A. W. Pink - Cuatro Veces Salvo

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/ 1 Descargado de: http://www.descargarlibroscri

Views 67 Downloads 5 File size 730KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

1

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

Cuatro veces salvo Publicado por Editorial Peregrino, S.L. La Almazara, 19 13350 Moral de Calatrava (Ciudad Real) España [email protected] www.editorialperegrino.com Publicado por primera vez en inglés en forma de artículo en la revista Sudies in the Scriptures, vol. XVIII, nº 7, julio de 1938, con el título «A Fourfold Salvation» Copyright © 2013 por Editorial Peregrino para la versión española Traducción del inglés: Demetrio Cánovas Moreno Diseño de la cubierta: Latido Creativo Las citas bíblicas están tomadas de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas Unidas ISBN: 978-84-96562-97-4 Depósito legal: CR 65-2013

2

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

Índice Introducción .......................................................................... 4 1 Salvación del placer del pecado ....................................... 11 2 Salvación de la pena del pecado ...................................... 22 3 Salvación del poder del pecado........................................ 27 4 Salvación de la presencia del pecado ............................... 43

3

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

Introducción

E

n 1929 escribimos un libro titulado A Threefold

Salvation (Una salvación triple), basado en la instrucción que habíamos recibido durante nuestra infancia espiritual. Al igual que la mayor parte de aquella temprana enseñanza, esta era defectuosa por ser inadecuada. Al continuar nuestro estudio de la Palabra de Dios, nos ha sido concedida más luz sobre este tema —sin embargo, cuán ignorantes somos aún— y esto nos ha hecho ver que, en el pasado, habíamos comenzado en un punto equivocado, porque en vez de comenzar por el principio, comenzamos casi por el medio. En vez de ser triple la salvación del pecado, como entonces suponíamos, ahora percibimos que es cuádruple. Qué bueno es el Señor al concedernos más luz y, sin embargo, es ahora nuestro deber andar en ella, y, según la Providencia nos proporcione la oportunidad, darla a los demás. Quiera el Espíritu Santo en su gracia de tal manera dirigirnos que Dios sea glorificado y su pueblo edificado. El tema de «una-salvación-tan-grande» de Dios (He. 2:3), como se nos revela en las Escrituras y se nos da a conocer en la experiencia cristiana, es digno de toda una vida de estudio. Cualquiera que suponga que ya no le es necesario buscar en oración una comprensión más plena del mismo necesita considerar «si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo» (1 Co. 8:2). Lo cierto es que, desde el momento en que cualquiera de nosotros realmente da por 4

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

supuesto que ya sabe todo lo que debe saberse acerca de cualquier tema tratado en la Santa Escritura, se priva a sí mismo inmediatamente de más luz sobre él. Lo que más necesitamos todos nosotros con respecto a una mejor comprensión de las cosas de Dios no es un intelecto brillante sino un corazón verdaderamente humilde y un espíritu dispuesto a aprender y dócil, y por ello deberíamos orar diaria y fervientemente, porque no lo poseemos por naturaleza. El tema de la salvación divina ha provocado, triste es decirlo, una controversia de siglos y amargas discusiones, aun entre los que profesan ser cristianos. Comparativamente hablando hay poca avenencia aun acerca de esta verdad que, con ser elemental, es sin embargo vital. Algunos han insistido en que la salvación es por la gracia divina, otros han argumentado que es por el esfuerzo humano. Un cierto número ha tratado de defender una posición intermedia y, aunque concediendo que la salvación de un pecador perdido debe ser por la gracia divina, no estaban dispuestos a admitir que es tan solo por la gracia divina, alegando que la criatura debe añadir algo a la gracia de Dios, y muy variadas han sido las opiniones acerca de lo que ese «algo» debe ser: el bautismo, el ser miembro de una iglesia, el realizar buenas obras, el mantenerse fiel hasta el fin, etc. Hay por otro lado aquellos que no solo reconocen que la salvación es solamente por gracia, sino que además niegan que Dios utilice cualquier medio de ninguna clase para efectuar su eterno propósito de salvar a sus elegidos: ¡pasando por alto el hecho de que el sacrificio de Cristo es el grandioso «medio»! Es cierto que la Iglesia de Dios fue bendecida con bendiciones sobrenaturales, habiendo sido escogida en Cristo antes de la fundación del mundo y predestinada a la adopción 5

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

de hijos, y nada pudo o puede alterar ese hecho grandioso. Es igualmente cierto que si el pecado no hubiera entrado nunca en el mundo, nadie habría tenido necesidad de salvarse de él. Pero el pecado ha entrado, y la Iglesia cayó en Adán y quedó bajo la maldición y la condenación de la ley de Dios. Por consiguiente, los elegidos, al igual que los réprobos, compartieron la ofensa capital de su cabeza federal, y participaron de sus terribles consecuencias: «En Adán todos mueren» (1 Co. 15:22): «Por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres» (Ro. 5:18). El resultado de esto es que todos están «ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón» (Ef. 4:18) y, por tanto, tienen igualmente la terrible necesidad de la salvación de Dios. Aun siendo fundamentalmente ortodoxos en sus opiniones sobre la salvación divina, muchos tienen unos conceptos tan parciales e inadecuados que otros aspectos de esta verdad, igualmente importantes y esenciales, son a menudo pasados por alto y negados tácitamente. Cuántos, por ejemplo, serían capaces de dar una sencilla exposición de los siguientes textos: «Quien nos salvó» (2 Ti. 1:9); «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor» (Fil. 2:12); «Ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos» (Ro. 13:11). Ahora bien, esos versículos no se refieren a tres salvaciones diferentes, sino a tres aspectos distintos de una, y a menos que aprendamos a distinguir con agudeza entre ellos, no puede haber sino confusión y oscuridad en nuestro pensamiento. Esos pasajes presentan tres fases y etapas distintas de la salvación: la salvación como un hecho consumado, como un proceso actual, y como una esperanza futura. 6

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

Son muchos hoy en día los que ignoran estas distinciones, mezclándolas entre sí. Unos contienden por una y otros argumentan en contra de las otras dos, y viceversa. Unos insisten en que ya han sido salvados, y niegan estar siendo salvados ahora. Otros declaran que la salvación es totalmente futura, y niegan que haya sido ya consumada en ningún sentido. Ambos están equivocados. Lo que ocurre es que la gran mayoría de los que profesan ser cristianos no ven que «salvación» es uno de los términos más comprensivos en todas las Escrituras, pues incluye la predestinación, la regeneración, la justificación, la santificación y la glorificación. Tienen una idea muy restringida del significado y alcance de la palabra «salvación» (según se utiliza en las Escrituras), estrechando en demasía su campo, confinando sus pensamientos a una simple fase. Suponen que «salvación» no significa más que el nuevo nacimiento o el perdón de los pecados. Si uno les dijera que la salvación es un proceso retardado, le mirarían con recelo; y si afirmara que la salvación es algo que nos aguarda en el futuro, enseguida le tildarían de hereje. Sin embargo, los equivocados serían ellos. Pregunta a un cristiano normal y corriente: «¿Eres salvo?», y verás que te responde: «Sí, fui salvado en tal o cual año»; y eso es todo lo que dan de sí sus pensamientos sobre el tema. Pregúntale: «¿A qué debes tu salvación?», y «A la obra consumada de Cristo» será en resumen su respuesta. Dile que cada una de esas respuestas es seriamente defectuosa, y verás cómo se ofende grandemente por tu reprensión. Como ejemplo de la confusión que prevalece hoy en día, citamos lo siguiente de un folleto sobre Filipenses 2:12: «¿A quiénes van dirigidas estas enseñanzas? Las palabras iniciales de la Epístola nos lo dicen: ‘A los santos en Cristo Jesús…’. ¡Así, 7

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

pues, todos eran creyentes!, y no se les podía requerir que obraran por su salvación, puesto que ya la poseían». Es lamentable que haya tan pocos hoy en día que perciban algo anómalo en tal afirmación. Otro «maestro bíblico» nos dice que la frase «te salvarás a ti mismo» (1 Timoteo 4:16) debe de referirse a la liberación de dolencias físicas, ya que Timoteo era ya salvo espiritualmente. Cierto, pero es igualmente cierto que en aquel entonces él no se encontraba en el proceso de estar siendo salvado, como también es un hecho que su salvación era entonces futura. Suplementemos ahora los tres primeros versículos citados y mostremos que hay otros pasajes en el Nuevo Testamento que con toda certeza se refieren a cada tiempo distinto de la salvación. En primer lugar, la salvación es un hecho consumado: «Tu fe te ha salvado» (Lucas 7:50); «por gracia habéis sido salvados» (así el original griego y en la Biblia de las Américas; Efesios 2:8); «nos salvó […] por su misericordia» (Tito 3:5). En segundo lugar, la salvación como un proceso actual, en vías de consumación, pero no completo aún: «A los que están siendo salvados, esto es, a nosotros» (1 Corintios 1:18; así el original griego y el Nuevo Testamento Interlineal de Bagster); «los que tienen fe y preservan [no «para preservación de»] su vida» (He. 10:39 NVI). En tercer lugar, la salvación como un proceso futuro: «Enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación» (He. 1:14); «recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas» (Stg. 1:21); «guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1 P. 1:5). Así, pues, juntando estos diferentes pasajes, estamos claramente justificados en formular la 8

