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AD RIÁ N S. G I M A T E - W E L S H INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA Modelos y reflexiones actuales 60 A N I V E R S A R

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AD RIÁ N S. G I M A T E - W E L S H

INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA Modelos y reflexiones actuales

60 A N I V E R S A R I O

DIRECCION

U N IV E R S ID A D A U T Ó N O M A DE PUEBLA F O N D O DE C U LT U RA E C O N Ó M IC A M ÉXICO

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F i gura l . l

He los ejemplos podemos resaltar que del griego phrather te­ nemos brother en inglés, del latín dúo tenemos two en inglés y del latín tres tenemos three en inglés. Fl grado de precisión logrado en los estudios comparados entre lenguas, superior a las demás disciplinas históricas, aun en los estudios del lenguaje, perm itió que la lingüística histórica adquiriera prestigio, relevancia y que se le considerara como una disciplina científica, sobre todo a partir de los trabajos de Franz Bopp (1816), quien de manera sistemática estableció compara­ ciones entre los sistemas verbales de lenguas distintas: sánscrito, latín, griego, persa y germánico. Otros estudiosos, como Herm ann Grassmann, contribuyeron a la consolidación de la lin ­ güística histórica al tomar en consideración los elementos que están más allá de los grupos consonánticos, esto es, tomaron en cuenta el contexto lingüístico. Karl Verner (1875), por su parte, reforzó la Ley G rim m al plantear que se debe examinar el lugar del acento en las lenguas indoeuropeas (Dinneen, 1967:186). Nos encontramos, pues, ante la supremacía de los estudios históricos o del proceso lingüístico.1 K imi este contexto, el ú ltim o tercio del siglo xix, en el que Báudoin de C ourtenay -—lingüista de tradición rusa y polaca— 1 Para una visión de la form ación de los d om in io s lingüísticos en la R o m a ­ nía, véase I 71,

ESBO ZO HISTÓ RICO

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delimitó-^ señaló la diferencia pptrp lo d in ám ico V lo iM .illm dentro de la-kngna y p ropuso c|iie la lingüística debe ocuparse tle ambos-aspectos. Nos encontramos entre dos tendencias: la lin ­ güística histórica comparada, concebida como una ciencia, y la lingüística estática, también científica, promovida por Baudoin. Si bien De Courtenay se ocupó del estudio del sistema y de los factores que rigen la vida de la lengua, este autor centró igual­ mente su interés en el estudio de las relaciones entre los fenóme­ nos del lenguaje y previo el desarrollo que tendría la lingüística contemporánea cuando señaló la influencia de las matemáticas en su desenvolvimiento. Esto es, profetizó el acercamiento de la lingüística a las ciencias exactas (Apresian, 1975:30-31). De Couternay, además, se adelantó a Ferdinand de Saussure al establecer la .distinción entre la “lengua como conjunto definido de partes integrantes y de categorías conocidas” y la lengua" como “proceso que se repite sin cesar” (Apresian, 1975:29). En el plano fonológico, Baudoin delinea elementos im p or­ tantes de lo que es ahora la teoría fonológica. Para él, la lengua no contiene sonidosCsinó .^¿presentaciones sanoras”, es decir, unidades que denom inamos fonemas. Baudoin consideraba que si bien estas unidades no tienen significación, sí desempeñan una función distintiva. La concepción estructuralista contem ­ poránea del fonema tiene, pues, como antecedente, las observa­ ciones hechas por De Courtenay. Encontramos en los planteamientos de este lingüista de la U n i­ versidad de Kazán una reacción al atomismo2 individualista de los neogramáticos. Sus trabajos, como los del sueco A. Noreen, apun­ tan a la conformación de una concepción estructuralista del len­ guaje^ (Manoliu, 1977:27), que veremos más coherentemente for­ mulada en el Curso de Ferdinand de Saussure.(Pero)también es una reacción al ato m ism o de los dialectólogos del siglo XIX, quienes al cartografiar las variedades de la lengua no tomaban en cuenta el conjunto de lo que ahora conocemos como sistema. Las aportaciones de estos teóricos del lenguaje permiten que los geo2 E n te n d ie nd o por ato m ism o u n a visión fragm entada o parcial d el fenó m eno lingüístico, opuesto a la visión de sistema o totalidad de la lengua.

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Iiiiimii' i ¡ háblen i!“ •! >•b -.iMniKis, diasistemas (Weinreich, 1954: JgH lu í" .. i¡ i ¡ 111ít , ( ( .imate-Welsh, 1981). Es decir, el atomisniiMl¡ ?!■■lolnt'h i, ha sido sustituido por una dialectología estrucim.il A. i nal un 111 ( ya no se puede sostener la opinión de que la •Ii >1< t hilnt-ia .( lia quedado anquilosada en sus planteamientos y m* i. .. 1... trnciic ionales. Prueba de ello es su florecimiento en el m undo románico (Alvar, 1969:17-23) y germánico. La dialectologia, lal como se ha venido practicando recientemente, ha rerlaborado sus métodos y sus concepciones según las exigencias de nuestro tiempo; ha examinado sus materiales a la luz de los avani es de la lingüística estructural. Más aún, ha remontado los marcos de la lingüística interna para instalarse asimismo en el de la lin ­ güistica externa. Sin embargo, para ello ha sido necesario vencer los obstáculos de la tradicionalidad y la cerrazón de puntos de vista. Estas nuevas tendencias en la dialectología no se circuns­ criben al Viejo M undo, sino que también se han desarrollado en 1lispanoamérica, en particular en Perú, Colombia y México (Gimate-Welsh, 1980:42-43).

La

c i e n c i a , l in g ü ís t ic a

En la mayoría de los textos de lingüística, ésta se define como el “pstndiox^ ntífieo-d c44€rLguaje”(fb/on^ 1968:7). Una caracteri­ zación de este tipo im plica que la lingüística de a lg u n a jn añera t sigue los procedimientos de las demás ciencias en general y, por lo tanto, se inscribe en un determinado marco epistemológico^ con el cual se puede o no estar de acuerdo, d ependiendo del marco discursivo de referencia. lista {Troblemátiéi'. sin duda, concierne a los teóricos de la metodología, quienes en términos generales se dividen en iai iotialr.tas y mprafisiros y empiristas ífíochenskv. 1965: caps. 1 y it), La lingitfstica, como la ciencia^ngeneral, ha exhibido a lo largo dí n 111■ .loria dos tendencj^ T u n á ^ dirigida hacia la integra< ion de lu:.-» mim imientos, hacia su unificación en un sistema y al Hpgryfryjfnípm n de sus interconexiones;(fa otrf), dirigida --ií? 2-

ESBOZO H ISTÓ RICO

hacia Ja separación de unas ramas del conocimiento résped o di otras. Un repaso de la historia de la ciencia nos mostrará que en la Edad Media y el Renacimiento predominaba la perpectiva integralista. A partir del surgimiento de las ciencias sistemáticas en el siglo xv y hasta el siglo xix, prevalece la tendencia diferencialista y desintegradora (Kedrov, 1974:7-31). Si bien la lingüística estruc­ tural fue diferencialista en sus inicios,3 en la actualidad existe una fuerte tendencia integralista que le da mayor sentido a los estudios lingüísticos en tanto ciencia de la interacción socioverbal. La identificación y delim itación del objeto de e~stüdio de la lingüística también ha suscitado controversias. Son.dos las co•jrjg3ttes--d£_pensamiento que se perciben en los trabajos de los estudiosos del lenguaje en los^ siglos xix y xx. La primera co rriente, cuyo máximo exponente es W ilhem von H um boldt, se denomina “subjetivismo individualista”; la segunda, “objetivismo abstracto”, que filosóficamente se sustenta en el racionalismo cartesiano (Voloshinov, 1976:75), y cuyos teóricos se identifican con la Escuela de Ginebra y el generativismo transformacional. En el interior de estas dos corrientes existen, sin embargo, dife­ rencias y aun contradicciones. No obstante, se les caracteriza de la manera siguiente: Los subjetivistas consideran al lenguaje como una “actividad”, como un proceso interminable de “creación” (energeia) que se da en los actos concretos e individuales del habla. Esta corriente, que parte de las ideas de H um boldt, es continuada en el m undo ger­ mánico por Karl Vossler y Leo Spitzer, entre otros, y por A. A. Potiebnia en la lingüística rusa (Voloshinov, 1976:65-66). La predi­ lección por los métodos positivistas, y su asociación con el psicologicismo empirista de W u n dt,4 ha ocasionado que esta co­ rriente haya perdido cierta presencia teórica, pero que se renueva con los trabajos de los germano-romanistas, Karl Vossler y Leo 3 T odo el esfuerzo de F e rd ina n d de Saussure por co nstituir un a ciencia autónom a, no derivada, lo demuestra. C/. infra, capítulo n, el objeto de estudio de la lingüística. 4 Para este autor el lenguaje se explica en función de la psicología individual sobre una base voluntarista, o com o una psicología de los pueblos o psicología étnica.

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I Mii.)/() HISTÓRICO

N|ut/u |\im t r | "pensamiento lingüístico es esencialmente I" 11 unir 111ir la lt‘sis de la relatividad lingüística en auton ■ -»te deviene no u n fin en sí m ism o sino un medio de cono• ¡miento de u n objeto que está fuera del lenguaje. El punto de i ta es el que crea el objeto según De Saussure. Una secuencia i timo /desnudo/ puede verse como sonido, como expresión de iina idea o como un término que tiene relación de parentesco to n el vocablo latino disnudum. Sin embargo, sea cual fuere el punto de vista, el fenómeno lingüístico exhibe dos caras que se ■i Hresponden; esto es, el sonido no existe por sí mismo sino que r- el instrumento del pensamiento. Dicho en otros términos, el .mido es el que vehiculiza al pensamiento. A saber, el signo for­ ma una unidad fisiológica y mental. Pero el fenómeno lingüísti.. tiene un lado social y un lado individual y no se puede con« ebit ai uno sin el otro. Dado que el lenguaje tiene múltiples

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facetas y de que no se le puede mirar desde distintos ángulos a la vez, el objeto de la lingüística se nos manifiesta como un conju nio de aspectos heterogéneos: psicológicos, fisiológicos, etc., pero ninguno de éstos será el objeto lingüístico. Por ello, la ú n i­ ca solución, previene De Saussure, es 00**1 colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla como la norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje (1976:51), % y concebirla como algo autónom o que no se confunde con el lenguaje, pero que es parte esencial de éste. Si el lenguaje es físi­ co, psíquico, fisiológico y pertenece al dom inio de lo individual y de lo social, se distingue de la lengua en la medida en que ésta es una totalidad en sí y un principio clasificatorio. Para De Saussure, el estudio deTacto comunicativo nos ayuda a precisar lo que corresponde a la lengua dentro del conjunto del lenguaje. El examen del acto o circuito del habla nos indica que existe una parte interna y una externa, una psíquica y una no psíquica, una parte activa y una pasiva. En el circuito hay un emisor que inicia el proceso cuando el concepto desencadena en el cerebro una imagen acústica (fase psicológica) que da origen al momento fisiológico y éste a su vez al físico. Este proceso, en su parte activa e interna y psicológica, im plica que existe en el individuo una facultad de asociación indispensable en la organi­ zación de la lengua como sistema. Pero para reconocer la importancia de esto últim o hay que ir más allá del acto individual de la comunicación y ubicarse en el terreno de lo social. La totalidad o sistema no es la parte ejecuti­ va del hablante, ni la física, sino una especie de norma que todos los hablantes reproducen, esto es, reproducen los mismos signos ligados a los mismos conceptos, o sea realizan una función semiótica, en los términos de Hjelmslev. Esta totalidad es la suma de las imágenes verbales almace­ nadas en todos los individuos, una especie de “tesoro deposita­ do por la práctica del habla en los sujetos que pertenecen a una

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ifibtna co m u nid ad ”. Al separarse la lengua del habla, se di¡. i i ugue lo social de lo individual, lo esencial de lo secundario. ¡ iHendida la lengua en estos términos, su esencia se enconi ¡titá Iuera del individuo, quien de manera particular no podrá ■m .11 la ni modificarla, sino sólo los miembros de la com unidad, l ú lengua es pues, frente al lenguaje — conjunto heteróclito— , Un objeto bien definido. Si el lenguaje se caracteriza por su heit mgeneidad, la lengua se le opone por su hom ogeneidad. La Ir ligua, sin embargo, como el habla, es un objeto concreto, cuya materialidad se constata en la organización de los signos. Lá len­ gua o totalidad es por tanto u n sistema de signos.

La dicotomía lengua y habla Los razonamientos anteriores constituyen la base para la distin• ion que establece De Saussure entre lengua y habla. La primera definida como la parte esencial y homogénea del lenguaje y la ^rgunda entendida como lo contingente, lo individual y v o lun ­ ta rio Ambos objetos, sin embargo, están estrechamente ligados y >r suponen recíprocamente: “la lengua es necesaria para que el habla sea inteligible”, dice De Saussure, pero “el habla es nece­ aría para que la lengua se establezca”. Históricamente el habla pl&'cde a la lengua. Las variaciones o transformaciones fonéticas •[lie se manifiestan en el habla sólo afectan a la sustancia, no a la ínrtiia u organización. 1ales distinciones, sin embargo, deben situarse en el contexto ijrl i eferente epistemológico en el que se buscan las reflexiones =ati.su reanas. Al definir la lengua como la “suma de acuñaciones depositadas en el cerebro... y como algo que está en cada uno de filo s (los individuos), aunque c o m ún a todos y situado fuera •i* la voluntad de los depositarios”, De Saussure está siendo con­ gnu* nte con su criterio científico de hacer de la lengua un objeto m io n o m o susceptible de ser analizado sin recurrir a su desai ít dio histórico o a sus manifestaciones individuales, perspectiva it orica que se inspira en el sociólogo francés Emile Durkheim ,

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Iutiy quien el hecho “social” existe independientemente de las i tiiu ¡encías individuales. De igual manera, la lengua existe con Independencia de las manifestaciones individuales.

Lingüística interna y lingüística externa I a definición de lengua esbozada en los párrafos anteriores im ­ plica eliminar del estudio lingüístico todo aquello que es extraño al sistema de la lengua. Esto es, todo aquello que se designa con el nombre de lingüística extema. Esta distinción de De Saussure responde igualmente a la concepción científica que había adop­ tado y que puntualiza desde las primeras líneas del Curso, esto es, la identificación y delim itación del objeto de estudio de la lingüística. El fundador de la lingüística contemporánea no niega que existan relaciones entre la lengua y la historia de una raza, su cultura o su política, como tampoco desconoce los nexos que existen entre la lengua y la historia de las instituciones públicas o privadas, la historia literaria o la historia de las migraciones o las colonizaciones; pero estos elementos, si bien fueron centrales o de prim ordial interés para los filólogos, son extraños a la na­ turaleza del sistema lingüístico. Centrar la atención en estos aspectos del lenguaje es hacer de su estudio u n medio y no un fin en sí m ism o (cf. Hjelmslev, 1974:14); es hacer de la lingüística una ciencia auxiliar o depen­ diente de otras disciplinas científicas. Com o dice el fundador de la glosemática, estudiar los aspectos físicos, fisiológicos, psico­ lógicos, lógicos, sociológicos e históricos, “es concebir el lengua­ je como un conglomerado de fenómenos no lingüísticos. La lin ­ güística debe ver al lenguaje como una totalidad autosuficiente, como una estructura suigeneris” (Hjelmslev, 1974:15). Los fenó­ menos externos del conjunto del lenguaje son importantes, pero su estudio no es indispensable para conocer la organización in ­ terna del sistema.

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El signo lingüístico i ■iiliiiand de Saussure, al caracterizar el lenguaje como heü logcneo y a la lengua como homogénea, agrega que ésta es un siait ina de signos en el que sólo es esencial la un ión del sentido . dr la imagen acústica. Esta distinción hace hincapié en el obje­ ta ilr la lingüística, pero a la vez la hace equivalente al estudio =If! signo lingüístico. El objeto de la lingüística es, por tanto, el i ludio ele los signos lingüísticos. Al hablar de la naturaleza del signo, De Saussure critica la no• ion de que a cada término corresponde una cosa: primero, pori[Uf* tal idea supone la preexistencia de ideas a las palabras, lo que • na consecuente con cierto idealismo filosófico del siglo xix; §rgundo, porque no queda claro si el nombre es de naturaleza Iónica o psíquica, y porque parece como si el vínculo que une el hombre a la cosa fuera una operación simple. I I signo lingüístico une no una cosa y un nombre, sino un con11 pto y una imagen acústica. El signo lingüístico es una entidad psíquica de dos caras, íntimamente unidas, a saber: CON CEPTO

*

> IMAGEN ACÚSTICA,

t Irmentos solidarios que se reclaman recíprocamente o que están n i una relación de interdependencia. I a imagen acústica no es el sonido material, no son los fone­ ma sino la huella psíquica, la representación natural del n o m ­ ina la virtualidad. En el uso com ún, sin embargo, cuando se habla de signos se piensa en la imagen acústica como si una de ! > • aras recubriera al conjunto. Por ello, De Saussure propone n i Ir finir el signo como la u n ión de un significante y un signifit ú‘\ d con dos propiedades fundamentales: el carácter arbitrario y h> naturaleza lineal.

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El principio de la arbitrariedad Puesto que el conjunto del signo es el resultado de la asociación de un significante y un significado, se dice que el signo lingüís­ tico es arbitrario, lo cual quiere decir que no hay motivación en la constitución del significante. A saber, el concepto ‘casa’ no exhibe ninguna relación interna con la imagen acústica /kasa/ en conjunto, ni con ninguna de sus partes; de ahí las diferencias existentes entre las diversas lenguas, aun en aquellas que pertecen a la misma familia lingüística. Dicho principio dom ina toda la lingüística de la lengua. La arbitrariedad no implica, sin embargo, la libre elección por parte del hablante, sino simplemente que el signo lingüístico es inmotivado con relación al significado. Según De Saussure, este principio es el que mejor permite la realización de los proce­ dimientos semiológicos. De ahí que la lengua, el más complejo y extendido de los sistemas, es asimismo el más característico del conjunto de sistemas que componen el m undo semiológico. La arbitrariedad del signo se ha visto cuestionada por algunos que señalan que las onomatopeyas y las exclamaciones exhiben elementos que apuntan a la motivación. De Saussure argumenta, sin embargo, que las onomatopeyas no son elementos orgánicos del sistema lingüístico. Por otro lado, el núm ero de dichas ele­ mentos es m uy reducido en cada una de las lenguas, aun si tomamos en cuenta casos de onomatopeyas auténticas, como glu, glu, tic, tac, que son esporádicas, sino que además exhiben cier­ ta arbitrariedad, ya que no son más que una im itación apro­ ximada y convencional de ciertos ruidos. En cuanto a las ex­ clamaciones, igualmente se pretende ver en ellas expresiones de la realidad, pero basta comparar las expresiones en tres lenguas para ver el grado en que varían: aie (fr.), ay (esp.), au (alem.).

