A.J. Llewellyn-Deseado

2 La pareja del contador forense de Honolulú, Mingo McClouds lo ha traicionado, de nuevo. Para escapar de su corazón r

Views 45 Downloads 0 File size 2MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

2

La pareja del contador forense de Honolulú, Mingo McClouds lo ha traicionado, de nuevo. Para escapar de su corazón roto, un severamente deprimido Mingo, se muda a North Shore en Oahu. Deseoso de empezar una nueva vida y olvidar, Mingo pronto aprende que Turtle Bay puede ser el hogar del surfeo a lo grande pero también esconde los más grandes secretos. Él capta la atención de un misterioso extraño, Jason, un sexi lobo solitario con un pasado problemático y oscuro. Los dos se enredan en una tempestuosa aventura de amor que se vuelve peligrosa cuando Mingo descubre que Jason lo está espiando. Envuelto en su primer gran caso de asesinato, Mingo necesita de toda su fuerza emocional para encontrar a la joven ama de casa… pero su vida privada se ha vuelto mortal. Él no tiene ni idea de por qué Jason está vigilando cada uno de sus movimientos… o quién lo contrató. Determinado a descubrir la verdad, contrata a un grande, negro, y malo ex-mercenario francés, François, para que lo ayude… y descubre la terrible verdad… Mingo dejó de ser el que buscaba para ser el buscado.

3

Él estaba disponible para mí. Parado en la fila esa sofocante mañana en la pastelería de Ted en Sunset Beach, supe que podía tenerlo. Él era hot. Había algo en su mirada, un secreto, un dolor furtivo. Una inquietud… nuestros ojos se encontraron. Él estaba parado a menos de un metro de mí y supe, sólo supe que podía seguirlo a casa y estaría desnudo con él en menos de un minuto. Tomé nota mental, la pálida camiseta azul, los ajustados jeans, su cabello rapado corto, casi afeitado, el cuerpo musculoso y bien marcado. Era de más o menos un metro setenta y ocho, blanco, con un poco de alguna otra raza, y lo puse en la mitad de sus treinta. Alejé la mirada y cuando volví otra vez él ya se había ido. Respiré con alivio. Seh, me sentía solo y más allá de caliente. Seis semanas desde que Kaolin y yo rompimos. Mi estómago se revolvió cuando pensé en él. Después de todo, todo lo que pasamos, y Kaolin me usó y abusó de mí. De nuevo. Ha sido un cambio terrible, superar todo el tiempo que pasamos juntos. Yo creía que lo que teníamos era perfecto,

4

sublime. Hacíamos el amor todo el tiempo, nos reíamos juntos… todavía quiero contarle las cosas divertidas que le leería, todavía me encontraba a mí mismo deseando, entonces temiendo la llamada. Todavía lo busco en la cama cuando duermo. No, no necesito otra complicación con algún, probablemente, tipo sin corazón. Ordené dos tazas de café, media docena de malasadas y mirando el pastel de nueces con crema en el frío, congelado refrigerador, compré uno de esos, también. —Eh, Mingo. —Soosie, la señora que prepara los pasteles, inclinó su cabeza y se deslizó furtivamente al mostrador más lejano—. Dame eso. —Ella tomó el pastel de mis manos y puso otro igual en ellas. Recién hecho. —Gracias, Soosie. —Lo que sea para mi chico favorito, Mingo. No tengo ni idea cómo me volví su chico favorito en sólo seis semanas, pero me gustaba. Mi madre conoció a un militar de la base en Kaneohe y él la convenció de mudarse con él a San Diego, California cuando fue trasferido. Sin decirme ella vendió la casa de la familia, se deshizo de casi todo, y ahora en los emails que me manda diariamente ella lamenta haberse apresurado. No había demasiado para mí en Waikiki sin ella… o Kaolin. Iba a mi oficina en McCully lo menos posible. Todo

5

mi correo llegaba al condo que ahora estoy rentando y todo mi trabajo puede ser manejado por teléfono, fax e email. Entonces se sentía bien ser el chico favorito de alguien, aún si era una mujer mayor. Cuando salí al brillante sol, el hombre que había visto se había ido. Dejé mi paquete en el asiento del acompañante de mi pequeño Moke isleño. Seis semanas que vivía en North Shore en Oahu y había cambiado todo, incluso mi maldito auto. —Hey. Di la vuelta y vi que era él. Me dio una sonrisa lenta y sexi, caminando con soltura hacia mí. Todo lo que tenía era un gran vaso de café. Él no era local. Supe eso por el crujiente y nuevo jean y las pesadas botas de trabajo. —¿Te llevo? Acomodé las tazas de café en los posavasos del frente y la bolsa de papel que contenía el pastel y las donas en el pequeño espacio detrás de mi asiento. —Seguro. Se acomodó a mi lado, su sexualidad de la que parecía no advertir, me calentaba terriblemente, pero ahora que estaba sentado a mi lado me dejaba imaginando todo tipo de imágenes. La sensación de peligro se estaba esfumando. Él estaba masticando chicle. Deseé sacárselo de su boca con

6

mi lengua. Mentalmente sacudí la cabeza. Basta, Mingo. Estás malditamente caliente. —¿Dónde vives? Estaba por señalar a una dirección, entonces señaló hacia el otro lado. No solamente no era local, era totalmente nuevo. Conduje como un kilómetro hacia Turtle Bay y señaló a la derecha. —Por

ahí.

—Inmediatamente

giré

el

vehículo,

asustando a algunas gallinas rojas que habían saltado la valla y estaban picoteando entre la grava de la Autopista Kamehameha. Sonrió. Casi podía decir lo que estaba pensando. Tú estás ansioso. Caminó a través de una alta puerta de madera y vi un grupo de casas amontonadas en varios estados de habitabilidad, pero la mayoría casi en ruinas. Típico de North Shore, pensé. Feas casas con una condenada maravillosa vista de la costa natural. Seguí su espléndido y musculado trasero por el camino donde crecían salvajes arbustos de tomillo. El aroma era estimulante. Abrió una puerta blanca de la casa que estaba a nuestra izquierda y entré detrás de él. Olía a cera para muebles de limón y… a alguna clase de

aroma

tropical…

miré

alrededor.

Él

se

había

embadurnado con desodorante antes de salir por su café

7

esta mañana. Moviéndose detrás de mí cerró la puerta, capté su evaluadora mirada y supe varias cosas de él. No era orgánicamente gay. Él, también estaba caliente, y se imaginó que la forma más fácil de acostarse con alguien era con un tipo gay. Ah, Dios, ¿por qué siempre atraigo a los tipos heteros? Captó mi mirada y apartó la suya rápidamente. Sabía demasiado en ese momento. Cuando vi la insoportable limpieza de su pequeña habitación sin vista al mar sentí su desesperación, y supe que debería irme. Hacía poco que había sido atropellado por Kaolin, el camión Mack humano. Todavía tenía las marcas de las cubiertas en mi corazón. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí? Había una cama perfectamente arreglada acomodada en la esquina. Había una TV puesta sobre una silla del comedor, una pequeña kitchenette, una mesa para comer con la otra silla y un sillón con apoyabrazos en el otro lado. Nos miramos por unos momentos. Yo tendría que hacer el primer movimiento. Avancé y sentí su inseguridad hasta que mi boca cubrió la suya. A pesar de que todavía había alguna resistencia al principio del beso, aceptó mi lengua. Me dejó besarlo y pronto estaba besándome con entusiasmo. Ambos estábamos sorprendidos. Sabía qué caliente era esto, qué bueno se sentía y qué bueno que sabíamos.

8

Sostuvo mi cara entre sus manos. Eran manos fuertes, ásperos dedos, y me moría por sentir esas manos en mi pene y mis bolas. Retiré mi boca de la suya, su lengua me siguió cuando alejé la cara de él. Tenía los ojos vidriosos cuando le levanté la camiseta y encontré lo que sabía que allí estaría. Abdominales perfectamente cincelados, un poco de pelo en la parte de arriba del torso. Mis manos se movieron sobre él mientras tiraba su camiseta por sobre su cabeza. Sus tetillas me miraron invitándome y les di especial atención con la lengua. Estaba demasiado impaciente por llegar a la parte principal. —Quítate las botas. —Le ordené y él trató de sacárselas mientras le desabrochaba el primer botón de sus jeans. Vi la cintura Calvin Klein de su ropa interior y perdí totalmente el control. Bajé el cierre y sostuve su perfecto y apretado trasero con mis manos para sostenerlo cerca de mí.

Encontré

su

boca

esperando

por

mí.

Quería

complacerlo, hacerlo querer más. Quería que deseara a los hombres, que me deseara, y bajé los jeans junto con la ropa interior, saboreando esa furiosa erección justo antes de que liberara ese sorprendentemente grueso y largo pene. No estaba circuncidado. Me enamoré en ese instante. Caí de rodillas ante él, tomé su pene con mi boca y lo chupé mientras desataba el millón de vueltas de los cordones de sus botas. Él suspiró con abandono mientras pateaba las botas fuera de sus pies

9

y se deshacía de sus pantalones. Su boca estaba abierta en una feliz O, y vi que estaba viéndome disfrutar mi inesperada agradable mañana. Lo chupé del modo en que Kaolin adoraba que lo chupara. Lo tragué, me retiraba todo el camino de él, y lo volvía a tragar profundamente otra vez. Su pene rebotaba, ansioso por traerlo de nuevo dentro de mi boca cada vez que lo dejaba ir. Él estaba haciendo pequeños sonidos… él no quería rogarme por esto. Él era demasiado orgulloso para eso. Sólo hizo esos sonidos salvajes, el instinto de todos los hombres cuando están seguros, enterrados en una boca caliente. Chuparle el pene fue tan placentero para él como para mí. Saqué mi boca de encima de él. Y le dije que se subiera a la mesa. —¿Qué? —La cautela animal estaba de vuelta. —Súbete ahí. —Ordené, autoritario, y él obedeció. Se subió a la mesa y tomé su pie, todavía tenía puestas las medias—. Acuéstate sobre tu espalda. Su trasero era hermoso. Sabía que algún día lo iba a joder, pero por ahora quería darle el más grande placer que podía producir. Acaricié su rígido pene de arriba hasta abajo mientras él estaba acostado allí, mirándome, esperando a ver qué haría. Levantó un poco la cabeza. Mientras abría las piernas un poco más, me incliné y él me volvió a dar su boca. Sólo un poco de lengua y ya estaba de nuevo con su pene. Chupé, tiré, acaricié con mi mano y él

10

empezó a gemir. Lo tomé todo con mi boca, mi lengua circulando su glande mientras me movía hacia abajo a la base de su asta. Jadeó. Tomé sus bolas y las apreté un poco mientras acariciaba su perineo con mi pulgar. —¡Oh, Dios mío! —Gritó y se vino con un violento empujón en mi boca, la cabeza de su pene casi me ahoga. Pero adoré esa parte, sentirlo palpitar, viniéndose en mi boca… en cualquier parte de mí. Dejó de temblar y retorcerse y quedó relajado sobre la mesa, aprisionado en mi boca, mi pulgar todavía lo acariciaba. Perfecto. Él acababa de tener el perfecto sexo oral. Saqué su pene de mi boca, la cabeza de su pene púrpura y se veía enojada. Mmmm… Ni siquiera había tocado la superficie para dejar esa colosal bestia satisfecha. Besé la punta, apartando la piel del prepucio, porque sabía por pasadas experiencias que eso se sentía bien en penes incircuncisos que se acaban de venir, y él se retorció debajo de mí. —Mierda, eso fue fantástico. Sabía que él quería que lo chupara de nuevo pero también sabía que dejarlo queriendo más era una sublime tortura. Acaricié su pene de nuevo y dio un brinco con mi toque. Pasé un dedo por su ano, sostuve sus bolas y su mirada se fijó en mí. Sonreí.

11

—Bienvenido a Hawaii. —Se rió y me incliné para besarlo de nuevo y esta vez cerró los ojos—. Ten un hermoso día. Fui más abajo y le di a esas ahora erectas tetillas más atención y estaba para irme cuando él me sostuvo y me dijo: —Tengo que verte de nuevo. —Lo harás. —Volví a ponerlo sobre la mesa y lo besé. Puso sus piernas alrededor de mi cintura y supe que joderlo iba a ser un privilegio y una alegría. Su pene descansaba entre nosotros. Cristo, Mingo, ¿Qué demonios estás haciendo? Me dejé caer de nuevo y empecé a chuparlo y él se retorcía debajo de mí susurrando “Sí”, sostuve su pene con mi mano esta vez, y lamí su ano, lamí sus bolas de una en una, y se volvió loco cuando lo chupé por segunda vez. Mi mano derecha quedó acariciando su trasero, el pulgar circulando insistentemente su ano. Cuando deslicé un dedo dentro de él, su trasero me lo succionó y se vino con la misma fuerza y violencia con la que se vino la primera vez. Dios, quería joderlo… pero tenía que ir lento. —Oh, oh… —seguía gimiendo. Amaba cómo se veía la brillante cabeza de ese pene cuando lo saqué de mi boca. Traté de no pensar acerca de tenerlo en mi trasero. Estaba acostado allí, mirándome y finalmente saqué mi pulgar de su trasero. —¿Cuánto tiempo has estado fuera? —Pregunté.

12

—¿Fuera? —Fuera de la cárcel. —Creí que iba a huir, excepto que estaba atrapado debajo de mí. —Dos semanas. —Murmuró. De repente se veía miserable—. ¿Cómo supiste? Me encogí de hombros. —Todo bien, brah1. —Lo sentí relajarse y entonces lo besé otra vez. Rebusqué dentro de su boca el chicle que estuvo masticando y lo encontré calzado entre dos dientes y se lo saqué con la lengua. —Hey. —Se rió. Pasó su pulgar por mi barbilla—. Y dicen que yo soy ladrón. Debería haber salido corriendo con dirección a los cerros, pero me quedé para recibir ese beso duro que puso en mi boca y me alejé. Mis bolas se sentían pesadas, pero sabía que la próxima vez que lo viera, lo seguiría de nuevo a la propiedad de medio-muertas casas y reclamaría al caliente, emocionalmente medio-muerto hombre rentando el pequeño, solitario cuarto al lado de esa casa con vista a Turtle Bay.

1

13

Es como decir bro en EE.UU.

Estaba sorprendido, y de hecho orgulloso de que pude dejar de lado mis habituales problemas emocionales y tener sexo espont{neo, anónimo… no, no orgulloso exactamente, pero estaba luchando por mi vida, por mi cordura, y definitivamente había logrado sacar una pierna de las arenas movedizas. Había estado enamorado de Kaolin. Él me engañó y lo atrapé. Cuando volví a las islas después de tres años de separación, tres años en los que pensé que nunca lo superaría, él necesitó mi ayuda. Kaolin me contrató en un caso criminal y lo ayudé. Y él se sirvió de mí… pensé que fue el destino, hasta hace seis semanas. Tomé un profundo respiro de aire del océano y me apresuré hacia mi condo2 rentado en Turtle Bay, otra milla al este del cuarto del ladrón de la pastelería. Estaba en un complejo que aún no le gustaba a los locales por su irrupción a su rústico y escénico paisaje. Tan odiado como era, no era ni de cerca tan controversial como la apasionada disputa por Turtle Bay Resort, el cual a pesar de las 2

Condominio. Edificio de viviendas poseído en régimen de comunidad de propietarios.

14

incontables

reuniones

y

numerosas

presentaciones

judiciales, terminaron el complejo hace cerca de un año, alineados en la costa de la cobijada bahía.

Mi condo,

amorosamente mantenido por sus dueños, era el típico condo para turistas, con todos los servicios, aún con tablas de surf y snorkeles. Acomodado en un cerro en el medio de un campo de golf, estaba rodeado de verde que se veía fuera de cada ventana, y a la noche podía escuchar el océano, pero para ver el océano debía caminar diez minutos bajando por un bien mantenido camino a través del campo de golf. Mis arrendadores, Mike y Nina, eran personas interesantes. Ellos vivían en una casa no muy lejos de la mía. Ayudé a Mike, un piloto, en temas legales. Cuando Kaolin y yo rompimos, necesité rápidamente un refugio de Waikiki. Mike me ofreció el condominio de Turtle Bay por seis meses. Una buena hora de conducir desde Waikiki, era bastante lejos para que no me encontrara con mi ex en ningún momento, pero era suficientemente cerca para cuando era necesario, por ejemplo podía presentarme en la corte para dar testimonio en un juicio. Soy contador3 forense y trabajo mayormente en casos criminales. Después de pasar tres años en Nueva York trabajando para una gran firma legal y manejando algunos casos criminales serios, extrañé mi casa y volví a las islas. 3

15

Contable.

Mi primer caso fue con mi ex-pareja Kaolin. Lo tomamos donde lo dejamos hasta que con mi ayuda ganamos el caso y él… me jodió una vez más. La barrera electrónica del estacionamiento estaba funcionando por una vez. Estaba satisfecho de verla subir cuando deslicé mi tarjeta de acceso y estacioné mi Moke en mi lugar habitual. Miré mi condominio por el cual estaba pagando un precio justo según el mercado, menos el pesado depósito, que ellos y todos los arrendadores les pedían a los turistas por ahora, y menos el impuesto estatal de once punto veintinueve por ciento. Me gustaba estar en un lugar con todos los servicios. Hacía mi cama, lavaba mis ropas, sábanas y toallas, pero cada dos semanas Nina venía y traía papel higiénico, jabón en polvo, jabón para el baño y la cocina, bolsas de basura, etc. Incluso dejaba una caja de nueces de macadamia cubiertas de chocolate y un paquete de café Kona. En el proceso sabía que ella miraba amable y largamente a todas mis cosas. Ella era una artista y su galería, un convertido garaje en la parte de atrás de su propiedad estaba en la lista de cosas para hacer en Turtle Bay que ella dejaba para sus visitantes. A pesar de que repetidamente me pidió que pasara por allí nunca fui. Cuando me acercaba vi un gato callejero negro y blanco, al que solía alimentar, dando vueltas por unas

16

plantas ti y supe que Nina estaba en mi condominio. Suspiré. Llegando de vuelta de mi mañana de excursión para chupar penes, todo lo que podía pensar era en masturbarme. Era frustrante tener que caminar pasando al gato pretendiendo que no lo veía. Él me miró fijamente, pero era un chico listo que sabía las reglas. Había dos enormes carteles entre los dos condominios que decía: No alimente los gatos. No sólo alimentaba a una colonia de salvajes, sino que también los dejaba entrar en el condominio cuando estaba en casa. Subí el corto tramo de escaleras hasta la puerta y encontré sus zoris y su flip-flop fuera de mi puerta y a Nina en mi cocina, revisando mi alacena. —Aloha. —Puse el pastel, las ahora duras donas y el café frío sobre el mostrador. Ella parecía sorprendida. —Aloha, Mingo. —Su mirada se movió del café que había comprado a los tres paquetes de granos de café Kona que estaban en la alacena. Ella levantó una ceja en mi dirección, pero no mordí el anzuelo—. ¿Por qué no estás bebiendo el café que te proveemos? Es cien por ciento Kona. Porque es basura y sabe horrible y si es real Kona yo me beso mi propio trasero. —No sé. —Me encogí de hombros, buscando un plato para calentar las donas en el microondas.

17

—Es buen café. ¿Por qué le importaba? Lo había dejado ahí para el próximo idiota ignorante que rentara el lugar cuando me mudara. Un extraño pensamiento cruzó por mi mente. Pensé acerca del hombre de la pastelería y de cómo se sentiría tenerlo aquí. ¿Qué fue lo que dijo? Y ellos me llaman ladrón… ¿qué habrá robado? ¿Quién era? ¿Qué estaba haciendo allí? —Lo siento. —Fue todo lo que pude pensar en decirle a Nina. Ella husmeó por alrededor de la cocina y deseé que se fuera. —¿No te gusta el Kona? ¿A quién no le gusta el Kona? —Puede ser Kona pero no sabe a Kona. Es horrible. — La verdad me hizo libre por sólo tres segundos. Ella apretó los labios en una delgada línea, tomó las bolsas de café de la alacena y salió furiosa de mi condo. Sabía que iba a tener que empezar a buscar casa más pronto que tarde, y suspiré. Dejando todo en la cocina, arrastré los pies hasta la puerta del frente. El gato negro y blanco al que llamé Oreo, estaba esperando por mí, entonces supe que la vieja bruja se fue. Lo dejé entrar, le puse algo de comida seca en un plato en el piso de la cocina, le di un poco de agua y fui a tomar una larga y agradable ducha. Nunca disfruté de masturbarme en la ducha, pero me sentía tontamente avergonzado de hacerlo

18

en mi cama en frente del gato. Vino y se sentó en el tocador. Podía ver los parches de pelo negro mientras se limpiaba de su meticulosa manera. Él tomaba cuidado de sus asuntos y yo de los míos, llegando a un tremendo orgasmo. Todavía tenía el chicle robado en mi boca. Seh, quería ver a mi chico de la pastelería de nuevo. Oreo supervisó mi trabajo con la toalla, peinarme el cabello y ritual para vestirme cuando me escabullí a hacer algún trabajo hoy, en el segundo dormitorio por las escaleras designado como mi oficina, él bostezó se estiró y se acomodó en mi cama. Estaba seguro de que lo oí suspirar, y me sentí contento. Era un dulce gato y disfrutaba poder cuidarlo. Fingía indiferencia, pero yo sabía que él sabía que yo sabía que era todo un acto. Cuando me mudara, desde ya había decidido que lo llevaría conmigo. Vacié una de mis dos tazas de café en una gran taza con hielo y subí las escaleras al segundo dormitorio. Era un loft con un bajo muro con vista al living. Tenía una cama y un pequeño baño y había puesto mi escritorio contra la pared así podía ver por la ventana al campo de golf. Empecé a revisar mis emails. Estaba involucrado en algunos pequeños casos criminales, nada que requiera acción inmediata. Y el Teléfono sonó. —¿Mingo? Reconocí la voz de Benny Leonard inmediatamente y esperaba que fuera una llamada por trabajo y no para hacer

19

sociales. Benny era uno de los abogados defensores de elite, pero también fue amante de Kaolin antes de que nos conociéramos. Él me desalentó a enredarme con Kaolin de nuevo, pero todavía me daba toneladas de trabajo, a pesar de su tácita desaprobación. No había oído de él desde que me había mudado de la casa que compartía con Kaolin y deseaba tener algún trozo de información… Kaolin consiguió un nuevo, muy caliente y joven novio… —Aloha, Mingo. —Sonaba excitado, entonces sabía que era por trabajo e inmediatamente cogí un lápiz—. Conseguimos un trabajo… uno bastante malo, pero te quiero a ti justo ahora. —Estaba por interrumpir, pero me calló con—: Te pagamos el mismo anticipo, por adelantado. Sonreí. Puedes decir lo que quieras de los abogados defensores de criminales, pero en cuanto a dinero, ellos les ganan a todos. Ellos seguido consiguen clientes con grandes bolsillos que están dispuestos a pagar lo que sea por la mejor defensa y ellos siempre tienen en cuenta a tipos como yo para su defensa. Yo era un ingrediente esencial en los grandes casos criminales donde el dinero es un motivo (usualmente para el asesinato) pero también soy uno de los últimos a los que pagan. Aprendí a la fuerza a que me paguen por adelantado porque, como siempre digo, cuando el diente es extraído y el dolor pasa, soy el aserrín del piso. Los contadores forenses ni siquiera somos maní, sino aserrín en el suelo.

20

—¿Qué sucede? —Le pregunté a Benny quién tomó una larga bocanada de aire. —Tenemos un tipo, Mitch Tyler, en Nanakuli, cuya esposa, Nadine, llamó al nueve-uno-uno dos noches atrás y denunció una pelea doméstica. Esto fue cuatro horas después de que se le negara una orden de restricción. — Hizo una pausa—. Se había ido cuando los policías llegaron. No se ve bien para él, Mingo. —¿Niños? —Dos. Edades uno y tres. Servicios de protección al menor los tienen. Él fue arrestado esta mañana… la misma historia. Los amigos dicen que ella nunca dejaría a sus hijos. Nadine todavía le está dando el pecho al más chico. Los antecedentes de él son imprecisos, pero los padres de ella pagaron mis honorarios y créeme, pedí un montón. Ellos están volando ahora desde Milwaukee. No creen que su yerno pueda hacer algo como esto, pero el departamento de policía de Honolulú lo chequearon y su última esposa se quemó en un incendio en el continente cinco años atrás. Sospechosas circunstancias. En su declaración dice que él y su esposa han tenido algunos problemas y que Nadine le pidió que se fuera de su casa la semana pasada. Dice que estaban tratando de hacer funcionar las cosas, pero se pelearon cuando él fue a ver a los niños la noche antepasada. Nadine dejó la casa para calmarse… y nunca volvió.