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

siguiente afirmación: Todo verdadero cristiano ha sido salvado, está ahora siendo salvado, y será, no obstante, salvo: como y de qué es lo que intentaremos mostrar. Como una prueba más de cuán polifacético es el tema de la gran salvación de Dios, y cómo en las Escrituras se lo contempla desde distintos puntos de vista, toma los siguientes ejemplos: «por gracia sois salvos» (Ef. 2:8); «salvos por su vida [de Cristo]», es decir, la vida de su resurrección (Ro. 5:9); «tu fe te ha salvado» (Lucas 7:50); «la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas» (Stg. 1:21); «en esperanza fuimos salvos» (Ro. 8:24); «salvo, aunque así como por fuego» (1 Co. 3:15); «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva» (1 P. 3:21). Ah, lector, la Biblia no es un libro para perezosos, ni pueden hacer una sana exposición de ella los que no dedican todo su tiempo a estudiarla en oración, y eso durante años. No es que Dios nos quiera desconcertar, sino, por el contrario, hacernos humildes, suplicantes y dependientes de su Espíritu. No es a los soberbios (los que son sabios en su propia estimación) a quienes se revelan sus secretos celestiales. De igual manera se puede mostrar por la Escritura que la causa de la salvación no es, como muchos suponen, simplemente una sola: la sangre de Cristo. Aquí también es necesario distinguir entre cosas que difieren. Primero, la causa originaria de la salvación es el propósito eterno de Dios, o, en otras palabras, la gracia predestinante del Padre. Segundo, la causa meritoria de la salvación es la mediación de Cristo, lo cual tiene que ver con el aspecto legal de las cosas, o, en otras palabras, el cumplir él las demandas de la ley a favor de aquellos que él redime. Tercero, la causa eficaz de la salvación es la operación regeneradora y santificadora del Espíritu 9

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

Santo, que tienen que ver con el aspecto experimental; o, en otras palabras, el Espíritu obra en nosotros lo que Cristo ha adquirido para nosotros. Así, pues, debemos nuestra salvación personal de igual manera a cada persona de la Trinidad, y no a una (el Hijo) más que a las otras. Cuarto, la causa instrumental es nuestra fe, obediencia y perseverancia: si bien no somos salvos por causa de ellas, es igualmente cierto que no podemos ser salvos (conforme al designio de Dios) sin ellas. En el párrafo inicial hemos afirmado que en nuestro anterior esfuerzo erramos en cuanto al punto de partida. Al escribir acerca de una salvación triple empezamos con la salvación de la pena del pecado, que es nuestra justificación. Pero nuestra salvación no empieza ahí, como bien sabíamos aun entones: lástima que seguimos tan ciegamente a nuestros descaminados preceptores. Nuestra salvación se origina, desde luego, en el propósito eterno de Dios, en su predestinación a la gloria eterna. «Quién nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos» (2 Ti. 1:9). Esto hace referencia al decreto divino de la elección: su pueblo escogido era entonces completamente salvo, en el propósito divino, y todo lo que ahora vamos a decir tiene que ver con la ejecución de ese propósito, la consumación de ese decreto, la realización de esa salvación.

10

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

1 Salvación del placer del pecado

E

s aquí donde Dios comienza en realidad su aplicación

de la salvación a sus elegidos. Dios nos salva del placer o amor al pecado antes de librarnos de la pena o castigo del pecado. Ha de ser necesariamente así, pues no sería un acto ni de santidad ni de justicia si él concediese pleno perdón a uno que fuera aún rebelde hacia él, amando lo que él aborrece. Dios es completamente un Dios de orden, y nada hay que evidencie más la perfección de sus obras que el orden de las mismas. ¿Y cómo salva Dios a su pueblo del placer del pecado? La respuesta es: impartiéndoles una naturaleza que odia la maldad y ama la santidad. Esto tiene lugar cuando nacemos de nuevo, de tal manera que la salvación en sí comienza con la regeneración. Por supuesto que sí: ¿dónde si no podría comenzar? El hombre, desde la Caída, nunca puede percibir cuán desesperada es su necesidad de salvación, ni venir por ella en Cristo, hasta que haya sido renovado por el Espíritu Santo. «Todo lo hizo hermoso en su tiempo» (Ec. 3:11), y mucha de la hermosura de la obra de Dios se nos escapa a menos que observemos debidamente su «tiempo». ¿No ha recalcado esto el Espíritu Santo en la enumeración específica que nos ha dado en «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a 11

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó a estos también glorificó» (Ro. 8:29–30). El versículo 29 anuncia la preordenación divina; el versículo 30 expresa la forma de su realización. Parece más que extraño que, con este método definido por Dios ante ellos, tantos predicadores empiecen con nuestra justificación, en vez de con esa llamada eficaz (de la muerte a la vida, esto es, nuestra regeneración) que la precede. Ciertamente es evidentísimo que la regeneración debe tener lugar primero con objeto de poner el fundamento para nuestra justificación. La justificación es por fe (Hch. 13:39; Ro. 5:1; Gá. 3:8), y el pecador debe ser vivificado por Dios antes de ser capaz de ejercer una fe salvadora. ¿No es cierto que esa última afirmación arroja luz y explica que lo que hemos dicho es «más que extraño»? Los predicadores están tan imbuidos hoy con la idea del libre albedrío que se han apartado casi totalmente de aquella sana evangelización que caracterizó a sus antepasados. La diferencia radical entre el arminianismo y el calvinismo es que el sistema del primero gira en torno a la criatura, mientras que el sistema del segundo tiene al Creador como el centro de su órbita. El arminiano asigna al hombre el primer lugar, el calvinista da a Dios el puesto de honor. Así, el arminiano comienza su análisis de la salvación con la justificación, ya que el pecador debe creer antes de que pueda ser perdonado; más atrás no quiere ir, porque no está dispuesto a que el hombre sea tenido en nada. Pero el calvinista instruido comienza con la elección, desciende a la regeneración, y entonces muestra que al nacer de nuevo (por el acto soberano de Dios en que la criatura no toma parte) el pecador es hecho capaz de creer en el evangelio para salvación. 12

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

Salvo del placer o amor al pecado. ¡Cuántas multitudes de gente se quejan amargamente de que se les diga que se deleitan en la maldad! Preguntarían indignados si los suponemos moralmente perversos. Ciertamente que no: una persona puede ser completamente casta y, sin embargo, deleitarse en el mal. Es posible que algunos de nuestros lectores repudien la acusación de haberse deleitado jamás en el pecado, y pretenden que, por el contrario, desde sus más tempranos recuerdos han detestado la iniquidad en todas sus formas. Tampoco nos atreveríamos a poner en duda su sinceridad; por el contrario, simplemente notamos que ello solamente aporta una ejemplificación más del hecho solemne que «engañoso es el corazón que todas las cosas» (Jer. 17:9). Pero este no es un asunto sujeto a debate: la enseñanza clara de la Palabra de Dios decide la cuestión de una vez por todas, y tras su veredicto no hay apelación posible. ¿Qué, pues, dicen las Escrituras? Lejos, pues, de negar que se encuentre algún placer en el pecado, la Palabra de Dios habla expresamente de «los deleites […] del pecado», e inmediatamente avisa que esos deleites no son sino «temporales» (He. 11:25), pues las consecuencias son dolorosas y no agradables; más aún, si Dios no interviene en su gracia soberana, conllevan el castigo eterno. Así también la Palabra se refiere a aquellos que son «amadores de los deleites más que de Dios» (2 Ti. 3:4). Es en verdad sorprendente observar cuán a menudo se da esta nota discordante en la Escritura. Menciona a aquellos que «aman la vanidad» (Sal. 4:2); «al que ama la violencia» (Sal. 11:5); «amaste el mal más que el bien» (Sal. 52:3); «los burladores desearán el burlar» (Pr. 1:22); «su alma amó sus abominaciones» (Is. 66:3); «se hicieron abominables como 13

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

aquello que amaron» (Os. 9:10); «vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo» (Miq. 3:2); «si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Jn. 2:15). Amar el pecado es mucho peor que cometerlo, ya que un hombre puede tropezar repentinamente o cometerlo por una debilidad. Lo cierto es, lector, que no solamente nacemos en este mundo con una naturaleza malvada, sino además con corazones que están enteramente enamorados del pecado. El pecado es la esfera en que hemos nacido. Estamos encadenados a nuestras lascivias, y por nosotros mismos no somos más capaces de alterar la tendencia de nuestra naturaleza corrompida que el etíope de cambiar su piel o el leopardo sus manchas. Pero lo que es imposible para el hombre es posible para Dios, y cuando él se hace cargo de nosotros, aquí es donde empieza: salvándonos del placer o amor al pecado. Este es el gran milagro de la gracia, porque el Todopoderoso condesciende a recoger a un leproso nauseabundo del estercolero y hacerle una nueva criatura en Cristo, de manera que las cosas que antes amaba ahora las odia. Dios comienza salvándonos de nosotros mismos. Él no nos salva de la pena hasta que nos libera del amor al pecado. ¿Y cómo se lleva a cabo este milagro de la gracia, o más bien, en qué consiste exactamente? Negativamente, no es erradicando la naturaleza malvada, ni siquiera refinándola. Positivamente, comunicando una naturaleza nueva, una naturaleza santa, que aborrece lo malo y se deleita en lo verdaderamente bueno. Pasa ser más específicos. Primero, Dios salva a su pueblo del placer o amor al pecado poniendo su santo temor en sus corazones, pues «el temor de Jehová es aborrecer el mal» (Pr. 8:13), y otra vez, «con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal» (Pr. 16:6). Segundo, 14

