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1000 palabras y frases peruanas

Martha Hildebrandt

1000 palabras y frases peruanas

Nota preliminar

© Martha Hildebrandt, 2011

Diseño de interior y de cubierta: Daniel Torres Cuidado de edición: Paola Arana V. © 2011, Editorial Planeta Perú S. A. Av. Santa Cruz 244, San Isidro, Lima, Perú. www.editorialplaneta.com.pe

ISBN: 000000000000 Registro de Proyecto Editorial: 31501311100001 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2011-00000

Primera edición (Perú): octubre 2011 Impresión: Metrocolor S. A. Impreso en Perú – Printed in Peru

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts 270 y siguientes del Código Penal). No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrpor Espasa Libros, S. L. U. Avda. Diagonal, 662-664 08034 Barcelona

En este volumen se incluyen mil palabras y frases del habla peruana, publicadas en El Comercio de Lima, en su mayor parte, entre mayo de 2004 y agosto de 2011. La brevedad de estos textos se debe a un pedido del mismo diario; atenderlo me ha exigido un gran esfuerzo de concisión y también, en algunos casos, dejar de lado datos que me habría gustado incluir. Por otra parte, las locuciones y términos tratados no deben entenderse como exclusivos del habla peruana; puesto que algunos de ellos se documentan igualmente como dialectales en otras áreas geográficas de América y aun, excepcionalmente, en alguna región de la Península. Debe quedar claro, sin embargo, que ninguno de los usos aquí tratados pertenece al español general, entendido como denominador común de todas las variedades del castellano vigentes a uno y otro lado del Atlántico. Los mil casos incluidos corresponden esencialmente al nivel del habla culta, entendida ―por una útil convención― como la que es común, o debería serlo, a toda persona que ha tenido acceso a una educación ―por lo menos en teoría― superior. Un primer grupo de esas palabras o frases incluye algunos neologismos que, a

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pesar de pertenecer a la lengua general de ambos continentes, no figuran, por omisión, en la última edición (2001) del Diccionario oficial ni tampoco en el Diccionario de americanismos publicado por la Asociación de Academias de la Lengua Española en el 2010. El segundo grupo lo constituyen peruanismos ―generalmente no exclusivos de nuestro país― que no están incluidos como tales en el DRAE 2001, pero merecerían, en mi opinión, reconocimiento oficial. El tercer grupo reúne aquellas formaciones o expresiones inaceptables en la lengua culta de ambos continentes. Por último, debe advertirse que un asterisco [*] precede a formas lingüísticas consideradas como incorrectas o supuestas. Agradezco a El Comercio de Lima por la oportunidad que me ha brindado para difundir, más allá de nuestras fronteras, interesantes datos sobre el habla culta familiar peruana, y no puedo dejar de sentirme halagada por la importante repercusión que han tenido entre sus lectores. Debo añadir, también, que en algunos casos los textos han sido ligeramente ampliados o modificados. Lima, agosto de 2011

Martha Hildebrandt

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A a

A-1. Modernamente se ha difundido esta locución ad-

jetiva para expresar ‘calidad óptima’. Su origen está en los usos de la prestigiosa compañía de seguros marítimos Lloyd´s of London: ella aplicaba letras, en orden alfabético, para calificar la construcción de un barco, y números, en sucesión aritmética, para calificar sus aparejos. Un barco que tuviera en óptimas condiciones tanto la construcción como los aparejos recibía A-1 como calificación.

Abalear, balear. En el Perú y otros países america-

nos se usan estos verbos como sinónimos de tirotear ‘disparar repetidamente un arma de fuego contra alguien o algo’ (en algunas partes equivalen a fusilar). Balear y abalear se han formado sobre el italianismo bala. Los respectivos postverbales ―baleo y abaleo, abaleada y baleada― expresan su acción y efecto, lo mismo que los derivados baleadera, baleadura y balacera, este último formado sobre balazo ‘tiro, disparo’.

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Abarrotar. En el Perú y otros países de América, este

verbo significa ‘atiborrar’, ‘atestar’; abarrotar es una obvia formación sobre barrote, término prerrománico aplicado a una barra de metal, y luego a otros objetos que cumplieran la función de acuñar o inmovilizar a estos últimos. De barrote se derivó abarrote, aplicado a lo que servía para rellenar espacios y estibar la carga en un barco; hoy designa diversos alimentos, de primera necesidad y no perecibles. Figuradamente estar abarrotado (un espacio) significa que está repleto de cosas o personas.

*Accesar.

Entre los hispanoamericanos usuarios de computadoras (ordenadores) se ha difundido últimamente este verbo para expresar la idea de ‘entrar’, ‘llegar’ a una determinada información. Pero el verbo correcto en estos casos es acceder. *Accesar es un anglicismo crudo que la lengua general rechaza y que el Diccionario oficial no incluye; se trata de un calco del inglés to access, el cual tiene el mismo origen latino que el español acceso.

Accesible, asequible. Estos adjetivos se usan en la lengua culta de España y América con graves confusiones de sentido. Accesible, del adjetivo latino accesibĭlis, a su vez del verbo accedĕre ‘llegar’, se aplica a la cosa o persona a que se llega sin dificultad: cerro accesible, profesor accesible. Asequible, del verbo latino assĕqui ‘conseguir, adquirir’, se aplica, en cambio, a lo que puede ser comprado o adquirido sin problemas: casa asequible, precio inasequible. Extremo del dislate es el uso de la forma híbrida *accequible por accesible o asequible.

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Accesitario. Era el congresista peruano, miembro de

una Comisión, con voz pero sin voto. Una modificación del Reglamento le concedió el derecho de votar, como suplente, en caso de ausencia de un titular de su bancada. Accesitario tiene usos análogos fuera del Congreso. Este peruanismo es derivado del latín accéssit (literalmente ‘se acercó’), latinismo que se aplica, en certámenes, a la “recompensa inferior inmediata al premio” (DRAE 2001).

*Acefalía. Es una forma muy difundida del cultismo

acefalia ‘carencia de cabeza’ y, en sentido figurado referido a una institución, ‘ausencia de jefe’. Pero acefalia tiene como segundo elemento compositivo el morfema de origen griego -cefalia que significa ‘relativo a la cabeza’; está, por lo tanto, en la línea de bicefalia, macrocefalia, hidrocefalia, braquicefalia, dolicocefalia, todos los cuales terminan en el diptongo -ia (y no en el hiato -ía).

Achiote o achote. Es un colorante insípido que da

un tono rojizo a diversos alimentos. Su nombre viene del azteca achíotl; el sinónimo quechua era mántur. ¿Y por qué un aztequismo desplazó a un quechuismo en una zona de sustrato quechua? Simplemente porque, en su ruta hacia el sur, los españoles aprendían los nombres de las cosas americanas en la lengua en que las conocían y acababan difundiéndolos en otras tierras. Así, tainismos como ají y maíz desplazaron aquí a las correspondientes voces quechuas uchu y sara, y el aztequismo camote desplazó al quechua apichu.

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Achorado. El participio pasado, usado como adjetivo,

del verbo pronominal achorarse, es un peruanismo ― que se usa también en Chile―, formado sobre el gitanismo chori ‘ladrón’. Achorarse significa ‘adoptar actitudes y modales agresivos o matonescos’. El derivado achoramiento describe esta negativa actitud. Achorada, forma femenina del adjetivo achorado, se sustantiva como sinónimo de achoramiento. Todo este grupo de palabras tiene, sin duda, una gran vitalidad en nuestra lengua popular y familiar.

Acuatizar.

Este cultismo, creado en el castellano de América a imitación de aterrizar, no se usa en España. Allá se prefieren los sinónimos amarar (formado directamente sobre mar) y amerizar, que imita el francés amerrir. Acuatizar ―que ya figura, como americanismo, en el DRAE 1970― tiene la ventaja de exhibir un campo semántico más amplio: no solo el mar, sino también un lago o un río pueden ser campo de acuatizaje para una nave aérea.

Acusete.

En el habla familiar del Perú y de otros países del sur de la América meridional, este expresivo verbo significa ‘acertar’, ‘dar en el blanco’, sobre todo en sentido figurado. Según la etimología que incluye el DRAE desde su edición de 1984, achuntar es un derivado del quechua chonta (la alternancia u/o no es significativa en quechua). La chonta es un árbol cuya madera, oscura y muy dura, se usa para hacer arcos y flechas, y también objetos de adorno.

Este peruanismo es un derivado del verbo acusar con el sufijo (de origen francés) -ete, que puede tener matiz despectivo. Acusete equivale al derivado peninsular acusón y a su sinónimo acusica. Todos estos términos son, en principio, característicos del lenguaje infantil y escolar. En América se usan igualmente los sinónimos acusetas y acusaletas (ambos en singular). En el Perú tiene también algún uso el derivado acusetería con el sentido de ‘situación en que abundan las acusaciones mutuas’.

A como dé lugar.

Adefesiero. En el Perú y en otros países sudamerica-

Achuntar.

Esta expresión adverbial es corriente en la lengua familiar del Perú y de muchos otros países hispanoamericanos. Significa ‘sin reparar en medios, esfuerzos, escrúpulos ni consecuencias’. Una variante (menos frecuente) implica un cambio en la forma verbal: a como diera lugar. El equivalente peninsular es, en el habla familiar, de todas todas, obvia reducción, con reduplicación, de la locución general de todas maneras.

nos se califica así a quien dice o hace adefesios, es decir, ‘despropósitos’, ‘disparates’, ‘extravagancias’ (su equivalente adefesioso es hoy menos usado). Adefesio tiene ilustre prosapia, pues resulta de la fusión de la locución latina ad Ephesĭos, literalmente ‘a los efesios’, título de una epístola de San Pablo dirigida a los habitantes de Éfeso, en la cual el santo predicador recordaba las penalidades que sufrió en ese lugar.

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Adentro, afuera. Estos adverbios de lugar provie-

nen de las palabras latinas ĭntrō y fŏras, a las cuales se soldaron, respectivamente, las preposiciones de y a para dar como resultado las formas compuestas castellanas adentro y afuera. Dentro y fuera expresan posición y no movimiento, idea que aporta la preposición a, tardíamente añadida. Pero el predominio de adentro y afuera, sobre dentro y fuera, como simples adverbios de lugar que no expresan movimiento es una característica del español familiar de América, el Perú incluido.

A diestra y siniestra.

Esta locución adverbial se usa desde el siglo XV junto a la equivalente a diestro y siniestro, aquí desconocida. El cambio en el género de diestro y siniestro se debió tal vez a influencia del sustantivo sobrentendido mano. Hoy en España se usa más a diestro y siniestro, pero a diestra y siniestra está documentada en autores tan renombrados como Moratín y Pérez Galdós. Por imperdonable descuido, la expresión a diestra y siniestra no aparece en la última edición (2001) del Diccionario académico.

Adonde, a donde, en donde. Donde es un adverbio

de lugar; en donde es una frase equivalente; la locución adverbial a donde, lo mismo que su forma fusionada adonde, implica movimiento. Sin embargo, en la lengua culta del Perú y de otras partes de América, adonde ha mantenido un uso ―documentado en los clásicos― que lo hace simple equivalente de donde, pues no expresa siempre el movimiento que debería implicar la preposición a. Ejemplo: ¿adónde está? en vez del correcto ¿dónde está? Hoy la Academia es benevolente ante este arcaísmo.

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Ad portas.

En el habla culta del Perú y de algunos otros países de América es usual esta frase latina en sustitución de la castellana a las puertas. La frase se documenta en España desde el siglo XV hasta el XIX, pero hoy ha caído en desuso. Ad portas se remonta a Cicerón, quien cita el grito de terror “¡Hannibal ad portas!”, difundido cuando se temía la entrada a sangre y fuego de Aníbal en Roma después de su victoria en la batalla de Cannas.

Adú. En nuestra lengua familiar, adú significa ‘amigo entrañable’ y se usa sin variación de género; su plural es adúes. Adú se documenta en el habla peruana desde mediados del siglo XX y no es extraño a la lengua de escritores tales como Alfredo Bryce Echenique. En No me esperen en abril, Bryce nos ofrece una gráfica imagen semántica de este curioso peruanismo: “...no confiaba ni en el Cholo Jacinto, su pata del alma, su amigo, su cumpa, su adú...” (ed. 1995, pág. 322). En cuanto a su oscuro étimo, se le ha llegado a suponer de origen africano y aun a relacionar, sin ningún sustento, con el verbo castellano adular. Agarrar(se). Es un verbo formado sobre garra ‛pata

de animal con uñas corvas y filudas’. En la lengua familiar de gran parte de América (el Perú incluido), agarrar ha desplazado a sinónimos como el cultismo asir, el ambiguo tomar y el vitando coger (que tiene en el Cono Sur la acepción de ‛fornicar’). Seguido de la conjunción y más otro verbo (“agarró y dijo”, “agarré y me fui”) agarrar no es un simple expletivo ni una muletilla, pues aporta los matices semánticos correspondientes a la acción súbita o inesperada.

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*Agendar. Con el sentido de ‘incluir en la agenda’ y

Aguachento. En el Perú, en otros países de América

referido a asuntos, documentos, etc., ha empezado a usarse este verbo en nuestra habla culta (o la que debiera serlo). Agenda, del latín agere ‘hacer’, significa ‘cosas que hay que hacer’; al castellano entró, a través del francés, a mediados del siglo XVIII y, a pesar de los ataques de los antigalicistas, agenda apareció ya en el DRAE de 1884. Cosa semejante podría ocurrir ahora con su derivado *agendar.

y en las islas Canarias significa ‘insípido o desabrido por exceso de agua’; aguachento califica especialmente frutas y tubérculos de esa consistencia (en España se dice aguanoso, también usado en el Perú). Aguachento parece derivado de aguacha, hoy (en Aragón) ‘llovizna fría’ o ‘agua estancada’. Otra posibilidad etimológica es la del galleguismo: en gallego agoacento significa ‘llovizna fría’ o ‘agua estancada’.

Agriparse. Con el sentido de ‘contraer la gripe’ se usa este verbo en el Perú y en otros países de América. Gripe se tomó del francés grippe, a fines del siglo XIX, para designar una enfermedad viral, contagiosa y a veces epidémica, cuyos más claros síntomas son la fiebre alta y el decaimiento general. En España se documenta, como equivalente del americanismo agriparse, la variante sin prefijo griparse. Los adjetivos gripal y griposo pertenecen a la lengua general.

Agua hervida. En la crónica policial limeña se lee úl-

*A grosso modo. La locución latina grosso modo signi-

fica literalmente ‘de manera burda’ y se usa en castellano desde hace más de un siglo. El Diccionario académico la registra con el sentido de “a bulto, aproximadamente, más o menos”. Pero en el habla semiculta de América y España se oye frecuentemente una variante que no es latín ni castellano: *a grosso modo. Debe evitarse.

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timamente acerca de varios casos en que algunas mujeres han sido quemadas “con agua hervida”. Pero el agua hervida, es decir, la que ha pasado el punto de ebullición (100º C), no tiene por qué estar hirviente y ni siquiera caliente; el agua hervida puede estar fría y aun helada. La expresión correcta es agua hirviendo, con un uso adjetivo excepcional del gerundio del verbo hervir. Según la norma oficial, la única otra excepción la constituye el verbo arder; es lícito, por lo tanto, referirse a una casa ardiendo.

Aguas servidas. En el Perú se llaman así las aguas

negras, residuales o de albañal; es decir, las que provienen de viviendas o zonas industriales y arrastran suciedad y detritus; también se ha usado aquí la expresión equivalente aguas excluidas. El Diccionario de la Academia (2001) incluye ya aguas servidas como uso del Perú, la Argentina y el Uruguay. En la Argentina se dice también aguas de alcantarilla; en Cuba, aguas albañales.

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Aguatero. En el Perú y en otros países del continente

Ají.

¿Ah?

Es un antiguo arahuaquismo del español de América (viene del taíno antillano). En el Perú desplazó al nombre quechua uchu. En España se llamó pimiento de Indias y en toda Europa se difundió con nombres diversos. Entre las variedades del género (Capsicum) están el ají verde (en realidad, amarillo o anaranjado) que, secado al sol, se llama ají mirasol, y el ají limo, pequeño y multicolor. Ají designa también cualquier guisado que lo contiene: ají de gallina.

Ahora poco.

Ajiaco. Es, en casi toda la América hispana, un guisado ―o sopa― de carne, ají, papas y otros ingredientes. Ajiaco es un casi seguro derivado del taíno ají; se descarta, como étimo, el término castellano de origen latino ajo, bulbo que no entra en la composición del ajiaco. Y se descarta igualmente que el elemento final sea el sufijo castellano –aco, improductivo en la lengua desde antes del descubrimiento de América.

sobrevive este centenario término para designar al aguador, es decir, a quien transporta y vende agua en lugares donde no hay todavía agua corriente. Aguatero es un obvio derivado de agua, con un anómalo terminal -tero que resulta de anteponer al sufijo -ero la t perteneciente a la raíz o al radical de términos semejantes, tales como hojalatero.

La interjección ¡ah!, pronunciada con entonación descendente, expresa en la lengua general ‘asombro’, ‘admiración’, ‘sorpresa’. Pronunciada con entonación ascendente ―¿ah?― sustituye ―en el Perú y otros países americanos― a la interjección interrogativa ¿eh?, del español general. Se dice ¿ah? cuando se quiere que el interlocutor repita o aclare lo que acaba de decir; también para pedir su asentimiento después de una orden, propuesta o petición. La locución adverbial ahora poco, que el DRAE 2001 registra como usada solo en Cuba con el significado de ‘hace poco tiempo’, se emplea también en otros países de América, el Perú incluido. Ahora poco resulta de reducción de la frase equivalente ahora hace poco tiempo; la forma ha, equivalente de hace (del verbo hacer) ha sido absorbida por la -a final de ahora y el sustantivo tiempo se considera sobreentendido.

Ahorrista. Este sustantivo, común a ambos géneros,

se usa en el Perú y otros países de América con el sentido de ‘persona que ahorra en un banco o en una institución análoga’. No equivale al adjetivo ahorrador, que solo expresa tendencia al ahorro. El sufijo -ista es prolífico en el campo de las ciencias sociales (economista), la política (marxista), la literatura (prosista), las artes (pianista, acuarelista), los deportes (futbolista, tenista), etc.

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*A la brevedad.

Este modo adverbial, frecuente en nuestra lengua formal con el sentido de ‘lo más pronto posible’, es censurado como sucedáneo de la expresión a la mayor brevedad. Pero, si brevedad es la “corta extensión o duración de una cosa” (DRAE 2001), lo lógico sería referirse a una deseable “menor brevedad” en la ejecución de algo urgente. En realidad, breve expresó, en su origen, una noción más espacial que temporal: ‘corto’, ‘de baja estatura’.

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A la hora de los loros.

En nuestra habla familiar, esta locución significa ‘en el momento crítico o crucial’. Resulta de una progresiva alteración fonética de otra locución adverbial equivalente: a la hora de la hora (no incluida en el DRAE 2001), pronunciada a l’ora e l’ora (y documentada con estas grafías en autores peruanos) en la cual l’ora juega con lora ‘ave’ y así da origen a una tercera versión, esta de matiz humorístico: a la hora de los loros.

Alambre de púas. En el Perú y en otros países de

Alcance. Según la última edición (2001) del Dicciona-

rio de la Academia, este postverbal de alcanzar es en Chile y el Perú el “aporte o sugerencia hecha en sesiones o debates públicos”. En el Congreso del Perú, por ejemplo, es frecuente pedir la palabra para hacer un alcance a lo que está diciendo el orador de turno. Pero el uso de alcance por aporte o sugerencia no está restringido al lenguaje de las sesiones o debates públicos: frecuentemente hacen alcances los interlocutores y entrevistadores de la radio y la televisión.

Alcayata.

América se llama así el alambre que tiene púas cada cierto trecho (en algunas partes se usa la variante alambre de púa). En España, sin embargo, la locución se desconoce y ese material, empleado para hacer cercas, se llama alambre de espino. Pero ninguna de estas expresiones se registra en el DRAE 2001, que sí incluye espino artificial como “alambrada con pinchos que se usa para cercar”.

En el Perú, y también en muchos otros países de América, alcayata desplaza a su sinónimo de la lengua general escarpia para designar el “clavo con cabeza acodillada que sirve para sujetar bien lo que se cuelga” (DRAE 2001). Alcayata, término hoy olvidado en la lengua general, es un mozarabismo (arabismo de España) que lleva el artículo árabe al- sobre cierta raíz latina ligada al término castellano cayado ‘bastón’.

Albricias. En el árabe hispánico significaba etimoló-

Aleatorio.

gicamente “la buena nueva”. Poco usado en singular, el DRAE 2001 define el plural albricias como “regalo que se da a quien trae la primera noticia de una buena nueva” [sic]. Sin embargo, este significado ha sido modernamente desplazado por otro, que ya es general en todo el mundo hispánico: albricias tiene el sentido de ‘enhorabuena’ o ‘felicitación’, en función interjectiva: ¡albricias!

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Este latinismo (de aleātōrius ‘propio del juego de dados’) significa “relativo al juego de azar” o “dependiente de algún suceso fortuito” (DRAE 2001). Un contrato de seguro de vida es un contrato aleatorio. Pero muchos hablantes usan este adjetivo con el sentido equivocado de ‘dudoso’, ‘relativo’, ‘discutible’, ‘opinable’. El cambio semántico podría explicarse por influencia del francés, lengua en la cual aléatoire ha desarrollado la acepción de ‘problemático’.

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Alegoso.

En el habla familiar del Perú y otros países de América (también en las islas Canarias), alegoso significa ‘discutidor’, ‘inclinado a replicar’ y se aplica especialmente a quien siempre expone razones ―válidas o no― para protestar, reclamar o justificarse. Se trata en este caso de la extensión de sentido ―y posterior divulgación― de un uso jurídico: alegar (del latín allegare, íd.) es, referido al abogado, ‘aducir leyes, autoridades y razones en defensa de su causa’.

*Alergeno. El grecismo alergia designa los efectos ― respiratorios, nerviosos, dérmicos― producidos por sustancias que hacen al organismo susceptible ante otra acción de esas mismas sustancias. El sustantivo que las designa se ha usado ―y se usa aún en el Perú y otros países― como palabra grave: *alergeno. La forma correcta, sin embargo, es la esdrújula alérgeno; en ella ― como en oxígeno, hidrógeno― es átono el elemento compositivo -geno. *Alfereces. Alféreces es el plural correcto de alférez, voz

Al hilo. El sustantivo hilo, muy antiguo en castellano,

viene del latín fīlum, íd. (el latín fīlum es también étimo del término castellano filo ‘borde cortante de un instrumento’). En la lengua general, la locución a hilo significa ‘en la misma dirección’, ‘en línea paralela’ y también ‘sin interrupción’. Pero en el español de casi toda la América hispana se ha impuesto la variante al hilo que implica, aparte de la contracción de la preposición y el artículo, su uso específico en una sola de las acepciones de la locución a hilo: ‘uno después del otro sin interrupción’; por ejemplo “le gritó varios insultos al hilo”.

Alimenticio, alimentario.

Estos adjetivos, ambos derivados de alimentar, no son sinónimos estrictos. Alimenticio equivale a nutritivo y se refiere a lo que se ingiere y se digiere con provecho para el organismo. Alimentario, de uso muy moderno en castellano, se aplica, en cambio, a todo lo relacionado con la alimentación: política alimentaria, producción alimentaria, industrias alimentarias, hábitos alimentarios, etc.

Allanar.

de origen árabe que designa al “oficial de menor graduación, inmediatamente inferior al teniente” (DRAE 2001). Alférez, palabra grave, conserva el acento en la segunda sílaba al hacer el plural: alféreces. La pronunciación errónea alfereces, con acento ―no marcado― en la penúltima sílaba, puede deberse a influencia del anómalo plural de carácter: caracteres, con el acento desplazado a la sílaba siguiente.

Formado sobre llano, tiene sentidos diferentes en España y en América. Allá es “entrar en casa ajena contra la voluntad de su dueño” (DRAE 2001); en América ―el Perú incluido― es “registrar un domicilio con mandato judicial” (íd. íd.). Similar viraje semántico muestra el postverbal allanamiento. Pero, en la jerga peruana, el sentido de allanar aun sobrepasa el peninsular, pues se ha hecho ya equivalente de robar, hurtar o sustraer.

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Al ojo. En el Perú y otros países sudamericanos se usa

Al toque. En el lenguaje coloquial del Perú, esta locu-

esta locución adverbial o adjetiva en vez de la general a ojo. Ambas formas se refieren a cierto peso, cantidad, distancia, etc., calculados sin precisión. La variante americana del modismo se explica por la frecuente vacilación en cuanto al uso u omisión del artículo determinado. En el español peninsular ha prevalecido la variante sin la ele correspondiente al artículo pospuesto el: a ojo. Representa una excepción de esta tendencia americana la locución adverbial equivalente a ojo de buen cubero.

ción adverbial significa ‘inmediatamente’, ‘sin dilación’: ipso facto. Toque es postverbal de tocar, verbo de origen onomatopéyico relacionado, en una de sus acepciones, con el sentido del tacto. El matiz temporal, de una locución esencialmente espacial, se explica, al parecer, por un giro del lenguaje futbolístico, en que pasar la pelota al toque significa pasarla rápidamente a otro jugador sin mantenerla entre los propios pies.

A lo largo de. Ya en la edición de 1956 del Diccio-

ca hispana se llama alverja la leguminosa que en España se conoce como guisante. Alverja resulta de alteración de la forma anterior arveja, que viene del latín ervĭlĭa. La supervivencia de alverja o arveja en América se explica porque los descubridores y conquistadores no provenían mayormente de las regiones nórdicas, donde entonces se usaba el nombre arcaico de guisante. Nuestro oscuro modismo por las puras alverjas resulta de prolongación de otro igualmente americano: por las puras, es decir, ‘en vano’, ‘sin razón alguna’.

nario Académico aparece la locución adverbial a lo largo de en su acepción espacial opuesta a la locución a lo ancho de. Pero, desde la edición de 1984 del DRAE se incluye su acepción temporal de ‘durante’, producto de una extensión semántica espacio-temporal: el cambio es inherente al lenguaje. Sin embargo, algunos puristas recalcitrantes censuran todavía ese uso consagrado por escritores y filólogos de la talla de Azorín (José Martínez Ruiz) y Rafael Lapesa.

Alverja. En el Perú y en casi todo el resto de la Améri-

*Alto al fuego. En gran parte de América (y algo en

Amarcigado. Según el Diccionario de la Academia (2001), este término se aplica, solo en el Perú, a la persona “de piel algo morena”. Se trata, sin duda, de una alteración del término español almacigado o amacigado, que significa ‘de color amarillo’, pues deriva del arabismo almáciga, nombre de una resina vegetal amarillenta. Entre nosotros amarcigado es sinónimo no estricto de trigueño; ninguno de ellos tiene connotación negativa.

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España) se usa esta locución ―nominal o interjectiva― en vez de la general alto el fuego ‘cese, momentáneo o definitivo, de las acciones bélicas entre dos ejércitos o grupos armados’. En alto el fuego, alto no es el adjetivo de origen latino que es antónimo de bajo, sino el término militar ¡alto!, del alemán ¡Halt!, que ordena ‘detención en la marcha’ o en cualquier otra actividad, tal como la bélica.

Amateur.

Este sustantivo, que cumple también función adjetiva, se tomó del francés a fines del siglo XVIII. Prueba de que en España el préstamo entró por vía oral es su pronunciación, aproximada a la francesa, amater; contrariamente, prueba de que en América el término se tomó por vía escrita es su pronunciación culta amateur. Amateur, que no se consigna en la última edición (2001) del Diccionario de la Academia, se incluirá en la próxima, que está por aparecer, junto con su derivado amateurismo.

Amazonia. Es el nombre correcto de la hoya del gran

río descubierto por Francisco de Orellana en 1542: sus soldados creyeron ver, en las orillas, a mujeres guerreras semejantes a las amazonas de la leyenda griega. En los topónimos castellanos acabados en -ia, estas vocales forman diptongo, como en Polonia, Patagonia, entre los acabados en -onia. La pronunciación peruana, con hiato y tilde, *Amazonía, se debe a influencia del francés Amazonie (pronunciado aproximadamente Amazoní).

Ambicia.

En la lengua popular del Perú y de otros países de América, ambicia equivale a ambición, palabra que viene del verbo latino ambire que significa ‘rodear’, ‘cercar’, ‘pretender’. La variante ambicia, que parece, a primera vista, un derivado regresivo de ambición (por probable influencia de codicia) es una forma antigua del término, documentada en el siglo XIV. Ambicia es, pues, otro arcaísmo de América y uno más de los conservados en el Perú.

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Ambulante. En el Perú y en otros países de Améri-

ca, ambulante ―en principio participio activo del verbo ambular ‘andar’― tiene además de su función adjetiva (vendedor ambulante) la sustantiva (un ambulante). En la Lima colonial y al inicio de la republicana eran clásicos los pregones de los vendedores ambulantes que anunciaban cada hora del día. Pero hoy el adjetivo ambulante se ha sustantivado llegando a perder toda connotación de movimiento, pues se aplica también, contradictoriamente, al vendedor callejero que tiene un puesto fijo en una acera.

Amiguero. En el Perú y en otros países de América,

desde Méjico hasta la Argentina, se califica de amiguero o amiguera a quien hace fácilmente amigos; pero amiguero puede tener también un matiz negativo referido a quien hace indiscriminadas amistades con algunos amigotes o a quien pierde el tiempo con los amigos. El adjetivo amiguero no parece tener un estricto equivalente en el español de la Península, por otra parte abundante en derivados cultos del latín amicūs, tales como el superlativo amicísimo y el adjetivo amical.

Ampay. En el Perú se usa este sustantivo, también con

función interjectiva, para referirse al ‘hallazgo de un jugador oculto según las reglas del juego del escondite’ (o en el Perú de las escondidas). Ampay podría estar relacionado con el inglés umpire, que designa al juez en el béisbol; otras propuestas etimológicas tales como la de arm pair ‘par de brazos’ o la quechua se sostienen menos aún que la de umpire. El plural de ampay es ampayes o ampáis y el verbo correspondiente es ampayar ‘sorprender infraganti’, con un ámbito que hace mucho excedió el del juego infantil.

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*Anda. En el Perú y en otros países de la América his-

Anexo.

Andenería.

Aunque andén podría asociarse al verbo andar, no hay relación de origen entre ambos términos. Andén, de étimo incierto, es voz antigua en castellano con la acepción, entre otras, de ‘terraplén’ (en quechua, pata). Hoy andén es de uso general en la acepción de ‘plataforma larga y estrecha que se usa para acceder a un tren o a un ómnibus’. El derivado andenería es un antiguo peruanismo documentado también en países limítrofes que formaron parte del imperio incaico. El DRAE registra andenería desde 1927.

Angurria. En el habla familiar del Perú (también en la de otros países de América) angurria significa ‘hambre ansiosa’ y, figuradamente, ‘codicia’; angurriento es el hambriento, y también el codicioso. La palabra angurria resulta de reducción y cambio de sentido del vocablo castellano estangurria que significa ‘micción dolorosa’ (en algunos casos por efecto de una retención de orina). Se sobreentiende que el angurriento o codicioso, por no querer desprenderse de nada, no se deshace ni de la propia orina.

Andinismo.

A nivel de. El viejo catalanismo nivel entraña la no-

pana se usa este anómalo singular en vez del correcto andas. Según el DRAE 2001, andas es el nombre de un “tablero que, sostenido por dos varas paralelas y horizontales, sirve para conducir efigies, personas o cosas”. *Anda, como andas, pertenece al género femenino; pero, por razones fonéticas, lleva el artículo determinado en masculino: el *anda; no así el adjetivo correspondiente: *anda antigua.

Viene del latín annexus y significa ‘unido’ (a algo). A partir del siglo XVII la x de anexo empezó a pronunciarse como j; se impuso, consiguientemente, la grafía anejo. Pero en gran parte de América predomina todavía anexo con x = ks (también anexar). En el Perú anexo es también, como sustantivo, un centro poblado (incluido en un distrito), la ‘extensión o línea telefónica conectada a otra principal’ y el ‘aparato’ mismo desde el cual se habla y escucha.

Así como alpinismo deriva del nombre de las montañas europeas de los Alpes, andinismo es un derivado del nombre de las cumbres sudamericanas de los Andes. Este último término viene del quechua anti que significa ‘oriente’ y no tiene relación con la palabra castellana andén, a su vez derivada del verbo andar. Pero el uso, que es el amo del lenguaje, permite llamar alpinismo al deporte que consiste en escalar altas montañas en cualquier parte del mundo, en tanto que andinismo y andinista se circunscriben al montañismo practicado en cumbres sudamericanas.

ción de ‘horizontalidad’; por eso, cuando se usa figuradamente está implícita la idea de jerarquía. Sin embargo, se ha difundido, en el castellano de ambos continentes, un uso ―todavía muy criticado― de nivel sin relación con ninguna estratificación. Son incorrectas, por lo tanto, frases como a nivel de ingleses, a nivel de mujeres. Se consideran correctos, en cambio, usos tales como a nivel de alumnos, a nivel de maestros, etc. Los usos incorrectos podrían haberse tomado de la locución inglesa at the level of.

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Anticucho.

Es una vianda, típica de nuestra costa, que consiste en trocitos de carne (usualmente corazón de vacuno) ensartados y asados en broquetas. El étimo de anticucho es incierto. Pero es curiosa la coincidencia con Anticucha, hipocorístico de Antonio (a partir de Antuco, con el sufijo quechua de diminutivo -cha). Derivados de anticucho son anticuchería ‘lugar donde se expenden’; anticuchero, -a, quien los prepara o vende y anticuchada reunión en que se consume esta vianda. Un importante uso figurado es el matiz negativo que tiene anticucho con el sentido de ‘antecedente delictivo oculto’.

*Antidiluviano. Aunque ya es un poco tarde para

oponerse al Diluvio Universal (la Real Academia exige las mayúsculas), *antidiluviano se oye de boca de más de un hablante seudoculto. En la forma correcta, que es antediluviano, el prefijo latino ante- significa ‘anterior a’, en cambio, en la versión incorrecta, que es *antidiluviano, el prefijo griego anti- significa ‘contrario a’. Por otra parte, diluvio es un antiguo latinismo que se documenta desde el siglo XIII y se aplica especialmente a la bíblica inundación de la tierra en tiempo de Noé.

Antisistema.

Este obvio compuesto de sistema y el prefijo anti- ‘contra’ se usa desde hace algún tiempo en la lengua culta de España y América (no lo registra el DRAE 2001). Su formación sigue la línea de otros compuestos de anti- más un sustantivo, tales como anticuerpo, antihéroe. Antisistema se usa como sustantivo masculino o como adjetivo invariable: “es el candidato del antisistema”; “la facción antisistema es minoritaria”.

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Anualizado.

El DRAE 2001 no registra anualizar, pero sí su participio adjetivado anualizado como americanismo (propio del Perú entre otros países) referido a términos económicos tales como precio, interés, tasa, porcentaje, incremento, etc. y con el sentido de “calculado para períodos de menos de un año sobre la base aplicable a un año completo”. Anualizado es, pues, un término propio del lenguaje de economistas hispanoamericanos.

Apanado.

En el Perú y en otros países de América apanar ha sustituido ―por cambio de prefijo― a empanar ‘cubrir con pan molido o rallado un trozo de carne antes de freírlo’ (en otras zonas de América se usa empanizar, con cambio de sufijo). El participio apanado es adjetivo (bisté apanado) o sustantivo (un apanado). En uso figurado, apanado es la ‘golpiza colectiva dada a una persona’; en un segundo grado de abstracción, puede equivaler a ‘crítica drástica colectiva’.

Apapachar. En las últimas décadas se ha difundido

en nuestra habla familiar ―a través de la televisión, principalmente― este mejicanismo que significa ‘acariciar con ternura’, especialmente a niños. Según el DRAE 2001, el aztequismo apapachar se explica por reduplicación de la segunda sílaba de apachar, verbo de origen igualmente náhuatl, que significa ‘magullar’, ‘apachurrar’. Se oyen también aquí apapacho (o apapache) por ‘caricia’ y apapachador, apapachadora referido a quien apapacha.

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A partir de un confite. En nuestra habla familiar,

así como en la de la Argentina, se documenta el modismo estar a partir de un confite con el sentido de ‘estar en las mejores relaciones sin discrepancia alguna’; en Venezuela, en cambio, se prefiere la variante estar partiendo un confite. Confite es un catalanismo del castellano documentado desde fines del siglo XV; sin embargo, en la Península prevalece, como equivalente de estar a partir de un confite, el modismo estar a partir de un piñón. El piñón, fruto del pino, es también de sabor muy agradable.

Apersonarse.

En el lenguaje jurídico y en el habla culta del Perú, así como también en otros países de Hispanoamérica, se prefiere la variante prefijal apersonarse sobre personarse, que es más moderno y usual en España. Ambas se refieren al acto de comparecer personalmente en un juicio o al de ‘presentarse personalmente en un lugar determinado’. Se documenta asimismo en el Perú el postverbal apersonamiento.

Aplicar, aplicación. Entre las varias acepciones del

A punta de. En el Perú, y en muchos otros países de

la América hispana, esta locución adverbial sustituye a la castiza a fuerza de. Normalmente va seguida (como a fuerza de) por un sustantivo o un infinitivo verbal: a punta de ruegos o a punta de rogarle (lo mismo que a fuerza de ruegos o a fuerza de rogarle). En ambos casos hay un matiz de presión, violencia o insistencia, no siempre considerada o cortés.

Apuntarse un poroto.

En varios de los países de la América hispana, sobre todo en aquellos de sustrato quechua, se llama poroto (del quechua purutu) el grano que en la Península se conoce con el nombre judía. El uso de poroto en el Perú se documenta desde el siglo XVI en la obra del Inca Garcilaso y sorprende que hoy se haya sustituido por el término latino frejol o frijol. Sin embargo, subsiste con sentido figurado en el modismo apuntarse (o anotarse) un poroto, que significa ‘acertar’, ‘dar en el clavo’.

Aquí y en la Cochinchina; ni aquí ni en la Cochinchina. Estas expresiones enfáticas ―positiva

verbo castellano aplicar no está la de ‘solicitar formalmente y por escrito’ referida sobre todo a becas o puestos de trabajo; esta acepción, corriente en América, se ha calcado del verbo inglés to apply. También se emplea inadecuadamente en América el sustantivo aplicación como equivalente de solicitud. Aplicar y aplicación en vez de solicitar y solicitud son anglicismos innecesarios e indeseables en la lengua culta, y especialmente condenables cuando se emplean en el ámbito académico.

y negativa― incluyen el nombre tradicional de la región asiática que hoy constituye Vietnam del Sur. Pero esa locación geográfica no está presente en la mente del hablante; Cochinchina (o la variante Conchinchina) alude a un lugar inexistente. A pesar de su comprobado uso en la lengua familiar de España y América, ninguna de estas locuciones se consigna en la última edición (2001) del Diccionario académico.

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Arroba. Antes de la invención de la imprenta, el signo

@ se usaba en manuscritos como abreviatura del latín ad, traducible por a, en. Mucho más tarde, y por análogos usos en el mundo anglosajón, el signo @ se impuso en los correos electrónicos, antecediendo a la dirección del usuario. Y en español se encontró con otro uso secular del signo: símbolo de la tradicional unidad de peso equivalente a un cuarto de quintal. Esta es la historia del arbitrario nombre de un signo que es hoy emblema mundial de la Informática.

Arroz con mango. Esta locución nominal, que ex-

presa una insólita combinación de elementos, no pertenece a la lengua general; se documenta en Venezuela, en Cuba y en algunos países de la América Central. En el Perú es de empleo muy reciente y su uso se restringe al nivel de lengua familiar y juvenil. El término arroz es un arabismo documentado en castellano desde el siglo XIII; mango es el nombre tamil (lengua de la India) de una fruta asiática que se introdujo en América durante el siglo XVIII.

Arruga. En la lengua general significa ‘pliegue’, espe-

cialmente el de la piel a causa de la edad avanzada. En el habla familiar del Perú, arruga tiene, además, el sentido figurado de ‘deuda incobrable’, casi siempre por falta de decencia o seriedad del deudor; en replana se llama arruguero al ‘tramposo’ y arrugado el ‘dinero estafado’. Arrugar por cohibirse, retroceder, acobardarse no es un uso exclusivamente americano: también se documenta en la Península.

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Articulado. Con esta forma participial del verbo ar-

ticular ‘unir, enlazar’ coincide un derivado directo del sustantivo artículo que también funciona como sustantivo: articulado es, en el Perú y otros países de América, el ‘conjunto de artículos que integran el texto de una ley, de un decreto, etc.’. Sin embargo, es frecuente comprobar, aun en boca de congresistas y abogados, el uso de articulado como equivalente de artículo. Ejemplo: “los articulados 14 y 15 deben suprimirse”.

Asarse. En el habla familiar del Perú y de otros países

de América, asarse equivale a turbarse, cohibirse, abochornarse (sinónimos peruanos son achuncharse y empavarse, hoy menos usados). El participio adjetivado asado se aplica también a quien está enfadado, irritado o enojado. Nuestro uso del verbo pronominal asarse parece haber resultado de una extensión semántica del uso transitivo de asar, que en la Península equivale a acosar, molestar, irritar (o, coloquialmente, freír).

Aserrín.

En el Perú y en la mayoría de los países de Hispanoamérica se llama aserrín lo que en España se prefiere llamar serrín: “conjunto de partículas que se desprenden de la madera cuando se sierra” (DRAE 2001); aserrín se considera como forma vulgar en la Península. Análogamente, en América se prefiere la forma verbal aserrar en vez de la corriente en España serrar (del latín serrare, íd.). Aserradero es de uso general en todo el mundo hispánico.

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Asquiento.

Derivado de asco ‘repulsión’ tiene la misma raíz que la del viejo sinónimo asqueroso, a su vez del latín usgo ‘tirria’, con cambio de la sílaba inicial por influencia retroactiva del propio derivado asqueroso. En la lengua general, el adjetivo asqueroso se refiere, a su vez, a las nociones contradictorias de ‘lo que produce asco’ y ‘quien siente asco’. Tal vez a esta anfibología se deba la creación del americanismo asquiento, -a que solo designa a ‘quien siente asco’. De similar manera, el derivado de la lengua general asquerosidad se aplica exclusivamente a ‘aquello que provoca asco’.

El creador de las finas greguerías, Don Ramón Gómez de la Serna, declaraba ufano: “Yo no soy de los que dicen atelier”. El Diccionario de la Academia parece acompañarlo hasta hoy en sus escrúpulos, pues atelier ‘taller de un artista plástico’ no figura en la edición vigente (2001) ni, al parecer, se incluirá en la que está próxima a publicarse. Atelier es un galicismo que corresponde al término castellano taller y este último, que data del Siglo de Oro, ha significado sucesivamente, ‘montón de leños’, ‘taller de carpintero’ y, por último, simplemente, taller.

¡Asu!

Atracar. Este verbo, de origen incierto, es tardío en

Esta exclamación, que denota admiración o asombro, resulta de la enésima reducción de expresiones tales como ¡pa’ su madre!, ¡pa’ su madrina!, ¡pa’ su macho!, ¡pa’ su diablo!, etc.; en ellas, pa’ es la preposición (apocopada) para. La variante gráfica ¡assu! representa el alargamiento de la s como expresión exagerada de admiración o asombro. Aunque ha llegado al nivel del lenguaje periodístico, ¡asu! sigue siendo una expresión básicamente popular e inculta.

Asumir.

Este verbo significa literalmente ‘atraer algo hacia uno mismo’ y, de allí, ‘hacerse cargo’ (de una tarea, obligación o responsabilidad). Se puede, igualmente, asumir un reto o una actitud determinada. Pero lo que no se puede hacer, en correcto castellano, es usar el verbo asumir con los sentidos de ‘suponer’, ‘presumir’, ‘inferir’, que tiene en inglés el verbo (del mismo origen latino) to assume.

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Atelier.

castellano, pues se documenta solo desde finales del siglo XVI. Atracar está entre los llamados marinerismos en tierra, puesto que su sentido original se refería a la llegada y anclaje de un barco en un puerto determinado. Entre los usos peruanos familiares de atracar está el de ‘acceder a algo después de haber ofrecido alguna resistencia o reticencia’; como pronominal, atracarse se aplica en el Perú a una maquinaria que se traba en su funcionamiento o a un hablante que se traba en su lenguaje.

*A trasluz. En el Perú y en otros países de América

suele decirse a trasluz y no al trasluz. El trasluz es la luz que pasa a través de un cuerpo que por eso se llama translúcido o traslúcido. Mirar al trasluz es ‘mirar algo que está situado entre la luz y el ojo’ (por ejemplo, un documento contenido en un sobre, un huevo fecundado, etc.). La Real Academia recomienda no omitir el artículo el, que está representado por la consonante l en la contracción al.

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Ausentismo. Es la inasistencia sistemática al centro de

trabajo o a la escuela (ausentismo escolar); se deriva directamente del adjetivo ausente y es la variante preferida en el castellano de América. En España, en cambio, se prefiere la forma latinizante absentismo, tomada ―a fines del siglo XIX― del inglés absenteeism. El término se refería, en principio, a los terratenientes británicos que no residían en sus propiedades.

Autodidacto. En el Diccionario académico (2001) apa-

rece el adjetivo masculino autodidacto con su femenino autodidacta. Pero en el habla culta del Perú, de otros países de América y en la propia España se usa muy poco la forma autodidacto, mientras que el femenino autodidacta ha ampliado su campo semántico hasta expresar ambos géneros (pintor autodidacta; llega aún a chocar la expresión correcta pintor autodidacto). Casos semejantes son los de hermafrodita por hermafrodito, estratega por estratego y rapsoda por rapsodo.

Aventar.

Este verbo, formado sobre viento y obsolescente en la lengua general, tiene en el Perú y otros países de América diversos usos que parten de la acepción original de ‘echar el grano al viento para librarlo de la paja’; aventarse equivale a ‘lanzarse’ y, figuradamente, ‘atreverse’; aventado es sinónimo de osado, audaz. Como transitivo, aventar tiene el sentido de ‘lanzar’, ‘empujar’. El derivado aventón es aquí y en algunas otras partes sinónimo de empujón; en otras, puede aplicarse al autoestop.

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A vista y paciencia. Esta locución adverbial es fre-

cuente en la lengua familiar ―oral y escrita― del Perú y de otros países de la América hispana: Costa Rica, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina, entre ellos. Variantes peruanas de esa expresión son a la vista y paciencia y ante la vista y paciencia. El modismo, con sus variantes, expresa la idea de que algo no permitido sucede ante la falta de vigilancia o de censura de quien o quienes están obligados a imperdirlo o detenerlo. El DRAE (en la edición de 2001) solo consigna, como general, la locución equivalente a ciencia y paciencia.

Ayayero. Es un peruanismo derivado de ayayay, a su

vez reduplicación de ay, interjección que expresa, principalmente, ‘aflicción’, ‘dolor’. Ayayero fue, en un principio sinónimo de quejumbroso, pero luego amplió su campo semántico y hoy significa, en primer lugar, ‘adulador’, ‘incondicional’, especialmente en el ámbito de la política poco respetable. Últimamente se ha derivado ayayerismo, que designa la nefasta institución de la ‘adulación servil en provecho propio’.

Azúcar rubia. La voz azúcar, de origen árabe, se do-

cumenta en castellano desde el siglo XIII. Azúcar es una excepción en cuanto a la concordancia de género, pues es correcto que concuerde con un artículo masculino y un adjetivo femenino: el azúcar blanca; este uso es anómalo en castellano, porque la primera sílaba no es tónica (como sucede en arma). En el Perú, Chile, Argentina y Uruguay se usa la expresión nominal azúcar rubia en vez de la general azúcar morena. Rubio, del latín ruběus, tenía en su origen el sentido de ‘rojizo’, no el de ‘amarillo’, hoy referido al cabello.

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Bb

Baipás. Con esta grafía se transcribe la pronunciación

del inglés by-pass ‘desvío’. El término no aparece en el DRAE 2001, pero sí en el Diccionario panhispánico de dudas (2005). Ello se explica por la gran difusión de dos acepciones modernas de by-pass: una en relación con la cirugía de las coronarias y otra referida a los desvíos o pasos a desnivel en vías de tránsito rápido. En nuestra habla familiar baipasear es ‘pasar por encima’ de alguien.

Bagre. Es un pez fluvial americano sin escamas, de ta-

maño mediano y cabeza muy fea con “hocico obtuso” (DRAE 2001). La palabra, de origen incierto, se documenta, desde el siglo XVI, referida a América. En el Perú y otros países americanos, bagre designa también a la ‘mujer fea’ (y, más raramente, al ‘hombre feo’). El derivado bagrero, bagrera se aplica a quien suele elegir parejas poco agraciadas. Un uso peruano más moderno hace a bagre sinónimo de persona vulgar, ruin. Sin embargo, no se usa en el Perú el chilenismo bagrerío ‘conjunto de mujeres feas’.

Bailar con su pañuelo. En nuestra lengua familiar,

bailar con su pañuelo significa ‘hacerse cargo, cada miembro de un grupo, de sus propios gastos’; la frase puede oírse con otros posesivos; es un ejemplo “tuve que bailar con mi pañuelo”. La locución ha extendido hoy su uso fuera del ámbito económico; por ejemplo, “en una crisis social, cada uno baila con su pañuelo”. Aunque en el DRAE 2001 no hay referencia al uso del pañuelo en algún baile típico, entre nosotros bailar con su pañuelo evoca el que el bailarín sostiene en alto y agita en nuestra danza nacional la marinera.

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Bajativo. Según el Diccionario de americanismos publi-

cado por la Asociación de Academias de la Lengua Española en el año 2010, el sustantivo bajativo se usa en el Perú y en otros países de la América Central y Meridional con el sentido de “licor digestivo” (es curioso que el DRAE 2001 consigne esta acepción como general). Son apreciados bajativos el coñac, el anisado y también nuestro peruano pisco. La palabra se ha formado, obviamente, a imitación y como contraparte de aperitivo, que designa la bebida alcohólica destinada a abrir el apetito.

Bajetón. Es un derivado de bajo, con el terminal pre-

sente en moretón, guapetón. Referido a personas, significa ―en el Perú y otros países de América― ‘de estatura menos que mediana’, y, en sentido figurado, ‘decaído’, ‘ineficiente’ o ‘mediocre’. Como sustantivo, equivale al derivado general bajón, ‘baja súbita’ (de precios, etc.). Para algunos lexicógrafos, bajetón es, en principio, un término perteneciente a la riña de gallos: gallo bajetón es el de poca altura.

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Bajonearse. En el habla popular del Perú y de otros

países de Hispanoamérica, bajonearse significa ‘desalentarse’, ‘deprimirse’. Ese verbo se ha formado, obviamente, sobre bajón, a su vez, aumentativo del adjetivo sustantivado bajo, más los sufijos -ear y -se. En algunos países sudamericanos ―Colombia, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay, no en el Perú― se usan igualmente los sustantivos derivados y sinónimos bajoneo y bajoneada ‘decaimiento anímico’ y el adjetivo bajoneante, referido a lo que provoca desánimo o depresión.

Balacera. En el Perú y otros países de América equi-

vale a tiroteo: ‘serie de disparos hechos con armas de fuego portátiles contra personas o entre ellas’. Balacera se deriva de balazo (más el sufijo -ero, -era) que, a su vez, viene de bala (el sufijo -azo significa ‘golpe dado con aquello que expresa la raíz’). Por último, bala es un italianismo que ha tenido en América la descendencia léxica que no tuvo en España, especialmente abalear y balear, por tirotear.

Balandronada.

Variante americana de baladronada ‘bravata’, ‘bravuconada’, ‘fanfarronada’, se deriva, en último término, de baladrón (en América, balandrón, por influencia retroactiva de la nasal final). Baladrón, a su vez, viene de bălatro, -ōnis, que ya en latín tenía el sentido de ‘bravucón’, ‘fanfarrón’. En el Perú se documenta también balandronear ‘fanfarronear’; en otros lugares de América se dice balandronería por balandronada y balandronero por balandrón.

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Balde. En la América hispana balde es lo que en España

se llama cubo; es decir, el ‘recipiente de forma de cono truncado, con asa’, usado para contener líquidos. Balde es uno de los llamados, por Amado Alonso, marinerismos en tierra, puesto que fue, en principio, de uso marinero; por eso, balde se restringe en España al cubo usado para lavar cubiertas de embarcaciones, etc.; en América, en cambio, balde desplaza a cubo en todos sus usos. Derivados de balde son baldazo ―americanismo― y baldear. Por otra parte, balde ‘cubo’ no tiene nada que ver con las expresiones de balde y en balde.

Bamba.

Es muy rica la vida que tiene hoy este americanismo en el lenguaje coloquial peruano. Aquí todo puede bambearse, es decir, ‘adulterarse’ o ‘falsificarse’: un pisco, un medicamento, la marca de una prenda de vestir. Bamba es de incierto origen; su centro de difusión puede haber estado en la Sudamérica septentrional y las Antillas. Su uso primario parece ligado a la joyería y a la numismática. Como adjetivo, bamba no varía para el género ni para el número: sortija bamba, perfume bamba, licores bamba.

Bancada. En el español general, bancada es una “mesa

o banco grande” de uso en ciertas fábricas, y la “tabla o banco donde se sientan los remeros” (DRAE 2001). Bancada ―obvio derivado de banca― designa, en principio, en el Perú y en otros países de América el conjunto de los legisladores que pertenecen a un mismo partido o grupo político, pero puede ser también mixta o heterogénea. La bancada mayoritaria puede coincidir con la bancada oficial u oficialista.

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Barra brava.

En español general, barra es un sustantivo femenino de origen prelatino que designa una pieza larga de metal o madera, generalmente de corte circular, que tiene numerosos usos. Entre las acepciones figuradas americanas de barra está la de ‘grupo de personas que anima a un equipo deportivo en una competencia’; su acción se describe como hacer barra y sus miembros se denominan barristas. Un grupo de partidarios fanáticos de un equipo de fútbol que actúa con desorden y violencia se conoce como barra brava.

varios países de la América hispana, desde Méjico hasta Chile, el sustantivo femenino bataclana se aplica a ‘bailarinas de cabaret’. El americanismo ―hoy el término ha caído en desuso en España― data de mediados del siglo XIX, cuando en París se abrió un teatro para operetas frívolas que tenía el nombre de Ba-Ta-Clan. En cuanto al uso peruano, parece haberse tomado directamente del argentino, pues la mencionada compañía francesa actuó en Buenos Aires, con gran éxito, a principios del siglo XX.

Barriada. Es un derivado de barrio, a su vez antiquí-

Batir.

simo arabismo del castellano, pues su uso se remonta al siglo X. En la lengua general, barriada es un sinónimo no estricto de barrio, es decir, ‘cada una de las zonas en que se divide una ciudad’. Pero, a partir de la segunda mitad del siglo XX, barriada tomó en el Perú el sentido peyorativo de ‘barrio popular de casas pobres y precarias’. Este hecho ha ocasionado su sustitución por los sucesivos eufemismos pueblo joven y asentamiento humano.

Basta.

En español general, basta ―de origen germánico― equivale a hilván. Pero en el Perú y otros países de América basta sustituye a bastilla (en un principio, su diminutivo); es decir, el “doblez que se hace y se asegura con puntadas, a manera de hilván menudo, a los extremos de la tela para que esta no se deshilache” (DRAE 2001). Un equivalente americano de bastilla es dobladillo. Bastillar es, en el Perú, ‘hacer la basta’.

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Bataclana. En

Aunque batir es una palabra antigua en castellano, sus usos modernos se relacionan con el francés y fueron criticados como galicistas en el siglo XIX; batir por combatir o derrotar (como en “batir al enemigo”) pertenece hoy a la lengua culta general. Pero en el habla familiar peruana batir, debilitado semánticamente, tiene un sentido cercano al de la locución verbal general tomar el pelo; batir ―a alguien― es hacerle insistentes comentarios, generalmente punzantes o humorísticos, sobre aspectos determinados de su vida personal.

Bemba. En el Perú y en otros países de América (tam-

bién en las islas Canarias) es la ‘boca humana de labios muy gruesos, característica de la raza negra’. Corresponde al término general bezo; por lo tanto, bembón y bembudo son sinónimos de bezudo. Se tiene a bemba por africanismo de América, sin concreta referencia a una lengua determinada. Radio bemba es expresión coloquial y humorística equivalente de rumor o chisme.

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Berrinche. Es un derivado del sustantivo verraco ‘cer-

Biósfera. En el Perú y en el resto de América, biósfe-

do semental’; berrinche se documenta en castellano desde el siglo XVII con el significado de ‘rabieta, pataleta’, especialmente la de los niños que son por ello calificados de berrinchosos. Pero en el Perú, Méjico y algunos países de América del Centro se denomina berrinche el mal olor que despide la orina descompuesta por haber permanecido mucho tiempo en los pañales de un infante mal atendido y también el similar olor que pueden desprender las ropas de algunos adultos igualmente desaseados.

ra es el ‘conjunto de seres vivos que habitan la Tierra’. Pero la pronunciación esdrújula de este cultismo no se registra en la Península, que prefiere biosfera. Casos análogos de esdrujulismo no general son los de estratósfera, hidrósfera y litósfera. Atmósfera, documentada desde el siglo XVIII, es sin duda la forma que ha influido como modelo de estos casos de esdrujulismo. El DRAE 2001 aún consigna como válidas ambas variantes, atmósfera y atmosfera, pero la próxima edición solo incluirá la variante esdrújula.

Beso volado.

Bizarro. Este adjetivo se tomó, en el siglo XVI, del ita-

En la lengua familiar del Perú y del Ecuador se conoce como beso volado el ademán que consiste en besarse las yemas de los dedos de una mano y luego hacer un ligero chasquido con los labios a la vez que se separa la mano de la boca; beso volado aparece como ecuatorianismo en la última edición (2001) del DRAE. Beso, vieja palabra castellana, viene del latín basium, íd.; volado es el participio adjetivado de volar, del latín vŏlare, íd. La expresión americana beso volado se documenta, excepcionalmente, en la obra de la escritora española Emilia Pardo Bazán.

Betarraga, beterraga. En la lengua general se co-

noce como remolacha, betarraga o betarrata [sic] la raíz comestible, casi esférica y de color rojo oscuro, que en algunos países de la América del Sur se documenta con el nombre de beterraga (Perú, Bolivia, Chile) o beterava (Argentina). Betarraga, del francés betterave, se registra ya en el primer Diccionario Académico (siglo XVIII). Beterraga ―variante tenida por muchos como incorrecta― está, sin embargo, más cerca de su étimo francés en cuanto a las vocales de sus dos primeras sílabas.

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liano bizzarro ‘iracundo, furioso’, de origen incierto. En castellano se documenta desde entonces en la acepción de ‘valiente’ y también con las de ‘apuesto, gallardo’, ‘generoso’ o ‘cortés’, que parecen extensiones del sentido de la primera acepción. No es correcto el moderno uso de bizarro con el significado de ‘extravagante’, explicable por calco semántico del francés bizarre, igualmente italianismo antiguo.

Bluyín (blue jean). Es, en el Perú y casi todo el resto

de América, un pantalón de tela fuerte de algodón, en un principio de color azul, que se hizo preferida prenda de trabajo masculina; hoy es prenda indispensable para ambos sexos en todas las edades. Se recomienda la grafía que reproduce la pronunciación: bluyín, y no la original inglesa blue jean. Lo mismo se aconseja en cuanto a la forma abreviada muy usual yin, plural yins (y no jean, jeans).

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Bobo. Esta palabra, del latín balbus ‘tartamudo’, se usa

en castellano desde el siglo XV con varios significados, entre ellos el de ‘tonto’. Pero en el habla popular peruana se ha extendido modernamente un uso sustantivo de bobo que designa el ‘reloj de pulsera’ y el ‘corazón’. La relación entre el tictac del reloj y los latidos del corazón es entendible; no así la que pudiera existir entre tonto y reloj o corazón, documentada en gran parte de Sudamérica. Lo cierto es que estos usos se han tomado del lunfardo o jerga argentina, en la cual el derivado bobería ha llegado a significar ‘relojería’.

Bocafloja.

Este adjetivo, común a ambos géneros, se documenta en el Perú y en varios otros países de la América hispana como sinónimo de indiscreto, hablador, chismoso; bocafloja equivale semánticamente a otros americanismos tales como bocatán (exclusivamente peruano), bocasuelta (Venezuela y República Dominicana) y bocón (usado en casi toda América). Boca, palabra muy antigua en castellano, viene del latín bŭcca, íd.; significó originalmente ‘mejilla’ y más tarde tomó el sentido actual de ‘abertura externa de la cavidad oral’.

Bocatán. En nuestra habla familiar y coloquial se lla-

ma así al ‘hablador indiscreto’, al ‘chismoso’. Este peruanismo ―hoy menos usado que antes― se documenta desde el siglo XIX. Bocatán podría haberse formado, sobre boca, a imitación del italianismo charlatán. Pero es más probable que su modelo haya sido fablistán o hablistán ‘parlanchín’; la terminación -án se explica por declinación bajolatina de *fabulista, -anis, a su vez imitada de palabras góticas como guardián.

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Boína. El DRAE 2001 define boina como “gorra sin vi-

sera, redonda y chata, de lana y generalmente de una sola pieza”; no incluye el DRAE la variante boína, preferida en varios países de América ―el Perú incluido― y también en algunas regiones de España. Boina se difundió en la Península en el siglo XIX, durante las guerras carlistas. La vacilación en la pronunciación culta (con diptongo o con hiato) se explica porque el acento de intensidad es irrelevante en vascuence.

Bolada. Del latín bŭlla sale el castellano bola ‘burbuja’,

‛cuerpo esférico’. La acepción figurada de ‘rumor falso’ se ha difundido desde mediados del siglo XVIII a ambos lados del Atlántico y ha dado lugar, en América, a la frase verbal correr la bola ‘divulgar una falsedad’. De este uso figurado de bola se derivó en las últimas décadas el americanismo bolada, hoy predominante en el Perú. El sufijo -ada indica ‘abundancia’ o ‘exceso’; en este caso produce solamente una variante formal, pues bola y bolada son sinónimos estrictos.

Bomba. Como sinónimo de embriaguez, beodez, borrache-

ra, se documenta en el Perú desde el siglo XIX en el Diccionario de peruanismos de Juan de Arona. Puede tratarse aquí de un andalucismo (hay datos de su uso en las islas Canarias) que se documenta igualmente en la América Central (El Salvador, Guatemala, Honduras), Ecuador y Chile. Arona registra la locución verbal estar en bomba como equivalente de estar ebrio; hoy se dice estar bomba con igual sentido y es corriente el modismo pegarse una bomba como sinónimo de pegarse una borrachera.

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Box. En el Perú y en otros países de América se prefiere

Bronca. Es una antigua palabra castellana derivada de

la forma inglesa box a la castellanizada boxeo, postverbal de boxear (ambos son términos de la lengua general). El deporte ―que es un pugilato con estrictos requisitos en cuanto a zonas del cuerpo golpeables, guantes especiales, etc.― es antiguo en Inglaterra y se difundió mundialmente a partir del siglo XIX. Quien practica el box se llama en inglés boxer (sustantivo común a ambos géneros); en la próxima edición del Diccionario de la Academia se incluirá la forma femenina de boxeador: boxeadora.

bronco ‘rama cortada’, ‘nudo en la madera’. En la lengua general, el adjetivo bronco, -a significa ‘de sonido áspero’, ‘quebradizo’ y ‘de trato tosco’. El sustantivo femenino bronca tiene, en el Perú y en otros países de América, los usos figurados de ‘enojo’, ‘riña’. En nuestra habla familiar, tener bronca equivale a tener antipatía; bronquearse es ‘pelearse con alguien’ y dar bronca es ‘molestar, fastidiar’. Ya en los predios de la lengua general coloquial, abroncarse equivale a abochornarse, aburrirse o enfadarse.

*Bracelete. En el Perú y en otros países americanos

original fue el de ‘salchicha’. Pasó al castellano a fines del siglo XIX, referido a cierto postre preparado a base de pan ―generalmente el sobrante― remojado en leche; entre los ingredientes secundarios están, principalmente, las pasas; se hornea en un molde al baño de María. En el Perú budín ha desarrollado diversos usos figurados, todos negativos o despectivos, y puede identificarse, como sustantivo, con un libro soso, un espectáculo de mala calidad o una reunión aburrida.

se oye y se lee *bracelete en vez de brazalete que, según el DRAE 2001, es el “aro de metal o de otra materia, con piedras preciosas o sin ellas, que rodea el brazo por más arriba de la muñeca y se usa como adorno” (la pulsera se usa sobre el pulso de la muñeca). A pesar de ser la forma etimológica (del francés bracelet, íd.), *bracelete se tiene hoy como variante vulgar de brazalete, la forma correcta.

Brilloso. Es sinónimo de brillante, pero su uso se limita

Budín. Viene del inglés pudding, íd., cuyo significado

―en el Perú y en otros países de América― a calificar objetos materiales comunes, tales como telas, metales, etc. Brillante, en cambio, ha desarrollado el importante uso figurado de ‘sobresaliente, admirable’. Ambos adjetivos se derivan de brillar, italianismo culto que data del siglo XVII. El uso sustantivo de brillante por ‘diamante tallado en ambas caras’ data solo del siglo XVIII.

Bullying. Este anglicismo, muy moderno en español y pronunciado aproximadamente bulin, designa el acoso de uno o varios escolares sobre otro de ellos; en inglés tiene el sentido de ‘acoso’ o ‘intimidación’, que puede llegar a la violencia física; es frecuente que el estudiante agredido no acuse a sus agresores quizá porque se avergüenza de no haber sabido defenderse. La Academia Española recomienda traducir el anglicismo crudo bullying por intimidación o acoso escolar.

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*Burrier. Este término, de uso reciente en el Perú, de-

signa a quien transporta clandestinamente drogas prohibidas en su equipaje o vestimenta o aun dentro de su propio cuerpo. Burrier resulta de la unión de la primera sílaba del castellano burro ‘asno’ con la última de courrier ‘mensajero’, palabra francesa que se usa igualmente en inglés (courier). *Burrier se emplea entre nosotros como forma común al masculino y al femenino; su plural es *burriers.

Burundanga.

Este probable africanismo se documenta en el Perú desde el siglo XIX (en sus variantes borondanga y morondanga). Llegó desde Colombia con las acepciones de ‘cosa de poco valor’ y ‘confusión, enredo’. Últimamente se ha difundido en el Perú otra acepción colombiana de burundanga: ‘cierta droga soporífera que se administra subrepticiamente a una persona’, con intención de robarle o secuestrarla.

Butifarra. Es, en el Perú, un sándwich en pan francés,

C c

Caballazo. En el Perú y en otros países de América,

este derivado de caballo significa “encontrón o golpe que da un jinete a otro o a alguno de a pie, echándole encima el caballo” (DRAE 2001); también, por extensión, ‘golpe que da una persona a otra saltando sobre ella’. En sentido figurado, caballazo significa ‘reprimenda áspera’ o ‘arbitrariedad violenta’. Es peculiarmente peruano el modismo al caballazo, que tiene el sentido de ‘con prepotencia’.

Caballero nomás.

con jamón del país, ají, cebolla, limón, lechuga, etc. La palabra resulta de un doble cambio, fonético y semántico, a partir del catalán botifarra ‘embutido de carne de cerdo’. Con este sentido, el catalanismo butifarra se registra desde Panamá hasta el Río de la Plata. Se documentan también desde el siglo XIX el peruanismo butifarra y su derivado butifarrero ‘vendedor de butifarras’.

Es exclusiva del habla peruana esta curiosa expresión, usada en referencia a cierta revivida falta de reacción personal de la cual uno no se siente plenamente satisfecho. En caballero no más, no más tiene el sentido unitario americano expresado generalmente en la escritura por la unión de ambos adverbios. Hoy, caballero nomás ―invariable durante años― puede denotar el género y el número de las personas a quienes se refiere: caballera(s) nomás y caballeros nomás.

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Cabro, cabrón.

Cacho. En la lengua coloquial del Perú y otras zonas

Cabra, nombre del cuadrúpedo, es una vieja palabra castellana (siglo X). Para nombrar al macho de la especie se derivó cabrón y, de este, por regresión, su equivalente cabro. En Chile, cabro es sinónimo familiar de niño, sin matiz negativo (compárese el inglés kid). En el habla vulgar peruana, cabro tiene el valor sustantivo de ‘varón homosexual’ y el adjetivo de ‘cobarde’. Cabro comparte esta última acepción con cabrón, que tiene, además, los sentidos de ‘malintencionado’, ‘desleal’ y ‘abusivo’. En el Perú, cabro y cabrón son términos malsonantes.

de América, cacho designa el ‘cuerno del toro’ y también el utensilio con él fabricado que sirve de vaso o de cubilete. Cacho es una voz de origen incierto que se documenta (precisamente en el Perú) solo desde mediados del siglo XIX, tanto en su sentido literal de ‘cuerno’ como en el figurado de ‘infierno’ en frases tales como ¡vete al cacho! Jugar al cacho, o al cachito, es ‘jugar a los dados’ (que se arrojan desde un vaso de cuerno o cuero). Cachudo equivale a cornudo y poner los cachos, a poner los cuernos.

Cacarañado. En el Perú (y en otros países de Amé-

Cachuelo. En el lenguaje familiar peruano ―el térmi-

rica) equivale a picado de viruelas: cacaraña es el hoyo cutáneo producido por esa enfermedad. Pero, a consecuencia de la erradicación de la viruela, hoy predominan ―en cacarañado y cacaraña― los usos figurados. Por ejemplo, el referido a la pintura de una pared, que ha saltado en algunos puntos. El origen del término podría estar en la alteración de un supuesto adjetivo: *cararañado ‘con la cara arañada’.

Cachita. Del latín cappŭla, el sustantivo cacha se docu-

no llega hasta el Ecuador― cachuelo es el ‘trabajo ocasional escasamente remunerado’ (parece mera homonimia la que se constata con la palabra del español general cachuelo ‘cierto pez’). El verbo derivado intransitivo cachuelear ―usado hoy más en su forma pronominal cachuelearse― significa ‘ganar algún dinero en trabajos ocasionales’; su postverbal es cachueleo. A quien habitualmente cachuelea ―o se cachuelea― se le califica de cachuelero o cachuelera.

menta en castellano desde el siglo XIII como designación de cada una de las piezas que forman el mango de una navaja o de un cuchillo; cachaza, derivado aumentativo de cacha, tiene hoy el significado específico de ‘flema’, ‘parsimonia’, pero cachaciento tiene aquí el sentido ‘burlón’. Por otra parte, en la lengua familiar del Perú ―y al parecer en ningún otro país de América― el diminutivo cachita quiere decir ‘burla’, ‘sorna disimulada’; la locución verbal sacar cachita equivale, más o menos, a tomar el pelo.

Cada quien. En la lengua general, la locución prono-

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minal cada cual es la que “designa separadamente a una persona en relación a las demás” (DRAE 2001). Pero en el habla culta del Perú y de otros países hispanoamericanos se ha difundido últimamente la expresión equivalente cada quien, que el DRAE registra ya como americanismo. Hay noticias ―y también algunas quejas― acerca del incipiente uso de cada quien en el español de la Península.

Caer en cuenta. En el Perú y en otros países america-

Caficho. En el Perú es el ‘hombre que vive del dinero

Café. En el Perú, y en el sur de la América meridional,

Caja chica. En el habla familiar del Perú y de otros

Café pasado. Como se ha dicho, café es una palabra

Cajón. En el habla familiar del Perú y de otras nacio-

nos equivale a la expresión general caer en la cuenta: “venir [alguien] en conocimiento de algo que no se lograba comprender o en que no había parado la atención” (DRAE 2001). La omisión, en este caso, del artículo la se documenta en América desde el siglo XIX y no es censurada hoy. Sí lo es, en cambio, la supresión de la preposición de como enlace con el texto que sigue: caer en cuenta de, o de que, son los usos correctos.

café tiene la acepción figurada de ‘reprimenda, reconvención’; en nuestra lengua popular se usa también el verbo cafetear como equivalente de dar un café, es decir, ‘reprender, reconvenir’. Café es una voz de origen árabe que pasó al castellano en el siglo XVIII a través del turco, del italiano y del francés. El uso figurado americano puede estar en relación con las características del café sin adiciones como el azúcar o la leche: negro y amargo.

producido por las prostitutas que él controla’; es uno de los muchos términos provenientes del Río de la Plata que se han impuesto en nuestra lengua popular. Entre sus variantes argentinas se documentan cafishio y cafisho, en tanto que cafiche es típicamente peruana. Los verbos cafichar y cafichear, de uso restringido, son también peruanos y funcionan como equivalentes del rioplatense cafishiar. Aféresis de caficho es el moderno adjetivo ficho.

países de América se usa esta locución nominal para referirse a la ‘pequeña cantidad de dinero en efectivo que, en una empresa, se deja en manos de un empleado para atender gastos menudos’. Se supone que de esa suma, por modesta que sea, hay que rendir cuentas. Y, porque a veces no se rinden, caja chica puede tener un matiz semántico negativo de ‘pequeño botín’ o ‘fuente ilícita de fondos’.

de origen árabe que pasó al castellano a través del turco, del italiano y del francés; se documenta ya en el primer Diccionario castellano (siglo XVIII). En el Perú, Ecuador y Bolivia se llama café pasado al molido y filtrado por agua a través de una manga cónica de tela, papel poroso o una cafetera metálica. La expresión nominal café pasado es análoga a la de huevo pasado, pues ambas se han recortado a partir de las locuciones originales café pasado por agua y huevo pasado por agua (se entiende hirviente).

nes de América, este aumentativo de caja ha desplazado al término específico ataúd (féretro puede significar también ‘andas’). En España, análogamente, el término del habla coloquial es caja, ampliado a vevces en la locución nominal caja mortuoria. Paralelamente se documenta en el Perú cajón de muerto, expresión que ha llegado a aplicarse, como apodo, al hombre muy alto y flaco.

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Calanca. En el habla familiar peruana, se aplica esta de-

nominación a la pierna larga y flaca. Parece que calanca resulta de una alteración de carlanca ‘collar de púas con que se protege a los perros de las mordidas de los lobos’. El nexo semántico entre carlanca ‘collar de púas’ y calanca ‘pierna larga y flaca’ puede estar en el nombre carlanco de una pequeña ave zancuda de color azulado, caracterizada por tener patas muy largas y un vistoso collarín de plumas.

*Calcamonía. En el habla inculta de España y América

(el Perú incluido) se dice *calcamonía en vez de calcomanía, galicismo que tomó el castellano a mediados del siglo XIX. Calcomanía viene del francés décalcomanie y, según el DRAE 2001, designa un “entretenimiento que consiste en pasar de un papel a objetos diversos de madera, porcelana, seda, estearina, etc. imágenes coloridas preparadas con trementina”.

Calcutización.

Es postverbal de calcutizar, derivado de Calcuta, nombre castellano de la capital del estado indio de Bengala (su nombre oficial es hoy Kolkata). Ambos derivados surgieron referidos a Lima y su explosión demográfica a causa de la irrupción de provincianos, recordando el grave proceso sufrido por Calcuta como consecuencia de las luchas y conflictos provocados a raíz de la independencia política de la India: vida y muerte en las calles, hambre y lepra.

Calendarizar. Derivado de calendario, es un peruanismo

usado también en otros países de América, lo mismo que su postverbal calendarización. Según el DRAE 2001, calendarizar es “fijar anticipadamente la fecha de ciertas actividades a lo largo de un periodo”. Calendario viene del latín calendariŭm, derivado de kalendae ‘primer día del mes’. Como en Grecia no había calendas, la locución nominal calendas griegas se refiere irónicamente al ‘tiempo que nunca llegará’.

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Caleta. Es en su origen un diminutivo de cala ‘ensena-

da pequeña’, palabra común al catalán y al castellano. Caleta se conserva con mucha vida en América; en el Perú se ha hecho sinónimo de escondite y tiene el uso adjetivo de ‘poco conocido’, ‘secreto’ y el adverbial de ‘ocultamente’, ‘disimuladamente’. Caletear significa, referido a un barco, ‘ir de puerto en puerto’ y, referido a otro vehículo, ‘detenerse en puntos intermedios entre el de partida y el de destino’; al vehículo que esto hace se le llama caletero. El verbo encaletar(se) tiene diversas acepciones relacionadas con la idea de ‘esconder(se)’.

*Calientísimo. Entre los adjetivos que tienen en su

raíz los diptongos -ie- o -ue-, muchos no los conservan en el superlativo, pues restauran la raíz del adjetivo latino. Así, de cierto, certísimo; de fuerte, fortísimo. En estos casos pueden ser igualmente válidos los superlativos que conservan el diptongo: ciertísimo, fuertísimo (del ámbito de la lengua coloquial). Sin embargo, *calientísimo, prevaleciente en América, no se acepta en la lengua general.

Callar.

El verbo callar viene del latín popular callare ‘bajar’, especialmente referido a la intensidad de la voz humana. La forma reflexiva callarse alterna indistintamente con callar (tal como en las parejas reír y reírse, caer y caerse, etc.). El derivado prefijal acallar significa en la lengua general ‘hacer callar’; últimamente, sin embargo, se está extendiendo en el español de América (el Perú incluido) el uso transitivo de callar por acallar o hacer callar.

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Calle. Del latín callis ‘sendero’, calle se documenta en

castellano desde el siglo XII; son derivados de este término: calleja ‘calle estrecha’, callejear y callejero, de obvio significado; callejón designa, en Lima y otras ciudades del Perú, una modesta vivienda colectiva con habitaciones a ambos lados de un estrecho pasadizo y precarios servicios higiénicos. Usos figurados de calle son los que se expresan en los modismos peruanos estar en la calle ‘no saber nada sobre un asunto’ o ‘estar en la miseria’ y tener calle ‘actuar con soltura en la vida social’ o ‘tener experiencia en materia determinada’.

Cama adentro, cama afuera.

Canasta familiar. En

la mayor parte de los países de América del Centro y del Sur, desde la República Dominicana hasta la Argentina ―el Perú incluido―, se conoce como canasta familiar el ‘conjunto de artículos de primera necesidad cuyos precios se toman como referencia para calcular los índices económicos relativos al costo básico de vida’; canasta es un término castellano documentado desde principios del siglo XIV. La expresión nominal canasta familiar es equivalente de la peninsular cesta de la compra, no usual en América.

Cancerígeno. En el habla supuestamente culta se oye

En el Perú y en el Río de la Plata estas locuciones adjetivas se aplican a las empleadas domésticas que duermen ―o no― en la casa donde trabajan. Hasta hace algunos años predominaba muchacha por empleada, sin tener en cuenta la edad (y evitando sirvienta). En cuanto al uso de los adverbios adentro, afuera en vez de los prescritos dentro, fuera, se trata de un americanismo general que llega al nivel del habla culta.

a veces que alguien murió a causa de “un tumor cancerígeno”. Pero cancerígeno ―o carcinógeno― es ‘lo que produce cáncer’: el humo del tabaco, por ejemplo. Un tumor maligno no es cancerígeno sino canceroso; (carcinoma es, según el DRAE 2001, el “tumor maligno derivado de células epiteliales”). En latín cancer significaba literalmente ‘cangrejo’; la acepción figurada de ‘tumor maligno’ la tomó el latín del griego.

Campeonar. Este verbo, formado sobre el sustantivo

campeón, es una reconocida creación del lenguaje deportivo peruano, extendida luego hasta Chile y la Argentina. Campeonar, con el sentido de ‘ganar un campeonato o una competición’, es una formación verbal tan lícita y regular como donar, gestionar o galardonar. En el DRAE 2001 aparece campeonar como término exclusivo del habla peruana.

único quechuismo que tiene el honor de haberse incorporado al español general; viene de kancha, de análogos significados. Su aumentativo es canchón. En sentido figurado, cancha significa ‘experiencia’, ‘destreza’; tener cancha es ‘moverse con soltura en un determinado campo de acción’, lo cual hace merecer el calificativo de canchero o canchera. Abrir cancha equivale a abrir paso y se usa en la expresión coloquial imperativa ¡abran cancha!

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Cancha1 ‘terreno llano’, ‘recinto cercado’. Es el

Cancha2. Este sustantivo homónimo de cancha1 ‘recin-

to cercado’ es también un quechuismo, puesto que viene de kamcha ‘maíz tostado’. En el Perú, cancha y su diminutivo canchita designan los granos de maíz tostados en aceite y sal; también designan lo que antes se llamó aquí cancha blanca y hoy se conoce en otras partes del mundo hispánico como palomitas o rosetas de maíz (en inglés popcorn). El expresivo modismo como cancha implica entre nosotros una abrumadora cantidad.

Canciller. En el Perú, y en otros países de América, es el Ministro de Relaciones (o Asuntos) Exteriores; Cancillería es dicho ministerio. En algunos países europeos, las formas correspondientes (alemán Kanzler, inglés Chancellor, francés Chancelier) pueden referirse al jefe de gobierno, a un ministro determinado, a un rector universitario o a un funcionario diplomático. No se considera correcta la forma femenina *Cancillera: será la Canciller, cuando llegue el caso. Candela. Según el DRAE 2001, candela equivale a vela

y a candelero. Pero en el habla familiar del Perú y en otros países de América prevalece y predomina la acepción arcaizante de candela: ‘fuego, hoguera, lumbre’. Entre los modismos vigentes en nuestra lengua familiar están candelita de muladar ‘persona hipócrita y cizañera’; meterse a la candela ‘arrostrar una dificultad o peligro’ y meter candela ‘azuzar a uno contra otro’.

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Candelejón. Como equivalente de inocentón, bobalicón,

es un uso obsolescente del habla peruana, lo mismo que candelejona, candelejonada y candelejonería, de obvios significados. Candelejón se documenta desde el siglo XIX en este y otros países de América; es un claro aumentativo de candeleja por candileja ‘lucecita de las que iluminan un proscenio’. No es visible un nexo semántico entre candelejón y candileja; podría tratarse, más bien, de un caso de lo que se ha llamado floreo verbal, es decir, de un juego de palabras basado en la mera similitud fonética con cándido.

Candelero, candelabro. Candelero es un obvio deri-

vado de candela ‘fuego’, ‘vela’ y se aplica a un objeto usado para alumbrar, pues puede sostener una vela encendida. Candelabro, del latín candelābrum, es, en cambio, un objeto más rico y complejo, pues está hecho, generalmente, de un metal (cobre, plata) y puede tener dos o tres brazos, en cada uno de los cuales se coloca una vela (hay también candelabros adosables a una pared). Pero en el habla familiar peruana casi no se usa la palabra candelero y se conoce como candelabro al más modesto candelero.

Canotaje.

El primer americanismo registrado en castellano fue el taíno canoa, que Colón anotó en su Diario en 1492 y Nebrija incluyó en su Diccionario de 1495. Canoa pasó al francés como canot, término del cual se deriva canotage ‘deporte que consiste en navegar en canoa en aguas agitadas, con la pala como único medio de propulsión’. Así sucede a veces con los llamados préstamos lingüísticos: que se “devuelven”, pero en moneda diferente.

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Caño. En la lengua general, caño es el ‘tubo por don-

de sale el agua u otro líquido’; su flujo se controla por medio de un grifo o llave de cañería. Pero en el Perú llamamos grifo a la estación de gasolina, y caño al grifo o llave de cañería. Agua del caño es, para nosotros, el agua ― normalmente potable― que sale por un grifo o llave de cañería. El callejón de un solo caño era un tipo de vivienda colectiva pobre, muy extendida en la vieja urbe limeña.

Capo, -a. Como sustantivo en singular, capo se explica

por acortamiento o reducción de caporal, tomado del italiano caporale ‘jefe’ en el siglo XVI. El acortamiento (de caporale a capo) podría haberse producido antes en italiano, aplicado al jefe de la sociedad secreta conocida como mafia. El capo de la mafia era, pues, el jefe de esa sociedad delictiva y semisecreta que más tarde pasó de Italia ―específicamente Sicilia― a los Estados Unidos. Es interesante el cambio semántico de capo, aplicado hoy en el Perú a hombres y mujeres notables o brillantes (capo, capa).

Carajear. En el Perú y otros países de América signifi-

Carantón, carantona.

Este adjetivo, derivado de cara con matiz aumentativo, se usa todavía en el Perú y Bolivia. Describe a personas de rostro grande y ancho, con facciones algo toscas (el terminal -ntón no es un sufijo nominal típico). En la lengua general, son sinónimos de carantón los compuestos cariancho, carilleno, carigordo y cariharto; carirredondo implica otro tipo de diferencia somática. Carantón está cayendo en desuso en el habla familiar peruana y va siendo sustituido por un directo derivado de cara: carón, carona.

Carcamán. En la lengua familiar del Perú y de otros

países de América (Méjico, Argentina, Uruguay y tal vez algunos más), el sustantivo masculino carcamán se aplica a personas, de uno u otro sexo, generalmente de edad avanzada y con cierto grado de mala apariencia física o decrepitud. Carcamán es también, en la Argentina y el Uruguay, el anciano o anciana de mal carácter. Carcamán, en cambio, se aplica en España a la persona de poco mérito, pero con pretensiones de grandeza.

Carcocha. En nuestra lengua familiar se designa así,

ca ‘insultar’, ‘maldecir’. Carajear viene de carajo, voz de origen incierto que se usa en castellano, desde el siglo XV, con el sentido de ‘pene’. Este origen sexual explica el gran número de sus deformaciones eufemísticas; entre las documentadas en el Perú están barajo, caramba, caray, caracho, caricho, carijo. Pero hoy la mayoría de hablantes y oyentes desconoce el significado primario de carajo.

despectivamente, el carro (en el sentido americano de ‘automóvil, vehículo a motor’) viejo o mal conservado. Resulta clara la relación entre carcocha y carricoche, en castellano carro (con el sentido primario de ‘vehículo a tracción animal’) desvencijado, y también ‘automóvil viejo o maltratado’. En otros países de la América hispana se documentan variantes tales como carcacha, calcacha y calcocha.

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Cargamontón. Es un obvio compuesto de una forma

del verbo cargar, en su acepción de “efectuar una carga contra el enemigo o contra una multitud”, y el sustantivo montón según el modo adverbial en montón que significa “juntamente, sin separación o distribución” (DRAE 2001). Hacer cargamontón es en el Perú ‘atacar muchos a uno o a pocos’; figuradamente equivale a apabullar. Está claro el nexo semántico entre estos usos peruanos actuales y los históricos de montonera, montonero por guerrilla, guerrillero.

Cargo.

Postverbal de cargar (del latín carricāre), cargo significa ‘dignidad, empleo’ y, de allí, ‘persona que lo ejerce’. En el lenguaje jurídico del Perú y Chile, cargo desarrolló el sentido de “certificado que al pie de los escritos pone el secretario judicial para señalar el día o la hora en que fueron presentados” (DRAE 2001). Y, de este uso, ha surgido la acepción peruana de ‘constancia escrita que firma, consignando fecha y hora, quien recibe un documento u otra cosa’.

Cargoso. En la lengua coloquial del Perú y otros paí-

ses de América, cargoso sustituye a cargante con el sentido de ‘que importuna reiteradamente’. Se trata aquí de dos adjetivos derivados del mismo verbo: cargar en el sentido figurado ―casi desconocido en el Perú― de ‘importunar repetidamente’. Cargoso, documentado en América ya en el siglo XIX, ha producido, a su vez, el verbo cargosear de significado equivalente al del castizo cargar ‘importunar con insistencia’. Otro derivado de cargoso es cargosería ‘insistencia impertinente’.

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*Carie. Del

latín caries se tomó en el siglo XVIII el sustantivo carie o caries que designa, por antonomasia, la caries dentaria: “erosión del esmalte de los dientes producida por una bacteria” (DRAE 2001). Hoy se considera incorrecta la variante *carie, la más temprana y la más cercana a la morfología del español. El verbo cariar se usa ―sobre todo en su forma pronominal cariarse― como equivalente de picarse, referido a piezas dentarias.

*Carnetizar. El francés carnet ‘librito de apuntes’ pasó

al español como carné (plural carnés), y hoy tiene la acepción principal de “documento que se expide a favor de una persona provisto de su fotografía y que la faculta para ejercer ciertas actividades como miembro de determinada agrupación” (DRAE 2001). En el Diccionario académico no aparecen los derivados americanos carnetizar y carnetización; el Diccionario panhispánico de dudas (2005) explícitamente los rechaza.

Carón, carona. En el Perú se usa el adjetivo carón,

carona como equivalente del más antiguo carantón, carantona. Carón y carantón retratan a quien posee un rostro grande sin especificar su forma (redonda, cuadrada, alargada, etc.). El castellano incluye numerosos aumentativos que terminan con el sufijo -ón aplicados a nombres de partes del cuerpo humano: cabezón, frentón, orejón, narizón o narigón, bocón, barrigón, panzón, etc. En la misma línea están los peruanismos cejón, ojón, dientón, guatón y piernón, entre otros tantos.

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Carretear. En el Perú y en otros países de la Améri-

ca hispana se usa actualmente carretear con el moderno sentido de ‘desplazarse (un avión) sobre sus ruedas, antes del despegue o después del aterrizaje’. Derivado del sustantivo carreta (que, a su vez, lo es de carro), el verbo carretear se usaba tradicionalmente con los sentidos de “gobernar un carro o carreta” y “conducir algo en carro o carreta” (DRAE 2001).

Carro. Como designación del automóvil (o auto) es un

anglicismo; el inglés car viene, a su vez, del latín carrus (de probable origen galo). En España el nombre de dicho vehículo a motor para cinco o seis personas es coche; carro se aplica solo a vehículos históricos (como el carro romano) o rústicos (como el de caballos). Pero en gran parte de la América hispana (no en la región rioplatense) carro ha invadido el área semántica de coche, ómnibus, tranvía y aun vagón de tren.

Cartera. Por bolso (de mujer) se usa en toda América.

Es un obvio derivado de carta; por eso, sus usos generales predominantes se refieren a lo que en el Perú llamamos portafolio o fólder, y también al cargo de Ministro. Otra acepción muy extendida es la de ‘billetera’. Derivado de uso general de cartera es carterista, con el sentido de ‘ladrón de carteras de bolsillo (billeteras)’. Un carterazo es, en América, el ‘golpe propinado con una cartera de mujer’ (la cual puede tener considerables dimensiones y/o contener objetos más o menos pesados).

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Casero, -a. Adjetivo derivado de casa, se refiere en la

lengua general al sedentario que gusta poco de salir de casa y también a objetos de fabricación doméstica. En el Perú y otros países de América, el término se emplea además en otros usos sustantivos: casero es ‘comprador o vendedor habitual, uno respecto del otro’ y término de tratamiento afectivo entre ambos (en este uso, es frecuente el diminutivo caserito, caserita). Acaserarse es ‘acostumbrarse a comprar en un mismo lugar’ o también ‘visitar habitualmente un lugar determinado’.

Casual. En español general, el adjetivo casual se aplica

a lo que sucede sin premeditación o sin preparación; sinónimos de casual son otros adjetivos tales como fortuito, impensado, inopinado. Pero en el Perú y en otros países de América ―desde Méjico hasta la Argentina― casual ha tomado, además, algunos sentidos figurados que tiene el inglés casual (pronunciado aproximadamente kháshual): ‘informal’, ‘esporádico’, ‘ocasional’; por ejemplo, ropa casual. Este préstamo semántico se ha tomado indudablemente por la vía escrita porque en inglés la palabra es grave, no aguda.

Casualmente. En el español de América está muy difundido el uso de este adverbio como sustituto de aquel usado en la lengua general: cabalmente, sinónimo de precisamente, justamente. Este curioso cambio semántico ―en el que puede haber tenido alguna parte la tendencia americana hacia el eufemismo― significa un giro de ciento ochenta grados a partir del significado original del término, que es ‘por azar’, ‘impensadamente’, etc.

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Catana.

En nuestra habla popular significa ‘paliza colectiva propinada a una persona’; viene del japonés katana ‘espada’ que en el Asia se aplicó a diversas armas blancas. Catana se usa en castellano desde el siglo XVII, pero hoy, olvidada en España, se conserva en algunos países de Sudamérica y en Cuba. De catana se ha derivado en el Perú catanear ‘dar una paliza entre varios’, verbo que ―como catana― tiene también usos figurados.

Cáterin. En el DRAE 2001 aparece catering como voz

inglesa no asimilada del todo por el español (así lo indica la letra cursiva de la entrada), con esta definición: “servicio de suministro de comidas y bebidas a aviones, trenes, colegios, etc.”. Pero el Diccionario panhispánico de dudas, de 2005, registra y recomienda la grafía castellanizada cáterin, repite la definición académica y advierte que el término no varía en el plural (los cáterin).

Caucáu. Este sustantivo masculino, de origen incierto, formado por reduplicación de una sílaba, designa en el Perú un guiso de trocitos de estómago de vacuno y papas hervidas con cebolla, aliñados con hierbabuena, ají y palillo (caucáu es también en Arequipa y Cuzco un plato preparado con hueveras de pescado). Es importante el uso figurado de caucáu por ‘asunto concerniente a alguien’. “¿Cuál es tu caucaú?” significa ‘¿cuál es tu intención?’ o desafiantemente ‘¿qué te pasa?’. Por otro lado, “ese es mi caucáu” equivale a una rotunda afirmación reivindicatoria de aquello concerniente a quien habla.

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Causa1. Esta antigua palabra castellana, de étimo la-

tino, tiene las acepciones antitéticas de ‘origen’ y ‘finalidad’. En Derecho, causa es ‘proceso civil o penal’. Pero en el habla peruana popular y familiar causa ha desarrollado otros usos semánticos y morfosintácticos: causa significa ‘amigo, camarada’ y se usa como masculino: ese causa, los causas. La explicación de esta aparente discordancia de género está en que, en este caso, causa se debe a reducción de encausado, es decir, ‘procesado penalmente’. Causa ‘amigo’ data de inicios del siglo XX.

Causa2. En el Perú causa designa un plato frío que se

come generalmente como entrada; consiste en un puré de papas amarillas sazonado con sal, limón y ají, y adornado con aceitunas negras o de botija; se sirve casi siempre sobre hojas de lechuga. Causa viene del quechua káwsay ‘subsistencia’, ‘vida’ y es un simple homónimo del término del español general, de origen latino. Han caído ya en desuso algunos derivados tales como causera ‘vendedora de causa’, causería ‘local en que se expendía este plato’ y causear ‘comer viandas picantes’.

Caviar. Esta palabra, que viene del turco hāviâr, entró

al castellano del Perú como traducción libre de la expresión francesa equivalente gauche champagne. Caviar designa una conserva de huevas de esturión muy cara y ―por lo tanto― símbolo de vida de lujo. Se aplica a los políticos progresistas de buena familia (“los niños bien que se portan mal”). En nuestro lenguaje político actual, caviar se ha independizado como adjetivo (“una chamba caviar”) y aun como sustantivo (“los caviares del partido”). Y en los últimos años ha desarrollado algunos derivados despectivos: caviarón, caviarada, caviarizarse, caviarización, entre otros.

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Ceja de selva. En el Perú y en otros países de la Amé-

rica del Sur (desde Venezuela hasta la Argentina) la locución sustantiva ceja de selva designa la región situada al oriente de la cordillera de los Andes, entre esta y la selva baja (ha caído en desuso la expresión sinónima ceja de montaña, consecuencia de haber caído igualmente en desuso la acepción de ‘selva’ que tuvo antes nuestra montaña). Estas locuciones se basan en un sentido figurado de ceja, del latín cĭlĭa, que literalmente significa “parte prominente y curvilínea cubierta de pelo, sobre la cuenca del ojo” (DRAE 2001).

Celular.

Hace más de un cuarto de siglo se inventó el hoy pequeño e indispensable teléfono inalámbrico y portátil que emplea ondas de radio de baja intensidad para enviar señales a una célula local: por eso se le llamó en inglés cellular telephone (abreviado en cellphone), que se tradujo como teléfono celular (abreviado en celular) en América. En España se prefiere la expresión teléfono móvil, igualmente abreviada en el adjetivo sustantivado móvil.

Celulitis.

En su sentido médico original, celulitis designa una grave enfermedad: la “inflamación del tejido conjuntivo subcutáneo” (DRAE 2001). Pero en su moderna acepción ―hoy la más difundida― celulitis se refiere a la “acumulación subcutánea de grasa en ciertas partes del cuerpo, que toman el aspecto de la piel de naranja” (íd. íd.). Este uso viene del francés cellulite, término acuñado en 1973 por una experta en belleza.

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Centímetro. En el sistema métrico y en la lengua ge-

neral, centímetro es la centésima parte de un metro (lineal). Pero en el Perú y en otros países de la América hispana (Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Cuba, entre ellos) centímetro se llama también la cinta métrica, es decir, la tira de material flexible de un metro o más de longitud, subdividida en centímetros y milímetros, la cual es utensilio indispensable de costureras y sastres.

Cerúleo. En la lengua culta cerúleo se usa a veces con

el sentido que corresponde a céreo ‘del color de la cera’: “palidez cerúlea”, por ejemplo. Pero cerúleo viene del latín caerulĕus que significa ‘de color del cielo’, es decir, ‘azul’; se aplica al mar y a los lagos. La confusión se explica por la semejanza fonética que existe entre algunos derivados de cerúleo y de cera, entre ellos cerulina ‘azul de añil soluble’ y cerumen ‘cera de los oídos’.

Cesar. En la lengua culta formal, cesar (del latín cessāre)

es intransitivo y significa ‘terminar, concluir’; por ejemplo: “la lluvia cesó”, “los niños cesan de reír”. Pero, desde hace medio siglo, se ha difundido en la lengua culta de España y América un uso transitivo de cesar, surgido tal vez en el lenguaje periodístico, que lo equipara a destituir, despedir, referido a cargos o empleos: “cesaron al gerente”, “fue cesado el conserje”. En algunos países de América se ha llegado a derivar del participio cesante el verbo transitivo cesantear ‘destituir, despedir’.

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Chacra. Este viejo quechuismo nuestro designa el te-

rreno pequeño o mediano destinado a cultivos diversos; su difusión sobrepasa el área de sustrato quechua, pues llega hasta Costa Rica y el Brasil. El derivado chacarero, -a designa a quien trabaja una chacra. Es notable el moderno uso adjetivo de chacra en nuestra habla familiar para referirse al objeto maltratado o deteriorado por el uso, específicamente una prenda de vestir; con este uso figurado de chacra se relaciona el verbo derivado chacrear ‛exponer al uso duro’, referido a piezas de ropa u otro objeto.

Chalazo. En el Perú y en la Argentina se conoce como

chalazo lo que en castellano se conoce como chalazión u orzuelo; es decir, el ‘pequeño absceso o divieso que aparece en un párpado, generalmente el inferior’. El significado primitivo de la forma femenina chalaza es ‘cada uno de los filamentos internos que, en sentido longitudinal, unen la yema a las paredes internas del huevo fecundado’. En español general, chalaza es también sinónimo de galladura, es decir, de la ‘pinta rojiza que aparece en la yema de un huevo fecundado’.

Chalina. Es, en América, equivalente de bufanda; en

España designa cierta “corbata ancha” (DRAE 2001). Chalina se deriva de chal (tomado del francés châle, a su vez de origen persa). La chalina, en principio prenda masculina, es hoy de uso general para abrigarse el cuello (en algunos países americanos, chalina es, más bien, equivalente de chal). En Chile se registra una variante popular, *charlina, y en el Perú se documenta el adjetivo enchalinado.

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Chamba. Según el Diccionario de la Academia, cham-

ba ‘trabajo, empleo’ es una acepción del portuguesismo chamba ‘chiripa’; para varios serios lexicólogos, la palabra es de origen incierto. Desde el punto de vista peruano, chamba es un moderno mejicanismo que ha arraigado en nuestra habla familiar. El peruano busca chamba y cuando la encuentra chambea; es por lo tanto, chambeador, chambero o, adjetivado, chamba. Lemas vigentes son chamba es chamba y la chamba es sagrada.

Chamuchina. En España significaba ‘cosa de poco valor’, ‘nadería’, ‘fruslería’. En algunos países de Hispanoamérica tiene hoy los sentidos de ‘desorden’, ‘alboroto’; en otros ―el Perú incluido― chamuchina es un término despectivo sinónimo de populacho, plebe, chusma. Chamuchina resulta de dilación consonántica en el término chamusquina, derivado del portuguesismo chamuscar ‘quemar a medias’ (de chama, en portugués llama). Chancay. En el Perú es un bizcocho redondo que se

presenta unido en parejas. El nombre tiene origen en el topónimo Chancay (norte de Lima), tal como consta en el dicho ir a Chancay a comer bizcochos. Como el chancay es barato está presente en expresiones despectivas tales como la obsolescente ser chancay de a medio (medio era la moneda de cinco céntimos del antiguo Sol) cuya versión moderna es ser chancay de a veinte (entiéndase veinte céntimos de Nuevo Sol). Plural correcto de chancay es chancayes; variante irregular es chancáis.

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Chanfainita.

Este diminutivo de chanfaina (que en el Perú puede significar ‘desorden’) designa entre nosotros un guiso preparado a base de bofe de vacuno. Chanfaina viene del catalán sanfaina, equivalente de nuestra chanfainita. Y sanfaina viene, a su vez, del latín symphōnĭa, es decir, ‘sinfonía’. Chanfaina se documenta en castellano desde el siglo XVII ya con el sentido de “guisado de bofes”. Sorprendente ejemplo de íntima relación entre un modesto guiso y la más excelsa expresión de la música culta.

Chapa. Es una vieja palabra castellana de origen incier-

Changador.

Chapar.

Chantar.

Este verbo, de uso popular y familiar en el Perú y otros países de Sudamérica, es un antiguo derivado (o más bien variante) de plantar. Chantar es ‘afirmar con dureza y sin reparo’ una atrevida verdad; es también ‘aplicar, atizar’ (un golpe). Chantar(se) es ‘poner(se) bruscamente algo’; además equivale a mantenerse en sus trece. El verbo se documenta en castellano desde Cervantes; es probable que se trate de un antiguo lusitanismo difundido en América junto con el castellano y conservado en nuestro léxico antes de ser olvidado en la metrópoli.

Charapa. En el Perú, Ecuador y Colombia se conoce con este nombre una tortuga acuática que habita en los ríos de la selva amazónica; su carne es comestible, lo mismo que sus esféricos huevos. En el Perú, las charapas se crían en charaperas ‘reductos cercados al borde de un río’; charapero o chaparera es quien las cuida y charapear es ‘recolectar charapas’. Pero entre nosotros charapa llega a designar al mismo habitante de la selva amazónica, por eso, es entrañable la exclamación del hoy beatificado Papa Juan Pablo II en una visita a Iquitos: “¡El Papa se siente charapa!”.

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Está cayendo en desuso, en el Perú, el sustantivo changador como equivalente del peninsular mozo de cuerda (o de cordel), es decir, el trabajador que se dedica a transportar equipajes, fardos o bultos en puertos, aeropuertos, estaciones de tren, terminales de ómnibus, mercados, etc. Changador es un viejo lusitanismo, pues se deriva del portugués jangada ‘balsa’, con adaptación fonética de la consonante inicial y posterior cambio semántico. Changador se aplicó en principio a quien transportaba diversas cargas en ese tipo de embarcación rudimentaria.

to y diversos significados. Cervantes la usa ya con el sentido general de ‘cubierta de la cerradura’, pero en el Perú y en otros países de América chapa ha llegado a designar la cerradura misma y deschapar equivale a descerrajar. Por otra parte, enchapar significa en América ‘cubrir un objeto de metal con una capa de otro’. Chapa (en España chapeta, de donde deriva chapetón) es el color rosáceo de las mejillas y chaposo quien así las tiene. Además, es muy vivo en el Perú el uso de chapa por apodo, sobrenombre.

Es un difundido americanismo, documentado en el Sur del Continente, que pertenece al nivel de lengua popular y coloquial. Aunque se han propuesto diversas etimologías, chapar es de origen incierto y tiene significados muy variados. En el Perú, por ejemplo, chapar significa coger en general, con predominio del matiz de acción intempestiva o violenta; aquí tiene también las acepciones de ‘sorprender in fraganti’, ‘descubrir’. Pero modernamente ha desarrollado, en el lenguaje juvenil, el sentido concreto de ‘besar en la boca’; el postverbal chape designa dicho tipo de caricia.

Chasís. En gran parte de Hispanoamérica ―el Perú incluido― chasís es el ‘armazón de acero que sostiene la carrocería y el motor de un vehículo’ (en el Perú se aplica también, vulgarmente, a las nalgas). Chasís es el francés châsis ‘marco’, palabra aguda en que la s final no se pronuncia. Su pronunciación en castellano, tanto en la forma chasís como en la grave chasis (la que el DRAE registra), indica que el préstamo se tomó por intermedio de la lengua escrita, no de la oral.

Chatear. Aunque todavía no los registra el DRAE 2001, los anglicismos chat, chatear y chateo son hoy usuales en España y América. El término inglés chat ‘charla’ (por Internet), plural chats, mantiene este plural en español; en América se prefiere el postverbal chateo. Estos anglicismos se han impuesto sobre otras formas cultas propuestas, tales como cibercharla, ciberplática, cibertertulia y ciberforo (el prefijo ciber- está por cibernética). Chauchilla. En quechua chaucha significa ‘no madu-

ro’. Se aplica, entre otras cosas, a la ‘papa pequeña y tempranera’; en la Argentina, a la judía verde que en el Perú llamamos vainita. Chauchilla es un diminutivo renominalizado; designa, en sentido figurado, ‘lo pequeño o insignificante’. Por eso se aplicó a la ‘moneda de veinte centavos de sol’, también llamada peseta, y al ‘pececillo sin valor comercial’. Como adjetivo en aposición no varía para el plural: “comisiones chauchilla”, por ejemplo.

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Chaveta.

Es un antiguo italianismo que designa en castellano cierto clavo hendido que puede unir dos o más objetos al abrirse su extremo bifurcado después de atravesarlos por agujeros coincidentes. Perder la chaveta significa en España ‘perder el juicio’, lo que en América expresa el pronominal deschavetarse; hay allí una alusión a la ausencia de la función cohesiva de la chaveta. Pero en el Perú y en otros países americanos, chaveta designa una ‘cuchilla filuda’, con mango o sin él, usada por delincuentes chaveteros. Chavetear es ‘herir con la chaveta’ y chavetazo la herida así infligida.

Chela.

En el habla familiar peruana es relativamente nuevo el uso de chela por cerveza. Parece tratarse aquí de un moderno mejicanismo, a su vez derivado del maya chel ‘azul’. Chela y chelo se aplicaron primero a la persona de ojos azules y tez blanca y llegó a identificarse con el adjetivo rubio. Es conocida la frecuente asociación que se hace entre cerveza y rubio; de allí, por extensión, parece haber salido el uso sustantivo de rubia por cerveza. De chela ‘cerveza’ se han derivado el verbo chelear y el adjetivo chelero, -a, que califica a quien es aficionado a esa bebida.

Chercheroso.

En el habla familiar del Perú y otros países americanos se califica de chercheroso o chercherosa a la persona ‘de pobre aspecto’ y al objeto ‘en mal estado’. Es un derivado de chérchere (o chéchere, o cherche) que significa ‘cursi’, ‘ramplón’ y en plural es sinónimo de trastos, trebejos, cachivaches. Chéchere parece provenir del italianismo cháchara ‘conversación sin objeto’ y deberse a cambio de timbre de la vocal a influida por el de la consonante palatal ch.

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Chévere. Tiene, en el Perú y en otros países de Améri-

ca Central y Meridional, los significados de ‘estupendo’, ‘magnífico’, ‘excelente’. Chévere se ha difundido en el último medio siglo a través de congas cubanas y culebrones venezolanos. De origen incierto, se le han atribuido diversos étimos, entre ellos el nombre del condado, Chievres, de Guillermo de Croy, quien fue un personaje importante en la corte del joven rey Carlos I de España y V de Alemania.

Chibolo. En el habla familiar del Perú y de otros países de América es un moderno equivalente de chico, niño (el femenino chibola se usa menos). Este americanismo resulta de la extensión semántica de otro: chibolo por chichón ‘bulto en la cabeza producido por un golpe’. A su vez, chibolo por chichón sale de otra acepción primaria: chibolo ‘cuerpo esférico pequeño’. Se califica de chibolero o chibolera a la persona madura que tiene una pareja muy joven. Chicharrón. Es la carne de cerdo, frita en su propia

grasa. La voz, onomatopéyica, se registra en España desde el siglo XIII. Pero hoy es más vivo su uso ―y el de sus derivados― desde Méjico hasta Chile. En el Perú, chicharronería es el ‘lugar donde se fríen y venden chicharrones’ y chicharronero o chicharronera quien los prepara; por último, chicharrón ha tomado aquí el sentido figurado y negativo de trafa ‘fraude’, ‘estafa’. Los peruanos, creyéndonos dueños de esta vianda, hemos decidido celebrar nacionalmente cada tercer sábado de junio como el Día del Chicharrón.

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Chicle. Según el DRAE 2001 es la “pastilla masticable

aromatizada, que no se traga, de textura semejante a la goma”. Chicle viene del azteca tzictli, difundido junto con los famosos Chiclets Adams; el término Adams se refiere a Thomas Adams, quien conoció al general mejicano Santa Anna en su exilio neoyorquino. Santa Anna masticaba chicle, lo que despertó el instinto industrial y la ambición de Adams. Así empezó la difusión mundial del hábito. En el Perú chicle se usa con el sentido figurado de ‘pegajoso’ aplicado peyorativamente a personas.

Chifa.

Esta palabra se documenta en el Perú desde principios del siglo XX; designa la comida de origen chino y el establecimiento donde se vende o consume. La hipótesis más difundida sobre el origen de chifa la tiene por adaptación de la expresión chi-fan ‘comer’ en chino cantonés. Menos difusión tiene el derivado chifero ‘cocinero de un chifa’ o ‘aficionado al chifa’. La inmigración china al Perú se realizó a partir de 1846; es conocido el trato abusivo que se dio a esos trabajadores, quienes, al término de su contrato, se establecieron en ciudades y abrieron, algunos de ellos, los primeros chifas.

Chifle. En la costa de Piura ―y en el Ecuador― chifle

es la ‘rodaja de plátano verde frita’, que hace las veces de pan entre los pobres. El nombre se aplica también a cierto plato típico que incluye chifles, carne de cerdo deshilachada y otros ingredientes. Aunque el nexo semántico no está nada claro, se considera que el uso de chifle ‘rodaja frita de plátano verde’ está en relación con otro, también hispanoamericano: chifle ‘cuerno usado para llevar líquidos o municiones’.

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Chiflón. En el Perú ―y en casi todo el resto de la Amé-

rica hispana― es el viento colado o corriente de aire que entra por una rendija (y se recibe generalmente con desagrado). Chiflón se deriva de chiflar ‘silbar’, que integra un grupo de palabras llamadas de armonía imitativa porque evocan auditivamente aquello que designan. El sufijo -ón forma sustantivos aumentativos, intensivos o expresivos (como empujón, sacudón, etc.).

China. En nuestra habla popular y familiar se ha di-

fundido últimamente el término china, aplicado a la moneda de 50 céntimos de nuevo sol. Pero esta china nada tiene que ver con el nombre o el gentilicio del gran país asiático, pues se explica por alteración fonética de quina, que viene del latín quini ‘cada cinco’. En el juego de dados y en el de la lotería, quina se aplica a diversas situaciones, relacionadas todas con el número cinco.

Chiquindujo.

En nuestra habla familiar designa al ‘niño pequeño’. Obvio derivado del adjetivo chico, chiquindujo es más o menos equivalente de chiquito, chiquitín, chiquillo, chiquilín todos diminutivos de chico. El terminal -ndujo está también presente en unas cuantas ―y muy poco usadas― palabras castellanas (blandujo, candujo, engandujo, papandujo), a partir de cuyos respectivos significados no podría inferirse el de su terminal.

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Chiquita.

En lenguaje familiar, y en uso sustantivo, es la crítica o denuncia que se manda o se da a alguien. El término viene de la jerga carcelaria y es probable reducción de la frase paliza chiquita, entendiéndose aquella que se aplica a un preso, generalmente entre varios compañeros, con cuidado de no dejar huella física visible para, así, eludir el castigo. El motivo para dar una chiquita solía ser el no haberse cumplido un compromiso, tal como el pago de una deuda.

Chiquiviejo, -a. Este sustantivo, compuesto del adje-

tivo chico en su variante morfológica chiqui- y el adjetivo viejo (o su forma femenina vieja), parece exclusivo del habla familiar peruana. Su área semántica es extensa, pues suele referirse tanto a un niño o niña de modales apropiados para otro mayor, como a un adulto o adulta de baja estatura o de apariencia juvenil. En la lengua general, chico, como sustantivo, es sinónimo de niño y se emplea también como término de tratamiento informal entre jóvenes. En América, viejo se usa como vocativo de matiz afectivo.

Chirapa. En el Perú, sobre todo en la región andina, chirapa es la ‘llovizna con sol’ o la ‘lluvia menuda y corta’ (en Bolivia, significa ‘andrajo’, ‘ropa andrajosa’). Chirapa viene del verbo quechua chirápay ‘lloviznar con sol’ y se registra ya en los vocabularios quechuas publicados en el Perú en los siglos XVI y XVII. En nuestro castellano ha dado dos verbos: chirapar (documentado en la poesía de Vallejo) y chirapear (que aparece en la prosa de Ciro Alegría).

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Chismosear, chismosería. Chisme es un término, de

Choro1. Este quechuismo (de ch’uru, íd.), documentado

origen incierto, documentado en castellano, desde la época preclásica, con el sentido de ‘noticia, falsa o verdadera, que se rumorea’ y también el de ‘baratija’. El adjetivo chismoso, -a se aplica a quien es afecto a propalar chismes; sobre él se han formado chismosear ‘contar chismes’ y chismosería referido a la acción respectiva, usados en el Perú y en otros países de América. Por otra parte, chismear ―de uso general― ha desarrollado la acepción, que parece exclusivamente peruana, de ‘cureosear’, ‘husmear’.

fidedignamente desde el siglo XVI, designa, en el habla del Perú y de algunos países limítrofes, cierto molusco marino comestible que “posee dos valvas iguales alargadas, de forma ovoidal, que en uno de sus extremos se estrechan para terminar en punta” (Tauro, Enciclopedia); el choro es muy apreciado en nuestra culinaria, en la cual el nombre alterna con su diminutivo chorito. De distinto origen y significado es el homófono castellano choro ‘ratero, ladrón’.

Choclo. Es, en el Perú y gran parte de América del Sur,

palabra de origen gitano (y, por lo tanto, distinto del origen quechua de choro ‘marisco’). Choro ‘ladrón’ es un americanismo extenso (sobrevive también en España, donde predomina, con ese sentido, la variante chorizo). Derivado peruano de choro ‘ladrón’ es el verbo transitivo chorear ‘hurtar, robar’, con sus postverbales choreo y choreada. Se documenta también el compuesto ―hoy desusado― chorifaite, cuyo significado básico es ‘ladrón’; el segundo elemento es el anglicismo peruano faite.

la ‘mazorca de maíz tierno’. Choclo viene del quechua choqllo, de idéntico significado; el maíz maduro se llamaba en esa lengua sara. ¿Y por qué no se conservó sara en las zonas de sustrato quechua? Porque era costumbre inveterada de los conquistadores españoles aprender por primera y única vez los nombres de los nuevos seres y cosas en la lengua en que los conocían y luego aplicar esos términos en los territorios que iban descubriendo aunque tuvieran en ellos designaciones diferentes.

Cholo. Voz de origen incierto, se usa en el Perú y otros

países de América; designa al mestizo de blanco y aborigen. Cholo se documenta desde el siglo XVI y tiene derivados y compuestos: cholear ‘tratar de cholo’, acholarse o cholificarse ‘asimilarse culturalmente al cholo’. Son compuestos despectivos chinocholo, cholifacio y cholitranco (estos dos con segundo elemento indescifrable). Cholón es ‘canica grande’. Cholada, cholería o cholerío es el ‘conjunto de cholos’. Acholado se aplica al pisco de cepas mezcladas. Hacer cholito a alguien es ‘embaucarlo’.

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Choro2. Con el sentido de ‘ladrón, ratero’ choro es una

Chorrear. Es obvio derivado de chorro, de origen ono-

matopéyico: su pronunciación evoca el ruido de la caída del agua desde cierta altura. En esta línea semántica están los usos peruanos figurados de chorrear y chorreo, que suscitan la imagen de un desborde del dinero fiscal hacia el pueblo, por encima del borde de un imaginario recipiente que lo contiene. Pero el chorreo solo es posible cuando un país logra un significativo crecimiento económico y hace una justa distribución de esa riqueza.

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Chotear.

En el Perú y en otros países de América se usa este verbo con los sentidos de ‘rechazar’, ‘repeler’, ‘hacer un desplante’ (a alguien). Chotear viene del inglés to shoot ‘tirar’, ‘disparar’, referido sobre todo a armas de fuego. To shoot entró al castellano a través del lenguaje futbolístico, con el sentido de ‘patear violentamente la pelota en dirección al arco’. Con este significado se usan también las variantes chutar y chutear, más cercanas fonéticamente al étimo.

Chuncho.

Viene del quechua–aimara ch’unch’u, documentado desde el siglo XVI como denominación de algunas tribus selvícolas peruanas. En nuestra habla coloquial, chuncho (su femenino es chuncha) se usa con las acepciones figuradas de ‘cohibido’, ‘tímido’, ‘huraño’. Y el verbo derivado achuncharse, propio de nuestra lengua familiar, tiene los significados de ‘cohibirse’, ‘inhibirse’, ‘intimidarse ante otras personas’.

Chupamedias. Este sustantivo significa en el Perú y

en otros países de América ‘adulador servil’ o ‘adulón’. Chupamedias es un compuesto de la tercera persona del presente de chupar más el sustantivo medias. Chupar es una antigua palabra de creación expresiva, pues retrata el sonido que produce la acción de succionar con los labios. El segundo elemento del compuesto es el plural medias, a su vez acortamiento de la antigua expresión medias calzas, después llamadas, como hoy, calcetines.

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Chupar. Este verbo, de creación expresiva, se usa en casi

toda la América hispana con el significado de ‘ingerir bebidas alcohólicas, generalmente en exceso’. Chupeta o chupadera son peruanismos vulgares equivalentes de la bebendurria hispánica. Un compuesto festivo, de obvio significado, es chupódromo; otro compuesto, chupacirios, ridiculiza al beato o beata. Han caído en desuso los peruanismos documentados en el siglo XIX chupatomates ‘adulador servil’ y chupinghaus (chupinghouse), seudoanglicismo humorístico.

Chuparse. Esta

forma pronominal de chupar ha desarrollado, en el lenguaje popular peruano, matices semánticos específicos: ‘inhibirse, cohibirse’ y aun ‘acobardarse, amedrentarse’. Chuparse se refiere generalmente a una conducta ocasional; en cambio, su participio adjetivado chupado implica un rasgo permanente del carácter: carencia de osadía, timidez, pusilanimidad; así, se dice de una persona que es chupado o chupada cuando no se atreve a asumir los retos que se le presentan. Estos usos de chuparse y chupado se documentan también en otros países de la América hispana.

Chupe1. Designa en América, desde Panamá hasta Chi-

le, diversas sopas cuyo ingrediente básico es la papa. En Lima y la región circundante, el chupe por antonomasia es el de camarones o pescado, que contiene también leche, queso fresco, huevos, tomate, alverjas, sal, ají, arroz, etc. Chupe ‘sopa’ viene del quechua chupi ‘cierto caldo de papas’ y se documenta en nuestro castellano desde los primeros tiempos de la conquista del Perú. El sustantivo derivado chupín designa un tipo de chupe preparado a base de cabeza de pescado o de pescado entero.

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Chupe2.

Con el sentido despectivo de ‘empleado de ínfima categoría’ viene del quechua chupa ‘rabo, rabadilla’. Es curiosa la coincidencia formal con chupe ‘sopa’. Pero, así como ese quechuismo abarca una amplia área de la América del Sur, chupe ‘último empleado’, ‘asistente’ se circunscribe al Perú y Chile. Y en Chile el término tiene una mayor riqueza de usos, pues designa también al benjamín de una familia; quedar de chupe o llegar chupe es en ese país ‘terminar último en un juego o competencia’.

Chuponear. Se deriva de chupón, que en el Perú es el

objeto, con un extremo de goma, que chupan los niños más pequeños (en España, chupete). Los antiguos micrófonos de ventosa, de apariencia semejante a la de un chupón, se fijaban externamente al auricular del hablante interesado en grabar a su interlocutor. La tecnología ha hecho hoy invisibles los micrófonos usados para el chuponeo, y más difícil de descubrir la tarea de los chuponeadores.

Chusco. En el Perú y en otros países de América se

califica como chusco el animal cruzado, es decir, de raza mezclada: perro chusco, yegua chusca. Referido a persona, significa ‘tosco de modales’, ‘grosero’. En España, chusco se documenta desde el siglo XVIII con el sentido de ‘gracioso’: “que tiene gracia, donaire y picardía”, según el DRAE 2001. Pero esa gracia puede ser burda, y el chusco peninsular puede llegar a ser ‘grosero’ o ‘chocarrero’.

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Cierre relámpago. En el Perú y en otros países de

América (los rioplatenses, entre ellos) se designa de este modo un útil accesorio que en España se conoce como cremallera, del francés crémaillère. Cierre relámpago es también un galicismo, pues resulta de la traducción literal de la expresión francesa fermeture Éclair, en la cual éclair ‘relámpago’ fue, en su origen, una marca registrada (la denominación que sustituye era, en francés, fermeture à glissière).

Cinemero. Con el sentido de ‘persona aficionada al cine’, es, al parecer, un uso exclusivo del habla peruana. Cinemero es uno de los pocos derivados de cinema, que, a su vez, resulta del acortamiento de cinematógrafo, término que ha perdido hoy vigencia en favor del aun más corto cine. Derivados cultos de cinema son cinemateca y la marca registrada Cinemascope. De cine se han derivado, a su vez, cineasta, cineclub, cinefilia y cinéfilo. Circulina. Según una deficiente definición oficial, cir-

culina es un “dispositivo de señalización óptica centellante [sic] visible alrededor del vehículo; utilizado para indicar situación de alerta y/o emergencia” (Decreto Supremo peruano de mayo de 2003). Colocada en el techo de un automóvil policial u oficial, y acompañada del sonido de una sirena, permite abrirse paso en una congestionada vía pública. Circulina, obvio derivado de círculo, es un peruanismo cuyo uso ―cada vez más restringido― parece, asimismo, circunscrito a nuestro país.

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*Círculo virtuoso. Esta expresión se opone, presun-

tamente, a círculo vicioso: “vicio del discurso que se comete cuando dos cosas se explican una por otra recíprocamente y ambas quedan sin explicación: p. ej. abrir es lo contrario de cerrar y cerrar es lo contrario de abrir” (DRAE 2001). Ese círculo vicioso se rompe con las definiciones adecuadas. No hay, pues, un real vicio en círculo vicioso, ni virtud en la expresión imaginariamente opuesta *círculo virtuoso.

Citadino. En el Perú y en otros países de la América his-

pana se usa citadino como sinónimo de urbano y antónimo de rural o campesino; el término se refiere preferentemente a personas. Citadino puede haberse tomado del italiano cittadino que significa ‘ciudadano’ y también ‘vecino de una ciudad’. Citadino no se registra en el Diccionario académico (2001) ni en el Diccionario panhispánico de dudas (2005).

Clasemediero. Este moderno peruanismo está com-

puesto (como ropavejero) de un sustantivo, un adjetivo y el sufijo -ero en su denotación de ‘pertenencia a un grupo’. Aunque en principio es un adjetivo despectivo, clasemediero ha sido curiosamente asumido, en la propia identificación autobiográfica, por algunos de nuestros más valiosos escritores, quienes han tenido a honra haber nacido dentro de nuestra meritoria clase media.

*Clientelaje. En el Perú equivale a clientelismo: “sistema

de protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios” (DRAE 2001). *Clientelaje y clientelismo vienen de clientela como ‘conjunto de personas que colaboran con un político a cambio de apoyo y protección’. Y clientela, a su vez, viene de cliente con el sentido de ‘persona que colabora con un político o con un particular’ por los mismos motivos.

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Clóset.

Este anglicismo figura en el Diccionario de la Academia solo desde 1992; se tomó del inglés closet ‘armario’ y se escribe en castellano con tilde en la o tanto en singular como en el plural clósets. En España solo se usa la locución nominal equivalente armario empotrado y en los países del Río de la Plata se prefiere el galicismo placard. Pero en todas partes se ha difundido en los últimos tiempos la expresión verbal salir del clóset (en inglés to come out of the closet) con el sentido de ‘admitir alguien públicamente su condición de homosexual’.

Coactar. En el Perú y en otros países de América (Co-

lombia es uno de ellos) se usa coactar como equivalente de coaccionar, es decir ‘limitar la libertad de acción’ de alguien. Coactar viene del latín coactare, que tiene igual sentido; es un típico latinismo de América, pues no se usa en la Península. A pesar de su legítimo origen, no lo registra el Diccionario académico (edición 2001). Sí registra, como término de la lengua general, el adjetivo coactivo, del latín coactivus, a su vez derivado de coactare.

Cobrar. En el Perú y en el resto de América cobrar sig-

nifica no solo ‘recibir el pago de lo debido’, sino también ‘exigir (muchas veces sin éxito) el pago de lo adeudado’. Pero en la lengua general cobrar significa exclusivamente ‘recibir el dinero adeudado’. Por otra parte, el término cobrar se explica por aféresis (supresión de segmento inicial) de recobrar, verbo equivalente del latinismo recuperar, que a su vez viene del latín recuperare, íd. Entre los derivados de cobrar están los sustantivos cobrador, cobradora y los sinónimos no estrictos cobro y cobranza; son derivados adjetivos cobrable e incobrable.

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Cocacho.

En el Perú y en otros países de Sudamérica, cocacho es el ‘golpe dado con los nudillos en el cráneo’. La variante coscacho, hoy desusada acá, está fonéticamente más cerca de coscorrón, su equivalente en la lengua general; ambos se derivan probablemente de cosque, étimo y sinónimo de coscorrón (el terminal -acho es de probable origen mozárabe). El modismo peruano de un cocacho equivale a las formas castizas de un tirón, de un golpe.

Cogotear. En nuestra habla familiar este verbo signi-

fica ‘atacar por la espalda, apretando el cogote o nuca’ (no es sinónimo estricto del verbo de la lengua general acogotar); al asaltante se le llama cogotero. Cogote es una antigua palabra castellana de origen poco claro. En la lengua general, estar hasta el cogote equivale a estar hasta la coronilla; ser carne de cogote es, por otra parte, una locución americana que se aplica a personas despreciables o mediocres.

Coima. En el Perú y otros países de América es sinó-

nimo de cohecho ‘dádiva con que se soborna’, ‘gratificación pecuniaria ilícita que se da y recibe por acelerar un trámite o anular una sanción’. La palabra es antigua en castellano con la acepción de ‘garito’; coime era el garitero, quien prestaba dinero, con usura, a los jugadores. En el castellano de América se derivó el verbo coimear ‘sobornar, cohechar’; coimero, -a se aplica especialmente a quien recibe la coima.