El principio de la linealidad La linealidad del signo se percibe principalmente en el signifi­ cante, que puede ser segmentado en partes que se suceden unas

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a otras en el tiempo, es decir, que tiene una extensión mensumble que caracteriza al lenguaje hum ano. Las unidades del sig11 titeante — elementos diferenciales— poseen una forma fónica determinada pero carecen ellas mismas de significación. Su funt ion es básicamente diferencial. La forma lineal del signo se deri­ va de su carácter vocal y, en este sentido, el signo lingüístico se distingue de otras manifestaciones sígnicas como las visuales o como las que integran el código de com unicación vial, que se caracterizan por ser bidimensionales. En el sistema lineal, el orden de las unidades tiene el mismo valor distintivo que la elección de un fonema determinado. Por ejemplo: el signo ‘sal’ /sal/ contiene las mismas unidades que el Mgno ‘las’ /las/, sin que el uno se confunda con el otro. Pero esto es así en lo que se refiere a las unidades de la segunda articu­ lación, de acuerdo con Martinet, mas no con las unidades de la primera articulación. En este segundo caso, partiendo del prin ­ cipio general de sistema — central en la lingüística estructural— H valor de u n signo resulta de la posición y relación que tenga con otros signos en el decurso o enunciado. Así, no es lo mismo “el gato se comió al ratón” que “el ratón se comió al gato”. De lo antes dicho parece, pues, que la articulación de lo que se denom ina la segunda articulación es independiente de la pri­ mera articulación. En todo caso, lo que sí es cierto es que la segunda articulación se manifiesta como un mecanismo de economía, como puede notarse en el ejemplo anterior, y que dis­ tingue a la comunicación humana de la comunicación animal en general. El carácter mutable e inmutable del signo I a noción de sistema homogéneo de la lengua, que excluye la posibilidad de que el sujeto hablante voluntariamente modifique alguna parte del sistema, nos lleva al planteamiento de la inm utabilidad del signo lingüístico. Más aún, como señala De Saussure, “la masa misma no puede ejercer su soberanía sobre una sola palabra; la masa está atada a la lengua tal cual es”; esto

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es, la lengua se nos manifiesta como algo que nos es transmitido de grñcración en generación. En qué momento surgió el contra­ to, esto no lo sabemos. Todas las generaciones han conocido la lengua como algo heredado.2 Un estado de lengua dado es produeto de factores históricos que son, en últim a instancia, los que explican por qué el signo es inmutable. Sin embargo, se puede objetar y comprobar con hechos histó­ ricos que los productos culturales, como las instituciones o las leyes, sí sufren transformaciones, pero habrá que decir que existe cierto equilibrio — distinto para cada uno de los productos del hombre— entre la tradición impuesta y la acción libre de la sociedad, y en el caso de la lengua esto es aun diferente, pues sus modificaciones no están relacionadas con la sucesión de gene­ raciones sino que se mezclan e interpenetran. No obstante, lo esencial e intrínseco al sistema es lo siguiente: primero, la arbi­ trariedad del signo hace posible teóricamente el cambio, pero a la vez lo libra de modificaciones; segundo, la naturaleza del sig­ nificante en su relación con el concepto nos hace ver la m ultitud de signos necesarios para constituir u n sistema que no es fácil remplazar, sistema que además es complejo en su organización, en sus posibilidades de actualización y de creatividad. La lengua, a diferencia de las demás instituciones del hombre, forma parte de la cotidianidad del hombre, “forma cuerpo con la vida de la masa social, y la masa, siendo naturalmente inerte, aparece ante todo como un factor de conservación... que sólo actúa en fun­ ción del tiem po”, como dice De Saussure. El signo lingüístico, sin embargo, como cualquier otro produc­ to del hombre, sufre alteraciones con el transcurrir del tiempo. Estas modificaciones conducen a un desplazamiento de la relación 1 Podría incursionar en las discusiones sobre el origen del lenguaje hu m a n o , pero me desviaría del propósito que me he fijado. Además, cualquier hipótesis no serla más que una lucubración, ya que la lengua, siendo fundam entalm ente '.(Hiidd, no ha dejad o huellas en las que po d am o s basarnos para hacer un a reconstrucción A un si esto fuera posible, cualquier reconstrucción no iría más allá de los 20 000 años, periodo en el que aparecen las prim eras representa­ ciones gráficas del lenguaje h u m a n o , esto es, la época del lenguaje pregráfico, o sea, el paleolítico superior; cj. M auricio Swadesh, El lenguaje y la vida humana, FCfc, 1967, México.

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i ni i r el significado y el significante; es decir, el cambio aféela a la totalidad del signo. Por ejemplo, fot (inglés antiguo) se convierte i i i jool (inglés moderno); piteare, con la acepción de ‘plegar la * U\ se convierte en llegar.3

Las entidades lingüísticas i h 11>s puntos examinados hasta el momento, la mayoría corres­ ponde a los estudios realizados desde una perpectiva sincrónica 0 rila d o de lengua, lo cual de hecho abarca un periodo más o iflprios largo, ya que una lengua no sufre transformaciones im¡loriantes en tiempos cortos. i a materialidad de la lengua se manifiesta en los signos — en­ tidades— que la componen. Estos signos y sus relaciones en el inieilor del sistema son el objeto de la lingüística. Las entidades, dr a» ucrdo con De Saussure, no existen más que por el princi­ pio de asociación que existe entre el significante y el significado. 1ñ f Msiencia de una está en función de la otra. La imagen acúsüi a o significante sin su correlato sólo es materia fónica que puede analizarse desde la perspectiva física o fisiológica. En otras {(glabras, la cadena fónica sin su significado no es más que un ■i'Htinuum que el oído no puede distinguir ni segmentar, como m m íe cuando se desconoce una lengua. ¡ a lengua, como el ajedrez, es un sistema en el que las u n i­ dades se definen por la oposición que se da entre las partes que !“ t •'ti-,muyen. Esas partes o unidades no son necesariamente las palabras (Lyons, 1968:196-206), que muchas veces no corres¡.•■mlrn a las entidades de la cadena hablada, pues en varias ocaiio iu n es necesario distinguir entre la palabra fónica y la palabra gí am.un al. Por ejemplo: a la secuencia /mit/ le corresponden los lili libios meet y meat (‘encontrarse’ y ‘carne’, respectivamente), ■UI ingles; al segmento /krisis/ le corresponden la forma de plural !! interesados en pro fundizar sobre esta temática pueden remitirse al k 1 >il ih gramática histórica, de Ram ón Menéndez Pidal, Espasa-Calpe, Madrid, jMM s I . i .o del español; para el inglés, véase The development of modern English, ( i Molu rlMin Cassidy, Prentice-Hall, Englew ood Cliífs, N ueva Jersey, 1954.

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y el singulai del esparto! crisis; es decir, dado que no existe la oposición marcado (+) no marcado (-), la distinción se da me diante la oposición con otros signos en el sintagma. I a cadena hablada, por otro lado, contiene, además de las. unidades segmentales, elementos prosódicos que contribuyen al eslablecimiento de oposiciones. Por ejemplo: la distinción entre /kantó/ y /kánto/ del español, o la oposición que se establece entre /ánim o, anim o, anim ó/, que están dadas por el acento (Alarcos, 1971:86-96). Según esto, las identidades de la lengua no se manifiestan por sí mismas. Su valor, como el de una pieza de ajedrez, se especifica en el interior del sistema por la posición que ocupa y por la relación que guarda con las demás identi­ dades. El valor del signo lingüístico De acuerdo con lo anterior, las identidades o valores del sistema no son reconocibles más que considerando los elementos que integran el sistema en su totalidad y su funcionamiento en el in ­ terior de éste. Esto es lo que nos permite dar forma a nuestro pensamiento — masa amorfa e indistinta, según Saussure— , p u n ­ to de vista retomado por Hjelmslev en el desarrollo que hace del signo lingüístico. La lengua, de esta manera, se convierte en in ­ termediaria entre el pensamiento y el carácter vocal de la lengua, que por sí m ism o tampoco es fijo ni preexistente, sino que es una materia plástica que se presta para proporcionar los signifi­ cantes que el pensamiento requiere para su materialización. La unión de ambas materias lleva a la delimitación de las identidades que componen la lengua; de ahí su comparación con una hoja de papel en la que el pensamiento es el anverso y el sonido el rever­ so: el uno no se puede cortar sin cortar el otro; el pensamiento no se puede aislar del sonido ni el sonido del pensamiento. Su com ­ binación produce una forma, no una sustancia. I stíis nociones reconfirman el principio de la arbitrariedad dei signo, ya que si no fuera así la noción de valor sería impuesta desde alucia I s la colectividad la que decide qué porción del

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||iftliJo se combina con el pensamiento para establecer el signo y su valor, no el individuo por sí solo. I a idea de valor así entendida elim ina la idea de concebir el ..... ... la u n ión de un sonido con un concepto, puesto que t ü¡£ ttderlo así sería pensar que el sistema se construye mediante jfí =nii!.i de las partes y no como una totalidad solidaria.

El aspecto conceptual del signo M* t m luciendo De Saussure que las palabras no recubren exaciamt nte la definición de unidad lingüística y puesto que normalmi iiif luncionamos con palabras, en general se piensa que tienen ja |H0piedad de representar una idea que, en efecto, es un aspecli* ilfl valor lingüístico. Si fuera así, el valor lingüístico y la sigftjlii ación serían términos sinónimos, pero no es el caso, aunque, i lirt lio, el valor considerado desde su aspecto conceptual sí es iii» demento de la significación. Para esclarecer esta problemática, í h ".aussure hace hincapié en la idea de que “la lengua es un sistettta píi el cual los términos son solidarios y donde el valor de cada tilín no resulta más que de la presencia simultánea de otros”, pero mil nuV. compara el valor lingüístico con el valor de la moneda. De ^ m ido con esto, dice De Saussure, los valores se constituyen: • pin una cosa desemejante susceptible de ser trocada por otra cuyo valor está por determinarse”. • por cosas similares que se pueden comparar con aquellas cuyo valor está por determinar”. M í pues, una moneda puede cambiarse por una cosa diferente i ¡tul olía moneda con valor similar. De igual modo, una palabra |iuí «le i ambiarse por algo diferente: una idea, o puede compa|ai=í con algo similar: otra palabra. • namlo se dice que se puede cambiar por tal o cual cosa, esta­ fa ilii iendo que tiene tal o cual significación. Ésta es sin duda ui -1 prp.pectiva intrínseca a la palabra a la cual habrá que sumar­

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le lo que existe* tuera de ella, es decir, la comparación con otras palabras de valores similares, en virtud de que forma parte de un sistema I n otros términos, la palabra está revestida no sólo de l.t slgnilií ación, sino además de un valor que surge de la com ­ paración entre términos del sistema. Así, pues, los sinónimos no tienen valor propio más que por su oposición dentro de un determinado campo semántico. Esta noción de oposición se apli­ ca a todas las entidades de la lengua. Para reafirmar estas consideraciones, Ferdinand de Saussure agrega que si las palabras representaran conceptos dados de ante­ mano, tendríamos entonces correspondencias exactas de lengua a lengua, cosa que no es así. Por ejemplo: la distinción en las for­ mas temporales varía de lengua a lengua, como en el hopi, en el que no existe ni explícita ni implícitamente referencia alguna al tiempo (Whorf, 1969).4

El aspecto material del signo En la misma línea de razonamiento que en el caso anterior, De Saussure hace hincapié en que los valores convencionales no se confunden con el elemento material que les sirve de soporte. Así, agrega, no es el metal de una moneda el que fija su valor. De igual m odo, el significado adquiere su valor no por su esencia, sino por las diferencias que distinguen su imagen acústica de las demás del sistema. La identificación de estas unidades y sus va­ lores constituyen el inventario de entidades opositivas, relativas y negativas. El signo en su totalidad lodo lo anterior quiere decir que “en la lengua no hay más que diferencias sin términos opositivos”; sea que se tome en cuen•• C om párense las form as de segm entación de la distancia en distintas lenguas. i*n c-.p.iñol existe una trip a rtic ió n , m ientras que en inglés hay una b ipartición flrjiif iihl tilín, herc-there.

1'LiRDINAND DE SAUSSURE

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Bi 1 1 sí^/iiific aclo, el signil’icanLe, la lengua no implica ni ideas ni ptnlilns preexistentes al sistema lingüístico, sino sólo diferencias Í0ii> t ¡tíñales y diferencias fónicas. P if ir que en la lengua todo es negativo sólo es cierto con : ¡¡rt lo a las caras del signo tomadas separadamente, pero, vislt- ■n iu totalidad, el valor es positivo, ya que un sistema es un t u " ju n io de diferencias fónicas que, combinadas con una serie k diferencias conceptuales, engendran un sistema en el que los iigiiDH entre sí — términos positivos— no exhiben más que oposii í.'iit •. I a totalidad del mecanismo de la lengua se sustenta en §§|é principio general.

Relaciones asociativas y sintagmáticas f u párrafos anteriores ha quedado puntualizado que a partir del pfiñi Ipio de la linealidad del signo, en la lengua se establecen iones y correlaciones que constituyen el mecanismo básico 1 funcionam iento de la totalidad del sistema. Tales relaciones dile rendas, que se despliegan en dos planos, generan los valo>!< las unidades que com ponen el sistema. Por otra parte, h ur mus las entidades que, en virtud de su encadenamiento en el i> i ni so, contraen relaciones in praesentia o relaciones sintagmáíli m Por otra parte, fuera del decurso, existen asociaciones instíjunuhis en la mente que permiten que se establezcan relaciones Iñ lrr entidades que aparecen en un enunciado y otras que están HtMi di es o l uera del sintagma. Éstas son las relaciones asociativas.

'«». iones sintagmáticas t i |uiu 155-183. Este artículo fue escrito en el verano de 1939.

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miento y formas de comportamiento”, es necesario profundizar y ver cuáles son las interconexiones que existen entre el lenguaje, la cultura y la psicología. Para demostrar cómo una determinada forma de comportamiento está condicionada por las interpreta­ ciones de las formas lingüísticas que corresponden a situaciones diversas, W horf hace referencia a cómo interpretaciones de sen­ tido de formas tales como vacío, piedra caliza, etc., dan origen a conductas que ocasionan incendios.15 El punto central es que las palabras tienen valores diferentes que corresponden a situaciones diferentes.

Modelos gramaticales como interpretaciones de la experiencia Su estudio del hopi demuestra que la organización de la cate­ goría plural es distinta a la de las lenguas occidentales: casos de plural en estas lenguas se dan en singular en el hopi. Tal situa­ ción lo lleva a postular que la gramática hopi está en íntim a relación con su cultura, así como las lenguas europeas lo están con la cultura occidental. La problemática es, por tanto, ¿adquie­ ren los hombres, a través de la experiencia, una idea esencial­ mente similar sobre los conceptos de ‘tiem po’, ‘espacio’ y ‘mate­ ria’, o están condicionados por la estructura de cada lengua en particular? Así, en lo que llama s a e (del inglés Standard Average European), la pluralidad funciona de dos maneras: plurales reales (10 hombres) e imaginarios (10 días). En el segundo caso, los números, del 1 al 9 son evocados por la memoria, de tal manera que al ‘10’ lo concebimos como un grupo imaginario — cons­ truido mentalmente— ; es una forma imaginaria, es una secuen­ cia cíclica, objetivada. Esto último es así porque una ‘longitud de tiem po’ se ve como una secuencia de unidades similares en la que el últim o caso cuenta tanto como el primero. En el hopi, los plurales designan entidades objetivas (10 hombres), pero ‘10 15 C o m o em pleado de una empresa de seguros, W h o r f hizo u n estudio de los inform es para indagar cuáles eran las circunstancias que ocasionaban los incendios en fábricas.

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1.A 1INÜUISTK A IESTRUCTURAL ESTADUNIDENSE

días’ se singulm i.'rt, de inodo que “estuvieron encerrados 10 días” adquirir la lorma "estuvieron encerrados hasta el onceavo día”, o sea qui *¡r i oncibe como una relación entre dos acontecimientos.

El nombre en s a e y el hopi Los nombres que indican cosas físicas en las lenguas occiden­ tales son de dos clases: individuales (un árbol, un hombre, etc.) y masivos (leche, agua, carne, etc.). Estos últim os, que indican constancia homogénea, no se pluralizan en algunas lenguas, como en el inglés; en otras, como en el francés, requieren la partícula du, de la, des; son los p a rtitiv o s. En muchos de estos casos se requiere una forma de individualizar el nombre me­ diante diversos recursos lingüísticos (pieza de ropa, vaso de agua, taza de café, etc.). En el hopi los nombres tienen sentido individual, y en consecuencia las formas de singular y plural; los nombres masivos en el hopi implican una calidad de indefinido, no ausencia de forma y tamaño; no requieren, por tanto, ser in ­ dividualizados por nombres de recipientes ni por cuerpos-tipo. Según W horf, no se dice “u n vaso de agua” sino “un agua”.

Las formas temporales de los verbos El sistema de tres tiempos de los verbos en las lenguas occiden­ tales es una objetivación que permite colocar imaginariamente unidades de tiempo en una sucesión. Este sistema, que está en la conciencia del hablante, está relacionado con lo sensorial: lo sen­ sorial es lo que vemos, escuchamos, tocamos, etc., y corres­ ponde al presente; lo no sensorial, que corresponde al ámbito de las imágenes de la memoria, pertenece al pasado; y las creencias e in tu ic io n e s al futuro. En el hopi, los verbos no tienen tiempos, sino estructuras de validez (aseveraciones), aspectos y estruc­ turas di enlace de oraciones. Las primeras denotan que el habla se refiere a una situación (referida al presente o al pasado) o que

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está en espera de esa situación (referida al futuro), o bien hace una aseveración nómica. El aspecto, por su parte, muestra grados diferentes de duración. Para indicar la anterioridad o posterio­ ridad, necesario en los casos de dos verbos o dos oraciones, recurren a los modos que indican las relaciones entre las estruc­ turas, pero que además señalan las relaciones de anterioridad, posterioridad o simultaneidad.

Pensamiento habitual La noción de pensamiento habitual en W horf implica el modelo lingüístico en sí mismo, esto es, el valor sugestivo y analógico del modelo, el toma y daca del lenguaje como un todo en el que se manifiesta la fuerza configuradora del lenguaje. Los hablantes de s a e analizan la realidad con base en lo que en esas lenguas se denominan cosas, además de modos de existencia extensional o sustancias que se ven como un binom io que expresa cualquier cosa existente “como una forma espacial más un continuum espa­ cial informal” que se relaciona con la forma, así como con el con­ tenido y la forma del recipiente que lo contiene. En el hopi la rea­ lidad se analiza en términos de “acontecimientos” a los que se les refiere de modo objetivo (aquellos en los que existe experiencia física perceptible) o subjetivo (tanto físicos como no físicos y que son considerados como la expresión de factores invisibles). Para W h orf los conceptos de ‘tiem po’ y ‘materia’ no vienen dados sustancialmente en la misma forma por la experiencia, sino que dependen de la naturaleza del lenguaje. Esta naturaleza es la forma de analizar e informar sobre la experiencia que ha queda­ do instaurada en el lenguaje, como se ha visto en los párrafos anteriores. Estado actual de las tesis relativistas Las tesis de W horf, inspiradas en el pensamiento de Sapir, fueron difundidas en el continente europeo por W ilhelm von H um boldt

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y más recientemente por L. Weisgerber y Jost Trier. Las tesis sobre el relativismo lingüístico, por tanto, no son una novedad del siglo xx, sino la continuación de una línea de reflexiones sobre la relación del lenguaje con el pensamiento que se remon­ ta a los trabajos de Johann Gottfried von Herder a fines del siglo xvin (Langham, 1977:33), aunque antes de él el germano Johann Georg H am ann también planteó tesis similares. La idea central de Herder es el papel activo de la lengua en la formación de la concepción del m undo, esto es, el papel del lenguaje en el de­ sarrollo del sistema de pensamiento y que más tarde ejercería gran influencia en H um boldt y en muchos otros pensadores de la filosofía del lenguaje y en lingüistas de ambos continentes. La tesis herderiana incluye, además, la idea de que el sistema lin ­ güístico constituye el patrim onio de un pueblo y la forma de concepción del m undo de sus miembros. Encontramos, pues, en Herder, la tesis de la relación unívoca entre la expresión y lo ex­ presado y la noción de la un idad orgánica del lenguaje y el pensamiento (cf. supra, pp. 20-24). Tales tesis se sintetizan en una sola frase: “no pensamos sólo en un lenguaje sino a través de ese lenguaje”, y en ese sentido postula que la lengua es forma de nuestro pensamiento, pero además es la forma de las ciencias, pues a través de ella se configuran las ideas (Schaff, 1967:19). De ahí se desarrolla la idea de que cada nación habla de acuerdo con sus ideas y piensa de acuerdo con su lenguaje, noción que se vincula con lo que se conoce como el Volkgeist (espíritu nacional).

El relativismo lingüístico humboldtiano La idea central de las tesis de Von H um b o ld t es la función creadora del lenguaje en los procesos intelectuales. Sus tesis, sin embargo, se inscriben en la problemática sobre el origen del lenguaje y, al igual que Herder, Von Hum boldt relaciona la apari­ ción del lenguaje con una necesidad de la naturaleza hum ana: The production of language is an inner need of m ankind, not mere-

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ly an extemal vehicle for the maintenance of com m unication, bul an indispensable one w hich lies in hum an nature.16

Rechaza, por tanto, la idea de que el lenguaje surge de la crea­ ción de las facultades racionales del hombre, aunque sí admite que surge de la colectividad social, pero también acepta que el origen del lenguaje está íntim am ente ligado a la naturaleza del hombre; de ahí que para él su primera expresión se identifica con el canto — característico del hombre primitivo— , pero tam ­ bién hace hincapié en la idea de una vida propia del lenguaje, en un dinam ism o interno. Sus tesis están ligadas al sensismo de Condillac y Locke, pues sugiere que el lenguaje es la expresión del pensamiento y de las sensaciones. Así pues, de la postura de que el lenguaje es de algún modo de naturaleza involuntaria, li­ gado a la vida afectiva del hombre (tesis que se identifica con la de Rousseau), H um boldt transita hacia la idea de que el lengua­ je tiene vida propia. Sus ideas, sin embargo, deben incribirse en el contexto de dos concepciones opuestas entre sí: a) las teorías de la expresión (Condillac, Rousseau), que hicieron hincapié en el poder innato del genio individual, y b) la teoría del origen social colectivo (Locke, Fichte, etc.). En esta perspectiva, Von Hum boldt conecta la naturaleza orgánica del lenguaje a sus orígenes colec­ tivos y plantea que inicialmente el lenguaje transitó por una eta­ pa de desarrollo en la que el lenguaje se organiza a sí mismo de acuerdo con la dinámica de sus principios internos. Con respecto a la relación entre lenguaje y pensamiento, se han postulado tres tipos de relación: en uno, el pensamiento precede al lenguaje; en otro, pensamiento y lenguaje están co­ rrelacionados en el tiempo y la única diferencia entre ambos está en que el lenguaje es la manifestación de un proceso interno que lo acompaña en todos sus puntos; en el tercer caso, cualquier forma de pensamiento depende del lenguaje. Von H um boldt, de tendencia romántica, se inscribe dentro de la tercera concepción 16 Cita tom ada de Langham Brown, 1967:37. La prodücción del lenguaje es una necesidad interna del ho m b re, no sólo u n vehículo externo para la c o n ­ servación de la c o m u n icac ión , sino un a necesidad indispensable que subyace en la naturaleza del hom bre. [La traducción es mía.]