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

Dios salva a su pueblo del placer del pecado comunicándoles un principio nuevo y vital: «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Ro. 5:5), y cuando el amor de Dios reina en nuestro corazón, el amor al pecado es destronado. Tercero, Dios salva a su pueblo del amor al pecado al atraer el Espíritu Santo sus deseos hacia las cosas de arriba, y de esta manera apartándoles de las cosas que antes les dominaban. Si por una parte el incrédulo niega ardorosamente que esté enamorado del pecado, muchos creyentes encuentran difícil convencerse de que han sido salvados del amor al mismo. Con un entendimiento que ha sido en parte iluminado por el Espíritu Santo, puede discernir mucho mejor los verdaderos valores de las cosas. Con un corazón que ha sido hecho sincero por la gracia, rehúsa llamar a lo dulce amargo. Con una conciencia que ha sido sensibilizada por el nuevo nacimiento, siente mucho más la obra del pecado y el ansia de sus deseos por lo prohibido. Además, la carne permanece en él, invariable, y así como el cuervo apetece constantemente la carroña, también este principio corrompido en que nuestras madres nos concibieron, codicia y se deleita en lo que es contrario a la santidad. Estas son las cosas que ocasionan y dan pie a las inquietantes preguntas que claman por una respuesta dentro del creyente genuino. El cristiano sincero es a menudo llevado a dudar si ha sido librado del amor al pecado. Tales preguntas como estas sencillamente agitan su mente: ¿Por qué cedo tan prontamente a la tentación? ¿Por qué algunas de las vanidades y placeres del mundo tienen aún tal atracción para mí? ¿Por qué me irrito tanto contra las restricciones impuestas a mis codicias? ¿Por qué encuentro la obra de mortificación difícil y desagradable? 15

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

¿Podrían tales cosas ocurrir si yo fuera una nueva criatura en Cristo? ¿Podrían tener lugar estas horribles experiencias si Dios me hubiera salvado de deleitarme en el pecado? Bien sabemos que estamos expresando aquí las dudas mismas que ocupan las mentes de nuestros lectores, y aquellos que no las conocen deben ser compadecidos. ¿Pero qué diremos en respuesta? ¿Cómo puede uno estar seguro de que ha sido salvado del amor al pecado. Indiquemos en primer lugar que la presencia dentro de nosotros de aquello que aún codicia y se deleita en cosas malas no es incompatible con el hecho de que hayamos sido salvados del amor al pecado, por paradójico que pueda sonar. Es parte del misterio del evangelio que aquellos que son salvos, aún son pecadores en sí mismos. El punto que estamos tratando es similar y paralelo a la fe. El principio divino de la fe en el corazón no echa fuera la incredulidad. La fe y la duda coexisten dentro de un alma vivificada, lo cual es evidente en las palabras: «Creo; ayuda mi incredulidad» (Mr. 9:24). De igual manera el cristiano puede exclamar y orar: «Señor, anhelo la santidad, ayuda mi codicia del pecado». ¿Y por qué es esto? Por causa de la existencia de dos naturalezas distintas, la una reñida con la otra, dentro del cristiano. ¿Cómo, pues, podemos cerciorarnos de la presencia de la fe? No por cesar la incredulidad, sino descubriendo sus propios frutos y obras. El fruto puede crecer ente espinos como las flores entre las malas hierbas, y, sin embargo, es fruto a pesar de todo. La fe existe en medio de muchas dudas y temores. A pesar de fuerzas opuestas tanto dentro como fuera de nosotros, la fe aún busca alcanzar a Dios. A pesar de innumerables desánimos y derrotas, la fe continúa luchado. A pesar de muchas negativas por parte de Dios, aún está apegada 16

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

a él y dice: «No te dejaré ir, si no me bendices». La fe puede ser terriblemente débil y vacilante, a menudo eclipsada por las nubes de la incredulidad; sin embargo, ni el mismísimo diablo puede persuadir a su poseedor a que repudie la Palabra de Dios, menosprecie a su Hijo, o abandone toda esperanza. Podemos cercioramos, pues, de la presencia de la fe por el hecho de que hace venir a su poseedor delante de Dios como un mendigo con las manos vacías pidiéndole misericordia y bendición. Ahora bien, del mismo modo que la presencia de la fe puede conocerse en medio de los efectos de la incredulidad, así también nuestra salvación del amor al pecado pude ser verificada a pesar de todas las codicias de la carne con respecto al mal. ¿Pero de qué manera? ¿Cómo puede identificarse este aspecto inicial de la salvación? Ya hemos anticipado esta pregunta en un párrafo anterior, donde afirmábamos que Dios nos salvó de deleitarnos en el pecado al impartirnos una naturaleza que odia el mal y ama la santidad, lo cual tiene lugar en el nuevo nacimiento. En consecuencia, la pregunta que realmente debe aclararse es: ¿Cómo puede el cristiano determinar positivamente que esa nueva y santa naturaleza le ha sido impartida? La respuesta es: Observando sus actividades, en particular la oposición que presenta (bajo la obra vigorizante del Espíritu Santo) al pecado que mora en el creyente. No solamente es el deseo de la carne (el principio del pecado) contra el Espíritu, sino que el deseo del Espíritu (el principio de la santidad) es y lucha contra la carne. Primero, la salvación del placer o amor al pecado puede ser reconocida al convertirse el pecado en una carga para nosotros. Esta es ciertamente una experiencia espiritual. Hay 17

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

muchas almas sobrecargadas con los afanes del mundo y que nada saben de lo que significa estar agobiado con un sentimiento de culpa. Pero cuando Dios nos toma de la mano, las iniquidades y transgresiones de nuestra vida pasada se convierten en una carga insoportable sobre nuestra conciencia. Cuando tengamos una visión de nosotros mismos tal como aparecemos ante los ojos del Dios tres veces santo, exclamaremos con el Salmista: «Porque me han rodeado males sin número; me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla» (Sal. 40:12). Lejos de ser el pecado agradable, ahora se le siente como una cruel pesadilla, un peso aplastante, una carga inaguantable. El alma está «cargada» (Mt. 11:28) y agobiada. Una sensación de culpa oprime, y la conciencia no puede soportar su peso. Tampoco se limita esta experiencia a nuestra primera convicción: continúa con más o menos agudeza a lo largo de la vida del cristiano. Segundo, nuestra salvación del placer del pecado puede ser reconocida al volvérsenos amargo el pecado. Es cierto que hay miles no regenerados que están llenos de remordimiento por la cosecha que han segado de sus calaveradas. Sin embargo, eso no es odio al pecado, sino aversión a sus consecuencias: una salud arruinada, oportunidades desperdiciadas, estrecheces económicas o estigma social. No, la referencia aquí es a aquella angustia del corazón que siempre caracteriza a aquel a quien el Espíritu toma de la mano. Cuando se nos quita el velo del engaño, vemos el pecado a la luz del rostro de Dios; cuando nos es dado descubrir la depravación de nuestra propia naturaleza, entonces percibimos que estamos sumidos en carnalidad y 18

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

muerte. Cuando el pecado se nos descubre en todos sus operaciones secretas, entonces se nos hace sentir la vileza de nuestra hipocresía, fariseísmo, incredulidad, impaciencia, y la extrema suciedad de nuestros corazones. Y cuando el alma penitente observa los sufrimientos de Cristo, puede decir con Job: «Dios ha enervado mi corazón» (23:16). Ah, lector, es esta experiencia la que prepara el corazón para seguir a Cristo: los que están sanos no tienen necesidad de médico, pero los que han sido vivificados y convictos por el Espíritu ansían ser aliviados por el gran Médico. «Jehová mata, y él da vida; él hace descender al Seol, y hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece; abate y enaltece» (1 S. 2:6– 7). Es de esta manera como Dios mata nuestro fariseísmo, empobrece y abate: haciendo del pecado una carga intolerable y amarga como el ajenjo para nosotros. No puede haber fe salvadora hasta que el alma sea llena de arrepentimiento evangélico, y el arrepentimiento es una tristeza según Dios por el pecado, su santo aborrecimiento hacia el pecado, un sincero propósito de abandonarlo. El evangelio llama a los hombres a arrepentirse de sus pecados, abandonar sus ídolos y mortificar sus apetitos y, por tanto, es imposible que el evangelio sea un mensaje de buenas noticias para aquellos que estén enamorados del pecado y locamente empeñados en perecer antes que apartarse de sus ídolos. Tampoco se limita esta experiencia que nos hace sentir amargo el pecado a nuestro primer despertar: por el contrario continúa, en mayor o menor grado, hasta el fin de nuestra peregrinación terrenal. El cristiano sufre a causa de las tentaciones, es afligido por los fieros ataques de Satanás, y sangra por las heridas infligidas por el mal que comete. Le apena profundamente devolver a Dios tal miseria a cambio de 19

