1984 George Orwell

1984 George Orwell En un país imaginario, Oceanía, se ha hecho con el poder un partido único, el IngSoc cuyo jefe suprem

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1984 George Orwell En un país imaginario, Oceanía, se ha hecho con el poder un partido único, el IngSoc cuyo jefe supremo, el Gran Hermano, permanece invisible pero siempre vigilante para

imponer un régimen totalitario. El instrumento necesario para

alcanzar tan perverso fin es un nuevo idioma, la neolengua "Lo que se pretendía – explica Orwell– era que una vez la neolengua fuera adoptada de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento tradicional, es decir un pensamiento divergente del IngSoc, fuera literalmente impensable, y poco a poco creando un nuevo pensamiento en tanto que el pensamiento depende de las palabras. El protagonista de 1984, Winston Smith, trabaja como funcionario del Ministerio de la Verdad en la elaboración del diccionario de la neolengua. Winston odiaba al Gran Hermano e intentaba llevar una doble vida con el fin de reservarse una parcela de intimidad, tanto en su vida afectiva como en lo moral o intelectual. O'Brien, un sagaz comisario político del Partido Único, comenzó a desconfiar de él al darse cuenta de que en sus trabajos se deslizaban, con demasiada frecuencia, expresiones prohibidas, propias de la "vieja lengua". Finalmente, Winston será encarcelado y sometido a un duro y cruel proceso de reeducación, del que se encargará el malvado e inteligente O'Brien. En tu reintegración, dice O'Brien a Winston, debemos pasar por tres etapas: "Primero aprender, luego comprender y, por último, aceptar". Lo que el protagonista de 1984 debe comprender, para más tarde aceptar, es que el individuo no vale nada en sí mismo, que el ser humano es derrotado "siempre que está solo, siempre que es libre", y que para alcanzar la inmortalidad ha de "escapar a su propia identidad" y someterse plenamente a la voluntad del Gran Hermano. La inteligencia y el poder de O'Brien terminarán con la resistencia heroica de Smith, que, tras comprender, aceptará con lágrimas su derrota.

El texto de George Orwell no pudo ser más pesimista: para sobrevivir en una sociedad en la que se ha matado el deseo de pensar, hablar y vivir libremente sólo cabe la rendición. George Orwell creó a Winston Smith y probablemente se identificó con esa lucha tan dolorosa como estéril de su protagonista por conservarse libre en un mundo que no lo es, por conservar su raciocinio y su individualidad en un país que ha renunciado a la libertad de expresión, donde el poder de un Gran Hermano y un poderoso partido de burócratas dirige el trabajo, la vida y la conciencia de una ciudadanía colectivizada. Orwell, que en 1984 imaginó e ironizó, con una sobrecarga de pesimismo y amargura que se trasluce en todas las páginas de la obra, lo que llegaría a ser el mundo de continuar la ortodoxia política que reinaba en la Inglaterra de 1948, sabía que la colectivización de las conciencias se puede alcanzar con la imposición de un lenguaje apropiado. Para el célebre autor inglés, el régimen del IngSoc necesitaba la neolengua, no sólo para que sus habitantes tuvieran un idioma propio, sino para que, al final, triunfara el pensamiento único. Aquella neolengua que empezó siendo compleja y sobre la que se escribieron los artículos de la reforma educativa hoy es imprescindible para que los expertos, burócratas, profesionales y otros miembros del mundo de la educación se entiendan entre sí. A nadie se le ocurre, por ejemplo, llamar programa a los programas, porque todo el mundo sabe que currículo tiene un significado mucho más rico y complejo. Sólo un imprudente se atrevería a decir, que la palabra programa es mucho más clara y elocuente a la hora de expresar qué es lo que un alumno debe aprender y un maestro enseñar. Nadie osará llamar guardería o kínder a una guardería o kínder, pues está universalmente aceptado que preescolar es la denominación obligada, por ser más progresista, más social y más educativa y así podría poner otros ejemplos.

