1989, La Oportunidad Perdida

1989 la oportunidad perdida para salir de la crisis con un partido de los trabajadores PRESENTACION El autor -Horacio L

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1989 la oportunidad perdida para salir de la crisis con un partido de los trabajadores

PRESENTACION El autor -Horacio Lagar- es uno de los pocos sobrevivientes del trotskismo que en la década del `40 abandonó las tertulias discutidoras de los cafés porteños, para llevar la teoría revolucionaria, a través del GOM, al seno de la clase obrera, por aquel entonces concentrada en grandes fábricas de la industria frigorífica, textil y metalúrgica. Después de haber protagonizado con otros recordados luchadores de la corriente ¨morenista¨, varios intentos memorables como fueron el POR, Palabra Obrera, PRSN y PRT, gozó, compartió y terminó lamentando, la destrucción de ese experimento abortado que fue el MAS. Los trabajos que aquí presentamos, fueron escritos con la pasión militante de quien solo pretendió colaborar en una gran tarea colectiva, defendiendo el patrimonio heredado de la mejor y más consecuente tradición trotskista. Por ello, el carácter polémico de los mismos, no le quitan utilidad teórica, política y metodológica, sobre todo para quienes consideren que la teoría revolucionaria sólo alcanza la plenitud de su valor en cuanto se confronta críticamente con la realidad, que es práctica social, es decir, militante. ¨1989: la oportunidad perdida¨, esboza un punto de vista sobre esa práxis militante, en un período muy importante de las confrontaciones sociales de nuestro país, que merece ser conocido y estudiado por la nueva generación. Los años finales de la década del `80 conformaron una agudización continua y creciente de la situación social, económica y política, llegando a configurar un período de grandes cambios en las relaciones de clases en el país. Cualquiera sea la definición que los teóricos hagan sobre ese período en el afán de clasificarlo según las analogías históricas (situación ¨pre¨ o directamente ¨revolucionaria¨), lo cierto es que para una generación de luchadores socialistas, ese período (que alcanzó su pico en 1989 y se prolongó hasta 1991, cuando el menemismo pudo aplicar la salida reaccionaria mediante el salvaje plan de estabilidad), fue la oportunidad más grande que tuvo la clase trabajadora para salir de la crisis, si no con las riendas de un nuevo poder que representara sus intereses frente a los de la burguesía entreguista, sí, al menos, para dejar constituido un fuerte partido socialista con influencia de masas. Nunca antes había estado tan a punto de concretarse un logro semejante, a través, en este caso, de lo que fue el proyecto político del MAS. Miles de activistas en todo el país, desde las grandes ciudades hasta los pueblos más remotos del interior, visualizaron en ese proyecto político la posibilidad de una gran herramienta para sentirse representados como clase. Y nunca, tantos activistas, podrán olvidar los hechos sobresalientes que vivieron, como aquellos actos multitudinarios en la cancha de Ferro, la Plaza del NO, y tantos otros. El pueblo argentino (así como otros hermanos de América Latina) sintieron después de mucho tiempo -quizás desde la Revolución Obrera Boliviana de 1952 y la Cubana de 1960- que sobre la

estructura decadente del capitalismo semi-colonial, emergía una esperanza de reconstrucción socialista, por la vía de la iniciativa independiente de la clase trabajadora. Pero esa esperanza, lamentablemente, se transformó en cruel frustración. El MAS, y la propuesta que presentaba a los trabajadores, se hicieron pedazos, con la misma rapidez y en la misma medida en que los hechos de la realidad social reclamaban dramáticamente su presencia para orientarlos y darle salida. Los dirigentes, que se habían lanzado a la conquista de la influencia en el movimiento de masas y se sentían ya vencedores, no sabían qué hacer con sus propios logros. Como los pescadores con más fortuna que oficio, se hundieron tras la red sobrecargada de peces que no pudieron subir al bote... Se volvía a demostrar de este modo que, por propicias y maduras que se muestren las condiciones objetivas en una situación de crisis aguda, el capitalismo es capaz de encontrar su salida si enfrente de él no tiene al partido revolucionario con una Dirección férreamente metida en la carne, la sangre y el nervio del sujeto histórico llamado a protagonizar el cambio. La ¨crisis de dirección revolucionaria del proletariado¨ aparecía, en un momento crítico, como crisis de Dirección del partido, un fenómeno que Trotsky tuvo ocasión de analizar en innumerables trabajos. Los que hemos participado de esa experiencia, y nos enorgullecemos de ello, tenemos la obligación de hacerla conocer a la nueva generación de activistas y luchadores, porque sigue pendiente la tarea que quedó interrumpida. Esa tarea es la de construir un partido socialista revolucionario con influencia de masas, que ponga en manos de los trabajadores el Poder del Estado para producir el cambio social. Es la tarea más difícil que jamás haya emprendido la humanidad dividida en clases. Pero no queda otra alternativa. Con ese fin damos a conocer estos trabajos de análisis, crítica y propuestas, que su autor -un sobreviviente de la corriente trotskista originaria que dio nacimiento al MASpresentó semana tras semana a los dirigentes, en el afán de prevenir y corregir los errores y desviaciones que llevaron, finalmente, a su destrucción. El carácter puntual, concreto y altamente polémico de estas presentaciones críticas en forma de Minutas para la discusión interna, no le restan contenido teórico, político ni metodológico; el mismo contenido que a muchos militantes nos sirvió para comprender las razones del fracaso y la responsabilidad de los dirigentes del MAS. El material que presentamos, es la continuación del primer volumen, aparecido bajo el título ¨doméstico¨ de Minutas Satánicas; este último: ¨1989: la oportunidad perdida¨, servirá para completar el cuadro de aquella situación que estamos tratando de superar. Compartimos con el autor la convicción de que el marxismo no es el estudio ¨académico¨ de los textos clásicos, por imprescindibles que sean, sino esencialmente el resultado crítico de su confrontación con la práctica social. En el caso de la experiencia abortada que fue el MAS, es imprescindible someter a estudio aquella militancia –generalmente, esforzada y heroica- que consideramos la más elevada expresión de la práxis humana. ¨La oportunidad perdida¨ de 1989, significó un paso atrás en la historia reciente del movimiento obrero y socialista. Pero estamos seguros de que su comprensión, también significará un punto de partida necesario para dar dos gigantescos pasos adelante. Ese es el propósito que nos guía al presentar este volumen. Jorge Capitanelli / Mayo de 1996.

CAPITULO I 17 de mayo de 1989 ¿Y ahora qué?

La consagración aplastante de Menem certifica, una vez más, la premisa básica del materialismo histórico y de nuestra propia tradición teórica, respecto de que las grandes masas se mueven, a su modo, por razones materiales objetivas, basadas en la existencia de necesidades insatisfechas, y no por conquistas ideológicas en el plano del conocimiento crítico, de esas necesidades. Lo que el MAS llamó «avance ideológico», para fundar en ellas sus consignas de movilización. Tras el voto a Menem, las masas sometidas al despojo de sus condiciones de vida, quisieron derrotar a su enemigo principal con la unidad de acción electoral, o sea con la única forma práctica de «frente único» que se le propuso desde la dirigencia política y sindical. Y también revolucionaria. Votó contra el deterioro de sus condiciones de vida, contra la desocupación, la inflación, la carestía, la corrupción, y contra la miseria creciente en todas sus formas. No votó por convicciones ideológicas, ni por confianza política en un líder carismático, o como quiera llamárselo. Tampoco votó porque mantenga sus ilusiones pasadas en el peronismo. Votó por Menem para sacudirse el hambre y las necesidades insatisfechas del día, de la misma manera que en 1982 votó por Alfonsin que simbolizaba la opción inmediata de la vida, para espantar el espectro de la muerte. Este voto a Menem no tiene un contenido clasista, pero sí tiene un claro contenido social. No es la conciencia crítica y de avanzada para resolver el problema del pueblo trabajador, pero sí es la respuesta a que se lo condicionó por todos los medios del régimen. Es decir, que el electoralismo perverso y fraudulento del régimen, se impuso por sobre las acciones de la clase, por sobre su organización independiente, y por sobre los métodos del enfrentamiento y la movilización. Entre las «soluciones» electorales propuestas, optó por la mas fácil y cercana. Nunca antes se había llegado a un grado tal de descomposición del régimen sin contar, al mismo tiempo, con la contrapartida (aunque fuere embrionaria) de organismos de clase que representaran a los trabajadores, y la posibilidad de una acción independiente de clase. El voto mayoritario a Menem crea una situación que todos reconocen explosiva: es un voto para detener en forma inmediata los tarifazos y la expoliación creciente. De esta manera, por primera vez, un Presidente electo queda irremisiblemente jaqueado por sus propios seguidores, antes de asumir el poder. Nadie alienta la esperanza de que Menem y su equipo pueda satisfacer las necesidades de la población y las exigencias a que será sometido, siquiera en grado ínfimo. Esto significa que la agudización de la crisis social se hará aún mas explosiva, haciendo entrar en escena, en forma activa, a los sectores del trabajo y la producción que se mantuvieron en una segunda línea hasta el día de hoy. Este es el fantasma que recorre el país y quita el sueño a todos los partidos y factores de poder, dentro y fuera de su territorio. Es también el parámetro para cualquier pronóstico, y para evaluar las posibilidades económicas, sociales y políticas del país en el futuro inmediato. La IU, tal como estaba previsto, concretó su avance electoral, que si bien no es espectacular, es muy significativo en las zonas de concentración obrera y de clase media baja. Sobre este avance debe decirse que no tiene un carácter clasista, como pudo tenerlo en pasadas elecciones, sino que ahora aparece mezclado con expresiones de electoralismo ajenas al contenido del Programa y estrategia del MAS. Esto, en sí mismo, no es negativo ni descalificante, pero no debe ignorarse, ya que ocultar este hecho, solo serviría para confundir la propia estrategia revolucionaria de construcción del partido. En esta elección, se expresa el peso electoral pequeñoburgués y reformista del PC (y otros grupos), mezclado con el activismo de la clase y sus mejores expresiones clasistas. Hay que estar advertidos de esta contradicción, y su evolución futura. Esta advertencia es tanto más importante cuanto que la campaña hecha por el MAS adoleció de desviaciones electoralistas, a causa de las cuales no se educó a los propios militantes y adherentes, haciendo que tales adhesiones entrañen un peligro potencial por la presión política que pueden llegar a ejercer sobre el partido de la revolución socialista.

La campaña del frente electoral IU, y también del MAS, no se hizo a través de consignas movilizantes, educativas y programáticas de fondo para la unidad de acción, sino con apelaciones generales sobre el socialismo, la deuda externa y la «solución» de los problemas a través del voto . . . aunque se tratara del voto a IU. El magro resultado electoral de la derecha ucedeísta tiene el mismo significado que la derrota de la UCR, o sea, que el país mantiene una relación ampliamente favorable al movimiento de masas, sin bases todavía para el sostenimiento de formaciones políticas abiertamente reaccionarias. Si esta apreciación es correcta, cabe pronosticar el avance creciente y sostenido del ascenso de masas, lo cual abre una perspectiva inmejorable para el MAS y la conquista de su liderazgo. Ahora, a tres días del escrutinio provisorio (día l7), puede decirse que el MAS lleva ya un injustificado retraso en asumirse como partido con representación parlamentaria. Esta demora parece indicar que la Dirección del MAS no sabe todavía qué hacer con la conquistada banca legislativa y el diputado electo, con lo cual estaría siguiendo la misma tónica de toda la campaña electoral, respecto de la crisis aguda que vive el país. Al respecto, hay que destacar que todo lo ocurrido en el país es propicio para la propaganda y la agitación del partido, según lo venimos reclamando. Sin embargo, no se hizo así. Con la conquista de un diputado (hecho histórico), y las expectativas por la asunción de Menem (a quien se le reclaman «ya» soluciones), resulta imperdonable que el MAS no se lance con toda su energía a la propaganda y agitación de consignas movilizantes para la unidad de acción, y que Zamora no bombardee desde la mañana a la noche, a todo el mundo, con sus proyectos parlamentarios presentados YA a la consideración pública y de los demás diputados electos, empezando por los populistas, «socialistas», y el propio Menem, para resolver de urgencia los más acusiantes problemas. La radio, la televisión, los diarios, las conferencias de prensa, los volantes, y todo cuanto pueda utilizarse, deben ser ya los medios para hacer conocer a la población lo que el MAS propone ante cada problema: salarios, jubilaciones, control de precios y producción, comercio exterior, deuda interna, corrupción, bancos, corporaciones financieras, etc., etc., y explicando que esto no es el socialismo, sino tan sólo lo mas urgente, elemental y burgués, que cualquier gobierno capitalista está obligado a hacer en semejantes circunstancias de derrumbe. No hay que salir a «demostrar» que Menem no hará nada porque es igual a Angeloz, sino a «invitarlo» (desafiarlo) a que firme o adhiera a tal o cual proyecto de Ley presentado por Zamora al Parlamento (por ahora al parlamento de la calle). Este es el camino para que los votantes peronistas vean con claridad todos los esfuerzos de Menem por borrarse de la realidad hasta diciembre, y que Zamora y el MAS hacen todo lo contrario. Esta táctica es urgente. Ahora, YA, debemos ganar la calle con esta política. Ni qué decir, que el atraso que señalamos en dar respuesta inmediata y correcta a la situación, cobra caracteres altamente significativos y alarmantes si se observa que justo en estos días de elecciones y festejo del triunfo electoral, el imperialismo yanqui está mandando tropas a un país del continente, y que semejante agresión no ha merecido ni la mas mínima mención de nuestros candidatos ni de la prensa del MAS (día 17) . (l) Debe destacarse que Clarín de hoy, publica una solicitada del diputado Monserrat, reclamando la solidaridad activa contra esa agresión imperialista a Panamá. Además de la vergüenza de que nos hayan quitado de las manos esa bandera, todavía hoy no sabemos que el MAS haya dicho una sola palabra al respecto, y eso nos obliga ya, a decir que ahora no nos cabe otra actitud que salir públicamente a adherir a la solicitada de Monserrat, suscribiendo su llamado para repudiar la acción del imperialismo y de los gobiernos títeres que lo secundan. 17 de mayo de 1989. (1) Moción presentada con carácter de urgente en la reunión del 19/5, y que pasada a «varios» no se trató:

¨Ante la inexplicable actitud de la Dirección Nacional y de nuestro diputado electo sobre la agresión a Panamá¨; ¨Ante el lamentable artículo de SS (Nº 281 del 18) sobre dicha agresión, en el que se trata «analíticamente» la cuestión, como si se hablara de la economía canadiense, y en el que no se dice una palabra sobre lo que el MAS propone a la dirigencia política del país¨; ¨Ante el hecho de que ni siquiera se menciona a Menem para embretarlo y exigirle que se expida sobre la acción criminal de Bush¨; ¨Ante la reiterada táctica empleada para «desenmascarar» a Menem mediante la lucha ideológica y propagandística general y no por la experiencia activa y concreta de las masas, invitándolas a la unidad de acción sobre los problemas comunes que ella comparte con nosotros¨; ¨Ante el hecho de que la Solicitada del día 17 del diputado Intransigente Monserrat, llama claramente a la unidad de acción para repudiar la agresión imperialista, se vota¨: 1º) Proponer a la DN y al compañero Zamora, que de inmediato adhieran públicamente a la solicitada y al llamado del diputado Monserrat. 2º) Que la DN instrumente todos los medios necesarios (como lo hizo, por lo menos, en ocasión de los sucesos de Armenia), para ponerse a la cabeza de todas las expresiones populares de repudio al imperialismo, planteando y organizando la unidad de acción al respecto¨.

CAPITULO II

02/06/1989

¨ROSARIAZO: la insurrección del hambre¨ 1. La «insurrección del hambre» que estamos viviendo, marca un salto cualitativo en las relaciones de clase. Con su triunfo material, político y moral (que no tiene miras de revertirse), se inaugura el período de entrada activa en la escena política de nuevos sectores de masas, con formas propias de organización (mostradas ahora embrionariamente), y con métodos de movilización y gestión que insinúan formas de poder dual, obrero y popular. 2.- Esta insurrección ya ha triunfado. Materialmente, ha logrado la implementación de medidas de asistencia económica a los sectores mas carenciados, y ha frenado los tarifazos que estaban por salir; políticamente, ha obligado a todas las instancias del poder burgués a tomar medidas de emergencia, y ha logrado imponer métodos de acción directa para satisfacer el abastecimiento; moralmente, ha demostrado lo que puede la movilización, tonificando el espíritu de lucha de vastos sectores de la población, desde los barrios hasta la clase media y el activismo fabril. 3.- Esta insurrección, viene así a tender una alfombra a los pies de la clase obrera industrial, para que ésta se lance a transitar el camino de su propia organización independiente, se organice por la base, y se movilice. Este es el paso que está ahora planteado y que se enmarca en la perspectiva de la huelga general, con o sin la CGT. O dicho de otro modo: está planteada la unificación y centralización de las luchas «con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes». 4.- La premisa aprobada hace un año por el MAS, respecto de que marchábamos a «enfrentamientos de conjunto», se ha cumplido con creces partiendo de los bolsones de miseria de las grandes ciudades. De este modo, se ha demostrado la importancia de la concentración barrial

como «dormitorio» de las energías obreras. El proletariado industrial, que se ha mantenido cauteloso en el puesto de trabajo y en la estructura sindical, ha expresado indirectamente sus necesidades y sus deseos de lucha, atrincherándose, de algún modo, en la retaguardia barrial. Esto significa que a la lucha se lanzó el núcleo familiar del obrero fabril, con las inmensas consecuencias sociales que esto implica. La fase siguiente deberá ser, hipotéticamente, la irrupción en la lucha, en forma directa y generalizada, del proletariado industrial como tal, barriendo las estructuras burocráticas de los «cuerpos orgánicos», y levantando, en su lugar, las coordinadoras, agrupaciones, o comités de huelga que lo representen en forma democrática y directa. 5.- El «enfrentamiento de conjunto» que tomó la forma insurreccional, fue impulsado por el objetivo concreto de paliar el hambre, careció de consignas políticas y organizativas, así como de toda perspectiva programática, y no tuvo dirección centralizada. Esto ocurrió así porque ninguna dirección política se empeñó, durante el último año, en marcar el camino preciso, indicando cómo debía lucharse, qué métodos tenía que utilizar, y qué formas organizativas darse. Faltó mostrar esa perspectiva para intervenir en cada conflicto aislado. Ante tal falta de perspectiva y de horizonte, los mas explotados de la sociedad apelaron al recurso desesperado de expropiar por sí mismos los depósitos de comestibles. Como siempre ha ocurrido en los grandes movimientos de masas, son las necesidades básicas insatisfechas el gran motor movilizante, y no los «avances ideológicos» logrados en el plano de la conciencia por la «prédica» de la vanguardia revolucionaria, aunque esa prédica sea igualmente necesaria. Esa «prédica ideológica», de «convencimiento», es lo que intentó hacer el MAS durante toda su campaña electoral, contrariamente a nuestro planteo de utilizar consignas unificadoras y movilizantes sobre esas necesidades objetivas. 6.- El MAS, después de marchar políticamente a la deriva en una profunda desviación electoralista atinó, finalmente, a sumarse a la realidad en el preciso momento del estallido social, dando un giro de 180º en su accionar. Este giro, oportuno pero tardío, le permitió colocarse como referente de la crisis social y política, encontrar un eje para su táctica en el manejo de la situación, y sacudir la visión electoralista de sus militantes, volcándolos a los nuevos cauces abiertos en la lucha de clases. Gracias a este giro de 180º se han logrado hechos muy positivos, como la participación en las acciones populares, la conferencia de prensa de Silvia y Zamora, la intervención de éste último en el programa de Neustadt, los volantes del 27 y 30 de mayo, el número 283 de Solidaridad Socialista llamando a las bases, comisiones y delegados fabriles a reunirse y preparar la huelga general, y en fin, pasar audazmente al frente con el programa para que las bases «decidan», diciéndoles qué es lo que deben decidir para no ser derrotadas. Si esta política se hubiera lanzado en los meses de la campaña electoral, la explosión social espontánea, el activismo, la clase, y nuestros propios militantes, hubieran encontrado más fácilmente un cauce abierto para canalizar las aguas del desborde popular. De todos modos, aunque tarde, se ha encontrado el camino general correcto. Ahora hay que centrar todas las energías en recorrerlo. 7.- El gobierno Menem nace bajo el signo de la inestabilidad extrema, jaqueado por la relación de fuerzas que impuso esta insurrección. Es imposible anticipar los pasos de la lucha obrera, mas allá de la huelga general como perspectiva, pero debemos prestar atención a los embriones de organización que quedaron esbozados y que tenderán a expresarse. Las comisiones barriales, coordinadoras, etc., estarán a la orden del día. A ellas habrá que proveer de objetivos y métodos que empalmen con la huelga general, partiendo del hecho de que los hambrientos suman hoy una inmensa fuerza social. Desenmascarar y combatir a Menem no podrá hacerse sin extender nuestro liderazgo sobre esos sectores, y, para eso, es necesario elaborar propuestas prácticas y concretas (transicionales) para la unidad de acción, habida cuenta de dos elementos nuevos de la realidad: el peso relativo y creciente de la población «marginal», y la aparición de una clase media exasperada que alienta, embrionariamente, métodos de autodefensa armada. Ambos elementos son hoy un factor distorsionante de la metodología obrera tradicional, pero el partido no puede ignorarla. Deberá también estudiarse el método de la «ocupación de fábrica», ya conocido por la clase, puesto que la

ola de despidos, suspensiones, cierres, etc., provocará una respuesta inmediata, de medidas defensivas, que debemos estar listos para orientar. 8.- Se hace necesario enfrentar enérgicamente la campaña de confusión y represión del gobierno. Debemos dirigirnos especialmente a las fuerzas policiales, llamándolas a sentirse parte del pueblo y a no reprimir. Este llamado (que no se hizo, lamentablemente, durante los episodios), debe continuar llevando a la práctica la conocida posición del MAS en ocasión de las huelgas policiales. Es ahora cuando hay que aplicar la concepción estratégica y la línea táctica que dio origen a esa correcta actitud del partido. Es también urgente desenmascarar todo intento de inculpar a los activistas, agitadores y militantes, de la organización que fueren. Debemos denunciar el ataque al Partido Obrero y defenderlo de la represión. Somos el eje de la propaganda enemiga. Saquemos de ello el mejor partido posible. Como referentes, tenemos muchos que decir. Digámoslo audazmente. Redoblemos la propaganda y la agitación. No abandonemos a los presos. No silenciemos la persecución a la izquierda. Repudiemos el «saqueo» y la «violencia», pero no nos divorciemos de los insurreccionados. Diferenciémonos mostrando nuestro programa y propuesta como hizo Zamora en TV. Repitamos su actuación a todos los niveles posibles. Agitemos el Proyecto de «Ley Zamora de Emergencia Alimentaria». (1) 9.- Por último, destaquemos una premisa de nuestra tradición teórica: con esta irrupción en el «estallido», el partido hizo más en un sólo día por la conquista del liderazgo de masas, que lo que hizo en un año de campaña electoral. Ahora, el MAS ganó un inmenso terreno gracias a ese milagroso «milímetro» que las masas conquistaron mediante una acción de conjunto por sus necesidades básicas. El «avance ideológico» vendrá detrás, inevitablemente. Viernes, 2 de junio de 1989. (l) Una suerte de «PAMI» para la alimentación, con chequeras utilizables por los carenciados por cuenta del Tesoro, con cargo a los intereses de la Deuda Externa... (Es sólo un ejemplo a instrumentar parlamentariamente para la agitación y la propaganda).

CAPITULO III 11/06/1989

El manejo de la consigna de ASAMBLEA CONSTITUYENTE Hemos leído en la prensa del MAS: «Los socialistas del MAS estamos a favor de que se convoque en breve plazo a una Asamblea de diputados constituyentes, en la que los representantes electos por el pueblo puedan discutir libremente una salida para el país.¨ “...Soberana, con facultades irrestrictas”... ¨Ahí, el MAS propondría sus soluciones obreras y socialistas¨... ¨El Justicialismo, el radicalismo y cada partido podría y debería formular ahí, claramente, sus propuestas para las soluciones de fondo¨... ¨Esta sería la salida democrática...¨. (Solidaridad Socialista Nº284 del 6/6/89). Y por si fuera poco, volvemos a leer: ¨El MAS siempre sostuvo la necesidad de realizar una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución de 1853 y discutir cómo salir de la crisis. Reclamamos la inmediata

convocatoria a elecciones para esta Asamblea. Que sean los representantes del pueblo quienes decidan, por ejemplo, si Alfonsín debe seguir gobernando, o si se adelanta la entrega del gobierno. Que sean también esos representantes, los que discutan qué medidas económicas de emergencia hay que aplicar¨... (Solidaridad Socialista Nº 282 del 24/5/89, en recuadro especial). ¡Esta es la manera en que la Dirección Nacional del MAS ha accedido, tarde y mal, al planteo de la consigna de Asamblea Constituyente! ¡En buena hora este acceso!... Pero sigue siendo un palo de ciego, como si se tratara mas bien de ganar una polémica interna con nosotros y no de educar, organizar y movilizar a la vanguardia y a la clase en el camino del poder. Y ni qué decir de orientar al partido, ya que en él nadie sabe qué es «eso» de Asamblea Constituyente, y la Dirección Nacional confunde mas de lo que aclara. Veamos: Supongamos que Alfonsín tomara hoy la cadena de televisión y le dijera al pueblo: «He leído la prensa del MAS, donde se reclama la convocatoria inmediata de una Asamblea Constituyente soberana y con facultades irrestrictas, y debo admitir que los trotskistas de Zamora me han convencido. Tienen razón. Hay que convocar de inmediato a esa Asamblea. Por eso he decidido hacerlo para dentro de 30 días...» Según el MAS, esa decisión de Alfonsín sería la demostración del triunfo político del partido: habría una Asamblea Constituyente... Pero ¿qué y cómo sería esa Asamblea? ¿A quien serviría? ¿Qué consecuencias sociales tendría en las relaciones de clases? ¿Cómo quedaríamos los revolucionarios después de ella? ¿Habríamos avanzado en el camino hacia el poder, o por lo menos en el de la movilización popular independiente? En primer lugar, no sería un triunfo del partido, sino una caída en la propia trampa. Alfonsín se aprovecharía, ahora, de la falta absoluta de poder obrero y popular embrionario, de representatividad, de movilización política independiente, para consumar una farsa formalmente democrática, pero intrínsecamente contrarrevolucionaria (recuerde el Plebiscito del Beagle). Lograría, con el apoyo del MAS, legalizar institucionalmente una forma de poder (el suyo o el de Menem) al servicio del régimen y los planes de la gran burguesía y el imperialismo. Hoy por hoy, una Asamblea Constituyente convocada de este modo por Alfonsín, con sus funcionarios, legisladores, medios, etc., no sería sino la forma de legalizar el poder tambaleante de nuestro enemigo de clase. Caeríamos en una trampa tendida por los mecanismos del régimen. No es lo que en esta situación buscamos. Por eso, decimos que el manejo de las consigna programática y política de Asamblea Constituyente es difícil, es transicional, y está siempre ligada a las consignas movilizantes que tienden a encuadrarla en una nueva relación de fuerzas entre las clases. Es una consigna para institucionalizar la consolidación de las formas de poder obrero y popular y resolver jurídicamente la contradicción existente en un régimen de poder dual. Este régimen de poder dual se logra con la gente movilizada y (aunque sea en forma embrionaria), organizada en forma tal que pueda expresar su unidad, su fuerza, y su actividad. Entonces sí, apelamos al recurso de la Asamblea Constituyente para resolver «jurídicamente» el tipo de poder al que debe ajustarse el país: si el viejo poder burgués o el nuevo poder obrero. En el fondo, significa dos cosas al mismo tiempo: a) Un recurso del mecanismo democrático-burgués para sellar legalmente su dominación; b) Un recurso del naciente poder obrero para tender un puente, una alfombra, hacia las grandes masas, con el fin de que transiten hacia el poder obrero y popular, ya que sin ellas no podríamos hacernos cargo de ningún poder, y mucho menos mantenerlo. Y sin tender esa alfombra democrática a sus pies, esas masas no legitimarían nuestro gobierno. Nosotros no planteamos la Asamblea Constituyente como una consigna de catálogo, para infundir confianza en la democracia burguesa del régimen; hay una contradicción de clase en la sociedad, un antagonismo, y eso es lo que queremos resolver de la manera mas legal y pacífica posible. La consigna, en sí misma, es un arma de doble filo. Pero esto no quiere decir que no debamos propagandizarla en el curso de la etapa revolucionaria, aún cuando no haya todavía

organismos de poder dual. Esa propaganda es obligatoria y permanente. Debemos educar, organizar y tratar de movilizar en función de ella, porque nos preparamos para tomar el poder a nombre de las amplias mayorías obreras y populares. Pero entonces cae de maduro que esa propaganda y agitación debe hacerse denunciando, al mismo tiempo, la incapacidad e ilegitimidad del actual poder burgués para convocar y garantizar esa Constituyente (aunque formalmente lleguemos a participar en ella, en forma muy condicionada y en determinadas circunstancias). Nosotros levantamos la consigna para que la tomen las masas, no el gobierno, y ellas, a través de sus organismos representativos, fortalecidos en la movilización (comités de huelga, coordinadoras, consejos, etc.,) se sientan suficientemente fuertes y decididas a hacerla cumplir en forma democrática... «para que las bases decidan». Entonces sí, la salida democrática de Asamblea Constituyente servirá para disputar en el terreno institucional y jurídico el problema del poder. La primer conclusión de esta concepción trotskista sobre el uso de la consigna es que: a) no la planteamos en el aire, descolgada de su contenido de clase, es decir, sin destacar de qué manera se insertan en ella las organizaciones auténticamente representativas de la acción, unidad y movilización obrera y popular (organismos de clase); b) no la planteamos sin exigir condiciones claras respecto de quien la convoca y garantiza. Este gobierno fraudulento y mentiroso no puede hacerlo por sí y ante sí. Hay que enfrentarlo con los mecanismos de la posible e inevitable dualidad de poderes, que ya debemos explicar y propagandizar como únicos garantes; c) no es posible sin la movilización de la clase, como no es posible el control obrero dictado por los burócratas desde los despachos oficiales. Se impone por la fuerza de la movilización, o es una farsa. Por todas esas razones, no nos parece adecuada la forma en que el MAS lanza ahora la consigna de Asamblea Constituyente. Es una caricatura «que la gente no ve, no siente y no quiere», y que para colmos de males, los propios militantes del partido están lejos de comprender y manejar. Para ellos, como para la clase, la forma «democrática» de resolver el «temario» de una posible Constituyente ya se hizo el 14 de mayo... Con lo cual queda demostrado que la forma de plantear de este modo la consigna resulta incomprensible y engañosa. ¿Para qué -se preguntaría la gente- hacer nuevas elecciones que serían iguales, tanto en la forma como en el contenido, si las acabamos de hacer? Esa es la razón por la cual, en nuestra minuta del 13 de abril de 1989, insistimos tanto en la necesidad de ligar esa consigna a la de preparar la huelga general, y a que dicha Asamblea esté garantizada por una amplia movilización y representación de las bases (coordinadoras, comités, etc.). Es cierto que estamos ante una contradicción: la situación objetiva ha madurado mas que la subjetiva, y no hay organismos representativos de la organización independiente de la clase. Esta realidad entraña una grave contradicción que nos obliga a extremar el arte de nuestra propaganda y agitación y dificulta la tarea de explicar la consigna, pero no suprime su validez, necesidad y urgencia. Todo lo contrario. Pensemos qué pasaría (en el marco de una perseverante propaganda al respecto), de resultas de una huelga general en esta situación. ¿En qué terminaría esa huelga al cabo de una o dos jornadas? ¿Qué respuesta lograría de la clase obrera y el resto de los sectores populares, barriales, marginales, comerciantes, intelectuales, etc.? ¿Es o no legítimo, pensar que en estas circunstancias una huelga general generaría organismos que expresarían el inicio y desarrollo del poder dual, antesala del poder obrero? Creemos que sí. A esa perspectiva está ligada nuestra consigna de Asamblea Constituyente. Por eso, no la concebimos actualmente fuera de la consigna de preparación de la huelga general, y por eso nos parecen palos de ciego los esporádicos reclamos del partido sobre la Asamblea Constituyente por un lado, y las tardías demandas declamatorias de huelga general, por el otro, cada vez que la realidad nos golpea el rostro con una bofetada, olvidándonos al día siguiente de utilizar ambas consignas en cada lugar donde militamos y debemos responder a los conflictos aislados. 11/6/1989.-