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yeneslo polemiza con los pensadores de la Ilustración, quienes sostienen que el pensar y el hablar son dos actividades distintas. El habla, para ellos, supone procesos de pensamiento anteriores a su realización, esto es, si bien se considera al lenguaje como un vehículo necesario para la com unicación y el pensamiento, éste es previo al lenguaje. Esta problemática, que ha tenido cierta continuidad desde Von H u m b o ld t hasta el siglo xx, también formaba parte de las grandes reflexiones de los griegos, pues su íogos, que significaba ‘lenguaje’, también implica razón. Deesta polémica entre los románticos y los pensadores de la Ilustración, Johann Georg H am ann afirma (Langham, 1967:59): Language and thought are not two processes but one: that language (orother forms of expressive symbolism — religious workship, social habits and so on) conveys directly the inner most soul of individuáis andsocieties, that we do not first form (or receive) “ideas” and then elothe them in words, but that to think is to use symbols — images or language.17

Hamann hace hincapié también en la conexión entre la activi­ dad perceptiva y el com portam iento sim bólico, a partir de la cual, por otro lado, debe haber semejanzas entre las distintas lenguas, pero también diferencias. Para él, el pensamiento pre­ supone una forma de simbolización: el lenguaje. Herder, quien sigue las líneas de pensamiento de Ham ann, reafirma que el “espíritu humano piensa con palabras” (Langham, 1967:63). Laevidencia que respalda las teorías de la relatividad lingüísti­ ca seagrupa en dos grandes clases: 1) aquellas teorías que propo­ nen como evidencia las descripciones estructurales de las lenguas y sus diferencias formales sin explicar cómo surgieron tales dife­ rencias; 2) aquellas teorías que explican los distintos efectos de las 17 Lenguaje y pensam iento no son dos procesos, sino uno: que el lenguaje (u otras formas de expresión sim bólica — prácticas religiosas, hábitos sociales, etc—)transmita de m anera directa lo más p ro fu n d o del alm a de los in d iv i­ duos o las sociedades; que n o form em os prim ero (o recibam os) “ideas” y después las vistamos en palabras, sino que pensar es emplear sím bolos — im á ­ genes olenguaje. [La traducción es mía.]

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diversas lenguas en la percepción, en el pensamiento, en las acti­ vidades culturales y demás condiciones que inicialmente produje­ ron las diferencias estructurales. En esta última clase se encuentran las tesis herderianas, hum boldtianas y las de Sapir-Whorf. Desde tiempo inmemorable se ha pensado que el medio es un factor determinante en la formación y las diferencias de carácter nacional (cf. las tesis climatológicas y la constitución de las len­ guas), punto de vista que posteriormente fue extendido a las d i­ ferencias lingüísticas. Esta tesis se sintetizó en la relación am ­ biente, carácter nacional y lenguaje, en la que el primero moldea al segundo y éste a su vez al tercero. En una segunda perspecti­ va, tanto el carácter nacional como el lenguaje son formados por el ambiente. El tercer punto de vista es que el lenguaje está determinado por el ambiente, pero éste a su vez moldea el carác­ ter nacional. De este últim o planteamiento se pasa a concebir al lenguaje como una forma independiente, aunque condicionada por el medio. El pensamiento hum boldtiano se inscribe dentro de estas diversas posturas que formaban parte de las discusiones filosóficas de los alemanes, quienes concebían al lenguaje en una relación solidaria con el carácter nacional; pero también se ins­ cribe en la ideología de su tiempo, esto es, la postura de que la lengua alemana era suficientemente apta y expresiva para transmi­ tir lo mejor del genio alemán. Así, la lengua alemana se constituye en el nexo de la raza y el sentimiento alemanes. La teoría ambientalista, sin embargo, tiene su origen en Fran­ cia, es im pulsada por M ontesquieu e incide en el pensamiento de Ham ann y Herder; este últim o sugiere que las diversas carac­ terísticas de las lenguas se deben al clima y las costumbres de los pueblos que las hablan (Langham, 1967:73), ideas que desarro­ lla ampliamente en sus Fragmentos (1767-1768) sobre literatura alemana, punto de vista que también es adoptado por Fichte. Para éste, un aspecto fundamental a considerar es la amplia tradición histórica de la relación entre el lenguaje y la vida de un pueblo, como en el caso alemán. More im portant (than environment)... and in my opinion the cause of a complete contrast between the Germans and the other peoples oí

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Teutonic desceñí, is the second change, the change in language. Here... ii is not a question of a special quality of the language reiained by ihe one branch or adopted by the oiher; on the contrary, Ihe im portance lies solely in the fact that in one case som ething nalive is retained, while in the other case som ething foreign is adopted... for m en are formed by language far more than language is formed by men (Langham, 1967:76).18

Aunque para Fichte hay una dependencia entre el lenguaje y los usuarios, lo que se destaca es la independencia de las lenguas frente al carácter nacional. El interés por las tesis sobre el rela­ tivismo lingüístico por parte de Fichte y otros pensadores de su tiempo se atribuye, además, a la reacción alemana ante la influen­ cia francesa, sobre todo después de la Revolución. En este contex­ to se destaca la lengua alemana como medio literario y se le con­ cibe como el símbolo de la cultura alemana. En esta postura coinciden tanto los románticos como los filósofos de la Ilustración. En este contexto, Von Hum boldt, conocedor de la cultura griega, sostiene que el griego es un reflejo del carácter griego (1793), tesis que fundamenta con criterios como los de Fichte, esto es, la pure­ za del idioma. Así pues, la influencia entre el carácter nacional y el lenguaje se da porque el hombre piensa y siente sólo a través del lenguaje. De los escritos de Von H um b old t no queda muy claro cuál es la variable determinante. En algunos fragmentos manifiesta una total correlación; en otros parece subrayar una dependencia del lenguaje, por ejemplo: The spiritual characteristics and the linguistic structures of a people stand in a relationship of such indissoluble fusión that, given one, we should be able to derive to other from in entirely... Language is the external manifestation, as it were, of the spirit of a nation. Its lan18 Más im portante (que el medio am b ie nte )... y en m i o pin ión la causa de un contraste total entre los alemanes y los otros pueblos de origen teutónico, es el segundo cam b io , el cam bio en el lenguaje. A q u í... ello no es u n asunto de la cualidad especial del lenguaje retenido por u n grupo o asum ido por otro; por el contrario, la im portancia descansa sólo en el hecho de que en un caso algo nativo se preserva, mientras que en el otro caso algo extraño se a d o p ta ... pues los ho m b res están m ás form ados po r el lenguaje que lo que el lenguaje está form ado por los hombres. [La traducción es mía.]

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guage is its spirit and its spirits is its language; one can hardly think of them as suficiently identical (Langham, 1967:82).19

De los fragmentos antes mencionados, puede verse que Von H um boldt no concebía al lenguaje como algo independiente (Langham, 1967:82). Sus argumentaciones dejan ver asimismo una concepción del lenguaje como un hecho social, pues se vincu­ la a la nación, no al hablante individual. Su origen, por tanto, surge de la colectividad, de la interacción, no de la creación indivi­ dual. Así, el lenguaje, como hecho social y como posesión de un grupo social, implica al mismo tiempo una limitación para aque­ llos usuarios, pues el espíritu se orienta hacia una determinada di­ rección y no a otras. Este razonamiento constituye la base de la tesis del relativismo lingüístico hum boldtiano. Desde esta pers­ pectiva, el lenguaje se percibe como una entidad autónom a que moldea el espíritu del pueblo. Sus tesis relativistas, sin embargo, tienen como complemento su convicción de la existencia de universales lingüísticos, postura que varió con los años. Estas conceptualizaciones igualmente provie­ nen de la Escuela Francesa, particularmente de Lancelot y Arnauld, quienes en 1660 publicaron su Gramática general y razonada; y posteriormente de James Harris, quien expuso en Hermes (1751) su teoría de los universales léxicos. Para éste, las palabras son “símbolos” de “ideas generales” (Langham, 1967:98). Estos u n i­ versales son identificados deductivamente, como el mismo H um ­ boldt lo señala: For... there is a num ber of things w hich can be 'determined and defined a priori, and henee separated from all conditionalities of a given language (Langham, 1967:104).20 Ig Las características espirituales y las estructuras lingüísticas de u n pueblo se encuentran en una relación de fusión tan indisoluble que, dado uno, podríamos ser capaces de derivar el un o del otro (...) El lenguaje es la manifestación exter­ na, por así decirlo, del espíritu de una nación. Su lenguaje es su espíritu y su espíritu es su lenguaje; difícilmente uno puede concebirlos como suficientemente idénticos. 20 Pues ... hay un núm ero de cosas que pueden ser determinadas y definidas a priori, y, por tanto, separadas de todo condicionam iento de u n lenguaje dado. [La traducción es mía.)

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Estos universales están identificados con lo que es com ún a toda la raza humana. Encontramos en Von H um boldt una línea de pensamiento deductivo. Cabe destacar que para H um boldt, el lenguaje surge de la realidad objetiva del m undo exterior, del espíritu subjetivo de una nación y del carácter innato del lengua­ je en sí mismo.

Las reflexiones de Rossi-Landi en torno al relativismo lingüístico C om o se habrá visto en los párrafos anteriores, la discusión sobre dicha temática se inscribe en el desarrollo de los estudios lingüísticos, pero igualmente forma parte de la polémica de los filósofos del lenguaje de los siglos xvn, xvn y xix; de ahí que ta­ les tesis se encuadren en el marco de cuestiones más generales, como dice Rossi-Landi (1974:12). Sus alcances son los límites de las investigaciones neopositivistas, a las que Rossi-Landi califica de neoidealistas, aunque reconoce la fineza y la profundidad del trabajo de W horf. Para aclarar su punto de vista, Rossi-Landi lle­ va a cabo una brevísima exposición de algunos puntos aborda­ dos en los trabajos de W horf. Uno de los aspectos que custiona de entrada es la mezcla del trabajo descriptivo con juicios de valor como cuando W h orf dice: “todo lo cual permite una precisión en el lenguaje” (RossiLandi, 1974:23 y 55). Asimismo, pone en duda que a través de una lengua s a e se capten las diferencias presentes en algunas lenguas como el navajo o el hopi, pues al traducir una lengua a otra intervienen factores que no se toman en cuenta, como ¿en qué se distingue una forma traducida de otras formas posibles? Según Rossi-Landi, para ello habría que ser nativo tanto de la lengua s a e como de la lengua indígena. De acuerdo con lo ante­ rior, todo hablante es prisionero del universo constituido por su propia lengua — con lo cual concordaría con los postulados de Von H u m b o ld t— ; el traductor investigador, por ende, está im ­ posibilitado para establecer las distinciones con claridad.

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Admitiendo, como lo hace Rossi-Landi, que la lengua “determi­ na de algún modo la realidad de los objetos físicos”, se pregunta cómo comprobarlo. En su opinión, gran parte de esa verificación aún no está hecha, aunque teóricos como Martinet, Benveniste o Mounin apoyen las tesis de Whorf. La tendencia actual, reconociendo que el relativismo lingüís­ tico es normalmente aceptado, es buscar los universales lin ­ güísticos, esto es las invariantes de los diversos contextos y las estructuras profundas — otra expresión del idealismo lingüís­ tico— (cf. J. Greenberg y N. Chomsky). Ferdinand de Saussure también hace hincapié en el factor com ún a todas las lenguas al hablar de la sustancia o materia, pero también señala que ésta sólo es interpretable mediante las distintas organizaciones que llevan a cabo las diversas lenguas, o sea mediante la forma lingüística. Ante la interrogante de en qué m odo y en qué campo se da la acción condicionante de la lengua sobre el pensamiento, RossiLandi plantea que la noción de realidad contrapuesta a la len­ gua no es una noción unívoca; a veces se trata de objetos físicos, otras de la realidad social, etc. El influjo se ve como causal o condicionador del objeto. Otro problema es la noción de pensamiento y el nivel en el que la lengua ejerce su influjo, cuestión que aún está por diluci­ darse, aunque mucho se ha hecho sobre la percepción de los co­ lores por parte de quienes hablan lenguas distintas. U n aspecto al que según Rossi-Landi no se le ha dad.o la im portancia que amerita, es el hecho de que no obstante las diferencias lingüísti­ cas, es “posible traducir” el conocimiento de una-lengua a otra, de una cultura a otra. Esto quiere decir que, en el proceso de de­ codificación y recodificación, el material no es recodificado directamente, o sea que los códigos no se pueden reproducir con exactitud el uno sobre el otro; por ello se recurre a la recodifi­ cación como descripción metalingüística. Prueba de ello es el hecho de que Whorf-pueda describir universos lingüísticos dis­ tintos a los nuestros. Una lengua, por tanto, puede reconstruirse en otra mediante estrategias metalingüísticas. Rossi-Landi cuestiona que el proceso mental sea acompañado por el lenguaje. Para él, este proceso es uso lingüístico en sí mis­

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mo. Por tanto, no existe tal influjo y considera tam bién que W horf no prestó suficiente atención a las causales ambientales y extralingüísticas. Para Rossi-Landi es evidente que dos ambientes diferentes imponen y reclaman modalidades expresivas diferen­ tes, al igual que costumbres e instituciones diferentes requieren lenguajes especiales. La problemática reside, desde su punto de vista, en el plan ­ teamiento de escindir la lengua del lenguaje, esto es, desvincu­ lar la producción lingüística de la totalidad a la que pertenece la lengua en tanto parte integrante de la vida social y comunitaria. Para ver las relaciones de pensamiento y lenguaje es necesario observar todas las condiciones económicas, sociales y culturales. Reconoce, en cambio, que las tesis relativistas son positivas en el sentido de que elim inan la suplantación de una tradición cul­ tural por otra, como ha sucedido en siglos pasados, y la suplan­ tación de una estructura lingüística por otra, como ha ocurrido en distintos momentos de la historia, pues con ellas se reivindi­ can las lenguas naturales como modelos lingüísticos originarios.

L e o n a r d B l o o m f ie l d

Introducción La preocupación de los comparativistas, de Ferdinand de Saus­ sure y de Edward Sapir de hacer de la lingüística un estudio científico, está presente tam bién en el pensamiento de Bloom ­ field. Las estrategias teórico-metodológicas que emplean estos lingüistas son distintas: las leyes de evolución fónica de los neogramáticos se inscriben en la perspectiva diacrónica; De Saus­ sure, por su parte, define como parte fundamental de su teoría el objeto de estudio y en este contexto define el signo lingüístico en el ám bito del sistema en una perspectiva sincrónica, hacien­ do hincapié en la necesidad de hacer de la lingüística una ciencia autónoma. Sapir, al igual que De Saussure, defiende la inm anen­ cia de los estudios lingüísticos, pero además destaca la necesidad

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del estudio del significado y su relación con las estructuras del lenguaje, ya que el propósito central del lenguaje es su función significante en el proceso de la comunicación (cf. supra, pp. 90101). Si bien el trasfondo teórico de este tipo de estudio es la psicología de W ilhelm W undt, Sapir se apoya en análisis estruc­ turales muy semejantes a los modernos. Leonard Bloomfield, autor de El lenguaje (1933), reconoce dos corrientes de pensamiento psicológico en sus reflexiones del lenguaje (1969): In 1914 I based this phase of exposition on the psychological system of W ilh elm W u n d t, which was then widely accepted.21

Bloomfield compara este referente epistemológico, calificado de mentalista, con la nueva corriente de pensamiento en la que él mismo se inscribe: el mecanicismo o behaviorismo psicológico watsoniano: I belive that m echanism is the necessary form of scientific discourse (p. v ii).22

En esta línea de reflexiones, Bloomfield defiende la autonomía de la lingüística. W e have learned, at any rate, what one of our masters suspected thirty years ago, namely, that we can pursue the study of language w ithout reference to any psychological doctrine (p. v ii).23

La aceptación de esta corriente de la psicología la hace con objeto de construir una ciencia lingüística que se sostenga por sí misma, rechazando de esta manera los métodos introspectivos del mentalismo, que cataloga de seudocientíficos. De ahí su in ­ 21 En 1914 fundé esta fase de exposición en el sistema psicológico de W i l ­ helm W u n d t, quien entonces era ampliamente aceptado. [La traducción es mía.] 21 Creo que el mecanicism o es la forma necesaria del discurso científico. [La traducción es mía.] 23 Hemos apren d id o , de cualquier m o d o, lo que u n o de nuestros maestros sospechó hace treinta años, esto es, que po d em os llevar a cabo estudios del lenguaje sin referencia a n in g u n a doctrina psicológica. [La traducción es mía.]

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sistencia en lo observable, en el estudio del comportamiento lin ­ güístico en términos de estímulo y respuesta, tal como lo hace en el capítulo 2 de su libro: Man utters many k'inds of noice and makes use of the variety: under certain types of stim u li he produces certain vocal sounds, and his fellows hearing these same sounds, make the appropiate response (p. 27).24

Para Bloomfield, el estudio de la coordinación de ciertos sonidos a ciertos significados es el estudio del lenguaje. Esta capacidad de hombre es lo que lo distingue de los animales. En esta línea de razonamiento, una “respuesta” es una conse­ cuencia necesaria de un “estímulo”, de modo que si una respues­ ta es resultado de A, y B se asocia con A, entonces B igualmente apela a esa misma respuesta, como puede verse en el ejemplo de Jack and Jill. En este caso, la sensación de hambre en JU1 sería el estímulo que da origen al acto de habla que genera una respues­ ta en el oyente, que en este caso es Jack, a saber: E ---- ► R (reacción práctica: la obtención del alimento) E ---- ► r (reacción lingüística: acto de habla) ---- ^ E --- ► R (estímulo lingüístico que genera una respuesta en Jack: la obtención de la manzana). Según Bloomfield, estas dos fases de aprendizaje se dan parale­ lamente en el niño, de modo que el aprendizaje del hábito lingüís­ tico implica simultáneamente el hábito no lingüístico, esto es: E ------ ► r (acto lingüístico ante un estímulo) E ----- ► R

(acto no lingüístico ante un estímulo)

24 El hom bre produce todo tipo de sonidos y hace uso de u n a variedad de ellos; b ajo ciertos tipos de e stím ulos, produce ciertos sonidos vocales, y sus interlocutores al escuchar estos m ism os sonidos, generan la respuesta apropia­ da. [La traducción es m ía ]

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Con base en este tipo de razonamiento, Bloomfield cuestiona las posturas mentalistas. Esta teoría supone que las variaciones en la conducta hum ana se deben a la intervención del espíritu y la mente. No son, por tanto, resultado de fenómenos de causa y efecto. La teoría mecanicista o materialista, en cambio, sostiene que las acciones humanas forman parte de secuencias de causa y efecto (pp. 32-33). La teoría behaviorista ha tenido gran influen­ cia en la lingüística y áreas afines, no obstante las críticas de teóri­ cos como Chomsky (1959:26-58). La cercanía de la teoría lingüís­ tica de Bloomfield al behaviorismo no im pidió que su libro El lenguaje se considere la “biblia de la lingüística estadunidense”.

El lenguaje El libro de Bloomfield está integrado por 28 capítulos que pueden agruparse en cinco grandes bloques: 1) Los cinco primeros, excep­ tuando el 2, abordan temáticas de orden general, como los dis­ tintos puntos de vista con que se ha estudiado el lenguaje des­ de el periodo en que polimizaban los analogistas y los anomalistas, hasta la época de los neogramáticos; la noción de com unidad lingüística y sus variaciones; la distribución de las lenguas en el m undo, etc. 2) Los capítulos 5 a 8 tratan de cuestiones fonéticas y la distinción entre fonética fisiológica y acústica, el fonema y sus tipos, las transformaciones fonéticas, la estructura fonética, etc. 3) El capítulo 9, que se ocupa del estudio del significado, al que Bloomfield define como la “situación en la que el hablante emite una forma'lingüística y la respuesta que ésta causa en el oyente” (p. 139). Ambas, la situación del emisor y la respuesta del receptor, se encuentran en una relación coordinada íntim a­ mente. En este apartado, Bloomfield se propone definir el sig­ nificado: a) en términos de otra ciencia; b) mediante la dem os­ tración del objeto — proceso común en los niños— ; c) mediante la circunlocución; d) mediante térm inos equivalentes. En este apartado, Bloomfield reconoce la existencia de los distintos con­ textos en los que puede aparecer una forma lingüística y sus

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consecuentes variaciones de significado, o sea, las connotacio­ nes. 4) Los capítulos 10 a 16 tratan de aspectos gramaticales y léxicos. 5) Corresponde a los capítulos 17 a 27 el tratamiento de temas de geografía lingüística, los métodos comparativos, los cambios fonéticos, los cambios semánticos, los préstamos dialec­ tales, culturales y las perspectivas de aplicación. En resumen, el libro reúne en una síntesis rigurosa las reflexiones lingüísticas que Bloomfield consideró como válidas hasta su época y su in ­ fluencia se extiende desde el periodo de 1925 hasta 1957, año en que se publica Estructuras sintácticas. En el capítulo titulado “El estudio del lenguaje” (pp. 3-20), Bloomfield examina los distintos puntos de vista en torno al lenguaje y señala que sólo en el último siglo se ha llevado a cabo un estudio científico del lenguaje, ya que en otros momentos los acercamientos han sido de carácter normativo. Estos avances, se­ gún él, surgen en el contexto de la polémica sobre el origen del lenguaje, en el que se descarta la tesis del origen divino en favor de las tesis sociológicas de la arbitrariedad y el convenciona­ lismo. El capítulo 2, que denom ina “Uso del lenguaje”, está directa­ mente relacionado con el 9, pues ambos tratan del significado. En el primero de éstos, Bloomfield expone sus objeciones al acer­ camiento mentalista e introduce una explicación behaviorista del significado mediante el contraste de los dos acercamientos. Para los mentalistas la variabilidad de la conducta humana se atribuye a la interferencia de algún factor no físico, un espíritu o mente... que está presente en cada ser humano. Este espíritu, según la perspectiva mentalista, es enteramente diferente de las cosas materiales y en consecuencia sigue otro tipo de causalidad... (pp. 32-33). El acercamiento mecanicista, en cambio, supone que la variabilidad de la conducta humana, incluida el ha­ bla, se debe sólo al hecho de que el cuerpo humano es un sistema muy complejo.

