia de las primeras "fábulas" que Pizarro y Almagro habían escuchado desde comienzos de la década de los1520s (Salas et a1.1987). En las numerosas expediciones realizadas después por los cuatro confines del Tawantinsuyu, surgieron los personajes letrados que acompañaban la marcha fatídica de los conquistadores.´ (x-xi). ³Fue en 1549 que Pedro de Cieza de León recorre Tiwanaku y efectúa las primeras descripciones del sitio, recogiendo, asimismo, los mitos existentes acerca del origen de los pobladores del área, quienes atestiguan con entereza el rol primordial desempeñado por Tiwanaku en el pasado. La sociedad aymara que con Tiwanaku glorificaba su pasado, fue blanco de incesantes intentos de enajenación para despojarla de su conciencia histórica y de la solidez de sus estructuras política, económica e ideológica, tratándose así de quitarle continuidad con sus raíces culturales. No obstante de estas circunstancias, sus principios de organización, que forman parte de su ancestral filosofía acerca del mundo y la sociedad, han perdurado hasta nuestros días. Esta continuidad muestra que la formación de las distintas estructuras sociales andinas a través del tiempo y del espacio se ha fundamentado en estrategias recurrentes. Es por ello que la etnohistoria y la etnografía constituyen fuentes primordiales del conocimiento de estos principios organizativos y de algunas de sus estructuras que han sido registradas en documentos. En los capítulos tres y cuatro se proyecta un cuadro histórico del movimiento de la sociedad andina durante la colonización española, mostrando un panorama de los principios de organización que rigieron, y actualmente todavía tienen vigencia, en la colectividad aymara, desde sus formas más simples de agrupamiento hasta la formación de extensas y poderosas confederaciones. En este trabajo se analizan los resultados obtenidos por varios etnohistoriadores y etnógrafos. Los estudios de Xavier Albó (1972,1976a,1987a, 1987b), Joseph Bastien (197R), Roberto Choque (1990, 1992), Xavier Izko (1986, 1992), Carlos Mamani Condori (1991), Tristan Platt (1982,1987) y Silvia Rivera Cusicanqui (1984,1992), entre otros, son apropiados para este propósito. Las conclusiones obtenidas por éstos, acerca del ayllu y de la marka, por ejemplo, dan cuenta del carácter complejo de estas estructuras, tanto en sus niveles políticos, económicos e ideológicos. No se puede concebir al ayllu como una masa amorfa de familias, vinculadas exclusivamente por lazos consanguíneos y carentes de autoridades formales. Esta caracterización, sin las consideraciones oportunas, ha primado

negativamente en algunos estudios arqueológicos que no han profundizado en su análisis. Es más, el ayllu ha sido proyectado, tal cual, hacia el pasado prehispánico, sin ninguna evaluación de los elementos que condicionaron otro tipo de necesidades que, durante la época colonial española y el periodo republicano, determinaron la formación de estructuras jerárquicas diferentes a las de tiempos precolombinos. Respecto a la cuestión del ayllu, en el capítulo cuatro se analiza la estructuración jerárquica política del mismo, visto desde la dinámica segmentaria que caracteriza a la fisión y a la fusión de segmentos sociales. Desde esta perspectiva también se analiza la naturaleza de los nucleamientos poblacionales, o markas, constituidos éstos por determinados niveles del ayllu. Los primeros cuatro capítulos, entonces, forman la primera parte de esta obra y constituyen un marco de referencia, estableciéndose así los parámetros de interpretación que encierran la temática de los posteriores capítulos.´ (xi). ³En la segunda parte se desarrolla, en forma específica, los aspectos vinculados al registro arqueológico de la región. Cada capitulo está organizado, primero, de acuerdo a los restos arqueológicos que hacen posible el diagnóstico de una determinada fase de desarrollo, y, segundo, conforme al patrón de asentamiento de cada fase. Sobre esta base se formula una interpretación propia del sistema de asentamiento para desarrollar un cuadro explicativo de la trayectoria evolutiva seguida por la sociedad prehispánica en el Valle Bajo de Tiwanaku.´ (xi-xii). ³Con este trabajo se dan sólidos fundamentos para la contextualización de la interpretación arqueológica andina. La tendencia a aceptar marcos referenciales teóricos ajenos al área ha sido un obstáculo opuesto al avance del conocimiento de Tiwanaku en la explicación de su genuina formación social, de su variabilidad y su complejidad, aspectos éstos que fueron los que caracterizaron definitivamente a Tiwanaku en tiempos precolombinos. Con este estudio se sientan, así, las bases de una perspectiva multidisciplinaria, que reúne a la etnohistoria, etnografía y arqueología de la región para dar explicación a los procesos experimentados por la sociedad en el pasado y el presente. La analogía, como fuente comparativa, y no así como un exclusivo marco ilustrativo, ofrece un amplio espectro de posibilidades que permite contrastar determinados aspectos históricos de la sociedad (Stahl 1993). Es así que una consideración detenida de los ayllus sirve como punto de partida indispensable en la evaluación de continuidad y cambio. Es evidente que los documentos etnohistóricos, tanto administrativos como censales y de orden narrativo (crónicas), reflejan intereses de la época. En ellos, sin embargo, se descubren datos de mucho significado acerca del orden social y de los principios de organización que caracterizaban a la sociedad andina. Es desde la perspectiva histórica documental, precisamente, de la cual surgen las bases cognitivas acerca de los elementos de continuidad y cambio.

En esta obra, no se proyectan categorías del presente hacia el pasado prehispánico, sino que se presentan alternativas de explicación sobre una base teórica derivada del análisis histórico antropológico. Este marco de referencia, no es, por lo tanto una derivación del "enfoque histórico directo". Si bien varios principios de organización constituyeron, y aún constituyen, estrategias recurrentes en la sociedad andina del último medio milenio, éstos no han generado, necesariamente, manifestaciones socioestructurales idénticas. El registro arqueológico del Valle Bajo de Tiwanaku da cuenta de importantes transformaciones en los niveles de integración política, económica e ideológica en la región. Este, no obstante, también refleja la variabilidad sincrónica que existió en los distintos niveles de integración, infiriéndose de esta diversidad una significativa autonomía local, similar al segmentarismo observado en los ejemplos etnohistóricos y etnográficos. Los argumentos que aquí se presentan para sustentar un modelo de organización social segmentaria, en épocas prehispánicas, también surgen de la contrastación que se efectúa de propuestas anteriores y cómo éstas se ajustan a la naturaleza del registro arqueológico; criterios de homogeneidad y heterogeneidad en los restos materiales son importantes elementos para esta contrastación. Con la presente obra se buscan abrir alternativas de explicación y no así agotarlas.´ (xii). r  ³Si bien la manera como investigamos y descubrimos nuestra larga historia ha cambiado sustancialmente durante la última década, siguen existiendo una serie de postulados e interpretaciones erróneas de nuestra historia que nos llevan a construir imágenes falsas de nosotros mismos. El primer gran error, bastante difundido aunque no lo queramos, es el suponer que la situación de extrema pobreza de este inmenso territorio que el día de hoy llamamos altiplano del Titicaca, se debe tanto a sus características climáticas como a las condiciones "naturales" de sus indígenas. A pesar que en esta gigantesca altiplanicie caracterizada por su altitud se encuentran los límites superiores de vida animal y vegetal, tanto la información arqueológica como etnohistórica nos indican que fue un territorio muy rico; incluso más rico de lo que es el día de hoy. En cuanto a la información etnohistórica, son varios los cronistas del siglo XVI que se refieren al altiplano como el lugar más importante del Nuevo Mundo, por la cantidad de población que ahí habitaba, por la densidad de animales que existía y por su alta productividad. Por ejemplo, documentos del siglo XVII nos hablan de unidades domésticas con 100,000 cabezas de ganado, algo inimaginable el día de hoy. Por otro lado, las fantásticas iglesias coloniales salpicadas en el entorno del lago son evidencias concretas de riqueza, ya que su construcción fue financiada con los excedentes generados de las labores agrícolas, pastoriles y mineras. Por último, para no cansar al lector, cuando los

europeos se dividen el territorio conquistado asignan el reino Lupaqa (entre Puno ciudad y el río Desaguadero) a la Corona. Gracias a la información etnohistórica sabemos, pues, que a la llegada del invasor europeo, el altiplano del Titicaca no tenía la pobreza que vemos el día de hoy. La segunda línea de evidencia la tomamos de la información arqueológica. Tanto el altiplano norte del Titicaca como altiplano boliviano y los entornos del lago Titicaca fueron testigos de un largo y dinámico proceso histórico precolonial. Las sociedades que ahí habitaron aprendieron a dominar y transformar el medio ambiente natural, y progresivamente fueron transformándose, de sociedades aldeanas recolectoras de plantas y animales a sociedades productoras a través de la transformación coherente de sus recursos. En los entornos del lago Titicaca surgieron sociedades complejas de manera independiente y autónoma de las sociedades de los Andes Centrales y de los Meridionales. El altiplano fue cuna de civilización, y centro de domesticación y difusión de plantas y animales.´ (xiii). ³El ejemplo más importante de esta aseveración es precisamente Tiwanaku, el tema central de este libro, que representa el nivel más alto de desarrollo de los Andes Centro- Sur en su conjunto, área cultural que se extiende desde el paso de La Raya y Sihuas, por el norte, hasta la Quebrada de Humahuaca y el sur de Antofagasta por el Sur, incluyendo parte de los hoy en día países del Perú, Bolivia, Chile y Argentina.´ (xiii-xiv). ³En la medida en que Tiwanaku fue sin lugar a dudas la sociedad más avanzada, que podría traducirse en algo así como la sociedad "más exitosa" de esta parte de los Andes, los arqueólogos que trabajamos en los Andes CentroSur vemos en ella una suerte de modelo de la manera más coherente y eficaz para manejar de una manera "andina" tan extenso, variado y difícil territorio. Debido a ello, reconstruir sus particularidades es una obligación, no sólo para conocer el pasado, sino sobre todo para construir nuestro futuro. Se ha escrito mucho sobre Tiwanaku, desde la Colonia Es tal vez la sociedad prehispánica con mayor abundancia de bibliografía, luego de los Inkas, y sin duda es la sociedad que mayores polémicas ha traído en el mundo científico. El carácter megalítico de su ciudad capital, ubicada además en un lugar hoy en día tan deprimido; el extenso territorio sobre el cual se encuentran desparramados sus bienes culturales, a manera de sellos indelebles que enfatizan su presencia; la riqueza y variabilidad de sus manifestaciones culturales, donde sobresale el arte escultórico tan rico en contenidos simbólicos; en fin, la naturaleza monumental de, los Tiwanaku ha encendido pasiones que muchas veces ocultan la realidad de la historia. Y este es el segundo error. El libro que con entusiasmo prologo, está orientado precisamente a encarar estos y otros errores que tenemos sobre nuestra historia más profunda. La primera contribución del autor que debemos señalar, es que nos ofrece una

visión histórica del área más nuclear de los Tiwanaku: el valle donde está ubicada la ciudad capital, y del cual poco se sabía. Efectivamente, la monumentalidad del sitio de Tiwanaku, a la que ya hemos hecho referencia, como que nubló nuestra visión de su entorno inmediato. Debido a ello, muchos veían a este gran asentamiento como una especie de "meca" desde la que se regían los destinos del mundo circumlacustre, aislada del resto de la sociedad. En segundo lugar, a partir de la investigación del valle de Tiwanaku se ha podido reconstruir su historia, como un proceso de larga data que, en un momento dado, testifica la emergencia de una sociedad tan pujante y exitosa como lo fue la Tiwanaku. Si bien este proceso era conocido con anterioridad, las evidencias estudiadas provenían de otros sectores del altiplano. Ahora, gracias al trabajo de Albarracin-Jordan y colaboradores, podemos extender estos conocimientos y articular la información con aquellas que conocíamos de Tiwanaku ciudad. La nueva información recopilada y analizada por el autor, por último, le permite postular una serie de replanteamientos sobre las especificidades de los Tiwanaku, tanto en el tiempo como en el espacio. Pone en la agenda de la investigación problemas de trascendencia, como la relación hombre-ambiente, y postula hipótesis que sólo futuras investigaciones podrán resolver. Pero eso es parte del proceso de la investigación científica, la manera como tenemos de ir reconstruyendo nuestro pasado con una clara mirada hacia el futuro. Elias Mujica INSTITUTO ANDINO DE ESTUDIOS ARQUEOLOGICOS LIMA PERU´ (xiv). ¬       ³El Valle de Tiwanaku, visto en su perspectiva panorámica, ofrece un amplio paisaje, en el que se destacan tres zonas fisiográficas definidas. La primera, y la que más resalta, es la base misma del valle; ésta se extiende desde el margen del Lago Titicaca, hacia el oeste, hasta la angostura que forman el cordón montañoso del sur y la serranía del sector norte (Figuras 1.1 y 1.2). En toda su extensión, la base forma una superficie ondulada, cubierta por pastizales y sujeta a inundaciones periódicas durante la temporada lluviosa. En determinados sectores aparecen pequeñas lomadas que cortan la monotonía fisiográfica de este sector. Una segunda zona está conformada por los cuerpos montañosos que encierran al valle hacia el norte y el sur. Las formaciones rocosas en el sector sur, con sus majestuosos picos, agigantan la imagen del valle, y son las distintas coloraciones de las formaciones geológicas que conforman este cordón montañoso las que avivan el paisaje natural de la región. Las serranías del norte, por otro lado, aunque entrecortadas por numerosas quebradas, muestran un panorama más sereno. Si bien la erosión ha irrumpido en la masa original de conglomerados y arcillas que se habría depositado durante el Terciario, las serranías se presentan como una lengüeta extensa que

sirve de baja cortina a la imponente vista que presenta la Cordillera oriental hacia el norte. Una tercera zona que destaca en la región es el piedemonte. Las faldas de las montañas y las serranías le otorgan un vértice singular al valle. Es aquí donde gran parte de la agricultura se practica actualmente, merced a la riqueza de sus suelos. El piedemonte no es territorio continuo; éste se encuentra separado en abanicos Coluviales. Estas tres zonas, que Alfredo Bolsi había identificado en 1966 se limitaban a conformar el amplio cuadro del Valle de Tiwanaku sobre el altiplano boliviano, con sus diversas características fisiográficas y ecológicas. La Cuenca del Titicaca, una zona principal del altiplano, se destaca por sus recursos naturales y por la presencia de grupos humanos que la colonizaron, desarrollando estrategias singulares para la explotación de estos recursos.´ (1). ³El Valle de Tiwanaku, en este sentido, fue escenario de importantes y transcendentales trayectorias históricas de la sociedad andina, en general. Es aquí, alrededor de comienzos del siglo V, donde convergen varios denominadores culturales comunes de la cuenca, y probablemente una esfera de interacción más amplia, para consolidar un excepcional centro de poder. El surgimiento, las sucesivas transformaciones y el colapso ulterior de Tiwanaku forman parte de la historia más profunda del asentamiento humano en la región, siendo indispensable, en este orden, la caracterización de los cambios miliares en el patrón de asentamiento dentro de los contextos natural y social. No se trata de "ecologizar" la historia de la organización social, sino de presentar un cuadro de referencia respecto a la variabilidad fisiográfica y microambiental que se advierte en el Valle de Tiwanaku. Como se remarca más adelante, estas consideraciones no representan un intento de llegar a las categorías émicas, respecto a categorías ecológicas, de las culturas prehispánicas del área, sino de formalizar la organización de los atributos asignados a los distintos sitios arqueológicos que se identificaron durante la prospección. Esto significa que la evaluación del contexto natural del área de estudio sirve como marco de referencia en la ubicación de los distintos asentamientos humanos a través del tiempo.´ (1-3). ³El Valle Bajo de Tiwanaku se encuentra ubicado en el sector norte del altiplano boliviano y conforma el sector oeste del Valle de Tiwanaku. Enmarcado dentro de los puntos 170610, 280610, 144896 y 285806 en la retícula UTM (Universal Transverse Mercator, IGM SE 19-3 Serie H531), el valle bajo alcanza aproximadamente 200 km2, circunscritos por una serranía al norte, una cadena montañosa al sur y por el Lago Titicaca al oeste (Figura 1.1). La elevación fluctúa entre los 3812 metros s.n.m. (altura aproximada de la superficie lacustre) y los 4400 m (montañas del límite sur). Este espectro altitudinal influencia, en cierta medida, la distribución de distintos contextos medio-ambientales. De este a oeste, el valle alcanza los 11 km, siendo la zona más amplia la que se extiende a lo largo de la ribera lacustre, con una extensión, norte-sur, de aproximadamente 18.5 km. El valle se torna más angosto hacia el este, con un

ancho, norte-sur, de ca. 15 km. El Río Tiwanaku sigue un recorrido de este a oeste, paralelo a la serranía del norte, y desemboca en la parte sureste del Titicaca, conocido como "Lago Menor", o como "Wiñaymarka" ("pueblo desecado", en aymara). El único otro río de cierta importancia es el Chilla, el cual tiene su origen en las alturas del nudo montañoso que lleva el mismo nombre. Gran parte del año, el Río Chilla tiene un reducido caudal, convirtiéndose en tributario importante del Río Tiwanaku solamente durante la época de lluvias, entre octubre y abril.´ (3-4). Ò ¬  ¬ ³Al presente, se han efectuado varios trabajos relacionados a la geología del Valle de Tiwanaku, los mismos que enfocan, desde distintas perspectivas, el origen y desarrollo de esta cuenca (Arellano López 1973; Mogrovejo 1969; Perez Valencia 1984; Reyes Camacho 1974; Ticlla 1992). El estudio de Ticlla (1992) da cuenta de las distintas estructuras geológicas y los mecanismos de deposición y erosión que caracterizaron la evolución del valle durante el Cuaternario. El cuadro geológico del Valle Bajo de Tiwanaku, sin embargo, no puede estar completo sin una breve consideración acerca de la formación del Lago Titicaca. Debido a que el valle bajo, en parte, constituye una extensión de la llanura lacustre, la estructura y dinámica del lago tienen gran importancia en la discusión de los asentamientos prehispánicos. Aunque en esta sección se han intentado resumir las principales características geológicas del Titicaca y el Valle Bajo de Tiwanaku, no se pretende abarcar toda su naturaleza en detalle.   Ubicado entre la Cordillera Real, hacia el este, y la Cordillera Occidental, hacia el oeste, el Lago Titicaca es el cuerpo lacustre de mayor extensión en Sudamérica. A una altura promedio de 3812 m.s.n.m., el lago cubre un área de aproximadamente 8559 km2 (Boulange y Aquize Jaen 1981). Aunque en la década de los treinta, Gilson (1939) le asignó una extensión de ca. 7600 km2 la mayoría de las evaluaciones recientes ubican su extensión alrededor de la asignada por Boulange y Aquize Jaen (Montes de Oca 1989; Muñoz Reyes 1980; Wirrmann 1991). El lago se divide en dos sectores distintos (Figura 1.3): El "Lago Mayor", también denominado "Lago Mayor", y el "Lago Menor", también conocido como "Wiñaymarka". El sector superior ("Lago Mayor") cubre unos 7131 km2, con una profundidad máxima de 284 metros, mientras que el sector inferior ("Lago Menor") tiene aproximadamente 1428 km2 de extensión, con una profundidad máxima de 42 metros. El área lacustre que se encuentra cercana al valle bajo tiene una profundidad promedio de apenas cinco metros (Boulange y Aquize Jaen 1981).´ (4).

³El lago es una depresión tectónica en el Vorland oeste de la Cordillera Oriental. En el sector norte del lago predominan los sedimentos del Sinclinorio de Putina, depositados durante el Cretáceo, mientras que en el sector sur, la orilla se encuentra formada por sedimentos del grupo Puno-Corocoro. Ahlfeld y Branisa (1960) indican que esta depresión se habría formado durante el Terciario, como resultado del levantamiento de la Cordillera Oriental y el hundimiento de la zona interandina hacia el oeste. No existe evidencia de una glaciación que habría cubierto toda la cuenca, como sostenían Steinmann (1929) u Oppenheim (1945).´ (4). ³La cuenca del "Lago Menor" tiene un origen distinto a la del "Lago Mayor". La primera no es tan profunda y no tiene contornos rocosos en su alrededor (Néwell 1949). En esta cuenca, al finalizar el Terciario, se depositó gran cantidad de ripio, dando origen a la Formación Taraco. A comienzos del Pleistoceno, esta cuenca se empezó a llenar de agua y paso a conformar lo que Bowman (1916) identificó como el Lago Ballivián. Su extensión habría alcanzado los 13.000 km2. Durante este periodo, la cadena montañosa del sur del Valle Bajo de Tiwanaku era una península. El nivel del Lago Ballivián se encontraba a unos 50 metros por encima del actual nivel del Lago Titicaca, aunque quizás la diferencia haya sido de 65 metros (Bolsi 19b6). Al finalizar el, Pleistoceno, el nivel del Lago Ballivián bajó considerablemente debido a una apertura en el lado sureste, llegando a conformar, entre los 27.000 y 22.000 A.P. (antes del presente), el Lago Minchín. A finales del Pleistoceno (Tardi Glacial) se produjo otro evento lacustre, conocido como el Lago Tauca. Las terrazas fluviolacustres de estos lagos (Ballivián, Minchín y Tauca) pueden ser observados en la península de Taraco (Ticlla 1992;80, Figura 14). A comienzos del Holoceno, hace unos 10.000 A.P., el nivel del Lago Titicaca se encontraba a unos ocho metros por encima de su actual nivel. No obstante, las fluctuaciones anuales pueden haber sido significativas; Ahlfeld y Branisa (1960) indican que entre 1933 y 1943 se dio una baja de 5.3 metros en el nivel del lago, y en 1986, las aguas subieron 2.65 m, inundando varios kilómetros tierra adentro (Roche et al. 1991). Una de las mayores preocupaciones, hoy en día, es la acumulación de sedimento, especialmente en el "Lago Menor". Este fenómeno, coadyuvado por un incremento secular en el grado de evaporación están causando el paulatino encogimiento de este sector.´ (1) (5-6).  Ò    ³Las serranías del norte del valle forman un depósito extenso de ripio que tiene su origen en la Cordillera Real y que fue arrastrado al término del Terciario. Este depósito alcanza los 150 kilómetros de largo en dirección noroeste-sureste, y pese a manifestarse en varios sectores del altiplano, la Formación Taraco, en el Valle Bajo de Tiwanaku está compuesta por clastos y grava en una matríz arenosa. Los clastos son, en su mayoría, de cuarzo, cuarcita, lutita, caliza pérmica, granodiorita y riodacita (Ticlla 1992). La tectónica del sector se caracteriza por fallas y bloques fracturados con una inclinación variable, entre

los 25° y 50° (Ahlfeld y Branisa 19b0). El ripio yace sobre una arcilla roja. Una de las características sobresalientes de esta formación es la presencia de numerosas quebradas, las mismas que deben su origen a procesos de erosión.  ¬        El sector sur del valle se encuentra delimitado por un cordón montañoso que incorpora varias formaciones geológicas. Ahlfeld y Branisa (1960) identifican al grupo Corocoro con sus tres formaciones. Este grupo corresponde al grupo Puno, denominado así por Cabrera La Rosa y Petersen (1936) y Newell (1949). El grupo Corocoro está compuesto por las formaciones Areniscas Coniri, Arcillas Chacarilla y Arcillas Río Barras. Estas formaciones constituyen un anticlinal de considerable grosor. Su origen se remonta al Oligoceno y el Mioceno. La Formación Coniri está compuesta por areniscas de color rojo, café y gris, las cuales se alternan con delgados sedimentos de arcilla roja. El grosor de esta formación es mayor a los 2000 metros. La Formación Chacarilla data del Oligoceno-Mioceno y está compuesta por arcillas rojas y bancos de arenisca clara. Los sedimentos alcanzan un grosor aproximado de 4000 metros y, en general, no se encuentran bien consolidados. En la base de esta formación se encuentran depósitos de travertina. La Formación Río Barras data del Mioceno y está compuesta principalmente por arcillas amarillas y rosadas, así como por capas de travertina. Estos depósitos, tal y como acontece con la Formación Chacarilla, no se encuentran bien consolidados. El grosor de la Formación Río Barras es de unos 500 metros. Lutitas de color verde y de origen metamórfico abundan en las quebradas de este sector.´ (6). ________________________________________________________________ (1) Para mayor referencia respecto al desarrollo geológico del Titicaca, con particular énfasis en la tectónica del Cuaternario, se puede consultar el trabajo de Alain Lavenu (1981, 1991). Aspectos morfológicos, batimétricos, sedimentarios y de recursos lacustres se encuentran ampliamente documentados en el trabajo editado por Dejoux e (ltis (1991). ³En el valle bajo, el anticlinal, en su parte más sobresaliente, se encuentra claramente manifiesto en el Cerro Kala Wajrani, en las cercanías de Guaqui, así como en protruciones cercanas al Cerro Chilla. Pese a que la actividad volcánica durante el Mioceno y el Plioceno tuvo importantes repercusiones en la fisiografía de la región, especialmente en su influencia sobre el grupo Corocoro, las rocas asociadas con esta actividad no se manifiestan extensamente en el valle bajo. Por el contrario, ya casi en la base del valle se encuentran afloramientos de arenisca roja y de grano fino, las que corresponden a la denominada Formación Tiwanaku, con probable origen en el preOligoceno (Gainza y Castaños Echazú 1971). Swanson y Noble (1987) datan la Formación Tiwanaku entre 57 y 29 millones de años atrás, ubicándola, por consiguiente, en el Oligoceno. Mogrovejo (1969) indica que la Formación Tiwanaku está compuesta por dos unidades: La parte superior constituye una serie de conglomerados, en una matríz areno-arcillosa, alternados con areniscas de grano fino y de color café,

presentando depósitos de cobre; la unidad inferior es un depósito alternado de lutitas y areniscas feldespáticas de color rojo en una matriz de arcilla. ¬ Los cambios climáticos que tuvieron lugar en el sector sureste de la Cuenca del Titicaca, durante el Holoceno, aún no han sido extensamente documentados, aunque los resultados preliminares de las investigaciones en curso brindan pautas importantes (Binford y Brenner 1987; Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991; Ybert 1991). Los estudios geológicos indican que al finalizar el Pleistoceno Medio (ca. 200.000 A.P.) el episodio vinculado al Lago Ballivián habría concluido, dando origen a la primera glaciación del Pleistoceno Superior (Figura 1.4). La alternación entre las subsiguientes glaciaciones y fases lacustres terminó con la formación del actual Lago Titicaca a comienzos del Holoceno, hace aproximadamente unos 10.000 A.P. El inicio de esta glaciación produjo un descenso considerable en el nivel de las aguas. Existe evidencia que la contracción del lago habría empezado entre los 12.500 y los 10.500 A.P. (ServantVildary 1978). El trabajo de Wirrmann y Oliveira Almeida (1987) contribuye con importantes correlaciones entre datos sedimentológicos y paleontológicos, los mismos que permiten efectuar inferencias acerca de las fluctuaciones en el nivel del lago entre los 7700 y 3650 A.P. Con base en el análisis de dos testigos, obtenidos en los sectores centro y sur del "Lago Menor", los investigadores concluyen que antes de los 7700 A.P., la cuenca del lago era más profunda. Después de los 7700 A.P., hasta los 3650 A.P., hubo un gradual pero continuo declinamiento. El nivel del lago alcanzó unos 50 metros debajo de su actual nivel, entre 7700 y 7250 A.P. {Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991}. Este fenómeno es atribuido a cambios climáticos globales del Holoceno (Wirrmann y Oliveira Almeida 1987). Aunque el trabajo de Servant y Fontes (1984) no enfoca específicamente el sector sureste de la cuenca, los resultados del mismo indican que entre los 6000 y los 700 A.P, se dio un periodo de bajas temperaturas y aridez. Estudios paleoclimáticos en otras regiones de los Andes proveen datos adicionales y comparativos respecto a cambios en el pasado; no obstante, éstos deben ser tomados con cautela, debido a que las diferencias regionales pueden haber sido sustanciales (Seltzer y Hastorf 1990; Shimada et al. 1991; Thompson et al. 1979).´ (7). ³Debido a la proximidad del Lago Titicaca, el valle bajo se caracteriza por temperaturas y humedad más elevadas que en otros sectores del altiplano boliviano. En el sistema Koppen, el clima del área de estudio se encuentra tipificado como "templado con invierno seco" (Cwb). Los datos metereológicos señalan la presencia de dos temporadas bien definidas: una lluviosa (vinculada a la Zona de Convergencia Intertropical [ZCIT]), de noviembre a abril, cuando la precipitación fluctúa entre los 65 y 175 mm por mes, siendo enero el mes con

mayor lluvia, y otra seca, entre mayo y octubre, con un promedio inferior a los 35 mm por mes. El promedio de precipitación anual no varía en demasía. Los factores críticos, especialmente para el calendario agrícola, son la llegada y la distribución de las lluvias (Kent 1987).´ (8). ³El impacto de las fluctuaciones en el nivel del lago son considerables, no solamente en términos del efecto que tiene sobre el asentamiento humano en la ribera sino en términos de las modificaciones ecológicas. Las fluctuaciones en el nivel de las aguas se deben a los regímenes pluviales alrededor de la cuenca. Los ríos Keka, Batallas, Katari y Tiwanaku son los más importantes afluentes en el "Lago Menor." Pese que las lluvias son más intensas sobre el mismo espejo lacustre, éstas no constituyen factores críticos en la fluctuación del nivel del lago. Es la dinámica de evaporación la que parece jugar un rol más significativo en los cambios que se advierten en el Titicaca (Boulange y Aquize Jaen 1981; Roche et a1.1991). La temperatura anual en el valle bajo tiene una gama bastante amplia. El área a unos cuatro a cinco kilómetros de la ribera del lago mantiene temperaturas y humedad un tanto mayores a las que se dan más hacia el este, y en general, la base del valle es más propensa a las heladas que las laderas de los cerros. Las temperaturas oscilan durante la época seca entre los -14°C y los 22°C, mientras que durante la estación lluviosa éstas se ubican entre los -5°C y los 23°C. Existe poca diferencia entre las temperaturas máximas anuales; sin embargo, la diferencia en temperaturas mínimas, entre la estación lluviosa y la seca, es significativa. La época seca se caracteriza por fuertes heladas, mientras que durante la estación de lluvias, la temperatura mínima raras veces baja a menos de cero grados centígrados. Esta situación condiciona un ciclo agrícola relativamente corto. Un periodo crítico en el calendario agrícola se ubica entre marzo y abril, cuando heladas esporádicas pueden diezmar la producción. Como se indicó anteriormente, la base del valle es más propensa a las heladas, debido a que la superficie se expone directamente a los vientos y a una rápida pérdida termal nocturna. Aunque las laderas de los cerros parecen retener el calor diurno con mayor eficiencia, las temperaturas de los suelos son menores conforme a un aumento en la elevación. En tal sentido, la agricultura alcanza sus límites alrededor de los 4200 metros. En síntesis, el origen del Lago Titicaca y el Valle Bajo de Tiwanaku se remonta al Terciario, aunque ambas unidades fisiográficas fueron transformadas durante el Cuaternario. Los cambios que acontecieron durante los últimos 10.000 años son especialmente importantes para el presente estudio. Desafortunadamente, al presente, la literatura acerca de patrones paleoclimáticos en el área de estudio es bastante limitada. Tomando en cuenta que en los últimos 2000 años no se han dado cambios drásticos con relación al patrón actual (Leyden 1987; Ybert 1991), es factible delinear las características más sobresalientes de las categorías microambientales que se han podido identificar en la región.´ (9).

i ¬ ¬  ³La presencia de flora y fauna en el valle está condicionada por factores climáticos, así como por la naturaleza de los suelos, la topografía y el nivel freático, entre otros. Dentro de los límites del valle bajo, siete microambientes han sido identificados (Figura 1.5). Esta evaluación no es el resultado aislado del presente trabajo; por el contrario, representa una síntesis ampliada y más específica de anteriores trabajos en el área. Se han tomado en cuenta especialmente aquellos estudios que incluyen distribución de fauna, vegetación y tipos de suelos (Ahlfeld y Branisa 1960; Bolsi 1966; Montes de Oca 1989; Perez Valencia 1984; Ticlla 1992). La definición de estas categorías ha estado sujeta a variables altitudinales, topográficas, geológicas y de distribución de flora y fauna. Dentro de esta clasificación del entorno natural, las transformaciones hechas por el ser humano también juegan un rol importante. Un caso específico es el sector del cordón montañoso sur. Las transformaciones culturales en las pendientes de los cerros es extensa y una caracterización de este sector solamente en términos de elevación o depósitos de suelos no hace mérito a su verdadera naturaleza. Los rasgos topográficos de esta zona son, en su mayoría, artificiales, y, como tales, han condicionado la formación de un singular microambiente.´ (9-10). ³En la descripción general efectuada por Bolsi {1966}, se indica que debido a las condiciones particulares del valle, en cuanto a relieve y clima se refiere, existe un manto vegetal continuo, el mismo que puede ser dividido en tres sectores. Un primero conformado por ciénegas y bañados de las depresiones de la llanura aluvial. Un segundo conformado por gramíneas de las "pampas," y un tercero caracterizado por vegetación de los faldeos y parte de piedemonte, compuesto por gramíneas y pequeños arbustos. En su división fisiográfica, Bolsi (1966) incluye las siguientes unidades: 1. Llanura aluvial cubierta de pastos, con suelos ricos en humus ("pampas") 2. Depresiones de la llanura, con vegas y bañados. 3. Remanentes de erosión ubicados dentro de la llanura. 4. Faldeos meridionales y septentrionales del valle, pedregosos, con suelo suelto, cubierto por pequeños arbustos. La prospección del valle bajo permitió evaluar esta clasificación, así como los criterios vertidos en los trabajos de Perez Valencia (1984). Es importante resaltar, nuevamente, que la división del Valle Bajo de Tiwanaku en zonas microambientales, relativamente discretas, sirve como marco de referencia en la catalogación y documentación de los sitios prehispánicos. Además, esta estratificación permite efectuar una evaluación de mayor significado respecto al asentamiento humano a través del tiempo y del espacio y el uso diferenciado de los distintos sectores del valle. Es también importante indicar que si bien son siete los microambientes que se han identificado, esta clasificación no es necesariamente aplicable en todo el Valle de Tiwanaku; tampoco representa una

categorización "ecológica" de las culturas prehispánicas de la región. Por consiguiente, esta división es una herramienta metodológica en el ordenamiento de los restos arqueológicos del valle, y sirve como marco comparativo en las interpretaciones que se efectúan acerca de los distintos patrones de asentamiento del área de estudio. Estas zonas microambientales ya fueron descritas anteriormente (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990); sin embargo, en el presente trabajo se han ampliado algunos criterios. ë   ¬      ¬ë Esta zona se ubica en las serranías norte del valle (Formación Taraco), entre aproximadamente 3975 y 4100 m.s.n.m. (Figura 1.6). El área se encuentra extensamente intersectada por quebradas profundas. Los suelos de la Formación Taraco contienen gran cantidad de clastos y grava y por consiguiente, no pueden ser utilizados eficientemente en la agricultura. Las pendientes son, en general, agudas, y debido a la erosión que afecta la zona, los suelos tienen poca profundidad. La vegetación es escasa y está compuesta principalmente por arbustos decíduos, como ser la Khoa (Menta pulegiur, Satureja boliviana), añahuaya (Adesmia spinossisima), y khanlla (TetragloehL'n cristatum), y pastos, entre los que se destaca el iru-ichu (Stipa pungens, Festuca ortophylla); también crecen algunos líquenes. Debido al tipo de vegetación, la fauna se limita a la presencia de roedores (Cavia cutheri, Phyllotis andeum) y algunas aves, como la perdíz (Nothoprocta cinerscens).´ (11). ³Se caracteriza por la presencia de abanicos coluviales, los mismos que se encuentran entrecortados por quebradas que nacen en la Zona del Coluvio Superior (SGZ) (Figura 1.7). Estas quebradas, sin embargo, son mucho más amplias en esta zona y se convierten en verdaderos caudales durante la época de lluvias, transportando grava, arena y greda. Los suelos en los abanicos coluviales son más profundos y fértiles, lo cual incide en la extensa agricultura que se practica en la zona. Los principales productos que se siembran son papa, trigo, oca y cebada. Aunque la vegetación natural tiene cierto parecido con la Zona del Coluvio Superior (SGZ), se aprecian algunas otras plantas, como la yawarilla (Aristida spp.), el sanu-sanu (Ephedra americanus) y la chillihua (Festuca dolichophylla). La fauna está caracterizada por pequeños roedores, así como por aves, como ser la pisaca (Tinamotis pentlandü), el leque-leque (Vanellus resplendens) y la yaca-yaca (Colaptes rupicola). Los pobladores de las comunidades indican que hasta hace pocos años todavía abundaban los zorros (Canis culpeus andinu.s); hoy en día existen pocos ejemplares.´ (13). ³Esta se ubica en la Formación Tiwanaku y la Formación Sacacani (Pérez Valencia 1984). Los suelos son profundos y contienen bastante arcilla, situación que hace que el drenaje sea deficiente. Este microambiente se caracteriza por bofedales y pajonales, los mismos que están cubiertos por pastos de distinto tamaño (Figura 1.8). Los pajonales son más frecuentes en sectores más alejados de la llanura lacustre. Los pastos incluyen el cachu-ch'iji (Muhlenhergia

fa.stigiata, Pa.spolum pygmaeum), el orko-ch'iji (Distichlis humilis), el ch'iji (Boutelova simplex) y la yáwara (Nasella spp.). En los bofadales se encuentran el sercipasto (Carex spp.), la champa (Plantago spp.), la llullucha (Nostoc), el llacho (Myriophyllum spp.), el cabal lo-wichinka (Aristida adseancionis), la cebadilla (Bromus lenatus, Bunioloides) y el ch'iara-iehu (Calamagrostis violacea). Gran cantidad de aves moran en la zona o efectúan frecuentes visitas; entre éstas se encuentran al leque-leque, la yaca-yaca, la choka (Fulica cornuta), el tiqui-tiqui (Fulica gigantea) el khullu (Attagis gayi) y algunos patos (Anas flavirostris, A, puna). Completan la fauna de esta zona algunas especies de ofidios y batracios.´ (13-14). ³Esta zona comprende ambos márgenes del Río Tiwanaku (Figura 1.9). Las inundaciones periódicas han acumulado limo-arcillas y arena en ambas riberas, aunque en forma discontínua. Los sectores geológicos más débiles han permitido que el cauce del río siga un rumbo sinuoso, habiendo alcanzado un perfil de equilibrio respecto al nivel del Lago Titicaca (Ticlla 1992:51). Es probable que en épocas prehispánicas el curso del río haya sido alterado por la mano del ser humano, tal y como lo evidencia un paleocauce que avanza en forma paralela al actual río; el desvío se origina a unos once kilómetros del Titicaca. El sector donde el Río Tiwanaku desemboca en el lago se caracteriza por una llanura extensa, denominada "jawira pampa" por los campesinos de la región. Esta zona se encuentra practicamente desprovista de vegetación. La planicie aluvial es un terreno monótono con algunos espacios cubiertos de pastos, como ser el ch'iji (Boutelova simplex) y el iru-ichu (Stipa pungen.s). En las aguas del río se puede advertir, ocasionalmente, la visita de varias especies de aves, entre ellas el allkamari (Phalcoboenus megalopterus) y las aves que habitan en microambientes aledaños. El pez más común, aunque no abundante, es el suchi (Pygidium dispar).´ (14-15). ³La extensión de esta zona es bastante variable, dependiendo de las fluctuaciones en el nivel de las aguas del lago. Las inundaciones periódicas tienen efectos desestabilizantes en el área. Los suelos son limo-arenosos y contienen porcentajes significativos de sales (Figura 1.10). Estas condiciones no permiten el crecimiento sostenido de vegetación. Algunas especies de plantas, sin embargo, adaptadas a las condiciones edáficas de la zona, le otorgan un panorama singular al área. Entre éstas se encuentra la totora (Scirpus spp.) que cubre extensos sectores cerca a la ribera del lago, pero restringida al medio acuático. Pese a la aparente escasa vegetación, la fauna es vasta; varios peces habitan en las poco profundas aguas del "Lago Menor;" entre éstos se distinguen el suchi, el mauri (Pygidium rivulatum), el ch'iara carachi (Orestias mulleri), el carachi (Ore.stias neveui), el umanto (Orestias cuvieri), el kellunchu (Orestias luteus), el khañu (Orestias albus) y el ispi (Orestias agassiaai). Todos estos peces nativos, sin embargo, se han visto en grave peligro de extinción debido a la introducción de la trucha (Salmo gairdnerü) en 1939 y la incersión del pejerrey. Las aves están representadas por la choka, el tiqui-tiqui, la wallata «y varias especies de patos.´ (15).

³Esta zona se ubica sobre la Formación Corocoro y parte de la Formación Tiwanaku de la cadena montañosa sur (Figura 1.11). La extensión de esta zona es extraordinaria, aproximadamente 24 km2, tomando en cuenta que es el resultado de las modificaciones del ser humano en las pendientes de los cerros. Los suelos son limosos y fértiles, lo cual condiciona una agricultura bastante productiva. Las terrazas, como tales, datan de tiempos prehispánicos y no son utilizadas hoy en día. La ausencia de mantenimiento de los muros de contención ha incrementado la erosión; es más, los clastos que conformaban los muros de las terrazas han sido reutilizados para el parcelamiento de las tierras. La zona de terrazas denota dos sectores: uno compuesto por terrazas de plataformas amplias (promedio de unos 50 a 60 metros de ancho), que podrían considerarse como "canchones," y uno compuesto por terrazas angostas (promedio de seis metros). El primer sector se ubica en la base misma de los cerros, sobre abanicos coluviales, mientras que el segundo sector se extiende sobre las mismas pendientes de los cerros. Hoy en día, el sector superior es utilizado casi exclusivamente para el pastoreo de ovejas. Estas antiguas plataformas agrícolas se encuentran cubiertas por arbustos, como la thola (Bar,haris mierophilla, B. draeunculifolia, Lepidophyllum quadrangulare), la khoa, la añawaya, el itapallu (Cajophora horrida), y pastos, como el ichu y el iru-ichu. La fauna esta caracterizada por pequeños roedores, el alikamari, la chuseka (Asio flamneus) y el buho (Bugo viginianu.s). Una característica importante de la zona de terrazas, en general, es la presencia de numerosas vertientes que corren a lo largo de las plataformas. Estas vertientes tienen su origen en los elevados depósitos que se forman en cavidades subterráneas de los cerros.´ (16). ³Esta zona comprende el territorio que se encuentra por encima de los 4100 metros. El área es utilizada hoy en día exclusivamente para el pastoreo de ovejas. La vegetación incluye el ichu y la thola, así como algunos tipos de líquen. Ocasionalmente, se pueden observar grupos de llamas (Lama glama) y alpacas (Lama pacos) en las cuencas intermontañosas. Existen algunos sectores con terrazas agrícolas antiguas que, al parecer, son una extensión del sector superior de la Zona de Terrazas (TZ). La presencia de campos de cultivo por encima del actual límite superior para la agricultura indica que en tiempos pasados las condiciones climáticas debieron haber sido más benignas. Un caso análogo ha sido documentado por Augusto Cardich (1985) en el Departamento de Puno, en el Perú. Cardich sostiene que el límite superior para el cultivo fluctúa debido a cambios climáticos globales. En tal sentido, la presencia de terrazas por encima del actual límite para la agricultura indica cambios climáticos significativos, especialmente de temperatura. En resumen, este panorama de los distintos microambientes del Valle Bajo de Tiwanaku muestra la diversidad de nichos ecológicos que conforman el entorno natural de la región. Es innegable que estas consideraciones otorgan un marco de referencia mucho mejor orientado en el registro, evaluación e interpretación de los patrones de asentamiento del pretérito, sin que esto signifique una proyección de las categorías que los habitantes de la región identificaban.´ (17).