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

su bondad, recompensar a Cristo tan malvadamente por su amor en la cruz, responder tan vacilantemente a los dictados del Espíritu. El divagar de su mente cuando desea meditar en la Palabra, el embotamiento de su corazón cuando trata de orar, los pensamientos mundanos que invaden su mente en el día de reposo, la frialdad de su afecto hacia el Redentor, le hacen gemir diariamente; todo lo cual evidencia que el pecado se ha hecho amargo. Ya no da más la bienvenida a aquellos pensamientos intrusos que apartan su mente de Dios: más bien le entristecen. Pero «Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación» (Mt. 5:4). Tercero, nuestra salvación del placer del pecado puede ser reconocida por la esclavitud que el pecado produce. Así como no nos damos cuenta de nuestra nativa e inveterada incredulidad hasta que Dios implanta la fe en nuestro corazón, de la misma manera, hasta que Dios nos salva del amor al pecado, no somos conscientes de las cadenas que ha colocado alrededor de nosotros. Es entonces cuando descubrimos que somos «débiles», incapacitados para correr la carrera que tenemos por delante. Un retrato divino de la esclavitud del alma que ha sido salvada se encuentra en Romanos 7: «Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago […]. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros» (vv. 18–19, 22–23). ¿Y cuál es la secuela? Este es el clamor agónico: «¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?». Si es ese el 20

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

lamento sincero de tu corazón, entonces Dios te ha salvado a ti del placer del pecado. Nótese, sin embargo, que la salvación del amor al pecado se siente y evidencia en diversos grados por distintos cristianos, y en diferentes períodos de la vida del mismo cristiano, conforme a la gracia concedida por Dios, y según esa gracia es activa y operante. Algunos parecen sentir un odio más intenso al pecado en todas sus formas que otros, pero el principio de odiar el pecado se encuentra en todos los verdaderos cristianos. Algunos cristianos raramente, o aun nunca, cometen pecados de una forma deliberada y premeditada: la mayoría de las veces son tomados por sorpresa, tentados de repente (a enojarse o a mentir) y son derrotados. Pero con respecto a otros, el caso es completamente opuesto: estos (da miedo decirlo) planean en realidad malas acciones. Si uno niega indignadamente que tal cosa es posible en un santo, e insiste que tal individuo es ajeno a la gracia salvadora, entonces le recordaríamos el caso de David: ¿no fue el asesinato de Urías claramente planeado? Esta segunda clase de cristianos encuentran doblemente difícil creer que han sido salvados del amor al pecado.

21

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

2 Salvación de la pena del pecado

E

sto acompaña nuestra regeneración, la cual es puesta de

manifiesto por arrepentimiento evangélico y fe no fingida. Toda alma que verdaderamente pone su confianza en el Señor Jesucristo es inmediatamente salva de la pena (la culpa, la paga, el castigo) del pecado. Cuando el Apóstol dijo al carcelero arrepentido: «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo», quería decir que todos sus pecados serían remitidos por Dios; exactamente como cuando el Señor dijo a aquella pobre mujer: «Tu fe te ha salvado, ve en paz» (Lucas 7:50). Él quería decir que todos sus pecados le eran ahora perdonados, ya que el perdón tiene que ver con la criminalidad y el castigo del pecado. De la misma manera, cuando leemos: «Por gracia sois salvos por medio de la fe» (Ef. 2:8), debemos entender que el Señor realmente «nos libra de la ira venidera» (1 Ts. 1:10). Este aspecto de nuestra salvación debe ser contemplado desde dos puntos de vista diferentes: el divino y el humano. Su lado divino se encuentra en el oficio y la obra mediadores de Cristo, quien como Fiador y Fianza de su pueblo satisfizo las demandas de la ley a favor de ellos, llevando a cabo para ellos una justicia perfecta y sufriendo él mismo la maldición y la condenación que ellos merecen, consumando todo ello en la cruz. Fue allí donde él fue «herido por nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados» (Is. 53:5). Fue allí donde, judicialmente, «llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo 22

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

sobre el madero» (1 P. 2:24). Fue allí donde él fue «herido de Dios y abatido» mientras hacía expiación por las ofensas de su pueblo. Porque Cristo murió en mi lugar, yo soy libre; porque él murió, yo vivo; porque él fue desamparado por Dios, yo soy reconciliado con él. Esta es la gran maravilla de la gracia, que evocará la alabanza incesante de los redimidos por toda la eternidad. El lado humano de nuestra salvación de la pena del pecado tiene que ver con nuestro arrepentimiento y fe. Aunque estos no poseen méritos de ninguna clase, y aunque en ningún sentido compran nuestro perdón, sin embargo, en cuanto al orden que Dios ha designado, son (instrumentalmente) esenciales, porque no nos apropiamos de la salvación experimentalmente hasta que son ejercitados. El arrepentimiento es la mano que suelta aquellos objetos inmundos a los que antes se había asido tan tenazmente; la fe es extender a Dios una mano vacía para recibir el don de su gracia. El arrepentimiento es un piadoso pesar por el pecado; la fe es recibir al Salvador de un pecador. El arrepentimiento es una repulsa de la inmundicia y polución del pecado; la fe es buscar la limpieza de aquéllas. El arrepentimiento es taparse la boca el pecador y clamar: «¡Inmundo, inmundo!». La fe es venir a Cristo el leproso y decir: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Así, pues, lejos de ser el arrepentimiento y la fe gracias meritorias, lo que hacen es vaciarnos. El que se arrepiente de verdad acepta su posición de pecador perdido delante de Dios, confesando ser un desventurado culpable que nada merece sino un juicio implacable a manos de la justicia divina. La fe aparta su mirada del ego corrupto y arruinado, y contempla la asombrosa provisión que Dios ha hecho para criaturas 23

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

merecedoras del Infierno. La fe echa mano del Hijo del Dios, como uno que se está ahogando agarra un palo a su alcance. La fe se somete al señorío de Cristo y acepta con alegría sus derechos a reinar sobre sí. La fe se apoya en las promesas de Dios, teniendo como sello que él es verdadero. Desde el momento en que el alma se somete al señorío de Cristo y se apoya en los méritos y la eficacia de su sacrificio, sus pecados son alejados de la presencia de Dios «cuanto está lejos el oriente del occidente»: ahora es eternamente salva de la ira venidera. Nada mejor podemos hacer aquí que citar estos versos sublimes de Augustus Toplady: ¿Por qué ese temor e incredulidad si tú, oh Padre, has hecho en verdad a tu Hijo sufrir por mí? ¿Y es cierto que seré condenado por aquella gran deuda de pecado puesta, Señor, sobre ti? Si tú mi absolución has granjeado y libremente por mí has soportado toda la ira divina, no pedirá el pago dos veces Dios: primero de la mano del Fiador, y luego, además, de la mía. Completa es la expiación que has efectuado y aun la última blanca tú has pagado: cuanto tu pueblo debía; ¿cómo, pues, puede la ira alcanzarme si en tu justicia busco refugiarme y tu sangre me rocía? 24

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

Recobrar puedes entonces la calma: tu Sumo Sacerdote, oh mi alma, libertad y paz te dio. En su sangre eficaz al confiar, el Señor no te puede desterrar, pues Jesús por ti murió. Mientras que la liberación del amor al pecado tiene que ver enteramente con el lado experimental de la salvación, la remisión de la pena por el pecado concierne al aspecto legal solamente, o, en otras palabras, a la justificación del creyente. Justificación es un término forense y tiene que ver con los tribunales de justicia, puesto que es la decisión o veredicto del juez. Justificación es lo contrario de condenación. Condenación significa que alguien ha sido acusado de un crimen, su culpa ha sido establecida, y, por consiguiente, la ley pronuncia sobre él sentencia de castigo. Por el contrario justificación significa que el acusado ha sido hallado inocente, la ley no tiene nada contra él, y, por tanto, es absuelto y exonerado dejando el Tribunal sin una mancha sobre su carácter. Cuando leemos en la Escritura que los creyentes son «justificados de todo» (Hch. 13:39), significa que su caso ha sido juzgado en el alto tribunal del Cielo y que Dios, el Juez de toda la tierra, los ha absuelto: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Ro. 8:1). Pero estar libre de condenación es solamente el lado negativo: la justificación significa declarar o pronunciar justo, conforme a los requisitos de la ley. La justificación implica que la ley ha sido cumplida, obedecida, magnificada, pues solamente esto podría satisfacer las justas demandas de Dios. Por lo cual, al igual que su 25

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

pueblo, caído en Adán, fue incapaz de cumplir las normas divinas, Dios decretó que su propio Hijo se encarnara, fuera el Fiador de su pueblo, y respondiera a las demandas de la ley en su lugar. He aquí, pues, la respuesta satisfactoria que puede ser dada a las dos objeciones que la incredulidad está dispuesta a suscitar: ¿cómo puede Dios absolver al culpable?; ¿cómo puede declarar justo a uno que carece de justicia? Si recurres al Señor Jesucristo, toda dificultad desaparecerá. La culpa de nuestros pecados fue imputada o transferida legalmente a él, de tal manera que él sufrió toda la pena que merecían; los méritos de su obediencia nos son imputados o transferidos legalmente a nosotros, de tal manera que permanecemos delante de Dios con toda la aceptabilidad de nuestro Fiador: Romanos 5:18–19; 2 Corintios 5:21, etc. No solamente no tiene la ley nada contra nosotros, sino que además tenemos derecho a su galardón.