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Los actos humanos, en consecuencia, “son parte de secuencias de causa y efecto”, tal como se observan en física o química. Así, una emisión lingüística, por trivial que sea, es importante porque tiene un significado. Para él, el estudio del habla sin considerar el significado es una abstracción: As long as we pay no attention to meanings, we can not decide whether two uttered forms are the “same” or “different” (p. 77).25 Esta misma preocupación la volvemos a encontrar en otros párrafos en los que hace hincapié en la comparación entre la perspectiva mecanicista y la mentalista. Insiste en que los mentalistas definen la forma lingüística como un suceso mental que se da en el hablante y el oyente, relacionado con una emisión lingüística: es u n proceso no físico; y de los mecanicistas dice: In sum, then, the “mental processes” seem to the mechanist to be merely traditional ñames for bodily processes which either (1) come wilhin the definition of meaning as speaker’s situation, or (2) are so distantly correlated with speech-utterance as to be negligible in the speaker’s situation, or (3) are mere reproductions of the speechutterance (p. 143).26 Para Bloomfield, lo que el mentalista designa como proceso mental y el mecanicista denomina de otra forma, de hecho coin­ ciden, ya que en ambos casos el significado está íntim am ente relacionado con una situación de habla. Las diferencias las atribuye más bien a las corrientes de pensamiento que subyacen en cada una de las perspectivas en cuestión: la posición mentalista se relaciona con la filosofía especulativa, que se preocupa por mostrar qué son las cosas, mientras que la mecanicista se interesa por explicar cómo se comportan las cosas. 24 En tanto no prestemos atención a los significados, no podem os d ecidir si dos emisiones lingüísticas son las “mismas” o “diferentes”. [La traducción es mía.] 25 En suma, entonces, a los mecanicistas los “procesos mentales" les parecen ser sólo nom bres tradicionales para los procesos corporales sea que 1) vengan dentro de la definición de significado com o situación del oyente, o 2) se encuen­ tren tan alejadamente correlacionados con el acto de habla que aparezca com o insignificante para la situación del hablante, o 3) sean meras reproducciones del acto de habla.

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De interés resulta igualmente el capítulo 5, en el que aborda aspectos fonéticos y fonológicos. Tomando como ejemplo el tér­ m ino man, ‘hom bre’, Bloomfield apunta a las distinciones que actualmente conocemos como fonemas segmentales y suprasegmentales, o fonemas y prosodemas, y señala nuestra capacidad para discriminar entre sonidos distintivos y no distintivos (cf. supra, pp. 26-28) y subraya que lo que en una lengua es perti­ nente, en otra puede ser no pertinente. Al estudio de los sonidos distintivos lo denomina fonología o fonética práctica (p. 78); a la u nidad la llama “rasgo m ínim o distintivo” que ejemplifica con la palabra pin, ‘alfiler’ y la contrasta con sin ‘pecado’. En cuanto a los fonemas, establece las distinciones siguientes: 1) Fonemas primarios, como en el caso de pin, ‘alfiler’, que comprende tres fonemas: dos consonánticos y uno vocálico. 2) Fonemas compuestos, como son los diptongos: buy, ‘com ­ prar’ /bay/, hay, ‘bahía’ /bey/, etcétera. 3 ^Fonemas secundarios, como en el caso de los prosodemas (tono, acento, etcétera). íntimamente relacionado con el apartado anterior, en el capí­ tulo 6 Bloomfield define los tipos de fonemas. En cuanto a los fonemas vocálicos, expone las características de varios sistemas vocálicos (italiano, francés, español, inglés) tomando como cri­ terio la posición de los labios (alargados, redondeados, no redondeados) y de la lengua (anterior, central, posterior), como puede verse en los esquemas siguientes. Sistema español Anterior

Posterior

LA LIN G Ü ÍST IC A ESTRUCTURAL ESTADU N ID EN SE

11l

Sistema francés Anterior no redondeada

Posterior redondeada

redondeada

alta

/i/fini

/y/ rué

¡u! roue

alta media

/e/ tti

/&/feu

/o/eau

baja media

/£/ lait

/ce/ peuple

Idl homme

baja

I2J bat

-----

!a¡ has

De vital relevancia son los señalamientos que hace en torno a los fonemas en general: 1) son rasgos distintivos que se dan en conjuntos; 2) los rasgos distintivos no aparecen sin los no distin­ tivos; 3) los fonemas de una lengua no son sonidos sino rasgos de sonidos que son reconocibles y producibles tanto por el oyente como por el hablante; 4) los rasgos no distintivos pueden tener toda clase de distribución, pero su variabilidad tiene un límite; 5) cada lengua tiene un inventario fonológico propio que la caracteriza, siendo ésta una de las dificultades en el apren­ dizaje de lenguas extranjeras. Uno de los aspectos también importantes, relacionado con el punto anterior, es el relativo a la transición, o sea, el contacto entre fonemas. Distingue entre transición abierta y cerrada para los sonidos consonanticos. Para él, lo característico de la lengua inglesa es la transición cerrada: Betsy, cupful, donde se dan suce­ sivamente la oclusiva seguida de la fricativa; frente al francés cette chaise de transición abierta (p. 119). En el caso del inglés, la oclusión de la /t/ es incompleta, m ien­ tras que en francés la oclusiva realiza los distintos momentos de la articulación. Esta situación ocurre asimismo en grupos con­ sonanticos en los que la oclusiva se repite como en hot time, ‘tiempo caluroso’ /hat tajm/, etcétera.

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Bloomfield distingue entre sonidos sonoros y menos sonoros. Así, las vocales abiertas, como /a/, son más sonoras que las cerra­ das o palatales, como el caso de /i/; una vocal es más sonora que una consonante. De ahí su distinción entre los sonidos con­ sonanticos, no silábicos — los menos sonoros— y los silábicos — los más sonoros— . Advierte además de la existencia de sonidos que pueden desempeñar ambas funciones, como /r/, esto es, los sonantes, que se com binan con las vocales para formar d ip to n ­ gos: war, ‘guerra’ /war/. Destaca, sin embargo (capítulo 8), que las observaciones generales alrededor de las características articula­ torias tienen poca solidez científica. Por ello propone: The most important thing about language, however, is not the way it sounds... For the marking oflanguage, all that is necessary is that each phoneme be unmistakably different from others...The importance of a phoneme, then, lies not in the actual configuration of its sound waves, but merely in the difference between this configuration and the configurations of all other phonemes of the same lenguage (p. 128).26 De ahí que sólo el conocimiento acústico no basta para cono­ cer la estructura de la lengua, sino además el conocimiento de los rasgos distintivos y los no distintivos. Sobre esta base, una len­ gua como la inglesa exhibe el esquema siguiente: Vocales Anterior

Posterior

27 Lo más importante acerca del lenguaje, sin embargo, no es cóm o suena (...) Pues lo notorio del lenguaje es que cada fonema sea inconfundiblem ente diferente de los otros (...) Lo im portante de un fonema, por tanto, descansa no en la cons-

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Consonantes

Labiales Dentales Alveolares

Palatales

Oclusivas sordas sonoras

p p in b boy

t tin

k kin

Fricativas sordas sonoras

f fail v vail

6 thin 3 the

d day s z

Africadas sorda sonora Nasales sonoras Lateral Vibrante

Velares

ggay í ship h who 3 measure tj church d3 judge

m mine

n nine

U sing

1line r rhyme

Estas unidades, incluidas las semivocales, j, w, que en sí no tienen significado, son diferenciadoras de las unidades de senti­ do o formas lingüísticas, como Bloomfield las denomina. Bloomfield coincide con De Saussure en el sentido de que el estudio lingüístico debe ser sincrónico (capítulo 10), y establece la diferencia entre formas lingüísticas libres, ligadas y complejas, resultado de la combinación de fonemas. En el caso “Juan corre”, se tienen dos formas libres, ya que ambas pueden aparecer en situaciones independientes: “¡Juan!”, “corre”. Una forma como cranberry, ‘arándano agrio’, es distinta, aunque su componente berry aparezca en la forma blackberry, ‘zarzamora’, cuyos com po­ nentes pueden aparecer solos, no así la forma eran-, que forzo­ samente ha de darse en ese contexto de manera ligada. A formas lingüísticas como éstas, que exhiben una semejanza fonéticotitución actual de sus ondas sonoras, sino en la diferencia entre esta configuración y las configuraciones de cada uno de los fonemas de la m ism a lengua.

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IA LINGÜÍSTICA ESTR\j(^TUÍ>

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^ivocales, j, w, que en sí no . s^ Qtas de las unidades de senti|as denomina.

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,^°eti la diferencia entre esta configuración fOnora^!'5Enemas de la misma lengua. ¡pi uno ’

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semántica, Bloomfield las llama complejas; a las que no m ani­ fiestan ninguna semejanza fonético-semántica, como en pájaro, juego, ele., las denom ina morfemas. Este análisis lo conduce al de constituyentes. Veamos el enunciado siguiente: Juan juega pelota Tiene como constituyentes inmediatos Juan y juega pelota, y como constituyentes últimos Juan, juega, pelota. La totalidad de los mor­ femas conforma el léxico de una lengua, agrega Bloomfield, el cual, sin embargo, no incluye algunos rasgos que aparecen en las emisiones lingüísticas que son importantes para el significado, como es el caso del orden de las formas lingüísticas o lo que lla­ ma fonemas secundarios, como la m odulación. En los enuncia­ dos, las formas lingüísticas pueden aparecer libremente como en pobre Juan o en posición incluida como en pobre Juan, no tiene tra­ bajo. La independencia de una emisión lingüística se ve marcada por el hecho de estar libre, pero también ios rasgos secundarios, de modo que no es lo mismo Juan salió y ¿Juan salió? El uso de los fonemas secundarios hace posible las construcciones paratáxicas, según Bloomfield (capítulo 11), lo que, aunado a la selección de taxemas, es otro recurso que se utiliza para identificar los tipos de oración. Así pues, la distinción que establece entre oraciones menores y completas se basa en el criterio de selección taxémica. Emisiones lingüísticas que contengan una estructura actor-acción como Juan salió son completas, como también lo son las estruc­ turas de imperativo, vete, lo que es una característica de las lenguas indoeuropeas. Estas estructuras de naturaleza bipartita también se suelen conocer como predicativas, pero Bloomfield se refiere más bien a las lenguas que tienen más de un tipo de ora­ ciones completas, como en el ruso, en el que se distingue entre predicación narrativa y ecuacional. Las oraciones menores se dan en estructuras intersubjetivas, como ¡Por Dios!, ¡Válgame!, etc., que normalmente completan el sentido de una oración o situa­ ción; o estructuras exclamativas, ¡Tú a la moda! No obstante que reconoce que algunos autores no aceptan la di­

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visión de la gramática en sintaxis y morfología, Bloomfield se ocupa de estos aspectos en los capítulos 12 y 13 y define la primera como aquellas construcciones en las que ninguno de los miembros es una forma ligada, aunque reconoce la existencia de casos fronte­ rizos, como las palabras compuestas; y la segunda como aquellas construcciones en las que aparecen las formas ligadas, esto es, que incluye la construcción de palabras y partes de palabras. Tomemos por ejemplo las construcciones predicativas siguientes: 1) Juan salió de la casa 2) María salió de la casa 3) Los caballos salieron del corral Los constituyentes Juan, María y caballos forman parte de una clase denom inada expresiones nominativas en la terminología tradicional; salió de la casa y salieron del corral pertenecen a la de las expresiones verbales. En las tres oraciones tenemos los taxemas de selección (Juan vs. María) y de orden (el nominativo pre­ cede al verbal), que de hecho pertenecen a la estructura actoracción. La posición que ocupa una forma lingüística es su función. Así pues, dado que los constituyentes de las frases son formas libres, el hablante las separa mediante pausas o recursos paratáxicos que pueden ser de varios tipos: tono de pausa entre dos constituyentes inmediatos, son las 10, tengo que ir a casa, y parataxis cerrada, sin tono de pausa, por favor, venga; otros recur­ sos paratáxicos son: 1) formas semiabsolutas en las que la forma gramatical y el significado se duplican, especialmente en lenguas como el francés: Jean quand est-il venu, [‘J uan, cuando vino él’], o bien, la oposición que une gramaticalmente dos formas pero no en su significado, Juan, el pobre muchacho; 2) otro recurso son los rasgos de m odulación y su correlativa modificación fonética en las formas llamadas sandhi (término que significa ‘conjuntar’) para distinguir entre a y an del inglés, como en los enunciados

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siguientes: not a house, but the house, ‘no una casa sino la casa’, not an únele, but her únele, ‘no u n tío sino su tío’. Estas formas sandhi son átonas que pueden ocupar una posición proclítica (como parte de la palabra siguiente) y enclítica (como parte de lu palabra precedente), como en los ejemplos anteriores, en que a forma parte de not y an de únele. Muchas de las formas sandhi no son pronunciadas en lenguas como el inglés o francés: John’s ready [Juan está listo], les hommes [los hombres!, etcétera. Las emisiones lingüísticas cuyas estructuras exhiben una se­ cuencia actor-acción manifiestan asimismo una mayor relación que toma en cuenta los elementos de concordancia, como el géne­ ro y el número. La selección de las formas lingüísticas, además, toma en cuenta la función que éstas desempeñan en la oración: nominativo, acusativo, dativo, etc. Para expresar si una forma es o no constituyente de otra, Bloomfield utiliza los conceptos de estructuras exocéntricas — la forma lingüística que no tiene cons­ tituyente inmediato— y endocéntricas — la frase resultante puede pertenecer a la misma clase que uno de los constituyentes, por ejemplo: 1) Juan salió de la casa 2) Pobre Juan salió de la casa Tanto Juan como pobre Juan desempeñan la misma función. Las construcciones endocéntricas, sin embargo, a su vez se sepa­ ran para distinguir la cabeza (Juan) del atributo (pobre...). Bloomfield aborda el estudio morfológico, que incluye la construcción de palabras y partes de palabras, en el capítulo 13, utilizando las siguientes distinciones: 1) Palabras secundarias que contienen formas libres: a) Palabras compuestas: portafolios, abrelatas, etcétera. h) Palabras derivadas secundarias que contienen una forma libre: juvenil, polvoriento, etcétera. 2) Palabras primarias que no contienen una forma libre: a) Palabras primarias derivadas, típicas en muchos vocablos

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ingleses: re-ceive ‘recibir’; de-ceive, ‘engañar’; retain, ‘retener’; etcétera. b) Palabras morfémicas que consisten en una forma libre: hombreJoven, etcétera. Así pues, u n término como caballerosamente es una palabra compuesta según su terminología, pues sus constituyentes inme­ diatos nos arrojan dos formas: caballerosa y mente, la segunda li­ gada a la primera. Cabe señalar, sin embargo, que las alternancias variarían de lengua a lengua de acuerdo con su estructura y resul­ tarán de las modificaciones fonéticas que están determinadas por el contexto en el que aparecen, como el plural del inglés. En el análisis morfológico han de distinguirse las construc­ ciones inflexionales, como en los casos de actriz, emperatriz, que resultan de modificaciones externas de actor y emperador; y que en los verbos forman conjuntos paradigmáticos muy amplios, como en: am-o, am-as, am-an, am-amos, etc.; de la formación de pala­ bras que resultan de modificaciones internas, como en geese, ‘gan­ sos’, que proviene degoose, ‘ganso’. Dadas las diferencias de construcción, Bloomfield propone que las distintas construcciones morfológicas pueden agruparse en tres tipos: composición, derivación prim aria y secundaria. Anota que en muchos casos las palabras secundarias compues­ tas, c o m o ' blacktbird,28 ‘un cierto tipo de pájaro’, son semejantes a las construcciones sintácticas / black'bird, que simplemente denota u n pájaro de color negro. Tales distinciones se manifies­ tan mediante los fonemas secundarios y prosodemas. En el prim er caso, el acento primario cae en el primer segmento del vocablo, mientras que en el segundo término el acento es menos fuerte. Hace hincapié en que una forma de distinguir palabras compuestas de las construcciones frasales son los rasgos grama­ ticales de selección, como el uso de prefijos y sufijos. Estos re­ cursos pueden indicarnos el inicio o final de una palabra, como

28 El diacrítico colocado en la parte superior significa acento prim ario; en la parte inferior, acento secundario.

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El ESTRUCTURALISMO

cia, pues estructura significa totalidad, organización, etc., que se distingue de la noción de estructura como resultado de un tra­ bajo teórico que conduce a su formalización en términos de ecuaciones lógico-matemáticas o modelos. Cabe remarcar, como lo hacen Jean Pouillon y Piaget, (Pouillon, 1968:2), que una es­ tructura está constituida por elementos o partes que se relacio­ nan entre sí; algunas relaciones son fundamentales; constituyen lo esencial de una estructura cuyas leyes de organización de la totalidad no son el cúm ulo de las leyes de las partes constitu­ yentes. Así pues, en esta perspectiva, estructura es sinónim o de totalidad, organización, arreglo, disposición; estructuralismo se opone a atomismo o yuxtaposición de las partes. El concepto de estructuralismo implica dos nociones básicas: la de totalidad y la de interdependencia de las partes. Un acer­ camiento estructuralista significa que el fenómeno no se concibe como una acum ulación azarosa o u n ió n accidental de partes, sino como una entidad estructural, como u n sistema, como lo propone Jakobson. Una actitud estructuralista es, pues, una acti­ tud totalizadora. Así, el estructuralismo, como corriente de pensamiento y como m étodo, comienza cuando se admite que es factible confrontar conjuntos diferentes, justamente en virtud de las d i­ ferencias. Los análisis, tanto en lingüística corno en antropología, se h acen con base en las oposiciones, no en las semejanzas. El método, por tanto, consiste en reconocer, en los conjuntos com­ parados, las diferencias que indiquen la relación com ún y ordenarlos en ejes de significación. El estructuralismo supone, pues, una pluralidad de organiza­ ciones, con lo que se descarta la idea de una estructura-tipo. La estructura es la sintaxis de las transformaciones que hacen posi­ ble el pase de una variante a otra y que hacen explícito el poten­ cial combinatorio. De lo dicho anteriormente puede verse que hay una distinción entre estructura y organización, ya que ésta se refiere a la com ­ binación de elementos o partes inteligibles sólo en la medida en que el arreglo interno de la estructura quede expresado en la

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m

combinatoria que comprenda tanto las posibilidades de com bi­ nación como las restricciones. El reconocimiento de las rela­ ciones, la forma en que opera y la jerarquía de la organización constituye el sistema en su singularidad y comparabilidad frente a otros conjuntos. Estas relaciones no son, sin embargo, las apa­ rentes, las observables, sino las profundas, que explican el porqué de las variables. El estructuralismo se propone, entonces, poner al descubier­ to la configuración subyacente de los hechos observados. Esta configuración es la estructura, que no es una abstracción sino una realidad. En este sentido, el estructuralismo, como el marxis­ mo, distingue entre lo esencial y lo accesorio, entre lo real y lo aparente. Finalmente, la formalización que normalmente se lleva a cabo en términos de un modelo o ecuaciones lógico-matemáticas no significa que éste sea la realidad empírica o que sea la estructura en sí, sino que es una representación y una simplificación de lo real. Estructuralismo no es, pues, sinónim o de formalismo, ya que no mutila la realidad, como algunos pretenden hacerlo creer, sino que permite distinguir lo real de lo aparente; de ahí su fuerza metodológica que lo lleva a una m u ltitu d de campos de conocimiento, sobre todo a partir de la distinción que se establece entre forma y materia, como lo hacen De Saussure, Hjelmslev y Lévi-Strauss. Dice este últim o (1979:113): La forma se define por oposición a un contenido que le es exterior; pero la estructura no tiene contenido: es el contenido mismo, apre­ hendido en una-organización lógica concebida como propiedad de lo real. Así pues, los cuestionamientos, sobre todo los que provienen del marxismo, no son válidos, como brevemente se ha demostra­ do antes (cf supra, p. 55), a condición de que entendamos el estructuralismo en los términos puntualizados, y no como un método meramente clasificador y ordenador de los fenómenos. Así concebido el estructuralismo, es una teoría del conocimien­

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El ESTRUCTURALISMO

to que rompe con la concepción empírico-idealista, de modo que conocer no significa ver o profundizar en una realidad visible, sino observarla como un proceso específico de producción. En esta perspectiva, el sentido se ve como resultado de ese proceso, p u n ­ ió central de la concepción estructuralista de signo, esto es, como resultado de un juego de fuerzas materiales: una combinatoria fónica que produce un sentido en el ám bito de lo lingüístico. Esta concepción de estructura que se ha impuesto en el pensa­ miento moderno, segün Noel M ouloud (1973:23), ha transfor­ mado el m étodo de las ciencias modernas, tanto inductivas como deductivas, pues, como sabemos, las primeras integran los hechos estudiados en sistemas, lo que permite operar sobre ellos, o sea que hay una correlación entre los sistemas en los cuales se piensa y opera y los estados de cosas o fenómenos que se describen; las segundas, en cambio, conciben sus objetos den­ tro de sistemas definidos, esto es, axiomáticamente (cf. infra, pp. 161-179). En este marco, el sistema se define en u n alto nivel de abstracción en el que la com binatoria se expresa mediante u n lenguaje específico y libre de am bigüedad. Cóm o se aplica la noción de estructura a las diversas ciencias es una temática muy rica y extensa que, de ser tratada, nos desviaría del objetivo de esta obra.1 La finalidad de estos comentarios de orden general es ubicar el estructuralismo lingüístico en el contexto de una co­ rriente de pensamiento más general que se ha hecho presente tanto en las ciencias formales y naturales como en las ciencias sociales y humanísticas. Com o puede verse, el uso de la noción de estructura no es exclusivo de la lingüística ni tampoco creación del siglo xx, ya que, adoptando la postura de André Georges Haudricourt (1971:42), en la m edida en que cualquier descripción de una lengua es en algún sentido estructural, la lingüística estructural moderna es una continuación de la lingüística tradicional que nos ha llegado desde la Antigüedad, aunque ciertamente la noción de estructura aparece de manera más insistente desde el siglo xvu, con los 1Los interesados en el tema pueden referirse a los trabajos antes aludidos.