³Una de las dificultades en efectuar generalizaciones acerca de la distribución de sitios prehispánicos se relaciona a la "visibilidad arqueológica" en la superficie. Muchos lugares donde se llevaron a cabo actividades humanas no guardan el registro material de dichas situaciones sociales. En otros casos, varios sitios donde se dieron actividades humanas pudieron haber sido cubiertos por sedimentación; por consiguiente, permanecen ocultos al registro arqueológico de superficie. Estas situaciones no dejan de ser un problema en proyectos de prospección, y en el presente estudio se hace fundamental la realización de un balance respecto a las zonas donde estas situaciones pueden manifestarse. Casos concretos son la Zona Lacustre (LZ), la Planicie Aluvial (AP) y la Zona Intermontañosa (IZ). Aunque no es prudente obviar la posibilidad de que estas zonas hayan sido utilizadas como sectores de asentamiento en el pasado prehispánico, la posibilidad se reduce si se toman en cuenta los riesgos que involucran estas zonas. Tomando como analogía las estrategias de las comunidades actuales, es casi imposible que se hayan construido sectores habitacionales permanentes cerca a la Zona Lacustre (LZ) o el Plano Aluvial (AP), debido al enorme e impredecible riesgo de inundación. Por otro lado, la Zona Intermontañosa constituye un sector de pobrísima productividad y de grandes desafíos a las inclemencias del temporal. En general, parece que estas zonas fueron relegadas a otro tipo de actividades que no incluían residencia permanente o inversión agrícola. En zonas donde la agricultura prehispánica ha dejado huella, son otros los factores, como ser la llegada y la distribución de las lluvias o las inesperadas heladas y granizadas, que inciden en su potencial.´ (1718). ³Por todo lo expuesto en esta sección, se ve claramente que el Valle Bajo de Tiwanaku no constituye una región ecológica homogénea; por el contrario, la variabilidad de microambientes que se ha identificado demuestra la complejidad del territorio y el espectro de sus recursos. Es precisamente la dinámica de la relación entre este entorno natural, con todo el potencial de sus recursos, y las sociedades que se desenvolvieron en él la que generó estrategias singulares en la trayectoria histórica de sus pobladores.´ (18). ¬               ! ³Toda la historia de la arqueología boliviana ha sido, dominada, sofocada por Tihuanacu, considerado como el símbolo de todas las antigüedades andinas. Semejantes a las altas cumbres de la cordillera sobre las cuales se acumulan las nubes de formas múltiples y variables, las teorías más fantásticas se amontonaron alrededor de Tihuanacu dejando el campo libre a todas las especulaciones y haciendo olvidar la necesidad imperiosa de estudiar el terreno y excavar ese antiguo suelo que todavía no nos ha revelado todos sus secretos. Las deducciones y la imaginación

reemplazaron demasiado la dura labor metódica en el terreno y en el laboratorio. Jehan Albert Vellard (1942:75) (19). ³Desde los conquista española se han redactado cuantiosas descripciones, comparaciones, análisis y estudios arqueológicos de rigor científico que han matizado la silueta de Tiwanaku con variados tonos interpretativos. Desde los desbordes subjetivos, cuyos extremos se encuentran perfilados en las fantasiosas ideas acerca de extraterrestres, hasta la erudición de trabajos arqueológicos sistemáticos que desde comienzos lo han proyectado, cada vez con mayor sustento empírico, una recorrido evolutivo que tuvieron las culturas prehispánicas, de curiosidad y encanto. La historia de los trabajos arqueológicos sistemáticos en el Valle de Tiwanaku es relativamente corta. Sus inicios, a comienzos del presente siglo, la ponen en contraste con los tres siglos que le antecedieron, los mismos que se caracterizan principalmente por su carácter descriptivo. Es tarea compleja periodificar la historia del pensamiento Tiwanaku tomando en cuenta únicamente criterios temáticos; es decir, clasificar los antecedentes de acuerdo al enfoque de los trabajos.´ (19). ³Para simplificar el complejo cuerpo de ideas que caracteriza a la interpretación del pensamiento acerca de Tiwanaku debe enfocarse desde un análisis temporal y no así desde una perspectiva temática. En la literatura que se ha escrito acerca del sitio, se advierte que los ensayos descriptivos, las narrativas de los viajeros, los mitos, las fantasías, y los estudios arqueológicos, comparten, en muchas instancias, un mismo espacio en la historia. En este trabajo, no se pretende exponer todo lo que se ha escrito acerca de Tiwanaku. El objetivo fundamental, aquí, es mostrar la sucesión y la diversidad de ideas que a través de la historia han generado determinadas posiciones interpretativas, las mismas que no escapan a su realidad social, o coyuntura histórica. Mediante la reflexión crítica de esta historia se pueden divisar más agudamente las causas y los resultados de los intereses que motivan a los diversos grupos sociales para "descubrir" la sociedad del pasado. La periodificación que se utiliza aquí se basa en determinados elementos históricos que, de uno u otro modo, separan tendencias en el pensamiento acerca de Tiwanaku. No es de extrañarse que en algunos casos estas "fases" coinciden con verdaderas etapas en la formación histórica de la nación boliviana. Aunque aparenta ser normativa la manera en la que se han aislado los distintos periodos y sus respectivas fases, la organización temporal, siguiendo criterios de desarrollo histórico, constituye una herramienta en el ordenamiento de los datos, aspecto que nos permite ver el desarrollo de las ideas acerca del pasado dentro de su contexto social. Si bien se ha argumentado que el pretérito vendría a ser un trebejo de las ideologías del presente (Shanks y Tilley 1987), y que, en ese sentido, cualquier interpretación del pasado es igualmente especulativa, y por consiguiente igualmente válida, la historia del pensamiento acerca de Tiwanaku demuestra

que el conocimiento científico, se diferencia sustancialmente de la especulación y el mito. Es así que la percepción del pasado, basada en los principios de la ciencia arqueológica, no puede confundirse con criterios desprovistos de evidencia empírica. Nadie duda que el contexto histórico en el que se desarrollan las ideas forma una singular visión ideológica del pasado; sin embargo, la ciencia, por estar inmersa en el contexto histórico, ha desarrollado normas de procedimientos específicos con singulares parámetros, principalmente metodológicos, que la distinguen de otro orden de ideas que la sociedad también crea. La fase temprana del Periodo Colonial en el valle, desde ca.1550 hasta aproximadamente 1660, se caracteriza principalmente por las numerosas descripciones de la arquitectura lítica de Tiwanaku, así como la recolección de mitos ligados al origen de las culturas Inka y Tiwanaku. Esta fase temprana se hizo importante debido a que sentaron las bases del debate que paulatinamente se generó alrededor de los afamados monumentos. Habiéndose delineado los principales elementos de la conquista española en territorio andino, pareciera que todos los representantes peninsulares se habrían sumergido en el saqueo de las fuentes minerales y la explotación de la población aborigen. Aunque integrados a un propósito global de colonialismo más amplio, varios individuos que acompañaron a las primeras expediciones ibéricas, expresaban su preocupación por la manera en la que los indígenas eran tratados y buscaban intensamente denunciar el abuso ante instancias monárquicas de justicia. La obra de Bartolomé de Las Casas ([1559] 1929), Pedro de Cieza de León ([1550] 1943, [1553] 1941), Juan Diez de Betanzos ([155111968) y Cristóbal de Molina ([1575] 1916) son ejemplos claros de la inquietud de estos personajes por la causa indígena.´ (20). ³En contraste con esta fase temprana de la Colonia, el siglo XVIII se tipifica por un marcado descenso en la redacción de comentarios o descripciones concernientes a Tiwanaku. Las razones de esta declinación pueden ser atribuidas a varios factores políticos y económicos que azotaban el ámbito colonial. El inicio del siglo XIX y el nacimiento de la república de Bolivia, en 1825, dieron comienzo a un creciente interés por los monumentos prehispánicos, estimulado por el surgimiento de un neocolonialismo económico europeo de estirpe intelectual francés, alemán o inglés. El paradigma colonial anterior, basado en la teología, fue sustituido por la creciente ideología liberal europea y el fortalecimiento de métodos empíricos, principalmente influenciados por el naturalismo científico de Alcides d'Orbigny (Albarracin Millán 1976). Varios viajeros y exploradores escribieron sobre Tiwanaku, haciendo, en varios casos, hondas descripciones y, en algunos, desarrollando inferencias acerca de sus edificadores. Fue recién a finales del siglo pasado que la arqueología, con métodos propios, fue aplicada al estudio de Tiwanaku.

Para las esferas políticas bolivianas de comienzos del siglo XX, inmersa en la dinámica de la gran minería y la influencia ideológica de Europa, el "problema del indio" constituía un dilema nacional (Albarracin Millán 1978). Unos fustigaban el orbe aborígen, acusándolo de ser la causa del "retraso" del país. La corriente positivista, por ejemplo, argumentaba que el núcleo del problema se encontraba en las diferencias raciales. Fusionadas con esta perspectiva se encontraban las ideas racistas de Arthur Posnansky, quien liderizaba una postura racionalista, proyectando el tema de las diferencias raciales hacia la época prehispánica. Otros intelectuales de comienzos de siglo, motivados por la "tragedia" histórica de la invasión ibérica, reconstruían un pasado social prehispánico lleno de virtudes. En ambas corrientes, sin embargo, se advierte una aspiración común: la "universalización" de la cultura nacional. Tiwanaku se convirtió en el ideal de esta propuesta y, eventualmente, fue adoptado como símbolo nacional. Desde finales de la década de los 1950s Tiwanaku fue el centro primario de estudios de la arqueología boliviana. Sin embargo, mientras la arqueología en naciones vecinas, como el Perú, se había organizado en legítimas escuelas, el símbolo nacional boliviano se convirtió en el borne de una política marginal que al interior de la ciencia boliviana no generó el debate, la correlación o la promoción intelectual de orden académico que ya normaban en la arqueología de otras naciones latinoamericanas. Los trabajos que Wendell C. Bennett (1934) realizó en Tiwanaku fueron sostén de la primera secuencia cerámica con base empírica sustancial, pese a que Bennett reconoció algunas dificultades en esta cronología.´ (21). ³Desde finales de los años 1950s hasta comienzos de la década de 1970, el Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (CIAT) inició un programa de excavaciones con fines de reconstrucción de las principales estructuras monumentales y la formulación de una cronología para la cultura Tiwanaku. Aunque esta última dimensión se vio, aparentemente, beneficiada por fechados radiocarbónicos, la secuencia cerámica, elemento indispensable en varios aspectos de la orientación temporal de las culturas alfareras, no fue considerada y poco se hizo por poner a prueba el esquema de Bennett; por el contrario, como se discute en párrafos posteriores, la secuencia cerámica que inclusive hoy en día se continúa utilizando, aunque intuitivamente reasignada a los periodos que Carlos Ponce (1969a,1969c,1971) ha creado, sigue siendo la secuencia de Bennett.´ (21-22). ³El CIAT trabajó en el campo durante más de una década, aunque en los 1970s decayó ostensiblemente. Fue quizás la ampliación del CIAT a un instituto de alcance nacional (Instituto Nacional de Arqueología [INAR], fundado en 1975), la que dispersó sus tareas arqueológicas; empero, obtuvo resultados significativos en la arqueología de otras regiones. La década posterior se inició con la ejecución del proyecto "Wila Jawira", que enfocó, inicialmente, aspectos ligados al ámbito productivo agrícola y a la naturaleza del sitio de Lukurmata (Bermann 1989,1990,1993; Graffam 1990, 1992; Janusek 1994; Kolata 1982, 1986, 1987,

1989, 1991, 1993; Ponce 1989; Stanish 1989). Su área de estudio comprendió la Pampa Koani, zona ubicada a unos 12 km al norte del Valle de Tiwanaku. Investigaciones posteriores del proyecto se llevaron a cabo en Tiwanaku y en áreas adyacentes (Albarracin-Jordan 1990, 1991 a, 1991b, 1991,c, 1992, 1993, 1995; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Alconini 1993; Couture 1993; Kolata 1993; Mathews 1992; Rivera Casanovas 1994; Sampek 1991; Sutherland 1991). De estos trabajos han surgido nuevos datos para la interpretación de la organización política y económica de los antiguos habitantes de la región. Resultado de algunas de las recientes investigaciones, principalmente aquellas de alcance regional, es también un cuestionamiento a la secuencia evolutiva propuesta por Ponce (1972) en las décadas anteriores. De esta evaluación histórica de la arqueología surge un panorama multifacético, compuesto por diversos modelos explicativos. Estas dimensiones, en la actualidad, van generando nuevas alternativas de interpretación y un creciente interés por la difusión de los resultados, su mérito científico y su genuina función en la sociedad actual. r i ¬   Ò r ""#$%%# Las crónicas del siglo XVI dan los primeros registros escritos acerca de Tiwanaku y sus monumentos líticos. La mayoría de estos documentos tempranos estuvieron basados en la observación directa de sus autores y, por tanto, representan fuentes primarias de información. Varios de lo escritos posteriores utilizaron estas fuentes para generar una perspectiva secundaria. Estas fuentes secundarias, consiguientemente, deben tomarse con mayor precaución. En el análisis que aquí se efectúa, ambas fuentes son tomadas en cuenta, de acuerdo al contexto social en el que fueron escritas. Esta perspectiva contextual es fundamental para entender la motivación que envolvió esta temprana obra de los cronistas. La primera descripción de los monumentos de Tiwanaku fue escrita por Pedro de Cieza de León, alrededor de 1549 (Paredes 1955:49). En la primera sección de la Crónica del Perú ([1553] 1941}, Cieza hace una breve pero importante descripción de lo que observó en las inmediaciones del área. En forma particular, Cieza enfoca la monumentalidad de las estructuras pétreas y cuestiona el origen de dicho material. Aparte de las descripciones, Cieza hace referencia a otros aspectos de importancia. De acuerdo al consenso que existía entre los pobladores, Tiwanaku era considerado como sitio primordial, anterior al advenimiento Inka. En el capítulo V de la segunda sección de la Crónica del Perú, el cronista indica que Tiwanaku era el centro de Titiviraqocha, creador del mundo:´ (22). ³Fuéronle en muchas partes hechos templos, en los cuales pusieron bultos de piedra a su semejanza, y delante dellos hacían sacrificios; los bultos grandes

questán en el pueblo de Tiaguanaco, se tiene que fué desde aquellos tiempos. Un poco más tarde de la visita efectuada por Cieza de León a Tiwanaku, Pedro Gutierrez de Santa Clara también hizo un recorrido por la región; Gutierrez ([1556] 1925) se limitó a una descripción general del área y a la de un monolito que le inducía a pensar que representaba un fraile, no a un personaje andino. Aunque no está bien establecido cuando Juan Diez de Betanzos visitó Tiwanaku, si en realidad estuvo en la zona, en su Suma y Narración de los Incas ([155111968, Tomo I, capítulos I y II), hace referencia a Tiwanaku como centro de creación, efectuando somero relato de como "Contiti Viracocha," de acuerdo al mito indígena, habría compuesto, primeramente, el cielo, la tierra y la gente, que vivía en la oscuridad; luego, convertiría a estos primeros pobladores en piedra, porque "esta gente le hizo cierto deservicio a este Viraqocha." En un segundo acto de creación, él hizo el sol, la luna, el día y las estrellas, creando gente de piedra y mujeres con niños en todas las distintas provincias que ordenó crearse, cada una con su lugar de origen. La influencia de la Biblia en Betanzos fue muy grande. Pese a que Diego de Alcobaza describió la arquitectura de Tiwanaku alrededor de la década en la que Betanzos escribió su obra, los escritos de Alcobaza aparecieron con posteridad como parte de los Comentarios Reales ([160911943, Vol. I) de Garcilazo de La Vega. El capellán Francisco López de Gómara, religioso al servicio de Hernán Cortés, hizo referencia a los mitos de las gentes de los Andes prehispánicos; su obra, sin embargo, fue anatemizada en 1553, después de descubrirse el plagio de documentos escritos por un soldado (Paredes 1955). En 1557, Pedro Sarmiento de Gamboa permaneció en el Perú por un tiempo, habiendo sido expulsado de este territorio después de intensas disputas con el gobernador Lope García de Castro. Sarmiento de Gamboa regresó al Perú en 1571 junto con el Virey Toledo, quién comisionó a Sarmiento para que escribiese la historia oficial del imperio Inka. Philip Ainsworth Means (1928;465) señala que Sarmiento se oponía a la preservación de las tradiciones inkas. En varias de sus cartas, el oficial de la Corona sostiene que los Inkas y sus descendientes deberían ser exterminados. Al igual que Betanzos, Sarmiento efectuó descripciones de los mitos de origen, puntualizando que Viraqocha había creado el mundo en Tiwanaku. Un aporte significativo es la mención que Sarmiento hace respecto a Pachacuti Inka. Aunque Cieza de León ([1553] 1941) indica que Tupac Inka Yupanki había aplastado una rebelión de los kollas y que este Inka había conquistado el Kollasuyu, Sarmiento señala en su Historia Indica ([1572] 1907, Capítulos 48-54) que ya Pachacuti Inka había sido el conquistador del Kollasuyu, estableciendo alianzas con algunos grupos aymara de la región del Titicaca. El avance de Sarmiento sobre la historia del Kollasuyu resultaba algo nuevo.

Cristobal de Molina escribió, en 1575, la Relación de las Fábulas y Ritos de los Incas ([1575] 1916), obra en la cual trata también el tema de los mitos de origen. El aspecto que más resalta en este documento es la mención que se hace respecto a la composición multiétnica que Tiwanaku habría tenido como centro de la creación del mundo. Esta es su contribución principal.´ (23). ³Quizás uno de los documentos de mayor valor para el área en cuestión es la Relación de la Provincia de los Pacajes, escrita por Pedro Mercado de Peñaloza en 1583. En este informe, principalmente redactado para dar a conocer el valor de los recursos naturales y humanos de la provincia, se encuentran datos importantes acerca del pueblo de Guaqui, ubicado en las cercanías de la orilla sureste del Titicaca. En el documento de Mercado de Peñaloza se establece que la provincia de Pacajes estaba dividida en cinco repartimientos, más dos pueblos, Guaqui y Viacha. En realidad éstos eran dos repartimientos que pertenecían a la provincia Omasuyo. En la Relación, Mercado de Peñaloza apunta que Guaqui había sido fundada por Tupac Inka Yupanki, y que el pueblo estaba compuesto por dos sectores, una parte compuesta por gente aymara y otra por pobladores urus. Los aymaras de Guaqui, indica el documento, tenían costumbres similares a las de los aymaras de Omasuyu, pese a que los de Omasuyu eran considerados diferentes en sus tradiciones culturales a los de Pacajes. ¿Por qué se encontraba Guaqui, entonces, en pleno territorio Pacajes? ¿Cuál era el rol de los urus en el pueblo? Estas son algunas de las interrogantes que la Relación crea, y que tienen mucha trascendencia en la posterior interpretación que se efectúa de los asentamientos prehispánicos del Valle Bajo de Tiwanaku. El religioso dominicano Reginaldo de Lizárraga escribió, en 1589, su Descripción de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de La Plata y Chile, en la cual hace un comentario general acerca de las ruinas de Tiwanaku. La obra de Lizárraga ha sido caracterizada como superficial y especulativa por Means (1928:385), aunque Bouysse-Ca,ssagne (198b:208) señala que parte del texto de Lizárraga {[1589] 1968, Capítulo 86:b8, Capítulo 89:72) es una de las pocas fuentes etnohistóricas que hace referencia específica a los pukinas, quienes eran considerados, al igual que los urus, como "gente sucia" por los aymaras. En trabajos posteriores se ha asignado a los pukinas la construcción de Tiwanaku (Espinoza 1980; Gisbcrt et a1.1987; Torero 1970). En 1590, José de Acosta visitó Tiwanaku, atribuyéndole la construcción de los monumentos a los inkas, en su obra Historia Natural de Las Indias ([159011954, Libro V, Capítulo XIV}. En forma similar a lo relatado por Betanzos acerca del mito de origen inka, Acosta indica que los indígenas creían que Viraqocha salió del Lago Titicaca, hizo de Tiwanaku su centro de creación y autoridad, y que luego marchó al Cusco para crear a los seres humanos. Existen, indudablemente, algunas diferencias en los relatos de los indígenas entre la década de los 1550s y los años 1590s. Varios factores pueden haber incidido en estas diferencias, principalmente divergencias entre una generación y otra (tanto

en los cronistas como en la población) y distinto conocimiento por parte de los informantes. Nathan Wachtel (1986:290) argumenta que Acosta, al reinterpretar los acápites de Polo de Ondegardo, es responsable de la distorsionada imagen que se tenía de la población uru, la misma que formaba parte de muchos de los pueblos, o markas, incluyendo Tiwanaku, del Kollasuyu.´ (24). ³En la Visita que Diego García de Paredes ([1594], obra citada en Parssinen 1992:359) hizo a Guaqui se señalan puntos fundamentales en la composición multiétnica de esta marka, así como su organización. De los documentos de García de Paredes y de Mercado de Peñaloza se deslinda información valiosa respecto a los asentamientos aglutinados (markas) que existían en el Valle de Tiwanaku, pudiéndose considerar las descripciones que hacen de Guaqui y Tiwanaku como parámetros esenciales en la interpretación de los restos materiales que dejaron las sociedades prehispánicas de la región. Si bien estas markas sufrieron cambios con las reformas coloniales, su creación y estructuración tienen raices locales que transmontan los esquemas de comunidad traidos por la cultura ibérica.´ (24-25). ³Antonio Herrera Tordecillas efectuó una minuciosa descripción de las ruinas, a finales de los 1590s, en su trabajo titulado Historia general de los hechos de los Castellanos en América desde 1492 a 1554, en las Islas de tierra firme del Mar Oceano (citado en Tiahuanaeo. Datos para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897). En la mencionada obra también se hace referencia al mito de origen, el mismo que guarda parecido con lo escrito anteriormente por Betanzos. En su Historia del reino y provincia del Peru, de sus Incas, Reyes, descubrimiento y conquista por los españoles de la Corona de Castilla, con otras singularidades concernientes a la historia, escrita en 1598, Juan Anello Oliva contribuye con elementos nuevos en cuanto al mito de origen y Tiwanaku. Con base en las informaciones de un quippucamayok, Oliva indica que un tal Uyustus, Señor de Tiwanaku, antecedió a Manco Capac. Más adelante, Oliva apunta que Tiwanaku era también conocido con el nombre chucara, o casa del sol, en la lengua Pukina. Paredes (1955), sin embargo, ha argumentado que chucara no es vocablo Pukina, sino una derivación de la palabra aymara chuki jara, la cual significa "recinto de oro." En resumen, hacia comienzos del siglo XVII, Tiwanaku era ya un lugar de suma importancia en los relatos de los cronistas. La información que brindaron éstos llegó a formar parte de muchas de la posteriores imágenes que se crearon, y recrearon, del sitio. Si bien las crónicas proyectan determinados elementos de la tradición oral aymara y un bosquejo de los restos arquitectónicos que se vislumbraban en la superficie, las visitas efectuadas por oficiales de la monarquía revelan, con magna autenticidad, parámetros demográficos, cuantía y género de recursos naturales, así como valiosas reseñas de las costumbres y de la organización social de los grupos humanos del Valle de Tiwanaku.´ (25).

³Las obras de los cronistas Garcilazo de La Vega ([1609] 1945), Antonio de La Calancha ([1639] 1939), Fernando de Montesinos ([1644] 1957) y Antonio Vásquez de Espinoza ([162911942) hacen referencia a los monumentos y al mito de origen en forma similar a los cronistas del siglo XVI. Sin entrar en los detalles que estos escritos proporcionan acerca de Tiwanaku, que en realidad son reproducciones de las primeras crónicas, es de mayor provecho ocuparse de los nuevos aportes hallados. La obra de Bernabé Cobo es valiosa por lo que hizo para la historia del pensamiento sobre Tiwanaku. A Cobo le tomaron once años compilar los capítulos de su Historia del Nuevo Mundo, la misma que concluyó en 1653. En el capítulo IX de esta obra, Cobo efectuó una detallada descripción de las ruinas. prehispánicas, indicando además que el vocablo aymara para identificar a Tiwanaku era "Taypicala" (piedra en el centro). En forma singular y con extraordinaria capacidad intuitiva para la época, Cobo dedujo que debido al desgaste que las piezas líticas denotaban, las construcciones debieron ser de mayor edad que las edificaciones inka. Además, Cobo sustentaba este argumento indicando que varios bloques tallados yacían debajo de los que se encontraban en la superficie. Otra importante observación que Cobo efectuó en Tiwanaku fue señalar que debido a la magnitud y cantidad de antiguos bloques líticos, el sitio debió haber sido una gran ciudad que con el pasar de los siglos habría sido cubierta. La obra de Cobo representa, quizás la última crónica de esta primera fase de la Colonia. Pese a que algunas anotaciones fueron hechas en los años 1650s, existe una reducida literatura después de 1660.´ (25-26). ³Las crónicas del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII que hacen referencia a Tiwanaku se caracterizan, esencialmente, por su naturaleza descriptiva. Cierta excepción a este enfoque descriptivo se encuentra en los trabajos de Cieza de León y de Cobo; estos cronistas intentaron llegar a una interpretación de la naturaleza y significado de Tiwanaku. El significado de estas tempranas obras no ha dejado de tener vigencia en estudios actuales. Means (1928) intentó ya encontrar tendencias interpretativas en las obras de los cronistas, separándolas en dos escuelas divergentes: La Garciliana, tendencia fundada por Garcilazo de La Vega, y la Toledana, representada por Sarmiento de Gamboa. Este tipo de clasificación, sin embargo, no rige la interpretación más amplia de los principios ideológicos que caracterizaron a las crónicas y a las visitas, habiéndose desarrollado nuevas orientaciones sobre el tema (Aranibar 1963; Lohman 1966; Pease 1978; Porras 1933,1962; Rowe 1946; Wedin 1963). No es poco lo que se puede decir acerca del modelo europeo que caracterizó al pensamiento de los cronistas. Inclusive aquellos letrados que habían nacido en territorio americano no escapaban el paradigma hispano, principalmente debido a que su formación intelectual la recibían en ámbitos del clero español. Es en este sentido que es frecuente encontrar imágenes de instituciones europeas en las descripciones de la sociedad andina. Las bases ideológicas de las crónicas se encontraban tenazmente enraizadas en los ideales políticos, económicos y religiosos de la época.

Aunque el universo andino demostraba tener un orden particular, a veces muy ajeno al común espíritu español, el esquema conceptual de los cronistas buscaba elementos familiares en el sistema social que observaba; es así que los conceptos de "reino" e "imperio" fueron directamente transplantados de España para encajar en las formas de organización política que la sociedad inka había alcanzado. En la crónica española, la monarquía era una realidad universal. Proyectando el ideal de su propio sistema político, las crónicas concebían la organización inka como un sistema político condigno, en el cual los gobernantes y los gobernados vivían supuestamente en armonía y paz mística. Los conquistadores servían la causa inevitable de la época, en la cual los conquistados debían aceptar a sus conquistadores en acto ritual. La "monarquía Inka", descrita así por las crónicas, había emulado a la monarquía española en sus esfuerzos por consolidar su poder en territorios conquistados. Los "señoríos" de habla aymara habrían sido parte de la "periferia" que los inkas conquistaron, dejando en claro, sin embargo, que un lugar denominado "Tiahuanacu", designado así por el Inka Mayta Capac (Garcilazo de La Vega [1609] 1945}, había sido el lugar donde Viraqocha creó el mundo. Las creencias religiosas de los indígenas no tenían un espacio en el ámbito católico; y pese al interés de los cronistas en los mitos de origen, existen pruebas que demuestran el intento, por parte de éstos, de encontrar en las interpretaciones indígenas evidencia de la versión bíblica. Restando los prejuicios que arrastran las versiones de las crónicas, queda establecido que Tiwanaku constituía un punto imborrable en la prehistoria andina, y que los anales de Cieza de León, Betanzos y Cobo, entre otros, fueron las bases del posterior interés, análisis y debate que caracterizan a Tiwanaku.´ (26). ³No se puede dejar de lado la importancia que las visitas tienen en esta fase colonial, consideradas no como un justificativo del aparato administrativo sino como elementos mucho más objetivos que las crónicas, que brindan datos de mucha importancia en la interpretación actual de la organización social prehispánica. Es precisamente este tipo de fuente la que demarca; en gran medida, los parámetros interpretativos del modelo que se genera en el presente trabajo para comprender el patrón de dispersión del material arqueológico, y que, eventualmente, proyecta los principios de organización tradicional aymara varios siglos antes de la llegada de los españoles.´ (26-27). r i ¬   Ò i  %%#$&" ³En contraste con los primeros 110 años de abundante documentación acerca de los monumentos de Tiwanaku y su importancia en la mitología inka, el siguiente siglo y medio es sorprendentemente pobre. Una serie de eventos pueden haber tenido gran repercusión en este enrarecimiento de publicaciones. Si bien una rebelión indígena de escasas consecuencias tuvo lugar en 1617, la segunda mitad del siglo XVII y gran parte del subsiguiente siglo se caracterizaron por un progresivo malestar social. Como en gran parte de los

Andes, un desapego intelectual se instauró en el campo, llegándose inclusive al silencio administrativo {Pease 1978:215}. Existen algunos informes que señalan un incremento en la cantidad de forasteros en la provincia Pacajes. Por ejemplo, los testimonios recogidos por el corregidor de Potosí en 1690 confirman el surgimiento de grandes conflictos entre los caciques escogidos por los españoles y el resto de la población indígena en Guaqui; asimismo, se indica que varios individuos se fugaban, tratando de evitar el impuesto de trabajo, o mit'a (Sanchez Albornoz 1978). La tensión social se generalizaba a comienzos del siglo XVIII, presentándose mayores retos en las rebeliones de Alejo Calatayud en Cochabamba (1730), Juan Santos en la sierra central del Perú (1742), y José Gabriel Condorcanqui, Tomás Katari y Julián Apaza en el sur de Perú y en Bolivia (1780). Estas insurrecciones mesiánicas, a la cabeza de autoproclamados descendientes inkas, tenían como meta la reinvindicación de los antiguos principios andinos de organización social y, obviamente, se convirtieron en seria amenaza para la administración colonial (Riveros Tejada 1964; Stern 1987). La atmósfera social durante el siglo XVIII no era garantía para los representantes y asociados de España; estas circunstancias tuvieron repercusión entre los entusiastas intelectuales de la época. Los sectores rurales eran aún más peligrosos. Es así que el interés por los orígenes y el desarrollo de las culturas indígenas fue cambiando dé cariz. Los indígenas rebeldes habían transformado la figura inicial del nativo sumiso y humilde. Son, quizás, éstos los principales motivos que inducieron a los doctos de la época a abandonar el tema y el interés por Tiwanaku. Ya hacia finales del siglo XVIII es cuando una renaciente curiosidad por el pasado prehispánico envolvió a la sociedad urbana en La Paz; en 1790, por ejemplo, se formó la Sociedad de Amantes del País, aunque el estímulo, en realidad, fue mayor para el saqueo en los alrededores de Tiwanaku (Santos Escóbar 1991). Este renovado interés parece haber estado ligado a una búsqueda de una identidad local, por parte de los criollos, para hacer frente al oficialismo español.´ (27). ³En una inusual visita efectuada por Thaddáus Haenke a Tiwanaku, en 1794, se elaboran los primeros dibujos de algunos monolitos y de sus grabados. Haenke habría efectuado numerosos dibujos en Tiwanaku, pero al fallecer éste en Cochabamba, en 1816, varios de sus bocetos desaparecieron y varios otros, que habían sido transportados a Lima, se quemaron en un incendio que sufrió la Biblioteca Nacional en 1943 (Gicklhorn 1968); de los 300 bocetos que fueron ubicados en el, archivo del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, dos de ellos muestran figuras que Haenke esbozó en Tiwanaku. El primero de los bocetos muestra la cabeza de un monolito (actualmente conocido como la "cabeza colosal", que se encuentra en el Museo Regional de Tiwanaku). En el mismo croquis se puede apreciar un listado, en letra diminuta, en el margen superior

derecho de la hoja, donde se leen los nombres de los ayllus que habrían estado ubicados en las cercanías del área. Se nombran a Huankullu, Achaca, Huaraia, Yanarico, Pillapi, Huacullani, Llora Llora (?), Curpa, Chulluntani, Achotas, Causaia, Chambi y Chusicani. En el segundo dibujo se aprecia un segmento de la Puerta del Sol. Se le había asignado a Alcides d'Orbigny la prioridad en el dibujo de la Puerta del Sol; sin embargo, estos croquis de Haenke demuestran que fue el primero en efectuar mensuras y una representación gráfica de la misma (Gicklhorn 1968).´ (27-28). r i r ¬  r Ò &"$'## ³Con el nacimiento de la República de Bolivia, el interés por Tiwanaku se incrementó significativamente; esta curiosidad ya no era la misma que en la Colonia, sino que se había convertido en el ícono de una nación independiente. El pasado prehispánico era la antítesis del yugo español y, por consiguiente, una razón de soberbia libertaria. El pretérito indígena, sin embargo, era más una apropiación que una identidad propia, y por tanto, un campo vasto para el ejercicio de la imaginación, la misma que servía para crear un pasado indígena adecuado al pensamiento de la época y sus intereses. El periodo entre 1825 y 1900 se caracterizó por una afluencia de exploradores extranjeros, gran cantidad de entusiastas y "viajeros", tanto nacionales como extranjeros, y algunos pioneros en el trabajo arqueológico sistemático. Gran parte de los exploradores foráneos, en su misión informadora, buscaban detrás de las ruinas prehispánicas al "noble salvaje" con toda su aura mística y exótica; los entusiastas y viajeros criollos de la época se entretenían en medio de los vestigios pétreos, buscando rastros de su taciturna historia, mientras que algunos eruditos en la naciente ciencia arqueológica maduraban sus hipótesis con base en pruebas materiales; muchas de las ideas acerca de Tiwanaku, que más tarde habrían de conformar verdaderas teorías acerca de su origen, desarrollo y hecatombe, brotan durante este siglo. El admirable y culto espíritu del Mariscal de Ayacucho dejó estampado en Tiwanaku su alta admiración y su respeto por un glorioso pasado que encargaba conservar y proteger. Fue José Antonio Sucre, en 1825, quien mandó poner de pie a la Puerta del Sol (Tiahuanaco. Datos para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897).´ (28). ³Durante el gobierno de Andrés de Santa Cruz, llega a Bolivia Alcides d'Orbigny, quien, en su afán de naturalista, tenía intereses múltiples. Su viaje por América del Sur tenía como propósito principal el estudio de los diversos recursos naturales y de las diferentes razas humanas del continente. A su paso por Tiwanaku, d'Orbigny (1939) se detuvo a observar la arquitectura del sitio, infiriendo que la figura central de la Puerta del Sol representa un magno personaje político y religioso. Al parecer, la monumentalidad de las construcciones condujo a d'Orbigny (1939) a pensar que Tiwanaku no había sido

simplemente una confederación tribal sino el centro de una antigua civilización. Asi también, el naturalista francés veía en Tiwanaku la necesidad de ahondar en el estudio histórico para entender la verdadera naturaleza de la antigua sociedad. Con d'Orbigny se abrían los horizontes para la exploración geográfica, acompañada de la etnografía. El legado intelectual que dejó en Bolivia se plasmó, posteriormente, en la creación de instituciones científicas, consagradas al estudio de los recursos naturales de las regiones y sus habitantes. Sus ideas tuvieron gran repercusión en el pensamiento social boliviano, debido, principalmente, a las meticulosas y meditadas observaciones que había hecho acerca de los recursos naturales y de las distintas étnias, tanto en el altiplano, los valles y los llanos (Albarracin Millán 1976:21117). Con d'Orbigny, también se abría un singular interés por la cultura nativa y su pasado prehispánico. Algunos de los especímenes que había recolectado en sus viajes sirvieron para la creación de un museo que el entonces presidente de Bolivia, José Ballivián, tuvo la oportunidad de inaugurar.´ (28-29). ³En 1842, varias piezas de Tiwanaku fueron trasladadas a La Paz, habiéndose abandonado, por su caida en el camino, una de las piezas (Tiahuanaco. Datos para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897), la misma que Charles Wiener (1880) más tarde la ubica en Collo-Collo (Lloco-Lloco?). Se trataría de la pieza conocida como la "cabeza colosal." También a comienzos de los años 1830s, pasó por Tiwanaku Mariano Rivero, y una década más tarde el naturalista alemán Johann von Tschudi; ambos publicaron en 1851 Antiguedades Peruanas, una obra en la que hacen una descripción general de Tiwanaku y sus monumentos. Otra de las misiones francesas en Sudamérica fue encabezada por el Conde Francisco de Castelnau (1850), quien en 1845 estuvo en Tiwanaku realizando observaciones que le indujeron a pensar que el sitio era muy anterior al Cusco de los inkas y que, de acuerdo a lo señalado por Cieza de León, éstos habrían copiado el estilo arquitectónico de Tiwanaku. Castelnau también apunta que los monumentos de Tiwanaku habrían sido dejados inconclusos y que gran parte de los mismos estarían enterrados.´ (29). ³En 1848, dos viajeros de elevado prestigio diplomático efectuaban, por separado, sus excursiones a Tiwanaku. Primero, el cónsul-general de Francia, Leonce Angrand (1866) pasó un par de días en el sitio, tomando cuidadosas notas de los grabados en los monolitos. Angrand es quizás el primero en sugerir una filiación entre Tiwanaku y la cultura Maya de Palenque, aunque también sostiene que la población de Tiwanaku habría derivado de la gran familia tolteca. Segundo, el general Bartolomé Mitre, quien llegara a ser presidente de Argentina, se detuvo unas cuantas horas en Tiwanaku. En 1848, Mitre había sido apresado por órdenes del General Belzu, y al ser llevado al exilio hacia la frontera con Perú, Mitre pudo convencer a los soldados que lo escoltaban para quedarse unas horas en Tiwanaku. De esta brevísima visita, sin embargo, Mitre, escribe Las Ruinas de Tiahuanacu (Recuerdos de Viaje). Mitre no solo efectúa

una descripción de los restos pétreos sino que efectúa varias interpretaciones novedosas y bien fundamentadas. En toda su obra, Mitre enfatiza la necesidad de desarrollar hipótesis que se adecúen al contexto social andino y a su historia cultural; sólo así se podrán esclarecer los misterios. Mitre sostiene que los aymaras son los directos descendientes de Tiwanaku y que su habilidad en la talla lítica es componente intrínseco de sus tradiciones. Las figuras de la Puerta del Sol son para Mitre seres que reencarnan una escena mítica.´ (29-30). ³Siguiendo los pasos de Angrand, los hermanos Grandidier (1861) efectuaron una visita a las ruinas en 1858, y afirman que Tiwanaku fue edificada por los aymaras, pero que su civilización se derrumbó debido a un cataclismo. Otro viajero que precozmente pudo identificar un vínculo entre Tiwanaku y Wari fue Antonio Raimondi ([1874] 1942): "Si las ruinas de Tiahuanaco, como por la misma historia aparece, son anteriores á la dominación de los Incas y debidas a otra raza civilizada más antigua; esta misma raza por lo que acabo de decir, debió existir diseminada en varios puntos del Perú, tales como la provincia de Huari, del departamento de Ancahs [sic. Ancash] y talvez la de la Unión del departamento de Arequipa, donde se halló en un sepulcro antiguo una lámina de oro, con un dibujo grabado idéntico á una figura monstruosa que se halla en la puerta de Tiahuanaco" (Raimondi [1874] 1942, citado en Tiahuanaco. Datos para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897). En la línea de Mitre y Raimondi, Joseph Mano (1877) fue un pionero, en cuanto al cálculo de la edad de Tiwanaku se refiere. Con base en sus apreciaciones de la acumulación de sedimento que presenta el sitio, Mano estimó la antigüedad de Tiwanaku en unos 4000 años; tomando en cuenta la época, ésta fue una apreciación no muy lejana a la verdadera antigüedad del sitio. En su viaje por territorio boliviano, en 1863, Ephraim George Squier fue el primero en tomar fotografías del sitio, elaborar mapas de algunos de los recintos ceremoniales y esbozar en forma sistemática y extensa gran parte de los bloques líticos tallados. Sus descripciones son meticulosas y sus interpretaciones contrastan con las de d'4rbigny. Buscando respuestas concretas a las interrogantes que envolvían el origen del material lítico de los monolitos, Squier indica que la arenisca roja proviene de riscos que se encuentran a unos 20 kilómetros, y la "traquita apizarrada" y el basalto oscuro de la Península de Copacabana. Aunque posteriormente otras canteras han sido atribuidas al origen del material pétreo que se empleó en Tiwanaku, estas primeras indicaciones son dignas de mérito. En el recorrido que Squier efectuó alrededor de las ruinas se le impregnó la sensación de un ambiente desolado, árido y estéril. A esta primera impresión puede incluirse la temporada en la que visitó Tiwanaku. Esta imagen telúrica del área influenció su pensamiento acerca del pasado prehispánico del sitio: "Tiahuanaco puede haber sido un lugar sagrado o santuario, cuya población se determinó por un accidente, un augurio o un sueño, pero me cuesta creer que fuera una sede de gobierno" (Squier [18771 1973:162).´ (30).

³Charles Wiener ([1880] 1993), otro de los viajeros que visitó Tiwanaku, en 1875, también sacó fotos del sitio e hizo algunos esbozos de la Puerta del Sol, "un inmenso cuadrado de bloques megalíticos" (conocido hoy como Kalasasaya) y de un sector de "Pumachaca" (hoy Pumapunku). Wiener se basó en los escritos de Garcilazo de La Vega, asignando la construcción de Tiwanaku a los Inkas. Para Wiener, Akapana no es más que "un montículo de veinticinco metros de alto, en el que se ha realizado una inmensa excavación, con la esperanza de encontrar en los cimientos del templo tesoros que se sospechaba por doquiera. Naturalmente no se ha hallado nada, y se ha destruido una de las obras más maravillosas de la época incaica" (Wiener [1880] 1993:440-443). Wiener señala que las "autopsias linguísticas" son necias, y que el debate acerca de la mayor antigüedad del aymara o del quechua no conducen a la explicación de la sociedad que hizo Tiwanaku. Es así que Wiener advierte acerca del rótulo "Acapana". La estructura que Angrand (1886) había denominado "El Castillo", en 1848, habría sido bautizada más tarde con el nombre de "Acapana." En tal sentido, "El nombre de Acapana, que no tiene, pues, más de veinte o veinticinco años, que ha nacido de alguna fantasía popular, de algún azar independiente de la historia como de la arqueología, ha servido no obstante, desde hace algunos años, de base a las más aventuradas teorías sobre el origen de las razas americanas... "(Wiener [1880] 1993:454). Pese a que la obra de Wiener se encuentra saturada de prejuicios y dirigida a comprobar sus ideas iniciales acerca de la sociedad prehispánica andina, algunas de las observaciones que éste hizo en Tiwanaku revelan el dinámico e ingenioso carácter del aymara. No es sorprendente que al transcurrir los siglos, se asignaron nombres a varios de los sectores del área arqueológica de Tiwanaku, quizás como respuesta coyuntural al cuestionamiento que, ya desde la Colonia, los viajeros curiosos hacían sobre la toponimia del sitio y sus componentes arquitectónicos.´ (30-31). ³En 1880, Theodore Ber, quien estuvo en Tiwanaku en 1877, impulsó la idea de la existencia de dos épocas en Tiwanaku, ambas anteriores a los Inkas. En el informe de Ber, que Bordier (1877) eleva en el Bulletin et Memoirs de la Societé d'Anthropologie de Paris, Ber también indica que los muros de los recintos están orientados en dirección de los puntos cardinales. El mismo año, Alfons Stübel permanecía en Tiwanaku por un par de días. La obra Die Ruinenstátte von Tiahuanaeo in Hochlande des Alten Peru, escrita por Stübel y Max Uhle, en 1892, se constituye en el primer análisis sistemático del sitio. Los autores hacen referencia a distintos aspectos, incorporando los documentos históricos tempranos y evaluando la influencia de Tiwanaku en otras regiones de los Andes. Entre los aspectos más importantes que Stübel y Uhle mencionan, cabe resaltar la asociación que establecen entre Tiwanaku y los aymaras. Con base en la distribución de la lengua aymara en varias y diversas regiones, los autores consideran que esta distribución corresponde también al área de expansión Tiwanaku. Coincidiendo con Stübcl y Uhle, Modesto Basadre (1884) argumentaba que Tiwanaku habia sido el centro de una civilización. En tono más cauto, Adolph Bandelier (1910), que estuvo en Tiwanaku en 1894, sostenía que Tiwanaku debió haber constituido un importante centro cívico y ceremonial.