Si se pide hoy a un experto en temas educativos que escriba algo con un lenguaje que cualquiera pueda entender, sencillamente no podría porque la mentalidad de la neolengua de la que hablaba Orwell se ha impuesto y los expertos en educación sólo son capaces de producir discos iguales con una sintonía psicopedagógica y burocrática que todos dicen comprender pero que ninguno es capaz de explicar. George Orwell tuvo el mérito de atreverse a criticar duramente el régimen soviético, por totalitario, cuando hacerlo resultaba política e intelectualmente inaceptable. La descripción que hizo de la lucha fracasada de Winston Smith corresponde a otros muchos Smith que andan deambulando por las escuelas en busca de ser diferentes de poder cumplir su trabajo de maestro sin tener que ser castigados, observados y/o acosados por no seguir los parámetro, por no ser como el sistema pretende que sean, hay muchos Smith que “hacen como que trabajan” para que el gobierno “haga como que les paga” porque para nadie es un secreto que de maestro nadie se hace millonario (salvo casos como el de la maestra Elva), muchos maestros solo son como Smith, que saben que para el sistema “la forma es más importante que el fondo”. Los maestros de este sistema educativo no pueden cumplir con sus propósitos vocacionales por medio a ser despedidos, en la educación básica no existe la libertad de catedra, el sistema educativo tiene tan poca confianza en sus maestros que les da todo ya hecho solo para vaciar en sus aulas, como si de una sopa instantánea se tratara. Por otra parte, Orwell fue de los pocos intelectuales de su época que alcanzó a comprender que la imposición de cualquier totalitarismo, de cualquier régimen, pasa por la colectivización de la sociedad, por su estandarización, por la eliminación de todo ciudadano que pretenda reservarse una parcela de individualidad, que pretenda preservar su inteligencia y su afectividad de la imposición del pensamiento único.

1984 puede servir para recordarnos que no es banal la imposición de una cierta forma de expresión, que a través del lenguaje se puede manipular el pensamiento y que luchar por el derecho a expresarse libremente (con responsabilidad obviamente) es combatir por la defensa de la verdad y de la libertad. La educación es la magia del saber en los seres humanos y desde el nacimiento hasta la edad adulta o se puede decir hasta la muerte el ser humano aprende diariamente algo nuevo. Es por eso que la educación es muy importante para el desarrollo de los seres humanos y especialmente desde el nacimiento hasta la edad adulta ya que es un proceso de socialización y aprendizaje encaminado al desarrollo intelectual y ético de una persona. En nuestros días la educación en México ocupa el último lugar de los 30 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con 410 puntos, por detrás incluso de Turquía (424) y Grecia (473), y también por debajo de otros países que no pertenecen al conocido como el “Club de los países desarrollados”, como Chile (438) y Uruguay (428). No obstante, peores calificaciones que los estudiantes mexicanos obtuvieron los de otros tres países latinoamericanos que participaron en el estudio: Argentina (391), Brasil (390) y Colombia (388). Estas encuestas son de países que siguen un sistema capitalista. Estamos en el fin del modelo de educación pública que se había venido aplicando por bastantes décadas y que había formado a una gran cantidad de generaciones, de profesores y alumnos de todos los niveles. No hablamos de un simple cambio de plan de estudios medianamente progresista por otro con tintes bastante conservadores y reaccionarios, en esta ocasión se trata de una de las mayores ofensivas contra lo poco de humanista y crítico que aún conservaba el modelo educativo en nuestro país y desde luego, contra todos los trabajadores de la educación.

Lo curioso es que este nuevo ataque se nos presenta de nueva cuenta como algo “novedoso”, “original”, “probado” y una serie de adjetivos que no corresponden en forma alguna con su planteamiento de fondo. La raíz del asunto habrá que encontrarla en los modelos de educación conductista que se han venido aplicando en diferentes ocasiones en todo el mundo. Sobre todo es necesario seguir profundizando las increíbles similitudes del modelo basado en competencias con los modelos educativos de corte fascista y autoritario y por ende en la lógica del premio y el castigo que únicamente busca un control social mucho más perverso que nos puede recordar pasajes de la novela de George Orwell: 1984. Algunos dicen que no pudo estar más acertada la visión de Orwell con 1984, más bien es que desde la publicación del libro hasta nuestros días, los regímenes o gobiernos no han cambiado mucho. El sistema capitalista se caracteriza, principalmente, por querer generar mayores ganancias a pesar de todo lo que pueda implicar. Es tanta su hambre de riqueza que los grandes burgueses están dispuestos en hacer cualquier cosa para engrandecer aún más sus bolsillos a costa de la clase trabajadora. La degeneración social recae en gran parte en estos enfermos capitalistas. La pobreza, guerra, hambruna, miseria, crisis, violencia, guerra, prostitución, trata de personas, deterioro del medio ambiente, entre otras, son sólo algunos ejemplos de lo que puede llegar a hacer el burgués con tal de incrementar sus ganancias. El ámbito educativo, es otra más de sus múltiples ramas que utilizan con el afán de lucrar gracias a las necesidades del pueblo. Preguntemos primero, ¿qué es educación? Una pregunta difícil de responder, ya que a menudo confundimos el concepto de educación con el proceso de aprendizaje. Podríamos definir educación como: el proceso de asimilación y transmisión de conocimientos a través del medio y las personas que nos rodean. La educación tiene la función de ayudar a la persona para que se desarrolle socialmente, fomentando principios de solidaridad, compañerismo, cooperación, etc.

