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- DE HERCULES LAS DOCE HAZANAS Traducción de Ilustraciones de Fotograbados de J. U. LIERO EDICION DE RAMÓN PRIETO

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- DE HERCULES LAS DOCE HAZANAS

Traducción de Ilustraciones de Fotograbados de

J. U.

LIERO

EDICION

DE

RAMÓN PRIETO CAMPOS

MIGUEL PILATO:

PIEDRAS

ARGENTINA

Queda hecho el depósito que previene la. ley 11.723. Copyr:ght by Editorial ACTEON. Buenos Aires, 1946. IMPRESO EN

LA ARGENTINA

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PRINTED IN ARGENTINE

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INTRODUCCION

La obra infantil de MONTEIRO LOBATO constituye una gran novela, en la que cada capítulo es un libro. Los personajes principales son siempre los mismos: N aricita, Perucho, Emilia, el vizconde de la Mazorca, doña Benita, tía Anastasia; y el cuartel general de las travesuras es la famosa Quinta del Benteveo Amarillo. La novela comenzó el día en que Lucía, la Niña de la Naricita Respingada se fué al pomar con su muñeca Emilia en los brazos y allí se durmió a la orilla de un arroyo y soñó, y un pececito, que era príncipe, se le apareció y la llevó al Reino de las Aguas Claras, y el río se hizo mar, y las aventuras narradas en el libro Travesuras de Naricita se desdoblaron como en una película de Walt Disney. Emilia, que era una simple muñeca de trapo, fué evolucionando -como todo evoluciona en la naturaleza- y adquirió el habla, inteligencia y astucia, y terminó transformada en una terrible ((personita" de carne y hueso. Al principio decía muchísimas tonterías, las que se fueron transformando en filosofías de esas que dan mucho que pensar. Se transformó en símbolo de la independencia mental. Emilia es hoy 10 que todas las criaturas quieren ser, pero que ((la gente grande no las deja". De ahí la popularidad de que goza entre los pequeños. La pandilla, más el rinoceronte Quindín, la Vaca Mocha -única en el mundo que tiene cuernos, el marqués de Rabicó -un lechoncito pícaro, el Burro Parlante y demás personajes [ 1]

MONTEIRO LOBATO

secundarios, viven en la bienaventurada quinta del Benteveo Amarillo -el lugar más feliz del planeta y el "único donde reina la más completa democracia", como dice el vizconde de la Mazorca -un marIa que también evolucionó y se tornó un verdadero sabio. Allí no hay imposiciones, ni tiranías, ni castigos. Todos aprendieron a gobernarse a sí mismos, como las abejas. En los veinte y tantos capítulos-libros de su obra, Monteiro Lobato no hace más que contar 10 que allí ha pasado. En El Genio del Bosque describe las aventuras de Perucho con el Saci, que es un diablejo de una sola pierna de las selvas brasileñas. En Cacerías de Perucho cuenta la historia de la onza que ellos cazaron, y también el extraño caso del rinoceronce que apareció por allí e ingresó a la pandilla. Después... ah, después. entró en escena el polvo de pirlimpimpín, que los sabios quiere."? que sea la imaginación pero que en realidad es un polvo mágico que transporta a quien 10 aspira a cualquier lugar del Espacio y a cualquier momento del Tiempo. Con ese polvo maravilloso realizan los asombros descritos' en Viaje al Cielo, durante el cual visitan a San Jorge en la Luna, jugaron a patinar en los anillo de Saturno y descubrieron en la Vía Láctea a Florecita de las Alturas -el angelito con el ala rota que trajeron a la quinta y que allí tanto los encantá-, cómo se relata en Las Memorias de Emilia. También mediante el polvo de pirlimpimpin zambullen en la Grecia de Pericles donde doña Benita y N aricita se quedan conversando con Aspasia, Sócrates, Fidias, mientras los otros se hunden en la Grecia Heroica a fin de sacar a tía Anastasia del Laberinto de Creta -cómo está relatado en el libro El Minotauro. y cuanto más. Las modificaciones hechas en las cosas naturales, que aparecen en La Reforma de la Naturaleza. La prodigiosa aventura de la reducción del tamaño de las criaturas humana, tremenda travesura de Emilia que está fielmente narrada en La Llave del Tamaño. Todo prodigioso. Pero el prodigio de los prodigios fué la vuelta de Perucho, Emilia y el vizconde a la Grecia Heroica,.

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LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

para acompañar al gran Hércules en sus Doce Trabajos, o Doce Hazañas. Es 10 que se relata en este volumen, que Monteiro Lobato escribió con la mayor fidelidad, sin nada omitir o agregar, cómo severo cronista que es. Habrá escépticos que duden de tantos asombros -¿de qué no dudará el hombre? Pero Monteiro Lobato jura que nada de este libro es de él y todo es transcripción de 10 que oyó de boca de Perucho, Emilia y el vizconde; jura también que vió, allá en el Benteveo, todas las cosas que Emilia trajo de Grecia, para su preciosísimo museo.