Bandelier (1911) también calcula que la antigua población debió alcanzar unas 6000 almas, de las cuales los aymaras actuales serían sus herederos. Otros viajeros extranjeros, como ser Bresson (1886), Chalon ([1882] 1939), Gibbon (1854), Middendorf (1895) y Pouget, Marqués de Nadaillac (1883), entre otros, elaboraron sus propias descripciones aportando poco a lo ya especulado sobre los monumentos. Tal el caso, por ejemplo, del Marqués de Nadaillac (1883) quién repite lo escrito por Cieza de León; asimismo, siguiendo el pensamiento de Angrand, Chalon y Wiener, el marqués de Nadaillac, hiperdifusionista en sus interpretaciones, anotaba que "Una cosa podemos decir con certeza: tales monumentos no pueden ser los restos de una civilización de desarrollo local, una raza tampoco puede, sin ayuda, haber desarrollado de su propio genio tal conocimiento arquitectónico" (Pouget, Marqués de Nadaillac [188311969:406).´ (30-31). ³Los círculos intelectuales bolivianos del siglo pasado habianse inspirado en las distintas corrientes filosóficas que Europa emanaba. Los temas filosóficos eran considerados universales y, por tanto, útiles en la interpretación del pasado. Era la realidad social de la época la que proyectaba toda la problemática de los dogmas. Aunque en el pensamiento de d'Orbigny normaban el naturalismo y el monogenismo como corolarios de la tesis de una sola especie humana, las posteriores influencias del positivismo y el darwinismo social fueron gravitantes en la reafirmación del racismo colonial, tal como lo demuestran las ideas de Bautista Saavedra, Gabriel René Moreno y José Manuel Pando (Albarracin Millán 1976:141-196). El fortalecimiento del liberalismo y el positivismo en Bolivia, hacia finales del siglo pasado, marca el inicio de la crítica social, con un creciente prejuicio hacia lo indígena. En la mente positivista, el indígena era símbolo de atraso. El spencerismo, representado en su forma radical por Bautista Saavedra (1903b: 171-2(}9) ahondaba en la temática de la supuesta criminalidad innata del aymara. Mediante un trabajo especulativo acerca del ayllu aymara, Saavedra (1903a) intentó justificar, a nombre de la "etnografía", sus ideas acerca de las jerarquías raciales. Otros intelectuales bolivianos de la época tenían una visión más relativa y paternalista en la cuestión histórica del indígena. Emeterio Villamil de Rada (1888), por ejemplo, sostenía que el "noble indígena" no era un salvaje sino una persona que había perdido las costumbres de la civilización.´ (31-32). ³Los trabajos de Mitre y de Stübel y Uhle habían sentado bases convincentes de la relación estrecha entre Tiwanaku y los aymaras, pero la extensa historia de estos últimos parecía reducirse a escritos novelescos, siendo una de las preocupaciones literarias de fines del siglo XIX demostrar la primacía cultural de los aymaras sobre los quechuas (Osborne 1973). En el umbral del presente siglo, Tiwanaku se convirtió paulatinamente en el símbolo nacional, atribuible a las extensas publicaciones de los cronistas, viajeros y entusiastas. Dos posiciones antagónicas, en relación al origen de

Tiwanaku, surgen como resultado de estas obras: La primera postula un origen local, asociado con la cultura aymara; dentro de esta posición se encuentran elementos radicales en las obras de Bravo (1892) y Santos Taborga (1885), quienes postulan una influencia Tiwanaku en Mesoamérica. La segunda sostiene que Tiwanaku fue el resultado de una difusión de otra región de América, postura ejemplarizada en la obra de Angrand y Wiener. El antagonismo también se extiende a la función que el sitio tuvo en el pretérito. Por un lado, E. G. Squier sostenía que Tiwanaku era simplemente un centro de peregrinos, desprovisto de una población sustancial en sus alrededores; por otro lado, Bandelier, y en cierta medidad Stübel y Uhle, caracterizaban al sitio como un verdadero centro urbano. r i r ¬   i Ò '##$'" El arribo de la misión francesa, encabezada por Crequi-Montfort, en 1903, selló el inicio de una serie de excavaciones en Tiwanaku. Max Uhle, en 1895, había solicitado permiso al gobierno boliviano para realizar excavaciones en Tiwanaku, el cual fue rechazado por las autoridades del gobierno de Baptista. CrequiMontfort corrió otra suerte con el gobierno de Pando, probablemente debido, por un lado, al carácter nacional y oficial de la misión, y, por otro, debido al gran espectro científico que los franceses deseaban desarrollar en territorio boliviano.´ (32). ³El objetivo principal de la misión era el de "estudiar al hombre en el altiplano, desde el lago Titicaca, al norte, hasta la región de Jujuy, en el sur" (CrequiMontfort y de la Grange 1904). Grange 1904). Dentro de este objetivo antropológico y etnográfico se incluían aspectos mucho más amplios, que incluían estudios geológicos, mineralógicos, filológicos y zoológicos. La misión salió de Pauillac el 3 de abril de 1903 y contaba con la participación de Adrien de Mortillet (profesor de L'Ecole d'anthropologie de París, donde dictaba paleontología y paleoetnología), Georges Courty (naturalista del Museo de París, con especialización en geología y mineralogía), Dr. Neveu-Lemaire (zoólogo), J. Guillaume (al servicio de A. Bertillon, quien era el encargado de obtener mensuras antropométricas, fotografías y registros fonográficos), Crequi-Montfort (encargado de los trabajos lingüísticos y etnográficos, en colaboración con de Mortillet) y Sénéchal de la Grange (encargado de investigaciones en folklore). En Bolivia, se unió a la misión M, Bastide, quién fue más un guía. Arthur Chervin (1908) se incorporó luego y estuvo a cargo del análisis craneométrico.´ (32-33). ³El 4 de agosto de 1903, Adrien de Mortillet hizo un recorrido en barco a vapor por el Lago Titicaca, desde Guaqui hasta la Península de Copacabana, y en fecha 8 de agosto, de Mortillet se instalaba en Tiwanaku. Sus informes son generales, haciendo referencia a dos sectores principales: Acapana (Akapana) y Puma punco (Pumapunku); aparentemente, De Mortillet, con la ayuda de Bastide, hizo un mapa del sector de Akapana. De Mortillet también indica que

varias casas del pueblo de Tihuanaco habían sido construidas con bloques líticos del antiguo asentamiento (Crequi-Montfort y de la Grange 1904). Inicialmente, Georges Courty había sido enviado para estudiar las reservas minerales y la geología de la región; y así lo hizo, efectuando varios viajes por territorio chileno, argentino y el sur de Bolivia (distritos de Chichas, Potosí y Lípez y el departamento de Oruro); también estuvo en Chuquicamata. Después del retorno de Adrien de Mortillet a París, donde debía cumplir con otras obligaciones en l'Ecole d'anthropologie, Courty se hizo cargo de los trabajos arqueológicos en Tiwanaku a finales de septiembre. Courty, reporta interesantes hallazgos en más de tres metros de depósito (Crequi-Montfort y de la Grange 1904), entre éstos se encuentran las cabezas clavas del templete semisubterráneo, tres monolitos, uno de los cuales tenía más de seis metros de largo y extensos grabados en la superficie, una escalinata de más de siete metros de largo, un canal y varios ceramios y piezas de metal, entre otras (Crequi-Montfort y de la Grange 1904). Courty mapeo el primer sector (Akapana) que de Mortillet había identificado. En resumido informe, Crequi-Montfort (1904) da cuenta de los sectores que fueron excavados y de algunos de los materiales que fueron extraídos, entre éstos, no descritos en el primer informe (CrequiMontfort y de la Grange 1904), se encuentra un segmento de la base de Akapana (donde descubrieron un canal), el muro oeste de Kalasasaya, (denominado la "Grande Enceinte" por Crequi-Montfort), un pequeño sector del área conocida hoy como "Chunchukala" (donde ubicaron un muro con pinturas roja y blanca), el sector este de Putuni (donde encontraron la escalinata de ingreso a este recinto), parte de los muros de Putuni, la esquina suroeste de Putuni (donde ubicaron otro canal, a 2.5 m de profundidad, hecho con bloques tallados) y, finalmente, un sector aledaño al cementerio actual (donde desenterraron dos cadáveres y sus ajuares). Los cráneos fueron estudiados luego por Chervin (1908).´ (33). ³A juzgar por la extensión de las excavaciones que Courty efectuó en Tiwanaku, los informes de Crequi-Montfort son ínfimos. Además, las fotografías que Posnansky tomó de las excavaciones de la misión francesa muestran que los peones habrían dañado gran parte de las cabezas clavas del templete semisubterráneo (Ponce 1964; Posnansky 1945). Los hallazgos de Courty, sin embargo, demostraron que muchos de los testimonios materiales de Tiwanaku se encuentran enterrados, y que las piezas que, inclusive hoy, se encuentran en la superficie no son sino una pequeña fracción del total de complejos arquitectónicos. Siguiendo estos indicios, Manuel Gonzales de La Rosa decía que existen dos Tiwanakus, uno que se encuentra expuesto en la superficie y que muestra una porción del núcleo ceremonial, y otro que se encuentra enterrado y que oculta la gran ciudad prehispánica.´ (33-34). ³Durante gran parte de la primera mitad del presente siglo, las interpretaciones de Arthur Posnasky fueron ancla de espectaculares pretensiones acerca del origen y desarrollo de Tiwanaku. Entre sus postulados más audaces, Posnansky

(1945) sostenía la idea que Tiwanaku era la cuna del hombre americano. El enfoque de Posnansky surgió a consecuencia de la síntesis de sus estudios antropológicos en Alemania, su embaimiento con los monumentos prehispánicos y su agenda política frente al creciente espíritu nacionalista de la época. Posnansky (1911, 1928, 1942, 1945) alegaba que el altiplano tenía un clima radicalmente distinto al actual cuando Tiwanaku surgió como civilización; esta última habría pasado por dos periodos de desarrollo (Posnansky 1914). Asimismo, la altiplanicie boliviana habría estado ubicada a menor altura y con un clima mucho más benigno. Siguiendo el pensamiento de Theodore Ber, Posnansky (1911, 1914, 1945) argüía que el sitio era un puerto de la antigua ribera del Lago Titicaca, hace unos 12.000 años, y que la antigua capital había sido construida por los qollas (2) . Estos habrían triunfado en su lucha contra los arawaks debido a su inteligencia innata (Posnansky 1910, 1920, 1932, 1941 a, 1941b, 1942b, 1942c). Los aymaras serían simplemente una retrogradación de los qollas. En las palabras de Posnansky (1945:32): Estos grupos están al presente casi desprovistos de toda cultura; apenas saben arañar el suelo para proporcionarse el mezquino pan de cada día y tejer rudas telas para resguardar su cuerpo contra la interperie, consumiendo pobremente su vida en chozas de barro que, más que habitaciones humanas, parecen cavernas de trogloditas. La vida monótona y miserable de estos infelices, que adormecen su hambre con la funesta coca, es interrumpida, a veces, por destellos de una alegría triste producida por el falaz veneno del alcohol durante sus fiestas. El racismo de Posnansky encontró cierta oposición en algunos círculos intelectuales. En Bolivia, su perspectiva era aceptada por partidarios que proclamaban a Posnansky como un gigante intelectual.´ (34). ³La corriente nacionalista, inspirada en el naturalismo científico del siglo XIX y ejemplarizada en la obra de Belisario Díaz Romero (1906,1920), también compartía las«.

(2) Para Posnansky, los qollas representaban un grupo racial y no así la confederación Kolla, una de las muchas de habla aymara.

«ideas de Posnansky en relación a la antigüedad de Tiwanaku. Díaz Romero atribuía el origen de Tiwanaku a antiguos colonizadores del supuestamente desaparecido continente de la Atlántida, aunque también suponía que en

Tiwanaku se habría consolidado una hegemonía de varios grupos étnicos, argumentando que la migración era un fenómeno común en la historia cultural de los Andes (Albarracin Millán 1979:210). José María Camacho {1942}, otro intelectual boliviano de la época, sostenía que el ayllu no era la unidad de análisis adecuada en el estudio de la sociedad aymara, siendo la marka, o pueblo, la unidad sociopolítica primaria, organizada en líneas consanguíneas, y liderizada por un jefe y su consejo. En el estilo artístico de Tiwanaku, Camacho encontraba misterio; por consiguiente, consideraba más adecuado enfocar la cuestión de los orígenes desde un ángulo etimológico. Eventualmente, Camacho también abandonó esta idea al ver que no resolvía la interrogante (Albarracin Millán 1979:221).´ (34-35). ³En 1910, en el Congreso Internacional de Americanistas que tuvo lugar en Buenos Aires, se organizó un grupo para efectuar visitas a distintos sitios arqueológicos de Perú y Bolivia. En este grupo se encontraban Posnansky y Max Uhle, quienes divergían radicalmente en la cronología y en la naturaleza de Tiwanaku. En una mesa redonda, llevada a cabo en La Paz, Uhle hizo clara su posición de no encontrar evidencia acerca de la antigüedad que Posnansky proclamaba para Tiwanaku; Uhle también puso en claro que de acuerdo a sus hipótesis, Tiwanaku habría sido edificada por los ancestros de los aymaras actuales (Uhle 1910a). En la primera década del presente siglo, Uhle (1910b) también proponía que si bien los inkas habían tratado de imponer su lengua, Tiwanaku era de los aymaras. En este trabajo, Uhle (1910b) indica que los mitos crean confusión en la reconstrucción arqueológica, siendo necesaria la verificación de las narraciones del siglo XVI. Para Uhle, la lengua aymara, quien fuera tan menospreciada por el prejuicio español, es mucho más compleja que el quechua. Además, Uhle apunta que los primeros ayllus del Cusco no eran inkas sino de otras étnias, entre ellas, por lo menos una aymara (ayllu Chima). Los jefes "Manco" eran aymaras, a quienes luego siguieron los "Sinchis", y, posteriormente, los "Inkas". Con base en sus extensos trabajos en la costa peruana y su definición del estilo artístico de Tiwanaku, Uhle (1935) sostenía que sus representaciones estilísticas eran indicadores de un fenómeno de influencia cultural pan-andina. Sin embargo, los orígenes de esta extensa ascendencia estarían en las culturas tolteca y zapoteca (Uhle 1934). En cuanto a los grabados de la Puerta del Sol, Uhle los clasifica en figuras y en jeroglifos; estos últimos se encuentran debajo de las figuras. Los jeroglifos los divide en seis grupos con los cuales desarrolla una interpretación bastante curiosa: Los dos cóndores de uno de los jeroglifos representan el acto de "generación por el sublime producto mítico que debían dar los huevos" (Uhle 1934:204). Para el autor esto significa que en este mito, grabado en la Puerta del Sol, el astro provino de un huevo de cóndor. Para Uhle, los jeroglifos son testimonio de "antiguas relaciones centroamericanas" (Uhle 1934:208).

Casi desconocidas son las excavaciones que Otto Buchtien realizó en Tiwanaku, en 1913 (Paredes 1955). Aparentemente, Buchtien excavó cerca del cementerio actual, pero los materiales que sacó y que fueron parcialmente descritos en su informe han desaparecido.´ (35). ³En 1925, Abelardo Gallo (1925), un intelectual argentino, redactó un extenso volumen donde resume las posiciones de Uhle y Posnansky, y concluye que los monumentos prehispánicos de Tiwanaku muestran signos de no habérselos terminado. Gallo también señala que no es posible asignar la construcción de Tiwanaku a un grupo étnico específico y determinar cuando se habrían edificado los recintos. Las primeras excavaciones sistemáticas en Tiwanaku fueron realizadas por Wendell Clark Bennett, en 1932. En junio de ese año, Bennett consiguió permiso para excavar diez pozos, cada uno de los cuales no debía exceder los diez pies cuadrados (Bennett 1934a:369). Una de las prioridades de Bennett era la de establecer una cronología relativa para Tiwanaku, basada en una secuencia cerámica y la sucesión estratigráfica. Sus excavaciones fueron hechas siguiendo niveles arbitrarios de 50 cm, los mismos que después eran relacionados con el perfil de corte para asociar los niveles arbitrarios con la estratigrafía natural. Con base en los distintos estilos cerámicos que pudo identificar y asociar con proveniencias estratigráficas, Bennett dividió la secuencia estilística en tres periodos: Temprano, Clásico y Decadente. Bennett (1934a:445) también identificó un intervalo post-Tiwanaku que denominó "Post-Decadente" así como un periodo Inka, aunque inicialmente había utilizado el rótulo "Chullpa" para designar el periodo entre el "Tiabuanaco Decadente" y el Inka (Bennett 1933). Los resultados de sus trabajos en Tiwanaku pueden resumirse en tres importantes puntos: Primero, Bennett definió una secuencia histórico-cultural con base en criterios de cambio estilístico en la cerámica. Segundo, reconoció la extensa influencia que Tiwanaku tuvo en otras regiones de los Andes, comparando restos arquitectónicos y cerámica. Tercero, efectuó una evaluación de las posibles razones por las que Tiwanaku se expandió hacia otras regiones, efectuando comparaciones con los trabajos previos de Uhle (1903), Julio Tello (1930) y Alfred L. Kroeber (1925) en la costa y en la sierra peruanas. Bennett llegó a la conclusión de que la naturaleza exacta de la influencia de Tiwanaku en otras regiones era imposible de definir. Sin embargo, estaba convencido de que Tiwanaku era el centro, "quizás principalmente un centro ceremonial de una cultura superior que se originó de una cultura general andina" (Bennett 1934a:490). Posteriores investigaciones de Bennett (1934b,1936) en los valles del este de Bolivia y sectores de la Cuenca del Titicaca cambiaron levemente su perspectiva en cuanto al "Tiahuanaco Clásico" se refiere. Bennett (1936:500) aduce que el estilo arquitectónico de Tiwanaku tiene una distribución mucho más extensa de lo que previamente se pensaba, pero que el "Tiahuanaco Clásico" (entiéndase el estilo cerámico) tiene una manifestación distintiva y algo diferente en las tierras

bajas. La más amplia distribución del estilo Decadente le indujo a pensar que éste había sido llevado mediante migraciones poblacionales hacia otras regiones (Bennett 193b:505).´ (36). ³Otra de las contribuciones de Bennett fue la identificación de una cultura anterior a Tiwanaku, plasmada en una distinta base material. Con base en las excavaciones que realizó en Chiripa, sitio ubicado a unos 20 kilómetros al noroeste de Tiwanaku, Bennett identificó una serie de restos arqueológicos que en primera instancia los clasificó como intermedios entre el Clásico y el Decadente, pero que después los puso como anteriores al Clásico (Bennett 1948). Pese a que ya han transcurrido unos 60 años desde que Bennett puso su obra al alcance de la comunidad científica, su importancia sigue vigente ya que la secuencia histórico-cultural, basada en criterios estilísticos de la cerámica, que desarrolló para Tiwanaku, es la única fuente de referencia para este material. Como se verá luego, han habido estudios posteriores que intentaron ampliar o redefinir el espectro cerámico (Ponce 1971; Wallace 1957), pero sin alcanzar los méritos iniciales de Bennett en esta problemática. Evidentemente, existen numerosos problemas en el procedimiento mediante el cual Bennett llegó a establecer su secuencia de estilos. Esta problemática, sin embargo, es analizada con mayor detalle en posteriores capítulos.´ (36-37). ³Un año más tarde, en 1933, Eduardo Casanova, designado como miembro de la Comisión del Museo Argentino de Ciencias Naturales, presidida por Martín Doello Jurado, estuvo a cargo de las excavaciones que dicha comisión realizó en Tiwanaku (Casanova 1935). Sus resultados no han sido difundidos y los artículos de prensa vierten muy poca información acerca de su trabajo de campo. Los materiales arqueológicos que obtuvo de los pozos de sondeo que abrió en varios sectores de Tiwanaku llenaron varios cajones que la comisión pretendía llevar a la Argentina. El gobierno boliviano confiscó parte del envío, pero varias piezas fueron trasladadas al Museo de Ciencias Naturales. De las excavaciones de prueba que Casanova (1934, 1934b,1935) realizó se pueden resumir los siguientes aspectos: En Akapana y Kalasasaya no dió con ningún contexto funerario o pieza cerámica completa; sin embargo, en el sector del cementerio actual, "a lo largo de la vía férrea entre Tiahuanaco y Puma Punko," Casanova ubicó varias tumbas con ajuar. Los entierros los divide en dos tipos, uno con cerámica fina polícroma, que le atribuye mayor antigüedad, y otro que se sobrepone al primero y que contiene cerámica tosca, piezas de bronce y objetos líticos. Casanova también encontró rasgos, sin restos humanos, probablemente "pozos-ofrenda", en los cuales se encontraban gran cantidad de piezas cerámicas, en su mayoría incompletas. En su artículo del 30 de julio de 1933, en La Prensa, señala haber encontrado un monolito en la localidad de Mocachi, lugar ubicado en la península de Copacabana que Casanova visitó luego de realizar sus excavaciones en Tiwanaku. Resalta la comparación que Casanova hace de este monolito con el que Bennett, un año antes, encontró en el templete semisubterráneo. Ambos tienen dos figuras humanas, una en la parte anterior y otra en la posterior, ambas llevan grabadas una serpiente en los laterales y ambas tienen a las figuras con las manos cruzadas. Casanova indica

que el ayllu donde se encontró el monolito lleva la denominación "Paajana". "Recordando que en aymara `paa' significa dos y que cara se dice `ajanu', no podemos menos que pensar en si el nombre del ayllo será debido al monolito" (Casanova 1933). Pese a que en Tiwanaku, durante los años 1930s, ya se realizaban trabajos arqueológicos, unos más rigurosos que otros, muchos de los entusiastas contemporáneos de Bennett todavía especulaban sobre las ruinas (Buck 1937; Diez de Medina 1942; Mendoza 1937, entre otros). Fritz Buck (1937:154,187,1952) se solidariza con las ideas de Uhle, a quién llama el "Altmeister" de la arqueología peruana, y plantea que "La Portada del Sol de Tiahuanacu es una piedra calendaria que contiene no solo las observaciones sobre un tiempo determinado, sino que exhibe la recopilación de todos los grandes conocimientos de la astronomía (y astrología), que los pueblos americanos de la antigüedad lograron acumular en largos años". Buck (1937) concluye que "Por fortuna, con mi descifración y traducción de las ideografías de la Portada del Sol de Tiahuanacu, he traído esta última y definitiva comprobación de la unidad científica calendaria de Centroamérica con los grupos culturales del Perú, que se relacionan con absoluta claridad."´ (37). En 1938, Stig Rydén (1947) realizó excavaciones de prueba en Tiwanaku. Empleando la secuencia establecida por Bennett, Rydén pudo establecer algunos tipos de cerámica de orden doméstico (ollas, jarras y jarrones) que acompañaban a la cerámica más fina y decorada. Rydén, al igual que Bennett, pudo colegir de los materiales cerámicos que la cerámica decorada corresponde a un 30%, o menos, del total. Pese a que Rydén intentó expandir el conocimiento de los tipos domésticos en la cerámica de Tiwanaku, las falencias metodológicas de campo (niveles arbitrarios de 75 cm) hicieron que las proveniencias se tornaran confusas. Otra de las contribuciones más importantes que Rydén hizo en sus trabajos se vincula a la definición, más contundente que la de Bennett, de un periodo post-Tiwanaku pero pre-Inka. En la nomenclatura empleada por Rydén, éste utiliza el rótulo "Post-Decadente", siguiendo la secuencia de Bennett, pero identifica un estilo decorativo cerámico, que denomina "Khonko". Cabe resaltar que Rydén (1947:160) enfatiza la similitud en la cerámica doméstica entre el "Tiahuanaco Decadente" y el "Post-Decadente". Los trabajos que realizó posteriormente en los valles mesotermales del norte del departamento de La Paz, en la ciudad de La Paz (notas sobre materiales que recogió en Llojeta) y en Cochabamba ampliaron el panorama acerca de la influencia de Tiwanaku en estas regiones (Rydén 1956,1959,1961a,19blb). Hacia fines de los 1940s y comienzos de los 1950s, el enfoque arqueológico en Tiwanaku parece cambiar paulatinamente de rumbo. Pese a la distinta óptica de las síntesis y descripciones que se elaboran (Ponce 1947,1948; Posnansky 1942a, 1942b, 1943,1945; Vellard 1942), el símbolo de Bolivia ya no podía quedar al margen de una estrategia de génesis nacional, orientada a elevar el nombre de la nación mediante una valorización del ancestro nativo. Por otro

lado, investigadores bolivianos, incluyendo la figura de Dick Ibarra Grasso (argentino), también habían comenzado desde la década de los 1930 a expandir los horizontes de la arqueología nacional (Cordero Miranda 1954; Ibarra Grasso 1940, 1942, 1943, 1944; Portugal Zamora 1936, 1940, 1941; Vignale e Ibarra Gra.sso 1943). r i r ¬  ¬ Ò '$r En 1952 se instala en Bolivia un nuevo gobierno, y el nacionalismo se cristalizaba mediante una sangrienta revolución. Hasta entonces, el país era simplemente una extensión del sistema colonial, presa de los grandes barones del estaño y de su burguesía; esta república "semifeudal" se encontraba dividida, económica y socialmente en dos "países" diferentes: el urbano y el rural (Fellmann Velarde 1976:437). Repentinamente, las reformas que el nuevo gobierno dictaminaba sacudían al antiguo sistema económico del país. La primera estrategia consistía en nacionalizar la minería, con lo cual pasaban a propiedad del Estado todos los yacimientos mineros en territorio boliviano. Un año más tarde se aprobaba la Reforma Agraria, mediante la cual se abolía el sistema de la hacienda; los dueños de la tierra eran ahora aquellos que habían sido siervos de los hacendados. Algunos críticos de la Revolución Nacional sostienen que las reformas que se implementaron no fueron necesariamente beneficiosas para el sistema de organización social tradicional andina (Platt 1982; Rivera Cusicanqui 1992).´ (38). Dentro de este nuevo orden que se imponía en el país, surgían importantes innovaciones en materia científica y cultural; de esta forma se imponían una estructura y un orden en la investigación arqueológica. En 1953 se realizó la Primera Mesa Redonda de Arqueología, en la cual se elaboró una síntesis de las investigaciones que hasta ese entonces mostraban la diversidad de culturas preinkaicas, su cronología y su relación con otras culturas de países vecinos (Ponce [editor] 1957). Con este evento también maduraba la creación de instituciones específicas para el estudio de la sociedad prehispánica.´ (38-39). ³Mientras en Bolivia se buscaba consolidar el estudio empírico, no dejaban de acercarse los soñadores que retomando la aura mística del desconocido pretérito se enajenaban con ficción. Los vituperios que Bellamy y Allen (1948) lanzaban, no solamente en contra de la cultura indígena sino en contra de la ciencia, abrazaban la ligera y desinformada quimera del incauto ciudadano. Al otorgarle carácter extraterrestre a los monumentos de Tiwanaku no se hacía otra cosa que recrear el racismo del siglo pasado, esta vez disfrazado con verborrea prestada de la ciencia. No sorprende que en círculos sociales desprendidos de toda educación elemental, pero cargados de resentimiento, las ideas de Bellamy y Allen, así como las que Eric Von Daniken (1969) más tarde propagara, tuvieron acogida. Si bien algunos individuos todavía se dejaban llevar por este tipo de charlatanería, la ciencia arqueológica buscaba encontrar respuestas reales a las cuestiones prehispánicas de Tiwanaku.

A mediados de los 1950s se realizaron algunas excavaciones de prueba en el sitio. Los dos pozos de sondeo que Alfred Kidder excavó en Tiwanaku en 1955, sin embargo, no dejaron sino un esbozo de como fueron excavados y de los materiales que se identificaron. Kidder (1956) da cuenta que los pozos fueron ubicados lo más cerca posible de los pozos donde Bennett, en 1932, había encontrado cerámica del denominado "Tiahuanaco Temprano." Lo único que Kidder (1956) menciona es que excavó en niveles arbitrarios de 25 cm y que identificó cerámica "Tiahuanaco Temprano" asociada con puntas de flecha que a Kidder le sorprenden y le demuestran que éstas fueron también utilizadas con anterioridad al "Tiahuanaco Decadente." Lo más destacable de sus excavaciones fue la extracción de muestras para datación radiocarbónica, las que fueron fechadas algunos años más tarde. Posteriormente, Kidder realizó excavaciones en Chiripa con el objeto de ampliar la información recogida por Bennett en este sitio, recolectar muestras para datación radiocarbónica y obtener una muestra de ceramios para su análisis. La única información que Kidder (1956) da acerca de sus trabajos en Chiripa está vinculada a las casas que encontró debajo de las habitaciones que Bennett había identificado en 1934. Algunos artículos, a mediados de los años 1950s, daban cuenta del hallazgo de un monolito en la localidad de Sullkatata (Sullkata), cerca a Guaqui (Portugal Zamora 1953, 1957), sin que hayan quedado antecedentes ni informes acerca del lugar preciso del hallazgo.´ (39). ³La inquietud por Tiwanaku encontró en la institucionalización de la investigación arqueológica la oportunidad de quebrar apreciaciones subjetivas o aquellas sin bases metodológicas que desvirtuaban el genuino significado de su historia cultural. Aunque las excavaciones en gran escala se iniciaron en septiembre de 1957 (Fortún 1958), bajo la administración del Departamento de Arqueología del entonces Ministerio de Educación, la consolidación de la institucionalización tuvo lugar en 1958 con la formación del Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (CIAT) (Ponce1961,1964,1971). Los trabajos arqueológicos del CIAT han sido resumidos en varias publicaciones (Ponce 1961, 1964, 1971, 1972), siendo pertinente, para el presente trabajo, hacer solamente una evaluación del contenido y del significado que estos trabajos tienen y sus repercusiones en estudios posteriores.´ (39-40). ³Con base en los trabajos del CIAT, Ponce (1970, 1971, 1972, 1975a) elaboró una secuencia cultural para Tiwanaku, de la cual se pueden mencionar los siguientes aspectos: 1. El descubrimiento en Kalasasaya de dos estratos que Ponce sostiene son anteriores al estrato en el que Bennett detuvo sus excavaciones. En el estrato más profundo, separado del superior por una capa estéril, se encontraron varios rasgos arqueológicos, entre los cuales destacaban varias tumbas, basurales, calzadas angostas y numerosos fragmentos de cerámica. Estos materiales fueron asignados a una época inicial (Epoca I) de ocupación en el área; por

tanto, anterior al "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934a). De los nueve fechados radiocarbónicos para la Epoca I, el más temprano es de 1580 120 A.C., y el más tardío de 297+61 D.C. 2. Para la Epoca II se han asignado siete fechados. El más antiguo es 460 40 A.C. y el más tardío 320 130 D.C. Sin embargo, no existen descripciones de los materiales. 3. La Epoca III tiene cinco fechados (muestras obtenidas por A. Kidder y W. Coe en 1955), siendo el más antiguo 133 103 D.C., y el más tardío 490 200 D.C. Merced a una supuesta "revolución urbana" que habría ocurrido a comienzos de nuestra era, Tiwanaku se habría convertido en ciudad. Durante esta época, utilizando arenisca roja como material principal, se habrían edificado recintos ceremoniales como Akapana, Kalasasaya, el templete semisubterráneo y Pumapunku(3). Las estructuras aledañas al núcleo ceremonial cubrían un área de 420 hectáreas. La sociedad Tiwanaku habría estado compuesta por una élite que mantenía un aparato burócrata administrativo así como religioso y guerrero; a esta élite le seguía una clase social media que estaba conformada por artesanos, los mismos que producían bienes para la élite; a la clase artesanal le seguía la campesina, la cual habría perdido su autonomía y el derecho a la propiedad colectiva, siendo la élite dueña de la producción con su excedente. 4. La Epoca IV tiene cuatro fechados: 248 103 D.C., es el más antiguo y 1172 133 D.C., el más tardío. Durante este lapso se habría perfeccionado la arquitectura, construyéndose nuevos recintos para la élite y tallándose extraordinarias estelas líticas. La cerámica habría alcanzado su máxima expresión en cuanto al esmero de su acabado y decorado se refiere. Se fundía cobre arsenical, oro y plata. Aunque se habrían organizado ferias para permitir el intercambio de bienes, el principal mecanismo habría sido el establecimiento de colonias con el propósito de extraer directamente varios productos como ser maíz y madera. El área rural habría estado conformado por campesinos, ubicados en aposentos en medio de terrazas agrícolas.´ (40).

(3) Es importante señalar que ninguna de las muestras obtenidas para los fechados que se asignan a esta época provienen de estos recintos. Tres de las muestras obtenidas por Kidder y Coe fueron extraidas cerca a Kantatayita ("próximo a Kantatayita´) y dos "entre Akapana y Putuni" (Ponce 1981).

³5. La Epoca V tiene ocho fechados; dos provienen de muestras extraidas en ChenChen (Moquegua, Perú), dos de Mizque, una de Omereque y otra de Wankarani. Solamente dos provienen de Tiwanaku (una muestra tomada entre Akapana y Putuni, y otra extraida en el sector de Kherikala). El fechado más antiguo es 910 65 D.C., y el más tardío 1170 150 D.C. Durante esta época se habría producido una expansión en amplia escala, mediante el uso de la fuerza militar. En lugares donde existían culturas de alto nivel de desarrollo el resultado del avance Tiwanaku fue un mestizaje, mientras que en áreas donde las culturas

habían alcanzado escaso desarrollo el dominio fue directo. El imperio, según la hipótesis, habría alcanzado una extensión de 600.000 km2, con una población aproximada de 3.600.000 individuos. Ponce (1969) agrupó a estas épocas en estadios, con este resultado: Epoca I y II (Estadio Aldeano), Epoca III (Estadio Urbano Temprano), Epoca IV (Estadio Urbano Maduro) y Epoca V (Estadio Imperial). Esta proposición acerca de la trayectoria atribuida a Tiwanaku fue seguida por las investigaciones posteriores que se realizaron en áreas de influencia Tiwanaku, sosteniéndose una primacía cultural de Tiwanaku sobre sus vecinas culturas. Con esta proclama se intentaba vigorizar el carácter nacionalista de la arqueología boliviana. Contrariamente a lo supuesto por Uhle, Posnansky y Bennett, el trabajo del CIAT señaló una sucesión del desarrollo local aymara y la dimensión de su expresión cultural, en las formas señaladas; asimismo, se anotó que Tiwanaku alcanzó niveles sofisticados de planificación urbana y no fue simplemente un centro de peregrinos, como Bennett (1934) sostenía. La breve excursión que Jeffrey Parsons realizó en 1966 a las ruinas resultó en el cálculo de la extensión de la antigua urbe en 2.4 km2, con una población entre los 20.000 y 25.000 almas (Parsons 19b8). Las apreciaciones de Parsons tuvieron como fundamento los parámetros que él estableció en el Valle de México. Los trabajos del CIAT contrastan con estas cifras, pese a que los cálculos demográficos de Ponce (1970b) en una población entre 40.000 y 100.000 habitantes también fueron derivados de trabajos en territorio mexicano. En contraste con la primera mitad del presente siglo, durante las décadas de los 1960s y 1970s los arqueólogos extranjeros tuvieron una actividad limitada en Bolivia(4). Aunque es probable que esto se haya debido a un desinterés por parte de los arqueólogos extranjeros en la región, la verdadera razón de este caso se encuentra en la política ejercida sobre el patrimonio arqueológico boliviano durante esos años. En la reunión anual de la Sociedad Mexicana de Antropología, en 1970, Ponce subrayaba su posición en estos términos:´ (41). ³En arqueología se ha confrontado el problema desde tiempo atrás. Por un lado el estudioso nativo del pretérito« (4) No es sorpresa que gran parte de la bibliografía arqueológica de estas décadas pertenece a autores bolivianos (Arellano 1975; Ponce 1964,1969a,1969b,1970a,1970b,1971,1972,1975,1979; Ponce y Mogrovejo Terrazas 1970; Ponce et a1.1971; Portugal Zamora y Portugal Ortiz 1975,1977; entre otros). La mayoría de los trabajos de Ponce resumen los resultados de las investigaciones del CIAT. Solamente hace unos años atrás, pero varios después del fallecimiento de Louis Girault, se han podido obtener los logros del análisis cerámico que este investigador efectuó con material del templete semisubterráneo (Girault 1990).

«que además de consagrar su atención a las facetas específicas de su trabajo, busca los orígenes nacionales demostrando cariño a su tierra y evita la sustracción del patrimonio cultural. Enfrente, el investigador extranjero, cuyo único objetivo radica en conseguir ávidamente colecciones para proveerse de material, que examina después en oficinas de comodidad metropolitana. Impulso parecido al del cazador que mediante safari se adueña de cuanto alcanza o al conquistador sediento de botín (Ponce 1970c:3; énfasis añadido).´ (4142). ³Esta declaración testimonia la política seguida en Bolivia en el periodo señalado y da respuesta a la inexistencia de investigación arqueológica extranjera. El propósito de la "búsqueda de los orígenes nacionales» ha sido motivo de crítica por parte de algunos sectores que interpretan el contexto histórico desde un punto de vista indigenista. Es así que la arqueología boliviana es vista como la legitimación del colonialismo (Mamani Condori 1989, 1992; Rivera Cusicanqui 1980), o la pancarta fantasma del criollismo: Se trataría, a través de la Antropología y la Arqueología de tender un puente hacia el pasado y de proyectarse por encima de la heterogeneidad cultural boliviana, para sustentar una conciencia nacional que ya ha sufrido tantos embates y derrotas durante la república. De ahí se deriva muy fácilmente a considerar Tiwanaku como la "cuna" de la nacionalidad boliviana-entendida en términos de "nacionalidad" mestizo-criolla-, expropiando de este modo a los pueblos andinos de su memoria histórica (Rivera Cusicanqui 1980:220). La denuncia que un sector hace está relacionada con el nacionalismo boliviano, que en la percepción indigenista no es más que un fervor coyuntural que utiliza el pasado de los pueblos originarios para sacar un beneficio actual propio; Mamani (1989:47) lo expresa de esta manera: ...Ponce se concentra obsesivamente en hacer de la arqueología la fuente de la identidad "nacional" criolla, y para ello no vacila en

manipular la información contraria a su propósito´ (42).

arqueológica

³El caso de Tiwanaku es un ejemplo obvio. Este gran sitio fue el centro de uno de los `horizontes culturales' andinos, entre el siglo VI y el X. Debido a que éste está ubicado en Bolivia cerca al Lago Titicaca, Ponce lo utiliza como la fuente de la identidad nacional boliviana. Por lo tanto, no acepta que Tiwanaku recibió aportes culturales de la costa del Pacífico (lo que es hoy Perú) en sus fases tempranas, y solamente admite vínculos entre Tiwanaku y la costa durante la fase expansiva cuando Tiwanaku era el centro de un imperio (fases 4 y 5 en su periodificación). La distorción que Ponce hace llega al extremo; él inclusive argumenta que `Bolivia como nación es testigo del pasado' (Ponce 1977), cuando Bolivia es un país que activamente oprime a la mayoría indígena de su población.´ (42-43). ³Mamani (1992:15) propone la formación de una arqueología indígena, bajo un control propio. Esta arqueología serviría para recuperar la historia indígena, despojarla del colonialismo y vigorizar sus demandas actuales y proyectos del futuro. En este debate se plasman nítidamente los tintes ideológicos que la percepción del pasado tiene en la lucha política del presente. Existen elementos importantes en esta posición que merecen ser tomados en cuenta por constituirse en otro ángulo del pensamiento acerca del pasado prehispánico. Sin embargo, también arrastra elementos que contradicen los mismos objetivos que pretende alcanzar. Es cierto que algunos rótulos, a los cuales nos hemos acostumbrado, están impregnados de prejuicios que discriminan otros tipos de percepción y comportamiento humanos. Tal como lo considera Mamani (1992:7), el concepto de "pre-historia" parte de la idea que las sociedades que en el pasado no desarrollaron la escritura, u otra grafía para registrar sus memorias, no tienen historia. En este sentido, los que si tienen un pasado escrito pueden describir, opinar y hasta crear las trayectorias históricas de los que "no las tienen." Lo cierto es que en el pasado existieron otras formas de registrar la experiencia y de transmitirla de generación en generación. En cuanto a la evidencia arqueológica (vestigios materiales del pasado), Mamani Condori (1992:6) señala que ésta no se la percibe únicamente como resto inerte del pretérito, sino que representa la fuente del poder moral del presente y la reafirmación de su autonomía cultural. Utilizando como ejemplo los cuentos(5),

transmitidos de generación en generación por medio de la tradición oral, Mamani Condori (1992:17-23) desarrolla una periodificación histórica en términos de pacha (periodos históricos en aymara), de los cuales se desprende un solo propósito para el presente y el futuro: liberar su historia y descolonizar su pacha.´ (43). ³Dos elementos que sobresalen en los periodos históricos, o pacha, son los que se refieren al periodo de los inkas y al periodo de la Colonia. Primero, de acuerdo a los cuentos, el Inkapacha habría sido un edén, sin heladas o sequías, donde la gente no se enfermaba, donde no existía el hambre o la pobreza. La interrogante es, ¿Quiénes vivían en este paraíso; los quechuas, los aymaras, los guaraníes, u otras étnias? Si bien Mamani«

(5) En las palabras de Mamani Condori (1992a7), los "cuentos no son narraciones imaginarias, sino que plasman nuestra visión del mundo, nuestra visión de la historia y nuestra historiografía oral. Vistos como totalidad, los cuentos nos revelan como fue el pasado más antiguo de nuestras sociedades, pero también, al mismo tiempo, nos muestran el camino futuro a seguir".