CAPITULO IV 29/06/1989

La propaganda no reemplaza la política (Intervengamos en todos los episodios de la lucha obrera y popular, orientando las movilizaciones con las consignas transicionales). 1) El Documento presentado por la Dirección Nacional a la discusión del IV Congreso, bajo el título «Consolidemos un partido con influencia de masas» debe ser caracterizado como un folleto de propaganda general, para la captación de la periferia contactada en el período electoral. No es una herramienta política para armar a los militantes trotskistas ante los problemas de la situación revolucionaria, ni profundizar el análisis para una política precisa en el movimiento de masas. Reduce toda la cuestión, a la conquista del liderazgo de masas, como una petición de principios, para llegar al objetivo programático del Gobierno Obrero... por la vía del «convencimiento» ideológico y el «fortalecimiento» del Partido. Con esta formulación, culmina la desviación propagandística que denunciamos en ocasión de la campaña electoral y que se basó en la proclamación de consignas de «esclarecimiento» y no de movilización» tras las necesidades básicas objetivas (Ver Minuta de julio de l987). Debe señalarse que: a) Este Documento-folleto no contiene una sola palabra autocrítica, lo que resulta un hecho insólito en la historia de nuestra corriente; b) Se dirige por igual a los cuadros, militantes, vanguardia obrera, intelectuales, periferia, y público en general; c) Se presenta desglosado y aislado totalmente del imprescindible Informe de Actividades, haciendo imposible, por lo tanto, un juicio de conjunto de los hechos que forman una totalidad, y porque ya, en plena discusión pre-congreso no ha aparecido aún ese Informe de Actividades; d) Dificulta, de este modo, el buen funcionamiento de la democracia partidaria. Por esa razón, afirmamos que este folleto de propaganda no servirá para armar y fortalecer al partido como expresión organizada y consciente de la vanguardia revolucionaria, en el desafío de dirigir el movimiento de masas, acrecentándose, de este modo, el peligro de que sea éste quien dirija al partido, haciéndolo sucumbir ante las presiones más atrasadas de su espontaneísmo. 2) El eje político de este «folleto» se mantiene subyacente, sin embargo, debajo de sus generalizaciones programáticas y sus apelaciones al voluntarismo, cuando declara que «el MAS es y será el órgano previsible de poder dual que hay que fortalecer». Esto es lo que se dice, a pesar de que se observan otros embriones. Todo lo demás es logística de apoyo: «Venga al MAS», «Apoyemos las luchas», «Unidad de acción», etc. Presuntamente, la Dirección Nacional se prepara para lanzar la consigna de «Todo el poder al MAS» cuando considere llegado el momento, es decir, cuando la consigna sobre el Gobierno Obrero haya penetrado la conciencia de las masas, para lo cual estamos empeñados en una tarea de «esclarecimiento ideológico»... No hay porqué claudicar ante el «fetichismo» de los Soviets u otras formas de poder, pero una hipótesis semejante lo menos que merecería sería una consideración mas profunda. 3) Esta suerte de ultraizquierdismo teórico con que la Dirección se presenta ante el IV Congreso, no se relaciona empero a tareas acordes con tales perspectivas. Por un lado, se plantea, teóricamente, la inminencia del Gobierno Obrero (sic), y, por el otro, políticamente, se soslaya la

participación del partido en los acontecimientos más importantes de la lucha de clases en los dos últimos años(Ver Minutas del 12/10/87, 3/11 y 14/4 de l988). 4) El «liderazgo de masas» del MAS es uno de los objetivos que la Dirección afirma que hemos casi ganado ya en importantes sectores, según lo demostraría el crecimiento y la favorable acogida que encuentran los militantes, incluidas las marchas y movilizaciones, y sobre todo nuestro rol en Neuquén. Sin duda, existe tal crecimiento. Pero se comete un error cuando se educa al partido en el éxitismo que significa dar ya casi por conquistado un objetivo que, en el mejor de los casos, está en sus comienzos y no puede darse por concluido. El liderazgo de masas lo conquista el partido revolucionario acaudillando las acciones independientes de la clase, y a partir de la experiencia de éstas. Esta experiencia pasó por los hechos de Semana Santa, Docentes, elecciones nacionales, huelgas parciales y aisladas, paros generales de la CGT, tarifazos, ollas populares privatizaciones, rosariazos, huelgas ferroviarias, etc. En ninguno de estos casos podemos decir que la clase, o un sector de ella, hizo o dejó de hacer algo porque la Dirección del MAS se lo marcara como orientación o tarea. A lo sumo, lo que podemos decir, es que el partido trató de estar presente en varios casos, y que se esforzó por llegar a las bases en su tarea de «apoyo» a las huelgas aisladas. De ahí al liderazgo de masas media un trecho muy amplio, que puede acortarse en el tiempo, pero que no puede saltearse en la actividad ni la experiencia. Ni el rosariazo, ni las crisis energéticas o militares, ni las grandes huelgas, mostraron al MAS al tope de las acciones populares(Ver Minutas del 12/12/88 y 8/1/89). El liderazgo de masas, que tenemos la posibilidad de conquistar, no pasa por la acumulación cuantitativa o aritmética de adherentes individuales, por significativos que sean, sino por la experiencia de la clase, y la confrontación práctica de sus propios impulsos, necesidades, aciertos y errores, con las directivas que el partido puso a su alcance. Este liderazgo se concreta en el acatamiento de la clase a esas directivas o consignas. El rosariazo, los tarifazos, etc., ocurrieron sin que el partido aportara ninguna directiva o línea precisa. Algunos ocurrieron a sus espaldas. En la reciente huelga de la Fraternidad y Señaleros ni siquiera hemos propagandizado la necesidad de coordinar, centralizar, unificar, ambos conflictos. En este cuadro, parece apresurado generalizar el rol jugado en Neuquén. Mas bien, lo que puede afirmarse es que, pese a todos los errores y falencias, la gente viene individualmente al partido porque la situación la empuja sin remedio al único polo independiente de lucha, y porque no tiene otra salida. Este crecimiento no atestigua, por sí sólo, el liderazgo de masas como una relación puramente cuantitativa. Peor aún, si así fuera, cabría objetar porqué razón, si hemos llegado a tal objetivo, no usamos ese liderazgo para llamar a las masas a unificar sus huelgas aisladas en una huelga general, o a desacatar el pago de las tarifas, o a formar coordinadoras y a centralizarlas, o a unificar la lucha de los estatales. Sorprende también, el hecho de que en medio de la situación (revolucionaria) que se describe entusiastamente como un pre-Octubre, el Documento se encabece con una voz de orden (consigna) que nada tiene que ver con la movilización de las masas y la razón de sus luchas, y sí sólo con los importantes objetivos ahora reactualizados y posibles, cuales son los de «consolidar un partido con influencia de masas», como si sólo de tratara de cosechar... 5) La consigna de Gobierno Obrero (a través del fortalecimiento del MAS!), ha cimentado una creciente «confianza a muy corto plazo». La consigna (que puede ser programática, para la propaganda y la agitación, táctica para la acción inmediata, y organizativa, según sea el momento), se levanta indiscriminadamente, declamatoriamente, identificándola con la necesidad general del... socialismo. Con esta consigna se pretende llenar todas las necesidades de la lucha de clases actual, aunque ahora se levanta después de haberla olvidado por completo cuando los hechos de la realidad, como Semana Santa, Villa Martelli, crisis energética, Asamblea legislativa, etc., exigieron del partido su planteo obligatorio (Ver Minuta 13/4/89). Concordamos con las consignas político-estratégicas de carácter programático que levanta el partido, pero no podemos soslayar que esas consignas sean utilizadas tarde y mal. Según las

presenta hoy la Dirección, aparecen ante la clase como un reclamo «ideológico» ajeno a su actividad o necesidad de lucha; y ante los militantes, como un simple «saludo a la bandera». Así ocurrió con el planteo de «Asamblea Constituyente YA!». Así ocurre con los reclamos sobre «Control Obrero», que se formulan episódicamente sin hacer una campaña explicatoria de la consigna transicional que es nuestra respuesta a la alternativa contrarrevolucionaria de las privatizaciones, para superar la incapacidad y la corrupción del Estado burgués en crisis. En la forma en que se plantean no ayudan a la clase, ni a la vanguardia, ni a los militantes. Lo mismo ocurre ahora con el planteo de Gobierno Obrero y Popular. Por lo demás, se hace una distinción equivocada entre propaganda y agitación, como si la agitación tuviera que servir sólo a los fines de la acción inmediata. Para nosotros, la consigna de Gobierno Obrero debe propagandizarse y también agitarse, independientemente que las masas puedan, en forma inmediata, movilizarse o no por esa consigna. Es la realidad objetiva de las contradicciones sociales, y no el estado de conciencia de la clase la que hace imprescindible hoy su propaganda y su agitación, según podamos dirigirnos pedagógicamente a unos pocos elementos de la vanguardia, o a muchos «millones» en condiciones de escucharnos. 6) El crecimiento partidario prueba que el partido tiene una línea general correcta que lo diferencia de los demás partidos del régimen y la izquierda centrista y oportunista. Pero este argumento no puede ser utilizado por la Dirección para renunciar a todo análisis autocrítico sobre fallas, desviaciones peligrosas, y graves errores en los que ha incurrido reiteradamente. Esta autocrítica, necesaria y silenciada, a la que hemos intentado hacer numerosos aportes (Ver Minutas sobre Constituyentes, Control Obrero, Tablada, Elecciones, etc.), debe partir del reconocimiento de que, sobre la base de una línea heredada del pasado inmediato y de su tradición, la Dirección ha estado muy por debajo de sus obligaciones y posibilidades, para aprovechar la situación revolucionaria que se agudizaba. Sin embargo, ninguna autocrítica es sometida ahora a la consideración del partido, y tal método priva a los militantes de la posibilidad de enriquecer su herramienta de trabajo diario en el seno de la clase para enfrentar las luchas y objetivos que le son propuestos en la realidad y en el propio Documento. Algunos errores merecen recordarse: - Se comenzó elaborando consignas para satisfacer los «avances en la conciencia» y no para responder a las necesidades básicas insatisfechas, objetivas, como instrumento de movilización. - Se reemplazó el uso de consignas movilizantes, unificadoras y centralizadoras de las luchas, por apelaciones doctrinarias y propagandísticas. - Se estableció la imposibilidad de la «unidad de acción por arriba», abriendo el camino a una política sectaria, que se expresó en Docentes, CGT, Madres, etc. - Se desarrolló una persistente desviación electoralista a lo largo de dos campañas, educando en la confianza al parlamentarismo y el voto a IU y a Zamora como «solución». - Se capituló a la provocación contrarrevolucionaria de La Tablada respondiendo con una campaña contra el «peligro del rebrote guerrillero». - No se denunció al enemigo de clase y al imperialismo con el énfasis con que se propagandizó que «no había que defender a los guerrilleros presos», renunciando así, a una cuestión de principios establecida taxativamente en la Tesis Nº 13 de la LIT. - Contradiciéndose con la correcta actitud asumida en la Marcha contra el Indulto, se respondió a Las Madres con una actitud sectaria e injustificada, negando en los hechos la unidad de acción. (ver Minuta al respecto). - Se abstuvo de enfrentar los tarifazos llamando al «no pago de las tarifas» con el argumento (de algunos cuadros) de que era necesario preservar la legalidad. - Se omitió dar una línea precisa de coordinación, unificación y extensión de las huelgas aisladas, limitándose al «apoyo» de las mismas, sin mostrar una salida de conjunto a través de la preparación de la huelga general. - En el último paro de La Fraternidad y Señaleros, ni siquiera se llamó a coordinar y unificar ambas luchas, en forma pública, de modo de educar a la clase y a la vanguardia y mostrar el camino.

- En los hechos del «rosariazo», que tiraron abajo un gobierno constitucional (Ver Minuta del 2/6/89), el partido fue un espectador tardío y desorientado. - Anteriormente, en la crisis energética, el partido respondió tibiamente, 20 días después, y lo hizo como comentarista, no como partido militante. 7) El «partido trotskista con influencia de masas» que debemos consolidar es, y deberá ser, por su naturaleza, de vanguardia, un partido «minoritario», de cuadros militantes insertados en la clase, en sus organizaciones y sus luchas. Podrá llegar a tener «millones» de afiliados o adherentes, pero no dejará por eso de basarse en una estructura de «elite», en el sentido de que sólo la vanguardia revolucionaria integrará el núcleo básico e insustituible de sus efectivos. Su influencia de masas no significa concesión alguna, de ningún tipo, al populismo o a la «social-democratización» de su estructura. El partido de ese tipo elabora (y sólo él puede hacerlo) una política para las masas. Lo hace a través de su vanguardia real y espontánea, pero diferenciando claramente entre esa masa, esa vanguardia, y los militantes del partido. Nuestra tradición ha marcado estos requisitos como esenciales para diferenciarnos de los partidos socialdemócratas, reformistas y centristas, que acceden al liderazgo de masas por la vía del «acomodamiento» a sus prejuicios, su atraso, sus limitaciones o su espontaneidad. Esta relación se asemeja al mecanismo de una bicicleta, como intentábamos ejemplificar en épocas pasadas: se trataba de mover la rueda actuando como piñón a través de la corona. Es decir (por ejemplo), se podía trabajar sobre partidos centristas o laboristas o simplemente de masas, para acceder a ellas por medio del activismo; o nos apoyamos en algunas formas de «entrismo». Hoy, la realidad no da espacio previsible a partidos centristas ni reformistas, y por eso crecemos, pese a todo. Pero junto con esto hay que decir que si nuestra corriente se diluye por vía del crecimiento en una corriente no ortodoxa, laxa, populista, el riesgo que se corre no terminará en el centrismo ni en el reformismo, sino, muy posiblemente, en la liquidación como partido. Por eso, el IV Congreso debe preguntarse ¿qué partido debemos consolidar para ganar influencia de masas? ¿Acaso el partido de la desviación electoralista, el de la capitulación ante los hechos de La Tablada, el del sectarismo frente a Las Madres de Plaza de Mayo? ¿El del oportunismo ante las privatizaciones, con la consigna de «sí a la empresa estatal única y eficiente? ¿Será el partido confundido de la huelga docente, el inexistente del rosariazo, o el abstencionista y «prudente» de los tarifazos? ¿Será el partido de los cuadros que repudian la preparación de la huelga general porque «nos darían con todo»? ¿Será el partido de militantes que rechazan la consigna de «No pago de las tarifas» porque «eso» nos enfrentaría a la ley? El partido tiene que ganar a las masas, pero debe ser trotskista para que las masas no lo ganen a él. La experiencia histórica está llena de ejemplos de cómo las masas crean las bases materiales de degeneración de partidos socialistas, porque detrás de ella, librada a su espontaneísmo, operan las presiones materiales de la sociedad. El señuelo del parlamentarismo y la legalidad es una variante de esa posibilidad; el cansancio de las luchas, puede ser otra; y ni qué decir las derrotas. Alertar sobre esta encrucijada es la obligación de toda dirección trotskista. 8) El Centralismo Democrático del partido no se asegura mediante resoluciones organizativas, administrativas, o estatutarias. Es, por encima de todo, un hecho político. Este IV Congreso, según está convocado, asegura mas bien un «acto» semi-público de propaganda y captación de la periferia, que un congreso de tipo bolchevique para discutir con los recaudos del centralismo democrático y la profundidad y seriedad del marxismo, los graves y urgentes problemas que plantea la situación. Es plausible el intento de hacer participar en la discusión a la mayor cantidad de nuevos compañeros y nutrirse de sus inquietudes. Pero cambiar ahora el peso específico de la composición partidaria trotskista para decidir la política y las tácticas de este período, les abre las puertas a presiones desviacionistas; a menos que las nuevas camadas de adherentes estén constituidas por elementos del proletariado industrial firmemente probado en las luchas de la clase y expresen algo mas que desprendimientos individuales de desclasados por la crisis, marginalizados, o sectores de la pequeñoburguesía pauperizada, estudiantil, etc. No parece que el crecimiento partidario actual se

haya dado sobre la base del vuelco del proletariado industrial mas concentrado, experimentado y fogueado, aunque haya excepciones al respecto. Cabe preguntarse de qué manera podrá discutirse en las Conferencias Regionales, y profundizar los análisis, si la participación mayoritaria estará dada por la presencia de compañeros nuevos, sin experiencia, tradición, ni nivel político. Este es el riesgo que señalamos como amenaza al mantenimiento de una línea política ortodoxa y su correlativo marco de democracia centralista de tipo bolchevique. El documento que se discutirá es general, abstracto y elusivo en los temas en que justamente debiera centrarse una discusión fructífera. Y el Informe de Actividades aún no se conoce (26/9/89). En tales circunstancias la elaboración del Congreso será mas bien un «informe» o un «curso» bajado por la Dirección, y no una discusión democrática. 9) Solicitamos: a) que se publiquen como materiales de información las Minutas presentadas por compañeros desde el IIIº Congreso; así como el Informe de Actividades del año 1984; b) que se modifique la fecha de realización del Congreso Central, ampliando el período de discusión; c) que se invite a él, con voz y sin voto, a los compañeros de probada experiencia y lealtad que hayan presentado Minutas críticas. 26/9/89

CAPITULO V Sobre la consigna de ¨Control Obrero¨ DEL SECTARISMO AL OPORTUNISMO

La Dirección Nacional del MAS acaba de dar su último palo de ciego: abrumada por los acontecimientos desencadenados por el proceso revolucionario, respondió esta semana a las privatizaciones de las empresas públicas. . . con el «programa» de la burocracia sindical, burocracia que reacciona afectada por la amenaza a sus privilegios. Después de enfrentarse a la crisis con mezquinos planteos electoralistas, la Dirección Nacional salta alegremente de la «Argentina socialista» a la lucha tras la consigna oportunista: «Si a la empresa estatal monopólica y eficiente», acompañada de «Repudiemos el aval de Guillán!» (26/6/89). De esta manera, la Dirección enfrenta la campaña de la prensa reaccionaria sobre la privatización de ENTEL, poniéndose otra vez «detrás del palco» de la burocracia, como lo demuestra el volante partidario de los compañeros telefónicos. Los trabajadores y la población toman así conocimiento de la bandera del MAS, o sea, que con el fin de ayudar a la movilización contra el proyecto reaccionario, se sube alegremente al carro de la burocracia. Claro está: para dejar intactos los «principios» trotskistas, también aclaramos, en un renglón convenientemente disimulado, que «si logramos derrotar a este proyecto habremos iniciado el camino de que (sic) los trabajadores controlemos la Empresa en beneficio del pueblo, y no como ahora que está al servicio de los grandes capitales y los pulpos internacionales»... ¡Menos mal!... ya que con esta aclaración nadie podrá acusar a la Dirección de renunciar al Programa de Transición de la IV Internacional y a las consignas básicas del trotskismo. Luego... ya podrá poner en recuadro su ocasional bandera (o su bandera de ocasión): «Sí a la empresa estatal, monopólica y eficiente!!!»

Sin embargo, esta consigna de la burocracia no es la consigna del trotskismo ni la de nuestra corriente, por mas que la Dirección argumente razones «tácticas» para sostenerla. Los trotskistas tenemos para casos como éste la consigna transicional de «Control obrero» democráticamente ejercido por la clase como el camino para el ejercicio del propio poder popular, que comienza disputando la propiedad de la burguesía en el terreno de la producción. Ese es el camino, y no el que señala la Dirección Nacional, marchando detrás de la burocracia. Merece destacarse, pese a todo, que la Dirección ha marcado un aspecto correcto, cual es el de no encerrarse sectariamente en la declamación de la consigna trotskista, y por el contrario, buscar la unidad de acción(1), sumándose prácticamente a la movilización de un sector de la clase para cumplir un rol eficiente de organización. Bien. Esto es correcto. Sin duda es lo que debemos hacer en la instrumentación táctica de nuestra política: utilizar el carril de la movilización tal y como se dé en los hechos; de otra manera, quedarse aislados, blandiendo solos nuestra consigna de control obrero, sería sectarismo. Compartimos la oportunidad y conveniencia de explicar esta táctica al partido y a los militantes. Pero lo que no compartimos es que aventemos un error sectario con un error oportunista. Así, lo único que lograremos será confundir a los militantes, y ponerlos detrás del carro de la burocracia, sin política propia, sin perspectiva de educación, organización y movilización independiente, y finalmente, sin horizontes de poder. Es esto lo que hace hoy al partido mediante la forma de instrumentar su política ante la privatización de Entel. O sea: hace lo mismo que hizo con las demás consignas que debió esgrimir durante toda la etapa, urgido por el impacto de los hechos que no previó, utilizando las consignas tarde y mal, haciendo de cada una de ellas una caricatura peligrosa. El partido debió proceder de otra manera. Debió explicar que la crisis de la Empresa Estatal se debe al manejo burgués y burocrático de las mismas, mostrando que es el capitalismo en decadencia, por un lado, y la putrefacta burocracia sindical por el otro, quienes administraron en beneficio propio y no de la población, los únicos culpables del descalabro y desprestigio de las empresas. Lo que hay que hacer es invertir esa situación estableciendo el control obrero, popular, democrático, etc. Explicar esto por todos los medios, insistiendo que ahora está planteada la solución que proponemos los socialistas, y poner esta bandera al tope de nuestra propaganda y agitación, de nuestros volantes, periódicos, charlas, conferencias, declaraciones, etc., es la principal tarea partidaria. Ahora bien: decimos esto incansablemente, pero no nos quedamos en casa cruzados de brazos. Por el contrario, instrumentamos tácticamente la propaganda y la agitación permanente de esa consigna, diciendo al mismo tiempo: «Nuestra consigna es el control obrero, pero nosotros somos los primeros en sumarnos a toda movilización que empiece ya por impedir la asunción de María Julia Alsogaray y Guillán; y aunque no compartimos la solución que los dirigentes sindicales proponen, les ayudaremos en una férrea unidad de acción para defender la no entrega del patrimonio público a los monopolios imperialistas y sus agentes nacionales. A pesar de nuestras diferencias, apoyamos toda lucha efectiva contra los entreguistas para defender la empresa estatal. Somos socialistas, pero no somos sectarios. Apoyamos lo que la gente movilizada decida democráticamente; pero no somos oportunistas y por eso no ocultamos a esa gente que la solución verdadera es la de control obrero democrático, como un camino para que los trabajadores se hagan cargo de toda la economía y del propio gobierno»... etc., etc. Esta inversión de la propaganda y la agitación en relación con cómo el MAS presenta hoy la cuestión de las privatizaciones es fundamental. No es un prejuicio intelectual ni académico. Es la política revolucionaria bajada a tierra. Comprendida así, la táctica de no ser sectarios y sumarnos a la unidad de acción con la burocracia, no será un factor de confusión para nuestros militantes, ni para la vanguardia, ni para la clase. Y nos permitirá trabajar realmente en la perspectiva del Gobierno Obrero y Popular, además de la Asamblea Constituyente. Lo contrario es hacer seguidismo oportunista, salir del propagandismo sectario para caer en la capitulación electoralista; hacer populismo como medio de ganar el «liderazgo de masas», y olvidarse en los hechos de la urgente necesidad y validez actual de las consignas de transición, entre las

cuales, la de control obrero, asamblea constituyente, y gobierno obrero y popular, forman un eje indivisible e insoslayable. 09/07/1989 (1) Debe destacarse que justamente esta «unidad de acción es la que la Dirección Nacional ha venido rechazando en sus documentos desde antes del III Congreso, cuando anunció, con injustificada soberbia, la táctica de «la unidad de acción por abajo» (¡!), descartando la «unidad de acción por arriba»(con las direcciones)... ya que la burocracia «marcha cada vez más a la derecha», y junto con los sectores de la burguesía «se unifican para enfrentar al proletariado»... Esta negación, sectaria e infantil, de la política trotskista de una forma básica del frente único se modifica empíricamente hoy ante el caso Entel, no sólo haciendo «frente por arriba» con la burocracia amenazada en sus privilegios, sino proclamando esa «unidad» a expensas de los principios elementales del Programa de Transición y las consignas del propio MAS. Sin duda, hay una gran incapacidad de la Dirección Nacional para aprender de sus propios errores. Esa incapacidad es tanto mas flagrante cuanto que esos errores le son señalados desde «afuera» de su seno, como fue el caso, en esta cuestión, de las oportunas observaciones realizadas antes del III Congreso por diversos críticos (Minutas del autor por un lado, y Documento de la Fracción Estudiantil rupturista, por el otro).

CAPITULO VI 09/08/1989

¨¿Qué vamos a hacer?¨ Estimada compañera Irene: Acuso recibo de tu angustiada carta, e intentaré responderte en forma ordenada. No sos el único militante que está en esa situación. Con motivo de los permanentes palos de ciego que la Dirección Nacional viene dando como respuesta política a los conflictos desatados por la agudización de la crisis, las perseverantes críticas y aportes presentados por diversos compañeros; y, finalmente, los episodios que culminaron con el defenestramiento de Roque y mío por la Dirección de la Zona (luego de un largo período de marginación y proscripción), muchos compañeros han comenzado a preguntarse angustiados, igual que vos: ¨¿Qué vamos a hacer?¨ . . . La pregunta involucra a compañeros nuevos y viejos, con diverso grado de experiencia, inserción y nivel, y no surge como resultado de derrotas de la clase, cansancios acumulados, faltas de perspectivas revolucionarias, etc. Surge, por el contrario, en medio de la más colosal crisis revolucionaria que hayamos vivido en el país y en el mundo, y cuando el viento de la revolución infla las velas hasta del último náufrago y acrecienta la fuerza y las posibilidades del partido. Por eso, los compañeros que se preguntan ¿qué vamos a hacer? Tienen un significado y una importancia especial: son las primeras víctimas de una peligrosísima ulceración burocrática en la estructura del partido, a nivel de varios equipos y direcciones de zona. Eso es, por ahora, lo que queremos creer hasta que una investigación más generalizada no demuestre que esa ulceración ha calado mas hondo todavía y afecta a otros centros vitales del partido. Nos jugamos para que no sea así. Esta situación constituye hoy día, en momentos en que se convoca al IV Congreso y el partido procura tensar sus músculos para disputar el liderazgo de masas, el principal problema que se tiene por delante. Como lo hicimos durante los últimos dos años y medio, aportaremos por escrito nuestros análisis y nuestras propuestas. Es la tarea de militancia que no renunciaremos ni aún ahora, en nuestra nueva y curiosa condición de «invitados», a que nos redujeron los funcionarios de la Zona.

Antes de responder a la pregunta ¿qué vamos a hacer? permitime precisar el contenido esencial de la situación del partido, mas allá de los episodios superestructurales que, aunque muy importantes, pueden ser sólo aleatorios. El partido está enfrentado al peligro de una profunda crisis interna arrastrado por la crisis en que se encuentra su Dirección Nacional La crisis de la Dirección Nacional se expresa hoy, en su incapacidad para enfrentarse con respuestas adecuadas a las exigencias de la situación que vive el país; por el mal uso de sus medios y posibilidades electorales; por la forma electoralista en que condujo sus actividades durante un largo período, por la falta de orientación y educación política de sus cuadros; por la ausencia de la discusión política de los problemas de actualidad y las tácticas de aplicación de su línea; por la metodología burocrática y administrativista que impuso a las direcciones de zonas y equipos; por la subestimación de las críticas y aportes de la base; por la forma de amalgamas que revisten sus documentos e informes; por las capitulaciones oportunistas y sectarias ante los episodios de La Tablada primero y Las Madres después; por el olvido de los principios sostenidos en la Tesis Nº 13 de la LIT; por el seguidismo a la burocracia cegetista con motivo de los paros; y ,últimamente, por la consigna reformista de «Sí a la empresa estatal, única y eficiente»; y por fin, a la tragicómica manera política de responder al problema de las movilizaciones por los tarifazos, cobijándose bajo el inocuo «no se puede pagar», omitiendo decir si el partido recomienda pagar o no, y lo que es aún peor subjetivamente, pretendiendo convencer a quienes reclaman mayor precisión... que una y otra expresión son exactamente lo mismo! Aunque ahora esta crisis de la Dirección se hace mas evidente con la agudización de la crisis general del país, y se expresa agudamente en la desviación electoralista, reconoce sus orígenes en los preparativos del III Congreso, y tiene su primera manifestación importante en el surgimiento de la fracción estudiantil rupturista (fracción que luego dio origen al PTS) Las causas profundas de esa fracción fueron en su momento oscurecidas por el impacto de la conducta política de los propios fraccionalistas Para la Dirección Nacional, obligada a defender la «unidad» del partido, resultó más fácil entonces, valerse de los errores de los rupturistas con el fin de ganar la batalla fraccional, que penetrar en los propios y estudiar críticamente las causas que habían dado lugar a esa fracción, al descontento que la nutría, a las deformaciones metodológicas que expresaba desde el seno mismo de la entraña partidaria, etc. Aún hoy, este tema podría servir al partido para evitarle nuevas situaciones de crisis, originadas en el burocratismo y administrativismo que domina ciertos niveles del aparato partidario. La crisis política que intentamos definir y que se expresa también (como decimos mas arriba) mediante las deformaciones burocráticas y administrativistas, no obedece a un proceso degenerativo de burocratización originado en razones sociales o de clase, en el sentido que lo fue el surgimiento del stalinismo, con privilegios de casta, y una definida política contrarrevolucionaria. Nosotros estamos lejos de alentar las primeras «impresiones» de quienes han comenzado a observar en la Dirección Nacional algunos rasgos o elementos últimamente manifestados La conclusión que nosotros sacamos es que el fortalecimiento de estos rasgos, que existen y que varios compañeros comenzaron a detectar con preocupación, no son producto de un fenómeno político o social de burocratización, sino expresiones defensivas de la propia debilidad política de la Dirección, hoy confrontada con las exigencias de la realidad nacional. Esta caracterización es la que debe adecuar la conducta de todos ante el fenómeno que denunciamos. En primer lugar, debe servir para definir el criterio con que formulamos nuestras críticas, cómo debemos hacerlas, y cómo debemos comportarnos internamente. Nosotros también rechazamos el criterio de los que creen que porque el partido crece, gana influencia, etc. «Todo está bien» y que entonces las críticas obstruyen «obstruyen y debilitan al partido»... Este último es el criterio rutinario y conformista, mas propio de funcionarios que de dirigentes. Nosotros no compartimos ese criterio y defendemos a la Dirección de la única manera posible entre revolucionarios trotskistas: opinando, aportando, analizando, y cuando vemos errores, falencias graves, o desviaciones y capitulaciones como las recientes, criticando duramente y por escrito.

