Airhead 3 - Runaway - Meg Cabot.pdf

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Sinopsis ¿Dónde te puedes ocultar cuando todo el mundo sabe tu nombre? Em Watts es una prisionera: Brandon Stark, heredero de la fortuna de la familia Stark, la tiene cautiva. Em Watts es una mentirosa: Le dijo a todos sus amigos que le encanta Brandon, y que todo está muy bien. Em Watts está muy asustada: Realmente no sabe cómo va a salir de esta. Todavía está en estado de shock por el hecho de que la niña cuya vida se vio obligada a hacerse cargo cuando su cerebro fue trasplantado en su cuerpo está viva, viva y furiosa con ella por robar lo que dice era legítimamente suyo… … incluyendo a Brandon Stark, quien está decidido a averiguar cuál era el secreto de esa chica, y utilizarlo para vengarse de su padre. Pero eso no es todo lo que Brandon quiere… quiere a Em. Y no solo utilizarla para engañar a Nikki para que revele el secreto, sino ayudándolo a asegurar su lugar como cabeza de Empresas Stark de una vez por todas. Pero Brandon no es el único que quiere algo de Em. Christopher la quiere usar para lastimar a Brandon… para llevarla lejos de él, y para destruir a Empresas Stark. Em Watts está cansada: Está cansada de ser utilizada. Cansada de que le mientan. Cansada de que le digan a quién puede y no puede amar. Cansada de las mentiras con la que está siendo forzada a vivir. Con todo el mundo que ama furioso con ella por cosas que no puede explicar, Em ha llegado al final de sus alternativas… ¿cuál es el punto de seguir? Pero cuando descubre la verdad sobre el secreto de Nikki, sabe que sólo hay una persona a la que puede acudir. ¿Será Christopher capaz de poner a un lado sus sentimientos personales y ayudarla a exponer a su empleador al mundo? ¿Es incluso justo conseguir que Christopher se involucre, ya que si él está de acuerdo, hay muchas posibilidades de que Empresas Stark trate de tener a los dos muertos, esta vez, de forma permanente? Tal vez sería mejor para Em simplemente seguir corriendo.

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Índice Sinopsis

Capítulo 12

Capítulo 1

Capítulo 13

Capítulo 2

Capítulo 14

Capítulo 3

Capítulo 15

Capítulo 4

Capítulo 16

Capítulo 5

Capítulo 17

Capítulo 6

Capítulo 18

Capítulo 7

Capítulo 19

Capítulo 8

Capítulo 20

Capítulo 9

Capítulo 21

Capítulo 10

Capítulo 22

Capítulo 11

Meg Cabot

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Capítulo 1 Traducido por karoru Corregido por LulaaMaddox

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sí que de acuerdo a los revistas, estoy en una secreta, escapada romántica, (no tan secreta ahora, ¿no? Gracias, Us Weekly) con Brandon Stark, hijo único y heredero del multimillonario Robert Stark, actualmente la cuarta persona más rica en el mundo, después de Bill Gates, Warren Buffett, e Ingvar Kamprad (quien fundó IKEA, por si no lo sabías). Hay paparazzis vigilando la mansión en Oceanside, donde Brandon y yo estamos atrincherados. Están escondidos en las dunas a lo largo de la playa. Tendidos en las cunetas y en el camino, sus teleobjetivos apuntando a través de las matas de algas marinas con la esperanza de capturarme en topless en un sillón junto a la piscina, (como si eso fuera a suceder). Incluso vi uno posado en un árbol, tratando de conseguir una foto de mí y Brandon Stark juntos en el momento que salimos de la casa para ir a tomar algo para llevar en el local de cangrejo. Es una gran noticia, supongo, el rostro de Stark y el heredero de la fortuna de Stark enganchados a través de las fiestas. Mi compañera de cuarto, Lulu, me envió un mensaje que había escuchado que una foto de nosotros juntos podía ascender a diez mil dólares… mientras estuviera frente a la cámara y sonriendo. Hasta el momento, dice Lulu, no ha habido una sola toma de mí frente a la cámara y sonriendo. En ninguna revista o en ninguna web de cualquier parte. Sé que la gente se pregunta ahora cómo eso es posible. Soy la chica que lo tiene todo, ¿verdad? El pequeño caniche blanco, bostezando delicadamente a mis pies; el espeso, lujoso cabello rubio; el cuerpo perfecto; el magnífico novio con la tarjeta de crédito sin límite, que parece preocuparse tanto de mí que va a comprar a la boutique para mujeres de la localidad sólo porque he dicho que no puedo ir a cenar porque no tengo nada que ponerme. Ese mismo precioso novio actualmente paseaba por el pasillo fuera de mi habitación, tan ansioso estaba para que me uniera a él, que no podía esperar a acompañarme a la mesa de acero y cristal moderno preparado suntuosamente. ―¿Cómo lo estás pasando? ―preguntó, dando golpecitos en la puerta por enésima vez esta hora por lo menos.

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―No muy bien ―dije con voz ronca. Eché un vistazo a mi reflejo en el espejo que cuelga sobre el tocador delante de mí―. Creo que tengo fiebre. ―¿En serio? ―Brandon sonaba preocupado. El mejor novio que una chica podría pedir―. Tal vez debería llamar a un médico. ―Oh ―dije por la puerta―, no creo que eso sea necesario. Creo que sólo necesito líquidos. Y reposo en cama. Probablemente sería mejor si me quedo en mi habitación esta noche. Sabía que cualquier persona que pudiera haber estado mirando, por ejemplo, a través de un teleobjetivo de alta potencia, sólo podría haber estado pensando: ¿Qué hay de malo con esta chica? Después de todo, estaba fingiendo estar enferma para salir a cenar con el sexy hijo de uno de los chicos más ricos de América, durante su estancia en su ilustre mansión inspirada en Frank Lloyd Wright 1. Se completaba con una gran piscina climatizada al aire libre (con los bordes que desaparecen, por lo que el agua parecía estar cayendo hacia el horizonte). A lo largo de una de las paredes había un acuario lo suficientemente grande como para contener las mascotas de Brandon, la raya y el tiburón (se imaginaron que Brandon Stark tendría un tiburón mascota, ¿no?), un cine en casa construido para acomodar a veinte, y un garaje para cuatro coches que albergaba la colección europea de autos deportivos de Brandon, con un nuevo botón oro amarillo Lamborghini Murciélago nuevo, un regalo de Navidad de papá, de los cuales Brandon estaba inmensamente orgulloso. Cualquier otra chica habría intercambiado posiciones conmigo en un segundo. Pero no hay otra chica que tenga mis mismos problemas. Bueno… tal vez hay otra chica. ―No creas que esto significa que me gustas ―me informó Nikki, estallando en mi habitación desde la puerta que conectaba con la de ella, llevaba un vestido largo de colores brillantes, una chaqueta de cuero de motocicleta, cuñas con flecos, y un enorme collar de "declaración" enjoyado que parecía que un chico de una fraternidad borracho vomitó sobre su pecho. ―No te preocupes ―dije. Nikki había dejado más que claro que no le gustaba, que no quiere pasar un minuto conmigo a menos que lo tenga que hacer.

Frank Lloyd Wright: Arquitecto norteamericano, considerado uno de los maestros de la arquitectura en el Siglo XX. 1

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―Es sólo que tu espejo es más grande que el mío ―dice, golpeteando a través de mi habitación para revisar su reflejo en el espejo―, y quiero ver cómo me veo en esto. ―Te ves bien ―contesté. Estaba mintiendo. Nikki sonrió ante el cumplido que le había dado, sin embargo. Esto fue un alivio. Era la primera vez que me sonrió, o por lo menos en mi dirección, desde que el avión privado que tomamos para llegar a esta subtropical ciudad turística aterrizó unos pocos días antes. ¿Y quién podría culparla, en realidad? No se trataba sólo de que era aburrido para ella estar encerrada en esta casa como lo estaba. No podía ir a la ciudad, o uno de los paparazzis podría conseguir una foto de ella. Y a pesar de que ellos no tienen idea de quién es ella si su foto aparece en una revista, alguien que la conocía de su vida anterior podría reconocerla y me pregunto cómo diablos una chica que se supone que está muerta caminaba vivita y coleando en collares feos. Debido a que, como yo, Nikki es miembro de Los Muertos Vivientes. Pero a diferencia de mí, se suponía que el cuerpo de Nikki estaba muerto y enterrado. ―¿Eso crees? ―Nikki se mira en el espejo de cuerpo entero en la pared del fondo de mi habitación, a través de una hilera de ventanas desde el piso hasta el techo que afrontaban a las olas que se encrespan del Atlántico, negro y de aspecto siniestro en este momento de la noche, a sólo unas pocas docenas de metros de distancia. Entonces ella distraídamente metió un mechón de cabello castaño de mediana longitud detrás de su oreja e hizo una mueca. ―Ugh ―dijo―. ¿Cuál es el punto? ¿Por qué intentarlo? ―¿De qué estás hablando? ―pregunté―. Te ves increíble. Bueno, estaba exagerando. Pero sólo un poco. En realidad, ella había puesto maquillaje que cubría su nuevo tono de piel, dejo su cabello plano con la plancha hasta que no tuvo atisbo de rizarse, y se puso algo de ropa que no eran de su talla de la boutique que Brandon había asaltado en mi nombre, no parecía darse cuenta que eran demasiado ajustadas y largas para ella, que habría sido totalmente lindo. Pero de ninguna manera iba a decirle todo lo que no era cien por ciento positivo. Quería a Nikki de mi lado, incluso más que Brandon.

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―Pero, ¿tú crees que a Brandon le gustaría esto? ―preguntó Nikki con ansiedad. Ahora estábamos llegando a la raíz del problema: la única razón por la que estaba fingiéndome enferma… así ella podía conseguir algo de tiempo de uno a uno con Brandon, sin que yo esté allí para acaparar su protagonismo. ―Por supuesto que lo hará ―mentí. Más le vale. Yo sabía lo desesperadamente que anhelaba la atención de Brandon. No es que podía culparla. Realmente, ¿quién no estaría enamorada de Brandon Stark? Tenía todo lo que la mayoría de las chicas podían desear en un hombre: atractivo, una colección de autos deportivos envidiable, una casa de piedra rojiza de Greenwich Village, y una casa en las playas en los trópicos, por no mencionar el acceso a un jet privado para ir de una a la otra. Brandon realmente sería un buen novio de una chica. A excepción de la parte de él que es una vil, serpiente de dos caras, por supuesto. Me quedé mirando la nuca de Nikki cuando se volvió hacia el espejo de nuevo. No podía dejar de levantar mi dedo a mi propio cuero cabelludo en el que, más de tres meses antes, los cirujanos del Instituto Stark de Neurología y Neurocirugía habían cortado mi cabeza, sacado el cerebro de Nikki, e insertado el mío. Sonaba como algo salido de una cursi película hecha para la televisión, una que sería increíble para acurrucarse y ver en una tarde lluviosa de domingo con un gran tazón de palomitas de maíz. Excepto por el hecho de que en realidad estaba pasando en mi vida. Y poco había sabido que en el mismo momento que mi cerebro estaba siendo insertado en el cuerpo de Nikki, uno de esos neurocirujanos estaba tomando secretamente el cerebro de Nikki y deslizándolo en la cabeza de esta chica de pie delante de mí. Nikki ―su cerebro, de todas formas―, se suponía que estaba muerta. Y se suponía que el secreto que se llevó murió junto con ella. Desafortunadamente para el Sr. Stark, pero por suerte para Nikki, Nikki estaba todavía muy viva. Tanto su cerebro y su cuerpo. Sólo en dos lugares separados. ¿El secreto que ella sabe, sin embargo? Eso sigue siendo un secreto.

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Y Brandon no ha hecho un muy buen trabajo en hablar dulcemente con ella… sobre todo porque ha estado demasiado distraído últimamente, tratando de engatusarme. Y Dios sabía, Nikki me odiaba demasiado debido a que apenas pronunciaba una palabra civilizada hacia mí, no importaba cuántas veces había tratado de conseguir que se abriera. Me pregunté cuánto de eso se debe a que la cicatriz todavía le pica a veces, en la forma en que lo hace la mía. ―Estoy segura de que tienes razón ―dijo Nikki, con la nariz en el aire mientras salía de mi habitación―. A Brandon le gusta el color azul. ¿Le gusta? Esto era nuevo para mí. Pero estaba descubriendo que había mucho sobre el ex novio de Nikki Howard que era nuevo para mí. Su color favorito era lo de menos, en verdad. Y el hecho de que tiene una guarida secreta junto a la playa donde le gusta esconder a las niñas que ha secuestrado contra su voluntad, la forma en que me tiene, o intenta seducir y luego chantajearme para conseguir lo que quiere, como hace con Nikki… … que, en este caso, ¿es la información para usar en contra de su padre, por lo que Brandon puede hacerse cargo de su compañía? ¡Súper! Sí. Si resultaba que a Brandon Stark también le gusta vestirse como Strawberry Shortcake mientras juega al croquet con su colección de pony miniatura. Absolutamente no debería estar sorprendida. ―¿Em? ―Brandon golpeó a mi puerta de nuevo. ―¿Qué? ―dije, más bruscamente de lo que pretendía. Tenía un dolor de cabeza que realmente no estaba fingiendo. ―Creo que he encontrado una cura para lo que tienes ―dijo Brandon a través de la puerta. Miré hacia arriba, sorprendida por esto. Debido a que no existe una cura para lo que tengo, ya que lo que tengo es cien por ciento falso. ―¿En serio? ―dije―. ¿Qué es? ―Se llama será mejor que salgas aquí ―dijo Brandon, en un tono de voz diferente―, o te vas a arrepentir. Oh. Cierto. Lo olvidé.

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Porque las revistas se han equivocado. No estoy en una secreta, escapada romántica. Puede que no sea exactamente detrás de las rejas. No estoy luciendo grilletes o esposas. No hay incluso hombres de traje negro de pie a cada lado de mí, hablando en pequeños mini-micrófonos en sus mangas. Pero soy prisionera de Brandon Stark, de la misma manera.

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Capítulo 2 Traducido por Apolineah17 y Karliie_j Corregido por Nanis

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brí la puerta y me quedé allí parada en el largo vestido de noche de terciopelo negro que Brandon había enviado para esas celebraciones nocturnas, una cena gourmet siendo preparada por el chef capacitado en la universidad Le Cordon Bleu que Brandon había robado de un hotel cercano de cinco estrellas para que viniera a trabajar con él durante la semana. Una cosa sobre Brandon Stark: No pierde el tiempo cuando está tratando de impresionar a una dama. La pregunta era, ¿por qué no podía descubrir a la chica adecuada para impresionar? Era a Nikki a quien se suponía que estaría tratando de conquistar, no a mí. No es que él incluso tuviera que intentar demasiado fuerte con ella. Si hubiera empleado la mitad de energía en ella de la que seguía gastando en mí, la tendría comiendo de su mano. ¿Por qué no podía entender eso? Probablemente por la misma razón que piensa que es genial pasar el rato en camisas de Ed Hardy2 con estrellas de reality shows en el yate de su papá. Él es un poco estúpido. Y, sin embargo, al mismo tiempo, es completamente malvado. Resulta que las dos cosas combinadas son mortales. Bueno, para mí. Brandon no dijo nada durante un minuto. Sólo se me quedó mirando, con los ojos en blanco como las rodantes y mortales pelotas de playa que los usuarios de Mac siempre conseguían cuando una aplicación en su computadora no estaba funcionando. Lo cual era bueno. Significaba que el plan B ―que había ideado en caso de que el plan A, fingir estar enferma, no resultara― estaba funcionando. Puedo

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Ed Hardy: es un tatuador estadounidense, fue el primer diseñador estadounidense en hacer sus diseños con técnica estética asiática, y es llamado el embajador de la cultura del tatuaje por impregnar sus diseños con referencias a diversas culturas.

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parecer una rubia indefensa en el exterior, pero en realidad tengo algunas armas en mi arsenal. Una de ellas era el Armani que llevaba puesto. Me di cuenta en el momento en que lo vi en el exhibidor de ropa que había sido enviado a través de la costosa boutique de diseño que Brandon decidió que iba a poner a mi disposición, que este vestido en particular iba a ser completamente mi aliado. Puede que no haya sabido nada de moda hace unos meses cuando había sido la chica peor vestida en todo el onceavo grado en la secundaria Tribeca Alternativa. Pero siempre había sido una rápida aprendiz. ―Brandon ―le dije. El largo pasillo, que de un lado era de cristal para que pudieras ver el océano y las dunas (cuando no estaba tan oscuro) estaba vacío, excepto por nosotros dos (y los paparazzi, por supuesto. Pero estoy bastante segura de que los guardias de seguridad privada que Brandon había contratado, que estaban patrullando fuera de la casa, habían ahuyentado a cualquier fotógrafo). Cerré la puerta de la habitación de invitados detrás de mí, así no habría oportunidad de que Nikki escuchara lo que estaba a punto de decirle. Supuse que probablemente era inútil. Había tratado de razonar con él antes. Pero nunca en un Armani. ―Esto es ridículo ―continué―. Se supone que estás tratando de seducir a Nikki, no a mí. Ella es la que guarda el secreto por el que tu papá intentó asesinarla. ¿El que quieres robar para que puedas echar a tu padre y asumir el control? Brandon se me quedó viendo. No es más listo, en cierto modo, que Jason Klein, el rey de Los Muertos Vivientes (también conocidos como los deportistas) de mi escuela secundaria. Sólo más rico y con menos moral. ―Lo cual es genial, pero tengo que regresar a la ciudad ―le dije. Estaba intentando hablar despacio y con claridad, así él se aseguraría de entenderme―. Tengo el desfile de modas Stark Angel en pocos días. Sabes que no me lo puedo perder. ¿Esta escapada romántica durante los días festivos con Brandon Stark? La prensa la está devorando. Aunque la verdad era, que no me podía imaginar a mi madre estando muy feliz por eso. No es que hubiera hablado con ella. Había estado dejando que sus llamadas fueran al buzón de voz. Sabía que si hablaba con ella, el dolor que

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escucharía en su voz: “De verdad, Em. ¿Pasando la semana con un chico? ¿Qué te pasa?”, sería como una puñalada en el pecho. Pero era peor que nadie más aparte de ella ―y, por supuesto, Lulu y mi agente, Rebecca, quien me había llamado aproximadamente millones de veces― me había dejado un mensaje de voz. Nadie más, lo que significaba la única persona por cuyos sentimientos estaba más preocupada por haber herido al escapar con Brandon Stark. Cierto: Christopher Maloney, el amor de mi vida, no había llamado. No sé por qué pensé que lo haría, después de lo que había hecho con él, que fue una mentira, decirle que ya no lo amaba… y que en lugar de ello, amaba a Brandon. No era que me mereciera una llamada. O un correo electrónico o un mensaje de texto o nada en absoluto de parte de él. Supongo que pensé que él buscaría algún tipo de contacto… incluso si sólo era para enviarme una carta, una amarga recriminación o algo. Claro, no habría disfrutado el estar en el extremo receptor de un correo electrónico de: Querida Em: Gracias por arruinar mi vida. Quiero decir, Christopher no sabía que Brandon me había obligado a decir lo que dije. Pero incluso una carta de Querida Em habría sido mejor que este frío silencio… Pero no. Nada. Mejor no pensar en eso ahora. O nunca. ―Pero con el tiempo ―me obligué a seguirle diciendo a Brandon―, las personas a las que soy cercana van a empezar a sospechar. Ellos saben, Brandon, que tú y yo no somos… bueno, lo que estás tratando de hacerles creer que somos. Estaba mintiendo, por supuesto. Las personas en mi vida no tenían idea de que no estaba enamorada de Brandon y que todo esto era falso. No lo sabían. ¿Si no hubiera sido la única yendo por ahí básicamente conectando con cada chico lindo con el que entraba en contacto desde que había conseguido que mi cerebro entrara en este nuevo cuerpo atractivo? ¿Cómo se suponía que cualquiera hubiera sabido cuál de esos chicos era el que realmente me importaba y cuáles no? Cierto: yo había creado el lío en el que estaba metida en este momento. Y yo era la que tenía que conseguir salir de esto. Lo cual en realidad era lo que estaban intentando hacer en este momento. A pesar de que podría no haberlo parecido.

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―Tengo que regresar a la ciudad ―le dije a Brando de nuevo, ganando tiempo―. Sólo déjame… Brandon levantó la mano para poner un dedo sobre mis labios. Y lo dejó allí. ―Shhh ―dijo. Oh-oh. Su reinicio de sistema estaba aparentemente completo. Sus pupilas se detuvieron luciendo como dos pelotas gemelas, giratorias y mortales de playa. Él había dado un paso hacia adelante. Ahora estaba de pie a unos pocos centímetros de mí, mirándome con una expresión que no podía leer. Pero, al igual que un montón de cosas sobre él últimamente, me asustó un poco. ―Todo va a estar bien ―dijo en lo que supongo que pensó que era una voz suave. Excepto que yo estaba tan calmada como un perrito dálmata en la casa de Cruella de Vil. ―Sé lo que estoy haciendo ―continuó. ―Uh ―dije desde detrás de su dedo―. En realidad, no creo que lo sepas. Porque Nikki no va a decirte nada si no comienzas a prestarme menos atención a mí y le prestas más atención a… Entonces quitó su dedo y comenzó a inclinar su cabeza hacia abajo para colocar sus labios donde un segundo antes había estado su dedo. Ugh, no. ¿En serio? ¿De nuevo? Tenía piel de gallina y no porque llevara un vestido sin mangas. Mira, no puedo culpar a Brandon. He estado mandándole señales mixtas durante meses. Y honestamente, usándolo, básicamente. Esa es la clase de chica en la cual me transformé desde que me volví Nikki. No era agradable admitirlo, pero era la verdad. Pero las cosas eran diferentes ahora. Finalmente tenía la cabeza ―juego de palabras hecho intencionalmente― sobre mis hombros. Sin embargo, sabía lo que tenía que hacer. Lo que he tenido que hacer durante toda la semana. Es lo que las modelos tenemos que hacer todo el tiempo: pretender que en realidad estamos cómodas con lo que estamos usando, o disfrutando lo que estamos comiendo, o que no estamos congelándonos estando de pie en el océano, con las olas golpeando contra nosotras.

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No es la cosa más difícil del mundo, de hecho me he vuelto muy buena en ello. Y en este caso en particular, eso era algo realmente bueno. Porque a los prisioneros los tratan mejor cuando se llevan bien con sus carceleros. Y había mejores oportunidades de que su carcelero tuviera un desliz y bajara la guardia si él pensaba que a su prisionero en realidad pudiera gustarle un poco. Y eso podría permitirle al prisionero escapar. El problema es que no puedo escapar hasta que obtenga lo que necesito. Lo que resulta ser lo mismo que Brandon necesita: la pieza de información que me metió en este lío en primer lugar. Lo que significa que no importa qué tan perra sea Nikki conmigo, tenía que aguantarla hasta que soltara la sopa. Entonces no importa qué tanto me repugne Brandon, tenía que aguantarlo. Nadie dijo que fuera fácil ser un prisionero. Por lo tanto hice lo que tenía que hacer: dejé que Brandon me besara. Afortunadamente, justo cuando veía que los labios de Brandon estaban cada vez más cerca, escuché que una puerta cercana se abría. Ese no era el plan C. Pero era suficiente. Retrocedí rápidamente, aliviada de tener una excusa, porque Brandon tenía que admitir que no podía permitirse que Nikki lo viera enrollándose conmigo. Pasos ―estruendosos, no el tippity-tap de unos zapatos de tacón― sonaron sobre el piso de mármol pulido, y me di la vuelta para ver al hermano mayor de Nikki, Steven, venir hacia nosotros. ―Hola ―dijo, asintiendo hacia ambos. ―Hola ―dijo Brandon, su respuesta casi cómica por su falta de entusiasmo. Su actitud hacia Steven esta semana se podría decir que estuvo decente. Mientras teníamos que pretender que por lo menos nos entusiasmaba ver a Nikki cada vez que ella venía retumbando dentro de la habitación, él no tenía que pretender estar entusiasmado por ver a Steven. ―Entonces ―dijo Steven mientras caminaba hacia nosotros lentamente―. ¿Qué pasa?

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―Van a servir la cena abajo en el comedor ―dijo Brandon fríamente. Su tono claramente sugería: Entonces, ¿por qué no bajas y nos dejas a solas? ―¿Sí? ―Steven no parecía tener ninguna prisa. ¿Y por qué no? Steven, al igual que su hermana, no podía dejar la casa por miedo a que él, también pudiera ser fotografiado y rastreado por Robert Stark quien se supone que no debe saber dónde se encuentran Steven o su madre… o podrían ser eliminados también, de la misma manera en que habían tratado de eliminar a Nikki. ―¿Y con qué manjar culinario nos deleitaras esta noche, Brandon? ―preguntó Steven. La parte divertida era que Brandon era lo suficientemente tonto como para no darse cuenta que Steven estaba siendo totalmente sarcástico. Tuve que esconder mi sonrisa. A Steven no le importaba lo que tendríamos para cenar. El odiaba a Brandon tanto como yo. Nunca lo había dicho pero… … yo lo sabía. ―Sopa de cangrejo ―dijo Brandon―, y alguna clase de ensalada de cangrejo peekytoe, creo, con foie gras o algo así. Mientras Brandon hablaba, Steven empezó a caminar por las escaleras hacia el primer piso. Porque él usualmente dejaba la habitación mientras Brandon hablaba. Así de mucho odiaba a Brandon. En mi mente, estaba gritando: ¡Steven, no te vayas! ¡No me dejes sola con el! Pero por supuesto no podía decir algo como eso. Tenía que ser respetuosa. En la superficie. ―Y después ―continuó Brandon, en un tono aburrido―, filete mignon. También hay soufflé de chocolate de postre. ―Suena genial ―dijo Steven sobre su hombro. Estaba usando la ropa que Brandon había comprado para él, jeans negros y un suéter de cachemira gris oscuro, las mangas dobladas hasta los codos. Todos nosotros, a excepción de Nikki y su madre, quienes tuvieron tiempo de meter algunas cosas en sus bolsos antes de dejar la casa del Dr. Fong, habíamos llegado a la casa de Brandon con nada más que la ropa que teníamos puesta (y nuestros perros… aquellos de nosotros que teníamos perros), tratando de escapar de Robert Stark. Brandon había sido más que generoso al asegurarse de que Steven y su madre tuvieran todo lo que necesitaban, ya que ellos no podían usar sus tarjetas de crédito por miedo a que Stark pudiera rastrearlos.

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Pero podía sentir que Steven parecía molesto por estar endeudado con el hijo del hombre que había causado tantos dolores de cabeza a su familia. Nunca le había dicho a Brandon nada que fuera abiertamente grosero. Pero sí hacía cosas que alguien que fuera más consciente de sí mismo que Brandon, podría encontrar irrespetuoso. Cosas como salir de la habitación mientras Brandon aún estaba hablando. ―Filete mignon otra vez, genial ―escupió Steven sobre su hombro mientras bajaba las escaleras―. Oh, oye, Brandon ―añadió casualmente―, ¿sabes?, tu Lamborghini se está quemando. La mano de Brandon se aferró al barandal de acero y se congeló ahí. ―¿Qué? ―Tu nuevo Lamborghini ―dijo Steven―. Me di cuenta justo ahora que miré hacia la entrada. Está en llamas. Sí. Finalmente. Plan C en acción. Brandon miró hacia afuera por una de las ventanas que daban al frente de la casa, con una expresión un tanto soberbia, como diciendo: Sí, claro, mi carro se está quemando. Un segundo después su expresión cambió completamente. Dejó salir una maldición que sonó como música para mis oídos. ―Mi carro ―lloró―. ¡Se está quemando! ―Eso fue lo que dije. ―Steven sacudió la cabeza, mirando hacia mí desde el pie de la escalera, como diciendo: Qué perdedor―. ¿No fue eso lo que dije? Brandon dejó salir otra maldición y, agarrándose el cabello con ambas manos, corrió junto a mí, casi empujándome por las escaleras en su prisa por salir, y después salió disparado cuando pasó junto a Steven. ―¡Llamen al 9-1-1! ―gritó.

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Capítulo 3 Traducido por MaEx y Selene1987 Corregido por Nanis

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ikki eligió ese preciso momento para salir de su habitación. ―¿Qué pasa con Brandon? ―preguntó mientras caminaba haciendo click en el pasillo hacia mí. ―Su coche está en llamas ―dijo Steven con un encogimiento de

hombros. ―¿Qué? ―La voz de Nikki se elevó a un grito agudo―. ¡El nuevo Lamborgini no! Tuve que aplanarme contra la pared con el fin de no ser derribada mientras se apresuraba detrás de Brandon, sus tacones haciendo un gran ruido en el brillante suelo de mármol. ―Brandon ―exclamó, corriendo tras él―. ¡Espera! ¡Estoy yendo! Quería recordarle que no saliera a la calle o los paparazzi podrían conseguir una foto de ella, pero ya era demasiado tarde. Ya se había ido. Cosabella, que me había seguido desde mi habitación, se precipitó por las escaleras detrás de Nikki, sus garras deslizándose en el resbaladizo suelo. Dio unos excitados ladridos y luego, cuando Nikki cerró de golpe la puerta en su cara, se dio una buena sacudida y salió trotando de nuevo a la sala, pareciendo orgullosa de sí misma por un trabajo bien hecho. ―Así que ―Steven se cruzó de brazos y miró hacia mí mientras caminaba por la larga escalera. Eran un poco peligrosas caminar en tacones y un ceñido vestido de noche de Armani―, ¿pusiste el coche del chico en llamas? Esto me hizo congelar en seco. ―¿Yo? ―Coloqué mi mirada en una adecuada expresión de shock―. ¿Qué te hace pensar que fui yo, y no uno de los paparazzi intentando atraerlo fuera para que pudieran conseguir una foto? ―Porque encontré tu detonador ―dijo, sosteniendo lo que solía ser un collar de cuentas de madera mezclado que Brandon me había dado… … al menos hasta que lo empujé en una mezcla que incluía agua caliente, azúcar y otra sustancia y la dejé secar toda la noche.

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―Eres un mentiroso ―dije cuando llegué a la parte inferior de las escaleras. Arranqué el collar chamuscado de su mano―. Dijiste que viste el coche quemándose por las ventanas. ―En realidad ―dijo Steven―, lo hice. Y fui a investigar. Eso fue hace un rato. Lo encontré tan interesante, que pensé que lo dejaría seguir adelante para ver qué pasaría. ¿De dónde, de todas las personas, has aprendido a hacer que una mecha arda lentamente? ―YouTube ―dije. Dejé caer el chamuscado collar en el cuello de una ánfora griega que está en la parte inferior de las escaleras―. Y me ofende la implicación de que una chica no sabría necesariamente manejar explosivos. Voy a un instituto alternativo, ya sabes. ―Por supuesto ―asintió Steven―. Estúpido de mí. Pero déjame hacerte una pregunta ―dijo mientras me seguía hasta el comedor, donde había ido a sentarme a la mesa maciza, ya establecida―. ¿Por qué querrías hacer estallar el coche nuevo de Brandon Stark? Porque nos está manteniendo prisioneros aquí. Y Christopher no me quiere nunca más. ―No va a estallar ―dije―. Solo hice un diseño decorativo en el capó con líquido para encendedores. Y hay un montón de extintores allí. Lo comprobé. Si Brandon tiene algún sentido, detendrá el fuego antes de que haga algún daño permanente a cualquier cosa excepto el trabajo de pintura. Y no había cronometrado bien el fuego. Se suponía que iba a aumentar antes de que tuviera la oportunidad de besarme. ―No era necesario que destruyeras su coche ―dijo Steven, uniéndose a mí en la mesa―. El hombre es estúpido, pero esto ha ido un poco lejos, ¿no te parece? ―No ―dije brevemente. Cosabella se acurrucó a mis pies debajo de la mesa. ―Wow. ―Steven me miró fijamente―. De verdad lo odias. Me imaginé la cara de Christopher haciéndose más y más pequeña a la distancia mientras la limusina a la que Brandon me había forzado a entrar, serpenteaba por la carretera. Usted no tiene, dijo la robótica voz de mi correo de voz en mi cabeza, una y otra vez, ningún mensaje nuevo. Sí. Supongo que odio a Brandon. ―Te lo dije ―dije―. Solo estaba tratando de estropear un poco el trabajo de pintura.

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Steven negó con la cabeza. ―No voy a caer en eso, Em. Por supuesto que no. El hermano de Nikki es un oficial de la marina entrenado. No es estúpido. Pero amplié mis ojos y fui por el acto inocente de todos modos. Debido a lo que Brandon dijo que pasaría si no lo hacía. ―No sé lo que quieres decir ―dije. ―Convincente ―dijo Steven―. Pero derrama ahora, mientras tenemos cinco minutos juntos a solas por una vez. No estás enamorada de Brandon Stark. ¿Qué está pasando, Em? ¿Por qué estas fingiendo estar enamorada de Brandon por un lado, y después pones su coche en llamas a sus espaldas? Lo que sea que ella sabe sobre Stark Quark, si vale la pena matar a Nikki Howard, y luego darle un trasplante de cerebro para mantener su imagen viva, vale la pena saberlo. Créeme. Y lo deseo, me había susurrado Brandon esa fría mañana gris de vuelta en Nueva York hace apenas una semana. ¿Por qué debería ayudarte?, le había exigido. Porque, había dicho él, si no lo haces, le contaré a mi padre dónde está la verdadera Nikki Howard. Y había añadido sobre Christopher, y no más de ese otro chico, el único de la chaqueta de cuero, que parece tan dentro de ti. Solo yo. Ahora eres mía. ¿Entiendes? Le había mirado como si estuviera loco. Pero ahora le conozco mejor. Brandon Stark no está loco. Estúpido, tal vez. Desesperado por dejar su huella en el planeta, el camino que su padre tiene, pero sin ninguna real idea sobre cómo ir haciéndolo. Pero no loco. Y si les dices lo que estoy haciendo, le diré a mi padre sobre la chica. ¿Lo haría? ¿Le diría Brandon? Él ciertamente, no se preocupaba por Nikki, o por Steven o la señora Howard. Seguro, estaba dispuesto a alojarles, y vestirles, ya que no tenían otro lugar al que ir, gracias a que la compañía de su padre esencialmente los acechaba. Pero solo estaba haciendo esto debido a lo que pensaba que iba a conseguir de ella: yo (no solo el verdadero yo. El yo que pensaba que era, esa chica maquillada cuyo nombre ni siquiera se lo sabía bien, quien se parecía a Nikki Howard). Oh, y lo que fuera que Nikki sabía, él pensaba que iba a darle mucho dinero.

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―Em. ―Steven estaba mirándome fijamente; su cara, tan parecida a la que veía reflejada en el espejo cada mañana cuando me ponía el maquillaje, solo que en masculino; apretada con ansiedad―. Lo que sea con lo que te haya amenazado, te juro, que puedo hacerlo mejor. Solo tienes que decirme lo que está pasando. Quería creerlo. Realmente lo hacía. Nunca había tenido un hermano mayor antes, pero estaba empezando a amar al de Nikki. Era tan reconfortante, con sus anchos hombros y firme mirada. Casi creí que él podía hacerlo todo mejor. Pero por supuesto, no podía. Nadie podía. Y si les dices lo que estoy haciendo, le diré a mi padre sobre la chica. Excepto que Brandon no iba a decirle a su padre nada sobre Nikki. No podía. La necesitaba demasiado. Ella sostenía la llave de todo. Pero Christopher. Le diría a su padre sobre Christopher. ―Oh, ahí están ―llamó la madre de Nikki mientras bajaba las escaleras flotantes, sosteniendo cuidadosamente la barandilla mientras sus dos caniches, los hermanos de Cosabella, se deslizaban por las escaleras delante de ella―. ¿Está todo bien? ¿Qué era todo ese alboroto que escuché antes? Hablar sobre ser salvados por la campana… una verdadera belleza sureña, como una cuestión de hecho: la mamá de Nikki y Steven tenía el acento y la belleza de uno desvaneciéndose suavemente. Podías ver de dónde, ambos, Nikki y Steven, habían sacado su buen aspecto. La señora Howard era todavía lo que mi padre llamaba un bombón. Pero antes de que nadie pudiera decir nada más, el ayudante del chef salió de la cocina sosteniendo una bandeja de plata. ―Su sopa de cangrejo ―dijo, tratando de ignorar a los caniches bailando odiosamente a sus pies, toda esperanza en que ellos no podrían hacerle tropezar y derramar algo de lo que estaba llevando. Parecía más desconcertado por el hecho de que solo había tres de nosotros que por los perros―. Oh ―dijo―. ¿Todavía no está el señor Stark preparado para cenar? ―Hubo una pequeña emergencia ―dije―. Regresará en unos minutos. Creo que podrías decirle al chef de seguir adelante y servir. El ayudante asintió, sosteniendo la bandeja para Steven y su madre para ayudarlos para el primer plato, luego se retiró a la cocina, sus zuecos de goma sin hacer ruido en el piso de mármol negro. Cosabella y los perros de la señora Howard, Harry y Winston, siguieron detrás de él, todavía esperando ansiosamente que pudiera dejar caer algo. ―¿Qué tipo de emergencia? ―preguntó la señora Howard.

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―Em puso su coche en llamas ―dijo Steven. La señora Howard, a punto de levantar la copita de sopa a la boca, se quedó sin aliento en su lugar. ―¡Em! ¿Por qué harías una cosa así? Me encogí de hombros. No le podía decir que lo había hecho porque Brandon era un gran falso mentiroso que había causado que mi novio y yo rompiéramos para siempre. Ella, como todos los demás, pensaba que estaba enamorada de Brandon, y que él estaba protegiéndola a ella y a su hija de su malvado padre. No quería preocuparla más de lo que ya estaba. Ella había dejado todo atrás ―su negocio, su casa, sus amigos, su vida― por su hija. Quien, en realidad, no parecía agradecida por ello, si me preguntas. ―¿No deberíamos llamar a los bomberos? ―preguntó la señora Howard, aún impresionada. Justo cuando decía eso, una de las puertas de cristal se abrió, y Brandon entró, Nikki tropezando con sus talones. ―Te digo que fueron esos estúpidos de ¡Ok! ―dijo Brandon―. Y no voy a quedarme quieto. Ni un segundo más. Voy a llamar a mis abogados. Los demandaré por el coste del reemplazo de mi coche. ―Tienes mucha razón, Brandon. ―Nikki se tambaleó detrás de él en sus plataformas demasiado altas, y demasiado grandes para ella―. Tuvieron que ser ellos. ¿Quién más haría algo así? ―¿Está todo bien? ―preguntó la señora Howard―. Nadie ha salido herido, ¿no? ¿Ya se ha ido el fuego? Nikki, nadie sacó una foto de ti ahí fuera, ¿no? ―Oh, se ha acabado ―dijo Brandon mientras Nikki meneaba su cabeza. Brandon tenía su iPhone pegado a su cara―. Y Nikki está bien. Pero la pintura de mi coche está arruinada. ¡Arruinada! ¿Hola, Ken? ―empezó a gritarle a su teléfono―. Ken, soy Brandon. Han destrozado mi coche. ¿Qué? El Murciélago, ése. ¿Por qué? ¿Por qué demonios sabría por qué? Para sacarme una reacción que poder empapelar en sus malditas portadas de revista, por eso. ¿Qué más? ―No sé cómo se supone que comeremos ―dijo Nikki, con un suspiro mientras se sentaba, desplegando su servilleta de lino blanco con un chasquido―, después de lo que acaba de pasar. Los paparazzi se han salido de control. ¿Cómo han podido hacerle algo tan horrible al pobre Brandon? ―¿Qué te hace pensar que fueron los paparazzi? ―preguntó Steven, no mirando ya hacia mi dirección mientras el asistente del chef llegaba al comedor,

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llevando otra bandeja. Intentaba con todas sus fuerzas no tropezar nuevamente con los perros. ―No sé quién más podría ser ―dijo Nikki―. Brandon jamás le ha hecho daño a nadie. Es completamente dulce y adorable. Me atraganté un poco al sorber el agua que acababa de tragar. Si Brandon era dulce y adorable, yo era la novia de Satán. ―Quizás ―dije cuando me recuperé―, fue su padre. ―¿Qué? ―Nikki se veía confusa―. ¿Por qué su padre le enviaría un bonito coche por Navidad, y luego incendiarlo? ―Porque ―dije―, quizás el señor Stark sabe que estás aquí. Nikki se puso visiblemente pálida. ―¿Crees que lo sabe? ―preguntó. Sí. Era malvada. Incendiaba coches, mentía a supermodelos. Lo que fuera. Ya no me importaba. Ya me habían dado un trasplante de cerebro, habían hecho que dejara a mi novio, e iban a hacer que me pavoneara con un sujetador de un millón de dólares en la televisión nacional en un par de días. ¿Qué más podían hacerme? ¿Matarme? Bueno, ¿saben qué? Ya estaba muerta. ―Podría sospecharlo ―dije―. Y si lo hace, no tenemos mucho tiempo. Tenemos que saber por qué ha intentado asesinarte. Así podremos obtener la prueba que necesitamos para procesar al padre de Brandon y mandarle donde ya no pueda hacerte daño. La barbilla de Nikki se deslizó con obstinación. ―Como ya le dije a mi madre ―dijo, haciendo énfasis en la palabra madre―, cuando lo sacó a relucir el otro día: el padre de Brandon no intentó que me asesinaran. No sé de dónde sacas toda esta historia… ―Porque todos estábamos sentados en la misma habitación que el Dr. Fong ―explicó la señora Howard, con paciencia―. Y le oímos revelar que no tenías una embolia, Nikki… ―Pero le obligaron a hacer la operación de todas maneras ―interrumpió Steven―. Iban a tirar tu cerebro. Te salvó la vida trasplantándolo en el cuerpo que tienes ahora. ¿Por qué no lo entiendes? Sólo dinos por qué ibas a chantajear a Robert Stark, y podremos regresar a nuestra antigua vida. ―Oh. ―De repente, los ojos de Nikki brillaban con lágrimas no derramadas―. ¿Podemos hacerlo? ¿Podemos regresar a nuestra antigua vida,

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Steven? Lo siento, pero pareces haber olvidado que eso no es posible para algunos de nosotros. Porque hay otra chica viviendo en mi antiguo cuerpo. Me lanzó una mirada que me recorrió toda la espalda. Nadie, ni siquiera Whitney Robertson, de Tribeca Alternative, del que estoy completamente segura me aborrecía más que a cualquier otro humano de todo el universo, y sólo porque cuando estaba en su equipo de voleibol en Educación Física, a veces fallaba la pelota, me había lanzado una mirada de odio tan puro y sin adulterar. ―Así que no puedo regresar a mi antigua vida ―le dijo Nikki a su hermano―. Esa chica de ahí está viviendo en mi apartamento, utilizando mi dinero, haciendo mis conciertos; incluso a mi perro le gusta más que yo. ―Señaló a través de la mesa de cristal a Cosabella, que estaba sentado a un lado de mi silla, jadeando hacia mí con impaciencia, esperando que le lanzara un trozo de cualquier comida que estuviera a punto de servirse (que, tengo que admitir, he hecho alguna que otra vez)―. Así que perdóname ―siguió Nikki―, si no tengo prisa en salir de aquí. Resulta que me gustan las cosas tal y como son, teniendo en cuenta las alternativas. Porque si piensas que voy a regresar a casa a vivir en el campesino Gasper, de Estados Unidos, contigo y mamá, Steven, bueno, puedes pensar de nuevo. No volveré jamás. Jamás. ―Nikki ―dije. Me sentía fatal por lo que le había pasado. De verdad que sí. Aunque nada de eso hubiera sido mi culpa (oye, sin duda no había elegido ser el nuevo cerebro tras la Cara de Stark) sentía que le debía algo. Porque tenía que salir del control de Brandon Stark antes de que me volviera loca. O incendiara algo más de él. Como sus pantalones, por ejemplo. ―Quizás podamos pensar algo ―bajé mi voz sólo por si acaso Brandon, aunque pareciera atado a su llamada telefónica, resultara escuchar. Ella entrecerró los ojos. ―¿Qué quieres decir con pensar en algo? ―Bueno ―medio susurré―, por ejemplo podría devolverte el dinero. El dinero de tu cuenta bancaria. También te ofrecería un poco de lo que gane en el futuro. Ya sabes, de trabajos futuros. Nikki se echó hacia atrás en su silla. El asistente del chef había preparado platos decorados de ensalada en frente de cada uno, incluyendo el asiento vacío de Brandon. Brandon aún iba y venía al pie de las escaleras, al teléfono con su abogado. De vez en cuando un trozo de su conversación nos llegaba. Sonaba en plan: “¿Qué quieres decir con que necesito pruebas?” y “No, ¡no sé por qué tendría que hacer eso!”. Sin duda se había perdido en su pequeño mundo.

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―Eso parece justo, Nikki ―dijo la señora Howard, moviendo un poco de su ensalada sobre su plato―. Deberías considerarlo. ―No tengo nada que considerar ―dijo Nikki―. Me está ofreciendo algo que no tendría si nada de esto hubiera ocurrido en primer lugar. Me está ofreciendo menos, en realidad, de lo que hubiera tenido. ―Pero arruinaste tu carrera ―dijo Steven, su voz subió un poco por la frustración―, intentando chantajear a tu jefe. Por lo que te podría haber despedido. Pero en lugar de eso, intentó que te mataran. De cualquier manera, Emerson es quien estaría haciendo todo el trabajo. Nikki le miró como si fuera estúpido. ―¿Crees que hacer de modelo es trabajar? ―exigió ella―. ¿Qué te paguen por estar de pie en vestidos de cinco mil dólares con personas maquillándote y haciéndote cumplido mientras te toman fotografías? Eso no es trabajar. Eso es jodidamente divertido, amigo. No tenía ni idea de lo que estaba hablando. Hacer de modelo sin duda era trabajar. Claro, no era estar de pie en una freidora en un McDonald’s en un uniforme de poliéster, sudando por todos lados, por un pago mínimo mientras todos te gritan que quieren una Coca-Cola Light con su Big Mac, patatas, McNuggets y empanada de manzana. Y en tamaño grande. Pero jamás había trabajado tanto en mi vida en la mayoría de lanzamientos que había tenido. ¿Todo eso donde Tyra paseaba sonriendo con los ojos? Sí, no era tan fácil, al parecer, cuando no tienes nada salvo un corsé y una tanga y de pie con agua fría en tu culo y tiritando y lo único que quieres es ir a casa y llorar. ―Mira, Nikki ―dije, sintiéndome como si cambiara de tema―. Con esa cantidad de dinero no tendría que vivir en Gasper. Podrías vivir en un dúplex con portero y un gimnasio interno en el SoHo. ―¿Y hacer qué? ―preguntó Nikki. ―Ir a la universidad ―dijo la señora Howard rápidamente. Nikki resopló nuevamente. ―Oh, claro, mamá ―dijo, dando la vuelta a sus ojos. ―¿Qué le pasa a esa idea? ―preguntó su madre―. Hay muchas cosas en las que podrías sacar tu diploma, cosas que ya sabes y que podrían darte conocimiento especializado por tu pasado… fotografía, diseño de moda o negocios, publicidad, medios de comunicación, leyes de entretenimiento… Nikki cortó a su madre en seco.

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―Sólo hay una cosa que quiero ―siseó. ―¿y qué es? ―pregunté. El perro no, recé. No estaba segura si podría separarme de Cosabella. En los meses que había podido conocerla, nos habíamos acercado bastante. Aunque era un poco irritante tener una sombra de cuatro patas persiguiéndome a donde quiera que iba. Pero como que ya me había acostumbrado. ¿Pero qué más podría querer Nikki? Ya le había ofrecido todo el dinero que tenía, y un poco de mis ganancias futuras. ¿Debería ofrecerle todas mis futuras ganancias? Iba a ser difícil averiguar cómo iba a pagar la hipoteca de mi apartamento… Espera. ¿Nikki quería el apartamento? ¿Iba a tener que mudarme? ¿Qué pasa con Lulu? Lulu me pagó alquiler para vivir en el apartamento. Bueno, supongo que íbamos a tener que buscar otro lugar para vivir. ―Lo que quiero ―dijo Nikki, con la voz más molesta que jamás había oído―, y eso incluye cuando Whitney Robertson solía preguntarme si alguna vez había oído hablar del acondicionador, es mi antiguo cuerpo. 25

Capítulo 4 Traducido por maphyc y Apolineah17 Corregido por Nanis

A

turdida, miré el cuerpo del que Nikki estaba hablando. Su cuerpo. El cuerpo en el que había despertado tantos meses atrás, en tanta confusión. El cuerpo al que me había tenido que acostumbrar a ver, a caminar, a vivir. El cuerpo que me había provocado tanto dolor y angustia y asombro mientras había tratado de acostumbrarme a ello. El cuerpo que había odiado, contra el que había luchado, negándome a creer que ahora era el mío, y que había maldecido. El cuerpo que había estado convencida que estaba arruinando mi vida. Y más tarde, el cuerpo en el que había experimentado tantas risas, tenido peleas de nata batida con Lulu en la cocina. Y maravillarme, mientras sentía lo que podía hacer en una caminata, realmente experimentando la euforia del corredor por primera vez en mi vida (yo ciertamente nunca me ejercité en mi viejo cuerpo, especialmente en educación física… excepto para tratar de esquivar las pelotas de voleibol que Whitney Robertson disparaba a mi cabeza). Y, finalmente alegría, cuando había yacido bajo Christopher y sentí su boca moviéndose sobre mis labios, su corazón golpeando contra el mío. Y me di cuenta, con un sobresalto, como el agua de mar fría que había sentido una vez verterse sobre mí cuando me lancé hacia atrás desde un acantilado, que no iba a renunciar a este cuerpo. De ninguna manera. Pude haberlo odiado a veces, pude haber anhelado volver a mi antigua vida. Pero esta era mi nueva vida. Era la única vida que tenía. No estaba dispuesta a renunciar a ella. ―Por encima de mi cadáver ―estalló la Sra. Howard, básicamente resumiendo mis sentimientos exactamente. ―Bueno ―dijo Nikki, mirando a su madre―. Menos mal que no es tu cuerpo del que estamos hablando, ¿no? Así que, ¿por qué no sólo te quedas al margen? ―Nikki ―dijo la señora Howard. Había empujado hacia atrás su silla y levantado de la mesa con furia―. El Dr. Fong y yo pasamos semanas haciendo de enfermeros después de que estuvieses a punto de morir la última vez que te

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hicieron la operación. Tu nuevo corazón no podía soportar el esfuerzo de estar bajo anestesia durante tanto tiempo. Fue un milagro que incluso sobrevivieses. Y sin daño cerebral. ―No estoy tan seguro de que ella no sufriera daño cerebral ―comentó Steven, con el sarcasmo que sólo un hermano podría mostrar. ―Cállate ―le espetó Nikki. Su barbilla estaba sobresaliendo de nuevo, un signo, me había dado cuenta de que había tomado una decisión. Mirando a su madre, dijo―: Estoy dispuesta a correr el riesgo. Quiero mi vieja vida de vuelta. Entera. Eso incluye a mi viejo cuerpo. Dámelo, o no hay trato. Wow. Había visto a Nikki de muchos estados de ánimo, ya que nos habíamos mudado a dormitorios adyacentes… … pero nunca la había visto tan firme sobre nada. ―Estás siendo ridícula. No veo cómo esta cirugía va a ser incluso posible ―continuó la señora Howard, lanzando una mirada suplicante a Brandon―, teniendo en cuenta el hecho de que los únicos médicos que lo pueden realizar trabajan para el padre de Brandon en el Instituto Stark de Neurología y Neurocirugía. ¿Y cómo va a poder conseguir que lo hagan sin que lo sepa su padre? ―El Dr. Fong puede hacerlo ―dijo Nikki―. Él lo hizo una vez por mí. Puede hacerlo de nuevo. Bueno. Eso era cierto. Miré hacia abajo a las manos elegantes a las que me había acostumbrado a ver en los extremos de las delgadas muñecas. Las manos que habían temblado tantísimo la primera vez que traté de comer sola. Las manos con las que me había visto obligada a aprender a escribir un nuevo nombre ―Nikki, no el mío― en todas las hojas que los cazadores de autógrafos de papel habían empujado a mí cada vez que ponía un pie en público. Las manos que se habían deslizado bajo la chaqueta de cuero de Christopher ―lo cual había sido realmente hace solo unas noches atrás― y sintieron su piel quemando bajo la mía. Pero supongo que nunca habían sido realmente mis manos después de todo. Eran sus manos. Las manos de Nikki. Y ahora ella las quería de vuelta. Apreté las manos de Nikki en un puño. Es posible que hayan sido sus manos.