«(1992) utiliza fuentes etnohistóricas (principalmente los escritos de Santa Cruz Pachakuti y Betanzos) para justificar la existencia de los pacha, las mismas fuentes, y todas las demás, confirman que los inkas fueron invasores y avasalladores de muchísimas etnias, varias de las cuales se aliaron con los españoles para enfrentar la opresión y la explotación por parte de los inkas. Segundo, el "paraíso" inka, según los cuentos, fue interrumpido por el pachakuti español, que durante 500 años instauró un periodo de catástrofe, eliminando el sistema de qillqas (tablas donde supuestamente se guardaba la historia) y de kipus (sistema de hilos de colores en los que se hacían nudos, supuestamente guardando información demográfica, financiera y astrológica). (43-44). ³¿En qué medida se destruyeron los "textos" de la historia indígena? ¿Eran estos los "textos" de la historia oficial Inka, o existían "textos" de la historia de los pacajes, los lupaqas, los kollas, los umasuyus, entre otros? ¿Qué rol desempeñaban los cuentos durante el lnkapacha? Si bien Mamani Condori (1992:21) acepta que "..esta etapa de la historia [Inkapacha], nosotros la hemos idealizado a través de nuestros cuentos," por qué acepta todos los pacha como legítimos del pasado histórico? ¿No pueden acaso los cuentos ser una estrategia cultural, llena de recreaciones, imaginaciones, inventos e intereses para enfrentar amenazas de cambio? Es obvio que la idealización no permite un acceso concreto y verídico al pasado. No obstante las alternativas de interpretación que la tradición oral supone no se enmarcan en el procedimiento de contrastación que la ciencia arqueológica ha impuesto para seguir un camino hacia el conocimiento del pasado. Bien puede llamársele "ciencia europea", "ciencia norteamericana", "ciencia boliviana", o "ciencia aymara", pero existen

fundamentos, principalmente de orden metodológico, que ni la "occidentalización", la"orientalización" o la "aymarización" de los marcos teóricos podrá evadir. A estas alturas de nuestro presente histórico, donde la "hegemonía unipolar" viene intentando imponer un orden político y económico global a las culturas (Albarracín Millán 1993), sería de mayor beneficio analizar el porqué de la carencia de instituciones académicas en Bolivia que brinden la oportunidad, a todos los sectores sociales, de formar profesionales antropólogos y arqueólogos, conscientes de la realidad actual, tanto en su territorio como en el ámbito internacional. Para este propósito, es indispensable la participación de aymaras, quechuas, guaraníes, mosetenes, y todos los que busquen dar su voz en la ciencia. "Solo así se podrán convertir en aportes fructíferos a la lucha de los pueblos oprimidos; pero también, solo así recuperarán un status científico y una vocación crítica y desmitificadora" (Rivera Cusicanqui 1980:224). Un aspecto lamentable de los trabajos arqueológicos que se realizaron en el Valle de Tiwanaku durante los años 1960s y 1970s es el escaso número de publicaciones y su limitada circulación y divulgación. Si se toman en cuenta que, solamente en Tiwanaku, entre 1957 y 1961, el CIAT realizaba supuestamente las excavaciones más grandes de Suramérica, habiendo removido, durante ese lapso, 14.427 m3 de tierra "de 360 pozos y 3 trincheras perfectamente estudiados y clasificados" (Ponce 19b1), las pocas publicaciones existentes no hacen mérito a semejante y valioso trabajo de campo.´ (44). ³Con el propósito de planificar sistemáticamente la investigación arqueológica, supervisar los museos arqueológicos, catalogar los sitios, y publicar los resultados de las investigaciones, se creó, en 1975, el Instituto Nacional de Arqueología (INAR), un componente del Instituto Boliviano de Cultura (IBC). Pese a que la cantidad de trabajos se incrementó, en cierta medida, desde la creación del INAR, la mayoría de éstos tuvieron una reducida divulgación. En algunos casos, inclusive, muchas de las notas de campo de los investigadores del CIAT no fueron transcritas. Tal el caso de los trabajos de Gregorio Cordero Miranda, quien realizó algunos sondeos en el sitio de Iwawi, un sitio de filiación Tiwanaku en el valle bajo. En su libreta de campo, Cordero señala que excavó tres pozos, de las que recuperó deshechos domésticos y restos parciales de un entierro secundario. En estos apuntes, Cordero no indica el lugar preciso donde excavó; sólo hace referencia a un bloque de andesita en las cercanías de sus excavaciones. En general, hasta 1988, se contaban con escasos trabajos en el área circundante al sitio de Tiwanaku. Entre éstos se encuentran el artículo de Maks Portugal Zamora (1953, 1957) en relación al monolito descubierto en las inmediaciones de la comunidad Sullkatata (Sullkata), los artículos de Portugal Zamora y Portugal Ortíz (1975a, 1977) sobre el sitio de Qallamarka (Kallamarka) y un artículo de Girault (1977) tambien sobre Kallamarka. Solamente existe un informe (documento interno del INAR) sobre el reconocimiento que Juan Faldín y Louis Girault realizaron en el valle central (Faldín y Girault 1978); en ese trabajo,

estos investigadores identificaron un total de 36 sitios, 15 de los cuales tienen filiación "Tiwanaku IV", tres muestran un componente "Tiwanaku V" y 23 son sitios "Inka Regional". Los estudios realizados por David Browman (1978b,1981) en Chiripa tienen bastante repercusión en la temática que en el presente trabajo se enfoca. Con anterioridad a las excavaciones que Browman realizó en Chiripa, Kidder había expuesto los restos de casas con doble pared, ubicadas alrededor de un patio abierto. Browman identificó un recinto rectangular semisubterráneo que se constituiría en uno de las estructuras ceremoniales más antiguas del altiplano. Con base en sus excavaciones, Browman (1981) divide el Periodo Formativo en tres fases: Condori (1300-850 A.C.), Llusco (850-500 A.C.) y Mamani (500200/100 A.C.). Browman también señala que extensas redes de intercambio, entre el altiplano, la costa y las zonas tropicales, habrían sido establecidas durante la fase Condori; a este patrón de intercambio, Browman denomina el "modo altiplano." Este modelo es analizado y discutido en subsiguientes capítulos. El trabajo de Alan Kolata en Pampa Koani, ubicada a unos 12 km al norte de Tiwanaku, ha reforzado los argumentos acerca del complejo sistema de producción agrícola y de su organización social en esta zona (Kolata 1982, 1993). La presencia de una jerarquía de asentamientos dentro de un vasto paisaje agrícola sirvieron a Kolata para sostener que Tiwanaku conformaba una "burocracia administrativa agrícola clásica" (Kolata 1987:40). El proyecto "Wila Jawira" (Universidad de Chicago-INAR), constituye un proyecto multidisciplinario que inició sus tareas en 1986. Trabajos previos en Lukurmata sugieren que éste sitio habría sido un centro regional de Tiwanaku y que habría estado compuesto por un núcleo social elitista rodeado por residencias de orden doméstico (Stanish 1987). Con base en el reconocimiento pedestre y el mapeo de Lukurmata, Stanish (1987) establece dos modelos para el "urbanismo Tiwanaku:" 1. Núcleos compuestos por una élite especializada y grupos domésticos alrededor. - 2. Centros residenciales y ceremoniales de élite ubicados en forma contínua entre asentamientos de campesinos. Los descubrimientos en Lukurmata conducen a Stanish a apoyar el segundo modelo.´ (46). ³El trabajo de Marc Bcrmann (1987, 1989, 1990, 1994) en Lukurmata provee información muy significativa en cuanto a la evolución de las estructuras domésticas y a la cerámica se refiere. En particular, Bermann (1990, 1994) muestra que los cambios en el orden doméstico no tuvieron una correspondencia directa con los cambios en los niveles sociopolíticos más altos, y que la incorporación de Lukurmata en el sistema Tiwanku no fue la única fuente de cambio en la dinámica de la organización doméstica del sitio.

Gray Graffam (1989, 1990, 1992), por otro lado, enfocó el aspecto agrícola de Tiwanaku y su sistema de organización social. La naturaleza de la distribución de campos elevados de cultivo ("camellones") en la Pampa Koani y la presencia de determinados sitios que Graffam (1990) identifica como pertenecientes al periodo postTiwanaku (Pacajes) inciden en las conclusiones a las que Graffam llega. Contrariamente a lo expuesto por Kolata (1986), Graffam sostiene que los camellones no se asocian exclusivamente con Tiwanaku y que la construcción, mantenimiento y producción en este sistema agrícola no dependió de la intervención administradora de un Estado. Graffam (1990, 1992) demuestra que el manejo, sin burocracia estatal, de amplios segmentos de camellones estuvo en manos de grupos Pacajes, después de la desintegración de Tiwanaku. Graffam (1990) también sugiere, aunque no cuenta con una contundente base empírica, que los camellones pueden tener origen en el Periodo Formativo. Las investigaciones arqueológicas en Tiwanaku durante la pasada década han generado nuevos datos acerca del antiguo centro, tanto en sus sectores ceremoniales, residenciales de élite, y sectores domésticos en la periferia (Alconini 1993; Couture 1993; Janusek 1993; Manzanilla 1992; Manzanilla y Baudoin 1989; Manzanilla y Woodard 1990; Rivera Casanovas 1994; Sampeck 1991). Algunos investigadores conciben Tiwanaku como un "espacioso e impresionante sitio, pero a la vez simple y elegante centro ceremonial" (Schaedel 1988:772-773). Los recientes resultados demuestran que Tiwanaku es verdaderamente espacioso (Kolata y Mathews 1988) pero mucho más complejo que un simple centro ceremonial. El núcleo del sitio está compuesto por imponentes recintos ceremoniales así como por sectores residenciales de élite. Alrededor de este núcleo se encuentran varios sectores que agrupan zonas residenciales y de producción (Janusek 1993,1994; Rivera Casanovas 1994). Durante la temporada de campo de 1988, se iniciaron las tareas de prospección del Valle Bajo de Tiwanaku (Albarracin-Jordan 1990, 1991a, 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990). En ese año se efectuó un reconocimiento de la zona, identificándose un total de 50 sitios, con distintos componentes cerámicos, y tres distintos tipos de rasgos agriculturales (camellones, terrazas y qochas). Varios aspectos de este reconocimiento preliminar sirvieron para identificar una importante diversidad cultural, a través del tiempo y del espacio, en el área de estudio.´ (46). ³En primer lugar, algunos de los sitios del Periodo Formativo (1500 A.C.-100 D.C.), a decir de los fragmentos de cerámica que se identificaron en la superficie, demostraban tener una filiación con la cerámica Chiripa. En segundo lugar, ese año no se identificaron sitios vinculados al "Tiwanaku I/II"(6). Aunque inicialmente se habían reportado posibles 13 sitios con filiación "Tiwanaku III", los análisis posteriores en el (       ) quizás tres sitios puedan tener un componente estilístico similar {ver capítulo 7}. Los sitios "Tiwanaku IV" de mayor extensión fueron evaluados en cuatro a cinco hectáreas en extensión como promedio; en estos sitios también se identificaron restos de

arquitectura lítica, montículos con plataformas y concentraciones significativas en determinados sectores de cerámica fina y decorada. En las inmediaciones de algunos de estos sitios se descubrieron varios terraplenes, los mismos que conducen a campos elevados de cultivo. Los camellones se encuentran, casi en su totalidad, en el sector norte del valle, mientras que las qochas, o cotas, (pequeñas cuencas artificiales) se ubican en el sector central, y las terrazas en forma exclusiva en el sector sur. La ocupación postTiwanaku en el valle, al parecer, fue extensa. Con base en los atributos de la cerámica y la disposición de los sitios, fue posible separar la era post-Tiwanaku en tres periodos: El primero fue denominado "Pacajes Temprano", caracterizado por cierta continuidad en la cerámica con Tiwanaku, aunque muchas de las formas polícromas de Tiwanaku no se encuentran presentes. La mayoría de los sitios de este periodo se encuentran cercanos a vertientes y a campos agrícolas. El periodo abarca desde la desintegración de Tiwanaku, estimada alrededor del 1100 hasta la llegada de los Inkas a la región, alrededor de 1470.´ (46-47). ³El subsiguiente periodo se caracteriza por la introducción de materiales con rasgos de la cultura inka; en determinados casos, la cerámica proviene directamente del Cusco, o algún sitio principal inka. La mayoría de la cerámica, sin embargo, muestra una imitación de ciertos estilos inkas, confluyendo en una expresión propia de la zona. Esta manifestación fue designada con el rótulo de "Pacajes-Inka" para designar el periodo entre ca. 1470 y ca. 1550; esta última es fecha temprana para el arribo de los españoles a la región pero justifica algunos de los cambios que ya ocurrían en todo el Tawantinsuyu al caer la cúpula administrativa inka en 1532. El tercer periodo, denominado "Pacajes Tardío" se caracteriza por la presencia de algunas formas introducidas en el periodo anterior pero de acabado tosco y decoración sencilla, mezcladas con cerámica colonial. Este periodo abarca del 1550 hasta ca. 1600; esta última es una figura un tanto arbitraria y fue utilizada solamente para demarcar las primeras transformaciones que acontecieron en el valle. Fueron los resultados de este reconocimiento inicial los que determinaron la realización de una prospección total del Valle Bajo de Tiwanaku. Adicionalmente, con base en los alcances de la prospección, varios sitios fueron mapeados, habiéndose efectuado recolecciones intensivas de material cultural de superficie en lb de ellos. Cinco sitios fueron luego escogidos para la realización de excavaciones de prueba.´ (47). ³En resumen, los trabajos de campo de la misión francesa, en 1903, representan el primer programa de excavaciones en Tiwanaku que dejó algún informe, aunque« ________________________________________________________________

(6) Las "épocas" de Tiwanaku (Ponce 1972) fueron utilizadas como demarcadores cronológicos, existiendo, sin embargo, una incongruencia en la nomenclatura y la metodología de la periodificación, tal como se analiza y aclara en los subsiguientes capítulos. ____________________________________________________________ «pobremente documentado, y que empezó a mostrar los vestigios de ese invalorable testimonio arqueológico que es Tiwanaku. Contribuciones importantes fueron hechas por investigadores extranjeros durante la primera mitad del presente siglo, aunque sin las repercusiones que en circunstancias similares tuvieron en el Perú. Durante más de un cuarto de siglo después de 1954, el distanciamiento entre la esfera internacional arqueológica, interesada en problemas del área andina boliviana, y la arqueología nacional se hizo mayor. El pensamiento acerca del pasado prehispánico de Tiwanaku, y de otras culturas del actual territorio de Bolivia, tomó un carácter peculiar. Diferencias substanciales surgieron entre las "arqueologías" de Bolivia y los países vecinos. Un ejemplo claro de este contraste se advierte en la comparación con el Perú. La receptibilidad de los investigadores peruanos, desde tiempos de Max Uhle, a un círculo internacional amplio, sirvió el propósito de incorporar diversas tendencias teóricas y metodológicas en la arqueología y la antropología, sin perder una perspectiva nacional y su espíritu creativo (Burger 1989: Chávez 1979). La nación boliviana hizo de Tiwanaku su símbolo. Evidentemente, existieron y existen numerosas formas de ver el pasado, entre ellas la tradición oral, pero la ciencia arqueológica trabaja con restos materiales e impone procedimientos específicos para el nexo entre la base empírica y la explicación. Si bien en la arqueología existen distintas orientaciones en la forma de explicar el fenómeno social del pretérito, todas se rigen a la naturaleza del testimonio tangible que deja la sociedad.´ (47-48). ³Mediante esta presentación de la historia del pensamiento acerca del pasado de Tiwanaku se han intentado buscar las raíces que nutren muchas de las posiciones que todavía hoy en día se mantienen vigentes. No se ha pretendido hacer un recuento de todo lo que se ha escrito sobre Tiwanaku, sino contextualizar el origen y el desarrollo de las principales ideas sobre este sitio. Esta base histórica expande la visión interpretativa del presente, facilitando la evaluación de los aspectos que aún no han sido explorados en la explicación de la sociedad andina prehispánica, pero que tienen mucha relación con ésta.´ (48). ¬  * +  ,-  .      

³El sector campesino del Valle Bajo de Tiwanaku se encuentra estructurado en comunidades, las mismas que se organizan alrededor de un sistema sindicalista. Las autoridades del sindicato sirven de nexo entre el campo y las autoridades e instituciones gubernamentales. La organización social de estas comunidades, sin embargo, tiende a obedecer a principios de organización social y jerarquía distintos a los que fueran impuestos por la república. Los principios fundamentales de la tradicional sociedad andina se encuentran reflejados en la reciprocidad, la autoridad, la cooperación, el dualismo y la jerarquía inclusiva; pese a las diferencias sectoriales internas que en la historia más reciente de las comunidades aparece como un desafio, la integración sigue siendo una meta entre los aymaras (Albo 1976). Indudablemente, la instrucción española en territorio aymara marcó el inicio de una serie de transformaciones. Las ambiciones de riqueza y fama en los espíritus de los conquistadores no encontraron barreras para frenar la usurpación, la explotación de la masa social originaria y el etnocidio. Desde los primeros viajes de Colón a este continente, que a finales del siglo XV permanecía desconocido en Europa, los conquistadores se vieron motivados por los materiales exóticos, joyas, plantas y animales que habían encontrado en las ³nuevas tierras´. Si bien causa asombro el coraje y la perseverancia de las primeras expediciones españolas y portuguesas para vencer gigantes obstáculos de la naturaleza (Goodman 1972), la audacia y el desenfreno con lo que expandieron sus posteriores aventuras no fueron sino el origen de un ciclo interminable de opresión y saqueo. A comienzos del siglo XVI, los españoles estaban convencidos de la existencia de un vasto imperio al sur de Colombia. Pese a los primeros intentos de Fernando Pizarro por explorar la costa noroeste sudamericana, no fue hasta comienzos de la década de los 1530s cuando la existencia del imperio Inka se hizo materialmente evidente. El interés económico, no político, había encontrado una colosal fuente de motivación (Albó y Barnadas 1985: 58).´ (49). ³La conquista de la civilización Inka fue el preludio de un largo proceso de colonización y de implementación de nuevas instituciones. Los conquistadores encontraron territorios inmensos, minas prosperas en los metales más codiciados y, por sobre todo, recursos humanos con los que podían explotar esta riqueza. La estrategia fue simple: establecer un control coercitivo de las bases e imponer cabezas políticas al servicio de sus intereses mineros. El Derecho Indiano, legislación que se aplicaba a las tierras recientemente descubiertas, otorgaba derechos y títulos a sus descubridores. La Corona española, mediante las capitulaciones, había aceptado otorgar licencia a los conquistadores para encontrar y, en su defecto, explotar las riquezas de estos territorios.´ (50). ³Debido a la información de segunda mano que la monarquía ibérica recibía durante los primeros años de la Conquista, ésta no podía efectuar una

evaluación cabal del verdadero valor de estas nuevas tierras. Los informes que se empezaron a acumular demostraron que la riqueza de América sobrepasaba todo lo imaginado. Consecuentemente, en las subsiguientes ordenanzas, la Corona quizo establecer regulaciones específicas, enviando oficiales de la monarquía en las expediciones. Una de las preocupaciones de la Corona estaba vinculada al trato de los indígenas, tema ampliamente discutido en los escritos de fray Bartolomé de las Casas ([1539] 1968) (Bataillon y Saint-Lu 1985). Pese a que se había admitido la libertad de los nativos en los documentos que se emanan desde Castilla, los conquistadores tenían propia praxis sobre este particular. Cómo resultado de la inercia jurídica y los altercados que se originaron entre españoles, se dictaron una serie de medidas para resolver un complejo problema, que, pese a ser lejano a la realidad social de la península ibérica, ocupaba un importante eslabón en la agenda de la monarquía. Entre las primeras regulaciones emitidas se encuentra la creación de la ³encomienda´ y el ³repartimiento´ En versión original, estos tenían definiciones distintas, dependiendo del área donde se los iba a imponer; aparentemente, el título original de la encomienda era ³repartimiento y junto a él la Real Cédula de gracia o merced fue el título originario para adquirir en las Indias la propiedad de la tierra.´ En términos generales, el repartimiento se refiere a una concesión subsecuente, las mismas que en varios casos llevaban el rótulo de ³encomienda´. La encomienda, en este sentido, se basaba en la adjudicación del tributo que se imponia a la masa indígena, siendo que el encomendero no debía ningún impuesto al Rey (Albo y Barnadas 1985: 74). Los indígenas, en su condición de pueblos sometidos, pasaron a ser embestidos por el ansia colonial de los españoles, tan ajena a sus pasadas tradiciones, doblegados, pero no totalmente vencidos, fueron objeto de campañas ideológicas mediante la evangelización que buscaba penetrar en la esencia humana del ³indio´. Los reyes de España no aprobaron los atropellos que se venían cometiendo en las colonias ni la obstinación de los conquistadores por mantener su despotismo. La Corona buscó mecanismos legales que hicieran posible controlar y administrar las ³nuevas tierras´, tan lejanas y extrañas a la realidad ibérica. Ots Capdequí (1975) señala que la monarquía española trató de multiplicar las instrucciones de gobierno, situación que complicó las diligencias de la burocracia y la administración. Atendiendo a las acusaciones de maltrato de los indígenas por la crueldad de los encomenderos, y utilizando estas denuncias como pretexto para imponer medidas regulatorias en la administración, la monarquía instituyó los corregimientos. Sin embargo, los corregidores, encargados de resolver los problemas de la América, no pudieron detener el proceso que ya tomaba un curso propio (Bouysse-Cassagne 1987:40).´ (49-51). ³Varios autores han interpretado la organización social aymara basándose en documentos etnohistóricos (Namdelier 1910, 1911; Bastien 1979; Bouysse-

Cassagne 1987, 1988; La Barre 1948; Murra 1968, 1972; Platt 1976; Tshopik 1951, entre otros). La organización social aymara puede haber tenido sus propias características, quizás divergentes en muchos aspectos con otros grupos de los Andes. Sin embargo, existen también importantes similitudes dentro de esta diversidad étnica. La influencia inka en la Cuenca del Titicaca, por ejemplo, no puede ser considerada como un torrente cultural quechua en media de una sociedad aymara desprovista de niveles organizativos y perspectivas culturales amplias. Todo lo contrario; la estructura y principios de jerarquía social aymara parecen anteceder lo que comúnmente se ha caracterizado como influencia Inka. Durante la época incaica (ca. 1200 al 1540 D.C.), el kollasuyo estaba compuesto por numerosos ³cacicazgos´ (también se los ha denominado ³señoríos´), los cuales fueron incorporados al sistema político, económico y ritual del imperio Inka. La mayoría de las crónicas indican que el Inka Pachakuti, y posteriormente su hijo Tupac Inka, fueron responsables de la conquista de estos grupos aymaras (Cieza de León 1967 [1550]; Cobo 1964 [1653]; Morúa 1964 [1590]; Santa Cruz Pachakuti 1968 [1613]; Sarmiento de Gamboa 1943 [1572]). El Inka, aparentemente, tomó ventaja del conflicto que existía entre los lupaqas y los kollas. La alianza Inka-Lupaqa y la conquista de los Kollas fueron estratégicamente organizadas, haciendo efectivo el mecanismo de la reciprocidad asimétrica como medio de incersión política, estableciendo de esta manera una jerarquía a favor del Inka (Bouysse-Cassagne 1987). Aparentemente, los pacajes fueron incorporados a esta alianza Inka-Lupaqa.´ (51). ³Ambas sociedades, quechua y aymara, estaban organizadas en unidades sociales, conocidas como ayllus. Históricamente, el carácter del ayllu ha sido motivo de extensa discusión, y pese a que no existe concenso respecto a su verdadero origen, carácter y rol, la mayoría de los investigadores sociales que trabajan en el mundo andino coinciden en señalar que el ayllu es una unidad básica y fundamental para discernir la organización social tradicional andina. Basadre (1937:88) indicaba que el ayllu significa comunidad, linaje, genealogía, casta, género y parentesco. José Antonio Arze (1941:18) afirmaba que el ayllu habría estado originalmente organizado entre miembros consanguíneos y que posteriormente se convirtió en una unidad territorial y económica. Por otro lado, Alberto (51) Zelada (1937:61) manifestaba que el ayllu era un sistema organizado con base en lazos religiosos, económicos y de consanguinidad, y que el vínculo político se originó sucesivamente. Bautista Saavedra (1955: 26) postulaba que el ayllu representó una familia extensa, capaz de dividirse en pequeños ramales, pero siempre una familia, mientras que José María Camacho (1942) sostenía que el ayllu no constituía la unidad fundamental de estudio de la sociedad aymara, siendo la marka, o pueblo, la estructura sociopolítica primaria, organizada en lineas consanguíneas, y liderizada por un jefe y su consejo. Philip Ainsworth Means (1920:511) apuntaba que era ³un organismo social caracterizado por el trabajo cooperativo en el cultivo y por relaciones

consanguíneas o ficticias entre sus miembros.´ Means (1920), además, indica que el ayllu era una unidad social pre-Inka, y que los Inkas mismos estaban organizados en ayllus. Elizardo Pérez (1962) destaca la trayectoria evolutiva del ayllu, señalando que la familia constituyó el embrión del cual surgieron formas más complejas. Pérez (1962), asimismo, identifica varios elementos que sostienen al ayllu en su evolución posterior, estos elementos son la familia, el colectivismo, la formas de propiedad y aprovechamiento de la tierra, la industria familiar y el idioma. Como se puede advertir en estos ejemplos y otros estudios relacionados con el ayllu (Bastien 1978; Costas 1961; Izko 1986, 1992; Palomino Flores 1970; Puga 1950; Montgomery 1971; Urquidi 1971; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui 1992), una definición precisa se complica por las diferencias de interpretación. El denominador común de los ayllus, sin embargo, en su nivel más simple, es la relación consanguínea o ficticia que une a un determinado número de familias. En niveles superiores, varios ayllus ³menores´ se organizan política y económicamente para conformar unidades sociales más amplias: ayllus ³mayores´. En la documentación etnohistórica se señala que éstos, a la vez, podían concluir en federaciones y confederaciones con adjudicaciones territoriales extensas (Bouysse-Cassagne 1987). El ayllu debe ser considerado también en sus distintas dimensiones, siendo su nivel más simple el ayllu ³mínimo´ (Platt 1987), una estancia/comunidad (Izko 1992) o un jisk´a ayllu (Rivera Cusicanqui 1992), que constituyó un módulo social básico en la sociedad aymara. Antes de las reformas que impuso la Colonia y la República, el ayllu ³menor´ tenía acceso a diversas zonas productivas, siendo así que sobre los principios de organización a este nivel se cimentaban las bases de las estructuras políticas y económicas de mayor envergadura. De la documentación etnohistórica o de los ejemplos etnográficos se establece que el ayllu, desde sus niveles de organización menores, no puede ser simplemente emparejado con un grupo de parentesco. Tom Zuidema (1964) enfatiza que ³El ayllu, como grupo local, no es y no fue nunca un grupo de parentesco.´ A groso modo, esta caracterización de los principios de organización del ayllu es la que se desarrolla y amplía en este estudio y sirve como parámetro en la interpretación del registro arqueológico, llegándose a argumentar que estos principios de organización se remontan a varios siglos antes de la llegada de los españoles. En tal sentido, el ayllu, como tal, no es concebido como una estructura carente de dinámica interna, y si bien el rótulo ayllu sirve en el presente trabajo de guía para el modelo que se desarrolla, esto no significa una ³colonización´ intelectual del pasado prehispánico, obviando la variabilidad que pudo existir, menos aún la negación de la existencia de estructuras sociales que los principios de dualidad, jerarquía inclusiva, reciprocidad e integración, entre otros, pudieron generar.´ (52). ³Durante la conquista, el ayllu, en sus distintos niveles de organización, caracterizaba a la sociedad aymara. Lo más distintivo del ayllu era el control que

ejercía en distintas zonas ecológicas, una estrategia socioeconómica descrita por John Murra (1972) y conocida como "el control vertical de un máximo de pisos ecológicos." Miembros de un mismo ayllu tenían terrenos en distintas regiones geográficas, contrastando con la actual realidad campesina de la comunidad, restringida a una determinada zona. La aseveración de Means (1920) acerca de la directa relación entre el ayllu y la comunidad indígena actual desestima las bases económicas fundamentales del primero. En el Valle Bajo de Tiwanaku, no obstante, se pueden observar casos de una "verticalidad" comprimida. Una familia generalmente posee terrenos en diferentes sectores del área comunal. En tal sentido, ésta tiene acceso a las laderas de los cerros, a los sectores altos, aptos para el pastoreo, y a la pampa del valle. Esta estrategia de mini-verticalidad, no obstante, no tiene comparación cuantitativa o cualitativa con el verdadero esquema de los antiguos ayllus. Los estudios etnográficos muestran que el ayliu aymara, existente en algunas regiones de Oruro, Potosí y Sucre, se divide en dos mitades: Alasaya, o sector superior, y Masaya, o sector inferior, aparentemente análogos a Anansaya y Urinsaya del ayllu quechua (Albó et al. 1989, Bouysse-Cassagne 1987; Wachtel 1973; Zuidema 1978). Estos sectores no representan partes iguales en el sentido simbólico; el sector superior está asociado con "fuerza", "masculino", "alto" y "derecho", mientras que el sector inferior lleva las connotaciones de "débil", "femenino", "bajo" e "izquierdo " (BouysseCassagne 1987,1988; Cereceda 1987). En el pasado, grupos de ayllus, organizados en confederaciones, también estaban divididos en dos sectores (Albó y Barnadas 1985; Izko 1992; Platt 1987). Esta segmentación binaria, sin embargo, funcionaba como unidad, siendo ambos polos complementarios. Cada sector de la confederación estaba representado por un jacha mallku qapac, o líder supremo, quién tenía obligaciones recíprocas con la gente de su parcialidad. Esta jerarquía fue drásticamente transformada mediante legislación española. Como se anotó anteriormente, la encomienda sirvió intereses económicos; al sistema de la encomienda se deben añadir la mit'a y las reducciones como elementos críticos en la virtual desintegración de la jerarquía de ayllus. Francisco de Toledo llevó adelante, durante la década de 1570, una reforma del sistema de la mit'a, principalmente orientada hacia la explotación minera. Las reducciones tuvieron como principal objetivo el concentrar a la población en forma coercitiva y bajo parámetros distintos, imponiendo un nuevo orden, ajeno al de la tradicional marka, para facilitar tareas impositivas y de evangelización (Espinoza Soriano 1979:214; Montgomery 1971:22). La reforma toledana condujo a un gran número de indígenas a huir de estos nucleamientos y de la mit'a. Estos "forasteros" escapaban al terror impuesto sobre su organización anterior por el nuevo orden español.´ (53).

³Fue también durante la década de 1570, bajo las Ordenanzas de Felipe II, que el término "comunidad indígena" se introdujo en los territorios nucleares de los ayllus. Sin embargo, Espinoza Soriano (1979) indica que ya en 1549, Pedro de La Gasca empleó el concepto de "comunidad" para referirse a los numerosos grupos que conformaban las encomiendas. No es sorpresa que varias de las comunidades actuales tengan una directa correspondencia con los territorios nucleares de sus ancestrales ayllus.´ (53-54). ³La tenencia de la tierra fue reglamentada mediante una Reforma Agraria, dictada en 1591, la misma que reafirmaba el adueñamiento de las tierras por parte de los españoles (Maldonado 1956:242). Hacia comienzos del siglo XVII, el sistema de la hacienda empezó a proliferarse, principalmente debido al estancamiento de las actividades mineras. La monopolización de la tierra fue entonces promovida (Barragán 1982; Burga 1979) en el siguiente siglo, la hacienda se solidificó, explotando, como aconteció durante el auge de la encomienda, los recursos humanos y naturales de los Andes. La tensión entre hacendados e indígenas, no obstante, creció significativamente, y hacia mediados del siglo XVIII una serie de rebeliones se llevaron a cabo (Burga 1979:184). Las más serias de éstas fueron las sublevaciones de Tupac Amaru II y Tupac Katari en 1780 y 1781 (Cajías 1983; Costa de La Torre 1973,1974; Flores Galindo 1976; Lewin 1967). Con el nacimiento de la República de Bolivia, en 1825, Simón Bolivar ordenó la libertad ciudadana para todos y la otorgación de tierras para los indígenas. En la Constitución Bolivariana de 1826, el Congreso otorgó el derecho a la libertad, seguridad, propiedad e igualdad a todo ciudadano boliviano. La oposición de los hacendados, como era de esperarse, fue rotunda y los términos de dicha constitución fueron prontamente anulados. El tributo, durante el siglo XIX, mantuvo todas las características de la Colonia. En 1831, por ejemplo, Andrés de Santa Cruz firmó nuevas leyes de registro (Reglamento de Matrícula), reproduciendo las que habían sido establecidas por el "Visitador" Escobedo en 1784 (Sanchez Albornoz 1978:195). Como se conoce, las "visitas", antes de la formación de la República, servían de censos, no solamente como índices demográficos y económicos, sino como medios legislativos y judiciales para hacer cumplir con el tributo. En el siglo XIX, la "Revisita" servía exactamente el mismo propósito. En tal sentido, las primeras disposiciones dictadas después del Gobierno de Sucre pueden considerarse como una prolongación de tiempos coloniales (Barnadas 1978:39). Un claro ejemplo son los decretos de 1866 y 1868; dictaminados por Mariano Melgarejo. Estos le asignaban propiedad de la tierra al Estado; los indígenas no tenían derecho alguno a éstas. Lo que sí podían hacer era comprar terrenos, pero en realidad ningún indígena tenía las posibilidades económicas necesarias. En tal sentido, las tierras podían ser rematadas (Bolivia- Anuario 1868). Con las leyes de "Exvinculación", dictadas en l874, durante la presidencia de Tomás Frías, los

indígenas habrían de enfrentarse a una "expropiación" disfrazada en beneficio de los grandes terratenientes. La Guerra del Pacífico, en 1879, y la Guerra del Chaco, entre 1932 y 1935, fueron devastadoras para la economía de Bolivia, pero no así para el hacendado o el industrial. Durante, las décadas que corren entre ambas guerras, la minería del estaño se convirtió en el negocio más lucrativo, guiando la trayectoria política y económica de la nación (Albarracin Millán 1972). Los aymaras eran utilizados en hechos de simple propaganda política mientras que el sistema feudal continuaba intacto.´ (54). ³Las condiciones del país durante la década de 1920 eran ideales para la inversión extranjera, la misma que ejerció una extensa influencia en los asuntos políticos internos. Asimismo, es suficiente efectuar una somera relación de las diferentes corrientes ideológicas de la época para develar las distintas opiniones que se vertían acerca del rol del indígena en la sociedad boliviana. El espectro de perspectivas era amplio, desde posiciones racistas, ejemplarizados en los trabajos de Arturo Posnansky, Bautista Saavedra, Gabriel René Moreno, Octavio Salamanca e Issac Tamayo, hasta los criterios socialistas y nacionalistas de Tristán Marof y Roberto Hinojosa, respectivamente (Albarracin Millán 1979).´ (54-55). ³El resultado alcanzado después de esta trayectoria política fue la Reforma Agraria de 1953. Se creó, entonces, el Ministerio de Asuntos Campesinos, se instauraron uniones campesinas y se eliminó el sistema de la hacienda (Albó 1987a). La Reforma trajo consigo importantes cambios en las comunidades rurales, principalmente en la instauración del sindicato. Este último representa la estructura política formal de la comunidad rural, pese a que en muchos casos la autoridad política recae en manos de individuos ajenos al sindicato. Como cuerpo político, el sindicato está presidido por un Secretario General, seguido por otras secretarías que coordinan y dirigen distintos aspectos de la organización y el trabajo comunal, estas secretarías son elegidas anualmente (Albó et al.1989:53). ¬  ii ¬  i /  i   El valle bajo incluye áreas de tres cantones de la Provincia Ingavi del Departamento de La Paz, éstos son los cantones de Tiwanaku, Taraco y Guaqui. En la Figura 3.1 se muestra la distribución de las 20 comunidades del valle. La mayoría, como acontece con otras áreas del valle, han mantenido los topónimos que aparecen en los primeros documentos escritos de la región. Taraco (Taraqu) y Guaqui (Waki) son los pueblos más extensos. En éstos, las autoridades políticas representan a partidos políticos nacionales, y los residentes son miembros, o ex-miembros, de las comunidades adyacentes o "vecinos", tradicionalmente aquellos que tienen descendencia española y que ocupan las residencias alrededor de la plaza central.

)   En la Relación de la Provincia de los Pacajes, escrita por Pedro de Mercado de PEñaloza en 1583, se indica que Guaqui habría sido fundado por el Inka Tupac Yupanki con e objeto de establecer un centro administrativo en el sector sureste del Lago Titicaca y un puerto de acceso al valle. Siguiendo la crónica de Sarmiento de Gamboa (1943 [1572]), Guaqui fue probablemente establecido alrededor de 1470. Seis aldeas aledañas habrían sido incorporadas, pese a una aparente heterogeneidad étnica. La población de Guaqui estaba compuesta en su mitad por gente uru, la misma que también tenía casas flotantes cerca a la ribera del lago (Mercado de Peñaloza 1965 [1583]). Mercado de Peñaloza también apunta que algunos individuos se especializaban en la producción cerámica; la producción agrícola era significativa, cultivándose papa, quinua y cañiwa, así como algo de maíz. Aparentemente, algunos pobladores de Guaqui tenían vestimenta y tradiciones similares a las de los indígenas de Omasuyo, la provincia al este de Pacajes.´ (55). 0En la evaluación toledana, efectuada entre 1573 y 1575, Guaqui, referido en ese entonces como "repartimiento", tenía 5800 pobladores, 1285 de los cuales pagaban tributo (Bouysse-Cassagne 1987:389, Tabla 27). Información etnohistórica, complementaria a las de Toledo y Mercado de Peñaloza, se encuentra en la mencionada Visita de Diego García de Paredes (Párssinen 1992:359).´ (55-56). 0En el testimonio de un oficial español, domiciliado en Potosí, se indica que en 1690 Guaqui era considerado como un pueblo de opresión e injusticia. Los caciques, o mandones puestos por los españoles, aprovechaban sus cargos para incrementar sus bienes personales, vendiendo terrenos a forasteros (Sanchez Albornoz 1978, Apéndice 2). No se encuentran mayores referencias a Guaqui como repartimiento en la siguiente centuria. En las Revisitas del siglo XIX, se asigna a Guaqui 601 tributarios (1838), 749 en 1863, y 903 en 1878 (Barnadas 1978:37). A comienzos de nuestro siglo, la vía férrea entre La Paz y Guaqui fue concluida, haciéndose un puerto para el comercio con el Perú. Actualmene, Guaqui todavía mantiene su importancia en la celebración de fiestas y en el intercambio comercial, mediante ferias semanales.´ (56-57).    ) Pese a ser identificada como una marka aymara (Mamani 1991), el reconocimiento arqueológico del área no da cuenta de vestigios materiales anteriores al periodo colonial. En tal sentido, Taraqu habría sido instituido, como pueblo, durante la Colonia. La documentación histórica da cuenta que Taraco constituía un cantón-marka, compuesto por ocho ayllus (Mamani 1991:22), de los cuales por lo menos cuatro

se sitúan en el valle bajo; éstos serían Iwawi, Chivo, Pillapi y Jawira Pampa. Una serie de peticiones por parte de los miembros de la marka Taraqu para que se anule la tasación de sus tierras culminó en la masacre de 1869, ordenada por Melgarejo. "Taraqu es una muestra cristalina de la voluntad colonizadora de esa sociedad hipócrita y vanidosa que para liberarse de su culpa hizo de Melgarejo su chivo expiatorio. La investigación nos ha permitido conocer a quienes -como Tomás Frías- tras bambalinas, idearon y ejecutaron el asalto a Taraqu y otros ayllus, que culminaría en un baño de sangre" (Mamani 1991:24). Pero la lucha por el derecho incondicional a sus tierras no terminó con la masacre de 1869. A través de una serie de denuncias, en 1920, se iniciaron otras rebeliones en contra del apoderamiento y explotación de la propiedad comunitaria. Esta resistencia indígena fue acallada mediante el uso de fuerzas armadas privadas o de la participación del ejército. 1  Los documentos más tempranos sobre Yanarico datan de 1724, con el establecimiento de una hacienda en el lugar. Como era frecuente, la hacienda tomó el nombre de la comunidad donde se estableció. Yanarico era un ramal del ayllu Chambi (Visita y Patrón de los Indios Originarios y Tributarios de Tiwanaku [1724], Waldo Villamor, comunicación personal, septiembre de 1990) r

  En la Visita de 1756, Pillapi es caracterizada como hacienda, y al parecer ésta también formaba parte del ayllu Chambi. Pillapi fue comprada por Benedicto Goitia, en 1878 (Mamani 1991). Durante la República, se llevaron a cabo algunos proyectos de cooperación y desarrollo (Leonard 1966; Schweng 1962).´ (57), ¬  ¬ 2 ³Ch'iwu fue un ayllu de Taraco que fue incorporada al repartimiento de Tiwanaku alrededor de 1770 (Villamor, comunicación personal 1990). En el censo de 1773, Ch'iwu estaba conformada por una población Uru (Ponce 1975b:30-31). Benedicto Goitia adquirió mañosamente varios terrenos (sayañas) de este ayllu en 1882 (Mamani 1991). En cuanto a las otras comunidades actuales se refiere, se tiene información que la mayoría de éstas fueron ayllus, transformados en haciendas, siendo Iwawi (Jiwawi) el último ayllu en convertirse en hacienda en 1907, bajo la imposición de Benedicto Goitia, pasando luego a manos de Jorge Zalles. Cabe resaltar, sin embargo, que Sullkata, ayllu de Guaqui (Waki), nunca aceptó la incersión de un sistema de hacienda en su territorio, habiendo luchado constantemente por el control de sus sayañas, inclusive soportando la arremetida del regimiento Abaroa a disposición de Goitia (Mamani 1991:70). Una gran mayoría de los ayllus del Valle Bajo de Tiwanaku fueron haciendas de

Goitia, incluyendo Pillapi, Taraqu, Ch'iwu, Chambi, Rosa Pata, Iruni, Iwawi, Umamarka, Jawira Pampa, Belén Pituta, Iruni, Sullkata y Copagira.´ (57-58).. ¬ 1  ¬  i   0En la actualidad el territorio de una determinada comunidad está dividido en parcelas privadas, aunque algunos terrenos se los reserva para uso comunal; éstos últimos son utilizados principalmente como zonas de pastoreo. Los terrenos son heredados y distribuidos entre familiares pese a que la venta se está generalizando. El parcelamiento reduce el área de terreno cultivable, siendo éste un factor en disputas dentro círculos familiares. La migración hacia centros urbanos, en particular hacia las ciudades de La Paz y El Alto, se ha convertido en un fenómeno generalizado en el valle. Si bien las oportunidades de trabajo son escasas en los núcleos urbanos, existe una tendencia generalizada a aceptar las condiciones de vida de la ciudad como alternativa al trabajo en el campo. Este fenómeno tiene algunas raíces en el cambio cultural en las nuevas generaciones campesinas. La occidentalización mediante medios de comunicación va transformando la identidad que buscan las jóvenes generaciones. Ante los problemas agudos que presentan la educación rural, la atención médica y la producción agropecuaria, en general, los ideales de mejores oportunidades en la cuidad son también estimuladas en la actualidad por las generaciones más antiguas. Aunque se podría esperar la presencia de numerosos camélidos andinos en el área, como ser llamas (Lama glama) y alpacas (Lama pacos), curiosamente estos son muy escasos. Durante los dos años de trabajo de campo que realizé en el valle bajo, en muy raras ocasiones tuve la oportunidad de observar grupos de llamas. Generalmente, los llameros vienen desde la región de Jesús de Machaca, unos 20 km al sur, trayendo sal para su intercambio con otros productos los días domingos, cuando en Tiwanaku se realiza la feria. Alpacas son aún más escasas; solamente en las cuencas de altura de la Zona Intermontañosa (IZ) pueden ser ocasionalmente vistas. La virtual ausencia de éstos animales, pese a que los mismos cuentan con condiciones ecológicas ideales para su forma de vida (Gade 1977; Wing 1977, 1978), parece tener su origen en la sustitución de los mismos, durante la Colonia, por ganado vacuno y ovino. Como indica Browman (1987), los camélidos andinos tuvieron miles de años de adaptación al medio ambiente de altura, siendo resistentes a las enfermedades que afectan a otros animales y menos destructivos del balance botánico y metabolizan los pastos de la región en forma mucho más eficiente que las ovejas. Es sorprendente que la preferencia por estas últimas esté tan generalizada.´ (58). 0El arado fue introducido al área probablemente con la instauración del repartimiento, convirtiéndose en el instrumento agrícola primario de trabajo. En la Zona del Coluvio Inferior (LCZ), los terrenos son cultivados durante dos o tres

años, después de los cuales se los deja en barbecho por unos cuatro o cinco. En la Zona de Terrazas (TZ), el aprovisionamiento de agua durante todo el año y la calidad de los suelos permiten el cultivo durante cuatro a cinco años seguidos, después de los cuales se los deja en barbecho por unos dos o tres años. En las pendientes más elevadas de la Zona de Terrazas (TZ) se cultivan la papa (Solanum tuberosum), la oca (Oxalis tuberosa), el isañu (Tropaeolum tuberosum) y cebada, mientras que en las faldas de los cerros se cultivan arvejas, cebollas, zanahorias, habas y quinua (Chenopodium quinoa). En la preparación del terreno, el campesino utiliza el arado para los sectores más amplios y el uiso en los sectores de menor amplitud. Las faldas de los cerros en el lado sur del valle son, en general, los sectores donde más variedad de cultivos se produce. En el lado norte del valle, predomina la agricultura de secano; paradógicamente, éste es el sector donde se encuentran extensos sectores de camellones (antiguos campos elevados de cultivo), los mismos que hoy se encuentran cubiertos por pastos y son utilizados para el pastoreo. Pese a que existen varias vertientes en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), los suelos son arcillosos y con tendencia a la salinización, motivo por el cual se cultivan menor variedad de productos. En la Planicie Aluvial del Río Tiwanaku (AP) y en la Zona Lacustre (LZ) la agricultura es todavía menos productiva. Por lo general, se cultiva cebada, papa y quinoa. El uso del tractor y fertilizantes químicos han tenido resultados adversos en las condiciones edáficas de la región. El concepto de la "modernización" agrícola ha tenido pocos resultados, teniendo en cuenta que la introducción de técnicas agrícolas del occidente tiene ya una larga historia de experimentación. Este problema, sin embargo, no es exclusivo del área en cuestión, sino que se extiende a otras regiones de los Andes (Earls 1991; Rengifo 1987; Rengifo y Kohler 1988). Durante la última década, se han efectuado trabajos de rehabilitación de antiguos campos elevados de cultivo, con el propósito de reintroducir en las actuales comunidades campesinas una tecnología que se habría desarrollado exitosamente hace unos 3000 años en la Cuenca del Titicaca, pero que habría sido abandonada hace unos 700 años atrás. La rehabilitación de camellones en la Pampa Koani y en el Valle Medio de Tiwanaku demuestran que la producción agrícola es significativamente mayor en estos campos que en terrenos donde se utiliza el arado (Kolata 199i). En general, el éxito de estos proyectos de rehabilitación tiene que ser evaluado en términos de niveles de autosuficiencia, a través de resultados "reales" que demuestren la viabilidad y sostenimiento de esta tecnología y su incersión dentro de la actual forma de vida que el campesino tiene.´ (59). ³En resumen, el ayllu, a través de su trayectoria histórica, fue extensamente alterado en sus dimensiones estructurales por el nuevo orden económico y

político que impusieron la Colonia y luego la República, aunque los vestigios de una organización política y económica tradicional pueden ser inferidos en varias comunidades actuales del Valle Bajo de Tiwananku, y con mayor transparencia en los extantes ayllus de Oruro, Potosí y Sucre. Sin embargo, el pleno de sus dimensiones económicas y políticas ha sido disuelto. La tenencia de la tierra ya no tiene el alcance multiregional de épocas pasadas. La "modernización" agrícola, en términos de una percepción occidental, no ha tenido resultados positivos. El campesinado se ha convertido en un sector social dependiente de proyectos, ya sean del gobierno o de organizaciones no-gubernamentales (ONGs). Los proyectos de "rescate de tecnologías tradicionales" no han coordinado sus tareas con análisis y diagnósticos antropológicos previos para fundamentar las estrategias de rehabilitación y aplicación actual de tecnologías del pasado.´ (59-60). ¬  3     .   ,    !       ) 4 0Las explicaciones acerca de los cambios en el asentamiento humano a través del tiempo no pueden centrarse únicamente en la relación cultura-medio ambiente, descuidando las relaciones sociales como elementos dinámicos y de cambio. Es indudable que el escenario andino está constituido por un complejo mosaico de zonas ecológicas, sin igual en el planeta. También es incuestionable que la sociedad andina prehispánica se desarrolló dentro de este complejo mosaico, no como una condensación de factores determinantes ecológicos sino como resultado del manejo de los múltiples recursos y de la acción recíproca entre unidades sociales. La explicación de la trayectoria evolutiva de esta sociedad, en la formación de Estados panandinos, alternados en el tiempo por desarrollos regionales, representa un reto para la ciencia arqueológica (Willey 1991).´ (61). ³Al enfocar la problemática en el mismo corazón de una de los más prominentes Estados andinos, los trabajos en el Valle Bajo de Tiwanaku contribuyen al mejor entendimiento de este fenómeno. El modelo de "jerarquías inclusivas"(7) que surge como resultado de estas investigaciones representa una alternativa a las perspectivas que Bermann (i990:2,1994:244) distingue como "centralistas" y "localistas", dicotomía que brinda la oportunidad de realizar una evaluación de varios modelos que explican el desarrollo histórico cultural desde distintos ángulos. Es precisamente en el análisis de estos modelos que se contrastan los argumentos teóricos con la evidencia material del registro arqueológico. En este sentido, los datos etnohistóricos y etnográficos acerca de los principios de organización social, política, económica y religiosa de los Andes centro-sur sirven como parámetros en la interpretación del testimonio arqueológico. Es esta

la contextualización que el presente trabajo intenta exponer, para demostrar que las explicaciones que hasta el presente se han formulado, concernientes a las transformaciones que tuvieron lugar en la sociedad prehispánica, no contemplan la verdadera esencia del paradigma andino. Por el contrario, estos modelos han tratado de« (7) Además de las valiosas fuentes etnohistóricas y etnográficas relacionadas a la organización política, económica y religiosa de la sociedad aymara (Albó 1976, 1987a, 1987b; Albó y Barnadas 1985; Albó et al. 1989; BouysseCassagne 1986, 1987, 1988; Choque 1990, 1992; Harris 1987; Izko 1986, 1992; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui 1984, 1992), las cuales sirven de base en la formulación del presente modelo, los trabajos de Patricia Netherly (1984, 1998), en la costa norte del Perú, han tenido una influencia significativa en la percepción inicial de una "contextualización", partiendo, precisamente, de la documentación etnohistórica. «buscar marcos de referencia en el fenómeno evolutivo social europeo, prescindiendo de características muy particulares de la colectividad andina.´ (6162). ³Son dos aspectos de la organización tradicional aymara los que en el presente estudio tienen gran significado. Por un lado, la interpretación del ayllu, como una entidad flexible en la jerarquía política pero tenaz en sus principios organizativos internos, sirve de base para contrastar los postulados de una estructura altamente centralizada, burocrática y totalitaria. Por otro lado, la marka constituye un importante ejemplo de la organización de ayllus en un contexto aglutinado. En el caso del ayllu, se ha optado por dejar los ejemplos etnohistóricos y etnográficos dentro de su marco histórico, ya que la dinámica de cambio, no solamente después de la imposición cultural española sino a través de muchos siglos durante tiempos prehispánicos, debe ser tomada en cuenta. En tal sentido, considerando los principios de organización del ayllu y de la marka, se emplea el concepto de "jerarquía inclusiva". Existen peligros en la proyección directa de ejemplos etnográficos y etnohistóricos, en particular si se toman en cuenta los procesos de aculturación y cambio interno de las culturas. Sin embargo, es también importante destacar que muchos aspectos de la organización social en los Andes han superado los retos del tiempo y de la conquista (Bouysse-Cassagne 1987; Platt 1987; Rivera Cusicanqui 1984, 1992). Las crónicas y los registros administrativos coloniales son fuentes indispensables para identificar esos continuos elementos. Es así, por ejemplo, que los documentos tempranos acerca de la sociedad inka permiten un entendimiento más cabal, no solamente de su organización política, económica y religiosa sino también de sus precursores (Bauer 1991,1992; Duviols 1979,1980; Julien 1978,1982; Murra 1956, 1982,1986; Pease 1978,1982; Rostworowski