26

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

3 Salvación del poder del pecado

E

ste es un proceso actual y prolongado, y de momento

incompleto. Es la parte más difícil de nuestro tema y acerca de la misma prevalece la mayor confusión mental, especialmente entre los cristianos jóvenes. Hay muchos que, habiendo aprendido que el Señor Jesús es el Salvador de los pecadores, han llegado a la errónea conclusión de que con solo ejercer fe en él, entregarse a su señorío, encomendar sus almas a su cuidado, él hará desaparecer su naturaleza corrupta y destruirá sus malas inclinaciones. Pero después de haber realmente confiado en él, descubren que el mal aún está en ellos, que sus corazones son engañosos más que todas las cosas y perversos, y que, no importa de qué manera luchen para resistir la tentación, oren por gracia para vencer, y utilicen los medios designados por Dios, parecen empeorar más y más en vez de mejorar, hasta que llegan a dudar seriamente si son realmente salvos. Están siendo salvados ahora. Aun cuando una persona ha sido regenerada y justificada, la carne o naturaleza corrompida permanece en ella, y la acosa sin cesar. Esto, sin embargo, no debe asombrarle. A los santos en Roma Pablo les dijo: «No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal» (6:12), lo cual no tendría ningún sentido si el pecado hubiera sido erradicado de ellos. Escribiendo a los corintios dijo: «Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de 27

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» (2 Co. 7:1): obviamente tal exhortación es innecesaria si el pecado ha sido eliminado de nuestro ser. «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo» (1 P. 5:6): ¿que necesidad tienen los cristianos de tales palabras como estas, a menos que el orgullo les aceche y obre dentro de ellos? Pero todo lugar para la controversia sobre este punto queda excluido si nos inclinamos ante esa declaración inspirada: «Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1 Jn. 1:8). La vieja naturaleza carnal permanece en el creyente: es aún un pecador, si bien un pecador salvo. ¿Qué, pues, debe hacer el nuevo cristiano? ¿Es impotente? ¿Debe recurrir al estoicismo, y convencerse de que no le queda nada sino una vida de derrotas? ¡Ciertamente que no! Lo primero que debe hacer es aprender la humillante verdad de que en sí mismo es «débil». Fue aquí donde fracasó Israel: cuando Moisés les hizo saber la ley, afirmaron con orgullo: «Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos» (Ex. 24:7). ¡Ah! Qué poco se daban cuenta de que en la «carne no mora el bien». Fue aquí también donde falló Pedro: confiado en sí mismo se enorgulleció de que «aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré […] aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré»: qué poco conocía su propio corazón. Este espíritu de confianza en uno mismo se esconde dentro de cada uno de nosotros. Mientras acariciemos la creencia de que podemos «hacerlo mejor la próxima vez», es evidente que aún tenemos confianza en nuestra propia fuerza. Hasta que prestemos atención a las palabras del Salvador: «separados de mí nada podéis hacer», no damos el primer 28

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

paso hacia la victoria. Solamente cuando somos débiles (en nosotros mismos), somos fuertes. El creyente tiene aún la naturaleza carnal dentro de sí y no tiene fortaleza en sí mismo para controlar sus malas inclinaciones, ni para vencer sus deseos pecaminosos. Pero el creyente en Cristo también tiene otra naturaleza dentro de sí que se recibe en el nuevo nacimiento: «lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (Jn. 3:6). El creyente, pues, tiene dos naturalezas dentro de sí: una que es pecaminosa, otra que es espiritual. Al ser estas dos naturalezas de un carácter totalmente diferente, son antagónicas entre sí. A este antagonismo o conflicto se refería el apóstol cuando dijo: «El deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu contra la carne» (Gá. 5:17). Ahora bien, ¿cuál de estas dos naturalezas ha de regular la vida del creyente? Es evidente que las dos no pueden hacerlo ya que son contrarias entre sí. Es igualmente claro que la más fuerte de las dos ejercerá un mayor dominio. También está claro que en el cristiano nuevo la naturaleza carnal es más fuerte, puesto que nació con ella y por lo tanto le lleva muchos años a la naturaleza espiritual, la cual no recibió hasta que nació de nuevo. Más aún, es innecesario argüir largamente que la única forma en que podemos fortalecer y desarrollar la nueva naturaleza es alimentándola. En todos los terrenos el crecimiento depende del alimento, alimento adecuado, alimento diario. La nutrición que Dios ha provisto pasa nuestra naturaleza espiritual se encuentra en su propia Palabra, pues «no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt. 4:4). Es a esto a lo que Pedro hace referencia cuando dice: «Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por 29

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

ella crezcáis para salvación» (1 P. 2:2). En la proporción en que nos alimentamos de este Maná celestial, así será nuestro crecimiento espiritual. Por supuesto que hay otras cosas aparte del alimento necesarias para el crecimiento: debemos respirar y hacerlo en una atmósfera pura. Esto, traducido a términos espirituales, significa oración. Cuando nos acercamos al trono de la gracia y nos encontramos cara a cara con nuestro Señor, nuestros pulmones espirituales se llenan del ozono del Cielo. El ejercicio es otra cosa esencial para el crecimiento, y esto encuentra su cumplimiento en el andar con el Señor. Si, pues, prestamos atención a estas leyes primarias de la salud espiritual, la nueva naturaleza florecerá. Sin embargo, no solo debe ser alimentada la nueva naturaleza, es igualmente necesario para nuestro bienestar espiritual que matemos de hambre a nuestra vieja naturaleza. Esto es lo que el Apóstol tenía en mente cuando dijo: «No proveáis para los deseos de la carne» (Ro. 13:14). Matar de hambre a la vieja naturaleza, no proveer para la carne, significa que nos abstengamos de todo aquello que estimule nuestra carnalidad; que evitemos, como si de una plaga se tratase, todo lo que está calculado para perjudicar nuestro bienestar espiritual. No solamente debemos negamos los placeres del pecado, rehuir tales cosas como la taberna, el teatro, el baile, las cartas, etc., sino que debemos separarnos de compañeros mundanos, cesar de leer literatura mundana, abstenernos de todo aquello sobre lo cual no podamos pedir la bendición de Dios. Debemos poner nuestra mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra (cf. Col. 3:2). ¿Parece esto una norma elevada y suena como irrealizable? La santidad en todas las cosas debe ser nuestro propósito, y el fracaso en este terreno explica la flaqueza de muchos cristianos. Dense 30

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

cuenta los jóvenes en la fe que todo aquello que no ayuda su vida espiritual la obstaculiza. He aquí, pues, en resumen la respuesta a nuestra pregunta: ¿Qué debe hacer el recién convertido para librarse del pecado que mora en él? Es cierto que aún estamos en el mundo, pero no somos «de» él (Jn. 17:14). Es cierto que nos vemos forzados a asociarnos con gente impía, pero esto está ordenado por Dios con el propósito de que «así alumbre [nuestra] luz delante de los hombre, para que vean [nuestras] obras, y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos (Mt. 5:16). Existe una amplia diferencia entre asociarnos con pecadores al llevar a cabo nuestras tareas cotidianas, y hacernos íntimos compañeros y amigos de ellos. Solamente al alimentarnos de la Palabra podemos «crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 P. 3:18). Solamente matando de hambre nuestra vieja naturaleza podemos esperar liberación de su poder y contaminación. Prestemos, pues, atención diligentemente a la exhortación: «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hambre, que está viciado conforme a los deberes engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Ef. 4:22–24). Anteriormente hemos tratado solamente el lado humano del problema en cuanto a cómo obtener liberación del dominio del pecado. Hay necesariamente un lado divino también. Es solamente por la gracia de Dios como somos capacitados para utilizar los medios con que él nos ha proporcionado, así como es solamente por el poder de su Espíritu que mora en nosotros como podemos verdaderamente despojarnos «de todo peso y del pecado que nos asedia y correr con paciencia la carrera 31

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

que tenemos por delante» (He. 12:1). Estos dos aspectos (el divino y el humano) aparecen juntos en varias escrituras. Se nos ordena ocuparnos «en nuestra salvación con temor y temblor» pero el Apóstol añade inmediatamente: «porque Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad (Fil. 2:12–13). Así, pues, hemos de ocuparnos en lo que Dios ha obrado dentro de nosotros; en otras palabras, si andamos en el Espíritu no satisfaremos los deseos de la carne (cf. Gá. 5:16). Ha sido, pues, demostrado que la salvación del poder del pecado es un proceso que continúa a lo largo de la vida del creyente. Es a esto a lo que Salomón se refería cuando dijo: «La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto» (Pr. 4:18). Así como nuestra salvación del placer del pecado es la consecuencia de nuestra regeneración y así como la salvación de la pena del pecado tiene que ver con nuestra justificación, así también la salvación del poder del pecado tiene que ver con el lado práctico de nuestra santificación. La palabra santificación significa «separación»: separación del pecado. Es casi innecesario decir que la palabra santidad es estrictamente un sinónimo de «santificación», siendo una traducción alternativa de la misma palabra griega. Siendo que el lado práctico de la santificación tiene que ver con nuestra separación del pecado, se nos dice: «Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Co. 7:1). Que la santificación práctica o santidad es un proceso, una experiencia progresiva, se ve claramente en el siguiente texto: «Seguid […] la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (He. 12:14). El hecho de que debemos «seguir» la santidad claramente da a entender 32