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EL LEÜN DE NEMEA

HISTORICO -En la Grecia antigua el gran héroe nacional fué Heracles, o sea Hércules, como se 10 llamó después. Era el mayor de to~ dos, y ser el mayor de todos en Grecia es ser el mayor del mundo. Por eso es que Hércules vive aún en nuestra imaginación. A cada momento, en nuestras charlas comunes nos referimos a él, a su fuerza prodigiosa, a su inmenso valor, sus hazañas legendarias. De él nació una palabra muy popular en todos los idiomas: el adjetivo hercúleo, con la significación de extraordinariamente fuerte. La principal característica de ese héroe era el ser excesivamente fuerte, extremadamente bruto, pero dotado de buen corazón. Al calor de sus hazañas, mató muchas veces culpables e inocentes, y después lloraba arrepentido. Anatole France dijo sobre él: "Había en Hércules una dulzura singular. Después de haber golpeado a culpables e inocentes, fuertes y débiles, en sus accesos de locura, volvía Hércules en sí y lloraba de dolor. Y es posible que hasta sintiera compasión por los monstruos que mató por amor a los hombres: la hidra de Lerna, el pobre Minotauro, el famoso león al que arrancó la piel para hacerse un taparrabos. Más de una vez, al final de una de sus hazañas, miró horrorizado su clava tinta de sangre. .. Era robustísimo de cuerpo y de corazón blando". -¡Pobrecito! suspiró Perucho. Tenía el corazón de flan ... Esta conversación se realizaba en la quinta del Benteveo Amarillo, entre doña Benita y su nieto Perucho. Y el tema se refería a Hércules porque el chico estaba recordando detalles de sus aventuras en la Grecia Heroica 1. 1

El Mlnotauro.

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MONTEIRO LOBATO

-¿Y si volviéramos allá? preguntó Perucho. Esa Grecia no me sale de la cabeza, abuelita ... -¿Para qué, Perucho? -Para asistir a las hazañas de Hércules. Doña Benita se opuso a que Perucho volviera a Grecia para tomar parte en las doce hazañas del héroe, pero se opuso de un modo que casi quería decir: "Ve, pero sin que yo lo sepa ... ". Y Perucho se sintió radiante. -He hablado con abuelita, corrió a decir a Naricita, y ella me salió con aquel "no" que nosotros siempre traducimos "sí". Voy a mandar al vizconde a que fabrique el polvo de pirlimpimpín necesario. Vuelvo allá con el vizconde y Emilia ... -¿Y yo? -¡Ah!, tú no puedes ir, Naricita. Abuelita no está bien de su reumatismo y tiene necesidad que uno de nosotros permanezca con ella. PREPARATIVOS Perucho explicó al vizconde sus planes para un nuevo 'viaje por los tiempos de la Grecia Antigua. "Vamos nosotros tres: yo, tú y Emilia". -¿ Ya conoce Emilia el proyecto? -Ya lo sabe y está atropellando a tía Anastasia para que le prepare una nueva canastita. Dice que de esta vez va a completar su museo con mil cosas griegas. El vizconde suspiró. Siempre que Emilia acordaba viajar con canasta, él resultaba encargado de todo: de llevarla sobre las espaldas, de vigilarla. Y si desaparecía algo, allá venía aquella terrible amenaza de "desplumarlo", es decir, arrancarle las piernas y los brazos. -¿Qué cantidad de polvo necesitas? preguntó el vizconde. -Un canuto bien lleno. El polvo de pirlimpimpín era llevado en un canuto de [8]

LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

caña, bien asegurado a la cintura del chico. Él tomaba toda clase de precauciones para no perder el precioso canutito, pues de lo contrario no podrían volver jamás. Pero como en aven-

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Perucho explicó al vizconde sus planes de nuevo viaje . ..

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MONTEIRO LOBATO

turas de riesgo hay que contar con todo, el vizconde sugirió una idea dictada por la prudencia: -Lo mejor es que llevemos tres canutos: uno para ti, otro para mí y otro para Emilia. De esa manera vamos a estar tres veces más seguros. Emilia, en la cocina, atropellaba a tía Anastasia. -Quiero una canastita nueva y mayor que la otra, donde quepan muchas cosas. La negra, entretenida en freír unas mojarritas, refunfuñaba: -¿Para qué la quieres? Estoy cansada de hacerte cosas, Emilia. Una vez esto, otra vez aquello ... ¡Ahora una canasta! ¿No sirve ya la última que te hice? -Es muy chica. Quiero una doble. -¿Y para qué? ¿Qué cosas tienes para guardar? -y dejando la espumadera, miró bien al fondo de los ojos de la ex muñeca. ¡Hum. .. me huele a nueva travesura!. .. Estos ojitos no engañan ... ¿Qué vas a hacer? -Nada, respondió Emilia con la mayor inocencia. Sólo que tengo muchas cosas por guardar, y esa canastita vieja está llena. -Ya sé, ya sé. .. refunfuñó la negra. Para mí que es nueva travesura. ¿Dónde es? .. Vamos, dilo ... Emilia comenzó a inventar una mentira demasiado bien adornada. Todas las mentiras de Emilia eran así: tan bien arregladitas, que de inmediato todos desconfiaban. La negra no le creyó ni pío, pero para librarse de ella, dijo: -Está bien. Vaya hacer lo que quieres. ¿Qué remedio me queda? Cuando quieres algo, eres peor que garrapata. y esa noche, durante la velada, hizo la canastita nueva del tamaño que la impaciente quería. Doña Benita llegó y vió a la negra entretenida en ese trabajo. -¡Hum! ... canastita nueva... Esa es señal de Grecia. Perucho está añorando nuevas aventuras por allí. -¿Y usted lo deja? dijo Anastasia, recordando las angustias que pasó en el laberinto de Creta, cuando estuvo en poder del horrendo Minotauro. [ 10 ]

., abmsada. Y muna . [ 11 ]