1988; Rowe 1946,1980; Sherbondy 1986; Urton 1989; Wachtel 1982; Zuidema 1964a,1977,1982). Algunas crónicas y varios informes administrativos, por otro lado, proveen importantes datos con relación a grupos étnicos locales. La síntesis de estos escritos, coadyuvada por datos etnográficos y análisis simbólicos se han convertido en referencia fundamental para el conocimiento de grupos pre-Inka en la Cuenca del Titicaca y regiones aledañas; estudios contemporáneos sobre el ayllu han ampliado significativamente el conocimiento acerca de la historia económica y política del mismo, brindando nuevas pautas sobre su organización antes de la pérdida de su amplio espectro territorial (Albó 1987b; Barragán 1982; Bastien 1978; BouysseLCassagne 1986, 1987, 1988; Bouysse-Cassagne y Harris 1987; Choque 1990,1992; Girault 1988; Harris 1987; Huanca 1987; Izko 1986, 1992; Saignes 1983, 1985; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui; Sebill 1989; Wachtel 1986). Estos trabajos brindan un marco de referencia invalorable y alcanzan un significado importante en la evaluación de la sociedad preinkaica; por todo ello, merecen ser evaluados arqueológicamente.´ (62).  1 1  r r  ¬ 1 ³Uhle (1910a) sostenía que Tiwanaku era obra de los aymaras; el mapa de distribución de sitios Tiwanaku coincide, además, muy elocuentemente con la distribución de la lengua aymara. En tal sentido, los documentos etnohistóricos, principalmente los informes administrativos coloniales de la provincia Pacajes, circunscripción donde se encontraban, de acuerdo a la división efectuada por la Corona española, cinco repartimientos: Kallapa, Qakinkura (Caquingora), Qaqayawiri (Caquiaviri), Machaqa, y Tiwanaku, son fundamentales. Kallapa estaba compuesta por tres markas, o pueblos; éstas eran Kallapa, Huiloma y Kurawara. Caquingora comprendía las markas de Caquingora, Kalaqutu (Calacoto) y el centro minero de Corocoro. Qaqayawiri comprendía la marka del mismo nombre con sus 23 ayllus. Machaqa estaba compuesta por la marka del mismo nombre y la marka de Mamañeca (hoy Santiago de Machaca) (Paredes 1931). Roberto Choque (1990:106), por otro lado, basándose en la Relación de la Provincia de los Pacajes que Mercado de Peñaloza redactó en 1583, identifica tres poblados y una serie de ayllus en el repartimiento de Machaqa.´ (62-63). ³El repartimiento de Guaqui comprendía seis pequeñas markas, incluyendo a pobladores urus. Viacha estaba compuesta por las markas de Viacha y Canorima, y, por último, Tiwanaku constaba de diez "rancherías" (con certeza referidas a ayllus), también con un sector uru en su población (Paredes l931). Como se aprecia en la descripción de la composición poblacional de la provincia Pacajes, la organización tradicional aymara estaba compuesta de ayllus y márkas. Es éste el tipo de información que demuestra la importancia de

considerar a tos ayllus y las markas como unidades fundamentales en el conocimiento de los principios de organización social, económica, política y religiosa. Algunos ejemplos de ayllus y markas aymaras en la provincia Pacajes, así como en los departamentos de Oruro y Potosí, son fundamentales para comprender el significado de estas estructuras sociales y para discernir la formación de jerarquías entre ellas(8) . Pese a que todavía existen ayllus aymaras en varias regiones de Bolivia, la mayoría de la población rural ha sido reagrupada en "comunidades", las mismas que representan las políticas reductoras coloniales y republicanas (Claverías 1976; Matos Mar 1976; Platt 1982; Rivera Cusicanqui 1992). Como se señaló anteriormente, el ayllu, referido en forma genérica, representa la más importante unidad social en la organización política, económica y religiosa. Su estructura y función han sido extensamente debatidas; sin embargo, se puede afirmar que uno de los enfoques más errados en la elucidación del ayllu ha sido la correlación directa con matrimonio, normas de residencia y sistemas de descendencia (Basadre 1937; Montgomery 1971; Saavedra 1955). Es cierto que los ayllus estaban compuestos principalmente por miembros que tenían un vínculo de parentesco, ya sea consanguíneo o ficticio; sin embargo, el cuadro era confuso debido a que algunos ayllus eran, en algunos casos, patrilineales, mientras que en otros eran matrilineales. Por otro lado, se había advertido que ciertos ayllus eran endógamos, pero otros eran exógamos; asimismo, unos mostraban patrones matrilocales y otros tenían normas de patrilocalidad. Se hizo evidente que esta perspectiva de análisis no enfocaba el verdadero carácter y la organización del ayllu.´ (63). ³Aunque previas definiciones del ayllu hacían una correspondencia directa con parentesco y reglas de residencia, Murra (1975:211) ha demostrado que en la terminología aymara "parentesco" se indica con la palabra haatha, la cual no identifica«. (8

) No se pretende adjudicar la construcción de Tiwanaku exclusivamente a los ancestros de los aymaras. Los ejemplos de las markas dan cuenta de la constitución multiémica de las mismas, disposición ésta que podría ser evaluada arqueológicamente. En el reciente trabajo de John Janusek (1994) se señala que una serie de elementos arquitectónicos, como ser murallas y canales, habrían separado distintos tipos de "barrios" en Tiwanaku. Las excavaciones de Janusek amplían la evidencia del segmentarismo de la sociedad prehispánica de Tiwanaku. «tenencia de la tierra o relaciones recíprocas. Recientes investigaciones etnohistóricas también señalan que haatha y ayllu se refieren a dos conceptos totalmente distintos (P'árssinen 1992:376).´ (63-64).

³El control de varios territorios en distintas zonas ecológicas por parte de los ayllus ha sido ampliamente documentado (Barragán 1982; Harris 1987; Murra 1975; Pease 1982; Rivera Cusicanqui 1992; Saignes 1975). En el caso de los Pacajes, Bouysse-Cassagne (1987:211) demuestra que éstos tenían acceso a los valles ubicados al este del altiplano, conocidos como manca yunka en aymara, y a los valles de la costa del Pacífico, o ala yunka. Los Pacajes conformaban una federación de grupos étnicos y estaban divididos en dos mitades: Urqusuyu, o la mitad de "arriba/masculina/fuerte" y Umasuyu, o la mitad de "abajo/femenina/débil". Estas características duales, ya advertidas en la organización de unidades sociales menores, son propiedades intrínsecas de la concepción aymara del espacio (Bouysse-Cassagne 1986, 1987, 1988; argumentos de una "tríada" pueden encontrarse en van Kessel 1992). En el valioso trabajo que Platt (1987) ha efectuado en el norte de Potosí se coligen varios aspectos de trascendental importancia en el discernimiento del pensamiento político aymara y la manera en la que éste se manifiesta. Como se advierte en la Figura 4.1, un "ayllu mínimo", también denominado pachaka, constituye el nivel inferior de la estructura jerárquica. La pachaka está dividida en mitades de "arriba" y "abajo". Cada mitad está representada por su líder, o jilaqata, quien participa en grupos de ayllus "mínimos", de los cuales se forma un ayllu "máximo". El ayllu "máximo" se divide en una mitad de "arriba", o alasaya, y una mitad de "abajo", o majasaya. Cada mitad está representada por una cabeza política, o mallku (literalmente significa "condor", aunque, también adquiere el significado de "señor con autoridad y prestigio" [van Kessel 1992:17]). Con base en los principios de dualismo y reciprocidad, se genera inclusive una coalición mayor, como ser la federación, abriéndose inclusive la posibilidad de conformar un nivel superior (Platt 1987).´ (64). ³La formación del dualismo aymara se basa, además de una concepción singular del tiempo y del espacio (Bouysse-Cassagne 1986, 1987), en principios de reciprocidad entre mallkus y jilaqatas, así como entre jilaqatas y las bases de la pachaka. En el caso de Macha, un grupo aymara de la federación Qaraqara, Platt señala que las mitades de "arriba" y de "abajo" son polos complementarios que comparten los recursos naturales de los diversas zonas ecológicas. De esta manera, miembros de los distintos ayllus se alternan para formar un territorio integrado sin la necesidad de un sistema político burocrático o altamente centralizado (Platt 1987:81). Como se verá luego, el modelo de Platt contribuye significativamente a los cuestionamientos más amplios respecto a las estrategias sociales de la sociedad prehispánica antes de la conquista española. Si bien el caso de Macha es importante en la elucidación de los principios de organización de la sociedad aymara, existen otros ejemplos que amplían el testimonio etnográfico. Uno de ellos es el que presenta Izko (1992) en su estudio de ayllus, en el departamento de Oruro, y del cual establece un "esquema modelo" (Figura 4.2). Existen variantes, sin embargo, en los niveles de

integración (Figura 4.3). El ayllu "máximo" de Salinas de Garci Mendoza está organizado en dos mitades: la mitad de "arriba" incorpora a los ayllus de Quraqura y Yaritani, mientras que la mitad de "abajo" esta compuesta por los ayllus Thunupa y Watari; cada uno de estos ayllus está compuesto por un número variable de "estancias", cada una de las cuales está conformada por unas 15 familias (Izko 1992:77). El ayllu "mayor" está representado por un jilaqata.´ (65). ³El ayllu "máximo" de Turco, por otro lado (Figura 4.4) incorpora un nivel adicional de segmentos sociales y es similar al ejemplo de Macha. Como se puede apreciar en el esquema, en Turco existe un nivel de ayllus "menores" entre las estancias y los ayllus "mayores." Bajo estas circunstancias, el ayllu "menor" está representado por un jilaqata, mientras que el ayllu "mayor" tiene como representante a un mallku. La naturaleza y el carácter de los distintos niveles de organización política aymara también se encuentran amplia y sistemáticamente documentados en el estudio de Silvia Rivera Cusicanqui (1992), en los ayllus de Chayanta (Provincia Bustillos del Norte de Potosí). En este caso, el complejo sistema de autoridades, con algunas modificaciones en su terminología, sigue vigente "desde el tiempo de los `chullpa achachilas' (periodo preinka), según la percepción generalizada de los comunarios " (Rivera Cusicanqui 1992:113).´ (66). ³Los distintos niveles del ayllu en Chayanta también obedecen a los principios de reciprocidad, dualismo y jerarquía inclusiva que los ejemplos de Macha, Salinas de Garci Mendoza y Turco presentan. Aunque en Chayanta ya no existe el nivel superior (la gran Chayanta marka), los ocho ayllus "mayores"(9), o jach'a ayllus,se encuentran organizados en forma variable, pero dentro de dos estructuras jerárquicas principales (Figura 4.5). Cada jach' a ayllu estaba compuesto por un número variable de sullka ayllus, aunque varios de los jach'a ayllus han perdido este nivel de organización durante su trayectoria histórica republicana (Rivera Cusicanqui 1992:103). En la jerarquía de segmentos, los niveles inferiores están representados por los jisk'a aylius, los cuales pueden tener hasta dos niveles. En determinados casos, un jisk'a ayllu, denominado localmente "cabildo" o hatun rancho, puede conformar una sola unidad, y en otros puede tener otros "ranchos", o juch' uy rancho, como subordinados.´ (6667). ³El registro etnohistórico y los datos etnográficos demuestran que los ayllus no pueden ser reducidos en su definición- simplemente a pequeños grupos de individuos con descendencia común, o, como Rivera Cusicanqui (1992:102) bien señala a "simples conglomerados amorfos de familias", pese a que los linajes son elementos intrínsecos de la dinámica segmentaria que caracteriza inclusive a las coaliciones de ayllus "mayores." Si se analizan con mayor detalle algunas de las dimensiones administrativas que caracterizan a los distintos niveles

organizativos del ayllu, se pueden advertir elementos fundamentales del sistema de mando; autoridad y del personal auxiliar que coadyuva en la tarea de gobierno; estas características del ayllu, aunque ciertamente no idénticas a las que debieron poseer los segmentos sociales prehispánicos, tienen una fundamental trascendencia en la interpretación de la dinámica de integración y desintegración de la sociedad prehispánica.´ (67-68). ³En los segmentos más simples, cada estancia/pequeña comunidad (pachaka, en el caso de Macha, y jisk'a ayllu, en el caso de Chayanta) está comandada por una cabeza política que tiene la suficiente autoridad para mediar los conflictos entre miembros de las familias; En el caso de Macha, esta figura política se la conoce como jilanqu (Platt 1987), mientras que en Chayanta se le asigna con el nombre de ³alcalde´ (10). La Agrupación de varias estancias forma el ayllu "menor", el cual se encuentra liderizado por un jilaqata. El jilaqata tiene poderes más amplios que el jilanqu, tanto en el ámbito político como en el económico. Las facultades que se le asignan al jilaqata le permiten mediar con otros ayllus en las disputas territoriales; asimismo, el jilaqata supervisa y, en varios casos, regula el funcionamiento y la recolección del tributo. En varios de los ayllus "menores", el jilaqata todavía mantiene otra función importante en la cohesión del grupo y que data de tradiciones antiguas. Esta función es la de presidir rituales, los mismos que reproducen la "comunidad simbólica" y sus dimensiones económicas (Izko 1992:83). Por encima de los jilaqatas, de existir una coalición mayor, se encuentran los mallkus, o Segunda Mayor en su denominación colonial, Los mallkus constituían figuras poderosas que a través del tiempo, con la serie de reformas coloniales y republicanas que practicamente han eliminado las coaliciones mayores de ayllus, han ido perdiendo influencia y prestigio. En el pasado, los mallkus poseían una riqueza y un poder político y religioso extenso. Algunos documentos etnohistóricos sugieren que el cargo de mallku era hereditario y que éstos controlaban, de acuerdo a su partición (alasaya o majasaya), numerosos ayllus (Rivera Cusicanqui 1978). A la llegada de los españoles, los mallkus eran las figuras máximas de los denominados "señoríos", como ser los Pacajes, Lupaqas o Kollas, entre muchos otros. Sin embargo, algunos registros etnohistóricos dan cuenta de la existencia de un poder aún más elevado que el del mallku, y que se lo conocía como Qapac (Platt 1987).´ (68). ³Los españoles, al buscar imágenes de sus propias autoridades en la sociedad andina, no reconocieron los distintos niveles de organización del ayllu, como tampoco pudieron identificar las distintas categorías de autoridad. Los españoles generalizaron el término "cacique" (etimología derivada del área del Caribe, donde los españoles por primera vez se encontraron con jefes de los grupos indígenas) o el término "curaca" (del quechua«

(10) Rivera Cusicanqu (1992:1.15-116) señala que esta denominacón es de origen colonial, siendo que sus funciones se asemejan a las del jilanqu, aunque en escala menor. «"señor étnico") y los utilizaron para todo aquél individuo que mostraba autoridad, sin importar su nivel, en un determinado grupo indígena (Pease 1992).´ (68-69). ³Características importantes y globales en la jerarquía de ayllus son la coordinación en la explotación de recursos, la movilización del trabajo y la reciprocidad a través de los ejes sociales verticales y horizontales. Platt (1987) sostiene que el dualismo político aymara se basa en principios de reciprocidad entre el mallku y el jilaqata, el jilaqata y el jilanqu, y entre el jilanqu y la base. La apropiación de territorios, estrategias que los mallku.s y jilaqatas emplean, tienen el objeto de devolver los beneficios de los mismos a las familias de las estancias o de las pachakas.. El reclutamiento de la fuerza de trabajo se encuentra en manos del jilaqata, a quien colaboran un número variable de ayudantes, entre estos los jiliris (supervisores de campo) y los kamanis (cuidadores del terreno); de la misma manera, los chinokamanis llevan la contaduría del ayllu. En el caso de los jisk'a ayllus de Chayanta(11), el jilanqu es colaborado por una serie de personal auxiliar que facilita las tareas administrativas; entre este personal se encuentran el qhawasiri (encargado del cuidado de los cultivos y de la realización de importantes rituales de ofrenda a la pachamama o los achachilas), el sursi (suplente del jilaqata cuando este último de encuentra ausente), el irpiri (encargado de proveer bienes específicos para las ceremonias) y el "cobrador" (encargado de recolectar el tributo de cada familia), entre otros. Estos cargos designan una función rotativa y no así un puesto hereditario (Izko 1992:82). En realidad, todo el sistema de autoridades se ajusta a la percepción que tiene la sociedad aymara de los ciclos de la naturaleza y a la concepción de participación colectiva. En esta "democracia" étnica casi todas las familias pasan por los principales cargos de autoridad. "A diferencia del sindicato o de cualquier otra forma de democracia occidental-que presupone la existencia de `individuos' desligados de todo vínculo corporativo o de parentesco-la democracia de ayllu, a través de su sistema de turnos, permite regular los derechos y deberes de las familias hacia el ayllu, exigiendo un cumplimiento igualitario, pero acorde con las capacidades y responsabilidades de las familias" (Rivera Cusicanqui 1992:118). Las diferencias económicas entre familias son reducidas, siendo que los que mayor afluencia generan sean los que más inviertan en el grupo; en tal sentido, la circulación de bienes es extensa a través de las unidades familiares. En esta reciprocidad, no obstante, que en muchos casos se transforma en "generosidad", surgen elementos de prestigio que conducen a una diferenciación de las familias y que eventualmente generan diferencias en el rango económico y político; es así que los poderosos mallkus pertenecían a linajes específicos y

poseían una riqueza que los separaba de otras familias (Rivera Cusicanqui 1978).´ (69). ³Uno de los aspectos fascinantes del poder social en los ayllu.s es el relacionado al pronóstico y su alegoría con lo sobrenatural. El yatiri, o "sabio/a" (puede ser hombre o mujer) es el primer consejero de la autoridad política, ya sea el jilaqata o el mallku. Los yatiris no están enmarcados en el sistema de parentesco; por el contrario, éstos son "escogidos" por la naturaleza, ya sea al nacer con cierto distintivo somático, al haber sobrevivido una terrible enfermedad cuando niños, o al recibir el impacto de un rayo, y« (11) Dependiendo del caso (ver Figura 4.5), los jilanqus pueden representar a los jisk'a ayllus o a los sullk'a ayllus. «deben adquirir un entrenamiento específico para conocer los procedimientos rituales y ceremoniales que garantizan al reproducción de los ayllus en sus distintos niveles (Bastien 1978; Huanca 1989; Izko 1992:82). Los rituales y las ceremonias, como mecanismos de integración social, consumados en la manipulación de principios de organización compartidos (e.g., dualismo, reciprocidad) tienen un significado muy amplio en la presente discusión acerca de la dinámica de integración y desintegración de la sociedad prehispánica andina.´ (69-70). ³El ayllu, por otro lado, tal como se indica en determinados documentos etnohistóricos, también podía adquirir otras dimensiones. Existen informes coloniales que dan cuenta de la presencia de ayllus especializados en determinada artesanía (Julien 1982:130; Wachtel 1986:285). En la Relación de la Provincia de los Pacajes, Mercado de Peñaloza ([158311965) anota que Guaqui era un centro de manufactura cerámica, dando cuenta de la presencia de ayllus de especialistas en el Valle Bajo de Tiwanaku. Un aspecto que aún no se ha establecido, no obstante, es el nivel de especialización; es decir, si es que el ayllu "mínimo", el ayllu menor o, inclusive, el ayllu "mayor" era la unidad de especialistas. Si bien el ayllu, en sus distintos niveles de organización, se caracteriza principalmente por una jerarquía al servicio de la colectividad, la marka constituye el elemento más elocuente de este principio, no solamente porque en ella convergen varios ayllus, sino porque en su estructura se integran varias identidades étnicas, tal como lo demuestran, por ejemplo, las markas de Tiwanaku, Guaqui y Machaqa. Datos etnohistóricos que substancian una composición jerárquica inclusiva de las markas se encuentran en los documentos que Marti Parssinen (1992:351-

362) presenta. El documento de García de Paredes (1594) da cuenta de la forma en que Guaqui estaba estructurada. Esta marka se encuentra ubicada en las cercanías de la ribera sureste del Lago Titicaca y conforma el límite oeste del Valle de Tiwanaku. Desde los primeros años de la Colonia, Guaqui era uno de los cinco repartimientos más importantes de la provincia Pacajes. Guaqui también era conocida como una "cabecera" por los españoles y se encontraba dividida en cuatro sectores, cada uno compuesto por cuatro ayllus y representado por un lider (Figura 4.6). Cada ayllu, por otro lado, tenía su propio representante. Lo más significativo de este documento es que da cuenta de la composición multiétnica de Guaqui. Aunque esta estructura había sido descrita en forma general por Mercado de Peñaloza ([158311965), una década antes, la "visita" de García de Paredes a Guaqui es bastante precisa en la descripción de los aylius. El sector de "arriba" estaba compuesto por dos mitades, una de aymaras y otra de urus. De igual manera, el sector de "abajo" estaba compuesto por cuatro ayllus aymaras y cuatro ayllus urus. Como se aprecia en la Figura 4.6, inclusive se menciona los nombres de los ayllus. Dos de los mismos todavía mantienen cierta relación con comunidades que en la actualidad se encuentran en las cercanías de Guaqui. Estas son Arcato, hoy denominada Arcata, y Sulcata, conocida hoy como Sullkata. Aunque estos detalles son ciertamente significativos, muy poco se da a conocer acerca de las actividades económicas. Lo más factible es que estos ayllus hayan tenido tierras en las cercanías de la antigua marka de Guaqui, tal y como se colige de los memoriales y denuncias que efectúa a comienzos de siglo el jilaqata, y luego cacique-apoderado, Prudencio Kallisaya (Mamani 1991:70).´ (70). ³De igual manera, la marka de "Tiahuanaco" (Tiwanaku) estaba compuesta por diez "rancherías" (entiéndase ayllus) (Paredes 1955), divididos en las dos mitades tradicionales (Ponce 1971b; 1972). El documento que Ponce (1971b) utiliza data de 1547, y como se puede apreciar en la obra de Bandelier (1911), estos principios de organización (diez ayllus divididos en dos mitades) aún estaban vigentes a comienzos del presente siglo.´ (70-71). ³Otro caso ejemplarizador de la convergencia de ayllus en un núcleo poblacional es la marka de Machaqa (Choque 1990). Con base en los datos que dejó la visita de Toledo en 1573, Choque (1990:1(6} señala que Machaqa estaba dividida en dos mitades; la de "arriba" (Machaqa la Chica), compuesta por aymaras y urus, y la de "abajo", también conformada por pobladores aymaras y urus. Pese a que el documento de Toledo no da cuenta de los ayllus que componían esta marka, las visitas posteriores muestran que Machaqa estaba conformada por doce ayllus(12) . Este número se mantuvo constante hasta 1953 (Choque 1990:111). Estos ayllus estaban divididos jerárquicamente (Albó 1972), "De modo que, las dos parcialidades representan a dos cuerpos humanos con sus respectivas cuatro partes: p'iqi (cabeza), kalachi (hombro), cuerpo o janchi (tronco) y kayu (pie). Esta forma de estructurar la conformación de ayllus, se debe entender que tiene una función ideológica y se realiza a través de la

ceremonia como manifestación de la cohesión social y política de la marka o comunidad de Jesús de Machaqa" (Choque 1990:113).´ (71-72). ³Varios de los elementos que caracterizan a los ayllus y a las markas adquieren un profundo significado en la interpretación del registro arqueológico. Como bien se ha indicado anteriormente, no se pretende proyectar directamente hacia el pretérito las formas que el ayllu y la marka adquirieron durante cl siglo XVI y en las subsiguientes centurias. Lo que si tiene implicancia para la interpretación arqueológica son los principios de organización que caracterizan a estas estructuras. Como muchos de estos ejemplos demuestran, el ayllu y la marka, en sus principios de organización (contenido) han sobrevivido casi cinco siglos de imposición cultural, tan ajena a sus tradiciones pero que no ha podido borrar la coherencia de las estrategias sociales andinas que se remontan no solamente unas centurias en el pasado sino que tienen sus raíces en un proceso milenario de desarrollo. Naturalmente que el cuadro que se ha reproducido de los ayllus y de las markas no debe ser tampoco considerado como el único panorama estructural. Es decir, que la variabilidad ha tenido que ser también un componente intrínseco de los ayllu.s y markas, dependiendo de las circunstancias sociales y de las regiones y sus recursos. Sin embargo, los denominadores de ambas hacen posible que éstas sean reconocidas como "agrupaciones de naturaleza segmentaria y con base territorial, que poseen niveles organizativos crecientemente inclusivos y englobantes, conforme a la dinámica segmentaria tradicional" (Izko 1986,1992:72). (13) De esta definición y de los ejemplos que se han presentado, surge el concepto de "jerarquía inclusiva", para caracterizar aquellas unidades sociales que conforman autonomías locales pero que pueden formar coaliciones y de esta manera ampliar el nivel de integración así como la estructura jerárquica.´ (72). ³Varias interrogantes surgen dentro de este marco de referencia. ¿Cómo coordinaba el sistema político la producción? ¿Cómo y por qué surgen las figuras del jilaqata y del mallku, cuando en el ayllu "menor", ayllu "mayor", o la confederación, las familias tienen acceso a distintos recursos? Las explicaciones acerca del surgimiento de la autoridad política institucionalizada se encuentran lejos del enfoque del presente estudio. Sin embargo, algunas características importantes pueden ser identificadas en el caso de los ayllus y markas. Parte de la respuesta está vinculada a la producción de un excedente, el mismo que requiere de un sistema de redistribución. La otorgación del excedente« (12) Aunque el Memorial de Gabriel Fernández Guarachi (1661) da cuenta de la presencia de catorce ayllus, que incluye a Jilatíti, Sullkatiti, Ch'ama, Wawatata (y Achuma), Kuypa, Parina, Qulliri, Qhunqhu, Challaya, Qalla, Yawriri, Challaya Titik'ana, Tukari Titik'ana y Janq'ujaqui, Choque (1990:108) señala que algunos

de estos ayllus están repetidos, siendo que el verdadero numero de ayllus alcanza a doce. (13) En esta definición que Izko da del ayllu, he ampliado su significado para caracterizar también a la marka. Es así que he utilizado el plural en esta cita. «dentro de la sociedad aymara significa la concesión de determinados bienes a miembros del orden jerárquico político, esperando de ellos la generosidad del servicio recíproco. Tal y como Platt (1987:98) indica, "La jerarquía estaba paradógicamente al servicio de la igualdad." La redistribución, como acto de reciprocidad, integra el poder político a nivel regional y permite el mantenimiento del sistema jerárquico en su conjunto. Mediante la integración política, especialmente en áreas de alta diversidad ecológica, surge, un refinamiento en la eficiencia y la estabilidad del sistema económico (Brumfiel 1987). La regulación del excedente quizás fue originalmente el resultado, de la integración de varias zonas productivas, pero no fue la razón por la cual, inicialmente, se integraron diversas zonas ecológicas. El control de múltiples zonas productivas, en distintas regiones, fue, originalmente, un aspecto fundamental en el manejo de los factores de riesgo que presenta una determinada zona. La estrategia de la complementación ecológica se basa en el establecimiento y el mantenimiento de vínculos con grupos sociales en diversas regiones para compartir el riesgó (Mazuda et ál. 1985). Estrategias auxiliares involucraron la intensificación local de la producción agrícola y la creación de medios para almacenar varios productos (Browman 1987). Una función importante del ordenamiento jerárquico de los ayllu.s es la coordinación en la explotación y la redistribúción de los recursos. Como se señaló anteriormente; si es que se da el caso de la apropiación de tierras por parte del jilaqata o del mallku, éstos deben retornar beneficios a las bases.´ (72-73). ³¿Cómo se relacionan óstos principios de organización política y económica preinkaicos con la sociedad Tiwanaku y con sus ancestros? ¿Existieron similares estructuras a las de los ayllu.s y las márka.s en el sistema organizativo de Tiwanaku, o es que el surgimiento de hegemonías mayores excluyó la vigencia de estos módulos sociales? Todas estas interrogantes adquieren mucho mayor significado cuando; en primer término, sé examinan los modelos que hasta el presente se han formulado en la arqueología para explicar la sociedad prehispánica, y cuando; en segundo término? se evalúan los datos arqueológicos que la prospección regional del Valle de Tiwanaku nos brinda: Hasta este punto en la discusión del significado que tienen los documentos etnohistóricos y los datos etnográficos, se han presentado aquellos aspectos de la organización tradicional andina que consideró esenciales en la formulación de alternativas de explicación. Esto debido a que durante los 90 años de investigaciones arqueológicas en los Andes

centro-sur, nuestro conocimiento acerca de la trayectoria evolutiva:de la sociedad prehispánica, en general, ha seguido modelos fijos de evolución social, derivados de la historia europea, que han sido transplantados hacia un contexto histórico andino, imponiendo de esta manera, patrones rígidos que no nos han permitido ver y entender la variabilidad de la organización social que se desarrolló en esta parte de América. En este sentido, los estudios acerca del origen y evolución del "Estado" andino han seguido, y en muchos casos recreado, un modelo que engrandece e idealiza una forma de gobierno altamente centralizada y burócrata, basada estrictamente en la clase social y mantenida por un monopolio del control por la fuerza. Debido a la tendencia a aceptar esta visión, creada en occidente, varias dimensiones importantes de la organización social prehispánica han quedado en la penumbra. Pasemos, entonces, a ver los argumentos de algunos de estos modelos.´ (73).  i  i    ¬

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³Pese a que varios investigadores, de una u otra manera, han presentado varios modelos de la organización política y económica de Tiwanaku (Albarracin-Jordan 1991, 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Browman 1978, 1980, 1985; Kolata 1986, 1991, 1993; Lynch 1983; Nuñez y Dillehay 1979; Ponce 1972, 1975a), se ha optado por discutir aquellos que hacen referencia al área nuclear. A este listado se deberían añadir los trabajos de Clark Erickson (1987, 1988, 1993) en el sector vecino de Huatta, departamento de Puno (Perú), y los de Gray Graffam (1990, 1992) en la Pampa Koani, principalmente debido a sus hipótesis en relación a la organización social de producción. Para varios de estos modelos, se ha buscado un determinado rótulo que sintetiza la posición teórica del investigador.    5   (5 Una de las prioridades del Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (CIAT), durante finales de los 1950s y la década de los 1960s, fue la de reconstruir el panorama monumental del núcleo ceremonial de Tiwanaku. Con base en las excavaciones del CIAT, Ponce (1961, 1964) estableció una secuencia de desarrollo cultural, la cual estaba compuesta inicialmente por cinco periodos, los mismos que posteriormente pasaron a formar parte de un esquema más amplio que Ponce dividió en tres estadios; un primer nivel aldeano, un segundo nivel estatal, y un tercer nivel imperial. Gran parte de las reconstrucciones cronológicas se basaron, asimismo, en las excavaciones del sector ceremonial; algunos datos de sitios Tiwanaku en otras regiones fueron utilizados como elementos auxiliares.

Según este modelo, de su modesto y simple inicio, durante las primeras diez centurias antes de Cristo, Tiwanaku pasó a ser una verdadera metrópoli alrededor del segundo siglo de nuestra era. Esta transformación habría sido abrupta. Siguiendo el clásico modelo de Gordon Childe(14) (1934), la "revolución urbana" en Tiwanaku habría generado una cadena de transformaciones. Este proceso (aunque más parece sugerirse un evento), supuestamente, se cristalizó en el surgimiento de un aparato estatal, múltiples estratos sociales y una especialización artesanal. Como resultado de esta revolución, la población habría crecido considerablemente.´ (74). En este modelo el principal factor es el surgimiento de la ciudad, resultado del cual se crean todos los demás elementos que caracterizan al Estado. En ninguna parte de los supuestos que se efectúan acerca de esta conmoción que sacudió al Valle de Tiwariaku se dan pautas acerca de la naturaleza del área ceremonial; si es que éste ya existía o si la creación de tal dió lugar al inicio de un poblado extenso. Tampoco se dan razones por las cuales habría tenido que surgir un centro urbano en medio del valle. Por otro lado, Ponce (1975a:21) sostiene que Tiwanaku, a mediados del siglo VIII, se convirtió en imperio mediante mecanismos militares. El área rural habría estado conformado por« (14) En su libro New Light on the Most Ancient East, Childe sostiene que dos grandes revoluciones ocurrieron en la historia y que tuvieron tanta importancia como la Revolución Industrial. La "Revolución Urbana" habría resultado en el surgimiento de una tecnología más productiva y un incremento massivo en la población. Bruce Trigger (1989:253) señala que Childe sobreestimó el nivel de especialización, industria, intercambio y comercio que las ciudades del Cercano Oriente habían desarrollado. «"comunidades" (sic) campesinas, con sus moradas dispersas entre pequeños campos de cultivo.´ (74-75).    5   5 ³David Browman (1984) es el investigador que expone este modelo, y que pese a aproximarse a un esquema adaptacionista sus argumentos convergen en un postulado de orden económico. En la tesis de Browman, el establecimiento de redes de intercambio habrían resuelto las dificultades de una estrategia basada en el "control de un máximo de pisos ecológicos" (Murra 1972, 1975). Browman(15) (1984:123) sostiene que la implantación de colonias en diversas zonas ecológicas era "impráctico para la gente que vivía en medio altiplano, debiéndose encontrar otros mecanismos para obtener los recursos necesarios." En tal sentido, los pobladores altiplánicos tuvieron que convertirse en hábiles comerciantes y artesanos. Tiwanaku, un centro de intercambio, se habría

convertido, de esta manera, en centro industrial. Su influencia política se debió expander merced a una creciente demanda de sus productos. El surgimiento de una extensa red de intercambio debió, asimismo, estar íntimamente ligado a un sistema extenso de caravanas de llamas. El modelo "altiplano" busca explicar el surgimiento de Tiwanaku, alrededor del siglo V, mientras que el modelo "archipiélago" ha sido mayormente utilizado para ejemplarizar las estrategias socioeconómicas de los grupos post-Tiwanaku. Aunque nadie duda que las llamas desempeñaron un rol importante en las economías de las sociedades andinas, este modelo no presenta una explicación de los principios de organización que regían el sistema.   * 5    ¬  65 Este modelo ha sido presentado en los trabajos que Alan Kolata (1985,198b, 1987, 1989, 1991, 1993) realizó, principalmente, en Pampa Koani y secundariamente en Tiwanaku, aunque el rótulo que aquí se utiliza para sintetizar su posición no ha sido utilizado como tal en sus publicaciones. La formulación de este modelo deriva de las inferencias que se efectúan acerca de la organización de la producción agrícola. La gran extensión de campos elevados de cultivo que se encuentra en Pampa Koani es un testimonio de los conocimientos agrícolas del pasado y su potencial productivo.´ (75). ³Kolata (1991) mantiene que los camellones habrían sido construidos inicialmente durante épocas pre-Chiripa (Periodo Formativo Temprano), y que "La unidad máxima de la organización social de estos campesinos fue probablemente el ayllu, basado territorialmente en pequeños villorios y aldeas (con un espectro entre aproximadamente 10 a unos cuantos centenares de personas)" (Kolata 1991:113, 1993:215). Esencialmente, el ayllu es percibido como un pequeño grupo corporativo sin cargos políticos institucionalizados o burocracias organizadas. De acuerdo a Kolata (1991:115), a medida que la complejidad social fue incrementándose, la fuerza de trabajo para construir amplios complejos de camellones fue extraida "por las autoridades centralizadas del Estado Tiwanaku en la forma de corvée y mediante un mecanismo« (15) Las traducciones de las citas de las obras de Browman (1984), Erickson (1987), Graffam (1990) y Kolata (1991, 1993) son del autor. «similar al del sistema de la mita Inka." En una obra más reciente, Kolata (1993:228) señala que, "Pese a que la construcción inicial y pionera de los campos elevados fue probablemente el producto de un orden social autónomo y descentralizado, la subsiguiente reconstrucción de la llanura de Koani en un sistema regional de producción agrícola bajo la hegemonía de la élite de Tiwanaku en el periodo entre 400 a 900 D.C. motivó la movilización periódica y

la coordinación de una fuerza de trabajo substancial no-residente." La apropiación de tierras por parte del Estado Tiwanaku no hacía otra cosa que expropiar áreas de cultivo para generar el excedente necesario y de esta manera sostener los centros urbanos y su burocracia administrativa. La principal característica del modelo es que la producción agrícola en camellones "apunta hacia la presencia de una mano administrativa que va más allá del villorio autónomo o los grupos de ayilus" (Kolata 1991:115,1993:223); se infiere que el ayllu, durante el primer milenio antes de nuestra era, consitutía un grupo de familias relacionadas mediante el parentezco, que tenían tierras de propiedad común, que derivaban su descendencia de un ancestro común, y que era una formación social pre-estatal, cuyo funcionamiento se basaba en el consenso de la comunidad y no así en cargos políticos atribuidos; además, no existían clases sociales y tampoco una estructura compleja de orden político (Kolata 1993:215; énfasis añadido).´ (75-76). ³Es importante resaltar que en esta interpretación de la organización social andina no se efectúa mayor diferenciación de los ayllu.s en sus distintas jerarquías y tampoco se explora la naturaleza de los principios de organización política. Como se advierte en la definición genérica que se hace del ayllu, no existe más que una percepción unidimensional de su forma y de su contenido. Es así que en la interpretación de la sociedad prehispánica de hace unos 3000 años se proyecta el ayllu en forma directa. Esta proyección es evidente cuando se indica que "Esto no quiere decir, sin embargo, que el universo cultural de estos grupos corporativos basados en el parantesco era primitivo o limitado. A juzgar de las descripciones etnográficas contemporáneas del altiplano, estos ayllu rurales disfrutaban de una comunicación substancial y un intercambio social en distancias considerables, concibiendo su interacción en términos de acciones rituales complejas y cíclicas, basadas en una ideología compartida (Bastien 1978; Abercrombie 198b)" (Kolata 1993:215). Es decir, que para Kolata el ayllu actual, definido en forma genérica, corresponde exactamente a la unidad social de hace tres milenios atrás.´ (76).   3 0      5 ³Las características de este prototipo están enraizadas en los trabajos de Clark Erickson (1987, 1988) en el área de Huatta, del departamento de Puno (Perú) y los de Gray Graffam (1990, 1992) en Pampa Koani. Las excavaciones de segmentos de campos elevados de cultivo, en este caso camellones, y sitios asociados, en Huatta, demuestran que estos campos agrícolas tuvieron distintas fases de contrucción. Con base en fechados de termoluminescencia, Erickson identificó dos. Durante la primera fase, los camellones fueron construidos entre el 600-800 A.C., y durante la segunda, éstos fueron trabajados entre el 1300 y 1500 D.C. Erickson (1987) concluye que la primera fase era, sino contemporánea, algo más temprana que Pucará. Con el colapso de Pucará, alrededor del 200 D.C., los camellones dejaron de ser utilizados. Erickson

interpreta este abandono cómo el resultado de un cambio en la supremacía política, de Pucará, en el norte de la Cuenca del Titicaca, a Tiwanaku, en el sector sur. Al parecer, el área de Huata estuvo despoblada durante los periodos Tiwanaku. En contraste con la posición de algunos investigadores (Harrison y Turner 1978; Kolata 1986,1987, 1989, 1991, 1993: Turner y Denevan 1985), quienes sostienen que los camellones requieren de una inversión de trabajo intensa y compleja, Erickson afirma que en el altiplano, con la ayuda de la chaquitaqlla, un campesino puede construir un metro cúbico por hora de un segmento de camellón; en este sentido, la inversión de trabajo no es tan grande como se supone. Debido a la supuesta sofisticación del sistema, se había argumentado que una administración centralizada era necesaria para la planificación de los campos y su manejo (Harrison y Turner 1978; Kolata 1986, 1991, 1993). Los hallazgos de Erickson, por el contrario, demuestran que las familias, con reducido número de individuos, manejan eficientemente esta tecnología. Este modelo propone que el ayllu, definido por Erickson (1987:381) como "un grupo con tenencia local de la tierra" habría sido la unidad sociopolítica que habría construido y mantenido los sistemas de camellones.´ (76-77). ³En forma similar, los trabajos de Graffam (1990,1992), en Pampa Koáni, testimonian que la agricultura en camellones no depende del surgimiento o del colapso de sistemas complejos de organización política. Graffam se centra principalmente en la organización social ulterior a la desintegración de Tiwanaku, llegando a la conclusión que el trabajo comunal habría sido la base, más que suficiente, para llevar adelante exitosamente el cultivo en camellones; además, habría sido "la fuerza del sistema del ayllu la que posibilitó la función del sistema sin autoridad formal (Graffam 1990:253; énfasis añadido). Se aprecia claramente que en la formulación de este modelo, el ayllu también es utilizado en forma genérica, sin desarrollarse un marco de referencia más amplio de la dimensión política y de la dinámica segmentaria que alcanzan los ayllus. Los distintos modelos que hasta aquí se han sintetizado guardan directa relación con los resultados del presente trabajo. En tal sentido, éstos serán evaluados una vez que los datos de la prospección regional y de las excavaciones sean presentados. De esta manera se podrán contrastar las propuestas y diferenciar sus posibilidades dentro de los parámetros de la evidencia arqueológica.´ (77). ¬  " r   r   4 #4###$"## 4¬4 0Pese a la existencia de numerosos sitios del Pleistoceno Tardío en Sudamérica, la controversia acerca de la antigüedad del ser humano en el continente sigue siendo motivo de intenso debate en la arqueología (Dillehay 1985, 1989, Dillehay y Collins 1988; Dillehay et e1.1992; Lynch 1974,1990;

