[2007] FEyC - Los Valores de Las Personas

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Formación ética y ciudadana

Los valores de las personas y las instituciones *** A medida que van creciendo dentro de las instituciones y pasan por el proceso de socialización, las personas interiorizan las normas y los valores de la sociedad. Entre los deseos individuales y la necesidad de amoldarlos a la forma social admitida, se generan tensiones y conflictos, pero la cultura también crea otras producciones destinadas a disminuir este malestar.

¿Qué son los valores? A menudo se confunden los valores con las vivencias y las reacciones que los objetos y las acciones humanas provocan. Sin embargo, el dolor o la alegría que despiertan en cada uno las cosas que nos gustan, las que deseamos tener o aquellas por las que nos interesamos no son valores, sino estados psicológicos. También se suele confundir los valores con las cosas mismas, ya que los valores no existen por sí mismos, sino que se materializan en un depositario, que generalmente es un objeto. La belleza, por ejemplo, no existe aislada, sino que puede manifestarse en una obra de arte, un paisaje o una persona. Los valores son principios y creencias a partir de los cuales se juzgan las cosas y las acciones humanas, identificándolas, por ejemplo, como buenas o malas. Aunque se pueden matizar, los valores se presentan desdoblados en un valor positivo y su correspondiente valor negativo: bueno-malo; justo-injusto; verdadero-falso; digno-indigno, etcétera. Los valores se fundamentan en concepciones acerca de cómo deben ser las personas y las sociedades, enmarcadas en corrientes filosóficas, convicciones religiosas y tradiciones culturales. De acuerdo con estas convicciones y creencias, los valores se ordenan jerárquicamente como valores superiores y valores inferiores. Los valores superiores son aquellos que las personas consideran más importantes. Por esta razón, funcionan como guía de la conducta creadora y moral de las personas. Por ejemplo, si el valor supremo para un científico es el respeto por la vida, los otros valores se supeditarán a él, de manera que dirigirá sus esfuerzos creativos a mejorar la calidad de vida de las personas y se

negará a aplicar sus descubrimientos para provocar muertes, aunque éstos pudieran reportarle otros beneficios (por ejemplo, dinero).

Distintas clases de valores A menudo oímos hablar de valores morales, valores económicos, valores sociales, como correspondientes a diferentes categorías. Algunos filósofos han propuesto diversas clasificaciones de los valores. Por ejemplo, el español José Ortega y Gasset los clasifica en cuatro tipos. -Valores espirituales -Intelectuales: -conocimiento-error, -evidenciaprobabilidad. -Morales: -bueno-malo, -justo-injusto, leal-desleal. -Estéticos: -bello-feo, -armónico-inarmónico, -elegante-inelegante. -Valores útiles: -capaz-incapaz, -abundante-escaso. -Valores vitales: -sano-enfermo, -fuerte-débil. -Valores religiosos: -sagrado-profano, -divino-demoníaco.

La construcción de los valores Los valores son realizables en cosas o hechos materiales. El bien, la belleza, la verdad y la justicia se perciben en hechos, en cosas y en situaciones. Con frecuencia, los valores son transmitidos e impuestos para regular las conductas de las personas, sin que éstas dispongan del espacio de reflexión que tales valores requieren para ser aceptados o cuestionados. Por ejemplo, las personas deben respetar la ley, pero a veces no se les brinda la posibilidad de entender por qué es importante respetarla y qué consecuencias

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puede tener para una sociedad y para los individuos que la componen el hecho de que la ley no sea respetada. Otros valores, en cambio, son construidos personalmente, es decir, son producto de la reflexión y la experiencia de la vida de cada persona. Ambos tipos de valores se realizan en la especial manera en que cada persona o cada grupo social los aplica en su vida diaria. Los conflictos de los seres humanos, así como las respuestas que ellos elaboran, se sustentan en un conjunto de valores cuya forma de expresión difiere de una época a otra, y --en una misma época-- de una cultura a otra. En una misma época, las distintas culturas pueden dar respuestas diferentes en circunstancias similares, debido a que no evalúan de la misma manera los mismos hechos o situaciones. Por ejemplo, la consideración otorgada a la posesión de dinero puede ser diferente: para algunas personas, el dinero es importante porque permite a los individuos llegar a ser ricos y poderosos; para otras, el dinero es sólo un medio necesario para vivir dignamente.

Lo coherencia de los valores Aunque en la base de las actitudes personales y sociales siempre hay una escala de valores, más o menos consciente, es difícil que el comportamiento de una persona o un grupo sea totalmente coherente con una escala de valores, en todos los momentos y en todas las áreas de la vida. Muchas veces, las actitudes y las acciones personales y sociales entran en contradicción con lo que cada persona o cada sociedad consideran valores primordiales. Sin embargo, vivir en democracia requiere un compromiso con los valores de respeto de la dignidad humana. Para construir una sociedad democrática, es necesario reflexionar sobre los valores personales y sociales que se aplican al evaluar las situaciones de la vida. El desafío consiste en lograr ser capaces de revisar y modificar el comportamiento, a la luz de nuevas evidencias; de resolver los problemas que se presenten, teniendo en cuenta la situación, los propósitos que se persiguen, las consecuencias que acarrean; de comparar las distintas políticas y prácticas sociales con las pautas de bienestar

general, antes que con la ventaja de grupos e intereses particulares, para poder actuar en consecuencia.