MONTEIRO LOBATO

-Yo he dicho que no, respondió la buena anciana, pero Perucho no cree más en mis "no". Él desea acompañar a Hércules en sus hazañas. - ¡ Credo! exclamó la negra, aun sin saber qué hazañas eran aquellas, y Naricita, que estuviera conversando con Perucho, vino a pedir a su abuela que le hablara de Hércules. Doña Benita habló. -¡Ah, hija mía, qué maravilloso héroe fué! Era hijo de Zeus, el gran dios de los griegos, y de Alcmena, la mujer más hermosa de su tiempo. Pero Zeus estaba casado con la diosa Hera, la cual, celosísima de aquel hijo de su esposo nacido en la tierra, juró perseguirlo sin cesar. Y así fué. La vida del pobre Hércules se tornó un puro tormento, tales eran las trampas que le preparaba la diosa. Pero Zeus lo defendía. Hera preparaba las trampas y Zeus las desarreglaba, y así sucesivamente. -¿Hasta cuándo? preguntó la chica. -Hasta el triste fin que tuvo Hércules. Pobrecito, un héroe tan bueno ... -Cuéntame el fin de Hércules, abuelita. Doña Benita le contó que después de una infinidad de aventuras, entre las que están los Doce Trabajos o las Doce Hazañas, el Héroe se casó con Dejanira, a la que amaba mucho. Un día, en una de sus expediciones, fué a dar a las tierras del centauro Neso. Hércules se había batido ya contra los centauros del antro de Falo y los había matado a todos, menos a ese N eso que huyó. Parece que cierta vez I;Iércules no reconoció a su viejo enemigo, pues, teniendo que cruzar un río a nado, pidió a Neso que transportara a Dejanira. De ahí vino la desgracia. N eso, en mitad del río, con la esposa de Hércules sobre el lomo, tuvo el atrevimiento de besarla a la fuerza. Viéndolo desde la orilla, Hércules tomó una flecha y ¡zás! se la clavó al centauro en el corazón. Era una herida mortal. Neso iba a morir, pero antes tuvo tiempo de darle a Dejanira un filtro fuertísimo. El que se pusiera sobre la carne una ropa cualquiera tocada por ese filtro se envenenaría y moriría de la [ 12 ]

LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

peor de las muertes. Dejanira guardó el filtro y llegó a nado a la orilla donde Hércules la esperaba. -¿Y el centauro? -Ese se murió en el agua y allá se fué boyando. .. Poco después Hércules se mezcló en nuevas aventuras, en las que salvó a una hermosa joven llamada Jole, llevándola con él a la isla de Eubea, donde existía un altar de Zeus. Allá, queriendo ofrecer un sacrificio al dios, mandó un mensajero a su casa en busca de una túnica. Ese mensajero se llamaba Licas. Era un cuentero. En vez de limitarse a cumplir su misión, le contó a Dejanira toda la aventura y le habló de la magnífica belleza de Jole, a la que Hércules salvó y llevó a Eubea. Una feroz catarata de celos invadió el corazón de Dejanira, haciendo que se recordara del venenoso filtro de Neso. ¿Y sabes lo que hizo? Entregó al mensajero la túnica que Hércules mandara buscar, pero toda impregnada con ese líquido ... - j Malvada! . .. exclamó la chica. -Al recibir la túnica, el pobre Hércules se la puso y fué al altar a hacer el sacrificio a Zeus. Al llegar allí comenzo a sentir en el cuerpo un dolor horrible, como si se hubiera puesto una túnica de llamas implacables. .. j Y murió carbonizado! - ¡ Malvada! repitió N aricita, pero doña Benita explicó que la intención de Dejanira no fué esa. -Nunca se imaginó que la túnica iba a ser vestida por el héroe; creyó que era para la hermosa Jole, de manera que al saber lo que había pasado se desesperó y corrió a ahorcarse en un árbol.

CERCA DE NEMEA

La mañana del tercer día todo estaba listo para la partida. Perucho dió una pulgaradita de polvo a Emilia, otra al vizconde y contó: "¡Una ... dos ... TRES!" A la voz de tres todos [ 13 ]

MONTEIRO' LoBATO

llevaron a la nariz la dosis recibida, la aspiraron al mismotiempo y sobrevino el ¡fium! Instantes después Perucho, el vizconde y Emilia despertaban en la Grecia Heroica, en las proximidades de Nemea,. donde habían planeado ir, ya que la primera hazaña de Hércules iba a ser su lucha contra el León de Nemea. El polvo de pirlímpimpín causaba la pérdida total de los sentidos y después del desmayo se presentaba una especie de mareo del que los viajeros salían lentamente. En aquella oportunidad fué Emilia la primera en hablar. -Comienzo a ver a Grecia, pero todo muy confuso aún ... Me parece que hemos aterrizado en un pomar ... También Perucho vió árboles en derredor. Se frotó los ojos. Dejó que pasaran unos segundos más. Después: -No es un pomar, Emilia, sino un olival. Grecia es el . país de los olivos, esos árboles que dan las aceitunas. Y parece' que estos olivos están cargados. Instantes después los tres se encontraban ya en estado normal. El vizconde se había sentado sobre la canastita de Emilia, la cual no separaba los ojos de los árboles. -¡Están maduras, Perucho! ¿Por qué no llenas la bolsa? Las criaturas humanas son como los automóviles. No· andan sin comer cualquier cosa. Los automóviles beben gasolina en las bombas; la gente mastica 10 que encuentra. -La llenaré. Perucho se subió a uno de los olivos que estaba más cargado y comenzó a llenar la bolsita al mismo tiempo que se· llenaba el buche. -Están bien maduritas, pero tía Anastasia, que sóloconoce las aceitunas en tarro, sería incapaz de reconocerlas aquí. El gusto es muy diferente. Recoge las que voy tirando -y para cada tres que se tragaba tiraba una para los dos de abajo. El viz~onde, pobrecito, no comía. Jamás comió; pero Emilia, después de su evolución de muñeca a gentecita, se había revelado una gran golosa. Comía por ella y por el vizconde. [ 14 ]

LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-¡Más, Perucho, más! decía sin cesar, y el chico seguía tirando aceitunas. Allí cerca estaba la casa del dueño del olival y una ·hermosa pradera con un rebaño de carneros pastando. Un pastor-

El pastorcito se rió ante tanta ignorancia . ..