21

Tomé notas. Era una inverosímil historia, y una que un abusivo y homicida esposo siempre contaba. Por el otro lado podría ser verdad. —¿Ella tiene auto? —Pregunté. —Muy bien. Sip y está perdido. Ni rastro de él, todavía. Ahí está el meollo, a ella le negaron la orden de restricción el mismo día que desapareció. —¿Quién fue el juez? —Kenrio. —Eso me sorprende. Él siempre me dio la impresión de ser del tipo de apegarse a la letra de la ley4. Benny

gruñó.

Ambos

sabíamos

que

Kenrio

indudablemente iba a sufrir las consecuencias por esa pobre decisión. Benny me dijo que Servicios de protección al menor cuidaría de los dos niños hasta que sus abuelos llegaran desde el continente. A pesar de tratar de actuar objetivamente, estaba bastante seguro de que Nadine Tyler estaba muerta. Me senté por un momento, meditando en los detalles, tal como eran. —¿Motivo? —¿No es siempre el mismo? —Benny suspiró—. Ella tenía dinero. Bueno, su familia tiene, pero ellos parecen generosos cuando se trata de Nadine y sus nietos. Mitch 4

22

Alguien que sigue siempre las reglas.

Tyler es el beneficiario de varias pólizas de seguro de ella. —Una vez más Benny estaba en ventaja en el juego, no endulzaba nada. Me dio la dirección de la casa en Nanakuli y me pidió encontrarme con él allí—. Él jura que no lo hizo. Quiero dar un buen vistazo a los alrededores de la casa. Los investigadores de las escenas del crimen ya estuvieron ahí. Sin rastro de sangre, nada de eso. Su auto está perdido, pero la casa está limpia. —Benny se aclaró la garganta—. Lo arrestaron por órdenes de arresto pendientes desde el estado de Wisconsin. Algunas otras mujeres lo denunciaron por asalto con agresión el año pasado. El departamento de policía de Honolulú lo detuvo, el estado va a pedir la extradición. —Tú consigues todos los de dulce corazón, Benny. —Seh, tú también, Mingo. Escuché de Kaolin. ¿Estás bien? Sentí como si él hubiera hundido mi nariz dentro de mi cerebro. Parpadeé por el dolor del ataque sorpresa. Maldición. ¿Cómo me podía sentir tan… destrozado? Tenía la esperanza de terminar la conversación sin ninguna referencia de Kaolin. —Estoy bien, gracias. Nos vemos pronto. Terminé la llamada y usé los números memorizados en el marcado rápido de mi teléfono para contactar a Leilani Squires, el mejor contador público certificado y el

23

mejor CFE5 que conozco. Me puse en contacto con ella en el segundo que puse un pie de vuelta a la isla y traté de darle tanto trabajo como podía, tanto para darle un empleo constante como para que esté disponible para mí cuando la necesitara. Una chica surfista totalmente local, ella vive cerca de mí y se ofreció a llevarme. —Trae tu cámara. —Le dije. Leilani conduce como una banshee6 drogada… siempre me asusta hasta la mierda, pero tenía llamadas para hacer. Generalmente le gritaría que pusiera al menos una mano en el volante mientras sigue con su monólogo sobre su último romance lésbico… que fue con una campeona del surfeo. Leilani estuvo felizmente casada hasta un accidente de auto hace tres años y finalmente decidió que la vida era demasiado corta para no ceder a su deseo por las mujeres. Ella era una mujer de razas mezcladas, era alta, alrededor de un metro ochenta, de constitución media y a menudo se vestía con trajes, lo que confundía a los hombres con su imponente apariencia y su larga melena rubia. —… Entonces le dije, mira, no tengo problemas si lo que necesitas es practicar, sólo… espera, ¿eso es un fax llegando? —Ella miró por encima de su hombro.

5

Examinador de fraude certificado. Son espíritus femeninos que, según la leyenda, se aparecen a una persona para anunciar con sus gemidos la muerte de un pariente cercano. 6

24

Me volví hacia el asiento trasero, donde había puesto mi laptop con la impresora portátil y esperé por las páginas del informe de la policía de Honolulú, división ocho, cuyos servicios cubrían el distrito de Nanakuli. Leilani se apresuró hacia el sur sobre la H One Freeway, desviándose hacia la salida de Pearl City. Sentí crecer el calor cuando viramos bruscamente hacia la costa sotavento, la parte más cálida de la isla. Saqué las hojas del fax de la octava división. Nadine Tyler había llamado al nueve-uno-uno el día anterior de su desaparición y trató de asentar una denuncia, sólo para que le dijeran que tenía que esperar por el resultado de su pedido por la orden de restricción. Algunas notas decían que había venido con sus dos hijos y se veía estresada. ¿Cómo pudieron enviarla de vuelta? Mi esposo trató de sacarme del camino, garabateó con manos temblorosas. Incluso la policía de Honolulú la abandonó, parecía. El sistema le falló, tal como sucede con muchas mujeres, y mi corazón se rompía por los niños que ahora, casi seguramente, iban a tener que crecer sin madre. Me sentía casi seguro de que ella estaba muerta y los policías también se sentían así. Con el esposo en la cárcel, ahora era la carrera contra el tiempo por los dos lados para conseguir todo el material junto. Nos volvimos makai como decimos en la isla, hacia el mar. Nanakuli, uno de los últimos de los viejos vecindarios hawaianos, estaba mayormente poblado por familias

25

locales. Muy poca gente blanca vive aquí, pero yo sospechaba por el domicilio que la familia Tyler, que eran todos blancos, compró uno de los condominios en una de las previamente vírgenes laderas del suburbio de Waianea. El navegador de Leilani se mostraba caótico, dándole locas instrucciones. El desarrollo urbano era tan reciente que la calle existía, pero el número todavía no. Arribamos a la expansión, condominios que se veían como casas playeras, pintadas de colores crema. Era más apropiado para Miami que para Hawaii, pero el condominio de los Tyler que estaba pintada de un pálido azul tenía algo que otros no tenían. Policías parados en la puerta. La cinta de escena del crimen iba desde la valla, alrededor de un joven árbol del frente y de vuelta hacia el otro lado. Unos reporteros parados aquí y allá, pero de lejos las cosas estaban calmadas. Nunca hice amistad con la prensa local. Nadie sabía quién era y me dejaban pasar entre ellos sin molestarme. En la entrada de las instalaciones mostré mi credencial, un beneficio en mi línea de trabajo forense. Me da acceso incluso para visitar clientes en la cárcel local. Un oficial uniformado nos dejó pasar, vi delante de mí un tipo de mantenimiento manejando un gran contenedor de basura que, girando bruscamente, se salió del camino y se metió entre los arbustos. Salté hacia delante y le ayudé a equilibrarlo.

26

—Hey, gracias. —Sonrió. —Ya revisamos eso, lo está llevando de regreso. —Dijo el oficial. Sólo estaba parado allí, observando al tipo de mantenimiento que continuaba luchando para estabilizar el contenedor. Mi atención se desvió hacia Benny quien estaba esperándonos dentro de la casa de los Tyler. Era un tipo interesante, Benny. Chino de nacimiento, fue adoptado por una pareja judío ortodoxa. Todavía observaba el Sabbat y ahora estaba usando una kipá en su cabeza, sujeta a su fino cabello por horquillas a cada lado. A Benny le gustaba Leilani y la saludó dándole la mano. Nunca besaba a una mujer en público, desde que no era legítimo para alguien de su religión. Detrás de las puertas cerradas, él chupaba los penes de los hombres como un marinero en un catre con su caliente oficial superior. A Leilani le gustaba Benny, también, y a veces he pensado que si él se inclinara hacia las mujeres y a ella le gustara el pene serían una increíble pareja. Dos detectives se presentaron y Benny nos presentó. Uno de ellos un hombre llamado Chong, quien era obviamente hawaiano y chino de origen, miraba con los ojos vidriosos mientras absorbía el largo trago de mujer. Él la seguía como un perrito perdido mientras todos nos estrechábamos las manos. El compañero de Chong, Kanamura, nos dijo que teníamos acceso solamente a la oficina de Mitch Tyler.

27

Chong nos acompañó al cuarto donde Mitch Tyler tenía dos archivadores llenos de basura. Ni una sola cosa de todas las que conservaba meticulosamente etiquetadas era de provecho para nosotros, realmente. Había recibos de restaurantes, un par de bares que reconocí, facturas de teléfonos celulares y un par de recibos de la tienda de alimentos de Tamura, la mejor y más barata de toda la isla, que estaba aquí en Waianae. Leilani empezó a filmar mientras Benny y yo rápidamente revisábamos el papeleo. Esta es la clase de tediosa tarea que a menudo no aparece en los capítulos de CSI pero que termina siendo importante al final. Con un policía vigilando nuestros movimientos y toda la búsqueda siendo grabada, podemos probar que algunas cosas fueron encontradas en la escena y podemos presentarlas como evidencia si fuera necesario. Aunque algunas cosas me sorprendieron, no había nada que indicara que había contratado un asesino a sueldo o que hubiera comprado bolsas de cemento el día anterior a que su esposa desapareciera. —¿Qué? ¿Qué es eso? —Benny preguntó, él siempre estaba zumbando alrededor, pero respeto su actitud de bulldog hacia su cliente. No quería hablar frente a Chong. Leilani, quien trabajaba conmigo como si fuera parte de mi cerebro, instantáneamente empezó a flirtear con el policía, cuyos

28

ojos no se movieron de sus pechos. Ella me leía y me complementaba como compañera tan bien que vivía con el miedo de que la oficina del fiscal la robara de mí. Dejando que ella hiciera funcionar su magia natural, me volví hacia Benny. —Creo que es raro que no haya ni una sola compra de ropa de niño o juguetes. ¿Has visto alguna cosa de los niños? Benny parecía estupefacto. —Bueno, ella lo echó hace algunos días… de acuerdo con su mejor amiga. —Benny abrió su anotador de espiral— . Nadine le escribió un email diciendo que había encontrado algunos emails de alguna mujer en internet. El otro lado tiene la laptop de Tyler ahora y ellos la están investigando. —El otro lado era, según la manera de hablar de Benny, los fiscales y policías trabajando en contra de nuestro cliente. —Usted es ingenioso —dijo Chong de repente. Maldición. No estaba suficientemente distraído por los múltiples encantos de Leilani—. No hay ni un solo juguete en toda la casa. ¿Raro, no? Y no podemos preguntarle a la esposa… — Se encogió de hombros, dejando es suspenso lo que ya sabíamos. No íbamos a poder preguntarle a Nadine Tyler absolutamente nada. Dentro de uno de los últimos archivos, encontré una sola hoja impresa en una página números y fechas.

29

Benny la sacó de mis manos. —Maldita mierda. Se veía, según mi entrenado ojo como que nuestro hombre estuvo extrayendo cada mes la misma cantidad de dinero de una cuenta bancaria y depositándola en otra. —Nosotros nos quedamos con esto. —Chong la tomó y la puso en un sobre, pero sabía que Leilani ya lo tenía grabado y además tenía algo memorizado, también. Chong se veía contrariado de que se les hubiera pasado algo así por alto. Tenía un poco para trabajar, pero tenía bastante. El papel nos sería devuelto desde la oficina del fiscal, pero tendría la información en mis manos mucho antes de que ellos me lo pasaran. Quería echar un vistazo a su laptop, pero la policía la tenía, de acuerdo con Benny. Nos tomamos nuestro tiempo para caminar hacia la puerta del frente y Leilani filmó a hurtadillas la cocina, el living y el gran y hundido comedor con una chimenea. —No hay fotos de la familia. —Leilani bajó la cámara—. Ninguna foto de Nadine o los niños. —La miré y ella empezó a filmar de nuevo. La había entrenado para que observara todo. Chong tomó su comentario y levantó su dedo. —Encontramos el álbum de la boda ayer, ¿adivina dónde? En la basura.

30

Él quería que nos sintiéramos culpables por trabajar con el “tipo malo”, pero hacía mucho que había aprendido a nunca cuestionar la culpabilidad o inocencia de un cliente. Sabía que si empezaba a jugar ese juego que nunca aceptaría un caso. Mi trabajo era seguir rastro del dinero. Sólo los hechos. Simplemente los hechos. Cuando estaba a un paso de la puerta de entrada Chong me tomó del brazo con dedos fuertes y me susurró al oído. —¿Ella juega para nuestro equipo? —No. —Negué con la cabeza, pero él no se veía sorprendido. Sentí algo en mi codo. Era Benny pasándome un gran sobre. Sabía que contendría mi cheque con el adelanto y notas del caso. —Tienes una entrevista con Tyler a las tres de la tarde en OCCC. —Él pronunció las siglas de Oahu Community Correctional Center como “Auk”. Afuera nos esperaba una multitud. Toma una hermosa mujer, súmale una misteriosa desaparición y tu logras una bonanza. Leilani y yo dejamos a Benny para que tratara con los buitres y nos movimos hacia el auto. —¿Crees que él lo hizo? —Leilani murmuró mientras daba arranque al coche. —Seh.

31

—Yo también. Eso apesta, ¿no? —¿Puedo invitarte a almorzar? —Pregunté y ella sonrió. —Tú siempre puedes, amor. Maldición, desearía que fueras una chica. Yo iría por ti. Me reí por primera vez en todo el día. —Desearía serlo, también. Yo te dejaría. Leilani conocía cada lugar para almorzar y desayunar en las islas. Una enciclopedia caminante de quién hacía el mejor

panqueque

y

platos

para

almuerzo,

y

las

especialidades de la isla. Ella sugirió un lugar llamado Hannara’s a la vuelta de la esquina en Farrington Highway. No teníamos mucho tiempo, sólo un par de horas antes que tuviéramos que ir a entrevistar a Tyler. Nos acomodamos en una cabina y Leilani ordenó panqueques y yo ordené pollo teriyaki con repollo kimchi coreano. Hicimos notas para cuando tuviéramos que ir a ver a nuestro cliente. Tenía la peculiar sensación de ser observado. Era ridículo. Mientras garabateaba preguntas de un contexto legal, me sentí aliviado de que por una vez Kaolin no ocupaba mis pensamientos. Estaba pensando en el tipo de la pastelería… resistí dos horas sin pensar en él. Me resistía a ceder a mi curiosidad y hacer algo remotamente conectado a chequear su identidad. Podría, ciertamente tenía recursos legales para eso, pero a un

32

montón de tipos que eran liberados de la cárcel los enviaban con un boleto de ida hacia las islas hawaianas desde la costa oeste. Mientras pensaba acerca de Mitch Tyler y lo que le hubiera podido hacer a su mujer, me pregunté qué clase de ladrón era el tipo de la pastelería, qué tiempo habrá pasado encerrado, qué tan malo era… y por qué ahora no podía dejar de pensar en él. Leilani estaba limpiando el plato con sus dedos, chupando el jarabe de coco de ellos y dejó unos billetes de propina para la camarera. Ella habló mientras se chupaba los dedos. —No te des la vuelta, pero creo que ese tipo nos está siguiendo. —¿Qué tipo? —Estaba muriendo por darme vuelta. —Se ha ido… —¿Cómo se veía? Ella se encogió de hombros. —No puedo asegurarlo. La miré. Mi exasperación era obvia. »Es bastante difícil. Estaba disfrazado. Una peluca, sombrero, anteojos.

33

—Estás bromeando. —¿Quién querría seguirnos? —No Kaolin. —Ella me miró con tristeza—. No lo había notado al principio, pero él estaba afuera de la casa, entonces se apareció aquí. —Sacudió la cabeza—. Nunca dejó de mirarte fijamente. Era un pensamiento desagradable. Nos levantamos para irnos. —¿Quizás un reportero? —Pregunté. Ella se encogió de hombros de nuevo. Afuera revisamos la calle, pero todo se veía bien. Pensé de nuevo acerca de la extraña sensación de ser vigilado.

34

Nuestra visita a la cárcel de la isla fue pospuesta cuando estábamos a medio camino de allí. Benny me envió un mensaje, diciéndome que había sido forzado a reprogramar la entrevista para mañana a las nueve de la mañana. Una crónica y vergonzosa escasez de oficiales carcelarios era un persistente problema para nuestro estado isleño. Estúpidamente mi primer pensamiento fue que no podría ver al tipo de la pastelería. Ahora estaba totalmente ocupado con obsesionarme con verlo de nuevo. —¿Cómo se llama? —Leilani me preguntó cuando me vio cabizbajo en nuestro camino de vuelta a North Shore. Me sobresalté y salí de mi ensoñación. No pude evitar sonreír como un idiota. —No sé. —Confesé, y ella rió con ganas. No iba a decirle que tuve sexo con un hombre que no tenía ni idea quién era, que era un ladrón convicto. Ella sólo extendió su mano y palmeó mi rodilla. —Quien sea, gracias a él por poner esa estúpida sonrisa en tu cara. Lo amo desde ahora por eso.

35

Fue una larga noche de investigación para mí después de eso, e intercambiar emails con Leilani. —Nuestro chico está en las noticias. —Me dijo por teléfono, cuando me llamó un poco después de las diez. Encendí la televisión y por primera vez vi a Nadine y Mitch Tyler, tu pareja promedio, atractiva y joven. La prensa local estaba apostada fuera de la casa que visitamos más temprano. Ellos no tenían demasiada información excepto que algún psíquico de Haleiva les llamó a la estación KHON, la sucursal local de la Fox, y les dijo que Nadine Tyler fue abducida por The Greys, malos aliens. Ooookay… me tumbé en la cama, satisfecho que teníamos todo en orden para la visita a la cárcel mañana. Estaba incluso excitado por levantarme y estar listo para el Tipo de la Pastelería, como había empezado a llamarlo. Él no estaba ahí cuando llegué a la pastelería de Ted, todo vestido para mi entrevista con Mitch Tyler y traté de no sentirme deprimido acerca de ello. Estaría de camino a la cárcel en una hora y tenía que encontrarme con Leilani en mi casa en cuarenta y cinco minutos. Salí de la pastelería con mis donas y mi café y encontré al Tipo de la Pastelería rondando mi Moke. Casi dejo caer todo lo que llevaba en mis manos y corro a su lado como un pony salvaje hacia él. Me miró divertido. Creo que mi sonrisa tonta le dijo todo lo que había.

36

—Alguien está feliz de verme. —Él me sonrió tímidamente y pateó mi zapato con la punta de su bota gentilmente. Qué caliente. —Lindo traje. —Tengo una reunión importante. Tengo menos de treinta minutos. —Le dije mientras él miraba dentro de mi bolsa de malasada7. —Entonces

estamos

perdiendo

el

tiempo.

—Se

acomodó en el asiento del pasajero y nos dirigimos a su casa. Otra vez, mi café se enfrió, mis donas portuguesas se endurecieron, igual que mi pene. Quería mis manos encima de este hombre tanto que no podía ver claro. De nuevo, apuntó a su propiedad y casi la paso por alto. No hablamos. No había nada para decir. Bajamos del Moke y lo seguí por el camino, mis ojos en su trasero que se balanceaba un poco hoy. Tuvo un poco de problema para abrir la puerta. Casi grito por la frustración. —Hey, déjame intentar. —Tomé la llave de sus dedos y estaba sorprendido de que sus manos estaban temblando. ¡Está realmente nervioso! Giré la llave un par de veces y 7

Es una especie de donut originario de la cocina portuguesa, pero sin agujero. Originarios de la isla de Sao Miguel, que forma parte del archipiélago de las Azores. Muy populares en Hawaii donde los inmigrantes portugueses los hicieron populares.

37

eventualmente cedió. Tropezamos dentro del cuarto que, a simple vista, parecía estar igual que la última vez que estuve aquí y cuando me di la vuelta para mirarlo él me tomó de la cara y me besó. Nos volvimos locos, succionando y lamiendo la boca del otro. Me miró con ojos salvajes. Necesitaba esto tanto como yo. Una vez más me encontré buscando el cierre de sus pantalones. —Oh, joder. —Murmuró, mientras veía su pene salir libre del cierre, deseoso por la boca de otro hombre. Me incliné y lamí la cabeza. Cerró los ojos cuando miré hacia arriba, su boca se aflojaba más cuando más rápido iba. La corona de su espléndida vara se volvió más púrpura cuando tiré hacia atrás la piel y probé los jugos con los que había soñado toda la noche. Me arrodillé y sostuve mi cabeza para él—. Yo… yo quiero hacerte esto a ti. — Gimió—. Yo… yo… No le dejé terminar ninguna frase coherente, chupé su pene, tomándolo todo en mi boca, y su cuerpo hizo una pequeña danza de placer. Sus manos se levantaron a ambos lados de la pared y sus dedos se resbalaron y se estiraron otra vez, sosteniéndose mientras atacaba su pene y sus bolas con mi mano y mi lengua. »Oh, Dios. —Gritó cuando su orgasmo empezó… fue una fusión de cegadora y carnal necesidad, y gratificación mutua cuando disparó dentro de mi boca y continuó disparando. Sentí su cuerpo temblando con la fuerza de su

38

erupción. Me tomé mi tiempo, tocando su cabeza que todavía goteaba con largas y suaves lamidas. Él suspiró por la sensibilidad y su aparentemente deseo. —Yo… —Amor, me tengo que ir. —Me levanté—. Nada me gustaría más que quedarme y servirte todo el día. Necesito mi lengua en tu trasero pronto. Sonrió, recobrándose rápidamente. —¿Cuándo? Me encogí de hombros. —Puedo llamarte cuando termine de trabajar. Pueden ser varias horas. —Lo sentí ponerse rígido contra mí. —No. Nada de llamadas. Ven cuando termines. Tenía la sensación de que ya no estaría aquí cuando volviera. Él me atrajo hasta él y me besó, con una expresión intensa en su cara. »Ya son tres las que te debo. Y siempre pago mis deudas. —Pero creía que eras un ladrón. —Robo dinero… al menos antes lo hacía, pero no tengo problema pagando otras… deudas.

39

Cuando fui a dejar otro beso en sus labios, alejó la cabeza. Seh, iba a ser un hueso duro de roer, este tipo. Leilani estaba esperándome fuera del complejo de condominios cuando llegué y no se veía feliz. Ella no había podido entrar. Retrocedió su auto y me siguió por el camino hasta dentro y me esperó que estacionara y me apeara para luego subir a su auto. Me miró. —Cristo, lo estás haciendo de nuevo. —¿Haciendo qué, de nuevo? —Enamorándote de un idiota. —No, no es así. —Sí, sí lo es. —No hay nada de qué preocuparse. —Traté de tranquilizarla con una sonrisa. —Oh, Dios, Mingo. Tú sólo te enamoras de completos bastardos. ¿Qué tan malo es este? Mujer, ¿cómo haces estas cosas? —No estoy seguro. —Dios, ¿por qué le estaba diciendo la verdad? Ella me dio una de sus patentadas miradas asesinas que solía hacer que su ex-esposo se convirtiera en un tembleque despojo. —¿Cuál es su nombre?

40

—Yo… yo no sé. —¿Me estás tomando el pelo? —No, por supuesto que no. —Oh, Mingo. Ella era mi roca, mi confesora. Se lo contaba todo. Se sentía raro decirle cualquier cosa acerca del hombre, pero ella escuchó los detalles, tal como eran. Para ser justos con ella, me escuchó sin juzgar y sin interrumpir. »Hemos llegado. —Dijo, finalmente, cuando llegamos a la parte de afuera de la Oahu Community Center8 en Kamehameha Highway. OCCC, la más grande cárcel en el estado,

albergaba

novecientos

cincuenta

presos

oficialmente, y a menudo, extra oficialmente, muchos m{s… era resultado directo de la horrenda adicción de nuestra población a la droga barata y repugnante llamada Ice. También era el lugar al que enviaban a los que estaban esperando ser juzgados. Nuestra gobernadora del estado, Linda Engle, heredó un montón de problemas, el sistema carcelario entre ellos. OCCC no era un lindo grupo de edificios, parecían inocentes a primera vista. El grupo de edificios de ladrillos beige eran del estilo de casas de apartamentos hasta que mirabas un poco más y notabas los reflectores, las barras en cada ventana, los alambres de púas y el completo y 8

41

Centro Correccional Comunitario.

vergonzoso silencio del interior. Leilani y yo tuvimos que vaciar nuestros bolsillos, y sólo pudimos conservar algunas hojas de papel y un lápiz cada uno. Depositamos todo en los casilleros y seguimos al guardia al cuarto de entrevistas. —Prométeme que cuando sepas el nombre de tu chico me vas a dejar hacer una investigación de antecedentes — susurró Leilani—. Nada importante, sólo una pequeña investigación. Todavía no he terminado de limpiar la sangre de lo que Kaolin te hizo. Mis manos temblaron un poco. Kaolin. ¿Por qué demonios tenía que decir su nombre? —Mierda… todavía no lo has sacado de tu sistema, ¿no? —Ella me miró comprensiva y compasivamente. —Estoy trabajando en ello, y sí, cuando tenga el nombre del nuevo idiota, te lo doy, también. —Dije para que se relajase y ella pareció coplacida. Llevaba a Leilani a todas las visitas a la cárcel como apoyo y testigo desde que ninguna herramienta electrónica estaba permitida en estas visitas. Las baterías podían ser robadas para ser usadas por los reclusos para tatuarse a ellos mismos… o a sus enemigos. Mitch Tyler no parecía del tipo de tatuarse a sí mismo. Por los extensos perfiles que Leilani descubrió en bastantes sitios de internet, se promocionaba a sí mismo como el Señor Limpio, con una inclinación hacia sumisas rubias.

