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A.Hamman El bautismo y la,. ., con 1rmac1on EL MISTERIO CRISTIANO Esta colección, en la que se pretende exponer, con

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A.Hamman

El bautismo

y la,. ., con 1rmac1on

EL MISTERIO CRISTIANO Esta colección, en la que se pretende exponer, con la precisión y las justificaciones necesarias, todo lo esencial de la teología cristiana, va dirigida a cuantos (clérigos o laicos) sienten la necesidad de ser guiados en la comprensión de la fe por maestros que estén familiarizados con la tradición de la Iglesia y las corrientes ideológicas de cada época. Los nombres de los colaboradores son por sí solos una garantía. Tomos publicados: 1.

C. Chopin, EL VERBO ENCARNADO Y REDENTOR, tercera edición, 280 páginas.

2.

F.M. Genuyt, EL MISTERIO DE DIOS, segunda edición, 288 páginas.

3.

P. Grelot, BIBLIA Y TEOLOGIA, segunda edición, 228 páginas.

4.

P. Adnes, EL MATRIMONIO, tercera edición, 272 páginas.

5.

J.M. Aubert, LEY DE DIOS Y LEYES DE LOS HOMBRES, segunda edición, 306 páginas.

6.

J. de Baciocchi, LA EUCARISTIA. tercera edición, 184 páginas.

7.

Ch. Baumgartner, LA GRACIA DE CRISTO, tercera edición, 408 páginas.

8.

Ph. Delhaye, LA CONCIENCIA MORAL DEL CRISTIANO, segunda edición, 344 páginas.

9.

R. Guelluy, LA CRECiúN, segunda edición, 224 páginas.

10.

V.M.J. Congar, LA FE V LA TEOLOGIA. tercera edición, 366 páginas.

11.

A. Hamman, EL BAUTISMO Y LA CONFIRMACiúN, cuarta edición, 328 páginas.

12.

R. Coste, LAS COMUNIDADES POLITICAS, 388 páginas.

13.

Ch. Baumgartner, EL PECADO ORIGINAL, segunda páginas.

14.

J.M. Aubert, MORAL SOCIAL PARA NUESTRO TIEMPO, segunda edición, 208 páginas.

edición, 240

15. y 16. P. Faynel, LA IGLESIA, 1 y 11, segunda edición, 380 y 308 páginas.

EL BAUTISMO Y LA CONFIRMACIÓN

EL MISTERIO CRISTIANO TEOLOGÍA SACRAMENTAL

11

EL BAUTISMO Y LA CONFIRMACIÓN Por A. HAMMAN

BARCELONA

EDITORIAL HERDER 1982

Ex Bibliotheca Lordavas

A. HAMMAN

EL BAUTISMO

y LA CONFIRMACIÓN

Ex Bibliotheca Lordavas

BARCELONA

• EDITORIAL HERDER 1982

Versión castellana de ENRIQUE MOLJNA, de la obra de A. H.u!MAN, O.F.M., Le Baptlme el la Confirrnation, Descl6e & Cie., Parlo

Cuarta edici6n /9112

IMPRIMASE :

t

Barcelona, 13 de febrero de 1970

JosÉ CAPMANY, obispo auxiliar y vicario general

@ Desclü el Cie. , Paris @ Edilorio/ Herder S. A., Pro venza J88, Barcdona (Epaña) 1970

ISBN 84·254-0513 -0 Es

PROPIEDAD

DEPÓSITO LEGAL: GRAFESA -

B. 37.499-1981

PRINlED IN SPAIN

Nápoles, 249 • Barcelona

Ex Bibliotheca Lordavas

A todos mis antiguos alumnos de teología y especialmente a CLAUDE ScHAHL, YVES BECKER,

t

t 1958 1962 t 1963

AMBROISE ANDRÉ,

que se durmieron en el Señor, marcados con el sello de la fe

1NDICE

PRINCIPALES

13

ABREVIATURAS

l. EL BAUTISMO PRÓLOGO

17

LA FE DE LA IGLESIA

19

ANÁLISIS DE LA REVELACióN

PARTE PRIMERA :

l.

LA ESCRITURA

Capitulo 1: La preparación del Anliguo Ttoruullento l . Ilustraciones judías . II. Circuncisión, rito de incorporación .

23 24 25

Capítulo 11 : El bautismo de Juan . Digresión : origen del bautismo de Juan Juan anuncia el bautismo «en el espíritu y el fuego:t

27 30 31

Capítulo III: El bautismo de Jesús por Juan Bautista l . La solidaridad de Jesús 11. La entronización mesiánica . 111. La efusión del Espíritu . IV. El mandato de bautizar después de la resurrección de Jesús .

33 36 37 37

7

39

índice Capítulo IV: Los hechos de los apóstoles l. El bautismo de agua . 11. El bautismo en nombre de Jesús 111. El bautismo en el Espíritu .

37

42 43

47

Capitulo V: La teología paulina . l. El bautismo en Cristo Jesús II. El bautismo en el Espíritu Santo TII. Bautizados para formar un solo cuerpo

47

Capitulo VI:

SS

La primera carta de san Pedro .

Capítulo VII: La doctrina del cuarto Evangelio l. El bautismo de Juan y el bautismo de Jesús Il. La entrevista con Nicodemo . III. Síntesis de la enseñanza de Juan Evangelista Il.

48

51 52

59 60 62 66

LA T RADIC/6N

Capítulo I: La época antenicena . § l. Las comunidades judeocristia11as J. La Didakhe . 11. Las odas de Salomón . III. La epístola de Bernabé . Bernabé 6, 8-'19 . Bernabé 11 . IV. El «Pastor» de Hermas . § Il. La Iglesia de la misión § III. Justino y los apologistas . § IV. lreneo de Lyón . La catequesis de la «Demostración apostólica» Teología bautismal . § V. El siglo 111: Oriente . l. Clemente de Alejandría . 11. Orígenes . Testigo de la catequesis bautismal La teología de Orígenes . § VI. El siglo 111: Occidente . l. El «De baptismo» de Tertuliano l. El sacramento del agua . 2. Ritos del bautismo . 3. Tipología bíblica del bautismo

8

71 71 72 73

75 76 77

79 80 81 84 84 86 88 88 91 91

95 98 98 99 100 103

lndice

4. Cuestiones teológicas 5. Cuestiones disciplinarias . Controversia sobre el bautismo de los herejes El bautismo según la «Tradición apostólica:.

103 105

Capitulo II: La edad de 01:0 patristica § J. La catequesis bautismal . l. La preparación . Il. Los ritos del bautismo El baptisterio La unción prebautismal . El rito bautismal Segunda unción . Las vestiduras blancas La «sphragis» o la signación La crismación . § 11. La catequesis escrituraría . El ciclo del Génesis . El ciclo del Éxodo . § III. Temar de la predicación bautismal El baño o el bautismo La iluminación «Sphragis» del espíritu Balance del pensamiento griego §'IV. Agustín: Controversiar y problemar teológicos l. Controversia donatista . 11. El pelagianismo y el bautismo de los niños 111. Esbozo de una teología del bautismo El bautismo hace la Iglesia .

112 113 113 115 115 116 117

II. 111.

Capitulo III: La Edad media § l. Línear esenciales de la teología del bautismo l. El signo bautismal . 11. La doctrina del carácter . 111. Eficacia del bautismo y fe del sujeto § II. Enseñanza sistemática de san Buenaventura y santo Tomás . l. San Buenaventura Fe y bautismo Eficacia . 11. Santo Tomás Naturaleza ·. Ministro del bautismo

9

107 110

120 121 122 123 124 125 127

130 131 134 137

144 145 147

149 i51 151

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156 156 157 158

158 158 159

160 160 161

lndice Los sujetos del bautismo Los efectos del bautismo Capítulo IV: Reforma y concilio de Trento l. Lutero Fe y bautismo . Frente a la crisis anabaptista Los catecismos de 1529 . 11. Calvino . La soberanía de la palabra de Dios Significado del bautismo La eficacia del bautismo El bautismo de los niños 111. El concilio de Trento Eficacia . Ministro y sujeto Rito. PARTE

SEGUNDA:

161 162 164 165 165 166 167 168 169 169 170 171 172 172 173 173

ENSAYO DE SISTEMATIZACióN

Capítulo 1: l. Il. 111. IV. V.

El bautismo en el misterio cristiano . El bautismo en la economía de la salvación El misterio de Cristo y el bautismo . El bautismo y la Iglesia . El bautismo y la economía sacramental El bautismo y la fe . 1. Posición de Karl Barth . 2. Interpretación de Bultmann . 3. La doctrina católica . Capítulo 11: El bautismo como sacramento . l. La institución del bautismo por Cristo . l. Cristo es el sacramento por excelencia 2. La Iglesia. sacramento de Cristo glorificado 3. Los sacramentos, actos de Cristo . 11. Los elementos constitutivos del bautismo l. Sacramento y palabra 2. El agua bautismal . 3. La palabra o la forma 111. Los efectos del bautismo l. El enunciado 2. Descripción . IV. Necesidad del bautismo .

10

179 179 183 187 190

193 194 195 196 199 20!1

200

201 201 203 203 203

205 207 207

207 209

in dice L 2. 3.

V.

Ca.pítulo 111: J.

11.

Datos de la fe . Sentido y alcance del precepto bautismal El bautismo de sangre y el bautismo de deseo El martirio . El bautismo de deseo . Ministro y sujeto del bautismo l. El ministro 2. El sujeto El bautismo de los niiíos, y los niños muertos sin bautismo . El bautismo de los niños l. Análisis bíblico . 2. Análisis histórico 3. Cuestión teológica 4. Problema pastoral Los niños muertos sin bautismo l. Datos de la Escritura . 2. Historia de la cuestión . Conclusión teológica y pastoral: Principios de solución

210 211 212 212 214 215 216 216

218 218 219 220 221 224 224 225 226 229

Capítulo IV: El bautismo, fundamento del ecumenismo l. Resumen histórico . 11. El concilio Vaticano IT Conclusión .

231 232 235 238

Capítulo V: El bautismo y la pastoral de hoy l. Estado de la cuestión . Il. Principios de solución . III. Pedagogía del bautismo . l. La preparación 2. La celebración .

240 240 242 244 245 247

11.

LA CONFIRMACióN

INTRODUCCIÓN .

253

L\ FE DE LA IGLESIA

255

Capítulo 1: El problema histórico l. Historia antigua . Oriente .

257 259

260

11

índice

II.

Occidente Hacia la separación del bautismo y la confirmación La Edad M e di a . Los tiempos modernos .

Capítulo 11: El problema teológico . Observaciones preliminares § l. Los fundamentos de una teología de la confirmación l. Espíritu e Iglesia . II. Espíritu y bautismo . 111. Bautismo y confirmación IV. Bautismo, confirmación y eucaristía § 11. La sacramentalidad de la confirmación l. La institución por Cristo 11. El ministro . 111. Efectos de la confirmación l. Estado de la cuestión 2. Ensayo de explicación teológica a) El vínculo eclesial . b) Profundizamiento de la gracia bautismal e) Testigos que defienden la fe con la palabra y la acción

264 267 269 271 273 274 274 274 277 280 282 283 284 284 286 286

287 288 289 291

Capítulo 111: El problema pastoral l. La edad de la confirmación l. Resumen histórico . 2. Consideraciones teológica y canónica II. El ministro de la confirmación III. Los padrinos IV. Celebración

293 294 295 297 298 300 301

CONCLUSIÓN GENERAL ,

303 íNDICES

CITAS BÍBLICAS .

309

CONCILIOS Y DOCUMENTOS

315 317 319 320 324

fSCRITOS APÓCRIFOS Y LITERATURA ANTIGUA Al'TORES

MEDIEVALES

AUTORES MODERNOS ÍNDICE ANALÍTICO .

12

PRINCIPALES ABREVIATURAS

AAS CC

Dz DTC FC

lctys

PG PL PLS

PO RHPR

se

Acta Apostolicae Sedis, Roma, y después Ciudad del Vaticano, 1909 y siguientes. Corpus Christianorum collectum a monachis O.S.B. Series latina, Brepols, Tumhout 1954 y siguientes. DENZINGER- Scu6NMETZER, Enchiridion symbolorum, definitionum et declarationum, Herder, Barcelona s•1967. Dictionnaire de théologie catholique, bajo la dirección de A. VACANT, E· MANGENOT y E. AMANN, París 1903-1950. La foi catholique, Textos ... presentados por G. DUMEIGE, París 1%1. Colección lctys, Cartas cristianas, París 1957 y siguientes. Van aparecidos 12 volúmenes. J.P. MIGNE, Patrologiae cursus completus, Series graeca, París 1857-1866. J.P. MIGNE, Patrologiae cursus completus, Series latina, París 1844-1864. Patrologiae latinae Supplementum. acc. A. HAMMAN, París 1958 y siguientes. Patrologia orielllalis, bajo la dirección de R. GRAFFIN y F. NAu, París 1903 y siguientes· Revue d'histoire et de philosophie religieuse, Estrasburgo 1921 y siguientes. Sources chrétiennes, París 1942 y siguientes.

13

Principales abreviaturas St. B.

ThWNT W.A.

H.L. STRACK y P. BILLERBECK, Kommentar zum Neue11 Testament aus Talmud und Midrasch, 1-IV, Munich 1922-1928. Theologisches Worterbuch zum Neuen Testament, ed. Kittel y G. Friedrich, Stuttgart 193,3 y siguientes. MARTIN LUTHER, W erke, Kritische Gesammtausgabe, edición de Weimar, 1883 y siguientes.

14

EL BAUTISMO

PRóLOGO Tanto el bautismo como la eucaristía se sitúan en el corazón mismo de la Iglesia. Ahora bien, si el misterio eucarístico ha retenido la atención y la reflexión de los teólogos y de los pastores de almas desde tiempo inmemorial, no ha sucedido otro tanto con el bautismo. No existen, principalmente entre los católicos, más que unos pocos estudios relativos a la iniciación cristiana. ¿Será porque es administrado a los niños por lo que el bautismo parece comprometer menos la vida misma de la fe? En 1943, en plena guerra, una conferencia de Karl Barth sobre «la doctrina eclesiástica del bautismo» provocó discusiones y revuelos en los medios protestantes. Desde entonces, las monografías principalmente escriturarías se han multiplicado en Alemania, en Suiza y en Inglaterra. En los medios católicos, la renovación litúrgica se ha esforzado, en el curso de los últimos decenios, en devolver al bautismo su importancia original. Las investigaciones históricas, bíblicas, litúrgicas, patrísticas, han enriquecido singularmente la enseñanza relativa al bautismo, pero al mismo tiempo han impuesto al teólogo una utilización juiciosa de las fuentes y al pastor de almas un enraizamiento de su acción en la Tradición de la Iglesia. Nos era forzoso brindar en primer lugar los résultados de 17 Hamman. Bautismo 2

Prólogo

todos estos esfuerzos. Nuestra primera parte analiza el dato bíblico, patrístico y escolástico, en el que se expresa la experiencia cris· tiana. Después estudiamos el pensamiento de Lutero y el de Calvino, que explican en parte las decisiones del concilio de Trento. Esta investigación histórica permite elaborar, con conocimiento de causa, un ensayo de síntesis, que sitúa el bautismo en el misterio de la salvación y de la fe y muestra lo que el gran Agustín quería decir cuando afirmaba que es Cristo quien bautiza - Christus est qui baptizat -, cualquiera que sea el ministro. No hemos esquivado los problemas teológicos, ecuménicos, pastorales, que el bautismo y la confirmación plantean a nuestros contemporáneos. Nuestros últimos capítulos están consagrados al · bautismo de los niños, en las familias cristianas y en las menos cristianas, a la suerte de los niños que mueren sin bautismo, al Jugar que la iniciación cristiana ocupa en el ecumenismo. Nuestro trabajo se termina con el estudio histórico, teológico y pastoral de la confirmación. Este libro se dirige a los estudiantes de teología y de catequesis, pero también a todas aquellas personas que, para su enseñanza o para su gobierno personal, se preocupan de profundizar en la fe. ·Los principiantes o los lectores con prisas podrán empezar por la segunda parte, a reserva de volver después a la primera, . que les brindará la demostración histórica y la experiencia de la Iglesia. Nuestra única ambición ha sido ayudar a todos los cristianos a comprender mejor el sacramento de la fe que los constituye en pueblo regio y sacerdotal de Dios. 23 de abril de 1968

18

LA FE DE LA IGLESIA

El símbolo de Constantinopla afirma: Confieso un único 1 bautismo para la remisión de los pecados

2.

Esta confesión bautismal, verosímilmente más antigua que el Concilio, parece formar parte del símbolo primitivo, tal como las versiones copta y etíope lo han conservado 3 • Y se halla de nuevo en la tradición oriental del símbolo de la fe, como atestiguan Cirilo de Jerusalén i y Epifanio 3 • l. El padre Bagatti piensa que la insistencia en el único bautismo es una reacción contra Jos tres bautismos (fuego, agua, Espíritu) de los judeocristianos, que se mantuvieron hasta Jos tiempos de san Juan Crisóstomo: L'Eglise de la Circoncision, Jerusal~n 1965, p. 199-200. 2. Dz 150 (86). La primera c1fra remite a Ja antigua numeración del Enchiridion symbo/orurn; la segunda , entre paréntesis , a la nueva numeración de la edición A . ScHt>N~ METZER . FC = La foi catholique, textos traducidos y presentados por G . Dumeiae, París 1961. n ." 4. La traducción oficial crecono7cO» es inexacta, porque ignora el sentido a la vez público y litúrgico de la confesión de la fe. Sólo Ja traducción «confieso» respeta eJ sentido. 3. Dz (3, 4) . 4. «(Creemos) en un solo bautismo de conversión (metanoia), para la remisión de lm pem of the Bapti.l'mal Font, Washinaton 1951. 22. La maternidaJ de la Iglesia en la antigüedad cristiana ha sido analizada por J.C. PLUMPE. Matrr l:cclc·.\ia, Washington 1943, y K. DELAHAYE, J::cclr~ia Mater, trad. fran~e!'a. col. Unam .\'mrrtam. París 1964. 23. Tradu~.:idas en Le hapthne. p. 75-79. 24. Algunos t!jemplos en Prier,s d,.\. pr~miers chrétiens. n. 296. 297. 25. TEnooRo m. Mors .. Hom. 14, 9. lnitiatiOII clrrétienne, p. 130. 26. DÍDIMO H. C'IHoO, Suhr~ la Trinidad, 11. IJ. PG 39. 692.

119

La edad de oro patrística

mente otro. De naturaleza mortal, corruptible y mudable, se hace inmortal, incorruptible e inmutable. Es absolutamente otro por obra del poder de aquel que le da forma» 2 t. El baño sacramental produce, pues, la transformación total y el nacimiento nuevo en el Espíritu, y el estado de resurrección futura. Para Teodoro, el sacramento del nuevo nacimiento nos constituye en «un solo cuerpo por la operación del Espíritu Santo, en el momento del bautismo. Por esta acción del Espíritu, somos hijos de Dios y formamos el único cuerpo de Cristo, nuestro Señor, a quien designamos como cabeza nuestra, puesto que él comparte nuestra naturaleza y es el primero en resucitar de entre los muertos, para hacernos participar en esos bienes» 28 • La acción del bautismo es, pues, simétricamente, personal y colectiva. Une y congrega, como dice Zenón, a través de todas las razas y todas naciones para formar después un solo cuerpo 29 • Mediante esta incorporación se forja la unidad de la Iglesia universal. Por tanto, el bautismo forma el cuerpo de Cristo. Juan Crisóstomo prolonga el paralelismo de los dos Adanes en el de las dos Evas. Del costado abierto nace la Iglesia 30 • Teodoro 31 subraya, según su costumbre, el aspecto escatológico del sacramento: lo relaciona, como la epístola a los Romanos, con la resurrección· de Cristo, prenda y promesa de la nuestra.