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gramáticos de Port-Royal y con Von H um boldt y Marx en el siglo xix, por sólo mencionar algunos teóricos del lenguaje. Este hecho, sin embargo, no im pide que la lingüística, y en particular la fonología, haya sido tomada como un m odelo de análisis por ciencias como la sociología, la antropología y sobre todo la etnología, tal como lo han señalado Dumazedier, Pierre Bourdieu y Lévi-Strauss (Dumazedier, 1973:47; Lévi-Strauss, 1979:113-140). Ahora bien, la estructura, en la medida en que es una recons­ titución del objeto en términos de una combinatoria — reglas de funcionamiento— es de hecho un simulacro del objeto que hace inteligible el objeto real. Se podría decir, pues, que de una des­ com posición se pasa a una recomposición, como lo hace LéviStrauss en su estudio de la “Gesta de Asdiwal”, en el que primero separa los diferentes niveles en los que el mito se manifiesta y posteriormente los relaciona con una estructura subyacente co­ m ú n a los diversos niveles. Cabe señalar, por últim o, que si bien en un principio se planteó, como lo hace De Saussure cuando dice que “el fenómeno sincrónico nada tiene en com ún con el diacrónico; el uno es una relación entre elementos simultáneos; el otro, la sustitución de un elemento por otro en el tiem po” (Saussure, 1976:162); que lo histórico es incompatible con el análisis estructural, en la actua­ lidad, y sobre todo a partir del trabajo de Hjelmslev (1943), y en particular a través de los conceptos de “esquema” y de “uso” (cf. infra, pp. 161-179). Es decir, la antinomia sincronía/diacronía, tal como la postuló De Saussure y como se ha practicado, ya no es aceptada. Si la noción de estructura ha de tener aplicación gene­ ral, más allá de los objetos que no exhiben transformaciones (Sánchez Vázquez, 1970:74)2 en periodos cortos, ésta debe incor­ porar la noción de cambio y transformación de tal manera que los conceptos de sincronía y diacronía se encuentren en una relación cuya prioridad de una sobre la otra esté definida por la finalidad 2 Según este autor, Marx a m e n ud o recurre a esta forma de exposición en El capital, lo cual quiere decir que el estudio de las transform aciones de una estructura se hace con base en u n conocim iento previo de esa estructura.

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en predisposición, cabalmente, etc. Hay, sin embargo, palabras compuestas que son semejantes a las inñexionales, como en los casos hínsman, ‘pariente’, cuya -s se parece al sufijo del posesivo, pero no lo es. De los ejemplos propuestos por Bloomfield cabe destacar, como él lo hace, que la descripción y clasificación de la estructura de una lengua dependerá de los rasgos característicos de cada lengua, no obstante que en las diversas lenguas com ­ parten algunos rasgos estructurales. Empero, Bloomfield pro­ pone dos criterios clasificatorios: 1) compuestos sintácticos cuyos miembros constituyentes tienen un paralelismo en las construcciones frasales, como en blackbird y black bird (Bloom­ field, 1969:161), cuya distinción se expresa mediante fonemas secundarios. Estas formas las distingue de las asintácticas, cuyos constituyentes no aparecen en una estructura frasal, por ejem­ plo: door-nob, ‘picaporte’, que no aparece como *door nob (el asterisco antepuesto a la palabra indica una forma inexistente); 2) compuestos endocéntricos y exocéntricos. En los ejemplos blackbird y door-nob se trata de u n tipo de pájaro y de un tipo de botón, de manera que el compuesto en su conjunto desempeña la misma función que el constituyente de base. A estas cons­ trucciones Bloomfield las llama endocéntricas. Por el contrario, una construcción como bittersweet, ‘agridulce’, es exocéntrica, pues su función de sustantivo difiere de la función gramatical de los miembros constituyentes, bitter y sweet, que son adjetivos. Relacionados con los recursos de selección, las lenguas emplean con frecuencia los sustitutos, o sea, el remplazo de una forma gramatical por otra de una cierta clase: expresiones sustantivas, adjetivas, adverbiales, etc., que a su vez pueden subdividirse en personales, no personales, m asculino, femenino, neutro, etc., por ejemplo, en las expresiones anafóricas, como Juan se portará mal, como lo hizo Guillermo. Los sustantivos normalmente están ligados con ciertas funciones sintácticas. Los capítulos restantes del libro El lenguaje, importantes en sí — que abarcan aspectos de la lingüística histórica, la geografía lingüística, el contacto interlingüístico— , demuestran la am pli­ tud del conocimiento lingüístico de Bloomfield, y son una mués-

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tra de su contribución a la ciencia del lenguaje en el marco de una preocupación por comprender los sucesos humanos: The methods and results of linguistics, is spite of their modest scope, resemble those of natural science, the domain in which science has been most succesful. It is only a prospect, but not hopelessy remóte, that the study of language may help us toward the understanding and control of human event (p. 509).29 La síntesis de algunos de los capítulos de su libro de ninguna manera remplaza la lectura de una obra tan extensa y rica como El lenguaje. La finalidad es más bien estimular su lectura y demostrar que la preocupación de otros lingüistas de hacer de la lingüística una ciencia que contribuya a otras ciencias es com ­ partida por Bloomfield en todo momento. Algunos lingüistas es­ tadunidenses, al igual que los europeos, han estado en desacuer­ do con algunos de sus planteamientos, pero le reconocen su contribución a la ciencia del lenguaje. No obstante que su actitud científica hacia el lenguaje lo con­ dujo a u n exagerado mecanicismo, fue exitoso al promover una rigurosidad científica en torno al hecho científico, como puede verse en los trabajos de clasificación y descripción de lingüistas posteriores. Con el trabajo de Bloomfield, los lingüistas de la es­ cuela estadunidense tienen las bases teóricas y metodológicas para sus análisis de los distintos niveles del lenguaje: fonológico, sin­ táctico y semántico. Los fonemas secundarios posteriormente se han llamado suprasegmentos; sus reflexiones sobre la transición son conocidas como junturas por los lingüistas contemporáneos, como George Trager-Smith; su análisis de constituyentes se con­ virtió en la moda analítica hasta fines de los cincuenta, periodo en que es severamente cuestionado por los exponentes de la teoría lingüística transformacional. 29 Los m étodos y resultados en lingüística, a pesar de sus alcances modestos, son semejantes a los de las ciencias naturales, el d om in io en el cual la ciencia ha sido m ás exitosa. Ello es sólo un a prospección, pero no desesperadamente remota, de que el estudio del lenguaje nos puede ayudar en el entendim iento y control de los hechos hum anos.

IV EL ESTRU C TU RA LISM O ¡i i ; h f lj'¡ ¡ , fjijj. ¡¡i,¡j}1.( ÍJll'j /M i Wjf¡

Si quisiéramos caracterizar brevemente el pensamiento que guía a la ciencia actual en sus manifestaciones más variadas, no encontraríamos expresión más justa que la de estructuralismo. Cada uno de los conjuntos de fenómenos que trata la ciencia actual es enfocado, no como una yuxtaposición mecánica, sino como una unidad estructural, como un sistema, y la tarea fundamental es descubrir las leyes intrínsecas — lo mismo estáticas que dinámicas— . No es el impulso exterior, sino las condiciones interiores de la evolución, no es la génesis bajo su apariencia mecánica, sino la función, lo que ocupa el centro del interés científico actual.

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• /’ 0nes de Jakobson nos dan a entender que la noción de / f^yiSe ha impuesto en el pensamiento científico contemrazones, sin duda, científicas y filosóficas; esto es, i ¡¡{n una nueva forma de concebir y comprender los fenóf aphcar nuevos procedimientos metodológicos para . g a tal constancia integradora, que niega el principio de las recu­ rrencias. Por ello, jdjelmslev postula que “para cada proceso hay u n sistema correspondiente”,.proceso que es analizable en un n ú m e ro lim itado de elementos, los que a su vez son ordenados

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en clases de acuerdo con sus posibilidades de combinación, y asi­ m ism o, Hjelmslev busca establecer u n cálculo general de las combinaciones posiblesTpp7~l8-2í). La teoría lingüística ,debe ser, sin embargo, ‘^simple”, esto es, que se base en premisas que exige el objeto; y que los resultados se ajusten a los datos empíricos, lo cual no implica el método induc­ tivo, sino que se ajusta a lo que se llama el “principio empírico”; o sea, la descripción debe ser libre de contradicción, autoconse­ cuente, exhaustiva y simple (pp. 20-23). Su rechazo al método inductivo o movimiento sintético (de lo particular a lo general o del componente a la clase) es porque éste no asegura una descripción autoconsecuente y simple, pues los conceptos no son generaIéslügeneralizables más que en la lengua concreta en la que se basan ías~condusioñésTPor ello propone partir del texto para lle­ gar al componente, pasando porTa clase (pp. 24-27). ~ La teoTTaTíngüística es, pues, empírica y metodológicamente deductiva. La teoría entendida como sistema de hipótesis es unidireccional; esto es, el objeto determina y afecta a la teoría, no viceversa; pero para Hjelmslev la teoría es independiente de toda experiencia, es un sistema puramente deductivo, un cálca­ lo de posibilidades. Dicha teoría, en tanto cumple las condiciones de aplicación a ciertos datos empíricos, tendrá mayor grado de generalidad y mayor aplicación a un gran número de datos empí­ ricos; tal teoría es “arbitraria y adecuada”. Así pues, una teoría lingüística define su objeto por medio de premisas arbitrarias y adecuadas; es, por tanto, arrealista en virtud de su arbitrariedad y realista por su adecuación. Tal como se ha definido, la teoría es u n procedimiento que permite describir “autoconsecuente y exhausüvaméríte” un obje­ to y todos los objetos posibles en cierta naturaleza establecida como premisa. La teoría deber ser capaz de descubrir no sólo un texto, s'ino todos los textos concebidos y concebibles en tanto sean de la misma clase, tom ando como base una selección. El conocimiento que proporciona la teoría afecta no sólo a los pro­ cesos sino al sistema o lengua. La teoría debe poder desciihÜL-y predecir no sólo un texto en cierta lengua sino cualquier texto

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rompuesto en cualquier lengua; de ahí la importancia del prin < i|iiu de “selección”. Sólo así se elabora una teoría de aplicabiliclad general. El carácter calculatorio, que se funda en el princi­ pio de la arbitrariedad, es lo que permite el descubrimiento de i tenas propiedades en los objetos y los generaliza mediante (leI¡iliciones; su verificabilidad estriba no en los textos sino en su i arácter autoconsecuente y en su exhaustividad (pp. 30-34). Con base en la definición del objeto de la lingüística (capítu­ lo 1), Hjelmslev desecha la perspectiva trascendente y subraya la inmanente, que permite la identificación de las constantes den­ tro del lenguaje mismo y no fuera de él; es una restricción que permite la ampliación de la perspectiva, pues la estructura des­ cubierta puede proyectarse a los fenómenos que la rodean. La teoría contiene un sistema de definiciones: formales y ope­ ratorias; las primeras sitúan los objetos en relación con otros igualmente definidos; los segundos son de carácter temporal, pero pueden convertirse en formales. La teoría debe, por tanto, contener el menor número de premisas implícitas. En el capítulo 9, en el que subyace la noción saussureana de rapports, Hjelmslev hace hincapié en que lo importante del análi­ sis del objeto no es su división en partes, sino el m odo de aná­ lisis que destaca la idea de dependencias mutuas entre las partes; para él, como para De Saussure, la totalidad no consta de cosas, sino de relaciones. Así pues, las dependencias son de tres tipos: a) interdependencias, dependencias mutuas en las que un término presupone a otro y viceversa, que corresponden a la semiótica denotativa; determinaciones, en las que un término presupone al otro, pero no viceversa, que corresponden a la semiótica connotativa; c) constelaciones, dependencias en las que los términos son com­ patibles, pero ninguno presupone al otro, que corresponden a la metasemiótica; la primera es la función semiótica, o sea, la rela­ ción solidaria que se da entre la expresión y el contenido, enten­ diendo por semiótica el proceso de semiosis; en el segundo caso, el plano de expresión viene dado por una semiótica denotativa; y en el tercero se combinan miembros de paradigmáticas distintas.

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A la interdependencia en el proceso la denom ina solidaridad y complementariedad en el sistema; a la determinación en el proce­ so, selección y especificación en el sistema; a la constelación en el proceso, combinación y autonomía en el sistema (pp. 39-47). El análisis consiste en determinar las dependencias entre las partes de un texto. El análisis parte de la ‘clase’ hacia los ‘compo­ nentes’. A la clase de clases la llama jerarquía, distinguiendo además dos tipos de jerarquías: procesos y sistemas; dentro del proceso, a las clases las denomina cadenas y a los componentes partes; a las clases dentro del sistema paradigmas y a los com po­ nentes miembros. El texto, que es una cadena, se somete a una seg­ mentación en partes, que también son cadenas, las que a su vez son segmentadas hasta agotar la partición. Tomemos por caso la cadena: pet, que al conm utar p por m, e por a, t por n, se obtienen cadenas: pet, man men, pat, pan, met, mat, man, que entran en el proceso lingüístico; pet y man, por ejemplo, entran en relaciones paradig­ máticas, o sea: p e t

'm a n

Esto es, cada uno de ellos es m iem bro del paradigma; el con­ junto forma una clase paradigmática. Ahora bien, entre p, e, t y entre m, a, n, hay una relación de c o nju n ción (tanto... como ); pero entre p y m hay una relación de disyunción (o...o). En lo que respecta al capítulo sobre las funciones, Hjelmslev distingue dos sentidos del térm ino función y asigna al térm ino .un sentido interm edio entre la acepción etimológica y la lógicomatemálica; esto es, la noción de que la entidad lingüistica tiene dependencias con otras entidades, de tal manera que ciertas en­ tidades presuponen a otras; y en su sentido etimológico, la enti­

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dad tiene u n papel definido, tiene una posición en la cadena. Así, una entidad del texto tiene ciertas funciones, o sea, tiene ciertas dependencias con otras entidades; entre la clase y sus componentes hay una función, como las hay entre los com po­ nentes entre sí; a las terminales las llama funtivos, entendiendo por funtivo u n objeto que tiene función con otros objetos. Al funtivo aue_no es función lo llama entidad. Como parte del sis­ tema de definiciones de la teoría, Hjelmslev propone el término constante, que define como funtivo “cuya presencia es condición necesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función” (p. 57) y variable como el funtivo “cuya presencia no es con­ dición necesaria para ía presencia del funtivo con el que tiene función” (p. 57). Así pues, la interdependencia es la función entre dos constantes; la determinación es la función entre una constante y una variable; y la constelación, la función entre dos variables. La función en el proceso es una relación de c o n ju n ­ ción, es una relación, y en el sistema es una correlación, o sea, los funtivos contraen relaciones tanto en el proceso como en el sis­ tema; a los primeros los llama relatos y a los segundos correlatos. La jerarquía del proceso es relacional y la del sistema cor relacional. Si al proceso se le denom ina texto y al sistema lengua, entonces ambos contraen una función que se concibe como una relación o correlación, o sea una función en la que el proceso determina al sistema (p. 62), lo cual no im plica que el proceso exista con independencia del sistema; la existencia del sistema es necesaria para que exista el proceso, o sea que es imposible que exista un texto sin que haya una lengua tras él; en cambio, puede haber una lengua sin que haya un texto construido en ella. Así, u n pro­ ceso textual es virtual; un proceso textual presupone un sistema lingüístico realizado. En el capítulo 12 Hjelmslev distingue entre signos y figuras; los primeros se caracterizan por ser signos de otra cosa, denotan, designan algo, son portadores de significación; las segundas, en cambio, forman parte de un sistema de signos, pero no son signos. Estas ideas parten de la noción de lengua como sistema de signos, lo cual implica el reconocimiento de que tras cada sistema sígnico existe un proceso sígnico. En la cadena

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[in-act-iv-ate-s] se tienen cinco signos diferenciados, cada uno es portador de significación, pero no tienen existencia indepen­ diente; se definen por la posición que ocupan en el contexto, que Hjemlslev clasifica entre el situacional y el implícito. Por su fin, la lengua es u n sistema de signos, pero por su estructura interna es un sistema de figuras que se utilizan para ^ construir signos. ^ En la tradición saussureana, u n signo es una expresión que apunta hacia u n contenido que está fuera del signo; es una enti­ dad generada por la conexión entre una expresión y un con­ tenido; pero para Hjelmslev, más que hablar de signo, prefiere la noción defunción signo, o sea, es la correlación entre una “expre­ sión” y un “contenido”; ambos contraen la función de signo, es decir, hay solidaridad entre la función y los funtivos, que es una definición operativa y formal. Lo anterior quiere decir que los funtivos se presuponen, o sea, “una expresión sólo es expresión en virtud de que es expresión de un contenido, y un contenido sólo es contenido en virtud de que es contenido de una ex­ presión” (p. 75). Estas ideas de Hjelmslev se sustentan en las re­ flexiones de De Saussure cuando dice: Considerado en sí m ism o, el pensamiento es como una nebulosa donde nada está necesariamente delimitado. No hay ideas preestable­ cidas, y nada es distinto antes de la aparición de la lengua... La sus­ tancia fónica no es más fija ni más rígida; no es un molde a cuya for­ ma el pensamiento deba acomodarse necesariamente, sino una materia plástica que se divide a su vez en partes distintas para suministrar los significantes que el pensamiento necesita... El pensamiento, caótico por naturaleza, se ve forzado a precisarse al descomponerse... La lingüística trabaja, pues, en el terreno limítrofe donde los elementos de dos órdenes se com binan; esta combinación produce una forma, no

una sustancia (1976:191-193). Partiendo de los supuestos saussureanos, Hjelmslev sostiene que la sustancia depende de la forma, como lo demuestra con las cadenas del danés, inglés, francés, finlandés y esquimal (p. 77), o sea, que el sentido “informe” se conforma de manera diferente

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c*11 esas lengu as; cad a le n g u a establece sus p ro p io s lím ite s d e n ­ tro de la “m asa de p e n s a m ie n to ” am orfo. El factor c o m ú n a todas las lenguas, si se excluye el principio estructural, es el s e n tid o , el p e n s a m ie n to m is m o , q u e es a n a liz a d o desde m u c h o s p u n to s de vista. A sí, lo q u e d e te rm in a su fo rm a es la f u n c ió n de sig n o . Existe, pues, en el proceso u n a fo rm a del c o n te n id o q u e es in d e ­ p e n d ie n te del s e n tid o , que m a n tie n e u n a re la c ió n arb itra ria con el s e n tid o y le da fo rm a en u n a su sta n c ia del c o n te n id o , c o m o p u e d e verse en los c a m p o s s e m á n tic o s de los colore s, del n ú ­ m ero, del tie m p o , etc. El sig n o q u e d a , pues, expresado de la si­ g u ien te m anera: fo rm a

