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AITONIO

ANTONIO ESCOHOTADO

ESCOHOTADO

LA CONCIENCIA INFELIZ ENSAYO SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN DE HEGEL

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Ed iciones d e la

Revista de Occid ente Mad rid

ANTONIO ESCOHOTADO

LA CONCIENCIA INFELIZ ENSAYO SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA RE LI GIÓN DE HEGEL

Ediciones de la

Revista de Occidente, S. A. Bó.rbara de Braganza, 12 M A DR ID

1NDICE 13

Prólogo ... . . ... ... . . ... llEGEI. Y LA FlLOSOP1A DE LA RELIGIÓN ... ... ... ... .•.

................................. 29

DIALÉCTICA DE LA TRINIDAD ... ..• ..• ..• ... ..• •..

CAPfru 1o

J.

El reino de Yahvéh . . ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... El monoteísmo . . ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... El pecado original ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... La alianza ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... El primer pacto ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

51

55 55 70

86 88 El segundo pacto ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 93 El tercer pacto ................................................................ 98 La moralidad de Ja ley ......................................................... 103 La ausencia del amor ........................................................... 114 CAPtruLO H. El reino del Hijo .. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

121

El Mesías del Antiguo Testamento ... ... ... ... ... 121 El Justo y Ja coseidad .. .. . . ... ... ... ... ... 121 El siervo·de Isaias y la rebeldía de Israel ... 126 El enigma de Ja voz del profeta ..• ......134 El Verbo encarnado ........................................................... 136 La paternidad de Yahvéh ................................................. 136 El recuerdo del ascend iente y el descendiente ............. 138 El bautismo v Ja nueva actitud ante Ja naturaleza ... 144 La relación de Jesús y su pueblo ................................... 149

O Antonio Escobotado - 1972 Revista de Occidente, S. A.- 1972 Madrid (Espalla)

Depósito legal :M. 15.098 - 1972 Printed in Spain - Impreso en España por Ediciones Castilla, S. A. Maestro Alonso, 23- Madrid

La enseñanza del amor y la experiencia de Ja muerte. 156 La figura del Espfritu Santo ... ... ... ... ... ... ... 156 La moral del amor ... ... ... .. .. ... ... ... ... ... 160 El movimiento de la conciencia servil ... ... ... 165 La imagen del Maligno ... ... ... ... ... ... ... ... ... 175 La Pasión ........................................................................ 180

CAPtrULO 111.

El espíritu del cristianismo ... ... El evangelio del espíritu ... .. .. ... ... ... ... ... ... ... El sentido de la comunidad cristiana ... ... ... ... . . La esperanza de una Venida ... ... ... ... ... ... ... ... . La doctrina apostólica .. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... La Iglesia medieval ... . . ... . . ... ... ... . . ... ... ... .

189 189 196 206 22 t 234

La Cena y el sacramento de la comunión ... ... ... ... 243 El pecador y la confesión ... ... ... ... . . ... ... ... ... 250 La Reforma y el espíritu libre ... ... ... ... ... ... ... .. 254 El perdón de los pecados y la deuda del alma para con su culpa ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 267

8

EPÍLOCO.

Indice

La fe y el universo de la representación .................................. 287

Et movimiento divino devenido concepto para sí mismo: ta Trinidad ................................................................................... 297 Muerte, fini tud y libertad de la conciencia .......................... 307 NOTAS...................................................................................................................... 331

BmLIOGRAFfA ... ... ..• ... ... ... ... ... •• • ... ... • • • • .• • .. ... ... ... ..• ............ 337

.A Santiago yonzález 7'Joriega, con gratitud.

ADVERTENCIA Esta i nvestigación se hallaba redactada ya en 1966. Dificulta­ des habidas en J a esfera académica para someterla a la prueba del grado doctoral, y algunas de otra índole, demoraron su aparición hasta el presen te. Releyéndolo ahora he podido constatar cierta ingenuidad, así como un ritmo alterno enlre partes conceptual­ mente densas y partes más analíticas o descriptivas. Sin embargo, la responsabilidad -por otra parte, total- de quien medita para con su meditación comienza exigiéndole decir lo que puede y sabe en una coyun tura precisa, no en abstracto, y corregir Jos aspectos antes mencionados desde una etapa posterior me parece una exigencia capaz de enturbiar su alcance original en vez de aclarar el contenido expuesto. Con independencia de ello, el tratamiento de la noción concepto, núcleo del pensamien to hegeliano y razón primordial de su potencia, destaca el aspecto subjetivo del mismo y no se concen­ tra tanto en el lado objetivo, como el lector avisado percibirá. Esta parcial unilateralidad, nacida de la propia filosofía hegeliana -donde la justa exigencia de concebir la sustancia también como sujeto conduce a concebirla casi exclusivamente de este modo (en dicho sentido, basta comprobar el breve espacio reservado a la «objetividad» en la Wissenschaft der Logik dentro de la doctrina del concepto)-- es aquello que espero superar con una exposi­ ción sistemática de lógica especulativa o concreta, cuya elabora­ ción se encuentra ya en fase avanzada. Madrid, agosto de 1971.