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Cogobierno. Gobierno, del latín gubernus, es una anti-

gua palabra de la lengua castellana, pues se documenta en ella desde el siglo XIV. Co-, prefijo equivalente de la preposición con, es muy productivo en español; ejemplos: coacción, coetáneo, colaborar, etc. Del sustantivo cogobierno se deriva el verbo cogobernar. Sorprende que ni cogobierno ni cogobernar se incluyan en la última edición (2001) del DRAE a pesar de ser términos cultos y generales en el ámbito político de casi todo el continente americano.

Cojinova (o cojinoba). Es un pez (Seriolella violacea)

que abunda en el litoral del Pacífico, desde el Perú hasta Chile. De tamaño mediano y carne apreciada, tiene “dorso azul grisáceo oscuro y uniforme, con visos plateados en los lados y vientre y cola ahorquillada abierta” (DRAE 2001). El nombre parece de origen indígena. Por la coincidencia de sus tres primeros fonemas, tiene también los sentidos figurados de cojo y del americanismo cojudo ‘ingenuo, tonto’.

Cojudez. En nuestra habla familiar equivale a minucia,

tontería. Es derivado de cojudo, peruanismo en el que se ha borrado la reminiscencia de cojón ‘testículo’: el femenino cojuda lo atestigua. El étimo común es cojón, que aparece íntegro en el derivado peninsular cojonudo ‘estupendo’, también sin connotación sexual. Cojudear significa ‘tomar el pelo’, ‘engañar’ y ‘perder el tiempo’. Acojudarse es ‘perder ánimo o fuerza’: cierto alcalde de Lima tranquilizó a sus habitantes, temerosos ante una epidemia, diciendo que “en el Perú hasta los microbios se acojudan”.

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Colgandijo. Del verbo latino cŏllŏcare derivan los es-

pañoles colocar y colgar. De este último más el sufijo diminutivo de matiz despectivo -ajo sale colgajo (“trapo o cosa despreciable que cuelga”, DRAE 2001). En el Perú y otros países andinos es equivalente de colgajo la variante colgandijo, formada sobre el gerundio colgando. Documentada en las Tradiciones de Palma, colgandijo va siendo desplazada por la forma general colgajo. Y en Vargas Llosa se documenta un curioso colguijo, que no es general ni parece peruanismo.

Coliseo.

En España, significa ‘recinto teatral’; en algunos países de América, el nombre coliseo se aplica a diversos recintos cerrados, techados o no, en los que se realizan espectáculos artísticos, deportivos o circenses. En el Perú se llama coliseo de gallos a la gallera. Es interesante anotar que el término coliseo resulta de una alteración fonética no explicada de Colossèo, palabra directamente emparentada con coloso y colosal. Colossèo es, en principio, el nombre original del gran Anfiteatro de Roma, cuyas ruinas se conservan todavía.

¡Colón!

En el habla coloquial peruana, esta exclamación se dirige, en tono burlón, a quien dice, como novedad, algo que es de todos conocido. Es escasísima su documentación, puesto que esta especie de interjección limita su uso, casi exclusivamente, a la lengua oral. El nombre propio, dicho en tono exclamativo, alude, por supuesto, al descubridor de América, Cristobal Colón. Este famoso navegante del siglo XV, cuyo lugar y fecha de nacimiento no están totalmente esclarecidos, murió en Valladolid en 1508 después de hacer varios viajes a las tierras descubiertas.

Colorado.

En su origen fue equivalente del adjetivo actual coloreado, que no especifica color. Más tarde designó el color conocido también como bermejo, escarlata, rojo y encarnado. En desuso en España, colorado se conserva en América con gran vitalidad; ponerse colorado es ‘sonrojarse’, tal vez ante un chiste colorado (esta expresión ha sido desplazada en España por la sinónima moderna chiste verde). Y no olvidemos que, en lo personal o en lo político, más vale un rato colorado que ciento amarillo.

Collera. En el habla familiar peruana, collera es el ‘gru-

Comechado. Es un término despectivo del habla peruana, aplicado al empleado público que trabaja poco. Funciona como sustantivo o adjetivo, pero es de uso raro en femenino. Comechado es un compuesto de dos formas verbales, pero su combinación es anómala. Lo usual es que a un participio se anteponga un adverbio (malherido), una preposición (contraindicado) o un sustantivo (cariacontecido), mas no una forma verbal de indicativo (comechado).

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po de amigos íntima y solidariamente relacionados’. El término parece ser un derivado de cuello y referirse, metafóricamente, a una fila de esclavos encadenados por el cuello; el verbo acollerarse significa ‘unirse a una collera’. Acollerado es el que forma parte de tal grupo. Usos similares se dan en los países americanos del Cono Sur; en Chile, por ejemplo, colleras son los ‘gemelos de la camisa’; en Bolivia, acolleramiento es la ‘unión estrecha de dos personas’.

Comelón. Es la variante americana de comilón, que de-

signa al glotón. Comer viene del latín comedĕre ‘comer en compañía’: la variante americana es, pues, la etimológica. El sufijo verbal para derivados nominales es -ón (mandón, mirón), pero los adjetivos en que la -l pertenece a la raíz verbal (burlón, regalón) inducen a identificar un inexistente sufijo *-lón que da formas generales, como dormilón, reilón y otras americanas como pegalón, pedilón.

Comercial.

Este adjetivo se ha sustantivado ―en el Perú y en otros países de América― como equivalente de la locución anuncio comercial, en relación con su sentido de “soporte visual o auditivo en que se transmite un mensaje publicitario” (DRAE 2001). El comercial es la propaganda o promoción de un producto, transmitida por radio o televisión. En relación con este uso, bastante reciente, se emplean locuciones tales como hacer comerciales, ir a comerciales, etc.

Comida chatarra. En el Perú, y en varios otros paí-

ses de las tres Américas, se llama despectivamente comida chatarra a aquella de preparación rápida y, supuestamente, escaso valor nutritivo; chatarra es, en su acepción primaria, ‘escoria de hierro’; chatarra designa también cualquier aparato viejo que ya no funciona. En España se prefieren las expresiones nominales sinónimas comida rápida y comida basura, traducciones de las correspondientes locuciones del inglés americano fast food y junk food.

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*Comisería.

Llama la atención esta incorrecta pronunciación de comisaría, comprobada aun en el idiolecto de primeras figuras del periodismo oral. El error ―sin duda de lesa cultura― se restringe, afortunadamente, al ámbito de la lengua hablada. ¿Mal oído de los transgresores? Técnicamente, se trata de un caso de asimilación (fonética) del timbre abierto de la vocal a (de la tercera sílaba de comisaría) al cerrado de sus vecinas (las íes de la 2.ª y 4.ª sílabas).

Commodities. En el Perú, otros países de la América

hispana y también en la Península, se ha difundido modernamente este término inglés (con su singular commodity) en el lenguaje de la economía; se refiere genéricamente a productos naturales de consumo esencial o a materias primas. En español general, su cognado comodidad (del latín commŏditas, al igual que el inglés commodity) equivale a confort, y comodidades se refiere a aquellos ambientes u objetos que nos dan confort. Commodities se tiene aún por innecesario anglicismo.

Como dos gotas de agua. En nuestra lengua colo-

quial, ser como dos gotas de agua se dice de dos personas de facciones muy semejantes. Esta locución adverbial pertenece realmente al amplio campo del español general, pues se usa tanto en la América hispana (el Perú incluido) como en la Península. Sin embargo, el Diccionario de la Academia no la consigna en su edición vigente (del año 2001); sí la incluirá en la siguiente, que está en preparación. Está igualmente difundida la variante parecerse (dos personas) como una gota de agua a otra.

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Como la mona. Esta locución adverbial peruana y rio-

platense significa ‘muy mal’, generalmente en respuesta a preguntas sobre la condición de personas o asuntos. Verbos como estar, resultar, salir o andar, antecedidos por el interrogativo ¿cómo?, son usuales: ―¿Cómo va el negocio? ―Como la mona. ―¿Cómo estás de tu alergia? ―Como la mona. Queda en el aire qué relación puede tener la hembra del mono con graves situaciones o problemas.

Como oro en polvo.

El oro, metal precioso por excelencia, puede encontrarse naturalmente en forma de polvo o molerse hasta hacerlo polvo por diversos métodos y para diferentes fines. La locución adverbial como oro en polvo significa, en el Perú y en otros países de la América hispana, ‘con sumo cuidado’, ‘con reverente aprecio’. Pero como el oro en polvo solía guardarse en paños cuidadosamente doblados para impedir su dispersión, en España y en la lengua general ha prevalecido la locución equivalente como oro en paño.

Como por un tubo. Esta locución adverbial del habla

Como se llama.

Esta expresión, típica de la lengua oral peruana, tuvo sin duda, en un principio, entonación interrogativa: ¿cómo se llama? Hoy es una muletilla empleada para ganar tiempo mientras se busca el término adecuado para continuar una exposición. En la Argentina se ha soldado en un sustantivo: el (o la) comosellama es la persona cuyo nombre se desconoce o no se quiere mencionar. En España, ¿cómo se llama? equivale a ¿cuánto cuesta?

Comprarse el pleito. En el habla coloquial del Perú

y de Méjico, la locución verbal comprarse el pleito significa ‘tomar partido por uno o más de los contrincantes sin tener injerencia en el asunto que se discute’. Pleito es una antigua voz derivada del latín placĭtum, que pasó al castellano a través del galorromano. La locución verbal comprarse el pleito no se consigna ―al parecer― en los diccionarios de americanismos, con excepción del último, publicado por la Asociación de Academias de la Lengua Española el 2010.

familiar tiene el sentido de ‘rápidamente’, ‘sin ningún obstáculo’ y se documenta en el Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay. La variante como por entre un tubo se registra en Colombia y otra reducida, por un tubo, se usa en Chile y Paraguay. Es probable que el origen del dicho esté en el uso, todavía vigente, del tubo neumático para enviar, directa y velozmente, dinero, correspondencia etc., de un piso a otro en el mismo edificio o de un punto a otro en la misma ciudad.

Común y silvestre. En el Perú se usa desde hace poco

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tiempo esta locución adjetiva para calificar aquello que no se destaca, entre sus congéneres, por ninguna cualidad especial. El uso parece haberse extendido desde los países del Río de la Plata. Lo tradicional en el habla peruana sigue siendo la expresión sinónima común y corriente, que tampoco se usa en la Península; allá se prefiere la variante sinónima normal y corriente.

Concesionar. Este derivado de concesión se usa hoy en

Concolón. En el Perú y en otros países de América se

Concha, conchán. En castellano concha es la valva o

Concubino. El DRAE 2001 no registra este término,

el Perú y en otros países de América; entra en el grupo de verbos derivados de sustantivos acabados en -ón, tales como promocionar, de promoción, y subvencionar, de subvención. Concesionar es ‘dar en concesión un bien o servicio público, por un plazo determinado y bajo ciertas condiciones’. En el debate sobre política económica concesionar se usa a veces como eufemismo por privatizar.

caparazón que cubre el cuerpo de moluscos, crustáceos y quelonios. Un uso figurado peruano relaciona concha con el órgano sexual femenino en expresiones malsonantes como concha de su madre; otro uso se basa en el espesor de la concha y da origen al adjetivo conchudo, -a ‘descarado, caradura’ y al sustantivo abstracto conchudez. Por floreo verbal se ha llegado a asociar conchudo con el topónimo Conchán (playa cercana a Lima), que se usa como adjetivo, sin variación para el género.

llama así el ‘arroz tostado o semiquemado que se pega en el fondo de la olla’. El concolón no es siempre consecuencia accidental de la cocción del grano; a veces se produce deliberadamente, por lo común para usos medicinales. La variante cocolón designa también, en algunos países y figuradamente, al benjamín o hijo menor de una familia. Concolón es un término de origen incierto.

que viene, como concubina, del latín concubinus, -a. El masculino no se usa en España, pero sí en gran parte de América. Su parcial desuso podría explicarse porque la poliandria es menos frecuente que la poligamia. Pero hoy, cuando el concubinato entre personas del mismo sexo es bastante aceptado, cabría la posibilidad de un mayor uso de concubino, por ahora restringido, en el Perú, a códigos y leyes.

Conferencista. En el Perú, así como en otros países

Concientizar. Es la forma verbal preferida en la Amé-

rica hispana, y como americanismo la registra el DRAE 2001, lo mismo que su postverbal concientización. En España se prefieren los derivados concienciar y concienciación, y se condena el “barbarismo” *concienzar. Las variantes peninsulares se han formado, obviamente, sobre el sustantivo conciencia, mientras que el americanismo concientizar se ha tomado, muy probablemente, del francés conscientiser.

de la América hispana, se llama conferencista a quien da una conferencia; es decir, una ‘disertación en público sobre un tema específico’. Este americanismo contrasta con el derivado de la lengua general conferenciante. El sufijo -ista tiene, entre sus funciones, la de contribuir a la formación de sustantivos y adjetivos que se refieren a quien ejerce determinada profesión u oficio; el sufijo -nte tiene similar significado. En realidad, el término de la lengua general y el americanismo son sinónimos estrictos.

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*Conflictuado. En la lengua supuestamente culta del Perú y de otros países de Sudamérica (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia) se ha difundido últimamente ―tal vez por influencia del inglés to conflict― el verbo *conflictuar, equivalente de locuciones verbales tales como causar conflictos o entrar en conflicto. Su participio adjetivado *conflictuado es más o menos equivalente del derivado correcto conflictivo o del menos difundido (no se usa en el Perú) *conflictual.

Confrontación.

En castellano significa ‘careo entre dos personas’ y ‘cotejo de dos cosas’ (dos textos, por ejemplo). Pero la forma inglesa de este latinismo, confrontation, desarrolló la acepción de ‘oposición hostil entre personas, grupos políticos o países’. Y, tal vez por culpa de malas traducciones de algunas agencias de noticias, se ha empezado a usar, en España y América, confrontación como equivalente de enfrentamiento.

Congresista. La

revolución norteamericana tomó el término francés Congrès ‘reunión internacional de estadistas’ para llamar Congress su propio cuerpo legislativo. El uso se difundió en la América hispana y surgieron los derivados congresal, congresante y congresista. Este último se ha impuesto en el Perú a raíz de la elección de un Congreso unicameral que hace inaplicables los términos senador y diputado. Pero el DRAE 2001 registra congresista solo como “miembro de un congreso científico, económico, etc.”.

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Con la pata en alto. Este modismo peruano, al pa-

recer muy moderno en nuestra lengua culta familiar, significa ‘en actitud desafiante’ y cumple función adverbial: “se presentó en la reunión con la pata en alto”. Pero, por escrúpulos finústicos, se oye algunas veces la variante con la pierna en alto, como si la palabra pata se limitase al reino animal y la palabra pierna al hombre. Sin embargo, estos escrúpulos no se justifican: hay piernas de carnero o de cerdo y es de uso general la locución verbal meter la pata referida a los seres humanos que cometen una imprudencia o un error.

Con las justas. Esta locución adverbial pertenece al

habla culta familiar peruana y significa ‘apretadamente’, ‘sin que nada sobre’, en referencia al tiempo, al espacio y a la cantidad: “con las justas abordó el avión”, “entra en la caja con las justas”, “con las justas me alcanzó para pagarle”. Parece nueva la variante equivalente a las justas, de nivel más bien popular. Ni con las justas ni a las justas se consignan en el DRAE 2001. La expresión general equivalente parece ser al justo, que no se emplea en el Perú.

Con las mismas. El

DRAE 2001 registra esta frase como locución adverbial coloquial que se usa solo en el Perú y equivale a inmediatamente. Es decir, ‘en seguida’ o ipso facto, que en latín significa, literalmente, ‘por la fuerza del hecho mismo’; es decir, ‘de rebote’, ‘sin intervalo alguno entre una acción y la que le sigue como reacción’. Queda por suponer a qué sustantivo, en femenino plural, se refiere el adjetivo “mismas”.

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Conllevar. Es un término de la lengua culta, pero no

Contendor.

siempre se usa correctamente. Aunque compuesto del verbo llevar, no es su sinónimo ni se construye como el primitivo: llevar a implica transcurso del tiempo o distancia en el espacio; conllevar denota condición secundaria simultánea, sin noción de proyección en el tiempo, y no se construye con la preposición a: *conllevar a es incorrecto. Así, “el amor conlleva ternura, pero a veces lleva a la violencia”.

Del verbo latino contendere ‘esforzarse’, ‘combatir’, salió el castellano contender, de análogos sentidos. Sus derivados contendedor y contendiente designaron, por igual, a los adversarios en una contienda. Contendedor se abrevió luego en contendor, pero ambas variantes fueron desplazadas en la lengua general por contendiente. Sin embargo, contendor tiene hoy plena vigencia en el habla culta de gran parte de la América hispana, el Perú incluido.

Cono.

Según el DRAE 2001, cono es “sólido limitado por un plano que corta una superficie cónica [sic] cerrada”; Cono Sur es la “región de América Meridional que comprende Chile, Argentina, Uruguay y a veces Paraguay” y, en el Perú, “el sector del área metropolitana de Lima que se proyecta a partir del Centro. Cono Norte, Este, Sur”. Estos usos de Cono no son peyorativos como creen algunos de sus emprendedores habitantes.

Conteo. En el Perú, y en otros países de la América Me-

Container. En

*Contra más tiene más quiere, *entre más tiene más quiere, etc. Estas frases son vitandos ejem-

ridional y Central, se emplea este postverbal de contar como equivalente de recuento en su sentido de “comprobación del número de personas, cosas, etc. que forman parte de un conjunto” (DRAE 2001). Conteo se aplica especialmente al recuento de votos emitidos en un proceso electoral. En España es muy raro el uso de conteo, y también el de su sinónimo contaje, desconocido en el Perú.

el Perú y en otros países de América ―así como también en España― es prácticamente general el uso de este anglicismo, pronunciado a la inglesa (contéiner) para designar el “embalaje metálico grande y recuperable, de tipos y dimensiones normalizados internacionalmente y con dispositivos para facilitar su manejo” (DRAE 2001); menos difundido está el empleo de este término para designar un depósito de residuos diversos. La Academia no aprueba el uso de container y propugna su traducción por la forma castellana contenedor.

plos del mal uso de las preposiciones contra y entre en vez del adverbio mientras y el pronombre relativo cuanto. Es decir, que las frases correctas correspondientes son mientras más tiene más quiere, cuanto más tiene más quiere. Estos crasos errores son imperdonables en el idiolecto de profesionales, cualquiera que sea su campo de ejercicio. Ejemplos análogos pueden darse, por supuesto, sustituyendo el adverbio de cantidad más por su antónimo menos.

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Contramedida. Esta palabra compuesta entra en la se-

rie de contraseña, contraparte, contramarcha, etc.: une la preposición contra a un sustantivo de género femenino. Contramedida es la medida que se toma contra otra que se tiene por nociva o peligrosa. El término proviene del ámbito militar y puede haberse tomado del inglés counter measure o del francés contre-mesure. Contramedida no aparece en el DRAE 2001.

Contrasuelazo. En nuestra habla familiar designa la

‘caída aparatosa contra el suelo, casual o provocada’; metafóricamente expresa ‘fracaso violento’. Contrasuelazo es un compuesto de la preposición contra y suelazo, derivado de suelo con el sufijo -azo como expresión de ‘golpe’. También se usan en el Perú contrasuelear ‘golpear, agredir violentamente’ en sentido material o figurado y contrasuelearse ‘golpearse contra el suelo al caer violentamente’.

*Contricción. El acto de contrición es parte de la peni-

tencia; la contrición es el “dolor y pesar de haber pecado” (DRAE 2001). Pero muchos hablantes ―y escribientes― semicultos suponen que contrición está en la línea de convicción, e incurren en ultracorrección al corregir lo correcto. Contrición está en la línea de nutrición: se escribe con una sola c, intervocálica, que es inicial de la última sílaba.

*Cónyugue. Esta pronunciación incorrecta, en vez de

la correcta cónyuge, se explica por influencia del adjetivo conyugal. Cónyuge significa etimológicamente ‘que comparte el yugo’ (del matrimonio). El DRAE 2001 da cónyuge como sinónimo de consorte con el significado de “marido y mujer respectivamente”. Esta definición académica tendrá que cambiarse ―quizá por “persona casada con otra”― después de la reciente aprobación en España del matrimonio entre homosexuales del mismo sexo.

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*Copenagüe. Esta grafía reproduce una pronuncia-

ción distorsionada del nombre de la capital de Dinamarca, constatada en el idiolecto de algunos conocidos locutores de la televisión local. En castellano el nombre correcto es Copenhague, que viene del danés København, presumiblemente a través del inglés Copenhagen (el Diccionario panhispánico de dudas considera incorrectas las variantes *Copenhaguen y *Copenhague). Casos semejantes de pronunciación ultracorrecta de güe por gue serían los de *magüer por maguer, conjunción anticuada, y *magüey por maguey, cierta planta.

Corduroy.

Es una tela de algodón, especie de pana estriada, de uso moderno para confeccionar prendas de vestir de tipo informal. Corduroy es un americanismo que no figura en la edición vigente (2001) del Diccionario académico; tiene visos de anglicismo y su área de difusión abarca desde la América Central hasta Colombia y Perú. Su variante corderoy, que no se sabe si es la forma original, se documenta en Bolivia, Argentina y Uruguay.

Coronta. Esta palabra usada en el habla familiar del

Perú y de otros países de sustrato runa-simi viene del quechua k’oronta o qurunta (la diferencia entre o y u no es distintiva en esa lengua) y equivale al castellano zuro y al americano rioplatense marlo, es decir, ‘el núcleo de la mazorca del maíz ―tierno o seco― después de desgranado’. Dice el lexicólogo peruano Juan de Arona, a fines del siglo XIX: “La única aplicación que hemos visto dar a este despreciabilísimo desecho del maíz es la de tapones, trozándolo para los porongos y botellas de ron, miel o agua” (Diccionario de peruanismos).

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Correo de brujas.

Esta expresión se refiere, en el Perú y en el Ecuador, a la información transmitida por medios clandestinos o informales; en el Perú, se documenta ya en el siglo XIX en la prosa de Ricardo Palma; en Colombia, Chile y Costa Rica se usa la variante correo de las brujas. Es interesante comprobar que en correo de brujas se combinan dos términos de historia oscura en castellano: correo procede del catalán correu, y este parece de origen francés; bruja es palabra de étimo incierto, probablemente prerrománico, documentada en castellano solo desde el siglo XV. El masculino brujo es tardío.

Cortoplacista. Formado sobre la frase nominal corto

plazo más el sufijo -ista, este adjetivo de moderno uso en la lengua culta del Perú y de otros países de América no está registrado en la última edición del Diccionario de la Academia; parece que su uso es esporádico en España. Cortoplacismo, el sustantivo correspondiente, podría ser de posterior formación. En la lengua general son análogas parejas de términos parasintéticos: librecambista y librecambismo, quintacolumnista y quintacolumnismo.

Costanera. Es la forma femenina del adjetivo costanero, derivado del sustantivo costa por doble sufijación (-ano, -a más -ero, -a). Del latín costa, con el significado de ‘costado’, salió el castellano cuesta con los sentidos de ‘espalda’ (recuérdese a cuestas), ‘ladera’, ‘pendiente’. El sustantivo costanera tiene, según el DRAE, el sentido (etimológico) de “terreno en pendiente”. En las últimas décadas se ha difundido, en el Perú y otros países de Sudamérica, su uso con la acepción de ‘avenida amplia a orillas del mar’.

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Cotillón. El DRAE 2001 consigna esta palabra con tres

acepciones: ‘danza con figuras ejecutada al final de un baile de sociedad’; ‘baile de sociedad en que se ejecuta tal figura’; ‘baile que se celebra en un día señalado, como el de fin de año’. Pero el DRAE no incluye la acepción moderna, hoy vigente a uno y otro lado del Atlántico: ‘conjunto de objetos (gorros, confetti, serpentinas, etc.) que se distribuyen a los participantes en las fiestas mencionadas’.

Cráneo, cranear. En nuestra habla familiar, cráneo equivale a persona (ejemplo: “a tanto por cráneo”). También significa ‘persona de inteligencia brillante’, es decir, cerebro en su sentido igualmente figurado. De cráneo se deriva cranear, que entre nosotros significa ‘idear, planear’. El Diccionario de la Academia (edición de 2001) incluye ya cranear como americanismo que en algunos países equivale a ‘inventar o descubrir la solución de un problema’ y, en otros, a ‘reflexionar’. Crayola. En el Perú y en otros países de América, se

llama crayola el lápiz de cera de diversos colores, muy usado por los niños, pues su no toxicidad está garantizada. Crayola es, en su origen, una marca comercial registrada en Estados Unidos en 1903. La palabra se formó sobre el francés craie (pronunciado aproximadamente cre) ‘tiza’ y el terminal -ola por oleaginoso. Aquí decimos la crayola, porque la -a final indica género femenino. Pero, como el inglés no tiene género, en América, predomina el crayola; así aparece en el DRAE 2001.

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Credibilidad.

Este cultismo se formó en castellano sobre el adjetivo latino credibĭlis ‘creíble’: la credibilidad es la cualidad de creíble que tiene un sujeto o un hecho, un texto o un autor. Credibilidad equivale, pues, a crédito, entendido como “reputación, fama, autoridad” (DRAE 2001). Pero algunos semicultos confunden credibilidad con credulidad, que es el defecto de creer, indiscriminadamente, cualquier cosa. La credibilidad se tiene o no, pero no se puede tener credibilidad en otra persona, institución, etc.

*Cuadraplejia; cuadriplejia; cuadripléjico, -a.

Cremar. En la última edición (2001) del Diccionario de

Cuadrar. Este verbo, derivado de cuadro (como equi-

la Academia, este verbo aparece solo como mejicanismo. En realidad, cremar es de uso culto general, aunque más difundido en América que en España. Otros miembros de esa familia léxica, cremación y crematorio, se documentan ya, como latinismos, desde el siglo XIX. Y este último, adjetivo sustantivable, se difundió después de la última guerra mundial, asociado a los hornos crematorios de los nazis.

Cronograma. En el Perú y en otros países de América

se usa cronograma con el sentido de ‘índice de acciones que se realizarán en un período determinado’. Cronograma es un cultismo de correcta formación que yuxtapone dos elementos compositivos de origen griego: crono- ‘tiempo’ y grama ‘letra, escrito’. En la lengua general, su sinónimo es programa en la acepción de “proyecto ordenado de actividades”, que no pone énfasis en la distribución del tiempo.

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En el Perú y en otros países de América del Sur y del Centro, se usan estos términos en lugar de los que consigna el DRAE 2001: tetraplejia (o tetraplejía) y tetrapléjico, -a. En las formas americanas, el prefijo latino cuadrisignifica ‘cuatro’ ―lo mismo que en las peninsulares el prefijo griego tetra― en referencia a la parálisis de las cuatro extremidades. No se aceptan las variantes americanas *cuadraplejia ni *cuadrapléjico, -a. Las formas con hiato cuadriplejía y tetraplejía son correctas.

valente de cuadrado), ha desarrollado diversos usos figurados en castellano. Pero en el habla hispanoamericana cuadrar ha ido más allá en algunos de esos usos, dando así origen a verdaderos americanismos. Un ejemplo de peruanismo es el de cuadrar por aparcar o estacionar un vehículo automotor. Otro uso peruano es el de cuadrar, referido a personas con el sentido de ‘dejar firmemente en claro la propia razón o posición’, es decir poner en su sitio a alguien.

*Cuádriga.

Esta pronunciación equivocada de la palabra cuadriga se documenta en la lengua seudoculta de ambos continentes. Cuadriga ―palabra grave o llana― era el ‘conjunto de cuatro caballos que tiraban de un carro o carruaje’ y luego el carro o carruaje mismo. Por etimología popular, sin embargo, se asoció el término cuadriga a un falso étimo cuadro, que tiene el acento prosódico (aunque no marcado) en la primera sílaba. Tratándose de un término histórico, y por lo tanto de la lengua culta, es imperdonable su pronunciación errónea.

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Cuajo. Viene del latín coagŭlum (que da también coá-

gulo) y designa un fermento que, en el estómago de los mamíferos, sirve para cuajar o coagular la caseína de la leche; en sentido figurado, cuajo es pachorra (o pachocha): ‘paciencia excesiva’. En el Perú se ha avanzado en ese proceso de evolución semántica y cuajo es hoy sinónimo de desfachatez o desvergüenza. La exclamación ¡qué tal cuajo! expresa protesta ante el abuso o la indelicadeza.

Cualquier cantidad. Esta

locución nominal (a veces, adverbial) tiene como primer elemento la forma apocopada del adjetivo indefinido cualquiera y se usa en muchos países de la América hispana ―desde Méjico hasta Chile, el Perú incluido― con el sentido de ‘número ilimitado’, ‘gran cantidad’. La expresión nominal cualquier cantidad es un uso relativamente moderno, pues data de mediados del siglo XX. En principio, típica de la lengua familiar y del lenguaje humorístico, ha llegado al nivel de la lengua literaria; se documenta, por ejemplo, en la prosa de escritores rioplatenses de la talla de Ernesto Sabato y Mario Benedetti.

Cuando las papas queman. Esta locución adverbial, frecuente en el habla familiar del Perú, Bolivia y los países de la América austral, data de mediados del siglo XX y se refiere a diversos tipos de situaciones críticas. Puede variar el primer término y también las formas del verbo quemar: donde las papas queman, cuando las papas quemen, etc. Tal como en la expresión nominal papa caliente, en la adverbial cuando las papas queman está viva la imagen de unas papas recién hervidas, calientísimas, que se pelan pasándolas de una mano a otra para no quemarse.

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Cuarto intermedio.

En el Río de la Plata es la ‘interrupción de una reunión de trabajo’, durante la cual los participantes pueden descansar. En el Congreso del Perú, la locución se aplica a la interrupción del debate sobre un asunto, a fin de propiciar el acuerdo de los congresistas involucrados y la vuelta al Pleno de dicho asunto. Este uso puede haber surgido a partir de la locución cuarto de hora, entendida como duración inicialmente acordada para una interrupción.

Cuenta regresiva.

Equivale, en el Perú y en otros países de América, a lo que en España se llama cuenta atrás (en inglés count down). El DRAE 2001 define así la cuenta atrás: “En Astronáutica, cómputo en sentido contrario al de los minutos y segundos que preceden al lanzamiento de un cohete”. Y da, como segunda, la acepción de ‘cuenta del tiempo cada vez menor que falta para un acontecimiento previsto’. Ejemplo: “ya empezó la cuenta atrás para las elecciones”.

Culturoso, -a. Este derivado de cultura es de uso colo-

quial en el Perú y en otros países de América. Tiene una connotación humorís­tico-despectiva y se aplica a quien “aparenta tener alta formación cultural” (DRAE 2001). La palabra culto se tomó del latín cultus en el siglo XIV; aparte de su sentido material (como equivalente de cultivado y referido a la tierra), el término culto se enarboló como bandera en la larga polémica entre los gongoristas y sus adversarios. Recuérdense derivados como culterano, cultiparlar, etc.

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Cunda. Este

término, al parecer exclusivo del habla familiar peruana, viene ―según algunos autores― de una lengua africana: el quimbundo. El mozo cunda, omnipresente en nuestra literatura costumbrista de los siglos XIX y XX, es el joven avispado y rápido para salir de situaciones críticas. Cundería es equivalente de viveza criolla, es decir, esa combinación eficiente de artimañas y falta de escrúpulos que no llega a la conducta abiertamente delictiva.

Curita.

Currículum vítae. Esta locución latina significa lite-

ralmente ‘carrera de la vida’ y se usa como equivalente de hoja de vida, ‘historial académico o profesional’ que se presenta cuando se aspira a un cargo o empleo. Como en el español no existe el sonido de v labiodental, el segundo elemento de la locución latina currículum vítae se pronuncia [bíte] o [bítae]; es inaceptable, en cambio, la pronunciación con acento prosódico en la a: *[bitáe].

Cutra. Este sustantivo, sinónimo de coima, ya se regis-

En el DRAE 2001 se registra ya el sustantivo femenino curita como proveniente de la marca registrada Curitas y remitido a su sinónimo tirita. Este último término procede, similarmente, de la marca registrada Tiritas ―de difusión peninsular― y se define como “tira adhesiva por una cara, en cuyo centro tiene un apósito esterilizado que se coloca sobre heridas pequeñas para protegerlas”. Como se ve, las marcas registradas tienden a hacerse nombres comunes.

tra en el DRAE 2001 de esta manera: “Perú. Provecho o dinero obtenido de un particular por un funcionario o empleado, con abuso de las atribuciones de su cargo”. No se incluyen en el DRAE derivados como cutrero y cutrear; sí se registra, como término del español general, el adjetivo cutre ‘tacaño’, ‘miserable’, ‘pobre’, ‘necio’ o ‘de mala calidad’ con sus derivados cutrez, cutredad, cutrerío y cutrería.

Currícula. Es un neutro plural latino que, en espa-

muy apreciado en la cocina del Perú y países vecinos desde el siglo XVI. El plural más frecuente de cuy es cuyes; cuyada es, según el DRAE 2001, la “comilona de cuy asado”. Otro nombre difundido de este roedor es cobayo; en la Península, sin embargo, predomina la denominación descriptiva conejillo de Indias, asociada modernamente a la investigación científica y usada también con sentido figurado. Aunque se ha tenido tradicionalmente como quechuismo, en los últimos tiempos, lexicólogos de la talla de Corominas han puesto en duda esta etimología.

ñol, concuerda en masculino plural: los currícula. Pero eso resulta duro para el oído de los hablantes de español, quienes suelen caer en una falsamente “correcta” concordancia: *la currícula, inaceptable en lengua culta. Por lo tanto, entre una expresión correcta que suena mal y otra incorrecta que suena bien, es mejor optar por la forma, castellanizada como masculino, currículo: el currículo, los currículos.

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Cuy. Es el nombre de un pequeño roedor americano,

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D d

Datear. En la lengua coloquial del Perú y de otros paí-

Dar en la yema del gusto. Esta expresión, que pa-

rece exclusiva del habla culta familiar peruana, significa ‘dar (a alguien) el mayor de los gustos’. Yema tiene, entre sus usos generales figurados, el de ‘centro’ o ‘meollo’ de algo, material o no; dar en la yema es ‘dar con la dificultad’ que algo entraña. Son variantes de dar en la yema del gusto, documentadas en el lenguaje peruano de los siglos XIX y XX, dar en la yema del deseo y dar por la vena del gusto.

Dar un paso al costado. En el molde de expresio-

ses de Sudamérica (entre ellos Chile y Venezuela), datear se usa con el sentido de ‘informar’, con un matiz de confidencia y otro de primicia. El sustantivo dato viene del latín datum, participio del verbo dare ‘dar’. El sufijo de frecuentativo -ear es de uso abundante a nivel del habla familiar hispanoamericana; son ejemplos americanos de ello verbos tales como bambear, bolsiquear, chatear y putear; este último tiene, en el Perú y otros países americanos, el sentido figurado de ‘insultar con palabras soeces’, ‘reprender’.

Datero. Es, en principio, un término de la hípica. Se

usa, en el Perú y en otros países de América, para nombrar a quien vende información sobre caballos que son posibles ganadores en cada carrera. De la hípica ha pasado al periodismo, ámbito en el que datero (o datera) es quien cobra por dar información sobre acontecimientos de todo jaez. La policía tiene también informantes que datean sobre delincuentes y delitos.

*De a de veras. Esta

nes verbales tales como dar un paso al frente (o adelante) y no dar ni un paso atrás, ha surgido en el lenguaje político del Perú y los países del Cono Sur la locución dar un paso al costado con el sentido de ‘renunciar a un cargo público (o a una candidatura) por presión popular o gubernamental’. Esta frase constituye un eufemismo más en el lenguaje político de nuestro subcontinente.

locución adverbial incorrecta equivale a las correctas de veras o de verdad; se registra en la lengua popular del Perú y otros países de América. Vera es la forma femenina singular del adjetivo vero ― hoy anticuado― equivalente de verdadero. De a de veras (a veces escrito de a deveras) ostenta una preposición intrusa (a) y otra incorrectamente repetida (de). Por ello, debe excluirse del lenguaje culto.

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Deber, deber de. El

verbo deber más la preposición de significa suposición, no obligación; por ejemplo “debe de haber llegado ya” se entiende como ‘puede ser que haya llegado’, ‘parece que ya ha llegado’. En cambio, el verbo deber sin la preposición implica obligación: “debes estudiar”. La lengua culta admite la prescindencia de la preposición de en los casos en que se expresa probabilidad y, por lo tanto, son correctas las formas “debe de haber llegado” y “debe haber llegado”; en cambio, censura el uso de deber más preposición en los casos en que se denota obligación: *debes de estudiar.

*De bote a bote. Se oye en el habla semiculta perua-

na la expresión de bote a bote con el sentido de ‘completamente lleno’ referido a espacios o recintos: “el estadio estuvo de bote a bote”. Pero la forma correcta del modismo es de bote en bote, calco del francés de bout en bout que significa ‘de un extremo a otro’. De bote en bote, pues, no tiene nada que ver con bote ‘embarcación’. Pero esa errónea idea ha influido para que se produzca el cambio de preposición en la expresión citada.

Deceso.

Viene del latín decessus, que significa literalmente ‘partida’, ‘retirada’ y, figuradamente, ‘muerte’ referida a una persona. En castellano deceso tuvo poco uso, pero hoy sobrevive en el habla culta de muchos países de Hispanoamérica ―el Perú incluido― sobre todo en lenguaje formal o escrito. Equivalentes de deceso son fallecimiento, defunción y óbito: tres términos ―con creciente matiz eufemístico― que nada expresan frente a una escueta muerte.

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De color de hormiga. Esta locución adjetiva se usa

en el Perú y en otros países de América para expresar que una situación ha empeorado o se ha hecho crítica; de color de hormiga se emplea con verbos como ponerse o estar. La alusión al color negro del insecto mencionado es clara como símbolo de peligro o gravedad, pues se basa en la inmemorial asociación del color negro con la desgracia y en los seculares usos negativos de ese adjetivo.

De entrecasa. Esta locución adjetiva (contracción de

la original de entre casa) resulta para los hispanoamericanos más íntima y cálida que la equivalente peninsular de trapillo, teñida para nosotros de cierto matiz despectivo. De entrecasa califica toda la ropa, incluidos los zapatos usualmente proscritos, y resulta una frase entrañable para quienes no concebimos el trabajo intelectual sino cubiertos por cómodos atuendos de entrecasa.

De la patada. Esta locución familiar peruana ―que puede cumplir función adverbial o adjetiva― se usa también en Méjico, la América Central y el Ecuador. En la mayoría de los casos tiene un sentido aumentativo negativo (“tengo un dolor de cabeza de la patada”), pero en el Perú puede tener, además, un matiz semántico positivo reforzado por el contexto o por la entonación (“la orquesta tocó de la patada”). El sustantivo patada es un obvio derivado de pata, término de origen incierto, documentado en castellano desde los orígenes del idioma.

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Delivery. Este anglicismo (a su vez de origen francés)

se ha difundido últimamente en todo el mundo hispánico. Delivery se aplica a la entrega a domicilio de toda clase de objetos: desde flores y alimentos hasta muebles y diversos utensilios domésticos, ya sea previamente pagados o anotados en una cuenta ―como en el caso de las flores― o pagados al recibirlos ―como en el caso de los productos farmacéuticos, libros, alimentos listos para el consumo, etc. Entre estos últimos tienen lugar privilegiado las pizzas italianas, los criollos pollos a la brasa y la comida china.

Denostar.

Del latín dehonestāre, significa ‘injuriar, insultar gravemente’. Es un verbo irregular que se conjuga según el modelo de contar en cuanto a diptongación de la sílaba tónica: yo denuesto, como yo cuento. Denostar es un verbo transitivo y solo admite la preposición a cuando lleva un complemento directo de persona: él denuesta el tratado, ellos denostaron a sus parientes. En ningún caso denostar tiene como régimen las preposiciones de o contra. Son incorrectas, pues, frases tales como *denostó de su partido, *denuestan contra el jefe.

De polendas. Esta locución adjetiva se documenta en

la lengua culta de países americanos tan distantes entre sí como Méjico y Perú. Registrada en novelistas de la talla del mejicano Mariano Azuela y en poetas del nivel del peruano Antonio Cisneros, de polendas es un enigma en cuanto a origen. No parece tener relación con la italiana polenta (aunque tiene una variante polenda), ni con Polenda, nombre de cierta ciudad de Bohemia.

De relancina. En el Perú y en otros países de América

esta locución adverbial es variante de la general de relance ―de origen taurino― que significa “casualmente, cuando no se esperaba” (DRAE 2001); relance, ‘segundo lance’, ‘suceso casual y dudoso’ y, en los juegos de envite, ‘suerte o azar que sigue a otros’. En el Perú se ha usado también la variante de relancine y en Nicaragua relancín es ‘casualidad poco probable’.

Desaduanar. Este verbo se usa en el Perú y otros paí-

Departamento. Como denominación de determina-

ses de América con el sentido de “retirar efectos y mercancías de una aduana, previo el pago de los derechos arancelarios”; así lo define el Diccionario de la Academia que, en cuanto a la extensión americana del término, no incluye al Perú. Desaduanar se ha formado con el prefijo des- (que indica negación o privación) sobre el sustantivo aduana, antiguo arabismo del castellano. Su postverbal desaduanaje se usa también en el Perú y otros países de América.

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da circunscripción territorial, es un galicismo conservado en varios países de América, el Perú incluido; con este sentido se relaciona el adjetivo departamental. Ambos usos subsisten en nuestra habla coloquial y formal, aunque el Perú haya sustituido solo teóricamente el departamento por la región. Por otro lado, el acortamiento depa sustituye, en nuestra habla familiar, a departamento como sinónimo de piso ‘unidad habitacional o vivienda en un edificio’.

Desarmador.

En el Perú y en varios otros países de América se conoce como desarmador el objeto que en la lengua general se llama destornillador: ‘herramienta usada para poner o sacar tornillos’. Desarmador es un derivado de desarmar, a su vez obvia formación sobre armar, en su acepción de “concertar y juntar entre sí las varias piezas de que se compone un mueble, un artefacto, etc.” (DRAE 2001). También se usa en el Perú la variante desentornillador, que contiene el infijo -en- (el verbo desentornillar sí se documenta en la Península).

*Desaveniencia.

En vez del correcto desavenencia ‘desacuerdo, discrepancia’ se oye este término a locutores de radio y televisión (en otros lugares se documenta también el antónimo *aveniencia en vez de avenencia). La lengua seudoculta yerra muchas veces al tomar un modelo equivocado. En este caso, en vez de términos negativos acabados en -encia (indecencia, imprudencia) se han imitado otros que acaban en -iencia, tales como deficiencia, desobediencia.

Descachalandrado.

Participio adjetivado de descachalandrar ―de origen incierto― se usa en el Perú y en otros países de América como sinónimo de desaliñado, desgalichado: es decir, ‘descuidado en el vestir’. Igualmente referido a personas, se emplea menos con el sentido de ‘agotado por un gran esfuerzo físico’. Aplicado a objetos o aparatos, descachalandrado se registra como equivalente de desvencijado o descompuesto (malogrado es peruanismo).

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Descuajeringado. En el habla familiar del Perú y de

otros países de América significa ‘desmazalado’, ‘desgalichado’, ‘derrengado’, referido a personas, y ‘desvencijado’ referido a cosas. El étimo es cuajo (del latín coagŭlum ‘coágulo’) ‘fermento digestivo coagulante’. De cuajo sale cuajar ‘coagular’ y de este su antónimo descuajar. El paso de descuajar a descuajaringar (forma preferida en España) no está claro. Sí lo está el de descuajaringar a descuajeringar: por influencia de la palabra jeringa.

Desentornillador. En el Perú y en otros países de la América hispana se llama desentornillador la herramienta que sirve para sacar o poner tornillos haciéndolos girar; el verbo primitivo, desentornillar, corresponde, en rigor, solo a una de esas dos funciones. En otras partes de América se prefieren las variantes equivalentes destornillar y destornillador, pero en España predominan desatornillar y desatornillador. *Desestimiento. En algunos documentos de la legis-

lación peruana se comprueba el uso de este incorrecto término: lo correcto es desistimiento, puesto que se deriva de desistir (no *desestir). Esta falta podría explicarse por ultracorrección, que es un producto de la media ciencia: en la lengua inculta lo frecuente es sustituir e por i, no i por e. Otra opción es la de una posible disimilación de la i de la segunda sílaba, por estar seguida de otras dos en las sílabas siguientes.

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*Desinstalar. Es una forma prefijal sobre instalar, que

viene del francés installer ‘poner en posesión de un empleo, cargo o beneficio’, del latín installare ‘poner en posesión de un beneficio eclesiástico’, derivado de stallum ‘asiento en el coro’. La acepción moderna de instalar es académica solo desde 1899. En el lenguaje administrativo del Perú, desinstalar y su postverbal desinstalación son usos nuevos. Desinstalar no se registra en el DRAE 2001, pero será incluido en la próxima edición.

Desorejado. En la lengua coloquial y familiar del Perú

y de otros países de América, se califica de desorejada a la persona desafinada o desentonada; es decir, aquella incapaz de reproducir adecuadamente, con su voz, una determinada melodía; ha caído en desuso, en el Perú, la acepción de ‘desobediente’. En otros países de América, se documentan otras acepciones de desorejado, tales como ‘irresponsable’, ‘descarado’ y ‘desvergonzado’.

Despacio.

En nuestra lengua familiar ha caído prácticamente en desuso el sustantivo masculino desmanche, postverbal de desmanchar, verbo que, a su vez, está formado sobre el término mancha, del latín macŭla. El equivalente o sustituto del obsoleto desmanche es hoy lejía, castellanización del segundo elemento, adjetivo, de la frase nominal latina aqua lexīva. El desmanche o lejía es de uso doméstico y se emplea, sobre todo, en el lavado de la ropa blanca.

El sustantivo espacio incluyó en castellano antiguo las dos nociones de ‘espacio’ y ‘tiempo’; en el adverbio despacio, formado con la preposición de, solo se conservó la noción temporal. Hoy, en la lengua general, despacio tiene por eso el sentido de ‘lentamente’: hablar despacio es pronunciar pausadamente, aunque sea a gritos. Pero en Asturias y gran parte de América ―el Perú incluido― despacio implica una tercera noción: la de ‘baja intensidad’, referida a la pronunciación; hablar despacio es, entre nosotros, sinónimo de hablar en voz baja.

Desocupación.

En España significa ‘ociosidad’; en América equivale a desempleo (que allá se llama paro forzoso). Desocupado, ‘ocioso’ en la Península, es en América el desempleado, que en España se designa con el término parado, inadmisible en América porque parado tiene acá, además de su sentido de ‘detenido’, el de ‘erguido’, ‘enhiesto’ y, de allí, el de ‘orgulloso’. El postverbal paro se ha hecho en América equivalente de huelga.

Despernancarse. En el Perú, en casi toda la América

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Desmanche.

hispana y en partes de España, se usa despernancarse por desparrancarse. Ambos verbos significan ‘caerse abriéndose de piernas, generalmente con lesión en la cadera’. La relación entre despernancarse y pierna, al parecer de origen, es, sin embargo, fortuita y tardía, pues se debe a influencia de pierna sobre la forma original desparrancarse; esta, a su vez, está en relación con parra, por asociación con las ramas de la vid que suelen crecer extendidas a uno y otro lado de un cobertizo.

*Despostillar. En el Perú y en otros países de Améri-

ca desplaza a desportillar, derivado de portillo, diminutivo de puerto, en su acepción de ‘hueco en la pared’. Desportillar es “deteriorar o maltratar algo quitándole parte del canto o boca y haciendo portillo o abertura”; desportilladura es la “mella o efecto que queda en el borde de una cosa después de saltar de él un fragmento” (DRAE 2001). Desportillar da *despostillar por asimilación de la r de la segunda sílaba a la s final de la primera.

Desprejuiciado. En el Perú y en otros países de América, este adjetivo se aplica a la persona ‘de mente amplia’, ‘que no está dominada por ideas preconcebidas’. Su antónimo, prejuicioso, califica entre nosotros a quien se deja influenciar por prejuicios. En España ―donde es casi desconocida la forma participial y prefijal desprejuiciado― aquella sin prefijo, prejuiciado, tiene un sentido semejante al del americanismo prejuicioso. Destapador. Así ―o con la frase especificadora de bo-

tellas― se designa, en el Perú y en otros países de América, el utensilio que en España se conoce como abridor de botellas o abrebotellas. Destapador es una formación parasintética sobre tapa (es decir, una en que concurren los procedimientos de la composición y la derivación). La palabra designa el utensilio que sirve para quitar la tapa metálica, puesta a presión, de botellas que contienen líquidos, especialmente bebidas gaseosas.

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*Desvastar. Llega al nivel del habla semiculta esta forma incorrecta que resulta del cruce de los verbos devastar y desbastar. Desbastar, formado sobre el adjetivo basto ‘tosco’, significa ‘quitar las primeras asperezas de lo que se va a pulir’; en sentido figurado es ‘hacer que alguien supere su tosquedad’; se dice de algo que está en desbaste cuando está en proceso de ser labrado o pulido. Devastar, formado sobre el adjetivo vasto ‘extenso’ es, en cambio, sinónimo de asolar. En cuanto a sus derivados, los más usados son devastador y devastación, de obvio significado.

Desvestirse. En el español de América es de uso co-

mún este verbo, muy poco empleado en la Península. Allá, desnudarse incluye el área semántica de ambos verbos, pues se aplica al hecho de ‘quitarse la ropa’ total o parcialmente. En América, en cambio, desvestirse puede también entenderse como quedarse con la ropa interior o alguna prenda de ella, en tanto que desnudarse expresa el acto de quitarse toda la ropa y quedarse en cueros.

Detalloso, -a.

En la lengua popular y coloquial del Perú y de Bolivia, este adjetivo tiene los significados de ‘creído’, ‘petulante’, ‘pagado de sí mismo’. Detalloso es un obvio derivado del sustantivo detalle, que, a su vez, es un galicismo registrado en castellano desde principios del siglo XIX. En Cuba, el adjetivo detalloso se documenta, al parecer, como equivalente del término positivo de la lengua general detallista, que se aplica a la persona ‘meticulosa, minuciosa’; es decir ‘amante del detalle’.

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*Diabetis. En el habla semiculta de España y América se

oye a veces *diabetis por diabetes, palabra de origen griego que designa una grave y compleja enfermedad metabólica. La forma errónea *diabetis se explica por influencia del sufijo -itis, que significa ‘inflamación’ (como en apendicitis, otitis, etc.); esta influencia parece reforzada por la de la i del sufijo -ico presente en el adjetivo derivado diabético.

Diablos azules. Esta locución nominal, desconocida en

España, pertenece a la lengua familiar del Perú y de otros países de la América del Sur (Venezuela, Bolivia) y del Centro (Panamá, Nicaragua, Costa Rica). Diablos azules es traducción literal de la correspondiente expresión inglesa blue devils, a su vez designación arbitraria y jocosa del delírium trémens ―literalmente ‘delirio tembloroso’―, es decir, del síndrome de abstinencia del consumo de bebidas alcohólicas.

*Días calendarios. En el lenguaje jurídico y administra-

tivo del Perú y otros países americanos, se lee días calendarios por días naturales (o, simplemente, días) en oposición a días hábiles, útiles o laborables. Esta locución nominal no se registra en el Diccionario académico. De usarla, es preferible la variante días-calendario, sin pluralización del segundo sustantivo, que está en aposición (tal como en horas-hombre o años-luz).

Dientón, -a. En el Perú y en otros países de América

se apoda así a quien tiene los dientes superiores grandes y salientes. El DRAE 2001 registra, como formas generales, dentudo y dientudo; en otras regiones americanas se dice dentuzo o dientuzo. En el Perú alterna con dientón o dientona el sustantivo dientefrío (con alusión a una comprobada exposición al aire de los dientes salientes); está también documentada la frase equivalente dientes tengo, al parecer ya olvidada en Lima.

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*Disgresión.

En nuestra habla supuestamente culta se oye a veces *disgresión por digresión, que viene del latín digressio, -onis. El error se explica por confusión de prefijos (di- y dis- son, más bien, variantes de un mismo prefijo). *Disgresión ha estado en la boca de algún notable orador y político nuestro y se documenta hasta en algunos textos de escritores peruanos consagrados. Aun así, hay que evitar esa forma incorrecta, tanto en la lengua hablada como en la escrita.

*Dividí.

Es la pronunciación a la inglesa de la sigla DVD por digital versatile disc, es decir, ‘disco óptico para almacenamiento de datos visuales o auditivos’ (en español designa también el aparato que reproduce su contenido). Según la Academia, la sigla DVD se debe leer devedé o deuvedé, según el nombre que se aplique ―ve o uve― a la consonante intermedia. La Academia no aprueba la pronunciación *dividí por no corresponder a la lectura de la sigla en español.

Dizque. Es palabra compuesta por una forma anticuada

(diz) de la tercera persona singular del presente de indicativo (dice) del verbo decir, más la conjunción que. En España es un sustantivo sinónimo de chisme, habladuría. En el Perú y en otros países de América, dizque funciona como adjetivo con el sentido de ‘supuesto, seudo’ (“no le creo a ese dizque adivino”) o como adverbio equivalente de dicen que (“dizque llegó herido”).

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Doceavo. Es

un numeral partitivo o fraccionario, y expresa una de las doce partes en que se ha dividido la unidad. La lengua culta no admite el uso de doceavo en vez de duodécimo o decimosegundo como numerales ordinales: “subió al *doceavo piso”, por ejemplo. En cambio, duodécimo puede usarse como fraccionario y como ordinal: “el duodécimo inca”, “un duodécimo de su precio”. Decimosegundo (aún no académico) solo es ordinal: “el decimosegundo presidente”.

Dosaje. En el Perú y en otros países de América se usa

el galicismo dosaje (del francés dosage) por dosificación. Es un derivado del grecismo dosis que en español designa la “toma de medicina que se da al enfermo cada vez” y, por extensión, “cantidad o porción de algo, material o inmaterial” (DRAE 2001). En esta edición no está dosaje, que en el Perú se usa sobre todo en la locución dosaje etílico ‘prueba que determina la presencia y proporción de alcohol en la sangre’.

Dupla. Entre los adjetivos numerales multiplicativos,

Ee

Echar. Del latín jactare, es palabra castellana documen-

tada desde los orígenes del idioma con múltiples sentidos, literales y figurados, entre los que no está la moderna acepción peruana de ‘delatar’. Este uso, de nuestra lengua popular y familiar, se debe a una extensión de sentido de otros significados, documentados en la Península, equivalentes a ‘divulgar’, ‘difundir’, etc. El uso peruano no se consigna en el DRAE 2001, pero sí en el último Diccionario de americanismos publicado en 2010 por la Asociación de Academias de la Lengua Española.

doble y duplo correspondían al cardinal dos. Pero doble es la única variante vigente, pues duplo ha caído en desuso. Sin embargo, la forma femenina dupla sobrevive en muchos países de América ―el Perú incluido― como sustantivo que significa ‘pareja’, ‘grupo de dos personas que realizan una tarea en conjunto y que generalmente se complementan muy bien’. El DRAE 2001 no registra esta acepción americana.

Efectivo. Del latín effectivus, significa ‘real o verdade-

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ro’, ‘eficaz’. Sustantivado, efectivo es ‘dinero en monedas o billetes’; su plural, efectivos, en el lenguaje militar, tiene los sentidos de ‘miembros de que consta una unidad del ejército’ y ‘totalidad de las fuerzas militares (o similares: policías, bomberos, etc.) que están bajo un solo mando’. Se considera incorrecto, sin embargo, el uso peruano de efectivo en singular: “mandó el mensaje con un *efectivo”, por ejemplo.

Egresado. En el español estándar, egresar significa ‘sa-

lir’. Pero en el habla culta del Perú y otros países de América egresar es ‘concluir los estudios en un establecimiento de educación superior’; quien lo ha hecho es un egresado o una egresada. En algunos países ―no en el Perú― se aplica también dicha calificación a quien ya ha obtenido, después de su egreso, el título profesional o grado académico correspondiente.

*El alma máter. La frase latina alma máter refiere a

la Universidad en que un profesional se ha formado. Pero en esta expresión, el adjetivo latino alma significa ‘nutriente’ y no tiene nada que ver con el sustantivo castellano alma, del latín anĭma. La coincidencia fonética de ambos términos induce a aplicar, en este caso, la regla que prescribe anteponer el artículo determinado el a sustantivos femeninos con a tónica inicial: el alma (‘espíritu’), el águila, etc. *El alma máter llega a la lengua culta de España y América.

El anteaño pasado. En el Perú y los países rioplaten-

ses se usa esta expresión nominal en vez de la general el año antepasado; es decir, el año inmediatamente anterior al que ha pasado (en 2007, el anteaño pasado era, por tanto, el 2005). El DRAE 2001 no registra el sustantivo compuesto anteaño, aunque sí formaciones análogas como anteayer y anteanoche, y aun las poco eufónicas anteanteayer y anteanteanoche, trasanteayer y trasanteanoche.

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*El apócope.

La apócope es el fenómeno lingüístico que consiste en la supresión ―verdadera amputación― de un sonido al final de la palabra: de Santo, San; de bueno, buen; de grande, gran, etc. Apócope es un término de origen griego que entró en el castellano, a través del latín, durante la segunda mitad del siglo XV. En español, el género correcto de apócope es el femenino (lo mismo que el de otros tantos grecismos), sin embargo, su uso con el artículo masculino es frecuente aun en boca de personas cultas de ambos continentes.

*El autoestima.

Esta locución nominal, compuesta de artículo determinado masculino más sustantivo femenino singular, es incorrecta: lo correcto es la autoestima; *el autoestima se explica por confusión con los casos en que se antepone el artículo masculino a sustantivos femeninos con a- inicial tónica (con tilde o sin ella); pero la a- inicial de autoestima no es tónica. Son correctas, por lo tanto, las locuciones el alma, el área, el arma, etc. e incorrectas las concordancias *la alma, *la área, *la arma (la h inicial muda no cuenta); se dice correctamente el hada, el hacha, el hampa, etc.

*El día lunes, el día martes, etc. Estas expresio-

nes son frecuentes en el habla supuestamente “cuidada” del Perú, la Argentina y Chile. Lo correcto en español general es decir, simplemente, el lunes, el martes, etc. Las locuciones pleonásticas anotadas, actualmente ajenas a la lengua correcta, estuvieron vigentes en la Península entre los siglos XIII y XV. Hoy se documentan solo en Aragón y León; son, por lo tanto, arcaísmos o dialectalismos y no formas legítimas del español actual.

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Electo.

El verbo elegir tenía antiguamente dos participios: el regular elegido y el contracto culto electo. Pero hoy electo solo se aplica a la persona que, habiendo sido ya elegida (o nombrada), todavía no ejerce el cargo. En el habla culta hispanoamericana es corriente, en estos casos, el uso adjetivo de electo (presidente electo, etc.). El Diccionario académico, sin embargo, solo registra electo, electa como sustantivo, dejando la función adjetiva para el participio regular (presidente elegido, etc.).

El perro del hortelano. Es una frase castiza y clásica:

*Electroshock. Este sustantivo compuesto, cuyo primer elemento es de origen griego y el segundo pertenece al inglés, designa la terapia ―hoy menos usada― que consiste en aplicar descargas eléctricas en el cerebro como tratamiento de la depresión, la esquizofrenia y otros trastornos psíquicos o mentales. Electro significa, en griego, ámbar ‘resina fósil de color amarillo más o menos oscuro’; shock equivale al castellano choque. *Electroshock no aparece en la última edición (2001) del DRAE, pero la forma castellanizada electrochoque se consigna en el Diccionario académico desde su edición de 1970.

El sol por salir. Cuenta don Ricardo Palma que uno de los soldados que acompañaron a Pizarro en Cajamarca, cuando se apresó al Inca Atahualpa, recibió, como su parte del rescate obtenido, un valiosísimo sol de oro que esa misma noche jugó y perdió. No es coherente, por supuesto, la frase jugar el sol por salir que aludiría a jugarse la oscuridad de la noche que precede a la salida del sol. Pero tampoco es coherente la versión que Palma también usa, en su vívida prosa, y que ha sobrevivido en el habla peruana: decir el sol por salir con el sentido de ‘insultar gravemente’, ‘llenar de improperios a una persona.

El líquido elemento. Aunque el agua es un líquido

Embolsicarse. Este verbo se usa en el Perú y en otros

Lope escribió una comedia con ese título, referido a una aristócrata enamorada de un plebeyo pero renuente a casarse con él o a aprobar su unión con otra. La frase se completa con esta: que no come ni deja comer, porque hortelano es el ‘dueño de una huerta’, en la que solo hay hortalizas (verduras) y frutales. El perro guardián, carnívoro, no comía los productos del huerto, pero tampoco los dejaba robar.

compuesto de dos elementos (oxígeno e hidrógeno), para la filosofía natural era uno de los cuatro elementos constitutivos de los cuerpos: tierra, agua, aire y fuego. La locución el líquido elemento ―favorita de quienes transmiten noticias sobre incendios, inundaciones o sequías― ha sido censurada por inexacta (o por cursi). Sin embargo, se ha anunciado su inclusión en la próxima edición del DRAE, con el calificativo de “poética”.

países de América con el sentido de ‘meterse en el bolsillo dinero, u otra cosa, que no pertenece a quien lo hace’. La variante equivalente embolsillarse es también un americanismo; pero, así como embolsillarse se ha formado sobre bolsillo, diminutivo de bolsa que hoy es término de la lengua general, embolsicarse se formó sobre bolsico, variante de bolsillo, que ha caído en desuso.

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Embonar.

Significa, en el Perú y en otros países de América, lo mismo que empalmar: “juntar dos maderos, sogas, tubos u otras cosas, acoplándolas o entrelazándolas” (DRAE 2001). Embonar es una formación sobre bono, variante etimológica de bueno, del latín bonus. El verbo embonar se documenta, como término del lenguaje marítimo de Andalucía, desde el siglo XVIII; tenía entonces el sentido de ‘mejorar el casco de un navío reforzándolo con tablas’.

Emergencia. En español general es “situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata” (DRAE 2001). Pero en gran parte de América ―el Perú incluido― emergencia es también lo que en España se llama urgencias: “sección de los hospitales en que se atiende a los enfermos y heridos graves que necesitan cuidados médicos inmediatos” (DRAE 2001). Emergencia ha ampliado su campo semántico calcando el que tiene emergency en el inglés americano. Emoliente. Como sustantivo, parece un exclusivo pe-

ruanismo. Es una bebida caliente a base de cebada, cola de caballo y linaza, complementadas con limón y otras frutas. Emoliente deriva del verbo anticuado emolir, que el DRAE registraba hasta 1992. En la edición de 2001, emoliente figura así: “adj. Dicho de un medicamento: Que sirve para ablandar una dureza o un tumor”. El uso peruano resulta, pues, de una extensión de sentido, basada en las supuestas propiedades medicinales de la bebida, usualmente de venta callejera y nocturna.

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Empacar. Este verbo, que significa ‘hacer el equipaje’,

es un antiguo término formado sobre el sustantivo paca ‘fardo’, de origen francés. El opuesto desempacar significa, obviamente, ‘deshacer el equipaje’. Empacar no tiene nada que ver, en cuanto a su origen, con su homónimo pronominal empacarse ‘obstinarse’, ‘emperrarse’, ‘obcecarse’, palabra híbrida formada con afijos castellanos sobre la raíz quechua p’ako, nombre antiguo de la alpaca (en el Perú y Bolivia se usa todavía la descartada denominación científica auquénidos para los que hoy se denominan camélidos sudamericanos).

Empecinarse. En el Perú, y en otros países de Amé-

rica, equivale a empeñarse, obstinarse. Viene del apodo de un valiente guerrillero antinapoleónico, Juan Martín Díez, nativo de un pueblo de Valladolid; sus habitantes eran motejados de empecinados por estar supuestamente sucios de pecina, cieno abundante en el río del pueblo. El apodo se hizo glorioso apelativo en la América insurgente, donde se derivaron empecinarse, empecinamiento y empecinadamente.

Emperrechinarse. En nuestra habla familiar es sinónimo de encapricharse, entercarse, obstinarse, obcecarse. Su equivalente peninsular es emperrarse, formado sobre perra en su acepción de ‘rabieta, pataleta’. Por otro lado, de berrinche, sinónimo de perra (o emperro, con el mismo sentido) salió el equivalente berrenchín, y sobre este se formó emberrincharse. Por último, de un cruce entre emperrarse y emberrincharse surgió nuestro peruano emperrechinarse.

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Empoderar. Como variante de apoderar, era ya un ver-

En breve. Esta locución adverbial significa ‘dentro de

bo anticuado en español. Revivió, últimamente, como calco del inglés to empower, término de la sociología y la política que significa ‘conceder poder a grupos humanos desfavorecidos’ a fin de que puedan después, por sí mismos, salir de su desventajosa situación. El sustantivo correspondiente, empowerment, se ha traducido como empoderamiento. Aun no siendo nada eufónicos, estos importantes términos parecen, hasta hoy, insustituibles.

poco tiempo’, ‘muy pronto’, ‘sin dilación’. Pero a veces se usa ―en el nivel de la lengua supuestamente culta de España y América― con el sentido de ‘en suma’, ‘en resumen’, ‘en pocas palabras’; es decir como equivalente y sustituto del adverbio brevemente. Se trata de un calco semántico de la expresión adverbial francesa en brief, no aceptable en el nivel de lengua culta peninsular ni hispanoamericana.

En aras de.

Encandelillar. En el habla familiar del Perú y de otros países de América sustituye a sobrehilar, es decir, “dar puntadas sobre el borde de una tela cortada para que no se deshilache” (DRAE 2001). Encandelillar se ha formado sobre candelilla, en principio diminutivo de candela (que en gran parte de América desplaza a fuego, hoguera). Encandelillar se documenta también como equivalente de encandilar, que significa ‘deslumbrar’ en sentido literal o figurado.

Ara significa en español ―como en latín― ‘altar’. La locución prepositiva en aras de se usa, por eso, con el sentido figurado de ‘en honor o beneficio de’, referido a alguien o algo que es digno o excelso. Por tanto, es correcto decir en aras de la libertad o del amor. Pero algunos seudocultos usan la expresión seguida de verbos en infinitivo: *en aras de conseguir la unanimidad, etc. En aras de la maltratada lengua castellana, se les conmina a que, en esos casos, usen la sencilla y adecuada preposición para lo locuciones adverbiales, tales como con el fin de, etc.

*En base a.

Esta incorrecta locución prepositiva (la correcta es sobre la base de) se da en el nivel de lengua culta en España y América; en el Perú se documenta aun en textos de autores consagrados como Vargas Llosa y Bryce. El lexicólogo y director de la Real Academia Española Fernando Lázaro Carreter decía que en base a “es una de las más necias necedades idiomáticas”. Y advertía: “Si eres mentecato, no por decir [...] en base a dejarás de serlo”.

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Encinta. Según una definición que se remonta a San

Isidoro de Sevilla, encinta viene de un término del latín tardío: incĭncta que significaba ‘desceñida’, es decir, ‘no fajada’ en referencia a la mujer gestante. Su plural correcto es encintas, pero hoy es frecuente ―aun en habla culta― la inmovilización del singular, tanto en función adjetiva (“mujeres encinta”) como en la adverbial (“estaban encinta”). No se admite, en cambio, dividir gráficamente el término: *en cinta.

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Engañamuchachos.

Sustantivo compuesto, masculino singular (sin variación para el plural). Equivale a engañifa, que es “engaño artificioso con apariencia de utilidad” (DRAE 2001). Desde el punto de vista morfológico, engañamuchachos está en la línea de engañabobos, engañanecios, engañamundos, pero no se aplica a personas. Engañamuchachos ―formación nada eufónica por ser también trisilábico su segundo elemento― es un uso bastante nuevo en el habla culta coloquial peruana.

En pindingas.

Esta locución adverbial, usada sobre todo con el verbo estar, tiene el sentido de ‘situación embarazosa’, ‘inseguridad’; estar en pindingas equivale a estar en ascuas. En pindingas tiene dos variantes: en pindinga y en pindingues (esta última documentada en la prosa de Ricardo Palma, pero no incluida en sus Neologismos y americanismos ni en sus Papeletas lexicográficas). En pindingas parece modismo circunscrito al lenguaje coloquial peruano.

Enmarrocar. En nuestras crónicas policiales se lee a veces que un supuesto delincuente ha sido capturado y enmarrocado, es decir, esposado. Marrocas son las esposas, la “pareja de manillas unidas entre sí con las que se aprisionan las muñecas de alguien” (DRAE 2001). Marroca se ha tomado del lunfardo de Buenos Aires, que al principio fue nombre de una jerga de delincuentes y más tarde se ha difundido como forma del lenguaje popular argentino.

Enroncharse. En el habla familiar del Perú y de otros

Enojarse. En España se usa el verbo enfadarse con el

Enrostrar. Equivale a la frase echar en cara, y está co-

países de Hispanoamérica enroncharse es ‘cubrirse de ronchas una parte del cuerpo o todo él’. La forma no pronominal enronchar significa literalmente ‘causar ronchas’ y tiene ocasionales usos figurados. Enronchar es una obvia formación sobre el sustantivo roncha, de origen incierto, documentado en castellano desde el siglo XV. Asimismo, el modismo verbal sacar roncha tiene en el Perú y en Chile el sentido figurado de ‘irritar, indignar’.

sentido de ‘encolerizarse’. Pero en América ―el Perú incluido― enfadarse es término de la lengua literaria; lo usual es enojarse, verbo ―a su vez― de poco uso en la Península. Sin embargo, el DRAE 2001 consigna enojarse como término común a todo el mundo hispánico y enfadarse como su estricto sinónimo. Asimismo, se usa poco en América el postverbal enfado, sustituido por enojo. El adjetivo derivado enojoso, en principio ‘que causa enojo’, tiene hoy en América la acepción de ‘incómodo, embarazoso’.

rrectamente formado sobre rostro (así como encarar, que tiene otro sentido, sobre cara). Enrostrar es un americanismo muy difundido, pero no se usa en la Península. Ya en el siglo XIX, el gran filólogo colombiano Rufino José Cuervo citaba enrostrar como ejemplo de la productividad americana del prefijo en- para derivar verbos de raíces nominales. Enrostrar se documenta como peruanismo desde hace más de un siglo.

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Ensartar. Formado sobre el sustantivo sarta, este ver-

bo significa “pasar un hilo, cuerda, alambre, etc., por el agujero de varias cosas” (DRAE 2001). Es un uso americano ―el peruano incluido― el de ensartar por enhebrar, es decir, ‘pasar una hebra, hilo, etc. por el ojo de una aguja’. Y también lo es el uso figurado de ensartar por estafar, trampear. Su postverbal ensarte equivale a fiasco, chasco, estafa; se usa también con este sentido la forma sustantivada ensartada.

Entrador. Este adjetivo, derivado de entrada (y esta, de entrar), se usa en el habla familiar del Perú y otros países americanos con un abanico de matices semánticos. Un hombre entrador puede ser aquel tenido por ‘desenvuelto’, ‘osado’, o el ‘afortunado en el cortejo de las mujeres’; pero, sobre todo, aquel que espontáneamente despierta simpatía. En el caso de la mujer entradora, opuestamente, predominan los matices negativos que van de ‘coqueta’ a ‘disoluta’. Entredicho. Es participio irregular del verbo anticua-

do entredecir y figura en el DRAE como “prohibición de hacer o decir algo”, junto con varias otras acepciones desusadas en América. Sí está vigente acá, en cambio, la acepción de “duda que pesa sobre el honor, la virtud, calidad, veracidad, etc., de alguien o algo”, expresada en frases tales como poner, quedar o estar en entredicho. Además el uso peruano (no exclusivo) hace a entredicho sinónimo de disputa o altercado.

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Entre gallos y medianoche.

Según el Diccionario académico (edición de 2001), esta locución adverbial significa en la lengua general ‘a deshora’. Pero en el Perú y en otros países de América (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay) entre gallos y medianoche significa, más bien, ‘rápida y clandestinamente’ o ‘aprovechando un momento propicio’. Es sabido que el gallo canta a lo largo del día con intervalos mayores o menores. Después de ponerse el sol, suele hacerlo también una o más veces.

En tren de. Según el Diccionario panhispánico de dudas

(2005), la frase en tren de es un “calco censurable de la expresión francesa en train de, que significa ‘en situación de’, ‘en vías de’ y se usa sobre todo en los países del Río de la Plata”. Contrasta este drástico rechazo de una expresión americana vigente por dos siglos en el habla culta americana con la académica manga ancha comprobable en el caso de americanos que no son ni cultos ni mayoritarios.

*Entre nos. En la lengua familiar del Perú y de otros

países de la América hispana, lo mismo que en España, se oye frecuentemente *entre nos como versión alterada de la locución latina ínter nos, que significa ‘entre nosotros’ con un matiz de confidencialidad. La locución se pronuncia como una sola palabra aguda: internós, pero se escribe en dos palabras y el latinismo ínter lleva acento, como corresponde. La lengua culta no acepta la forma híbrida *entre nos.

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En un minuto. Esta locución resulta de un calco lin-

*Erario público.

En veremos. En la lengua culta familiar del Perú y de

muchos otros países de Hispanoamérica, esta locución adverbial, pospuesta a los verbos estar o quedar, expresa que algo planeado o esperado no llega a concretarse por causa de obstáculos o dificultades. La locución parece haber tenido origen en alguna fórmula final del lenguaje jurídico, pues Ricardo Palma afirma, acerca de cierta suposición no comprobada, que “está todavía en veremos y proveeremos”.

Erisipela.

En nuestra habla familiar se conoce con este nombre el eritema solar, o sea la ‘inflamación y enrojecimiento de la epidermis por acción de los rayos del sol’. Pero la verdadera erisipela es una seria “inflamación microbiana de la dermis, caracterizada por el color rojo y comúnmente acompañada de fiebre” (DRAE 2001). El rasgo en común entre erisipela y eritema está en la rojez de la piel, expresada en las sílabas iniciales eri- (del griego eritro- ‘rojo’).

Epicentro.

El prefijo epi- significa ‘superficie’. Por lo tanto, el epicentro es el “centro superficial del área de perturbación de un fenómeno sísmico que cae sobre el hipocentro”; el hipocentro es el “punto del interior de la corteza terrestre donde tiene lugar un terremoto” (DRAE 2001). Un temblor de tierra o terremoto tiene, pues, un epicentro en un punto de la superficie del planeta y una determinada profundidad; el epicentro, por definición, no tiene profundidad.

Espécimen. Del latín specĭmen es, según el DRAE 2001,

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güístico sobre la inglesa in a minute. Aunque lo tradicional en español es dentro de un minuto, la forma anglicada ha invadido, desde los medios de comunicación, todo el ámbito hispánico. El anglicismo se extiende a fórmulas análogas tales como en un mes, en dos años, pero se recomienda atenerse a las construcciones tradicionales que empiezan con la locución preposicional dentro de.

La palabra erario viene del latín aerarĭum ‘tesoro público’ y ‘lugar donde se guarda’, a su vez derivado de aeris ‘cobre’, ‘bronce’, porque de ese metal o esta aleación se fabricaba la mayor parte de las monedas que constituían el erario de Roma. No habiendo erarios particulares o privados, debe evitarse el frecuente pleonasmo *erario público, que recuerda otro aún más difundido: *funcionario público.

un sustantivo masculino que designa la “muestra, modelo, ejemplar, normalmente con las características de su especie muy bien definidas”. Pero, en plural, espécimen sufre un desplazamiento del acento de intensidad: se dice los especímenes. Y, por influencia de este plural correcto, se oye a veces un singular incorrecto *especimen, con acento prosódico en la tercera sílaba.

Espectar.

Con los significados, próximos entre sí, de ‘mirar’, ‘observar’, ‘presenciar’, ‘contemplar’, este verbo se documenta en el Perú, Ecuador y Bolivia. Es curioso que no se use en la lengua general ni en el resto de América, pese a la vigencia de derivados tales como espectáculo y espectador. Espectar no figura en el DRAE 2001; calificado de “execrable” por cierto “Notario del Lenguaje”, podría haber surgido en el léxico de locutores deportivos.

Estar al pendiente. En la lengua general, el adjeti-

Espeso. Este antiguo adjetivo castellano (documentado desde el siglo XI) se deriva del latín spĭssus ‘apretado’, ‘compacto’. Espeso (o espesa) se aplica a líquidos (sopa espesa), semisólidos (mazamorra espesa), sólidos (muro espeso) y gaseosos (humo espeso). En el Perú y en otros países de la América hispana (Argentina, Uruguay, Bolivia, Venezuela, Guatemala, Cuba, entre ellos), espeso, referido a personas, ha tomado el sentido figurado peyorativo de ‘pesado’, ‘impertinente’, ‘fastidioso’, ‘molesto’.

Estar en la luna de Paita. Este modismo peruano

*Estadío.

Es una forma incorrecta del sustantivo estadio, cuya primera acepción es “recinto, con graderías para los espectadores, destinado a competiciones deportivas”; su cuarta acepción es “etapa o fase de un proceso, desarrollo o transformación”. El prurito de diferenciar en la forma estas dos acepciones de estadio ha tenido como consecuencia la errónea pronunciación, como hiato, del diptongo final, en el caso de la acepción de ‘etapa o fase’. *Estadío se oye aún a profesionales reputados.

Estar frito. En el habla familiar del Perú y de algunos

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vo pendiente significa, en sentido figurado, ‘que está por resolverse’: “deuda pendiente”. Pero, en Méjico, pendiente se ha sustantivado con el sentido de ‘asunto pendiente’ y estar al pendiente equivale a estar pendiente. En los últimos años se está empezando a oír estar al pendiente en el habla peruana; se trata de un caso más de influencia de los programas de la televisión mejicana en nuestra lengua oral.

equivale al peninsular estar en la luna de Valencia; es decir, ‘estar abstraído, distraído, fuera de la realidad’. Según el DRAE 2001, estar en la luna de Paita se usa también en el Ecuador ―hecho explicable por la proximidad geográfica― y en Bolivia, lo cual resulta no tan claro por la lejanía de este país andino con respecto al puerto peruano sobre el Pacífico septentrional. El uso del español general prescinde de términos geográficos y reduce la expresión a estar en la luna.

otros países de la América hispana (entre ellos Cuba, Panamá, Colombia, Venezuela y Chile), la locución verbal estar frito o frita tiene el sentido figurado de ‘hallarse en una situación difícil, crítica o aun irremediable’. Es de notar que frito, participio irregular del verbo freír (del latín frīgěre), ha llegado a desplazar a la forma regular freído, específicamente en su función adjetiva; por ejemplo, huevo frito y no huevo *freído.

Estar hecho un anís. En el Perú, el Ecuador y Bolivia, el modismo estar hecho (o hecha) un anís tiene el sentido de ‘estar pulcramente vestido’, ‘estar acicalado’. El modismo puede aplicarse, excepcionalmente, a casas, habitaciones o ambientes pulcramente cuidados. Aunque anís es de origen latino pasó al castellano a través del catalán; en principio anís es el nombre de una planta oriental que se extendió por Europa antes del descubrimiento de América; el anís es muy apreciado por su olor y sabor en la cocina y repostería de todas partes.

Estar para el gato. En

el habla familiar del Perú, Bolivia y Chile, esta locución verbal (pronunciada normalmente estar pa’l gato) significa ‘estar en malas condiciones’, ‘estar débil o enfermo’, referida generalmente a personas. Otras expresiones americanas equivalentes son estar para el perro (que en Bolivia alterna con estar para el gato) y estar para el tigre, usada en Guatemala. El lexicógrafo arequipeño Miguel Ángel Ugarte consigna estar para el gato con una menos conocida acepción que se refiere también a actividad o cosa: “que no merece atención por inútil o por haber perdido importancia”.

Estar pintado en la pared. En

el Perú, en otros países de la América Meridional y Central (desde Costa Rica hasta Chile), esta locución significa ‘no tener autoridad’, ‘no tener el respeto ni la consideración de los demás’; en la Argentina y el Uruguay se documenta la variante estar pintado al óleo. Ambas locuciones pueden haber resultado de ampliación de aquella documentada en España en el siglo XIX que hace a estar pintado equivalente de no ser útil, no servir para nada.

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Estatequieto. En el Perú y en el Cono Sur, el modis-

mo dar un estatequieto equivale al peninsular dar un rapapolvo; es decir, ‘llamar ásperamente la atención’. En la Argentina se documenta también el equivalente dar un sosegate (forma verbal de voseo, equivalente de sosiégate). El sustantivo estatequieto se explica por fusión de la forma imperativa estate y el adjetivo quieto; el modismo español ¡estate quieto, Blas!, expresa la ‘paciencia agotada’ del hablante.

*Este ancla, *ese habla, *aquel águila, etc. Son expresiones incorrectas, puesto que el hecho de que se diga ―correctamente― el ancla, el habla, el águila no hace masculinos los sustantivos femeninos ancla, habla, águila. En estos casos, el artículo formalmente masculino el es solo el resultado de la reducción fonética del antiguo artículo femenino ela. Por eso, los adjetivos correspondientes deben ir en femenino: el ancla nueva, el habla correcta, el águila negra. Estéee.

En la lengua oral del Perú y otros países de América se usa el demostrativo este como muletilla (“voz o frase que se repite mucho por hábito”, DRAE 2001); la grafía estéee enfatiza la pronunciación tónica y prolongada de la vocal final. Esta muletilla ―usada para darse tiempo mientras no se atina con la idea o palabra adecuada― sigue el uso similar que tuvo su forma anticuada aqueste. En España se prefiere como muletilla el pronombre neutro esto, que también se oye en el Perú.

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Evidencia. Es, según el DRAE 2001, la “certeza clara

y manifiesta de la que no se puede dudar”; equivale a prueba determinante o prueba plena. Ya, a mediados del siglo pasado, el gran lexicólogo catalán Joan Corominas escribía: “Está ganando terreno en América el abominable anglicismo evidencia por pruebas, documentación”. Otros lexicólogos han comprobado y censurado también este uso en la Península, pero es improbable que este término, hoy tan difundido, recobre su restringido sentido original.

*Exprofesamente. Esta forma, de función adverbial,

Ff

Fachista, fachismo. En nuestra habla culta se pro-

se registra en el Perú y también en la Península. Resulta de la adición del sufijo -mente a la locución de origen latino ex profeso (en latín, ex professo), la cual significa ‘con intención’, ‘deliberadamente’. La lengua culta no acepta el adverbio *exprofesamente; tampoco admite sus variantes *de exprofeso y *de ex profeso, que incluyen una superflua preposición de.

nuncian así estos italianismos del lenguaje político, que generalmente se escriben fascista, fascismo. El italiano los tomó del latín fascio ‘haz’ (de leña) cuya imagen fue usada como emblema. En España son hoy raras las variantes fachismo y fachista, pero esa pronunciación persiste en el acortamiento despectivo facha (por fachista) que se apoya en el sentido predominantemente negativo que tiene allá el sustantivo facha ‘aspecto personal’.

Extinguidor. Así se llama en gran parte de la América

Fachoso. Es un derivado de facha ‘traza, figura’, que

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hispana ―el Perú incluido― el ‘aparato utilizado para extinguir incendios’. Pero su nombre oficial es extintor. Extinguidor, derivado documentado en este continente desde el siglo XVIII, figura ya, como americanismo, en la última edición (2001) del DRAE. Extinguidor está mejor formado que extintor (latinismo crudo), pues en su caso se han seguido las reglas de la derivación de adjetivos sobre raíces verbales.

a su vez viene del italiano faccia ‘cara’ (pronunciado facha). En España prevalece su matiz negativo de ‘mala facha’ mientras que en América (el Perú incluido) está también vigente ―y prevalece― el matiz positivo de ‘buena facha’. Por eso fachoso (o fachosa) es en España la persona que tiene una apariencia descuidada; en América, en cambio, es quien tiene aspecto pulcro y figura erguida.

Falencia.

Este latinismo figura todavía en el DRAE 2001 con su sentido etimológico de ‘engaño’ y también con el de ‘error’, resultado de extensión semántica; ambos son hoy obsolescentes. En cambio, otros usos de falencia tienen vida plena en la América hispana. Primero se aplicó a la insolvencia y consiguiente quiebra de un comerciante; luego, a la carencia, deficiencia o falta de algo; y, por último, a la ineficiencia o error de una institución o de un sistema social.

Falla. Los sustantivos falla y fallo son postverbales del anticuado fallir ‘engañar’, ‘no ser notado’. Hoy, fallo es común a España y América con el sentido de ‘sentencia’ de un tribunal; falla se usa poco en la Península, referido a las imperfecciones de una tela. En América, en cambio, falla desplaza a fallo para referirse a una disfunción o a un error, especialmente el de cualquier mecanismo; se habla así de las fallas de un argumento, pero, sobre todo, de las fallas de un motor de cualquier tipo. *Faltar el respeto. En la lengua general, la expresión

verbal faltar al respeto tiene el sentido de ‘tratar sin respeto ni consideración’ a alguien. En el Perú y en otros países de la América hispana, sin embargo, se dice comúnmente *faltar el respeto. Se omite, así, la preposición a que constituye el primer elemento de la contracción al, presente en construcciones análogas tales como faltar a la verdad. La Academia recomienda no omitir la preposición a incluida en al.

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Faxear.

Aparece ya en el DRAE 2001 con el sentido de ‘enviar un fax’; se formó sobre este último término ―admitido antes― con el sufijo verbal -ear. Fax, a su vez, es un anglicismo-latinismo, pues resulta de la arbitraria abreviatura, hecha en inglés, de facsímil ‘copia exacta’. Arbitraria, porque sustituye por una -x final la sucesión consonántica interna -cs- de facsímil; ambas grafías son, por cierto, fonéticamente equivalentes.

*Fedatear.

En el lenguaje jurídico y administrativo del Perú se usa este verbo con el sentido de ‘verificar y autenticar la copia de un documento original’. Fedatear es un derivado regresivo (irregular) de fedatario, el “notario u otro funcionario que da fe pública” (DRAE 2001). Fedatario, a su vez, es un compuesto de fe y datario, derivado de data ‘permiso’ cuyos usos principales pertenecen al lenguaje eclesiástico.

Feo.

En ambos continentes, el adjetivo feo (del latín foedus) significa ‘carente de belleza’, ‘desfavorable’, etc. Pero en el Perú y en otros países de América se conservan, además, otros usos de origen andaluz en los que el ámbito semántico de feo rebasa el sentido de la vista y se extiende a los del olfato y el gusto: olor feo, sopa fea. Y, dando un paso más allá, el cambio se extiende a la sintaxis, pues el masculino feo adquiere función adverbial: mirar feo, oler feo, saber feo (‘tener mal sabor’), sonar feo.

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Ficho, -a. Este adjetivo, de moderno uso en la lengua

Fijón. En el habla familiar del Perú y de otros países

familiar peruana, no tiene relación con el sustantivo ficha, de múltiples significados, tomado a su vez del francés fiche. El peruanismo ficho abarca una amplia área semántica. Referido a personas expresa ‘elegancia’, ‘lujo’; referido a objetos o lugares expresa ‘exclusividad’, ‘precios altos’. Sería insólito que, como se afirma, estas acepciones positivas hubieran surgido del sentido negativo original que tiene el americanismo ficho como aféresis de caficho ‘proxeneta’.

de América, se moteja de fijón o fijona a quien observa con insistencia ―que puede llegar a la impertinencia― a otras personas (y también cosas, situaciones o sucesos). El adjetivo fijo (del latín fixus ‘clavado’) es un cultismo del Siglo de Oro que dio origen al verbo fijar. Este, en su forma reflexiva fijarse, desarrolló más tarde las acepciones de ‘advertir’, ‘notar’, antecedentes semánticos del adjetivo fijón.

Fierro. En

prácticamente desconocido en España, sobre el de sus equivalentes filoso y afilado (este último participio adjetivado del verbo afilar). Los tres términos tienen el mismo origen: el sustantivo filo, del latín fīlum (del cual proviene también el castellano hilo). Filudo, predominante en el Perú, se documenta asimismo en otros países de Hispanoamérica. Filoso se usa mucho en gran parte de América (el Perú prácticamente excluido) y poco en la Península.

el Perú y en otros países de nuestro continente se conserva la f- inicial de fierro (< lat. ferrum); pero hierro se impuso en la lengua culta general y jierro en la lengua popular de algunas zonas de América. Fierro tiene varias acepciones dialectales americanas: ‘acelerador’ en vehículos automotores (fierro a fondo), arma (blanca o de fuego); fierros son los ‘aparatos metálicos usados en ortodoncia’, etc. Cliché de la crónica roja: los fierros retorcidos, referido a vehículos semidestruidos.

Filudo. En el Perú predomina el uso de este adjetivo,

Figuretismo. Se deriva de figureti, forma castellaniza-

Flacuchento.

da de figuretti, seudoitalianismo acuñado en un difundido programa de la televisión bonaerense. Figuretismo equivale al peninsular vedetismo, derivado del francés vedette en su acepción de “persona que destaca o quiere hacerse notar en algún ámbito” (DRAE 2001); vedetismo se incluirá en la próxima edición del DRAE con esta definición: “inclinación desmesurada a destacar y ser centro de atención”.

Es un adjetivo derivado de otro: flacucho, que a su vez lo es de un tercero: flaco ‘de pocas carnes’, con el sufijo despectivo -ucho. Flacuchento tiene gran vitalidad en el habla familiar del Perú y otros países de América. Según el contexto, flacuchento (o flacuchenta) puede tener matiz despectivo o positivamente afectivo. En algunas regiones americanas se usan, como equivalentes de flacucho o flacuchento, los derivados flacuncho y flacón.

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Florear. Este verbo es un obvio derivado del sustanti-

¡Fo! Esta interjección que expresa ‘asco, repugnancia’

vo flor, que el Diccionario de la Real Academia Española (edición 2001) registra con un total de dieciocho acepciones, literales o figuradas, generales o americanas. Florear presenta, asimismo, un grande y variado número de usos figurados, entre ellos varios exclusivamente americanos. Uno de estos, documentado desde Méjico hasta la Argentina ―el Perú incluido― es el de florear como equivalente del derivado de uso general florecer; entre nosotros las plantas florean, no florecen.

o ‘rechazo, desprecio’, se usa en el habla familiar del Perú y de otros países de América (también en las islas Canarias y en Galicia). La locución verbal hacer fo significa ‘sentir o expresar desprecio’, referida a algo o a alguien. La frase exclamativa ¡ay, fo! ―escrita a veces en una sola palabra: ayfó― ridiculiza las actitudes negativas y discriminatorias que se expresan en hacer asco de todo y a todos.

Florería. Este sustantivo derivado de flor designa, en

(del latín focus) designa el ‘globo o ampolla de vidrio, en el cual se ha hecho el vacío, que contiene un filamento metálico incandescente, que ilumina el espacio a su alrededor cuando pasa por él una corriente eléctrica, recibida a través de una base metálica generalmente entornillable’. En España se llama bombilla; en algunos países de América se emplea la variante bombillo.

el Perú y en gran parte de los demás países hispanoamericanos, la ‘tienda en que se venden flores’. Pero en España y en algunos países de este continente (entre ellos, Venezuela) se prefiere el sinónimo floristería, derivado de otro derivado: florista ‘persona que vende flores’. Por cierto que el DRAE 2001 simplemente remite floristería a florería, entrada en la que consigna la correspondiente definición.

Floro. En nuestra habla coloquial, meter floro es hacer

uso de un lenguaje muy adornado con el fin de impresionar y convencer al auditorio. Actividad obsolescente en el área de la política, está hoy muy vigente en el campo de las relaciones personales. Y está bastante claro el nexo de floro con el uso general del adjetivo florido referido al lenguaje, así como con el de floreo equivalente de palabreo y con flor en el sentido de ‘piropo’. A quien tiene floro se le llama florero; florear es equivalente de meter floro.

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Foco. En el Perú ―y en otros países de América― foco

Fólder.

En el Perú y en otros países de la América hispana es de uso corriente el anglicismo fólder con el sentido de ‘carpeta rectangular de cartulina o plástico, doblada verticalmente por el medio, que se usa para guardar o archivar documentos, legajos, dibujos, etc.’. En inglés, folder es un derivado del verbo to fold, que significa ‘doblar, plegar’. Según el Diccionario panhispánico de dudas, su plural es fólderes (no *fólders, plural a la inglesa frecuentemente oído en el Perú).

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Fórmica.

Así se designa, en el Perú y en otros países de Sudamérica, el material plástico laminado que en España y el resto del mundo hispanohablante se llama [formíka], normal pronunciación de la grafía Formica que en inglés se pronuncia [formáika]. ¿Por qué la anómala pronunciación esdrújula? Quizá es efecto de una tendencia esdrujulizante seudoculta. ¿Y por qué Formica como nombre del producto? Porque en su preparación se usa el aldehído fórmico.

Forúnculo, furúnculo. Son variantes de un mismo término derivado del latín fūrŭncŭlus que designaba un tallo secundario de la vid y también un pequeño bulto que en él aparecía. Desde el siglo XVIII, la variante etimológica se aplicó a pequeños abscesos que aparecían en la piel. Hasta la edición de 1992, el DRAE daba como forma principal la variante furúnculo, pero a partir de la vigente (2001) prefiere forúnculo. Son sinónimos de forúnculo o furúnculo los vocablos divieso, apostema, grano y también el quechuismo chupo.

Franelero. En el Perú y otros países de América se lla-

ma así al adulador; franelear es adular, y franela ‘adulación’. Franela se tomó del francés flanelle, que a su vez viene del inglés flannel (antes flannen, del galés gwlan ‘lana’ que tiene el mismo étimo indoeuropeo que el inglés wool y el castellano lana). La franela es una tela suave de algodón (o lana) con una de sus caras ligeramente cardada; se usa en prendas de vestir, pero también para desempolvar ―sobándolos: recuérdese sobón ‘adulador’― diversos objetos y artefactos.

Friaje. Esta palabra se ha difundido últimamente en

el Perú para designar una peculiar ola de frío (comúnmente nocturna) que viene del extremo sur de América y puede llegar hasta el departamento de Madre de Dios o aun a la ciudad amazónica de Iquitos, según sea su intensidad; ocurre entre el otoño y la primavera austral (mayo-septiembre). Friaje viene del brasileñismo friagem, de igual sentido pero de género femenino. El uso masculino peruano se explica por influencia de frío.

Fosforito. En el Perú (y en casi toda América) se pre-

Friolento. Con el sentido de ‘muy sensible al frío’, es el

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fiere fósforo a cerilla para denominar la varita de madera o cartón, uno de cuyos extremos está recubierto de fósforo. En España predomina, en cambio, cerilla, derivado de cera. El diminutivo fosforito tiene aquí y en otras partes de América el sentido figurado de ‘irascible’. Aunque puede ser sustantivo o adjetivo, nunca toma terminación femenina: “ella es un fosforito”, por ejemplo. Fósforo significa en griego ‘portador de luz’; el nombre se explica por tratarse de un elemento inflamable al mero contacto con el aire.

adjetivo preferido en la América Hispana (también en Asturias). La Península prefiere, con ese mismo sentido, la variante friolero (el uso sustantivado del femenino friolera con el sentido de ‘cosa sin importancia’ se debe a influencia arábiga). Friolero y friolento son ambos derivados de friol (del latín frigor ‘frío’ con disimilación de -r), equivalente del derivado moderno frialdad y ya desusado en la época clásica.

Frisar.

Este verbo significa ‘aproximarse’ cuando se refiere a la edad de las personas; en esos casos, se usa siempre con preposición. Antes era frecuente la preposición con (“frisa con cuarenta años”); hoy predomina en (“frisábamos en los veinte”). Y se emplea entre para expresar fluctuación (“frisan entre los sesenta y los setenta”). Lo que no es correcto es el uso de frisar sin preposición: “*frisaba los treinta años”, etc.

Fronterizo, fronteriza. Esta pareja de adjetivos sus-

tantivados, que designa en el Perú y en otros países de América (Cuba, el Ecuador) a la ‘persona con retardo mental’, traduce más o menos literalmente el inglés borderline. Fronterizo es un obvio derivado del sustantivo frontera, con el sufijo -izo, que indica posesión de características o cualidades expresadas por determinada palabra; ella puede ser un sustantivo (como en cobrizo), una forma verbal adjetivada (como en olvidadizo), etc.

Fructosa. Es el azúcar de la fruta, y también el de la

miel (de abejas). Fructuosa, en cambio, es el femenino del adjetivo fructuoso ‘que produce frutos’, el cual se aplica, figuradamente, a aquello que tiene utilidad o buen resultado (su antónimo es infructuoso). Usar el adjetivo femenino fructuosa ‘que produce fruto’ con el significado del sustantivo fructosa ‘azúcar de fruta’ es un error comprobado en el habla semiculta del Perú.

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Fulbito. En el Perú y en otros países de Sudamérica es

diminutivo de *fulbo, pronunciación vulgar del inglés football (la correcta es fútbol), nombre del ‘juego en que dos equipos de once jugadores patean una pelota con el fin de hacerla entrar en el arco contrario’ (la traducción balompié no logró imponerse). El diminutivo fulbito designa una reducción del *fulbo (en cuanto al tamaño de la cancha, el arco y el número de jugadores). En el Perú se documentan también los derivados fulbitero y fulbitear.

*Funcionario público. En el Perú y en otros países

hispanohablantes se usa mucho esta locución nominal, a pesar de que es pleonástica o redundante. En efecto, funcionario se tomó en el siglo XIX del francés fonctionnaire, que significaba ‘empleado público’; por eso, en el español general se le llama empleado público o funcionario a secas. Para referirse a quienes ejercen cargos en la empresa privada, se puede usar la misma palabra cargo (“llegó un alto cargo”), el adjetivo sustantivado ejecutivo o el término genérico empleado.

Fundillo. En el Perú y en muchos otros países de las tres Américas, este sustantivo designa la parte trasera y baja de los pantalones, y en algunas partes igualmente las nalgas que esta prenda cubre. Fundillo es un diminutivo sustantivado del adjetivo hondo, en su forma etimológica fondo. Con sus variantes, fondillo, fundillos o fondillos, este término se documenta, en el Perú, desde Juan del Valle y Caviedes (siglo XVII) hasta Mario Vargas Llosa; se registra ya en el Diccionario de peruanismos de Pedro Paz Soldán y Unanue (siglo XIX).

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*Fustrar. En vez de frustrar, se oye en el habla semicul-

ta de España y varios países de América, el Perú incluido, la variante *fustrar. Censurada como barbarismo, esta variante incorrecta se explica por simple pereza articulatoria: resulta dura, para un hablante de castellano, la sucesión de dos sílabas que tienen r como consonante líquida: frus y trar. En algunos países americanos, la disimilación ocurre en la segunda sílaba y produce la variante, igualmente incorrecta, *frustar.

G g

Gallinazo. Formalmente un derivado de gallina, es el

nombre de un ave de rapiña, de tamaño mediano y color negro. Otros nombres americanos de aves muy semejantes son aura, zopilote, zamuro, chimango y jote. En el Perú se usa todavía el dicho rimado “gallinazo no canta en puna, y si canta es por fortuna”; se refiere a la dificultad o incomodidad que tienen los individuos de raza negra para vivir en tierras altas. Gastar pólvora en gallinazo equivale a gastar pólvora en salvas, es decir, ‘hacer esfuerzos para realizar una tarea y obtener un resultado que no vale la pena’.

Ganarse los frejoles. En el habla familiar peruana,

el modismo ganarse los frejoles (o frijoles) equivale a la frase del español general ganarse el pan. Modismo equivalente es, en Panamá, Ecuador y Chile, ganarse los porotos; es digno de mención el hecho de que sea precisamente en el Perú donde el quechuismo poroto haya sido desplazado por el término castellano frejol o frijol. Frases americanas equivalentes de ganarse los frejoles son ganarse el puchero (en Chile) y ganarse la papa en la República Dominicana, Colombia y Bolivia.

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Garúa. Sinónimo de llovizna, es un americanismo muy

Gay.

Gaseoducto, gasoducto.

Gen o gene. Es el nombre de la unidad cromosómica

extendido, con el Perú como centro de difusión desde el siglo XVI. Se le creyó quechuismo, aunque ya en el Vocabulario de González Holguín, de 1608, aparece garúa traducido por el quechua Yppu yppu, y su derivado garuar por yppuni. Hoy no se discute el étimo románico de garúa: el portugués dialectal garuja ‘niebla’, que tomó en las islas Canarias el sentido de ‘llovizna’ con el que pasó a América.

La Academia ha aceptado este anglicismo (a su vez proveniente del francés gai ‘alegre’) pronunciado a la española: gai (pero sin duda es más corriente su pronunciación a la inglesa: guei). El DRAE 2001 define gay como “perteneciente o relativo a la homosexualidad” y, en uso sustantivo, “hombre homosexual” (para la mujer, predomina lesbiana). Gay no debería variar para el plural: matrimonios gay; sin embargo, frecuentemente se le hace concordar: parejas gays, los gays, etc.

Gasoducto es un término compuesto de gas (palabra inventada en el siglo XVII, con inspiración en el latín chaos ‘caos’, por un químico holandés), y un segundo elemento latino: ductus ‘conducción’. Según el uso general, en este tipo de compuestos, la forma resultante debería haber sido *gasiducto. Gasoducto se registra ya en la edición de 1970 del Diccionario oficial; gaseoducto (tal vez debido a influencia de oleoducto) solo en la última, de 2001.

básica en la transmisión de los caracteres hereditarios. El derivado genético, documentado en castellano desde el siglo XVI, incorporó a principios del XX otras acepciones relacionadas con la moderna genética, parte de la biología que trata de la herencia. En cuanto a las variantes gen y gene, prevalece gen en todo el ámbito hispánico, mientras que gene se documenta esporádicamente a ambos lados del Atlántico.

Gata. Se llama así, en el Perú y otros países de Amé-

rica, una máquina, compuesta básicamente por un engranaje, empleada para levantar grandes pesos a poca altura. Este uso ―asociado especialmente al automovilismo― tiene antecedentes en el de gata ‘cierta máquina de guerra’, documentado desde el siglo XIV en castellano. Sin embargo, en España ―y en la lengua general― ha prevalecido el masculino gato como designación de la mencionada máquina.

Geniograma.

El geniograma es un entretenimiento, semejante al crucigrama, que incluye gráficos y frases. Genio es ‘capacidad creadora extraordinaria’ y -grama significa ‘escrito’, ‘gráfico’. El geniograma se publica desde hace más de medio siglo en el diario limeño El Comercio; se tomó del periodismo sueco por iniciativa de su entonces director Alejandro Miró Quesada Garland y su adaptación al castellano se debe al intelectual boliviano Mario Lara. El geniograma es hoy un útil pasatiempo para millares de geniogramistas.

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Gente.

Del latín gěns, gěntis, se documenta en castellano desde el siglo XII con el significado de ‘raza’, ‘familia’, ‘tribu’. En el Perú y en otros países de América, gente tiene hoy usos adjetivos no presentes en el castellano general: “Fulano es gente”, “Zutano es buena gente” o aun “Mengano es muy gente”. En esas frases, gente tiene la connotación positiva de ‘honesto’, ‘justo’, ‘irreprochable’. En cuanto a diminutivos, es frecuente en el Perú el irregular gentita, con valor afectivo en vez del regular gentecita, referido casi siempre al círculo más íntimo de amigos.

Gotero. Este derivado de gota, del latín gūtta, íd., se do-

*Giro de 360º. En el habla seudoculta de España y

Grácil.

Gollería. En el Perú ―y parece que también en Costa

Graffiti, grafiti. Estas variantes designan un escrito,

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América se oye, o se lee, la expresión nominal un giro de 360 grados con el sentido de ‘vuelco total’, es decir, paso rotundo de una opinión a la contraria. Pero dar un giro de 360º implica solo volver al punto de partida, es decir, no variar de posición y, por lo tanto, no variar de opinión. El error podría explicarse porque 360, doble de 180, induce a creer que se trata de un cambio mucho más radical.

Rica― gollería es ‘ventaja de que goza, sin merecerlo, un funcionario o empleado público’. Gollería, golloría y gulloría son variantes de una antigua palabra castellana documentada con las acepciones de ‘manjar exquisito’, ‘cosa delicada que se puede pedir en ciertas circunstancias’ y ‘delicadeza, superficialidad’. La forma más antigua, gulloría, es de origen incierto; según Corominas se trataría de un probable derivado de gola ‘garganta’ con influencia fonética del verbo engullir.

cumenta en castellano desde el siglo XIII. El derivado general gotera designa la filtración de agua por un techo; el masculino gotero es el dispositivo usado para administrar líquidos por vía endovenosa. Pero en la mayor parte de la América hispana ―el Perú incluido― gotero ha sustituido a cuentagotas ‘pequeño instrumento usado para administrar líquidos gota a gota’. La locución por cuentagotas se refiere, en España, a la pequeñez de las porciones con que algo se suministra; en América se prefiere la variante a cuentagotas. En el habla seudoculta de España y América se usa este adjetivo para calificar a quien tiene gracia, ya sea en su figura o en sus movimientos. Pero grácil, del latín gracĭlis ‘delgado, flaco, sutil’, significa eso mismo en castellano, y así se documenta en el siglo XVIII. En el XIX el término cayó en desuso y, al revivir en el XX, lo hizo con un sentido ―equivocado― que está en supuesta relación con gracia, palabra con la cual solo tiene semejanza formal.

generalmente con sentido de denuncia o propaganda, hecho sobre una pared callejera. Graffiti, grafiti son variantes de un plural italiano representado por la vocal final -i; al no tenerse conciencia de ello, se agrega en castellano una -s para indicarlo: graffitis, grafitis; en España se castellanizan como grafito, grafitos. Por último, en el Perú y en otros países de América se documentan variantes gráficas que conservan la doble f del italiano: graffitero y graffitear.

Graficar. En el Perú, el Cono Sur y algunos países de

Grandulón. En el Perú y en otros países de América

la América Central, graficar significa ‘ilustrar, aclarar o complementar, mediante dibujos, esquemas u otros elementos visuales no léxicos, un texto determinado’. Este verbo, al parecer desconocido en España, se usa en América solo a partir de mediados del siglo XX. Graficar se deriva del adjetivo gráfico, que se emplea desde la segunda mitad del siglo XIX, referido a todo lo relativo a la escritura, el dibujo y la imprenta. Su étimo latino es el adjetivo graphĭcus ‘dibujado con perfección’.

se usa este aumentativo, de matiz despectivo, para designar al ‘muchacho que excede en estatura a los de su edad’ o al ‘adulto corpulento y desgarbado’; se usa asimismo el femenino grandulona. En España los términos equivalentes son grandullón, grandillón y grandón, con las formas femeninas correspondientes: el terminal -lón, con valor de aumentativo o frecuentativo, es típico del español americano (recuérdense comelón, reilón, pegalón, etc.).

Grajo. Por sobaquina (palabra aquí desconocida), es de-

Grass. En el Perú es de uso general esta palabra ingle-

cir, ‘mal olor a sudor de los sobacos o axilas’, se registra ya en el Diccionario de peruanismos de Arona (1883). Grajo se usa también en otros países de Sudamérica y Antillas. Es de origen incierto y no tiene relación con el castellano grajo, nombre de un ave. Derivado de grajo ‘sobaquina’ es el adjetivo grajiento, -a, documentado también desde el siglo XIX. Grajo y grajiento se han asociado a la raza negra desde la época de la esclavitud. Pero, obviamente, no se trata en este caso de una característica étnica.

sa como sinónimo de las castellanas césped o pasto; otro peruanismo equivalente es grama y se incluye ya en el DRAE 2001. Segunda acepción peruana de grass es ― en el nivel vulgar o replanesco― la de ‘marihuana’. Es notable la vitalidad de este anglicismo, vigente hoy en todos los niveles de nuestra habla, y es también notable que haya conservado la grafía original inglesa con las dos eses finales.

Grampa. En

al anglosajón y a otros europeos de tez blanca, sobre todo a los de cabellos rubios y ojos claros; entre nosotros se aplica también a peruanos de características somáticas similares. Hasta 1984, la Academia consideraba a gringo como resultado de alteración de la voz griego, pero a partir de 1992 da gringo como de origen incierto. Derivado de gringo es agringarse, con su participio adjetivado agringado; el compuesto humorístico Gringolandia se refiere específicamente a los Estados Unidos de América.

español general grapa es la “pieza metálica pequeña que se usa para coser y sujetar papeles” (DRAE 2001). El Diccionario académico registra también los derivados grapar, engrapar, desengrapar y grapador. Pero en América predomina la variante grampa, con sus derivados engrampar, engrampador (o engrampadora) y desengrampar, desengrampador. Grapa es un catalanismo documentado desde el siglo XVII; la variante grampa, solo desde el XIX.

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Gringo. Designa, en el Perú y otros países de América,

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Guachimán.

En gran parte de la América hispana ―el Perú incluido― es de uso común este término como equivalente de guardián, sereno, vigilante. Guachimán (también escrito huachimán) resulta de la adaptación fonética de watchman, que en inglés tiene análogos significados. Guachimán se documenta desde el siglo XIX; parece que se difundió en América en la era de la construcción de los ferrocarriles.

Guardar pan para mayo. Este dicho, vivo en nues-

Guinda. En la lengua general es el nombre de un fru-

to arbóreo de color rojo oscuro, más pequeño y ácido que la cereza; la palabra, de origen incierto (tal vez germánico), se usa en castellano desde el siglo XV. En el Perú, guinda designa, además, un ‘color rojo oscuro’, sin variación de género o número: “un abrigo guinda”, “dos corbatas guinda”. Como los demás nombres de colores, guinda es masculino cuando se sustantiva: “no le sienta el guinda”.

Guata. Es equivalente coloquial y festivo de barriga o

Guión (o guion). Es un signo ortográfico horizontal, de menor longitud que la raya. Se usa al fin del renglón para advertir que la última palabra, por falta de espacio, se escribe parcialmente en él. También se emplea para unir los términos de una palabra compuesta como técnico-práctico; en estos casos el guión no debe escribirse entre espacios en blanco. Y, sobre todo, el guión no debe invadir el área de uso de la raya o guión largo, que es un signo ortográfico distinto. La Academia prefiere la grafía guion, sin tilde.

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tra habla coloquial, significa ‘ahorrar para tiempos difíciles’. Resulta de la reducción de un viejo proverbio castellano: Guarda pan para mayo y leña para abril, porque no sabes el tiempo que ha de venir. Abril era frío, y en mayo se agotaban los víveres de la cosecha anterior mientras se esperaba la siguiente. Otros climas y otras épocas, pero el dicho mantiene aquí su vigencia aunque mayo, en sí, no nos preocupe.

panza en el habla familiar de Lima y otras partes del Perú; su uso es relativamente moderno, pues parece haberse tomado del español de Chile ―tal vez vía Arequipa― hace más o menos medio siglo. Guata se usa también en los demás países sudamericanos de sustrato quechua: Ecuador, Bolivia y Argentina (noroeste). Se trata de un término mapuche (araucano) con el mismo significado de ‘vientre’. En el Perú se usan también los derivados aumentativos (documentados antes en el español de Chile) guatón, guatona, equivalentes de barrigón, barrigona o panzón, panzona.

H h

Hacer pininos. En el Perú y otros países de América

se dice hacer pininos en vez de hacer pinitos. En España pinito (o pino) es “cada uno de los primeros pasos que da el niño o el convaleciente” y, en sentido figurado, cada uno de los pasos “que se dan en un arte o ciencia” (DRAE 2001). Pinito es diminutivo del adjetivo pino ‘erguido, enhiesto’, palabra (de la cual se deriva empinar, -se) de origen distinto del latino pino, nombre de un árbol conífero.

Hablar por la bragueta. En épocas pasadas, la pro-

cesión del Corpus Christi solía acompañarse de gigantes que medían unos tres metros; la boca del hombre que sostenía la parte superior del cuerpo del muñeco quedaba a la altura de la bragueta de su pantalón. Hablar por la bragueta se entendía ―y se entiende todavía en el Perú y en otros países de América― como ‘hablar sin ton ni son’, ‘hablar irresponsablemente de lo que no se conoce’.

Hacerse de rogar. Significa, según el DRAE 2001, “no acceder a lo que otro pide hasta que se lo ha rogado con insistencia”. Es igualmente lícita la forma sin preposición hacerse rogar. Las locuciones verbales causativas que se forman con el verbo hacer no llevan en el medio la preposición de (hacer reír, hacer llorar, hacer caer, etc.), pero hacerse de rogar es una lícita excepción documentada en la lengua desde el siglo XVII (nada menos que en Cervantes).

*Hacen dos años atrás, etc. Locuciones tempora-

*Haiga. Esta forma incorrecta del verbo haber, equi-

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les de este tipo son doblemente incorrectas. Primero, por llevar en plural (*hacen) el verbo hacer en su forma impersonal, solo conjugable en castellano correcto, en tercera persona del singular (hace, hizo, hará). Segundo, por añadir un redundante adverbio de tiempo pasado: atrás. Las formas correctas equivalentes de *hacen dos años atrás son hace dos años y dos años atrás.

valente de la correcta haya, no ha sido jamás aceptada por la Real Academia Española. El haiga que aparece en el DRAE 2001 no es una forma verbal (los verbos solo aparecen en infinitivo) sino un sustantivo masculino, referido a un automóvil de lujo al que presumiblemente se refería el indiano adinerado y semianalfabeto cuando, al volver a su país, se le preguntaba qué tipo de automóvil quería y él contestaba: “el mejor que haiga”. La forma verbal incorrecta *haiga es absolutamente inaceptable en la lengua culta de España y América.

Hasta el cien. Esta locución adverbial, usada gene-

Hoja de vida. El DRAE consigna esta locución nomi-

Hijo hombre, hija mujer. Estas locuciones nominales pleonásticas son usuales en la lengua familiar del Perú y de otros países de América; se documentan también expresiones análogas como hijo macho, nieta hembra, amigos hombres, usos que se han atribuido a una improbable influencia del portugués dialectal. Por otra parte, expresiones pleonásticas de ese tipo se documentan ya en escritores peninsulares del siglo XVI que no tuvieron contacto con América.

Honrar. La lengua general ―que es, en cierto modo, equivalente de la lengua culta― no admite el empleo de honrar con las acepciones de ‘cumplir’, ‘pagar’. Ejemplos de estos usos son “el país honró el tratado”, “un caballero honra sus deudas”. Estos usos implican un claro anglicismo, pues se han tomado de acepciones semejantes del inglés to honor (u honour): “the country honored the treaty”, “a gentleman honors his debts”. Es amplia la difusión de este anglicismo en gran parte de la América hispana y en la propia España, donde es unánimemente censurado.

ralmente con el verbo estar, parece exclusiva del habla familiar peruana. Cien es el apócope de ciento, y hasta, preposición que se remonta a los orígenes del idioma, tiene la particularidad de ser un tempranísimo arabismo. Estar hasta el cien se entiende como ‘tener colmada la paciencia’, ‘estar en malas condiciones’ o ‘experimentar algún sentimiento en grado superlativo’: enojado hasta el cien, enamorada hasta el cien, confundidos hasta el cien.

Hincón.

Como equivalente de ‘punzada’ o ‘pinchazo’ es de uso corriente en la lengua familiar del Perú y de otros países de América. Hincón se deriva del verbo hincar(se), del latín vulgar fīgĭcare, que viene, a su vez, del fĭgěre ‘clavar’. En la lengua general, hincar es ‘introducir algo en otra cosa’ y la forma pronominal hincarse equivale a ‘arrodillarse’; pero hincarse es en el Perú sinónimo de pincharse: “me hinqué el dedo con una aguja”. Por otra parte, el derivado hincada y el aumentativo hincón equivalen, en América, a la forma general hincadura.

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nal como equivalente de la latina currículum vitae ―literalmente ‘carrera de la vida’― que define así: “relación de los títulos, honores, cargos, trabajos realizados, datos biográficos, etc. que califican a una persona”. Últimamente se está imponiendo en el Perú la expresión nominal hoja de vida, probablemente a causa de los frecuentes errores constatados en el uso de currículum y su plural currícula: *la currícula en vez de los currícula, por ejemplo.

Hora peruana, hora Cabana. En nuestra habla familiar, esas locuciones denotan impuntualidad. Hay similar alusión a la impuntualidad en las expresiones americanas hora boliviana, hora chilena, hora dominicana, hora ecuatoriana, etc. Como opuestas expresiones de rigurosa puntualidad están hora inglesa (usada en el Perú, El Salvador, Bolivia y Chile) y hora alemana (que en Bolivia alterna con hora inglesa). Hora peruana tiene hoy una expresión equivalente: hora Cabana, nombre de una población del departamento de Áncash donde nació el expresidente del Perú Alejandro Toledo, conocido por su gran impuntualidad. 173

Horas de horas. En vez de la locución del español

general horas y horas, que significa ‘muchas horas’, en gran parte de Hispanoamérica ―el Perú incluido― se dice horas de horas. La sustitución de “y” por “de” puede haberse debido a la idea de que horas de horas es una locución más expresiva y enfática que horas y horas. En nuestra habla familiar puede extenderse este uso a otros sustantivos que expresan también ‘tiempo’: días de días, años de años, etc.

Hoy día. Puesto que la palabra castellana hoy viene de la latina hodie, que incluye el morfema correspondiente a día, la expresión hoy día es, en principio, pleonástica. En la lengua general, sin embargo, hoy día ha desarrollado la acepción más amplia de ‘en estos días’, ‘en la época presente’. Pero en el Perú y en otros países de la América hispana se usa también como equivalente de hoy, a veces con matiz enfático: “vas al médico hoy día” (y aun hoy día mismo).

Huevera. Obvio derivado de huevo, es al parecer un

término exclusivo del castellano del Perú como sustituto de lo que en la lengua general se llama hueva, es decir, la bolsa oval que contiene los diminutos huevecillos de algunos peces. En castellano general, huevera es el femenino de huevero, entendido como ‘comerciante en huevos’, generalmente de gallinas. Huevera designa también el utensilio o pieza de vajilla en que se coloca verticalmente el huevo pasado por agua para comerlo después de quebrar la cáscara.

Huevón. En el habla vulgar y familiar del Perú y otras

Huaico. Este quechuismo (de waiq’u ‘quebrada’) signi-

partes de América (también se documenta en España), este adjetivo sustantivado se usa, con su femenino huevona, para referirse a la persona que se comporta de manera poco inteligente, ingenua o ridícula. Se trata aquí de un aumentativo formal de huevo en su acepción de ‘testículo’ (la connotación sexual se ha borrado en huevona). Huevón figura en el DRAE, referido a América, desde su edición de 1984; en la última (2001) aparece como término vulgar de la lengua general.

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fica en el Perú ‘masa de lodo y piedras que se desprende de una altura por efecto de las lluvias, desbordes u otras causas’; en Arequipa y en otras regiones de América huaico significa ‘quebrada (seca)’. Documentado en el castellano del Perú desde el siglo XVI, huaico se conserva en toda la Sudamérica de sustrato quechua. Entre sus usos figurados están los de ‘vejez, en sus signos exteriores’, ‘vómito con arcada’ y ‘conjunto de hechos aciagos’: caerle el huaico a una persona es ‘ser agobiada por serios problemas o dificultades’.

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Ilícito. Este adjetivo del lenguaje jurídico, en principio

Iceberg.

Viene del inglés iceberg (de origen neerlandés). Designa una gran masa de hielo que flota en el mar, desprendida de un glaciar polar. Como la parte que sobresale es menor que la sumergida, la punta del iceberg se dice de lo que es apenas indicio de algo mayor. En España iceberg se pronuncia a la castellana y como aguda: [izebérg] o [isebérg]. En América, donde el préstamo se tomó a través del inglés, se pronuncia [áisberg]. El plural es icebergs.

Ideático. En el Perú y en otros países de la América

hispana se califica de ideático o ideática a la persona que, a juicio de los demás, tiene ideas fijas, extravagantes o alocadas. Ideático es más o menos sinónimo de otros adjetivos que llevan el mismo sufijo final átono -tico (una forma del más corriente -ico); tales son maniático, venático y lunático. Ideático es un asturianismo de América (en asturiano, idiáticu).

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antónimo de lícito, tiene también, en el Perú y en gran parte de la América hispana, un anómalo uso sustantivo que lo hace equivalente de acto ilícito, delito (uso que se registra solo como mejicanismo en el DRAE 2001). Textos legales americanos abundan en expresiones nominales como ilícito penal ―tal vez la más documentada―, ilícito civil, ilícito administrativo, etc. Pero en la lengua general ilícito no se sustantiva pues conserva firmemente su valor adjetivo: acto ilícito, etc.

Impago. Este derivado negativo de pago es, en espa-

ñol general, un sustantivo masculino que significa ‘omisión del pago de una deuda vencida’. Pero en el Perú y en otros países sudamericanos impago es un adjetivo, con variación de género y número, que puede aplicarse también a personas: factura impaga, docentes impagos. Se ha supuesto, sin mayor fundamento, que este uso se debe a influencia del francés impayé (en femenino impayée), de igual significado y similares funciones.

Impajaritable. En el habla coloquial del Perú y otros

países americanos, se usa este adjetivo ―de matiz humorístico― con los sentidos de ‘indiscutible, indudable’, ‘inevitable, ineludible, indefectible’. Formado sobre el diminutivo pajarito con el prefijo in- y el sufijo -able, impajaritable hace pareja con su equivalente peninsular impepinable, formado análogamente sobre pepino. Se oyen también los correspondientes adverbios impajaritablemente e impepinablemente.

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Implicancia. En el habla culta del Perú y de los países

del Cono Sur, implicancia tiene los sentidos de ‘consecuencia’, ‘secuela’, y también los de ‘incompatibilidad’, ‘impedimento legal o moral’. Implicancia no es hoy un sinónimo estricto de implicación, otro postverbal de implicar, que tiene ―según el DRAE 2001― los sentidos de ‘contener’, ‘enredar’, ‘impedir’, ‘envolver contradicción’. Sin embargo, en el primer Diccionario académico, publicado en seis volúmenes a mediados del siglo XVIII, implicancia se registraba como una mera variante de implicación.

Impráctico. Este adjetivo calificativo, usado en el ha-

bla culta del Perú, Méjico y otros países de la América hispana, tiene el significado de ‛poco hábil para afrontar o resolver problemas y dificultades de la vida diaria’, referido a personas; aplicado a diversos artefactos o máquinas, significa ‛de uso o manejo farragoso o complicado’. Aunque se lee esporádicamente en algunos diarios peninsulares, impráctico es un típico anglicismo de América, pues viene del inglés impractical, adjetivo de análogos significados.

Inactual. En el Perú y en otros países de América equi-

vale a ‘no vigente’, ‘anticuado’, ‘anacrónico’. Es una formación prefijal sobre actual ‘presente’ (del latín actualis ‘activo, práctico’). El plural inactuales, en uso sustantivo, abarca en nuestro lenguaje periodístico aquellas noticias atemporales que se emplean para llenar espacios en casos pertinentes. Aunque el uso de inactual se documenta también en la Península, la palabra no se registra en el DRAE 2001.

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Inajenable, inenajenable. En el Perú y en otros paí-

ses de América estas formaciones adjetivas sobre ajeno se usan, especialmente, en el léxico jurídico-administrativo. Pero la lengua general prefiere hoy, sobre ambos términos, el latinismo equivalente inalienable, formado sobre aliēnus, étimo de ajeno. Aunque el DRAE 2001 no registra ninguno de los dos derivados, el uso de inenajenable se documenta actualmente en la Península; el de inajenable parece haberse olvidado.

Inaplicar. En nuestro lenguaje jurídico significa ‘no aplicar’, ‘dejar de aplicar’, referido a leyes o principios. Un texto del Tribunal Constitucional peruano se refiere al excelso “poder-deber de los jueces de inaplicar las leyes contrarias a la Constitución”. El DRAE 2001 no registra inaplicar, aunque sí inaplicable. Y remite inaplicación e inaplicado a desaplicación y desaplicado, términos que tienen sentidos diferentes y relacionados con la poca dedicación al estudio. Incursionar. En la última edición (2001) del Dicciona-

rio de la Academia figura el verbo incursionar con el sentido primario de “realizar una incursión de guerra” (en territorio enemigo) y con el figurado ―supuestamente restringido a la América hispana― de “realizar una actividad distinta de la habitual”, por ejemplo, un pintor que incursiona en la escultura. Aunque puede haberse difundido desde América, el uso figurado es ya general; así lo registra el Diccionario del español actual de Manuel Seco (Madrid, 1999).

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Indígena. Viene del latín indigĕna, compuesto de inde

Influenza. En el siglo XV los italianos usaron este tér-

‘de allí’ y genus, -eris ‘origen, raza’. El DRAE 2001 define indígena solo como “originario del país de que se trata” (sea este Bolivia o Suecia). Sin embargo, al definir los derivados indigenismo e indigenista los circunscribe al “estudio de los pueblos indios hispanoamericanos”. Pero indio, a su vez, tiene como primera acepción “natural de la India” y, solo como tercera, la de “indígena de América, o sea de las Indias Occidentales”.

mino para referirse a esa enfermedad viral, porque la creyeron debida a influencia de los astros; los franceses la llamaron grippe. El inglés tomó el italianismo y el castellano tomó el galicismo. El Diccionario de la Academia remite influenza a gripe, que es el sinónimo preferido. Los médicos que hoy dicen influenza confunden a quienes suponen que se trata de vacunarse contra una enfermedad desconocida.

Índole.

Informar de que… Es la construcción correcta de informar en casos como: le informó de que el avión partió. Pero hablantes cultos que no caen en el dequeísmo, error que consiste en decir pienso *de que… en lugar de pienso que…, creen que informar tiene el mismo régimen que pensar y evitan también en ese caso la preposición de. Según el Diccionario panhispánico de dudas, los hablantes cultos peninsulares distinguen acertadamente ambos regímenes, no así los hablantes “cultos” de la América hispana.

Es un cultismo usado en castellano desde el siglo XVII; viene del latín indŏles y significa ‘condición natural’ de una persona, animal o cosa. Su género gramatical es el femenino: “la índole”, “buena o mala índole”. Pero cuando el adjetivo va pospuesto se oyen a veces erradas concordancias, tales como “*de índole político”, “*de índole económico”. Son errores imperdonables en el habla supuestamente culta de España y América.

*Inflingir.

Esta forma verbal, incorrecta, resulta del cruce de dos verbos correctos: infringir e infligir. Infringir significa ‘transgredir, quebrantar’ y se refiere casi siempre a leyes o preceptos. Infligir significa ‘causar’, referido a daños físicos o morales, o ‘imponer’, referido a penas, castigos, sanciones, etc. La forma híbrida y anómala *inflingir conserva generalmente los rasgos semánticos de infligir. Su uso, muy criticado a ambos lados del Atlántico, delata la ubicua media ciencia y la falsa cultura.

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Infraterno. En nuestro lenguaje político, este adjetivo

se usa para calificar comportamientos o actitudes poco fraternales, o aun desleales. Se trata, obviamente, de una formación negativa prefijal sobre el adjetivo fraterno ‘perteneciente o relativo a los hermanos’. El término, que se asocia especialmente con el vocabulario político del Partido Aprista Peruano, no aparece en la última edición (2001) del Diccionario de la Academia.