La única regla de principios que nos imponemos es la de la crítica franca, fraternal, en el marco de la mas estrecha lealtad, solidaridad y disciplina en las tareas. La consecuencia política de esta caracterización es que nosotros no «luchamos contra la Dirección», no planteamos el cambio total o parcial de la misma, y lejos de ello, la consideramos, pese a todos sus errores, falencias, desviaciones, etc., la conquista histórica más importante del trotskismo en el país y en el mundo. Es nuestra dirección, y nos sentimos parte de ella como producto colectivo de una larga y dura tarea de construcción del partido. ¿Qué son entonces, y adónde apuntan nuestras permanentes críticas y discusiones? ¿Estamos, acaso, impugnando algún eje central de la línea o el Programa o de su estrategia para la etapa? Buscamos una y otra vez en todos nuestros escritos, minutas e intervenciones orales, y no encontramos una sola línea que demuestre que estamos involucrados en semejante propósito. Ni la famosa exigencia nuestra de propagandizar las Coordinadoras para preparar la huelga general, ni la consigna de Asamblea Constituyente que reclamamos cada vez que la Dirección se olvidó de ella al igual que la de Gobierno Obrero y Popular o de Control Obrero, que exigimos cuando fueron archivadas en momentos en que la realidad las reclamaba, fueron consignas o «líneas» políticas inventadas por nosotros, o diferentes a las que componen la línea votada por el partido, no sólo en esta etapa, sino tradicionalmente. ¡No! Está claro que ni siquiera tenemos una línea política diferente a la del partido, ni total ni parcialmente. Lejos de ello, nos hemos constituido, paradojalmente, en los mas acérrimos defensores de la línea política, programática y estratégica del partido para toda la etapa, cuya caracterización compartimos con entusiasmo. ¿A qué se reducen, entonces, nuestras críticas? Repitámoslo una vez mas: 1º) Desde antes del III Congreso, ya en ocasión de la campaña electoral del 89, venimos marcando diferencias en análisis políticos sobre hechos concretos y puntuales (véase Minutas) que aparentemente nacían de confusiones teóricas y metodológicas. 2º) Insistimos siempre en el manejo de las consignas de movilización, de unidad de acción, y de toma de las necesidades objetivas de las masas como sustento de las mismas, y no de elementos subjetivos para hacer «lucha ideológica» exclusivamente 3º) Discrepamos en la aplicación táctica concreta de la línea partidaria en conflictos, asambleas, periódicos, volantes, insistiendo que no bastaba con decir «que la base decida», sino que también había que decir qué correspondía decidir. (ver Minutas). 4º) Rechazamos enérgicamente, capitulaciones de la Dirección frente a hechos como los de La Tablada, Marcha de Las Madres, defensa principistas de los «terroristas», y privatizaciones (caso Entel). 5º) Repudiamos indignados, las maniobras, métodos, y perversiones escandalosas de los dirigentes de equipo y de zona, que caracterizamos como ejemplares burocráticos de la peor especie stalinista, dañinos absolutamente para el partido, que deben ser erradicados drásticamente, aunque tuvimos y tenemos la prudencia de explicar que no son todavía burócratas en el sentido clásico de la palabra por no tener detrás el respaldo de una clase social enemiga y la inspiración de una línea contrarrevolucionaria, o un aparato de intereses materiales en qué apoyarse. Insistiremos hasta el cansancio que hay que declarar la guerra a esos elementos y métodos, porque cuando alguno de aquellos elementos les proporcione base de sustentación, constituirán un peligro de muerte para el partido revolucionario. Este es el resumen de nuestro planteo crítico. Analizándolo, no encontramos razones para que con él se pueda sostener una Fracción contra la línea del partido, ni contra su dirección, y ni siquiera una Tendencia, ya que tampoco proponemos cambios parciales. Y jamás hemos pensado que por hacer críticas parciales puntuales, particulares, sobre los hechos de la actividad cotidiana (manteniendo la disciplina política), alguien con alguna solvencia trotskista pueda sentirse autorizado a hacer fracción o tendencia. Tampoco nos hemos caracterizado por plantear «dudas» en el estilo de los típicos pequeñoburgueses intelectuales, especializados en buscarle pelos a la leche. Lejos de ello, hemos presentado siempre críticas y propuestas claras y concretas. Y además, en forma escrita. De esta situación, sacamos una respuesta para tranquilizar y orientar a los compañeros que se preguntan angustiados «¿qué vamos a hacer?».

Si tuviéramos que encuadrarnos en las normas y tradiciones partidarias, partiendo de nuestra acción política de los dos últimos años, nos atreveríamos a decir que posiblemente lo mas que alcanzamos a constituir por su contenido esencial, es una «corriente», una débil corriente de opinión. Y nada mas. Esta Corriente (o Grupo) de Opinión, si así puede llamársela (tema que proponemos someter a la discusión de los compañeros interesados), se apoyaría en un claro y reconocido antecedente: las numerosas críticas y propuestas que varios compañeros, coincidentemente (incluyéndome a mí, con mas de l8 minutas) venimos haciendo en forma metódica, permanente y consecuente Eso constituiría, prima facie, una «corriente» de hecho. Pero podríamos conversarlo. La convocatoria del IV Congreso y las votaciones en la Zona, han resuelto administrativamente el problema formal de cómo estos compañeros nos insertamos en el período discusión pre-Congreso. Sencillamente, nos han eliminado del padrón. Razonablemente, la Dirección Nacional y el Congreso mismo, debieran tener la última palabra. Por esa razón, creo que debiéramos reunirnos formalmente los pocos compañeros involucrados en estas críticas y propuestas, y cambiar ideas acerca de la mejor manera de que el partido nos reconozca el derecho de hacer conocer al conjunto de los militantes lo que ha sido motivo de nuestra leal preocupación hasta el día de hoy. Para eso deberemos dirigirnos a la Dirección Nacional pidiéndole que considere nuestra exigencia y demuestre a todo el partido que nuestras esperanzas de salvar a esa Dirección de sus errores, y al partido de sus peligros, son fundadas y están dentro de lo posible; y que, por el contrario, se equivocan los compañeros desmoralizados y descontentos que llegaron y están llegando a la conclusión de que la Dirección y el partido son incorregibles y marchan hacia la liquidación por el camino de la crisis. Esta carta la haré conocer a otros compañeros tan preocupados como vos, para ayudarnos entre todos, a hacer lo que mejor convenga, primero al partido, y después a nosotros mismos que, al fin de cuentas, queremos formar parte de él. Con fraternales saludos . . .

CAPITULO VII 21/11/1989

No basta con acompañar las protestas... ¡HAY QUE ORIENTARLAS! 1.- En el marco de la situación mundial (revolución política en la URSS y en todo el Este, caída del muro de Berlín, ascenso de las luchas en Occidente, y procesos revolucionarios en América Central y del Sur), han tenido lugar en Argentina, acontecimientos de extraordinaria importancia que ponen a la orden del día todas las cuestiones programáticas y políticas que hacen a la cuestión del poder. 2.- Esos acontecimientos han sido: a) la huelga de choferes del transporte que planteó, de hecho, técnicamente, el inicio de una huelga general embrionaria, sin dirección, sin programa, y sin preparación, pero que paralizó el país. b) la derrota de Guillán en telefónicos, ante el sector burocrático que enfrenta al Gabinete de Menem y al Plan Bunge y Born, con la bandera de defensa de la «empresa estatal, única y eficiente» (aceptada por el MAS). c) la incapacidad del peronismo para realizar la celebración del 17 de Octubre, y el fracaso del acto del 17 de noviembre.

d) el rebrote inflacionario planteado por la estampida del dólar y el estallido de todas las contradicciones de la economía capitalista. e) las provocaciones públicas de los carapintadas, reunidos para desafiar la autoridad del gobierno y reiterar su protagonismo contrarrevolucionario y la falta de solución a la crisis militar. f) los enfrentamientos desatados en el gabinete de Menem que preanuncian no sólo su ruptura inminente llevando la crisis al seno mismo del Poder Ejecutivo, sino también el desarrollo precoz de una dinámica de colapso en la que está contenida la propia caída del Presidente. 3.- Estos acontecimientos han servido para dejar al descubierto la falta de dirección revolucionaria del proletariado, y también de una clara orientación política de su naciente vanguardia. El MAS, única fuerza con posibilidad de ofrecer línea y asumir en los hechos un liderazgo, ha quedado otra vez a la zaga de los acontecimientos, utilizando la situación para acumular prestigio electoral y fortalecer su aparato partidario, al margen de la perspectiva de poder. Veamos los hechos: - En la huelga de choferes, se limitó a apoyar el conflicto aislado, desvinculándolo del resto de las luchas de los trabajadores y la necesidad de coordinarlas y centralizarlas a través de una acción común. - En telefónicos, presentó Lista aparte del sector burocrático que enfrentó a Guillán, a pesar de que este sector hizo su campaña con la consigna de «Sí a la empresa estatal, única y eficiente», que fue la misma que levantó el MAS. De esta forma, el MAS capituló ante la burocracia en los principios programáticos, y se comportó sectariamente en el terreno electoral. Ante la necesidad de derrotar a Guillán y la entrega a las multinacionales, cubrió un error oportunista con otro sectario. En los hechos, esta conducta ha servido para dificultar la posibilidad de unidad de acción entre los que enfrentan las privatizaciones, y para confundir y desalentar a los militantes del MAS y del activismo de la naciente vanguardia, ocultándoles la validez actual, irrenunciable, de la consigna de Control Obrero y democrático, impuesto por la movilización, como única forma de superar la crisis de la empresa estatal, su ineficiencia y su corrupción. 4.- La línea que el MAS no ve, no siente y no quiere, pasa ahora por la incansable propaganda y agitación de todas las medidas alternativas y transicionales que la dinámica de la lucha reclama insistentemente. O sea: a) Para responder a las luchas aisladas, espontáneas y desesperadas por los salarios, preparar conscientemente la huelga general, mediante comités, coordinadoras, actos, volantes, etc., señalando esa perspectiva como la manera mas práctica, mas económica y mas factible de resolver la ofensiva hambreadora contra la población. b) Acompañar esta propaganda y agitación con la explicación práctica de nuestra consigna de Asamblea Constituyente, ya que una huelga general planteará la necesidad democrática de expresar el peso y la fuerza de la clase trabajadora a través de su movilización, y no mediante las maniobras jurídicas o parlamentarias de Menem y los políticos de la oposición. c) Mostrar con ejemplos y argumentos concretos, que el gobierno obrero y popular así surgido de una Asamblea Constituyente democrática, libre y soberana (es decir convocada y garantizada por los trabajadores), es la única forma de implementar un Plan económico popular, combatir la corrupción, terminar con el hambre y la desocupación, y frenar a los carapintadas. d) Formular llamados prácticos y posibles para la unidad de acción con las direcciones que surjan o se postulen, para luchar por objetivos concretos (privatizaciones, control obrero, comisiones investigadoras, etc.). e) Instrumentar toda la campaña tomando los episodios de enfrentamiento que se suceden en las instituciones del régimen, como las FF.AA, la Justicia, las Legislaturas, etc. f) Dentro del MAS, terminar con la lamentable metodología de que un error o capitulación se «tapa» o disimula con otro error u otra capitulación mayor, o sancionando administrativamente a quienes se hacen eco de tales errores y pretenden corregirlos mediante la discusión y el disenso fraternal.

CAPITULO VIII 13/12/1989

Sindicalismo y revolución 1.- Los diarios del día 12, destacaron en recuadro la presencia en la CGT de Azopardo de Luis Zamora y Patricio Etchegaray, quienes expusieron allí sus propuestas políticas ante 700 delegados de La Fraternidad ferroviaria, en el reducto mismo de Saúl Ubaldini, el principal referente de la oposición burocrática al plan Bunge y Born de Menem. Ciertamente, como se ha dicho, este fue un «hecho inédito en la historia del sindicalismo argentino». Por primera vez, un representante del trotskismo, convertido además en diputado nacional, contaba con la resonancia de la tribuna de la CGT para explicar al país la posición de los revolucionarios en la dramática situación de luchas y enfrentamientos en que se debate toda su población. Nunca antes, en el curso de la etapa, las circunstancias habían puesto tan significativa audiencia a disposición de un dirigente trotskista. 2.- ¿Qué fue lo que dijo Zamora en nombre del MAS? ¿Qué fue, en definitiva, lo que quedó como saldo en la conciencia de la opinión pública? Solamente esto: «Vengo a apoyar incondicionalmente el reclamo de reincorporación de los despedidos y las reivindicaciones salariales que han planteado»... Además, Zamora prometio también llevar el tema a la Cámara de Diputados, aclara la prensa. Eso fue todo. Compartimos la inquietud de quienes, adhiriendo al MAS, se preguntan porqué razón el episodio «inédito» no fue aprovechado para responder en nombre del trotskismo a la situación, propagandizando las posiciones políticas del programa revolucionario, mas allá de la simple actitud sindicalista. En efecto: o el acto en la CGT era un mero acto protocolar en una situación de rutina de la lucha sindical en un país donde no pasa nada, o era realmente un caso «inédito» producido en medio de la crisis crónica que sacude, anarquiza y rompe todas las instituciones del régimen, y entre ellas a la propia dirección del sindicalismo organizado. En vez de la CGT pudo haber sido la Suprema Corte de Justicia, o la Asamblea Legislativa, o una unidad de las FF.AA, o una Asamblea policial, o la mismísima Asamblea Constituyente (que el MAS propone como caída del cielo o por la gracia de Menem). En cualquier caso, sólo fue posible el episodio «inédito», por la iniciativa y el empuje de la gente que busca desesperadamente una salida. Zamora, representando al MAS, ofreció su «apoyo» parlamentario y la «solidaridad». Correcto... pero insuficiente! Lo mismo pudieron haber dicho otros representantes de la izquierda oportunista y del centrismo pequeñoburgués, y porqué no, de la derecha. Así lo hizo, por ejemplo, una Cámara patronal de Santa Fe, recientemente, según informan los diarios. Ante un país que se derrumba y una población enfrascada en enfrentamientos generalizados, continuos pero aislados unos de los otros, el MAS «cumplió» su cometido político expresando su solidaridad... Nunca está de mas esta reiteración, aunque es notorio que a esta altura son muy pocos los distraídos que la ignoran o tienen dudas al respecto. 3.- Nos volvemos a preguntar porqué la memoria histórica de los dirigentes del MAS no recogió antecedentes y ejemplos de conducta política trotskista sobre hechos y situaciones del pasado, a los que el partido respondió con firmeza y claridad. ¿Acaso el «culto a la tradición» se practica solamente por razones de padrón y de aparato? Un claro ejemplo, al alcance de la mano, es el episodio de la renuncia de Perón, presentada a la CGT el 31 de agosto de l955.

Los «cuatro gatos» de entonces, conocidos como Grupo La Verdad del PSRN, aprovecharon la cadena nacional de radiodifusión (que la crisis del momento ponía condicionadamente a su disposición), para dirigirse a la población que esperaba ansiosamente una respuesta. Los trotskistas de entonces no dejaron de dar la posición revolucionaria desde una tribuna (la Cadena oficial de radio) nunca antes usada. El hecho también era inédito. Como se recordará, se redactó una declaración para ser leída por Nahuel Moreno, pero ante el veto que sufrió éste de parte de un General a cargo de la Secretaria de la Presidencia de la Nación, el documento de los trotskistas fue leído esa tarde, por la Red Nacional de Radiodifusión, por un miembro (más potable) de la Dirección nacional formal del PSRN, el Dr. Esteban Rey. La Declaración, respondiendo al vacío de poder, decía (cito de memoria): «Por primera vez en la historia del país, un Presidente de la Nación presenta su renuncia NO ante la oligarquía encaramada en la Suprema Corte de Justicia, sino ante la clase obrera organizada en la persona de la CGT. Los socialistas revolucionarios saludamos este hecho histórico y ejemplarizador, y proponemos que sea la propia CGT a través de asambleas democráticas quien libremente decida si debe o no aceptársele la renuncia al General Perón». «Por nuestra parte, anunciamos que nosotros propondremos en esas asambleas democráticas, que la CGT acepte esa renuncia y se haga cargo del gobierno... porque en las actuales circunstancias los trabajadores organizados son la única garantía de solución favorable de la crisis en el interés de los trabajadores...» 4.- Hoy, en el momento en que Zamora accede a la tribuna de la CGT, frente a los delegados ferroviarios reunidos en Plenario y ante el sector de la burocracia sindical que repudia al gabinete de Menem, la crisis del régimen, así como el vacío de poder y la quiebra de las instituciones, se expresan en un grado mucho mayor. Por esa razón, quien se postule como dirección del movimiento de masas desde una posición revolucionaria, no puede limitarse a la acción meramente sindicalista, o parlamentarista y populista. No se trata de que Zamora, en nombre del MAS, repita exactamente la posición de los trotskistas de 1954/55 en 1989, sino de que en la situación actual no se le de la espalda a lo que tienen de análogo ambas situaciones, es decir el vacío de poder y la crisis de las instituciones que sustentan al régimen. Ante situaciones así, los revolucionarios pueden equivocarse, pero lo que no pueden hacer es lavarse las manos, como ha hecho el MAS en esta ocasión, limitándose a prestar su «apoyo» y «solidaridad» a las huelgas y luchas aisladas. Y nada menos que ante semejante audiencia y tamaña tribuna! 5.- Curiosamente, el MAS planteó anteriormente la Huelga General. Pero lo hizo cada vez que ocurría algo grave, capaz de hacer peligrar la estabilidad del régimen, como fue con Rico, Seineldín, etc. Y también cuando Ubaldini respondía con el llamado a la huelga general, en una maniobra burocrática para descomprimir una peligrosa presión social. El MAS sólo atinaba, tarde y mal, a ponerse a la cola de los acontecimientos. Pero la Huelga General no sólo es o puede ser un recurso táctico contra los peligros desestabilizadores que provienen de la derecha. Es sobre todo una táctica de educación, organización y movilización independiente de la clase obrera, incorporada por tradición y necesidad a su conciencia de clase. Como tal, forma parte insoslayable de la metodología de lucha de los trabajadores. Pero tener claro esta condición no quiere decir que la Huelga General sea la varita mágica para resolver todas las situaciones. Lejos de ello, es sólo un importantísimo hecho táctico que requiere de ciertas condiciones, del aprovechamiento de una oportunidad bien evaluada, de una dirección firme y de un programa concreto y preciso. Es como patear la pelota en el área penal. Puede o no errarse el tiro: eso hace al arte y la técnica de juego, o sea de conducción, es táctico. Pero antes de llegarse a esa «zona» de la cancha, hubo toda una estrategia de juego mediante la cual los protagonistas del partido trabajaron de tal modo que la pelota llegó por fin al área penal y se enfrenta ante un arquero solitario que resume toda la incapacidad y posibilidad del adversario, en ese momento. La estrategia de juego de Zamora ha consistido en decirle a los huelguistas, a los delegados, a los burócratas, y al país, que hay que luchar, y que él los apoyará... parlamentariamente. Correcto.

Pero no les dijo, por ejemplo, que lo que los dirigentes están haciendo es sencillamente frenar, distraer, aislar, y mandar los conflictos particulares a la vía muerta, impidiendo que se centralicen, unifiquen, y desemboquen en una acción de conjunto, que es la huelga general. Zamora no mostró que, cuando los conflictos se producen pese al freno de los dirigentes, éstos lo condicionan de tal modo que jamás una lucha coincide conscientemente con la de al lado. Zamora no explicó al país que lo que él propone es justamente hacer coincidir las luchas, organizarlas, centralizarlas, y hacerles confluir en una acción de conjunto, más fácil, menos costosa, más rápida y exitosa. Todo eso, en nuestro idioma, se designa con el nombre de «huelga general» (con perdón de la palabra). En síntesis, lo que dijo Zamora, lo pudo decir Auyero o cualquier otro, como lo dijeron incluso ya varias Cámaras patronales. Zamora se comprometió a apoyar todas las luchas, aún por supuesto (¿?) aquellas que los burócratas desatan irresponsablemente en forma aislada y sin preparación alguna, para aflojar la presión de las bases. Zamora no denunció con todas las letras esa «táctica genial» e inveterada de los burócratas, que suele conducir a la derrota y a la desmoralización Zamora no dijo (porque tampoco lo dice el MAS), que si en nuestra Guerra de la Independencia el General San Martín hubiera mandado cada batallón de su ejército a librar la batalla en forma individual, de a uno por vez, la argentina no existiría . . . Me pregunto si un lenguaje y una posición así de clara no hubieran, cuando menos, merecido también el recuadro destacado de los diarios, y la ira más justificada y aleccionadora de los mismos burócratas. Pero el «vacío» de línea que deja Zamora y el MAS, lo acostumbra llenar la misma realidad de una u otra forma. Lo llena la burocracia cuando «no va mas» y tiene que maniobrar para conservar la manija. Y lo llena ocasionalmente cualquier otra dirección oportunista que no está por el triunfo estratégico de la clase obrera, sino en su instrumentación partidaria para soldar proyectos electorales de «frente popular» y salidas «democráticas» con la burguesía. Este es el caso de Etchegaray en la CGT de Azopardo quien, ante el silencio de Zamora, planteó el llamado... a la huelga general! El hecho es el hecho, por mas que estemos prevenidos y no queramos compartir coincidencias tácticas formales, declamatorias, protocolares, absolutamente desprendidas de toda estrategia revolucionaria, con el dirigente del Partido Comunista. Pero, lamentablemente, nos puso en la obligación de compartir su declaración. Está claro: para no tener que compartir tácticas declamatorias con el oportunismo, tenemos que dejar de lavarnos las manos. Por eso, nosotros reclamamos que, con el fin de que la consigna de huelga general no se use como un comodín para servir a la burocracia o al reformismo, sea tomada firme y audazmente por el MAS, con el fin de educar, organizar y llegado el momento movilizar a la vanguardia y a la clase, como así también a sus propios militantes. 6.- El MAS podrá argumentar que la Huelga General no puede plantearse ni lanzarse sin un programa y objetivos claros que involucren, junto con los salarios y condiciones de subsistencia, el propio poder político del Estado. Es cierto. Hoy día, una huelga general es política, ya que plantea el problema del poder. Y este hecho no hay ninguna razón para ocultarlo cuando nos dirigimos a los trabajadores. Justamente, reconocer el carácter político de la huelga general (y embrionariamente de cualquier huelga importante), y no decir ni hacer nada para que todos lo entiendan así, constituye desde hace largos meses el mayor error político de la Dirección Nacional del MAS. Zamora debió, por esa causa, proclamar en la CGT de Azopardo, la necesidad de preparase para la huelga general contra el plan económico y con el fin de expulsar a todo el gabinete de Menem y elegir ella misma a todos los ministros del gabinete, mediante asambleas libres y democráticas... Debió haber planteado que por esa misma vía los trabajadores ratificaran o no la propia permanencia de Menem en el gobierno, reconociendo nosotros, democráticamente, que el Sr. Menem fue hace poco plebiscitado por los mismos trabajadores y que por lo tanto deben ser ellos, después de 5 meses de gestión, quienes decidan si lo confirman o no en el puesto. Esta era y es una manera concreta, precisa y lógica de implementar transicionalmente la consigna de Gobierno Obrero y Popular, y la instrumentación racional y potable (creíble) de Asamblea Constituyente «para reorganizar el país».

Las huelgas se dan de todos modos. Son un hecho objetivo de todos los días, de todos los gremios, de todos los sectores populares. Pero sin perspectivas ni horizontes. Hablar de coordinarlas y centralizarlas no es hablar de bueyes perdidos. Ligar las reivindicaciones salariales a los problemas del poder político no es algo traído de los cabellos: es una necesidad que surge de la propia experiencia de las luchas, cualquiera sea el nivel «ideológico» de los protagonistas. El MAS no puede dejar en el tintero el papel del partido revolucionario que es el de orientar esas luchas hacia el objetivo de poder. Por eso resulta inexplicable que la Dirección Nacional haga hoy un estrecho sindicalismo, o se limite al apoyo parlamentario de las luchas. Se puede (y se debe) estar en contra de una huelga general en determinado momento, en razón de que ella resulta abortiva o mal declarada, o sencillamente es contrarrevolucionaria. Pero esa actitud no puede tomarse en nombre de las luchas aisladas y desorganizadas, espontáneas y sin perspectivas, sino en nombre de la necesidad de hacer la huelga general para ganarla. ¡Ahí está la diferencia! Se puede (y se debe) hablar del Gobierno Obrero y Popular, pero esta petición es declamatoria si se olvida asociarla a las circunstancias concretas de la crisis del régimen, o sea a las divisiones y enfrentamientos entre los miembros de las FF.AA., entre los miembros de la Suprema Corte de Justicia, entre los partidos de la reacción que estallan a pedazos, en los cuerpos legislativos que se autoeliminan a sillazo limpio, a las crisis de gabinete, a la división en el movimiento obrero legalizado por la burguesía, y cuando el poder del Estado ha pasado, de hecho, a las manos de un Directorio multinacional privado. Sí, el MAS se ha expresado en el plenario realizado en la CGT de Azopardo con posiciones estrechamente sindicales y populistas, ocultando los métodos de lucha tradicionales que siempre usó la clase obrera para modificar las relaciones de fuerzas con los gobiernos del régimen capitalista, absteniéndose de marcar la diferencia con las burocracias traidoras y colaboracionistas; y finalmente, negándole al país y a los trabajadores, la propuesta revolucionaria que yace postergada en el propio Programa del MAS. Una vez mas, la Dirección Nacional del MAS se ubicó discretamente (digamos vergonzantemente) detrás del palco de la burocracia, contentándose con capitalizar electoralmente un prestigio que, de esta forma, así utilizado, puede terminar quedando al servicio de las luchas espontáneas y sin dirección, como al servicio de las direcciones burocráticas y oportunistas que se especializan en organizar las derrotas. 13/12/1989.

CAPITULO IX 03/05/1990

La plaza del ¨NO¨ y el discurso que debió pronunciar Zamora 1.- El acto del 1º de Mayo marcó un hito en la historia del movimiento obrero argentino. Fue la mayor concentración jamás realizada por una dirección no patronal. Y desde este punto de vista es el mas grande triunfo del trotskismo en todo el mundo. El mérito de este salto en la lucha por conquistar el liderazgo de masas, corresponde, sin duda alguna, a la dirección del MAS. Reconocerlo así, es la primera obligación de un revolucionario. Sólo a partir de este reconocimiento puede ejercer su derecho a la crítica constructiva. Esto último es lo que nos sentimos obligados a hacer después de haber participado del evento y habernos embriagado con el éxito.

Tenemos asumido que lo peor que puede pasarle al partido y a su dirección sería escudarse en este éxito para alentar un triunfalismo complaciente con las falencias y los errores. No debiera repetirse ahora el error de la campaña electoral y la desviación que originó, porque ahora, mas que antes, ello redundaría en una nefasta educación del partido y sus cuadros, y se perdería una ocasión excepcional para formar una dirección poderosa asentada en la compulsa amplia y democrática de las experiencias de la lucha de clases. No hay mejor manera de formar y educar cuadros que la experiencia asumida críticamente. Las «escuelas de verano», con ser importantes, son sólo un complemento necesario. 2.- En nuestra opinión, el Acto del NO de la Vereda de Enfrente, surgió de un audaz gesto político digno de destacar: la Dirección del MAS «se jugó» y ganó, pasando a la ofensiva. De ahora en más, el partido será un factor eficiente en la política nacional, oído y respetado. Deberá, por tanto, estar listo para producir y liderar actitudes políticas prácticas y posibles para el movimiento obrero y popular, porque cobrará actualidad insoslayable la afirmación de Trotsky de que «nada en el mundo convence más a las grandes masas que el éxito, y nada las repele más que la derrota». Pasamos al período en que habrá que decirles a esas masas obreras y populares qué hacer y cómo hacerlo, a cada momento, y ante cada conflicto. 3.- El acto del NO tuvo un rasgo significativo: cedió lo que debió ser sus características clasistas a las necesidades de la unidad de acción con los demás sectores enfrentados al gobierno, tiñéndose, por eso, de un carácter marcadamente populista en su contenido, además de sus aspectos formales Fue correcto buscar esa unidad de acción. Sin embargo, la flexibilidad mostrada por el partido en su instrumentación no debió impedir la participación en el evento con la propia personalidad de clase, no en las formas exteriores (himnos y carteles), sino en las propuestas centrales. En este aspecto creemos que el discurso de Zamora careció de claros contenidos clasistas, socialistas, anticapitalistas, y se mantuvo en el marco del discurso populista pese a sus apelaciones generales. Se usó el mismo discurso de la campaña electoral, pero sin elecciones de por medio, tal como si se hubiera querido llegar emocionalmente a una masa informe en busca de su voto, y no a una vanguardia potencial que hay que educar programáticamente en la estrategia revolucionaria. Este tema deberá clarificarse en el partido de una vez por todas: ¿ha cambiado tanto la sociedad argentina como para que nuestra vieja corriente modifique así su discurso? ¿No será acaso que hay confusión al respecto, o al menos una indefinición peligrosa? En nuestra opinión, a pesar de los cambios indudables, nuestro discurso debe seguir siendo clasista y proletario. Sólo debemos adaptarlo expositivamente por razones pedagógicas, a las necesidades de diálogo con los otros sectores y corrientes. Por ejemplo, nada impedía explicar que nos uníamos para luchar contra este plan de Menem y Alsogaray, pero que si no fuera Menem, sería Alfonsín o Angeloz, o cualquier otro político burgués, porque pese a sus diferencias, en lo esencial todos son representantes del régimen capitalista dependiente del imperialismo en un país que no tiene otra salida que el socialismo a través del gobierno de los trabajadores... Debimos dar más a fondo nuestro enfoque del problema, explicando que sabíamos diferenciar nuestras opiniones y objetivos, de las necesidades de unidad de acción ante un enemigo inmediato y concreto, al que era imprescindible frenar, ahora, con la movilización de conjunto. Nuestro discurso puede ser agitativo y a la vez propagandístico, y estar condicionado a las necesidades de la unidad de acción, pero no por eso necesariamente ser populista, o tan general que los contenidos de clase se diluyan en las expresiones de la «izquierda» cristiana o pequeñaburguesa, circunstancialmente asociada a nosotros. Compartimos con ellos la tribuna y decimos claramente porqué. Lo mismo con Ubaldini o cualquier otro que pretenda competir con nosotros en la conquista del liderazgo de masas. En el fondo, nuestra táctica es sumarlos o desenmascararlos. Por eso estuvo bien que Zamora aclarara que Ubaldini había desertado de la Plaza para irse con Menem, aunque debió abundar más en las razones de fondo y los contenidos de clase de esa deserción, explicando el rol de la burocracia y su metodología.

