23400367 Chittister Joan Escuchar Con El Corazon

E S C U C H A R CON EL CORAZ I Momentos sagrados en la vida diaria Colección «EL POZO DE SIQUEM» 178 Joan Chittiste

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E S C U C H A R CON EL CORAZ I

Momentos sagrados en la vida diaria

Colección «EL POZO DE SIQUEM»

178

Joan Chittister, OSB

Escuchar con el corazón Momentos sagrados en la vida diaria

Editorial SAL TERRAE Santander

Título del original en inglés: Listen with the He.art. Sacred Moments in Everyday Life © by Rowtnan & Littlefield Publishers, Inc, First pttblished in the United States (publicado por primera ve/ en los Estados Unidos) by Sheed and Ward. Lanham, Maryland U.S.A. Reprinted by permission. All rights reserved

Traducción: Milagros Amado Mier Para la edición en español: ©2005 by Editorial Sal Tcrrac Polígono de Raos, Parcela 14-1 39600 Maliaño (Cantabria) Tfno.: 942 369 198 Fax: 942 369 201 E-mail: [email protected] www.salterrae.es Diseño de cubierta: Fernando Peón / Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier método o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. Con las debidas licencias Impreso en España. Printed in Spain ISBN: 84-293-1601-9 Depósito Legal: Bl-1083-5 Impresión y encuademación: Grato, S.A. - Basauri (Vizcaya)

A la hermana Maurus Alien, OSB, mi modelo monástico y guía de mi crecimiento, con gratitud y afecto.

índice

INTRODUCCIÓN

11 BENDICIÓN

Números 6,24 15 Luz Efesios 5,8 27 AYUNO

Joel2,12 39 ORACIÓN

Salmo 51,17 51 -

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NOMBRAR

Isaías 49,16 63 TIEMPO ORDINARIO

Salmo 145,2 75 COMUNIDAD

Romanos 12,5 87

INTRODUCCIÓN

RITOS

Salmo 95,6 99 MÚSICA

Salmo 150,3-6 111 COMENSALIDAD

Sabiduría 16,20 123 EL MISTERIO DE LA MUERTE

Salmo 23,4 135 ESPERA

Isaías 9,1 147

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En la vida hay momentos en los que nos invade el desánimo, y otros en los que desbordamos de alegría; momentos demasiado tristes y momentos demasiado apasionantes para poder asimilarlos. La muerte y el matrimonio, la pérdida y la victoria, la tristeza profunda y la alegría desbordante pueden abrumarnos. En cualquier caso, nos quedamos sin habla, y nos las vemos y deseamos para encontrar el modo de expresar lo que sentimos. No sabemos qué decir, ni somos capaces de pensar en lo que debemos hacer. Vivimos en un estado recesión emocional, conscientes de hallarnos en un momento sagrado, pero sin saber cómo significarlo. Hay momentos demasiado exigentes emocionalmente o, por otro lado, demasiado normales, dentro de su belleza, para poder comprenderlos: el nacimiento de un niño; el regreso de una hermana que se fue hace mucho tiempo y a la que siempre hemos echado de menos; la visita al lugar de uno de los grandes hitos de la vida...; y todos ellos exigen ser tratados con auténtico respeto. Pero ¿con qué y cómo? La belleza en medio de la fealdad puede dejarnos sin palabras; la rutina más -