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*Ingerencia. Es grafía incorrecta por injerencia, pues

se trata de un derivado del verbo injerir(se) que viene, a su vez, del latín inserĕre ‘entrometerse’, ‘inmiscuirse’. Ingerir es otro verbo; viene del latín ingerěre que significa ‘introducir(se) por la boca alimentos, medicinas, etc.’; su postverbal es ingestión, el ‘acto de ingerir’. El derivado ingesta, designa el ‘conjunto de sustancias alimenticias que se ingieren’ (y no el acto mismo de ingerirlas).

Ingesta. Según el DRAE 2001, ingerir (véase *ingeren-

Inmediatismo, inmediatista.

Aunque son términos usuales en el ámbito correspondiente, ninguno aparece en el DRAE 2001. El inmediatismo es, más que una doctrina, una posición política que propugna la prevalencia de los motivos inmediatos en la reacción política ante determinados hechos o problemas. El inmediatismo concentra su objetivo en el hallazgo de fórmulas adecuadas ―no jerarquizadas― para la solución eficaz, en cada caso concreto, de un problema social determinado.

cia) es “introducir por la boca la comida, bebida o medicamentos”; ingestión es la “acción de ingerir”. Ingesta, en cambio, es sinónimo de dieta en el sentido de “conjunto de sustancias que se ingieren”. Pero en el habla culta de España y América se ha venido usando ingesta como equivalente de ingestión, y el Diccionario panhispánico de dudas (2005) acepta ya esta equivalencia, la cual se consignará, sin duda, en la próxima edición del DRAE.

*Insanía. Esta incorrecta variante del cultismo insania

Injerto.

Intercepción. El latinismo interceptar, que data del si-

‘locura’ (palabra de tres sílabas, con acento prosódico en la segunda) llega en el Perú al nivel de lengua culta oral, y aun escrita. En latín insania es una formación sobre sanus ‘sano’, ‘cuerdo’. *Insanía, la variante incorrecta en cuatro sílabas, se difundió entre nosotros en décadas pasadas: “la *insanía terrorista” es una expresión nominal que se ha hecho ya cliché o lugar común en el Perú.

En el español general, injerto (del latín insertus ‘introducido’) se asocia a la botánica aplicada o a la cirugía, pues lo que suele injertarse es alguna parte de una planta en otra, o una porción de tejido humano o animal en otro. En nuestra habla coloquial, el sustantivo injerto (con su femenino injerta) designa, además, al descendiente de chino y peruano, pudiendo ser el peruano más o menos blanco o más o menos cholo.

glo XVIII, significa ‘detener algo en su camino’ y también ‘interrumpir una vía de comunicación’ (la telefónica, por ejemplo). Su postverbal interceptación alterna en el uso con intercepción, criticada variante tomada directamente del inglés interception. Aunque intercepción no aparece todavía en la última edición del DRAE, el veto de la Academia ya ha sido levantado.

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Internet. En la edición última (2001) del DRAE toda-

Intrusivo. Este adjetivo derivado de otro (intruso) se

vía no aparece este nombre de la ‘red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa entre computadoras mediante un protocolo especial de comunicación’. Pero este moderno y general anglicismo ya está aceptado por la Academia, como sustantivo de género ambiguo: se puede decir el Internet o la Internet, y se puede escribir Internet con mayúscula o con minúscula: internet.

usa en América y España (no está en el DRAE 2001). Intruso, a su vez derivado negativo del latín trudĕre ‘empujar’, era el “detentador de algo alcanzado por intrusión” (DRAE 2001); intruso, prolífico adjetivo, ha dado origen a las formas académicas intrusión, intrusarse, intrusismo y a las americanas no académicas intrusear, intrusete, intrusidad. Intrusivo lleva el mismo sufijo -ivo que abusivo, efusivo, exclusivo, etc.

*Intérvalo.

Invívito. Documentado desde el siglo XIX, este peruanismo ―compartido con algunos otros países de América― va cayendo, merecidamente, en desuso. Viene del latín imbibitus, cuyo descendiente legítimo es embebido, participio del verbo embeber ‘absorber un líquido’ en referencia a un cuerpo sólido y poroso. El actual predominio de la grafía invívito se explicaría por influencia del adjetivo vívido, derivado de vivir, el cual parece haber influido, asimismo, en el elemento semántico del término.

En el nivel de habla culta de España y América se oye ―y aun se lee― *intérvalo en vez del correcto intervalo. Este término, que significa “espacio o distancia que hay de un tiempo a otro o de un lugar a otro” (DRAE 2001), se tomó del latín intervallum, de igual significado y es una palabra grave. La pronunciación incorrecta *intérvalo se explica por cierta tendencia, constatada en hablantes de castellano poco ilustrados, a considerar las palabras esdrújulas como más “cultas” que las graves o agudas.

*Intravertido. El adjetivo introvertido tiene el sentido

de ‘retraído’, ‘poco comunicativo’. Este término se ha formado con el prefijo de origen latino intro- que significa ‘hacia adentro’ y no con intra-, que quiere decir ‘dentro de’, más el participio del verbo verter. Pero en el caso de las variantes antónimas extravertido y extrovertido (este último formado por influjo del correcto introvertido), ambas se consideran aceptables, aunque en la lengua culta de España y de América se prefiere la forma extravertido.

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Jj

Jeremiquear. En el habla familiar del Perú y de otros

países de América, este verbo significa ‘lloriquear, gimotear’, ‘pedir con lloriqueos’. El término resulta de un cruce del nombre del profeta Jeremías ―de proverbiales lamentaciones― y el andalucismo difundido en América gemiquear, derivado de gemir. Una variante popular jerimiquear se explica por asimilación regresiva de la vocal e de la segunda sílaba al timbre agudo de la i en la sílaba siguiente.

Jacuzzi. Este italianismo, difundido a través del inglés

y pronunciado en castellano yacusi, corresponde a una marca industrial, a su vez identificada con el apellido de varios hermanos de ascendencia italiana radicados en los Estados Unidos de Norteamérica a principios del siglo XX. La artritis reumatoide del hijo de uno de ellos los llevó a inventar una bañera con hidromasaje, luego perfeccionada y comercializada. El Diccionario panhispánico de dudas ―muy sensatamente― propone la grafía yacusi, que corresponde a su general pronunciación en el castellano de ambos continentes.

Jirón. Con el sentido de “vía urbana compuesta de varias calles o tramos entre esquinas” (DRAE 2001), jirón es un limeñismo y peruanismo documentado desde el Virreinato. Su auge, a principios del siglo XX, se explica por la importancia del limeño Jirón de la Unión, entre la antigua Plaza de Armas y la nueva de San Martín; así surgió el verbo jironear ‘pasear por dicho jirón’. El étimo de jirón es el francés giron, pero su peripecia semántica es complicada.

Jamonearse. En el habla familiar y popular del Perú,

el verbo pronominal jamonearse tiene los sentidos de ‘ufanarse’, ‘vanagloriarse’, ‘hacer alarde de méritos reales o supuestos’. En Venezuela, jamonearse significa ‘besarse’, ‘acariciarse’; en Cuba tiene el sentido próximo de ‘tocar o mirar con lascivia’; en Costa Rica es ‘abusar de alguien con menor fuerza física’. Jamonearse es un derivado del galicismo jamón, a su vez formado sobre jambe ‘pierna’ más el sufijo francés de diminutivo -on.

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K k

Kindergarten.

Este término alemán fue creado en 1840 por el polifacético educador Friedrich Froebel. El término pasó pronto al inglés y al francés; luego se difundió en España y en casi toda la América hispana, a menudo abreviado en kínder. Este germanismo no aparece en la edición vigente (2001) del DRAE (sí, en cambio, sus traducciones jardín de infancia, jardín de infantes y jardín de niños), pero se incluirá en la próxima edición del Diccionario oficial.

Karate.

Palabra de origen japonés (kara ‘abierta’, te ‘mano’), designa cierta lucha, más defensiva que ofensiva, entre dos personas ―karatecas― que usan las manos, abiertas y de canto, ayudadas por codos y pies. La variante esdrújula kárate figura como principal en el DRAE 2001, porque está bastante difundida en España. Pero la pronunciación grave karate es la etimológica y también la más difundida en el castellano de América.

Kétchup. Es el nombre de una “salsa de tomate condi-

Kion. En el Perú se conoce con ese nombre el jengibre. Esta palabra, de origen grecolatino, designa cierta planta y su rizoma, de olor aromático y sabor picante. El jengibre, usado en medicina y como especia, llegó al Perú a fines del siglo XVIII. Pero fue a partir de la inmigración china, en el siglo XIX, cuando se difundió su uso asociado al arte culinario de ese pueblo. Y se difundió aquí con su nombre chino kion, desplazando al término tradicional jengibre.

mentada con vinagre y especias” (DRAE 2001; todavía no se registra en la edición anterior, de 1992). El término kétchup (también escrito catsup o catchup) viene del malayo kechup, que, a su vez, es de origen chino (cantonés). Ketchup se documenta en el inglés americano desde principios del siglo XIX y se ha difundido mundialmente a través de las empresas transnacionales de fast food.

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Ll

*La crema y nata. Se oye hoy en el Perú una expre-

*La cava. En España, cava es una cavidad subterrá-

nea en que se prepara el vino blanco espumoso, semejante al que se produce en la región francesa de Champaña, y también el vino mismo. Así como Champaña ha llegado a designar el vino espumoso, cava se aplica hoy a la equivalente bebida peninsular. Como se sobrentiende vino en ambos casos, se dice normalmente el cava, el champaña (o el champán), pero en América ha prevalecido el género femenino por influencia de la vocal final -a y se dice, por lo tanto, *la cava, la champaña.

*Lacear. En el habla familiar del Perú y de otros países de la América hispana, el verbo transitivo laciar, referido al cabello, equivale a alisarlo, ya sea por medio de la aplicación de algunos productos especiales o con el uso de determinados aparatos eléctricos. La pronunciación ultracorrecta lacear por laciar (equiparable a rocear por rociar, vacear por vaciar, etc.) hace a laciar falsamente homófono del americanismo lacear, equivalente a enlazar, referido a animales que se atrapan con un lazo arrojado hacia ellos.

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sión nominal figurada, la crema y nata, que difiere de la forma general la flor y nata. En esta, flor tiene el sentido figurado de “parte mejor y más escogida de algo” y nata, el de “cosa principal y más estimada en cualquier línea” (DRAE 2001). Crema tiene, asimismo, el sentido figurado de “lo más distinguido de un grupo social cualquiera”. Como, en su sentido literal, crema y nata son sinónimos (ambos designan el elemento graso de la leche), *Ia crema y nata suena como *la crema y crema o *la nata y nata.

Ladilla. En su sentido literal, ladilla es un sustantivo

femenino que designa el ‘piojo del pubis’. Su nombre está en relación con latus ‘ancho’, por la forma de su cuerpo que es redondeado y achatado. En uso figurado, ladilla ha tomado, en el Perú y en el resto de la América hispana, el sentido de ‘persona insoportable por su imprudente insistencia’ con el fin de enterarse de algo o lograr algo. Esta acepción es comprensible por el malestar que puede causar un parásito semejante. El género femenino es invariable: “Fulano es una ladilla”.

Ladrillo pastelero. Ladrillo es una vieja palabra cas-

tellana (siglo XIV) que se remonta al latín later, de análogo significado. Desde el punto de vista geométrico, el ladrillo es un paralelepípedo cuyas seis caras rectangulares son iguales de dos en dos; el ladrillo es hoy ―como se sabe― un elemento importante en la construcción de casas y edificios. Ladrillo pastelero, locución nominal de origen incierto, al parecer exclusiva del Perú, designa un tipo especial de ladrillo, cuadrado y chato, que se usa para cubrir los techos de las casas con el fin de absorber la humedad de la llovizna.

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*La pus. Según el Diccionario académico, pus (del latín

pūs) es un sustantivo masculino que designa el “líquido espeso de color amarillento o verdoso, segregado por un tejido inflamado”. En latín, pus pertenecía al género neutro, y en español estándar es masculino desde su primera documentación, a mediados del siglo XVIII. Sin embargo, en el habla culta del Perú y de otros países de América se usa como femenino: *la pus.

*La RENIEC. Llega al nivel de nuestra habla culta

esta construcción: el artículo femenino singular más la sigla de Registro Nacional de Identificación y Estado Civil. Pero la norma es que se conserve el género de la palabra nuclear de la sigla, generalmente un sustantivo (en este caso, Registro). Esta concordancia se mantiene aun en los casos en que la última vocal es la o, que coincide con el morfema de masculino; por ejemplo, la UNESCO, la FAO. En ambos casos se impone el género del sustantivo nuclear en español, que es Organización.

*Las mujeres mejores vestidas. Gramaticalmente,

el adjetivo pertenece a una clase de palabras variables que concuerdan con el sustantivo en género y en número: buena mujer, buenas mujeres. El adverbio, en cambio, es invariable y no tiene que concordar con el adjetivo al que modifica. Por lo tanto, el plural correcto de una frase como la mujer mejor vestida no es *las mujeres mejores vestidas sino las mujeres mejor vestidas. La incorrecta concordancia ha empezado a invadir nuestra habla culta, o la que debiera serlo.

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Latente.

Aun en el habla culta general se aplica con frecuencia este adjetivo a cuestiones o problemas urgentes, candentes, palpitantes. Y eso porque se asocia ―sin razón― latente con latir. Pero latir viene del latín glattire ‘ladrar’, en principio aplicado metafóricamente a los movimientos de sístole-diástole del corazón. Latente, en cambio, viene de latens, -entis, participio de otro verbo latino: latēre ‘estar oculto’. Por lo tanto, un problema latente no es un problema urgente, sino un problema que no se manifiesta todavía.

Laudo arbitral. Un laudo es un fallo emitido por un

árbitro elegido libremente por dos partes que, estando en desacuerdo sobre algún asunto, aceptan de antemano someterse a la decisión de dicho árbitro. Según el DRAE 2001, laudo es la “decisión o fallo que dictan los árbitros o amigables componedores”. Laudo arbitral es, por lo tanto, una expresión nominal pleonástica consagrada en la legislación del Perú y en la de otros países de habla hispana.

Lechucero. En la lengua familiar del Perú y del Ecua-

dor, se califica de lechucero al chofer de taxi u otro vehículo que trabaja durante la noche. Por extensión de sentido, el calificativo lechucero se aplica a otros trabajadores que se ven obligados a cumplir su tarea en horario nocturno, tales como serenos, mozos de restaurantes. Lechucero es un obvio derivado de lechuza, nombre de cierta ave rapaz nocturna que se alimenta de insectos y de pequeños roedores. Modernamente se documenta el verbo lechucear que significa ‘realizar cualquier tarea, remunerada o no, en horas de la noche’. Su postverbal es lechuceo.

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Levantamuertos.

Este sustantivo compuesto, cuyo primer elemento es una forma verbal en tercera persona, tiene en el Perú y en otros países de América el significado de ‘alimento ―sólido o líquido― que restablece las energías de una persona que ha cometido algún exceso en cuanto a comidas o bebidas’. Entre los peruanismos de formación análoga están cierrapuertas, lustrabotas y mataburros; entre los de la lengua general, espantapájaros, abrelatas, mondadientes, etc.

Libertario. Es en la lengua general sinónimo de ácra-

ta y de anarquista, pues designa a quien “defiende la libertad absoluta y, por lo tanto, la supresión de todo gobierno” (DRAE 2001). Pero en el Perú y en otros países de América libertario se usa en el lenguaje político actual como equivalente de liberal; entre nosotros se usa también, con el mismo matiz semántico, como sustantivo masculino o femenino: un libertario, una libertaria.

*Líbido.

Esta incorrecta pronunciación esdrújula se oye a algunos hablantes supuestamente cultos. Libido ‘deseo sexual’ es un latinismo femenino (la libido). En lengua culta solo había cuajado su derivado libidinoso hasta que el primitivo libido fue resucitado por Freud. Por otra parte, el adjetivo lívido (del latín livĭdus) ha experimentado un drástico cambio semántico: de ‘amoratado’ a ‘muy pálido’, sentido hoy general que el DRAE admite desde 1984.

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Libre de polvo y paja. En el Perú y en otros países

de América, la locución adverbial ―o adjetiva― libre de polvo y paja significa ‘exento de todo gravamen’ o ‘libre de toda acusación’. La locución peninsular correspondiente, limpio de polvo y paja, significa solamente ‘descontadas las expensas’, referido a algo que se compra o se vende, se da o se recibe. Los verbos más frecuentemente modificados por la locución americana son estar, salir, quedar y ganar. Sustantivos usualmente calificados por la misma locución, en su función adjetiva, son renta, pago, ganancia.

Lideresa.

El inglés leader ‘guía’, derivado de to lead ‘guiar, conducir’ pasó al español como líder, y de este sustantivo salieron liderar y sus derivados liderato y liderazgo. Líder aparece en el DRAE 2001 como sustantivo sin variación para el género: el líder, la líder. Un derivado específicamente femenino, lideresa, aparece también en el DRAE como de uso general, pero su empleo está restringido a algunos países de América, entre ellos el Perú.

Liebre. Este término, de origen latino, designa un animal pequeño emparentado con el conejo y caracterizado por la gran velocidad que puede alcanzar. En la lengua general, liebre se aplica también al atleta que encabeza un grupo de corredores. En la Península, el apelativo se extiende a la liebre mecánica, es decir, a la representación de una liebre que, en las carreras de galgos, corre delante de ellos por un carril electrificado. Actualmente en el Perú se llama también liebre al policía motorizado que abre paso a una comitiva oficial.

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Limón sutil. En el Perú y en otros países de América

se conoce como limón sutil la variedad pequeña, muy ácida y verde de este cítrico. Entre nosotros, es ingrediente esencial del plato nacional: el cebiche. Pero el calificativo sutil no tiene relación con el adjetivo sutil ‘delicado’, ‘tenue’, sino que resulta de una alteración del gentilicio ceutí, referido a la ciudad española autónoma de Ceuta, situada en el norte de África, frente al estrecho de Gibraltar.

Linchar. Es “ejecutar sin proceso y tumultuariamente

Lonchera, lonche. En casi toda América ―el Perú in-

cluido― es una ‘caja con asa, de metal o plástico, en que escolares y trabajadores llevan su refrigerio o almuerzo’. Lonchera se deriva de lonche con el sufijo -era; lonche es un viejo anglicismo de América (del inglés lunch ‘comida ligera’) que en el Perú es sinónimo de merienda ‘comida ligera tomada en horas de la tarde’. Han caído en desuso el verbo lonchar o lonchear ‘tomar lonche’ y el compuesto lonche-comida (‘refrigerio intermedio y abundante que sustituye a merienda y cena’).

Loquearse.

a un sospechoso o a un reo” (DRAE 2001); un linchamiento es un ajusticiamiento popular. Estos anglicismos vienen del apellido de Charles Lynch, quien estableció una irregular corte de justicia en Virginia durante la guerra de independencia de los Estados Unidos de América. Linchar y linchamiento no deben usarse cuando el homicidio es frustrado o impedido, sino solamente cuando se produce la muerte.

En el habla familiar del Perú y de otros países de la América hispana, se prefiere esta formación pronominal desarrollada sobre loco, más el sufijo -ear, frente a sinónimos tales como enloquecer o alocarse y locuciones verbales equivalentes como volverse loco. Loquearse se documenta abundantemente en la prosa de nuestros mejores escritores, tanto en boca de sus personajes como en el idiolecto del autor.

Llenarse la boca.

Lorcho. Esta voz popular peruana resulta de la inver-

Este modismo verbal expresa la idea de alabar, alardear sobre las cualidades de alguien o algo. Aunque lo registran algunos de los más importantes diccionarios del español peninsular (el de Manuel Seco incluido), no aparece en otros de similar importancia, tales como el de María Moliner. Llenarse la boca, modismo de uso general también en el Perú y en otros países de América, tampoco aparece en la última edición (2001) del Diccionario de la Academia.

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sión silábica de cholo con una r epentética, proceso de creación léxica característico de la replana (por ejemplo, grone por negro), a veces con metátesis (merfi por firme) o con desplazamiento del acento de intensidad (lorca por calor); en jerma por mujer hay ―como en lorcha― trueque de vocal final para acomodarse al género. En el caso de lorcho por cholo, como en el de corsa por saco ‘chaqueta’, hay, además de la inversión silábica, un fonema consonántico intruso al fin de la primera sílaba.

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Lorna. En

el habla popular y familiar peruana, este término se aplica ―sin cambio para el género― a la persona ‘ingenua, tonta’, ‘tímida, apocada’ o ‘mediocre, de escasos alcances’; lornear (o agarrar de lorna) es ‘tomar por tonto’. La lorna es un pez plateado de tamaño mediano y consumo popular; abunda en nuestras costas en todas las épocas del año y es muy fácil de pescar. Dicen algunos pescadores que la lorna es tan poco inteligente que suele morder el anzuelo aunque no se haya puesto en él carnada alguna.

Luca. En el habla peruana equivale a sol (nuevo sol, la

Luquear. En el habla familiar del Perú y de Chile, lu-

quear significa ‘mirar, atisbar’. Echar una luqueada, o una luqueadita, equivale a echar un vistazo abierta o disimuladamente. Este verbo es un anglicismo formado sobre to look ‘mirar’. Otros anglicismos derivados de sustantivos más el sufijo -ear son boxear, chequear, faxear, los tres ya aceptados como palabras del español general en la última edición (2001) del Diccionario académico, que no incluye, en cambio, los derivados análogos surfear ‘correr olas’, chatear ‘charlar por Internet’ ni foulear o faulear ‘cometer una infracción en el fútbol’.

actual unidad monetaria), pero tuvo mayores valores antes de la astronómica devaluación de los ochenta; con diversas equivalencias, luca se documenta también en otros países de América. Parece tratarse de un italianismo que nos llegó del Río de la Plata y cuyo nombre se relaciona con la ciudad de Lucca y con una imagen de la Virgen, que se identificó con todo lo impreso, incluidos los billetes.

Lucir. Este verbo, derivado de luz, tiene en español ge-

neral solo acepciones positivas: lucir saludable, lucir feliz. Pero, por influencia del más amplio campo semántico que tiene el correspondiente verbo inglés to look, en el Perú y en otros países de América lucir se usa también en contextos negativos: lucir enfermo, lucir preocupado. El DRAE 2001 no incluye, ni siquiera como americanismos, estos usos anglicistas de lucir que hicieron perder la paciencia al más ilustre de los lexicólogos castellanos, el catalán Joan Corominas.

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M m

Malagracia. En nuestra habla familiar, este vocablo

compuesto se aplica a la persona ‘poco servicial’ o ‘poco amable’; la pérdida del acento prosódico en la primera sílaba del adjetivo mala justifica la escritura en una sola palabra. Malagracia es de género común en uso sustantivo (“ese malagracia”, “esa malagracia”) o en el adjetivo (“es muy malagracia”). En Bolivia se asocia el término al aspecto físico de la persona desgarbada o poco elegante.

Malagua. Parece exclusivo del habla peruana el uso

Maestro.

En el Perú, y en otros países de América, esta palabra se usa como equivalente de artesano o ‘trabajador manual, generalmente independiente’: maestro carpintero, maestro zapatero. Esa designación (que todavía es un término de tratamiento) tuvo como consecuencia que los maestros de escuela se autoascendieran a profesores. Y, en la misma línea del seudoascenso meramente léxico, que los profesores universitarios fueran llamados catedráticos aun sin ser titulares de una cátedra.

del sustantivo femenino malagua como sustituto de la forma general aguamala, a su vez equivalente de aguamar o medusa. Todas son designaciones de cierto molusco marino de simetría radiada. En el Perú se registran también algunos usos figurados de malagua; como sustantivo, se aplica a la mujer gorda de carnes fofas. Como sustantivo o adjetivo puede referirse a una persona voluble o a una cosa indefinida, por ejemplo: un profesor malagua, una charla malagua.

Malacrianza. Este peruanismo ―y americanismo de

Mala palabra. En la lengua familiar de gran parte

gran extensión― resulta de la fusión del adjetivo mala y el sustantivo crianza, con pérdida del acento de intensidad (no marcado) en la primera sílaba de mala. Malacrianza no se refiere ya a la mala educación en general, sino a hechos concretos que son expresión de dicho fracaso parental. Malacrianza es, por lo tanto, sinónimo no estricto de travesura, insolencia, descortesía, falta de respeto.

de América (desde Méjico hasta la Argentina, el Perú incluido), mala palabra es una expresión nominal equivalente de palabrota, procacidad, terno (voz desconocida en el Perú con este sentido). El uso de mala palabra por terno es regional en la Península, donde predomina taco, voz de origen incierto documentada en castellano desde el siglo XVII. La expresión nominal mala palabra puede haber tenido en su origen carácter eufemístico. Mala palabra alterna, entre nosotros, con grosería y con el típico peruanismo lisura.

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Malcriadez.

Es un derivado de malcriado ‘mal educado’ y equivalente del compuesto malacrianza en gran parte de América; en el Perú se usa menos malcriadez que malacrianza. En algunas zonas americanas se usa la variante malcriadeza, que es tenida por algunos como inculta. Curiosamente, el DRAE 2001 remite malacrianza ―el término más difundido― a malcriadez; remite igualmente a este americanismo su variante malcriadeza.

Malgeniado. En el Perú y en otros países de Améri-

Maleta, maletera. Maleta

Mal que mal. En el Perú y en otros países de América

es un viejo galicismo del castellano, pues se tomó del antiguo francés malete, diminutivo de malle ‘baúl’. Derivados de uso general son maletín y maletón, respectivamente diminutivo y aumentativo de maleta; maletero ‘cargador de valijas’, ‘vendedor o fabricante de maletas’ y ‘compartimiento de equipaje de un automóvil’; maletera se usa en el Perú y otros países de América con este último sentido. También se dan, en América, los usos figurados de maletudo ‘gibado’ y maleta ‘giba’ (y aun simplemente ‘espalda’).

Maletear. Aunque formalmente es derivado de maleta

‘valija’, semánticamente maletear está en clara relación con malo. Maletear es de amplio uso en el habla coloquial peruana y puede referirse a una serie de actividades, todas de signo negativo, que se ejercen contra alguien para perjudicarlo. La acción de maletear se conoce como maleteo y la persona que la practica como maletero o maletera, derivados que no tienen nada que ver con sus homónimos, que designan respectivamente, en España y América, el compartimiento para equipaje de un automóvil.

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ca se califica de malgeniada a la persona ‘de mal genio’, ‘enojadiza’, ‘irascible’, ‘iracunda’, ‘irritable’. En algunas regiones americanas se prefiere, en estos sentidos, una formación con el sufijo -oso: malgenioso, o ―menos frecuentemente― con el sufijo -udo: malgeniudo. En España se califica simplemente de geniudo o geniuda a la persona “de mal genio, de carácter fuerte” (DRAE 2001).

(Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay, El Salvador, Puerto Rico, Santo Domingo) se usa el modo adverbial mal que mal alternándolo con la forma general mal que bien (o bien que mal) para expresar las ideas de ‘a pesar de todo’, ‘de un modo u otro’, ‘sea como sea’. La expresión mal que mal es, en su esencia, adversativa, pues es equivalente a palabras o locuciones tales como a pesar de todo o aunque no del todo bien.

Mamarrachento.

El sustantivo mamarracho es un antiguo arabismo del castellano, documentado en la Península como moharrache desde el siglo XV y en su forma actual desde el XIX; el étimo árabe correspondiente tenía el significado de ‘lleno de gracia, donaire y picardía’. En la lengua general actual, el adjetivo derivado mamarrachero significa ‘ridículo’, ‘despreciable’ y mamarrachista designa a quien hace mamarrachos. Pero en el castellano del Perú, del Uruguay y, seguramente, también en el de otros países de América, el sinónimo preferido es mamarrachento.

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Mamadera. En la América del Sur sustituye a biberón,

Manga. A mediados del siglo XX se instalaron en los

galicismo de fines del siglo XIX que solo cuajó en España y Méjico; insustituible para la lactancia artificial, es una botellita con tetina (chupón). Pero en el Perú mamadera tiene, además, la acepción figurada de ‘empleo o cargo bien retribuido que exige poco o ningún trabajo’. Su sinónimo peninsular, mamandurria, se define como “sueldo que se disfruta sin merecerlo, sinecura, ganga permanente” (DRAE 2001).

aeropuertos unos pasillos, cubiertos y portátiles, para abordar los aviones. En inglés se llamaron fingers; en español no prosperó la traducción dedos pero, en cambio, surgieron otras designaciones tales como dique, usada en el aeropuerto de Madrid. Manga, sinónimo difundido en América, recuerda otro americanismo: manga ‘vía estrecha entre dos estacadas’ por la que se hace pasar el ganado vacuno.

Mameluco. Ejemplo de un largo recorrido semántico, viene del árabe mamluk ‘soldado de la guardia del sultán’. De allí pasó a significar ‘pantalón bombacho’, por ser este una prenda característica de dichos soldados. Hoy, en gran parte de América (el Perú incluido), mameluco es una prenda de vestir enteriza, infantil o de trabajo, que puede cubrir o no las piernas y/o los brazos. No se usa aquí mameluco con el sentido de “hombre necio y bobo” (DRAE 2001, 2.a acepción).

Manganzón. En el Perú y en otros países de América significa ‘holgazán’, ‘remolón’ (con cierta connotación de descuido). Este americanismo se remonta a magancés, derivado del apellido del Conde de Maganza, quien puso al héroe de La canción de Rolando a merced de los moros. De magancés, por regresión, salió magancia, y de magancia ‘astucia’, ‘perfidia’, maganzón; esta forma, a su vez, se hizo manganzón por repercusión de la nasal final de la segunda sílaba.

Mandarse mudar. En la lengua coloquial del Perú y

otros países de América, este giro verbal, así como su variante mandarse cambiar, significa ‘irse de súbito’, ‘dejar abruptamente un lugar’; ambos giros equivalen al uso familiar de largarse. Menos frecuentes en el Perú son las respectivas variantes mandarse a mudar y mandarse a cambiar. Todos estos usos tienen un antecedente preclásico: el empleo de mandar en fórmulas corteses equivalentes de aquellas modernas introducidas por formas imperativas de servirse: “sírvase Ud. decir”, etc.

Maní. Es

el nombre arahuaco con que se conoce en Sudamérica y la América Central la semilla de la planta leguminosa que en Méjico y España se designa con el aztequismo cacahuate o cacahuete. El plural correcto es maníes, sobrepasado ampliamente en el uso por las variantes incorrectas *manís y *manises. Entre los derivados están manizal ‘plantación de maní’ y manisero, que designaba al vendedor ambulante, y generalmente vespertino, de paquetitos de maní tostado; hoy manisero se aplica, humorísticamente, al varón de pene pequeño.

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Manjarblanco. En el Perú y otros países de América

del Sur y del Centro, se llama manjarblanco lo que en España se conoce como dulce de leche; es decir, el postre preparado con leche, azúcar y esencia de vainilla. En el siglo XIV, sin embargo, manjarblanco era un plato principal preparado a base de carne de cordero, y en el siglo XVII, el nombre se aplicaba al postre hecho con pechugas de gallina, harina de arroz, azúcar y leche. El dulce de leche se llama, en Colombia, arequipe y en México arequipa, términos cuyo étimo es ―según el DRAE, pero improbablemente―, el nombre de la ciudad peruana de Arequipa.

Manotazos de ahogado. En el Perú y en otros paí-

ses de América (Venezuela, Chile, Argentina), esta locución tiene el sentido de ‘esfuerzos desesperados para salir de una situación angustiosa o difícil’. Una variante, manotones de ahogado, se documenta en la Argentina, el Uruguay y también en el Perú. Es, asimismo, sinónima de ambas locuciones la expresión patadas de ahogado, usada en Méjico, Nicaragua, El Salvador, Ecuador y Colombia. No cabe duda de que todas estas frases sustantivas coinciden en expresar la angustia de un vital esfuerzo fallido.

Manzana de Adán. Esta locución nominal es de uso

general en toda la América hispana, el Perú incluido; designa la prominencia que forma el cartílago tiroides en la parte anterior del cuello de los varones adultos. Manzana de Adán, expresión desconocida en la Península, es un anglicismo, pues traduce literalmente la locución inglesa Adam’s apple. El término correspondiente de la lengua general es nuez o nuez de la garganta.

Mañana más tarde. En nuestra lengua culta fami-

liar, oral o escrita, llama la atención esta locución adverbial anómala que, al parecer, correspondería a una distorsión sintáctica explicable por asimilación fonética de la conjunción o entre ambos elementos: mañana o más tarde. A primera vista, podría suponerse que se trata de una expresión muy moderna y exclusiva de la lengua oral, pero lo sorprendente es que se documenta ya en la novela Aves sin nido, publicada en 1889 por la escritora peruana Clorinda Matto de Turner.

Mañoso. Maña, término de origen incierto (probable-

Manubrio. En la lengua general es, primordialmen-

mente relacionado con mano), se documenta en castellano desde el siglo XII y desarrolla, a lo largo del tiempo, matices semánticos positivos y negativos: ‘habilidad’, ‘destreza’, ‘resabio’, ‘astucia’, ‘mala costumbre’. El derivado mañoso, -a significa, en la lengua general, ‘que tiene habilidad o destreza’; pero en el habla familiar del Perú, mañoso tiene también el sentido de ‘lujurioso’. Mañosería y mañosear se aplican, en cambio, a la conducta caprichosa de algunos niños.

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te, la manija de un instrumento. Pero en el Perú y en otros países de América manubrio desplaza al peninsular manillar como “pieza de los vehículos de dos ruedas encorvada por sus extremos para formar un doble mango en el que se apoyan las manos y sirve para dirigir la máquina” (DRAE 2001). Equivalente de manillar es otro americanismo: timón. En replana manubrio se aplica a cualquier instrumento usado para violentar cerraduras.

*Mapa cartográfico.

Según el DRAE 2001, cartografía es el “arte de hacer mapas geográficos”; es redundante, por lo tanto, la expresión *mapa cartográfico usada por nuestra Cancillería, a propósito del envío a la Corte Internacional de Justicia de un mapa relativo al diferendo limítrofe con Chile. Mapa, del latín mappa ‘lienzo’, ‘servilleta’, se documenta en castellano desde el siglo XIV, en la expresión mapa mundi ‘representación del mundo en un lienzo’.

Margesí. Desde su vigésima edición (1984), el DRAE

Maquinita, maquinazo.

dice marimacha en vez de marimacho, término aplicado a la “mujer que en su corpulencia o acciones parece hombre” (DRAE 2001). El primer elemento, mari-, es apócope del nombre María, como símbolo de la condición femenina. El segundo es -macho ‘de sexo masculino’. El cambio de la vocal final restaura la terminación femenina -a, que corresponde al sexo biológico de una marimacho.

Ambos términos son derivados de máquina, palabra de origen griego que significa ‘conjunto de piezas cuyo movimiento transforma fuerza en trabajo’. El diminutivo maquinita se aplica en el Perú a la ‘pronunciación colectiva y rítmica, en alta voz, de un lema político o deportivo’. Maquinita tiene, también en el Perú, la acepción de ‘emisión inorgánica de dinero’, documentada a partir de la segunda mitad del siglo XX. En relación con esta acepción está el uso sustantivo del derivado maquinazo ‘emisión inorgánica de billetes de banco en gran volumen’.

Marca. Este sustantivo (de origen germánico) pertenecía originalmente al ámbito geográfico, pero experimentó, a través de los siglos, algunos cambios semánticos. Hoy puede referirse a una señal física que distingue a seres o cosas de otros de su mismo género o especie. Por otra parte, la marca registrada protege la propiedad industrial o intelectual. Pero en el Perú se constata últimamente un insólito uso de marca como sustantivo masculino (un marca), referido a ladrones que siguen los pasos de sus futuras víctimas. El derivado marcar se ha teñido de este matiz delictivo.

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incluye margesí como palabra ―exclusiva del Perú y sin étimo― que designa el “inventario de bienes del Estado, de la Iglesia y de las corporaciones oficiales”. Ya en 1903, y en parecidos términos, definía margesí don Ricardo Palma. Pero, a pesar de su larga vigencia en nuestro vocabulario burocrático, no se ha propuesto todavía un probable étimo de este curioso peruanismo.

Marimacha. En el Perú y otros países americanos se

Marinera.

Como nombre del baile, marinera representa el triunfo, excepcional en el lenguaje, de la iniciativa individual. En efecto, esta danza ―que data del Virreinato― tenía varios nombres, entre ellos mozamala y zam(b)acueca. En el siglo XIX, tropas del general San Martín llevan la danza del Perú a Chile, donde zamacueca se abrevia en cueca. Posteriormente, la danza regresa al Perú con el nombre de chilena. En 1879, el escritor Abelardo Gamarra, El Tunante, rebautiza el baile como marinera en homenaje a la Marina de Guerra del Perú.

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Maroma. Con el sentido de ‘cuerda, soga’ es un an-

tiguo arabismo del castellano (siglo XIII). En la lengua general, maroma ha conservado este significado, pero en casi toda la América hispana, maroma se usa hoy con el sentido figurado de ‘pirueta, voltereta’ referido al campo político; el derivado maromero se refiere a la persona de ideas o posiciones cambiantes según su conveniencia. En el Perú parece haber caído en desuso el verbo maromear ‘oscilar entre diversas opciones políticas’, generalmente por propia conveniencia.

Martirologio.

Se llama así el libro o catálogo de los mártires cristianos, que incluye ―por extensión― a todos los santos conocidos. El término puede también aplicarse a la ‘lista de las víctimas de una causa’ (distinta de la cristiana). Pero martirologio no se aplica a una sola persona, aunque sus padecimientos, infligidos o no por otros, puedan equipararse con los sufridos por los mártires cristianos. El uso de martirologio referido al sufrimiento de una o pocas personas es un peruanismo.

*Más antes, más luego, etc. En este tipo de locu-

ciones temporales, así como en otras similares, sobra el adverbio más, el cual solo puede anteponerse correctamente a adjetivos de contenido semántico variable o graduable: más hermoso, más culto, más ignorante, más feo, etc. Es también incorrecto el uso del adverbio más delante de otros adverbios de tiempo tales como antes, luego y después. Son, pues, incorrectas las locuciones *más antes, *más luego, *más después. Es correcto, en cambio, decir mucho antes, poco después, este último equivalente a luego.

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Mascota. Viene del francés mascotte ‘brujita’ y, de allí,

‘sortilegio’, ‘amuleto’, ‘talismán’. Es decir, aquello ― persona, animal o cosa― “que trae buena suerte”. Así definía mascota el DRAE en 1992, pero en 2001 le ha añadido la acepción de “animal de compañía”. Este uso, hoy corriente, parece haber surgido en el lenguaje periodístico para traducir el inglés pet. Nuestros animales domésticos tienen ahora la doble tarea de darnos suerte además de compañía.

Material noble.

Designa en el Perú el conjunto de ladrillo y cemento usados como materiales de construcción (el primer edificio limeño de material noble data del siglo XX). Esta expresión relega a una supuesta condición de material innoble al conjunto de dos seculares materiales peruanos de construcción: el adobe y la quincha. Gracias a la falta de lluvias en nuestra costa, quedan hoy muchos seculares edificios de ligero ―y antisísmico― material innoble.

*Mayor a.

El comparativo del adjetivo grande debe ir seguido de la conjunción que o de la preposición de: “es mayor que tú”, “es el mayor de todos”. Pero en el habla semiculta de España y América es frecuente el uso erróneo de mayor seguido de la preposición a (o de la contracción al, de a más el): “el gasto fue *mayor a lo calculado”, “el pago no sería *mayor al sueldo”. Menor, comparativo de pequeño, suele usarse análogamente mal: *menor a, en vez de menor que, menor de.

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Mecer.

En el habla coloquial del Perú, especialmente en el léxico de la política, mecer ha desarrollado el sentido de ‘dar largas a un asunto que debe resolverse’, ‘no acceder a una solicitud hasta que quien la hace se canse de insistir’. En el DRAE 2001 ya se incluye, como acepción exclusiva del Perú, la de “postergar reiterada y engañosamente el cumplimiento de una obligación”. En relación con esa acepción usamos también los sustantivos mecida y meceo y los adjetivos mecedor, mecedora, referidos a personas.

Mecharse. En el habla familiar peruana mecharse sig-

nifica ‘pelearse agrediéndose con las manos’. Mecharse es, al parecer, un derivado de mecha ‘mechón de cabello’, puesto que una forma frecuente de agresión, sobre todo entre mujeres, es la de tirarse de los cabellos o mechas; esta última palabra, antigua en castellano, es un probable galicismo, a su vez, de origen incierto. El hecho de mecharse es la mechadera ‘agresión física mutua’. Y, cerrando el círculo, el primitivo mecha viene a resultar un equivalente de mechadera.

Mediático. Este adjetivo, hoy de uso general, es muy

nuevo en la lengua. Se tomó del francés médiatique, formado sobre el inglés media, calco del plural del latín medium ‘medio’. En inglés se llamaron mass media ―y luego, simplemente, media― los modernos sistemas de difusión de la información. La terminación francesa -tique corresponde al sufijo español -tico, -a. La palabra mediático implica, pues, un interesante recorrido lingüístico que va del latín al inglés, del inglés al francés y del francés al español.

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Médico legista. En el Perú y en otros países de Amé-

rica, desde Méjico hasta Chile, se llama así al profesional que en España se conoce como médico forense. Es decir, el “médico encargado por la justicia para dictaminar problemas de medicina legal” (DRAE 2001). O sea, encargado de determinar sobre enfermedades, heridas o muertes que puedan tener efectos legales. El adjetivo que se refiere a la medicina legal o forense es medicolegal.

*Mejor a. Derivado del latín melio, -ōris, mejor es la for-

ma comparativa del adjetivo bueno. Una comparación iniciada por mejor debe continuarse con la conjunción que o la preposición de: “este es mejor que el otro”, “ese es el mejor de todos”. Sin embargo, en el habla seudoculta del Perú y otros países de América, la conjunción que suele sustituirse por la preposición a: “tu novela es *mejor a la suya”. Análogas incorrecciones no se constatan en el uso del antónimo peor.

*Membresía.

Es un moderno americanismo usado en el Perú y otros países. Se trata de un calco del inglés membership, de igual significado. El Diccionario académico registra membresía en su última edición (2001) con estas acepciones: ‘condición de miembro de una entidad’ y ‘conjunto de sus miembros’. Pero la Academia ha optado finalmente por membrecía porque el sufijo para formar este tipo de derivados es -cía (abogacía, clerecía); la terminación -sía solo resulta cuando hay una -s final en la raíz: burguesía, feligresía.

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Memo.

Es una forma apocopada del latinismo memorándum que significa ‛lo que debe recordarse’. En esta forma, o en la reducida memo, designa en el lenguaje burocrático del Perú y otros países de América la comunicación que se envía internamente entre funcionarios de oficinas públicas u otros organismos. No es aceptable en español culto el plural a la inglesa *memorandums (o memorándums). Tampoco debe usarse la forma del plural latino memoranda.

¿Menús o menúes? Menú es un galicismo registrado

*Men. En el habla popular y familiar del Perú y de otros países de América, men significa ‘jefe, líder, mandamás’ y también ‘capo de un grupo de delincuentes’. Un tabloide limeño se llama El men, título que choca con el sentido común de quien tenga algunas nociones de inglés, puesto que en este idioma men es el plural de man ‘hombre’. La explicación está en que la a de man ‘hombre’ tiene en inglés un matiz fonético que está entre los de la a y la e del español.

Meritocracia. Este moderno término (no aparece to-

Menjunje. En el Perú y en otros países de América se

*Merituar. En el habla supuestamente culta del Perú,

en castellano desde el siglo XIX. La voz francesa termina en una vocal alta cerrada posterior redondeada que no existe en español; al castellanizarse el término, la vocal final perdió la condición de redondeada, pero no el acento prosódico. ¿Cuál es el plural de este difundido galicismo?, ¿menús o menúes? Ambos se consideran correctos, lo mismo que en los casos de tabú (tabús o tabúes), champú (champús o champúes) e iglú (iglús o iglúes).

davía en el DRAE 2001) se usa en todo el mundo hispanohablante para designar el deseable ‘gobierno de los que más méritos tienen en cualquier campo del conocimiento’. Tal vez por su utopía, en España el término se usa sobre todo con ironía. En el Perú se aplica hoy especialmente al caso de nuestra desastrosa educación pública: es urgente establecer un escalafón meritocrático en el magisterio.

aplica despectivamente este término a una mezcla de ingredientes, líquida o semisólida, que tiene usos generalmente medicinales o cosméticos. Menjunje viene del árabe hispánico mamzúq ‘mezclado’ y tiene como variantes actuales menjurje ―también usada en el Perú― y mejunje, alejada fonéticamente del étimo, que figura como principal en el DRAE 2001 por ser hoy la más usual en la Península.

y especialmente en la jerga jurídica, se usa el verbo *merituar con el sentido de ‘evaluar, sopesar’ (las supuestas pruebas de un delito, por ejemplo). Pero el DRAE 2001 no lo registra; solo trae el verbo, poco usado, meritar con el sentido de ‘hacer méritos’ y el ya antiguo americanismo ameritar por merecer. *Merituar se documenta también en la Argentina, donde es igualmente censurado.

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Mermelada. Es

un portuguesismo que en principio designaba en castellano solo la ‘compota o dulce de membrillo’; mermelada pasó igualmente al italiano, al francés y al inglés. En el Perú la palabra tiene hoy, también, un sentido figurado peyorativo: mermelada es ‘negocio ilícito’, ‘coima’, ‘publicidad a cambio de favores’. Su anómalo derivado mermelero, -a se aplica al ‘adulador interesado’ y, específicamente, al ‘periodista ventral’.

En nuestra habla familiar, el mejicanismo metiche está desplazando rápidamente al tradicional peruanismo metete (por entrometido). Metiche es también un derivado del verbo meter, pero con el sufijo -iche (que no figura en el DRAE); metiche se ha difundido últimamente a través de la televisión mejicana. Se usan también en América, además de metete y metiche, los derivados sinónimos metido y metijón (en el Perú, metejón).

*Metereología, *metereólogo. Son variantes inco-

Michi. Es una forma apocopada de michino, apelativo

Meter vicio. En el habla familiar del Perú, la locución

Milico. Es una formación despectiva sobre militar que

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rrectas de las formas correctas meteorología, meteorólogo. Meteoro es un helenismo que designa diversos fenómenos atmosféricos: viento, lluvia, nieve, rayo, arcoiris. Aunque en la lengua oral la metátesis (cambio de lugar de un fonema en una palabra) podría disculparse ―generosamente― por mal oído o por torpeza articulatoria, en la lengua escrita *metereología y *metereólogo son grafías absolutamente imperdonables.

meter vicio tiene el significado de ‘hacer desorden o alboroto’, sobre todo referido al que causan los alumnos en un aula. Vicio es una palabra tradicional de origen latino cuyo sentido más antiguo es el de ‘defecto, falta’; el verbo meter es otro viejo término castellano, de igual origen, entre cuyas viejas acepciones estaban las de ‘enviar’, ‘soltar’, ‘arrojar’, ‘lanzar’. En el ámbito reducido del lenguaje escolar peruano se usa además el adjetivo vicioso, referido al alumno que ocasiona alboroto en clase.

Metiche.

hipocorístico del gato. Como es usual ponerle una cinta al cuello, anudada en un lazo, en el Perú se llama corbata michi la prenda que en España se conoce como corbata de lazo o pajarita, y en otros países de América como corbata de moño o de mariposa, y también corbata gato. Como la corbata de lazo es parte del traje de los camareros en bares y restaurantes, aquí se ha llegado a llamar michi al mismo mozo o camarero.

podría resultar de “derivación jergal” de miliciano. Milico se usa en el habla familiar del Perú y de otros países de Sudamérica: el sufijo -ico es dialectal en la Península y propio de ciertas zonas del español de América. En algunas de ellas, milico se aplica igualmente al policía y al vigilante. Se documentan también el equivalente milicio y los derivados milicada ‘golpe militar’ y milicaje ‘conjunto de milicos’.

Millardo. Significa ‘mil millones’. La Academia Espa-

Misio. En el habla familiar del Perú, Bolivia y la Argen-

ñola lo aceptó a propuesta de la venezolana (que trasmitía la del académico Rafael Caldera, entonces Presidente de la República). Insólita la propuesta y más insólita aún la aprobación académica del término sin el respaldo del uso; millardo (del francés milliard, íd.) se juzgó, sin duda, necesario para evitar la mala traducción de billion (en inglés americano ‘mil millones’) por billón, en español ‘un millón de millones’.

tina, significa ‘pobre’, ‘sin dinero’, ya sea en condición transitoria o permanente: no es lo mismo estar misio que ser misio (o misia). La opinión general peruana relaciona misio con misionero, por la proverbial pobreza de quien predica el Evangelio en las misiones. Pero otro probable étimo es el lunfardo mishio ‘pobre’, ‘sin dinero’ que a su vez viene del genovés miscio, de igual significado.

*Mionca. En el habla jergal, popular y familiar del Perú y de otros países de Sudamérica (Argentina, Chile, Uruguay) suele oírse *mionca por camión como resultado de una inversión silábica. El castellano camión, documentado desde el último tercio del siglo XIX, se tomó del francés camion, a su vez de origen incierto. Los camiones son vehículos de carga, motorizados. La inversión silábica es un recurso fácil de la lengua popular y jergal, tanto en el Perú como en otros países hispanohablantes.

tancia griego) designa, en la lengua general, la toca, o prenda de cabeza, alta y acabada en punta, usada por obispos y arzobispos en ciertas formales ocasiones. Es curioso que mitra, palabra culta de significado tan restringido, haya llegado a tener, en el lenguaje popular peruano, las acepciones figuradas de ‘rabadilla de las aves’ (esta explicable por su forma) y la de ‘cabeza humana’, con los derivados mitrón, -a por cabezón, -a y mitrazo por cabezazo.

Mi persona.

Si el pronombre yo es modestamente monosilábico, ¿por qué algunas personas consideran que la expresión tetrasílaba mi persona es todavía más modesta? Eufemismo, equivalente es el que habla (o la que habla). En España, sin embargo, la falsa modestia puede manifestarse con humor, expresado en la expresión coloquial este cura en vez de yo, de ese yo tan mal asumido por algunos hablantes.

el Perú virreinal al ramillete de flores rociado con agua de olor que lucían las damas en el escote; recordemos los “…aromas de mixtura que en el pecho llevaba…” La Flor de la Canela de Chabuca Granda. Entre los Peruanismos de Juan de Arona (1883) se incluye mistura como sinónimo de puchero de flores y en el Mercurio peruano (tomo III, 1791) se le describe minuciosamente como “una manzanita del tamaño de la nuez [sic], un palillo, uno o dos capulíes, igual número de cerezas, y el azahar de naranja agria…”. La vendedora de mistura era la misturera.

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Mitra. Este término de origen latino (y en última ins-

Mixtura, mistura. Derivado de mixto, se aplicaba en

Mocho. Es un adjetivo de origen incierto, muy antiguo

en castellano; se aplica a lo que carece de punta o de la terminación que debería tener por haberla perdido: toro o carnero mocho, navaja mocha, etc. Pero en el Perú y en casi todo el resto de la América hispana, mocho ha extendido su campo semántico, pues se puede aplicar a personas que han perdido determinada extremidad o parte de ella; por ejemplo, el presidente peruano Sánchez Cerro que, según se cuenta, perdió casi todos los dedos de una mano por haber tapado con ella la boca de una ametralladora en funciones. En el Perú, el verbo derivado mochar significa, entre otras cosas, ‘recortar el cabello en demasía’; es también de uso común la forma pronominal mocharse.

Modisto. La palabra moda se tomó ―a principios del

siglo XVIII― de la francesa mode, de igual significado (y derivada del latín modus ‘manera’, etc.). Del derivado francés modiste se tomó, asimismo, el castellano modista, sustantivo común para ambos sexos (el modista, la modista). Pero más tarde apareció un masculino regresivo: modisto, que la Academia rechazó por mucho tiempo hasta admitirlo en la edición del Diccionario correspondiente a 1984.

Monitorear.

El latinismo monitor ‘alumno que ayuda al maestro’ hizo otra entrada en el castellano ―a través del inglés― como nombre de un ‘barco acorazado de poca altura’: el Monitor “Huáscar”, por ejemplo. Hoy se aplica ―también como anglicismo― al aparato que supervisa el funcionamiento de una máquina. Con esta acepción se relaciona el verbo monitorear (postverbal: monitoreo); el DRAE 2001 solo registra monitorizar.

Monse. Desde hace medio siglo, se usa este adjetivo,

en la lengua familiar peruana, para referirse a seres u objetos decepcionantes en cuanto a las cualidades que se esperan de ellos. Monse es invariable para el género y puede referirse a personas, cosas o situaciones: ‘un novio monse’, ‘un traje monse’, ‘una fiesta monse’. Las primeras documentaciones de monse pertenecen al ámbito jergal, del cual ha ido ascendiendo hasta el léxico familiar, especialmente el de la lengua hablada. Monse se registra ya en el DRAE 2001 como peruanismo de origen incierto.

Moretón. Es, en el Perú y en otros países de América,

Mongo. En el Perú y en otros países de América se cali-

el cardenal o ‘hematoma violáceo’ producido generalmente por un golpe. Son equivalentes americanos de moretón: morete, morado (como sustantivo) y moradura. En España predomina la variante moratón, más cercana al étimo mora ‘fruto del moral’, de color cárdeno cuando maduro. En América se conserva el verbo moretear ‘causar moretones’, hoy olvidado en España.

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fica de mongo o monga a la persona ‘torpe, lerda, de poca inteligencia’. Mongo resulta de la reducción de mongoloide ‘quien padece el síndrome de Down’; mongoloide se explica, a su vez, por los característicos ojos oblicuos de quien sufre dicho síndrome. Se usan los diminutivos afectivos monguito y monguita, y también mongolito y mongolita.

Mostro.

En nuestra habla coloquial ―sobre todo, en la juvenil― mostro, mostra es un adjetivo equivalente de estupendo, magnífico, fantástico; también se usa, en masculino, como adverbio: “me fue mostro”. Esta forma se produce por desgaste fonético del cultismo monstruo (que resulta de la alteración del latín monstrum por influencia del adjetivo monstruosus). En castellano viejo se documentan las variantes intermedias monstro y mostro, esta última solo conservada en América.

Movida. En

el Perú, y en gran parte de la América hispana, movida ―en principio, forma femenina del participio adjetivado de mover― tiene varios sentidos figurados que parten de la terminología de juegos de mesa tales como el ajedrez. Pero, así como en esos juegos la movida es teóricamente limpia, en el uso figurado americano el término tiene un matiz semántico negativo, pues generalmente se refiere a maniobras ocultas o dolosas y a artimañas encaminadas a conseguir el poder político o la ventaja económica.

Mota. En el Perú y otros países de América se conoce como mota la borla usada para aplicarse polvos faciales o talco en el cuerpo. Mota es una antigua palabra castellana de origen incierto cuyo primer significado es el de ‘pelusilla que se desprende de un tejido como efecto de su roce continuo’. También se usa en el Perú mota por borrador de pizarra, comúnmente rectangular y de fieltro. De una de las acepciones generales de mota, la de ‘mechón apretado de cabello muy crespo’, sale el adjetivo motoso, -a, en el Perú sinónimo de zambo, -a.

do en español el uso del sustantivo muestra con los sentidos de ‘exposición’ (especialmente de obras de arte), ‘exhibición’, ‘feria’ o ‘festival’. Se trata, a no dudarlo, de un calco semántico del italiano mostra, palabra que se usa desde hace mucho tiempo con los sentidos mencionados. Esta acepción moderna del castellano muestra no se registra todavía en la última edición (2001) del DRAE.

Motu proprio. Esta es la forma correcta de escribir y

Mundo. Así se conoce en el Perú el juego infantil que

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pronunciar (aunque la sucesión de sílabas con r líquida de proprio resulte dura) la locución latina que significa ‘por iniciativa propia’, ‘por propia voluntad’. Estando en caso ablativo la frase latina, no necesita preposición introductoria en castellano. Por lo tanto, es doblemente incorrecta la deformada variante *de motu propio. Los latinismos no son indispensables, pero si se usan hay que usarlos bien.

Muestra. Durante el último medio siglo se ha difundi-

se llamó primero mundo, demonio y carne; consiste en saltar, en un pie y empujando una teja, sobre las casillas en que se divide un rectángulo dibujado en el suelo con tiza. En España se documenta una docena larga de nombres de este juego, desde el cultísimo infernáculo hasta el transcontinental rayuela, inmortalizado por Cortázar; rayuela llega ―desde el Sur― hasta Arequipa.

Museable.

Con motivo del centenario del descubrimiento de Macchu Picchu por Bingham, se ha oído este término a varios funcionarios directamente relacionados con nuestra cultura. Nos hemos enterado, así, de que entre los miles de piezas y fragmentos arqueológicos catalogados en la Universidad de Yale, solo eran museables unos trescientos, ya recibidos por el Perú. El adjetivo museable ‘apropiado para su exhibición en un museo’ no aparece en el DRAE 2001, pero se documenta en España y en algunas naciones americanas como el Perú, Cuba y la República Dominicana.

Mutatis mutandis.

Esta frase latina significa ‘cambiando lo que haya que cambiar’ y se aplica a situaciones análogas, pero no idénticas. Los latinismos son ajenos a la lengua popular y su uso está reservado a la lengua culta oral o escrita. Sin embargo, a veces la gente culta incurre en errores al citar algunos latinismos, tal es el caso de la variante errónea *mutatis mutandi. Tal vez, la explicación esté en que la vocal final -i se siente típicamente latina, en tanto que la consonante -s final evoca formas verbales incorrectas tales como en *subistes, *bajastes, *vinistes.

*Muy mejor. En nuestra habla culta familiar, y en la

de otros países, se usa esta frase adjetiva, en el Perú referida especialmente a la salud: “ya está muy mejor”; lo correcto, sin embargo, sería “ya está mucho mejor”. Muy (apócope de la forma anticuada muito) debe usarse solo ante un adjetivo (muy terco) u otro adverbio (muy tarde). Mucho, la forma completa vigente, se usa ante mejor y peor; mayor y menor; más y menos; antes y después.

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N n

*Nadies. El pronombre nadie tiene una compleja his-

toria a partir del latín nati ‘los nacidos’. La forma primitiva, nadi, se alteró en nade y luego en nadie, que data del siglo XV. También son antiguas la forma naide y su variante americana naiden. Pero en el Perú se oye la forma incorrecta *nadies, con -s final explicable tal vez por influencia de la -s del plural de todos, su antónimo en cierto modo. *Nadies es inaceptable en lengua correcta.

Ningunear. Este verbo se deriva del pronombre nin-

guno y significa ‘menospreciar’, ‘hacer sentir a alguien como si no existiera’. Parece que el neologismo se creó en Méjico y se difundió últimamente por otros países de Hispanoamérica, incluido el Perú. Desde hace algunos años tiene también alguna difusión en la Península; el DRAE lo registra desde 1992 sin referencias dialectales.

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Ni para el té. El té es un arbusto de origen oriental

con cuyas hojas se prepara una infusión de consumo mundial; en el Perú, se usa desde el siglo XIX y es bebida irremplazable para muchos pueblos, como el británico. La palabra té procede de un dialecto chino y se propagó en Europa, junto con la bebida, a partir del siglo XVII; en casi toda América, té se ha hecho sinónimo de infusión: té de tilo, llegándose a la expresión tautológica té de té. Prueba máxima de lo que es el té para el peruano es la locución no tener ni para el té ‘no tener ni un céntimo’.

*¿No cierto? En el Perú y en otros países de Sudamé-

No tener ni un cobre. En muchos países de la Amé-

rica hispana, el Perú incluido, se documenta cobre con el sentido de ‘dinero’, que a su vez se debe a extensión de sentido de ‘moneda de ínfimo valor hecha de cobre’. En el Perú, cobre fue, hasta la segunda mitad del siglo XX, la denominación popular de monedas de ese metal con el valor de dos centavos (o céntimos) de sol (un gordo) y de un centavo de sol (un chico). Por lo tanto, el modismo no tener un cobre o no tener ni un cobre equivale ―todavía hoy― a ‘no tener ni un céntimo’, ‘no tener dinero’.

Noticiero. Según el Diccionario de la Academia (edición

rica se oye esta locución, enfática y seudointerrogativa, que en realidad busca la coincidencia o el asentimiento del interlocutor. Su forma completa y correcta es, obviamente, ¿no es cierto? Pero en *¿no cierto? la forma verbal (es) resulta omitida a causa de la absorción fonética de la vocal e y de la consonante s por los fonemas vecinos. En el Perú *¿no cierto? llega al nivel del habla culta oral, y aun se ha hecho muletilla en el habla de algunos de nuestros políticos.

2001), noticiario es el “programa de radio, cine o televisión en que se dan, generalmente ilustradas, noticias de actualidad”. En el mismo DRAE, el adjetivo sustantivado noticiero se da como equivalente de noticiario en unos pocos países de América. Pero, realmente, noticiario es de uso muy restringido en América, mientras que noticiero es lo general desde Méjico hasta la Argentina. Otra inexactitud: para el DRAE es americanismo general el uso sustantivo de noticioso como equivalente de noticiario.

No entrarle balas (a uno).

*Nóvel. Es inaceptable esta pronunciación, grave, del adjetivo agudo novel (viejo catalanismo en castellano): “el *nóvel escritor”. La pronunciación inculta *nóvel podría explicarse por influencia de la pronunciación a la inglesa del apellido, Nobel, del científico que creó los consagratorios premios que llevan su nombre. Lo curioso es que en sueco ese apellido se pronuncia igualmente como palabra aguda, igual que novel en correcto castellano (la diferencia es solo ortográfica).

En el Perú y en otros países de América (Venezuela, Uruguay, Chile, entre ellos) se dice de alguien que no le entran balas cuando es absolutamente reacio a aceptar algún consejo. En cambio, en Cuba, Colombia y la Argentina, el modismo tiene el sentido de ‘no ser proclive a enfermarse’ y, por lo tanto, de gozar de muy buena salud. Pero en España no pasarle ni atravesarle (a alguien) las balas significa ‘no sentir frío’, generalmente por ir muy bien abrigado. Bala es un italianismo que se remonta al castellano del siglo XVI.

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O o

Oficialismo, oficialista. En gran parte de la Amé-

rica hispana ―el Perú incluido― se llama oficialismo al ‘conjunto de personas que apoyan a un gobierno o forman parte de él’; oficialista es la ‘persona o agrupación que integra un gobierno o es partidaria de él’. En España no se usan estos términos, derivados del adjetivo oficial, que a su vez viene del sustantivo oficio, y este del latín ofitium ‘servicio, función’.

Obstetriz, obstetra. En el Perú y en otros países ame-

ricanos se conoce como obstetra al ‘médico especializado en partos’ y como obstetriz a la partera o comadrona que ha cursado los estudios correspondientes. Es curiosa la etimología de obstetra y obstetriz, pues se remonta al verbo latino obstare, etimológicamente ‘ponerse enfrente’: esa es la posición que adopta, frente a una parturienta, quien está cumpliendo la labor de ayudarla en el trance. El DRAE 2001 no registra obstetriz; sí obstetra remitido a tocólogo y tocología como sinónimo de obstetricia, es decir, “Parte de la medicina que trata de la gestación, el parto y el puerperio”.

Ociosear. Claro derivado de ocioso, es un americanis-

mo común al Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile. Ociosear significa ‘holgazanear, haraganear’ y sustituye a la forma castiza pero hoy poco usada ociar, del latín otiāri, de igual significado. Ociosear está documentado ya a fines del siglo XIX en el Diccionario de peruanismos de Pedro Paz Soldán y Unanue (Juan de Arona), quien ya nota que el desplazamiento de ociar por ociosear se explica por la mayor frecuencia del derivado ocioso frente a la escasa de su primitivo ocio (frente a pereza) en nuestra lengua familiar.

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Ojón, ojona. En el Perú y en muchos otros países de

América se califica así a quien tiene ojos grandes; en algunas regiones se prefieren otras desinencias y se dice: ojoso, ojudo u ojovoso [sic]. La preferencia por el sufijo -ón está en la línea de los aumentativos generales referidos a rasgos semejantes: cabezón, frentón, orejón, narigón, bocón, jetón, dentón. Y también en la línea de peruanismos del mismo campo léxico como carantón, cachetón, cejón, bembón.

Okey. Esta interjección, hoy difundida en el habla fa-

miliar de España y América ―el Perú incluido― no figura todavía en el DRAE 2001. Significa ‘aprobado’, ‘conforme’, como en el inglés norteamericano del cual se ha tomado. Sobre su etimología hay muchas hipótesis, algunas pintorescas. La más difundida explica O. K. por mala ortografía de algún funcionario que abrevió, con iniciales, all correct ‘visto bueno’ como si se escribiera *oll korrect.

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Oleado y sacramentado. Esta locución adjetiva ―

usada también en femenino: oleada y sacramentada― no se consigna en la edición vigente (2001) del Diccionario de la Academia. En el Perú, Chile y Bolivia, se dice de un asunto que está oleado y sacramentado cuando está firmemente definido o decidido, sin posibilidad de revisión o revocación. Por su directa relación con un acto del culto católico, resulta extraño que haya surgido espontáneamente en América, al parecer, sin precedentes en la Península.

Oletear. Es

un derivado de oler, verbo documentado desde los orígenes de la lengua castellana. El sufijo -ear tiene, a la vez, una connotación iterativa y otra despectiva. Oletear parece una formación exclusiva del lenguaje peruano vulgar y familiar. Oletear equivale al verbo castellano, igualmente peyorativo, oliscar y, a los sinónimos generales husmear, fisgonear. El adjetivo, también exclusivo del habla peruana, oletón corresponde, por su parte, al derivado peninsular oliscoso y a los equivalentes de la lengua general fisgón, husmeador.

*Omnibuses. Es un plural incorrecto de ómnibus, ex-

plicable por influencia de los plurales correctos autobuses, microbuses, trolebuses. Pero en estos casos el singular es una palabra aguda (autobús, microbús, trolebús) mientras que ómnibus es esdrújula. Y la regla dice que las esdrújulas acabadas en -s no varían para el plural: la síntesis, las síntesis; el paréntesis, los paréntesis, etc. Por lo tanto, también debe decirse los ómnibus, y no los *omnibuses.

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Onceavo. Como adjetivo numeral fraccionario, se re-

fiere a ‘una parte de las once en que algo está dividido’: “le toca un onceavo del premio”, por ejemplo. Onceavo no es equivalente de undécimo, adjetivo numeral ordinal que significa ‘que sigue al décimo’, y tampoco de su sinónimo decimoprimero. Las mismas reglas se aplican a doceavo frente a duodécimo y decimosegundo. Por lo tanto, son incorrectas frases tales como “subió al *onceavo piso” en vez de “subió al undécimo piso o al piso once”.

*ONGs, *ONG’s, *Oenegés.

La sigla correspondiente a Organización No Gubernamental es ONG, oralmente deletreada o-ene-ge, con acento prosódico en la última sílaba. Según la norma académica, la sigla ONG no varía para el plural (se admite una s final en la pronunciación). Debe escribirse, por lo tanto, “las ONG”. No se admiten grafías tales como *ONGs u *ONG’s; esta última lleva el apóstrofo que en inglés significa ‘posesión’ más una s de plural.

Onomástico. Palabra de origen griego, significa ‘refe-

rente al nombre propio’ y, como sustantivo, designa el ‘día del santo o santa cuyo nombre lleva una persona’ (en España se prefiere la forma femenina onomástica). Por lo tanto, en la lengua general onomástico es equivalente de santo. Pero en el Perú, donde se ha perdido, como en la Península, la costumbre de dar el nombre del santo del día al recién nacido, se usa santo u onomástico para referirse al cumpleaños; es decir, al ‘aniversario del nacimiento’ de alguien, coincida o no su nombre con el del santo del día.

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Operático. Es un adjetivo derivado de ópera, italianis-

mo que designa la “obra teatral cuyo texto se canta, total o parcialmente, con acompañamiento de orquesta” (DRAE 2001); el nombre también se aplica al poema dramático sobre el cual se basa la obra y al género musical constituido por esta clase de obras. La forma adjetiva correspondiente es, en el español general, operístico, -a; pero en el Perú y en otros países de la América Meridional y Central se prefiere la variante operático, -a al parecer tomada del inglés correspondiente operatic.

Orgánico. Este derivado de órgano aparece en el DRAE

en acepciones relacionadas con la biología, la medicina, los compuestos del carbono, las entidades colectivas, etc. Pero no figura en su última edición (de 2001) otra acepción ―modernamente difundida― que se refiere a vegetales comestibles cultivados con abonos constituidos solo por materia orgánica, sin usar fertilizantes ni insecticidas químicos. Esta acepción se ha calcado de la que antes desarrolló el adjetivo inglés organic.

opīmus, se usa en castellano desde principios del siglo XVI, con los significados de ‘rico’, ‘fértil’, ‘abundante’. Pero también es temprana, en España y en América, la variante incorrecta *ópimo, -a, que se explica por influencia de otros latinismos esdrújulos, especialmente de óptimo, superlativo irregular del adjetivo bueno, ese sí correctamente esdrújulo.

Origami. Este término japonés, equivalente de pajarita de papel, es de uso general en el Perú. Aunque su estructura fonética no presenta dificultad para su pronunciación en castellano, la palabra no ha tenido la difusión que podría haberse esperado. Ya don Miguel de Unamuno creó el equivalente galicado cocotología, que tampoco tuvo mayor difusión y solo aparece en el Diccionario de la Academia Española desde 1992. Allí también se incluye un compuesto culto equivalente: papiroflexia.

Orden del día. Esta frase nominal tiene sentidos dife-

O sea. Esta

frase ―equivalente de es decir, esto es, en otras palabras― se ha hecho muletilla en todo el orbe hispánico. Como locución expletiva fija, no varía para el plural: “dos docenas, o sea (no o sean) veinticuatro”. Variantes populares son o séase y aun u séase (esta última, humorística). Pero en el habla familiar peruana ―o más bien vulgar― o sea ha llegado a hacerse locución expletiva final que no lleva a ningún segundo término supuestamente más claro: “dámelo ahora, o sea”.

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Opimo, -a. Este adjetivo culto, que proviene del latín

rentes según lleve artículo masculino o femenino. Así, el orden del día es la “determinación de lo que en el día de que se trata debe ser objeto de las discusiones o tareas de una asamblea o corporación” (por ejemplo, el Congreso de la República). En cambio, la orden del día es una expresión del lenguaje militar que se aplica a la orden “que diariamente se da a los cuerpos de un ejército o guarnición señalando el servicio que han de prestar las tropas” (DRAE 2001).

Otorongo. Del quechua uturunku, designa en Sudamé-

rica a un felino también conocido como tigre, tigrillo o jaguar (Leopardus onza, Felis onza, etc.), de manchas polícromas, cabeza ancha y patas fuertes. El otorongo, aunque potencialmente antropófago, no es caníbal, es decir, no come a los de su misma especie. Esta cualidad se destaca en el dicho otorongo no come otorongo, que significa ‘congresista no sanciona a otro congresista’ y se ha difundido últimamente en nuestro lenguaje político, que sí suele ser antropofágico.

Óvalo. Viene del latín ōvum ‘huevo’ (a través del italia-

Pp

Pachocha. En el habla familiar del Perú ―y también

no òvolo, con influencia de oval). Según el DRAE 2001, óvalo es la “curva cerrada con la convexidad vuelta siempre a la parte de afuera, de forma parecida a la de la elipse, y simétrica respecto de uno o de dos ejes”. De esta compleja definición se deduce que óvalo no debe aplicarse a lo que tenga forma de circunferencia (o círculo). Sin embargo, en Lima se dice Óvalo Gutiérrez, Óvalo Higuereta, etc. en referencia a espacios públicos circulares.

de Cuba, Venezuela, Colombia y Chile― se usa pachocha como variante de la forma general pachorra que tiene los sentidos de ‘flema’, ‘lentitud’. Pachorra, a su vez, parece un término de creación expresiva; se documenta en castellano desde el siglo XVII. En el Perú se usa el adjetivo pachochudo aplicado a quien se comporta con extremada lentitud. Derivados que no presentan asimilación consonántica son, en Colombia, pachorrear (sin equivalente en español general) y el uruguayo pachorriento, sinónimo de pachorrudo.

Overol. En el Perú y en otros países de América, overol

Palabras mayores.

Según el DRAE 2001, palabras mayores son “las injuriosas y ofensivas”. Este es el sentido original de dicha expresión nominal, y así se documenta en los clásicos. En el Perú y en otros países de América, sin embargo, esta locución sustantiva ha sufrido cierto proceso, poco frecuente, de ascenso semántico: palabras mayores son entre nosotros aquellas que se refieren a algo grave o importante.

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designa el ‘traje de trabajo de una sola pieza’ (blusa, o peto, y pantalón unidos: en España, mono). Overol resulta de la adaptación gráfica del nombre inglés de esa prenda de vestir: overall, literalmente ‘sobre todo’, porque al principio se sobreponía al traje usual para protegerlo. El cómodo overol se ha impuesto como prenda del vestuario de personas de los dos sexos, de cualquier ocupación y todas las edades.

Palabrear.

En la lengua general apenas se registra un uso escaso e intransitivo del verbo palabrear con el sentido de ‘hablar mucho’. En el Perú y otros países de América, en cambio, palabrear es un verbo transitivo que tiene el sentido de ‘intentar convencer a alguien de algo hablándole profusamente’. El postverbal femenino palabreada se refiere a la acción misma de apabullar con palabras al interlocutor; quien lo tiene por hábito es calificado despectivamente como palabreador o palabreadora.

Palta. Del quechua pállta(y), designa el fruto del palto,

términos que se usan, a partir del Perú, en el sur de América. En el resto del continente se ha impuesto el aztequismo aguacate, que ha sufrido curiosas alteraciones al pasar a otras lenguas (en inglés se llama avocado). No se explican los cambios semánticos negativos sufridos en el Perú por palta ‘preocupación’, ‘frustración’; paltearse ‘abatirse’, ‘equivocarse’ y caído del palto por caído del nido.

Panca. Representa la pronunciación castellanizada del

Palillo. En el Perú, Ecuador y Bolivia, se conoce como palillo el condimento y colorante amarillo que en la lengua general se llama cúrcuma. El nombre de palillo, literalmente diminutivo de palo, se explica por la forma de sus raíces (y no por la de su tallo, pues la planta carece de él). El palillo llegó a América con los descubridores y conquistadores europeos, pero se difundió sobre todo a partir de la importación de esclavos africanos, en cuyas comidas era elemento importante. En la moderna medicina naturista se atribuye al palillo cualidades curativas, entre ellas la de desinflamante.

quechua p’anqa (con p glotalizada y k uvular); en español general se llama perfolla, espata. La panca se usa, en el Perú, para envolver la humita (no es un diminutivo sino la adaptación del quechuismo humint’a), una especie de tamalito salado o dulce (tamal es un aztequismo); la panca del maíz se usa todavía para envolver cigarrillos en Chile y otras partes. La forma prefijal despancar es quitar la panca al choclo (del quechua chokkllo ‘maíz tierno’); despancado es el proceso mismo y despancador el instrumento que se usa para esa tarea.

Pallar de la oreja. Parece uso exclusivo del Perú el

dida en América (el Perú incluido). Equivale al pan fresco de la lengua general; es decir, a aquel recién horneado (que está, por cierto, más caliente que fresco). Y, como el olor del pan caliente convoca a la clientela, venderse como pan caliente es una expresión que se aplica a la mercadería que se vende rápida y totalmente. Este modismo tiene, también, gran extensión americana, nuestro país incluido.

de esta frase por lóbulo o perilla de la oreja, es decir, su extremo inferior no cartilaginoso. Lo insólito es que el quechuismo pallar ha desplazado a los términos castellanos correspondientes para designar una parte del cuerpo humano, ámbito léxico reacio a préstamos lingüísticos. Pállar (palabra grave en quechua) designa una leguminosa cultivada ancestralmente en el Perú y hoy mundialmente difundida. Dato curioso: los pallares se llaman lima beans en inglés americano, es decir, ‘guisantes de Lima’.

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Pan caliente. Esta expresión nominal está muy difun-

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Panelista. En la lengua general, panel (tomado del in-

glés panel, con acento prosódico en la primera sílaba) designa el ‘grupo de tres o más personas escogidas para discutir en público sobre un tema determinado’. En casi toda la América hispana (el Perú incluido) se usa también el derivado panelista (del inglés panelist o panellist) para designar a cada uno de los (o las) participantes en un panel radial o televisivo.

Panetón.

Palabra que proviene del italiano panettone, designa un bizcocho de forma cilíndrica con la parte superior abombada que contiene, en su masa, trocitos de diversas frutas confitadas. El panetón se consume en el Perú y en otros países de América del Norte, del Centro y del Sur, desde Méjico hasta la Argentina; la variedad difundida entre nosotros es la que procede de la cuidad de Milán. El consumo del panetón, popularizado en el Perú desde los inicios del siglo XX, es hoy característico de nuestra Navidad y de nuestras Fiestas Patrias.

Panllevar. En el Perú y en otros países de América se

Panudo.

Este adjetivo es un moderno peruanismo derivado del sustantivo pana, término que tiene aquí el sentido de ‘tela de que está hecha una prenda de vestir elegante o cara’. Panudo tiene en nuestra lengua familiar el significado más o menos despectivo o burlón de ‘presumido’, ‘pagado de sí mismo’. De panudo se ha derivado el verbo panudear o panudearse que significa ‘presumir, alardear de algo’; la locución verbal tirar pana es equivalente de panudear o panudearse.

Papa. Es, en toda la América hispana, el nombre ori-

ginal del tubérculo (Solanum tuberosum) que fue y es básico en la alimentación popular del mundo entero. Esta palabra, quechua, no tiene relación con la latina papa ‘padre’ (de donde Papa ‘Santo Padre’) ni con su forma afrancesada papá, introducida en castellano por los reyes Borbones en el siglo XVIII. Por cruce del quechua papa ‘tubérculo’ con el arahuaco batata (equivalente del aztequismo camote) la papa se conoce como patata en la mayor parte de España.

Papa caliente.

llaman cultivos de panllevar los de productos agrícolas de primera necesidad (excepto el de la caña de azúcar). Este curioso compuesto de pan y llevar se explica porque en castellano antiguo pan designaba también cualquier grano del cual podía fabricarse. De ese uso salió la expresión nominal tierra de pan llevar, cuyos dos últimos términos llegaron a unirse en el sustantivo masculino panllevar.

En la lengua familiar y coloquial de toda la América hispana, el Perú incluido, la expresión nominal papa caliente retrata una situación, más o menos grave o crítica y casi siempre urgente, que genera al mismo tiempo preocupación y expectativa. Se trata, sin duda alguna, de una traducción literal de la más antigua expresión inglesa hot potato. Papa caliente se documenta en América desde el último cuarto del siglo XX; también se documenta en la Península la expresión sinónima patata caliente.

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Papamóvil.

Es el vehículo blindado, con vidrios a prueba de balas, que usa oficialmente el Papa para desplazarse en las ciudades que visita. En italiano, francés e inglés el término tiene ligeras variaciones; en italiano y fran­cés es femenino por serlo en dichas lenguas el sustantivo equivalente a automóvil, cuyo primer elemento fue sustituido. El papamóvil estará siempre asociado a Juan Pablo II, quien lo usó a partir del grave atentado de 1981. Papamóvil no aparece en la última edición (2001) del DRAE.

Paradero.

Paparazzi.

Paralé. Este término coloquial tiene en el Perú (tam-

Este italianismo (incluido ya en el DRAE 2001) empezó a usarse desde 1960, año en el que se estrenó la película de Fellini, La dolce vita. Uno de sus personajes, el fotógrafo apellidado Paparazzo (pronunciado [paparátso]), tenía la misión de tomar instantáneas, por sorpresa, a actores, actrices y otros famosos. Es curioso que haya pasado al español como singular la forma italiana plural paparazzi; lo esperable habría sido que el préstamo se tomara del apellido Paparazzo cuya o final coincide con el morfema castellano de masculino singular.

Papelada.

En el habla coloquial del Perú y de otros países de la América hispana, papelada significa ‘ficción, farsa, simulación’. Se usa sobre todo en la locución verbal hacer la papelada que tiene los sentidos de ‘simular, fingir’ (y está sin duda en relación con hacer un papel en una obra de teatro, cine, etc.). Como sustantivo derivado de otro sustantivo (papel) mediante el sufijo nominal -ada, papelada está en la línea de humorada, etc.

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En el Perú y en otros países de América se usa este derivado (a su vez, de otro derivado) para designar lo que en la lengua general se llama parada o apeadero: el lugar donde se detienen diversos tipos de vehículos colectivos para permitir la subida o bajada de pasajeros. Hay paraderos intermedios y finales, de ómnibus y de otros vehículos de transporte público. En Lima también hubo paraderos de tranvías; hoy los hay de una línea de grandes ómnibus municipales (y tal vez haya, algún día, paraderos de tren eléctrico).

bién en Chile) el significado de ‘rechazo brusco y contundente de lo dicho o hecho por un interlocutor o adversario’. En cuanto a su origen, lo más probable es que resulte del trastrueque del acento de intensidad de ¡párale!, forma del imperativo, con pronombre enclítico expletivo, de parar ‘detener’. Se usa corrientemente en las locuciones verbales poner un paralé y dar un paralé. Otra locución peruana equivalente es parar el macho (o los machos).

Parar la olla. En castellano, el verbo parar, del latín parāre, tiene, entre sus principales acepciones, la de ‘detener el movimiento’. Pero en el Perú, en otros países de América y en Murcia (región situada al sudeste de España), parar(se) ha desarrollado el sentido de ‘estar o poner(se) de pie’. Olla, vieja palabra castellana, designa el utensilio de cocina empleado para preparar los alimentos. En el Perú, Ecuador, Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia, la locución verbal parar la olla tiene el sentido de ‘proveer de lo necesario para la alimentación familiar’.

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Parar la oreja. En el habla familiar del Perú y del

resto de la América hispana, el verbo parar, en principio sinónimo de detener, tiene acepciones que lo hacen más o menos equivalente de ‘ponerse de pie o ‘ponerse inhiesto’. La locución parar la oreja significa ‘aguzar el oído’, ‘prestar atención’, y se aplica sobre todo a ocasiones en que ello se hace subrepticia o disimuladamente. Es probable que estos usos americanos de parar por ‘poner en posición vertical’ y pararse por ‘erguirse’, ‘ponerse de pie’ provengan de un antiguo asturianismo que no ha pasado a la lengua general.

Parihuela. En el Perú, Bolivia y Ecuador, es una sopa

de diversos mariscos y trozos de pescado, aliñada con cebolla, ajo, ají y otros condimentos. Pero, en español general, parihuela es una camilla, usada para llevar heridos o enfermos, que se fabrica con dos listones de madera, unidos por una lona que deja libres sus cuatro extremos. ¿Y qué tiene que ver una sopa de mariscos con una camilla para heridos, enfermos o cadáveres? La idea común de levantamuertos (véase) es subyacente a la de sopa reconstituyente y a la de camilla usada para portar cadáveres.

Parlante, altoparlante. El

verbo parlar está documentado desde la época preclásica como sinónimo no estricto de hablar; cosa análoga sucede con sus respectivos participios parlante y hablante. Pero en el Perú (y en otros países de América) parlante y su compuesto altoparlante designan, como sustantivos, el ‘aparato usado para amplificar sonidos’: lo que en la lengua general se denomina altavoz.

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Pasador.

Se llama así el cordón, con herretes en las puntas, que pasa por los ojalillos de varios tipos de calzado y sirve para sujetarlo al pie. Es notable que este adminículo tenga tan diversos nombres en distintos países de América: además de pasador ―usado en el Perú, Ecuador y Chile― se documentan agujeta en Méjico, trenza en Venezuela y correa, cinta, gavete y guato en otros países de nuestro continente.

Pasar desapercibido. Esta locución verbal, que sig-

nifica ‘no ser notado o advertido’, es calco de la francesa passer inaperçu y ha sido anatematizada por el purismo antigalicista durante dos siglos. Hoy, finalmente, se reconoce que la expresión pasar desapercibido forma parte, desde principios del siglo XIX, de nuestra norma culta, y que está legitimada por el uso paralelo del verbo apercibir(se) con los sentidos de ‘percibir’, ‘darse cuenta’.

Pasar la voz. Esta locución verbal, propia del habla culta familiar peruana, tiene el sentido de ‘comunicar algo a alguien, llamar su atención’. Pasar la voz tiene un matiz de confidencialidad pero puede también referirse a grupos más o menos grandes de interlocutores. Con este mismo sentido se usa todavía en el Perú la locución sinónima dar la voz. Y en el DRAE 2001 se consignan otras dos expresiones equivalentes de pasar la voz y dar la voz; ellas son echar la voz y soltar la voz, cuyo uso no se ha señalado en el Perú.

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Pasar por agua tibia. Este modismo peruano se re-

gistra en el DRAE 2001 como “pasar una prueba con lenidad”; es decir, ‘ser objeto de excesiva benevolencia’ en un examen, concurso, etc. Por eso se califica despectivamente de pasado por agua tibia a quien se tiene por inculto o poco inteligente. El DRAE 2001 registra también, como peruanismo, ser (alguien) agua tibia con el sentido de “no decidirse por idea alguna, carecer de energía o personalidad”.

Pata.

En la lengua familiar del Perú, pata tiene, además de sus acepciones generales, las de ‘amigo íntimo’ o ‘fulano’; se usa más referido a varones, pero tiene también algún uso referido a mujeres: ella es mi pata, sin embargo, no *ella es la pata de Juan. El derivado patero puede ser sinónimo de otro americanismo, amiguero, o de adulador. De patero se deriva, a su vez, el sustantivo abstracto patería, que tiene igualmente matices positivos y negativos; hacer la patería puede significar ‘demostrar afecto sincero’ o ‘fingir afecto interesadamente’.

Pasarse de vueltas. En la lengua familiar y popular del Perú, pasarse de vueltas significa ‘excederse’; esa locución verbal puede entenderse en sentido positivo o negativo, según lo determine el contexto. Son ejemplo de ello estas oraciones: “se pasó de vueltas con su generosa donación”, “tomó demasiado vino y se pasó de vueltas”. Pasarse de vueltas tiene, en la Argentina, el sentido positivo de ‘agotarse en el estudio o en el trabajo’. Vuelta, sustantivo femenino derivado del verbo volver, es ejemplo de rica polisemia en el español de todas partes.

usualmente pata´e perro o pateperro― no varía según el género y se aplica, en nuestra habla familiar, a la persona callejera, poco hogareña, aquella que recorre las calles (y también casas ajenas, tal vez por evitar el permanecer en la propia). El DRAE 2001 registra pata de perro en el Perú y nos adjudica, además, una extraña variante pataperro; registra, asimismo, el chileno patiperrear por callejear.

Paseandero. En el Perú, y en otros países de Sudamé-

rica, paseandero es quien tiene el gusto y la costumbre de pasear (o pasearse). En la lengua general, sin embargo, este concepto se expresa con el derivado paseador, de poco o ningún uso en el Perú y aplicado, en todo caso, a quien lleva de paseo a otro ―persona o animal― por decisión propia o por encargo. Paseandero es una obvia formación sobre el gerundio paseando, así como curandero sobre curando, rezandero sobre rezando, etc.

Patear el tablero. En

el Perú, esta locución verbal tiene el sentido figurado de ‘abandonar súbita y bruscamente una discusión, juego o contienda en que se estaba perdiendo, evadiendo así la admisión del fracaso’. En otros países sudamericanos, este modismo presenta ligeras variaciones semánticas. En Chile, Bolivia, Argentina y Uruguay, significa ‘ocasionar el fracaso de un proyecto voluntaria o involuntariamente’ y también ‘decir o hacer algo inesperado’. La expresión patear el tablero parece haber surgido del juego del ajedrez.

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Pata de perro. Esta locución adjetiva ―pronunciada

Patear latas. En esta locución, exclusiva del Perú, pa-

¿Pekín o Beijing? El nombre español tradicional de

Pedilón. En el Perú y en otros países de América equi-

Penar. En el Perú y en otros países de América penar es, referido al alma de un difunto, ‘aparecerse’. El origen de este uso está en la locución nominal alma en pena que identifica a la que sufre en el Purgatorio. En plural se dice almas en pena pero, al reducirse la expresión, el plural de almas pasa a pena y penas designa a los espíritus compelidos a vagar sin paz entre los vivos. Este uso de pena se documenta ya a fines del siglo XIX en el Diccionario de peruanismos de Pedro Paz Soldán y Unanue (Juan de Arona).

tear tiene el sentido habitual de ‛dar puntapiés’ y lata es reducción de hojalata; estar pateando latas significa ‛estar sin trabajo y sin dinero’ y nos evoca la imagen de alguien que camina dando puntapiés ocasionales a diversos envases vacíos de hojalata diseminados por el suelo de una calle descuidada. Junto a estar pateando latas se usa también la expresión ―que suele ser admonitoria― acabar (o terminar) pateando latas.

vale a pedigüeño: ‘quien pide, repetida e inoportunamente, cosas o favores’. El rechazo social ante este tipo humano se expresa en varios sinónimos, derivados también de pedir, que tienen matiz despectivo: pedidor, pedigón, pidón (en España); pedenche, pediche, pidiche, pidión (en América). Pedilón entra en la serie de derivados verbales con el falso sufijo -lón: dormilón, comilón o comelón, reilón, etc.

Pegalón. En

el Perú, Bolivia y Méjico se documenta el uso familiar del adjetivo pegalón, pegalona como equivalente de pegón, pegona, términos de la lengua general desconocidos entre nosotros. El derivado pegalón pertenece a una serie americana de adjetivos (reilón, pedilón, mordelón, correlón, etc.) en los que el sufijo -ón ha sido desplazado por un supuesto sufijo *-lón cuya postiza ele inicial corresponde a la ele final de un radical combinado con el sufijo -ón (como en los casos de burlón, adulón, etc.).

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la capital de China es Pekín (o Pequín). Pero, desde mediados del siglo XX, se ha difundido la grafía Beijing (pronunciada aproximadamente Beiyín), transcripción en alfabeto latino de los caracteres chinos correspondientes (sistema pinyin), y difundida por las agencias noticiosas. En español no es obligatorio decir Beijing, así como no decimos London por Londres ni Milano por Milán.

Pendejo. Como sustantivo significa en español general

‘vello del pubis’; como adjetivo tiene en América dos áreas geográficas semánticamente opuestas. En Méjico, América Central, Colombia y Venezuela, pendejo, -a es ‘torpe’, ‘tonto’; pero en el Perú, pendejo es ‘vivo’, ‘astuto’. En Bolivia coexisten ambos grupos semánticos. Consiguientemente, pendejada es ‘bobada’ en el primer grupo de países, y ‘viveza’ en el Perú; el verbo apendejar(se) se aplica también con sentidos opuestos según la zona. Y pendejear se aplica, en el Perú, a personas, con el sentido de ‘coquetear con quien no es su pareja’.

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*Peñizcar. En el Perú y en otros países de América se

Performance. Este anglicismo, usado en el Perú y en

Pepa. Es un falso derivado regresivo de pepita, del latín

Pergeñar. Este verbo, de origen directamente ligado con ingenio, tiene hoy los sentidos de ‘trazar, esbozar’ y también ‘realizar, ejecutar’ (ya sea con mucha o poca habilidad). En España, pergeñar pertenece al nivel del habla coloquial; en América ―el Perú incluido― se circunscribe al nivel del habla culta formal. Pero es imperdonable ―en ambos continentes― la errónea pronunciación *pergueñar, con sonorización de la segunda consonante.

oye esta forma incorrecta de pellizcar, con su postverbal *peñizco y el aumentativo *peñizcón. Según el DRAE 2001, pellizcar viene del latín *vellicicāre, alterado en su consonante inicial por influencia de pellis ‘piel’ (pero la autorizada opinión de Corominas considera pellizcar como voz de creación expresiva). En algunos países americanos se documenta todavía la antigua variante pelizcar, fonéticamente más cercana al latín pellis ‘piel’.

pippīta, que significa ‘semilla de ciertas frutas’, ‘trocito de oro’ y ‘tumor lingual de las gallinas’. Pepa tiene en el Perú varios sentidos figurados: ‘meollo’ (la pepa o pepita del alma), ‘rostro’ (pepón, -a es ‘persona agraciada’), ‘gol’, etc. El más productivo es el uso de pepa por píldora, cápsula o pastilla, origen de una verdadera familia de palabras: pepear(se) ‘administrar o consumir pepas’, con su postverbal pepeo, y pepero, -a, quien las consume o las administra, entre otras.

Perezosa. Este adjetivo femenino sustantivado, obvio

derivado de pereza, designa en el Perú y en otros países de América ―desde Méjico hasta la Argentina― una especie de silla constituida por un armazón plegable de madera y un asiento-respaldar de lona; en algunos otros países americanos, el género cambia y el mueble se conoce como perezoso, pero en ninguno de los dos casos el término pertenece al español general: en la Península, el mismo mueble portátil se llama silla de tijera o tumbona; este último sustantivo se deriva del verbo tumbar ‘derribar’, de origen onomatopéyico.

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otros países de la América del Sur, se considera “evitable” en el DPD (Diccionario panhispánico de dudas, de 2005), pues puede (y debe) sustituirse por funcionamiento, trabajo, desempeño, rendimiento o comportamiento, según se refiera a cosas (como un motor) o a personas, y también por interpretación o actuación, si se refiere a quienes practican las llamadas artes del espectáculo (en inglés, performing arts).

Perromuertero.

La locución nominal perro muerto ‘fraude, trampa’ se documenta ya en la prosa ―y aun en el verso― de algunos clásicos castellanos (especialmente referida al trato con mujeres públicas). Hoy sobrevive en las expresiones verbales hacer (o tirar) perro muerto, de gran vigencia en el habla coloquial de Chile y el Perú. Y es notable que su vitalidad haya propiciado ―previa fusión de ambos términos― la formación de derivados como perromuertero ‘tramposo’ y el jergal perromuertear ‘trampear’.

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¿Perú o el Perú? Lo histórico, lo tradicional y lo ma-

yoritario es el uso del nombre de nuestro país precedido del artículo determinado: el Perú, del Perú, con el Perú. Pero últimamente se está difundiendo ―en parte por influencia del inglés, que influye, a su vez, en el lenguaje periodístico― el uso de Perú sin artículo. Según la doctrina académica, ambas opciones son lícitas, puesto que el artículo determinado antepuesto a Perú no forma parte ―como en el caso de El Salvador― del nombre oficial del país.

Peticionar. Un latinismo de la lengua general es peti-

ción; data de principios del siglo XV y su derivado peticionario, de fines del XVI. A estas voces clásicas se añaden en el siglo XX, en el español del Perú y del Cono Sur, el galicismo peticionar ‘pedir oficialmente a una autoridad’ y su derivado peticionante, que cumple función adjetiva o sustantiva en competencia con el tradicional peticionario. Peticionar, término propio del lenguaje jurídico y administrativo, figura ya en el DRAE 2001 como americanismo; no así su derivado nominal peticionante.

Peyorizar. En el habla culta peruana el verbo peyorizar tiene el sentido aproximado de ‘menospreciar’. Peyorizar es una formación doblemente anómala: primero, porque solo contados verbos (relativizar, normativizar, colectivizar) se derivan de adjetivos terminados en -ivo (relativo, normativo, colectivo); segundo, porque ―consecuentemente― peyorativo habría debido dar *peyorativizar y no peyorizar. Peyorizar no se incluye en el DRAE 2001 a pesar de que se documenta esporádicamente en la lengua culta de España y América.

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Piafar. Según el DRAE 2001, piafar, dicho de un ca-

ballo, es “alzar ya una mano, ya otra, dejándolas caer con fuerza y rapidez casi en el mismo sitio de donde las levantó”. Sin embargo, en el habla culta de España y América prima la confusión de piafar con relinchar o resoplar, tal vez por la probable simultaneidad de estas acciones. Piafar se tomó, en el siglo XIX, del francés piaffer, documentado desde el XVI con los mismos sentidos que registra hoy el DRAE.

Picapica. En la lengua general, este sustantivo, producto de la reduplicación de una forma del verbo picar ‘causar escozor’, designa varias plantas cuyo contacto produce picazón. En el Perú y Guatemala, en cambio, picapica se relaciona con otra acepción del verbo picar, la de ‘cortar en pedacitos’ y designa lo que en España se conoce con el italianismo confeti. En Nicaragua, Panamá, Puerto Rico, Venezuela se emplea el sinónimo papelillo; en el resto de América, en cambio, se usa una expresión meramente descriptiva: papel picado. Picárselas. En el habla coloquial del Perú y del Cono

Sur significa, según el DRAE 2001, “irse, por lo común rápidamente” (más bien, subrepticia y repentinamente). Equivale al peninsular pirárselas y a modismos como poner pies en polvorosa o tomar las de Villadiego. Picar, de étimo desconocido (tal vez término de creación expresiva), tiene entre sus usos el de ‘espolear el caballo’; pero no parece haber relación entre esa acepción y la de ‘huir’ que tiene picárselas.

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Pichicata. En la lengua familiar del Perú y de otros

países sudamericanos, pichicata designa a la cocaína; el verbo pichicatear se refiere a su consumo y pichicatero o pichicatera a quien la inhala. Étimo de estos términos es el italiano pizzicata, traducido literalmente por pulgarada o pellizco, es decir la porción de polvillo o materia semejante que se puede tomar entre los dedos índice y pulgar. Aunque pichicata se usa también en Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile y Argentina, lo más probable es que el término se haya tomado de este último país.

Pichiruchi. En el habla familiar del Perú, Chile, Boli-

via y Argentina este término (con sus variantes pichiruche y pichiriuchi) es la ‘persona insignificante’ en lo social y a aquella ‘canija, enclenque’, en lo físico; también a la ‘neófita’ o ‘inexperta’. Se ha supuesto para pichiruchi un étimo araucano, o aun quechua. Pero es más bien probable que sea un término de creación expresiva; es decir, una especie de retrato fonético de la idea expresada.

Piconería. En español general, picar (derivado de pico

‘instrumento punzante’) significa figuradamente “enojar o provocar a alguien con palabras y acciones” (DRAE 2001; en el Perú se prefiere la locución sacar pica); picarse es “ofenderse o enojarse por alguna palabra o acción ofensiva o indecorosa” (DRAE 2001). Quien se pica es en España picajón o picajoso; en el Perú es picón. Y piconería (o piconada) expresa entre nosotros la reacción negativa ante el picón o la picona: “quien se pica, pierde”.

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Pilotear. Según el DRAE 2001, pilotear es una mera va-

riante de pilotar, término del lenguaje marítimo que significaba “dirigir un buque, especialmente a la entrada o salida de puertos”, pero que extendió luego su uso a los de ‘conducir’ aviones, automóviles y otros vehículos. Pilotar es general en España, y pilotear es un americanismo que ha desarrollado, a su vez, usos figurados tales como ‘guiar, dirigir (a una persona) en un asunto que conoce poco’.

Pinta. En una de sus varias acepciones, pinta es el “as-

pecto o facha por donde se conoce la calidad buena o mala de personas o cosas” (DRAE 2001). Entre nosotros, ser pura pinta equivale a ‘ser solo apariencia’, ‘aparentar cualidades que no se tienen’. El derivado pintón califica al hombre bien parecido y generalmente también bien vestido; el femenino pintona no es de uso frecuente. En el Perú y en Venezuela, pinta se usa también en vez del derivado de uso general pintada, sustantivo que tiene el sentido de ‘letrero pintado en una pared’.

Piña. En español piña es el fruto del pino. Por su aná-

loga superficie rugosa, en América se dio el nombre de piña al fruto que en guaraní tenía el nombre de ananás. Posteriormente se extendió la comparación a la piña de sal ‘trozo de sal gema’. En otra etapa de esta complicada evolución semántica se calificó de piña de sal al potaje muy salado. Por último, por contaminación con el uso americano de salado ‘desafortunado’, piña llegó a ser equivalente de mala suerte y desafortunado. Más tarde aún, se derivó el adjetivo piñoso.

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Piola. Sinónimo

de cordel, piola se usa en la América subecuatorial. Se la ha creído de origen mapuche, pero hoy se sabe que pasó a esa lengua indígena de Chile en el siglo XVIII, en tanto que se documenta en la Península desde el XVII. Su zona de mayor vigencia es la rioplatense, donde tiene sentidos figurados tales como los de ‘simpático’ y ‘despabilado’. En el Perú piola sobrevive en la expresión familiar (no explicada) pasar piola ‘salir del paso’.

Pionono. Se llama así un bizcocho cilíndrico relleno de dulce de leche o mermelada y espolvoreado con azúcar molida. La palabra nos vino desde Santa Fe de Granada, en España. Allí, cierto pastelero creó, a fines del siglo XIX, un bizcocho enrollado, relleno y rematado por una supuesta reproducción de la cabeza de Pío Nono (o Noveno): nada menos que el Papa que instauró el dogma de la Inmaculada Concepción, declaró su propia infalibilidad y perdió los Estados Pontificios. Pisado.

El Diccionario de la Academia registra, en su última edición (2001), el adjetivo pisado, con su forma femenina pisada, en estos términos: “Perú. Dicho de una persona: Dominada por su pareja”. Sin embargo, este uso no es exclusivamente peruano, pues se documenta también en Venezuela para describir situaciones similares que no se restringen a la relación de pareja. En la lengua familiar peruana, el sustantivo compuesto sacolargo es equivalente de pisado, en uso específicamente masculino.

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Pisar el palito. En el habla familiar del Perú, Chile,

Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina, este modismo expresa la idea de ‘caer en la trampa’, ‘ser víctima de una celada’. Pisar es una antigua palabra castellana que modernamente significa ‘poner los pies sobre algo’, ‘aplastar con los pies’; palito es el diminutivo de palo, que viene del latín palus ‘poste’. Una versión ―poco verosímil― explica este modismo por referencia a cierta jaula-trampa para pajaritos en la que el ave, al pisar un cebo en forma de palito colocado a la entrada, pero en el interior de la jaula, provoca que caiga detrás de él su puerta pendiente.

Pishtaco. En la sierra central del Perú se llama así a

cierto personaje legendario. En el quechuismo pishtaco es notable la presencia del fonema extrasistemático sh (como en Áncash), resultado de un excepcional préstamo fonológico. La imagen del pishtaco es la de un extranjero blanco y de ojos azules que, sin embargo, representa al opresor Estado peruano. El pishtaco recorre los caminos en busca de víctimas a las cuales degüella y extrae la grasa corporal para usarla en la preparación de ungüentos de usos diversos.

Pista. Este italianismo dialectal ha tenido rica vida en

castellano. De su sentido original de ‘huella, rastro’ queda el de ‘indicio seguido en una investigación policial’ (con sus derivados despistar y despistado). Hay pistas de circo, de baile, de patinaje; de aterrizaje, de carreras, de grabación, etc. Pero hay también un uso que parece netamente peruano: el de pista por calzada: es decir, ‘parte de la calle comprendida entre las dos aceras’ (que acá, como en otros países de América, llamamos veredas).

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Pitear. En el Perú y en otros países de América se pre-

Es la “prenda para dormir, generalmente compuesta de pantalón y chaqueta” (DRAE 2001). Se usa con artículo masculino en España y femenino en América (en el Perú, en ambas formas). Piyama viene del hindi a través del inglés pyjamas. En España la j se pronuncia como en castellano, pero en América (donde el préstamo se tomó por vía oral) se dice piyama. En el Perú piyama se aplica ya a cualquier prenda de dormir, incluido el camisón femenino.

*Pitoniso. En el habla coloquial del Perú y de otros países de América (Colombia, Venezuela, Uruguay, entre ellos), *pitoniso es sinónimo de adivino; en la última edición (2001) del Diccionario académico no aparece la forma masculina *pitoniso, cuyo uso, sin embargo, está documentado en algunas regiones de la Península. Pitonisa, del latín Pythonissa, término de origen griego, era la sacerdotisa del dios Apolo en la ciudad griega de Delfos. La Pitonisa pronunciaba el oráculo a quienes acudían a ella para conocer su porvenir.

Plantel. Según el DRAE 2001, tiene la acepción americana de “escuela”. Este significado resulta de una curiosa evolución semántica: como derivado de planta, plantel designó primero un ‘conjunto de vegetales’; de allí pasó a nombrar el ‘ganado selecto con que se inicia una empresa de ese tipo’ y, por último, el ‘personal entrenado que dirige una institución’. En el caso de una institución escolar, plantel ha terminado por designarla como totalidad.

fiere esta variante, frente a la general pitar, con el sentido de ‘tocar el pito’; la razón puede estar en que pitar tiene también, en parte de América, el significado de ‘fumar’. Pero el uso más importante de pitear es, en el Perú, el figurado de ‘protestar ruidosa o airadamente contra algo considerado injusto o arbitrario’; la revista limeña Caretas ofrece a sus lectores un libre “teléfono para pitear”.

Piyama.

Plátano de la isla.

del Cono Sur ―de donde proviene― se usa este término (el femenino es pituca) que tiene connotación peyorativa o despectiva, para designar cierto tipo humano de nivel socioeconómico alto y de conducta refinada o presumida. El derivado pituquería se aplica al grupo social o clase correspondiente y también a cualquier rasgo peculiar de su comportamiento. Apitucarse es ‘asimilarse’ a esa criticada forma de actuar.

Es en el Perú el fruto de una planta herbácea de regular altura, especie Musa sapientum (no es árbol); se distingue por el color rosáceo de su pulpa. ¿De qué isla provino? Pues de Tahití, descubierta por marinos españoles en el siglo XVII. La isla, llamada originalmente Otaheite, fue redescubierta en la época del virrey Amat y llegó a conocerse como la isla de Amat. Prueba del origen del nombre plátano de la isla es que, hasta hace un siglo, subsistían en el Ecuador denominaciones del fruto que recordaban el de la isla: otayo y otayete.

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Pituco. En el habla coloquial del Perú y de los países

Platina. Se está olvidando el uso peruano de platina

Plausible. Este adjetivo está relacionado con el sustan-

por ‘papel de estaño o aluminio con que se protegen algunos productos tales como el chocolate’; actualmente se usa más la expresión papel de aluminio. Platina fue el primer nombre aplicado al metal precioso que hoy llamamos platino, descubierto en el siglo XVIII en la Nueva Granada, hoy Colombia. Platinas se llaman hoy también algunas piezas achatadas de artefactos diversos; platinos son piezas específicas del motor de explosión.

tivo aplauso (que viene del verbo latino plaudĕre ‘aplaudir’). Plausible se aplica, pues, a aquello que es ‘digno de aplauso’, ‘laudable’, ‘loable’, ‘encomiable’, y también, por extensión, a lo que es solo ‘admisible’ o ‘atendible’. Pero la semejanza fonética que hay entre plausible y posible induce a algunos al error de creerlos sinónimos. Y no lo son: plausible no es equivalente de posible, factible, viable ni realizable.

Plato tendido. Plato viene del latín plattus ‘plano’ y se registra en castellano desde el siglo XV. La locución castiza plato llano designa aquel que tiene poca profundidad. En la expresión sinónima plato tendido ―usada en el Perú, Ecuador y Méjico― tendido resulta de una obvia aféresis de extendido, participio del verbo extender (la locución plato extendido se conserva en Costa Rica). Son expresiones americanas equivalentes de plato llano, tendido o extendido, plato pando en Colombia y Bolivia y plato playo en Argentina y Paraguay.

Plegarse. En el latín popular, el verbo plĭcare tenía el

Platudo, platuda.

sentido de ‘doblar haciendo pliegues, plisar’. Esa misma acepción tiene el castellano plegar, que en su forma pronominal plegarse significa ‘doblegarse, someterse’. Pero en el Perú y en otros países de Sudamérica plegarse ha evolucionado semánticamente hasta significar ‘unirse, adherirse, incorporarse’ en relación con un grupo social o una ideología. Esta acepción, profusamente documentada desde hace más de un siglo, no figura, sin embargo, en el DRAE 2001.

Poeta, poetisa. Hasta 1992, el Diccionario académico

En el habla familiar del Perú y de muchos otros países de América (de Cuba a la Argentina) estos términos califican a la persona rica y están directamente relacionados con el nombre del metal precioso que sirvió ―y sirve― para hacer monedas y medallas (plata, por otra parte, es equivalente familiar de dinero en todo el continente). El sufijo -udo tiene, en estos como en otros casos, cierto matiz despectivo; platudo equivale, por lo tanto, a derivados de rico igualmente despectivos tales como ricacho o ricachón.

registraba poeta como masculino y poetisa como el femenino correspondiente. Cediendo a la presión feminista (que respondía a la idea de que el sufijo -isa es despectivo), en el DRAE 2001 se registra ya poeta como sustantivo común a ambos géneros. Pero en las dos acepciones de poetisa se expresa una curiosa distinción entre la “mujer que compone obras poéticas y está dotada de las facultades necesarias para componerlas” y la simple “mujer que hace versos”.

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Polar. En el Perú y en otros países de América, polar es

una moderna tela sintética usada para protegerse del frío. El material original fue el polyester spun (‘hilado de poliéster’), pero hoy se usa también, como materia prima, el plástico de las botellas vacías de uso diverso. La voz polar, que nos recuerda el Polo, viene de la marca de fábrica norteamericana Polarfleece (fleece es ‘fibra’), referida al forro de prendas de gran abrigo. En el Perú, polar puede ser sustantivo o adjetivo: frazada de polar o frazada polar.

Politiquería, politiquero, politiquear. Son todos

derivados de política que, a su vez, viene del latín politicus ‘relativo a la polis, ciudad-estado griega’. Politiquería, politiquero y politiquear son términos característicos del habla hispanoamericana, aunque se dan también en la Península, sobre todo en el lenguaje periodístico. Politiquero se documenta en el Perú y Colombia desde el siglo XIX como equivalente del peninsular politicastro, que lleva el mismo sufijo despectivo que hijastro, padrastro o medicastro.

Polo. Como nombre de una prenda de vestir, esta pa-

labra no tiene relación con Polo (Norte, Sur), que es voz grecolatina: viene de una lengua de la India, de la cual la tomó el inglés en el siglo XIX como nombre de un deporte ecuestre. Hoy polo designa, en casi todo el mundo hispánico, una camiseta, deportiva (en inglés polo shirt), de tejido de punto de algodón y mangas generalmente cortas (en el Río de la Plata se usa el derivado polera).

Polvo de hornear. En la mayor parte de la América

hispanohablante ―desde Méjico y Cuba hasta Chile y la Argentina― se emplea la locución nominal polvo de hornear como sinónimo, o más bien sustituto, de levadura en polvo; se trata aquí de una traducción literal de la expresión nominal inglesa baking powder. En algunos de los países americanos se usa también, con el sentido de polvo de hornear, la marca registrada Royal (pronunciada como grave o como aguda). Pero el término de la lengua general levadura no ha caído, sin embargo, en desuso en el español de América.

Ponchar. En el argot televisivo del Perú y Venezuela

Pollada. Es un obvio derivado de pollo, del latín pŭllus, íd., y designa el conjunto de crías de diversas aves ―especialmente de las gallinas― que nacen juntas. Pollada es, en el Perú y en otros países de América, la reunión diurna o nocturna en que se venden o invitan platos que consisten en porciones de pollo asado o frito acompañado de papas y algunas legumbres. Son formaciones peruanas análogas, que se refieren al plato principal servido, anticuchada, cebichada, frejolada y cuyada (esta formada sobre cuy, conocido en la lengua general como conejillo de Indias).

ponchar significa ‘encuadrar y enfocar’, referido a una imagen; en otros países de América, ponchar(se) tiene diferentes acepciones, entre las cuales la más importante es la que lo hace equivalente de pinchar(se) ‘agujerear un objeto inflado’. Ponchar viene del inglés to punch, verbo que tiene, entre sus varios sentidos, los de ‘golpear’ y ‘agujerear’. Ponchar no figura en el Diccionario de la Academia (2001), pero sí, con errores, en el novísimo e igualmente académico Diccionario de americanismos (2010).

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Ponerse las pilas. Es

un uso moderno, sobre todo americano, que tiene el sentido de ‘avivarse, despabilarse, ponerse en acción’. Se refiere a la pila inventada por Volta en 1799, identificando así el organismo humano con un artefacto eléctrico. Por un desarrollo gramatical popular, se llega a decir estar pilas por ‘estar alerta’. Cargar las pilas es ‘recuperar energías’ y tener las pilas puestas equivale a ‘estar listo para entrar en acción’.

*Por abajo de. En el Perú y en otros países hispano-

americanos es frecuente ―aun en lengua “culta”― la locución adverbial incorrecta *por abajo de en vez de la correcta por debajo de. Abajo y debajo, formaciones prefijales, ambas sobre el adjetivo bajo, se diferencian en que abajo indica posición en un plano inferior indeterminado, en tanto que debajo expresa situación en un plano inferior inmediato y situado en la misma vertical que el primero.

Por descontado. Contar (del latín computāre) tiene la

acepción etimológica de ‘enumerar’ y la figurada de ‘relatar’. Entre las locuciones castellanas que incluyen su participio está por de contado con el valor de ‘por supuesto’, ‘sin duda alguna’. La forma prefijal descontar tiene entre sus acepciones la de ‘dar por cierto’; el mismo significado tiene la locución verbal dar por descontado, que ha llegado a sustituir a la más antigua y antes general dar por de contado. Aunque se documenta desde el siglo XVIII, por descontado solo es académica desde 1984.

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Poro. En el Perú y en otros países de América (Méjico, por ejemplo) se conoce como poro el pequeño bulbo comestible de la raíz de la hortaliza que en español general se llama puerro (del latín pŏrrum). Este sustantivo poro no tiene nada que ver con el poro de la piel (del latín pŏrus) ni con el poro (del quechua puru) que en otros países de la América del Sur es sinónimo de mate, proveniente del quechua mati, y que designa una pequeña calabaza seca de diversos usos domésticos.

Portátil. Es en principio un adjetivo invariable para el

género que se deriva del verbo portar ‘llevar’ y significa ‘transportable’; por ejemplo, horno portátil, computadoras portátiles, etc. Diarios limeños de hace una década especifican ya el uso de este adjetivo sustantivado en género femenino: la portátil, con el significado de ‘grupo de partidarios de un líder o de un régimen que son trasladados de un lugar a otro en vehículos motorizados con el fin de que participen en diversas manifestaciones de adhesión o aplauso’.

Posta. En

el Perú se conoce como posta médica, posta sanitaria o de salud y también ―simplemente― posta, tanto el ‘dispensario situado en un área suburbana o aislada’ como el ‘centro de primeros auxilios y atención médica de urgencia’ que puede estar incorporado a un hospital o clínica. Esta acepción del italianismo posta se documenta también en Chile y Cuba, pero se desconoce ―al parecer― en el resto de la América hispana y en la Península.

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Postemilla. En el Perú y en otros países de América se

llama así el ‘absceso que sale en la encía’, generalmente a causa de una infección dental. Postemilla es un diminutivo de postema, que resulta de aféresis de apostema ‘absceso’. El diminutivo postemilla se ha lexicalizado. Es decir, ha asumido un significado propio y ya no es más el nombre de cualquier postema pequeña, sino la denominación específica de la postema que sale en la encía.

Postergar. Viene del latín postergāre ‘dejar atrás’, ‘des-

Postular. Del latín postŭlare ‘solicitar, pretender’, se usa

desde el siglo XVIII con el sentido de “pedir para prelado de una iglesia a alguien que, según derecho, no puede ser elegido” (DRAE 2001); hoy, en España, postular significa “pedir por la calle en una colecta”, etc. Pero en el léxico político del Perú y otros países de América, postular tiene vigencia con el sentido de ‘pretender ser elegido para un cargo público’; postulación y postulante equivalen a candidatura y candidato.

Predicamento. Significa en la lengua general “digni-

airar, despreciar’. Según el DRAE 2001, postergar es “dejar atrasado algo, ya sea respecto del lugar que debe ocupar, ya del tiempo en que había de tener su efecto”. De esta definición sale la acepción negativa, hoy vigente en España: ‘tener en menos’, ‘perjudicar (a un empleado) dando a otro el ascenso que por antigüedad le corresponde’. Pero también sale de esa definición la acepción neutra de ‘diferir, aplazar’, hoy predominante en América.

dad, opinión, lugar o grado de estimación en que se halla alguien y que ha merecido por sus obras” (DRAE 2001). Pero en el Perú y en otros países de América predicamento ha desarrollado acepciones semánticamente opuestas a la académica: ‘dificultad’, ‘trance’, ‘aprieto’, ‘momento crítico’, ‘situación embarazosa’. Ejemplos: “la pregunta me puso en un predicamento”; “todos se vieron en un gran predicamento”.

Post-it. Es, en principio, la marca registrada de un ar-

Premunirse. Con el sentido de ‘proveerse, abastecer-

tículo de escritorio, hoy indispensable: el pequeño block o taco de papel, de tamaño y colores diversos, cuadrado o rectangular, con el borde de uno de sus lados engomado o adhesivo. Post-it significa en inglés ‘pégalo’, ‘adhiérelo’ ―temporal o permanentemente― sobresaliendo del borde de una página de libro o documento. Se debe pronunciar póstit, no *pósit.

se’ de algo, este verbo se usa desde el siglo XIX, pero solo en nuestro continente. Es, pues, uno de los tantos galicismos de América, explicables por la gran influencia cultural ejercida en los dominios ultramarinos de España por la Francia de la Revolución y del Imperio. El francés prémunir es muy antiguo, pues se documenta desde el siglo XIV y, en su forma reflexiva se prémunir, desde el XVII.

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Prerrequisito.

En la terminología universitaria del Perú y de otros países de la América hispana, está asentado el uso del anglicismo redundante prerrequisito (del inglés prerrequisite, que se documenta desde el siglo XVII) como equivalente de requisito. El DRAE 2001 registra ya prerrequisito, pero lo define solo (según lo exige la sucesión pre-, re-) como “asignatura obligatoria y previa a otra que también lo sea para alcanzar un grado”. La Academia se queda corta en cuanto al área geográfica del término, que cree restringida a Chile y Puerto Rico.

Presidenciable. En el Perú y en otros países de Amé-

rica se califica así a quien tiene méritos o posibilidades ―o ambas condiciones― para ser Presidente de la República. Presidenciable se ha formado sobre el sustantivo presidencia con el sufijo -able, que es principalmente (con su variante -ible) un morfema verbal. Formas análogas a presidenciable son papable y la menos usada ministrable. La Academia Española incluirá presidenciable en la próxima edición del Diccionario oficial.

Pretencioso.

Aunque este adjetivo, sinónimo de presuntuoso, está directamente relacionado con el sustantivo pretensión, se escribe generalmente con c ―y no con s― en la sílaba penúltima. La anomalía se explica por el hecho de que el término se tomó, en el siglo XIX, directamente del francés prétentieux. Hoy, la lengua culta de España y América prefiere la grafía pretencioso, sobreviviente de una larga campaña antigalicista.

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*Preveer. En España y América es hoy frecuente con-

fundir la conjugación del verbo prever con la de proveer. Es cierto que los segundos elementos de ambos verbos representan, respectivamente, dos momentos distintos de la evolución fonética del mismo verbo latino: vidēre, que significa ‘ver’ y que dio, en castellano, primero veer y más tarde ver. Pero hoy son inaceptables en el habla culta formas verbales tales como *preveyó (por previó) o *preveyendo (por previendo).

Previsivo. En el habla familiar del Perú y otros países de la América hispana, previsivo alterna con previsor para calificar a la persona que suele anticiparse a lo imprevisto y disponer lo conveniente para superar previsibles contingencias. Previsivo, derivado de previsión, está en la línea de otros adjetivos como compasivo (de compasión), comprensivo (de comprensión), compulsivo (de compulsión), persuasivo (de persuasión), etc. ¿Primero de marzo o uno de marzo? En la len-

gua culta del Perú y del resto de la América hispana, se prefiere el número ordinal primero para identificar el día inicial de cada mes: primero de marzo, primero de abril, etc. En España, en cambio, es general el uso del número cardinal uno en esos casos: uno de marzo, uno de abril, etc. La variante preferida en América se documenta también en algunas regiones de España, incluida Castilla, donde no es tenida como incorrecta.

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Privador.

Va cayendo en desuso este adjetivo (también usado en Chile) que significa ‘voluble’, ‘mudable’, ‘inconstante’ y se aplica a quien, sin motivo aparente, va cambiando en su predilección por uno u otro amigo o amiga. Hay sin duda más privadoras que privadores, todos los cuales no tienen obstáculo para volver, en su vehemente e inconstante apego, al amigo antes dejado de lado. Estos usos de privador parecen estar en relación con privanza en el sentido de ‘primer lugar en el aprecio o confianza de alguien’.

Proactivo. En la lengua culta del Perú se ha difundido

últimamente este adjetivo con los sentidos de ‘que actúa con iniciativa o previsión’, ‘que se anticipa a los acontecimientos’, ‘que crea o controla una situación’. Proactivo se ha tomado del inglés proactive, que tiene análogos sentidos; el término, vinculado primero a la psicología, extendió luego su uso a todo el campo de las ciencias sociales, referido especialmente a una actitud positiva que implica iniciativa y decisión.

Progre. En el lenguaje político y periodístico de Amé-

Promisor.

Este adjetivo, equivalente de prometedor y promisorio, no figura en la edición vigente (2001) del Diccionario de la Academia. Pero se incluiría en la próxima, según lo anuncia una de las Enmiendas y adiciones aprobadas por la Real Academia Española en 2001. Promisor es un latinismo del lenguaje jurídico, extendido luego a otras áreas del habla culta. Promisorio sí figura en el DRAE 2001 con esta definición: “Que encierra en sí promesa”.

*Proviniente, *provinente. Estas dos formas, derivadas del verbo provenir ‘venir de’, son incorrectas: la correcta es proveniente. Esas variantes incorrectas llegan hasta el nivel del habla culta en todo el orbe hispánico: el error se debe a confusión con algunas formas del verbo prevenir, y también del primitivo venir, en las cuales la -e- de la sílaba tónica (la que lleva el acento de intensidad, no escrito) se cambia lícitamente en -i- (como en provino, vino, etc.). Psicosocial (o sicosocial). Este adjetivo se asocia a

rica y España, se usa esta apócope de progresista para calificar a quien tiene ideas avanzadas y está a favor del cambio social; el mote puede tener cierto matiz humorístico o despectivo. Progre se usa también en referencia a cosas relacionadas con actividades de la izquierda política (“un semanario progre”) y puede emplearse en plural (“los escritores progres”). Progre no aparece en el DRAE 2001.

todo lo que tiene un origen simultáneamente social y psicológico; es decir, a aquello que se refiere al individuo en su aspecto social; el término se usa en inglés y francés (psychosocial) desde hace casi un siglo. Pero en el Perú el adjetivo se emplea, además, sustantivado y con matiz político negativo: un sicosocial es un rumor falso que se disemina con el propósito deliberado de producir un determinado impacto, generalmente negativo, en la sociedad.

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¡Pucha! En el Perú y en gran parte de América pucha

En el DRAE 2001 aparece quiebre como postverbal americano de quebrar (diferente de los postverbales generales quiebra y quiebro). El DRAE no registra, sin embargo, la difundida locución americana punto de quiebre, ni tampoco su sinónima punto de inflexión, equivalentes ambas de la inglesa breaking point. El punto de quiebre es aquel en que la línea representativa de una idea o posición sufre un brusco cambio de dirección para asumir una diferente o aun opuesta.

Puenting. Este moderno sustantivo, híbrido de castellano e inglés, designa el deporte que consiste en lanzarse desde un puente, sostenido por una cuerda, para caer hasta determinada altura sin llegar a tocar, según el caso, el suelo o el agua. Es creencia general que este deporte imita un rito de iniciación de adolescentes en las Nuevas Hébridas, islas situadas en Oceanía. Puenting no figura en DRAE 2001; en España se recomienda reemplazar el término híbrido puenting por el derivado castellano equivalente puentismo.

Punto seguido, punto aparte. En la lengua gene-

es variante eufemística de puta ‘prostituta’; se usa como interjección para expresar asombro, sorpresa y también desagrado, fastidio. Pocos hablantes (y menos *hablantas) tienen hoy conciencia del sentido primario de pucha, término “apenas malsonante” en América. Como eufemismo de eufemismo se documenta púchica, y aun puchicana. También las expresiones interjectivas ¡la pucha!, ¡pucha madre!, ¡pucha Diablo! y ¡pucha Diego!

Punto de quiebre.

ral se indica punto y seguido cuando el texto continúa en el mismo renglón; punto y aparte cuando continúa en el renglón siguiente, con sangrado. Pero en gran parte de América, el Perú incluido, se suprime la conjunción, pues se dice corrientemente punto seguido, punto aparte. La supresión de la conjunción “y” podría explicarse por influencia de la expresión similar punto final.

Punche. En el Perú y en otros países de América pun-

che equivale a fuerza, vigor, energía (en algunas zonas, también a atractivo). Punche es un anglicismo del boxeo: el inglés punch equivale a puñetazo. En sentido figurado, tener punche es en América tener brío, empuje, garra (o atractivo, gancho). Ni punche ni punch se registran en el DRAE 2001; sí en el DPD (Diccionario panhispánico de dudas, 2005), que lo desaprueba por considerarlo anglicismo superfluo.

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Q q

*¿Qué horas son? Esta forma de hacer la pregunta,

en plural, se comprueba en la lengua popular de muchos países de América, el Perú incluido. Se trata de un arcaísmo más entre los tantos que conserva nuestro castellano. Pero, en la lengua culta, la pregunta se hace en singular: ¿qué hora es? En la respuesta, el verbo va en singular solo si se trata de la primera hora: “Es la una”. En los demás casos, va en plural: “Son las dos”, etc.

Quedarse con los crespos hechos. Significa, en el

Perú y otros países de América, ‘quedarse preparado para algo que no llegó a suceder’. Crespo es ‘rizado’ referido al cabello y también equivale a rizo y a tirabuzón: ‘rizo de cabello largo y pendiente’. Antes de la entrada de la electricidad en la peluquería, los crespos se hacían con tenazas calentadas al fuego. Era, por eso, un fiasco el quedarse con los crespos hechos.

“...*que de la patria...” Este principio del cuarto

Queque. En el Perú y en casi todo el resto de la Améri-

ca hispana, este sustantivo (del inglés cake, íd., pronunciado aproximadamente queik) sustituye en la lengua familiar a voces generales tales como tarta, torta, bizcocho, pastel, etc. El molde o vasija en que se hornea la masa se llama quequera. No está claro el significado de queque en el modismo peruano estar hasta el queque, que equivale a otros, igualmente peruanos, tales como estar hasta el perno, estar hasta el cien; todos ellos tienen los sentidos de ‘estar mal’, ‘estar harto’, ‘estar en apuros’.