4.- Rescatamos el hecho de que la Dirección Nacional haya intentado diferenciarse haciendo propalar un «comunicado» o «saludo» del MAS en el que se daban posiciones partidarias (Lituania, el Este, Gorbachov, etc.). Este intento, sin embargo, refuerza nuestra convicción de que se sacrificó conscientemente la exposición clasista, y en eso no estamos de acuerdo. Creemos que era compatibilizable mediante simples recursos expositivos, diciendo, por ejemplo: «Nosotros opinamos tal cosa, pero para golpear ahora juntos en el mismo clavo...etc.» 5.- El Acto superó con creces, por su magnitud e importancia, el contenido de ambos discursos, el de Vicente y el de Zamora. La gran concentración de gente merecía un mensaje mas concreto, que le dijera a la gente, y también al activista politizado, a la vanguardia naciente, qué hacer mañana mismo; que le mostrara un objetivo práctico preciso, y no sólo generalidades, un programa político mas definido y dibujado con vivos colores, relacionado sobre todo con el socialismo y el gobierno de los trabajadores y la forma de conseguirlo. Y que todo esto estuviera ligado al curso de las luchas que tiene actualmente empeñadas en forma aislada y sectorial. Sólo así hubiera tenido cabida y comprensión plena la consigna planteada de Asamblea Constituyente, que aunque correcta en general, apareció como un saludo principista ajeno a la realidad, y como si ante las acciones desesperadas de la resistencia obrera y popular, los «ideólogos trotskistas» trataran de tirar la pelota afuera . . . Esencialmente, faltó proponer la perspectiva de unificación de las luchas y la tarea inevitable que la situación y el evento excepcional nunca reclamaron tanto como ahora. Y los oradores no compensaron con su esfuerzo esa falencia de concreción de la línea general. 6.- El discurso que Zamora no pronunció en la Plaza del No, debió haberse montado sobre los siguientes ejes: 1º) El éxito de la unidad de acción de los de la vereda de enfrente, que a pesar de tener posiciones políticas e ideológicas, y aún programáticas distintas, supo acordar sobre puntos concretos e inmediatos para producir la mas grande movilización obrera y popular contra un enemigo común: el gobierno de la oligarquía capitalista y el imperialismo. 2º) Que fieles a ese criterio de unidad de acción se había invitado a Ubaldini, a pesar de conocer su trayectoria y de caracterizarlo como parte de la dirigencia sindical del régimen; es decir, no porque confiáramos en él, sino porque era y es nuestro objetivo proporcionar a sus seguidores de base, honestos trabajadores y gremialistas, la ocasión práctica de constatar la naturaleza de su rol en el movimiento obrero. 3º) Que haber hecho «reventar» la Plaza indicaba que, por encima de las trabas de los aparatos burocráticos, la población trabajadora estaba dispuesta a la lucha para tirar abajo esta política, y que por esa voluntad de luchar estaba allí presente, expresándola, la nueva vanguardia con asiento en las listas sindicales opositoras, las delegaciones barriales, las agrupaciones de mujeres, amas de casa, los desocupados y semiocupados, las Madres y Abuelas de desaparecidos, los intelectuales, artistas, profesionales, y también expresiones del personal militar y de seguridad policial. 4º) Que esa voluntad de lucha venía expresándose también, todos los días, en miles de conflictos, paros y huelgas en empresas y gremios, a lo largo de todo el país, en forma desesperada, aislada, parcial, muchas veces traicionada y sin salida a la vista, a pesar del sacrificio y la combatividad de los trabajadores. 5º) Que tanto el gobierno, como sus agentes en los gremios, se aprovechaban del aislamiento de esas luchas parciales, porque podían así enfrentarlas de a una por vez, desgastando la capacidad de resistencia y descomprimiendo la presión de la caldera social sin poner en peligro el plan de gobierno ni los privilegios de los burócratas; que, por lo tanto, debíamos plantearnos ya la necesidad de enfrentar esa «táctica» de desgaste (aislamiento de las luchas por fábrica, por gremio, por oficina) con otra táctica mas eficaz como la acción de conjunto de los que tienen conflictos y hacen paros. 6º) Que ahora, la plaza del NO, repleta de trabajadores dispuestos a luchar, pronosticaba un cambio en los niveles y métodos de lucha, superando la táctica de «pelear de a uno por vez»; que ahora, todos juntos, expresando en forma unitaria la voluntad de una mayoría claramente expresada,

podíamos legítimamente plantearnos cómo organizar, unificar y centralizar las luchas aisladas para que no sea neutralizadas o derrotadas de una en una. 7º) Que el MAS apoyaba todas y cada una de las luchas, se dieran como se dieran, pero que creía que la forma de hacerlas triunfar era organizarlas de conjunto a través de la preparación de una huelga general, democráticamente decidida y conducida; que debía comenzarse ya a considerar esa perspectiva de lucha, en cada fábrica, gremio, oficina, barrio o villa, escuela o facultad, y que no debía ser la decisión el capricho de un dirigente o de un partido, sino de las bases en sus mismos lugares de trabajo y residencia; que el MAS consideraba que una cosa es preparar y organizar esa perspectiva de lucha a través de la huelga general, para lanzarla en el momento adecuado si el gobierno no retrocedía, y otra cosa distinta era la aventura irresponsable a que nos tenían acostumbrados los dirigentes; que, por lo tanto, trabajar en la perspectiva de preparar la huelga general significaba educar, organizar y movilizar a las bases hasta lograr el consenso de la mayoría y la fuerza para asegurar la victoria. 8º) Que el MAS sabía que el recurso de la huelga general era un recurso extremo, que no se improvisaba (ni aunque el gobierno se dedicase a provocar); que había que prepararla convenientemente desde ya, pero lanzarla cuando conviniese a los trabajadores, en el momento oportuno; que, por lo tanto, convocábamos a los trabajadores y a los activistas a la tarea de preparar esa herramienta de lucha, ya que con ella en la mano podríamos negociar mejor y no ser avasallados. 9º) Que la legitimidad de este recurso extremo, con o sin reglamentación del Poder Ejecutivo o el Parlamento, estaba dada, en primer lugar, por la Constitución Nacional; y, en segundo lugar, por la ilegitimidad del propio gobierno que defraudó el mandato popular del 14 de mayo para el que fuera votado; que, pese a este derecho que asistía a los trabajadores, el MAS no pretendía conquistar el poder ni imponer su voluntad partidaria por medio de actos ilegales, o de espaldas a la voluntad mayoritaria de la población, aunque era consciente que ante la crisis extrema del régimen se imponía el recurso de la huelga general; que tal forma de movilización podía terminar con el plan de gobierno, para lo cual se hacía también necesario una forma democrática y constitucional que diera salida a la crisis permitiendo al pueblo, soberanamente, decidir la nueva forma de reorganizar el país . . . 10º) Que esa era la razón por la cual el MAS demandaba la convocatoria de una Asamblea Constituyente, impulsada y garantizada por los trabajadores y el pueblo, movilizados democráticamente, de modo que esa Asamblea Constituyente no tuviera nada que ver con la parodia llevada a cabo por Bussi en Tucumán, Cafiero en Buenos Aires, o cualquier otra forma de maniobra entre los representantes del capitalismo cipayo; que en esa Asamblea del pueblo movilizado, el MAS se reservaba el derecho de proponer el Gobierno de los trabajadores para reemplazar al corrupto y fracasado gobierno de los capitalistas; que jamás hubo en el país, ni podría haber, una forma mas democrática y legal para superar una gran crisis tan extrema como esta. Un discurso montado sobre estos ejes, posiblemente hubiese facilitado al orador la tarea de llegar a su auditorio de manera mas educativa, organizadora y movilizante, y seguramente hubiera logrado, cuando menos, que los entusiastas compañeros del bombo dejaran de tocarlo cuando Zamora hablaba, o que los asistentes siguieran conversando de espaldas al orador. De todos modos, lo esencial no era una cuestión de forma, sino de línea, que es lo que faltó en el acto. 3 de mayo de 1990.

CAPITULO X 10/6/90

IVº CONGRESO:

¿Acto público o Congreso partidario? Con un éxito resonante, el MAS acaba de dar por «cumplido» su IVº Congreso, satisfaciendo así, formalmente, la exigencia estatutaria de convocar en término a congreso. Este cumplimiento de los estatutos ha sido definido también como el hecho político más democrático jamás registrado en el país, y pocas veces en el mundo, ya que se llevó a cabo mediante la convocatoria y participación de todos cuantos participaron de la Plaza del No, o se encuentran en «la vereda de enfrente» repudiando al gobierno. Semejante pretensión de «democracia» en un país capitalista sometido a la férrea dominación del imperialismo, y en plena agudización de los conflictos sociales, donde las presiones de clase se ejercen tanto más dura y sutilmente, suena, cuando menos, a una novísima innovación del marxismo y las prácticas revolucionarias. Quizá a causa de ello, aquella pretensión de democracia fue levemente atenuada por el miembro informante (EE), al corregir, 24 horas después, ante el mismo Congreso, las expresiones de Zamora y de él mismo, del día anterior, respecto de que «era un grave error» el anunciado propósito de «convocar a un Congreso de toda la izquierda», contrarrestando así con un «no» el impacto del «sí» de los enunciados anteriores que, sin embargo, daban sostén a la convocatoria que se estaba cumpliendo. Pero debe reconocerse que ni esta mano de cal, ni aquella de arena, disminuyeron un ápice el éxito del acto de oposición obrera, popular y militante, al gobierno en ejercicio del poder. Este nuevo acto marca un hito realmente histórico, y justifica el fervor de todos los participantes. Nunca antes el trotskismo había logrado conmover al país con las banderas del socialismo y el internacionalismo militante. La Dirección del MAS satisfizo con este acto una necesidad, cual es la de aprovechar la situación excepcional creada por la crisis del régimen, la polarización social, y el avance general de la revolución. Como en el Acto del No, ha sido audaz y exitosa la actitud política de la Dirección del MAS. Aprovechó esa situación para afianzar su crecimiento y conquistar nuevos espacios políticos. Debe aplaudirse esta audacia política, orientada a avanzar en la conquista del liderazgo de masas. Así lo hacemos, participando de la alegría y del éxito. Pero dicho esto, queda una pregunta por hacer en el ámbito de las preocupaciones partidarias: ¿y para cuándo el Congreso del Partido? 1.- Los principios bolcheviques y los congresos del partido revolucionario: La pregunta que antecede no nace de un capricho polémico, una exquisitez intelectual, o un reclamo formal de los Estatutos. Es una pregunta legítima para todo militante que se sienta miembro consciente del partido revolucionario conformado por la vanguardia de una clase - la proletaria -, y no sólo parte entusiasta del resto de la población oprimida. La corriente morenista, de la que se nutre el MAS, se formó y educó en la tradición bolchevique de Lenin y Trotsky. Esa tradición hizo un verdadero culto principista de la realización, en tiempo, forma y contenido, de los congresos partidarios. Trotsky dedicó páginas memorables a destacar la forma en que el stalinismo comenzó por «distanciar» los congresos del Partido Comunista, hasta el punto de comenzar retrasándolos 6 meses para terminar haciéndolos... cada 5 años. En el ínterin, tenían lugar acontecimientos políticos y sociales de extremada magnitud. Según Trotsky, los congresos stalinistas venían a cumplir una mera formalidad para dar sanción aprobatoria a todo lo actuado por la burocracia del partido. Trotsky ni siquiera aceptaba la «excusa» de que importantes acontecimientos fueran la causa de los retrasos en la convocatoria de los Congresos bolcheviques, y da como ejemplo los congresos de los años 17, 18, 19 y 20. La conclusión de Trotsky ha pasado a ser un «principio» del movimiento

revolucionario: cuantos mas problemas y acontecimientos hay, más necesarios e impostergables son los congresos del partido de la vanguardia. Esos congresos del partido no pueden ser sustituidos por nada ni por nadie. Nahuel Moreno educó a su corriente en esos principios, aún cuando hubo circunstancias en que los congresos no se pudieron celebrar en los plazos estatutarios. Siempre se trató de salvar la falla político-organizativa de modo que no quedaran en peligro los principios, haciendo mil salvedades y aclaraciones, aceptando críticas y formulando autocríticas. Se trataba, por sobre todos los errores y falencias, de educar al partido y sus cuadros en la mejor tradición de democracia revolucionaria, y no de aprovecharse de esas falencias para consolidar alguna forma de prestigio, infalibilidad, o poder político en la lucha interna. La Dirección del MAS, luego de dos postergaciones en la convocatoria, acaba de dar por concluido exitosamente su IVº Congreso. Desde un punto de vista estatutario todo estaría en regla, y las consideraciones que acabamos de formular, quedarían totalmente fuera de lugar, ya que, desde el último IIIº Congreso a éste, han transcurrido exactamente 24 meses, es decir el plazo de dos años fijado por los Estatutos. Pero esta circunstancia es sólo formal, y se vuelve tanto mas cuestionable y peligrosa si con ella se eluden las demás condiciones políticas que hacen a la celebración de un Congreso partidario realmente democrático. Esas condiciones de contenido, que no pueden distorsionarse con reglamentaciones de tipo formal o «democratista», son: a) el registro y evaluación crítica de los principales acontecimientos ocurridos en la lucha de clases y la forma en que el partido actuó ante ellos; b) el conocimiento y análisis de los debates teórico-políticos que se desataron en torno de esos hechos; c) la publicación de los documentos y minutas de la oposición, de crítica, o simplemente de aportes, presentados por los militantes, con tiempo suficiente para ser conocidos por la base; d) la elección de delegados plenos en mérito a su actividad política de conjunto, que incluye el cumplimiento de tareas, los aportes intelectuales, la disciplina, la lealtad, trabajos en la clase, conducta personal y militante, etc.; e) una Orden del Día que posibilite el tratamiento a fondo de los temas en debate, como corolario de la discusión previa en la base. Estas son las condiciones mínimas de un congreso democrático, que el reciente IVº Congreso Abierto del MAS no se caracterizó, precisamente, por reunir. Nada puede suplir esas condiciones, y mucho menos, como se dijo, una «escuela de cuadros» o de «adoctrinamiento», porque la democracia revolucionaria, así como también el nivel político de los militantes para ejercer esa democracia, se adquieren esencialmente, en la vida política y la discusión en el seno del organismo donde cumple su militancia. Las escuelas de cuadros o de «adoctrinamiento» son muy útiles y necesarias para ayudar y proveer de elementos y orientaciones generales, pero sólo la discusión en los organismos militantes educa y forma revolucionarios. Esto lo entendió muy bien el stalinismo, que se especializó en manuales y «escuelas de adoctrinamiento» para «diplomar» a los aspirantes a funcionarios del partido, al mismo tiempo que sofocaba y eliminaba de raíz toda discusión política en las bases y organismos del partido. Reemplazar tácticamente, y de hecho, el congreso «ortodoxo» del partido por una escuela de «adoctrinamiento», es una adopción solapada e inconsciente de la metodología stalinista, o cuando menos, el inicio de una desviación peligrosa que cuestiona la democracia revolucionaria y los métodos de construcción del partido bolchevique. Trotsky ha sido en esto riguroso y lapidario. No tenemos porqué olvidar sus enseñanzas, basadas, además en la experiencia histórica. 2.- Congreso «Abierto» o Congreso de Partido. Cuando celebramos el «éxito» del llamado Congreso Abierto, a causa de que nos permitió aumentar numéricamente la fuerza del partido, debiéramos tener presente la diferencia que existe

entre este tipo de reunión abierta y amplia «para todos», y el necesario e insustituible Congreso del partido. Tener claramente establecida esta diferencia, es una condición insoslayable para la Dirección que quiera educar a los cuadros revolucionarios en las concepciones leninistas y trotskistas y no en la «carrera» parlamentaria. Sin esa educación, se cimientan las bases revisionistas ajenas a la concepción leninista, ya que sobre el partido operan en forma permanente las presiones enemigas de la sociedad, una sociedad en un país capitalista sometido a la férrea dominación del imperialismo, como dijéramos al comienzo. Y la propia dirección partidaria corre el peligro de modificar insensiblemente su propia base de sustentación facilitando las desviaciones políticas. La Dirección se nutre de un partido estructurado sobre los mejores elementos seleccionados de la vanguardia de la clase proletaria, por un lado, y de la clase en su conjunto por el otro, pero sabiendo siempre diferenciar una y otra, porque son categorías distintas en la concepción leninista de construcción del partido. La inversión indiscriminada de esas relaciones entre partido, vanguardia, y clase, echa las bases teóricas para cambiar en la práctica, en beneficio de la burguesía, la representatividad histórica del proletariado. Así como el revisionismo y el reformismo surgen al asumir la representación del sector del proletariado europeo beneficiado por el auge económico del capitalismo (y el stalinismo del funcionariado partidario y el cansancio de los trabajadores), así también la irrupción en el campo revolucionario de amplias masas de la población, marginadas y pauperizadas por la decadencia capitalista, pueden ser en el futuro próximo, sustento de principios teóricos, políticos, metodológicos y morales propicios para alentar una política revisionista de nuestra corriente. Se trata de un fenómeno político-social y no de una cuestión personal. Quien no lo entienda así quedará condenado a manejarse con criterios de aparato o administrativos, que nada tienen que ver con nuestra metodología marxista. La Dirección del MAS tiene todo el derecho de utilizar la excepcional situación que vivimos para capitalizar el desprestigio del régimen y extender su influencia política a nuevos sectores de la sociedad. Mas aún, es ésta su obligación, ya que se trata de sacudir el árbol y llenar la canasta poniéndola exactamente debajo. Si no lo hiciera, diríamos que es una dirección sectaria. Pero la forma como se hace esta tarea de cosechar, es otra cuestión, y no por difícil debe dejarse de considerar fundamental. En el partido subsisten aún, desde el IIIº Congreso, problemas no resueltos y debates no realizados. Sería más fácil y viable la asimilación de las nuevas camadas de activistas que amenazan desbordar al partido, si éste hubiera preparado antes un congreso «ortodoxo» capaz de elaborar a fondo con precisión y rigor, todo el arsenal de herramientas teóricas y políticas para hacer posible aquella asimilación. Era la forma de llenar la canasta, y de poder «levantarla» después, sin caer aplastado por su propio peso . . . Primero y principal, debió realizarse «a la antigua» el Congreso partidario, satisfaciendo, sin recortes ni limitaciones, las condiciones democráticas de fondo, arriba señaladas, y que hacen a una metodología bolchevique, porque sólo una discusión amplia y seria por la base y los cuadros en el partido de la vanguardia, puede sacar filo y punta al programa, la estrategia y la táctica que los revolucionarios llevarán al seno de la clase y demás sectores de la población. Nada ni nadie pueden sustituir ese rol del partido. Durante los 24 meses desde el anterior Congreso, los militantes del partido no estuvieron abocados a la discusión profunda de los principales temas políticos del período. Estuvieron, por el contrario, dedicados a «invitar allegados», en todo los sectores, para «extender la influencia de masas»... y «asegurar su participación en el IVº Congreso”... Esto es, cuando menos, un éxito unilateral y deformante. Puede ser también un triunfo pírrico, mediante la disolución del partido en la masa . . . lo que equivale a su propia destrucción. En el tintero quedaron analizar, sin discutir, y sin conocer siquiera, importantísimo acontecimientos del país -¡no digamos del mundo!- que conmocionaron a la población, a la clase, a la vanguardia, y al propio partido, suscitando polémicas y controversias, dando origen a marchas y contramarchas, documentos de la dirección que se ocultaron (o se retiraron), y réplicas de

compañeros que se acallaron. Esos acontecimientos fueron, por ejemplo, las elecciones nacionales y la «desviación electoralista» que se enunció en un documento autocrítico, luego retirado de circulación; los sucesos militares de Villa Martelli, y el intento ultra de revertir la relación de fuerzas entre las clases por medio de una contraofensiva reaccionaria; el desesperado llamado a la Asamblea Legislativa haciendo evidente la profundización de la crisis del régimen, y la omisión de las consignas programáticas del partido que olvidó responder a esos hechos con las consignas del programa (Asamblea Constituyente y Gobierno obrero y popular), así como la necesidad de centralizar los conflictos en la perspectiva de preparación de la huelga general; la crisis energética que encontró al partido de... vacaciones, no sólo administrativamente, sino también en su rol organizativo y político; el criminal operativo provocador montado por la ultra-reacción en La Tablada, operativo que el partido no denunció como tal; la consiguiente campaña de la Dirección Nacional contra el «peligro del rebrote guerrillero» dando así sustento teórico, por la izquierda, a la represión del gobierno y a las leyes de Defensa Nacional contra el llamado «enemigo interno»; la no menos claudicante campaña pública por la «no defensa» (sic!) de los inculpados de La Tablada, violando principios expresamente consagrados en las Tesis de la LIT; la sectaria negativa a participar en la Marcha de Las Madres de Plaza de Mayo «denunciándolas» como agentes cómplices del gobierno por «haber bajado sus banderas de lucha» (¿!) y «despegándose» el partido, así en forma oportunista, de Las Madres en momentos en que ellas eran objeto de la represión, al igual que el Partido Obrero y los supuestos «guerrilleros»; los hechos conmocionantes de la «insurrección del hambre» en Rosario y otras concentraciones populares del país; la derrota de Guillán en telefónicos a manos de la Lista a la que el partido le dio el programa y la consigna electoral, bajo la forma oportunista de «Sí a la empresa estatal única y eficiente» (en lugar de control obrero democrático), a pesar de lo cual, sin aclaración alguna, el propio MAS presentó Lista aparte, quedando al margen de su triunfo; el acto del día 12 de diciembre en la CGT ante un plenario de ferroviarios, con la participación de Zamora, en el que, curiosamente, el MAS olvidó las consignas de propaganda y agitación, especialmente la de control obrero democrático en oposición a la burocrática y repudiada de «sí a la empresa estatal única y eficiente», el propio acto del NO en la Plaza de >Mayo, en el que muchos compañeros han planteado que faltó línea política...; y finalmente, por si fuera poco, la separación en su calidad de militantes de varios compañeros que a lo largo de esos 24 meses osaron presentar por escrito y en forma orgánica, opiniones críticas y propuestas, a través de múltiples minutas, documentos y cartas al Comité Central, en un insólito ejemplo de represalia política nunca antes registrado. 3.- ¿Acto público o Congreso? Ante este cuadro de situación, que abarca el período entre un Congreso y otro, el llamado «congreso Abierto» se limitó a la aprobación a libro cerrado de los hechos consumados, y a las celebraciones exitistas, dejando de lado toda tarea de análisis y crítica profunda. De este modo, a las falencias ya evidenciadas en el IIIº Congreso, se le sumaron otras nuevas y de mayor envergadura. Recuérdese que en el IIIº Congreso, la tristemente célebre fracción Bolchevique dio el pretexto para que no se discutiera nada por fuera del falso eje de la disputa fraccional. Ahora, en este IVº Congreso «abierto», en reemplazo de aquella fracción, operó la presencia como eje diversionista, de una gran barra «participante» a la que había que captar, montándole el espectáculo de la unanimidad y el éxito, para disolverla en un partido con influencia de masas . . . Sin embargo, algo importante se dijo, y es esto: el crecimiento extraordinario no era fruto de la genialidad de la Dirección sino de la situación excepcional que permitía desbordar al propio partido, por un lado; y por el otro, que debían corregir un grave error expresado el día anterior, respecto a que la tarea inmediata sería llevar a cabo el «Congreso de la Izquierda» . . . aclarando oficialmente que ello implicaba una contradicción ajena a nuestra metodología, ya que los congresos debían ser solamente «partidarios» . . . Entonces, preguntamos: ¿Este «Congreso Abierto» fue o no fue un Congreso partidario del MAS?

La respuesta servirá para educar a los militantes en una concepción o en otra, pero no debe soslayarse. Si lo fue, habrá que explicar porqué se tergiversó una convocatoria tradicional pretendiendo -al menos en las palabras- hacer participar a «todos los de la vereda de enfrente». Y si no lo fue, habrá que explicar a los militantes que fueron falsamente convocados. Tarde o temprano, cuando la ola exitista vuelva las aguas a su cauce normal, estas preguntas surgirán naturalmente en muchos de los militantes y participantes. El aprovechamiento de la situación excepcional pudo haberse cumplido por otros procedimientos que no confundieran ni diluyeran en un acto semi-populista de captación, las necesidades de análisis y elaboración de línea de un congreso partidario. A título de ejemplo y sugerencia pueden mencionarse antecedentes ya registrados en nuestra tradición partidaria, como ser la convocatoria de Cabildos Abiertos, Congresos de Agrupaciones de Base, de activistas, etc. A cualquiera de estas formas de «capitalización» de la influencia y organización de la vanguardia naciente se pudo recurrir para aprovechar la situación excepcional y hacer avanzar al partido, a la vanguardia, a la clase, y a la izquierda. Allí pudimos haber llevado, como propuesta franca y abierta, nuestra herramienta, después de haberla elaborado con filo y punta, en el debido y oportuno Congreso del partido. Porque digámoslo francamente: en un acto político de captación, el partido presenta sus propuestas y sus argumentos a un público no capacitado, buscando de hecho llegar a la conciencia y la voluntad de miles de personas, proclives, de algún modo, a ser receptoras del mensaje. No hay discusión, ni análisis, ni estudio. Operan sobre esas personas los mecanismos propios de la propaganda y la agitación, predisponiéndolas favorablemente con los recursos de la publicidad, la escenografía, la emoción y la espontaneidad. Nada tenemos contra ese uso amplio de todos esos recursos. Pero un Congreso de tipo bolchevique es totalmente distinto en su esencia: privilegia por sobre todo el estudio previo, la discusión amplia, la evaluación crítica de lo actuado, y la prospección de lo que se tiene por delante. Es la reunión cuidadosamente preparada de los mas altos oficiales del Estado Mayor, entendiéndose por éstos no sólo a los profesionales, sino a los soldados que han merecido el honor y la responsabilidad del reclutamiento partidario. En ese sentido, el Congreso tiene un claro carácter elitista: no son todos los que están en contra de un gobierno determinado, sino los «formados» en una concepción y metodología común. No hay otra manera de hacer democrática una discusión, ya que lo contrario sería adoptar el criterio burgués de «igualdad ante la ley», o dicho de otro modo de «igualdad» en las elecciones . . . Preguntémonos, entonces, qué «congreso» es éste en el que no hubo una sola voz discordante, en ningún sentido, habiéndose tratado nada menos que de la conflictiva realidad de todo el planeta. No hubo una sola crítica. Todas las resoluciones fueron por unanimidad. No se conocieron documentos ni minutas. No se dijo nada mas que «sí» a los hechos consumados. Ha sido, sin duda, un hecho nuevo y muy importante, pero no ha sido el Congreso que el partido necesita ante la magnitud de los acontecimientos vividos y los que tiene que vivir. 4.- ¿Partido de la vanguardia o partido de las masas? Para los marxistas, el partido revolucionario es la organización superespecializada de la vanguardia, y no de la masa o de la clase. Solamente por el complicado y dialéctico mecanismo de la transmisión de fuerzas entre el partido, la vanguardia de la clase, y la clase misma, puede llegarse a disputar a la burguesía férreamente organizada, el control del poder político. Esa es la concepción de partido que desarrolló Lenin, profundizó Trotsky, y adoptó la corriente morenista. Trotsky es concluyente: «Sólo se podría hablar de disolución del partido en la clase como contrapartida de la desaparición de los antagonismos de clase, de la política, de todas las formas de burocratismo y, fundamentalmente, de la reducción de las medidas coercitivas en las relaciones sociales».

Y todavía agrega: «El partido bolchevique tuvo una vida interna rica y tormentosa en el período mas crítico de su historia porque era lo mas selecto de la clase revolucionaria en una época revolucionaria... Finalmente, el partido no es la clase, sino su vanguardia; no puede pagar su crecimiento numérico al precio de la disminución de su nivel político» (sic!). Sigue Trotsky: «La trama de la conciencia partidaria se urde lentamente y exige ser constantemente renovada a través de la caracterización marxista del camino recorrido, del análisis de los cambios de la situación, del pronóstico revolucionario. Sin un incansable trabajo de crítica interna, el partido inevitablemente decae».(!) Y para terminar: «Hay que liquidar de una vez por todas la ruinosa práctica, indigna de un partido revolucionario, de la aplicación del dogma católico romano de la infalibilidad de la dirección... Hay que reconstituir el partido como organización de la vanguardia proletaria». Ante estas advertencias de Trotsky que nos ha parecido oportuno citar, resulta peligrosa (cuando menos para educación de los cuadros partidarios) la promoción de este «congreso abierto» de todos los que fueron a la Plaza del No, como congreso partidario, así se haga por razones publicitarias y de captación. Tampoco creemos que haya sido un congreso realmente democrático, porque la democracia es una relación social y no de forma, en la que los participantes se «igualan» por sus posibilidades efectivas de participación... O es esto (a lo que tiende esencialmente la concepción leninista), o es un recurso demagógico que encierra una peligrosa metodología de tipo burgués electoral. Hay que advertir a propios y extraños que la política y la estrategia del partido revolucionario, que en expresan la destilación mas refinada del proceso revolucionario mundial de todas las épocas, no pueden quedar improvisadamente en manos de una incipiente vanguardia contestaria captada parcialmente y de urgencia, a caballo de los últimos cimbronazos de la crisis. Con todo lo que esta vanguardia tenga de positivo para el proceso de la lucha de clases, y a pesar de todos los esfuerzos que debamos hacer para captarla, educarla, organizarla y dirigirla, tendremos también que estar prevenidos sobre su origen, naturaleza, y dinámica. La historia demuestra que son las grandes confrontaciones sociales las que otorgan a esas vanguardias el breve de piloto de la revolución, y no el trabajo administrativo sobre el padrón de los allegados. Esa vanguardia naciente, a la que hay que educar y organizar, no es siquiera el producto de una gran movilización triunfante a escala nacional, organizada y centralizada, como pudo ser una huelga general, un Cordobazo (Sitrac-Sitram), o un rosariazo. Es en gran medida, por ahora, producto del hambre, el descontento y la marginación, que con ser muchos e importantes, no son lo suficiente todavía para forjar una estructura de cuadros dirigentes capaces de elaborar en un congreso una línea, realizar análisis críticos de las experiencias pasadas, de la estrategia y la táctica, y proveer al partido de las herramientas de precisión que son imprescindibles para enfrentar con éxito a la burguesía y hacer la revolución socialista. Sólo los demagogos populistas podrán sospecharnos de desprecio a las masas o a la clase por plantear esta cuestión. Aprovechar todas las oportunidades para extender la influencia política, los actos, las elecciones, los «bastiones» barriales, la televisión, y aún los congresos, es una obligación de toda dirección que supere el nivel de la secta de propaganda. Sí, pero el marxismo y la experiencia histórica que nuestra corriente ha tratado de asimilar, nos han prevenido sobre las leyes sociales y los mecanismos de las desviaciones políticas, mas allá de las buenas intenciones subjetivas y los exitismos circunstanciales. Y también sobre el espontaneísmo en la lucha de clases y las explosiones sociales. El partido tiene hoy, entre muchas otras tareas, la de resolver el conflicto planteado por una contradicción de la lucha de clases en el país: por un lado la agudización de una crisis del régimen que lanza al campo de la revolución a vastos contingentes sociales, y por otro lado, el breve tiempo relativo que el partido dispuso para consolidar una fuerte estructura partidaria en lo que hace a su dirección, sus cuadros medios, y sus militantes, todo esto, sobre el fondo de una gran atraso de la clase y una todavía muy incipiente vanguardia, producto del corte en la memoria y la conciencia histórica.

Desgraciadamente, esta contradicción no se resuelve de un día para el otro, y ni siquiera es posible pedirle a la realidad que disminuya su ritmo vertiginoso de agudización para dar tiempo al partido a afilar su herramienta. ¡Cierto! Pero comprender esta contradicción y su dinámica, es el primer paso para obrar sobre ella, extremando todos los recursos tradicionales que por experiencia, tradición, metodología, y elaboración teórica, disponemos. Decenas de nuevos militantes están ansiosos de respuestas políticas sobre importantes cuestiones de la realidad y de la perspectiva; tienen dudas, o sencillamente incuban críticas que no se despejan. Ellos podrán ser los valiosos baluartes de sostenimiento partidario de la nueva vanguardia, o podrán ser, por el contrario, víctimas del cansancio y la desmoralización si a las dudas y la confusión, se suma coyunturalmente un retraimiento de las luchas, o una derrota parcial. A la Dirección Nacional corresponde despejar sus dudas, y no podrá hacerlo sólo agitando ante sus ojos el argumento del éxito populista en el crecimiento numérico del partido, si al mismo tiempo no facilita la elaboración participada y democrática de la línea y el debate teórico y político. Esta Dirección Nacional está sometida al peso y la presión de muy graves y difíciles acontecimientos, y eso, naturalmente, deja al descubierto su debilidad. Repetimos ahora nuestra afirmación de que esa debilidad no se supera ocultando las críticas, sofocando las polémicas en el seno del partido, instruyendo a los cuadros en el culto a la «disciplina» administrativa, y promoviendo, por acción o por omisión, el marginamiento, la sanción, o sencillamente la proscripción lisa y llana de los que se animan a discutir problemas políticos, presentándolos a la base, como elementos «antipartido». Más de treinta testimonios escritos, entre Minutas, Cartas y Documentos, presentados a la Dirección Nacional en forma orgánica y reglamentaria, fundamentan esta afirmación. El Congreso puede ignorarlas en razón de argucias reglamentarias y mecanismos formales. La realidad no. Aunque sea a expensas de todos nosotros. 10/06/1990.