42

Casi rio fuerte, pensando que podría enamorarse duro y rápido de Leilani, pero, hombre, estaría arrimándote al árbol equivocado. Con nuestros lápices en la mano, esperamos en el indescriptible cuarto con una mesa y tres sillas. Tyler fue conducido por dos guardias y me di a mí mismo una palmada en la espalda mentalmente por la correcta decisión de traer a Leilani. Mitch Tyler era un perro. Estaba en la cárcel por la desaparición de una esposa, pero estaba la posibilidad de que hubiera matado a la anterior… pero una mirada a Leilani y se volvió un incorregible Don Juan. Leilani y yo asumimos nuestra posición. Ella jugó al policía bueno y yo al policía malo. Miramos a Tyler pasar por el interminable proceso de ser liberado de las esposas, cacheado y sentado en una silla con sus manos unidas en la mesa enfrente de nosotros. —Tú eres nueva. —Sonrió a Leilani y me pregunté si su veteado cabello rubio era natural. —Señor Tyler, mi nombre es Michel McCloud, pero me llaman Mingo. —Su mirada me golpeó. Irritación… algo más que flotaba en la superficie de esa mirada—. Estoy trabajando para su abogado, Benjamin Leonard, soy contador forense. Sólo me miró fijo por un momento y luego volvió su sonrisa hambrienta a Leilani.

43

—¿Y tú quién eres, hermosa dama? Ella le sonrió. —Leilani Squires. Soy contadora pública certificada. — Ella no mencionó “examinadora de fraudes certificada” porque no quería molestar al tipo… todavía. —Señor Tyler, no tenemos mucho tiempo. —Levanté la vista de mis notas para ver que todavía estaba mirando lascivamente a Leilani quien se había sonrojado bajo su escrutinio. Oh mi Dios, ¿se está enamorando de este pedazo de mierda? Seguí adelante—. Necesito empezar con algunas preguntas. La policía va a querer saber por qué usted ofreció bastantes piezas de joyería que pertenecen a su esposa en Ebay la mañana después de que denunció su desaparición. —Puse tres páginas impresas en frente de él. De lejos, ninguna cosa que este tipo estaba haciendo me convencía de ninguna cosa sino de completa culpabilidad. —¿Dónde consiguió eso? —Ebay. —No… quiero decir, ¿cómo lo descubrió? Me encogí de hombros. No había necesidad de que él supiera que Leilani pudo hackear su cuenta de email de Yahoo aún sin tener su laptop. Resistí la urgencia de decirle que sabíamos que su contraseña era pussy.

44

—¿Puede usted explicarme por qué tenía tanto apuro para empezar a vender sus cosas? —No un apuro. —Se limpió la boca con el dorso de la mano. Se veía desorientado y distraído—. Ella heredó esas cosas de una tía. Ella las ofreció a varios familiares, nadie las quería. Tratamos con varias casas de empeño y finalmente decidimos ofrecerlas en Ebay. Mire, tuvimos una pelea. La amo mucho. Somos diferentes pero no quiere decir que la quiera hacer desaparecer. Ella odiaba las joyas… quiero decir, Jesús. Mire esto, es horrible. Y… y… —Miró hacia debajo de la mesa y las emociones flotaron hasta su cara—. La arruiné colosalmente, señor McCloud. —Por favor, llámeme Mingo. —Ella… ella… no quería tener sexo desde que nació el bebé y admito que busqué consuelo en sitios de pornografía. —Él miró a Leilani de reojo—. Entonces empecé a hablar online con una mujer y seh, hablamos de encontrarnos, pero nunca pasó. Nadine estuvo en lo correcto con echarme. Pero cuando ella se fue… —Se veía acorralado cuando levantó las manos sobre su cabeza—. Pensé que era momento de hacer las cosas que ella estuvo pidiéndome que hiciera. Necesitábamos el dinero. Sus padres me odian y estoy cansado de pedirles ayuda. Pensé que si ofrecía esas cosas en Ebay como ella me pidió hace un par de semanas, cuando volviera, vería que la amaba. Que me importa… que puedo ser un hombre responsable.

45

—Sus pulgares iban y venían por el borde de la mesa, un gesto de nerviosismo. Sabía que estaba clásicamente jodido. Y también sabía en lo profundo de mi corazón que estaba diciendo la verdad. Leilani y yo estábamos mentalmente cambiando la embarrada apariencia del culpable a uno más limpio, uno posiblemente inocente. Cuarenta minutos después, estaba diciéndome lo que sentí como información confiable con la que podíamos trabajar. —¿Qué hay del registro de depósitos que usted estaba haciendo? —Pregunté y le deslicé una copia que yo había impreso. La tomó en sus manos, pero su mirada encontró más comodidad en descansar en los pechos de Leilani. —Este es el dinero que sus padres nos daban cada mes. —Sus ojos saltaron sobre los números y vi el brillo del enojo—.

Ellos

han

encontrado

placer

en

enviarme

maliciosas cartas recordándome cuánto les debo. Un día les voy a pagar todo. Nadine va a ver. Les voy a pagar. — Parpadeó algunas lágrimas. —¿Por qué no hay juguetes en la casa? —Leilani preguntó súbitamente. Él la miró confundido. —¿Qué… qué quieres decir?

46

—No hay juguetes en la casa, —repitió ella. —Eso es una locura. Mi esposa amaba comprar juguetes. Sus habitaciones estaban llenas de cosas de marca nuevas… —Suspiró—. Por eso fue que empezó la discusión. Ella gasta una fortuna en Toys R Us. No podíamos

permitírnoslo.

—Se

veía

desconcertado—.

¿Realmente no hay ni un simple juguete en la casa? —Entonces, ¿qué piensas? —Leilani me preguntó mientras volvíamos a North Shore. —Creo que está diciendo la verdad. Un momento de silencio. —Él no me gusta mucho, pero también lo creo. Él habla de ella en tiempo presente y todo lo que dice tiene sentido. Podemos confirmar lo que dice de las joyas con algunas llamadas telefónicas. —Hizo una pausa—. Tengo la horrible sensación que quien sea que se cargó a la esposa volvió a la casa y se llevó todos los juguetes… y todos esos recibos perdidos. Quizás podemos encontrar a alguien que está haciendo enormes devoluciones a la tienda. —¿Quién haría eso? —Pregunté pensando en voz alta. —¿Un ladrón malditamente suertudo? —O un esposo realmente necesitado de efectivo. — Suspiré.

47

Me tomó todo lo que tenía no volver a la casa del Tipo de la Pastelería. Estaba hambriento por esa conexión física de una forma que me sorprendía. Miré la hora cuando Leilani me dejó al lado de mi Moke. De tarde. Sabía que necesitaba empezar a investigar nuestras pistas ahora que habíamos informado de todo a Benny Leonard. Leilani investigaría el asunto de las joyas entre los familiares y amigos y yo iba a ir a Toys R Us en la única dirección que tenían en la isla, la ciudad de Aiea. Volví al mundo otra vez. Mientras iba por Kamehameha Highway, pasé por la casa del Tipo de la Pastelería y sentí una punzada de culpa. No pude evitarlo. Me puse derecho y seguí conduciendo hacia el oeste. Miré. Y miré de nuevo y las gomas chirriaron cuando frené. Él estaba sentado en la parada del autobús justo enfrente de la calle de mi complejo de condos, esperando por El Bus. El sistema de transporte público de la isla tenía sus fans. Yo no era uno de ellos. Oh, El Bus te llevar{, es barato… eventualmente. Él me miró sorprendido y sin demasiada alegría.

48

—Hey. —Lo saludé con la mano. ¿Qué estaba haciendo él aquí?—. ¿Adónde vas? ¿Necesitas que te lleve? Él se levantó del banco y se tomó su tiempo para caminar hasta mí. Estaba vistiendo la misma ropa que tenía esta mañana. —¿Qué estás haciendo aquí? Abrí mi boca para responderle pero no me dejó hablar. »¿Estás en tu camino para verme? Me acomodé mis anteojos de sol más arriba sobre mi nariz. —No. En verdad estoy trabajando. —Bueno, iba a Haleiva. —Él miró hacia la autopista como si así pudiera mágicamente acercarse a su destino—. Pensaba que podía conseguir una caja de almuerzo y mirar las olas… —Sube. Te llevo. —¿Vas hacia allá? —Más o menos. No es un desvío muy grande. —Hice lugar para él en el asiento del pasajero. Se subió y se acomodó lo más lejos de mí posible como si tuviera miedo de que saltara encima de él para un “lap dance”. Entonces no iba a estar en su casa si yo iba de todos modos. Sonreí sin poder evitarlo… justo como creí.

49

—¿Qué estabas haciendo aquí? —Me preguntó de nuevo mientras nos alejábamos de la banquina. —Vivo aquí. Lanzó una rápida mirada sobre su hombro mientras avanzábamos por el camino. —Lindo. No hablamos cuando pasamos Sunset Beach y tomamos la curva hacia Shark’s Cove. En Waimea, pareció relajarse un poco y entonces cruzamos el puente del que yo estaba convencido de que, asentado sobre largas patas, un día se iba a caer al océano y pronto estuvimos en las afueras de Haleiva, una hermosa y tranquila ciudad hippy. —¿Adónde te dejo? —Pregunté y él despertó de su ensoñación. —Oh, por la oficina postal, creo. Paramos. —Aquí estás. —Sep. Aquí estoy. —Se volvió a mirarme y no pude evitar tocar su mejilla. Él se alejó como si lo hubiera electrocutado. —¡No lo hagas! —Lo siento. —Estaba avergonzado y no podía esperar a irme ahora.

50

—¡No me toques! —Me gritó y me encogí ante el ataque verbal. Pareció calmarse un poco porque bajó la voz—. Mira, lo que hacemos en el dormitorio es una cosa. Nunca me toques… ni nada… en público. —Entiendo. Sus dedos golpearon el marco de la puerta y supe que estaba tratando de calmar su temperamento. Yo no quería volver a verlo… y ahora él medio sabía dónde vivía. —Tengo que irme. Lo siento. Se volvió a mirarme como si me viera por primera vez. »Yo no quise… gritarte así. Me tomaste por sorpresa. —De nuevo, lo siento y realmente tengo que irme. —¿A dónde vas? —De vuelta a la ciudad. —¿De verdad, adónde? Sonreí sólo de pensar en eso. —Ningún lugar lindo. A una ciudad que se llama Aiea. —¿Y qué vas a hacer en esa ciudad? —Nada exótico. —Me encogí de hombros, ansioso por deshacerme de él. Quería olvidar todo acerca de él ahora. Quería volver a languidecer por Kaolin. ¿Por qué? Mi cerebro no dejaba de gritar. Porque es seguro, me gritó

51

contestándome algún ángel de la verdad escondido en el rincón de mi alma. Creo que ha sido siempre así para mí. Kaolin era la apuesta segura porque no estaba disponible. ¿Por qué no había visto eso? —¿Por qué estamos yendo allí? —¿Estamos? —Llévame contigo. —¿Por qué infiernos haría eso? —Porque yo te gusto y cuando termines tu trabajo, te mostraré lo mucho que me gustas. —No, no lo creo. —Vamos, ¿por favor? Sé que… yo… puedo ser un asno y lo siento. —¿Pensaba que tú querías venir a Haleiva? —Y ahora no. Llévame a Aiea. Vamos. No tengo auto. No he vista nada de esta roca de ustedes. —Yo no creo… Él rió. —Me portaré bien. —Mejor que lo hagas. —Dije mientras ponía en marcha el Moke y volvíamos por donde habíamos venido.

52

—Entonces, ¿tu agente de libertad condicional está en North Shore? —Sep. Justo venía de verlo. No podía recordar cuáles oficiales de libertad condicional habían en éste lado de la isla o dónde se suponía que debían estar. Estaba adivinando porque desde que él estaba debajo de mí, debía ser alguien en Turtle Bay… no había nadie que conociera… o quiz{s su oficial de libertad condicional vino a Turtle Bay a encontrarse con él. —¿Dónde cumpliste sentencia? —Pregunté. Me miró horrorizado. —¿Vamos a jugar a las veinte preguntas ahora? Me encogí de hombros. —Soy curioso, eso es todo. —No podía evitar mirar fijamente al bulto de sus pantalones. Conocía sus deliciosos secretos y nada quería más que estar con él en la cama con mi lengua en su trasero—. Te propongo algo, o me dices dónde cumpliste sentencia o yo me gano unos toquecitos. Entonces rió. —Estuve en Coyote Ridge. Asentí. —Estado de Washington. —Instalaciones de baja seguridad. Debo investigar.

53

Él rió de nuevo. —Deberías ver la expresión de tu rostro. Acabo de romperte el corazón, ¿no es cierto? —Seh, bastardo sin corazón. —Frenamos en una luz roja y mantuve los ojos en el camino. Dios, creí que no sería capaz de leerme si estaba usando anteojos de sol. ¿Puede ser que ya estoy hecho un tonto por causa de este tipo? ¿Cuándo voy a lograr que un poco de sexo caliente interfiera con mis emociones? —Luz verde. —Su voz era suave. Me moví hacia adelante justo cuando el auto de atrás empezó a tocar la bocina. Tomamos la salida para la Noventa y Nueve y lo sentí relajarse a mi lado. ¿Era mi imaginación o estaba llevando su ingle un poco demasiado alto cuando empujaba el asiento hacia atrás? No pude evitar mirarlo lujuriosamente. Me fundí con el tráfico y me mantuve ocupado con ser un buen conductor. Mi teléfono celular empezó a sonar y lo saqué de mi cinturón. ¿Dónde diablos estaba mi bluetooth? Seguía mientras buscaba en la consola a mi lado. Terminé poniendo el teléfono en el manos libres del tablero. —Lo siento tengo que contestar. —Le dije al Tipo de la Pastelería—. Es trabajo. —No te preocupes por eso. Presioné el botón para aceptar.

54

—Soy Mingo. La voz de Benny Leonard se escuchó a través de los altavoces de la radio. —Mingo, ¿dónde estás? —De camino a la juguetería. —Bien,

bien.

Mira,

han

establecido

la

fianza

malditamente alta. —¿Qué tan alta? —Un millón de dólares. Tuvieron en cuenta que Wisconsin lo quiere por el cargo de asalto pendiente. Vamos a pelear la extradición, por supuesto. Los padres de Nadine están asustados por pagar la fianza porque la chica que Tyler estaba enamorando dice que él le enviaba dinero. —¿Qué? —Fruncí el ceño—. Él nunca nos dijo a Leilani o a mi nada de eso. —¿Nunca dijo nada? —Ni una cosa. Debería haberme dicho. El hombre sacó sus entrañas fuera para que se sequen. Benny, ¿esta chica está hablando con la prensa? Benny suspiró. —Seh.

55

—Ella se está entrometiendo. Quiere un poco de publicidad gratis. Ella va a conseguir una página en MySpace y un contrato con las Girls Gone Wild. —Vi de reojo la sonrisa divertida del Tipo de la Pastelería que me hinchó el corazón—. Benny, ll{mala… no… que Leilani la llame. Ella sabe usar los teléfonos. Será tan sencillo como chequear su cuenta bancaria si salió dinero. —¿Me

llamarás

cuando

hayas

terminado

tu

investigación en la juguetería? —Seh. Si Leilani no tiene suerte con el banco yo voy a hablar con la chica de Tyler. —Muy bien. —Colgó la llamada. —Disculpa por esto. —¿Eres policía? —No. —No lo creía. No hay manera que un poli de una mamada como esa. Casi me tuvo desviándome hacia la banquina para mostrarle qué bueno que puede ser un contador forense dando mamadas. —Entonces, ¿qué eres… un IP? —¿Un investigador privado? No. —Hombre él va a estar desilusionado con la verdad—. Soy contador forense.

56

Él me miró, bajó la ventanilla de su lado hasta abajo del todo y se reclinó en el apoya cabezas cerrando los ojos. Maldición, lo aburrí tanto que ahora quería dormir. Salí con el tráfico a la H One Freeway hacia Pearl City fui dejado solo con mis pensamientos mientras escuchaba su profunda y rítmica respiración. Maldición, realmente estaba dormido. Lo miraba en todas las oportunidades que tenía, y cuando no podía me obligaba a mirar el camino, hasta la salida para Moanalua Road. —¿Ya

llegamos

a

la

juguetería?

—Se

estaba

acomodando en su asiento, como un feliz y expectante niño, parpadeando por la luz del sol. —Casi. ¿Quieres dar un paseo por los alrededores o esperar por mí en el auto? —¿Estás bromeando? Quiero ir a la juguetería. ¡Amo los juguetes! —No puedes ir adentro. Estoy trabajando. —Puedo ir y jugar con los juguetes. No voy a molestarte. Saltó fuera del Moke antes que tuviera tiempo de frenar del todo en el estacionamiento. Él se paseó por la juguetería y yo me tomé unos momentos para recobrar la compostura, luego lo seguí. Adentro, no estaba a la vista, no que hubiera estado haciendo mucho esfuerzo. No lo quería rondando mientras hablaba con el manager. Lo

57

encontré pronto, era un joven haole9 con acné vestido con una camiseta deportiva de cuello rojo que se veía demasiado grande en su cuerpo delgado. Le informé que era un contador de la firma de Benny, Leonard, Hill and Associates, y estaba siguiendo una pista de uno de nuestros clientes. —¿Ha venido alguien en los últimos días a devolver una cantidad importante de juguetes…? —Las personas devuelven cosas durante todo el día. —Estaba arreglando una máquina de cinta de stickers y la golpeó contra el mostrador. —Ésta es una situación extraordinaria. Tres compras específicas están involucradas de las últimas dos semanas. —Recité de un tirón algunos de los juguetes que Mitch Tyler recordaba de la larga lista de compras de su esposa. El manager negaba con la cabeza como si fuera un tic, y entonces dijo: —¡Espere! Creo que ahora recuerdo. — Retrocedió hasta un cajón y sacó una pila de recibos—. ¿Esto se ve como uno de esos recibos? Revisé rápidamente e inmediatamente centré mi atención en una fila de xxxx seguidos por los cuatro últimos números de la tarjeta de crédito de Nadine Tyler. —Esto es.

9

58

Según Google, es una persona cuya piel es muy blanca.

—Ese tipo era un colosal idiota. Él quería el reembolso en efectivo y no podemos hacer eso. Le di crédito de la tienda. Esa es nuestra norma para los recibos de tarjeta de crédito. Miré las cámaras de seguridad instaladas en la tienda. —¿Esas cámaras funcionan? Él asintió. »¿Cuándo fue la última vez que este hombre estuvo aquí? —Créalo o no, hace cerca de una hora atrás. Era, supuestamente, mi día libre, pero alguien se tomó el día. El hombre entró me vio y se me pegó. —¿Puede dejarme ver el video de esta mañana? Él dudó. —No sé si tengo permitido hacer eso. Voy a tener que llamar a la oficina principal. —Eso está bien. Sea tan amable de hacerme un favor, no deje que nada le suceda a ese video. Estoy llamando a la policía. Su cara se puso roja. —¡La policía!

59

Llamé a Benny inmediatamente para informarle de los últimos descubrimientos. —Entonces, ¿tenemos al tipo en la cinta de video? Genial, Mingo. Genial. Voy a llamar a la policía ahora mismo. Dale al chico el número del detective Chong. Voy a llamar a Chong yo mismo para informarle lo que averiguamos. Leilani ya tiene el otro asunto arreglado. Mantén tu teléfono encendido en caso que necesite llamarte. —Lo tengo. —Benny desconectó otra vez sin decir adiós, no es que hubiera roto mi corazón. Le di al chico la tarjeta del detective Chong. —Sabía que había algo sucio acerca de ese sujeto. —El manager sacudió la cabeza—. ¿Puedo tener su número también? —Por supuesto. —No estaba mal hacer contactos. Por el rabillo del ojo vi al Tipo de la Pastelería mirándonos por encima del arreglo de perros de juguete. Capté su mirada— . ¿Qué es lo que tienes ahí? Dudó y avanzó con un cocker spaniel de juguete en sus brazos. —Oh, ese es uno de nuestras mascotas de rescate. Es un reloj alarma. Ellos te despiertan. Perfecto. El Tipo de la Pastelería me había despertado.

60

—Nos lo llevamos. —Le dije al manager quien se fue él mismo hasta la registradora para cargarlo a mi tarjeta de crédito. —Entonces, si el chico malo vuelve ¿qué es lo que debo hacer? —El manager susurró. —Llamas a la policía, pero creo que ellos van a estar aquí bastante pronto. Asintió y le agradecí por su ayuda. El Tipo de la Pastelería me siguió afuera y le pasé la bolsa con su nuevo cachorro de juguete dentro. —No tenías que hacerlo. Sólo estaba jugando con los juguetes. —Ahora tendrás compañía. —Lo miré y él estaba mirando fijamente la bolsa, una boba sonrisa en su cara, que enseguida fue reemplazada con su característico ceño cuando se dio cuenta que lo estaba mirando. —¿Se te antoja almorzar? —Pregunté. —¿Dónde? —Se puso derecho. —¿Qué se te antoja? —Sorpréndeme. —¿Hay algo que no comas? —Pene. —Dijo y yo reí.

61

—Bueno, ¿qué tal pizza y una follada? —Me miró serio—. ¿Qué, no te gusta la pizza? —Dije seriamente. Y entonces rió. Y rió. Y cuando se detuvo me di cuenta que se había relajado. »Déjame llevarte a almorzar, vamos. —Mantuve mi voz suave, esperando que lo pudiera persuadir. —Algún lugar lindo. Y olvida la follada. —De acuerdo. Nos subimos al Moke y conduje hacia Waikiki. Sentí su excitación cuando pasábamos cerca de altos edificios, el bullicio que significaba que estábamos en la zona turística más popular de Hawaii. —Esto solía ser un pantano, ¿sabes? —Le dije. —No lo sabía. Doblamos hacia la entrada de Moana Surfrider y otra vez, su ceño de cansancio fue reemplazado por alegría infantil. El chico del valet parking corrió para tomar mi lugar en el Moke y señalé hacia la derecha. Estaba acostumbrado a estar con un hombre que disfrutaba la compañía de un novio atento. Si hubiera estado con Kaolin, hubiera podido tocar su brazo o su espalda… no podía hacer eso ahora. El Tipo de la Pastelería sujetó con fuerza la bolsa de Toys R Us en sus manos. Imagino que un ladrón no confía en otros ladrones.

62

En la entrada de Banyan Veranda, se volvió y me sonrió. —Esto es increíble. —Una camarera nos acomodó en la mesa perfecta en un rincón con vista al mar, dejé que él tomara el asiento de cara al mar. Sostuve la silla para él. La anfitriona nos dejó los menús. Puso la bolsa con la compra en el suelo al lado de sus pies y miró hacia el océano—. Wow, es hermoso. —¿Es tu primera vez en Waikiki? —Él dudó. —No, el día que llegué, tomé el bus hacia aquí y anduve dando vueltas. Conocí un tipo en Queen’s Beach… —Sus palabras se fueron apagando. La implicación estaba clara. Esta era la playa gay, donde los hombres venían por un polvo rápido, y no siempre del modo seguro—. Y me dijo que podía encontrar alojamiento más barato en North Shore. Y lo conseguí. Me quedé en un hotel por los primeros días, fui al gimnasio y alguien había puesto un anuncio en el pizarrón de entrada que ofrecía el cuarto en Turtle Bay. —¿Puedo por lo menos preguntar tu nombre? —No, Mingo, no puedes. ¿Qué clase de nombre es Mingo, de todos modos? Me encogí de hombros. —Así me llamaban de niño. De algún modo se me pegó. Mi verdadero nombre es Michael.