Segunda unción. La unción posbautismal correspondía, como ya hemos visto, al baño antiguo, para el cuidado de la piel y para prevenir el enfriamiento. En Siria no la encontramos hasta el siglo VII 32 • Allí donde existe -en Tertuliano, Hipólito, Agustín- forma parte del 27. 28. 29.

30. .11. 32.

Hom. 14, 9. l11itiation chl'étien11e, p. 127. Hom. 14, 21. Initíation chrétienne, p. 136. lnl'itación, 4. Le baptéme, p. 78. A /vs 11eófitos, 3. Le baptéme, p. 206 . Hom 14, 28. lnitiatio11 chl'étimlle, p. 141-142. Yoóase más adelante ... , A. SHNZEI.. Die Taufe, Innsbrück 1958, p. 128, nota 180.

120

Las vestiduras blancas

ritual bautismal propiamente dicho. En la se da con el aceite de la acción de gracias, dice: «Yo te unjo del óleo santo en nombre textos latinos anteriores a san Agustín no los orígenes de la confirmación 34 •

Tradición Apostólica por un sacerdote que de Jesucristo» 33 • Los permiten ver en ella

Las vestiduras blancas. En este momento se sitúa el revestimiento de la túnica blanca, el cual no parece existir en Hipólito de Roma pero está generalizado en el siglo IV, en Jerusalén, en Milán, en Verona, en Antioquía y en Hipona. Cirilo lo menciona, sin describir el desenvolvimiento litúrgico del mismo. «Después, has recibido las vestiduras blancas, como prueba de que te habías despojado de la tosca túnica del pecado y te habías revestido de los puros hábitos de la inocencia» 35 • Las vestiduras blancas expresan la pureza del alma y la incorruptibilidad del cuerpo. Este último simbolismo es particularmente grato a Teodoro de Mopsuestia 36 • El rito expresa la gracia bautismal, la configuración a Cristo, según la frase de Pablo que recuerda Juan Crisóstomo: «Todos los que fuisteis bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo (Gál 3, 27): He ahí vuestras vestiduras» 37 • Más particularmente, los Padres ven en él una alusión a la transfiguración de Cristo, en cuyo relato se dice: Sus vestidos eran blancos como la nieve, o, según los manuscritos griegos, blancos como la luz. Del mismo modo que la transfiguración 33. Trad. ap., 21, 19. 34. Cuestión largamente disputada, en la que la tesis de Galtier, a la cual nos adherimos, se opone a la de B. Welte, L. Saltet, J. Coppens (quien ha vuelto de sus primeras afirmaciones; véase Handau/legung, en Biblisch-historisches HandwOrterhuch, Gotinga 1964, 11, 635). l!sta es también la conclusión de la tesis de A. BANNWARTH, Le baptéme e hez saint Augustin, Estrasburgo 1950. p. 73-74. Véase más adelante. La Confirmación, p. 264-266. 35. Cat. 22, 8. PG 33, 1104. lnitiation chrétienne, p. 51. Véase también AGUSTÍN, serm. 223, l. PL 38, 1092. 36. Hom. 14, 26. lnitiation chrétienne, p. 140. 37. Cat. 2, 2. Le bapteme, p. 188.

121

La edad de oro patrística

profetiza la gloria de la resurrección de Jesús, las vestiduras bautismales presentan un significado escatológico, anuncian nuestra gloria futura: «Son el signo del mundo radiante y espléndido y de sus costumbres, donde ya te introducen las figuras. Cuando resucites, te revestirás de inmortalidad y dé incorruptibilidad» 38 • Los Padres establecen el paralelismo no solamente entre las túnicas de piel del pecado y las vestiduras de la inocencia, sino entre los hábitos blancos y la integridad primitiva de la que Adán y Eva fueron despojados por la caída 39 • Una vez más, el simbolismo de las vestiduras blancas establece la correspondencia entre el bautismo y el estado paradisíaco. Pero la primera creación es ella misma figura de la escatología, de la gloria a la que el cristiano, y más especialmente el mártir, está llamado. El Apocalipsis muestra 40 a los mártires y a los fieles que han triunfado del demonio, vestidos de hábitos blancos. ;," .. : /;

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La «sphrugis» o la signación.

La imposición del signo de la cruz en la frente del candidato es, según Basilio, de origen apostólico 4·1 • El rito sigue siendo móvil en el siglo IV. A veces va unido a la inscripción, al comienzo del catecumenado 42 , con una imposición de manos 43 • Teodoro de Mopsuestia lo sitúa entre la renuncia al demonio y el rito bautismal 44 • Este mismo autor conoce una segunda signación, con aceite, al final del bautismo 45 • En Ambrosio 46 y Agustín '", la signación 38. 39. tieune, 40. 41.

hom. 14, 26. lnitiation chrétienne, p. 140. Por ejemplo. AMBROSIO, Tratado de los misterio.,, 34. PL 16, 3~9-400. Initiation clrrép. 74; GREGORIO Dl NISA, In Pasclra, 1, l. Ap 3, 5. 18; 7, 9. Tratado del Espíritu Santo, XXVII, 66. PG 32, 188 ~2. PsEUDO-DIONI~IO, La jerartJuía ecle.L, JI, 2, 5. PG 3, 393. 43. Eus., Vira Constan/., IV. 61. PG 20, 1213; MARC. DIAL, Vira Porplryrii, IV, 31. PG 65, 1226; cf. CRISÓST., In Cor, hom. 12, 7. PG 61. 105-106. 44. Hom. 14, l. lnitiation chrétienne, p. 120. 45. lbid .. 8. lnitiation chrétienne, p. 125-126. 46. Trmado de los misterios, 42. PL 16, 403. lnitiation chrétienne, p. 77. 47. Serm. 324. PL 3M. 1467-1469. TEODORO,

122

La crismación

parece estar situada después de la crismación y la imposición, y cerrar la iniciación bautismal. La sphragis es interpretada por los Padres unas veces como la pertenencia a la nueva alianza, la circuncisión cristiana 4 ", otras como la configuración a Cristo, por el signo de la cruz 4 ". y otras como el don del Espíritu 50 , porque tiene un carácter irrevocable e indeleble que se basa en el irrefragable comprometimiento a Dios.

La crismación.

Queda el rito de la crismación o de la unc1on con el óleo santo de la que habla Cirilo de Jerusalén 5 \ en el nombre del Espíritu o de la Trinidad 52 (en Teodoro de Mopsuestia), rito que consuma la acción sacramental. La crismación plantea el problema de la confirmación y de su rito. Ambrosio 53 menciona también, después del «baño de agua en el Espíritu», la signación del Espíritu, que lleva a su consumación la acción sacramental. Es imposible apoyarse en el vocabulario, sobre todo en el vocablo sphragis, para distinguir el bautismo de la confirmación. Los términos sphragis, sigillum, consignatio designan toda la iniciación. Hasta el siglo IV, bautismo y Espíritu Santo son dados con dependencia de una misma liturgia. sin que ninguno de los dos se distinga con nitidez 54 • Agustín incluso explica a los catecúmenos 48. «La circuncisjón que se daba en el octavo día era una especie de figura de la sphragis.» GREúORIO DE NACIANZO, serm. 40, 28. PB 36, 400. 49. «El catecúmeno tiene fe en la cruz del Sefior con la que ha sido marcado.» AMBROSIO, Tratado de los misterios, 20 PL 16, 394. lnitiation chrétienne, p. 69. 50. Cirilo de Jerusalén habla del csello de la comunión del Espíritu Santo». Cat. 18, 33; cf. l. 17. PG 33, 1056; 364. 51. «Es un don de Cristo y del Espíritu Santo, que obr¡t por la presencia misma de su divinidad.» Cat. 21, 3. PG 33, 1089. lnitiation chrétienne, p. 46. 52. Hom. 14, 27. lnitiation chrétienne, p. 140. 53. Tratado de los sacramentos, III, 2, 8, 15. PL 16, 431; 434; 436. Tratado de los mi>terios, 42. PL 16, 402-403. lnitiation chrétienne, p. 77. 54. Cipriano ve el problema, pero lo escamotea distinguiendo, hasta separarlos, los efectos negativos (bautismo) y los efectos positivos (confirmación). Véase más adelante Confirmación, p. 200.

123

La edad de uru patrística

que toda la acc1on bautismal es obra del Espíritu, y llega a precisarles que el Espíritu es dado en el bautismo ". Y ello no. deja de ser cierto ni siquiera cuando se relaciona el don del Espíritu con un rito particular.

§ 11.

La catequesis escrituraria.

La catequesis había desarrollado toda la historia sagrada. desde la creación del mundo hasta los tiempos actuales de la Iglesia. No era cuestión de perderse en el detalle. sino de poner en claro las grandes articulaciones de la historia de la salvación, y, entre los mirabilia de Dios, elegir los mirabiliora 30 • Los sacramentos continúan en la era cristiana la acción de los mirabilia en la historia de Israel, como ya lo muestra el cuarto Evangelio. La catequesis escrituraria de los sacramentos es ante todo tipológica '". Consiste en mostrar la analogía profética de las acciones de Dios en el Antiguo Testamento, que figuran y anuncian los sacramentos, para mostrar la continuidad de una misma economía y explicar el significado espiritual del bautismo. Las lecturas bíblicas de la cuaresma y de la vigilia pascual eran elegidas en función de esa tipología. El simbolismo del bautismo que se enraíza en el país de Israel halla su explicación en los medios bíblico y judío. La tipología bautismal hunde sus raíces en los escritos del Nuevo Testamento 58 • Es común a toda la catequesis del siglo IV 59 • SS. Agustín precisa que el bautismo da el Espíritu Santo con anterioridad a la imposición de manos. De bapt., v, 20, 28. PL 43, 190. Ep. 187, 8, 26. PL 33, 841; Serm. 71, 12. 19; 227. PL 38, 454; 1100; Serm Denis, 6, l. PL 46, 835. Véase más adelante, p.

151-153 ..

Véase AGUSTÍN, De catechizandis rudibus. 5. PL 40, 313. Acerca de la tipología bautismal. véase J. DANIÉLOU, Bible et Liturgie, París 1951, Sacramentum futuri, París 1950; P. LUNDBE.RG, La typo/ogie baptismale dans l'anciennl' l!f(lise. Upsala 1942. 58. Véase 1 Cor 10, 1-5; 1 Pe 3, 19-21; todo el cuarto Evangelio. Véase anteriormente. p. 59-60. 59. CIRILO, Cat. 21, 6. PG 33. 1093. lnitiation chrétienne, p. 47. AMBROSIO. De /os sacramentos, 1. 11-24. PL 16, 420-424 De los misterios, 9, 33. Ibid., 391-399. lnitiation chrétienne, p. 65-74.

56.

57.

124

El ciclo del Génesis

Se halla de nuevo incluso en la iglesia siria de Juan Crisóstomo y de Teodoro de Mopsuestia, aun cuando éstos den preferencia a

la exégesis literal 60 • Las figuras bíblicas del bautismo beben en dos fuentes principales: el ciclo del Éxodo es el primero en importancia, y le sigue el ciclo del Génesis. Aquél es más simbólico, éste más teológico. El primero parte del simbolismo del agua del Jordán -en el que toma forma-. réplica del mar Rojo y última etapa del pueblo de Israel antes de la entrada en la tierra prometida. El segundo, prcpio de la catequesis antioquena, describe el bautismo dentro de la economía de los dos Adanes y concibe el bautismo como un retorno al paraíso.

EL CICI.O DEL GÉNESIS.

San Hilario resumió la tradición litúrgica y catequética del Génesis al comienzo de su tratado de los misterios 61 : «Cristo, durante todo el tiempo de este mundo, mediante verdaderas y auténticas prefiguraciones, engendra la Iglesia, la lava, la santifica, la llama, la escoge, la rescata: en el sueño de Adán, en el diluvio de Noé, en la bendición de Melquisedec, en la justificación de Abraham. Así, desde la creación del mundo ha estado prefigurado lo que se habrá cumplido en Cristo.» Del Génesis, la literatura bíblica y judía retiene sobre todo dos temas: el paraíso y Adán 62 • Los tiempos mesiánicos son descritos como la restauración del estado paradisíaco, y el Salvador como un nuevo Adán. Los Evangelios y el Apocalipsis insisten más en el primer tema (la tipología escatológica); las epístolas paulinas. en el paralelismo de los dos Adanes (la tipología cristológica). que será elaborado por !renco 63 • La vida de Cristo repite la existen60. PG 59, 61. 62. 63.

Juan Crisóstomo conoce bien la tipología del A.T. Véa~c ifl loan .. hom. 26. 1. 155-156. Le baptéme, p. 222-223. De myst., 1. 1, PLS 1. c47. Véase nuestro análisis cs¡;rilurario en las püginas 3X y 411-50 Véo.~l.! página X7.

125

La edad de oro patrística

cia de Adán en el paraíso. En la cruz, como en el sueño de Adán, la nueva Eva nace del costado traspasado, por el sacramento del agua y de la sangre 64 • El bautismo es el signo eficaz de una nueva creación y del retorno al paraíso. El agua bautismal evoca: - las aguas creadoras, vivificadas por el Espíritu, símbolo de vida y de fecundidad 65 ; - el agua del diluvio, instrumento del castigo de Dios 66 ; -el agua purificadora, agua del baño, que lava las inmundicias. Del paralelismo de las dos creaciones, los Padres extraen tres temas, que se hallan de nuevo en su teología del bautismo: - el tema de los dos Adanes, en el que el nuevo Adán establece la economía de Dios, a viva fuerza, en pugna con el demonio, que había encadenado al primero 67 ; -tema de la /mago, la imagen y la semejanza, que traduce en los Padres griegos el estado nuevo y espiritual de la humanidad regenerada 68 ; -el tema de la Iglesia-paraíso, grato a la teología slfla, que caracteriza a la vez al bautismo y a la vida mística "9 , la recompensa de los mártires y la felicidad futura ' 0 • ó4. Véase, por ejemplo, JuAN CRJSÓSTOMO. Ad neophytos, 3. Le baptémc, p. 206. Tema familiar a Agustín. Cont. Furw. man. 12. 16 PI. 42, 263; I'.nn. in P.1·. 126. 7. PL 37. 1672; /11 Joa11., 15. 8. PL 35. 1513; De civ. Dei, 22, 17. PL 41, 778-779. A todo ello hay que añadir la promesa al buen ladrón: e Hoy estarás conmigo en el -ParaÍJO.» Le. 23, 43. Véase J. DANJÉLOU, Sacramentum futuri, p. 8. 65. AGUSTÍN, serm. 258, 2; 226. PL 38, 1195; 1099. 66. AGUSTÍN. De cat. rudibus, 20, 34. PL 40, 335. 67. «¡,Quién no so.be que nuestro Señor, cuando fue colgado en el leño de la cruz, no solamente vertió la sangre por ia herida de su costado, sino también los raudales de agua \ iva, que muestran que su esposa. la Iglesia, a imagen de los primeros padres. está formada de su costado. c0mo Eva fu: formada de Adalut par la foi, en A travers le monde de la foi, París 1968. p. 209-248. 64. E.H. ScHJLLEUECKX. art. Begierdetaufe, en Lexikon für T/oeol und Kirclae, 11, ¡,. 114. La cuestión suscita. en lo que concierne a los adultos, el problema de la salvación de· los infieles, para el cual remitimos a la clásica exposición de L. CAPÉKAN, Le problime du salut des infideles, Toulouse 1934; 1. B. BoRo, Justlflcation sacramentt!lle et extra·.•acra· mente/le, cNouvelle Revue Théolosique• 52 (1925) 213·227; 292-297; H. BoutLLÁRD, Con· v~r.dón et gráce che¡: S. Thomas d•Aquin. París 1944. 65. Aquí no trataremos esta cuestión. para la cual remitimos a nueslra anterior ex.po~ •ición, p. 107-109.

215

l.

El ministro.

El ministro ordinario del bautismo solemne es el obispo, en virtud de su cargo pastoral en la comunidad; el sacerdote, su asociado, es delegado ordinario en virtud de su jurisdicción ordinaria. Desde los orígenes apostólicos 66 , el diácono tiene la potestad de bautizar, como lo atestigua todavía hoy el Pontifical, en razón y dentro del marco de su función delegada, dependiente del obispo o del sacerdote. Fuera de la administración solemne, y particularmente en caso de necesidad, todo ser humano, clérigo o laico, hombre o mujer 67 , bautizado o no, puede conferir válida y lícitamente el bautismo us. Pero nadie se puede bautizar a sí mismo. La única condición es respetar la materia y la forma prescritas, y tener, por Jo menos de una manera vaga, la intención de hacer lo que hace la Iglesia. ·Esta amplitud responde, a la vez, a la voluntad salvífica de Dios hacia todos los hombres y a la necesidad del bautismo para la salvación. Cristo eligió no solamente la materia más común sino las disposiciones más amplias para la administración del bautismo.

2.

,{)

El sujeto.

:,•

En principio, todos los seres humanos vivos 69 , y sólo éstos, son susceptibles de recibir el bautismo. No existe ninguna limitación 66. Act 8, 12·16; 38. 67. Tertuliano (De bapt., 17, PL 1, 1219) y Epifanio (Haer., 79, 3. PG 42, 742; 744745; 751) se oponen, al parecer, únicamente al bautismo solemne por una mujer. La validez de éste es afirmada en el sínodo de Compieane, afio 7S7, can. 12; URBANO u, tpist., 271; Decreto a los armenios, Dz 696 (1314). 68. Las vacilaciones antiauas fueron resueltas, en el afio 867, por Nicolás r quien declaró . válido el bautismo administrado por un judío o un paaano. Véase también el rv concilio de Letrán, Dz 430 (802). 69. El bautismo en favor de lo• muertos, del que se habla en 1 Cor !S, 29 parece ser el caso de los paaano• que recibían el bauti~mo en favor de sus padres cristianos difuntos, con el fin de estar unidos a ellos en la resurrección. Véase B.M. FoscurNr, Those wo are

216

El sujeto

de edad: no hay ninguna necesidad de que el sujeto sea adulto o dotado efectivamente de razón. Ni la fe ni la pureza de corazón son requeridas para la validez del bautismo. Sólo se exige la intención actual, virtual o habitual del candidato, en sentido de que éste debe presentarse libremente, con conocimiento de causa, en la medida de sus posibilidades. Para una recepción fructuosa, se requieren en los adultos 70 las disposiciones morales 71 : la fe y la conversión siquiera imperfecta. Con este fin, la Iglesia había organizado el catecumenado, como ya hemos visto 72 , para que la preparación corra parejas con la iniciación a los misterios. La razón se desprende del significado del bautismo como apartarse de los ídolos, el pecado y las seducciones del adversario. y conversión a Cristo, nuestro Salvador.

baptized for the Dead, Worchester Mass. 1951; M. RISSI, Die Taufe für die Toten, Zurich 1962; K. STAAB, 1 Cor 15, 29 im Lichte der I::xegese der griech. Kirche, en Stud. Paul. Congr. int. cat., 1, Roma 1963, p. 443-450; K.C. THOMI•SON, 1 Cor 15, 29 and Baptism for the Dead, en Stud. Evang., 11, Berlín 1964, p. 647-659. 70. Cf. Inocencio 111, Dz 411 (781). 71. Para los niños, véase el capítulo siguiente. 72. Véase p. 88.