La vulgaridad del tiempo aritiguo, antes de su renacimiento, había llegado al extremo de pensar y asegurar que habla descubierto y demostrado que no podía haber conocimiento de la verdad; que Dios, la ese11cia del mundo y del espfritu, era algo inconcebible, incomprensible; que el espí ritu debía atenerse a la religión y ésta a creer, sentir y presentir, ajena. a todo saber racional. De este modo, lo que en todo tiempo pasó por aquello que liay de mds ignominioso e indigno, la renuncia a conocer la verdad, llegó a ser e11 nuestros dias el mds sublime triunfo del espíritu. Este supuesto conocimiento Ita usurpado incluso el nombre de filosofia; y nada Iza ayudado mds a la vulgaridad del saber, al igual que a la del carácter; nada ha sido acogido por tal conocimiento con más placer que esta doctrina, donde se proclamaba que esa ignorancia, esa torpeza insfpida, era precisamente la /iloso/ia por excelencia, el f in y el resultado de todo es/uerzo intelectual. Por alzora solo os pido que tengáis confianza en la ciencia, f e en la razón, confianza y fe en vosotros mismos. El valor para buscar la verdad, la fe en la potencia del espiritu, he ahí la primera condición de los estudios filosóf icos; el hombre debe honrarse a sf mismo y estimarse digno de lo más sublime. Jamás sobreestimará la grandeza y la potencia del espíritu. La ese11cia tan cerrada del universo 110 conserva f uerza capaz de resistir al valor de conocer; este la obliga a develarse, a revelarle sus riquezas y sus pro/undidades y a hacérselas gozar.

G. W. F. Hegel: Alocución a los alumnos con oca­ sión de la apertura de sus Cursos en Berlín, el 22 de octubre de 1818.

Prólogo

PRóLOGO La situación de Hegel en el pensamiento contemporáneo es tan peculiar que merece siquiera una breve noticia. Considerado «el Aristóteles de la filosofía moderna» y, ya en su tiempo, como «el más grande de cuan tos filósofos baya producido Alemania, superior en mucho a Kant, Fichte y Schelling» 1 , su concreto pen­ samiento es casi desconocido, tanto para la mayo.ria de los cen­ tros docentes, donde rara vez forma parte de los planes oficiales de estudio, como para el público lector en general. De hecho, los discípulos y sucesores de Hegel no han insistido tanto en aquello que aprendieron de su .filosofía como en los puntos que rechaza­ ban por una u otra razón, y resulta así frecuente conocer nume­ rosas críticas, globales unas y de matiz o detalle las más, descono­ ciendo, no obstante, el elemento del cual tales críticas parten, es decir, los textos mismos que inspiran las diferencias. De no ser por el resurgimiento de los estudios hegelianos en Francia, inicia­ do por J. Wahl y vigorosamente proseguido por J. Hyppolite, A. Kojeve y algunos otros 2 , el filósofo permanecería solo como blanco de ataques para el positivismo dominan te o como remoto origen del humanismo ateo, y, en el campo de la teoría política, a manera de f undamento de las concepciones más dispares, desde eJ anarquismo de Stirner y Bakunin, hasta el comunismo de Marx y Proudhon, cuando no del fascismo de Panuncio o al nacional­ socialismo de Rosenberg. En una de sus conferencias, Merleau­ Ponty afirmaba que «dar una interpretación de Hegel es tomar postura acerca de todos los problemas filosóficos, políticos y re­ ligiosos de nuestro siglo» 3 • Cien años antes y poco después de morir Hegel, Schopenhauer opinaba de él que era «un charla tán de estrechas miras, insípido, nauseabundo e ignorante» . Cuando Schopenhauer sustituía así el pensamiento por la injuria, apenas había en Alemania sector científico que no se ocupara de comen-

IS

tar y difundir la filosofía hegeliana, y su opinión -el mero insulto es solo opinión- era minoritaria y poco menos que excepcional. En nuestro siglo sucede justamente lo contrario, pues la corriente positivista, que domina indiscutida en el mundo anglosajón y se extiende de modo creciente por Europa continental, ha hecho suya Ja postura de Schopenhauer, colocando sobre el filósofo y el investigador de la filosofía, en abstracto, la etiqueta de charla­ tán inútil, de diletante desconocedor de la sana gramática, de ser incomprensible y arbitrario que suscita cuestiones impertinentes sin acatar el lado