CAPITULO XI La crisis del electoralismo 1.- Un documento de mal agüero. A dos meses del IVº Congreso Abierto, los militantes del Mas fueron sorprendidos por un nuevo «Documento sobre la coyuntura nacional». La Dirección Nacional (DN) explica este nuevo remiendo en la línea electoralista, argumentando que «se sucedieron hechos muy importantes en la lucha de clases» y que ¨es necesario rectificar algunas caracterizaciones . . .¨ En forma paralela, circula entre los militantes otro documento (del CEI de la LIT) que comienza aclarando que ¨el documento (es decir, las tesis mundiales aprobadas también en el IVº Abierto) no sirven para orientar la actividad de la LIT-CI y sus secciones...¨. Por tal razón, este documento se titula sin embages: «Necesitamos un nuevo documento mundial». Así de simple. En este contexto de borrón y cuenta nueva, el «Documento sobre la coyuntura nacional» presentado ahora bajo la firma de Daniel Agüero, intenta correcciones, pero sin modificar lo esencial de la desviación electoralista y sus mas aberrantes expresiones. Las «correcciones» propuestas ( a solo 60 días del Congreso Abierto) se refieren, casi como al descuido, a «pequeñeces» tales como la

inminencia de la posibilidad de tomar el poder y la conquista del liderazgo de masas, ambos consagrados en el referido Congreso. Con estas «correcciones», la DN cree posible seguir adelante hasta ver qué pasa con el conflicto del Golfo Pérsico . . . Todo indica que la realidad (con o sin huelga telefónica, a pesar de que «bajaron las luchas»...!) , sacude duramente las columnas de arena que sostuvieron el exitismo electoral, y la pretensión de conquistar administrativamente el liderazgo de masas. Como lo vaticinamos en ocasión del IVº Congreso Abierto (Minuta del 10 de Junio de 1990), y dado que no se puede tapar el sol con la mano, alguien, finalmente, se animará a decir abiertamente lo que dijo el CEI de la LIT en el plano internacional: «necesitamos un nuevo documento (en este caso nacional)... porque el que hizo para conquistar el liderazgo de masas y aprobó el IVº Congreso Abierto entre aplausos, «no sirve para orientar la actividad» de la sección argentina, y por consiguiente, debe elaborarse uno nuevo. Ante tal perspectiva, este documento de Daniel Agüero, que parece representar a los administradores del exitismo que permanecieron ciegos, sordos y mudos (ante las críticas y aportes de los compañeros que terminaron represaliados) sonará mas bien como un documento de «mal agüero». Por el contrario, para la salud del trotskismo partidario, preanuncia el reclamo de una discusión abierta, fraternal y realmente democrática entre los militantes. Es decir, la discusión que no se hizo y que se escamoteó en el pretendido IVº Congreso Abierto. 2.- «Del rasguño al peligro de gangrena». El electoralismo que ahora hace crisis amenazando la necesaria confianza del partido en su dirección, se incubó teóricamente de varias maneras desde la muerte de Moreno. Comenzó por el olvido, subestimación o tergiversación de algunas premisas básicas de la corriente trotskista ortodoxa; se expresó en la formulación de la línea aplicada a hechos de la realidad; y encontró campo propicio para cristalizar y consolidarse en la estructura organizativa del partido, llegando a conformar una metodología y hasta una nueva moral militante. El rasguño teórico que señalamos en nuestras primeras minutas sobre la forma de encarar la actividad electoral, se transformó en una úlcera. Ahora, la úlcera amenaza en transformarse en gangrena. La «nueva» teoría y sus aplicaciones prácticas en la política del partido pueden sintetizarse así: a) En lugar de las necesidades básicas insatisfechas de la clase para fundamentar las consignas de movilización, se toman en cuenta las propias necesidades partidarias para conquistar el liderazgo de masas, lo que significa que en lugar de privilegiar la unidad de acción por el salario, el trabajo etc., las campañas se inician tratando de convencer sobre la «igualdad» de todos los demás candidatos opositores (Cafiero, Menem, Alsogaray, Alfonsín, Angeloz) y reclamando que la solución era venir al MAS. b) Esta búsqueda del liderazgo de masas no depende de hacer avanzar aunque sea «un milímetro» al conjunto de la clase en su acción independiente, sino obligándola a pronunciarse ideológicamente, razón por la cual la actividad partidaria se ordenó sobre la base de «bastiones», venta de periódicos, habilitación de locales, suscriptores y cotizantes, tomando como punto de partida los padrones electorales. c) Se reemplazó el uso de consignas centralizadoras, por apelaciones de carácter proselitista que hicieran crecer el partido, reservándose para las luchas obreras un inocuo papel de sindicalistas «honestos y leales» que sólo ofrecen «apoyo y solidaridad» . d) Se acomodó la formulación de las consignas a necesidades de tipo electoral y populista, desdibujando su contenido clasista, o sea, que se denunció y enfrentó al gobierno» por no cumplir sus promesas electorales», como si el partido fuera sólo opositor en el campo de las instituciones burguesas, en olvido de la propaganda socialista y las propuestas transicionales.

e) Se confundieron las consignas de propaganda y agitación con las consignas para la acción inmediata, presuponiendo que las consignas de agitación son aquellas que se proponen para llevar a cabo «ya», y no las que se dirigen a multitudes que tienen necesidad objetiva de las mismas. Con esa teoría, se lanzó a pocos días de la asunción de Menem, la consigna de «Asamblea Constituyente YA!», como si «nuestra» asamblea constituyente (la que levantamos los revolucionarios para movilizar tras el camino del poder), pudiera venir de la mano de los políticos e instituciones del régimen, sin movilización, sin organización independiente, y sin victorias de la clase en sus enfrentamientos con el gobierno. f) Sostener que sólo se pueden levantar consignas que «la gente ve, quiere y siente», y no las que la situación objetiva demanda como necesarias para resolver una contradicción, cualquiera sea el grado de comprensión, razón por la cual se llegó a plantear la «Huelga General YA» (sin dirección, sin organización ni preparación) cuando las sublevaciones militares pusieron en peligro al régimen de la democracia, pero pasado ese peligro se ignoró y se ignora la necesidad de trabajar sobre la vanguardia y la clase para hacer esa perspectiva comprensible, viable y exitosa. g) Alentar concepciones espontaneistas, en contra de la premisa leninista de llevar «desde afuera» las tareas y soluciones de nuestra política y absteniéndose de plantear las propuestas transicionales del programa trotskista del MAS. Es esta la razón de que en todas las intervenciones en las luchas obreras se respondió con la consigna de «que las bases decidan», confundiendo así una bandera de propaganda general referida a la educación de la clase y nuestra defensa permanente de la democracia sindical, con las obligación política de llevar a su seno nuestras propias propuestas mediante consignas para la acción práctica. Una cosa es subestimar o ignorar la importancia que tienen los avances en la conciencia de la clase respecto del poder, y otra muy distinta, ignorar mediante nuestro abstencionismo político (y de propuestas para que ella decida), que esa clase se «educa» fundamentalmente recorriendo una dinámica de luchas tácticas con consignas transicionales, que encierran en sí mismas la contradicción básica de la crisis revolucionaria: los de arriba no pueden gobernar ya mas como lo vienen haciendo, y los de abajo no pueden soportar ya mas esa forma de gobierno. Esa es la dinámica, no sólo de la revolución, sino también de la conquista del liderazgo de masas. En un momento determinado de esa dinámica, se produce la fusión del partido con la vanguardia, la clase, y otros muchos sectores de la población, para dar el salto cualitativo que resuelve la contradicción. Decir, como dice el Documento de «coyuntura», que «al no ver todavía la revolución no ven nuestra salida», y a causa de ello «no nos siguen» y terminan «frenándose», es llevar el idealismo filosófico de la pequeña burguesía libertaria o artesanal, al seno del movimiento trotskista, fundar una nueva «teoría» basada en el culto al espontaneísmo, y justificar la práctica del abstencionismo político tras fórmulas generales de propaganda que caen en el «propagandismo» (como esa muletilla aséptica de «que las bases decidan», sin decirles qué es lo que debieran decidir), con lo cual se oculta a la clase y a su vanguardia la dinámica real de sus luchas parciales y aisladas. Esa es la explicación política que el documento oculta: la Dirección del MAS ha venido «educando» a la clase y al propio partido, en la concepción de la burocracia de que las luchas aisladas y parciales, realizadas de contragolpe, de a una por vez, sin unificación, centralización y coordinación, y sin vincularlas al problema del poder mediante consignas transicionales, pueden derrotar al gobierno. También esa es la explicación de que la clase, pese a no dejar de luchar con métodos ofensivos, y de esbozar coordinadoras, termine frenándose. Al fin de cuentas, en su espontaneísmo natural, los trabajadores tienen razón: esperan que alguien se plantee seriamente mostrar la perspectiva de las luchas aisladas y proponerles una salida que no sea la derrota en medio de himnos de solidaridad y apoyo. Mientras tanto, se destaca el hecho de que la Dirección del MAS alerta e instruye a sus militantes en agosto-setiembre de 1990 en estos términos:

“...la lucha por ganar a un sector de la clase para nuestra política, significa fortalecer al partido propiamente dicho, es decir, avanzar en la construcción de su estructura orgánica, captando militantes para sus organismos y aumentando la venta del periódico (sic!) ¡Linda manera de ganar a la clase y educarla! Nos preguntamos qué tiene que ver esta manera de «educar» y «ganar» a un sector de la clase, con aquella otra manera expuesta en el documento nacional de febrero . . . pero de 1985: «Si el partido quiere aprovechar las condiciones objetivas de la lucha de clases y los cambios en la situación política, tiene que acompañar las luchas de todos los sectores de la sociedad . . . es la condición indispensable para seguir en carrera, disputando la dirección del movimiento obrero». Y rematando con la ubicación del partido en los distintos frentes de lucha, dice: «De ellos, privilegiamos la ubicación del partido en el movimiento obrero, participando de todos sus conflictos, de las huelgas regionales, siempre en la perspectiva de la huelga general»... Y sigue: «El partido, durante 1985, deberá abrirse a todas las posibilidades que le ofrezca la lucha de clases para hacerlas progresar en la perspectiva de la huelga general, mas allá de que se concrete este año. Pero debemos saber que trabajamos sobre esa orientación . . . Impulsamos toda huelga o conflicto de fábrica, taller u oficina y por gremio, por el salario y contra la desocupación, en la perspectiva de la Huelga General¨ (Documento Nacional, febrero de 1985). 3.- ¿Por qué no nos vieron a nosotros como su dirección¨? Sí, efectivamente. Hay que responder a esta pregunta que se formulan muchos compañeros y también el documento. Obsérvese que la pregunta se refiere a cómo la clase y la vanguardia real de las luchas «descubre» a su dirección, y no cómo acceden al poder y a la revolución, porque son dos cosas distintas, aunque la Dirección las confunda. La clase accede al poder, no por una petición de principios previa, sino por la dinámica de su lucha, contando, eso sí, con el partido que le acerca «desde afuera» no sólo la «ideología», sino, y sobre todo, el planteo practico y concreto de cómo llegar a él. Pero antes de eso, la clase reconoce a una dirección por la forma práctica cómo ésta dirige y orienta sus luchas, las organiza y las lleva al triunfo. La burocracia trata de que esas luchas no tengan salida, no se vinculen con el problema del poder, y vayan para atrás, porque de otro modo desembocarían en la revolución. Por eso, la burocracia no las unifica ni centraliza, aunque ello constituya una necesidad objetiva para ganar. Sin embargo, la Dirección da la siguiente explicación del hecho de que no nos vieron a nosotros como la dirección: «... al no ver todavía la revolución no ven nuestra salida»...(qué mezcla de conceptos!) . . . y por lo tanto ¨se frenan¨ cuando comprenden que seguir la lucha contra las privatizaciones es ir contra el gobierno . . . y no están dispuestos a dar ese paso». Esta es la explicación que da la Dirección después de enumerar las innumerables luchas y confrontaciones que sacudieron a todo el país, mostrando un cuadro de enfrentamientos «defensivos pero con métodos ofensivos» realmente excepcional, en el que -se agrega- surgieron nuevos organismos coordinadores, o esbozos importantes de los mismos. Entonces ¿porqué no nos vieron a nosotros como su dirección? ¿Dónde estábamos? ¿Qué hacíamos y qué decíamos? En vez de responder a estas preguntas realmente pertinentes, la Dirección da esta otra explicación: «Esta dirección burocrática educó a la clase obrera que con presiones y chantajes se puede ganar» . . . ¡Exacto! Pero, aparte del hecho que las huelgas parciales y aisladas son, de hecho, «presiones» a las que el enemigo de turno llama «chantajes», hay que señalar, en primer término, que todo eso es lo mismo que ha venido haciendo la Dirección del MAS, educar a la clase obrera que con paros y huelgas parciales y aisladas de resistencia y de presión se puede ganar, y que sólo hay que apoyarlas y darles solidaridad, cualesquiera sean sus direcciones, se llamen éstas Lorenzo Miguel, Ubaldini... o Esquivel! O sea que, para la clase, la burocracia hizo lo mismo que el MAS en cuanto a la educación.

Cabría agregar que, como la clase obrera no es tonta ni suicida, intuye, con razón, que con esta perspectiva de «presión» mejor es «frenarse» y esperar que surja alguna vez una nueva dirección que eduque de otra manera para seguir las luchas y poder ganarlas. Por eso se frena. Y por eso ¡oh casualidad! la Dirección se ve obligada a registrar con resignación el hecho de que «muchos se están acercando (al MAS) incluso trayendo ilusiones electorales» . . . Cabe preguntarse: con esta forma de orientar a la clase en su dinámica de resistencia y presión, y con esta concepción sindicalista de «apoyo y solidaridad», ¿qué otras ilusiones podrían traer los que se acercan al MAS? Lenin y Trotsky mostraron, al igual que Moreno, que la clase obrera no accedía espontáneamente, por sí misma, a la idea del gobierno obrero (dictadura del proletariado), y que ésta era una idea que había que llevársela «desde afuera», es decir, desde el partido revolucionario, mediante la propaganda. Pero lo que hace la Dirección del MAS no es propaganda sobre esta idea y los problemas que conlleva desde el principio de las luchas hasta el final de las mismas, sino propagandismo, es decir, pretender que «nos sigan» y nos reconozcan como «su dirección», por el sólo hecho de que les explicamos la teoría en nuestra prensa, absteniéndonos de decir qué es lo que deben hacer... Resulta insólito que la Dirección explique «que la clase se frena» porque la burocracia no «educó» a la clase en la «idea» del gobierno obrero. 4.- Perdidos . . . ¡en busca de consigna! El método de confeccionar los Documentos políticos por medio de amalgamas, diciendo de todo por si acaso, cubriendo todas las hipótesis sin privilegiar ninguna, sumando y restando, sustituyendo la política por el administrativismo, debía, finalmente, llevar a un vacío de línea y a una crisis, a pesar de los éxitos que la situación excepcional arroja sobre las espaldas de la Dirección. El «documento de mal agüero» es el intento de la Dirección de hacer la última amalgama, como si se tratara de abrir el paraguas ante la tormenta que se avecina. Pero la «línea» no se arregla con remiendos. Este último remiendo sólo logra aumentar el grotesco, como si se tratara de un pantalón de payaso. Ahora, el remiendo de «coyuntura» nos dice: «Hoy por hoy no tenemos una consigna que podamos plantear para la centralización de la lucha de los trabajadores» (sic!) Lo asombroso es que se dice esto después de haber dedicado páginas a mostrar que se da un proceso de acumulación, con intentos de coordinación a nivel de fábrica; que las luchas de resistencia con métodos ofensivos siguen a pesar de todo, porque no hay derrota de la clase; que es posible un nuevo estallido social; que la crisis del régimen sigue su curso; que no hay plan alternativo al de Menem; que la lucha inter-burocrática continúa; que hay posibilidades de que se reanime la lucha barrial; y por si fuera poco, que... la crisis militar subsiste! Es realmente angustioso que existiendo todas esas circunstancias económicas, sociales, políticas y aún militares, la Dirección no encuentra una consigna centralizadora para hacerse presente en las luchas de los trabajadores en todo el territorio nacional, sobre todo cuando esas luchas se dan en cantidad y frecuencia innumerable, aisladas, desde Piedra del Aguila hasta los funcionarios de la Casa Rosada, desde los jueces y empleados judiciales hasta las policías de provincia! Para justificar esta desoladora ignorancia, a pocos meses de haber consagrado la «conquista de la influencia de masas», hubo que haber dedicado tres años a fundar teóricamente el reinado del espontaneísmo, el abstencionismo, el sindicalismo, el propagandismo, y sus naturales aditamentos sectarios y oportunistas. Es la manera de expresarse que adopta la desviación electoralista cuya denuncia nos valió la separación del partido. El hecho de que todo el mundo haga huelgas aisladas no le sugiere a la Dirección la necesidad de aparecer públicamente como los campeones de su unificación, coordinación, centralización, etc. Lejos de ello, el «campeonato» se juega en torno a quien es mas sindicalista, economicista y espontaneísta para responder a la desesperada lucha de los trabajadores,

mostrándole, como única estrategia, nuestra voluntad de darles «apoyo y solidaridad» y limitándonos a decir «que las bases decidan»...¡no vaya a ser que alguien nos acuse de antidemocráticos! Si por un milagro del espontaneísmo -que lógicamente no se produjo en la asamblea telefónica ante las bases convocadas por Esquivel- esas luchas aisladas y faltas de dirección llegaran a juntarse y desembocar en una huelga general, quedaría claro para todos, especialmente para los funcionarios del gobierno, que semejante «aventura» (...¨que nos aleja de nuestras tareas¨)(1) no sería responsabilidad de la Dirección del MAS, y, por lo tanto, las acciones legales contra el partido estarían formalmente injustificadas. Esto es lo que piensan muchos activistas y también varios militantes. Y nosotros tenemos el derecho de preguntarnos y preguntar qué es lo que hace la Dirección del MAS para demostrar que están equivocados. Lamentablemente, la Dirección, en abono de esa presunción, sólo atina a decir en su documento, que «muchos trabajadores se acercan al partido portando ilusiones electorales», sin que este hecho le merezca ninguna otra consideración. Es increíble, pero está escrito. Por si fuera poco, la Dirección fundamenta la falta de consigna centralizadora de las luchas, argumentando que: «Esto es así por el rol que juega la burocracia y porque todavía no hay otros organismos», lo que hace que el eje sea sólo de apoyo y solidaridad, lo cual no diferencia al MAS de multitud de organizaciones y grupos de la izquierda pequeñoburguesa, ni de los «ocho» diputados peronistas rebeldes, etc. De modo que si la burocracia jugara otro rol distinto del que juega, entonces, sí, la Dirección del MAS tendría una consigna centralizadora de las luchas . . . ¡Por favor! . . . ¿no es al revés? Nosotros creemos que debemos y podemos tener una consigna centralizadora, justamente porque la burocracia se especializa en impedir la unificación de las luchas. Obsérvese que estamos hablando de la centralización de las luchas que se están dando aquí y ahora y de nuestra obligación de dar una salida a esa situación, y no de declarar por cuenta propia la huelga general, ni el cobro de las cotizaciones sindicales, ni de enviar la representación laboral a la Convención de Ginebra . . . Nuestra obligación ha sido siempre, y ahora más que nunca, indicar a la clase lo que la burocracia le oculta, le niega, o le traiciona, sea o no comprendido por la misma clase. Marcar esa diferencia con la burocracia y las demás corrientes es lo único que YA podemos hacer, con o sin influencia de masas, con o sin «bastiones» del MAS, y con o sin elecciones por delante. La Dirección Nacional remata su justificación de falta de consigna centralizadora agregando que: «todavía no hay otros organismos...». Ciertamente, si los hubiera en forma desarrollada y reconocida por la clase, superando el estado actual de embriones, estaríamos reclamándole al MAS que usara su «influencia de masas» para algo mas que objetivos tácticos transicionales . . . La Dirección Nacional ha probado tener sobrada capacidad para mostrar al partido como el campeón de propuestas como el «no pago de la Deuda externa», «el socialismo con democracia», «que las bases decidan», y el «apoyo y solidaridad» con las luchas. Es legítimo preguntarse por qué razón ese perfil de «campeones» no aparece tan claramente dibujado ante la clase cuando se trata de mostrarse como los campeones de la unificación y centralización de los conflictos ante una burocracia que sabotea esa unificación, y ante unos embriones que se demoran tanto en su desarrollo, pero que se insinúan en varios lugares. Por si faltaran ejemplos sobre los efectos negativos que la concepción electoralista de la Dirección del MAS significó para la intervención de los militantes en las luchas obreras y sindicales, ahora ha venido a cuestionarse el comportamiento del partido en la huelga telefónica. Y ello ocurre a pesar de que nadie duda que el MAS «apoyó» y dio su «solidaridad» a los telefónicos. Entonces ¿qué es lo que faltó? Lo que faltó y no se dijo fue lo siguiente: centrar el apoyo y la solidaridad explicando pacientemente que en las actuales circunstancias era necesario preparar debidamente la lucha en coordinación con los demás gremios estatales y la propia CGT, llegado el caso; explicar que con la actual dirección burocrática la huelga sería traicionada; que había que preparar la continuidad de la lucha con métodos distintos, desde la base; que las bases debían decidir, pero sabiendo que se enfrentaban a burócratas expertos en maniobrar para impedirlo; que por lo tanto, ni la asamblea

general de Esquivel era garantía de democracia para «decidir»; que en forma aislada, sin centralizar las luchas (aunque el MAS apoyara con todo), era muy difícil enfrentarse al gobierno y a la burocracia, etc. Un «perfil» así no es el que la clase y su vanguardia rescatan hoy de la actuación del MAS en el conflicto telefónico, aunque no tenga dudas sobre su «apoyo» y «solidaridad». Por lo tanto, quedará la duda acerca de si los nuevos organismos no existen porque la lucha espontánea de la clase no alcanzó a crearlos todavía, o si porque aún existiendo la necesidad objetiva de los mismos, los dirigentes revolucionarios (como los del MAS), no se jugaron con todo para favorecer su desarrollo agitando, al respecto, consignas de educación, organización y movilización en su entorno. 5.- Cuando el electoralismo . . . sale de casa. Los trotskistas han sostenido que la política internacional es la continuación de la política nacional. La Dirección del MAS ha confirmado esta premisa al trasladar al plano de la política internacional las concepciones que ha venido sosteniendo en el plano nacional. No podía ser de otra manera. La mejor expresión de la desviación nacional electoralista en el plano de la lucha de clases fuera del país, en el resto del mundo, se resume en la tesis VII del Documento de la LIT aprobada también alegremente, a libro cerrado, por el llamado IVº Congreso Abierto del MAS. En esa tesis se afirma que: “. . .en todo el mundo surgen las nuevas direcciones revolucionarias, aunque no haya un sólo trotskista en el país . . . ¨ Con semejante tesis se liquida de un plumazo la razón de ser de la IV Internacional y la categoría marxista-leninista-trotskista de la «dirección revolucionaria» como condición para la toma del poder y la prosecución de la revolución permanente. El espontaneísmo liquidacionista nunca antes había abierto tan de par en par las puertas del partido al oportunismo. La vinculación teórica de esta actitud con su fuente nutriente hay que buscarla en la concepción electoralista y populista para ganar la dirección del movimiento obrero y el liderazgo de masas en la Argentina. Esta concepción es la que ha apadrinado la convocatoria y realización del IVº Congreso Abierto del MAS (ver Minuta del 10 de junio de 1990). Para esta concepción, resulta consecuente estimar que si el torrente revolucionario es tan arrollador y objetivamente imparable «con o sin trotskistas en el país», bastará presidir formalmente un gran Congreso Abierto de todas las corrientes e individuos que estén por el NO, para que de su seno brote la nueva dirección de la revolución socialista! Para tales propósitos, es obvio que una discusión más o una discusión menos, resulta algo intelectual y ocioso, más apto para «militantes pasados de moda» (como dijo un alto vocero del MAS), que para dirigentes que han ganado influencia de masas. También resultará ocioso, según lo comprenderá cualquier compañero que haya conocido una zona o un local del partido, que las reuniones giren sobre discusiones políticas profundas, que los responsables tengan alguna opinión propia distinta de la que «baja» en las Circulares Internas, que las opiniones disidentes de la base sean consideradas con seriedad y respeto, que la única tarea de militancia que agrega puntaje al «balance» individual sea el «trabajo sobre el padrón», y que la capacitación no tenga nada que ver con la vida política interna, sino con la asistencia «orgánica» a las Escuelas de Cuadros. Alentando esta concepción y, al mismo tiempo, nutriéndose de ella, la Dirección Nacional trató, no ya de proveer las adecuadas consignas de unidad de acción para desarrollar posibles corrientes revolucionarias afines al trotskismo, sino pura y simplemente de convocar en forma

individual a sus supuestos integrantes, otorgándoles, eso sí, credenciales como sostenes o baluartes de la construcción del partido mundial de la revolución socialista, es decir, de la IV Internacional. Esto se hace, además, después que la propia Dirección registra el hecho de que no se han dado, ni se avizoran, corrientes independientes o desprendimientos significativos proclives al trotskismo en las organizaciones de masas. Cuando se recuerda lo que pasó con el «pablismo», el castrismo y el sandinismo; y cuánta tinta gastaron los trotskistas ortodoxos en caracterizar la dinámica y los resultados alcanzados por esas corrientes, no queda mas que asustarse de la gravedad de la desviación protagonizada por la Dirección del MAS. El «mandelismo», al menos, para tales objetivos, se apoyaba en importantes corrientes con indudable influencia de masas. (1) Pero no hay que extrañarse de esta coincidencia entre el MAS y el «mandelismo»: un rasgo insoslayable común es someterse a la presión de la pequeña burguesía que rinde culto al éxito organizativo, capitulando a las direcciones con influencia de masas. La Dirección del MAS ha llevado al ridículo semejante culto. No debe extrañar, entonces, la simplificación que hizo del éxito inevitable de la revolución política en el Este. Recuérdese al respecto, que se intentó una y otra vez «levantar la moral» de los cuadros y militantes, no instruyéndolos en los dificilísimos problemas de la dinámica insurreccional que contenían en sí mismos los estallidos sociales y huelguísticos de la etapa revolucionaria, sino... en la posible (para algunos inminente) conquista del poder! Esta colosal tarea caída del cielo llegó a presentarse declamatoriamente, poco menos que como una consigna para la acción inmediata. 6.- ¨Sólo una línea política correcta puede garantizar un régimen partidario saludable¨. En medio del estallido de la crisis de electoralismo que se expresa como crisis de dirección, vacío de línea política, y desconcierto y criticas de la base, debemos esforzarnos por evitar que este inevitable «destape» redunde en un triunfo para la burguesía y el régimen. La Dirección Nacional ha tratado de conjurar este peligro, pero sofocando todas las críticas y mostrando una imagen falsa de solidez, seguridad y éxito. Este rasgo se parece al que mostraba el stalinismo cuando trataba de inventar éxitos en China para presentarse ante el XVº Congreso del PCUS. Nosotros, por el contrario, hemos tratado de defender todo lo conquistado -incluso la propia Dirección Nacional- ejerciendo el único recurso que la democracia centralista adoptada por el trotskismo nos indicó como el mejor camino de construcción del partido: es decir, la crítica fraternal a través de la exposición ordenada de ideas y propuestas. Comenzamos en 1987, y, orgánicamente, quedamos fuera de concurso cuando fuimos sancionados en la zona de Chacarita (donde intentamos ejercer nuestros derechos y obligaciones de militantes), sin que nadie, ni dirigentes de la Dirección Nacional, ni cuadros, ni ningún tipo de miembros del aparato, se diera por enterado. Desde entonces (28 de julio de 1989), revalidamos periódicamente nuestro trámite de apelación ante la Dirección y ante el Congreso, Conferencias, etc., sin obtener respuesta alguna. Los psicólogos podrán estudiar por qué curioso mecanismo de la memoria los dirigentes del MAS han olvidado su mejor tradición teórica, política y metodológica. Los marxistas, educados en la corriente que dio origen al MAS, seguiremos buscando en esos «olvidos» profundas razones políticas, sociales y de clase. Ha llegado la hora de analizar la forma en que el rasguño denunciado, después de ulcerarse sin tratamiento adecuado, está a punto de transformarse en gangrena. Lamentamos mucho tener que reconocer que ya hay demasiados compañeros que están convencidos de la burocratización del partido, y por consiguiente de la imposibilidad de su recuperación por medio de la discusión democrática. Los argumentos ofrecidos para semejante afirmación giran, preferentemente, en torno a cuestiones de método, al desarrollo del aparato, a la defensa de la legalidad, al ejercicio parlamentario, a las concepciones administrativistas, a las actitudes y comportamientos personales, a la falta de estudio y discusión, a las rentas como paliativos de la desocupación, a los viajes, etc.