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Pero era mi cerebro el que les había hecho hacer todas esas cosas. ―El Dr. Fong no tiene sus propias instalaciones para llevar a cabo un procedimiento complicado como este ―estaba diciendo la Sra. Howard―. Sabes que no es así. ¿Por qué crees que tu recuperación llevó mucho más tiempo que la de Em, además del hecho de que estuviste a punto de morir durante el mismo, ya que el cuerpo que tienes ahora no es tan fuerte como el antiguo? Porque él no tenía acceso a… ―Bien ―dijo Nikki―. Sólo podemos establecer una sala de operaciones aquí. Si Brandon quiere esta información lo suficiente, va a pagar lo que cuesta darme lo que quiero. ¿Verdad, Brandon? ―Oh, Nikki ―dijo su madre―. No seas tan… ―¿Verdad, Brandon? ―dijo Nikki, interrumpiendo a su madre. Brandon, que había empujado su iPhone en el bolsillo y se acercó a sentarse en su silla en la cabecera de la mesa, levantó la vista de su plato y dijo las palabras que enviaron un escalofrío a través de mi corazón… al corazón de Nikki: ―Uh… supongo. Espera… ¿en realidad estaba considerando esto? ¿Incluso se dio cuenta de lo que estábamos hablando? ―¿Ves? ―Nikki nos miró con ojos brillantes―. Todo está listo, entonces. ―Sus ojos, vi, no brillaban porque estaban llenos de lágrimas. Estaban brillantes por el triunfo. Dios, sus ojos parecían decir: “Ahora que esto está arreglado”. ―Nikki ―dijo Steven, levantando la cabeza y girando para enviar una mirada férrea a su hermana―. No. La palabra era simple. Y definitiva. Simplemente no. Entonces me di cuenta de lo mucho que quería a Steven. Él podía ser el hermano de Nikki. Pero era mi héroe. ―¿Qué quieres decir con no? ―exigió Nikki, azotando su cabeza hacia su hermano. Nadie dijo nunca que no a Nikki. Yo debería saberlo―. Si lo quitaron, pueden volver a ponerlo de nuevo. Preguntaste lo que quería a cambio de decirle lo que sé, y eso es lo que quiero. Quiero mi cuerpo de nuevo. ―Bueno, no puedes tenerlo de vuelta ―dijo Steven. El tono de Steven era brusco―. Podría matarla. Y a ti. No puedes pedirle que arriesgue su vida. Ella ya lo ha hecho una vez. No le puedes pedir que lo haga de nuevo. ―Sí ―dijo Nikki, sus ojos entrecerrándose―. Sí puedo.

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Y en ese Sí, puedo por fin vi a la chica de la pequeña ciudad que estaba tan decidida a hacer algo grande que estaba dispuesta a romper el corazón de su madre por ser declarada una menor emancipada antes de cumplir dieciséis años. Y había firmado su primer contrato millonario una semana después. ―No ―dijo su hermano, con la misma determinación. Y vi en él al hombre hecho a sí mismo, el soldado de quien mi compañera de piso, Lulu, estaba tan locamente enamorada, y quien me preguntaba tan desesperadamente por él cada vez que llamaba―. Estás pidiendo demasiado. Ahora el brillo que veía en los ojos de Nikki eran realmente lágrimas. Miró a todos nosotros. ―Nadie piensa en mí ―dijo. La determinación no se había ido. Simplemente estaba siendo redirigida a otro sitio. Obligándose a parecer simpática a través del llanto, sospechaba―. Cómo me siento. Quiero decir, ¿cómo crees que me siento al saber que voy a tener que ir por ahí por el resto de mi vida en este cuerpo, pareciendo una bruja espantosa? Se lanzó a la silla más cercana, bajando la cabeza sobre la mesa, y estalló en dramáticos sollozos. Brandon y Steven intercambiaron miradas incrédulas, mientras la señora Howard se apresuró a consolar a su hija llorando. ―Nikki ―estaba diciendo la Sra. Howard―. ¿Cómo puedes decir eso? Eres una chica normal, de aspecto saludable. No, no te ves como solías hacerlo. Pero no eres horrible. Todavía eres hermosa para mí, sólo eres diferente de lo que solías ser ―¿Normal? ―Nikki se hizo eco, en un tono que sugería que su madre había usado una palabra sucia―. ¿De aspecto saludable? ¿Es una broma, madre? No quiero ser normal. No quiero tener un aspecto saludable, o hermoso para ti. ¡Quiero estar alucinantemente magnífica, como solía ser! ¡No quiero estar atrapada en este cuerpo rechoncho, con esta cara común y este inútil y feo cabello! ¡Quiero estar buena! ¡Quiero ser sexy! ¡Quiero ser Nikki Howard! No sé si fue mi imaginación o no, pero la frase “Quiero ser Nikki Howard” parecía rebotar en las ventanas frías y duras que nos rodeaban y hacer eco por toda la habitación. ¡Quiero ser Nikki Howard! ¡Quiero ser Nikki Howard! ¡Quiero ser Nikki Howard! ―Bueno no puedes ―dijo la Sra. Howard exasperadamente―. No vas a llegar a ninguna parte si no dejas de hacerte menos. Basta con mirar en esa ventana de allá y ver lo que veo: una chica joven y brillante, con mucho que ofrecer…

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Pero Nikki no levantó la mirada. Estaba demasiado ocupada llorando sobre su colgante por la declaración. Porque Nikki no levantaría la mirada, yo lo hice. Lo que vi fue mi propio reflejo… el reflejo que Nikki solía tener. Perfecta. Sin un rasgo, ni siquiera el cabello fuera de su lugar. Exactamente lo que esperarías ver en la portada de una revista o modelando un vestido caro o una pieza de joyería en un anuncio. Diciéndote qué comprar, a dónde ir o qué estaba de moda ahora. Y porque ella se veía tan perfecta ―o lo que nos habían estado diciendo durante tanto tiempo que una persona perfecta debería lucir― le creerías. Querrías comprar lo que fuera que ella te estuviera vendiendo, o irías a donde ella dijera que fueras. Querrías asegurarte de que tuvieras lo que fuera que ella aseguraba que ahora estaba de moda. Si no fueras una de estas personas, como yo siempre había sido, que la odiaba a primera vista. ¿Para qué necesitaba a Nikki Howard diciéndome qué vestir, qué comprar, a dónde ir? Nunca había sido capaz de soportar la visión de sus perfectos e insulsos rostro y cuerpo, elevándose sobre mí a los costados de los edificios o guiñando hacia mí desde las páginas de las revistas. Y ahora que ese rostro y ese cuerpo eran míos. No podía librarme de ellos. No importaba a dónde fuera, ni qué tan lejos tratara de correr. Su rostro era mi rostro. Lo que ella tocaba, yo lo tocaba. Lo que ella experimentaba, yo lo experimentaba. Pero la cosa era, no me podía imaginar no siendo ella. Ya no. Ella y yo éramos una… … y, tenía que admitirlo, me gustaba ser ella. Lo hacía. No siempre era fácil ser Nikki. Pero era yo. Yo era Nikki ahora. Debajo de mí, sentí a Cosabella ―dándose cuenta de que no le iba a dejar nada de comida esta noche― renunciar a su puesto de vigilante a mi lado y se acostó a descansar su cabeza sobre mi pie con un suspiro. Era donde ella se tumbaba en cada comida. Se sentía cálido y natural tener su cabeza allí, tan suave como el terciopelo… Mi corazón se sacudió. Si era lo que Nikki realmente quería que sucediera, nunca sentiría la cabeza de Cosabella sobre mi pie de nuevo. Oh, se suponía que podría conseguir un nuevo perro… si sobrevivía a la cirugía. Ella no sería exactamente igual a Cosabella, pero iba a estar bien.

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¿No? Incluso si corría ―aunque saliera disparada con Cosabella― ellos me encontrarían. ¿Dónde podría ir para que Brandon no pudiera encontrarme? Tenía la cara más reconocible del mundo. Tal vez había alguna aldea tribal en la selva del Amazonas donde nunca habían visto a Nikki Howard antes. Pero, ¿cuánto tiempo iba a durar sin televisión por cable? Ni siquiera estoy hablando de los canales Premium, ¿sino Bravo y BBC América? Empezaba a enloquecer incluso después de un par de horas sin internet. Tenía que enfrentarlo: estaba jodida. ―No ―dijo Steven de nuevo―. Nikki. No va a suceder. Es demasiado peligroso. Y no es médicamente necesario. Ningún cirujano en su sano juicio lo haría. Ni siquiera el Dr. Fong. ―¿Por qué ―sollozó Nikki, levantando la cabeza y revelando el rímel que había empezado a correr por su rostro―, todos me odian? ―Nikki ―dijo su madre―. Nadie te odia. No es eso. Es porque ustedes dos no… ―No depende de ti ―gritó Nikki, justo cuando el ayudante de chef salió con una bandeja para recoger los platos vacíos del segundo tiempo―. ¡Depende de Brandon! El ayudante se dio la vuelta y se dirigió directamente de regreso a la cocina, Harry y Winston lo miraron decepcionados. Al parecer, él se había dado cuenta de que no era el mejor momento para interrumpir la conversación. ―Uh ―dijo Brandon, moviéndose en su asiento cuando se dio cuenta de que todos los ojos estaban puestos en él―. Si Nikki quiere su cuerpo de regreso, entonces eso es lo que Nikki va a conseguir. Ella es lo que importa aquí. Una frialdad ―como el frío de la mesa de cristal debajo de mis dedos― se empezó a filtrar en mi corazón. Se sentía como si estuviera propagándose desde mi corazón hasta cada uno de mis miembros. Pronto el único calor que mi cuerpo tenía era el calor que irradiaba la cabeza de Cosabella recostada en mi pie. ―Y el Dr. Fong lo hará ―continuó Brandon―. O arrastraré su culo frente a la AME por violar diez mil diferentes tipos de ética médica haciendo todo este cambio en primer lugar. ¿De acuerdo, Nik? 3

¿Ahora? ¿Él decide empezar a ser el mejor amigo de Nikki ahora, justo cuando lo necesito más? 3

AME: Asociación Médica Estadounidense.

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Oh, Dios. Estaba segura de que iba a vomitar. Nikki dejó de llorar esta vez. En su lugar, gritó de emoción. Saltó de su asiento y corrió hacia donde Brandon estaba sentado, lanzándose hacia su regazo para poder lanzar sus brazos alrededor de su cuello. ―Oh, gracias, gracias ―exclamó―. ¡Te quiero tanto, Bran! ―No creo esto ―murmuró Steven. Se puso de pie y salió sin decir otra palabra, subiendo las escaleras de regreso a su habitación. No te vayas, Steven, quería decir. No te vayas. Pero no podía hablar. Porque mis labios, al igual que el resto de mi cuerpo, estaban congelados. Nikki, notando que él se iba, preguntó confusamente: ―¿Steven? ¿No quieres quedarte por el filete miñón? Quiero decir… tenemos algo que celebrar. ―No ―dijo Steven por encima de su hombro―. No lo tenemos. Unos segundos más tarde, todos escuchamos un portazo. Nikki, todavía en el regazo de Brandon, le lanzó una mirada acusadora a su madre. ―¿Cuál es su problema? ―Está molesto, Nikki ―dijo la Sra. Howard, luciendo disgustada―. Yo también estoy molesta. No creo que tú o Brandon hayan pensado bien esto. O considerado a la pobre de Em. Es completamente absurdo, por no mencionar poco ético, llevar a cabo una cirugía tan arriesgada y peligrosa en dos mujeres jóvenes perfectamente saludables debido a la vanidad… ―No es vanidad, madre ―dijo Nikki fríamente―. Es mi vida. Y la quiero de regreso. Steven puede enojarse por ello todo lo que quiera, pero él nunca ha estado en esta situación. No lo sabe. ¿Verdad, Brandon? ―Uh… ―dijo Brandon. Había estado enviando mensajes de texto con alguien por su celular a espaldas de Nikki mientras ella había estado hablando―. ¿Qué fue eso, nena? Ella giró su cabeza. ―Brandon. ¿Estás enviando mensajes de texto? ―Lo siento ―dijo, sonriendo con su perfecta sonrisa infantil―. Es mi abogado. Es sobre el carro. Él cree que podría ser capaz de proseguir en los tribunales civiles.

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―Oh. ―Nikki le dio una sonrisa frágil―. En lugar de ello, tal vez deberíamos llamar al Dr. Fong y empezar a organizar que los suministros médicos sean enviados hasta aquí. ―Uh ―dijo Brandon―. Claro. ¿Podemos comer primero? Nikki puso una mano amorosa a lo largo de su mejilla. ―Claro, nene ―dijo y lo besó tiernamente en la boca. Me senté allí. Todo lo que podría pensar era en el peso y la calidez de la cabeza de Cosabella sobre mi pie. No me atrevía a permitirme pensar en nada más. Si lo hacía, sabía que simplemente comenzaría a sollozar, de la forma en que Nikki lo había hecho hace un par de minutos. En decir, si algo podía salir de mis conductos lagrimales congelados. No sabía lo que estaba esperando, la verdad. Era una prisionera, después de todo. Siempre lo había sido, desde la cirugía. Supongo que no me había dado cuenta de eso hasta ahora. No tuve ningún derecho, ni voz ni voto en lo que me sucedió. Si Brandon quería instalar algún tipo de quirófano improvisado en su cochera y tener a un cirujano removiendo mi cerebro y poniéndolo en el cuerpo de otra chica, supongo que tenía que dejarlo. ¿No es así? Bueno, ¿no lo hice? Si no me hubiera sentido tan aislada, tan rígida ―como el hielo que se había formado en mis venas― habría podido ser capaz de pensar con claridad. Pero mientras estaba sentada allí, mirando mi reflejo en los ventanales de vidrio que daban a ese frío mar negro, no podía pensar en nada excepto lo completamente congelada y sola que estaba… Estaba por mi cuenta, y no había nadie en absoluto que fuera a ser capaz de ayudarme a salir de esta.

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Capítulo 5 Traducido por MaEx y karoru Corregido por Nanis

E

staba en mi cama en la casa de playa de Brandon, y estaba soñando. En mi sueño, Christopher había venido a rescatarme. Él no estaba, resultó, loco sobre toda la cosa donde le había dicho que amaba a Brandon y no a él.

Totalmente al contrario, de hecho. Nuestra reunión fue alegre… y apasionada. Estaba volviendo el hielo que había estado fluyendo en mis venas de regreso a sangre… caliente, apetitosa sangre que estaba haciéndome caliente… empujo-hacía-abajo-la-colcha, el cabello-pegado-a-la-parte-posterior-de-mi caliente cuello. En mi sueño, Christopher estaba besándome… suavemente al principio, juguetones besos en los labios, la luz como las plumas en el edredón que había empujado más allá de mis desnudos muslos. Entonces, mientras le devolvía el beso, demostrando que era verdad ―nunca había amado a Brandon. ¿Cómo podría?― los besos se volvieron más largos… profundos… más apasionados. Mis labios se separaron debajo de los suyos mientras sus manos encontraron su camino a mi cabello ―se extendió como un abanico a través de mi almohada― su fría boca contra la mía debido al frío afuera, la cremallera de su chaqueta de cuero casi insoportablemente fría mientras se presionaba contra mi caliente piel mientras se inclinaba sobre mi cama, susurrando mi nombre… Estaba tan aliviada al saber que él incluso no me había creído la extremadamente fría mañana fuera de la casa de Dr. Fong cuando le había dicho que no le amaba. Él había sabido que Brandon había estado obligándome a decirlo. Sólo que no había sabido el por qué. La razón por la que él no lo había creído era porque me había amado ―a la verdadera yo― todo el tiempo. No a mí, Nikki, la chica que había rasgado su corazón fuera de su pecho y lo lanzó al suelo y luego lo aplastó bajos sus Louboutins. A mí, Em. La chica en la foto que él había mantenido sobre su escritorio todos esos meses. La chica que había pensado que estaba muerta durante tantos meses.

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Salvo que si eso fuera cierto… si Christopher no me hubiera creído… ¿por qué no había llamado? Porque, una voz dentro de mi sueño me recordó, Christopher no te ama más. Espera un minuto. No me estaba gustando este sueño después de todo. Abrí mis ojos con un jadeo para encontrar una mano presionada contra mi boca. Esto no era un sueño. Esto realmente estaba sucediendo. Sabía quién era, por supuesto. ¿Quién más podría haber sido? ¿Quién más había estado tratando con el pomo de mi puerta (sin éxito, ya que había sido cuidadosa sobre bloquearla todas las noches) toda la semana? La mano sobre mi boca era masculina. Podía decirlo solo por su tamaño y peso, aunque, en la oscuridad de mi habitación, no podía ver a quién le pertenecía. Así que por supuesto hice lo único de lo que era capaz: lo mordí tan fuerte como pude. ¿Qué otra cosa iba a hacer? Brandon había entrado a hurtadillas en mi habitación en mitad de la noche para hacer lo que tipos como Brandon hacen a las niñas cuando están dormidas. ¿Cómo se atreve a intentar aprovecharse de mí cuando estaba soñando sobre alguien más? Alguien que realmente me gusta… Mordí y no le dejé ir hasta que sentí crujir los huesos. ―Ow. ¡Jesús, Em! ―gritó la voz en un susurro ronco. La mano se arrancó de mi cara, y por un segundo, escuché el sonido de piel frotándose en el cuero… una manga elevándose del cuerpo de una chaqueta como si alguien ondeara su mano hacia atrás y adelante. Espera. Mi confuso sueño trató de darle sentido a esto. ¿Por qué iba Brandon a llevar una chaqueta de cuero dentro? ―¿Qué te hizo morderme? ―preguntó Christopher. Mi mente daba vueltas. ¿Christopher? ¿En mi habitación? ¿Aquí, en la casa de Brandon? ¿Qué estaba haciendo Christopher aquí? ¿Cómo había llegado? ¿No había estado soñando después de todo? ¿Realmente había estado besándome? Me senté tan rápido que empujé a Cosabella, que había estado acurrucada contra mi cuello. ―¿Christopher? ―susurré―. ¿Eres realmente tú? Oh, Dios mío, ¿te hice daño? ¿Estás sangrando? ―Por supuesto que realmente soy yo ―susurró. Sonaba tan molesto, que quería agarrar su cara y volver a besarla, justo como en mi sueño… si eso realmente había sido un sueño, y no real. Solo Christopher podía sonar tan irritado

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conmigo. Maravilloso, increíble, fácilmente molesto Christopher―. ¿Quién más podría ser? Y no me digas que Stark ha estado colándose aquí. ¿Fue por eso que la puerta estaba cerrada con llave? Tuve que usar mi tarjeta de la biblioteca para forzar la cerradura. En serio, si él ha estado tratando de llegar aquí, voy a matarlo… Olvidé que se suponía que tenía que estar dándole la espalda a Christopher, bajo la amenaza de Brandon de destruir todo y todos a los que amo. Me olvidé que se suponía que tenía que estar fingiendo que Brandon y yo éramos una pieza ahora. Estaba tan abrumada por Christopher sentado al lado de mi cama, al igual que en mi sueño, que lancé mis brazos a su alrededor, tirando de él cerca y maldiciéndome a mí misma que nunca iba a dejarle irse. Ni siquiera me importaba que los remaches de metal y la cremallera de su chaqueta de cuero estuvieran heladas contra las partes de mi desnuda piel que no estaban cubiertas por la parte superior de mi camiseta sin tirantes rosa y los boxers de dormir que estaba llevando. Al igual que en mi sueño. ―Oh, Dios mío, Christopher ―susurré, respirando el fresco aire libre que todavía se aferraba a su cabello corto―. Estoy tan contenta de verte. ―Estoy contento de verte, también ―dijo, poniendo sus brazos alrededor de mí para abrazarme otra vez. Duro―. Y no te preocupes por mi mano. Estoy seguro de que solo es una herida superficial. Me eché a reír. Creo que estaba semi histérica. Pero no me importaba. Se sentía tan bien estar en su abrazo. Christopher. Christopher estaba aquí. ―Pero, ¿qué estás haciendo aquí? ―susurré. Su dominio sobre mí se aflojó lo suficiente para que pudiera mirar hacia mi cara. En algún momento mientras había estado durmiendo, una parte de la luna debe haber salido… podía ver su tenue resplandor a través de una grieta en las cortinas en el lado opuesto de la habitación. No dejaba entrar la luz suficiente para verlo, porque estaba de espaldas a él y arrojaba siluetas por su resplandor. Pero él, sabía, podía verme. ―¿De verdad piensas que me había creído que tú, de entre todas las personas, estabas enamorada de Brandon Stark? ―preguntó con una voz suavemente amonestadora―. Podía haberme tomado un tiempo para averiguar quién eres realmente ahora, Em. Pero dame algo de crédito. Y ahora que sé que eres tú, desde luego que no te voy a dejar ir tan fácilmente.

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Mi corazón dio un pequeño salto mortal dentro de mi pecho. Seguí aferrándome a él. No creo que hubiera podido dejarlo ir, tampoco, incluso si él lo hubiera querido. Lo cual, gracias a Dios, no hizo. Se inclinó y me besó, y me di cuenta, mientras nuestros labios se tocaban, que no había estado soñando… que realmente había estado besándome. Besándome despierta. No es de extrañar que hubiera estado tan caliente… Y sus besos estaban haciendo otra vez lo que me habían hecho antes, haciéndome sentir caliente y protegida en una forma que no había sentido desde… bueno, desde la última vez que había estado en sus brazos, en pocas palabras, en mi habitación en el ático durante la fiesta de vacaciones de Lulu. Y al igual que entonces, antes de que estuviera totalmente consciente de lo que estaba pasando, las manos de Christopher estaban acunando suavemente mi rostro mientras sus labios se movían sobre los míos… … y luego me estaba hundiendo… hundiendo lentamente hacia atrás contra las suaves almohadas detrás de mí, con Christopher encima de mí. De alguna manera, se había quitado la molesta chaqueta de cuero, y estaba en medio, en mitad de la cama. Pero definitivamente en medio de mí, una sensación que no podía decir que no encontraba agradable. Sabía que había cosas que necesitábamos decir. Cosas que yo necesitaba saber, cosas que necesitaba decirle. Pero, ¿cómo iba a hacerlo cuando sus labios estaban haciendo cosas tan interesantes en los míos?, y sus manos ―oh, sus manos― se habían movido de mi cara para tirar de mi… ―Christopher ―dije sin aliento, tirando mis labios lejos de los suyos. Fue la cosa más difícil que creo que había tenido que hacer nunca. En la oscura habitación, no había nada que quisiera hacer más que permitirle seguir haciendo lo que estaba haciendo. Pero no pude. Alguien tenía que estar cuerdo. Y tenía una idea bastante clara que no iba a ser él. ―Tenemos que concentrarnos ―dije. ―Concentrarnos ―repitió. Pude ver que sus ojos azules, tan cerca de los míos, estaban medio cerrados y parecía aturdido―. Por supuesto. Bajó la cabeza para besarme de nuevo. Pero por mucho que deseaba dejarlo, sabía que no podía. ―No. ―Me escurrí de debajo de él y me trasladé al otro lado de la cama, donde estaba sentada Cosabella, lamiéndose. La puse en mi regazo para usarla

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como una especie de perrito escudo―. Lo digo en serio. Estoy feliz de verte. Pero tenemos que hablar. ¿Qué estás haciendo aquí? Christopher pareció serenarse. Perdió su aturdida mirada, bueno, algo de ella, y dijo, sentándose con la espalda recta: ―Creo que debería ser obvio lo que estoy haciendo aquí, Em. Estoy aquí para rescatarte. Mi corazón dio otra de sus cabriolas locas. En serio, todo lo que este chico decía, ―e hicimos― estaba causando que mis órganos internos hicieran acrobacias. ―¿Rescatándome? ―Nunca en mi vida me había dicho algo tan dulce. ¿Había venido todo el camino desde Nueva York a rescatarme? Justo cuando había perdido toda la esperanza de que nadie estuviera pensando en mí. Excepto Lulu y mi madre. Y mi agente, Rebecca, por supuesto―. Oh, Christopher… Era todo lo que podía hacer para evitar arrastrarme de nuevo sobre la cama y a sus brazos. Pero eso, lo sabía, sería un gran error. Porque no tendría la fuerza para alejarme de sus brazos otra vez… no hasta que las cosas hubieran ido más lejos de lo que ninguno de los dos estábamos preparados para manejar… al menos por ahora. Empujando un poco de mi sueño, sacudiendo el cabello de mis ojos, decidí seguir mi propio consejo y me concentré. ―¿Cómo siquiera llegaste aquí? ―pregunté―. Brandon mantiene este lugar bajo llave más apretado que Fort Knox. Sacó una pequeña caja elegante del bolsillo de su abrigo. ―Código universal grabber ―dijo―. Sólo la más reciente de mi primo Félix, uno de los muchos dispositivos hackeo hágalo usted mismo en los que ha estado trabajando para mantenerse entretenidos. Éste puede ejecutar algo así como un potencial de millones de combinaciones de código en un segundo antes de que encuentre la correcta. Lo usé para abrir la puerta del garaje de Brandon. Me quedé mirando la pequeña caja de metal en la mano. Bueno. Esto es sin duda algo que no se me ocurriría. No estaba tan segura de que el primo de Christopher, Felix, permanecía bajo arresto domiciliario en el sótano de su madre. Creo que tal vez pertenecía a una nómina de una corporación de alta tecnología en Silicon Valley. ―Supongo que así es como omitiste el sistema de seguridad, también ―dije.

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―Oh, no ―dijo Christopher, casualmente deslizando la caja en el bolsillo―. Escribí la contraseña de Brandon una vez entré. Me imaginé que sería tan estúpido como para usar su propio nombre y no me equivoqué. No pude evitar sonreír ante eso. ―¿Así que se supone caminaremos fuera de aquí ―dije―, por el camino que viniste? ―Más o menos ―dijo―. ¿Estás lista? Me tuve que reír. La idea de simplemente salir de la casa de Brandon con Christopher y lejos de mis problemas como, bueno, como si fuera tan fácil. ¿Dónde podríamos ir incluso? No era, como, con mi cara, que no sería reconocida al instante en cualquier lugar que fuéramos. ¿Y qué pasa con Steven, y Nikki, y su madre? Sé que no estoy relacionada con ellos, excepto por la sangre, pero les debía algo por el camino que habían luchado por mí, incluso si no hubiera funcionado. Steven se había puesto tan enojado con Brandon por estar de acuerdo con el plan demencial de Nikki, que finalmente tuvo que abandonar el comedor del todo, por miedo ―me había dicho más tarde―, de que pudiera aplastar el rostro de Brandon. Más tarde, había entrado en mi habitación, y dijo que teníamos que salir de allí antes de que ambas, Nikki y yo, termináramos muertas. ¿Pero ir a dónde? Steven siempre podía reunirse con su unidad naval y volver de nuevo bajo el mar en el submarino que había dejado cuando se había marchado en busca de su madre desaparecida. ¿Pero qué pasa con la señora Howard, que ni siquiera podía usar sus tarjetas de crédito o pagar una factura por temor a que Empresas Stark la rastreara? ¿O Nikki, quien optó por permanecer tan ciegamente ignorante del papel que había desempeñado en la causa de toda esta angustia? Quería decirle a Christopher todas estas cosas. Pero primero, tuve que decirle lo más importante de todo, además del hecho de que estaba locamente enamorada de él, que estaba bastante segura que ya sabía por la sesión de besos de los últimos pocos minutos. ―Christopher ―dije, sin aliento―, Nikki nos dijo. Ella nos dijo con lo que trató de chantajear al padre de Brandon. Lo que oyó que consiguió que la mataran… y me metió en este lío en primer lugar. Extendió su mano y alisó un poco de mi cabello de mi cara. Cerré los ojos por un segundo o dos, disfrutando de la calidez de sus dedos mientras recorrían mi

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piel. Una oleada de deseo se estrelló contra mí con toda la fuerza de un balón lanzado por Whitney Robertson. Malo. Lo tenía mal con este tipo. ―Vamos ―dijo. ―Es sólo que… ―dije, abriendo los ojos de nuevo, cuando su mano cayó lejos de mi cara―. No tiene ningún sentido, esa cosa. Nikki dice que escuchó al Sr. Stark y un puñado de sus compinches reírse en su oficina por el hecho de que los nuevos quarks Stark van a llegar con algún tipo de software espía indetectable, incluida la nueva versión de Journeyquest, eso va a cargar todas la información del usuario, toda la información que alguna vez entre de cualquier sitios web de Priceline, Facebook, correos, ese tipo de cosas. Y todo ello se va a almacenar en la unidad central de Stark Corporativa. Todo. Miré a Christopher y me encogí de hombros. ―¿Eso es todo? ―preguntó, enarcando las cejas. ―Eso es todo ―dije, asintiendo ―. Nikki lo jura. No los escuchó decir nada más. Dice que todos estaban felicitándose mutuamente y brindando. Quiero decir, supongo que un software de seguimiento indetectable está bastante avanzado, pero una de cada tres laptops en América tiene spyware ya y sus propietarios ni siquiera lo saben. ¿Cuál es el uso de tener toda esa información, y estamos hablando de datos de cientos de miles de hogares, tal vez millones, debido a que Stark Quark va a ser la laptop más barato en la historia, si Stark sólo va a almacenarlo en la unidad central? No es que ellos dijeron que iban a usarlo para nada. Y sabes que las personas que van a comprar los Quarks, son bastante bajos, al final no son ricos. No es como si Stark va a conseguir los números de las tarjetas de crédito, de millonarios ni nada. Es por eso que no entiendo cómo esto podría valer la pena para matar Nikki Howard. ¿Cuál es el problema? La luna se había desplazado. Ahora un rayo de luz dio de lleno en el rostro de Christopher, y finalmente lo podía ver bien por primera vez desde que me había despertado para encontrarlo en mi habitación… y en mi cama. Y por un segundo, pensé que vi un atisbo del oscuro supervillano que había estado convencida en el que se convirtió luego de los reportes de mi "muerte" y su decisión de tratar de vengarse… ese supervillano que pensé se había ido para siempre cuando se dio cuenta de que no estaba muerta después de todo. Pero no. La oscuridad, y el odio aún estaban allí. Tal vez nunca se irían. E iba a tener que vivir sabiendo que yo fui la que se encargó de eso. ―¿Por qué alguien comete un asesinato ―se preguntó en voz baja.

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―Yo… ―Parpadeé―. ¿Cómo voy a saberlo? ―Tres razones ―dijo Christopher. Levantó un dedo―. Amor. ―Otro dedo―. Venganza. ―Y, por último, un tercer dedo―. Beneficio. Ellos trataron de matar a Nikki Howard cuando amenazó con revelar la verdad sobre ellos. ―¿Y? ―Negué ―. Todavía no… ―Robert Stark definitivamente tiene un plan de cómo va a sacar provecho de la información que está robando a la gente que compra sus nuevas laptops ―dijo Christopher―. Lo que tenemos que hacer es averiguar qué es eso. Y cómo vamos a hacerle pagar. Tenemos mucho trabajo por delante. Mejor manos a la obra. Vístete y vámonos. Empecé a desenredar las piernas de las sábanas. ―Steven y su madre van a estar bien ―dije―. Es probable que pueda llegar a ellos y sacarlos, no hay problema. Pero no estoy seguro de cómo vamos a convencer a Nikki de venir con nosotros de buena gana. Le gusta estar aquí. Y está esperando un intercambio cerebral por la mañana. ―Espera ―dijo Christopher, poniendo una gran mano en mi hombro―. ¿De qué estás hablando? ―Nikki―digo, mirándolo en la luz de la luna. Algo en su expresión me dijo que el maligno supervillano era no sólo pasado, sino que había llegado para quedarse―. Ella no va a querer ir. Pero tiene que hacerlo, por supuesto. No es seguro para ella aquí. ―Em ―dijo Christopher. Su voz era fría―. Yo no me preocupo por Nikki Howard. Estoy aquí para rescatarte. No a ella. ―Pero ―parpadeé hacia él―, no podemos dejarla atrás. ―Oh, sí ―dijo―, podemos.

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Capítulo 6 Traducido por Selene1987, apolineah17 y veroonoel Corregido por Nanis

E

staba intentando aclarar mi mente en un mundo donde el chico que quería se negaba a ayudar a una damisela en apuros. Aunque era difícil pensar en Nikki como una damisela en apuros.

―Si quiere quedarse con Brandon ―dijo Christopher, con tono inflexible―, déjala. Ahora ponte unos jeans para que podamos irnos de aquí. ―Es una persona bastante dañada ―dije―. No sabe lo que quiere. Ha pasado por mucho. ―Tú también ―dijo Christopher―. Y no vas por ahí intentando chantajear a la gente. Aunque tengo que decir que estoy muy impresionado de ver cómo has manejado la situación hasta ahora. Le miré, herida. ―¿Qué se supone que significa eso? ―exigí. ―¿De verdad pensaste que iba a creer que huirías con Brandon Stark, de entre todas las personas, porque es endiablamente irresistible? ―Su tono tenía un poco de desprecio―. No soy un completo idiota, ¿sabes? Mi corazón me golpeó con advertencia en mi pecho. Uh-oh. Parecía enfadado. No sólo molesto. Sino enfadado, enfadado de verdad. Y además, quizás, bajo ese enfado, un poco herido. ―Christopher ―dije cuando pude encontrar mi voz―, puedo explicarlo todo. Brandon me dijo que si no fingía que él y yo éramos… ―tragué saliva. Uhoh. Mocos. Y algunas lágrimas también. No eran buena señal―. Ya sabes. Que le contaría a su padre dónde encontrar a Nikki. ―¿Y le creíste? ―exigió saber Christopher―. ¿Cuáles eran las probabilidades de que pasara eso, cuando Nikki tiene la llave para que Brandon se vengue de su padre por quitarle su Super Soaker cuando era un niño, o lo que sea que le hizo Robert Stark a Brandon para que esté tan enfadado con él? Vaya. Christopher tenía razón ahí. ¿Por qué no había pensado en eso? Para ser una chica inteligente, podía ser realmente tonta a veces.

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Quizás pueda descubrir cómo hacer una fusta que queme lentamente en YouTube. ¿Pero chicos? Ahí es donde parece que tengo un vacío. ―Fue bastante convincente, Christopher ―dije. Las lágrimas empezaban a asomarse. Esperaba que no pudiera verlas en la oscuridad. Intenté retenerlas. Me sentía estúpida. Estaba enfadado, ¿y yo respondía llorando? ¿Qué clase de bebé era? No hay duda de que le gustaba McKayla Donofrio más que yo. Apuesto a que ella jamás lloró. Estaba demasiado ocupada viendo el mercado de la CNBC y comprobando doblemente la carpeta de su retiro―. El padre de Brandon intentó que mataran a Nikki. Creo que tienes razón, y quizás incluso intentó que me mataran a mí… o quizás que esa televisión cayera sobre mi cabeza en ese momento exacto no era el accidente que todos hicieron que pareciera. ¿Así que cómo se supone que iba a saber que no intentaría que mataran a otra persona, quizás incluso alguien que quisiera, como mamá, papá, o Frida, o incluso… tú? Pensaba que quizás eso le relajaría. Es decir, acababa de admitir que le quería. Pensarías que el chico me echaría una mano. Pero no. Aún no hizo nada. ―¿Y no podrías haberme llamado o enviado un mensaje para contarme algo de esto? ―exigió Christopher―. ¿De verdad, Em? Esta semana pasada, ¿ni un solo mensaje? ¿Qué? ¿Brandon te ha estado vigilando cada segundo del día? ―No ―dije, limpiándome las lágrimas de la cara con la parte de atrás de mi muñeca. Yo también estaba enfadada ahora. Enfadada conmigo misma por llorar, pero también enfadada con Christopher. ¿Qué quería que hiciera?―. ¿Qué se suponía que tenía que decir, Christopher? ¿Cómo sé que no te vigilaban el teléfono? No sabes cómo ha sido. Es como si estuvieran en todas partes, observando. Y además, le prometí a Brandon… ―Oh, le prometiste ―dijo Christopher. Y esta vez, no estaba siendo un poco duro―. Dios, Em, para ser una chica inteligente, puedes ser un poco densa a veces. Casi ―añadió, con un guiño de desprecio―, tan densa como fui yo por tardar tanto tiempo en darme cuenta de quién eras en verdad. ―Bueno, tú nunca me llamaste ni me escribiste ―dije, con un zumbido en mi voz. No pude evitarlo. ―¡Me dejaste en la cuneta! ―lloró Christopher, levantando sus manos. Me di cuenta por primera vez que llevaba guantes de cuero negros sin dedos, de la clase que los chicos malos, que siempre resultan no ser tan malos, llevan en las películas. Supuse que eso era lo que era Christopher ahora. Excepto que en realidad era un poco malo. O actuaba como tal, al menos.

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―¿Qué soy? ―continuó―. ¿Tu maldito perro? ¿Puedes tratarme como la mierda y voy a ir arrastrándome hacia ti todo el tiempo? Oh, no, espera, tratas mejor a tu perro de lo que me tratas a mí ―apuntó a Cosabella, doblada junto a mí―. Se lo permites todo. Parpadeé. Esto había ido de algo muy, muy genial a algo muy, muy malo en cuestión de minutos. En mi sueño, Christopher me había perdonado por completo. Y luego lo había hecho conmigo. Pero no parecía que eso fuera a ocurrir en la vida real. ―Acéptalo, Em, no me quieres de verdad ―dijo con dureza―. Dices que sí, pero no es así. ¿Sabes cómo lo sé? Porque no confías en mí. En todo esto, jamás has confiado lo suficiente en mí para dejarme entrar por completo. ―Se levantó del lado de la cama―. Bueno, jamás podrás tener una relación de verdad hasta que dejes de pensar que Emerson Watts es la persona más inteligente de todo el mundo, y empieces a confiar en otras personas, dejándoles entrar para ayudarte. Se llama ser una adulta, Em. Quizás quieras intentarlo. ―Espera ―dije, mi voz se cortaba―. ¿Vas a irte sin más? ―Bueno ―dijo―, ¿vendrás conmigo si no llevamos a Nikki? ―No ―dije, levantando un puño para frotar con furia mis ojos. ―Entonces sí ―dijo―. Supongo que sí. Porque tú misma dijiste que ella no va a irse por su voluntad. No podía creer que esto estuviera sucediendo. Era mi gran momento de Princesa Leia: me estaban rescatando, solo que esta vez, gracias a Dios, no por mi hermano, y lo estaba arruinando. Mi rescatador iba a marcharse y dejarme atrás como una pelusa. ¿Pero qué se supone que tenía que hacer? No podía dejar atrás a Nikki. Sin embargo no se merecía ni quería mi lealtad. ―Bien ―dije―. Supongo que esto es una despedida, entonces. ―Supongo que sí ―dijo. Y se dio la vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta tras él. Me senté en mi cama, esperando que el pomo girara y apareciera en cualquier momento. Sería raro y dulce, o quizás aún enfadado y a la defensiva, y diría que es mi culpa. Solo que, por supuesto, lo que estaría diciendo de verdad sería “Lo siento, Em. Aún te quiero. Ven conmigo. Por favor ven conmigo”. Lo que fuera. No importaba. Pero regresaría. Claro que regresaría. No se habría marchado sin más. No podía haberse ido. No podía ser así.

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Pero así era. Los minutos del reloj de mi mesita de noche pasaron, y no había regresado. La casa estaba en silencio. Nada. Ningún signo de que Christopher regresara. Pasó un tiempo para que llegara la realidad, pero con el tiempo, al fin lo hizo. Me había abandonado. ¡Me había abandonado por completo! No podía creerlo. Esto era lo peor que me podía haber ocurrido. Bueno, está bien, en realidad no. Que me hicieran un trasplante de cerebro estaba en primer lugar. Eso era lo peor que jamás me había ocurrido. Pero esto era totalmente la peor segunda cosa. Además del hecho de que mañana Brandon Stark iba a hacerme conseguir un segundo trasplante de cerebro. Sí. Era una completa idiota por no haberme ido con Christopher. Por otro lado… él claramente se había transformado de nuevo en el oscuro supervillano del que había visto indicios desde que había tenido mi accidente. Supongo que realmente no puedes librarte de ese tipo de cosas por completo. Tal vez había sido lista al no irme con él. ¡Por supuesto que lo había sido! No podía haberme ido con él y dejar a los Howard. Porque Steven y su mamá tampoco se habrían ido sin Nikki. ¿Cuán egoísta habría sido eso? No, había tomado la decisión correcta. Christopher era el que tenía problemas, no yo. ¿Cómo podría siquiera haber sugerido lo contrario? Si alguien tenía que madurar era él, no yo. Cuando desperté ―ni siquiera sé cómo me las había arreglado para conciliar el sueño, con lo enojada que había estado― fue porque Brandon Stark estaba traqueteando el pomo de mi puerta, exigiendo saber cuándo iba a despertarme y bajar a desayunar. Y unos segundos después, Nikki irrumpió en mi habitación desde la puerta que conectaba con la suya, diciéndome que me asegurara de no comer demasiado, porque no quería conseguir “su cuerpo” de vuelta demasiado inflado. Y mi celular, encima de mi mesita de noche, estaba zumbando. Cuando estiré la mano torpemente hacia él y le di un vistazo al identificador de llamadas, vi que era un mensaje de texto de mi agente, Rebecca, exigiendo saber cuándo iba a regresar a Nueva York. Robert Stark estaba lanzando una fiesta de Año Nuevo en su enorme casa de la ciudad de cuatro pisos precediendo el espectáculo en vivo de lencería Stark Angels pasado mañana, y era importante que estuviera allí para reunirme con los accionistas. Si no estaba allí, iba a ser una importante violación al contrato. No sólo

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iba a ser reemplazada por Gisele Bündchen (quien se las había arreglado para perder todo el peso del embarazo en un tiempo récord y cambió de idea sobre aceptar estar en el espectáculo), sino que además iba a perder un montón de dinero. No había necesidad de decir que Rebecca no estaba contenta conmigo. Me quedé ahí acostada, preguntándome cuán descontenta estaría Rebecca si supiera lo mucho que su cliente mejor pagado estaba a punto de perder en realidad. Al igual que en, su vida, si Nikki se salía con la suya. Honestamente, no sé qué había estado pensando. Nunca me había considerado la más femenina de las chicas, ni nada. Nací y crecí en la ciudad de Nueva York, así que siempre había pensado que lo había visto todo, incluyendo una pelea con botellas rotas en las afueras de nuestro restaurante local mexicano (Señor Swanky’s) entre dos hombres que discutían por la posesión de una plaza de estacionamiento. ¿Así que eso era completamente antinatural de pensar, cuando me había despertado en medio de la noche para encontrar a mi novio diciendo que estaba allí para rescatarme, que todos mis problemas habían terminado y que todo iba a estar bien? Al parecer sí. Aparentemente, esa canción de Aretha Franklin que mi mamá le gustaba tanto tenía razón, y las hermanas de verdad tenían que seguir haciéndolo por sí mismas. Probablemente era mi culpa por creer en todos esos finales de felices para siempre de las novelas románticas de mi hermana, Frida, que siempre estaba leyendo, donde el héroe siempre estaba salvando a la heroína ―por lo general de situaciones peligrosas en las que ella misma se había puesto― podría suceder en la vida real. Porque resultó que todos esos libros estaban equivocados. Resultó, que en la vida real, el héroe tenía problemas con los “problemas de confianza” de la heroína. Discúlpame, pero, ¿tengo problemas de confianza? No estoy diciendo que soy perfecta. No estoy diciendo que no haya una posibilidad ―una pequeña posibilidad― de que lo que Christopher dijo fuera parcialmente cierto. Tal vez tenía dificultades para dejar entrar a otras personas, o para permitirles llegar a conocerme o ayudarme, o lo que fuera. ¿Pero Christopher pensaba que yo era la única que tenía un problema? Oh, eso era gracioso. Era simplemente hilarante, viniendo de un chico que llevaba un lector de códigos en el bolsillo.

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Y está bien, Christopher se había metido en un montón de problemas para rescatarme. ¿Pero fui rescatada? Um, la respuesta a esa pregunta sería no. Pero me dije que eso ya no importaba. No ahora que el Oscuro Spider Man había tomado el lugar de mi dulce exnovio. Incluso si él había sido mi novio durante sólo dos minutos en total. ¿Por qué simplemente no le había dicho anoche a Christopher que Nikki había exigido su antiguo cuerpo de regreso a cambio de contarle su secreto a Brandon? No es que esto habría hecho la más mínima diferencia para él. Probablemente no la habría hecho, considerando lo mucho que me odiaba. Lo que quizá fue la razón por la que no se lo dije. Una chica tenía que tener un poco de orgullo. Quiero decir, no quería que me llevara por compasión, o algo. Nada sería más desagradable que eso. Así que ahora que él se había ido y yo todavía estaba aquí, nunca sabría a ciencia cierta si eso habría hecho una diferencia o no. Y ahora mismo Brandon probablemente estaba haciendo que instalaran un laboratorio secreto donde mi cerebro iba a ser sacado y puesto en otro cuerpo aún desconocido. ¿Y quién sabía si esta vez me recuperaría de la cirugía? Podría ser lobotomizada, o peor aún, nunca despertar en absoluto. Podría terminar en un estado vegetativo por el resto de mi vida. O tener ese asqueroso cabello que Nikki había quemado por completo con esa plancha. Voy a ser honesta: no estaba emocionada con ser la nueva Nikki. Sin ánimo de ofender, pero ella no estaba demostrando demasiado potencial, al menos de la forma en que la vieja Nikki se estaba arrastrando alrededor de mis desechos. Además, me había acostumbrado a ser la Nikki Howard. Tal vez era superficial, y claro, me había quejado de ello un par de veces. Pero no me importaba que Megan Fox o Jessica Beil dijeran: que definitivamente había ventajas en ser la chica más sexy del planeta. Número uno era que me pagaban por ello. Mucho. Y el número dos era que las personas simplemente eran más agradables contigo cuando te veías bonita, en lugar de lucir como el lío sexy que solía ser y que ahora era la vieja Nikki. Ellos simplemente lo eran. Era un hecho. Whitney Robertson era un ejemplo A. ¿Por qué querría regresar a tener pelotas de voleibol

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siendo disparadas hacia mi cabeza (a propósito) y a mi propia hermana negándose a ser vista conmigo? Podrías seguir y seguir sobre cómo se supone que le gustabas a la gente por lo que tenías en el interior. Pero si eso realmente era cierto, ¿por qué en el nombre de todo lo sagrado a alguien le había gustado Nikki en primer lugar? Me estaba convenciendo cada vez más de que ella era un cruce entre Heidi Montag y Hitler. Y no tenía esperanza en que Christopher algún día regresaría. No nos habíamos separado exactamente en el mejor de los términos, así que parecía poco probable que alguna vez fuera a verlo de nuevo, excepto tal vez en “Hablando en Público” si regresaba a Tribeca Alternative. No podía creer que me hubiera acusado de tratarlo como un perro cuando definitivamente había tomado casi todas las decisiones preocupándome por su seguridad. Y bueno, tal vez, como él había dicho, eso lo estaba infantilizando, sólo un poco. Después de todo, era un hombre crecido que podía tomar sus propias decisiones y no necesitaba de mi protección. Pero en mi opinión, yo tratando de protegerlo, sólo demostraba lo profundamente que lo amaba. Vaya. Tal vez Christopher tenía razón. Quizás realmente convirtiéndome en una de esas estúpidas heroínas de los libros de Frida.

estaba

La cosa era que me había sentido simplemente feliz cuando me desperté y lo encontré en mi habitación. Todo había parecido tan fantástico. Ya no estaba sola… … excepto que resultó que lo estaba. Y gracias a mi propia estupidez. Demasiado Estúpida para Vivir. Eso es lo que dijo Frida que llamaron a las heroínas de sus libros que tomaban decisiones que ponían sus propias vidas en peligro. Y esas heroínas tampoco están solo en libros. También están en las películas de terror. Como cuando la heroína de la película escucha un ruido en el sótano y piensa que mejor va a revisar. A pesar de que la electricidad en la casa se ha ido. Y su linterna está rota. Y hay un preso fugitivo suelto en el barrio. En serio, se merece lo que le está por venir. ¿Pero me lo merecía yo? Quiero decir, ¿me merecía que me sacaran el cerebro del cuerpo de nuevo y tener que aprender a adaptarme a ser una nueva persona?

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Le envié un mensaje a Christopher diciendo: Lo siento. ¿Podemos hablar? ¿Dónde estás?, que totalmente no esperaba que respondiera (no lo hizo), luego tomé una ducha y me vestí con unos jeans de diseñador y una blusa con volantes que me habían enviado de la boutique, poniéndome las botas que había traído de Nueva York. Mientras cepillaba el cabello, traté de pensar en algo que no fuera yo. Por ejemplo, cómo el padre de Brandon posiblemente podía sacar provecho de almacenar todos los datos de esas personas en la unidad central de Stark Enterprise. Obviamente, no iba a utilizar sus números de tarjetas de crédito. Era multimillonario. ¿Para qué necesitaba una tarjeta de JCPenney? Y la mayoría de la gente comprando Stark Quarks eran estudiantes universitarios y de secundaria. Quiero decir, los Quarks solo costaban doscientos o trescientos dólares, y venían en colores como lavanda y verde lima. ¿Entonces para qué estaba recogiendo todos esos datos? Todavía estaba tratando de averiguarlo cuando Brandon sacudió el pomo de mi puerta de nuevo. ―Oye ―dijo―. ¿Vas a venir a desayunar o qué? Me acerqué a la puerta y la abrí. Brandon estaba allí de pie, su cabello pegado a su cabeza porque recién se había duchado. Estaba usando, de todas las cosas, otra camiseta Ed Hardy, jeans, y una gruesa cadena de oro alrededor de su cuello. Una ráfaga de Axe asaltó mis fosas nasales. ¿En serio, Brandon? Tragué con fuerza contra el vómito que subió por mi garganta. ―Ya voy ―le dije, sin sonreír―. ¿Está el doctor aquí? Brandon me miró sin comprender. ―¿Qué doctor? Siempre había sospechado que a Brandon le habían permitido comer demasiada azúcar siendo un niño. Pero esto era un poco demasiado, incluso para él. ―El Dr. Fong ―dije, pronunciando con claridad así no me podía malentender―. Para llevar a cabo el trasplante de cerebro. ―Oh ―dijo―. Uh… aún no. ―Miró por el pasillo para asegurarse de que Nikki no estuviera alrededor, luego colocó un brazo contra la pared detrás de mí, inclinándose lo suficientemente cerca para que pudiera oler la pasta de dientes en su aliento―. Escucha… no crees… quiero decir, no pensaste que realmente fuera a

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seguir adelante con ese loco plan de ella de dejar que cambies cerebros, o lo que sea. ¿Lo hiciste? Quiero decir… ―extendió la mano y levantó el colgante que yo estaba usando, una especie de luna creciente o algo así―, está loca. Y tú… tú eres la que quiero. Simplemente lo miré. No iba a creer nada que viniera de la boca de Brandon que lo que creería de algo que vi en la portada de la revista Star sobre el actual estado de embarazo de Jennifer Aniston. ―Uh ―dije―. Parecías bastante interesado en la idea anoche cuando estabas hablando con Nikki. ―¿De qué otra forma iba a descubrir sobre qué estaba chantajeando a mi papá? ―preguntó con una risa―. Tuve que engañarla, ya sabes. Arranqué el colgante de su mano. En serio, su colonia era tan fuerte que me estaba haciendo lagrimear. ―¿Cómo sé que no me estás engañando? ―pregunté―. Ustedes dos solían salir. Así que no siempre pensaste que estaba tan loca. Brandon me miró con su boca un poco abierta, dándome una gran oportunidad de ver sus perfectos dientes. ―Eso era solo ―dijo, su manzana de Adán moviéndose―, por sexo. ―Encantador ―dije, queriendo vomitar más que nunca―. ¿Entonces qué sucede ahora? ¿A Nikki, y Steven, y su madre? ¿Vas a seguir teniéndolos por siempre, como tu tiburón mascota? ―Bueno ―dijo, pareciendo incómodo―. No. ―¿Entonces a dónde se supone que irán? No pueden volver a sus vidas normales. Tu padre los encontrará. ¿Quieres sus muertes en tu conciencia? ―Clavé un dedo índice en el medio de su pecho―. ¿Quieres? ¿Y bien? ¿Quieres? ―No ―dijo. Había retrocedido hacia atrás contra la pared detrás de él―. Claro que no. Pero eso no va a suceder. Porque tu amigo friki de las computadoras me va a ayudar a descubrir cómo usar la información que Nikki le sacó a mi papá y dar vuelta a todo esto para vengarme de él… ―¿Mi amigo friki de las computadoras? ―Sabía exactamente de quién estaba hablando―. ¿Y por qué crees que va a estar dispuesto a ayudarme, luego de lo que le hiciste el otro día? No mencioné la parte sobre el problema de Christopher con mis “problemas de confianza”.