Signo =

Plano de la expresión _______________________ Plano del contenido

su stancia

=

_____________ su sta nc ia fo rm a

Según lo anterior, la sustancia del c o n te n id o y de la ex presión d e p e n d e del ju e g o de relaciones sistem áticas q u e se d a n entre las lu m ia s q u e c o n s titu y e n el sistem a; es la fo rm a la q u e d e lim ita , n ú auza y da v a lo r a la sustancia fó n ica y se m ántica . 1Ijelm slev p lan tea c o m o c o n d ic ió n necesaria para el análisis el Mili M iram iento en la e stru ctu ra del sig no , an álisis q u e p e rm itirá n » n iiocer las figuras de q u e se c o m p o n e el sig n o y el in v e n ta rio r hecho salta a la vista que no sólo las observaciones de carácter general que nos hemos visto forzados a hacer, sino también los tér­ minos aparentemente más especializados que hemos presentado son aplicables tanto a la lengua natural como al lenguaje en un sentido mutilo más amplio. Precisamente porque al elaborar la teoría se ha i nii'.itlerado la forma lingüística prescindiendo de la sustancia (sen­ il'-li 0, será posible aplicar nuestro mecanismo a cualquier estructura i U> a lorma sea análoga a la de una lengua natural (p. 145). I 4o es, a partir de esta perspectiva (la lingüística) se pueden if'iii "tías perspectivas, de tal m odo que se incluyan otros i=lTi ios de la totalidad global del habla humana, que quedarían Mi luidos desde la primera perspectiva. Estas perspectivas ultei iolrs no ion apéndices arbitrarios de los que se puede precindir, lino que -r imponen como consecuencia lógica e inevitable de la pi iinr i a pr i spectiva; a saber, las premisas anteriores se encua-

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dran en una epistemología general. Así, si bien los ejemplos han sido tomados de la lengua natural, tienen aplicabilidad a otros sistemas de significación o sistemas de figuras con fines sígnicos, sobre todo a partir de conceptos de carácter universal como los de proceso y sistema y que a la vez se sustentan en las nociones saussureanas deform a y sustancia que, como se ha dicho, esta últim a “no puede ser definente de una lengua”. La tarea del lingüista es, pues, determinar el principio estructural del lengua­ je, del cual puede deducirse un cálculo general en forma de tipología cuyas categorías serán las distintas lenguas, los distin­ tos lenguajes (p. 149). En tal cálculo general no se pregunta si se manifiesta, sino si es manifestable en cualquier sustancia; es decir, la sustancia no es un supuesto necesario de la forma \ lingüística, pero la forma lingüística sí es un supuesto necesario de la sustancia. La manifestación es una selección en la que la forma lingüística es la constante y la sustancia la variable; cuan­ do la forma es un lenguaje lo llama esquema lingüístico; la varia­ ble, la sustancia manifestante del esquema lingüístico la denom inauso lingüístico. De tales premisas Hjelmslev define la semiótica como una jerarquía, cualquiera de cuyos componentes admite su análisis ulterior en clases definidas por relación mutua, de modo que cualquiera de estas clases admite su análisis en derivados definidos por mutación mutua. Esta definición obliga al lingüista ^considerar como objeto de estudio no solamente la lengua natural sino tam bién cualquier semiótica, o sea cualquier estructura que sea análoga a una lengua y satisfaga la definición anterior. Da, pues, una am plia­ ción del horizonte del lingüista y lo aproxima a los antropólogos, los lógicos, etc., perspectiva que ya ha sido prevista por De Saus­ sure, quien inscribe a la lingüística dentro de la semiología, aunque De Saussure instala esta nueva disciplina sobre bases sociológicas y psicológicas, pero esto le p ermite_e.sbozar u n a ciencia de la pura form a y a partir de deducciones ve la misma "estructura semiológica en los juegos, como el ajedrez. A este p u n ­ to de vista com ún pueden contribuir las diversas disciplinas: las artes, la literatura, la historia, las matemáticas, la lógica, etc.

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í ‘m ito de estas disciplinas, a la lengua la define como “una para­ digmática cuyos paradigmas se manifiestan en todos los sentidos . r 1 texto, de m odo correspondiente, como una sintagmática ■uya.s cadenas, si se extienden indefinidamente, se manifiestan ??i lodos los sentidos... En la práctica, una lengua es la semiótica á la que pueden traducirse todas las demás semióticas — tanto \m demás lenguas como las demás estructuras semióticas conce­ bibles— Hjelmslev, finalmente, en este capítulo 21, distingue m ire semiótica y no semiótica; en la frontera de ambas se en• u m iia ri los juegos, que se han interpretado de manera difei« rué según se tenga una perspectiva lingüística o logística. Para la primera, u n juego es u n sistema de valores, como los econó­ m ico s, de m odo que el lenguaje, como los juegos y otros siste­ mas de valores, im plica el reconocimiento de la forma del contenido y la naturaleza biplanar del signo, esto es, la interacción entre la forma de la expresión y la forma del contenido; para la segunda, el juego, como el ajedrez, es u n sistema de transfor­ mación, con una estructura semiótica semejante a una semiótit a matemática, tal como lo consideran los matemáticos o los lógicos como H ilbert y Carnap, quienes conciben el sistema de símbolos matemáticos como un sistema de figuras de la expre­ sión del cual queda ausente toda interpretación del contenido. Asi pues, propone el nombre de sistemas simbólicos para deno­ minar “aquellas estructuras que son interpretables (es decir, en rrlación con las cuales puede ordenarse u n sentido del conte­ nido) pero no biplanares (es decir, en las que el principio de sim­ plicidad no nos permite encatalizar una forma del contenido”) (p, 158). M objeto de la teoría lingüística ha sido la lengua natural y más específicamente la semiótica denotativa — aquella semiótica ■it la que ninguno de sus planos es una semiótica— , pero en una |h i spectiva más amplia hay semióticas cuyo plano de la exprei•111 es una semiótica y semióticas cuyo plano del contenido es una semiótica; a las primeras las llama semióticas connotativas y a l a s segundas metasemióticas. Hecho el análisis de la semiótica ils notativa, debe procederse al análisis de la semiótica connota-

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tiva, que es una semiótica que no es una lengua y en la que el plano de la expresión viene dado por el plano del contenido y por el plano de la expresión de una semiótica denotativa; o sea, es una semiótica en la que uno de los planos — el de la expre­ sión— es una semiótica. De lo dicho entonces se deduce que existe una semiótica cUyo plano del contenido es una semiótica o metasemiótica. Hjelfíislev distingue además-P.ntre semióticas científicas y no científicas: las primeras se caracterizan por ser una operación; las segundas no son una operación. Así pues, la se­ m iótica connotativa es no científica y la metasemiótica es una semiótica científica; la Semiología, según la define De Saussure, es una metasemiótica que tiene por objeto una semiótica no cientí­ fica. Así, una metasemiótica es la metasemiótica científica cuyas semióticas objetos sofl semiologías. La teoría lingüística ha de estudiar, por tanto, las semióticas denotativas, así como las connotativas y las metaserUiologías. El punto de partida para la teoría lingüística ha sido una pers­ pectiva inmanentista, que sacrifica la fluctuación y efectúa una restricción temporal, p^ro a través del punto de vista inmanente el lenguaje viene a ocupar una posición clave en el conocimien­ to, pues inmanencia y trascendencia se reúnen en una jerarquía superior; ya no sólo se reconoce el sistema lingüístico en su es­ quema y su uso, en su totalidad y su individualidad, sino también al hombre y a la sociedad humana que hay tras el lenguaje. La exposición de la teoría lingüística de Hjelmslev en unas decenas de páginas de ning un a manera sustituye la lectura de­ tenida de sus escritos, pero sirve de base para una introducción de sus conceptos fundamentales, que han ocasionado reflexiones en otros teóricos y han Sido aplicados en dominios de la lingüís­ tica y de los estudios literarios. Com o en las teorías antes vistas, la glosemática igualmente tiene sus defensores y süs críticos. Para los críticos, el peligro de una teoría tal es la atención desmedida al sistema en sí mismo, sin referencias a su realización concreta, aunada a la creación de una nueva terminología que dificulta la lectura y hace del texto un objeto hermético, aUnque sus críticos le reconocen el gran

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conocimiento filológico que da sustento a sus postulados teóri­ cos. Uno de los críticos es M. Leroy, para quien: Lo que puede temerse es que discípulos... deslum brados incons­ cientemente por fórmulas que no han elaborado ni verificado por sí mismos, se dejen llevar a sustituir una reflexión lingüística sólida y fecunda por una cascada de especulaciones puram ente artificiales, por desprovistas de fundamentos tangibles (1969:122).

Otro aspecto de su teoría fuertemente atacado es el carácter lógico-matemático de su modelo, como reiteradas veces lo sub­ raya el propio Hjelmslev, que dan lugar a que la lingüística una vez más se asimile a las ciencias, y en particular a las llamadas ciencias exactas, con lo cual la lingüística así concebida se aleja del hecho lingüístico que es esencialmente hum ano, vivo, m u l­ tiforme, para hacer de ella un modelo conceptual y formalista. Recordemos sin embargo que la necesidad de sistematización es, en parte, una reacción al atomismo y al carácter fragmentario de las investigaciones tanto del siglo pasado como de muchas de la primera mitad del siglo xx. Todo extremo, sin lugar a dudas, es peligroso. Sin embargo, si bien la teoría lingüística de Hjelmslev está fuertemente im buida del pensamiento lógico-matemático que dificulta su comprensión, debe reconocerse que dicho m o­ delo ha sido aplicado a hechos concretos tanto en la lingüística como en la poética, pero además no hay que olvidar que el mis­ mo Hjelmslev subraya la necesidad de hacer coincidir inm anen­ cia y trascendencia que permita reconocer no sólo al sistema lingüístico sino además reinsertarlo en una totalidad mayor, o '.ea el hombre y su sociedad. De la misma manera como Hjelmslev ha profundizado y lleva­ do a cabo muchas de las reflexiones de De Saussure, sus discípu­ los, como Hans J. Uldall (t 1957), han aplicado la glosemática, como en Outlines of Glossematics. A study in the methodology of the Humanities, I: General Theory (1959), y muy particularmente Eli I ischer-Jorgensen, quien en múltiples trabajos ha dilucidado pro­ blemáticas en torno a la expresión, y en el ámbito francés Knud lugeby, con su trabajo Structure inmanent de la langue frangaise

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(1951); un análisis glosemático del español lo ha llevado a cabo Emilio Alarcos Llorach en Gramática estructural, según la escuela de Copenhague y con especial atención a la lengua española (1951). Finalmente, en el campo de los estudios poéticos o estudios lite­ rarios destacan los trabajos de José Pascual Buxó, quien en Las figu­ raciones del sentido (1984) reúne una serie de trabajos en los que se tiene como punto de partida u n conjunto de reflexiones que provienen de la teoría de Hjelmslev, como es el caso de los tres primeros capítulos del mencionado libro. La aplicación del modelo glosemático a otros objetos, distin­ tos a la lengua natural, demuestra y comprueba lo planteado por Hjelmslev en los tres últimos capítulos de sus Prolegómenos y la aplicabilidad de su álgebra del lenguaje, aunque esto últim o ha sido severamente criticado por sus adversarios.

El modelo contextual Introducción Para hablar de la lingüística británica habría que considerar a dos de los lingüistas más destacados de la primera mitad del siglo xx, concretamente Daniel Jones,10 miembro del Círculo de Praga, y Jo h n Rupert F irth,11 ambos vinculados con la Escuela de Lon­ dres. Sin embargo, obligados a una selección, sólo nos ocupare­ mos de Firth, quien, de manera similar a Hjelmslev, traza las líneas teóricas de investigación lingüística que se conoce como teoría contextual, continuada más recientemente por M. A. K. Halliday y llevada a un grado mayor de formalización al estilo de Hjelmslev. Las reñexiones de Firth, sin embargo, tienen como 10 Entre sus trabajos destaca An outline oj English Phonetic, cuya primera edición data de 1918 y hasta 1976 ha tenido nueve ediciones y cuatro reimpresiones. 11 Cf. F. P. D inneen, An Introduction to general linguistics, H olt Rinehart and W in s to n , Nueva York, 1967:299-325. Jo h n Rupert Firth (1890-1960) fue profesor del inglés entre 1920 y 1928 en la U niversidad de Lahore, en Pendjab, India; en 1938 se incorporó al Departa­ m ento de Fonética del Colegio U niversitario de Londres bajo la dirección de D aniel Jones. En 1944 fue jefe de la prim era cátedra de lingüística general en la Universidad de Londres.

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antecedente los estudios lingüísticos de B. M alinowski, poco conocidos tanto por lingüistas como por antropólogos, los cuales, rn términos generales, se dividen en dos momentos que crono­ lógicamente corresponden a los años 1910-1920 y 1921 y 1940, y se relacionan con dos trabajos: Argonautas del Pacífico occidental ( 1922) y Jardines de coral y su magia (1935). El primer periodo se caracteriza por una mayor exigencia teóri­ ca en la formulación de las relaciones entre la estructura de la so­ ciedad y la vinculación del individuo con ella. En el marco de un espíritu racionalista, Firth acepta la existencia de entidades u n i­ versales y abstractas en teoría antropológica, cuya manifestación adopta formas diferentes en sociedades distintas. En este contexto de reflexiones escribe “Partículas clasificatorias” (1920), que en esencia se refiere al carácter gramatical de una clase de partículas ligadas a los numerales, los adjetivos y los demostrativos que aparecen en los sustantivos de la lengua kiriniana. Pero de mayor trascendencia, tal vez, es su insistencia en la necesidad de desarrollar una teoría semántica que permita a los lingüistas ahondar en la estructura del lenguaje; que haga posible explicar hechos gramaticales de carácter particular y u n i­ versal. Más importante aún es que para Firth tal teoría semánti­ ca tendrá que estar obligatoriamente conectada con la teoría etnográfica, ya que el significado del acto de habla depende en parte de lo que es la cultura — tema que desarrolla am plia­ mente— . Estas ideas, como puede verse, están relacionadas con el pensamiento hum boldtiano del siglo xix y con el de Sapir, quien igualmente hace hincapié en la importancia de la relación del lenguaje con la cultura (cf supra, pp. 88-90). Precisando aún más su planteamiento, para él el mero análisis formal no es sufi­ ciente en la descripción del lenguaje; se requiere tomar en cuen­ ta el significado, o sea que el análisis formal no profundiza en las distinciones que pueden corresponder a la concepción del m u n ­ do de una determinada sociedad. Dice expresamente: But the analysis of m eaning again lead us often to ethnografic description, w hen defining the m eaning and function of several of

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the formatives, we had to make excursions into ethnography, descri­ be customs and State social conditions (Langendoen, 1968:10).

Este llamado a la etnografía, al que se recurre m ucho en el artículo m encionado, sirve para subrayar la importancia de la relación del lenguaje con la cultura. En Argonautas del Pacífico Malinowski hace una exposición de la teoría etnográfica en la que la teoría semántica ocupa una parte importante. Su teoría etnográfica comprende tres principios metodológicos básicos que corresponden a tres aspectos de la vida social: 1) la necesidad de una descripción de la organización de la sociedad y su cultura; 2) una caracterización del com por­ tamiento típico de los individuos de dicha sociedad (cómo expresan sus sentimientos, sus emociones, etc.); 3) una com pila­ ción de las narraciones de esa sociedad o, como él dice, “documents of native mentality”. En este trabajo Malinowski reconoce la existencia de estilos diferentes que responden a intenciones distintas. Así, el lenguaje de textos mágicos es u n uso especial del lenguaje que se distingue del lenguaje ordinario — que según él sirve para comunicar ideas de un sujeto a otro— , posición que más tarde rechazará en el artículo, “The problem of meaning in primitive languages” (1923), pues ahora propone que el lengua­ je de textos mágicos es una muestra del uso básico y primario y que su función de comunicar ideas es un tipo especial; o sea que el lenguaje, en su función primaria, debe verse como un “modo de acción”, en vez de concebirlo como una contraseña del pensa­ miento. De ahí que el significado no se desprende de la concate­ nación de las entidades del lenguaje sino del contexto situacional en el que se producen, esto es, la necesidad de ir más allá del texto para desentrañar el significado. En la obra del segundo periodo, M alinowski introduce tres nuevas ideas en su teoría semántica, todas ellas relacionadas con la idea de que el objetivo es la interpretación de textos. La pri­ mera idea se refiere al contexto de los datos lingüísticos: To us, the real linguistic fact is the full utterance w ith in its context of situation (Langendoen, 1968:31).

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El segundo punto concierne a la oposición de un segmento tónico en distintos contextos, que para él no es una sola palabra sino dos unidades; por tanto, tienen significados diferentes. Pero el significado lo explica en términos behavioristas, como Bloomfield: By meaning 1 understand a concept embodied in the behavior of the natives, in their interests, or in their doctrines (Langendoen, 1968:32).

Tercero, para desambiguar u n enunciado hay que recurrir al contexto de la situación. Sin entrar en la problemática en torno a su concepción del significado y sus razonamientos de naturaleza psicológica, lo que hay que retener es su noción de “contexto situacional”, que es tomada por Firth, pero para significar la “totalidad del contexto cultural”, en el cual se inserta el acto de habla, como de hecho lo plantea el propio Malinowski en su segundo mom ento (1935).

La teoría de J. R. Firth Sus ideas iniciales. La teoría contextual, según la concibe John Rupert Firth, es una combinación del estructuralismo funcional en una perspectiva sociológica del lenguaje, esto es, el estudio del lenguaje en contexto según las enseñanzas de B. Malinows­ ki, aunque hay una superación en su m odelo, pues distingue niveles lingüísticos tal como lo hace Ferdinand de Saussure; a saber, igualmente postula las nociones de sistema y estructura que posteriormente serán retomadas por M. A. K. Halliday, destaca­ do neofirthiano eje la Escuela de Londres. Ambos conceptos, junto con el de coktexto constituyen las ideas más importantes de esta primera etapa de su teoría, pero que redefine como contex­ to situacional para diferenciarlo de los contextos fonológicos, morfológicos, léxicos y sintácticos ya firmemente establecidos en la lingüística moderna. Para él, el objeto de la lingüística es el lenguaje en uso. En el marco de estas ideas, los fonemas deben

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ser estudiados en relación con las palabras, planteamiento que viene directamente de D aniel Jones: A phoneme may be described roughly as a family of sounds consisting of an important sound o f language (generally the most frecuently used member of that family) together with other related sounds which take its place in particular s o u n d sequences or under particular conditions of length or stress intonation (Daniel Jones, 1967:49).

