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las diíe-

NIETZSCHE Y LA CRISIS' DEL

IRRACIONALISMO irracionalista del autor de la tragedia, precursor

máximo de la filosofía También enfoca críricamente, entre otras, la interpretación del ideario nietzscheano que, desde el punto de vista 'd¿ la filosofía marxista, nos ofrece

George Lukacs. , En este denso estudio Astrada discute

y expone 7 en una prosa de jerarquía filosófica y literaria, los problemas que agitaron la éxistencia trágica del poeta Je Es un libro sm concesiones, escrito qon verdadera pasión pero también con l\bndo conocimiento ábo;(Úda.

de

la

tcmátic:1

EDITORIAL DEDALO BUENOS AIRES

CAPÍTULO

I-

PRESENCIA DE NIETZSCHE EN LA FILOSOFIA . CONTEMPORANEA

@

EDITORIAL DEDALO, 1961 Juncal 1131, Buenos Aires

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723..

IMPRESO EN /.A A.RGENTlNA

Hoy el pensamiento contemporáneo contempla y estudia. a Federico Nietzsche como a un filósofo que incide en las inquietudes actuales, y ello es el signo de la pervivencia y renovación de su influjo en el área de los problemas que atraen el interés del espíritu filosófico, movilizando su iniciativa en pos de respuestas que, por apremio de la situación histórica, juzga perentorias. No cabe hablar de un retorno de Nietzsche como si su estrella se hubiera apagado o irradiara mortecina un lejano fulgor y brillase ahora de nuevo, favorecida por otra constelación de la cultura, puesto que al día siguiente de su muerte se tuvo la fundada sospecha de que se estaba-.'frente a un clásico de la filosofía y como tal la posteridad comenzó a troquelar su figura, aureolada por la sugestión de una grandeza trágica. Una cosa es el fenómeno Nietzsche y otra el filósofo, interpretado y valorado en la integridad de su mensaje original, en la unidad y fuerza de su estilo filosófico, en la autenticidad de las interrogaciones que formuló a su época y en la ginceridad y pasión que puso en las fundamentales respuestas que les dió. Después de su catástrofe espiritual, de la casi súbita entrada de su mente en una triste zona de sombra, de la que sólo la muerte vendría a liberarlo, lo que se impuso y difundió en los ambientes intelectuales de Europa fue el escritor de fuego y brillo meteórico, el crítico del cristianismo""

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aspectos que, aunque los más externos d{! su mundo ideológico, subyugaron la ate~néiióii culto, ·quedando fuera de este enfoque el blemática medular. Conti-ibuyó," sin duda, a esta apreciación lamaestría de Nietzsche como escritor, la fineza y precisión de su estilo, la sugestión lírica de su pensamiento, la fuerza y · plasticidad idiomática de su palabra y hasta la destreza aforística de su expresión, que le permitió presentar sus ideas con netos y atrayentes perfiles. Es, sin duda, con Lichtenberg,. uno de los maestros del aforismo. Definiendo el aforismo, podemos repetir lo que de él se ha dicho, que es el "epigrama del estilo", y agregar con Alois Riehl, que el aforismo da en el blanco como una flecha. Como el estilo aforístico "aisla las ideas, las destaca de la conexión con el todo, él no exige del lector un pensar conexo que se ·sumerja en el todo ... ,. quiere incitar, obligar a levantar la mirada".1 . También, antes que en el filósofo y su ideario esencial, se reparó en el sutil psicólogo que había en Nietzsche, en sus hallazgos de explorador de los trasfondos del alma humana, la que, a la mirada penetrante y avezada de este insobornable analista de sus ocultas motivaciones, se ofrecía casi como terra incognita, rica de humus y de estratos insospechados. Podemos decir que recién en nuestros días, merced a la vigencia de un dima espiritual favorable, comienza a ejercer hondo y dilatado influjo el filósofo, por la gravitación misma de los cruciales problemas que se propuso y por la fuerza germinativa de sus ideas que, actuales y vivas, están incidiendo en la temática especulativa del presente, conjugándose con algunas de sus dimensiones básicas. Nietzsche, pues, está presente y operante, señoreando con su pensamiento tutelar las (1) Friedrích Nietzsche, Der Kiinstler und der Denker, pág. 17, ed. :Fr. Frommann, Stuttgart.

