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SIN DEJAR RASTRO Fever´s Edge 1 Lynn Hagen Índice Sinopsis SOBRE EL AUTOR Capítulo Uno Capítulo Dos Capítulo Tres Capí

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SIN DEJAR RASTRO Fever´s Edge 1 Lynn Hagen

Índice Sinopsis SOBRE EL AUTOR Capítulo Uno Capítulo Dos Capítulo Tres Capítulo Cuatro Capítulo Cinco Capítulo Seis Capítulo Siete Capítulo Ocho Capítulo Nueve Capítulo Diez

Sinopsis A Redford Cohen lo habían apuñalado y después, disparado dos veces, pero se las arregló para salir a rastras y sobrevivir. Ahora vive en un rancho a más de mil seiscientos kilómetros de donde ocurrió su ataque. Pero Red mantiene un perfil bajo, se niega a ir a la ciudad, y se niega a ceder a sus deseos en lo que respecta a su jefe. Lincoln sigue dando pistas de que quiere a Red, pero Red se mantiene a distancia, no importa lo difícil que sea mantenerse alejado del semental. Lincoln sabe que algo está pasando con el trabajador de su rancho. Red es retraído, tranquilo, y sigue esquivando a Lincoln siempre que están cerca el uno del otro. Lincoln no se da por vencido. No cuando Red es su compañero. No cuando esos ojos inquietos mantienen a Lincoln despierto por la noche, preguntándose por qué Red actúa como lo hace. Cuando sus establos se incendian y uno de sus trabajadores es atacado, Lincoln se pone en alerta, especialmente cuando Red desaparece, y depende de Lincoln salvarlo. Longitud: 30.000 palabras

Todos los personajes y eventos de este libro son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es una estricta coincidencia.

SOBRE EL AUTOR A Lynn Hagen le encanta escribir sobre lo defectuoso, pero adorable. También ama a un héroe que puede ver más allá de apariencias y facilidades para encontrar el brillante diamante de un hermoso corazón. La puedes encontrar cualquier día con su portátil y una taza de café caliente, dejando que el siguiente grupo de personajes cuente su historia.

Capítulo Uno —Juro que voy a tirar esta maldita cosa por la ventana. —Lincoln Wheeler golpeó el costado de su puño contra el monitor. Nunca se había llevado bien con la tecnología, y la pantalla congelada sólo demostraba que debería haber seguido con sus hojas de cálculo. —¿Dijiste algo? —Mercy metió su cabeza en la oficina de Lincoln, y luego los ojos de su hermanastro se abrieron de par en par cuando Lincoln golpeó el monitor de nuevo. —Estoy seguro de que no es así como se arreglan las cosas. —Mercy levantó sus manos y las agitó de un lado a otro—. Sólo aguanta y llamaré a Red. Parece que sabe un poco de ordenadores. Arregló mi portátil cuando estaba estropeado. —Será mejor que te des prisa antes de que tire esto a mi cubo de basura. —Lincoln se dejó caer en su asiento, maldiciendo. No porque su ordenador fuera una mierda, sino porque Redford Wailing entraría en su oficina. El compañero de Lincoln. Había descubierto ese hecho cuando Red entró en su rancho hace un mes, y Lincoln estaba listo para reclamar al humano, pero Red siempre parecía huir de él. El tigre de Bengala de Lincoln había estado enfadado desde entonces, siempre queriendo cazar a Red y soldar sus almas juntas. Lástima que Red nunca se quedaba lo suficiente para que Lincoln tuviera una conversación personal con él. Caminó hacia la ventana y apoyó un brazo en el marco, mirando hacia su rancho, preguntándose cuánto tiempo más tenía que mantener su distancia. Red parecía nervioso y siempre se alejaba cuando Lincoln se acercaba. Tiempo. Eso era todo lo que su compañero necesitaba. Obviamente le había pasado algo, aunque no se podía saber por su espíritu despreocupado.

Pero estaba en los ojos de Red, la expresión que tanto se esforzaba por ocultar. Algún tipo de dolor y sufrimiento que había pasado. —¿Querías verme? —Red golpeó con los nudillos en la puerta abierta de Lincoln. Lincoln se giró y gimió. Joder. Cada vez que ponía los ojos en Red, su corazón empezaba a latir como si fuera una manada de caballos salvajes. El humano era alto, de complexión ligera y pelo castaño-rojizo, aunque su apodo no provenía del color de su pelo. Era una versión acortada de su nombre. También tenía unos impresionantes ojos verdes. El tigre de Bengala de Lincoln ronroneó al ver al hombre. Todo lo que quería hacer era tomar a Red en sus brazos y besarlo. También quería hacerle otras cosas a Red. Cada vez que lo veía o pensaba en su compañero, Lincoln se ponía duro. Lincoln señaló a su escritorio. —Mi ordenador está fallando. La sonrisa de Red era más dulce que el melón. —¿Te ha dado problemas? Todavía no se había acercado más. Red estaba de pie en la puerta, sonriendo, pero parecía indeciso. —Lo ha estado golpeando —dijo Mercy desde el lado de Red, y Lincoln notó cómo Red no se alejó de Mercy. Por otra parte, el hermanastro de Lincoln era de baja estatura. Mercy era tan intimidante como un pajarito. Lincoln había cuidado de su hermanastro durante toda su vida, siempre asegurándose de que no lo molestaran. Pero no siempre había estado ahí para Mercy, no cada segundo, y ahora se sentía sólo la mitad del hombre que solía ser. Lincoln estaba a medio intentar cazar a Lloyd y darle una paliza. Ya lo habría hecho si Mercy no le hubiera rogado que se mantuviera al margen.

Gracias a la cobardía del ex-novio de Mercy que había huido de la ciudad o la tentación podría haber sido demasiada para resistirse. —Creo que si te acercas más, podrás ver lo que le pasa —le dijo Mercy a Red—. Te prometo que Lincoln no muerde. Gruñe mucho, a veces ronronea, pero nunca te mostraría sus dientes. Hablando de dejar salir al gatito de la bolsa sin dejar salir al gatito de la bolsa. Lincoln le echó una mirada a su hermano que le dijo que se callara. Red no necesitaba saber que Lincoln era un cambiaformas. No todavía, de todas modos. No hasta que tuviera la historia de su compañero y descubriera lo que el hombre estaba escondiendo. —Mercy —dijo Lincoln en advertencia. Amaba al hombre, pero maldición si Mercy no era demasiado hablador. Muchas veces en los momentos más inapropiados. Como ahora. Lincoln se alejó más del escritorio para que Red pudiera acercarse. Su compañero sonrió con fuerza, como si tratara de parecer amigable, pero Lincoln no pudo superar la desconfianza en los ojos de Red. Lincoln cruzó sus brazos e intentó mantener una buena distancia mientras veía a Red tomar asiento y mirar la pantalla. Luego comenzó a escribir, sus dedos se movían tan rápido que la cabeza de Lincoln giró. Red murmuró para sí mismo, y aunque Lincoln tenía un oído superior, no podía entender lo que su compañero estaba diciendo. Red frunció sus cejas y miró a Lincoln. —¿Cuándo fue la última vez que se actualizó? —¿Actualizar? Red tocó la pantalla. —Tiene veinticinco actualizaciones esperando a ser instaladas. No deberías tener eso en manual. Debería estar en configuración automática. Lincoln echó un vistazo a Mercy porque no tenía la menor idea de lo que su compañero estaba hablando.

Su hermano levantó las manos. —No me mires a mí. Entiendo lo que dice, tanto como entiendo a tu capataz. Adam Perry se había roto la mandíbula más de una vez en su vida, y ahora murmuraba todo. Incluso Lincoln tenía dificultades para entender al tipo. Red volvió a mirar la pantalla. —También estás usando Windows XP cuando deberías estar usando Windows 10, pero yo prefiero Linux. Y tienes una placa madre y un procesador anticuados. Lincoln no entendió ni una palabra de lo que Red estaba diciendo. Mercy resopló. —¿Puedes al menos fingir que has tenido sexo? Red comenzó a temblar por su risa. —He tenido sexo. Y lo siento. Tiendo a olvidar que no todo el mundo sabe de ordenadores. Lo que digo es que necesitas algo que no se haya inventado en la Edad de Piedra. Comprar un nuevo ordenador no haría daño, o Quicken1. Te ayudaría a llevar mejores registros, aunque nunca he usado ese programa, así que será una curva de aprendizaje. Lincoln no necesitaba oír hablar de los amantes anteriores de Red. Sintió que sus caninos trataban de descender, y quería matar a cada uno de ellos. A pesar de que ni siquiera se habían besado, y mucho menos tenido sexo, Lincoln era tan posesivo como cualquier otro no-humano cuando se trataba de su pareja. —Vaya. —Mercy soltó un silbido bajo—. Tus capacidades están siendo desperdiciadas como un asalariado. ¿Cómo aprendiste tanto sobre este tipo de cosas? Lincoln vio a Red apocarse. La luz de sus ojos se desvaneció mientras se encogía de hombros. 1 Quicken, es un programa que le permitirá organizar su economía sin apenas esfuerzo. Es un programa adaptado para llevar la contabilidad.

—Necesitaba corregir mis propios problemas de ordenador. El tipo definitivamente escondía algo, y por mucho que Lincoln quisiera ayudar, no podía hacer nada si su compañero seguía huyendo de él. —Eso es más o menos todo lo que sé. —Red se escabulló del escritorio y se dirigió a la puerta—. Realmente necesito volver al trabajo. —Deberías decírselo —dijo Mercy cuando Red se fue—. Claramente está escondiendo algo, y tienes que averiguar qué es ese algo. —El tipo huye de mí como un potro asustado. Sólo necesito ganarme primero su confianza. —Por la forma en que actúa Red, podrías ganártelo en unos cien años. Lo que necesitas hacer es... —Ni siquiera vayas por ahí —gruñó Lincoln—. Deja que me encargue de esta situación con mi compañero mientras tú te encargas de Adam. Él necesita el nuevo horario. —Bien, sé terco. No es como si Red pudiera necesitar un amigo. —Mercy le dio la espalda y se fue. Lincoln sabía exactamente lo que estaba haciendo. No necesitaba que Mercy le dijera nada. Red necesitaba espacio, y eso era exactamente lo que Lincoln le estaba dando. Incluso si ese espacio lo estaba matando. Miró a su ordenador y su labio se elevó tanto que quiso morder la pantalla. Pero tenía un rancho que dirigir y una pareja a la que vigilar. Lincoln cogió su Stetson2 y salió de su oficina. El papeleo podría esperar. Estaba casi en la puerta de su casa cuando Mercy salió de la cocina. —Bueno. Tengo preparada mi lista de la compra. Lincoln sacó su billetera y le dio a su hermanastro la tarjeta de crédito del negocio. 2 Stetson. Es una marca especializada de sombreros.

—Diviértete haciendo tus recados. Después de salir al porche, Lincoln tomó una bocanada de aire fresco. Su tigre estaba inquieto, ansioso por llegar a Red, pero Lincoln no quería asustar al humano. Ya había invitado a su compañero a cenar, y Red lo rechazó. Preguntó si Red quería ir a la ciudad a tomar unas copas y unos tacos, y su compañero le dijo que no. Lincoln no quería presionar demasiado y crear una brecha más profunda entre ellos. Tal vez Mercy había descubierto algo. Lincoln no sabía nada sobre la entrada de ordenadores. El chico que le llevaba las cosas de contabilidad lo dejó, y Lincoln había empezado a tratar de hacerlo él mismo desde hacía una semana. Y ya estaba harto de ello. Si Red estaba de acuerdo, su compañero podría usar parte de su tiempo haciendo la entrada de datos. Esa podría ser la forma de Lincoln para entrarle a su compañero. El Señor sabía que había intentado todo lo demás. Iría al barracón más tarde esta noche y vería si Red estaba dispuesto a hacerlo. Y también le daría la oportunidad de ver a su pareja de nuevo. Hasta entonces, tenía un caballo nuevo que domar y después un viaje al pueblo. Lincoln caminó desde la sombra de los árboles que cubrían el patio delantero hasta el corral donde Ladybug había sido atada. El sol era brillante y caliente, y hoy Lincoln prefería ir a nadar antes que a trabajar. Había un lago al otro lado de su propiedad, y era tentador tomarse un día libre. Pero Lincoln sabía que no haría eso. Era un trabajador duro, y tenía un negocio que dirigir. Mientras caminaba, Lincoln vio a Red llevando una carretilla al granero. Los brazos del tipo se tambaleaban, y la carretilla se inclinaba de lado a lado. Lincoln sospechaba que su compañero no estaba acostumbrado a los trabajos manuales. Parecía más inteligente que fuerte. No había nada malo en ello, y ahora Lincoln pensaba en poner a Red a cargo de los libros en vez de andar por ahí luchando por hacer sus tareas diarias.

Era motivo de reflexión mientras Lincoln se dejaba llevar por el corral y se concentraba en Ladybug, por ahora, sacando a Red de su mente.

¿Qué coño estoy haciendo aquí? Esa era una pregunta cargada para la que Red no tenía respuesta. No sabía nada de ganadería. Red debería estar escondido en alguna isla remota después de lo que le pasó hace varios meses. Lo que había cambiado su vida para siempre. Después de limpiar los cubículos de los establos, se quedó dentro del establo. Rhinestone era un viejo caballo de carga que el Rancho Wheeler había retirado, y ahora pasaba sus días en el pasto. A Red le encantaba acariciarlo, pasar tiempo con él y darle de comer una manzana de vez en cuando. Hoy Rhinestone estaba dentro, y Red cogió un cepillo. —¿Cuándo fue la última vez que recibiste el tratamiento de spa? — sonrió Red—. Un poco de cariño puede hacerte llegar muy lejos. Eso hizo que Red pensara en Lincoln. El tipo había intentado con todas sus fuerzas llamar la atención de Red, pero Red lo esquivó en cada ocasión. No era el hecho de que Lincoln fuera feo. Ni mucho menos. De hecho, era el tipo más sexy que Red había conocido. Pero Red seguía intentando rehacer su vida, mientras se escondía de la vida, y sólo quería que lo dejaran en paz. Ni siquiera estaba seguro de si estaba a salvo. El caso Dávila había terminado hacía un tiempo. Había oído que James Koehler iba a por ese policía encubierto y su novio en Maple Grove. Eso solo convenció a Red de que desaparecer sin dejar rastro había sido una buena decisión. Dávila tenía muchos hombres que querían vengarse de que su jefe estuviera encerrado, por exponerlos a ellos y a sus actos atroces. Red no creía que nadie le persiguiera, pero no se arriesgaría.

—¿Te estás escondiendo aquí? —Mercy entró en los establos y se acercó a Red. El chico era dulce, con pelo negro y bonitos ojos azules. A Red no le importaba estar cerca de Mercy, porque el tipo no le llegaba como Lincoln y algunos de los trabajadores del rancho ya lo habían hecho. —Sólo dándole a Rhinestone un poco de amor. —Red salió del puesto, dejó el cepillo a un lado y cerró la puerta—. ¿Necesitabas que hiciera algo? —Déjame ver tus manos. Fue una petición extraña, pero Red se los mostró a Mercy. —Justo lo que pensaba —dijo Mercy—. No tienes callos. Tus manos son suaves como las de un bebé. —Las liberó. —¿Qué significa eso? —El corazón de Red empezó a acelerarse, aunque no tenía ni idea de lo que estaba haciendo Mercy. No quería que su pasado fuera expuesto, no quería que nadie descubriera quién era realmente, lo que solía hacer, y cómo se suponía que estaba muerto. Era mejor así. Si ninguno de los hombres de Dávila sabía que estaba vivo, Red estaría a salvo. Por un momento Red dejó que sus recuerdos volvieran a ese fatídico día en el que había volado a Maple Grove para ayudar a un amigo. Había estado intentando descifrar la contraseña del USB cuando aparecieron unos hombres desagradables. Hombres que habían trabajado para Dávila. Habían usado a Red como peón para que Arturo saliera de su escondite. Tembló mientras empujaba esos recuerdos fuera de su mente, sin querer pensar más en ellos. Mercy no se mordió la lengua. —Sólo significa que no estás acostumbrado a trabajar duro. —Se apoyó en la valla de madera y cruzó los brazos—. ¿De dónde eres, Red? ¿Qué hacías antes de llegar a este rancho?

—Era vendedor de coches usados. —Red se alejó, saliendo de los establos. Pensó que podía mantener su anonimato aquí, pero parecía que Mercy quería descubrirlo. —¡Espera! —Mercy corrió para alcanzarlo—. Lo siento. Eso fue muy entrometido de mi parte. No me importa de dónde eres o qué hiciste, siempre y cuando no seas un asesino en serie. No me hagas dormir con un ojo abierto. Red se detuvo y miró fijamente al tipo. —Puedo asegurarle que no tengo intención de matar a nadie. El dolor laceró el pecho de Red. Presionó una mano contra él mientras las imágenes de él sentado en esa silla en la cocina, siendo apuñalado, luego disparado dos veces, atravesaban su mente. La agonía, el olor de su propia sangre, arrastrándose por la puerta trasera sin estar seguro de si lo atraparían y acabarían con él. —Oye, ¿estás bien? —Mercy puso una mano en el brazo de Red. Red arremetió, gruñendo a Mercy mientras alejaba al tipo. —¡No me toques! —No te voy a tocar. —La voz de Mercy estaba justo por encima de lo que se considera susurro—. Ya no. Sólo dime qué necesitas que haga, Red. No había nada que Mercy pudiera hacer. Red había estado lidiando con las pesadillas durante meses, y claramente, esas imágenes inquietantes ahora se deslizaban en su mente durante el día. —Sólo necesito aire fresco. —Red, estás al aire libre —señaló Mercy—. No creo que pueda ser más fresco que esto. Eso le sacó una sonrisa a Red. Maldijo en silencio y se frotó una mano en la cara, suspirando. —Lo siento, Mercy. No quise gritarte.

—No, no. —Mercy negó con su cabeza—. Está bien. Estoy acostumbrado a que los chicos sean gruñones. Mira con quién estoy emparentado. Sólo quiero ayudarte en todo lo que pueda. Red no quería pensar en Lincoln, ni en la profunda atracción que sentía hacia el hombre. No le serviría de nada. Red no planeaba quedarse. En primer lugar, ni siquiera estaba seguro de por qué había venido a este rancho. Red tenía un coeficiente intelectual sobresaliente pero no tenía idea de cómo volver del horror al que había sobrevivido. Esa sensación de agobio que, a veces, lo paralizaba. —Voy a volver al trabajo. —Ahora mismo Red necesitaba estar solo, para calmarse y purgar la sensación de ahogarse en su propia sangre. —Voy a hablar con Lincoln y ver cómo va el entrenamiento de Ladybug. Si me necesitas, sabes dónde estoy. Mientras Mercy se alejaba, la mirada de Red fue atraída por Lincoln, que guiaba al caballo por una larga cuerda. Ladybug pasó por encima de los postes de entrenamiento en el suelo y luego siguió adelante, manteniendo un ritmo lento y constante. Pero el enfoque de Red no estaba en el caballo. Estaba mirando la espalda inclinada de Lincoln y cómo esos vaqueros de mezclilla abrazaban tan bien al hombre. —¿Piensas aprender a domar un caballo? Red se sobresaltó ante el sonido de la voz de Jason. Él no había visto al peón de granja acercarse. Jason era de la altura de Red con una contextura más gruesa y tenía la cabeza cubierta de abundante pelo rubio. El tipo era muy guapo. —No, pero ver cómo se hace es fascinante. —Es una vista muy hermosa. —Jason dio una inclinación a su Stetson—. Será mejor que vuelva al trabajo.

Red no estaba seguro de si Jason estaba hablando de sí mismo o si estaba insinuando que Red tenía que dejar de quedarse quieto. El vaquero se acercó a la valla y se apoyó en ella, mirando a Lincoln con el caballo. Este no era el trabajo de Red. No hacía trabajos manuales, no es que haya nada malo en ello. Pero estaba dotado de un cerebro que podía leer cientos de líneas de código y recordarlo todo. Una memoria eidética. Si Red entendía lo que leía, nunca lo olvidaba. Y entendía la programación de los ordenadores. Era un segundo idioma para él. Eso era lo que extrañaba hacer. Aparte de ayudar a Mercy, Red no había visto un portátil en meses. En el mundo de la informática, ya era un dinosaurio. Red estaba ansioso por volver a estar en línea y hablar con sus amigos. Lo último que supieron de él, Red estaba volando a Maple Grove para hacerle un favor a un amigo. Pero estaba muerto, o se suponía que lo estaba. Incluso esa pequeña cantidad de tiempo en el obsoleto ordenador de Lincoln había emocionado a Red. Por un pequeño momento se sintió vivo de nuevo. Y ahora se dirigía a los establos para limpiar. A veces la vida te daba para chupar una gran polla gorda.

Capítulo Dos —Dime qué necesito comprar, y ¿lo reunirás todo para mí? Red suprimió la reacción de saltar cuando escuchó la voz detrás de él. Había estado arreglando parte de la valla, perdido en sus propios pensamientos, y sintiéndose en paz ahí fuera en el pasto, él solo. Había sido Adam Perry quien había mostrado a Red cómo arreglar la valla. Una demostración y Red tenía el procedimiento en marcha. Pero si pasara mucho más tiempo bajo el sol, Red 3 no sería por la versión abreviada de su nombre. Se llamaría Red porque se quemaría con el sol. Aunque estaba al aire libre con una agradable brisa, sudaba como un loco. Y ahora que Lincoln había aparecido, Red estaba sudando aún más. ¿Por qué el tipo tenía que ser tan condenadamente guapo? Era el epítome de vaquero varonil, y maldita sea, Red quería un pedazo del culo musculoso y bien puesto de ese hombre. —No sé demasiado sobre las cosas de ordenador. —Red bajó los alicates para alambre y se limpió la ceja sudorosa—. Sería mejor que contratara a un profesional. Sólo pensar en comprar el equipo y montarle a Lincoln un ordenador hizo que la sangre de Red bombeara. O podría haber sido lo cerca que estaba el hombre alto y fuerte a su lado. Red había hecho todo lo posible para evitar a su jefe, pero Lincoln siempre encontraba una razón para acercarse. —Parecía que sabías de lo que estabas hablando ayer. —Lincoln se arrodilló, sacó un par de guantes de trabajo de su bolsillo trasero y cogió la siguiente parte del alambre de púas que necesitaba ser reparado. Hizo un

3 Red. Significa rojo, pero en este caso usa la abreviatura de su nombre para hacer una broma. Se pondría rojo de tomar tanto el sol.

lazo en el extremo y luego agarró el pequeño rollo de alambre y lo pasó por el lazo. Red maldijo el hecho de que había hablado de sus habilidades en la oficina. Estaba tratando de olvidar esa parte de su vida. Si no hubiera sido por sus habilidades, nunca hubiera estado allí ese día, nunca hubiera sido apuñalado y disparado. El frío que siempre lo invadía cuando pensaba en eso se deslizaba a través de él. —¿Red? Red dio un paso atrás, obligándose a no frotarse los brazos. —Arreglar vallas es mi trabajo. Si no te importa, me gustaría volver a ello. Tampoco confiaba en sí mismo cerca de Lincoln. Joder, ¿por qué le atraía tanto el tipo? Lincoln estaba acurrucado frente a él, y lo único en lo que Red podía pensar era en abordarlo y besarlo hasta que ninguno de los dos pudiera respirar. Lincoln se puso de pie, cerniéndose sobre Red. —No conozco tu pasado, de lo que estás huyendo, y no es asunto mío. Si quieres que todos piensen que no eres muy brillante con los ordenadores, bien. Puedo guardar un secreto, Red. También tengo un montón de papeleo que necesita hacerse. Sólo te pido que me hagas un favor. La tentación fue abrumadora. Red dudó y luego negó con la cabeza. —No tengo ni idea de lo que estás hablando. No estaba siendo absorbido por esa parte de su vida. Se había acabado. No había lugar para la discusión. —Si es dinero... Una carcajada de risa irónica se escapó de Red. El dinero no era un problema. —No sabes cuándo rendirte, ¿verdad? Me contrataste como trabajador del rancho, y eso es lo que estoy haciendo.