Querendón. En

verso del coro de nuestro Himno Nacional debe pronunciarse “que la Patria”, refiriéndose al “voto solemne” mencionado antes. Pero como, a decir de Ricardo Blume, “la letra está metida con calzador” en la música del coro del himno, la sílaba que se pronuncia prolongada (en otra nota) con alargamiento de la vocal e. El habla culta no admite una intrusa preposición de en “...*que de la patria...”.

el Perú y en otros países de América significa ‘muy cariñoso’; en algunas zonas se aplica, inversamente, al ‘mimado’, ‘consentido’ (en el Perú, engreído). Una derivación regular sobre querer con el sufijo -ón (que produce derivados verbales con función adjetiva) habría dado *querón (tal como mirar dio mirón). Pero en querendón se ha aplicado a querer un supuesto sufijo *-ndón, que incluye fonemas pertenecientes al radical de verbos como responder (que da respondón).

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Quinceañero. Los tres elementos de este adjetivo son:

quince, año y el sufijo -ero. Quinceañero califica a ‛lo que tiene quince años de edad o antigüedad’; pero en nuestra habla familiar quinceañero se ha sustantivado para designar la ‛reunión con la que se celebra el decimoquinto cumpleaños de una jovencita’. Y últimamente se ha llegado al extremo de abreviar quinceañero en quino, extraño apócope que algunos indoctos cibernautas llegan a transcribir como kino.

Quórum.

En latín significa literalmente ‘de los cuales’. Entró en el español, a principios del siglo XX, al parecer por intermedio del nombre de una institución inglesa llamada Justices of the Quorum, grupo de jueces de los cuales uno, específico, tenía que estar presente para que sesionara. Quórum es un sustantivo masculino. No tiene plural (el quórum, *los quórum) y no admite adjetivos como suficiente, poco o mucho: hay quórum o no hay quórum.

R r

Radial. En el Perú, y en la mayor parte de la América

hispana, el adjetivo radial ha desplazado al término de la lengua general radiofónico, poco o nada usado entre nosotros. Radial es un obvio derivado de radio, entendido en este caso como acortamiento del compuesto radiodifusión; el sufijo -al indica, cuando forma adjetivos, relación o pertenencia. No debe confundirse el empleo americano de radial por radiofónico con las acepciones generales de radial: ‘relativo al hueso radio’ y ‘relativo al radio (mitad del diámetro)’.

Raglan. La manga que sale del cuello (y no del hom-

bro) se apellida así en recuerdo de Lord Raglan, militar inglés que perdió un brazo en Waterloo y la vida en Sebastopol (1855); Lord Raglan dio también nombre a cierto “gabán con esclavina”. Antes se consideraban correctas solo raglan y su variante aguda raglán (debida a influencia del francés) pero no se aceptaban las que tenían –n– epentética: ranglan y ranglán. Hoy se aceptan las cuatro variantes.

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Ranking.

Según el Diccionario panhispánico de dudas (DPD), ranking designa la “clasificación jerarquizada de personas o cosas”. Este moderno anglicismo ha extendido su uso a ambos lados del Atlántico hasta hacerse verdaderamente insustituible. No han tenido éxito, en cambio, su adaptación gráfica en ranquin ni su castellanización en ranqueo. Pero sí tienen mucha vida, sobre todo en América, el verbo castellanizado ranquear y su participio ranqueado, en usos adjetivos o, menos frecuentemente, sustantivos.

Rasmillar. En el Perú y en otros países de Sudaméri-

Rastrillar.

Este verbo es derivado de rastrillo ‘herramienta del labrador’, que, a su vez, lo es de rastro, del latín rastrum. Rastrillar tiene en España diversas acepciones relacionadas con la agricultura: una de ellas es ‘separar el cáñamo de la estopa’. Pero en América ha desarrollado otras acepciones, en relación con las armas de fuego; la más importante es ‘accionar el percutor antes de disparar’. Otras son ‘disparar cualquier arma de fuego’, ‘quitar su seguro’ y ‘fallar en el disparo’. En el Perú se usa también el derivado rastrillaje con el sentido de ‘registro policial de cierta zona’.

ca, rasmillar es sinónimo no estricto de rasguñar o arañar. Aunque puede estar relacionado con el nombre de un pequeño mamífero carnicero (la rezmila), rasmillar solo se trata allí de una simple hipótesis. Se aplica, más bien, a las ligeras huellas dejadas en la piel por el roce con una superficie muy áspera o con el propio suelo. El efecto se conoce aquí como rasmilladura o rasmillón, y en otros países sudamericanos como rasmillo o rasmillada.

*Rating.

Raspadilla. Es en el Perú el equivalente del granizado

o raspado de otras partes, es decir, un ‘tipo de helado consistente en hielo desmenuzado con un cepillo especial y luego impregnado con jarabes diversos’. Quien lo prepara y vende es el raspadillero o la raspadillera, generalmente ambulante. La función renominalizadora del sufijo -illo, -illa ha sido siempre relevante en español: recuérdense parejas de sustantivos tales como barba y barbilla, garganta y gargantilla, etc., en las que el derivado designa algo diferente de lo que nombra el primitivo.

Raya.

Es un signo ortográfico (más conocido como guión largo) que tiene en español usos específicos: 1.º sustituye a los paréntesis ―inicial y final― cuando encierra aclaraciones que interrumpen el texto (como en la frase anterior “―inicial y final―”); 2.° precede, en un diálogo, a lo que dice cada interlocutor; 3.° sustituye, en una lista, el término que no se quiere repetir (como el nombre de un autor en una bibliografía). No debe confundirse el uso de la raya con el del auténtico guión (véase).

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En la mayor parte de los países de la América hispana, esta palabra inglesa ―escrita también en español, según su pronunciación aproximada, reitin― significa ‘índice de sintonía’ referido a programas de televisión y radiodifusión. El Diccionario panhispánico de dudas (de 2005) desaprueba abiertamente este difundido anglicismo y recomienda usar en su lugar la locución castellana índice de audiencia.

Rayarse.

Réclame. En el Perú y en otros países de América, el

Raya es ‘toda línea angosta, larga o corta, recta o curva, trazada sobre una superficie lisa, con hendidura o sin ella’. Derivado de raya es el verbo rayar, que en su forma pronominal rayarse tiene entre nosotros los usos figurados familiares de ‘perder la paciencia, encolerizarse, sobre todo de modo intempestivo’, y ‘enloquecer, perder el juicio’; en el participio adjetivado rayado están muy vivas estas acepciones. Últimamente se documentan en el habla juvenil de España usos figurados de rayar(se) análogos a los comprobados hace décadas en América.

galicismo réclame se refería antes a todo tipo de publicidad: gráfica, oral o escrita. Actualmente, entre nosotros, su empleo se restringe a los medios modernos de comunicación radial y audiovisual. Pero la pronunciación réclame se debe a un error que es producto del desconocimiento de la lengua francesa: en vez de trisílaba y esdrújula, la palabra es en francés bisílaba y aguda; además la consonante inicial, alveolar en español, es velar en francés. La antigüedad de réclame en nuestro idioma se remonta a los finales del siglo XIX.

Rebalsar. Es un verbo formado sobre balsa en su acep-

Reclutada. Recluta es un galicismo del siglo XVI, que

ción de ‘hueco de terreno que se llena de agua’. Por eso, rebalsar significa “detener y recoger el agua u otro líquido de suerte que haga balsa” (DRAE 2001). Pero en el Perú y en otros países de América rebalsar(se) ha cambiado de sentido y es hoy sinónimo de rebosar, rebasar o desbordarse, referido especialmente a un líquido que se derrama por encima del borde del recipiente que lo contiene.

Recatafila. Este viejo peruanismo (se ha considerado

como limeñismo) equivale a retahíla, término que, según el DRAE 2001, designa la “serie de muchas cosas que están, suceden o se mencionan por su orden”. Hila es lo mismo que fila, y recata- parece ser mera variante de requete-, prefijo que en la lengua general incluye un matiz a la vez intensivo y afectivo. Recatafila tiene además, en el habla familiar peruana, cierto matiz humorístico o despectivo.

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posteriormente se aplicó al ciudadano llamado a prestar el servicio militar, por sorteo o por obligación. El sufijo -ada puede formar sustantivos femeninos, sobre verbos acabados en -ar, que denotan acción, a veces con cierto matiz despectivo; ejemplos de ello son alcaldada, payasada, animalada, burrada, perrada. Caso análogo es, sin duda, el de reclutada, participio sustantivado del verbo reclutar, que tiene el sentido de ‘torpeza, metida de pata cometida por un recluta’.

Recontra. Es, en el Perú y en otros países de América,

un morfema intensificador o ponderativo (equivalente del prefijo requete-) que se une a adjetivos, adverbios y verbos: recontrasucio, recontramal, recontranegar, etc. Se escribe también como palabra separada: recontra sano, recontra bien, recontra gritar. Recontra puede haber surgido como expresión de rechazo en respuesta a contra, palabra con que, a su vez, se contesta un insulto o una maldición para conjurarlos.

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Recorderis. En el Perú y en otros países de América

Regresar.

Recursearse. Este verbo pronominal, formado sobre

Reilón. En el Perú y en otros países de América del Sur se usa reilón, reilona en vez de reidor, reidora, adjetivo referido a quien ríe con facilidad o con frecuencia. En reilón la sílaba rei- corresponde a la raíz del verbo reír; en la sílaba -lón una postiza ele antecede al normal sufijo -ón. Esa anómala ele es réplica de la legítima de derivados tales como burlón, adulón, etc. Otros peruanismos pertenecientes a esta serie son pegalón (de pegar ‘golpear’) y pedilón (de pedir); de uso menos frecuente son mordelón y correlón.

este seudolatinismo se usa todavía, en la lengua familiar y con matiz humorístico, como equivalente de recordatorio en uso sustantivo: “aviso, advertencia, comunicación u otro medio para hacer recordar algo” (DRAE 2001). Con el mismo sentido ―pero menor frecuencia― se documenta la variante recordaris; también la locución verbal dar (o hacer, o echar) un recordaris ‘hacer recordar algo’ a alguien.

el sustantivo recurso, es hoy de uso muy vivo en nuestra habla coloquial con el sentido de ‘agenciarse recursos económicos por medio de diversos trabajos temporales o esporádicos’, los cuales suelen superponerse a otra ocupación estable pero mal remunerada. La actividad correspondiente se llama recurseo. Quien la ejerce, el recursero (o recursera), debe hacer gala de labia efectiva y resistencia física.

Reglaje. En el Perú y en otros países de América es la

“vigilancia de un lugar o de una persona con el fin de cometer un asalto o atentado” (DRAE 2001). Es una obvia formación sobre regla con el sufijo -aje; en este proceso puede haber influido el galicismo espionaje. Reglaje se vincula en el Perú al terrorismo y al secuestro. Por eso la policía rechaza el término cuando se aplica a sus propias operaciones de seguimiento o vigilancia de delincuentes.

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En español estándar regresar es ‘volver al punto de partida’: por ejemplo, “regresó tarde a casa”. En el habla familiar de este continente se usa también la forma pronominal regresarse: “se regresó en seguida”, etc. Es, asimismo, frecuente entre nosotros el uso de regresar como verbo transitivo equivalente de restituir o devolver: “no me ha regresado el libro que le presté”. Pero nuestra habla culta formal no incluye estos dos últimos usos de regresar.

*Reinvindicar. En el habla supuestamente culta de

España y América ―el Perú incluido― se oye a veces *reinvindicar en vez de la forma correcta reivindicar. Lo mismo sucede con los derivados correspondientes: *reinvindicación, *reinvindicatorio, *reinvindicativo, etc. La n intrusa al final de la primera sílaba se explica por anticipación ―superflua― de la n legítima en que concluye la segunda sílaba. Es decir, por asimilación regresiva epentética.

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Relievar. En el Perú y en otros países de América se

dice relievar en vez de relevar en su acepción de ‘elogiar, exaltar’, ‘poner de relieve’; relevar se reserva especialmente para la acepción de ‘reemplazar, sustituir’ a alguien en una función determinada. Se usa, asimismo, el adjetivo relievante por relevante en su sentido de ‘sobresaliente, destacado’. Esta diptongación de la segunda e de relevar puede explicarse por influencia del sustantivo relieve, tomado del francés relief.

Rengo. En gran parte de América ―el Perú incluido― se dice rengo, renguera, renguear en vez de renco, renquera, renquear, variantes usuales en España. Todos estos términos ―de origen discutido― se refieren a quien cojea balanceándose, a causa de una lesión ―generalmente crónica― en la cadera. Los términos cojo y cojera tienen sentidos más amplios, pues abarcan la carencia, parcial o total, de una o ambas extremidades inferiores. Reo, rea. Reo viene del latín rĕus ‘acusado’, ‘persona

que es parte de un proceso’; se documenta en castellano desde el siglo XV. Aunque se usa corrientemente como sustantivo invariable en cuanto al género (el reo, la reo) su caso es distinto de aquellos de testigo y testaferro, cuyas formas femeninas (*testiga, *testaferra) no son de habla culta. El femenino rea, en cambio, se usa desde el latín clásico; está actualmente permitido y aun se llega a recomendar su uso.

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Repetipuá, repeticuá. Son variantes de un curioso

término de nuestra lengua popular. Curioso, porque no están claros ni la procedencia ni el sentido del supuesto sufijo en sus distintas formas: -puá y -cuá. Y más curioso aún porque siendo repetipuá un sinónimo festivo, del sustantivo femenino repetición, se usa con el artículo masculino: el repetipuá, un repeticuá. En cuanto al significado, ambas formas se aplican específicamente a la repetición del consumo de una vianda en una misma ocasión. Pero, por extensión, puede aplicarse a la repetición no inmediata de un espectáculo o acto social.

Repitente. Este derivado, que corresponde al partici-

pio activo de repetir, se usa en el Perú y en otros países de América para calificar o designar al alumno desaprobado que debe repetir todos los cursos de un periodo escolar (o universitario) o solo una asignatura; la variante repitiente también se usa en América. El DRAE 2001 solo consigna, con estos sentidos, el derivado repetidor de la lengua general, usado igualmente en algunos países americanos.

Republiqueta. Es un derivado del sustantivo república con el sufijo diminutivo, de matiz despectivo, -eta; se documenta en América desde el siglo XIX. Bolívar emplea dos veces el término en cartas a Santander: una para referirse a la naciente Argentina (6 de mayo de 1824); otra, en referencia al futuro Ecuador (19 de septiembre de 1826). Republiqueta era un sinónimo no estricto del peruanismo montonera; ambos términos designaban tropas irregulares montadas y muy móviles de importante papel en las guerras por la independencia americana.

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Res. En

latín res era ‘cosa’, ‘propiedad’ (república viene de res publĭca ‘cosa pública’). En castellano res se usa, desde el siglo XIII, con el sentido de ‘cabeza de ganado’ especialmente del doméstico: res vacuna, res caprina, res lanar; el nombre de res se aplica también a cuadrúpedos no domésticos como el jabalí o el venado. Pero en el Perú y casi todo el resto de América res se restringe al ganado vacuno. Se llama carne de res o carne de vaca a la que, precisamente, suele ser la del toro; carne de ternera es, generalmente, la del ternero. Curioso cambio de género.

Reservorio. Se tomó del francés réservoir(e), y ya apa-

rece en la edición de 1992 del DRAE como “depósito de sustancias nutritivas o de desecho destinadas a ser utilizadas o eliminadas por la célula o el organismo”; también con la acepción peruana (americana) de “depósito, estanque”; es decir, ‘lago artificial’. En el DRAE 2001, una nueva acepción precede a esas dos: es la de “población de seres vivos que aloja de forma crónica el germen de una enfermedad, la cual se puede propagar como epidemia”.

Resolana. Es un término parasintético; es decir, a la vez

compuesto y derivado (compuesto, con el prefijo re-, y derivado, por el sufijo -ana); la raíz es el sustantivo sol. En España el adjetivo resolano, resolana se aplica al sitio “donde se toma el sol sin que moleste el viento” (DRAE 2001) y el femenino resolana, sustantivado, designa dicho lugar. En América resolana carece de usos adjetivos; en el Perú tiene el sentido de ‘irradiación solar a través de una capa ligera de nubes’. En otros países de América presenta acepciones similares.

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Restañar. En el habla culta del Perú y de otros países

de América se oye la frase figurada restañar la(s) herida(s). Pero restañar viene del latín restagnare ‘inundar’ o ‘estancar’, referido al agua que se desborda y forma lagunas o estanques; según el DRAE 2001, restañar es, análogamente, “detener una hemorragia o el derrame de otro líquido”. Por lo tanto, no puede referirse ―ni siquiera en sentido figurado― a una herida: se restaña la sangre de una herida, no la herida misma.

Revesero.

En la lengua familiar y popular del Perú ―también en la de Bolivia y Colombia― se califica de revesero o revesera a la persona mentirosa, intrigante, chismosa. Revesero, que no aparece en el DRAE 2001, también puede aplicarse a diversos hechos o asuntos; en estos casos, revesero es equivalente de enrevesado, acepción que sí incluye el Diccionario oficial. Revesero es un adjetivo derivado, obviamente, del sustantivo revés, entendido este como la cara opuesta al derecho, es decir, la que puede y debe mostrarse.

Revocatoria.

Es la forma femenina del adjetivo revocatorio. Pero en el Perú y en otros países de América se usa también, como sustantivo, en vez de revocación: “anulación, sustitución o enmienda de orden o fallo por autoridad distinta de la que la había resuelto”; “acto jurídico que deja sin efecto otro anterior por la voluntad del revocante” (DRAE 2001). El uso sustantivo americano puede deberse a influencia de otros análogos, tales como los de moratoria, dilatoria, ejecutoria.

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Riel. En el Perú y en la mayor parte de la América his-

Rojimio. Este derivado de rojo se usa en el Perú, con

pana se usa el catalanismo riel para designar cada carril de una vía férrea, mientras que en España ha prevalecido el anglicismo raíl, pronunciado a la española como bisílabo agudo. Acepción secundaria de riel es la de ‘carril por el que se desliza una cortina o cosa semejante’; en esta acepción, el catalanismo es común a ambos continentes. Por otra parte, riel es muy antiguo en la lengua en su acepción, conservada hasta hoy, de ‘barra metálica pequeña’.

matiz humorístico o despectivo para designar a marxistas o comunistas criollos. (El terminal de origen griego -imio no es un sufijo castellano, pero aparece en cultismos como neodimio o praseodimio, que designan determinados elementos químicos.) Se usa también, como su equivalente, el nombre propio Rogelio, que mantiene los tres primeros fonemas de rojimio y se documenta igualmente en España.

Roche. Este término, de oscura etimología y, al parecer,

el DRAE 2001 como despectivo y coloquial, documentado en muchos países de Hispanoamérica, el Perú incluido. El DRAE lo remite a esquirol, curioso catalanismo difundido en la Península a raíz de las luchas obreras del siglo XIX. Esquirol y rompehuelgas designan a quien se ofrece para ocupar el puesto de un huelguista, y también al trabajador que decide no adherirse a una huelga.

moderno peruanismo, llega hasta el nivel del habla culta familiar. Roche es un sustantivo polisémico de género masculino, siempre asociado a una sensación de timidez o bochorno. De roche se derivan el adjetivo rochoso, -a y el verbo arrochar con su forma pronominal arrocharse, todos términos de obvio significado. Algunos modismos formados sobre roche son tirar roche ‘menospreciar’ y comerse el roche ‘experimentar bochorno’, ‘sonrojarse’.

*Rocear. Es una variante incorrecta del verbo transi-

tivo rociar, antigua palabra castellana que está en íntima relación con el sustantivo rocío. Rociar, según el DRAE 2001, es “esparcir en menudas gotas el agua u otro líquido”. Este verbo se documenta desde el siglo XVI. Como en el caso de *vacear por vaciar, se trata aquí de un ejemplo de ultracorrección, nombre que en filología se aplica al hecho de “corregir” aquello que, equivocadamente, se cree erróneo, con el resultado de caer, en consecuencia, en un verdadero error.

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Rompehuelgas. Este sustantivo compuesto figura en

Rompemuelles.

Este gráfico término designa en el Perú cierta elevación o lomo transversal que se levanta en la calzada para obligar a los conductores a reducir la velocidad de sus vehículos. Desde el punto de vista morfológico, rompemuelles está en la línea de rompehielos, rompecabezas, etc. En España su equivalente es una expresión aun más pintoresca: guardia acostado (en Colombia, policía acostado).

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Romper la mano. Este modismo del lenguaje fami-

liar peruano expresa la idea que en la lengua general denotan los verbos sobornar o cohechar y en América coimear. Equivalentes de romper la mano son los modismos hispanoamericanos engrasar la mano, usado en Venezuela, y calentar la mano, documentado en el Ecuador. En español general, el modismo equivalente es untar la mano. Es explicable, en estas frases, la referencia a mano, parte del brazo que tiene entre sus funciones la vergonzosa de recibir la coima.

Romper palito(s). Significa, en el habla familiar del

Perú y de Panamá, ‘acabar con una relación de amor o de amistad’. No está claro a qué palitos se refiere el modismo, puesto que palito tiene en el Perú otros usos no generales: ‘aguja de tejer’; ‘cerilla’ (también llamada fósforo) y ‘palillo usado para llevarse a la boca trozos de comida china’. Romper palito(s) no aparece en el DRAE 2001, pero sí la registra el Diccionario de Americanismos publicado en el año 2010 por la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Rondín. Es el nombre peruano de la armónica, moderno y pequeño instrumento musical que consiste en una serie de lengüetas metálicas vibrantes, fijadas en una placa larga encerrada entre cubiertas de madera. La armónica, de origen europeo, se toca con los labios; el sonido lo produce el aire espirado y aspirado. Rondín es un obvio derivado de ronda. En Bolivia y Chile rondín es sinónimo de ‘vigilante’. Es posible que la armónica haya tomado el nombre de rondín por su probable uso como medio de comunicación entre ronderos, rondadores o rondines.

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Rozagante. Viene del catalán rossegant, participio de

rossegare ‘arrastrar’. En el siglo XVII lo tomó el castellano para aplicarlo a las vestiduras cortesanas, tan largas que rozaban el suelo; más tarde, rozagante tomó los sentidos de ‘vistoso’ y ‘ufano’. Pero en el Perú y en otros países de América el término ha experimentado un increíble cambio semántico: tal vez por etimología popular (¿relación con sonrosado?), rozagante significa hoy, en zonas de seseo, ‘de apariencia saludable’.

Rulero. En el Perú y en los países del Cono Sur este sustantivo designa un ‘pequeño cilindro, generalmente hueco y de material plástico, en el que se enrolla un mechón de cabello para rizarlo’. Rulero es un derivado de rulo, palabra de origen francés (rouleau) que en la Península designa tanto el rizo o bucle como el cilindro rizador. En América se restringe el uso de rulo a la acepción de ‘rizo, bucle’. Rumorar. En gran parte de la América hispana, des-

de Méjico hasta Paraguay ―el Perú incluido― se documenta el verbo rumorar(se) como equivalente del peninsular rumorear(se). Este caso es excepcional en cuanto a la distribución geográfica de los verbos terminados en -ear y aquellos acabados en -ar, pues en la mayoría de estos pares de variantes es la forma de la lengua general la que termina en -ar, en tanto que la variante americana o dialectal presenta el sufijo iterativo -ear. Un ejemplo es el de fintear, que en la lengua general es fintar ‘hacer amagos o ademanes’.

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Ss

Sacar la mugre. El

Sábila.

Es el nombre arábigo con que se conoce en gran parte de América ―el Perú incluido― la planta que en España se llama áloe o aloe. La sábila (o zábila) es de poca altura; sus hojas, puntiagudas y carnosas, se usan desde la antigüedad en medicina. Los españoles trajeron a América la sábila junto con la creencia de que esa planta protege la casa contra la enfermedad y la desgracia. Por eso, todavía se ven sábilas suspendidas del dintel de algunas puertas.

Sacar canas verdes.

Esta locución verbal tiene el sentido de ‘hacer perder la paciencia’, ‘causar serias preocupaciones o disgustos’. No se conoce en España, pero tiene, en cambio, una excepcional difusión americana, pues se documenta desde Méjico hasta Chile y la Argentina. Cana ‘cabello blanco’ es un antiguo derivado del más antiguo latinismo cano, sinónimo de albo. Pero en el español general, cano y albo han sido desplazados por el germanismo blanco, introducido en castellano a través del francés.

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sustantivo mugre es uno de los excepcionales derivados regresivos que se presentan en la morfología castellana, pues se deriva de los adjetivos mugroso y mugriento, los cuales se originan, a su vez, en la voz latina mūcor, -ōris que significa ‘moho’. Sacarse la mugre es, en sentido figurado y en el habla familiar del Perú, Bolivia y Chile, ‘esforzarse denodadamente’ al realizar cualquier actividad o ‘golpearse con fuerza’ cuando se trata de caídas aparatosas. Pero la variante transitiva sacar la mugre parece exclusiva del habla peruana y se entiende como ‘golpear fuertemente’, ‘dar una paliza’.

Sacar la vuelta. Esta expresión verbal, de uso muy

vivo en el habla peruana, significa ‘ser infiel al cónyuge o pareja’ y, de allí, ‘huir de la policía’, ‘comprar en otra tienda un parroquiano o caserito’, etc. Entre los derivados de esa locución verbal están la sustantiva sacada de vuelta ‘infidelidad’, ‘fraude’, ‘engaño’; sacavueltero (y sacavueltera), calificación merecida por ciertos maridos o mujeres y aun sacavueltismo como designación de esa mala costumbre.

Sacar roncha.

En castellano es antiguo el término roncha (de origen incierto), primero como equivalente de cardenal (cutáneo) y luego con el sentido de ‘pequeño bulto que se forma en la piel’ por efecto de un golpe, la picadura de un insecto o una intoxicación. La locución sacar roncha tiene en el Perú la acepción figurada de ‘irritar, encolerizar’, como reacción ante una afirmación o acción acusatoria o simplemente desagradable para el aludido.

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Sachet. Este sustantivo masculino viene del francés sa-

Saltante. Es un adjetivo verbal, derivado de saltar, en

chet (pronunciado sashé), equivalente del castellano saquito; probablemente se tomó a través del inglés por la vía escrita. El nombre se aplica a una bolsita de plástico flexible, herméticamente cerrada, que se usa para contener champú, perfume, desodorante o cualquier otro líquido. La Academia no registra sachet en la edición vigente (2001) de su Diccionario, pero sí lo incluía en el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española publicado en 1950.

su acepción de ‘sobresalir’. En la edición vigente (2001) del Diccionario de la Real Academia Española, saltante figura solo como peruanismo, pero parece haberse usado también en Chile. Como resultado del cambio semántico, saltante se ha hecho equivalente de resaltante, derivado de resaltar ‘sobresalir’. Saltante y resaltante son, por otra parte, ejemplos de la plena vida del sufijo -ante en la formación de derivados verbales que cumplen función adjetiva o sustantiva.

Saco. Este sustantivo viene del latín saccus (de origen

Saltaperico. Este americanismo es un sustantivo com-

fenicio) que significaba ‘bolsa o costal en que se guardan cereales, dinero u otras cosas’ y también, por extensión, cierto ‘vestido tosco de crin usado antiguamente por campesinos y penitentes’. En América, Andalucía y Canarias, saco ha desplazado, como nombre de una prenda de vestir masculina, a chaqueta y, específicamente, a aquella semejante denominada ―curiosamente― americana.

Sacolargo. Es, en nuestra habla familiar, un término

despectivo y humorístico que designa al marido pisado; es decir, a aquel dominado por su cónyuge. Saco es, en este continente, sinónimo de lo que en España se llama americana o chaqueta. Y un saco más largo que lo usual podría encubrir unos testículos hipertrofiados (macroorquidismo), que son característicos ―como el retardo mental― del Síndrome X frágil, identificado hace casi medio siglo.

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puesto de una forma del verbo saltar y de perico; que hoy es el nombre de un loro pequeño, pero en su origen es el diminutivo de Pero, variante anticuada del nombre propio Pedro. En el Perú y en Cuba, saltaperico designa cierta planta cuyas flores son de uso medicinal. En esa isla, Méjico y Venezuela, el nombre se aplica también a cierto cohetecillo fabricado con un garbanzo seco recubierto de pólvora. Por último, en Cuba y el Perú se moteja de saltaperico a la persona inestable y específicamente al tránsfuga en la política.

Saltón. Este adjetivo, derivado del verbo saltar, a su vez

del latín saltare, frecuentativo de salire ‘saltar’, significa literalmente, en español general, ‘saliente’, ‘prominente’, ‘protuberante’: ojos saltones, dientes saltones. Pero en el Perú (y también en Chile), saltón ha desarrollado varias acepciones figuradas, no referidas a las características físicas de una persona o un animal, sino al aspecto anímico y a condiciones no permanentes sino transitorias; se dice, por ejemplo, que alguien está saltón o saltona para expresar que está receloso, inquieto, nervioso por temor a recibir alguna acusación o crítica.

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Salvataje. En el Perú y en otros países de América ―

especialmente en los del Cono Sur― se usa el galicismo salvataje (en francés sauvetage) como equivalente del castizo salvamento; entre nosotros, salvataje se asocia sobre todo al rescate de personas o embarcaciones en peligro. En uso figurado, salvataje se aplica también al salvamento o salvación de empresas, instituciones o repúblicas en problemas; así se documenta en algunos textos políticos de José Carlos Mariátegui.

*Sánguche.

Esta grafía reproduce la pronunciación popular del inglés sandwich, designación mundialmente difundida del emparedado. El nombre imortaliza el título de Lord Sandwich, tan dominado por la pasión del juego de cartas que se hacía llevar a la mesa de juego trozos de carne asada puestos entre tajadas de pan para no tener que levantarse. Derivados americanos son sanguchero, sanguchería, sanguchera. El DRAE 2001 registra la grafía inglesa sándwich, con una tilde que sigue una moderna regla académica para la acentuación de extranjerismos.

Sancochado. Participio sustantivado del verbo sancochar, es el equivalente americano del puchero o cocido español: carnes y diversas hortalizas y tubérculos hervidos en agua hasta resultar en un caldo que es igualmente consumido. El origen de la primera sílaba de sancochado es hasta hoy un enigma; el primer Diccionario de la Academia, publicado en el siglo XVIII, la identificaba con el sustantivo sal, pero después se descartó esta etimología. En cuanto a usos figurados, en el Perú y en casi toda la América hispana, se documenta sancochado con la acepción de ‘confusión’ o ‘desorden’.

el habla familiar y popular del Perú y de otros países de Hispanoamérica, el adjetivo santo (que viene del latín sanctus ‘sagrado’) se usa, sustantivado, como sustituto de cumpleaños. El origen de este uso está, obviamente, en la obsolescente costumbre de poner al recién nacido el nombre de pila del santo o santa del día, según el calendario católico. Este uso americano (no generalizado) se documenta, asimismo, en la España rural.

Sangre ligera. En el Perú y en otros países de América, tener sangre ligera (o ser de sangre ligera) significa ‘ser simpático’, ‘caer bien a los demás’; en algunas regiones se documenta la variante equivalente tener sangre liviana. La expresión opuesta, tener sangre pesada, se usa igualmente en el Perú y en otros países americanos (en algunos se documenta su variante peyorativa tener sangre de chancho).

Sapo. En español general, es el nombre de un batracio de piel grisácea y verrugosa. En el Perú y en otros países de América, sapo sustituye a rana como denominación del juego en que se arroja un tejo a la boca de una imagen del animal. En el Perú y en otros países de América se documentan importantes usos figurados de este término: sapo ‘astuto’ y también ‘mirón’, con el femenino sapa, y el verbo sapear ‘espiar’, ‘atisbar’, ‘fisgonear’.

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Santo. En

Sardinel. En el Perú, Colombia y Venezuela se llama

Seco. Este adjetivo castellano viene del latín sĭccus y su

sardinel lo que en España se conoce como bordillo o encintado; es decir, el ‘borde de la acera o vereda’. El término tiene un curioso origen, pues deriva del catalán sardinell, equivalente del castellano sardina. La etimología expresa una comparación entre los ladrillos acostados de canto y pegados por su cara mayor, y las sardinas enlatadas. Parece producto de una evolución semántica exclusiva del Perú el llamar igualmente sardinel a la ‘especie de murito que delimita un jardín o lo separa de la calzada’.

historia se remonta a los orígenes del idioma; en la lengua general tiene el significado básico de ‘carente de agua o de humedad’, pero son numerosos los sentidos figurados que se documentan en diversas regiones de España y América. En el Perú (también en el Uruguay), por ejemplo, seco puede entenderse como ‘profundamente dormido’: “se quedó seco”, en tanto que en España quedarse seco significa ‘quedarse súbitamente muerto’. En el Perú, la Argentina, el Uruguay y Cuba tener seco a alguien es ‘molestarlo’, ‘tenerlo harto’.

Sartén.

Seguidilla. En la lengua coloquial del Perú y otros paí-

De origen latino, este término es muy antiguo en castellano (siglo XIII). Sartén es el nombre de un utensilio de cocina metálico, redondo, de poca altura y largo mango; se usa especialmente para freír. En España se dice mayoritariamente la sartén y el escaso uso con artículo masculino es de habla popular. En algunos países americanos ―desde Méjico hasta Chile― alternan ambas concordancias; en la Argentina, en cambio, el sartén es la forma usual también en el habla culta. En el Perú, se asocia su uso con el artículo femenino al habla culta y con el masculino al habla popular.

ses de América del Sur y del Centro, este término tiene el sentido de ‘sucesión de hechos, casi siempre, adversos’: una seguidilla de robos, de accidentes, de enfermedades, etc. Seguidilla es un obvio diminutivo de seguida, sustantivo derivado del verbo seguir y documentado en castellano desde el siglo XVI con la acepción peyorativa de ‘vida rufianesca’. Pero en la lengua general actual seguidilla designa una ‘composición métrica de cuatro o siete versos heptasílabos o pentasílabos’.

Sencillo. En el Perú y en otros países de América, sen-

Sayonara. En el Perú sayonara designa una sandalia de plástico plana y sujeta al pie por dos tiras en ángulo, cuyo vértice se inserta en la suela entre el dedo gordo y los demás. El término se difundió a partir de la película Sayonara (1957), basada en la novela homónima de J. Michener. Sayonara significa en japonés ‘que así ocurra’ y se usa como fórmula de despedida equivalente de hasta la vista. No la incluye el DRAE 2001.

cillo equivale, como sustantivo, a dinero suelto o calderilla: “conjunto de moneda de escaso valor” (DRAE 2001). Este uso, olvidado en España (había antiguamente monedas fuertes y monedas sencillas) constituye hoy un arcaísmo de América. Se usa también el sustantivo femenino sencilla como equivalente de sisa: sacar la sencilla, o sencillear, equivale a sisar, y al sisador se le llama sencillero. El femenino sencillera es también sinónimo de monedero.

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Sendos, sendas. Es un adjetivo distributivo plural (no

tiene un singular *sendo, *senda). Significa ‘uno (o una) para cada cual entre dos o más’. Es correcto decir “seis alumnos recibieron sendos premios” (uno cada uno) o “se aplicaron sendas multas a los infractores” (una a cada uno). Pero sendos no equivale a ambos, ni a muchos, ni a grandes ni a fuertes. Es incorrecto decir “recibió de su padre sendos (muchos) golpes”, y es todavía peor “recibió un *sendo (fuerte) golpe”.

Sentarse en la mesa. Por décadas se ha corregido

esta expresión verbal empleada como equivalente de sentarse a la mesa, argumentando que la persona no se sienta sobre la mesa, sino sobre una silla, a fin de comer en la mesa. El DRAE 2001 solo registra sentarse a la mesa, pero el Diccionario panhispánico de dudas, de 2005, admite ya que son “perfectamente correctos” los usos anotados de sentarse en la mesa. El uso es el amo del lenguaje.

Sentón, sentanazo.

Derivado de sentarse, con sufijo de aumentativo, sentón designa ―en el Perú y otros países de América― la acción y efecto de caer sentado o de nalgas, y también el hecho de esperar sentado por un tiempo generalmente largo. Para ambos usos vale la frase darse un sentón. Sentanazo, peruanismo equivalente de sentón, lleva un terminal (-anazo) anómalo en español (presente también en el peruanismo cuentanazo).

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Señero.

En el habla culta de España y América este adjetivo se usa generalmente como sinónimo de sobresaliente, destacado: figura señera tiene casi el estatus de una locución nominal. Sin embargo, el DRAE 2001 registra señero (del latín tardío *singularĭus) únicamente con el sentido de “solo, solitario, separado de toda compañía” y, de allí, “único, sin par”. De esta última acepción proviene sin duda la moderna ―y exclusivamente positiva― de ‘representativo de una colectividad por su excelencia’.

Señito. Es diminutivo de seño, que a su vez es apócope

de señora, término usual de tratamiento para mujeres casadas. La forma seño, en principio propia del lenguaje popular, se ha difundido en el Perú desde los programas de televisión de una popular animadora. La seño o señito es el prototipo del ama de casa y madre de familia perteneciente a estratos socioeconómicos bajos o medios: atada a las prosaicas tareas domésticas, su única ventana al mundo suele ser la pantalla del televisor.

Señor. Viene del latín senĭor ‘más viejo’, pero ya en esa

lengua se desligó del concepto de ‘mayor edad’ y se aplicó, como tratamiento, a quien merecía respeto por su posición, aunque fuera joven. En el Perú y en otros países de América, sin embargo, señor está perdiendo toda relación con la idea de ‘respeto’ y se usa como mero sinónimo de persona, hombre, sujeto, individuo, fulano. Titular de un tabloide limeño: “El señor que le disparó registra tres órdenes de captura”.

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Serenazgo. En la lengua general, el sustantivo sereno

y el adjetivo sereno, -a son de diferente origen latino. Como sustantivo, es en España el ‘vigilante nocturno que hace rondas para garantizar la seguridad de los vecinos’ y también la ‘humedad de la noche’; como adjetivo, sereno equivale a tranquilo, sosegado. Pero en el Perú y en Bolivia, el sustantivo sereno ha extendido su significado hasta designar al vigilante diurno o nocturno encargado de cooperar con los vecinos y ponerlos en relación con la policía en caso necesario. Su función se conoce, en estos países, como serenazgo.

Serruchar el piso. Esta locución verbal figurada sig-

nifica, en el Perú y en otros países de América, “trabajar secretamente en contra del prestigio o posición de alguien” (DRAE 2001), con el obvio fin de que pierda uno u otra. Son también usos americanos característicos la preferencia por serrucho sobre sierra para designar la herramienta correspondiente, así como la prevalencia del verbo serruchar sobre aserrar.

*Sétimo, *setiembre.

Del latín sĕptem salió el castellano siete (por pérdida de p y m y diptongación de la primera vocal). Pero del derivado septĭmus salió séptimo, y de september, septiembre. Más tarde surgieron las variantes sétimo y setiembre (con pérdida de la p final de sílaba), las cuales llegaron al nivel de lengua culta. Hoy, la Academia propugna restituir la p final de sílaba en séptimo y septiembre, tanto en la lengua oral como en la escrita.

Shampoo. Es una transliteración de su étimo hindi y

pasó así al inglés en el siglo XVIII, a raíz de la conquista de la India. El DRAE 2001 define, equívocamente, la forma castellanizada champú como “loción para el cabello” y loción como “producto preparado para la limpieza del cabello o para el aseo personal”; champú y loción no son, pues, voces equivalentes ni aun para el DRAE. El Diccionario panhispánico de dudas rechaza la grafía híbrida *shampú, que combina el dígrafo sh, signo de la sibilante palatal inglesa, y la tilde castellana sobre la u final.

Sicosearse. En el Perú y en otros países de América,

Ser uña y mugre. La locución ser uña y carne se refie-

este verbo, formado sobre sicosis (variante ya aceptada de psicosis) significa ‘angustiarse’, ‘amedrentarse’. Menos usada que la forma reflexiva es la transitiva sicosear, de análogo contenido semántico. En cuanto a lo formal, el sufijo de frecuentativo -ear, generalmente pospuesto a sustantivos y adjetivos, tiene hoy gran vitalidad para producir derivados verbales característicos del lenguaje informal.

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re, en la lengua general, a dos (o más) personas unidas por una amistad tan estrecha que las hace inseparables, como la uña de la carne del dedo al que se adhiere. Últimamente, sin embargo, en el Perú y otros países de América se prefiere la locución equivalente ser uña y mugre, variante más prosaica y vívida pero menos extrema, pues es más fácil separar la uña de la mugre que de la carne del dedo respectivo.

Siempre. En la lengua oral del Perú y de otros países

de la América hispana se constata aún el empleo del adverbio siempre desligado de su noción esencial de perpetuidad o intemporalidad. En la frase ¿fuiste siempre al cine anoche?, siempre alude a la posible superación de un probable impedimento; en cambio, en siempre se divorció, siempre alude a una cierta sobrentendida vacilación ya resuelta. Estos usos de siempre, que contradicen el sentido básico del adverbio, empiezan a ser menos frecuentes en el habla peruana.

En español general se aplica el calificativo de simpático o simpática a la persona de trato agradable y cierto atractivo espiritual o intelectual; simpático es antónimo de antipático. Pero en la lengua oral familiar y popular de varios países de la América hispana ―el Perú incluido― el adjetivo simpático, -a tiene matices, igualmente positivos, asociados a cualidades personales más bien físicas. Se califica, así, de simpático o simpática al hombre o a la mujer de rostro agraciado; es decir, bien parecido o bien parecida.

Sietecueros.

Este sustantivo masculino singular (un sietecueros) se usa en el Perú y en otros países americanos en dos sentidos relacionados: ‘absceso muy doloroso junto a la uña de un dedo de la mano’ y ‘tumor calloso que sale en el talón’, sobre todo a quienes caminan descalzos por el campo o la calle. En cuanto al primer elemento de este sustantivo compuesto, es conocida la función del numeral siete para expresar cantidades indeterminadas.

*Simposium.

Similaridad. Este sustantivo abstracto, derivado del

Sindicado. En el Perú y en otros países de la América

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adjetivo similar, no se registra en el DRAE 2001. Allí solo figura su equivalente similitud, latinismo de uso tradicional en la lengua culta. El étimo de ambos sustantivos es símil, cultismo castellano. El Diccionario panhispánico de dudas, publicación de la Real Academia Española, considera que similaridad es un “calco rechazable del francés similarité o del inglés similarity”. Tratándose de un difundido cultismo, sin embargo, es probable que esté incluido en la próxima edición del DRAE.

Simpático.

Del término griego ―transliterado― symposion, que significa ‘banquete, festín’, se deriva la palabra española simposio “conferencia o reunión de especialistas en que se examina o discute determinado tema” (DRAE 2001). La Academia Española aconseja no usar la variante *simposium porque, si bien tiene base latina, no es de uso tradicional en castellano y su moderna difusión se ha hecho a través de la correspondiente forma inglesa symposium.

hispana se usa hoy, como adjetivo, el participio sindicado ―del verbo sindicar― con el sentido de “acusado de infracción de las leyes penales” (DRAE 2001). Sindicar por acusar es un viejo uso castellano, olvidado hoy en España por efecto del predominio de las modernas acepciones del verbo y de sus derivados, relacionadas casi todas con los sindicatos o uniones de trabajadores.

Sindicalizar. En varios países de la América hispana,

el Perú incluido, este verbo, derivado del adjetivo sindical, significa ‘constituir un sindicato a base de un grupo de trabajadores’ y, en su forma pronominal sindicalizarse, ‘unirse (los trabajadores) para formarlo’. En España solo se usa en esos casos el verbo sindicar (o sindicarse). El rechazo americano de este verbo puede haberse debido a la supervivencia, en parte de nuestro continente, de un viejo uso de sindicar, olvidado en la Península: el de ‘señalar’, ‘acusar’.

*Sindrome. La palabra síndrome, esdrújula y de origen

griego, significa ‘conjunto de síntomas’ y, por extensión, ‘conjunto de factores que caracterizan una sensación u obsesión’: síndrome de Down, síndrome de Estocolmo. En el Diccionario panhispánico de dudas (2005) hay una explícita condena de la pronunciación de síndrome como palabra grave: “Es voz esdrújula. No son correctas ni la pronunciación ni la grafía *sindrome”. Mensaje para el Colegio Médico del Perú.

Sismo, seísmo.

Con el sentido de ‘terremoto’, ‘temblor de tierra’, en España se usa la forma etimológica seísmo (del griego seismós ‘sacudida’). En América se prefiere la variante sismo, de la cual han salido todos los derivados, que son de uso general (sísmico, sismología, sismografía, etc.). El DRAE 2001 no registra el adjetivo antisísmico, y consigna asísmico como americanismo restringido al Perú, Chile y Guatemala. Tampoco incluye sismorresistente, sinónimo algo usado en España.

*Slash. Es un término inglés que significa ‘tajo’, ‘cor-

te’, ‘cuchillada’, ‘puñalada’ y también, en uso adjetivo, ‘sesgado’, ‘inclinado’; slash wound es ‘herida por arma blanca’; slash pocket se llama el bolsillo de ojal. En el lenguaje administrativo y secretarial peruano, slash ha desplazado al término español correcto barra oblicua (o, simplemente, barra). Y ese hecho se constata aun entre quienes tienen escaso o nulo conocimiento del idioma inglés.

Sobrado.

‘sin la cual no’ y se usa, sobre todo, referida a una condición: condición sine qua non. Como qua es en latín un pronombre femenino, esa expresión no se aplica a un sustantivo masculino castellano tal como requisito: habría que decir requisito sine quo non (y en plural condiciones o requisitos sine quibus non). Hay que procurar que los latinismos (que no son indispensables) no se conviertan en latinajos.

Es el participio adjetivado de sobrar, verbo derivado de la preposición sobre que se documenta desde los orígenes del idioma castellano. En el Perú y en otros países de la América del Sur, sobrado (o sobrada) califica a la persona creída, pagada de sí misma, petulante, presumida, envanecida. Sobrarse, a su vez, es manifestar un alto concepto de sí mismo; sobradera, como sustantivo abstracto, implica esa cualidad negativa de la persona petulante. En otros países sudamericanos, se prefiere el derivado sobrador como equivalente de sobrado.

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Sine qua non. Es una expresión latina que significa

Sobrecoser.

En el Perú, como en casi todos los países americanos, desde Méjico hasta la Argentina, se usa el verbo compuesto sobrecoser como sustituto del castizo sobrecargar, que el DRAE 2001 define así: “coser por segunda vez una costura redoblando un borde sobre el otro para que quede bien rematada”. Existen, sin embargo, testimonios del uso peninsular de sobrecoser en el siglo XVII; este es uno de Gonzalo Correas: “Aguxita, que sabes hazer?/ apulazar i sobrecoser”. (Apulazar es aquí equivalente de remeter, en su acepción de ‘meter más adentro’.)

Sobre manila. En nuestro país y en otros países de

América se llama así un ‘sobre hecho de papel grueso de color amarillo oscuro’. La expresión resulta, sin duda, de reducción de otra: sobre de Manila, en la cual se menciona el nombre de la capital de las Islas Filipinas, lo mismo que en locuciones tales como mantón de Manila y cáñamo de Manila. Pero lo que no está claro es el nexo semántico entre el color amarillo oscuro, el sobre de papel y la capital filipina.

Sobre medida. En el habla culta del Perú y otros países de América es corriente esta expresión adverbial, en vez de la castiza a la medida, para referirse ―especialmente― a la ropa confeccionada de acuerdo con las medidas corporales de cada cliente. Se trata aquí de un claro galicismo: la frase francesa que traduce es, exactamente, sur mesure. En España, el galicismo sobre medida tiene un uso restringido al nivel semiculto de la lengua.

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Sobretiempo. Tomado del inglés overtime, designa en

el Perú las horas extra(s) que se trabajan fuera del horario habitual; esta locución se construye con los verbos hacer o trabajar. El campo semántico de sobretiempo se extiende para designar, asimismo, el jornal ganado en ese lapso y, en el ámbito del deporte, para referirse al tiempo suplementario que se juega al final de un partido. Sobretiempo se documenta también en Chile.

Solapa. Esta palabra, de origen incierto, se documen-

ta desde el siglo XVIII como designación de la parte del traje o vestido “correspondiente al pecho, y que suele ir doblada hacia fuera sobre la misma prenda de vestir” (DRAE 2001). Solapa tiene, en la lengua familiar peruana, el uso figurado que en la lengua general tiene solapado. Pero solapa, femenino como sustantivo, funciona aquí como adjetivo calificativo invariable para el género y a veces para el número (gesto solapa, sonrisa solapa, son bien solapa); puede además cumplir función adverbial (lo hizo solapa, por solapadamente). Solapear ‘disimular’ es raro.

*Soldada. Aunque data ya de muchos años la incor-

poración de la mujer al ejército de diversos países, el sustantivo soldado no admite en correcto castellano la forma femenina *soldada. No es lícito decir *una aguerrida soldada peruana; lo correcto es (aunque nos suene mal) una aguerrida soldado peruana. El sustantivo soldada designó en su origen la ‘paga de un militar mercenario’; a esta familia de palabras pertenecen igualmente sueldo ‘remuneración periódica’ y el verbo soldar con todos sus derivados.

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Soplar la pluma. Esta locución verbal no figura en la

edición vigente (2001) del Diccionario académico; tampoco en diccionarios de americanismos, con excepción del último publicado por la Asociación de Academias de la Lengua Española en el año 2010. Allí se consigna como uso exclusivo del Perú con esta definición: “eludir una responsabilidad o acusación atribuyéndosela a otros”. Pero, en nuestra habla familiar, esa locución expresa solamente el hecho de eludir una responsabilidad endilgándosela a otro y no llega a tener el grave sentido de ‘acusar a un inocente’.

Soplón.

Este derivado del verbo soplar tiene, en el español común, las acepciones figuradas de ‘delator’, ‘chismoso’ y ‘acusón’ (o acusete). Pero en el Perú soplón es término específico para designar al ‘policía no uniformado al servicio de la autoridad política’, y soplonería se aplica al ‘cuerpo de policía de investigaciones’. Ambos términos se usan desde el siglo XIX, en los tiempos del presidente del Perú Andrés A. Cáceres. Entonces era corriente sospechar que fueran soplones ciertos supuestos mendigos o vendedores ambulantes.

Sorpresivo. Es un americanismo que tiene más de un

siglo de uso en el Perú. No es sinónimo estricto de sorprendente, adjetivo que se refiere a ‘lo que sorprende’, sin relación con el tiempo. Sorpresivo, derivado del postverbal sorpresa, es, en cambio, ‘lo que sucede inesperadamente o por sorpresa’. El DRAE 2001 ya registra el americanismo sorpresivo, pero no el adverbio derivado sorpresivamente.

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Sosías. En el Perú se dice comúnmente sosías por so-

sia: “persona que tiene parecido con otra hasta el punto de poder ser confundida con ella” (DRAE 2001). En la comedia de Plauto titulada Anfitrión, este rey tiene un criado llamado Sosia, cuya identidad usurpa Mercurio. Molière hizo una refundición de esa comedia clásica, y en francés Sosia se escribió Sosie, pronunciado aproximadamente Sosí. Esta í tónica en la segunda sílaba podría explicar las variantes americanas sosías y sosía.

Soya. Esta

palabra viene de la japonesa shoyu ‘planta leguminosa de origen asiático’ que designa también su ‘fruto comestible, rico en proteínas’. La palabra se introdujo en Europa escrita de dos modos: soya y soja; ambas formas son hoy igualmente válidas. En casi toda la América hispana se prefiere la variante con la consonante palatal: soya. En los países rioplatenses y en la Península, en cambio, se escribe y se pronuncia con la consonante velar: soja.

Spa.

Designa, en gran parte del mundo, el establecimiento dedicado a la cultura física y abarca también otras actividades deportivas o de distracción. Spa es el nombre de una ciudad belga, famosa por sus aguas medicinales y los establecimientos a los que han dado origen. En el Perú, el spa tiene unos veinte años y su pronunciación incluye, normalmente, una vocal inicial e. Este hecho responde a una característica fundamental de la fonología castellana, lengua en la que no hay sílabas monoconsonánticas; por eso, la Fundación del Español Urgente recomienda escribirla con e inicial y tilde en la segunda sílaba: espá.

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Statu quo. Esta locución latina, usada principalmente

en el lenguaje diplomático, resulta de la reducción de la frase in statu quo ante, que significa ‘en el mismo estado en que se hallaba antes’, refiriéndose al asunto de que se está tratando. Son alteraciones inaceptables de statu quo la forma frecuente *status quo y la aún más alterada *estatus quo. Y hay que recordar que el último elemento de la locución, quo, se pronuncia quó y no qúo.

*Strictu senso.

Es una variante errónea de la frase latina stricto sensu (o sensu stricto) que significa ‘en sentido estricto’. En el Perú y en otras partes, sin embargo, *strictu senso llega al nivel del habla culta (o de la que debiera serlo), y aun desluce la prosa de alguno de nuestros más célebres escritores. Como *a groso modo (por grosso modo) y *de motu propio (por motu proprio), *strictu senso es ejemplo de lo que el ilustre filólogo Rufino José Cuervo llamaba “latín de cocina”.

Suba. Este postverbal de subir se ha difundido última-

Suelto de huesos. Esta locución adjetiva o adverbial

(con variación de género y número en el adjetivo suelto) se usa en el lenguaje coloquial del Perú y el Ecuador; puede incluir el adverbio inicial muy: muy suelto de huesos. En otros países de América, tales como Chile, Bolivia, Argentina y Uruguay, la expresión equivalente, documentada también en Ecuador, es suelto de cuerpo. En cuanto al significado, se califica a alguien como suelto de huesos cuando muestra despreocupación, desenfado o aun descaro en su forma de actuar.

Sudaca. Es un término despectivo del habla coloquial

de España que se aplica al sudamericano (y, por extensión, a otros hispanoamericanos). Según la última edición (2001) del DRAE, sudaca es un “derivado irregular” del gentilicio sudamericano mediante el sufijo despectivo -aco, -aca. Según otras opiniones, sudaca es un peculiar acrónimo del gentilicio sudamericano, formado por sus sílabas primera, segunda y quinta (su-da-ca).

mente, en el léxico peruano de la economía, para designar la subida o alza de precios de algo. Suba se usa desde el siglo XIX en la Argentina y países vecinos (se trata, al parecer, de un galleguismo). Y es muy curioso que suba aparezca ya, con esa localización rioplatense, en el Diccionario de peruanismos de Juan de Arona (Pedro Paz Soldán y Unanue), publicado en Lima a fines del siglo XIX.

Sumatoria. En la lengua culta de una gran parte de

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la América hispana, desde Méjico hasta la Argentina ―el Perú incluido― este sustantivo femenino tiene el significado de ‘suma de sumas’ o ‘suma total’. Sumatoria no se consigna en el DRAE 2001; su uso se explica por extensión de ese término, matemático, a la lengua común. En el lenguaje matemático, una sumatoria permite representar sumas de muchísimos sumandos, o de un número indeterminado de ellos.

Suspense.

En el habla culta de España se usa este término (tomado, a través del francés, del inglés suspense) para designar la “expectación ansiosa por el desarrollo de una acción o suceso, especialmente en una película cinematográfica, una obra teatral o un relato” (DRAE 2001). La América hispana, históricamente acusada de anglicista y galicista, prefiere, sin embargo, añadir una nueva acepción al adjetivo español sustantivado suspenso.

Tt

Tablista. Este sustantivo, derivado de tabla, designa en

el Perú (y en Colombia) al ―o a la― deportista que en inglés se llama surfer y en el resto del mundo hispánico surfista. El deporte (surfing), que consiste en correr olas sobre una tabla ―de madera u otro material― es antiquísimo en Hawai (por eso la tabla se llamó entre nosotros tabla hawaiana). Los ingleses descubrieron este deporte a fines del siglo XVIII y desde mediados del XX tiene difusión mundial. El Perú cuenta con campeonas mundiales en este alpinismo de las olas.

Tabloide. Diario de formato pequeño profusamente ilustrado y caracterizado por su sensacionalismo, tabloide aparece en el DRAE 2001 como uso americano. Pero es un anglicismo general, derivado de Tabloid, que a fines del siglo XIX era marca comercial de diversos productos achatados y comprimidos, entre ellos algunos medicamentos. Aplicado a diarios de formato reducido, el nombre se difundió desde principios del siglo XX. El primer tabloide peruano fue La Crónica, fundado en Lima en 1912.

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Tagarote.

De probable origen bereber, este término se documenta desde el siglo XIV en castellano, como nombre de cierto halcón y con las acepciones figuradas de ‘hombre alto y desgarbado’, ‘hidalgo pobre’ y ‘escribiente de notario’. En Costa Rica tagarote significa hoy ‘glotón’ e ‘inescrupuloso’; en Guatemala, ‘ventajista’ y ‘abusivo’. Tagarote designa en Arequipa al ‘hombre importante solo por su poder o su dinero’. El término tiene también algún uso en el habla familiar de Lima.

Tajador. En español general tajar es ‘cortar en partes con un instrumento filudo’. El verbo se aplicaba también a la acción de ‘afilar la pluma de ave’ para escribir con ella. De este uso viejo puede haber salido el americano (Perú y otros países) de ‘sacar punta a un lápiz con un pequeño instrumento llamado tajador’ (en español general se prefieren los equivalentes sacapuntas y afilalápices). Por otra parte, no deben confundirse tajar y tajador con tarjar y tarjador; tarjar es ‘contar por medio de muescas hechas en el palo llamado tarja’; tarjador es quien hace este trabajo. Talán. Como sustantivo masculino, es un término de

la lengua general de carácter onomatopéyico, porque intenta reproducir el sonido de las campanas; por eso se usa también reduplicado: talán, talán. Pero en el habla familiar peruana, talán ha experimentado un importante cambio semántico, pues a pesar de que su propia estructura fonética remeda el tañido de una campana, ha llegado a significar ‘rumor reciente’, ‘última noticia que se transmite con misterio’. Talán es propio del lenguaje popular y se documenta en nuestros tabloides conocidos también como diarios chicha.

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Tal por cual. Esta locución nominal, claramente pe-

yorativa, puede aplicarse a ambos sexos: el tal por cual, la tal por cual, con una fuerte connotación de injuria o desprecio. Conservada en el Perú y en otros países de Hispanoamérica, la expresión tal por cual ha perdido, sin embargo, algo del fuerte cariz despectivo que tuvo en la lengua clásica: en ella, una tal por cual era, abiertamente, una prostituta; un tal por cual se decía de un supuesto hijo de puta.

*Talvez. Como variante de la expresión adverbial tal

vez, que tiene el sentido de ‘acaso, quizá’, se usa ocasionalmente en varios países de la América del Norte, del Centro y del Sur (el Perú incluido) la forma fusionada talvez. Pero la fusión de tal y vez no se acepta aún en la lengua culta. Por cierto que la diferencia entre tal vez y talvez solo se nota en la lengua escrita, puesto que la pronunciación es idéntica en ambos casos.

*Tan es así, *tal es así. En el Perú y en otras partes

de América llega al nivel del habla culta el uso de lo que el Diccionario panhispánico de dudas llama “construcción ponderativa”: *tan es así; la variante también incorrecta *tal es así no llega al habla culta. Ambas formas corresponden a las correctas tanto es así y tan así es; esta última respeta la norma gramatical de que el adverbio apocopado tan (en vez de tanto) solo puede anteceder a un adjetivo o a otro adverbio, pero no a una forma verbal.

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Tampoco tampoco.

Esta locución resulta de la reduplicación del adverbio de negación tampoco, a su vez formado por la unión de tan (apócope del adverbio de cantidad tanto) y del adjetivo o adverbio poco. La forma compuesta tampoco cumple la función de negar algo, después de una negación anterior. Estilísticamente, esta expresión reduplicada implica cierto rasgo de humor ligado a otro de énfasis. Tampoco tampoco es una expresión, relativamente nueva, que parece exclusiva del habla oral e informal del Perú.

Tapar el sol con un dedo. En el habla familiar del

*Tarjar. Es error frecuente en el habla peruana el uso

de *tarjar en vez de tajar (un lápiz, por ejemplo), lo mismo que *tarjador por tajador. Tarjar viene de tarja, documentado desde el siglo XV en su acepción de ‘escudo’ (tarjeta es su diminutivo); por extensión, tarja se llamó cierta moneda con un escudo. Y luego, por contaminación, tarja suplantó a taja como nombre del ‘palo en que se hacen muescas para llevar una cuenta’. En el Perú tarjador es el ‘trabajador portuario que usa la tarja para contar la carga’. Tarjar es también, aquí, ‘tachar lo escrito’ y tarjadura equivale a tachadura.

Perú y de otros países de América, este modismo verbal tiene el sentido de ‘intentar ocultar, infructuosamente, un hecho negativo o censurable’. A veces el modismo incluye otro verbo, inicial, tal como querer, pretender o intentar; este lugar puede ser también ocupado por la locución verbal no poder. El verbo tapar es, en algunos países, sustituido por cubrir u ocultar. Tapar el sol con un dedo se documenta, también, aunque con menos frecuencia, en la Península.

Tarjetazo. Del

Táper.

En el habla ―y la vida― doméstica peruana, esa útil ‘vasija de polietileno y tapa hermética’ tiene hoy un papel protagónico: contener y transportar los alimentos que consumen, fuera de casa, escolares y trabajadores y también guardar víveres crudos o cocidos en la refrigeradora o en el congelador. Táper es la transcripción castellanizada del apellido de Earl Tupper, estadounidense que inventó el recipiente a mediados del siglo pasado. En España se documenta la marca completa, Tupperware, castellanizada en tuperbare. En el Perú se usa también el plural tápers y el diminutivo tapercito.

Tarsana. Es el nombre peruano (del quechua taqsana)

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francés targette ‘escudito con la divisa de su dueño’ salió tarjeta (de visita); sus derivados son tarjetero ‘utensilio en que se guardan tarjetas’, tarjetón ‘tarjeta grande’ y tarjeteo ‘intercambio frecuente de tarjetas’. A estos se suma el peruanismo tarjetazo, en que el sufijo -azo significa ‘golpe’ (propinado, figuradamente, con una tarjeta personal u oficial). Es decir, el pedido o la recomendación que indebidamente se trasmite entre funcionarios y personas influyentes.

de la corteza de un árbol de la familia de las Sapindáceas, usada para lavar o limpiar la ropa. Su empleo ha sido casi descartado desde la difusión de los modernos detergentes químicos desde mediados del siglo XX. En el sur del Perú, tarsana alterna con quillay, nombre araucano, del mismo árbol, documentado en el castellano de Chile, Bolivia y la Argentina. Queda por explicar, en tarsana, la sustitución de la consonante uvular oclusiva sorda quechua, final de la primera sílaba, por una alveolar vibrante múltiple sonora.

Taxear. Es un moderno derivado de taxi, a su vez pro-

Tela. Es una palabra castellana muy antigua, pues coin-

ducto del acortamiento de taxímetro, más el sufijo –ear, también presente en bicicletear, pilotear, etc. Aunque taxear no aparece en el DRAE 2001 se incluye ya en el Diccionario de americanismos, publicado por la Asociación de Academias de la Lengua Española en 2010, con mención de su uso en varios países de América, entre los que no se incluye el Perú. Pero taximètre fue en su origen el nombre del aparato eléctrico que contaba la distancia recorrida y el precio del servicio; su uso data, en Francia, de 1907.

cide con la misma palabra latina. Lo esencial en una tela es que la forman muchos hilos entrecruzados o entretejidos, y que es un objeto bidimensional aunque, por supuesto, no deja de tener cierto espesor. Los significados de tela son numerosos en España y América, el Perú incluido. Pero el uso peruano más notable es el de tela como adjetivo invariable para el número: “los almuerzos estuvieron bien tela”; es decir, ‘pobres’ o ‘escasos’. El uso y abuso de tela como adjetivo suele ser claro indicio de un idiolecto realmente muy tela.

Teclo. En el Perú y otros países de Sudamérica es un

*Tema. En España y América se abusa hoy del sustan-

sinónimo ―familiar y festivo― de anciano. Su femenino es tecla, término que no tiene relación con la tecla de un instrumento musical (palabra de origen también incierto). Una reciente hipótesis etimológica asocia teclo ‘viejo’ con tecle ‘señor’, ‘anciano reverenciado’, voz totonaca o azteca con la cual ―según el cronista Bernal Díaz del Castillo― se dirigió a Hernán Cortés cierto cacique.

Tecnología de punta. En el Perú y en casi todo el

resto de la América hispana, se llama tecnología de punta a la más moderna y avanzada. Este uso, tomado del francés technologie de pointe, se documenta desde el siglo pasado. En España se prefiere la locución tecnología punta. La voz tecnología se registra en castellano desde el siglo XVIII. El sustantivo punta ―del latín puncta, femenino de punctus, del verbo pungěre ‘punzar’― designa el “extremo agudo de un arma blanca u otro instrumento con que se puede herir” (DRAE 2001); como adjetivo y en sentido figurado, punta alude a lo más “avanzado y reciente en su género”.

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tivo tema como equivalente de problema o asunto. Pero un problema (o un asunto) se convierte en tema solo cuando es objeto de estudio, disertación, conversación o debate. Notables académicos españoles han perdido ya la paciencia ante esta demostración de pobreza verbal. Uno de ellos, el ilustre lexicólogo Fernando Lázaro Carreter, llegó a decir que “el nefando tema [...] abunda hasta la náusea”. Otro, no menos ilustre, Gregorio Salvador, incita a no votar por “ninguno de esos políticos que confunden los temas con los asuntos”.

Templarse.

En el habla familiar peruana, templarse equivale a enamorarse y estar templado (o templada) a estar enamorado (o enamorada). Templar, del latín těmperare ‘moderar’, ‘combinar lo frío con lo caliente’, se documenta en castellano desde el siglo XIV. Los usos figurados de templarse por enamorarse no son exclusivos de nuestro país, pues se registran igualmente en el habla coloquial de Bolivia y de Chile, país este en el cual se dan también los sustantivos temple y tiemple como equivalentes del derivado peruano templadera ‘enamoramiento’.

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Tener esquina. Esquina

es una antigua palabra castellana, de probable origen germánico que tiene hoy la acepción principal de intersección o arista que forman dos paredes unidas en ángulo recto. La locución verbal tener esquina parece exclusiva del habla familiar peruana, y puede significar ‘tener experiencia’ o ‘reaccionar con aplomo’. Tener esquina es semánticamente equivalente de otros modismos peruanos: tener cancha y tener calle. Todos ellos, a su vez, son sinónimos no estrictos de la locución de la lengua general tener mundo.

Tener rabo de paja. En el Perú y en otros países de

América (Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador), esta locución verbal tiene el sentido figurado de ‘tener antecedentes oscuros que hacen vulnerable a una persona’. En la Argentina, Bolivia y Uruguay se dice, en vez de rabo de paja, cola de paja, variante no descartada en el habla peruana. Cola y rabo son antiguos términos sinónimos en castellano, pero con ámbitos estilísticos distintos; rabo es la palabra popular y cola su sinónimo en la lengua culta.

Tenida. En el Perú y en otros países de América, esta

forma del verbo tener, sustantivada, designa un traje o vestido que se usa en ocasiones determinadas: tenida de luto, de gala, de viaje; tenida, a su vez, traduce literalmente la forma verbal francesa ―sustantivada― tenue, de usos análogos. El americanismo tenida está sin duda en relación con otro: tenida por ‘sesión de una logia masónica’ en la cual se lucen atuendos y accesorios característicos.

*Teniente alcalde. Es en el Perú una especie de vi-

cealcalde: el ‘concejal que actúa en nombre del alcalde’ (oficialmente, el Primer Regidor). Según el DRAE 2001, teniente es “persona que ejerce el cargo o ministerio de otra, y es sustituto suyo. Teniente de alcalde”. Por medio de este ejemplo se establece claramente que teniente de alcalde (y no *teniente alcalde) es la forma correcta de dicha expresión nominal. Y la Academia recomienda, expresamente, no suprimir en este caso la preposición de, como se hace en el habla peruana.

Tequeño. Este sustantivo masculino designa en varios

rriente en el Perú, es más o menos sinónima de otra, vigente en el español general: tener sangre en el ojo; en esta última, sangre en el ojo tiene el sentido de “honra y valor para cumplir las obligaciones”, pero también el de “resentimiento y deseos de venganza” (DRAE 2001). Por lo contrario, no tener sangre en las venas significa “tener carácter calmoso que no se altera por nada” (íd. íd.).

países de América ―el Perú incluido― el bocadito hecho con un trozo alargado de queso, envuelto en una masa delgada de harina y luego frito; se come comúnmente con la mano, después de introducir un extremo en una salsa a base de aguacate (palta), llamada guacamole. Tequeño es en principio el gentilicio de la ciudad de Los Teques, capital del Estado Miranda, al norte de Venezuela. Pero la difusión de este bocadito y de su nombre se ha hecho al margen de su étimo, Los Teques.

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Tener sangre en la cara. Esta locución verbal, co-

Tercerizar. Con el sentido de ‘encargar servicios a ter-

Terramoza. Es hoy, en el Perú, la ‘asistente encarga-

Termocéfalo. Esta palabra compuesta de los elementos de origen griego termo ‘caliente’ y céfalo ‘cabeza’ se usa en el Perú y en Chile con el sentido de ‘persona de izquierda con ideas extremistas’. Termocéfalo aparece por primera vez ―y esperemos que sea la última― en el DRAE 2001 con la definición antitética y antietimológica, referida a la persona “que tiene ideas o actitudes muy conservadoras o pasadas de moda”. El Diccionario de americanismos, publicado por la Asociación de Academias de la Lengua Española en el año 2010, incluye todavía la acepción incorrecta junto a la correcta.

Terruco. Es un sustantivo derivado de terror, con el su-

ceros’, este neologismo es frecuente en el moderno lenguaje administrativo del Perú y otros países de Sudamérica. La tercerización de servicios es una alternativa válida en el caso de empresas que lícitamente buscan ahorrar tiempo o conseguir mejor rendimiento de sus recursos humanos o materiales. La tercerización suele ser ocasión, sin embargo, de abuso o perjuicio para los trabajadores contratados bajo esta modalidad laboral.

Terno. En el Perú y en otros países hispanoamericanos se dice terno por traje (masculino), en principio compuesto de chaqueta (en América saco), chaleco (prenda en desuso) y pantalón. Etimológicamente, terno está ligado al número tres, y tiene acepciones surgidas de esta etimología. El derivado americano ternada conserva a veces ese matiz original; pero también se aplica al terno elegante de dos prendas, que en Chile, Argentina y Uruguay se conoce como ambo.

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da de atender a los pasajeros durante viajes interprovinciales o internacionales en ómnibus’. Terramoza se ha formado sobre el molde de aeromoza, americanismo que ya registra el DRAE como “azafata de vuelo”. Azafata, término revivido para traducir el inglés flight hostess, se usa hoy en España con el sentido amplio de “mujer encargada de atender a los pasajeros a bordo de un avión, un tren, un autobús, etc” (DRAE 2001).

fijo despectivo (poco usado en América) -uco, -uca, que produce sustantivos como casuca o adjetivos como feúco. Se aplicó, primero en nuestras serranías, a los terroristas, llamados senderistas por pertenecer a la facción comunista conocida como Sendero Luminoso. Terruco es todavía, en el habla peruana, un término cargado de odio, de miedo o de desprecio. A contracción de terruco se debe la forma tuco, semánticamente equivalente.

Tesonero, -a. Con

los sentidos de ‘tenaz, constante, perseverante’ es un término característico del español de América. Tesón se documenta desde el siglo XVI en castellano, pero ha tenido poco uso en la Península. Se le considera, generalmente, como prolongación (con cambio de género) del latín tensio, -onis ‘contracción’, ‘tensión’, pero también podría tratarse de un derivado castellano de teso (por tensus) más el sufijo -ón.

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*Testaferra. Testaferro se tomó del portugués testa de

Tetudo. En el habla popular y familiar del Perú ―y al

ferro, literalmente ‘cabeza de hierro’. El DRAE 2001 registra testaferro como forma común a ambos géneros y la define así: “persona que presta su nombre en un contrato, profesión o negocio”. Le da como étimo italiano un supuesto sustantivo testaferro que no se conoce en dicha lengua: en italiano se dice testa di legno ‘cabeza de palo’ o prestanome ‘prestanombre’. La forma femenina *testaferra es inaceptable en lengua culta.

parecer también de la Argentina―, el adjetivo masculino tetudo tiene el sentido de ‘tonto, torpe’ (el femenino tetuda es casi desconocido aquí). Tetudo es un obvio derivado del sustantivo teta, a su vez, término infantil de origen expresivo más el sufijo -udo, que puede indicar abundancia, gran tamaño o intensidad de lo significado por la raíz. Es de formación análoga a tetudo su sinónimo americano cojudo.

*Testiga. El verbo testiguar (forma anticuada del moderno atestiguar) dio ―como derivado regresivo― el sustantivo testigo que significa ‘persona que da testimonio’. Testigo es invariable en cuanto al género, que se expresa por el artículo o adjetivo acompañante: el testigo, la testigo; testigo fidedigno o fidedigna. En habla semiculta, sin embargo, se oye a veces *testiga, forma errónea que se documenta aun en algunos textos de Derecho mal informados.

Tigre de papel. Esta expresión nominal, hoy genera-

Tetelememe.

Este peruanismo, que significa ‘tonto’ o ‘pusilánime’, tiene ya varios siglos de uso en nuestra lengua coloquial y familiar. Tetelememe está entre aquellas palabras catalogadas como “de creación expresiva”, las cuales ―junto con las onomatopéyicas― retratan o evocan, en su estructura fonológica, su significado. Hoy se usa más en el Perú la variante tetelemeque, debida a disimilación consonántica en la última sílaba.

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lizada en la lengua culta de España y América, resulta de la traducción literal de la frase inglesa paper tiger, a su vez traducción de la que pronunció en chino Mao Tse Tung para calificar despectivamente a los países capitalistas. Tigre de papel no figura en el DRAE 2001, pero sí la incluye el Diccionario del español actual de Manuel Seco (1999), definida así: “persona, institución o nación poderosa en apariencia, pero en realidad débil e insignificante”.

Timón. En el Perú y en otros países de América se de-

nomina así lo que en España se llama volante, cuando se trata de un vehículo automotor grande, o manillar, si se trata de una bicicleta o motocicleta; en el primer caso, el timón o volante suele tener forma de rueda. Timón (voz de origen latino) se documenta desde el siglo XIV; su derivado timonel designa al piloto de una embarcación. Se usa poco en el Perú el americanismo timonear ‘dirigir’ con el sentido figurado de ‘guiar, conducir’ aplicado a personas o asuntos.

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Tina.

Esta palabra viene del latín tina ‘botella para vino, de cuello largo y con tapa’, pero en castellano se aplicó a varios recipientes grandes, de diversos materiales y destinados a diferentes usos: entre ellos, el aseo personal. En el español de América, sin embargo el término tina ha desplazado al general bañera: “recipiente para bañarse, de un tamaño adecuado para que quepa una persona tendida o sentada” (Diccionario Vox, 2002). En América se dice también bañadera por bañera.

Tío, tía. En el lenguaje popular peruano, tío y tía equivalen a anciano, anciana. Pero lo notable del uso actual es que tío y tía pueden tener una clara función adjetiva: “cuando nos volvimos a ver, ya estábamos más tíos”. En cuanto al español general, tío y tía son dos grecismos que el castellano incorporó entre los siglos VI y X (a través de las formas del latín tardío thīus, thīa) y llegaron a desplazar a los correspondientes términos del latín clásico avuncŭlus y amita. Tipear. En el Perú y en otros países de América se usa

el verbo tipear (del inglés to type) por mecanografiar o dactilografiar. Aplicado en principio a la máquina de escribir (tipear en vez de escribir a máquina), este anglicismo ha sobrevivido a su actual sustitución por el ordenador o computadora. El DRAE 2001 no registra tipear, pero sí ―curiosamente― tipiadora con los sentidos de ‘maquina de escribir’ y ‘mecanógrafa’.

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Tiza. Esta palabra viene del náhuatl (azteca) tízatl y de-

signa, en casi todo el mundo hispánico, la ‘arcilla terrosa que sirve para escribir en pizarras y encerados’. Increíblemente, tiza es palabra casi olvidada en Méjico, su lugar de origen, donde se prefiere el helenismo equivalente gis. En cuanto al Perú, es asimismo insólito el uso moderno de tiza como adjetivo invariable, con el valor de ‘pulcro en el vestir’, ‘de apariencia impecable’, ‘elegante’. Cierto detergente usa la expresión adjetiva “bien tiza” en su propaganda.

Tocarse de nervios. Tocar es una antigua palabra cas-

tellana, de origen onomatopéyico, que significa, en su forma pronominal tocarse, ‘ponerse en contacto dos elementos’. En nuestra lengua familiar, la locución tocarse de nervios equivale a las expresiones de la lengua general ponérsele (a uno) los nervios de punta, es decir, ‘alterársele o crispársele los nervios’ a alguien. Todas estas frases expresan el común sentido de ‘perder la serenidad’. Son equivalentes americanas de tocarse de nervios la también peruana estar de los nervios, la boliviana hervir de nervios y la colombiana erizarse de nervios.

Tocar violín. Esta

locución tiene ―en el Perú y en otros países del área andina― el sentido figurado de “estar presente en el coloquio íntimo de una pareja de enamorados” (DRAE 2001). Pero esta definición académica no corresponde, en realidad, a tocar violín, sino a la equivalente expresión peninsular llevar la cesta, pues tocar el violín tiene en España el sentido de “no hacer nada de provecho”. Reflexión y moraleja: no hay terreno más movedizo en la lengua que el de los modismos.

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Tombo. En la lengua popular y familiar del Perú y de

algunos otros países de América tombo designa despectivamente al policía y, en principio, al uniformado; últimamente se usa también el femenino tomba. Tombo es un producto de la inversión silábica de botón, por alusión a los muchos y brillantes botones metálicos que antes adornaban los uniformes de los policías. De tombo deriva el colectivo tombería, aplicado a su conjunto. La inversión silábica es un recurso favorito del lenguaje popular, y más aún del críptico lenguaje de la delincuencia.

Tono.

En la lengua general tono es la ‘altura musical de un sonido’ y también el ‘intervalo entre dos notas musicales’ (semitono, entre mi y fa, si y do). Pero en nuestra habla familiar tono es también la ‘reunión social nocturna en la que se baila’. El verbo derivado tonear tiene el sentido de ‘estar (o ir) de fiesta’, ‘bailar’. El adjetivo tonero, -a se aplica a la persona aficionada a este tipo de diversión y a cosas directamente relacionadas con el tono: vestido tonero, música tonera, etc. Tono ‘fiesta’ es, al parecer, uno de los pocos cambios semánticos exclusivos del habla familiar peruana.

Tópico. Este sustantivo, de origen griego, significa en

la lengua estándar ‘idea o expresión muy repetida’, ‘cliché’, ‘lugar común’. Pero en gran parte de la América hispana ―el Perú incluido― tópico tiene el sentido de ‘tema’, ‘asunto’, ya sea de una conversación o de un escrito. En esta acepción es un calco semántico del inglés topic, que asimismo tiene la acepción de ‘lugar común’ (que se remonta al título de una obra de Aristóteles).

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Trabajólico. En el Perú y en otros países de América

trabajólico o trabajólica es quien “trabaja afanosa y compulsivamente” (DRAE 2001). Se tomó del inglés americano workaholic, que a su vez se formó en el molde de alcoholic. Si el trabajolismo es, según se dice, “la única adicción respetable”, esta afirmación no ha redundado en la difusión ―muy limitada― del equivalente peninsular de trabajólico: trabajoadicto, -a.

Trafa. En el habla familiar peruana significa ‘trampa’,

‘engaño’, ‘fraude’, ‘estafa’; quien hace trafas es trafero o trafera. Trafa parece resultado de la apócope de trafasía, peruanismo de igual significado; sus derivados trafasista y trafasero ―hoy poco usados― son equivalentes de trafero. Trafasía, a su vez, podría explicarse por una compleja alteración de trapacería, término que en la lengua general significa, coincidentemente, ‘engaño’, ‘fraude’. Trafa ya se consigna, como peruanismo, en el DRAE 2001.

Transar.

En el Perú y en el resto de Hispanomérica se usa hoy el verbo transar como sinónimo del latinismo transigir. Según la opinión de los más notables filólogos, la forma transar resulta, por reversión, del vulgarismo *transación como sustituto de transacción. Pero transar llega hoy al nivel del habla culta de toda la América hispana y ha empezado a introducirse en el lenguaje periodístico de España. Como es normal en la lengua, transar y transigir, en principio sinónimos de étimo común, implican hoy matices y usos diferenciados.

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Transgénico. A partir de su última edición (2001), el

Diccionario de la Real Academia Española ha incorporado el adjetivo transgénico con la siguiente definición: “secuencia de ADN que constituye la unidad funcional para la transmisión de los caracteres hereditarios”. ADN es la sigla que corresponde al ácido desoxirribonucleico, el cual constituye el material genético de la célula. El adjetivo génico (presente también en otros compuestos tales como fotogénico) significa “perteneciente o relativo a los genes” (DRAE 2001).

Trapear. Se deriva de trapo, del latín tardío drappus, de

igual significado. En el Perú y en otros países de América trapear es ‘limpiar el suelo con un trapo húmedo’ (en España se dice fregar y, menos frecuentemente, aljofifar). El utensilio para trapear se llama trapeador (en España, fregona o aljofifa); es un palo largo que acaba en otro perpendicular y corto en el que se envuelve el trapo. El trapeador permite hacer la tarea sin arrodillarse, como antes tenía que hacerse.

*Trasantesdeayer. En el Perú llega al nivel del habla

culta, y aun de la lengua escrita y literaria, este adverbio de tiempo compuesto de cuatro morfemas y palabras: tras-antes-de-ayer; el Diccionario de la Academia registra solamente la variante equivalente trasanteayer. En la lengua general se documenta, desde muy temprano, la forma compuesta anteayer ‘el día anterior a ayer’; también está registrada la variante anteyer ―hoy desusada― y la forma antier, actualmente relegada al habla rústica, vulgar o dialectal.

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*Trascedental.

En la expresión oral de hablantes supuestamente cultos ―porque han tenido acceso a la educación superior― se oye a veces *trascedental en vez de la forma correcta trascendental. Viejo latinismo de las principales lenguas europeas, trascendental debe su sentido vigente a un notable cambio semántico causado por la influencia de la doctrina filosófica de Kant. Hoy ha caído en desuso la grafía etimológica transcendental.

Trascendido. Es,

en principio, solo el participio del verbo trascender, que significa ‘empezar a conocerse algo que estaba oculto’. Pero en algunos países de América trascendido se ha sustantivado y ha tomado el sentido de ‘rumor político’, ‘dato puesto al descubierto’. El Diccionario de la Academia lo define, en su última edición, como “noticia que por vía no oficial adquiere carácter público” y registra su uso en el Perú, Bolivia, la Argentina y Chile.

Traspatio. En

el Perú y en otros países de América (desde Méjico hasta Paraguay), la palabra compuesta traspatio designa un espacio abierto en la parte posterior de una casa. El prefijo tras- significa ‘después de’, referido al espacio o al tiempo. La voz patio designa, a su vez, un espacio cerrado sin techo. Según cuenta Ricardo Palma, hasta el siglo XIX los traspatios limeños estaban adornados con pinturas murales, generalmente, alusivas a episodios históricos del Perú hispánico.

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Trastabillar. En el Perú y otros países de América es

Trepidar. En el habla culta del Perú y de otros países

de uso común trastabillar (con sus variantes trastabillear y trastabilear) en los sentidos de ‘dar traspiés’ y ―menos frecuentemente― ‘tartamudear, tartajear’. Tenido antes por americanismo exclusivo, trastabillar ―hoy muy poco usado en España― se documenta desde el siglo XVI en la Península (en su variante sin disimilación trastrabillar). En el Perú se usan también los postverbales trastabillón y trastabillada por tropezón.

de América trepidar significa ‘titubear, vacilar’ y se usa sobre todo en contextos negativos pero generalmente encomiásticos: “no trepidó en tomar la decisión”, por ejemplo. En la lengua general trepidar solo conserva su sentido etimológico (del latín trepidāre ‘temblar’). Aunque trépido ‘tembloroso’ es un latinismo muy poco usado, no sucede lo mismo con su antónimo intrépido ni con el respectivo derivado intrepidez.

Tratativa. Es un americanismo de creación argentina

Trinche. En el castellano del Perú y de otros países de la América hispana, se llama trinche el tenedor grande usado para sostener el ave o el trozo de carne que se corta en la mesa. Trinchar se tomó tempranamente del francés trenchier, de igual significado. Derivado de trinche es trinchudo con el sentido figurado de ‘con cabello hirsuto’. Es posible que calapitrinche ‘persona insignificante’ resulte del quechuismo calato ‘desnudo’ más trinche con disimilación de la t de calato por influencia de la t de trinche.

usado también en el habla culta del Perú, Uruguay, Bolivia y Honduras. El Diccionario de la Academia, en su última edición (2001), lo define así: “etapa preliminar de una negociación en la que comúnmente se discuten problemas laborales, políticos, económicos, etc.”. Tratativa es menos usado que su plural tratativas.

*Treintinueve, etc. Al escribir con letras los números

cardinales compuestos (como, por ejemplo, al llenar un cheque, en la línea que exige ese requisito), solo deben escribirse en una sola palabra los números compuestos que van del dieciséis al veintinueve. La regla académica exige que todos los siguientes se escriban en tres palabras: treinta y uno (o treinta y un, según el caso), cincuenta y cuatro, sesenta y seis, noventa y siete, etc.

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*Tripley. En inglés, threeply (pronunciado, como angli-

cismo, triplay) significa ‘tres capas’ y designa ―en el Perú y otros países― una “tabla de madera formada por un número impar de chapas, unidas entre sí por un adhesivo y colocadas de modo que las fibras de cada una estén a 90º con la inmediata” (Sopena, Americanismos, 2002). Se dice *tripley por ultracorrección: porque voces inglesas con el final -ay (pronunciado -ey) se leen a veces mal (como -ay), por eso, se “corrige” triplay y se dice *tripley.

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Tsunami. Esta palabra japonesa, pronunciada en cas-

tellano sunami, no aparece en el DRAE 2001; aparecerá en la próxima edición, y con la misma grafía definida, así: “ola gigantesca producida por un seísmo [sismo] o una erupción volcánica en el fondo del mar”. El DRAE 2001 registra, en cambio, maremoto, término formado sobre el modelo de terremoto, con el sentido de “agitación violenta de las aguas del mar a consecuencia de una sacudida del fondo, que a veces se propaga hasta las costas dando lugar a inundaciones”. Tsunami (de tsu ‘puerto’ y nami ‘ola’) no es, como se ve, sinónimo estricto de maremoto.

Tutilimundi. En el habla culta familiar del Perú y de

otros países hispanoamericanos, se usa el sustantivo colectivo tutilimundi como equivalente de todo el mundo, en el sentido figurado de esta expresión. El término viene de la locución italiana dialectal tutti li mundi (en italiano oficial, tutti li mondi), la cual se aplicó en castellano a un cajón que contenía un cosmorama portátil, en boga hace algunas décadas como diversión callejera.

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U u

Ubicar. Derivado del latín ubi ‘en donde’, se usa más

como verbo reflexivo (ubicarse) y significa “estar en un determinado espacio o lugar” (DRAE 2001). Pero en el Perú y otros países de América ubicar se ha hecho transitivo con los sentidos de ‘situar, instalar’ y ‘localizar, encontrar’; ubicarse es situarse en determinado lugar o posición. El derivado humorístico ubicaína (con el sufijo de cocaína) designa en el Perú una pócima imaginaria que se prescribe a quien no es consciente de su verdadera situación en un contexto social determinado.

Ultimadamente. Adverbio formado sobre ultimado, participio del verbo ultimar. Documentado en un texto de Cervantes, ultimadamente ha caído en desuso en la lengua general (pero el DRAE 2001 lo registra como vigente). Se conserva en el habla de Méjico, desde donde ha llegado al Perú a través del cine y la televisión. Ultimadamente se usa más en una de sus dos acepciones, la de ‘por último’. En el derivado, actualmente correcto, últimamente predomina el sentido de ‘en los últimos tiempos’.

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Ultimar. Este verbo, derivado del adjetivo último, se docu-

menta desde el siglo XVII. En la lengua general es sinónimo de acabar, concluir, terminar, y se aplica a obras o convenios con el sentido de ‘dar los últimos toques’. En el Perú y otros países hispanoamericanos, ultimar se usa también ―sobre todo en el lenguaje periodístico― como sinónimo de matar, asesinar (rematar, si se refiere a un herido moribundo). Esta acepción es de uso muy restringido en la Península.

*Un mil. En el Perú (y también en algunos países cen-

troamericanos) se acostumbra escribir un mil, en vez de mil, al consignar esa cantidad en letras (por ejemplo, en un cheque). Tal vez influye allí cierta prevención ante la posibilidad de que alguien pueda anteponer dolosamente la palabra dos (o tres, etc.) a la cantidad escrita en letras. Pero la solución está en no dejar espacio delante de mil en vez de transgredir las reglas de la lengua correcta.

Un saludo a la bandera. Con esta expresión no-

minal ―entre humorística y peyorativa― se califica, en nuestra habla coloquial, el ‘gesto vacío de significado’ que implica incumplimiento de lo debido u ofrecido. Más allá de consideraciones meramente lingüísticas, es lamentable que el saludo a un símbolo de la Patria haya llegado a identificarse con la falta de seriedad (o aun el cinismo) en el cumplimiento de compromisos o promesas.

*Úrea. El nombre de esta sustancia contenida en la ori-

na se pronuncia como esdrújula (es teóricamente trisílaba, porque a y e no forman diptongo) en el habla culta del Perú y otros países americanos. Pero la Academia Española rechaza esa pronunciación por incorrecta, y solo admite urea, con acento prosódico en la e de la segunda sílaba. La pronunciación americana *úrea, con u tónica, podría explicarse por influencia del correspondiente adjetivo úrico.

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V v

*Vacear. Esta

variante incorrecta del verbo vaciar es resultado de la ultracorrección, proceso lingüístico mediante el cual el hablante, creyendo evitar una supuesta incorrección, comete un verdadero error. Vaciar, verbo transitivo regular derivado del adjetivo vacío, se conjuga, en cuanto al acento prosódico, como desviar y otros verbos. Pero, por ultracorrección que llega hasta el nivel de la lengua culta, se oye frecuentemente ―y aun se lee― *vacea, *vaceaste, *vaceando en vez de las formas correctas vacía, vaciaste, vaciando.

Vacilarse. En la lengua general, el verbo intransitivo vacilar se documenta desde el siglo XV como sinónimo de oscilar, generalmente por falta de equilibrio. Pero en las últimas décadas, vacilar ―o más frecuentemente vacilarse― se ha difundido en el habla juvenil y popular de gran parte de la América hispana, el Perú incluido, con sentidos nuevos hoy muy vivos y vigentes. Vacilarse equivale, entonces, a divertirse ‘pasar un buen rato’. En este caso, no se usa como postverbal la forma general vacilación sino la acortada vacilón, que puede también aplicarse a una ‘relación amorosa ocasional o efímera’.

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Vademécum.

En español general se conoce como vademécum (en latín vade ‘ven’ mecum ‘conmigo’) el librito o libreta que se lleva consigo para consultar o anotar algunos datos. El DRAE 2001 registra también el equivalente venimécum, desconocido en el Perú. Pero en nuestro país, la Argentina, y tal vez en otras regiones de América, se conoce como vademécum el libro de gran formato y volumen en el que están impresas, alfabéticamente, las denominaciones de distintos productos medicinales y farmacéuticos con sus componentes y nombres comerciales.

Vaina.

Este sustantivo se documenta en castellano desde el siglo XII; como viene del latín vagīna, se pronunció originalmente en tres sílabas: va-í-na. Hoy, vaina designa, en la lengua general, la funda del puñal o de la espada; en español regional, vaina es equivalente de judía verde, la que en América conocemos como vainita. Actualmente, en la lengua familiar del Perú y de otros países americanos (excepto Cuba y el Río de la Plata), vaina está presente en frases que expresan contrariedad, tales como ¡qué tal vaina! o negación rotunda: ¡ni de [a] vainas!

Valga la redundancia. Esta frase, supuesto “rasgo

de urbanidad lingüística”, se profiere cuando el hablante ―que a lo mejor ha cometido ya algún atropello contra la lengua― se percata de que ha repetido una palabra (la segunda puede no ser idéntica, pero sí de la misma familia). La redundancia o repetición, sin embargo, no es mala en sí misma; puede ser, por lo contrario, un recurso estilístico: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar...”.

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Vara. Significa en castellano ‘rama’, ‘palo largo y del-

gado’ y, en sentido metafórico, ‘bastón de mando’, especialmente como símbolo de autoridad local. En España (y también en algunos países americanos) se usa la locución verbal tener vara alta con el sentido de ‘ejercer influencia ante una autoridad’. Pero en el Perú se dice, simplemente, tener vara por tener influencia (política, social, etc.). Se usa también el verbo envararse, así como su participio, adjetivado o sustantivado, envarado, -a.

Vaso de agua. Algunos hablantes se abstienen de pe-

dir “un vaso de agua” aduciendo que el vaso no está hecho de agua; piden, por lo tanto, “un vaso con agua”. Estos seudopuristas ignorantes desconocen la metonimia, lícita figura del lenguaje que consiste en mencionar el continente significando el contenido. Así, cuando se dice “el teatro aplaudió a rabiar”, el teatro significa ‘el público asistente’, no el local que lo contiene. En “un vaso de agua”: el recipiente representa al líquido contenido.

Veintiúnico. En el Perú y otros países de América se

usa este compuesto de veinte más único, como equivalente de único en lenguaje coloquial y humorístico. Y, a propósito de numerales cardinales compuestos, los formados sobre veinte son los únicos que se escriben en una sola palabra, desde veintiuno (apocopado en veintiún), hasta veintinueve. Los numerales formados sobre treinta, cuarenta, etc. se escriben en tres palabras: treinta y dos, cuarenta y siete, etc.

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Velador. En el Perú y en varios otros países de Améri-

ca equivale a mesa (o mesita, o mesilla) de noche. Es decir, designa el pequeño mueble que se coloca al lado de la cabecera de la cama para sostener algunos objetos útiles (lámpara, reloj, teléfono, etc.) y también para guardar otros tantos en gavetas o detrás de puertecillas, si las tuviera. Velador es un derivado de velar, (del latín vĭgĭlare) cuya primera acepción es ‘permanecer despierto’, especialmente durante la noche.

Venusterio. Este peruanismo (al principio, sinónimo de burdel) aparece así en el DRAE 2001: “Perú. En las cárceles, habitación especial en que las personas presas tienen relaciones sexuales con la pareja visitante”. El terminal -terio, aplicado al nombre de Venus, la diosa romana del amor, resulta, a su vez, de la fusión del sufijo -erio (que indica, entre otras cosas, lugar) con la t del terminal -terio, integrante de palabras tales como: beaterio, ministerio, etc. Vereda. Vieja palabra castellana, significa ‘camino an-

Versación. En el habla culta del Perú y de otros países

americanos, se usa versación con el valor de ‘conocimiento profundo sobre un asunto, basado generalmente en el estudio y la experiencia’. El DRAE 2001 no registra versación. Sí incluye el verbo versar, en su forma pronominal versarse referida a una persona, con el significado de “hacerse práctica o perita, por el ejercicio de algo, en su manejo o inteligencia”. También registra el DRAE el participio adjetivado versado con los sentidos de “ejercitado, práctico, instruido”.

*Vertir. Este infinitivo es incorrecto: lo correcto es ver-

ter con el valor de “derramar o vaciar líquidos o cosas menudas...” (DRAE 2001). Verter se conjuga como perder y, por lo tanto, debe decirse vertiendo, vertió, vertieron, vertamos, etc. (y no *virtiendo, *virtió, *virtieron, *virtamos, etc.). La alteración se explica, en parte, porque muchos compuestos de verter, que llevan diversos prefijos, han pasado de la segunda a la tercera conjugación (recuérdense advertir, convertir, divertir, pervertir, revertir, etc.).

Viada.

gosto formado por el continuo paso de hombres y bestias’. Pero en la América del Sur ―el Perú incluido― vereda ha desplazado al término del español general acera para designar el ‘área lateral de la calle, pegada a la pared y generalmente algo más elevada que la calzada (en el Perú pista)’. En la lengua general, meter (o hacer entrar) en vereda es ‘disciplinar’; en el Perú se dice también poner en vereda. Y la vereda de enfrente representa una posición diametralmente opuesta a otra.

En el Perú y otros países de América viada equivale a impulso o velocidad, especialmente referido a vehículos, motorizados o no. Viada, derivado de vía ‘camino’, extendió en América su campo semántico, pasando del vocabulario marítimo al lenguaje general, del mismo modo que otros tantos términos conocidos hoy como marinerismos en tierra. El DRAE 2001 registra viada solo como “primer empuje de un barco al emprender su marcha” y, de allí, “salida violenta”.

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Vibra.

En la lengua coloquial peruana se registra últimamente este sustantivo, casi siempre antecedido de los adjetivos buena o mala: las personas, los hechos o las cosas pueden producir o tener buena o mala vibra. El término es una obvia apócope o acortamiento del sustantivo vibración, postverbal de vibrar ‘oscilar rápidamente’ y, en moderno sentido figurado, ‘conmoverse’. Vibra se documenta en Méjico y en Chile, donde su uso es anterior al peruano.

Vicisitudes. Según el DRAE 2001, vicisitud es “orden sucesivo o alternativo de algo” y también “inconstancia o alternativa de sucesos prósperos o adversos”. Pero estos sentidos ―que concuerdan con el étimo latino― no corresponden al uso actual del término. En la mayor parte de América ―el Perú incluido― y también en la Península, las vicisitudes (la palabra se usa más en plural) son hoy esencialmente negativas: el término equivale a penalidades, contratiempos, dificultades, etc. Vidriera. En el Perú y en otros países de América pre-

domina vidriera para designar el ‘frente de vidrio de una tienda, que permite exhibir la mercancía’; vidriera fue, en principio, un adjetivo (puerta vidriera, etc.). En España predomina el sinónimo escaparate, término tomado del neerlandés a fines del siglo XVI. A fines del XIX se tomó del francés (vitrine) el sinónimo vitrina, que alterna con vidriera en gran parte de la América hispana.

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*Villorio. Es una variante incorrecta de villorrio; se do-

cumenta, sin embargo, aun en textos de consagrados escritores peruanos. Villorrio se deriva de villa ‘pueblo’ más el sufijo despectivo -orrio. El DRAE 2001 define villorrio como “población pequeña y poco urbanizada”; la notable lexicóloga María Moliner escribe que ese término “se aplica muy despectivamente a una población de cualquier tamaño falta de condiciones para vivir en ella cómoda o agradablemente”. Pero ninguna de esas acepciones autoriza a alterar una palabra en su estructura fonológica.

Vinagrera. Ya en el siglo XIX, el lexicólogo peruano

Juan de Arona criticaba el uso de vinagrera por acedía estomacal. Y tenía razón: vinagrera es en castellano el ‘frasco que contiene el vinagre’, así como aceitera es el que contiene el aceite, llevados a la mesa. Sinónimos de vinagrera son agrura y agriera, americanismos derivados de agrio. Por último, es un sinónimo culto de vinagrera, agrura, acedía o agriera, el helenismo pirosis, que evoca la sensación de fuego que sube hasta la boca en casos de fuerte acidez estomacal.

Violentista. Este adjetivo (derivado de otro adjetivo:

violento) califica ciertas actitudes en favor de la violencia política. El uso de violentista, todavía criticado (no lo incluye el DRAE 2001), se ha difundido entre nosotros, procedente del Cono Sur, desde hace algunas décadas. Una forma prefijal antónima es el adjetivo antiviolentista; sustantivos abstractos con el mismo prefijo son antiviolencia y antiviolentismo.

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Vip. En

inglés VIP ―pronunciada aproximadamente vi-ai-pí― es la sigla de Very Important Person. En español vip (pronunciada en una sola sílaba) designa ―como en inglés― a la ‘persona notable que recibe un trato especial en ciertos lugares públicos’, tales como las salas de espera de un aeropuerto. El plural de vip es vips; el singular se usa también como adjetivo (salón vip). La Academia recomienda no escribir VIP (con mayúsculas, como la sigla inglesa) ni olvidar que el español tiene un equivalente: personalidad que, por cierto, no es un sinónimo estricto de vip y tiene cinco sílabas.

*Virreynato.

Antes era lícito escribir con ye (ya está descartado el nombre i griega) todas las íes finales de diptongo, tanto al fin de la palabra (doy, rey) como de una sílaba interna (ayre, reyna). Pero en 1815 la Real Academia Española ―fundada un siglo antes― desautorizó el uso de la “y” como representación de la vocal i final de diptongo interior de palabra. Por lo tanto, hace casi dos siglos que ya no es lícito escribir *ayre, *reyna o *virreynato.

Volante. En el Perú y en otros países de América el sus-

tantivo volante (en su origen, participio activo del verbo volar) designa la “hoja impresa de carácter político o publicitario que se reparte en lugares públicos” (DRAE 2001); volantear es ‘difundir un mensaje por medio de volantes’ y su postverbal es volanteo. En España se prefiere el sinónimo octavilla, diminutivo sustantivado de octava, por ser su dimensión usual la de una octava parte del pliego de papel.

Volantín. El sustantivo volatín se tomó del italiano burattino ‘títere’ en el siglo XVI y debe su actual forma a alteración fonética por influencia del verbo volar. En el español general, volatín se llama al acróbata que da volteretas en el aire sobre sí mismo y cae de pie, en tanto que predomina entre nosotros la variante volantín para designar la pirueta misma y se llama volantinero a quien la practica. En algunos países de América se documenta también volantín como sinónimo de cometa ‘juguete aéreo, hecho de papel y cañas’.

Voltear. En el Perú y en otros países de América llega

Vitíligo, vitiligo. En latín, la i de la penúltima sílaba

al nivel del habla culta el uso de voltear como sustituto de volver en su acepción de ‛girar, dar vuelta’: voltear la cabeza, la página. En estos casos, la lengua general prefiere volver, que es, al fin y al cabo, la forma originaria ―y mucho más antigua― del frecuentativo voltear. En América volver ha reducido su campo semántico a la acepción espacio-temporal de ‛regresar’. Por otra parte, voltearse es, figuradamente, ‛cambiar de bando político’, ‘traicionar’.

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era larga (vĭtĭlīgo), lo que justifica la pronunciación grave en español, preferida por los médicos; la esdrújula es igualmente correcta. El vitíligo se ha descrito como una dermatosis discromática adquirida y no contagiosa que, al destruir los melanocitos, deja áreas dérmicas despigmentadas. Su causa es un raro proceso de respuesta seudoinmunitaria contra algunas células propias: los melanocitos. Ni vitíligo ni vitiligo se consignan en el DRAE 2001 ni, al parecer, serán incluidos en la próxima edición.

Volver a repetir.

Esta perífrasis verbal, tantas veces oída y leída en el Perú y en otros países del mundo hispánico, puede ser correcta o incorrecta según el caso. Es correcta cuando se refiere a algo que se dice o hace por tercera, cuarta o quinta vez; es incorrecta cuando se refiere a lo que se hace o dice solo por segunda vez. En este caso basta con el verbo repetir, que de por sí expresa la primera reiteración. En el Perú, el uso erróneo de volver a repetir llega al nivel del habla culta y se documenta aun en los textos de nuestros mejores escritores.

*Vuelo doméstico.

Esta expresión nominal, usada en varios países de América ―el Perú incluido― es un calco poco feliz del inglés domestic flight. Rechazándola, decía el notable filólogo Fernando Lázaro Carreter que vuelos domésticos “sólo los hacen las brujas cuando deambulan por su casa y las moscas”. La expresión correcta es vuelo nacional; parece aceptable vuelo interno y en el Río de la Plata se documenta, con el mismo sentido, vuelo de cabotaje.

*Vuestro, -a. En el habla culta de la América hispana

no hay ninguna obligación de usar el pronombre posesivo vuestro, con su respectiva forma femenina y el plural de ambas: vuestros, vuestras. Y ello porque vuestro es el posesivo que corresponde a vosotros, pronombre de segunda persona del plural que está autorizadamente desusado en el español americano, donde solo se usa el plural ustedes, tanto para tú como para usted. Es, por lo tanto, imperdonable en boca de políticos y profesionales que cometen el craso error de usar *vuestro para dirigirse a las mismas personas a quienes están tratando de usted.

Vuelto. En el Perú ―y en casi toda América, de Cuba a

la Argentina― vuelto es, según el DRAE 2001, la “vuelta del dinero entregado de sobra al hacer un pago”; es decir, el “dinero que se devuelve cuando, para un pago, se entrega moneda de valor superior al importe de él” (Moliner). Los americanos hemos preferido sustantivar directamente el participio irregular del verbo volver (como equivalente de su compuesto devolver); tal vez haya influido en esta opción el que vuelta, como sustantivo, tenga muchas otras acepciones.

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Yy

y/o. Últimamente se ha difundido, en España y Améri-

ca, este grupo formado por la conjunción ilativa “y” más la conjunción disyuntiva “o”, separadas por una barra oblicua. Tras un largo rechazo de académicos y lexicólogos, el Diccionario panhispánico de dudas (2005), aunque “desaconseja” el uso de este grupo conjuntivo, reconoce su difusión en la lengua culta, y aun recomienda usar la variante y/u cuando la palabra siguiente empieza por o.

Y, etc., &. El signo & se usa como equivalente de la

conjunción castellana “y”, o de la abreviatura etc. del cultismo etcétera (en latín, et cetĕra, que significa ‘y lo demás’). La Ortografía académica incluye el signo &, sin darle nombre, entre los “símbolos no alfabetizables” usados en español. El signo & era, en principio, la abreviatura gráfica del latín et, que significa ‘y’. Por eso su nombre en inglés es ampersand, contracción de la frase and [&] per se and, literalmente ‘&, por sí misma, and ’. También se le llamó en inglés short and.

Yuca.

Es el nombre taíno (lengua arahuaca antillana) de la raíz tuberosa que en quechua se llamaba rumu (con ere, vibrante simple, y no con erre, vibrante múltiple); pero, así como el taíno maíz desplazó a su sinónimo quechua sara, yuca sustituyó a rumu en el Perú desde el siglo XVI aun entre quechuahablantes. Yuca tiene en el Perú usos figurados tales como los de ‘pantorrilla de mujer’, ‘higa, gesto obsceno’ y ‘mentira’; como adjetivo, yuca equivale a difícil. En cuanto a derivados, enyucar (equivalente de meter una yuca) es ‘engañar’.

Ya fue. En nuestra habla coloquial se ha difundido úl-

timamente esta expresión humorística y categórica que se pronuncia como sentencia inapelable y equivale a ya murió, ‘ya salió del escenario para siempre’. Menos frecuente es la variación de persona en el verbo: ya fuiste, ya fueron, etc. Ya fue está en la línea del inglés has-been, forma verbal (literalmente, ‘ha sido’) que designa o alude a quien ya no está vigente en un área determinada de la actividad humana, especialmente la política.

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Z z

Zanahoria. Es un antiguo arabismo que designa cier-

Zafacoca. En Andalucía y en algunos países de Amé-

ta planta y su cónica raíz comestible de color anaranjado. Pero, desde hace poco, zanahoria se usa en el Perú como adjetivo equivalente de ‘sano’, ‘ingenuo’, ‘sin vicios’. Esta última acepción se ha tomado, probablemente, del habla argentina. La relación entre el término y su nuevo valor semántico parece explicarse por un juego verbal entre zanahoria y sano, solo posible por el seseo americano; por ejemplo, el propuesto plan zanahoria limeño, sobre el expendio de bebidas alcohólicas.

rica ―el Perú incluido― significa ‘alboroto’, ‘trifulca’, ‘griterío’, e implica siempre la participación de un grupo de personas. En otros países americanos zafacoca puede tener los sentidos de ‘inquietud’, ‘excitación’ o aun ‘azotaina’. Equivalente de la voz del español general zafarrancho, zafacoca es también una palabra de origen marinero; su segundo elemento compositivo, coca, era el nombre de una embarcación medieval bastante grande.

Zapatilla. En

Zafio. De probable origen árabe, zafio, fia figura en el

ñola figuran, como usos generales, dos verbos homónimos antiguos: el transitivo zurrar, cuya acepción principal es ‘azotar como castigo’, y el pronominal zurrarse, equivalente de cagarse con el matiz de accidente o con el de temor. En líneas generales, zurrarse y cagarse son términos que pertenecen al ámbito del lenguaje familiar, popular o vulgar. Por eso, llama la atención que en el Perú zurrarse aparezca en la portada de algún diario limeño o engalane la prosa de ciertos periodistas.

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DRAE 2001 con la acepción general de “grosero, tosco en cuanto a sus modales y comportamiento” y también con la peruana de “desalmado”, que se documenta ya en el Diccionario de peruanismos de Juan de Arona (1883). Su autor expresa en esa obra alarma ante el grave cambio semántico producido: zafio era entonces, en España, “tosco, inculto, ignorante”, pero en el Perú tenía ya, a fines del siglo XIX, los sentidos más graves de “desalmado, perdido, facineroso”.

el Diccionario académico figura zapatilla con dos acepciones: “zapato ligero de suela muy delgada” y “zapato de comodidad o abrigo para estar en casa”. No figura la acepción de ‘zapato deportivo’, hoy la más usada en el Perú, en otros países de América y en España. Zapatillas, como término del deporte, traduce el inglés americano sneakers. A veces el nombre se complementa y aclara: zapatillas de goma, de lona, etc.

Zurrarse. En el Diccionario de la Real Academia Espa-

Este libro se terminó de imprimir en los talleres gráficos de METROCOLOR S. A., Los Gorriones 350, Lima 9, Perú, en octubre de 2011.

EL HABLA CULTA

Martha Hildebrandt

El habla culta

PRESENTACIÓN

DE LA TERCERA EDICIÓN

El habla culta © Martha Hildebrandt, 2012

Diseño de interior y de cubierta: Daniel Torres Cuidado de edición: Paola Arana V. © 2011, Editorial Planeta Perú S. A. Av. Santa Cruz 244, San Isidro, Lima, Perú. www.editorialplaneta.com.pe

ISBN: 0000000000-0 Registro de Proyecto Editorial: 00000000000 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2012-0000

Primera edición (Perú): marzo 2012 Tiraje: 0.000 ejemplares Impresión: Metrocolor S. A. Impreso en Perú – Printed in Peru

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts 270 y siguientes del Código Penal). No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrpor Espasa Libros, S. L. U. Avda. Diagonal, 662-664 08034 Barcelona

En este volumen se reúnen ciento cincuenta y un artículos publicados en dos diarios limeños, entre 1996 y 1999, bajo el epígrafe “Dice Martha Hildebrandt”. Del 27 de noviembre de 1995 al 12 de noviembre de 1998, en la página de opinión del diario oficial El Peruano. Del 12 de febrero al 8 de octubre de 1999, en la página editorial del diario El Sol. Para esta edición, los textos de todos los artículos han sido revisados, y puestos al día según la edición del año 2001 del Diccionario de la Real Academia Española. En algunos casos, los textos mismos han sido actualizados; en otros, se han añadido citas de obras publicadas después de la aparición de la primera edición (año 2000). Unos pocos artículos han sido considerablemente ampliados. Los términos y giros estudiados pertenecen al nivel del habla culta —o de lo que debiera serlo— en el español actual de ambos continentes. Un primer grupo incluye neologismos todavía no aceptados por la Real Academia Española, y se extiende hasta abarcar aquellos registrados solo en la edición de 2001 del Diccionario oficial. Incluye, asimismo, algunos términos a que se refieren las “Enmiendas y adiciones” —más de seis mil— aprobadas por la Real Academia Española entre 1992 y 1998, pero no registrados en la edición de 2001 del DRAE.

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Casi todos los términos y locuciones aquí tratados son, de un modo u otro, marginales desde el punto de vista del español general. Pero todos están documentados en el nivel del habla culta: es decir, en el lenguaje, oral o escrito, de quienes han tenido acceso a la educación superior. En el estudio del presente material se ha aplicado un moderno criterio de corrección con tres instancias de ámbito decreciente: La primera instancia implica la comparación de cada uso lingüístico peruano con aquellos, pertinentes,

del español general o lengua general. El corpus o material lingüístico —en su mayor parte léxico, aunque abarca algunos temas de morfosintaxis— se estudia, por lo tanto, con un criterio contrastivo o diferencial respecto del español general. La segunda instancia corresponde a la norma americana, es decir, a la norma lingüística de aplicación específica para el español de América. En efecto, aunque la América hispana acata las normas básicas del español general, no renuncia a considerar como rasgos correctos del español de América el seseo, el desuso del pronombre vosotros y la conservación de la distinción entre lo y le. El seseo es la pronunciación de la c y de la z como s: ningún hispanoamericano tiene hoy que hacer el esfuerzo de pronunciar la consonante interdental para ser tenido como persona culta en la Península. El olvido del pronombre vosotros (y de las correspondientes formas pronominales os y vuestro) está igualmente reconocido como rasgo culto del español de América. Y el loísmo —es decir, la conservación de la distinción entre lo y le como formas pronominales de acusativo y de dativo de la tercera persona masculina singular, respectivamente— es otro rasgo distintivo del habla culta americana (y también lo etimológico, lo tradicional, lo correcto y lo académico). La tercera instancia es la de la norma nacional, que en la América hispana generalmente coincide con el habla culta de la capital de cada país. Son motivos históricos, políticos o sociales, antes que lingüísticos, los que casi siempre respaldan esa preeminencia. En el caso del Perú, la norma lingüística nacional coincide con la del habla culta limeña, sin que ello implique una superioridad intrínseca del habla de Lima sobre la de cualquier otra ciudad o región del Perú. Volviendo a la primera instancia del criterio de corrección aquí aplicado, debe dejarse en claro que español

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Un segundo grupo comprende aquellas palabras y expresiones que, por ser obviamente incorrectas, son inaceptables en el nivel del habla culta de América y España. El tercer grupo abarca, por último, algunos términos que, aunque no forman parte del español general, son de uso defendible en el ámbito circunscrito al habla culta familiar peruana, teniendo siempre en cuenta que la lengua general encarna el principio irrenunciable de la unidad del idioma.

Español general y habla local El español general —por antonomasia, la lengua general en el mundo hispánico— es el denominador común de todas las hablas locales de España y América. El español general es una abstracción o una entelequia y, por lo tanto, no se habla concretamente en ningún país, región o ciudad: toda habla concreta, sea la de Madrid o la de Lima, la de Segovia o la de Piura, es —por definición— un habla local. Siendo modelo y patrimonio de una gran comunidad lingüística, el español general es garantía de comunicación fluida entre más de quinientos millones de hablantes.

Habla culta y criterio de corrección

general no es sinónimo de español peninsular. En efecto, en el habla de Madrid o de cualquier otro lugar de España se constatan, a cada paso, usos lingüísticos coincidentes con los que aquí se dan como divergentes del español general. En un generoso artículo titulado “De aquí a Lima”, Gregorio Salvador, fino filólogo y antes Vicepresidente de la Real Academia Española, encuentra que más de la mitad de los términos tratados en este libro —algunos de los cuales tuvo él ocasión de revisar— coinciden con otros tantos usos peninsulares. Saca de ello una optimista conclusión: la de que, en nuestro común idioma: “no solo comulgamos en la norma, por todos aceptada, sino que, cuando se producen transgresiones de usos establecidos, se suelen advertir al mismo tiempo en los cuatro puntos cardinales del ámbito idiomático; o sea, que por lo general coincidimos también en el error”.

anduviera o digan querramos y no queramos y habemos por hemos; creen derivaciones ociosas como aperturar para algunos usos de abrir o recepcionar para algunos de recibir; o prefieran ovni con sigla castellana, pero en cambio deriven ufología desde la anglosajona. ¿Y qué decir de galicismos aún problemáticos, como impase, debacle o beige, o de anglicismos semánticos ya tan usuales como los de nominar o versátil?”. Y concluye afirmando que el español, por ser una lengua tan homogénea y cohesionada, nos da la seguridad de un futuro unitario para sus muchos hablantes en todo el orbe hispánico (en el ABC de Madrid, edición del 14 de febrero del 2000).

Lengua popular y lengua culta

“Alegrémonos, pues, de que también en el Perú, como en España, haya muchos que yerren llamando apóstrofe al apóstrofo, especies a las especias o traspiés al traspié; usen, en revoltijo semántico, escuchar por oír, adolecer por carecer, vergonzante por vergonzoso o dintel por umbral; duden del género conveniente a antípodas o a maratón y no acaben de enterarse del que le corresponde a motriz; acentúen élite; conserven, aunque igualmente estigmatizado de vulgar, el viejo y rústico haiga, o conjuguen andara por

Este libro no trata de los usos de la lengua popular, que representa la libertad absoluta en materia de lenguaje y nutre permanentemente el estrato de la lengua culta, a través del habla familiar o coloquial. La lengua popular, crisol nunca enfriado del lenguaje, no está sujeta a normas de ningún tipo y es siempre legítima, por espontánea y por vital. El objeto de estudio de este libro es la lengua culta, la lengua del libro y la del periódico; la de la radio y la televisión; la de la cátedra, el debate parlamentario y la conferencia, pero también la de la intimidad entre personas cultas. La lengua culta está generalmente supeditada al principio de la unidad lingüística hispánica; unidad en la diversidad con un denominador, por cierto, común: el español general. La lengua culta está, por otra parte, entre dos antitéticos peligros: la pobreza y la incorrección, en un extremo, y la afectación y la pedantería, en el otro. Entre esos dos

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Gregorio Salvador enumera concretos ejemplos de esas coincidencias en el error comprobadas a ambos lados del Atlántico:

escollos debe navegar el barco de la expresión culta hacia su meta, que es la comunicación eficiente, manteniendo el rumbo que marcan los instrumentos para lograr ese fin: claridad, precisión, concisión y corrección en el uso del lenguaje.

Corpus Dos fuentes directas e importantes del material aquí estudiado han sido el lenguaje del Parlamento peruano y el de los medios de comunicación de Lima. El lenguaje parlamentario oral abarca el del debate (que, a su vez, incluye la oratoria, hoy en franco proceso de extinción), el del discurso de tipo académico (cada vez menos frecuente en el Congreso) y el de la espontánea —y generalmente corta— intervención o acotación oral durante las sesiones plenarias y los diversos tipos de Comisiones dictaminadoras, investigadoras, etc. El lenguaje parlamentario escrito es el de los dictámenes, resoluciones, acuerdos, mociones y proyectos de ley (este muy cercano al lenguaje jurídico), además del lenguaje propiamente administrativo de los oficios, memorandos, informes, actas, cartas y otros documentos. El lenguaje de los modernos medios de comunicación de masas abarca, a su vez, el de los medios audiovisuales —radio, televisión, Internet— y el de la prensa escrita tradicional. Entre los primeros, es sin duda el más importante la televisión, porque ella tiene, además de su propia función, la de ser un eficiente vehículo para la difusión de la imagen personal del parlamentario, que abarca su lenguaje oral. Casi todos los usos estudiados aquí se documentan, además, en textos literarios de autores peruanos, americanos y peninsulares. En cuanto a la autonomía de los artículos, ella se ha conservado (por ello pueden notarse reiteraciones en cuanto a juicios sobre obras y autores).

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Supresión del aparato erudito Recordando con afecto y agradecimiento a mi maestro Ángel Rosenblat, presento aquí estas buenas y malas palabras del habla de Lima y de otros lugares del mundo hispánico. Por su finalidad esencial —la divulgación del uso correcto del lenguaje en algunos diarios limeños— fue necesario, como en el caso de las palabras estudiadas por Rosenblat, “aligerarlas de todo aparato erudito”. Eso quiere decir que se han evitado las notas al pie de página y que las referencias bibliográficas se dan, sucintamente, al fin de cada texto citado. Las referencias completas están en la bibliografía (que se reduce, por otra parte, a la estricta mención de las obras y publicaciones citadas). Con un propósito esencialmente didáctico, las palabras o frases estudiadas —y todas las que no pertenecen a la lengua general— aparecen en cursiva en los textos citados. Cuando dichos términos están ya resaltados (en cursiva o en negrita) en el texto original, se advierte sobre ese hecho entre corchetes.

Martha Hildebrandt

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Abreviaturas y signos cfr. (lat. cónfer) significa ‘compárese, confróntese’ cit.

equivale a ‘citado por’

ed. edición etc., &

etcétera

f.

sustantivo femenino

íd. (latín idem) el mismo, la misma íd. íd.

los mismos, las mismas

i. e.

(latín id est) es decir

m.

sustantivo masculino

núm., núms.

número(s)

ob. cit.

obra citada

pág., págs.

página(s)

s./f.

sin fecha [de edición]

[sic]

(‘así’ en latín); indica que ese modo —y no por error o errata— aparece en el texto

sing. singular

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ss.

y siguientes [páginas, años]

s. v.

(lat. sub voce) bajo el título o palabra; en el artículo o entrada

t. también vol., vols.

volumen, volúmenes

“ ”

(comillas dobles) enmarcan un texto citado

‘ ’

(comillas simples) incluyen el significado de una palabra o locución, o enmarcan un texto citado dentro de otro también citado

[ ]

(corchetes) enmarcan un texto ajeno a aquel dentro del cual aparecen

/ /

(barras) encierran transcripción fonológica

[…]

indican que parte del texto citado ha sido suprimido

*

(asterisco) precediendo a una palabra indica que se trata de una forma hipotética (es decir, no documentada) o de una forma errónea

=

‘igual, equivale a’

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ACREENCIA En el habla culta del Perú y en otros países de Hispanoamérica (Colombia, Venezuela, la República Dominicana) acreencia es un antónimo de deuda, pues se llama así el ‘crédito que el acreedor tiene en su favor’. Acreedor es, a su vez, un derivado del verbo acreer, que está documentado desde el siglo XIII en castellano. Hasta su edición de 1956, el Diccionario de la Real Academia Española no registraba acreencia. Incluye el término solo a partir de su edición de 1970, como americanismo derivado del verbo acreer. Pero ya la primera edición del Diccionario de la Academia —el gran Diccionario de Autoridades— consignaba, en 1726, el verbo acreer como “voz anticuada”. Es, por eso, improbable que acreencia —documentado solo desde principios del siglo XIX— se derive de un verbo olvidado un siglo antes. Es muy probable, en cambio, que acreencia se haya tomado del francés créance, con influencia de acreedor en cuanto a la presencia de la a- inicial. Créance se documenta en francés desde el siglo XII, con el sentido de ‘derecho por el cual alguien puede exigir algo, especialmente dinero, de otra persona’. Los siglos XVIII y XIX fueron épocas de gran influencia francesa en España y en el resto de Europa. Y los hispanoamericanos cultos, quienes leían en francés 15

las obras que los ponían en contacto con el saber europeo, iban a veces más lejos que los propios peninsulares en la adopción de galicismos. La Revolución Francesa fue el modelo de la naciente insurrección americana. Conseguida la independencia política, Francia siguió siendo un modelo para la organización de las nuevas naciones. Bolívar, quien hablaba un francés fluido y lo escribía correctamente, usa el término acreencia (lo hacen también algunos de sus contemporáneos sudamericanos). Desde Bogotá, en octubre de 1827, escribe el Libertador:

ACRÓNIMO

Acreencia es, sin duda, uno de los tantos galicismos de América incorporados al español de este continente durante el siglo XIX. Aunque ha sido calificado como “galicismo de origen libresco” perteneciente al ámbito del lenguaje jurídico, su uso, como se ha visto, rebasa ampliamente dicho ámbito.

Del bajo latín sigla, sustantivo plural que significaba ‘cifras, abreviaturas’, se tomó sigla ‘letra inicial usada como abreviatura de una palabra’. Por ejemplo S. M. son siglas de Su Majestad. Sigla es palabra documentada en español desde fines del siglo XVIII. El término se aplica también a la sucesión de letras, cada una inicial de una palabra, que —según las posibilidades— se deletrean o se silabean. Se deletrea, por ejemplo, FMI, sigla del Fondo Monetario Internacional o INC, por Instituto Nacional de Cultura, pues el orden de las vocales y consonantes no es propicio para la formación de sílabas según los patrones silábicos del español. Pero, cuando no existe un obstáculo fonético, las siglas se silabean y se pronuncian como palabras normales de la lengua. Así sucede con ONU por Organización de Naciones Unidas u OVNI por Objeto Volador No Identificado (véase). A veces se deletrean o se silabean en español siglas que corresponden a palabras de otras lenguas. Se deletrea, por ejemplo, FBI, que son las iniciales del inglés Federal Bureau of Investigation. Se silabean, en cambio, INRI (sigla de la inscripción latina Iesus Nazarenus Rex Iudaeórum) y ETA, sigla del lema en vascuence Euskadi Ta Azkatasuna que significa ‘Patria vasca y libertad’. Son

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“...en esta capital no ha sido posible pagar a estos señores diputados el todo de sus dietas y viáticos, a causa de la pobreza en que yo he encontrado este Tesoro, por lo cual hemos determinado que reciban en sus respectivos departamentos el alcance de su acreencia”. (Cartas del Libertador, XII, págs. 329330; cfr. t. M. Hildebrandt, Léxico de Bolívar, págs. 276-277).

Es prueba —entre otras muchas— de la vigencia de este término en el español del Perú la edición del diario limeño Gestión correspondiente al 20 de mayo de 1999, en cuya primera plana se lee este titular: “Estado tendrá última prioridad en recuperar deudas tributarias. Proyecto del Ejecutivo remitido al Congreso ratifica que no se capitalizarán ni condonarán estas acreencias”.

muchos los casos de siglas que se pronuncian en español aunque corresponden a nombres en inglés de instituciones extranjeras o internacionales: UNESCO por United Nations Education, Science and Culture Organization; FAO por Food and Agriculture Organization. CIA, por Central Intelligence Agency, se pronuncia con hiato y acento prosódico en la I. A la sigla que puede pronunciarse como una palabra se le llama también acrónimo. Pero el acrónimo puede incluir, además de las letras iniciales de cada palabra, otras internas que faciliten la pronunciación. Por ejemplo, RADAR incluye las dos primeras letras de la primera palabra: Radio Detection and Ranging; APAFA, acrónimo de Asociación de Padres de Familia, se forma con la A inicial de Asociación y las primeras sílabas de Padres y de Familia. A veces se busca en los acrónimos la formación de nuevas palabras que atraigan la atención y faciliten su memorización. Por ejemplo, CARACOL es el acrónimo de Cadena de Radiodifusión Colombiana y SOLAR es el de Sociedad Latinoamericana de Radiodifusión. En cuanto a la palabra misma, acrónimo es un cultismo muy moderno creado, al parecer, en inglés. Sus elementos son griegos: acro- ‘punta, extremo, cima’ y -onoma ‘nombre’. Acronym aparece en diccionarios ingleses de la segunda mitad del siglo XX; el francés acronyme es algo posterior. En español, acrónimo se incluye en el Diccionario de la Real Academia Española solo a partir de su edición de 1984. Ricardo Blume titula “El Perjudicial” una nota sobre el Poder Judicial, y explica: “El título de esta nota no es sino un acrónimo (vocablo en que se combinan principios y finales de otras palabras). Así, el Poder

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Ejecutivo podría ser el Percutivo, y el Legislativo el Perlativo, lo que les caería de perlas”. (En Como cada jueves, pág. 211).