217

CAPÍTULO 111

EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS, Y LOS NIÑOS MUERTOS SIN BAUTISMO

Los niños plantean a la teología bautismal dos casos que deben esclarecerse a la luz de las premisas desarrolladas hasta ahora: el bautismo de los niños, corolario de la cuestión del sujeto, y los niño!; muertos sin bautismo, corolario de la necesidad universal del bautismo. Uno y otro problema han experimentado en nuestra época una efervescencia singular.

l.

EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS

1

Karl Barth, en una célebre conferencia pronunciada en 1943 2 , puso nuevamente en tela de juicio el bautismo de los niños, al l. La bibliografía acerca de la cuestión es abundante. Citemos: A. BENOIT, Le pro1>/éme du pédobaptisme, cRev. d'hist. et de phi!. re!.• 27 (1948-1947) 132-141; O. CULL"-'""· Le baptéme des enfants et la .doctrine bib/ique du baptéme; J.C. DIDIER, Le hapti!me des enfants dans la tradition de I'E:glise, París-Touroai 1959 (bibl.); Id., Faut-il hapli'lt!r les enfants?, París 1967; J. JEREMIAS, Le baptéme des en/ants ¡;endant le.\ quatre premiers siéc/es, Le Puy 1967, con una excelente bibliografía de B. Hubsch; G.R. BEASLEYMvRRAY, Baptism in the New Te.>tament, Londres 1963, p. 307; J.N. .WALTY, Contro•·•·ne>· au sujet du bapteme des enfants, cRev. des sciences phil. et théol.» 36 (1952) 52-70. 2. La doctrine ecc/ésiastique du baptéme, en cFoi et vie» 47, 1949.

218

Análisis bíblico

que él llama «una herida en el costado de la Iglesia». De esto se siguió una abundante literatura, principalmente en la Iglesia luterana y calvinista. Razones pastorales más aún...que teológicas han dado actualidad al problema en la Iglesia católica. La cuestión del bautismo de los niños exige un análisis bíblico, histórico, teológico y pastoral.

Análisis bíblico.

l.

El Nuevo Testamento no ofrece ningún texto claro que permita afirmar la práctica del bautismo de los niños, y menos aún que inculque la obligación del mismo. Cullmann, que lo admite por razones de teología bíblica, reconoce el balance negativo 3 • Todo lo más, es posible reunir algunos indicios convergentes. como la afirmación de que Pablo bautiza a Estéfanas «y a toda su casa» 4 • Lo mismo sucede con lo que se dice de Lidia «y de los ~uyos» 5 , del carcelero de Filipos y «de todos los suyos» 6 , así como de Crispo '. Es posible que hubiese habido niños entre los bautizados, pero no se dice explícitamente. Cullmann ha querido reconocer el vestigio de un antiguo ritual bautismal comparando el «No impidáis» de Act 8, 36, con Le 18, 16, donde se habla de los niños pequeños. Hipótesis ingeniosa. pero en modo alguno decisiva 8 •

3.. Le bapteme de.f mfants, p. 61-62. 1 Cor l. 16. Act 16, l. 6. Act 16, 33.

4. 5.

1 Cor l. 14. O. CULLMANN, Le bapthne des enfants, p. 63-69. Otros textos alegados: Mt 18. 10; Le 9, 37-43; Jn 3. 5; Act 18, 8; 1 Cor 7. 14. Véase 1ambién el paralelismo con la circuncisión. Col 2. 11; Ef 2. 11. J. Jeremia~ da mucha 7. ~.

importancJa al bautismo de los prosélitos. en el que los niños eran bautizados con su~ raJres, pero la influencia de este bautismo sobre el bautismo cristiano es discutible y dis..:utida; véase anteriorm.:nce. p. 30. J. JEREMIAS. o. c .. 3R-51.

219

2.

Análisis histórico 9 •

Las indicaciones se precisan desde el siglo u. En el año 155 ó 156, Policarpo dice, en el momento de su martirio, que él sirve a Cristo desde hace ochenta y seis años, lo cual deja suponer que fue bautizado durante su infancia 10 • Justino habla de las personas que, según el precepto de Mt 28, 19, se han hecho cristianas «desde su infancia» 11 • En las actas de los mártires, Rusticus, un compañero de J ustino, afirma: «Hemos recibido de nuestros padres esta misma confesión» 12 • Más claro aún es el Adversus haereses n: «En efecto, Jesús vino a salvar por sí mismo a todos los hombres~ a todos aquellos, digo yo, que por él han renacido en Dios: niños de pecho (infantes), chiquillos, jóvenes y personas de edad.» Es difícil no ver aquí una alusión al bautismo. En el siglo m, los textos son tan claros y tan numerosos en Alejandría, en Cartago y en Roma, que el bautismo de los niños ya no ofrece ninguna duda 14 • Cipriano y Orígenes son los más explícitos a este respecto. Orígenes afirma incluso que la institución es de origen apostólico 1J. Cipriano critica a quienes, so pretexto de imitar la circuncisión judía, esperan al octavo día para bautizar 1 ". Las inscripciones funerarias del siglo m, y tal vez del u, aportan una confirmación suplementaria 17 • La Tradición Apostólica'", que atestigua el bautismo de los niños, ofrece una precisión respecto a la edad: «Si pueden responder por sí mismos, que respondan; si no pueden, que sus padres o 9 El informe má!) manejable y más completo es el reunido por J.C. Dma:R, Le bapl¡;me des en.fants, París 1959. 10. Martyre de Pol}·carpe, en L'Empire et la croix. p. 161. 11. Apología, 15, 6. PG 6, 350. La phi/o.wphie passe au Christ, p. 44. 12. En L'Empire et la croix, p. 173. 13. Adv. lwer., 11. 22, 4. PG 7, 783-784. 14. Textos reunidos en J.C. DJDJER, o. c., p. 16-17. 15. l11 Rom, v, 9. PG 14, 1047. Otros textos en DIDJER, o. c., p. 22-26. 16. Ep. 59 (64), 4. PL 4, 1017. Véase también De /apsis, 9. Ibid., 473, Tesrimo11ia, 111. 25. !bid., 781. En DIDilR. o. c .. p. 45-53. 17. TexJos en J.C. DIDJER, o. c., p. 45-53. 18. Trad. ap., 16, 4.

220

Cuestión teoltígica

alguien de su familia responda por ellos.» En este último caso, se trata de niños pequeños. El siglo IV presenta la paradójica situación del reconocimiento del bautismo de los niños al mismo tiempo que la tendencia, por un entibiamiento del fervor, a retardar el bautismo hasta la hora de la muerte. Los capadocios protestaron frecuentemente contra esta práctica 19 • Agustín 20 , cuyo testimonio domina en lo sucesivo a todo Occidente, toma argumento en el bautismo de los niños para afirmar la universalidad del pecado original. Lo cual implica la necesidad y la urgencia del bautismo de los niños, que la escolástica se esforzó en motivar teológicamente 21 y que el magisterio ha enseñado indefectiblemente 22 •

,

.

3.

Cuestión teológica

23



El fundamento teológico, desde Agustín, del bautismo de los niños se basa comúnmente en la universalidad del pecado original. El paralelismo juega de una y otra parte tanto para la transmisión del pecado ajeno 24 como para la gracia, transmitida por la fe de los padres o de la Iglesia. Agustín pone de relieve en el bautismo la primacía de la acción del Espíritu y de la Ecclesia Mater. Por válida y tradicional que sea esta argumentación, al menos 19. Algunos ejemplos en Le bapteme. p. 95, 99 (Basilio), 117-128 (Gregorio de Nacianzo), 172-173 (Juan Crisóstomo) 20. Además de lo que hemos dicho antes, véanse otros textos en J.C. DIDIER, o. c., p. 55-115. Del mismo autor. Saint Augustin et le bapteme des enfants, en cMémoire Bardy, Revue des études augustiennes» 1956, p. 109-120. 21. Véase A. LANOORAF, Kindertaufe und Glaube in der Frühscho/astik, cGregorianum• 9 (1928\ 337-372; 497-543. 22. ll concilio de Milevi, can. 5, Dz (219). Concilios de Gerunda en el año 517, can. 5; de Braga. en el 572, can. 7. Véanse también IV concilio de Letrán, Dz 430 (802); concilio de Trento, Dz 868 (1625), 869 (1626). Véase la respuesta del Santo Oficio a Mons. Weber, cLa Maison-Dieu» 56 (1958) 162-163. Acerca de la interpretación del quamprimum. DC 770; véase P.M. Gv, Note sur le bapteme des enfants, cLa Maison-Dieu» 32 (1952) 124-128. 23. Véase J.C. DIDIER, Le baptéme des enfants. Considlrations thlologiques, cL'Ami du clergé» 76 (1966) 157-159; 193-200; 326-333; 497-506. 24. Serm., 294, 12. PL 38, 1342

221

El bautismo de los nitios

en Occidente. la doctrina del pecado original parece haber ocultado a Agustín, sobre todo desde la controversia antipelagiana, toda la dimensión de la cuestión, y más particularmente 25 el significado positivo de la salvación y del bautismo. Para respetar la perspectiva del designio de Dios, esbozada por la recapitulación de lreneo, y poner a Cristo, y no al pecado, en el centro de la historia, hay que partir de la salvación para explicar el pecado y no invertir el · problema""· , Importa, pues, establecer el bautismo de los niños sobre una base más amplia y darle su pleno significado en la economía de la salvación. l. La Revelación afirma incesantemente la primacía y la anterio- , ridad del Dios que llama, frente al hombre que, mediante la fe, , le responde. La llamada de Dios es siempre anterior; es el fundamento que provoca y trae la fe. Dios llama a todo hombre a la salvación, y su llamada no está en modo alguno condicionada por la confesión del hombre. El niño, creado a imagen y semejanza divina, es llamado a la salvación y llevado por la gracia de Dios, desde su nacimiento, cualquiera que sea su respuesta. Su existencia se inscribe en una economía en la que el orden de la creación es. figura y profecía del orden de la salvación, en la unidad del mismo designio de Dios. Por tanto, depende de la jurisdicción del nuevo Adán. 2. Además, el niño no es un ser aislado: se sitúa en el interior de una comunidad, es esencialmente un ser social, desde su nacimiento. Nace en una familia, que por el sacramento del matrimonio no solamente está integrada en el pueblo de Dios sino que recibe una misión de la Iglesia, para el servicio de la Iglesia en el mundo. Incorporado al pueblo de Dios, el hogar cristiano le prepara nuevos miembros. El dinamismo de la fe de los padres, la toma de con25. Bien es verdad que Agustín, desde 410, defiende su tesis: Ep. 98. PL 33, 360-364. en l.C, DIDIER, Le bapteme d~s enfants, p. 61-69. 26. A, HAMMAN, Le mystere du salut, p. 124.

222

Cuestión teológica

ciencia de su mision, deben disponerles a recibir al nmo como venido de Dios para ser conducido hacia él. En esta perspectiva, el bautismo del niño expresa esa misión y esa responsabilidad, y dispone desde el umbral al niño a descubrir y a compartir la fe en una confesión personal, término de toda la educación cristiana. 3. Para los padres, como para la Iglesia, el niño tiene desde su nacimiento su lugar señalado en la obra de la salvación, pertenece a la humanidad que Cristo ha llevado al calvario para hacerla nacer a la vida de Dios. El bautismo es ratificación de esta gracia ya realizada. Bautizar a un niño, para la Iglesia como para unos padres cristianos, es en primer lugar confesar esta verdad fundamental, que no es ante todo respuesta, sino gracia, descubrimiento y participación de una misma fe. Bautizar a un niño es situarlo concretamente en la comunidad cristiana. rodearlo y sostenerlo con la fides Ecclesiae, la comunión de los santos, en la que la fe de los miembros se apoya en la fidelidad colectiva. Karl Barth mismo ha bautizado a sus propios hijos, . aunque haya escrito lo que quiera que sea acerca de la cuestión. 4. Bautismo y fe están ligados, pero la fe sigue y supone la gracia de filiación que es dada. El camino que conduce a la fe adulta es largo, porque la andadura no depende únicamente del desarrollo del espiritu sino de la conversión del corazón. La fe vivida y compartida de los padres debe facilitar este despertar y sostener la andadura, que es obra de larga duración pero que no puede ser aplazada. El comprometimiento del bautizado es una empresa peligrosa, incesantemente renaciendo, una conversión no hecha de una vez para siempre, sino constantemente por reanudar. San Francisco oró en su lecho de muerte para empezar una verdadera conversión. Algunas concepciones demasiado ideológicas conseguirían esclarecerse a la luz de la experiencia espiritual de la Iglesia y de sus santos.

223

El bautismo de los niños

Por tanto, se puede concluir que, teológicamente, el bautismo de los niños de familias cristianas no debería constituir ningún problema para la Iglesia ni para los padres. Si hay problema, éste proviene de una antropología mal integrada en la economía cristiana de la creación y de la salvación.

4.

Problema pastoral.

El problema pastoral se plantea en función, no de la gracia ontológica, sino de la gracia concebida como «una vida, una simiente que debe crecer» en un medio favorable. Si este medio falta, la formación cristiana corre grave riesgo de presentarse como una tarea desesperadamente irrealizable. Y habrá que preguntarse si, en esas condiciones, no convendría más, salvo el caso de peligro de muerte, esperar a la aparición de la personalidad en el niño para admitir a éste en el bautismo.

II.

LOS NIÑOS MUERTOS SIN BAUTISMO z·;.

Caso particular derivado de premisas más generales, la salvación de los niños muertos sin bautismo sigue siendo una de las cuestiones más oscuras, en virtud de las incógnitas que la componen 27. La cuestión ha sido muy estudiada: J. BELLAMY, art. Sort de\· enjant.\ morts .sanY baptéme, DTC, 11, 364·378; E. BouoEs, Ré/lexions sur la solidarité des hommes avec le Christ, o:Nouv. Rev. Théol.» 71 (1949) 599-605; P.B. CARRA DE VAux-SAINT-CYR. Enfant.< morts sans bapteme, cLumiere et Vie» 18 (1954) 73-100 (bibl. p. 98-99); P. GUMPEL, Unbaptized lnfants: may they be saved?, cDownside Review» 72 (1954) 342-358; C.V. HÉRI~. Le sa/ut de.< m/ants morts mns baptem~. «La Maison-Dieu» lO (1947) 86-105; CH. JouRNET, La vo/onté divine salvi/ique. sur les petits en/ants. París 1958; M. LABOURDE1TE. Probli-mes d'eschatologie, cRevue Thomiste» 54 (1954) 662-675; H DE LAVALETn:. Autour de la que.•tion des en/ants morts sans bapteme, cNouv. Rev. Théol.o 82 (1960) 56-69; L. LAURANc•. Esquisse d'une étude sur le .~ort des enlants mo,.ts sans baptéme. cAnnés théologique» 12 (1954) 145-186; A. MICHEL. En/ants morts sans /Japteme, París 1954; L. RENWART, Le baptéme dl?s enlants et les limbes. A propos d'un document pontifical récent, cNouv. Rev. Théol.» 80 (1958) 449-467 (bibliografía analizada); W.A. VAN Roo, lnfants d}·ing wilhout Baptism, cGregorianum» 35 (1954) 406-456. Véase también la bibliografía cDownside Review» 72 (1954) 359-390 y 73 (1955) 317-346; cNouvelle Revue Théologique» 71 (1949) p. 589.

224

Datu de la L:.lcnrura

y de las sobrevaloraciones de que ha sido objeto. Conviene, para mayor claridad, ofrecer un resumen histórico del problema teológico, antes de sacar prudentemente unas conclusiones.

Dato de la Escritura.

l.

Un primer texto lo proporciona la primera epístola a los Corin· tíos (7, 14c), donde san Pablo trata de los niños nacidos de un matrimonio mixto (pagano con cristiana o viceversa). El Apóstol aplica aquí el principio de que «si la raíz es santa, las ramas lo son también». De la santidad de los hijos nacidos de un cónyuge cristiano, incorporados como él y por él al cuerpo de Cristo, santidad reconocida como evidente. deduce la santificación del cónyuge no ;¡¡ ·¡F, ;1: !·· ,1,' cristiano. ·¡

Pues el marido pagano queda santificado por su mujer; y la mujer pagana, por el marido creyente; de otra manera, vuestros hijos serían impuros, cuando en realidad son santos 2 B.

Este texto parece afirmar la integración, de derecho, en el pueblo de Dios, de los hijos nacidos siquiera de un cónyuge ere· yente, sin que se haga mención del bautismo. Esta exégesis, admi· tida por muchos exegetas modernos, es la de numerosos Padres latinos y griegos, particularmente de aquellos que se han aplicado al sentido literal, como Jerónimo y la escuela de Antioquía 29 • Ya se ha hecho mención de otro texto de la misma carta (15, 2), más oscuro aún, que relata la costumbre de recibir el bautismo en provecho de los muertos. Pero parece que esos muertos son cristianos 30 • Más tarde; el m concilio de Cartago (397) prohíbe admi· nistrar el bautismo a los muertos. Otro argumento a pari deriva también de la Escritura. Si los 28. 29.

1 Cor 7, 14.

De anima, 39, 4. PL 2, 718; JERÓNIMO, ep. 8S, 2. PL 22, 754; In 1 Cor, hom. 19, 3. PG 61, 1S4-1S6. Véase p. 216, n. 67.

TERTULIANO,

CRISÓSTOMO,

30.

225 Hamman, Bautismo 15

JUAN

El bautismo de los niños

hijos de padres cristianos no estuvieran santificados por la fe de los padres, la situación de la nueva alianza, en vez de universalizar la salvación, sería más restrictiva que el Antiguo Testamento, en el que los hijos eran integrados en el pueblo de Dios por la fe de los padres. Finalmente, en contra del argumento a fortiori de la epístola a los Romanos (Rom 5, 20), la caída del primer hombre sería más universal que la salvación del nuevo Adán, y el paralelismo operaría en favor de la economía del pecado, y no de la gracia.

2. Historia de la cuestión. · La cuestión fue suscitada por la controversia pelagiana. Los pelagianos, que negaban la caída original, basaban el bautismo de los niños, no en la desaparición del pecado original, sino en el don de la felicidad de Dios. En cuanto a los niños muertos sin bautismo, distinguen un estadio intermedio entre el reino de Dios, cuyas puertas abre el bautismo, y la vida eterna, a la que esos niños pueden aspirar. Agustín, antes de la controversia pelagiana se inclinaba también por un estadio intermedio 31 • Frente a los pelagianos, cambia de opinión, rechaza toda forma intermedia y condena a los niños muertos sin bautismo al fuego eterno del infierno 32 • Una parte de la enseñanza agustiniana se ve confirmada por el concilio de Cartago del año 418, aprobado por el papa Zósimo, quien condena, con pena de anatema, la afirmación de un lugar intermedio entre el cielo y el infierno. «El que no esté a la derecha, estará inevitablemente a la izquierda» 33 • Este canon incómodo, cuya autenticidad está fuera de duda, parece al mismo tiempo, por anticipación, destruir la teoría de los limbos. La tesis agustiniana 31. De libero arbitrio, 111, 66. PL 32, 1303, anterior a su episcopado. 32. De pec. merit., 1, 21. PL 44, 12Q; Contra Ju/ian., IV, 26; v, 44. PL 44, 7S1; 809; Enchlrldlon, 93. PL 40, 27S; epist. 166, 10. 16, 21, 2S PL 33, 72S-731; C. duas t'pist. Pe/., u. 6. PL 44, S78; Opus imp., I, SO, 130. PL 45, 1072; 1129; De civ. Dei, XXI, 25, l. PL 41, 741. 33. Dz 120 (224).