Red se agachó y cogió el alambre de púas. Usó la tenaza, tan enfadado de que Lincoln tratara de curiosear, que perdió el control y el alambre se rompió, cortando a Red en la cara. Red cayó sobre su trasero, presionando una mano sobre su cara. —¡Joder! —Lincoln se puso de rodillas—. Déjame ver qué tan malo es. — El olor de su propia sangre desencadenó un destello de emociones que Red ya tuvo, y se alejó, su mano siguió presionando su mejilla. Joder, dolía como el infierno, pero todo lo que vio fueron esos tres hombres que le atacaron. Lincoln levantó las manos. —Estás a salvo, Red. Nadie va a hacerte daño. Sólo necesito echar un vistazo a la herida. Hablando de mostrar sus cartas. ¿Podría estar Red más jodido? Tragó con fuerza y bajó la mano. Se sentó quieto mientras Lincoln inspeccionaba su herida. —Vas a necesitar puntos de sutura. Necesito llevarte a la clínica. —No. —Red no podía arriesgarse a ir a la ciudad. No quería que nadie que lo viera, aunque nadie en Fever's Edge sabía quién era. Aun así, si esos hombres que habían intentado matarlo vendrían a buscarlo, Red quería que los residentes permanecieran ignorantes de su existencia. —Puedo hacer que el doctor venga aquí, o puedo coserlo yo mismo — ofreció Lincoln—. A menos que sepas cómo coserte a ti mismo. Sólo pensar en ponerle una aguja en la cara le daba náuseas. —Puedes hacerlo. —Entonces vamos a llevarte de vuelta a la casa. —Lincoln se puso de pie y ofreció su mano, pero Red la ignoró y se puso de pie por su cuenta. Había usado un todoterreno pero lo dejó mientras se dirigía a la camioneta de Lincoln y se subió a la caja4, en lugar del asiento del pasajero.

4 Caja. Es la parte trasera de los vehículos de 4 o más ruedas que va al aire libre.

Su jefe no dijo una palabra cuando se subió y los llevó de vuelta a la casa. Red se había quitado los guantes de trabajo y tenía una mano contra su mejilla ensangrentada. Cerró los ojos y se recordó continuamente a sí mismo que no estaba en esa silla de cocina, que un cuchillo no había sido clavado en su muslo. Que tampoco había recibido dos balas. Fue un corte hecho por un alambre de púas. Eso era todo. No había amenaza. No había hombres que quisieran matarlo. Nada de arrastrarse a un lugar seguro. Estaba en la camioneta de Lincoln, al aire libre, siendo llevado a que le cosieran la mejilla. Red saltó cuando llegaron, y se arrepintió del salto. Sus pies golpeando el suelo lo sacudieron e hicieron que su cara doliera aún más fuerte. Lincoln lo llevó adentro. —¿Qué demonios ha pasado? —Mercy preguntó cuando salió de la cocina, con los ojos bien abiertos, limpiándose las manos en su delantal—. ¿Por qué estás sangrando? —Lincoln me golpeó por no arreglar la valla correctamente —dijo Red. —Sé que es una mentira —dijo Mercy—. Tu compañero nunca... Los ojos de Mercy se ensancharon cuando Lincoln soltó un gruñido. —¿No tienes que hacer el almuerzo? —Lincoln no puedo aguantarse. —Creo que huelo mis galletas quemándose. —Mercy le dio la espalda y se fue. —Por aquí. Red siguió a Lincoln al baño de abajo. Esperaba que no lo metieran en la habitación con Lincoln considerando lo grande que era el tipo, pero la habitación era de buen tamaño. Red se sentó en la tapa del inodoro mientras Lincoln hurgaba bajo el lavabo. —¿Guardas un kit de costura en tu baño?

—Nunca se sabe qué tipo de heridas se sufrirán en un rancho. Muchos de mis trabajadores juran por su anonimato, como tú, así que me he convertido en un profesional en ser un médico de cabecera. —¿Alguna vez has cosido a alguien antes? —Red se negó a mirar a Lincoln ensartando una aguja curva. —Puedo hacerlo mientras duermo. —Lincoln se volvió hacia él—. Mantén tu cabeza hacia atrás. Esto va a doler como el infierno. Lincoln limpió la herida, secó la cara de Red y se acercó con su aguja. Red se inclinó hacia atrás. —No puedes moverte —advirtió Lincoln—. No quiero hacer más daño del que ya te has hecho. Ahora quédate quieto. Red se concentró en la cortina de la ducha mientras Lincoln presionaba una mano cálida y fuerte contra su mandíbula. Había campistas en varias escenas de la cortina, pequeños animales del bosque junto a la hoguera. —Respira hondo. Red contuvo la respiración. No sólo porque Lincoln se lo había dicho, sino porque el rico olor a cuero del tipo estaba causando estragos en los sentidos de Red. Lincoln sonrió. —He dicho que respires hondo, no que aguantes la respiración. Exhala antes de que te desmayes. Red expulsó el aliento, y el aroma de Lincoln invadió sus pulmones mientras respiraba. Se mantuvo firme, aun enfocándose en los campistas, y luego gritó cuando la aguja le atravesó la piel. —¿Quieres un poco de whisky para relajarte? —No me gusta beber. —Su inhibición disminuía y era lo último que Red necesitaba. Nunca había sido un gran bebedor. Sus amigos solían burlarse de él y lo llamaban “peso ligero”.

Su atención volvió al presente cuando Lincoln lo cosió de nuevo. Red apretó los dientes, deseando tener algo de novocaína. Estaba a segundos de desmayarse por el dolor. —Es un corte irregular Lincoln—. Voy a hacer todo lo posible para hacer una puntada limpia. No quiero estropear este precioso rostro tuyo. Red echó un vistazo. El tipo estaba muy concentrado, sus cejas tupidas, su mandíbula apretada. —Difícilmente llamaría preciosa a mi cara. —Tendré que discrepar. Ahora deja de hablar. Red nunca había estado tan cerca de Lincoln antes. Vio las suaves líneas alrededor de sus ojos, la mandíbula firme cubierta por una barba y un bigote de bajo perfil. Y cómo su camisa abrazaba y acariciaba sus músculos. —Casi termino. —El pulgar de Lincoln rastreó la línea de la mandíbula de Red—. ¿Cómo estás? Red frunció el ceño. —Me acabas de decir que no hable. La risa de Lincoln fue profunda y cálida. —Supongo que me contradigo a mí mismo. —Me duele la cara como el infierno —dijo Red. —Creo que sí. —Lincoln ató el hilo y la cortó—. Ahora la parte realmente dolorosa. Red vio cómo Lincoln sacaba el alcohol para desinfectar del botiquín. Vertió una buena cantidad en la cara de Red, haciendo que Red gritara como un tonto. —¡Me cago en la leche! —Red le abanicó la cara mientras saltaba y se mecía hacia adelante—. Supongo que mi carrera de modelo ha terminado. — Se giró y se estrelló contra Lincoln.

Lincoln agarró la parte superior de los brazos de Red. —Tranquilo. —Acabas de prenderme fuego en la cara —dijo Red—. Se me permite saltar como un lunático. —Déjame ponerle una venda para que la suciedad u otras cosas no entren en la herida. Red se sentía como un yo-yo. Quería quedarse y dejar que Lincoln lo tocara como quisiera, y a la misma vez quería huir de la loca atracción que sentía hacia él. Decidió quedarse y dejar que Lincoln terminara de remendarlo. —¿Parezco el monstruo de Frankenstein? —Red tocó la gasa e hizo una mueca de dolor. —Creo que tu lesión te hace parecer un pirata renegado. —Lincoln guiñó un ojo mientras guardaba el botiquín de primeros auxilios—. Puedes contarle cualquier historia impresionante a los demás, no te voy a contradecir. —Les diré que Rhinestone y yo tuvimos una pelea y se convirtió en un duelo. Lincoln se rio. —Creo que deberías usar otro caballo. Rhinestone no hace que tu historia parezca lo suficientemente dura. Red resopló. —¿Debo decir que me pateó el trasero un caballo llamado Ladybug? Eso hizo que Lincoln se riera aún más, lo que hizo que Red se riera. Hacía mucho tiempo que no se reía así. No era mucho, sólo unas carcajadas, pero se sentía bien dejar que sus miedos desaparecieran, incluso durante un instante. —Necesitas tomarte un descanso del trabajo. Te traeré un poco de té helado. Mercy hace el mejor té.

La sonrisa de Red se desvaneció. No quería conocer a Lincoln. Red no estaba en un buen lugar, y no necesitaba que su jefe se involucrara en su lío. —Creo que debería volver al trabajo. Lo que Red realmente quería hacer era volver a la barraca y descansar. La herida de su cara todavía palpitaba, y quería poner distancia entre ellos. Esa maldita atracción tangible que se aferraba en el aire entre ellos. —No puedo dejarte trabajar después de que te hayas lesionado. — Lincoln le dijo a Red para que saliera del baño—. Tómate el resto del día libre y descansa. Red no iba a discutir con esas órdenes ya que era exactamente lo que había estado pensando. —Gracias. —Red señaló su cara—. Por salvar mi fea cara. ¿Qué era una cicatriz más? Cuando llovía, el muslo donde habían apuñalado a Red dolía como una perra, así como los dos agujeros de bala curados en su pecho. Al ritmo que iba, Red realmente se vería como el monstruo de Frankenstein. Lincoln tocó la mejilla de Red. —Feo, no te describe, Red. Pan caliente con mantequilla derretida. Lluvia refrescante en un día abrasador. Red no tenía ni idea de qué estaba hablando Lincoln. Se rio nerviosamente mientras caminaba hacia la puerta principal. —Estaré listo para terminar esa cerca a primera hora de la mañana. —Me sentiría mejor si te llevaras a alguien contigo. —Lincoln lo acompañó a la puerta—. Que Jason te ayude. Red asintió con la cabeza y salió rápido por ello, antes de ceder a sus deseos y rogarle a Lincoln que lo besara.

Lincoln vio como Red se acercaba al patio trasero. Su compañero sonrió a algunos hombres y miró a su alrededor, como si estuviera perdido. —Creo que voy a ir a rescatarlo. No querrás que se asuste y se vaya. — Mercy se fue al otro lado del patio mientras Lincoln le daba la vuelta a las hamburguesas y movía los perritos calientes. El humo salía de la parrilla, persiguiendo a Lincoln sin importar donde estuviera parado. Había pasado un día entero desde su accidente, y Red todavía llevaba la venda en la cara. Lincoln necesitaba echarle un vistazo. No quería que ningún tipo de infección se presentara. La verdad es que se sorprendió de que Red apareciera. En cualquier otra ocasión en que Lincoln había hecho una barbacoa, Red se había mantenido alejado. Era algo que a Lincoln le gustaba hacer por sus trabajadores para mostrar su aprecio. —Yo me haré cargo. —Mercy regresó, Red a remolque—. Yo soy quién tiene las habilidades de la parrilla. Lincoln resopló. —Ya quisieras. Puedo cocinarte mejor en la parrilla cualquier día de la semana. —Pero no en la cocina. —Mercy señaló un hecho. Carne, Lincoln podría cocinarla. Cualquier otra cosa y la quemaría o no la cocinaría. La última vez que intentó hacer pasta dejó que se cocinase demasiado. Le había llevado un tiempo después de eso para disfrutar de la pasta nuevamente. —Te dejo al cargo. —Lincoln se volvió hacia Red—. Quiero echar un vistazo bajo tu vendaje para asegurarme de que tu piel no está caliente, hinchada, o que no sale pus.

—Mordaza —dijo Mercy—. Ahora has arruinado mi apetito. —Hola, jefe. —Jason se acercó y le sonrió a Lincoln—. Me alegro de poder comer algo de lo que has cocinado hoy. —Mercy se hará cargo de la parrilla. —Lincoln persuadió a Red hacia la casa. —Creo que Jason está enamorado de ti —comentó Red—. Eres de todo de lo que habló hoy. —¿Jason? —Lincoln miró por encima del hombro para ver que Jason le sonreía—. No, es sólo un buen tipo. —Si tú lo dices. —Red lo siguió hasta la casa. Lincoln se sorprendió de que su compañero no discutiera sobre alguien que se preocupaba por él. No es que Red hubiera discutido ayer, pero había hecho todo lo posible para evitar a Lincoln desde que empezó en el rancho. Después de que Red se sentó obedientemente en la tapa cerrada del inodoro, Lincoln retiró el vendaje. —Voy a limpiarlo de nuevo. Sólo para estar seguros. —Diablos, no. —Red saltó y retrocedió—. No permitiré que me incendies la cara otra vez. —Siéntate, gran bebé. Esta vez voy a usar peróxido. Juro que el peróxido no duele. Sólo burbujea mucho si la herida está sucia. —¿Se ve bien? —preguntó Red. —No está rojo o hinchado. —Entonces ahí lo tienes —dijo Red—. No hay necesidad de torturarme. Red no tenía idea de las formas en que Lincoln quería torturarlo. En la cama, en la parte de atrás del sofá, en la mesa de la cocina. En cualquier lugar donde pudiera inclinar al tipo. Lincoln entrecerró los ojos. —¿Necesito luchar contigo?

Joder, ahora estaba medio duro e intentaba controlar a su tigre para que no se soltara. Una chispa iluminó los ojos verdes de Red. Lincoln trató de no darle mucho significado a esa mirada, porque ya deseaba que Red se bajara los pantalones en el baño y le rogara a Lincoln que se lo follara. —Lo haré yo mismo. —Red extendió su mano y movió sus dedos. Lincoln entregó la botella. —Tal vez si haces un buen trabajo podemos cambiar la gasa por una tirita de Snoopy. Red se calmó y miró a Lincoln a través del espejo. Lincoln temía haber ido demasiado lejos por el pliegue entre las cejas de Red. —No me conformaré con nada menos que una de Iron Man o una tirita de Thor5. Lincoln sonrió. —Veré qué puede hacer Mercy al respecto. —¿Mercy es tu recadero? —Red usó una gasa para atrapar el peróxido mientras lo vertía sobre su mejilla. —Es el cocinero, que le encanta. Nunca le pediría a mi hermano que hiciera algo despreciativo o algo que no quisiera hacer. A Mercy le encanta hacer viajes a la ciudad. A través del espejo Lincoln vio la expresión de Red apagada. Las piezas del rompecabezas estaban empezando a encajar. La mención del doctor había tenido la misma reacción. ¿Era el propio pueblo? ¿Tenía Red miedo de ser visto? ¿Por qué? Pero Lincoln había aprendido una valiosa lección ayer. Husmear en la vida de Red fue respondido con resistencia y rabia. Pero maldición. Lincoln se moría por abrazar a su compañero, para tenerlo cerca hasta que Red se 5 Iron Man y Thor. Son dos superhéroes de Marvel.

sintiera lo suficientemente cómodo como para decirle qué demonios estaba pasando. ¿Por qué Red escondía cosas, como si fuera un fugitivo a la fuga? —Creo que lo has limpiado. —Lincoln rozó su cuerpo contra el de Red para recuperar la botella. Red tomó un rápido aliento. Lincoln retrocedió e hizo suficiente espacio para que su compañero huyera de él. Y eso fue exactamente lo que hizo Red. Lincoln maldijo cuando puso la botella de nuevo en el botiquín. Luego Red metió la cabeza en el baño, con un aspecto completamente serio. —Olvidé mi tirita de Snoopy. Escondiendo su sonrisa, Lincoln sacó la pequeña caja del contenedor de primeros auxilios y se la arrojó a Red. —No te la pongas del revés. —Sin promesas —dijo Red antes de irse. Cuando Lincoln logró salir, ayudó a Mercy en la parrilla. —Necesito que corras al pueblo. Red quiere tiritas Marvel. Mercy estalló en risas. —Cada vez me gusta más. Lo pondré en mi lista de compras para mañana. Por el rabillo del ojo, Lincoln vio a Red sentado con Jason y Brett. Jason miraba fijamente al compañero de Lincoln mientras Brett hablaba animadamente con sus manos. ¿Había algo cierto de lo que Red había dicho? ¿A Jason le gustaba Lincoln? El tipo había estado trabajando en el rancho durante más de dos meses, y honestamente, Lincoln nunca le había prestado atención innecesaria. —Iré a por los platos de acompañamiento para que podamos empezar la cena. —Mercy se fue, y Lincoln se esforzó por no mirar a Red mientras los demás estaban cerca.

Eso hizo que la tarde fuera muy larga.

Capítulo Tres A la mañana siguiente de la comida al aire libre, Red se miró en el espejo y observó la herida irregular de su mejilla. Lincoln no había hecho nada malo. Iba a haber una cicatriz, pero las líneas parecían sanas, diciéndole que no tendría mucho tejido cicatrizal para que la herida se viera mal. Estaba en el baño del barracón, los otros hombres ya se habían levantado y se movían. Red no estaba acostumbrado a esta mierda de madrugada. Los pájaros ni siquiera habían empezado a cantar y todavía estaba oscuro. Estaba acostumbrado a dormir hasta las diez de la mañana antes de levantarse y comenzar lentamente su día. Eso era lo que le encantaba de ser su propio jefe. Red había fijado sus propios horarios, y nunca consistían en levantarse al amanecer. Puso una tirita de Snoopy sobre la herida, teniendo que usar unas cuantas para cubrirla. Pudo haberse quedado con la gasa, pero... maldición. Ya sea que a Red le gustara admitirlo o no, había elegido las tiritas porque Lincoln se había burlado de él por ellas. Jason entró en el baño, que era del tamaño de un pequeño vestuario, incluyendo una larga fila de duchas y un largo mostrador con cuatro lavabos. —Estoy bastante seguro de que aún puedes hacerle la pelota a Lincoln con ese corte en la cara. —Jason se quitó el pijama y se metió en el primer puesto—. Claramente Lincoln tiene estándares bajos. Red apretó su mandíbula. No iba a discutir con el imbécil. Desde que Lincoln llevó a Red a su casa ayer para examinar su herida, Jason estaba muy enfadado. Red normalmente no se metía en altercados verbales, y no iba a empezar ahora. Deja que el tipo se enfurruñe. Su comportamiento era infundado. Era puramente profesional entre Red y Lincoln, y Red planeaba mantenerlo así.

Red limpió su desorden y salió del baño, ya se había duchado, y se unió a los otros hombres en la mesa. Esta era la mejor barraca que Red había visto. Pero, también era la primera que había visto. Todo era de madera oscura, las camas en hileras como en un barco naval. Incluso tenían cortinas de privacidad en sus literas. La cocina era pequeña pero moderna y elegante. —Buenos días —dijo Brett mientras le entregaba un plato a Red—. ¿Cómo está la cara? —No se ha caído todavía. —Red se sentó en la mesa de picnic. Uno de los otros tipos, Roger, asintió con la cabeza mientras llenaba el plato de comida. —Lincoln es muy bueno arreglando heridas. Hace unos meses me corté la pierna y él la arregló. Apenas se nota una cicatriz. ¿Por qué carajo Red estaba celoso de la idea de que Lincoln tocara a Roger? Apisonó la extraña emoción mientras comía su comida. También estaba pensando en su apartamento que había dejado atrás. La vida en la ciudad, la fiesta con sus amigos, lo fuera de contacto que estaba con su mundo cibernético, y lo mucho que le apetecía volver al juego. También echaba de menos sus malditos aparatos. Toda la última tecnología, cosas por las que la gente babeaba porque no podían permitirse la mayoría de las cosas. Extrañaba jugar con su dron Mavic 2 Pro, extrañaba escuchar sus ritmos mientras jugaba sus videojuegos, y extrañaba hackear cosas sólo para probar que podía hacerlo. Aunque había frenado ese impulso hace un tiempo cuando casi lo atrapó la Seguridad Nacional. A Red le gustaba probar sus habilidades, pero no le gustaba la prisión. Nada en el rancho lo desafiaba, y las tareas serviles producían callos en las manos de Red. Pensó en cuando Mercy le había mirado las manos. El tipo había sido muy preciso cuando dijo que Red no estaba acostumbrado a los trabajos manuales. Pero ésa era otra pista que Red no quería que nadie juntara.

Redford Cohen había muerto en esa casa ese día, y ahora Redford Wailing estaba vivo, pero era muy miserable. No había sido capaz de dejar ir el nombre de Redford. Había sido el nombre de su padre, y Red había amado al hombre hasta la muerte. Además, habría sido raro que lo hubieran llamado por otro nombre. Los pensamientos de Red se interrumpieron cuando Adam Perry entró en la barraca. El tipo era alto, delgado, bronceado por días y días de sol, y tenía una mirada cincelada y un verdadero estilo vaquero. —Lincoln quiere verte. —Miró a Red, aunque Red casi se pierde lo que dijo porque el tipo hablaba muy bajo. Había oído que a Adam le habían roto la mandíbula demasiadas veces, y ahora apenas podía moverla. —¿A mí? —Red bajó el tenedor, preguntándose por qué Lincoln querría verlo tan temprano en la mañana. —La mascota del jefe —dijo Jason mientras se unía a ellos en la cocina. Por segunda vez esa mañana, Red se mordió la lengua. —Déjalo —argumentó Brett—. Lincoln es amable con todos. Red no necesitaba que nadie peleara sus batallas. Se levantó, vertió los restos de su comida en el triturador de basura y se fue, evitando activamente la mirada de Jason. Adam lo llevó a la casa y lo dejó en la puerta principal. Red miró hacia la casa victoriana blanca. Algunas de las luces ya estaban encendidas. Se quedó sin aliento y subió las escaleras. Antes de que pudiera llamar, Mercy abrió la puerta. —Sálvalo antes de que se derrumbe por completo. —Llevó a Red a través de la casa—. Supongo que pensó que volvería a intentarlo con el ordenador, y ahora lo ha destrozado. Red se detuvo en su camino, ignorando el olor de las galletas recién horneadas. —Te lo dije, Mercy. Mis conocimientos son limitados. Mercy se volvió, mirando a Red. La pequeña mierda parecía feroz.

—No te pido que nos cuentes la historia de tu vida. Guarda tus secretos. Todo lo que te pido es que ayudes a Lincoln. —Levantó la mano cuando Red abrió la boca—. Corta el rollo. No tienes que decir nada. Sólo ayúdalo, por favor. Esto no era una emergencia. Lincoln no iba a morir si no conseguía un ordenador nuevo. Diablos, probablemente podría ir a la ciudad y encontrar a alguien con conocimientos promedio que lo ayudara. Mercy tocó el brazo de Red. —Por favor. Joder. Red se frotó un dedo sobre su ceja. Llevaba un mes en el rancho y Mercy y Lincoln no habían sido más que amables con él. Miró a Mercy a los ojos. —Nadie se entera de mis habilidades, ¿entendido? Los ojos de Mercy se iluminaron. —¡Tienes mi palabra! Mis labios están sellados. Red maldijo el hecho de que los ojos de un cachorrito de perro lo habían hecho ceder. No, era más que eso. Lincoln necesitaba la ayuda de Red, y después de que Lincoln lo hubiera remendado, era lo menos que Red podía hacer, aunque tenía el presentimiento de que se arrepentiría de esta decisión.