Aunque la definición de Blume coincide con la consignada en el DRAE 2001, no es frecuente que el acrónimo incluya el final de la última palabra. Un caso es el de COPESCO, nombre dado al Proyecto de Cooperación Perú-Unesco. El género de los acrónimos y siglas debe ser el del sustantivo que es núcleo de la locución nominal. Así, se dice la ONU, la UNESCO, la FAO, porque el sustantivo nuclear es, en los tres casos, Organización (u Organization). Pero debe decirse, en cambio, el OVNI porque el sustantivo inicial es objeto, y el UNICEF (United Nations Infancy and Childhood Emergency Fund) porque el sustantivo nuclear, en su correspondiente forma castellana, es Fondo. Asimismo, debe decirse el RENIEC y no la RENIEC, porque el sustantivo inicial y nuclear es Registro (Registro Nacional de Identidad y Estado Civil); la ONPE y no el ONPE, porque el sustantivo inicial y nuclear es Oficina (Oficina Nacional de Procesos Electorales). En el caso del acrónimo APRA, pocos recuerdan hoy que corresponde a Alianza Popular Revolucionaria Americana. Por lo tanto, le correspondería el artículo determinado femenino la, que lleva el sustantivo Alianza, núcleo de la expresión nominal. Pero, acatando una regla que obedece a razones de eufonía, debe decirse el APRA (como el alma, el arma, el área, el hacha, etc.). El artículo determinado masculino, sin embargo, no cambia el género del sustantivo, que concuerda normalmente con adjetivos femeninos; así se dice correctamente “el APRA histórica”, “el agua fría”, “el alma contrita”, “el área extensa”, “el hacha afilada”, etc. 19

Cuesta creer que alguien confunda acrónimo con apócope (que es la supresión de sonidos —y letras— al final de una palabra). Sin embargo, lo hace Mario Vargas Llosa: “Apenas llegué a Lima, el día 14 de diciembre [de 1986], comencé a trabajar en la forja de ese Frente Democrático, al que los periodistas rebautizaron con el horrible apócope de

ADOLECER

Fredemo...” (El pez en el agua, pág. 82).

Adolecer, palabra directamente emparentada con doler, significó originalmente ‘caer enfermo’, pero hoy se usa más con el sentido de ‘padecer alguna enfermedad crónica’: adolecer de artritis, adolecer de diabetes, adolecer de sida. Por extensión, el uso se aplica también a los defectos: adolecer de envidia, adolecer de avaricia, adolecer de soberbia. Pero cuando se padece por la carencia o falta de algo, hay que mencionar expresamente dicha carencia o deficiencia: adolecer de falta de energía, ya sea eléctrica o vital, adolecer de falta de coraje o de deficiencia de glóbulos blancos; en estos casos, adolecer de falta, carencia o deficiencia de equivale a carecer de. Una novela puede adolecer de falta de originalidad, pero no adolecer de originalidad. Un informe adolece de imprecisión, o de falta de precisión, pero no puede adolecer de precisión. Opuestamente, también se puede adolecer de exceso de algo: se adolece de sobrepeso, de hipertensión, de alta colesterolemia. Sin embargo, algunas personas parecen creer que en adolecer está ya implícita la idea de ‘faltar, carecer’. Por eso se oyen frecuentemente frases incorrectas tales como “varios distritos adolecen de fluido eléctrico” o “el aeropuerto adolece de seguridad”. Las frases correctas serían, respectivamente, “varios distritos adolecen de falta de fluido eléctrico”, “el aeropuerto adolece de falta de seguridad”. 20

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Los usos heterodoxos de adolecer aquí descritos, documentados en la prosa de algunos escritores, se consignan como correctos en ciertos diccionarios y enciclopedias. Pero el Diccionario de la Real Academia Española no los acepta ni consigna, pues se sienten como transgresiones del buen uso del idioma aunque lleguen al nivel del habla culta en España y América. Un ejemplo del mal uso de adolecer por carecer se da en este texto de Vargas Llosa: “Las novelas están hechas de palabras, de modo que la manera como un novelista elige y organiza el lenguaje es un factor decisivo para que sus historias tengan poder de persuasión o adolezcan de él”. (Cartas a un novelista, pág. 47)

AEROMOZA Cuando se desarrolló en el mundo la aviación comercial, surgió la necesidad de dar un nombre en español a esas jóvenes atractivas y políglotas que atendían a los pasajeros en la cabina, con el nombre de stewardess, air hostess o flight attendant. No cuajaron denominaciones tales como cabinera (que sobrevive en Colombia) o camarera aeronáutica. Pero sí tuvo increíble suerte una verdadera resurrección léxica: la de azafata. Azafata era, en el siglo XVI y siguientes, una viuda noble elegida en la Corte de España para llevar cada mañana a la reina los vestidos y las alhajas que había de usar en el día. Se le llamó así porque dichos vestidos y alhajas eran llevados en un azafate (véase este término), es decir, en un cestillo de borde bajo, hecho de paja o de metal. En España se ha olvidado la palabra azafate, pues ha sido desplazada por bandeja. Como azafate por bandeja sí es usual en el español del Perú y de otros países de América, tal vez la asociación con este término sea la causa de que no se haya impuesto en América el derivado azafata aplicado a las también llamadas auxiliares de vuelo. Otro término que no tuvo fortuna en la Península es aeromoza, calco no estricto del inglés air hostess. Su falta de éxito en la lengua general puede haberse debido, a su vez, a ciertas connotaciones negativas de su segundo elemento, moza. Pero aeromoza sí se usa en el Perú y en otros países hispanoamericanos. En su diario titulado La tentación del fracaso, por ejemplo, escribe Julio Ramón Ribeyro: “Carta de C., equívoca como todas las últimas que me ha escrito. [...] Dice que ha decidido entrar a Air France como

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aeromoza para poder visitarme”. (I, pág. 95; anotación del 8/9/55).

Cuando el álter ego de Bryce, Martín Romaña, vuelve al Perú por avión, después de veinte años de ausencia, su exaltación aterra a su vecino de asiento. Y no solo a él: “A las aeromozas ya las había aterrado desde mi partida por-

AFICHE

que les pedí que me pusieran los whiskies de frente en la bandeja plegable...” (Alfredo Bryce, El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz, pág. 358).

Pero lo más curioso, en cuanto a usos peruanos, es el de la frase equivalente flight hostess (pronunciada aproximadamente flai jostes), que no se documenta en el inglés de Inglaterra ni en el de los Estados Unidos. Andrés Bedoya Ugarteche concluye un artículo con esta intempestiva pregunta: “¿Saben ustedes que el Perú es el único país del mundo en el que a las aeromozas se les llama flight hostesses? El término debe tener orígenes quechuas”. (“Cáunters y cultura”; en Expreso edición del 7/3/98, pág. 31).

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Afiche es sinónimo de cartel en el sentido de ‘hoja grande de papel con textos o dibujos (o ambas cosas) que se fija sobre una pared con fines informativos, propagandísticos, publicitarios o simplemente decorativos’. Afiche viene del francés affiche (pronunciado afísh) de igual significado; la palabra se documenta en esa lengua desde el siglo XV. Su pronunciación trisilábica y grave en español (a-fi-che) es indicio cierto de que el préstamo entró por vía escrita, y no por vía oral. No está clara, en cambio, la mutación de género del sustantivo al pasar de una a otra lengua, puesto que affiche es femenino en francés. Afiche no aparecía todavía en la edición de 1984 del Diccionario de la Real Academia Española. Sí está ya en la de 1992, con la indicación de que es palabra más usada en América que en España. Efectivamente, afiche se documenta desde principios del siglo XX en el habla culta —no es vocablo del habla popular— del Perú, la Argentina, el Uruguay, el Paraguay, Colombia, Venezuela y otros países hispanoamericanos. En los últimos años, sin embargo, afiche va cediendo lugar a póster (véase), anglicismo sinónimo registrado por el DRAE solo a partir de su edición de 1992. 25

En 1928 José Carlos Mariátegui usa el galicismo, y lo escribe todavía como en francés, con doble f: affiche. En su ensayo titulado “El proceso de la literatura”, Mariátegui considera que González Prada estaba equivocado cuando predicaba contra la religión. Y afirma: “Hoy sabemos mucho más que en su tiempo sobre la religión como sobre otras cosas. [...] La palabra religión tiene

¡ALÓ!

un nuevo valor, un nuevo sentido. Sirve para algo más que para designar un rito o una iglesia. Poco importa que los soviets escriban en sus affiches [sin subrayar en el texto original] de propaganda que ‘la religión es el opio de los pueblos’. El comunismo es esencialmente religioso”. (7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, pág. 195).

Pero lo usual hoy es la forma castellanizada del galicismo: afiche. Así lo emplea, por ejemplo, Alfredo Bryce en su cuento titulado “El hombre, el cinema y el tranvía”: “El hombre que podía ser un empleado se había detenido al llegar a la puerta del cine y miraba los afiches, como si de ellos dependiera su decisión de ver o no esa película. [...] Los afiches colocados al lado izquierdo del hall [véase] de entrada no parecieron impresionar mucho al hombre [...]. El tranvía se acercaba y los afiches vibraban ligeramente”. (En 15 cuentos de amor y humor, pág. 72).

En el español de la América andina, de Chile a Venezuela, se usa la interjección ¡aló! —generalmente pronunciada con entonación interrogativa— para iniciar o contestar una comunicación telefónica. El término es desconocido en la Península, donde se emplean, en esos mismos casos, formas verbales del tipo de ¡diga! o ¡dígame!, ¡oiga!, etc. Aló no aparece registrada en la edición de 2001 del Diccionario oficial de la Real Academia; tampoco en el Diccionario manual, publicado igualmente por la docta Corporación. Pero el Diccionario Vox (edición de 1987), incluye en un apéndice un buen número de “Voces y locuciones latinas y extranjeras”; ahí aparece allo como palabra francesa usada en español, con esta explicación: “En las conversaciones telefónicas, voz que sirve de llamada o para indicar que uno está a la escucha”.

La época de gloria del afiche se inicia a fines del siglo XIX con Toulouse-Lautrec y sus inigualables imágenes del Moulin Rouge parisino. En tiempos recientes, el afiche o póster ha servido de vía para la difusión de algunas imágenes de la vida política en el mundo entero.

Efectivamente, allo (pronunciada con la consonante l y acento prosódico en la última sílaba, es decir, prácticamente igual que en nuestro español) se documenta en francés ya en 1880, como interjección usada al iniciar una conversación telefónica. El teléfono había sido patentado solo cuatro años antes (en marzo de 1876) por el inventor británico

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Alexander Graham Bell. Su difusión fue tan rápida y exitosa en los Estados Unidos y en los principales países europeos, que en 1887 había ya veintiséis mil teléfonos en Gran Bretaña y nueve mil en Francia. El allô! francés, con acento circunflejo, se tomó, a su vez, del hello! norteamericano. Esta interjección inglesa, usada tradicionalmente para llamar la atención o para saludar de manera informal (era también término de cacería), desarrolló en los Estados Unidos un uso específico como señal léxica para iniciar o reanudar una comunicación telefónica. En su libro titulado The American Language, Mencken afirma que el uso estadounidense de hello! desplazó muy pronto a la pregunta Are you there? [¿Está usted allí?] que fue la expresión usada inicialmente para contestar el timbre del teléfono en Inglaterra. Y tal fue el éxito del uso americano, que las telefonistas fueron llamadas hello-girls. Antes de las comunicaciones telefónicas vía satélite, era frecuente que diversos ruidos hicieran difícil la audición, especialmente en la comunicación a larga distancia. Era corriente entonces repetir aló, aló, mientras se esperaba una trasmisión inteligible. Ejemplos del uso reduplicado de aló se dan en Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa. En cierta ocasión, Cayo Bermúdez habla por teléfono de Lima a Chiclayo “entre zumbidos y vibraciones acústicas”; “los zumbidos aumentaban, la voz parecía desvanecerse y renacía”. Está llamando al senador Landa:

En el Uruguay alterna con ¡aló! la interjección ¡holá!, variante de ¡hola!, usada en la lengua general como saludo informal. Hasta la edición de 1992, el Diccionario académico registraba hola como arabismo. Pero Corominas, autor del monumental Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, sostenía que esa etimología “no es admisible”. Para él, hola es una “voz de creación expresiva, común a varios idiomas europeos”. La edición de 2001 del DRAE acoge la etimología del gran lexicólogo catalán. No acoge, en cambio, la entrada aló propuesta anteriormente.

“—¿Aló, aló?— reconoció la voz de Landa, trató de imaginar su cara y no pudo— ¿Aló, aló?”. (II, pág. 54).

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ANCESTRO Ancestro viene del francés ancestre (la forma gráfica moderna es ancêtre) que a su vez se deriva del latín antecessor ‘predecesor’ (a través de una variante contracta ancessor). El purismo ha censurado por largo tiempo a ancestro considerándolo como un galicismo —o anglicismo— del que abusábamos los hispanoamericanos al emplearlo, no solo como sinónimo de antepasado, ascendiente, sino aun como equivalente de abolengo, estirpe, linaje, prosapia: “sus nobles ancestros”, “es de ilustre ancestro”. Esta última acepción no existe en el francés ancêtre, documentado desde el siglo XII, ni tampoco es frecuente en esa lengua el uso del sustantivo en singular. Pero el galicismo, en su forma ancestor, es antiguo en inglés, y su derivado ancestry sí tiene entre sus acepciones la de ‘ascendencia ilustre’. El derivado ancestral es, en cambio, más antiguo en inglés que en francés y pasó de la primera lengua a la segunda durante el siglo XIX. Luego lo tomó el español; el adjetivo ancestral ha sido, desde entonces, menos duramente criticado que el sustantivo ancestro. Algunos importantes lexicólogos españoles (Casares, entre ellos) llegaron a considerar a ancestral como “galicismo útil” porque el castellano no tenía un adjetivo que expresara ‘lo relativo a los antepasados’. Atávico, del 30

latín atavus ‘cuarto abuelo, antepasado’, además de ser un latinismo muy reciente, no es un sinónimo estricto de ancestral. Hasta su edición de 1956, el Diccionario de la Real Academia Española no incluía ni ancestral ni ancestro. En la de 1970 registró solo el adjetivo ancestral como “perteneciente o relativo a los antepasados”. En la de 1984 se añadió una segunda acepción: “tradicional y de origen remoto”. El sustantivo ancestro, sin embargo, aunque incluido por la Academia en sus “Enmiendas y adiciones” de 1983, no alcanzó a entrar en la edición de 1984 del Diccionario oficial. En la de 1992 ya aparece ancestro, del antiguo francés ancestre, como “antepasado” y como “herencia, rasgos característicos que se trasmiten”. Ambas entradas se reproducen en la edición de 2001 del DRAE. No deja de ser curioso el hecho de que un derivado (ancestral) sea admitido mucho antes que el primitivo correspondiente ancestro.

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ANDARA Andar es un verbo de irregularidad muy especial. En el modo indicativo, el pretérito perfecto simple se conjuga así: anduve, anduviste, anduvo; anduvimos, anduvisteis, anduvieron. En el modo subjuntivo, el pretérito imperfecto tiene estas formas: anduviera o anduviese, anduvieras o anduvieses, anduviera o anduviese, más las correspondientes formas del plural. El futuro de subjuntivo —tiempo verbal obsolescente en el español general— se conjuga así: anduviere, anduvieres, anduviere, anduviéremos, anduviereis, anduvieren. Las formas regulares correspondientes a todas las irregulares mencionadas se consideran hoy incorrectas y aun vulgares. La lengua culta no admite, pues, una conjugación tal como *andé, *andaste, *andó; *andamos (correcta esta solo como forma del presente), *andasteis, *andaron. Tampoco *andara, o *andase, *andaras o *andases, *andara o *andase; *andáramos o *andásemos, *andarais o *andareis, *andaran o *andasen. Y menos aún las formas del obsolescente futuro de subjuntivo: *andare, *andares, *andare; *andáremos, *andareis, *andaren. Las formas regulares de andar, hoy desusadas en la lengua general, se usaron en castellano en el período anteclásico, pero a partir del siglo XVI se impusieron las 32

irregulares. La analogía, sin embargo, favorece a veces el uso de formas no aceptadas por la norma lingüística: por analogía con amé, canté, se dice *andé en vez de anduve, que es la forma irregular y correcta; lo mismo sucede con *andara, que obedece al patrón de amara, cantara, en vez de la forma irregular y correcta anduviera. Pero en el castellano del Perú las formas incorrectas y vulgares del verbo andar se dan hoy en las mejores familias, y aun salpican la prosa de nuestros escritores. Escribe, por ejemplo, Guillermo Thorndike: “En un partido de rechonchos y repolludos, en el que [Alan] García transitaba como si andara sobre zancos...” (El hermanón, pág. 158).

Precisamente el protagonista de esta obra, Ricardo Belmont, fue públicamente censurado por haber dicho “porque siempre andé...”. En Un mundo para Julius, Bryce pone en boca del narrador estas frases: “A Susan le molestaba que [los sirvientes] andaran por toda la casa...”; “...a Juan Lucas no le gustaba mucho que [Arminda] andara por toda la casa así tan fea...” (págs. 33 y 229).

Mario Vargas Llosa, por su parte, incurre muchas veces en el uso del incorrecto pretérito imperfecto de subjuntivo: “La arena estaba tibia y nuestros pies se hundían, como si andáramos sobre un mar de algodones”. (Los jefes, pág. 51). “¿Qué pasó para que de pronto [el Poeta y el Esclavo] andaran como yuntas, para arriba y para abajo?”. (La ciudad y los perros, págs. 227-228).

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“...el Sargento miró los pies de Bonifacia, desnudos, ahogados en la arena: no le gustaba que andara patacala...” (La casa verde, pág. 307). “—Parece que andaras con algún problema, Hipólito —dijo Ambrosio”. (Conversación en La Catedral, I, pág. 270).

Solo en este último caso podría explicarse el uso incorrecto como propio del idiolecto del personaje, y no del autor. Se cuenta que cierto candidato a la presidencia de Venezuela, apellidado Andara, vio naufragar su opción legítima en la contienda electoral solo porque a algunos adversarios se les ocurrió preguntarse públicamente cómo podría ser un correcto mandatario quien tenía el propio apellido equivocado. Parece que fue ese mismo personaje quien, en una ocasión, llamó a El Universal de Caracas para quejarse de que su apellido había aparecido en ese diario como Aranda. El redactor —y brillante humorista— Francisco Pimentel (Job Pim) le contestó así: “Pero no se preocupe, Señor Ministro, porque su apellido también es otro error. Pues tengo entendido que no se dice Andara sino Anduviera...” (en Obras completas, pág. 16).

Analogía y anomalía son fuerzas contrarias y complementarias en el funcionamiento del lenguaje. En los casos vistos, se constata el triunfo de la anomalía —andara— favorecido, paradójicamente, por influencia de la analogía (con amara, cantara, etc.).

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ANTÍPODAS Antípoda viene del griego antipodes (literalmente ‘pies contra pies’) a través del latín tardío antipodes. ¿De dónde sale, entonces, la -a final? Según Corominas, del uso frecuente en latín del acusativo ad antipodas, en que se empleaba la declinación griega. Antípoda se usa en castellano desde principios del siglo XVI, como sustantivo masculino. Así se documenta en Cervantes, Lope de Vega y Quevedo; también en Moratín, Unamuno, Ortega y Gasset y muchos otros escritores peninsulares de todos los tiempos. Antípoda se aplica, como adjetivo, al ‘habitante del globo terráqueo que vive en un lugar diametralmente opuesto al de otro habitante’. En uso figurado y familiar, antípoda se aplica también a la persona o cosa que se contrapone totalmente a otra. En ambas acepciones, antípoda se usa más como sustantivo que como adjetivo, especialmente en masculino plural: los antípodas. Pero desde hace algunos años se ha venido generalizando el uso femenino y plural, las antípodas, para referirse a la región geográfica diametralmente opuesta a otra en la esfera terrestre. Este uso nuevo ha sido muy combatido en España y en América. Solo desde su edición de 1992 el Diccionario de la Academia admite la locución adverbial en los, o en las antípodas con el sentido 35

figurado de ‘en lugar o posición radicalmente opuesta o contraria’. El notable filólogo Ángel Rosenblat incluye antípoda entre sus “Cultismos masculinos con -a antietimológica” (la forma etimológica es, como se ha dicho, antipodes, ya desusada en español) y cree que el cambio de género del masculino antípoda puede explicarse por influencia de su -a final antietimológica, que coincide con la terminación de género femenino -a, predominante en español. Pero este cambio, asumido como muy moderno, tiene antecedentes en la lengua, entre ellos un uso del Inca Garcilaso. Dice en sus Comentarios reales, libro I, capítulo II, precisamente titulado “Si hay antípodas”:

“Sospecho que ambos críticos, a pesar de estar ideológicamente en las antípodas, coincidieron en el nombre de Goethe por una especie de culto patriótico a la figura imperial del autor de Fausto”. (La caza sutil, pág. 72).

Y en marzo de 1974 escribe en su diario, a propósito de Ítalo Calvino: “...lo que él escribe actualmente está en las antípodas de lo que yo hago”. (La tentación del fracaso, II, pág. 200).

Don Fernando Lázaro Carreter, en un artículo titulado “Antípodas”, afirma que “el vocablo nació niño”, y que “masculino es también en francés y en italiano”. Y prosigue:

“A lo que se dize si hay antípodas o no, se podrá decir que, siendo el mundo redondo (como es notorio), cierto es que

“Nadie negará el aire moderno que cobra el vocablo al ser tra-

las hay. Empero tengo para mí que por no estar este mundo

vestido. Se ha repetido en él la operación que ya ha afeminado

inferior [el hemisferio sur] descubierto del todo, no se puede

maratón [...]. Consagremos ahora las Antípodas, igualándolas

saber de cierto cuáles provincias sean antípodas de cuáles...”

gramatical y semánticamente con las quimbambas, y hasta con-

(I, pág. 14 de la edición Rosenblat).

virtiéndolas en una zona concreta del globo, como Las Marianas o Las Célebes o... Las Hurdes [...]. No sirve para nada la

Julio Ramón Ribeyro usa varias veces la locución adverbial en las antípodas con el sentido figurado, hoy académico, de ‘en el extremo o polo opuesto’. En abril de 1957 escribe a su hermano Juan Antonio desde Amberes y le dice, refiriéndose a su jefe en la compañía de artículos fotográficos Gevaert: “...es un hombre magnífico, pero situado en las antípodas de mi persona”. (Cartas a Juan Antonio, I, pág. 121).

En un texto de 1969 titulado “Problemas del novelista actual”, Ribeyro cita a dos críticos alemanes —uno burgués y otro comunista— que piensan que Goethe ha sido el último autor clásico. Y concluye: 36

vana erudición”. (En El dardo en la palabra, págs. 470-471).

Esto lo decía el serio lexicólogo en 1997, y años más tarde el DRAE incluía, como se ha visto, la expresión en las antípodas como variante lícita de la preferida en los antípodas. La rápida evolución de algunos usos lingüísticos tiene como efecto, actualmente, una sana y positiva actitud de las Academias de la Lengua en todo el orbe hispánico, empezando por aquella que es Prima inter pares: la Real Academia Española.

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peruano de clase media: el de parecer docto y elegante, el de fingir ser quien no es. Para realizar este deseo, ‘aperturar’ es mucho más importante que el simple ‘abrir’”. (En el diario Expreso; Lima, 30/8/91).

*APERTURAR El verbo aperturar se ha difundido últimamente, como equivalente de abrir, en cierto nivel de lenguaje falsamente culto de España y América. Al parecer, lo ha hecho desde el ámbito bancario. Aperturar es un neologismo formado sobre el latinismo apertura, del mismo modo que sobre clausura se formó el hoy correcto clausurar. Aperturar podría explicarse, pues, como resultado del triunfo de la tendencia analógica, activa en toda lengua, que representa la búsqueda de la simetría de las formas dentro del sistema de la lengua: si de clausura sale clausurar, ¿por qué no, de apertura, aperturar? Pero en la lengua se impone generalmente la norma aunque sea antisistemática: un claro ejemplo de imposición de la norma sobre el sistema es el caso del participio irregular y correcto roto frente al incorrecto rompido, el cual entra, sin embargo, en el sistema de los correctos participios regulares comido, dormido, etc. En cuanto al uso peruano, hay quienes creen — como Alonso Cueto— que aperturar

El habla culta de España y América rechaza vivamente el derivado aperturar porque lo considera como una formación poco eufónica, pedante y totalmente innecesaria. Aperturar no está en el Diccionario de la Real Academia, a pesar de su uso reciente —y muy censurado— en la jerga bancaria de la Península. Lo correcto, lo sencillo y lo elegante es, pues, abrir, trátese de una puerta, de una sesión o de una cuenta corriente.

“empezó a hacerse moda con los ministros y funcionarios del [primer] régimen aprista” [y que] “detrás del uso de ‘aperturar’ hay un antiguo anhelo, una grave preocupación del

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APLANADORA En el Perú y en muchos otros países de la América hispana se usa aplanadora, en vez del término peninsular apisonadora, para designar una ‘máquina a tracción propia, montada sobre rodillos grandes y pesados, que se usa para aplanar o compactar el terreno’, especialmente durante la construcción o reparación de caminos y pavimentos. Aplanadora es un obvio derivado del verbo aplanar, que a su vez se ha formado sobre plano, forma culta de llano. El DRAE 2001 registra aplanadera como “instrumento de piedra, madera u otra materia, con que se aplana el suelo, el terreno, etc.”, y aplanadora como americanismo equivalente de apisonadora. Apisonadora viene del verbo apisonar, y este del sustantivo pisón, a su vez derivado del verbo pisar en su sentido de ‘apretar, oprimir’ (que conserva, por ejemplo, en la expresión pisar las uvas). El pisón es un instrumento grueso y pesado que se emplea para compactar o apisonar la tierra manualmente (es más o menos equivalente de la aplanadera). En el habla coloquial del Río de la Plata, se aplica el mote de aplanadora a la ‘persona que actúa con energía y ritmo abrumadores’. En el Perú, durante el gobierno revolucionario del general Juan Velasco 40

Alvarado, mereció la chapa —‘apodo’— de La Aplanadora un grupo de jóvenes ideólogos de la Revolución Peruana, casi todos funcionarios del Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS). Evocándola, algunos comentaristas políticos se refirieron, en 1999, a una supuesta aplanadora re-reeleccionista en pro del entonces presidente Alberto Fujimori. En La vida exagerada de Martín Romaña, Alfredo Bryce, autor y personaje de la novela, dice al protagonista: “Haz la prueba de portarte como un niño cinco minutos seguidos y vas a ver lo que te pasa, viejo. Te chanca [‘tritura’] una aplanadora”.

Afirmación que conduce a la siguiente reflexión del protagonista, Martín Romaña: “Juro y rejuro que nunca se me ha ocurrido pensar en Inés como una aplanadora, aunque es cierto que aquel aspecto de seguridad social e individual que había todo el tiempo en su carácter podía resultar aplastante”. (Págs. 257-258).

Bryce usa también, en la misma obra, la expresión verbal aplanar calles con el sentido de ‘vagar sin rumbo por las calles, callejear’. En una ocasión, Martín Romaña recuerda, emocionado, la triste historia del camarada Pies Planos, joven poeta peruano, sanmarquino y revolucionario, que usaba unos “zapatones enormes”: “...el camarada Pies Planos, el hombre que andaba aplanando calles de París en sus interminables caminatas pensando sabe

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Dios en qué [...] y en qué andaría pensando cuando aplanaba calles horas y horas y de los automóviles le gritaban: ¡Fíjese en el semáforo, imbécil!, ¡quiere que lo atropelle, huevón!...” (págs. 309 y 310).

Menos frecuente hoy en el Perú que la expresión verbal aplanar calles es el sustantivo compuesto aplanacalles, equivalente del peninsular azotacalles, que ya registraba Juan de Arona (seudónimo de Pedro Paz Soldán y Unanue) en su Diccionario de peruanismos, de fines del siglo XIX. Aplanacalles se registra, como americanismo, que incluye al Perú, desde el DRAE 84.

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APÓSTROFE Apóstrofo es el nombre de un signo ortográfico: la comilla o virgulilla que se coloca en el nivel superior del renglón para indicar, según la edición del Diccionario de la Academia de 1984, la “elisión de una vocal en final de palabra cuando la siguiente empieza por vocal: d’aquel, l’ aspereza”. El apóstrofo (indispensable en la ortografía del inglés, del francés y de otros idiomas) se emplea también en español para indicar la elisión o supresión de una consonante en la lengua hablada: por ejemplo, la d en la expresión coloquial peruana concho ’e vino (que designa el color llamado en otras partes borra de vino o burdeos). Reconociendo este hecho, y algunos otros, en su edición de 1992, el Diccionario académico modifica la definición de apóstrofo consignada en la de 1984, que ahora es: “signo ortográfico (’) que indica la elisión de una letra o cifra”. Y esto último porque en la Península son frecuentes usos tales como ’95 por 1995, etc. Muchas personas llaman, incorrectamente, apóstrofe al apóstrofo. Pero apóstrofe es el nombre (de género ambiguo) de una figura retórica que, según el DRAE 2001, consiste en “dirigir la palabra con vehemencia en segunda persona a una o varias presentes o ausentes, vivas o muertas, a seres abstractos o a cosas inanimadas, o en 43

dirigírsela a sí mismo en iguales términos”. (Se ha suprimido el rasgo semántico de ‘corte abrupto’, referido al hilo del discurso, que figuraba en la edición anterior). Luego, por extensión de sentido, apóstrofe se ha hecho sinónimo de dicterio, imprecación, injuria o insulto; la ampliación semántica se ha extendido al verbo correspondiente, apostrofar. Apóstrofe es, pues, palabra distinta de apóstrofo, a pesar de que ambos términos provienen, a través del latín, de una misma raíz griega que significa ‘separar, apartar’.

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ARGOLLA En español general argolla (la palabra es de origen arábigo) es un aro metálico grueso que, debidamente fijado —a una pared, por ejemplo—, sirve para sujetar algo o como asidero. El nombre de argolla se aplicó antiguamente a un aro usado como brazalete. Hoy en el Perú se llama argolla al arete o pendiente en forma de aro, y en otros países de América argolla designa la alianza, es decir el anillo matrimonial o de compromiso (esponsales). Pero, en sentido figurado, argolla tiene entre nosotros un matiz peyorativo que hace al término equivalente de camarilla, es decir, ‘grupo cerrado y excluyente que medra a la sombra del poder o que, por lo general subrepticiamente, monopoliza la toma de decisiones en un sector de la política, de la economía o de la actividad social de una nación’. Argolla por camarilla tiene más de siglo y medio de uso en el español del Perú: Ya a partir de 1838 se llamó despectivamente La Argolla a un grupo de peruanos emigrados que regresaron de Chile con la llamada Segunda Expedición Restauradora, y que tuvieron seguidamente gran influencia política. Entre ellos estaba don Felipe Pardo y Aliaga, ilustre literato y hombre público. Varias décadas más tarde se motejó igualmente de Argolla otro influyente grupo de políticos pertenecientes 45

al Partido Civil, fundado por el presidente Manuel Pardo (precisamente hijo de don Felipe Pardo y Aliaga, miembro de la primera Argolla). Dicho grupo fue acusado de medrar a la sombra de su gobierno (1872-1876). Los miembros de esa pasada argolla pardista o civilista fueron apodados argollistas o argolleros. Palma se refiere muchas veces a la argolla de su tiempo. En mayo de 1881 reprocha a Piérola, “con afecto y respeto”, el haber sido contemporizador con sus enemigos. Le dice: “Desde los tiempos de Pizarro han venido siendo imposibles los gobiernos eclécticos. Pizarro fué, en mi concepto, el fundador de la argolla, porque pasó años y años sin querer dar ni un grano de arroz á los almagristas. Y muy bien que le iba con esa conducta. Pero llegó el día en que se metió á contemporizar y á regalar á sus enemigos naranjitas del jardín de Palacio, y desde entonces empezó á llevárselo Pateta”. (Cartas inéditas, pág. 38; cfr. t. íd. íd. 26, 32, 34, 38, 40, 46, 49, 52, 67).

Palma prefiere el derivado argollero (ob. cit., 32, 42, 48, 50, 65, 66; cfr. anti-argollero, íd. íd. 36), pero también usa argollista (íd. íd. 26, 67). Basadre, por su parte, recomienda estudiar la palabra argolla en su uso político peruano. Recoge la tesis de que surgió en 1876, del diario clerical La Sociedad, para designar el civilismo: “argolla: pardismo; argolla, civilismo; argolla: servilismo; argolla: despótico exclusivismo”. (Historia, V, pág. 2198). Aunque —según el propio Basadre— hasta la epidemia del dengue o gripe recibió en 1877 el apelativo de argolla, parece que tuvo razón quien dijo alguna vez que “el sueño de todo peruano es el sueño de la argolla propia”.

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ATARJEA Atarjea es una palabra de origen incierto, probablemente árabe o bereber. En España se documenta desde principios del siglo XVI con el sentido de ‘caja de ladrillos que recubre una cañería’ y, desde el XVIII, con el de ‘conducto de desagüe para aguas negras o residuales’. Pero hoy la palabra es solo de uso regional en la Península. En el Perú, en cambio, atarjea ha desarrollado una nueva acepción. De ‘conducto de aguas residuales’ ha pasado a significar ‘depósito de agua para el consumo humano’. Se emplea específicamente como nombre propio (con el artículo antepuesto, La Atarjea) para designar el gran depósito de agua potable (incluida la planta de tratamiento) del que se abastece la mayor parte de la población limeña. Ya un Tratado sobre las aguas de los valles de Lima, de 1793, se refiere a “...las Aguas, con que se proveen las Pilas y Fuentes de esta ciudad con una distribución metódica y acertada desde los principios por medio de 80 cañerías subterráneas, por donde se reparten a sus Casas y Plazas las Aguas que se reúnen en una caxa [caja] ó depósito general, conocido por el nombre de Atargea, y nacen con singular abundancia de la confluencia de los Puquios [‘manantiales’] que brotan en unas cortas tierras

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llamadas la Sabana [‘llanura’], cuya comunicación a la Atargea, los respiradores de esta, los hervideros de las Caxas distribuidoras, los pilones, las pilillas, los conductos principales, y sus ramificaciones diversas, ocupan las atenciones de los Capitulares Jueces de Aguas para público beneficio”. (Mercurio Peruano, VII, pág. 192).

En cuanto a términos equivalentes de atarjea en esta acepción, en el Perú y en otros países de América es de uso corriente el galicismo reservorio (desconocido en España) que ha pasado también al inglés. Represa se conoce en la Península, pero se emplea menos que en nuestro continente. En España se prefiere pantano, término que en América evoca más bien la imagen de aguas cenagosas. También se usan en España los sinónimos embalse y estanque, e igualmente el genérico depósito.

ATORARSE Atorar, del latín obturare ‘cerrar’, significa ‘atascar, obstruir’. En su forma reflexiva, atorarse es sinónimo de atragantarse, es decir, ‘ahogarse por tener detenido en la garganta un trozo o porción de alimento o un objeto extraño’. Aunque atorarse figura así en el Diccionario de la Academia (también en el uso figurado de ‘turbarse en la conversación’), puede considerarse como un verbo de uso predominantemente americano (que el DRAE 2001 circunscribe a Cuba, El Salvador, Uruguay y Venezuela). El deverbal regular de atorarse es atoramiento, pero en el Perú y en otros países de América se prefiere una forma más corta: atoro. El atoro puede referirse tanto al atragantamiento o ahogo producido en la laringe como al estrechamiento, a la obstrucción de cualquier conducto que transporta un líquido, al atasco del tráfico vehicular o al encasquillamiento de un arma de fuego. En la anotación de su Diario personal correspondiente al 1.o de agosto de 1975, narra Julio Ramón Ribeyro: “Ayer fue un día particularmente nefasto, uno de aquellos días negros [cursivas del autor] sobre los cuales ya escribí hace algún tiempo una prosa apátrida. Todos los objetos se habían

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confabulado contra mí y mis relaciones con la realidad fueron catastróficas”.

Enumera a continuación una sucesión de percances domésticos, incidentes y accidentes que lo llevan a la exasperación: una invasión de moscas; la rotura de una botella de leche (cortada); el estallido de la licuadora con extensa diseminación de su contenido; la rotura de un frasco de preciado ají limeño, también con extensa diseminación del contenido por muebles y paredes; por último, su propia violenta reacción expresada en un puñetazo contra un mueble, que resulta en una mano hinchada. Y sigue Ribeyro: “A estos incidentes se añaden muchísimos más, que sólo enumero en forma incompleta: mi gato vomita dos veces en la alfombra, el lavatorio del baño se atora, los visillos del cuarto de mi hijo se caen [...], finalmente los invitados que esperaba a cenar no vienen, sin dar ninguna excusa...” (La tentación del fracaso, III, págs. 39-40).

Así como Ribeyro dice que se le atora el lavatorio [‘lavamanos, lavabo’], Vargas Llosa usa abundantemente atorarse referido al ahogo producido en la laringe por el humo del cigarrillo y otras causas. En La ciudad y los perros escribe, sobre un grupo de adolescentes:

Y en La Tía Julia y el escribidor, cuando el Pelirrojo se entera, inesperadamente y por el médico, de que su novia está encinta y en peligro de abortar: “¿Tres, cuatro meses? —lo oyó articular, atorándose—. ¿Un aborto?”. (Pág. 19).

Los atoros urbanos de grandes tuberías que conducen el agua potable o las aguas negras, o residuales de cloaca (que en el Perú se llaman, impropiamente, aguas servidas) pueden producir grandes aniegos que exigen soluciones técnicas. Pero el atoro doméstico, el atoro del wáter (véase), del lavatorio o de la tina (‘bañera’), puede solucionarse con el desatorador, simple ‘ventosa unida a un mango’, que en España se llama desatascador, puesto que allá se dice desatascar, desatrancar o desatrampar en vez de nuestro insustituible desatorar. Vargas Llosa usa el término cuando describe las múltiples habilidades de un bricoleur parisino, “hombre para todo quehacer, trabajador orquesta, capaz de desatorar cañerías y chimeneas...” (Contra viento y marea 3, pág. 71).

“Fumando sin descanso (ya nadie se atoraba con el humo...)”. (Pág. 112).

También puede uno atorarse con la propia saliva. En La casa verde, ante una irreverente mención relativa a un grupo de religiosas: “El Pesado se atoró: ¿otra vez con las madres?”. (Pág. 128).

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AUQUÉNIDO En su edición de 1984, el Diccionario de la Real Academia consignaba ya esta definición: “auquénido. m. Perú. Denominación popularizada de los camélidos de los Andes meridionales. Comprende cuatro especies: llama, alpaca, guanaco y vicuña”.

La definición se mantuvo en la edición de 1992. En la de 2001 se añade Bolivia como área de uso del término. La Academia no da ningún étimo. Pero es claro que auquénido es un derivado del término de nomenclatura zoológica Auchenia (pronunciado auquenia), que aplicó el científico alemán K. W. Illiger a las cuatro especies de los hoy denominados camélidos sudamericanos. La razón de la sustitución oficial del nombre está en que auquénido —sin duda relacionado con el griego auxenas ‘cuello’, por el largo pescuezo de esos rumiantes exclusivos de nuestro continente— había sido aceptado anteriormente para denominar cierto género de insectos. Y la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica ha establecido tajantemente que el nombre de un género o de una especie es el que se le haya aplicado, antes que a otros, a partir de 1758, año en que Linneo, precisamente, definió a la llama como 52

Camelus glama y a la alpaca como Camelus pacos, consideradas ambas especies en el mismo género que los camellos del Viejo Mundo. (Véase Bonavia, Los camélidos sudamericanos, pág. 11). El mundo académico ha desechado el término auquénido, pero la lengua culta del Perú no lo ha hecho. Lo conserva habitualmente en su acepción zoológica, tal vez por economía (una palabra, auquénido, en vez de dos, camélido sudamericano). Y lo usa, además, en una acepción figurada, a la vez peyorativa y eufemística, que hace a auquénido equivalente de indio, cholo, chuto, motoso, serrano y otros términos despectivos aplicados al peruano andino. Abundantes ejemplos de este uso humorístico y despectivo hay en la prosa de Alfredo Bryce. Dice, por ejemplo, en Permiso para vivir: “Lima se empezaba a llenar de indios que habitaban en las primeras barriadas desde los años 40 y 50. Los ‘indios de mierda’, ‘huanacos’ o ‘auquénidos’, en fin los andinos, descubrían Lima y el mundo...” (págs. 295-296).

En No me esperen en abril, Manongo Sterne recuerda a “Dámaso Pérez Prado, rey del mambo y el pecado”, y el escándalo que causó en la Lima, todavía pacata, de mediados del siglo XX: “...en aquel mundo en el que chicos y chicas apenas si se atreven a mambear un poco, aunque hay muchos que se niegan, se niegan hasta a tomar una Coca-Cola porque la Coca-Cola había patrocinado el viaje a Lima de Pérez Prado y el Cardenal Guevara, indio burro, cuzqueño de miércoles, chuto, auquénido, había amenazado con excomulgar a todo aquel que bebiera la chispa de la vida, que bailara el ritmo de la muerte y el castigo eterno en el infierno tan temido”. (Pág. 58).

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En la misma obra se refiere a un condiscípulo del exclusivo colegio peruano-británico San Pablo o Saint Paul: “...el auquénido becado Corrales [...], con una fama de inteligente impresionante y un más impresionante crew cut tan norteamericano como la empresa para la que trabajaba su padre, que en nada escondía el trinchudo y chuncho pelo con que vino al mundo...” (pág. 163).

En otra ocasión, dice el mismo personaje de Bryce: “...ya Mati le había contado a su mamá que en el colegio había un serrano, nada menos que un indio del Callejón de Huaylas, mamita, y que eso podía ser contagioso y, en todo caso, era repugnante. Pircy Centeno se llamaba el auquénido...” (pág. 189).

Si todo no estuviera contado con humor pluscuambritánico, estos usos peyorativos de auquénido podrían tomarse como expresiones de salvaje racismo y clasismo vergonzoso.

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AVIONERO Avionero es un obvio derivado de avión, palabra tomada del francés avion, de igual significado, que es a su vez un derivado culto del latín avis ‘ave’. Avión se usa en español solo desde la primera guerra mundial; antes se empleaba el cultismo híbrido (griego más español) aeroplano. El sufijo -ero, que se añade a sustantivos o adjetivos, puede significar en el primer caso ‘oficio, ocupación, profesión’; son ejemplos de ello jardinero, campanero, ingeniero. En relación con la conducción de vehículos diversos, son términos de la lengua general camionero, lanchero, gondolero, y del lenguaje peruano carretillero, microbusero, triciclero. Pero el avionero no conduce el avión. En el Perú y en otros países del Cono Sur de América, avionero se aplica, en primer lugar, al ‘individuo de tropa o técnico que presta su servicio militar en la fuerza aérea’; es decir, al ‘soldado del cuerpo de aviación’ y, por extensión, también al ‘cuidador o vigilante de los aviones en la aviación comercial’. La partida de nacimiento del peruanismo avionero tiene como fecha el 29 de mayo de 1929, día en que se promulga un Decreto Supremo que crea el Cuerpo de Aviación del Perú, dependiente del Ministerio de Marina y Aviación; se incluyen en dicho decreto, en orden 55

descendente, doce grados de “Personal no navegante”: los dos últimos corresponden a “Avionero de 1ra.” y “Avionero de 2da.”. Tres meses antes, en otro Decreto Supremo (del 21 de febrero de 1929) que ponía bajo la autoridad del Ministerio de Marina y Aviación a todos los oficiales, clases, soldados, marineros y empleados civiles, no aparece aún el término avionero: la palabra soldado engloba a los de ambas armas. La expresión nominal Avionero FAP, que reconoce la pertenencia oficial del avionero a la Fuerza Aérea del Perú, se documenta en el Decreto Legislativo N.° 439 del 27 de setiembre de 1987. Y es interesante consignar el derivado —poco usado— avionería, que aparece en el Decreto Ley N.° 7470, del 2 de octubre de 1931. Su artículo 175.° dice:

Mindreau, jefe de la Base Aérea de Talara, responde al teniente Silva, encargado de dicha investigación:

“El ingreso al personal de tropa del C. A. P. [Cuerpo de Avia-

“Me sorprendió. No parecía capaz de tanto. También los

ción del Perú] se hará:

avioneros me sorprendieron. Eran sus compañeros, después

a) A la avionería, conscriptos y voluntarios de acuerdo con

de todo. Hay un fondo bestial, en todos. Cultos o incultos,

las prescripciones del S. M. O. [Servicio Militar Obliga-

todos. Supongo que más en las clases bajas, en los cholos.

torio]”.

Resentimientos, complejos. Los tragos y la adulación al jefe

Mario Vargas Llosa tiene una novela, titulada ¿Quién mató a Palomino Molero?, sobre la vida —o, mejor dicho, sobre la muerte— de un avionero. Se ambienta en la costa del norte del Perú, al parecer en la década del 60, y ejemplifica abundantemente los usos despectivos del término (despectivos desde el punto de vista social y racial, no desde el ángulo propiamente lingüístico). El infortunado Palomino Molero es “El avionero que asesinaron en Talara. El que quemaron con cigarrillos y ahorcaron”. (Pág. 88). En el curso de la investigación del homicidio —que fue más bien una ejecución o linchamiento— el coronel 56

“La hija del Jefe de la Base Aérea de Talara no se enamora de un avionero —explicó, fastidiado de tener que aclarar algo evidente— [...]. Un avionero está prohibido de poner los ojos en la hija del Coronel de la Base...” (págs. 160 y 162).

Y cuando le preguntan sobre el ensañamiento con que se ha cometido el crimen, el coronel Mindreau admite que había ordenado al teniente Dufó, frustrado pretendiente de su hija, matar a Palomino Molero, que había huido con ella. Pero solo con un tiro en la cabeza. Y prosigue, refiriéndose al ensañamiento del teniente Dufó y el grupo de avioneros que comandaba:

harían el resto. No había necesidad de esa truculencia, por supuesto”. (Pág. 159).

En una nota periodística de abril de 1999 se lee que “se han graduado dos promociones integradas por jóvenes avioneros —varones y mujeres—” en cursos de capacitación en el área de computación e informática. (Diario Cambio; Lima, 2/4/99). “Varones y mujeres”: ya tenemos avioneras.

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AZAFATE Azafate viene del árabe safat ‘canastilla donde las mujeres colocaban sus perfumes y otros objetos de tocador’. La palabra está documentada en castellano desde fines del siglo XV con este sentido y los de ‘canastillo llano de borde bajo’ y ‘bandeja’. En el siglo XVI se formó el sustantivo femenino azafata que el primer Diccionario de la Real Academia Española, publicado entre 1726 y 1739, define así: “AZAFATA. s. f. Oficio de la Casa Real, que sirve una viuda noble, la qual guarda y tiene en su poder las alhájas y vestido de la Reina, y entra a despertarla con la Camaréra mayor, y una señora de honór, llevando en un azafáte el vestido y demás cosas que se ha de poner la Reina, las quales vá dando á la Camaréra mayor, que es quien las sirve. Llámase Azafáta por el azafáte que lleva y tiene en las manos mientras se viste la Réina”.

otros países de América. Camarera aeronáutica y cabinera tuvieron, por lo contrario, muy poca aceptación. Se pensó entonces en resucitar el término histórico azafata, y la idea tuvo un éxito inesperado en España. Hoy su uso se ha extendido en ese país, fuera de los aviones, a la atención de pasajeros en vehículos colectivos, así como a la de visitantes de museos, y asistentes a convenciones de diverso tipo. Volviendo a azafate como nombre del objeto antes descrito, la palabra cayó en desuso en el español general a partir del Siglo de Oro, cuando fue desplazada por el portuguesismo bandeja. La difusión de este término se hizo junto con la del objeto nombrado, pues los navegantes portugueses importaron bandejas de la India desde principios del siglo XVII. En el español del Perú y de otros países de América, sin embargo, azafate conserva plena vigencia como término del lenguaje familiar; coexiste con la voz general bandeja y con el americanismo charola, muy poco usado en Lima. Vargas Llosa, sin embargo, pone el término en boca de sus personajes de Conversación en La Catedral: “—Pon la charola en la mesita —dijo Santiago—. Espera, estamos oyendo música. Amalia puso la charola con los vasos y las Cocacolas frente al retrato del Chispas y quedó de pie junto a la cómoda, la cara

Azafata era, por supuesto, una palabra anticuada cuando se desarrolló la aviación comercial en el siglo XX. Hubo entonces necesidad de encontrar un término español para traducir los ingleses stewardess o air hostess. Aeromoza (véase) tuvo poca fortuna en la Península, pero es general en el Perú y se usa también en 58

intrigada”. (I, pág. 44)

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BACÁN La palabra bacán viene del genovés baccan que puede significar ‘amo, dueño, patrón, capitán de barco, jefe de familia’. De los inmigrantes genoveses en la Argentina pasó la palabra al lunfardo, la jerga rioplatense, a fines del siglo XIX. En lunfardo bacán tuvo al principio los sentidos antagónicos —y hoy obsolescentes— de ‘chulo, rufián’ y ‘hombre que mantiene a todo lujo a una querida’. Pero actualmente, en el habla coloquial argentina, el término se emplea también en femenino; bacán o bacana es la ‘persona que vive con lujo’: vivir como un bacán, o como un gran bacán, equivale a vivir como un pachá. Bacán y bacana se aplican también a objetos con el sentido de ‘elegante, de lujo’. Se usan asimismo en la Argentina derivados tales como bacanaje ‘conjunto de personas adineradas y de alta sociedad’; bacanería ‘condición de bacán’, ‘elegancia propia del bacán’; abacanarse ‘adoptar los gustos y hábitos de un bacán’, con su participio adjetivado abacanado, abacanada. Los usos argentinos de bacán y de sus derivados, propagados inicialmente en Sudamérica a través de las letras de los tangos, llegaron al Perú solo tardía y restringidamente, pero han alcanzado —en los sentidos tomados— una gran vitalidad y muy amplia difusión. 60

En nuestra habla coloquial bacán se oye —sobre todo entre los jóvenes— en expresiones encomiásticas: ¡qué bacán!, bien bacán, más bacán; también es frecuente el uso de la reduplicación bacán, bacán. El término puede referirse a uno u otro sexo (la forma femenina bacana no se usa en el Perú). El diminutivo masculino bacancito tiene entre nosotros un matiz que puede ser, según el caso, irónico, peyorativo o desafiante; se aplica al hombre presumido, pretencioso o prepotente que ostenta ciertos signos de riqueza. La forma camba, resultante de la inversión silábica de bacán, se usa como su equivalente tanto en el lunfardo argentino como en la replana peruana. La inversión silábica fue un recurso conocido de la germanía o jerga española del siglo XVI, la cual incluía el vesre o habla al revés; lo es hoy, igualmente, del lunfardo argentino y de la replana peruana.

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BALOTEAR Balota, diminutivo de bala (la terminación -ota se explica porque la palabra se tomó del francés ballotte), se usa en castellano desde el siglo XVI para designar la bolita o pelotilla, blanca o negra, con que en algunas congregaciones religiosas se expresaba el voto secreto, favorable o desfavorable, en las elecciones de determinadas autoridades eclesiásticas. En el Perú el uso de la palabra balota se extendió para designar las bolitas numeradas, correspondientes a cada punto del programa de una materia o curso, que el alumno universitario extraía a ciegas de un ánfora o jarrón durante los exámenes orales finales. Balotaje, del francés ballotage era la lista de balotas correspondientes a los temas de un curso. Este uso se ha olvidado junto con el solemne sistema de exámenes orales ante un jurado, usual en la Universidad de San Marcos hasta mediados del siglo XX. Balotaje ‘conjunto de balotas o temas numerados para un examen’ ha sido sustituido por balotario. En la Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia se llama balotaje (a veces pronunciado a la francesa, ballotage) la segunda vuelta electoral. El uso de balotas blancas o negras para expresar el voto secreto favorable o desfavorable tuvo plena vigencia 62

en el Senado del Perú, y la tiene todavía en algunas asociaciones y clubes. Balotear, como verbo transitivo, es ‘desaprobar por una mayoría de balotas negras’; su postverbal es baloteo. Balotear y baloteo no aparecen como peruanismos en el DRAE 2001; sí los otros usos sudamericanos mencionados. La votación secreta con balotas blancas (aprobatorias) y negras (desaprobatorias) se usaba en el extinto Senado, hasta hace pocos años, para la ratificación de embajadores y la aprobación del ascenso de altos jefes de la Fuerza Armada. El más sonado baloteo en nuestra historia política fue el infligido en 1981 a Javier Pérez de Cuéllar, propuesto por el presidente Fernando Belaunde como embajador en el Brasil. El distinguido diplomático peruano fue luego elegido como Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, cargo que desempeñó por dos periodos consecutivos.

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“Él te estaba basureando, Selvática —dijo Josefino—; perdías tu tiempo con el cachaco”. (Pág. 351).

En Conversación en La Catedral: “...don Cayo la perseguía como si la cosa fuera en serio, ¿no era locura? Y más locura era que la Rosa se daba el lujo de basurearlo...” (I, págs. 58-59).

BASUREAR

“Y no lo basurées [sic] mucho. Como quien no quiere la cosa,

En el habla familiar del Perú y de los países del Cono Sur, basurear tiene los sentidos de ‘menospreciar’ o ‘tratar despectivamente’ a una persona. El postverbal es basureo; también se usa el participio femenino sustantivado basureada. Basurear es un obvio derivado de basura, que viene del latín popular versura, derivado de verrere, verbo latino del cual sale el castellano barrer. Basura es, pues, en primer lugar, la que se junta y recoge barriendo y, de allí, casi todo tipo de desecho, residuo o desperdicio. En sentido figurado, basura se aplica a aquello considerado despreciable y se emplea, referido a personas, como insulto. Si basura viene de versura y barrer de verrere, ¿por qué basura y barrer se escriben con b y no con v? Porque el uso es el amo del lenguaje, y el mal uso puede serlo también algunas veces. Hay casos similares a los de basura y barrer, en los que la costumbre ha consagrado, como correctas, grafías antietimológicas: boda y abogado, por ejemplo, deberían escribirse con v, puesto que sus étimos latinos son, respectivamente, vota y advocatus. En las novelas de Mario Vargas Llosa se documenta muchas veces el peruanismo basurear. Así, en La casa verde:

del General”. (Íd. íd., pág. 179).

Se usa también, en el Perú y otros países de Suramérica, el derivado basural, aplicado a lo que en España se llama basurero: ‘lugar en que se deposita la basura’, ‘muladar’. Basurero designa también, en todas partes, al trabajador que se ocupa de la recolección de la basura. En América —el Perú incluido— el término se aplica, además al cubo (o tacho) de basura y a la papelera

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ese empleadito se está convirtiendo en hombre de confianza “—¿Así que a mí me basureas, amorcito? —se rió Malvina...” (íd. II, pág. 167).

En La tía Julia y el escribidor, el doctor Quinteros dice a Richard: “...entre los admiradores de tu hermana, estaban los mejores partidos de Lima. Mira que basurearlos a todos para terminar aceptando al Pelirrojo...” (pág. 36).

Y en ¿Quién mató a Palomino Molero? dice Lituma al teniente Silva: “A mí me pareció que el Coronel nos basureaba a su gusto, que nos trató peor que a sus sirvientes”. (Pág. 47).

BEBE Baby por ‘niño de pecho’ se documenta en inglés desde el siglo XV (la forma original era babe, con el sentido de ‘niño’ en general). Baby pasó al francés a mediados del siglo XIX. Al adaptarse a la fonética de ese idioma, la palabra se pronunció como aguda. Se escribió bébé, pero los acentos indican el timbre cerrado de ambas vocales y no el acento de intensidad, que va siempre, según la estructura de la lengua, en la última sílaba. Del francés tomó el español la correspondiente forma aguda bebé, documentada ya en la “Canción de otoño en primavera” de Rubén Darío. “En sus brazos tomó mi ensueño y lo arrulló como a un bebé...”.

Bebé desplazó, en el español afrancesado de principios del siglo XX, a los términos tradicionales castellanos rorro, nene, criatura, crío o cría (no a guagua en gran parte del área americana de sustrato quechua). El Diccionario de la Real Academia Española incluye bebé a partir de su edición de 1970. En el Perú el galicismo bebé se siente hoy como un uso algo afectado; la lengua culta familiar ha preferido (como en la Argentina y el Uruguay) el préstamo directo 66

del inglés, por vía oral: bebe. En el Río de la Plata bebe tiene un femenino, beba, pero en el Perú se dice el bebe, la bebe; la variación para el género solo se da en el diminutivo: el bebito, la bebita (se ha dicho también antes el bebecito, la bebecita). Sin embargo, el DRAE repite, en sus ediciones de 1984, 1992 y 2001, el error de incluir al Perú en el área americana de las formas bebe, beba. Es curioso que Julio Ramón Ribeyro use varias veces bebé en la década del 50, pero bebe en la del 60. A su hermano le dice, sobre Alberto Escobar y desde Múnich, en noviembre de 1955: “Escobar, poeta laureado, hace varios años que está aquí. Lo he visto en varias ocasiones. Su mujer está encinta y espera bebé para febrero”. (Cartas a Juan Antonio, I, pág. 85).

Y el 2 de marzo de 1956 le comunica: “Escobar ya tuvo su bebé (mujer)”. (Íd. íd., pág. 100). Pero doce años más tarde, ya radicado en París, escribe en su diario estas domésticas y patéticas confesiones: “Las condiciones en que trabajo (sentarse ante la máquina para escribir lo que deseo) son inhumanas. Antes era encontrar las horas necesarias en el día. Ahora son a la semana, a veces al mes. Tengo que conquistarlas empecinadamente. Tienen que confluir además tantas circunstancias favorables: que esté despejado, que Alida salga con el bebe, que si sale sola el bebe se entretenga con sus juguetes o se duerma, que no llegue una visita, que no me moleste la úlcera, etc. Ahora, para poder escribir, (Alida fue a almorzar a la casa de C. G.) tuve que encargarme del bebe desde las doce del día: almuerzo, paseo a un jardín, juego, baño, comida, nuevamente juego y luego 45 minutos, exactamente por reloj, 45 minutos de mecida en

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mis brazos, ya cansados, para que se duerma”. (La tentación del fracaso, II, págs. 135-136; anotación de julio de 1968).

El bebe de Ribeyro era ya entonces un niño que sabía andar, pues en la anotación del 20 de setiembre, dos meses después, se lee: “Tres horas tratando de hacer dormir al bebe para poder ve-

BEIGE

nir a mi mesa y escribir algo. Cada vez que me alejaba de la cama en puntas de pie se despertaba y comenzaba a llorar y a llamarme. Finalmente lo dejo despierto y vengo. Se baja y me sigue, sin llorar esta vez y queda a mi lado, silencioso a pesar de que le he gritado”. (Íd. íd., pág. 137).

Alfredo Bryce, en cambio, solo usa la forma americana bebe. En La vida exagerada de Martín Romaña escribe: “...no falta incluso quien me habla de Herodes al ver lo indiferente que me dejan los bebes. Pero no me dejan indiferente los bebes, lo que pasa es que me hago el frío, el duro, el seco, cualquier cosa antes que cargar a un bebe y meterle un dedo al ojo o apretarlo demasiado fuerte por andar acariciándolo

Beige es una palabra —de origen incierto— muy antigua en francés, pues se documenta en esa lengua desde principios del siglo XIII. Se aplicó originalmente a la ‘lana de oveja sin teñir’, y luego a su ‘color blanquecinoamarillento’. Beige pasó del francés al inglés a mediados del siglo XIX, con análogos significados. En español el préstamo es más tardío, pues la palabra no aparece todavía en el Diccionario de galicismos de Baralt (1855). Tampoco en las sucesivas ediciones del Diccionario de la Real Academia Española, incluida la de 1984. Se registra en la de 1992 de esta manera:

cariñosísimo o nerviosísimo”. (Pág. 291). “beige. (Del fr. beige). adj. Dícese del color castaño claro”.

Bryce usa también el derivado abebarse por aniñarse: “Incluso Inés se me abebaba a veces y nos encontrábamos haciendo el amor a los cinco años con temor al pecado...” (íd. Íd., pág. 200).

El participio adjetivado abebado se usa más que el verbo mismo, con el sentido de ‘aniñado, pueril’.

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El DRAE 92 también registra la versión castellanizada beis (el Diccionario de uso de Moliner incluye una segunda forma resultante de adaptación fonética al español: bes). Pero en la edición de 2001 del DRAE, beige desciende en cuanto a estatus: aparece en cursiva, como los préstamos más crudos, y la variante castellanizada beis es la que trae la etimología y la definición. Ni beis ni bes son usuales en el español de América. En el Perú y Méjico la pronunciación corriente es beish, 69

más próxima a la inglesa que a la francesa (en francés no se pronuncia con un diptongo ei, sino con una e abierta). En cuanto a la consonante final, el español de gran parte de América incluye la consonante sh (palatal fricativa sibilante sorda) como fonema extrasistemático, gracias al sustrato de diversas lenguas indígenas que lo poseen, entre ellas, el quechua. Sobre el sector cromático que corresponde a beige, divergen diccionarios, lexicones y enciclopedias, formando un verdadero abanico de colores y matices: Para el DRAE, como hemos visto, beige equivale a castaño claro. Para el Diccionario de uso de Moliner, a ocre. Según el Diccionario Vox, beige es igual a pajizo, amarillento. Para algunos lexicones equivale al color del café con leche (o, más bien, de la leche con café). Otros vocabularios hacen a beige equivalente de leonado (rubio oscuro), jalde (amarillo subido) o tórtola (del color de la tórtola doméstica, ceniciento rojizo). Alguna enciclopedia describe el color secundario beige como un “compuesto de ocre, blanco y siena” (siena es “castaño más o menos oscuro”). Para la percepción cromática del peruano, el beige está muy cerca del sepia, que es el color castaño claro usado en fotografía (del nombre del molusco de ese color, llamado también jibia). Beige pertenece al ámbito de la lengua culta familiar peruana, y es realmente insustituible referido a telas y prendas de vestir. Con humor y cruel realismo, Ricardo Blume llama “Costa Beige” a la árida orilla de los balnearios de Lima, cuyo nombre oficial y optimista es Costa Verde. En el primer —y magnífico— capítulo de El pez en el agua, titulado “Ese señor que era mi papá”, Mario Varias Llosa relata cómo, a sus felices diez años de edad, su madre lo llevó —intempestiva y secretamente—

a conocer a un padre a quien hasta entonces había creído muerto:

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“Entramos al Hotel de Turistas [de Piura] y, apenas cruzamos el umbral, de una salita que se hallaba a mano izquierda se levantó y vino hacia nosotros un hombre vestido con un terno beige y una corbata verde con motas blancas. ‘¿Este es mi hijo?’, le oí decir. Se inclinó, me abrazó y me besó. Yo estaba desconcertado y no sabía qué hacer. Tenía una sonrisa falsa, congelada en la cara. Mi desconcierto se debía a lo distinto que era este papá de carne y hueso, con canas en las sienes y el cabello tan ralo, del apuesto joven uniformado de marino del retrato que adornaba mi velador. Tenía como el sentimiento de una estafa: este papá no se parecía al que yo creí muerto”. (Pág. 29).

Ese señor de terno beige que era su papá había regresado para quebrarle la infancia. Pero también para consolidar —por oposición y sin proponérselo— su vocación de escritor.

BÍPER En inglés, beep es una moderna palabra onomatopéyica que inicialmente se aplicaba al toque intermitente de la bocina del automóvil y hoy se aplica también a las señales acústicas cortas y repetidas que emiten ciertos aparatos electrónicos usados en la telecomunicación. Del correspondiente verbo inglés to beep ‘emitir sonidos intermitentes’ sale el derivado beeper, designación de un pequeño aparato portátil que emite señales acústicas para comunicar al usuario que debe leer, en su pantalla, el mensaje que en ella corre. Don Fernando Lázaro Carreter se refiere en una ocasión a “la difusión en España de esos aparatos que advierten al portador, dándole pitidos en el bolsillo, que se le está requiriendo en alguna parte (otra monstruosa invención para dificultar aún más la huida de nuestras obligaciones)”. (El dardo en la palabra, pág. 626). El entonces Presidente de la Real Academia Española no usó en ese párrafo palabra alguna para designar en español al aparatito que califica de “insolente ingenio”. Pero la edición de 1992 del Diccionario oficial consigna ya dos términos para traducir el inglés beeper. Uno es mensáfono, “aparato portátil que sirve para recibir mensajes a distancia”. Este neologismo técnico, derivado de mensaje con el sufijo griego que significa 72

‘sonido’, sigue la línea de teléfono, micrófono, dictáfono. El Diccionario registra también el derivado mensafónico, -a. El otro nombre académico del beeper es buscapersonas, palabra compuesta de verbo en tercera persona singular y sustantivo en plural, a la manera de besamanos, buscapiés, limpiabotas o picapleitos. Buscapersonas aparece en el DRAE 92 y en el DRAE 2001 sin definición, remitido al cultismo mensáfono. También se consigna la forma abreviada busca, de género masculino: un busca es un buscapersonas, un mensáfono o un beeper. En el habla peruana se ha generalizado en los últimos años el término beeper pronunciado, a la inglesa, bíper, lo cual demuestra que el préstamo se ha tomado por vía oral. Debería adoptarse, por lo tanto, la grafía castellanizada bíper, tal como se hizo en el caso análogo de líder, que reproduce la pronunciación del inglés leader. En el español del Perú se usa también el verbo bipear, derivado anómalo de bíper: lo regular habría sido *biperear, que nadie usa. Pero si no se usa *biperear, sí se documenta beeperazo —a la manera de paquetazo (véase), cuartelazo, caballazo—. Dice, por ejemplo, Federico Salazar: “Al margen del tema de la reelección [del Presidente Fujimori], es más evidente que nunca que se requiere un Congreso mucho más independiente de la consigna. Nos molesta por igual el beeperazo oficialista como el dramatismo de la oposición”. (En el diario limeño Gestión; Lima, 4/1/98, pág. 8).

Exigente, sin duda, el periodista político.

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con la acepción actual del término en el español del Perú: ‘camiseta masculina muy escotada y sin mangas, generalmente de tejido de punto blanco y ceñida al cuerpo’. Estar en bividí equivale a estar en paños menores. Reynoso usa también esa expresión: “Miguel, en bividí, colérico, paseaba de un lado a otro, por el

BIVIDÍ

estrecho dormitorio”. (En octubre no hay milagros, pág. 123).

En Hombres y rejas, novela concluida en la Penitenciaría de Lima en diciembre de 1935, escribe el entonces preso político Juan Seoane: “El Grandazo aparece de repente en mi reja. Su figura ancha y gigantesca adosada a ella, ensombrece la celda. El bividí abierto [sic] sobre el pecho, le vuela encima del rayado”. (Pág. 149).

Augusto Elmore escribe acerca del bajo nivel socioeconómico del público que asistía —antes de su incendio— al Teatro Municipal de Lima: “En ese tipo de camiseta llamada bividí, shorts, sayonaras y otras vestimentas similares, los asistentes revelaron la enorme distancia que se ha creado en la ciudad entre los diferentes estamentos ciudadanos. [...] los buenos modales no han matado a nadie. Mientras que el ala [‘sobaquina’] de un

En Lima en rock, Oswaldo Reynoso pone en el monólogo interior de un personaje: “Esa camisa roja que está en la vitrina es bonita pero cara. Es marca B. V. D.”. (Pág. 13).

B. V. D. —pronunciado, a la inglesa, bividí— se refería a una marca comercial de ropa masculina. La firma se estableció en los Estados Unidos en 1876, y las iniciales de los apellidos de los tres socios —Bradley, Voorhees y Day— dieron origen a la sigla B. V. D. y a la consiguiente marca registrada. En las citas anteriores de Seoane y Reynoso, sin embargo, los usos de bividí —o B. V. D.— no coinciden 74

hombre en bividí, probablemente sí”. (En su columna “Lugar común”; Caretas, 19/2/98).

El término bividí ha experimentado últimamente un importante ascenso social, pues se aplica también a prendas femeninas, no interiores, de diferentes colores y texturas, que solo tienen en común con la ‘camiseta blanca de algodón, sin mangas’, lo más esencial de su diseño. Por un error de la Academia Peruana de la Lengua solo apareció en el DRAE 2001 la forma popular del préstamo: bivirí. Es probable que en la próxima edición del Diccionario no se incluya ninguna de las dos variantes.

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blanquiñosos de la sección ni se hablen, nunca han sido patas [‘amigos’] el poeta y Arróspide, cada uno por su lado ¿tendrán miedo de que uno denuncie al otro de cosas de blanquiñosos? [...]. Los blanquiñosos son pura pinta, cara de hombre y alma de mujer, les falta temple...” (págs. 228-229).

Vargas Llosa asocia a los blanquiñosos con la Marina de Guerra del Perú. Dice también en la obra antes citada:

BLANQUIÑOSO Blanquiñoso se aplica en el Perú a quien tiene la piel más o menos blanca y un nivel socioeconómico generalmente superior al de quien profiere —a veces con resentimiento— dicho calificativo. En Los últimos días de La Prensa, de Jaime Bayly, un periodista de baja extracción social, que ha sufrido las penalidades de una guerra, les dice a un par de jóvenes aprendices de periodistas, que lo han tenido todo fácil:

“Hay perros [cadetes de primer año del Colegio Militar] que dicen voy a ser militar, voy a ser aviador, voy a ser marino, todos los blanquiñosos quieren ser marinos”. (Pág. 142).

La misma idea sobre la relación entre la Marina y los blanquiñosos tiene Alfredo Bryce. Dice que la revolución militar de 1968 resultó en: “...los cholos al poder gracias al porrazo de Estado de las Fuerzas Armadas todas; menos la Marina, que por blanquiñosa y

“—Ustedes, muchachos blanquiñosos hijos de buena familia,

requisito de estatura superior a la media bien baja nacional,

no saben lo que es pasar penurias...”. (pág. 55).

para ingresar al cuerpo, siempre fue sospechosa de... Pues de

Blanquiñoso, en su origen término de replana, ascendió al nivel de nuestro lenguaje coloquial hace más de medio siglo. Su difusión parece haberse debido, por lo menos en parte, a la letra de algunos valses criollos del compositor Mario Cavagnaro. En La ciudad y los perros monologa así el protagonista, alumno del Colegio Militar: “No hay muchos blanquiñosos en el colegio, el poeta es uno de los más pasables. A los otros los tienen acomplejados, zafa zafa, blanquiñoso, mierdoso, cuidado que los cholos te hagan miau. Sólo hay dos en la sección [...]. Raro que los dos

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eso, de blanquiñosa y contrarrevolucionaria”. (No me esperen en abril, pág. 246).

Blanquiñoso es un obvio derivado de blanco, equivalente de la forma académica blanquinoso (y ambos sinónimos de blanquecino, blancuzco, blanquizco). El sufijo final, -oso, es un morfema favorito en la formación de sustantivos y adjetivos típicos de nuestra habla coloquial. Hay muchísimos peruanismos acabados en -oso, entre ellos adefesioso, borrachoso, chiquitoso, detalloso, disticoso, laberintoso, paciencioso, palomilloso, primarioso, ninguno de los cuales está registrado en el Diccionario de la Academia (tampoco mierdoso, documentado en la cita anterior de Vargas Llosa). 77

Pero, entre blanco (o, mejor dicho, su radical blanc-) y el sufijo final -oso en blanquiñoso, está presente otro sufijo: -iño, muy poco frecuente en español. Es, en cambio, el morfema de diminutivo peculiar del portugués y del gallego. Son excepcionales las palabras castellanas formadas con ese sufijo de diminutivo (una de ellas es corpiño, derivado de cuerpo). Es un hecho curioso, entonces, que se haya formado modernamente un peruanismo como blanquiñoso, con un sufijo que tiene tan débil función en la morfología del español general. Volviendo a los usos del término, blanquiñoso se refiere predominantemente —como se ha visto en los ejemplos de tres escritores nuestros— a la piel blanca. Pero puede aplicarse excepcionalmente al cabello blanco, según se documenta, también, en la obra de Bayly antes citada. El protagonista comenta con su abuela, a la vuelta de una visita al diario La Prensa: “—Buena gente el director, ¿no? —Un gran tipo, un hombre muy moral. ¿Sabes cómo le dicen en la parroquia? —¿Cómo? —Raspadilla [‘raspaduras de hielo’] sin jarabe. —¿Por qué? —Porque tiene el pelo tan blanquiñoso que parece hielo de raspadilla, pues”. (Pág. 12).

La forma femenina sustantivada blanquiñosa designa, en replana, la cocaína, que en su forma de clorhidrato tiene la contextura y la apariencia de un polvo blanco.

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BONHOMÍA Bonhomía por hombría de bien, benevolencia, sencillez es un término exclusivo de la lengua culta, sobre todo de la escrita. Hoy bonhomía se lee a uno y otro lado del Atlántico, lo mismo en la prosa de un Sábato que en las columnas del diario madrileño El País. En realidad, la palabra bonhomía se usa en la lengua culta desde mediados del siglo XIX. Ha sido, desde entonces, incansablemente combatida por el purismo, comenzando por el influyente Diccionario de galicismos publicado en 1855 por el venezolano Rafael María Baralt. Bonhomía se tomó del francés bonhomie que significa ‘bondad’, ‘franqueza’, ‘ingenuidad’ y también ‘excesiva credulidad’, ‘simpleza’; el término está documentado en esa lengua desde el siglo XVIII. Bonhomie viene de bon homme ‘buen hombre’, locución nominal soldada en el sustantivo bonhomme que tiene los sentidos (sustantivados) de ‘bonachón’, ‘crédulo’, ‘inocentón’ y se refiere, en principio, al aldeano o al campesino, tenidos generalmente por ingenuos. A pesar de su uso culto, y aun literario, durante siglo y medio, bonhomía no se incluía aún en la edición de 1992 del Diccionario oficial de la Real Academia Española. 79

Ya se registra en el DRAE 2001 con este texto: “bonhomía. (Del fr. bonhomie). f. Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento”.

Pero desde medio siglo antes estuvo en el limbo de los términos cuya existencia se comprueba aunque no se oficializa: ya aparece en el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española, edición de 1950, precedido del asterisco correspondiente: “*bonhomía. f. Es galicismo. Ingenuidad, candor, bondad”.

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BREVETE En el Perú se llama brevete la licencia de conducir un automóvil, ómnibus, camión, etc. Son usuales expresiones verbales tales como sacar brevete, tener brevete, perder el brevete, y también “su brevete, por favor”, pedido de un policía de tránsito que puede producir escalofríos en automovilistas omisos u olvidadizos. También se usa entre nosotros el verbo transitivo brevetar y su forma pronominal brevetarse. El participio brevetado, brevetada cumple igualmente función de adjetivo: “se necesita chofer brevetado”. Mariátegui dice de Gamarra “El Tunante” que “no diploma ni breveta su obra de autoridad de academias ni ateneos”. (7 ensayos, pág. 194). Brevetaje es el trámite para obtener brevete. Brevete viene de brevet, palabra que en francés (la t final es muda) designa certificados de estudios, diplomas estatales, diplomas militares de mecánico o de piloto aviador y también patentes de invención. Pero el permiso de conducir un automóvil se llama precisamente permis de conduire (abreviado usualmente en permis) y no brevet. ¿De dónde sale, entonces, el uso peruano? Lo más probable es que el galicismo sea, según su vía inmediata, un argentinismo: 81

A principios del siglo XX, cuando la aviación se iniciaba en la América hispana, se usó en la Argentina el galicismo brevete (forma que prueba que el préstamo lingüístico se había tomado del francés por vía escrita, no oral) para designar el título de aviador. Brevete pasó probablemente al Perú, con ese sentido, junto con otros términos rioplatenses corrientes en la época de auge y de gran influencia cultural de la Argentina, poco antes de la primera guerra mundial. Pero en el Perú el galicismo brevete experimentó un cambio semántico: de designar el título de aviador pasó a designar la licencia de conducir un vehículo automotor terrestre. Sin embargo, en el reglamento peruano correspondiente se evita sistemáticamente el peruanismo brevete y se emplea solo la expresión del español general licencia de conducir.

CACHETADA La palabra cacha se documenta en castellano desde el siglo XIII con el significado de ‘cada una de las dos piezas que forman el mango de la navaja’. Cacha tomó más tarde el sentido figurado de ‘mejilla, carrillo’; con este mismo significado se empieza a usar, desde el siglo XVI, su derivado cachete. De cachete ‘mejilla, carrillo’ se deriva en España cachetudo ‘carrilludo, mofletudo’: lo que en América llamamos cachetón. En la Península, cachete es también sinónimo de su derivado cachetada ‘bofetada’. El verbo equivalente a abofetear es en España acachetear y en América, sin prefijo, cachetear. Hace más de un siglo (en 1883) Juan de Arona criticaba, en su Diccionario de peruanismos, nuestra “tendencia democrática [...] a preferir siempre la palabra vulgar a la culta”. Y daba de ello abundantes ejemplos: “Mucho más decimos pescado que pez, candela que fuego, colorado que rojo, plata que dinero, pila que fuente, barriga que vientre, baraja que naipe, pelo que cabello, cáscara que corteza, flojera que pereza, cachete que carrillo ó mejilla...” (pág. XXII).

Y en el artículo cachete puntualizaba: 82

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“...no nos atrevemos á decir carrillo ó mejilla, temerosos de pasar por afectados, pulcros y hasta por poéticos. No deja de dar el Diccionario á cachete como igual á carrillo ó mejilla; pero nunca hemos visto usar ese término tan feo á los españoles, salvo por excepción y venir al caso. Siendo tal nuestra preferencia por la palabra ésta, es natural que cachetada (provincialismo puro) prive mucho más que bofetada. Las mujeres sobre todo, no usan otra palabra: ‘te

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daré de cachetadas’ (á hombre ó mujer) amenaza que no debe sorprender á los de fuera...” (págs. 78-79).

En No me esperen en abril, Alfredo Bryce nos da pruebas fehacientes de que las peruanas de hoy siguen propinando cachetadas, y aun cachetadones. En la escena de la ruptura de los enamorados, por ejemplo: “El cachetadón que le arreó Tere fue impresionante. Y le dio dos. Y juácate, tres. Y Manongo tan campante, tan sonriente, aunque le sangraba la nariz y, ahora que se lo tocó, también el labio. [...] Ya casi lloraba Tere y después ya lloró sin casi, a mares, y a llenar los mares con su llanto, porque Manongo, en cada cachetadón, lo único que soltó fue un peruanísimo [sic] ‘chispas, Tere’, ante el dolor...” (págs. 463-464).

El aumentativo cachetadón está en la línea de otros tales como patadón, y ambos en la de paredón, almohadón, etc.

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En España y la América hispana es relativamente reciente el uso de campus con el sentido de ‘recinto universitario’ o ciudad universitaria, locución nominal esta última que tiene ya alguna tradición en nuestra lengua. En latín, campus (de donde, obviamente, viene la palabra española campo) significaba ‘campiña’, ‘espacio abierto y llano’ situado no solo fuera de la ciudad sino también dentro de ella; en Roma el término llegó a aplicarse aun a la plaza pública. Pero en el inglés de los Estados Unidos de América —no en el de Inglaterra— el latinismo campus empezó a usarse desde fines del siglo XVIII con el sentido de ‘recinto universitario’, incluidos sus edificios y áreas libres, y también con el significado de ‘área verde central’ dentro de dicho recinto. Parece que el uso nuevo de campus (que llegó a desarrollar en el inglés americano un plural campuses) surgió primero en la universidad de Princeton (New Jersey) y desde allí se difundió en la mayor parte de las demás universidades de los Estados Unidos. Sin embargo, una de las que se resistió al cambio, apegándose al uso del término tradicional yard ‘patio’, fue la muy prestigiosa Universidad de Harvard (Massachusetts). En la de Virginia el término local equivalente es lawn ‘césped’. 85

Campus no aparecía aún en la edición del Diccionario de la Academia de 1984. Aceptado el término por la Corporación en 1987, se incluyó en la edición del DRAE de 1992 como sustantivo masculino invariable para el plural (los campus). La definición “conjunto de terrenos y edificios pertenecientes a una universidad” se mantiene en la edición de 2001.

CANDIDATEAR En el Perú y en otros países de la América del Sur se usa el verbo intransitivo candidatear con el sentido de ‘presentarse como aspirante o candidato a un cargo, premio u honor’. En el Río de la Plata se usa, también con esos sentidos, el pronominal candidatearse. Candidatear, como verbo transitivo, expresa allá la idea de ‘proponer o nominar a alguien para un cargo o dignidad’, con su consentimiento o sin él. En Colombia, en cambio, se prefiere con este sentido el derivado candidatizar, formado con el productivo sufijo verbal de frecuentativo -izar. Candidatear y candidatizar se tienen generalmente como términos exclusivos del español de América, pero hay datos recientes sobre el uso de ambos verbos en medios de comunicación de la Península. En cuanto al uso peruano, en 1984 Ricardo Blume criticaba acerbamente a los senadores que balotearon (véase balotear) al diplomático Javier Pérez de Cuéllar, propuesto para el cargo de embajador en el Brasil. Blume, asqueado del sentimiento destructivo que parece reinar entre peruanos, se preguntaba: “¿Renunció por decoro alguno de los autores de esa mezquindad que nos puso en el más sublime de los ridículos? Ninguno. Algunos hasta están candidateando”. (Como cada jueves, pág. 82).

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No renunciaron. Pero, como con pautas torcidas se hacen renglones derechos, esa inaudita torpeza del Senado peruano propulsó, en cierto modo, a Pérez de Cuéllar hasta ocupar el alto cargo de Secretario General de las Naciones Unidas, para el cual fue aun reelegido. Años más tarde, Mario Vargas Llosa escribe sobre su campaña electoral presidencial de 1990 y se refiere a su íntimo amigo de juventud, el economista Javier Silva Ruete: “Javier, que había aceptado mi propuesta de ser el comisionado de la privatización, accedió, también, a no candidatear al Congreso, para dedicarse a tiempo completo a esta reforma”. (El pez en el agua, pág. 370).

Candidatear es un obvio derivado de candidato, palabra que está documentada en castellano desde mediados del siglo XVI. Candidato viene del latín candidatus, de igual significado y derivado, a su vez, de candidus ‘blanco’, porque en Roma los candidatos a ocupar un cargo público vestían toga blanca. La edición de 2001 del DRAE registra ya candidatear como uso del Perú, Chile y la Argentina.

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CANIBALIZAR En el Perú y en otros países de América se usa el verbo canibalizar con el sentido de ‘desmantelar, desarmar una máquina para aprovechar sus piezas, como repuestos, en otras máquinas semejantes’. El término se aplica, sobre todo, a vehículos de transporte terrestre, barcos y aviones. En un número de la revista limeña Sí (de noviembre de 1988) se lee, por ejemplo, que en la compañía de aviación Aeroperú “los repuestos se consiguen canibalizando aviones”. Canibalizar es un anglicismo muy moderno. Se ha tomado del inglés (to) cannibalize, documentado desde mediados del siglo XVII; la acepción con que ha pasado al español de América data de la segunda mitad del siglo XX. Se usa también entre nosotros el sustantivo canibalización, que corresponde al inglés cannibalization. El étimo de todas estas palabras es un antiguo indigenismo de América: caníbal, documentado ya en el Diario de Colón y luego en los llamados cronistas de Indias. Caníbal resulta de una alteración de caríbal, que a su vez es una variante de caribe; otras variantes documentadas, todavía más alejadas desde el punto de vista fonético, son carina, calina y galibi. En la lengua que hoy llamamos caribe, este término significaba, precisamente, ‘gente’. Con un etnocentrismo 89

cultural común a muchos pueblos antiguos (y modernos), los caribes de las costas de Venezuela tenían este lema: Ana carina rote, que significa ‘solo nosotros somos gente’. Otro gran pueblo indígena habitante de las costas septentrionales de Sudamérica y de las Antillas Menores era el arahuaco. Los arahuacos de las Antillas, llamados también taínos, dieron a los descubridores españoles noticias aterradoras sobre los caribes, a quienes temían por su crueldad y antropofagia; esta última, sin embargo, parece haber sido meramente ritual. Iniciada la colonización del Nuevo Continente, los conquistadores españoles aplicaron el apelativo de caribes a los indígenas rebeldes o indomables pertenecientes a cualquier grupo étnico. A partir de este uso, la palabra caribe llegó a tomar el sentido figurado de ‘hombre cruel y sanguinario’; algo semejante sucedió con la variante caníbal. Así, Bolívar afirma que los españoles “en los países que dominan, no imaginan, no piensan, son caníbales”. (O’Leary, Memorias, XIV, pág. 92; cfr. t. M. Hildebrandt, Léxico de Bolívar, págs. 419-422). Y su importante enemigo, el general español Pablo Morillo, se refiere en una ocasión al “caribe Bolívar”. (Véase Madariaga, Bolívar, I, pág. 569). Por otra parte, caribe se usó como sinónimo o equivalente de antropófago hasta el siglo XIX. A partir de entonces fue desplazado, con este sentido, por la variante caníbal. La sustitución se debió a influencia del inglés y del francés, idiomas en los que caníbal había pasado al lenguaje científico y había desarrollado derivados tales como cannibalism y cannibalisme, respectivamente. Hoy, en el español general, caníbal y canibalismo suelen aplicarse también a animales que devoran a seres de su propia especie. Por esa razón se hace a veces distinción 90

entre canibalismo y antropofagia, término este último restringido a hombres que comen carne humana. Caribe, por su parte, solo se usa actualmente en sus acepciones relativas a la etnografía, la lingüística y la geografía: pueblos caribes, lenguas caribes, Mar Caribe. El Diccionario de la Real Academia Española (edición 2001) registra caníbal y canibalismo en sus varias acepciones, pero no el verbo canibalizar. Tampoco el adjetivo canibalístico, que usa, por ejemplo, el humorista peruano Rafo León en un artículo de su columna “Falsa calumnia”: “...siempre he creído que los sistemas socialistas privilegian el común sobre el individuo, en base a la idea de que el Estado es el ablandador de los impulsos canibalísticos que trae cada ser humano al mundo...”. (En El Comercio de Lima, edición del 24/5/99, pág. A 16).

Volviendo al verbo canibalizar, Adolfo Bioy Casares decía que ese término significa “devorar, absorber, anular”. Las acepciones de ‘destruir, debilitar’, registradas en el inglés (to) cannibalize, están muy cerca de las que incluye Bioy Casares en su Diccionario del argentino exquisito, s. v.

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Según el Diccionario de la Academia, cantaleta es un directo derivado del verbo cantar. Pero el DRAE no incluye un

sufijo -leta entre los elementos compositivos que incorpora como entradas: solo da -eta, sufijo de sustantivos y adjetivos con valor diminutivo o despectivo (tal como en historieta, peseta, rabieta, tableta o el peruanismo republiqueta). Corominas, al tratar el derivado cantaleta, anota: “-eta o -leta es sufijo singular si partimos del verbo cantar”. Pero el ilustre etimólogo catalán tampoco incluye -leta en la lista de sufijos que ofrece su Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. (La lista no aparece en la edición Corominas-Pascual). Podría considerarse la remota posibilidad de una relación entre cantaleta y el verbo cantalear, documentado con el sentido de ‘arrullar las palomas’, que María Moliner da, en su Diccionario de uso del español, como derivado de cantar. Pero esa posibilidad nos deja, igualmente, en el punto de partida: ¿cómo explicar la -l- que precede al sufijo de frecuentativo -ear? En cuanto a su extensión geográfica, cantaleta y cantaletear se usan en Andalucía con los mismos sentidos que en América. Están, por ello, entre los términos que se conocen como andalucismos de América. Hoy se sabe que el fondo inicial y común del español de América fue una variedad de castellano andaluzado, y que la peculiar modalidad americana del castellano empezó a constituirse desde el momento mismo del descubrimiento, en lo que fue su primer crisol: la isla que los recién llegados bautizaron como Española y que hoy es territorio de la República Dominicana y de Haití. La persistente influencia andaluza de los primeros tiempos —de efectos perdurables y predominantes— se explica por la visita de la flota real que, dos veces por año, partía de puertos andaluces —después de una espera más o menos larga en ellos— con destino a las ricas Provincias de Ultramar.

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CANTALETA En el Perú, y en algunos otros países de Hispanoamérica, se usa el sustantivo cantaleta con el sentido de ‘repetición enfadosa’, ‘reiteración de una advertencia, observación o amonestación’. El verbo derivado, cantaletear, se aplica a la acción de ‘repetir impertinentemente una amonestación, observación o advertencia’. Hace ya más de un siglo, decía Juan de Arona en su Diccionario de peruanismos: “Para nosotros cantaleta es lo que cansa, lo que fastidia, la cansera, la odiosidad de una persona temosa, una cantúrria monótona”. (Pág. 94).

Y en un artículo titulado “¡La mano al pecho!” decía el ex congresista peruano Carlos Ferrero Costa: “Las fuerzas vivas aseguraron al gobierno que si flexibilizaba la legislación laboral, miles de nuevos empleos brotarían como espuma. Se hizo lo primero mas nunca vino lo segundo... por eso cuando surge la cantaleta de la competitividad y los sobrecostos, ya nadie les cree”. (En La República, suplemento Domingo del 23/5/99).

Si en el muy serio asunto de las etimologías “lo verdadero es lo muy probable”, como afirma Monsiváis, para algunos es igualmente probable que el apelativo Cantinflas haya resultado de la contracción de otra frase dicha

en oportunidad semejante a la descrita por Monsiváis: en la cantina inflas, es decir, ‘en la cantina bebes hasta la ebriedad’, según se entiende en el español de Méjico. En su edición de 2001, el Diccionario de la Real Academia Española incluye, como mejicanismo, el sustantivo masculino cantinflas referido a quien habla o actúa como el personaje identificado con dicho actor mejicano. Registra igualmente, también como mejicanismos de uso extendido a otros países de Hispanoamérica, los derivados cantinflada ‘dicho o acción propios de un cantinflas’, cantinflear ‘hablar o actuar en forma disparatada o incongruente’ y cantinflesco, adjetivo que remite a un cuarto derivado: acantinflado. Por último, incluye otros dos derivados que, al parecer, no se usan en Méjico: el venezolanismo cantinflérico y cantinflero como chilenismo. En cuanto a acantinflado, aparecía ya en la edición de 1970 del Diccionario de la Academia (en el Suplemento) y, lo que es curioso, solo como chilenismo. La entrada se mantuvo así en la edición de 1984 del DRAE; en la de 1992 acantinflado aparece como uso de Chile y Méjico. Los nombres propios —los sobrenombres entran también en este grupo— no son en español prolíficos en derivados que, como sustantivos, enriquezcan el caudal de la lengua. A semejanza de cantinflada se pueden citar barrabasada, de Barrabás, nombre del reo indultado con preferencia sobre Jesús; quijotada, de Quijote y perogrullada, de Perogrullo, nombre de un personaje popular identificado con la verdad palmaria que es superfluo repetir. Los verbos derivados de un nombre propio, apellido o sobrenombres, como cantinflear, son todavía más escasos. Uno de ellos (que lleva también el sufijo de frecuentativo -ear) es jeremiquear o jerimiquear ‘lloriquear, gimotear’, del nombre del profeta Jeremías, célebre por

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CANTINFLADA A partir de 1940 —año de su primera película importante— se populariza en la América hispana el nombre artístico, Cantinflas, del actor cómico mejicano Mario Moreno, muerto a los ochenta años en 1993. Sobre el origen de ese nombre artístico hay varias hipótesis, ninguna convincente para un lexicólogo. Pero —como suele suceder— son los legos en la materia quienes lanzan o recogen, con seguridad digna de mejor causa, las más pintorescas hipótesis etimológicas. Relata, por ejemplo, Carlos Monsiváis, que en cierta ocasión, cuando el actor principiante Mario Moreno se explayaba en una cháchara enredada: “Alguien, divertido con el fluir del disparate que propicia el cómico, le grita: ¡Cuánto inflas! (¡Qué borracho estás!): la contracción [de cuanto más inflas] tiene éxito, aparece Cantinflas y en esta materia lo verdadero es lo muy probable”. (En “Un caballero a la medida”, artículo publicado en Cambio 16; Madrid, 3 de mayo de 1993).

sus lamentaciones; el verbo está restringido al uso de Andalucía y América. Adjetivos terminados en el sufijo -esco, como cantinflesco, parecen algo más abundantes. Son ejemplos: dantesco, del nombre de Dante Alighieri; quijotesco, de Quijote; quevedesco, de Quevedo; donjuanesco ‘propio de un donjuán’, del nombre del personaje de Tirso de Molina y Zorrilla; churrigueresco, del apellido Churriguera, perteneciente al creador de un estilo de ornamentación recargada en la arquitectura española del siglo XVIII; rocambolesco, de Rocambole, personaje creado por el novelista francés Ponson duTerrail. En cuanto al adjetivo cantinflero (usado también como sustantivo, referido a personas) que es sinónimo de cantinflesco y está documentado en el habla peruana, resulta difícil hallar otros adjetivos terminados en -ero que sean derivados de nombres o sobrenombres de persona. En el español del Perú está también documentado el derivado cantinflismo. No hay duda de que el nombre artístico del actor mejicano Mario Moreno resulta un ejemplo extremo de productividad en el campo léxico.

CÁRTEL En referencia a las organizaciones delictivas que dominan el tráfico ilícito de drogas, especialmente el que se realiza a través de redes internacionales, alternan actualmente dos variantes de una misma palabra: cártel, con acento prosódico y ortográfico en la primera sílaba, y cartel, con acento prosódico en la última. Cartel (pronunciada como palabra aguda) se tomó en el siglo XV del catalán cartell (y este del italiano cartello, diminutivo de carta). Algunas de las acepciones que consignaba la edición de 1992 del Diccionario académico en la entrada cartel1 han caído en desuso; casi todas resultaban de extensiones de sentido de aquella que figuraba como primera: “Papel, pieza de tela o lámina de otra materia, en que hay inscripciones o figuras y que se exhibe con fines noticieros, de anuncio, propaganda, etc.”.

Es decir, cartel como sinónimo de afiche, póster (véanse), pancarta o pasquín, con derivados como cartelera, cartelista y cartelón. El Diccionario oficial consignaba igualmente, en su edición de 1992 y en entrada aparte, cartel2 o cártel, del alemán Kartell, como término de la economía con esta primera acepción: 96

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“Convenio entre varias empresas similares para evitar la mu-

“Organización ilícita vinculada al tráfico de drogas o armas”.

tua competencia y regular la producción, venta y precios en determinado campo industrial”.

Es decir, cartel o cártel como sinónimo de monopolio o trust. Y, como segunda acepción, la más moderna:

La vinculación con el tráfico de drogas estaba, antes, apenas sugerida por el ejemplo: Cartel de Medellín.

“Agrupación de personas que persigue fines ilícitos: Cartel de Medellín”.

En efecto, desde hace unos treinta años se ha estado difundiendo en el lenguaje universitario de España el uso de la forma grave cártel como sinónimo de monopolio o trust, y la Academia Española ya había aceptado este uso en una enmienda al Diccionario, publicada en su Boletín de enero de 1986. El cambio de acentuación (de aguda, cartel, a grave, cártel) se explica por la influencia del inglés en el campo de las ciencias económicas. Hay datos de la pronunciación grave de cartel en inglés a partir del siglo XVI, a pesar de que el préstamo (el término se tomó del francés cartel) entró, naturalmente, como palabra aguda. Resumiendo: hoy es correcto y académico usar la forma grave cártel o la aguda cartel en la acepción económica, pero solo la forma aguda tradicional cartel con los demás significados, tales como los que hacen a cartel sinónimo de afiche, póster, pancarta o pasquín. Es interesante constatar que en la edición de 2001 del DRAE, las acepciones de cartel2 o cártel aparecen con el orden invertido: la primera pasa a ser segunda, y la segunda, primera. Hay además, en esta última, cambios importantes. En vez de “agrupación de personas que persigue fines ilícitos”, aparece esta definición, más específica: 98

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CERQUILLO Cerquillo es, según el Diccionario de la Academia, el “círculo de cabello que queda después de rapar la parte superior e inferior de la cabeza, como se estilaba en algunas órdenes religiosas masculinas”. Pero en el Perú y en otros países de la América hispana se usa la palabra cerquillo para designar lo que en España se llama flequillo, es decir, la “porción de cabello recortado que a manera de fleco se deja caer sobre la frente” (DRAE). Desde el punto de vista morfológico, cerquillo y flequillo son dos claros ejemplos de la función renominalizadora del sufijo de diminutivo -illo, -illa. Esta nueva y productiva función ha sido muy importante como medio para incrementar el léxico en español. El sustantivo resultante de la sufijación de -illo o -illa a un primer sustantivo tiene generalmente poco o nada que ver, desde el punto de vista semántico, con la raíz nominal a la cual se pospone. No se trata aquí de diminutivos: entre el primitivo y el derivado hay tanta diferencia de significado como se puede comprobar entre carbón y carboncillo, estribo y estribillo, freno y frenillo, casco y casquillo, nudo y nudillo, etc. O, en femenino, entre cabeza y cabecilla, cámara y camarilla, máscara y mascarilla, etc. 100

Cerquillo, pues, ya no evoca un cerco, cerca, valla o vallado, aunque sin duda esa metáfora estuvo presente en su origen. También hubo, sin duda, una metáfora que dio origen a flequillo, derivado que está algo más cerca, semánticamente, del primitivo fleco. El uso de cerquillo por flequillo es bastante antiguo en el español del Perú. No empleamos otro término para designar lo que en Venezuela se llama pollina y en Méjico burrito (hoy poco usado). Estos dos americanismos se originan en la imagen que el fleco de pelo recortado sobre la frente humana hace recordar: el mechón que generalmente cae sobre la frente del asno. En su Testimonio personal, Luis Alberto Sánchez describe, con triste ternura, la imagen de su madre cuando era una adolescente: “La veo en una fotografía de niña, al filo de los quince, vestida de luto, por su padre, con el cerquillo sobre la frente, los ojos rasgados desafiando al fotógrafo...” (I, pág. 52).

Por un artículo del costumbrista Federico Blume (18631936) nos enteramos de que antaño estuvieron de moda los cerquillos postizos. Blume relata cómo las amigas de una señora limeña, doña Luisa, insisten en caerle intempestivamente de visita en cualquier día de la semana, excepto el lunes que es, precisamente, su día de recibo. En una ocasión, al llegar ella a su casa, “se quitó el sombrero, dejó sobre el peinador un cerquillo de crespos muy rubios que compró en París, se cambió el traje de calle por un kimono y se calzó las chancletas caseras”.

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Pero, muy pronto, “...sonó el timbre de la puerta de calle y al poco tiempo oyó voces y cuchicheos en la sala. —¡Dios eterno! ¡Visitas!, exclamó Doña Luisa palideciendo y tratando de volver a encasquetarse el cerquillo parisiense... ¡Visitas a estas horas y hoy jueves! —Ahí están las señoritas Berdejo, exclamó Angelita la sirvienta [...].

CHANCLETERO

Doña Luisa, hirviendo de ira, les salió al encuentro, con el cerquillo a medio prender, el kimono y las chancletas. [...] al escucharlas pensaba para sus adentros: mañana todo Lima sabrá [...] que uso cerquillo postizo”. (“Los lunes de doña Luisa”, en Sal y pimienta, págs. 269-270).

Hoy no se usan los cerquillos postizos, pero el cerquillo propio sigue siendo un elemento importante en peinados de niños, niñas y mujeres jóvenes. Y últimamente ha empezado a usarse, entre peluqueros y quienes se autodenominan estilistas del cabello, el término peninsular flequillo para distinguir un tipo específico de cerquillo, hecho de mechitas de pelo finas y espaciadas. En la edición del DRAE del año 2001, se ha añadido una acepción para incluir el uso americano de cerquillo por flequillo. El área consignada es Cuba, Ecuador, Perú y Uruguay.

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Chancleta es, según el Diccionario de la Academia, “chinela sin talón, o chinela o zapato con el talón domado, que suele usarse dentro de casa”. Chancletear es ‘andar con chancletas’ y chancleteo el “ruido o golpeteo de las chancletas cuando se anda con ellas”. Se enchancletan los zapatos si se usan a medio calzar, pisando sobre el borde doblado del talón. Chancleta se documenta en castellano desde principios del siglo XVII. Es, en su origen, un diminutivo de chancla, palabra de igual significado relacionada con chanclo (y, en último término, con zanco). Aunque es prenda usada por hombres y mujeres, la chancleta se ha asociado siempre a la imagen de la mujer en el ámbito doméstico e íntimo. Un vivo y gracioso ejemplo del uso de chancleta en el habla peruana lo da Federico Blume al criticar una mala costumbre de la sociedad limeña de principios del siglo XX: la de no respetar los días de visita (o, mejor dicho, los días de no visita). Como se ha visto bajo el título cerquillo, en el artículo titulado “Los lunes de doña Luisa” cuenta Blume que esta señora, recién llegada de Francia, había fijado el primer día de la semana para recibir a sus relaciones sociales. Un jueves cualquiera llega a casa, cansada, y se pone cómoda calzándose “las chancletas caseras”. 103

Pero de pronto se presentan tres inoportunas amigas que, sin anunciarse, irrumpen en su dormitorio y la sorprenden con “el kimono y las chancletas...” (Sal y pimienta, pág. 269). Las antiestéticas chancletas se asociaban y se asocian a la imagen de una mujer vestida de trapillo o de entrecasa. Pero en gran parte de la América hispana chancleta llegó a identificarse con la mujer misma y luego con la ‘niña recién nacida’, especialmente si su sexo ha causado decepción paterna o familiar. Y de ese uso, entre festivo y despectivo, ha resultado el derivado chancletero, aplicado al padre que solo engendra hijas, al papá que solo produce chancletitas. Aunque está documentado en el Perú y en Chile, se usa mucho menos el correspondiente femenino chancletera para designar a la madre que solo concibe hijas, que solo echa al mundo chancletitas. Y es justo que así sea, porque hoy se sabe que solo el varón puede aportar el cromosoma “Y” que determina el sexo masculino del embrión. Conocimiento científico que llega un poco tarde para algunas reinas de otras épocas, repudiadas o decapitadas por no haber podido cumplir con dar un heredero varón a la Corona. En su edición del año 2001, el Diccionario de la Academia incluye, por primera vez, el americanismo chancletero como término del lenguaje coloquial y con un área geográfica discontinua (Cuba, Perú, Chile). Acertadamente, restringe esta acepción al varón: “Dicho de un hombre: Que solo tiene hijas”. En una lacerante entrevista, nuestra gran poetisa Blanca Varela habla de sus dos hijos, Lorenzo y Vicente, y de las cuatro nietas que le han dado. Dice, con ternura: “Mis hijos han sido chancleteros”. (“La semana”, de Expreso; edición del 28 de abril de 2003, págs. 6 y 7).

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CHATO Chato es un término de la lengua general (nivel del habla coloquial y familiar) que se deriva del latín popular platus ‘aplanado’. En español general el adjetivo chato, chata se aplica, en primer lugar, a la persona “que tiene la nariz poco prominente y como aplastada” (DRAE). Chato o chata se aplica, también, a aquellas cosas que tienen menos elevación o espesor que otras de su clase. La forma femenina chata se ha sustantivado para designar una embarcación de poco calado y fondo plano, similar a la chalana. Chata designa igualmente un ‘bacín plano’ u orinal de cama que usan los enfermos que no pueden sentarse. En el Perú se documenta extrachata (está cayendo en desuso) como designación de una ‘polvera portátil de mínimo espesor’, es decir, achatada (el verbo achatar, formado sobre chato, solo se usa en español desde principios del siglo XIX). En el Perú (y en los países del Cono Sur: Chile, la Argentina, Uruguay y Paraguay) chato ha sido desplazado por ñato como calificativo aplicado a la persona que tiene nariz roma. Ñato es un asturianismo y americanismo que se explica por un cruce lingüístico de chato con nacho o ñacho, a su vez forma dialectal —del leonés y del gallego— que puede haber surgido, según Corominas, de una pronunciación hipocorística de naso ‘nariz’ (del latín nasus, íd.). 105

Y en el Perú, donde ñato, -a designa a quien tiene la nariz roma, el término desplazado, chato, ha experimentado un importante cambio semántico: describe a la persona ‘de baja estatura’, pero no connota (como retaco) la idea concurrente de ‘grueso’ o ‘gordo’. En Yo amo a mi mami, el niño protagonista describe las felices tardes de cine disfrutadas en compañía de su querido abuelo:

más bien, un positivo matiz de afecto y aun ser aceptado y asumido como nombre artístico: el chato Grados, el chato Barraza, por ejemplo. Una nota editorial de El Comercio, titulada “Hay que saber dar la talla”, empieza así: “Haga Ud. la prueba. Vaya Ud. un día cualquiera al jirón de la Unión, a las 5 de la tarde sería perfecto, y grite con fuerza: ‘¡Chato!’. Verá como […] el 90% se dará por aludido. El Perú es un país de gente bajita [...] lo que predomina es

“Casi todas las películas que vemos son aptas para todos,

el metro sesenta y pocos centímetros”. (Edición del 14/7/99,

aunque también entramos a las de mayores de catorce, y eso

pág. Al).

que yo no tengo ni siquiera once, no importa, dice mi abuelo,

Chato puede ser apodo —generalmente precedido del articulo el y seguido del apellido— o término de tratamiento sin ningún matiz despectivo. Puede llegar a tener,

En cuanto a derivados, en el Perú y los países del Cono Sur se usa el sustantivo abstracto chatura, formado a semejanza de altura, locura, gordura, etc. En sentido figurado, que es el predominante, chatura equivale a ‘mediocridad, pobreza intelectual’. El lexicógrafo amateur colombiano Óscar Hoyos Botero, en su columna titulada “Notaría del lenguaje” de la revista Oiga, censuró reiteradamente al periodista peruano Manuel D’Ornellas por usar el término chatura, que aún no incluía el Diccionario de la Academia en su edición de 1992. D’Ornellas se había referido, cuando dio origen a una segunda crítica, a “la chatura de la actividad parlamentaria” (artículo titulado “La decadencia institucional” publicado en Caretas del 15/12/86). El polígrafo peruano Marco Aurelio Denegrí usó también chatura en un artículo titulado “Problematicidad del amor”, en el cual se refería a “toda la monotonía y chatura de la cotidianidad”. (En Meridiano del 27/10/91). El sustantivo abstracto derivado del adjetivo chato que sí registraba el DRAE 92 es chatedad, definido como “calidad de chato”, obviamente referida a los significados

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tú pon cara de hombre grande y si me preguntan, yo digo que ya tienes catorce años, sólo que te has quedado chato”. (Pág. 120).

Volviendo de ese nuevo “mundo para Julius” al crispado guión que es Los últimos días de La Prensa, Jaime Bayly transcribe una conversación entre los abuelos de su álter ego, aprendiz de periodista: “—¿Quién es el director de La Prensa, Inesita? —Toñito Larrañaga, pues, hijo. El canosito de la misa de San Felipe que siempre pasa con la limosna [...]. —¿Larrañaga, el chato Larrañaga? —preguntó don Rafael. —No, Rafael, el chato murió el año pasado —dijo—. Estaba manejando [‘conduciendo’] en la Costa Verde y le cayó una piedra en la cabeza. — ¿Y quién fue el jijuna que le tiró una piedra al chato?”. (Pág. 14).

que chato tiene en el español general. Chatedad es prácticamente desconocido en el español del Perú. La edición de 2001 del Diccionario de la Academia ya registra chatura en su acepción literal (‘que tiene menor relieve de lo normal’) y en la figurada de ‘pobreza intelectual’.

CIERRAPUERTAS Cierrapuertas es un sustantivo compuesto: de una forma verbal (tercera persona singular del presente de indicativo del verbo cerrar) más un sustantivo en plural (puertas). Este tipo de compuestos —cuya forma es idéntica para el singular y el plural— es frecuente en la lengua, sobre todo en el habla coloquial. El proceso morfológico está vigente y sigue siendo productivo. Desde el histórico apelativo de Matamoros dado en la España medieval al apóstol Santiago (hoy se aplica al valentón) hasta el moderno buscapersonas, sinónimo de mensáfono (véase bíper), este tipo de compuestos describe gráficamente acciones —y, a partir de allí, seres u objetos— reales o metafóricas. Describen seres u objetos y acciones reales los compuestos cascanueces, cortaúñas, limpiabotas —en el Perú, lustrabotas (véase)—, portaviandas, sacacorchos. Hay metáfora, en cambio, en aguafiestas, buscapiés (en el Perú, buscapiques), cascarrabias, perdonavidas, rompecabezas, tragaldabas. La edición de 2001 del Diccionario oficial registra el peruanismo cierrapuertas con esta definición: “Cierre súbito de establecimientos públicos y privados en previsión de desmanes”. Cierrapuertas está en la línea de 108

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los términos generales formados con el antónimo abrir: abrebotellas, abrecartas, abrecoches, abrelatas, abreojos. En Quince plazuelas, una alameda y un callejón, Pedro Benvenutto nos pinta una vívida imagen de los típicos cierrapuertas limeños: “Cuando en la antigua Lima sublevábase un batallón en el fuerte de Santa Catalina, cuando los montoneros entraban por Guía o por Cocharcas o cuando la gente reunida quería ‘tomar Palacio’, empezaba inmediatamente el cierrapuertas clásico. Las grandes hojas de las puertas de calle, chirriando sobre sus goznes, se cerraban apresuradamente una después de otra y por fin se oía el chirrido del cerrojo mayor. El postigo quedaba un instante abierto [...] y era luego ce-

al “despavorido grito de Cierra puertas” y al “clásico grito de cierra puertas” (págs. 89, 151, 326 y 339). Y en Estampas limeñas relata: “En las revoluciones, las esquinas jugaban un papel decisivo. En ellas se guarecían los montoneros para disparar sus fusiles, y de ellas salían, antes que de ninguna otra parte, los alarmantes gritos del Cierra puertas —tan limeños y tan hispanoamericanos durante tanto tiempo—, repercutiendo en todos los barrios con rapidez extraordinaria”. (Pág. 54).

Por su parte, don Ricardo Palma escribía a su hijo, médico del mismo nombre, en noviembre de 1909:

rrado con estrépito. [...] el golpe avisaba y de ahí que al sentirse cerrar la puerta del vecino se hiciera lo propio. [...]

“En Lima hay siempre alarmas de revuelta. Anoche unos

Desaparecido el ruido de los portazos comenzaba el de los

granujas, a eso de las siete, gritaron en la plaza mayor cie-

coches que a toda prisa conducían los cocheros a sus corra-

rra-puertas, los cocheros fustigaron sus caballos, y se produ-

lones. Este aspecto sonoro del cierrapuertas era uno de los

jo gran alarma en la ciudad, creyéndose que había estallado

más interesantes de él”. (Págs. 272-273).

la revolución”. (Cartas indiscretas, pág. 62).

En un largo poema satírico titulado “Constitución política”, don Felipe Pardo y Aliaga (1860-1939) describe análogamente, la angustiosa situación vivida en Lima cuando se anunciaba “un paro, una huelga o una jornada cívica”: “Y apenas tienen del motín barrunto gritan los ciudadanos: Cierra-puertas, y calles vense y plazas en un punto, como por golpe eléctrico desiertas”. (En BCP, 9*, pág. 159).

En Nuestra pequeña historia, José Gálvez se refiere, en diversas ocasiones, al “grito, tan socorrido otrora, de cierrapuertas”, a “los cierrapuertas que anunciaban montoneras”, 110

Los cierrapuertas fueron, como se ha visto, parte consustancial de la vida limeña republicana. También se ha aplicado el término a una acción debida a iniciativa —y no a reacción— de los industriales y comerciantes del limeño jirón Gamarra, reconocidos representantes de la exitosa pequeña empresa en el Perú. Pero cierrapuertas ha tomado, desde hace unos años, un nuevo sentido. Se llama así a la venta organizada, a puerta cerrada, de diversos artículos por debajo de su precio normal.

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manera perfecta, en el aspecto fisiológico y bioquímico, a partir de una célula originaria’. En la edición de 2001 del DRAE, clon se define así: “Conjunto de células u organismos genéticamente idénticos, originado por reproducción asexual a partir de una única célula u organismo o por división artificial de estados embrionarios iniciales”.

CLONAR

Con motivo del nacimiento de la célebre oveja escocesa bautizada como Dolly (en honor de la actriz cinematográfica Dolly Parton), los medios de comunicación del mundo entero se vieron obligados a manejar —no siempre acertadamente— términos antes circunscritos al ámbito de las publicaciones científicas. En cuanto al español del Perú, ciertos divulgadores, no enterados de que clon, clonar y clonación contaban ya con la aprobación académica, evitaron su uso empleando con timidez términos, supuestamente equivalentes, tales como réplica y replicar, duplicación y duplicar, etc. Algunos osados periodistas, en cambio, no solo usaron sin reservas clon y sus derivados, sino que aun se lanzaron a derivar por su cuenta formas (de vida efímera) como *clonaje, *clonamiento y *clonización, todas equivalentes de clonación. En cuanto a verbos sinónimos del académico clonar, el humorista Luis Felipe Angelí (Sofocleto) derivó un inesperado clonicar:

La clonación de una oveja adulta, dada a conocer por científicos escoceses en febrero de 1997, constituye sin duda un hito en la historia del hombre y de la ciencia: se ha llegado a decir que el siglo XXI empezó a partir de este increíble logro de la biotecnología. La palabra clon se tomó, modernamente y por el lenguaje científico, del griego clásico klon que significa ‘retoño, brote de una planta’. Aunque se escribe clone en inglés y francés, se pronuncia también como monosílabo en ambas lenguas (en francés, con la llamada “e muda” final). En español, inglés y francés clon (o clone) se definía como ‘serie de individuos pluricelulares absolutamente homogéneos en su estructura genética’. Pero hoy clon se emplea más para designar cada uno de los individuos de esa serie. En su edición de 1984, el Diccionario de la Academia registraba así clon: “estirpe celular o serie de individuos pluricelulares nacidos de ésta, absolutamente homogéneos desde el punto de vista de su estructura genética; equivale a estirpe o raza pura”. En su edición de 1992, se repetía esta definición y se añadían los derivados clonar “producir clones” y clonación “acción y efecto de clonar”. Pero no se incluía la nueva acepción, hoy predominante, de clon: ‘individuo reproducido de una

El adjetivo clónico está en mejor situación que su presunto derivado clonicar, puesto que ya lo incluye la edición

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“Se queja el mundo y se queja (para no decir se aterra) porque en la vieja Inglaterra clonicaron a una oveja”. (En El Dominical de El Comercio; edición del 16/3/97).

de 1989 del Diccionario manual de la Real Academia Española y lo registra, sacándolo de ese limbo, la edición de 2001 del DRAE. La clonación de un mamífero adulto a partir de una de sus células lleva a la ciencia al borde de lo que antes fue solo un tema de ficción científica: la clonación de un ser humano. La Organización Mundial de la Salud ha declarado que la clonación de seres humanos es éticamente inaceptable; otras instituciones se han pronunciado también en ese sentido. Pero es sabido que —para bien y para mal— la ciencia no acepta más barreras que las que le imponen sus propias limitaciones. Por lo tanto, nadie puede asegurar que no habrá biotecnólogos que se atrevan a traspasar una frontera que, para muchos, jamás debería ser violada. Y, para otros, jamás debería existir.

CONCRETO En el Perú y en otros países de América se llama concreto lo que en España se conoce como hormigón: el material de construcción constituido por una mezcla de piedras menudas, arena y cemento; cuando dicha mezcla está reforzada por barras de acero o hierro, en América se llama concreto armado y en España se conoce como hormigón armado o cemento armado. Héctor Velarde, notable arquitecto y fino humorista limeño, se quejaba del desdén de sus paisanos hacia su profesión: “El arquitecto visto por la generalidad de nuestras gentes es una especie de artista decorador de fachadas que no sabe nada de ingeniería, que no ha podido comprender un palote de ingeniería, y que por eso es arquitecto”.

Y añadía que, cuando la familia en pleno asume la tarea de construir la vivienda propia, “es muy corriente que la mamá se encargue de la distribución, el papá de la solidez y las niñas de los adornos de una casa”. (Obras, 4, pág. 69).

Sin embargo: 114

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“Cuando la cosa aprieta, cuando aparece el cemento armado, entonces el propietario se pone serio, cree que el cemento armado encierra algún misterio digno de conocimientos extraordinarios y llama con solemnidad a un ingeniero que resulta casi siempre topógrafo. El cemento armado es el único cuco de los propietarios conscientes. Los hay audaces y entonces se llenan de gloria cuando han formado una columna con mucho concreto y sin necesidad de ingenieros. El arquitecto tampoco in-

CULANTRO

terviene aquí para nada. No tiene aplicación. No lo reclaman ni el clima ni la familia”. (Íd. íd., pág. 70).

Concreto, como adjetivo antónimo de abstracto, se tomó del latín concretas ‘espeso, condensado, compacto’ en la segunda mitad del siglo XIII. Concreto por hormigón se tomó modernamente del inglés concrete, documentado con esa misma acepción y uso sustantivo desde principios del siglo XIX. Concreto armado traduce las expresiones nominales inglesas armored concrete, reinforced concrete o steel concrete. De concreto por hormigón se ha derivado entre nosotros el adjetivo concretero, usado en la expresión nominal planta concretera ‘fábrica de hormigón’, o sustantivado, con el mismo sentido, en el femenino concretera. Por otra parte, hormigón es en castellano una palabra de origen incierto, tal vez muy lejanamente emparentada con hormiga. Hormigón se usa en el Perú con un significado diferente del peninsular: ‘mezcla de arena con piedra o cascajo, usada para preparar el llamado concreto ciclópeo’ que se emplea para los cimientos de las construcciones. La edición de 1992 del DRAE registra ya el americanismo concreto (m.), del inglés concrete, como equivalente de hormigón. En la de 2001 se explicita la equivalencia: “mezcla de piedras, cemento y arena”.

En opinión de Corominas —el más importante etimologista del español— la palabra culantro se explica por alteración popular de su nombre latino, coriandrum, que a su vez procede del griego koriandron. Culantro está documentado en castellano desde inicios del siglo XII, y fue la forma general en la lengua hasta fines del siglo XVII. A partir de entonces se impuso una variante que no está bien explicada, sobre todo desde el punto de vista fonético: cilantro. Pero el arcaísmo culantro sigue siendo la forma vigente o predominante en el español de América. Sin embargo, el derivado culantrillo sobrevive en España: desde el siglo XV designa cierto tipo de helecho que crece en las paredes de los pozos y en otros sitios húmedos. (En América, en cambio, culantrillo designa un helecho de hojas muy menudas, usado como planta ornamental). El culantro, hierba aromática perteneciente a la familia de las umbelíferas, es oriundo de las orillas del Mediterráneo y del Cercano Oriente. Los datos sobre su cultivo se remontan a cinco mil años antes de Cristo. Actualmente, las semillas del culantro se usan en Europa y América del Norte para dar su especial sabor a algunos alimentos y licores. Pero en la América hispana

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—como en la India y en la China— son las hojas del culantro las que se emplean para sazonar diversos platos típicos (en el Perú, el llamado seco ‘guiso de carne’ y el arroz con pato, entre otros). Según Fernando Cabieses —en su sabroso libro titulado Cien siglos de pan— casi todos los naturalistas de la antigüedad mencionan las virtudes del culantro: su benéfica acción digestiva o su efecto como tónico general. Pero esos naturalistas señalan, al mismo tiempo, la relativa toxicidad del culantro cuando es ingerido en grandes dosis. Los síntomas pueden ser somnolencia, mareos y aun una leve descoordinación motora. En esos efectos negativos —nunca graves— está el origen del refrán español bueno es el culantro, pero no tanto, que en el Perú hemos mejorado, en su metro y en su ritmo, al suprimir el artículo determinado del primer miembro del dístico: bueno es culantro, / pero no tanto.

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*LA CURRÍCULA La preocupación por el currículum —ya sea escolar o universitario— se expresa cíclicamente en el Perú por boca de periodistas, locutores de radio y de televisión, entrevistadores, funcionarios del Ministerio de Educación, pedagogos, catedráticos y también congresistas. Y muchos de ellos usan la locución nominal *la currícula. Pero la currícula no es una expresión correcta en español. Currícula es, en latín, el plural del sustantivo neutro curriculum, que tiene como primera acepción la de ‘carrera’; se usa en la expresión latina curriculum vitae, literalmente ‘carrera de la vida’ y figuradamente “relación de los títulos, honores, cargos, trabajos realizados, datos biográficos, etc., que califican a una persona” (DRAE 2001). Currícula es, pues, un latinismo. Y es, por supuesto, lícito usar latinismos en español, siempre que se usen bien. Currícula, por su -a final que induce a error, tiene la apariencia de un sustantivo femenino singular que debería ser antecedido por el artículo determinado la. Pero siendo un neutro plural latino, en español (lengua en la que no existe el género neutro), se reproduce normalmente por el masculino plural. Aunque no suene bien al oído lingüístico, lo correcto es, pues, los currícula (como los memoranda o los desiderata). 119

Según la tendencia general del español, ese tipo de latinismos llega a asimilarse plenamente a su sistema morfológico. Eso ha pasado ya, por ejemplo, con errata, que en su origen significó ‘cosas erradas’, como plural del neutro latino erratum, y hoy se usa correctamente como femenino singular o plural: la errata, las erratas. Lo mismo ha sucedido con agenda, en latín ‘cosas que se han de hacer’. En realidad, hay muchos plurales de neutros latinos convertidos en femeninos singulares en español, empezando por boda (del latín vota, plural de votum ‘voto, promesa’). Pero, desde su edición de 1984, el Diccionario de la Academia incluye la forma plenamente castellanizada del latinismo currículum: currículo, sustantivo masculino que toma normalmente la -s del plural (currículos) y concuerda con artículos y adjetivos en masculino singular o plural: el currículo, los currículos, malos currículos, modernos currículos, etc. El adjetivo correspondiente a currículo es curricular; se usa también la forma compuesta, y opuesta, extracurricular (ambos son académicos). Un derivado humorístico, curriculitis, alude a cierta moderna obsesión por el masivo trasvase de información sobre exagerados logros académicos o profesionales. En conclusión: si se prefiere usar el latinismo currícula, no debe olvidarse que, por ser un neutro latino plural, debe concordar en español como si fuera un masculino plural y llevar los modificadores correspondientes: los currícula, esos currícula, currícula aprobados, etc. Si estas locuciones nominales nos suenan mal — porque realmente, chocan con las normas de la morfología española— la solución es simple: usar la forma castellanizada como masculino singular, que sí admite

la s del plural: currículo, los currículos; un mal currículo, los currículos aprobados, etc. La currícula, pues, no es —hay que repetirlo— una expresión correcta en español y debe proscribirse del lenguaje correcto. Debe evitarse, igualmente, la forma plural *currículums, tomada del inglés.

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*EL CURUL Silla curul, en latín sella curulis, era en Roma un asiento de marfil (o con incrustaciones de ese material) que tenía la forma de un taburete de patas curvas. Estaba reservado al uso de los ediles curules, pertenecientes a la clase patricia, la cual por ese privilegio, se distinguían de los ediles plebeyos, es decir, salidos de la plebe. El privilegio de usar la silla curul se extendía a otros altos dignatarios romanos: había también magistrados curules, senadores curules y pretores curules. La peculiar forma de ese asiento romano llegó a influir, a través de los años, en la ebanistería europea de principios del siglo XIX; se denominó entonces pata curul la pata curva de los muebles del llamado estilo Imperio. La expresión nominal histórica silla curul se abrevió más tarde en el adjetivo sustantivado curul tanto en español como en francés. En lo que se refiere al español, curul ya aparece como sustantivo femenino en la edición de 1843 del Diccionario de la Real Academia. Pero tanto en español como en francés —lenguas que tienen género gramatical— curul lleva siempre implícitas dos ideas o imágenes: la de la silla misma como objeto y la del género femenino del sustantivo que la designa a partir del latín, igualmente femenino, sella. Por 122

eso, lo natural y lo correcto es decir en español la curul, una curul, nuestras curules. Sin embargo, a veces hiere el oído un uso masculino anómalo: el curul, un curul, nuestros curules. Este erróneo género masculino es inaceptable porque, tratándose de un término exclusivo del habla culta, es obligatorio usarlo cultamente. Hay que evitar, pues, el uso masculino de curul. Y hay que extirparlo, sobre todo, del idiolecto de algunos congresistas, precisamente porque ellos comparten el exclusivo privilegio de ocupar una curul. En el DRAE 2001, curul se registra como sustantivo femenino usado también en otros países de la América hispana para designar el ‘asiento especial de un parlamentario’.

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Seguramente a causa de ese pertinaz rechazo, debacle no se registraba todavía en la edición de 1984 del Diccionario de la Academia. Pero aparece ya en la edición de 1992, con el significado general de “desastre”, y la indicación de que se usa también en sentido figurado. La edición de 2001 repite la entrada.

DEBACLE Desde fines del siglo XVII se usa en francés la palabra débâcle con el sentido literal de “deshielo súbito producido por ruptura violenta de la capa superficial de hielo, cuyos trozos son ruidosamente arrastrados por la corriente de un río”, y también con los sentidos figurados de “derrumbe repentino”, “ruina, quiebra”, “huida súbita, desbandada”. Estos usos léxicos franceses ya habían pasado al inglés en la primera mitad del siglo XVIII. El título de la célebre novela de Émile Zola, La débâcle, aludía a la fulminante y desastrosa derrota de Francia por Alemania en 1870. La débâcle se publicó en 1892 y, curiosamente, el título francés se mantuvo en casi todas las traducciones al español, lo que demuestra el rápido arraigo de ese galicismo en nuestra lengua. Pese a tan temprano y espontáneo arraigo, debacle ha sido un término larga y duramente combatido como vitando barbarismo en español. Durante casi un siglo, los más conocidos puristas americanos y peninsulares han insistido en proponer sustitutos considerados como términos más propios de la lengua, tales como desastre, derrota, ruina, catástrofe, cataclismo, hecatombe, atamiento, caos. 124

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“—Estábamos hablando de lo más bien y de repente te has enojado, papá...” (II, pág. 46).

Este es el uso general: aquí de repente equivale a de pronto, de súbito, inesperadamente. En cuanto a la forma, es incorrecto escribir, en una palabra, derrepente. Esta grafía errónea se documenta ya en el siglo XIX, en las comedias de Manuel Ascencio Segura, con la acepción peruana:

DE REPENTE En la lengua general, la expresión adverbial de repente equivale al adverbio repentinamente. Es sinónimo de otras locuciones o modos adverbiales como de pronto, de improviso, de súbito, y de adverbios acabados en -mente tales como súbitamente, intempestivamente, inesperadamente (también del americanismo sorpresivamente). Los usos generales del modo adverbial de repente están, por cierto, vigentes en el español americano. Pero en el Perú y en otros países de América de repente ha desarrollado, además, una acepción que convive con la general y que puede también referirse a un suceso súbito o imprevisto. En ese caso, de repente expresa la posibilidad o probabilidad de que algo suceda y equivale a quizá, y a frases tales como a lo mejor, tal vez, quién sabe, puede ser. La alternancia del uso nuevo y del uso general se ejemplifica claramente en un diálogo de Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa: “—Y todavía quieres darme plata —trató de bromear Santia-

“¡Por cuenta de ellas no más derrepente hay una ruina...” (Ña Catita, acto IV, escena XVI).