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

que aún no hemos alcanzado la norma divina que Dios requiere de nosotros. Esto se ve además en el pasaje antes citado: «perfeccionando la santidad» o completándola. El lado divino de nuestra salvación Debemos ahora entrar en detalles en cuanto al lado divino de nuestra salvación del poder y la contaminación del pecado. Cuando un pecador realmente recibe a Cristo como su Señor y Salvador, Dios no lo lleva al Cielo allí y entonces; por el contrario, es probable que lo deje aquí abajo muchos años, y este es un lugar de peligro, ya que está bajo el maligno (1 Jn. 5:19) y todo lo concerniente a él se opone al Padre (cf. 1 Jn. 2:16). Por tanto, el creyente necesita ser salvo de este sistema hostil. Leemos, pues, que Cristo «se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre» (Gá. 1:4). No solamente no es llevado al Cielo el pecador cuando por primera vez cree para salvación; aunque, como hemos visto, la naturaleza mala no se le quita; sin embargo, Dios no le deja completamente bajo su dominio, sino que en su gracia le libra de su regio poder. Él utiliza una gran variedad de medios a fin de conseguir esto. Primero, concediéndonos una visión más clara de nuestra depravación interna que nos haga aborrecernos a nosotros mismos. Por naturaleza estamos totalmente enamorados de nosotros mismos, pero al avanzar la obra divina de la gracia en nuestras almas, llegamos a aborrecernos a nosotros mismos; y esto, lector, es una experiencia muy angustiosa: algo que la mayoría de nuestros modernos predicadores arrinconan por conveniencia. El concepto que muchos nuevos cristianos se forman al oír a los predicadores es que la 33

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

experiencia de un creyente genuino es suave, tranquila y gozosa; pero pronto descubre que esto no se confirma en su propio caso, sino que por el contrario es completamente desmentida. Y esto le hace titubear: suponiendo que el predicador sabe mucho más acerca de tales asuntos que él mismo, ahora se siente lleno de inquietantes dudas acerca de su salvación misma, y el diablo le dice prontamente que es simplemente una hipócrita que nunca fue salvado en absoluto. Solamente aquellos que han pasado o están pasando por esta penosa experiencia tienen un concepto real de la misma: existe tanta diferencia entre un verdadero conocimiento y una nueva lectura o descripción de ella, como entre visitar personalmente un país y examinarlo directamente y estudiar simplemente un mapa del mismo. ¿Pero cómo explicar el que uno que ha sido salvado del placer y la pena del pecado sea cada vez más consciente no solo de su presencia contaminante sino también de su poder tiránico? ¿Cómo explicar que el cristiano se encuentre ahora yendo de mal en peor, y cuanto más cerca intenta andar de Dios, más ve a la carne poner de manifiesto sus terribles obras de una manera no vista anteriormente? La respuesta es: a causa de mayor luz de parte de Dios, por la que ahora descubre la suciedad que previamente ignoraba: la luz solar al penetrar en una habitación descuidada no crea el polvo y las telarañas sino que simplemente los revela. Así ocurre con el cristianismo. Cuanto más le enfoca la luz del Espíritu interiormente, tanto más descubre la terrible plaga de su corazón (cf. 1 Reyes 8:38), y tanto más se da cuenta de su infeliz fracaso. El hecho es, querida alma descubierta, que cuanto menos te amas a ti misma, tanto más eres salva del poder del pecado. ¿Dónde reside su temible potencia? Pues en 34

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

su poder para engañarnos. Nos miente. Mintió a Adán y Eva. Nos da una falsa apreciación de valores de tal manera que confundimos el oropel con el verdadero oro. Ser salvo del poder del pecado es tener los ojos abiertos de tal manera que veamos las cosas a la luz de Dios: es conocer la verdad acerca de las cosas alrededor nuestro, y la verdad acerca de nosotros mismos. Satanás ha cegado el entendimiento de los incrédulo, pero el Espíritu santo ha resplandecido en nuestros corazones «para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Co. 4:4–6). Más aún: el pecado no solamente nos engaña, también nos envanece, haciendo a sus infatuadas victimas pensar altamente de sí mismas. Como 1 Timoteo 3:6 nos dice, envanecerse es caer «en la condenación del diablo». Fue insana egolatría lo que le hizo decir: «Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo» (Is. 14:13–14). ¿Es de maravillarse entonces que aquellos en quienes él obra estén llenos de orgullo y autosuficiencia? El pecado siempre produce amor propio y fariseísmo: el personaje más abandonado te dirá: «Sé que soy débil, sin embargo tengo buen corazón». Pero cuando Dios nos toma de la mano, es todo lo contrario: la obra del Espíritu vence nuestro orgullo. ¿Cómo? Por medio de descubrimientos progresivos en cuanto a uno mismo y a la extrema pecaminosidad del pecado, de tal manera que cada uno clama con Job: «He aquí que yo soy vil» (40:4); el tal está siendo salvo del poder del pecado: su poder para engañar y engreír. Segundo, a través de disciplinas dolorosas. Este es otro medio que Dios utiliza para librar a su pueblo del dominio del 35

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

pecado: «Por otra parte, tuvimos a nuestro padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedecemos mucho mejor al Padre de los espíritus y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechosos, para que participemos de su santidad» (He. 12:9–10). Estas disciplinas adoptan varias formas; a veces son externos, otras internos; pero cualquiera que sea su naturaleza, son dolorosas para la carne y la sangre. A veces estas disciplinas divinas son de larga duración, y entonces el alma está dispuesta a preguntar: «¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?» (Sal. 10:1), porque parece como si Dios nos hubiera abandonado. Se hacer ferviente oración para mitigar el sufrimiento, pero ningún alivio es concedido; se busca fervientemente la gracia para doblegarse mansamente ante la vara, pero la incredulidad, la impaciencia, la rebelión parecen fortalecerse más y más y el alma encuentra difícil creer en el amor de Dios; pero, como Hebreos 12:11 nos dice: «es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados». Esta vida es una escuela, y las disciplinas son uno de los principales métodos que Dios emplea en la enseñanza de sus hijos. Algunas veces se nos envían para la corrección de nuestras faltas y, por tanto, debemos orar: «Hacedme entender en qué he errado» (Job 6:24). Tengamos constantemente presente que es la «vara» y no la espada la que nos está hiriendo, empuñada por la mano de nuestro amante Padre, no de un juez vengativo. A veces se nos envían para la prevención del pecado, como a Pablo le fue dado un aguijón 36

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

en la carne «para que la grandeza de las revelaciones no [le] exaltase desmedidamente». A veces se nos envían para nuestra educación espiritual, de manera que por medio de ellos podamos llegar a un conocimiento experimental más profundo de Dios: «Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos» (Sal. 119:71). Algunas veces se nos envían para probar y fortalecer nuestras virtudes: «También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza» (Ro. 5:3–4); «Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Stg. 1:2–3). La disciplina es el purgante divino del pecado, enviada para marchitar nuestras aspiraciones sensuales, para apartar nuestros corazones de objetos carnales, para enajenar más plenamente nuestro afecto por el mundo. Dios nos ha ordenado: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos […] salid de en medio de ellos y apartaos» (2 Co. 6:14–17); y nosotros somos lentos para responder, y por tanto él ha de tomar medidas para sacarnos. Él nos ha ordenado: «No améis al mundo», y si desobedecemos no debe sorprendernos si él hace que algunos de nuestros amigos mundanos nos odie y persiga. Dios nos ha ordenado: «Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros» (Col. 3:5); si rehusamos cumplir con esta desagradable tarea, entonces debemos esperar que Dios utilice las tijeras de podar en nosotros. Dios nos ha ordenado: «Dejaos del hombre» (Isaías 2:22), y si aún confiamos en nuestros semejantes, se nos hace sufrir por ello. «No menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él» (He. 12:5). Este es un aviso saludable. Así, pues, lejos de menospreciarlo, deberíamos 37

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

estar agradecidos por él; agradecidos de que Dios nos cuida tanto y se toma tanta molestia con nosotros y que su amargo purgante produce tan saludables efectos. «En su angustia me buscarán» (Os. 5:15); mientras todo discurre suavemente estamos dispuestos a ser autosuficientes; pero cuando viene la tribulación nos volvemos prontamente al Señor. Reconoce, pues, con el Salmista: «Conforme a tu fidelidad me afligiste» (119:75). No solamente las disciplinas de Dios, cuando son utilizadas para nuestra santificación, subyugan los efectos del orgullo y enajenan más nuestro afecto por el mundo, sino que hacen la promesa divina más preciosa para el corazón; la siguiente, por ejemplo, adquiere un nuevo significado: «Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo […] cuando pases por el fuego, no te quemarás» (Isaías 43:2). Además, destruyen el egoísmo y nos hacen simpatizar más con nuestros compañeros de sufrimiento: «El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación» (2 Co. 1:4). Tercero, por medio de amargas decepciones. Dios nos ha avisado claramente que «todo es vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol» (Ec. 2:11), y esto por medio de uno a quien se permitió gratificar sus sentidos físicos como a ningún otro. No obstante, nosotros no tomamos en serio este aviso, porque realmente no lo creemos. Por el contrario, nos persuadimos a nosotros mismos de que la satisfacción se puede encontrar en cosas debajo del sol, que lo creado puede dar contentamiento a nuestros corazones. ¡Lo mismo se podría intentar rellenar un círculo con un cuadrado! El corazón fue hecho para Dios, y solamente él puede cubrir sus necesidades. Pero por naturaleza somos idólatras, y ponemos cosas en su lugar. A estas cosas conferimos 38