—Es inútil tratar de arreglar esto. —Red miró fijamente el monitor en el suelo—. Pediré lo que necesite y lo montaré por la noche. Lincoln no estaba orgulloso del hecho de que dejara que sus frustraciones sacaran lo mejor de él. Llevaba una semana de atraso con su

papeleo, y agregar que Red había mantenido su distancia sólo había alimentado sus frustraciones. Ahora su monitor estaba en ruinas, la pantalla se había roto. —Aprecio que me ayudes. —No era necesario que Red viniera a la casa. No tan temprano, al menos. Pero Lincoln quería ver a su compañero, necesitaba tenerlo cerca, y estaba cansado de andar de puntillas a su alrededor. Algo tenía que ceder. Pero si le preguntaba a Red de qué estaba huyendo, su compañero se cerraba a él. Era la cosa más enloquecedora con la que Lincoln tenía que lidiar. Mercy tomó la mano de Red. —Ven a desayunar con nosotros. Red liberó su mano. —Acabo de comer en la barraca. Mercy parecía apagado. —Pero nunca has probado mis galletas. No has vivido hasta que las has probado. —No lo fuerces —dijo Lincoln—. Ya lo has oído. Ya ha comido. Red puso los ojos en blanco. —Supongo que tengo que probar tus galletas si realmente quiero saber cómo vivir. —¡Ese es el espíritu! —Mercy miró a Lincoln y le guiñó un ojo cuando Red salió de la oficina—. Os reuniré de una forma u otra, aunque tenga que complacer a tu chico con mi comida. Lincoln ya había decidido tomar un enfoque más agresivo. Esperar a que Red diera una señal no funcionaba. Lincoln esperaría hasta que su compañero fuera viejo y con canas si seguía a este ritmo.

Se unió a ellos en la cocina. Red estaba sentado en la isla, sus brazos descansaban frente a él mientras Mercy ponía una gran galleta en un plato y untaba un poco de mantequilla por encima. —Esto es lo segundo después del sexo. —Mercy se rio de él cuando le entregó el plato. Se sonrojó, y Lincoln hizo retroceder un gruñido. —Toma asiento —le dijo Mercy—. Necesitas alimentarte antes de comenzar el día. Lincoln se sentó junto a su compañero, sin importarle que su brazo casi tocara el de Red. Quería que su compañero se acostumbrara a su cercanía, que se acostumbrara a él. Red miró a Lincoln y luego rápidamente miró hacia otro lado. Estaba tenso por el conjunto de sus hombros, así que Lincoln no dijo una palabra. Sólo dejó que notara su presencia. Se retorcía de dolor por el deseo de atraer a Red contra su pecho, y le mataba mantener las manos quietas. —Y aquí hay una taza de café caliente —dijo Mercy—. Aunque hoy se alcanzarán treinta y dos grados centígrados. Red asintió con la cabeza para agradecer. —No estoy acostumbrado a salir cuando hace calor. No trabajo en él — confesó—. Podrías llamarme un sumiso del aire acondicionado. —Se rio—. Esto definitivamente está probando mi resistencia. —Yo soy igual. —Mercy abrió una galleta, y Lincoln vio como el vapor se extendía—. Antes de mudarme aquí, vivía en la ciudad. Corría de un aire acondicionado a otro. No puedo decir que me he acostumbrado al calor o a trabajar fuera, pero me quemo menos. —Eso es porque te mimaron —le dijo Lincoln a Mercy. Su hermano le echó una mirada de reojo. Mercy pudo haber sido mimado, pero el imbécil de su ex-novio también había abusado de él, y Lincoln quería patearse a sí mismo por haber sacado el tema. Era la razón por la que Mercy había huido al rancho.

Mercy fue a la nevera y trajo algo de crema para su café. —Asegúrate de usar protección solar —le dijo a Red—. Sé que llevas aquí unas semanas, pero el tiempo está cambiando mucho, y no quiero que te desmayes o te quemes. La línea de trabajo de Lincoln era la cría y el entrenamiento de caballos. El esperma de Rhinestone había sido muy codiciado antes de que se retirara. Ahora era Black Lightning, uno de los descendientes de Rhinestone, quien proporcionaba el tan buscado esperma. También había algo de ganado, aunque no mucho. Lincoln los criaba para obtener carne de alta calidad. Lincoln no siempre había dirigido un rancho. Hace 20 años había estado en el ejército, y antes de eso, había trabajado en la construcción en diferentes ciudades durante casi 50 años. El trabajo duro y él no eran unos extraños. Mercy dio una palmada en el mostrador de la isla. —Tierra a Lincoln. No se había dado cuenta de lo ensimismado que estaba en sus pensamientos. Mercy y Red lo miraban fijamente. —¿Eh? —No importa —dijo Mercy—. Iré a ver quién está en la puerta principal. Puedes volver a perderte dentro de tu propia cabeza otra vez. —¿Alguien llamó a la puerta? Red asintió con la cabeza. —Necesito comenzar mi día. —Se deslizó de su taburete y puso su plato y su taza en el fregadero—. Gracias por el desayuno. Pediré tus cosas en mi hora de almuerzo.

Después de que Red dejara la cocina, Lincoln fue a ver quién había llamado. Jason se quedó mirando a Red. —¿Qué pasa? —preguntó Lincoln. Tan pronto como Jason lo vio, sus ojos se iluminaron. Joder, Red tenía razón. No se podía negar la mirada deslumbrante. Lincoln no había hecho nada para atraer la atención de Jason. Claramente, también había sido un idiota al no darse cuenta de los sentimientos del tipo. Ahora que Lincoln lo pensaba, Jason siempre venía al corral donde se entrenaban los caballos cuando Lincoln estaba allí. Siempre estaba sugiriendo que fueran a comer a la ciudad. Lincoln no había pensado nada de eso. Muchos de los chicos iban al pueblo a cenar. Ahora que se había dado cuenta, Lincoln pondría aún más distancia entre ellos. No quería que Red se hiciera una idea equivocada. —¿Hay alguna razón por la que te hayas pasado por aquí? —le preguntó a Jason. —Adam me envió a buscarte —dijo—. Dice que Rhinestone no está bien. Aunque el caballo estaba retirado, Lincoln todavía se preocupaba profundamente por él. —¿Dijo que le preocupaba? Jason se encogió de hombros. Red ya había salido de la casa, y la mente de Lincoln se dividió entre el caballo y su compañero. Tomó su teléfono de donde lo había dejado en la puerta de entrada anoche y se dirigió hacia afuera, Jason siguiéndolo.

Red metió su móvil en el bolsillo. Hizo una cuenta en Amazon a nombre de Lincoln y tenía todo lo que su jefe necesitaba en el carro de compra virtual. Todo lo que Red necesitaba era la información de la tarjeta de crédito de Lincoln para completar la compra. Pero hablaría con Mercy sobre eso. No era que Red tuviera miedo de hablar con Lincoln, pero cada vez que estaban cerca, el coeficiente intelectual de Red bajaba. Sus palmas se volvieron húmedas, y su corazón se aceleraba un poco. Como cuando estaba sentado comiendo su galleta. Red había tratado de pensar en algo para decirle al tipo, trató de pensar en una manera de entablar una conversación, pero su inteligente cerebro se había ido a la mierda. ¿Y por qué debería intentarlo? No era como si Red se fuera a quedar por aquí. No era como si pudiera decirle al mundo que estaba vivo. Se le formó hielo en el estómago al pensar que esos hombres pudieran volver a por él. Ni siquiera podía comprobarlo por internet porque no sabía sus nombres. Era mejor permanecer en las sombras, mantener un perfil bajo, y tal vez algún día podría volver a su antigua forma de vida. Red había vuelto a arreglar la valla, esta vez con cuidado. No necesitaba una cicatriz a juego en el otro lado de su cara. El sol lo golpeó mientras se perdía en su trabajo. Lástima que no hubiera aire acondicionado portátil. Red tendría uno a su lado. Cuanto más tiempo trabajaba, más calor hacía. Ya se había bebido las dos botellas de agua que había traído.

Red estaba sudando como loco, y su piel se sentía tensa. Se había quitado la camisa para tratar de refrescarse, pero ahora se sentía como si el sol le hubiera quemado la espalda y los brazos. —Deja de ser un idiota y vuelve a la barraca para refrescarte al menos durante un momento. Colocando sus herramientas en el suelo, Red se había girado hacia el todoterreno cuando una ola de mareos le hizo balancearse. Su cabeza zumbaba, y todo se arremolinaba cuando Red golpeó el suelo. —Creo que se está despertando. Red gimió mientras se frotaba una mano en la frente y luego se quejó y la retiró. Le dolió tocar su cara. —¿Cómo te sientes? —era Mercy. Red abrió los ojos y vio no sólo a Mercy sino también a Lincoln de pie sobre él. —¿Qué pasó? —Te desmayaste bajo el sol —dijo Mercy—. ¿No te dije que te mantuvieras fresco mientras trabajabas? —Había un toque de pánico en su voz—. Si Lincoln no hubiera ido a ver cómo estabas, no se sabe qué habría pasado. —¿Me salvaste? —Red se sorprendió. Joder, su garganta estaba seca como el infierno y se sentía como si hubiera tragado arena. Mercy cogió un vaso de agua de la mesa de café, y fue entonces cuando Red se dio cuenta de que estaba en su casa. —Bebe despacio. Red tomó unos sorbos y luego cerró los ojos y se recostó. Luego sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta de que aún no tenía la camisa puesta. Mercy y Lincoln verían las dos cicatrices de los agujeros de bala. Querrían hacer preguntas, averiguar cómo se las había hecho Red.

Trató de sentarse, pero Lincoln puso una mano pesada sobre el pecho de Red. —Despacio. Necesitas descansar y recuperarte. Casi tuviste un golpe de calor. —Tuvo uno —dijo Mercy—. Te hubiéramos llevado a la clínica, pero sabíamos que protestarías como cuando te heriste en la cara. Argumenté que debíamos ir de todos modos, pero el señor Obstinado te trajo aquí. Lincoln siguió salvando el trasero de Red. Incluso había tomado en consideración el miedo de Red a ir a la ciudad. Aun así, Red no podía permitirse enamorarse del tipo. —Gracias. Lincoln cogió una manta liviana del fondo del sofá y se la dio a Red. —Descansa el tiempo que necesites, pero no trabajarás el resto del día. —Yo lo escucharía si fuera tú. —Mercy guiñó un ojo—. Puede ser un verdadero tigre cuando se irrita. —Prometo descansar. —Red se arrojó la manta sobre el pecho—. Pero no puedo hacer eso con ustedes dos rondando por ahí. —Estaré en mi oficina tratando de resucitar mi ordenador —dijo Lincoln. Eso le recordó a Red. Tan pronto como Lincoln salió de la habitación, Red sacó su teléfono y le mostró a Mercy. —Sólo necesito la información de su tarjeta de crédito. Mercy lo miró. —No tienes que preocuparte —dijo Red acerbamente—. No voy a robar la información. —No es eso. —Mercy puso la manta alrededor de Red—. Eres un hombre muy misterioso, Red. Sólo estoy tratando de entenderte.

—No lo hagáis. —Red bajó la cabeza mientras Mercy llenaba la información por teléfono. Red estaba ligeramente sorprendido de que Mercy se supiera de memoria la información de la tarjeta de crédito. —Aquí tienes. —Le devolvió el teléfono a Red—. Te traeré un vaso de agua fresca. Mercy se levantó del borde del sofá y salió de la habitación. Red miró hacia donde Lincoln había caminado por el pasillo. Se protegió con la manta, ajustándola a su alrededor, acomodándose en el suave sofá mientras se preguntaba si tal vez era el momento de seguir adelante.

Capítulo cuatro —Esto parece Navidad. —Con una taza de café en la mano, Lincoln se apoyó en el marco de la puerta de su oficina y vio como Red abría una tonelada de cajas—. ¿Seguro que tienes suficientes cosas? —Sólo pedí lo que necesitaba. —Red estaba sentado en el suelo entre partes del ordeandor que Lincoln no podía ni nombrar. Pero los ojos de su compañero estaban iluminados, y tenía una sonrisa en su rostro—. Podría tomarme el resto del día para armar todo esto y ponerlo en marcha. Lincoln no tenía ningún problema con eso. Con Red en su oficina, se aseguraba de que no se lesionara o se desmayara con el calor. Y hoy era otro día de mucho calor. Ni siquiera Lincoln trabajaba fuera. Dejó los caballos en el establo con el aire conectado y le dijo a los hombres que se aseguraran de tener mucha agua y protector solar mientras trabajaban en sus diversas tareas. —Tómate tu tiempo—. Lincoln miró a Red, y su polla se volvió medio dura. Su compañero era una vista hermosa. Alto, delgado, con una cabeza llena de cabello castaño-rojizo y los más bonitos ojos verdes. Pensó en las cicatrices de los agujeros de bala que había visto en el pecho de su compañero, y Lincoln quería saber la historia detrás de ellos. Red había estado en el rancho durante semanas y Lincoln todavía sabía muy poco de él. Red lo miró. —Nunca pregunté qué le pasó a Rhinestone. ¿Está bien? —Hice que el veterinario viniera a verlo ayer mientras tú descansabas en el sofá. Es un dolor muscular. El veterinario le dio algunos suplementos para eso. Rhinestone es viejo y no le gusta moverse mucho. Tengo a Adam llevándolo a pasear por la mañana para ayudarlo a relajarse. Red asintió con la cabeza.

—Las mañanas son la mejor hora. Lincoln movió una silla que había estado frente a su escritorio cerca de la puerta, asegurándose de mantener suficiente distancia entre ellos, y se sentó. —Tiene veinticinco años, y estoy tratando de hacer que su vida y los días restantes sean cómodos. A veces se pone tan terco, que se niega a salir al pasto a pastar y a hacer ejercicio. Mercy entró con un plato de sándwiches. Eran más de las doce, y Lincoln se moría de hambre. Su hermano lo había malcriado con su horario de comidas, y Lincoln se había acostumbrado a comer a cierta hora. —Traigo algo para nutrirlos. —Puso la placa en el escritorio—. Volveré con bebidas. —Gracias. —Red se levantó y cogió un sándwich del plato mientras Mercy salía—. Tu hermano es una joya. Y tú también. Lincoln asintió con la cabeza cuando Red recogió el plato y se lo entregó. —Él significa todo para mí. Red se sentó de nuevo, cruzó las piernas y puso su sándwich en su rodilla. Se sentaron en un silencio de compañía mientras Lincoln miraba a su compañero trabajar. No había duda de la alegría en su rostro, especialmente cuando movió todo al escritorio y comenzó a escribir. Había paz en él, como si trabajar con ordenadores fuera lo que le daba la base y le traía felicidad. Red estaba tan absorto en su trabajo que no había dicho nada acerca de que Lincoln estuviera en la habitación. Para ser honesto, parecía como si Red hubiera olvidado que Lincoln estaba allí. Ni siquiera miró hacia arriba cuando Mercy trajo sus tés helados, no reconoció que Mercy le dio el vaso. —Definitivamente está en su propio mundo —comentó Mercy antes de irse. Esta fue la primera vez desde que conoció a su compañero que Lincoln pudo mirarlo fijamente sin que Red encontrara una razón para salir

corriendo. No es que estuviera siendo espeluznante al respecto. Sólo le gustaba ver trabajar a Red. Tenía un enfoque sobre él que Lincoln no había visto antes en su compañero. Era la llamada de Red. Su compañero finalmente miró hacia arriba, y sus ojos se abrieron ligeramente, como si se sorprendiera de que Lincoln estuviera todavía en la habitación. —No tienes que sentarte ahí. Confía en mí, este trabajo es aburrido. Lincoln no iba a ser expulsado de su propia oficina. —No me importa. Ver mi ordenador siendo montado es algo interesante. Eso no era del todo cierto, pero ver a Red montándolo era la parte interesante. —En este momento sólo estoy instalando sus discos duros, sistema operativo,

unidad

de

red,

software,

y

luego

tendré

que

hacer

actualizaciones. También voy a instalar el último programa de malware, que he ajustado un poco. A menos que navegues porno todo el día, no deberías preocuparte por contraer ningún virus. Lincoln se rio. —¿Instalando un virus por navegar en el porno? Red sonrió. Era genuino y cálido e hizo que el corazón de Lincoln se agitara. —Exactamente. Así que a menos que quieras un virus desagradable, mantente alejado de los sitios pornográficos. Parecía que Red se sentía más cómodo hablando de ordenadores. Parecía relajado, y su humor estaba saliendo a relucir. —¿Qué pasa si se contagia con un virus? ¿Serás tú el que haga de doctor esta vez? Red crujió sus nudillos.

—Lo eliminaré por ti, pero sólo porque pueda no significa que debas estar en sitios que no tienes edad para visitar. Eso hizo reír a Lincoln. Si Red supiera que Lincoln tenía ciento setenta y cinco años. —Esos sitios no son mi taza de té. —Bien. —Red volvió a meter la nariz en el ordenador. ¿Por qué Lincoln querría ver a otros teniendo sexo? Sólo lo haría querer más a su pareja, y como Red no estaba abierto a la idea todavía, Lincoln no iba a torturarse.

Red finalmente se sintió mejor. Dos días después de desmayarse, se despertó sin sentir que su piel estaba demasiado tensa para su cuerpo. Todavía no tenía ganas de trabajar bajo el calor. Había disfrutado del aire acondicionado ayer mientras instalaba el ordenador de Lincoln. Había estado en su zona de confort, sintiéndose finalmente vivo de nuevo. También había disfrutado de la tranquila compañía de Lincoln. El tipo no había hablado mucho, distrayendo a Red de su trabajo. Había sido cómodo, tener al vaquero sentado en la habitación con él. Pero en cierto modo, había sido una distracción. Red no había tenido sexo en varios meses, y joder, estaba muy caliente. Tener a un tipo tan guapo vigilándolo toda la tarde le hizo agradecer a Red que se sentara detrás del escritorio para esconder su erección. Se levantó, se duchó y se saltó el desayuno para ir a ver a Rhinestone. Red se había encariñado con el caballo y quería asegurarse de que se sentía mejor.

Todavía estaba oscuro cuando Red se dirigió de la barraca a los establos. Las anchas puertas corredizas ya estaban abiertas en ambos extremos, dando una sensación de frescura en el pasillo. Adam ya había puesto una cuerda en la mordedura de Rhinestone y lo estaba guiando hacia afuera. El caballo, incluso a su edad, se veía majestuoso al salir de su puesto. —¿Te importa si lo saco a pasear esta mañana? —preguntó Red. Adam lo miró sorprendido, como si no esperara que hubiera algo allí. —Lincoln me encargó sus paseos matutinos. Todavía era muy difícil de entender al tipo. Su mandíbula apenas se había movido. —Pero no me importa que quieras sacarlo. —Red se acercó y rozó con su mano el suave abrigo de piel de Rhinestone. Podía llevar a Rhinestone hacia las vallas y matar dos pájaros de un tiro. Red ya había planeado revisar las vallas en busca de cables rotos, y esta era la oportunidad perfecta para que el calor opresivo no lo afectara. Para cuando llegaron allí, los cielos deberían haberse iluminado, permitiendo a Red ver mejor. Adán miró fijamente a Red antes de entregarle la cuerda. —No lo hagas caminar muy rápido, y si se detiene, déjalo descansar. —De acuerdo. —Red tomó la cuerda y se dirigió fuera de los establos. Rhinestone caminó a su lado a un ritmo uniforme. —No te preocupes, muchacho. —Red dio una caricia en la nariz del caballo—. Iremos tan despacio como quieras. Les llevó casi media hora llegar a la línea de la valla. Cuando llegaron, Red se detuvo y dejó que el caballo descansara un poco. Había una cosa que disfrutaba al despertar al amanecer.

Ver salir el sol. Era la vista más hermosa que Red hubiera visto jamás, y aún no se había cansado de ella. También estaba tranquilo ahí fuera con la ligera brisa, la hierba meciéndose, solos él y Rhinestone. —Lástima que la vida no sea así. —Acarició el lateral de Rhinestone—. Tranquila y relajada. Red se dio vuelta la cabeza cuando escuchó que un vehículo de cuatro ruedas se acercaba. No pudo distinguir quién lo montaba, pero Rhinestone comenzó a dar un paso adelante y atrás, lloriqueando nerviosamente, con los ojos muy abiertos. —Vaya, chico. —Red mantuvo la cuerda bien sujeta. No quiso tener que explicarle a Lincoln que el caballo se había puesto nervioso y se había ido. Luego escuchó la relación de un disparo que resonó en la llanura. Rhinestone se acercó a sus patas traseras y se fue, tratando de arrastrar a Red con él. Red no tuvo más remedio que soltar la cuerda a menos que quisiera ser arrastrado. El sonido del disparo hizo que sus entrañas se congelaran y los recuerdos le golpearan. Red cayó y se acurrucó en posición fetal. No había ningún lugar donde pudiera correr. Todo era tierra abierta. Se cubrió la cabeza con los brazos y cerró los ojos, oyendo esa voz que le decía a Arturo que entrara en la cocina. Cuando Arturo se negó, el pistolero había disparado a Red. Su pecho se sentía como si estuviera en llamas. Red no pudo llevar suficiente aire a sus pulmones. Su cabeza golpeaba, junto con su corazón. —Tranquilo. Está bien, Red. Sólo soy yo, Lincoln. Esas palabras se negaron a registrarse. Red olía su propia sangre. Sintió el dolor, escuchó la voz burlona, probó la bilis en su garganta. —Red, mírame, cariño. —Una mano le tocó el brazo, y Red se sacudió, gimiendo mientras apretaba los brazos sobre su cabeza—. Había un coyote que se te echó encima. Tuve que dispararle. Estás a salvo.

Lincoln siguió hablándole suavemente, su voz tranquilizadora penetrando lentamente el miedo en el que Red se estaba ahogando. Entonces Lincoln llevó a Red a su regazo y lo sostuvo, lo acunó y continuó hablando con él. —¿Estamos solos? —La propia voz de Red sonaba extraña a sus oídos. —Sólo estamos tú y yo. —Lincoln deslizó su mano por la espalda de Red —. Respira profunda y lentamente. Muy lentamente, Red abrió los ojos. No estaba en la cocina de Arturo. No había ningún tipo malo a su alrededor. Sus heridas estaban curadas, no estaban frescas y sangrando. Enterró su cara en el pecho de Lincoln, aprovechando la fuerza

del

hombre, inundando sus pulmones con el olor masculino a cuero y fogata de Lincoln. —¿Cómo vamos? —La mano de Lincoln se deslizó por la espalda de Red y luego por su cintura. —Estoy llegando allí —dijo Red. Ya se había calmado, pero se sentía tan bien al ser abrazado, al tener los músculos duros rodeándolo. Había olvidado lo mucho que le gustaba tener un hombre envuelto a su alrededor. Lincoln pasó su mano sobre la nuca de Red y la sostuvo allí. —No importa cuánto tiempo tome. —Lincoln apoyó su mejilla contra la el pelo de Red—. Sólo somos tú y yo y este precioso amanecer. —Y un coyote muerto. Lincoln gruñó. —Eso también. Red inclinó la cabeza hacia atrás para preguntar cómo sabía Lincoln sobre el peligro, pero todo lo que vio fueron unos asombrosos ojos verdes que lo atrajeron y amenazaron con robarle el aliento.