En nuestra opinión, estos elementos existen y conforman un peligro potencial de burocratización, pero, cualitativamente, no marcan la diferencia para que podamos caracterizar la situación como de degeneración burocrática. Creemos que no hay detrás de los métodos burocráticos una clase social ejerciendo en forma directa su rol de sustentación, o una «casta» que la represente; no hay estructuras materiales que garanticen el usufructo de privilegios especiales, independientes y diferenciados del resto de la clase trabajadora; no hay derrota o reflujo de la clase históricamente revolucionaria ni en el país ni en el mundo; no hay cansancio, exterminio o desmantelamiento de las estructuras obreras; no hay un «campesinado enriqueciéndose» ni haciéndose fuerte a expensas del hambre popular, sosteniendo el aparato. En suma, el basamento del burocratismo se limita a expresiones coyunturales, episódicas, o de superestructura, que con ser importantes, no son lo fundamental. O sea, que la base del burocratismo en el partido, sólo existiría embrionariamente bajo la forma de actitudes personales, métodos desviacionistas de la conducta proletaria, concepciones metodológicas de tipo administrativista, etc. Sin embargo, no por esto podemos dejar de considerar la importancia de un análisis social y de clase, aunque sea preventivo. El crecimiento del partido ha licuado inevitablemente el tipo de relaciones internas que primó en la «etapa de la acumulación partidaria primitiva», en la cual se dio especial atención a echar las bases morales, principistas y metodológicas en la manera de actuar y la conducta individual de los dirigentes, los cuadros y los militantes. Ese fue el capital fundacional que llamamos «tradición partidaria». Es natural, aunque no positivo, que esa tradición se haya perdido en parte. Sólo la Dirección Nacional puede y debe ser responsable por ello, así como de las medidas para contrarrestar esa tendencia. Sólo una Dirección consciente y decidida puede enfrentarse a ese proceso de pérdida de la tradición que se enmarca en un cuadro social que debe ser desnudado críticamente. La decadencia del régimen, la obsolescencia del Estado, la reconversión industrial originada en la crisis económica, el avance tecnológico, la desconcentración geográfica y la dispersión del proletariado, la desocupación, el cuentapropismo, etc., originaron cambios profundos en la sociedad, y modificaron significativamente las características del viejo proletariado industrial y de la clase como tal. El partido debió, y debe, analizar las implicancias de estos cambios en su estructura, en sus métodos, en la moral militante, en la concepción general sobre las relaciones de clase, y también – por qué no- en sus concepciones políticas desviacionistas. El necesario desarrollo del aparato es otra fuente potencial de burocratismo. Esto es una contradicción de la realidad, como para el régimen lo es tener que sostener a las Fuerzas Armadas o a la burocracia. Pero la Dirección del partido revolucionario no puede ignorar el fenómeno, ni subestimarlo, ni mucho menos alentarlo por lenidad, táctica política interna, o exitismo. El stalinismo -recuérdese- comenzó apoyándose en el aparato y logró institucionalizarse como burocracia degenerada una vez que la dinámica social le proveyó del sustento de clase necesario a través del campesinado y la contrarrevolución europea. El único remedio preventivo contra este peligro es la clarividencia de la Dirección del partido, sus férreas medidas contra toda actitud abusiva, su acción ejemplarizadora, su respeto irrestricto por los métodos democráticos de consulta, su rechazo explícito a toda conducta burocrática de sus miembros, etc. La Dirección Nacional no ha estado a la altura de este cometido. Por nuestra parte, encontramos amenazadora, por decir lo menos, la forma como la Dirección se ha manejado ante los peligros del crecimiento partidario y las deformaciones burocráticas. Nos preguntamos qué podrá hacer una Dirección que se muestra ciega, sorda y muda ante estos fenómenos, cuando aparezca una clase enemiga para darle sustento al aparato y a esos métodos, como le ocurrió al stalinismo (que Lenin denunció antes de morir), si ahora, cuando no existe esa clase social, los métodos burocráticos florecen con tanta vitalidad y extensión en la estructura partidaria. En una situación así,

nos tememos que decenas o centenas de Stalin surjan del aparato para postularse como los mejores intérpretes políticos de semejante relación de fuerzas desfavorable para la revolución socialista. 7.- Internamente ha llegado la hora del trotskismo con democracia. Es tiempo de plantearse esta cuestión, antes de que se demasiado tarde. La línea política correcta que garantiza un régimen partidario saludable no tiene otro lugar de dónde surgir que no sea de la discusión libre, fraternal y democrática entre los militantes. Esta rectificación, imprescindible en el curso amenazante del burocratismo, además de este punto de partida, tiene un eje sin el cual todo intento de superación será cruel y traumático: nos referimos a que la Dirección debe ponerse a la cabeza de los nuevos métodos y jugar con todo su peso su rol de educación y orientación. No debe usar su debilidad para encogerse y ofrecer menos blanco a las críticas. Debe fortalecerse apoyándose en ellas para superarse y hacer superar al partido. Este rol de la Dirección lo resumimos así: 1º) debe impulsar la politización en la actividad interna del partido, lo que quiere decir que se debe desterrar de las reuniones los ejes puramente administrativos, reemplazándolos por la discusión política permanente de los hechos del país a los cuales se enfrentan los militantes, desde su lugar de trabajo, hasta la lucha de clases en el mundo, pasando por los problemas de su vecindad. 2º) Debe dejarse de «promover» a los cuadros en razón de su capacidad administrativa. 3º) Debe combatirse implacablemente las conductas y procedimientos burocráticos en los «responsables», desde la forma cómo ordenan las tareas hasta el trato personal grosero y autoritario. 4º) Debe valorarse y protegerse a los compañeros que llevan ordenadamente a sus equipos discusiones de índole política sobre la actividad cotidiana del partido. 5º) Se deben usar las Circulares Internas para educar, instruir, e informar, y no para regimentar la acción de los «responsables» frente a sus compañeros de base. 6º) Se debe sancionar ejemplarizadoramente a los responsables de cualquier nivel que coarten, limiten, oculten o desalienten los esfuerzos de crítica de los demás compañeros, como es frecuente hoy, en nombre de la disciplina. 7º) Deben desalentarse las aberrantes groserías públicas que se usan (2) a nombre del MAS en marchas y concentraciones callejeras, del tipo de las que al compás de los bombos se lanzan contra los políticos del régimen, reemplazándolas por expresiones más acordes con la naturaleza del socialismo, y la necesidad de educar a los sectores atrasados. 8º) Se deben publicar inmediatamente todas las Minutas que han sido presentadas por los compañeros, siendo ésta una de las mas auténticas consignas democráticas, y la mas urgente de consumo interno, si se quiere demostrar que hay sincero afán de superar la crisis actual, provocada por la desviación electoralista y la proliferación de los métodos burocráticos. 21/09/1990. (1) M. Pablo y E. Mandel dirigieron la corriente trotskista que capituló a la presión ejercida por el stalinismo sobre el movimiento de masas, planteando la necesidad de sumarse críticamente al Bloque dirigido por la URSS.

(2) Aunque parezca mentira, los más representativos dirigentes del MAS alentaron los cánticos callejeros del tipo de «Menem compadre... la concha de tu madre», que expresaban mas el desahogo impotente de la pequeña burguesía y su atraso político, que los intereses y sentimientos de los trabajadores, y mucho menos aún las ideas socialistas.

CAPITULO XII 20/05/1991

DISCURSO DEL MÉTODO:

La guerra de las citas Existe una manera frecuente y peligrosa de elaborar documentos teóricos y políticos recortando con tijera frases y textos de los maestros. Este método estaba, de algún modo, justificado entre los escolásticos de la Edad Media que afirmaban la trinidad o la inocencia de María, citando y citando a los apóstoles, o transcribiendo versículos de la Biblia. Al fin de cuentas, para todos ellos, la realidad era algo dado de una vez y para siempre, y metodológicamente, el procedimiento correcto para descubrirla se basaba en el principio de «creer» primero y «pensar» después. Por el contrario, para los marxistas, la realidad no preexiste, ni siquiera subsiste. Sólo discurre. Por eso es tan difícil aprehenderla, y aún describirla. Resulta siempre una contradicción en desarrollo. Los maestros del movimiento marxista -nuestros ¨apóstoles¨- no pretendieron jamás, por esa razón, legarnos verdades eternas, y mucho menos respecto a la mecánica circunstancial de los hechos que hacen a la historia. A lo sumo, se atrevieron a marcar leyes generales -muy generalessobre el desenvolvimiento de aquella contradicción, como si hubieran señalado con una flecha la orientación que tomaban. Cuando recurrimos a esas leyes generales, o cuando, más precisamente, nos valemos de frases o textos usados por ellos en relación a hechos contingentes, sólo estamos ampliando nuestro propio ángulo de miras para observar, desde mas lejos, nuestra visión del momento fugaz que observamos. Jamás pretendemos echar sobre esos hechos la red o los grillos de una sentencia, o una apreciación absoluta, que valió sólo para circunstancias pasadas. La utilización de las citas es válida, sí. Para eso estudiamos a los clásicos, que son nuestros maestros. Sin embargo, cuando se recurre a la tijera para recortar citas y más citas, con el fin de «elaborar» un documento o una línea, estamos cayendo en el uso abusivo. Dejamos de ser políticos marxistas que se enfrentan a una realidad que se renueva a cada instante, para ser los profesores dogmáticos que le ponen grillos al pensamiento, como diría nuestro poeta. El político debe ser todo lo contrario del intelectual erudito o catequista que trasmite la «fe». El político -el revolucionario, claro- es alguien que está en medio de un río de aguas rápidas, a veces tranquilas, pero siempre en movimiento, braceando para remontarlo y sortear sus imprevistos accidentes. Diríamos con Heráclito, que no nadamos dos veces en el mismo río. Cuando el político revolucionario hace un «documento», o elabora una posición no imita al escolar que arma un puente o una torre amalgamando los diversos componentes, ya previstos, del mecano, cuyas piezas tiene desparramadas sobre la mesa, como si fuera el «archivo de citas». Un puente o una torre de mecano, se reconstruyen siempre igual. En cambio, la realidad de la lucha de clases, que es la historia, se reconstruye siempre en forma distinta, en un plano superior de la espiral, que es el movimiento.

Esta afirmación no significa que el mecano carezca de utilidad para desarrollar nuestras ideas asociativas, concatenarlas, y sugerir nuevas formas de aplicación. Tómense los documentos políticos y minutas del actual período de discusión interna, y se verá que, de centenares de páginas, casi la mitad están destinadas a la transcripción de citas de nuestros clásicos y maestros. Daría la impresión que los documentos se elaboraron haciendo coincidir las citas como si fueran las piezas del mecano. De esta forma, la mecánica reemplaza a la dialéctica; lo estático sustituye al movimiento. Y el «ganador» de la polémica política resulta aquel que dispone de un mejor archivo. Discutir documentos políticos sujetos a esta metodología es muy difícil y extenuante, porque además de terminar diciendo todo de todo, y sirviendo tanto para un barrido como para un fregado, las citas abusivas imponen la autoridad de los maestros por sobre el razonamiento actualizado de la realidad cambiante, que se fuga delante de nuestros ojos. Los textos clásicos son imprescindibles y las citas son muy útiles, claro, pero no para usarlos como municiones de tiro en la guerra de guerrillas de las «internas», cuando se discute una hecho o una situación de la realidad actual, y sobre todo si las extrapolamos del contexto histórico en que fueron escritas.

CAPITULO XIII 23/5/91

Sí! La Huelga General es también una consigna para la acción. La huelga general sigue estando mal planteada. Desde que la Dirección descubrió tardíamente esta consigna (cuando los «carapintadas» pusieron en peligro la democracia burguesa), la utiliza tarde y mal, y en vez de hacer con ella propaganda y agitación, en forma práctica y militante sobre la realidad de cada día, hace «propagandismo», que es la manera como las sectas pequeñoburguesas acostumbran escapar declamatoriamente de los hechos concretos de la lucha de clases. Primeramente, la Dirección ignoró totalmente esta consigna a partir de la muerte de Moreno, a pesar de la ola de conflictos aislados, según lo expusimos en nuestra Minuta de octubre de 1987, lo reiteramos en la de noviembre de ese año, la de abril del 88, y volvimos hacerlo en la del 31 de mayo, inmediatamente después del IIIº Congreso, en carta al Comité Central. Después, cuando el peligro de derrumbe sacudió al régimen democrático, la Dirección saca de la manga la consigna de Huelga General, sin preparación, sin organización, y sin nadie que pudiera convocarla, y muchos menos dirigirla. Después, volvió a olvidarla, hasta que otro derrumbe (el ocasionado por el «destape» interno) producido por la denuncia de las desviaciones y capitulaciones, obligó a esa Dirección a usarla en forma declamatoria. Ahora, la Dirección Nacional plantea la Huelga General como si fuera la «insurrección» para tomar el poder. Así presentada resulta una consigna ultimatista y ultraizquierdista. Pone «ya» ante los ojos de los trabajadores (que todos los días están haciendo huelgas aisladas por salarios y por trabajo) una decisión política que todavía no ven, no sienten, y no quieren, por la sencilla razón de que la conciencia política no se adquiere «pasando de grado» como los escolares (al decir de Trotsky), sino con la experiencia de su propia actividad y movilización.

De este modo, la Dirección sigue prisionera de sus propias innovaciones teóricas, denunciadas en minutas anteriores: suplanta las consignas de movilización por consignas de «esclarecimiento ideológico». La Dirección presenta la huelga general como la consigna «máxima» de los viejos reformistas de la socialdemocracia, que el 1º de Mayo salían a luchar por el socialismo, y los demás días del año hacían sindicalismo y practicaban la «solidaridad». Así planteada, la huelga general es una consigna para los días de fiesta. No es casual que el Documento nacional diga que ¨el eje ordenador es . . . el Gobierno de los Trabajadores y el Socialismo¨! . . . como si el obrero se levantara a la mañana pensando cómo va a discutir o votar en su fábrica sobre la toma del poder, en vez de votar en su lugar de trabajo si paran o no, para que le paguen la quincena o evitar el cierre o el despido. El ultraizquierdismo, que comenzó con un rasguño teórico poniendo por delante la lucha «ideológica», y que ahora descubre la Huelga General como consigna insurreccional para salir de un apuro, se corresponde, curiosamente, con la actitud anterior de haberla escondido en momentos en que ella misma anunciaba el «Octubre» cercano, aunque esto parezca paradójico. Llama la atención que ahora que se abandonó ese «Octubre» de opereta... aparezca la Huelga General con ribetes de máxima, insurreccionales. La razón es la misma: un nuevo palo de ciego, o una declamación para quedar bien. Lo que el partido debe hacer seriamente es mostrar el camino de la Huelga General como la forma tradicional, conocida, práctica y posible, para impedir que los conflictos sean derrotados de a uno por vez. Lo que el partido debe hacer es ponerse un «paso» (sólo uno) delante de los trabajadores en su estado actual de actividad y de conciencia, mostrándoles la necesidad de unificar, centralizar y coordinar los conflictos para conseguir los ajustes salariales y frenar los despidos de la flexibilización laboral en primerísimo lugar, proponiéndoles desembocar en una acción de conjunto que no tiene otro nombre conocido que el de Huelga General. Lo que el partido debe hacer es propaganda y agitación (no propagandismo) sobre la inevitabilidad del enfrentamiento de conjunto con el gobierno, y explicarle que si se pretende ganar hay que torcerle el brazo a Menem, cambiar las relaciones de fuerzas, etc., y a partir de allí (que es un «paso» en la actividad de la clase), explicarle también mediante la propaganda, que esa actividad (o movilización) será la que garantizará el camino democrático para que los trabajadores reemplacen en el poder a los capitalistas, burócratas, etc., dejando de pagar la Deuda Externa, castigando la corrupción, frenando la decadencia, reordenando la economía, etc., y... construyendo el socialismo. Por eso, contrariamente a lo que dice el Documento nacional, la consigna de Huelga General SI es también una consigna para la acción (aunque pase por su faz de propaganda y agitación para concretarla mañana o pasado mañana, no ahora), porque arranca en la misma tarea diaria de la clase con cada conflicto aislado, en el que tenemos la obligación de decirle a los obreros cómo desarrollar ese conflicto que tiene en las manos, que lo acorrala, que no encuentra salida, y cómo ligarlo al conflicto de al lado, cómo coordinarlo, unificarlo, etc. Cuando la Dirección dice que la consigna de Huelga General no es para la acción, está desarmando al militante para su accionar diario en la clase, transformándolo en «aguatero», que sólo lleva el «apoyo», y no en el oficial o suboficial de combate que participa de sus luchas tal y como se dan en la realidad. Dicho de otro modo: la Dirección confunde al militante poniendo un signo «igual» entre la acción diaria de preparar la movilización y la huelga general, con el hecho táctico de convocarla en el momento oportuno. No es casual que en los equipos, los militantes se sientan «sin tareas» cuando no hay volantes para piquetear; y que no conozcan otra forma de «penetrar» que repartiendo volantes o periódicos con el sello del partido. Debe quedar claro que la consigna de Huelga General es para la acción de todos los días, aunque no esté planteado el «momento» o se den las circunstancias para convocarla YA. La consigna de Huelga General es táctica, transicional, metodológica, educativa, estratégica, y también (porqué ocultarlo?) insurreccional en su dinámica, porque lleva a disputar el Poder a la burguesía. Pero este camino hay que recorrerlo, no declamarlo.

Es estratégica, en cuanto tiende a detener la ofensiva del gobierno; es táctica, en cuanto al «momento» de su convocatoria; es transicional, porque monta la acción de la clase en un camino ascendente de actividad que el régimen no puede soportar; es insurreccional, por su contenido potencial y su metodología; y, finalmente, también es educativa porque forma al militante y a la vanguardia en las exigencias de la confrontación de clases recogiendo las enseñanzas y procedimientos más adecuados de su propia tradición. El «propagandismo» de la Dirección puso un signo de igualdad entre Huelga General e Insurrección para tomar el poder, confundiendo el germen que anida en su dinámica, con el posible resultado final. Con este signo «igual», lo único que se ha logrado hacer es «lucha ideológica» al estilo de las sectas de propaganda, en reemplazo de las consignas organizadoras y movilizadoras que tratan de hacer avanzar a la clase, aunque sea un «milímetro», basadas en necesidades básicas insatisfechas. Hoy, esas necesidades pasan por el salario, la flexibilización laboral, los despidos, el desempleo, etc. Por otro lado, se consiguió transformar las consignas de transición de nuestro Programa en consignas de «máxima» para los días de fiesta, haciendo seguidismo a la burocracia que dirige las luchas y capitulando al espontaneísmo y el estado actual de conciencia de las masas. Lo que debemos hacer es bajar a tierra la consigna de huelga general, para que sea una herramienta en el trabajo diario de los militantes; para dar salida a los conflictos aislados, educando y movilizando a la clase y su vanguardia en los problemas del inevitable enfrentamiento de conjunto con el régimen. 23/05/1991.

CAPITULO XIV 05/08/1991.

Carta al CEI (LIT). Estimados compañeros: A sabiendas de que estamos corriendo una carrera contra el tiempo, me dirijo a Uds. en el afán de contribuir al debate en curso. Reafirmando mi inveterado método de «caracterizar», les diré, en primer lugar, que vuestros Documentos últimos (Actividades, Situación Mundial), son considerados por mí como el mas serio y responsable aporte de la LIT desde la muerte de Moreno, y un punto de partida positivo para ahondar en el conocimiento y la actividad del partido mundial sobre la realidad, absolutamente inédita, que estamos viviendo. Sin embargo, el meritorio trabajo que presenta el CEI, adolece de una falla ajena a la metodología de nuestro movimiento, que puede llegar a ser sumamente peligrosa: en ninguna parte de las 125 páginas, se intenta dar una caracterización social, de clase, marxista, de las desviaciones de la LIT causadas por la hegemonía del «partido-madre», como ha dado en llamarse ahora al partido argentino. No se trata de poner rótulos apresurados ni antojadizos a cualquier posición política de una dirección, corriente, o grupo que se haya expresado incidentalmente, o que se haya esbozado a propósito de un hecho aislado. Aquí estamos tratando de analizar y sacar conclusiones de un largo período que arranca desde la muerte de Moreno en 1987, y llega hasta el día de hoy, registrando en su curso una trayectoria que, tradicionalmente, hemos concordado en calificar con los más graves adjetivos, tradicionalmente reservados a corrientes ajenas a la nuestra.

Tampoco se trata de confundir «acusaciones de tipo personal o moral» con «caracterizaciones aunque sean políticas» (como sugiere en su Resolución el CC de Convergencia). La defensa del método para discutir, debe comenzar por diferenciar los ataques personales («porque eso dificulta el libre debate»), de las caracterizaciones, porque éstas son una necesidad del pensamiento y la acción revolucionaria. Entre marxistas se informa, se analiza, se extraen conclusiones, y finalmente se hacen las propuestas concretas. Pero también se hacen las caracterizaciones políticas, porque los hechos importantes tienen una identidad de clase que nosotros, y sólo nosotros, tenemos la obligación y la necesidad de descubrir. El CEI cumple en calificar con dureza las capitulaciones, el oportunismo, las desviaciones revisionistas, la pérdida de grandes oportunidades, el aparatismo, el burocratismo, la pérdida del régimen interno, y el abandono del materialismo dialéctico, etc... ¡No es una bagatela! Pero sólo descubre los síntomas, no la enfermedad. Cualquier marxista se preguntará cuál es la razón social que está detrás de semejantes desviaciones, porque hasta ahora y siempre, consideramos metodológicamente obligatorio exponer la base material (social) de los hechos políticos que trascienden la mera anécdota de un día o de un traspié accidental. Sin embargo, curiosamente, el CEI, renuncia a este método del análisis marxista ¡justo en un momento en que todo el movimiento -y el propio CEI- está reclamando volver a la metodología del materialismo dialéctico! Quiere decir que el militante que busca explicaciones satisfactorias ante los desvíos ahora unánimemente denunciados, es inducido por el CEI a buscarlas en el campo de la filosofía especulativa («la concepción objetivista»...), es decir lejos, muy lejos, del duro trajinar de la lucha de clases. Para el CEI, pareciera no haber clases, ni sectores de clase, ni reflejos distorsionados de las clases, que se expresaron a través de esas desviaciones, ni en forma directa ni indirecta. Es curioso, también, que el CEI ni siquiera discuta o considere digno de mención el análisis que, en contrario, formuló el Grupo de Opinión Proletaria (GOP) en el Boletín de Discusión Nº 28, caracterizando como «corriente pequeño-burguesa» a la Dirección responsable de las desviaciones. Es decir, que, además de mostrarse ciego, el CEI pareciera también mostrarse sordo y mudo. Y eso es preocupante, porque la crisis actual exige mas del bisturí del cirujano que de las buenas maneras del psicoterapeuta, lo que no impide, además ser prudente, educado, y tener un trato fraternal. Nosotros, antes de formular la caracterización de «corriente pequeño-burguesa», nos dimos un prudente y largo período de observación, con denuncias y críticas parciales, desde 1987 hasta hoy, pasando por el IIIº y IVº Congreso. Decenas y decenas de Minutas así lo certifican. ¡Finalmente nos atrevimos a caracterizar! Pero, como van las cosas, Ustedes no podrán tomarse tanto tiempo. La lucha tendencial que está encubriendo un peligroso enfrentamiento fraccional, exige tener mucha claridad sobre las cuestiones de fondo, para poder resolverse en beneficio de la continuidad del proceso revolucionario. La sociedad en su conjunto, con todos sus factores de presión, opera día y noche sobre nuestro proyecto de construcción del partido. Como diría la abuela, en este terreno, el diablo no duerme. Y este fenómeno, registrado por la sociología marxista, tiene poco o nada que ver con la calidad moral de los que intervenimos en esa construcción. No plantearse como necesidad urgente del análisis, definir y caracterizar lo que se tiene delante, o es de intelectuales ajenos a la lucha de clases, o es de centristas. En cualquier caso, constituye una omisión peligrosa. En la tradición de nuestro movimiento nunca se dejó de caracterizar, política y socialmente, toda vez que el partido se enfrentó a desviaciones y corrientes en las que se expresaban clases o presiones de clase, o puntos de vista que no eran los del proletariado conscientemente revolucionario. Así lo hizo el morenismo ante Michael Pablo y Mandel, ante Santucho y el Vasco, ante Lambert y otras fracciones menores . . . Y cuando no lo hizo, o se hizo a medias, el precio pagado fue finalmente más duro. ¿Por qué no hacerlo ahora, aún corriendo el riesgo de equivocarse? Yo creo firmemente que siempre estaríamos mas cerca de la comprensión del error y de la posibilidad de corregirlo. Esa es la ventaja del método marxista, por el cual las corrientes pequeñoburguesas sienten una alergia especial.

En mi opinión, existe un problema de clase sobre el que hay que alertar: la pequeño burguesía ha vuelto a hacerse presente! Esa es la clave del fenómeno desviacionista. Cuanto antes sea comprendido y desnudado, mas pronto el partido argentino y la LIT podrán superar la crisis y forjar las bases para una nueva dirección, apoyados en su tradición y sus reservas proletarias. La historia se vuelve a repetir, pero esta vez no como tragedia. Ahora, a diferencia de hace 20 años, no está planteado el exterminio de una generación por el camino del ultraizquierdismo y el genocidio. Pero sí está planteado el fracaso y la desmoralización por la lamentable pérdida de una oportunidad excepcional de la historia. De alguna manera, ha comenzado a ocurrir esto en las filas del partido argentino. Cuando en el pasado, el morenismo afrontó el apogeo de las corrientes guerrilleristas, la dirección proletaria de entonces no vaciló en explicar que se enfrentaba a un fenómeno de clase, definiéndolo como expresión de la pequeñaburguesía que se desesperaba ante el avance de la colonización imperialista, las frustración de sus ilusiones, y el arrollador avance del castrismo. Toda esa experiencia forma parte del capital político acumulado por la Dirección del partidomadre que impulsó la formación de la LIT. Es sorprendente que entre los dirigentes que sobrevivieron a aquella experiencia no se haya planteado el estudio de las semejanzas y analogías de aquel proceso, con éste que arrastramos desde la muerte de Moreno. No intento demostrar que todo es igual y que se repite de la misma forma. Nada de eso. Se trata sí, de mostrar los contenidos de clase más generales a los que sucumbieron ambas direcciones; es decir, los factores objetivos y subjetivos más importantes del fenómeno. Tanto en 1968 como ahora, la desviación nace y se desarrolla, partiendo del seno mismo del partido. Es una presión que se ejerce sobre él desde afuera, por las condiciones políticas y sociales. En uno y otro caso, los protagonistas son los cuadros y dirigentes más esforzados, representativos y probados, al margen de cualquier juicio personal o moral. Sufren el desarraigo social producido por las derrotas, la desestructuración, el repliegue de la clase, el cansancio, el agotamiento, y la desmoralización respecto del trabajo gris y cotidiano. En un caso, la dictadura de Onganía y sus efectos, contrastada con el éxito del castrismo; en el otro, la dictadura de los genocidas superada por el espejismo electoral que proporciona la legalidad. El resultado es la sustitución del trabajo en la clase («gris y cotidiano») por la acción de la vanguardia, ya sea con sus acciones de «propaganda armada» y ejemplificadora, ya sea con el propagandismo voluntarista armado de volantes y concentrado en el trabajo de los locales, los padrones, y la televisión. En ambos casos, por una razón u otra, lo que queda rezagado, es la acción propia y estructural de la clase. La «ultra» veía direcciones alternativas al trotskismo en cualquier grupo que empujara una acción armada. La consigna «mínima» y «máxima» era la de Gobierno Obrero y Popular para imponer el socialismo. En vez de «frentes» de izquierda para presentarse a elecciones y dar una alternativa de poder, se planteaba entrar al «ejército del pueblo» y al partido de tipo movimientista. Era la forma en que la «elite» de super-vanguardia soñaba con el partido de masas o con influencia de masas. Para aquella dirección, que caracterizamos como pequeñoburguesa, la IV Internacional era una opción más entre muchas otras que se postulaban con iguales derechos y posibilidades. No era la condición sine quanon de la revolución. El trotskismo era un invitado más, junto al maotsetunismo, el castrismo, guevarismo, tupamaros, etc. La estructuración en el movimiento obrero tenía un sólo objetivo: el logístico para servir a la guerra, como después se procuró hacer que sirviera a la candidatura de Zamora. La acción propia e independiente de la clase sólo se valorizaba en tanto que apoyo logístico a la «estrategia», ya sea de la guerra, ya sea de las elecciones. La consigna de los «bastiones» -recordémoslo- surgió en ese contexto. En ambos casos, el régimen interno se desenvolvía por medio de las órdenes, militares o simplemente administrativas. El materialismo dialéctico no sólo se había abandonado. Era motivo de burla, como algo digno de intelectuales «come-mierda», en el primer caso. En el segundo, simplemente se lo sustituyó por las citas de Trotsky y de Moreno para enchalecar la realidad del país y del mundo.

¿Cuántos ejemplos más podrían citarse? ¿Cuántos rasgos más de semejanza podrían descubrirse entre las corriente que caracterizamos como pequeñoburguesa en 1968, y la que hoy señalamos como responsable de las desviaciones revisionistas, electoralistas, etc.? ¿Cuántas conclusiones teóricas y prácticas pueden extraerse hoy de la comparación? El curso de los acontecimientos demostrará que esta tarea no puede quedar pendiente. Cuando descubrimos los rasgos de identidad típicamente pequeñoburgueses que son comunes a una y otra Dirección (la que encabezó la corriente guerrillerista del 68,y la que encabezó el proceso desviacionista actual), también debemos explicar cuál es el fenómeno político-social que dio lugar a la formación de una corriente con ese signo de clase, y porqué surgió en el seno mismo del partido proletario, y porqué fue protagonizada por los mas destacados y representativos exponentes de su dirección. En su momento, Moreno y sus discípulos fueron duros y terminantes en caracterizar la razón de clase de la desviación guerrillerista continental, y el fenómeno social que le daba sustento: así, dijeron que era el impacto impresionista sobre las vanguardias de las clases medias producido por la formidable revolución socialista del castro-guevarismo, consagrando el método guerrillero y de la acción armada. Creo que, de la misma manera ,hoy debiera ser motivo de estudio el proceso social que estuvo detrás de la corriente desviacionista que dirigió al partido argentino desde la muerte de Moreno. Esa corriente se conforma bajo el impacto de la «revolución democrática» que sacude al régimen después de largos años de trabajo gris y cotidiano, de remar contra la corriente, de clandestinidad, de genocidio, de cansancio. Es revolución democrática consagra el método electoral, legalista y parlamentario para canalizar las movilizaciones populares. Es el apogeo de la ¨revolución democrática¨, que se estanca y no llega a ser «Febrero» argentino porque le falta la dirección, el partido con influencia de masas, los organismos de poder de la clase, y muchos otros elementos identificatorios de aquel Febrero ruso, que los discípulos tomaban mecánicamente como ejemplo dogmático, para soñar con el «Octubre» fácil y victorioso. ¡Un remedo tardío de la «guerra prolongada» decretada por los mecanismos del voluntarismo! Sin embargo, esa «revolución democrática» alcanza para decretar una metodología, una política y una moral. Al estancarse en sus moldes burgueses, legalistas, electorales, parlamentarios, crea también un límite y un condicionamiento a la propia dirección revolucionaria. La dinámica de la «revolución democrática» no es continuada ininterrumpidamente por un proletariado revolucionario falto de dirección. La burguesía y el imperialismo logran transformar esa «revolución democrática» en «reacción democrática», como ahora se insiste en llamar, paradójicamente, al fracaso en utilizar las libertades democráticas, desaprovechando las extraordinarias oportunidades que brindan a través de las luchas obreras y populares. Esta conducta se ha calificado como de «adaptación» al régimen por parte de la Dirección. El fenómeno social, perfectamente identificable, está ahí, detrás de la corriente, sosteniendo desde 1987 sus elementos de presión, para que ella pudiera expresarse a través de sus desviaciones. La conclusión es que, así como la revolución socialista y guerrillera del castrismo impulsó el desarrollo de las corrientes pequeñoburguesas en el año `68, `69, `70 . . . la «revolución democrática» de 1982, estancada y transformada en «reacción democrática», impulsó la formación de una corriente pequeñoburguesa de signo capitulador (por «adaptación») en el mismo partido que ostentaba el programa, la política y la tradición revolucionaria. Aquella fue una marea colosal y trágica, que llevó al exterminio de una generación. Esta, un espejismo superestructural, pacífico y casi alegre. La otra gran diferencia fue que, en este último caso, no estaba ya Moreno para frenar ese impulso y resistirlo a cualquier precio. Ninguno de los juicios y caracterizaciones que anteceden son descalificatorios del equipo dirigente, ni en lo personal ni en lo moral. Sirven tan sólo a la difícil tarea de velar por la permanencia del carácter proletario del partido, su dirección, y su línea.