El relativismo cultural La familia es una de las instituciones en las que se observan diferencias según las culturas. Por ejemplo, en Nigeria --el país más poblado de África, gran productor agrícola y petrolífero--, los hombres de religión musulmana con un status social importante tienen varias esposas y las encierran en sus casas. Esta práctica del encierro de las mujeres no está escrita en el Corán, es decir, no es una prescripción religiosa, sino una costumbre. La película documental Cuentos y cuentas de la corte, dirigida en 1993 por la antropóloga y cineasta francesa Éliane de Latour, registra las rivalidades entre las cinco esposas de un importante jefe nigeriano. Estas mujeres habían sido libres y se dedicaban al comercio hasta 1981, fecha en la que su marido fue nombrado jefe. Durante la filmación, la cineasta descubre que detrás de los muros de la gran casa, las mujeres mantienen una gran actividad comercial. Utilizan a intermediarios para poder cultivar sus tierras y para aprovisionarse en los mercados. Revenden o transforman los productos que reciben en platos de comida que sus hijos o los niños del harem salen a vender en el pueblo. En un momento, Hadiza, la quinta mujer, que siempre ha vivido en la casa grande, es llevada por su marido a vivir en otro poblado. Esta situación aumenta los celos de las otras cuatro esposas, ya que de esta manera, el marido —que en el interior de la casa familiar debe respetar los "turnos" o "períodos" dedicados a cada esposa-es libre de ir a ver su esposa joven cuando lo desea, sin necesidad de rendir cuentas a sus otras mujeres. Las cuatro esposas, todas de mayor edad, se sienten abandonadas y reemplazadas por una esposa más joven. Su dolor se profundiza con el encierro, que las obliga a estar pendientes de las idas y vueltas de su marido, y les impide cambiar su situación. La película muestra los sentimientos de estas cuatro mujeres, su vida en la casa grande, la crianza de los hijos, las relaciones entre ellos. La quinta esposa no es filmada. Ella está presente en el pensamiento de las otras

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cuatro y ausente en la casa. La película nos permite conocer una cultura con valores diferentes de los de nuestra cultura occidental. Para nuestra cultura, que considera que la mejor forma de organización familiar es el matrimonio monogámico el mejor espacio para criar a los hijos es el seno de una pareja de padre y madre únicos. Esta es la posición que caracteriza a nuestra sociedad. Desde el punto de vista de los que viven en sociedades distintas de la nuestra, aparecen otras respuestas alternativas posibles, basadas en otras concepciones acerca de lo que es deseable. El relativismo cultural sostiene que un fenómeno sociocultural sólo puede ser comprendido y evaluado en su propio contexto cultural. De acuerdo con esta postura, no habría rasgos culturales buenos o malos de por sí, sino que toda pauta cultural es tan digna de respeto como las demás. Un rasgo cultural es "bueno" si funciona armónicamente dentro de una cultura y ayuda a conseguir los fines que la sociedad persigue. Sin embargo, los antropólogos, como todas las personas, también se forman juicios éticos sobre el valor de las diferentes clases de pautas culturales. Ser tolerante con las diferencias culturales no obliga a nadie a considerar, por ejemplo, el canibalismo o los sacrificios humanos como logros culturales valiosos.

¿Hay valores universales? Si las personas disienten a causa de sus valores, y si los criterios de apreciación de los valores cambian según las culturas, podríamos preguntarnos, entonces: ¿hay valores absolutos, valores aceptados por todos, no discutidos dentro de la sociedad mundial? La discusión es amplia y existen diversas posturas al respecto. Por ejemplo, el escepticismo niega la existencia de valores absolutos o universales, ya que considera que éstos dependen de su ubicación histórica, el momento y el lugar en el que rigen. Para los escépticos la moralidad de una acción depende de las preferencias individuales. El etnocentrismo considera que el grupo de pertenencia es el centro de todo, por lo cual la propia cultura es percibida como superior a todas las demás. Desde ese punto de vista, los rasgos, estilos y valores observados en otros

grupos culturales son considerados inferiores y menos naturales que los del propio grupo, porque los valores de la propia cultura se erigen como valores universales. Actualmente, existe cierto consenso entre las personas, los pueblos y las naciones en considerar como universales los valores relacionados con la dignidad humana y que contribuyen a la conformación de una organización y una cultura democráticas. Algunos de estos valores son la búsqueda de la verdad, la paz, el respeto a la vida, la solidaridad, la amistad, la justicia, la libertad, la comprensión mutua, la honradez y el entendimiento internacional e intercultural.