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MONTEIRO LoBATO

cito se distraía tocando la flauta, con un perro a su lado. De pronto el perro olfateó, levantó las orejas y salió corriendo hacia el olival. Perucho nunca sintió miedo a los perros. Sabía manejarlos con energía y cariño, dominándolos con la mirada y la firmeza en la voz. Así fué con el del pastor. - j Quieto, quieto, Joli! gritó enérgicamente. El perro dejó de ladrar y se puso a balancear la cola. Después, dando, de narices con el vizconde, "no 10 entendió". Se erizó todo de miedo. Era un desconocido y 10 desconocido amedrenta a cualquier animal. Perucho intentó calmarlo acariciándole el pescuezo con la mano. -Nada de asustarse, J olio N o es una araña con galera, sino nuestro gran sabio, el de la quinta, el señor vizconde de la Mazorca. Pero la explicación no hizo efecto: el pobre perro positivamente no entendía al vizconde ... El pastor se había levantado y guardó la flauta. Tenía cara de quien dice "¿qué demonio es eso?" Perucho se dirigió a él seguido de los otros. ¿En qué idioma iban a entenderse? "¿Qué te parece, Emilia?". Y ella respoDdió: "Aplica el figúrate. Figúrate que nosotros sabemos el griego y él nos entenderá perfectamente bien". y así fué. Gracias al "figúrate" Perucho y el pastor pudieron conversar tranquilamente. -Buenos días, amigo. Somos viajeros de un siglo y de un país muy lejano a estos. -¿De estos qué? preguntó el joven griego. -De este siglo y de esta región ... El pastorcito no entendió, ni podía entender -10 que hizo exclamar a Emilia: "¡Ay ... ay!. .. vamos a volver a tener aquellas mismas dificultades para entendernos que tuvimos con Fidias y los demás en Atenas"; y sin querer perder tiempo en inútiles tentativas, preguntó: -Pastorcito griego, ¿puedes darnos noticias del señor Hércules? [ 16 ]

LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

El interpelado puso cara de bobo. "¿Hércules?", ¿quién 'Sería ese Hércules? Nunca oyera pronunciar tal nombre. EmiHa le explicó que era uno muy grande y robusto, así, así y así, que andaba por el mundo realizando hazañas. De nada adelantó la explicación. El chico no tenía la menor idea de quién pudiera ser ese Hércules. El vizconde, que estaba a un lado, sentado sobre la canasta, movió la cabeza y se echó a reír con la risa filosófica de los sabios: - ¡ Ah, los ignorantes! exclamó. ¿Cómo puede este muchacho saber nada de Hércules si en Grecia nunca hubo ningún Hércules? Hércules no es nombre griego, sino romano y con el cual lo bautizaron después. El héroe que buscamos se llama en griego Heracles. Al oír ese nombre, tan popular en aquel tiempo, al pastorcito se le iluminó el rostro. -Bueno, a ese sí lo conozco. No hay por aquí nadie que 110 lo conozca, tantas han sido sus proezas. Heracles es un héroe invencible ... -Pues a él lo estamos buscando, dijo Perucho, y contó la historia del león de Nemea que Hércules iba a matar. -¿El león de Nemea? repitió el muchacho. Sí, he oído hablar de él. Es un monstruo horroroso que se cayó de la luna y anda por aquí comiendo gente. Sólo se alimenta de gente. -¿Y por qué no lo matan? preguntó Emilia. El pastorcito se puso a reír ante tanta ignorancia. -¿Matar al león de Nemea? ¿Quién puede hacerlo, SI es invulnerable? Emilia ignoraba la significación de la palabra invulnerable, pero no queriendo pasar por ignorante a los ojos del pastor, fingió que necesitaba algo de la canasta y fué a ver al vizconde. Y mientras abría y movía las cosas guardadas, preguntó a media voz: -¿Qué quiere decir invulnerable, vizconde? Responda bajito. El vizconde comprendió, y dijo a media voz: -Invulnerable es aquello que no puede ser herido por

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MONTEIRO LoBATO

ningún anna. Y Emilia preguntó nuevamente: "¿ Qué tiene que ver la palabra "invulnerable" con herida?". Y el vizconde le explicó que en latín herida se dice "vúlnera". Emilia, 10 más segura de sí, volvió donde estaba el pastorcito. -¿Así que es invulnerable? ¡Ah ... ah! ... Vamos a verlo. Quiero saber si Hércules "vulnera" o no "vulnera" a ese león de la luna. ¿Sabe ya la noticia? Pues Hércules o Heracles ha sido enviado aquí para destruir ese león. El pastorcito no sabía nada y se mostró muy admirado. Era indudable que Hércules nunca perdió ninguna lucha, pero ¿quién puede vencer a un león en cuya piel no penetra ninguna saeta? "¡Pobre Heracles!" exclamó. "Esta vez se va a ensartar ... " El perro del pastor no sacaba los ojos de encima del vizconde y a intervalos lanzaba un aullido. Nunca había visto un animalejo tan raro, con galerita y por encima parlante ... -¡Deja en paz al vizconde, Joli! gritó Perucho. El joven griego les explicó que el perro se llamaba Pelópidas. -¿Y esa Nemea, dónde está? preguntó Emilia. ¿Es muy lejos? -No; muy cerca. Sigan ese camino hasta la encrucijada. Desde allí tuercen a la izquierda y siguen andando, andando, hasta encontrar un río. Después siguen río arriba hasta un puente. Nemea comienza al otro lado del puente. -¿No hay letreros? preguntó Emilia al pastor, haciendo que el vizconde moviera la cabeza desanimado. "¡Letreros! ¡Qué idea! El pobre muchacho no sabe qué es letra y va a saber que es letrero ... " Y estaban así cuando, de pronto, sonó un extraño rugido a 10 lejos. Evidentemente era el rugido de un león de la luna, cosa más terrible aún que el rugido de un león de la tierra. El pastorcito se puso a temblar y no pensó más que una cosa: reunir el rebaño y llevarlo al corral. Y allá se fué corriendo, seguido por el perro. [ 18]

LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

El rugido venía de muy lejos. De Nemea. Ellos tenían que ir allá, pues sólo allá podrían encontrar al gran héroe griego. Si se quedaban allí estaban perdidos, pues, ¿quién iba a defenderlos del león? ¿El pastorcito? ¡Ja! ... ¡ja! ... En Nemea era posible que encontraran a Hércules y en compañía de Hércules no tenían nada que temer. - j Vamos a Nemea! ordenó Perucho. El vizconde se espantó. ¿A Nemea? ¿Al encuentro del león que está rugiendo allí? -Al encuentro de Hércules, respondió Perucho. Si tenemos la suerte de encontrar a Hércules, estamos salvados. Pero aquí!. .. Si el león nos encuentra por aquí estamos irremediablemente perdidos. Es lugar de gente medrosa. Miren como corre el pastorcito ... Efectivamente. El pastorcito iba ya a lo lejos con los carneros, como si 10 persiguieran mil leones. y allá se fueron nuestros héroes, hacia Nemea. Siguieron el camino hasta la encrucijada; tomaron después a la izquierda hasta encontrar el río y lo fueron subiendo hasta el puente.

EN NEMEA En aquel momento el león volvió a rugir mucho más cercano. Todos se asustaron. -Nemea comienza aquí y el monstruo se aproxima. Lo mejor es que nos subamos a uno de estos árboles, dijo Perucho. Y dió el ejemplo: trepó por el tronco de un árbol con la agilidad de un mono, Emilia hizo 10 mismo. Se acomodó en una rama bien alta. Restaba el vizconde. ¿Qué haría él? Subirse al árbol le era imposible. Los sabios no tienen ninguna agilidad. La única solución era alzarlo. Perucho miró en derredor. Vió una liana e, inmediatamente, le arrancó las hojas y le alcanzó una punta al vizconde. -Agárrate bien, que yo te levantaré. -¿Y la canasta? recordó el pobre sabio. [ 19 ]

MONTEIRO LoBATO

-Déjala ahí, al pie del árbol, resolvió Emilia. Los leones no comen canastas ... y así se hizo. El vizconde escondió la canastita en un hueco del árbol y se colgó de la punta de la lian.a. Perucho 10 fué elevando. Ya estaba a más de la mitad del trayecto cuando su galerita rozó en una rama seca y se le cayó. ¿Qué hacer? Volver a buscar la galera o ... Un nuevo rugido, ahora muy cerca, hizo que el vizconde olvidara la galera para pensar tan sólo en salvar la piel. Un sabio sin galera es una cosa triste, pero un sabio devorado por un león es más triste todavía. El árbol era el más alto de los alrededores y el tronco el más sólido. Aunque 10 intentara el monstruo no los alcanzaría con sus saltos. El tiempo les vino justo. Apenas se habían arreglado en las mejores ramas cuando la fiera rugió allí cerca y finalmente ¡apareció! i Qué animal tremendo! Perucho nunca se imaginó que los leones de la luna fueran tan grandes, tan melenudos y con garras tan afiladas. Parecía como si acabara de comerse a alguien. Había manchas de sangre fresca sobre su piel. El león se detuvo junto al tronco del árbol y olfateó. Sintió que allá arriba había seres humanos y llegó a inclinar la cabezota y a mirar con el rabo del ojo. Perucho, que llevara una piedra en el bolsillo, la arrojó contra el ojo de la fiera. Es claro que no hizo absolutamente nada, porque los leones invulnerables tienen también los ojos invulnerables. El monstruo ni siquiera hizo un guiño. Sólo sacó la horrible lengua rojiza y se la pasó por los hocicos, como diciendo: "Si hay alguien encima de este árbol mi buche está garantizado. Me siento aquí y espero que el almuerzo baje". Perucho miraba ansiosamente hacia el horizonte en busca de Hércules. Sólo el gran héroe los podía salvar de esa situación -a menos que Emilia ... -Emilia, dijo Perucho levantando los ojos, ¿qué haremos en el caso que Hércules no aparezca? ¿Cómo vamos a arreglarnos con el hambre? [ 20 ]

LAS DoCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

-En eso precisamente estoy pensando, exclamó la tra· viesa ex muñeca. Tenemos el polvo. Pero si recurrimos a él, podrá llevarnos muy lejos de aquí y perderemos de ver la pri-

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Era el león de Nemea . ..

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mera hazaña de Hércules. Lo mejor es esperar a ver qué pasa. ¿No te parece? El vizconde, muy satisfecho de 'haberse librado de la canasta, declaró que se encontraba muy a gusto. No tenía ningún reparo en quedarse viviendo allí toda la vida. Es que las cosas son muy simples para los seres que no comen. Lo terrible de la vida es el eterno problema de la comida. "Una come y no adelanta nada" -solía decir la ex muñeca- porque por más que coma tiene que volver a comer al día siguiente. Ah, í qué añoranzas del tiempo en que yo no comía!. .. " El león se acostó, pero con la cabeza erguida, atento. De pronto gruñó roncamente y fijó los ojos en cierta dirección, como si oliera algo. -Ha olido a carne humana, dijo Perucho. ¿Será Hércules? Era. Poco después la silueta del héroe surgió de detrás de unos arbustos. Tenía el arco distendido. Iba a tirar. El león se levantó, como esperando. Hércules puso una saeta en el arco, apuntó y ¡zas! la lanzó como Zeus en el Olimpo lanzaba los rayos. La saeta silbó en el aire y fué a dar en pleno pecho al león. Pero en vez de clavarse en la carne del animal, se dobló su punta de hierro y cayó a sus pies. Hércules lanzó la segunda flecha, la tercera, la cuarta y la quinta. El resultado era el mismo. Se les doblaba la punta o se rompían contra el pecho del león. -¡Bien decía el pastorcito que este león era invulnerabie!' exclamó Emilia. ¡Es inflechable! y ese tonto de Hércules no se da cuenta. Es mejor que le avisemos, Perucho. Perucho puso las manos como altoparlante para hacer roa· yor el sonido y grit6 en dirección al héroe: "¡Así es inútil! El hierro no penetra en el pecho de este león. Es invulnerable ... Las flechas le dan, pero se les dobla la punta o se rompen. Deje el arco y piense en otra cosa". Hércules oyó atentamente esas palabras, y como no veía al chico oculto entre las hojas creyó que era un aviso del ciel"'. de donde muchas veces le había venido socorro. Si la diosa Hem [ 22 ]