Por eso, desde 1987, venimos observando pacientemente la evolución del equipo dirigente del partido argentino. Comenzamos por observar un rasguño, y terminamos ahora coincidiendo en un consenso general que reconoce algo muy próximo a la gangrena. Nuestras Minutas registran paso a paso ese tránsito que hemos tratado infructuosamente de prevenir. Ahora volvemos a constatar que, aún en medio de las autocríticas mas espectaculares sobre las desviaciones oportunistas, revisionistas, aventureristas, capituladoras, liquidacionistas, etc., las dos «fracciones» de hecho en que se dividió el equipo dirigente, continúan pagando tributo a la naturaleza esencialmente propagandística de sus concepciones pequeño-burguesas. Está claro que el contenido de clase de una desviación no se ahuyenta golpeándose el pecho. El «caso» de la huelga general es el ejemplo que mejor resume a todos los demás. Tanto la «fracción de los 8», acusada de ser la derecha electoralista, como la «fracción» que enarbola las banderas de la ortodoxia sectaria con el nombre de TB, están atadas a la concepción que se expresa en la consigna de Huelga General como equivalente del «argentinazo» para imponer el Gobierno de los trabajadores. ¡Ni un paso atrás! No existe, para ambas concepciones, otra mediación aceptable: o la dictadura del proletariado o nada. Todos los demás objetivos no merecen consideración, están por encima, aunque vayan juntos y sean hoy motivo de discusión doctrinaria: lucha contra el «sistema», el «régimen», el gobierno, las instituciones, y demás «chucherías» que la recuperación tardía del ABC puso de moda en los Documentos y Boletines de Discusión. Si, ocasionalmente, aparece alguna descripción de la consigna de huelga general bajada a tierra y vinculada a la actividad cotidiana, haciéndola arrancar, cada mañana, en cada reunión de activistas, cada paro, cada conflicto aislado, con el humilde y transitorio objetivo de ganar una pequeña batalla parcial, fortalecer la conciencia, cambiar las relaciones fuerza, frenar un despido... será porque algún redactor, en medio de la anarquía política y la falta de línea, sucumbió a la realidad, que suele ser más obstinada que los funcionarios. Pero la orientación de la Dirección es otra: mostrar, hacia adentro y hacia afuera, que la «huelga general» tiene el objetivo de voltear a Menem, imponer la dictadura del proletariado, y construir el socialismo . . . Así presentada, la consigna de huelga general, no sólo confunde su posible dinámica con su punto de arranque, sino que también obliga al obrero peronista o radical (que existen!) a jugarse desde el vamos por la IV Internacional y su programa máximo. Lo mas probable es que ese obrero lo piense mucho antes de aceptar la propuesta del partido, coordinar un paro aislado, o integrar un comité de huelga. Este método ultimatista y «a por todas» (como dirían los españoles), se parece significativamente al que usaban los ultra guerrilleristas cuando sostenían el método de «embretar» a los activistas, comprometiéndolos en acciones militares en favor del ejército del pueblo y la guerra prolongada, para imponer el socialismo. Por eso, decimos que la forma en que se está utilizando la consigna de huelga general, deja al descubierto una concepción que fue típica de las corrientes pequeñoburguesas que recogieron, hace 20 años, las banderas del castrismo y el guevarismo. Es una concepción ultimatista, ultraizquierdista, a la vez sectaria y oportunista, impresionista y aventurera, que está más cerca de la estrategia de los «Octubres fáciles» que del acompañamiento que el partido debe hacer de las luchas obreras, poniéndose tan sólo un paso por delante, marcándoles el camino. Nos preocupa tener que destacar la supervivencia de estas concepciones entre los voceros mas autorizados de la LIT, después que, con satisfacción, destacamos el positivo cuadro de la «reconversión» política general que está tratando de llevar adelante nuestro partido mundial. Cuando tomamos el «caso» de la huelga general como punto de referencia, no es porque creamos que es el único. Hay otros ejemplos que sirven para demostrar la concepción propagandística que no ha sido desterrada, ni lo será, a menos que se ataquen los síntomas junto con las causas de la enfermedad.

Entre esos síntomas podríamos mostrar también la forma en que ahora, voceros representativos de la LIT, plantean la necesidad de sostener un eje de actividad partidaria que pasa por los organismos de poder dual. Es otra expresión de doctrinarismo que, tomando una propuesta en general correcta e inevitable, crea un nuevo eje diversionista. El partido debe plantear siempre la necesidad de desarrollar organismos propios de la clase, y ese objetivo arranca de una simple comisión fabril, de enlace, de finanzas, etc., hasta el consejo central de las coordinadoras regionales, soviets, o como quiera llamársele. Pero la solución que el partido debe proponerle hoy a la clase y a la vanguardia no se ordena a través de la «doctrina» para inducirla a una forma determinada de organización. Con ser necesario, esto queda a nivel de la propaganda. La clase no se «organiza» para luchar, sino al revés: porque lucha se organiza, buscando las formas que mas se acomodan a esa lucha. En la situación actual, nuestro partido está planteando propagandísticamente la consigna de huelga general. Hay que bajarla a tierra en la forma más concreta y primaria que sea posible, dando salida a la resistencia desesperada que asume la forma de paros, huelgas parciales y aisladas, marchas, etc.; y entonces sí, de la mano de esta actividad ordenadora central, impulsar la formación y desarrollo de los organismos propios de la clase. En el estado de despolitización actual del partido y la inexperiencia de los nuevos reclutamientos habidos durante el período de las desviaciones electoralistas, es más necesario que nunca que la LIT ayude a bajar a tierra las adquisiciones doctrinarias del trotskismo. Eso es hacer política, formar cuadros, e insertarlos en la realidad de la lucha de clases. Mantenerse en el manejo abstracto de las ideas, con ser útil, es unilateral y peligroso. Tiene más que ver con el escolasticismo de las sectas pequeñoburguesas que con la tradición de nuestra corriente. Permítanme ahora algunas observaciones sobre el fenómeno político protagonizado por el «partido- madre», nombre que, por una razón u otra, se usa críticamente para referirse al partido argentino. Me parece que hay que alertar sobre un nuevo peligro: el peligro de fundar sobre esa expresión, otra categoría política desviacionista para uso del dogmatismo formal que se nutre de las citas. Cuando se dice que . . . «Moreno fue un enemigo acérrimo de la concepción de partidomadre» nos acordamos de las veces que la Dirección desviacionista ha tomado una expresión de Moreno para hacer con ella una apelación ritual, como con aquella de «que las bases decidan» . . . Sabemos que un equipo de dirección no se hace por simple elección democrática, como si se tratara de seleccionar a los mejores en una vidriera, ni subjetivamente, por obra de la genialidad de nadie, ni por sorteo. Se hace en el duro trajinar de la lucha de clases, enfrentando batallas, perdiéndolas y ganándolas, y con el tiempo suficiente para decantar aciertos y errores, propios y ajenos. Esa es la razón social objetiva de que exista en los hechos (no en la maleficencia de nadie) la categoría política de partido-madre. El problema está en quien hace de partido-madre, es decir cómo se ejerce esa función, y no en la función misma. La cuestión pasa por ver con qué equipo de dirección cuenta ese partido-madre, de dónde surgió, cómo se impuso, etc. Pudo ser a caballo de grandes triunfos en las luchas de clase, por la rutina administrativa, o por la mera perseverancia. En cualquier caso, será siempre un producto complejo de la ley del desarrollo desigual y combinado, aplicada al propio partido. Es decir, no se puede declamar contra el partido-madre como si fuera una «idea» que se puede y debe rechazar. Es siempre un producto político y social montado sobre un escenario y una acción determinada. De ahí surge o no el partido-madre. Por eso cabe la pregunta: ¿por qué el partido-madre no surgió en Bélgica o en Chile? El partido bolchevique de Lenin, Trotsky y Zinoviev fue en su momento el partido-madre. Para llegar a serlo tuvo que pasar por tres revoluciones y tomar el poder, entre otras cosas que hacen a la teoría, la política, la organización, la formación de cuadros, y la genialidad de sus jefes.

Después de la muerte de Trotsky, el SWP de EE.UU., cuando Cannon y Hansen vivían, representando la tradición y la herencia del maestro, todos mirábamos hacia ese partido que se negaba a ser madre, practicando una casi absoluta prescindencia política respecto de los demás partidos de la Internacional. Obraban sólo «estatutariamente», a través de Congresos, Conferencias, etc., y siempre sobre problemas generales, sin «meterse» en ningún país. ¡Cuántas veces nosotros, con Moreno, debimos reclamarles que se metieran en nuestras cosas, que opinaran, que criticaran, que se comprometieran, etc. Nosotros necesitábamos nutrirnos desesperadamente de lo que pudiera hacer o decir el SWP. Era, de hecho, el partido-madre. Pero se negaba, de hecho y de principio, a ejercer esa función. Contrariamente, en época de Michael Pablo y Mandel, debimos criticar el método burocrático que imponían a las secciones o grupos a través de medidas organizativas, que ni siquiera tenían el respaldo de fuertes y arraigados partidos. Por eso, resulta peligroso hablar como se está hablando del partido-madre, presentándolo como una categoría desviacionista del leninismo-trotskismo. El problema está en cómo se comporta la madre, no en ser madre. Debemos ceñirnos a desnudar el carácter político y de clase de las desviaciones del partido que, por la fuerza de la realidad, opera como partido-madre, exportando a los partidos hermanos su natural influencia, que es acumulación de tradición y experiencia. De otra forma, lo que estamos haciendo es querer corregir las desviaciones reemplazando administrativamente su influencia real por fórmulas cuyo contenido no pasa del democratismo formal, casi federativo, una suerte de «nacional-trotskismo» al revés, organizativo. Para decirlo de otra manera: el error del equipo dirigente argentino no fue juntar dinero y pasar videos en todo el mundo en apoyo del Octubre argentino, sino en expresar burocráticamente las ilusiones de una corriente impresionista, aventurera, propagandística, en suma, pequeñoburguesa, que por la vía del voluntarismo llevaba al ridículo la premisa internacionalista de concentrar toda la fuerza donde más aguda se veía la situación revolucionaria. ¡Pero eso no es «nacional-trotskismo»! En todo caso, es internacionalismo mal practicado por un partido-madre en el que se desarrolló una corriente pequeñoburguesa. Pero aquí es donde el CEI retira el bisturí, como si tuviera temor al resultado de la biopsia. En el caso argentino no hubo una revolución triunfante ni un Estado, pero sí un partido con implantación, tradición, elaboración y cuadros como para hacer efectivo su internacionalismo. Es un crimen encarar la crítica de las desviaciones producidas por el equipo de dirección que encarnó la corriente pequeñoburguesa, como una expresión de partido-madre y «nacionaltrotskismo». Debiera partirse del hecho de que la categoría de partido-madre se funda en la autoridad ganada en la propia trayectoria, en la actividad sobre la lucha de clases; o se funda en medidas administrativas y burocráticas que expresan, de una forma u otra, la presión de esas clases. Hay que decirlo. De otra forma, el internacionalismo militante queda reducido a un código de «buenas maneras». Finalmente, camaradas del CEI y la LIT, quiero hacerles presente mi esperanza de que, con la ayuda de todos, y también de los «proscriptos» como yo, puedan ustedes encontrar la salida más favorable a la crisis que está amenazando la existencia de la herramienta que tantos luchadores lograron construir en largas décadas de remar contra la corriente. Con saludos trotskistas.

CAPITULO XV

10/10/1991

Elecciones del 8 de septiembre:

La derrota que supimos conseguir. Las elecciones del 8 de setiembre constituyeron un fortalecimiento de la reacción imperialista encabezada por Menem, una derrota política de la clase y la Izquierda en general, y un fracaso mas de los trotskistas en la histórica tarea de aprovechar las oportunidades para construir el partido revolucionario con influencia de masas. El Comité Central del MAS es el principal responsable de esta derrota, ya que en ella anidan consecuencias imprevisibles para la clase obrera en sus relaciones de fuerza con la burguesía y el imperialismo. En primer lugar, afecta gravemente la posibilidad, en esta etapa, de construir el partido con capacidad efectiva de liderazgo, porque el partido de ese tipo, trotskista, se construye solamente aprovechando las oportunidades de la lucha de clases en todos los terrenos, incluido el electoral. Y se destruye, también, desaprovechando esas oportunidades. Esto último es lo que hay que acreditar en la cuenta de los dirigentes del MAS ante el evento electoral. El Comité Central capituló ante el imperialismo y su agente nacional, dejando vacante el rol que debió cumplir. En vez de mostrarse ante la «reacción democrática» como el caudillo organizador y movilizador de la unidad de acción para resistir la ofensiva salarial, laboral y jurídica que liquida las condiciones de subsistencia de los trabajadores, optó por mostrarse como una secta de pequeñoburgueses burocratizados, más preocupados en ganar una «interna», que en poner un dique de contención al avance del enemigo. El Comité Central renunció a su obligación de dificultar, por todos los medios a su alcance, el fortalecimiento del agente ejecutor del Plan de desocupación y miseria, facilitándole un gran triunfo electoral, y su capitalización en todos los terrenos de la relación social. En vez de haberse tonificado la moral de combate de la clase y la confianza en sus fuerzas y perspectivas, se ha tonificado espectacularmente la iniciativa y la prepotencia del gobierno y el imperialismo. En vez de ofrecer una opción transitoria, limitada y de emergencia, para detener el avance del enemigo de clase, el Partido que se reclama revolucionario, eligió dejarle el campo libre con el pretexto de defender «principios» . . . Una vez mas, «los pequeños organizadores de derrotas» prefirieron «fortalecer al MAS», aún a expensas de la propia clase. Usaron, para ello, el pretexto de defender objetivos estratégicos ajenos a la coyuntura, como el derrumbe del «Muro de Berlín» y los acontecimientos en la URSS. En el fondo, lo que volvió a aparecer como preocupación esencial de los dirigentes, es la teoría aparatista de los «bastiones», como si fueran el biombo político con que los funcionarios se protegen de los peligros del oportunismo . . . y también de la lucha de clases. Después de la comedia, ha llegado el turno del drama: el MAS no sólo perdió votos; perdió también la confianza de sus militantes. El Comité Central del MAS (curiosa «unidad» de sectarios y oportunistas ocupados en una guerrilla interna de citas), prefirió llamar nuevamente a la lucha por el «Poder», el «socialismo», el «internacionalismo», y el «socialismo con democracia», antes que llamar humilde, pero enérgicamente, a la unidad (también en el terreno electoral) con el fin de poner una valla al avance del imperialismo, fortaleciendo la moral de los que resisten. Volvió a olvidar que la única manera de «fortalecer al MAS» como partido revolucionario y no como aparato, es fortalecer a la clase en sus relaciones de fuerza con el enemigo, haciéndola avanzar siquiera un milímetro.

El balance electoral arroja un resultado tan negativo, que el propio Comité Central, responsable del fracaso, no encuentra mejor respuesta, al día siguiente de las elecciones, que escamotear el significado de este resultado a la base del partido. Para el CC, en el país no ha pasado nada importante. Por el contrario, pareciera que, de espaldas otra vez a la situación, debiéramos felicitarnos por haber roto Izquierda Unida, diferenciándonos de los «traidores» y «restauracionistas» del Partido Comunista, y haber llevado a la televisión la bandera de la «victoriosa Revolución Democrática de Febrero» . . . en Rusia. 1.- El aprovechamiento de las oportunidades El CC del MAS, al desaprovechar una de las oportunidades de la lucha de clases (como lo hizo en la crisis energética, los maestrazos, huelga telefónica, rosariazo, etc.), ha negado alegremente lo que fue siempre uno de los rasgos esenciales de la propia corriente que le dio origen. La importancia de Nahuel Moreno en la historia de la construcción del partido no sería tal, al margen de tres o cuatro rasgos que sirven para ubicar su trayectoria: la penetración en el movimiento obrero, el internacionalismo militante, y el aprovechamiento de las oportunidades. Este último «rasgo esencial» del morenismo, desde sus orígenes hasta 1987, consistió en construir el partido a caballo del fortalecimiento relativo de la clase en sus enfrentamientos con la burguesía. El partido pretendía construirse casi como un reflejo de ese proceso en la conciencia y la voluntad de los revolucionarios. Lo demás, con ser necesario, entraba en el campo de lo especulativo. Un triunfo de la clase fortalecía al partido y su perspectiva de crecimiento; y a la inversa, si la clase retrocedía o era derrotada, no había «bastiones» ni aparato que pudiera hacerlo avanzar. El voluntarismo de los administradores, divorciado de esa relación entre proletariado y burguesía, se consideraba, por el contrario, como el signo de identificación del «revolucionarismo pequeñoburgués», ajeno a la metodología del trotskismo. Eran las desviaciones de clase nacidas de la desesperación ultraizquierdista, el burocratismo, el sectarismo, etc. Lamentablemente, como lo hemos venido denunciando, este rasgo de clase que se identifica por el desaprovechamiento de las oportunidades de lucha entre burguesía y proletariado para construir el partido, es el que ha quedado al descubierto en toda la discusión de la «interna» del MAS, tanto en un bando como en otro de los que integran su Dirección. Esa discusión estuvo y está cruzada por citas y mas citas de los clásicos, destinadas a explicar «conceptos fundamentales», en muchos casos transformados en artículos de fe: «revolución de Febrero», «reacción democrática», «nacional-trotskismo», «socialismo con democracia», «construcción del partido», «influencia de masas», «ascenso revolucionario colosal», etc. Para los dirigentes del MAS, las actitudes y sentimientos de las masas amenazadas por el despido, la flexibilización y la miseria, no fueron motivo de consideración alguna a la hora de explicar los «conceptos fundamentales» y determinar la táctica de comportamiento partidario, como si la estrategia de los «bastiones» fuera por sí sola una protección mayor para la clase que el fortalecimiento de su propia acción independiente. Sin duda, los conceptos («fundamentales» o no) son muy importantes para el trabajo de los marxistas. Pero quien aspire a ser dirección en el campo de la lucha de clases, no pasará de ser un simple propagandista, divulgador, publicista, o charlatán, si los usa solamente para «iluminarse» en su propia casa, dándole la espalda al eje por donde en determinado momento pasa la lucha de clases, o alguna de sus expresiones más importantes. Esos ejes son el punto de apoyo necesario para asentar la palanca de la actividad militante. Los revolucionarios no tienen otra manera de «mover» al mundo . . . El intelectual típico (no leninista y trotskista), desprecia, por lo general, esta preocupación obsesiva que era, y debe seguir siendo, la preocupación de todo aquel que se reclame revolucionario. La fundación del MAS se enmarcó en esa obsesión, y es, en última instancia, la mayor justificación para alguna de sus concesiones al partidismo laxo, de rasgos socialdemócratas: aprovechar como trotskistas ortodoxos el «punto de apoyo» que ofrece una coyuntura de «revolución

democrática» para asentar ahí la palanca del pequeño grupo y alzarse con el liderazgo de un movimiento de masas, es decir, con la capacidad de orientar progresivamente a las fuerzas obreras y populares desprendidas de la burocracia y los partidos tradicionales del régimen. El audaz intento, era una forma experimental de dar un cauce político a la posible y necesaria unidad de acción que demandaría una situación de crisis y grandes convulsiones sociales. En esa unidad de acción, y aún en ese cauce organizativo («movimiento» al socialismo), los trotskistas se reservaban y reservaron, hasta la muerte de Moreno, el difícil y riesgoso cometido de acotar su desarrollo, definir sus límites, precisar sus objetivos, prevenir y combatir sus desviaciones. Esto era tanto más difícil cuanto mas «masa» y fuerzas no trotskistas se acercaran a ese «movimiento». Pero había que intentarlo. No hacerlo hubiera sido desaprovechar una oportunidad para que el pequeño grupo trotskista diera el salto a partido con alguna influencia. El eje era una preocupación generalizada de la población por recuperar condiciones de supervivencia democrática, en el marco de un sistema que prometía hacer estallar innumerables antagonismos y contradicciones. Los trotskistas aparecieron así, como los que ofrecían una salida vinculada al socialismo. Y no dejaban de diferenciarse programáticamente. Con aciertos y con errores, con éxitos y con fracasos, ésta fue siempre la preocupación táctica y estratégica de Moreno. Hay que reconocerlo. El perfil de «locos de la Deuda Externa» no se consiguió por casualidad, como tampoco lo fue el de los trotskistas de «La Verdad» frente al Congreso de la Productividad bajo el gobierno de Perón, o el de los «infiltrados trotskistas» que alentaron y desarrollaron las Agrupaciones Gremiales peronistas, hasta concretarlas en el MAO que editaba Palabra Obrera. Cuando los «ejes» pasaban por confrontaciones electorales tampoco se eludió la cuestión de dar la salida revolucionaria, argumentando conceptos «fundamentales» como que la burocracia vandorista era corrupta . . . Por el contrario, se mantenía firme el propósito de lograr la unidad de acción, la acción independiente de la clase por sus objetivos, movilizándola primero y educándola paralelamente, en la medida de la posible, aunque para ello debíamos «acertar» o «equivocarnos» con el voto positivo, el voto en blanco, o el voto programático. El objetivo-eje era siempre el mismo: no separarnos de la clase en su movilización de conjunto, ponernos un paso por delante de ella, e indicar a su vanguardia, con todo rigor, nuestras propuestas y objetivos. Los trotskistas explicaban en sus cursos de capacitación, charlas, etc. que querían el poder y el socialismo, etc., pero que tenían claro que para llegar al poder era necesario que el conjunto de la clase mejorara su relación de fuerzas con el imperialismo y la patronal, y que para ello estabamos ayudando a los obreros peronistas a pelear contra la Libertadora... En aquel entonces no se conocían las «jubilaciones de privilegio», pero todo el mundo conocía lo que era un burócrata sindical o un político peronista o de oposición. Los trotskistas podían disfrazarse, esconderse, o actuar a cara descubierta, pero nunca, jamás, abandonar la escena, refugiarse en la asepsia «principista», o renunciar a su inclaudicable tarea de denunciar al régimen, a los políticos de la burguesía (incluido Perón), a la burocracia, al imperialismo, y, sobre todo, diferenciarse en las propuestas concretas de sus circunstanciales aliados. Los pequeñoburgueses siempre coincidieron en tomar un error o un hecho aislado de esa táctica, como prueba de la concepción oportunista del morenismo. En efecto, eran dos concepciones de construcción del partido. La actual dirección del MAS debiera expedirse al respecto para claridad de propios y extraños. Porque si ahora la Dirección ha descubierto que la corriente morenista fue oportunista y capituladora a la democracia burguesa por haber querido aprovechar aquellas oportunidades, está en todo su derecho de aplicar una concepción distinta. Pero debe decirlo con todas las letras. Negar en los hechos la tradición de la corriente morenista, pretendiendo en las palabras ser sus continuadores ortodoxos, sólo ayuda (como en el caso del stalinismo que negó el leninismo), al triunfo del enemigo de clase. En las elecciones del 8 de setiembre último, estuvo marcado objetivamente un «eje» de actividad crucial en la divisoria de aguas entre imperialismo y proletariado. El gobierno, los partidos, los grupos de izquierda, la clase media, la población trabajadora en general, estuvieron

dramáticamente involucrados en esa divisoria de aguas. No son palabras ni «conceptos fundamentales» para la retórica: son hechos tangibles y experimentados ya al día siguiente de las elecciones, a través del reforzamiento de la ofensiva del gobierno para imponer el plan de flexibilización laboral, privatizaciones, etc. La dirección del MAS escondió este eje a la acción posible de la vanguardia, el activismo, la clase, y las masas; no educó ni organizó en torno a él; y, tácticamente, ofreció la opción que más ayudó al fortalecimiento del imperialismo, el gobierno, el brote fascista, y el reformismo tradicional. Todo a expensas de la clase, del propio MAS y del trotskismo. 2.- La responsabilidad de los irresponsables. La dirección del MAS se tomó una semana para analizar críticamente lo ocurrido el 8 de setiembre, y el resultado fue una vergonzosa y vergonzante «autocrítica», cuyo propósito principal es disimular ante la base del partido la esencia de su comportamiento suicida, con las más irresponsables afirmaciones. Veamos el artículo «Nuestra responsabilidad», publicado en el número 394 de Solidaridad Socialista con la firma de Norberto Aldana: ¨Lo primero a señalar es que nuestra campaña electoral fue de mucha menor envergadura que las anteriores¨. ¡Si esto es lo «primero» a señalar en un Informe autocrítico que se pretende marxista y dedicado a reorientar el timón partidario en medio de una desorientación generalizada, resulta francamente desolador para los militantes pensar qué será lo «segundo» . . . Seguramente habrá que esperar el «fortalecimiento del MAS» a través de los «bastiones» para que en las próximas elecciones puedan hacer una campaña de «mayor» envergadura... ¿Dónde? ¿Cómo? Sobre esto no se dice nada. Los más disciplinados y devotos responsables de zona se animarán quizás a hacer una reflexión adicional: «¡qué lástima que el partido está en crisis y no pudimos movilizarnos electoralmente!» La dirección, con la firma de Norberto Aldana, ayuda públicamente ¡de este modo! a los militantes y al activismo a que encuentren rápidamente una salida a la crisis de dirección... Cabe preguntarse en qué partido y en qué metodología se formó el propio Norberto Aldana, que a nombre de los dirigentes responsables de la derrota, afirma que lo primero a señalar es que la campaña electoral fue de poca envergadura, y no que fue un triunfo del imperialismo y un avance de sus vanguardias reaccionarias y aún fascistas. Si eso es lo «primero a señalar», nadie honestamente comprometido con las condiciones de vida de la clase obrera querrá seguir adelante en la lectura de semejante autocrítica. Sigue Norberto Aldana: «Comenzamos impulsando la formación de un Frente de los Trabajadores y la Izquierda con el Partido Comunista y otros grupos menores. Y se rompió, porque Néstor Vicente no quiso renunciar a su jubilación de privilegio» . . . Lo que todo el mundo sabe, es que Néstor Vicente ofreció su jubilación de privilegio para conformar un fondo de apoyo a las huelgas. Esta oferta de Vicente se difundió en solicitadas de diarios y en la televisión. Si el MAS hubiera considerado «estratégico», o al menos importante, fortalecer la vereda del «No» de los que se oponen a la ofensiva imperialista, con un acuerdo de unidad electoral, habría buscado alguna manera de conciliar esta propuesta de Néstor Vicente con la moral política y revolucionaria.

Pero, lejos de ello, tomó un aspecto de la conducta política de un pequeñoburgués al servicio disimulado de la burguesía, para responder como moralistas pequeñoburgueses que están fuera de la estrategia de la lucha de una clase contra otra en una coyuntura concreta. En efecto. El MAS debió medir la moral de Néstor Vicente no por la jubilación de privilegio sino por la posición que adopta frente a la ofensiva imperialista y las formas concretas y particulares del Plan de Flexibilización, respondiendo a la pregunta de si Néstor Vicente está con Menem o está con los que se movilizan para jaquear a Menem en su actual ofensiva anti-obrera. Después de dejar claro esto, podía diferenciarse de Néstor Vicente y de su «moral» todo lo que le dieran sus propios principios y los medios técnicos y organizativos para divulgarlos. Por el contrario, el MAS apareció ante el electorado y el activismo como divisionista de la unidad de la oposición de izquierda, facilitando la ofensiva de Menem y el imperialismo, y para colmo de males, mintiendo descaradamente ante propios y extraños al decir que el Partido Comunista rompió IU. Lo que todo el mundo sabe es que la propia dirección del MAS fundamenta internamente el acierto de haber roto IU, apelando al pretexto de la jubilación de privilegio, de la caída del Muro de Berlín, y del Golpe de Estado en la URSS. Una de dos: o el «Frente» lo rompió el PC por aceptar la «moral» de Néstor Vicente y su jubilación de privilegio, o lo rompió el MAS por las razones que fueren. Con la mentira se puede construir un partido burgués o pequeñoburgués de tipo electoralista. Pero un partido revolucionario se construye únicamente, siempre, con la verdad, por más cruda que sea. Tapando el sol con la mano, continúa Norberto Aldana: «En realidad (sic) la fractura del Frente comenzó, de algún modo, mucho antes. La caída del Muro de Berlín ya planteaba la necesidad de separarnos de la alianza electoral que manteníamos con el Partido Comunista». En esta afirmación, por lo menos, no se miente. La lucha interna de las dos «fracciones» en que se dividió la dirección, tomó como «eje» los acontecimientos de la URSS y de la Europa del Este. Para la dirección del MAS (hoy TB y TM), esos acontecimientos delimitaban «trincheras opuestas» con el Partido Comunista, en todo el mundo. El argumento de apoyo a esta premisa «principista» fue que esa alianza electoral «desdibujó nuestras verdaderas posiciones y muchos compañeros nos empezaron a confundir con el falso socialismo de los burócratas stalinistas». Traducida correctamente, toda esta explicación de Norberto Aldana, quiere decir: a) que el Comité Central «descubrió» el carácter traidor del Partido Comunista a propósito del Muro de Berlín y del golpe en la URSS; b) que en adelante, fieles a los «principios», no podremos ya nunca hacer ninguna alianza, acuerdo o frente táctico circunstancial para una tarea contra el imperialismo, con nadie ¡nadie! Que haya traicionado; c) que «nuestras verdaderas posiciones» se fueron desdibujando no porque los dirigentes del MAS capitularon a la democracia burguesa y al propio Partido Stalinista, sino porque Etchegaray y Néstor Vicente tienen la culpa y nos indujeron a ello; d) que ahora que el stalinismo se hunde y el socialismo «real» no goza de confianza, toda alianza con ellos «confunde» y nos hace perder votos, por lo que hay que abandonar enérgicamente toda alianza con el PC. En realidad, esta puritana inmersión o baño de salud es lo que están haciendo todas las corrientes y partidos oportunistas de la pequeñaburguesía en todo el mundo. Muchos lo hacen a nombre del «socialismo humano y democrático». Norberto Aldana y el Comité Central del MAS a nombre ¡oh dolor! del trotskismo post-morenista, lo que no deja de ser otra forma de capitulación a la tan declamada «reacción democrática» . Para sostener su argumentación, Norberto Aldana debiera ser más consecuente y decir, también, que lo que la Dirección del MAS pretendía de IU, de Etchegaray y Néstor Vicente era, nada más y nada menos, que un Frente Unico Revolucionario para tomar el poder e instaurar el socialismo...! La TM quería la alianza electoral porque veía en el PC la posibilidad de la revolución; y

la TB no quería esa alianza... porque no concibe ninguna alianza, ni acuerdo, ni unidad de acción con nadie, como no sea justamente para lo mismo . . . Y claro está, sintiéndose dueña de todos los principios, no admite (con razón) que el PC y Néstor Vicente sean revolucionarios. Tamaña confusión sólo puede brotar de un caldo de cultivo como el que el propio MAS conforma hoy, ante el estupor del activismo y la vanguardia. Para el vocero Aldana y sus representados, solamente es principista comportarse ante Etchegaray, Néstor Vicente, las Madres de Plaza de Mayo, la CGT Azopardo, o cualquier otra expresión de la lucha social, como si nos enfrentáramos a Mandel o a Lambert, o a Zamora al mando de una fuerte organización de masas, y en el seno del trotskismo encuadrado en la IV Internacional. El resto de la realidad política y social no existe, y por consiguiente, no llega a contaminar nuestro propagandismo incurable transformado en «principios» . . . Lo que sí existe, de todos modos, es la realidad del día siguiente a las elecciones. Esta realidad es la que ha dejado al MAS como espectador resignado del triunfo electoral imperialista, que ahora pasará a capitalizarse materialmente en las relaciones de clase. No basta hacerse a medias una autocrítica sobre el electoralismo para salvar la ropa. El electoralismo que nosotros denunciamos desde 1987, vuelve a aparecer ahora disfrazado de «principismo» para consumo de una perspectiva sectaria, provocando el rechazo y desmoralización del activismo. Los cuadros y militantes que no se conformen con el «mea culpa» en el confesionario de la «interna», deben saber que los trotskistas nunca han dejado de hacer acuerdos o alianzas tácticas circunstanciales con direcciones, grupos o corrientes, porque tuviere sobre ellos juicios morales, o porque hayan traicionado, o porque fueran servidores estratégicos de la burguesía, o porque no les tuviere confianza. Los trotskistas no dispensan confianza política a nadie fuera del propio partido. Justamente por eso pueden y deben hacer acuerdos o alianzas, si las mismas sirven a la clase obrera para avanzar el tan famoso «milímetro» (reclamado por Trotsky y por Moreno) en sus relaciones de fuerza con la burguesía. Pero jamás los trotskistas depositan confianza alguna en sus ocasionales aliados, así hayan donado sus jubilaciones de privilegio al Hospital de Niños, o así acrediten la más acrisolada moral pública y privada. Cuando la Armada Británica avanzaba sobre nuestros soldados en las Malvinas, el MAS estuvo a la cabeza de todas las actividades de unidad de acción contra el imperialismo inglés y sus aliados, compartiendo reuniones, propuestas y conductas con torturadores y genocidas. Si de esas reuniones hubiera salido la posibilidad de un acuerdo o alianza para formar organismos coordinadores con fines prácticos militares, nuestra táctica no habría sido esencialmente que «no nos confundan», sino ser los campeones de la tarea emprendida, procurando, en todo lo posible, diferenciarnos. Instrumentar esa combinación entre los principios estratégicos y la táctica es también parte del arte revolucionario. Nosotros, históricamente, respondimos a esta contradicción utilizando el argumento de que aceptábamos ponernos bajo la disciplina militar de un enemigo para combatir a otro. Sólo defendemos con uñas y dientes la independencia política para poder diferenciarnos. Cuando la pequeñaburguesía pacifista acusó al partido de capitulación ante los militares genocidas y el gobierno de Galtieri ¿dónde estaba Norberto Aldana que no salió a pelear sus principios y a denunciar el peligro de «quedar pegados» a los genocidas? ¿Por qué Norberto Aldana y sus representados tienen ahora sobre la ofensiva imperialista de Bush y Menem la misma política que tuvieron los pequeñoburgueses «progres» de la izquierda, cuando la guerra de las Malvinas? Los militantes que quieran construir un partido, y no una secta de propaganda principista, también deben preguntárselo. Al discutir la táctica electoral en la Conferencia y en el Congreso, planteamos una y otra vez, que el eje de esa táctica pasaba por el enfrentamiento de conjunto al Plan de Flexibilización laboral y privatizaciones (no por la toma del Poder y la construcción del socialismo), y todo lo que ese Plan significaba objetiva y subjetivamente, para la educación, la organización y la movilización de la clase.