Históricamente se ha visto a la educación como una mercancía, pero, bajo distintas percepciones. Es decir, antes se tomaba en cuenta el impartir “ética” o darle un enfoque humanístico a la enseñanza. Con el desarrollo de la industria, la finalidad de la educación cambió, pasó de ser un fin para la sociedad para volverse un fin para el gran capital, el sujeto que se busca crear es el “ser económico”; ahora las personas son concebidas como una mercancía, como un “factor de producción”. La educación dentro del sistema capitalista siempre ha sido utilizada como un mecanismo de reproducción de las ideas de la clase dominante, aunado a ello tradicionalmente se ha visto a la escuela como un lugar en donde se acude para la cualificación de la mano de obra o dicho en otros términos, acudes a invertir horas de estudio en el perfeccionamiento de tu mercancía: la fuerza de trabajo ya sea intelectual o manual. La educación es concebida como un mecanismo de escalafón social. Ese tipo de mecanismos fomentan, por ejemplo, el individualismo egoísta (“preocúpate por ti y lo demás que no te importe”); se considera a la educación como un mecanismo de ascenso social en términos económicos más allá de la importancia de los conocimientos (“si quieres dejar de ser pobre, estudia”); se hace creer a los estudiantes que son una elite social y que no pertenecen al pueblo (existe un proceso de desclasamiento desde muy temprana edad); se exacerban las desigualdades producto de la división social del trabajo a niveles absurdos (un ingeniero puede llegar a ganar hasta 50 veces más el salario de un obrero de la construcción). En la época del desarrollo capitalista en la que acontecieron revoluciones y luchas sociales de grandes magnitudes, la concepción era muy diferente. Había intelectuales del sistema que consideraban una prioridad el desarrollo educativo, la construcción de escuelas y universidades, el fomento de la profesión de maestro y el desarrollo de un sistema educativo basado en las humanidades, la ciencia, la cultura y nuestras tradiciones (la creación de la UNAM y del IPN). Esto claro esta obedecía a las necesidades de desarrollo industrial y cultural que los

intelectuales observaban como un paso necesario para el afianzamiento del sistema capitalista y la cualificación de la mano de obra en nuestro país. Pero dicho periodo ha quedado en la historia, el capitalismo a nivel internacional ha entrado en su fase imperialista decrepita y destructiva donde para sobrevivir tiene que robar hasta el último aliento del pueblo trabajador, su juventud y su niñez. Lejos de las premoniciones de Orwell, el capitalismo se vendía al pueblo con la idea de que con la abundancia de los más ricos nos tocaría por ende un poco de la misma a los más pobres, la realidad del sistema es todo lo contrario. Aquello que en el pasado se obtuvo por medio de heroicas gestas de lucha y revolución, hoy están llegando a su fin. Es bajo este contexto en donde se anuncia en México un conjunto de reformas que ponen fin a la mayoría de los aspectos progresistas del modelo educativo en nuestro país y dan pie a un proceso paulatino y permanente de privatización en todas sus modalidades. La privatización de la escuela pública forma parte de un proceso más amplio de reestructuración de la vida política, económica, jurídica y cultural que caracteriza el desarrollo capitalista contemporáneo. En este caso se produce un abandono (parcial o total) del Estado como el encargado y el que subsidia la oferta educativa en nuestro país. Pero solo un olvido en su calidad, porque para verla como un medio de represión y de ganancias políticas y monetarias, sigue siendo el Gran Hermano el que todo lo ve y como buen hermano mayor pues le echa la culpa de los errores a sus hermanos pequeños (los maestros) de todas las fallas y siempre se pone la medalla de los pocos logros que obviamente él no se ha ganado. Desde esta perspectiva hegemónica, privatizar es la condición necesaria e imprescindible para aproximarnos al único ideal de gobierno Orweliano: el Estado siempre vigilante y totalitario que nos dice que hacer, que decir, que aprender y hasta que olvidar pero que definitivamente no se preocupa de los derechos y mucho menos de la calidad de vida, ya no decir de la calidad educativa.

Es el texto de Orwell un espejo visionario de lo que pasa actualmente en nuestro sistema educativo y en el gobierno en general, es sin duda en la opresión y en el totalitarismo en donde se centran las reformas que más que educativas son laborales y que buscan que la educación sea como una fábrica que saca productos idénticos en donde no hay errores y donde las falla son producidas por los maestros, y como ellos son los culpables de los desequilibrios en el sistema, es a ellos a quien hay que vaporizarlos como dice la célebre novela de Orwell. En conclusión, 1984 es un texto del que debemos aprender cómo no debe ser la educación, como no deben comportase quienes tienen el poder y de que tan maravilloso es ser diferente, pues es en las diferencias donde encontramos uno de los valores más indispensables para llamarnos humanos, el valor de la libertad. BIBLIOGRAFIA

Orwell G.. (2010). 1984. México: Exodo.