226

Historia de la cuestión

pesa gravemente sobre la ideología occidental 34 , en tanto que la teología griega siempre había formulado unas alegaciones más reservadas 33 • Los teólogos de la escolástica se esforzaron en suavizar en este punto, así como en la doctrina de la caída humana, las tesis agustinianas. Tomás ~ 6 y Buenaventura 37 descartan de la suerte de los niños muertos sin bautismo todo sufrimiento y toda pena. Inocencio m toma posición y responde al arzobispo de Aries: «La pena del pecado original es la carencia de la visión de Dios, y la pena del pecado actual los sufrimientos de la eterna gehenna» 38 • Lo cual se convirtió en la posición común en la enseñanza. Los maestros de la escolástica evocan prudentemente como posibilidad de salvación, además del bautismo de agua y de sangre, una disposición especial de Dios. Cayetano hizo resaltar la cuestión al tomar posiciones nuevas. Antes de él, Gabriel Biel había emitido la opinión de que no es imposible que Dios «haya constituido algunos remedios que permanecen en su solo poder y de los que hace uso para santificar sin remedio exterior a aquellos a quienes quiere salvar» 39 • Cayetano pulió esta posición y le dio un esplendor nuevo. Su mérito es, ante todo, haber puesto de relieve la fe dentro de la salvación; en el caso de los niños, se trata de la fe de los padres. Ésta fue el remedio propio para la salvación en la antigua ley. ¿Y por qué no habría de serlo, y a fortiori, hoy? «Por eso ahora, cuando al niño le falta el medio propio de la salvación, es decir, el bautismo, la sola fe de los padres basta para asegurar la salvación del niño» 40 • 34. FULGENCIO DE R., De fide ad Pet., 27, 68. PL 65, 705; JERÓNIMO, Dial. adv. Pe/ag., 111, 17. PL 23, 586-587. 35. Gregario Nacianceno dice: «Las almas de los nifios que mueren antes del bautismo sin pecado no serán ni recompensadas ni castigadas.» Orat. 40, 23. PB 36, 389. Gregorio Niseno va más allá: afirma que los nifios empezarán a gozar en la meJida de su poder de participación en Dios. De in/antibus qui praemature moriuntur. PG 46, 161-192. 36. De malo, 5, 1-5; S. Theo/., 111, 1, 4. 37. Brevil, 111, 5. 38. Dz 410 (780). 39. IV sent., d. 4, q. 2, dub. 2. En HÉRIS, cLa Maison-Dieu» p. 90. Véase también P.TH. CAMELOT, Le baptéme et la con/irmation, en Somme Théo/., París 1956, p. 382-388. 40. In S. Theol., 111, q. 63, art. 2 y 11.

227

El bautismo de los niíios

Considerando el caso de los niños que mueren en el seno de su madre, Cayetano dice más adelante: Los niños que mueren en el seno materno pueden, sin embargo, ser salvos, como hemos dicho anteriormente acerca de los niños a los que es imposible administrarles el bautismo. Pueden ser salvados, digo, por el sacramento del bautismo, recibido no realmente, sino en el deseo de sus padres, con una bendición del niño, y la ofrenda de ese niño a Dios, con la invocación de la Trinidad.

El razonamiento de Cayetano está lleno de sensatez. Es razonable que Dios provea en su misericordia a la salvación del niño «en cualquier estado natural». Denunciado al concilio de Trento, Cayetano fue defendido por Seripando, cuya argumentación se basó en la comparación con la antigua alianza. La economía cristiana no puede hallarse en postura menos favorables que la judía. El asunto fue archivado 41 • Desde entonces, teólogos y autores piadosos se han orientado hacia otra solución: la existencia del limbo, que sería un lugar intermedio entre el cielo y el infierno. Las objeciones formuladas contra el limbo pueden reducirse a tres: carencia de todo fundamento escriturario, decisión dogmática del concilio de Cartago que descarta todo lugar intermedio, y dificultad de integrar una felicidad «natural» en una economía de la salvación que, por definición, se extiende a toda la creación histórica. Ante estas dificultades, una vía llamada «liberal» busca una solución que tiene en cuenta, a la vez, la voluntad salvífica universal de Dios y la necesidad obligatoria del bautismo. Una hipótesis varias veces emitida consiste en admitir para los niños mismos una elección final, situada en el momento «que inaugura el nuevo estado y cierra el estado anterior», dado que nadie admite que, en la eternidad, los niños estén privados del uso de la facultad espiritual 42 • 41. Véase el discurso de Plo xu a las comadronas, cDocumentation catholiquC» 2 de febrero de 1951, p. 1480. 42. Exposición matizada y enfoque benevolente de los diversos ensayos por L. REWART, Le baptemc des enfants et les Umbes, cNouv. Rcv. Th¿ol.» (1958) 449-467.

228

CONCLUSIÓN TEOLÓGICA Y PASTORAL.

Principios de solución. l. En primer lugar hay que distinguir netamente el problema de los niños nacidos de padres cristianos. Es difícil no admitir el valor in voto de la fe de sus padres; de lo contrario, la alianza del amor estaría en inferioridad respecto a la de la Ley. La doctrina paulina del matrimonio, participación en el misterio de Cristo muerto y resucitado, parece integrar de derecho al cónyuge infiel y a los hijos en el pueblo de Dios •a. En el plano de la fe, que es el que nos interesa aquí, los hijos de un matrimonio cristiano, ¿acaso no son los hijos de la gracia al mismo tiempo que de la carne? 2. En cuanto al caso de los niños de familias infieles, el dilema consiste en conciliar la voluntad salvífica de Dios, el valor universal de la redención y la necesidad universal del bautismo. Por justas que sean estas dos tesis, no son del mismo orden: una concierne a Dios y a la revelación que él nos ha hecho del designio de salvación, y la otra al hombre y a la pedagogía de su salvación. Siempre existe desproporción entre la primacía de la llamada gratuita de Dios y la respuesta del hombre. Querer limitar la salvación universal del hombre, apoyándose en los deberes de éste, parece una grave inversión de las perspectivas bíblicas y una negativa a reconocer que Dios instituye el orden sacramental para el hombre, sin estar ligado a él. 3. Toda solución acerca de los nmos muertos sin bautismo debe respetar diversas certidumbres dogmáticas: a) La economía cristiana no puede ser concebida como res43. «Ciertamente existen fundamentos para testimoniar esta esperanza ante los fieles que nos prq¡untan a este respecto», observa F. Haarsma, Heilsmoge/likheden voor het ongedoopte Kind?, cNederlandse Katholieke Stemmen• S4 (19S8) p. 43.

229

Principios de solución

trictiva, respecto a la antigua alianza, ni en los medios ofrecidos ni en las exigencias impuestas. Basta con remitirse a la teologia paulina. b) La voluntad salvífica de Dios, la universalidad de la redención, serían una añagaza si Dios ofreciese el fin sin los medios, siquiera fuese a una sola persona, y a fortiori cuando se trata de toda una categoría de seres. e) La economía cristiana hace participar a todo hombre -en virtud de la solidaridad que liga a Cristo a toda la humanidad concreta, y a toda la humanidad histórica a Cristo - en la gracia de la salvación. Por tanto, la exclusión no puede provenir sino de un acto libre y deliberado del hombre. El modo de esta aplicación, particularmente en el caso de los niños muertos sin bautismo, escapa a nuestro entendimiento. Esto no es una razón para negar su salvación, y menos aún para urdir 1 unas hipótesis incompatibles con el misterio de la ternura divina y por lo mismo fautoras de escándalo.

230

CAPÍTULO IV

EL BAUTISMO, FUNDAMENTO DEL ECUMENISMO 1

La historia teológica del bautismo ha mostrado que frecuentemente se ha planteado la cuestión del sacramento recibido fuera de la Iglesia católica. El donatismo. sobre todo, obligó a san Agustín a precisar la validez, la legitimidad y la eficacia de los sacramentos administrados por los disidentes ~. El cometido y la importancia del bautismo, como incorporación a Cristo, no ha escapado a nadie que haya participado en el trabajo ecuménico. Un largo esfuerzo de reflexión ha permitido una maduración teológica 3 que ha hallado su expresión en los textos conciliares del Vaticano II. En ellos encontramos una voluntad no solamente de expresar de manera positiva la importancia del l. C. DAvts, La foi et les /reres séparés, en lntroduction au mystere chrétlen, cLu· mierc ct foi», 17, París 1965; C.J., Les voles de l'unltl chrétienne, US, 26, Parls 1954; J. LAFONT, L'appartenance fondamentale d /'Eg/ise catiJo/lque, en L'Eglise en marche, Puís 1964; E. LAMJRANDE, dstina• JO (1964) 25-58; K. RAHNER, Escritos de Teologla, JI, La incorpo•·ación a la Iglesia según la Enclclica de Plo XJI cMystici corporis Christi», Taurus, !\fadrid '1967, p. 9-97; L. RICHARD, Une these fondamentale de /'oecumenisme: le baptime, incorpora/ion visible d /' Eg/ise, cNouvclle Revue Théoloaique» 74 (1952) 485-492, recoaido en Dieu est amour, Le Puy 1962, p. 157-166. 2. Anteriormente, p. 147-149. 3. Para convencerse de ello basta con recurrir al articulo, en cieno modo profético del Vaticano JI, publicado por L. Richard y citado en la nota J.

231

El bautismo, fundamento del ecumenismv

bautismo para todos los cristianos, sino también de considerar la situación, tanto de los individuos como de las comunidades cris· tianas, en la Una sancta.

l.

RESlTMEN HISTÓRICO.

Los textos escriturarios nos han mostrado que «bautismo cristiano e incorporación a la Iglesia son indisociables» •. El bautismo es desde su origen el bautismo que incorpora a Cristo y por el que se constituye el Israel nuevo, la Iglesia 5 • Los textos paulinos, ya analizados, son daros y formales. El Apóstol escribe a los fieles de Corinto: «Pues todos nosotros... fuimos bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo... Ahora bien, vos· otros sois el cuerpo de Cristo» 6 • La epístola a los Romanos liga de modo indisoluble bautismo e incorporación a Cristo: «¿No sabéis que cuantos fuimos sumergidos por el bautismo en Cristo ... ?» Y añade: «Por medio del bautismo fuimos juntamente con él sepultados en su muerte... » 7 • Por tanto, es justo deducir de la teología paulina que, pese a las diversidades y divisiones de las Iglesias, en Cristo la unidad está ya dada y realizada 8 • En el bautismo, Cristo aparece como el centro animador, el único principio de vida de todo~ aquellos que han renacido en el bautismo de regeneración. Para todos, el rito bautismal es el sacramento de inserción en el cuerpo de Cristo. La unión al Cristo personal es, pues, lo primero y la condición de la unidad comunitaria. Aquí se plantea una cuestión que ya se planteó y fue discutida en el curso de los siglos cristianos: ¿La incorporación a Cristo significa incorporación a la Iglesia visible? Más particularmente: ¿el bautismo administrado en las Iglesias ortodoxas, en el anglica.C. '· 6. 7. 8.

L. RICHAJlD, J. c., p. 1'9 (citamos Di~u est amour). Cf. Act 2, 36-41. 1 Cor 12, 13, 27. Rom 6, 1·11. H .. KONG, lA Irleslll, Barcelona 1969, p. 341.

232

Resumen histórico

nismo, en las comunidades surgidas de la Reforma, incorpora verdaderamente a la Iglesia, una, santa, católica y apostólica? Acerca de esta cuestión, la posición de la Iglesia se ha clarificado, gracias al trabajo ecuménico. Ya hemos visto cómo la antigüedad cristiana fue abandonando progresivamente la rígida posición de Cipriano, quien declaraba nulo, y por tanto sin efecto. el bautismo recibido o dado en un grupo disidente 9 • La concepción que el obispo de Cartago se hacía de la Iglesia y de los sacramentos era demasiado jurídica y demasiado estrecha. Roma, por fidelidad a una concepción tradicional más amplia, no la siguió en este punto. San Agustín mostró que la gracia venía de Cristo, por mediación de la Iglesia: Christus est qui baptizat w. Los sacramentos, y más especialmente el bautismo, incluso dentro de los grupos disidentes. siguen siendo los sacramentos de la Iglesia: «Una es la Iglesia,. la única que es llamada católica. Y todo lo que se halla en las "comuniones" de las diversas comunidades separadas de ella, ella Jo produce y no las otras» 11 • La Edad Media permaneció fiel a la enseñanza de Agustín. San Alberto Magno repite tras él la frase del salmista, Sal 84, 4: El pajarillo encuentra una morada, y un nido la golondrina para sus polluelos, para aplicarla a los sacramentos practicados en las comunidades disidentes: «El nido de la Iglesia son los sacramentos, y tales nidos no son cosa de los herejes; por eso, cuando los herejes ponen en ellos a sus pequeñuelos, los ponen en la Iglesia, y no fuera de ella» 12 • Esta enseñanza se halla de nuevo, en el curso de la historia, primeramente frente a las Iglesias orientales, que se separaron en bloque, y con matices ante las comunidades surgidas de la Reforma. El decreto de Eugenio IV Pro Armenis, de 1439, dice: «Por Vóanse las p. 107-108. 10. Ver p. 148. 11. De baptümo contra Donati.\la.\, 1, 14. PL 43, 117. 12. 111 Senl. d. 6, c. l. 11, ed. Borgnet, 29, 119. Citado por Y. CoNtiAk, Chrétiens dé.wnis, París 1930, p. 288. Trad. esp. Cristiano., dt!sunidos, Verbo Divino. Estella 1967. Afiádanse a las 1 eferencias del padre Cangar otras que él ha tenido a bien comunicarnos: ALGER DE LIHA. PL 180, 842; LoMBARDO, PL 191, 789; Bui·NAVI.NTUNA. IV S otra.\ Iglesias. cConcilium» 4. p. 66-X9. IÍe!IS,

235

El bautismo, fundamento del ecumenismo

abordar con realismo las confesiones cristianas no católicas, en su entidad, como comunidades, incluso como Iglesias («christianae communiones» 2 \ «Ecclesiae vel communitates ecclesiasticae») 25 , y definir el estatuto de las mismas en la Iglesia, no en función de lo que no son, sino de lo que son por su bautismo. El primer esbozo se encuentra en la Lumen gentium. Esta constitución inserta, entre los catecúmenos y los no cristianos, un parágrafo consagrado a los cristianos bautizados «que no profesan la fe íntegra o no conservan la unidad de la comunión que preside el sucesor de Pedro» 26 • Por medio del bautismo se nos dan tres elementos que constituyen la incorporación a la Iglesia: el Espíritu Santo, la unión a Cristo y la salvación. La constitución pone particularmente en evidencia la situación privilegiada del bautismo y la unión con Cristo que el sacramento realiza. El decreto sobre el ecumenismo recoge la misma cuestión para elaborar teológicamente el lugar de los no católicos en la Una sancta. De entrada, explica el cometido constructivo del bautismo para todos los cristianos: ',;.· ··t

Aquellos que creen en Cristo y han recibido válidamente el bautismo hallan en una cierta comunión, si bien imperfecta, con la Iglesia católica. Justificados por la fe recibida en el bautismo, incorporados a Cristo, llevan con todo derecho el nombre de cristianos, y los hijos de la Iglesia católica los reconocen con razón como hermanos en el Señor 27. ~e

El decreto reconoce, pues, que existen, entre quienes están «plenamente incorporados al único cuerpo de Cristo», unos grados de comunión. Y afirma entre las diversas comunidades una «comunión menos total pero, sin embargo, real e importante» 28 • Ésta 24. Unitatis redinregratio, l. 25. Lwnen Gentium. 15; Uuitalis redintef{ratio, 3, que rer Milcíades, y parte a Urbano 1. De las Decretales, las citas fueron introducidas en el Decreto de .Graciano, de donde las tomaron los maestros de la Edad Media. Santo Tomás, al reproducir entre las Auctoritates las famosas citas, ignoraba su origen y su autoridad aprócrifa. Para el sentido exacto del texto, véase más adelante, p. 289, n. 66.

270

Los tiempos modernos

el confirmado es «Un combatiente de primera línea que proclama audaz y abiertamente su fe» 79 • Santo Tomás ve en la confirmación, principalmente, el sacramento que lleva al bautizado a la edad adulta de la vida cristiana 80 • Confrontadas con el desapego al sacramento, estas afirmaciones doctrinales reflejan más un ejercicio de escuela que una reflexión comparable a la de los Padres, que parte de la experiencia eclesial. La enseñanza de los maestros medievales no parece, en ningún caso, haber puesto remedio a la despreocupación por el sacramento de la confirmación.

11.

LOS TIEMPOS MODERNOS

81 •

Los reformadores rechazaron la confirmación en términos enérgicos. Todos están de acuerdo en reconocer que no puede tratarse de un sacramento. Lutero escribe: Buscamos los sacramentos instituidos por Dios y no hallamos ningún motivo para contar la confirmación entre los sacramentos. Para fundamentar un sacramento, es necesario, ante todo, tener una promesa divina por la cual la fe esté sometida a una obligación. Pero en ninguna parte Icemos que Cristo haya formulado una promesa relativa a la confirmación, aunque él mismo impusiese !as manos a muchas personas s2.

Este texto de Lutero muestra, por lo menos, que él conservó como rito característico de la confirmación la imposición de manos. Calvino, a su vez, rechaza la confirmación: La cual ni siquiera puede nombrarse sin ultrajar el bautismo; pero [él reconoce] una instrucción cristiana por la cual los niños, o aquellos 79. ~0.

Breviloquium. VI, 8. S. Theol., m, 72, 5.

81. Presentación protestante en L. VISCHER. La confirmation au cours des .siecles, Neuchatel 1959. Buen resumen de la Reforma y del concilio de Trento, art. Con/irmation en DTC, 111, 1082-1093. X2. De capt. babylonica, ed. de Weimar 6, 550.

271

El problema histórico que hubiesen pasado la niñez, viniesen a exponer la razón de su fe ante la Iglesia .ss.

Frente a estas alegaciones de la Reforma, el concilio de Trento se contentó con recordar y definir que la confirmación es un verdadero sacramento. que imprime carácter y cuyo ministro ordinario es el obispo '84 • Por otra parte, enseña que no es necesaria con necesidad de salvación, pero tampoco se pronuncia acerca de su estructura o de sus efectos. El concilio Vaticano 11 no habla ya del obispo como ministro ordinarius, sino originarius 85 , para tener en cuenta a las Iglesias orientales, según dijo la comisión preparatoria 86 • También aquí una toma en consideración realista de la Iglesia universal ha permitido un enfoque que clarificará la discusión teológica que necesitamos abordar.

83. 84. 85. 86.

Inst. chrét., ed. Belles Lettres, !936, IV, p. 84-85. Dz 871-873 (1628-1630), cf. 852 (1009). Lumen gentium, 11. Esquema 99.

272

CAPÍTULO 11

EL PROBLEMA TEOLóGICO 1

En varias ocasiones, liturgistas y teólogos contemporáneos se han quejado de la carencia de una teología de la confirmación, de la falta de interés que contrasta con el resurgir de la confirmación entre los anglicanos 2 • De entrada, hay que reconocer que esa carencia se debe, ante todo, a la complejidad de los problemas históricos que ya hemos analizado aquí. Rara vez se ha planteado la cuestión del porqué de la separación de los dos ritos, cuestión que podría esclarecer el significado propio de la confirmación.

l.

Se hallará una excelente presentación del problema teológico en P. TH. CAMELOT.