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

cualidades que no poseen y más tarde o más temprano nuestras ilusiones se derrumban bruscamente y descubrimos que las imágenes en nuestras mentes solamente son sueños, que nuestro ídolo de oro no es sino de barro después de todo. Dios ordena su providencia de tal manera que nuestro nido terrenal es destruido. Los vientos de la adversidad nos obligan a abandonar la blanda cama de comodidades y lujos carnales. Se experimentan dolorosas pérdidas de una u otra forma. Amigos de confianza prueban ser inconstantes, y en la hora de la necesidad nos fallan. El círculo familiar que durante tanto tiempo nos había dado cobijo, y donde habíamos encontrado paz y felicidad, es deshecho por la horrenda mano de la muerte. La salud nos falla y noches fastidiosas son nuestra porción. Estas penosas experiencias, estas amargas decepciones, son otro de los medios que nuestro buen Dios emplea para salvarnos del placer y la contaminación del pecado. A través de ellos nos hace ver la vanidad y desazón de la creación. Por medio de ellos aparta más plenamente nuestro afecto hacia el mundo. Por medio de ellos nos enseña que los objetos en que hemos buscado refrigerio no son sino «cisternas rotas», y ello con el fin de que nos volvamos a Cristo y saquemos de él, que es la Fuente de agua viva, el Único que puede proporcionar verdadera satisfacción al alma. De esta manera somos enseñados a desviar nuestra mirada del presente hacia el futuro, pues nuestro descanso no está aquí. «Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?» (Ro. 8:24). Nótese cuidadosamente que esto viene inmediatamente después de «nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos». Así, pues, ser «salvo en esperanza» tiene que ver con nuestra salvación actual del 39

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

poder del pecado. La salvación completa pertenece al cristiano ahora solamente como derecho y esperanza. No se dice aquí que «seremos salvos en esperanza»; sino que somos salvos en esperanza: la esperanza que espera el cumplimiento de las promesas de Dios. La esperanza tiene que ver con un bien futuro, con algo que aún «no se ve»: no esperamos algo que ya gozamos. En esto la esperanza difiere de la fe. La fe, al ser un asentimiento, está en la mente; pero la esperanza tiene su asiento en el corazón y es estimulada por lo apetecible de las cosas prometidas. Y, querido lector, las amargas decepciones de la vida no son sino el fondo oscuro sobre el que la esperanza puede brillar más vivamente. Cristo no lleva inmediatamente al Cielo a aquel que pone su confianza en él. No, él lo retiene aquí en la tierra por un tiempo para ser ejercitado y probado. Mientras espera su completa bienaventuranza hay una gran diferencia entre él y esta, y se enfrenta con muchas dificultades y problemas. No habiendo aún recibido su herencia, hay necesidad y ocasión para la esperanza, pues solamente ejercitándola se pueden anhelar las cosas futuras. Cuanto más fuerte sea nuestra esperanza, con tanto más ahínco nos ocuparemos de su prosecución. Nuestros afectos han de ser enajenados de las cosas actuales al objeto de que nuestro corazón se centre en un bien futuro. Cuarto, es mediante el don del Espíritu Santo y sus operaciones dentro de nosotros. El gran don de Dios que es Cristo para nosotros es comparable al don del Espíritu Santo y sus operaciones dentro de nosotros. El gran don de Dios que es Cristo para nosotros es comparable al don del Espíritu en nosotros, ya que debemos tanto al Uno como al Otro. La nueva naturaleza en el cristiano es impotente aparte de la 40

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

renovación diaria del Espíritu. Es por su misericordiosa obra como nos damos cuenta de la naturaleza y el alcance del pecado, se nos hace luchar contra él, somos inducidos a lamentar por él. Es por el Espíritu como la fe, la esperanza, la oración se mantienen vivas dentro del alma. Es por el Espíritu como somos impulsados a utilizar los medios de gracia que Dios ha designado para nuestra preservación y crecimiento espirituales. Es por el Espíritu como al pecado se le impide tener completo dominio sobre nosotros, pues como resultado de su morar en nosotros, hay algo además del pecado en el corazón y la vida del creyente, a saber, los frutos de la santidad y la justicia. Vamos a resumir este aspecto de nuestro tema. La salvación del poder del pecado que mora en nosotros no consiste en eliminar la naturaleza malvada del creyente en esta vida, o en efectuar un mejoramiento de la misma: «lo que es nacido de la carne, carne es» (Jn. 3:6) y permanece así, inmutable hasta el final. Tampoco consiste en que el Espíritu someta de tal manera el pecado que mora en nosotros que se vuelva menos activo, ya que la carne no solo codicia sino que «su deseo [incesante] es contra el Espíritu»; nunca duerme, ni siquiera cuando lo hacen nuestros cuerpos, como lo evidencian nuestros sueños. No, y de una forma u otra está llevando a cabo constantemente sus malas obras. Puede que no sea en actos externos, a la vista de nuestros semejantes, pero sí que lo es interiormente, en cosas que Dios ve, tales como codicia, descontento, orgullo, incredulidad, amor propio, mala voluntad hacia otros y cien otras maldades. No, nadie es salvo del pecar en esta vida. La salvación actual del poder del pecado consiste, primero, en librarnos del amor al mismo, lo cual, si bien empieza en 41

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

nuestra regeneración, continúa a lo largo de nuestra santificación práctica. Segundo, de su poder cegador e ilusorio, de tal manera que ya no puede engañarnos más como antes lo hacía. Tercero, de nuestras excusas con respecto al mismo: «lo que obro, no lo apruebo» (Ro. 7:15 VM). Esta es una de las marcas más seguras de la regeneración. En el sentido más pleno de la palabra el creyente no lo «aprueba» antes de pecar, pues todo cristiano verdadero en su juicio cabal desea ser totalmente guardado de pecar. No lo «aprueba» plenamente cuando lo hace, pues al cometerlo en la práctica hay una reserva interna: la nueva naturaleza no lo consiente. No lo «aprueba» después, como el Salmo 51 lo pone de manifiesto en el caso de David. La fuerza del verbo «aprobar» en Romanos 7:15 puede verse en «así sois testigos, y aprobáis las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron [a los profetas], y vosotros edificáis [los monumentos]» (Lc. 11:48 Cantera-Iglesias). Así, pues, aquellos judíos, lejos de avergonzarse de sus padres y execrar su inicua conducta, erigieron un monumento en su honor. Por tanto, «aprobar» es lo contrario de avergonzarse o entristecerse por ello: es consentir y justificar. Por consiguiente, cuando se dice que el creyente «no aprueba» el mal de que es culpable, ello significa que no busca justificarse o echarle la culpa a algún otro, como hicieron Adán y Eva. Que el cristiano no aprueba el pecado es evidente por su vergüenza acerca de él, su tristeza por él; su confesión de él, su odiarse a sí mismo por causa de él, su repetida resolución de abandonarlo.

42

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

4 Salvación de la presencia del pecado

A

hora nos volvemos a aquel aspecto de nuestro tema

que tiene que ver solamente con el futuro. El pecado ha de ser aún erradicado del ser del creyente, de tal manera que aparezca delante de Dios sin mancha ni defecto. Cierto que este es su estatus legal aun ahora, pero no lo es aún en su estado o experiencia. Tanto en cuanto Dios ve al creyente en Cristo, este aparece ante él en toda la excelencia de su Fiador, pero tanto en cuanto Dios le ve tal como es aún en sí mismo (y que él lo hace lo prueban sus disciplinas), él contempla toda la ruina que la Caída ha obrado en él. Pero no siempre será este el caso: no, bendito sea su nombre, el Señor reserva el mejor vino para el final. Aun ahora hemos gustado que él es bueno, pero solo podemos entrar en la plenitud de su gracia y gozar de ella después que este mundo sea dejado atrás. Aquellas escrituras que presentan nuestra salvación como una esperanza futura tienen todas que ver con nuestra liberación final de la propia inherencia del pecado. A esto se refería Pablo cuando dijo: «Ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos» (Ro. 13:11): no nuestra salvación del placer, la pena, o el poder del pecado, sino de su presencia misma. «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Fil. 3:20). Sí, es al «Salvador» a quien esperamos, porque es a su regreso cuando los elegidos por gracia participarán de su Salvación plena; como está escrito: «Y 43