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cargada de sentido puede dejarnos completamente indiferentes. La misma rutinización de las cosas significativas de la vida -el rápido beso de despedida por la mañana, la cena familiar, el primer día en la nueva casa, el último día de clase...puede condenarnos a andar como sonámbulos por la vida, vagamente conscientes de estar en presencia de algo sumamente profundo, pero incapaces de hacerlo reconocible, y menos aún significativo, para los demás. En momentos como esos, todos necesitamos ir más allá de la inmediatez de la situación para caer en la cuenta de los elementos sagrados que subyacen a todas las facetas de la vida. Los ritos -esas pautas formales de comportamiento que marcan y sacralizan los momentos cruciales en el tiempo- sacuden nuestra alma y nos despiertan a la vida. Las liturgias fúnebres nos dicen cómo soportar el duelo. Las fiestas de cumpleaños nos dicen cómo asistir al crecimiento y al envejecimiento. La Navidad nos enseña a sorprendernos y a compartir. Pero, por regla general, la vida moderna no se presta a la reflexión atenta. Vivimos en una sociedad que se mueve y cambia a toda velocidad. Vivimos en una cultura de la obsolescencia planificada. Ya casi nada se hace para que dure. La estabilidad no es uno de los intereses de esta cultura. Ya no acostumbramos a repetir las cosas, porque o nosotros o nuestros vecinos no estaremos aquí el año que viene para compartir juntos de nuevo esos acontecimientos. Incluso las tradiciones familiares han empezado a resquebrajarse en la cultura contemporánea cuando hemos comenzado nosotros a perder contacto, a medida que pasa el tiempo, con las generaciones que nos transmitieron nuestro pasado. Hemos perdido el sentido de la importancia de esos ecos sagrados en la vida que nos remiten a nuestras raíces, nos hacen recordar nuestros momentos formativos y nos llevan más allá de las rutinas cotidianas. Estas páginas son un intento de compensar la actual escasez de tradición de una sociedad sumamente móvil con una antigua espiritualidad centrada en la familia y que se conoce -

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como «monacato benedictino», cuyo sentido para la gente de hoy está empezando a ser reconocido, pero que puede perfectamente ser, para una cultura en cambio constante, el eslabón perdido para nuestra pérdida de raíces. La Regla de San Benito, escrita hace más de mil quinientos años, se basa en el paso del tiempo y en la importancia de cada hora, de cada acto de la vida. Se fundamenta en la solicitud, la consciencia y el sentido de la santidad del momento presente. Este libro hunde sus raíces en esa forma de consciencia, y se propone aguzar nuestra sensibilidad hasta el punto de que ya no haya ni un momento carente de sentido para nosotros. La vida monástica no es la mera práctica de un exagerado ascetismo ni una vida de pura oración extática La vida monástica es el sacramento de lo ordinario. Es lo ordinario vivido con consciencia de lo Último. El monje apura la vida hasta la última gota. Todo en el monasterio tiene un sentido. Entramos en la capilla de una determinada manera por un determinado motivo. Rezamos una y otra vez determinadas cosas en determinados momentos para no olvidar jamás que ese concreto acontecimiento de la vida es un don y que todo en la vida tiene algo que enseñarnos, aun en medio de la rutina cotidiana. La vida monástica está conscientemente dividida en diferentes segmentos de tiempo, para que éste no se dé nunca por supuesto, ni se ignore, ni sea visto como algo inútil, perdido o aburrido. El rito se convierte así para nosotros en un modo de vida. Elaboramos ceremonias para marcar los momentos en que las personas llegan al monasterio... y para bendecir su camino, si es que deciden marcharse. Creamos ceremonias para marcar la asunción de los ministerios. Celebramos comidas tradicionales en ocasiones tradicionales. Bebemos vino los días festivos y danzamos en torno al cirio pascual en Pascua. Seguimos yendo en procesión a bendecir las distintas reproducciones del pesebre situadas en diversos lugares del monasterio, cantando las canciones que llevan años cantándose en la comunidad, -

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pese a lo pobres que son tanto teológica como musicalmente. Y también nos bendecimos habitualmente unas a otras. Utilizamos velas para significar los cambios de estación. Nos inclinamos reverentemente en la oración, nos postramos durante la Cuaresma y cantamos el «Suscipe», el canto formal de autoentrega, en el momento de la profesión y en los aniversarios de la misma. Oramos durante horas en torno al lecho de una hermana moribunda. Nos reunimos en oración para hablar de nuestros recuerdos de ella cuando muere, tanto riendo como llorando por su partida. Todas estas cosas constituyen nuestro modo de decir que todo en la vida es santo. Todo en la vida es bendición; todo en la vida está lleno de posibilidades y sorpresas. Son las cosas ordinarias de la vida vividas extraordinariamente bien las que hacen verdadera la vida. Este libro está agrupado en temas -oración, nombrar, música, comensalidad. muerte, espera, oscuridad y comunidad, entre otros- para que el lector pueda identificar el tipo de acontecimiento vital o de actividad que podría marcar mejor sus diversos momentos de la vida. Y, sobre todo, se presentan de manera que se pueda reflexionar sobre cada elemento, por separado o como un todo, desde múltiples perspectivas. El libro puede ser utilizado en privado o en grupo. Escuchar con el corazón trata sobre la importancia y el sentido de los ritos que son comunes al monacato y, en muchos sentidos, a todos nosotros. Tales ritos son una invitación a las familias y a las parroquias, a los individuos y a los grupos de todas partes, a hacer que lo rutinario adquiera sentido de nuevo.