MacNeish 1976; Schobinger 1969; entre otros). Hace aproximadamente unos 10.000 años, los Andes centro-sur se caracterizaban por un clima relativamente frío y seco, el mismo que fue posteriormente sustituido por un episodio moderadamente húmedo y cálido; este episodio se ubica entre 7500 y 5500 años antes del presente (A.P.) (Graf 1981). Los resultados de los estudios paleohidrológicos dan cuenta de la presencia de índices de evaporación elevados en el Lago Titicaca entre 7700 y 3650 A.P., asociados a cambios globales durante el Holoceno, lo cual originó un declinamiento de aproximadamente 50 m en el nivel de las aguas (Wirrmann y de Oliveira 1987; Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991). Esta reconstrucción amplia provee algunas pautas acerca del escenario en el que los primeros pobladores del Valle Bajo de Tiwanaku tuvieron que desempeñar sus actividades. La fase fría y seca, entre los 10.000 y 7500 A.P., probablemente estableció un límite para la ocupación humana, relegando la misma a sectores no influenciados por los glaciales. En tal sentido, el Valle Bajo de Tiwanaku, a una altura promedio de 3830 m, habría sido un lugar casi inhóspito, quizás con la excepción del sector lacustre. Este se habría constituido en importante fuente de recursos para grupos de pescadores, cazadores y recolectores. En otras regiones de los Andes, como ser la puna de Junín y el Valle de Ayacucho (Perú), existe evidencia de la presencia de grupos de cazadores y recolectores hace unos 6000 A.P. Estos grupos habrían cazado, y probablemente controlado, camélidos (Wing 1978). Dos hallazgos aislados son los únicos elementos que sugieren la posibilidad de una actividad cazadora en el valle, incluyendo el valle bajo y el sector central (Mathews 1992). LV-e fue encontrada en el costado de una quebrada, y LV-g fue hallada en una de las laderas de las montañas del sur (Figura 5.1). Pese a que en los sitios LV-19 y LV-169 sólo se encontraron artefactos líticos en la superficie, es prematuro afirmar que éstos representan asentamientos del Periodo Precerámico. Al presente, desafortunadamente, aún no se han efectuado estudios líticos comparativos en el Valle de Tiwanaku. Las únicas apreciaciones generales que se pueden hacer.de los artefactos recolectados son de índole comparativo con otras regiones de los Andes. De esta manera, se advierten determinadas características entre LV-e y una de las las puntas de la Cueva Fell (Bird 1969), y entre LV-g y las puntas foliáceas encontradas en :Junín, Perú (Lavallé y Julien 1975).´ (78). ³La cantidad limitada de los hallazgos pertenecientes a un periodo anterior a los grupos sedentarios en el valle hace difícil la evaluación de las características del asentamiento en la región; es, por esta razón, que este corto comentario solamente se limita a una comparación tipológica, quedando todavía varias interrogantes por resolverse. No se puede afirmar si es que durante el periodo entre 10.000 y 7000 A.P., que correspondería al Periodo Arcaico Temprano y parte del Arcaico Medio (Santoro 1993), se dieron patrones estacionales en la explotación de recursos. Un aspecto que si es significativo, sin embargo, es que durante el Periodo Arcaico Tardío (60()0-3500 A.P.) el nivel de las aguas del

Titicaca habrían estado a unos 50 metros por debajo de su nivel actual, infiriéndose que el "Lago Menor" no habría existido como tal. Tomando en cuenta estas circunstancias, y de haber existido sitios del Arcaico Tardío en las cercanías del antiguo margen del Titicaca, éstos estarían actualmente bajo las aguas.´ (79). ¬  % r   Ò  "## 4¬4$## i4¬4

 i  i  r r¬¬ 0La escasa evidencia que existe en el valle bajo acerca de la ocupación humana durante el Precerámico contrasta con el testimonio arqueológico de los primeros grupos que tuvieron en su bagaje cultural a la producción cerámica. Esta característica no es, sin embargo, la primordial en la definición de una nueva etapa en el desarrollo de la sociedad andina. Hace aproximadamente unos 3500 años atrás, los segmentos sociales que habitaban en las inmediaciones del Lago Titicaca empezaron a formar núcleos estables sedentarios y a producir y depender de un amplio espectro de plantas domésticas (Browman 1981). Los resultados de las investigaciones palinológicas y limnológicas que se efectuaron en Pampa Koani, ubicada a escasos 12 km al norte del Valle de Tiwanaku, dan cuenta que los paisajes lacustres, hace unos 2000 años, eran similares a los que actualmente prevalecen (Leyden 1987; Ybcrt 1991). A la luz de estos estudios, se puede colegir que la distribución de microambientes en el Valle de Tiwanaku era también similar. Sin embargo, los datos osteológicos de las excavaciones en el sitio LV-174 (Allkamari) muestran la presencia de camélidos, venado andino y viscacha, lo cual sugiere un contraste en el tipo de fauna que hoy se encuentra en el valle. Esta diferencia tiene ilación directa en las interpretaciones de las estrategias de subsistencia que caracterizaron a este intervalo. Otra importante diferencia que debe ser tomada en cuenta es la referida a la Zona de Terrazas (TZ). Reconocida actualmente como un espacio donde la transformación cultural de las pendientes, en épocas prehispánicas, creó un microambiente particular, toda su extensión no puede ser atribuida a los grupos de este periodo. Es probable, como se discute posteriormente, que el uso de terrazas y andenes agrícolas haya sido un componente del sistema económico productivo de la sociedad del Periodo Formativo. En todo caso, la ubicación de sitios de este periodo en la denominada Zona de Terrazas (TZ) sirve principalmente un propósito referencial.´ (80). 0Tomando como base los trabajos previos en Chiripa (Bennett 1936; Browman 1978b, 1981; Layman y Mohr 1965; Mohr 1966; Mohr Chávez 1988), varias similitudes han sido identificadas entre la cerámica de este sitio y la que se

identificó en varios yacimientos arqueológicos del valle bajo(16). La denominada Fase Llusco (Browman« (16) En el presente trabajo, se toma el esquema de Mohr Chávez [1988j, quien divide el periodo Formativo en tres fases: Temprana (1400-900 A.C.), Media, o también referida aquí como Intermedia (900-600 A.C.) y Tardía (600-« 1981:413), ubicada entre el 850 y el 500 A.C., se caracteriza, aparentemente, por la manufactura de ceramios con variedades bícromas y con desgrasante de fibra vegetal. Es principalmente esta clase de cerámica la que con mayor frecuencia se encuentra en varios sitios del valle. Sin embargo, esto no significa la ausencia de otras variedades cerámicas durante el Periodo Formativo. Por el contrario, existe un espectro significativo de expresiones cerámicas que demuestran la variabilidad de los grupos alfareros tempranos que se asentaron en el área.´ (80-81). ¬¬ ³Uno de los atributos diagnósticos de la cerámica Chiripa es la inclusión de fibra vegetal, como desgrasante, en la pasta. Si bién este atributo es caracterizado por Browman (1981) como distintivo de una de las fases de desarrollo de la cultura Chiripa, los datos que Karen Mohr Chavez (comunicación personal) ha procesado de las investigaciones de A. Kidder en el sitio dan cuenta de la presencia de temperante vegetal en la cerámica de varios estratos que Kidder excavó. Por otra parte, la cerámica que se identificó en los distintos estratos excavados en el sitio de Allkamari, en el valle bajo, demuestra que la inclusión de fibra vegetal en la cerámica habría caracterizado a fases más antiguas de las propuestas por Browman. Los pastos que se utilizaron como desgrasante eran el iru-ichu (Stipa pungens), y el ichu (S. ichu) (Layman y Mohr 19b5). Otras inclusiones que se advierten en algunos casos son arena y fragmentos de cuarzo; estos últimos tienden a caracterizar ceramios de paredes gruesas. La presencia de mica es muy rara. La pasta, en general, es de color café oscuro, rojó oscuro o negro. Las paredes de los ceramios son irregulares aunque existen algunas piezas que denotan paredes delgadas y regulares, principalmente en cuencos. El quemado de las piezas indica una atmósfera reductora. El tratamiento de la superficie se caracteriza, principalmente, por el bruñido, pese a que también se evidencia el pulido de algunas piezas; la decoración, no muy frecuente en los materiales que se identificaron durante la prospección, se basa en el pintado de motivos geométricos con colores crema y/o negro sobre un fondo rojo o café. Ejemplos de algunos fragmentos Chiripa que se identificaron en el valle están ilustrados en las Figuras 6.1, 6.2 y 6.3. La cerámica descrita por Ponce {1971} y atribuida al intervalo entre los ca. 1580 A.C. y el 43 D.C. {Ponce 1980:30}, se caracteriza por una pasta blanquecina. Elementos típicos de la decoración son figuras geométricas

incisas pintadas. Un atributo característico de ésta es también el asa horizontal. Algunos fragmentos que guardan cierto parecido con esta cerámica están representados en la Figura 6.4.´ (81). ______________________________________________________________ 100 A.C.). Esta división es similar a la que Browman (1981,1987b, n.d.) efectúa, dividiendo el Formativo en Fase Condori (1300-850 A.C.), Fase Llusco (850-600 A.C.) y Fase Maman¡ (600 A.C.-50 D.C.). Coincido con Browman que la fase tardía se extendió hasta la primera centuria de nuestra era, cuando se empiezan a gestar algunos importantes cambios en la Cuenca del Titicaca . En tal sentido, la fase tardía tendría una extensión del 600 A.C. al 100 D.C. (17) El término "desgrasante" se refiere a la inclusión que tiene la arcilla o al elemento intencional que el ceramista hace en la pasta del ceramio con objeto de darle mayor plasticidad y de "neutralizar" el impacto térmico que causa el quemado de las piezas y la posible ruptura de las mismas (Sinópoli 1991). También puede tener una cualidad específica en las paredes del ceramio, añadiéndole porosidad al mismo. El "desgrasante", también referido como "temperante" en la literatura arqueológica, puede ser arena, mica, fibra vegetal, concha, tiestos de cerámica, hueso fragmentado, etc. ________________________________________________________________ ³Estos dos grupos cerámicos, reconocidos en previas investigaciones, sirvieron como elementos diagnósticos en la asignación de sitios que muestran dichos componentes. No cabe duda que estos parámetros comparativos restringieron, inicialmente, el reconocimiento de un espectro de variantes cerámicas del Periodo Formativo en el valle, situación que, con los datos de las excavaciones, pudo esclarecerse. No se puede obviar que el lapso de tiempo que el Periodo Formativo abarca es significativamente amplio y que toda apreciación acerca del asentamiento humano durante esta extensión de tiempo ha de ser bastante general. No se puede asociar la dimensión espacial del patrón de asentamiento del Periodo Formativo con un determinado momento histórico. El milenio y medio que abarca este espacio no puede reducirse a una sola configuración. La identificación de "grupos" de asentamientos debe ser tomada con cautela. Por otro lado, pese a existir una cierta debilidad en el control cronológico, las referencias de distribución de los sitios son indicadores muy importantes de las estrategias de substistencia y de las diferencias culturales, al menos en cuanto a la dicotomía que se advierte en la ubicación de sitios con cerámica Chiripa y sitios con variantes cerámicas locales i ¬ i  

ë   ¬      ¬ë /$** El sitio está ubicado entre dos pequeños cerros, uno de ellos conocido como cerro Pukara, en el sector norte del valle. El acceso al sitio se limita a los sectores sur y oeste, debido a que quebradas profundas marcan los límites este y norte. No se aprecian estructuras en la superficie, pero el área donde se encuentran dispersos tiestos de cerámica y líticos abarca aproximadamente 0.8 ha. El componente Formativo cubre toda la extensión del sitio. Al parecer, el lugar fue escogido por su ubicación estratégica, no solamente porque puede haber tenido funciones defensivas, sino porque desde la cima se tiene una vista panorámica del Valle de Tiwanaku así como de la Pampa Koani. /$73 

  En forma similar a LV-33, el sitio está ubicado entre quebradas; el acceso se encuentra en el sector noreste. La plataforma y la ligera pendiente sobre las cuales se extiende el sitio cubre un área de 0.4 ha. Las densidades del material cultural en la superficie, en determinados sectores del sitio, son elevadas. Al igual que en el sitio LV-33, los artefactos líticos, entre ellos puntas de proyectíl, raspadores y fragmentos de batanes, son frecuentes. Aunque no se observan con claridad restos de estructuras, existe un delineamiento rectangular (aproximadamente 60 x 40 m) sobre la plataforma. También se observan promontorios de piedras en los márgenes del sitio y un pequeño montículo en la parte sur.´ (86). ³Con una elevación de 4000 metros, este sitio es uno de los de mayor altura en la región. En forma contraria a la disposición de LV-33 y LV-174, no existen quebradas que demarquen los límites del sitio. La dispersión de material en la superficie se expande sobre una extensión aproximada de 0.09 ha. El material está distribuido por sectores, y se presenta en densidades medias y altas. No existen evidencias de estructuras, aunque se identificaron fragmentos considerables (30 x 30 cm) de barro quemado que al parecer pudieron servir como unidades de construcción. Se pudo advertir que la cerámica del sitio contiene un gran porcentaje de desgrasante de fragmentos de cuarzo. /$#" El sitio está ubicado a unos 300 metros al este de LV-33. Las densidades en la distribución del material de superficie, sin embargo, no son tan altas como el sitio vecino y están restringidas a la ladera sur del cerro Pukara. El sitio tiene una extensión de 0.15 ha. Debido a la presencia de bastantes huesos humanos, es factible que éste haya sido un sitio funerario.

/$*77 Casi a 4000 metros de altura, el sitio está demarcado por quebradas, excepto en el lado norte, el mismo que se conecta con la cadena de serranías del sector norte. La superficie, que alcanza 0.16 ha, se encuentra cubierta de material cultural con densidad considerable; en este sitio también se evidenciaron trozos considerables de arcilla quemada. Otros dos sitios, LV-372 y LV-382, se ubican en esta zona del Coluvio Superior (UCZ), pero no presentan gran extensión (0.04 ha) y material en la superficie. ë   ¬  ,  ¬ë /$"" El sitio está ubicado a un kilómetro al norte del Lago Titicaca. La cerámica presenta atributos similares a los descritos para la cerámica Tiwanaku I. Este componente Formativo se extiende por sobre un área aproximada de 0.15 ha; no se advierten estructuras. /$"% Ubicado a unos 300 metros al suroeste de LV-155, el sitio presenta características peculiares. Al igual que LV-155, es uno de los pocos sitios en el valle que muestra la presencia de atributos parecidos a los descritos por Ponce (1971) para la cerámica denominada "Tiwanaku I (unidad Kalasasaya)". Sin embargo, también se encuentra un componente cerámico vinculado a Chiripa, situación que complica, en cierta medida, la interpretación de las relaciones entre los portadores de estos distintos grupos cerámicos. La ocupación del Formativo en este sitio abarca una extensión de 0.8 ha, y se distribuye sobre las leves pendientes de un pequeño montículo.´ (87). LV-333 0El sitio está ubicado sobre una ligera pendiente. La ocupación del Formativo se extiende por sobre unas 0.5 ha; las densidades de distribución de material cultural en la superficie no son considerables; no se presentan estructuras. Seis sitios adicionales fueron identificados en esta Zona de Coluvio Inferior (LCZ): LV-134, LV-158, LV-215, LV-36b, LV-393 y LV-182. El reducido número

de tiestos de cerámica del Formativo que se identificó en cada uno de estos sitios no excede 0.04 ha. ë    ë /$' El sitio consiste de un montículo que se extiende por sobre unas 0.5 ha. El componente Formativo, sin embargo, se encuentra disperso sobre un área de 0.25 ha. Sectores de camellones se encuentran al norte y al este, pero es prematuro asociar estos campos de cultivo con la ocupación del Formativo, siendo que existe una ocupación Tiwanaku posterior. /$"#  El componente Formativo de este sitio no fue identificado en la superficie. Fue durante las excavaciones de prueba en las que se descubrió un elemento Formativo en los estratos inferiores. Numerosos ceramios de orden doméstico y algunos ejemplos de cerámica decorada con incisiones fueron descubiertos. Estos nuevos elementos del Formativo serán analizados con mayor detalle más adelante. Debido a que el componente Formativo se encuentra cubierto por sedimento, es casi imposible hacer una evaluación de la extensión del sitio. Sin embargo, los resultados de las excavaciones posteriores (Albarracin-Jordan e Isbell 1993) sugieren una extensión mínima de una hectárea. Otro sitio ubicado en esta zona es LV-164, en el cual sólo se identificó un par de tiestos de cerámica. Tentativamente se asignó a este asentamiento una extensión de 0.04 ha, para el Periodo Formativo. ë    6 ë /$'3 El sitio está ubicado en la cima de un pequeño cerro en el cordón montañoso del sur, y guarda cierta similitud con los sitios del sector norte del valle. El acceso al sitio se encuentra en el lado este, mientras que los sectores norte y sur se encuentran completamente terraceados. Las superficies de cultivo tienen un promedio de 5 m de ancho. Un canal de agua moderno pasa por el sector sur del sitio. La parte central se caracteriza por la presencia de una plataforma que se eleva a un metro por encima de la superficie y mide aproximadamente 15 x 10 rri. La distribución de la cerámica es más densa en el sector de la plataforma y sobre andenes aledaños. El componente Formativo está disperso por sobre unas 2 ha y se constituye en el asentamiento Formativo más extenso del valle.´ (88).

/$# ³El sitio se encuentra en el margen de esta zona y el comienzo de la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ). El componente Formativo tiene una extensión de 0.4 ha, con una densidad media de material cultural en la superficie. No se aprecian componentes arquitectónicos. /$ 3* El sitio está demarcado por la distribución de cerámica y artefactos líticos sobre una superficie aproximada de 0.25 ha. Los lados este y oeste están demarcados por quebradas, mientras que en el lado norte se encuentran varios andenes. /$3%3 El componente Formativo en este sitio cubre un área de unas 0.6 ha, incluyendo varias plataformas de andenes. No se advierten otros rasgos arquitectónicos. El material esta disperso en forma discontínua, con sectores de media y alta densidad. /$3%7 Al igual que LV-464, el componente Formativo en este sitio está disperso sobre un área de unas 0.6 ha, aunque la densidad del material no es tan elevada. Tampoco se aprecian rasgos arquitectónicos. /$3%& Ubicado a unos 200 metros al noroeste de LV-467, el sitio cubre un área de unas 0.25 ha, y tiene una distribución escasa de material cultural en la superficie. Con la excepción de muros de andenes, ningún otro rasgo arquitectónico es evidente. A estos sitios se suman seis sitios adicionales de pequeño tamaño (entre 0.04 y 0.09 ha); éstos son LV-419, LV-436, LV-460, LV-461, LV-462 y LV-474, la mayoría de ellos asociados a andenes. ë   r  .   ë /$'# El componente Formativo en el sitio abarca una extensión de 0.25 ha, y se distribuye con densidad baja. La cerámica de este sitio denota cierta similitud con la denominada "Tiwanaku I (unidad Kalasasaya)" (Ponce 1971).

Dos sitios adicionales completan el inventario de sitios en esta zona, LV-450 y LV-480, los mismos que no exceden las 0.04 ha en tamaño y con densidades muy bajas en la distribución de fragmentos de cerámica.´ (89). r i  ³Un resumen de la distribución, por microambiente, de sitios del Periodo Formativo se encuentra en la Tabla 6.1, y el patrón de asentamiento se encuentra representado en la Figura 6.5. Tal como se muestra en la Tabla 6.1, se puede afirmar que los sitios no están distribuidos en forma aleatoria en los siete microambientes. Esta prueba estadística toma en cuenta a la Zona de Terrazas (TZ) como una categoría separada. Como se indicó anteriormente, sin embargo, es probable que este microambiente no haya tenido la extensión que posteriormente alcanzó. En tal sentido, gran parte de este sector habría conformado un microambiente similar al Coluvio Inferior (LCZ) del sector norte del valle. Si se combinan los sitios de la Zona de Terrazas (TZ) con los de la Zona de Coluvio Inferior (LCZ) la distribución también muestra que los sitios no están distribuidos en forma aleatoria. En resumen, es evidente que cierta preferencia por determinados sectores tuvo vigencia durante este milenio de ocupación humana en el valle bajo.´ (89-91). ³Si se examina con mayor detalle la distribución de sitios, se advierte que las zonas de las terrazas y del coluvio inferior (las mismas que probablemente correspondían a una misma unidad microambiental durante este periodo) contienen 21 sitios, lo cual representa el 63.6% del número total. Siete sitios se ubican en el Coluvio Superior (UCZ), correspondiente al 21.2%, mientras que los restantes cinco se encuentran distribuidos casi en forma proporcional entre la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) y la Zona Lacustre (LZ). Es así que un 84.8% de los sitios del Formativo se encuentran en zonas coluviales, confirmando la presencia de una estrategia locacional particular. Si la distribución de sitios muestra una tendencia por las laderas de las serranías y montañas, la distribución de los mismos en estas zonas también parece seguir un determinado patrón de agrupamiento. La inspección visual del mapa de distribución (Figura 6.5), empero, es una manera subjetiva de encontrar asociaciones significativas. En tal sentido, el uso de análisis estadístico espacial constituye una herramienta significativa de la investigación arqueológica. Esta estrategia de la investigación, no obstante, debe ser tomada como un elemento auxiliar en la inferencia del sistema de asentamiento y no así como el medio para entender las dimensiones de decisión humana que caracterizaron a la sociedad prehispánica. Las relaciones espaciales, tal como se las presenta en las pruebas estadísticas, pueden ser evaluadas solo en términos de "un patrón de comportamiento esperado" (Johnson 1977:480). Aspectos vinculados al comportamiento de los segmentos sociales, tales

como la reducción al mínimo del gasto de energía y la manipulación óptima de recursos, no puede ser enfocada solamente desde un análisis de patrón de puntos en el espacio. En el presente trabajo, el análisis espacial estadístico es utilizado como una fuente auxiliar en la interpretación de relaciones distanciales que se presentan entre sitios. Esta herramienta, sin embargo, en combinación con otras consideraciones, forma un marco de referencia muy útil en la explicación de los patrones de asentamiento.´ (91).   0/ ! ¬  8 ³Desde la introducción de la estadística del "vecino más cercano" en la ecología (Clark y Evans 1954), varias aplicaciones arqueológicas le han seguido. Quizás el elemento más importante en la evaluación de esta aplicación, aparte del denominado "efecto de margen", es el relacionado al área en consideración. Pinder et al. (1979) han demostrado que se debe identificar el "área significativa" para que esta estadística adquiera un sentido práctico. Debido a que la distribución de puntos es afectada por el tamaño del área, la definición espacial es esencial para eliminar elementos de distorsión en los cálculos. Aunque, potencialmente, todos los microambientes del valle bajo pueden haber sido explotados por distintos propósitos, el registro arqueológico demuestra que los asentamientos humanos fueron establecidos con base en consideraciones particulares, y que el análisis de los factores que influyeron en la decisión de esos grupos humanos en el pasado pueden ser determinados. Una visualización de la distribución de sitios del Formativo (Figura 6.5) nos muestra que existe una especie de dicotomía en el uso del espacio; es decir, que se pueden apreciar dos sectores de asentamiento claros, uno al norte y otro al sur. Un enorme vacío separa estos dos sectores, sugiriendo la presencia de una frontera, quizás política o quizás vinculada al marginamiento de la zona intermedia del valle como un sector carente de significado para el asentamiento humano; la evaluación de las características microambientales y la distribución de sitios indican nítidamente que las llanuras aluviales del Lago Titicaca y el Río Tiwanaku fueron sectores marginales para este propósito. Las características de estas zonas, detallas en el capítulo l, hacen que los factores de riesgo sean muy elevados, y, por tanto, no se debe a factores metodológicos de la investigación la ausencia de sitios en estas zonas. En forma similar, existen argumentos concretos para explicar la exclusión de la Zona Intermontañosa (IZ) como área de residencia permanente, pese a que ésta pudo haber sido utilizada para la caza o para el pastoreo. Las principales causas del marginamiento de la Zona Intermontañosa (IZ) serían, precisamente, la distancia entre ésta y los sectores con mejores suelos y a los factores climáticos que rigen en la área. Se ha indicado que los grupos humanos del Formativo eran segmentos sociales con cierta dependencia en la agricultura, y, en tal sentido, las tierras de esta zona no hubieran brindado los factores óptimos para el cultivo.´ (92).

³En resumen, pese a que estas tres zonas pueden haber sido importantes para la caza, la pesca, la recolección de plantas y el pastoreo, el registro arqueológico no muestra que éstas hayan sido utilizadas como zonas de residencia permanente. Para los propósitos del análisis estadístico, gran parte de la Zona Lacustre (LZ), la Planicie Aluvial del Río Tiwanaku (AP) y la Zona Intermontañosa (IZ) han sido eliminadas del área en consideración. Por consiguiente, los cálculos se basan en un área de 150 km2 para el valle bajo. Análisis separados han sido también efectuados para ver variabilidad entre el sector norte y el sector sur. En la Tabla 6.2 resume la estadística del "vecino más cercano" para cada caso. Los valores del "Test C" corresponden a los valores de los patrones de distribución de los puntos, donde valores menores a 1.0 indican agrupamiento, valores entre -1.0 y 1.0 indican una distribución aleatoria, y valores mayores a 1.0 señalan regularidad(18). Como se puede apreciar en la Tabla 6.2, el resultado de esta estadística indica una aleatoriedad para los 150 km2 del valle. La evaluación del sector norte (75 km2) también da un resultado de aleatoriedad. Sin embargo, la estadística para el sector sur indica un agrupamiento de los sitios.´ (92-93). !    5 5 ³La estadística del "vecino más cercano" brinda una importante pauta acerca de los patrones de distribución. Empero, ésta no considera los tamaños de los sitios, obviándose un importante aspecto en la evaluación de la organización del asentamiento. Pese a que los supuestos del análisis de "gravedad" involucran costos de energía de movimiento (e.g., el recorrido sobre terreno accidentado demanda mucho más energía que la cobertura de la misma distancia sobre terreno llano), la prueba estadística considera el tamaño de los sitios y la distancia entre ellos, ampliando las bases interpretativas del patrón de asentamiento (Haggett 1965; Plog 1976). El resumen de los coeficientes de atracción se encuentra en la Tabla 6.3. De esto resultados surge el diagrama que se muestra en la Figura 6.6. Con pequeñas modificaciones, el agrupamiento que se observa en el mapa (Figura 6.5) es corroborado objetivamente por el análisis de "gravedad".´ (93). ³Solamente dos casos presentan una situación no muy clara. Aunque el vecino más cercano de LV-182 es LV-174, en el análisis de "gravedad" este sitio se agrupa con LV-33. Esta situación se esclarece si tomamos en cuenta que LV-33 es mucho más grande en extensión que LV-174. Una situación similar es la que presenta LV-436, el mismo que en el análisis de "gravedad" se encuentra vinculado al grupo de LV-94, cuando su vecino más cercano es LV-436. Nuevamente en este caso, el tamaño de LV-94 toma mucho mayor significado en el análisis, desplazando en importancia la pequeña dimensión de LV-432 y la distancia que lo separa de LV-436. Con base en estos resultados, cinco grupos de sitios pueden ser discernidos.´ (95).

³El grupo está compuesto por LV-33, LV-134, LV-205 LV-366, LV-372, LV-377, LV382 y LV-393. Casi un 63% de estos sitios se encuentran en la Zona de Coluvio Superior (UCZ), mientras que el restante 37% se ubica en la Zona de Coluvio Inferior (LCZ). En forma similar al grupo vecino "Allkamari", este grupo incluye un sitio mayor (LV-33; m Figura 6.7), ubicado estratégicamente. El sector norte de este sitio conecta con la cumbre de la serranía y ésta a la vez sirve de nexo entre los grupos ubicados a lo largo del sector norte. Esta disposición, como se discute más adelante, tiene importante implicación en las interpretaciones de interacción entre grupos. Es probable que LV-33 haya tenido varias funciones, tanto defensivas como domésticas, y que los sitios satélites a su alrededor servían funciones domésticas y funerarias. Sin embargo, al presente, sin datos de excavación, es difícil aseverar que todos estos asentamientos eran de residencia permanente.´ (96-97). ³Este grupo incluye a LV-174, LV-179, LV-182 y LV-333, todos éstos ubicados en las zonas de coluvio (UCZ y LCZ). Un elemento destacable de este grupo es LV-174, conocido en la comunidad de Pillapi como "Allkamari" (Figura 6.8). Las quebradas profundas que circundan el sitio, excepto por el lado noreste, suponen cierta función defensiva. La ubicación de LV-179, a unos 1.25 km al noreste de LV-174, y la disposición de este último, sugieren que la interacción entre estos dos sitios era mayor que con los otros del grupo. Las excavaciones que se realizaron en LV-174, detalladas más adelante, indican que el sitio constituía un centro habitacional semisubterránco. 4 ¬+ El grupo está compuesto por LV-155, LV-156, LV-158, LV-164 y LV-215, aunque este último podría pertenencer a otro grupo ubicado más al oeste (ver Figura 6.5, márgen superior izquierdo). En contraste con los grupos descritos anteriormente, este agrupamiento no parece incluir a un sitio mayor, aunque existe la posibilidad de asentamientos mayores más al norte, ya fuera de los límites de la prospección. Cuatro de los cinco sitios de este grupo se encuentran ubicados en la Zona de Coluvio Inferior (LCZ), y solamente uno, LV-164, se encuentra en la Zona Lacustre (LZ). LV-15b constituye un caso interesante, debido que presenta material relacionado a Chiripa y a "Tiwanaku I". Apoyándose en una cronología general, se ha señalado que los estilos cerámicos de Chiripa (estilo definido como "Chiripa Clásico" por Bennett) y "Tiwanaku I" serían contemporáneos (Ponce 1970). En este sentido, las interrogantes apuntarían, hacia el tipo de relación que tendrían los portadores de estos distintos estilos. Los datos del valle central (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:71; Mathews 1992:77) establecen que estos grupos tenían una distribución diferente. Los sitios Chiripa están ubicados principalmente en zonas intermedias (Coluvio Inferior [LCZ]), mientras que los sitios con un componente Tiwanaku I están situados exclusivamente en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ). Una situación parecida, aunque no en forma tan extensa, puede ser inferida en el

valle bajo. Esta dicotomía en el asentamiento, entre Chiripa y Tiwanaku I, es analizada con mayor detalle más adelante. /4 ¬ 1  Pese a que los grupos del sector sur del valle exhiben algunas similitudes con sus contrapartes en el norte, existen importantes diferencias. El grupo "Lacuyusa" está compuesto por LV-94, LV-101 y LV-480, aunque los resultados del análisis estadístico de "gravedad" agruparía también a LV-29 y LV-90. LV-94 presenta características análogas con LV-33 y LV-174, con la excepción que alrededor de LV-94 se encuentran varias superficies de andenes (Figura 6.9). Otra importante diferencia es la presencia de fuentes de agua permanentes en "Lacuyusa", y en general en todo el sector montañoso del sur. En forma similar a lo que acontece en el grupo "Chiu", el sitio LV-90 de esta agrupación tiene un componente Chiripa así como "Tiwanaku I."´ (98). /4 ¬ r¬ ³El grupo incluye a LV-419, LV-432, LV-436, LV-450, LV-460, LV-461, LV-462, LV-464, LV-467, LV-468 y LV-474. A excepción de LV-450, todos los sitios están ubicados en la Zona de Terrazas (TZ). Ninguno de ellos constituye un sitio mayor, contrariamente a lo que acontece en otros grupos y tampoco muestran rasgos defensivos, aunque evidencias muy tenues pueden ser vislumbradas en LV-432. Pese a que LV-474 ha sido agrupado, es factible que el mismo pertenezca a otro grupo, fuera de la zona prospectada.´ (99-100).  i  ³El sistema de asentamiento ha sido definido como "el conjunto de reglas que generan el patrón" (Flanery 1976:162), no obstante que las estrategias también deben formar parte de las interpretaciones acerca de la configuración de sitios. Al definir el conjunto de reglas, una tarea metodológica compleja, solo se alcanza un nivel descriptivo; el porqué se desarrolló ese conjunto de normas que crea el patrón es el tema de fondo que finalmente busca una explicación al comportamiento social. Como se mencionó anteriormente, los grupos sociales andinos interaccionaron dentro de un mosaico ecológico complejo, resultante de su variable geografía, acumulando conocimientos acerca de las regularidades, inestabilidades y variantes de este medioambiente heterogéneo. Estos grupos desarrollaron, por esta condición, una serie de principios organizativos propios para acomodarse tanto al medio natural como al social, lo cual no significa que el proceso de evolución social estuviera condicionado sólo por circunstancias ecológicas. C. R. Hallpike (1968:287) enfatiza que "Debemos, entonces, considerar, el medioambiente no tanto como un conjunto de obstáculos o determinantes,

menos aún como el agente primario de selección en el sentido darwiniano, sino como un conjunto de oportunidades a ser explotadas, las formas de explobación dependiendo de la organización social y la ideología." La aseveración de Hallpike es acertada, aunque se deben investigar los motivos que forzaron originalmente a los grupos locales a enfrentar los riesgos de subsistencia y competencia. No se puede determinar con exactitud cuándo los segmentos sociales de los Andes sur-centrales desarrollaron una estrategia de complementación ecológica; sin embargo, puede argumentarse que uno de los factores críticos en la expresión original de esta táctica fue la de evitar o sobreponer factores de riesgo. Al parecer, esta complementación, ya sea mediante el control directo o mediante el ejercicio del intercambio, en sus variadas maneras, ya estaba vigente durante el Periodo Formativo Temprano, sino antes (Santoro 1993). En el Valle Bajo de Tiwanaku, la formación de grupos de sitios, durante el Formativo Tardío, sugiere que la identidad social estuvo conformada por segmentos discretos. Este fenómeno de agrupamiento puede ser tentativamente interpretado como el resultado de la competencia que existía por los recursos de la región. La presencia de sitios estratégicamente situados, que sugieren una función defensiva, amplían el testimonio, no solamente de una situación competitiva económica sino también de un orden político. Si este fue en realidad el marco de desenvolvimiento de la sociedad del Formativo, la pregunta es si la competencia era entre los grupos del valle. Si se examinan con más detalle algunos datos adicionales, resulta evidente que los grupos del sector norte del valle no podían haber estado en una situación social de conflicto, simplemente debido a que los sitios mayores de los grupos denotan una vinculación geográfica a través de la cima de la serranía que los conecta. Si los sitios mayores son empleados para sugerir la presencia de conflicto, entonces el grupo opositor debe ubicarse fuera del nivel de los grupos del sector norte. No es imprudente adelantar que quizás fue la contemporánea y creciente tradición Tiwanaku, asentada en los sectores llanos del valle, la que contendía con los grupos de filiación Chiripa.´ (100-101). ³Con base en los trabajos de Bennett (1936) y Browman (1978b,1981) en el sitio de Chiripa, se puede colegir que, entre el 500 y 100 A.C., se construyó un recinto semisubterráneo rectangular con estructuras especiales para el almacenamiento y un piso de arcilla amarilla que sugieren la edificación de un complejo arquitectónico que trasciende el simple orden doméstico (Mohr Chávez 1988:25). Esta evidencia indica que un sistema "institucionalizado" de redistribución fue establecido en estrecha relación con actividades ceremoniales hacia el 500 A.C. Es de advertir que la información producida acerca de Tiwanaku durante este periodo no sea en lo mínimo suficiente como para efectuar una comparación con

Chiripa. En el caso de haberse constituído Tiwanaku en un centro religioso/redistribucional de importancia, al igual que Chiripa, entonces lo que debería hacerse es enfocar la temática de la competencia a nivel multiregional. Los datos de prospección del valle bajo indican la presencia de por lo menos dos grupos culturales distintos. Su relación puede haber tenido un tinte de agresividad debido al surgimiento de intereses económicos y políticos similares, aunque no se pueden descartar diferencias étnicas más profundas. Sin embargo, aún queda la interrogante acerca de la presencia de elementos Chiripa en asociación con cerámica "Tiwanaku I" Una alternativa de explicación es que el marco de referencia cronológico que actualmente se utiliza no permite una demarcación más precisa de los desarrollos socioculturales que tuvieron lugar durante el milenio y medio que duró este periodo. En tal sentido, es posible que los grupos Chiripa hayan tenido cierta anticipación a los grupos que portaban elementos del "Tiwanaku I," y que los primeros fueron incorporados a la esfera Tiwanaku (Ponce 1978) después de una historia larga de interacción. Supuestamente, esta transformación se dió alrededor del primer siglo de nuestra era.´ (101) Durante el Formativo Temprano, sin embargo, las indicaciones preliminares de la prospección sugerían la coetancidad entre Chiripa ("Fase temprana, 1400-900 A.C.", en la terminología de Mohr Cháve,z [.19881 o "Fase Condori,1300-850", en la clasificación de Browman [1978b,1981]. Los fechados calibrados de las muestras que se obtuvieron en las excavaciones de los niveles inferiores en Iwawi y en el sitio de Allkamari dieron 925 85 A.C. (ETH 8042) y 1161+104 A.C. (ETH 8043), respectivamente. De estos resultados se infiere que al menos dos manifestaciones culturales coexistían durante el Formativo Temprano, mucho antes del surgimiento de Tiwanaku como esfera cultural unificadora en el valle (Albarracin-Jordan 1992:111). Las investigaciones que Mathews (1992) realizó en el valle central dan cuenta de la presencia de otras manifestaciones locales que amplían aún más el espectro cultural durante el Periodo Formativo en su totalidad. La incorporación de Chiripa y de otros segmentos sociales diferenciados fue el resultado de una interacción previa. ¿Cómo se interpreta, entonces, la naturaleza de los segmentos sociales que se asentaron en los distintos grupos de sitios en el valle bajo? A la luz de los resultados de la prospección, parece evidente que manifestaciones culturales como Chiripa estaban segmentadas en pequeños núcleos sociales, los mismos que se adjudicaban territorios en los sectores intermedios y altos de las serranías. Es probable que éstos constituían segmentos semi-autónomos, articulados e integrados por una tradición cultural común. La posición de los sitios en zonas íntermedias y elevadas, además de su carácter estratégico defensivo, pudo también haber servido tácticas de una subsistencia mixta, e.g., caza, pastoreo, agrícultura (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:73).´ (101-102). ³Aunque la presencia de sítíos con filiación Chiripa ha sido identificada en varios sectores de la Cuenca del Titicaca (Bermann 1990; Browman 198 1; Mohr

Chávez 1988; Portugal Ortíz 1988; Stanish, comunicación personal; Tapia Pineda 1984), hasta el presente, no se han realizado estudios sístemáticos sobre la organización que habría exístido entre éstos. Asimismo, se supone que cierto tipo de interacción económica existía entre grupos del altiplano, la costa del Pacífico y los valles deleste; sin embargo, aún no se han investigado a fondo los mecanismos específicos de esta ínteracción. ¿Tiene la estrategia "archipiélago" (Murra 1972) sus raíces en el Formativo? La formación de esferas sociales de interaccíón en diversas zonas ecológicas fue en gran medida coadyuvada por el desarrollo de mecanismos de integración. Inicialmente, este aspecto estuvo probablemente estrechamente motivado por intereses económicos, relacionados con los riesgos que cada región involucra. La complementación ecológica, sín embargo, abraza dimensiones mayores a la simple explotación de los recursos. Esta representa una red de relaciones sociales complejas. Browman (1981:413) sostiene que durante la fase intermedia del Formativo (denominada "Llusco" en su clasificación), alrededor del 900 y el 600 A.C., la redes de interacción se habrían intensificado, culminando en el establecimiento de redes formales de intercambio durante la fase tardía, entre el 600 y el 100 A.C. Naturalmente que los medios de transporte para el movimiento de productos, de una región a otra, fue grandemente facilitado por el uso de llamas; empero, hasta que se demuestre que las caravanas de llamas eran inicialmente necesarias para el desarrollo de mecanismos de integración, es improbable que el camélido se haya constituido en la razón de intregración de diversos segmentos sociales en distintas zonas ecológicas. Las extensas caravanas de llamas se formaron como resultado de las estrategias de integración, no en forma inversa. Pero veamos como pudo haberse desarrollado una integración a nivel regional. Aunque es aún prematuro inferir acerca de la organización social durante las primeras fases del Formativo, las evidencias de la fase tardía son más contundentes. Como se indicó anteriormente, la presencia de un centro ceremonial y de redistribución, como Chiripa, y discretos grupos de asentamientos afiliados al primero, sugiere la formación de segmentos sociales semi-autónomos, quizás organizados en niveles superiores al del nivel doméstico e integrados por denominadores ideológicos comunes. Los grupos de asentamiento habrían estado conformados por familias extensas, las mismas que, aparentemente, conformaban una identidad distinta a la de los grupos asentados en la planicie del Valle de Tiwanaku. Los resultados de la prospección corroboran la hipótesis de Browman (1981, 1989) concerniente a la economía mixta de Chiripa. Los portadores de esta tradición cultural mantenían control en zonas lacustres y en zonas intermedias y elevadas, desde las que obtenían diversos recursos, contrarestando así los riesgos de una región altiplánica que constantemente asechan la producción (Earls 1991; Kent 1987; Rengifo 1987). Los grupos Chiripa dependían del cultivo pero mantenían también otras actividades complementarias, como la caza, recolección y pesca.´ (102).

³Como grupo social más extenso, Chiripa articuló los segmentos sociales, consolidando una identidad cultural a través de un ritualismo redistribucional y bajo una ideología común. Las expresiones iconográficas sugieren que algunos de los temas fundamentales de los posteriores principios de organización del espacio eran ya intrínsecos en la sociedad Chiripa. Esto lo demuestra el simbolismo de su estilo escultórico. El estilo "pa-ajanu" (literalmente "dos caras") (Portugal Zamora 1977) da pautas acerca de la importancia que ya tomaba el dualismo como carácter simbólico de la naturaleza y el ser humano. Este elemento de los principios de organización, que llega a perdurar hasta nuestros días, muestra quizás sus raíces en las manifestaciones simbólicas de Chiripa. Se vuelve más probable que el dualismo se haya extendido inclusive a las normas que mantenían la hegemonía de los grupos, y que la dinámica segmentaria tenga sus primeras expresiones en la fase tardía del Formativo, sino antes. Una de las diferencias más significativas entre los grupos del sector norte del valle y aquellos que se encuentran en el sur es la asociación de estos últimos con la construcción de terrazas agrícolas. Dada la presencia de grupos posteriores al Periodo Formativo, no se puede asumir que la construcción y utilización de todo el complejo de terrazas que se encuentra en las laderas de las montañas se remonta al Formativo. Sin embargo, la identificación de una técnica de construcción de muros distinta a los posteriores trabajos que realizaron los Tiwanaku y los Pacajes sugiere que las terrazas aledañas a algunos sitios del Formativo fueron trabajadas ya en aquellas épocas. Asimismo, la presencia de fuentes de agua permanentes hace que este sector del valle no tenga que depender de una agricultura de secano, reduciendo de esta manera el riesgo de pérdida de cosechas en la producción agrícola. Es difícil evaluar el impacto que estas diferencias sectoriales pudieron tener en el desarrolo social, político y económico de la región, tomando en cuenta que existía una diversidad cultural significativa antes de la formación hegemónica de Tiwanaku. En marcado contraste con la apreciable distribución de sitios Chiripa, los sitios con vínculos estilísticos del denominado "Tiwanaku I" son solamente tres. Estos fueron ubicados en la base del valle, en la que los restos arqueológicos nos muestran que ninguno de estos era muy extenso o tenía rasgos de fortificación. En este sentido, los sitios señalados muestran una disposición distinta a la de los sitios Chiripa. Es factible que estos asentamientos hayan tenido otra orientación política y económica, basándose principalmente en una subsistencia de orden agrícola intensivo (Albarracin-Jordan y Mathews 1990). Los trabajos de prospección en el valle central (Mathews 1992) muestran que el patrón de distribución para sitios con filiación "Tiwanaku I" es similar al caso anterior. Mathews (1992:73) señala que los asentamientos "Tiwanaku I" tienen un patrón aleatorio, y que el significado de esta disposición es difícil de evaluar, principlamente debido a los problemas severos que presenta la seriación cerámica que complican aspectos de coetancidad o de variabilidad a través del tiempo.´ (103).