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (He. 9:28). De igual manera, cuando otro apóstol declaró: «Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1 P. 1:5), hacía referencia a esta gran consumación de la salvación del creyente, cuando para siempre será librado de la presencia misma del pecado. Nuestra salvación del placer del pecado se efectúa al alojarse Cristo en nuestros corazones: «vive Cristo en mí» (Gá. 2:20). Nuestra salvación de la pena del pecado fue conseguida por los sufrimientos de Cristo en la cruz, donde sobrellevó el castigo que nuestras iniquidades merecerían. Nuestra salvación del poder del pecado es obtenida por la obra misericordiosa del Espíritu que Cristo envía a su pueblo: por lo que es llamado «el Espíritu de Cristo» (Ro. 8:9; cf. Gá. 4:6; Ap. 3:1). Nuestra salvación de la presencia del pecado será consumada al segundo advenimiento: «mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas» (Fil. 3:20–21). Y de nuevo se nos dice: «Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es» (1 Jn. 3:2). Es todo de Cristo desde el principio hasta el final. El hombre fue creado originalmente a imagen y semejanza de Dios, reflejando las perfecciones morales de su Hacedor. Pero entró el pecado y el cayó de su gloria primitiva y a causa de dicha caída la imagen de Dios en él quedó rota y su semejanza desfigurada. Pero en los redimidos aquella imagen 44

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

ha de ser restaurada, es más, les ha de ser concedida una honra mucho más alta que la otorgada al primer Adán: han de ser hechos como el último Adán. Está escrito: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos» (Ro. 8:29). Este bendito propósito de Dios en nuestra predestinación no será plenamente comprendido hasta la segunda venida de nuestro Señor: será entonces cuando su pueblo será plenamente emancipado de la servidumbre y corrupción del pecado. Entonces Cristo se presentará a sí mismo «una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha» (Ef. 5:27). La salvación del placer o amor al pecado tiene lugar en nuestra regeneración; la salvación de la pena o castigo del pecado ocurre cuando nuestra justificación; la salvación del poder o dominio del pecado se consigue durante nuestra santificación práctica; la salvación de la presencia o inherencia del pecado se consuma en nuestra glorificación: «a los que justificó, a estos también glorificó» (Ro. 8:30). No se revela mucho en la Escritura acerca de este aspecto de nuestro tema, ya que la Palabra de Dios no ha sido dada para gratificar la curiosidad. Sin embargo, sí se da a conocer lo suficiente para alimentar la fe, fortalecer la esperanza, producir amor y hacernos «correr con paciencia la carrera que tenemos por delante». En nuestro estado actual somos incapaces de formarnos un concepto real de la bienaventuranza que nos aguarda; no obstante, al igual que los espías de Israel regresaron con el racimo de «las uvas de Escol» como una muestra de las buenas cosas a encontrar en la tierra de Canaán, 45

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

así al cristiano le es concedido un goce anticipado de su herencia Arriba. «Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Ef. 4:13). Somos predestinados a ser hechos conformes a la imagen del Cristo glorificado. Contémplalo en el monte de la transfiguración, cuando les fue concedida a aquellos afortunados discípulos una visión previa de su gloria. Tal es el deslumbrante esplendor de su persona que Saulo de Tarso fue cegado temporalmente por un reflejo del mismo, y el amado Juan en la isla de Patmos cayó «como muerto a sus pies» (Ap. 1:17) cuando le vio. La mejor manera de apreciar lo que nos espera es contemplándolo a la luz del amor de Dios. La porción que Cristo mismo ha recibido es la expresión del amor de Dios por él; y como el Salvador le ha asegurado a su pueblo con respecto al amor de su Padre hacia ellos «los has amado a ellos como también a mí me has amado» (Juan 17:23) y por tanto como el prometió «para que donde Yo estoy, vosotros también estéis» (Jn. 14:3). ¿Pero no termina el creyente para siempre con el pecado al morir? Sí, gracias a Dios, tal es el caso; sin embargo, eso no es su glorificación, ya que su cuerpo se corrompe, y ese es el efecto del pecado. Pero está escrito acerca del cuerpo del creyente: «Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual» (1 Co. 15:42–44). No obstante, en el momento mismo de la muerte, el alma del cristiano es enteramente librada de la presencia del pecado. Esto se desprende claramente de «Bienaventurados de aquí en 46

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen» (Ap. 14:13). ¿Qué significa que «descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen»? Por supuesto que es algo más bienaventurado que cesar de ganar el pan con el sudor de sus frentes, ya que esto será cierto de los no salvos también. Los que mueren en el Señor descansan de «sus trabajos» con el pecado: sus dolorosos conflictos con la corrupción interna, Satanás y el mundo. La batalla que la fe pelea ahora se termina entonces, y para siempre les pertenece un total alivio del pecado. La salvación cuádruple del cristiano con respecto al pecado quedó sorprendentemente tipificada en el proceder de Dios con la antigua nación de Israel. Primero, tenemos una vívida descripción de su liberación del placer del pecado o el amor hacia él: «y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre» (Ex. 2:23–24). ¡Qué contraste hace esto con lo que leemos en los últimos capítulos de Génesis! Allí oímos al rey de Egipto diciendo a José: «La tierra de Egipto delante de ti está; en lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos; habiten en la tierra de Gosén» (47:6). Así, pues, se nos dice: «Así habitó Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén; y tomaron posesión de ella y se aumentaron y se multiplicaron en gran manera (47:27). Ahora bien, Egipto es en el Antiguo Testamento el símbolo del mundo, como un sistema opuesto a Dios. Y fue allí, «en lo mejor de la tierra», donde los descendientes de Abraham se habían establecido. Pero el Señor tenía designios misericordiosos y algo mucho mejor para ellos; sin embargo, antes que pudieran apreciar Canaán, tenían que perder su 47

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

afecto hacia Egipto. De aquí que los encontremos cruelmente esclavizados allí, doliéndose bajo el látigo de los capataces. De esta manera se les hizo aborrecer a Egipto y anhelar ser liberados de él. El tema de Éxodo es la redención: ¡qué interesante, pues, ver que Dios comienza su obra de redención haciendo a su pueblo gemir y clamar en su esclavitud! La porción que Cristo concede no es bien recibida hasta que se nos hace estar hartos de este mundo. Segundo, en Éxodo 12 tenemos una representación gráfica de cómo el pueblo de Dios es librado de la pena del pecado. La noche de la Pascua el ángel de la muerte vino y mató a todos los primogénitos de los egipcios. ¿Pero por qué perdonar a los primogénitos de los israelitas? No porque fueran inocentes delante de Dios, porque todos pecaron y están destituidos de su gloria. Los israelitas, al igual que los egipcios, eran culpables a los ojos de Dios y merecedores de un juicio implacable. Fue precisamente en esta coyuntura cuando vino la gracia de Dios y cubrió su necesidad. Otro fue inmolado en su lugar y murió en vez de ellos. Una víctima inocente fue muerta y su sangre derramada señalando a la venida del «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». El cabeza de cada familia israelita roció la sangre del cordero en el dintel y los postes de su puerta, y así el primogénito de la misma fue preservado del ángel vengador: Dios prometió: «Veré la sangre y pasaré de vosotros (Éx. 12:13). De esta manera, Israel fue salvado de la pena del pecado por medio del cordero que murió en su lugar. Tercero, el viaje de Israel por el desierto bosquejó la salvación del creyente del poder del pecado. Israel no entró en Canaán inmediatamente después de su éxodo de Egipto; tuvieron que afrontar tentaciones y pruebas en el desierto 48

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

donde pasaron no menos de cuarenta años. Pero qué provisión tan bondadosa y plena hizo Dios para su pueblo. El maná les fue dado diariamente desde el Cielo: tipo de aquel alimento que la Palabra de Dios ahora nos suministra para nuestra nutrición espiritual. El agua les fue dada de la roca herida: emblema del Espíritu Santo enviado por el Cristo herido para morar dentro de nosotros: Juan 7:38–39. Una nube y una columna de fuego los guiaban de día y los guardaban de noche, recordándonos cómo él dirige nuestros pasos y nos protege de nuestros enemigos. Lo mejor de todo es que Moisés, su gran dirigente, estaba con ellos, aconsejando, reprendiendo e intercediendo por ellos: figura del Capitán de nuestra salvación: «Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días». Cuarto, la entrada misma de Israel en la tierra prometida prefiguró la glorificación del creyente, cuando este obtiene el pleno goce de aquella posesión que Cristo adquirió para él. Las experiencias que Israel encontró en Canaán tienen un doble significado típico. Bajo un punto de vista, los israelitas presagiaban el conflicto que la fe tiene que afrontar mientras el creyente es dejado en la tierra, pues al igual que los hebreos tuvieron que vencer a los anteriores habitantes de Canaán, antes que pudieran gozar de su porción, así la fe tiene que remontar muchos obstáculos si es que ha de «poseer sus posesiones». No obstante, aquella tierra de leche y miel en la que Israel entró después que su esclavitud en Egipto y las penalidades en el desierto quedaron atrás, era claramente una figura de la porción del cristiano en el Cielo después de haber acabado para siempre con el pecado en este mundo. «Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21). Primero, salvarlos del placer o 49

Descargado de: http://www.descargarlibroscristianosgratisenpdf.online/

amor al pecado concediéndoles una naturaleza que lo odia: este es el gran milagro de la gracia. Segundo, salvarlos de la pena o castigo del pecado, remitiendo toda su culpa: esta es la gran maravilla de la gracia. Tercero, salvarlos del poder o dominio del pecado, por la operación de su Espíritu: esto revela el maravilloso poder de la gracia. Cuarto, salvarlos de la presencia o inherencia del pecado: esto demostrará la gloriosa magnitud de la gracia. Quiera el Señor bendecir estas elementales pero importantísimas verdades a muchos de sus pequeños, y hacer a sus hermanos y hermanas «grandes» más pequeños en su propia estimación.

50