Lincoln se inclinó, pero vaciló. Perdido en el torbellino de emociones que aún lo atenazaban, Red deslizó su mano a la parte posterior de la cabeza de Lincoln y lo derribó. Su beso provocó fuegos artificiales dentro de Red. Era lento, sensual y llenaba a Red de un deseo ardiente de ser conquistado por este hombre grande y fuerte. Lincoln alisó su mano en el costado de Red, lo giró y puso a Red de espaldas. Lincoln se estiró a su lado, sus labios hambrientos, su toque suave. Cuando Lincoln trató de alejarse, Red lo agarró con más fuerza, manteniéndolo en su lugar. —Sólo un segundo más. Red necesitaba más tiempo para perderse en Lincoln antes de que la realidad se estableciera y comenzara su día. Necesitaba este momento robado para sentirse como su viejo yo, para olvidar sus miedos y lo que le había pasado. Red gimió y presionó sus caderas hacia adelante cuando Lincoln presionó con una mano pesada contra el contorno duro de sus jeans. Red exhaló un respiro, presionando su polla hinchada contra la palma de Lincoln. ¡Dios sí! Esto era lo que Red quería, necesitaba, anhelaba. Lincoln desabrochó los vaqueros de Red y metió su mano dentro, enrollando sus dedos alrededor de la erección de Red. —Joder —Red gimió—. Libérame, por favor. Lincoln profundizó el beso mientras bombeaba su puño, presionando la almohadilla de uno de sus dedos en la cabeza sensible. Giró la muñeca, trabajando la polla de Red, llevando su necesidad cada vez más alto. Red estaba desquiciado, listo para desnudarse y ponerse de rodillas. Nada más importaba. Sólo Lincoln, su mano, y el orgasmo de Red en la cresta de la ola.

Red no se estuvo quieto y quiso responder a Lincoln. Le desabrochó su pantalón , y luego bajó la cremallera. Red quería una polla gorda en su mano, para recordar lo que se sentía al ser salvaje y loco y al no importarle. Le acarició la polla a Lincoln y gimió a la carne caliente y tan dura que era como seda revistiendo el acero. —Mierda, Red —Lincoln gimió contra sus labios—. Justo así, nene. Una ráfaga de lujuria se disparó a través de Red. Quería sentir la polla de Lincoln en su culo, golpeando contra él, pero dudaba seriamente de que el tipo tuviera un condón y un paquete de lubricante en su bolsillo. Cuando Lincoln usó su otra mano para bajar la parte de atrás de los jeans de Red y le dio unas caricias en su agujero, Red casi perdió su mente siempre amorosa. Se empujó hacia atrás, necesitando ser llenado. Dedo, polla, juguete, eso no le importaba a Red. Lincoln retrocedió y miró a Red a los ojos mientras hundía su dedo. Red jadeó y sus ojos se cerraron cuando Lincoln hundió ese grueso dedo, provocando una explosión dentro del cuerpo de Red. Red gritó, golpeando sus caderas hacia arriba mientras se corría. Su semilla se disparó por todas partes mientras Lincoln seguía acariciándolo. Por un momento, Red se había olvidado de la polla gorda que tenía en la mano. Se puso de lado y usó su semen para cubrir su mano. —¿Qué tal esto? —sonrió con suficiencia. Lincoln cayó de espaldas, empujando sus pantalones y ropa interior por sus muslos musculosos. —Joder, acaba conmigo, precioso. —Red se deslizó hacia su estómago y acarició el pesado saco de Lincoln, lamiendo la piel arrugada que se contrajo hacia el cuerpo del hombre. Bombeó su puño con un movimiento furioso hasta que Lincoln arqueó su espalda y gritó su liberación. Red puso su cabeza en uno de los muslos de Lincoln y maldijo a su libido por hacerle cruzar una línea que dijo que no cruzaría. Se había dejado llevar por el momento, había dejado que sus hormonas tomaran el control.

Pero Red no pudo encontrar en sí mismo el arrepentimiento de lo que acababan de hacer. Se había sentido atraído por Lincoln desde que puso un pie en el rancho, había querido al tipo, e incluso se había masturbado con las fantasías de ellos follando. —Ven aquí. —Lincoln se dio una palmadita en el pecho. Cuando Red se levantó, Lincoln se subió los pantalones y la ropa interior. Red descansó junto a Lincoln, colocando su cabeza en el pecho del tipo mientras el sol comenzaba a subir. Red se puso rápidamente en posición sentada. —¡Rhinestone! —Volverá a los establos —dijo Lincoln—. Además, la valla le impedirá salir de la propiedad. Ahora que Red ya no tocaba a Lincoln, la realidad se estableció. —Tenemos que ponernos en marcha. Los demás están despiertos y fuera de la barraca. No necesito que ninguno de ellos nos encuentre en esta posición comprometedora. Especialmente Jason. No es que a Red le importara una mierda lo que Jason pensara, pero tenía que vivir y trabajar con el tipo. No quería oír más comentarios sobre que era la mascota del jefe. La paciencia de Red se estiraba sólo hasta cierto punto. Con un gemido, Lincoln se levantó y ayudó a Red a ponerse de pie. Lincoln bajó la cabeza y le dio un beso alucinante que dejó a Red sin aliento. —Algo en lo que pensar mientras trabajas hoy. —Lincoln le guiñó el ojo. Red resopló. —Ya me has dado mucho en qué pensar. Como si pudiera pensar en cualquier otra cosa. Red deseaba que tuvieran más tiempo, que tuvieran más privacidad. Acababa de desahogarse mutuamente, pero aun así anhelaba a Lincoln.

Sacudió mentalmente la cabeza, sabiendo muy bien que ahora era adicto al toque del tipo. Lincoln le palmeó el culo, provocando un aullido de Red. —Vamos. Te llevaré de vuelta, guapo. Cuando llegaron a los establos, Adam tenía la cuerda de Rhinestone y estaba hablando con Jason. Le echó un vistazo a Red. —¿Así es como lo llevas a dar un maldito paseo? —Cuida tu tono —dijo Lincoln mientras desmontaban—. Se asustó después de que disparé a un coyote. No fue culpa de Red. Las palabras de Lincoln parecían caer en oídos sordos. Adam todavía frunció el ceño a Red, y también lo hizo Jason. Red tenía una lista de cosas que hacer, y lidiar con su mierda no estaba en ella. Se alejó y sonrió para sí mismo, con un paso animado mientras se dirigía al granero.

Capítulo Cinco Después de asegurarse de que Rhinestone estuviera de vuelta en su puesto, y de tenerlo bajo cuidado de Adam, Lincoln condujo de vuelta a donde había disparado al coyote. Necesitaba enterrar el cadáver para que no atrajera a otros animales. En el fondo de su mente, rezaba para que fuera un animal salvaje y no un cambia formas. Por otra parte, aunque hubiera sido un cambia formas, ir tras Red de esa manera había sido una sentencia de muerte. Lincoln había tenido un ataque al corazón cuando vio al coyote saltar sobre Red. Llevaba meses teniendo problemas con los coyotes, como si su población hubiera crecido en estos lugares. No era el primero al que Lincoln había disparado. Unas semanas atrás había atrapado a dos tratando de llevarse su ganado. Lincoln incluso había perdido una vaca por uno de ellos. Llevaba una pala cuando llegó en el todoterreno. El coyote estaba tendido en la hierba justo más allá de la valla. No se había convertido en un humano, así que eso significaba que no era un cambia formas. Gracias, joder. Cavó un agujero lo suficientemente profundo y enterró al animal. Para cuando terminó, el sol había salido completamente y él estaba sudando abundantemente. Bebió dos botellas de agua y había metido su pala al vehículo cuando oyó que se acercaba otro vehículo. Lincoln le había contado a Adam sobre el coyote, y Jason estaba cerca de ellos. Jason estacionó justo al lado de Lincoln. —Veo que es demasiado tarde para ayudar. Lincoln estaba tratando de ser paciente con el tipo. No había hecho nada malo para que lo despidieran, pero maldita sea si su constante atención no era confusa. Antes de que Red apareciera, Jason no había sido así... Lincoln no estaba seguro de cómo llamarlo. ¿Pesado? ¿Pegajoso?

Lincoln miró hacia el lugar donde él y Red habían estado hace una hora. Aún no podía creer que Red se hubiera rendido, que hubiera necesitado a Lincoln tan desesperadamente, y demonios, Lincoln estaba listo para más. —Sí, ya he hecho el trabajo. —Lincoln montó en su todoterreno. Estaban solos y no quería que Jason se hiciera una idea equivocada. Incluso si Red no hubiera entrado en su rancho hace un mes, Lincoln nunca habría hecho nada con Jason. No creía en enredar el trabajo con los asuntos personales. —Espera. —Jason se acercó al vehículo de cuatro ruedas de Lincoln. Era un tipo bien parecido, y cualquiera en quién se fijara él sería afortunado. Simplemente no era para Lincoln. Estaba emparejado y era el jefe del chico.

Tú también eres el jefe de Red. Eso era diferente. Muy diferente. —¿Sí? Jason se frotó la nuca mientras miraba hacia la hierba. —Sé que estás interesado en Red, pero sólo quería hacerte saber que... —Increíble. —Lincoln levantó una mano. Tuvo que detener a Jason en su camino y poner las cosas en orden. Ahora que era consciente de que el tipo sentía algo por él, Lincoln tenía que asegurarse de que Jason supiera que nunca habría nada entre ellos—. Jason, eres un buen tipo, y me siento halagado, pero creo que debemos mantener las cosas estrictamente profesionales entre nosotros. —Sí. Lo entiendo. —Jason asintió—. No será un problema. Lincoln vio como Jason se alejaba. Joder. Había habido dolor y rechazo en los ojos de Jason antes de que se fuera. Con un suspiro, Lincoln se dirigió a la casa. No había nada que pudiera hacer con respecto a Jason. El tipo tendría que aceptar las cosas como eran y superar cualquier sentimiento que tuviera por él. —Tienes que venir a la barraca —dijo Brett en la radio que Lincoln había montado a su todoterreno.

—¿Qué está pasando? —Lincoln preguntó una vez que se detuvo y habló por la radio. —No tengo ni idea, pero Jason y Red están peleando a puñetazos — respondió Brett. Lincoln maldijo, su corazón tronaba mientras conducía tan rápido como el todoterreno podía. Cuando llegó y entró, Brett le había hecho una llave de cabeza a Jason. —Cálmate de una puta vez —gruñó. Red estaba de pie junto al fregadero, con la sangre goteando de su nariz. Su ojo también se veía rojo, diciéndole a Lincoln que se formaría un moretón. —¿Qué coño está pasando? —Lincoln exigió. —Jason entró y se le abalanzó —dijo Roger—. Atacó a Red como un hombre salvaje. —Suéltalo —le dijo Lincoln a Brett. Brett empujó a Jason lejos de él. Jason debería haberse alegrado como el carajo de que Brett no usara su verdadera fuerza o el humano estaría muerto. Brett era un cambia formas oso y podría haberle roto el cuello a Jason. —¿Te importaría decirme por qué asaltaste a Red? —Lincoln estaba haciendo lo mejor para mantener su ira bajo control. Ver a Red herido le hizo querer estrangular al capullo. Jason echó la cabeza hacia atrás y se rio. —¿Asaltar? Fue una pelea, pura y simple. Pero, por supuesto, vas a hacer que suene más de lo que fue. Debí haber sabido que te pondrías de su lado. Lincoln miró hacia Red y pisoteó las ganas de abrazar a su compañero. —¿Qué pasó? Agarrando algunas servilletas de papel y las presionó en su nariz, Red miró hacia otro lado. Aunque Red fue atacado, no iba a delatar a Jason.

—Entró y golpeó a Red en la cara. —Con la mandíbula apretada y los ojos entrecerrados, Roger tiró de sus manos hacia Jason—. Entonces pelearon, Red lanzó algunos puñetazos, y luego Jason le devolvió algunos hasta que Brett los separó. Lincoln miró a Jason. —Conoces mi política sobre las peleas. —Tío, que os den a todos. —Jason caminó hacia las literas cuando Lincoln se volvió hacia Red. —¿Estás bien? —Quería examinar la cara de Red, pero por la forma en que su compañero estaba de pie, eso no habría sido bien recibido. —Sólo reviviendo los recuerdos de la infancia —dijo Red—. El carril de los recuerdos es una explosión. No estoy seguro de por qué no hago esto más a menudo. Lincoln no estaba seguro de si Red estaba bromeando o hablando en serio. ¿Se habían metido con él cuando era niño? Ese pensamiento hizo que el tigre de bengala de Lincoln gruñera. Quería caminar hasta donde estaba Jason y patearle el maldito trasero. Jason regresó, una bolsa de deporte gris andrajosa colgando sobre un hombro. Pasó por delante de Roger y Brett y se dirigió hacia la puerta. Brett gruñó, y Roger le hizo una bola con las manos en forma de puños. Lincoln no estaba seguro de por qué Jason estaba tan enfadado. No era como si hubieran dormido juntos y Lincoln lo hubiera rechazado. Nunca había coqueteado con el humano, nunca había dicho nada que hubiera llevado a Jason a pensar que habría algo entre ellos. Pero Lincoln había conocido antes a hombres como Jason, hombres que no podían manejar el rechazo, como si fuera un golpe personal contra su ego. El tipo nunca había mostrado ninguna tendencia a la violencia, y ahora Lincoln quería darle una paliza por tocar a Red. —¿Lo dejas? —Lincoln quería tener claro lo que Jason estaba haciendo. Jason levantó su mano, se giró y salió furioso.

—Creo que eso fue un sí —dijo Roger—. A menos que nos muestre que se lastimó el dedo cuando estaba atacando a Red. Al diablo con la vibración de “vete a la mierda” de Red. Lincoln se acercó y apartó las servilletas de papel. —Déjame echar un vistazo. —Está bien —refunfuñó Red—. Me han golpeado más fuerte. Ni siquiera me duele ningún diente. —Todavía estoy tratando de averiguar por qué te atacó —dijo Brett—. Eso no tiene ningún sentido. —Claro que sí. —Roger se apoyó en el mostrador, cruzando sus delgados brazos—. Ha estado haciendo comentarios sarcásticos sobre qué Red es la mascota de Lincoln. El tipo estaba celoso. —Roger los miró—. ¿Vosotros dos tenéis algo? Una mirada de Lincoln hizo que Roger se callara. —Eso no es asunto nuestro —dijo Brett—. Vamos. Tenemos trabajo que hacer, y quiero asegurarme de que Jason dejó la propiedad y no hizo un nido de francotiradores en el granero. Los dos se fueron, dejando a Lincoln y a Red solos. —Bien, ahora que no tienes que hacerte el machote delante de los demás, ¿cómo está tu cara? —¿Machote? —Red se apartó de las manos de Lincoln—. No estaba actuando como un machote. Apenas duele. ¿Qué quieres que haga, que me derrumbe y llore porque Jason me dio una paliza? —Red gruñó—. Lo he tenido más duro. —Al menos ponte un poco de maldito hielo en la cara. —Lincoln fue al congelador y cogió una bolsa de guisantes congelados—. Ayudará a mantener baja la hinchazón, y no te endades conmigo. Red tiró las servilletas de papel a la basura y presionó la bolsa contra su nariz.

—Esto está frío. —¿Siempre te quejas? —Lincoln recogió las sillas volcadas y las enderezó. Fue al armario de los servicios y tomó una escoba y un recogedor para barrer los cristales rotos. Parecía como si algunos platos hubieran estado en la mesa cuando empezó la pelea. Recordó el día en que la barraca fue terminada. Lincoln quería asegurarse de que los empleados que tenía estuvieran cómodos al retirarse. Invirtió un montón de dinero en el edificio y no quería que fuera destruido. Adam Perry fue el primero en vivir allí, antes de convertirse en capataz y Lincoln le construyó su propia casita en la propiedad. Al tipo le habían roto la mandíbula unas cuantas veces antes de venir a trabajar para Lincoln, pero había habido un extraño accidente hace un año donde uno de los caballos había pateado a Adam en la cara. Esa patada debería haber matado al tipo. Le había llevado meses sanar, y Lincoln lo había compensado enormemente por el accidente. Fue entonces cuando Adam comenzó a murmurar cuando hablaba. Por supuesto que Lincoln se había sentido mal, aunque no había sido su culpa. Adán se había acercado demasiado a un caballo ya asustado. El tipo debería haberlo sabido, pero Lincoln no había culpado a Adam por su descuido. Brett y Roger habían venido a trabajar para Lincoln al mismo tiempo, hace unos tres años, y luego Jason había sido contratado un mes antes que Red. Lincoln había pensado que todo estaba bien, que sus hombres se llevaban bien. Nunca pensó que Jason atacaría a Red. De hecho, ¿dónde estaba Adam? Asegurarse de que sus hombres no trataran de matarse entre ellos era parte de su trabajo. Estaba a cargo de los trabajadores del rancho. La puerta se abrió y Mercy entró.

—Me enteré de lo que pasó. —Se apresuró a ir a Red—. ¡Oh Dios mío, ese bruto! Una sonrisa se formó detrás de la bolsa de guisantes congelados. —Te perdiste la pelea. Lástima que alguien no la haya grabado. Mercy miró a Lincoln. —¿Qué diablos pasó? —Fui a enterrar a ese coyote, y Jason apareció. —Lincoln le contó a su hermano y a Red lo que había sucedido. —¿Me pateó el trasero porque lo rechazaste? —preguntó Red—. ¿Hay alguien más de quien deba preocuparme? ¿Tienes un listado de rechazos en la ciudad? —Creo que te está llamando guapo. —Sonrió Mercy—. Es un cumplido, en caso de que tu cabeza sea demasiado gruesa. —Entendí lo que dijo —gruñó Lincoln, aunque se estaba acicalando por dentro. —No te pongas gruñón conmigo —dijo Mercy. Miró a Red—. Vamos, hoy trabajas en la casa. Red dejó la bolsa a un lado. —Ya tengo trabajo que hacer. Estaré bien. Lincoln iba a hacer que Brett vigilara a Red. No estaba seguro de si esto había terminado con Jason, y Lincoln no se arriesgaría. Si Jason regresaba, Lincoln le mostraría cómo se veía una verdadera patada en el trasero.

—Aquí tienes. —Roger le entregó a Red una botella de cerveza. Estaban sentados en un tronco, con una fogata que crepitaba delante de ellos. Brett estaba estirado sobre la hierba, y Mercy tenía un palo con un malvavisco sobre el fuego, asándolo sobre las llamas abiertas. —Gracias. —Red miró hacia donde Lincoln estaba encorvado en una silla, sus piernas separadas, su rostro inquebrantable iluminado por el brillo de las llamas. No tenía ni idea de dónde estaba Adam, y a Red no le importaba. Desde que Rhinestone había vuelto a los establos después de despegar, Adam había evitado a Red, como si Red hubiera maltratado al caballo de alguna manera. Brett, Roger y Mercy contaban historias graciosas sobre cosas que les habían sucedido, pero Red no contribuyó. Aún mantenía su pasado encerrado en lo más profundo, aún no quería que nadie supiera nada de él. Habían pasado dos días desde el ataque de Jason, y Red tenía un ojo morado. Su nariz se sentía bien, sin embargo. También había notado cómo Brett había estado a su lado, tanto si Red lo quería allí como si no. Volvió a mirar a Lincoln, esta vez atrapando al tipo que lo estudiaba. Lincoln sonrió suavemente y asintió con la cabeza antes de que Red mirara hacia otro lado. No había podido dejar de pensar en lo que habían hecho en la valla de la propiedad la otra mañana, sin importar cuántas veces había tratado de sacárselo de la cabeza. Normalmente Red trataba de evitar a Lincoln, pero en los últimos días no había discutido sobre la compañía del hombre. Era como si Red ansiara su presencia, su voz profunda, su sonrisa, y mierda, todo sobre él. Ahora Red estaba sentado en un tronco de madera mirando a Lincoln, muriéndose por arrastrarse a su regazo. Lincoln estaba sentado en una silla de madera de Adirondack, que parecía acogedora, sus largas piernas estiradas frente a él, y Red quería unirse a él. Se había sentido atraído por Lincoln desde el primer día, pero parecía que en los últimos días todo había cambiado, y no por Jason. Maldito Jason.

Era como si su sesión de masturbación hubiera encendido algo dentro de Red. Todavía podía sentir el peso de la polla de Lincoln en su mano, todavía sentía esos calientes y deliciosos besos a lo largo de su mandíbula, y joder, Red estaba duro y esperaba que nadie se diera cuenta. Tomó un trago de su cerveza mientras intentaba pensar en algo que le hiciera bajar la erección de su polla. —Me voy a la cama. —Brett se levantó y se estiró—. Ha sido un largo día. —Lo mismo digo —dijo Roger. Mercy le echó un vistazo a Red. —Me voy a acostar. Necesito mi sueño de belleza. Ustedes dos asegúrense de apagar el fuego. ¿Mercy hablaba de la fogata o de lo que Red sentía por Lincoln? A veces Mercy era muy críptico. —Hemos sido abandonados —dijo Lincoln después de que Mercy caminara hacia la casa—. No estoy listo para entrar todavía, ¿y tú? Red negó con la cabeza. —Es una noche hermosa. Estoy observando el cielo estrellado. —Se levantó y tomó otra cerveza de la nevera. Red no había terminado la primera, pero quería una excusa para acercarse a Lincoln. Se sentó en la silla vacía del Mercy, que estaba justo al lado de la de Lincoln. Podría haber sido una transición transparente, pero a Red no le importaba. Arrojó la tapa giratoria a las llamas y se tomó un trago. —Hace bueno fuera esta noche —dijo Lincoln mientras miraba directamente a Red—. Tampoco hay mucha humedad. ¿Estaban realmente hablando del clima? Red por dentro puso los ojos en blanco. La atracción estaba allí, la necesidad, las chispas encendidas y ardiendo más caliente que el fuego ante el que estaban sentados. —Mira, sobre el otro día… —comenzó Lincoln a hablar.

—No fue tu culpa —dijo Red—. No eres responsable de sus acciones. —Sí, pero no deberías haberte visto envuelto en todo eso. —Lincoln se frotó una mano sobre su mandíbula—. Si hubiera sabido lo que haría cuando se alejó de mí, lo habría detenido. Para decepción de Red, Lincoln se levantó. —Creo que deberíamos recogernos. Como dijo Brett, ha sido un día muy largo. Red se puso de pie, acercándose. —Quiero besarte, Red. Red se acercó, sintiéndose atrevido. Se desabrochó los vaqueros, y Lincoln no dudó en deslizar sus manos entre la ropa interior y el cuerpo de Red. Lincoln se inclinó hacia adelante, lamiendo el cuello de Red mientras sus grandes dedos rodeaban la erección de Red. La doble sensación disparó su cerebro a la órbita. Red estaba perdiendo la cabeza, y Lincoln apenas lo había tocado. —Dios, eres jodidamente sexy. Red apretó sus ojos cerrados mientras la voz profunda de Lincoln retumbaba por todo su cuerpo y se envolvía alrededor de su polla, atrayendo toda la atención. Oh Dios, él podría ser capaz de salir de ese sonido solo. Red abrió los ojos cuando sintió un dedo tirar de un mechón de pelo suelto que estaba contra su mejilla. No sabía qué decirle a Lincoln, no con la intensa forma en que el tipo lo miraba. De repente sintió que eran las únicas dos personas en todo el mundo. Cuando los dedos de Lincoln se deslizaron sensualmente sobre su brazo desnudo, Red supo que estaba perdido. Le daría a Lincoln todo lo que quisiera. Sintió la gran y maravillosa mano de Lincoln acariciando la mitad de su espalda. Red atrajo al hombre musculoso, un sonido bajo y retumbante cayó de sus labios. Las manos de Lincoln se sentían tan bien contra su piel.