Sur la théologie de la con!irmation, en «Revue des Se. Phi!. et Théol.» 38 (1954) 637-657; Id., La théologie de la confirmation a la lumiere des controverses ,-écentes, en «La MaisonDieu» 54 (1954) 79-91 (con bibliografía); véase también una visión de conjunto en P. DE VoOGHT, Discussions récentes sur la confirmation, en cParoisse et Liturgie» 36 (1954) 409-413. 2. En particular L. BOUYER, La signification de la con/irmation, en «SupplSment a la Vie spirituelle» 29 (1954) 162-179, que ha suscitado vivas reacciones.

273 Hamman, Bautismo 18

Oh.\enaciones preliminares. Toda teología de la confirmación debe tener en cuenta la realidad histórica y ecuménica, y, por tanto, aplicarse a la doble práctica hoy existente de una confirmación que cronológicamente remata el bautismo en la unidad de una misma celebración, y de una confirmación separada, cual se practica en la Iglesia occidental, más especialmente para los niños bautizados en su primera edad. Partiendo de una explicación que tenga en cuenta a la vez la unidad y la bipolaridad, la experiencia de la Iglesia oriental y occidental, será posible elaborar una teología digna de tal nombre. :Ésta debe, de todas las maneras, evitar el error de método que consistiría en aplicar a unas realidades complejas, arrancadas de su contexto y de su significado, una definición sacramental enteramente hecha, que violente sus estructuras en vez de explicarlas, planificando todos los sacramentos al reducirlos a un mismo denominador común. Santo Tomás ya hizo observar la diferencia que existe entre bautismo y confirmación en lo que concierne a su necesidad 3 •

§ l.

Los fundamentos de una teología de la confinnación.

Para elaborar una teología de la confirmación necesitamos te· ner en cuenta tres problemas: Espíritu Santo e Iglesia, Espíritu Santo y bautismo, bautismo y confirmación. El fuego cruzado de estas tres cuestiones iluminará el esfuerzo de reflexión.

ESPÍRITU E IGLESIA

l.

4•

Toda teología de la confirmación supone a la vez una pneumatología y una eclesiología, no yuxtapuestas sino coordinadas, in3. 4.

S. Theol., 111, 72, 8. Baste citar H. KONG, La Iglesia, p. 196-230 (excelente biblioarafia); P. NAUTJN.

274

Espíritu e Iglesia

extricablemente ligadas, pues para la fe, la Iglesia es la Iglesia del Espíritu, y el Espíritu el Espíritu de la Iglesia, no un Espíritu sometido a la Iglesia o condicionado por ella, sino que le da existencia y que se expresa en ella 5 • El Espíritu Santo no es concebible fuera de la Iglesia, ni la Iglesia fuera del Espíritu. Lo cual hizo decir a san Ireneo: «Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu; y donde está el Espíritu, alli está la Iglesia» 6 • «La Iglesia es el pueblo de Dios, al que la operación constante del Espíritu ha conformado a Cristo crucificado y resucitado. La Iglesia es transformada de día en día por él a imagen de Cristo» 7 • La Iglesia es, pues, creación y don del Espíritu. En ella, el Espíritu da y se da, en la Palabra y en los sacramentos. Y no da ni se da al individuo sino en la medida en que da y se da a la Iglesia, por cuya mediación da y se da a los nuevos miembros. El Espíritu da y se da libremente. Es «soberanamente libre», según la expresión de Gregorio Nacianceno 8 • Se sujeta a los sacramentos, pero la Iglesia no puede sujetarlo sin caer en el pecado de magia 9 • El pecado de Simón el Mago fue precisamente querer disponer del Espíritu e imaginar que los apóstoles disponían del Espíritu en vez de lo contrario. El Espíritu habita en la Iglesia y en cada uno de sus miembros libremente, sin identificarse ni a la una ni a los otros, sino construyéndolos juntamente como un templo de piedras vivas que él viene a habitar 10• La Iglesia es, pues, el edificio del Espíritu, da testimonio, por fuera, del Espíritu que la habita por dentro. Y esto, tanto la Iglesia local como la Iglesia universal. Así, el templo del Espíritu se edifica mediante el concurso de todos sus miembros. Je cr-ois a l'Esr>rit-Saint dans la sainte Eglise, París 1947; R. PRENTER, Le Saint-Esprit et le reno u vea u de /' Ég/ise, Neuchatel - París 1949; K. RAHNER, Lo dinámico en la Iglesia, Herder, Barcelona '1968. S. TROMP, Corpus Christi quod est Ecc/esia, 1-111, Roma 1957; A. DE VILLALMONTE, TeoloKía de la conjirmació11, Herder, Barcelona 1963. 5, H. KONG, La Iglesia, p, 182, 6. Adv. hae.·., 111, 24, l. PG 7, 966, 7, R. PRENTER, Le Saint-Eprit et le renouveau de l'Eglise, p, SO. 8, Orat,, 41, 9, in Pentecosten, muy utilizado por la liturgia griega, PG 36, 441. Véase V, LosSKY, Essai sur la théologie mystique de l'Eg/ise d'Orient, París 1944, p, 166, 9. H. KONG, La Iglesia, p, 214. 10, Jn 20, 22

275

El problema teológico

En Pablo y en Juan 11 , la Iglesia nace a raíz de la resurrección de Cristo, y el Espíritu es dado el día de Pascua, pues él se da en el misterio pascual, que es manifestación del Espíritu. En la Pascua, el Espíritu es comunicado al colegio de los apóstoles, en común; en Pentecostés, a cada uno de los miembros presentes. La efusión del Espíritu, prometida por el profeta Joel, atestigua que la comunidad de Jerusalén es la comunidad escatológica. El Espíritu le concede «cualificación, autoridad y legitimidad» 12 • La misión de la Iglesia es en lo sucesivo la misión conjunta del Kyrios y del Espíritu, y su acción, acción del Espíritu. En el apóstol Pablo, el Espíritu es dado no para unas acciones excepcionales, sino para transformar la existencia misma de los fieles. Sin el Espíritu no hay vida nueva, sin el Espíritu no hay comunidad escatológica, sin el Espíritu no hay Iglesia misionera, porque sin él no existe ni Iglesia ni misión 13 • Al resucitar a Cristo, el Espíritu pone los cimientos de una nueva creación, de la que Cristo es el primogénito y los cristianos hermanos suyos. El Espíritu realiza la profecía de la primera creación, constantemente evocada por los padres de la Iglesia. Él es a la vez presencia y acción, principio, crecimiento y consumación del cuerpo y de cada uno de sus miembros. Como dice Lumen gentium: «Por la virtud del Evangelio, él rejuvenece a la Iglesia, la renueva perpetuamente y la conduce hasta la unión perfecta con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: "Ven"» 14 • Y el Concilio recuerda la frase 11. t::sta es también Ja enseñanza de Pedro: c.También vosotros servid de piedras vivas para edificar una casa espiritual ordenada a un sacerdocio santo que ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo.» 1 Pe 2, 5-6; cf. 1 Cor 3, 16; Ef 2, 17-22. Véase un estudio sobre este texto de Pedro en A. HAMMAN, La oración. Herder. Barcelona 1967, p. 241-242. Véase también LOT-BORODINE, Un maitre de la espiritua/ité b}·zantine au XIV• siecle: Nicolas Cabasilas, París 1958, p. 101. 12. H. KüNG, La Iglesia, p. 200·201. 13. H. KÜNG, !bid. 14. Lumen gentium, 4. El texto conciliar hubiera podido citar la autoridad de Ireneo: «La fe recibida de la Iglesia y que nosotros guardamos, que siempre, bajo la acción del Espíri~u de Dios, como un perfume costoso conservado en una ánfora de calidad. rejuvenece y hace que se rejuvenezca el vaso que lo contiene.. La Iglesia se ha visto ofrecer. el Espíritu Santo, prenda de incorruptibilidad, consolidación de nuestra fe, escala de nuestra ascensión hacia Dios.» Adv. haer., III, 24, l. PG 7, 966.

276

Espíritu y bautismo

de Cipriano ya citada: «Así, la Iglesia entera aparece como el pueblo unido con la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» u.

11.

ESPÍRITU Y BAUTISMO.

La controversia anglicana a propósito de la confirmación ha querido, como observa Botte 16 , reducir la cuestión al dilema siguiente: «El Espíritu Santo interviene en el bautismo o no interviene. En el primer caso, la confirmación es inútil; en el segundo, es necesaria» 17 • Dilema que no solamente linda con el sofisma sino que denota una singular inadvertencia a la acción del Espíritu a través de toda la red sacramental. Y, desde luego. toda la iniciación bautismal, desde su preparación hasta su consumación, es obra del Espíritu. Nada se opera fuera de él: olvidar esto sería caer en una concepción mágica del sacramento is. Un recurso a las fuentes bíblicas permite descubrir en el cuarto Evangelio que el Espíritu da, en el bautismo de agua, remisión de los pecados, nueva creación, vida eterna. La teología patrística no perdió nunca de vista este principio, fundamental, puesto vigorosamente en evidencia después del concilio de Nicea 19 • Lo que distingue el bautismo cristiano del bautismo de Juan Bautista no es que en él el don del Espíritu se añada a la inmersión, como podría hacerlo creer cierta presentación, sino que él opera toda la obra de la justificación y de la creación nueva, ya se trate de la Iglesia o de cada uno de sus miembros. «Sobreviniendo 15. CIPRJANO, De eral. donr., 23. PL 4, 536; cf. AGUSTÍN, serm. 71, 20, 33. PL 38. 463; 341, 9, 11. PL 39, 1499-1500; JUAN DAMASCENO, Adv, /con., 12. PG 96, 1358. 16. En cBulletin de théol. anc. et mediév.» 6 (1952) 1630. 17. ~sta es la posición de Dix, The Theology o/ Confirmation in re/ation to Baptism, Westminster 1946, y de lAMPE, The Sea/, 1956. 18. Se hallará una demostración sólidamente montada sobre el papel del Espíritu, en P. GALTIER. art. lmpositioll des mains, DTC, VII, 1349-1360. 19. Baste citar a Basilio el Grande: «El Espíritu es el Espíritu de verdad, don de filiación, promesa de bienes futuros, primicias de bienaventuranza eterna, fuerza vivificante, fuente de ~antificación.» Tratado del Espíritu Santo, >."'VI, 37. PG 32, 133. Véase también JuAN DAMASCENO, De fide orth., 1, 8. PG 94, 833.

277

El prublema teológico

a la fuente bautismal -escribe Ambrosio- o sobre los que se presentan al sacramento, opera en éstos verdaderamente la obra del nuevo nacimiento» 20 • Operando la obra salvífica, la acción del Espíritu señala la unidad y la progresión de las profecías a la realidad, de los acontecimientos evangélicos a su prolongación sacramental. Es interesante anotar que el propio Pseudo-Eusebio, cuya homilía ha desempeñado un papel excepcional en la historia de la confirmación 2 \ empieza por atribuir la regeneración al Espíritu Santo 22 • En vez de oponer las diversas unciones del ritual bautismal, de querer localizar la intervención del Espíritu, los textos litúrgicos como las Constituciones apostólicas 23 tratan de hacer captar la unidad y la progresión de aquéllas, desde la prefiguración a la realización y hasta el sello final. Las sucesivas invocaciones, que imploran a Dios o al Espíritu en cada rito, son una confesión de la fe que discierne al Espíritu que da y se da. Lo que es cierto de toda la iniciación cristiana, de todo sacramento - y explica sin duda la epiclesis eucarística- se expresa de manera privilegiada en la crismación. Sería fácil multiplicar los testimonios autorizados, desde Agustín hasta Isidoro de Sevilla, en apoyo de esta tesis 24 • Isidoro, recogiendo la herencia patrística, pudo escribir: «La eficacia de los sacramentos en la Iglesia se debe al Espíritu Santo, que la habita y secretamente opera la eficacia de los sacramentos» 2 ~. Y aplica esto al bautismo y a la unción que le sigue 26 : «El bautismo comunica la vida al hombre, por la efusión del Espíritu Santo.» 20. Tratado de los misterios, 59. PL 16, 409410. L'initiation chrétienne, p. 85. Los Pa· dres griegos gustan de describir esta presencia como un perfume, imagen del Espíritu. Véase el texto de Ireneo, anteriormente citado, p. 276, n. 14. La misma idea se halla subyacente bajo la crismación con el santo crisma. Para Cabasilas, véase LOT-BORODINE, Un maitre de la spiritualité byr.antine, p. 94. 21. Véase p. 270, n. 78. 22. cErgo Spiritus Sanctus qui super aquas baptismi salutifero descendit in lapsu, in fonte plenitudinem tribuit ad innocentiam ... », PLS, 111, 615. 23. Ver p. 261. 24. Textos en P. GALTIER, lmposition des mains, l. c., 1355. 25. Etym., VI, 19, 41. PL 82, 255. De /ide catholica, 11, 24, 2. 26. De /ide catho/ica, 11, 24, 2. PL 83, 531.

278

Espíritu y bautismo

San Ireneo presentó ya la Encarnación como obra del Espíritu y como «la primera unción de la humanidad por la divinidad» "'.

Esta primera unción, «oculta por el velo de la carne en el nacimiento del Salvador», fue con solemnidad confirmada, públicamente manifestada, en ocasión del bautismo de Jesús en el Jordán, epifanía de la economía divina 28 , que anuncia e inaugura el bautismo. Jesús mismo, al comienzo de su predicación evangélica, en su discurso inaugural a la sinagoga de Nazaret, se aplica el versículo de lsaías y se presenta como lleno de la unción del Espíritu: «El Espíritu está sobre mí, porque me ungió» 29 • Pedro le hace eco y afirma a su vez: «Dios lo ungió con Espíritu Santo» 30 • En la persona de Cristo, el Espíritu, que había abandonado a los hombres cuando pecaron, es devuelto en el nuevo Adán a toda la raza adánica. Incorporados al cuerpo de Cristo por el bautismo, los cristianos son ungidos a su vez -de ahí su nombre de cristianos- y «marcados en el corazón con el sello del Espíritu, que nos es dado como arras» 31 • Para los Padres griegos, se trata de la infusión directa de la vida divina increada: el Espíritu se da. Esta consagración es la obra conjunta de la Trinidad entera: el Padre es el Unctor (el que unge), el Hijo, el Unctus (el Ungido), y el Espíritu, la Unctio (la Unción) 32 • Ante esta concepción grandiosa, ciertas querellas teológicas parecen mezquinas. Para los Padres griegos sobre todo, poco importa que la crismación haya relevado a la imposición de manos (después de haberla acompañado, sin duda), pues los santos óleos, que introducen a Jesucristo, suplen a la mano cuando la crismación releva a la imposición de manos, dice el Pseudo-Dionisia 38 •

27. 28. 29. 30. 31.

En LOT-BORODINE, o. c., p. 91. !bid. Ello explica el Jugar del bautismo en la liturgia oriental de la Epifanía. Le 4, 18. Act 10, 38. 2 Cor 1, 21-22. Véase también 1 Jn 2, 20, 27. cr. l. DE LA PurrERIE, La vie se/on /'Esprit, p. 110. 32. Adv. haer., 111. 18, 3. PG 7, 934. 33. En LoT-BORODINE, o. c., p. 100.

279

III.

BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN.

La historia de la confirmación ha hecho surgir vacilaciones, incertidumbres, cambios, que denotan una conciencia de la complejidad del problema y la dificultad de reducir la iniciación a un denominador común. Todas las soluciones deben respetar la tensión interna entre dos polos que, lejos de oponerse, se complementan. La verdad cristiana - como el misterio de Cristo, «la suprema paradoja» 34 - exige constantemente tener en cuenta elementos complementarios (Cristo: hombre y Dios; la Iglesia: Iglesia del Espíritu y cuerpo de Cristo), si no se quiere desembocar en un nestorianismo o en un monofisismo sacramental. A la teología bautismal, como a la cristología, le acecha la amenaza de sacrificar la unidad o la dualidad, de fundir toda la iniciación en una unidad que disuelve a sus componentes, hasta el punto de suprimir su bipolaridad o de separarlos hasta la desintegración, hasta el punto de hacer desaparecer la unidad fundamental de aquellos componentes. En el plano de los principios teológicos. al que nos limitamos aquí, la cuestión que plantean bautismo y confirmación está subtendida por la de las relaciones entre Cristo y el Espíritu, no como correspondiente a las dos fases sucesivas de la misma iniciación 35 , sino como esclarecedora de la dualidad personal de acción de Cristo y del Espíritu en la unidad de una misma economía. íntimamente ligadas, la obra del Hijo y la del Espíritu corresponden a sus personas distintas. y no se confunden. El Evangelio muestra que la acción redentora de Cristo confiere a la creación aptitud para recibir el Espíritu 36 • Esto se realiza en dos tiempos: Cristo quita el obstáculo, y en lo sucesivo se efectúa la efusión 34. ~5.

La expre~ión es de Gregario Niseno. Crítica de la concepción de bautismo y confirmación como correspondientes al

misterio de Pascua y de Plntecostés, en v.,·. BRI-.UNINt •. cConcilium» 22. p.

1.12-~13.

36. La teología ¡riega aphca al Espíritu la imaeen del fuego que Cristo ha venido a traer a la tierra (le 12, 49); cf. Jn 7. 39. Véase V. LoSSKY. t:nai sur la tlréoluKie m}'S· IÍ(/111!, p. ·!56.

280

Bautismo y confirmación

del Espíritu sobre toda carne ". El Pentecostés no es la prolongación sino la consecuencia de la Encamación. Justamente es de la formación de la Iglesia de lo que se trata en los Hechos, de esa formación no más allá de la Pascua - el más allá de la Pascua no ocasiona nada más desde el punto de vista de la calidad de la consumación- sino a partir de la Pascua""·

No es Cristo quien envía el Espíritu, como para que lo reemplace; Cristo pide a su Padre 39 , a quien debe su misión, que lo envíe «en su nombre», en cumplimiento de un mismo designio de salvación. Es necesario que aquellos que han de recibirlo «lleven el nombre» de Cristo, sean bautizados en su nombre, renovados en el misterio de su muerte y de su gloria, que sean incorporados a su cuerpo para recibir el Espíritu. La obra y la misión de Cristo, recibidas de su Padre, conciernen a toda la raza humana, que él recapitula en su encarnación; la obra del Espíritu, por el contrario, consumando la de Cristo, sella la comunidad, uniéndola, a toda ella como a cada uno de sus miembros, a las tres personas divinas. «Cristo viene a ser la imagen única apropiada a la naturaleza común de la humanidad; el Espíritu Santo confiere a cada persona creada a imagen de Dios la posibilidad de realizar la semejanza en la naturaleza común. Uno presta su hipóstasis a la naturaleza; el Otro da su divinidad a las personas» 40 • Las dos manos de que habla san Ireneo obran, pues, de manera conjunta e inseparable, para llevar a cabo la única economía divina. Cristo opera la unidad de su cuerpo, en y por medio del Espíritu, y el Espíritu se comunica a todos los miembros de aquél en y por medio de Cristo. Esta obra conjunta se expresa en la iniciación cristiana, en el 37. Cf. el estudio de R. CABIÉ, La Pentecóte, Tournai-París 196S. 38. W. BREUNING, «Conciliurn» 22, p. 93. 39. El emisor del E•píritu es el Padre, y no Cristo, corno afirma E.H. SCHIL'-EBEECKX, Le Chrüt, sacrement de la rencontre de Dieu, p. 200; trad. españ.oJa, Cristo, sacramento del encuentro con Dio11, Dinor, San Sebastián ~1966. 4(). V. LOSSKY. o. c .• 163.