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―Eso no es cosa mía ―dijo Brandon con un encogimiento de hombros―. Se supone que tú debes encontrar la manera para hacer que eso funcione. O Nikki podría terminar exactamente donde estás tan preocupada que terminará… No sé por qué estaba tan sorprendida. Todo en la vida de Brandon era desechable. Ayer por la noche cuando había conseguido hablar por teléfono con su abogado ya había comenzado a hacer llamadas para comprar un auto nuevo para remplazar el que le había quemado. ¿Por qué no habría de considerar a la gente desechable también? Justo cuando estaba haciendo esta casual amenaza, Nikki apareció en el pasillo de su habitación, utilizando un vestido linterna que era exactamente del color verde erróneo para su nueva tez y medias con dibujos que hacían sus piernas más gruesas. Su cabello, como siempre, era un desastre y lucía como si ni siquiera hubiera hecho el intento con su rostro. Quizás porque no había ningún artista del maquillaje cerca para hacerlo por ella. ―Buenos días ―dijo―. ¿Listos para el desayuno? Le di una sonrisa tensa. ―No puedo esperar ―dije, dejando caer mi dedo del pecho de Brandon y rozándolo al pasar a su lado para dirigirme a las escaleras. Detrás de mí, oí a Nikki ronronear: ―Hola, tigre. ―Aparentemente le estaba hablando a Brandon. No tenía ninguna duda por los ruidos de sorbos que escuché a continuación que había envuelto sus brazos alrededor de él para un gran beso de buenos días. ¿Era la intención de todos hacerme vomitar antes de incluso haber tomado mi desayuno? Lo que vi cuando llegué al comedor, sin embargo, me hizo olvidar por completo lo que había oído recién. Y eso era mi pequeña hermana, Frida, vertiendo jugo de naranja en vasos en nuestro lugar de la mesa.

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Capítulo 7 Traducido por veroonoel y Selene1987 Corregido por LulaaMaddox

O

h, llevaba puesto un disfraz. O lo que supongo ella consideraba un disfraz: lentes con armazón de plástico rojos, pantalón a cuadros blanco y negro, una chaqueta de cocinero blanca, y su cabello estaba recogido en un alto gorro de chef blanco, como el tipo que a veces usan en el Food Network. Pero aparte de eso, definitivamente era Frida, una estudiante de primer año de secundaria, que se suponía iba a estar en un campamento de animadoras durante las vacaciones de invierno. Había cualquier cantidad de cosas que podría haber dicho o hecho en ese momento en particular. Exclamar: ¿Qué estás haciendo aquí? Desmayarme. Ir pisoteando hacia ella y ordenar que volviera a casa en ese instante. ¿No sabía cuánto peligro corría… en cuánto peligro nos estaba poniendo al resto de nosotros? No dije ni hice ninguna de esas cosas. En su lugar, me dejé caer en mi asiento; estaba bastante segura que no podría haber permanecido de pie incluso si hubiera querido; y me senté allí, mirándola. No podía entender qué estaba haciendo por un minuto más o menos. No es muy a menudo que ves a alguien de una parte de tu vida en una parte completamente separada de tu vida y tienes que fusionar ambas, luego tratar de dar sentido a lo que estás viendo. Entonces lentamente, más lento de lo que me hubiera gustado admitir, sumé dos más dos. Todo empezaba a tener sentido sin embargo. El hecho de que Christopher se hubiera aparecido la noche anterior, ¿y luego se fue sin mí? El hecho de que Frida estuviera de pie en ropa mal ajustada de catering, sirviéndonos comida; nos estaba sirviendo huevos revueltos de una fuente; tratando de no hacer contacto visual conmigo a través de sus gafas de armazón de plástico rojo. Pude ver que se había dado cuenta del hecho que la había reconocido. Había puntos de color brillantes floreciendo en sus llenas mejillas, aunque decididamente no estaba mirándome. Mi corazón había comenzado a latir con fuerza dentro de mi pecho. No solo estaba preocupada por Frida; preocupada de que el gran, tonto, peligroso Brandon,

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se apareciera en cualquier momento y la reconociera; pero me había dado cuenta de que si Frida estaba aquí, Christopher estaba en la cocina. Tenía que estar. ¿En qué estaba pensando, dejando que mi hermanita viniera aquí, de todos los lugares? Aún peor, solo la idea de que pudiera estar tan cerca estaba haciendo que mi pulso acelerara. ¿Cómo podía ser tan débil? Pero pronto saqué su pensamiento de mi cabeza. Más importante que eso, más inmediato que eso, era el peligro en el que se encontraba Frida. Mis palmas se habían puesto resbaladizas por el sudor. ¿No tenía idea cuán arriesgado era lo que estaba haciendo? Si Brandon la atrapaba… … bueno, no sabía qué haría. Pero sabía que no iba a ir muy bien. ¿Y mamá y papá? ¿Sabían que Frida estaba aquí en este momento? Lo dudaba. Porque si lo supieran, no lo hubieran permitido. Estaría tan, tan muerta cuando llegara a ella. ―¿Hay algo más que no sean huevos? ―preguntó amablemente la Sra. Howard, ya sentada, mirando hacia abajo a los bultos amarillos solidificados en el plato, su frente ligeramente arrugada, como si estuviera preocupada de probarlos. La Sra. Howard, por supuesto, nunca había conocido a Frida. No tenía idea de que mi hermanita estaba sirviendo su desayuno. ―Panqueques ―dijo Frida, en el acento sureño más falso que había oído nunca. Sonaba como una mala Paula Deen. ¿Realmente pensaba que por haber escondido su cabello en un gorro de chef y llevar gafas nadie iba a creer que era mayor a catorce años?―. Ya los traeré, señora. ―Oh ―dijo la Sra. Howard, moviendo trozos de huevo con el tenedor―. Eso sería encantador. ―No sonaba muy convencida. Sentado al otro lado de la enorme mesa de cristal de la Sra. Howard estaba Steven, que se había levantado temprano para hacer ejercicio en el gimnasio privado de Brandon, como hacía cada mañana. Estiré mis piernas lo más lejos que pude y golpeé su pie, suavemente, creí… … olvidando que llevaba zapatos puntiagudos. ―Ay ―dijo Steven, alcanzando su pierna lesionada. Me dio una mirada ofendida, como: ¿Por qué hiciste eso? ¿No son las cosas lo suficientemente malas? Somos prisioneros en la casa de playa de este tipo. ¿Tienes que apuñalar mi pierna con tus zapatos también?

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Moví la cabeza en dirección a Frida. Steven la miró, luego me dio una molesta mirada de ¿y qué?, aún frotándose su pierna. Cuando moví la cabeza de nuevo hacia Frida, Steven la miró de nuevo. El reconocimiento apareció. Cuando Steven me miró una vez más, su expresión era de alarmada incredulidad. Lo sé, dijo la mirada que le di. ¿Qué haremos? ―¿Qué demonios es esto? ―Quiso saber Brandon. Brandon se había desenredado de Nikki, y los dos se acercaban para sentarse en nuestra mesa. ―¿Este jugo está recién exprimido? ―preguntó Nikki, antes de tragar un poco sin esperar una respuesta. ―Esto no parece gofres ―dijo Brandon, mirando hacia su plato. ―Eso es porque son huevos, señor ―contestó Frida, dándole una ligera inclinación de cabeza. Mi corazón estaba latiendo con fuerza, apenas podía respirar. ¿La reconocería Brandon? La había visto hace menos de una semana en la fiesta de Lulu que había dado en nuestro apartamento, ¡había bailado con ella, por el amor de Dios! ¿Cómo no podía reconocerla? Y si la reconocía, ¿haría que uno de sus agentes de seguridad la golpeara? Sobre mi cadáver le pondrían una mano encima a mi hermana… Por supuesto, dado el hecho de que ya estaba muerta, esto era una especie de amenaza vacía. ―¿Huevos? ―Brandon lucía perturbado―. ¿Desde cuándo hay huevos en el menú? Odio los huevos. Mis hombros se hundieron en alivio. No la había reconocido. Claro que no. Brandon no prestaba más atención a la ayuda que lo hacía a… bueno, Nikki, si no podía evitarlo. ―Ha habido un pequeño cambio, señor ―dijo Frida―. El cocinero confía que todavía encontrará la comida a su satisfacción. ¡Cielos! ¿Dónde había aprendido Frida a decir todas esas cosas? Realmente sonaba como alguien de una empresa de catering real. No lo podía creer. ¡Mi hermanita había crecido! Brandon miró hacia la sustancia amarilla viscosa en su plato.

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―¿No hay gofres belgas? ―preguntó, sonando un poco triste. ―Esto es vergonzoso ―dijo Nikki―. Realmente ya no se puede encontrar buena ayuda. ―Tiró su servilleta al lado de su plato y comenzó a ponerse de pie―. Voy a ir a reprender a gritos a ese cocinero. ―No. ―Me apresuré a lanzar mi propia servilleta, fingiendo indignación―. Yo lo haré. No hay razón para que el resto de ustedes no se puedan quedar aquí y disfrutar. Me puse de pie y me dirigí a través del piso de mármol negro hacia Frida, con Cosabella, que me había seguido escaleras abajo, trotando detrás de mí, sus garras haciendo chasquidos familiares en el mármol. Todo el tiempo mi corazón estaba repiqueteando junto con mis tacones y las garras de Cosabella. Estaba un poco avergonzada de lo que parecía estar diciendo mi corazón: Chris-to-pher, mi corazón latía al ritmo de mis pasos. Chris-to-pher. Era ridículo, lo sabía. Ahora no era el momento de estar pensando en chicos. Especialmente chicos que me habían abandonado por supuestos “problemas”. Mi hermana era en quien me tenía que concentrar. Mi hermana se había puesto estúpidamente, tontamente y sorprendentemente en peligro por mí. En cierta manera, estaba increíblemente orgullosa de ella, no tenía ninguna intención de mostrar eso mientras le estaba dando una paliza. ¿Cómo había llegado aquí, desde Nueva York? Solo era una estudiante de primer año… una niña, después de todo. Parecía que el otro día me había estado rogando ir a ver con ella el concierto de Gabriel Luna en el Stark Megastore. O rogándome no ir con ella en realidad, ya que no había querido que me vieran con ella y avergonzarla en público porque lucía y me vestía tan mal. Eso había sido antes de haberme convertido en Nikki Howard, por supuesto. Dios, como vuela el tiempo. ―Ven conmigo, señorita ―dije, agarrando el brazo de Frida―. Vamos a hablar con ese chef tuyo. ―Um ―dijo Frida. Apenas podía seguir mi paso con sus piernas más cortas mientras la empujaba hacia la cocina―. Lo que usted diga, señora. Él no estaría allí. Sabía que no estaría allí. Había visto la mirada de su cara anoche cuando me dijo que había terminado conmigo. Sin mencionar la mirada que llevaba esa mañana en la limusina en las afueras de la casa del Dr. Fong cuando le dije que las cosas hubieran sido distintas si tan solo le hubiera gustado como era antes de la operación. Pero no lo había hecho, y ahora ya era demasiado tarde.

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No hay duda de que no estaría dispuesto a perdonarme… … y estaba convencida de que tenía problemas. Y, bueno, lo que le había dicho en la limusina era una mentira, aunque en ese momento me dijera a mí misma que me lo creía. Tenía que hacerlo, para poder decirlo. La expresión que vi en su cara cuando lo dije no había sido la expresión de alguien que pareciera que fuera a darme otra oportunidad. Excepto que… bueno, Frida estaba aquí. Ni en un millón de años hubiera pensado que la vería. Los milagros, al parecer, sí existen. Así que quizás… sólo quizás… Cuando golpeé la puerta de la cocina con todas mis fuerzas, intentando causar impresión, en beneficio de Brandon, de la novia enfadada de un millonario, Lulu, con un abrigo blanco y un gorro que coincidía con el de Frida, dejó escapar un chillido. Mi corazón se desinfló con un zzzzzzt como un globo que un payaso de cumpleaños ha pisado con sus estúpidos zapatos gigantes de payaso. Christopher no se veía por ningún lado. En su lugar, Lulu, dejando escapar un suspiro de alivio, sonrió como si yo fuera Ryan Seacrest diciéndole que participaría en American Idol. ―Oh, gracias a Dios ―dijo, llevando una mano a su pecho―. Sólo son ustedes dos. Oh, ¡y Cosy! Me has asustado. ¿Tenías que acercarte así a mí? Mi mente se quedó estupefacta mientras intentaba darle sentido a lo que estaba viendo frente a mí: mi compañera, Lulu Collins (sin mencionar a mi hermana), estaba en la cocina de la casa de la playa tropical de Brandon Stark. Por supuesto. Claro que sí. ¿Dónde si no estarían? ―¿Qué… ―exigí saber, cuando finalmente recuperé el aliento por la locura que estaba viendo―, estás haciendo aquí? ¿Cómo has entrado? ¿Y dónde está el chef que se suponía que tenía que estar aquí? ―No lo sé ―dijo Lulu, respondiendo primero a mi última pregunta encogiendo los hombros. Fue a apagar la estufa, donde había estado friendo algo en una sartén. En realidad olía delicioso, como tortitas. ¿Cuándo había aprendido a cocinar Lulu salvo su plato estrella, coq au vin?―. Le di un cheque para que se tomara el día libre. Y tomamos prestadas sus cosas y entramos. Bueno, nos colamos, en realidad. Nadie miró nuestras identificaciones ni nada. Em, ¿estás

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bien? Hemos estado muy preocupados por ti. ¡Has estado actuando extraño! Bonita camisa. No me abraces tú a mí, no quiero dejarte trocitos de tortitas. Lulu vino a abrazarme. Me quedé de pie con sus delgados brazos agarrando mi cuello, mirando hacia un lado de su gorro a Frida, quien estaba de pie sonriéndome avergonzadamente. ―¿Mamá y papá saben dónde estás? ―exigí saber, aunque ya conocía la respuesta. ―Mamá y papá creen que estoy en el campamento de las animadoras ―dijo Frida―. Y antes de que te enfades aún más, Em, déjame recordarte que ellos pospusieron su viaje a la casa de la abuela para quedarse en la ciudad contigo. Pero luego te fuiste para estar con tu nuevo novio, Brandon Stark. No están muy contentos contigo. Pestañeé. ―Pero… ―empecé a protestar. ―Sí. ―dijo Frida, asintiendo con la cabeza―. Lo sé. Pero no podía decirles que no tenías elección, ¿no? O empezarían a alucinar. Así que tuve que ponerme en plan: Oh, no, ahora está enamorada de Brandon. Y seguir el rollo a lo que decían los periódicos, como todos los demás. Aunque yo sabía que no te importaba nada Brandon Stark. Podía verlo en tu cara, aunque mamá y papá no pudieran hacerlo. Pero sólo para que lo sepas, básicamente les estás matando, un poquito cada día. ¿Feliz? Parpadeé. ¿Mi novio piensa que tengo problemas de confianza, y estoy matando a mis padres? Esto no era exactamente algo que quisiera escuchar. Especialmente antes del desayuno. ―Entonces cuando Lulu me llamó al campamento, porque mamá se puso como loca y dijo que iría al campamento de animadoras, porque, creo, no quiere que me convierta en una novia loca como tú, Em, para decirme que quería hacerte una intervención ―dijo Frida―, aproveché la oportunidad. ¿Porque qué crees que es más importante: salvar a una hermana querida o aprender a saltar en las alturas? Ya que no tenía ni idea de cómo responder a esa pregunta, saltar en las alturas debía ser algún tipo de movimiento de animadoras, soplé un poco de mi cabello con mis labios con brillo labial y les miré mientras Lulu me soltaba y se echaba a un lado para mover la pesada sartén de hierro que había estado usando del fuego. Vi que había una tortita. Lulu había estado planeando servir tortitas.

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Entonces, sacando fuerzas internas, Lulu dijo: ―De verdad, Em, no deberías estar enfadada. Estamos aquí para rescatarte. Me quedé de pie mirándola. No podía creer que hubieran hecho lo que habían hecho: venir hasta aquí sólo para llevarme a casa. ―Vamos, Em ―dijo Lulu, hacienda una seña de movimiento―. Ve a por Steven y su madre y Nikki y vámonos. ¿Estás preparada? Es una blusa fantástica, por cierto. ¿Ya te lo había dicho? ―Chicas ―dije. Sentí lágrimas saliendo de las esquinas de mis ojos. No pude evitarlo. No podía creer lo dulces que estaban siendo, especialmente después de haber estado tan segura de que a nadie le importaba. Bueno, excepto a mi madre. Y Rebecca, mi agente. Pero mi madre solamente se preocupaba de mí porque tenía que hacerlo… era mi madre. Y Rebecca… bueno, me necesitaba por el dinero que le conseguía. Al mismo tiempo, había un dolor en mi corazón que no podía negar, y tenía que ver con el hecho de que, mientras habían estado ahí, cierta persona estaba notablemente ausente. Frida y Lulu, dándose cuenta de las repentinas lágrimas de mis ojos, intercambiaron miradas. ―Uh ―dijo Lulu―. Está bien, Christopher tenía razón. Mi pulso se aceleró un poco. ―¿Has hablado con Christopher? ―pregunté―. ¿Qué dijo? ¿Te… lo contó? ―Si les había contado lo de mis presuntos problemas de confianza, le mataría. ―Sí ―dijo Frida―. Lo hizo. Y no te preocupes. Ya lo tengo. Lo hemos dado en mi clase de psicología, Em. ―Se volvió hacia mí, puso sus manos en mis hombros desnudos, y empezó a hablar con una voz exageradamente lenta―. Lo que estás experimentando ahora mismo se llama Síndrome de Estocolmo. Es cuando empiezas a simpatizar con tu captor porque te ha mostrado amabilidad. Sé que Brandon puede estar bueno, y te ha dado esa bonita blusa. Pero aun así es un hombre malo. Solo porque no te haya matado no significa que sea tu amigo. Aturdida, aparté sus manos de mí. ―¿Te puedes callar? No estoy enamorada de Brandon. Asco, ¿es lo que dijo Christopher? ―Habla la Demasiado Estúpida Para Vivir… ―Oh, asco ―dijo Lulu, sus hombros frágiles se dejaron caer de alivio―. Bien. Mira, no tenemos mucho tiempo. He alquilado un jet para que nos regrese a Nueva York, y nos está esperando en la pista. Cobran por hora, así que, ya sabes, chop-

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chop. Ve y dile a los Howard que regresen. Por cierto ―bajó la voz―, ¿ha preguntado Steven por mí? ¿Le gustaron los huevos? Los hice especialmente para él. Le encantan los huevos revueltos. Por cierto, sabe que me gusta, ¿no? Soy demasiado obvia. ―Le dio un golpecito a Frida en el brazo―. Te dije que el revuelto sería demasiado obvio. ―Ouch ―dijo Frida, agarrando su brazo―. Lulu. ―Me asomé hace un minuto y le vi ―siguió Lulu―. Se ve realmente bueno con esa sudadera. Es de cachemira y estábamos en la playa, por el amor de Dios. Quizás debería haberse quitado esa camiseta. Te parecería bien si fuera por ahí sin camiseta, ¿no, Frida? Verás, a Frida no le importaría. ¿Y qué pasa con el cabello de Nikki? ¿Ni siquiera lo intenta? Y ese verde le queda fatal. Di un largo suspiro. ―Chicas ―dije―. De verdad. Aún no nos podemos ir. ¿No te lo dijo Christopher? Tenemos que… ―¿Estás bien? ―preguntó Frida. Había dejado los vasos rojos de plásticos y ahora me miraba, con ojos llenos de ingenuidad. Me di cuenta que era porque había lágrimas en sus ojos―. Porque te ves fatal. Es decir, bajo todo ese maquillaje y todo eso. ¿Te das cuentas que no has sonreído ni siquiera una vez desde que hemos llegado? ―No has sonreído ni siquiera una vez desde que dejaste Nueva York ―dijo Lulu, con tono acusador―. Lo sé, te tengo en Alertas de Google. He visto cada reportaje que te han hecho, y te ves totalmente triste. Así es cómo lo supimos. ―Me dio una mirada significante―. Que necesitabas que te rescataran. ―Miren. ―Tome a Frida y a Lulu por los brazos y empecé a llevarlas a la puerta trasera, donde se entregaban las comidas―. Muchísimas gracias por intentar rescatarme. Lo aprecio. De verdad que sí. Pero tenemos que… Antes de que nadie pudiera decir otra palabra, la puerta giratoria de la cocina se abrió de golpe. Lulu dejó escapar un chillido…. … y no podía culparla, ya que Brandon Stark de repente estaba ahí de pie enfrente de nosotras.

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Capítulo 8 Traducido por Apolineah17, MaEx y maphyc Corregido por Nanis

—¿Q

ué demonios… ―demandó Brandon, mirando de Frida a Lulu y de Lulu hacia mí para regresar de nuevo― … es esto?

―Oh ―dijo Lulu. Sus oscuros ojos se habían vuelto del tamaño de los panqueques que estaba haciendo―. Hola, Brandon. ¿Quieres huevos? Los hice yo misma. Brandon ignoró la pregunta. Por lo que no podía decir exactamente que lo culpaba. ―¿Qué están haciendo aquí? ―Alejó su mirada de ellas y en su lugar la trasladó sobre mí. Sabía que tenía que actuar y rápido. No era como si tuviera un montón de tiempo para pensar en cómo iba a manejar esto, o qué iba a decir o hacer. Nadie me había dicho que iba a haber un segundo intento de rescate esta mañana. Esto no era como la cosa del coche bomba, con la que había pasado noches en vela dando vueltas y planificando. Quiero decir, de verdad odiaba a Brandon Stark, así que decidí hacerle la peor cosa en la que pude pensar, y esa fue la idea de su cosa favorita en fuego. Pero en este caso, no tuve la oportunidad de idear algo con tanto ingenio como un collar de cuentas empapado de químicos ardiendo lentamente como detonador. Simplemente hice lo primero que vino a mi mente. Me lancé hacia él, cubriendo un brazo sobre su pecho y arrimé mis pechos contra su hombro. Esta era otra ventaja de ser Nikki Howard. Ella era una gran distracción para los hombres. ―Mis amigas vinieron de visita, Brandon ―ronroneé―. E hicieron el desayuno. ¿No es una sorpresa agradable? Brandon no parecía pensar que era una agradable sorpresa en absoluto. De hecho, siguió pareciendo un homicida, ignorando completamente mi voz seductora. Y mis pechos. Lo que era bastante inusual para él.

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―No ―dijo, echando humo―. ¿Dónde está el chef? Pagué mucho dinero por ese chef. ―Él regresará mañana ―chirrió Lulu―. Lo prometo. Mira, Brandon, ¡iba a hacerles panqueques! Brandon parecía comprensiblemente poco impresionado. ―Lulu ―dijo―. ¿Fuiste tú quién incendió mi carro en llamas? Lulu parecía confundida, lo que tenía sentido, ya que ella no había tenido nada que ver con la destrucción del Murciélago de Brandon y no tenía idea de lo que él estaba hablando. ―¿Qué? ―preguntó, poniendo el sartén de nuevo en la estufa con un sonido metálico―. ¿No…? ―Lo sabía ―dijo él, metiendo la mano en el bolsillo de su iPhone―. Sabía que no fueron los paparazzi quienes destruyeron mi carro. Eso es todo. Voy a llamar a la policía y hacer que las arresten. Lo solté y di un paso hacia atrás. ―Brandon ―dije―, ¿qué estás haciendo? Excepto que fue bastante claro lo que estaba haciendo cuando los tonos del 911 llenaron el aire. ―No te preocupes, nena ―me dijo―. Lo tengo bajo control. ―Señaló a Lulu y a Frida mientras dijo―: Esto es allanamiento, saben, y eso, mis amigas, fue destrucción de propiedad. Ese Murciélago valía más de un cuarto millón de dólares. Lulu, tu papá puede darse el lujo de pagarlo, aunque su última película fue algo así como un fracaso. Sí, hola ―dijo cuando alguien en el otro extremo de la línea respondió―. Me gustaría reportar un… Pero antes de que las últimas palabras salieran de su boca, un musculoso brazo, vestido de gris carbón apareció alrededor de su cuello, aparentemente salido de la nada. Y la voz de Brandon fue cortada. Dejó caer el teléfono, extendiendo la mano para arañar el brazo. Pero era demasiado tarde. Un segundo después, Brandon cerró los ojos. Para ese momento, el brazo lo había soltado, y Brandon se hundió lentamente en el piso. Cosabella se apresuró hacia él para olfatear su oreja, luego le dio una lamida alentadora.

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Todas nos quedamos allí, parpadeando hacia él, completamente inseguras de lo que había sucedido ―todo había ocurrido demasiado rápido― hasta que alguien se aclaró la garganta. Fue entonces cuando nos percatamos de la presencia de Steven. Al parecer, había estado de pie detrás de Brandon todo el tiempo en que él había estado hablando con nosotras. Había sido su brazo el que estranguló a Brandon hasta la inconsciencia. ―Steven ―dijo Lulu, su rostro transformándose en una expresión que sólo puedo describir como absoluta adoración―. ¡Oh, hola! ―Uh ―dijo Steven, luciendo un poco incómodo―, hola, Lulu. ―Oh, Dios mío ―gritó Frida, agarrando una cuchara y sosteniéndola hacia adelante, frente a la nariz de Brandon, al parecer para comprobar y ver si todavía estaba respirando―. ¡Está muerto! ―No ―dijo Steven un poco tímido―. No está muerto. Despertará pronto, no es peor que el agotamiento. Él ni siquiera sabrá que pasó. ―¿Aprendiste ese estrangulamiento en el entrenamiento militar? ―preguntó Lulu mientras daba un paso sobre el cuerpo tendido de Brandon y frotaba su cuerpo contra el de él como un gato. Ni siquiera estoy mintiendo cuando digo que sus pestañas revolotearon. ―Uh ―dijo Steven, mirándola aún más inseguro que antes―. ¿Sí? ―Eso fue increíble ―dijo Frida. Parecía igual de admirada que Lulu. Tal vez incluso más. Le lancé una mirada molesta. Se suponía que tiene un enamoramiento con Gabriel Luna, no con el hermano mayor de Nikki Howard. ―Entonces ―dijo Steven, ignorando a su nuevo club de fans―, ¿a alguien le importaría decirme qué está pasando aquí? Mientras preguntaba eso, se escuchó el sonido de una explosión… tan poderosa, que realmente sacudió la cocina un poco, haciendo que todas las ollas y sartenes colgando de un estante sobre el centro, resonaran juntas e hicieran un sonido tintineante. Me agarré de la encimera para sostenerme sobre mis talones. ―¿Qué fue eso? ―pregunté, alarmada. ―Oh. ―Lulu tiró de su gorro de chef, así que lo acomodó en un ángulo más desenfadado, y dijo―: Eso sólo fue Christopher. Se suponía que iba a hacer estallar algo para distraer a los guardias de seguridad de Brandon, y a Brandon, para que así pudiéramos deslizarnos seguros por la parte trasera. ―Miró a Steven con adoración―. Pero Steven ya distrajo a Brandon, como puedes ver.

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―Espera ―dije, mi corazón deteniéndose―. ¿Christopher está aquí? ¿Con ustedes? ―Por supuesto que está aquí ―dijo Frida. ―Él dijo que ustedes dos hablaron ayer por la noche ―al mismo tiempo que Lulu estaba explicando, batía sus enormes ojos de Bambi hacia Steve―. Estamos aquí para rescatarte. Y a tu mamá y a Em. ―Entonces añadió con una pizca de disgusto―. Y también a tu hermana. ―¡Steven! ―La puerta de la cocina se abrió de golpe. Era la Sra. Howard, luciendo pálida, seguida por Harry y Winston―. ¿Qué está pasando? ¿Qué fue eso…? ―Bajó la mirada hacia el inconsciente Brandon. Parecía estar durmiendo tan tranquilamente como un bebé―. Oh, Dios mío… ―Él está bien, mamá ―le aseguró rápidamente Steven a su madre presa de pánico. Se acercó y puso un brazo alrededor de ella―. ¿Por qué no van tú y Nikki a reunir algunas cosas? Creo que vamos a tener que salir de aquí en un minuto o dos. La Sra. Howard negó, incapaz de apartar la mirada de Brandon. ―Siempre parecemos estar huyendo de los lugares en los momentos más inesperados ―murmuró. Pero su reacción fue moderada en comparación con la de su hija, que llegó unos pocos segundos después de que su madre se había ido y gimoteó: ―¿Qué está pasando? ¿Qué fue eso…? Fue entonces cuando su mirada cayó al suelo, y dejó escapar un espeluznante grito. ―¡Brandon! ―Nikki cayó de rodillas al lado de su exnovio―. ¡Oh, Dios mío, Brandon! ¿Estás herido? Brandon en realidad parecía estar recuperando la conciencia mientras ella preguntaba, en parte debido a que Nikki lo había tirado en una posición sentada. Giró la cabeza hacia atrás y hacia adelante, murmurando algo acerca de cómo él no quería más ensalada peekytoe. Cuando sus párpados se abrieron, miró a Nikki y le preguntó con voz aturdida, al igual que en las películas: ―¿Qué pasó? ―Steven hizo un movimiento militar secreto en ti ―ofreció Lulu voluntariamente a Brandon―. No te preocupes, sin embargo. Vas a estar bien.

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―¿Qué? ―exclamó Nikki, moviendo su cabeza hacia su hermano―. ¿Tú lo hiciste? ¿Por qué le hiciste eso a Brandon, de todas las personas? ¡Ha sido tan amable con nosotros! Uh, tal vez él había sido amable con ella. ¿Conmigo? No tanto. ―Debido a que iba a llamar a la policía y tener a tus amigos arrestados, Nikki ―explicó Steven―. Y ellos sólo están tratando de ayudar. ―¿Ayudar? ―El cabello planchado de Nikki voló alrededor mientras miraba de Steven a Lulu y a mí y luego de vuelta otra vez―. ¿Ayudar cómo? ―Ayudándonos a salir de aquí, Nikki ―dije. No quería ser la única para dar a Nikki malas noticias. Pero alguien tenía que hacerlo―. Ahora que le dijiste a Brandon lo que escuchaste acerca de Stark Quarks, él no tiene ningún uso para ti más. Él va a apartarte y tu familia pierde. Brandon no negó esto. Para ser justos, no se veía como si estuviera en la mejor forma de hacerlo. ―No. ―Ella negó con la cabeza adelante y atrás tan rápidamente que una gran parte de ese cabello brillante tenía un poco de estática y empezó a elevarse en el aire. Ella no pareció darse cuenta, sin embargo―. No, no lo es. Él me está haciendo mi operación. ¿No es así, Brandon? Diles. ―Brandon estaba todavía un poco aturdido por lo que Steven le había hecho, así que Nikki, supongo que para ser útil, le dio a su cara un par de bofetadas―. ¿Me has oído, Brandon? ¡Diles! ―Uh, ¿Nik? ―dijo Steven―. Abofeteándole realmente no va a ayudar. Fue en este momento que la puerta trasera de la cocina fue abierta y Christopher irrumpió con una mancha de algo que parecía aceite en su mejilla, sus jeans sucios, y su chaqueta de cuero aleteando abierta. Se detuvo en el umbral, sorprendido, al parecer por vernos a todos reunidos allí, y sobre todo a Brandon en el suelo… … y yo, de pie encima de él. Sólo le tomó un segundo o dos, sin embargo, para entenderlo. Y sólo tardó un latido del corazón de mi aliento ser golpeada por completo por la vista de él. Lo cual era exasperante. Porque estaba muy, muy enojada con él. Y definitivamente no estaba enamorada de él nunca más. ¿Por qué iba a estar enamorada de una persona tanto terca como indignante? O al menos, eso es lo que me decía a mí misma.

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―Oh, bueno ―dijo―. Todos están aquí. Vamos, pues; no tenemos mucho tiempo. Estoy bastante seguro de que uno de los guardias de seguridad llamó al 91-1. Están por todos lados en la playa ahora, apagando el fuego. Aun así, tenemos que irnos ahora. Oh, el fuego. Cierto. Por supuesto. ―¿Qué hacemos con él? ―preguntó Steven, asintiendo hacia Brandon. Christopher miró al heredero de la gran fortuna de Robert Stark. ―¿Qué pasó con él? ―preguntó con curiosidad. ―Steven usó un obturador militar secreto para contenerle ―ofreció Lulu de nuevo, igual de alegre como antes. ―Excelente ―dijo Christopher con un asentimiento de felicitación a Steven―. Atenlo. ¿Atarlo? Miré a Brandon, que parecía tan asustado como yo me sentía. No podía creer que Christopher ―mi Christopher― había sugerido casualmente a alguien que atara a Brandon Stark. ¿En quién se había convertido Christopher? Hace una semana que él había estado relativamente obsesionado ―y sexy― directo a ser junior en Tribeca Alternative High School en Manhattan. Ahora, de repente, ¿él es John Connor de Terminator Salvation? ―¿Atarlo? ―Nikki miró con lágrimas en los ojos rebosantes que ya estaban con el rímel corrido―. No puedes estar hablando en serio. No vas a atarlo. ―Aquí hay algo de hilo para cocinar ―dijo Lulu, después de abrir unos cajones de la cocina. ―Perfecto ―dijo Christopher, y tomó el carrete de hilo que Lulu le entregó―. Steven, ¿quieres ayudarme aquí? ―Sería un placer. ―Steven se inclinó para comenzar a envolver las piernas de Brandon en el hilo para cocinar, mientras que Christopher se ponía a trabajar en sus muñecas. ―¿Estás loco? ―exigió Brandon. Parecía estar recuperándose, pero no lo suficiente para luchar contra lo que le estaba pasando. Excepto vocalmente―. ¿Sabes quién soy? Cuando mi padre se entere de esto… ―¿Cuándo se entere de qué? ―preguntó Christopher―. ¿Cómo has tenido una chica que él trató de asesinar aquí en tu casa durante casi una semana y nunca le dijiste de ello, porque estabas tratando de conseguir que te dijera quién era el que trató de matarla en primer lugar? Christopher tenía un punto. Por otra parte…

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Frida se acercó a mí lentamente y me susurró: ―¿Qué va a pasar cuando Brandon salga de ese hilo, o lo que sea? Quiero decir, ¿no es que va a estar loco? ―Creo que sí ―dije. ―¿Entonces no vendrá detrás de todos nosotros? ―preguntó con preocupación. ―Probablemente ―dije. Esto había sido exactamente lo que había estado pensando. Estaba un poco sorprendida de que Frida se hubiera dado cuenta. Frida había comenzado últimamente a mostrar el crecimiento y la madurez sorprendente para alguien que, tan sólo unos pocos meses antes, había estado dispuesta a estar de pie horas en línea sólo para conseguir el autógrafo de un tipo del que yo nunca había oído hablar. De repente, me di cuenta de que los sollozos de Nikki habían llegado a un punto en el que sonaban como lamentos. Nunca había oído hablar de lamento real antes, pero había leído sobre ello en los libros. Sonaba como gemidos, sólo más agudo. Nikki estaba abrazándose a sí misma y oscilando hacia atrás y adelante en sus rodillas, como un niño al que le habían quitado su juguete favorito. ―No, no, no, no ―estaba diciendo, los noes creciendo cada vez más fuerte―. ¡No me voy de aquí! ¡No sin Brandon! Lulu, me di cuenta, estaba viendo el teatro de Nikki con un poco menos de simpatía que cualquier otra persona en la habitación. Ya que yo nunca había visto a Lulu comportarse amablemente hacia nadie, no pude evitar sentirme un poco sorprendida cuando me dijo con más de un toque del carácter espinoso de Nikki: ―Pareces muy dedicada a Brandon ahora, Nikki. Pero no estabas tan dedicada a él cuando estabas husmeando detrás de su espalda, y la mía, con mi novio, Justin, ¿verdad? Esto corto el lamento de Nikki como una sirena que alguien había repentinamente silenciados, justo cuando en la distancia, oímos el aullido de una sirena de la vida real. La policía estaba en camino. Brandon miró a Nikki con sorpresa, casi como si estuviera realmente viéndola por primera vez. ―¿Tú? ―Sus oscuras cejas se fruncieron―. ¿Y Justin?

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La boca de Nikki se abrió, y miró de Brandon a Lulu y luego de vuelta otra vez, pareciendo estar tragando un poco de aire, como si fuera uno de los peces del acuario de Brandon… uno que había saltado accidentalmente de la seguridad de sus relajantes aguas azules. ―¿Tú… tú te enteraste de eso? ―preguntó, sonando un poco aturdida. ―Él intentó realizar la respiración boca a boca a Em ―dijo Lulu, señalándome―. Sólo que no estaba experimentando ninguna dificultad para respirar, si sabes lo que quiero decir. Hice una mueca. Siempre me pregunté si Lulu había estado mirando por la ventana el día en que Justin se había abalanzado hacia mí fuera del loft. Ahora lo sabía. Pobre Lulu. Y pobre Nikki. Ella parpadeó como si alguien la hubiera abofeteado. Su boca seguía moviéndose silenciosamente, como si estuviera tratando de decir algo. Pero ninguna palabra salía de su boca. ―A pesar de que me encantaría seguir de pie y continuar este episodio especial de America Next Top Teen Supermodel ―dijo Christopher―, tenemos que empezar a movernos antes de que… El timbre sonó. ―Creo que esa es nuestra señal ―dijo Steven. La señora Howard volvió a aparecer en la puerta de la cocina, sosteniendo la misma bolsa con la que la había visto salir de la casa del doctor Fong casi una semana antes. ―Asumo ―dijo―, que no debería llevármela. ―No ―dijo Christopher―. No debería. Nikki se levantó de un salto y se arrojó a su madre. ―¡Mamá! ―exclamó―. ¡Nos están obligando a ir con ellos! ¡Y dejar a Brandon detrás! Miré a Christopher. Sabía que me odiaba ahora, y todo esto. Y tal vez tenía motivos para hacerlo. Pero aun así tenía que escucharme. Debido a que este era mi escape, también. ―Tenemos que llevarlo con nosotros ―le dije. Christopher me miró como si nunca me hubiera visto antes en su vida. De hecho, era muy parecido a los primeros días en clase de oratoria del Sr. Greer,

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cuando Christopher no sabía que era yo, Em, mirando fijamente detrás de los famosos ojos azul zafiro de Nikki Howard. ―Absolutamente no ―dijo enfáticamente―. Eso no forma parte del plan. Me acerqué a él y me paré hasta que mi cara estuvo a escasos centímetros de la suya. ―Tenemos que cambiar el plan ―le dije―. Porque si no lo hacemos, al minuto que el avión aterrice, vamos a estar rodeados por un grupo de agentes federales. Brandon va a llamarlos. Te lo garantizo. ―Él no va a decírselo a nadie ―dijo Christopher―. No puede. ¿Qué va a decir? ¿Que te secuestró, y que te escapaste? ―Él se inventará algo acerca de todos nosotros ―le dije―. Dirá cosas horribles sobre lo que hicimos con él, y lo siguiente que sabremos, será que Steven estará entre los más buscados de América. ―No creo que ese programa siga en cartelera ya ―dijo Christopher, mirándome con sus cejas fruncidas. Sus labios, no pude evitar notar, estaban muy cerca de los míos. Me odié por notar esto. ―Oh, ese programa sigue en pie ―le dije―. ¿Y sabes por quién va a ser protagonizado pronto? Tú, si sigues actuando de la manera en la que lo has estado haciendo. ¿Qué hiciste estallar, de todos modos, cuando estabas por ahí “distrayendo a los guardias de seguridad de Brandon”? ¿Cómo sabes que ninguno de ellos resultó herido? Él se erizó. ―Porque ninguno de ellos lo hizo ―dijo―. Yo estaba allí. Fue sólo una bomba casera, y la tiré hacia la playa, lejos de todo el mundo. ―¿Incluso de los paparazzi? ―exigí―. Ellos se han estado escondiendo en las dunas. ―Lo comprobé de antemano ―espetó Christopher―. No había nadie allí. Dios, Em, ¿qué quieres de mí? Obviamente, no podía decirle lo que quería de él. Porque no habría sido exactamente apropiado decirlo en la variada compañía en la que nos encontrábamos, parte de ello relacionado con su lengua en mi boca. ―Quiero que seas responsable de tus actos ―le dije en su lugar. No sabía lo que estaba mal conmigo. ¿Por qué le estaba gritando cuando sólo estaba tratando de ayudar, lo cual era bastante generoso por su parte, teniendo en cuenta el hecho

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de que yo ya no le gustaba?―. No vayas corriendo de aquí para allá actuando como tu avatar de Journeyquest, que por cierto siempre atacaba antes de pensar, también, que es exactamente la forma en la que siempre resultabas derrotado… ―Nunca me derrotaste ―espetó Christopher―. Yo te derroté a ti… ―Um ―dijo la señora Howard. El timbre sonó de nuevo. Ahora alguien estaba golpeando la puerta, también―. Odio interrumpir. Pero realmente creo que deberíamos salir ahora… Y creo que llevándonos a Brandon con nosotros es, probablemente, lo más prudente ―continuó la señora Howard―. De lo contrario, creo que podría hacer algo… impulsivo. ―Si ustedes ponen una mano sobre mí ―rugió Brandon, golpeando el suelo―, voy a llamar a mis abogados. ¡Voy a demandarlos a todos! ¡A ti también, Lulu! Sólo porque tu madre y mi madre vivieran juntas una vez en la misma ashram4, no creas que no lo haré. Lulu miró a Brandon con los ojos entrecerrados. Estaba claro que había cometido un gran error trayendo a colación a su madre, de la que Lulu nunca había sido capaz de hablar sin emoción. ―Él se viene con nosotros ―dijo ella, sacando un paño de cocina del bolsillo de su delantal―. Amordázalo, Steven. Sólo le llevó unos segundos a Steven empujar el paño de cocina en la boca abierta protestando de Brandon. Lo siguiente que supe fue que él y Christopher estaban medio arrastrando, medio zarandeando los pies de Brandon por la puerta trasera y alrededor del lado de la casa hacia una camioneta estacionada. El sonido de las olas golpeando la playa a unas pocas docenas de metros de distancia era fuerte… … pero no tan fuerte como el sonido de las sirenas acercándose cada vez más. El aire en el exterior era fresco y olía a una mezcla de humo de leña y agua de océano pulverizada. Cosabella, contenta de estar en lo que supuso era su paseo matutino, se apresuró para ponerse delante de mí en el camino, olfateando todo lo que se encontraba y haciendo sus cosas, junto con los perros de la señora Howard. Nikki seguía tropezando mientras caminaba en sus tacones de plataforma y miró de nuevo a la casa. ―Mi operación ―dijo débilmente―. Si nos vamos, no me harán la operación. ―Sí ―dijo su hermano, con una voz que era tan antipática como la de Lulu hacia Justin―. Bueno, eso es lo mejor. Mamá dijo que te mataría, ¿recuerdas? 4

Ashram: es una comunidad espiritual, propia del hinduismo, en la que convive un guía espiritual junto a sus discípulos.

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―Pero ―dijo Nikki con tristeza―: sólo quiero ser bonita. No voy a mentir: Cuando escuché eso, me tropecé. Apenas podía mirarla. Sólo quiero ser bonita. Oh, Dios mío. Nikki no tropezó de nuevo mientras todos nos metíamos en el coche (bueno, Brandon tuvo que ser empujado tras los asientos traseros de la camioneta, una indignidad que no parecía disfrutar ni un poco, si los gruñidos que se podían oír desde allí eran una indicación) y arrancó a toda velocidad hacia el aeropuerto, dejando camiones de bomberos atrás a medida que avanzábamos. Lulu, que todavía tenía su gorra de chef saludó alegremente a los bomberos guapos, algunos de ellos realmente le devolvieron el saludo, alegremente inconscientes de que habíamos sido nosotros los que habíamos provocado el incendio hacia el que corrían. Pero el rostro de Nikki, cuando le eché un vistazo, era casi lo más triste que jamás hubiera visto. Sólo quiero ser bonita. Puede que yo ya no fuera presa… … pero Nikki de repente se veía como si se sintiera como una. 70

Capítulo 9 Traducido por Karliie_j y Lapaskis Corregido por Nanis

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es dijimos a los pilotos y a los asistentes de vuelo que la razón por la cual Brandon estaba atado era porque lo estábamos llevando a rehabilitación en contra de su voluntad.

Ellos sabían lo suficiente acerca de Brandon Stark por haber leído sobre él en los tabloides ―y por haber viajado con él unas cuantas veces― para creerlo. Se pasearon alrededor durante el vuelo sacudiendo sus cabezas como diciendo: ¡Oh, esos pobres, malcriados hijos de millonarios! Estoy tan feliz de que mi hijo no tenga ese tipo de problemas. Pero eso aún nos dejaba el problema de lo que Brandon nos haría una vez que el avión aterrizara. ―Haré que arresten a todos y cada uno de ustedes ―nos amenazó a todos una vez, cuando logró quitarse la mordaza de la boca. Lulu, rodando los ojos, empujó la toalla de cocina de nuevo a su lugar. La señora Howard pensó que deberíamos hacer una conferencia de prensa, como la que improvisé cuando estaba tratando de encontrarla. ―Buena idea ―dijo Steven, recargando sus codos en la resbaladiza mesita que tenía frente a él―. Pero, ¿qué exactamente vamos a decir en esta conferencia de prensa? ―Pues, la verdad ―dijo la señora Howard―, que Robert Stark trató de asesinar a mi hija. ―¿Y dónde está la prueba? ―quiso saber Christopher. ―La estás mirando ―dijo la señora Howard, señalándome. Christopher definitivamente no había estado mirándome. Había estado meticulosamente mirando a todos lados excepto a mí. Ahora que habíamos terminado ―debido a mi supuesto problema de confianza― había tomado el asiento lo más alejado posible de mí en el gran avión, en el comedor para seis personas. No era que me importara. O pretendiera, o que lo notara. Tomé asiento frente a la televisión de pantalla plana y empecé a revisar los DVDs para ver si tenían algo nuevo que aún no hubiera visto.

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―Pero ella claramente está viva y bien ―señaló Steven, asintiendo hacia mí―. Creo que será un poco difícil para el típico espectador americano entender que Em no es Nikki Howard. Creo que con prueba Christopher se refiere a algo más sustancioso que solo la palabra de Em de que ella no es Nikki en el interior. Porque de hecho ella lo es, en el exterior. ―Ella tiene una cicatriz ―dijo Frida―. Em podría mostrarles la cicatriz. Donde hicieron la cirugía. ―Supongo que necesitamos algo más ―dijo Steven pensativamente―. Necesitamos un testigo. Tal vez alguien que estuviera presente durante las cirugías. ―Bueno, podemos olvidarnos del Dr. Fong ―dije, regresando del frente de la cabina. Acababa de colgar el teléfono del jet. ―¿Lo mataron? ―lloró Lulu con horror. Steven la miró precavidamente. En realidad no podía decir si a él le gustaba o no. A veces pensaba que sí, y otras veces no estaba segura. Cuando yo creía que era completamente encantadora, Lulu parecía asustar al hermano de Nikki con su intensidad. Creo que podía decir por qué. Desde que nos subimos al avión, ella se cambió su uniforme de chef a un leotardo con estampado de leopardo y un tutu morado y una chaqueta con lentejuelas, junto con una boina color cereza que descansaba inclinada sobre su cabello rubio pálido y resaltaba el color de su piel. Aun así, ella se veía linda. Steven, por otro lado, parecía considerarla una clase de espécimen que nunca había visto antes, en libertad o en cautiverio o donde sea, realmente. Supongo que no había habido chicas como Lulu en Gasper. ―Uh, no ―dije―. Creo que está huyendo, como nosotros. La operadora dice que el teléfono de su casa está fuera de servicio, y cuando llamé al Instituto Stark de Neurología y Neurocirugía y pregunté por él, dijeron que presentó su renuncia. Desde la parte más alejada del avión, escuché un triste sollozo. Mirando alrededor, me di cuenta que provenía de Nikki, acurrucada en un asiento junto a la ventana. Supongo que esto no debería sorprenderme. El Dr. Fong había sido su última esperanza para recuperar su cuerpo. Solo quiero ser bonita, dijo, en la voz más lastimera que hubiera escuchado jamás. ¿Y quién no?

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Bueno, está bien… yo no. Ser bonita era la última cosa de la que solía preocuparme. De vuelta en los días antes de que esa pantalla de plasma me golpeara en la cabeza, nunca había hecho el mínimo esfuerzo por lucir bien. Por eso Frida nunca quería ser vista conmigo. Yo solo tomaba la ropa más cercana a mí de las que se encontraban en el suelo. Mi corte de cabello era el más barato que podía encontrar en Supercuts. Maquillaje… inexistente. Creo que hice un esfuerzo un par de veces pero con poco entusiasmo y siempre terminaba en desastre. Era como, si solo decidiese: Bueno, no puedo lucir como Nikki Howard, entonces creo que solo me rendiré completamente. Lo que podría ser la razón por la cual el chico que me gustaba nunca notara que de hecho era una chica… El problema era, por lo que yo sabía desde mi privilegiada posición de observación, ni siquiera la misma Nikki Howard era tan bonita, en el interior, de todas formas. Tal vez si ella pudiera trabajar en ello ahora, probablemente comenzaría a notarse en el exterior, también… Por otro lado… si yo tuviera que mirar a quien sea caminando por ahí en mi cuerpo, supongo que no me sentiría muy bonita en el interior, tampoco. ―¿Qué hay con la cosa de las computadoras? ―preguntó Frida. Alzó su Stark quark, que recibió como regalo de parte de Robert Stark―. ¿Podemos decirle a la policía o a la prensa acerca de eso? ¿La cosa que Nikki escuchó? ―Pero no tenemos ninguna prueba de eso tampoco ―contestó Steven, alcanzando la laptop―. Al menos, no todavía. ―Miró interrogativamente a Christopher. Pero todo lo que Christopher hizo fue alzar las manos, aún con los guantes sin dedos puestos, en señal de rendición. ―No me vean a mí ―dijo―. Estoy fuera. Estreché mis ojos hacia él. ―¿A qué te refieres con ―pregunté―, que estás fuera? Lulu me miró y, presionando juntos sus labios color cereza, estaba usando mucho brillo labial estos días, gracias, a cierta persona cuyas iniciales eran S.H. ―Christopher dijo que vendría con nosotros para ayudarte a escapar de Brandon, porque pensaba que era lo correcto y que te lo debía. Pero después de eso no quería tener nada que ver con todo esto ―dijo. ―Entonces ―dije aun mirándolo con mis ojos como rendijas. No podía creer que él estuviera hablando en serio―. ¿Se supone que nosotros tenemos que resolver todo este asunto de las Stark Quarks por nuestra cuenta?