Red podía sentir el calor dentro de él en todos los lugares que Lincoln tocaba. Cuando los dedos de Lincoln se arrastraron entre las mejillas de su trasero y se acariciaron a través de su estrecho agujero, Red gimió y se movió hacia atrás, tratando de empalarse en los gruesos dedos, mientras sus terminaciones nerviosas cobraban vida. Todo el cuerpo de Red estaba preparado para este hombre, que lo despertaba con el más ligero toque. Habían pasado varios meses, sin incluir la otra mañana. Red tenía mucho tiempo perdido que recuperar. —Entra conmigo —susurró Lincoln contra los labios de Red—. Por favor, no digas que no. Red saltó, y Lincoln lo atrapó con un brazo, enroscándolo alrededor de Red mientras envolvía sus piernas alrededor de la cintura de Lincoln. —Sí. La sonrisa de Lincoln era como un sol líquido mientras los llevaba rápidamente a la casa. Red miró a su alrededor pero no vio a Mercy en ninguna parte Gracias, joder. Subieron las escaleras, y Lincoln llevó a Red a su dormitorio. Un magnífico dormitorio con colores masculinos, madera oscura, y wow, incluso había un tragaluz arriba. A Red le impresionó momentáneamente lo hermoso que era el cielo nocturno, pero Lincoln todavía tenía un brazo poderoso a su alrededor, tenía a Red enganchado a su cuerpo, atrapándolos juntos mientras su cabeza descendía, y Red se estremeció por la estimulante sensación. Lincoln lo arrastró con un beso audaz y sensual que quemó a Red de adentro hacia afuera. Los músculos del tipo eran duros como una roca bajo las palmas de Red, su piel caliente, y sus labios más calientes aun. La mente de Red daba vueltas mientras Lincoln le besaba y le robaba el aliento, atrayendo a Red haciéndolo sentir de nuevo, sentir algo más allá del dolor de lo que le había sucedido, el dolor de ocultar quién era porque ahora tenía miedo del mundo.

Asustado por lo que esos bastardos le habían hecho. Lincoln deslizó su mano debajo de la camisa de Red, por su pecho, y presionó su palma sobre el corazón de Red. El calor de ese toque, la fuerza, hizo que Red gimiese en la boca de Lincoln. —Voy a cuidar de ti, nene. —Lincoln le subió la camiseta a Red y la tiró a un lado. Su mano volvió al pecho de Red, cubriendo ahora los dos agujeros fruncidos que deberían haber acabado con su vida. Pero Red no pensó en eso, no cuando tenía la fuerza de Lincoln en su contra, acurrucándose a su alrededor, caminando lentamente hacia la cama. Esos malditos ojos, tan intensos, concentrándose en Red con tanta concentración. La frente de Lincoln fue presionada contra la de Red, haciendo la situación mucho más íntima. Eso no era lo que Red quería. Rápido y sucio, lento y sensual, de cualquier manera le convenía, pero no esto. No, la mirada de un hombre que podría hacer esto mucho más personal de lo necesario. Red se echó hacia atrás y se sentó en la cama grande, se quitó los zapatos y los dejó caer al suelo. Era hora de poner el espectáculo en marcha, no de mirar fijamente a los ojos del otro.

Capítulo seis Lincoln sintió el momento en que Red se cerró sobre él y lo separó de la intimidad. Estaba a punto de hacer que todo esto se tratara de sexo, sin ataduras, y joder si Lincoln iba a dejar que su pareja lo convirtiera en algo sin sentido. Había estado esperando este momento durante un mes, había jugado bien, le había dado a Red el espacio que claramente necesitaba. Pero esta noche se trataba de reclamar lo que era suyo. Lincoln haría que Red lo quisiera más allá de lo físico. Sabía que Red sentía la atracción, o no habría encontrado excusas para estar cerca de él. Pero fue más que eso. Durante el último mes había habido una atracción entre ellos. Incluso cuando Red huyó de él, siempre volvió, como si no pudiera mantenerse alejado. Lincoln quería saber sobre esas cicatrices, quería saber todo sobre Red, qué lo hacía funcionar, lo mantenía despierto por la noche, sus sueños, dónde había estado y dónde veía su futuro. Su compañero le quitó los pantalones, y Lincoln tuvo que aguantar una maldición. Su muslo izquierdo tenía una profunda y dentada cicatriz, como si alguien lo hubiera apuñalado y torcido el cuchillo para mantener la herida abierta. Red se puso de pie y presionó su cuerpo desnudo contra Lincoln. Enroscó sus brazos alrededor del cuello de Lincoln y lo inclinó para darle otro beso caliente, y Lincoln se fue sin dudarlo. No se cansaba de besar a su compañero, de tocarlo, de estar tan cerca que quería aplastar al tipo contra él. Atrapó el culo desnudo de Red, exprimiendo su tierna carne, presionando su polla cubierta de tela vaquera contra la de Red. La fricción hizo ronronear al tigre de Lincoln. Lincoln presionó sus caderas hacia adelante, pasando su mano por el pelo castaño-rojizo de Red.

—Te necesito desnudo —jadeó Red mientras inclinaba su cabeza, dando más espacio para que Lincoln le mordisqueara el cuello. Sus dedos se clavaron en los bíceps de Lincoln. Cuando Lincoln retrocedió, Red se puso de rodillas. Desabrochó los vaqueros de Lincoln y bajó la cremallera. Red miró a Lincoln con atención, sus ojos clavados en él mientras sus dedos se deslizaban por debajo de la cintura de la ropa interior y rozaban la carne caliente. El compañero de Lincoln le sonrió, lamiéndose los labios. Los ojos de Lincoln se volvieron pesados, su mandíbula se tensionó mientras Red bajaba su ropa interior, revelando la dura erección. Deslizando sus dedos por la polla totalmente erguida, Red se inclinó hacia delante y le dio un beso en la punta. Joder. Lincoln siseó y se estremeció, cerrando brevemente los ojos antes de abrirlos de nuevo. Deslizó su mano por el pelo de Red mientras miraba. Red no iba a darle una mamada rápida. Lincoln no iba a dejar que se mantuviera indiferente o distante. No mientras viera a Red deslizar su lengua por las venas de su polla. Red dejó un rastro caliente a lo largo del lado de la polla de Lincoln, y luego se llevó el largo a su boca, chupando vigorosamente. Lincoln comenzó a empujar sus caderas, follando la boca de Red. Quería tanto que Red lo desahogara que prácticamente temblaba de ganas. Joder. La forma en que Red lo miró, Lincoln estaba hechizado. Lincoln estaba ardiendo, temblando, su orgasmo se acentuaba mientras Red usaba su lengua como arma. Dios, Lincoln estaba allí, y todo lo que quería hacer era follarla boca de su compañero y explotar su cuerpo en un orgamo. Desde que descubrió que Red era su pareja, Lincoln no había tenido sexo con nadie más. Quería tomarse esto con calma, para apreciar cada segundo porque era la primera vez con Red, pero la forma en que su compañero se metió la polla de Lincoln en la boca, usando su lengua como amarre, acariciando de las pelotas de Lincoln, y sondeando la raja de la cabeza, de ninguna manera podía contenerse. Zarcillos de fuego al rojo vivo lamían la columna vertebral

de Lincoln. Apretó su mandíbula, agarrando el pelo de Red con más fuerza, sabiendo que podía soportarlo, pero con el placer la forma salvaje en que Lincoln se sentía, estaba listo para liberarse. No tenía que animar a Red a hacer una maldita cosa. Su compañero lo trabajó como un profesional, exprimiendo a Lincoln de adentro hacia afuera. La polla de Lincoln pulsaba en la boca de su compañero, y cuando Red raspaba suavemente sus dientes a lo largo de la piel de su polla, tan sensible que cada toque era una tortura, los caninos de Lincoln descendían cuando echaba la cabeza hacia atrás y Red se tragaba su polla más. Los pulsos de semen fueron arrancados de las bolas de Lincoln. Sacudió sus caderas hacia adelante mientras Red se tragaba hasta la última gota. Con un gruñido, Lincoln se arrancó la camisa y luego se echó hacia atrás, sacando su polla de la boca de Red. Red le sonrió, una sonrisa burlona, como si supiera exactamente lo que le había hecho a Lincoln, entonces su sonrisa se tambaleó y cayó. Los caninos de Lincoln. No se habían retraído. Sobresalían audazmente en su boca. No cerró los ojos mientras Lincoln esperaba ver la reacción de su compañero. No iba a mentir. Estaba nervioso. Su peor temor era que Red huyera y todo lo que había llevado a esto durante el último mes se arruinaría. —¿Qué especie? —Red dejó caer su cabeza a un lado mientras seguía mirando fijamente la boca de Lincoln. Conmocionado, Lincoln respondió: —Tigre de Bengala. Red sonrió. —Esperaba que no dijeras gacela o conejo. Eso hubiera sido adorable, pero... — Una risita se escapó—. Esa no habría sido mi taza de té. Eres más fuerte que eso. —Asintió con la cabeza—. Tigre de Bengala. Bonito. —¿Cómo lo sabes?

—¿Sobre los cambiaformas? —Red se encogió de hombros—. He estado en lugares oscuros en Internet. Para los interesados, se llama la red oscura. Te sorprendería lo que encontrarás allí. No es un lugar en el que quisieras estar, sin embargo. Algunos personajes realmente sombríos pasan el rato allí. —¿Como tú? —El lado de la boca de Lincoln se movió. Red se alejó, y la mirada de Lincoln se dirigió a su trasero. —No vamos a fingir que no soy un genio de la informática. Ambos sabemos la verdad. Me gusta probar mis habilidades, ver en qué puedo meterme sin que me detecten. Hurgué en muchos lugares porque soy curioso por naturaleza. Red acababa de ofrecerle a Lincoln uno de sus muchos secretos. Las capas estaban cayendo una a una, y Lincoln encontró a su pareja intrigante. Lincoln se sentó en su cama y se quitó los zapatos, luego se puso de pie y terminó de desvestirse. Podrían estar hablando, algo que era necesario desde hace mucho tiempo, pero aun así planeaba reclamar a su pareja. Eso no había cambiado. —¿Es Mercy un cambiaformas? —Red caminó casualmente alrededor del dormitorio de Lincoln, mirando los libros de sus estantes, abriendo cajones e inspeccionó en su armario. —No. Fue adoptado cuando era joven. La mejor amiga de mi madre murió de cáncer, y ella acogió a Mercy y le dio un hogar, ya que no tenía otros parientes vivos. Lincoln se estiró en la cama, descansando sobre un codo, y vio cómo su compañero exploraba su dormitorio. ¿Cuántas veces Lincoln se imaginó a Red estando allí, en su cama, desnudo y rogándole a Lincoln que se lo follara? Demasiadas veces para contarlas. Pero nunca se imaginó a su compañero hablando así mientras abría la lata de fantasía y miraba dentro. Red sonrió. —Coleccionas monedas.

—Viene bien y tiene sentido —dijo Lincoln—. ¿Sabías que tiramos alrededor de sesenta y dos millones de monedas cada año? —Sí. Por supuesto que el genio lo sabía. Red se dirigió a la cama y se subió sobre ella. —Así que, dime lo que no sé sobre los cambia formas. —Dime lo que viste en los lugares oscuros de la red. Red empujó a Lincoln sobre su espalda y se puso a horcajadas con él. A pesar de que Lincoln acababa de correrse, su polla se endureció al ver a Red encima de él. —Les gusta comprar algo llamado ira líquida, aunque nunca pude averiguar qué era. Hay un grupo de chat privado al que tienes que ser invitado que no contiene nada más que cambiaformas. Compran armas, drogas y cosas más siniestras que prefiero olvidar. Lincoln tendría que contarle a los Ultionem 6 sobre el grupo de chat. Sólo por lo que la ira líquida hacía a los no humanos. Los vampiros sucumbían a la sed de sangre, matando a todos los que atacaban. La droga enmascaraba el olor de un cambiaformas, les provocaba un subidón

y los hacía

extremadamente agresivos. La lista de efectos secundarios continuaba, y nada de eso era bonito. —Sabes que los cambiaformas existen. ¿Ese es el alcance de tu conocimiento? —Lincoln puso sus manos en las caderas de Red. La polla de su compañero estaba erguida y era muy atractiva. —Eso lo resume todo. —Red asintió con la cabeza. —La mayoría de los no humanos son como todos los demás. Todo lo que queremos es un hogar, una vida normal y una familia. Coexistimos en paz, pero tienes tus manzanas podridas en todas las especies. Por eso tenemos líderes que vigilan lo preternatural. Se llaman los Ultionem. 6 Ultionem. Es una organización para la seguridad de los cambia formas y el mundo sobrenatural.

—¿Sólo existen los cambiaformas? —Red deslizó su mano por el pecho de Lincoln y luego se inclinó hacia adelante y se apoyó en sus antebrazos. —No. —A Lincoln le costaba concentrarse con Red moviendo el culo—. Vampiros, demonios, súcubos, y mucho más. Red parecía como si estuviera reflexionando sobre eso. No se estaba volviendo loco, como la mayoría de los humanos. Era como si usara su cerebro de genio para descomponer las cosas y analizarlas. —También tenemos algo llamado compañeros. —Era importante que Red lo supiera ya que era el compañero de Lincoln. Había planeado reclamar a Red, pero Lincoln tenía la sensación de que a su compañero le gustaba estar informado de las cosas, y Lincoln no quería atar a Red a él sin que el tipo supiera completamente lo que estaba pasando. —¿Y qué es eso? —Red inclinó sus labios hacia el lado—. ¿Es como si fueran almas gemelas? El tipo era muy intuitivo. —Más o menos. —Sentimos algo llamado la atracción. Nos atrae hacia nuestros compañeros. Una fuerza invisible que tira de nuestro núcleo. Las parejas son escogidas por el destino para un cierto no-humano, y cuando tienen sexo, sueldan sus almas juntas. Red tardó cinco segundos en entrecerrar los ojos. El tipo era demasiado listo. —Soy tu compañero, ¿no? El corazón de Lincoln se aceleró un poco cuando asintió con la cabeza. —Y estamos a punto de hacer lo desagradable y atarnos el uno al otro, ¿no es así? Su pareja estaba tendida sobre él, sus cuerpos alineados. Lincoln le pasó una mano por la espalda a Red. —Háblame de tus cicatrices.

Red trató de alejarse, pero Lincoln lo rodeó con un brazo y lo hizo retroceder. —No huyas de mí. Confía en mí, Red. Por favor. Lincoln no estaba seguro de si Red era consciente de que había tocado las dos heridas de bala. —Le hice un favor a un amigo y casi muero. —¿Hace cuánto tiempo? —Hace varios meses. Cuando su compañero llegó al rancho, estaba tranquilo, reservado y nervioso. Ahora Lincoln entendía por qué. —Fui apuñalado en el muslo y me dispararon dos veces en el pecho. Escapé arrastrándome, y un tipo me encontró, me llevó a su casa y me salvó la vida. Estaba jodido de la cabeza, todavía lo estoy, y me fui sin siquiera darle las gracias. Lincoln enroscó sus brazos alrededor de Red y atrajo a su compañero hacia su pecho. Si ese extraño no hubiera encontrado a Red, joder, Lincoln lo habría perdido sin saber siquiera que existía. Ahora también sabía por qué Red había reaccionado como lo hizo cuando Lincoln le disparó a ese coyote. El sonido de los disparos debió haber recuperado esos recuerdos. —Mantengo un perfil bajo para que nadie sepa que estoy vivo —dijo Red —. Sólo en caso de que los hombres que hicieron esto vengan a por mí. He desaparecido sin dejar rastro, sin cuerpo, sin pruebas de que sigo vivo y respirando. —¿Sabes quiénes eran los tipos? —Ni idea —dijo Red—. Eran matones que querían la unidad de disco duro que estaba tratando de destruir. Nunca conseguí un nombre.

Presionando sus palmas en el pecho de Lincoln, Red se levantó de la espalda. Sus ojos eran brillantes y chispeantes mientras deslizaba su trasero sobre la verga de Lincoln. —Basta de hablar, guapo. Fóllame y hazme tuyo. Lincoln frunció el ceño. —¿Estás seguro? Has estado huyendo de mí a cada paso. ¿Por qué el cambio de opinión? No es que Lincoln tratara de convencer a su compañero de que no fuera reclamado. Sólo quería ver dónde estaba la cabeza de Red. Red se encogió de hombros. —Esa paja contigo y la pelea con Jason. Últimamente he estado pensando que quiero recuperar mi antiguo yo. No es que quiera anunciar al mundo que Redford Cohen todavía camina por la tierra, pero es hora de que empiece a disfrutar de la vida. —¿Cohen? —Falsifiqué mi apellido. No es “Wailing”. Lincoln se rio. —Eres malísimo con los nombres ficticios. —Hola. —Red le dio una palmada al pecho de Lincoln—. No podía separarme de Red. Era el nombre de mi padre. Lincoln los hizo girar, colocando a Red sobre su espalda. Apoyó sus brazos a ambos lados de la cabeza de Red y se tomó la cara. Si alguno de esos “matones” venía detrás de su compañero, Lincoln los despedazaría. Se distrajo de esos oscuros pensamientos metiéndose entre las piernas de Red y frotando sus pollas juntas. Los párpados de su compañero se cerraron mientras él temblaba.

Lincoln no podía recordar haberse sentido tan necesitado antes, esto acaba de encenderse. El deseo en él surgió cuando se inclinó de lado y rebuscó en el cajón de su mesita de noche, capturando la botella de lubricante. Se mojó los dedos y los presionó entre las mejillas de Red. Su compañero tomó un aliento y abrió sus piernas más ampliamente mientras Lincoln le metía dos dedos en el culo. —Oh, mierda —gimió Red—. No me han tocado el culo desde hace mucho tiempo. Red le hacía sentir cosas profundas y salvajes. Lincoln no quería que este momento terminara. Era con Red con quien quería despertarse cada mañana e irse a la cama cada noche. La idea de pasar un domingo perezoso en la cama mientras se acurrucaban y veían una película o hacían el amor lenta y dulcemente le hacía doler el pecho a Lincoln. Un estruendoso ronroneo se escapó de Lincoln. —¿Te gusta eso, cariño? —Joder, sí. —Los ojos de Red se cerraron cuando comenzó a empujar su trasero contra los dedos de Lincoln. Abrió los dedos en su interior y los giró, rozando la próstata de Red. Su compañero gimoteó y se retorció, agarrando los bíceps de Lincoln. Lincoln retrocedió, sacando los dedos antes de lubricarse la polla. Él capturó la mirada de Red mientras entraba lentamente en el hombre, ambos mirándose fijamente. Los ojos de Red se pusieron en blanco mientras ahuecaba las manos detrás de las rodillas y tiraba de las piernas hacia atrás. Sus labios se separaron, y Lincoln quiso besarlos de nuevo. Quería besar cada parte del cuerpo del hombre. Mientras se metía dentro, Lincoln sujetó los tobillos de Red, separando las piernas del hombre mientras veía como su cuerpo se unía al de su compañero.

La piel lo abrazó tan fuerte que le dolían los dientes de la presión de su mandíbula. Quería que esto durara toda la noche pero sabía que no podía. Red era una tentación demasiado grande, y Lincoln no iba a durar tanto tiempo. —Tan jodidamente bueno —exhaló Red. Lincoln gimió. —Tan jodidamente bueno. Se echó hacia atrás y luego se deslizó dentro, lentamente al principio y luego más rápido. No pudo detenerse. Sus caderas empezaron a empujar su polla más fuerte dentro de Red, el placer tan condenadamente bueno que quería gruñir con cada estocada. Su compañero estaba ansioso, igualando el empuje de Lincoln con su empuje. Lincoln capturó los labios de Red para un beso ardiente. Red se sentía demasiado caliente y apretado alrededor de la polla de Lincoln, los músculos presionaban masajeando a Lincoln como un guante resbaladizo y aterciopelado. —Besas como un si fuera un sueño —murmuró Red cuando sus labios se separaron. Lincoln sonrió y penetró más profundamente. —Eso es porque sabes a cielo. Las cejas de Red se elevaron. —Tus caninos. Lincoln no pudo evitarlo. Se estaba ahogando en la lujuria, en la pasión, y su tigre estaba cerca de la superficie. Pero el miedo se abrió paso sigilosamente. Lincoln no quería que Red lo rechazara. —¿Tienes miedo Red? —Lincoln no quería que este momento se arruinara. Como si Red pudiera saborear la trepidación de Lincoln, negó con su cabeza y rozó sus manos en los brazos de Lincoln.

—Creo que te ves salvajemente sexy. Lincoln se flexionó y fue recompensado con un gemido de Red. El hombre lo miró con reverencia, y Lincoln nunca querría que esa mirada disminuyera. Ese pensamiento sólo llevó a Lincoln a follar a Red más rápido, más fuerte y más profundo. La piel de Red resplandecía con un fino brillo de sudor mientras envolvía sus piernas fuertemente alrededor de la cintura de Lincoln. Incluso después de esas semanas, Lincoln todavía estaba asombrado de que Red hubiera entrado en su rancho, y que hubiera ido directo a él como si el destino hubiera guiado el camino de Red. Y ahora reclamaba al hombre, estaba enterrado hasta las pelotas dentro de su culo, un lugar en el que nunca pensó que estaría por la forma en que Red había actuado durante un mes. Volvió a besar a Red, esta vez lentamente, explorando la boca de su compañero mientras le daba un empuje con sus caderas, acercándolos a su clímax. El orgasmo de Lincoln estaba en su cresta, sin importar cuánto quería que esto durara. El beso se rompió, y Lincoln lamió el hombro de Red. Se detuvo donde su hombro se encontraba con su cuello y hundió sus caninos profundamente. Se sintió como si algo lo golpeara en el pecho, en el centro, y lo agarrara con un estrangulamiento. Red jadeó y se sacudió debajo de Lincoln, aferrándose a él mientras gritaba. Su agarre se apretó alrededor de la polla de Lincoln, la presión hizo casi imposible que se moviera. Sus almas se habían unido, su conexión se solidificó. Lincoln extrajo sus dientes y lamió la herida. —Mío —gruñó. Lincoln se echó hacia atrás y agarró las piernas de Red, separándolas mientras penetraba el apretado trasero de su compañero.

Luego se enterró a sí mismo y rugió su liberación. Su cuerpo se estremeció y su tigre gruñó. Red agarró a Lincoln y lo derribó, devorando sus labios mientras los últimos chorros de esperma de Lincoln bañaban el interior del culo de Red. Lincoln salió del cuerpo de Red y siguió besando a su pareja mientras se extendía a su lado, glorificándose en el hecho de que había reclamado a su pareja. Cuando sus caricias disminuyeron y Red bostezó, Lincoln rodó hacia su espalda y tiró de su compañero sobre su pecho. Entonces lo vio. Mirando hacia la ventana, Lincoln vio un brillo rojizoanaranjado. Se sentó en posición de sentado cuando se dio cuenta de que los establos estaban en llamas.