³En resumen, la evidencia que presenta el registro arqueológico, a nivel regional, demuestra que la ocupación humana del valle bajo, durante el primer milenio y medio antes de nuestra era, está representado por la formación de diversas manfestaciones culturales. La representación más típica está asociada a la fase tardía del Formativo, y, en tal sentido, coincido con Mathews (1992) al señalar que el fenómeno de agrupamiento que demuestran los sitios Chiripa debe ser intrerpretado como una característica de esta fase. En la siguiente sección de este trabajo se describen y analizan los resultados de las excavaciones en los sitios LV-174 (Allkamari) y LV-150 (Iwawi), los mismos que esclarecen muchos aspectos vinculados a la coetancidad de distintos grupos y formulan nuevas interrogantes acerca de nuestro actual esquema metodológico y teórico.´ (103104). ³El patrón de asentamiento, tomando en cuenta el actual empleo metodológico, no constituye una representación cabal de la dinámica que caracterizó a las fronteras intra e interétnicas, aunque este aspecto también es característico de los posteriores periodos que se tratarán más adelante. El verdadero valor, sin embargo, de esta percepción de la historia prehispánica, usando categorías del "tiempo arqueológico," es que nos permite apreciar tendencias y trayectorias evolutivas que desde una óptica cronológica más reducida no se observan. Son las inferencias acerca de las estrategias de organización social, fundamentadas en el análisis de la distribución de recursos y la configuración de un variado conglomerado de sitios, que explican el fenómeno evolutivo y que en esta región de los Andes muestra tener un caracter singular. El reconocimiento del probable génesis que tuvieron algunos principios de organización del espacio, inferidos a través del simbolismo que proyecta la escultura lítica de Chiripa y la distribución de sitios adquiere un enorme significado, debido a que forma el eje de la complejidad que posteriores desarrollos de la organización social alcanzaron. Los segmentos sociales del Formativo parecen haberse organizado en estructuras similares, pero no iguales a las de los aylfus etnohistóricos y etnográficos, siguiendo los principios de organización que en forma inclusiva generaron a través del tiempo, distintos niveles políticos, económicos y religiosos. La dinámica segmentaria que Izko (1992), Platt (1987) y Rivera Cusicanqui (1992), entre otros, advierten en la organización tradicional de la sociedad aymara de la Colonia y la República, se manifiesta, claro está en forma incipiente, en los vestigios arqueológicos del Valle de Tiwanaku.  i  i 9¬/¬ 



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Tres sitios del Periodo Formativo fueron mapeados; éstos son LV-33, LV-94 y LV174 (Allkamari). Varios aspectos de estos sitios fueron comparados y contrastados para establecer cual de ellos podría brindar la mayor información.

En primer lugar, estos tres sitios son los de mayor extensión para el Periodo Formativo, los tres exhiben sectores con densidad media o alta de fragmentos de cerámica y artefactos líticos, los tres se encuentran ubicados en las cimas de serranías, y, por último, éstos se encuentran demarcados por quebradas y el acceso se encuentra limitado sólo a un sector. Dos de ellos, LV-94 y Allkamari dan muestra de posibles rasgos arquitectónicos, aunque LV-94 si exhibe varios muros de andenes y una plataforma central (Figura b.9). En Allkamari los elementos arquitectónicos son menos evidentes, aunque se advierte la presencia de alineamientos que conforman una especie de rectángulo (Figura 6.8). La decisión de efectuar recolecciones sistemáticas y excavaciones en Allkamari, y no en los otros sitios, se debío a varios factores. Dentro de la logística de la investigación, Allkamari satisfacía varios cuestionamientos de la problemática del Formativo, además de concentrar en el área una importante cantidad de restos materiales vinculados con Chiripa y una probable estructura de proporciones considerables.´ (104). ³Una de las características más sobresalientes de Allkamari es su ubicación en las alturas, situación que genera varias interrogantes. ¿Por qué se encontraba un sitio Chiripa, con probable estructura arquitectónica de proporción, en un lugar tan elevado? ¿Qué función tenía este sitio? ¿Podría haber sido un corral o un asentamiento temporal? ¿Cuál es su antigüedad? Muchas de estas interrogantes podían contestarse a través de excavaciones sistemáticas. Es así que para evaluar áreas potenciales de excavación, se efectuaron recolecciones sistemáticas e intensivas en el sitio. De estas recolecciones, se establecieron índices de densidad, tanto de fragmentos de cerámica como de artefactos líticos. Tomando como guía uno de los lados del probable recinto y como indicador auxiliar la concentración de material cultural en la superficie, se decidió poner pozos de prueba en el sector este de la supuesta estructura.    !      , Se puso inicialmente una retícula sobre el sitio con unidades de 10 x 10 m. Las unidades de recolección tuvieron un área de 16 m2 (4 x 4 m), las mismas que fueron ubicadas en las esquinas suroeste y noreste de cada unidad de la retícula. Todos los materiales culturales que se encontraban en las unidades de recolección fueron recogidos para su análisis y clasificación. Con base en la clasificación del material recolectado, se pudo hacer los mapas con contornos de densidad, tanto para la distribución de cerámica como para el material lítico (Figura 6.10). Evaluando estos mapas, se decidió excavar el sector este del supuesto recinto. Tomando en cuenta la ligera pendiente en este sector, se decidió poner las unidades de excavación algunos metros al noroeste del sector de máxima concentración de tiestos de cerámica.´ (105). : 

0Dos unidades de 2 x 2 m fueron ubicadas en el lado este del alineamiento. Una de estas, N483 E521, fue colocada más al este, mientras que la otra unidad fue puesta al lado del alineamiento (Figura 6.1l). A escasos 25 cm debajo de la superficie en la primera unidad se llegó suelo estéril. En la segunda unidad (N477 E521), sin embargo, el contorno de un rasgo circular fue descubierto a unos 20 cm de la superficie. Varios fragmentos de cerámica y artefactos líticos fueron identificados en esta estructura. El relleno también incluía fragmentos de carbón, de los cuales se obtuvieron muestras para su fechado. Una muestra combinada fue obtenida a una profundidad de 1.08 m. El fechado calibrado de esta muestra, proporcionado por el laboratorio de AMS (Accelerator Mass Spectometry), en Zurich, es 1161+104 A.C. (ETH 8043)(19). Se abrieron otras cuatro unidades, adyacentes a la estructura circular, pudiéndose establecer la presencia de un alineamiento de piedras. El sector al este de este rasgo fue excavado en forma separada, habiéndose constatado la presencia de dos estratos de relleno y suelo estéril a los 26 cm de la superficie. El sector hacia el oeste del alineamiento incluía los dos estratos superiores, con la excepción del segundo estrato que alcanzó los 40 cm de profundidad. El tercer estrato, una limo-arcilla (10YR 3/3), alcanzó aproximadamente los 60 cm, habiéndose identificado a esta profundidad una superficie de ocupación. El« ________________________________________________________________ (19) La curva de calibración empleada en todos los fechados que se presentan en este estudio corresponde a Stuiver y Pearson (1986). ________________________________________________________________ «alineamiento fue claramente discernido como un muro, construido contra el perfil de corte que se hizo para conformar un recinto semisubterráneo (Figura 6.12). Como muestra la disposición de las piedras y la correlación estratigráfica del perfil sur (unidad N473 E519} (Figura 6.13) el muro se desplomó, en parte, hacia el interior del recinto. Debajo de la superficie de ocupación, un estrato arcilloso mezclado con ceniza y manchas de carbón terminó en una segunda superficie de ocupación. Debajo del cuarto estrato se encontró suelo estéril (limo arcilla [7.5YR 5/4]).´ (105-108). ³Hacia el oeste del muro (interior del recinto) y al lado de la estructura circular, se identificó otra estructura de forma semicircular, pegada al muro y a 45 cm de la superficie (Figura b.ll). Se abrieron unidades adicionales, siguiendo la dirección del muro con el propósito de ubicar estructuras habitacionales u otros componentes asociados al muro. Lamentablemente, estos no fueron encontrados. De todos modos, el área que se excavó, en un muestreo pequeño del recinto, no descarta la posibilidad de encontrarse estructuras asociadas al interior del mismo.´ (108-109).

³Los hallazgos son muy significativos, debido a que demuestran la presencia de un espectro considerable de formas cerámicas y más notable es la presencia de desgrasante vegetal en la cerámica de todos los estratos excavados. El fechado de 1161 104 A.C. sugeriría que la inclusión de fibra vegetal en la cerámica fue muy anterior a la denominada fase Llusco (850-b00 A.C.) sugerida por Browman (1978b, 1981) para identificar la aparición de este atributo en la cerámica de Chiripa. Los datos de Allkamari indican que éste habría sido una característica ya de la fase temprana de Chiripa. Por otro lado, también se identificaron dos fragmentos de concha marina, un fragmento de una lámina de cobre, varias wichuñas (lezna para la manufactura de tejidos) de hueso y piedras para moler. Algunos de estos materiales, fragmentos de cerámica y artefactos líticos están representados en las Figuras 6.14-6.18.´ (109-110). ³Las excavaciones que se realizaron en LV-150 (Iwawi) revelaron la presencia de un componente cerámico Formativo, debajo de la ocupación Tiwanaku, y que no estaba representado en la superficie. Fue, en realidad, una sorpresa identificar esta cerámica que originalmente fue asociada con una variante del "Tiwanaku I/II" (Albarracin-Jordan 1992:125). Sin embargo, las subsiguientes excavaciones que se realizaron en el sitio, en 1993, y un posterior análisis del material de las excavaciones de 1990, demuestran que esta cerámica constituye un elemento distinto al referido "Tiwanaku I" o a las unidades cerámicas Chiripa.´ (111). ³El componente Formativo en Iwawi fue encontrado en los estratos inferiores de las dos unidades de prueba que se hicieron en el sitio (N475 E525 y N490 E525). La limitada exposición horizontal que se hizo en 1990, sin embargo, es insuficiente para efectuar una evaluación de la extensión que tuvo el asentamiento Formativo. Las excavaciones posteriores(20), no obstante, dan cuenta que el sitio, por lo menos, podría abarcar una hectárea. Durante la temporada de campo de 1990, se obtuvieron muestras de carbón de los contextos del Formativo, habiéndose obtenido un fechado calibrado para una de las muestras; ésta dió 925 85 A.C. (ETH 8042). Este fechado sitúa al componente Formativo en Iwawi en coetaneidad con la fase temprana Chiripa y probablemente "Tiwanaku I", aunque Mathews (1992:73-78) afirma que "Tiwanaku I" sería una manifestación tardía del Formativo y no así una "cultura" que habría perdurado por más de mil años. El fechado de Iwawi demuestra una continuidad de ocupación, a través del« ________________________________________________________________ (20) En 1993 se llevó a cabo el proyecto "Iwawi" dirigido por William Isbell y mi persona. Los análisis de los materiales que se identificaron durante esa temporada de campo han sido analizados parcialmente, razón por la que no se han utilizado estos datos en el presente trabajo.

________________________________________________________________ «tiempo, bastante larga, puesto que la estratificación cultural del sitio es casi contínua, habiéndose acumulado casi tres metros de depósitos.´ (112-113). ³La unidad cerámica que se identificó en Iwawi es diferente a la denominada "Unidad Kalasasaya" que Ponce (1971) asocia con la "Epoca I" de Tiwanaku, y si bien existen: algunos atributos que se presentan tanto en la unidad cerámica de Iwawi como en la "Unidad Tiwanaku" (la otra unidad de la "Epoca I" [Ponce 1971]), el carácter general de la cerámica de Iwawi es distinto. Las características principales de esta cerámica son las siguientes: Las ollas representan más del 90% de las formas identificadas, siendo éstas de paredes delgadas e irregulares, con bases anulares, pasta micácea quemada en atmósfera reductora (aunque en las ollas esta observación se complica debido al tiznado y requemado que presentan las piezas), espatulación vertical, y asas verticales. Los cuencos, en general, muestran labios engrosados, paredes delgadas, y en algunos ejemplos incisiones (sin pintura y post-coción) en los bordes o en el cuerpo. Algunos cuencos, muestran paredes regulares y un reducido bruñido. Las pastas son de color café oscuro o gris. Esta cerámica ha sido asignada a la fase "Huchani" (Albarracin-Jordan 1992:137) (Figuras 6.19b.23).´ (114-116).     r  ¬  1 i Ò 

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³Las muestras para el análisis paleobotánico fueron recolectadas de acuerdo procedimientos formales, ampliamente discutidos por Hastorf y Popper (1988) y Lennstrom (1991). Debido a contingencias de tiempo y recursos, solamente una parte (35%) de las muestras han sido analizadas en el laboratorio de la Universidad de Minnesota. Aunque varias estrategias de análisis son presentadas por Lennstrom, Hastorf y Wright (1991), se procedió a la separación de materiales obtenidos en la flotación de las muestras. Una lista de las categorías taxonómicas de plantas identificadas por Lennstrom, Hasterf y Wright (1991) aparece en el Apéndice 1. Tres procedimientos de cuantificación fueron efectuados: Densidad, ubicuidad y porcentajes relativos. La densidad se refiere al número de fragmentos de semillas o semillas íntegras que se encuentran en un litro (unidad empleada como medida de volúmen) de suelo. De esta manera muestras de distinto volúmen pueden ser comparadas. Ubicuidad se refiere a los porcentajes de las muestras que tiene cada unidad taxonómica, lo cual no afecta la cantidad de cada unidad taxonómica. Porcentajes relativos representan simplemente los porcentajes de cada unidad taxonómica en una muestra.´ (117118). ³En el Apéndice 1 se muestran los resultados de los análisis paleobotánicos. De estos datos se puede colegir que el tipo más común de cultivo en Allkamari era la quinua (Chenopodium quinoa) de grano pequeño, o la cañiwa (C, pallidicaule). De la lista también se advierte que un número considerable de pequeñas hierbas fueron probablemente utilizadas.´ (118-119).

³El análisis de los restos de fauna fueron analizados por Ann D.Webster, quién identificó la presencia de llama (Lama glama), cuy (Cavia spp.) y viscacha (Lagidiurn spp.). Componentes secundarios eran los pescados, aves y el venado andino (Hippocamelus antisiensis). Los datos paleobotánicos y de fauna indican que la subsistencia en Allkamari se basaba en la explotación tanto de recursos silvestres como de domesticados. Tres de estos últimos eran los más significativos: la quinua de grano pequeño, la llama y el cuy. Sorprendentemente, no se identificaron restos de tubérculos en las muestras. La quinua de grano pequeño era probablemente una variedad domesticada pero difiere de la quinua de grano mayor; esta última también fue identificada en las muestras de Allkamari pero, en menor proporción. La presencia del cuy es significativa, debido a que en sitios de data posterior (Tiwanaku y Pacajes) este roedor domesticado aparece en mucho menor proporción. Definitivamente, la caza, la pesca y la recolección de plantas complementaban las actividades de subsistencia en Allkamari. Los resultados de las excavaciones constituyen, sin lugar a duda, un gran aporte al entendimiento de la variabilidad cultural que se expresa en los restos materiales del Formativo, no solamente en el aspecto estético de sus manifestaciones, tales como la cerámica decorada y la metalurgia, sino también en el aspecto de subsistencia. Si bien los fechados radiocarbónicos son mínimos para poder establecer una secuencia cronológica, estos son bastante esclarecedores en cuanto a la contemporaneidad de los dos sitios se refiere. Este dato y los materiales asociados en cada uno de los sitios, demuestra que durante el Formativo Temprano (1500-900 A.C.) existía una constelación de elementos culturales distintos. Estos elementos son prueba de la diversidad que existía entre grupos de la región. Las excavaciones que Mathews (1992:69-76) realizó en dos sitios (T'ijini Pata y Tilata) del valle central dan cuenta de la presencia de otros componentes que amplían aún más el espectro cultural del Formativo Temprano y sus posteriores fases. Mathews (1992:72) señala lo siguiente con relación al material encontrado en T'ijini Pata: "Si la denominada cerámica del Formativo Temprano, descrita aquí, no exhibe suficiente similitud con el material Llusco, Mamani Chiripa, la cerámica delgada roja de Lukurmata o la cerámica Sillumoco Temprano de Tumatumani, a ser descrita como una variante de una de estas tradiciones, se debe considerar la posibilidad que este material representa un tipo singular del Formativo." Mathews indica además que esta cerámica, la cual denomina "Early Formative Lateral Banded/Incised (LBI)" sería anterior al Chiripa Clásico (fase tardía, 600 A.C.-100 D.C.) y el "Tiwanaku I" Por otro lado, Mathews (1992:74-75) identificó otro tipo de cerámica, anterior al "Tiwanaku I" estratigráficamente, en sus excavaciones en Tilata. Esta cerámica se caracteriza por una pasta con desgrasante vegetal, de paredes gruesas, bases anulares, asas cilíndricas gruesas en ollas y jarrones, engobe café oscuro y un bruñido o pulido de la superficie; no se encontraron piezas decoradas. Mathews especula que esta cerámica puede representar una tradición generalizada del Formativo, pero que no está relacionada con Chiripa.

En resumen, todo apunta hacia la presencia de una diversidad local extensa.´ (119). ³El fechado calibrado de 1161+104 A.C. (ETH 8043) ubica a Allkamari dentro del Formativo Temprano, siendo uno de los sitios más antiguos en la región. La cerámica en Allkamari, como se indicó anteriormente, muestra dos importantes manifestaciones, separadas estratigráficamente. En primer lugar, el estrato inferior demuestra la ausencia de piezas decoradas, mientras que en los estratos superiores se identificaron fragmentos bícromos, muchos de ellos típicos del estilo Chiripa Clásico (Bennett 1936), correspondiente a la fase tardía. Ambas manifestaciones, no obstante, incluyen desgrasante de fibra vegetal. Tomando en cuenta el fechado, la presencia de desgrasante de fibra vegetal parece remontarse a tiempos más antiguos que la fase media. Un aspecto significativo es la aparición de cerámica decorada en Allkamari, un elemento que sugiere una dimensión distinta al simple empleo de ceramios para la cocción o almacenamiento de productos. Toda transformación en el orden social repercute en las dimensiones materiales; por tanto, elementos que aparecen, o desaparecen, en el registro arqueológico son indicadores de esta dinámica de cambio. La presencia de cerámica decorada en Allkamari puede significar una importante transformación en la distribución de bienes dentro del sistema Chiripa. Si Allkamari fue, en realidad un ramal de este sistema, el surgimiento de figuras de autoridad en niveles intergrupo habrían determinado también el surgimiento de un estatus por encima del eje político local. Los resultados de las excavaciones en Allkamari e Iwawi proporcionan elementos de juicio que permiten responder varias de las cuestiones que el Periodo Formativo encierra. Al mismo tiempo, no obstante, surgen otras interrogantes que abren nuevas sendas en la investigación arqueológica. En Allkamari, la presencia de numerosos artefactos de orden doméstico, como ser piedras moledoras y ollas, indican que el sitio fue un centro doméstico. Las actividades incluían el tejido y algún tipo de trabajo en cuero, inferidas del número de leznas (wichuñas) y punzones que se encontraron. Es probable que la cerámica también haya sido manufacturada localmente, como lo demuestran los pulidores de piedra y algunos trozos de arcilla quemada. La presencia de dos estructuras circulares, anexas al muro (una en la parte interna del recinto y otra en la externa), es indicativa de áreas de almacenamiento; de existir estructuras habitacionales, estos pozos de almacenamienp se encontrarían fuera de las mismas. Una de las cuestiones que aún queda por resolverse es la continuidad de ocupación en el sitio durante las distintas fases del Formativo. El registro estratigráfico sugiere probables periodos de abandono, durante los cuales el coluvio se acumuló en algunos sectores. Por otro lado, existe una clara división estratigráfica entre los componentes cerámicos; el estrato inferior no presenta cerámica decorada, mostrando un índice mayor de fragmentos de cuarzo en la pasta. La cerámica bicroma aparece en estratos superiores y presenta mayor vínculo con la cerámica del estilo Chiripa Clásico, correspondiente a la fase tardía del Formativo.´ (120).

³Aunque las evidencias demuestran una ocupación doméstica en el sitio, queda la duda de como se abastecía la población de agua. En la quebrada del noroeste existe actualmente un lecho de una vertiente que quizás en el pasado proporcionaba el líquido elemento a los pobladores de Allkamari. El agua, sin embargo, debió ser almacenada en jarrones, tal como lo demuestra la presencia de éstos en los contextos excavados. En caso de que esta pequeña vertiente no haya sido fuente suficiente, los habitantes de Allkamari habrían estado obligados a mantener contacto con otras fuentes de agua. Tomando en cuenta que la filiación del sitio es Chiripa, las fuentes que se habrían utilizado estarían en las vertientes naturales ubicadas hacia el norte.´ (120-121). ³Si se toman en consideración las dimensiones que el recinto parece tener (aproximadamente unos 70 x 40 m), se colige que la inversión de trabajo para construir un recinto semisubterráneo de estas proporciones tuvo que ser portentosa, debiéndose, primero, extraer unos 2800 m3 de tierra compacta para darle desnivel al recinto y, segundo, edificar el muro en los lados del rectángulo. La función que esta estrategia de construcción debió cumplir fue probablemente la de proteger al asentamiento de los fuertes y fríos vientos que soplan desde el lago. Aunque es factible que el muro haya tenido mayor elevación, es prematuro afirmar que éste haya servido también como fortificación, además que el grosor del muro no parece ser tan substancial como para afirmar que éste pudo haber sido tal(`). Además, muchos de los elementos que se consideran diagnósticos de sitios fortificados (Topic y Topic 1987) no se encuentran en Allkamari. Sin embargo, la posibilidad de que éste haya tenido cierta dimensión defensiva podría darse si es que el muro efectivamente bordeaba los límites de la plataforma, donde empiezan las pendientes abruptas de las quebradas. Por otro lado, su ubicación en altura y rodeada de quebradas hace suponer que en determinado momento de agresión el sitio podía ser fácilmente defendido. No se pretende insinuar que la guerra endémica prevalecía en la época, sino que la disposición que muestra Allkamari sugiere la presencia de conflictos intermitentes, los cuales no necesariamente requerían de portentosas fortificaciones. Los materiales culturales de la fase tardía de Allkamari evidencian que sus pobladores mantenían una esfera de interacción social más amplia. Aunque este asentamiento y los sitios aledaños que conforman el grupo constituían un nivel social específico, el conjunto parece haber sido un ramal de un sistema de asentamiento más extenso que controlaba territorios en el área lacustre, zonas intermedias y sectores en altura. Este sistema habría conformado una coalición de grupos que probablemente incluía a LV-33 y que generaba un nivel político, económico y religioso más allá de los niveles familiares. La convergencia de estos grupos habría estado estimulada y promovida por un eje principal que en ritos y ceremonias reproducía la estructura de la sociedad. Es prematuro afirmar que este patrón haya sido ya característico de fases más tempranas de desarrollo; sin embargo, todo hace suponer que la trayectoria evolutiva del Formativo siguío caminos que llevaron a la inclusión cada vez más amplia de distintos niveles jerárquicos. Resulta sorprendente que durante la primera

centuria de nuestra era, virtualmente todos los sitios Chiripa en zonas intermedias o elevadas fueron practicamente abandonados. Fue quizás el surgimiento de una hegemonía mas globalizante, que garantizaba la seguridad física, económica e ideológica de los segmentos locales, la que originó un reordenamiento en el asentamiento de la región.´ (121). ³En trabajos previos (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990) se tomaron como guiás cronológicas los esquemas que hasta entonces representaban los únicos en su género para la región. Tales los casos de la secuencia de Bennett (1934ª,«. ________________________________________________________________ (21) Una técnica similar a la que se empleó para la construcción del muro en Allkamari fue utilizada en Chiripa durante la fase Condori (1300-850 A.C.) (Browman 1978b). . ________________________________________________________________ «1936, 1948), basada en un evaluación estilística (22) y la de Ponce, fundamentada en los trabajos del CIAT en el área monumental de Tiwanaku(23). Las excavaciones que Mathews (1992) realizó en T' ijini Pata y Tilata, en el valle central, dan cuenta que la denominada cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku sería una manifestación más reciente de lo sugerido hasta el presente, y que su ubicación en el tiempo estaría entre los primeros tres a cuatro siglos de nuestra era, siendo contemporánea con el estilo "Qeya." En el valle bajo sólo se identificaron tres sitios (LV-90, LV-155 y LV-156) con un componente "Tiwanaku I", pero varios están asociados con un componente Chiripa, correspondiente al Formativo Tardío. Si se asume una contemporaneidad entre el Chiripa Clásico (fase tardía del Formativo) y el "Tiwanaku I", entonces queda la interrogante del tipo de interacción que tuvieron estos dos grupos, supuestamente portadores de dos distintas tradiciones. Si se considera que el "Tiwanaku I" no data de la fase temprana del Periodo Formativo, entonces el Formativo Temprano debería resumirse en el patrón de asentamiento Chiripa. Este el panorama que deja entrever la posibilidad de una sola tradición cultural durante la fase temprana del Formativo. Sin embargo, las excavaciones en Iwawi y los trabajos de Mathews (1992) en T'ijini Pata y Tilata, en conjunto, demuestran que la variabilidad cultural era componente intrínseco de la sociedad del Formativo Temprano, lo cual hace insostenible la hipótesis de "una sola tradición." Además, la ubicación de Iwawi, cerca a la ribera del lago, demuestra que en una misma región existían diversas estrategias de subsistencia y expresiónes culturales. Pese a que Iwawi y Chiripa tienen una ubicación en la zona lacustre, y la distancia entre ambos es de escasos kilómetros, la cerámica de Iwawi no muestra ningún parecido con la de Chiripa.´ (122).

³La ubicación de sitios del Formativo Tardío en el sector sur del valle abre la posibilidad de que la práctica del cultivo en andenes tuvo sus inicios en esta fase. La zona contrasta con los otros microambientes, debido principalmente a la presencia de« (22) Entiéndase que Bennett (1934) utilizó el concepto de "estilo cerámico" como una manifestación artística (principalmente elementos en el decorado y la forma del ceramio) que sin embargo representaba la cultura. Por consiguiente, era manifiesto que cambios en el estilo significaban cambios en la cultura. La secuencia que Bennett desarrolló se basó en un reducido número de fragmentos decorados, los mismos que fueron correlacionados principlamente con ceramios que se encontraban en colecciones privadas y en algunos museos. La muestra cerámica que Bennett obtuvo de sus excavaciones es reducida si se considera la extensión de Tiwanaku; además, Bennett reconoció que la estratigrafía en casi todas las unidades que excavó no era muy clara, especialmente en estratos superiores. Era de esperar que en un sitio de intensa y, probablemente, contínua ocupación como Tiwanaku, las reconstrucciones eran también constantes, removiendo, en muchos casos, los contextos arqueológicos de épocas anteriores. Pese a ello, en algunos de los pozos de sondeo Bennett pudo establecer determinadas unidades estilísticas, pudiendo de esta manera identificar una unidad que denominó "Tiahuanaco Temprano." (23) Aunque en las excavaciones del CIAT participaron varios investigadores, entre ellos, Maks Portugal Zamora, Gregorio Cordero Miranda, Gregorio Loza Balsa y Julia Elena Fortún, fue Ponce Sanginés quien publicó los informes y las interpretaciones de estos trabajos. De la síntesis de los mismos y los conceptos teóricos derivados principlamente de los trabajos de V. G. Childe, Ponce elaboró un esquema general de desarrollo. Ponce (1971:7) sostiene que Bennett no llegó a identificar una cerámica anterior al "Tiahuanaco Temprano" porque cuando Bennett realizó excavaciones en Kalasasaya supuestamente había "confundido desacertadamente el material del terraplén con la roca no alterada." En tal sentido, Bennett no descubrió las "dos capas fehacientemente habitacionales", debajo del terraplén que el CIAT más tarde descubrió. De los 73 pozos que el CIAT excavó en Kalasasaya, solamente se indica que en 3 de ellos se encontró la cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku (Ponce 1971:9, Tabla 1). Es más, esta cerámica (35 piezas en total) proviene exclusivamente de contextos funerarios; 24 de las 35 piezas provienen de un solo contexto (Pozo E17, ofrenda en hoyo, estrato 7), del cual se obtuvo un fechado que sitúa este rasgo en 297 61 D.C. (Ponce 1972, Tabla 1). La muestra fue obtenida a 3.64 m de profundidad. Curiosamente, un fechado de 1580 120 A.C. fue obtenido de una muestra a 3.28 m de profundidad, en el estrato 6; es decir, 36 cm encima de la muestra que es unos 2000 años más reciente. Una evaluación más profunda de las incongruencias que existen entre los fechados de las tres primeras "épocas" de Tiwanaku se encuentra en Browman (1980) y Mathews (1992).

«fuentes de agua permanentes. Los vínculos con la cerámica Chiripa no son del todo contundentes; en realidad el vínculo más estrecho es el desgrasante de fibra vegetal, existiendo variantes locales en otros atributos, como ser el tratamiento de la superficie, que muestra un leve bruñido y la pasta que principalmente tiene un color café claro y puede estar mezclada con caolín y mica. Estas diferencias y el evidente vacío de asentamientos que separa el sector sur del norte sugieren que los grupos del sector sur constituían un ente social distinto.´ (122-123). ³En suma, el Periodo Formativo, en sus tres fases, estuvo caracterizado por un heterogéneo universo de expresiones culturales. Esta variabilidad se constituye en importante testimonio, debido a que la posterior trayectoria de estos segmentos sociales se caracteriza por la convergencia de los mismos en un nuevo orden social, político, económico y religioso, sin que los elementos de una identidad local, sin embargo, se diluyan con la formación de esferas políticas más globalizantes. El surgimiento de estrategias interzonales fue el resultado de las exigencias de los distintos factores de riesgo que afectan un determinado sector. De esta manera, se buscaron maneras de integrar distintos ambientes ecológicos, desarrolándose, mediante este proceso y mediante la interacción social, una creciente complejidad organizativa. El dualismo como eje de coordinación que se refleja en la escultura Chiripa, la segmentación de sitios y una jerarquía incipiente de los mismos, sugieren la presencia de elementos característicos de los principios de organización que vendrían a caracterizar a los herederos de este paradigma.´ (123). ¬  7 i Ò    ³Durante los primeras cuatro siglos de nuestra era, en la sociedad andina asentada en la Cuenca del Titicaca, se fueron consolidando crecientes coaliciones de grupos que, si bien inicialmente, tenían raíces en varias tradiciones culturales del Formativo Temprano, empezaban después a forjar un reordenamiento de los segmentos sociales que los integraban, llegándose a conformar entes sociopolíticos de mayor extensión y ascendencia. Así, los denominadores comunes de esta naciente colectividad se distribuían en un marco cada vez más extenso, generando importantes centros de poder hegemónico. Estas inferencias acerca de los primeros cuatro siglos de nuestra, sin embargo, representan una interpolación teórica más que un argumento con un amplio sustento empírico. La transición entre el Periodo Formativo y Tiwanaku, no obstante, adquiere un enorme significado porque antes de ella el registro arqueológico muestra una constelación de elementos que con el surgimiento de la hegemonía Tiwanaku, alrededor del siglo quinto, aparece reorganizada en un nuevo sistema. Este proceso encierra numerosas interrogantes de orden empírico, y, como no podía ser, no deja de constituir, al presente, el menos

conocido en la arqueología de la región. Esta situación dificulta el tratamiento de cuestiones de orden metodológico que comprometen, en gran medida, los marcos referenciales. Por un lado, existe una gran diferencia de opiniones acerca de la sustanciación material de este periodo. Los trabajos iniciados por W. C. Bennett en Tiwanaku demostraron la presencia de una manifestación cerámica singular que se encuentra depositada en los estratos inferiores del sitio. Este componente fue denominado por Bennett como "Tiahuanaco Temprano" (Figura 7.1), separándolo del estilo posterior, o "Clásico". En tal sentido, Bennett (1934a) percibió cambios en la expresión material de Tiwanaku, sin interpretar, no obstante, el significado de los mismos. Si bien la cerámica es un indicador cultural del sistema en su conjunto, existen varias manifestaciones que pueden compartir, ya sea un mismo espacio o varios, en un determinado momento histórico. Estas expresiones son precisamente el reflejo de la variabilidad de identidades sociales y la complejidad de las mismas como medios de comunicación (Wiessner 1988). En este sentido, los estilos patentizan determinados contextos; éste el cuadro sincrónico. Por otro lado, determinados estilos persisten a través del tiempo mientras otros muestran corta duración. En particular, aquellas manifestaciones tradicionales de orden doméstico parecen tener una vigencia mucho más extensa que aquellas que sirven determinada coyuntura ideológica de las esferas elitistas. Es más, la vigencia de determinado estilo en una región no representa necesariamente la vigencia del mismo en otro; éste el cuadro diacrónico de un componente cultural como es la cerámica. La secuencia de Bennett no toma esta variabilidad en cuenta.´ (124). ³Las excavaciones del CIAT dieron con la presencia de un componente cerámico de supuesta mayor antigüedad que el "Tiahuanaco Temprano"; se dedujo sobre éste que Bennett había detenido sus excavaciones en Kalasasaya en el relleno del terraplén; confundiéndolo con suelo estéril (Ponce 1971). El "Tiahuanaco Temprano" correspondería, en tal sentido, a los materiales que yacían encima del terraplén. En el esquema de Ponce {1972} pertenecen a la "Epoca III" de Tiwanaku. Sin embargo, no existe ninguna descripción formal de los diagnósticos cerámicos del "Tiwanaku III"; la única pieza cerámica que Ponce (1961:24-25) menciona muestra a ésta como perteneciente a esta época, habiéndose intuido, en el transcurso de las últimas tres décadas, la paridad entre las categorías de Bennett y Ponce. Esta asociación entre el "Tiwanaku III" y el "Tiahuanaco Temprano", como categorías iguales, ha incidido enormemente en la inopia del conocimiento acerca del desarrollo sociocultural en la región. En primer lugar, los criterios de Bennett (1934a,1934b,1936) se basaron casi exclusivamente en la concepción de "estilo/periodo", mientras que los de Ponce (1972) derivan de esquemas macroevolucionistas generales, principalmente los de V. G. Childe, que consideran a la cerámica simplemente como un componente entre los muchos que conforman una cultura.

El esquema de Ponce está estructurado sobre periodos globalizantes y generales. La monumentalidad arquitectónica de Tiwanaku es tomada como base de las deducciones acerca de la organización social, económica, política y religiosa. El cuadro general es, así, una especie de resumen de la trayectoria evolutiva seguida por todas las civilizaciones en el mundo (de aldea a ciudad y de ésta a estado, y en algunos casos, a imperio). Ponce (1981:197) acompaña un mapa de distribución de 13 sitios de la "Epoca III" en la Cuenca del Titicaca como indicador de un "sentimiento expansionista" manifestado en Tiwanaku. Interpolando argumentos para presentar a las posteriores épocas(24), este "sentimiento expansionista" se habría manifestado en sus conquistas militares. Ponce no da una explicación del mecanismo de expansión de este "sentimiento" durante esta "época". La no existencia de fortalezas u otros sitios con registro de construcciones con fines bélicos hace difícil el sustento de un expansionismo militar. No se indica tampoco cómo se han asignado estos sitios a la "Epoca III", si los criterios estuvieron basados en diagnósticos cerámicos o en otro tipo de evidencia arqueológica; en todo caso, el nexo que pudo existir entre Tiwanaku y estos sitios pudo tener características diversas. Los estilos cerámicos forman un lenguaje que muestra un determinado contexto social. En tal sentido, la proveniencia arqueológica es indispensable para evaluar el tipo de nexo entre los materiales afines. Si los 13 sitios fueron identificados con base en diagnósticos cerámicos (criterios elaborados por Bennett), y provienen de contextos funerarios, las explicaciones acerca de la presencia de este material deberían considerar , tipos de relaciones, sociales, económicas, e ideológicas.´ (126).

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(24) Con relación a la "Epoca III", Ponce (1981:78; énfasis añadido) apunta lo siguiente: "Notorio que la urbe no era autosuficiente y la búsqueda de recursos originó que desde un principio todo el territorio de la zona lacustre de los chiripas pasara a poder de los tiwanacotas, al igual que una porción de la cultura Wankarani. En rigor de la verdad el sentido expansionista de Tiwanaku empezó en la época III, aunque en escala limitada." Más adelante, Ponce (1981:85) indica que "El tercer estadio de Tiwanaku entíendase "Epoca VI en su desarrollo es el imperial. Se produjo su expansión en vasta escala, como culminación de avances precedentes. La naturaleza de ella netamente bélica y por acción militar.´

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³Por otro lado, si estos sitios caracterizan a la "Epoca III", por la presencia de arquitectura de orden ceremonial, no se puede colegir de ello que éstos representen avances militares. Las construcciones y estelas, en la mayoría de estos sitios, muestran recintos de orden ceremonial como indicadores de integración, además de manifestar variantes locales en el estilo escultórico. Ponce (1979:17-19; énfasis añadido) sostiene lo siguiente, ,

Algo que ha enturbiado también la elucidación deriva de la no plena comprensión y definición del estilo en el campo del arte tiwanaquense, como corolario de deficiencias en nociones generales sobre el estilo mismo"... "Las diferencias estilísticas se originan en la adaptación al material y la presencia de estilos en Tiwanaku se correlaciona con los estadios de desarrollo establecidos a lo largo del tiempo, con escaso cambio interno dentro de cada estilo. Lo expuesto demuestra que el diagnóstico de la cultura tiwanacota debe encaminarse a su totalidad, a la integridad de sus subsistemas y no circunscribiéndose tan sólo a un aspecto unilateral y parcial de uno de ellos como sucede con la aproximación estilística a la cerámica: Inclusive, embebiéndose con exclusividad en los motivos, como sucede con wallace, incurso en un arrobamiento al afecto".