281

El problema teológica

bautismo y la confirmación. «El Espíritu Santo opera los dos sacramentos: crea de nuevo la naturaleza purificándola, uniéndola al cuerpo de Cristo, comunica también a la persona humana la divinidad. la energía común de la santa Trinidad; es decir, la gracia» 41 • El vínculo íntimo de estos dos sacramentos -bautismo y confirmación- es la razón por la cual el don increado y deifican te, que la bajada del Espíritu Santo confiere a los miembros de la Iglesia, es llamado frecuentemente «la gracia bautismal». El Espíritu se confunde con el reino de Dios predicado por Jesús: con ~u presencia lo realiza en nosotros, dentro de nosotros, hasta el punto de que algunas lecturas del Padrenuestro en san Lucas han podido reemplazar la petición del reino por la petición del Espíritu 42 • Unidos en una misma celebración, bautismo y confirmación deben poner de manifiesto - y el cristiano catequizado debe descubrirlo - el desarrollo histórico incluido en la plenitud ontológica de la iniciación. Este desarrollo no puede ser dado; es factor del tiempo, acción progresiva del Espíritu. Separados cronológicamente, bautismo y confirmación deben manifestar su unidad fundamental, y el cristiano debe descubrir que son teológicamente inseparables. La dualidad no está en Dios sino en la percepción del hombre, que es lento para descubrir en el análisis de los componentes la unidad del misterio cristiano.

IV.

BAUTISMO, CONFIRMACIÓN Y EUCARISTÍA.

También sería necesario descubrir que el término de la iniciación cristiana es la eucaristía. La práctica antigua de la Iglesia y el uso actual en la Iglesia oriental manifiestan la unidad de los tres sacramentos administrándolos en la misma celebración. En la cena eucarística está expresado todo el misterio de la fe, el cual será, en lo sucesivo, la vida del neófito. Las anáforas orientales, sobre todo, desarrollan la progresión 41. 42.

lbid., p. 167. Véase nuestro libro La oración, p. 140.

282

La sacramentalidad de la confirmación

je la revelación: iniciativa del Padre, envio del Hijo, que trae la ;alvación, misión conjunta del Espíritu, que consuma la obra de la salvación. El Espíritu sella el misterio eucarístico corno sella a ~ada uno de los miembros, consagra, bendice y santifica los dones - dice la anáfora de san Basilio-, «para que todos nosotros, que participamos en el único pan y en el único cáliz, estemos unidos Linos a otros, en la comunión del único Espíritu Santo» 43 • El Espíritu, invocado sobre la materia del bautismo y de la ~nfirrnación para que le dé su eficacia, es invocado en la epiclesis ~ucarística para que realice el misterio de la misma operando el :uerpo de Cristo. Lo cual permite descubrir la maravillosa contirmidad sacramental, que halla en la eucaristía su centro y su plerJ.itud. El Espíritu hace la eucaristía como hace la Iglesia y porque la hace; de una y otra parte, lleva a cabo la opus redemptionis.

~

11. La sacramentalidad de la confinnación.

La confirmación plantea especialmente tres problemas a la teología sacramental: la institución por Cristo, el ministro, los efectos. Es inútil volver sobre la cuestión de la materia y la forma, ya ventilada por el estudio histórico. Baste deducir de este análisis la libertad que le ha sido dejada a la Iglesia en aquello en lo que Cristo no precisó netamente gestos y palabras, portadores de gracia sacramental.

43. Pri€res des premiers Lhrétiens~ n. 0 306. Hemos demostrado que las anáforas son r:onstruidas sobre el mismo modelo que las confesiones de fe bautismales: quieren expresar d mismo misterio de la salvación. Mysterium ,\alutis, Einsiedeln 1957, u, p. 136-138.

283

l.

LA INSTITUCIÓN POR CRISTO.

En ningún lugar de la Escritura se dice que Cristo instituyó el sacramento de la confirmación. Ningún testimonio de los Hechos ni de las cartas apostólicas se refiere a una institución de la imposición de la mano que da el Espíritu. La Tradición no lo afirma tampoco, hasta el siglo III. Desde el siglo IV, los Padres, para dar un origen apostólico a la confirmación, invocan los Hechos de los Apóstoles, y más especialmente el episodio de los samaritanos 44 y el de los efesios 43 • La exégesis moderna, como hemos visto 4 \ impugna el valor del argumento basado en los Hechos. La única manera de explicar la institución divina es reconocer dos hechos: -

-

la institución global por Cristo de un rito bautismal de agua y de Espíritu, traducido en el origen por el baño y la imposición de la mano; el poder de la Iglesia de aislar, por razones que nos quedan por explicar, un elemento del tronco común. Esto no se ha hecho sino paulatina y tardíamente, puesto que Buenaventura y Alejandro de Hales hacían remontarse la promulgación al concilio de Meaux, del año 845.

11.

EL MINISTRO.

Hemos visto que los apóstoles imponían las manos a los samaritanos bautizados por el diácono Felipe. Durante los tres primeros siglos, el obispo, jefe de la Iglesia local, bautiza, impone las manos o da la unción, asistido de sus presbíteros y de sus diáconos, en 44. 45. 46.

Act 8, 14-18. Primer texto oficial: Inocencio Act 19, 1-7. Véase anteriormente, p._ 257-259.

284

1,

Dz 98 (215).

El ministerio

una verdadera con celebración 47 • Hasta en la administración sacramental, la jerarquía obra colegialmente. En el siglo IV, con la extensión de la Iglesia, asistimos a un estallido. Era dificil conservar a la vez la unidad sacramental y la unidad eclesial. Oriente, en el momento en que se constituyen las parroquias, delega de manera permanente toda la acción bautismal, incluida la unción, en el sacerdote 48 • Para mantener la unidad y el carácter episcopal, el sacerdote utiliza para la unción el santo crisma consagrado por el patriarca o al menos por el obispo. Occidente pone el acento sobre la unidad eclesial y reserva en principio al obispo la unción crismal o la imposición de la mano. Cornelio 49 reprocha a Novaciano el haber violado esta regla, que regía en África 50 • en Roma 51 y en España 52 • El concilio ele Toledo, aun cuando prohibía al sacerdote la bendición del santo crisma, le autoriza a hacer la unción en ausencia del obispo 53 • En la Galia, los sacerdotes, al parecer, daban la unción después del bautismo 54 • Las Falsas Decretales de Isidoro y el Decreto de Graciano reservan la confirmación al obispo, lo cual ha prevalecido en la legislación latina. El concilio Vaticano 11, queriendo tener en cuenta el derecho oriental tanto como el occidental, se contenta con afirmar que el obispo es el minister originarius de la confirmación 5 ' .

47. Basta remitirse a la Didascalia de los doce apóstoles o a la Tradición Apostólica, p. 88 y 110-111. 48. Textos en A. o' Aüs. De baptismo et confirmatione, p. 213-217. 49. En EusEBIO, Hist. ecc/., VI, 43, 15. PG 20. 624. 50. CIPRIANO. ep. 73, 9. PL 4, 1114-1115; De rebaptismate, 10. PL 3, 1195. 51. Véase la carta de Inocencia 1 al obispo de Gubbio, Dz 98 (215, cf. 329). 52. Concilio de Elvira, can. 77, Dz 52 d (120); PACIANO, ep. 1, 6. PL 13, 1057. 53. Dz (187). 54. Se hallará la documentación en L.A. VAN BuCHEM, L'homélie pseudo-eusébienne, p. 87-90.

55.

Lumen gentium, 26.

285

EFECTOS DE LA CONFIRMACIÓN ~ 6 •

III.

La cuestión más espinosa es la relativa al significado o a los efectos del sacramento de la confirmación. El concilio de Trento no se pronunció a este respecto. Nosotros empezaremos por establecer el estado de la cuestión, antes de ofrecer un ensayo de explicación teológica.

Estado de la cuestión.

l.

Las variaciones de la administración y del signo de la confirmación (unción crismal, imposición de la mano) repercuten en la interpretación de los efectos, principalmente en Occidente. A decir verdad, para la Iglesia oriental, que conserva la unidad original, la unción crismal sella el bautismo con el don del Espíritu, como dice la fórmula ritual. Cuando Occidente separó el rito terminal, empezaron las dificultades para darle un significado autónomo. Esquemáticamente. dos concepciones se han abierto paso: -

una que mantiene una unidad moral o ideal con el bautismo y ve en la confirmación el remate, el sello del Espíritu, puesto sobre el sacramento de la iniciación cristiana; otra, que reconoce la distancia que separa confirmación y bautismo y ve en aquélla una gracia, una fuerza, y una ordenación a una misión de testimonio, de acción evangelizadora 57 •

Ambas concepciones se encuentran en los textos del magisterio, el cual deja muy amplio espacio a la interpretación teológica. J::ste es en realidad el obje~o principal de las controversias actuales que analiza l. c. 51. Véase M. THURIAN. La confirmation, Neuchatel !957, p. !15 (buena hibliografía de la cuestión, p. !15·119).

56.

P.TH.

CAMELOT,

286

Ensayo de explicación teológica

Las tomas de posición oficiales no son uniformes. En ellas hallamos como efecto de la confirmación: -

el don del Espíritu Santo: Inocencio 1, Dz 98 (615); Inocencio IV, Dz 451 (831); el aumento del Espíritu Santo y la fuerza: Inocencio m, Dz 41 q (785), Decreto a los armenios, Dz 697 (1319).

El Decreto a los armenios parece haber percibido el problema. Primeramente afirma que la confirmación es aumento de la gracia y consolidación de la fe: Dz 695 (1311). Más adelante explica: «El efecto de este sacramento es permitir al cristiano confesar valerosamente el nombre de Cristo, puesto que en él el Espíritu es dado para hacer frente, como fue dado a los Apóstoles el día de Pentecostés.» Dz 697 (1319). FC, 718. El concilio de Trento no aporta ninguna precisión. El Vaticano 11, por el contrario, expone un aspecto nuevo en los textos: «Por el sacramento de la confirmación [los confirmados] son ligados más perfectamente a la Iglesia, son dotados de una fuerza especial del Espíritu Santo, y así obligados más estrechamente, como verdaderos testigos de Cristo, a difundir y defender la fe con la palabra y la acción» 58 • El texto se refiere a Círilo de Jerusalén, a Cabasilas y a santo Tomás ~ 9 • Hay un punto que, desde el concilio de Trento, es afirmado sin vacilación: la confirmación imprime carácter.

2.

Ensayo de explicación teológica.

Todo esfuerzo de reflexión sobre la confirmación debe tener en cuenta diversos factores: a) la unidad. fundamental de la iniciación cristiana en los primeros siglos, que expresaba una sola realidad coherente; 58. L11men gentium, 11. 59. CJRJLO DE JERUSALÉN, Cal., 17. PG 33, 1009. NICOLÁS CABASILAS, De vita In Chr., 3. PG 150, 569-580; SANTO TOMÁS, S. Teo/., lll, 65, 3 y 72, 1 y 5.

287

El problema teológico

la existencia y la legitimidad de un doble mo~o de administración, unificado y diversificado, en Oriente y en Occidente; e) la razón teológica que ha hecho mantener el uso oriental, de una parte, y ha provocado la rotura en Occidente, de la otra. El concilio Vaticano II no se ha contentado con desear que la administración ponga de manifiesto «más claramente el vínculo íntimo de este sacramento con toda la iniciación cristiana» 60 , sino que, en la línea de una teología ecuménica, ha presentado el sacramento de manera que se tenga en cuenta la práctica oriental y occidental. Vamos a desarrollar los elementos de un texto ya citado, perteneciente a la constitución Lumen gentium 01 : b)

Por el sacramento de la confirmación, los confirmados son ligados más perfectamente a la Iglesia, son dotados de una fuerza especial del Espíritu Santo, y así obligados más estrechamente, como verdaderos testigos de Cristo a difundir y defender la fe con la palabra y la acción. ''(:,

El vínculo eclesial.

a)

El aspecto eclesial es una dominante en Oriente y en Occidente. Al ponerlo en evidencia, la Lumen gentium vuelve en cierto modo al aspecto original de la imposición de manos, tal como los exegetas más rigurosos entienden la visita de los apóstoles a los samaritanos bautizados por Felipe 62 • Al delegar en el sacerdote toda la iniciación cristiana, Oriente quiso poner in tuto el vínculo con el jefe de la Iglesia, reservando la bendición del santo crisma al patriarca. En Occidente, sobre todo con la multiplicación de los bautismos de niños, más particularmente en la Galia, el sello final, con la imposición de manos, fue reservado al obispo, que ejerce en la Iglesia «el poder soberano» 63 • El valor comunitario del sacramento, ya significado por 60. 62. 63.

Sacrosanctum concilíum, 71. 61. Lumen gentium, 11. Véase p. 194. L. BouYER, La signi/icatlon de la con/irmation.

288

Profundizamiento de la gracia bautismal

la comunidad en el bautismo, se afirma así con la presencia del jefe de la comunidad, para que éste dé a la iniciación cristiana su significado pleno 6 •. El encuentro personal del bautizado y el obispo pone en evidencia y subraya el compromiso personal del confirmado, dentro de una comunidad eclesial concreta y representativa. La ambivalencia de la imposición de manos para la confirmación y la reconciliación de los herejes 65 pone de manifiesto su significado esencialmente eclesial. Así pues, la confirmación expresa que, como ya hemos visto, el Espíritu hace la Iglesia.

b)

Profundizamiento de la gracia bautismal.

La Lumen gentium presenta después la confirmación como una intensificación de la gracia bautismal 66 y como una fuerza especial del Espíritu 67 , con miras al testimonio y a la evangelización. Aquí es necesario disipar un doble equivoco. La teología escolástica hablaba corrientemente del augmentum gratiae baptismalis. Esta concepción resiste difícilmente a la crítica. Si la gracia bautismal lleva en sí misma su fuerza vital para toda la existencia, 64. SÓlo el obispo residencial da plenamente este significado. La tendencia actual de delegar este poder en un vicario episcopal es mejor solución que recurrir a algún obispo cesante, el cual, lejos de dar el sentido eclesial, tiene el peligro de afiadir una nota de folklore. Sobre el significado del obispo como ministro de la confirmación, vbse J. NEU· MANN, Dcr Spender der Flrmung in der Klrche des Abendlandes bis zum Ende des ·klrchl. Altertums, Meitingen 1963. 65. Solamente podemos remitir a la tesis de P. DE SAINT-PALAJS o'AusSAc, La rlconclliatlon des hérétlques dans 1'1!:glise latine, París 1943 y a la de L.A. VAN BuCHEM, L'homélie ps.-eusébienne, p. 169-191. 66. Cf. Dz 697 (1319). Sería necesario a este respecto, evitar las expresiones cnuevo don del Espíritu», cnueva efusión», cotro don», como si no se tratase del mismo don increado del Espíritu, que opera a todo lo largo de la acción bautismal. Hay que tener siempre presente que la confimtación occidental no puede tener distinto efecto que la oriental. 67. Numerosos autores se niegan a ver en la confirmación una gracia especial de fuerza. cOpinión aberrante, introducida a finales de la Edad Media., dice BOUYER, l. c., p. 179, n. 17. En el mismo sentido, L.A. Van Buchem. P. De Vooght escribe: cLa fórmula Splritus Sanctus ad robur es la expresión de una teologla mal informada de los datos litúrgicos y patrísticos, y, hasta más amplia información, no me parece muy conciliable con la concepción de la confirmación como complemento del bautismo.» cParoisse et Liturgie» 36 (1954) 413.

289 Hamman, Bautismo 19

El problema teológico

es difícil presentar la maduración o la madurez como un estado nuevo, ligado a otro acontecimiento sacramental. «Hacer consistir la madurez misma a su vez en un acontecimiento es, en el fondo, negar la analogía de la que se ha partido: el crecimiento que se opera en virtud de una fuerza inicial» 08 • Ese desarrollo, esa alimentación del crecimiento. ¿acaso no es la acción de la gracia eucarística? ¿Por qué, entonces esta nueva intervención de la confirmación «con trazas de acontecimiento»? ¿Cómo justificar esta representación cuando bautismo y confirmación son administrados en una celebración única?. Sin duda hay que ligar esta gracia renovada del Espíritu al aspecto eclesial de la confirmación, como integración en la Iglesia que el Espíritu de Pentecostés construye. Por la confirmación nos hacemos miembros completos de la Iglesia, somos incorporados al misterio entero de la Iglesia: filii Dei in virtute 69 • La confirmación es el sacramento de esta dimensión a la vez pneumática y eclesial. La confirmación no provoca sino que descubre y apoya una acción espiritual en curso: la acción operante del Espíritu, que intercede, santifica, desarrolla y unifica simétricamente a la Iglesia y a cada uno de sus miembros. La confirmación nunca puede ser la desintegración del bautismo, sino el descubrimiento del don y de las virtualidades incluidas en el mismo como el niño en el seno de su madre. Expresa la afirmación y la consolidación de una obra única, iniciada con la fe dada en el bautismo - en el que el Espíritu «constituido en potencia» es incesante renovación-, en el seno de la comunidad y de cada uno de sus miembros: Ecce nova facio omnia 10 • El bautismo y la confirmación corresponden a las dos fórmulas paulinas: «en Cristo» y «en el Espíritu». Éstas son concéntricas, pero no intercambiables. La primera «designa la esfera objetiva de la salvación en la que el hombre entra por la fe y el bautismo (en efecto, es por la fe y el bautismo como el hombre es ligado 68. 69. 70.

W. BREUNJNG, l. c., p. 88. Cf. E.H. ScHJLLEBEECKX, Le Christ sacrement ... , p. 19S. Ap 21, S.

290

T estigvs que defienden la fe con la palabra y la accián

al acto soteriológico de Cristo, su muerte y su resurrección. y al orden nuevo que ha sido la consecuencia del mismo); la segunda fórmula expresa el aspecto interior y subjetivo de la vida cristiana. la energía divina presente en cada cristiano, que permite a éste ... permanecer apegado a Cristo, al cual se ha dado, y reproducir en él su imagen» ' 1 • Aquí opera el Espíritu Santo -el Espíritu de la confirmación - presente en los corazones de los cristianos.

e)

Te.1tigos que defienden la fe con la palabra y la acción'".

No se trata, como en ocasiones se ha pretendido, de una misión nueva, puesto que tal es ya la misión del bautizado, y una misión nueva no tendría ningún sentido dentro de una celebración única. La confirmación pone el acento sobre el cometido activo, personal, de la fe, sobre la parte que el confirmado debe tomar en la defensa y la prop-ctgación de la fe, en la manifestación y la extensión del servicio de Dios hasta el servicio de los hombres. Eso es vivir el misterio de la Iglesia, en su docilidad al Espíritu, en comunión con todos los hermanos. La confirmación subraya también que la misión profética, sacerdotal y regia, dada en el bautismo en el plano del ser, condición :.iempre fundamental y supuesta, debe afirmarse en el plano de la acción, de la energía, como dicen los Padres griegos, indispensable para la puesta en acción de las potencias nuevamente infusas. Nicolás Cabasilas, a quien se refiere el texto conciliar, explica que si la primera acción de Dios confiere al hombre nacido del agua un inicio de existencia real, el don del Espíritu, que sigue, «le comunica fuerza y movimiento». Y esta energía propulsiva 71. A. FEUILLET, Le Christ, sagesse de Dieu, París 1966, p. 147. 72. Se trata de la profesión pública de la fe ante el tribunal del mundo, la cual puede llegar hasta el martirio, y de la irradiación del Espíritu Santo, que nos embalsama, según los Padres griegos. La óptica es muy diferente de cierta concepción de apostolado o de acción católica. cHay que confesar que esta idea (de la acción católica) no es en modo alguno tradicional y apenas si puede apelar a los textos pontificios», ni siquiera de Pío XI, dice P. TH. CAMELOT, La spiritualité d" bapteme, p. 255, n. l. Véase también Y. CONGAR, Jalones para una teología del /aicado, Estela, Barcelona 1961, p. 451, n. 66 y 67.