Y también aparece en los 7 ensayos de Mariátegui: “Después del 95 las declaraciones anti-centralistas se multiplican [...]. Y hasta aparece derrepente, como por ensalmo, un partido federal”. (Pág. 145).

Aquí derrepente tiene el significado general. En el habla popular americana se documenta, asimismo, la variante con metátesis redepente, que es forma típica del lenguaje gauchesco. Canta Martín Fierro: “...me agarraron redepente y en el primer contingente me echaron a la frontera”, (versos 2894-2896).

En el Perú redepente se oye a veces con matiz humorístico.

go—. De repente el que te va a ayudar soy yo, papá”.

Este es el uso americano: de repente equivale aquí a tal vez, a lo mejor, quizá. Pero en ese diálogo dice el mismo personaje: 126

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“Desbarrancarse.- Rodar por un barranco, lo que es distinto de despeñarse. Rara vez en los barrancos de América se encuentran peñas”. (Neologismos y americanismos, s. v.; cfr. t. Papeletas lexicográficas, s. v.).

Con esa opinión coincidía Juan de Arona, autor del Diccionario de peruanismos (1883) en el que se lee:

DESBARRANCARSE

“Desbarrancarse. - Por despeñarse, tiene un uso general en-

En el Perú —y también en otros países de la América hispana— es usual el verbo desbarrancar, generalmente en su forma pronominal o reflexiva desbarrancarse, como equivalente de despeñarse o precipitarse. En algunas regiones de América se usa desriscarse, forma que tampoco pertenece al español general. Así como despeñarse se ha formado sobre peña, y desriscarse sobre risco, desbarrancarse es una obvia formación sobre barranco. Los tres verbos llevan el prefijo des-; la palabra equivalente del español general precipitarse, en cambio, es una formación sobre precipicio sin el prefijo des-. El Diccionario de la Real Academia Española no registraba desbarrancar(se), ni aun como americanismo, hasta su edición de 1992. Eso, a pesar de que el verbo fue ya incluido por Ricardo Palma entre los neologismos y americanismos que propuso, hace más de un siglo, como Director de la Academia Peruana de la Lengua, para su inclusión en el Diccionario oficial. En efecto, fue en 1892, cuando en la Real Academia madrileña se celebraba el cuarto centenario de la llegada de Colón a tierras de América. Palma definía así el término propuesto a la Academia Española:

frecuente que es en nuestra topografía el accidente de los

Como para zanjar el complicado asunto, el Diccionario de la Academia ha aclarado que despeñar es precipitar “desde

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tre nosotros. [...] Pudiera creerse que se ha formado por lo barrancos, como que poblaciones enteras llevan este nombre (El Barranco, La Barranca &.) y que en España prima el otro verbo por ser allí los precipicios de peñasquería”. (Pág. 193).

Palma y Arona, ambos típicos peruanos de la costa, se atrevían a afirmar que en el Perú no había barrancos con peñas ni peñascos. Arona, sin embargo, parece haber sentido luego escrúpulos en cuanto a su osada afirmación. Pero, cuando deja abierta la posibilidad de que en la sierra peruana existan barrancos con peñas, cae en una lamentable actitud centralista: “Si en la otra parte del Perú que no es la costa [sic] hay despeñaderos que ponen el credo en la boca, allí no hay poblaciones, ni actividad mental de ninguna especie, ni una comunicación activa que haga nacer denominaciones técnicas, y tienen que aceptar indiscriminadamente cuanto va de este lado de los Andes”. (Íd. íd.; despeñaderos y comunicación, en cursiva en el texto).

un lugar alto y peñascoso o desde una prominencia aunque no tenga peñascos”. Con esta última salvedad, quedaría supuestamente demostrada la superfluidad del verbo americano desbarrancar(se). Y, por cierto, también la de desriscarse. Volviendo de la semántica a la morfología, debe anotarse que desbarrancar(se) tiene un postverbal, desbarranque (así como despeñarse tiene despeño y despeñamiento). En un artículo titulado “Miedo a caer”, Bryce se refiere a un picnic que: “fue una suerte de desbarranque general [...] el desbarranque general y lloricón de muchos amigos y compañeros [...] porque eran muchos niños los que había esa mañana y también muchos cerros por bajar y tanta piedra y ladera y empinación”. (En Somos, edición del 7/3/98, pág. 17).

En cuanto al núcleo de desbarrancarse, barranco es una palabra que no procede del latín. Se trata, casi seguramente, de un término proveniente de una lengua prerrománica peninsular: barranco tiene formas correspondientes en catalán y en portugués. La palabra, si bien no latina, es muy antigua en castellano. Barranco, la forma masculina, está documentada desde el siglo XI; la forma femenina equivalente, barranca, desde el XVI. Aunque hoy predomina el significado de ‘despeñadero, precipicio’, barranco ha tenido también otros sentidos, tales como ‘torrente profundo’ y ‘mole de tierra o piedra tajada sobre una hondonada o sobre una corriente de agua’, ambos documentados en los clásicos.

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DESCARTABLE En el Perú y en otros países de la América hispana se prefiere descartable a desechable para calificar o describir aquellos “objetos destinados a ser usados solo una vez, como jeringuillas, pañales, etc.”. Esta definición de desechable, por cierto, solo se consigna a partir de la edición de 1992 del Diccionario de la Academia. A pesar de que el término figuraba ya en unas “Enmiendas y adiciones” al Diccionario oficial de principios de 1983, no alcanzó a ser incluido en la edición de 1984. Descartar, obvia formación sobre carta, se documenta abundantemente en castellano desde el siglo XVI. Su significado literal es ‘desechar las cartas inútiles para el juego’ (en este sentido se prefiere hoy el pronominal descartarse). De esa acepción original surgieron los usos figurados ‘desechar’, ‘excluir’, ‘rechazar’ y, por último, el de ‘no admitir la posibilidad de que algo suceda o se acepte’. En su novela titulada No me esperen en abril, Alfredo Bryce emplea el adjetivo descartable y su superlativo — nada frecuente— descartabilísimo. Desarrolla asimismo, como derivado, un sustantivo abstracto largo y poco viable: descartabilidad. El protagonista de la novela y álter ego del autor, Manongo Sterne, visita en Miami a su primo el Gordito Cisneros. Estas son sus impresiones: 131

“Su primo más querido estaba más rosado y gordo que nunca, más pulcro que nunca, también, pero en su casita horrorosa no había muebles de comedor y en la sala faltaban sillas, mesas, sillones, adornos, ceniceros. [...] Las copas del aperitivo habían sido de plástico y las del pésimo chianti eran el sumum [sic] de lo descartable. [...] Manongo

Habría que buscar, por lo tanto, una solución que implicara menos contaminación, menos polución del ambiente y de los ecosistemas, especialmente en los países liados. Los niños pobres del mundo no usan pañales descartables.

sintió la profunda tristeza de la descartabilidad”. (Pág. 560).

Poco después, el protagonista visita en Mallorca a un amigo cuya familia no le presta la menor atención. El recién llegado, entonces: “consideró que lo mejor que podía hacer era jugar su última carta y abrió un tremendo tubo, sacó y desenrolló tres tremendos planos, los colocó sobre la gran mesa de cristal en que desayunaba la familia y, tras haberlos hecho tintinear [sic] como una hora y terminar con un fuerte nudo de incomprensión y material plástico descartabilísimo, en la garganta, sacó un folleto...” (pág. 562).

Aceptemos, con Bryce, que hoy vivimos en un mundo de creciente descartabilidad. Pueden ser descartables platos, vasos y cubiertos, ya estén hechos de papel o de material plástico; también jeringuillas hipodérmicas, envases de bebidas gaseosas —o no gaseosas— y pañales. Los pañales desechables han marcado un verdadero hito en el proceso de la auténtica liberación de la mujer, que es la liberación de las agobiantes tareas domésticas, consideradas femeninas por definición... y por conveniencia del varón. Pero, como nada es perfecto, los pañales descartables o desechables significan anualmente millones de toneladas de material de desecho no biodegradable (este es también un neologismo últimamente aceptado por la Academia). 132

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supuestos elogios que nadie debería aceptar ni, menos aún, agradecer. El uso impropio de detentar, para consuelo de algunos compatriotas, ni es reciente ni es exclusivo de la América hispana: ya a fines del siglo XIX un famoso escritor español, Leopoldo Alas, que hizo célebre su seudónimo Clarín, lo censuraba en el lenguaje de un político de la talla de Antonio Cánovas.

DETENTAR Detentar (del latín detentare “retener, detener ”) es, según el DRAE 2001, “retener y ejercer ilegítimamente algún poder o cargo público” y también “retener [una persona] lo que manifiestamente no le corresponde”. El uso español da asimismo a detentar el sentido de ‘usar o atribuirse alguien una cosa, indebida o ilegítimamente’. Ya se trate de propiedad o de poder, detentar es, pues, equivalente de usurpar. Detenta el poder un dictador, mas no un presidente legítimamente elegido. Detenta un título profesional quien lo tiene falsificado y comete ese delito contra la fe pública. Pero un deportista no detenta (sino ostenta) un récord reconocido oficialmente, ni los tribunales detentan (sino ejercen) la administración de justicia. Sin embargo, algunos hablantes y escribientes parecen creer que detentar (tal vez por influencia de ostentar) es equivalente de ejercer, poseer, ocupar o desempeñar, y por eso usan detentar para referirse a personas a quienes pretenden elogiar. Así, se oyen y se leen con frecuencia frases como “la cartera que el ministro Fulano brillantemente detenta” o “los cargos que estos servidores públicos detentan con honestidad y eficacia”. Frases de sentido contradictorio, 134

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DIFERENDO En las ediciones del Diccionario de la Real Academia Española correspondientes a 1970 y 1984, diferendo aparece como americanismo circunscrito a la Argentina, el Uruguay y Colombia, con esta definición: “Diferencia, desacuerdo, discrepancia entre personas, grupos sociales o instituciones”.

En la edición de 1992 la definición del DRAE se afina e incluye al Perú en el ámbito geográfico: “diferendo. m. Argent. Col., Perú y Urug. Diferencia, desacuerdo, discrepancia entre instituciones o estados”.

La definición se mantiene en la edición de 2001, pero el área de uso se amplía a toda la América Meridional, más Cuba y Guatemala. El Diccionario enciclopédico de derecho usual de Cabanellas, en su vigésima cuarta edición, dice: “Diferendo. Como sudamericanismo la Academia inserta este evidente latinismo por diferencia, desacuerdo o discrepancia entre personas, grupos sociales o instituciones. Por lo general se está en el germen de un conflicto o de un litigio”.

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Para Cabanellas diferendo es, pues, un “evidente latinismo”. En efecto, la palabra parece estar en la línea de latinismos tales como referendo o comparendo. Pero no hay trazas del uso de un hipotético *differendum en latín. En realidad, diferendo proviene del francés différend, documentado desde el siglo XIII, como sustantivo masculino, con el sentido de ‘desacuerdo resultante de diferencia de opiniones o de una oposición de intereses entre dos o más personas’. Esta acepción se ejemplifica en obras de escritores galos de la talla de Pascal, Corneille, Molière y La Fontaine. Al notable lexicógrafo francés del siglo XIX Émile Littré no le parecía bien que la Academia Francesa hubiera incluido (solo en la quinta edición del Diccionario oficial) esa variante, différend, del adjetivo sustantivado différent. Decía Littré que, si se admite una distinción meramente ortográfica (no hay diferencia fonética en francés) entre la forma sustantiva différend y la adjetiva différent, tendría que hacerse lo mismo en casos análogos y distinguir gráficamente *incidend de incident o *expediend de expedient. En cuanto al uso peruano, el diplomático Antonio Belaunde Moreyra opinaba así sobre los obstáculos que impedían la ejecución del Protocolo de Río de Janeiro, firmado por el Perú y el Ecuador en 1942: “Nuestra tendencia es a excluir la palabra diferendo, que los ecuatorianos prefieren”.

Decía también que se había visto obligado a usar el galicismo moderno contencioso (m.) en un artículo publicado en Bogotá, “ya que la única alternativa era el sustantivo diferendo, vetado en el Perú”. (En el diario Expreso, edición del 24/2/96). 137

Pero lo cierto es que varios historiadores peruanos han usado y usan las frases diferendo fronterizo o diferendo limítrofe para referirse a las discrepancias surgidas sobre la demarcación de la frontera peruano-ecuatoriana, que el Ecuador prefirió luego llamar “impasses subsistentes” (véase impase). Usa los sintagmas diferendo fronterizo y diferendo limítrofe, por ejemplo, Félix Denegri Luna en su obra Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera (págs. 271, 311, 312). Ganada felizmente la paz en 1998, los pueblos del Perú y del Ecuador marchan hoy unidos hacia el desarrollo, que es, según el Papa Pablo VI, “el nuevo nombre de la Paz”.

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DINTEL Dintel es la ‘parte superior de una puerta o ventana que descansa sobre dos jambas laterales’. Esta palabra tiene una historia realmente complicada. En su forma antigua, lintel, se tomó del francés también antiguo lintel (hoy linteau) que procede del latín popular liminalis, forma alterada de liminaris ‘perteneciente a la puerta de entrada’, derivado a su vez de limen, liminis ‘umbral, puerta de entrada’. La alteración se debió a influencia de limes, limitis ‘linde, límite’. Lintel está documentado en castellano desde el siglo XVI, pero desde principios del XVIII la forma más usada es la disimilada dintel. Por otra parte, umbral es la ‘parte inferior, contrapuesta al dintel, en el piso o suelo de la puerta o entrada de una casa’. Pero, increíblemente, umbral y dintel tienen el mismo étimo. Umbral viene también del latín liminaris que dio regularmente limbrar, forma que se alteró en lumbral, probablemente por influjo de lumen (en castellano antiguo lumbre ‘luz’). Lumbral se registra, a fines del siglo XV, en el Diccionario de Nebrija. La l inicial desapareció luego —como en tantos otros casos— por confusión con la de un supuesto artículo determinado. Umbral no tiene, pues, nada que ver con el latín umbra ‘sombra’, como a primera vista pudiera parecer, 139

tanto por la semejanza de ambas palabras cuanto por la sombra que el dintel puede proyectar sobre el umbral o suelo de la puerta. Los procesos etimológicos de dintel y umbral, divergentes y complicados, han tenido como consecuencia una prolongada confusión de antónimos, con predominio del uso indebido de dintel por umbral en todo el orbe hispánico y en todos los niveles de la lengua. Ya el notable filólogo bogotano Rufino José Cuervo escribía a fines del siglo XIX:

En el Perú peca, entre otros, Julio Ramón Ribeyro; en su cuento “La molicie” escribe: “... nos abrazamos alegremente sobre el dintel de la ventana...” (en La palabra del mudo, I, pág. 134).

Y reincide en “Una aventura nocturna” cuando, después de describir el duro trabajo del protagonista, concluye: “La dueña, siempre en el dintel, lo miraba trabajar con una expresión amorosa”. (Íd. íd., pág. 267).

“De algún tiempo a esta parte es increíble el número de hombres que se han convertido en moscas u otros gusarapillos semejantes, porque siempre oímos que hay quien pise los dinteles de las puertas o se siente en ellos...”.

Con toda su admirable erudición, Cuervo reconocía haber incurrido también en ese error, y solo se consolaba:

Como recomendaba el sabio Cuervo con enternecedor complejo de culpa, es mejor que pisemos umbrales, no dinteles. Pero la confusión data de siglos. Y hay noticias ciertas de que el dintel fue llamado umbral de arriba en el siglo XVII. (Ver Estudios dialectológicos. Supervivencia del arcaísmo español de Enrique Tovar, págs. 149).

“con ver reos de lo mismo a varios académicos que a sí mismos se condenan con no dar cabida en el Diccionario a semejante acepción. [...] La constante posición del dintel con respecto al umbral permite que en realidad sea lo mismo, para designar la puerta o entrada, acercarse al umbral que al dintel, y de ahí la confusión”. (Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, parágrafo 621).

Así como cayó Cuervo, tropezó Bécquer, quien escribe en “El rayo de luna”: “Un escudero apareció en el dintel con un manojo de llaves en la mano”. (Cit. M. Seco, Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, ed. 1965, s. v.).

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DURMIENTE En un artículo titulado “Anglicismos en el español de América” el académico Emilio Lorenzo afirma que el vocabulario del ferrocarril, “sobre todo en los países del llamado Cono Sur, ofrece reminiscencias británicas”. El acucioso lexicólogo y Miembro de Número de la Real Academia Española continúa así: “Leyendo a Neruda, cuya niñez y años mozos estaban vinculados al ferrocarril de Chile, uno se sorprende al encontrar la palabra durmiente para designar las traviesas de la vía, voz que traduce sin más el término británico sleeper, ya documentado en el siglo XVIII [sic]...”.

En efecto, cuando Neruda habla con recia ternura de su padre, a quien califica de “ferroviario de corazón”, explica: “Era conductor de un tren lastrero. Pocos saben lo que es un tren lastrero. En la región austral, de grandes vendavales, las aguas se llevarían los rieles si no se les echara piedrecillas entre los durmientes. Hay que sacar en capachos el lastre de las canteras y volcar la piedra menuda en los carros planos”. (Confieso que he vivido, pág. 15).

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Como dice Emilio Lorenzo, el término del inglés británico sleeper está documentado desde el siglo XVIII como designación de la traviesa, soporte transversal —generalmente de madera— de los rieles de un ferrocarril o de un tranvía. Los durmientes o traviesas pueden hacerse también con cemento o concreto pretensado (véase concreto) según información de la Empresa Nacional de Ferrocarriles del Perú. Pero, también según dicha empresa, los durmientes de madera tienen mejor rendimiento. Así como en el inglés británico la traviesa de vía férrea se llama sleeper, en el inglés norteamericano se llama tie (o railroad tie). La diferencia en la terminología se explica, según Mencken (en The American Language), por las distintas técnicas de construcción de vías férreas en ambos continentes: En Inglaterra los sleepers se ponían formando ángulo recto con los rieles, mientras que en los Estados Unidos se colocaban a lo largo de los rieles, es decir, en la forma paralela. Pero más tarde los sleepers paralelos a los rieles fueron reforzados con otros, perpendiculares a ellos que por eso recibieron el nombre de crossties, luego abreviado en ties. A pesar de la etimología generalmente aceptada del americanismo durmiente (calco semántico del inglés británico sleeper), debe advertirse que el castellano durmiente está documentado desde el siglo XVI —tres siglos antes de la era del tren— como término del vocabulario marítimo con el sentido de “madero colocado horizontalmente y sobre el cual se apoyan otros, horizontales o verticales” (actual segunda acepción en el DRAE 2001). Existe, por lo tanto, la posibilidad de que en América se haya producido una especificación de ese sentido, 143

referida a la vía férrea: no hay que olvidar que el español del nuevo continente se caracteriza por la profusión e importancia de los términos que Amado Alonso llamó, tan felizmente, marinerismos en tierra. (En Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos, pág. 66 y ss.). Debe señalarse el hecho de que en el DRAE 92 se daba el uso americano de durmiente ‘traviesa de la vía férrea’ como efecto de la influencia del inglés británico sleeper, pero esa hipótesis etimológica se ha eliminado en el DRAE 2001.

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*ECRAN En francés écran (palabra tomada del holandés scherm ‘biombo’) está documentada desde principios del siglo XIV. Designaba inicialmente el ‘biombo que protege del fuego de la chimenea’, pero desde la segunda mitad del siglo XIX se aplica a las superficies en que se reproduce una imagen; écran se llamó, por eso, la pantalla, de superficie blanca, sobre la cual se proyectan imágenes fotográficas o cinematográficas; más tarde se ha llamado también écran la pantalla de los receptores de televisión y de las computadoras. En francés igualmente l’ecran, en uso figurado, es hoy equivalente de ‘el arte cinematográfico’, y le petit écran designa, por antonomasia, ‘la televisión’. En el habla culta del Perú ecran se usa, desde hace medio siglo, como equivalente de pantalla cinematográfica y también de arte cinematográfico; no se aplica en cambio, a la pantalla del televisor o de la computadora. En francés écran es, estructuralmente, una palabra aguda. El acento que lleva la é inicial no tiene la misma función que la tilde en castellano: solo indica que la vocal é tiene un timbre (fonético) cerrado (frente al abierto que expresa la grafía è). Como, al parecer, el préstamo lingüístico del francés al español se hizo por vía escrita, se interpretó mal la función de dicho signo ortográfico y se pronunció como 145

grave la palabra. Caso semejante es el de élite (véase), escrita así en francés y pronunciada como aguda: elit (con e final muda); muchísimos hablantes de español pronuncian élite como esdrújula. Lo cierto es que ha llegado a imponerse la pronunciación grave o llana y antietimológica ecran (que no necesita la tilde) en el nivel de habla culta del Perú. Así se documenta en la prosa de algunos de nuestros escritores. Escribe, por ejemplo, Antonio Cisneros refiriéndose al pasado auge, en nuestro medio, de las películas soviéticas: “En los años 50, el ecran se pobló de los ladinos rojos”. (El

también con galicismo)”. (Artículo titulado “Apantallando”, en El Comercio, edición del 18/7/96).

Pero hoy —como se ha dicho— es casi general en nuestra habla supuestamente culta la pronunciación grave o llana de ecran (no se oye un plural *écranes). Ecran alterna con pantalla, en usos figurados antonomásticos, para designar lo que en los primeros tiempos del llamado sétimo arte se denominó también lienzo o telón. Ecran no es palabra aceptada por la Real Academia Española. No se registra, ni como peruanismo, en el Diccionario oficial. Y, al parecer, no se usa en otros países hispanoamericanos.

libro del buen salvaje, pág. 143).

En La tentación del fracaso, Julio Ramón Ribeyro relata un incidente doméstico y tragicómico: un ratón asusta a Alida, su mujer, y arruina así un “domingo que prometía ser de una memorable placidez”. Y prosigue: “Así, ese inofensivo, insignificante roedor a mí no podía tumbarme ni distraerme. Pero es a través de Alida que me vulnera. Lo que me sugiere una serie de reflexiones: lo inocuo, lo banal, se convierte en intolerable cuando ‘pasa’ por el ecran amplificador de un allegado nuestro”. (III, págs. 238-239; anotación del 10/9/78).

Ricardo Blume, en cambio, tiene plena conciencia del origen francés de ecran y la acentúa como aguda en castellano: “...la palabra pantalla ha pasado a significar ahora, también, esa otra del cine donde se proyecta imágenes (ecrán, decimos

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trisílaba y grave, élite. Pero la antietimológica pronunciación esdrújula estaba ya tan difundida en España y América que el Libro de estilo del importante diario madrileño “El País” se pronunció tajantemente a favor de la pronunciación antietimológica en su edición del año 2002:

ÉLITE Según el Diccionario de la Academia, élite o elite tiene el sentido de ‘minoría selecta o rectora’, flor y nata. Se tomó del francés élite, que tiene igual sentido. Pero, como el préstamo al español se hizo por vía escrita, se confundió el acento de la é inicial, que en francés solo marca el timbre cerrado de dicha vocal, con la tilde castellana, indicadora del acento de intensidad. Resultó de ello una palabra esdrújula, antietimológica, que el humorista venezolano Francisco Pimentel (con el seudónimo Job Pim) censuraba así:

“élite (plural, élites). Esta palabra procede del francés, idioma en que tiene acentuación tónica en la segunda sílaba. Al castellano ha llegado con acentuación esdrújula, por confusión con el acento ortográfico de la palabra francesa (élite). La Real Academia Española acogió el término con acento grave (elite), pero el uso de los hablantes, aunque erróneo, ha confirmado la acentuación esdrújula, que es la que adoptó EL PAÍS. La Academia acepta ahora las dos formas”.

Hasta su vigésima primera edición, de 1992, el Diccionario académico solo registraba la forma castellanizada,

Debe reconocerse que este importante diario madrileño optó por el uso —al fin y al cabo, el amo del lenguaje— antes que la Real Academia. Así lo declara en anteriores ediciones de su Libro de estilo (i. e. las de 1990 y 1998). La Academia solo registraba, en la edición de 1992 del Diccionario oficial, la forma trisílaba y grave elite. En la de 2001, registra la grave y la esdrújula, dándole a esta última el primer lugar como variante. En cuanto a derivados, la edición de 1992 incluía elitismo y elitista. La de 2001 añade el ecuatorianismo elitario. Menos difundidos son los americanismos elitizar, elitización y elitizador. En la disyuntiva del hablante culto, entre la forma esdrújula todavía sentida como incorrecta (élite) y la forma grave, y académica, pero poco convincente (elite), cabe una tercera y lícita opción: mantener en lengua oral la forma francesa élite pronunciada como bisílaba aguda: elít. Y subrayarla en lengua escrita. Lo cual, es cierto, obliga a un plural las élites, pronunciado las elít. Plural anómalo, y tal vez algo elitista, en español.

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“...ahí está Élite, esa revista nuestra, cuyo nombre, sin género de duda, es en francés una palabra aguda; y aquí pierden la brújula cada vez que la van a pronunciar, pues la vuelven esdrújula hasta los que la tienen que anunciar, por no saber, aunque decirlo es triste, que en francés, el esdrújulo no existe”. (Obras, págs. 841-842).

ENTENADO

Viejos refranes castellanos documentan los ancestrales prejuicios sobre antenados, entenados o alnados, y también dan fe de la censura sobre el injusto trato que a veces reciben de padrastros, madrastras o hermanastros. Son ejemplos: Dios te guarde de antenado; es malo de criar, y peor criado. Dios te guarde de alnado, y a tus hijos no dé padrastro. La hija de la madrastra, sedas arrastra; la entenada va descalza. Los hispanoamericanos somos más tímidos que los peninsulares para usar las formas fuertes y directas de la lengua. Esa discreta mesura puede haber sido una razón para la supervivencia en América de un término sin connotaciones etimológicas negativas: antenado es, literalmente, solo el nacido antes. Pero en su forma posterior entenado ha sufrido igualmente un proceso semántico que lo ha impregnado de un matiz peyorativo. En Memoria del abismo, de César Hildebrandt, encontramos ejemplos del uso actual peruano de entenado, en el que existe, sin duda, un matiz negativo:

Entenado resulta de la alteración de antenado por asimilación regresiva; o sea, por influencia de la e de la segunda sílaba, que hace cambiar la primera a en otra e. Antenado, a su vez, viene de la frase latina ante natus ‘nacido antes’; es decir, antes de un segundo matrimonio; se aplicaba al hijo tenido por uno de los cónyuges en un primer matrimonio, respecto del otro cónyuge. Pero la palabra latina específica para hijastro era privignus. Antenado es hoy término histórico; de él, por sucesivas alteraciones fonéticas, se derivó —entre otras— la forma sincopada alnado ‘hijastro’, todavía vigente en la lengua general. Entenado, en cambio, ha caído en desuso en la mayor parte de España (se conserva, al parecer, en Salamanca). Sobrevive en el castellano de América debido, al menos en parte, a la connotación peyorativa que tiene el término, hoy de la lengua general, hijastro. En efecto, hijastro lleva el mismo sufijo despectivo que padrastro, madrastra, hermanastro, medicastro, poetastro, politicastro. Las relaciones con la familia del cónyuge han sido siempre terreno minado. Y ha sido generalmente negativo el concepto sobre lo que en un matrimonio significa el “hijo ajeno”, así como el trato que se le da, o que se le debería dar, en el nuevo hogar.

Manuel Zanutelli titula “Historia de entenados” un artículo sobre la aversión —correspondida— de Manuel González Prada y sus tres hermanos hacia su padrastro. (En Mira!, suplemento de El Sol, edición del 22/8/99/, págs. 32-34).

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“Anselmo y Cléver fueron, desde entonces, hijastros, juguetes o entenados, según el momento del día, la estación del año y el humor de doña Leonor”. (Pág. 86). “En los tiempos de la guadaña purificadora de la Segunda Conferencia, Rolando se había convertido en brazo armado y entenado intelectual de Gonzalo”. (Pág. 103).

Hoy entenado se aplica también al hijo del (o de la) conviviente. El término tiene todavía vida en el habla de las generaciones mayores. En cuanto a modismos, tratar como a entenado equivale a tratar muy mal. Un pintoresco exjefe de la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales) se quejaba así en setiembre de 1998:

EPÓNIMO

“...yo no soy el destructor del referendum. Me están buscando mi punto, pero no pueden acusarme de nada. Así es el Perú, me están tratando como a un entenado”. (Revista de Expreso, edición del 20/9/98, pág. 9).

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Muchas personas creen que epónimo es equivalente de grande, glorioso, notable, conspicuo, célebre, preclaro, egregio, ínclito, ilustre, esclarecido, afamado. Generalmente emplean ese adjetivo asociado al sustantivo héroe: héroe epónimo. Pero no todos los héroes son epónimos, y se puede ser epónimo sin ser héroe. Epónimo es una palabra de origen griego que solo significa ‘que da su nombre’ a algo. En la Atenas clásica, el arconte epónimo era el magistrado que daba su nombre al año correspondiente a su gobierno, en un régimen —el arcontado— en que nueve jefes se turnaban en el ejercicio anual del poder supremo. Según la edición de 1992 del Diccionario de la Real Academia Española, el adjetivo epónimo se aplica “al héroe o a la persona que da nombre a un pueblo, a una tribu, a una ciudad o a un período o época”. Es epónimo Washington, quien dio su nombre (de familia, es decir, su apellido) a la capital de su país, o Sucre, cuyo nombre (igualmente de familia) lleva la capital política de Bolivia. Con modificación del final del nombre son epónimos Américo Vespucci, de donde viene el nombre de nuestro continente, Cristóbal Colón, de donde deriva Colombia y Simón Bolívar, cuyo apellido dio origen al nombre de Bolivia. Asimismo, la 153

ciudad egipcia de Alejandría perenniza el nombre de Alejandro Magno. Son también epónimos en América Magallanes, quien dio su nombre al estrecho austral que descubrió; Alejandro de Humboldt, cuyo apellido lleva la corriente fría del Pacífico y Miguel Grau, que da nombre al Mar de Grau. Ejemplo de nombre propio que ha dado nombre a una época es Victoria. El adjetivo victoriano o victoriana se refiere —con determinadas connotaciones sociológicas— a la era del largo gobierno de Victoria, reina de Inglaterra. Isabelino o isabelina, en cambio, puede referirse a cualquiera de las reinas de España o Inglaterra que han llevado el nombre de Isabel; entre ellas, predomina Isabel I de Inglaterra. Pero en la edición de 2001 del DRAE se amplía la extensión semántica del adjetivo epónimo, que ahora puede referirse también al nombre de una persona o de un lugar que designa “una enfermedad o una unidad, etc.”. Es epónimo, entonces, Gerhard Hansen, descubridor del bacilo de la lepra, llamada también mal de Hansen, hanseniasis, hanseniosis o hansenosis. Y, entre otros muchos, el patólogo británico William Leishman, descubridor de los protozoarios parásitos que producen la uta, llamada en su honor leishmaniasis. En cuanto a nombres de unidades, podrían considerarse como epónimos los apellidos Watt (que dio nombre al vatio), Volta (que dio nombre al voltio) y muchos otros correspondientes a notables hombres de ciencia de los últimos tres siglos. Podría extenderse, además, la calificación de epónimo a ciertos nombres propios de personas que han llegado a hacerse nombres comunes que expresan cualidades características de los personajes, históricos o literarios, que designan. Tales son lazarillo, anfitrión, mentor,

mecenas, quijote, tenorio, celestina, pánfilo y algunos otros. En el castellano del Perú, es ejemplo el de barchilón ‘enfermero’, que perenniza el segundo apellido de Pedro Fernández Barchilón. (Véase M. Hildebrandt, Peruanismos, s. v.). Por último, son en cierto modo epónimos los personajes cuyos nombres acaban por designar algún objeto. Ejemplos: quevedos ‘cierto tipo de anteojos’, porque con ellos está retratado Francisco de Quevedo, y zeppelin ‘globo dirigible alargado’ por el apellido de su inventor o difusor, el conde alemán Ferdinand von Zeppelin.

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*ERIÁCEO Se oye a veces, aun entre personas supuestamente cultas, hablar de tierras eriáceas o de terrenos eriáceos, refiriéndose a campos o a áreas sin cultivar. Pero el término correcto es eriazo, eriaza. Eriazo equivale a erial. Ambas palabras (que se usan como adjetivo o sustantivo masculino) se derivan de cría ‘terreno de gran extensión, en buena parte labrantío, cercado y dividido entre varios dueños’, palabra que, a su vez, viene de era ‘espacio de tierra limpia y firme donde se trillan las mieses’. Y era se deriva del latín tardío área ‘superficie’, que también significaba ‘era’ y es igualmente el étimo del cultismo castellano área. ¿Cómo se explica la alteración de eriazo que produce la forma incorrecta eriáceo? Paradójicamente, por ultracorrección. La ultracorrección, como el prefijo lo indica, consiste en ir más allá de la corrección; es decir, en corregir lo que ya es correcto, obteniendo así un resultado incorrecto. Su causa es la inseguridad lingüística o cultural. Su apoyo, la tendencia analógica. En efecto, un adjetivo como eriazo puede dar la sensación de anomalía porque son excepcionales los adjetivos acabados en -azo. En cambio, hay muchos adjetivos acabados en -áceo que tienen el prestigio del cultismo: 156

herbáceo, sebáceo, gallináceo, rosáceo, violáceo, grisáceo, opiáceo, coriáceo, etc. Y así como del correcto espurio se saca el ultracorrecto (incorrecto) espúreo (véase), del correcto eriazo se obtiene el ultracorrecto (incorrecto) eriáceo. Un ejemplo extremo de alteración de eriazo se documenta en La ciudad y los perros de Vargas Llosa. En los ejercicios y maniobras que terminarán con la muerte del estudiante apodado el Esclavo, los cadetes del Colegio Militar llegan hasta la avenida que une Lima y El Callao: “A la cabeza del batallón, [el Teniente] Gamboa indicó, levantando la mano, que en vez de tomar la dirección del puerto se cortara por el campo raso, flanqueando un sembrío de algodón todavía tierno. Cuando todo el batallón estuvo sobre la tierra eriácia, Gamboa llamó a los suboficiales”. (Pág. 159).

La variante aquí documentada eriácia expone un caso límite de alteración de la forma correcta eriaza. Ello, porque implica el uso, en la prosa del propio autor —no en el idiolecto de algún personaje— de un caso de pronunciación pseudoculta (-cia) de la terminación (-cea) de la variante ultracorrecta aquí tratada: eriácea. Y porque, ya dado ese hecho, la forma resultante eriacia (grave, acabada en vocal) no necesita tilde o acento ortográfico.

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En el Perú, el mal uso de escuchar en vez de oír se ha extendido hasta el nivel del habla culta —o de lo que debiera serlo— y llega a la prosa de nuestros mejores escritores. Es un ejemplo la prosa —generalmente muy cuidada— de Alfredo Bryce. En Un mundo para Julius, cierto personaje: “...pedía que subieran un poco la música, que no se escuchaba

ESCUCHAR

bien afuera...” (pág. 67).

Escuchar viene de la forma castellana vieja ascuchar, que a su vez sale del latín tardío ascultare, y este del latín clásico auscultare, que tenía el mismo significado que escuchar. De auscultare sale también, directamente, el cultismo auscultar “aplicar el oído a la pared torácica o abdominal, con instrumentos adecuados o sin ellos...” (DRAE 2001). Escuchar significa “prestar atención a lo que se oye”, “aplicar el oído para oír algo” (DRAE 2001). Escuchar implica, al mismo tiempo, intención y atención deliberada. No se escucha involuntariamente, ni por azar o casualidad. Oír, del latín audire, es ‘percibir los sonidos por medio del oído’, ya sea voluntariamente o por casualidad. La clara diferencia semántica entre escuchar y oír está plasmada en refranes tales como Quien escucha, su mal oye. Es incorrecto, por lo tanto, decir “anoche se escucharon tiros”; lo correcto es “anoche se oyeron tiros”. También es incorrecta una frase como “sube el volumen que no se escucha bien”; lo correcto es “sube el volumen, que no se oye bien”. Sin embargo, en los últimos tiempos, el verbo escuchar está invadiendo el campo semántico de oír. Eso se comprueba tanto en España —donde esa confusión es muy criticada— como en la América hispana.

Nadie discute que el lenguaje es, ante todo, comunicación. Aceptada esta premisa, ¿es lícito que, en aras de una eficiente comunicación con una potencial clientela, los creativos de las agencias publicitarias contribuyan a la difusión de usos lingüísticos incorrectos? ¿O será, aún

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Y en otro pasaje de la misma obra, se dice que: “Juan Lucas no logró escuchar [lo que decía Bobby] porque Bobby seguía rompiendo cosas y estrellándose contra las paredes y, a menudo, el ruido de una silla arrojada contra una puerta o vidrio hacía desaparecer sus palabras”. (Pág. 274).

Un uso límite —o un mal uso límite— se constata en un aviso periodístico publicado a página entera en un prestigioso diario limeño, para promover una “Nueva línea de Audio”. Dice el texto publicitario: “Ahora vas a poder escucharlo todo [...]. Una flauta dulce. Un silbido. Un saxofón. Un soplo de viento. Una ola golpeando la playa. Un redoble de batería. Un punteo de Jimmy Hendrix. Ahora vas a escuchar absolutamente todo. Cada detalle perfectamente [...]. Ven, escucha la nueva línea Aiwa y danos tu opinión. Somos todo oídos”.

peor, que dichos creativos no han tomado realmente ninguna opción, sino que se han limitado a expresarse en la única forma en que saben y pueden hacerlo? Desmoralizadora disyuntiva. Y, al parecer, causa ya casi ganada la del mal uso de escuchar por oír.

ESPECIES A uno y otro lado del Atlántico se suele censurar el craso error que implica llamar especies a las especias. Porque, a pesar de tener el mismo origen (latín species), dichas palabras han llegado a designar cosas distintas: Especie es un conjunto homogéneo de seres o cosas; por ejemplo, la especie humana. En botánica y zoología especie es cada uno de los grupos en que se dividen los géneros. Especia, que fue en su origen una mera variante fonética de especie, tomó luego un sentido restringido que la hizo designación concreta de ciertas sustancias vegetales aromáticas, tan apreciadas en la Europa del siglo XV que en su búsqueda zarpó Colón. Son típicas especias la pimienta, el comino, la mostaza, el pimentón, el azafrán, el jengibre (que en el Perú llamamos kion, palabra de origen chino), la nuez moscada, la canela, el anís, el clavo de olor y el palillo o cúrcuma. También son especias la vainilla y el achiote (nombre azteca de la planta conocida también con otros nombres indígenas: onoto, bija); estas dos últimas son originarias de América y no estaban, obviamente, entre las que Colón salió a buscar. Entre los derivados de especia, se usan hoy poco especería o especiería ‘tienda de especias’ y especiero, especiera ‘vendedor o vendedora’ de ellas. Se oye algo más el plural especerías o especierías para designar el conjunto de especias 160

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que se usan en la cocina, o en un plato determinado. Especiero designa también el armario o depósito en que se guardan los frascos que contienen las especias secas. Por otra parte, se prefiere llamar condimentos las plantas que se usan, en su forma fresca, para sazonar las comidas: perejil, orégano, culantro (véase), laurel, albahaca, menta o hierbabuena, huacatay o huatacay. También llamamos condimentos aquellos vegetales que, aunque usados para sazonar, son nutrientes en sí mismos: cebolla, ajo, apio, pimiento morrón, tomate, ají. Ají es el nombre indígena, del taíno (o arahuaco de las Antillas), que los conquistadores impusieron en el español del Perú haciendo olvidar su equivalente quechua: uchu. Tomate es palabra azteca. Vargas Llosa cae en la difundida confusión de especies con especias en La casa verde: “Los cabritos, cuyes, chanchos y corderos que Angélica Mercedes guisaba con misteriosas yerbas y especies llegaron a ser uno de los incentivos de la Casa Verde...” (pág. 102).

Ribeyro hace lo mismo en una referencia a Vargas Llosa hecha en carta a su hermano, desde París, en junio de 1964: “Acabo de ver a Mario Vargas Llosa, que llegó ayer de Lima. Me entregó los encargos: ejemplares de Tres historias sublevantes, cenicero con mi nombre y chullo conteniendo ají y especies”. (Cartas a Juan Antonio, II, pág. 73).

Pero en diciembre del año siguiente usa la variante correcta, especias, en otra carta al mismo Juan Antonio: “Creo que puedes seguir mandando por barco revistas y recortes,

*ESPÚREO La forma incorrecta espúreo aparece con frecuencia en la lengua escrita de España y América. Está documentada desde el siglo XVI y se sigue repitiendo, ya sea por error de los autores o por errata de los impresores. La forma correcta del vocablo es espurio, tomada del latín spurius en el siglo XIII. Significa ‘bastardo, ilegítimo’ y, en sentido figurado, ‘falsificado, adulterado, apócrifo’. La variante espúreo se explica por ultracorreción, proceso lingüístico mediante el cual el hablante o escribiente cree corregir una supuesta incorrección y, en vez de ello, produce otra, esta sí verdadera. En efecto, quienes saben que es incorrecto pronunciar *aerio, *erronio, *simultanio, porque estas palabras se escriben con el grupo vocálico final -eo, pueden incluir equivocadamente a espurio en esta serie y restablecer una supuesta forma correcta *espúreo sustituyendo -io por -eo. Formas ultracorrectas similares son *geráneo por geranio y *batráceo por batracio. La forma incorrecta y antietimológica *espúreo está tan difundida, que hay ya quienes se rinden ante la fuerza del mal uso. El filólogo colombiano Baldomero Sanín Cano, por ejemplo, llega a decir:

incluso especias de cocina, metidas en revistas”, (Íd. íd. pág. 139).

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“Importaría que no muriera espúreo para hacer resaltar ciertos matices. Consérvese el viejo término para designar las desviaciones del tronco moral: ideas espurias, deducción espuria; y el nuevo, y flamante vocablo para determinada bastardía material, como cita espúrea, hijo espúreo, chocolates espúreos”. (Divagaciones filológicas, pág. 151).

En cambio, afirma Marco Aurelio Denegri, polígrafo peruano: “Y no porque Enrique Chirinos, uno de nuestros mejores prosistas, haya dicho más de una vez espúreo dejaré de decir espurio”. (En El Peruano, edición del 19/12/95).

Por supuesto, la Real Academia Española solo admite espurio, la forma etimológica, en el Diccionario oficial. Y el lenguaje correcto de España y América rechaza abiertamente espúreo por ser una expresión típica de la media ciencia.

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ESTATIZAR, PRIVATIZAR Estatizar no aparecía aún en la edición de 1992 del Diccionario de la Real Academia Española, que solo consignaba su sinónimo estatificar, verbo poco aceptado en el español de América. Estatizar es un término ya impuesto en el habla culta del Perú y de otros países hispanoamericanos. En algunos se usa estatalizar, derivado del adjetivo estatal (como nacionalizar se deriva de nacional). Estatalizar tampoco se registraba en el DRAE 92. Pero los neologismos difundidos en el habla culta de varios países de la América hispana son generalmente aceptados, al cabo de algún tiempo, por la Real Academia Española. Y, en cuanto a estatizar, ya era un buen indicio el hecho de que su antónimo privatizar, igualmente censurado, hubiera sido incluido en la edición de 1992 del Diccionario oficial. Privatizar es un anglicismo muy moderno. La prestigiosa revista The Economist se adjudica la creación y difusión en el inglés británico y luego en el norteamericano (con z y no s) del verbo to privatise y del sustantivo privatisation, reconociendo que este último término “is not a pretty word, but it has spread across the world”. (Número del 15 de enero de 1994, pág. 20). 165

Por otra parte, el sufijo -izar tiene hoy gran vigencia en la formación de nuevos verbos en español. Pero, por influencia de algunos de estos verbos, que tienen una t en el radical (tales como alfabetizar, garantizar, poetizar), se ha creado ya un verdadero terminal -tizar. Este terminal está, al parecer, presente en privatizar, verbo que la Academia derivaba antes, un poco forzadamente, de privado: por análogo proceso, estatizar podría haberse derivado directamente de Estado. Son también expresiones —aún más modernas— del flujo y reflujo de las actuales tendencias económicas, las formaciones prefijales desestatizar y reprivatizar, con sus respectivos postverbales desestatización y reprivatización. Estas formas no tienen todavía aceptación académica. Sí aparecen ya en el DRAE 2001, como términos de la lengua general, estatalizar, estatalización y estatalismo. Y, como americanismo restringido a la Argentina, Chile, Cuba y Honduras, la combatida forma estatizar. Pero en el Perú y en otros países de América seguiremos prefiriendo, sin duda, los derivados estatizar y estatización, términos ya profundamente arraigados entre nosotros y usados por nuestros mejores escritores.

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ESTERILLA La palabra estera, de origen latino, se usa en castellano desde fines del siglo XV. Designa —o, más bien, designaba— un ‘tejido grueso de esparto, junco o palma, usado principalmente para cubrir el suelo de las habitaciones’. Esterar era ‘cubrir el piso con esteras’; esterero el que las fabricaba o colocaba; esterería, el lugar donde ellas se tejían o vendían. En su Diccionario de peruanismos, Juan de Arona nos informa de que a fines del siglo XIX se importaban esteras en rollos para cubrir los pisos de las residencias limeñas. Pero ya entonces Arona constataba una sustitución de términos: la palabra española estera había dejado su lugar al aztequismo petate, y el verbo esterar había cedido ante empetatar, derivado (parasintético) de petate. Las residencias limeñas se empetataban entonces con rollos de fino petate importado, en tanto que la palabra estera designaba una alfombrilla rústica, generalmente de totora, “que la gente pobre empleaba para tender delante de su cama, y a veces por toda cama”. En los arenales de la costa peruana, la estera de totora es hoy emblema de la invasión de un terreno ajeno y cumple la función primordial de proveer improvisados y precarios techos y paredes. 167

Durante el siglo XIX un diminutivo de estera, esterilla, adquirió contenido semántico diferenciado mediante renominalización, proceso que da como resultado la formación de un nuevo sustantivo por la adición del sufijo, en principio de diminutivo, -illo, -illa: el hablante no asocia ya entre sí (véase cerquillo) parejas léxicas tales como cabeza y cabecilla, espina y espinilla, campana y campanilla, horca y horquilla, etc. Esterilla designa en el Perú y en otros países de la América del Sur —Argentina, Uruguay, Paraguay, Ecuador y Venezuela— un ‘tejido o entramado fino, hecho con tiritas chatas de tallos duros, flexibles y resistentes de plantas como el bejuco’; la esterilla sirve para hacer respaldos y asientos de sillas y sillones. Esterillar es fabricar este tejido y también colocarlo; esterillero se llama el artesano que hace ese trabajo, hoy en vías de extinción. La típica silla de esterilla es una silla con asiento y respaldo de este tejido; en el Perú, Bolivia, Argentina y Uruguay se le llama también silla de Viena. Haciendo nostálgicos recuerdos de su infancia en la limeña casa familiar, don José de la Riva Agüero menciona algunos libros y autores que eran entonces sus favoritos: el Quijote, el Telémaco de Fénelon; Chateaubriand, Prescott, Olavide. Y relata:

ejemplo anómalo de renominalización de un diminutivo, en este caso formado con el sufijo -eta. Pero en España la esterilla se conoce solo con el nombre de rejilla. Se trata aquí de la típica renominalización de un diminutivo, el cual adquiere un sentido diferente del que tiene el primitivo reja. El Diccionario de la Academia no incluye al Perú en el área sudamericana de esterilla.

“Me apoderaba con ansia de uno de estos volúmenes, y me ponía a devorarlo y repasarlo, sentado en una silletita de esterilla, semejante a las sevillanas...” (Citado en Quince plazuelas, una alameda y un callejón, de Pedro Benvenutto, pág. 391).

Hay que aclarar aquí que silleta por silla, sin matiz diminutivo (nótese el diminutivo silletita), es también un peruanismo y americanismo, censurado a fines del siglo XIX por Arona. Silleta, como equivalente de silla, es un 168

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EVENTO Hasta su edición de 1970, el Diccionario de la Real Academia Española definía el sustantivo evento solo como “acontecimiento o suceso imprevisto o de realización incierta y contingente”. Ese matiz de inseguridad, casualidad o sorpresa predomina todavía en sus derivados eventual (ejemplo: trabajador eventual), eventualidad y eventualmente. También en eventualismo, nombre de un sistema filosófico que lo explica todo por la casualidad. En el español actual americano y peninsular, sin embargo, han pasado a un segundo plano los matices de ‘imprevisión’, ‘incertidumbre’ y ‘contingencia’ presentes en el campo semántico de evento. Los nuevos usos —que tienen antecedentes en los del étimo latino eventus— hacen del término un sinónimo de hecho, suceso o acontecimiento, ya sea este fortuito o previsto y aun cuidadosamente preparado. En realidad, evento se aplica sobre todo a acontecimientos considerados importantes, que pueden ser reuniones de diverso tipo, celebraciones, funciones, ceremonias, espectáculos, certámenes o competiciones (en América competencias). Es frecuente que evento esté acompañado de adjetivos ponderativos tales como gran(de), importante, etc. 170

Este uso moderno del español evento (documentado desde el siglo XVI en su acepción tradicional de ‘acontecimiento fortuito’) se debe sin duda a calco semántico del inglés event. Por eso ha sido duramente combatido por el purismo a ambos lados del Atlántico, llegando a ser tildado de “anglicismo de la peor especie”. Pero, desde la edición del Diccionario de la Academia de 1984, evento tiene ya, como primera y general acepción, la de “acaecimiento” (palabra que a su vez se define como “cosa que sucede”). Y, como segunda acepción, la de “eventualidad, hecho imprevisto o que puede acontecer”. Lo cierto es que el uso —y más propiamente el uso culto, que a veces tiene raigambre popular— es, al fin y al cabo, el amo del lenguaje. Así lo reconoce la Academia, sobre todo en los casos en que las nuevas palabras —o las nuevas acepciones de palabras tradicionales— llegan al nivel del habla culta en el español de ambos continentes. Ese es el caso de los usos, no tan nuevos y ya reconocidos, de evento. En la edición del año 2001 el DRAE recoge como tercera acepción —registrada en el Perú, Cuba, El Salvador, Méjico, Uruguay y Venezuela— la más moderna de “suceso importante y programado, de índole social, académica, artística o deportiva”.

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EXILAR, EXILIAR Alfredo Bryce empieza a escribir sus Antimemorias en Barcelona, en 1986. Y explica: “Casi la mitad de mi vida había transcurrido en Europa, por entonces, y esto, por supuesto, produce adicción. De ahí que lo que empezó siendo casi un exilio forzado por la oposición de mi padre a que fuera escritor se hubiese ido transformando en agradable condición de exiliado, con ‘esta i, de rigurosa estirpe académica [que] añade al exilio una condición de aristocracia o de rigor’, según ese excelente escritor y amigo cubano que es Severo Sarduy. En fin, algo tan distinto al exilado, al emigrado, al refugiado, al apátrida...” (Permiso para vivir, pág. 13).

Exilio era un latinismo (de exilium, íd.) de ámbito exclusivamente erudito hasta que su uso se hizo común modernamente. Exilar se tomó directamente del francés exiler, de igual sentido, a principios del siglo XX o a fines del XIX. El participio adjetivado exilado (del francés exilé) era ya de uso frecuente en España cuando terminó la guerra civil, que tuvo como consecuencia la expatriación de la llamada España peregrina y su asentamiento principal en tierras de América. Los exilados de la península trajeron consigo el término, que se difundió en Hispanoamérica. El galicismo exilado había sido muy combatido como tal, supuestamente por contravenir las reglas de la morfología castellana: si de auxilio sale auxiliar, y no *auxilar, de exilio tenía que derivarse exiliar, y no exilar. Pero “la coexistencia de palabras de la misma raíz con y sin i en la terminación no repugna al oído español; compárense, por ejemplo, suicidar, suicidio; delirar, 172

delirio, o dominar, dominio”, según afirma la lexicóloga hispana María Moliner en su importante Diccionario de uso del español. La Real Academia Española tardó en dirimir la cuestión, y solo incluyó exiliar y exiliado en la edición de 1970 del Diccionario oficial. Para entonces, exilar y exilado habían echado raíces, sobre todo en el español de América. Como se desprende del texto de Bryce y de su cita del cubano Sarduy, las formas académicas exiliar y exiliado no resultan hoy naturales ni espontáneas en nuestra lengua americana. En cuanto al aspecto semántico, exiliar no es sinónimo estricto de desterrar, proscribir o expulsar. Y tiene un importante rasgo semántico que comparte con expatriar: el exilio y la expatriación pueden ser voluntarios; hay, de hecho, un autoexilio, y quienes se exilian por propia decisión podrían, a voluntad, desexiliarse. Alfredo Bryce, en la obra antes citada, habla de su “exilio voluntario” en Europa con muchos “retornos imaginarios a la ciudad natal” y a las casas en las que transcurrió su infancia limeña: “Pasar siempre por ahí, volver al brutal enfrentamiento con los sueños, con esos monstruillos de la razón nostálgica, la menos crítica de todas. Volver como en el tango y como vuelve cualquiera. Duros placeres del exilio voluntario. Desexiliarse unas semanas”. (Págs. 187-188).

Mario Benedetti responde a un periodista que le pregunta “¿por qué se le ocurrió publicar una novela sobre el exilio y el desexilio tantos años después?” diciéndole que su novela Andamios no es autobiográfica, y expresándole, sobre su relación con el protagonista:

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“Los dos somos desexiliados, eso es lo que tenemos en común, nada más”. (En El Sol, edición del 17/11/96).

Las formas prefijadas desexilio, desexiliarse y desexiliado son creaciones muy modernas y, al parecer, exclusivamente literarias e hispanoamericanas. La edición de 2001 del DRAE ya incluye exilar y exilado, remitidos, respectivamente, a exiliar y exiliado.

EXTRADITAR Extraditar significa ‘conceder un gobierno la extradición (la entrega) de una persona reclamada legalmente por un Estado extranjero’, casi siempre sobre la base de un tratado bilateral previo. Extraditar es un anglicismo: el inglés to extradite está documentado en Inglaterra desde el siglo XIX y es, a su vez, un derivado regresivo de extradition, latinismo moderno acuñado antes en francés, en el siglo XVIII. Extraditar contaba ya con la aprobación de la Academia Española en 1983, pero no alcanzó a ser incluido en la edición del Diccionario publicada un año más tarde. A partir de la edición de 1992, figura extraditar como tomado del inglés to extradite con la acepción de ‘conceder un gobierno la extradición de un reclamado por la justicia de otro país’; se consigna, además, el participio adjetivado extraditado, -a. No ha sido aceptado, en cambio, el equivalente verbo extradir (tomado del francés extrader, o derivado regresivo de extradición) que ha tenido cierto uso en el lenguaje jurídico hispanoamericano y también en la prensa peninsular. Algunos lexicólogos piensan que extradir es “igualmente válido y mejor formado” que extraditar, pero en el uso peruano y americano actual lo general es extraditar. 174

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El derivado extraditable, en uso sustantivo y como autodesignación de algunos grupos de narcotraficantes colombianos pasibles de extradición, ha sido desafiantemente difundido por ellos en los últimos años, junto con este impresionante eslogan: Antes una tumba en Colombia que una celda en los Estados Unidos. (Como adjetivo, extraditable está documentado en inglés desde el siglo XIX). Por último, hay que censurar la incorrecta pronunciación extradicción, que se comprueba aun en el nivel del habla seudoculta y puede explicarse por ultracorrección. Es incorrecto, asimismo, el derivado extradicto (por extraditado), muy poco usado en el Perú.

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GRAMA Grama viene del latín gramina, plural de gramen ‘hierba’, ‘césped’. La palabra se documenta en castellano desde principios del siglo XV. También son antiguos en la lengua estos derivados de grama: gramal ‘terreno cubierto de grama’ del cual (con el sufijo de aumentativo -ote) se deriva el peruanismo y americanismo gramalote, nombre de una hierba forrajera llamada en otras partes hierba de Guinea; gramoso ‘abundante en grama’; y, con el prefijo des-, el verbo desgramar ‘quitar o arrancar la grama’. Los usos de grama por hierba, césped se documentan en los clásicos; Góngora se refiere a un césped de grama (“sobre el de grama césped no desnudo”; véase el Vocabulario de Alemany, s. v.). Pero en la Península el uso actual prefiere césped, y grama designa específicamente algunas plantas de la familia de las gramíneas, entre ellas dos o tres que tienen propiedades medicinales: una es la llamada grama del norte. Los usos medicinales de la grama se documentan en un inventario de la Botica del Colegio de San Pablo en Lima, que data de 1770. Después de consignar “seis libras de grama a medio real”, dicho inventario se refiere a “un poco de grama dulce” como ingrediente de cierto 177

cocimiento y a otro “cocimiento de grama con raíces de altea”, el cual recomienda como diurético. (En La medicina popular peruana de Valdizán y Maldonado, tomo III, págs. 23, 322 y 440). La conservación americana del uso de grama ‘césped’ se documenta también en unos versos de Juan de Arona referidos a la sierra peruana:

GRIFO

“En la región donde pura y eterna la nieve dura

En Colombia, coincidentemente, la cancha de fútbol se llama gramilla. Y gramilla es, en la Argentina, más o menos equivalente de grama, aunque en algunas provincias se aplica al pasto invasor. Por otra parte, en el Perú se llama grama china cierta especie de pasto invasor o hierba mala. En su edición de 2001, el DRAE registra ya el uso hispanoamericano de grama por césped.

En la mitología griega grifo era el nombre (que en principio significa ‘encorvado, retorcido’) de un animal fabuloso, con la mitad superior del cuerpo de águila y la inferior de león, a más de una cola de reptil. Al grifo se le atribuía la función de custodiar el oro de las minas. La imagen erizada de esta fiera híbrida tuvo en la Edad Media múltiples aplicaciones ornamentales, sobre todo en el diseño de paños y vestidos. Como era usual entonces hacer salir el agua de las fuentes o pilas por la boca de un monstruo o figura animal (de piedra, mármol o metal) el nombre de grifo se aplicó, por extensión de sentido, a dicha boca y más tarde a la llave de cañería doméstica que controla el paso del agua en las instalaciones de casas y edificios. Grifo por llave de cañería se documenta desde el siglo XIX en español, lo mismo que el aumentativo y sinónimo grifón. Derivado más reciente es grifería, que solo se registra a partir de la edición de 1992 del Diccionario de la Academia con esta primera acepción: “conjunto de grifos y llaves que sirven para regular el paso del agua”, y una segunda referida a la tienda en que se venden. En el Perú se usa grifería en su primera acepción, pero no grifo como llave de cañería, que llamamos simplemente caño: agua del caño es entre nosotros el agua,

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do el icho [césped ó grama] nutre á la apacible llama, señorita de la altura”. (Diccionario de peruanismos, s. v. icho; corchetes del autor).

Arona equipara el icho, o ichu, gramínea de alturas desoladas, a la grama o césped. Y es sin duda infeliz la sucesión de una forma arcaica castellana y un quechuismo: “do el icho...”. De grama ha salido en el Perú gramado, derivado que, en uso sustantivo, designa la cancha de fútbol. Antonio Cisneros usa el término en sentido figurado, refiriéndose a su condición de hincha innato del equipo de fútbol Sporting Cristal: “Yo vine al mundo, es decir al gramado, con la celeste puesta. Una década después nació el Cristal”. (El libro del buen salvaje, pág. 109).

normalmente potable, que sale por un grifo o llave de cañería. Por una nueva extensión de sentido, grifo es en el español del Perú el ‘puesto de venta de gasolina y productos afines’; grifero es el trabajador que lo atiende. (Es obsolescente el uso peruano de grifo ‘chichería pobre’ que consignan algunos lexicógrafos). Nuestro grifo se llama en español general gasolinera: en otros países de América (Venezuela, Colombia) se le conoce como bomba de gasolina. El Reglamento de Seguridad para establecimientos de venta al público de combustibles líquidos derivados de hidrocarburos, promulgado en el Perú en noviembre de 1993, define así los: “Establecimientos de Venta al Público de Combustibles. Una instalación en un bien inmueble en la cual los combustibles son objeto de recepción, almacenamiento y venta al público. En el país también se les denomina Estaciones de Servicio y Puestos de Venta de Combustibles o grifos”.

En la edición de 2001 del DRAE se registra ya el uso peruano con esta definición: “Surtidor de gasolina, gasóleo o queroseno”.

GURÚ Gurú es una palabra de origen sánscrito que significa, en sentido literal, ‘venerable, guía espiritual hinduista’ y, por extensión de sentido, ‘persona de gran influencia o con un papel dirigente en un ámbito determinado’, ‘persona que tiene gran habilidad en una actividad específica’. Puede decirse, por ejemplo: “es un gurú de la informática”. El étimo gurús ‘maestro’ corresponde al nominativo masculino en sánscrito; el tema de la palabra es guru, grave, no agudo. La acentuación aguda, hoy predominante en español, podría deberse a influencia del francés. En la edición de 1992, el DRAE no registraba todavía gurú. Ya lo hace en la de 2001, con dos acepciones: “[1.] En el hinduismo, maestro espiritual o jefe religioso. || 2. Persona a quien se considera maestro o guía espiritual, o a quien se le reconoce autoridad intelectual”.

En cuanto al plural, la Academia Española consigna (en el Boletín de mayo-agosto de 1998) la forma gurús, que en el Perú y en otras partes alterna con gurúes. Al relatar los divertidos incidentes de una invitación a comer que le hizo el poeta Leopoldo Chariarse, 180

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Julio Ramón Ribeyro escribe en su diario personal, en París, el 13 de diciembre de 1974: “Al fin Leopoldo aparece, pero no solo: lo acompaña el Rector adjunto de La Sorbona [sic]. Pedimos más ‘té verde’. El Rector, hombre simpatiquísimo, parece haber sido traído un poco a la fuerza a esa reunión tardía, de la que no espera nada, concesión que su cortesía hace al gurú peruano”. (La

*HABEMOS

tentación del fracaso, II, pág. 227).

Es curioso que Ribeyro y Vargas Llosa coincidan en el uso del término gurú referido a la misma persona: Leopoldo Chariarse, quien —según el mismo Vargas Llosa— es “el único poeta en la historia del Perú becado a Europa por una ley del Congreso”. (Íd. íd., pág. 464).

El verbo haber viene del latín habere, que significa ‘tener’, ‘poseer’; se documenta en castellano desde el siglo XII (con la grafía aver). Pero a partir de la época medieval se comprueba en castellano el progresivo desuso de haber como verbo principal con el sentido de ‘poseer’, y su reemplazo, igualmente progresivo, por el verbo tener. Ese desplazamiento de haber por tener se produjo a lo largo de los siglos XV y XVI; en la era cervantina, haber con el significado de ‘tener’ apenas sobrevivía en algunos casos especiales. Hoy haber es, esencialmente, solo un verbo auxiliar en español. En la lengua general quedan, sin embargo, rezagos del uso de haber como verbo principal equivalente de tener. Son ejemplos de ellos estas expresiones: haber menester ‘tener necesidad’; lo habido y por haber ‘todo lo imaginable’; habérselas con ‘tratar con’, ‘enfrentarse con’ [alguien o algo]. En la locución verbal ser habido, el participio habido tiene el sentido de ‘encontrado’, ‘hallado’, ‘atrapado’: “los asaltantes no han sido habidos”; habido se usa también como adjetivo: “están en la condición de no habidos”. Se dice asimismo “habida cuenta” o “habida consideración” por ‘teniendo en cuenta’, ‘teniendo en consideración’.

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En El pez en el agua, Mario Vargas Llosa cuenta que, durante su primera visita a París, en 1958, no conoció a Julio Cortázar, ni tampoco: “a algunos de los muchos pintores o escritores latinoamericanos de allá [...] salvo al poeta peruano Leopoldo Chariarse, [...] que sería luego tocador de laúd, orientalista, gurú y padre espiritual de una secta...”. (pág. 464).

En el lenguaje jurídico son de uso común las frases “ha lugar”, “no ha lugar” (es decir, ‘tiene lugar’, ‘no tiene lugar’) con los sentidos de ‘es procedente’, ‘no es procedente’. Tienen similar origen los usos sustantivos de haber o haberes con el sentido de ‘bien(es), caudal(es), sueldo(s)’. La primera persona del plural en el presente de indicativo de haber era la forma regular habemos, en latín habemus ‘tenemos’: habemus Papam o Papam habemus es la frase esperada en cada cónclave. La forma castellana regular habemos se usó antiguamente en la conjugación de haber como verbo principal, y también como auxiliar en la conjugación de otros verbos o del mismo haber con el sentido de ‘tener’: habemos venido ‘hemos venido’; habemos habido ‘hemos tenido’. Pero habemos fue más tarde reemplazado por la forma contracta hemos, al mismo tiempo que la función de haber se circunscribía a la de auxiliar en la conjugación de los demás verbos. Hoy en España el uso de habemos como forma principal se constata solo en el lenguaje popular o rústico, mientras que en Hispanoamérica, de Méjico a la Patagonia, habemos llega al nivel del habla culta. En el caso del Perú, dan fe del nivel de habla en que se emplea la forma verbal anticuada habemos estos ejemplos de uso en los idiolectos de renombrados juristas, médicos y artistas:

“...habemos 22.000 [sic] médicos en el Perú...” (Enrique Cipriani Thorne; en El Comercio, 27/8/93). “...los pocos cineastas que habemos aquí...” (Armando Robles Godoy; en El Comercio, 4/9/88).

Pero no solo se usa como forma verbal no auxiliar habemos, variante anticuada de hemos, en el Perú y en otros países de América. También se documentan otras formas de la primera persona del plural en otros tiempos y modos de haber usado como verbo principal, no auxiliar: habíamos, hubimos, hayamos (háyamos, en lengua inculta), habremos, etc. En una oración como “habíamos treinta personas en la sala”, habíamos tiene, sin duda, la ventaja de expresar claramente que el hablante está incluido entre dichas treinta personas. La forma impersonal correcta: “había treinta personas en la sala”, en cambio, no proporciona esa información. La solución podría estar en la sustitución de habíamos por éramos o estábamos, según el caso: “éramos treinta personas en la sala”, “estábamos treinta personas en la sala”. Pero el uso de habemos, habíamos, etc. resulta irreemplazable para muchos peruanos, a pesar de su clara exclusión de la lengua general; mejor dicho, de la lengua correcta.

“...habemos quienes aquí nacimos, aquí vivimos y aquí nos moriremos...” (Héctor Cornejo Chávez; en La República, 26/5/91). “...también habemos personas pensantes que sabemos lo que es el Hábeas Corpus” (Enrique Chirinos Soto, intervención oral en el Congreso del Perú; 26/3/97).

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*HACERSE DE LA VISTA GORDA Hacer la vista gorda es un viejo modismo castellano que significa ‘fingir que no se ha visto algo que se tendría que reprender o corregir’ y, por extensión, ‘no darse por enterado de aquello que pudiera comprometer o causar molestias’, ‘transigir con lo incorrecto o con lo malo’: en una palabra, ‘pasar por alto’ cualquier acto sancionable con tal de evitarse contratiempos, incomodidades o disgustos. Hacer la vista gorda parece haber sido, por siglos, nuestro lema nacional: la lenidad es una característica del ejercicio de la autoridad en el Perú. Volviendo a las palabras del modismo, ¿qué significa realmente vista gorda? Sabemos que los modismos son locuciones de significado global, en las cuales las palabras suelen perder su individualidad semántica y el todo puede no ser igual a la suma de las partes. Pero cabe también en lo posible que lo oscuro o críptico de hoy haya sido lo claro y evidente de ayer. Así, sabemos que para los hablantes de siglos pasados hacer la vista gorda era, literal y claramente, fingir mala vista: hacer era, en este caso, equivalente de fingir y vista gorda era una expresión sinónima de vista torpe, vista deficiente, mala vista. Y eso porque gordo (del latín tardío gurdus ‘boto, romo, obtuso, necio’) significó primero en castellano 186

‘romo, embotado, poco agudo’ y, de allí, ‘necio’, ‘torpe’, ‘tonto’. Tener letras gordas era, por ejemplo, ‘tener poca instrucción o poco talento’. Mucho más tarde gordo experimentó la evolución semántica que le dio la acepción hoy vigente de ‘grueso, graso, obeso’, con el concomitante olvido del significado original. ¿Cuándo se alteró en el Perú la locución verbal castiza hacer la vista gorda? A fines del siglo XIX se documenta ya la forma alterada hacerse de la vista gorda, y también una variante intermedia, hacer de la vista gorda. Aparece en los escritos de Ricardo Palma y del costumbrista Abelardo Gamarra, El Tunante. Gamarra usa la expresión, parcialmente alterada, hacer de la vista gorda en ¡¡Cien años de vida perdularia!!: “...hacer un poco de la vista gorda con los abusos de los que exprimen a los necesitados”. (Pág. 163).

Y Palma dice, en su tradición titulada “La venganza de un cura”: “Sabido es que todo revolucionario triunfante se hace de la vista gorda sobre los excesos y crímenes de sus partidarios...”. (Tradiciones, pág. 1105).

Los usos de Palma y de Gamarra no son, ciertamente, ejemplos dignos de imitarse. Si es malo hacer la vista gorda sobre algo que se debe corregir, no es bueno alterar un modismo que es, por definición, una expresión fijada en la que el todo no es ya igual a la suma de las partes. Así, aunque ya no se sepa con certeza qué es una vista gorda, el significado del modismo, como totalidad, resulta claro.

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Haiga es una forma anticuada del presente de subjuntivo (tercera persona singular) del verbo haber. La forma hoy correcta es haya, usada como en estos ejemplos: “No creo que haya mucha gente”; “me tranquiliza que él no haya protestado”. No hay duda de que haiga era una forma correcta en pleno Siglo de Oro de la literatura castellana. Pero el criterio de corrección tiene carácter histórico: lo correcto de ayer puede ser lo incorrecto de hoy, y viceversa. El uso es el amo de la lengua. Y un amo arbitrario, sin duda, puesto que actualmente condena a haiga como forma vulgar mientras considera correctas formas verbales análogas como traiga y caiga. Tanto en América como en España, el criterio de corrección considera hoy la forma verbal anticuada haiga como inadmisible en el idiolecto de un hablante educado. Haiga sobrevive solo en el habla campesina y en la lengua popular de todo el orbe hispánico, junto a otros arcaísmos tales como agora por ahora, vide por vi, trujo por trajo, semos por somos, etc. En España llegó a llamarse burlonamente haiga (un haiga) el automóvil grande y ostentoso que era propiedad de un indiano rico (pero inculto) recién llegado de América. Y eso porque se decía que antes

de comprarlo había advertido al vendedor: “quiero lo mejor que haiga”. Un frustrado eslogan del APRA, que implicaba un juego de palabras con el apellido de su líder máximo, proclamaba: “Haya o no haya, Haya será”. Y se decía que las fieles huestes apristas habían dado al traste con el juego de palabras al repetir, fervorosa pero incorrectamente: “Haiga o no haiga, Haya será”. Defendiendo el derecho del pueblo a ser no solo informado, sino también instruido y aun educado por los modernos medios de comunicación, decía yo en Peruanismos (1969): “Un haiga puede costar un puesto de trabajo”. ¿Es eso todavía verdad en el Perú del año 2012? A pesar de que el desempleo es uno de los más graves problemas que el país afronta, ¿puede un haiga infelizmente proferido costar un puesto de trabajo en el Perú informal de hoy? Y, si así fuera, ¿un puesto de qué nivel de empleo o subempleo? Parece que en la Lima actual, con mayoritaria población migrante de origen rural y en gran parte quechuahablante, el uso de haiga no solo se ha conservado, sino que también se ha extendido hasta abarcar grupos socioeconómicos antes no afectados. Y, por otra parte, la censura social se ha relajado tanto en lo que se refiere a este uso que hasta hay quienes afirman que haiga cuenta ya con la aceptación de la Real Academia. No es así, por supuesto, y no creo que lo sea en el futuro. Porque el uso que generalmente se acata como amo del lenguaje es el uso culto generalizado. Y haiga es un uso incorrecto e inculto. En cuanto a mi experiencia y actitud personal sobre el uso de haiga en el habla peruana, puedo explicármelo en el idiolecto de un líder obrero que llegó a ser Senador de la República. Puedo, igualmente,

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*HAIGA

explicarme el uso de haiga en el habla de un obrero textil que se hizo terrorista y murió en su ley. Y tal vez debería explicarme también el haberle oído haiga por haya a un economista bilingüe (y no de quechua y español) que ha llegado hasta el puesto más alto en la política peruana.

HALL En el español de América —y también en el de la Península— se usa corrientemente la palabra hall para designar el vestíbulo, antesala, entrada, recibo o recibimiento de una vivienda familiar, un hotel o un edificio. Hall se documenta en la lengua literaria de España desde la última década del siglo XIX. En el Perú es también un anglicismo viejo. Por ejemplo, se documenta abundantemente en la novela de ambiente limeño Duque, de José Diez Canseco, publicada en 1934; el capítulo XIV empieza con esta descripción: “Club Nacional. Amplia escalinata lujosa. En los corredores, en el gran hall [en cursiva], grupos de hombres alrededor del cocktail [en cursiva] matinal”. (Pág. 91; véanse también las páginas 17, 31, 45, 46, 49, 58, 60, 69, 81, 101, 112).

En inglés, especialmente en la variedad norteamericana, hall se registra desde mediados del siglo XVII. Su pronunciación es, aproximadamente, /jol/, con h aspirada. Con una pronunciación que imita la inglesa ha pasado al español, lo cual es prueba de que el préstamo se hizo por vía oral. En plural se puede oír /joles/ o /jols/, forma esta que corresponde al inglés halls. 190

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El plural halls, pronunciado /jols/, contradice la regla académica de que el plural de los sustantivos acabados en consonante se forma por la adición del sufijo -es: de film, filmes, etc. Pero hoy se constata, en algunos préstamos, el reciente desarrollo de un nuevo esquema fonológico de plural dentro del sistema morfológico español: de club, clubs; de test, tests, de stock, stocks, etc. La pronunciación más o menos fiel al idioma de origen depende, por supuesto, del conocimiento de este y de la facilidad articulatoria del hablante. Pero al escribir no hay vacilación: no se escribe *clubes, *testes o *stockes, sino clubs, tests, stocks. Esta tendencia, considerada al principio como un rasgo del lenguaje popular y periodístico, se comprueba hoy en escritos de científicos y literatos, hecho que sin duda augura su instalación definitiva en la lengua. En su diario personal, que lleva el título, cruelmente autocrítico, de La tentación del fracaso, Julio Ramón Ribeyro nos habla de un viejo millonario peruano que pasa la mitad del año en Europa y se da la gran vida en París, a pesar de sus achaques:

la pronunciación en español pero choca un poco percibida desde el ángulo óptico. En su cuento “Casarse de penalti”, incluido en el volumen que tiene como título Casualidades, un antiguo amor llama por teléfono al protagonista, que está alojado en un hotel: “¿Luis? Soy Lucía, quiero hablar contigo. Estoy aquí, en el jol del hotel, ¿puedo subir?”. (Pág. 131).

Pero la grafía predominante, en España y América, sigue siendo hall, que ya registra el DRAE 2001 como voz inglesa. En el Palacio Legislativo de Lima, la designación Hall de los Pasos Perdidos traduce libremente la de la Salle des pas perdus de la Asamblea Nacional de Francia, alojada en el Palacio Borbón de París. Hall se registra en francés desde fines del siglo XVII, pero su uso se ha extendido a partir de la segunda mitad del XIX.

“Sufre de incontinencia y se orina en cualquier lugar y en cualquier momento. Por este motivo sólo se aloja en caros hoteles donde ya lo conocen y donde no les importa que en pleno hall o comedor deje sobre la alfombra el charco de su meado”. (III, pág. 161).

Es importante destacar el hecho de que el filólogo Gregorio Salvador —expresidente de la Real Academia Española, expresidente de la Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española y gran cuentista— haya optado por la grafía jol, que reproduce 192

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HOMENAJE Homenaje es una vieja palabra castellana, de origen latino pero tomada directamente del provenzal homenatge forma compuesta en la que home está por hombre, con el valor específico de vasallo. En efecto, el homenaje era, durante la Edad Media, el juramento solemne de fidelidad que el vasallo rendía a su rey o señor feudal. Homenaje tomó, en la época moderna, el sentido hoy general de ‘acto o serie de actos que se celebran en honor de una persona’, viva o muerta. Y, por extensión, el homenaje puede hacerse también a grupos humanos, a instituciones y aun a objetos personificados. Es correcto, pues, rendir homenaje a Miguel Grau, a la Madre, al Soldado Desconocido; también puede rendirse homenaje a la Ciudad de Lima o a la Canción Criolla. Pero las fechas o efemérides no pueden ser objeto de homenaje directo; ellas, simplemente, se celebran o se conmemoran. No debe hablarse, pues, de un homenaje al Día de la Madre, sino de un homenaje a la Madre en su día, o de una celebración del Día de la Madre. Tampoco es propio hablar de un Homenaje al Día de la Canción Criolla, sino de un Homenaje a la Canción Criolla en su día o de una celebración del Día de la Canción Criolla. Lo mismo en cuanto a un enésimo aniversario de la fundación de Lima: se 194

celebra, o conmemora, el aniversario; se rinde homenaje a la ciudad misma, personificada. Por otro lado, choca el uso de la frase verbal dar homenaje. Tradicionalmente el homenaje se rinde, se hace, se tributa, se otorga, se dedica o se ofrece, pero no se da. El difundido uso actual de la expresión dar homenaje puede deberse a diversas causas. En los titulares de la prensa escrita, la preferencia por dar homenaje podría explicarse porque dar ocupa menos espacio que dedicar, rendir, ofrecer, tributar, hacer u otorgar. Pero a este argumento podría responderse que el verbo equivalente, homenajear, ocupa aún menos espacio que la construcción dar homenaje. Homenajear, por otra parte, se usa poco, y hasta podría decirse que se le evita. ¿Por qué? Tal vez, para algunos, homenajear es un derivado poco eufónico. Y en otros puede pesar la trasnochada condena del purismo, que por largos años ha tenido a homenajear como censurable neologismo, predominantemente hispanoamericano. En un artículo publicado en Madrid y recogido en su libro Limpia y fija, de 1922, pedía y ordenaba don Mariano de Cavia: “Mándese recoger, como mendigo impostor, el feísimo homenajear, que comenzó a usarse en son de burla y cierto tono despectivo, y se ha dado en emplearlo irreflexivamente como locución formal y de toda licitud”. (Cit. Martín Alonso, Ciencia del lenguaje y arte del estilo, pág. 759).

Pero desobedeciendo al brillante periodista —que fue miembro electo de la Real Academia Española— el verbo homenajear ocupa desde hace un cuarto de siglo un legítimo lugar en el Diccionario oficial. 195

El participio, adjetivado o sustantivado, ha tenido mejor suerte en la lengua oral y escrita: homenajeados y homenajeadas aparecen con frecuencia en los diversos medios de información, agradeciendo merecidos —o inmerecidos— homenajes. El DRAE, en su edición de 2001, concede a homenajeado el honor de la entrada aparte.

HOMÓLOGO Se ha difundido en los últimos años, en España y América, el uso sustantivo del adjetivo homólogo, -a para referirse a personas que ocupan, en diferentes regiones o países, el mismo cargo o similar posición. Sobre todo en el lenguaje político, es frecuente oír frases tales como: “el Presidente del Perú se reunió con su homólogo argentino”; “el Ministro de Educación acudirá a una cita con sus homólogos de América Latina”. Homólogo es un cultismo —viene, a través del latín, del griego homólogos— documentado en castellano desde principios del siglo XVIII. Era, hasta hace poco, un término circunscrito al lenguaje de la geometría, de la lógica y de las ciencias biológicas. En francés, homologue está documentado desde fines del siglo XVI, y llegó a desarrollar la acepción usual de ‘equivalente’. En el Petit Robert (traducción castellana de la edición de 1977) se dan estos ejemplos: “el grado de jefe de escuadrón es homólogo de aquel de jefe de batallón”; “el obrero americano tiene un salario más elevado que el de su homólogo francés”. En inglés, homologous se usa desde el siglo XVII con las acepciones generales de ‘que tiene la misma relación, proporción o posición relativa’, ‘correspondiente’. De esas acepciones sale el uso moderno del 196

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inglés aplicado al campo político y social. Homólogo, en esa acepción, parece ser un anglicismo, más que un galicismo. Quienes critican este uso de homólogo, calificándolo de barbarismo, propugnan su reemplazo por colega. Pero colega tiene otro contenido semántico. Decía el lexicólogo —y expresidente de la Real Academia Española— Fernando Lázaro Carreter que el moderno uso de homólogo: “...permite restituir a colega su exclusiva significación: el colega de un ministro español no es un ministro extranjero, sino

La plena aceptación del uso nuevo se sancionó en la edición de 1992 del Diccionario oficial. Allí aparece, como primera acepción del adjetivo homólogo, -ga: “Dícese de la persona que ejerce un cargo igual al de otra, en ámbitos distintos. U. t. c. s. [úsase también como sustantivo]”.

El uso sustantivo, de contenido semántico tácito pero específico, corresponde, precisamente, a la acepción nueva incorporada en el DRAE 92. Pero en la edición de 2001 del DRAE se consigna, por primera vez, una entrada homología con esta acepción:

otro de su mismo país. El extranjero y el nuestro, si gobiernan el mismo ramo, serán homólogos”. (El dardo en la palabra,

“Relación entre las personas que ejercen cargos iguales en

pág. 345).

ámbitos distintos”.

Ya el Diccionario manual de la Real Academia Española, en su edición de 1989, había consignado el adjetivo homólogo, -ga con esta primera acepción: “[Dícese de las personas que se encuentran en condiciones

Y se dan también otras dos acepciones que corresponden al campo de la biología y al de la bioquímica, en tanto que homólogo, ga aparece solo como adjetivo y con esta definición: “Que presenta homología”. Se ha diluido, pues, el uso sustantivo y más frecuente de homólogo.

semejantes de trabajo, estudio, etc., o ejercen funciones semejantes”.

El corchete inicial indica el limbo o purgatorio en que permanece una palabra o acepción cuando la Academia reconoce su existencia, pero no la admite plenamente. En la Argentina, el Diccionario manual se ha ganado por eso el mote de: “...amansadora, porque en él remansan muchos años las palabras neófitas, a la espera de pasar al Diccionario grande”. (Avelino Herrero Mayor, Cosas del idioma, pág. 42).

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IMPASE En el habla culta de España y de América está hoy muy difundido el uso del galicismo impase (escrito también, como en francés, impasse, y a veces pronunciado impás). Quienes piensan que impase es una palabra superflua en español la suponen sustituible por las expresiones nominales callejón sin salida o punto muerto y aun por palabras como atasco, atolladero, estancamiento, crisis o problema. Pero, como no hay sinónimos estrictos, en el uso culto actual impase resulta prácticamente insustituible. Impase no aparece en la edición de 2001 del Diccionario oficial, aunque ya se registra —como palabra cuya existencia se reconoce, pero cuyo uso no se autoriza— en la edición de 1989 del Diccionario manual, igualmente publicado por la Real Academia Española, con la acepción siguiente: “Punto muerto o situación en la que no se encuentra salida”. En francés, impasse es una creación de Voltaire. El autor del Diccionario filosófico se escandalizaba del uso y abuso de la palabra vulgar cul, ‘culo’, y consideraba que la expresión figurada cul-de-sac ‘calle sin salida’ (literalmente ‘fondo de saco’) era no solo inapropiada sino aun indigna de los labios de las reinas, quienes se veían obligadas a usarla por haberse hecho ya imprescindible en la lengua francesa. 200

Como sustituto de cul-de-sac Voltaire propuso entonces una palabra nueva: impasse, que él formó con el prefijo negativo in-, en su variante im-, y una forma del verbo passer ‘pasar’. La iniciativa fue aceptada en la Corte y el uso se difundió, hecho excepcional como triunfo de una creación lingüística individual. Impasse desarrolló en francés, a mediados del siglo pasado, la acepción figurada de ‘situación crítica que no tiene solución inmediata’. Con ese sentido pasó en la misma época al inglés y, mucho más tarde, al español. Impasse es hoy un sustantivo femenino en francés. En el uso de Voltaire, sin embargo, predominaba el género masculino, que es, curiosamente, el que ha prevalecido en español. En 1964 Julio Ramón Ribeyro analizaba así su obra: “Mi literatura —me refiero a mis últimos cuentos, mi última novela— se desarrolla en los límites de lo factible, quiero decir, en un terreno insostenible, que ya no vale la pena explorar más. En otras palabras, me encuentro en un impasse y es inútil imitarme o que yo aliente mi imitación”.

Párrafo de amarga y lúcida autocrítica. Líneas después escribe: “Soy como un buen actor obligado a desempeñar un mal papel”.

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año 2002) sustituir implementos por utensilios, instrumentos, aperos o enseres. Implementar ha soportado un veto aún más tajante que implemento. El lexicógrafo panameño Ricardo J. Alfaro, autor de un útil Diccionario de anglicismos, decía en 1964: “El rodeo a que nos obliga en castellano la falta de un ver-

IMPLEMENTAR

bo equivalente a to implement afecta necesariamente la conci-

El verbo implementar ha sido muy censurado por puristas y academicistas de todas partes. Algunos de ellos llegaron a esgrimir el absurdo argumento de que tal palabra “no existía” en castellano. Si no existiera, ¿cómo podrían rechazarla? Lo que en realidad querían decir es que implementar no era un vocablo correcto porque no estaba aceptado por la autoridad oficial: la Real Academia Española (más conocida en el Perú con el inexacto nombre de Academia Española de la Lengua). Implementar es, en efecto, un anglicismo. Pero tiene medio siglo de uso ilegal o clandestino en castellano, sobre todo en el de América. Se tomó del inglés to implement, que data del siglo XVI. Más antiguo aún es el sustantivo implement, castellanizado como implemento en América y usado generalmente en plural: implementos de labranza, por ejemplo. Implemento aparece ya en la edición de 1970 del Diccionario de la Academia. Sin embargo, Joan Corominas, autor del gran Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, lo consideraba por entonces como un “anglicismo reciente, superfluo e intolerable”. Y un diario madrileño tan prestigioso como El País sigue recomendando a sus redactores, en su libro de estilo (edición del 202

sión”. (Ob. cit., s. v.).

Decía también Alfaro que, en algunos casos, ningún término o giro castellano puede traducir to implement “con la energía y concisión del verbo inglés”. Sin embargo, el peso del veto del purismo lo hace llegar a esta conclusión:
 “Lamentable como es que no tengamos en español el verbo de que aquí se trata, es claro, sin embargo, que ningún hablista de conciencia debe usar un anglicismo tan vicioso como implementar”.

Purismo al margen, implementar resulta hoy insustituible en castellano. Reconociendo este hecho, la Real Academia Española acordó en 1988 incluir ese verbo en la vigésima primera edición de su Diccionario, que apareció en 1992. Se registró en ella, como término restringido a la informática, con la siguiente definición: “Poner en funcionamiento, aplicar métodos, medidas, etc., para llevar algo a cabo”.

Así quedó abierta la puerta para la aceptación posterior de otros importantes usos del verbo fuera del campo señalado. En efecto, en la edición del año 2001 se regis203

tra ya implementar con la misma definición, pero sin la restricción referida a la informática. También se consigna el postverbal implementación.

INCÓLUME Algunas personas parecen creer que el adjetivo incólume es sinónimo de impasible, imperturbable, impertérrito, impávido, inmutable, inalterable. Por eso emplean dicho término en frases como estas: “Permaneció incólume ante el insulto”. “La noticia, aunque grave, los dejó incólumes”. Pero lo cierto es que incólume es sinónimo de indemne, ileso, intacto, íntegro, sano y salvo. Se aplica especialmente a seres y a cosas que no han sufrido daño, lesión, menoscabo o deterioro a pesar de haber pasado por un serio riesgo o peligro. Son ejemplos de usos correctos de incólume los siguientes: “Aunque el chofer murió, el niño que iba a su lado quedó incólume”. “Solo se veían cuatro casas incólumes después del terremoto”. “Los vidrios de una sola ventana salieron incólumes del incendio”. Incólume se usa en español desde hace más de un siglo. Su derivado incolumidad, documentado desde mediados del XIX, es de empleo muy restringido. Incólume viene del latín incolumis, de igual significado; su origen, sin embargo, no está muy claro. 204

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Para algunos latinistas, incolumis está en relación con la palabra griega kolos, que significa ‘completo’. En este caso, la partícula prefijal in- tendría una excepcional función intensiva o aumentativa, en vez de la usual privativa o negativa. Para otros lexicólogos y romanistas —entre ellos Corominas— el latín incolumis tiene el mismo radical que calamitas ‘calamidad’. En ese caso, el prefijo in- tendría el sentido usual de privación o negación.

INCONDUCTA En un artículo titulado “Moralización a fondo: Malos jueces en el banquillo...”, Héctor Cornejo Chávez se refería a “magistrados del Poder Judicial cuya inconducta fuese probada” y a una “sanción oportuna en todos los casos de inconducta funcional” (La República, edición del 23/6/91). Inconducta no se usa en España, ni aparece registrada en el Diccionario de la Academia. Es un término propio del lenguaje jurídico y administrativo del Perú, la Argentina, el Uruguay y otros países hispanoamericanos. Inconducta parece haberse tomado recientemente del francés inconduite, que está documentado en esa lengua desde fines del siglo XVII. Inconduite es, a su vez, una obvia formación negativa sobre conduite, equivalente del castellano conducta; inconduite tiene en francés el mismo significado de ‘mala conducta’, ‘falta’. ¿Podría haberse formado independientemente, en el castellano de América, la palabra inconducta? El prefijo negativo in- (hay otro, homónimo, que significa ‘hacia dentro’) funciona en español con verbos y adjetivos, y también con sustantivos como conducta. Este prefijo negativo tiene otras dos formas o variantes: im- (ante b o p) e i- (ante l, o r que se duplica).

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Son ejemplos de sustantivos formados en castellano con el prefijo negativo in- y un sustantivo: Con la variante in-, incultura, indiscreción, inmadurez, insensatez. Con la variante im-, impudor, imprevisión. Con la variante i-, ilegalidad, irresponsabilidad. No hay, pues, obstáculo morfológico para que una palabra como inconducta se haya formado en español independientemente del francés inconduite. Sin embargo en este caso concreto se trata de un muy probable galicismo, por cierto, muy criticado como tal por puristas y correctores de lenguaje.

INUSUAL El adjetivo inusual no estaba registrado en el Diccionario de la Real Academia Española hasta su edición de 1992, y por eso recibía —y sigue recibiendo— acerbas críticas de parte de un purismo menor. En Madrid lo censuraban, por ejemplo, varios modernos Libros de estilo editados por diversos órganos de prensa. El del diario ABC, en su edición de 1995, decía: “Inusual. Evítese y sustitúyase por desusado, inusitado, insólito, inédito, raro”.

El del también madrileño diario El Mundo llegaba a mucho más: “inusual. Palabra inexistente. Se dice desusado, inusitado, insólito, raro”.

El Libro de estilo universitario de Arroyo y Garrido, publicado en Madrid en 1997, asumía, sin embargo, una distinta posición. “inusual. No admitido por la Academia a pesar de su gran difusión. Puede emplearse alternándolo con desacostumbrado”.

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Lo cierto es que inusual ya se registra, desde 1950, en el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española que también publicó la Real Academia. Pero en esa edición, y en la de 1989, inusual aparece con el corchete inicial que indica su precaria condición de vocablo cuya existencia es reconocida, pero cuyo uso no es todavía respaldado, por la Real Academia. Llamaba sin duda la atención el hecho de que inusual no apareciera registrado en una obra de criterio amplio y moderno como lo es el Diccionario de uso del español, de María Moliner, publicado entre 1966 y 1967, puesto que ya en 1963 lo registraba el Diccionario ideológico de la lengua española de don Julio Casares, notable lexicólogo que fue muy activo Secretario de la Real Academia madrileña. Pero la segunda edición del Diccionario de uso, de 1998, ya registra inusual. En la amena prosa del también ilustre lexicólogo y expresidente de la Real Academia Española, don Fernando Lázaro Carreter, inusual aparece con naturalidad al explicar que ataviar(se) implica, además de la idea de ‘vestir y adornar a alguien’ la de:

Y proseguía: “El adjetivo usual sirve para expresar ‘lo que comúnmente se usa ó se practica: dícese de las cosas que con facilidad y frecuencia se usan’. De esta definición del Diccionario se deduce la de inusual, que será ‘lo que con dificultad se usa, lo que raras veces se usa’. La necesidad de este vocablo consta claramente, porque el adjetivo inusitado suena no usado, así como el desusado es falto de uso; pero lo dificultoso de usar, lo raras veces usado, lo inepto para el uso, ha de tener término propio, cual es el inusual. Luego así como usado tiene por contrapuesto el desusado, así el usual ha de recibir por contrario el inusual. Su adverbio será inusualmente”. (Pág. 446).

Decía también el Padre Mir en el primer párrafo del “Prólogo” de esa misma obra: “Aunque la Real Academia Española, al acometer la valentía [sic] de formar su Diccionario, entró a velas tendidas en el mar inmenso de nuestra literatura, [...] gran copia de vocablos quedóse escondida en las entrañas de las obras clásicas,

“vestir o vestirse de modo bastante inusual o chocante...” (El dardo en la palabra, pág. 679).

Y es que inusual resulta, paradójicamente, usual en castellano desde fines del siglo XVII. Un purista de la talla del jesuita Juan Mir y Noguera incluía el término en su obra titulada, precisamente, Rebusco de voces castizas, publicada en Madrid en 1907. El Padre Mir daba primero esta cita de una obra de Fray Juan Gil de Godoy, publicada en 1687: “Teniendo tanto peso la diadema, era inusual para la cabeza de un hombre”.

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sin [a]parecer en público...”.

Casi un siglo después, don Fernando Lázaro coincide con el Padre Mir en que: “...el Diccionario académico [...] no es perfecto por el modo de hacerse. Le faltan palabras y acepciones [...] a causa de descuidos que la Institución procura subsanar continuamente, y le sobran abundantes entradas léxicas” (Ob. cit., pág. 87).

Pero el caso de inusual es extremo, por el largo tiempo que ha pasado en el limbo del Diccionario oficial a pesar de su aceptación y uso por esclarecidos académicos: entre 211

otros, también don Samuel Gili Gaya, quien lo consigna en su Diccionario de sinónimos, de 1984, s. v. inusitado. Inusual ya aparece —era hora— en la edición de 2001 del DRAE con esta equivalencia: “No usual, infrecuente”.

INVIABLE Inviable por no factible, irrealizable, quimérico, utópico es un adjetivo muy usado en la lengua culta americana y peninsular, a pesar de la insistente protesta del purismo. La intransigencia purista se apoyaba, sin duda, en el hecho de que inviable no estaba incluido todavía en la edición del Diccionario de la Academia de 1984. Pero el neologismo fue aceptado más tarde por la Corporación, y aparece ya en la edición de 1992 de dicho Diccionario con el sentido de “que no tiene posibilidades de llevarse a cabo” y, referido a un recién nacido, “que no tiene aptitud para vivir”. También se consigna el derivado inviabilidad. La Academia registra como étimo de inviable un supuesto vocablo francés *inviable que no parece conocerse en esa lengua. Sí, en cambio, es un seguro galicismo la forma positiva viable, tomada en el siglo XIX del francés viable, derivado de vie ‘vida’. Su sentido etimológico era, por tanto, el de ‘que tiene posibilidades de vivir’ y se aplicaba, en lenguaje forense y de medicina legal, a los recién nacidos, especialmente los prematuros, que tenían posibilidades de sobrevivir. De este sentido original de viable salió posteriormente el figurado de ‘que tiene posibilidades de realizarse’, ‘factible’, referido a cualquier idea, proyecto o 212

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asunto. Y luego, por casual influencia de vía ‘camino’ (influencia basada en la mera identidad formal que hay entre vía ‘camino’ y la primera sílaba de viable), este adjetivo se hizo también sinónimo de transitable, franqueable, practicable, referido respectivamente a caminos, obstáculos o tramoya teatral. El galicismo viable, que soportó por largos años los ataques del feroz purismo decimonónico, se consignó ya en la edición de 1936 del Diccionario de la Real Academia.

IRRESTRICTO En el Perú y en otros países de América se usa el adjetivo irrestricto con los significados de ‘ilimitado, incondicional, absoluto, pleno, total’. Irrestricto no aparecía aún en la edición de 1992 del Diccionario oficial. El Libro de estilo del tradicional diario madrileño ABC (edición de 1995) lo daba como americanismo. El Manual de español urgente, nombre que tiene el libro de estilo de la agencia española de noticias Efe (edición de 1998), consideraba el término como un hispanoamericanismo que se debía evitar. Irrestricto es una obvia formación negativa sobre restricto, participio irregular adjetivado de restringir que se usa desde principios del siglo XVIII. El prefijo de valor privativo o negativo in- se reduce a i- ante r inicial, como en irresoluto, irredento, irreductible, irrecusable, irreal. La duplicación de la grafía r obedece a una mera regla ortográfica. Escribe Jorge Basadre en su Historia del Perú: “Bandos políticos habíanse diseñado entre la nobleza peruana después de 1810. En un extremo estuvieron los partidarios del antiguo régimen, absolutistas o reaccionarios, o sea los enemigos, declarados o encubiertos, de la Constitución que emanó de las Cortes [...]. Formaron el otro extremo los

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partidarios de la independencia irrestricta e inmediata, cuyo

“...queremos dejar constancia [de] que nada ni nadie nos im-

número fue al principio escaso en esa clase social...” (tomo

pedirá seguir defendiendo la plena e irrestricta vigencia de la

I, pág. 83).

libertad de expresión”. (Pág. 102).

Recordando una breve y triste reunión con su hijo, lejos del hogar, dice en su diario Julio Ramón Ribeyro que el niño: “...se vio frustrado y decepcionado cuando al llegar a Wallington le dije que el taxi me esperaba en la puerta y que apenas iba a quedarme con él unos minutos. Lo vi además un poco perdido y como exiliado en casa de esa familia in-

Pero la irrestricta libertad de expresión (o de prensa) no debe entenderse como la impune libertad para la injuria, la difamación o la calumnia. Los derechos bien entendidos implican siempre correspondientes deberes respetados y cumplidos. Irrestricto, equivalente de ilimitado, se registra ya en la edición de 2001 del DRAE como uso americano restringido a Méjico y el Uruguay.

glesa, donde por mejor atendido que esté no podrá imponer sus caprichos ni sentirse seguro de una protección irrestricta”. (Anotación del 16 de julio de 1978; en La tentación del fracaso, III, pág. 223).

En Desafíos a la libertad, Mario Vargas Llosa critica un moderno “despotismo ilustrado” y afirma: “La libertad, pues, debe ser irrestricta sólo en lo que concierne a la creación de la cultura...” (pág. 32).

Independencia irrestricta exigida por los peruanos de principios del siglo XIX, en Basadre; protección irrestricta en el seno de la familia, en Ribeyro; libertad irrestricta para la cultura, en Vargas Llosa. Pero la locución nominal que se ha hecho lugar común en el español del Perú es irrestricta libertad de expresión. En Los últimos días de La Prensa, cuenta Jaime Bayly que algunos periodistas de ese diario insertaron, a raíz de la agresión a uno de ellos, un comunicado no autorizado que decía:

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IRROGAR, ARROGAR Irrogar, término de la lengua culta general, es un verbo de uso relativamente moderno en español, pues se documenta solo desde principios del siglo XIX. Irrogar viene del latín irrogare (a su vez formado sobre rogare ‘rogar, pedir’) que se usaba con el sentido de ‘infligir’ o ‘proponer’ referido a penas, castigos, multas, tributos o leyes contra alguien o algo. Su aplicación se extendió en español a toda clase de daños o perjuicios. Así lo usa, muy tempranamente, el joven Simón de Bolívar cuando en agosto de 1809 protesta por un “desaire que se me ha irrogado”, ante el Presidente, Gobernador y Capitán General de Venezuela. El futuro Libertador también usa ese flamante latinismo referido a insultos, agravios y perjuicios (véanse Obras, I, pág. 31; II, págs. 786, 909, 921 y III, pág. 329). Arrogar, por otra parte, es un verbo castellano cuyo uso data de los primeros años del siglo XVII. Viene del latín arrogare (también formado sobre rogare ‘rogar, pedir’) cuya acepción de ‘adoptar’ es usada especialmente en el lenguaje jurídico. En su uso más frecuente, como pronominal, arrogarse tiene el sentido de ‘apropiarse o atribuirse indebidamente’ facultades, poderes o derechos. 218

Arrogar está en directa relación con arrogancia y arrogante. La arrogancia es ‘orgullo, soberbia, insolencia, altanería’, generalmente sin el respaldo de cualidades personales que justifiquen, por lo menos, el orgullo. Pero arrogancia y arrogante admiten modernamente matices positivos de ‘gallardía’ o ‘altivez’ bien entendida. ¿Cómo se explica la confusión entre dos verbos tan distintos como irrogar y arrogar? Aun entre abogados y congresistas se oyen frecuentemente frases tales como “el Ejecutivo no debe irrogarse la facultad de legislar”; “yo no me irrogo ninguna cualidad que no posea”, “no podemos irrogarnos el mérito de ser los únicos que respetan esa escala de valores”, etc. En casos como esos, en los que el verbo que corresponde es arrogarse, no solo se trata de una confusión de prefijos sino también de un cambio en el tipo de conjugación: irrogar es un verbo esencialmente transitivo, en tanto que arrogar es un verbo predominantemente pronominal (reflexivo). Pero los confundidos infractores de estas normas, quienes se arrogan el derecho de usar un verbo por otro e irrogan así grave perjuicio a la lengua —que es un bien común— pueden consolarse: están en muy buena compañía. Porque, si es verdad aquello de mal de muchos..., pesa aún más el mal de uno cuando ese uno es un escritor de la talla de Camilo José Cela. En efecto, el Premio Nobel español usa irrogarse por arrogarse. En el tomo I de su Diccionario secreto, Cela defiende, legítimamente, el derecho a la lícita existencia que tienen todas las palabras —incluidas las soeces— usadas por los hablantes de una lengua. Y afirma: “Suponer que no hay más voces válidas que las del diccionario, es despropósito paralelo al de creer que no hay más

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hijos con el corazón latiendo que los legítimos, tema éste que quizás pueda interesar al moralista, al civilista o al sociólogo pero no, de cierto, al demógrafo. La lexicografía —o arte de componer diccionarios— es la demografía —o arte de componer censos— de las palabras, y nada ha de importarle, a sus efectos, la conducta de las mismas palabras que registra. Una disciplina (?) infusa y amorfa, acientífica, convencional y todavía por bautizar, se ha irrogado

KEROSENE

en los diccionarios una función que no le compete pero que, no obstante, le ha llevado a repartir patentes y ejercer vetos con notorio peligro para la lengua misma. Y contra ese peligro quisiera, con tanta humildad como convencimiento, salir al paso. No es otra la finalidad de mi esfuerzo”.

La cita está tomada de la primera edición, en la serie “Hombres, hechos e ideas” de Alfaguara, MadridBarcelona 1968 (páginas 24-25 del “Preámbulo”). El error (se ha irrogado por se ha arrogado) se repite en la página 24 del primer volumen de la coedición de Alfaguara y Alianza Editorial, de 1987, en la serie “El libro de bolsillo”.

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En el Perú y en otros países de América se llama kerosene o kerosén (escritos también querosene y querosén) el subproducto de la refinación y destilación del petróleo que se usa como combustible doméstico y en los aviones de retropropulsión. Kerosene se tomó del inglés kerosene o kerosine (pronunciado aproximadamente kerosín) a fines del siglo XIX; en inglés el término se documenta desde mediados de ese siglo. La pronunciación peruana grave kerosene, en cuatro sílabas, indica que el préstamo se tomó por la vía escrita. La variante kerosín (escrita también querosín) indica, en los países americanos en que se usa, que el préstamo se tomó por vía oral. En su Diccionario de peruanismos, publicado en 1883, Juan de Arona ya incluía una variante que no prosperó en el Perú: kerosine. Por razones poco claras, Arona recomendaba una forma femenina, kerosina, y censuraba a quienes pronunciaban, como hoy lo hace la mayoría de hablantes peruanos, kerosene. Parece que en España el anglicismo culto kerosene o kerosine no tuvo una temprana difusión, como en Hispanoamérica. Por lo tanto, el combustible se conoció con el nombre genérico de petróleo, denominación que, en 221

sentido estricto, se aplica al petróleo natural, o crudo, antes de su refinación y destilación. A partir de la edición de 1970, aparece en el Diccionario académico la palabra queroseno como derivado directo —sin intermediación del inglés— del griego keros ‘cera’ más el sufijo latino -eno, usado en química para la formación de nombres de hidrocarburos. Pero, si queroseno o kerosene tiene como étimo el griego keros ‘cera’, ¿cuál es la relación semántica que existe entre ambos términos? Según la última edición del Webster’s Third New International Dictionary, en el cultismo kerosene su primer elemento (keros ‘cera’) se explica por el uso de la parafina en la manufactura de dicho producto industrial (y no por el hecho de que la iluminación con lámparas de kerosene sustituyó —con muchas ventajas— a la iluminación con velas de cera). La difusión del uso de la lámpara de kerosene, a partir de 1860, significó un gran progreso en la iluminación doméstica por su eficiente funcionamiento, su facilidad de operación y su seguridad. Algo semejante puede decirse de la cocina de kerosene, que todavía tiene uso en el Perú en los estratos socioeconómicos más débiles. Julio Ramón Ribeyro empieza así su cuento titulado “Los merengues”: “Apenas su mamá cerró la puerta, Perico saltó del colchón y escuchó, con el oído pegado a la madera, los pasos que se iban alejando por el largo corredor. Cuando se hubieron

Mario Vargas Llosa, por su parte, emplea la variante ortográfica con qu- cuando se refiere a una lámpara de querosene en ¿Quién mató a Palomino Molero? Escribe: “Por la puerta abierta de la casita de barro se veía, en la habitación iluminada por una lámpara de querosene, el escaso mobiliario: sillas de paja, algunas desfondadas, una mesa...” (pág. 13).

Entre las grafías kerosene y querosene, la primera es fiel al étimo griego keros ‘cera’, pero la segunda es, a primera vista, más fiel a la ortografía castellana. En efecto, la k es una letra de origen griego que, aunque está reconocida oficialmente como integrante del abecedario español, tiene en esta lengua un status (véase) marginal. Según el Diccionario de la Academia, la k solo “se emplea en palabras de origen griego o extranjero”. Pero este es, precisamente, el caso: kerosene es palabra de origen griego; por lo tanto, su escritura con k inicial es claramente legítima. Son igualmente legítimas las formas con qu: querosene y querosén. Y, desde luego, también la variante académica queroseno, que al parecer no se usa en la América hispana. En la edición de 2001 el DRAE registra asimismo, como variantes americanas de extensión diversa, las formas querosén, querosene y querosín. Igualmente keroseno, como variante ortográfica de la forma académica queroseno. Pero no kerosén ni kerosene.

definitivamente perdido, se abalanzó hacia la cocina de kerosene y hurgó en una de las hornillas malogradas [‘descompuestas’]”. (En La palabra del mudo, I, pág. 177).

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LAPSO DE TIEMPO Algunas personas creen que lapso de tiempo es una locución incorrecta y aducen, como razón, que es pleonástica porque lapso, por sí solo, expresa ya la idea de ‘espacio o porción de tiempo’, ‘período’ (pleonástica, sí, es la locución nominal período de tiempo). Lapso viene del latín lapsus que significa ‘deslizamiento, resbalón, caída’. Por eso esta forma latina se usa en español culto con el sentido de “falta o equivocación cometida por descuido” (DRAE 2001) y en la terminología del sicoanálisis equivale a ‘acto fallido’. Según el DRAE 2001, lapsus linguae es una expresión latina que significa “error involuntario que se comete al hablar”: un ‘resbalón de la lengua’. Y lapsus cálami es el “error mecánico que se comete al escribir”: un ‘resbalón de la pluma’. En ninguno de estos usos está presente o implícita la noción de ‘tiempo’ ni, menos aún, la de ‘período’ o ‘espacio de tiempo’. Pero, como la forma castellanizada lapso desarrolló el sentido de ‘paso, transcurso’ (surgido fácilmente del de ‘deslizamiento’), empezó a aplicarse de preferencia al ‘tiempo entre dos límites’, estando el concepto de tiempo casi siempre expresado por otras palabras específicas (siglo, año, etc.) o sobreentendido: “un lapso de dos años”, “el largo lapso de siglos”, “un breve lapso”. Por 224

último, lapso llegó a entenderse, por antonomasia, como sinónimo de lapso de tiempo: “tan corto lapso”, “en un larguísimo lapso”, etc. Estos usos son, sin duda, correctos, pero también es correcta la expresión supuestamente pleonástica lapso de tiempo, consagrada por el uso de notables escritores y autorizada por el Diccionario de la Academia. La satanización (véase satanizar) del pleonasmo ha sido uno de los más ostentosos estandartes del antibarbarismo. Pero el pleonasmo no solo es una lícita figura de construcción, sino que aun puede ser recomendable en algunos casos. Según la propia definición del Diccionario académico, el pleonasmo es la “figura de construcción, que consiste en emplear en la oración uno o más vocablos innecesarios para que tenga sentido completo, pero con los cuales se añade expresividad a lo dicho”. ¿No es acaso pleonástica la expresión error involuntario de la antes citada definición académica de lapsus linguae? Lapso de tiempo, aunque se sintiera (erróneamente) como expresión pleonástica, podría explicarse como una locución nominal en que la idea de ‘tiempo’ está doblemente expresada por razones estilísticas. En más de una ocasión, Luis Alberto Sánchez fue acerbamente criticado por usar la expresión lapso de tiempo. La emplea, por ejemplo, en nota a una carta de Ricardo Palma incluida entre las Diecisiete cartas inéditas del tradicionista que editó en 1968. LAS (acrónimo con que se le mencionaba en el ambiente político, y también en el académico) respondió siempre a esas críticas con un mudo y olímpico desdén.

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Pero en el español general los términos usuales para designar el hospital o asilo de leprosos son leprosería, documentado desde el siglo XIX, y lazareto. Lazareto es un término que tiene una historia singular. En una isla cercana a Venecia, la Iglesia construyó un hospital para enfermos contagiosos donde también permanecían los viajeros procedentes del Oriente a fin

de cumplir con la obligada cuarentena. La isla se llamaba Santa María di Nazaret y el hospital de enfermos contagiosos llegó a conocerse como Nazaretto. Más tarde, por influencia del nombre de Lázzaro, el mendigo ulceroso curado por Jesús según el Evangelio de San Lucas, Nazaretto se alteró en Lazzaretto, al mismo tiempo que el término se especificaba para designar el hospital de leprosos. Lazareto se usa en castellano desde el siglo XVIII. Y el propio nombre de Lázaro, y sus derivados lazarino y lazaroso, se hicieron sinónimos de leproso. La lepra es una enfermedad infecciosa causada por el microorganismo bautizado como Mycobacterium leprae o bacilo de Hansen. Este último nombre hace honor a Gerhard Hansen, médico noruego que lo identificó en 1874. Igualmente en su honor, la lepra se conoce como mal de Hansen, hansenosis, hanseniasis o hanseniosis. La lepra fue una de las enfermedades más temidas en Europa desde la Edad Media hasta fines del siglo XIX. El horror al contagio producía tal aversión a los enfermos que resultaba en su cruel proscripción y abandono. Los leprosos estaban obligados a hacer sonar una campanilla, o las conocidas tres tablillas de San Lázaro, para advertir sobre su presencia y dar tiempo a que los transeúntes se alejaran. Contaba Voltaire que el rey de Francia Luis VIII dejó en su testamento una cantidad —pequeña, por cierto— para cada uno de los dos mil hospitales de leprosos que había entonces en su reino. Esta cifra, enorme para el siglo XIII, es un importante indicio de la prioridad acordada al aislamiento de los enfermos de lepra. Hoy sabemos que la lepra no es tan contagiosa como se creía. La lepra y la tuberculosis, actualmente

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LEPROSORIO En el Perú se llama leprosorio el ‘hospital, albergue o asilo de leprosos’. Se trata aquí de la alteración de un latinismo moderno: leprosarium, formado sobre lepra con el terminal de sanitarium. (Similarmente, se documenta en Colombia y otros países leprocomio, con el terminal de nosocomio, que es sinónimo de hospital). El cambio de leprosario (forma que también se usa en el Perú) en leprosorio puede explicarse por influencia de leproso. En El Paraíso en la otra esquina, Vargas Llosa narra cómo, en cierta ocasión, se corrió el rumor de que Gauguin tenía lepra. Y continúa así: “Los vecinos, asustados por esa enfermedad que infundía pavor, se estaban concertando para pedir a las autoridades que lo echaran del pueblo, lo internaran en un leprosorio o le exigieran alejarse de los centros poblados de la isla”. (Pág. 169).

curables, han cedido el lugar al cáncer y al sida como aterradoras amenazas del siglo XX, y también del XXI. En la edición de 2001 del DRAE se han incorporado, como sinónimos de leprosería, los americanismos de extensión diversa leprocomio, leprosario y leprosorio. En el área de estos dos últimos el DRAE no incluye los usos peruanos aquí tratados.

LLANTA En el Perú y en otros países de América se conoce como llanta lo que en España se denomina neumático; también se llama entre nosotros llanta la cubierta o parte externa del neumático. La palabra llanta (originalmente yanta) se tomó, a fines del siglo XVI, del francés jante, de origen céltico. Jante designaba el ‘trozo curvo de madera que, unido a otros similares, forma la rueda’. El término llanta se aplicó primero en castellano al ‘cerco metálico exterior de las ruedas de coches y carros de tracción animal’. Más tarde, al difundirse el uso del caucho o goma elástica (en el habla peruana se prefiere el sinónimo jebe), se llamó llanta de goma el cerco de caucho que cubre la rueda de diversos vehículos —automóviles, camiones, motocicletas, bicicletas— a fin de hacer más suave su contacto con el suelo. Pero cuando se desarrolló el automovilismo en Francia, a fines del siglo XIX, se sustantivó el adjetivo de origen grecolatino pneumatique, que significaba ‘relativo al aire’, para designar el conjunto de la cubierta más la cámara inflada con aire comprimido. El correspondiente término español neumático, documentado como cultismo desde principios del siglo XVIII, tomó también —casi seguramente por influencia 228

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del francés— el nuevo sentido relacionado con el automovilismo. La tercera acepción del adjetivo neumático, sustantivado como masculino singular, aparecía así en la edición del Diccionario académico de 1992: “Llanta de caucho que se aplica a las ruedas de los automóviles, bicicletas, etc. Consta generalmente de un anillo tubular de goma elástica llamado cámara, que se llena de aire a presión, y de una cubierta de caucho vulcanizado muy resistente”.

Esta definición no consideraba los modernos neumáticos o llantas sin cámara. Pero en la edición del año 2001, el adjetivo neumático tiene una segunda acepción en la que funciona como sustantivo masculino, que es la siguiente: “Pieza de caucho con cámara de aire o sin ella que se monta sobre la llanta de una rueda”.

Llanta, a su vez, tiene esta tercera acepción:

sentido, otros verbos formados sobre caucho: recauchutar o recauchar. En la edición de 1992 del DRAE ya se registraban reencauchar, reencauchadora y el postverbal reencauche como usos colombianos y peruanos. En la del año 2001, los mismos americanismos se registran con áreas diferentes que incluyen a diversos países de la América Central. En cuanto a locuciones, en el habla coloquial peruana la expresión nominal boca de llanta designa a quien tiene labios muy gruesos. Como se pronuncia generalmente boca ‘e llanta, llega a fundirse en una palabra: boquellanta (pronunciado, con yeísmo, boqueyanta). Llanta baja es otra expresión nominal, empleada también como apodo, que describe humorísticamente el andar sincopado del cojo. Es uso que surge de la replana y llega al nivel del habla popular y juvenil. Un uso figurado de llanta referido al rollo o ‘pliegue de tejido adiposo formado a la altura del abdomen’ por exceso de comida o falta de ejercicio se documenta en Los últimos días de La Prensa de Jaime Bayly. El protagonista y otro conspicuo personaje salen del local del diario:

“Pieza metálica central de una rueda, sobre la que se monta el neumático”.

“—Primero vamos a darnos un sauna —dijo Botto. —Perfecto —dijo Diego.

Y el uso de llanta por neumático se reconoce como americanismo. En cuanto a derivados de llanta, en el Perú llantero designa a quien se ocupa de reparar las llantas desgastadas o deterioradas. Pero el taller en que se reparan no se llama llantería, llantera o montallantas, como en otros lugares de América. Se llama reencauchadora porque el proceso mismo se denomina reencauchar, formado sobre caucho; la Academia prefiere, con este

Es curioso que el término correspondiente en el lenguaje familiar de España sea michelín, tomado de una famosa marca comercial francesa que se anuncia con una obesa figura humana formada por neumáticos. Michelín ya figura en la edición de 1992 del Diccionario de la Academia. Y en la de 2001 aparece, como uso

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—Para bajar la llanta —dijo Botto, acariciándose la panza”. (Pág. 196).

del habla coloquial hispanoamericana, el de llanta con el sentido de “pliegue de gordura que se forma en alguna parte del cuerpo”.

LUMPEN En alemán Lumpen significa ‘trapo, harapo, guiñapo, andrajo’ y Proletariat es equivalente del español proletariado. En las Obras de Karl Marx se habla del Lumpen-proletariat, palabra compuesta que ha sido traducida como infraproletariado, subproletariado o, literalmente, proletariado andrajoso. Proletariado es un obvio derivado de proletario, que a su vez lo es de prole, porque el proletarius romano era el ciudadano que, por carecer de bienes de fortuna, solo podía servir al Estado ofreciéndole el trabajo de su prole. Hoy proletario o proletaria es cualquier persona de la clase obrera o del más bajo nivel socioeconómico. Cuando se difundieron las obras de Marx en España y América, en algunos países se prefirió adaptar el alemán Lumpenproletariat al español variando solo su terminación. Nació así el término híbrido lumpenproletariado, que tuvo gran difusión. En uno de los cuentos de Bryce, grita, desesperado, un personaje: “¡Raúl, esto es El Agustino! ¡Una barriada de mierda! ¡Un cerro asqueroso lleno de arañas y lumpenproletariado!”. (En Dos señoras conversan, pág. 196).

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La grafía oficial, lumpemproletariado, obedece las normas ortográficas del español. Pero lumpemproletariado se abrevia igualmente en su primer elemento, lumpen, conservando intacta su significación. Dice, por ejemplo, Vargas Llosa en El pez en el agua: “En vez de un rechazo popular en defensa de la democracia, el golpe del 5 de abril mereció amplio respaldo, de un arco social que abarcaba desde los estratos más deprimidos —el lumpen y los nuevos migrantes de la sierra— hasta el vértice encumbrado y la clase media, que pareció movilizarse en pleno a favor del ‘hombre fuerte’”. (Pág. 534).

También se usa lumpen, como sustantivo, en sentido figurado. Decía el filólogo Fernando Lázaro Carreter, expresidente de la Real Academia Española: “No ya de la plebe, sino del puro lumpen lingüístico ha salido el hoy triunfal delante mío o detrás tuyo”. (El dardo en la palabra, pág. 511).

“un creciente sector lumpenesco, segregado durante los últimos años por el activo proceso de descomposición total del país”. (En Caretas, edición del 1/9/84).

Y Javier Mariátegui, en un artículo titulado “Estrés social y espacio individual”, emplea el verbo cuando afirma que, al anochecer, “el centro de Lima se lumpeniza”. (En El Comercio, edición del 30/5/93). También se oyen esporádicamente, en el habla limeña, otros derivados de lumpen, tales como el sustantivo lumpenaje. En cuanto a la aceptación académica de lumpen y sus derivados, hasta 1992 no hay mención en el DRAE de ese germanismo. Pero en el DRAE 2001 sí aparece lumpemproletariado con la acepción de “capa social más baja y sin conciencia de clase”. Y también lumpen, como forma acortada de la anterior que conserva su sentido, y con otras dos acepciones: una sustantiva que se refiere a la “persona que forma parte de este grupo social” y una adjetiva, subdividida: “perteneciente o relativo al lumpen” y “propio de él”.

Lumpen se usa asimismo como adjetivo, en sentido literal y figurado. El español Alfonso Sastre dice en un libro titulado precisamente Lumpen, marginación y jerigonza: “...he caído en la cuenta de ser yo mismo un escritor lumpen, dejado de la mano de Dios y más que nada de la de los hombres...” (pág. 31).

En el Perú se emplean asimismo los derivados lumpenesco y lumpenizar. Luis Pásara usa el adjetivo en un artículo titulado “Exportación no tradicional”, en el que afirma que del Perú sale:

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LUSTRABOTAS En la mayor parte de la América hispana, desde la Central hasta el Cono Sur, se llama lustrabotas al trabajador que limpia, embetuna (betunar, el verbo usual en el Perú, es una forma sin prefijo anticuada en la lengua general) y saca brillo al calzado de sus clientes, ya sea en forma ambulatoria o en un quiosco de madera instalado casi siempre en plena vereda o acera. En el primer párrafo de Los últimos días de La Prensa, de Jaime Bayly, se lee: “Era enero. Hacía calor en Lima. Los portales de la plaza estaban llenos de lustrabotas, mendigos y vendedores ambulantes”. (Pág. 5).

En Como cada jueves, Ricardo Blume describe un embotellamiento de vehículos durante un apagón, de los muchos que sufrió Lima hace algunos años: “Un quiosco rodante de lustrabotas se puso enfrente del coche que iba delante mío [sic]. Parecía un ropero atravesado en la avenida. Surrealismo puro que pedía a gritos un Dalí que lo pintara”. (Pág. 97).

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En la lengua general no se dice lustrabotas sino limpiabotas; el Diccionario oficial registra también, con el mismo sentido, betunero. En Méjico se usa el término equivalente bolero; en Colombia embolador, junto a limpiabotas. Bolero y embolador se derivan de bola, como reducción de bola de betún. Pero en la América hispana se usan igualmente, además del sustantivo compuesto lustrabotas, otros compuestos y derivados del verbo lustrar sinónimos de la forma del español general limpiabotas. Entre ellos están: Lustracalzado, que se documenta en la Argentina. Lustrador, usado en ese país, Uruguay, Bolivia y algunos de la América Central. Lustrín, que en Chile es sinónimo de lustrabotas, pero designa también un pequeño local en que se lustra calzado, o la caja en que se guardan los utensilios necesarios para ello. Asimismo, el verbo lustrar se emplea en casi toda América con el sentido específico de sacar brillo, referido a los zapatos (pero en Méjico se usa bolear y en Colombia embolar; ambos términos formados, como bolero y embolador, sobre bola ‘betún’). En La ciudad y los perros escribe Vargas Llosa: “Cuando Alberto salió de su casa comenzaba a oscurecer y, sin embargo, sólo eran las seis. Había demorado lo menos media hora en arreglarse, lustrar los zapatos, dominar el impetuoso remolino del cráneo, armar la onda”. (Pág. 190).

Es interesante observar cómo, en el uso americano de lustrabotas y otros compuestos —o derivados— de lustrar, el matiz semántico secundario de ‘brillo’ llega a predominar sobre el primario de ‘limpieza’ presente en limpiabotas. 237

Parece que, entre nosotros, limpiar los zapatos — o las botas— no es suficiente. Hay que dejarlos lustrosos y brillantes. “Como espejos”, según prometen, entusiastas, nuestros pequeños lustrabotas. Por otra parte, cierto prurito —tal vez loable— de exactitud en el léxico ha hecho que el gremio nacional de este sector de trabajadores prefiera, como denominación oficial, la de Federación de Lustradores de Calzado del Perú: las botas, sin duda alguna, no son hoy predominantes como tipo de calzado.

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MALOGRAR Malograr es un compuesto del verbo lograr y el adverbio prefijado mal. Se usa en castellano desde principios del siglo XVII. De acuerdo con su etimología, malograrse equivale a mal lograrse, lograrse mal, no lograrse (algo o alguien); es decir, ‘no llegar a completarse un desarrollo o proceso esperable’, ‘frustrarse’: “se malograron sus planes a causa del accidente”, “se malogró toda la cosecha por la nevada”. Aplicado a personas, el participio adjetivado malogrado se ha hecho sinónimo de fallecido. Pero este uso solo es correcto cuando se aplica a quienes han muerto en plena juventud dejándonos sin saber lo que hubieran podido lograr en una vida larga. Un malogrado poeta es Javier Heraud; la expresión no es aplicable a Vallejo, ni menos a Westphalen. En los últimos tiempos, malogrado se está usando también en Lima para referirse a jóvenes que han caído en el vicio de la droga o del alcohol. Meterse (o pegarse) una malograda equivale a ‘excederse en el consumo de droga y alcohol a la vez’, o ‘excederse en la bebida mezclando diversos tipos de licores’. Pero en el Perú —y en otros países de Hispanoamérica— el verbo malograr ha experimentado una verdadera revolución semántica. El término ha sido realmente 239

sacado de quicio, pues se aplica, no a lo que aún no ha llegado a su madurez, sino a lo que la ha alcanzado y aun sobrepasado. Así, leche malograda equivale a leche avinagrada o leche cortada. En el español general se dice que los frutos se malogran cuando son dañados —por heladas, plagas, etc.— antes de madurar. En el Perú, por lo contrario, las frutas se malogran cuando se pasan de maduras y llegan a podrirse. En el campo de la mecánica, de la electricidad y de la electrónica, malograr (en uso pronominal o transitivo) campea sin rivales en el español del Perú. Se malogran los carros (‘automóviles’), los semáforos, los relojes, los televisores, y hay quienes malogran (por accidente o descuido) cocinas, refrigeradoras, licuadoras, lavadoras, y aspiradoras: todo con graves consecuencias para el bolsillo y la calidad de la vida. El 30 de agosto de 1976, en París y a las once de la noche, Julio Ramón Ribeyro anota en su diario:

ría toneladas de ropa sucia [...]. Toda la casa huele a gas, demonios, y hay tres enchufes de luz malogrados”. (Íd. íd., pág. 233).

Pequeñas miserias de la vida conyugal en París, mientras sueña con un departamento frente al mar en nuestra tercermundista Costa Verde limeña. En cuanto a locuciones, es importante la expresión nominal teléfono malogrado, que probablemente data de los tiempos de la Compañía Peruana de Teléfonos (nunca añorada ni aun por los más feroces detractores de la española Telefónica). Teléfono malogrado es una expresión, sintácticamente independiente y conclusiva, que expresa una total falta de comunicación entre personas: “Quise disculparme, pero no me atendió ni me entendió: teléfono malogrado”. Tiene un sentido próximo la expresión inglesa broken telephone.

“Vísperas de mi cumpleaños, esperando a Alida que llega de Italia [...]. Y en las condiciones más horribles: rodeado de caca de gato, que se ensució en todos los maceteros que me rodean, la alfombra inmunda pues la aspiradora se malogró, el dedo índice derecho tronchado por un absurdo corte con una lata de conserva, mal de salud y atormentado por la falta de sueño”. (La tentación del fracaso, III, pág. 84).