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―Oye ―dijo él―. Tú eres la que está tan preocupada por ponernos al resto de nosotros en peligro. Lo mejor es, probablemente, que entonces, me haga a un lado. Por mi propia seguridad. ¿No? Lo miré. ―¿Qué pasó con hagámoslos caer? ―pregunté―. ¿No era ese tu plan? ¿Arruinar a Stark? ¿Tan solo vas a olvidarte de todo? ―Em Watts ya no está muerta ―dijo Christopher, dándome una frágil sonrisa―. ¿O sí? ―¿Entonces está todo bien? ―No podía creer lo que estaba escuchando―. ¿Qué hay sobre el discurso que diste en clase? Los trecientos billones de dólares que Stark ganó el año pasado que fueron directamente al bolsillo de Stark. Los muy baratos, artículos de imitación hechos en China con los que nuestros productos hechos en América no pueden competir. Los negocios locales que la Megatienda Stark sacó del camino. Que, si queremos evitar ir por el mismo camino que la antigua Roma, con una economía colapsando y una sociedad dependiente de los productos importados, tendremos que convertirnos en productores de nuevo y parar de consumir tanto… Christopher se encogió de hombros. ―No es mi problema ―dijo―. No necesitas mi ayuda. Ni siquiera confías en mí como para pedir ayuda. ¿Recuerdas? Lo miré, no estaba segura si lo decía en serio o no. Una parte de mí estaba casi segura de que así era. Su mirada en la mía era firme y sin chistar, y ahí había una curvatura en las esquinas de su boca… estaba sonriendo como si de hecho estuviera disfrutando esto. Pero no podía evitar pensar, que detrás de esos ojos azules, había un Christopher diferente ―el viejo Christopher― rogándome que apelara a su estúpido comportamiento. Que dijera: Estoy pidiéndote que me ayudes ahora. ¿Nos ayudaras? ¿Me ayudaras? Solo que no lo hice. Porque estaba demasiado enojada con él. ¿Por qué estaba actuando como un niño de cuatro años? Ya le había explicado por qué tomé las decisiones que tomé. Habían sido decisiones perfectamente decentes, racionales. ¿Por qué estaba actuando de esta manera? ―Aún no sabemos si están necesariamente haciendo algo malo con la información, aparte de su almacenamiento ―dijo Steven vacilante―. ¿No? Si sólo supiéramos para qué lo estaban recopilando…

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Vi como Christopher giraba la cabeza para mirar obstinadamente por una de las muchas ventanas del jet. ―Ya no me importa ―dijo a la ventana. Pero sabía que no se lo estaba diciendo a la ventana. Me lo estaba diciendo a mí. Y no sería exagerado decir que fue como si hubiese metido su mano más allá de mis costillas, arrancase mi corazón de las paredes de mi pecho, sacándolo y lo tirase treinta mil pies al suelo (creo que estábamos en algún lugar sobre Pennsylvania en este momento), al igual que hizo el Dr. Fong aquella mañana. ¿En serio? ¿Todo esto porque anoche no había querido marcharme sin Nikki, y él había tenido que pasar al plan B, llamando a Lulu y a Frida por ayuda? ¿O era realmente debido a mis problemas? Bueno, si me preguntas, Christopher era el único con problemas. Eché un vistazo a Lulu para ver lo que pensaba de todo esto y no estaba muy sorprendida de verla rodar sus ojos. Chicos, dijo moviendo mudamente los labios. Luego hizo un gesto como si tuviera que ir y sentarme al lado de él. Lo siento, pero, ¿había estado Lulu inhalando el oxígeno de emergencia? Porque no, eso no iba a suceder. En cambio, volví mi atención atrás a la conversación en la mesa, ignorando a Christopher, quien estaba ignorando a todos los demás… … aunque sabía lo que venía. Lo sabía antes de que incluso hubiera salido de la boca de Frida. ―Tal vez ―dijo ella―, tal vez si Christopher no quiere ayudar, su primo podría averiguarlo. Por supuesto. El primo de Christopher, el genio de la informática, Felix, que ya estaba bajo arresto domiciliario por haber estafado a un tele-evangelista decenas de miles de dólares mediante la programación de un teléfono público local para marcar automáticamente el número 1-800 de su espectáculo cientos de miles de veces seguidas (¿Quién sabía que los propietarios de números 1-800 en realidad tenían que pagar cada vez que los llamabas?). ¿Por qué no arrastrar a Felix a todo esto, a pesar de que tenía la edad de Frida? Después de todo, Félix no tenía nada más que perder. ―No ―dijo Christopher, volviendo la cabeza atrás hacia nosotros, bruscamente. Sabía que había estado prestando atención―. Si me voy, él también se va.

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No podía dejar de preguntarme cómo Felix iba a sentirse acerca de esta decisión. Felix parecía la clase de chico que, una vez que participa en un proyecto, no lo dejaría de lado tan fácilmente. Y Felix ya había encontrado un camino hacia la unidad central de la computadora de Stark gracias a mí. Ya ni siquiera podía lidiar con Christopher. En su lugar, decidí simplemente ignorarlo. Había demasiadas cosas mucho más importantes en que pensar. Una de ellas era Brandon, y cómo íbamos a conseguir que nos dejara en paz. Decidí encargarme de eso. Me senté frente a él en uno de los suaves, asientos de cuero color crema del Gulfstream. ―Brandon ―dije, inclinándome hacia delante para poner una mano sobre uno de sus brazos… los cuales estaban poniéndose un poco hinchados por haber estado atado durante tanto tiempo―, si la compañía de tu papá se viene abajo, será una gran oportunidad para un nuevo director general. Sería una lástima si no pudieras ponerte en su lugar, porque también te han arrestado, por todas las cosas que me hiciste. Ya sabes, como chantajearme y amenazarme y llevarme a otro Estado en contra de mi voluntad, aun cuando soy menor de edad, y demás. Eso se va a ver realmente mal en Noticias Fox. Quiero decir, no quiero presentar cargos contra ti por hacer todas esas cosas. A mi parecer, sigues siendo un Stark, lo cual no es exactamente algo bueno… pero por lo menos no pareces estar matando gente. Pero ten por seguro que te llevaré ante los federales si te metes con mis amigos después de que todos regresemos a Nueva York. Brandon, mirándome con los ojos muy abiertos por encima del enorme paño de cocina a rayas, verde y blanco, que sobresalía de su boca, dijo un montón de cosas. Pero no podía decir qué fue nada de ello, a causa de la mordaza. ―Lo que necesitas saber, Brandon ―dije, inclinándome hacia atrás en el asiento y cruzando las piernas―, es que soy la que prendió fuego a tu Murciélago. Los ojos de Brandon ahora se abrieron mucho más, y dijo muchas más cosas, con una voz más potente. Sin embargo, todavía no podía decir qué era cualquiera de ellas. Bueno, cualquiera de ellas que no fuesen palabrotas. ―Sí ―dije―. Lo sé. Te lo merecías por completo. No se puede tratar a las mujeres, o a cualquiera, de la forma en que me trataste. ¿Lo entiendes? Y no, no voy a pagar por un auto nuevo para ti. En cambio, voy a hacerlo mucho peor si te metes conmigo de nuevo. Voy a llamar a la gente de Oprah y programar una entrevista en profundidad en su cadena sobre cómo me usaste, y el total y

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completo perdedor que eres. Te convertirás en el hombre más odiado de Estados Unidos. Y entonces no tendrás ninguna posibilidad de que los accionistas de Empresas Stark te permitan hacerte cargo cuando tu papá caiga. Brandon se calmó cuando le dije todo eso. Se me quedó mirando con ojos heridos, viéndose casi como Cosabella cuando la regañaba por morder un par de Jimmy Choo, que por alguna razón parecía encontrarlos irresistibles. ―Entonces, ¿qué va a ser? ―pregunté―. ¿Vas a cooperar? ¿O vas a seguir yendo por la vida actuando como un total idiota? Porque en algún momento, Brandon, vas a tener que decidir. ―Levanté ambas manos como si fueran las balanzas que la Señora Justicia sostenía―. ¿Idiota? ¿Adulto? Tú decides. Estudió mis manos. Entonces, asintiendo hacia la mano que significa adulto, me dijo algo. Sólo que, por supuesto no podía decir el qué, a causa de la mordaza. ―¿Has dicho adulto, Brandon? ―pregunté. Él asintió vigorosamente. Me incliné para quitar la mordaza. ―Oh, gracias a Dios ―dijo―. Y te perdono por el Murciélago. En serio, lo hago. Lo admito, lo que te hice estuvo muy, muy mal. Como dijiste, a veces puedo ser un perdedor. Realmente puedo. Ahora, ¿podrías, por favor desatarme y conseguir a la azafata para que me consiga una bebida y un sándwich de pavo? Me estoy muriendo aquí. ―Asistente de vuelo ―dije. ―¿Qué? ―Me miró como si estuviera loca. ―Ella es una asistente de vuelo, Brandon ―dije―. No es una azafata. En tu viaje hacia no ser más un idiota, también podrías empezar a utilizar un lenguaje correcto. Azafata es sexista. Y voy a desatarte y conseguirte un ginger ale. Les dijimos que estás camino a rehabilitación por lo que sería mejor para ti no tener nada alcohólico. ―Lo que sea ―dijo Brandon―. Gracias. Y lo siento. Levantándome de mi asiento, me detuve y lo miré con sorpresa. Esas eran las últimas dos palabras que nunca hubiera esperado oír de Brandon Stark… lo y siento. ¿Será realmente posible que los chicos como él crecieran y cambiaran? Miré a Christopher, que se inclinó sobre su teléfono celular, machacando las teclas con sus pulgares. Oye, si los chicos podían cambiar para peor, ¿por qué no podían cambiar para mejor?

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Pero tal vez eso era sólo una ilusión.

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Capítulo 10 Traducido por Karliie_j & maphyc Corregido por Vericity

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e sentía bien estar de nuevo en casa.

Oh, aunque había un montón de correo que tenía que revisar, no solo eran cuentas que necesitaban ser pagadas, también había bolsas con obsequios y paquetes de clientes agradecidos y patrocinadores e incluso, supongo, viejos amigos de Nikki, deseándole felices fiestas. Alguien le había mandado una caja entera de Grey Goose vodka, alguien más un bolso Chanel de $3,000, otra persona cuatro iPods diferentes, todavía en sus cajas. Felices fiestas, de hecho, para alguien, en la tienda de segunda mano del Hospital Memorial Sloan-Kettering, a donde iba a donar todas estas cosas para que pudieran venderlas para ganar dinero y dárselo a personas que necesitaran un tratamiento contra el cáncer (aunque no estaba segura de que aceptaran el vodka). Y por supuesto ya no sería capaz de evitar mi buzón de voz, o a mamá y papá, por siempre. Pero era increíble estar en mi propio departamento, rodeada de mis cosas, en mi amada ciudad de Nueva York. Excepto que en realidad no era mi departamento. Y no eran realmente mis cosas. ¿Y quién sabe por cuánto tiempo sería capaz de disfrutar todo esto? Aún tenía que preocuparme por devolver todo a su legítima dueña. O tal vez no, desde que también tenía que preocuparme por el asunto de mi-jefe-puede-estar-tratandode-matarme. Porque las cosas no habían terminado particularmente bien con Christopher. O Nikki. Di lo mejor de mí con ambos. De verdad lo hice. Ahora, acostada en mi cama, recordé que Brandon se había preocupado porque yo enmendara las cosas con Nikki. No sabía por qué, pero sentía que le debía algo. Ella solo había sido desagradable conmigo. Pero no podía soportar verla sentada al fondo de la limusina llorando cuando llegamos a la ciudad desde el aeropuerto (bueno, todos excepto Frida, quien había

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tenido que tomar el jet de regreso a Florida, para terminar el resto de su semana en el campamento de porristas). Solo quiero ser bonita. ¿No había querido todas esas veces sentada en nuestra sala, deseando que Christopher me notara como algo más que solo alguien con quien jugar Journeyquest, también ser más bonita de alguna manera? Aunque Frida había sido la única en decirlo. ―Desearía ser más bonita ―dijo, y suspiró, mirando un anuncio de Nikki Howard en un ridículo vestido metálico de $20,000 en la revista Elle. Mi mamá, profesora feminista de estudio de la mujer en NYU, diría siempre lo mismo en respuesta. ―No seas ridícula, querida ―diría―. Las apariencias no importan. Lo que importa es la persona que eres, el carácter que tengas. Y Frida escupiría: ―Sí. A todos los chicos en la escuela realmente les interesa mi carácter, mamá. ―La apariencia se desvanece ―continuaría mamá―, pero la inteligencia dura para siempre. ―Pero tú crees que soy bonita ―diría Frida―, ¿verdad mamá? ―Cariño ―diría mi mamá, tomando el rostro de Frida entre sus manos―, creo que tú y tú hermana se están convirtiendo en unas jóvenes mujeres fuertes e independientes. Y así es como deberían permanecer. Me preguntaba si Frida realmente se había dado cuenta de que mamá nunca había respondido la pregunta. Puse una mano sobre la de Nikki, le di un apretón, y dije suavemente: ―Nikki. Vas a quedarte en el departamento de Gabriel Luna unos días hasta que logre resolver esto. Esto no había sido algo con lo que Gabriel haya estado encantado. Él había estado en shock cuando lo llamé desde el avión y le anuncié que la familia Howard se quedaría con él. Por otra parte él se había ofrecido a ayudar en la fiesta de Navidad de Lulu, cuando todo esto salió a la luz. Bueno, necesitábamos su ayuda ahora. No podíamos mandar a Nikki, Steven y su madre a un hotel, Stark seguramente estaba monitoreando todas nuestras tarjetas de crédito.

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¿Pero esconderlos directamente debajo de la nariz de Robert Stark, en el súper seguro departamento de Gabriel Luna en el nuevo edificio (al cual tuvo que mudarse para escapar de sus muy entusiastas fans), un artista de la propia disquera de Stark? Era una genialidad, incluso aunque Gabriel tuviera sus dudas… no solo acerca de Stark encontrándolos, sino también de albergar a Nikki, quien prácticamente le escupió en respuesta con su muy alegre: “Encantada de conocerte”, antes de encerrarse en una habitación libre. ―Bueno ―había dicho Gabriel―, esto va a salir muy bien, ya veo. ―Voy a tratar de hacer todo lo que pueda para devolverte todo lo que has perdido ―le aseguré a Nikki, de vuelta en la limo. O tratando de hacerlo, de todas formas. ―¿De verdad? ―Me miró con lágrimas cayendo de sus ojos―. ¿Cómo mi rostro? ¿Vas a devolverme mi rostro? ―Bueno ―dije, asombrada. Mi mano había ido inconscientemente hacia mi mejilla. O la mejilla de Nikki, supongo―. No estoy segura de que pueda darte eso, Nikki. Pero tu dinero, tu departamento… esas cosas son tuyas. Ella se dio la vuelta hacia la ventana de la limo. ―Entonces no tenemos nada de qué hablar ―dijo fríamente―, porque todo lo que quiero es ser bonita otra vez. Y como mi madre, no había sabido qué decir. Porque ser bonita era algo que no podría darle. Porque tal vez ser bonita era algo que ella debía darse a sí misma. Recostada en mi cama en el loft de Nikki, mirando el techo de Nikki, con su perro acurrucado contra mi cuello, en todo lo que podía pensar era en lo que me había dicho en el auto. Entonces no tenemos nada de qué hablar. Porque todo lo que quiero es ser bonita otra vez. Nunca había visto a alguien lucir tan triste como lo había hecho ella. Podía entender su perdida. Yo había perdido lo mismo. Bueno, no exactamente lo mismo… pero casi, si contabas el hecho de que perdí cosas que amaba tanto como Nikki amaba su aspecto: mi familia, mi hogar, mi amistad con Christopher… No sé cuánto tiempo estuve recostada allí antes de que Lulu asomara su cabeza por la puerta y dijera:

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―Muero de hambre. Estaba pensando en ordenar algo. ¿Quieres un banana split5? Me giré en la cama para verla. ―Lulu ―dije―, los banana splits no son comida. ―Sí, lo son ―respondió Lulu, acercándose para subirse junto a mí en la cama―. Tienen fruta y nueces y lácteos. Por lo que contienen la mayoría de los grupos de alimentos. Si incluyes el jarabe de chocolate. Y siempre quedo satisfecha después de comer uno. ―Entonces, adelante, ordéname uno también ―dije, rindiéndome y acostándome de espaldas con un suspiro. Lulu se estiró sobre mí para alcanzar el teléfono en la mesita de noche junto a mi cama. Presionó marcación rápida a la heladería de la esquina y ordenó dos banana splits a domicilio. Después colgó y me miró fijamente. ―¿Estás pensando en Christopher? ―preguntó acusatoriamente. ―No, estoy pensando en Nikki ―la corregí. Aunque por supuesto había estado pensando en Christopher, aunque solo periféricamente. Lulu hizo una cara. Evidentemente no consideraba que valiera la pena pensar en su antigua compañera de piso, mucho menos hablar sobre ella. ―Él aun te ama, lo sabes ―dijo, acerca de Christopher. ―Oh, ¿en serio? ―pregunté, con una risa amarga―. Eso no es lo que él dice. ―Solo está decepcionado ―dijo Lulu―, porque le mentiste. No solo una vez, sino un montón de veces. Está mal mentirle a la persona que amas. Excepto si es para decirle que su cabello luce bien, aunque se vea horrible. ―¿Y si es para proteger su vida? ―pregunté, apoyándome en mis codos para poder mirarla. ―Especialmente entonces ―dijo Lulu, sacudiendo la cabeza solemnemente―. Los chicos odian eso. Son supersensibles, especialmente ahora, con todo eso del feminismo. Los confunde completamente. No saben cuál es su lugar. ¿Se supone que deben hacer cosas por ti como abrirte las puertas o pagar por la cena en una cita, o dejarte hacerlo? No lo saben. Incluso fue a rescatarte, y tú no quisiste ir con él. Entonces vas a tener que dejarlo hacer cosas por ti de vez en cuando. Aunque sepas que solo lo va a arruinar. Especialmente cuando tú, ya sabes, vales mucho, y él… no. Banana split: en algunos sitios conocido también como helado de banana o barco de banana, es un postre principalmente hecho de helado y plátano. 5

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La miré, sintiéndome un poco herida. ¿Cómo se atrevía a decir que mi novio (bueno, exnovio, supongo, técnicamente) no valía nada? ―Christopher vale mucho ―dije―. Él es un completo mago computacional y es muy gracioso y dulce, cuando no está con el asunto de supervillano vengando mi muerte y todo eso. O molesto conmigo por huir con el hijo de su enemigo mortal. ―Estoy segura que lo es ―dijo Lulu diplomáticamente―. Pero justo ahora está herido. Y tú solo tienes que trabajar en pasar a través de esa pared protectora que construyó a su alrededor por miedo a ser lastimado de nuevo. ―Bueno ―dije, colapsando de nuevo contra las almohadas―, no fue solo para protegerlo a él. Fue para proteger a mi familia. Y a Nikki, también. Ya le expliqué eso. Y aún me odia. ―Ya te dije. ―Lulu había encontrado un esmalte de uñas negro en el cajón de la mesita de noche de Nikki, y ahora se lo estaba poniendo en las uñas de sus pies, habiéndose quitado sus zapatillas de plataforma moradas―. No te odia. Pero tienes que encontrar una manera de hacerle entender lo mucho que lo necesitas en realidad, para que vea lo importante que es para ti. ―Él es importante para mí ―lloré―. ¡Lo amo! ―Pero es que en realidad él no puede hacer nada por ti ―dijo Lulu, concentrándose en sus uñas―. Tú eres la que tiene el dinero y el poder. Él solo es un chico de preparatoria. No puede permitirse invitarte a cenar a Balthazar. Al menos, no una cena y un aperitivo y crème brûlée. Probablemente no podría permitirse comprar uno de estos esmaltes. ―Lulu cerró la tapa y agitó el frasco―. Es Chanel. Más de veinte dólares. Como dije en casa de Brandon… ―Pero él tuvo la oportunidad de hacer algo por mí hoy ―grité―. De ayudarme con la cosa de Stark Quark. ¡Y no lo hizo! ―Sigue estando enfadado ahora ―dijo Lulu―. Deja que se calme. Los chicos necesitan períodos de reflexión, al igual que mis uñas van a necesitar secarse antes de que me pueda poner mis zapatos de nuevo y pasar por casa de Gabriel para darle un cambio de imagen a Nikki. Ella necesita uno tanto como tú y Christopher necesitan algún tipo de terapia de parejas del Dr. Drew. Le di una mirada asesina. ―Christopher y yo no necesitamos terapia de pareja. Él sólo me odia, es todo. ―No te odia. El ir a rescatarte fue todo idea suya ―señaló Lulu―. Fue él quien me llamó y estaba todo entusiasta acerca de irrumpir y sacarte de allí. Tipo Lucas Spacewalker.

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Esto hizo que me dieran ganas de llorar, era tan dulce. ―Skywalker ―le corregí―. Es Luke Skywalker6. ―Entonces, ¿qué vamos a hacer? ―preguntó Lulu, mirándome con sus grandes ojos marrones. Por una vez, había renunciado a uno de sus muchos pares de gafas polarizadas, que a menudo daban a sus ojos un extraño resplandor felino que chocaba con su piel oscura―. Quiero decir, ¿acerca de este lío? No podemos ocultar a los Howard con Gabriel Luna para siempre. Brandon está totalmente asustado de ti ahora desde que le dijiste que fuiste tú la que prendió su coche en llamas, por lo que no dirá ni pio. Pero su papá… ―Es el cuarto hombre más rico del mundo ―dije―. Y también el más poderoso. Lo sé. Miré directamente a Lulu. ¿Por qué me estaba preguntando lo que íbamos a hacer? No tenía ni idea. Nunca quise que sucediera nada de esto. Y no tenía ni idea de cómo solucionar nada de eso, tampoco. Estábamos sentadas allí mirándonos la una a la otra en blanco cuando sonó algo, lo suficientemente fuerte para hacernos saltar a las dos prácticamente fuera de nuestra piel. ―¡Ahhh! ―gritó Lulu―. ¿Qué es eso? Saltamos de la cama y empezamos a correr alrededor del loft, tratando de encontrar la fuente del sonido, mientras Cosabella corría arriba y abajo, ladrando. ―¿Son los de banana splits? ―le pregunté―. ¿Ya están aquí? ―Eso no es el timbre―dijo Lulu, es decir, el intercomunicador que el portero utilizaba para hacernos saber cuando alguien nos estaba esperando en el vestíbulo. ―Entonces, ¿qué es? ―gemí mientras el timbre continuaba, muy fuerte, como siempre, a intervalos regulares ―¡Oh, Dios mío! ―gritó Lulu, deteniéndose en una mesa auxiliar―. ¡Es el teléfono de la casa! ―¿El teléfono de la casa? ―Ni siquiera sabía que teníamos un teléfono de la casa, las dos éramos tan dependientes de nuestros móviles. Sólo lo utilizábamos para llamar por comida―. ¿Me estás tomando el pelo? Lulu se agachó y tomó el teléfono.

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Luke Skywalker: es el protagonista de la trilogía original de la saga Star Wars.

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―¿Hola? ―dijo, una curiosa expresión en su rostro. Alguien dijo algo, y Lulu me miró―. Oh ―dijo―. Sí. ¡Oh, hola! Por supuesto que está aquí. Espera un momento. Entonces Lulu cubrió el receptor con su mano y me dijo, emocionadamente: ―Es para ti. Es tu madre. Inmediatamente puse las manos en el aire. ―¿Mi madre? ―le susurré a cambio―. ¡No quiero hablar con mi madre! ¡Dile que no estoy aquí! Lulu parecía confundida. ―Pero le acabo de decir que estabas aquí. ¿Por qué no quieres hablar con tu madre? ―¡Porque ella está enfadada conmigo! ―le susurré-grité―. ¡Acabo de pasar las vacaciones en la casa de un chico sin sus padres! ¿Es posible que lo hayas leído en cada tabloide de América? Estoy en un gran problema con ella. ―Ooooh ―dijo Lulu, asintiendo, mientras la comprensión surgía―. Lo entiendo. ¿Quieres que le explique que estabas siendo chantajeada y que si no lo hacías, Brandon iba a decirle a su padre dónde podía encontrar a Nikki, y luego el Sr. Stark la mataría? Estoy seguro de que Karen va a entender eso. ―Lulu quitó la mano del receptor y dijo―: ¿Hola, Karen? Soy yo, Lulu. Escucha, si se trata de que Em fuese a Carolina del Sur con Brandon Stark, puedo… No creo que jamás me hubiese movido tan rápido en mi vida. Literalmente, me lancé a por el teléfono en la mano de Lulu, aterrizando en el sofá con él y luego presionándolo en mi oreja. Lulu me miró en estado de shock mientras le decía a mi madre: ―¡Hola, mamá! ―Con la voz más falsa que te puedas imaginar. ―Emerson ―dijo mi mamá. Uh-oh. Esto era malo. Mi madre sólo me llamaba por mi nombre completo cuando estaba muy, muy enfadada. Además, se suponía que ni siquiera debería estar usando mi nombre real en el teléfono, y mucho menos en el teléfono de la casa de Nikki Howard. Algo en su tono, sin embargo, sugería que este podría no ser el mejor momento para recordarle esto. ―Entonces ―dije, estirándome íntegramente en el sofá, mientras Cosabella, excitada por toda la actividad, saltaba sobre los cojines a mi alrededor―, ¿cómo va? ¿Cómo está papá?

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―Tu padre está bien ―dijo mamá, con la voz más tensa que te puedas imaginar. Sonaba como si acabase de ponerse Botox en los labios o algo, estaba hablando de una manera tan fría, controlada y pequeña. Estaba claro que había estado reprimiendo su enojo conmigo toda la semana, simplemente reservándolo para el momento en que me viera, para que pudiera explotar como una de las bombas de tubo de Christopher―. Gracias por preguntar. He estado dejándote mensajes en tu teléfono móvil. ¿No has recibido ninguno de ellos? Teléfono móvil. Ella había realmente dicho las palabras teléfono móvil. Estaba tan, tan muerta. ―Uh, no ―le dije―. Sabes lo que pasó, ¿en realidad? Fue de lo más divertido, se me cayó el móvil en el océano, y no he tenido tiempo de reemplazarlo… A mi lado, Lulu estampó su pie contra el suelo y me dio una mirada asesina. ―No más mentiras ―murmuró―. ¡A nadie! Puse los ojos en blanco. ―Bueno ―dijo mamá. Su voz todavía era increíblemente pequeña y fría―. Es una suerte que te encontrara en casa. ―Sí ―le dije, tratando de hacer que Lulu se fuera haciendo movimientos de alejar con mi mano. Por desgracia, no funcionaba, porque todavía estaba brincando a mi lado, diciendo: “¡Deja de mentir! ¡No mientas!” Lo que no era para nada molesto (Sí. Lo era)―. ¿Cómo está la abuela? ―Tu abuela está bien ―dijo mamá, aún sonando tan fría como un helado de limón―. Emerson, a tu padre y a mí nos gustaría reunirnos contigo. ¿Serán quince minutos tiempo suficiente para que puedas llegar al Starbucks de Astor Place? ―¿Qué? ―En pánico, eché una mirada a las ventanas del loft. Estaba, como de costumbre para finales de diciembre en Manhattan, cayendo aguanieve en el exterior―. Um… ―Tu padre y yo ya estamos sentados aquí esperándote ―continuó mamá―, ya que tengo entendido por TMZ dot com, la única manera en que parece ser posible seguir el rastro de las actividades de mi propia hija ahora, que estás de vuelta en Manhattan. Lo que un adulto haría, sería, por supuesto, presentarse a nuestro encuentro. Sin embargo, si simplemente quieres dejarnos aquí esperando como completos idiotas, está bien. Pero… ―Oh, Dios mío, mamá ―dije, sentándome―. Estaré allí. Voy para allá. ¿Está todo bien? ―No, Emerson ―dijo ella―, no está todo bien.

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Y luego la línea se cortó. Alejé el teléfono de mi cara, mirándolo fijamente. ―¿Qué te pasa? ―preguntó Lulu, brincando sobre sus pies descalzos, probablemente dejando esmalte de uñas negro en toda la alfombra blanca de piel falsa. ―Mi madre acaba de colgarme ―le dije con incredulidad. ―¿En serio? ―Lulu se encogió de hombros―. Mi madre hace eso todo el tiempo. Cuando se acuerda de llamarme. Lo que pasa una vez al año, en mi cumpleaños. Aw. Me sentí tan mal por Lulu, que me acerqué para darle un abrazo. ―Bueno, mi madre nunca ha hecho eso antes ―le dije―. Creo que algo debe de estar realmente mal. Quiero decir, aparte del hecho de que está supremamente molesta conmigo por pasar la semana en la casa de un chico sin sus padres allí. Lulu se veía preocupada. ―¿Piensas que Robert Stark en realidad pueda estar allí con una pistola en su cabeza, haciendo que te llame, por lo que es en realidad una trampa o algo así? ―Oh, fantástico ―le dije, dándole una mirada sarcástica―. Ni siquiera había pensado en eso. Dice que está en un Starbucks. ¿Por qué Robert Stark estaría sosteniendo una pistola en su cabeza en un Starbucks? ―Oh ―dijo Lulu. Parecía un poco decepcionada―. Sí. Tienes razón. Eso no es muy probable, ¿verdad? Le di otro abrazo. Simplemente no podía evitarlo, era tan linda. ―Me tengo que ir. Nos vemos más tarde. ―Pero ¿qué pasa con nuestros banana splits? ―dijo Lulu tras de mí mientras yo corría para tomar mi abrigo y el sombrero, así como una correa y un abrigo para Cosy. ―Guárdame el mío ―le grité―. Volveré por él. ―Eso espero. ―Escuché a Lulu gritar mientras saltaba en el ascensor. No tenía ni idea de lo mucho que yo lo esperaba, también.

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Capítulo 11 Traducido por flochi, Shilo y Lapaskis Corregido por Simoriah

Encontré a mis padres sentados a la mesa en el fondo de la cafetería, acurrucados sobre grandes tazas de café, luciendo extremadamente serios. Dado que ambos eran profesores, lucían serios la mayor parte del tiempo, de todas maneras. Pero esto era una seriedad fuera de lo normal. Papá tenía oscuros círculos bajo los ojos, y parecía que había pasado un tiempo desde que su rostro había visto la punta de una hoja de afeitar. Al cabello de mamá definitivamente podría haberle venido bien un poco de acondicionador, y no creo que llevara ni una pizca de maquillaje. No que alguna vez hubiera sido amiga cercana de Maybelline7. Pero había descubierto que un poco de máscara y brillo labial ayudan mucho, algo sobre lo que alguien podría querer recordarle a Nikki. Dios, ¿acaso yo, Emerson Watts, acababa de pensar eso? ¿Qué me estaba pasando? Robert Stark, a pesar de lo que a Lulu la había preocupado, no estaba en ninguna parte. Así que ellos no estaban siendo retenidos como rehenes. Pero no dijeron hola y ni siquiera saludaron con la mano mientras yo iba a por mi biscotti y mi té de hierbas (la cafeína es un gran disparador para el reflujo ácido de Nikki) y luego me unía a ellos en su mesa. Actuaban como si fuéramos completos extraños. Lo que es completamente injusto porque mientras que puede que ya no esté emparentada por la sangre con ellos, todavía soy su hija. Incluso si he avergonzado el nombre de la familia al supuestamente salir con Brandon Stark. O eso afirman todos los grandes tabloides de Estados Unidos y la mayoría de los del Reino Unido. ―Entonces, ¡hola! ―dije, intentando actuar toda alegre, mientras me quitaba la chaqueta de cuero. Cosabella se puso a trabajar paseándose por ahí y olfateando todo con emoción, algo que Cosabella considera el trabajo de su vida… oler a todos y a todo, y básicamente hacer que la gente sonría, porque ella sólo quiere una cosa, la cual es comida, y ser acariciada y admirada. 7

Maybelline: marca de cosméticos.

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Bueno, supongo que ésas son dos cosas. O tres. ―Hola ―dijo mamá finalmente, mientras que papá fue un poco más agradable, diciendo: ―Hola, cariño. ―Entonces ―dije, cuando me quité mi chaqueta y la de Cosabella y todos estábamos acomodados y había bebido mi primer sorbo de té y quemado la lengua y todo. ¿Por qué hacen eso? Hacer que su agua caliente sea tan caliente. ―¿Qué sucede? ―pregunté. Pensé que sonaba agradable y no confrontativa. Mamá y papá se miraron, y pude ver que se estaban dándose la vieja señal visual que decía: Adelante, empieza tú, No, empieza tú. Entonces papá fue como: ―Em, tu madre y yo queríamos hablarte de algo. Escogimos hacerlo aquí en este café porque es terreno neutral, ni tu casa ni la nuestra, y pensamos que podría estar un poco menos cargado emocionalmente que cualquiera de nuestros departamentos. Vaya. Mi corazón comenzó a latir con un poco más de fuerza de lo habitual. ¡Esto sonaba serio! ¿Terreno neutral? ¿Menos cargado emocionalmente? Espera… ¿se iban a divorciar? Lo sabía. Papá trabajaba la mayor parte de la semana en New Haven, enseñando en Yale. Me había preguntado cuando aceptó el trabajo si su matrimonio (siempre volátil, ya que eran de diferentes religiones, y ambos académicos, por no mencionar atractivos; no sé cómo lograron tener una hija tan simple como yo) podía sobrevivir al estrés de tanta separación. Y ahora la verdad estaba saliendo a la luz. ¡No pudo! Oh, espera. Quizá era yo. ¡Quizá su matrimonio no pudo sobrevivir al stress que yo le causé! ¡Debido a mi accidente y posterior coma y luego el volver a despertar en el cuerpo de una supermodelo adolescente! ―La cosa es ―continuó papá―. Últimamente hemos estado un poco angustiados por tu comportamiento… Espera, pensé. ¿Mi comportamiento? ¡Oh, Dios! ¡Era yo! ¡Se iban a divorciar por mí! ―No sólo tu comportamiento ―intervino mamá―. Tus notas este semestre fueron abismales. ―¿Mis notas?

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Cuando mamá había llamado para programar esta reunión (y luego me colgó), había pensado que muchas cosas debían estar pasando: Robert Stark les respiraba en la nuca, quizá amenazándolos. Habían descubierto que en su departamento había micrófonos, de la misma manera que yo había descubierto que estaba el mío (¿por qué sino la reunión en Starbucks, en vez de en casa?). Habían descubierto que Frida se había saltado el campamento de porristas y había volado a Carolina del Sur a rescatarme, y estaban naturalmente molestos porque su hija menor de edad volara por todas partes sin su permiso. Ésta no sería la mayor sorpresa. Frida les había dicho a los oficiales del campamento que iba a casa de su abuela. Yo había pensado que todo el asunto sonaba sospechoso, pero Frida afirmó que nadie lo averiguaría. Estaría en casa a tiempo para el espectáculo de Stark Angel mañana a la noche en víspera de Año Nuevo sin que nadie se enterara. Ahora, por supuesto, ya sabía que no era así. Entonces había pensado que quizás ellos se estaban por divorciar. O incluso, Dios no lo quisiera, uno de ellos tenía cáncer. O tenía un amorío (la mamá de Lulu había dejado a su padre por otro hombre. Y no me extrañaría que mamá anunciara que se estaba volviendo lesbiana. Oye, ni siquiera le decía a sus propias hijas que eran bonitas. ¿Por qué le importaría la orientación sexual de un amante?). Pero nunca había esperado que se tratara de mis notas. ¿Toda esta charla de terreno neutral para hablar de mis notas? Lo siento, pero una corporación estaba intentando matar a mis amigos. La verdadera dueña de mi cuerpo lo quería de regreso. El amor de mi vida me había abandonado sin contemplaciones. ¿Y mis padres querían hablar de los malditos finales? ―¿Cómo siquiera descubrieron lo de mis notas? ―exigí―. No son los guardianes de Nikki Howard. Ni siquiera se supone que tengan acceso a… Mamá sacó algo de su bolso. Era una impresión arrugada del sitio web TMZ.com. Alguien (probablemente un reportero desde sus oficinas, aunque por supuesto no lo decía) había ingresado en la computadora principal de Tribeca Alternative High School y accedido a mis notas (o más exactamente, las de Nikki), para luego desparramarlas por toda la web. Y digamos que no me iba tan bien.

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Modelo Top de Estados Unidos No Al Tope de su Clase, gritaba el titular. Arrebaté la hoja de manos de mi madre y lo revisé. ―¿Una C menos? ―Estaba sorprendida―. ¿El Sr. Greer me dio una C menos en Discurso Público? ¡Ese maldito! Papá hizo un ruido de desaprobación sobre su café. ―Bueno, Em ―dijo. ―Pero en serio ―dije―. Es Discurso Público. ―Exactamente lo que estoy pensando ―dijo mamá, quitándome la hoja de las manos―. No hay razón por la que no deberías haber recibido una A. Sólo tienes que pararte en frente de un salón y hablar. Nunca has tenido dificultad parándote frente a la gente y hablar. De hecho, nunca nadie solía ser capaz de hacerte callar. ―Bueno, Karen ―dijo papá, exactamente de la manera que habría dicho Bueno, Em cuando yo había llamado maldito al Sr. Greer―. Estoy seguro de que hay más en eso. ―Sí ―dije, saliendo en mi defensa―. Tienes que presentar argumentos razonados, y… ――¿Qué hay de todas esas materias en las que antes te iba bien? ―exigió mamá―. ¿Cómo explicas la C menos en Álgebra Avanzada? ¿Y la D en Inglés? Por Dios santo, Emerson, ¡el inglés es tu lengua materna! Fruncí el ceño. ―No tuve tiempo de hacer las lecturas ―dije―. No es mi culpa… Mamá jadeó de manera triunfante y me señaló directamente. ―¡Ahí está! ―dijo, mirando a papá―. ¡Ella lo dijo! ¡No yo! ¡Ella lo dijo! Mi mirada fue de mamá a papá, sin saber qué había sucedido. ―¿Qué? ―pregunté―. ¿Qué dije? ―No… tuve… tiempo ―dijo mamá, golpeando la mesa con su palma para enfatizar cada sílaba―. Admítelo, Emerson. Estás abandonado tus deberes porque pasas demasiado tiempo socializando. ―¿Socializando? ―Hice una mueca―. Discúlpenme, pero nunca llego a socializar. ¡Trabajo tanto que ni siquiera llego a ver a mis amigos! ―Oh, yo creo que llegas a pasar mucho tiempo con tus amigos ―dijo mamá, metiendo la mano en el bolso y sacando una hoja de papel diferente―. Bastante tiempo de calidad.

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Ella desdobló la hoja para revelar una portada de Us Weekly8 que me mostraba en bikini pasando el rato junto a la piscina en la casa de playa de Brandon, y él de pie junto a mí, sosteniendo lo que parecía un coctel. Excepto que puesto en contexto, yo sabía que ese coctel era de hecho un batido de desayuno y que ese bikini de hecho era mi ropa de hacer ejercicio, después de haber ido a correr inocentemente por la playa. Pero eso aun así luciría bastante mal para una madre, considerando que yo había, después de todo, pasado casi la semana entera en la casa de Brandon sin su permiso. Y el hecho de que el encabezado desparramado sobre la fotografía de nosotros juntos gritaba: ¡De nuevo juntos! Nikki y Brandon Reavivan un Amor Tan Ardiente, Que Tienen que Llevarlo a las Islas (al Sur) de la Frontera Me siento ruborizarme furiosamente. Primero que nada, la casa de Brandon estaba en una isla barrera. Ni siquiera sabía lo que era una isla de frontera. ¿La prensa simplemente podía escribir lo que quisiera y salirse con la suya? Aparentemente. Y segundo… ―Miren ―dije, recordando lo que Lulu había dicho acerca de decir la verdad―. Puedo explicarlo. ―No hay nada que explicar ―dijo mamá, volviendo a doblar la fotografía y guardándola una vez más―. Está todo perfectamente claro para nosotros. ¿Verdad, Daniel? Papá lucía incómodo. ―Um ―dijo. ―Miren ―dije de nuevo ―. No es lo que ustedes piensan. Brandon me obligó a ir con él a Carolina del Sur. Yo no quería. Y no sucedió nada. Él y yo no somos, ya saben, novio y novia. Me refiero, él y Nikki lo fueron. Pero él sólo desea que él y yo fuéramos… ―No quiero escucharlo ―dijo mamá, sacudiendo su cabeza de adelante a atrás y sin hacer contacto visual conmigo. Lo cual, para ser honesta, es algo que ella básicamente no había hecho mucho conmigo desde que yo había despertado de mi cirugía―. Realmente no quiero. Todo lo que quiero, todo lo que siempre he 8

Us Weekly: semanario de entretenimiento.

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querido, es que todo este simplemente termine, y que las cosas vuelvan a la normalidad y tener a mi hija de vuelta. Eso dolió. Porque la cosa es, yo soy su hija. En el interior. Nunca he dejado de ser su hija. Aun con las notas no tan buenas, sigo siendo su hija. Entonces… ¿qué significaba eso? ¿Ella sólo me amaba cuando obtenía notas por encima del promedio y tenía aspecto promedio? ¿Esta era otra cosa acerca del carácter? No lo entendía. Realmente no. Me sentí como Frida y la cosa de ser bonita. ―Bueno ―dije―. ¿Cómo crees que me siento yo? Pero eso no es… ―Así que ―continuó mamá, ignorándome completamente―. Tu padre y yo hemos decidido simplemente pagarlo. Parpadeé hacia ambos. Estaba lleno en el Starbucks que ellos habían escogido. Había bloggers y estudiantes de la NYU por todos lados, abarrotando cada mesa con sus laptops y su caro equipo de filmación (el Astor Place Starbucks está justo bajando la calle de la Tisch School of the Arts, donde está la escuela de cine de la NYU), luciendo llenos de angustia en sus gorros de lana con orejeras tejidos a mano, y sus piercings en el rostro y sus tatuajes, los que se habían hecho para mostrar lo individuales que eran. Excepto que, ¿qué tan individuales eran, realmente, si cada uno de ellos tenía piercings en el rostro y tatuajes? Yo era la única persona aquí de menos de veinte años que no tenía un labio o una ceja con piercings ni tatuajes visibles. Y también era la única con un contrato de modelaje con una corporación a la que apuesto todos ellos odiaban. No sin una buena razón, por supuesto. Pero sólo estoy preguntando: ¿quién era el conformista más grande ahí? ―¿Qué quieres decir? ―le pregunté a mi mamá, intentando que todos los bloggers y aspirantes a Eli Roth no me distrajeran―. ¿Qué ustedes van a pagarles? ―A Stark ―dijo ella―. No tenemos mucho en nuestros ahorros y nuestra pensión. Pero vamos a reunir todo lo que tenemos para pagarles, para que ya no tengas que hacer esto. No será suficiente, lo sabemos, pero será un comienzo. Podrás regresar a ser tú misma. Em… ―De repente, era Em de nuevo. Mamá incluso estiró las manos y tomó las mías, apoyadas sobre el mantel―. Vamos a sacarte del contrato.

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Los miré fijamente a ambos. Realmente no estaba segura que entendía exactamente qué estaba diciendo. Creía que sí. Pero era tan loco, que sólo asumí que estaba equivocada. ―Espera ―dije, sacando mis manos lentamente de debajo de las de ella―. ¿Están diciendo… que quieren violar el acuerdo de confidencialidad que firmaron que dice que yo no soy realmente Nikki Howard y pagarle a Stark? ―Eso es exactamente lo que estamos diciendo ―dijo mamá, retirando sus manos hacia su regazo―. Queremos sacarte de esto, Em. Nunca deberíamos haber aceptado en primer lugar. Sólo lo hicimos porque estábamos asustados, y… bueno, queríamos salvar tu vida. Pero ahora vemos que quizás… bueno, quizás fue la decisión equivocada. ¿La decisión equivocada? ¿Deberían haber dejado que muriera en lugar de que fuera una modelo? Mi conmoción debe haberse mostrado en mi rostro, porque papá se inclinó hacia adelante y dijo rápidamente: ―Eso no es lo que tu madre quiere decir. Quiere decir que tal vez cometimos un error al no negociar más… ―Pero ―intenté recordar lo que se había dicho en la oficina del Dr. Holcombe ese día en que mis padres me dijeron acerca de todos los papeles que habían firmado cuando accedieron a la cirugía que me había salvado la vida―, no pueden. Perderán todo. ―Bueno, no todo ―dijo papá, en su alegre manera usual, como si habláramos de sándwiches de huevo o algo―. Mantendremos nuestros trabajos. Y no pueden sacarle el apartamento a tu madre, el cual recibió a través de la universidad. Así que siempre tendremos un lugar para vivir. ―Pero entrarán en bancarrota ―protesté―. ¡Ese abogado en la oficina del Dr. Holcombe dijo que hasta podrían ir a la cárcel! ―No mencioné la parte sobre cómo Robert Stark los mandaría a matar a ambos antes de siquiera permitir que eso sucediera. Si fuera tan sencillo, sólo devolviendo el dinero, habría intentado hacerlo yo misma, del dinero en las cuentas de banco de Nikki Howard. ―Bueno ―dijo mamá, después de tomar un fortificante trago de café―. Prefiero ir a la cárcel que ver a mi hija fallar en alcanzar su potencial, callejeando media desnuda con mujeriegos en la portada de revistas de chismes. Tengo que admitirlo, me quedé con la boca abierta cuando dijo eso. Mi mamá siempre ha sido una feminista. Pero nunca pensé que fuera una mojigata.

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―¿Porque piensas que tuve sexo con Brandon Stark? ―No podía creer que esto estuviera sucediendo―. ¡Madre, no tuve sexo con él! Eso ni siquiera era un bikini. Esa era mi ropa de ejercicios. ¡Nunca tendría sexo con ese payaso! Existe la posibilidad de que pueda haber dicho esto un poco alto, ya que muchos de los chicos de la NYU se dieron la vuelta en sus asientos para mirarnos por encima de sus capuchinos espumosos sin grasa. Algunos de ellos tenían sus perforadas cejas levantadas. Pude ver a los bloggers comenzando a bloguear frenéticamente sobre lo que acababan de ver y oír. Bien podían ser hipsters, les encantaba un buena chisme tanto como al próximo blogger. Twitter, imaginé, probablemente estaba ardiendo. Mi madre, al ver esto, me susurró. ―¡Emerson! ¿Podrías por favor bajar la voz? ―No, no lo haré, madre ―dije. Si ella iba a llamarme Emerson, yo iba a llamarla madre. Aunque sí bajé la voz, un poco. Quiero decir, era un poco embarazoso―. Para tu información ―susurré―. La única razón por la que fui con Brandon Stark a alguna parte fue porque dijo que si no lo hacía le diría a su padre dónde podía encontrar a la verdadera Nikki Howard. Mis padres me miraron sin comprender. Justo como supe que lo harían. El consejo de Lulu, de empezar a decir la verdad, era muy bueno y loable para ella. Pero sus padres apenas hablaban con ella. Su papá, un famoso director de cine, sólo pagaba las cuentas desde cualquier lugar exótico de la película en el que estuviera trabajando, y su mamá había básicamente desaparecido de la faz del planeta con un instructor de snowboard que era casi de la edad de Lulu. En cierto modo, Lulu tenía una suerte increíble. Sabía que envidiaba lo que consideraba mi familia “normal”. Pero no sabía el dolor tan grande que podría ser una familia "normal", cuán molestos y prejuiciosos eran la mitad del tiempo. Yo habría dado cualquier cosa en este momento si mi madre hubiese dicho que me veía bonita en esa foto de la portada de la revista Us Weekly y dejara pasar todo el asunto. ―Sí ―dije, a sus miradas de incomprensión―. Así es. La verdadera Nikki Howard sigue viva. Quiero decir, su cerebro lo está. En el cuerpo de otra chica, obviamente. Vi a mi mamá y papá intercambiar miradas. Era una de esas miradas con mensaje secreto que las personas que están casadas o que han estado viviendo juntas desde hace mucho tiempo tienen entre sí. También podía leer completamente lo que decía.

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Decía: Esta chica está completamente loca, y estamos preocupados por ella. Sí. No me creyeron. Bueno, ¿por qué lo harían, de todos modos? Como Lulu había dicho, simplemente debería haber sido honesta con todos desde el comienzo, en lugar de intentar protegerlos como si fuera una especie de diosa madre. ―Em… ―comenzó a decir mi mamá con cuidado―. Has estado bajo mucha presión últimamente. Es obvio que con la baja en tus calificaciones, y la gente con la que te estás juntado… bueno, no estás siendo precisamente, el mejor ejemplo para tu hermana pequeña, ¿verdad? Tengo que admitir, eso dolió. Las lágrimas escocieron en mis ojos. ¿Yo no estaba siendo un buen ejemplo para Frida? ¿Frida, quien sólo había aspirado a ir al campamento de porristas toda su vida? ¡Al menos yo tenía un trabajo! ―Pensamos que sería mejor si, antes de que Frida regrese del campamento, te vas a descansar ―dijo mamá―. Un largo descanso en algún lugar donde puedas estar lejos de todas las malas influencias que han entrado en tu vida desde que empezaste a trabajar en el negocio de la moda. Papá y yo estábamos pensando, quizás un agradable centro de recuperación en algún lugar… ¿Centro de recuperación? ¿Se refería a rehabilitación? ―¿Sabes qué? ―la interrumpí. ¿Por qué siquiera lo intentaba? ¿Qué esperaba poder lograr? No importa lo que dijera, mi mamá no me iba a creer. Y si les contara todo la cosa de que el cerebro de Nikki estaba totalmente sano, Robert Stark sólo intentó matarla porque ella sabía que las nuevas computadoras Stark Quark venían equipadas con un software espía que Empresas Stark está utilizando para carga la información de todos los usuarios a su unidad central e intentaba chantajearlo por eso así que él hizo que le sacaran el cerebro, solamente serían dos personas más a las que amaba a las que pondría en peligro. Eso era todo. Había terminado. Al no dejarles conocer la verdad, no les estaba mintiendo exactamente. Sólo no estaba siendo tan necesariamente abierta con ellos como podría haberlo sido. Pero, ¿habían sido ellos tan justos conmigo como podrían haberlo sido? ¿Creyendo lo que los sitios de chismes decían de mí? ¿Poniéndose todo molestos conmigo por mis calificaciones, cuando sabían bajo qué clase de presión había estado? No era como si hubiera tenido un trasplante de cerebro o algo este semestre.

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Una nota promedio de C menos era bastante buena, si lo tomabas en consideración. ―Acabo de recordar algo ―dije, estirándome para tomar mi chaqueta detrás de mí―. Me tengo que ir. ―Em ―dijo mamá, ya sin sonar como un loco duende islandés, sino más como ella misma, cuando no estaba totalmente enojada conmigo. Estiró la mano y tomó una de mis manos de nuevo. La cosa es que ya era demasiado tarde. No era culpa suya, necesariamente. Pero era muy, muy, demasiado tarde. ―Nos vemos luego, chicos ―dije. Y me levanté y comencé a salir majestuosamente de allí, Cosabella saltando junto a mí. Pero mientras caminaba, a través de todas las mesas, oí a la gente susurrar. ―OhDiosmío… es Nikki Howard. Y. ―Psst… ¡Es ella! Y. ―¡No puede ser! ¡Nikki Howard! Y me di cuenta de que estaba haciéndolo de nuevo. Huyendo del problema. Cuando, en realidad, eso no iba a solucionar nada. Así que me di la vuelta a mitad de camino por la cafetería y regresé a la mesa de mi mamá y mi papá y me paré frente a ésta. ―No estoy diciendo que no aprecie lo que intentan hacer por mí ―dije―. Porque sí estoy en un lío… simplemente no del tipo que ustedes piensan. No son las drogas. Sé que no van a creerme, pero voy a pedirles que confíen en mí y me crean cuando les digo que no he hecho nada malo. Por favor no hagan nada como ir a Stark e intentar anular mi contrato… aún no. Sería… bueno, sería un gran, gran error. Mirándome, la expresión de papá era más preocupada que nunca. ―Emerson ―dijo él. Él era el que rara vez utilizaba mi nombre completo. Cuando lo hacía, era importante. Muy importante―. ¿Qué sucede? ―No puedo contárselo ―dije―. Sólo estoy pidiendo que me den unos cuantos días más. Y que confíen en mí. ¿Creen que puedan hacerlo? Mamá abrió la boca… para discutir, estoy bastante segura.