Capítulo Siete Red corrió a los establos y levantó los brazos ante el calor abrasador. Nunca había sentido algo tan intenso. —Quédate atrás —le gritó Lincoln, pero Red estaba decidido a ayudar. Podía oír el pánico de los caballos quejándose. No había manera de que saliera del establo y dejara a Lincoln manejar esto por su cuenta. Gritos estallaron detrás de él mientras Brett y Roger se apresuraron a ayudar. Red se dirigió al puesto de Rhinestone, tosiendo mientras le ardían los ojos. El semental negro siguió levantándose, pateando sus patas delanteras. Red temía que el caballo se hiciera daño si no lo liberaba. Había cinco caballos en total. Red sabía que Lincoln poseía Rhinestone y otros dos caballos. Los otros estaban siendo mantenidos allí para su entrenamiento. Se concentró en calmar a Rhinestone antes de abrir su establo, y el caballo se elevó de nuevo. Red habría sido golpeado por los cascos de Rhinestone si unos brazos fuertes no lo hubieran envuelto y alejado. Sabía que era Lincoln porque el tipo maldijo al soltar a Red y agarró a Rhinestone, golpeando al caballo en el trasero para que se moviera. —Tiene pánico y no está pensando —dijo Lincoln—. Podría haber herido o matado. —También Rhinestone —Red respondió. Había desarrollado una especie de amistad con el caballo y no iba a dejar que le pasara nada. —Todos los caballos están fuera —gritó Brett desde la entrada—. Sacad vuestros culos de ahí. Red se giró, listo para correr al aire fresco, cuando una pared de llamas se levantó delante de él. Los fardos de heno que habían sido almacenados cerca del puesto de Rhinestone se habían incendiado y se estaban quemando rápidamente.

Ahora Red era el que estaba en pánico y no pensaba. Todo lo que vio fueron las llamas acercándose. —Por aquí. —Lincoln agarró su mano e intentó llevarlo al otro extremo del establo, pero ese extremo estaba engullido y ardiendo ferozmente. Estaban atrapados. Red se balanceaba en círculos, tratando de encontrar una salida. Ya estaba sudando por el intenso calor, y su piel se sentía caliente. El humo era la peor parte. Red no podía dejar de toser y temía morir por inhalación de humo antes de encontrar una salida. Si encontraban una salida. Todo estaba en llamas, y no parecía haber una forma segura de irse. —Lincoln —gritó Red. —Aquí. —Lincoln envolvió algo alrededor de la cara de Red—. Vamos a correr hacía allí para atravesar ese muro de llamas. —¿Estás loco? —Si esperamos mucho más tiempo, no saldremos de aquí con vida. — Lincoln agarró su mano, y corrieron hacia donde el heno estaba ardiendo. ¡El tipo estaba fuera de sí! Red no estaba a punto de saltar a través del fuego. Trató de soltar su mano, de frenarse con sus pies, para evitar que lo arrastraran hacia la pared de llamas, pero Lincoln era demasiado fuerte y arrastró a Red. El corazón de Red casi se rindió cuando el fuego lo tocó. Gritó y se agitó, pero Lincoln siguió adelante, negándose a dejar ir a Red. —¡Cogedlo! Alguien sujetó a Red y lo tiró al suelo. No tenía ni idea de lo que estaba pasando hasta que lo hicieron rodar. Mercy. Estaba allí con una manta, golpeando el material contra el cuerpo de Red. —¡Lincoln! —Red se puso de rodillas, aunque Brett intentaba que se acostara—. ¡Lincoln!

A través de sus ojos llorosos, Red vio un tigre de Bengala, hermoso y de aspecto regio, con un pelaje de aspecto suave que caminaba hacia él. Fue entonces cuando Red notó una marcada cojera. —Está herido. —Red tosió, y sus ojos se sintieron como si estuvieran en llamas cuando escuchó las sirenas acercándose. —Inclina la cabeza hacia atrás —dijo Mercy. Red hizo lo que se le ordenó, y Mercy le lavó los ojos con agua. —¿Sabes lo aterrado que estaba? —Mercy preguntó—. Seguí gritando tu nombre, y el de Lincoln, pero ninguno de los dos me respondió. —La voz de Mercy era firme, como si fuera a llorar en cualquier momento. —Lo siento —dijo Red. Su garganta estaba seca y áspera, como si hubiera estado chupando grava—. Iba a tener una entrada dramática. ¿Cómo lo hice? —Deja de ser tan malditamente encantador. Red parpadeó varias veces, tratando de enfocarse. El agua había ayudado, pero sus ojos aún se sentían secos y le picaban. —¿Dónde está Lincoln? —Tu amorcito está a tu lado. —Mercy se rio—. Lo siento, no pude hacer que rimara. Red se volvió y se encontró cara a cara con el tigre. Las sirenas se acercaron más. —Tienes que cambiar antes de que alguien te vea. Red debía haber estado todavía en shock, porque no estaba asustado por el enorme depredador que tenía delante. —Tiene razón —dijo Mercy—. Vamos, Lincoln. —Mercy miró a Red. —Tú también. Lincoln no podrá descansar a menos que sepa que su compañero está a su lado.

—¿Cómo lo supiste? —Red no le había dicho nada a nadie. ¿Se lo dijo Lincoln? —Obvio. Lincoln lo supo desde que llegaste aquí. —Mercy miró a Lincoln y le acarició el costado—. Y para que conste, a los cambiaformas les encanta que sus compañeros les llamen compañeros. —Eso podría llevarme un poco de tiempo para acostumbrarme —dijo Red. —¿Por qué? —preguntó Mercy—. Si fuera humano, ¿lo llamarías novio? ¿Cómo es que llamarle compañero es diferente? Brett se unió a ellos y evitó que Red le dijera a Mercy que nunca había tenido un novio. Red había tenido parejas sexuales, pero nadie se había quedado. Uno o dos habían dicho que Red era demasiado listo para ellos, que los había hecho sentir tontos. Esa nunca había sido la intención de Red. Pensó que había sido encantador y amable. No es el caso. Así que Red dejó de buscar el amor y se conformó con una pareja de cama. —Nos ocuparemos de los bomberos —dijo Brett—. Adam ya está en el pasto con los caballos, y Roger está tratando de asegurarse de que el fuego no se extienda. Tenemos esto cubierto. Brett ayudó a Red a ponerse de pie y caminó hasta la casa, Lincoln cojeando a su lado. —¿Se va a poner bien? —preguntó Red. —Sólo necesita tiempo para curarse. —Mercy abrió la puerta y esperó a que Red y Lincoln entraran—. Por cierto, tu camiseta está del revés. Claramente Red no sabía cómo vestirse en una crisis. Se había puesto la ropa y había salido disparado por la puerta. Su primer pensamiento había sido mantener a Lincoln a salvo. Su segundo fue poner los caballos a salvo. —Se quemó en un lateral. —Mercy examinó al tigre—. Y una de sus patas está de un rojo intenso. Tendrá que descansar unas horas para curarse. —¿Así de simple? —Las cejas de Red se elevaron.

—Así de fácil —dijo Mercy—. Los no humanos pueden curarse de prácticamente cualquier cosa. Las quemaduras ni siquiera estarán ahí cuando despierte. Puedes quedarte con él mientras ayudo a Brett con los bomberos. Necesito saber cuánto daño sufrió el establo. Red también quería saber cómo empezó el fuego. No había nada en el edificio que pudiera causar la combustión. Cualquier cosa así se guardaba en un gran cobertizo de herramientas que estaba lo suficientemente lejos de los otros edificios. A menos que uno de los caballos hubiera empezado a fumar, Red sospechaba de juego sucio. Lincoln se tumbó en el suelo junto al sofá. Red se arrastró hasta el sofá y se instaló, sabiendo que no iba a dormir mucho, y mucho menos a volver a la barraca. Quería salir y ayudar, pero Mercy había dicho que se quedara al lado de Lincoln. Además, mantener un perfil bajo significaba no interactuar con la gente del pueblo. Red acarició el pelaje naranja de Lincoln, esperando que eso ayudara a su compañero. Vaya. Esa palabra acababa de aparecer en su cabeza, de forma natural. —Duerme —dijo Red—. Estaré aquí mismo vigilándote. Sabía lo que era estar herido y vulnerable, y Red no iba a dejar que le pasara

nada

a

Lincoln.

Alguien

había

provocado

ese

incendio

deliberadamente. Estaba seguro de ello. ¿Podrían haber sido los hombres que trataron de matarlo hace varios meses? ¿Había sido Jason buscando venganza? Red no tenía respuestas, pero una cosa era segura. Iban a instalar cámaras de seguridad por si el culpable volvía a atacar.

—Gasolina. —El jefe de bomberos Dalton Knowles se golpeó la nariz—. Sólo se necesita un poco en un edificio lleno de heno. Dalton, un tipo enorme que medía un metro cochenta, había sido el jefe de bomberos durante casi diez años. Lincoln confiaba en la palabra del tipo. Eso, y el hecho de que era un cambia formas oso, lo que significaba que tenía un mayor sentido del olfato. —¿Tienes enemigos Lincoln? —Dalton se sentó detrás de su escritorio y dejó el informe—. Dudo mucho que guardes ese tipo de cosas en ese edificio. —Aparte del acondicionador de silla y el lubricante de motosierra DW40, no guardo ningún producto químico en los establos. Dalton se rascó su barba oscura. —Escribiré mi informe y enviaré una copia al sheriff. Mitch necesita saber que tienes problemas. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en su escritorio. —¿Tiene alguna idea de quién pudo haber hecho esto? Jason se metió en la cabeza de Lincoln. Si estaba tan enfadado como para atacar a Red, no sabía de qué otra cosa era capaz. —Tengo mis sospechas. —¿Te gustaría compartirlas? —Todavía no —dijo Lincoln—. Si no es él, no quiero empañar su nombre y ponerlo en la lista negra de esta ciudad.

Jason había manejado mal el rechazo, pero Lincoln no quería quitarle la oportunidad de ganarse la vida. Pero si él era el que había iniciado el fuego, Lincoln iba a matar al bastardo. Dos de los caballos estaban siendo alojados en su rancho, y el costo de reemplazarlos si hubieran muerto en el incendio habría sido un alto precio. Los dueños querían que Lincoln trabajara con ellos, esperando convertir a los pura sangre en caballos de carrera. Lincoln habría tenido que desembolsar alrededor de cincuenta mil. Bueno, su compañía de seguros lo habría hecho, pero sus primas se habrían disparado después de eso. —Jason Peter. —Dalton asintió—. Se dice en la ciudad que renunció. Lincoln olvidó que los secretos no se quedan en Fever's Edge. Era un pueblo pequeño con muchos residentes que no sólo se conocían sino que iban a las mismas iglesias o negocios. Y eran chismosos. —¿No puedes relacionar su nombre con esto hasta que esté seguro? — Dalton se sentó, haciendo que su silla chirriara por su peso. Lincoln era un tipo grande pero se sentía empequeñecido por la presencia de Dalton—. Sabes que soy un hombre justo y equitativo. Nunca señalaría con el dedo, ni siquiera si supiera con certeza que Jason lo hubiera hecho. No es así como yo opero. Lincoln se puso de pie, y Dalton también. Se despidieron antes de que Lincoln se dirigiera a la puerta. —Gracias por su ayuda. Sospecho que pronto tendré noticias de Mitch. El sheriff Mitchell Greeley. No había sido el sheriff durante mucho tiempo. Mitch había reemplazado al último sheriff después de que Barney Powell hubiera desaparecido. Los humanos de Fever's Edge no tenían ni idea de lo que le pasó, pero los no humanos sí. Estaba aliado con el alcalde, que resultó ser un sabueso del infierno. A Lincoln nunca le había gustado Ari Gray, siempre se había mantenido alejado del tipo. Y con razón desde que descubrió que el alcalde era un sabueso del infierno. La mayoría de los residentes no humanos habían sido engañados, considerando que Ari se había mantenido alejado de ellos, siempre en su oficina o en su casa.

Desde la partida de Ari, la ciudad parecía haber cobrado vida, iluminada de tal manera que Lincoln se enorgullecía de llamar a Fever's Edge su hogar. Dejó la estación de bomberos y se subió a su camioneta. Cuando llegó a casa, encontró a Red y a Mercy en la cocina. —¿Ya terminé de hacer de niñera? —Mercy arqueó una ceja. Lincoln no se arrepintió de tener a Red vigilado. —Hasta que encuentre a quien inició el fuego, mi compañero no puede estar solo. Red arrojó una uva a su boca. —Estoy sentado aquí mismo. Puedes hablar conmigo, o puedes seguir hablando de mí. Lo que sea que más te guste. Mercy se rio. —Realmente me gusta. Me alegro de que podamos quedarnos con él. —Incluso estoy domesticado —bromeó Red. Su sonrisa se desvaneció cuando miró a Lincoln—. ¿Qué tenía que decir el jefe de bomberos? Lincoln les contó su conversación con Dalton. —¿Combustible? —Los ojos de Mercy se estrecharon—. Juro que si es Jason, lo golpearé en la cabeza con mi sartén de hierro. —Arruinaré su puntaje crediticio. —Red dio una bofetada al mostrador de la isla. Era la amenaza más extraña que Lincoln había escuchado, pero aterradora como la mierda. Su compañero tenía ciertas habilidades, y Lincoln nunca quiso que Red las usara en su contra. —Sabía que te estabas conteniendo —dijo Mercy. —Y esa es mi señal para volver al trabajo. —Red se puso de pie y giró, corriendo hacia Lincoln. El contacto fue instantáneo e intenso, y Lincoln enroscó sus manos alrededor de los brazos de Red para estabilizarlo mientras se miraban el uno al otro.

—Creo que quieres decir que es mi señal para irme. —Mercy salió de la cocina pero volvió a meter la cabeza dentro—. Hay una botella nueva de lubricante en el cajón junto al fregadero. Red frunció el ceño. —¿Por qué tienes lubricante en un cajón de la cocina? —Eso no es asunto tuyo. —Mercy elevó su nariz como gesto de desagrado antes de que él desapareciera. —Antes de que preguntes, no tengo ni idea —dijo Lincoln—. Mercy vive en su propio pequeño mundo feliz. Red sonrió, y el corazón de Lincoln se aceleró. —Supongo que todos tenemos nuestras peculiaridades. Lincoln subió las manos a los brazos de Red y luego retrocedió. —Nunca te pregunté cómo te sentiste después de lo de anoche. El rubor de Red era profundo. —¿La mordedura? Le tomó un momento a Lincoln para entender de qué estaba hablando Red. Sonrió y dejó caer sus manos de los brazos de Red. —No me estaba refiriendo al sexo, aunque fue increíble. —Guiñó el ojo —. Estaba hablando del fuego. —Oh. —Las cejas de Red se elevaron cuando su rubor se hizo más profundo—. ¡Oh! Quiero decir, sí, el sexo fue genial, y me divertí mucho. El fuego. Cierto. Estabas hablando del fuego. Lincoln tomó la cara de Red y le dio un profundo y sensual beso en sus labios. Su compañero gimió y se inclinó hacia él, deslizando sus brazos alrededor de la cintura de Lincoln. Esto era mucho mejor que su compañero huyendo de él, esquivándolo a cada paso. Red se derritió contra Lincoln y gimió en su boca.

—¿Cómo te sientes ahora? —Lincoln dio un suave mordisco en el labio inferior de Red. —¿De qué estábamos hablando? —Red le sonrió con una sonrisa soñadora mientras lo miraba a los ojos—. ¿Algo sobre una paja? Una carcajada se escapó del pecho de Lincoln. —Sí, eso es exactamente de lo que estábamos hablando. Red se alejó. —Desearías que fuera tan desconsiderado. Tengo trabajo que hacer. No me pagas por sentarme y acariciar tu ego. —Pero estábamos hablando de caricias, ¿verdad? —Lincoln siguió a Red hasta la puerta principal—. Y no vas a salir sin escolta. Red puso los ojos en blanco. —Estaré atento a los problemas, pero tengo tareas que hacer. Haré que Brett o Roger me cuiden. La extensión de tierras de Lincoln no era enorme, pero era lo suficientemente grande como para que alguien pudiera colarse en la propiedad sin previo aviso. Estaban los establos, el granero, la barraca, la casita de un dormitorio de Adam, y el gran cobertizo de herramientas, así como la casa de Lincoln. Había demasiados lugares donde una persona podía esconderse y esperar el momento perfecto. No podía mantener a Red prisionero en su casa. Lincoln lo sabía. Pero maldición si no estaba tentado. Capturó el brazo de su compañero para evitar que saliera. —Sólo quiero que estés a salvo, que tomes precauciones. Tú y yo sabemos que el fuego fue provocado deliberadamente. Red se frotó una mano en el pecho, sobre las viejas cicatrices. —Confía en mí. Me estoy tomando esto muy en serio. No dejaré que nadie más se me adelante. Lincoln le dio a Red un beso rápido, obligándose a no llevarlo más lejos.

—Sólo ten cuidado. —Tú también. —Red se alejó después de que Lincoln soltara su brazo. Lincoln vio a su compañero bajar las escaleras y caminar hacia el granero. Brett vio a Red y continuó su camino. Brett y Roger sabían lo importante que era Red para Lincoln. Lo vigilarían, aunque Lincoln preferiría tener a Red a su lado. Lincoln salió y se dirigió hacia el pasto. El establo tendría que ser reparado, si fuera posible, pero mientras tanto, todavía tenía su propio trabajo que hacer, aunque mantenía su cabeza en mil tareas. No iba a dejar que le pasara nada a su compañero o a su propiedad. Si el culpable regresaba, Lincoln iba a terminar con su vida.

Capítulo Ocho La reparación de los establos comenzaría hoy, el papeleo se había completado y uno de los pura sangre estaba listo para volver con sus dueños. Con todo, habían sido solo un par de días malos. Lincoln llevó su taza de café matutino al porche que estaba a la sombra de los árboles y se sentó en el sofá columpio, estirando las piernas y lanzando un brazo sobre la espalda. Vio llegar a los hombres que había contratado para hacer las reparaciones. Este era su tercer día, y ya Lincoln veía las mejoras. La puerta mosquitera se abrió, y Mercy salió, llevando un par de vaqueros descoloridos y una simple camiseta azul marino. Tenía una taza de té en la mano, y su pelo oscuro estaba despeinado. Se sentó en la silla de mimbre cerca del columpio y suspiró mientras doblaba las piernas debajo de él. —Me encanta el final de la madrugada. Es tan pacífica antes de que empiece el día. Lo único que faltaba en esta agradable mañana era Red. Insistió en dormir en el barracón, no importa cuánto Lincoln le hubiera argumentado lo contrario. A Lincoln no le gustaba despertarse solo o el hecho de que alguien tuviera como objetivo su rancho, lo que significaba que se sentiría mejor con su compañero a su lado. —La caravana debería estar aquí hoy. —Lincoln tomó un sorbo de su café —. Enviareamos veinte cabezas de ganado. —¿Tienes todo el papeleo listo? —Está en mi escritorio. —Lincoln había pasado una gran parte de su tiempo investigando su nuevo ordenador y el software que Red había instalado. No se consideraba a sí mismo un dinosaurio, pero Lincoln no era tan hábil como la generación más joven en lo que se refiere a la tecnología.

Se sentó delante cuando un camión de reparto con una grúa acoplada a la parte trasera se acercó con la madera y los suministros necesarios. —Supongo que mi día está empezando. Mercy cogió la taza de Lincoln mientras Lincoln se dirigía hacia las escaleras. —Ve a hacer lo que tengas que hacer. Necesito hacer mis tareas y hacer recados en la ciudad. Un tipo corpulento con un uniforme mal ajustado salió del camión, con un portapapeles bajo el brazo. Se limpió la frente cuando Lincoln se acercó, como si el esfuerzo de salir del camión hubiera sido agotador. Su cabello oscuro estaba tan despeinado como el de Mercy. —¿Señor Wheeler? Lincoln asintió con la cabeza. —¿Dónde quiere que ponga la madera que descargue? —El nombre cosido en un parche de su camisa decía que se llamaba Reggie. —Dejaré que los hombres que hacen el proyecto decidan eso. —Señaló a la camioneta que había traído a los trabajadores hace unos minutos—. Jack Kilmer se encargará. Jack estaba hablando con dos hombres que Lincoln no conocía. Jack tenía una taza de llevar en una mano, del tipo que lleva el café, pasando su mano por la cabeza con la otra. Los jóvenes parecían ansiosos y asintieron vigorosamente a lo que Jack les decía. Lincoln conocía a Jack desde hacía un año, lo había conocido en el pueblo, y había descubierto que era un cambiaformas lobo. Habían hablado tomando una cerveza en Cresting Moon, un restaurante al aire libre donde también habían compartido una comida. Eso fue cuando Lincoln había estado buscando un encuentro para sexo, pero se dio cuenta de que él y Jack serían buenos amigos y Lincoln no quería arruinar eso. No habían dormido juntos, pero se habían llevado bien y habían compartido muchas comidas después de eso.

Reggie gruñó mientras caminaba hacia la parte de atrás de su cama plana para descargar el montacargas mientras Jack caminaba hacia Lincoln. El sol atrapó los ojos azules de Jack, haciéndolos brillar con la luz de la mañana. —Me aseguraré de que todo esté ahí antes de firmarlo. —Jack tomó un sorbo de su taza de llevar—. Aunque creo que mis hombres serían más adecuados para descargar el material. Reggie miraba los controles que bajaban el montacargas como si nunca los hubiera visto antes. Lincoln no tenía idea de por qué el aserradero local enviaría a alguien incapaz de hacer su trabajo. No tenía ningún problema con nadie que no estuviera físicamente en forma. No estaba de acuerdo con enviar a alguien inepto. Jack negó con la cabeza. —Será mejor que vaya a ayudarle, o estaremos esperando todo el día para comenzar. Lincoln dejó a Jack y a sus hombres para la entrega mientras se dirigía a los pastos donde el ganado había sido separado. Sus botas hicieron que pequeños rastros de polvo se levantaran mientras buscaba a Red. El día ya se estaba calentando. Lincoln sacó un pañuelo de su bolsillo trasero y se limpió las gotas de sudor que salpicaban su frente y luego volvió a meter el pañuelo en sus vaqueros. Brett cerraba la puerta del corral donde se había acorralado el ganado que se iba a vender. —¿Has visto a Red? —Lo veré todo rojo si Adam no aparece pronto. Se suponía que iba a ayudarme esta mañana, pero no se le encuentra por ningún lado. Ni siquiera Roger apareció. Voy a despellejar a los dos. No era como si Adam no estuviera allí para vigilar el ganado. Era el capataz, y su trabajo era supervisar el proceso. Roger no era el mejor trabajador del rancho, pero completaba sus tareas, a veces más tarde de lo

esperado, y podía seguir las instrucciones. Sin embargo, está claro que hoy no. Roger era un poco flojo, y la mayoría de las veces Adam había tenido que ir a buscar a Roger para ponerle un poco de fuego bajo el culo. —Voy a buscar a Adam —dijo Brett—. Ve a buscar a tu compañero. Tal vez encuentres a Roger en tu camino. Lincoln se agitó cuando escuchó gritos. Jack agitaba sus brazos salvajemente mientras sus dos hombres saltaban del remolque del camión de reparto. Reggie estaba sentado en el montacargas, con una mirada aterrorizada en sus ojos mientras el montacargas se sacudía hacia adelante con la pesada carga, luego, para horror de Lincoln, volvó de costado. La madera se esparció por todas partes, casi enterrando el montacargas y al conductor. La carga no estaba equilibrada, y Reggie había levantado más de lo que el montacargas podía soportar. Lincoln corrió hasta donde estaban los hombres. Los hombres de Jack trataban de levantar el montacargas de Reggie pero no tuvieron suerte. —Ven aquí —le dijo Lincoln a Jack—. Levantaremos el montacargas juntos. Lincoln pudo haberlo hecho por su cuenta, con un esfuerzo concentrado, pero el conductor era humano, y no necesitaba ver capacidades no humanas que no podían ser fácilmente explicadas. —Por favor —suplicó el conductor—. Quítame esta cosa de encima. Mi tío va a matarme por arruinar esto. —Reggie soltó un grito de dolor y trató de sacudir su brazo, luego se asentó y jadeó mucho. Su brazo estaba clavado bajo la barra del recinto de la cabina, y había una gran pila de madera apilada en la parte superior del recinto. Eso explicaba cómo había conseguido el trabajo cuando claramente no estaba cualificado. Su tío necesitaba una paliza por enviarlo en lugar de mantenerlo en el aserradero. —No te muevas —dijo Jack—. Quédate lo más quieto posible.