Dos años después, el 28 de agosto de 1978, Ribeyro afronta una situación doméstica análoga: “Llamada telefónica de Alida para anunciarme que saldrá de Lima el miércoles para estar el jueves en París, vía Bruselas. Me quedan en consecuencia tres días para tratar de poner orden en casa. Antes que nada, llevar a la lavande-

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MANDATARIO En el Perú y en otros países de la América hispana se usa la frase nominal Primer Mandatario para referirse al Presidente de la República. El epíteto tenía en un principio cierta elegante connotación de modestia democrática pues lo que expresaba era que se reconocía al Presidente de la República como al Primer Servidor del pueblo soberano. En efecto, mandatario es un término del lenguaje jurídico que designa a quien, en virtud de un contrato consensual llamado mandato, accede a representar personalmente a otro, que es el mandante. Por lo tanto, la expresión Primer Mandatario implica que el Presidente de la República es el ciudadano que, con la más alta jerarquía, cumple el mandato del pueblo que lo eligió y al cual representa y personifica. En lenguaje político mandato es también el encargo o representación que el pueblo confiere, por su voto, a congresistas, alcaldes, concejales y otros representantes. Hoy se entiende igualmente por mandato el “periodo en que alguien actúa como mandatario de alto rango” (DRAE 2001). Por eso la Constitución peruana vigente establece, en su artículo 112: “El mandato presidencial es de cinco años”.

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Pero en la Constitución vigente no se designa al Presidente de la República como Primer Mandatario, Mandatario de la Nación o Mandatario a secas, tres denominaciones usuales en el lenguaje político peruano. El cambio de sentido experimentado por la palabra mandatario se explica porque se la ha asociado más estrechamente con otra acepción de mandato: la de ‘orden que da el superior a sus subordinados’ y, por ese camino, con el verbo mandar en su primera acepción: ‘ordenar el superior al inferior o súbdito’. Para el común de la gente, pues, el Presidente de la República es mandatario porque manda a los demás, y es Primer Mandatario porque manda más que ningún otro jefe, autoridad o funcionario en el país. En la edición de 1992 del Diccionario de la Academia, se recogía ya, en segunda acepción, el uso nuevo de mandatario como sustantivo masculino: “En política, el que por elección ocupa un cargo en la gobernación de un país”.

Sin embargo la Agencia Española de Noticias Efe recomendaba (seis años después), a sus corresponsales en Hispanoamérica, no emplear el término Mandatario como sinónimo de gobernante, presidente, ministro o autoridad en los despachos que enviaban a la Península (Manual de español urgente, edición de 1998, s. v.). Pero en la edición de 2001 del DRAE hay cambios sustanciales. En cuanto a mandatario, antes término exclusivamente masculino, la entrada aparece ahora como mandatario, ria; se reconoce allí que muchas mujeres ejercen hoy en el mundo los más altos cargos del Estado. Y pasa a segundo término la acepción correspondiente al lenguaje jurídico. 243

En lo que se refiere a mandato, hay igualmente una significativa inversión en el orden de las acepciones. Pasa a ser primera la que ya admitía (como segunda) el DRAE 92, y queda como segunda la que corresponde al Derecho.

MANEJAR En el español de toda América se ha preferido el verbo manejar a guiar o conducir cuando se trata de automóviles u otros vehículos; el postverbal correspondiente es manejo. Conducir solo se usa en España, según el dato que proporciona el mismo Diccionario de la Academia en su edición del año 2001. El verbo manejar se tomó a fines del siglo XVI del italiano maneggiare, de igual significado. Aunque entró en castellano como término propio de la equitación, pronto extendió su uso y amplió su campo semántico. Como corresponde a la raíz de la palabra, que es mano en ambos idiomas, manejar tiene como primera acepción su sentido literal: “usar algo con las manos” (DRAE 2001). Su directa relación con mano sitúa a manejar en la línea de otros derivados de este sustantivo con análogo contenido semántico, tales como maniobrar o manipular. Por esos motivos, no debe llamar la atención que manejar haya prevalecido en el español de América para identificar la acción de dirigir, con las manos, el volante de un vehículo (timón por volante es otro americanismo).Y es indudable que no ofrecen una imagen igualmente vivida los verbos guiar o conducir que tienen solo como acepciones secundarias aquellas referidas a vehículos. 244

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En efecto, según el Diccionario de la Academia, conducir tiene como primera acepción la de “llevar, transportar de una parte a otra”. La segunda es “guiar o dirigir hacia un lugar” y solo la quinta, restringida —como se ha dicho— a España, es “guiar un vehículo automóvil”. Según el mismo diccionario, guiar es, en primer término, “ir delante mostrando el camino”; solo su cuarta acepción es “conducir un carruaje”. En Los últimos días de La Prensa, Jaime Bayly nos ofrece variados ejemplos del uso coloquial de manejar en el habla culta del Perú:

“...un tipo al que habían desaprobado en el examen de manejo, pero que resulta manejando mejor que Fangio, cuando se presenta la ocasión”. (Pág. 392).

Pero, a pesar de que ni en el Perú ni en el resto de la América hispana se usa el verbo conducir referido a vehículos, el nombre oficial de nuestro brevete (véase) es licencia de conducir, y no licencia (o permiso) de manejar.

Diego, el protagonista, y la todopoderosa secretaria Patty salen de la redacción del diario que da título a la novela: “Entraron a la playa de estacionamiento del periódico. Patty abrió su cartera y sacó sus llaves. — ¿Sabes manejar? —le preguntó a Diego. —Sí, más o menos, pero no tengo brevete. —No importa. Manéjame, ¿ya? —Claro, encantado. —Porque estoy muerta, hijo. Si manejo ahorita, chocamos y morimos decapitados de todas maneras. [...] Diego manejaba por las estrechas y caóticas calles del centro de Lima. [...] —Qué bien manejas, Dieguito —dijo—. Eres un chofer de lujo. Diego prendió un cigarrillo. Le gustaba manejar y fumar a la vez. [...] —No me hagas cosquillas cuando manejo, que ahorita chocamos”. (Págs. 62-63).

En La vida exagerada de Martín Romaña, Bryce emplea manejar, y también el postverbal manejo, cuando se refiere a: 246

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MARATÓN Maratón era el nombre de una ciudad costera del Ática, cerca de la cual los soldados atenienses, al mando del estratega Milcíades, obtuvieron la primera victoria sobre los persas invasores en el año 490 antes de Cristo. Según la leyenda, el soldado griego enviado desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria, de nombre Fidípides, cayó muerto de fatiga después de correr los 42 kilómetros que separaban ambas ciudades y cumplir su misión. Según Herodoto, sin embargo, no hubo tal mensajero de la victoria griega de Maratón, y Fidípides es el nombre de un corredor entrenado que se envió de Atenas a Esparta, para pedir auxilios bélicos, antes de esa batalla. Fidípides recorrió unos 240 kilómetros en dos días y, según parece, sobrevivió al esfuerzo. Pero la leyenda prevaleció sobre la historia. Cuando se restablecieron los Juegos Olímpicos en 1896, se creó, en homenaje a la hazaña legendaria, la carrera de maratón como la más larga carrera pedestre de resistencia, con una longitud que ha variado entre los 40 y los 42 kilómetros más 750 metros (hoy el recorrido está fijado en 42 km más 195 m). El Diccionario de la Real Academia Española registró, a partir de su edición de 1970, el sustantivo 248

masculino maratón. Mantuvo este género como único en la siguiente edición, de 1984, pero en la de 1992 ya admite que maratón es “a veces” femenino: la maratón. Lo cierto es que el uso en femenino se está generalizando últimamente en la Península. El notable lexicólogo Fernando Lázaro Carreter desaprobaba el cambio de género de maratón. Cree que puede deberse a influencia del italiano (en este idioma es femenina la forma adoptada, maratona), pero admite la hipótesis, que parece más acertada, de que en el cambio de género ha influido “una concordancia subyacente con carrera’’. (El dardo en la palabra, pág. 336). En el Perú y en gran parte de la América hispana ha prevalecido desde el principio el uso en femenino de maratón, tanto en su sentido original como en el figurado referido a ‘cualquier actividad realizada con premura’, y casi siempre también con esfuerzo y bajo presión. De ese tipo de actividad decimos en América que es maratónica, adjetivo que el DRAE 2001 registra como uso de Argentina, Bolivia, Cuba y Uruguay. El derivado académico es maratoniano que, según algunos diccionarios, aplica también al corredor de maratón. Según otros, el corredor de maratón debe llamarse maratonista. Con la cruel lucidez con que juzgaba sus propias cualidades y deficiencias, Julio Ramón Ribeyro consideraba sus posibilidades de llegar a ser un novelista, y no quedarse solo como un cuentista. Pero concluía con esta amarga advertencia a sí mismo: “Corredor de cien metros planos, no te inscribas en la próxima maratón”. (La tentación del fracaso, III, pág. 193).

Alfredo Bryce alterna, en una misma página, ambos géneros de maratón: 249

“Regreso a Madrid y reviso la prensa escrita [...]. Diario 16 (25 de abril, 1944) da cuenta de la maratón de Madrid [...]: ganó un marroquí [en segundo lugar quedó un español apellidado Matamoros]. Frases como ‘Entre moros y cristianos anda el maratón’ [...] se escucharon repetidamente”. (Atrancas y barrancas, pág. 60).

Nótese que usa maratón como femenino en su propio texto, y como masculino en la cita que recoge el habla de Madrid. La edición de 2001 del DRAE admite que maratón se usa también como sustantivo femenino. Da como segunda acepción la de “competición de resistencia” y como tercera “actividad larga e intensa que se desarrolla en una sola sesión o con un ritmo muy rápido”. En varios países de Hispanoamérica se usa el compuesto telemaratón como equivalente de maratón televisiva, es decir, ‘colecta pública por televisión, de muchas horas de duración’. En el Perú y en otros países de la América hispana se prefiere, con este sentido, el compuesto contracto teletón, término que tiene antecedentes en el inglés americano telethon. El DRAE 2001 recoge teletón, lo explica como acrónimo de televisión más maratón, circunscribe su uso a Honduras y Méjico y lo define, como sustantivo masculino, de este modo:

MASACRE

El terminal -ton va adquiriendo así la función de un verdadero sufijo, pues se han registrado ya usos como el de radiotón, de contenido paralelo al de teletón, y algunos otros.

Una masacre es una ‘matanza humana colectiva’, ‘un asesinato en masa’ de personas indefensas o que apenas pueden defenderse: por ejemplo, la masacre de los inocentes, después del nacimiento de Jesús; la masacre de los hugonotes franceses, en 1572, que empezó con la llamada Noche de San Bartolomé. En casos extremos, masacre puede llegar a ser equivalente de genocidio. El sustantivo masacre y el correspondiente verbo masacrar son galicismos, relativamente modernos, de gran uso en el español de América, aunque tienen también alguna difusión en la Península. Masacre y masacrar han sido, y siguen siendo, términos duramente combatidos por el purismo a ambos lados del Atlántico. En francés, massacre es un término —relacionado en su origen con la caza— usado ampliamente desde el siglo XVI. También desde entonces se emplea el verbo massacrer junto con otros derivados de massacre. Sustantivo y verbo se documentan en los textos de los más notables autores franceses de los siglos XVII y XVIII: Corneille, Racine, Madame de Sévigné, Boileau, La Bruyére, Fénelon y Voltaire, quien explica estos usos en su Diccionario filosófico. Massacre pasó muy tempranamente al inglés; en esa misma forma, usada como sustantivo y como verbo

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“Campaña benéfica que consiste en recoger dinero entre la población utilizando la televisión, conjuntos musicales y otros espectáculos”.

(to massacre), se documenta ya en las obras de Shakespeare y Marlowe. Este hecho ha dado pie a la suposición, no fundamentada, de que el galicismo podría haber pasado al español a través del inglés. En cuanto al uso castellano, es interesante señalar el no explicado proceso del cambio de género: massacre es un sustantivo masculino en francés, pero, al pasar al español, se ha hecho femenino. ¿Podría tratarse aquí — como admite Fernando Lázaro Carreter en el caso de la maráton (véase)— de otra “concordancia subyacente” —esta vez sobre una base falsa— con el sustantivo femenino masa, que coincide con las dos primeras sílabas de masacre? La Real Academia Española solo incorporó masacre y masacrar en el Diccionario oficial a partir de su edición de 1984. En las de 1992 y 2001 masacre aparece con esta definición: “matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida”; masacrar se registra con el sentido de “cometer una matanza humana o asesinato colectivos”. Según estas definiciones, la Academia no acepta el uso de masacre y masacrar cuando se trata del asesinato de una sola persona, aunque el homicidio sea especialmente cruel, sangriento o alevoso. Y menos aún cuando solo se trata de un grave maltrato físico, por cruel o sádico que sea, si no ha llegado a producir la muerte. En francés, en cambio, massacrer se usa, desde principios del siglo XVII, también con el significado de ‘asesinar a una víctima que no puede defenderse’. En inglés, similarmente, massacre se documenta desde la misma época con el sentido de ‘asesinato peculiarmente atroz’ y el verbo to massacre con el significado de ‘asesinar con crueldad o violencia extrema’. Y esos usos son hoy corrientes en el habla culta del Perú y 252

otros países de Hispanoamérica. Un ejemplo extremo: Julio Ramón Ribeyro usa, en su Diario personal, el verbo masacrar referido a las insoportables picaduras que le inflige un zancudo (americanismo por mosquito): “Fatigadísimo no solo a causa de la gripe [...], sino del insignificante pero voraz zancudo que anoche me atacó en [el] cuarto de Julito impidiéndome dormir de dos a cinco de la mañana. [...] Cada vez que apagaba la luz y me recostaba en mis almohadones sentía su agudo zumbido y a los segundos su picotón. [...] Pero con luz y todo, apenas el sueño me vencía, volvía al ataque y era imposible descubrir dónde se había refugiado con su gotita de sangre en la trompa abyecta. Sólo una vez lo distinguí y me precipité sobre él con una improvisada pero apropiada arma (la gaceta de la Galería Drout), mas el insecto se esfumó [...]. A las cinco de la mañana tiré la gaceta y el arpa y me dije duérmete aunque te masacre”. (La tentación del fracaso, III, págs. 250-251; anotación correspondiente al 31/10/78).

Esta masacre sufrida a trompa de un minúsculo verdugo hace dudar a Julio Ramón no solo de la bondad del todopoderoso sino aun de su existencia. Y, como consecuencia, hacer lo que supuestamente hizo, hastiado, David: tirar el arpa.

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METETE En la trigesimonovena reunión de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), celebrada en Cartagena de Indias en 1998, el presidente Fujimori justifico así la acción del Estado tal como él la entendía: “El manejo de los ríos, la rehabilitación de carreteras, el drenaje de las aguas tras las grandes inundaciones de las ciudades imponen una lógica caracterizada por el uso intensivo de recursos y la rápida decisión para ponerlos a disposición de la emergencia, algo que, por las características del problema, no puede ser manejado por la empresa privada. Tenemos vidas que cuidar y valiosa infraestructura básica que proteger, de la que depende la producción y, por ende, el empleo. Por eso, nadie debe llamarse a escándalo cuando el Estado peruano realiza algunas obras de prevención de desastres como El Niño y compra, con procesos transparentes, es decir, caracterizados por la honestidad, una dotación importante de maquinaria para ese fin. No es la vuelta al Estado intervencionista, ni empresario, populista y, mucho menos, metete. Es la toma de conciencia del rol fundamental de un Estado que surge no de la teoría, sino de la realidad de los pueblos”. (En el diario oficial El Peruano, edición del 17/3/98, pág. A9).

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Son dos párrafos claros y directos que concluyen en que el Estado debe ser eficiente y previsor, pero no empresario, ni populista, ni intervencionista. Ni, mucho menos, metete. Sin considerar términos compuestos como metomentodo —este es, más bien, parasintético— son numerosos los adjetivos derivados del verbo meter que expresan el mismo concepto que el término general entrometido: Metete, empleado por el presidente Fujimori, es un expresivo término del lenguaje coloquial del Perú y de otros países de América (Argentina, Uruguay, Chile, Guatemala, Costa Rica). En la Argentina y el Uruguay se usa igualmente meterete que lleva el mismo sufijo -ete de metete, pero sobre la forma completa del infinitivo. El sufijo -ete está presente también en otros peruanismos y americanismos derivados de verbos, tales como acusete, adulete y amarrete, todos con matiz despectivo. Como sinónimo de metete y meterete se usa igualmente el participio adjetivado metido (documentado en la Argentina, Chile, Venezuela, la América Central, Cuba y Puerto Rico), reducción de la forma compuesta general entremetido. En Méjico se registra metelón (como mordelón), pero hoy predomina en ese país metiche, derivado difundido últimamente en el Perú y gran parte de América a través de algunos programas de televisión mejicanos. El Diccionario de la Real Academia Española da, como formas de la lengua general que tienen igualmente la acepción de entrometido o entremetido, otros dos derivados de meter: meticón y metijón. Una variante de este último, metejón, se usa en el Perú junto con el tradicional metete y el recientemente difundido metiche. Pero en Colombia, sede de la mencionada reunión del BID, no se usa precisamente metete; solo se 255

documentan en su habla coloquial los derivados equivalentes metido y metiche. A pesar de eso, no se produjo en Cartagena ningún malentendido a causa del uso del peruanismo metete en una reunión internacional. Ello, porque el contexto es importantísimo para la comprensión de un texto. Y también porque los términos del habla coloquial tienen a veces la fuerza de expresión que no logran transmitir los más selectos términos del habla formal. Metete se incluye ya en el DRAE 2001, como uso del Perú y Chile. Metiche aparece, como mejicanismo, desde la edición anterior, de 1992.

*LAS MIASMAS La palabra miasma viene del griego miasma ‘mancha’. Es un cultismo, un helenismo de la lengua culta, que entró en el español a fines del siglo XVIII. Presumiblemente lo hizo a través del francés, idioma en el que miasma está documentado un siglo antes (época en que pasó al inglés como miasm). En francés y en español, miasma es masculino. Así lo usa tempranamente Bolívar, quien, refiriéndose a los disturbios políticos de Chile y Buenos Aires, escribe a Santander en enero de 1823: “...nosotros vamos a recibir los miasmas contagiosos de nuestros hermanos del Sur, que están infectados de la horrible anarquía”. (Obras, I, pág. 717).

El uso de Bolívar es, por supuesto, figurado. Según el Diccionario de la Real Academia, miasma es un sustantivo masculino que se usa más en plural. Lo define así: “Efluvio maligno que, según se creía, desprendían cuerpos enfermos, materias corruptas o aguas estancadas”.

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El adjetivo miasmático se refiere tanto a lo que produce o contiene miasmas como a lo que los miasmas ocasionan: aire miasmático, fiebre miasmática. En los días anteriores al gran descubrimiento de Pasteur, miasma se asoció principalmente a los pantanos en que se criaba el mosquito que producía el temido paludismo, nombre que viene del latín palus ‘laguna’; el sinónimo malaria se tomó del italiano malaria, compuesto de mala aria ‘mal aire’. Estas denominaciones expresaban la idea de que dicha enfermedad febril, producida por un protozoo, se relacionaba directamente con lagunas y pantanos —donde, es verdad, se criaban las larvas del mosquito anófeles, el trasmisor— y también con el aire contaminado: no cabe duda de que el mosquito —que en América llamamos zancudo, sustantivando el adjetivo que significa ‘de zancas o patas largas’— llega a su víctima por el aire. Miasma es, como se ha dicho, un sustantivo masculino usado más en plural: el miasma, los miasmas. Pero la -a final, que es característica del género femenino en español, puede atraer a miasma, equivocadamente, hacia ese género. Ello se constata aun en el uso de algunos notables escritores de España y América. Es ejemplo de reiterado uso incorrecto de miasma en femenino nuestro —siempre será nuestro— Mario Vargas Llosa. Refiriéndose a la criticada labor de los etnólogos entre los indígenas de la selva peruana, se pregunta:

fragancias insólitas y consideradas repelentes por el común, era una necesidad vital”, y se imagina a Michelet, el gran historiador y prosista francés del siglo XIX: “con chaleco, levita de dos puntas, escarpines y acaso planstrom [sic: en vez de plastrón], arrodillado y reverente ante la taza de excrementos, absorbiendo con infantil delectación las hediondas miasmas que, llegadas a los entresijos de su romántico cerebro, le devolvían el entusiasmo y la energía, la frescura de cuerpo y de espíritu, el ímpetu intelectual y los generosos ideales”. (Págs. 137-138).

Y en El Paraíso en la otra esquina, Vargas Llosa se refiere al pequeño hijo de Flora Tristán, al cual, según su médico: “había que sacarlo al campo a respirar aire puro, lejos de las miasmas de París”. (Pág. 59).

Este repetido descuido —y otros muchos constatados en el léxico de Vargas Llosa— no desmerece, por supuesto, su reconocida calidad como novelista y ensayista.

“¿Nunca nadie más debería entrar allá a fin de evitar la contaminación de esas culturas con las miasmas degenerantes de la nuestra?”. (El hablador, pág. 35).

En Elogio de la madrastra don Rigoberto recuerda a “aquellos audaces extravagantes para quienes aspirar 258

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(Véase el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española, págs. 211-212). Don Fernando Lázaro mantenía, un cuarto de siglo después, esa drástica opinión. Lamentaba que, en el caso de la censura expresada en el Esbozo, “el plaguicida obró como si fuera abono” (El dardo en la palabra, pág. 310). Concentraba sus proyectiles en la prensa oral y escrita, y afirmaba que:

EL MISMO El adjetivo mismo, que expresa identidad, carece de las funciones del pronombre, que son la deíctica (señalar) y la anafórica (repetir). Sin embargo, en la moderna prosa periodística, tanto oral (radio, televisión) como escrita (diarios, revistas) y también en el lenguaje parlamentario, magisterial, administrativo, publicitario, forense y aun técnico, han proliferado últimamente —en España y América— algunos usos del adjetivo mismo, sustantivado, que invaden la función anafórica del pronombre. En estos casos mismo, con sus variaciones de género y número, va precedido del artículo determinado correspondiente: el mismo, la misma; los mismos, las mismas. Ejemplos del mal uso: “fue registrado el ómnibus y también los ocupantes del mismo” (en vez de “los ocupantes de él, o “sus ocupantes”); “la fecha es ilegible, pero es clara la firma debajo de la misma” [de ella]; “se confirmó la presencia de aviones, pero se ignora la procedencia de los mismos” [de ellos, o “su procedencia”]; “el incendio se propagó a varias viviendas, las mismas que [las que, las cuales] sufrieron graves daños”. Estos usos, con pretensiones de ser explícitos y elegantes, ya en 1973 fueron considerados por la Real Academia Española como abusivos, vulgares y mediocres. 260

“los medios informativos, en general, no están por lo simple, sino por lo compuesto. Adoran lo escarolado y lo curvilíneo [...]. Y ahí está ese terrible el mismo con que nos afligen de continuo prensas y ondas”. (Ob. cit., pág. 200).

Animaba —algo— a don Fernando el hecho de que ese “nauseabundo y sobrante” el mismo no haya llegado aún al nivel de la lengua oral. Pero sí ha llegado al nivel del propio Diccionario de la Real Academia Española, pues en la entrada monitorio, ria, se lee: “3. m. Monición, amonestación o advertencia que el Papa, los obispos y prelados dirigían a los fieles en general para la averiguación de ciertos hechos que en la misma se expresaban...” (ediciones de 1956, 1970, 1984, 1992 y 2001).

Opuesta a la de Lázaro Carreter es la opinión de Manuel Seco. En su importante Diccionario del español actual, de 1999, este lexicólogo y académico mantiene la benévola opinión sobre el censurado uso de el mismo que había expresado y sostenido ya en su útil Diccionario de dudas y dificultades (edición de 1986). Mientras tanto, ya se ha creado en la Argentina el derivado despectivo mismismo para designar el uso —o abuso— del adjetivo mismo en las funciones del nombre o del pronombre. (La Nación de Buenos Aires, Manual de estilo y ética periodística, pág. 157). 261

MORGUE Morgue por depósito de cadáveres es general en el Perú y en otros países de América. El término no se conoce en la Península, pero en el DRAE 2001 ya se consigna este galicismo de América como uso general: “morgue. (Del fr. morgue), f. Depósito de cadáveres”.

La palabra morgue tiene, en francés, una historia curiosa y complicada: El verbo morguer significaba ‘poner mala cara, con fruncimiento de labios’; es decir, lo que en el habla coloquial peninsular se expresa por la locución verbal estar de morros. De morguer salió el postverbal morgue con el sentido de ‘expresión altanera y desdeñosa’, que está documentado en francés desde el siglo XV. Tal vez por intermedio de una presunta acepción de morgue: ‘mirada fija y penetrante’ (por ser altanera y desdeñosa), el término tomó el sentido (hoy desusado) de ‘antesala de una prisión’ en la cual los carceleros tenían ocasión de mirar fijamente a cada detenido a fin de grabarse en la memoria sus facciones. Esto sucedía, por supuesto, en tiempos muy anteriores a los de fichas fotográficas y huellas digitales, los cuales se prolongaron hasta mediados del siglo XIX. 262

Por último, dos sucesivas extensiones de sentido hicieron de morgue la denominación del ‘recinto donde se exponen provisionalmente los cadáveres de desconocidos, a fin de facilitar su identificación’ y, de allí, ‘edificio que alberga dicho recinto’. El galicismo morgue por depósito de cadáveres pasó también, a mediados del siglo XIX, al inglés de los Estados Unidos de América, donde es hoy de uso común. El gran poeta y narrador estadounidense Edgar Allan Poe jugó con las connotaciones negativas, y aun tétricas, de este término francés cuando tituló “The murders in the rué Morgue” (Los asesinatos de la calle Morgue) su famoso cuento, tenido como punto de partida de la moderna literatura policial. Según Poe, la rué Morgue era “uno de esos míseros pasajes que corren entre la rue Richelieu y la rue Saint-Roch”: su genio le permitía dar detalles supuestamente realistas sobre los vericuetos de un París que, según parece, nunca llegó a conocer.

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Motriz es el femenino del adjetivo motor. Ambas formas significan ‘que mueve’: fuerza motriz, impulso motor. Motor y motriz están en la misma línea, en cuanto a derivación para distinguir el género, que los sustantivos actor, actriz y emperador, emperatriz, formas que tienen directos antecedentes en latín (actor, actrix; imperator, imperatrix, etc.). Pero motor tiene también una forma femenina regularizada según la norma castellana: motora (como directora, de director). Fuerza motora equivale a fuerza motriz; se dice también causa motora, idea motora, etc. En el español de la Península, además, motora se ha sustantivado para designar lo que en el Perú llamamos lancha a motor (o, mejor, de motor). Sin embargo, muchas personas de supuesta habla culta incurren en el error de usar el adjetivo femenino motriz calificando a sustantivos masculinos: impulso motriz, sistema motriz, por ejemplo. El error puede explicarse —no justificarse— porque motor se usa hoy más como sustantivo que como adjetivo. El Diccionario de la Academia da, como segunda acepción de motor, la de “máquina destinada a producir movimiento a expensas de otra fuente de energía”. De

este uso sustantivo de motor salen derivados tales como motorista y motorizar. Los usos adjetivos incorrectos de motriz por motor se dan también en la Península: para el lexicólogo Fernando Lázaro Carreter, constituyen ya “un arraigado y firme disparate”. (El dardo en la palabra, pág. 409). Pero en el Perú hemos avanzado un paso a partir de ese “arraigado y firme disparate”: lo que sucede en España y en el resto de América con el mal uso de motriz se agrava aquí con el peor uso de sus compuestos automotriz y psicomotriz. Automotriz es un adjetivo femenino equivalente de automotora; el masculino es automotor. Es correcto, por lo tanto, hablar de mecánica automotriz o de tecnología automotriz. No es correcto, en cambio, decir parque automotriz, taller automotriz, sector automotriz o impuesto automotriz (oficialmente, en el Perú, impuesto al patrimonio vehicular). Se documentan también, en nuestros diarios y otros medios de comunicación, otras locuciones nominales erróneas tales como transporte automotriz, seguro automotriz, crédito automotriz, sindicato automotriz, socio automotriz, clan automotriz, imperio automotriz, repuestos automotrices. Algunos vehículos destinados a proporcionar ayuda a automovilistas en apuros tienen este rótulo: auxilio automotriz. Igualmente se censuran, a uno y otro lado del Atlántico, los similares usos incorrectos del adjetivo compuesto psicomotriz (el masculino es psicomotor); por ejemplo, desarrollo psicomotriz, centro psicomotriz, aspecto psicomotriz. Usos incorrectos de psicomotriz en el habla culta peruana son estos de Sebastián Salazar Bondy en Una voz libre en el caos: “desarreglo psicomotriz”, “epilépticos psicomotrices” (pág. 219). Otro hablante culto peruano, Juan

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MOTRIZ

de Arona (o Pedro Paz Soldán y Unanue), notable lexicógrafo del siglo XIX, llama al agua “elemento matriz”. (BCP 9**, pág. 105). Pero lo cierto es que la pérdida de asociación entre el terminal -triz y el género femenino viene de antiguo, pues se registra ya en el apócrifo Quijote de Avellaneda, publicado en 1614. En el capítulo XVII el autor se refiere a cierto “artificio motriz”. (Edición de Martín de Riquelme, vol. II, pág. 101). ¿Será esta una batalla perdida? Lo que Fernando Lázaro llama “error de párvulos” ¿habrá echado ya firmes raíces en el habla culta de España y América, abriendo así su camino hacia la lengua general?

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MUTUO Mutuo es sinónimo de recíproco, y se aplica a acciones, bilaterales o multilaterales, en que al mismo tiempo se da y se recibe algo. Por ejemplo: amor mutuo, odio mutuo; mutua confianza o desconfianza. Mutuo no es sinónimo de común. Dos hermanos pueden tenerse entre sí un afecto mutuo y, a la vez, sentir un amor común hacia sus padres. No debería hablarse, pues, de esfuerzos mutuos (para conseguir un fin) cuando se quiere expresar que son esfuerzos comunes, es decir, realizados igualmente por varias personas. Pero, en los últimos tiempos, mutuo ha experimentado una especie de contagio semántico proveniente de común. Y análogo proceso ha seguido su cognado inglés mutual. El detonante de estos análogos cambios semánticos, parece haber estado ligado a una institución de la vida económica moderna: los fondos mutuos (en inglés mutual funds). En ella, fondos pertenecientes a los aportantes se destinan a la ayuda mutua de unos a otros en forma de préstamos acordados en condiciones ventajosas. Este sistema de ahorro y prestaciones mutuas, administrado por Asociaciones o Sociedades mutuales o mutualistas, se extendió tanto, en España y en algunos países de América, que dio origen a una verdadera familia de palabras. Ellas son, según el DRAE 2001: 267

Mutualidad (también acortado en mutua, en España), sustantivo que designa la propia institución. Mutualismo, que se aplica al régimen o sistema de este tipo de prestaciones. Mutualista que, como adjetivo, se aplica a dicho régimen y como sustantivo al miembro de una mutualidad. Los menos difundidos mutuario, ria y mutuante, que designan, respectivamente, a la persona que recibe y a la que da el préstamo. Y mutual, que para el DRAE solo tiene uso adjetivo, y es en el Perú el sustantivo preferido —en realidad, el único— para designar a la mutualidad o mutua. En Historia de Mayta, por ejemplo, Vargas Llosa se refiere así a distintos distritos de Lima: “La prosperidad de Miraflores y San Isidro va decayendo y afeándose en Lince y La Victoria, renace ilusoriamente en el centro con las pesadas moles de los Bancos, mutuales y compañías de seguros...” (pág. 61).

Tiempos pasados aquellos en que la prosperidad de las mutuales (especialmente las Mutuales de Vivienda) se expresaba en la construcción de grandes edificios. Hoy han dejado su lugar a otros tipos de instituciones de financiamiento.

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NOMINAR Hasta su edición de 1992, el DRAE registraba nominar solo como “dotar de un nombre a una persona o cosa”, y nominación como la acción o el efecto correspondiente. Pero en los últimos años nominar y nominación han tomado del inglés modernas acepciones relacionadas con actividades políticas y culturales. En inglés, en efecto, (to) nominate es, en primer lugar, ‘designar, proclamar’, referido especialmente a un candidato que postula a un alto cargo público. Es sabido que en los Estados Unidos de América se realizan convenciones de los dos partidos tradicionales —el demócrata y el republicano— con el fin de nominar a sus, respectivos candidatos para la presidencia y la vicepresidencia de la república. Se nominan, asimismo, los candidatos a un premio o distinción, tal como sucede con el Óscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. En segundo lugar, (to) nominate equivale plenamente a nombrar para un cargo público. En ambos casos nomination expresa la acción o el efecto respectivo. El anglicismo nominar se ha difundido muy rápidamente en el español americano y peninsular con las dos acepciones que tiene en inglés (to) nominate: ‘designar como candidato’ y ‘nombrar para un cargo’. El postverbal 269

nominación ha tomado, igualmente, los correspondientes sentidos del inglés nomination. Don Fernando Lázaro Carreter consideraba estos usos de nominar como verdaderos barbarismos que pertenecen a la jerga de la información. Así se refería a la “explosión de júbilo” que se produjo en España al ser designada Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992: “...todos pudimos oír el estallido de los audiovisuales: ‘¡Barcelona ha sido nominada...!’; ‘¡Barcelona gana la nominación...!’. Fue asombrosa la coincidencia en el barbarismo, gargarizado por mil laringes unánimes, todas de acuerdo para evitar los normales designar o elegir. ¡Barcelona nominada! Y así parecía mayor el triunfo, más gigantesca la victoria sobre París”. (El dardo en la palabra, págs. 385-386).

Según el acucioso lexicólogo, “nominar significa en español solo la acción de poner nombre”. Lo que dice a Biblia que hizo Adán; lo que hacen quienes bautizan un invento o un nuevo producto comercial. Lo demás es, en nuestra lengua, designar o nombrar. Pero en la edición de 2001 del DRAE se incluyen ya las nuevas acepciones: Nominar es, además de “dar nombre a alguien o algo”, “designar a alguien para un cargo o cometido” y también “presentar o proponer a alguien para un premio”. Y nominación es, no solo “acción y efecto de nombrar”, sino también “acción y efecto de nominar”.

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OVNI En una nota de su diario personal correspondiente al 29 de julio de 1977, Julio Ramón Ribeyro se refiere al astrónomo Allen Hynek y a un libro suyo traducido del inglés con el título de Los objetos volantes no identificados. ¿Mito o realidad? Dice Ribeyro: “Su libro es lúcido, desapasionado, documentado y científicamente convincente. Es quizás el único científico de envergadura que concluye por la afirmación: los ovnis existen Hynek analiza los casos de aparición de ovnis según un método en crescendo [sic]: luces nocturnas, discos diurno, ovnis vistos a menos de 200 metros, ovnis vistos de cerca y que dejaron marcas reconocibles de su paso y finalmente ovnis dotados de ‘habitantes’ vistos por testigos”. (La tentación del fracaso, III, págs. 145-146).

Ovni es la sigla (OVNI) lexicalizada o acrónimo (véase) de objeto volador no identificado. Se incluye por primera vez en la edición de 2001 del DRAE con esta definición: “Objeto al que en ocasiones se considera, según la ufología, como una nave espacial de procedencia extraterrestre”. Pero en el DRAE 92 sí aparecía una locución nominal equivalente de ovni: platillo volador (o volante), que es traducción literal de la expresión inglesa correspondiente, flying saucer. 271

Se definía así: “Supuesto objeto volante, cuyo origen y naturaleza se desconocen, pero al que se atribuye con frecuencia procedencia extraterrestre”.

En la edición de 2001, la locución platillo volador se consigna solo referida a OVNI. La denominación objeto volador no identificado es, asimismo, fiel traducción (o, más bien, calco) de la expresión inglesa unidentified flying object. Su sigla UFO, lexicalizada, ha producido el sustantivo ufo, equivalente de ovni; de ufo se derivan en inglés ufology y ufologist. Ufology es el estudio de los objetos voladores no identificados; ufologist, quien se dedica a dicho estudio. Es curioso que se usen en español los correspondientes términos ufología y ufólogo y que, en cambio, el acrónimo propio ovni no haya producido derivados equivalentes (como podrían serlo *ovniología y *ovniólogo). Ya en el Diccionario manual de la Real Academia Española, edición de 1989, se incluían los términos tomados del inglés, pero con el corchete inicial que marcaba el purgatorio o limbo de las palabras que esperaban admisión oficial en el DRAE.

De ufos, ovnis o platillos voladores se viene hablando desde hace muchos años sin que el misterio que los rodea haya sido hasta ahora develado o desenmascarado. Pero en la edición 2001 del DRAE la Real Academia parece haberse definido por la última opción, pues consigna por primera vez ufología con esta definición: “Simulacro de investigación científica basada en la creencia de que ciertos objetos voladores no identificados son naves espaciales de procedencia extraterrestre”.

Consigna, además, ufólogo, ga como “persona versada en ufología” y el adjetivo ufológico, ca, que se refiere a lo “perteneciente o relativo a la ufología”.

“[ufología. f. Disciplina que estudia los hechos y problemas suscitados por la hipotética existencia de objetos volantes no identificados (ovnis) y la posibilidad de acercamiento a la tierra de seres de otros planetas. [ufólogo, ga. m. y f. Persona que practica la ufología o que tiene en ella especiales conocimientos”.

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otros con un telefonazo, un bocinazo o un timbrazo. O largarnos, por fin, con un portazo. Pero donde el sufijo -azo tiene vida plena y agitada es en el lenguaje político hispanoamericano. En 1930, desde Berlín, decía Víctor Raúl Haya de la Torre: “Muchos piensan ya en nuestros países, que la alternativa de

PAQUETAZO

la tiranía y el cuartelazo no implican solución. Y son los jóve-

La Real Academia Española incorporó, en su edición de 1992 del Diccionario la locución nominal paquete de medidas. La definía como “conjunto de disposiciones tomadas para poner en práctica alguna decisión” y daba como ejemplo: “El Gobierno presentó un paquete de medidas económicas”. Si de paquetes de medidas económicas se trata, en el Perú preferimos hablar de paquetazos. En su primera acepción, literal, el sustantivo paquetazo se entiende normalmente como un simple aumentativo: “le regaló un paquetazo [un paquete grande] de ropa de invierno”. Pero su sentido más importante es hoy el figurado de ‘golpe propinado con un paquete de medidas económicas’. En una frase como “¡No fue un paquetito, fue un paquetazo!” hay un juego de palabras con las dos acepciones del último término. Es una característica del español, entre las lenguas latinas, el preferir el empleo del sufijo -azo a la construcción golpe de (usual en francés, italiano, catalán) para expresar el ‘acto de herir o golpear’ con aquello que nombra el sustantivo. Ejemplos: pelotazo, bastonazo, latigazo, sablazo; balazo, cañonazo; zarpazo, cabezazo, palmazo, codazo, porrazo. En sentido traslaticio podemos darnos un duchazo, un piscinazo o un playazo (con o sin panzazo). Y llamar a 274

nes de América los que piensan así”. (¿A dónde va Indoamérica?, pág. 133).

A pesar del optimismo del fundador del APRA, muchos cuartelazos ha soportado su idealizada Hispanoamérica en los últimos ochenta años. Y hace ya más de medio siglo del terrible bogotazo, el levantamiento popular que se produjo en la capital y en otras ciudades de Colombia a raíz del asesinato del líder del partido liberal, Jorge Eliécer Gaitán. El Perú tuvo más tarde el consagratorio manguerazo de Fernando Belaunde. También un oscuro febrerazo y un tacnazo. Superadas ya las épocas del caballazo y del tancazo (o tanquetazo), siguió un negativo lustro signado de balconazos, carpetazos y tarjetazos. Sus paquetazos (salinazos, gasolinazos) tuvieron un mortal eco de bombazos y dinamitazos.

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Refiriéndose a la rapidísima “curva de realimentación entre el fabricante y el consumidor”, y dice Bryce: “Las tendencias de la voluble moda pueden ser variadas muchas veces al año mientras se mantienen los inventarios bajos y, por hablar sólo de una posible consecuencia de este cambio del cambio de la moda que está de moda en la moda que estará de moda [sic] hasta dentro de un ratito, una top model

PASARELA

como Claudia Schiffer podrá hacer muchísimo más camino

Hasta su vigésima edición, de 1984, el Diccionario de la Real Academia Española registraba pasarela con solo dos acepciones: “puente pequeño o provisional” y “puentecillo transversal” en los barcos de vapor. Pero en la edición de 1992 se añadieron otros dos usos, más modernos: “puentecillo para peatones, destinado a salvar carreteras, ferrocarriles, etc.” y “pasillo estrecho y algo elevado, destinado al desfile de artistas, modelos de ropa, etc., para que puedan ser contemplados por el público”. En cuanto al origen del término, la Academia da como étimo el italiano passerella, de análogos significados. El Diccionario VOX, en cambio, se inclina por el francés passerelle, documentado desde mediados del siglo XX (lo usa Proust). En uno u otro caso, el resultado en español debería haber sido paserela, y no pasarela. La forma vigente, con a en la segunda sílaba, se explica sin duda por la presencia mental del verbo pasar. A ambos lados del Atlántico, pasarela es hoy, en primer lugar, un término del mundo de la moda, de los modistos o modistas y de las modelos y top models. Así lo usa Bryce en un texto titulado “A correr se dijo”, dándose además el lujo de crear un verbo: pasarelear. 276

al pasarelear que [...] Cari Lewis, el de los ágiles pies de atleta. Ya verán ustedes cómo todo paso curvilíneo y triunfal por una pasarela esconde otra pasarela y otra moda comunicada con la moda de la pasarela anterior...” (en A trancas y barrancas, pág. 359).

Dice también Bryce en ese mismo artículo que, “dada la aceleración de la producción, la mano de obra barata se está volviendo día a día más costosa” y que “cualquier país lento que desee participar en la economía global del mañana, debe tener como prioridad absoluta el unirse electrónicamente al mundo rápido”. (Íd. íd., págs. 360 y 361). A través de una —no tan frívola— pasarela, Bryce pasa a tratar de la seria brecha existente entre la creación y la distribución de la riqueza, entre el mundo rápido y el mundo lento, entre el Norte y el Sur.

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PEATONAL Peatón, “persona que va a pie por una vía pública”, se tomó a fines del siglo XIX del francés piéton, de igual significado. El derivado peatonal, referido generalmente a calles reservadas para viandantes, aparece ya en la edición de 1992 del Diccionario de la Real Academia Española con la definición “perteneciente o relativo al peatón” y el ejemplo calle peatonal. En la edición de 2001 del DRAE se registran también los derivados peatonalizar (‘hacer peatonal’) y peatonalización, al parecer más usados en España que en América. Peatonal se cree generalmente tomado del italiano pedonale, de igual significado, y algún purista ha llegado a calificarlo de “italianismo abominable”. Pero es muy improbable que —por diversas razones— peatonal sea un italianismo. Peatonal podría haberse formado independientemente en español, como otros tantos adjetivos derivados de sustantivos mediante el productivo sufijo -al. Pero don Fernando Lázaro Carreter, eximio lexicólogo, no lo creía así. Aducía que el sufijo -al se aplica a sustantivos acabados en -ón solo cuando el terminal es -ión: nacional, pasional, regional, etc. Decía también que peatonal se siente como ajeno a nuestro sistema léxico porque el sufijo -al aporta normalmente la noción de 278

‘que tiene las propiedades de’, tal como sucede en angelical, artificial, personal, estomacal. Y concluye: “Peatonal enfurece porque una calle así llamada no posee las cualidades o la naturaleza del peatón”. (El dardo en la palabra, págs. 282-284). Sin embargo, en algunos usos de personal o estomacal se anuncia ya una función del sufijo -al semejante a la que cumple en peatonal: un equipaje personal no es como la persona, sino de la persona; una bebida estomacal no es como el estómago sino para el estómago; del mismo modo, una calle peatonal no es como el peatón sino para el peatón. En España, peatonal sigue provocando la iracunda desaprobación de puristas, lexicólogos y aun alcaldes. Contaba Lázaro Carreter que el respetado alcalde de Madrid don Enrique Tierno Galván evitaba el término y usó en un bando la expresión calles de sólo andar, en vez de calles peatonales (ob. cit., pág. 284).

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el montón de aficionadas, que hoy están peliculeando hasta viejas y casadas. Nuestros diarios y revistas llenan páginas enteras con latas peliculeras y avisos peliculistas. Y así la vamos pasando

PELICULINA

¡Peliculeando!

Peliculina es un obvio derivado de película. El sufijo -ina (forma femenina de -ino), que produce sustantivos femeninos, expresa también un matiz de diminutivo (como en neblina, de niebla o chalina, de chal). Película viene, a su vez, del latín pellicula, que es un diminutivo de pellis ‘piel’. Película significa literalmente pielecita, pero a lo largo del tiempo ha desarrollado sentidos específicos. Uno de los más modernos, entre esos nuevos significados, es el que hace a película nombre de la ‘cinta de celuloide en que están impresas imágenes cinematográficas’ y, partiendo de allí, designación de la misma ‘obra cinematográfica’. La cinematografía es, sin duda, el arte que caracterizaba al siglo XX. Y desde su nacimiento, a fines del XIX, este llamado sétimo arte se ha extendido por el mundo con fuerza arrolladora. Ya en la Lima de “los alocados años veinte”, el humorista Federico Blume criticaba la pasión de las limeñas por el cine en una composición en verso titulada Peliculismo:

(En Sal y pimienta, págs. 157 y 158).

¡Peliculeando!”.

Peliculina es un derivado más moderno que los cuatro consignados por Blume (los cuales parecen, por cierto, de creación personal). Peliculina —término al parecer exclusivo del habla peruana— tiene más que ver con la fotografía y la televisión que con el cine; en realidad, tiene que ver con todos los medios de comunicación. Porque la peliculina es el “afán de notoriedad, deseo de figurar” (M. A. Ugarte Chamorro, Vocabulario de peruanismos, s. v.). Y también la “inclinación, más o menos morbosa, hacia el exhibicionismo y la propaganda” (A. Tauro, Enciclopedia ilustrada del Perú, s. v.). En Conversación en La Catedral, Vargas Llosa pone en boca de un inspector de policía estas palabras, dirigidas a los reporteros que están cubriendo la noticia de un asesinato: “Nosotros les damos la primicia y ustedes nos dan un poco de peliculina, que nunca está de más”. (II, pág. 11).

“Todas las niñas solteras se han vuelto peliculeras. en tal forma va aumentando

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Aquí, peliculina tiene, además, un matiz semántico de ‘difusión, imagen, propaganda’. 281

A quien está ávido de peliculina se le llama en el Perú peliculinero o peliculinera; menos frecuentes son los sinónimos peliculero y peliculera (este último término coincide con peliculera ‘fanática del cine’ en los versos citados de Blume; hoy se diría cinemera). Algunos artistas del espectáculo —y no menos personajes de la política— son proclives a caer en la adicción a la peliculina. Fotógrafos y camarógrafos de los distintos medios de comunicación tienen muy bien identificados a esos incansables robacámaras. En los últimos tiempos se ha difundido en Lima un término equivalente a peliculinero: figuretti, escrito también figureti. La palabra, de indudable origen italiano, se ha tomado de un programa muy difundido de la televisión argentina. Aunque figuretti es un claro plural en italiano, se usa como singular, con el plural españolizado figuretis. Caso semejante es el de paparazzi, plural de Paparazo, nombre de un audaz fotógrafo de prensa que fue personaje de una película que marcó época: La dolce vita, de Federico Fellini.

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PELUCA Peluca es una palabra tardía en castellano, pues solo se documenta desde principios del siglo XVIII. Según Corominas —el más notable etimologista de la lengua española— peluca se tomó muy probablemente del francés perruque, que tiene el sentido de ‘cabellera postiza’ desde el siglo XVI. El cambio de la consonante (de la vibrante múltiple rr en l) se debió, casi seguramente, a la explicable influencia del supuesto —y descartado— étimo pelo. Lo curioso es que el francés perruque podría, a su vez, tener origen castellano. En efecto, perruque está relacionado con perroquet, nombre del loro o papagayo que se aplicó como apodo a antiguos funcionarios de la justicia francesa, cuyas grandes cabelleras postizas les daban una imaginada semejanza con esas adornadas aves tropicales. En francés, perroquet viene muy probablemente del español periquito, doble diminutivo de Pero (perico, periquito) que es la forma castellana anticuada del nombre propio Pedro. Hasta aquí la interesante historia de la palabra peluca dentro de los predios del español de todas partes, y aun de la lingüística románica. Pero ocurre que en el español del Perú y de otros países de Sudamérica peluca se usa, también, como 283

sinónimo —no estricto— de melena y designa la ‘cabellera natural, suelta y más o menos corta’. En una carta a su hermano Juan Antonio, escrita en Múnich el 30 de marzo de 1956, Julio Ramón Ribeyro se refiere así a una atractiva muniquesa: “Es divina, y de una fuerza de seducción inverosímil. Mi exotismo americano, representado por un horrible bigote y una gran peluca, parece que ha despertado su interés y he tenido ya varias entrevistas muy halagüeñas”. (Publicada en El Sol, edición del 7/7/96).

Casi exactamente un año antes, pasando miserias en París, Ribeyro había escrito en su diario:

Blume se refiere también a “mujeres pintadas y petaconas” y a una a quien le cortaron una peluquita a la garzón. (Sal y pimienta, págs. 43, 188, 184). De peluca ‘cabellera natural corta’, ‘melena’ sale el verbo peluquear o peluquearse que tiene el sentido de ‘cortar o cortarse el pelo’ en el Perú y en otros países de Centro y Sur América. El DRAE 2001 incluye ya, como americanismos, peluquear y peluqueada. Y, como consecuencia de la extensión semántica de peluca, se constata el uso peruano redundante de peluca postiza. En un cuento de Alfredo Bryce se lee: “...la bestia de Raúl tenía la peluca postiza puesta en la foto de su documento de identidad”. (En Dos señoras conversan, pág. 213).

“He empeñado todo lo que tenía de valor. Me he quedado sólo con un vestido y mis libros, naturalmente. Hoy he podido cortarme el pelo, después de tres meses de usar una

Esa expresión pleonástica resulta realmente desconcertante para hablantes de otras latitudes y longitudes.

peluca abyecta”. (La tentación del fracaso, I, pág. 72, anotación del 24/3/55).

Aquí parece darse cierto matiz de ‘desorden, descuido’ y aun ‘desaseo’ que puede estar presente en algunos usos peruanos de peluca y pelucón: Ribeyro había estado pelucón, y se dolía de ello. Federico Blume, ya a fines del siglo XIX, toma como tema de algunas de sus letrillas a los calvos o pelones, que opone a los pelucones, a veces preferidos y a veces también denigrados: “¡Fuera pelucas! ¡Muestren las nucas Hipocritones Y pelucones!”.

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PERIPLO Este cultismo se tomó, a través del latín periplus, del griego periplous ‘circunnavegación’, ‘viaje marítimo alrededor de algo’ (un continente, por ejemplo). El latín periplus tenía análogo sentido y, también, el de ‘descripción de las costas de un territorio’. En castellano periplo se aplicó, además, a la obra escrita en que se relataba un viaje de circunnavegación. A partir del siglo XVI se llamaron también periplos los viajes alrededor del mundo, como el de Magallanes o el de Drake. En los últimos tiempos, sin embargo, el español periplo ha experimentado una importante extensión de sentido que primero lo hizo equivalente de cualquier ‘viaje por mar, más o menos largo’ y luego, simple sinónimo de viaje (el uso tiene antecedentes modernos en francés), sobre todo si se trata de un viaje largo, complicado o agitado, con diversas etapas y algunas peripecias. Quienes se atienen estrictamente a la etimología (peri ‘alrededor’, plous ‘navegación’) arguyen que todo esto —complicaciones, agitación, peripecias— puede haber, por supuesto, en un periplo, pero que lo que no puede faltar es la navegación, porque no hay periplos por tierra ni por aire. 286

Las cosas cambian, sin embargo, y los viajes cambian también. Hoy los viajes por mar son cada vez menos frecuentes, y las grandes distancias se cubren mayormente por vía aérea. La Real Academia Española lo ha reconocido así. En la edición de 1992 del Diccionario oficial se incluía ya una tercera acepción de periplo que decía: “Por extensión, cualquier viaje o recorrido, por lo común con regreso al punto de partida”. Pero en la edición de 2001 del DRAE esta acepción ha pasado a ser la primera.

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Y continúa: “Esta picana pende como en balanza en una vara que sobresale del techo de la carreta, del largo de vara y media a dos, de modo que, puesta en equilibrio, puedan picar los bueyes cuarteros con una mano, y con la otra, que llaman picanilla, a los pertigueros, porque es preciso picar a todos cuatro bueyes casi a un tiempo”. (Íd. íd., pág. 81).

PICANA En el Perú y en el Cono Sur de América se usa la palabra picana en vez de aguijada, es decir, ‘vara larga, terminada en una punta de metal, con la que se aguijonea o azuza a los vacunos’. Picana es una palabra híbrida: se compone del radical del verbo español picar más el sufijo quechua -na. Este morfema es nominalizador e instrumental, pues produce sustantivos que designan aquello con lo que se realiza la acción expresada por el verbo al que se une. Picana es, pues, etimológicamente, el ‘instrumento con que se realiza la acción de picar o aguijonear’ aplicada a los bueyes. El sudamericanismo picana se documenta ya en el siglo XVIII, en la amenísima narración de viaje que escribió, con el seudónimo de Concolorcorvo, el Visitador de Correos español don Alonso Carrió de la Vandera. El libro, titulado El lazarillo de ciegos caminantes y subtitulado desde Buenos Aires hasta Lima, se publicó en esta ciudad en 1775 (pero, por motivos no totalmente esclarecidos, con falso pie de imprenta: Gijón 1773). Concolorcorvo habla de: “...la picana, que llaman de cuarta, que regularmente es de caña brava de extraordinario grosor o de madera que hay al propósito”. (BCP 6, págs. 80-81).

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Concolorcorvo también aplica el término al ‘trozo de carne de res vacuna que se pica’. Hablando de los gauderios (antiguo nombre de los gauchos) dice: “Se convienen un día para comer la picana de una vaca o novillo: le enlazan, derriban y bien trincado de pies y manos le sacan, casi vivo, toda la rabadilla con su cuero, y haciéndole unas picaduras por el lado de la carne, la asan mal, y medio cruda se la comen, sin más aderezo que un poco de sal, si la llevan por contingencia”. (Íd. íd., pág. 38).

En el campo argentino todavía se llama picana el ‘corte de carne vacuna que se extrae del anca’ y también el ‘corte que se saca de la rabadilla del ñandú’; algunos diccionarios dan, como uso del Perú y Bolivia, el de picana con el sentido de ‘ternero asado para la comida navideña’. Y en el campo argentino se emplea también hoy, al lado de la picana simple, la picana eléctrica, ‘dispositivo que funciona a pilas con que se azuza o aguijonea al ganado’. De este uso de ganaderos ha surgido, sin duda, el de picana eléctrica como denominación del ominoso ‘instrumento de tortura que trasmite descargas eléctricas al cuerpo del ser humano que es su víctima’. El protagonista de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, 289

ironiza así sobre las supuestas ventajas del progreso y de la técnica: “Un jefe de Buchenwald es superior a un jefe de galeras. Es mejor matar a los bichos humanos con bombas Napalm que con arcos y flechas. La bomba de Hiroshima es más benéfica que la batalla de Poitiers. Es más progresista torturar con picana eléctrica que con ratas, a la china”. (Pág. 271).

En la misma obra, un grupo de arquitectos habla de cierto proyecto: “...para realizar comisarías modelos en el territorio de Misiones. ¿Con picanas electrónicas?”. (Pág. 330).

Derivados de picana son el verbo picanear y el sustantivo picanazo, que en la Argentina y el Uruguay se refieren tanto a la picana ‘aguijada para bueyes’ como a la picana eléctrica. La picana electrónica parece ser —hasta hoy— solo un producto de la imaginación torturada de Sábato.

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PLAGIAR Plagiar viene del latín plagiare que en la Roma antigua significaba ‘comprar a un hombre libre, sabiendo que lo era, y retenerlo en servidumbre’ y también ‘utilizar a un siervo ajeno como propio’. Plagiaria, con el sentido de ‘arrebatadora, seductora’, era un epíteto de Venus, la diosa del amor. Pero ya en la literatura latina clásica el verbo plagiare había desarrollado, paralelamente a su sentido original, una acepción figurada que se refería al robo de la propiedad intelectual: ‘copiar en lo sustancial una obra ajena y presentarla como propia’. El hecho mismo era el plagium y quien lo cometía, un plagiarius. Estos usos figurados latinos son los únicos que sobreviven en el español general referidos al plagio, al plagiario (en ciertas regiones, plagiador) y a la acción de plagiar. Pero en algunos países de Hispanoamérica —entre ellos el Perú— plagiar ha desarrollado otras acepciones que parecen estar en la línea del significado original de plagiare en latín: plagiar se ha hecho, en esos países, equivalente de secuestrar, plagio de secuestro y plagiario (o plagiador) de secuestrador. Desde 1992 se registra en el DRAE la acepción americana de plagiar: “apoderarse de una persona para obtener rescate por su libertad”. 291

Por otra parte, secuestrar es un cultismo que, en sus primeras acepciones, jurídicas, significaba ‘depositar judicialmente una alhaja en poder de un tercero hasta que se decidiera a quién pertenecía’ y también ‘embargar judicialmente’. Más tarde tomó el sentido de “retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines”, sentido que últimamente se ha extendido a “tomar por las armas el mando de un vehículo (avión, barco, etc.) reteniendo a la tripulación y pasaje, a fin de exigir como rescate una suma de dinero o la concesión de ciertas reivindicaciones” (DRAE 92 y 2001). Sinónimo de secuestrar es raptar, verbo antes restringido a la acepción de “sacar a una mujer, violentamente o con engaño, de la casa y potestad de sus padres y parientes”, que ahora figura como segunda en el Diccionario de la Academia (edición 2001). Rapto por secuestro y raptor por secuestrador son, igualmente, usos modernos difundidos en la lengua general.

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PLANCHA En el Perú se usa, desde hace algunos años, la locución nominal plancha presidencial, o electoral, para designar el ‘conjunto de los candidatos a la Presidencia y a las dos Vicepresidencias de la República’ (antes se dijo fórmula electoral). También se usa con este sentido el sustantivo plancha, sin adjetivos. Se trata aquí de un uso político, figurado, que surgió en Colombia sobre la base de otro uso, material, francés. En efecto, planche era en francés la ‘lámina de metal o de madera empleada por grabadores e impresores’. El nombre se aplicó luego al producto de ese trabajo, es decir, a la lámina, figura o grabado impreso en un libro, que abarcaba a veces toda una página. Así se documenta el uso en la prosa de Voltaire, a principios del siglo XVIII. Pero esta acepción, generalizada ya en Colombia en el último decenio del siglo XIX, dio origen, en el español de ese país, a sucesivos usos figurados: ‘ilustración que cubre toda una página’, ‘lista impresa de candidatos a un cargo público’ y, por último, ‘lista de candidatos a un cargo público’, aunque no se presentara impresa. Este uso colombiano pasó a Venezuela en los últimos años del siglo XIX, pero solo tomó auge en ese país a partir de la muerte del longevo dictador Juan Vicente 293

Gómez y de la siguiente restauración del proceso democrático. También pasó al Ecuador el uso colombiano de plancha en su acepción de ‘lista de candidatos a un cargo público’. La moderna acepción americana de plancha parece haber llegado al Perú directamente desde Venezuela, por la vía de las estrechas relaciones existentes entre los partidos socialdemócratas gobernantes en ambos países en la década del 80: el APRA y Acción Democrática, respectivamente. En la edición de 2001 del DRAE se consigna plancha como uso americano, pero restringido a Nicaragua y definido como “lista de candidatos para varios cargos”.

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PLANILLA Planilla es un derivado del sustantivo plana, equivalente de página o carilla: ‘cada una de las dos caras de una hoja de papel o folio’. El sufijo de diminutivo -illo, -illa ha asumido en español una importante función de renominalización, es decir, de producción de nuevos sustantivos cuando se aplica a algunas raíces nominales. El resultado de esa función renominalizadora es un considerable incremento del léxico, pues muchas veces hay ahora poca o ninguna relación semántica entre el primitivo y el correspondiente derivado. El actual hablante de español no asocia mentalmente entre sí términos como carro y carrillo, cerco y cerquillo (véase), cepo y cepillo, freno y frenillo, torno y tornillo. Tampoco encuentra relación directa entre espina y espinilla, horca y horquilla, presa y presilla, muleta y muletilla, etc. La lengua castellana hizo repetido uso de este recurso incrementador del léxico durante la época del descubrimiento y la colonización de América, cuando hubo que dar nombre a muchas nuevas especies vegetales y animales. Así, entre tantos otros casos, se llamó vainilla, diminutivo de vaina, la planta americana que vino a enriquecer el grupo de las preciadas especias 295

(véase especies), y se bautizó como conejillo de Indias a nuestro cuy o cobayo. Hasta allí estamos todavía en los predios de la lengua general. Pero el español de América no cesó de hacer uso del fértil recurso de la renominalización. Por eso en el Perú llamamos jaboncillo el ‘jabón disuelto y hervido’, aceitillo cierto ‘aceite de tocador’, huesillo el ‘hueso de melocotón con algo de pulpa seca’, esterilla (véase) el ‘tejido de esparto usado en asientos y respaldos de muebles’, postemilla el ‘absceso en la encía’, estampilla el ‘sello de correos’ y planilla lo que en España se llama plantilla (término derivado, a su vez, de planta con el mismo sufijo -illa) y designa la nómina. Según el DRAE, nómina es la “relación nominal de los individuos que en una oficina pública o particular han de percibir haberes y justificar con su firma haberlos recibido”. Ser de plantilla es ‘estar en la nómina’, hecho que en el Perú y en otros países de América se expresa con la locución verbal equivalente estar en planilla. En cuanto a derivados, el sustantivo planilladora designa la ‘máquina de escribir con rodillo especial para hacer planillas’. El uso peruano de planilla por nómina o plantilla se documenta también en el Ecuador, Colombia, la Argentina, el Uruguay y el Paraguay; tiene antecedentes en el uso andaluz de planilla por ‘relación de gastos diarios’. En Colombia, la Argentina y el Uruguay planilla equivale también a formulario o ‘impreso con espacios en blanco’, sentido análogo al que en el Perú tiene el aumentativo planillón ‘formulario para la lista de adherentes a un partido político o a una candidatura’. En Méjico, planilla tiene las acepciones de ‘cédula o boleta electoral’ y ‘billete para el transporte público’. 296

Una primera documentación peruana de planilla, al parecer en su acepción andaluza y también americana de ‘estado de cuentas’, se remonta a un documento publicado en 1791 en el Mercurio Peruano. Sobre los “Nuevos beneficios de metales en las máquinas de Potosí” se lee: “En atención á que quando se pidieron las Planillas se hallaba el Correo próximo á su salida, y por consiguiente sin reducir á plata la pella [masa de metal fundido], solo dí por entonces razón de la pella por no dar la cuenta contingente de la ley á que correspondían los caxones que constan de dichas Planillas...’’ (II, pág. 273).

Planilla se documenta ampliamente a lo largo y ancho de nuestra literatura. En ¡¡Cien años de vida perdularia!!, Abelardo Gamarra relata cómo a cierto “caballero” se le ofrece: “el colocamiento de toda la familia, como plaza supuesta donde gustes, en la planilla de soplones, si son demasiado inútiles...” (pág. 81).

En Viejos y nuevos tiempos, Mario Polar cuenta cómo se consiguió, en diciembre de 1955, en Arequipa: “que el Comité de Huelga autorizase la apertura parcial de los Bancos para que las fábricas y comercios pudiesen recoger dinero; y autorizase también que los empleados encargados de los pagos acudieran a sus oficinas para hacer las planillas de sueldos y salarios”. (Pág. 193).

En Crónica de San Gabriel, Julio Ramón Ribeyro anota:

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“La cosecha se acerca y todavía no están hechas las planillas...” (pág. 135).

Mario Vargas Llosa, en cambio, usa la forma peninsular plantilla en un artículo titulado “Desquite de los pobres” (de la serie “Piedra de toque”); critica el hecho de desalentar:

PLOMO

“a las empresas a crecer y experimentar nuevos productos o servicios por el temor de verse luego, si aquel empeño no tiene éxito, ahogadas por la servidumbre de una plantilla inútil”. (En Caretas, edición del 8/1/98).

¿Efecto de la doble nacionalidad o del cosmopolitismo? Más bien parece el efecto de una comprensible necesidad de usar los términos de la lengua general en textos que se difunden en todo el orbe hispánico.

Plomo (del latín plumbus) es el nombre de un metal blando, pesado, dúctil y maleable. Para definir el color del plomo el español tiene el adjetivo gris, y también dos derivados del sustantivo plomo: plomizo y aplomado (este último de poco uso como equivalente de plomizo y en relación más directa con aplomo). Pero en el Perú y otros países de América (Ecuador, Chile, Argentina, Méjico) se emplea el sustantivo plomo como adjetivo, con una insólita variación para el género y el número: pantalón plomo, tela ploma; sombreros plomos, paredes plomas. El uso adjetivo de plomo no es moderno. Ya a fines del siglo XIX lo señalaba Pedro Paz Soldán y Unanue en su Diccionario de peruanismos: “Ploma. Por femenino de plomo (color plomo), es una barbaridad que se suele oír en el Perú y en Chile. Vaya una muestra de este último lugar que tomamos de uno de sus periódicos: El poeta Juan de Arona, Su espléndida leva ploma”.

Juan de Arona era, precisamente, el seudónimo con que Pedro Paz Soldán y Unanue había publicado su Diccionario en 1883. Hay que señalar que en el caso de leva ploma 298

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se acumulan dos peruanismos: el primero es leva por levita, forma esta tomada erróneamente por diminutivo. También hay acumulación de peruanismos en expresiones nominales como chompa ploma (por jersey gris) y medias plomas (por calcetines grises). En La vida exagerada de Martín Romaña, el protagonista se refiere a los preparativos de su próxima boda: “En vez de comprarme un terno nuevo, pensé inmediatamente en un viejo terno color plomo, con el que me había en-

el adjetivo pardo para calificar lo que tenía un ‘color intermedio entre negro y blanco’. Rezagos de este sentido de pardo, hoy olvidado, subsisten en expresiones figuradas tales como gramática parda, o en dichos como de noche todos los gatos son pardos. Pardo se define hoy como “del color de la tierra, o de la piel del oso común, intermedio entre blanco y negro, con tinte rojo amarillento, y más oscuro que el gris” (DRAE 2001). Pardo se incluye, así, en la línea cromática del castaño o marrón.

frentado a otros pasos importantes en la vida de un hombre. Lo había usado en Lima cuando me gradué en Letras y cuando me gradué de abogado. Las dos veces salí airoso y las dos veces sentí que el terno había tenido muchísimo que ver en el asunto. En la graduación de abogado, en todo caso, creo que me salvó la vida, porque la verdad es que yo de Derecho sabía lo que puede saber un terno plomo de Derecho, más o menos”. (Pág. 175).

Es interesante comprobar cómo Bryce, haciendo gala de su agudo sentido de la corrección y cuidado del lenguaje, explicita y justifica el uso peruano terno plomo mediante el recurso del empleo anterior de la expresión de la lengua general terno color plomo. Por otra parte, el adjetivo gris tiene origen germánico. El castellano lo tomó en el siglo XIII, a través de un dialecto francés, como término del comercio de pieles. Al principio gris tuvo un uso restringido a la descripción y calificación de cierta ardilla y de su piel, utilizada para forros de abrigos. Entonces era usual también el femenino grisa, que cayó en desuso al imponerse gris como adjetivo de una sola terminación. Gris se hizo de uso general en español a partir del siglo XVI. Hasta entonces se había empleado generalmente 300

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Pero polizonte no significa —como en esta información se da a entender— ‘viajero clandestino’; es decir lo que en nuestra lengua familiar llamamos pavo y lo que en la Península se llama polizón, y también —no muy frecuentemente— llovido, por reducción, con ironía, de la expresión figurada llovido del cielo. Polizonte es un sinónimo —despectivo— de policía en el sentido de ‘agente de policía’. Polizonte resulta de la alteración de las sílabas finales de policía, al parecer por influencia de clerizonte, variante de clerizón, que es (a través del francés anticuado clergeon) un derivado despectivo de clérigo.

Volviendo a la información periodística citada, los chasqueados ecuatorianos no eran, pues, polizontes sino polizones. En un cuento titulado “El Papa Guido Sin Número”, Alfredo Bryce refiere que el personaje del título, antes de llegar al cargo, “se había metido de polizonte en tres cónclaves seguidos” y así había sido testigo de la elección de tres Papas. (15 cuentos de amor y humor, pág. 218). Este falso polizonte de Bryce —según él luego Papa Sin Número— era también un claro polizón. Raro descuido en Bryce. Polizón es un galicismo del español que data del siglo XVIII. El francés polisson tenía, entre sus varias acepciones, la de ‘persona que se introduce en un lugar sin autorización’; de esta acepción sale la más concreta de ‘viajero clandestino’. Acepciones del francés polisson eran también las de ‘niño travieso, mal educado y callejero’ y ‘persona impertinente’; a partir de estos significados parece haber surgido otra acepción del castellano polizón: “sujeto ocioso y sin destino”, la cual está documentada desde el siglo XVIII. Algo posterior es el uso en nuestra lengua de polisón ‘almohadilla o armazón que levanta por detrás, debajo de la cintura, la falda de la mujer’, según modas y estilos de los siglos XVIII y XIX que llegaron hasta el XX. Pero en francés ese adminículo tuvo un nombre diferente: pouf (pronunciado puf). El nexo semántico entre el francés polisson ‘niño travieso’ y el español polisón ‘almohadilla atada por detrás a la cintura femenina’ parece estar en el concepto de ‘travesura’, usado y entendido, por eufemismo, como ‘inmodestia’ o ‘liviandad’ asociada al atrevido aditamento. Es interesante comprobar cómo polisón y polizón, tomados ambos del francés polisson (el cambio de s en z en el

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POLIZONTE Un titular de nuestro diario —no oficial— más antiguo decía hace ya algunos años: “Polizontes bajaron en Honduras creyendo estar en Nueva York”.

Y el texto de la información reiteraba: “Cuatro ecuatorianos, que viajaban como polizontes en un barco carguero, con la esperanza de ver las luces de Nueva York, terminaron su viaje en un modesto puerto hondureño...” (El Comercio, edición del 17/4/89, pág. III)

segundo caso puede haberse debido a influencia del étimo latino politio, -onis) llegaron a desarrollar en nuestra lengua nuevas, propias y divergentes extensiones de sentido: La acepción de ‘niño travieso y mal educado’ se extendió —en épocas pasadas— hasta llegar a designar un adminículo del vestuario femenino que fue muy criticado como atrevido, inmodesto y aun provocador. Y la acepción de ‘persona que entra en un lugar no estando autorizada’ se ha especificado, en la lengua general, para referirse a quienes se introducen clandestinamente en un barco o avión (el término no es usual tratándose de trenes). Polizón tiene además, según el DRAE, la acepción de “individuo ocioso y sin destino, que anda de corrillo en corrillo”.

PÓSTER Póster viene del inglés poster, de igual significado; la palabra (de origen latino) se documenta en ese idioma desde el siglo XIX. Póster es un anglicismo muy moderno en español: su extensa difusión se ha hecho en el último medio siglo. El Diccionario de la Real Academia Española solo incluye póster desde su edición de 1992. En ella aparece con esta definición: “Cartel que se cuelga en la pared como elemento decorativo”. Pero el propio expresidente de la Real Academia Fernando Lázaro Carreter admitía diferencias semánticas entre cartel y póster: “Un poster se parece a un cartel como una gota de agua a otra gota, pero un rasgo los separa: el poster no anuncia nada (en todo caso, anunció); y no se fija a una pared con propósito publicitario, sino sólo ornamental y, tal vez, ideológico”. (El dardo en la palabra, pág. 582).

El matiz semántico relacionado con la ideología y la política es, precisamente, lo que también diferencia póster de afiche (véase), galicismo sinónimo que tiene un siglo de uso en español. Ejemplos del empleo de póster con una clara connotación ideológica y política encontramos en la prosa 304

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de Alfredo Bryce. Refiriéndose a los libros revolucionarios que circulaban en París durante aquel mágico mayo del 68, escribe: “Estos libros se vendían acompañados de posters y, si mal no recuerdo, el poster del Che Guevara era el que se vendía

Libro de estilo del diario madrileño El País. La edición de 1990 del mismo Libro de estilo, sin embargo, da como forma plural la original inglesa posters, que usa Bryce en uno de sus textos citados. El Diccionario de María Moliner da como plural pósters.

más, perdonen la tristeza. Entonces aquellos muchachos coleccionaban esos libros bajo sus posters y yo, horrible curioso de la pena, los leía”. (La vida exagerada de Martín Romaña, pág. 281).

Millones de posters con aquella fotografía, mundialmente difundida, que perenniza el rostro del médico idealista y guerrillero, adornan todavía otras tantas paredes de muchas viviendas y lugares públicos del mundo. Y, volviendo a Martín Romaña, él comenta, en esos días, con un amigo: “¿Has visto a Sartre? Anda como loco porque lo acepten de gochista [‘izquierdista’]; el tipo va a terminar tocando la puerta de una comisaría, a ver si lo meten preso, aunque sea un ratito, para que después lo saquen en póster como a Mao Tsetung…” (íd., pág. 353).

En cuanto a la adaptación del préstamo del inglés al español, está claro que póster entró por vía oral: su pronunciación como palabra grave es prueba plena. Por lo tanto, debe tildarse en la primera sílaba, como lo hace el Diccionario de la Academia de Madrid (no su expresidente, según el texto citado). Bryce, por su parte, alterna variantes acentuadas con inacentuadas, como se comprueba en los textos anteriores. En cuanto al plural, lo normal en español sería *pósteres, tal como lo recomienda la edición de 1998 del 306

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Premiación aparecía ya, como americanismo, en la edición de 1984 del Diccionario de la Real Academia Española. Tanto en esta como en la de 1992 premiación se registraba con dos acepciones, semánticamente casi idénticas: “premiación, f. Bol., Ecuad. y Perú. Acción y efecto de premiar, distribuir los premios asignados en un concurso, una

PREMIACIÓN

competencia, etc. | | 2. En diversos países de América, repar-

Desde hace algún tiempo se usa en el Perú la palabra premiación con el sentido de ‘distribución de premios’, ‘ceremonia de entrega de premios obtenidos en un concurso o competencia’. El término está documentado también en Venezuela (desde los años 50), Colombia, el Ecuador, Bolivia y Chile. Premio viene del latín praemium ‘botín, despojo’, ‘recompensa, premio’. Está documentado en castellano desde el siglo XVI y aparece en los textos de muchos autores clásicos (antes predominaba el sinónimo galardón). Premiar viene del latín tardío praemiare ‘recompensar’, y está documentado aún antes que premio, desde la época preclásica (siglo XV). Según algunos lexicólogos, el neologismo premiación se ha tomado del italiano premiazione, de idéntico significado. Pero existe la posibilidad de un desarrollo autónomo dentro del castellano: podría tratarse de una forma derivada analógica, según el modelo de los infinitivos, acabados en -ar (específicamente en -iar, como premiar) que tienen postverbales terminados en -ción. Son ejemplos los siguientes: conciliar-conciliación; desviar-desviación; variar-variación; mediar-mediación; negociar-negociación; asociar-asociación; iniciar-iniciación, etc. 308

to o distribución de premios en un concurso, competencia, etc.”.

En una ocasión (en el diario El Peruano de Lima, el 14/8/97) propuse reunir ambas acepciones en una, con la indicación general de americanismo a causa de ser seis —por lo menos— los países hispanoamericanos en que se usa el término; la propuesta aparece en la primera edición de esta obra, del año 2000. La edición de 2001 del Diccionario oficial consigna ya premiación como americanismo general y con una sola acepción: la primera. El Diccionario del español actual, de Manuel Seco y colaboradores, da premiación como sustantivo de uso raro (en la Península, se entiende).

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muy leal a él, pero frívolo hasta la irresponsabilidad”. (El pez en el agua, pág. 87).

PREMIER Según la Constitución vigente, no hay en el Perú un Premier ni un Primer Ministro; solo hay un Presidente del Consejo de Ministros. La palabra francesa Premier abrevia la expresión Premier Ministre. Pero, curiosamente, tanto en Francia como en España, Premier solo se usa hoy para designar al Primer Ministro británico. En Inglaterra, el galicismo Premier se usó para designar al Primer Ministro desde el siglo XVIII hasta el XX, pero hoy predomina en la Gran Bretaña la expresión inglesa Prime Minister. El cargo mismo, que antes se llamó Premiership, tiene hoy el largo nombre de Primeministership. En el Perú se usa, desde hace algunas décadas y sin ningún fundamento, el término Premier para designar al Presidente del Consejo de Ministros. Y también se emplea el derivado premierato para referirse al cargo respectivo. Explicando el fracaso del segundo gobierno de Belaunde, sobre todo en la política económica, Vargas Llosa da esta como su causa principal:

Hay esenciales diferencias entre un Prime Minister o Premier británico y un Presidente del Consejo de Ministros peruano: Gran Bretaña es una monarquía constitucional de régimen parlamentario. El Rey (en el caso actual, la Reina) es el Jefe del Estado y personifica a la nación en su continuidad histórica. El Primer Ministro (Prime Minister) es el Jefe del Gobierno, cuyo poder emana no del rey sino de la Cámara de los Comunes. El Perú tiene, opuestamente, un régimen republicano fuertemente presidencialista. El Presidente de la República es, al mismo tiempo, Jefe del Estado y Jefe del Gobierno. El Presidente del Consejo de Ministros es nombrado y sustituido por la sola voluntad del Presidente de la República. A veces ni siquiera llega a ejercer su prerrogativa constitucional de proponer al Presidente de la República (y aprobar, más tarde) el nombramiento de los demás miembros de su Gabinete. Pero el Presidente del Consejo de Ministros, con cartera o sin ella, tiene en el Perú la reconocida dignidad de Primus inter pares. Y hemos tenido ya a una brillante mujer como Presidenta del Consejo de Ministros o Primera Ministra: Beatriz Merino.

“Confió el premierato y la cartera de Economía sus dos primeros años a Manuel Ulloa, hombre inteligente y simpático,

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Para el lexicólogo y académico Fernando Lázaro Carreter (quien figuraba entre los asesores del Manual antes citado): “bien docto quiere ser el priorizar que, sobre el galicismo prioritario, han engendrado gobernantes y políticos...” (El dardo en la palabra, pág. 651).

A pesar de su probado uso culto y de su gran difusión, el neologismo priorizar sigue siendo atacado por lexicógrafos y puristas —a veces mal informados— de España y América. Para los asesores del útil Manual de español urgente, libro de estilo de la Agencia de Noticias Efe (edición de 1994), por ejemplo, siempre debe sustituirse por otro el “verbo inexistente” priorizar.

Lázaro Carreter enumera priorizar entre “los verbos que, sobre modelos ingleses o franceses, adoptan -izar como cola suntuosa” (íd., pág. 517) y rechaza “la presión del fecundo sufijo -izar, que a los mal avenidos con el idioma, les permite crear palabras largas y, por tanto, de apariencia más culta que las cortas” (íd., págs. 728-729). El verbo priorizar ha sido atacado, erróneamente, como presunto galicismo o anglicismo. Pero priorizar no puede ser un galicismo, por la simple razón de que no hay en francés un verbo equivalente *prioriser, y tampoco puede ser un anglicismo porque no existe en inglés un verbo *to priorize. La forma verbal priorizar es, pues, producto de creación heroica en español, a partir del galicismo —ese sí lo es— prioritario (del francés prioritaire) que figura en el Diccionario de la Academia solo a partir de su edición de 1984. Priorizar ya aparece en la de 2001. Madre —o abuela— de esta controvertida familia léxica es prioridad que (como el inglés priority) se tomó en el siglo XVI del francés priorité (que sale, a su vez, del latín tardío prioritas ‘precedencia, prelación’). La antipatía visceral del expresidente de la Real Academia Fernando Lázaro abarca a toda la familia del neologismo priorizar. Entre las leyes que deberían regir una propuesta Ciudad de la Palabra está la siguiente:

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PRIORIZAR Desde hace algunos años se está difundiendo en España y América el uso del verbo priorizar con el sentido de ‘dar prioridad, anteponer’. Priorizar pertenece sin duda al nivel del habla culta, y llega aun al del habla de los académicos. En una ponencia titulada “Sobre enseñanza lingüística en la universidad”, presentada en el IX Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española que se realizó en San José de Costa Rica en 1989, escribe Luis Jaime Cisneros, expresidente de la Academia Peruana: “Obviamos definiciones y términos técnicos y priorizamos los ‘hechos lingüísticos’...” (Memoria de dicha reunión, San José de Costa Rica 1990, pág. 273).

“3. Sé humilde: deja que sólo innoven los que saben. Si eres mentecato, no por decir [...] prioritario [...] dejarás de serlo”. (Íd., pág. 356).

Y considera a prioridad, palabra que tiene varios siglos de vida en el idioma, como uno de tantos “vocablos de moda en la lengua general”, que constituyen verdaderos “culteranismos de la época” (íd., pág. 410). El Diccionario del español actual (peninsular) del también lexicólogo y académico Manuel Seco —y colaboradores— no solo incluye y documenta priorizar, sino también el postverbal priorización.

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PRÍSTINO Prístino (del latín pristinus ‘anterior, pasado, precedente, primero, primitivo’, palabra afín a primus ‘primero’) significa en español ‘primero, antiguo, primitivo, originario, original, primigenio, inalterado, intacto, incólume’, ‘tal como [algo] nació, fue creado o apareció por primera vez’. En frases usuales como “prístina blancura”, “prístina pureza”, “prístina inocencia”, la blancura, la pureza o la inocencia se expresan, respectiva y exclusivamente, por medio de dichos sustantivos; el adjetivo prístino solo indica que esas cualidades son las originales y no han sido alteradas: que están, en cada caso, en su prístino estado. Pero su asociación frecuente con palabras como blancura, inocencia o pureza ha inducido a muchos a pensar que prístino denota o connota las ideas de ‘puro, diáfano, transparente, inmaculado’. No es, en principio, así. Con la misma lógica puede aplicarse el adjetivo a nombres de contenido semántico negativo y decirse legítimamente “prístina negrura”, “prístino pecado”, “prístina maldad”, “prístino odio” o “prístina cobardía”. La edición de 2001 del Diccionario de la Real Academia Española recoge solo las acepciones que podríamos 315

llamar neutras de prístino: “antiguo, primero, primitivo, original”. Pero es indudable que el término está en un franco proceso de restricción semántica hacia exclusivos matices positivos. Dicho proceso empieza a ser reconocido por algunos serios lexicógrafos españoles. El Diccionario Vox, en su edición de 1987, por ejemplo, consigna ya prístino con una primera acepción de “antiguo, primitivo” y una segunda de “puro, sin igual”.

PRIVACIDAD En El pez en el agua relata Mario Vargas Llosa: “Desde el mitin de la plaza San Martín [en agosto de 1987], mi vida dejó de ser privada. Nunca más, hasta que salí del Perú luego de la segunda vuelta [electoral], en junio de 1990, volví a disfrutar de aquella privacidad de la que había sido siempre tan celoso [...]. Para tener privacidad teníamos que cerrar persianas y bajar cortinas y hacer que los visitantes entraran en auto al garaje si no querían ser acosados por las hordas periodísticas”. (Págs. 207 y 445).

Privacidad viene del inglés privacy, palabra documentada en ese idioma desde el siglo XV como ‘condición de estar apartado del ámbito o del interés público’, ‘condición de estar solo y tranquilo, no perturbado por los demás’, ‘reclusión voluntaria’. Privacidad es un anglicismo reciente muy usado en América y también en España (en algunos países se prefiere la variante privacía, fonéticamente más cercana al étimo). Privacidad no se registraba todavía en el DRAE 92 y se censuraba en España y América como barbarismo innecesario que usurpa el lugar del término correcto intimidad. Pero, según el Diccionario de la Academia (edición 2001), intimidad es la “zona espiritual íntima y reservada 316

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de una persona o de un grupo, especialmente de una familia”; el DRAE registra asimismo un curioso —y poco usado— sinónimo de intimidad: intrinsiqueza, derivado de intrínseco. También privanza se ha documentado en castellano como equivalente de vida privada, y hay quienes proponen revivir su uso a fin de evitar el anglicismo privacidad. Pero privacidad no es un equivalente de intimidad, ni, mucho menos, de intrinsiqueza o de privanza. Intimidad se deriva de íntimo, palabra que está en directa relación semántica con interior e interno. La intimidad se refiere solo al ambiente más recóndito de la vida privada: aquel de los sentimientos y de los pensamientos, de la amistad, de la vida familiar, del sexo y del amor. La privacidad, en cambio, incluye esos campos pero se extiende a otros más amplios y menos subjetivos: el del trabajo y la vida profesional, el de la reserva de las comunicaciones, el de los bienes de fortuna y el secreto bancario, y aun el del silencio ambiental y nocturno. La privacidad constituye ya un moderno derecho en una sociedad en que los diversos medios de comunicación invaden sin respeto la vida privada, y aun la intimidad, de las figuras públicas. Por eso el término empieza a aparecer en textos jurídicos, en casos en que no sería apropiado hablar de intimidad. Y por eso el bastión de la Real Academia se ha rendido, al fin. En la edición de 2001 del DRAE se consigna privacidad con esta adecuada definición: “Ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier intromisión”.

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PROVISORIO Provisorio por provisional es un término generalizado en la América hispana desde principios del siglo XIX. Bolívar lo usa ya en 1813 (“la constitución provisoria”; Obras, I, pág. 72). También el adverbio provisoriamente: “La ciudad de Angostura será provisoriamente la residencia y capital del Gobierno de Venezuela”. (1.º de noviembre de 1817; íd., III, pág. 656).

Y es que durante la lucha por la independencia americana y los primeros tiempos de las repúblicas nacientes, sus gobiernos solían llamarse Juntas Provisorias y los esbozos de constituciones, Estatutos Provisorios. Provisorio se tomó del francés provisoire (que viene del latín provissum, a su vez del verbo providere ‘proveer’), documentado en esa lengua desde el siglo XVI. Varias generaciones de puristas americanos y peninsulares han combatido el galicismo provisorio, y su derivado provisoriamente, por más de siglo y medio, a la vez que propugnaban el uso exclusivo de provisional y provisionalmente como formas castizas. Palma, en cambio, defendía el galicismo en 1903: 319

“La Academia exige que se diga y escriba provisional. En América el adjetivo provisorio tiene ya carácter histórico, pues han abundado las juntas provisorias, etc. Nadie ha querido jamás intitularse alcalde provisional, y de presidentes y gobiernos provisorios está empedrada nuestra historia. No hemos de rehacer ésta (y ojalá fuera posible) sólo por escrúpulos de purismo y por acatamiento a la Academia”. (Papeletas lexicográficas, s. v.).

Provisorio no figuraba todavía en la edición del Diccionario de la Academia de 1984. El veto fue levantado en una de las “Enmiendas y adiciones” al Diccionario a principios de 1987 y la Academia incluyó provisorio en la edición de 1992 del Léxico oficial. (No registra provisoriamente, pero no todos los adverbios acabados en -mente están consignados). La entrada se repite en el DRAE 2001. Un pequeño triunfo póstumo del purismo: la Real Academia no ha dado su brazo a torcer en cuanto al origen francés —que niega— de provisorio. Ha preferido pretender que este claro galicismo no lo es, y que el término deriva directamente del latín provissum, supino de providere ‘proveer’.

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QUEPÍ En el Perú y en otros países de Suramérica (Argentina, Paraguay) quepí designa una ‘gorra militar rígida, cilíndrica o ligeramente cónica, con la cara superior plana y una visera horizontal’. Quepí viene del francés képi, de pronunciación análoga a la de quepí, puesto que la tilde solo indica en francés el timbre cerrado de la vocal é, y el acento de intensidad recae sistemáticamente en la última sílaba. En francés, képi se documenta desde los primeros años del siglo XIX. La palabra se tomó del suizo-alemán Käppi (pronunciado kepi), que es el diminutivo de Kappe ‘gorra, bonete’. El képi es prenda usada en Francia por oficiales del ejército, gendarmes y legionarios. El Diccionario militar, publicado en Madrid en 1869 por el coronel José Almirante, no incluye kepí en el cuerpo de la obra, pero sí formas gráficamente idénticas para ambos idiomas en un vocabulario anexo francésespañol: “kepi. kepi” (pág. 1150). Sin embargo, el Diccionario de la Academia Española, que incluye el galicismo a partir de su edición de 1925, patrocina una no explicada forma grave con s final en singular: quepis. Lo que en quepis llama la atención no es, obviamente, la sustitución de la k por el dígrafo qu, sino la s final del singular, además de la 321

insólita acentuación grave solo explicable si el préstamo hubiera entrado por vía escrita, o si se tratara de un germanismo tomado directamente. El uso del quepí como prenda del uniforme militar fue introducido a principios del siglo XX en el Perú por la Misión Francesa. Más tarde fue descartado y solo lo lucen hoy los cadetes y oficiales de la Escuela Militar, pero el término quepí se aplica también, por extensión, a otras gorras militares con visera. En sus obras iniciales, Mario Vargas Llosa emplea la forma peruana y americana de la palabra: quepí. Por ejemplo: “una cabeza con quepí” en Conversación en La Catedral (II, página 54); “se atreve a quitarse el quepí” y “coge su quepí” en Pantaleón y las visitadoras (páginas 24 y 121, respectivamente). Pero en sus obras más recientes Vargas Llosa prefiere adoptar la forma anómala y académica quepis, totalmente extraña al habla peruana. Quepis se documenta muchas veces, por ejemplo, en el idiolecto del narrador de ¿Quién mató a Palomino Molero? Estas son algunas citas de esa obra:

“...se calaron los quepis”. (Pág. 45).

Hay en el Perú dos derivados, al parecer formados sobre el plural quepis: quepisero ‘artesano que confecciona quepis’ y quepisería ‘establecimiento destinado a su confección y venta’. En el habla peruana quepí se documenta también como designación de un tipo de orquídea que recuerda la forma de dicha gorra militar. La edición de 2001 del DRAE registra ya quepí como variante peruana de quepis.

“Se puso el quepis de cualquier modo”. (Pág. 20). “Se llevó la punta de dos dedos a la visera de su quepis...” (pág. 104). “En la frente le había quedado el surco del quepis...” (pág. 132). “Lo vio calarse el quepis”. (Pág. 141). “...echarse el quepis atrás...” (pág. 169). “...calzándose el quepis...” (pág. 179).

Vargas Llosa usa también, como en España, la forma quepis para el plural; en la misma obra escribe:

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* QUERRAMOS La forma verbal incorrecta querramos es usual en el Perú y en otros países de Hispanoamérica y llega al nivel del habla culta (o de lo que debiera serlo). Frases como “aunque no querramos” y “querramos o no querramos” se oyen por igual a catedráticos, profesores y maestros (no excluidos los de lenguaje), políticos, congresistas y profesionales de todas las áreas, incluida la de comunicación social. Y, en esta última, a locutores, entrevistadores y conductores de programas de radio y de televisión. En cuanto a escritores, un ejemplo (mal ejemplo) es Vargas Llosa. En Contra viento y marea 3, afirma, con exagerado optimismo, que “toda palabra tiene el contenido que querramos darle” (pág. 361). Pero la forma correcta de la primera persona del plural del presente de subjuntivo del verbo querer no es querramos sino queramos (yo quiera, tú quieras, él quiera, nosotros queramos, etc.). La consonante de sonido vibrante múltiple —representada en posición intervocálica por la grafía doble rr— es correcta en otros tiempos del verbo: el futuro de indicativo (yo querré, tú querrás, él querrá, nosotros querremos, etc.) y el condicional (yo querría, tú querrías, él querría, nosotros querríamos, etc.). Esta erre implica, por 324

otra parte, una anomalía fonética en la conjugación de querer, pues es el resultado de la absorción de la vocal e situada entre dos eres (simples) en las antiguas formas verbales regulares del futuro, que eran quereré, quererás, quererá, quereremos, etc. Así, de quereré salió querré; de quererás, querrás; de quererá, querrá; de quereremos, querremos, etc. Análogamente, de querería salió querría; de quererías, querrías; de quereríamos, querríamos, etc. Y, sin duda por influencia de esas dos series de formas verbales contractas y correctas (y, específicamente, de las de primera persona del plural, querremos y querríamos) queramos llegó a hacerse querramos en el habla de algunos seudocultos. Lo curioso es que esa alteración fonética se limita a un solo verbo: querer, a un tiempo y modo (presente de subjuntivo) y a una persona y número (la primera del plural). Quienes dicen querramos no dicen también quierras, quierra ni quierran. ¿Habrá que agradecerlo?

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RECEPCIONAR En los últimos años está cundiendo el uso —en España y América— del verbo recepcionar como equivalente de recibir. Recibir (del latín recipere ‘tomar, coger’, ‘recibir’) se usa en español desde el siglo XVII, lo mismo que sus derivados recibidor, recibimiento, recibo. Recepción, en cambio, es un latinismo o cultismo del siglo XVIII que en español tiene muchas acepciones: ‘admisión en un empleo, oficio o sociedad’; ‘ceremonia oficial en que se recibe a un personaje’ (o a más de uno); ‘reunión social con carácter de fiesta’; también, modernamente, ‘dependencia, en un hotel o en un congreso, en la que se recibe e inscribe a los huéspedes o a los participantes’ y ‘captación de ondas radioeléctricas por un receptor de radio, televisión y computadora’. En lenguaje jurídico recepción es el ‘examen de testigos’. Pero el verbo recepcionar es un galicismo muy reciente en español. Aun en francés réceptionner solo está documentado desde el segundo decenio del siglo XX como término del lenguaje administrativo aplicado exclusivamente a la acción de ‘recibir lo que se entrega o envía formalmente’, dejando por lo general constancia escrita (en el Perú, cargo) de la conformidad. En todos los demás casos, en francés se emplea recevoir ‘recibir’. 326

En español, igualmente, se recibe un saludo, un consejo, una noticia; un premio, un salario, una gratificación; una injuria, un golpe, una lección. Se recibe a personas, personajes, amigos... o enemigos. Se recepciona, en cambio, un documento oficial en una oficina pública, un envío por correo certificado (con firma de quien lo recibe), una citación judicial, una mercancía encargada por teléfono (con verificación del estado en que ha llegado y constancia de ello en un recibo, cargo o guía). Con estas limitaciones puede defenderse el uso específico del verbo recepcionar en español, aunque no esté incluido en la edición de 2001 del Diccionario de la Academia. Es censurable, en cambio, el uso de recepcionar con el sentido general de recibir: recepcionar un saludo, una propina, una limosna o recepcionar a personas, por formal que sea el acto de recepción correspondiente. A un nuevo académico, por ejemplo, se le recibe en la Corporación, no se le recepciona. Tampoco el —o la— recepcionista de un hotel o de un congreso recepciona a los huéspedes o a los participantes: sencillamente los recibe. A propósito de recepcionista, el término ha sido ya aceptado y se registra en el DRAE 2001 como sustantivo común a ambos géneros, con esta acepción: “Persona encargada de atender al público en una oficina de recepción”.

Don Fernando Lázaro Carreter admitía que recepcionar, verbo “feo como Picio”, no es estricto sinónimo de recibir. Consideraba la posibilidad de sustituir recepcionar por receptar, verbo “mucho más presentable” y de la misma familia. Pero concluye en que receptar tiene el inconveniente de 327

significar —además de ‘recibir, acoger’— “ocultar o encubrir delincuentes o cosas que son materia de delito”, y el de tener “bien poca vida fuera del ámbito policiaco y penal”. (El dardo en la palabra, págs. 716-717). El Diccionario del español actual de Seco, de 1999, registra y documenta el verbo recepcionar, pero lo considera de uso “raro” en la Península.

REIVINDICAR Reivindicar viene de las palabras latinas res, rei ‘cosa’ y vindicare ‘reclamar’. Etimológicamente significa, pues, ‘reclamar para sí una cosa’, ‘exigir aquello a que se tiene derecho’. En la edición de 1984 del Diccionario de la Academia reivindicar aparecía solo como término del lenguaje jurídico con la única acepción de “reclamar o recuperar uno lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece”. Pero, en los últimos tiempos, grupos terroristas —a ambos lados del Atlántico— dieron en usar el verbo reivindicar cuando reclamaban para sí la autoría de atentados cometidos, por la obvia razón de que la publicidad es muy importante en su táctica de propaganda. Y al parecer fueron, precisamente, las agencias de noticias y los medios de comunicación (escrita, radial y televisiva) los difusores de ese uso nuevo —y sin duda chocante— de reivindicar. Titulares como “ETA reivindicó el atentado”, “Nadie ha reivindicado el secuestro del industrial”, son todavía frecuentes en los medios de información de España y América. Esta vez, la Real Academia Española ha sido excepcionalmente rápida para admitir el uso nuevo. Una “Adición” de 1986 al Plan de la siguiente edición del 328

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Diccionario incorporó, como segunda acepción de reivindicar, la de “reclamar para sí la autoría de una acción”, fuera ella buena o mala. En la edición de 1992 del DRAE (y también en la de 2001) dicha acepción aparece como tercera. Pero ya en 1999 el Diccionario del español actual de Seco concreta y especifica el uso predominante de reivindicar: “reclamar la autoría [de un atentado]”. Pueden quedar tranquilos, esta vez, aquellos puristas siempre listos para protestar por reales o supuestos atentados cometidos contra el idioma oficial: atentados que, por cierto, nadie ha tratado de reivindicar. Pero los que no parecen haber quedado tranquilos ni conformes con la rápida aceptación del uso nuevo son, precisamente, quienes pueden haber tenido la mayor responsabilidad en su difusión: los medios de comunicación. Dice, por ejemplo, el Manual de español urgente de la Agencia Española de Noticias Efe, en su edición de 1994:

en vez de ‘Nadie se ha declarado autor del crimen’ o ‘Nadie se ha atribuido aún el crimen’: ese verbo, connotado con rasgos de justicia y dignidad, se nos está ensangrentando”. (El dardo en la palabra, pág. 229).

Al otro lado del Atlántico, Mario Vargas Llosa presentó, en 1983, un importante informe sobre la matanza de ocho periodistas en un lugar recóndito de la serranía peruana: Uchuraccay. Según él, es comprensible que: “los comuneros de Uchuraccay no reivindiquen el asesinato de Juan Argumedo como lo hacen con el de los otros periodistas. Reivindicarlo a la luz pública revistiría la característica de una verdadera declaratoria de guerra a los vecinos y comuneros...” (Contra viento y marea 3, pág. 100).

De reivindicar derechos a reivindicar masacres: este es, sin duda, un claro caso de degradación semántica de un término.

“reivindicar. Aunque aparece en el DRAE con el significado de ‘reclamar para sí la autoría de una acción’, es preferible usar, en casos de terrorismo, reclamar para sí, declararse autor o atribuirse la autoría”.

Don Fernando Lázaro Carreter, ilustre académico de la Española que ocupaba en ella el sillón R y era por eso responsable, según cierto lector, de todas las palabras que empiezan con dicha letra, se puso a pensar qué haría si tuviera poder de decisión sobre esa porción del léxico español: “Se me llevarían los demonios contra los que emplean reivindicar en frases como ‘Nadie ha reivindicado aún el crimen’,

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REMARCABLE Ya a mediados del siglo XVIII el Padre Benito Jerónimo Feijoo (murió en 1764) decía, en su artículo titulado “Paralelo de las lenguas castellana y francesa”: “A infinitos españoles les oigo usar la voz remarcable diciendo: es un suceso remarcable, una cosa remarcable. Esta voz francesa no significa más ni menos que la castellana notable; así como la voz remarque, de donde viene remarcable, no significa más ni menos que la voz castellana nota, de donde viene notable. Teniendo, pues, la voz castellana la misma significación que la francesa y siendo, por otra parte, más breve y de pronunciación menos áspera, ¿no es extravagancia usar de la extranjera dejando la propia?”. (Teatro crítico universal, I, págs. 224-225).

Casi un siglo después, el famoso e influyente purista venezolano Rafael María Baralt decía que remarcable era un “puro e intolerable galicismo por notable” y otros términos o expresiones. Y concluía: “Si en castellano hubiese tal vocablo, significaría lo que se puede remarcar, esto es, volver a marcar, como un fardo, una caja, y un galeote cuando se ponía marca a los pícaros con hierro candente”. (Diccionario de galicismos, s. v.).

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Hoy, a más de siglo y medio de esa dura crítica del más importante entre los antigalicistas, remarcable sigue ausente del Diccionario oficial. Sí se consigna —con el corchete inicial que indica el limbo académico en que permanece— en el Diccionario manual (edición de 1989) que igualmente publicaba la académica Corporación; allí aparece como “voz francesa” equivalente de “notable, señalado, sobresaliente”. Remarcar, por otra parte, se registra todavía en el DRAE 2001 —como lo habría querido el implacable Baralt— con la sola acepción de “volver a marcar”. Pero en el Diccionario del español actual de Seco — testimonio documentado del habla peninsular, publicado en 1999— se registra ya remarcar como “subrayar o poner de relieve” y también remarcable como “notable o digno de mención”. Volviendo a este lado del océano, no hay duda de que remarcar por hacer notar y remarcable por notable han sido y son términos insustituibles en la lengua culta del Perú y otros países de la América hispana. José Carlos Mariátegui, por ejemplo, hace frecuente uso de ambos términos, que se documentan aun en un mismo párrafo. Refiriéndose a un ensayo de Federico More sobre literatura peruana, escribe: “El juicio sobre Palma pertenece, en suma, a un estudio al cual confieren remarcable valor las ideas y las tesis que sustenta; nó a una panfletaria y volandera disertación de sobremesa. Y esto obliga a remarcarlo y rectificarlo”. (7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, pág. 185).

Pero todavía subsiste la intolerancia académica frente al uso, ya viejo, de remarcable y Baralt, como el Cid, gana batallas después de muerto. 333

RUBRO, RÚBRICA El adjetivo rubro, -a (del latín rubrus) significa en español general ‘rojo, encarnado’. Está en directa relación con rubro el sustantivo rúbrica (del latín rubrica, que debería haber dado una palabra grave o llana en español). Rúbrica era el nombre del ‘almagre u óxido de hierro’ y de la tierra roja que lo contenía. De este sentido pasó a tener el de ‘señal o letra roja’ hecha con tinta de ese color. Y, por extensión de este último significado, rúbrica se aplicó al ‘trazo, irregular pero invariable, que se añade al nombre propio al firmar’; eso, porque era costumbre, en épocas pasadas, destacar dicho trazo haciéndolo con tinta roja. Rúbrica tiene también, en la lengua general, los sentidos figurados de ‘epígrafe, rótulo, título, renglón’, ‘capítulo, párrafo’, ‘palabra o frase que precede a una enumeración de cosas afines’. Este último uso no es hoy frecuente en España; tampoco en el Perú. Se documenta, sin embargo, en un texto de Alfredo Bryce. Dice de un personaje de sus cuentos: “...dejó los próximos festejos de la guarnición perfectamente bien preparados en las rúbricas referentes a gastos, música, seguridad, menú y otros pormenores más”. (En Dos señoras conversan, pág. 250).

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Volviendo a rubro, es un americanismo muy difundido con los sentidos —en parte equivalentes al último señalado en rúbrica— de ‘epígrafe, rótulo, título, renglón’; ‘ítem, apartado’; ‘asiento’ (en lenguaje comercial); ‘partida presupuestal’. Fernando Cabieses hace, en Cien siglos de pan, la historia y descripción de muchas plantas de origen americano que hoy consume la población de gran parte del mundo. Entre ellas está una denominada —en tres diferentes lenguas autóctonas— achiote, onoto o bija. En este caso se trata, no de un alimento, sino de un apreciado colorante natural muy usado en la cocina y en la industria alimentaria. Dice Cabieses: “Las exportaciones de achiote hacia Europa y a los Estados Unidos de América se incrementaron hasta constituir uno de los rubros más importantes del intercambio norte-sur durante el siglo XIX [...] el achiote resulta en el Perú un rubro parcialmente explotado de agricultura de exportación”. (Págs. 168 y 169).

Este uso de rubro es desconocido en España, pero bastante extendido y antiguo en el español de América. A fines del siglo pasado, el gran filólogo colombiano Rufino José Cuervo explicaba, pero también condenaba, el uso americano: “Porque los epígrafes de los títulos en los libros de derecho solían escribirse con letras rojas se llamaron rúbricas; a pedantería de abogados ignorantes ha de atribuirse el que se dé a rubro (rojo, encarnado) la significación de título, epígrafe”. (Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, parágrafo 511).

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En la línea condenatoria del ilustre Cuervo, la agencia española de noticias Efe advierte así a sus periodistas: “rubro. Americanismo que en los despachos para España debemos evitar. Dígase sector, capítulo, etc. ‘...la sola excepción del rubro alimentos’. Digamos ‘la sola excepción del sector alimentario’”. (Manual de español urgente, edición de 1998, s. v.).

El DRAE 2001 da rubro, bra como adjetivo, con una primera acepción de “encarnado, rojo”; la segunda acepción se refiere al uso sustantivo americano de “título, rótulo”.

RUMA Refiriéndose a la publicación del tercer volumen de La palabra del mudo, que ha tropezado con serios obstáculos en Lima, Julio Ramón Ribeyro confía a su diario estas amargas reflexiones: “...mi libro quedará atracado no se sabe hasta cuándo. Puede ser unos meses, un año o siempre. Tanto trabajo acumulado, tantos sacrificios y penares para nada, para ser una ruma de papeles que seguirán deteriorándose hasta ser inutilizables”. (Anotación del 13 de setiembre de 1977; en La tentación del fracaso, 111, págs. 169-170).

En otras circunstancias —y con muy diferente estado de ánimo— Alfredo Bryce se refiere varias veces a la abrumadora generosidad de sus anfitriones cubanos, que le obsequian libros “por toneladas”. Dice, en Permiso para vivir: “Y cada mañana una ruma más de libros de Fidel, Marx, Lenin, el Che...” (pág. 342). “Desperté con más obras completas en varias rumas más...” (pág. 344). “...me he olvidado de desenlazar el asunto aquel de las obras completas que, por rumas, crecían día a día en mi habitación del Riviera...” (pág. 352).

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Ruma por rimero se usa en casi toda la América del Sur. En algunas regiones de Colombia se documentan, igualmente, el aumentativo (con cambio de género) rumazo y la variante masculina rumo. Y en ciertas zonas del Caribe se usa el derivado y sinónimo rumero, más próximo en su forma al sinónimo del español general rimero. El americanismo ruma viene del portugués ruma ‘montón, porción de cosas que se acumulan’ que pasó al español en el siglo XVI pero no perduró en la lengua general. En relación directa con ruma está el verbo derivado arrumar, que inicialmente significó ‘estibar la carga’ en los barcos y, de allí, ‘arrinconar, desechar, descartar’, referido a lo que ya no es útil. Con estos últimos sentidos se usa también arrumbar, que se debe a simple alteración fonética de arrumar. Volviendo a ruma, la edición del Diccionario académico de 1984 incluía el término como propio del Perú y otros países de la América del Sur. Curiosamente, en la siguiente edición, de 1992, ruma aparecía con la misma extensión geográfica pero con la errónea calificación de desusado. Y en la edición de 2001 dicho americanismo ha sido omitido como consecuencia de esa inexacta información. Los modernos ejemplos de Ribeyro y Bryce son, sin embargo, prueba plena de la vitalidad de este americanismo en nuestra lengua coloquial. Y lo mismo se comprueba en otros países de la América hispana, desde Méjico hasta Chile.

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SATANIZAR Satanizar, con el sentido de ‘hacer que alguien o algo sea tenido como un compendio de maldades o defectos’, es un uso bastante nuevo en el habla culta de Hispanoamérica y España. El Manual de español urgente de la Agencia Española de Noticias Efe, destinado a la orientación lingüística de sus corresponsales, lo incluye en su edición de 1998, pero sin censurar su uso: “Satanizar. Puede utilizarse con el significado de atribuir al enemigo cualidades extremadamente perversas”.

Satanizar solo aparece en la edición de 2001 del DRAE con esta definición, muy cercana a la de la Agencia Efe: “Atribuir a alguien o algo cualidades en extremo perversas”.

Satanizar es un obvio derivado de Satán, nombre hebreo del Demonio o Diablo (estas dos denominaciones tienen origen griego; en latín el equivalente es Lucifer). En hebreo Satán significa ‘adversario, enemigo’, pero su ámbito semántico se restringió posteriormente para designar, por antonomasia, al ‘adversario o enemigo de Dios’. El otro morfema en satanizar es el sufijo 339

-izar, que se une a adjetivos o a sustantivos para formar los correspondientes verbos. Por ejemplo: agilizar, nacionalizar, estabilizar, sobre los adjetivos ágil, nacional, estable; carbonizar, cristalizar, escandalizar, sobre los sustantivos carbón, cristal, escándalo. Es menos frecuente que el sufijo -izar forme verbos posponiéndose a nombres propios como Satán. Entre los escasos ejemplos están quijotizar, de Quijote; galvanizar, del apellido del físico italiano Galvani; pasteurizar, de Pasteur, notable químico y biólogo francés; vulcanizar, del nombre del dios romano del fuego, Vulcano. Mucho más moderno es el verbo calcutizar, formado sobre Calcuta, nombre de esa ciudad de la India; verbo —casi siempre usado como pronominal— que no registra todavía el DRAE 2001. En setiembre de 1988, Mario Vargas Llosa consideraba la política del entonces presidente del Perú, Alan García, como: “...la política que arruinó al país, destruyó el ahorro, ahuyentó la inversión, nos aisló del mundo, satanizó a los empresarios, pretendió estatizar [véase] nuestra economía y condenó

en Satanás, es decir, crear una leyenda negra” acerca de una persona o de una institución. Y continuaba así: “Una hábil y persistente campaña de satanización puede lograr que una persona buena o capaz sea percibida como mala o incapaz [...]. Asistimos a un ataque masivo, periodístico y parlamentario, al Gobierno; concretamente al Presidente de la República [...]. Lo que preocupa a los peruanos conscientes, angustiados por el futuro del país, es que el ataque justificado y la satanización injustificada lleguen a afectar a la política económica, a los programas de reforma y a la filosofía que los inspira...” (“Satanizar”, en El Sol del 7/7/97).

Satanizar todo lo que un gobierno hace (y aun sus presuntas o inventadas intenciones) es la consigna de cierta destructiva —y, a la larga, autodestructiva— oposición política en el Perú de hoy y de antes. Es digna de un profundo estudio sociológico la letal eficacia que puede tener una persistente satanización de algunas instituciones o personas, con un costo que siempre ha tenido que asumir el país entero. El DRAE 2001 no registra el postverbal satanización.

al Perú rural a la miseria”. (Contra viento y marea 3, pág. 406).

Y un mes después escribía, sobre la realidad económica hispanoamericana: “La ‘empresa’ está tan satanizada por la cultura política latinoamericana como el ‘capital extranjero’ y la ‘trasnacional’: ella es una de las heroínas de nuestra demonología ideológica”. (Íd. íd., pág. 432).

Nueve años más tarde, en julio de 1997, José María de Romaña escribía: “Literalmente, satanizar es convertir 340

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SEMÁNTICO Algunas personas parecen estar convencidas de que el adjetivo semántico significa ‘solo gramatical’, ‘meramente formal’ y, en consecuencia, ‘no grave’, ‘poco importante’, ‘intrascendente’, ‘superficial’. Por eso es frecuente leer y oír frases tales como: “parece que habrá consenso, porque las divergencias son solo semánticas”; “hay desacuerdos meramente semánticos entre los miembros de la Comisión”; “se aprobaron, con solo cambios semánticos, cuatro títulos del Código”; “en lo esencial estamos de acuerdo; solo nos falta resolver algunas diferencias semánticas”. Pero semántico, según el sentido correcto que consigna el Diccionario académico, en su primera acepción, es lo “perteneciente o relativo a la significación de las palabras”. Ciencia lingüística bastante reciente, la Semántica —creada por Michel Bréal a fines del siglo XIX, en francés Sémantique— se define como el “estudio del significado de los signos lingüísticos y de sus combinaciones” (segunda acepción del DRAE 2001). El signo lingüístico es la palabra. En español, la forma del signo lingüístico o palabra está constituida por los sonidos significativos o fonemas (vocales y consonantes, representados por letras o grafías en la lengua escrita); por las combinaciones de fonemas en sílabas y por el acento 342

de intensidad (prosódico, y a veces también ortográfico) que radica en una de ellas. El fondo o esencia del signo lingüístico es, precisamente, su significado. Una diferencia semántica es, pues, una diferencia de fondo, no de forma. Puede llegar a ser la máxima diferencia de sentido que existe entre palabras tales como Dios y hombre, vida y muerte, blanco y negro, antes y después. En la raíz de la minimización del significado del adjetivo semántico parece haber un subconsciente desdén por lo intrínsecamente lingüístico. Pero, aun para minimizar el valor de la palabra es necesario un buen conocimiento del lenguaje. Lo que muchos, al parecer, quieren decir —pero no dicen— cuando se refieren a poco importantes “diferencias semánticas” es “diferencias terminológicas” o simples cuestiones de palabras. Porque las verdaderas diferencias semánticas son, por definición, esenciales. Don Fernando Lázaro Carreter censuraba acremente el “idioma caótico” de quienes creen que lo semántico se refiere a lo intrascendente o meramente formal en el lenguaje. Y concluía: “...la Semántica es la ciencia de las significaciones, de los contenidos; si las diferencias son semánticas, es que son totales”. (El dardo en la palabra, pág. 617; cfr. t. íd. íd., págs. 79-81).

El uso disparatado de semántico por ‘meramente formal’, ‘terminológico’ se ha difundido en España y América en la segunda mitad del siglo XX.

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*SEUDOS, *SEUDA(S) Seudo es un elemento compositivo prefijal que significa ‘falso’, ‘supuesto’, ‘ficticio’, ‘espurio’. Viene de pseudo-, primer morfema de palabras griegas compuestas, sacado del adjetivo pseudés que significa ‘mentiroso, falso’. En su forma etimológica, pseudo (la p inicial no debe pronunciarse) está documentado en castellano desde fines del siglo XVI. Su forma moderna, seudo, está en el Diccionario de la Academia desde principios del siglo XIX. Hasta la edición de 1984 del Diccionario oficial, la Academia consideraba a seudo o pseudo como un adjetivo invariable en su terminación para el género y el número; admitía, por tanto, que se escribiera separado del sustantivo que modificaba: seudo profeta. Pero desde la edición de 1992 el Diccionario académico solo incluye seudo o pseudo como elemento compositivo, es decir, como primer morfema (o prefijo) de palabras compuestas tales como seudónimo, seudópodo, seudocientífico, seudohermafrodita. Sin embargo, en la lengua culta de España y América se acepta escribir seudo como partícula separada (la variante etimológica pseudo va cayendo en desuso). Lo que la lengua culta no acepta, sin embargo, es hacer variar a seudo para el género y el número: 344

son inaceptables, por lo tanto, el femenino seuda y los plurales seudos, seudas, que proliferan aun en la prensa escrita. Hace algún tiempo, un titular de El Comercio de Lima decía, por ejemplo: “Detienen a seudos notarios”. Y en el texto se explicaba que “intervinieron las oficinas de seudos notarios” quienes “ilegalmente legalizaban [sic] documentos”. (Edición del 10/3/91, pág. A12). El mismo diario había informado antes sobre “una seuda comisión reorganizadora” de cierta universidad peruana (edición del 3/12/89, pág. A3); también sobre “la proliferación de pseudas academias folklóricas” en las que ejercen la docencia “pseudos profesores” de marinera. (Edición del 20/3/89, pág. A5). ¿Habrán sido responsables de estos errores algunos seudocorrectores? Caso muy distinto es la sustantivación y pluralización deliberadas de seudo en este texto de Vargas Llosa sobre la responsabilidad de: “quienes, teniendo, como nunca antes, todo en sus manos para cambiar el destino de América Latina, hicieron lo necesario para que éste permaneciera dentro del círculo vicioso tradicional de los tres seudos, los grandes protagonistas de nuestra historia: seudodemocracia, seudocapitalismo y seudorrevolución”. (Artículo titulado “Ruido de sables”, incluido en Desafíos a la libertad, pág. 103).

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SIDA Han transcurrido ya unos treinta años desde que irrumpió en el mundo entero la terrible —y hasta ahora incurable— enfermedad viral bautizada en inglés como acquired inmunodeficiency syndrome, más conocida en ese idioma por su sigla AIDS (que, por azar y cruel ironía, coincide con la palabra aids ‘ayudas, auxilios’). Al hacerse la traducción al español, el resultado fue síndrome de inmunodeficiencia adquirida, la correspondiente sigla SIDA no tomó en cuenta —como es usual— la preposición de, y sí —como en inglés— la d inicial del segundo elemento del vocablo compuesto inmunodeficiencia. La Real Academia Española aprobó en 1986 la inclusión en el Diccionario de la palabra artificial sida. Así se hizo en la edición de 1992, que también incluyó el poco usado término de siquiatría sidafobia “temor morboso al sida”. El Diccionario académico no incluyó, entonces, ninguna designación específica del enfermo de sida. Es verdad que, como lo ha señalado Fernando Lázaro Carreter, hay también en español otros nombres de enfermedades —tales como sarampión, lumbago, tétanos— a los cuales no corresponden designaciones específicas para los enfermos respectivos. Pero en el caso de sida sí 346

surgieron varias designaciones, y aun hubo cierta presión para que la Academia se pronunciara por una de ellas. De acuerdo con las tendencias y posibilidades de la lengua destacaron tres opciones: Primera: sidoso, formada por analogía con gotoso, griposo, varioloso, la cual encontró en algunos lexicólogos un rechazo visceral, explicable tal vez por la histórica resonancia negativa de análogos términos como sarnoso, leproso, tuberculoso. Segunda: sídico, acuñada en el molde de tísico, tífico, que tuvo desde el principio muy poca aceptación. Tercera: sidático, formada a semejanza de asmático, reumático y respaldada por el análogo derivado francés sidatique. La Real Academia expresó su preferencia por sidático en una nota de diciembre de 1993, pero al fin se decidió por sidoso, que se registra en el DRAE 2001. En cuanto a otros derivados de sida, se han señalado dos usos cubanos: sidatorio ‘hospital en que se recluye a algunos enfermos de sida’ y sidaca ‘enfermo de sida’, con el mismo matiz despectivo que tiene el peninsular sudaca, aplicado al sudamericano, o al hispanoamericano en general.

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“El Jefe del Estado [don José Pardo y Barreda] asistió con distinguido personal al local de la zona que por ley le corresponde, y de acuerdo con prácticas recientes establecidas, y que en mi concepto constituyen una corruptela de nuestro régimen democrático, fue obsequiado con una silbatina que felizmente fue apagada por no menos intempestivos aplausos”. (Pág. 162).

SILBATINA En el Perú, el Ecuador y los países del Cono Sur se dice silbatina en vez de silba, rechifla o pita, términos equivalentes en la lengua general. Otro peruanismo —y americanismo— equivalente de silbatina es pifia, y son sinónimos menos cercanos siseo, chicheo y abucheo, también términos del español general. Para llegar al derivado silbatina partiendo de silba o silbo (equivalentes de silbido), es indispensable pasar por la forma intermedia silbato, que explica la t de silbatina. El sufijo -ato (presente en derivados como mandato, decanato, asesinato) expresa, en el caso de silbato, la idea de ‘instrumento’ con que se produce un sonido parecido al del silbo (este tiene, como órganos exclusivos, los humanos de la fonación). El sufijo final -ina expresa, a su vez, ‘acción colectiva’ (a veces con un matiz de desorden o violencia, tal como en tremolina, degollina). La silbatina está directamente asociada a la vida política peruana pasada y presente. Entre las Crónicas político-doméstico-taurinas de Juan Apapucio Corrales (seudónimo de Clemente Palma), una crónica taurina correspondiente al 27 de enero de 1918 —toreaba Juan Belmonte— relata:

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En El pez en el agua, Vargas Llosa recuerda que los lugares del Perú en que percibió mayor rechazo a su candidatura presidencial fueron las regiones campesinas más pobres; entre ellas, “Puno, uno de los departamentos más miserables (y más ricos en historia y en belleza natural) del país”. Y sigue “Todas mis giras puneñas fueron objeto de violentas contramanifestaciones. En la del 18 de marzo de 1989, en la ciudad de Puno, Beatriz Merino, luego de pronunciar su discurso, sin amilanarse ante una muchedumbre que la abucheaba y le gritaba ‘¡Fuera, tía Julia!’ (nos aplaudía apenas un puñadito de pepesistas pues Acción Popular había boicoteado el mitin), cayó desmayada por la impresión y por los cuatro mil metros de altura y hubo que darle oxígeno allí mismo, en un rincón del estrado. Al día siguiente, 19 de marzo, en Juliaca, Miguel Cruchaga y yo casi no pudimos hablar por la silbatina y los gritos (‘¡Fuera, españoles!’)”. (Pág. 366).

Silbatina y pifia (se oyen también los respectivos derivados equivalentes silbadera y pifiadera) no están, sin embargo, circunscritas al ámbito de la política. Pueden sufrirlas también los protagonistas de las llamadas artes del espectáculo (teatro, ópera, ballet, etc.); de los deportes masivos como el fútbol, o de las corridas de toros. En estos dos últimos casos, árbitros, jueces de línea y picadores son los blancos preferidos. 349

SILO Silo es una palabra de historia interesante y peculiar. Su origen es incierto: hoy se descarta la etimología latina que antes se aceptaba. Silo puede estar en relación con el vasco —lengua prerrománica sin ningún parentesco con el latín— o ser de origen celta, lengua indoeuropea lejanamente emparentada con el latín. El Diccionario de la Academia define silo, en primer lugar, como “lugar subterráneo y seco en donde se guarda el trigo u otros granos, semillas o forrajes”. Y añade, al fin de esta primera acepción: “Modernamente se construyen depósitos semejantes sobre el terreno”. Como segunda acepción, el DRAE da para silo la de “lugar subterráneo, profundo y oscuro”. Y como tercera acepción, la que silo tiene por una moderna extensión de sentido: “depósito subterráneo de misiles”. Es curioso que la palabra silo, documentada en castellano desde hace diez siglos, sea sin embargo un término ajeno a las demás lenguas latinas, incluidas aquellas dos que comparten con el español el área de la Península Ibérica: el catalán y el portugués. Y es más curioso todavía que una palabra exclusiva del español se haya difundido internacionalmente, en los últimos tiempos, con el sentido de ‘depósito (subterráneo o superficial) de granos o forraje’. Silo pasó al 350

francés en el siglo XVIII, al inglés y al italiano en el XIX y más tarde al portugués y al alemán. Con el moderno sentido de ‘depósito subterráneo de misiles’ se ha difundido desde el inglés (pronunciado aproximadamente sailo) a partir de la segunda guerra mundial. Cierra el círculo de esta peculiar historia de la palabra silo, el cambio semántico experimentado en el Perú, sin duda a partir de la acepción que figura como segunda en el Diccionario: “lugar subterráneo, profundo y oscuro”. En efecto, es corriente entre nosotros usar el término silo para denominar el pozo negro, llamado también pozo séptico y, en algunas regiones hispanohablantes, pozo ciego. Este uso nuestro se documenta ya a fines del siglo XVIII. En efecto, en el “Tratado sobre las aguas de los valles de lima”, publicado en el Mercurio Peruano en 1793, se habla de “las varias Acequias, sabiamente distribuidas con destino al servicio y aseo de la Población” y de que: “El Rio Rímac es quien provee estas Acequias, sobre cuya nueva forma, ó descubierta ó subterránea, igualmente que sobre su extinción, subrogándose á ellas Silos domésticos, Depósitos generales, ó Alcantarillas maestras á que tengan salida, se han tentado en varios tiempos bien meditados medios...” (VII, pág. 192).

En el actual español del Perú silo se aplica también, por una nueva extensión de sentido, al retrete rudimentario construido generalmente a ras del suelo (véase wáter).

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SITO Sito es una palabra de origen incierto (hoy se siente como si estuviera en relación directa con sitio) y de peculiar vida en español; probablemente se deriva del latín situs ‘dejado’. Sito es un adjetivo empleado sobre todo en el lenguaje jurídico, y en él su uso está prácticamente restringido a la calificación de los bienes inmuebles o bienes raíces, llamados también bienes sitos. Sito equivale generalmente al participio adjetivado situado, y así como situado varía en su terminación según el género y el número del sustantivo que califica (casa situada, casas situadas; local situado, locales situados), sito tiene que cambiar su terminación según el género y el número del sustantivo que modifica: edificio sito, edificios sitos; finca sita, fincas sitas. Sin embargo, muchas personas creen que sito es una palabra invariable. Por eso es frecuente leer en la prensa frases como estas:

En una información publicada en El Comercio de Lima sobre los Premios Príncipe de Asturias, se recuerda a los interesados que los documentos sobre candidatos propuestos pueden dejarse “en las oficinas de la Embajada de España, sito en Av. Jorge Basadre 498, San Isidro”. (Edición del 7/3/91, pág. C10; las cursivas son mías). En vez de usar incorrectamente, como invariable, un adjetivo que no se conoce bien, podría emplearse su equivalente situado, que no tiene problemas en cuanto a variación según el género y el número del sustantivo que califica. Los cultismos deben usarse cultamente.

“la matrícula está abierta en los locales sito en las calles mencionadas”; “se inauguró la muestra en la galería sito en una importante avenida”; “los documentos pueden entregarse en nuestras oficinas sito en el edificio siguiente”. 352

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acercarme a él, va a creer que lo estoy sobando y yo trataba de hablarle por amistad”. (Pág. 240).