s

ll.~ás direcciones, en los grandes temas que hoy polarizan

el Ínterés filosófico: filosofía de la vida, voluntad de poderío.J: ' en la proyección política y cósmica de su imagen metafísie~ del mundo, realis"!zo temporalist'i, filosofía de la existencia, de. la cual él, a la par de Kierkegaard y Schelling, es uno de l~ grandes precursores. Dos intérpretes y continuadores del pensamiento der./ Nietzsche, Ludwig Klages y Alfred Baumler, movidos por la necesidad de esclarecer lo esencial del ideario nietzscheano,. han suscitado la revaloración de su filosofía, a la que se tiende a considerar y a ahondar en sus temas fundamentales, aún más, a abarcarla más allá de sus diversas facetas expresivasJ. en su unidad temática radical. En este sentido, ellos han condensado la atmósfera para lo que bien podemos llamar re'.'.~ nacimiento de Nietzsche, sobre todo en Alemania, aunque, con anterioridad, el círculo de Stefan George, en consonancia con la propia tarea, abrió camino al influjo de una de sus ideas. / ~~J:Z·~~más incisivas; la imagen antidasistaVdel helenismo y la valoración de los dionysiaco. No obstante haber enfocado aquellos intérpretes aspectos fundamentales del pensamiento nietzscheano, para desarrollarlos y estructurar sobre esta base su posición filosófica personal, ellos no lo contemplan en su to-talidad, sino que, al pretender infundadamente que todo lo· esencial de este pensamiento radica en uno de esos aspectos con exclusión del otro, lo desintegran en sus direcciones y re-· nuncian a la- búsqueda y determinación del núcleo problemático -la postura radical del filósofo, del hombre filosofante,. ante el mundo y la vida- de que ellas emergen. Así, no es posible, como lo intenta Baumler, reducir, concentrar todo el pensamiento de Nietzsche en las ideas que encontraron for-mulación en Der Wille zur Macht, interpretándolas como un. sistema filosófico cerrado.

Un filósofo, un pensador: tomo· N1et;~eJtie. fía aspira a dar testimonio de la existencia aséntan· -O.o su valor y su destino, no conoce, no puede conocer un sistema lógicamente concluso, abstractamente coherente. Es que, tal cual lo enunciara Kierkegaard ,"no puede haber ningún sistema de la existencia'', porque la e~istencia es lo concreto, lo que, por ser fluencia temporal, vulnera toda secuencia lógica; es lo contradictorio. A Nietzsche tenemos que contemplarlo en el todo de la problemática que lo absorbió, en la unidad de su postura concreta, en la radicalidad de su tarea tan hondamente dramática, anudada a las peripecias y al drama de su propia existencia y a las etapas de su producción, de su ímpetu creador, lleno de deslumbramientos, de puras alegrías y de dolorosas tensiones, con sus candentes antino-mias y contrastes. Tenemos que contemplarlo en el bloque ingente de su inquietud, en constante proliferación, en un -continuo aprorar el espíritu hacia nuevas rutas, hacia regiones repuestas y hasta ignotas de la realidad y de lo humano; verlo incluso en las proyecciones actuales de su pensamiento, cortando con su filo más de uno de los nudos de la crisis contemporánea, de esos que una época ya en el declive, que una etapa ya caduca de la cultura han ceñido a las posibilida. hacia su anheladai plenitud. Contra lo decretado por los ideólogos de la decadencia de Occidente,_estaba, sin duda, reservada_ una primavera más para la planta humana. Se anunció una nueva floración de los ideales. Es que el alma occidental no había agotado todas sus posibilidades. Un presente grávido de formas inéditas, de nuevas estructuras sociales, iba descubriendo a nuestra e~' wsidad y afán creador, en un ámbito humano cada vez mejo:r explorado, nuevos motivos de esperar, de vivir, de perfeccionarnos. El hombre, dilatando su propio paisaje, se planteaba, con más intensidad que nunca, los grandes problemas del mundo y de la la vida, y todos aquellos que atañen directamente a su naturaleza moral y a su trayectoria terrena. Preocupaciones más hondas, encaminadas a la vigencia de un ideal de justicia social y dignidad humana, se insinuaron a su sensibilidad aguzada, enriquecida y alerta. Hoy, a esta alma, tan persistente en sus ensueños, tan propensa a dejarse electrizar por grandes y súbi-tas ilusiones, la hemos visto ".ivir y lacerarse en una peripecia bélica mucho más terrible que la anterior, y, sin embargo, pugna y reverdece en ella la esperanza en un futuro mejor; sueña con una proficua era de paz y de concordia, de comprensiva convivencia de todos los hombres, bajo el signo de la justicia social. En la hora actual, lo que concentra y moviliza todas sus energías es precisamente"' la pasión por la justicia social, la cual, por la forma y volumen que ella asume en esta etapa de radical transformación, delata la presencia de la voluntad de poderío, en uno de sus grandes avatares. Ella aun no ha salido, puede decirse, del horror de la última guerra, que ha destruído los tesoros artísticos y sembrado de ruinas el suelo de una gran civilización, y ya dibuja en lontananza los luminosos perfiles de nuevas utopías. Es que la vorágine bélica misma, especie de fenómeno cósmico destruc-