Si la diferenciación de los pares de fonemas se manifiesta de lanera consistente en los niveles del lenguaje (léxico, m orfo­ lógico y sintáctico), éstos tienen entonces una “función mayor” (Langendoen, 1968:38), p u n to que ya había sido planteado con arUerioridad por Sapir y Bloomfield, pero Firth los supera en la hedida en que subraya que son los rasgos de los fonemas los que establecen las oposiciones, lo que también ya había sido señala­ do por Trubetzkoy (cf. supra, pp. 142-144). El reconocimiento que u n vocablo puede ser am biguo en u n nivel pero no en otro, lo lleva a postular la existencia de jerarquías en el lenguaje. Así, si la ambigüedad de u n sustantivo no es resuelta ".n el nivel m orfológico, puede resolverse en el contexto situucional espe­ cífico. Cabe remarcar que los contextos fonológicos en Firth son: lnicial y final de palabra, posición intervocálica, en posición explosiva e implosiva; al igual que los lingüistas estadunidenses ^ su época, los grupos consonánticos son considerados como uriidades. Con respecto a sus ideas sobre temas semánticos, para Firth el COíUexto de situación comprende la situación cultural en su con­ junto, así como la historia personal de los participantes de la COrnunicación, pero reconoce la dificultad en asignar una inter­ pretación semántica a los enunciados a partir de postulados tan generales. Para resolver la problemática, introduce la noción de S1tuación de contexto típico” que define como la situación social en la que se encuentran los participantes de la com unicación, concepto que se basa en la premisa de que u n sujeto sólo puede desempeñar un núm ero finito de papeles sociales y por tanto

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ólo puede intervenir en un número finito de situaciones de con­ texto. Así pues, define a la semántica como la clasificación de los enunciados de una lengua en situaciones de contexto típico, definición que para Palmer no tiene aplicación más que para hablar de estilos lingüísticos. De lo dicho en relación con los fonemas y la desambiguación, se desprende que Firth reconoce la contribución de De Saussure y Hjelmslev en torno a los conceptos de estructura y sistema: s i s e s t r u c t u r a e m a El primero se ocupa de las relaciones sintagmáticas entre los elementos que entran en la cadena; al segundo pertenecen las relaciones paradigmáticas entre unidades conmutables, ambos sujetos a un análisis del contexto situacional. Así, pues, propone dos tipos de relaciones: a) internas del texto mismo, que a la vez subdivide en sintagmáticas y paradigmáticas; b) internas dentro del contexto de situación, también clasificadas en: i) el texto en su relación con los constituyentes no verbales; ii) relaciones analíticas entre palabras, iii) partes de palabras y iv) los consti­ tuyentes específicos dentro de una situación. Las ideas del peñodo 1948-1960. En esta segunda época de sus reflexiones lingüísticas, Firth conservó más o menos las mismas ideas que había formulado en el periodo previo a 1944. Durante este tiempo, sin embargo, sus estudiantes y colegas llevaron a cabo descripciones lingüísticas importantes sobre nivel fonológi­ co. Así, si en el primer momento el análisis fonológico implicaba enlistar los contextos fonéticos y enumerar las entidades sustituíbles en una determinada posición contextual, en 1948 propone un acercamiento prosódico para el análisis fonológico, pues ahora

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sostiene que la fonémica subraya las relaciones paradigmáticas; una generalización basada en estos criterios resulta, por tanto, inadecuada para dar cuenta de la fonología y la sintaxis, enten­ diendo por unidades Jonemáticas las entidades sustituibles en las diversas posiciones de las distintas sílabas-tipo, las cuales normal­ mente se representan en términos fonéticos (Alfabeto Fonético Internacional). Por ejemplo: /k/ es velar, sorda, fricativa, etc., descripción que se distingue de la fonémica, la cual explícita la realización según el contexto lingüístico en el que aparece, por ejemplo: /key/f ‘llave’, es adelantada en el contexto de vocal ante­ rior, aspirada en posición inicial de sílaba o palabra, etc. Para Firth la diferencia entre el fonema como unidad y la unidad fonemática radica en la prosodia, esto es: fonema-prosodia = unidad fonemática Al reformular su teoría, Firth descarta el criterio que había adoptado de Jones, a saber, que la palabra es el límite superior contextual relevante para el análisis fonológico. Propone ahora la com binación de palabras (frases y oraciones); pero va más lejos, ya que sostiene que la oración no es la unidad básica del lenguaje, sino el texto en una situación de contexto. Estas entidades fonemáticas son las que se sustituyen en las distintas posiciones silábicas a las que llama unidades prosódi­ cas. Propone asimismo que los hechos fonológicos ligados a la transición entre palabras y frases igualmente deben expresarse en términos prosódicos. Dice además: W e are accustomed to positional criteria in classifying phonem atic variants or allophones as initial, medial, intervocalic, or final. Such procedures makes abstraction of certain postulated units, phonemes, com prising a scatter of distributed variants (allophones). Looking at language material from a syntagmatic point of view, any phonetic feature characteristics of and peculiar to such positions or junctions can just as profitably, and perhaps more profitably, be stated as prosodies of the sentence or word (Langendoen, 1968:51).

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Según esto, cualquier rasgo fonético que esté de alguna m a­ nera contextualmente condicionado puede ser expresado en tér­ minos prosódicos, o sea, el análisis prosódico puede verse como una forma notacional para expresar reglas fonológicas sensibles al contexto. Para Firth y otros de la Escuela de Londres, el análi­ sis prosódico se ha basado en dos principios generales: a) no se presuponen universales fonológicos, sino que las unidades sur­ gen de la lengua analizada; b) el análisis no es más que una clasi­ ficación del corpus. Si bien considera que el análisis debe proceder del contexto situacional al fonético y no del nivel fonético al situacional, para Firth lo más importante es en todo caso el análisis prosódico. La perspectiva de Firth, que se conoce como “análisis polisistemático” y destaca las nociones de sistema y estructura, se dis­ tingue de la estadunidense, conocida como “monosistemática”, en la medida en que ésta se sustenta en el criterio del contraste léxico m ínim o y aquélla trasciende el nivel de la palabra, y pone en entredicho el análisis bloomfieldiano que opera básicamente con la noción de función diferencial del signo lingüístico tanto en el plano fonológico como en el gramatical. Esto es, cuestiona la validez de basar la fonología en la distinción entre el léxico y la gramática, con lo cual también critica las dicotomías con las que ha trabajado la lingüística estructural: fonema-alófono, fonologíamorfofonémica, morfología-sintaxis, etc. Si el análisis prosódico permite identificar unidades de un nivel y correlacionarlas con otras en otros niveles, este procedimiento es entonces más adecua­ do, pero en la medida en que el análisis se apoya en la situación de contexto, y dado que las situaciones pueden ser infinitas, ello hace que el método no esté sujeto a u n control. El análisis, por tanto, puede considerarse subjetivo. Las objeciones de Firth al estructuralismo bloomfieldiano coin­ ciden con las que Chomsky da a conocer en 1957 en Estructuras sintácticas, pues ambos cuestionan la validez del análisis fonológi­ co basado en los constituyentes inmediatos, así como la distinción entre morfología y sintaxis. Pero, a diferencia de Chomsky, la pers­ pectiva de Firth es situacional, en tanto que la de Chomsky es de naturaleza intralingüística.

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EL ESTRUCTURALISMO

El estructuralism ^113^ 100 firthiano es continuado por M. A. K. Halliday y los neü^lrt^ anos. quienes conceden atención espe­ cial a la jerarquía áC *os niveles del lenguaje. Así pues, el análisis lingüístico incluye siguientes etapas:

2. Estructural

sustancia

1 J

fónica gráfica

forma

1

gramática léxico

1 contexto

3. Contextual

extratextual /

lingüístico no lingüístico

De los tres aspect°5anteri° res cabe destacar el estructural, que abarca cuatro categ°rias fundamentales: 1) la unidad, que está integrada por una o varias unidades de rango inmediatamente inferior: el periodo por oraciones, la oración por grupos (sintag­ mas), etc.; 2) la esíritfíura>que es la organización sintagmática de elementos ordenado5en posiciones determinadas, o sea es el conjunto de unidad£sen relaciones sintagmáticas; 3) la clase, que se define en función ^ Ia estructura de la unidad superior y no de su propia estruct^3 (paradigma); 4) el sistema, que en este caso se refiere a las categorías gramaticales con u n número lim i­ tado de términos; ^categorías léxicas corresponden al ámbito de la elección abierta Para concluir, me P3recen convenientes unas líneas que apare­ cen en “Synopsis of linguistic theory” (XII): The synopsis prese!*15'11 o u tline a general linguistic theory applicable to particular l in j^ ic descriptions, not a theory of universals for general linguistic cjescription (...) The business of linguistics is to describe lan g u ag e s,^ t^e rnainfeatures of the theory (...) should produce the m ain strlictural framework for the bridges between different languages andcllll:ures-

EL ESTRUCTURALISMO

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Tal posición, como se verá más adelante, contrasta con las ten­ dencias que predominarán en el periodo generativista, pues los impulsores de esta corriente sostienen que existen ciertos nive­ les lingüísticos que son los que establecerán los nexos entre las lenguas y las culturas.

V EL MODELO GENERATIVO TRANSFORMACIONAL

I n t r o d u c c ió n

De en tr a d a uno puede preguntarse: ¿por qué asignar al estudio de este modelo u n capítulo independiente, a partir de lo que parece ser u n criterio geográfico? Debo aclarar que no se está oponiendo la lingüística estadunidense a la europea; en ambas hay líneas paralelas, pero tam bién hay diferencias que las par­ ticularizan. No obstante, la lingüística estadunidense exhibe ca­ racterísticas m uy especiales que la distinguen de las corrientes europeas. En primer lugar, la lingüística estadunidense se ha vis­ to m otivada por razones pragmáticas que la han inducido al estudio de las lenguas indígenas en su relación con la cultura, la religiórT, lo7m itos y las tradiciones, o sea, la lingüística ha esta­ do al servicio de la antropología, lo cual ha dado como resultado descripciones lingüísticas de lenguas indoamericanas tanto en Estados Unidos como en otros países de América Latina. Estas preocupaciones, como hemos visto anteriormente (cf. pp. 67103), a su vez han contribuido de manera notable a la teoría general de la lingüística, sobre todo a partir de las formulaciones de Sapir y de W horf, no obstante que el estado actual de la teoría del relativismo lingüístico aún no se ha esclarecido plena­ mente. En segundo lugar, los estudios lingüísticos se han vincu­ lado con la psicología, como puede verse en las reflexiones de Bloomfield. Se notan, sin embargo, grandes semejanzas en los principios teóricos y los métodos seguidos por los lingüistas del continente europeo y del americano. Que haya habido dependencia de parte de los lingüistas estadunidenses o que su desarrollo haya sido independiente no tiene importancia. Lo que sí cabe destacar es que ya desde 1914 y 1921, con los trabajos de Bloomfield y 190

EL MODELO GENERATIVO TRANSFORMACION AL

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Sapir, la lingüística estadunidense hace hincapié en la noción de .sistema’, en la distinción entre ‘forma’ y ‘estructura”; lo que Sapir denomina “pautas fonéticas” son los fonemas o rasgos distintivos de los lingüistas europeos. Recordemos asimismo que de las aportaciones de Bloomfield destaca la noción de transición, etc. Sus reflexiones tanto en el plano fonético-fonológico como en el sintáctico han sido la base de los estudios lingüísticos estadunidenses, por lo menos hasta 1957, año en que Noam Chomsky da a conocer Estructuras sin­ tácticos; es fundador del análisis de constituyentes inmediatos que prevalece hasta la aparición del modelo transformacional. W. Nelson Francis, por ejemplo, en The structure of American English (1954), en sus análisis estructurales del inglés aplica el método de constituyentes inmediatos (pp. 292-497) [Nelson, 1958]. Una línea de desarrollo también importante es la que formula Keneth L. Pike,1 que se conoce como tagmémica.2 Con este méto­ do lleva a cabo análisis fonéticos y gramaticales. Para la identifi­ cación de las unidades, Pike emplea los criterios de similitud y distribución. Más recientemente, lingüistas como Walter A. Cook y W illiam R. Merrifield le han puesto una nueva vestimenta a la tagmémica para adecuarla a la modo generativista transformacional. Cabe apuntar que este modelo está sustentado en el trabajo empírico de las lenguas indoamericanas. Según Merrifield: Tagmemic analysis is a theory of languages w hich results in the production of tagmemic grammars. This theory contains a well developed

set of discovery procedures for determining units and constructions of language and well developed notational system for form ulating ihe results of this discovery (...) This m odel is a generative machine w hich m ust generate at least all of the original data, and w ich may gonerate new data, data w hich can in turn be verified or rejected.3 1 lintre sus libros destacan Phonemics. A technique fo r reducing languages to Wilting (1947); Tone languages. A technique fo r determining the number and types oj ¡mi h constrasts in a language (1948). 1 Monograph Series of Languages and Linguistics, n ú m . 20, 1967, Georgetown I JnlVcrsiiy, p. 27. ' C o m o sabemos, el m orfem a abarca n o sólo los elementos inflexionales i ¡itclijos, sufijos e infijos), sino además los semantemas (temas o raíces); aunque

192

EL MODELO GENERATIVO TRANSFORMACIONAL

El método es esencialmente inductivo, se basa en la observa­ ción directa de la actuación lingüística del hablante a partir de la cual se formulan las hipótesis sobre la estructura lingüística, o sea la competencia subyacente del hablante, la cual se verifica con los hablantes nativos de la lengua en cuestión. Si bien el análisis de Pike lo efectúa tanto en el plano m or­ fológico como en el fonético, considera, sin embargo, que el primero debe preceder al segundo, ya que para él el fonetista debe conocer los morfemas y los límites entre éstos antes de seg­ mentar el continuo fónico en las partes constituyentes. Charles E Hockett critica la perspectiva mecanicista de Bloom­ field en Manual of phonology (1955), cuando sugiere que la rela­ ción “E” y “r” y entre “e” y “R ” es más bien probabilística, no determinística. Este autor considera que el lenguaje está consti­ tuido por cinco subsistemas: gramatical, fonológico, morfofonémico, semántico y fonético. Com o puede verse, hay diferencias entre las distintas concep­ ciones de los lingüistas estadunidenses, como las hay entre éstos y los europeos. Al respecto, por ejemplo, los estructuralistas estadu­ nidenses distinguen entre fonemas “segmentales” (vocales y con­ sonantes) y fonemas “suprasegmentales” (acento, entonación, etc.), mientras que los europeos emplean el término prosodema para los segundos. En contraste a la oposición de Hochett, Zellig S. Harris (1951) se propone la elaboración de una teoría lingüística que no recurra al significado. Para él, la descripción lingüística debe incluir: a) el inventario de los elementos estructurales del lenguaje; b) el esen este p u n to no hay plena coincidencia en la lingüística estadunidense, com o es el caso de Charles F. Hockett, para quie n el m orfem a es un a “u n id a d de contenido”, con lo cual se vincula m ás bien con la glosématica de Hjelmslev. [El análisis tagm ém ico es una teoría de los lenguajes que tiene com o resultado la p ro d u c c ió n de gramáticas tagm ém icas. Esta teoría contiene u n c o n ju n to bien desarrollado de procedimientos de descubrimiento para determinar las unidades y construcciones de una lengua y u n sistema notacional m uy desarrollado para expresar los resultados de la investigación (...) Este modelo es una m áq u in a ge­ nerativa que debe generar po r lo m enos todos los datos originales y que puede generar nuevos datos, datos que a su vez pueden ser aceptados o rechazados.] (La traducción es m ía.)

E L MODELO GENERATIVO TRANSFORMACION AL

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tfhledm iento de las reglas de distribución. Igualmente, distingue dna planos del lenguaje: el fonológico y el morfológico. El critei ti» que emplea es el de la similitud entre formas. El estudio de la distribución le permite identificar los “elementos discretos” del U i ¡guaje, o sea las distinciones fonémicas, lo que a su vez le peritiíIr establecer las clases de distinciones. Com o puede verse, lo fundamental en Harris es el criterio de distribución y similitud hífirmiitica. Su rigurosidad y coherencia es el antecedente in■ >!< .líalo del análisis transformacional que está por manifestarse, * •iino él mismo plantea (1957): 4 dos o varias construcciones, con las mismas clases no aparecen t on los mismos grupos de miembros de estas clases, en el mismo >nntexto oracional, decimos que las dos construcciones son transfoimaciones, una de la otra, y que cada una de ellas puede ser derivada de la otra por medio de una transformación particular. Junto con Hockett y Harris, Bernard Bloch y George L. Trager ■! 'J42), entre otros, constituyen la Escuela de Yale. Éstos, a difeii tu la de Harris, igualmente hacen hincapié en el componente sí mam ico. El descriptivismo lingüístico, también conocido como í iiriu luralismo analítico inductivo, ha sido severamente cues¡í. mado, no sólo por su alejamiento del significado, sino también ¡■ ■ ■ i iu hincapié lógico-matemático, pero además por su inca-|Hi idad de mostrar las relaciones existentes entre los niveles del L íiguaje, por su estatismo, no obstante su propuesta de un tinrtllsis iransfrástico (Harris, 1969). i »imt* part, elle nous permet de dépasser la limitation á la phrase de U linguistique descriptive. Alors que nous ne puvons pas definir la i!i=aill>uuon des phrases dans un ensemble arbitraire de phrase pñse ■ ¡siiis une langue donné, nous pouvons obtenir des résultats précis §m i r 11 ai ii relations dépassant les limites de la phrase si nous ne ■tüisldérons que les phrases d’un seul discours suivi c’est á dire, • t iIr i qui ont été prononcées ou écrites les unes á la suit des autres pai unr ou plusieurs personnes dans un seul situation.4 ! i " i u n hiili) nos permite transponer los lím ites de la fase de la lingüística t ij'|¡v4 l'iu it o que no podem os definir la d istrib ución de las frases en un

194

EL MODELO GENERATIVO TRANSFORMACIONAL

La perspectiva lógico-matemática del distribucionalismo harrisiano, sin embargo, es reconocida y adoptada por Chomsky, como explícitamente se manifiesta en su libro The logical structure of lin­ guistic theory, redactado entre 1951 y 1955, pero sin publicarse íntegramente. De este trabajo, baste decir que se subraya un método deductivo que rechaza la limitación empírica que impone el acercamiento inductivo — característico del distribucionalismo— ; que se tiende a una modelización dinámica, a una teoría de las funciones recursivas y a una teoría de los autómatas. Esta nue­ va teoría igualmente rescata del distribucionalismo el carácter “explícito”, o sea la noción de “entorno” lingüístico; a saber, la naturaleza relacional de las categorías, pero no en el marco de un corpus, sino en el contexto de la lengua, que no es un conjunto de enunciados sino u n “saber” o “competencia” lingüística. Según lo anterior, el surgimiento de la teoría generativa transformacional es una crítica a las teorías estructuralistas de las distintas tendencias estadunidenses, aunque incorpora y reconoce algunas de las reflexiones de Harris; es u n retorno al pensamiento carte­ siano y humboldtiano, como veremos más adelante. Ahora bien, para abordar la teoría o gramática generativa transformacional (en adelante g g t ) lo haré tom ando en cuenta los tres momentos de la teoría chomskiana: a) el periodo de las Estructuras sintácticas; b) el de Aspectos de una teoría de la sintaxis, y c) el posgenerativismo.

E structuras

s i n t á c t ic a s o m o d e l o t r a n s f o r m a c i o n a l

Desde sus comentarios iniciales, Chomsky5 reconoce que ía formu­ lación de su teoría ha incorporado ideas de Harris, N. Goodm an, W. V Q uine y Morris Halle; este últim o coautor con Chomsky c o n ju n to arbitrario de frases en un a lengua dada, podem os obtener resultados precisos bajo ciertas relaciones que rebasan los límites de la frase si no conside­ ram os más que las frases de u n solo discurso seguido, es decir, aquellas que son p ro nu n ciadas o escritas las unas seguidas de las otras, p o r u n a o varias personas en una sola situación. 5 C ito la e d ició n de Estructuras sintácticas, Siglo X X I, 1978. Al referirme a este libro, sólo m encionaré las páginas.

EL MODELO GENERATIVO TRANSFORMACIONAL.

195

del libro The sound pattern ojEnglish (1968). De entrada plantea -[+sonoro], la cual transforma [sm] en [zm], (sn] en [zn], etc., esto es 43. [-i-continuo] ---- [+sonoro] en el contexto [+sonoro], como en los casos mismo: [mizmo]; los monos: [loz monos]. Unas muestras de fonología generativa aplicada al consonan­ tismo del español las encontramos en las tesis doctorales Spanish phonology de James Harris y “Contribución a la delim itación de zonas dialectales de México. Diez poblaciones de Oaxaca y de Guerrero”, Adrián S. Gimate-Welsh. Harris (1971) aborda cier­ tos problemas clásicos de la fonología española partiendo de las descripciones que Tomás Navarro Tomás hace de la [i], la [y] y la [y], los cinco estrechamente relacionados entre sí por su pare­ cido articulatorio, acústico y por su alternancia de unos con otros. Según Harris, para la mayoría de los lingüistas bloomfieldianos, dichos segmentos constituían dos fonemas distintos: li] al fonema N y [y] y [y] al fonema /y/; aunque se consideraba que

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2 1V

[i) y [j] eran alófonos, no hubo consenso, sin embargo, sobre si pertenecían al fonema vocálico o consonántico. Según Harris, descartando el principio estructuralista de la fonemización de estos segmentos u otros, y partiendo de los principios de la fo­ nología generativa, se pueden explicar estos y otros puntos pro­ blemáticos de manera más explícita y formal, por ejemplo: 44. i ------ /V-V (consonantización optativa), en palabras como hoyo, ayer, etc., que fonológicamente nos da: /oyo/, /ayer/ o bien /oio/, /aier/, pero que en un contexto diferente como [-consonántico], la /y/ se mantiene: /oyuelo/, esto es: 45

i -------

y /V ------ - [-consonántico],

donde el rasgo [-consonántico] es com ún a la clase vocálica y a la semivocal o semiconsonante. Al observar las realizaciones de [ij se percata uno de que ésta remplaza toda i inacentuada, precedida o seguida de otra vocal, a saber: 46. i

í

i

--------
V + (obj) + (dativo) + (locativo) + (comitativo) + (instrumental) + (agente)

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231

Su planteamiento, en términos generales, es que la oración sim­ ple consta de un verbo y un conjunto de sustantivos en diferentes casos e n el sentido de la estructura subyacente; en la estructura superficial a veces se mantiene la diferencia, pero a veces desa­ parece. Existen, no cabe duda, otros cuestionamientos de la naturaleza antes anotada, pero éste no es el espacio para revisar exhaus­ tivamente la teoría generativa ni sus críticas. Baste el ejemplo men­ cionado y pasemos a los cuestionamientos de orden filosófico.

Cuestionamientos de índole filosófica Quiérase o no, la lingüística, como las demás ciencias humanas, se enfrenta actualmente a la problemática de las relaciones entre ciencia e ideología. En esta discusión por tanto se ven involucra­ dos los conceptos de las diversas ciencias, sus perspectivas epis­ temológicas y sus consecuencias político-ideológicas. La lingüís­ tica, en sus diversas orientaciones, no está al margen de tales discusiones. Al respecto, la teoría generativa igualmente se ha visto inmersa en un conjunto de cuestionamientos que parten de críticas a su marco epistemológico: su mentalismo, su encuadre racionalista y su postura innatista y creadora del lenguaje, que lo enfrentan al conductismo, el empirismo y aún al marxismo.