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Pero antes de que ella pudiera decir algo, papá ese estiró para tomar mi mano enguantada. ―Seguro ―dijo. Le dio un apretón a mis dedos y me sonrió―. Podemos hacerlo. Mamá le dio una mirada desconcertada. Pero entonces, ella también me miró y sonrió. Era una sonrisa tensa y nerviosa. Pero era una sonrisa de todas formas. ―Claro, Em ―dijo ella. Tomé la portada de Us Weekly que había permanecido en la mesa entre nosotros. ―Mamá ―dije, levantándola en el aire―. Sé que esto es una estupidez, pero… ¿crees que me veo bonita en esta foto? Ella la miró sin comprender. ―¿Bonita? ―Sí ―dije―. Bonita. ―Tú… ―Parecía nerviosa―. Te ves como Nikki Howard ―dijo. ―Lo sé ―dije, apretando los dientes―. Pero, ¿crees que me veo bonita? ―Bonita ―dijo mamá, luciendo confundida―. Es una construcción patriarcal diseñada para hacer que las mujeres se sientan menos dignas a menos que cumplan con ciertas normas establecidas por la moda y la industria de la belleza dominada por los hombres. Lo sabes, Em. Se los digo a Frida y a ti todo el tiempo. ―Sí ―dije, volviendo a bajar la fotografía―. Lo sé. Eso podría ser parte del problema. Y me volví y salí de la cafetería.

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Capítulo 12 Traducido por Shilo y karoru Corregido por Nanis

¿S

eriamente, podría estar teniendo un día peor?

Cuando llegué al pavimento fuera del Starbucks, tragando grandes bocanadas de aire frío, eso fue en lo único en lo que pude pensar. Mi triste, deplorable y patético día. Primero, había sido botada por mi novio (aunque técnicamente eso había pasado en medio de la noche). Luego, había secuestrado al hijo de un billonario. Ahora mis padres pensaban que era una drogadicta o algo. Perfecto. Genial. ¿Había sido eso una intervención, o algo, ahí? ¿En un Starbucks? Dios, mis padres eran tan torpes. Ni siquiera podían hacer bien una intervención. ¿Dónde estaba Candy Finnigan? ¿Y por qué no podía mamá sólo decir que Frida y yo éramos bonitas? ¿Era tan difícil? ¿Qué era toda esta mierda de construcción patriarcal? Ella siempre dijo que las mariposas eran bonitas. Dijo que el material que había escogido para volver a tapizar el sofá de nuestra sala era bonito. ¿Por qué no podía decir que éramos bonitas, también? ¿Por qué no podríamos ser fuertes, independientes, y bonitas, también? Estaba luchando para abrir mi sombrilla contra la llovizna, pero incluso mi sombrilla estaba rota. Fantástico… cuando lo vi. Un tipo en una gabardina negra, de pie cruzando la calle, frente a mí. No estaba directamente frente a mí. Estaba medio inclinado hacia un lado, y a diferencia de mí, debajo de un toldo, fuera de la helada lluvia. Pero lo noté inmediatamente. Porque no se estaba moviendo. Claro que estábamos en medio de la ciudad de Nueva York (o en medio de Greenwich Village, para ser más exacta). Las calles estaban llenas de gente. Eso fue lo que me llamó la atención acerca de él. El hecho de que él, como yo, estaba de pie perfectamente quieto mientras que todos los demás alrededor de nosotros se movían en una o en otra dirección.

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Y me estaba mirando fijamente, como si estuviera esperando hacia qué dirección iba yo a caminar. Y cuando lo miré, rápidamente bajó la vista al celular en el que había estado escribiendo. En un inicio no pensé nada acerca de eso. Me mantuve luchando con mi sombrilla, nada del otro mundo. Luego algo me hizo ver de nuevo. A su pantalón. Y lo supe. Sólo lo supe. Él no era cualquier tipo esperando a alguien afuera de una tienda. Me estaba esperando a mí. Me estaba siguiendo. Y no era un acosador, tampoco. Había tenido de esos antes (o más bien, los había tenido Nikki Howard). Había tenido que llamar a seguridad Stark para deshacerme de ellos. Pero los acosadores eran diferentes. No se vestían tan bien, por ejemplo. La gabardina de este tipo estaba planchada impecablemente, al igual que su pantalón. Estaban plegados en el medio, de la manera única que eran doblados los pantalones que eran lavados en seco. Hasta tenían un quiebre cuando caían sobre sus zapatos. Cada acosador que alguna vez había tenido usaba pantalón tan corto, que el dobladillo se levantaba sobre sus tenis al menos unos centímetros. Y ninguno de ellos se había molestado en tenerlos lavados en seco. El tipo de pie al otro lado de la calle se veía mucho más como de la seguridad Stark que como un acosador. De repente, me puse fría, y no por el tiempo. El pantalón fue lo que lo delató. Era negro y perfectamente hecho a la medida. Era, en otras palabras, lujoso. Tenía a alguien pisándome los talones. Una cola de seguridad Stark, real y oficial. Y él no sabía que yo sabía. Los dos nos mantuvimos de pie ahí en la abarrotada acera, al frente el uno del otro. De ninguna manera podría ser capaz de ir donde Gabriel para ver a Steven y su madre y hermana ahora, lo que había estado considerando hacer.

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Era asombroso, pero mi primer impulso fue llamar a Christopher. ¡Christopher, de toda la gente! ¡Quien ni siquiera me estaba dirigiendo la palabra! ¿Por qué lo llamaría a él? ¿Y qué bien haría siquiera llamar a Christopher? Digo, probablemente sólo me cuelgue. Sólo porque había venido a mi rescate una vez no significaba que vendría volando a rescatarme de nuevo. Además, ni siquiera necesitaba ser rescatada. Era una mujer fuerte e independiente (según mi madre, de todas formas. Y no era bonita. ¿Entendiste? No era bonita. Bonita era un arquetipo patriarcal). Podría manejar esto sola. Excepto… ¿cómo? Lulu, pensé de repente. Necesitaba llamar a Lulu y decirle que no fuera con Gabriel. Por si acaso la estaban siguiendo a ella, también. Abrí exitosamente la sombrilla y la centré para que Pantalón Caro no pudiera verme. Luego saqué mi celular marca Stark y marqué rápidamente el número de Lulu. Contestó en el segundo timbrazo. ―Hola ―dijo. Su boca estaba llena. De banana split. No lo dudé. ―Soy yo ―dije, de repente a través de labios congelados―. No vayas ahí. ―¿Ir a dónde? ―preguntó. ―Al lugar al que dijiste que ibas a ir. Estaba hablando crípticamente no porque creyera que si ya me estaban siguiendo, mi teléfono podría estar intervenido, sino porque me di cuenta de repente lo que podría ser la exposición. Habíamos estado fuera por casi una semana. ¿Quién sabe quién tuvo acceso a eso mientras estuvimos fuera? No había pensado en serio siquiera. Podrían haber desmantelado el generador de ruido acústico que hizo instalar Steven. No me había ni fijado. ¿Lulu o yo habíamos dicho algo sobre dónde Nikki y su familia se estaban escondiendo? Traté de pensar. Estaba bastante segura que sí. ―Me están siguiendo ―dije. Hasta las palabras sonaron aterradoras. Agarré convulsivamente la correa de Cosabella. Ella, obviamente, estaba retozando a mi alrededor, olfateando el suelo húmedo por pedazos abandonados de comida de la calle, pretzels o hot dogs que la gente pudo haber dejado caer.

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―¿Lo estás? ―Lulu sonó encantada――. ¡Oh, por Dios! ¡Es como algo salido de una película Bourne! ¡Y tú eres como Julia Stiles! Ella es tan bonita. ¿Dónde estás? ―Astor Place ―dije. Me estaba moviendo tan rápidamente como podía en la dirección contraria del desván y el Starbucks, tratando de alejar a Pantalón Caro de las personas que quería. Lo que era ridículo, desde que por supuesto Stark sabía dónde vivíamos mis padres y yo―. Tenemos que asegurarnos que nuestros amigos están seguros donde los dejamos. ―Claro ―dijo Lulu―. Puedo hacer eso. ―Sutilmente ―dije. ―Puedo ser sutil ―dijo Lulu, sonando herida. ―Yo… ―No me atreví a mirar sobre mi hombro para ver si Pantalón Caro estaba detrás de mí. Pero estaba bastante segura que lo estaba. Ya no lo veía al frente de la calle―. No sé qué hacer. Acerca del tipo, me refiero. ―Ooooh, yo sí ―dijo Lulu, sonando todavía más encantada. Toda esta cosa era un juego para ella, lo juro―. Llama a Christopher. ―¿Qué? ―dije―. ¿Estás loca? No tenía idea del por qué le estaba preguntando a Lulu esto, ya que claro que llamar a Christopher había sido mi primera inclinación―. ¿Por qué haría eso? Lulu suspiró profundamente en el teléfono. ―Acabamos de hablar de esto ―dijo―. ¿Te acuerdas? Tienes que darle una oportunidad para sentir que lo necesitas, y que te ayude. ―No puedo hacer eso ―dije. Estaba caminando tan rápido, que Cosabella estaba teniendo problemas para seguirme el paso―. ¿Y… si resulta herido? Luego será mi culpa y me culparé para siempre y yo seré la que se convierta en una supervillana malvada. No quería decirle que la verdadera razón por la que no quería llamar a Christopher era que tenía miedo que me colgara, y no podía enfrentar otro rechazo de él. ―¿Pero, y si tú resultas herida de nuevo? ―Lulu quería saber. Uh, eso era justamente lo que me preocupaba… sólo que no por la gente a la que se refería Lulu―. ¿Y que él se culpe todavía más, sólo que esta vez por tu muerte definitiva? ¿Y luego él inventa un rayo inverso de supernova mortal, que succiona toda la energía del sol, y todos nos congelamos lentamente hasta morir, y luego la Tierra se convierte en una cáscara vacía y la humanidad deja de existir y es por tu culpa porque no lo llamaste?

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―Oh, Dios mío ―dijo―. Has tenido demasiada crema batida. ―Podría pasar ―dijo Lulu, a la defensiva―. Lo vi en la televisión una vez. Llámalo. ―Bien ―dije. No había forma de que la estuviera llamando―. Y, Lulu. Ten cuidado con lo que dices en el departamento. Creo que puede estar pinchado de nuevo. ―Siempre tengo cuidado ―dijo Lulu, sonando herida y molesta ahora―. Soy totalmente buena en estas cosas de espías. Alquilé un avión entero y fui y ayudé a Christopher a que te rescatara sin que nadie supiera, ¿no? Uh, yo no estaba tan segura de eso. Pero sólo les di las gracias y colgué. Caminé a ciegas, ni siquiera tratando de ver dónde iba, intentando averiguar cómo esto podría estar pasándome. Manteniendo mi teléfono, llamé a alguien… pero no a Christopher. ―¿Así que no me odias más? ―preguntó Brandon, cuando respondió. ―¿Qué? ―Estaba confundida. ―¿Me estás llamando? ―dijo Brandon―. Así que me imagino que no me debes odiar más. ¿Significa esto que quieres salir? Estoy libre esta noche. Quiero decir, tengo planes, pero puedo romperlos. Para ti. Oh, Dios mío. Brandon era el mayor Horndog9 en el mundo. Era totalmente asqueroso. ―Brandon ―dije―. Me secuestraste. Y luego hiciste que la única persona que alguna vez amé en mi vida me odie. Te desprecio absolutamente. ―Así que… ―dijo Brandon―. Tomo eso como un no, no quieres salir conmigo esta noche. Sostuve el teléfono lejos de mi cara para asegurarme de que estaba funcionando correctamente y que no le había oído mal. ―No ―dije, llevándolo de vuelta a mi cara cuando tenía servicio celular asegurándome que mi área era completamente funcional―. No quiero salir contigo esta noche. Te llamó para preguntar por qué alguien de seguridad Stark está siguiéndome. ―¿Cómo voy a saberlo? ―preguntó Brandon―. Tal vez porque vales mucho para la empresa, y quieren asegurarse de que no estés acosada por los fans o hieran tus pechos. Debido a que todo el mundo piensa que estamos saliendo ahora. A

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Horndog: Se utiliza para describir a alguien que es sexy, por lo general en un sentido cómico.

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pesar de que no. Es posible que desees reconsiderarlo. La seguridad privada es sólo una de las muchas ventajas de ser la mujer de Brandon Stark. Oye, ay, no ahí. Sostuve el teléfono lejos de mi cara otra vez. ―¿Qué estás haciendo? ―pregunté. ―Recibiendo un masaje ―dijo Brandon―. Duele un poco ser golpeado hasta quedar inconsciente y luego atado a la mitad del día, ya sabes. Tú y tus amigos juegan rudo. Puesto que no quieres estar conmigo, ¿hay algo más? Realmente estoy un poco ocupado. ―Si su misión era que yo no fuera acosada por paparazzi o fans ―dije―, no estaría tratando de impedirme que me diera cuenta, que es lo que él está haciendo. ―Oh ―dijo Brandon, en un tono diferente―. Eso es diferente. Oye, no crees que mi papá… ―No sé qué pensar ―dije―. ¿Pero no crees que tu papá esté sobre nosotros? Dímelo. ―No entres en pánico ―dijo―. Mi padre no ha dicho nada de nada de esto. Estoy seguro de que no tiene idea de lo que está pasando. ¿Qué está pasando, de todos modos? Quiero decir, ¿tú y tus amigos han descubierto que…? Me reí con amargura mientras arrastraba a mi perro por la calle. ―Bien ―dije―. Como voy a decirte. Cuando esté lista para dejarte entrar en lo que está pasando, Brandon, te lo diré. Eso es mucho más de la cortesía que jamás me ofreciste. Le colgué. Mis dedos temblaban dentro de mis guantes cuando marqué el celular de Christopher. ¿Qué otra opción tenía? No sabía a dónde ir, y, francamente, me daba miedo. Christopher, me dije, sabría qué hacer. No tenía ni idea en absoluto si él lo atendería. Después de la forma en que habíamos dejado cosas… que apenas me había mirado cuando nos fuimos por caminos separados desde Teterboro10, en el que el avión nos había dejado… casi esperaba que él dejara que mi llamada se fuera al correo de voz. Pero, milagrosamente, le oí decir: ―¿Hola? ―En mi oído. ―¿Christopher? ―dije. Esperaba no sonar tan asustada y temblorosa para él como lo era para mí. Teterboro: Es un aeropuerto de aviación general localizado en los Boroughs de Teterboro, Moonachie y Hasbrouck Heights en el condado de Bergen, Nueva Jersey, Estados Unidos. 10

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―¿Qué es, Em? ―preguntó. No parecía sorprendido de estar escuchándome. Más bien… resignado. Genial. Mi novio ―exnovio― estaba resignado a tener noticias de mí. ¿Porque era una reina del drama? ¿Al igual que esas chicas que siempre escuché en los pasillos de la escuela explotar cosas desproporcionadamente para obtener que sus novios les presten más atención? Oh, Jason, no pude lograr que mi casillero abriera… lo sé, lo intenté girar a la derecha, luego a la izquierda, pero no se movía. Supongo que no soy lo suficientemente fuerte. ¿Podrías ayudarme? ¿Por favor? Oh, genial. Oh, Jason, eres tan fuerte… ¿En serio? ¿Ese era yo ahora? Por otro lado, un tipo me estaba siguiendo. Me había inclinado para recoger algo de la caca de Cosabella con una bolsa de plástico del bolsillo y una especie de mirada por encima de mi hombro de una manera encubierta mientras yo estaba obedeciendo una ley de la ciudad de Nueva York tirando la basura en un recipiente cercano y ahí estaba de nuevo, de pie junto a la valla de una iglesia, fingiendo totalmente estar enviando mensajes de texto. ―Me están siguiendo ―susurré a Christopher. ―No puedo escuchar ―dijo. ―Me están siguiendo ―repetí, más fuerte esta vez. ―¿Dónde estás? ―preguntó de inmediato. No un: Entonces, ¿qué esperas que haga? O: Te dije que no quiero estar involucrado en esto. Sorprendida… y más aliviada de lo que quería admitir… respondí: ―Estoy en Broadway y Novena. ―No estoy muy lejos de allí ―dijo Christopher―. Camina hacia el norte por Broadway hacia Union Square. Nos vemos. ―Su voz sonaba muy calmante en el teléfono, a pesar de que me di cuenta que, como yo, estaba en la calle en alguna parte. Podía oír el ruido del tráfico en el fondo―. ¿Cuánto tiempo te ha estado siguiendo? ―No sé ―dije―. ¿Cerca de cuatro bloques? Me encontré con mis padres a tomar un café, y me fijé en él tan pronto como salí. Podría haberme seguido hasta allí, por lo que sé. ―¿Cómo se ve el tipo?

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―Alto ―dije, haciendo lo que había dicho, y caminando rápidamente hacia el norte―. Él se detiene cada vez que me paro y pretende estar enviando mensajes de texto a alguien. ―¿Qué lleva? ―Una gabardina negra y pantalón ajustado. Eso es lo que lo delató, en realidad. Que es una persona de Stark. ―¿Cómo es eso? ―Debido a su pantalón. Es muy elegante. ―Su pantalón es de lujo ―repitió Christopher, y me di cuenta que debo sonar como un enferma mental. Este era mi día, parecer, para las personas estaba loca. ―En serio, Christopher ―digo―. Este tipo es de seguridad Stark, no un fan de Nikki Howard. ¿Por qué seguridad Stark me está siguiendo? ―Eso es algo que posiblemente desees preguntarle a su novio, Brandon ―dijo Christopher. ―Oh, ja, ja ―dije, tratando de sonar como si no acababa de hacer exactamente eso… Y como si lo que había dicho no se había sentido como un cuchillo en mi corazón―. Te lo dije, Brandon me obligó a… ―Ahórratelo, Watts, escuché todo la primera vez. Está bien, te veo ―dijo Christopher. ―¿Qué? ―Eso me sobresaltó tanto, que casi se me cayó el paraguas―. ¿Me ves? ¿Cómo puedes…? Pero entonces Christopher dobló la esquina justo en frente de mí y puso su brazo a mi alrededor. ―Hola, cariño ―dijo, y me besó en la mejilla―. Justo a tiempo. Estaba completamente sorprendida. Sus labios eran cálidos contra mi piel helada. ¿Y el brazo que había deslizado a mi alrededor? Me sentía como en el cielo. Sobre todo porque había estado segura de que nunca iba a sentir su brazo rodeándome otra vez. ―Ya tengo los inapropiadamente alta.

boletos

―dijo.

Estaba

hablando

con

una

voz

Fue entonces cuando me di cuenta que era en beneficio de Pantalón Caro, no para mí. ¿A causa de las entradas? ¿Qué entradas?

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―Genial ―dije, yendo junto con él. Me di cuenta de que llevaba una bolsa de plástico de Forbidden Planet, la tienda de comics, que estaba cerca. Recordé, tardíamente, que Christopher tenía un buzón allí donde llegaban todos los cómics que ordenaba todos los meses. Debe sólo haber estado haciendo recolección semanal cuando llamé. ―Entonces, ¿estás lista? ―quería saber. Todavía tenía su brazo alrededor de mí. Se sentía tan maravilloso, esperaba que él nunca lo dejara ir. Pero nada de esto, sabía, era porque Christopher realmente se preocupaba por mí. Era sólo por los viejos tiempos. Lulu se había equivocado: Haciendo un niño pensar que no necesitaba hacer nada. Excepto que tú quieres más. ―Claro ―dije. No veo cómo algo de esto iba a funcionar. Ahora Pantalón Caro, estaba de pie a un lado de la acera a pocos metros de distancia, texteando, Estaba a punto de seguirnos ambos. O eso creía yo. Debido a que un segundo más tarde, Christopher dejó caer el brazo que me rodeaba, y mirando al hombre, gritó: ―Tú. Oye, ¡tú!

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Capítulo 13 Traducido por Lapaskis y flochi Corregido por LulaaMaddox

E

l tipo que había estado siguiéndome levantó la vista de su teléfono celular, sobresaltado. Luego miró hacia atrás para ver si Christopher estaba hablando con otra persona.

―Estoy hablando contigo ―exclamó Christopher, yendo hasta Pantalón Caro y empujándolo en el hombro―. ¿Estabas siguiendo a mi novia? Así es. Christopher empujó al tipo de seguridad de Stark en el hombro. Además me llamó su novia. Mi corazón comenzó a golpear detrás de mis costillas, y no por la posible confrontación que sabía estaba a punto de sobrevenir. A Pantalón Caro no le gustaba que Christopher llamara tanto la atención sobre él. O eso, o no le gustaba ser empujado, aunque, a decir verdad, era sólo un pequeño empujón. Él apartó su teléfono celular y dijo, con una voz controlada: ―No te conozco, hijo. Por favor, quítame las manos de encima. ―¿Qué quieres decir con que no me conoces? ―preguntó Christopher, aún usando una voz lo suficientemente fuerte como para hacer que todos en la acera nos miraran―. Claramente estás actuando como si me conocieras. O, al menos, como si conocieras a mi novia, Nikki Howard. Ya que la has estado siguiendo durante los últimos cuatro bloques. ¡Ahí! ¡Lo había dicho otra vez! ¡Novia! Definitivamente no me había equivocado. Cuando Christopher dijo las palabras Nikki Howard, mucha más gente empezó a prestar atención. En realidad caminaban más despacio en la acera, o dejaron de caminar por completo y se quedaron allí y comenzaron a mirar fijamente. Un hombre corpulento que había estado descargando latas de refresco de un camión en la esquina de hecho se acercó y se pegó a la cara de Pantalón Caro. ―¡Oye! ―dijo el Tipo Corpulento―. ¿Es cierto? ¿Estás siguiendo a Nikki Howard? Pantalón Caro miró rápidamente alrededor, como buscando una vía de escape. En realidad comenzó a buscar dentro de su chaqueta… y no por el teléfono

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celular, que ya le había visto dejarlo caer en el amplio bolsillo lateral de la gabardina. Estaba de pie en el ángulo correcto para ver exactamente lo que estaba dentro de su abrigo que iba a sacar… un arma. En una pistolera en el hombro, el mango situado debajo de su brazo. Di un grito ahogado, y extendí la mano para agarrar el brazo de Christopher, mis dedos hundiéndose en el cuero de su chaqueta. Creo que dejé de respirar por un minuto. No podía creerlo. ¡Un arma! ¡En realidad tenía un arma! ¡Iba a tratar de matarnos! Pero entre Christopher, el Tipo Corpulento, la multitud congregada, y yo, había, al parecer, demasiados testigos. Porque un segundo más tarde, la mano de Pantalón Caro caía lejos de la pistola, y en cambio, parecía estar buscando una salida diferente a su difícil situación. Seguí agarrándome del brazo de Christopher, tan asustada que no estaba segura de que podría haber permanecido derecha si no me aferraba a él. ¡Un arma! ¡Tenía un arma! ¡Y había estado a punto de usarla! ―¡Eso no está bien! ―dijo el Tipo Corpulento, empujando a Pantalón Caro en el pecho… muy bruscamente, pensé. Especialmente teniendo en cuenta el hecho de que él tenía un arma―. ¡Por aquí dejamos en paz a los famosos! ―Es cierto ―dijo Christopher, sacudiendo su cabeza tristemente a Pantalón Caro―. En realidad lo hacemos. Pantalón Caro parecían inquieto. Pero no había manera de que pudiera disparar para salir de esta situación. No a menos que fuera una especie de psicópata. Ahora, había demasiadas personas reunidas alrededor, observando. Y dudaba mucho que Robert Stark contrataría a cualquier psicópata como parte de su equipo de seguridad. ―No la estaba siguiendo ―dijo, tanto al Tipo Corpulento como a Christopher―. Solo caminábamos, por casualidad, en la misma dirección, eso todo. ―Entonces, ¿por qué no sigues caminando? ―le pregunto el Tipo Corpulento. ―Tal vez lo haga, luego ―dijo Pantalón Caro, luciendo herido―. Tal vez lo haga. Pero, por supuesto, permaneció allí de pie. ―Pues vete ―dijo Christopher―. Si tienes tanta prisa.

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―Sí ―dijo el Tipo Corpulento―. Vete, ¿qué esperas? Pantalón Caro, lanzándonos una muy mala mirada, comenzó a caminar lentamente. Mi corazón seguía golpeando dentro de mi pecho mientras lo veía alejarse, esperando que no volviera atrás y empezara a disparar. ―Más rápido ―ordenó el Tipo Corpulento. Pantalón Caro aceleró el ritmo, yéndose hacia Union Square. No miró hacia atrás. ―Muchas gracias ―suspiré, aflojando un poco mi agarre del brazo de Christopher. Mis dedos se sentían adoloridos por la fuerza con que los había apretado. No podía imaginarme cómo debía sentirse su brazo. Pero noté que no se quejó. ―No hay problema ―dijo el Tipo Corpulento―. No podemos permitir que haya personas acosando a nuestros famosos locales. Eso es lo que hace diferente Nueva York de Los Ángeles, ¿sabes? Aquí, la gente puede caminar por las calles y nadie les molesta, ¿sabes? Oye, tengo que decirlo, mi sobrina es tan bonita y talentosa como tú, y algún día será una superestrella. ¿Puedo pedirte un autógrafo? Ya sabes, para animarla. ―Por supuesto ―dije―. Con gusto. ¿Cuál es su nombre? ―Y cuando me dijo Helen Thomaides, garabateé, en una página de su formulario de pedidos, Para Helen, Alcanza las estrellas. Con cariño, Nikki Howard. Esto, por supuesto, abrió las compuertas, y entonces todo el mundo que había estado de pie en la acera mirando nuestro pequeño enfrentamiento con Pantalón Caro quería un autógrafo. Bolígrafos aparecieron de la nada, y pronto estaba firmando todo, desde facturas de la farmacia de la gente al dorso de sus muñecas. Mientras firmaba, traté de seguir lo que sucedía más allá del círculo de los cazadores de autógrafos que me rodeaban. ¿Dónde estaba el tipo que me había estado siguiendo? ¿De verdad se había dado por vencido? ¿Dónde estaba Christopher? ¿Había, también, renunciado a mí? ¿O estaba todavía allí? Finalmente, sentí una mano alrededor de mi brazo. Miré hacia arriba, sorprendida. Afortunadamente, era Christopher, no Pantalón Caro. Había recogió a Cosabella… gracias a Dios. De lo contrario, habría sido pisoteada en las acometidas hacia mí por mi firma… y ahora estaba diciendo, con una voz seria: ―¿Nikki? Creo que es hora de irse. Miré a la calle y vi que había parado un taxi y que esperaba con una de las puertas traseras abiertas.

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¿Christopher me estaba ayudando a escapar? ¿Después de decirme que no quería tener nada que ver con todo esto? Sentí una oleada de calidez hacia él que era aún mayor que cuando había puesto su brazo a mí alrededor. ―Oh ―dije a todos los solicitantes de autógrafos―. Lo siento, me tengo que ir. ―¿Para una prueba? ―Una de las chicas que me había pedido firmar su muñeca quiso saber. ―¿Para una sesión de fotos? ―preguntó otro. ―Sí ―les dije a todos ellos. ¿Cuál era el punto en decir la verdad? Sólo sería decepcionarlos―. ¡Lo siento! ¡Muchas gracias! ¡Los quiero a todos! ―Les lancé besos al igual que había visto a las estrellas de cine hacer en televisión y corrí hacia el taxi, agachándome en su interior, a continuación, me deslicé rápidamente a través del asiento para dejar espacio a Christopher, que se inclinaba dentro para darme a Cosabella―. Ven conmigo ―casi le rogué. Me di cuenta de que estaba preparado para irse, a pesar de que ya había hecho todas esas cosas buenas por mí. ―Em ―dijo. Su rostro se había cerrado, sus ojos azules sin expresión como si no hubiese nadie en casa. ―Christopher ―dije―. Tenía un arma… ―Lo sé ―insistió Christopher, mirando por encima del hombro―. Es por eso que tienes que salir de aquí ahora. ¿Lo sabía? ¡Durante todo este tiempo, había actuado tan tranquilo! ¿Había empujado al tipo, sabiendo que tenía un arma? No lo podía creer. Lo había hecho por mí. A pesar de que dijo no sentir nada por mí ya. Nada más que desprecio. Tal vez lo que dijo y lo que en realidad sentía eran dos cosas diferentes. No me atrevía a hacerme ilusiones… ―Estoy preocupada por ti ―dije. Las personas que no habían conseguido mi autógrafo, pero habían visto la multitud, estaban empezando a llegar hasta el taxi, curiosas por saber quién estaba en su interior. ―¿Podrías solo irte ya? ―dijo Christopher―. Él probablemente encontró un taxi y está por regresar… ―Por favor, entra ―le rogué ahora―. Te necesito. No me importa, pudo haber dicho Christopher. Tú eres la que tiene un problema. No yo. Pero no lo hizo.

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Lulu tenía razón: Tal vez los chicos sólo quieren sentirse necesitados a veces. No todo el tiempo. Porque entonces eres como Whitney Robertson, toda quejumbrosa y completamente indefensa. Pero de vez en cuando, tal vez necesitas dejar de correr y decirle a la gente que los necesitas, y dejar que te ayuden. Incluyendo al chico que te gusta. Christopher se metió en el taxi a mi lado y cerró la puerta. Tampoco actuó como si estuviera demasiado infeliz por ello. ―Iba con Gabriel ―dije―. Creo que… bueno, no sé. Pero estoy preocupada, Nikki podría haber dicho algo a alguien. Simplemente decirlo en voz alta causo que mi boca se secara y mi pulso se acelerara. No podía mirar a Christopher a los ojos. No tanto porque verdaderamente estuviese preocupada por Nikki y su familia, que lo estaba. Sino porque era consciente de que estábamos solos en un agradable y acogedor taxi juntos. Era la primera vez que habíamos estado solos desde que me había despertado en mi cama… … y me abandonó. Básicamente. Pero ahora acababa de salvar mi vida. ―Podrías tener razón respecto a eso ―fue todo lo que dijo, sin embargo―. Teniendo en cuenta el nuevo amigo que recogiste allá. Pero no sé qué tan buena idea sea dirigirte allá con la seguridad de Stark persiguiéndote. ―¿A dónde nos dirigimos? ―quiso saber el taxista. Tuvo que gritar para ser escuchado a través del cristal a prueba de balas entre el asiento delantero y la parte trasera. Había liberado el freno, y estábamos yendo a una velocidad constante por Broadway, en dirección opuesta a la que caminó Pantalón Caro. A menos que haya tomado un taxi, y nos estuviera siguiendo de esa manera. ―Sólo siga conduciendo ―le gritó Christopher al conductor. Evidentemente estaba pensando lo mismo que yo―. Le diremos cuándo doblar. ―¿Crees que nos está siguiendo? ―le pregunté a Christopher, dándome la vuelta en el asiento para mirar. Todo lo que pude ver, sin embargo, fue el habitual vasto océano de taxis detrás de nosotros. No había manera de que pudiera decir en cuál, si es que en alguno de ellos se encontraba Pantalón Caro.

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―Probablemente ―dijo Christopher. ―¿Qué hacemos? ―pregunté con ansiedad. ―Digo que hagamos un buen paseo al centro ―dijo Christopher―, e intentemos perderlo por si acaso, y luego salir y subirnos en el metro para volver a la parte alta de la ciudad cuando parezca seguro. No podía creer que Christopher estuviera siendo tan calmado. Este obviamente era el nuevo, supervillano Christopher, que estaba acostumbrado a estar en persecuciones en auto a alta velocidad. Aunque realmente no estábamos yendo a alta velocidad, considerando que estábamos detenidos en un semáforo en rojo. Bajé la mirada a Cosabella, que había saltado sobre mi regazo para mirar por la ventana. Cosy amaba estar en cualquier vehículo en movimiento. Mirarla era más fácil que mirar a Christopher a la cara, el cual siempre me recordaba cuánto lo quería. Y cuánto él, a cambio, no me quería. Al menos, hasta hace unos minutos. Todavía no estaba segura de si debería permitir que los recientes acontecimientos me dieran alguna esperanza de que las cosas estuvieran cambiando. ―¿Qué te hace pensar que Nikki nos delataría? ―quiso saber Christopher. ―Está enojada ―dije―. Sobre todo el asunto. El hecho de que no pueda tener su antiguo cuerpo de regreso. Es lo que le pidió a Brandon, sabes. ―Volví mi cabeza para mirarlo, sintiéndome repentinamente tímida―. A cambio de decirle por qué su padre intentó matarla. Christopher la miró sin expresión. ―¿Le preguntó por qué? ―Su antiguo cuerpo ―dije. Sus ojos se agrandaron. ―Espera… ¿ella quería que tú…? ―Sí ―dije sombríamente―. Realmente odia el cuerpo en el que terminó. Christopher se enfureció. ―¿Alguna vez se le ocurrió que eso sucede ―dijo―, cuando uno intenta chantajear a su jefe? ¿Qué esperaba? Lo miré asombrada. ―Bueno, no que la intentara matar.

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―El chantaje es contra la ley, sabes ―dijo Christopher―. Tiende a enojar a las personas. ―Bueno, lo que sea que Robert Stark está haciendo es contra la ley también ―señalé―. Sé que dos errores no hacen un acierto, pero no es como si Nikki lo supiera. ―Uh, es miembro de la raza humana, ¿no? ―preguntó―. Además, pensé que ella era una menor emancipada. Así que no puedes decir que no lo supiera. Dice ser un adulto. ―Sólo estoy diciendo ―dije, empezando a sentirme un poco menos a gusto con él de lo que había estado cuando me salvó de Pantalón Caro, porque estaba pasando un mal momento haciéndole ver lo importante que era para una chica como Nikki perder su cuerpo―. Sé lo que se siente. Es horrible tener que renunciar a toda tu vida porque cometiste un error. ―¿Cuál fue tu error? ―preguntó Christopher―. ¿Empujar a tu hermana fuera del camino cuando esa TV se soltó por lo que cayó sobre ti y no sobre ella? ¿Estar en el lugar equivocado en el momento equivocado? No cometiste ningún error. Y tampoco lo hizo Nikki. La vehemencia con la que habló Christopher me sorprendió. No sabía que él sentía eso con tanta fuerza… nada aparte de vengar mi muerte, la cual ahora era un punto discutible, dado que él sabía que no estaba muerta. ―Yo… supongo que nunca pensé de esa manera ―dije, acariciando distraídamente la cabecita lanuda de Cosabella. ―Por lo tanto ella perdió su cuerpo ―dijo Christopher―. Pero tiene su mente todavía. Sólo porque su anterior carrera estaba basada completamente en su apariencia, no significa que no pueda tener una carrera nueva, esta vez usando su cerebro en cambio. ¿Lo ha considerado? No es como que no tiene un buen sentido comercial. Como habrás notado, considerando el hecho de que ella asustó al propietario de una corporación multinacional intentando tenerla muerta. Parpadeé. Era cierto. Nikki tenía mucho más que sólo su rostro. Pero, ¿cómo alguien iba a convencerla de eso? ―Si podemos descubrir de lo que Robert Stark estaba tan asustado que ella revelara a todo el mundo ―dije con lentitud. El embrión de una idea estaba formándose en mi mente―. El asunto con los Quarks, me refiero. El hecho de que ella jugó un papel decisivo en descubrirlo… si nosotros podemos desenmascararlo y hacerlo público, eso podría ser suficiente para impulsar su autoestima de no querer a alguien hurgando en mi cabeza y removiendo mi cerebro nuevamente.

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―¡Gire a la derecha aquí! ―gritó Christopher al taxista. El taxista le gritó de regreso: ―¡Estás loco! ¡Estoy en el carril equivocado! ―Sólo hágalo ―gritó Christopher―. Hay un extra de veinte para usted. Maldiciendo, el taxista hizo un giro hacia la derecha tan repentinamente, que Cosabella y yo nos tambaleamos hacia Christopher. Él lanzó un brazo sobre mis hombros mientras, todo a nuestro alrededor, coches y camiones tocaban las bocinas. Cosabella se revolvió hasta encontrar apoyo, lo que implicaba principalmente clavar sus patas en mis muslos. ―Lo siento ―dije, avergonzada que partes de mi cuerpo hayan ido volando al de Christopher―. Lo siento. ―Está bien ―dijo. Estaba girando el cuello para mirar detrás de nosotros. Si él estaba allí, lo perdimos con seguridad. ―¿Lo perdimos? ―Intenté enderezarme, consciente que Christopher no había quitado su brazo. Era horrible ser tan consciente de esas cosas, cuando estaba segura de que a él no le importaba ni un poco―. Bueno, eso está bien. ―Y entiendo lo que estás diciendo ―dijo―. Sobre Nikki. Tiene buenos instintos. Sólo necesitan ser guiados en la dirección correcta. Tuvo razón en hacer algo cuando escuchó respecto a los Quarks. Sólo que no hizo lo correcto. Chantajear a su jefe en vez de detenerlo no hace nada para el bien común… que es lo que quieres hacer tú. ―Robert Stark no está recogiendo todos esos sin ninguna razón, Christopher ―dije, mirándolo a los ojos. Todavía tenía su brazo rodeándome, así que era difícil no mirarlo. Tampoco no notar sus labios, los cuales se veían tan besables. Pero intenté enfocar mi mente en cosas más importantes, tales como salvar a Nikki y su familia―. Estaba prestando atención a su discurso sobre Oratoria Pública. No tienen que ser el cuarto hombre más rico del mundo para hacer las cosas sin ninguna razón. Mañana a la noche tengo que ir a una fiesta en su casa. Si hay alguna posibilidad de descubrir lo que está haciendo, va a ser entonces… ―Vaya ―dijo Christopher, su brazo tensándose―. ¿Vas a confrontarlo? ―Bueno ―dije―, creo que va a ser nuestra oportunidad de terminar esto. De lo contrario… bueno, mis padres piensan entrar en bancarrota porque creen que pueden entrar campantemente en Empresas Stark, pagar mis contratos y acabar con esto. Algo que nunca va a pasar. Steven y su madre van a tener que vivir en la clandestinidad por siempre, por temor a lo que Robert Stark y sus compinches puedan hacerles. Y Nikki va a ser asesinada… o asesinarse… intentando ser quien

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solía ser. Entonces… sí. Voy a confrontarlo. Con tu ayuda, si estás dispuesto. ¿Qué piensas? ¿Estás dispuesto? Christopher no dijo nada inmediatamente. El taxi pasó emitiendo un ruido sordo a lo largo de Houston Street, llevándonos sólo Dios sabía dónde. Contuve la respiración, esperando su respuesta. Sabía que no podría hacer nada sin su ayuda. Lo necesitaba, y a su primo Felix, para irrumpir en el servidor principal de Stark y ver lo que pudieron descubrir. No pensaba que sería capaz de simplemente aparecerme frente a Robert Stark y decirle: “Cuéntamelo todo”. Necesitaba armarme con algo de información primero. Información que sólo ellos podían conseguir. Si buscaban en el lugar correcto. Y no estaba encriptado. Lo que probablemente estaría. Aun así. Al menos podían intentarlo… ―Estás loca ―dijo Christopher. Parecía enojado. Conmigo. Con él. Con toda la situación. Algo por lo cual no podía culparlo exactamente―. Todo este asunto se ha vuelto completamente loco. ―Lo sé ―dije, con un encogimiento de hombros. Secretamente, sin embargo, estaba animada. Un Estás loca no significaba un no. ―Ese sujeto de allá tenía un arma ―continuó Christopher―. Brandon Stark ni siquiera tenía un arma, y consiguió secuestrarte por medio de amenazas con hacerles cosas a tus amigos. ¿Cómo piensas que vas a enfrentar a su padre, quien es un verdadero gánster? ―Bueno ―dije. De repente, no me sentía tan animada. Había lágrimas reales en mis ojos―. Por eso te estoy pidiendo ayuda. Sé que no puedo hacerlo sola. Te necesito, Christopher. ―Tienes la puta razón ―dijo―. Es hora de que te dieras cuenta de ellos. Entonces me jaló con fuerza hacia él y me besó en la boca.

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Capítulo 14 Traducido por Shilo Corregido por Nanis

—¿D

ónde han estado? Eso era lo que Felix quería saber cuando aparecimos en su sótano una hora después.

Era obvio por su tono que no se refería a dónde acabábamos de estar, escapando de los gorilas de seguridad Stark y besándonos (bueno, un poco) en la parte trasera de un taxi. Se refería a dónde habíamos estado desde la última vez que nos vio. De hecho, no estaba segura que se hubiera movido de frente de su centro de comando de computadoras multipantalla desde la primera vez que lo conocí. Parecía tener puesta la misma ropa, jeans holgados, camisa verde de terciopelo y muchas cadenas de oro. La única diferencia, en realidad, era que habían muchos más platos vacíos apilados a su alrededor. Su mamá evidentemente le había estado bajando las comidas. Bueno, era difícil ser un hacker de computadoras bajo arresto domiciliario… aunque supuse que había algunas ventajas. Como emparedados y brownies de mamá, del piso de arriba. ―Acabamos de rebasar a un tipo de la seguridad Stark ―le informó Christopher―. Estaba siguiendo a Em. Tenía un arma. ―¿Em? ―Felix giró en su silla de escritorio sobre acolchada para mirarme con ojos entrecerrados. Luego asintió―. Oh, cierto. Leí el expediente médico. Sólo estás tomando prestado el cuerpo de Nikki Howard. Tu nombre real es Emerson… Watts, ¿verdad? ―Uh, espero poder quedarme con el cuerpo ―digo―. Conseguir que tu cerebro sea intercambiado en el cuerpo de alguien más no es bonito, sabes. ―Especialmente si es el cuerpo de Nikki Howard ―dijo Felix, y emitió un gruñido―. ¡Mamacita11, me gustaría tener algo de eso!

11

En español en el original.

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Christopher caminó hacia su primo y lo golpeó en la parte de atrás de su cabeza. ―Oye ―dijo severamente―, muestra algo de modales. Sólo porque vivas en un sótano no quiere decir que no tengas que actuar como un caballero alrededor de las mujeres. ―Ow ―dijo Felix, alcanzando su cabeza para apretarla―. Detente. Sólo estaba jugando. ―Está bien ―le dije a Christopher. En realidad sentía un poco de lástima por su primo. Tenía que ser difícil ser tan inteligente y aun así no tener ninguna salida, positiva al menos, para toda esa inteligencia. ―No ―dijo Christopher, sacudiendo su cabeza hacia mí. Felix pudo haber estado jugando, pero Christopher definitivamente no lo estaba haciendo―. No lo está. Me sonrojé. Christopher estaba siendo caballeroso conmigo ahora… … pero en el taxi, después de que me había empujado hacia él tan bruscamente y besado, me había alejado de él igual de bruscamente y murmurado: ―Perdón. No quería hacer eso. Lo había mirado fijamente asombrada, mis labios todavía hormigueando en donde sus labios habían magullado los míos, y dije: ―Christopher. Está bien. ―Créeme. Estaba más que bien. ―No ―había dicho―. No lo está. Entonces, todavía no estaba perdonada. No todavía. Era sólo que no podía evitar besarme de vez en cuando. Los chicos son tan extraños. Ahora señaló a uno de los monitores enfrente de Felix, que estaba cargando información. ―¿Todavía estamos conectados a la computadora central de Stark? ―preguntó. ―Síp ―dijo Felix. Sonaba molesto. Se inclinó en su silla para que pudiera descansar sus gigantescos pies en una de las cajas de leche que componían su centro de comando reconstruido, cercanas a algunos de los platos vacíos―. No es como que estén haciendo algo interesante. Estoy más aburrido en este hackeo que con todos los Stargates combinados.

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―En realidad están haciendo mucho que es interesante ―dijo Christopher―. Están almacenando toda la información que están subiendo las personas que compraron el nuevo Quarks. Esta información sobresaltó tanto a Felix que saltó, bajando los pies de la caja de leche y accidentalmente botando todos los platos también, provocando que cayeran al suelo con estrépito. Pareció que no se dio cuenta o que le importara, inclusive. Sus dedos empezaron a volar sobre el teclado frente al monitor Stark. ―Santa mierda ―dijo viéndose, por primera vez, de verdad despierto y emocionado―, ¿por qué no lo dijiste en primer lugar? ¿Por qué les importaría un montón de información de las laptops de estudiantes plásticos e insignificantes? No tiene sentido. ¿Dónde lo están almacenando? No lo estoy viendo. ―Tomó un sorbo de una de las Coca-Colas que su mamá había bajado para nosotros (la tía Jackie estaba muy feliz de verme. Su esposo había adquirido para ella la colección completa de fragancias de Nikki Howard para Navidad y quería que firmara la caja con el rostro de Nikki Howard sonriendo seductoramente desde ella)―. ¿Dónde la están poniendo? ―¿Qué quieres decir con que no lo estás Christopher――. ¿Puedes encontrar la información o no?

viendo?

―demandó

―Oh, está aquí ―dijo Felix, sorbiendo la Coca―, su encriptado es una broma. Nunca he visto una corporación tan soberbia. Es como si pensaran que nadie puede tocarlos. Y tal vez es por eso que nadie se ha preocupado suficiente para hacerlo. Pero, digo, no puedo decir para qué quieren toda esta mierda. Tienen páginas de Facebook y Flickr de chicos, hasta sus registros dentales. ¿Para qué querrían eso? Y aquí hay un montón de presupuesto para reservaciones en línea. De Priceline12 y cruceros y viajes escolares de vacaciones de primavera… ―¿Tal vez quieren introducirse en el negocio de los viajes? ―aventuré con un encogimiento de hombros―. Stark no tiene una aerolínea comercial. ―Fénix ―dijo Felix. ―¿Quieren establecer su centro de operaciones de viaje fuera de Phoenix? ―preguntó Christopher, confundido. ―No ―dijo Felix. Su popote golpeó el fondo de la lata de soda―, así es como están llamando la base de datos donde están guardando todos estos archivos. Proyecto Fénix. Christopher me miró con la mirada vacía. 12

Priceline: Agencia de viajes.

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―¿Qué hay en Fénix? Me encogí de hombros de nuevo. ―¿Desierto? ―Ciudadanos jubilados ―dijo Felix, cuando Christopher lo miró a él―, personas viejas que conducen carritos de golf. En pasteles. ―Búscalo ―le dije Christopher a Felix. Felix suspiró, y escribió la palabra Fénix13 en un motor de búsqueda. ―Fénix ―leyó, cuando apareció la definición―, pájaro de fuego mítico y sagrado con un ciclo de vida de mil años, cerca del final en el cual construye un nido de ramas de mirra, se quema a sí mismo, y renace de nuevo entre las cenizas. Nos vemos los unos a los otros con la mirada vacía. ―Tal vez sea un nuevo videojuego ―sugerí―, y los datos que han recolectado son los de las personas que tienen las puntuaciones más altas en Journeyquest o algo. Y quieren enviarles a ellos el juego para probarlo. ―Entonces deberían habérmelo enviado a mí ―dijo Christopher, viéndose (justificablemente) ofendido. ―Síp ―dijo Felix, haciendo clic en la página de Facebook de uno de los nuevos dueños de Quark―. Y de ninguna manera este perdedor juega Journeyquest. Mírenlo. Hola, soy Curt. Me gusta la banda Dave Matthews. Sólo tomo café cultivado orgánicamente. Iré a hacer senderismo con mi perro en Seattle para fin de mes. Yo apesto. Miré el perfil de Curt. Definitivamente no era un jugador. Enlistaba correr y andar en bicicleta como sus pasatiempos. Era atractivo, sin un gramo de grasa corporal en él. Le gustaban los perros y sus sobrinos y quería salvar a las ballenas. Todas las que eran cualidades admirables y era mezquino de Felix que se burlara de él. ―Muéstrame otro ―dije. ―Hola ―dijo Felix, dándole clic a otro perfil―. Soy Kerry. Oooooh. Kerry es sexy. Le gusta escribir y los atardeceres. A mí también me gusta escribir y los atardeceres, Kerry. Miren eso, Kerry va a ir a Guatemala para ayudar a enseñarle a niños a leer el próximo mes. Eso es bueno por parte de ella. ¿Qué más saben los Stark acerca de Kerry? Revisemos sus expedientes médicos. Tuvo que mandarlos por correo electrónico al programa con el que está yendo a Guatemala. Oh, miren 13

Fenix: Juego de palabras entre la capital del estado de Arizona, Phoenix, y el nombre del proyecto mencionado.

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eso. Ni siquiera caries. Sorpresa. Esos compradores de Quark son demasiado saludables. ¡Cómete una hamburguesa con queso, Kerry, nadando en grasa! ―Felix les estaba gritando a los monitores. Felix se agitaba muy fácilmente. Tal vez era toda la cafeína y azúcar en las Coca-Colas que tomaba. ―Es raro ―dije―, que todos sean tan saludables. ―O ―dijo Christopher, mirándome―, alguien en Stark está revisando estos datos a propósito. ―¿Y sólo salvando los archivos de los saludables y atractivos? ―Miré de soslayo a la fotografía de Facebook de Kerry. Estaba de pie en el sol en un sendero, usando una camiseta y shorts. Se veía delgada y con la cara fresca y feliz. ―¿Pero por qué? ―preguntó Felix, alcanzando la Coca que yo no había tocado (el cuerpo de Nikki no podía soportar la cafeína o el jarabe de maíz con alto contenido de fructosa)―. Odio a la gente saludable. ―No lo sé ―dijo Christopher―. ¿Pero qué más tienen en común? ―Cuidan mucho sus cuerpos ―aventuré. ―Todos son atractivos ―dijo Felix. ―Y todos tienen objetivos ―dijo Christopher―, en sus vidas. ―Robert Stark está formando un ejército ―dije con asombro. ―Síp ―dijo Felix sarcásticamente―. De gente realmente aburrida.

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Capítulo 15 Traducido por flochi y Lapaskis Corregido por Nanis

—O

h, gracias a Dios que estás aquí ―dijo Gabriel, abriendo la puerta de su apartamento. No pude entender por qué estaba tan contento de

vernos. No al principio.

Me había ofrecido a venir a su apartamento con algo de comida para llevar, dándome cuenta de que no iba a resultar de ayuda en resolver el misterio del Proyecto Fénix… … al menos, no al sentarme por ahí, leyendo archivo tras archivo de los increíblemente apuestos propietarios de Stark Quark. Esto era algo que Christopher y Felix podían hacer solos. Así que puedes imaginarte mi sorpresa cuando Christopher dijo que vendría conmigo con Gabriel. No me preguntes por qué. No me agarró o volvió a besar, o suplicó una explicación de por qué lo había hecho en el taxi esa tarde. Hasta donde sabía, todavía me odiaba y planeaba continuar haciéndolo indefinidamente. No pude evitar desear poder ser más como Nikki. Estoy segura de que ella había tenido a un montón de chicos que jugaron raros juegos con ella. Ella no aguantaría las impertinencias de Christopher por más de cinco minutos. Me habría encantado preguntarle cómo lidiaba con tipos como él. De hecho, lo habría hecho si… … si pensara que podría salir de ello sin que me diera un puñetazo en la boca y exigiera otra vez que le devolviera su cuerpo. Dentro del restaurante Tai donde habíamos ido a recoger la comida, había estado cálido y había olido increíblemente bien. Había ordenado algo de casi todo para llevar, luego me senté a esperar por la comida en una silla de vinilo rojo acolchado con Cosy en mi regazo mientras Christopher se sentaba junto a nosotros, mensajeandose con a Felix en su teléfono celular. Después de un rato de intentar ignorar la presencia de Christopher: sus labios muy besables y manos grandes y curtidas, se me ocurrió: Espera un minuto. No tenía que pedirle a Nikki consejos. Podría directamente exigirle una explicación a Christopher sobre dónde nos encontramos cómo pareja. Me lo merecía, al menos.

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O sea, hemos sido amigos por años antes de haber sido novio-novia (si éramos incluso eso). De todos modos, ¿a qué le tenía miedo? Era sólo un chico de preparatoria. Yo era la alucinante Nikki Howard, supermodelo. Aunque no lo fuera, realmente. De todos modos, ¿por qué estaba tan asustada de lo que él iba a decir? Ya nos habíamos hecho bastante daño mutuamente como posiblemente podíamos. ¿Qué más podríamos hacernos el uno al otro? Y Lulu había dicho que necesitábamos comunicarnos más. ¿Cierto? ―Christopher ―había empezado, luego de respirar hondo y decirme que fuera valiente. Después de todo, él me había besado, ¿no? Eso tenía que significar que me seguía queriendo, al menos un poco―. ¿Qué es exactamente…? ―No ―dijo. Ni siquiera alzó la mirada de su teléfono celular. ―¿No qué? ―pregunté, ofendida. ¡O sea, en serio! ¡Lo menos que pudo haber hecho fue mirarme! ―No empieces a hablar de nuestra relación ―dijo. ¿Cómo lo había sabido? ¿Cómo es que siempre saben? ¿Qué tienen, acaso algún tipo de radar? ―Uh ―dije. Ahora no solamente estaba ofendida. Estaba enojada. No era una chica del tipo llorona de quiero saber a dónde va nuestra relación. No lo había traído a colación ni una sola vez, no en todo el tiempo que salimos. El cual, está bien, había sido como, dos semanas. Y una gran parte de ese tiempo había estado conviviendo con Brandon Stark… en contra de mi voluntad. Pero aun así. ―Creo que tengo derecho a saber dónde se encuentra actualmente nuestra relación ―dije indignada―. Porque seré sincera: si vas a seguir jugando estos juegos mentales, voy a empezar a ver a otras personas. ¡Sí! Sonó bien. Como algo que Lauren Conrad o alguien diría. No es que Lauren Conrad sea un gran modelo a seguir o algo. Pero, ¿quién más que las chicas solteras para guiarnos durante estos complejos tiempos modernos? En serio, todos los demás están divorciados. Christopher bajó el celular y me miró fijamente con una expresión de total incredulidad.