El valor de la libertad La libertad es una capacidad propia de los seres humanos, de la que el resto de los animales carecen. Aunque no seamos libres de elegir todo lo que nos pasa -por ejemplo, hemos nacido en determinado país, un día determinado, en una determinada familia-, sí somos libres de elegir cómo responder a lo que nos pasa. Claro que la libertad de querer alcanzar algo no tiene asegurado su logro. Aunque muchas situaciones dependen de la voluntad de cada persona, otras dependen de una multitud de factores que constituyen un freno a la libertad individual. La voluntad de los demás, las tradiciones y las normas propias de la cultura, los condicionamientos políticos o socioeconómicos son distintos tipos de límites para la libertad de cada persona. No es fácil aprender a ser libres. Desde chicos, en nuestra casa se nos enseñan pautas de comportamiento que señalan los límites de nuestra libertad y, al mismo tiempo, nos estructuran como personas. El estilo de vida de nuestra familia, los vínculos afectivos con nuestros padres y nuestros hermanos, las figuras de los adultos con los que nos identificamos son elementos que se nos imponen, no tenemos la posibilidad de elegirlos. Sin embargo, gracias a esta "pérdida de libertad" construimos nuestra identidad, de modo que, paradójicamente, los seres humanos perdemos libertad para poder ser libres. No obstante, es necesario distinguir esta forma de violencia de la que muchas veces obstaculiza

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el crecimiento. A medida que los niños y las niñas crecen, van reconociendo las cosas que prefieren hacer, aquellas que: les agradan, aquellas que rechazan. Es necesario que, en la medida de sus posibilidades, los niños y las niñas puedan ir tomando sus propias decisiones. Negarles esta posibilidad puede trabar el desarrollo de una personalidad autónoma.

que, para tomar una decisión, no estemos limitados por dudas constantes entre hacer una cosa u otra; que no necesitemos conocer la voluntad de otro para luego decidir qué hacer, que no estemos pendientes de la opinión de otras personas en relación con los resultados de nuestra decisión, etcétera. Es libre quien puede decir sí o no por sí mismo. Para el logro de la libertad interior, también necesitamos autonomía. Se dice que una persona tiene autonomía cuando no está determinada ni obligada a querer algo; es decir, cuando puede autodeterminarse, ser dueña de sus propios proyectos, de sus propias metas, de sus propias iniciativas, y las hace respetar. La autonomía está estrechamente relacionada con la independencia, ya que no basta con ser autónomo, sino que también es necesario saber para qué hacemos uso de nuestra autonomía. Con cada autodeterminación, la libertad nos limita, puesto que cuando se elige una cosa, dejamos de lado otras. Si elegimos seguir determinada carrera, difícilmente podremos, al mismo tiempo, estudiar otra con el mismo ritmo, trabajar muchas horas, o disponer de tiempo libre para otras actividades. Pero si decidimos no elegir, quedamos "presos de toda la libertad", porque, en definitiva, no hacemos nada.

Las formas de la libertad Algunos filósofos clasifican la libertad en dos tipos: libertad externa y libertad interna. La libertad externa o libertad de acción es la ausencia de trabas para la acción. Se refiere a la posibilidad que tiene el ser humano de elegir entre hacer algo o no hacerlo. Esta forma de libertad deriva de la capacidad individual de desear, de concebir proyectos propios y de buscar los medios para llevarlos a cabo. En una sociedad democrática, esta libertad externa nos permite, por ejemplo, elegir participar activamente o no en la vida política y social de la comunidad. Tenemos la libertad de afiliarnos o no a un partido político, de tener o no actividad sindical, de integrarnos o no a una organización no gubernamental. La libertad interna es la libertad de la voluntad, del auténtico querer. Para lograr libertad interior, se necesita independencia personal. Esto implica ***

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Guía de lectura Actividades: 1. Leer para comprender. 2. Buscar el significado de las palabras desconocidas. 3. ¿Cómo explicarías el conflicto que se plantea entre los deseos individuales y las normas y valores socialmente admitidas? 4. Explica con tus palabras qué son los valores y distinguirlos de aquello con lo que se los suele confundir. 5. Si los valores se ordenan jeráquicamente, entre valores superiores e inferiores: a- cómo crees que nuestra sociedad establece esa jerarquía y b- cómo la estableces vos. Compara una y otra, y extrae posibles conclusiones. 6. Mediante un cuadro, pon ejemplos concretos a los diferentes valores que aparecen en la clasificación de Ortega y Gasset. 7. Explica cómo se construyen los valores. 8. Cuáles piensas que son los valores necesarios a transmitir en otros y perfeccionar en uno para mejorar nuestra sociedad democrática. 9. Responde la siguiente pregunta: ¿hay valores absolutos, valores aceptados por todos, no discutidos dentro de la sociedad mundial? Justifica tu respuesta. 10. Crees que es válida la postura de los escépticos. Justifica. 11. Qué consecuencias políticas podría acarrear defender una postura etnocéntrica. Justifica. 12. ¿En qué consiste la libertad? 13. Explica en qué consisten la libertad extrema y la libertad interna. Pon ejemplos de cada una de ellas.

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