63

Se inclinó sobre la mesa y tomó mis anteojos de sol directamente de mi cara, y se los puso en la suya. —Michael. Me gusta. —Gracias. —Estudié el menú. Ya no tenía nada entre nosotros y todavía no sabía su nombre. —Jason. Mi nombre es Jason. —Encantado de conocerte, Jason. —Rió cuando me incliné sobre la mesa para estrechar su mano—. ¿Qué quieres tomar, Jason? —Déjame ver. Ahora estaba en su humor de niño pequeño y estaba haciendo hervir mi testosterona. ¿Cómo podía ser tan lindo? Jason. Le sentaba bien. »Este lugar es verdaderamente caro, Mingo. —No me importa. Quiero que te diviertas. Quiero que lo disfrutes. —¿Todavía podemos pedir un desayuno? Cuando asentí él pareció iluminarse. »Entonces quiero langosta y revuelto de patatas dulces y batido de banana con azúcar negra. —Está bien. —¿Qué vas a pedir, Mingo?

64

Sonreí. Tenía una inocencia que me hechizaba totalmente. —Pediré el Veranda Benedict y un poco de café French Press Kona. El camarero se acercó y Jason me sorprendió tomando el control y pidiendo por los dos. A pesar de estar llegando hacia la mitad de la tarde había mucha gente pidiendo un desayuno, igual que nosotros. Tomando nuestros menús, el camarero con la rapidez y el aplomo de un hombre con demasiadas mesas para atender, pero que era lo suficiente profesional como para no sudar ni incomodar a la clientela por eso. —Tú vas más allá del deber por tus clientes, Mingo. — Me encogí de hombros, avergonzado—. Si hubiera tenido a alguien como tú trabajando para mí no hubiera ido a la cárcel. —Suspiró. —¿Quieres hablar de ello? —No particularmente. —Okay. —¿Qué temas serán seguros para este tipo? Estaba por comentar el clima… algo para mantener la conversación fluyendo cuando el camarero regresó con mi café y con el batido de Jason. —A ti realmente te gusta el café ¿no es cierto? — Preguntó Jason.

65

—Seh, supongo. —Sonreí mientras él quitaba el papel del sorbete de su alto vaso. —¿Quieres probar? Negué con la cabeza, mirando la forma en que sus ojos se cerraron en aparente dicha. —Oh, esto está bueno. —Presioné el émbolo de mi cafetera y sentí su mirada en mí—. Entonces, ¿quién es él? —¿Quién es quién? —Ahora estaba desorientado. —El tipo que puso esa tristeza en tu mirada. Parpadeé. No estaba por discutir mi reciente pasado, no cuando las heridas estaban todavía sangrando. —Nadie que conozcas. —Me sentí satisfecho cuando mis palabras sonaron relajadas y me pregunté si alguna vez íbamos a poder entrar en aguas calmas cuando ambos estábamos siendo cuidadosos de no pisar ninguna mina. —Bueno, nunca pensé que podía ser alguien que yo conociera, pero siento curiosidad por cómo dejó que te escaparas de sus manos. Me reí entonces, sorprendido de que él estuviera tratando de halagarme. —Como arena en el reloj de arena… —Me serví una taza de café, le puse azúcar y tomé un trago. Perfecto. —¿Estuvieron juntos por mucho tiempo?

66

—Sí y no, durante varios años. La última vez, un año. —¿Y

cuándo

terminó?

—Dejé

escapar

el

aire

lentamente. —Hace seis semanas. —Terminó de beber su batido. —¿Todavía te llama? —No. —Fruncí el ceño y observé las olas rompiendo en las rocas de la playa debajo de nosotros. La primera vez que dejé a Kaolin vine a este lugar y me senté por horas, tratando de encontrar razones válidas para no suicidarme. No pude encontrar ninguna pero se convirtió en un juego. Cuando las olas dejaran de venir a la costa pensaría en una forma de morir sin dolor. —¿Me estás jodiendo? —¿Qué? —¿Realmente hiciste eso? Oh Dios mío, ¿dije eso en voz alta? —Lo siento, no pensaba decir eso. Una extraña expresión se apareció en su cara. —Yo creo que nunca ha amado a alguien así. ¿Est{s… estás bien ahora? —Sí. —Alejé mi mirada de él—. Lo estoy.

67

El camarero volvió con nuestra comida y vi una hambrienta mirada en Jason. Sabía que deseaba otro batido pero también sabía que no quería preguntar. —¿Puede traer otro batido para mi amigo? —Pregunté al camarero y él me brindó una ensayada pero agradable sonrisa y se llevó el vaso vacío. Jason se inclinó hacia mí, sus codos apoyados sobre la mesa. —Eres un tipo agradable, Mingo. Entonces, ¿estás diciendo que dejaste a este tipo hace seis semanas? —Sep. —¿Qué, sólo decidiste un día alejarte de él? —No. —Sonreí—. Nada como eso. —Jason no dijo nada y no tenía ningún otro lugar para mirar. Las olas seguían rompiendo en la playa y sus anteojos de sol (mis anteojos de sol) se veían como un confesor—. Pensaba… Pensaba que éramos felices. Pensaba que estábamos teniendo un maravilloso tiempo. —¿Y él no? —Aparentemente no. —¿Él te pidió que te fueras? —No. —Estaba enojado. Me sentí como una babosa en una cálida roca siendo pinchada con una vara larga por

68

niños molestos y malcriados—. Volví temprano del trabajo y lo encontré en la cama con otro tipo. —Bebí un trago de café—. Y no fue la primera vez. Eso fue lo que nos hizo romper antes. Por el sistema de sonido del restaurante podía escuchar la hermosa, hermosa voz del grandioso cantante Iz, cantando la inolvidable Somewhere over the rainbow. Sabía que era tiempo de dejar a Kaolin atrás, sin más auto-culpa o arrepentimiento. —Estoy satisfecho de haber vuelto con él, satisfecho de haberle dado una segunda oportunidad. —No podía creer que le estuviera diciendo a Jason estas cosas. Él estaba comiendo a velocidad de competición e hice una pausa. —Siempre te habrías preguntado si no hubieras… —Se encogió de hombros, metiendo un gran pedazo de langosta en su boca—. Siento que se haya portado como un gilipollas. ¿Puedo preguntarte otra cosa? —Seh, ¿por qué no? —Me serví más café y pinché mis huevos. —¿Conocías al tipo que te estaba con él en la cama? — Asentí. —Seh. De hecho lo conocía. —¿Un amigo? —No. No me creerías si te lo dijera.

69

—Trata. Tomé una respiración profunda. —Volví a la isla del continente hace cerca de un año. El día que llegué, Kaolin me llamó y me dijo que necesitaba mi ayuda. Oh, él estaba acusado de un serio cargo… todo era el resultado de un juego de póker que terminó mal. Ganó un gran… le ganó a un policía. El policía lo denunció a la IRS por evasión de impuestos, fraude y toda clase de cosas divertidas. Kaolin perdió un montón. Yo me metí y ayudé. Después de todo lo dijo e hizo, lo vine a encontrar en la cama con el policía. De toda la gente. —Jason sólo me miraba fijamente. Podía ver sus ojos a través de los lentes, pero no podía leer su expresión. —Eso es… raro. —Seh. —¿Qué fue lo que dijo? —No es lo que parece. Jason justo había tomado un bocado de comida y casi escupe todo. —Estás bromeando. —Farfulló. —No. Fue el peor día de mi vida. Es bastante duro hacer bromas al respecto, Jason. —No quise decir…

70

El camarero volvió con un batido fresco y una canasta con muffins y pasteles frescos. —Esto va por mi cuenta… porque ustedes dos son tan gentiles. —Murmuró, yéndose a otra mesa. Jason y yo atacamos la canasta. Él se quedó mirando un buñuelo de ananá10 que estaba en mi mano. —Aquí. Tómalo. —Sus ojos se iluminaron. Sentí su melancolía subir y bajar. Debió venir aquí con un muy limitado presupuesto. Deseaba… no… no iba a pensar en empezar algo con él y aún así… cuando él era así podía enamorarme de él fácilmente. —Wow, entonces ¿sólo empacaste y te fuiste? —Jason tomó un largo trago por el sorbete de su nuevo batido. —No al principio, no. Fui con mi madre por un par de días. Hice arreglos con Kaolin para retirar mis cosas. —¿No trató de explicarse? —Que no era lo que parecía… que no significaba nada. Que no era tan malo como yo pensaba. —Dios. —Seh. —¿No te ha llamado? —No. 10

71

Piña.

—¿En absoluto? —No. —¿Por qué te importa? Puse una sonrisa en mi cara—. Cuando hayas terminado podemos tomar el camino largo a casa. Hay un hermoso camino, pasando Diamond Head. —No estamos yendo a ningún lado hasta que no comas algo. Siento haber traído el tema de… ¿cu{l es su nombre? ¿Kallin? —Kaolin. —Bueno, es un idiota. Aquí… quiero que comas esto. —Tomó un pedazo de mi guiso de puerco kalua y lo metió en mi boca—. He tenido la experiencia. Tengo agradables memorias de mi madre haciendo esto. Casi me atraganto con mi comida por estar riendo tan fuerte. Él se veía feliz e inmediatamente me metió otro pedazo de comida. Tratando de apartar su mano con la mía, me esforcé por tragar y él miró mi plato. Asentí y él tomó un par de bocados, me dio otro y entonces bebió de mi café. —Oh, esto está bueno. —Cerró los ojos, disfrutando del sabor. —¿Quieres un poco? —Asintió y entonces le hice una señal al camarero para que nos trajera otra cafetera. Nos sonreímos por un momento.

72

—¿Cuánto tiempo estuviste en Coyote? —Le pregunté. —Once meses. Supongo que sabes que ellos dan un boleto de ida a las islas. La mayoría va a Maui. Nosotros tuvimos problemas con los motores y terminamos en Oahu. —Suerte para mí. —No pudo ocultar la sonrisa de su cara mientras tomaba con el tenedor algunas arvejas y las metía en mi boca. »Jason, no creas que no me he dado cuenta de que te has comido toda la parte buena y yo sólo consigo comida de conejo. —Ups. Estaba esperando que no te dieras cuenta. — Me metió otro tenedor lleno de ensalada en mi boca y los dos empezamos a reír. El camarero volvió con más café y más rollo. Él estaba por conseguir una gran propina, eso seguro. Jason se lanzó sobre los rollos. Traté de mantener mi voz casual cuando le pregunté en qué trabajaba cuando sucedió el robo. »Trabajaba para un tipo. —Se encogió de hombros—. Soy herrero profesional. —¿Herrero? —No tenía ni idea de por qué la idea me gustaba tanto… o me sorprendía, pero entonces me había dado cuenta de que tenía manos ásperas. —¿Te gustan los caballos? —Él estaba sonriendo

73

—Crecí con caballos. Creo que es una cosa muy sexi para hacer… herrar un caballo. Estoy… quiero decir, ¿hay alguna oportunidad de hacer eso aquí en Oahu? Jason se enderezó en la silla. —Mi oficial de libertad condicional conoce a algunas personas en las islas de m{s afuera… ahora estoy confinado a Oahu. Conseguí un empleo en una tienda de alimentos en… Dios… voy a pronunciarlo mal… Lai’e. Jason lo pronunció La-i-ay, lo que es correcto. —Lo dijiste bien. —Sonreí mientras el camarero nos traía la cuenta y le pasé mi tarjeta de crédito. —¿Quién es tu oficial de libertad condicional? —Él me miró nervioso ahora—. No voy a investigar sobre ti. Le tomo la palabra a las personas hasta que me demuestran que no puedo. —Jason me sonrió lenta y perezosamente. —De hecho confío en ti. —Hizo una pausa—. Hector Crawford es mi hombre. —Hummm… creo que no lo conozco. ¿Cada cu{nto tienes que reportarte a él? —Tres meses. —Entonces puedes ir a alguna otra isla. —A menos que encuentre una buena razón para quedarme.

74

Fuimos a retirar el auto de los chicos del valet parking. Por la fuerza del hábito, puse mi mano en la cintura de Jason mientras abría la puerta para él. Medio esperaba que se alejara, pero no lo hizo. Cerré la puerta, corrí alrededor del auto hasta la otra puerta y cuando cerraba la puerta su mano se posó sobre la mía en la llave de arranque. —Eres un hombre muy atento. —Gracias. —No… gracias a ti. Me siento… —suspiró y empujó mis anteojos de sol de vuelta en su cara. Conduje lentamente temeroso de que cualquier movimiento brusco pudiera detenerlo de compartir un poco más de sí mismo. —Me siento confundido… pero no estoy incómodo contigo. No tengo miedo de darte tiempo. No tuve ninguna experiencia con hombres hasta que fui a la cárcel. Y entonces fue… forzado. No fue una buena experiencia. —Lo siento, Jason. —Estaba sorprendido de que me dijera esas cosas.

75

Se encogió de hombros. —El tipo que me consiguió al final no era tan malo. —Lo siento. —Dije de nuevo, sintiéndome horrible por él. Condujimos pasando Diamond Head y Honolulú nunca se vio más hermosa. —¿A ti siempre te gustaron los hombres? —Bastante. —¿Qué, nunca jodiste una mujer? —No, no realmente. Seré honesto. Supe desde el principio qué era y lo que quería, y no tuve problema con ir por ello. —Seh. Me di cuenta. —Estaba sonriendo ahora. Su mano se apoyó en la parte de atrás de mi cabeza—. Estaciona allí. No tenía problema con ello tampoco. Tan pronto como no hubo riesgo para desviarme, lo hice. Su mano estaba todavía en mi nuca cuando apagué el motor. Me volví para mirarlo de frente, pero él ya estaba allí. A través de las sombras pude ver que tenía sus ojos cerrados y quise que este fuera el mejor beso que tuviera en su vida. Nuestros labios se encontraron y pude sentir el guiso de puerco Kalua y sal en su lengua cuando su boca se abrió a la mía. Gemía mientras nuestras lenguas se acariciaban. Su boca permanecía abierta y su lengua respondía a cada

76

lamida mía. Fue hermoso, placer espontáneo y estaba sorprendido de cuánto sentimiento ponía en los besos. Su lengua se movía dentro de mi boca y sostuve su cabeza entre mis manos. Nuestros lánguidos besos pronto se convirtieron en un ataque boca a boca. Por largos, largos momentos, nos besamos y chupamos la cara del otro hasta que al final él se retiró y apoyó la cabeza en el apoyacabezas del asiento. —Mierda. Nadie me había besado así antes. Y estaba sobre él otra vez, sin darle oportunidad de recuperarse. Sus manos sostuvieron mi cara y murmuró contra mi boca. —Llévame a casa. —Claro… por supuesto. Yo… lo siento. —No. —Arrugó el ceño—. Llévame de vuelta a tu casa. Él no tuvo que repetir esa petición. Conduje casi a 150 kilómetros por hora, pidiéndole a Dios que no cambiara de opinión, o peor, que Benny me llamara y me asignara otra tarea. Llegamos a Turtle Bay en treinta minutos. Estacioné el auto y corrimos hasta dentro del condo. —¡Espera! —Jason corrió de vuelta al auto—. Quiero traer mi nueva mascota.

77

Hombre. Estaba realmente temeroso de los ladrones. Abrí el auto y sacamos el perro de juguete. Subimos las escaleras de madera de mi condominio. Lo vi leyendo el cartel casero de mis arrendadores que pusieron en el frente de dejar los zapatos antes de entrar y los pateamos antes de entrar. Por fin lo tenía dentro. Por un momento sólo miró el brillante, abierto y gran espacio. Miró hacia la derecha y vio al gato enroscado en mi cama. —No lo molestemos. —Sonrió. —Hay otro dormitorio subiendo las escaleras. —Grandioso. Lo conduje por las escaleras, mi pene tan duro ahora que pensé que me podía venir antes de llegar arriba. Él sacó su perro de la bolsa y lo puso en mi escritorio. Me encontré complacido de que su pene estuviera tan duro como el mío cuando me moví hacia él. Nos sacamos las camisas y las medias. Al final lo tenía con sólo su ropa interior. Me arrodillé delante de él y chupé su pene a través de sus Calvins. —Oh, eso es tan bueno. —Suspiró, mirándome volverme loco mientras su pene rogaba por la liberación. Chupé y acaricié con mi lengua su gran pene todo el camino hasta sus bolas y de vuelta hasta su vara. Era una

78

vista cautivante. Él ya no podía aguantar más. Su cuerpo se movía impaciente mientras daba un paso alejándose de mí, tirando de su ropa interior para sacarla. Sus caderas avanzaron hacia mí, dándome completo acceso a él. Su pene directamente hacia mis labios y supe cuánto quería una mamada. —Acuéstate. —Le mandé. Saqué los cobertores de la cama. No había usado esta cama para nada desde que me mudé aquí pero cambiaba las sábanas todas las semanas por las dudas de que recibiera alguna mítica visita. Quitándome mis propios pantalones, lo vi mirando mi pene. Sus manos se movieron tentativamente hacia mí y realmente pensé que me venía cuando sentí esas callosas manos sobre mí. Lo llevé gentilmente hacia atrás en la cama y en un momento, me incliné sobre sus piernas. Él parecía estar quemándose. Tomé su pie izquierdo y lo besé, moviéndome

hacia

arriba

por

su

muslo.

Lo

traje

rápidamente con mi boca y se volvió quietamente loco mientras se hundía en mi garganta. —Abre las piernas, corazón. —Me jugué el todo por el todo, compensando el almuerzo que apenas comí. Mientras más y más profundo lo lamía, más abría sus piernas para mí. — Quiero joderte tanto, pero no tengo ninguna goma. —Sólo… mételo…—Dijo con voz rasposa. Trabajé en su pene y sus bolas por un poco más. Su ano palpitaba frente a mi cara. Me tomé el tiempo de poner

79

la cabeza de mi pene sobre su culo y rozarlo una y otra vez contra su entrada, esperando por el momento justo. —¿Qué es lo que te está tomando tanto tiempo? ¿Por qué no simplemente lo metes? —Quiero atrasar tu orgasmo todo lo posible. — Murmuré y me incliné para besarlo. Me sorprendí en ver lo tenso que estaba—. Mi Dios… Jason, ¿tienes miedo de mí? —Sólo hazlo. —No. Quiero que me quieras. —Te quiero. Yo… sólo… —¿Sólo qué, corazón? —Nunca me vine de esta forma, y quiero venirme tanto. —¿Tú nunca te viniste teniendo el pene de un hombre en tu trasero? —Él negó con la cabeza, lentamente y me senté sobre mis talones—. ¿Tu hombre en la casa grande no te jodió suficiente? —Cada día… —Espera… él te… ¿él te hacía venir? —Jason levantó la cabeza y había lágrimas en su rostro. —Él me masturbaba a veces… pero nunca fue como tú. A él le gustaba la sensación de control y dominación,

80

diciéndome un montón de mierda. Nunca me vine en su boca… siempre en su mano… o su pecho… —¿Él te jodía y nunca te hizo venir como una puta en celo con un pene dentro de ti? Jason es donde está el mejor orgasmo. Un hombre acariciando tu próstata con un caliente y duro pene. No hay sensación que se le compare. —Si tú lo dices. —Oh, yo lo digo. —Me incliné y empecé por raspar, besar su boca, su cuello y su pecho, hacia abajo por su abdomen y cuando lamí su culo, se retorció de placer debajo de mí. Finalmente lo tomé porque sabía que estaba preparado. Estaba decidido a hacer que este fuera el gran orgasmo de su vida. Me sentí en éxtasis cuando me moví dentro de él bastante fácil. Estaba acostado debajo de mí y por fin sentí la tensión abandonando su cuerpo. Supe entonces que había sido jodido como una muñeca de trapo, nunca tiernamente. Besé sus ojos, acaricié sus hombros y sus brazos. Lo sentí relajarse aún más y más. Le gustaba lo que estaba haciendo, su cuerpo se movía junto con el mío en una hermosa respuesta a todo lo que le estaba haciendo. Enterré todo mi pene y empecé a meterlo y sacarlo, amando la forma que su cuerpo se ondulaba para mí. Supe cuando golpeé su punto dulce porque toda su cara cambió. —Oh… oh Dios mío. —Mmmm… Creo que encontré la próstata.

81

—Oh… oh… ¿qué carajo es eso? Oh… lo puedo sentir a través de todo mi cuerpo. Su cuerpo empezó a temblar violentamente y seguí con el mismo ritmo, sabiendo que lo estaba enviando a su propio paraíso tropical. Él se aferró a mi trasero. —Oh… oh Mingo… no pares. Por favor… por favor, jódeme. Levantó su trasero hacia mi ingle y continué golpeando su próstata con la misma firme presión hasta que se vino tan fuerte que pensé que nunca se detendría. Sus piernas temblaron contra mis brazos, los cuales sostenían sus rodillas contra su pecho. Sólo continuó viniéndose y viniéndose y yo seguí jodiéndolo hasta que finalmente dejó de moverse. Sus ojos permanecían cerrados, su pene todavía duro. Sentí los músculos de su trasero contraerse alrededor de mí. No pude evitarlo. Empecé a venirme y él abrió los ojos de par en par. —Mingo… oh Dios… eso fue… Increíblemente, empezó a lanzar chorros de nuevo y dejamos salir gemidos de libre pasión contra la boca del otro. Lágrimas rodaban por su cara. —Eso fue…

82

Me incliné hacia él, sin apoyar todo mi peso sobre él. Sus nublados ojos se abrieron y me miraron. —¿A ti también te gusta ser jodido, Mingo? —Sí —murmuré, mi boca cerrándose sobre su ojo izquierdo dónde todavía rodaban las lágrimas. Besé su cara una y otra vez, mi pene todavía palpitando dentro de él. Gimió y al final, cuando supe que estaba listo, me salí de él. Se acomodó entre mis brazos, temblando. Lo abracé hasta que escuché su respiración hacerse pesada contra mi pecho y yo, también, sabiendo que él estaba a salvo, me dormí, su cabeza atrapada contra mi mentón.

Nos despertó un ronroneo. Oreo se había puesto sobre nuestras cabezas. Perdimos unas cuantas horas, juzgando por la oscuridad del anochecer. Jason se despertó riendo y lo solté besándolo. —Tengo que revisar mis mensajes. ¿Quieres esperar en la cama por mí? Asintió, volviendo debajo de los cobertores. Dejé mi mano pasear desde su cabeza hacia abajo por su cuerpo y él gimió. Oreo se apuró en ocupar el hueco que dejaba atrás y deseé trepar de nuevo junto a ellos. Jason abrió un ojo y

83

atrapó mi mirada nostálgica, sacó una mano de debajo del cobertor y me llevó de vuelta a la cama. Yo era un hombre ocupado, con llamadas para hacer, cosas que hacer, pero no me importó. Acostado en esa cama, cabeza a cabeza con Jason, y con el feliz gato acurrucado entre nosotros, nada más importaba. —¿Crees que el perro y el gato van a llevarse bien? — Me preguntó, su voz ronca por el sueño. —Seh, corazón, lo creo. —Me estiré y lo besé y con su frente pegada a la mía, nos volvimos a dormir.

Era oscuro cuando me desperté la segunda vez y estaba solo en la cama. Jason y el gato se habían ido, pero me animó ver al perro todavía en mi escritorio. Luz se filtraba desde abajo por la escalera. Me puse unos shorts y seguí las luces. No había señales de ellos abajo. Un sonido vino desde la puerta del frente. Jason estaba entrando completamente vestido, el gato filtrándose entre sus piernas. —Oreo necesitaba hacer pipí. —Sonrió, tímido ahora, parecía no saber dónde mirar. —Odio despertarme y no encontrarte a mi lado.

84

Su sonrisa se convirtió en una risa. —Dejé el perro para que te haga compañía. —Él no eres tú. —Arrugué el ceño y él se inclinó y me besó. Jason tomó aire profundamente. —Noté que tienes un baño. ¿Está bien si tomo uno? —Por supuesto. Como si fuera tu casa. Realmente tengo que chequear mis mensajes. Tómate tu tiempo, y luego podemos cenar algo. —¿Quieres cenar conmigo? Quiero compartir cada comida contigo. —Sí. ¿Qué te gustaría? ¿Quieres quedarte aquí o vamos fuera? —Me gustaría quedarme, pero no soy cocinero. —Entonces sé exactamente qué haremos. Tú tomas tu baño y cuando estés listo vamos a buscar los mejores langostinos de la ciudad y volvemos y nos relajamos. Sus ojos se iluminaron. —¡Genial! —Se dirigió al baño. —Espera un momento. Hay un precio para usar el baño.