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―¿Qué? ―dijo. Su voz sin entonación. ―Es la verdad ―dije. No quería entrar en una pelea en un lugar de comida Tai para llevar de Brooklyn. Pero vamos. Una chica tiene que tener estándares. ―No puedes simplemente rescatarme dos veces, besarme un montón de veces y luego actuar como si ni siquiera te importara. ―Tiré de un poco de mi cabello―. No tengo tiempo para este tipo de juegos. Tengo que saber. O estás conmigo o no. Si lo estás, fantástico. Si no, deja de besarme. Es lo justo. Estuvo bien. No tenía idea de dónde estaban saliendo estas cosas, ni nada. Pero me gustaba. ―Bueno ―dijo Christopher―. A decir verdad, en este momento, realmente no estoy contigo. Porque actúas como alguien que no conozco. Y no es lindo. Herida, intenté hacer pasar las lágrimas en mis ojos como una reacción a toda la grasa caliente en el aire de las frituras. Quizá Lauren Conrad no era tan buen modelo a seguir después de todo. ―No actúo como nadie ―dije―. Salvo yo misma. Dijiste que necesitaba madurar, y eso es exactamente lo que estoy haciendo. Solo pido algo de honestidad de tu parte. Realmente me gustas, y quiero saber si tú… ―Jesús ―dijo Christopher. Levantó el celular en el aire otra vez. No pude evitar notar que se estaba ruborizando―. ¿Podrías dejar de decir eso? ―¿Decir qué? ¿Qué me gustas? Tenía que admitirlo, torturarlo era algo divertido. ―Sí ―dijo, pareciendo extremadamente incómodo―. Lo sigues diciendo, pero no actúas como si te gustara. ―¿Cómo que no actúo como si me gustaras? ―exigí. Ahora yo me estaba ruborizando. Realmente esperaba que el cajero sentado a unos pocos metros que se quedó mirando fijamente al espacio no hablara lo bastante bien el inglés como para saber lo que estábamos diciendo. ―En primer lugar, ir en avión a la casa de playa de Brandon Stark ―señaló―. Y dejar que todo el mundo pensara que estás enamorada de él y no de mí, en segundo lugar. Entonces, cuando llego a rescatarte, ni siquiera te quieres ir conmigo… ―Oh, ¿podrías dejar pasar eso? ―exigí―. ¡Ya te lo expliqué!

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―Simplemente no puedes decir que lamentas algo y esperar que todo mejore ―dijo Christopher―. Puede que me ames, pero no actúas en base a ello. No confías en mí. ―¡Te llamé hoy cuando estaba siendo seguida! ―le recordé. ―¿Fui la primera persona a la que llamaste? ―preguntó. Me sentí ruborizar con más fuerza. ¿Cómo había sabido que llamé a Lulu primero? ―Fuiste la primera persona que pensé en llamar ―dije―. Pero fuiste muy malo conmigo en el avión. Toda esta cosa del supervillano malvado que está pasando contigo. No es muy atractivo, sabes. Era en cierta forma lo opuesto a poco atractivo, en realidad, pero no quería que lo supiera. Sólo animaría su mal comportamiento. Como ahora. Puso los ojos en blanco y volvió a su teléfono celular. Fue en este punto que mi celular sonó. Era Gabriel, llamando para preguntarme qué tan pronto llegaríamos. ―Uh ―dije―. Muy pronto. ―Es sólo que ―dijo―, mientras más pronto llegues mejor, en realidad. ―Oh, ¿por qué? ―pregunté. ―Lo verás cuando llegues ―fue todo lo que dijo Gabriel, con una voz un poco agitada. Me había parecido muy misterioso, pero no dijo nada más. Íbamos a tomar el metro hasta la casa de Gabriel para confundir más a cualquiera de Stark que podría estar siguiéndonos. Pero terminamos con tantas bolsas de comida, que otro taxi pareció la mejor idea, así que Christopher finalmente le hizo señas a uno, nuestra discusión en suspenso indefinidamente, y llegamos a casa de Gabriel sin nadie que pareciera venir detrás de nosotros. Ni, cuando miramos de un lado y otro de la Avenida A y Sexta, donde Gabriel vivía, vimos a alguien que pareciera fuera de lugar: en pantalón planchado y zapatos, acechando. Cuando abrió la puerta de su apartamento, me di cuenta acerca de todo el comentario misterioso de Gabriel, sin embargo. No estaba preocupado de que seguridad de Stark apareciera inesperadamente. Su ansiedad se debía a que su departamento de soltero se había convertido en un improvisado salón de belleza. Lulu estaba allí, haciendo su magia. O intentándolo, al menos. ―Mira ―le estaba diciendo a Nikki―, ya no estás hecha para ser una rubia, Nikki. Afronta los hechos.

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Una Nikki, sentada en un taburete en el centro del salón de Gabriel, su gusto parecía inclinarse hacia el medio siglo moderno. Tenía una vibra muy de los cincuenta, con sillones bajos y una mesita de café cortada como una piscina de la forma de un riñón, y alfombras afelpadas apiladas, arte moderno, obras. Era muy de la vieja escuela, era hosco. ―No ―Nikki estaba furiosa―, siempre he sido rubia. Siempre seré rubia. ¡Quiero permanecer rubia! Nikki tenía pedazos de aluminio que salían por todas partes de su cabeza, lo que indicaba que algo de naturaleza química ya estaba pasando en su pelo. Simplemente no parecía ser lo que ella quería. ―Confía en mí ―estaba diciendo Lulu―, vas a parecer adorable. Por una vez tu interior va a coincidir con tu exterior. Esto sonaba ominoso. ―Sólo dale una oportunidad ―dijo Lulu―. Igual que la sombra de ojos de color púrpura que estaba probándote. Va a resaltar el verde de tus ojos. ―Te lo dije ―Nikki se enfureció un poco más―, quiero ser rubia. ―Clavó un dedo en mi dirección cuando Christopher y yo entrábamos con las bolsas del restaurante tailandés―. ¡Cómo ella! ¡Cómo solía ser! Steven, sentado en la mesa de la cocina de Gabriel, hojeando una revista sobre arquitectura, Gabriel tenía docenas de ellas por ahí, había saltado tan pronto como nos vio. ―Eso huele increíble ―dijo, quitándonos todas las bolsas que llevábamos―. Ustedes dos son una salvación. Se sentía bien ser llamado salvación, incluso si todo lo que habíamos hecho fue traer la cena. La señora Howard se había encerrado en una de las habitaciones con migraña y no quería salir. Pude ver totalmente por qué. Se veía como si un tornado hubiera golpeado el apartamento de Gabriel. Había bolsas de compras de tiendas como Intermix y Scoop esparcidas por todas partes. Cómo Lulu había logrado comprar tanto para Nikki en tan poco tiempo, nunca lo sabría. ―Ni siquiera sé por qué estamos haciendo esto ―se quejó Nikki mientras Lulu limpiaba el maquillaje de su cara―, ya que simplemente voy a conseguir pronto mi viejo cuerpo de vuelta. Todo es un punto silencioso. ―Discutible ―la corrigió Gabriel, mientras sacaba unos platos de un armario de la cocina―. Un punto discutible.

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―Eso es lo que dije. ―Nikki le miró airadamente. Era extraño, pero incluso con los pedazos de aluminio saliendo de su cabeza como si fueran antenas extraterrestres, ya se veía mejor. Lulu le había puesto una especie de top halter negro que acentuaba sus hombros cremosos y jeans que no eran míos y realmente le marcaban la curva de sus caderas. Estaba empezando a verse… bueno, linda. Una linda extraterrestre. Pero linda―. Y nadie te ha preguntado, príncipe Guillermo. ―Oh, eso es muy agradable ―dijo Gabriel. Prácticamente le estaba gruñendo. Nunca lo había visto lucir tan agotado―. Estoy dándote refugio en mi casa, arriesgando mi vida por hacerlo, y te burlas de mi acento. Es sumamente agradable tenerte alrededor, ¿lo sabías, Nikki? ―Muérdeme, Harry Potter ―dijo, con una sonrisa burlona. Me miró con impotencia. ―¿Ves? ―preguntó―. ¿Ves lo que tengo que aguantar? Me sentí mal por haber arrastrado a esto a Gabriel, que realmente había sido un espectador inocente en todo esto. ―Toma un poco de pad see ew ―dije, dándole un envase. Fue lo único que se me ocurrió como forma de compensarle por todo. ―Oh, muchas gracias ―dijo. Estaba bastante segura que estaba siendo sarcástico. Una alarma se disparó. Lulu miró su teléfono celular y chilló. ―Es hora de aclarar ―dijo, y agarró a Nikki tirando de ella fuera del taburete y yendo al cuarto de baño. Nikki se fue con ella, pero no sin quejarse. Cuando la puerta se cerró, Steven se volvió hacia nosotros y dijo: ―Si no encontramos una manera de salir pronto de este lío, creo que nos volveremos todos locos. ―Voy a meter una bala en mi propio cerebro. ―Gabriel sonaba lúgubre―. No voy a esperar a que Stark lo haga. Tu hermana me conducirá a ello, Howard. Sin ánimo de ofender. ―Sé lo que quieres decir ―dijo Steven mientras se sentaba en el mostrador de la cocina y metía la mano en un envase con curry de panang sin esperar a poner nada de ello en uno de los platos que Gabriel había proporcionado―. Siempre ha sido así, si no consigue lo que quiere.

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―Así es como llegó donde está hoy ―dije. Cuando todo el mundo me miró, añadí―: Bueno, es decir, es una de las modelos de moda mejor pagadas del mundo. ―Y también alguien a quien uno de los hombres más ricos del mundo la quiere muerta ―señaló Steven. ―Bueno, no recuperará su antiguo cuerpo ―dijo Christopher, metiendo algunos fideos tailandés en su boca―. Por más que crea lo contrario. Parpadeé hacia él. Afirmó odiarme, luego me besó y salía en mi defensa en todo momento posible, aunque insistía en que no podíamos volver a estar juntos debido a mis problemas de confianza. ¿Qué le estaba pasando? ―Lo sé ―dijo Steven―. Pero no podemos seguir viviendo en la clandestinidad durante mucho más tiempo. Y a Gabriel no le podemos pedir que nos aguante para siempre. Un sonido de gritos salió del cuarto de baño. Hubo un golpe, y luego el sonido de rociar agua. Luego la voz de Nikki gritaba: ―¡Lulu! ¿Qué has hecho? ―Su voz fue ahogada por el sonido de un secador de cabello. Gabriel miró hacia el techo, como si estuviera rezando por paciencia. ―¿Alguno de ustedes ha oído hablar de algo llamado Proyecto Fénix? ―quiso saber Christopher. ―Fui a Phoenix una vez ―dijo Steven, masticando―. Buen clima. ―¿Es una banda? ―preguntó Gabriel―. Creo que los escuché una vez en Gales. ―Estoy bastante seguro de que no es una banda ―dijo Christopher―. Es algo en lo que Robert Stark está trabajando. ―Entonces, ni idea ―dijo Gabriel. ―¿Qué es? ―preguntó Steven. Christopher les puso al corriente de lo poco que sabíamos hasta ahora sobre el Proyecto Fénix. La explicación nos llevó hasta casi terminarnos la mayor parte de los fideos tailandeses y los restos de pad see ew. ―No tiene sentido ―dijo Steven, cuando Cristopher terminó. ―Lo tiene ―dijo Christopher―. Simplemente no podemos verlo.

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―Vi en las noticias de hoy ―dijo Gabriel―, que están construyendo un ascensor al espacio. Todos nos volvimos a mirarlo. ―Bueno, lo hacen ―dijo, tragando saliva―. Una empresa norteamericana. En lugar de mandar una lanzadera cada vez que tengamos que enviar algo a la estación espacial, sólo tendremos que mandarlo en un ascensor que están construyendo en una plataforma móvil marítima que hará todo el camino hasta el espacio. Tiene sentido, ¿no creen? De todos modos, tal vez eso es lo que es el Proyecto Fénix. El ascensor espacial privado de Robert Stark. Christopher se encogió de hombros. ―Tiene más sentido que cualquier otra cosa. Fue en ese momento que la puerta del baño se abrió y Lulu y Nikki salieron. O por lo menos, tenía que ser Nikki. Porque esa era con la que Lulu se había metido en el cuarto de baño. Pero la chica con la que salió parecía completamente diferente. Tenía el cabello oscuro y ondulado, en lugar del castaño liso de Nikki, y un cutis radiante en lugar del aspecto apagado de Nikki con la piel demasiado maquillada. Y había un rebote en su paso que nunca había notado antes en Nikki. Llevaba un holgado top negro de cintura imperio y un pantalón ajustado que se adaptaba perfectamente a su figura. Su paso no era el único lugar donde había rebote, tampoco. ―Cielos ―dijo la chica groseramente, cuando nos vio mirándola. Y por nosotros, me refiero sobre todo a Christopher y a Gabriel, aunque Steven y yo también estábamos un poco con la boca abierta―. Venga, haz una foto. Así durará más. Bueno. Después de todo, sí era Nikki. ―Nikki ―dije, sintiéndome un poco estupefacta―. Te ves… muy bien. ―Las gargantillas son tan 2005 ―dijo Nikki, palpando el cráneo de plata y huesos cruzados sobre la cinta negra aterciopelada en su cuello. ¿De verdad pensaba que sólo estábamos mirando la gargantilla?―. Es lo que le dije a Lulu. Pero por alguna razón, esto funciona. ―Todo esto funciona ―dijo Gabriel. Me di cuenta de que estaba sosteniendo el tenedor lleno de pad see ew congelado a medio camino a su boca. Sonaba un poco sin aliento.

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―Imagino que nadie de su vida pasada la reconocerá ―dijo Lulu, dando a uno de los nuevos rizos de Nikki una palmadita―, en un nuevo cuerpo como este. ―Puedes decir eso otra vez ―dijo Christopher. Le di un codazo, con fuerza. ―Uf ―dijo, y cerró rápidamente la boca después de darme una sonrisa un poco diabólica. Gabriel, sin embargo, siguió mirando. ―Es muy retro ―aventuró. ―Sí ―dijo Lulu, mirando de manera significativa en torno a la decoración de Gabriel ―. ¿Verdad?

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Capítulo 16 Traducido por LizC y Selene1987 Corregido por Nanis

C

uando me desperté a la mañana siguiente, no estaba en la cama sola. Tampoco me refiero a solo Cosabella. O, por desgracia, Christopher.

Estaba una agente de uno ochenta de alto en una chaqueta y falda de seda color berenjena sentada en el borde de mi colchón, escribiendo mensajes de texto con locura, con las piernas cruzadas y un Jimmy Choo balanceándose arriba y abajo en el extremo de los dedos de sus pies. Cuando se dio cuenta que mis ojos estaban abiertos, Rebecca hizo una pausa, sus pulgares cerniéndose sobre su BlackBerry, y dijo: ―Por fin. Pensé que nunca ibas a despertar. ¿Tomaste diez miligramos de Ambien o algo así? Realmente deberías reducirlo de nuevo a cinco. Bueno, vas a salir de la cama, ¿o qué? Tenemos muchas cosas que hacer, Nikki, y realmente no tenemos todo el día. Muévete. Luego volvió a enviar mensajes de texto. Esto en serio no era como había soñado comenzar la mañana. En mis fantasías, había planeado despertar con un caliente, aunque ligeramente malvado, chico de undécimo grado entre mis sábanas. Pero había sido incapaz de atraer a Christopher a mi apartamento después que nos habíamos detenido en casa de Gabriel, dado que decidió volver a casa de su primo Félix para continuar trabajando en el enigma del Proyecto Fénix. También estaba el pequeño detalle de su continuo disgusto por mis “problemas de confianza”. Sabes que si un adolescente rechaza una invitación al apartamento de una chica soltera, es malo. Muy malo. El tipo realmente debe odiarme. ¿Qué iba a hacer para convencerlo de que yo ya confiaba en él? Mis problemas de relación no me estaban poniendo exactamente en el estado de ánimo para la visita matutina de mi agente.

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―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunté a Rebecca a medida que arrastro una almohada sobre mi cabeza, perturbando a Cosabella, que había estado durmiendo a pierna suelta hasta que hice esto. Tremenda vigilante que era. Robert Stark podría haber enviado a veinte de sus hombres de confianza para matarme mientras duermo, y ella no hubiera hecho nada más que resoplar y darse la vuelta para ponerse más cómoda. ―Tienes un gran día hoy ―dijo Rebecca, todavía golpeando su pequeño teclado―. La fiesta en Robert Stark. Y luego el espectáculo de lencería los Ángeles de Stark esta noche. En vivo, en caso de que no recuerdes. Es la víspera de Año Nuevo. ¿El sujetador de diamantes? ¿Tu gran debut en la televisión? ¿Mil millones de potenciales televidentes? Y digamos que no has estado entre mis clientes más confiables últimamente. Todo esto de huir para desaparecer en jets privados e irrumpir en los complejos junto a la playa de la gente. Quería asegurarme que te levantaras a tiempo para arreglar tu cabello, tener tu maquillaje y accesorios listos. ―Lanzó una mirada hacia mí―. Tus raíces están viéndose. ¿Y cuánto tiempo ha pasado desde que has recortado tus cutículas? Tus uñas son un desastre. ¿Y cuándo fue la última vez que te enceraste ahí abajo? ¿Tengo que recordarte que vas a usar prácticamente tanga en televisión nacional esta noche? En serio, ¿qué fue esa cosa con Brandon Stark en Carolina del Sur? No es que no aplaudo tu iniciativa. Es un chico rico. Pero, ¿no puedes hacer que compre una casa en algún lugar cercano? ¿Los Hamptons? Toda tu gente está por aquí, cariño. Sabía lo que quería decir con gente. Mi peluquera. Mi manicurista. Mi depiladora. Mi facial. Mi estilista. Mi nutricionista. Mi entrenador. Mi publicista. Mi agente. Se necesita un pueblo entero para hacer que alguien se vea tan bien como Nikki Howard. Sería un error pensar que se vería tan bien como lo hacía naturalmente. Quiero decir, había un poco de genética involucrada, pero el trabajo en equipo (y Photoshop) tenía mucho que ver con eso, también. Pero parte de estar en casa de Brandon es que había sido en cierto modo agradable, por una vez, no haber estado rodeada de toda esa gente. Solo había sido… bueno, yo otra vez. Para variar. Me quedé allí, sin moverme. ¿Quién había dejado entrar a Rebecca? ¿Karl, el portero? ¿Debido a que la conocía tan bien? Bueno, Karl y yo íbamos a tener unas palabras. Porque esto era inaceptable. ¿Lulu? Lo dudaba absolutamente. ¿Por qué no me habría despertado para decirme que Rebecca estaba al acecho? Esto no era típico de Lulu… y para nada como hubiera querido comenzar mi día. Hubiera querido quedarme aquí, abrazando la memoria de Christopher besándome tan bruscamente en el taxi (¿por

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qué no podía retroceder el tiempo y volver a ese momento y hacerlo todo de nuevo, solo que bien, para que no discutiéramos después?). Excepto que no podía. Ya que Rebecca estaba inclinándose y golpeando mi trasero. ―¡Levántate! Y asegúrate de comer un gran desayuno. Y almuerzo. No me importa si apareces un poco achispada en la televisión esta noche, no puedo tenerte desmayándote en mí otra vez, como lo hiciste en la apertura de Megastore. Nada de hipoglucemia hoy. ¡A trabajar! ¡Trabajar, trabajar, trabajar! Rebecca se levantó y se tambaleó fuera de mi habitación en sus increíblemente altos tacones. ―El auto viene a recogerte para la fiesta Stark a las siete ―gritó―. Más te vale que estés aquí, o te cortaré en pedacitos y te daré de alimento para las otras modelos que represento. Créeme, están lo suficiente hambrientas para comer cada pequeño bocado. Salió resonando sus tacones de la habitación. Unos segundos más tarde, oí las puertas del ascensor abrirse, y sus tacones caminando en él, hablando en voz alta en su teléfono celular. ―¿Qué? ―estaba diciendo―. No, no la pitón. Dije que la piel de lagarto. No ¿Puede alguien seguir instrucciones sencillas ya? ¿Qué está mal en el mundo? Suspirando, me levanté de la cama, Cosabella lanzándose rápidamente detrás de mí, porque en la mañana es cuando le llega su primer plato de comida del día (no tengo ni idea de cómo Cosabella come tanto y permanece tan delgada. Posiblemente es porque nunca deja de moverse, excepto cuando cae en un profundo sueño en mi cuello por la noche). Cuando abro la lata de Cosabella en la cocina, me preguntó si Christopher y Félix habían hecho algún progreso tratando de averiguar cuál era el Proyecto Fénix. Obviamente, iba a tener que husmear tanto como pudiera cuando fuera a la casa de Robert Stark en el Upper East Side. Pero habría sido agradable tener alguna pista de lo que se suponía debía estar husmeando. Estaba reuniendo un poco de la comida de olor desagradable de Cosy en su plato cuando oí un sonido, me enderecé, solo para ver a una figura masculina muy grande, casi desnuda saliendo a hurtadillas de la habitación de Lulu. Grité lo más fuerte que pude, haciendo que Cosy saltara cerca de un metro en el aire, y que el hombre gritara casi tan alto como yo.

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―¡Em, soy yo! ―gritó el hombre, y cuando mis ojos tuvieron tiempo de ajustarse después de que estuvieran girando en círculos de conmoción, vi que se trataba, en efecto, de alguien que conocía. Alguien que era, de hecho, Steven Howard, hermano de Nikki Howard. En camiseta, calzoncillo, y calcetines. ¡Saliendo de la habitación de Lulu! ¡Con su cabello rubio sobresaliendo por todas partes salvajemente, como si acabara de despertarse! Y ahora Lulu estaba saliendo de su habitación justo detrás de él, vistiendo uno de sus negligés lujosos y frotándose los ojos toda soñolienta, dijo: ―¿Stevie? ¿Ocurre algo? Me pareció oír a alguien gritar. Oh, no. No, no podía manejar esto. No a primera hora de la mañana (a pesar de que una mirada al reloj del microondas me dijo que estaba más cerca del mediodía que de la mañana). ¿Steven y Lulu? Quiero decir, ya sabía que ella quería que sucediera, quería que sucediera más que cualquier cosa, pero… ―Oh, hola, Em ―dijo Lulu, dándome una sonrisa somnolienta―. No sabía que estabas en casa. Pero Steven era… bueno, era… ¡era mi hermano! ¿Cierto? Tal vez no técnicamente, pero… en realidad, sí, lo era. Técnicamente. Esto estaba tan… tan mal. Tan asqueroso. Tan… tan típico de Lulu. ―Steven pasó la noche aquí ―dijo Lulu, como si fuera la cosa más natural del mundo, yendo a la nevera y abriéndola―. Somos pareja ahora. ¿Qué es lo que quieren para el desayuno? ¿Huevos revueltos? A Steven le gustan sus huevos revueltos, ¿no es así, Steven? Steven permaneció allí de pie en sus calcetines y ropa interior, tornándose de un brillante color rojo radiante. Pero no tan rojo como yo pude sentir que me ponía. ―Uh, hola, Em ―estaba diciendo Steven. Había ido a sentarse detrás del mostrador de la cocina en uno de los taburetes, de modo que el hecho de que estaba en ropa interior no fuera tan evidente―. Lo siento mucho por esto. No sabíamos que estabas en casa. Yo, uh, comprobé el generador de ruido acústico. Sigue trabajando. No hay micrófonos en el desván. Así que, aquí estamos a salvo. ―Bueno, eso está bien, supongo ―dije. Estaba contenta de haberme puesto mi pijama de franela arcoíris. Me cubría desde el cuello hasta los pies.

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―Steven y yo estamos muy enamorados ―dijo Lulu, sonriendo en éxtasis mientras apilaba los huevos, la mantequilla, el queso y la crema al lado de la estufa―. Me dijo que me amaba ayer después de dar a Nikki su cambio de imagen. Ella se ve tan bien ahora. Estaba muy feliz. Estaba muy feliz, ¿cierto, Stevie? ―Lo era ―dijo Steven. Aún estaba ruborizado. Era raro ver sus mejillas poniéndose del mismo color que mi pijama―. Fue raro ver feliz a Nikki, por una vez. ―Dice que va a ir a la universidad ―dijo Lulu―. A la escuela de comercio. Fue idea de Gabriel. Ella y Gabriel se llevan extrañamente bien. Cuando no le está diciendo nombres. Ojalá no fuera tan abusiva con él, no es muy bonito. Pero supongo que no podemos esperar milagros. Oh, Em, ¿estás bien? Creo que les estaba mirando demasiado, y había olvidado respirar. Cerré mi boca con un sonido bastante audible. ―Uh-huh ―dije, y asentí. ―¿Somos Steven y yo? ―preguntó Lulu, mirando al hermano de Nikki, como si no pudiera entender por qué estaba tan sorprendida―. Dijo que sentía el haber soltado de repente que me quería, que simplemente salió ―siguió Lulu, rompiendo varios huevos en un cuenco―. Pero no dejaría que lo retirara. ¿No? Steven meneó su cabeza. ―No lo haría ―dijo. ―Sé que lo decía de verdad, y que estamos destinados a estar juntos para siempre. Porque soy la futura señora del capitán Steven Howard. ―Lulu se veía pensativa mientras encendía la cafetera―. Vaya. ¿Soy sólo yo o eso suena realmente bien? Señora del capitán Steven Howard. ―Nos miró a mí y a Steven―. Voy a mantener mi apellido de soltera para mis álbumes, por supuesto. Abrí mis ojos hacia Steven. ¿Sabía siquiera en lo que se había metido?, me pregunté. Me lanzó una sonrisa tímida. ―¿Qué puedo decir? ―Encogió sus hombros desnudos―. La quiero. Sacudí la cabeza con asombro. Clávenle un tenedor. Steven lo hizo. Lulu le había atrapado, se tambaleó hacia él, le había cocinado y le había servido con una salsa de limón y ajo. Y él se veía bastante contento por ello, aparte del enrojecimiento. ―Vaya, chicos, eso es muy dulce ―dije, sintiéndolo de verdad.

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Salí de la cocina hacia el salón, porque tenía mucho que hacer. Rebecca había dejado una lista. Aparentemente, iba a venir una estilista con una selección de vestidos para que eligiera llevar a la fiesta de Robert Stark, sin mencionar mi depiladora (Katerina, quien normalmente nos hacía el servicio a Lulu y a mí, había resbalado… al menos en el departamento depilatorio. Lo que estaba bien. Era un poco raro que la persona que limpiara tu baño también te depilara), peluquera, la de las uñas… ―¿Sabes qué? ―siguió Lulu, haciéndole una taza de café a Steven―. No me había dado cuenta antes, pero los dos tienen el mismo color de ojos. Los azules de Robin. Es mi color favorito. Los dos. ―Se giró de mí a Steven con la mirada más tonta que jamás había visto―. ¡Es como tener el cielo en sus caras! Oh, vaya. ¿Y yo pensaba que Steven estaba mal? Lulu también. ¿Así eran las personas que se enamoraban? Tal vez por eso las cosas entre Christopher y yo no funcionaron. No me quería convertir en una zombie tonta como esos dos. El timbre del interfono sonó. Sintiéndome aún un poco aturdida por mi descubrimiento, me acerqué a él y cogí el auricular. Era Karl, haciéndome saber que mi primera cita había llegado… Salvatore, con la ropa. Le di las gracias y le pedí que le subiera. ―Uh, chicos ―dije, a Lulu y Steven―. El chico de la ropa está aquí. ―Oooh ―dijo Lulu, acercándose a Steven y colocando sus brazos alrededor―. Espectáculo de moda. Divertido. Supongo que Steven de verdad era mi hermano, porque el verle abrazándose a una chica (aunque fuera una chica que me gustara de verdad, como Lulu) me sorprendía tanto como me hubiera sorprendido ver a Frida haciéndoselo con alguien. ―Sí ―dije―. Bueno. Si tan sólo pudieran dejar de hacer eso mientras tomo el desayuno, sería genial. ―Lo siento ―dijo Steven, pareciendo como si lo sintiera de verdad. ―Oh, lo siento, Em ―dijo Lulu, alejando sus brazos de Steven como si la hubiera electrocutado―. Olvidé que aún no has encontrado el amor como lo hemos encontrado nosotros. No debería restregarlo. ―No ―dije―. He encontrado el amor y todo eso. Christopher y yo sólo necesitamos arreglar unas cosas. ―Oh. ―Lulu parecía triste―. Me siento muy mal por ti.

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―Sí ―dijo Steven―. ¿Quieres que yo, no sé, le asfixie o algo así? No pude evitar sonreír por eso. ―No creo que eso vaya a ayudar ―dije―. Pero gracias. ¿Quizás si fueran a ponerse algo de ropa para cuando llegue el chico? Porque estará aquí en cualquier momento. Salieron rápidamente de la habitación (bueno, Steven se fue pisando fuerte más que salir, por su tamaño), justo cuando las puertas del ascensor se abrieron para revelar a Salvatore llevando un bastidor con ruedas de vestidos y trajes para la fiesta de Robert Stark. ―Ciao, bella ―dijo, besándome en ambas mejillas. Su asistenta, una mujer delgada de cabello oscuro, empezó a desabrochar las bolsas para mostrarme lo que había dentro de ellas. ―Muy elegante, esto ―dijo Salvatore, apuntándome a la manga de mi pijama―. Lo he visto en el Vogue de este mes, ¿sí? ―Muy gracioso ―dije―. Gracias por venir. ¿Les gustaría un poco de café? Salvatore y su asistenta sí querían café. Y también, más tarde, la depiladora, la peluquera y sus asistentes cuando aparecieron. Y la de las uñas y su asistente. Pasé todo mi día preparando tazas de café (y sándwiches) para la gente, mientras en medio me acicalaban y me estilizaban para la actuación de la noche, e intentando evitar ver a Lulu y Steven con sus lenguas en la garganta del otro. Esto, sin embargo, demostró más fuertemente lo que pensaba, ya que estaban uno encima del otro, que Steven no regresaría a la casa de Gabriel. Lulu hizo que se quedara para que la ayudara a elegir lo que llevaría a la fiesta de Robert Stark (un vestido corto y negro de lentejuelas de Dolce & Gabanna). Luego le hizo quedarse porque quería que fuera a la fiesta de Robert Stark como su acompañante. ―Creo que eso sería mala idea ―dije. Y no solo porque no quería distraerme de mi espionaje al verles besuqueándose toda la noche―. ¿Y si alguien le reconoce? ―Oh, cariño ―dijo Lulu, sosteniendo la cara de Steven entre sus manos, luego dándole un gran beso―. No lo creo. Arcadas. ―Es mejor que me quede con mi madre y Nikki, de todas maneras ―dijo Steven―. No las he visto desde ayer. Sí, pensé. Vete a casa de Gabriel ya.

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El timbre del interfono sonó. Cogí el auricular para ver quién era, justo cuando mi teléfono vibró. ―¿Sí? ―dije, elevando el auricular del interfono. Miré mi teléfono. Era Christopher. ―Brandon Stark está aquí, señorita Howard ―dijo Karl―. Para llevarla a la fiesta de su padre. Perfecto, pensé, rodando mis ojos. Brandon me había estado ignorando completamente desde mi llamada de ayer. Era algo muy de él pensar que su recompensa sería que estaría bien aparecer en mi apartamento para acompañarme a la fiesta de su padre sin preguntarme siquiera. ―Dile que ahora mismo bajo ―dije, y colgué el interfono para responder mi teléfono―. ¿Christopher? ―dije. ―Em ―dijo él ―. No puedes ir a esa fiesta esta noche. ―Uh ―dije―. No tengo elección. Ya han sacado el sujetador del millón de dólares. Me han depilado y pulido y dado brillo. Tengo el vestido prestado puesto. El coche está aquí. No mencioné la parte que incluía a Brandon. Christopher y yo ya habíamos peleado bastante. ―Em ―dijo―. No lo entiendes. Tú eres el Proyecto Fénix.

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Capítulo 17 Traducido por flochi, Shilo y Helen1 Corregido por Simoriah

—E

spera ―dije, aferrando el teléfono con más fuerza junto a mi oído. Un escalofrío había atravesado mi cuerpo.

Pero eso seguro se debió a que estaba parada allí con un vestido muy corto sin mangas en una fría noche del 31 de diciembre. ―¿De qué estás hablando? ―pregunté―. ¿Cómo puedo ser el Proyecto Fénix? ―No lo sé ―dijo Christopher―. Yo no… nosotros no… todavía ni siquiera sabemos exactamente qué es el Proyecto Fénix. Pero hemos descubierto un lazo desde él al Instituto Stark de Neurología y Neurocirugía. Y tu nombre. ―¿Mi nombre? ―hice eco―. ¿Emerson Watts? ¿O…? ―No. Nikki Howard. Em, piensa en ello. Piensa en lo que toda esa gente tiene en común. Son jóvenes. Son saludables. Son atractivos. ―¿Y? ―Igual que Nikki Howard. ―¿De qué hablan, chicos? ―me preguntó Lulu con curiosidad, ajustando una de sus medias de red, la cual se había torcido alrededor de su pierna. ―Nada ―le dije―. Baja al auto y deja que Brandon sepa que iré enseguida, ¿de acuerdo? Lulu se encogió de hombros. ―Está bien. ―¡No! ―gritó Christopher, escuchándome―. ¡Em, no puedes ir a esa fiesta! ―Christopher, tengo que hacerlo ―dije―. Si no voy, Robert Stark sabrá que algo sucede. ―Y un billón de fans estarían trágicamente decepcionados. Por no mencionar al patrocinador del espectáculo, joyería De Beers―. Y, de todas maneras, no veo cuál es la conexión entro el Instituto Stark y todas esas personas y yo. ―¿No lo ves? ―Christopher sonaba ligeramente histérico―. Em, ¿no lo entiendes? ¿Curt? Él va a un viaje de senderismo a las Cascadas. Solo. Se pierde,

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¿quién va a saber realmente qué le sucedió? Kerry, ¿yendo a Guatemala a enseñarles a los chicos a leer? ¿Desaparece en el camino? Ella es una de las miles que se pierden cada año. Lo mismo con toda esta otra gente. Es condenadamente inteligente, Em. Chicos jóvenes y saludables… y Stark puede elegir. Pueden haber estado haciendo esto por años. Todas estas bonitas chicas perdidas de las que oímos en CNN todos los días… por todo lo que sabemos, Stark bien podría haber estado detrás de esto todo el tiempo. ―Christopher… ―Sacudí la cabeza. Amaba a mi novio. En serio lo hacía. Pero su odio hacia Stark, debido a lo que les había visto hacerme, podría haberlo vuelto loco. Supongo que podría comprenderlo. Me había visto ser aplastada hasta morir frente a él. El estrés postraumático que esto inevitablemente le había causado tenía que haber sido severo. Lo amaba, pero era un tipo desquiciado. Y luego él había descubierto que el accidente no había sido tal, sino que había sido causado por Stark. Y que yo no estaba muerta en absoluto sino viviendo en el cuerpo de otra chica. No es de extrañar que se hubiera vuelto loco y se hubiera transformado en Iron Man. Sólo que sin súper traje y en forma de adolescente. ―Em ―dijo Christopher. Seguía hablando con rapidez y jadeando un poco―. Escúchame. Robert Stark es un genio del marketing. Ha dedicado su vida a encontrar una demanda, luego a suministrar el producto para esa demanda a un precio que deje a todos los otros competidores fuera del negocio. La pregunta no es si él lo está haciendo. Es, ¿por qué nadie lo ha atrapado hasta ahora? El timbre de mi intercomunicador sonó otra vez. Era el chofer de Brandon, lo sabía, querría saber dónde estaba yo. Lulu ya había bajado. ―Mira ―dije―. Probablemente tengas razón. ¿Qué más iba a decirle? Sólo tenía que seguirle el juego. ¿Así era como era?, me pregunté. ¿Ser Lois Lane o Lana Lang o Mary Jane Watson o cualquiera de esas otras mujeres que eran novias de superhéroes? Quiero decir, esos tipos estaban locos, ¿verdad? Los hombres que creían que eran superhéroes. ¿Cómo se supone que lidies con ellos? No querías molestarlos o encolerizarlos, o sólo irían, se pondrían sus capas y saltarían por la ventana para recibir un disparo. Entonces le sigues la corriente con su locura, intentando calmarlos lo mejor que puedas con la esperanza de que se quedaran en casa, donde es seguro. Entonces salías y hacías lo que querías a sus espaldas.

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―Hablaremos de esto cuando llegue a casa ―dije, con la voz más calmada que pude convocar―. Entonces descubriremos el mejor proceder. ―¿Qué? ―gritó Christopher―. Em, no… ―No puedes hacer nada al respecto ahora, de todas maneras ―dije―. Quiero decir, ¿qué vas a hacer? ¿Llamar a la policía? No tienes pruebas. ¿Alguna de esas personas ha desaparecido ya? ―Bueno ―dijo―. No. Y técnicamente no hay prueba salvo lo que te pasó. Lo cual tampoco fue un accidente. Pero… El timbre volvió a sonar, por mucho más tiempo. ―Correcto ―dije―. Mira, tengo que correr. Todo va a salir bien. Te llamaré desde la casa de Stark para probarlo. ―No vayas a esa casa, Em. ―Christopher sonaba enojado. Sonaba más que enojado. Sonaba furioso. Y también asustado―. Te lo advierto, Em. Ni siquiera pienses en… ―Te amo ―dije, agarrando mi bolso de piel sintética y corriendo hacia el ascensor―. Adiós. ―No cuelgues ―dijo Christopher―. Lo digo en serio. No te atrevas… ―Oh, estoy en el ascensor ―dije mientras presionaba el botón―. Te estás cortando. Te estoy perdiendo… ―No me estás perdiendo ―dijo Christopher―. Em, no seas estúpida. Yo… Colgué. En serio, no intentaba ser mala. Sólo que no tenía tiempo para la cosa de supervillano de Christopher en ese momento. Las advertencias de esa mañana de Rebecca sonaban todavía en mis oídos. Tenía que ir a la fiesta de Robert Stark, y luego al estudio donde el espectáculo de lencería iba a ser transmitido, o mi trasero estaría frito. Valoraba completamente mi relación con Christopher, y totalmente pensaba que algo sucedía con Robert Stark. Pero tenía obligaciones profesionales que cumplir. Y además, ¿qué me iba a hacer Robert Stark? Que no me hubiera hecho ya, quiero decir. ―¿Dónde estabas? ―quiso saber Lulu, cuando finalmente caí en la parte trasera de la limosina. ―Lo siento ―murmuré, trepando sobre las piernas extendidas de Brandon―. Llamada importante. ¿Te moverías? ―Lo último fue dirigido a Brandon.

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―Mi culpa. ―Brandon claramente ya estaba borracho. Puesto que así era como estaba cada vez que tenía que ver a su padre, no era una sorpresa. ―Pero en serio ―dijo Lulu―. ¿Qué quería Christopher? ―No tengo idea ―dije con sinceridad. ―Quería venir ―dijo Lulu con comprensión―. ¿No? ¿Como tu cita? Brandon levantó la mirada de su vaso de whisky ante esto. ―¿Volviste con ese tipo? ¿El tipo de la chaqueta de cuero? ―Parecía decepcionado. ―No es de tu incumbencia ―dije, meneando un dedo frente a él―. Regresa a tu bebida. Brandon miró aletargadamente su whisky. ―Los tipos que usan chaqueta de cuero siempre se quedan con la chica ―murmuró. Si tan sólo él supiera la verdad. La casa de ciudad de Robert Stark, enorme, con diez habitaciones, cuatro pisos grises, con su garaje tenuemente oscurecido y piscina interior, salón de baile y un gran jardín privado trasero, era tan distinguida como mi casa no lo era. Justo al lado de la Quinta Avenida, estaba a pasos de Central Park y del Museo Metropolitano de Arte. Su fiesta anual de Fin de Año era tan popular, y asistían tantas celebridades y políticos ricos y accionistas de Stark, que ya había un atasco de tráfico sólo para llegar. Lulu, Brandon y yo tuvimos que salir y caminar la última cuadra, y luego luchar con la multitud de paparazzi que se habían reunido afuera. Todo el tiempo, bueno, durante la caminata a la casa de su papá, de todas maneras, interrogué a Brandon, intentando descubrir si sabía algo del Proyecto Fénix. ―¿Qué es eso? ―había preguntado él, todavía sorbiendo whiskey del vaso que había traído junto con él a la caminata desde la limosina―. ¿Un nuevo estadio que alguien está construyendo en Arizona? En serio, ¿una banda? ¿Un ascensor espacial? ¿Y ahora un estadio? ―No ―dije―. Es algo que tu padre está haciendo usando datos de personas que compraron sus nuevos Quarks. ―¿Cómo va a funcionar? ―Quiso saber Brandon. ―Eso es lo que te estoy preguntando ―dije, frustrada.

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―Bien, si lo supiera, ¿estaría aquí contigo? ―preguntó Brandon―. No, estaría en la oficina de mi papá, diciéndole que lo sabía y largándome de ahí. ¿Cierto? Entonces trata de nuevo. Me encorvé a su lado, derrotada. Christopher y Felix tenían que estar sobre algo… ¿pero que yo fuera el Proyecto Fénix? Era todo demasiado loco. Aun así, al menos Christopher estaba tratando. Que era más de lo que se podía decir acerca de mí. Estaba en una fiesta. Peor, en una aburrida fiesta para celebridades. Vi a Madonna salir de una limosina justo frente a la alfombra roja que llevaba a las escaleras hasta la puerta principal completamente abierta (lo cual era un poco extraño, porque ella vivía a la vuelta de la esquina. Casi que pudo haber caminado. Aunque no en esos tacones, me di cuenta cuando miré a sus plataformas de gladiadora). El gobernador de Nueva York estaba entrando justo delante de ella. ―¡Ahí está Nikki Howard! ―Los paparazzi reunidos a ambos lados de las cintas doradas de seguridad gritaron cuando me vieron con Brandon ―. ¡Nikki! ¿Es cierto que Brandon Stark y tú está comprometidos? ―Absolutamente ―dijo Brandon ebriamente al primer micrófono lanzado en su dirección―. Oye, cuidado con la bebida. ―No ―dije―. Sólo somos amigos. ―Estoy comprometida ―le dijo Lulu a un reportero que le había preguntado si su álbum iba a salir alguna vez―. Bueno, está bien, comprometida a estar comprometida algún día. Estoy algo ocupada de momento para estar pensando en casarme, grabando mi nuevo álbum. ―Lulu ―le siseé―. Basta con lo del compromiso. Se supone que nadie tiene que saber acerca de Ya Sabes Quién. ―Oh, la identidad de mi futuro esposo es un secreto ―chilló Lulu mientras yo la arrastraba más allá de los uniformados guardias de seguridad apostados a ambos lados de la puerta y dentro de la antigua casa―. Él es muy tímido. Ustedes saben. Todavía no está acostumbrado a la vida en el centro de atención. Dentro de la mansión Stark, había modelos en conjuntos de sostén y ropa interior Stark Angel, completos con alas, ninguna de los modelos del desfile que yo iba a hacer después, sin embargo, y sus alas eran más pequeñas, para mejor movilidad, para ofrecer copas de champaña a todos y tomar los abrigos de la gente apenas entraban. Más adentro de la casa, que estaba decorada suntuosamente y hecha completamente de mármol y paneles de madera negra, había magos, malabaristas, un traga-fuegos, y acróbatas del Cirque du Soleil.

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Lulu observó al traga-fuegos, quien tenía un buen círculo de admiradores, y dijo, golpeando el suelo con el pie. ―Sabía que tendría que haber tenido un traga-fuegos en mi fiesta. Brandon, que había cambiado su vaso vacío por una copa de champaña de la bandeja plateada de un Ángel de Stark que pasaba, hizo una mueca. ―Los traga-fuegos apestan ―dijo―. Tu chica trapecista estuvo genial. ―¿De verdad? ―Lulu se veía escéptica―. No creo que nadie siquiera la notara. Colgaba muy por encima de las cabezas de todos. Me paré ahí sosteniendo mi champaña, la que por supuesto no estaba bebiendo, preguntándome qué hacía aquí siquiera. Habíamos vagado dentro del cavernoso salón de baile de Robert Stark; el techo estaba a seis metros de altura, al menos, y estaba pintado con querubines que parecían versiones regordetas de los Ángeles de Stark que deambulaban alrededor de nosotros (menos los sostenes) y estaba salpicado en todas partes por enormes candelabros de cristal que brillaban como los aretes de gota que yo llevaba. Alrededor había celebridades que bebían y conversaban y abarrotaban el impresionante bufé, donde rollos de carne asada delgados como el papel y gordas fresas rojo rubí y caviar en recipientes dorados con cucharas de nácar y enormes camarones rosados se amontonaban en tazones enfriados y eran servidos en platos de fina porcelana por camareros en trajes blancos. Vi a Madonna otra vez, esta vez hablando con Gwyneth Paltrow, y a Jay-Z pasando el rato con Bono. Todos estaban ahí, al menos por un ratito. No parecía la clase de fiesta en la que te quedabas por un largo rato… sólo una de esas fiestas donde pasabas, saludabas y te ibas… Parte de eso podría ser porque las puertas corredizas que llevaban del salón de baile al jardín trasero estaban completamente abiertas, y una fría brisa estaba entrando. Por otro lado, la habitación estaba abrumadoramente caliente por todos los cuerpos en ella. La gente entraba y salía, sin siquiera molestarse en tomar sus abrigos para salir. ―Oh, mira ―dijo Lulu, señalando a alguien que estaba en el bufé―. Ahí está Taylor Swift. Iré a decirle acerca de Steven. Se alegrará por mí. Tomé el brazo de Lulu antes de que se alejara más de cinco centímetros. ―¿Podrías detenerte? ―susurré―. Se supone que nadie debe saber sobre Steven. ―No le diré su apellido, tonta ―dijo Lulu―. Pero estoy tan feliz. ¡Estallo de deseos de contarles a todos los que conozco!

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Ella arrancó el brazo de mi mano y salió corriendo. En realidad no había nada que pudiera hacer para detenerla, más allá de taclearla y sentarme encima de ella, y estaba bastante segura de que no pasaría desapercibido. Brandon, que había desaparecido durante un minuto o dos, reapareció con un plato de camarones, los cuales masticó ruidosamente en mi oído. ―¿Has probado este camarón? ―preguntó―. Está condenadamente increíble. ―¿Te alejarías de mí? ―le dije con irritación―. Te odio. ―Estás tan de mal humor ―comentó Brandon, masticando ruidosamente―. Simplemente porque te secuestré e intenté obligarte a ser mi novia. Pensé que ya lo habrías superado. Aquí, solo prueba un bocado. ―Movió un camarón frente a mi rostro―. La salsa cóctel está muy buena. ―Detente ―dije, y me alejé de él… … directo en el camino de Rebecca, que llevaba un largo vestido de noche negro, que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel y tenía un corte prácticamente hasta el hueso pélvico. ―Oh, bien, ahí estás. ―Me agarró del brazo―. He estado buscándote por todos lados. ¿Qué estás haciendo, escondida en esta esquina con Brandon? ¿Por qué no estás socializando? Estás aquí para socializar. Eres la Chica del Sostén del Millón de Dólares. Brandon soltó una carcajada gigante ante eso. ―¡La Chica del Postén del Millón de Dólares! ―dijo, haciendo una buena imitación de Rebecca―. ¡Mejor que te pongas el postén! Rebecca le lanzó una mirada fulminante. ―Brandon ―dijo ella severamente―. ¿Estás borracho? ―Por supuesto ―respondió él, lamiendo un camarón. ―Fuera de mi vista, entonces ―dijo Rebecca. Comenzó a alejarme de Brandon, hacia el centro de la habitación―. El Sr. Stark padre ha estado preguntando por ti toda la noche. Quiere presentarte a algunos de sus accionistas. Me apresuré junto a ella, prácticamente teniendo que correr. No tenía ni idea de cómo caminaba tan rápido con tacones tan altos. Nos acercábamos a un grupo de hombres de esmoquin y mujeres en vestidos de noche. ―La encontré ―llamó Rebecca en su forma da hablar de Brooklyn. La gente se volvió y el grupo se separó un poco. Vi que en el centro estaba Robert Stark, luciendo tan absurdamente atractivo, solo mayor por supuesto, como

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su hijo. Me sonrió, sus dientes sorprendentemente blancos contra su curtido rostro bronceado. Vi que había estado utilizando sus propias tiras marca Stark para blanqueamiento de dientes. ―Ah, ahí está ―dijo, y puso su mano en mi espalda desnuda―. Les presento a Nikki Howard, la estrella del desfile de esta noche. Toda la gente mayor me sonrió. Parecían amables, atractivos y ricos. Muy, muy ricos. Las mujeres tenían una gran cantidad de diamantes goteando alrededor de sus cuellos y los rostros de los hombres estaban hinchados y rojos, como si ya hubieran bebido demasiado. ―Qué bueno conocerte al fin, querida ―dijo una señora con un vestido largo de color beige que estaba decorado con buen gusto con brillantes en la parte inferior, estirando su mano para estrechar la mía. Dijo su nombre, pero al instante se me olvidó. ―Encantada de conocerla también ―dije. Ella pareció aferrar mi mano por demasiado tiempo. Era espeluznante. Quería alejarme de ella, y de Robert Stark y el resto de sus amigos. O accionistas, supongo que eran. Salvo que sucedieron dos cosas a la vez. Una fue que miré hacia abajo a nuestras manos apretadas y me di cuenta de que alrededor de su esbelta muñeca de venas azuladas había un cordón de terciopelo negro, y que del cordón colgaba algo que parecía un pájaro de oro que estaba en llamas. O, ya sabes. Un ave fénix. Y cuando levanté la vista, preguntándome si estaba interpretando correctamente lo que estaba viendo, noté a alguien por encima de su hombro, justo entrando en el salón de baile. Y ése era Gabriel. Quien, como yo, estaba, sin duda, siendo obligado a venir a esta fiesta por su agente. Excepto que él estaba con alguien. Una guapa morena de altura promedio, que llevaba un vestido púrpura con un corsé negro atado apretadamente para mostrar su linda figura, y sombra de ojos púrpura a juego. Me tomó un segundo reconocer quién era, el cambio de imagen de Lulu había sido tan completo: Nada menos que Nikki Howard.

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Capítulo 18 Traducido por Karliie_j y veroonoel Corregido por Nanis

—D

isculpe ―le dije a la mujer que aún sostenía mi mano―. Tengo que ir a hacer una llamada.

No quería decir que tenía que ir a saludar a algún conocido, porque no quería atraer la atención de Robert Stark hacia la cita de Gabriel. No tenía ni idea si él estaba al tanto de que Nikki estaba viva, o si sabía en qué cuerpo la habían puesto o cómo lucía. Pero imaginé que entre menos atención tuviera Nikki, mejor. Pero Robert Stark, resultó, que aún no había terminado conmigo. ―Oh, seguro que tu llamada puede esperar ―dijo, poniendo su brazo alrededor de mí y dándome la vuelta y ya no pude ver a Gabriel o Nikki―. Hay más personas que me gustaría que conocieras. Ellos son Bill y Ellen Anderson, también accionistas de Stark, como estoy seguro ya sabes. Me encontré estrechando las manos de más personas viejas en trajes de noche… de nuevo rebosando en diamantes y rosácea… y de nuevo con cordones negros atados a sus muñecas con lo que parecía un fénix dorado colgando de ellos. Oye, yo no era experta en aves mitológicas. Pero si tiene fuego saliendo de sus alas es un fénix, ¿no? Parecía que durante esa noche, todos a los que me presentaba Robert Stark, tenían un fénix o en sus muñecas o colgando de sus bolsos. ¡Era tan extraño! No había visto que dieran bolsas de regalo en la puerta. Pero tal vez me las había perdido. Tal vez Christopher estaba totalmente equivocado, y el Proyecto Fénix era alguna clase de fundación y todos los accionistas de Stark eran donadores. Me parecía descortés preguntar, especialmente cuando ellos estaban siendo tan amables conmigo, tomándose tanto tiempo preguntándome como me encontraba y diciéndome lo encantados que estaban de conocerme, y todo eso. Mi mamá siempre me había dicho que debía ser amable con los ancianos. No podía huir exactamente, incluso aunque quería hacerlo. Me estaba muriendo por preguntarle a Gabriel en qué estaba pensando, al traer a Nikki aquí.