De estas aseveraciones se deduce que Ponce se adecúa al enfoque sistémico de David Clarke(25) (1968); empero existe, al parecer, una confusión entre "subsistema" y las "expresiones" materiales del mismo. Los subsistemas de una cultura, tales como el social, el político, el económico y el religioso, se manifiestan materialmente, y la cerámica o el estilo cerámico constituye un medio de análisis e inferencia. Los estilos cerámicos representan, en diferente medida, las dimensiones subsistémicas de una cultura, pudiéndose encontrar la integridad sistémica reflejada en los mismos. En otro orden de cosas, se indica que, En Tiwanaku se observa en la cerámica neta normatividad, vale decir que se nota que la producción se enmarcó dentro de pautas bien estatuidas. Inclusive para el profano no es difícil

percibir un aire de familia, similitud tangible entre los cacharros de barro cocido. Tal cosa jamás podría ser casual, sino por el contrario tener su razón de ser. Más aún si se piensa que la variación muestra casi insignificante dentro de cerámica que corresponde a los estadios desarrollo identcfieados, a lo largo centurias.´ (127).

se la de de

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(21) En "Nueva perspectiva para el estudio de la expansión de la cultura Tiwanaku" (1979), Ponce ajusta su esquema original a la tendencia de la arqueología de los años 60. La "Nueva Arqueología" europea se manifestaba, en los escritos de David Clarke, mientras que en Norteamérica esta "nueva perspectiva" era comandada por Lewis Binford y Kent Flannery. Binford (1968, 1972), Flannery (1968) y Clarke (1968) emplean una visión sistémica de la cultura, diferenciándose de la arqueología "histórico-cultural", de las décadas anteriores. ________________________________________________________________ La alternativa más valedera estribaría en inferir que estaba a cargo de un gremio artesanal, con cuerpo de maestros y aprendices y con transmisión de conocimientos a través de un canal tradicional ajustado a normas muy estrictas y exigentes" (Ponce 1979:15). Estas aseveraciones aclaran porqué la cerámica nunca fue considerada elemento principal en la secuencia cultural de Ponce; en ella no se han efectuado tratamientos específicos del componente cerámico, y sólo aparecen adoptados y adaptados los elementos de la secuencia original de Bennett. Salvo una descripción de la cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku (Ponce 1971), la cerámica de los otros "periodos" o de los "Estadios" de Tiwanaku nunca han sido descritos, adoptándose inclusive, en muchos casos, la nomenclatura de Bennett (ver, por ejemplo, Ponce 1975a:18, 1979:16, 1981:30, 78). De esta manera, se ha utilizado el "Tiwanaku III", como un periodo o "estadio urbano temprano", que llena, en varios aspectos, los vacíos teóricos de Bennett, pero que no aporta al conocimiento de la cronología cultural; evidentemente, la cerámica es un elemento de la cultura, pero de trascendental importancia en la arqueología para la identificación y diagnóstico de sitios Tiwanaku que no presentan otros elementos diagnósticos, tanto en el mismo valle como en otras

regiones. Descuidado este aspecto, la arqueología de la región ha seguido utilizando, implícitamente, los criterios de Bennett en el análisis y la evaluación de los componentes cerámicos de sitios (véase la discusión del trabajo de Wallace más adelante). Los argumentos acerca de la transformación de Tiwanaku, de aldea en ciudad, durante la "Epoca III" son, asimismo, sólo proyecciones de trabajos exclusivos en el área monumental del sitio, que no tienen sustento empírico en estudios de los sectores circundantes al mismo. Se asocia la construcción de Kalasasaya, Pumapunku, Akapana y el templete semisubterráneo a esta época, indicando que la arenisca es el diagnóstico temporal para la misma (Ponce 1964:68), y que, "Parece que se utilizó el tiempo excedente de los campesinos, quienes para la agricultura necesitaban tan sólo cuatro meses de labranza, restando alrededor de ocho para aportar y acumular los materiales en bruto destinados a las estructuras arquitectónicas en construcción" (Ponce 1981:78). Es importante señalar que los cinco fechados radiocarbónicos que se presentan como demarcadores de la "época III" tienen dos proveniencias generales. Tres provienen de "próximo a Kantatayita A" y dos "entre Akapana y Putuni" (Ponce 1981, Tabla 1). Los grosores de los niveles de donde provienen las muestras son las únicas referencias, sin que existan otros datos acerca del contexto arqueológico de las mismas (e.g., piso, fogón, basural, etc.). Estos fechados, obviamente, no datan la construcción de Akapana, Kalasasaya o el templete semisubterráneo. Sobre la base de fotografías aéreas, se calcula la extensión de Tiwanaku, para esta época, en 420 hectáreas (Ponce 1980:30), aseveración que no se fundamenta ni en recolecciones sistemáticas intrasitio ni en excavaciones de muestreo estadístico a lo largo de dicha extensión. Si bien es cierto que Tiwanaku alcanzó en su crecimiento grandes proporciones, las evidencias apuntan hacia periodos posteriores y no así hacia comienzos del presente milenio (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:132).´ (129). ³A sugerencia de Wendell C. Bennett (1950), el "Tiahuanaco Temprano" fue renombrado "Qeya", siguiendo los delineamientos de la colección de ceramios que Bandelier (1910) consiguió en Qeya Qollu Chico (Kea-Kollu Chico), en la Isla del Sol (Wallace 1957:19). Con base en una seriación de rasgos estilísticos, Wallace (1957) definió la ubicación relativa de atributos en una secuencia que confirma las categorías de Bennett, aunque proporciona nuevas y más detalladas descripciones del material cerámico que antecede al típico estilo Clásico de Tiwanaku. . Wallace (1957:19) señala que la cerámica Qeya se caracteriza por una pasta micácea de color ante o café claro, suave, sin engobe, pulida y con decoración, de pigmentos brillantes y/o incisiones profundas precocción. Esta cerámica, además, presenta formas singulares (Figura 7.2). Bennett (1934) illustró

solamente unas cuantas formas, reconstruidas de los fragmentos que obtuvo en sus excavaciones y de las comparaciones que efectuó entre éstos y ceramios íntegros de colecciones privadas, en La Paz (Vetters 1994). Wallace (1957), por otro lado, tuvo a su disposición piezas completas, las mismas que muestran distintas formas y diseños de los de Bennett, aunque la pasta y los pigmentos son los mismos. La muestra que Wallace utilizó, empero, tiene un exclusivo orden funerario, derivando en categorías que muestran explícitamente contextos singulares. Estas circunstancias dificultan su empleo como indicadores cronológicos en sitios donde no se encuentran contextos funerarios o donde los que existen, aunque daten del periodo en cuestión, no necesariamente tuvieron que estar asociados con el estilo Qeya. Pese a ello, este estilo parece haber tenido una importante distribución en el margen oeste de la Cuenca del Titicaca (Mujica 1978).´ (129). ³Utilizando la definición de Wallace (1957) acerca del estilo Qeya, Mathews (1992) efectúa un detenido análisis de la cerámica que Ponce (1971) identifica como perteneciente a la "Epoca I" y la cerámica del "Tiahuanaco Temprano". Mathews aduce que la supuesta "corrección" que Ponce (1,971) efectúa en la seriación de Bennett no tiene sustento: "Una cerámica Tiwanaku I podría ostensiblemente anteceder al "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (Tiwanaku III de Ponce), sin embargo, Bennett excavó hasta suelo estéril en por lo menos seis pozos (I-III,V,VIII, y IX) y posiblemente siete (Pozo IV) de sus diez pozos; en otras palabras, alcanzó suelo estéril entre el 60 y el 70 por ciento de su muestra, sin indicación alguna de un tipo cerámico anterior al "Tiahuanaco Temprano" (Mathews 1992:99). Además de señalar aspectos similares a los que aquí ya se han indicado, Mathews apunta que Jorge Arellano (1991:271) encontró material cerámico "Tiwanaku I" y "Tiwanaku III" en los estratos tres y cuatro en un pozo de prueba que excavó al norte de Kalasasaya, y que estos datos corroboran los resultados de las excavaciones que Mathews realizó en el sitio de Tilata. Existen, por otro lado, numerosas similitudes entre la unidad cerámica Kalasasaya del Tiwanaku I (Ponce 1971) y la cerámica "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934), y las formas domésticas de ambos son casi idénticas. Más aún, pruebas estadísticas de régresión entre los fechados asignados a cada época indican que existe una correlación alta(26) entre éstos. En tal sentido, Mathews (1992:101) sugiere que la secuencia Tiwanaku I/Tiwanaku III fue un lapso corto, de amplia continuidad estilística, cuando se habrían experimentado, no obstante, cambios importantes en la tecnología y la organización social. En el presente trabajo no se han de resolver los evidentes problemas que muestra la actual secuencia cerámica de la región; éstos deberán ser resueltos en posteriores investigaciones. Sin embargo, las observaciones que aquí se vierten son indispensables para la evaluación del asentamiento humano en el valle bajo. Tomando en cuenta estas consideraciones y los resultados de las excavaciones de prueba en los sitios de Iwawi y Guaqui, se observan

importantes elementos de vínculo entre el estilo Qeya y los estilos locales, los cuales demuestran una continuidad en la diversidad regional que continuó vigente desde siglos anteriores. : ¬ ! La identificación del material cerámico correspondiente a esta etapa, durante la prospección, se basó íntegramente en los criterios de Bennett (1934), modificados en cierta medida por Wallace (1957). Se han examinado algunos ejemplares que el CIAT recuperó en sus excavaciones en el área monumental para comparar éstos con las descripciones de Bennett y Wallace.´ (130). ³La pasta se caracteriza por una arcilla fina y de color café claro, que parece contener algo de caolín. En determinados casos se observa la inclusión de mica, quizás añadida intencionalmente a la arcilla. En algunos casos se advierte la presencia, aunque en« ________________________________________________________________ (26) Los gráficos de las ecuaciones que Mathews (1992:118-119) presenta son significativos ya que demuestran la alta correlación que existe entre los fechados de las épocas I y III (r= 0.789) y entre las épocas II y III (r= 0.866). Estas pruebas de regresión estadística amplían aún más el argumento de una contemporaneidad entre materiales de las épocas I y III. ________________________________________________________________ . , «pequeña proporción, de un desgrasante vegetal triturado, distinto al que se incluía en la cerámica Chiripa. Las formas globulares con bordes evertidos son las más comunes; también se encuentra un prototipo del posterior keru. El tratamiento de la superficie se basa en un fondo negro o el fondo natural del cuerpo cerámico. Se trazaron figuras geométricas y curvilineales (círculos y escalones). Se representan figuras estilizadas de cóndores y pumas, presentando éstas una especie de apéndices, los mismos que terminan en círculos, en la cabeza. Los colores son brillantes y se manifiestan en rojo, blanco, negro y naranja. Algunas de las etiquetas adjuntas a los ejemplares del museo regional de Tiwanaku indican que los mismos proceden de contextos funerarios.´ (130-131). ³Inicialmente, los únicos tres sitios en el valle bajo que mostraban cierta filiación con el estilo Qeya eran LV-29, LV-50 y LV-487, los mismos que fueron asignados a este periodo con base en la identificación de algunos atributos de la cerámica descrita por Bennett. Pese a que el reducido número de tiestos (dos o

tres en alguos casos) muestra un parecido en la composición de la pasta y el decorado, las similitudes son ténues. El número de asentamientos asociados a esta etapa contrasta con el cuadro de sitios del Periodo Formativo. La explicación de este fenómeno podría interpretarse desde dos perspectivas distintas. La primera podría basarse en el postulado de Ponce (1972) que avisora una "revolución urbana" en la región, concentrando casi a toda la población del valle en un núcleo urbano. La segunda alternativa estaría mas bien vinculada a un orden metodológico. Es probable que varios sitios que datan de esta etapa de transición, entre el 100 y el 400 D.C., no fueron identificados debido a las dificultades intrínsecas de la actual secuencia cerámica. Como se señaló anteriormente, el "Tiahuanaco Temprano", o estilo Qeya, deriva su realidad física de elementos asociados a contextos funerarios o en sectores de arquitectura monumental. La representatividad de esta cerámica de "contexto específico", por tanto, no tiene una vigencia espacial en áreas donde las funciones no incluían necesariamente actividades mortuarias de élite o ceremoniales. En tal sentido, la ubicación de tres sitios en el valle bajo es una imagen del actual estado de conocimiento acerca de la cultura material de los grupos que habitaban la región, y no así un cuadro histórico de la evolución del asentamiento en el valle. Existen varios argumentos, muchos de los cuales ya han sido presentados en párrafos anteriores, que respaldan esta posición. Con base en las excavaciones en Iwawi y Guaqui, se observa que algunos atributos de la cerámica Qeya se encuentran en la cerámica de estos sitios y que antecede al estilo Clásico de Tiwanaku. No obstante, existen otros elementos que sugieren la presencia de tradiciones locales y no así la existencia de un solo estilo homogéneo y generalizado.  i  i  9¬/¬      Si bien el componente cerámico del Periodo Formativo no se encontraba representado en la superficie del sitio, en las recolecciones sistemáticas e intensivas, que se realizaron antes de las excavaciones, se identificó un componente que no compartía los atributos de otras categorías cerámicas conocidas. Este material exhibe un engobe rojo oscuro sobre una pasta blanquecina o de color café claro. Los fragmentos de esta categoría fueron clasificados en un grupo "no-identificado". Se sospechaba la presencia de un componente pre-Clásico pero no se podía justificar su posición cronológica con base en hallazgos de superificie.´ (131). ³Dos unidades de prueba fueron colocadas en el sector sureste del sitio(27). En este sector se tiene una densidad de material cerámico en la superficie entre 8 y 11 fragmentos por metro cuadrado. También en este sector se encontró cerámica del grupo "noidentificado". En el estrato b, un limo arenoso (10YR 4/3), de la unidad 1(N475 E525), se identificaron fragmentos del estilo Clásico de Tiwanaku junto a una cerámica con atributos parecidos a los del estilo Qeya, especialmente en la pasta. Un piso fue ubicado en la base de este estrato. Debajo de esta superficie se identificaron aún más elementos de este componente cerámico (Figuras 7.3-7.b). En la unidad 2 (N490 E525), los

estratos 4, 5 y 6 contenían material similar, aunque la estratigrafía no era tan clara. Al parecer este sector era un basural, donde la microestratigrafía muestra lentes de ceniza« (27) Una descripción más extensa del sitio y de los hallazgos de los posteriores periodos se encuentran en el capítulo 8. ________________________________________________________________ «intercalados con lentes de arena. Este novel componente se encontraba, sin embargo, mezclado con material del Formativo, a una profundidad de 2.85 metros de la superficie. El fechado calibrado para la ocupación del Formativo (925 85 A.C.), que fue obtenido de una muestra de la unidad 1, y los materiales de los estratos superiores al sexto, aprisionan este componente que representan una manifestación singular entre el Formativo y la hegemonía Tiwanaku del quinto siglo de nuestra era.´ (132-133). ³Los análisis arqueobotánicos de los estratos 6 y 7, en la unidad 1, demuestran la presencia de quinua (Chenopodium quinoa), tanto en sus variedades de grano chico como grande, y semillas silvestres. No se identificaron restos de tubérculos. La importancia de la presencia de quinua, en su variedad de grano mayor, es que sugiere la selección de nuevas variedades de esta planta durante esta etapa. El análisis de los restos de fauna de los estratos 6 y 7 de la unidad 1 y de los estratos 4, 5, y 6 de la unidad 2 indican que grandes cantidades de pescado fueron consumidas, así como algunas variedades de aves. Esto no es sorprendente dada la ubicación de Iwawi en las proximidades del lago. Aunque en menor proporción, también se identificaron restos de llama, viscacha y can.´ (133).  i  i  9¬/¬      0Un grupo de fragmentos cerámicos "no-identificado", similar al de Iwawi, fue identificado en Guaqui durante la prospección. Algunos de los tiestos, recogidos en la recolección de superficie, muestran atributos en común con los fragmentos de Iwawi. Este aspecto sugería la posibilidad de encontrar este material transicional así como material del Periodo Formativo, que como en el caso de Iwawi, podía estar a bastante profundidad de la superficie. Las excavaciones en las dos primeras unidades de prueba que se realizaron, mostraron que Guaqui no tiene la sedimentación profunda de Iwawi. En algunas unidades se ubicó roca a escasos 25 cm de la superficie. De las once unidades de prueba que se excavaron, en cuatro de ellas se identificó un componente anterior al estilo Clásico. En la unidad 4 (N529 E563), el relleno de terraza contenía algunos fragmentos de este componente, aunque mezclados con componentes de periodos posteriores. En la unidad 8 (N484 E 511), fragmentos con atributos similares al estilo Qeya fueron identificados en el estrato 2 (limo arenoso mezclado con ceniza), aunque también mezclados con cerámica clásica. En la unidad 10 se identificó solamente un fragmento de esta etapa, mientras que en los estratos 2 y 3, este material también aparecía mezclado con el estilo Clásico.´ (134-135).

0Aunque los componentes que anteceden al estilo Clásico de Tiwanaku no se encuentran en Guaqui, en forma tan contundente como los de Iwawi, éstos demuestran que el relativo vacío que se observa en la distribución de sitios es reflejo del desconocimiento de la variabilidad que presentan los distintos sitios del valle durante esta etapa. Tomando en cuenta los descubrimientos en Iwawi y Guaqui, y haciendo una revisión de las recolecciones de superficie de los 512 sitios que se identificaron en el valle bajo, algunos presentan elementos cerámicos similares a los que se identificaron en Iwawi y Guaqui, entre ellos LV30, LV-34, LV-155, LV-lSb y LV-187. En este sentido, el espectro de sitios que data de las primeras tres a cuatro centurias antes del presente puede ampliarse a ocho (Figura 7.8). Las dificultades que actualmente afectan a la tradicional secuencia cerámica, derivada exclusivamente de contextos funerarios o de sectores monumentales, no hacen sino demostrar la necesidad de realizar futuras investigaciones específicas para resolver esta problemática. Al comenzar este capítulo se indicó que el actual significado de esta etapa de transición es más el resultado de "evidencia negativa" y de deducciones que de testimonio empírico. El nuevo orden que al parecer se gestó durante esta fase, culminó con la consolidación de un poder hegemónico que se desbordó hacia varias regiones, portando una ideología con denominadores de integración. Pese a las limitaciones actuales de la arqueología de este periodo, las investigaciones a nivel regional, así como las excavaciones en determinados sitios del Valle de Tiwanaku, ofrecen alternativas de interpretación y, más que todo, una base para evaluar los distintos modelos teóricos de organización social que se han generado para Tiwanaku.´ (136).  ¬     ³Durante el Periodo Formativo Tardío, sino antes, surgieron principios fundamentales de organización, sobre los cuales muchos grupos de la sociedad andina fundamentaron sus estructuras políticas, económicas y religiosas. Estas estrategias de coordinación, como lo sugieren los elementos simbólicos en determinados sitios, estuvieron acompañadas por un cuerpo ideológico globalizante que proveía el nexo indispensable entre lo natural y lo cultural, así como entre lo natural y lo sobrenatural. No se puede juzgar como insignificante el rol que desempeñaron los principios ideológicos compartidos, o que se instituyeron al formarse entes sociales más amplios en la integración de diversas etnias. El registro arqueológico en distintas regiones muestra el rico contexto simbólico de estos desarrollos. La iconografía de Tiwanaku es claro testimonio de esta opulencia, aunque todavía no se haya podido descifrar el verdadero significado de sus íconos (28). Es así, que pese a reconocerse la presencia de atavíos rituales Tiwanaku en diversas y lejanas regiones, se desconoce su significado más amplio (Conklin y Tórres 1991; Cook 1979,1985; Rivera Díaz 1985). Las esferas de interacción que ligaban varias regiones de los Andes centro-sur no separaban los intereses económicos de los intereses políticos y de sus connotaciones ideológicas.´ (137-138).

³Durante la primera centuria de nuestra era, tuvieron lugar importantes transformaciones en el orden social. Mujica (1978) sostiene que los centros mayores del Periodo Formativo en la Cuenca del Titicaca, como Pucara y Chiripa, cesaron de ejercer su influencia, relegando el poder a Tiwanaku. Esta transferencia de autoridad tuvo quizás como base a un dinamismo comercial creciente que Tiwanaku estableció con otras regiones (Browman 1985; Mujica 1978:305). La importancia de Pucara como centro de poder (Erickson 1988; Mujica 1978) ha sido enfatizada debido a que poco se conoce, en datos arqueológicos concretos, acerca de la evolución política del Valle de Tiwanaku. En términos bastante amplios, la evolución de Tiwanaku, durante el primer siglo de nuestra era, ha sido caracterizada por la acción de un cambio repentino (Ponce 1972, 1975a,1981), que convirtió a Tiwanaku una verdadera metrópoli. Se argumenta que el cambio cualitativo fue posible gracias a la producción de un excedente agrícola: Supuestamente, sólo un tercio de la producción era necesario para mantener a la población campesina, mientras que el resto era utilizado para sostener a la clase de artesanos y administradores que moraban en la capital (Ponce 1975a:18). Este modelo supone una secuencia de eventos intrínsecos como resultado de la convergencia de personas en un centro urbano. El por qué de este ensanchamiento de núcleos poblacionales es la obvia interrogante. En la dinámica de la interacción producida entre grupos de distintas regiones, debieron existir, desde las primeras fases del Formativo, diversos y complejos mecanismos de intercambio, vinculando poblaciones del altiplano, costa y yungas. Al parecer, una economía de complementación regional surgió durante las primeras fases del Formativo, ampliándose en escala multiregional durante la fase tardía. La presencia de concha marina en Allkamari (capítulo 6), así como de obsidiana, diversos minerales y piedras preciosas en Chiripa, desde la fase tempana (Browman s.f.), es indicativa del radio de interacción de estos grupos(29). Es factible que entre los mecanismos de complementación« ________________________________________________________________ (28) En el capítulo 4 se presentan varias de las interpretaciones que se han efectuado respecto a la iconografía de la estatuaria lítica de Tiwanaku. Aunque muchos investigadores han intentado encontrar la sintáxis y la semántica del "lenguaje" que encierran estos grabados, todavía no se ha ³traducido" el mismo. Lo destacable en la presentación de determinados elementos es que existe una diferenciación de los medios en los que aparecen. Es decir que la cerámica lleva determinados elementos que no lleva la estatuaria lítica o los textiles, y viceversa. Sin embargo, todos estos materiales expresan la composición, la variabilidad y la dinámica de las dimensiones sociales, políticas, económicas y religiosas de la cultura.

(29) Browman (s.f.) sostiene que el sistema de intecambio en el altiplano se desarrolló durante el segundo y primer milenios A.C., el cual formó la base de integración de los grupos altiplánicos. Los pequeños fragmentos de andesita y la limonita que se encontraron en Chiripa provienen del área cercana a Copacabana; el cobre en forma de brocantita, de Chiripa (probablemente utilizado desde la fase intermedia (900-600 A.C.), tiene su origen en la región de San Pedro de Atacama; la sodalita proviene del Cerro Sapo, en Cochabamba; la obsidiana tiene distintas proveniencias alrededor de la Cuenca del Titicaca y en Querimita (Oruro). ________________________________________________________________ «económica se hayan desarrollado enclaves poblacionales como estrategia de control directo; la presencia de materiales Chiripa y Pucara en varias regiones apuntan hacia este tipo de estrategia (Mohr Chávez 1988; Rivera Díaz1984). Un caso concreto es el de la costa norte de Chile. La tradición Chinchorro (ca. 60002000 A.C.) fue remplazada por una tradición de filiación altiplánica, con origen en la Cuenca del Titicaca; la tradición altiplánica introdujo la agricultura mediante riego y las bases de una ideología distinta, representada en las figuras del "sacrificador" (Rivera Díaz 1984). A comienzos de nuestra era, estos mecanismos de control multiregional pueden haber caracterizado a varios poderes políticos de la cuenca, incluyendo una creciente hegemonía Tiwanaku.´ (138-139). ³La transición hacia una consolidación de Tiwanaku como poder hegemónico estuvo marcada por cambios en la orientación económica e ideológica de crecientes y reforzadas coaliciones. Sin embargo, como lo demuestra la distribución de sitios en el Valle de Tiwanaku, es probable que estos cambios se cristalizaron a partir del quinto siglo de nuestra era. En tal sentido, es menester evaluar las hipótesis que al presente se han formulado para explicar el surgimiento de Tiwanaku como Estado.´ (139). ³En primer lugar, si la supuesta "revolución urbana" aglutinó a la mayoría de la población del Valle en Tiwanaku, entonces, ¿cómo se sostenía la masa urbana? En el esquema de Ponce (1972) se le adjudica a una "clase campesina". Este "campesinado" habría perdido la propiedad colectiva de la tierra, pasando ésta a propiedad del Estado. En la propuesta de Ponce no existe ningún sustento empírico del área circundante a Tiwanaku. Simplemente se especula con la existencia de una "clase campesina" dedicada a trabajar un tiempo en la agricultura y en su tiempo "libre" forzada por la élite gobernante a construir los monumentos líticos en Tiwanaku. El patrón de asentamiento del valle bajo, así como del sector central-inmediato a Tiwanaku (Mathews 1992) demuestra que los asentamientos tenían importantes elementos individuales que no muestran una imposición estatal, como la que propone Ponce. Tampoco existen pruebas fehacientes del uso intensivo de diversas tecnologías agrícolas, como acontece en periodos posteriores. Más aún, no se advierte un orden jerárquico de asentamientos que otorgue indicios de una administración planificada, de una

participación de segmentos o de una cúpula de poder a nivel regional. En otras palabras, no se observa la presencia de una fuerza de coalición que viene a caracterizar a Tiwanaku en sus subsiguientes fases de desarrollo. Este cuadro tiene importantes repercusiones en la formulación del surgimiento de una hegemonía Tiwanaku durante las primeras centurias de nuestra era. La visión regional del asentamiento, como indicador primordial de la evolución de niveles administrativos jerárquicos, no muestra la efervecencia y estructura que caracterizan a los nuevos niveles que surgen durante el quinto siglo. Lo que si muestra es una esfera cultural con más rasgos comunes y con una orientación económica de subsistencia, a nivel general, distinta a la del Periodo Formativo. Todos los sitios de filiación Chiripa son abandonados, optándose por una ubicación casi exclusiva en las llanuras del valle habría(30). Por otro lado, si el uso de arenisca roja tuviera un significado cronológico, como arguye Ponce (1964:57-59), solamente el sector sur del valle habría« ________________________________________________________________ (30) La excepción podría darse en el sector sur del valle, donde algunos sitios, que probablemente datan de los primeros siglos de nuestra era, se encuentran asociados con las terrazas agricolas. Esta situación no sería improbable ya que la posibilidad del uso de terrazas se remonta al Periodo Formativo (capítulo 6). ________________________________________________________________ «estado poblado, debido a que en el sector norte se evidencia el uso de andesita. Además, los cinco sitios adicionales que muestran atributos cerámicos similares a los encontrados en Iwawi y Guaqui se encuentran en el sector norte del valle. En tal sentido, es poco probable que la arenisca haya tenido un uso exclusivo durante las primeras centurias. Esta dicotomía en el uso de materiales pétreos parece mas bien estar vinculada al abastecimiento diferenciado de los mismos.´ (139-140). ³La aparente reducción de sitios que se observa en el valle, con relación a la cantidad de asentamientos de la fase tardía del Formativo, constituye, en gran medida, el resultado del actual orden metodológico que del panorama de los cambios que se dieron en la sociedad. No obstante, pese a esta situación, se pueden inferir algunos de los cambios más importantes. Esta etapa de "transición" (a falta de mejor término) se caracterizó por la amalgamación de patrones compartidos por una creciente esfera de interacción entre el altiplano y regiones colindantes. Fue la necesidad de integrar y administrar una creciente colectividad multiétnica la que eventualmente condujo al surgimiento de niveles jerárquicos mayores y a la formación de nucleamientos de mayor tamaño y complejidad, identificados por una ideología común. Este fenómeno globalizante, no obstante, alcanza un radio menor y una estructura más modesta durante los primeros siglos de nuestra era, consolidándose el armazón organizativo de Tiwanaku en las posteriores centurias. En esta etapa, las jerarquías logran una integración más extensa, determinando una condición inherente de las propiedades emergentes del nuevo nivel político. En tal sentido, la fusión de

segmentos sociales más amplios posibilitó la formación de niveles jerárquicos mayores, con poderes y justificativos también más globales. Los asentamientos Chiripa del Periodo Formativo, en particular aquellos ubicados en los sectores elevados de las serranías y de las montañas, fueron abandonados. Un aspecto remarcable del ámbito ideológico es el énfasis en la representación de cabezas trofeo y figuras de "sacrificadores", especialmente explícitas en los ejemplos de los materiales Pucara. Estas manifestaciones sugieren que el sacrificio ritual, y no así la guerra, fue un componente integral de los principios ideológicos compartidos. No existen fortificaciones asociadas a este periodo; de modo que de todo lo expresado hasta aquí, se colige que fueron mecanismos de integración (basados en denominadores comunes) y no patrones coercitivos los que eventualmente condujeron al surgimiento de la hegemonía Tiwanaku. ³(140). ¬  &  +    3##$### i4¬4 0La imágen parcializada de Tiwanaku como exclusivo centro religioso ha sido una de las interpretaciones que ha oscurecido, en gran parte, las dimensiones sociales más amplias que le caracterizaron. A la luz de las recientes investigaciones, resulta extraño que esta perspectiva aún tenga vigencia en el pensamiento de algunos investigadores del pretérito andino: El espacioso e impresionante, pero simple y elegante centro ceremonial de Tiahuanaco, el mismo que puede ser comparado con una "ciudad sagrada", y sus santuarios que, se desprenden de ella, como ser Lucurmata y Pajchiri, se encuentran en marcado contraste con el patrón complejo y espacialmente intensivo de la arquitectura multifuncional de la capital de Huari y sus ampliamente dispersos centros de Wirakochapampa y Pikillkaata [sic] y sus numerosos sitios administrativos. En la teocrácia hegemónica de Tiahuanaco se dió una tradición larga de lugares sagrados y centros de peregrinaje que tuvieron su florecimiento alrededor del 600-900 DC., y en forma episódica continuaron siendo importantes en el imperio Inka, pero nunca hubo una concentración extensa de poder político en estos, tampoco ha quedado más que las tradiciones sagradas, que es el legado de esta hegemonía entre la gente (Richard Schaedel 1988:772-773; traducción mía).´ (141).

³En forma similar, Ana María Lorandi (1986:43) señala lo siguiente: "Tiwanaku fue esencialmente un centro ceremonial, aunque Ponce Sanginés encontró restos de una población densa en las cercanías lacustres (Ponce n.d.; Browman 1973). Wari, por otro lado, fue un centro urbano complejo con muchas construcciones residenciales, cementerios, almacenes, plazas públicas y acueductos (W. H. Isbell 1970)." Estos argumentos tienen una sesgada imágen debido a la "visibilidad" arqueológica que inclusive Bennett tenía del sitio. El programa de excavaciones del proyecto "Wila Jawira" ha intentado balancear el enfoque de los trabajos en Tiwanaku, realizando excavaciones horizontales extensas en los sectores que circundan al núcleo de recintos monumentales. Los resultados de estos trabajos demuestran fehacientemente que los sectores circundantes al complejo cívico-ceremonial estaban ocupados por numerosos complejos habitacionales (Janusek 1993,1994; Rivera Casanovas 1994), y que la antigua capital debío alcanzar entre los 6 y 9 km2 (Kolata y Mathews 1988). Sin embargo, no se sabe con certeza si es que la población era estable. Es decir, si es que se congregaba en mayor número durante cierta temporada del año y luego se dispersaba hacia territorios adyacentes.´ (142). ³Por otra parte, históricamente, las investigaciones arqueológicas en el Valle de Tiwanaku han enfocado casi con exclusividad el aspecto monumental del sitio epónimo (Bennett 1934a; Crequi Montfort 1906; Manzanilla 1992; Manzanilla y Woodard 1990; Ponce 1964,1972; Posnansky 1914, 1945; Sampeck 1991; Stuebel y Uhle 1892; entre otros), mientras que los estudios arqueológicos realizados fuera de la región nuclear han desarrollado modelos que proyectan distintos panoramas de la presencia de Tiwanaku en otras áreas (e.g., Berberián 1975; Berenguer 1978; Berenguer y Dauelsberg 1988; Berenguer et al. 1980; Bermann 1990, 1994; Browman 1980, 1985; Goldstein 1985, 1990,1993; Moseley et a1.1991; Rivera Díaz 1985; Tapia Pineda 1978a,1978b,1978c). Esta visión de la "periferia" versus el cuadro de la "capital" ha dejado un vacío en el conocimiento y en la interpretación de importantes aspectos relacionados a la organización y evolución del asentamiento en el territorio circundante al antiguo centro. En tal sentido, se ignoraban la naturaleza del sistema regional de asentamiento, las dimensiones productivas del valle y el carácter global de las relaciones intersitio. En realidad, se desconocía la sociedad Tiwanaku en su propio territorio; no se sabía cuantos sitios existían en el valle, sus proporciones, sus rasgos arqueológicos, sus vínculos con áreas potenciales de producción agrícola, su disposición en las cercanías del Lago Titicaca y el orden que estos sitios mantenían con Tiwanaku. Se sospechaba que el valle bajo, en particular, debió cumplir una función estratégica para Tiwanaku, debido a que este sector proporciona una especie de corredor directo hacia el lago, el mismo que fue, indiscutiblemente, un medio de apertura y de comunicación con todos los grupos asentados en la Cuenca del Titicaca. Además, el Valle Bajo de Tiwanaku presenta suelos fértiles y recursos lacustres que debieron ser bastante atractivos para una colectividad en creciente necesidad de abstecer a sus distintos segmentos sociales. Fue durante el quinto siglo cuando un orden singular de

asentamientos con características compartidas sin precedente marca el poder hegemónico de Tiwanaku.´ (142). ³Son varios ángulos los que conforman un análisis de la estructura del asentamiento Tiwanaku en el valle bajo; también son diversos puntos los que componen la interpretación de la evolución del asentamiento Tiwanaku a nivel regional. Para abordar estos temas con mayor claridad, este capítulo ha sido organizado en cuatro partes: La primera es una consideración metodológica que evalúa el carácter material de la hegemonía Tiwanaku, particularmente en sus manifestaciones cerámicas, ya que son, precisamente, éstas las que sirven de indicadores primarios en la evaluación de sitios Tiwanaku en el valle. La segunda enfoca detalladamente el patrón de asentamiento Tiwanaku en todas sus dimensiones; en tal sentido, se efectúan pruebas estadísticas para determinar relaciones de distribución de sitios, conforme al orden jerárquico que éstos mantienen. La tercera está relacionada con los diversos regímenes agrícolas que fueron identificados en el valle y que muestran una significativa asociación, en forma sectorial, con los sitios Tiwanaku. Finalmente, la cuarta parte constituye una interpretación del sistema de asentamiento que caracterizó al poder hegemónico de Tiwanaku, evaluándose los distintos modelos que se han formulado acerca de la organización social, política, económica y religiosa de Tiwanaku. En dicha evaluación surge una nueva propuesta para explicar el sistema de asentamiento Tiwanaku, retomando los principios de la dinámica segmentaria aymara como parámetros de interpretación. De este modo, se desarrolla un modelo de "jerarquías inclusivas", el cual da cuenta de las principales características de la organización sociopolítica de la región, reflejadas en el testimonio arqueológico.´ (142-143). ¬ ! ³La identificación de la cerámica que caracterizó a la hegemonía Tiwanaku se basa en las descripciones de las manifestaciones que globalizan un conjunto de atributos y que se distribuyen en forma amplia a lo largo del Valle Bajo de Tiwanaku. Los elementos de estos materiales son compartidos en forma general por las diversas manifestaciones que personifican a la cerámica de este estilo. Los lineamientos del denominado estilo "Clásico" fueron los criterios que se emplearon para identificar a los sitios con estas filiaciones (Bennett 1934a; Wallace 1957). No obstante, varios de los sitios con dicho componente denotan algunas variantes que, en cierta medida, deben ser tomadas en cuenta. Tal como acontece con el "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934a), el "Tiahuanaco Clásico" ha sido adoptado en la secuencia de Ponce (1975a:18, 1979:16, 19$1:30, 78) como el estilo del periodo "Tiwanaku IV". Volviendo a reiterar lo dicho en el capítulo anterior, es importante hacer una diferenciación de las bases metodológicas entre la secuencia general de Ponce (1972) y los criterios estilísticos de Bennett (1934a), ya que ambas tienen connotaciones teóricas diferentes. Bennett desarrolló una cronología relativa con base en los

elementos decorativos y formas de la cerámica que, correlacionados con la estratigrafía, fueron ubicados en una progresión estilística a través del tiempo. No contando con métodos de datación radiométrica, Bennett no pudo establecer con mayor detalle la antigüedad de estos estilos, aunque en su cronología relativa, Bennett (1934) suponía que la historia de Tiwanaku abarca entre el 200 y el 900 D.C., dentro de la cual "incluye un gran periodo de floración hasta aproximadamente el 600 D.C., denominado comúnmente el Periodo Clásico, y un periodo posterior de declinamiento (aunque la cultura se encontraba todavía activa) conocido como el Periodo Decadente, el cual llena el periodo hasta el 900 D.C." (Bennett 1934b:716). Esta secuencia estilística, pese a los problemas en la estratigrafía que Bennett mismo reconoció, constituye, junto a la seriación de Wallace (1957), la única fuente substancial de referencia respecto a la cerámica de Tiwanaku en el área nuclear. Debido a la presencia de variantes locales en otras regiones, algunos investigadores han intentado formular nuevos esquemas, los cuales han seguido, no obstante, las categorías generales de Ponce (Bermann 1990,1994; Goldstein 1985,1989,1990).´ (143). ³El esquema de Ponce, como ya se dijo, se basa sólo en las excavaciones del área monumental de Tiwanaku, no habiéndose efectuado, como se sabe, una secuencia cerámica de los materiales que se recuperaron. En una crítica del trabajo de Bennett, Ponce 1980:92} señala lo siguiente: "...No es difícil enunciar que la más fina categoría, (denominada clásica en otra terminología, se localiza en su mayor proporción en Tiwanaku y en menor cantidad en otros lugares, por lo que correspondería a una calidad más bien suntuaria y de manufactura urbana. En cambio la de acabado menos esmerado, sería para el medio rural, por supuesto no tan refinado en su gusto, así como para el segmento social popular. Por consiguiente, son coetáneas ambas y no diacrónicas como postulan Bennett y sus adeptos". La coetaneidad de estilos que Ponce sostiene para el periodo "Tiwanaku IV", tal y como se discute en el siguiente capítulo, deja sin elementos cerámicos al posterior "Tiwanaku V". Esta situación ha forzado la continuación en el empleo de los criterios de Bennett. Ante la ausencia de correlatos cerámicos explícitos para las épocas IV y V, resulta metodológicamente congruente, conforme a los criterios utilizados en la clasificación cerámica y las evaluaciones de las excavaciones realizadas, identificar al estilo Clásico como manifestación material de la hegemonía Tiwanaku, entre el 400 y el 1000 D.C. La utilización del término "estilo Clásico" no debe proyectar una imágen hermética de celebridad y homogeneidad culturales. Por el contrario, su empleo en el presente trabajo hace referencia, simplemente, a un conjunto de expresiones materiales que comparten elementos de un mútuo medio de comunicación. Esto significa que existen denominadores comunes entre los materiales cerámicos de un determinado sitio Tiwanaku y otro, aunque también se reflejan variantes locales. La cerámica de los sitios Tiwanaku fue diagnosticada, como tal, con base en los criterios de Bennett y las observaciones de Wallace, habiéndose añadido algunas

características generales que presentan la cerámica de las excavaciones en Iwawi (LV-150) y Guaqui (LV-55).´ (143-144). ³1. La pasta, en general, es densa y se caracteriza por un color naranja o rojizo con pocas inclusiones. 2. El desgrasante más común es la arena, aunque en ciertas formas cerámicas se adviertre la presencia de mica. En forma ocasional se encuentra algo de fibra vegetal. \ 3. El quemado de las piezas varía entre una atmósfera reductora y otra oxidante. Algunos ceramios dan cuenta de un quemado irregular, mientras que otros exhiben un quemado homogéneo. De haberse elaborado la mayoría de la cerámica en el valle, es sorprendente que a 3800 metros de altura se hayan alcanzado atmósferas de quemado óptimas. No existe, sin embargo, una correlación entre la forma del ceramio y la atmósfera de quemado. 4. En la mayoría de los casos, el engobe es de color rojo (en distintas intensidades) y muestra una composición arcillosa parecida al de la pasta. 5. El pulido es común, y en menor medida el bruñido. Algunas de las piezas finas muestran un pulido excepcional, dando la impresión de una vidriación en el acabado. 6. Aunque las formas del estilo Clásico son diversas (Figuras 8.1 y 8.2), entre las más comunes y diagnósticas se encuentran el keru, el tazón, la jarra con una asa, y el inciensario en forma zoomorfa. 7. Algunas de estas formas comunes tienen figuras modeladas, tales como pumas, cóndores, llamas y caras humanas.´ (144). ³8. El uso de múltiples colores en la decoración de las formas señaladas es común; los colores más frecuentes son el negro, blanco, amarillo, naranja y gris. Algunos kerus exhiben pasta negra y un decorado mediante incisión. 9. Los motivos del decorado son representaciones de pumas, cóndores y cabezas humanas. Algunos motivos se presentan en forma estilizada. Varias figuras geométricas acompañan a las figuras principales. Otras figuras que también se presentan son aves y figuras antropomórficas; en algunos casos cabezas de peces y cuerpos de serpientes. Algunos kerus; y la mayoría de los tazones y jarras, presentan decoración, en forma de lineas onduladas, en la parte superior interna del ceramio.´ (145). r    ³Un total de 50 sitios presentan componentes cerámicos y otros materiales, como ser bloques líticos tallados, vinculados al fenómeno Tiwanaku. La distribución de estos sitios dentro de los distintos microambientes del valle está representada en las Tablas 8.1 y 8.2.´ (146). ³Al igual que en los sitios del Periodo Formativo, los sitios Tiwanaku no se encuentran distribuidos en forma aleatoria en los siete microambientes; sin embargo, la distribución de estos últimos varía significativamente del patrón de

sitios del Formativo. En el anterior capítulo se enfatizó la presencia de un importante cambio en la ubicación de sitios durante la denominada "transición" entre el Formativo y el surgimiento de la configuración Tiwanaku; un cambio de las zonas intermedias y altas hacia las llanuras del valle, con la posible excepción de algunos sitios en la Zona de Terrazas (TZ). Los sitios de filiación Chiripa fueron abandonados, probablemente hacia comienzos de nuestra era. Un 85% de los sitios del Formativo esta ubicado en la zonas de coluvio, mientras que solamente un 26% de los sitios Tiwanaku se encuentra en estas zonas. Se advierte, por otro lado, una continuidad de ocupación en los sitios del Periodo Formativo, ubicados en las llanuras. La Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) se convirtió en un sector de preferencia para la ubicación de sitios Tiwanaku; un 40% se encuentra en esta zona. Las otras dos zonas de marcada predilección son el Coluvio Inferior (LCZ) y la Zona de Terrazas (TZ). En estos tres microambientes se ubica el 84% de los sitios Tiwanaku. En la Tabla 8.2 se observa que la Zona Intermontañosa no incluye sitio alguno.´ (147). ³Los sitios Tiwanaku presentan gran variabilidad en tamaño y rasgos arqueológicos. En forma contraria a los que acontecía con ocupaciones previas, algunos sitios Tiwanaku exceden las tres hectáreas y muchos exhiben montículos terraceados, plataformas y montículos en forma oval. Aquellos de mayor extensión también presentan elementos arquitectónicos, como ser bloques líticos tallados. Los sitios intermedios, con extensiones entre una y tres hectáreas, presentan montículos ovales, pero, en general, no muestran materiales líticos tallados. Los sitios menores a una hectárea constituyen pequeños montículos o áreas reducidas de distribución de fragmentos cerámicos que se encuentran generalmente asociados a campos agrícolas. Estas diferencias en la composición de sitios Tiwanaku hace posible la categorización de los asentamientos en tres grupos. Tomando en cuenta que Tiwanaku era el centro primario, con un área promedio de 8 km2 (Kolata y Mathews 1988), los asentamientos del valle bajo pueden clasificarse de la siguiente manera:´ (147148). ³1. Los sitios secundarios se caracterizan por áreas de distribución de fragmentos cerámicos y artefactos líticos que exceden las tres hectáreas. Esta categoría de sitios también presenta varios montículos, plataformas y bloques líticos tallados (en andesita o arenisca). 2. Los sitios terciarios presentan distribuciones de material en la superficie sobre un área entre una y tres hectáreas; algunos tienen montículos pero, en general, no exhiben bloques líticos como los que se evidencia en sitios secundarios. 3. Los sitios cuaternarios están compuestos por distribuciones de material en la superficie que no excede una hectárea, y, en general, constituyen montículos ubicados entre campos agrícolas. La distribución de estos sitios, por categorías, se encuentra resumida en la Tabla 8.2, en la cual se observa que 10 de los 11 sitios secundarios (91 %) se encuentran ubicados en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), la Zona de

Terrazas (TZ) y la Zona. de Coluvio Inferior (LCZ). Un solo sitio, Iwawi, se encuentra ubicado en la Zona Lacustre (LZ). Una misma distribución es la que presentan los sitios terciarios, aunque un porcentaje mayor se encuentra ubicado en la Zona de Terrazas (TZ). Los sitios de cuarto orden denotan una distribución mas esparcida, aunque la mayoría (78%) también se concentra en las zonas de los sitios secundarios y terciarios. Es quizás oportuno señalar aquí que solamente dos sitios, de los 50 que muestran una filiación con Tiwanaku, fueron descritos con anterioridad. El sitio de Iwawi era ya conocido desde comienzos de siglo y fue varias veces nombrado en la literatura arqueológica debido a los inmensos bloques de andesita que presenta en la superficie (Ponce et al. 1971:90, 1972; Browman 1984). En 1968, Gregorio Cordero excavó en Iwawi, aunque el registro de estos trabajos se encuentra solamente en uno de sus diarios de campo(31). El otro sitio que aparece en la bibliografía arqueológica de la región es Sullkata (LV-8), referido como Sulkatata por Portugal Zamora (1953,1957). En realidad, no se identifica el sitio arqueológico sino un monolito descubierto por los pobladores de la comunidad de Sullkata y entregado a Portugal Zamora.´ (148). ³Debido a la importancia que los sitios secundarios y terciarios tienen en el análisis del patrón de asentamiento y las interpretaciones del mismo, es importante brindar un cuadro« ________________________________________________________________ (31) Cordero excavó en dos sectores del sitio sin indicar, empero, la ubicación exacta de sus pozos. De sus notas, también se colige que no excavó hasta suelo esteril, y que en los estratos superiores identificó un entierro y algunos ceramios parciales.

«descriptivo de la mayoría de ellos. En determinados casos se han efectuado los relevamientos topográficos correspondientes y recolecciones sistemáticas de superficie que sirven principalmente en la evaluación de la intensidad de ocupación Tiwanaku. Las extensiones que se dan para los sitios, en algunos casos, son evaluaciones basadas en la distribución de la cerámica que muestra filiación con el estilo Clásico.´ (148-149). i (       .     ë   ¬  ,  ¬ë /$ *3 

³El sitio mide unas 3.2 hectáreas con un eje mayor norte-sur (Figura 8.3). El sitio está demarcado al este por una pequeña quebrada. Se observan por lo menos dos plataformas extensas y una de menor tamaño; sobre esta última se encontraron algunas lozas de piedra que el dueño de el terreno había sacado de unas tumbas. Existen tres montículos ovales en el sitio y uno pequeño circular en el sector noreste que muestra una posible asociación con periodos posteriores. Dos montículos en el sector suroeste exhiben tres bloques tallados de andesita. Los fragmentos de cerámica y los artefactos líticos están dispersos en distintas densidades. Hacia el márgen sur del sitio se advierte el puntal de un terraplén, el mismo que vincula el sitio con campos elevados de cultivo, ubicados a unos dos kilómetros al sur. En el corte que la quebrada ha expuesto se observa material cultural hasta una profundidad de 1.8 m, lo cual indica una significativa intensidad e historia de asentamiento en este sitio. , /$*%;/$%% Aunque estos dos sitios se encuentran a una distancia de aproximadamente 150 metros es probable que ambos hayan conformado un solo complejo; el sitio abarca unas 1.5 hectáreas. Pese a que se identificó un pequeño bloque de andesita, el sitio no presenta otros componentes líticos. Los fragmentos de cerámica y los artefactos líticos están distribuidos en forma regular sobre la superficie. Este sitio terciario es el único que no presenta una asociación con campos agrícolas o terraplenes. Algunos segmentos de camellones se encuentran a unos 800 metros al sureste.´ (149). /$*7 ¬ ( ³El sitio está ubicado entre el Coluvio Inferior (LCZ) y la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ); cubre un área aproximada de 4 hectáreas (Figura 8.4). La característica más notable es un montículo con plataforma (10 m x 7 m x 1.6 m). En el sector sur de la plataforma se observan dos bloques tallados de andesita, los mismos que tienen dimensiones aproximadas de 1 m x 1 m x 0.8 m y presentan orificios. Otro bloque de similares características se encuentra a unos 20 metros al sureste del montículo. Hacia el norte, se encuentra una depresión en forma de U, la cual mide unos 16 m x 12 m. Es probable que este rasgo sea una especie de patio semisubterráneo. Hacia el este se encuentra una pequeña lomada que se extiende por unos 130-150 metros; existen sectores sobre esta lomada que presentan altas densidades de material cultural. Hacia el oeste del montículo se observa un terraplén que vincula el sitio con campos elevados de cultivo, ubicados a unos 1.3 kilómetros al sur. Este terraplén mide unos cuatro metros de ancho y tienen una altura de 1.5 metros; la superficie del mismo está cubierta por cascajo.´ (149-150). /$"& ¬  

³El sitio tiene unas siete hectáreas, aunque el componente cerámico del estilo Clásico se distribuye solamente por sobre unas cuatro. Existen cinco montículos ovales, aunque es posible que hayan existido muchos más (la construcción de un colegio en la zona y actividades agrícolas, probablemente, han derruido algunos de estos). Los montículos, en general, promedian unos 8 m x 6 m x 1.5 m. Tres de estos exhiben bloques tallados de andesita, los mismos que presentan similitudes con los otros bloques que se encuentran en Iwawi y LV-37. Densidades elevadas de material cultural en la superficie son evidentes en las cercanías de los montículos. En otros lugares del sitio, el material se encuentra disperso en forma discontínua. Campos elevados de cultivo se encuentran directamente asociados hacia el sur del sitio. Estos camellones cubren aproximadamente unas tres a cuatro hectáreas pero debieron haber sido más extensos en épocas pasadas. No se identificaron terraplenes en las cercanías. Se observan dos manantiales en el márgen oeste del sitio.´ (151-152). /$7* ¬ 2