LAS DOCE HAZAÑAS DE HÉRCULES

10 perseguía, la gran Palas-Atenea y otras diosas menores 10

ayudaban. La fiera se dirigía hacia él a pasos lentos y seguros, con los ojos encendidos de cólera. Iba llena de rabia a atacar y devorar a aquel audaz humano que tan estúpidamente la pro., vocaba a flechazos. - j Pobre Hércules! exclamó Emilia. Ahora está liquidado. ¿ Cómo se va a defender de las garras de ese monstruo si sus flechas ni le arañan la piel? -Con las flechas no sé, dijo Perucho, pero tiene la clava. Abuelita me dijo que la clava de Hércules es más contundente que los martillos automáticos de las fábricas de hierro: no hay nada que no aplaste. Este león, que es invulnerable, ¿será también inaplastable? Hércules había dejado el arco y tomado la clava, o sea la maza, hecha del tronco de una encina que había arrancado de cuajo. y no esperó que el león llegara a él, sino que avanzó a su encuentro. El instante era de 10 más emocionante. Recordaba a aquellos momentos en el circo en los que para la música. La música allí era la conversación de nuestros pequeños aventureros trepados al árbol. Todos habían callado. ¿Qué puede decir la palabra humana en tales circunstancias? El silencio que se hizo era el silencio de las grandes tragedias. Los dos tremendos adversarios estaban el uno cerca del otro. De pronto el león se lanzó como una bomba voladora. Hércules, agilísimo, volteó en el aire la clava poderosa y dejó caer un golpe como para derribar a una montaña. El tremendo golpe alcanzó al león en el aire y ¡plaf! le dió en medio de la cabeza. El león cayó atontado, pero la clava se rompió en veinte pedazos. Un trocito vino a caer junto al árbol donde estaban nuestros amigos. Hércules se quedó con la boca abierta. La fiera, apenas atontada, estaba otra vez de pie y más ame.. nazadora aún. El se hallaba desarmado, sin su potente clava ... ¿Qué hacer? Y Perucho vió que elevaha los ojos al cielo como pidiendo inspiración. [23 ]

MONTEIRO LoBATO

-¡Da una idea, Emilia! gritó Perucho. Si no le ayudamos con una buena idea, adiós nuestro querido Hércules. Emilia pensó rápidamente. "Si las flechas fallaron, si la clava se despedazó al primer golpe, el medio ahora es que agarre al león por el cogote y 10 ahogue". Y le gritó a Hércules: -¡ Agárrese a él, señor Hércules! ¡Asegúrelo por el pescuezo y apriete hasta que se muera por falta de aire! El león es invulnerable, pero es posible que no sea inasfixiable. Nuevamente Hércules oyó aquello como si fuera una sugestión del cielo y alzó tontamente los ojos a 10 alto en un gesto de agradecimiento. Sí, eso era 10 que le quedaba por hacer: agarrar al monstruo y procurar asfixiarlo. Yeso hizo. Se lanzósobre el león, que apenas salía del mareo del golpe, y le rodeó con los brazos la garganta. ¡Ah, qué lucha fué aquélla! Jamás Perucho la iría a olvidar. El brazo de Hércules era peor que el abrazq de mil osos. Se había abrazado al pescuezo del león como una turquesa de hierro. El león se agitaba, hacía esfuerzos tremendos para librarse, pero ¿quién se ha librado jamás de un abrazo hercúleo? Perucho, Emilia y el vi~conde 10 animaban. -¡ Bien, Hércules! gritaba el chico. ¡Firme, firme y vaya apretl;lndo como la llave inglesa aprieta una tuerca! ... -¡No afloje ni un minuto siquiera! berreaba Emilia. Ya está sin aliento. i Es invulnerable, pero no inasfixiable! ... Hasta el vizconde, científicamente, ayudó: -Los pulmones de los cuadrúpedos paran de funcionar cuando el oxígeno no entra. Consérvelo con los pulmones sin aire por dos o tres minutos, que así las funciones metabólicas resultan perturbadas y él estirará la pata ... Hércules apretaba, apretaba. El monstruo tenía ya los ojos fuera de las órbitas. La lengua le salía casi un palmo y era una horrible lengua rojiza de león de la luna. El monstruo comenzaba a aflojar. Sus músculos languidecían. -¡Un poquito más y está listo! gritó Perucho. ¡Animo, señor Hércules! ' El héroe parecía de acero. Sus potentes músculos parecían

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= ¡Ah, qué lucha iué aquélla! . ..

que iban a estallar, de tensos que estaban. Su pecho no tenía la fonna del pecho humano normal. Se había transformado en una serie de tremendos nudos musculares, cada cual más gran[ 25 ]

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de que el otro. Y siguió apretando durante unos dos o tres minutos más. Finalmente el león dejó caer su cuerpo. Estaba muerto. Hércules lo mantuvo aferrado unos instantes más y luego lo soltó. La masa inerte del león de la luna rodó pOI1 el suelo. -¡Muerto! ¡Muertísimo! berreó Emilia. ¡Hurra! ... ¡Hurra! ... ¡Hurra! ... ¡Viva el héroe de los héroes! ...