—No me voy a mover —dijo el tipo—. Estoy tratando de no hacerlo, pero no puedo dejar de temblar. —¿Listo? —Lincoln miró a Jack, y fue entonces cuando vio a Mercy en el porche observándolos. Justo dentro de la puerta, apenas perceptible, estaba Red. Lincoln se sintió aliviado de que su compañero estuviera bien. No tenía que ir a la barraca para buscarlo. También sabía por qué Red permanecía escondido. El patio estaba lleno de extraños. Lincoln iba a investigar el incidente de Red, discretamente, sólo para su propia tranquilidad para asegurarse de que los matones que habían intentado matar a Red no lo estaban buscando activamente. —Lincoln. La voz de Jack atrajo la atención de Lincoln hacia lo que estaban haciendo. Enroscaron sus manos alrededor de la guardia superior del montacargas, hicieron fuerza con sus pies, e intentaron levantarla y colocarla en posición vertical. La madera se cayó, los dos hombres con Jack aclararon el lugar, mientras Jack y Lincoln levantaban el montacargas de Reggie. —¡Llamad a una ambulancia! —dijo Lincoln a nadie en particular. —Ya lo hice —dijo Mercy por detrás de él—. Que nadie lo mueva. No se sabe qué heridas ha sufrido. —¡Mi brazo! —Reggie gritó mientras se mecía de un lado a otro—. ¡Mi brazo me arde! —Cuando el montacargas lo atrapó, cortó la circulación sanguínea. El retorno del flujo sanguíneo es lo que causa esa sensación de ardor —dijo Red desde detrás de Lincoln—. Si puedes arreglártelas, no muevas nada. Lincoln se sorprendió de que Red se les uniera. Se detuvo casi detrás de Mercy, sus brazos rodeando su cintura mientras su mirada iba de unos a otros.

Siete minutos más tarde, lo cual fue un maldito buen momento, considerando lo lejos que vivía Lincoln de la ciudad, la ambulancia llegó y Reggie estaba cargado y listo para irse. —Joder —maldijo Jack—. Voy a hablar con Bryson sobre enviar a su puto sobrino a trabajos para los que claramente no está cualificado. Ese pobre tipo podría perder el uso de su brazo. —Se volvió hacia sus hombres —. Vamos hay que limpiar esto. No arranques el montacargas todavía. El aceite podría haberse mezclado con el gas, y no necesitamos hacer más daño del que ya se ha hecho. —¿Qué quieres que hagamos con la madera? —preguntó uno de ellos. —Por ahora llevaremos lo que necesitamos a mano. Necesito llamar a Bryson, así que llevad los otros suministros hasta el establo. Una vez que la ambulancia se alejó, Lincoln acompañó a Red a la casa. Entraron, y Lincoln estaba agradecido por el fresco interior. Había sudado mucho levantando el montacargas. —Leí eso en alguna parte —dijo Red—. Sobre la sangre atrapada volviendo a la circulación. No podía quedarme escondido y no hacer nada, pero parece que no fui de ayuda. —No había nada que ninguno de nosotros pudiera hacer. —Lincoln llevó a Red a la cocina, donde sirvió dos vasos de té helado—. No deberían haber enviado a Reggie aquí. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. —¿Era ese su nombre? —Red tomó el vaso que le ofreció—. Quiero ver cómo está más tarde, para asegurarme de que va a estar bien. —¿Vas a invitarte a ti mismo a entrar en sus registros del hospital? Red negó con la cabeza. —Quiero ir a verlo. —¿Por qué el cambio de opinión? —Lincoln tomó un largo trago del té frío.

—Quiero dejar de esconderme del mundo —dijo Red—. No es que quiera anunciar que estoy vivo, pero... no sé, tal vez es hora de que me aventure fuera del rancho, sólo durante unos instantes. —¿Confías en tu amigo? —Lincoln puso su vaso en el mostrador—. ¿El que te pidió que le ayudaras con el disco duro? —¿Por qué lo preguntas? Lincoln se acercó y tomó a Red en sus brazos. —Quiero saber si esos matones todavía están por aquí. Tal vez podamos descubrir sus identidades y puedas usar tus habilidades para investigarlos. La expresión de Red se apagó cuando se alejó de Lincoln. —No quiero hablar de ello. —Red. —Déjalo pasar —dijo Red—. Nunca debí haberte hablado de eso. Está en mi pasado, así que déjalo ahí. —Mentira —argumentó Lincoln—. Sigue afectando partes de tu vida, paralizándote a veces. Esa no es forma de vivir. —No voy a hacer esto. —Red caminó hacia la sala de estar—. No voy a dejar que me sermonees sobre cómo vivir mi vida. —No estaba tratando de sermonearte. —Lincoln lo siguió—. Estaba tratando de ayudarte a recuperar tu vida. ¿Y si esos hombres están en prisión o muertos o ni siquiera te buscan? ¿No te ayudaría eso a tranquilizarte? Red parecía agitado mientras miraba a Lincoln. —¿Tranquilizar

mi mente? Me apuñalaron y dispararon dos veces.

¿Alguna vez has pasado por eso? ¿Alguna vez te has arrastrado fuera de una casa, sin estar seguro de si ibas a sobrevivir? ¿Te despiertas por la noche con un sudor frío, con pesadillas que te acosan?

Eso explicaba por qué Red no quiso que pasaran la noche juntos. Lincoln se negó a sentirse mal por ofrecer ayuda, pero la forma en que Red lo miró, el miedo en sus ojos, hizo que Lincoln lo entendiera. —Sólo hablabas de tomar medidas para recuperar tu libertad —le recordó a Red—. Hablando de ir a la ciudad. Sólo quería ayudar, Red. Quería devolverte lo que perdiste. —Ya he terminado. —Red caminó hasta la puerta principal y salió furioso. Lincoln dejó escapar un largo aliento. Pensó que su plan era una gran idea, pero obviamente Red no lo vio así.

Capítulo Nueve Red maldijo cuando salió de la casa de Lincoln. No estaba seguro de por qué se había puesto a la defensiva. Era un tipo racional que siempre pensaba bien las cosas, pero la mera mención de esos hombres había disparado algo en él. —¿Está Lincoln dentro? —preguntó Brett mientras avanzaba hacia Red. El tipo parecía agitado mientras Red asentía. —Gracias. —Brett se apresuró a pasar por delante de él. Curioso de por qué estaba tan inquieto, Red se dio la vuelta y lo siguió. Nunca había visto al tipo más que tranquilo… o enfadado. Pero eso fue sólo cuando Roger estaba siendo perezoso y Brett tenía que quedarse con él como un padre agotado asegurándose de que las tareas de su hijo se hicieran. —Lincoln —gritó Brett—. Ven aquí. —¿Qué está pasando? —preguntó Red, pero Brett lo ignoró. Lincoln salió al porche, y Red quiso lanzarse a los brazos del hombre. No le gustaba la tensión entre ellos. Nunca le gustó la tensión o la ansiedad, y después de lo que le había pasado, le gustaba aún menos ahora. Pero iba a mantenerse firme. Enfrentar cualquier cosa que implicara ese día hacía que su estómago se revolviera intensamente. No estaba listo, y tal vez nunca lo estaría. —¿Por qué tanto griterío? —preguntó Lincoln. —Encontré a Adam en el suelo de su cabaña. Fue golpeado en la cabeza. Empecé a llamar a una ambulancia, pero el maldito tonto insistió en que estaba bien. No vi sangre, así que no lo presioné. Todavía está en casa, descansando junto a la mesa. ¿Qué quieres que haga? Lincoln casi saltó el tramo de escaleras, y Red estuvo tentado de seguirlo pero no estaba seguro de si era bienvenido después de su pequeño arrebato. Se quedó en los escalones, listo para volver a sus tareas cuando Lincoln se acercó a él y le tomó de la mano, arrastrándolo.

Usaron sus vehículos para llegar a la cabaña de Adam. Red nunca había estado allí, pero la había visto desde lejos. De cerca parecía una cabaña de una habitación, con un tejado para el porche delantero. Plantas en maceta salpicaban la pared. Lincoln estacionó, y Red se le unió en el lado de su puerta. El vaquero golpeó una sola vez antes de entrar. —Le dije a Brett que estaba bien —se quejó Adam. Las palabras eran apenas descifrables. —¿Quién te hizo esto? —exigió Lincoln. —Me golpeó por detrás —murmuró Adam—. No vi quién era. —¿Perdiste la conciencia? —preguntó Red—. ¿Te desmayaste en algún momento? Adam lo miró con desprecio. —No tengo que gustarte —dijo Red—. Pero mi pregunta es importante. Adam miró hacia la mesa. —Tal vez. Creo que me he desmayado. —Entonces tienes que ir al hospital —insistió Red—. Podrías tener algún tipo de trauma cerebral. —Eso

es

todo.

—Lincoln

caminó

hacia

la

mesa—.

O

te

vas

voluntariamente con Brett o te llevo yo mismo. Adam se levantó de su silla y alargó una mano hacia Red. —¿Porque él lo dice? ¿Quién murió y lo hizo mi jefe? —Idiota testarudo —le discutió Lincoln—. Estamos tratando de cuidarte. —Bien. —Adam deslizó la silla bajo la mesa y se dirigió hacia la puerta—. Iré a que me miren el coco. Espero que tu novio sea feliz. Red salió de la casa, sin estar seguro de cómo se sentía. Claro, esa mañana Rhinestone se había escapado porque Lincoln había disparado a un

coyote. ¿Cómo era eso culpa de Red? Parecía que Adam sabía cómo mantener un pequeño rencor. Y no había empezado a actuar así hasta que Red y Lincoln pasaron un tiempo juntos. ¿Estaba celoso el capataz? ¿Era homofóbico? ¿No le gustaba el hecho de que su jefe tuviera otro interés además del rancho? Red no iba a perder tiempo tratando de averiguarlo. No era como si fueran amigos. Adam siempre lo había tratado con cierta distancia, y eso le había parecido bien. Ahora le estaba poniendo de los nervios. Brett ya estaba fuera con su camioneta. —Bueno, ¿aceptó ir? —Por amenaza. —Red se unió a Brett—. ¿Siempre ha sido tan terco? Brett se encogió de hombros. —Adam no es del tipo hablador, por razones obvias. Hace el trabajo, pero le gusta ser reservado. No creo que nadie sepa mucho sobre él. Red se giró cuando un gran remolque se detuvo en la entrada. Brett maldijo. —Vinieron a recoger el ganado. Se supone que debo ayudar con eso. Todavía no he encontrado a Roger, y ahora Adam va al hospital. No hay manera de que Lincoln pueda manejar esto por su cuenta. Red se mordió el labio y maldijo en voz baja. No sabía nada sobre poner el ganado en un remolque. La situación sería mejor si Brett se quedara con Lincoln. Había culpa en los ojos de Brett. —No intentaba hacerte sentir culpable para que lo llevaras. Sé lo que sientes por los extraños y por ir al pueblo, aunque no lo entiendo. Estoy seguro de que el conductor puede ayudar a Lincoln a cargar el ganado.

Red pensó en lo que dijo Brett. Si llevaba a Adam, también le daría la oportunidad de visitar al conductor del aserradero. El tipo corpulento al que se le atascó el brazo bajo el montacargas. Pero eso también significaba exponerse, permitir que los residentes lo vieran, y tal vez incluso algunos extraños que pudieran estar en el pueblo. ¿Realmente pensaba que esos matones habrían viajado hasta aquí? Fever's Edge estaba a unos buenos mil cuatrocientos kilómetros de Maple Grove. A menos que el tipo que lo cuidó hasta que se recuperó dijera algo sobre qué Red estaba vivo, esos tres hombres pensaban que estaba muerto. —Yo lo haré. —El latido del corazón de Red se aceleró con sus propias palabras—. Llevaré a Adam al hospital. —¿Estás seguro? —Brett miró con escepticismo a Red—. Tendré que conseguir el visto bueno de Lincoln. La persona que provocó el incendio y atacó a Adam sigue ahí fuera. No estoy seguro de que Lincoln acepte esto. —Y como señalaste, Lincoln no puede hacer esto por su cuenta, ni siquiera con la ayuda del conductor. Te necesita aquí, Brett. Puedo arreglármelas para llevar a un tipo gruñón al pueblo. —Ni siquiera sabes dónde está el lugar. —Estoy seguro de que Adam lo sabe —respondió Red—. Dame tus llaves. —Había un honesto alivio en la cara de Brett. Hasta que Lincoln salió con Adam. —Red dijo que llevará a Adam al hospital para que podamos cargar el ganado. —Diablos, no. —Lincoln negó con la cabeza—. La carga puede esperar. Pagaré extra para que el tipo se quede. No voy a dejar... —Voy a ir —argumentó Red—. Necesitas a Brett, y yo tengo que revisar a Reggie. Es la mejor solución hasta que alguno de los dos pueda encontrar a Roger.

—¿Alguna palabra? —Lincoln caminó hacia donde habían estacionado sus vehículos. Red ya había hecho el ridículo al ladrarle a Lincoln en la casa. Se sorprendió de que el tipo le estuviera hablando. —Sabes que tengo razón —dijo Red cuando dejaron de caminar y Lincoln se volvió hacia él—. Necesitas a Brett. Ya estoy teniendo ansiedad por llevarme a Adam. Déjame hacer esto. Te dije que necesitaba recuperar mi vida. —Pero no cuando hay alguien ahí fuera que está enfadado por algo — argumentó Lincoln. —¿Así que se supone que debo esconderme en tu casa con Mercy hasta que lo atrapen? —Lincoln abrió la boca, y Red lo miró fijamente—. Si dices que sí, te juro por Dios... —¿Vas a arruinar mi crédito? Red levantó los brazos y gruñó de frustración. —No puedo creer que esté teniendo esta conversación contigo. Pensé que estarías a favor de que fuera al pueblo, de que diera esos pasos. —No cuando un lunático está ahí fuera. —Siempre habrá lunáticos —argumentó Red—. ¿Crees que una vez que esta persona sea atrapada estaremos a salvo? Otro imbécil vendrá y causará problemas. Así es como funcionan las cosas. Y al tratar de hacer su punto, Red se vio obligado a comerse sus propias palabras. Podría llamar a Arturo y averiguar qué le había pasado a esos tipos. Podría dejar de vivir con miedo y recuperar su vida. Podría dejar de acobardarse en las sombras y salir al sol. —Bien. —Red sacó su teléfono del bolsillo trasero y dudó. Una vez que hiciera la llamada, no había vuelta atrás. —Red. —Lincoln puso su mano en su brazo—. No tienes que hacer esto. No tienes que probarme nada a mí o a ti mismo.

—Sí, lo sé. —Red marcó el número de teléfono de Arturo y esperó a que el tipo lo recogiera, todo el tiempo sintiendo que se desmayaría. —Hola, al habla Arturo. La garganta de Red se cerró. Abrió la boca, pero todo lo que salió fue un pequeño chillido. —¿Hola? Red aclaró su garganta. —Hola, Arturo. —¿Quién es? Bueno, maldita sea. —Es Redford Cohen. Un profundo gruñido estalló en el otro extremo. —Quienquiera que sea, voy a... —Soy realmente yo, Red. —Pero pensé... en realidad no sabía qué pensar. Escuché que te dispararon, dos veces. Luego tu cuerpo desapareció. Busqué, mucha gente te buscó, pero no encontramos nada. —Si no voy al hospital, volveré a entrar —gritó Adam. —Es una larga historia. —Una en la que Red no quería meterse ahora mismo. Lincoln tomó el teléfono antes de que Red lo detuviera y puso la llamada en el altavoz. —Este es Lincoln Wheeler. Soy amigo de Red. Llama porque queremos saber qué pasó con los hombres que lo atacaron. —Están muertos —dijo Arturo—. Su jefe hizo que los mataran. ¿Es eso lo que pasó? ¿Te escondiste, Red? Joder, ojalá lo hubiera sabido. Podría

haberte dicho hace meses que ya no son una amenaza para ti. ¿Dónde estás? ¿Estás bien? Deberíamos vernos. —Sigo sentado en la playa y disfrutando de la vista —respondió Red—. No hay necesidad de preocuparse por mí. Estoy curado y tomando la vida tranquilamente. —Gracias, joder —dijo Arturo—. Hazme saber si hay algo que pueda hacer por ti, Red. Cualquier cosa. —Hay una cosa —dijo Red—. ¿Puedes guardarte mi resurrección para ti? Aunque esos matones estén muertos, como dije, me estoy tomando las cosas con calma. —Mis labios están sellados. —Gracias, y fue bueno escuchar tu voz. —Cuídate, Red. —Arturo colgó, y Lincoln le devolvió el teléfono a Red. Red no estaba seguro de qué pensar o cómo sentir. Se había escondido durante varios meses y los hombres de los que se había escondido estaban muertos. Habían muerto desde que eso sucedió. No tenía a nadie que lo persiguiera, nadie que intentara localizarlo. Era libre. Lincoln deslizó un brazo a su alrededor y llevó a Red a su enorme pecho. —Están muertos, cariño. Ya no tienes que vivir con el miedo de que vengan por ti. Red dejó salir un aliento tembloroso. Se sentía como si una pesada carga se hubiera levantado de sus hombros. Se hundió contra Lincoln y rio suavemente. —Me he estado escondiendo para nada. —No lo sabías. —¿Me necesitáis? —preguntó Brett en voz alta. Red miró a Lincoln.

—Voy al pueblo. Si el que está detrás de esto viene por mí, le atropellaré con el camioneta de Brett. Lincoln besó la frente de Red. —Ten cuidado, ¿vale? Y llámame cuando llegues al hospital, y también cuando salgas de vuelta. Sólo para tranquilizarme. —No puedo creer que finalmente pueda explorar Fever's Edge —dijo Red—. Estoy tan emocionado. —No dejes que tu excitación te distraiga de la amenaza —advirtió Lincoln. Red sintió que había conseguido una nueva oportunidad en la vida, y quería saltar de alegría. Él y Lincoln podían finalmente ir al pueblo a comer y disfrutar de lo que Fever's Edge tenía para ofrecer. —Dile a Adam que traiga su malhumorado trasero aquí —le dijo Red a Brett. Lincoln le dio un tirón a Red y le dio un beso que le curvó los dedos de los pies, dejándolo sin aliento—. No te olvides de llamarme. Con un recordatorio así, no había forma de que lo olvidara. Sintió sus pies ligeros mientras se dirigía hacia la camioneta, incapaz de dejar de sonreír.

Después de cargar el ganado y ocuparse del papeleo, Lincoln se dirigió a la casa. No debería haberle tomado tanto tiempo a Red para llevar a Adam al hospital. ¿Simplemente se había olvidado de llamar? ¿Estaba demasiado ocupado explorando el pueblo? Lincoln iba a tener una larga charla con Red sobre el cumplimiento de su palabra. Estaba tan ocupado cargando el ganado que no se dio cuenta de la hora.

Sacó su pañuelo del bolsillo trasero y se limpió la frente y el cuello antes de llamar a Red. Sin respuesta. Lincoln lo intentó de nuevo, pero su llamada fue enviada al buzón de voz. Lincoln intentó con el teléfono de Adam, pero tampoco respondió. No iba a entrar en pánico. Había muchos lugares en Fever's Edge con zonas sin conexión o recepción de señal para el móvil. El hospital podría haber pedido a Red y Adam que apagaran sus teléfonos móviles. Era una práctica común, pero Lincoln se habría sentido mejor si Red lo hubiera llamado cuando llegaron y luego hubiera apagado su teléfono. —¿Problemas? —Brett se quitó sus gruesos guantes de trabajo y los metió en su bolsillo trasero. Detrás de él venía el ruido de los hombres que trabajaban en los establos. Sonaba como si estuvieran destripando parte del edificio. Mientras Lincoln y Brett estaban ocupados cargando el ganado, llegó un contenedor. Estaba al lado del edificio, y de vez en cuando había visto a uno de los hombres arrojando madera quemada y otros escombros en él. —No puedo contactar con Red o Adam. —Lincoln miró su teléfono, tentado a llamar a Red de nuevo pero sabiendo que sería inútil. —No hay nada de qué preocuparse —dijo Brett—. Tiene a Adam con él. Tu capataz puede ser humano, pero no se acobarda, y aunque es hosco, no dejará que le pase nada a Red. Eso creo. Esas dos últimas palabras no tranquilizaron a Lincoln. Desde el accidente con los cascos de caballo en la cara, Adán había estado más y más retraído, volviéndose más irritable y menos hablador. —Aun así, me sentiría mejor si fuera en su búsqueda. —Lincoln comenzó a ir hacia la casa. Necesitaba sus llaves para conducir hasta el pueblo. Se detuvo a mitad de camino cuando vio a Roger dirigiéndose hacia ellos. Iba a despellejar al tipo por holgazanear. Si hubiera estado por aquí, Brett podría haber llevado a Adam, Red estaría en el rancho, y Lincoln no se sentiría como si estuviera a punto de perder su mierda.

Se acercó a Roger pero notó cómo tropezaba mientras caminaba. El tipo tenía la mano presionada contra la parte posterior de su cabeza y parecía un poco aturdido. —¿Dónde diablos has estado? —El tono de Brett era acerbo. —Adam. —Roger tragó repetidamente y parecía que se desmayaría en cualquier momento. Se balanceaba mientras estaba parado ahí, parpadeando rápidamente—. Me golpeó en la cabeza. Tampoco sé por qué. Nunca le he hecho nada malo. No tenía ninguna razón para atacarme. Me sorprende no tener muerte cerebral por lo fuerte que me golpeó con esa pala. Tengo un huevo de ganso y un dolor de cabeza infernal. La mirada de Brett se dirigió hacia Lincoln, sus cejas se hundieron. —¿Por qué demonios Adam atacaría a Roger? —Para dejarnos un hombre menos y que te vieras obligado a quedarte y ayudarme —musitó Lincoln en voz alta. Si Jason hubiera estado allí, habrían tenido muchos hombres para ayudar con el ganado. —Supongo que se enfadó porque le dije que lo vi esa noche en los establos, cuando se incendió —dijo Roger—. Le pregunté si había visto al culpable, y tenía una mirada extraña en sus ojos. Lo siguiente que sé es que usó la pala que llevaba consigo. —Roger hizo un gesto de dolor al retirar su mano de la cabeza—. Voy a matarlo cuando lo vea. Y ahora Red estaba con Adam. Lincoln corrió a la casa y cogió las llaves de su camioneta de la pared donde estaban colgadas en la puerta. Cuando regresó afuera, Brett estaba arrastrando el culo hacia la camioneta de Lincoln. —Sube —le dijo Lincoln a Roger—. Necesitas que te miren la cabeza. — Los tres saltaron dentro, y Lincoln derribó la barrera de salida, rezando para que Adam no le hubiera hecho nada a Red. Su compañero era delgado y musculoso, pero Lincoln sabía en su corazón que su compañero no era un luchador. Red no parecía del tipo físico. Estaba más cómodo con sus cosas de ordenador que con sus puños.