291

El problema teológico

permite al ser nuevamente formado o reformado la plena realización de sus potencias. Lo que hace falta poner de relieve es qu~ no se trata de un simple progreso, de un augmentum de gracia, sino del perfeccionamiento por el Espíritu de la imagen de Cristo realmente viva y operante. El myron es la plenitud carismática de todas las promesas del Espíritu; no es otra cosa que la perfección de nuestras facultades pneumáticas puestas en movimiento por el Donador en persona 78 • Aquí hay que añadir, sin prejuzgar cuestiones pastorales, que, en el caso del bautismo dado a los niños, la confirmación puede servirle de ·correctivo al poner en evidencia que el bautismo no es meramente dado sino que es una llamada a la parte personal de la fe y de la existencia cristiana 74 • La unción recibida debe esparcirse en irradiación y en acción, en perfume de agradable olor. La confirmación del Espíritu es el antitipo de ese perfeccionamiento personal, eelesial y escatológico que lleva la obra de la salvación a su consumación. Tampoco hay que perder de vista que desde el bautismo el fiel está marcado con el sello escatológico de que hablan Ezequiel y san Pablo 7 G. No puede tratarse de renovar sino simplemente" de intensificar, o mejor de «confirmar», el sello recibido de una vez para siempre, que dura por toda la línea del tiempo y anuncia la bienaventuranza y la reunión de la eternidad.

73. Lor·BoRODINE, Un maíu·e de la spiriwalité byzanti11e, p. 96. 74. Observación de L.A. VAN BuCHFM, o. c., p. 199-200. Los teólogos que han repetido la fórmula del Pseudo-Eusebio augmentum gratiae y robur ad pugnandum han desatendido el contexto. El autor quería mantenerse equidistante del pelagianismo y del agustinismo. Su tesis era: «Todo. en efecto, viene de Dios; todo, como la vida, es puro don del creador, en el que no interviene el compromiso. Pero aquellos que han dejado atrás Ja juventud puramente receptiva tienen que responder de este don; han de hacerlo verdadero en su vida de adultos, en medio de Jos peligros y de las tentaciones.» VAN BucHEM. o. c., p. 200. 75. Ez 9, 4; 2 Cor l. 22; Ef !, 13.

292

CAPÍTULO III

EL PROBLEMA PASTORAL 1

Toda pastoral debe tener una raíz teológica y armonizarse con la práctica tradicional de la Iglesia. De lo contrario, en vez de servir a la economía sacramental -lo cual es un cometido-, se expone a servirse de ella, en función de «elucubraciones humanas» cambiantes y frágiles. «No se trata, pues, de preguntarnos cómo concebir la confirmación para que sirva lo mejor posible, sino de interrogar a la Iglesia y hallar, en la concepción que ella nos dé, la ocas10n de revisar determinadas prácticas de nuestra pastoral» 2 • Hay que reconocer honradamente que las dificultades y las l. Bibliografía: A. ADAM, La confirmaci6n y la cura de almas, Herder, Barcelona !962 (muy al corriente de todos los problemas); B. B01TE, A propos de la confirmation, cNouvelle Revue Théologique• 88 (1966) 848-852; A. CHANSON, Pour mieux administrer Baptéme, Confirma/ion, Eucharistie, Extrime-Onction, Arras 1953; G. DELCUVE, Une nécessité pour /'e/ficaciré norma/e de la forma/Ion rellgieuse, cLumen vitae» 5 (1950) 322· 350; Directoire pour la pastora/e des sacrements a /'usage du c/ergé, adoptado por la Asam· blea plenaria del Episcopado para todas las diócesis de Francia, París 1952; H. DUPONI', Pastora/e de la Confirma/ion, cParoisse et Liturgie. 35 (1935) 303-312; Id., Pastora/e de la Confirmation, ensayos relativos a la administración del sacramento. cLum~n vitae• JO (1955) 399-402; J. M. HuM, Réflexions pastorales sur la Confirmation, «La Maison·Dieu» 54 (1958) 160-Jn; P. RANwEz, La confirma/ion, constirutive d'une persollnaliré au •ervice du Corps mystique du Chri•t, «Lumen vitae» 9 (1954) 17-36; M. THOMAS, Prob/emes pastoraux posés par la Con/irmation, «Lumiere et Vio. 51 (1961) 8().90. 2. J.M. Huw, R.l/lnians pastorales, p. 161.

293

El problema pastoral

aproximaciones teológicas con que nos hemos encontrado en el estudio de la confirmación pesan gravemente sobre su pastoral. La separación de la confirmación respecto del bautismo no sólo ha tenido ventajas. Frecuentemente pone .en peligro de perder el sentido de la cohesión interna de la iniciación cristiana, que forma un todo, y de alejarse del significado tradicional de la confirmación para buscar explicaciones adventicias con un pretexto pastoral. La cuestión que domina en pastoral es la de la edad de la confirmación. Esta cuestión condiciona parcialmente los demás problemas: el ministro, los padrinos y la administración del sacramento.

I.

LA EDAD DE LA CONFIRMACIÓN 3 •

Se impone una observación preliminar: la cuestión de la edad de la confirmación sólo se plantea en función del bautismo de los niños. No existe razón alguna para plantearla respecto al bautismo de los adultos, en el que el orden tradicional bautismo-confirmación-eucaristía debe ser respetado y unido en una misma celebración •. La cuestión de la edad de la confirmación se ha planteado allí donde · los dos sacramentos fueron separados. Lo cual provoca nuevos problemas. 3. Biblioarafía: A. ADAM, La con/irmacl6n y lo cura de almas, p. 97-153, Herder, Barcelona 1962; CH. BouzERAND, L'áge de lo con/irmation, cLa Maisson-Dieu JO (1947) 129-133; M. CAMBIAGHI, L'éta del/a cruima, Milán 1957; L. DURAND, De /a con/lrmatlon el de l'áge auquel il convient d'y admettre, ctltudes. 54 (1891) 421-452; P. GALTIER, L'áge de lo con/irmatlon a propos d'un document récent, cNouvelle Revue Théologique. 60 (1933) 675-686; M. GuJ!RET, cRevue du diocese de Tournai» 12 (1957) 139147; R. LEVET, L'áge de lo con/lrmatlon dans lo /égislotion des dioceses de France, cLa Maison-Dieu» 54 (1958) 118-142; A.G. MARTIMORT, La con/lrmatlon, en Communion so/enne/le et professlon de foi, París 1952, p. 188-201; A. MOSTAZA RooR{GUEZ, en cAnthologica annua» 4 (1956) 341-384; P. PATISSIER, De lo con/lrmation et de l'áge auquel il convient d'y admettre, París 1900, 3.• ed.; E. RuFFINI, L'áge de la con/lrmatlon, cConcil,ium» 38 (1968) 39-44. Biblioarafía complementaria, en eScuela cattolicu 95 (1967) 34-61; 66-79; 27().174. 4. El Directorio ad e:cperlmentum de Paris lo pide e:cplicitamente.

294

l.

Resumen histórico.

Con la excepción de España y América del Sur, en Occidente ha prevalecido, desde el siglo xm 5 , la costumbre de esperar para la confirmación a la edad del discernimiento. Hasta entonces, los niños, en Occidente, recibían juntamente bautismo-confirmacióneucaristía, cuando bautizaba un obispo; si no, la confirmación era dada tan pronto como era posible presentar el niño al obispo. Es probable que la costumbre de esperar a la edad del discernimiento sea consecuencia de un sincronismo con la edad de la comunión, que fue fijada por el concilio de Letrán en los siete años aproximadamente 6 • Esto es aconsejado más tarde por el Catecismo del concilio de Trento 7 y supuesto por la Instrucción Etsi pastoralis, de Benedicto XIV 11 • En Francia 9 , durante el siglo XIX, prevaleció la costumbre de dar la confirmación hacia los once o doce años, en muchos casos después de la primera comunión, lo cual no era tradicional un siglo antes 1.o. Ésta era también la práctica de Bélgica y de AustriaHungría. Roma, aun cuando toleró la costumbre, se esforzó en hacer admitir la práctica tradicional. Testimonio de ello, el texto de León xm, de 1897, al obispo de Marsella. Dicho texto afirmaba S. Es dificil sefialar una fecha. En 1287, un sínodo admite un plazo de tres allos, para los nillos pequellos. Pasado este plazo, estaba ordenado el ayuno a pan y aaua todos los viernes, hasta que los nillos fuesen bautizados. En C. BouZERAND, L'áre de la con· firmation, l. c., p. 131. 6. El t~rmino es empleado en el concilio de Letrán, 1215, para la obliaación de la comunión. Dz 437 (812). 7. cSi no parece oportuno esperar a los doce aftas, conviene en aran manera, sin cmbarao, retardarlo hasta los siete allon, dice el Catecismo. 8. Dz 1458 (2522). 9. Remitimos a dos estudios: G. BACCRABlRE, Con/lrmatlon et vlsltll pastora/e dans le diocese de Tou/ouse aux XVI•-XVll• slecles; R. LEVEI', L'áre de la con/lrmation dans la le· rislation des dioceses de France depuis le concite de Trente, uno y otro en cLa MaisonDieu» 54 (1958) 92-117; 118-142. 10. Las razones parecen s~r: el crecimiento de las dióce!is despu& de la Revolución, el número de los confirmandos a raiz de los allos revolucionarios, la influencia de lu Instrucciones sobre el ritual de Toulon, de 1748, y de las Lanares, de 1788. Vúse R. l.EVET' l. c .• p. 128-129.

295

El problema pastoral

que la costumbre francesa «no se avenía ni con la antigua y constante disciplina de la Iglesia ni con el bien de los fieles». Y añadía: «Confirmados pronto, los niños... pueden prepararse mejor para recibir más tarde el sacramento de la eucaristía, y cuando lo reciben, obtienen de él frutos más abundantes» 11 • El decreto Quam singu/ari de Pío x, relativo a la comunión precoz, no provocó en Francia en reciprocidad la confirmación precoz, sino una «comunión solemne» que hizo más difícil aún situar la confirmación en relación a la una o a la otra 12 • El nuevo derecho canónico, que recordó la costumbre latina de retardar la confirmación hasta «alrededor de los siete años» 13 , no cambió tampoco los hábitos establecidos en Francia. Diversas instrucciones romanas, sobre todo la de la Congregación de Sacramentos de 1932 a, que por otra parte apuntaba a España, provocaron una evolución en las legislaciones diocesanas de Francia 10 • Finalmente, el Directorio para la pastoral de los sacramentos, de 1951, tomó posición respecto a la edad de la confirmación. Este directorio ponía en evidencia dos puntos: l. La edad de la confirmación se sitúa aproximadamente en la edad de la razón, esto es, hacia los siete años. 2. El orden por respetar - o por restablecer- es: bautismoconfirmación-eucaristía. Esta directriz toma posición contra la costumbre de hacer que la primera comunión preceda a la confirmación u. 11. Traducción francesa de R. LEVET, l. c.. p. 133. 12. Ibid., p. 135-136. . 13. Can. 788. 14. Del 30 de junio de 1932, en AAS, 24 (1932) 271. A ésta hay que afladir la del 20 de mayo \le 1934, en AAS, 27 (1934) 16; la del 14 de septiembre de 1946, en AAS, 38 (1946) 350. Un artículo del P. Oalticr se esforzó en justificar la edad tardía de la confirmación en práctica en Francia. No parece haber ejercido influencia sobre la evolución. En cNouvelle Revue Théoloaiques 60 (1933) 675-686. 15. Acerca de las tendencias en Alemania, véase A. ADAM, La confirmación y la cura de almas, p. 129-140. En cuanto a la Ialesia de Inglaterra, véase W.A. ScOT, The Meaning of Conflrmation in the Church of England, tesis mecanografiada, Inst. cat., París 1963. 16. Directorio, n. 31-33. Para el orden de los sacramentos véase la Instrucción citada del 30 de junio de 1932.

296

Consideraciones teológica y canónica

Los textos conciliares no abordan el problema de la edad de la confirmación. Sin embargo, la cuestión fue estudiada por la comisión central del Concilio, el 16 de enero de 1962. El informe deja. constancia del enfrentamiento de dos tendencias, una de las cuales, «por motivos sobre todo pastorales, quisiera diferir la confirmación hasta la edad de doce o quince años», y la otra, que parece tener las preferencias de la autoridad, «mejor apoyada en motivos teológicos, históricos, jurídicos, insiste en que se mantenga la edad de siete años como la más indicada para recibir la confirmación, aun cuando recomienda que este sacramento vaya precedido de la eucaristía» 17 • Es por lo menos sorprendente invocar los motivos de la teología y de la historia, de una parte, y, de otra, preconizar, en contra de la Tradición, la comunión anterior a la confirmación. Pero esta forma de posición respecto a la edad mantiene la prescripción del derecho canónico. . !

2.

Consideraciones teológica y canónica.

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Como ya hemos visto 18 , la tradición antigua y universal, hoy todavía en vigor en Oriente, consistía en unir bautismo y confirmación en una misma celebración, puesto que el rito bautismal no se consumaba sino con y por la confirmación. El código de derecho canónico, aun cuando reconoce esta praxis de la antigüedad cristiana, autoriza, por razones de conveniencia, a retardar la confirmación hasta la edad de la razón, en la que el niño tiene un conocimiento suficiente del sacramento, así como de la eucaristía 19 • Por esta razón, se ha podido llamar a la confirmación «el sacramento de la vida consciente» ~w. La óptica canónica no es consagrar 17. En H. DE LAVALETTE, L'áge de la confirmation, en «~luden marzo de 1968, p. 425. 18. En las p. 260-264. 19. Bien "isto por B. Botte, quien anota que la edad de siete aflos es no un terminus a quo sino ad quem~ y en cierto modo una derogación ratificada de la costumbre antigua. A pro pos de la con/irmation, l. c., p. 839. 20. C. BoUZERAND, l. c., p. 131. El principio está ya establecido en la carta de León xm al obispo de Marsella.

297

El problema pastoral

sino poner fin a la desviación que separa la confirmación del bautismo; en otros términos, consumar el sacramento de la iniciación cristiana en el albor de la vida consciente, lo más tarde hacia los siete años. A lo cual hace Mons. Dupont el siguiente comentario: «¿Se llama al arquitecto cuando la casa está terminada?» 21 • En contra de la disciplina tradicional, la tendencia a retardar la confirmación por razones pastorales parece querer dar al sacramento un contenido y un significado que se alejan de los que la Iglesia ha pretendido en el curso de los siglos y que todavía hoy están en uso entre los hermanos de Oriente 22 • Para medir el peligro de semejante aventura basta con recordar ciertas interpretaciones modernas de la confirmación 23 • Esta tendencia parece concebir un sacramento dado a la edad de siete años como una vacuna que pierde su eficacia pasado un cierto plazo. El pastor debe cuidar de mostrar la unidad que liga todos los sacramentos y hace de ellos los gestos de Cristo, que actúa en su Iglesia por medio del Espíritu. ¿Acaso lo esencial de la pastoral no es hacer descubrir a tra~;és de todos los sacramentos ese encuentro con Cristo-sacramento? Como ya se ha dicho, «la confirmación no es un instrumento de la pastoral. La confirmación es, y la Tradición nos dice lo que es» 24 • A la pastoral le corresponde leer y comprender la experiencia de la Iglesia.

11.

EL MINISTRO DE LA CONFIRMACIÓN

25



La cuestión de la edad de la confirmación está ligada a-la del ministro. Occidente ha mantenido la costumbre primitiva, según 21. H. DuPONT, Pastora/e de la conji,-mation. en cLurnen vitae» JO, p. 3~-J. 22. Baste advertir Ja frecuente confusión entre la madurez espiritual y la madurez psicológica, entre choque e!..piritual y choque psicológico, entre la eficacia sacramental y la crisis de Ja adolescencia o de la pubertad, de orden más psicológico y moral Qlh! espiritual. 23. Así las motivaciones de Mons. Fuhon Sheen para retardar la confirmación in\·ocan unas razones teológicas confusas y muy discutibles, sin fundamento en Ja Tradkión de la Iglesia. 24. J.M. HuM, J. c., p. 161. 25. A. MosTA7A RooRÜiUEZ, Le minütre de la con/irmation, cC'oncilium» J~ ( 1'168) 31-37.

298

El ministerio de la confirmación

la cual el obispo presidía toda la iniciación cristiana, como ya hemos visto 26 , reservando al obispo, jefe de la Iglesia, la consumación del bautismo mediante la confirmación. Por legítima que sea esta consideración, la dimensión moderna de las diócesis la hace cada vez más difícil. ¿Acaso no exist~ hoy desproporción entre el medio y el fin? Para que el aspecto eclesial sea percibido realmente, es necesario que la administración del sacramento conserve a la vez un carácter comunitario y solemne, pero a escala y de experiencia ·humanas 27 • Sustituir el obispo residencial, primer interesado, por un obispo «auxiliar» o retirado, es una simple solución de recambio. ¿Es normal multiplicar los obispos auxiliares con el único fin de que den un sacramento que un sacerdote puede dar? ¿En qué medida los fieles, ante un obispo que no es el jefe de la Iglesia, disciernen ese significado eclesial? En la hora de la colegialidad, hay derecho a preguntarse si la precocidad y el lugar de la confirmación en la iniciación cristiana no serían mejor servidas delegando el poder «original» en aquellos que en la estructura diocesana participan en la jurisdicción episcopal. Ello descargaría al mismo tiempo al obispo residencial. reservándolo para las tareas mayores de su cargo pastoral 28 • Por otra parte, diversos pastores piden que la confirmación y la visita pastoral sean disociadas, con el fin de dar tanto a una como a otra su verdadero significado 29 • También en esto, unos hábitos heredados de otro contexto histórico ya no tienen apenas justificación.

26. Véase p. 260. 27. Mons. Dupont, con otros pastores, se alza contra las confirmaciones en masa. «Lumen vitae» 10. p. 401. 28. cCabe preguntarse si, al mantener tan estrictamente el derecho del obispo, la Iglesia occidental no se ha metido por un camino sin salida», escribe B. Botte, l. c., p. 852. Véase también la sugerencia de M. Thomas, cLumiC:re et vie» 51, p. 89. 29. Véase, por ejemplo, THOMAS, cLumiere et vie» 51, p. 89; J.M. HuM, cLa Maison· Dieu» 54, p, 165.

299

lll.

LOS PADRINOS.

El padrinazgo está ligado ongmariamente a las relaciones que unen bautismo y confirmación 30 • Por otra parte, las prescripciones del derecho canónico rigen los dos padrinazgos por consideraciones análogas. «Es una costumbre muy antigua de la Iglesia dar, en la medida de lo posible, un padrino a cada confirmado como a cada bautizado» 31 • El Código recomienda asimismo que no haya más de uno o dos confirmandos por padrino 32 • Como el origen, el significado es idéntico. El Directorio para la pastoral de los sacramentos toma posición contra los padrinazgos colectivos, costumbre de muchos lugares: «Es deseable que no se dé un padrino o una madrina común a todos los confirmandos, sino que se elija un padrino o una madrina para cada uno, que pueda seguir a su ahijado y ayudarle a perseverar» 33 • Por tanto, es aconsejable que el padrino - o la madrina-, debidamente instruido de su cometido, sea elegido por el confirmando mismo, ayudado de sus padres, de los catequistas o del sacerdote, según los casos. En cualquier caso, se ha de dar preferencia a aquellos que representan una auténtica élite cristiana: perseverantes sólidamente formados, responsables de movimientos de juventud, catequistas, cristianos comprometidos, que viven cerca del confirmando y son capaces de mantener contactos con él y de ejercer sobre él una influencia cristiana, sobre todo en caso de carencia de familia. Hay que insistir también en el significado espiritual del padrino o de la madrina y en su cometido de delegados de toda la parroquia 84 • 3(;. La disposición del OC que exige que los dos padrinos sean diferentes, dificil de comprender, parece basarse en un contrasentido y contrarresta más que favorece el vínculo entre los dos sacramentos. Véase J. FRANSEN, La discipline canonique, cLa Maison·Dieu» 54. p. 151-153. 32. Can. 794. 31. Can. 793. 33. Directorio. n. 35. 34. Aquí habría que respetar el paralelismo con el bautismo. Véase M. THOMA.s. cLumiere et vie» 51, p. 86-88.