EL ENCUENTRO Sólo entonces Hércules se dió cuenta que las voces venían del árbol y no del Olimpo. Fijándose mejor dió con los tres aventureril10s montados en las ramas. Pero estaba tan cansado que no dijo nada. Respiraba pesadamente. Su pecho subía y bajaba. El sudor le salía de la piel en gruesas gotas. Era un sudor verdaderamente hercúleo. -Podemos bajar, dijo Perucho, y se deslizó por el tronco hacia abajo. Los otros hicieron lo mismo. Ya menos cansado, Hércules se aproximó: -¿ Quién sois vosotros? Perucho le explicó que venían de un siglo futuro para seguirlo en sus hazañas. Hércules no lo entendió. Además de algo burro de nacimiento, como todos los grandes atletas, no podía entender aquello de venir de un siglo futuro. Es posible que no supiera lo que es siglo. Un atleta como él sólo sabe de hidras, leones, minotauros y otros monstruos con los que tiene que luchar. Y Hércules puso la cara atontada de los que no entienden lo que oyen. Emilia tomó la palabra. -Somos de la quinta de doña Benita, señor Hércules. Este es Perucho, el nieto número uno y primo de Naricita. Y esta araña con galera (el marlo tenía la galerita en la cabeza) es el famoso sabio de la Mazorca, el portador de mi canasta. Huimos de la quinta, montados en el polvo del pirlimpimpín, tan sólo para asistir a las doce hazañas de Hércules. [26 ]

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El héroe siguió sin comprender nada. Miraba a uno, miraba a otro y no entendía nada de nada. Emilia prosiguió: -Queremos ayudarlo, señor Hércules, y lo hemos ayudado ya a luchar contra el león. Quien dió la idea de ahogarld fuí yo, que soy la "dadora de ideas" de la quinta. Se burlan de mí, dicen que soy una surgente de tonterías, pero cuando la urgencia pone mala cara, conmigo se las arreglan todos. Hércules seguía con cara de tonto. Emilia prosiguió: -Podemos hacer lo siguiente: El vizconde pasa a ser su escudero, como aquel Sancho que acompañaba a Don Quijote. De todas maneras ha de servir para algo. Yo doy las ideas. Perucho puede ser un excelente oficial de gabinete, es decir, ayudante de órdenes. Tú serás el músculo de la banda; Perucho el órgano de ligazón; yo el cerebro y el vizconde la "escudería científica". A Emilia le gustaba inventar palabras. Después de Emilia habló Perucho, diciéndole la misma cosa, aunque con otras palabras. Por último, habló el vizconde. Y dijo tanto que, finalmente, el gran héroe comprendió algo. Comprendió y se echó a reír. Le hacía gracia aquella extraña asociación y pidió aclaraciones. Se informó de quién era Don Quijote. Emilia le respondió: -¡Ah, señor Hércules! Don Quijote es un famoso caba.. llero andante de los siglos futuros, un tremendísimo héroe de España, pero con una diferencia en relación a los héroes de esta Grecia: en vez de vencer en sus aventuras resulta siem.. pre apaleado, con las costillas rotas y molido a golpes. y le contó algunas aventuras del famoso caballero, todas las cuales terminaban en un mar de palos sobre el lomo del hidalgo. -Pero si es así, dijo Hércules, ¿por qué lo llaman héroe? El héroe, aquí en Grecia, no recibe golpes; los da ... -Es que Don Quijote es un héroe moderno. En nuestro mundo moderno todo es diferente. El vizconde, por ejemplo, es un héroe científico. Hércules' se había sentado al pie del árbol, teniendo a Pe-

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rucho a su derecha y a Emilia ya arrellanada en su regazo,. Cerca de él estaba el vizconde, sentado sobre la canasta. Emilia hablaba, hablaba sin parar. Y dijo tantas cosas, que terminó por hacerse tan amiga de Hércules como en la quinta lo era. de Quindín. El sol iba cayendo, pero en Grecia no se llamaba sol. smo "carro de Apolo". Hércules levantó los ojos al cielo y murmuró: -El carro de Apolo se está acercando al fin de su curso. Vesper no tardará en mostrarse en el cielo. Tengo que partir a. la ciudad de Micenas. Perucho, que conocía muchas cosas de la vida del gran héroe griego, deseaba hacerle algunas preguntas sobre ciertos. detalles. -Es temprano aún, Hércules. Antes de levantar campamento quiero que me respondas a algunas preguntas. -Habla, dijo el héroe. Perucho quería saber por qué. motivo, siendo Hérr.ules tan fuerte, se había sometido al rey Euristeo, el que le impuso aquel trabajo del león. "¿Por qué no acaba con ese rey mediante un buen golpe de clava en la cabeza, en vez de andar corriendo peligros para satisfacer sus imposiciones? -¡ Ah!, exclamó Hércules suspirando, la cosa es larga; viene de lejos. Desde el tiempo de mi locura ... -¿Así que ya ha estado loco? preguntó Emilia. ¡Qué gra-

.