—Él está bien —dijo Brett desde su lado junto a la puerta del pasajero —. Adam no tiene motivos para hacer daño a Red. —Tampoco tenía motivos para hacerme daño, pero lo hizo —dijo Roger—. ¿Qué demonios le pasa? Eso era lo que Lincoln planeaba averiguar antes de destrozar al bastardo.  

Capítulo Diez —Gira aquí. —Adam señaló un camino de tierra—. Es un atajo que ahorrará tiempo. Red deseaba conocer el pueblo. Esto no parecía correcto, pero como no tenía ni idea de adónde iba, siguió las instrucciones de Adam. Los campos abiertos ahora los rodeaban, lo que hizo que se sintiera un poco mejor. Ni siquiera estaba seguro de por qué se sentía nervioso. Él y Adam no se llevaban bien, pero no había razón para desconfiar del tipo. Era sólo un dolor en el culo. —¿Cómo está tu cabeza? —Red vio una casa a la derecha, con la ropa ondeando en el tendedero. El camino de tierra subía y bajaba como una montaña rusa, y luego el corazón de Red se aceleró cuando hizo un giro brusco. Ni siquiera había visto la señal de advertencia del cambio rápido en el camino. Pasaron por pastos llenos de vacas y caballos. Amaba el rancho de Lincoln. Era tan tranquilo allí. Le encantaba especialmente tomar su taza de café fuera en la mañana y viendo el amanecer. Viniendo de la ciudad, nunca pensó que disfrutaría del ritmo de vida más lento, pero lo hizo. Y ahora que ya no se escondía, podía recoger lo de su apartamento y mudar todas sus cosas a Fever's Edge. Ese pensamiento le dio un poco de emoción. Cuando Adam no le respondió, Red miró al tipo. Adam estaba mirando fijamente al frente, frunciendo los labios. Bien. Si no quería hablar, Red no iba a presionarlo para que hablara. Adam podía sentarse allí y enfurruñarse por todo lo que le importaba. No era como si le estuviera haciendo un favor al tipo. El abuelo de Red había sido así. Desagradable, brusco, y siempre gritándole a alguien. Era la persona más mala que había tenido el disgusto de conocer. Red siempre había odiado ir allí para las fiestas y se preguntaba por qué su padre los había hecho ir.

No es que su padre y su abuelo tuvieran la mejor relación. De hecho, días después de que volvieran a casa, su padre siempre estaba callado, manteniéndose reservado hasta que la mancha de ese odio desaparecía y volvía a su viejo y alegre ser. Red había aprendido a ignorar al bastardo malhumorado, pero su padre nunca lo hizo. —Detente. Creo que voy a vomitar. Adam agarró su estómago y eructó. Eso era común en los traumas de cabeza. Red había leído eso en un artículo. Detuvo la camioneta en medio del camino de tierra porque, diablos, no había otros vehículos alrededor. Adán saltó e hizo un ruido de náuseas mientras se agachaba, fuera de la vista de Red. No se preocupaba por Adam pero sintió lástima por él. Puso la camioneta en punto muerto y salió, rodeando el capó. Adam tenía las manos en las rodillas, escupiendo en el suelo, aunque no vio ningún vómito. Tampoco es que quisiera hacerlo. —Respiraciones profundas —dijo Red—. Estaremos en el hospital pronto. Con suerte. Red no tenía ni idea de dónde estaban o a qué distancia estaban del pueblo. Miró su teléfono y maldijo el hecho de que no tenía cobertura. Había una casa cerca, y Red consideró ir allí para ver si tenían un teléfono fijo que pudiera usar. Se sentía vulnerable sin un teléfono que funcionara para poder llamar a Lincoln. —¿Estás bien para seguir adelante? —Red estaba a unos metros de Adam por si el tipo vomitaba. No quería oler el hedor. Con el caluroso día de verano, Red vomitaría justo a su lado. Adan se levantó a su altura total, que era unos cuantos centímetros más alto que Red. —Oh, estoy perfectamente bien.

¿Qué fue esa respuesta tan simplista? Sabía que a Adam no le gustaba, pero el tipo no tenía que actuar tan engreído. Alguien salió de la casa cercana. Red entrecerró los ojos a la luz del sol y se puso una mano sobre los ojos. Le llevó un momento concentrarse, pero cuando lo hizo, su corazón se alojó en su garganta. Jason. Red giró y miró a Adán. Tenía una amplia sonrisa en su cara y una pistola en su mano. —Camina hacia la casa. No hagas movimientos bruscos, Red. Su interior se congeló. La vista del arma hizo que Red oliera la sangre, hizo que su pecho se incendiara con el recuerdo del dolor. Pero por primera vez, eso lo enfureció. Estaba harto de que sacaran armas a su alrededor. —¿Qué demonios está pasando? —exigió—. ¿Por qué haces esto? ¿Por el incidente con Rhinestone? ¿Estaba Adam tan loco por el caballo que estaba listo para dispararle? Adán entrecerró los ojos y se acercó a Red. Si dejaba que Adam se le acercara más, no tendría ninguna posibilidad. Las llaves de la camioneta estaban todavía en el encendido. De hecho, la camioneta seguía funcionando. Gracias a lo bien que Brett mantenía su camioneta, el motor era silencioso, probablemente haciendo que los dos pensaran que Red lo había apagado. Red dio un paso atrás. —No dejes que mi tranquilidad y reserva te engañe. Te haré parar si te acercas más. Jason se movía a la izquierda, tratando de acercarse a Red desde atrás. —Sabes por qué Jason te guarda rencor. —Adam bajó el arma ligeramente, como si no considerara a Red una amenaza. También fue difícil entender sus palabras murmuradas—. Tenía los ojos en Lincoln hasta que se lo robaste. No puedo decir que entiendo toda esa mierda del amor entre hombres, pero cada uno tiene lo suyo.

—¿Y tú por qué me guardas rencor? —Red mantuvo a Jason a la vista por el rabillo del ojo—. ¿El caballo? —Un caballo. El accidente. Esa mísera cantidad que Lincoln me pagó fue una broma. ¿Sabes de lo que hablo demonios? Ahora voy a hacer que pague por burlarse de mí. Jason se estaba acercando demasiado. Red tenía que actuar ahora. Giró y corrió hacia la puerta del conductor, agradeciendo que Adam no le hubiera disparado. Sospechaba que el arma era más para mostrar, una amenaza para hacer que obedeciera, pero al diablo si se arriesgaba a que Adam fuera lo suficientemente valiente para usarla. Red saltó al asiento del conductor, sin molestarse en cerrar la puerta mientras ponía la camioneta en marcha y pisó con el pie en el acelerador. Jason agarró el marco de la puerta y trató de llegar al interior mientras Red aceleraba por el camino. Red golpeó su codo en la cara de Jason mientras conducía de forma errática, sin estar seguro de a dónde iba o si el camino lo llevaba al pueblo. Sabía que tenía que alejarse de ellos. Jason agarró el brazo de Red en un intento de sujetarse. Red rezó para no destrozar la bonita camioneta de Brett cuando se dirigió hacia un árbol para intentar deshacerse de Jason. Los ojos de Jason se abrieron de par en par cuando miró a la izquierda. Sus dedos se aflojaron y se soltó antes de que Red casi golpeara el árbol. Eso estuvo cerca. Casi había dañado la camioneta de Brett. Una mirada en el retrovisor le dijo a Red que esto no había terminado. Una camioneta gris estaba ganando velocidad. La camioneta de Jason. Adam se detuvo lo suficiente para dejar que Jason entrara antes de continuar su persecución. El camino por delante estaba a punto de terminar, y Red tenía que decidir si debía ir a la derecha o a la izquierda. Al menos volvería a estar en un pavimento liso. El camino de tierra lo hacía rebotar, haciendo difícil mantener un buen agarre al volante.

Red giró la camioneta a la izquierda y gritó cuando una camioneta que venía en dirección contraria estuvo a un pelo de estrellarse contra él. Dios. No estaba seguro de cuánto más podría soportar su corazón. Su adrenalina bombeaba furiosamente a través de sí, y su corazón latía como loco. Cuando miró el retrovisor, no sólo estaba Adam sobre su trasero, sino que la camioneta con la que casi se estrelló se había dado la vuelta y se había unido a la persecución. ¿Amigo de Adam o Jason? ¿Alguno de ellos pidió ayuda? ¿Cómo es que Red no vio venir esto? Pensó que Adam era un capataz reservado y malhumorado, pero nunca sospechó que tenía tanto odio acumulado en su interior. Siempre había sido educado con Lincoln, nunca le dijo una mala palabra. El tipo incluso había roto algunas sonrisas con su jefe. Adam se había llevado bien con los trabajadores del rancho, incluyendo a Red hasta el incidente de Rhinestone. Red no tuvo problemas con Jason hasta que Lincoln comenzó a mostrar verdadero interés en él. Antes de eso, habían trabajado codo a codo, bromeando, riendo y compartiendo un duro día de trabajo. Red maldijo cuando la camioneta gris aceleró, llegando a casi ciento cuarenta kilómetros por hora para atrapar a Red. Se estrelló contra la puerta del remolque trasero de Brett, haciendo que Red se sacudiera tan fuerte hacia adelante que golpeó su pecho contra el volante. Era demasiado tarde para ponerse el cinturón de seguridad. Adam lo golpeó de nuevo, enviando a Red a través del campo a su derecha. La camioneta se detuvo tan rápido que golpeó su cabeza contra el parabrisas. Metió el pie en el acelerador, pero la camioneta no se movió. —Parece que has roto el eje delantero. Red abrió la puerta, listo para luchar contra Jason cuando se acercó. Mierda. Tenía un bate de béisbol. Atacó, balanceándolo como si estuviera tratando de hacer un home run. El bate conectó con el brazo de Red, el dolor irradió por su lado izquierdo.

—¡Hijo de puta! —Red se agarró el brazo y se alejó—. ¡Bastardo loco! —Aún no has visto locura. —Jason elevó el bate de nuevo a la posición de balanceo—. Voy a golpearte la cabeza. La tercera camioneta entró en el campo y se detuvo. Para alivio de Red, Brett y Lincoln salieron. Brett fue tras Adam, que estaba rebuscando en la parte trasera de la camioneta de Jason, probablemente por una llave de tuerca o algo igual de mortal. Parecía que no tenía el estómago para disparar a Red. Por otra parte, Red podría estar equivocado. Lincoln corrió hacia Jason y lo derribó. Red se apartó cuando Lincoln cambió en su tigre y atacó a Jason. Oh, Dios. Se iba a enfermar por los nauseabundos sonidos. Un momento después le tocaron el brazo. Red gritó y se balanceó, el dolor intensificado. —¿Qué tan mal herido estás? —preguntó Lincoln. —Creo que mi brazo está roto. —Miró más allá de Lincoln y vio que Brett había derribado a Adam. Había sangre en la camisa de Brett, y no tuvo que ver ninguna carnicería para saber que Adam estaba muerto. Teniendo cuidado con su herida, Lincoln arrastró a Red en un feroz abrazo. —Dime otra vez por qué debo dejarte conducir hasta el pueblo. Ni siquiera ibas en la dirección correcta. —Estaba tomando la ruta panorámica. —Red siseó y acunó su brazo cuando se retiró del abrazo de Lincoln—. Adam estaba fingiendo su lesión en la cabeza. —Red explicó lo que pasó—. Fue una trampa. Lincoln frunció el ceño. —Pero se suponía que Brett lo llevaría. —Red se encogió de hombros y se arrepintió del movimiento—. Podrían haber tenido un plan de respaldo. No lo sé, y supongo que es demasiado tarde para preguntarle a Jason. De ninguna jodida manera Red estaba mirando hacia donde Jason estaba en el suelo. Ya había pasado por mucho.

—Para que conste, has terminado con el trabajo manual —dijo Lincoln—. Considérate mi nuevo informático. Prefiero que te quedes en casa y lejos de los locos. Red sonrió. —Puedo vivir con eso. —Ese es el punto. —Lincoln lo abrazó de nuevo—. Vamos a llevarte al hospital. —¿Qué pasa con Jason y Adam? —preguntó Red. Brett se unió a ellos. —Me ocuparé de este lío y llamaré a una grúa para mi camioneta. Y por cierto, Lincoln, vas a hacer que la arreglen, maldita sea. Red no se atrevía a decirle a Brett que casi había chocado contra un árbol. El tipo no parecía muy feliz de que la hubiera roto. —Considéralo hecho —dijo Lincoln—. Y eres mi nuevo capataz. Contrata a personas que no sean mentalmente inestables. Red se había cansado de esos tipos. Los tres matones que intentaron asesinarlo, luego Jason y Adam. Necesitaba unas malditas vacaciones. Y sabía dónde quería pasarlas. Justo ahí en los brazos de Lincoln. Estaba contento de haber decidido darle una segunda oportunidad a la vida o se habría perdido lo mejor que le había pasado.

Lincoln abrió los ojos ante la hermosa vista de Red a su lado. Su compañero estaba ahora durmiendo en su cama, y Lincoln no podría estar más feliz. Habían pasado dos semanas desde que Adam los había engañado y había intentado matar a Red. Dos semanas desde que Jason había intentado vengarse. Las cosas finalmente se sentían como si volvieran a la normalidad, con una excepción. La nueva normalidad de Lincoln era tener a Red en sus brazos todas las noches. Ni Jason ni Adam habían sobrevivido ese día, y Lincoln no había perdido el sueño por ello. No cuando intentaron quitarle su pareja. Dejando esos pensamientos a un lado, Lincoln se acercó a Red y enroscó sus dedos alrededor de la polla del hombre. En su opinión era la mejor manera de ser despertado. Red parecía estar de acuerdo, porque se despertó con un gemido, empujando sus caderas hacia adelante. —Buenos días, hermoso. —Lincoln besó el cuello de Red—. ¿Te he dicho hoy que te amo? Red se rio entre dientes. —Acabo de despertarme, tonto. —Mmm. Entonces te lo diré cuando termine contigo. —Lincoln apretó la polla de Red, acarició la carne caliente y deslizó su mano arriba y abajo, pasando la yema de su dedo pulgar sobre la sensible corona. Red hizo un ruido en la parte de atrás de su garganta mientras se mecía de adelante hacia detrás, follándose en la mano de Lincoln. Lincoln colocó su otra mano en la nuca de Red, sosteniéndolo en su lugar. Su mano se movió lentamente, burlándose de la polla de su compañero. No quería hacerlo acabar tan rápido. Quería que Red se corriera mientras se lo follaba hasta la próxima semana. —Tengo ganas de devorarte esta mañana. —Lincoln se acomodó sobre su estómago entre las piernas de Red antes de lamerle la polla, probándolo, pellizcándolo y jugando.

Red gimoteó en protesta porque Lincoln se tomara su tiempo, pero no iba a tener prisa. La mano de Red pasó por encima del cabello de Lincoln mientras éste lamía su camino hasta que sus bolas estuvieron a la altura de sus ojos. Lincoln sacó la lengua, lamiendo ligeramente la piel, sintiendo que Red se sacudía debajo de él como si se hubiera electrocutado. Sus pulmones se llenaron con el olor almizclado, haciéndole agua la boca mientras una profunda necesidad comenzó a acumularse dentro de sí. Red inclinó sus caderas y abrió sus piernas, abriéndose a Lincoln aún más. Los dedos de Lincoln continuaron masajeando, explorando el cuerpo de su compañero mientras su lengua hacía lo mismo. Lincoln se apiadó de Red, lamiendo una larga línea hasta la erección del hombre antes de llevar la cabeza acampanada a su boca. —Dios... tu... tu boca es increíble. —Red se retorció, sus caderas se balancearon hacia atrás y adelante hasta que Lincoln presionó sus manos a los lados del hombre, calmándolo. Eso no impidió que intentara meter su polla hasta la garganta de Lincoln. Relajando los músculos de su garganta, lo tomó hasta que su nariz tocó los vellos rizados antes de retirarse hacia atrás. La habitación se llenó con los sonidos abrasadores del placer de Red. El hombre no era un amante callado en lo más mínimo. Sus gritos resonaban en los oídos de Lincoln mientras se llevaba al hombre a la boca repetidamente. Sentía lo cerca que estaba su compañero, su orgasmo se acentuaba por la forma en que sus bolas se ajustaban a su cuerpo. Lincoln se echó hacia atrás, colocando un beso a cada lado de la parte interna de los muslos de Red. Red yacía allí jadeando, sus ojos se concentraban en el techo mientras se lamía los labios, sus pestañas revoloteando mientras respiraba profundamente. Lincoln lo golpeó en su cadera. —Coge el lubricante. Sin abrir los ojos, Red metió la mano bajo la almohada, cogió la botella y se la entregó. La dejaron en la cama después de hacer el amor anoche.

Lubricando sus dedos, Lincoln tomó la polla de Red de vuelta a su boca mientras introducía su dedo índice milímetro a milímetro en el trasero de su compañero. Lincoln chupó lentamente, sin prisa, de una manera que no hiciera que Red disparara su carga. Su objetivo ahora era mantener a Red a fuego lento mientras lo estiraba. Podía ver que el tipo tenía un gatillo rápido. Red se movió, el dedo de Lincoln se deslizó hasta el fondo de su entrada, tomando el dedo con facilidad. Lincoln insertó un segundo dedo y luego un tercero, escuchando a su compañero dar un suave gemido. Retrocedió, tomándose su tiempo, moviendo su boca un poco más rápido mientras intentaba alejar la mente de Red de la quemadura del estiramiento. El cuerpo de Lincoln estaba tenso, cada hueso y músculo en él tratando de instarlo a reclamar al hombre. Mirando hacia arriba, vio el calor en los ojos de Red. Se habían vuelto oscuros, sensuales. Cuando Red vio que Lincoln lo miraba, sus párpados se bajaron, volviéndose pesados con sexualidad. Incapaz de aguantar más, Lincoln apartó su mano, cogiendo la botella de lubricante. Se inclinó hacia atrás, lubricándose la polla, viendo como el pecho de su compañero empezaba a subir y bajar un poco más rápido. Con una mano firme, Lincoln enroscó sus dedos alrededor de su polla, guio la cabeza hacia el agujero brillante y luego se introdujo lentamente en el espacio más estrecho y caliente que jamás había imaginado que pudiera existir. Lincoln tuvo que respirar profundamente y mantener su cuerpo quieto. La sensación era increíble. —Buenos días. La sonrisa de Red era impresionante. —Buenos días, sol. Lincoln cayó sobre un brazo, estirándose sobre su compañero, con cuidado de su brazo enyesado. Lincoln quería resucitar a Jason y matarlo de nuevo por romperle el brazo a Red. Alojó su polla en la entrada lubricada antes de dar un fuerte empujón, enterrando su erección de acero hasta la empuñadura mientras Red gritaba.

El cuerpo de Lincoln arqueado, apretado, tenso mientras luchaba por el control, luchaba por respirar. Gruñó ferozmente, luchando contra el lado animal que estaba enterrado bajo su piel. Lincoln no se movió, no se atrevió a hacerlo mientras cerraba los ojos, concentrándose, devolviendo de golpe a su tigre. Sus dientes rechinaban juntos, su cuerpo cubierto de una fina capa de sudor. En un abrir y cerrar de ojos, Red tenía sus piernas envueltas alrededor de la cintura de Lincoln y lo estaba acercando, montando su polla lo mejor que podía con el uso de un brazo. Envolvió su mano detrás del cuello de Lincoln, estrechando los ojos. —¿Qué estás esperando, una invitación escrita? Plantando una mano a cada lado de la cabeza de Red, Lincoln sonrió con el comentario. Esto sólo pareció excitar a Red, incitándolo a tirar de Lincoln para que le diera un beso duro y mordaz. Lincoln se metió en las profundidades del cuerpo de Red, gruñendo su placer en cada golpe. Lincoln movió sus caderas, su compañero sintiéndose tan apretado y caliente alrededor de su polla que apenas se aferraba a su control. Los músculos lo agarraban como un puño aterciopelado y resbaladizo, Red arqueando su espalda, llevando la polla de Lincoln más profundamente. Dulce misericordia, el tipo era tan impresionante. Lincoln gruñó, su cuerpo se movía poderosamente, conduciendo su eje hacia el calor entumecedor de su mente. —¡Fóllame, nene! —lanzó Red debajo de él, sus labios se separaron mientras se aferraba a Lincoln—. No te detengas. Dios, esto se siente tan bien. Lincoln le dio un mordisco a la barbilla suavemente afeitada de Red antes de que sus ojos se elevaran, tomando la mirada aturdida en la cara del hombre. —No planeo detenerme, cariño. No en un futuro cercano. Se deslizó casi fuera del cuerpo de Red, con los dientes apretados, el sudor se hizo más espeso mientras se deslizaba de nuevo a la estrecha

profundidad. Los músculos de Red se apretaron, ordeñando la erección de Lincoln, su cordura, su control. Red acercó a Lincoln, lamiendo su cuello, pellizcando su piel sensible con sus dientes romos. —No puedes hacer eso si esperas que mantenga mi ingenio —dijo Lincoln. Una ligera risa retumbó a través de Red. —De alguna manera sé que tienes un control tremendo. El plan de Lincoln había sido llevar a Red al borde de la locura, haciéndolo tambalearse allí. Pero parecía que era Lincoln quien miraba hacia el abismo. El cuerpo del hombre casi hizo que se volviera loco. Red sacudió su cabeza, sus gritos de placer se electrificaron. Su cuerpo estaba resbaladizo de sudor mientras Lincoln empujaba su polla más fuerte y profundo, saboreando cada delicioso gemido que escapaba de los labios de Red. La polla de su compañero se movió libremente, burlándose de Lincoln antes de que finalmente cediera, llevó de nuevo una mano para envolver la carne caliente. Sus dedos aún tenían lubricante, y Lincoln lo usó para acariciar la polla de Red. Las caderas del hombre se sacudieron, su trasero se apretó fuertemente alrededor del eje de Lincoln con una presión embriagadora. No sólo Red estaba cerca, sino también Lincoln. Sus pelotas estaban apretadas contra su cuerpo, deseando ser liberadas. Red jadeaba y gimoteaba, moviéndose como una serpiente mientras intentaba correrse. Lincoln redobló sus esfuerzos, su mano bombeando rápidamente antes de que Red gritara, disparando semen desde la punta de su polla. La combinación de la pulsación de su trasero y el olor de su liberación hizo que Lincoln cayera a continuación, con su clímax en erupción mientras aullaba. Sus caderas se empotraron contra Red, sus gruñidos retumbantes vibrando en su pecho mientras inspiraba con fuerza, enterrando su cara en el cuello de su compañero.

Lincoln felizmente se despertaría así todas las mañanas. Con gusto haría cualquier cosa para mantener a Red a su lado. Durante un mes su compañero lo había evitado, había tratado de mantener la pretensión al mundo de que estaba muerto. Pero Red estaba demasiado lleno de vida como para permanecer oculto, y se había abierto camino en el corazón de Lincoln, justo donde pertenecía.

FIN