85

Recelo se reflejó en sus ojos. Fue sólo un momento, pero estaba allí. —¿Qué precio? —Otro de tus increíbles besos. —Se movió directo hacia mis brazos y sentí su pene endurecerse contra mí. Sep… yo le gustaba también. Pasé una mano sobre su trasero cuando caminaba alejándose de mí y corrí escaleras arriba. Benny me llamó a mi celular justo cuando lo tomé para leer mis mensajes. —Recibí una llamada justo ahora. Los policías están informando a la prensa sobre el contenido de las cámaras de seguridad de la juguetería en las noticias de las diez. — Mirando mi reloj, vi que eran las siete—. Fue visto conduciendo el auto de Nadine la primera vez, y la segunda vez, un coche diferente, sin placas. Se ve bien para nosotros… muy mal para Nadine. Hiciste un gran trabajo hoy, Mingo. —Sólo estaba haciendo mi trabajo. ¿Encontraron algo más? —Nuestro cliente todavía está en la cárcel. Todavía no lo puedo sacar, pero después de la identificación del tipo de la cámara de seguridad de la juguetería, quizás pueda. —Pensé que lo querían llevar a Wisconsin.

86

—Ellos quieren, pero un cargo por homicidio sienta precedente. Puedo sacarlo de la cárcel, con suerte, después del juicio. Escuché un ruido escaleras abajo. Viviendo en el más tranquilo vecindario en el mundo libre, y viviendo solo, me doy

cuenta

silenciosamente

de por

todo.

Jason

abajo…

estaba

¿estaba

merodeando

escuchando

mi

conversación? Sin perder el ritmo, seguí hablando con Benny y me asomé sobre la baranda de mi loft. Jason estaba allí parado e incluso se sobresaltó cuando me vio. —E… Estoy sintiéndome solo ac{ abajo. ¿Te falta mucho para unirte a mí, Mingo? —Benny, me tengo que ir. —¿Tienes un hombre en casa, Mingo? Mierda. ¿Cómo logras anotar aquí, en el culo del mundo? —Sólo tengo suerte, creo. —Terminé la llamada y seguí a Jason al baño. —¿Interrumpí tu conversación? —Seh. Pero esto es más importante. —Dejé caer dulces besos en sus labios y rocé sus tetillas. Oh, a él le gustaba eso. Amaba jugar con las tetillas y me sentía complacido con saber que él disfrutaba del juego de chupar y lamer. Me

87

bajó los shorts y mi duro pene saltó libre. Lo guíe dentro del baño, lleno con pompas de jabón. »Temperatura perfecta, Jason. —Sonrió, pero sabía que estaba nervioso. Lo excitaba y lo aterrorizaba al mismo tiempo. Estar encerrado debió ser una horrible experiencia. Quería colmarlo de atenciones—. Date la vuelta, corazón. Dubitativamente lo hizo y empecé a lavarle la espalda. Esparcí agua jabonosa sobre él y pasé mis manos y la esponja por todos lados. Sabía que estaba trabajando suavemente para relajarlo. Se apoyó más cerca de mí y empecé a trabajar en sus hombros y su pecho. Su pene se asomó por encima del agua y las burbujas y lo tomé por el costado, y dejé que mi mano trabajara en su pene y sus bolas. Cuando vi que estaba bien y preparado, me moví a su alrededor y él se reclinó, instintivamente sabiendo que lo necesitaba en mi boca. —Sostente, corazón. —Susurré y él se agarró de los lados de la bañera mientras mi cálida boca descendió en su pene. Gimió fuerte cuando lamí su cabeza y su vara, sosteniendo sus bolas en mi mano. Me acomodé, así que quedé arrodillado en frente de él. Tomé su trasero en mis manos mientras me alimentaba de él. Jason salpicaba el agua mientras daba lo mejor de mí para satisfacerlo. Mi pulgar se movía hacia su ano y lo acaricié hacia adelante y hacia atrás en círculos mientras tragaba su pene hasta la raíz. Casi voló fuera de la bañera cuando se vino con

88

frenesí. Lo sostuve contra mí, no una tarea fácil cuando estaba temblando espasmódica, y al final se calmó. Seguí acariciando su trasero, su pene se ablandó en mi paladar. Gimió cuando lo liberé. Besé la punta y se reclinó, sonriendo, sus ojos todavía cerrados. En su alma, sabía que seguía viniéndose, y entonces tomé su pie, el que estaba en el borde de la bañera, el otro estaba apoyado sobre los azulejos. Movió sus piernas para envolver mi cabeza y me llevó hacia él. —¿Cómo demonios se supone que voy a volver a las mujeres después de haber estado contigo? —¿Quién dice que debes? —Lo miré fijamente a los ojos, sus secretos muy cerca de la superficie. Él los cerró, no deseando esta clase de intimidad y me moví hacia atrás. —Oh, no lo hagas. —Sus piernas mantuvieron mi cuello bien sujeto—. Hay un precio que pagar por ataques por sorpresa en las bañeras. —¿De veras? ¿Y qué es eso? —Quiero uno de tus increíbles besos. Oh, él podía tener uno de esos muy bien. Consiguió un montón de ellos, de hecho. Estaba reticente de vestirnos y dejar el condominio. Oreo saltó entre nuestras piernas. Era una criatura de la noche y raramente le gustaba estar dentro una vez que el sol se ponía, pero si llegaba tarde,

89

usualmente esperaría por mí. No estaba preocupado por los depredadores en los bosques circundantes. Nunca dejaba el complejo y no era amigable con otros humanos. Estábamos de algún modo unidos, no éramos camaradas, pero como se dice, hasta las naciones llegan a acuerdos. Nunca lo vi fuera en el camino. Su único enemigo podría ser alguna vaca perdida que, de alguna manera, arremeta contra la abandonada franja de pasto cruzando el camino y que estaba lentamente perdiendo cada hoja de él, pero nunca vi a Oreo allí. —¿Adónde va? —me preguntó Jason cuando bajaba alegremente por el camino hacia el océano. —No lo sé, pero a veces viene con aroma a incienso. — Él rió. —¿Él no te dice cuando le preguntas? —No. Él es un poco como tú. Juega sus cartas sosteniéndolas cerca de su pecho. Él se partió de irsa. —Mingo, ¡eso es divertido! —Me alegra que lo creas. —Pretendí resoplar. —Hey, ¿puedo pedirte prestadas tus sandalias? — Señaló el par en la parte de afuera de mi puerta. —Por supuesto que puedes. —¿Estarán mis zapatos seguros en la parte de afuera de tu puerta? —Chico, qué desconfiado ex-ladrón era.

90

Él se deslizó dentro de ellas y me pareció que estaba verdaderamente relajado. El sexo apasionado puede hacer eso por ti. Me estaba sintiendo como un adolescente enamorado. Me recordaba a mi primer novio cuando estaba en la escuela. Podría haber hecho cualquier cosa por él… y usualmente lo hacía. Kaolin era el que últimamente tenía esa influencia en mí, también, pero tenía la sensación dentro de mi corazón de que mi pasión por Jason no era unilateral. Sostuve la puerta del auto abierta para él y súbitamente tuve la sensación de ser observado otra vez. No pude ver ninguna señal de vida humana mientras corría hacia el lado del conductor. Estaba aliviado cuando la autopista Kam estuviera envuelta en oscuridad excepto por las luces de mi coche mientras conducía los dos kilómetros al oeste hacia Giovanni’s Shrimp Truck. Jason se veía estupefacto cuando salimos del auto. —¿Realmente vamos a comer aquí? —Bueno, pensé en comprar la cena aquí y comerla en casa. ¿Está bien eso? —Supongo… ¿dices que los mariscos son buenos aquí? —¿Buenos? Son increíbles y éste es el mejor camión en la autopista. —Tomaré tu palabra en eso.

91

Ordenamos medio kilo de gambas con coco, medio de gambas con ajo, gambas fritas cubiertas con jengibre y un par de ensaladas. Él llevo las cajas de nuestra comida en su regazo cuando volvíamos a casa. Oreo estaba esperando por nosotros. —¡Él ha vuelto! —Jason estaba eufórico por verlo. Esperó por él hasta que llegó al umbral y echó una mirada al reloj de la cocina. —Es hora de Dog, the Bounty Hunter en la televisión. ¿Podemos comer en el sofá mientras lo vemos? —Claro, ¿por qué no? —Pensé que era adorable que supiera a qué hora era emitido el programa. Yo, apenas miraba la televisión. Cuando preparaba grandes bandejas para nuestra comida marina y destapaba dos botellas de cerveza Primo, estaba feliz cuando vino a la cocina para ayudarme a llevar todo. —Oh, Dios… esto es increíble. —Tomó su primer bocado de gambas con coco. Y se volvió salvajemente glotón. Disfruté mirándolo comer con ese deleite. —No tenía idea… he visto esos camiones durante dos semanas y hubiera podido estar comiendo de ésta manera…

92

Se inclinó y colocó una de las gambas sobre mis labios y lo mordí. Demolimos la comida, chupando los dedos del otro. —Nunca pensé que estaría haciendo esto con otro hombre. —Sonrió, chupando mi dedo índice derecho. En la televisión, Dwayne “Dog” Chapman, el m{s temido y venerado cazador de recompensas de Hawaii, estaba relatando su vida como un criminal convicto y cómo una acusación de asesinato resultó volver su vida de cabeza. —Desearía haberte conocido cuando estaba en medio de mierda. —Jason se veía emotivo cuando se volvió a mirarme. —Jason, hubiera deseado haberte conocido, también. —¿Me hubieras ayudado? —¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que te hubiera ayudado. —Él sonrió. —Justo como ayudaste a Kaolin. —Me encogí de hombros. —Escucha, creí en él cuando dijo que era inocente. No fue f{cil cuando caminó dentro de mi oficina… —¿Dónde está tu oficina? —En Honolulú. No había estado en mi oficina ni una hora cuando él apareció pidiéndome ayuda. Era un hombre

93

quebrado. Resultó que me estaba diciendo la verdad. Todos los cargos fueron retirados, pero los federales hicieron un gran escándalo. Todavía no me has dicho qué has hecho, pero hubiera podido ayudarte. —¿Y Kaolin no te ha llamado para pedirte ayuda? —No, te dije. ¿Por qué necesitaría llamarme? —No lo sé… Dios, ¡está celoso! »Tú eres un gran tipo, Mingo. ¿Puedo preguntarte algo? —Puedes preguntarme cualquier cosa. —¿Era tu… vida sexual con él lo mismo que conmigo? —Umm…—Hombre, me estaba desalentando. Hablar de mi ex-pareja no nos iba a acercar más. Él estaba poniendo a Kaolin en el sofá justo en medio de nosotros—. Eso creo. Supongo que él no estaba de acuerdo conmigo. Abrió su boca para hablar. »Ven aquí, Jason. —Dudó y le rogué—. Por favor, por favor ven y mira este estúpido programa de televisión conmigo. Ven y déjame abrazarte, sabiendo que preferiría estar en la cama contigo antes que ver a ese tipo en sus apretados pantalones de cuero limpiando Waikiki de un drogadicto a la vez.

94

Él se rió y se inclinó hacia mí. —¿Crees que Dog es caliente? —Se acercaba más y más mientras mirábamos el programa. —Seh, ¿tú no? Él me dio una mirada incómoda. —No. —¿Entonces por qué estás mirando esto? —Lo miro porque quiero ver cuando las tetas de la vieja se salgan del top. ¿Has visto alguna vez unas tetas tan grandes? —Sí, de hecho las he visto. Lo que la esposa de Dog tiene son tetas hawaianas. Mi madre tiene un par justo como ella. Él rió. »Es verdad. —¿Ella vive en Oahu? —Antes, sí. —Me dolió ver qué rápido abandonó la isla. —¿Tema delicado? —Ella se mudó al continente con un tipo del ejército. Miserable como el infierno. Así que tú ves, un par de… felices almohadas, como ese tipo las llamaba, no es la

95

respuesta a todo. —Miré hacia él que estaba apoyado en mi hombro—. ¿Qué hay de ti, te has casado alguna vez? Él asintió. —Ella se divorció de mí cuando fui a la cárcel. —Lindo. —¿Verdad? Él puso su pie sobre la mesa justo sobre el mío. Mi yo interno que es un buscador de ternura suspiró extasiado. Mi yo externo buscador de hombres no podía mantener sus manos o boca fuera de su afeitada cabeza. Sólo me mantuve acariciando y besándolo. Terminamos nuestras cervezas y él saltó alejándose de mí. —Voy a conseguir otras. —Corrió a la cocina. Esperaba que se sentara en la silla o en el sofá lejos de mí, pero volvió a acomodarse en el círculo de mis brazos, colocándolo a su alrededor. »Mingo… me gusta la forma que me acaricias. Él suspiró sobre mi cuello. Me sentí mareado por este momento de total felicidad. Fuimos a través de un episodio tras otro de Dog y sabía que las cosas estaban a punto de volverse

amorosas.

Volvió

la

cabeza

hacia



y

comenzamos a besarnos. Se estaba volviendo cada vez mejor en el arte de dar y recibir besos de un hombre.

96

—Sé que estás por preguntarme si el tipo de la cárcel me besaba. —¿Cómo supiste? —Mi boca deambulaba por su cara. —Soy un poco psíquico, ya sabes. —Oh, ¿de veras? ¿Y qué te dice tu intuición acerca de lo que quiero hacerte ahora? —Tengo mis sospechas, pero ¿por qué no me muestras? Esta vez reí y lo atraje hacia mí. Él estaba de humor para el amor, eso seguro. Lo acosté en el sofá y comencé lentamente la seducción de Jason. —Tú eres el hombre más sensual que he conocido. — Sonrió. —Eso no es difícil después de lo que has pasado. Y siento mucho todo lo que te ha pasado, cariño. Sus manos tocaron mi cara. —Gracias. Dejé a mi boca moverse donde quería y también lo hizo él. Tomé su camiseta y acaricié su pecho con mi lengua. Me moví hacia abajo por su abdomen. —Oh, eso es bueno. —Luchó contra la sensación.

97

Continué con mi ataque oral. Le gustaba. Su pene empezó a endurecerse en sus pantalones y llevó sus manos al cierre, sabiendo que estaba en buenas manos… y en una verdaderamente

hambrienta

boca.

Me

amamanté

alegremente de él por un minuto. Sentí su mirada sobre mí mientras recorría abajo y arriba de su vara. De repente recordé qué hora era. —Tenemos que ver las noticias, cariño. —Noooo… me gusta lo que me est{s haciendo. Puse un gran beso en la cabeza de su pene. —Y todavía voy a hacer esto pero hay algo que debo ver. Sus manos tocaron mi cara de nuevo y con dedos dudosos acarició mis labios y mejillas. Sabía que quería mi boca sobre él otra vez, y yo quería lo que él quería, pero navegué a través de los canales hasta que encontré las noticias de la tarde. —¿Qué es tan importante, Mingo? —Nada tan importante como tú, sólo… Mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando vi la cinta de vigilancia, las mismas imágenes se repetían una y otra vez dentro del Toys R Us. Era un hombre vestido con shorts cargando un gran saco de juguetes. No era mi cliente, Mitch Tyler, gracias a Dios. El hombre me parecía conocido, creo.

98

Lo había visto en algún lugar… parpadeé y miré fijamente la pantalla de nuevo. El pene hambriento de mi hombre apareció delante de mi cara. Le besé y entonces recordé. Me senté. —Sé dónde lo he visto antes. —¿Dónde? —Jason susurró. Lo miré. ¿A quién debía llamar primero? ¿A Benny o a los policías? Corrí por las escaleras para buscar mi teléfono móvil. —¿Qué está pasando? —Jason preguntó. Llamé a Benny. —Mingo. —Sonaba aliviado—. No puedo creerlo. ¿Es quién creo que es, verdad? —Seh. El maldito encargado de la residencia Tyler.

99

—Quédate aquí y espérame. Querido, no voy a tardar mucho. —Le estaba rogando a Jason. Pero él se estaba acomodando los pantalones y tenía una expresión hostil en su rostro. —No. —Lo siento. Es trabajo. —Trabajo divertido. —¿Estás jodiéndome? ¡Estoy en medio de una investigación de asesinato y acabo de identificar al asesino! Se encogió de hombros. —Entonces eres un contador forense que está jugando al policía y asumes que ese tipo es el asesino. Él podría haber encontrado los juguetes en la basura y tomarlos pensando que podría hacer algún dinero. Ahora no era el momento para que mi paranoico exladrón se pusiera de parte de un sospechoso de asesinato. Necesitaba ir a recoger a Leilani, quien tenía al tipo filmado. Ella estaba en el teléfono celular diciéndome que había

100

tomado un par de cervezas, estaba lejos de estar borracha, pero realmente no debería conducir y Benny necesitaba la filmación. —Estoy saliendo para recogerte. —Le dije por décima vez. —Mi novia está realmente enojada. —Leilani sonaba histérica. —También mi novio. —Ella dudó. —¿Deberíamos llevarlos con nosotros? —¿Quieres venir conmigo? —Le pregunté a él. Su cara mostró shock total y luego incertidumbre. —¿Quieres que vaya contigo? —Si eso pone una sonrisa en tu cara, seguro. —Si quieres poner una sonrisa en mi cara, llévame a la cama, señor. —Lo haré… tan pronto como pueda. Lo prometo. —¿Sabes qué? Llévame a mi casa. De todos modos estoy cansado. —Bien. Hizo una gran demostración poniéndose los zapatos en la parte de afuera de la puerta. Vean, hablo en serio, no me estoy quedando. Me estoy yendo a casa. Él estaba loco si creía

101

que tenía la fuerza de discutir esto. Recién había sido mordido por el peor león de la manada. Jason era un amateur al lado del maestro de la manipulación, Kaolin. —Dejé mi perro arriba. —Él está seguro aquí. —No. Quiero llevarlo a casa conmigo. Me encogí de hombros. —¿Puedo ir a buscarlo con los zapatos puestos? —Por supuesto. —Se fue y escuché una fuerte bocina. Entrecerré mis ojos para mirar el estacionamiento y ver a la novia de Leilani al volante de su Prius, tocando la bocina como una loca desde la puerta de seguridad. A nadie le gusta el ruido en esta parte de la isla. A nadie. El guardia de seguridad que patrulla el campo en bicicleta fue derecho hacia ella. Jason salió del condominio y Oreo, que desarrolló un pánico de cualquiera en uniforme, salió disparado corriendo entre nuestras piernas, desde cualquier lugar directo hacia dentro. Jason me miró. —Necesitamos conseguir una caja de arena para Oreo. Nosotros. Oh, este tipo sabía cómo enviarme a mi propio paraíso tropical. Podía escuchar el fuerte argumento entre Leilani y el guardia de seguridad.

102

—Lo sé, cariño. Pero ahora tenemos que irnos. Hay dos lesbianas amotinadas armando un alboroto. —¿Pero, lo haremos? Le conseguiremos una. —Por supuesto que sí. Tenemos que ser cuidadosos. Supuestamente él no debería estar aquí. —Seh, vi el cartel la primera vez que vine. Así fue que supe que debía tenerte, Mingo. Tu eres increíble. —Mierda. —Lo presioné contra la pared con mi cuerpo y lo besé. Nuestras lenguas se enredaban juntas dentro de nuestras bocas. Su pene estaba tan duro… —Sé que… —Suspiró cuando lo solté. Corrimos escaleras abajo y encontramos a Leilani y su novia furiosas en el auto. —Dígale que la próxima vez mantenga el ruido al mínimo. —El guardia de seguridad me advirtió. —Por supuesto. No hay problema. Lo siento, Steve. — Jason y yo nos deslizamos dentro en el asiento trasero y Leilani, ahora sentada detrás del volante, se volvió y me miró—. Pensé que habías bebido mucho para conducir. — Le recordé. —No. Me siento mejor. —Ella estaba mirando a Jason totalmente excitada—. Hola, soy Leilani. Leilani Squires. — Ella le extendió la mano y, después de una breve duda, él la tomó.

103

—Jason. —Ella alzó una ceja. —¿Jason qué? —Sólo Jason. —Decirme tu nombre no significa que me deberás un riñón para trasplante ni nada, Sólo Jason. Vamos, juega gentilmente. —Jason Strand. —Se veía muy contrariado por tener que revelar su nombre. —Oh, qué mal, Jason. Ahora que sé todo tu nombre vamos a ir en serio. Él sonrió, alejando su mirada de ella. »¡Oh! Lo hice sonreír. Es un mofo caliente, Mingo. ¿Dónde lo encontraste? La mirada de Jason me encontró mientras Leilani miraba atrás hacia mí por encima de su hombro. —En la pastelería. —¿De veras? Voy a volver mañana por la mañana a quejarme. Las únicas ofertas que consigo es pan de ayer y postres. Jason rió.

104

—Soy Lucy Leong, la novia de Leilani. —La belleza isleña de cabello negro que tenía a Leilani fascinada se dio la vuelta para tomar la mano de Jason. —Hola. —Él estrechó su mano y se acomodó bien atrás en el asiento, y se apiñó contra la ventanilla. —Deberíamos irnos. —Miré mi teléfono celular en la semi-oscuridad. Eran las once y veinticinco de la noche. —Muy bien. —Leilani condujo fuera de la entrada para autos y nos dirigimos hacia el oeste por la autopista. Le toqué el hombro. —Jason no viene con nosotros, quiere que lo dejemos en su casa. Está a casi dos kilómetros. Te dejaré saber dónde. —No, Jason cambió de parecer. Él viene con nosotros. —Él

me

miró,

luego

alejó

su

mirada

otra

vez,

presionándose los ojos con los dedos. —Oh, es como una cita doble. —Lucy puso su mano en el muslo de Leilani y en la parpadeante luz de la luna, atrapé las tontas sonrisas en sus caras. Jason suspiró. —He pasado más tiempo con Mingo hoy de lo que he pasado con cualquiera en toda la semana.

105

—¿Es

eso

bueno

o

malo?

—preguntó

Leilani,

acelerando. —No sé. Dios… estaba metido en mis propios asuntos, y él aparece en mi vida… —él sacudió la cabeza—. Sabes qué… pens{ndolo bien, mejor déjenme. La ola de frío que de pronto emanó de él me dio escalofríos. Tío, este tipo tenía un serio problema emocional, como una montaña rusa. Mi garganta se apretó cuando le guiaba a Leilani. —Por ahí, a la izquierda. Sólo estaciona en la entrada. Estacionamos y las chicas no dijeron nada mientras él se bajaba del auto. —Gracias. —Cerró la puerta y caminó hacia la oxidada y vieja entrada. Suspiré sin darme cuenta, agradecido de que las chicas no comentaron nada cuando Leilani condujo en reversa y dejó que algunos rápidos automóviles nos pasaran. Un golpe en la parte de atrás del auto nos sobresaltó a los tres. Miré por la luneta y vi que era Jason. La expresión en su cara era de angustia. Estirándome sobre el asiento, abrí la puerta. —Entra. —Lo traje hacia mí y me sorprendí de ver lágrimas en su cara. Tomé su cara entre mis manos. Parecía amoldarse a mí mientras besaba sus miedos y tensiones.

106

Deseé poder darle lo que necesitara, una lamida de todo el cuerpo y algo que le volara la cabeza, pero por la forma en que su boca buscaba la mía, supe que el contacto era suficiente… por ahora. Lo acosté sobre su espalda en el asiento. Era tan difícil no sacarle los pantalones, pero me subí encima y nos rozamos uno con el otro. —Jesús, ustedes dos. Leilani me hizo reír. —No puedo recordar la última vez que estuve rozando así a alguien. —Sonreí y los demás rieron. Jason se sentó, tomando mi brazo y poniéndolo alrededor de él. Continuamos el recorrido así, dos hombres quienes se estaban enamorando… a pesar de todo… —Entonces, ¿qué conseguimos Jason y yo por venir con ustedes? En el noveno precinto Benny estaba esperando por nosotros afuera. —Quédate aquí, espera por mí. —Besé rápidamente sus labios. —¿Ese es él? ¿Ese es Kaolin? —¿Estás loco? ¿Kaolin? Jesús, Kaolin es uno de los tipos m{s calientes… —Leilani empezó. —De veras. —Los ojos de Jason brillaron.

107

—Que además es un idiota. —Leilani me envió una mirada culpable mientras nos bajamos del auto. Lucy se subió al asiento trasero con Jason y nos ignoraron cuando íbamos a hablar con Benny. —Él es un bicho raro, lo sabes, ¿verdad? ¿Tiene algún tipo de desorden de ansiedad? Quiero decir… nunca conocí a alguien tan nervioso. —Leilani estaba frunciendo el ceño y yo no tenía nada que decir a favor de él. —Están esperando por nosotros. —Benny se veía serio—. Recibieron un montón de llamadas. Su nombre es Miguel

Cortez…

parece

como

si

el

tipo

hubiera

desaparecido. Leilani le pasó la tarjeta de memoria y el cartucho del día de las tomas. —Conseguí unos muy buenos acercamientos. En la estación, la cual estaba excepcionalmente callada, el detective Chong estaba esperándonos. Nosotros lo saludamos, él saludó las tetas de Leilani. —Esto es grandioso. —Tomó las cosas que llevamos. Fuimos a cuartos separados para la entrevista, lo que no era fuera de lo común. Los tres firmamos declaraciones por separado que decían más o menos la misma cosa, estaba seguro.