El mentalismo chomskiano Sin lugar a dudas, la teoría generativa se opone a la lingüística taxonómica, que funda su teoría en los sucesos físicos obser­ vables. En ésta, la clasificación de los elementos del sistema, en cualquiera de sus niveles, no llama, en n in g ú n m om ento, a las capacidades o procesos mentales del hablante. Esta filosofía del lenguaje, catalogada de antimentalista, no es nueva en la histo­ ria de la lingüística; Bloomfield, en Language, critica el mentalismo lingüístico de su época:

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The mentalistic theory, which is by far the older, and still prevails both in the popular view and among men of science supposes that the variability of human conduct is due to the inference of some nonphysical factor, a spirit or will of mind that is present in every human being. This spirit, according to the mentalistics view, is entirely different from material things and accordingly follows some kind of causation or perhaps none at all (p. 32).9 En esta crítica, Bloomfield cuestiona el mentalismo por su incapacidad de hacer posible la predicción y explicación de la conducta lingüística en términos de leyes causales, asunto que más tarde reforzará cuando hace hincapié en que la ciencia se ocupa solamente de sucesos observables en el tiempo y en el es­ pacio — como el conductismo— (Lyons, 1970:30). Según Bloom­ field y sus seguidores, esta versión del mentalismo no satisface las exigencias metodológicas de otras ciencias. Lo que se reafir­ ma es una concepción empirista de la ciencia y en particular de la ciencia lingüística en su versión taxonómica, cuestionada por Chomsky. Para u n mentalista como Chomsky, las teorías pura­ mente lingüísticas no pueden predecir ni explicar exitosamente los hechos de la actuación lingüística sin referirse a sucesos men­ tales, capacidades y procesos del hablante; una teoría mentalista explica todo lo que explica una teoría taxonómica, pero además todo aquello que está fuera de su alcance. La teoría mentalista es más adecuada porque sistematiza el mayor núm ero de hechos. Como sabemos, para argumentar el punto es necesario esclarecer qué se entiende cuando se afirma la necesidad de la referencia a los procesos mentales. En primer lugar, el mentalista supone que en la base de la capacidad de com unicación del hablante existe un mecanismo que es idéntico para todos los hablantes — que es el que efectúa el proceso de codificación y decodificación de los 9 La teoría mentalista, que es la más antigua, y todavía prevalece tanto en el punto de vista popular como el científico, supone que la variabilidad de la con­ ducta humana se debe a la inferencia de algún factor no físico, un espíritu que está presente en cada ser humano. Este espíritu, según el punto de vista m en­ talista, es culturalmetne diferente de las cosas materiales y aparece, en conse­ cuencia, algún tipo de causación o quizá ninguno.

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mensajes verbales— . Por ende, la teoría debe develar ese mecanis­ mo y explicar los hechos de comunicación lingüística. El entendi­ miento, como en las demás ciencias, lo alcanza el lingüista me­ diante la construcción de un modelo del sistema — que contiene hipótesis de fenómenos observables— . El mayor poder descriptivo y explicativo de la teoría mentalista — frente al taxonómico;— se Ianda en lo que anteriormente hemos visto como competencia y actuación lingüística. En síntesis, la concepción taxonómica des­ cribe los enunciados de una lengua con base en un corpus que es finito; la mentalista hace eso mismo pero también explícita cómo se lleva a cabo el proceso de comunicación y cómo se adquiere y desarrolla esa habilidad comunicativa.

í:l antineopositivismo de Chomsky liemos visto cómo el trayecto de la lingüística estructural nos ha llevado al reconocimiento de la necesidad de la primacía episte­ mológica del estudio de la lengua como estructura formal: de De Saussure al Círculo Lingüístico de Praga y al Círculo Lingüístico de Copenhague, del Circulo Lingüístico de Praga al funcionalismo martinetiano y jakobsoniano, de Bloomfield a Zellig Harris, y de éste a Chomsky. En el interior de estos círculos, en particular el funcionalista, lengua y literatura van unidas, como hemos visto en las tesis del Circulo Lingüístico de Praga, pero paulatinamente se va estableciendo una diferenciación y una autonomización del lenguaje poético frente a la lengua, tendencia que es nítida en el Circulo Lingüístico de Copenhague, pues aquí cualquier referen­ cia a la literatura queda excluida; sólo la lógica matemática se toma en cuenta, con la finalidad de elaborar una teoría lingüística u n i­ versal. De ahí que se considere que la glosemática es una radicalización abstracta y logicista del pensamiento de De Saussure. Estas tendencias se relacionan con dos tipos de discurso que emanan de los trabajos del Circulo Lingüístico de Praga y del Círculo de Viena o neopositivismo lógico, cuyas cabezas más vi­ sibles son R udolph Carnap en Europa y en América Bar-Hillel,

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quien en 1954 polemizó con Noam Chomsky, debate que de alguna manera encarna el pensamiento contradictorio de Wittgenstein (el del Tractatus de 1918 y el de las Investigaciones de 1953). Se oponen el “discurso logicista” — de la ciencia— y el de los lenguajes autónom os: de la lingüística, de la poética, de la filosofía, etc. Pero la reacción al neopositivismo lógico no es exclusiva de Chomsky; una de las voces que se levanta con ante­ rioridad en contra del neopositivismo es la de Karl Bühler, quien bajo la influencia de Husserl rechaza la concepción logicista del lenguaje porque ignora la especificidad de la lengua natural. Bühler es quien elabora una teoría del lenguaje — de naturaleza semántica— fundada en la función representativa, la función expresiva y la función apelativa; más tarde Jakobson incorporará la función poética, entre otras. En 1939, con el nazismo, los círculos se disuelven. Algunos de sus miembros, que ya llevan la semilla de la contradicción, la ma­ nifiestan en sus trabajos, como Wittgenstein, quien en Investigacio­ nes rechaza la posibilidad de “normalizar” todos los enunciados de una lengua, o sea refuta la idea de una lengua lógica normal, capaz de reconstruir los enunciados de las lenguas naturales mediante una forma lógica equivalente. Hay, pues, en la filosofía del lengua­ je un retorno al lenguaje ordinario, sobre todo a partir de los tra­ bajos de Austin y Searl, que se conocen como la teoría de los actos de habla, y a partir de la pragmática de Morris; la mirada fenomenológica cada día se hace más presente en la lingüística textual, en las teorías de la recepción, etc. La influencia logicista en la teoría lingüística, sin embargo, no deja de manifestarse, sobre todo en el Círculo de Copenhague y en algunos círculos de la lingüística estadunidense. Es en este contexto en el que se da la disputa entre Chomsky y Bar-Hillel. Este ú ltim o se inscribe en la tradi­ ción de Carnap y Tarski. Sustentándose en la idea de Carnap de una sintaxis lógica del lenguaje, Bar-Hillel retoma la tradición harrisiana de formular una teoría formal de las formas lingüísti­ cas que excluye cualquier referencia a la significación de los símbolos y al sentido de las expresiones. Para él, el núcleo de la lingüística está constituido por un doble sistema de reglas: a) de

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lorm ación — que aseguran la generación de proposiciones sin­ tácticamente correctas— , b) de transformación — que rigen las relaciones de consecuencia o deducción entre proposiciones, ambas con posibilidades de fusión sobre la base de la sintaxis ló­ gica d ^ Tarski— . Es justamente la relación entre lingüística y lógica la que Chomsky pone en tela de juicio. Para ello, siguien­ do a Popper en su rechazo al neopositivismo, ataca la ontologizacián de la relación entre el lenguaje y la lógica. Chomsky niega que lógicos y lingüistas tengan el mismo objeto; resalta, en cam bio, que la lengua es una forma particular de lo real, compa­ rable a la física. La lingüística debe usar la lógica como la física, esto es, de manera metodológica como claramente lo apunta en Logical structure of linguistic theory (1975): Es ciertamente correcto considerar que la lógica es indispensable para formalizar teorías, ya sean lingüísticas u otras, pero ese hecho no nos da ninguna idea clara del tipo de sistema que forma la mate­ ria ele la lingüística ni de la manera en que hay que tratarla. Ni ese hecho ni el hecho indiscutible de que el trabajo en lógica ha llevado accidentalmene a intuiciones importantes en cuanto al uso del len­ guaje [...], pueden probar en algo que el estudio de las propiedades formales (o semánticas) de las lenguas naturales podría modelarse sobre el estudio de las propiedades formales [...] de la lógica y de los lenguajes artificiales (p. 83). La idea central en Chomsky, como en otros lingüistas, es ase­ gurar la autonomía del funcionamiento gramatical de la lengua. Estructuras sintácticas constituye la concreción de las ideas de Chomsky al respecto. Cabe notar que el modelo transformacional de Chomsky no constituye una modelización lógica de la lengua; las estructuras profundas y su representación en forma arbórea significan la eje­ cución de una hipótesis lingüística, no son la creación de una lengua lógica artificial; describe el comportam iento de objetos idealizados, no es un sistema lingüístico artificial. Karl Popper, crítico de las nociones fundamentales del neopositivísmo, anota que en la construcción de nuevas teorías no se

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trata de verificación ni de inducción, sino de falsificación, ya que no se puede pretender controlar todos los fenómenos del m u n ­ do, no se puede demostrar que una teoría es verdadera, sólo se puede falsificarla. Así, los enunciados provistos de sentido son enunciados científicos; los enunciados desprovistos de sentido son enunciados no científicos. En este marco, para Chomsky, el lingüista no alcanza lo esencial de la lengua limitándose a lo observable, como lo hacen los lingüistas taxonómicos, con lo cual también rechaza una forma de empirismo lingüístico — igual­ mente subyacente en el logicismo carnapiano— y se pronuncia por u n racionalismo científico que se convierte en la prueba de la potencialidad de la teoría, como se hace en las ciencias físicas. Se trata, pues, de un razonamiento de la lengua que adquiere la for­ ma de una argumentación hipotética deductiva. La influencia popperiana en Chomsky no elimina, sin embar­ go, que sus trabajos exhiban un recorrido lógico-matemático, pero es un logicismo al servicio de la lingüística. Su referencia a los modelos físicos le permite construir imágenes plausibles, idea­ lizaciones que dan cuenta de las experiencias de la lengua, no de procedimientos de descubrimiento basados en un corpus. He aquí un rompimiento con la lingüística estructural estadunidense. En Estructuras sintácticas hemos visto cómo, para argumentar su teoría, Chomsky se basa en una tecnología de construcción de m á­ quinas gramaticales generadoras de enunciados. Es aquí donde encontramos el nexo entre la teoría generativa y los modelos ló­ gico-matemáticos. Así, la sintaxis — en su sentido lógico-mate­ mático— es de orden combinatorio y recursivo; la generación de reglas cobra la forma de una axiomática sometida a criterios lógi­ cos de coherencia y no contradicción. Sin embargo, la proyección sintáctica sobre el espacio semántico se hace sobre la base del cam­ po bivalente de lo ‘aceptable’ e ‘inaceptable’ que corresponden a lo ‘verdadero’ y ‘falso’, pero la problemática es cóm o conciliar la noción de ‘teorema verdadero’ con la de oración ‘aceptable’. Ésta es una contradicción que ha sido señalada al generativismo. La solu­ ción a la contradicción sólo puede resolverse modificando la noción de modelo, de modo que el modelo (generativo) lo sea de

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una realidad empírica (la competencia del sujeto hablante), con lo cual surge la ideología empírico-formalista, como lo ha anota­ do A. Badiou (1969:58). La aceptación del cambio del concepto de modelo lo lleva a adoptar lo que se denom ina “hum anism o cartesiano”. Así, pasa de una noción o teoría de la lengua a una teoría de la “naturaleza hum ana”. En el marco del cartesianismo, la sintaxis se ve sometida al principio semántico del juicio del sujeto hablante; hay una dialéctica de lo finito y de lo infinito apoyada por el principio de la recursividad y la creatividad. La noción de m odelo adquiere una segunda acepción, pues ahora significa una simulación de los procesos biológicos; hay una ten­ dencia hacia la construcción de autómatas — en el sentido carte­ siano— que sim ulan la vida, y que recientemente cobra fuerza con los trabajos sobre inteligencia artificial (Rastier, 1991). Esta orientación hace surgir las investigaciones cibernéticas cuya fi­ nalidad es la construcción de cerebros artificiales dotados de pen­ samiento y lenguaje. Dado el carácter infinito dentro del lenguaje mismo y su naturaleza estructural, lo creativo corresponderá a la gramática y no a la subjetividad, como ocurre en el estructura­ lismo analítico. Esta nueva concepción de ‘m odelo’, o sea la insistencia en que el lenguaje es una propiedad de la especie hum ana, coloca a Chomsky en el campo de las militancia antifuncionalista.

El racionalismo de Chomsky El cartesianismo de Chomsky se funda en varios fragmentos del Discurso del método, en los cuales Descartes se ocupa del lenguaje cuando establece una comparación entre los autómatas, los ani­ males y el hombre (1978:64-65). Y es el primero, que nunca podrían hacer uso de palabras u otros sig­ nos, componiéndolos, como hacemos nosotros, para declarar nuestros pensamientos a los demás, pues si bien se puede concebir que una máquina esté de tal modo hecha, que profiera a propósito de acciones

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corporales que causen alguna alteración en sus órganos, como verbi gratia [...] sin embargo, no se concibe que ordene en varios modos las palabras para contestar al sentido de todo lo que en su presencia se diga, como pueden hacerlo aun los más estúpidos de entre los hombres (...) Ahora bien, por esos medios puede conocerse también la diferencia que hay entre los hombres y los brutos, pues es cosa muy de notar que no hay hombre por estúpido y embobado que esté, sin exceptuar los locos, que no sea capaz de arreglar un con­ junto de varias palabras y componer un discurso que dé a entender sus pensamientos. De aquí surge la tesis chomskiana de la creatividad del lengua­ je, como se deja entrever en el párrafo anterior. Esta capacidad creadora es específicamente hum ana, independientemente de la inteligencia, como lo anota también. La distinción que existe entre los hombres y los animales no se debe a diferencias fisio­ lógicas exteriores: No es la falta de órganos lo que hace que ocurra esto, pues es evi­ dente que las urracas y los loros pueden emitir palabras exactamente igual que nosotros, y sin embargo, no pueden hablar como nosotros, es decir, para dar prueba de que piensan lo que dicen (1978:65). El lenguaje sirve para la libre expresión del pensamiento o para una respuesta apropiada a situaciones nuevas. Pero Rosiello (Gadet y Pechéux, 1984) niega que Descartes hable de creativi­ dad en el sentido chomskiano. Para ello hace hincapié en que Descartes emplea el térm ino ordenar las palabras. Augusto Ponzio (1976:99) anota por su parte que para Chomsky la crea­ tividad lingüística “se reduce al uso de códigos dados”, determi­ nados en parte por la lengua en particular, de los que el hablante no posee ni el control ni el sentido. El individuo construye una gramática, pero a partir de que unos principios universales in ­ natos determinan la forma de la gramática. Para ambos, Descartes y Chomsky, el lenguaje, como la razón, se funda en principios innatos. El punto principal de las referencias a Descartes es destacar “el aspecto creador del uso del lenguaje y la distinción

EL M O D E L O GENERATIVO TRANSF0RMAC1ONAI

(Mitre el lenguaje hum ano y los sistemas de comunicación pm a

mente funcionales y ligados al

e s t ím

u lo ’

(Chomsky, 1969.30),

punto que vue lve a remarcar cuando dice 4ue el lenguaje animal permanece completamente dentro de los límites de la explicación mecánica” (19 69:34). El reconocim iento a la lingüística del periodo de Descaí tes a Von H u m b o ld t lleva a Chomsky a criticó a l° s estructuralistas por no tomar en cuenta tan importantes contribuciones, sobre todo a B loom field y a Hockett, quienes lim itan la creación lingüística al recurso “analógico”. Según C hom sky, el límite de las gramáticas estructurales es que no dan cuenta adecuadamente del uso de la lengua. Por ello, el propósito fundam ental de la gramática generativa es que sea perfectamente explícita en cuanto al uso de la lengua, pero un uso creativo -— como teoría de la producción . En este marco conceptual, l a interrogante es: ¿cuál es Ia posición del sujeto hablante? Segián A. Ponzio (1976:104): La creatividad es uso pasivo de las leyes supra'nthviduales *as tlLU el hablante no posee control, no puede dar alguna explicación [...1, en último análisis, la creatividad lingüística consiste en el ser habla­ do por la propia lengua. Según Lepschy es un determinismo lingüístico. Lo anterior im ­ plica que la gramática que el hablante oy£nte posee se manifiesta como un sistema cerrado, autosuficiente, Que funciona de manera independiente de sus relaciones externas; esto es, niega los estí­ mulos externos. Esto es lo que Ponzio, entre otros, denomina el hablante alienado, pues se le ve pasivamente frente al sistema in ­ terno, como si su actuación lingüística respondiera a modelos o programas sobre los cuales no tienen control. Sabemos, sin em­ bargo, que la lengua no está cerrada, unificada, lo que el mismo Chomsky reconoce cuando advierte que el uso no siempre respe­ ta la competencia, pero recordemos qu£ su teoría se basa en el hablante oyente ideal de una comunidad homogénea.

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La crítica marxista Partiendo de la noción de trabajo, para el marxismo la supe­ ración de la psicolingüística del estímulo-respuesta requiere que las relaciones entre el sujeto y el ambiente se vean no como una relación mecanicista, sino dialéctica. Desde su perspectiva, la introducción de la categoría de trabajo permite que la producción lingüística se conciba como trabajo lingüístico, con lo cual se le reintegra su naturaleza humana; es decir, la producción lingüís­ tica ya no es vista como una actividad en sí misma o como un simple comportamiento. En esta perspectiva, el uso se instaura en el universo histórico-social. A saber, se combinan una competencia lingüística con una competencia ideológica (ideología interiorizada) o competencia general, como lo ha anotado Denis Slakta (1971). De esta manera, se pasa de la noción de producción lingüística individual y de la competencia lingüística a la idea de proceso de producción de carácter histórico-social. Una teoría que contenga este componente (ideológico) será más explicativa del fenómeno lingüístico, pues los procesos lingüísticos son también procesos de producción ideológica, como he señalado en otros trabajos (1985).

A manera de epílogo Como lingüista, Noam Chomsky ha sacudido de manera despia­ dada al estructuralismo lingüístico en sus manifestaciones estadu­ nidenses y europeas, lo que ha suscitado grandes discusiones y controversias en torno a su modelo generativo transformacional. Pero sus reflexiones no son sólo de naturaleza lingüística, sino que además pone enjuego posiciones filosóficas: la controversia entre el racionalismo y el empirismo, su aceptación, y a la vez su rechazo, del neopositivismo lógico, la controversia entre el innatismo y la psicolingüística del estímulo-respuesta y frente al cons­ tructivismo piagetiano, etc.; sin embargo, éste no es el espacio para agotar las controversias que surgen de sus reflexiones lingüís­

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ticas y filosóficas. Baste decir, para finalizar, que hay un des­ doblamiento de Chomsky: es u n teórico del lenguaje que tiene una visión más general del hombre que la del simple sujeto hablante; un lingüista y a la vez un historiador de las ideas que hace política , 10 apoyado en un racionalismo que se funda en los universales biológicos.

10 Recordemos sus innumerables artículos en contra de las intervenciones estadunidenses en el m undo, sus artículos recientes sobre el Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, etcétera.

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ÍNDICE

Prefacio a la segunda edición............................................. I. Esbozo histórico................................................................. In tro d u c c ió n .................................................................... La ciencia lin g ü ís tic a ..................................................... Ramas de la lingüística, 17; Características del estudio lingüísu co, 18; Características del lenguaje h u m a n o , 19

II. Ferdinand de Saussure........................................................ In tro d u c c ió n ....................................................................... El Curso de lingüística general............................................. El objeto de la lingüística, 34; La d icotom ía lengua y habla, 37, Lingüística interna y lingüística externa, 38; El signo lingüisti co, 39; El prin cipio de la arbitrariedad, 40; El principio de la li nealidad, 40; El carácter mutable e inm utable del signo. 41; Las entidades lingüísticas, 43; El valor del signo lingüístico, 44; H aspecto conceptual del signo, 45; El aspecto material del signo, 46; El signo en su totalidad, 46; Relaciones asociativas y sintag­ máticas, 47; La lingüística estática y la evolutiva. 48

Reflexiones críticas actuales en torno al saussurismo Reflexiones marxistas, 51; Reflexiones de V oloshinov, 53; C.iu -. tionam ientos en torno a la perspectiva estructural, 55; Cuestin nam ientos en torno a la dicotom ía lengua y habla. 59

III. Los fundadores de la lingüística estructural rstadunidni'ie In tro d u c c ió n ................................................................. Franz B o a s ............................................................... Edward S ap ir.............................................. In tro d u c c ió n , 69; El lenguaje, 70, Raza, lenguaje y i iilim .i . I El lenguaje: sus elementos, sus sonidos, sus tipos \ n- I. u m i . gramaticales, 75

Las hipótesis de Benajamin Lee W horf In tro d u c c ió n , 84; Lenguaje, pensamiento v hdli