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¿Haría ella una escena? ¿Confrontaría a Robert Stark por lo que le había hecho? ¿Acaso no sabía que él simplemente podría ordenarle a seguridad que la sacaran? Además, nadie le creería. Finalmente, Robert Stark pareció estar satisfecho de que conociera a suficientes accionistas, y dijo, mirando su reloj de platino: ―Bueno, estoy seguro de que ya tienes que irte al estudio para prepararte para el espectáculo de esta noche. Él no estaba bromeando. Vi que las manecillas de su reloj decían que eran cerca de las ocho y media. ―Tengo que irme ―dije―. Fue agradable conocer a sus amigos. ―Accionistas ―me corrigió―. Nunca mezcles la amistad con los negocios, Nikki. Eso es algo que nunca pudiste resistir, ¿verdad? Lo mire fijamente. ¿Estaba jugando conmigo? ¿De verdad pensaba que era Nikki? Me refiero, ¿la verdadera Nikki? ¿De verdad no lo recordaba? ―Uh ―dije―. No soy Nikki. Usted sabe eso, ¿verdad? ¿Usted sabe que en realidad soy Emerson Watts? Usted me asesinó, quería agregar. Usted me asesinó y puso mi cerebro dentro del cuerpo de Nikki Howard porque ella estaba chantajeándolo. La verdadera Nikki Howard se encuentra en esta habitación, sabe. Ella puede respaldar toda la historia. ¿Quiere que la traiga? Pero mi corazón estaba latiendo tan rápido con las pocas palabras que había dicho, esperando por alguna respuesta de su parte, algún reconocimiento. No pude llegar más lejos después de: ¿Usted sabe que en realidad soy Emerson Watts?, antes de que Robert Stark acomodara su manga sobre su reloj, mirara sobre mi hombro, y sonriera ampliamente. ―Ah, Gabriel ―dijo―. Qué bueno verte. Gracias por venir. No puedo esperar para tu presentación de esta noche. ¿Quién es esta encantadora criatura que te acompaña? Me di la vuelta lentamente, apenas permitiéndome creer que algo de esto estaba pasando. Robert Stark. Robert Stark, el hombre que había arruinado mi vida, estaba a punto de hablar con Nikki Howard, la verdadera Nikki Howard, a la que había tratado de asesinar. Y él ni siquiera lo sabía. Nikki lucía incluso más asombrosa de cerca que cuando la había visto a través de la habitación. No era porque se viera diferente. Lo hacía, obviamente, porque había pasado de una pálida harapienta a una princesa del rock punk.

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Su cabello, ahora casi negro azabache, había sido rizado en vez de planchado, por lo que las ondas naturales enmarcaban su rostro en forma de corazón de una manera más favorecedora. Y el maquillaje, en vez de ser una copia de como solía usarlo cuando estaba en su antiguo cuerpo, ahora estaba adaptado a su nuevo rostro, por lo que los tonos jugaban con su nuevo color de ojos y enfatizaban la curva de sus labios y mejillas. Era más como si se llevara a sí misma de manera diferente. Se veía… orgullosa. Y juguetona. Y, sí…sexy. De repente, pude ver por qué todos esos chicos, incluso los novios de otras chicas, habían sido atraídos por Nikki. Ahora era completamente obvio para mí que nunca había sido solo por su aspecto. Era por algo más. Algo que sabía que yo no tenía, porque era algo más. Algo que era esencialmente, irrevocablemente… Nikki. ―Oh, hola ―dijo Niki, extendiendo su mano hacia Robert Stark. No para estrecharla. Sino para que él la besara―. Puede llamarme Diana Prince. ¿Diana Prince? ¿Diana Prince? ¿De dónde conocía ese nombre? Oh, mi Dios. ¿Diana Prince? Ese era el alter ego de la Mujer Maravilla. Nikki Howard se había llamado a sí misma en honor a la Mujer Maravilla. ―Un gusto conocerla, señorita Prince ―dijo Robert Stark. Y de hecho alzó sus dedos hacia sus labios y los besó―. ¿Nos hemos conocido antes? Me resulta familiar. ―Oh ―dijo Nikki, con una sonrisa coqueta―. Creo que usted recordaría haberme conocido. ―Ciertamente lo haría ―dijo Robert Stark, sonriendo de regreso―. Bueno, Gabriel, como dije… buena suerte esta noche. Señorita Prince… señorita Howard… buenas noches a ambas. Y se alejó, hacia un grupo de invitados que lo esperaban en la puerta del salón de baile. Fue solo cuando él estaba lo suficientemente lejos para escucharnos que me di cuenta de que había estado conteniendo la respiración, y la dejé ir. ―Oh, por Dios ―me quejé―. Ustedes. Casi tengo un ataque cardiaco. Nikki, digo, Diana. ¿Qué estás haciendo aquí?

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―Oh ―dijo Nikki, mirando a Robert Stark, sus ojos delineados de color morado entrecerrados―. Solo quería verlo una última vez. Antes de que esté tras las rejas. ―Traté de convencerla de que no viniera ―dijo Gabriel. Fue entonces cuando me di cuenta de lo frustrado que lucía―. Pero ella insistió. Fuertemente. Creo que mis tímpanos reventaron. Pero creo que ahora estaba empezando a sospechar que su frustración no tenía nada que ver con su desagrado hacia Nikki. Lo contrario, de hecho. Nikki rodó los ojos despectivamente hacia Gabriel. Mirándome, dijo: ―Por favor dime que a tu amigo con la chaqueta de cuero se le ocurrió algo que podamos usar para mandar a ese patán a la cárcel. Además de nuestra palabra de la verdad. ―Lo hizo ―dije―. Tiene una especie de teoría, de hecho. ―No quise decirle que la teoría de Christopher era completamente demente, y que giraban en torno… bueno, a nosotras―. Pero no tiene pruebas… ―Deje que mi voz se apagara mientras miré hacia las puertas del salón de baile, cuando noté algo―. O tal vez las tiene ―añadí pensativamente. Nikki y Gabriel se dieron la vuelta para seguir mi mirada. ―Oh ―dijo Nikki, aún aburrida―, no es nada. Los ancianos se están yendo. Siempre hacen eso. Porque ya son más de las ocho. Ya pasó su hora de dormir. ―No es solo la gente mayor ―dije―, es solo la gente mayor que acabo de conocer. Los accionistas de Stark. ¿A dónde van? No están tomando sus abrigos. Comencé a caminar rápidamente hacia la puerta. ―Uh, Nikki ―dijo Gabriel, consciente de que, a pesar de la gran partida de los accionistas, el salón aún estaba lleno de gente a quienes podría resultarle extraño si lo escuchaban llamarme Em―. ¿A dónde vas? ―Ya regreso―le dije. Estaba trotando ahora. No que fuera fácil con tacones. Pero cuando llegué al pasillo por el cual habían desaparecido los accionistas, estaba vacío. Bueno, excepto por una escalera bloqueada con una cuerda de terciopelo y custodiada por un guardia de seguridad Stark. ―Disculpa ―dije, abordándolo―. ¿Estuvo Robert Stark por aquí? ―Sí, señorita―dijo―. Está arriba. ―Oh, genial ―dije, cepillando con mis dedos el cabello que me cubría los ojos de una manera que esperaba a él le resultara irresistiblemente atractiva―.

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¿Puedes dejarme ir a verlo solo un minuto? Soy Nikki Howard. Tengo que hablarle de algo acerca del espectáculo de esta noche. Solo será un segundo. ―Sé quién es usted, señorita Howard ―dijo el guardia, con una sonrisa educada―. Desafortunadamente, no la puedo dejar subir. Solo personal autorizado. Mientras él decía eso, la señora Como Sea Que Se Llame, de las venas azules y los brillos al final de su falda, se acercó corriendo. ―Oh, hola de nuevo ―me dijo. Con una vaga sonrisa. ―Hola ―dije sonriendo de vuelta. Después, le dijo al guardia de seguridad: ―Lamento llegar tarde. Tuve que ir al baño de niñas. De hecho dijo eso. El baño de niñas. Después hizo algo extraordinario. Levantó su brazalete. El del fénix, o lo que yo pensé que era un fénix, como sea. Y el guardia de seguridad dijo: ―Por supuesto, señora. Y aparto la cuerda de terciopelo y la dejó subir las escaleras. Ahora por supuesto estaba reventando de curiosidad por subir esas escaleras y descubrir qué estaba sucediendo allá arriba. Porque parecía que, sin ninguna duda, esos brazaletes o lo que fueran, tenían algún tipo de significado. Me di la vuelta e, ignorando al guardia que me había desairado, me apresuré de vuelta hacia Gabriel y Nikki, que me habían estado esperando en las puertas de la sala de baile. ―¿Qué era todo eso? ―preguntó Gabriel. ―Hay algo sucediendo en el piso de arriba ―dije―. Tenemos que llegar allí. ―Em ―dijo Gabriel, sacando su teléfono―. Nos necesitan en el escenario para el espectáculo de Stark Angel, que va en directo en unas… dos horas. ―¿Dónde está Brandon? ―pregunté. Miré alrededor de la sala de baile y finalmente lo vi, bailando lento con alguien que se parecía mucho a Rebecca. Estaba a medio camino a través del salón antes de darme cuenta que era Rebecca. Cuando levantó la cabeza de su hombro luego de golpearlo, su encogimiento de hombros fue elocuente.

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―¿Qué puedo decir? ―preguntó―. Aún lo tengo. Piensa que soy sexy. Y de todas maneras, ¿qué te importa? No lo quieres. ―No dije nada ―dije―. Solo necesito tomarlo prestado por un minuto. ―Bueno, que sea rápido ―dijo Rebecca―. Y mejor que no estés teniendo segundas intenciones sobre sus trescientos millones. Dejaste que se escapara de tus dedos, señorita. No puedes culparme por recoger las sobras. Sabía que se estaba refiriendo al dinero de Brandon, que siempre me había alentado a tratar de arrebatar comprometiéndome con él. Supongo que pensó que si yo no iba por ello, ella sí. ―Eres totalmente bienvenida a él ―le aseguré. Yo tomaría al supervillano Christopher sin ni un centavo, quien ni siquiera estaba segura que me quisiera, antes que al multimillonario Brandon cualquier día. Solo deseaba que Christopher se diera cuenta de eso. ―Está bien ―dijo Rebecca―. Brandon, Nikki está aquí. Quiere preguntarte algo. Brandon lucía asustado. ―Oh, no, Nikki no. Es una perra. ―Entonces cuando me vio, sonrió―. Oh, esa Nikki. Está bien. ¡Hola! ¿Tienes tu brawron? ―Oh, por el amor de Dios. ―Tomé a Brandon del brazo y lo conduje a unos pocos pasos lejos de Rebecca para que no nos oyeran―. Brandon, necesito que me lleves arriba. Tu papá está teniendo una especie de reunión allá, y quiero ver de qué se trata sin que él sepa que estoy allí. ¿Hay alguna manera de que pueda subir aparte de la escalera principal? Tiene un guardia allí, y el guardia no me deja pasar. ―Claro ―dijo Brandon―. La escalera de sirvientes, en la parte de atrás. Por aquí. Pasó un brazo por encima de mis hombros y me dirigió desde la sala de baile hacia las puertas francesas del jardín trasero. Estoy segura que todos los que nos vieron deben haber pensado que estábamos dejando la fiesta para besuquearnos. Incluso la gente que estaba en el jardín con las fuentes y los arbustos esculpidos arquitectónicamente habrían visto que Brandon me dirigía desde la sala de baile, por el camino asfaltado, hacia una puerta que estaba usando el servicio de comida para traer y llevar comida… llevaba directamente hacia una enorme cocina de tamaño industrial. Todos los que trabajaban allí nos miraron mientras caminamos entre las bandejas refrigeradas de camarones y pequeños canapés rellenos de queso de cabra en nuestra vestimenta de noche.

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―Oye ―dijo Brandon, espiando estos―. No vi estos. ―Tomó unos pocos y los metió en su boca mientras yo ponía los ojos en blanco. Entonces Brandon abrió la puerta y estábamos en un lúgubre pasillo, con una escalera estrecha que se curvaba hacia arriba. ―¿Ves? ―dijo―. La escalera de sirvientes. Solía pasar horas jugando aquí cuando era un niño. Fingía que era huérfano y algunos padres amorosos iban a venir y adoptarme y llevarme lejos de este horrible lugar. ¡Ja! Su amargo ¡ja! hizo eco por toda la escalera. ―Gracias, Brandon ―dije―. ¿Les harías saber a Gabriel y Nikki que volveré tan pronto como pueda? Y que si no lo hago… ¿deberían llamar a la policía? ―Claro ―dijo Brandon afablemente―. ¿Esa es Nikki allá, con el cabello negro? ―Sí ―dije, no segura si quería escuchar lo que estaba a punto de decir. ―Se ve algo sexy ahora ―dijo Brandon―. Pero sabes quién es realmente sexy. Tu agente. ¿Qué sucede con eso? ―Sí ―dije, realmente segura de que no quería escuchar sobre eso―. No lo sé, Brandon. Me tengo que ir ahora. ―Está bien ―dijo―. Déjame saber si descubres algo que pueda, ya sabes, usar para enviar al viejo Robert a la gran casa. Porque de verdad odio a ese tipo. ―Considéralo hecho ―le aseguré. Entonces empecé a subir la retorcida escalera… No estaba muy segura de lo que esperaba encontrar cuando llegara a la cima. Ciertamente no lo que encontré. Que era una criada en delantal negro y blanco abriendo la puerta justo cuando lo iba a hacer yo. Estaba tan sorprendida de verme, que casi deja caer la bandeja con copas de champán que estaba sosteniendo. ―¡Oh, Dios mío! ―exclamó―. ¿Puedo ayudarte? No tenía idea si me había reconocido, por no hablar de lo que yo debería hacer. No quería que me entregara al guardia de seguridad. Pero no estaba segura de que no supiera que no tenía derecho de estar en ese piso. ―Yo… creo que tome un giro equivocado ―balbuceé. Cuando todo lo demás falla, y eres una rubia supermodelo, actuar como una cabeza hueca nunca deja de

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hacer maravillas. La gente más o menos espera eso, de todas formas, y siempre les resulta encantador. Es estúpido y sexista, pero funciona. Incluso en otras mujeres, especialmente si son mayor que tú. Saca a relucir su instinto maternal o algo. Bueno, probablemente no funcionaría en mi madre. Pero funciona en casi todas las demás. ―Yo… estaba buscando… el baño de niñas ―balbuceé. ―Oh ―dijo la criada, con una carcajada―. Son dos puertas más abajo, cariño. ―Oh, lo siento ―dije, sonriendo tontamente―. Soy tan boba. Me estaba preguntando a dónde se dirigían todas estas escaleras. Muchas gracias. ―De nada ―dijo cálidamente. Había funcionado. Gracias, Dios. Me puse delante de ella y salí al pasillo. A diferencia de la escena de la planta baja, fue silenciosa y tranquila. Habían alfombras apiladas profundamente en el suelo; gris, por supuesto; y paisajes marinos colgados en las paredes, cada uno con su propia luz individual… la única iluminación para ver. Esperé hasta que no pude oír a la criada en las escaleras, luego escuché para oír si podía detectar cualquier otro sonido. Y pronto, lo oí: el zumbido de una voz humana viniendo de una habitación a pocas puertas de donde estaba parada. Me dirigí hacia allí, mis tacones en silencio sobre la alfombra de felpa. Presionando mi oreja en la gruesa puerta, escuché lo más cerca que pude. Era la voz de una mujer. Sonaba bien. Pero no podía saber lo que estaba diciendo. No podía escuchar ningún otro sonido. ¿Qué debería hacer? ¿Abrir la puerta y entrar? ¿Quién sabía lo que había en el otro lado? ¿Qué pasaba si entraba en alguna especie de reunión de negocios de accionistas de Stark o algo así, y todos se volvían y me miraban? ¿Y Robert Stark, que tenía que estar dentro, hacía que uno de sus matones me disparara? O peor, ¿me arrastraba hacia fuera delante de todo el mundo? Estaría tan avergonzada. Era preferible recibir un disparo. Entonces solo estaría muerta, no mortificada. ¿Y si no era solo una reunión de negocios? ¿Y si el Proyecto Fénix realmente era lo que Christopher dijo que era… fuera lo que hubiera sido? Tenía el deber

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moral de entrar y descubrirlo. Él confiaba en que lo averiguara. Mi relación dependía de ello. Girar el picaporte y ver lo que estaba sucediendo dentro era por lo que me había metido en todo este lío en primer lugar, ¿cierto? Tenía que hacerlo. Mi corazón estaba latiendo tan fuerte en mi pecho. Estaba actuando, me di cuenta, como una de las heroínas de los libros de Frida, las del tipo muy estúpidas para vivir. Meterme en aquella habitación sería una estupidez. Cualquier chica que lo hiciera sería una idiota. Si estuviera mirando esto suceder en una película, gritaría: “¡Vete a casa!” a la televisión. ―¿Perdón? Salté casi un kilómetro y di la vuelta, luego me relajé un poco mientras vi que la criada con la bandeja estaba detrás de mí. Solo que había repuesto la bandeja con copas que ahora estabas llenas hasta el borde con champán. ―Solo tengo que pasar ―dijo la criada, sonando avergonzada. ―Oh, por supuesto ―dijo, y entonces, como si fuera la cosa más natural en el mundo, abrí la puerta para ella, ya que tenía sus manos cargadas. Y luego de que ella entrara, la seguí. 155

Capítulo 19 Traducido por MaEx, LizC y Shilo Corregido por Nanis

E

staba oscuro dentro de la habitación.

Esto es debido a que era una especie de sala de prensa, como la que Brandon tenía en su casa en la playa, para ver películas. Había una enorme pantalla en un extremo de la sala, donde las imágenes eran intermitentes. Todos los accionistas de Stark ―incluso en la oscuridad, reconocí a las damas que había conocido en la planta baja con los diamantes alrededor de sus cuellos― estaban sentados en amplias y cómodas sillas de terciopelo rojo delante de la pantalla. Estaban viendo las imágenes parpadeantes en la pantalla con gran atención. No debería haberme preocupado sobre alguien dándose cuenta de mí. A nadie le importaba. Estaban demasiado ocupados viendo la presentación. Encontré una silla vacía y me senté a ver el espectáculo. La criada, dándose cuenta de esto, me ofreció una copa de champán, que acepté con una sonrisa, sólo para ser amable. Había una pequeña mesa al lado de mi silla de respaldo alto de teatro en la que podría dejar la copa, así que lo hice, golpeando algo más en la oscuridad. Esto fue vergonzoso. También peligroso. No quería llamar la atención hacia mí, a pesar de que estaba en la parte de atrás, y sólo había unas pocas personas sentadas en mi fila. Me lancé al suelo alfombrado por lo que sea que había derribado. Lo encontré casi de inmediato. Era una especie de palanca de mando de videojuegos, me di cuenta tan pronto como mis dedos se cerraron sobre él. Tenía una cuerda atada a ella que desaparecía en el suelo, pero sólo un solo botón en la palanca de mando. Tuve cuidado de no presionar el botón, pero me quedé con la palanca de mando en mi regazo, ya que me di cuenta que todos los demás en mi fila estaban haciendo lo mismo. Después de eso, volví mi atención a la presentación que estaba pasando. La agradable voz femenina que había oído en el pasillo era mucho más fuerte ahora. Pertenecía a una inmaculadamente vestida, muy hermosa mujer francesa que estaba de pie a un lado de la pantalla. Ella estaba a cargo de la presentación, vi. Sostenía una palanca de mando, también, pero era más un marcador, como el tipo

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que se utiliza durante una presentación de PowerPoint. De hecho, eso es de lo que era la presentación que estábamos viendo. PowerPoint. Tuve que reprimir un bostezo automático. ¿En serio? ¿PowerPoint? Casi deseaba que alguien me disparase. Entonces vi de lo que iba el PowerPoint y me senté un poco más erguida en el asiento. Las diapositivas que la impresionante mujer francesa nos estaba mostrando era la foto de un musculoso con caderas estrechas joven que vestía pantalón cargo y sin camisa, sonriendo a la cámara con sus brazos alrededor de un collie. El collie tenía un pañuelo alrededor de su cuello. ―Este es Matthew ―dijo la francesa en su fría voz sin emociones―. Matthew es un estudiante universitario de veinte años estudiando filosofía y está en el equipo Frisbee de sus dormitorios. Matthew tiene uno ochenta y ocho de altura y setenta y siete kilos y tiene un pequeño tatuaje de un pez en el tobillo izquierdo. Matthew es vegetariano y cree en la abstinencia de drogas y alcohol para mantener su mente y cuerpo puro. Con los dedos que se sentían adormecidos, abrí mi bolso y saqué mi teléfono celular. No fue fácil hacerlo sin llamar la atención. Pero encontré la aplicación de vídeo. Y apreté grabar. No estaba seguro de lo que estaba sucediendo. Pero basado en lo que Christopher había dicho por teléfono, estaba empezando a tener una sensación muy espeluznante. Y sólo quería estar en el lado seguro. ―Matthew no tiene un historial de enfermedades del corazón o cáncer en su familia ―la francesa continuó―. Y estará disponible cuando se vaya para un viaje a Honduras como voluntario para Habitat for Humanity durante las vacaciones de primavera de este mes de abril. El precio de salida de Matthew es de quinientos mil dólares. Por favor, comiencen a hacer una oferta ahora. A mi alrededor, escuché el sonido de los clicks de las palancas de mando. Levanté la vista de mi teléfono celular, preguntándome si lo que pensaba que estaba sucediendo realmente podría estar sucediendo. Porque simplemente no me parecía posible que Christopher pudiera haber estado en lo correcto. ―Quinientos cincuenta ―dijo la francesa con voz apagada. Estaba mirando a un pequeño monitor de ordenador en su escritorio―. Seiscientos. Seiscientos cincuenta. ¿Tengo setecientos? Siete cincuenta. Ochocientos. Ocho cincuenta.

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Matthew tiene un metabolismo naturalmente rápido y se crió en una zona con agua fluorada, por lo que no hay caries o problemas dentales en absoluto. Él realmente es un excelente ejemplar. No podrían pedir más en un joven sano. Novecientos mil. Un millón. Tengo una oferta por un millón de dólares. Matthew, a la una. A las dos. La puja de Matthew se cierra ahora en un millón de dólares. Gracias. La imagen de Matthew desapareció de la pantalla, y el chasquido de las palancas de mando a mi alrededor se detuvo. Casi de inmediato ―antes de que siquiera tuviera tiempo para procesar lo que acababa de atestiguar― una nueva imagen apareció en la pantalla. Era de una mujer joven con cabello largo y negro, lacio. Estaba tumbada en una cama, sonriendo hacia la cámara, sosteniendo un gato atigrado gris y negro. Llevaba un lindo pantalón corto y una camiseta sin mangas. En su pared había un cartel que decía Salva el Tibet. ―Se trata de Kim Su ―dijo la francesa, con la misma voz ligeramente aburrida pero completamente seria―. Tiene diecinueve años, uno cincuenta y ocho de altura y pesa cuarenta y cinco kilos. No tiene tatuajes y es una vegetariana de toda la vida. No tiene problemas de salud, incluyendo sin antecedentes de problemas dentales. Es una estudiante de primer año en una universidad de prestigio y se ejercita regularmente. Su familia es muy longeva, incluye un conjunto de bisabuelos que aún viven y están ahora en los cien. Teniendo a Kim Su como inmigrante haría una inversión excepcional, ya que tiene no sólo una belleza increíble, sino la longevidad de su lado. Porque Kim Su es un hallazgo increíble, el precio de salida para ella es ochocientos mil. Kim Su estará disponible este verano, cuando deja de ser niñera para los Hamptons. El chasquido era aún más entusiasta por Kim Su de lo que había sido para Matthew. La subasta se fue inmediatamente a millones. No estaba tan sorprendida cuando la señora con brillos en la parte inferior de su vestido la consiguió por unos buenos tres con cinco puntos. ―¡Sí! ―exclamó, casi saltando de su asiento. Varias de las otras damas se inclinaron para felicitarla por su excelente compra. Me quedé allí sentada, sintiéndome enferma. Creo que tal vez estaba en shock. No podía creer que fuera cierto. Todo era cierto, todo lo que Christopher había dicho por teléfono. El Proyecto Fénix era exactamente eso: la gente comprando los cuerpos de las personas más atractivas para tener sus cerebros dentro. Esos chicos que habíamos visto en línea ―bueno, la mayoría de ellos habían sido niños. Adolescentes, realmente― todos los que habían comprado Stark

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Quarks, la razón por la que Stark había guardado su información… la razón por la que habían peinado a través de ella con tanto cuidado, ¿guardando a unos y no a otros? Fue porque Stark los consideraba donantes. Como yo. Yo estaba en el Proyecto Fénix. El prototipo. Por supuesto. Los médicos del Instituto Stark de Neurología y Neurocirugía había dicho que había una lista de espera de los candidatos más ricos esperando la cirugía ―candidatos con la función cerebral perfectamente sana, pero cuyos cuerpos tal vez no eran todo lo que solían ser― un poco de gordura aquí, una pequeña arruga allí. Tal vez algún patrón de calvicie masculina. Y la única cosa que detenía al instituto de hacer más cirugía era la escasez de órganos donantes. Y que los órganos donantes que tenían no eran siempre los más deseables… el órgano que Nikki recibió fue de un conductor borracho muerto en un DUI14. Y Nikki casi muere durante su cirugía porque el órgano que recibió era poco saludable. Así que, ¿por qué Stark no haría esto? ¿Qué iba a detenerlos? Nada. Nada en absoluto. Sentí frío en todo. Y no era culpa de mi demasiado corto vestido. No sé cuánto tiempo me quedé allí sentada, viendo imagen tras imagen después del parpadeo en la pantalla y obtener una oferta, antes de que mi vista fuera oscurecida por una masculina, grande figura. No era uno de los hombres en la pantalla que acababa de ver, tampoco. Este era un hombre vestido con atuendo de seguridad Stark. ―¿Señorita Howard? ―dijo en voz baja―. ¿Quiere venir conmigo, por favor? Me habían atrapado. No debí haberme sentado allí tanto tiempo. Pero, ¿cómo iba a moverme? Lo que Robert Stark estaba haciendo… … era la cosa más repugnante que jamás había visto en mi vida. Todos los accionistas Stark se volvieron a mirar mientras era escoltada fuera de la sala, a pesar de que la francesa dijo con su voz tranquila: ―Por favor, no presten ninguna atención a la ligera perturbación en la parte posterior. Es solo una pequeña interrupción. ¿Pasamos al siguiente candidato? Escuché los murmullos y susurros. Y entonces oí al propio Robert Stark asegurar a sus accionistas, en su voz estruendosa:

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DUI: conducción bajo la influencia del alcohol.

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―No se preocupen, gente. Es solo Nikki Howard. ¡Todos ustedes la conocen! Es una de lo que ustedes… o lo que todos ustedes serán en breve. ¡Solo quería pasarse para asegurarse de que estén eligiendo sabiamente! Esto provocó un murmullo de risas en la sala. No oí nada más. Eso es porque para entonces el guardia me había sacado por completo. Me quedé ahí en el pasillo, mirando al suelo, sin importarme en realidad lo que estaba pasando a mi alrededor. ¿Y si Robert Stark me hacía matar, como había tratado de hacer con Nikki? No estaba segura de que quería vivir en un mundo donde la gente hacía este tipo de cosas, de todos modos. ―Bueno, eso no fue muy inteligente, ¿verdad? Levanté la vista de mis pies para ver al propio Robert Stark de pie delante de mí, ajustándose la pajarita de su esmoquin, viéndose como un gato que alguien había acariciado de la forma equivocada. ―De todos modos, ¿qué esperabas lograr allí dentro? ―preguntó. Se inclinó y me arrebató el bolso. Luego lo abrió y vació el contenido en el suelo. Mi iPhone cayó junto a todo lo demás. Se inclinó y lo recogió―. Supongo que estabas grabando todo eso ―dijo―. Y pensaste que serías muy astuta y lo enviarías a alguien. ¿CNN? Bueno, nada va a salir de eso. Con una fuerza sorprendente, se volvió y arrojó el teléfono tan duro como pudo hacia el otro extremo del pasillo. Éste se rompió en mil pedazos al chocar con la pared. Me estremecí. El teléfono estallando me recordó la forma en que mi cuerpo debe haberle parecido a Christopher, estallando bajo el peso de la televisión plasma. No es de extrañar que estuviese tan trastornado ahora. Excepto… ¿excepto que todo en lo que había estado insistiendo sobre las Empresas Stark era cierto? Había sido realmente cierto todo el tiempo. Él no era el loco. El resto de nosotros lo éramos, por no creerle. ―Y no solo porque ya no tienes la grabación ―dijo Robert Stark, volviéndose hacia mí. Estaba hablando absolutamente sin rencor. Esa era la parte que daba miedo. Ni siquiera estaba enojado conmigo. No le importaba. Estaba completamente frío y sereno. A excepción de la parte de la destrucción de mi teléfono.

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―¿Esos niños que viste ahí? ―prosiguió―. ¿Esos que mis amigos acaban de comprar? Van a encontrarse con algunos accidentes durante sus viajes muy pronto. El mismo tipo de accidente que tu hermana va a tener esta noche en el camino de vuelta de su viaje al campamento de porristas si alguna palabra de algo de esto se sabe. ¿Lo entiendes? Porque aunque no lo creas, tengo gente que pujaría felizmente por ella, también. Lo miré, mi corazón de repente sintiéndose congelado. ¿Cómo había sabido acerca de Frida y su campamento de porristas? Pero, por supuesto. Frida tenía un Stark Quark. El propio Robert Stark le había dado uno. Asentí lentamente. Entendía. Entendía perfectamente bien. ―Una palabra ―dijo―. Una palabra esta noche cuando el espectáculo de los Ángeles de Stark esté en vivo, ¿incluso aunque podrías querer intentar hacer algo lindo?, y tu hermana jamás logrará volver esta noche a ese pequeño apartamento que ella y tus padres comparten abajo en la NYU. ¿Entiendes? ―Entiendo ―dijo después de lograr despegar mi lengua del paladar―. No quiere que le diga a nadie que Robert Stark está proporcionando a sus accionistas cuerpos donantes sanos para que puedan trasplantar sus cerebros en ellos y ser joven otra vez. Si hago eso, mi hermana muere. Robert Stark solo me miró. Su expresión no era tan fría y serena como lo había sido antes. Ahora tenía una de sus oscuras cejas, ligeramente canosa, un poco elevada. ―Simplemente no lo entiendes, ¿verdad? ―preguntó―. Te dimos un regalo increíble, el don de la belleza, algo por lo que la mayoría de las mujeres mataría. ¿Sabes cuántas mujeres morirían por estar en tu lugar en este momento? Tienes al mundo en una cuerda. Y todo en lo que pareces pensar es en destruirme. ―¿Qué hay de Matthew? ―le pregunté―. ¿Y Kim Su? ¿Crees que van a apreciar que los maten para que esos ancianos ricos ahí dentro puedan vivir sus vidas por ellos? ―Oh, ellos no van a estar viviendo su vida por ellos ―me aseguró Robert Stark―. Van a estar viviendo sus propias vidas, solo con nuevos cuerpos. Claro, van a tener que explicar a sus amigos acerca de la forma en que tendrán más que un “poco de experiencia”. Pero eso solo atraerá más clientes a mí. Y valdrá la pena, no tener que despertar cada mañana con articulaciones crujiendo, tener que tomar nueve tipos diferentes de medicamentos para el corazón… créeme, valdrá la pena cada centavo de ellos.

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―Pero, ¿qué pasa con la familia de Matthew? ―pregunté―. ¿Qué pasa si lo ven un día, caminando por ahí con el cerebro de algún otro tipo en su cabeza, y él no los reconoce? ―Esta gente vive en estratos sociales muy diferente ―dijo Robert Stark con una sonrisa burlona―, que las familias de los donantes. Ellos nunca se verán entre sí. Puedes estar segura de ello. Negué con la cabeza ante su esnobismo. ―Te van a atrapar ―le dije―. Es asesinato. No puedes mantenerlo en secreto para siempre. ―¿Por qué no? ―preguntó. Y ahora ambas cejas se alzaban―. Lo he logrado hasta ahora. Además, ¿por cuánto tiempo crees que hemos estado haciendo esto? ―Fue entonces cuando se echó a reír―. Nikki, y para mí, querida, siempre serás Nikki, hemos estado haciendo esto durante años. Años. Con esta última tecnología, hemos sido capaces de ofrecer a nuestros clientes una selección más diversificada y única de productos en un rango más amplio, al tiempo que incrementamos nuestro margen de beneficio. ―Luego miró al oficial de seguridad y dijo―: Limpia eso… ―Se refería al desastre al vaciar mi bolsa en la alfombra―, y escóltala abajo hasta el auto que está esperando para llevarla y a sus amigos de vuelta al estudio. Ya está lo suficientemente tarde para el espectáculo de los Ángeles de Stark. ―A mí me dijo―: Lo menos que puedes hacer es dar las gracias, sabes. Ahora era mi turno de elevar las cejas. ―¿Por qué? ―Te he dado el mayor regalo que nadie jamás podría dar a otro ser humano ―dijo―. Una segunda oportunidad en la vida. Solo que esta vez ―añadió―, lo harás siendo hermosa. Yo solo lo miré fijamente. Honestamente, ¿qué puedes decir a eso? Pensé en escupir en su cara. Pero no parecía ser lo correcto de hacer. Sobre todo porque él acababa de decir que conocía los planes de viaje de mi hermana menor. ¿De verdad quería ver a Frida arriba en esa pantalla, siendo subastada como una clase de jarrón de la dinastía Ming en Sotheby’s… sólo para tener su cráneo cortado y abierto y su cerebro sacado y reemplazado por el de las venas azules de la señora? Tomé de vuelta el bolso que el guardia de seguridad me entregó, menos mi iPhone. Mientras tanto, Robert Stark ya se estaba alejando, de vuelta a su macabro cuarto de subastas. No volvió a verme ni una vez sobre su hombro.

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No era como que hubiera esperado que lo hiciera, supongo. Era igual de bueno que no lo hiciera. Hubiera visto mi mirada asesina. Y no le hubiera gustado. No le hubiera gustado ni un poco. El guardia de seguridad me tomó por el brazo y empezó a guiarme bajando las escaleras. No las escaleras de la parte trasera que Brandon me había mostrado, sino la amplia escalera principal que no había podido subir antes, porque no tenía un brazalete de fénix. El otro guardia de seguridad estaba todavía de pie al fondo de ella. Parecía confundido de verme siendo escoltada por uno de sus colegas, pero levantó la cuerda de terciopelo y me dejó pasar. ―Aquí vas ―dijo el guardia de seguridad que tenía mi brazo, cuando alcanzamos el perchero de los abrigos, donde Gabriel y Nikki me estaban esperando, con Lulu, que tenía mi abrigo. Los tres estaban flanqueados por otros guardias de seguridad. ―Oh, por Dios ―susurró Lulu, sosteniendo mi abrigo de piel falsa hacia mí―. ¿Estás bien? Te ves pálida como un fantasma. ¿Vas a vomitar? ―Sólo salgamos de aquí ―susurré de vuelta―. ¿Dónde está Brandon? ―No lo sé ―dijo Lulu―. Desapareció hace un rato con tu agente. ―Genial ―dije sarcásticamente. Los guardias de seguridad nos estaban apresurando a bajar los alfombrados peldaños rojos a la limosina que estaba detenida afuera. Los paparazzi tomaron docenas de fotos mientras nos agachamos dentro del carro, todos diciendo. “¡Nikki! ¿Dónde está tu novio?” y “¡Nikki! ¿Pasaste un buen rato en la fiesta?”. Una vez que estuvimos dentro del vehículo y las puertas habían sido cerradas, Nikki dijo: ―Es tan extraño cómo hacen eso. ―¿Hacer qué? ―Gritar mi nombre. Pero le están hablando a ella. ―Señaló hacia mí. ―Debe de ser raro ―dijo Gabriel, pero su voz era más suave que cuando había hablado con Nikki antes, como si estuviera compadeciéndose de ella por una vez―. Debes de extrañarlo. ―¿Eso? ―Los ojos de Nikki se ensancharon―. ¿Ser llamada a gritos por los paparazzis? A ti probablemente te guste. Pero estoy como apreciando este anonimato por un cambio. ―Me miró y demandó―: ¿Entonces? ¿Encontraste algo?

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―Oh ―dije, recostándome contra el asiento de cuero y tomando una larga y purificante respiración―. Aprendí mucho. ―¿Oh? ―preguntó Gabriel―. ¿Te importa iluminarnos? Alcancé mi sostén y saqué mi celular marca Stark. ―No tienes ni idea ―dije―. ¿Me prestas tu teléfono? Este está intervenido. Necesito llamar a Christopher. Gabriel revolvió sus bolsillos, mientras Nikki puso los ojos en blanco. ―Nadie me deja tener un teléfono ―dijo―. No soy de fiar, evidentemente. ―Oh, por el amor de Pete ―dijo Lulu, abriendo el cierre de su Prada dorado y lanzándome su teléfono―. Pero será mejor que nos digas lo que escuchaste allá arriba… Ya estaba marcando. ―Oh ―dije―. Se van a enterar, bien. Hola. ¿Christopher? ―Había contestado en el primer timbrazo. ―¿Em? ―dijo, confundido, porque el identificador de llamadas había dicho el nombre de Lulu. ―Sí ―dije―. Soy yo. Escucha, tenías razón. Acerca de todo. El Proyecto Fénix es exactamente lo que dijiste que era. Y tengo pruebas. Filmadas. El problema es que me atraparon. Por el mismísimo Robert Stark. ―Jesucristo, Em. ―Christopher sonó como si alguien lo hubiera golpeado en el estómago―. ¿Estás bien? ―Estoy bien ―dije―. Por lo pronto. Ellos piensan que destruyeron la única prueba. Es por eso que no puedo enviártela por correo electrónico o algo… porque si lo hago, sería totalmente como enviar una alerta. Porque está en un teléfono marca Stark que ellos tienen intervenido, entonces eso significa que está también en su red principal, estoy bastante segura. Lo que significa que Felix podría conseguirlo… pero luego tal vez ellos se den cuenta. Entonces, por si acaso, voy a entregárselo personalmente ahora con Lulu y Nikki. ―Observé a las dos inquisitivamente. Ambas se miraron y asintieron ansiosamente―. Entonces, ¿puedes estar ahí en, digamos, veinte minutos, Christopher y estar listo para eso? ―Ya estoy con Felix ―dijo Christopher―. Está listo para lo que sea que tengas. ¿Qué vas a hacer mientras tanto? ―El espectáculo de lencería Stark Angel ―dije, incapaz de mantener alejado el sarcasmo de mi voz―. En vivo.

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―Ya tenemos sintonizado el Canal Siete. ―Escuché a Felix gritar en el fondo―. ¡Todos los diez monitores! ¡En alta definición! Escuché un crujido y luego un grito de dolor. Asumí que Christopher había golpeado a su primo. ―No le hagas caso ―dijo Christopher―. Si no quieres que lo veamos, Em, no lo vamos a ver. Además, parece como que vamos a estar bastante ocupados. ―No ―dije. Tengo que ser madura acerca de esto, me di cuenta. Era sólo un cuerpo. Mi cuerpo. Y con suerte, Christopher iba a verlo desnudo algún día, de todas formas. ―Pueden verlo si quieren. Sólo hagan esta otra cosa primero. Sólo… lo que sea que van a hacer con esto ―dije, tratando de controlar el temblor de mi voz―, ¿pueden esperar a que aterrice el avión de Frida, y llegue a casa segura? Porque Robert Stark dijo… ―De repente, estaba conteniendo un sollozo. ―¿Qué, Em? ―preguntó Christopher. Sonaba tan preocupado como yo me sentía ―. ¿Qué dijo Robert Stark? La tierna preocupación en su voz sólo hizo que fuera más difícil hablar. No podía creer que este fuera el mismo Christopher con el que había estado discutiendo hace como una hora. ―Dijo que si algo del Proyecto Fénix salía a la luz ―respondí, tratando de no llorar ―, él hará… él hará… ―No digas otra palabra ―dijo Christopher―. Ya sé qué hacer. ―Pero… ―¿Cómo podría saberlo? No le había dicho lo que dijo Robert Stark que haría. Algo tan horrible, que ni siquiera podía pensar en ello. ―Em ―dijo Christopher. Su voz era cálida. Cálida con amor por mí. Por mí―. Lo sé. No te preocupes. Considéralo hecho. Frida estará bien. Lo tenemos controlado aquí, ¿está bien? Somos profesionales. ―Pero… ―dije de nuevo. Ahora no podía evitar sonreír un poco. La idea de Christopher y su primo como profesionales era ridícula―. Uno de ustedes está usando una pulsera de tobillo. Y uno de ustedes es un archivillano, con guantes sin dedos y una cicatriz oscura de un kilómetro de ancho. ―Ella va a estar bien ―me aseguró Christopher ―. Hiciste tu parte. Dile a Nikki y a Lulu que vengan aquí con ese celular. Y yo haré lo que tenga que hacer. Y, ¿Em? ―¿Sí? ―pregunté con voz temblorosa.

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―Estoy realmente orgulloso de ti ―dijo él―. Enojado como el infierno porque te pusiste en peligro. Pero de verdad, muy orgulloso. ―Sí ―dije. Ahora las lágrimas estaban viniendo. Pero eran lágrimas de felicidad. ―Yo también ―dije.

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Capítulo 20 Traducido por LizC, veroonoel y maphyc Corregido por Simoriah

E

ra un caos durante el espectáculo de lencería los Ángeles de Stark. Por un lado, Ryan Seacrest estaba allí como maestro de ceremonias. No había estado allí durante los dos ensayos generales a principios de mes porque… bueno, era Ryan Seacrest. Era un hombre muy ocupado. Por otro lado, Gabriel y yo llegamos con más de dos horas de retraso para nuestro tiempo de llamada. Eso había causado demasiada ansiedad por parte de Alessandro, el director de escena. Básicamente quería matarnos. ―Al vestuario para maquillaje y trajes ―gritó cuando nos vio a Gabriel y a mí escabulléndonos por la puerta del escenario―. Ahora. Supuse que si Alessandro se salía con la suya, jamás se nos pediría participar en otra producción Stark, nunca más. Por otra parte, después de esta noche, si las cosas salían como yo esperaba que lo hicieran, no habría ninguna producción Stark. Nunca más. Jerri, la maquillista, entró abalanzándose mientras yo me contoneaba para salir de mi vestido de fiesta, y las damas de vestuario se preocupaban sobre qué hacer con las marcas que las costuras de mis medias habían dejado en mi vientre. En serio. Éstas son las cosas por las que las modelos de ropa interior tenemos que preocuparnos. ―No se preocupen ―dijo Jerri―. Usaré el aerógrafo. Nadie verá nada. Jerri tenía una pequeña máquina que dispersaba base líquida de la forma en que las máquinas de autobronceado arrojan bronceador sobre las personas. Era básicamente el mismo principio, sólo que Jerri planeaba dispersar la base sobre mi cuerpo entero en lugar de solo mi rostro… … lo cual era lo que hacía por la mayor parte de sus clientes, muchos de los cuales eran comentaristas deportivos masculinos. ―También tienen que verse bien ―explicó―. Ahora que todo el mundo tiene televisores de alta definición, no se puede tener ningún defecto, nada. También hago las manos, para cuando están sosteniendo los micrófonos, entrevistando a la gente. Si no atomizas, no juegas.

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Era increíble. Aquí estaba yo pensando que Jessica Biel y todas esas estrellas de cine tenían cuerpos perfectos, cuando no era cierto. Todo en la televisión era falso. En realidad, todo en la televisión, en las revistas y en las películas también. No era de extrañar que esos accionistas de Stark sintieran la necesidad de asesinar jóvenes y robar sus cuerpos. ―Oh, claro ―dijo Jerri mientras estaba allí de pie en mi sujetador y ropa interior, sintiendo el frío spray ir por todo mi cuerpo―. Todas las actrices lo hacen, ¿para sus escenas de desnudos? Todas están cubiertas de spray. También cubre la celulitis. No es que tú tengas celulitis. Oh, espera. Sí, lo siento. ¡Incluso Nikki Howard! Ja, espera a que le diga a mi hermana. Ella cree que eres perfecta. No es que no lo seas… ―Jerri asomó la cabeza para mirarme―. Ya sabes, casi lo eres. Sonreí hacia ella con inquietud. ―Está bien. ¿Puedo pedir prestado tu teléfono celular? ―pregunté―. Tengo que hacer una llamada. Es local. ―Oh, adelante, querida ―dijo Jerri―. Haz cuantas quieras. Estoy recibiendo un bono festivo por esto, siendo la víspera de Año Nuevo y todo eso. Me dio su teléfono, y rápidamente marqué el número de mis padres. Mi mamá atendió después del segundo llamado. ―¿Hola? ―preguntó con curiosidad, sin reconocer el número en el identificador de llamadas. ―Hola, mamá ―dije―. Soy yo. ―No dije que era yo, Em, porque Jerri estaba allí―. Me preguntaba… ¿sabes si Frida llegó bien a su avión? ―Bueno, por supuesto que sí ―dijo mamá―. Me llamó desde la pista hace tres horas. Debería aterrizar en LaGuardia en cualquier momento. Las chicas van a compartir taxis de regreso a la ciudad. ¿Por qué lo preguntas? ―Es sólo que no he sabido nada de ella desde hace tiempo ―dije, tratando de sonar casual―. Eso es todo. ¿Crees que podrías hacer que me llame al minuto en que entre por la puerta? ―Por supuesto ―dijo mamá―. ¿Pero no estás un poco ocupada? Pensé que ibas a hacer ese, eh, espectáculo de lencería esta noche, en el Canal Siete. Maldita sea. Esperaba en cierto modo que mamá se hubiera olvidado de eso. ―Así es ―dije con rigidez―. Pero eso no significa que no me preocupe por mi hermanita. ―Bueno ―dijo mamá―. Me aseguraré de que te llame.

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Tardíamente, recordé que no tenía teléfono celular. Uno estaba hecho pedazos en la alfombra del pasillo superior de Robert Stark. Y el otro iba camino hacia el sótano de Felix en un taxi con Lulu y Nikki. Con suerte estaría allí ahora. ―En realidad ―dije, pensando rápido―. ¿Podrías hacer que llame a Lulu? Mi celular anda mal. ―Le di el número―. De todos modos, será mejor, en caso de que esté en el escenario. ―Muy bien ―dijo mamá. Sin embargo, al estilo típico de mamá, no sonaba como si pensara que estaba bien―. Escucha, cariño, mientras estamos por teléfono… acerca de lo de ayer. ―Sí ―dije. Era consciente de que Jerri iba hacia mi cabeza con la pistola del spray―. Lo siento mucho… ―No ―dijo mamá―. Yo lo siento. Ahora me doy cuenta de que cuando me preguntaste si eras bonita… bueno, esa es una pregunta tan agobiante, cariño. Quiero decir, para mí. No quiero que ustedes se juzguen mutuamente por su aspecto… ―Mamá ―dije. No podía creer que siquiera estuviéramos teniendo esta conversación. Mi jefe acababa de amenazar con matar a mi hermana menor si yo exponía el hecho de que él era básicamente un sociópata asesino. Y si las cosas salían como esperaba que lo hicieran, estaba a punto de hacer exactamente eso. Y mi mamá quería tener tiempo de vinculación a través del teléfono. ―Realmente no tengo tiempo para esto. Solo quería ver cómo estaba Frida. ―Pero esto es importante ―continuó mamá―. Me doy cuenta que tal vez, en tu escuela, eso es lo que hacen todas las niñas. Juzgarse las unas a otras por su apariencia. ―No solo en la escuela, mamá ―dije―. Trata con toda la sociedad occidental contemporánea. ¿Hola, mamá? Esto es Estados Unidos. Bienvenida. Esto se llama McDonald’s. ¿Puedes decir esa palabra? Mc-Don-ald’s. Sirven hamburguesas con queso aquí. Y papas fritas. ¿Puedes decir la palabra papas fritas? ―Lo sé ―siguió mamá. Sonaba como si estuviera prácticamente llorando―. Y es tan malo. No quiero que ustedes se juzguen así. Hay mucho más en ti que eso. Ambas son tan increíbles, Frida y tú, tan inteligentes, fuertes y creativas. Quería subrayar esa parte de ti. Pero cada vez que enciendes la televisión, ¿qué ves? Bueno, chicas delgadas con pechos grandes, en pantalones ajustados con camisas cortadas sobre sus ombligos. Y cada vez que las llevaba a las dos a la tienda, ambas

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querían exactamente lo que esas chicas, Nikki Howard, usaba. Tú eventualmente maduraste, pero Frida… es como si una madre no puede ganar. Y mi madre me dijo que yo era exactamente igual, y por eso dejó de decirme que era bonita… para que no se me subiera directamente a la cabeza mientras crecía… Esto era nuevo para mí. ¿La abuela? La abuela siempre nos decía a Frida y a mí que éramos bonitas. Tanto así que en realidad no significaba nada. Por supuesto éramos bonitas. Éramos sus nietas. No significa nada cuando tu abuela te dice que eres bonita. ¿Pero mamá? Mamá nunca nos dijo que éramos bonitas, o que nos veíamos bien. Siempre era: “¡Tu mente es todo lo que importa!”. Y por supuesto que es cierto. Pero habría sido agradable haber escuchado que nuestro cabello se veía bien, de vez en cuando. ¿Y ahora que sabía que a mamá le había gustado la ropa de chicas? ¿Mamá, que siempre viste de manera sensata en trajes grises y zapatos de tacón bajo? ¿Que la abuela había dejado de decirle a mamá que era bonita porque se pondría tan vanidosa al respecto? Esto era fantástico. No podía esperar para decirle a Frida. Si alguna vez la volvía a ver. ―Y supongo ―continuó mamá (prácticamente balbuceaba)―. Solo pensé que si seguía su ejemplo, ustedes dos resultarían como yo… más interesadas en cosas académicas que… bueno… ¿Qué? ¿Cómo había sido mamá de niña? Me moría por descubrirlo. Pero para entonces Jerri había llegado a mi cabeza con el rociador de spray. ―Mira, mamá ―dije―. Tengo que prepararme para el desfile. Entiendo todo lo que dices. Sé que es todo falso. Nadie lo sabe mejor que yo. Pero aun así es bueno escuchar que tu mamá diga que eres bonita de vez en cuando, ¿sabes? Pero no te preocupes por mí, ¿está bien? Todo va a estar bien. ―Ésa era una gran mentira. No tenía forma de saberlo. ¿Pero que más iba a decir? ¿Mira, mamá, debido a mi idiotez, mi jefe está a punto de matar a tu hija menor?―. Solo llama a Lulu tan pronto como oigas de Frida. ―Lo haré ―dijo mamá. Vaciló, y luego dijo―. Te quiero, Em. En caso de que no haya quedado claro. Sin importar cómo luzcas. O lo que uses. Esto trajo lágrimas a mis ojos. Porque no me lo merecía para nada. ―Gracias, mamá ―dije―. Yo también.