108

Dos veces le conté a Chong mis recuerdos de lo que sucedió. Describí mi participación en la investigación. Cuando salí del cuarto de entrevistas, me sorprendí al mirar el reloj y descubrir que ya habían pasado dos horas desde que llegamos. Era una noche lenta y salí de la estación, estaba sorprendido de que era el único afuera. Eso significaba que Leilani y Benny estaban todavía adentro. Miré hacia el auto y me di cuenta que las ventanillas estaban empañadas. Oh Dios, no. Mi corazón se detuvo, pero algo me hizo arrastrarme hacia adelante. Podía escuchar el latido de mi corazón en mis oídos mientras me acercaba al auto y vi a la hermosa amante lesbiana de Leilani, chupándole el pene a Jason en el asiento trasero. Por un momento creí que estaba sufriendo un ataque al corazón y entonces escuché pasos detrás de mí. No. Esto no podía estar pasando. Leilani. —¡No mires! —Imploré, llevándola lejos del auto. Leilani estaba infatuada con Lucy. Esto podía matarla. Entonces oí sus risas. Lucy estaba histérica, cayendo fuera del auto, señalándome. —¡Tendrías que haber visto la expresión en tu cara! —¿Qué sucede? —La sorprendida mirada de Leilani cayó sobre el pene de Jason que no pudo volver a los pantalones suficientemente rápido—. ¡Oh, Dios mio!

109

—No mires… no mires. —La empujé lejos del auto y Jason corrió hacia nosotros. —Mingo… ¡era una broma! Ni siquiera fue mi idea. —Aléjate de mí. —Aparté su mano. —Oh Dios… Mingo. ¡Lo siento! ¡Lo siento! Él se empujó a mis brazos y me sentí enfermo, alejándome de él. —¿Está todo bien? —Benny estaba afuera de la estación ahora. —No. ¿Me puedes hacer un favor? ¿Puedes llevarme a casa? —¡Oh… Mingo! Por el amor de Dios. No hagas esto. Habla conmigo. —Jason estaba tratando de abrazarme de nuevo. Detrás de nosotros las dos mujeres se estaban pegando. Benny, Jason y yo nos detuvimos mirándolas intercambiar cachetadas hasta que la cosa empezó a ponerse seria. —¿Soy el único que se está excitando aquí? —Benny preguntó. Jason se apresuró y separó a las dos mujeres. Él tenía un buen y fuerte agarre y podía recibir algún golpe. Sobrevivió bastante bien al gancho derecho de Leilani y esa mujer golpea como un hombre.

110

Él me miró mientras Lucy se revolvía como un gato salvaje en sus brazos. —¿Quieres un golpe, también? —No. —Miré a Benny—. ¿Qué hay de eso? ¿Puedes llevarme? —No puedo… como que tengo una cita. —Él evitó mi mirada. Sabía que estaba viendo a Kaolin. Benny siempre fue el tipo al que recurría Kaolin. Sentí que el mundo colapsaba a mi alrededor. Lo atrapé con el policía. ¿Qué pasó con eso? »Mingo… por favor. Sólo dame un buen golpe. Terminemos con esto. Lo merezco. —Jason no podía dejarme en paz. Me sentía exasperado ahora. —No quiero golpearte, Jason. —Me subí al asiento trasero del auto y cerré la puerta. Jason corrió al otro lado del auto y se sentó a mi lado. Seguía mirándome. Me sentía devastado… humillado. ¿Por qué pensó Lucy que era gracioso verla chupándole el pene? Miré por la ventanilla mientras una llorosa Leilani encendía el motor. Lucy subió al asiento del pasajero al lado de ella. Su voz era un susurro cuando preguntó. —¿Quieres que yo conduzca?

111

Leilani apagó el motor y se bajó del coche. Lucy me miró con puro remordimiento y salió, también. El viaje a North Shore fue horroroso. Nadie habló. Quizás un día, si Leilani y yo pudiéramos encontrar lo gracioso de esto, podríamos reírnos, pero por ahora, ésta es una experiencia que no quería recordar. Nos detuvimos en la entrada de la autopista. —Lo siento. —Lucy estaba mirando a Leilani esas lágrimas no paraban de caer. La luz cambió a verde y el auto de atrás nos tocó la bocina. Leilani saltó fuera del auto antes que Lucy pudiera acelerar. Salté fuera, también. —¡Sólo vete! —Le grité a Lucy mientras Leilani se alejaba por la calle. Lucy no tuvo otra opción más que entrar a la autopista. Vi la horrorizada cara de Jason cuando fui tras Leilani.

—Di algo. Tomé mi chupito. —Perdona. Ya no tengo nada para charlar. Leilani suspiró y se apoyó en la barra. —Mi amigo y yo necesitamos otra ronda.

112

El barman negó con la cabeza. Leilani frunció el ceño. —Creo que hemos llegado al límite en Mac Bar. Es el único lugar que está abierto todo el día. Quizás debamos irnos mientras podamos mantenernos en pie. Mac estaba abarrotado y yo me sentía entumecido. Había bebido suficiente y empezaba a importarme un carajo cualquier cosa. De hecho, ni siquiera podía sentir los pies. —No creo que pueda estar de pie. —Mingo. Miré a mi derecha y allí estaba Jason. —Jesús… ¿cu{nto has bebido? —¿Qué te importa? —Oh, chico. Estaba borracho. Ni siquiera podía encontrar el resto de mi bebida. —Vamos. Vamos a casa. —Él puso su brazo alrededor de mí. Arrojé mi brazo a través de su hombro. —Me voy a casa solo. —Sentí que me tomó un año poder sacar esas palabras de mi boca, pero pudo haber sido tres. —Lo que digas.

113

Lucy había dejado el auto justo afuera del Hilton en Waikiki donde estaba el bar Mac. Leilani y yo nos desplomamos en el asiento trasero. Cerré los ojos y vi imágenes de Kaolin chupando al policía en nuestra cama. Los abrí y encontré a Jason mirándome fijamente desde el asiento delantero. —¿Cómo nos encontraron? —Leilani preguntó. —El barman me llamó. —Lucy parecía enojada—. No es que fuera muy difícil. Quiero decir, ¿dónde más podías ir? Nada más está abierto. —No es verdad. —Arrastré las palabras—. Par de bar gais. Leilani soltó una risilla y yo resoplé, riéndonos tan fuerte que ella empezó a llorar otra vez. —Eres lesbiana. —Mi cabeza colgaba hacia ella—. Las lesbianas no lloran. —Seh, tienes razón. Solo olvidándolo. Eso significa que tú no puedes llorar tampoco, Mingo, porque tú eres lesbiana, también. —Tienes razón. —Empecé a reír y de pronto estábamos pasando el túnel de la autopista hacia North Shore y Leilani, Lucy y yo levantamos las manos y rascamos el techo del Prius. —¿Qué estás haciendo? —Jason preguntó.

114

—Hacemos esto en Hawaii para la buena suerte. — Lucy le dijo. Sus manos se levantaron y comenzó a rascar también. Suerte. Seh, bien. Él estaba metido entero dentro de la mierda por lo que a mí respectaba…

115

—¿Vas a hablar conmigo? —No… —Fui dando tumbos hasta el dormitorio. Oreo me miraba desde la mitad de mi cama, parpadeando cuando prendí la luz. Traté de apartar las sábanas pero continuaba fallando—. Alguien puso algo en mi bebida, — murmuré, arrastrándome por la cama. —Creo que tú pusiste algo en tu bebida. Jason desató mis cordones, me sacó el calzado. Escuché que abría la puerta del frente y que la volvía a cerrar. Sentí sus manos en mis pies, sacándome las medias rudamente. Me dio la vuelta y me desabrochó el cinto sacándome los pantalones. No fue un gesto gentil. Tenía una expresión adusta en su cara mientras tiraba de mi camisa para sacarla. »¿Estás bien? ¿Piensas que vas a vomitar? —Preguntó. Sabía que estaba enojado. ¿Por qué estaba enojado él? —Estoy bien. —Bueno, voy a dormir en la cama de arriba. No quiero que estés solo esta noche.

116

—No. No… vete a casa. S’toy bien. —Me di la vuelta y me acosté boca abajo. El cuarto se inundó de un sinnúmero de colores desagradables. —¿Qué estás haciendo? No quiero ver cómo te vas. Cerré los ojos. Dolería menos si no lo veía. »Mingo… —Su voz sonaba lejana. Lo escuché levantarse y salir de la habitación. Apagó la luz y esperé escuchar el sonido de la puerta del frente abriéndose y cerrándose. No sucedió. Entré y salí de un intranquilo

sueño.

Finalmente

era

bien

entrada

la

madrugada cuando caí en un sueño profundo. Algo me despertó. Voces. Pude escucharlo hablar. Él estaba tratando de hablar despacio, pero aún así podía escucharlo. »Nada… absolutamente nada. No creo que tu información sea correcta. Eso es todo lo que te puedo decir. Mira, no puedo hablar ahora. Te llamo luego. Me moví hacia su voz. Estaba en la cocina paseándose agitadamente. Me acerqué haciendo lo posible por permanecer quieto y en silencio, lo vi hablando por teléfono. Nunca lo había visto hablar por teléfono celular. »Sólo para, ¿bien? Dije que te llamaría más tarde. — Repitió y cortó la llamada—. ¡Mierda! —Susurró y salió rápidamente de la cocina al living.

117

En el comienzo del amanecer, lo vi subiendo las escaleras del loft. Me hundí contra el muro. ¿Qué demonios estaba sucediendo? Me quedé ahí parado por un momento, entonces escuché el inequívoco sonido del teclado. ¡Estaba usando mi computadora! El sonido del teclado se detuvo y casi también mi corazón. Volví al dormitorio y lo escuché en las escaleras otra vez. Oh Dios, estaba viniendo para vigilarme. Logré volver a la cama y estaba desparramado en la cama para el momento que él llegó a la puerta. Lo escuché caminando suavemente dentro de la habitación. Se tomó su tiempo y eso me aterrorizó, sabiendo que estaba mirándome, estudiándome. Se acercó a mi cara y algún ángel guardián se paró y me protegió. Mantuve mis ojos cerrados, mi respiración en un ritmo regular. Parecía que me estaba dejando, entonces estaba de vuelta. Sentí su cara muy cerca de la mía, su respiración sobre mi mejilla. Creyendo que estaba dormido, se alejó hasta la silla que estaba al lado de mi cama. A través de mis pestañas de mis casi cerrados ojos, estaba sorprendido al verlo tomar mis pantalones. Lanzó una cuidadosa mirada hacia mí y comenzó a meter la mano en mis bolsillos. Lo vi tomar mi cartera. ¡Oh Dios mío, está por robarme! Otra mirada hacia mí y comenzó a revisar mi cartera. Estaba pasmado cuán metódico era. Y estúpido. Como contador, tengo algunas excentricidades, como saber

118

exactamente dónde debería estar cada tarjeta. Pero también tengo otra excentricidad. Me gustan mis tarjetas de determinada manera. Tomó mi cartera y dejó la habitación. Unos minutos después, estaba de vuelta y supe, aún cuando mis ojos estaban cerrados, que la estaba colocando en el mismo lugar. Y a pesar de todo, el cansancio me superó y me dormí una vez más, un poco después él estaba despertándome. —Te compré café, Mingo. Ven, levántate. —Déjame solo. Quiero dormir. —Mingo, son las siete. Benny ha llamado tres veces. Vamos. Siéntate. Me desperté rápidamente. —¿Él llamó… dónde? —Al número de tu casa. Aquí va de nuevo. Salí de la cama caminando más allá de él hasta el baño. Erección mañanera. Qué maldito traidor. Meé, me lavé los dientes, consciente de él paseándose por mi dormitorio. Sabía que sólo una ducha y meneármela ayudaría. Opté por una ducha y me sentí mucho mejor. Salí del baño con una toalla alrededor de la cintura. Él me miró, pero no dijo nada, pasándome una taza, una apropiada taza de café.

119

»Tienes una gran cafetera. No tiene sentido no usarla. —Me miraba beberlo—. Mingo, tenemos que hablar. Lo que pasó anoche… —Está bien. —No, no est{ bien. Tú eres un hermoso hombre. Yo… yo le seguí el juego y no debería haberlo hecho. —Sus mejillas se colorearon—. Pero no estoy diciendo que yo sea enteramente inocente. Dios, ¿necesitaba esto a primera hora de la mañana? Me senté en la cama y tomé un sorbo del café, me sentía agitado por todo el alcohol que tomé. ¿Cuánto bebí? —Mira… quiero que sepas que no estaba… cómodo con la idea de… tu sabes. Nosotros. Mira, honestamente no quiero estar con un hombre. —Sí, lo sé. Lo dejaste perfectamente claro. —Lo siento. Por primera vez desde que lo vi en el auto con Lucy, lo miré a los ojos. —Yo también. Él cayó encima de mí entonces, el café quemó mi mano, la taza repiqueteando contra el piso. Estaba encima de mí y saboreé café… pasta de dientes y algo m{s en su lengua. Coco. Me besó y sentí su pene endureciéndose contra mi muslo. Su boca buscaba la mía y yo sentí la

120

urgencia de salir volando. ¡Estaba aquí hace unas horas revisando mi cartera! —No. —Lo empujé apartándolo—. Por favor, no. — Me levanté de la cama, la toalla quedó totalmente inútil para cubrir mi erección que se levantaba en plenitud. Él me tomó y empezó a besar mi pene. No podía creerlo. —Por favor… Mingo… no me eches así. Lo siento… lo siento tanto. He estado en el infierno toda la noche. —No te estoy echando. Te estoy dejando ir con algo de dignidad. —Mingo… no quiero irme. —Pero tú no me quieres, Jason. —Sí, te quiero. Realmente te quiero. Me sentí… me sentí tan mal cuando nos viste y entonces tuve que sentarme

allí

y

verte

emborracharte.

Nunca

quise

lastimarte. Traté de salir de la cama, pero su boca estaba toda sobre mi pene y mis bolas. Puso interminables besos en ellos y miré abajo a la manera en que estudiaba mi pene. —Está bien —susurré—. No tienes que… oh, Dios. — Caí de espaldas en la cama. Oh, tío, alguien le enseñó a dar mamadas. Por unos segundos me dio una buena y lenta chupada, entonces de repente empezó a chuparme rápido y fuerte. Creí que iba a desgarrarme el pene—. Woah.

121

Espera… cariño… —Su boca me abandonó y vi que estaba llorando de nuevo—. Oh, Jason. No hagas esto. Está bien. No tienes que hacer esto. —Yo… quiero… Tengo muy malos recuerdos. Sentándolo, le besé la boca y la barbilla. —Está bien. No tenemos que hacer esto. —¿Podemos seguir siendo amigos? —Por supuesto. —Mi corazón se estaba rompiendo en un millón de pedazos. Esas cuatro horribles palabras apestaban más que cualquier otras palabras de la lengua española. Se veía tan feliz. —¡Eso es grandioso! Mingo, estoy tan aliviado. Pensé que estabas verdaderamente enojado. Te prepararé más café. Vamos. Me llevó hasta la cocina y me volví a colocar la toalla sobre la cintura. Ahora vi por qué sabía a coco. Había sacado el pastel de crema Macadamia del refrigerador. Lo miré cortar otro pedazo. Ahora que éramos oficialmente amigos y que él no tenía que preocuparse por tener sexo conmigo, era el alma de la fiesta. Sirviéndome una segunda taza de café, me sentí totalmente abandonado. Sabía que no había nadie para culpar sino a mí mismo. Estaba hablando mil palabras por

122

minuto acerca de su trabajo, acerca de sus planes futuros. De repente era el Señor Simpatía. Y yo, Mingo McCloud, estaba perdiendo mi tiempo. Me excusé para hacer algunas llamadas y subí las escaleras, chequeando mis emails. Vine escaleras arriba y estaba borrando un día de spam. —Tengo que ir a trabajar. Tengo que tomar el bus, entonces me tengo que ir. —Déjame llevarte. —¿Estás seguro? —Dame un minuto para vestirme. —Me vestí y lo encontré en la puerta del frente. Oreo se deslizó afuera. Jason y yo nos pusimos los zapatos. Podía sentir los ecos de una atronadora resaca en mi cerebro. Lo llevé a Lai’e y por media hora cantó junto con cualquier canción que sonaba en la radio. No podía esperar para dejarlo en la tienda de comestibles. Estaba positivamente animado. Me endurecí contra la verdad y conduje de vuelta hacia Kahuku, no me ablandé con el azul brillante del océano, ni con los delfines que pude ver jugando a la distancia. Me metí dentro de una estación de servicio Tesoro. Sintiéndome mareado y dejando mi celular en el auto, saqué un poco de cambio del bolsillo y llamé a Leilani por el teléfono público. —Aloha. —Leilani

123

—¿Mingo? ¿Qué sucede? Tomé una respiración profunda. —Niña. Voy a necesitar tu ayuda. Creo que estoy en un gran problema.

Leilani no vive muy lejos de mí y ella tenía café y rollos dulces listos cuando llegué. Ella tiene la típica casa de playa de North Shore, al lado del océano, excepto que la de ella

era

nueva

y

fue

creada

imaginativamente

y

artificialmente para verse como si se estuviera cayéndose a pedazos. Ella tuvo una sucesión de hermosas chicas desde que se mudó aquí. Ella las atrae como la llama a las mariposas. Cuando llegué Lucy estaba en el desarreglado futón en su habitación. Ella abrió sus negros ojos y me miró. Tuve la sensación de que Leilani la agotó en la cama después de anoche. Lucy se volvió, su trasero desnudo encima de las sábanas blancas. Era como una pintura. Una hermosa y encantadora sirena del mar. —¡Mierda! —Leilani miró a su chica y tragó. Me señaló la salida y le seguí afuera. En el lanai había dos sillas, con una mesa en medio. Una serie de tablas de surf estaban

124

apoyadas contra la pared. Nos sentamos y Leilani sirvió café. Le conté lo que sucedió la noche anterior. —Creo que él se ganó mi confianza para espiarme. —Suena así. Especialmente desde que ha estado con tu computadora. ¿En qué estás envuelto que merece la pena espiar? —Nada grande. No ahora de todos modos. Lo último fue el caso de Kaolin. —Dime de nuevo qué fue exactamente lo que le escuchaste decir en la cocina. Lo repetí. Leilani asintió. —¿Y no falta nada de tu cartera? —Nope. Sólo la revisó, la llevó consigo y la volvió a poner en su lugar. —Me suena como si estuviera usando los números de tus tarjetas de crédito. Fácilmente puede estar usándolos para cometer fraude… o para seguirte el rastro. ¿Estás listo para chequear a tu corazoncito ahora? —Seh. —Sentí que se me cerraban los puños—. Pero no lo llames corazoncito.

125

—Bien por mí. —Acerca de anoche… —Desearía nunca volver a hablar de anoche. —Bien por mí. —Dije. Leilani sonrió. —Quiero que canceles todas tus tarjetas de crédito, reemplázalas. Vamos a hacer una revisión del bastardo según la vieja escuela desde abajo hacia arriba. ¿Estás listo para lo que podríamos encontrar? ¿Lo estaba? —Supongo. Leilani asintió. —Voy a pedirle a François que revise tu condominio, tengo la rara sensación que Jason plantó micros allí, en algún lugar. François. Era un verdadero ex de las Fuerzas Especiales con un chip en su hombro, una incurable teoría conspirativa acerca de cualquier cosa en el mundo y los instintos de un sabueso. Mi mente volvió a Jason. Por todos los santos. ¿Quién es este tipo? Lucy se paseó fuera de la casa en la parte inferior de la bikini que no dejaba nada a la imaginación. Vi cómo Leilani se derritió cuando vio sus carnosos labios haciéndole un

126

puchero. Lucy la besó y se posicionó entre sus piernas, inclinándose hacia ella. Era una belleza, muy bien. Las manos de Leilani recorrieron sus pechos firmes y decidí dar un paseo. Ella me extendió su mano. —Dame tu móvil. Se lo di y ella lo dejó caer contra el lanai, tomó una maceta que tenía al lado de ella y lo hizo pedazos. —Ups. Pequeño accidente. Vas a conseguir uno nuevo. Boquiabierto, le pregunté. —¿Crees que puso algún transmisor en él? Leilani se encogió de hombros. Entonces François no era la única persona en la isla con profundos miedos de conspiración. François. Buen Dios. ¿Realmente se ha vuelto de este modo? ¿Que estaba contratando al más loco súper-espía del mundo para investigar a un tipo al que estaba esperanzado en olvidar antes de que fuera demasiado tarde? ¿Por qué no podía ser él un vulgar fugitivo de prisión? ¿Un hombre buscado? Suspiré y me di cuenta que, por lo menos, él me había sacado a Kaolin de la cabeza. Recordé cómo se sentía estar desnudo con Jason. Seh, me imagino que de un modo u otro él era un hombre deseado.

127

Le llaman Rinoceronte Negro por una razón. Es un muy oscuro, piel negra francés del tamaño de un rascacielos neoyorquino y con un largo y misterioso historial, François es uno de los hombres m{s sexis que he conocido… y también uno de los más aterradores. Tiene el cuerpo de un boxeador profesional y la actitud de una serpiente venenosa. Vino al condominio, su piel más oscura, sus rastas más largas de lo que recordaba, y su aguzado sentido de la seguridad agitado cuando vio que ni siquiera tenía una cámara escondida en la casa. François, un ex-de-todo desde Legionario hasta Red Beret, viajaba con una gran colección de valijas de acero y dos armas registradas que conservaba pegadas a su cuerpo. Dejó todo en el hall de entrada y señaló hacia afuera con el pulgar. Sabía que él no quería hablar en el condominio. Salimos por la puerta del frente. —¿Él tiene una llave? Negué con la cabeza y caminamos por el camino de piedras que llevaba al océano. Él estaba vestido con pantalones súper ajustados de color azul-negro, una

128

camiseta gris y negra con un escrito en francés, y botas negras. También tenía un enorme y negro reloj U-Boat con una cara roja. La única persona con la que tuve sexo en las islas como hombre adulto fue mi ex, Kaolin. Trabajé con François dos veces ahora y tengo grandes fantasías sexuales con él. Nunca me dio ninguna pista sobre ser gay. Daba la impresión de ser un caníbal que desafortunadamente me mantenía duro todo el tiempo que estaba en su presencia. —Cuéntame todo. No dejes nada fuera. Entonces eso hice. Se veía que estaba tomándolo todo, brazos cruzados, ojos sin pestañear. Me pidió que repitiera los encuentros sexuales… dónde y cu{ndo jodimos, y no mostró ninguna emoción mientras le hablaba. Se rascó la barbilla. —Entonces está trabajando para alguien más. —Sin otra palabra, se volvió y caminó hacia el condominio. El gato abrió un ojo y pareció congelarse, entonces volvió a su trabajo de verse decorativo en mi cama. François pasó un largo rato susurrando cowboys para sí mismo mientras revisaba mi computadora y cada pulgada de mi casa. Hice un montón de tazas de horrible café Turkish. A él le gustaba suficientemente espeso como para que la cuchara flote y vaciaba cada taza de un solo trago. Fui cuidadoso de mantener una distancia segura y no hacer

129

demasiado contacto visual hasta que me dio instrucciones de esperar fuera de la puerta del frente. Estaba sentado en los escalones de la entrada, leyendo el periódico, cuando vino a mi encuentro algunas horas después. Lo seguí adentro y se pasó una mano por su cara. —Bueno, estoy sorprendido de informarte que no hay micros escondidos en la casa. —¿Eso es bueno, verdad? —Excepto en el gato. —¿El gato? —Tiene un microchip implantado en la parte de atrás de su cuello. Dios, ese acento me hacía cosquillas. Micgo shiip atgás de si cueio. —¿De verdad? —Eso me choqueó. —Sí, está registrado a alguien llamado Howard Ronson. Tengo su número de teléfono. Parece que el gato tiene… — Estaba leyendo un mensaje en su receptor en la mano—. Tres años de edad. Vino desde el continente. —Bueno… —La

computadora

malintencionada.