tor, iba impelida por el pathos de un ideal revolucionario deproyecciones planetarias, es decir, utópico. En el hórrido senode la destrucción y de la muerte se incubaban, para esta alma siempre capaz de esperanza, floras de ilusión. El rumbo de embestida del huracán, con la tempestad que le sigue, apunta a un futuro incierto, preñado de sombras y de peligros, pero el alma ilusionada se enciende en la visión radiosa de una tierra prometida, que, a la postre, se esfumará como uno de los tantos mirajes que, en el pasado, la hicieron acelerar la marcha y quemar etapas. Si ha logrado la paz, si la dulzura del oasis suaviza sus pasiones y aquieta sus ímpetus, se le aparece de nuevo el demonio tentador con el señuelo de una promesa y le infunde, para materializarla, el ansia de tentar otra vez el albur bélico. Diríase que vive alucinada por los consejos que, en esta coyuntura, Zarathustra da a los hombres: "Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la tregua corta mejor que la larga". "Yo no os aconsejo para el trabajo, sino para la lucha. No os aconsejo para la paz, sino para la victoria. ¡Que vuestro trabajo sea una lucha, que vuestra paz sea una vitoria!" Ahora ella tiene que guerrear por la paz para conquistar la victoria de la justicia social, la pasión que hoy informa totalmente su tormentoso querer. Dispuesta siempre a superar la realidad, a hacer de ésta trampolín para el salto a las regiones ideales, para las aventuradas construcciones utópicas, ella arroja el velo de sus ilusio-nes sobre las más trágicas antinomias sociales, sobre las miserias y dolores de una humanidad sangrante y desgarrada. Porobra de esta ilusión creadora asiste a su propia palingenesia y se templa en el hervor milenario de los grandes mitos que la impulsan hacia metas lejanas. Tras los momentos de decepción y desalient{>, viene siempre el del entusiasmo, que la galvaniza y le comunica nuevos ímpetus. Corre de nuevo en pos de lasutopías, de los fines que le anticipa su voluntad de poderío, y

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-{:Onoce así .la tensión de un gran anhelo, que ella identifica con una gran tarea, en el que concentra todas sus potencias. Y así le acontece que después de haber desarrollado un esfuerzo enorme, empleado en su mayor parte en el vacío, torna a experimentar un aflojamiento en sus íntimos resortes. Son alternativas y avatares de un alma que dispone de inagotables reservas de ilusión, las que luego de cada derrota de sus esperanzas,