,

CIOSO .•••

A Hércules le extrañó aquello de gracioso. ¿Cómo se po~ día encontrar graciosa la locura? Emilia se explicó contándole el caso de la locura de Don Quijote, que a ella le parecía gra~ ciosísima. Hércules les contó la historia de su matrimonio con Megafa, de la que tuvo ocho hijos. -Sí, ocho hijos e hijas, y un buen día los maté a todos a flechazos ... -¿Mató a sus hijos a flechazos? repitió Emilia, horrorizada. -Así fué, pero no por culpa mía; fué cosa de la diosa [ 28 ]

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.Hera, que me persigue tanto. Esa diosa me hizo caer en un .acceso de locura, y yo maté a mis propios hijos e hijas ... -¿Cómo fué? ¡Cuente!. .. Hércules contó. -Yo estaba entonces en Tebas, y salí de allí para reali~ zar una de mis aventuras. Dejé a mi esposa y a mis hijos entregados a los cuidados de Anfitrión. Mi aventura consistía en liquidar una serie de monstruos y gigantes malvados. Y estaba yo en esos menesteres, al tiempo que un tal Licos se apoderó de Tebas y mató a mucha gente, e iba a matar también a mi mujer y mis hijos. Estaba ya con la espada levantada sobre la cabeza de mi esposa, cuando yo llegué, después de haber terminado mis andanzas. ¡Ah!, fué cosa de un segundo. Le di tal golpe a Licos, que lo dejé chatito como esta hoja -y Hércules levantó una hojita seca del suelo. En seguida quise ofrecer a los dioses un sacrificio de gratitud; en ese momento Hera me volvió loco. Loco furioso, ¿y saben qué hice? Maté no s510 a mis hijos, sino a la pobre y querida Megara, mi mujer ... -¡ Qué horror!. .. i Qué diosa malvada es ésa! dijo Perucho. -¡Si será malvada! confirmó Hércules. Nunca me perdonó el que yo fuera hijo de Zeus y Alcmene, y me persi~e sin cesar. Todo lo que en esta vida me cae encima proviene de Hera. Y después de matar a mi familia yo mataría también al buen Anfitrión, si mi protectora Palas ... -Es la misma a la que los romanos llamaban Minerva, explicó el vizconde. - ... no me salvase de ese nuevo crimen. -¿Cómo? -Lanzándome desde el cielo una gran piedra contra el pecho. La pedrada de Palas me curó de la locura. Volví en mi y me horrorizó lo que había hecho. No hay mayor desgracia para un buen padre y esposo que el haber matado a su querida mujer y a sus queridos hijos. Estaba horrorizado ... -Pero, puesto que estaba loco, dijo Perucho, no tenía la culpa. Los mató sin querer ... [ 29]

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-Es un crimen involuntario, explicó científicamente el vizconde. Hércules prosigUlO: -Involuntario o no, cometí ese crimen horrible. El remordimiento se apoderó de mí. Me condené al destierro y fui a consultar al oráculo de Delfos para saber qué tierra había de habitar. En ese tiempo no me llamaba Herac1es, como ahora, sino Alcides. La Pitia del Oráculo fué quien me sugirió el nombre de Herac1es y me dijo que fuera a habitar las tierras del rey Euristeo. Este rey me impuso, como penitencia, la rea~ lización de Doce Trabajos terribles. La lucha contra el león de Nemea ha sido el primero. Perucho sintió un fuerte latido en su corazón. Quiso avisar a Hércules de algo, pero se contuvo. Después, a pretexto de ver si el león estaba frío, se alejó con Emilia y el vizconde, a los que dijo: -El pobre Hércules sabe menos de su propia vida que yo, que soy de siglos después. Abuelita me lo contó todo. El asunto es así: Hércules consultó a la Pitia, y la Pitia le dió un mal consejo. Ese demonio está vendido a Hera. Hace todo 10 que le manda Hera, y por eso le aconsejó a que buscara al tal Eúristeo, que es una verdadera peste. Los Doce Trabajos son la manera que la diosa encontró para meterlo en terribles peligros, de modo que no se pueda salvar. ¿Qué les parece: debo avisarle o no? Emilia razonó rápidamente y con la mayor lógica. -No, no debes avisarle nada, pues si no él desobedece a la Pitia y nosotros perdemos el viaje. Lo mejor es que sigá ignorando el futuro, sobre todo porque va a salir victorioso. ¡Ese Oráculo de Delfos! No hay mayor sinvergüenza. L:;l Pitia se deja sobornar y da respuestas de acuerdo con los que le pagan mejor. -Sí, es así, concordó Perucho. ¡La tonta de Hera está convencida que el héroe no va a aguantar los Doce Trabajos! Pero Hércules los va a realizar, y maravillosamente. Lo mejor realmente es no decir nada. ¿Qué.le parece, vizconde? [30 ]

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El vizconde pensaba 10 mismo. En vista de 10 cual volvieron juntos al héroe con las caritas llenas de disimulo. -Está muertísimo, dijo Emilia refiriéndose al león. Ya frío. ¿ Qué va a hacer de él?

Pero

ten~o

un buen cortaplumas [31 ]

Rod.~er .

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El carro de Apolo estaba más bajo, más cerca de la coche~ ra donde se recogía todas las noches. Hércules se levantó. -Le voy a sacar la piel. Ya que ese león es invulnerable, su piel debe ser un escudo muy bueno. Dijo y se dirigió al león muerto. Tenía que despellejado. y para eso era indispensable un cuchillo. Hércules no 10 tenía. Miró en derredor, como buscando cualquier instrumento cortante, un trozo de cristal, un pedazo de piedra afilada. No vió nada. Perucho comprendió . -Ya sé 10 que busca, amigo Hércules. Cuchillo, ¿verdad? Yo tampoco tengo cuchillo. Abuelita no me deja ,andar con cuchillo, pero tengo un buen cortaplumas Rodger -y sacó del bolsillo una navaja con mango de hueso quemado y lámina afiladísima. A Hércules le causó gracia el instrumento, pues en la Grecia Heroica no había navajas. Lo examinó atentamente. Lo abrió y Cf.TrÓ repetidas veces, y en una de ellas se cortó el dedo. Ernilia corrió a la canastita en busca de tira emplást