130

no

tiene

contaminación

Dios podría comer ese acento con una cuchara. Podría escuchar a este hombre negro con acento francés a lo largo todo el día. »… puedo decirte lo que estaba haciendo. Estaba mirando un sitio web de una prisión en Oregón. —¿De veras? ¿Coyote Ridge? —Esa misma. —Dijo que estuvo en la cárcel allí. —Bueno, pronto lo descubriremos. Entonces visitó la página principal de OCCC. —François lo pronunció como ook. —¿Oahu Community Correctional Center? —Estaba pasmado ahora—. Estuve allí hace un par de días. —Envió dos mails… desde una dirección cerrada cambiante. Esto me intriga. Nunca he visto algo como esto. Es como… —Sus ojos se entornaron mientras buscaba las palabras correctas—. Es como tener un tenedor y que los dientes se movieran a través del agua en movimiento. Está ahí… sólo que no puedo tocarlo. Todavía. No dejó ningún verdadero rastro. Me tomó algún tiempo. Lo que encontré me sorprendió. —Vamos… sorpréndeme. —No puedo todavía, pero lo haré. —Sus ojos brillaron.

131

Reconocí la emoción de la caza. »Estoy sobre él ahora. Va a volver y va a querer verte. —¿Estás loco? No podía esperar para salir de aquí esta mañana. —Te ves muy seguro de eso. —Sonrió. No supe qué decir. Se encogió de hombros. »Por lo que sea que vino aquí evidentemente no lo encontró. O… a él le gustas. Quiz{s las dos cosas. — François hizo una pausa—. Creo que a él le gusta lo que le haces. Me ruboricé. —No de acuerdo a él. —Los hombres mienten, Mingo. ¿Tu madre nunca te lo dijo? Me reí. François era una deliciosa mezcla de trabajo y placer, lo último siendo su cautivadora singularidad lo que lo salva. »Adivino que va a volver para mirar un poco más. Por cierto, ¿limpias seguido? —Hay una mujer que viene una vez a la semana. Ella no ha venido por unos días, ¿por qué?

132

—¿Has limpiado la mesa de café o el baño de arriba en los dos últimos días? —No. —Está limpio, le han repasado. Lo mismo con el escritorio y la computadora. Las únicas huellas que encontré son tuyas. —¿Cómo conoces mis huellas? —Te cuido las espaldas, dulce. De todos modos, creo que está tratando de esconder sus huellas. Sentí un escalofrío recorrer todo mi sistema. —No te preocupes, tengo su ADN de las s{banas… y del espejo del baño. —François sonrió—, Seh, se salteó ese punto y conseguí una buena y limpia huella. Dios. ¿Qué carajo está sucediendo aquí? »Tengo un rastreador en tu computadora y en tu servicio proveedor de internet ahora. Cualquier cosa que haga, podré saberlo tan pronto como toque el teclado. Usa el dormitorio de abajo cuando estés con él. De esa forma se sentirá cómodo yendo arriba en el momento en que te duermas. —Te ves muy seguro de que va a volver. —Lo estoy, sí. —¿Qué crees que está buscando?

133

François se encogió de hombros. »No estoy cómodo durmiendo con él de nuevo, François, yo realmente… —Sí, lo harás. Estás enamorado de él. —Era una afirmación, no una pregunta. —Lo voy a superar. —Qué hombre perturbador era François. —¿No quieres una revelación completa? Alguien contrató a este tipo para vigilarte. Lo miré fijamente. —Crees que es alguien que conozco. —Por supuesto que lo es. Escucha, estoy teniendo un poco de problema creyendo que te vio a través de un grupo de personas y sólo tuvo que conseguir ese gran pene tuyo en su trasero. Tú eres un hombre guapo, Mingo, pero también el tipo más depresivo que conozco. Él… —François calló. —Muchas gracias. —Lo dije de la forma en que es. —Tus novias deben amarte por eso. François sonrió y sus dientes eran hermosos y blancos.

134

»Tengo miedo de tenerlo aquí. No tengo fuerza cuando estoy con él. Él… me confunde. —Eres vulnerable. Lo entiendo. Verlo tomar tu cartera… —Sacudió la cabeza—. Si él hubiera estado en mi cama, sería hombre muerto. He hecho mi parte. Me voy ahora. A menos… —¿A menos qué? —Tú quieras superar esta cosa. —¿Qué cosa? —La cosa que sientes por mí. Mi mandíbula cayó… literalmente, a pesar que tengo una amiga escritora que jura que esa clase de cosa es imposible. François tomó mi barbilla en sus manos y me acercó a él. »¿Quieres que te joda, Mingo? Antes que pudiera darme cuenta su boca estaba en mi garganta y el increíble calor del hombre era demasiado. Meses de reprimida lujuria, furia, dolor, la esencia de Barbasol y jabón Ivory en su piel y entonces la vista del más grande y más negro pene fueron demasiado para mí. Estábamos en la cama desnudos antes de poder pensar en decir no. Su pene no renunciaba y era increíblemente tierna la forma en que me tocaba. Sus manos nunca dejaron de deambular por mi cuerpo. Sentí que estaba chequeándome

135

por implantes. No me besó en la boca, pero me besó el cuerpo en raros y maravillosos lugares, en la parte de adentro de mis codos, abajo en mis lados, y en mis rodillas. »Ponte sobre tu abdomen. —Su voz grave era una orden. Rodé boca abajo, su lengua me castigaba desde mi coxis hasta mi trasero. »Dame tu culo, Mingo. Mis piernas se abrieron ampliamente. Oh… mi cuerpo se arqueaba hacia él mientras continuaba su asalto oral. Se estiró sobre la cama para alcanzar sus pantalones y sacó un condón, extra extra large, y lo rodó en su enorme pene. Apenas tuve tiempo para admirar la vista cuando me levantó y me puso sobre mis rodillas y se hundió en mí. Me vine antes de que estuviera completamente dentro de mí. »Mingo… chica tímida… no dijiste nada… qué linda. —Dijo lentamente en su enloquecedor acento. Una mano tomó mi pene, la otra me sostenía del hombro. Cuando estuvo todo dentro de mí, vi estrellas. Se tomó su tiempo para entrar y salir de mí. Pude sentir la cabeza de su pene palpitando dentro de mí con urgencia y supe que estaba por explotar. Él bombeó fuerte y se vino con un último violento empujón. Palmeó mi trasero.

136

»Hermoso. Me quedé acostado debajo de él mientras salía de mí. Salió de la cama. Me quedé aturdido. —Más. —Susurré. Se volvió y me miró. —No estoy seguro. —Por favor, François, por favor. Necesito más. Se acercó a mí y mi boca buscó directamente ese magnífico falo. No me importó el sabor al látex que recién se había quitado, pero tan pronto como logré que se levantara estaba rezumando crème fraîche11 en mi deseosa boca. Él se acomodó detrás de mí. Temblé cuando entró en mí una segunda vez, y otra vez, me vine tan pronto como estuvo dentro de mí. Esperó que me calmara para empezar a moverse de nuevo. Sentí las ondas del placer subir y subir. Era como si no pudiera bajar del orgasmo. Me vine en su mano cuando me estaba jalando, como si estuviera ordeñando una vaca. Cuando sus empujes se volvieron más agresivos supe que se estaba por venir, también. —En tu espalda, mujer. —Gruñó.

11

137

Crema fresca en francés.

Lo vi tirar de la goma cuando salía de mí y se inclinó sobre mi pene. Me chupó y me sostuve en las rastas que ondulaban sobre sus hombros. Sus grandes acolchados labios se veían hermosos rodeando mi pene. Sus hombros y brazos eran robustos, pero no había ni un gramo de grasa en él. Besó mi muñeca en su camino hacia mi trasero, dónde empezó a lamer. »¿Quieres más? — Preguntó. No podía hablar, temeroso de que alejara ese maravilloso pene de mí. Sólo asentí y él abrió un tercer condón y finalmente pude abrir mi boca. —No. Sin goma. Quiero tu semilla en mí. —Sus ojos ardieron cuando entró en mí de nuevo. Apretó la base de mi pene. —No te atrevas a venirte. —Arrugó el ceño—. Mujer… ¿cuándo fue la última vez que un hombre te jodió? Su ritmo era profundo pero lento, y aún así todavía no podía pensar. —Dos meses. —Jadeé. —No

me

sorprende

que

tu

concha

esté

tan

hambrienta. Siguió jodiéndome sin pausa, sus manos erraban en círculos

horarios

sobre

mi

pecho

y

mi

abdomen,

trayéndome cerca del orgasmo dos veces, y entonces,

138

increíblemente, sentí su enorme pene volverse más grande y grueso dentro de mí. Nunca había sentido algo así. »¿Quieres mi semilla? —Seh, seh. —Sabía que cruzó el umbral de sólo divertirse a estar completamente dentro de esto y lo envolví con mis piernas. —Miel12. —Sonrió cuando nos vinimos juntos. Lo sentí explotar a través de mí. Rozó mi abdomen mientras

bombeaba

dentro

de

mí,

un

hermoso

e

incongruente gesto. Mi pene se volvió salvaje. Sus ojos brillaron mientras estallaba todo sobre nuestros torsos y abdomen, su fuego llenando mi agujero. —Acabas de conseguir mi semilla… toda esa manteca francesa en ti. —Me besó en la boca por primera vez—. ¿Te sientes bien ahora? ¿Bien? Mi Dios… era una cosa buena que este hombre estuviera por irse en unos minutos. Nunca podría tener nada hecho con él alrededor… excepto querer ser jodido como una puta cada cinco minutos. —¿Qué es miel? —Le pregunté. —Miel eres tú… dulce como la miel. —Se levantó de la cama.

12

139

En español en el original.

Lo escuche en el baño. Cuando volvió estaba vestido y listo para irse. Levanté la cabeza de la almohada. »Tengo cámaras escondidas así puedo vigilarte cuando estés con él. Voy a mantener un ojo en ti y si él puede hacerte venir más fuerte que yo, le voy a romper las dos piernas. —Puso dos dedos sobre sus labios y me mandó un beso. Y así se fue. Tambaleándome fuera de la cama, puse las sábanas dentro de la lavadora. No porque pensara que Jason estaría pronto en ellas… o quiz{s sí lo pensaba. Estaba hecho polvo. Y todavía… y todavía… eso fue el m{s caliente sexo que nunca tuve… Dios… me había convertido una puta total. Tomé una larga ducha, comí el último pedazo de pastel y salí a comprarme la cena. Sentí mi cuerpo cambiado… diferente… seh… nada como una tonelada de manteca francesa para devolverle a un hombre su confianza.

140

Llamé al dueño de Oreo, Howard Ronson, desde el teléfono celular que mi dio François. Era igual al que tenía excepto que este tiene un dispositivo especial de rastreo. Tuve que sacudirme mismo la ensoñación carnal que me tenía adormecido para recordarme que François era todavía François… que creía que todo era conspiración. Me saltó el contestador de Ronson y dejé un mensaje para que me llamara. Conduje fuera, sin poder decidir si doblaba a la derecha o a la izquierda, cuando mi teléfono sonó. Leilani. Me aparqué en la banquina. —¿Qué le has hecho a François? Sonreí, todavía sentía la gigantesca herramienta dentro de mí. —¿Qué quieres decir? —¿Qué quieres decir con qué quiero decir? Vino hasta aquí y me pidió un cigarrillo. —Me reí. —¿Le diste uno?

141

—¡Carajo, Mingo! Una mirada al hombre y yo necesitaba un cigarrillo. —Ella estaba riéndose conmigo—. ¿Es caliente, o qué? —Es caliente. —Lucy quiere joderlo. —Leilani sonaba desalentada. —No la dejes. —Demasiado tarde. Él… um… a él le gustó la idea. Hombre eso fue lo que tomó romperme el pedestal. »¿Todavía estás ahí? —Seh. —Ya nada me importaba—. Me tengo que ir. — Colgué el teléfono, volví al condominio, apagué el teléfono, saqué las sábanas limpias y calientes de la secadora y me fui a la cama. No por primera vez desde que Kaolin y yo rompimos me pregunté por qué Dios me dejaba vivir otra mañana. Dormí una hora y desperté con alguien golpeando mi puerta. Me di la vuelta, me cubrí la cara con la almohada y me volví a dormir.

Eran las diez de la noche cuando me desperté y el gato me estaba mirando con una mirada infame y maliciosa. Me levanté y le di de comer. Pareció sentirse ofendido con la

142

irrisoria porción que le serví porque enseguida estaba en la puerta pidiendo salir. Lo liberé por esta noche, volví adentro y verifiqué mis mensajes en el celular. Nada. Eso era una buena señal. Ningún incendio para apagar. Me pregunté si tendría algún email, pero sabía que si algo urgente sucedía se hubieran contactado al celular. No estaba vestido elegantemente y realmente no tenía dónde ir, pero decidí pasar por el Haleiwa Joe’s. Estaba cerca y todavía podía tomar una copa, sino algo más. Estaba inquieto. Me sentía mejor después de dormir, pero desorientado. Me tomó quince minutos llegar al Haleiwa y estaba por entrar al estacionamiento cuando vi a Leilani, Lucy y François saliendo del restaurante. Estaba por volver a salir en ese instante pero tenía otro auto detrás de mí. François me miró con ojos entornados a través de la luz de mis faros y vino derecho a mí, abriendo mi puerta. —Sal del auto. El recuerdo de él diciéndome que me dé la vuelta para que pudiera joderme estaba fresco en mi memoria. Extendió la mano, sacó las llaves del encendido y me sacó del brazo. No fue gentil. »Seguro que te tomaste tu tiempo. —Me susurró en el oído. —¿De qué estás hablando? —Se veía enojado.

143

—Te he dejado seis mensajes. Te hemos estado esperando aquí durante tres horas. —No recibí ningún mensaje. Él parpadeó. Las personas detrás de nosotros nos estaban tocando la bocina, él les levantó la mano y le arrojó las llaves al valet parking y me arrastró al restaurante. Las chicas estaban justo sobre nosotros y Lucy se tropezaba con sus zuecos de corcho. Claramente ya tenía unas bebidas encima. El lugar estaba abarrotado. Era un maravilloso lugar al lado de la playa con tablas de surf y surfistas, la comida era increíble. François todavía vestía lo mismo que cuando estuvimos juntos. —Ustedes dos tomen café. —Nos guió hasta una mesa afuera, señalando dos asientos. Leilani y Lucy cayeron en ellas con risitas nerviosas. Le hizo una seña al camarero y me clavó el dedo—. Tú ordena algo para comer y dame ese teléfono celular. Las chicas se sentaron en el lado opuesto a nosotros jugando con sus narices, Lucy tenía una pierna sobre Leilani. François se encorvó a mi lado, haciendo cosas raras con mi teléfono con una delgada y negra varita. El camarero se apresuró a nuestra mesa. Ya sabía lo que quería. —Quiero el pescado del día, al vapor estilo tailandés y un Staremaster, por favor.

144

—Seh, eso suena bien, ese es mi coctel favorito —dijo Leilani sin rodeos. François la miró fijamente—. Pero pensándolo mejor vamos a tomar un café. —Voy a tomar un Staremaster también, gracias. — François llevó la mirada al camarero que se alejó. No podía creer que el restaurante estuviera lleno a esta hora. —¿Qué decías en tus mensajes? —Le pregunté a François que miró a las chicas rápidamente antes de mirarme a mí. Estaba recibiendo la idea de que él no quería hablar frente a ellas. Finalmente dijo:—Decidimos cenar aquí y queríamos que vinieras. —¿Hay algo malo con el teléfono? —Jason tiene tu contraseña y borró ocho mensajes de tu teléfono. Todos míos. Mira. —Me pasó una pantalla portátil pequeña, para sostenerlo con una mano, y me sorprendí de leer los mensajes que dejó para mí. 3:40 PM. Mingo, llámame. Quiero hablar contigo. 4:10 PM. Te veo en la cama. Contesta. Por favor. 4:37 PM. Estoy preocupado por ti. ¿Por qué no me devuelves la llamada? 6:03 PM. Voy a cenar con las chicas en Haleiwa Joes a las siete. Quiero que vengas. Mingo. Llámame. 7:05 PM. Ya estamos aquí. ¿Dónde estás tú? 8:19 PM. No jodí con ella. ¿Es por eso que no me llamas? 8:29 PM. ¿Por qué no estás aquí?

145

No jodí con ella. Por alguna razón, esta cosa tan estúpida me puso feliz. Seguí re-leyendo esas cuatro palabras, él extendió la mano y me acarició el pene con la fuerza de una pluma que me puso duro en un instante. Él miró a las chicas pero ellas estaban estudiando el menú de postres. Leilani mostró su amplia sonrisa. —Quiero el Love Cake. —Yo también. —Lucy puso su brazo en los hombros de Leilani. Nunca la había visto tan cariñosa. El camarero volvió con mi pescado y nuestras bebidas y se fue para conseguir el pastel para las chicas. —Entonces… —Leilani se inclinó hacia adelante—. ¿Qué está sucediendo? ¿El chico amante está borrando tus mensajes? —Así parece. —Dije. François parecía distraído. No sé cuánto iba a costarme su maldito cheque, pero no me importaba. Me sentía mejor teniéndolo cerca. La cosa con Jason me tenía nervioso, eso seguro. —¿Te ha llamado? —Preguntó Leilani. Miré a François.

146

—¿Has encontrado mensajes de él? François pareció volver entonces. —No. Pero sé que ha copiado tu contraseña y ha estado mirando tus mensajes. Probablemente has perdido algunas llamadas el último par de días. —Me sonrió de repente—. El chico amante está celoso. No le gusta oír mi voz en esos mensajes. Me ruboricé pensando en lo que François y yo hicimos juntos. François me ayudó a terminar mi pescado, las chicas devoraron su Love Cake y todos salimos del restaurante. —¿Te sientes bien para conducir? —François le preguntó a Leilani. —Por supuesto que sí. Él la abrazó. Me di cuenta de la forma cuidadosa en la que él y Lucy actuaban uno con otro. —¿Dónde has estacionado? —Le pregunté a él. —Vine con las chicas. Dejé mi auto en casa. Iré contigo, si eso está bien. —Por supuesto. Las chicas se fueron. —Hay algunas cosas que quiero revisar.

147

Lo miré. —¿Qué es lo que quieres revisar? —A ti. Necesito inspeccionar tu culo. —¿Inspeccionar

mi…?

—¿Estaba

diciendo

que

necesitaba joderme? —Vamos, busquemos un motel cerca. —Abrí y cerré mi boca. —Pero… pero… no vivo lejos. —François se puso detrás del volante. —Necesito poner mis manos en ti en los próximos dos minutos, Mingo, o aquí va a haber una seria acción hombre sobre hombre antes de que lleguemos al puente que está a cinco manzanas. —No me importaría. Una extraña expresión apareció en su cara. Condujo fuera del estacionamiento como un loco hacia la playa. Aparcó el auto de cualquier forma y me tiró al asiento trasero. Nuestras manos trabajaron torpemente en nuestros pantalones y él estaba entre mis piernas, acariciando mi agujero con su pene. Me escuché rogar por él. Estábamos los dos rogando, por favor, por favor, por favor y entonces… estaba dentro de mí en segundos, el dolor de tener esa enorme herramienta dentro de mí de nuevo me abrumaron con sensaciones de placer y pánico.

148

No quería que terminara. Lo quería cerca de mí, lo quería en mí. Me jodió hasta que los dos nos vinimos tan fuerte, que gritamos al viento. —Oh… Jesús… —Su cuerpo cayó encima del mío y sentí su corazón latiendo como loco en su pecho—. Oh… tío… —Su cabeza apoyada en mi hombro y lo envolví con mis brazos. Sentí su pene estremecerse dentro de mí. —Él es un idiota. —François besó mi oreja—. ¿Cómo pudo ese idiota de Kaolin acostarse con otro? —¿Kaolin? —François besó mi boca esta vez. —He estado celoso de él desde el día que te conocí. —No lo sabía. He estado codiciándote desde el día que te conocí. —Sonrió. —¿Por qué estabas deprimido hoy? No debías hacerte ilusiones conmigo. Sabía que no debíamos joder por segunda vez. Ahora míranos. Somos imparables. —¿Quieres parar? —¿Me estás tomando el pelo? Infiernos, no. —¿Por qué no jodiste a Lucy? —Salió de mí y se sentó. —Porque sabía que tú no querrías joder conmigo nunca más. Me acosté en el asiento y él frotó sus manos a través de la parte de arriba de mi pene.

149

»¿Entonces qué hacemos con esto? —Me preguntó. —No sé. —No estás ayudando. —Sonrió. —¿Entonces, te gustan los hombres? —Se encogió de hombros. —Me gustas tú. Traté de sentarme pero me empujó hacia abajo. »¿Hay algún motel en las cercanías? —Yo no… no… no lo creo. —Podemos ir a mi casa. Él no te buscará allí. —¿Dónde es tu casa? —Haleiwa. Al lado de la playa. —Gracioso… siempre te imaginé viviendo en Fort Knox. Con perros entrenados, reflectores, alambre de púas… —Seh, tengo todo eso. —Bromeó con la cara seria—. Y estoy al lado de la playa. —Bueno, mejor llévame allí. —Quédate

dónde

estás.

—Salió

del

auto,

sus

pantalones todavía alrededor de sus muslos, su pene pidiendo ferozmente atención. Saltó detrás del volante. Fuimos hacia el otro lado, hundiéndonos en el corazón de

150

Haleiwa. Justo al lado del borde de una reserva natural había una casa envuelta en oscuridad. Presionó unos botones en su pequeña computadora. Una gran puerta se abrió y se encendieron luces por todas partes. La puerta se cerró detrás de nosotros y me senté fascinado. Condujo hasta detrás de la casa y no me sorprendí cuando apagó las luces, abrió la puerta trasera y me llevó al suelo. Rodamos en el suelo como luchadores en el lodo, sacándonos la ropa a tirones. Estaba arrodillado cuando entró en mí de nuevo y esta vez su pene golpeó mi próstata inmediatamente. —¡Arrgggh! —Grité. La sensación de éxtasis fue desde el punto del impacto a través de mi estómago hasta mi pecho. Pensé que iba a tener un ataque al corazón hasta que sus dedos se cerraron en mi pene. —No sin mí, mujer. —François me acarició con el mismo ritmo que me jodía y exploté en su mano y en mi cabeza, mi pulso causó que mi ojo temblara. François estaba en frenesí, viniéndose como un caballo salvaje dentro de mí, incapaz de mantenerse quieto. Era como se quisiera trepar todo el camino dentro de mí. Cuando terminó, rió, besándome la espalda. —Dios ha pasado tanto tiempo desde que quise a alguien así.

151

Me tomó y me llevó adentro. Era más hogareño de lo que había esperado, no es que viera mucho. Nos duchamos juntos, nuestros penes se tocaban, flirteaban uno con otro. Me secó tiernamente, entonces se secó él y me alzó hasta la cama. Su inmenso, duro pene me quería a mí, Mingo McCloud. Se acomodó entre mis piernas y comenzó a acunar mi pene. —¿Tuviste una buena siesta esta tarde?

—Me

preguntó, mientras chupaba varias partes de mi cuerpo. —Seh. —Estaba empezando a jadear de nuevo. —Eso es bueno, porque no vas a conseguir descansar esta noche. Juro que ronroneé cuando ese rígido, ávido pene encontró su camino dentro de mí de nuevo.

Era cerca de las seis de la mañana antes que nos extendiéramos de espaldas en su cama y dejáramos de tocarnos. Estábamos cubiertos de sudor y jadeando, François pasándose la mano por la ceja. —Maldición. —Se rió.

152

—¿Qué es tan gracioso? —Me sentía delirante, incapaz de creer la continua jodida y el increíble placer que sentí con este hombre. —Tú me has despertado, Mingo. —Se estiró a través de la cama y me besó. El deseo brilló en sus ojos de nuevo— . Oh tío, no hay forma de que todavía te quiera. ¿Qué demonios nos está pasando? —¿Qué demonios está pasando en tu habitación? ¿Está pintada de… negro? —Seh, cariño. ¿Recién te das cuenta? —He estado un poquito distraído. Creo que me está dando dolor de cabeza. —No lo mires. Yo no lo hago. —¿No lo miras? —No, vino así. Sólo nunca he hecho nada con esto. Mi mano flotó a través de la cama y se apoyó en su abdomen. Bajó los ojos para mirarla. —Mantén tus manos para ti mismo, McCloud. Estoy acabado. Totalmente exprimido. —No, no lo estás. —Mi mano fue a su pene y gimió. —McCloud…

153

Mi boca se acercó a él y su boca podía estar diciendo no, pero otras partes de su cuerpo estaban gritando sí. »Vas a matarme —protestó, pero puso su mano en mi culo. Lo sentía sensible e irritado cuando su dedo se deslizó dentro de mí, pero mi pene se levantó interesado. —Oh, Mingo. —Me puso encima de él—. No puedo creer lo bien que se siente. —Por favor jódeme, François. —Tan exhaustos y sudorosos

como

estábamos,

François

también

me

necesitaba todavía. Puso mis piernas sobre él, besando mis rodillas. Me volvía loco cuando hacía esto. Gemí cuando lo monté, su pene apurado por encontrar su lugar caliente y cómodo. —Oh… oh… no voy a dejarte volver a él, Mingo. Que se joda. Te quiero aquí conmigo.