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BENDICIÓN Números 6,24 Que Yahvé te bendiga y te guarde; que ilumine Yahvé su rostro sobre ti y te sea propicio; que Yahvé te muestre su rostro y te conceda la paz.

La escena se había hecho relativamente habitual. La comunidad -las religiosas jóvenes y las mayores- estaba en pie con las manos extendidas sobre la hermana arrodillada en el centro de la capilla, como ya habían hecho otras muchas veces. Aquella religiosa iba a ir a una zona de guerra en Centroamérica para acompañar a campesinos desplazados en su largo camino a través de territorio ocupado, de vuelta a sus tierras. La comunidad estaba bendiciéndola. De pronto, me puse a pensar en todas las demás bendiciones que solemos dar con la misma regularidad y solemnidad. En la festividad de la Epifanía, la comunidad va de una parte a otra del monasterio bendiciendo la casa y cada una de las celdas al pasar. Después de la oración, cada mañana y cada noche, la priora bendice a la comunidad. Todos los años, en reconocimiento del hecho de que la Regla de san Benito pide la bendición de quienes son llamados al servicio comunitario, nos reunimos como comunidad, mil quinientos años después, para la ceremonia de Bendición de los Ministerios. Hemos bendecido nuestro nuevo Jardín de los Recuerdos, que conserva la memoria de nuestras hermanas fallecidas, nuestras nuevas instalaciones del programa de nuestro barrio marginal y nuestras tres ermitas en el bosque. -

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Según yo recuerdo, todos los años hemos bendecido el árbol de Navidad. Y bendecimos a las mujeres que entran en nuestra comunidad, así como a las que exhalan su último suspiro en ella. Y ahora la comunidad ha comenzado la práctica de celebrar vigilias de oración en lugares de nuestra ciudad en que se han cometido recientemente homicidios, a fin de bendecir esos lugares violentos con una nueva paz. En realidad, bendecimos cuanto está a la vista. ¿Por qué? Porque la bendición es el aliento vital de quienes creen en la sacralidad de los espacios, de todas las cosas y de la vida. Bendecir es una antigua costumbre que quizá pueda resultar beneficiosa para las personas que vivimos sometidas a una agenda que nos deja sin aliento e insatisfechas, que estamos rodeadas de una tecnología que promete más de lo que da, que perseguimos tan implacablemente una vida ideal que fácilmente se nos escapa lo bueno de la vida real. La bendición es una demostración visible de la fe en la bondad de Dios, cuyas bendiciones suelen ser invisibles. Dios os bendiga.

*?!»

Bendecir algo es recordarnos a nosotros mismos que ese objeto concreto es uno de los dones que Dios nos da para que nuestra vida se realice plenamente. Una vez que caemos en la cuenta de ello, comprendemos también que es nuestro modo de responder a las cosas de la vida lo que nos hace santos. Y entonces nada es inútil en nuestra vida.

En el antiguo Israel, el regalo era interpretado como una bendición que se hacía visible. Hacer un regalo de cumpleaños, por ejemplo, era un modo de demostrar que el favor de Dios para con nosotros no terminaba nunca. No era consumismo enloquecido; no era un mero protocolo social insincero. Era, sencillamente, la prueba viviente de que la vida está verdaderamente llena de bendiciones de Dios. ¡Qué triste que haya perdido este sentido!

«Cada día es un dios -decía Annie Dillard—; cada día es un dios, y la santidad se expresa en el tiempo». Aprender a ver -

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que la santidad está allí donde estamos es la razón por la que bendecimos todos los bienes de la vida, tanto los obvios como los ocultos.