Consecuentemente, defendimos la permanencia en Izquierda Unida como un simple y circunstancial acuerdo electoral (no un Frente Unico Revolucionario). Sólo propusimos algunos recaudos metodológicos para garantizar la capacidad de propaganda y agitación dentro de ese Acuerdo. Denunciamos al viejo equipo de Dirección del partido por oportunista, al pretender un Frente por el socialismo; y de sectarios a sus pretendidos oponentes fraccionales, por supeditar la táctica, no a los intereses de clase, sino a los beneficios electorales vinculados al desprestigio de la URSS y los Partidos Comunistas. Nuestro Grupo de Opinión Proletaria podrá o no ser escuchado, pero no podrá ser involucrado en esta escandalosa capitulación de los dirigentes que dan la espalda al eje real de los enfrentamientos de clase, y plantean, con ello, la posibilidad de liquidación de la corriente trotskista. 3.- El significado del «nuevo rebrote» fascista. Resulta alarmante que quienes irresponsablemente se erigieron en campeones de la lucha contra el «rebrote guerrillerista» en ocasión de la provocación gubernamental de La Tablada, orquestada en el marco de la llamada «reacción democrática», ahora no hayan siquiera usado la palabra «fascismo» para describir este significativo brote que preanuncia el triunfo electoral de Aldo Rico. No estamos reclamando iniciar una campaña como la que los dirigentes del MAS intentaron sobre los hechos de La Tablada para acomodar sus estratégicos «principios de poder» a las amenazas del ministro Nosiglia. No se trata de salir a proclamar la consagración de un proceso incipiente que estará condicionado por el comportamiento de los diversos sectores de clase de la sociedad argentina, y aún internacional, y no por un episodio electoral, por significativo que sea. Pero sí se trataba y se trata, al menos, de darle la importancia social y política que se merece, en una sociedad que soporta una larga crisis crónica, sin que esté a la vista la salida revolucionaria. Durante décadas hemos descartado la posibilidad de desarrollo del fascismo en nuestro país, entre otras cosas por la razón esencial de que las clases medias no estaban dispuestas a aportar la materia prima social para el experimento. Ni aún hoy podemos afirmar que esa caracterización haya cambiado en lo fundamental. Nunca en el país pudieron encontrar apoyo social los brotes fascistas alentados por intelectuales. Esa prédica quedó siempre en el ámbito de cenáculos reaccionarios ajenos a las necesidades e inquietudes de la población. Sin embargo, hoy día, de resultas de una larga crisis agónica que busca salida sin encontrarla, por primera vez, un embrión fascista encuentra asidero en la sociedad, expresándose electoralmente en 600.000 votos, localizados en la mayor concentración industrial y urbana. El propio CC del MAS, coincidiendo con la prensa burguesa, describe esa masa electoral como integrada por sectores varios de la juventud resentida y sin horizontes, clases medias pauperizadas o amenazadas en su nivel de vida, marginados, villeros, lúmpenes, y por si faltara el ingrediente típico, militares, curas y mano de «obra desocupada». También se concuerda en que fueron muchos los obreros venidos del peronismo y otros partidos que, acosados por el despido, la miseria o la desmoralización, dejaron de votar a los partidos del régimen (y al propio MAS), y buscaron la mano dura... Los dirigentes del MAS conceden también que esta masa social se agrupó electoralmente tras de Rico por la falta de dirección y opciones, llenando el espacio vacío dejado por la izquierda, y que fue aprovechado por las expresiones oportunistas de la derecha. Decir esto, con ser correcto, no pasa de ser una abservación preventiva para futuras «autocríticas» que, inevitablemente, serán exigidas por la realidad. Lo que hay que decir es que el CC del MAS es el responsable de este «rebrote» fascista con cierto apoyo social, aunque no se caiga en la audacia impresionista de salir a la calle con una campaña contra este «rebrote», como se hizo

contra los «guerrilleristas», pulverizados por los provocadores del régimen en los episodios de La Tablada. Por ahora no está planteado que los grandes grupos financieros se sumen con su ayuda a las ilusiones de mano dura de los obreros desmoralizados, los villeros, y los lúmpenes que votaron a Rico... aprovechando que el MAS se encontraba «confundido» con los traidores del PC (como pretenden en la propia dirección del MAS). Pero es sabido que la gran burguesía se mueve por hechos concretos y sin apuro. Sabe esperar para aprovechar sus opciones de sobrevivencia. Un cuadro social muy parecido al descripto fue el de la Alemania de la República Democrática de Weimar. Hitler comenzó su carrera reclutando seguidores a caballo de la más legal y electoralista de las «reacciones democráticas». A esta carrera, Trotsky le opuso la unidad de acción electoral entre el PC y el PS. Y los dirigentes stalinistas del PC respondieron mostrando la inconveniencia de «quedar pegados» a los traidores reformistas del PS. Lo mismo que ahora hacen los dirigentes del MAS. El PC fue sólo a las elecciones, dividiendo el frente de izquierda electoral que tenía por objetivo impedir el paso del fascismo. De este modo, se facilitó la conquista legal y democrática del poder por parte de Hitler. La clase obrera alemana, el PC, El PS, y los trotskistas, fueron borrados de la escena por un largo y cruento período. Cuando en la Argentina de la crisis crónica, el MAS se plantea «no quedar pegados» al PC y a Néstor Vicente por los acontecimientos de la URSS y las jubilaciones de privilegio, está poniendo por delante su prestigio electoral y su «bastión» partidista, por encima del interés de conjunto de la clase trabajadora. Esa es la esencia de la cuestión, aunque para ello use razones «principistas» y algunos hechos ciertos. Una concepción así, niega la metodología del trotskismo y la propia corriente morenista, que siempre tuvo un claro contenido de clase. Reafirmamos el concepto de que la corriente trotskista como factor eficiente en la construcción de un partido con influencia de masas, estará dada por los avances o retrocesos relativos de la clase en sus enfrentamientos con el imperialismo, antes que por la construcción de . . . «bastiones del MAS», como lo estuvo la supervivencia del PC alemán en 1931/32. El reclamo de la unidad de acción en el terreno electoral que debía cerrar el paso a la ofensiva de Menem, aunque más no sea mostrando otra opción potencial, quedó como un grito en el vacío del Grupo de Opinión Proletaria (ver Documentos y Minutas), de la misma manera que quedó en el vacío el desesperado llamado de Trotsky, para que los burócratas del stalinismo se unieran con los reformistas de Alemania para detener el avance fascista. No es necesario que todo sea igual o semejante para que nos sirvamos del ejemplo histórico y le demos la importancia que se merece. El triunfo de Rico es un símbolo de la inoperancia política de la dirección pequeñoburguesa del MAS, incapaz de presentar una opción a todos los «desesperados» del país, así como al activismo de la clase media y obrera, y la población en general. El resultado fue que avanzara Menem, Rico y también Bravo. El avance de Rico no es todavía el fascismo, pero puede serlo, porque los marxistas vemos los hechos en su proyección, y no a través de las citas extraídas de los textos. Mientras tanto, la dirigencia del MAS le oculta a su propia base que este avance inédito se operó a caballo de su propia capitulación a la democracia burguesa, a la burocracia sindical, al propagandismo, al principismo abstracto, y a las maniobras de aparato en la lucha interna por la manija, presentándonos como «un partido más», y no como la herramienta útil para solucionar sus problemas, según propia confesión. Así como el gobierno aprovechó los sucesos de La Tablada para imponer leyes de defensa de la democracia y apretar el torniquete jurídico, así también, ahora el gobierno aprovechará su triunfo electoral para apretar el torniquete de la desocupación y la miseria. En ambos casos, con la complicidad política de los dirigentes del MAS. En los hechos de La Tablada fue explícita y vergonzosa. Ahora es tácita y vergonzante.

4.- Las perspectivas del partido con influencia de masas. Durante los años de las desviaciones, la consigna de los dirigentes ha sido «el partido con influencia de masas». Con esta cantinela a modo de consigna, se ilusionó a la base militante, haciéndole bajar sus defensas ante las capitulaciones, el oportunismo, ultraizquierdismo y sectarismo. A partir de la crisis interna y el estallido fraccional, el partido «con influencia de masas» se redujo a una disquisición intelectual sobre «influencia orgánica» o «influencia superestructural». Es una discusión exquisita, que podrá seguir indefinidamente, hasta tanto no se tome como eje de actividad lo que realmente ocurre en el seno de la sociedad y los antagonismos que la cruzan. Los trotskistas no se preocupan por el sexo de los ángeles. Tienen otra preocupación: cómo insertarse protagónicamente en la lucha de clases, de todas las maneras posibles, estructurales y superestructurales, abiertas y encubiertas, legales o ilegales, con el fin de ganarse la confianza y el apoyo de los que luchan, por el único medio posible al alcance de los revolucionarios, que es aportar en cada episodio las salidas más convenientes a las necesidades objetivas, y no las más «revolucionarias» expuestas en el Programa de los trotskistas. Como decía Lenin, la posición más revolucionaria es siempre la más justa y no la más izquierdista. Ahí está el secreto del uso de las grandes consignas del Programa de Transición. Los dirigentes del MAS continúan haciendo exactamente lo contrario. Se muestran ante la clase y la vanguardia como los campeones del izquierdismo, compitiendo así en la «interna», como postulantes a construir el partido con influencia de masas. Por esta vía, sólo podrán tener éxito el día que las masas se sienten a estudiar los Boletines de Discusión del MAS. De otra manera, los acontecimientos volverán a encontrarlos detrás del palco. Haber desaprovechado las elecciones del 8 de setiembre para llegar a la población mostrándose como postulantes a dirigirla en la lucha por sus necesidades básicas y el enfrentamiento natural a la colonización del imperialismo, es el suicidio político que acaban de cometer esos dirigentes. En 1983 no se desaprovechó el evento electoral, aunque se sacaran pocos votos, porque la buena utilización del mismo consistió en mostrarse como los campeones de la lucha unitaria contra la Deuda Externa. El éxito de ese aprovechamiento de la «oportunidad» fue capitalizado después de 1983. Pero el aprovechamiento de esa oportunidad es lo que explica el éxito del MAS en los años siguientes. Con desviaciones y todo, el MAS fue visto a partir de ahí, como un serio aspirante a dirigir las masas oprimidas. Sin capitular principios, combinó propaganda con agitación, y centró el «perfil» en una necesidad objetiva del país y su población, que garantizaba la continuidad de la lucha. Cuando ahora, los dirigentes del MAS disputan el liderazgo de masas, lo hacen al margen de las necesidades objetivas, renegando la metodología de la corriente. Desde este punto de vista, el evento electoral es una circunstancia aleatoria que se aprovecha bien o se aprovecha mal: lo esencial sigue siendo el eje que atraviesa el enfrentamiento de clases. Para la TM ese eje es la «unidad», o el Frente para lograr una salida obrera y popular a través del gobierno y el socialismo. Esto equivale a poner por delante todo el Programa de Transición para hacer cualquier acuerdo, y supone que consideramos al PC integrante natural de un frente revolucionario. El ultraizquierdismo declamatorio y sectario se mezcla aquí con el más escandaloso oportunismo político. Pedirle a Etchegaray y Vicente que sean revolucionarios es una inocentada o una traición. Para unir a la clase y sus luchadores en forma independiente de la burguesía no hace falta acordar sobre la dictadura del proletariado, ni el socialismo. Sobra con «postularse» como enemigos del plan imperialista y su instrumentación práctica. Justamente, esa será la constatación experimental que deberán hacer las masas, ya que para eso, entre otras cosas, hacemos la unidad de acción o el acuerdo electoral. Para la TB, que considera el Frente una traición, sería, en cambio, imprescindible que acordaran con el trotskismo sobre lo que ocurre en la URSS y los Estados del Este europeo...

El oportunismo es respondido así con el sectarismo: la TM y la TB libran su batalla interna en el campo de los «conceptos fundamentales», no de las relaciones de fuerza de una clase contra otra, ni de la educación por la movilización y la experiencia. En consecuencia, cada Tendencia, con una pequeña parte de verdad, termina construyendo una gran mentira. Setenta años de «comunismo» han dejado una conciencia colectiva atrasada, confusa y desconfiada. Nosotros no podemos ganar esa conciencia golpeándole en la cabeza con una piedra. Sólo hay dos formas: el diálogo fraternal y profundo por un lado, y la experiencia del combate, por el otro. Los obreros argentinos, sólo cuentan, hoy por hoy, con la primera opción. ¿Cómo aprovecharla ignorando su obligada experiencia electoral? Los dirigentes de la TB se felicitan de que, gracias a que rompieron el Frente electoral con el PC se salvaron de ir a la televisión junto a Etchegaray y Vicente. La conclusión es que . . . esa ruptura fue un gran acierto «principista»... Para nosotros, en cambio, es al revés: otro «acierto» como este será el canto del cisne del partido, si ya no lo fue. Contrariamente a lo dirigentes de la TB y la LIT, nosotros lamentamos que Zamora no haya podido presentarse en la televisión junto a Etchegaray y Vicente, y decir delante de ellos y de todo el mundo, algo parecido a esto, que por si acaso, lo queremos poner por escrito: «Los trotskistas estamos aquí, junto a los comunistas del PC y Vicente, con el orgullo de haber sido los únicos en el mundo y en el país, que durante 60 años denunciamos el inevitable fracaso de la burocracia stalinista que se apropio criminalmente del Estado Soviético, del uso de la palabra comunismo y socialismo, y facilitó las grandes tragedias de la humanidad a manos del imperialismo, el nazi-fascismo, y todos sus agentes nacionales, mal llamados democráticos y progresistas¨. ¨Estamos aquí para reiterar nuestro llamado a los trabajadores a solidarizarse activamente con los trabajadores rusos y demás nacionalidades de la URSS en lucha contra el totalitarismo, los privilegios y los planes restauracionistas de la casta burocrática, y para proclamar la necesidad de una Internacional revolucionaria que retome las banderas comunistas de Lenin y de Trotsky¨. ¨En nuestro país, proponemos la unidad de acción a todos los que se dicen de izquierda y opositores del plan imperialista representado por Menem¨. ¨Por eso, hoy estamos aquí compartiendo un Acuerdo en el terreno electoral con el PC y sus aliados. Nos unimos electoralmente a nuestros adversarios de siempre en el campo de la izquierda, para que no triunfen y se fortalezcan nuestros enemigos irreconciliables en el campo de la derecha¨. ¨Esa es nuestra obligación como revolucionarios, frente a los que explotan y hambrean a los trabajadores. ¨Llamamos a todos los que se oponen al plan Menem de desocupación y miseria a sumar su voto a este acuerdo electoral, al solo objeto de quitar toda apoyatura política a la ofensiva imperialista que se viene con todo después del 8 de septiembre¨. ¨Por eso, estamos con el PC, con Etchegaray y con Vicente, y no con Alende, Pugliese, Angeloz, Alsogaray o Aldo Rico¨. 5.- La muletilla de la «reacción democrática». La expresión «reacción democrática» surgió en nuestro movimiento por la necesidad de ponerle nombre a la política defensiva y preventiva que esbozaba el imperialismo frente a las dictaduras y regímenes totalitarios que amenazaban desatar la ira incontrolable de las masas. El imperialismo (y también la Iglesia) tomaba las banderas de la democracia para canalizar a su favor las inevitables reacciones populares. Era también una bandera de resguardo en los avatares de la «Guerra Fría», para oponer al peligro de la expansión soviética. Esta táctica imperialista se hizo famosa con Patricia Derian en la Argentina, en épocas de Carter. Específicamente, el imperialismo pretendía aparecer como abanderado de los Derechos Humanos. También se usó en épocas del gobierno peronista, contra la picana eléctrica de Lombilla, Cardoso y Amoresano, torturadores oficiales del primer gobierno de Perón.

Pero el contenido de esa táctica no es nuevo. Fue y seguirá siendo uno de los elementos de la lucha de clases entre la revolución y la contrarrevolución. Si nos guiamos por el contenido de clase y no por el texto de una expresión ocasional utilizada, entre otros, por Moreno para explicar un aspecto de la realidad, podríamos decir que la famosa «reacción democrática» existió siempre, como arma de la burguesía y el imperialismo para defender el interés permanente de su sistema de explotación, cuando se veía amenazado por la revolución socialista. En la Rusia de 1917, los Miliukov y otros jefes constitucionalistas de la burguesía, tomaron esas banderas democráticas para oponerlas a la perspectiva del poder obrero revolucionario. Por eso, el problema planteado hoy a los trotskistas respecto de la llamada «reacción democrática» no es pontificar contra ella como si fuera un nuevo diablo al que hay que llenar de insultos y exorcismos, escapándole como a la peste, sino, por el contrario, tomarlo de los cuernos y la cola en beneficio del proceso de la revolución permanente que políticamente empieza y se desarrolla utilizando hasta sus últimas consecuencias las consignas democráticas, burguesas y transicionales. La polémica interna en el MAS y la LIT, ha dejado al descubierto una concepción distinta, que parece ser la que impregna de sectarismo toda la política de sus dirigentes. Según esta concepción, lo que explicaría las capitulaciones a la democracia burguesa, el oportunismo, y el revisionismo, por parte de los dirigentes, no es un problema social, de clase, sino que . . . no se denunció como era debido el fenómeno de la «reacción democrática», sabiamente definido por Moreno, como principal política del imperialismo. De este modo, una vez mas, se suplanta la política para la acción concreta, por las especulaciones en el campo de la teoría, desandando el viejo camino del idealismo al materialismo, pero a la inversa. Para los dirigentes del MAS y de la LIT, el principal enemigo de los trotskistas es el «pantano de las formas democrático-burguesas», las urnas, los parlamentos, etc. Esta «insidiosa» táctica del enemigo recientemente descubierta por los epígonos, debe ser enfrentada... con una denuncia permanente demostrando la falacia, hipocresía y propósitos siniestros de todas las instituciones democráticas, porque están al servicio de la burguesía y del imperialismo . . . De esta manera, los mismos dirigentes que educaron a los militantes en la adaptación a la democracia burguesa, procuran ahora corregir el error, educándolos en la negación total y «principista» de la misma, mas allá de cómo sea utilizada por los revolucionarios. Se trata, sin duda, de un colosal salto del dominio de la socialdemocracia reformista, al dominio del anarquismo de principios de siglo. En el medio no queda nada. Como observa Trotsky, el centrismo de los pequeñoburgueses responde a los golpes de la realidad que desnuda sus fracasos, oscilando de un extremo a otro en busca del equilibrio. Pero no lo logra. Su naturaleza de clase se lo impide. Un vocero autorizado de la LIT se esfuerza en denostar «el terreno pantanoso del voto universal y el parlamentarismo burgués» para fundar su exigencia de ruptura del MAS con IU, y «escapar de ese callejón oscuro» . . . para «postularse como una clara alternativa anticapitalista, antiimperialista y socialista». (Luis Herrera, pág. 18, BDI Nº 17). Herrera observa también (refiriéndonos a su Minuta para la discusión mundial publicada el 10/12/90), que si esa discusión se hubiera continuado «la LIT y el partido argentino se hubieran ahorrado, por lo menos, 8 meses de confusiones». Sin embargo, dos años antes, en setiembre del 88, el propio Herrera cerró los ojos ante nuestra Minuta titulada «Utilicemos las elecciones, los candidatos, y el parlamento como tribuna revolucionaria para destruir este régimen y sus instituciones», presentada al mismo organismo de base donde Herrera asistía, y con motivo de la campaña electoral que se preparaba para 1989. En aquella Minuta solitaria, silenciada, ignorada, el autor reclamaba de la Dirección, que pusiera en guardia al partido contra los peligros ciertos del electoralismo, desnudando la farsa de las elecciones burguesas y el parlamento, como única forma trotskista de participar en él. Los mismos conceptos se reiteraron después en decenas de Minutas, también silenciadas. En ese entonces, el propio Herrera asistía al mismo equipo en que el autor presentaba sus

«escandalosas» Minutas «anti-partido». De haberlas leído, habría ayudado al partido a ahorrar no 8 meses de confusiones, sino 32 meses de algo más que confusiones. Pero hubiera sido de todos modos sólo una ayuda, no la solución, porque una tendencia política no es un tropezón a causa de una piedra en el camino, sino una manera de caminar. Veámoslo: ¿Para qué usa Herrera, ahora, sus flamantes adquisiciones teóricas y políticas sobre las instituciones de la democracia burguesa? Para esto: ¨fundamentar la urgente necesidad de que el MAS rompa el acuerdo electoral con el PC a través de IU, y que los trotskistas, puros y limpios, se presenten a las elecciones del 8 de setiembre «con todo su traje político puesto». ¿Y con qué fin? Con el fin de mostrar «la otra alternativa: la lucha directa, la organización independiente, la expropiación de la burguesía y del imperialismo, el gobierno obrero y popular, el socialismo, etc.». (los etcétera podrían repetirse hasta las últimas posibilidades del reino de la libertad, como definía Federico Engels al estadio superior del comunismo). Sólo le faltó decir al compañero Herrera lo que decían los guerrilleristas, cuando en tiempos de Onganía se hablaba de elecciones: «ni golpe ni elección: revolución!» Herrera (interpretando a la TB y a la LIT), al escribir su reclamo principista, no está pensando evidentemente en el drama particular y concreto que los trabajadores argentinos debían protagonizar el 8 de setiembre, en medio de la brutal ofensiva contra sus condiciones materiales de supervivencia y posibilidades de lucha, sino en borrar de un codazo lo escrito y hecho desde 1987 hasta... su Minuta de 1990. De haber pensado en este drama de la lucha de clases real, tal cual se da y no como la sueñan, la escriben y la venden los alegres conquistadores del liderazgo de masas, debió haber considerado algunos hechos importantes: 1) Que el partido no dirige a las masas, no goza de su confianza, y no está orgánicamente insertado en sus estructuras de combate a escala nacional y significativa, y que tampoco dirige a la vanguardia en forma centralizada; 2) Que sólo es conocido superestructuralmente, gracias a la legalidad de la «reacción democrática» manejada por el imperialismo; 3) Que no hay una fuerte vanguardia independiente y organizada que ejerza algún liderazgo, y/o que tenga un programa u objetivos claros; 4) Que no existen embriones importantes de organismos de poder de la clase; 5) Que la conciencia política está muy por detrás de la necesidad de la resistencia desesperada por la supervivencia; 6) Que al igual que el MAS, hay otros grupos, partidos, o corrientes que se presentan «como de izquierda» y esbozan un discurso de oposición al régimen, y que no están siendo visualizados por las masas como sostenes de la política del gobierno; 7) Que las elecciones y el parlamentarismo son instituciones de la burguesía utilizadas en beneficio del imperialismo, pero que nosotros no podemos ignorar, sino por el contrario, actuar de modo que las masas puedan superarlas mediante su acción y su experiencia, confrontadas con nuestra propaganda; 8) Que hablar de poder obrero, socialismo, «octubres», etc., es una necesidad de la estrategia, el programa y la política revolucionaria, pero sólo tiene sentido en un partido trotskista, si todos los días y en cada episodio, se trabaja preparando las condiciones para arribar a ellos; 9) Que durante estos años, no hemos hecho nada, o casi nada, para desenmascarar el parlamento burgués y las demás instituciones, y que ahora, de golpe y porrazo, no podemos darlas por «superadas», como no sea únicamente en nuestras cabezas; 10) Que las consignas democráticas son fundamentales para poder dirigir la movilización de las masas, y que las ilusiones democráticas y parlamentarias de las masas no sólo son un factor de apoyo del imperialismo, sino también deben serlo de los revolucionarios, utilizando lo que tienen de progresivo para agudizar las contradicciones del régimen y combatir esas ilusiones.

Cumplidos -¡finalmente!- los preceptos principistas de Herrera y la TB, los militantes y el activismo de dentro y fuera del partido, reclaman un balance serio de las elecciones del 8 de setiembre. Un balance que muestre en sus columnas de Debe y Haber cuánto hemos perdido y cuánto hemos ganado, no sólo en votos, sino en los tan declamados «principios» teóricos, políticos, y tácticos. ¿Acaso las masas y la clase trabajadora superaron ilusiones parlamentaristas y democráticas? ¿La vanguardia naciente accedió, por fin, al concepto de poder obrero y socialismo? ¿La idea de expropiar a la burguesía y el imperialismo avanzó siquiera un milímetro en la conciencia política? Seamos aún más modestos: ¿Acaso el MAS ganó prestigio e influencia? ¿Se fortalecieron los organismos de poder dual? Y la moral de combate de la clase y su confianza en las propias fuerzas ¿alcanzó algún plano político superior? Por lo que sabemos, el único que se fortaleció fue el gobierno y el imperialismo, y ahora, al día siguiente del 8 de setiembre, está en mucho mejores condiciones para intentar hacer lo que nunca antes había logrado: derrotar material, moral y políticamente, la resistencia desesperada de los trabajadores. Y la izquierda y el propio MAS ¿cómo están? De la izquierda podemos afirmar que aprovechó, como la derecha misma, el espacio dejado vacante por el MAS, ganando un diputado que, de una manera u otra, lleva el nombre de «socialista», y que no lo usará para combatir las ilusiones de las masa en el «pantano» del parlamentarismo . . . Del MAS, con todo dolor, digamos piadosamente, que asistió a su propio entierro electoral . . . «con todo su traje político puesto», como quería Herrera. Nunca antes la corriente morenista había sido castigada por la vanguardia y la clase con un golpe tan duro, capaz de amenazar su propia supervivencia. . . . Y ahora qué? No escribimos estas páginas para celebrar el acierto de nuestras críticas. Lo hacemos con las últimas esperanzas de que el MAS cumpla su cometido de avanzar en la construcción de un partido revolucionario con influencia de masas en el seno de la IV Internacional. Con o sin elecciones, lo que se mantiene es el enfrentamiento entre la resistencia obrera y popular, y la ofensiva de la contrarrevolución. Las elecciones pasaron y la realidad quedó, con todo su dramatismo. Sólo que ahora, la contrarrevolución está favorecida por la derrota electoral de la izquierda y por su propio triunfo. Cada partido usó de la táctica electoral para sus propios objetivos. El MAS la aprovechó para dejar en claro que no está «pegado al PC», ni a Gorvachov, ni a Yeltsin, ni al golpe de Estado en la URSS . . . También aprovechó el «pantanoso terreno» electoral, para pedir la cabeza de Fidel Castro, al que define como el «Zanola de 10 millones de Cubanos» (sic!), y reclamar un «socialismo con democracia», retrotrayendo el Programa del trotskismo a los «principios» de la II Internacional, cuando en nombre de la democracia los «social-patriotas» de entonces denunciaban el centralismo de la dictadura del proletariado y su política internacionalista, opuesta al socialismo en un sólo país. Ni antes, ni durante, ni después de las elecciones, el CC del MAS ha mostrado interés en llevar adelante la mas mínima tarea de unidad de acción con los otros postulantes a «la influencia de masas», que guste o no, tienen la osadía de presentarse también públicamente, hacer actos, manifiestos, invitaciones, desafíos, etc., para enfrentar al gobierno y su Plan. Por el contrario, el CC se «felicita» de la ruptura de IU, repudia los propósitos estratégicos de los que se reunieron en Unione e Benevolenza (sin llegarse hasta allí para llevar el planteo del MAS para la lucha); niega que el «socialismo haya muerto», pero le da la espalda a las jornadas universitarias sobre «Presente y futuro del Socialismo» dejando que se transformara en la «Semana de PO»; y, seguidamente, hizo lo mismo con la presencia reivindicativa del nieto de Trotsky en un acto público de defensa del socialismo.

Y para que no queden dudas del espíritu unitario del MAS para enfrentar el plan de hambre, Mary Sanchez se paseó por las calles de San Nicolás declamando su apoyo a los obreros de Somisa sin que el MAS se le arrimara, seguramente por miedo a quedar «pegados» con semejante burócrata. (Recuérdese que es la misma a quien los dirigentes del MAS silbaron en Plaza de Mayo cuando se presentó a llevar su solidaridad con los ferroviarios en lucha!). Este cuadro post-electoral no se da en el vacío. El CC observa tardíamente el crecimiento amenazante de la resistencia desesperada a través de conflictos aislados, y señala su falta de coordinación, centralización, etc. ¡Pero el CC se cuida (como lo hizo en los momentos mas generalizados de esa resistencia), de plantear la perspectiva de la huelga general como objetivo, método y salida al alcance de los que resisten. Lo hará cuando sea tarde y pase el peligro. Por el contrario, instruye a sus militantes en el «concepto» de que esa perspectiva se alejas cada vez mas, que es «superpropagandística» y que nadie la ve, la quiere, o la siente... Entonces ¿qué le dice el CC del MAS al militante y al activista?: ¡Que se presenten como «aguateros» llevando el apoyo del partido a los conflictos aislados! Y cuando no hay conflictos, que hay que luchar, como en telefónicos o ferroviarios. Lo que el CC no hace es poner en manos del activismo una herramienta de trabajo y orientación y enseñarle su uso. La perspectiva de la huelga general es una de esas herramientas. Su implementación, como la unidad de acción, no es la propuesta de un día. El partido debiera ser aleccionado, por el contrario, en el uso de estas tácticas o líneas, no en función de cómo se encuentra el partido internamente, sino en función de las necesidades de la lucha de clases, y el «punto de inflexión» de esa lucha en una coyuntura o periodo concreto Por el contrario, el CC del MAS quiere arreglar la situación interna del partido sumando fraccionalmente votos, a caballo de la discusión de conceptos abstractos, y no ofreciendo una línea a los militantes para desarrollar la acción independiente de los trabajadores. ¡Así es como pretende el aparato ganar la influencia de masas! Este es el mejor camino para fortalecer no al MAS, sino a la izquierda de Alfredo Bravo y los brotes fascistas de Aldo Rico. 10 de Octubre de 1991.

Horacio Lagar Grupo de Opinión Proletaria