Eran las diez antes de que lo dejara abandonar la cama. Lo escuché en la cocina. Volvió con huevos revueltos con palta13 y espárragos, y ese horrible café que amaba. Comimos en la cama y nos duchamos juntos, después juntó las ropas húmedas del patio de atrás. Ninguno de nosotros 13

154

También llamado aguacate.

habló mientras me preparaba para irme. Me abrazó fuerte. Amé el aroma del jabón que todavía quedaba en su piel. —No sé si esta isla es lo suficientemente grande como para que los dos vivamos y no estemos juntos. —Me dijo mientras me subía al auto. Me besó apasionadamente en la cara y en el cuello—. Cuando descubras tus respuestas sabes dónde encontrarme. —Seh. —Vi la preocupada mirada en su cara cuando se alejaba. Volvió a acercarse a mí. —Ese pequeño tramposo es hombre muerto si te hace daño, Mingo. Abrí la puerta del auto y sacudió la cabeza. Abrió sus brazos y nos abrazamos. Él estaba temblando. Durante un largo rato, nos quedamos parados así, sosteniéndonos uno a otro y entonces lo dejé. Esta vez no nos dijimos nada. Me alejé confundido, sabiendo que esto era doloroso para él. Porque estaba enviándome a los brazos de otro hombre. Nunca me sentí tan deseado en toda mi vida.

155

Me sentía raro volver a casa. Sólo había estado ausente por catorce horas, pero mi encuentro con François me llevó a una dimensión de tiempo y espacio diferente. Supe inmediatamente que alguien estuvo aquí. Jason. Podía oler su desodorante tropical. Hice una pausa, preguntándome qué habría estado haciendo aquí. Mi teléfono sonó. Miré el texto que aparecía en la pantalla. Él está en el living. Por alguna razón, me quedé petrificado. Abrí la puerta del frente y salí de nuevo. Mi teléfono celular estaba sonando. François. —¿Qué estás haciendo? —Yéndome. —¿Pero, por qué? Él está esperándote. —No quiero verlo. —Mingo… La puerta del frente se abrió interrumpiendo nuestra conversación. Jason salió con el gato en sus brazos. Lo soltó

156

y Oreo bajó las escaleras y con una mirada para mí se perdió en el campo de golf. —¿Qué demonios está sucediendo? ¿Dónde estuviste toda la noche? —Jason vino hacia mí y, la verdad sea dicha, se veía más preocupado que enojado. Corté la llamada con François. —Yo… yo necesito café y no hay comida en la casa. —Entonces voy contigo. —¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste en mi casa? —Tu arrendataria vino y me dejó entrar. Había estado durmiendo en la entrada como un maldito vagabundo toda la noche. ¿Dónde has estado? He estado preocupado por ti. —¿Ella vio al gato adentro? Negó con la cabeza. Me sentí mejor sabiendo que no se había metido en la casa. Se paró frente a mí. —Estás enojado conmigo. Lo siento. —Aspiró aire profundamente—. Hice café y compré las donas que amas. Vamos, por favor vuelve a casa. Casa. Los músculos de mi estómago se tensaron. No quería estar con él. Ya no estaba confundido. Estaba enfermo de vivir rodeado de mentiras como telarañas

157

envolviéndome. Adentro, me pregunté dónde ocultó François las cámaras. No quería que me viera besando a Jason, si ese era su nombre verdadero. Miré alrededor furtivamente mientras Jason continuaba su continua charla social. Mi teléfono celular sonó cuando él estaba sirviendo el café. —Hola… ¿est{ Michael McCloud? —Una profunda voz masculina. —Soy Michael. —Mi nombre es Howard Ronson ¿recibí un mensaje de usted ayer? —Sí. —¿Quién es? —Jason bajó la cafetera. Lo ignoré. —Gracias por llamarme. Es acerca de su gato. —¿Mi gato? —El que es negro y blanco. —¿Mango? Dios mío… ¿ha visto a Mango? —Está viviendo en mi propiedad. Lo he llevado a examinar… y resulta que tiene un implante con su nombre y número en él.

158

—Mango desapareció hace cerca de un año. Alguien me dijo que lo vieron en la parte trasera de un camión, dormido. Sólo desapareció. —Entonces ¿usted no vive en Turtle Bay? —¡Turtle Bay! No, no vivo en Turtle Bay. No me extraña que nunca lo encontráramos. —¿Lo quiere de regreso? —No. Tengo otros dos gatos ahora. ¿Él est{… él est{ bien? —Lo está. Entonces ¿está bien con usted si me quedo con él? —Por supuesto. Wow. ¿Cómo ha podido sobrevivir todo este tiempo? —Tiene amigos que le dan de comer, pero me he encariñado con él. —Bueno, ésta ha sido una agradable llamada. Me siento feliz de saber que no terminó como experimento de laboratorio, o algo. —Seh. Bueno, ¿está seguro que no lo quiere de vuelta? —Él es todo suyo. Oreo, nombre real Mango, encontró un hogar con Mingo. Terminé la llamada y miré a Jason.

159

—Tengo que revisar mis emails. —Todavía no me has dicho dónde has estado toda la noche. —Somos sólo amigos, ¿recuerdas? —Todavía estoy preocupado por ti. La urgencia de lanzarlo fuera de la casa era fuerte. —Me emborraché con Leilani y me quedé con ella en su casa. —¿Te emborrachaste de nuevo? Oh, Mingo… ¿no crees que tienes un pequeño problema? No, creo que tengo un gran problema y eres tú. Tomé otra malasada y mi café y subí las escaleras. Mi teléfono celular sonó. François. Me envió un mensaje. Tienes que ser amable con él. ¿Qué tan amable quieres que sea? No me respondió. Esperé y volví a escribir. ¿Quieres que sea mamadaamable o beso-en-la-mejilla-amable? Contestó inmediatamente. Estrechar-las-manos servirá. Lánzame un beso. ¿Dónde estás? A tu derecha. En la barra de la cortina.

160

Lo vi entonces, la pequeña y negra cabeza de la cámara. Oh, era bueno, François. Muy bueno. Nunca lo hubiera descubierto. Le tiré un beso y le saqué la lengua. Cuidado está subiendo las escaleras. Me ocupé jugueteando con la computadora y Jason se acercó, abrazándome por detrás. —Mingo, tenemos que hablar. —¿Seh, acerca de qué? —¿Puedes dejar de hacer lo que estás haciendo? —¿Por qué? —Te estás portando como un asno. —Me revolví en mi silla. —Jason… ¿qué es lo quieres de mí, exactamente? — Dudó. —No sé. Kaolin… —¿Otra vez Kaolin? —¿Estuviste con él anoche? Rabia me llenó el pecho con la clase de ponzoña que nunca había conocido hasta que Kaolin rompió mi corazón. —No, no estaba con él. ¿Por qué siempre hablas de él? Es como si estuvieras tratando de provocarme.

161

—Yo… estoy celoso de lo que tuviste con él. Él te llama, sé que él te llama. Quienquiera que fuera el que contrató a Jason lo estaba presionando para que encontrara algo. Ahora sabía que era algo con respecto a Kaolin. Estaba empezando a poner algunas piezas del puzle juntas. —Puedes estar tranquilo. Él ha vuelto con su ex, según sé. —Se veía sorprendido. —¿Cuál ex? —Tú lo conociste brevemente. Benny. —¿Está con ese? ¿El pequeño y gracioso tipo asiático? —Ese pequeño y gracioso tipo asiático es un abogado brillante. Benny tenía una cita con él la noche que tú y Lucy hicieron tonterías. Sus mejillas se encendieron. —Estás enojado por eso todavía, ¿no? —Tú eres el tipo más caliente que he conocido y le dejaste que te mamara. —Mingo… yo… Mi teléfono móvil sonó. Benny. Sin preámbulo dijo: —Han encontrado a Nadine Tyler. ¿Puedes recoger a Leilani y venir aquí?

162

—¿Ella est{… ella…? —Ella

está

muerta,

Mingo.

La

encontraron

estrangulada en el maletero de su auto. —Estoy yendo contigo. —Jason insistió. —No, no vienes. Leilani no quiere verte ahora y yo estoy trabajando. —¿Cuándo vas a volver? —Se veía miserable. Completamente comprensible. No tenía nada que darle a su empleador. Me pregunté cuánto habría cobrado, si cobraba por día o por hora. —Espérame aquí. —Me puse de pie y lo abracé. Él quería un beso, pero si lo quería porque lo deseaba o porque necesitaba saber si yo estaba todavía interesado en él, no tenía forma de darme cuenta. Jason me besó y fue dulce. Sentí su pene endureciéndose contra mí y sentí una pequeña satisfacción por eso. —¿Por qué los quiere a ti y a Leilani en la escena del crimen? —Preguntó. —Ella termina todos nuestros casos atando todos los cabos sueltos. No sacamos sangre del pavimento ni nada. Benny… trabaja con pocas personas. Y me paga por mi tiempo. Justo ahora, me está pagando. Llamé a Leilani cuando subía al auto y no se me pasó por alto que François estaba evidentemente silencioso.

163

Quizás Jason estaba haciendo algunas cosas con mi computadora. Parte de mí se sentía carente, sabiendo que la esperanza que había sentido cerca de él era un callejón sin salida. Encontré a Leilani esperando por mí, y ella, también, se veía desalentada. Nos dirigimos de vuelta hacia el oeste a la autopista. —Todavía no han hallado al tipo de mantenimiento, pero el auto está bajo el puente por Magic Island. —Ella estaba sacudiendo la cabeza—. Benny me ha dicho que tiene seis multas de tránsito en el parabrisas y ninguno de esos oficiales fueron capaces de revisar la matrícula. Algún sin techo finalmente avisó esta mañana a la policía por el mal olor. Condujimos en silencio el resto del camino. En el camino de entrada a Magic Island dos policías uniformados nos frenaron y pudimos ver la gran cantidad de policías y paramédicos delante de nosotros. Magic Island. El maldito bastardo. El último lugar de fantasía y diversión para los niños de toda la isla. Nos dejaron pasar, avancé y Leilani se bajó del auto. Saludamos a Benny. Se veía pálido bajo el brillante sol de la tarde. —Esto me enferma. Nunca he visto nada como esto. Ella fue arrojada como basura. La estranguló con una cuerda elástica.

164

—Benny, siento mucho que hayas tenido que verlo. —Ella está todavía ahí. —Se veía asustado—. Lo que… lo que me molestó fueron… sus zapatillas. Ella tenía zapatillas blancas y blancas medias. Pude verlas. Aún en la muerte, ella era una mujer limpia. —Vamos, Benny, te llevaré de vuelta a la oficina. — Leilani tomó sus llaves. —Sólo fotografía lo que puedas. —Murmuré—. No llegues muy cerca. Los padres van a ver esto, después lleva su auto de vuelta a la oficina. —Entendido. Benny tomó su lugar en el asiento del pasajero y conduje rápido pero no descuidadamente hacia Waikiki. Después de todas las semanas escondido en North Shore, se sentía raro volver. Entramos en el estacionamiento del edificio de oficinas de Benny. Estaba sentado en silencio con una expresión lúgubre en su cara. Me senté con él, esperando que pudiera componerse lo suficiente como para hablar. —Todavía no tenemos pruebas de que Mitch Tyler no lo hizo, pero estoy seguro que el ADN va a ayudarnos. —También estoy seguro de eso. Benny, ¿puedo preguntarte algo?

165

Me miró nervioso. »¿Por qué lo hiciste? —¿Hice, qué? —Contratar a Jason o cualquiera que sea su nombre, para seducirme. —¿Has estado fumando crack? No tengo idea de lo que estás hablando. —Vamos, Benny, no soy totalmente estúpido. El tipo está

realmente

obsesionado

con

Kaolin.

Por

favor,

despídelo. No estoy interesado en Kaolin y nunca estaré interesado en Kaolin, pero no tengo idea de por qué tú lo estás. Benny comenzó a protestar. Levanté la mano. —¿Dónde lo encontraste? ¿Es un ex criminal convicto? —¿Todavía vas a trabajar para mí? —No lo sé, todavía. Dime por qué y quién demonios es él. —Oh, tío… tenía… no tenía idea que te darías cuenta. —Benny estaba sudando ahora. Lo quería fuera de mi auto. »Supuestamente es el mejor. ¿Cómo te diste cuenta? —Créeme, me engañó por un par de días.

166

—Te enamoraste de él, mierda. — Benny se tomó la cabeza con ambas manos—. Lo siento. Eso… oh, hombre… ¿puedes perdonarme por ser un hombre enamorado quien…

no

ama

demasiado

sabiamente

pero



intensamente? No dije nada. Él continuó. »Kaolin me dijo que quería estar conmigo, que tú fuiste

un

error

y…

y…

volvimos,

calientes

como

adolescentes desde el día que te fuiste, pero entonces él empezó a desaparecer sin dar explicaciones. Fui un error… —¿Entonces pensaste que yo estaba con él? Benny asintió. »¿Quién demonios es Jason? —Se encogió de hombros. —Lo envió la agencia. —¿Qué clase de agencia? —Mercenarios. Tragué a través del nudo en mi garganta. —Él… me informa a mí. Ha estado diciéndome por semanas que no cree que tú estés con él. Ha estado espiándote.

167

—Entonces no es un tipo que trabaja en una tienda de alimentos, justo liberado de Coyote Ridge, quien renta un cuarto en North Shore. Fue contratado por ti para jugar con mi cabeza y mi corazón y tú consigues ¿qué? ¿Una grande y gorda factura? —Lo siento. —¿Leilani tiene algo que ver con esto? Él dudó. —Ella sabía que Jason no podía ser… legítimo, no había forma de que este tipo se enamorara de ti tan rápido. Wow… ¿yo soy así de desagradable? »Dios, lo siento, Mingo. Nunca quise lastimarte. Se que significa algo para ti, creo que Jason… —¿Cuál es su verdadero nombre? —No tengo ni idea. Pero sé que le importas. Me sigue diciendo lo agradable que eres. —Seh, él se preocupa tanto por mí que ha revisado mis papeles privados, mi cartera y oh, porque él está tan loco por mí, borró todas sus huellas dactilares de mi casa. Has colocado un puma entrenado contra mí, Benny. —Me miró horrorizado. —No… no tenía ni idea. —Entonces, ¿vas a despedirlo?

168

—Tan pronto como salga del auto. —Asentí. —Dile que la actuación ha acabado y que lo quiero fuera de mi casa ahora. —De acuerdo. —Benny estaba temblando cuando abría la puerta—. Lo siento, Mingo. —Seh. Estoy seguro que lo sientes. ¿Puedo preguntarte algo? —Hizo una pausa. —¿Seh? —¿Kaolin vale la pena por todo esto? —No lo sé. —Ah, la verdad al fin. —Mingo, lo siento. —Sé que lo sientes, Benny. Pero me gustaría tomarme unos días para reconsiderar algunas cosas, sopesar algunas decisiones. —Oh, Mingo. ¿No vas a dejar Oahu, no? —No sé qué voy a hacer, Benny, pero estoy seguro de que no voy a sentarme aquí y discutirlo contigo. Salió y se escapó como un escarabajo, atemorizado de ser aplastado por un zapato. Mientras volvía a casa a North Shore, escuché por la radio que Mitch Tyler estaba fuera de la cárcel, gracias al

169

descubrimiento del cuerpo de su esposa y a la cacería nacional del tipo de mantenimiento. Ahora después de un análisis preliminar de huellas dactilares, era el principal sospechoso del asesinato de Nadine Tyler. Vigilar la isla completa indudablemente llevaría a un arresto. —La gobernadora de Oahu, Linda Engle, había ofrecido quinientos mil dólares de recompensa por información útil para el arresto de Miguel Cortez… —El anuncio dijo. Como todos saben, el dinero manda. Sabía que era cuestión de tiempo antes de que Cortez estuviera entre rejas. Pensé en todo lo que me había pasado. Había sido un viaje salvaje. Me acercaba a Turtle Bay y aparté la mirada cuando pasé cerca de la casa de Jason. Mi teléfono sonó. Jason estaba llamándome desde mi condominio. Dejé que saltara el contestador. Esto lo tenía que oír. Dejé que el mensaje se reprodujera por los parlantes de la radio y su voz llenó mi auto. —Mingo, soy yo. Lo puedo explicar. Te amo. Lo siento. He estado en el infierno este último par de días, mintiéndote todo el tiempo. Nunca mentí acerca de haber estado en la c{rcel. Estuve una vez… hace mucho tiempo. Yo… necesito verte. Por favor, ven a casa. No me iré hasta que me des una oportunidad de explicarme.

170

¿Me amaba? Era para reírse. A la entrada de mi complejo de apartamentos, Oreo, nombre real Mango, estaba sentado afuera. Parecía estar esperando por mí. Me dirigí hacia él y abrí la puerta. —Vamos, bebé. —Me miró y le tiré un beso. Se sacudió la ensoñación y subió al asiento del pasajero. Con una mirada aguda sobre mí, se enroscó y condujimos hacia Haleiwa. Ninguno dijo una palabra. A la entrada de la propiedad de François, estaba nervioso. ¿Qué si no me quería? ¿Qué si era realmente tan desagradable? Quería llamarlo, entonces quería correr. Escuché la forma en que mi corazón se aceleró sólo por estar cerca de él, entonces la gran puerta se abrió y Mango me miró. ¿Qué estás esperando? Nos movimos hacia adelante y cuando giré para llegar detrás de la casa, François estaba saliendo. Mi corazón y mi pene hicieron una danza feliz. —¿Qué estás haciendo aquí? —Su acento francés estaba haciendo cosas a mi psique. Tomé el gato y caminé hacia él. —Su verdadero nombre es Mango y es mío ahora. ¿Te gustan los gatos? —Había un indicio de sonrisa en sus labios. —Me gusta este gato.

171

Mango se deslizó de mis brazos y se metió en la casa. —Es negro y blanco, como nosotros. —No podía borrar la enorme sonrisa de mi cara. Pero entonces escuché movimientos y voces—. ¿Tienes compañía? —Estaba a punto de correr como un maratonista. —No compañía, no. —Su negro y largo brazo se extendió y me apretó el hombro—. Estoy haciendo pintar el dormitorio. —¿De veras? —Miró al suelo. —Sé quién es el hombre en tu casa. Sé todo sobre él. —No me importa quién es. Nunca quiero hablar de él de nuevo. —Pero a mí me importa quién es. Está buscado, ya sabes. —¿De veras? —Lo pensé por un minuto—. ¿Dónde? —Oregón. Coyote Ridge. Se escapó de la cárcel hace dos años. Lo ha hecho bien para estar fuera todo este tiempo. Lo quiero de vuelta en la cárcel, Mingo. —¿Qué estás diciendo? —Llámalo y dile que espere allí por ti. —No voy a volver allí.

172

—No. Estoy llamando a un caza recompensas, pero va a necesitar tiempo para llegar allí. Él nunca te jodió, ¿no? —Nunca. —Entonces no necesito matarlo. —François se veía contrariado.

Obviamente

estaba

planeando

algo

satisfactoriamente doloroso—. Le dijiste que era el hombre más sexi que habías conocido. —Me dijiste que fuera amable con él. —No tan amable. —Entonces, ¿has traído pintores, uh? ¿Alguna razón especial? —¿Vas a llamar a Jason? —¿Ese es su verdadero nombre? —Seh. Llámalo. Entonces lo hice, y con François paseándose como un león enjaulado por el patio, le aseguré a Jason que estaría allí

pronto,

que

esperara

por

mí.

Todavía

estaba

balbuceando cuando corté la llamada y me acerqué a François. —¿Cómo lo hice? —Me convenciste. —Tomó su teléfono y presionó algunos números—. Seh. —Fue todo lo que dijo.

173

Me presioné contra él y finalmente puso sus brazos alrededor de mí. —Entonces los pintores están adentro, ¿no? —Sentí partes de él ablandarse y otras endurecerse… muy duras. —No puedo tenerte en nuestra cama sintiéndote mal por la pintura negra. ¿Vas a entrar o voy a tener que joderte aquí y darles a los vecinos algo de show homo en el suelo? —No me importaría. Sonrió. —Si vienes adentro, Mingo, tienes que saber que planeo conservarte. —Yo también. Al final fui admitido dentro de la casa y él estaba encima de mí, entonces. —Lo besaste. Te vi besarlo. —Me dijiste que fuera amable. Sigo diciéndotelo. —Dije que le estrecharas la mano. Supuestamente no habría ninguna lengua en el trato. —François, lo siento. —Me tomó en sus brazos y me besó—. Tú… ¿piensas que los pintores pueden darnos unos minutos solos? —Pregunté.

174

—Tengo una gran, hermosa casa llena de cuartos que no has visto todavía. ¿Estás listo para ser amable conmigo? —¿Qué tan amable estás pensando? ¿Mamadaamable? —Eso puede funcionar para empezar. Me llevó pasando al lado de los pintores que nos miraron incrédulos, y dentro de un cuarto que se veía como una oficina. —Imaginé que te gustaría trabajar aquí. ¿Te gusta tu nueva oficina, Mingo? —Seh, eso creo. Pero no lo voy a saber hasta que me jodas aquí, François. —Necesitamos conseguir una cama para ponerla aquí entonces. —El suelo va a funcionar por ahora. Me acostó gentilmente, sus manos y su boca sobre mí, sentí el fuego forestal consumiéndome cuando me desabrochó el cinturón y me bajó los pantalones. Quería que mi cuerpo se fundiera con él de nuevo. —Oh… Mingo… Tiré torpemente de sus ropas y escuché al gato rasguñando la puerta.

175

—Tus papis están ocupados ahora, bebé, —gritó François. Escuché el gato acostarse en el suelo, su pelaje se veía por debajo de la puerta. —Entra en mí, entra en mí —gemía yo, pero François estaba demasiado ocupado besando y lamiendo mi cara—. François, por favor. —Vas a tener que aprender paciencia, Mingo. Vas a ser jodido todos los días en esta casa, pero por ahora quiero sacarte el olor del mundo de encima, quiero que huelas sólo a mí. Lo quería loco entonces y luchamos en el suelo. Hablaba de paciencia pero no mostró mucha cuando logré meter su pene en mi boca. Dejó salir un aullido cuando chupé tanto de él como podía con mi boca. Al final se acomodó entre mis piernas y me llené de placer cuando me penetró con una limpia y larga estocada. Como siempre me vine en el segundo que estuvo dentro de mí. —Nunca esperas por mí. —Gruñó. Mis manos estaban todas sobre su cara y su pecho. —Necesitamos practicar. —Me miró con la más tierna y amorosa mirada que nunca me había dado nadie. —Creo que vamos a necesitar un montón de práctica. —Suena bien para mí.

176

Salió de dentro de mí. —¿Dónde vas? No… Y entonces su boca estaba en mi culo. Me llevó lentamente a la locura, lamiéndome entero de nuevo, pareció volverse loco, viéndome venirme todo sobre él. —Mingo… —Cállate y jódeme, François. Y lo hizo.

177

A.J. Llewellyn es el autor de más de cien novelas románticas homosexuales publicadas. Vive en California, pero sueña con vivir en Hawai. Los frecuentes viajes a las islas, bolsas de Café de Kona en la nevera y una saludable colección de discos Hawaianos lo mantienen reabastecido. La pasión de AJ por las islas le llevó a escribir una obra sobre la última monarca reinante de Hawai, la reina Lili'uokalani. Ha escrito una novela no-erótica del derrocamiento de su reino escrito en forma de diario, desde el punto de vista de su doncella. Nunca le falta inspiración para sus romances eróticos hombre/hombre y tiene que separar sus dedos del teclado de la computadora para perseguir sus otras pasiones: coleccionar libros sobre surf Hawaiiano, y pasar tiempo con sus amigos y sus animales de compañía. A.J. Llewellyn cree que el amor es una canción que mejor cantar en voz alta. Página web: www.ajllewellyn.com Facebook: www.facebook.com / aj.llewellyn Twitter: www.twitter.com / ajllewellyn MySpace: http://www.myspace.com/ajllewellyn

Email: [email protected]

178

179