300

IV.

CELEBRACIÓN.

La celebración de la confirmación, para permanecer a escala humana, aun conservando su carácter festivo, debería ser organizada anualmente, en las parroquias urbanas, y por sectores al menos, en el campo. Esta descentralización, solicitada repetida· mente 35 , permitiría dar a la confirmación su significado de acontecimiento eclesial, al permitir a toda la comunidad participar en ella. Lo ideal sería que su administración se situase en el curso de la misa; allí la confirmación encaminaría directamente a la eucaristía dada en una misma celebración 36 • Ello pondría en evidencia la unidad de la iniciación cristiana. Si esta comunión fuese la primera comunión, sería fácil unir las dos preparaciones. De todas maneras, catequesis y liturgia deben poner de relieve el vínculo que une los sacramentos de la iniciación cristiana, pues la confirmación lleva al bautismo a su término y ambos sacramentos conducen a la eucaristía, corazón de la red sacramental. Tanto para el confirmado como para la comunidad, la celebración de la confirmación debe proporcionar la mejor ocasión de cobrar conciencia de la presencia y de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Ello exige dar prueba, a la vez, de información y de solidez doctrinal para el fondo, de imaginación creadora para la disposición de la liturgia. La ocasión es única para descubrir en la plegaria y por las instrucciones las dimensiones de la Una sancta. El ritual mismo, en curso de revisión, deberá concentrar gestos y palabras en lo esencial. Sería conveniente suprimir los elementos adventicios, en particular «la bofetada», que perjudica más que sirve al sacramento. Sería conveniente, también, poner de manifiesto el vínculo orgánico que liga la confirmación al bautismo, y el común encaminamiento de ambos sacramentos hacia la eucaristía.

35. 36.

Por ejemplo, M. THOMAS, l. c .. p. 89. J.M. HUM, l. c., p. 169.

301

CONCLUSióN GENERAL

La exposición del bautismo y de la confirmación ha permitido descubrir la fe inalterable de la Iglesia a través de las vicisitudes de los siglos. Las confesiones de la fe, ya hablen explícitamente del bautismo ·-como la de Nicea, por ejemplo- o no, presiden la administración del bautismo y ligan la iniciación cristiana al mensaje evangélico y a la economía de la salvación. En la teología sacramental, bautismo y confirmación descubren un triple aspecto: bíblico, eclesial y escatológico. : , , El cristiano es bautizado «en nombre de Cristo» o en nombre de las tres personas divinas. Una u otra fórmula expresa la fe bautismal, cristológica o trinitaria. Así se abren paso dos perspectivas complementarias. En la primera, Cristo es el centro focal , partiendo del cual es posible descubrir al Padre que lo envía y al Espíritu que prolonga la acción del Padre. Esta perspectiva no se opone a la fórmula trinitaria, sino que conduce a ella y la revela. La gracia de Cristo permite descubrir «la ternura del Padre» y «la comunión del Espíritu» 1 • Hay que añadir que la fe bautismal se apoya en Cristo resucitado, en el Señor. El cristiano es bautizado en este misterio, pues l.

2 Cor 13, 13.

303

e unclusión

general

este misterio pascual revela la acción del Padre «que resucitó a Jesús de entre los muertos y lo sentó a la derecha de Dios» 2 , desde donde él envía su Espíritu para que realice el reino mesiánico. He ahí lo que el cristiano descubre y confiesa en «el baño de regeneración» 3 • Este carácter erístico de toda la revelación no lo encontramos solamente en el bautismo. Lo volvemos a ver en las anáforas eucarísticas. Lo cual pone de relieve la unidad y la continuidad entre bautismo y eucaristía. Unidad que la tradición antigua y la liturgia oriental expresan administrando bautismo-confirmación-eucaristía en una misma celebración. Ello permite percibir la unidad y la consumación de los tres sacramentos en el mysterium fidei, corazón de toda la vida sacramental. Liturgia y pensamiento orientales inician asi a los fieles en el misterio de Dios presentándolo en la unidad de las personas, preferentemente a la unidad de naturaleza. La ventaja de esta presentación de la economía de la salvación es expresar la sinergia divina en acción, en la que todo nos viene del Padre, por medio de Cristo, gracias al Espíritu, que actúa en nosotros y conduce toda la creación a su término. Del estudio sacramental en general, y del bautismo y de la confirmación en particular, se desprende una segunda conclusión: el carácter eclesial de ambos sacramentos. Por la iniciación cristiana, el neófito forma parte del pueblo de Dios, de la nación santa, del sacerdocio regio. Esto se cumple de una vez para siempre en el bautismo, y en lo sucesivo se prolonga y se consolida en el sacramento eucarístico, tanto para el cuerpo entero como para cada uno de sus .miembros. «Sed lo que veis, y recibid lo que sois», dice san Agustín 4 a los neófitos de Hipona. La integración en la Iglesia pone en evidencia la acción del Espíritu, que construye la Iglesia. A él le está confiada, «en el curso de los últimos tiempos», la consumación de la economía sal2. 3. 4.

Por ejemplo, Gál 1, 1; Col 2, 12; 1 Pe 1, 21. Tit 3, 5. AouSTfN, Serm. 2n. PL 38, 1248. La messe, p. 226.

304

Conclusión general

vífica. Su misión empieza con la resurrección de Jesús: el Resucitado llama al Espíritu y le confía a los suyos y a aquellos que se reunirán en torno al colegio apostólico. Esta acción del Espíritu se expresa a través de toda la red sacramental. Él da su eficacia a la «materia» del sacramento. Por eso la liturgia no opera ninguna acción sacramental sin invocación o epiclesis al Espíritu. Éste es invocado no solamente sobre el agua y el crisma, sino sobre el pan y el vino. Su acción realiza el cuerpo de Cristo, en su unidad y su catolicidad, como afirman y expresan las anáforas eucarísticas. Es patente que el apóstol Pablo aplica a la acción del Espíritu el mismo término koinonía ~, comunión, · como para expresar la perfecta simetría de acción entre la eucaristía y el Espíritu Santo. La Iglesia es obra del Espíritu, y no es Iglesia sino en la medida en que es obra del Espíritu. Y cada fiel no realiza en plenitud el misterio de su fe bautismal sino en la medida en que en él se cumple la obra del Espíritu que intercede, opera, santifica y realiza. San Pablo presenta el Espíritu, infundido en el momento del bautismo, como una presencia, un don, un principio inmanente y constructivo U., El Espíritu es el principio y el agente de la creación nueva, que se desarrolla a imagen de Cristo resucitado, primicias del mundo nuevo. Desde Tertuliano, los Padres se complacen en establecer el paralelo entre las dos creaciones, la del universo y la del bautismo 7 • El Espíritu que se cierne sobre las aguas es la profecía de la obra vivificadora y santificadora del Espíritu, que lleva la creación entera y a cada uno de los bautizados a su transformación y a su transfiguración. Pablo aplica al Espíritu la imagen de la consignación o la sphragis, que expresa, a la vez, que el Espíritu viene a tomar posesión del neófito y que, en éste, lleva el plan salvífico a su consumación. Tal es el tercer aspecto. Las imágenes paulinas de 5. 2 Cor 13, 13. 6. Véase la exposición de L. CERFAUX, Le chrétien dans la théo/ogie paulinienne, París 1962, p. 273-286. 7. Véase anteriormente, p 99 y 126.

305 Hamman, Bautismo 20

Conclusión general

«arras» y de «primicias» ponen en evidencia el carácter escatológico de su acción '/ de la economía de la salvación 8 • La gracia bautismal se presenta como un anticipado depositado, por el cual Dios se compromete a realizar plenamente sus promesas, hasta la consumación de las mismas. La teología siria describe el bautismo como el retorno al paraíso 9 • Vivido en la fe y la espera, el estado edénico se realizará plenamente al término del camino. La resurrección de Cristo, en quien somos bautizados, es el punto de partida y el término de este proceso, pascual y escatológico a la vez. La acción del Espíritu transforma al neófito en imagen del Resucitado. Largo y doloroso parto del hombre regenerado - y del cosmos a su imagen - a la vida del Espíritu, que transforma, unifica y reúne. El hombre entero, hasta en la resurrección de su carno - y la humanidad en su totalidad - es llamado a participar en la gloria de Cristo. Bautismo y confirmación emprenden este itinerario escatológico. La gracia bautismal comunica la vida de Cristo glorificado. Pero ésta permanece invisible, «oculta con Cristo en Dios» 10 • Por eso «nosotros mismos, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos igualmente en nuestro propio interior, aguardando con ansiedad una adopción filial: la redención de nuestro cuerpo. Pues con esta esperanza fuimos salvados» 11 , y por tanto regenerados. Pero en la parusía, «cuando se manifieste Cristo, también nosotros nos manifestaremos juntamente con él, en gloria» 12 •

8. Véase A. FEUILLET, Le Chrilt, saresse de Dieu, p. 12A, n. 2. 9. Cf. en la p. 126. 10. Col 3, 3-4. 11. Rom 8, 23·2A. 12. Col 3, 4.

306

ÍNDICES

CITAS BíBLICAS *

1, 2 1, 26 7, 21 - 8, 12 17, 9-14

&id

Núm

Gén , 38

76 38 2S

2S 63

9, 14 11, 26

9, 6-1S

28 N eh

Dt 1, S-11

28

26

10, 16

ÉX

Jdt

-4, 2S 12 12, 48

Jos

2S 127-130 2S

24

12, 6-9

2S

S, 2

Sal Lev 11-1S 11, 32 11, 40 14 14, 8 1S, 3-13 1S, 18 22, 1-8

.

1 Re 24

24 24 61 24

28

8, 47 2 Re

2S

S, 14

24 24 24

2 Cró

2, 7 22, 23 33, 6 41 , 3 81, 6 84, 4 106, 6 '142, 6

28

6,37

Las remisiones cen nearitas• se refieren a citas importantes .

309

77 37 77 130 130 89 233 28 130

Citas bíblicas

Prov 8, 17 30, 4

Ez 214 64

Ecl 11, 5

9, 4 18, 2 18, 30 18, 31

64

36, 25 36, 25-27

25

36, 39, 44, 47,

Eelo 34, 25

Is 1, 16 4, 4 10, 16 11, 2 21, 4 28, 17-19 32, 15 33 , 24 42, 1 44, 3 45, 2 53 53, 5 54, 1 54, 9 55, 1 55, 3 63, 19 66, 8

130 25 57 34 25 57 32 29 35 32 77 61 29 63 57 66 66 34 63

25-28 29 7 1-2

Me 9,4-19

28 JI

3, 3, 3, 4, 4,

1-2 1-3 1-5 9-21 18-21

32 32 39 32 32

12, 10 13, 1

3, 3, 3, 3, 3,

1, 1' 1, 1,

1-5 1-8 4 5

1, 8 1, 9-11 10, 38

32 25 29 61

1-12 2-11 5 6 11

27 28 29 28 31

310

28 27 28 28 29 31 33-39 32 39 185 32 28 40 167 210

10, 39 1'1' 30-33 16, 16

Zae

Mt 63 26 26 29

33-39 34 64 64 28 35 219 28 57 40 72 167 210 220

Dan

Jer 2, 27 4, 4 9, 25 31, 34

3, 13-17 3, 14-15 292 5, 9 214 5, 44 214 11, 18 29 12, 18 32 18, 10 25 21, 25 29 24, 37-39 28, 18-19 32 1 130 28, 19 61 . 32 1 26 78

Le 1, 3, 3, 3, 3, 3, 3,

17 1-18 3 12-14 16 21 21-22

29 27 28 29 31 29 33-39

Citas bíblicas 64 37 38 279 64 214 219 214 214 280 32 39 185 219 126 32

3, 22 3, 23 D 3, 23-38 4, 18 6, 35 7, 47 9, 37-43 10, 27 10, 28 12, 49 12, 49-SO 12,

so

18, 16 23, 43 39, 29

Jn 1, 12 1, 13

1, 1, 1, 1, 1, 1, 1, 1, 1, 1, 1, 2, 3, 3, 3, 3,

19-28 19-34 26 27 29 30 31-33 32-33 32-34 33 34 7-9 1-15 1-21 3-5 S

64 63 64 66 27 60 61 6'1 67 61 62 34 33 37· 61 62 62 62-66 63 61 62 64 219

3, 3, 3, 3, 3, 3, 3,

6 8 11-12 11-13 14-16 16 16-21

3, 3, 3, 3, 4,

22 22-23 22-30 34 1-3

4, 4, 4, S, S, S, 7, 7,

2 10 14 2 7 24 22-23 37-39

64 64 66 62 67 184 62 6S 62 39 60 61 39 60 62 62 62 64 62 64 26 61 62 67 61 66 280 62 66 67 64 185 67 }1!15 146 62 214 61 61 61 60 61

7, 38-39 7, 39

9, 7 10, 16 11, 52 12, 24 13, 14 14, 14, 16, 19, 19,

10 21 26 7 33 34

311

67 62 6S 61 61 42 61 27S

3, S 19, 34-3S 19, 36 19, 20, 22

so

Act 1, S 1, 22 2, 1-4 2, 2, 2, 2,

14-29 ll$-39 16-28 17-21

2, 33 2, 36-41 2, 38

2, 41 3, 3, 3, 3, 3, 3, 3, 3, S,

1-13 12-26 15 18 20-21 21 24 25 13 14 7, 51 8, S-2S

s.

33 41 27 33 42 257 44 44 4S 32 39 61 232 43 4S 204 210 44 204 39 44 44 44 44 44 44 44 44 44 26 4S

Citas bíblicas 8, 12 8, 12-16 8, 13 8, 14-18 8, 15 8, 15-16 8, 26-39 8, 31-38 -8, 36 8, 37 9, 26 10, 37 10, 10, 10, 10, 10,

37-43 38 38-40 40-48 44

10, 11, 13, 13, 13, 13,

48 16 4 9 24-25 33

15 16, 1 16, 15 16, 31 16, 31-32 16, 33 16, 17, 17, 18,

34 22-31 34 8

18, 25

44 216 258 284 45 258 43 44 219 44 44 27 33 44 279 37 2i4 4.5 46 257 43 33 257 257 33 35 37 26 219 44 46 46 44 44 219 46 44 44 44 46 219 33

43 60 43 45 60 284 44 33 43 257 43 210

18, 25 19, 1-6 19, 1-7 19, 19, 19, 20, 22,

2-5 3-4 5

23 16

Ro m 1, 2, 2, 3,

4. 4, 4, 5,

5, 5, 6,

89 26 214 25 25 141 25 51 226 51 47 232 51 43 204 63 48-51 49 52 51 51 51 51 63 64 66 64

11 28-29 29 30 9-12 11 12 10 20 21 1-ll

6, 2 6, 3 6, 6, 6, 8, 8, 8, 8, 8, 8, 8, 8, 8,

3-4 3-7 4 2 9 10 11 14 15 16 17 21

312

8, 23-24 8, 29 9, 8 10, 9 11, 17-24 12, 11

306 66 64 47 51 49 43

1 Cor 1, 13

1, 13-17 1, 14 1, 15 1, 3, 5, 5, 6,

16 16 7 7-8 11

7, 14 8, 6 9, 1 10, 1-2 10, 1-5 10, 2 12, 13

12, 15, 15, 15.

27 8 21-49 29

43 49 204 47 219 43 204 219 276 61 128 43 47 204 219 225 72

48 52 124 47 204 47 51 52 188 204 232 232 48 51 47

Citas bíblicas 204 216

15, 29

2 Cor 51 52 47 279 292 51 134 134 51 48 303 305

1, 21 1, 21-22 1, 22 3, 18 4, 4 4, 6 4, 13 5, 17 13, 13

Gál 304 25 47 51 208 43 47 49 51 121 204 51 63 47 47 48

1, 1 2, 7-9

2, 2, 3, 3,

4, 4, 5, 6, 6,

19-20 20 26 27

4 6 24 14-15 15

1, 13

1, 2, 2, 2,

18 4-8 10 11

2, 2, 2, 3, 4,

11-22 14-18 17-22 17 4

138 140 Z92 134 47 48 25 H9 53 51 Z76 51 51

2, 2, 2, 3, 3, 3, 3, 3,

1 Tes

5, 5, 5, 5,

8 9 14 26

5, 31 17, 1-2 18, 2

63

2, 11 2 Tim

72

54 47 47 52 134 48 134 47 Z04 ZlO 51 81 80

4, 4-16 4, 5 4, 30

49 304 47 47 306 306 51 25

11-13 12 20 1-4 3-4 4 9-10 11

134

1, 10 Tit

180 47 51 63 204 210 304

3, 4 3, 5

Heb

Flp 1, 2, 3, 3, 3,

51 64 26 48 48

19 15 2-3 7-8 12 Col

35 35 45 47 259 134 47 134

1, 5 5, 5 6, 1-2 6, 1-5 6, 1-6 6, 4 10, 19-20 10, 32

Ef 1' 13

47 51 52

1, 2, 2, 2,

48 219 53 47

13 11 11-12 11-13

313

Sant 1, 18

63

Citar bíblicas 1 Pe 1, 3

1, 1, 1, 1, 1,

3-4 11 18-20 21 23

2, 2. 3, 3, 3,

2 5-6 6 18-22 19-21

2 Pe

55

1, 4

58 63

3, 3-11

55 55 61 304

55 63

3, 21 4, 12 4, 12- 5, 14

139 208 57

279 279 63 64 64 63 64 66 64 63 64 214

55 276

55 56 56 124 210 58

3, 1-2 3, 9

3, 14 4, 7

55

3l4

214 67 63 63 64 64 62 67 64 66

5, 4 5, 6-8

1 Jn 2, 20 2, 27 2, 29

4, 8 4, 13 4, 18 5, 1

5, 18

Ap 3, 5 3, 18 5, 6 7, 9 21, 5

122 122 61 122 290

CONCILIOS Y DOCUMENTOS

Alejandro m, ad Pontium 206 Aries, concilio de 314: 109 255

Gerunda, concilio de S17: 221 G regorio Magno 267

Singulari 110bis 234 Etsi pastoralis 269 295 , .1• Braga, concilio de 572: 221 BENEDICI'O XIV,

Inocencio 1, Si instituto, a Decencio 266 267 284 285 Inocencio 11, Apostolicam Sedem 214 Inocencio 111, Debitum pastoralis 214

Cartago, concilio de 220, 256: 104 concilio de 397: 225 concilio de 418: 226 Clemente vm, Presbyteri Graeci, 269 Compiegne, sínodo de 757: 216 Decreto a los armenios 206 216 233234 255 269 287 Derecho canónico 20 205 234 270 300 Directorio para la pastoral de los sacramentos 240 296 300 Documento episcopal 240 243 245 247

Laodicea, concilio de 363: 255 León XIII, Annum sacrum 234 269 295 Letrán IV, concilio de 1215: 20 109 2