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Colgué y le devolví el teléfono a Jerri. ―Madres ―le dije, poniendo los ojos en blanco en un esfuerzo para no echarme a llorar. ―Dímelo a mí ―dijo Jerri, metiendo su teléfono en su bolsillo―. La mía fuma un paquete de Camel Lights por día. ¿Puedo lograr que lo deje? De ninguna manera. Cierra tus ojos ahora, cariño, voy a hacer tu rostro. Cuarenta y cinco minutos más tarde, lo cual Jerri afirmó que era un récord de velocidad para ella, yo estaba fuera de peinado y maquillaje y metida en el sujetador y ropa interior de diamantes, mis alas unidas y flotando detrás de mí. Lucía, cuando me vi en el espejo, como una cruza entre un ángel y… bueno, una chica usando un bikini de diamantes. Oh, bueno. Con suerte, mamá no estaría mirando. Caminé en mis tacones de plataforma hacia el estudio de sonido mientras Jerri trotaba junto a mí, aplicando el último rastro de brillo labial. ―Ahí estás. ―Rebecca apareció como de la nada, todavía en su vestido negro con el tajo hasta ahí―. Escuché que llegaste tarde. ¿Qué te advertí? ¿Te dije que no llegaras tarde? ¿Comiste algo? Puedo ver los huesos de tu cadera. Sé que no comiste nada. Si te desmayas, Nikki, lo juro por Dios… ―No me voy a desmayar ―le aseguré―. ¿Brandon está aquí contigo? Porque realmente necesito hablar con él. ―De hecho, está aquí ―dijo Rebecca, luciendo recatada. O tan recatada como podía lucir Rebecca, lo que no era mucho―. Bien podrías saberlo, estamos juntos ahora. Sé que hay un poco de diferencia de edad, pero honestamente, creo que a él podría venirle bien tener una mujer madura en su vida. Sin ofensas, Nikki, pero no has sido exactamente la influencia más tranquilizadora sobre él. Y él necesita estabilidad. ―Eso realmente no me importa ―dije―. Puedes tenerlo. No quiero hablar con él sobre eso. Es sobre su papá, de hecho. ―¿Su papá? ―Rebecca se encogió de hombros―. No es exactamente su tema favorito. Pero es tu funeral. ―Sacó su Blackberry de su bolso Chanel y comenzó a golpear el teclado―. ¿Segura de que quieres meterte en esto ahora, justo antes del desfile? ¿No puede esperar? Sales al escenario en cinco. Y no hables con Ryan, ¿de acuerdo, querida? Todas las chicas están hablando con Ryan, y se está poniendo nervioso. Miré por el pasillo. Había modelos en ropa interior de Stark y alas por todos lados. Vi a Kelley, mi amiga del ensayo general, agitar su celular hacía mí y poner

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su ringtone. Sonó el Journeyquest Dragon Battle Cry. Kelley rió y me señaló, luego puso sus pulgares hacia arriba. Le sonreí como: ¡Ja! Eso es gracioso. Pero principalmente estaba pensando en cuánto quería vomitar. ―No lo haré ―dije. Rebecca se encogió de hombros y siguió golpeando su teclado. ¿Qué estaba haciendo Robert Stark en ese momento?, me pregunté. ¿Estaba tratando de matar a mi hermana? ¿Y que había de Christopher? ¿Lulu y Nikki le habían dado mi celular? Me sentía tan vulnerable sin saber qué estaba sucediendo. No era la única. Gabriel salió de su camerino con maquillaje completo y esmoquin. Estaba con su banda; los cuales eran lo suficientemente guapos para causar una ola de emoción entre las modelos, Ryan Seacrest de pronto olvidado. Pero Gabriel lo ignoró. Cuando mi vio, de hecho, le dijo al resto de los chicos: ―Oigan. Ya vuelvo. ―Y se quedó atrás para susurrarme―. ¿Y? ¿Has oído algo? Sacudí la cabeza. ―Nada. ¿Tú? Él sacudió la cabeza. ―Estoy seguro que estará bien. ―O ―dije―, saldremos al escenario y caerá una bomba sobre nosotros, matándonos a ambos al instante, cortesía de Robert Stark. ―Siempre es bueno ―dijo Gabriel, tirando de sus solapas―, pensar en positivo. ―Brandon se reunirá contigo después del desfile ―anunció Rebecca, leyendo la pantalla de su Blackberry. ―Pero realmente necesito hablar con él ahora ―dije, incapaz de ocultar la consternación en mi voz. ―Bueno. ―Rebecca se encogió de hombros―. ¿Qué quieres que haga? El hombre dice que está ocupado. Se reunirá contigo arriba en el bar Stark Sky, dice. Habrá champán para todos nosotros para brindar por el Año Nuevo. Es donde todos vamos a ver el Fin de Año en Times Square. Hay una vista perfecta desde allí… ―¡Lugares! ―Alessandro vino corriendo por el pasillo, aplaudiendo―. Todos. Entre bastidores, ¡ahora! ¿En qué están perdiendo el tiempo? ¿Están tratando de darme un ataque al corazón? ¡El espectáculo ha comenzado! ¡Estamos

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en vivo! No más charla una vez que pasen por la puerta insonorizada. ¡Vamos! ¡VAMOS! Tomé instintivamente la mano de Gabriel. La mía estaba helada. Pero la suya se sentía cálida… al igual que su mirada cuando encontró la mía. ―Todo va a estar bien ―me aseguró, con una sonrisa―. Hiciste lo correcto. ―¿Lo hice? ―pregunté. Ojalá me lo pudiera creer. En teoría, lo hacía. ¡Pero Frida! ¡Mi propia hermana! ¿Cómo pude haber sido tan estúpida? ―Oh, Dios ―dijo Rebecca, notando nuestras manos apretadas―. ¿Qué está sucediendo aquí? ¿Ustedes dos están juntos? Esto es perfecto. ¿Puedo anunciarlo a la prensa? ¿Tienes una idea de lo que esto va a hacer con sus cifras de ventas, Gabriel? Ya estás en la estratósfera, pero esto, cariño, estamos hablando de Marte… Para ese momento, estaba pasando las puertas del estudio, y todos los camarógrafos y técnicos de sonidos estaban haciendo callar a Rebecca. Sin embargo, ella se puso de pie al lado de las puertas, aunque se estaban cerrando, gritando en un susurro. ―¡No me puedes ocultar cosas, Nikki! ¡No puedes huir! ¡Sé todos tus secretos! Si tan sólo ella supiera. En el interior del espacio detrás del escenario del estudio, donde todos estábamos reunidos para esperar nuestro turno en el escenario, estaba tan silencioso, que casi podía escuchar mi propio corazón. Era en el frente del estudio, donde estaba el escenario, donde era harina de otro costal. Allí, estaba estruendosamente ruidoso. La audiencia en vivo estaba gritando en reconocimiento de Ryan y de los modelos que estaban pavoneándose en el escenario, caminando en la pasarela, mostrando sus diferentes conjuntos de sujetador y ropa interior. Gabriel y su banda se habían agachado detrás del escenario rotatorio, para reaparecer en el escenario tan pronto como fuera su señal para tocar la canción de éxito número uno de Gabriel, “Nikki”. Esto no iba a suceder hasta la penúltima pausa comercial. Mientras yo estaba allí esperando mi señal musical, noté a Veronica, la modelo que me había odiado tanto (porque creyó que había estado enviándole e-mails a su novio, Justin, cuando en realidad, había sido la verdadera Nikki) de pie en frente de mí. Me estaba ignorando deliberadamente. Porque necesitaba algo que sacara mi mente del hecho de que mi hermana, en ese mismo momento, podría estar muriendo, le toqué el hombro.

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―Hola ―le dije―. Me estaba preguntando. ¿Pararon los e-mails? Veronica miró alrededor. Sus ojos se abrieron enormemente cuando me vio. ―Nosotros… no se supone que hablemos ―balbuceó. ―Lo sé ―dije―. Pero, ¿pararon? ―Sí ―dijo, y se volvió hacia el desfile, mordisqueando una uña postiza. Ja. Porque Nikki tenía mejores cosas que hacer en estos días. Como torturar a Gabriel Luna. Unos minutos más tarde, Verónica recibió su señal para desfilar, y se pavoneó hacia el escenario. Y entonces lo oí. ―Nikki, oh, Nikki… La cosa es, chica… a pesar de todo… la verdad es que creo... que te amo. Mi señal. Por un segundo, con el corazón martilleando, dudé. Pensé que iba a vomitar. ¿Qué estaba haciendo? ¿Quién era yo? ¿Yo, Em Watts, la chica que ni siquiera se duchaba delante de otras chicas durante Educación Física, realmente iba a salir a esa pasarela, delante de millones, tal vez incluso un billón, de telespectadores, sin mencionar a cuanta gente estuviera en el público en directo, usando nada más que ropa interior, sujetador, un par de alas, y un montón de spray corporal? ―No es la forma en que caminas, chica… la forma en que sonríes o la forma en te ves… Por otra parte… … si las cosas salían cómo se suponía, y Christopher hacía lo que dijo que iba a hacer, por mi culpa, Robert Stark, el cuarto hombre más rico del mundo, iba a caer esta noche. Lo que me había sucedido a mí nunca le iba a suceder a otra persona de nuevo. Y quizás nunca jamás habría otro desfile de lencería de Stark Angels de nuevo. Eso sin duda haría feliz a mi madre. ―Es sólo la forma en que me mueves… la forma en la que me mueves… que me hace decir, Nikki, oh, Nikki… La cosa es, chica… a pesar de todo… la verdad es que creo… que te amo. ―Nikki ―susurró Alessandro desde algún lugar de la oscuridad detrás de mí―. ¡VE!

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Salí hacia las cegadoras luces del escenario, moviendo las caderas al compás de la música, tratando de seguir las marcas de la pista y pisar exactamente donde me habían dicho de pisar y no toparme con Ryan Seacrest. Los reflejos de los diamantes de mi sujetador me estaban volviendo loca. Apenas podía ver por dónde iba. Si algo llegara a soltarse del techo y caerse, golpeándome en la cabeza, nunca lo sabría. Estaba completamente ciega. ¿Quién usaría una de estas tonterías en la vida real? ¿Y por qué? ―Nikki, oh, Nikki… La cosa es, chica… a pesar de todo… la verdad es que creo… que te amo. Por lo menos tenía la voz de Gabriel para guiarme. Lo extraño era que en realidad sonaba sincero. Pero, ¿no es eso lo que hacen los músicos? Al igual que los modelos y actrices, te hacen creer lo que te están diciendo. A menos que… él realmente amase a Nikki. No a mí. Sino a la verdadera Nikki. ¿No sería eso divertido? ¿Que tanto como los dos pelearan, realmente se amasen? Ellos ciertamente parecían atacarse a menudo. Pero, ¿no era eso cierto sobre Christopher y yo? Siempre estábamos peleando. ¡Siempre! Pero luego, cuando llegaba el momento, realmente nos amábamos. Por lo menos, yo amaba de verdad a Christopher. Tenía la esperanza de que él realmente me amase. Creí haber oído su amor por mí en el teléfono cuando habíamos hablado hace un momento. Lo sabría con seguridad la próxima vez que lo viese… si realmente me amaba o no. Sería capaz de verlo en sus ojos. Estaba segura de ello. Podríamos no tener el más fácil de los romances, pero era uno, lo sabía con seguridad, que iba a durar para siempre. Si Nikki y Gabriel se enamoraban, eso mataría a mi hermana, Frida. Oh, Dios. Frida. ¿Por qué tuve que pensar en Frida? ―No es la forma en que caminas, chica… la forma en que sonríes o la forma en que te ves… ―Ah, mírenla, señoras y señores ―decía Ryan Seacrest―. La supermodelo número uno del mundo, la modelo de Stark, Nikki Howard. Lleva alrededor de un millón de dólares en diamantes, damas y caballeros. No sé cuándo he visto algo tan hermoso. Excepto posiblemente por el bajo, bajo interés que recibo en mi tarjeta

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de crédito Stark. Apliquen ahora para una venta exclusiva sólo para miembros y ofertas especiales de financiamiento durante todo el año… Llegando al final de la pista, me asomé a la audiencia que vitoreaba y ovacionaba y lo vi. Robert Stark. Sentado allí, mirándome. Sonriendo. Sonriendo como sólo alguien que sabe que ha ganado puede sonreír. ¿Por qué sonreía de esa manera? ¿Qué había hecho? Se había salido con la suya, por eso. Excepto que no lo había hecho. Todavía no. No si podía evitarlo. Frida, mi corazón lloró todo el tiempo que estuve allí. Por favor, deja que Frida esté bien. Salí de la pasarela sin tropezarme y sin que nada cayera sobre mi cabeza. Sólo con el corazón martilleando en mi garganta. Y nadie, estaba segura, hubiera sido capaz de verlo. Porque yo era una profesional ahora. Yo era Nikki Howard. No fue hasta que llegué al bar Stark Sky media hora más tarde, el sujetador y la ropa interior de diamantes devueltos a los guardias de seguridad que habían sido asignados para protegerlos, las alas de ángel guardadas, y mi ropa de calle puesta de nuevo, que se desató el infierno.

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Capítulo 21 Traducido por veroonoel y LizC Corregido por Nanis

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l bar Sky, que era un enorme restaurante circular en la parte superior del edificio de Stark, las paredes hechas de vidrio de piso a techo en todos lados, por lo que tenías una vista sin obstáculos de las luces brillantes ―o, en este caso, la multitud en Times Square, en el Fin de Año en Times Square― estaba repleto. Ryan Seacrest estaba allí, junto con su agente y su representante, disfrutando de un poco de Dom Perignon. Divisé a Rebecca allí también, aferrándose a Brandon como si estuvieran unidos por la cadera ―desagradable― y Gabriel y su banda. En todos los demás lugares que miré había celebridades de la fiesta en la casa de Robert Stark, al igual que los accionistas que había conocido. Los mismos que habían estado haciendo ofertas de “donantes” para sus trasplantes cerebrales. Por supuesto que no sabían que había filmado su pequeña subasta y contrabandeado esa película y que dos genios de las computadoras (con suerte) en este mismo momento estaban haciendo lo que sea que ese tipo de gente hace con ese tipo de cosas. ¿Qué iban a hacer con eso?, me pregunté. ―Oye ―dijo Gabriel, viniendo hacia mí con una copa de agua con gas unos minutos después de que había entrado. Él era una vista agradable. Había estado rodeada por los accionistas de Stark queriendo charlar conmigo un poco más. Sabía lo que realmente querían, por supuesto. Hablar con el prototipo del Proyecto Fénix, un real receptor de trasplante de cerebro vivo y respirando. No dijeron lo mismo, pero era totalmente obvio. Estaban muriendo por saber cómo era morir… y luego ser resucitado como alguien totalmente sexy. Si hubieran venido directamente y solo preguntado, podría haberles dicho: Fue un infierno. Y el cielo. Al mismo tiempo. ¿Lo haría de nuevo? De ninguna manera. ―Me alegro de que no estemos allá abajo ―dijo Gabriel, señalando a una de las muchas televisiones de pantalla plana colgadas del techo, mostrando primeros planos de Anderson Cooper reportando en vivo los inminentes fuegos artificiales de Times Square. Estaba tan frío, se podía ver en el aliento de Anderson.

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―Yo también ―dije. ―¿Has oído algo? ―quiso saber Gabriel. No estaba hablando del Fin de Año. ―No tengo un teléfono ―le recordé. ―Cierto ―dijo, haciendo una mueca―. Lo siento, me olvidé. Tampoco he oído nada. ―Su mirada se desvió hacia Robert Stark, quien se estaba riendo de algo que había dicho Rush Limbaugh, y dándole una palmada en la espalda. ―¡Nikki! ―exclamó Robert Stark, habiéndome visto por encima del hombro de Rush. Hice una mueca. El papá de Brandon estiró un brazo, haciendo señas para que me acercara, con una enorme sonrisa en su rostro. Rodeado de adoradores, estaba recibiendo toda la atención. Todos estaban sonriendo y sosteniendo copas de champán, claramente disfrutando. Y, por supuesto, había un montón de fotógrafos allí, con ganas de tomar algunas fotos publicitarias para los periódicos de mañana. ―Oh, no ―dije, en voz baja. Gabriel parecía comprensivo. ―Aquí está, la estrella de la noche ―anunció Robert Stark, haciendo señas de nuevo para que me acercara―. Nikki Howard, señoras y señores. ¿No estuvo adorable esta noche? ¿No se veía preciosa en todos esos diamantes? No tuve más remedio que ir hacia él. ¿Qué más podía hacer? Traté de poner la mejor sonrisa que pude en mi cara. Sabía lo que estaba sucediendo. Y sabía el papel que tenía que jugar… al menos hasta descubrir si Frida estaba a salvo o no: Robert Stark me estaba presumiendo. Era su mejor producto. Era el Fénix original. Cuando llegué a su lado, el papá de Brandon deslizó un brazo alrededor de mí. Era como ser abrazada por un pitón. ―Esta gran chica ―dijo Robert Stark, abrazándome a él―. Me alegro tanto de tenerla en la familia Stark. Mantuve la sonrisa aplastada en mi rostro. Los flashes se dispararon. Los fotógrafos decían cosas alentadoras como “¡Genial! Esto es genial, Nikki, Sr. Stark. Por aquí, ahora. Señor, ¿podría levantar su cabeza? Bájela ahora. Nikki, mira aquí. Genial. Fabuloso. Ambos luces genial juntos. Muchas gracias”. Pero todo el tiempo, en todo lo que podía pensar era en lo mucho que quería vomitar. Cuando las manchas púrpura de los flashes se desvanecieron, por el rabillo del ojo creí ver alguna gente entrando en el restaurante. Tuve que hacer una doble

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toma, sin estar segura de lo que veían mis ojos, antes de registrar quiénes eran realmente… Lulu, en su extravagante vestido negro de cóctel con su brillante miriñaque rojo, caminando descaradamente hacia la barra y exigiendo un cóctel, tirando de Steven Howard ―Steven Howard― a su paso… La hermana de Steven, Nikki, con su cabello negro azabache y corsé negro a juego, pavoneándose hasta la barra detrás de su hermano como si fuera dueña del lugar… Y Christopher ―mi Christopher― escoltando una chica de aspecto muy joven con cabello rizado que estaba mirando todo el lugar con su boca entreabierta en la forma de alguien que parecía demasiado emocionada de estar allí. Frida. Mi hermana, Frida. Estoy segura que algo de vómito vino a mi boca cuando vi eso. ¿Frida? ¿Habían traído a Frida aquí? ¿Estaban locos? ¿No había registrado la parte en la que les había dicho que Robert Stark había amenazado con matar a Frida? ―Um ―dije, agachándome por debajo del brazo de Robert Stark―. ¿Me disculpan? ―Por supuesto ―dijo, luciendo un poco confundido mientras me alejaba. Corrí hacia Frida hasta que fui capaz de agarrarla de ambos brazos y girarla; había estado pegada a una de las grandes ventanas, mirando hacia abajo a la multitud en el Times Square. ―Frida ―grité frenéticamente―. ¿Estás bien? ―Estoy genial ―dijo, apartando algo de cabello que yo había causado cayera sobre sus ojos por la violencia de mi gesto―. ¿Qué piensas? Esos chicos vinieron y me llevaron. Em, ¿qué está sucediendo? Nadie me dice. ¿Está todo bien? ¿Y qué sucedió con Nikki? Está sexy ahora. También, ¿has visto la manera en que Gabriel la mira? No es justo, yo lo vi primero… La abracé. ―No te preocupes por Gabriel ―dije en su cabello―. Es demasiado viejo para ti de todas formas. ―¿Qué? ―dijo Frida. Me estaba abrazando, pero obviamente tenía otras preocupaciones―. Es solo, como, ochos años más viejo. Eso no es nada. ―En serio. ―La aparte de mí y la miré a los ojos. Los míos estaban llenos de lágrimas―. Habrá un montón de chicos de tu edad que van a estar locos por ti. Así que cállate.

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Christopher se había acercado, sosteniendo dos copas de soda. ―¿Problemas, señoritas? ―preguntó a la ligera. ―Ninguno en absoluto ―dije, volviendo mi mirada llena de lágrimas hacia él―. ¿Está todo…? ―Oh ―dijo, entregándole una de las copas a Frida―. Todo está bien. Mira hacia arriba. ―¿Arriba? ―Miré hacia arriba, sin saber de lo que estaba hablando. Pero todo lo que vi fueron los televisores de pantalla plana colgados. ―Así es ―dijo Christopher―. Sigue mirando. Oye, ¿alguien ha hablado con Brandon? ―¿Brandon? ―Tome el refresco con gas que me ofreció. Había perdido el que me había dado Gabriel hace mucho rato―. ¿Por qué? ―Porque podría querer prepararse para… Fue entonces cuando todas las pantallas de los televisores en la habitación comenzaron a mostrar que los fuegos en Times Square estaban comenzando. Y todos comenzaron a apresurarse hacia las ventanas para verlos por sí mismos. ―Diez ―comenzó a cantar todo el mundo―. Nueve… Todos, eso es, excepto Nikki, la verdadera Nikki. Caminó hasta Robert Stark con una gran sonrisa en sus labios pintados de rojo brillante. ―Hola de nuevo ―dijo, sonriendo a Robert Stark. Parecía un poco sorprendido por ser interrumpido mientras hacían la cuenta regresiva para el Año Nuevo. Pero no era desagradable, porque Nikki era un pequeño número sexy. ―Bueno, hola ―dijo, sonriéndole―. Señorita, er… Prince, ¿verdad? ―Así es ―dijo Nikki―. Buena memoria. Pero ese no es realidad mi verdadero nombre. Y levantó el control remoto que había agarrado de la barra y subió el volumen de todos los televisores. ―Cinco ―estaba gritando todo el mundo―. Cuatro… ―¿No lo es? ―preguntó Robert Stark, pareciendo solamente interesando por cortesía―. ¿Cuál es, entonces? ―Nikki Howard ―dijo―. Deberías haber pagado, Robert. ―Entonces ladeó su cabeza para mirarlo un poco más duro―. Pensándolo bien… yo debería haberte entregado en primer lugar.

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―¡Feliz Año Nuevo! ―gritó todo el mundo. Por el bar, vi a Lulu arrojar sus brazos alrededor de Steven y besarlo. Rebecca y Brandon ya se habían envuelto a sí mismos en un nudo tan apretado, que tuve que mirar hacia otro lado, un poco sorprendida. Incluso Nikki echó a correr desde un confuso Robert Stark hacia Gabriel Luna, que estaba abrazando a sus compañeros de banda, lo atrajo de la pechera de la camisa, y plantó un enorme beso directamente en sus labios… para gran consternación de Frida, que dejó escapar un débil gemido ante la vista. Christopher, por su parte, estaba sonriendo hacia mí. Parecía más diabólico que al estilo novio. Estaba tan alarmada por todo lo que acababa de suceder en los últimos cinco minutos, que di un paso lejos de él. Realmente no estaba segura de cuánto más podría soportar. ―Oh ―dije, levantando ambas manos para rechazarlo, mi corazón habiendo comenzado a tartamudear―. No… Pero ya era demasiado tarde. Ya me había tomado por la cintura y me empujaba hacia él, aplastando mi cuerpo al suyo y luego dejando caer su boca sobre la mía. Creo que dejé escapar un gemido que se parecía al de Frida, solo que por diferentes razones, por supuesto, antes de encontrarme derritiéndome, como siempre, con el toque de sus labios. ¿Por qué no podía resistirme a él? ¡Era tan exasperante! ¿Era así como iba a ser siempre entre nosotros? ¿Íbamos a estar siempre haciéndonos enojar entre sí, para luego besarnos y todo estaría bien… más que bien, en realidad? Christopher tenía sus brazos alrededor de mí, pareciendo no tener prisa para terminar nuestro beso de Año Nuevo. No es que me importara. Quién sabe cuánto tiempo nos hubiéramos quedado allí besándonos (¡y delante de la pobre Frida! Me siento mal por eso), si justo entonces cada uno de los televisores en la habitación no hubieran estando parpadeado el mismo mensaje naranja: Noticias de Última Hora, y un presentador de noticias no hubiera venido a decir, con urgencia: Estamos interrumpiendo nuestra cobertura de Fin de Año para informarles de una noticia de última hora en la ciudad de Nueva York en relación a Robert Stark, el empresario que fundó Empresas Stark, conocido mundialmente por su cadena de grandes almacenes de descuento. Una oleada de parloteo emocionado irrumpió a través del bar Stark Sky cuando se hizo el anuncio. Rebecca y Brandon de hecho se soltaron el tiempo suficiente para prestar atención a lo que estaba pasando. Todos los accionistas de

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Stark se detuvieron a mirar a las pantallas de televisión en confusión, algunos de ellos tambaleándose un poco en sus pies, debido a que habían bebido demasiado. Robert Stark se quedó absolutamente inmóvil, mirando en estado de shock por lo que estaba viendo. Alcancé los dedos de Christopher con una mano y los de Frida con la otra. Frida me miró y preguntó, en un susurro: ―Em. ¿Qué es esto? ―Solo observa ―le susurré. Aunque, estaría mintiendo si dijera que mi corazón no latía un poco más rápido. ―Esta noche ―continuó el presentador de noticias solemnemente―, CNN ha obtenido exclusivamente un video, video que CNN puede garantizar su autenticidad, que demuestra que los accionistas de las Empresas Stark, incluyendo al propio Robert Stark, han participado a sabiendas en una cirugía altamente experimental conocida como trasplante a cuerpo entero… En algún lugar de la sala, una mujer gritó y dejó caer un vaso, que se estrelló contra el suelo. ―… en un laboratorio secreto en Manhattan llamado Instituto Stark de Neurología y Neurocirugía. Aquí está el corresponsal de CNN médico en jefe, el Dr. Sanjay Gupta, para explicar esta controvertida y no digamos ilegal procedimiento. ―Gracias, Wolf ―dijo una nueva voz―. En un trasplante a cuerpo entero, el cerebro de un paciente es retirado por completo de su cuerpo y es colocado en un nuevo cuerpo, por lo general de un donante que ha sido declarado con muerte cerebral. Sin embargo, en el caso de algo que la corporación ha estado llamando Proyecto Fénix, los donantes vivos han estado siendo elegidos a dedo desde… ―¿Qué es esto? ―gritó Robert Stark, girando alrededor para mirar al resto de nosotros―. ¿Qué es esto? Apágalo. ¿Me has oído? ¡Dije apágalo! Nadie se movió para apagar los televisores, a pesar de que estaba bastante segura que los camareros tenían los mandos a distancia. De hecho, vi a Nikki levantar uno de los mandos a distancia y subir deliberadamente el volumen. ―… en este video exclusivo, los representantes de la empresa pueden ver la subasta de los perfiles de los jóvenes que, según se alega, serán colocados en un estado vegetativo en una fecha posterior de modo que sus cuerpos puedan ser cosechados por el mejor postor, para hacer que sus cerebros sean trasplantados en ellos cuando…

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Las imágenes que tomé en la subasta empezaron a aparecer a medida que el locutor de noticias las pasaba. Tengo que decirlo, esa marca de teléfono celular Stark había hecho un buen trabajo al capturar lo que yo quería. Las imágenes de Kim Su, la francesa representándola, y los accionistas ofertando en ella se veían tan claras como el día. Realmente no se podía ver sus caras, pero se tenía la esencia de lo que estaba pasando realmente bien. Y el sonido, ¿después que había tenido que deslizar el teléfono celular en mi sujetador para ocultarlo? Aún cristalino. Oye, Stark: ¿Puedes oírme ahora? ―Tú ―gruñó Robert Stark, girándose hacia mí cuando la grabación de él, siendo reconocible la profunda voz de Robert Stark, estaba diciendo: Van a estar viviendo sus propias vidas, solo que con nuevos cuerpos… Y valdrá la pena, no tener que despertar cada mañana con articulaciones crujiendo, tener que tomar nueve tipos diferentes de medicamentos para el corazón… créeme, valdrá la pena cada centavo de ellos… Tropecé un paso atrás. Él se veía lo suficientemente enojado para levantarme y arrojarme por uno de los ventanales de vidrio a cuerpo entero que estaba a nuestro alrededor, como en una de las películas de Duro de Matar. Absolutamente no me pondría delante de él. Tampoco fui la única que se dio cuenta. Christopher se puso delante de mí, poniéndose como un escudo humano entre el multimillonario que quería matarme y yo. Si eso no era amor, no sé lo que es. ―Tú ―volvió a gruñir Robert Stark, ignorando por completo a Christopher―. ¡Tú hiciste esto! ¡Destruí ese teléfono! ¿Cómo es esto posible? En la pantalla de televisión, la voz continuó: la suya y la mía, con una transcripción escrita proporcionada para el espectador, por si alguien no podía entender lo que decíamos en la cinta. ―Te van a atrapar. Es asesinato. No puedes mantenerlo en secreto para siempre. ¿Realmente sueno así? No. Por supuesto que no. Pero Nikki sí. ―Lo he logrado hasta ahora. Además, ¿por cuánto tiempo crees que hemos estado haciendo esto? Hemos estado haciendo esto durante años. Años. Con esta última tecnología, hemos sido capaces de ofrecer a nuestros clientes una selección más diversificada y única de productos en un rango más amplio, al tiempo que incrementamos nuestro margen de beneficio.

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Margen de beneficio. Eso es todo lo que alguna vez había sido para Robert Stark. Y eso es lo que estaba a punto de acabar con él. ―Destruiste mi iPhone ―le dije a Robert Stark, en la voz más firme que pude convocar, hablando desde detrás de los anchos hombros de Christopher―. Pero no encontraste mi teléfono marca Stark. ―Aquel que has estado interviniendo todo este tiempo ―añadió Christopher―. Todo ese video y audio fue obra de tu propio ordenador central. Solo lo transferimos a la CNN. Wolf Blitzer lo tiene todo ahora mismo. Y después de esto, el mundo. Robert Stark nos miró como si acabáramos de decirle que Mariah Carey era realmente un hombre. ―¡Stark! ―gritó uno de los accionistas con la cara enrojecida―. ¡Nos dijiste que esto nunca saldría! ¡Lo juraste! ―… dos hackers adolescentes en el área de Nueva York, descubrieron que el nuevo Stark Quarks en realidad contiene spyware que permite al gigante corporativo cargar todos los datos de los usuarios a su ordenador central ―continuó Wolf Blitzer―, y nos enviaron esta grabación de Robert Stark y la supermodelo Nikki Howard en una subasta del Proyecto Fénix esta noche… Los accionistas Stark, me di cuenta, de repente empezaron a dirigirse a las puertas del bar Sky, sus expresiones de pánico. Pero iba a ser difícil para ellos irse de aquí. Porque justo entonces las puertas se abrieron, y docenas de los mejores policías de Nueva York, con sus uniformes de color azul oscuro, comenzaron a entrar a raudales, sus insignias de oro brillando bajo las luces de discoteca. ―Qué nadie se mueva ―dijo uno de ellos, utilizando un megáfono para hacerse oír por encima de la cacofonía repentina de los asistentes a la fiesta conmocionados―. Nadie va a ninguna parte. ―Necesito mi medicamento para la presión arterial ―gritó el marido de la señora con los brillantes en la parte inferior de la falda. ―Nos aseguraremos de conseguirlo por usted ―le aseguró un policía―, en Rikers. ―¿Esto realmente está sucediendo? ―se acercó para preguntarme Nikki. ―Creo que sí ―dije, sintiéndome tan aturdida como ella.

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Cerca del bar, Brandon, finalmente dándose cuenta que este era su gran momento, se apresuró a hacer frente a los fotógrafos que habían estado tomando las fotos publicitarias de su padre y yo más temprano. ―A la luz de los recientes descubrimientos acerca de mi padre ―dijo, de repente sonando como si no hubiera tenido una sola bebida en toda la noche―, con quien mi relación siempre ha sido problemática, solo me gustaría decir que voy a hacerme cargo de las operaciones del día a día de las Empresas Stark por el futuro previsible, y voy a estar haciendo mi mejor esfuerzo para hacer de Stark una corporación más amigable con el planeta, más verde. Definitivamente, voy a reevaluar a los empleados, que durante tanto tiempo han trabajado sin una unión o una atención médica adecuada. Voy a estar trabajando para corregir eso, así como la impresión que Stark pudo haber dado al no preocuparse por la aprobación de la pequeña empresa… Pero ninguno de los periodistas estaba escuchando. Ellos solo estaban interesados en lo que estaba sucediendo en el centro de la habitación. ―¿Robert Stark? ―preguntó el capitán de la policía, yendo a grandes zancadas hasta el padre de Brandon y mostrándole su placa―. Nos gustaría hacerle unas cuantas preguntas en el recinto, si no le importa. ―No sin mi abogado ―espetó Robert Stark. ―No se me ocurriría de otra forma ―dijo el capitán de policía educadamente. Fue entonces cuando esposó a Robert Stark y se lo llevó.

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Capítulo 22 Traducido por veroonoel Corregido por Nanis

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asaron meses antes de que todo se acomodara. Y aun así, no podía ir a ningún lado sin que alguien quisiera meterme un micrófono en la cara para preguntarme sobre ello.

No se me permitía hablar de ello, sin embargo, debido al testimonio que estaba programado para dar contra Robert Stark ―y todos los accionistas de Stark que habían estado en la subasta la noche de la subasta del Proyecto Fénix, y el Dr. Holcombe, y sí, el Dr. Higgins también― al gran jurado. No era la única testificando, por supuesto. Por lo que habíamos hecho, el Dr. Fong fue capaz de salir de su escondite y contar lo que sabía acerca de las idas y venidas en el Instituto Stark de Neurología y Neurocirugía, también, a cambio de inmunidad judicial. Muchas de las cirugías, sostenía, habían sido médicamente necesarias para salvar la vida del paciente, y completamente legal. Pero muchas de ellas… Bueno, digamos, no tanto. Las familias de algunos de los “donantes de cuerpo” se habían presentado para testificar también. De acuerdo con los expertos jurídicos que veía en las noticias de vez en cuando, este no era algo de lo que Robert Stark iba a ser capaz de mover de su camino. Esto eran múltiples cargos de asesinato, intento de asesinato, y en el caso de Nikki, asalto con un arma mortal (un bisturí). Robert Stark, anteriormente uno de los hombres más poderosos del mundo, iba a desaparecer por un largo tiempo. Un largo, largo tiempo. El Dr. Fong no era el único a salvo ahora. Nikki, Steven, y la Sra. Howard estaban a salvo también, debido a lo que habíamos hecho, y capaces de volver a sus vidas normales. Excepto, por supuesto, que para algunos de ellos, esto no era tan simple. La señora. Howard estaba emocionada y con ganas de volver a Gasper y su negocio de aseo de perros.

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Me dio pena ver que se fuera. Realmente había aprendido a pensar en ella como una segunda madre. Pero Gasper era el lugar que conocía y amaba, y donde estaban todos sus mejores amigos. Y a Harry y Winston no les gustaba estar encerrado en los pequeños apartamentos de Nueva York. Extrañaban tener un patio para jugar. Fui con ella al aeropuerto y la abracé para despedirla. Fue triste, pero era lo mejor para todos, especialmente para la Sra. Howard. El exceso de unión con su hija le había dado migrañas crónicas, y era quizás demasiado para soportar, a largo plazo… … incluyendo a Steven, ya que regresó a su unidad naval. Medio que tuvo que hacerlo. Supongo que tenía algo que ver con el hecho de que había firmado para estar en este submarino y no podía exactamente dejarlo, especialmente ahora que había encontrado a su madre y hermana, que era la única razón por la que lo dejaron salir en primer lugar. Lulu estaba devastada. Tuve que ordenarle un banana split cada día por una semana antes de que comenzara a mirar el lado bueno. ―Al menos ―señaló―, no me puede engañar. No hay chicas en su submarino. Mientras tanto, dice que real y verdaderamente va a terminar su álbum. Ya ha terminado una canción basada en sus (diarios) correos electrónicos entre ellos llamado “Hot Love Down Under (the Sea).” No lo sé. Creo que tiene real potencial. No soy la única. Fue la primer artista en ser firmada en la etiqueta Stark bajo la nueva administración de Brandon como presidente ejecutivo. En realidad él no ha hecho un mal trabajo al estar a cargo ahora que su padre está en la cárcel (sin fianza). Por supuesto, Brandon tiene un montón de gente talentosa para ayudarlo (no menos de lo que es Rebecca, de quien al parecer se ha convertido inseparable. De hecho, ella dejó el negocio de agente. Pero eso está bien. En serio, lo es. Me gusta levantarme para encontrar solo a gente que he invitado a mi habitación). Una de las primeras cosas que hizo Brandon al asumir Empresas Stark fue contratar a Felix y Christopher para encontrar un parche de software libre para toda la gente que compró Stark Quarks para descargar, para que pudieran solucionar el pequeño problema de software espía. Ese era un mejor movimiento estratégico que retirar todas las computadoras (que fue lo que la mayoría de la gente le aconsejó que hiciera), y tomó un largo camino hacia mejorar la confianza del consumidor en Stark luego de todo lo que su padre había hecho para arruinar

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la compañía. Gracias al parche libre y toda la publicidad que está teniendo el caso, Stark Quarks son en realidad las computadoras de mayor venta de todos los tiempos. Lo cual viene a demostrar: No hay tal cosa como publicidad mala. Felix y Christopher hicieron tan buen trabajo al encontrar una solución parche tan rápidamente (por no mencionar derrocar a su padre de director general) que Brandon los contrató como jefes del departamento de tecnologías de la información, ya que quien sea que lo estaba manejando antes apestaba tanto, que un par de adolescentes pudieron entrar en la unidad central y básicamente correr rampantes a través de toda su red. Ahora los servidores de seguridad de Stark son impenetrables, sus códigos de encriptación irrompibles, y su departamento de tecnologías de la información tiene dos horas de almuerzo cada día así pueden tener maratones de Journeyquest. Y Felix, quien consiguió que le sacaran su brazalete del tobillo unas semanas atrás, ha comenzado a bañarse y usar un traje para trabajar. Realmente se ve casi presentable… Y debido a los seminarios de acoso sexual recientemente implementados por Stark (obligatorios para todos los administradores de personal, sugerencia de Christopher), Felix puede hablar con mujeres sin decir obscenidades e insinuaciones ofensivas. Lo que todavía no hace bien que invitó a mi hermana, Frida, a la graduación alternativa de escuela secundaria. ―No es como una graduación real ―dijo Frida, cuando hice una gran cosa sobre esto mientras estábamos de compras en Betsey Johnson el otro día. Esta realmente planeando en conseguir algo allí para usar en la graduación de Felix con zapatillas (de ahí la parte de que “no es como una graduación real”. Si hubiera sido una “graduación real”, dijo, hubiera usado tacones)―. No vamos a salir ni nada. ―Pero aun así es una graduación ―dije―. Él aún es Felix. Va a tratar de besarte. Probablemente peor. ―¿Y eso es algo malo… cómo? ―respondió Frida. ―¿Dejarías que Felix te bese? ―No podía creer que esto estuviera sucediendo―. ¿El primo de Christopher? ―Tú dejas que Christopher te bese ―señaló Frida, ojeando un estante con vestidos sin hombros con grandes faldas esponjadas. Totalmente de fiesta de graduación―. Todo el tiempo, debería añadir. Casi nunca los veo cuando no se están besando. Incluyendo en la escuela. Lo que es demasiado desagradable.

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―Eso es diferente ―dije de mal humor. Y lo era. Christopher y yo nos habíamos conocido toda la vida prácticamente. Estábamos hecho el uno para el otro. Terminábamos las oraciones del otro. Claro, todavía peleábamos a veces. ¿Pero dos personas testarudas profundamente enamoradas no se pelean de vez en cuando? Especialmente dos personas que había sido amigos por tanto tiempo antes de enamorarse. Nos conocíamos tan bien, podíamos decir lo que el otro estaba pensando la mitad del tiempo. Como el otro día, en Discurso Público, cuando Whitney Robertson me dio un codazo en la espalda antes de que la clase comenzara y se inclinó para preguntar: ―Oye, ¿es verdad, el rumor que escuché… que tuviste uno de esos trasplantes de cerebro sobre los que están hablando en las noticias todo el tiempo, y que realmente eres… um, Em Watts? Dijo mi nombre como si fuera una mala palabra. Además, podía decir que ella no creía de ninguna manera que fuera verdad. ¿Cómo podía yo, Nikki Howard, criatura ágil parecida a un cisne, estar asociada con alguien tan odiosa como la horrible ―y parecida a un hobbit― Emerson Watts? Había sido Christopher quien se había inclinado hacia adelante en su asiento y dijo a Whitney, con evidente placer: ―¿Sabes qué, Whitney? Es verdad. Y debido a que siempre eras tan mala con ella cuando era Em, puedes descartar cualquier posibilidad que pudieras haber tenido alguna vez de conocer a Heidi Klum y Seal en cualquiera de los desfiles de otoño. ¿Cierto, Em? Whitney y su pequeña compinche, Lindsey, volvieron sus expresiones de horror y culpa hacia mí. No tenías que ser un lector de mentes para ver lo que estaban pensando. Por favor deja que lo que él dijo no sea verdad. ¡Por favor! Pensé en sacarlas de su miseria. Pero la otra cosa que había salido de todo eso (aparte de un fin a la más reciente campaña de ventas de Robert Stark, para vender cuerpos jóvenes y calientes a sus viejos amigos, detuve que fueran sexys y jóvenes de nuevo) era el fin a todas las mentiras. ―Tiene razón ―había dicho, con un encogimiento de hombres―. Realmente soy Em Watts. Solo uso Nikki Howard como mi nombre de modelo ahora. Y no estoy interesada en ser mejores amigas con ustedes. A menos, por supuesto, que dejen de poner pelotas de vóleibol en las cabezas de otras chicas a propósito. Y

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torturarlas con el tamaño de sus culos en el pasillo. Recuerdas cuando solías hacerme eso a mí, ¿no es así, Whitney? Ahora los ojos de Whitney eran del tamaño de monedas. ―P-pero ―había tartamudeado―, yo… yo solo estaba bromeando. ―Huh ―dije―. ¿Te diste cuenta que no me estaba riendo en ese entonces? No duele, sabes, Whitney, ser amable con la gente, sin importar cómo luzcan. Especialmente porque, ¿en estos días? Nunca sabes cómo van a llegar a ser más adelante. ―Yo… ―Whitney parpadeó―. Lo siento mucho. ―Sí ―dije. Creía que estaba apenada. Ahora―. Apuesto a que sí. Lo mejor de que todos supieran quién era ―quién realmente era― fue que mis viejas calificaciones fueron combinadas con las nuevas y llevó un poco hacia arriba mi promedio. De repente, pasé de ser una estudiante mediocre a una por encima del promedio. No A, de ninguna manera, como solía ser. Pero considerando por lo que había pasado, y el número de clases que había perdido, aún era un alivio. Con trabajo duro, me las había arreglado para mantener mi cabeza fuera del agua, sabio grado… trabajo duro, y las habilidades de gestión de carrera de Nikki. Porque Nikki, otra testigo en el gran juicio de Robert Stark, había decidido no volver a Gasper sino quedarse en Nueva York… como mi nueva agente y representante. Bueno, ¿por qué no? Conoce todo sobre el negocio de modelaje ―especialmente en lo que se refiere a Nikki Howard― y obviamente tiene un sagaz sentido de los negocios (excepto cuando se trata de chantajear a la gente, lo que jura por el tinte Lady Clairol cielo de medianoche que usa para mantener su cabello oscuro que no lo va a hacer nunca más). Resultó ser seria acerca de la escuela de negocios. Tomó el consejo de su mamá y se matriculó en las clases y ya está haciendo miserables a sus profesores. Oye. Nadie puede decir que Nikki Howard no es mandona y no sabe cómo conseguir lo que quiere… especialmente para sus clientes (de los cuales, hasta ahora, soy la única. Pero está trabajando en eso). Tenía sentido que le dé a Nikki una parte de lo que gane, de todas formas, ya que mi carrera era la que ella había lanzado. Arreglamos que tendría un porcentaje de mis futuras ganancias, más todo lo que había habido en las cuentas que había encontrado cuando había sido declarada Nikki Howard “legalmente”.

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Y puesto que, inmediatamente después del cambio de imagen que le dio Lulu, Nikki recuperó el factor de sexualmente atractiva con los hombres, perdió todo el interés en el intercambio de cerebros (no es que se nos hubiera permitido hacer eso, incluso si hubiéramos querido: Ha habido una prohibición total de las cirugías, excepto en caso de una lesión potencialmente mortal). No sé cuánto de esto tuvo que ver con el hecho de que Nikki parecía estar realmente interesada en ser la gótica “Diana Prince”, el nombre y persona que tomó para su nuevo cuerpo, y cuánto de ello tuvo que ver con Gabriel Luna estando… bueno, interesado en ella. Pero sé que ella no tiene ningún interés en vender el loft. Está perfectamente contenta quedándose donde está, viviendo en el apartamento de Gabriel, volviéndolo loco tomando todo su espacio en el armario e insultando a sus compañero de banda… … y él, a su vez, es el más creativo que nunca ha sido, habiendo escrito tres nuevos álbumes de canciones ―todos sobre la misma chica loca con quien vive― en cuatro meses. En cambio, estoy pagando la renta a Nikki, igual que Lulu. Mi situación de vivienda había sido fuente de agitada discusión con mis padres, quienes habían asumido que me mudaría a casa una vez que mi verdadera identidad fuera revelada. Pero para mí, en una manera extraña, el loft era mi hogar ahora. ¿Cómo podía dejar a Lulu, que no tenía más familia que yo y Steven, quien aún estaba lejos en el mar? ―Tal vez cuando vuelva ―le había explicado a mamá y papá comiendo pizza en su casa una noche, pizza que ahora podía disfrutar sin preocuparme de que nadie me estaba espiando―. Y él y Lulu se casan algún día… Frida resopló. ―Claro. ―¿Qué se supone que significa eso? ―exigí. ―No vas a volver, incluso si Lulu se casa. Te gusta vivir en un apartamento de soltera ―dijo Frida acusadoramente―. Acéptenlo, mamá y papá. Solo quiere quedarse ahí así puede tener a Christo… ―¡Eso no es cierto! ―interrumpí, aunque lo era, por supuesto, verdad en parte―. Y no es que los quiera menos. Es solo que tengo un horario muy ocupado, con el trabajo y la escuela y… ―Oh, por favor ―resopló Frida.

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―Se ha acostumbrado a estar en su propio espacio ―dijo mamá muy diplomáticamente―, y quiere mantenerlo de esa manera. Entendemos. Papá no parecía como si entendiera, exactamente, pero no dijo nada. Claramente sentía que era superado por las mujeres en este caso, como ocurría a menudo en nuestra casa. ―No me importa ―dijo Frida, encogiéndose de hombros―. Siempre y cuando me inviten a sus fiestas de vez en cuando… ―Hecho ―dije. Como dije, Frida se había vuelto muy madura últimamente. ―… y pueda llevar a Felix. ―Oh, Dios mío, ¡no! ¿Hablas en serio? ―Felix salvó mi vida ―dijo Frida truculenta―. Y la tuya. ¿Cómo puedes ser tan mala con él? ―No salvo tu vida ―dije―. Yo lo hice. Felix y Christopher ayudaron. Un poco. ―Eso no es cierto. Fueron igual de importantes que tú. Me contó todo sobre eso… ―Chicas ―dijo mamá―. Por favor. Ambas son inteligentes, vibrantes y hermosas chicas con maravillosos, talentosos y guapos novios. Por favor dejen de pelear y limpien los platos para que su padre y yo podamos tener tiempo a solas. Tiempo a sola es importante si quieres construir una fuerte relación romántica. Christopher y yo tratamos de tener tiempo tanto como podamos. Especialmente en Balthazar, que es uno de nuestros restaurantes favoritos para ir a cenar juntos… … con un aperitivo, y postre, a pesar de las afirmaciones de Lulu de que los chicos de la secundaria no pueden darse el lujo de llevar a sus novias allí (pueden, si también trabajan a tiempo parcial en el departamento de tecnologías de la información de una importante corporación. Y su novia insiste en pagar de vez en cuando, porque yo también trabajo, y es justo para la chica pagar a veces. No sé de dónde salió esa idea arcaica de que el chico siempre tiene que pagar). Fue en Balthazar la otra noche que estaba sentada frente a Christopher, apuñalando felizmente un pedazo de lechuga y queso de cabra, cuando una pequeña niña se acercó a nuestra mesa, sosteniendo una pluma y un pedazo de papel. ―Disculpa ―me dijo tímidamente―. ¿Pero eres Nikki Howard?

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La miré, sorprendida. No podía haber tenido más de siete u ocho años. Vi a sus padres sentados en una mesa de al lado, sonriéndole alentadoramente. La verdad era, que no sabía qué decir. Era Nikki Howard… más o menos. Excepto que tampoco lo era, ya no. Pero la expresión de la pequeña niña era de tal esperanza… estaba en la ciudad de Nueva York por la noche, toda vestida elegante (probablemente iba a un musical de Broadway más tarde). Y aquí estaba en un restaurante de lujo, y había visto a una celebridad. ¿Qué iba a hacer? Decir: No, pequeña niña. En realidad, soy Em Watts. ―Sí ―dije―. Lo soy. Su rostro estalló en una sonrisa de placer. Le faltaban los dos dientes frontales. ―¿Puedo tener tu autógrafo, por favor? ―preguntó, empujando la pluma y el papel hacia mí. ―Por supuesto ―dije, lanzando una mirada a Christopher, quien solo sonreía y seguía comiendo su ensalada―. ¿Cuál es tu nombre? ―Emily ―dijo la pequeña niña. Me abstuve de decir: Em también es mi nombre, y escribí: Mis mejores deseos, Emily, cariños, Nikki Howard en su pedazo de papel, y se lo devolví junto con la pluma. ―Aquí tienes ―dije―. Que tengas una buena noche. ―Oh, gracias ―dijo, y corrió de vuelta a su mesa y sus padres, luciendo encantada. ―Eso fue lindo de ti ―dijo Christopher tan pronto como se había ido. ―¿Qué iba a hacer? ―pregunté―. ¿Golpearla en el rostro? ―Decirle que eras Nikki Howard, quiero decir ―dijo. ―Soy Nikki Howard ―dije―. Siempre y cuando tenga que quedarme con esta cara, siempre seré Nikki Howard. ―Sí ―dijo Christopher―. Pero no es una lata, ¿o sí? Quiero decir, ser Nikki Howard tiene sus ventajas. ―Las tiene ―dije, sonriendo―. Pero también tiene sus desventajas. Como ya habrás visto, ya que ni siquiera la verdadera Nikki Howard quiere ser Nikki Howard. ―Bueno ―dijo Christopher―. Tal vez esto te hará sentir mejor al respecto.

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Y metió la mano en su chaqueta y sacó una larga caja rectangular de terciopelo, la que deslizó sobre la mesa hacia mí. ―¿Qué es esto? ―pregunté, sorprendida, ya que no éramos exactamente el tipo de pareja que colmábamos al otro con regalos. Tenemos más o menos todo lo que habíamos deseado… que era el uno al otro. ―Ábrelo y ve ―dijo, un brillo malicioso en sus ojos azules. Abrí mis ojos hacia él en fingido asombro, luego abrí la caja… … y mi asombro se volvió realidad. Porque allí tendido, en un delgado collar cadena, había una etiqueta de platino en forma de corazón, rodeado de pequeños diamantes, en los que habían sido inscritas las palabras Em Watts en elegante cursiva. ―Pensé que si usabas esto, sin importar la cara que veas cada mañana en el espejo ―dijo con su voz profunda―, nunca olvidaras quién eres realmente. Mis ojos llenos de lágrimas, tendí mi mano a través de la mesa. Agarró mis dedos, su agarre fuerte y tranquilizador. ―Como si pudiera alguna vez ―dije, mi voz obstruida por la emoción―, contigo alrededor para recordármelo. 194

Fin.

Meg Cabot Meg Cabot (nacida como Meggin Patricia Cabot el 1 de febrero de 1967) es una escritora estadounidense de comedias románticas para jóvenes y adultos. También ha escrito bajo el seudónimo de Meggin Cabot, Patricia Cabot y Jenny Carroll. A lo largo de su carrera ha escrito y publicado casi 40 libros, aunque se le conoce por su gran éxito "El Diario de La Princesa" que fue llevado a la gran pantalla en dos películas de la productora Walt Disney Pictures.

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Créditos Moderadoras Karoru y veroonoel

Traductoras karoru

maphyc

lapaskis

apolineah17

karoru

flochi

karliie_j

Selene1987

LizC

MaEx

veroonoel

Helen1

Selene1987

karliie_j

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Correctoras LulaMaddox

Vericity

Nanis

Simoriah

Recopilación y Revisión Nanis

Diseño Elena Vladescu

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