SOBÓN El verbo sobar es una palabra de origen incierto, documentada en castellano desde el siglo XI. Según el Diccionario de la Academia, sobar es, en primer término, “manejar y oprimir una cosa repetidamente a fin de que se ablande o suavice”; sobar resulta, en esta acepción, sinónimo no estricto de amasar. Como tercera acepción, figura en el DRAE 2001 la de “manosear a alguien”. No figuran, en cambio, en el Diccionario oficial ni la acepción de ‘frotar, friccionar’ ni la figurada de ‘adular’ que tiene sobar en el habla familiar del Perú y otros países de la América hispana; de la primera puede haber surgido la segunda, por la imagen del que, obsequioso, pasa repetidamente la mano sobre el hombro o la espalda del adulado. El DRAE registra, sin embargo, la locución verbal argentina sobar el lomo “adular, halagar a alguien para obtener de él alguna ventaja”, en la que está presente la imagen sugerida. En La ciudad y los perros, Vargas Llosa pone, en el monólogo interior del protagonista, estas palabras referidas a un compañero:

El derivado sobón (con su femenino sobona), de uso adjetivo y sustantivo en nuestra habla familiar, define, según la primera acepción del Diccionario académico, al “que por su excesiva familiaridad, caricias y halagos se hace fastidioso”. Pero esa acepción figurada de sobón no implica los matices semánticos de ‘hipocresía’, ‘interés propio’ o ‘conveniencia egoísta’ que el término tiene en el español de América: sobón es sinónimo de adulón, y el derivado sobonería equivale a adulonería o adulación. En sobón, el elemento compositivo -ón pospuesto a la raíz del verbo aporta un matiz semántico a la vez intensivo y despectivo, tal como se comprueba en los derivados verbales análogos mirón, llorón, gritón, tragón, mandón y muchos otros. Si a estas formas se añadiera —lo que no es usual— el sufijo de superlativo -ísimo, los derivados resultantes serían, respectivamente, mironísimo, lloronísimo, gritonísimo, tragonísimo, mandonísimo, etc. Y, por lo tanto, también sobonísimo. Pero Bryce usa, en Un mundo para Julius, una forma anómala de superlativo: sobonsísimo. Cuando se están preparando unas crêpes Suzette en honor del niño de la casa: “...Julius, que ya le andaba bostezando en la cara hasta al propio Juan Lucas, no tuvo más remedio que despertar de nuevo al ver que maitre y mozo, felices, instalaban el aparato sobre la mesa, el hornillo de plata reluciente, la pequeña

“El Jaguar ha cambiado mucho, es para asustarse. Anda

sartén y todo, mirándolo sobonsísimos y deseando que él les

furioso, no se le puede hablar [...]. No pienso volver a

preguntara algo...” (pág. 199).

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Bryce usa también el derivado, muy frecuente, sobonería. En No me esperen en abril, Manongo Sterne recuerda el grave incidente escolar que más tarde causó su expulsión del colegio: “Dos o tres compañeros que le pegaron de verdad no era nada al lado del daño que él les había hecho a sus compañeros. Además, pudieron haberle pegado por miedo, por sobo-

SOBREPARAR

nería de niños, porque se tomaron lo militar o al furibundo militar en serio...” (pág. 42).

Sobar y adular, sobón y adulón, sobonería y adulonería son parejas de palabras que expresan, en el español del Perú, una misma faceta, negativa, de un rasgo de pequeñez en la conducta humana.

En una de sus lúcidas Prosas apátridas escribe Julio Ramón Ribeyro, entonces ciudadano de París: “En la calle Gay Lussac me cruzo con el colombiano que viajó en mi camarote cuando regresé al Perú en 1958 a bordo del Marco Polo. Entonces fuimos muy amigos, vivíamos encerrados en un pequeño espacio, leíamos, fumábamos y bebíamos juntos. Ahora, seis años más tarde, nos cruzamos como dos desconocidos, sin ánimo de sobrepararnos para estrecharnos la mano”. (Pág. 86).

En su importante “Informe sobre Uchuraccay”, Vargas Llosa usa sobreparar en contextos más prosaicos: “Los viajeros pasaron un solo control, a la salida de Ayacucho: la barrera policial de la Magdalena. Este control fue más simbólico que real. El chofer apenas sobreparó, dentro de cierta congestión de vehículos [...]. El chofer sobreparó, en la cola de vehículos...” (En Contra viento y marea 3, págs. 85 y 146).

Sobreparar significa en el Perú ‘parar a medias’, ‘detenerse solo un instante’, ‘parar súbitamente’. El elemento compositivo sobre-, unido a verbos, puede aportar, entre otras, la idea de ‘superposición’ 356

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(como en sobresalir, sobrenadar), la de ‘repetición, demasía’ (como en sobrecargar, sobregirar, sobrealimentar) o la de ‘acción súbita’ (como en sobresaltar, sobrecoger, sobrevenir). En sobreparar el sentido de ‘acción repentina’ se ha conjugado con el de ‘acción ejecutada a medias’ que aparece en formas verbales obsolescentes tales como sobrecurar ‘curar a medias’ o sobrebarrer ‘barrer ligeramente’. Sobreparar, como se ha visto en el primer ejemplo, se usa también en su forma pronominal sobrepararse. Y de nuevo es Ribeyro quien nos proporciona otro caso del uso reflexivo, esta vez en su Crónica de San Gabriel:

SOFISTICADO

Sobreparar no está registrado en el Diccionario de la Academia, ni en los diccionarios de americanismos más importantes (Santamaría, Malaret, Morínigo, HaenschWerner, entre otros), pero ya aparece en el Diccionario de Americanismos publicado por la Asociación de Academias de la Lengua Española en el año 2010. Este gráfico verbo parece de exclusivo uso peruano. Pero tampoco aparece en el Diccionario de peruanismos de Arona, ni en vocabularios peruanos modernos tales como los de Miguel Ángel Ugarte Chamorro y Juan Álvarez Vita.

El Diccionario de la Real Academia registra —solo desde su edición de 1992— acepciones positivas del participio adjetivado sofisticado, tales como ‘elegante, refinado’ y ‘técnicamente avanzado’ en referencia a aparatos o mecanismos. Estos usos se han impuesto en el español americano y peninsular sobre los primeros —negativos— de ‘falto de naturalidad’, ‘afectadamente refinado’. Sofisticado equivale hoy a exquisito, refinado, distinguido, mundano. Una belleza sofisticada es una belleza muy cuidada (y, tal vez algo artificial). Puede haber, asimismo, una elegancia sofisticada, gustos sofisticados, un lenguaje sofisticado, actitudes sofisticadas. El calificativo se aplica también a todo aquello que podría atraer a una personalidad sofisticada: lugares de esparcimiento, modas, perfumes y aun libros u objetos de arte. Referido a máquinas, vehículos, instrumentos o armas, sofisticado equivale, como se ha dicho, ha evolucionado, complejo, complicado, de alta tecnología o precisión (y, muchas veces, de difícil manejo). Se habla, así, de computadoras muy sofisticadas y aun de vehículos espaciales ultrasofisticados. En su descarnado y hermoso diario, Ribeyro habla en cierta ocasión sobre una mujer “rubia, un poco sofisticada, con aspecto de actriz” (La tentación del fracaso, II,

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“Al verme Leticia se sobreparó en el umbral, pero luego prosiguió su camino [...] Felipe cruzó de largo, sin sobrepararse siquiera...” (págs. 93 y 119).

pág. 71). En otro momento de su vida se siente desambientado en una estación de esquí: “Los pies helados por haber venido vestido de ciudadano a un lugar que exige una indumentaria cara y sofisticada”, (íd. íd., pág. 198).

Y más tarde describe la casa solariega cercana a Porto Ercole, en Italia, en la que está pasando unas vacaciones: “...es una mansión maravillosa, obra de algún millonario demente: dos piscinas, diez habitaciones con baño, cocina ultrasofisticada, salón rústico, salón morisco, biblioteca, y una huerta-jardín construida en diferentes terrazas...” (Íd. íd., págs. 210-211).

Sofisticar, derivado de sofístico, tuvo originalmente el sentido de “adulterar, falsificar con sofismas o procedimientos engañosos”. Así aparecía todavía en la edición de 1984 del Diccionario académico; en las de 1992 y 2001 se registra como ‘adulterar, falsear’, ‘falsificar’. Análogos sentidos tenía en inglés el latinismo (tomado, a su vez, del griego) to sophisticate, documentado en esa lengua sajona desde el siglo XVII. El cambio semántico que condujo a los usos positivos y modernos de sofisticar, sofisticado y sofisticación se produjo primero en el inglés de los Estados Unidos. De allí pasó al de Inglaterra y luego al francés, al español y a otras lenguas europeas.

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STATUS Status es una palabra latina, derivada del verbo stare (étimo del español estar). En latín status ofrecía un verdadero abanico semántico, pues significaba ‘postura’ (especialmente el ‘acto de estar de pie’), ‘descanso, reposo’, ‘inmovilidad’, ‘estabilidad’, ‘actitud’, ‘situación’. En usos figurados se aplicaba también, entre otras cosas, a la ‘forma de gobierno’ o al ‘punto de debate’. Status vitae equivalía a ‘situación social’ (así lo emplea Cicerón). A fines del siglo XVII, el inglés tomó status del latín clásico. El latinismo se difundió en esa lengua como término de la patología, y luego del derecho. Pero, a partir del siglo XIX, status (o la locución nominal equivalente, social status) se aplica a la ‘posición jerárquica que una persona o un grupo humano ocupa en la sociedad’, ya sea por nacimiento o por logros personales. Dentro de la sociedad moderna occidental, urbana e industrializada, se constata hoy una dura lucha por acceder a un status más alto. (La palabra, sin adjetivación, tiene connotación positiva). El latinismo status se ha difundido recientemente en español por la vía del inglés; puede considerársele, por lo tanto, como un anglicismo. Don Fernando Lázaro perdía la paciencia ante el uso actual de status en español. 361

Primero, por el abuso que se hace de la palabra, a su juicio sustituible: “La cual está trepando por las columnas de los diarios, e infiltrándose por el tejido del habla pública cotidiana, con virulencia tropical. Por cualquier rincón de la prosa periodística, oral o escrita, asoma su culta faz; y aletea en toda parla con pujos de distinción. [...] Parece que el triunfo social consiste hoy en conseguir un status, es decir, en algo rebautizado a la inglesa. Porque tal cosa, obvio es recordarlo, se llamó siempre, en el castellano secular, situación, posición o rango; incluso categoría”. (El dardo en la

Pero el uso de este latinismo-anglicismo había llegado ya hasta el lenguaje de los propios académicos de la Española. Por ejemplo, Gregorio Salvador, quien se incorporó como Miembro de Número en 1987 con un original discurso sobre la letra q, usa en él status (en la forma estatus, que está adaptada a la fonética española). Dice Salvador, exvicepresidente de la Real Academia Española, que, entre las veintinueve letras de nuestro alfabeto, tenemos “dos dígrafos con estatus de letra, la ch y la ll”. Y refiriéndose a la q, que solo se usa con una u siguiente, afirma:

palabra, pág. 347).

Y segundo, por la heterodoxa trayectoria del término:

“...si la consideramos como lo que realmente es, como una letra doble, como un dígrafo, [...] lo que creo es que, bajo ningún concepto, debiera alterarse ese estatus”. (“Latina y

“Que se trate de un vocablo latino no impide su pertenencia a la angloparla. [...] El caso es que estamos asistiendo a un fascinante episodio de latinización del español. [...] Paradójicamente, son sus agentes actuales los bárbaros del Norte [...]. Ahora, hombres de alma electrónica y ojos azules realizan esta hazaña de hacernos ultralatinos, de invadirnos con una materia prima que era nuestra por herencia en primer grado”. (Íd. íd., págs. 347-348).

A fines de 1986, status estuvo entre algunas palabras preadmitidas por la Real Academia Española (en unas “Enmiendas y adiciones” al Diccionario oficial). El término se consignó, solo como marginal, en el Diccionario manual de la Academia (edición de 1989) con la acepción de “posición social que una persona ocupa dentro de un grupo o en la sociedad”. No se incluyó, sin embargo, en la edición de 1992 del Diccionario oficial. 362

académica” en Historia de las letras, pág. 180).

Estatus es también la forma que emplea Alfredo Bryce en No me esperen en abril: “habían vendido el estatus que representaba para ella su flamante Pontiac azul” (pág. 178). Sea en su forma latina original, status, o en la castellanizada estatus, el término —hoy insustituible en el español culto de ambos continentes— ha obtenido, por fin, estatus académico. El DRAE 2001 lo registra con dos acepciones: “posición que una persona ocupa en la sociedad o dentro de un grupo social” y “situación relativa de algo dentro de un determinado marco de referencia”.

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TACO Según el notable etimólogo catalán Joan Corominas, taco forma parte de un grupo de palabras, de origen desconocido, que son comunes a las más importantes lenguas latinas y germánicas de Occidente. En el DRAE 2001 taco se registra con veintisiete acepciones: materiales, figuradas; generales, dialectales, locales, coloquiales, etc. La primera es “pedazo de madera, metal u otra materia, corto y grueso”; entre las que siguen están, por ejemplo, “bocado o comida muy ligera” y “voto, juramento, palabrota”. Hay que llegar a la acepción número 23 para enterarnos de que taco es, en la América del Sur y en Puerto Rico, equivalente de la forma general tacón. ¿Y cómo se define tacón, obvio derivado de taco? Pues como la “pieza de mayor o menor altura unida a la suela del calzado en la parte que corresponde al calcañar”. Es decir, al talón; la superficie de contacto es más o menos circular. En el DRAE 2001 se describen dos tipos de tacones: el alto y el de aguja, “muy fino y alto”. En el Perú se distinguen: el taco alto, el taco bajo o chato (véase), el taco cubano (grueso y de altura mediana), el académico taco aguja (en el Cono Sur, taco alfiler) y el taco aperillado (llamado también taco Luis XV). 364

Pero la definición académica de tacón no vale para el llamado tacón de cuña, que se une al zapato no solo en la zona correspondiente al talón sino en toda la longitud del calzado, hasta la punta. En el Perú se llama, análogamente, taco de cuña; en Chile taco terraplén y en la Argentina taco chino. Conservando el término general tacón, en Colombia se le llama tacón corrido y en Venezuela tacón cubano. Volviendo al uso peruano, ya en 1883 decía Juan de Arona que taco por tacón era “un vulgarismo insoportable, y tan corriente, que forma parte de nuestra conversación, y hasta de nuestros escritos literarios, dramáticos, etc.” (Diccionario de peruanismos, s. v.). En efecto, taco por tacón se documenta ampliamente en la literatura peruana, incluidos los versos de Vallejo. En Poemas humanos, por ejemplo, se lee: “...coteja su coturno con mi traspié sin taco, / la primavera exacta de picotón de buitre”.

Y también: “Ha de cantar calzado de este sollozo innato, / hombre con taco...” (en Obra poética completa, edición Moncloa, págs. 283 y 345).

Vargas Llosa emplea la expresión, usual en el Perú, zapatos sin taco como equivalente de zapatos de taco bajo o de taco chato (Conversación en La Catedral, I, pág. 44). En La casa verde predomina el americanismo taco (cfr. págs. 166, 312, 327), pero en una ocasión el autor usa, excepcionalmente, el término general: “zapatos blancos de tacón” (pág. 311). En Crónica de San Gabriel, Julio Ramón Ribeyro describe a Leticia bailando en la sala de la casa-hacienda: 365

“Desde un rincón la veía pasar de brazo en brazo, la cabeza muy levantada, esbelta sobre sus zapatos de taco”. (Pág. 29).

Pero antes había usado el término general al referirse a la misma Leticia, “ceñida en un vestido rojo, sobre altos tacones”. (Íd. íd., pág. 27). Jaime Bayly, en Los últimos días de La Prensa, crea un personaje, el de la intrigante secretaria Patty, que tiene como característica taconear (DRAE), es decir, hacer sonar, o golpear, sus tacones o tacos al caminar: “Patty cruzó la redacción haciendo sonar sus tacos...” (pág. 29). “Patty entró en la redacción haciendo sonar sus tacos”. (Pág. 79). “Estaba indignada. Gesticulaba, agitaba los brazos, hablaba a gritos, golpeaba sus tacos en el endeble piso de madera de la redacción”. (Pág. 179).

Por último, hay un modo adverbial, de taquito (con el diminutivo que censuraba doblemente Arona), que nos viene del fútbol rioplatense. Golpear o darle a la pelota de taquito es hacerlo ‘con el talón’ y, por extensión, hacer algo ‘con facilidad, sin mayor esfuerzo’.

TAITA Taita y tata, variantes de una misma palabra que originalmente pertenece al lenguaje infantil, son apelativos del padre tradicionales en español, aunque actualmente tienen mayor vigencia en la América hispana. Tata se tomó directa y fielmente del latín tata ‘padre’. Taita se explica por un cruce posterior de tata con el vascuence aita, que igualmente significa ‘padre’. Tata se documenta en castellano desde el siglo X, y taita desde el XV. El origen latino y peninsular de la variante taita está fuera de toda duda, pues el término aparece ya en unos versos de Antón de Montoro, poeta que murió en 1480; es decir, doce años antes del descubrimiento de América. Los versos son estos: “Para niños que non han [‘no tienen’] más saber que decir taita es oír los que se van tras los coros de la gaita”. (Citado por Ángel Rosenblat en “Notas de morfología dialectal”; BDHA, II, pág. 128).

A pesar de pruebas tan contundentes como esta, hay todavía quienes siguen propugnando para taita un origen quechua, aimara o aun azteca. 366

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Pero en quechua padre es yaya. Así aparece en el primer Lexicón o vocabulario de esa lengua, publicado por Fray Domingo de Santo Tomás en 1560, el cual no registra taita. Tampoco aparece taita ‘padre’ en el Vocabulario quechua de González Holguín, de 1608. Lo cierto es que, más tarde, la palabra taita fue tan plenamente asimilada por el quechua que sus actuales hablantes la sienten como propia de esa lengua. José María Arguedas, bilingüe de quechua y español, se refiere en Agua al “tayta Vilkas”, indio viejo respetado por los comuneros (la grafía tayta se explica por mero prurito arcaizante). Arguedas pone en boca de los personajes de Agua referencias a “Taytacha Dios” (taytacha ‘padrecito’ lleva el sufijo quechua de diminutivo -cha); en ese texto Arguedas usa también taytakuna por ‘padres de familia’; el sufijo quechua -kuna indica plural. (Véase Diamantes y pedernales. Agua, págs. 103, 104, 105, 109). La sufijación señalada es prueba del profundo arraigo de taita en quechua. Pero, frente al arraigo comprobado de taita en quechua, hay —como se ha visto— pruebas irrefutables de su existencia en castellano antes del contacto histórico entre ambas lenguas y culturas. Por último, vale la pena detenerse en el hecho de que la forma original, tata, pertenece a un grupo, reducido y marginal, de voces del lenguaje infantil que están entre las llamadas de creación expresiva. Esas palabras tienen, generalmente, estructura fonética simple: una misma consonante repetida con el apoyo de una a, que es la vocal de articulación más abierta y natural. Sus significados se refieren a seres, cosas, procesos y actividades vitales para el infante y constituyen una suerte de limitada tierra de nadie —o tierra

de todos— entre los ámbitos léxicos de las lenguas más diversas. Así, tata es ‘padre’ en latín y, de allí, también en castellano; es igualmente ‘padre’ en sánscrito y en ruso. Las cuatro lenguas pertenecen a la familia indoeuropea. Por otra parte yaya, la palabra quechua original para designar al padre, se usa también con este sentido en el dialecto aragonés del español. Yaya significa, asimismo, ‘abuela’ en catalán, ‘tía’ en Navarra y ‘hermana’ en la provincia argentina de La Rioja. En el español del Perú yaya es término del lenguaje infantil que designa cualquier herida, lesión o dolor. Volviendo al uso peruano de taita, Ciro Alegría emplea también un diminutivo taitito (en Los perros hambrientos, págs. 34 y 36). Alfredo Bryce prefiere el más usual taitita (“taitita Dios” en No me esperen en abril, pág. 422). En cuanto al aspecto semántico, taita designa hoy, en el argot carcelario del Perú, al preso que hace de jefe en un pabellón del penal.

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TINTERILLO

Pero, además de este hecho morfológico y semántico constatable en el léxico del español general, tinterillo ha pasado —en América— por un nuevo proceso de cambio de sentido: de ‘oficinista de bajo nivel’ a ‘seudoabogado’ o ‘abogado sin prestigio’. Convertido así en sinónimo —aunque no estricto— de leguleyo, rábula o picapleitos, y extendido su uso por casi toda la América hispana, tinterillo ha desarrollado varios derivados. El primero, tinterillada, designa —también despectivamente— la maniobra jurídica no ética. Pero la tinterillada (o, más exactamente, la leguleyada) puede comprobarse aun en los procedimientos de algunos estudios (americanismo por bufetes) de abogados. En su Diccionario de peruanismos, publicado en Lima en 1883, Juan de Arona decía que el término tinterillo designaba “á un abogadillo de tres al cuarto, á un tipejo de leguleyo”. Pero luego hacía una tajante distinción entre leguleyo y tinterillo.

Desde los inicios del siglo XV se llama tintero el ‘recipiente en que se pone la tinta de escribir’. El término resulta hoy obsoleto, al haber sido desplazada la pluma (de ganso o de metal) por el bolígrafo, la pluma estilográfica (pluma fuente, calco lingüístico de fountain pen, es un anglicismo de América) y el finepen, otro —novísimo— anglicismo. Tintero, más el sufijo -illo, dio tinterillo, en principio diminutivo de tintero pero pronto (desde el siglo XVII) aplicado como apelativo despectivo al ‘oficinista de poca categoría’. Este desprestigiado servidor, que tenía el tintero como objeto emblemático, ha recibido también otros apelativos peyorativos tales como chupatintas y cagatintas. Volviendo al sufijo -illo, es un hecho notable —y varias veces notado en este libro— el moderno abandono de su primera función de estricto diminutivo (semejante a la de -ito) y el paralelo desarrollo de una nueva función, hoy predominante: la de incrementador del léxico por la vía de la renominalización, es decir, la producción de nuevos sustantivos de contenido semántico diferente del de aquellos que funcionan como sus respectivas raíces. Pocos hablantes perciben hoy, por ejemplo, la relación existente entre estribo y estribillo, cepo y cepillo, barco y barquillo, y muchos otros (véase cerquillo).

Arona se asombraba de que no se hubiera inventado todavía la palabra tinterillaje para denominar —a la manera

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“El leguleyo, bien que mal, sabe ó aplica la ley; el animal que en los pueblos ó aldeas y en los Juzgados de Paz de Lima, con los apodos de Bizcocho frío y otros no menos pintorescos, se dedica á defender indígenas y á otros más animales que él, lleva por todo atributo de Témis, por todo emblema de su personería jurídica, un tintero, ó mejor, un tinterillo que es el que le conviene por más portátil, que al fin nadie sabe cómo, cuándo, ni dónde tendrá que extender sus escritos. Llamar leguleyo á un tinterillo nuestro sería hacerle tanto honor, como sería chocante y desgraciado calificar de tinterillo a un leguleyo. Si éste es un término despreciativo, el otro es despreciativo de despreciativo”. (Págs. 478-479).

de caudillaje— “los daños y perversión causados por la falange de tinterillos”, (ob. cit., pág. 480). En efecto, Palma no registraba todavía tinterillaje entre sus Neologismos y americanismos, de 1896. Pero sí incluyó el derivado en sus Papeletas lexicográficas, de 1903: “Tinterillaje.- Este neologismo, de muy reciente vida, satisface una exigencia de lenguaje, pues carecíamos de palabra que

TRASPIÉS

expresase sintéticamente la idea de asociación de rábulas y escritorzuelos para defender, en la prensa ó ante los tribunales, una mala causa de partido o jurídica. El tinterillaje politiquero es el más generalizado y odioso”.

Más moderno que el sustantivo tinterillaje es el adjetivo tinterillesco, aplicado a todo lo que se relaciona con las actividades del tinterillo.

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En setiembre de 1987, Mario Vargas Llosa afirmó en un discurso (reproducido en Contra viento y marea 3) que la anunciada estatización (véase estatizar) de la banca peruana constituía “un verdadero traspiés en las credenciales cívicas del partido de Haya de la Torre” (pág. 383). Y en un subtítulo de su columna “Sin confirmar”, publicada en El Comercio de Lima el 15/3/91, el periodista Alfonso Baella Tuesta se refería a un supuesto “Traspiés de la ex ministra Gloria Helfer”. Ya en el siglo XIX Manuel Atanasio Fuentes, “El Murciélago”, se refería a un maestro de baile que “daba a sus pasos los nombres de figura real; traspies circunflejo; paso de la sirenita; cohete de soga falso, etc.”. (BCP 9*, pág. 307). Pero traspiés no es un sustantivo en singular, sino el plural de traspié, compuesto de tras y pie (documentado en castellano desde el siglo XV) que en sentido literal equivale a tropezón, resbalón y en sentido figurado es sinónimo de equivocación, paso en falso, indiscreción, metida de pata. El error se constata también en el idiolecto de Luis Alberto Sánchez (“No hablemos del traspiés sobre el deporte...” en Caretas, edición del 25/11/91). Fuera del Perú, el uso singular del plural traspiés se documenta, 373

por ejemplo, en Ramón Gómez de la Serna (“El morir adviene en un traspiés” en Los muertos y las muertas, pág. 54; cit. M. Seco, Diccionario de dudas, s. v.) y en Carlos Fuentes (“da un traspiés y cae” en Cambio de piel, pág. 437). Ya en el siglo XVIII, don Leandro Fernández de Moratín usa un plural reduplicado traspieses a pesar de que emplea el singular correcto traspié. (Vocabulario de Ruiz Morcuende, s.v.). El uso de traspiés por traspié puede explicarse por influencia de otros compuestos que, en singular, tienen como último elemento formativo el plural pies: un ciempiés, un buscapiés. Pero traspié no forma parte de esa serie, sino de otra en la que el último elemento es el singular pie: puntapié, hincapié, sobrepié ‘tumor de los caballos’, balompié (término con el que se trató de detener la difusión del anglicismo fútbol).

*TRAUMAR En los últimos años se oye frecuentemente, aun en boca de siquiatras y sicólogos, un verbo traumar que no figura en el DRAE 2001 (pero se incluirá en la próxima edición). Es igualmente muy usado el participio pasivo adjetivado traumado, -a y, bastante menos, el participio activo, igualmente adjetivado, traumante. El Libro de estilo del diario madrileño El País prescribe: “traumado. Palabra incorrecta. Escríbase traumatizado”. (Edición de 1990).

Y repite la prescripción —o proscripción— en sus ediciones de 1998 y 2002. Traumar se deriva, obviamente, de trauma, palabra de origen griego que en esa lengua significa ‘herida’. En español ha dado origen a una verdadera familia de palabras, que, en los últimos años, se han venido repartiendo un área semántica antes no delimitada. Así, traumatismo “lesión de los órganos o de los sentidos por acciones mecánicas externas” (DRAE 2001) hace casa aparte con traumatología, traumatólogo y traumatológico para referirse a daños físicos y a su tratamiento. Y la propia palabra, trauma (antes especificada en la locución trauma síquico) aparece, sin adjetivo, con dos nuevas 374

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acepciones en el DRAE 2001: “choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente” y “emoción o impresión negativa, fuerte y duradera”. Su familia léxica está constituida por el adjetivo traumático, el verbo (también pronominal) traumatizar, con su participio traumatizado (desplazado por traumado) y el menos frecuente —y ya académico— traumatizante. Traumatizar, por otra parte, es un claro ejemplo de la vigencia, en la derivación de verbos, del sufijo de primera conjugación -izar pospuesto a raíces de sustantivos y adjetivos (véase satanizar). Pero en este excepcional caso, el habla coloquial ha optado por la forma verbal que, precisamente, ha eliminado el sufijo -izar.

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VERGONZANTE Aunque vergonzante y vergonzoso son, ambos, derivados de vergüenza, no son términos sinónimos y, por lo tanto, no pueden emplearse indiscriminadamente, ni intercambiarse en su uso. Vergonzoso es lo que causa —o debería causar— vergüenza, por ser algo incorrecto o inmoral. Vergonzoso se aplica también a quien “se avergüenza con facilidad” (DRAE) o a quien es propenso a avergonzarse en el sentido de ‘inhibirse socialmente por pudor o timidez’. Vergonzante es, en cambio, aquello que, no siendo incorrecto ni inmoral, no tenemos el valor de afrontar públicamente. Hay una pobreza vergonzante y, en diversas épocas de persecución religiosa, ha habido un calvinismo vergonzante, un judaísmo vergonzante, un cristianismo vergonzante. Vergonzante es un calificativo que se aplica también a quienes no se atreven a afrontar públicamente su adhesión a una ideología, actitud o costumbre determinada. Hay, así, marxistas vergonzantes, machistas vergonzantes, homosexuales vergonzantes, racistas vergonzantes, bebedores vergonzantes y hasta fumadores vergonzantes. Un ejemplo en el Perú del uso erróneo de vergonzante por vergonzoso se documenta en el himno de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA): 377

“Contra el pasado vergonzante nueva doctrina insurge ya...”

Dicen que fue el líder obrero Arturo Sabroso quien improvisó la letra de la canción del APRA al mismo tiempo que ejecutaba, al acordeón, la melodía del himno nacional de Francia. Y ha dicho sobre eso Enrique Chirinos Soto:

VERSÁTIL

“El pasado vergonzante es un giro teñido de barbarismo que, en verdad, afea la marsellesa aprista”. (En El Comercio, edición de 26/2/90).

Don Fernando Lázaro Carreter lanzó uno de sus certeros dardos contra quienes —en España y América— dicen vergonzante en vez de vergonzoso. Después de calificar esa confusión como “fantástica” explica el error “por un mecanismo mental muy claro: vergonzoso les parece vocablo duro y más agresivo que vergonzante”. (El dardo en la palabra, pág. 238). Este es, pues, un caso claro de falsa equivalencia de sufijos y un ejemplo típico de lesa cultura.

Versátil, del latín versatilis, está documentado en español desde fines del siglo XVIII. Su derivado versatilidad es más moderno. Según su etimología, versátil significa ‘que se puede fácilmente hacer girar, dar vuelta o invertir en su posición’. Pero más tarde desarrolló en español un sentido figurado, de matiz negativo, aplicado especialmente a las personas de carácter voluble e inconstante, que cambian con facilidad sus afectos, aficiones u opiniones. Ejemplos de estos usos encontramos en el discurso de Manuel González Prada, leído (por otra persona) en el Teatro Politeama de Lima en 1888. Nadie ha descrito con tanta dureza y pesimismo la identidad peruana: “Anémicos i nerviosos, no sabemos amar ni odiar con firmeza. Versátiles en política, amamos hoi a un caudillo hasta sacrificar nuestros derechos en aras de la dictadura; i le odiamos mañana hasta derribarle i hundirle bajo un aluvión de lodo i sangre. [...] La historia de muchos gobiernos del Perú cabe en tres palabras: imbecilidad [‘debilidad’] en acción; pero la vida toda del pueblo se resume en otras tres: versatilidad en movimiento. Si somos versátiles en amor, no lo somos menos en odio: el

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puñal está penetrando en nuestras entrañas i ya perdonamos al asesino”. (Obras, tomo I, vol. 1, pág. 91).

Pero en el habla culta hispanoamericana versátil es hoy equivalente de polifacético. Se dice, por ejemplo: “es un músico versátil: compone, canta y toca varios instrumentos”. Y la mayoría de nuestros hablantes desconoce la acepción negativa de ‘voluble, inconstante’. En la Península, los usos modernos de versátil llegan también al nivel del habla culta, pero no los registraba todavía la edición de 1992 del Diccionario de la Academia. En 1990 su entonces director, el lexicólogo Fernando Lázaro Carreter, criticaba acerbamente —pero con gran sentido del humor— los nuevos usos de versátil a propósito de un proyecto de ley sobre el Bachillerato, que propugnaba una formación “más versátil” de los estudiantes y una educación de “carácter versátil”. Fernando Lázaro condenaba estos usos, introducidos en España:

La Real Academia Española ha acabado por legitimar los usos criticados. En el DRAE 2001 versátil tiene, como segunda acepción, la siguiente: “Capaz de adaptarse con facilidad y rapidez a diversas funciones”.

Y esta, como tercera: “De genio o carácter voluble e inconstante”.

“por la publicidad, la cual bombardea ofreciendo objetos versátiles, como divanes que se transforman en paragüeros, en reloj de pared y hasta en piano de media cola”. (El dardo en la palabra, pág. 552; cfr. t. “Hablar versátil” en El nuevo dardo en la palabra, págs. 103-106).

Ese último uso, referido a objetos, proviene del inglés, lengua que a su vez lo tomó del italiano (tiene antecedentes en latín clásico). La forma inglesa versatile extendió más tarde su acepción figurada positiva, ya aplicada a personas desde el siglo XVIII, a todo aquello que sirve para usos diversos o cambiantes.

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En España versus ha desarrollado, además, otros usos y abusos considerados hoy intolerables. El filólogo —y expresidente de la Real Academia Española— don Fernando Lázaro Carreter se escandalizaba porque esta partícula anglolatina hubiera invadido el sistema cerrado de las preposiciones castellanas. Consideraba que el desplazamiento de la legítima partícula castellana contra por “el horroroso versus” constituía “la última felonía” contra nuestra lengua. Y que:

VERSUS Versus es una preposición que en latín clásico significaba ‘hacia’, ‘en la dirección de’, ‘del lado de’: “In Galliam versus” significaba ‘hacia la Galia’. Su actual sentido, que hace a versus equivalente de contra (concepto expresado en latín clásico por la preposición, idéntica, contra) puede haberse desarrollado en latín medieval, o bajo latín. Pero es más probable que ese cambio semántico haya tenido lugar dentro de la propia lengua inglesa, la cual adoptó dicho latinismo a mediados del siglo XV. En inglés versus (abreviado gráficamente en vs. o v.) es un término del lenguaje jurídico y del lenguaje deportivo. Pero ha desarrollado asimismo el matiz, menos duro, de ‘frente a’, ‘opuesto a’, ‘en contraste con’ (“free trade versus protection”). El uso jurídico es hoy corriente en el español de la Península y de algunos países de América (la Argentina, por ejemplo). En lenguaje deportivo, versus se usa en el Perú especialmente referido a partidos de fútbol (“Alianza versus Universitario”) y matches de box. En el español de todas partes, versus se emplea también —como en inglés— con el matiz semántico más suave de ‘frente a’, ‘en contraste con’: “ciudad versus campo”, “centralismo versus descentralización”.

La verdad es que algunos de los ejemplos que cita, tomados de los medios de comunicación de la Península, son realmente escandalosos: “versus viento y marea”, “loción versus la caspa”, etc. Pero versus ha llegado, también, al nivel más alto del habla culta y del lenguaje científico, de la lógica y aun de la lingüística. En esos usos el anglolatinismo pertenece, según Lázaro, a “un español nuevo, joven, liofilizado y aromatizado...” (Ob. cit., pág. cit.). Versus no figura en la edición de 2001 del Léxico oficial. Ya se incluye, como anglicismo del lenguaje jurídico, en la edición de 1989 del Diccionario manual que publicó la misma Academia, limbo o antesala de lo que será eventualmente aceptado por la docta Corporación.

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“lo que aquí importa es denunciar cómo versus avanza ya en nuestro idioma, hombro a hombro, con una legión de invasores, como una lava letal vomitada sobre la lengua castellana”. (El dardo en la palabra, pág. 334).

VICTIMAR Víctima era, en la antigua Roma, la persona o animal destinado al sacrificio ante los dioses. El sacerdote que se hacía cargo de los preparativos se llamaba victimarius, pero el que realmente consumaba el sacrificio era el victimator. Víctima se documenta en castellano desde el siglo XV, en referencia al uso romano. Más tarde se extendió su ámbito semántico al de “persona que se ofrece a un grave riesgo en obsequio de otra”. A partir del siglo XVIII, y por influencia del francés, víctima tomó el sentido actual de “persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita” (DRAE 2001). En efecto, durante la Revolución Francesa el latinismo victime, antes restringido a la traducción del uso histórico, se aplicó a las personas ejecutadas durante el Terror. Hubo entonces peinados á la victime que imitaban aquellos que llevaban, obligadamente, quienes iban a ser decapitados por la guillotina, y aun bailes á la victime, en los que era obligatorio mostrar el nombre de un miembro de la propia familia ejecutado por mano del verdugo. El verbo derivado victimar es relativamente nuevo en español. Puede haberse tomado directamente del latín victimare (restringido, como víctima, al uso ritual) o 384

a través del neologismo francés victimer. Victimar se usa más en América que en España, y por eso ha sido censurado durante varias décadas y considerado como americanismo innecesario. La Real Academia Española aceptó victimar —entre otras “Adiciones” al Diccionario oficial— en 1982, pero el término no alcanzó a ser incluido en la edición de 1984. Sí se registró en la de 1992, con el significado de “asesinar, matar”. Consecuentemente, a victimario se le añadió, como primera acepción, la de “homicida” y se relegó a un segundo lugar el uso histórico referido al ritual pagano. En cuanto a los usos actuales de víctima, constatados sobre todo en el lenguaje periodístico, se censuran aquellos que hacen al término equivalente de occiso, es decir, “muerto violentamente” (por agresión, accidente, guerra o catástrofe). En la lengua general actual, víctima comprende al muerto y también al herido o lesionado. Para aclarar cada uso, algunos periodistas especifican víctimas fatales o víctimas mortales en los casos en que víctima equivale a occiso.

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Origen francés —y, en último término, latino— sin duda lo tiene. Algunos lexicógrafos opinan que el paso de visa al español se hizo por intermedio del inglés, pero el hecho de que visa haya tenido —o tenga todavía— género masculino en algunas regiones de América apunta a un préstamo directo del francés. En el Perú visa parece haber tenido, desde el principio, género femenino predominante o exclusivo. Así lo usa Bryce:

VISA En latín visa ‘cosas vistas’ era el neutro plural de visus, a su vez participio pasado del verbo videre ‘ver’. A mediados del siglo XVI, el lenguaje administrativo de Francia adoptó, como sustantivo masculino, el latinismo visa con el sentido de ‘sello y firma puestos en un documento para darle validez’. Del francés visa salió el correspondiente verbo viser ‘poner sello y firma para dar validez a un documento’, ‘poner el visto bueno’. Este latinismo galo pasó al inglés en el primer tercio del siglo XIX, un poco antes de que el verbo correspondiente castellano, visar, se registrara en la edición de 1843 del Diccionario oficial. La lengua de la Península, sin embargo, no tomó del francés el sustantivo visa. Para expresar ese concepto, prefirió usar el participio del verbo visar, sustantivado: el visado es la forma oficialmente aceptada por la Real Academia Española. Tampoco se usa en la Península el postverbal visación, que se documenta en varios países de América (aparece como la única forma castellana, frente al francés e inglés visa, en los más recientes pasaportes diplomáticos peruanos). Desde la edición de 1992 del Diccionario académico, visa se registra como americanismo equivalente del sustantivo general visado, con origen francés y género ambiguo. 386

“Me llegaron por fin la visa y los billetes...” (Permiso para vivir, pág. 160).

Pero Haya de la Torre usa visa como masculino en un documento de 1929, firmado en Londres. Refiriéndose al Secretario de la Legación de Panamá en Costa Rica, escribe: “Me otorgó él personalmente el visa de mis pasaportes...” (¿A dónde va Indoamérica?, pág. 72).

En este caso es difícil saber si el uso corresponde al habla peruana: Haya de la Torre fue, desde muy joven, cosmopolita por la fuerza del destierro. En español son muchos los sustantivos femeninos en singular que provienen de neutros latinos plurales, a causa del falso indicio que daba su vocal final -a, característica del género femenino en castellano. Un ejemplo típico es boda, femenino singular proveniente del neutro plural latino vota, que significa ‘votos’: los que se pronuncian en la correspondiente ceremonia (véase currícula). En esa línea se incluye sin duda visa, término del lenguaje consular y diplomático de varios países hispanoamericanos. 387

VUESTRO Vuestro es el posesivo de vosotros, pronombre de la segunda persona del plural que en la América hispana ha sido totalmente olvidado y sistemáticamente sustituido por ustedes. Ustedes fue en su origen un pronombre de tercera persona, puesto que resulta de la contracción (con varias formas intermedias) de la fórmula de tratamiento respetuoso Vuestras Mercedes. El posesivo de ustedes es suyo, su, que también corresponde al singular usted y a los pronombres de tercera persona él, ella, ellos, ellas. Suyo (con sus variaciones de género y número) y su (con su plural) son, pues, posesivos ambiguos. Y, tal vez para evitar la ambigüedad, se cae en el error de construir frases en que se mezclan formas correspondientes a ustedes con otras correspondientes a vosotros. Oradores y políticos (incluidos algunos congresistas) caen a veces en ese error, que puede constatarse hasta en textos y fórmulas oficiales del más alto nivel. En documentos parlamentarios, por ejemplo, se leen frases tales como “Ha llegado a vuestra Comisión...”, pero no se trata al destinatario de vos, sino de usted. En este caso, “vuestra Comisión” puede ser correctamente sustituida por “su Comisión”, o “esta Comisión” si el su no satisface por ambiguo. 388

Hemos oído a locutores de televisión despedirse con la fórmula “les agradecemos por habernos dejado entrar en vuestros hogares”, frase que resulta, al mismo tiempo, artificiosa e incorrecta. Lo correcto y natural es “les agradecemos por habernos dejado entrar en sus hogares”. La ambigüedad es inherente al lenguaje y el contexto se encarga, generalmente, de aclararla. En Madrid podría decirse, con naturalidad, “os agradecemos por habernos dejado entrar en vuestros hogares”. Pero en América vosotros, vuestro y os no son usuales en la lengua culta familiar, y tienen por eso un cargado matiz de artificio y solemnidad. ¿Por qué, entonces, arriesgarse a usar la forma vuestros en casos en que va tan mal unida a les? En el habla culta de la América hispana no hay, pues, obligación de decir vos, ni vosotros, ni vuestro, ni os. Pero, si se opta por usar el posesivo vuestro, no queda más remedio que emplear también, obligatoriamente, los correspondientes pronombres personales vos, vosotros y os.

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WÁTER En 1596, un miembro de la Corte de la reina Isabel I de Inglaterra, sir John Harington, inventó el “moderno” evacuatorio doméstico que funciona con descarga de agua. Se llamó water closet el cuarto pequeño (closet) donde estaba instalado ese aparato sanitario que funcionaba con agua (water) corriente y descargable. La denominación compuesta water closet (documentada desde 1755) se abrevió en Inglaterra en las iniciales W. C. Aunque en el inglés actual predominan sinónimos como toilet, durante el siglo XIX la locución water closet estuvo de moda en las principales lenguas europeas. Proust criticó el uso en francés de este anglicismo. En el segundo volumen de En busca del tiempo perdido, que tiene el título de A la sombra de las muchachas en flor, se refiere a: “...lo que en Inglaterra llaman lavabos y en Francia por una anglomanía mal informada, water-closets”. (Traducción de Pedro Salinas; pág. 78).

(les W. C.), ha dado lugar a una grafía popular (les vécés) que corresponde a la pronunciación francesa corriente de W. C. En el habla familiar de la América hispana se usa hoy watercloset (pronunciada como la sucesión de dos bisílabas graves), o abreviadamente water, para designar el aparato sanitario llamado retrete, servicio, excusado o inodoro y también, por extensión, el cuarto en que está instalado, generalmente junto con otros aparatos higiénicos. Inversamente, y por eufemismo, términos como lavabo, baño o cuarto de baño se emplean a veces para designar recintos en que solo hay inodoros. En la edición de 1989 del Diccionario manual de la Real Academia Española, donde se consignan palabras todavía no aceptadas oficialmente por la Corporación, aparecía ya, con el corchete inicial que indicaba su condición precaria o expectante: “[wáter o water-closet, (voz inglesa), m. Retrete, excusado. | | Habitación con instalaciones sanitarias”.

Era de esperarse, por lo tanto, que en la edición de 1992 del Léxico oficial se incorporara esa entrada. Sin embargo, en ella aparecía: “váter. (Del Ing. water) m. Inodoro. || 2. cuarto de baño, habitación”.

Y en el cuarto volumen, titulado Sodoma y Gomorra, Proust se refiere al uso en francés de la forma reducida water, en plural: les waters. La abreviatura W. C. de la forma completa water closet, usada con el artículo en plural

El dato etimológico consignado distorsionaba los hechos en cuanto al origen de la forma reducida váter, que no viene directamente del inglés water ‘agua’ sino del primer elemento de la expresión nominal water closet, y así lo hice notar en la primera edición de este libro del año 2000.

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En la edición de 2001 del DRAE se ha corregido el error: ‘váter. (Del ingl. water-closet), m. Inodoro. || 2. cuarto de baño (|| habitación)”.

La entrada académica nos informa sobre la plena consonantización de la semiconsonante inglesa inicial, muy probablemente porque el préstamo se recibió por vía escrita. En América, en cambio, wáter se pronuncia generalmente uáter, lo que indica que el préstamo se hizo por vía oral. En El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz, Bryce se refiere a una sesión de profesores en la Universidad francesa de Vincennes. Su protagonista y álter ego, el profesor Martín Romaña, explica que en dicha sesión: “El orden del día era el water [...]. El water ha desaparecido, resumió el secretario [...]. Resulta que el water robado era un water de asiento, y precisamente por eso era tan fácil robárselo. La solución al problema sería, por consiguiente, adquirir un water de hueco en el suelo, también llamado turco, en vista de que es imposible robarse un hueco...” (pág. 217).

Efectivamente, en francés se llaman cabinets à la turque o latrines à la turque los servicios higiénicos a ras del suelo, sin ningún tipo de asiento, en los cuales hay que defecar en cuclillas (véase silo). Algo más en cuanto al texto de Bryce: según las reglas de acentuación del español, la palabra ya asimilada wáter necesita la tilde sobre la a para ser pronunciada como grave o llana.

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ZAPEAR En las últimas décadas se ha impuesto en español el verbo zapear con el sentido de ‘cambiar frecuentemente de canal de televisión, apretando los botones del control remoto, en busca de un programa mejor o para evadir la publicidad comercial’. Zapear no estaba incluido, con esta acepción, en la edición del Diccionario de la Academia de 1992. Sí se registra en la de 2001, pero no como entrada o lema independiente, sino como acepción 4 (“practicar el zapeo”) de otro verbo zapear que significa “espantar al gato con la voz zape” (la interjección ¡zape! se documenta en castellano desde principios del siglo XVI). Zapear ‘operar, reiteradamente, el control remoto’ y zapear ‘espantar al gato’ son, obviamente, dos palabras distintas, aunque coincidan en su forma. Tales palabras, llamadas homónimas, deben consignarse, según las propias normas del Diccionario de la Academia, como lemas o entradas diferentes, en el orden de su primera documentación en la lengua y con un superíndice (número pequeño y elevado) pospuesto a dicha entrada o lema. Por lo tanto, los dos verbos zapear deberían aparecer así en el DRAE: Zapear1 Zapear2 393

Bajo zapear1 deberían ir las tres primeras acepciones que consigna el DRAE como referentes a la voz tradicional derivada de la interjección ¡zape! Bajo zapear2 debería ir el verbo moderno referido a la televisión. Así aparecen, por cierto, en la última edición del Diccionario de uso del español, de María Moliner. Y en el Diccionario del español actual de Manuel Seco, que expone solo el uso de hoy en la Península, el verbo tradicional zapear ni siquiera se consigna (¿por obsolescente u obsoleto?) en tanto que aparecen los neologismos zapear ‘hacer zapping’ y zapeo ‘zapping’. El zapear de la televisión es un modernísimo anglicismo de origen norteamericano. En efecto, el verbo to zap significa, entre otras acepciones menos modernas, ‘cambiar de canal de televisión, especialmente durante la emisión de los avisos comerciales’. Su gerundio sustantivado zapping se traduce generalmente como zapeo, pero a veces se castellaniza como zapin: hacer zapin equivale a zapear. En el DRAE 2001 está también zapeo como adaptación del inglés zapping, con influencia del español zape, y esta definición: “cambio reiterado de canal de televisión por medio del mando a distancia”. En la revista Caretas y en la columna titulada, precisamente, “Zapeando”, el periodista Gilberto Hume contesta así la encuesta semanal sobre hábitos frente a la pantalla chica: “...como en el canal hay una docena de televisores encendidos, voy saltando, sin zapear, por la BBC de Londres, la Deutsche Welle (Tv. Alemana) y las cadenas americanas.

de diversas productoras gringas...” (edición del 6 de mayo de 1999, pág. 83).

En cuanto al instrumento utilizado en el zapeo, la designación preferida en la América hispana es control remoto, calco de la expresión inglesa remote control. En España, en cambio, se prefiere la designación mando a distancia, que evade el anglicismo crudo. Ambas locuciones nominales se reducen, en el habla coloquial, al primer elemento: control o mando a secas. Tanto control remoto como mando a distancia se han incluido ya en el DRAE 2001, pero sin referencia específica a la televisión y, en el caso de control remoto, sin referencia específica a su uso en América. El especialista en comunicación social Julio Hevia ha estudiado el cambio sustancial que la televisión ha producido en el hombre de hoy. El periodista Carlos Bejarano glosa a Hevia en un artículo sobre el tema y concluye: “Agotado el homo sapiens en medio de las tecnologías que lo cercan, quizá debamos estar más atentos al imperceptible advenimiento de su doble digitalizado: el homo zapping”. (En El Dominical, edición del 27 de abril de 2003, pág. 5).

No cabe hoy duda alguna de que la televisión ha producido cambios estructurales en la actitud y en la conducta de quienes tienen acceso a ella por elección o por invasión de espacio vital y cognitivo. Y lo mismo puede decirse en cuanto a las relaciones entre distintos y distantes grupos humanos a lo largo y lo ancho del mundo entero.

Por la noche, en casa [...] comienza el zapeo entre las series de Sony, los canales de película, las biografías y los programas

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PRESENTACIÓN 5 13

abreviaturas y signos ARTÍCULOS

420

ACREENCIA

15

ACRÓNIMO

17

ADOLECER

21

AEROMOZA

23

AFICHE

25

¡ALÓ!

27

ANCESTRO

30

*ANDARA

32

ANTÍPODAS

35

*APERTURAR

38

APLANADORA

40

APÓSTROFE

43

ARGOLLA

45

ATARJEA

47

ATORARSE

49 421

AUQUÉNIDO

52

CULANTRO

117

AVIONERO

55

*LA CURRÍCULA

119

AZAFATE

58

*EL CURUL

122

BACÁN

60

DEBACLE

124

BALOTEAR

62

DE REPENTE

126

BASUREAR

64

DESBARRANCARSE

128

BEBE

66

DESCARTABLE

131

BEIGE

69

DETENTAR

134

BÍPER

72

DIFERENDO

136

BIVIDÍ

74

DINTEL

139

BLANQUIÑOSO

76

DURMIENTE

142

BONHOMÍA

79

*ECRAN

145

BREVETE

81

ÉLITE

148

CACHETADA

83

ENTENADO

150

CAMPUS

85

EPÓNIMO

153

CANDIDATEAR

87

*ERIÁCEO

156

CANIBALIZAR

89

ESCUCHAR

158

CANTALETA

92

ESPECIES

161

CANTINFLADA

94

*ESPÚREO

163

CÁRTEL

97

ESTATIZAR, PRIVATIZAR

165

CERQUILLO

100

ESTERILLA

167

CHANCLETERO

103

EVENTO

170

CHATO

105

EXILAR, EXILIAR

172

CIERRAPUERTAS

109

EXTRADITAR

175

CLONAR

112

GRAMA

177

CONCRETO

115

GRIFO

179

422

423

GURÚ

181

METETE

254

*HABEMOS

183

*LAS MIASMAS

257

*HACERSE DE LA VISTA GORDA

186

EL MISMO

260

*HAIGA

188

MORGUE

262

HALL

191

MOTRIZ

264

HOMENAJE

194

MUTUO

267

HOMÓLOGO

197

NOMINAR

269

IMPASE

200

OVNI

271

PAQUETAZO

274

IMPLEMENTAR 202 INCÓLUME

205

PASARELA

276

INCONDUCTA

207

PEATONAL

278

INUSUAL

209

PELICULINA

280

INVIABLE

213

PELUCA

283

IRRESTRICTO

215

PERIPLO

286

IRROGAR, ARROGAR

218

PICANA

288

KEROSENE

221

PLAGIAR

291

LAPSO DE TIEMPO

224

PLANCHA

293

LEPROSORIO

226

PLANILLA

295

LLANTA

229

PLOMO

299

LUMPEN

233

POLIZONTE

302

LUSTRABOTAS

236

PÓSTER

305

MALOGRAR

239

PREMIACIÓN

308

MANDATARIO

242

PREMIER

310

MANEJAR

245

PRIORIZAR

312

MARATÓN

248

PRÍSTINO

315

MASACRE

251

PRIVACIDAD

317

424

425

PROVISORIO

319

VERSUS

382

QUEPÍ

321

VICTIMAR

384

*QUERRAMOS

324

VISA

386

RECEPCIONAR

326

VUESTRO

388

REIVINDICAR

329

WATER

390

REMARCABLE

332

393

RUBRO, RÚBRICA

334

ZAPEAR

RUMA

337

BIBLIOGRAFÍA

397

SATANIZAR

339

SEMÁNTICO

342

*SEUDOS, *SEUDA(S)

344

SIDA

346

SILBATINA

348

SILO

350

SITO

352

SOBÓN

354

SOBREPARAR

357

SOFISTICADO

359

STATUS

361

TACO

364

TAITA

367

TINTERILLO

370

TRASPIÉS

373

*TRAUMAR

375

VERGONZANTE

377

VERSÁTIL

379 426

(obras y publicaciones citadas)

427

Este libro se terminó de imprimir en los talleres gráficos de METROCOLOR S. A., Los Gorriones 350, Lima 9, Perú, en marzo de 2012.

INTRODUCCIÓN

PERUANISMOS Y LENGUA GENERAL Todos los términos tratados en este volumen son, según lo indica el título, peruanismos. Pero conviene esclarecer en qué sentido está aquí tomado dicho término. Puede

considerarse

como

peruanismo

todo

uso

lingüístico

—fonético, morfosintáctico, léxico— vigente en el Perú pero excluido del español general. Español general —o, por antonomasia, lengua general— es el denominador común de todas las hablas hispánicas a uno y otro lado del Atlántico; representa, por tanto, la garantía de intercomunicación entre unos quinientos millones de hablantes. Siendo patrimonio y modelo de una gran comunidad lingüística, el español general no pertenece particularmente a ningún grupo o región: toda habla concreta es necesariamente un habla local. Habla local es, pues, la manera peculiar como se realiza o practica una lengua en un lugar determinado: es igualmente habla local la de Madrid o la de Burgos, la de Lima o la del Cuzco. Se ha superado ya la idea de que los españoles son los amos de la lengua y de que Castilla, por ser la cuna del idioma, tiene siempre la última palabra en cuanto a la legitimidad de los usos. Ya decía Unamuno: "Un giro nacido en Castilla no tiene más razón para prevalecer que un giro nacido en Cundinamarca, o en Corrientes, o en Chihuahua, o en Vizcaya, o en Valencia. La necia y torpe política metropolitana nos hizo perder las colonias, y una no menos necia ni menos torpe conducta en cuestión de lengua y de literatura podría hacernos

13  

perder —si estas cosas se rigieran por procedimientos de escritores y literatos— la hermandad espiritual" 1.

Unamuno proclamaba la necesidad que tenía la lengua castellana de "modificarse hondamente, haciéndose de veras española o hispanoamericana" 2. Propugnaba como norma el sobrecastellano, que había que fabricar "con el castellano; y si este se nos muestra reacio, sobre él o contra él" 3. El gran lingüista rumano Eugenio Coseriu sostenía: "... palabras perfectamente españolas se crean no solo en España, sino también en América, porque también en América funciona el sistema lingüístico español, y, si las palabras nuevas representan realizaciones de posibilidades del sistema, nada importa que hayan surgido en Madrid o en Montevideo" 4.

El Congreso sobre el Presente y Futuro de la Lengua Española, celebrado en Madrid en 1963, aprobó una declaración que en parte dice: "... la unidad idiomática no es incompatible con la pluralidad de normas básicas, fonéticas y de otro tipo, que caracterizan el habla ejemplar y prestigiosa de cada ámbito hispánico" 5.

El ideal de lengua es hoy, pues, supranacional y universalizante 6. Desde el punto de vista del hablar concreto, la lengua general resulta solo útil entelequia, y puede identificarse con el concepto general de lengua, entendida como abstracción estructurada o sistema de isoglosas. Sin embargo, la lengua general debe ser el medio de expresión conscientemente elegido en el caso del ensayo, de la filosofía o de la ciencia. No así de la literatura: toda auténtica creación literaria escapa a su férula, so pena de dejar de ser creación,

1 "Sobre la literatura hispanoamericana", en Ensayos, 2 vols.; I, pág. 886; véase también íd. íd. 325: "¿Con qué derecho se ha de arrogar Castilla o España el cacicato lingüístico?". 2 "Sobre la lengua española", en ob. cit. I, pág. 321. 3 "Contra el purismo", en ob. cit. I, 409; véase también "La reforma del castellano", íd. íd. 317. 4 "Sistema, norma y habla", en Teoría del lenguaje y lingüística general, pág. 79. 5 Presente y futuro de la lengua española, 2 vols.; II, pág. 422. 6 Véase Rosenblat, "El criterio de corrección lingüística. Unidad o pluralidad de normas en el español de España y América", en PILEI, El simposio de Bloomington [1964], págs. 113-146 (especialmente la 136).

14  

y aun literatura. La poesía, el teatro y, sobre todo, el cuento y la novela imponen su propio lenguaje que casi siempre incluye —consciente o intuitivamente— una buena proporción de expresiones de la correspondiente habla local. El hecho de que algunas de las más notables creaciones modernas en lengua española requieran un glosario explicativo, solo revela —dice Rosenblat— la insuficiencia de nuestros diccionarios. Las expresiones locales no han sido nunca obstáculo para la comprensión o para el goce literario, ni tampoco han impedido el reconocimiento de la grandeza de una obra 7. El habla local, como el habla familiar, tiene fueros inalienables: subjetividad, afectividad, intimidad, emotividad, naturalidad, espontaneidad, particularidad, vivacidad. La lengua general tiene también los suyos: unidad, objetividad, universalidad. Los conceptos complementarios de lengua general y habla local, siempre conjugados en el plano concreto del lenguaje, han servido de base para formular un moderno criterio de corrección.

LENGUAJE CORRECTO E INCORRECTO El criterio de corrección tradicional era rígido y dogmático, pues se tenía por expresión de principios inmutables: según él, había entre los usos lingüísticos una tajante e irreductible división entre aquellos inherentemente "buenos" o correctos y aquellos inherentemente "malos" o incorrectos. Puesto así el lenguaje en blanco y negro, escribir "bien" consistía esencialmente en atenerse a las formas lingüísticas tenidas por correctas y evitar cuidadosamente aquellas tenidas —a veces erróneamente— por incorrectas. Este dogmatismo en cuanto al lenguaje estaba generalmente en razón inversa al conocimiento de su verdadera realidad y resultaba a veces traumatizante: nunca podrá saberse cuántas auténticas vocaciones literarias han perecido asfixiadas por una negativa formación purista, casticista o academicista. Pero la lingüística y la filología nos enseñan que lo correcto de hoy fue en muchos casos lo incorrecto de ayer, y viceversa. Basándonos en esa comprobada experiencia, podemos lícitamente 7

15  

Véase Lengua literaria y lengua popular en América, pág. 79.

suponer que lo incorrecto de hoy llegue a ser lo correcto de mañana: la lengua está en continuo fluir y las formas lingüísticas ascienden o descienden socialmente. Descartar el criterio de corrección rígido y dogmático no significa, sin embargo, descartar de la lengua todo criterio de corrección. La norma es necesaria en el lenguaje, como lo es en toda institución social. Es más, el criterio de corrección rebasa el aspecto puramente lingüístico para convertirse en un tipo de norma social y cultural: por ello, la admisibilidad social es realmente el único criterio de corrección sincrónicamente válido en la lengua 8. El criterio de corrección, variable en el tiempo, tiene por tanto carácter histórico. Pero es también, en cierto modo, variable en el espacio. Las lenguas nacionales de la Europa actual fueron en principio hablas regionales que luego se impusieron a una supracolectividad en razón de motivos sociales o políticos, y casi nunca en virtud de una cierta o supuesta superioridad lingüística o estética. De este modo el rudo dialecto de Castilla se impuso sobre la lengua cortesana de Toledo por haber sido los condes castellanos los abanderados de la Reconquista. Pero cuando una lengua nacional llega a hacerse internacional, y aun a extenderse por varios continentes, es difícil que pueda mantenerse incólume la norma lingüística metropolitana. En el caso de grandes lenguas coloniales como el inglés y el español, es por tanto inevitable que surjan nuevas normas americanas frente a las europeas. La lengua culta de los Estados Unidos de América no acata hoy servilmente la norma de lengua culta británica (King's o Queen's English) y propugna su propio ideal de lengua (General American). De modo análogo el español de América tiene hoy un ideal de lengua culta que, aunque acata en principio los esquemas de la lengua general, no tiene por qué renegar de rasgos irrenunciables tales como el seseo, la sustitución de vosotros por ustedes o el loísmo, es decir, la distinción entre lo y le como formas de acusativo masculino y de dativo (lo cual es, por otra parte, lo etimológico, lo tradicional, lo correcto y lo académico).

8

Véase Rosenblat, "El criterio de corrección lingüística", págs. 139-145.

16  

Pero hay, además de una latente norma de español de América, una norma nacional en cada una de sus repúblicas. Dicha norma generalmente coincide con el nivel culto del habla de sus respectivas capitales, y de nuevo son motivos políticos, sociales o históricos, antes que propiamente lingüísticos, los que determinan esta preeminencia. En el caso concreto del Perú, la norma lingüística nacional coincide, pues, con el habla culta limeña, sin que eso signifique que ella sea intrínsecamente superior a la de cualquier otra ciudad o región del país.

NIVELES DE HABLA Como se ha visto en los párrafos precedentes, en el uso concreto del lenguaje se entrecruzan los conceptos de lengua general, habla local y norma lingüística, así como el criterio de corrección y el de niveles de habla. La norma lingüística es, para el individuo, un sistema de realizaciones obligadas, un conjunto de imposiciones sociales y culturales que tienen su campo de acción en el lenguaje. La norma lingüística varía no solo de comunidad a comunidad sino también dentro de cada una de ellas: son obviamente distintas las normas a que se atienen el lenguaje literario o elevado, el lenguaje familiar y el lenguaje popular o vulgar. Esta especie de dialectalización vertical implica la dinámica coexistencia de varios tipos de habla en una misma comunidad y, en algunos de los casos mencionados, la estratificación de una sociedad en varios niveles lingüísticos con modalidades diferentes 9. Pero más allá de cada norma establecida se abren siempre las posibilidades del sistema lingüístico. La creación literaria, por ejemplo, implica la ruptura instintiva o consciente de la norma, a la vez que la utilización original y exhaustiva de las posibilidades del sistema 10. El nivel de habla más elevado —y también el que, por serlo, presenta mayor grado de coincidencia con la lengua general— es el de la lengua culta cuidada o formal, a veces identificada con el

9

Véase Catalán, "El español en Canarias", en PFLE I, págs. 239-249.

10 Coseriu, "Sistema, norma y habla", en Teoría del lenguaje y lingüística general, págs. 98, 99, 107.

17  

concepto tradicional de lengua escrita, y aun con el de lengua literaria. Pero puede también incluir la lengua oral del discurso, de la conferencia o de la cátedra. Un segundo nivel o estrato subyacente lo constituye la llamada lengua culta espontánea o familiar, que corresponde al modo como natural y habitualmente se expresan quienes tienen tradición familiar de cultura o han crecido en un ambiente culto. La posesión de la lengua culta familiar puede no estar en relación con el grado de instrucción organizada u oficial. Así, son todavía legítimos exponentes de este nivel de habla personas cuya instrucción formal no pasó del nivel escolar, en tanto que pueden no serlo otras que, a pesar de haber alcanzado un nivel profesional, no han logrado superar ciertos hábitos lingüísticos tempranos que no reúnen las condiciones de aceptabilidad social. Un tercer nivel de habla lo constituye la lengua popular, siempre legítima por espontánea y por vital. La lengua popular es el crisol nunca enfriado de usos nuevos, algunos de los cuales hacen después un camino ascendente hacia otros niveles de habla. "El habla literaria es siempre la meta a que aspira el lenguaje popular, y, viceversa, la lengua popular es siempre fuente en que la lengua literaria gusta refrescarse" 11. La lengua popular representa la libertad absoluta en materia de lenguaje y el estado de perfecta inocencia lingüística; es, por tanto, naturalmente creadora y neologizante. Pero, al mismo tiempo, el uso popular es naturalmente conservador de formas viejas que la lengua general va desechando y resulta, por tanto, también y paradójicamente arcaizante. Con la lengua popular se identifica a veces la llamada lengua vulgar, que en realidad representa un subestrato de aquella. Análoga es la situación de la jerga del hampa (que en el Perú recibe el específico nombre de replana). Así como la lengua popular nutre continuamente a los estratos superiores de la lengua, la jerga puede ser el origen de formas populares, muchas de las cuales ascienden a su vez hasta el nivel del habla culta familiar, generalmente por la vía del lenguaje juvenil. Es característica de los últimos tiempos el ascenso de términos del habla del hampa a 11 Menéndez Pidal, citado por Galmés de Fuentes, "El dialecto y la lengua general", en PFLE II, pág. 132.

18  

estratos sociales superiores; deben ser motivo de reflexión los diversos factores que están en la raíz de este importante hecho sociolingüístico 12. Es obvio que no deben confundirse con la jerga del hampa las llamadas jergas profesionales, es decir, la terminología y los modos de hablar específicos correspondientes a un oficio, profesión o técnica: la jerga del albañil, la jerga del zapatero, la jerga del médico o la del estadígrafo. En estos usos, por supuesto, la palabra jerga no connota ningún matiz peyorativo. De lo expuesto resulta que todo hablante es en realidad plurilingüe, en el sentido de que se expresa alternativamente en diferentes niveles de habla que implican distintas variedades funcionales —o situacionales— de su propio idiolecto

13

. Atendiendo a diversas circunstancias e interlocutores, el hablante

alterna sus usos lingüísticos familiares con aquellos restringidos a su ambiente de trabajo o a su deporte favorito y con otros más generales y aceptables en el ámbito amplio de su comunidad. Pero, como cada circunstancia social reclama una respuesta lingüística específica —con exclusión de las demás— el individuo en trance de expresarse no está nunca ante una verdadera elección, sino que hace girar automáticamente el dial de su habla en virtud de un subconsciente proceso de adaptación a los diversos aspectos de su medio lingüístico y social. Hay, en consecuencia, varios modos de hablar correctamente, así como hay —aun dentro de la misma cultura— varios modos de vestir correctamente según el clima, la hora o la ocasión. Quien usa en un ambiente íntimo formas lingüísticas propias del habla formal exhibe a veces lo precario o postizo de su cultura: la lengua culta debe ser defendida tanto de la vulgaridad e incorrección como de la afectación y de la pedantería 14.

12 Véase Rosenblat, Lengua literaria y lengua popular en América, pág. 85. 13 Cfr. Martinet, Elementos de lingüística general, pág. 197 y Rosenblat, “El criterio de corrección lingüística”, págs. 118-119. 14 Véase Rosenblat, Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela, CaracasMadrid 1956, pág. 12; también "Afectación y naturalidad", en La primera visión de América y otros estudios, págs. 157-169.

19  

TIPOS DE PERUANISMOS El peruanismo puede tener diversos orígenes. Puede tratarse de una forma lingüística netamente castellana, y aun dignificada por el uso literario más selecto, pero olvidada hoy en la lengua general (arcaísmo). Puede ser una forma hispánica creada en América utilizando las legítimas posibilidades del sistema de la lengua (neologismo). Puede corresponder formalmente a un término de la lengua general, pero con significado diferente por efecto del cambio semántico. Puede ser un latinismo que no circula en la Península, o un préstamo tomado de otra lengua con prescindencia de la norma peninsular: entran aquí los galicismos, italianismos, portuguesismos,

anglicismos,

africanismos,

indigenismos,

etc.

aún

no

incorporados en la lengua general. Desde el punto de vista sincrónico, en cambio, un quechuismo no es propiamente un peruanismo si ha sido ya asimilado por la lengua general (tal es, por ejemplo, el caso de quinina o cocaína). Por otra parte, los peruanismos no son necesariamente usos lingüísticos exclusivos del Perú: en realidad, se cuentan con los dedos de la mano aquellos que hasta hoy no han sido también documentados en otra región de América o de España. Siendo ello así, ¿es lícito llamar peruanismo un uso lingüístico que sabemos igualmente vigente en la Argentina o en Asturias? Sí, en tanto lo consideremos como parte integrante de la totalidad del habla peruana y lo estudiemos y documentemos como tal. Análogo derecho asiste, por supuesto, para que el mismo uso sea considerado y estudiado como argentinismo o como asturianismo. Inversamente, para que un uso lingüístico merezca la calificación de peruanismo no es necesario que sea conocido en todo el territorio nacional. Un loretanismo, un huanuqueñismo o un arequipeñismo pueden ser lícitamente llamados peruanismos, aunque no se conozcan en Lima ni en ninguna otra región hispánica. Debe advertirse al lector interesado en profundizar sus conocimientos sobre las formas peculiares de su lengua que el criterio de lengua general, aquí consistentemente aducido para delimitar el peruanismo, no ha sido tomado en cuenta de modo sistemático en la vigente edición del Diccionario de la Real Academia Española. Muchos peruanismos no aparecen consignados

20  

en él por deficiente información u olvido, sin que ello implique tácita condena o proscripción del uso. Otros tantos aparecen con indicación regional americana que excluye el nombre del Perú. Unos pocos, en fin, se consignan sin etimología ni indicación dialectal, dando así la impresión de que se trata de palabras tradicionales de uso general en la lengua.

EL ESPAÑOL DE AMÉRICA El español del Perú es una forma del español de América, diferenciado en variedades regionales que apenas empiezan a ser convenientemente estudiadas. Era opinión tradicional que las diferencias internas del español de América son menores, a pesar de las enormes distancias, que aquellas comprobadas entre las diversas hablas regionales españolas 15; últimamente, sin embargo, dicha creencia ha sido puesta en tela de juicio

16

. Pero siempre puede afirmarse que hay rasgos

generales que singularizan al español de América frente al de la Península. El fondo común históricamente considerado, es decir, la llamada base lingüística del español de América, estuvo —según la tesis más aceptada— en una variedad de castellano andaluzado que hoy se prefiere llamar español atlántico para incluir la coincidente modalidad canaria 17. La modalidad americana empezó a constituirse desde el descubrimiento mismo, en lo que se ha llamado el primer medio lingüístico hispanoamericano: la isla que Colón llamó Española. La tesis del andalucismo dialectal de América, por largo tiempo en auge 15 Véase Rosenblat, El castellano de España y el castellano de América. Unidad y diferenciación, págs. 38-44 y Lapesa, Historia de la lengua española, pág. 341 (pág. 534 de la edición de 1980). 16 Véase Rona, "El problema de la división del español americano en zonas dialectales", en PFLE I, págs. 215-226. 17 Véase Catalán, "El çeçeo-zezeo al comenzar la expansión atlántica", en Boletim de filologia, págs, 322-334 y "El español en Canarias", en PFLE I, págs. 239-280; Menéndez Pidal, "Sevilla frente a Madrid. Algunas precisiones sobre el español de América”, en Miscelánea homenaje a André Martinet. "Estructuralismo e historia", 3 vols.; III, págs. 99165; Lapesa, "El andaluz y el español de América", en PFLE II, págs. 173-182.

21  

pero luego muy desprestigiada 18, ha resurgido últimamente apoyada en nuevos y seguros datos que no permiten seguir sosteniendo que las coincidencias entre el español de América y el andaluz se explican por desarrollos paralelos, y por tanto independientes 19. El influjo andaluz de los primeros tiempos, mantenido por efecto de la visita —dos veces por año— de la flota que partía de puertos andaluces, no fue, sin embargo, el único factor en el proceso de singularización de la modalidad americana. Como los emigrantes de las diversas regiones de la Península venían a constituir en América grupos lingüísticos en cierto modo heterogéneos, tuvo que buscarse un equilibrio entre sus hablas respectivas, con beneficio de las formas comunes del castellano. Al mismo tiempo, las diferentes condiciones de vida fueron plasmando nuevas sociedades con propósitos e ideales nuevos, que ya en el siglo XVIII habían empezado a manifestarse en tendencias lingüísticas divergentes entre sí. La independencia política parece haber detenido, paradójicamente, las tendencias hacia la diversificación del español de América. En la época actual se comprueba, más bien, una tendencia hacia la unidad en el nivel de lengua culta, tendencia apoyada en el desarrollo de los modernos medios de comunicación.

LOS AMERICANISMOS: FONÉTICA, MORFOSINTAXIS, LÉXICO El español de América, el andaluz y el habla de las Islas Canarias coinciden en algunos de sus más característicos rasgos.

18 La combatió con gran éxito Pedro Henríquez Ureña; véase "El supuesto andalucismo de América", en Cuaderno I del Instituto de Filología de Buenos Aires (1925), págs. 114122; "Observaciones sobre el español en América", en RFE VIII (1921), págs. 357-390; XVII (1930), 277-284; XVIII (1931), 120-148; Sobre el problema del andalucismo dialectal de América, BDHA, Anejo I. Amado Alonso sigue todavía a Henríquez Ureña (véase "La base lingüística del español americano", en Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos, págs. 7-72). 19 Véanse las obras citadas de Menéndez Pidal, Lapesa y Catalán. También Guitarte, "Cuervo, Henríquez Ureña y la polémica sobre el andalucismo de América", en Thesaurus XIV (1959), págs. 20-81.

22  

En el plano fonético, el seseo —que fue históricamente ceceo

20

— y el

yeísmo, hecho más tardío, menos general y menos característico. En el plano morfosintáctico, el abandono del pronombre de segunda persona del plural vosotros (con las correspondientes formas verbales, la forma os de dativo y acusativo y el posesivo vuestro) sustituido por ustedes (forma desgastada de la fórmula de tratamiento formal Vuestras Mercedes), e igualmente la conservación de la distinción tradicional entre lo y le para el acusativo y dativo de la tercera persona masculina singular. En el plano del vocabulario, se han notado asimismo ciertas preferencias léxicas coincidentes entre el español de América y el andaluz. El vocabulario hispanoamericano se singulariza frente al de la Península por los siguientes rasgos: 1. La gran proporción de lo que se ha llamado marinerismos en tierra, es decir, términos que en España están circunscritos a la jerga marinera mientras que en América han extendido su uso para aplicarse a cosas o hechos de la vida en tierra firme. Ello se explica porque la vivencia del Nuevo Mundo empezaba realmente en el barco: todos los pasajeros a Indias —soldados o funcionarios, comerciantes o aventureros— compartían forzosa y solidariamente los peligros y penalidades de la larga travesía del Atlántico. Un funcionario madrileño del siglo XVI, que llegó a ser Oidor en la Audiencia de Méjico, resulta magnífico testigo de la perdurable impresión que hacía en todo viajero el habla marinera. Después de confesarse "maravillado de oír la lengua marina" y orgulloso de haber "aprovechado tanto en esta lengua en cuarenta días", hace a lo largo de varias páginas alarde de su ingenio, de su humor y de su vocabulario, y afirma que, después de haberse compenetrado con dicha jerga, ya no está en sus manos dejar de hablar en ella

21

. Hechos como el allí descrito en broma pueden explicar en

serio la ascensión de los marinerismos hasta las más elevadas mesetas andinas. 20 Véase, además de las obras citadas anteriormente, Canfield, La pronunciación del español en América, págs. 59-82. 21 Véanse las Cartas de Eugenio de Salazar, vecino y natural de Madrid, págs. 42 y 43 y también Alonso, en ELTH, págs. 63-67.

23  

2. La considerable cantidad de voces tradicionales de la lengua aplicadas en América a seres, cosas y fenómenos distintos de los que designaban en España, muchas veces sobre la base de una precaria o ilusoria semejanza. El europeo, perdido en la inmensidad de un mundo nuevo, se aferraba, aunque solo fuera por medio de las palabras, a su añorada realidad nativa. Decía Cuervo: "No pocas veces hemos contemplado con ternura aquellos corazones de hierro de los conquistadores reblandeciéndose al tender por primera vez la vista sobre paisajes parecidos a los de su patria, y fingiendo en sus mezquinas chozas una Cartagena y una Santa Fe, y, como para completar la ilusión, revistiendo en su fantasía los campos con las flores y hierbas, testigos de sus juegos infantiles" 22.

Y dice Rosenblat: "La primera visión de América es la visión de un sueño. El conquistador es siempre, en mayor o menor medida, un alucinado que combina las experiencias y afanes cotidianos con los recuerdos y fantasías del pasado [...]. El hombre que como descubridor, como conquistador, como emigrante o como viajero llega a América, al mismo tiempo que se siente sumido en la realidad nueva, que se americaniza, va revistiendo su nuevo mundo, tan extenso, con las imágenes y las voces de su mundo familiar. América es en cierto sentido un mundo nuevo, enteramente nuevo e irreductible. En otro sentido es también una nueva Europa" 23

.

El cambio semántico es, pues, una temprana característica del español en América, por supuesto no limitada a la época del descubrimiento sino desarrollada sin interrupción hasta el presente. En virtud de la divergente evolución semántica, muchas palabras tradicionales de la lengua han cambiado por dentro, aunque su exterior permanezca inmutable, y ese cambio interno es en realidad más grave que el cambio formal, a primera vista más saltante. 3. La gran proporción de arcaísmos, es decir, de formas tradicionales olvidadas en la lengua general; es de notarse el resultante ascenso social que se comprueba en algunas formas viejas, hoy circunscritas en la Península al habla vulgar o dialectal. Pero, 22 Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, en Obras, 2 vols.; I, pág. 16. 23 Véase La primera visión de América, pág. 38.

24  

como nada se conserva sin alterarse, algunos arcaísmos han sufrido luego una dinamización interna o una deformación externa que los ha convertido en verdaderos neologismos. 4. La considerable cantidad de neologismos propiamente dichos, obtenidos por aprovechamiento de las posibilidades del sistema lingüístico del español, a veces con ruptura de la norma peninsular establecida. El recurso más utilizado para el incremento del caudal léxico propio ha sido, siguiendo las tendencias generales de la lengua, la derivación, con preferencia por determinados afijos y exclusión de otros. 5. La gran cantidad de occidentalismos, es decir, de voces extremeñas, leonesas, portuguesas y gallegas que dan fe de la importancia de los pueblos del oeste de la Península en el descubrimiento, conquista y colonización de la América hispana. 6. Los numerosos términos que en América han pasado del lenguaje forense al habla común. Ello se explica por las especiales características de la conquista española de América, concebida y realizada como empresa oficial, y también por haberse conservado —y tal vez agudizado— en América la vieja debilidad hispánica por el papeleo legal y burocrático 24. 7. El uso exclusivamente americano de un pequeño pero importante grupo de latinismos asimilados sin el intermedio de la lengua culta de la Península. La libertad e iniciativa que ello implica es prueba de la seguridad que una sólida formación clásica daba a los criollos de la élite colonial; esta seguridad en cuanto al dominio de la lengua contrasta con la pusilanimidad que fue posteriormente característica del americano como usuario de la lengua común, tal vez debida en parte al auge del purismo. 8. El olvido de buena parte del caudal léxico usual originalmente traído a América. Voces que son hoy naturales en boca de cualquier labriego peninsular, en América se han olvidado totalmente o están restringidas a la lengua literaria 25, con la consecuencia

24 Véase Rosenblat, Buenas y malas palabras, Caracas-Madrid 1956, págs. 209-212. 25 Arona apuntaba los casos de arroyo, aldea, fuente, desplazados en el habla familiar peruana por acequia, pueblo, pila (Diccionario de peruanismos, pág. XXXIV).

25  

del abuso de voces genéricas que aluden a la cosa sin nombrarla claramente 26. A causas fonéticas (homofonía resultante del seseo y consiguiente ambigüedad) se debe el olvido de un grupo de palabras patrimoniales sustituidas en América por sinónimos o por perífrasis 27. Es asimismo saltante el olvido de la terminología de los oficios, sustituida por voces de la lengua común; Morínigo lo explica porque los artesanos peninsulares tuvieron a menos seguir siéndolo en América y, como consecuencia, fueron remplazados por neófitos, algunos de los cuales eran indígenas con deficiente dominio del español 28. En cuanto a elementos ajenos al fondo patrimonial de la lengua, son rasgos característicos del vocabulario hispanoamericano: 1. Un considerable caudal de voces indígenas incorporado desde los primeros días del descubrimiento. Voces arahuacas, caribes, aztecas, quechuas, aimaras, araucanas, guaraníes, etc. fueron asimiladas al castellano a medida que avanzaban la exploración y la conquista. Los indigenismos de la primera época —sobre todo arahuaquismos— "no solo se encuentran usados en los documentos americanos destinados a hacer conocer a los reyes y funcionarios la vida y la realidad americana, sino que también se encuentran usados con deliberado intento de precisión por los reyes y funcionarios españoles en sus instrucciones y cartas" 29

. La proporción de indigenismos asimilados por el español fue, sin embargo, dis-

minuyendo a lo largo de la conquista y la colonización

30

; en aras de la común

inteligibilidad se trató posteriormente de "traducir" al castellano un número de voces indígenas que primero se habían incorporado como tales. La demora de un cuarto de siglo en las Antillas, antes de emprender la conquista del continente, favoreció la unificación de las denominaciones indígenas, pues las primeras

26 Véase Rosenblat, Buenas y malas palabras, págs. 20-21 y 156-157. 27 Por ejemplo caza (sustituido por cacería para evitar la confusión con casa); cocer (sustituido por cocinar para evitar la homofonía con coser); abrasar (desplazado por quemar para evitar la homofonía con abrazar); etc. 28 Véase "La formación léxica regional hispanoamericana", en NRFH VII, 1-2, junio de 1953 (Homenaje a Amado Alonso, tomo I), págs. 234-241. 29 Véase Morínigo, "La penetración de los indigenismos americanos en el español", en PFLE II, págs. 217-226. 30 Véase Rosenblat, "La hispanización de América. El castellano y las lenguas indígenas desde 1492", en PFLE II, págs. 189-216.

26  

que se aprendieron tuvieron tiempo de consolidarse en la lengua y llegaron a pasar a través del castellano a otras lenguas indígenas

31

. Así se explica que

arahuaquismos como ají, maíz, cacique desplazaran en el área de sustrato quechua a las correspondientes palabras de esa lengua (uchu, tsara, kuraka); lo mismo sucedió con algunos aztequismos tales como camote (en quechua apichu). 2. Un grupo muy pequeño de africanismos, lo cual resulta difícil de entender si se piensa en los millones de esclavos introducidos en América durante la dominación española

32

. Pero su restringido aporte lingüístico se explica,

precisamente, por la diversidad y mutua ininteligibilidad de las lenguas habladas por los grupos humanos extraídos de distintas zonas de África, lo cual obligó a los esclavos, reunidos en grupos lingüísticamente heterogéneos, a aprender rápidamente el castellano a fin de que les sirviera como lingua franca. 3. Préstamos de diversas lenguas europeas occidentales asimilados con independencia del uso de la metrópoli. El siglo XIX fue época de invasión de galicismos para las lenguas de Europa, incluido el español; sin embargo, muchos galicismos de América se tomaron directamente de lecturas francesas. El siglo XX es época de asimilación de anglicismos para casi todas las lenguas del mundo; también en este caso son numerosos los préstamos incorporados al español de América con independencia de la lengua peninsular.

EL CORPUS Todos los artículos incluidos en el presente volumen fueron publicados en el diario El Comercio de Lima entre marzo de 1962 y agosto de 1969 33. El factor que prevaleció para la elección de las palabras y expresiones estudiadas fue el del respectivo problema 31 Véase Morínigo, "La formación léxica regional hispanoamericana", en NRFH, año VII, núms. 1-2, 1953, pág. 236. 32 Según cálculos de Humboldt, a principios del siglo XIX había más de cinco millones, aparte de más de un millón de libertos (citado por Rosenblat, La población indígena y el mestizaje en América, 2 vols.; II, pág. 161). 33 En la página editorial de la edición dominical, con alguna excepción en cuanto al día.

etimológico, resuelto o no; algunas propuestas de solución han sido luego acogidas en el Diccionario de la Real Academia Española 34.

27  

En la primera edición de Peruanismos

35

dichos artículos aparecieron ya

revisados y ampliados (en algunos casos totalmente reelaborados) y con notas al pie de página, no pertinentes en publicaciones periodísticas. Unos cuantos de esos términos habían sido ya tratados en una obra anterior de la autora, La lengua de Bolívar. I. Léxico

36

, pero pareció lícito y aun

útil incluirlos por dos razones. Una, la restringidísima —virtualmente nula— difusión que dicho libro tuvo en el Perú, por tratarse de una publicación de circulación casi exclusivamente académica y oficial. Otra, el diferente enfoque con que los mismos términos han sido tratados en una y otra obra. Por un escrúpulo tal vez excesivo —y no, como pudiera parecer, por prurito de autocita— se remite al lector en cada caso a las páginas correspondientes de la obra anterior. No aparecieron en la primera edición de Peruanismos, sin embargo, todos los artículos publicados en El Comercio en el lapso mencionado. Algunos fueron eliminados por no ser los términos tratados realmente peruanismos, sino palabras del español general cuya etimología también interesó divulgar en alguna ocasión (por ejemplo canoa, caníbal). Otros, por tratarse de neologismos ya generales en la lengua aun cuando no contaban todavía con la sanción académica (por ejemplo, el galicismo banal, recién incluido en la edición de 1984 del Diccionario académico). A partir de la segunda edición de Peruanismos (Lima 1994) el texto de la primera fue de nuevo íntegramente revisado y, en muchos casos, también considerablemente ampliado. Martha Hildebrandt

34 Véase, por ejemplo, cebiche a partir de la edición de 1984 y chompa a partir de la edición de 1992. 35 Lima 1969. Moncloa-Campodónico editores asociados. 36 Caracas, Universidad Central de Venezuela (Instituto de Filología Andrés Bello) 1961. Reimpresión: Edición especial de la Oficina Central de Información de la República de Venezuela. Con motivo del Sesquicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho y del Congreso Anfictiónico de Panamá. Caracas 1974.

28  

ADVERTENCIA AL LECTOR

1. ORDEN ALFABÉTICO Las palabras tratadas en este volumen

1

aparecen ordenadas según el

alfabeto latino, hoy de uso internacional. Por tanto, las grafías dobles o compuestas ch y ll

2

carecen de apartado propio y son consideradas como la

sucesión de dos grafías simples: c más h y l más l, respectivamente. Está de más decir que dicho ordenamiento no disminuye ni altera el pleno status de ch y ll como fonemas de la lengua ni tiene efecto alguno sobre su pronunciación 3. La ordenación del léxico según el alfabeto latino es una propuesta de la Real Academia Española, respaldada por la gran mayoría de las demás Academias de la Lengua reunidas en la correspondiente Asociación. Esta propuesta —ciertamente exigida por la Informática— representa en realidad, más que una innovación debida a presión o influencia de otras lenguas, la saludable vuelta a un pasado mejor. En efecto, la primera edición del Diccionario de la recién fundada Real Academia Española —publicado en seis grandes volúmenes entre 1726 y 1739 y conocido como Diccionario de Autoridades porque cada uso estaba respaldado por el de uno o más autores— seguía estrictamente el orden alfabético latino y no tenía, por lo tanto, apartados distintos para la ch ni para la ll. Volver a ese

1

También la bibliografía (Obras citadas) y el Índice alfabético.

2

Correspondientes a dos fonemas palatales: africada sorda (ch) y lateral sonora (ll).

3

Como no lo tiene el actual ordenamiento interno del Diccionario académico en el

caso de la grafía doble rr (correspondiente al fonema vibrante múltiple en posición intervocálica), caso en el que sí se respeta el orden alfabético latino aun cuando la grafía simple r representa igualmente el fonema múltiple en posición inicial absoluta y después de n y l.

primer ordenamiento —abandonado a partir de 1803— fue el temía de una reiterada propuesta hecha, a lo largo de casi cincuenta años, por don Ramón Menéndez Pidal. Sin embargo, por apego a una "tradición" que era menos antigua

29  

que lo solicitado, la propuesta fue sistemáticamente rechazada, a pesar de contar con el apoyo de ilustres académicos, algunos de los cuales —como don Julio Casares— eran también notables lexicólogos y filólogos. Ya en 1945, en su Prólogo a la primera edición del Diccionario Vox 4, decía Menéndez Pidal: "Sería de desear que la Academia Española, cuyo Diccionario sirve de norma a todos los demás, modificase el orden alfabético que actualmente emplea y volviese al que usó en su comienzo, en el gran Diccionario de Autoridades y en las primeras ediciones del Diccionario vulgar. En esas primeras ediciones académicas se seguía el orden estrictamente alfabético, que es el internacional; pero después, se le mezclaron consideraciones fonéticas, y se pusieron la ch y la ll como letras aparte, no simplemente como c+h y l+l. Esto va contra el uso internacional. El francés, por ejemplo, aunque da a su ch también un sonido propio, sin embargo la alfabetiza como c+h" 5.

Lo mismo hace el inglés, cuya ch es fonéticamente más parecida a la española.

2. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Las obras son citadas, por primera vez, con nombre de autor, título completo y lugar y fecha de edición (en las citas siguientes el título puede estar abreviado). En la bibliografía se da, además, el nombre de la imprenta o empresa editorial. En los textos citados, los peruanismos y otras formas divergentes de la lengua general van en cursiva. Se especifica (en nota) cuando se trata de subrayados del autor.

4

Dirigido por don Samuel Gili y Gaya.

5

El prólogo, con el título de "El diccionario que deseamos", se mantiene en las

siguientes ediciones (págs. XVII a XXVIII en la de 1987); dicho prólogo se reproduce casi totalmente en "El diccionario ideal", incluido en Estudios de lingüística, págs. 96-147.

3. INDICACIONES Y SIGNOS a

siguiendo a un número de página indica la columna de la izquierda.

30  

b

siguiendo aun número de página indica la columna de la derecha.

*

(asterisco) precediendo a una palabra indica que se trata de una forma hipotética, es decir, no documentada.

>

indica que la palabra siguiente procede de la anterior.


coñac".

El Diccionario de chilenismos de Román, también de principios del siglo XX, incluye así el término: "Pisco, m. Aguardiente muy estimado que se fabrica en el Perú, y también en Chile, y conocido ya en todo el mundo. Principió

1.

Otros topónimos peruanos que se han hecho también designación del aguardiente son Locumba (distrito tacneño) y Motocachi (hacienda del valle de Nepeña, en Áncash). Véase motocachi en C. Palma, Crónicas de Corrales, 61; una referencia a los aguardientes de Pisco y Motocachi en Felipe Pardo, El paseo de Amancaes (en BCP 9*, 182). Los apellidos Pisconti y Piscoya son también designaciones humorísticas del pisco.

2.

En los Andes de Venezuela se dice: "con el miche ['aguardiente'] y con el pisco / pasan las penas del rico". En esta zona y en Colombia se documenta pisco 'ebrio', pero en este caso la asociación se hace entre la usual rubicundez del ebrio y la rojez del moco del pavo, puesto que el quechua pisco 'ave' se conserva en dichas regiones como designación especifica del pavo. En relación con este uso está sin duda el colombiano de pisco 'individuo', que tiene matiz despectivo.

3.

Pisco pasó igualmente a Chile con el sentido de "botijuelo de barro cocido" en que se envasaba el aguardiente (Arona, Diccionario de peruanismos, s. v.); con el mismo sentido se han usado también en dicho país la forma alterada prisco y el derivado pisqueña. Véase documentación peruana de pisco 'recipiente o envase del aguardiente' en Gamarra, BCP 9**, págs. 147 y 149 ("piscos de aguardiente", "doce pisquitos y ocho damajuanas con aguardiente"). Otra expresión referida al pisco y a sus recipientes es la curiosa mula o mulita, que tal vez tenga alguna relación con el tradicional transporte de este producto a lomo de mula desde las haciendas productoras hasta el puerto de embarque (véase Diez Canseco, ob. cit. pág. 74).

sin duda en el puerto peruano de Pisco, y por eso tomó este nombre".

Por último, los Chilenismos de Medina, publicados en 1928, registran la palabra de este modo: "Pisco. (Del pueblo de Pisco, en el Perú). m. Aguardiente de uva moscatel de esa procedencia y con cuyo nombre se fabrica también en Chile".

Medina cita, como autoridad del uso, este texto chileno (el autor se apellida Rosales): "No servía aguardiente, ni puro ni mezclado; servía pisco. La novedad del nombre, importado recién del Perú, y el rico sabor de los ponches atrajeron a los soldados y más tarde a toda clase de personas".

344  

Varios cónsules ingleses en el Perú corroboran, a lo largo del siglo XIX, los anteriores datos chilenos sobre el origen peruano del pisco. Así, en 1826, el Cónsul General Charles Ricketts informa al Ministro inglés Canning sobre el comercio entre el Perú y Chile: "... azúcar, algodón, sal, aguardientes de Pisco y arroz constituyen los artículos que suministra el Perú..." 1.

Dice luego: "El cultivo de la vid se reduce a Pisco y sus inmediaciones. La cantidad de aguardiente que anteriormente se producía era 70.000 toneles de 18 galones cada uno y 15.000 toneles de vino" 2.

Y sigue: "Los impuestos a los licores han aumentado casi en un 100%. Esta prohibitiva tasa obedece al propósito de proteger a los terratenientes de Pisco en la destilación de su aguardiente..." 3.

Al referirse a Chiloé informa Ricketts: "Los artículos que recibe de Lima son: cacao, pisco, azúcar y sal..." 4.

1.

Véase Gran Bretaña y el Perú 1826-1919. Informes de los Cónsules británicos, I, pág. 24.

2.

Íd. íd. pág. 25.

3.

Pág. 45.

4.

Pág. 60.

Sobre el comercio en el Pacífico explica: "El comercio de cabotaje consiste principalmente en frutas secas de Chile, aguardiente de Pisco; cacao, arroz, maderas y tablas de Guayaquil y añil de Guatemala" 1.

Al tratar del puerto originario del aguardiente, lo hace así: "Pisco. Con el título de exportaciones hablé ya de la cantidad de aguardiente que antes y en la actualidad se produce aquí" 2.

Sucesor de Ricketts fue el exedecán de Bolívar, Sir Belford Hinton Wilson. En 1834 informa al Ministro Canning sobre el comercio en la costa del Pacífico:

345  

"Otra considerable rama de comercio de la costa, es el transporte del pisco desde el puerto del mismo nombre, y del cual deriva su nombre, al Callao y a otros puertos de la República. El pisco es un aguardiente blanco hecho de las uvas que crecen principalmente en los valles de Ica, Palpa y Nazca. Anualmente se obtienen alrededor de 20.000 cántaros, llamados botijas, de pisco, y cada una pesa desde 112 1/2 a 150 libras. Una gran parte se consume en el país aunque una pequeña cantidad se exporta a Guayaquil y Valparaíso" 3.

En 1890 Sir C. E. Mansfield informa asimismo al gobierno inglés sobre la agricultura en el Perú; entre otras cosas dice: "... de los alrededores de Pisco, en el mismo departamento [de Ica], proviene el aguardiente del mismo nombre, un licor puro de uva, de mucho consumo en el Perú" 4. Estudiosos chilenos y diplomáticos ingleses coinciden, pues, en su absoluta certeza de que el pisco debe su nombre al del puerto peruano desde el cual se distribuía y exportaba. Sin embargo, Chile inscribió primero el nombre de pisco como denominación de origen del aguardiente de uva que exportaba a los Estados Unidos de Norteamérica. Esta denominación fue por muchos años excluyente del pisco peruano, que debía entonces entrar a ese país con la denominación genérica de aguardiente de uva.

1

Pág. 65.

2

Pág. 66.

3

Pág. 101.

4

Pág. 238.

Cuando un producto originario de una región determinada hace famoso su lugar de procedencia hasta el punto de que el topónimo llega a hacerse designación inequívoca del producto mismo, no hay modo de impedir que la palabra se generalice 1, y aun que su uso se extienda a otros idiomas. Tales son los casos del vino blanco espumante originario de la región francesa de Champagne y del aguardiente de uva originario de la de Cognac. Los franceses libraron batallas legales para impedir que productos foráneos similares usufructuaran el prestigio de ambos nombres. Nadie pretendería discutir el derecho prioritario de los viticultores de Champagne y de Cognac para usar, respectivamente, dichos nombres. Lo mismo debería suceder con el nombre de Pisco, increíblemente usurpado al Perú siendo obvia denominación del aguardiente de uva producido en

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la región de la costa peruana llamada precisamente Pisco. A pesar de los denodados esfuerzos peruanos expresados a través de nuestra Cancillería, en las últimas décadas no hemos podido conseguir el justo reconocimiento internacional como legítimos dueños de la denominación pisco, ni menos aun el derecho exclusivo de su uso.

PLAYA Se llama en Lima playa el terreno, generalmente cercado, que se usa para aparcar automóviles y otros vehículos; el nombre se mantiene aun cuando se trate de modernos edificios de varios pisos especialmente construidos para ese objeto, o de estacionamientos subterráneos. En su artículo "Gasfitería urbanística" 2 dice Héctor Velarde: "Al borde de esas callecitas de diez metros de ancho trazadas por Francisco Pizarro se abren inmensos corralones de estacionamiento

1.

Véanse fustán y tocuyo en este volumen.

2.

Véase gasfitero en este volumen.

para acuñar ahí toda clase de vehículos y se tiene el cuajo ['la frescura'] de llamarlos playas. Se perforan socavones abismales al borde de esas callecitas para hundir en ellos todo el material rodante que quepa. Son las playas subterráneas; el absurdo aumenta. Como ya las playas a flor de piel y bajo tierra no bastan se proyectan playas en el aire, suspendidas al borde de las pobres callecitas" 1.

En Caracas hay también playas de estacionamiento, y en Buenos Aires existen, junto a estas, playas de juegos (en Chile, playas infantiles) y playas de maniobras en las estaciones de ferrocarril. En España playa tiene únicamente el sentido (también vigente en América) de 'orilla del mar, de un río grande o de un lago, llana y generalmente cubierta de arena'; con este significado llegó el vocablo a América.

347  

Fue en la nueva realidad geográfica donde se realizó la extensión semántica de playa: en 1773 Concolorcorvo se refiere ya a "la campaña ['el campo llano'] o playa" de Buenos Aires 2; hoy en la Argentina playa es todo 'espacio abierto de suelo duro sin vegetación', tal como el que forma, delante del corral, el continuo paso del ganado. Acepciones semejantes tiene playa en Bolivia, Paraguay y Venezuela. En Colombia se llama playón cualquier 'planicie rodeada de bosque'; lo mismo es un desplayado en Guatemala y Argentina. Pero es el Río de la Plata la región de mayor vitalidad en cuanto a los nuevos sentidos de playa; allá el adjetivo playo equivale a llano: plato playo es el plato llano o tendido y paso playo es aquel en que el agua (de un río, etc.) tiene poca profundidad. La ampliación del campo semántico de playa encaja en el sistema de los llamados marinerismos en tierra 3 que caracterizan el español de América. Su causa es conocida: la compenetración de conquistadores y colonizadores con el lenguaje marinero, iniciada en el puerto de espera del navío y continuada en la larga y azarosa travesía del Atlántico.

1.

Obras completas, tomo 3, pág. 383.

2.

El lazarillo de ciegos caminantes, ed. BCP, pág. 84.

3.

Véase Amado Alonso, Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos, págs. 62-67.

A partir de su edición, de 1984, el Diccionario de la Academia registra los usos americanos de playa y también los de playo, -a como adjetivo.

PONCHO El poncho, prenda de vestir rectangular o cuadrada (generalmente de lana) con una abertura de tajo para pasar la cabeza, es insustituible para el cholo peruano, el huaso chileno y el gaucho argentino. Del Río de la Plata el término 2 ha pasado al portugués del sur del Brasil. El español escudado bajo el seudónimo de Concolorcorvo, al describir las corridas de toros cuzqueñas, expresa la reacción del gusto europeo ante la prenda americana: "Loa vestidos de los caballeros son de las mejores telas que se fabrican en León (Lyon), de Francia, y en el país, pero cubren esta grandeza con un manto que

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llaman poncho, hecho con lana de alpaca, a listas de varios colores. Ropaje verdaderamente grosero para funciones de tanto lucimiento" 3.

De poncho salen: poncha, en Chile 'manta gruesa de bayeta' y ponchada 'cantidad de objetos que podrían envolverse con un poncho'; de allí 'gran cantidad de cosas' (Chile, Argentina, Uruguay). Ponchear es 'pegar con el poncho a la caballería cerril, para acabar de domesticarla' y también 'correr con el poncho abierto' (Chile y Argentina); ponchazo es 'golpe dado con el poncho' en las provincias argentinas de San Luis y La Rioja. Emponcharse es en el Perú, Ecuador, Chile, Argentina y Uruguay 'envolverse o embozarse con el

1.

En la Argentina y Uruguay se llama poncho calamaco (del araucano calamacun 'rojo') el de mala calidad, viejo, rabón o descolorido; poncho capa el redondo; poncho pampa el de lana plomiza; poncho puyo el de lana ordinaria; poncho patrio el de paño azul (que da el Estado argentino al soldado); en el Uruguay poncho patrio es el de bayeta de dos caras, roja y azul. En La Rioja se llama al sol poncho de los pobres, y poncho de la Virgen del Carmen a la madre del maíz (mazorca excepcional de color castaño que, según creencia popular, se siembra para proteger la cosecha); por extensión se llama también poncho el pericarpio de las frutas: poncho de la nuez, etc. Véase "ponchos mexicanos" (la voz no se usa en Méjico) en Cortázar, Rayuela, pág. 250.

2.

Véase un uso de Valle Inclán en Tirano Banderas, pág. 108.

3.

El lazarillo de ciegos caminantes, ed. BCP, pág. 292; véase también íd. 293.

poncho' 1. Por eso emponchado hipócrita' o 'sospechoso' 3.

2

tiene también el sentido figurado de 'astuto,

Poncho ha dado lugar a muchos modismos. En el Perú, Guayaquil y en la provincia argentina de San Luis estar a poncho se documenta con el sentido de 'no saber nada'. Abelardo Gamarra describe a un diplomático de Pelagatos quien "se atiene a la simple información de uno o dos periódicos, que lo tienen al tanto de las picardías políticas y que lo mantienen a poncho del conocimiento del país" 4 . En el Perú pisar el poncho a alguien es 'superarlo' en cualquier actividad o conocimiento 5 y dejarse pisar el poncho equivale a dejarse dominar, 'claudicar'. La expresión donde el diablo perdió el poncho 6 por en los quintos infiernos se usa en el Perú, Chile, Bolivia, Argentina y Uruguay; hay también asociación entre poncho y diablo en el dicho boliviano sacudir su poncho el diablo 'tirar de la manta y descubrir una intriga'.

349  

Según la opinión tradicional, poncho viene del mapuche pontho, íd., que había pasado al quechua como punchu antes de la conquista española. Pero Lenz, Arona y otros lexicógrafos no tenían esta etimología por segura.

1.

Cfr. emponcharse por embolsicarse en Sofocleto, Sofonetos, pág. 53.

2.

Véase emponchado en Seoane, Hombres y rejas, pág. 90 y Vallejo, Novelas, págs. 229, 232.

3.

En la Arequipa de principios del siglo XIX se documenta desponcharse con el sentido figurado de 'desembozarse, descubrirse'. Véase Carrión Ordóñez, ob. cit. págs. 17, 94 y 428.

4.

Cien años, pág. 173; véase íd. pág. 156 y Rasgos, pág. 234. En la Argentina irse a poncho es 'presentarse a clase o a un examen sin haber estudiado'.

5.

Véase pisar el poncho en Seoane, Hombres y rejas, pág. 208; Camino Calderón, Diccionario folklórico, págs. 50, 78 y Vargas Llosa, La señorita de Tama, 45. En Bolivia pisar el poncho es 'tomar el pelo' y también 'dominar, manejar a capricho'; la expresión se usa asimismo como equivalente de pisar los talones 'seguir muy de cerca'. En Chile pisar el poncho es 'desafiar" y en la Argentina 'aceptar el desafío' (pisarse el poncho es 'salir chasqueado'). Arrastrar el poncho es en Chile y la Argentina 'desafiar, provocar' (en Chile también tirar del poncho). Alzar el poncho es en la Argentina 'huir, escapar'; traerse algo bajo el poncho es 'tener intenciones ocultas'; en La Rioja encontrar fleco para su poncho es 'encontrar con quien casarse'. En Bolivia ser el mismo indio con otro poncho es 'pretender ser diferente', 'ser hipócrita'; meterse a poncho es 'acometer una empresa sin estar preparado para ello'. En Chile hacer algo a poncho es hacerlo a fondo. En la Argentina la expresión adverbial a ponchadas equivale a la general a espuertas; a ponchazos significa 'con grandes dificultades'.

6.

Véase Dónde y cómo el diablo perdió el poncho en Palma, Tradiciones, págs. 911915.

Se han presentado después datos que apoyan la hipótesis de un origen no americano para poncho: la palabra se documenta en el proceso seguido en Sevilla a los sobrevivientes de la expedición de Sebastián Caboto, uno de los cuales declara que en las cercanías del Río de La Plata "les salieron muchos indios que traían ponchos e orejeras". La fecha del proceso, 1530, corresponde apenas al comienzo de la conquista del Perú y en el texto citado la palabra poncho no está acompañada de las explicaciones o equivalencias usuales cuando se emplean voces indígenas. Basándose en estos hechos, Morínigo propone para poncho un origen mediterráneo; su difusión en América se explicaría, como la de tantos otros términos marineros, por la convivencia de pasajeros y tripulantes durante el largo cruce del Atlántico. Corominas respalda la hipótesis de Morínigo, después de descartar tajantemente la etimología mapuche 2.

350  

PONÉRSELE En el Perú, la Argentina, Chile, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guatemala, Santo Domingo y Méjico ponérsele a uno algo es 'preverlo, presentirlo, intuirlo, imaginarlo, sospecharlo, figurársele, parecerle': "se me pone que no vendrá", "se le puso que se iba a morir", etc. El uso se documenta ya hace más de un siglo en las comedias de Segura: "No sabes que se me pone que son antiguos pachacos 3 y que ha tiempo no se ven" 4.

1.

Documento incluido por José Toribio Medina en El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, tomo II, págs. 15 y ss. (citado por Morínigo, "Para la etimología de poncho", en Programa de filología hispánica, pág. 103).

2.

Véase Diccionario crítico etimológico, s. v.

3.

Pachaco, pachaurpa o pachurpa es una palomita silvestre que vive en parejas monógamas muy fecundas. Es creencia popular que sobre cada pachaco vive una mosca que lo acompaña toda la vida (Pulgar Vidal, Diccionano de huanuqueñismos, s. v.). Pachaco es hoy palabra desconocida en Lima.

4.

Las tres viudas, acto II, escena XIII (en Comedias, I, pág. 204).

"Malo es que a mí se me ponga, tú verás si lo adivino" 1.

Se documenta también, mucho antes, en una carta de Bolívar a Santander, escrita en La Paz el 8 de setiembre de 1825: "Del lado de Buenos Aires todo va mal, pues los portugueses cada día los aprietan más. Se me pone que tendremos que auxiliar a esos malvados ingratos" 2.

En los ejemplos anotados poner es más o menos equivalente, desde el punto de vista semántico, pero no sintáctico, de su compuesto suponer. Usos semejantes se dan en Andalucía. Ponérsele a uno algo tiene a veces en el Perú (e igualmente en Chile, Santo Domingo y Méjico) un matiz de 'tenacidad, terquedad, obstinación': "se me pone tener algo y no paro hasta conseguirlo", "cuando a ti se te pone una cosa, no

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hay quien te convenza de lo contrario". En El sargento Canuto de Segura el padre amenaza a la hija, que no quiere casarse con Canuto: "Y tú lo harás, bachillera, con quien yo te proporcione; con un demonio, tronera, si a tu padre se le pone" 3.

Hernán Velarde cuenta que a una cierta amiga suya "se le puso en la cabeza que en un cuarto de su casa había entierro ['tesoro escondido'], y ustedes saben que cuando a una mujer se le pone una cosa, ni Santa Rita sería capaz de quitársela" 4.

En estos ejemplos poner es sinónimo de su compuesto proponer, aunque se construye de modo diferente 5. El uso tiene antecedentes en la lengua clásica y se conserva también en Navarra.

1.

Percances de un remitido, acto II, escena I (ob. cit. II, pág. 165; véase un uso análogo en íd. íd. pág. 246).

2.

Obras, II, pág. 212; véase también Hildebrandt, La lengua de Bolívar, pág. 315 y Léxico de Bolívar, pág. 546.

3.

Acto único, escena VIII (ob. cit. I, pág. 28).

4.

En Lima de antaño, pág. 95.

5.

En Colombia alternan poner y proponer como equivalentes de suponer: "se me puso (o se me propuso) que no llegaría a tiempo".

En la edición de 2001 del Diccionario académico se consigna la locución verbal ponérsele a alguien algo en la cabeza "tener por cierto que sucederá lo pensado o imaginado", "empeñarse en algo". Sin embargo en el Diccionario de americanismos, publicado por la Asociación de Academias de la Lengua Española en 2010, se registra ponérsele "presentir, intuir, sospecha" algo" como uso de Bolivia, Chile y Uruguay.

PONGO En ¡¡Cien años de vida perdularia!! Abelardo Gamarra enumera los miembros de la servidumbre de un diputado de la imaginaria Pelagatos: "Cuatro cocineras, ocho semaneras, seis chinas más para servicio de mano. Seis pongos para cuidar los caballos, otros seis para servir la mesa, un cholo para que cuide de los pongos, otro para que maneje la despensa, otro para que mueva la

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chicha y una tropa de acomedidos 1, hembras y machos, apegados a los anteriores" 2.

En la sierra y otras zonas rurales del Perú, Ecuador y Bolivia se llamaba pongo al indígena que prestaba servicio doméstico 3 o al neón semanero que sirvía en la finca de la cual era arrendatario. El servicio en sí, generalmente obligatorio y no remunerado, se llamaba pongaje (o, menos frecuentemente, pongueaje), palabra híbrida formada con el sufijo castellano -aje, pues pongo es la forma castellanizada del quechua punku 'puerta, portada, entrada' 4. El término se aplica en nuestra toponimia a las abras o gargantas de la cordillera por donde se precipita un río o torrente 5. Si bien está clara esta extensión semántica, no lo está tanto la que

1.

Por 'serviciales, oficiosos'; véase acomedirse en este volumen.

2.

Pág. 29. Véase también pongo 'sirviente' en Alegría, La serpiente de oro, pág. 65 y Los perros hambrientos, 167.

3.

En el Ecuador se documenta también el femenino ponga.

4.

Véase puncu 'puerta', 'portada' en el Vocabulario de González Holguín, págs. 638b y 645b. En el Lexicón de Santo Tomás, cincuenta años más viejo, se da ya, sin embargo, la variante castellanizada (con sonorización y adaptación de la vocal final) pungo (págs. 193 y 343). En aimara, ponco (véase Bertonio, Vocabulario, págs. 380a y 388a de la Primera Parte).

5.

Véase Pongo de Manseriche y otros en el Mercurio Peruano, III, pág. 116; Ponguillo del Huallaga en íd. II, págs. 236, 237, 238. Pongos en Palma, Tradiciones, pág. 948. Pongo 'abra por donde se precipita un río' también en Alegría, La serpiente de oro, págs. 74, 89, 191, 225, 226 y Vargas Llosa, La casa verde, pág. 123.

lleva de punku 'puerta' a pongo 'sirviente'; por eso algunos lexicógrafos (Malaret entre ellos) derivan pongo 'sirviente' de un aimara púnkai 'guardián' . La acepción de 'sirviente' es, efectivamente, bastante nueva en el quechua punku: el pongaje es una institución netamente colonial y consistía en el servicio doméstico prestado gratuitamente por jóvenes indígenas en las casas de diversos funcionarios y de los párrocos. Un decreto de San Martín abolió el pongaje en el Perú el 27 de agosto de 1821. Desde el Cuzco, Bolívar volvió a prohibir toda clase de pongueajes el 4 de julio de 1825 2. Pero, a pesar de esos decretos y de leyes posteriores, este anacrónico y denigrante tipo de servidumbre subsistió por mucho tiempo en el interior del país. Volviendo a la palabra misma, es probable que el camino seguido en la evolución semántica de pongo haya sido, como lo presupone Lira 3, el que va del

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quechua punku 'puerta' a la acepción (ya en la forma castellanizada pongo) de 'portero' 4, y de esta a la de 'sirviente' en general.

PROLIJO La prolijidad es cosa distinta en España y en América. En el Perú, Chile, la Argentina, Venezuela y otras regiones de este continente, prolijidad equivale a 'minuciosidad, cuidado, esmero', y así se elogia a un alumno prolijo en sus tareas escolares como a una costurera que remata prolijamente su labor; en la Argentina prolijar o emprolijar es 'dejar (algo) prolijo'. Ser poco prolijo o (menos usados) desprolijo o improlijo es, inversamente, grave defecto o deficiencia.

1.

Que no aparece en el vocabulario de Bertonio y que estaría, en todo caso, también relacionado con el aimara ponco 'puerta' y las palabras quechuas correspondientes.

2.

Véase José Félix Blanco y Ramón Azpurúa, Documentos para la vida pública del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia, X, pág. 31. Véase también Hildebrandt, La lengua de Bolívar, págs. 201-202 y Léxico de Bolívar, pág. 578).

3.

Diccionario kkechuwa-español, s. v. púnku [1] "puerta" y púnku [2] "pongo" (neologismo), "portero".

4.

Portero, sin embargo, se traduce como pungocamayoc en el Lexicón de Santo Tomás (pág. 343), puncucamayoc en el Vocabulario de González Holguín (pág. 638b) y ponco camana en el aimara de Bertonio (pág. 380a de la Primera Parte).

En España, en cambio, la prolijidad no es cualidad recomendable. Prolijo tiene allá el sentido de 'demasiado largo', 'profuso', especialmente referido al lenguaje escrito; decir de un escritor que es prolijo no significa hacer de él ningún elogio. El uso español actual está muy cerca del valor etimológico de prolijo, derivado del latín prolixus 'fluyente' y también 'largo, alargado, profuso, difuso', sentidos que mantuvo en castellano 1 y a partir de los cuales desarrolló sucesivamente los de 'interminable', 'pesado', 'lento' y 'demasiado cuidadoso y esmerado', acepción hoy anticuada en la lengua general. De esta última acepción (documentada en España desde principios del siglo XVIII) surgió el uso positivo americano de 'esmerado, cuidadoso, minucioso'. En las advertencias sobre los efectos que deben llevar consigo los estudiantes del Colegio de Nobles Americanos de Granada, publicadas en el Mercurio Peruano del 30 de setiembre de 1792, se lee, por ejemplo:

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"La ropa blanca ha de señalarse con la respectiva cifra del Colegial: y de ella y de todos los demás utensilios se ha de pasar prolixa revista, haciéndose el correspondiente asiento en libro que al intento habrá en la inspección de policía ['orden'] del Colegio" 2.

Prolijo y sus derivados se documentan abundantemente, con los nuevos matices americanos, desde principios del siglo XIX 3. En la edición de 1970 del Diccionario de la Academia todavía se daba, como segunda acepción de prolijo, la de "demasiado cuidadoso y esmerado". A partir de la edición de 1984 se omite el adverbio demasiado: prolijo resulta así una calificación positiva.

1.

Véase Corominas, Diccionario crítico etimológico, s. v. licor. Las tres últimas ediciones del Diccionario académico incluyen el derivado prolijear con el sentido negativo de "extenderse en demasía en explicaciones, digresiones, etc." (raro en el Perú).

2.

Tomo VI, pág. 71.

3.

Véanse usos de prolijo 'esmerado' en Bolívar, Obras, III, pág. 283; Cartas del Libertador, tomo XII, pág. 26; O'Leary, XVIII, 114, 137, 170, 238, 263, 346, 597; XIX, 170; XXIV, 428. Prolijidad 'esmero' en Obras, III, pág. 301 y Cartas, XII, 299; prolijamente 'esmeradamente' en Obras, III, pág. 114; O'Leary, XVII, 144; XVIII, 238; XXIV, 433. Véase también Hildebrandt, La lengua de Bolívar, págs. 294-295 (t. Léxico de Bolívar, pág. 518-519). Prolijidad 'esmero' se documenta igualmente en El Periquillo Sarniento de Lizardi (págs. 108 y 217) y en Sarmiento, Facundo, pág. 295.

PROSA En una composición satírica de 1895, el humorista limeño Federico Blume ridiculiza la fatuidad, que él llama irónicamente importancia: "En el régimen pasado hubo un jefe de arrogancia que se enfermó de importancia de un modo desaforado; y era tan empalagosa la pretensión de este perno que yo ansiaba otro gobierno por no verlo gastar prosa. Hoy es un simple mortal; ya al andar no se menea

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ni se yergue y pavonea al pasar por el Portal. Ya no hay garbo ni arrogancia ni prosita y petulancia; ¡ya está sano aquel enfermo de importancia!" 1.

En el habla familiar del Perú, Chile, Bolivia, Ecuador y Guatemala prosa tiene los sentidos de 'ostentación, vanagloria, jactancia', 'presunción, petulancia, pavoneo', 'altanería, arrogancia'. En el Diccionario de peruanismos de Arona aparecen, como usos entonces recientes, prosa 2, su derivado prosista (adjetivo o sustantivo) y las locuciones verbales gastar prosa, echar prosa, usar prosa y tirar prosa 3, hoy predominante junto a darse prosa 1.

Sal y pimienta, págs. 108-109. Importancia subrayado por el autor.

2.

Documentado ya a fines del siglo XVIII en la Reforma del Perú de Carrió de la Vandera: "con la prosa que gaste con los reverendos padres y madres..." (pág. 35). Véanse usos de Segura en El cacharpari, acto único, escena VIII (en Artículos, pág. 324), El Sargento Canuto, acto único, escena VII (íd. pág. 110) y El santo de Panchita, acto II, escena VIII (íd. 349); de Gamarra en Rasgos, pág. 112 (prosa) y 114 (prosa y prosita); de C. Palma en Crónicas de Corrales, pág. 143 (prosa) y 206 (prositas); de González Prada en Letrillas, 47, 59, 149, 180; de Arguedas en Diamantes, 121.

3.

No es corriente la variante con artículo tirar la prosa que usa Vallejo (Novelas, pág. 90).

(formada a semejanza de darse tono, darse pisto). Prosista se usa también en Chile, alternando con prosiento y prosudo (desconocidos en el Perú); este último derivado se prefiere en el Ecuador. Prosa es el latín prosa 'texto seguido sin interrupciones' l. La acepción de 'secuencia', documentada en bajo latín, se mantuvo en castellano y desarrolló luego un matiz peyorativo. El primer Diccionario de la Academia (1726-1739), llamado también "de Autoridades", consigna ya prosa en su sentido figurado de "conversación o plática impertinente y pesada de alguno gastando mucha abundancia de palabras y ponderaciones, para expressar alguna cosa de poco momento"; también prosista "hablador que gasta mucha prosa" 2 y prosador "hablador malicioso". Gastar prosa es 'hablar de más' en Moratín 3. Se explica fácilmente el paso del sentido de 'habla superflua' al de 'habla superflua sobre los propios méritos o grandezas', sean estos reales o imaginarios. La evolución semántica americana ha ido más lejos al no considerar el habla como

356  

única manifestación de la prosa: pueden serlo también ciertos hechos o actitudes y aun la conducta en general. Es curioso que varios lexicógrafos —entre ellos Arona— hayan asociado prosa a prosopopeya, llegando a suponer que la primera forma se debe a reducción de la segunda. Prosopopeya, que en habla familiar tiene el sentido de 'afectación de gravedad y pompa', es palabra distinta 4; se trata, pues, solo de una coincidencia parcial en cuanto a fondo y forma 5. La última edición de 2001 del Diccionario académico registra las locuciones figuradas echar o tirar prosa "darse importancia, tomar actitudes de superioridad" como usos del Perú, Chile y Ecuador.

1.

En principio forma femenina del adjetivo prosus, -a, -um 'que se mueve en línea recta hacia adelante'.

2.

Acepción conservada en Riohacha, Colombia. Prosear es 'charlar' en el Río de la Plata.

3.

Véase el Vocabulario de Ruiz Morcuende, s. v. prosa.

4.

De origen griego; su sentido principal era el de 'discurso puesto en boca de un personaje'.

5.

Prosa 'jactancia, petulancia' tampoco tiene que ver con prosapia 'abolengo, linaje' (del latín prosapia, íd.).

PUCHO Pucho 'punta, cabo o colilla de cigarrillo o cigarro' 1, y aun el mismo 'cigarro' o 'cigarrillo' 2, viene del quechua puchu 'residuo, sobras' 3. Su uso actual abarca básicamente la América de sustrato quechua: Perú 4, Ecuador, Colombia, Bolivia, Chile y la Argentina (de allí ha pasado al Uruguay). Se usa hoy poco el derivado puchero (tal vez para evitar la confusión con la voz general puchero del latín pultarĭus), sea con el sentido de 'cantidad de puchos', sea referido al que fuma o recoge puchos; puchería alterna a veces como colectivo. Pucho se usa también —como tantos otros peruanismos— en algunas regiones de la América Central, donde ha desarrollado los sentidos figurados de 'cantidad insignificante' e 'hijo menor, benjamín' (véase concho). En Chile se conocen con este último significado los derivados puchito y puchusco. En el

357  

Ecuador puchúnkay, forma claramente quechua, es el último hijo, nacido algunos años después que el precedente. Puchuela, diminutivo de pucho, se documenta en el Perú desde fines del siglo XVIII con el sentido de 'cosa de poco precio' 5 y se conoce también en el Ecuador; puchuelero es 'mezquino, cicatero' 6. Se documentan igualmente en el Perú las expresiones verbales figuradas no valer un pucho 'no valer un comino' e importar un pucho 'importar un bledo' 7, registradas también en Colombia, Chile, la

1.

Véase pucho de puro ['colilla de cigarro puro'] en C. Palma, Crónicas de Corrales, pág. 51.

2.

Véase pucho por cigarrillo en Vargas Llosa, Los cachorros, págs. 54 y 83; 'colilla' en íd. íd. 88; La casa verde, 351, 375; Conversación en La Catedral, I, 25, 230 y 239 (puchito); II, 9, 29, 104. En Chile dar una puchada equivale a dar una chupada al cigarrillo; aquí puede tratarse de un caso de coincidente metátesis.

3.

Cfr. puchu 'demasía', 'sobra' en el Lexicón de Santo Tomás (pág. 342) y puchu puchu o puchusca 'sobras' en González Holguín, Vocabulario (pág. 293a).

4.

En Ica pucho se aplica también, según su etimología, al residuo de aguardiente de baja graduación alcohólica (véase Tovar, Hacia el gran diccionario de la lengua española, s. v.).

5.

Véase puchuelita en el Drama de los Palanganas, pág. 50 de la 2.a edición Sánchez. También en Palma, Cartas indiscretas, pág. 156. Puchuelada es en Colombia 'porción, conjunto'.

6.

Cfr. un uso de Palma en Tradiciones, pág. 970.

7.

Véase no valer un pucho en Palma, ob. cit. pág. 907 e importarle (a uno) un pucho en Segura, Artículos, pág. 249. No importar un pucho es también uso chileno.

Argentina y Uruguay. En el Perú es hoy muy viva la expresión adverbial a puchos o a puchitos 'a poquitos, a gotas', referida especialmente a deudas pagadas en cuotas ínfimas (en la Argentina de a puchos o de a puchitos). En los últimos años se ha difundido entre nosotros el modismo argentino sobre el pucho por ipso facto 1, es decir, 'inmediatamente, en el acto', que se explica porque el fumador empedernido enciende cada cigarrillo en la colilla del que acaba de fumar 2; en la Argentina se dice también encender en el pucho con el sentido de 'lograr una ventaja tras otra'. En Chile, curiosamente, el día del pucho equivale a nunca. Hasta la edición de 1970 del Diccionario académico, pucho 'colilla' aparecía sin etimología ni extensión geográfica, dando así la impresión equívoca de que se trataba de una palabra de la lengua general. A partir de la edición de

358  

1984 se han subsanado ambas omisiones y se ha incluido, como uso ecuatoriano, el derivado puchuela con el sentido de 'cosa de ínfimo valor'.

PULPERÍA Pulpería es —o ha sido— en la mayor parte de América una tienda de comestibles y otras mercancías, a veces con venta de bebidas 3; el pulpero 4 es, generalmente, el dueño. Dice Palma que durante el virreinato: "La ocupación de pulpero, en que con facilidad se hacía fortuna, constituía un privilegio; pues, según real cédula promulgada en

1.

También se dice, con matiz humorístico, ipso pucho.

2.

Véase sobre el pucho en Cortázar, Rayuela, pág. 182 y Final del juego, págs. 53 y 134. También en Sofocleto al pie de la letra, 35, 41, 48, 65,115. En Vargas Llosa, Conversación en La Catedral, I, 226: "encendía sus cigarrillos con el puchito que iba a botar" (véase botar).

3.

En el Perú se usa también el despectivo pulpaya (es voz híbrida, con sufijo italiano: pulpaggia). Véase pulpaya en Blume, Sal y pimienta, págs. 299 y 350; C. Palma, Crónicas de Corrales, págs. 21, 164, 248; Gálvez, Estampas limeñas, págs. 106, 108.

4.

Véase el femenino —poco usado— pulpera en el Diario de Lima de Suardo (16291634), pág. 69 y en Palma, Tradiciones, pág. 671.

el Perú en tiempo del Virrey conde de Chinchón, solo a españoles de España era lícito establecer pulpería. Item [sic], el número de ellas se limitó a una por manzana en Lima, a treinta en Arequipa y Cuzco, a quince en Trujillo y a doce en ciudades como Huamanga. Un pulpero era, pues, casi un personaje" 1.

Añade Gálvez que los pulperos tenían la obligación de contribuir al pago del alumbrado público y colaborar en la extinción de los incendios 2; un bando del Conde de Lemos les impuso la curiosa obligación de ser casados. El origen de la palabra pulpería no está claramente establecido. Se han propuesto tres etimologías que asocian el término, respectivamente, a pulpo, a pulpa y a pulque, nombre indígena mejicano del aguardiente de maguey o agave. La primera hipótesis etimológica puede atribuirse al Inca Garcilaso, según el cual hubo en el país, hacia 1552, "muchas pendencias singulares, no solamente de soldados principales y famosos, sino también de mercaderes y otros tratantes, hasta los que llaman pulperos,

359  

nombre impuesto a los más pobres vendederos [sic] porque en la tienda de uno dellos hallaron vendiéndose un pulpo" 3.

Pero, a pesar de la afirmación de Garcilaso, no parece haber entre pulpo y pulpería otro nexo que el puramente fonético. Ya para Lenz esa etimología no pasaba de ser una "mala broma" 4. Sin embargo, es la que consigna todavía el Diccionario de la Academia en su última edición, de 2001. La segunda hipótesis, que sostiene Corominas 5, deriva pulpería de pulpa (de fruta) basándose en que el vendedor ambulante

1.

Tradiciones, pág. 430. Mateo Rosas de Oquendo describe Lima hacia 1593: "... las esquinas tomadas de pulperos..." (en Antología general de la poesía peruana, pág. 223). Véase el pulpero de la esquina en Fray Francisco del Castillo, conocido como El ciego de La Merced [m. 1770], Obra poética, pág. 84. También en Palma, Tradiciones, pág. 1234 y Blume en BCP 9**, pág. 180. Nótese igualmente la asociación entre pulpería y esquina en Vallejo, Obra poética, pág. 213: "desde la pulpería de una esquina cualquiera".

2.

Véase el capítulo titulado "La pulpería" en Estampas limeñas, págs. 104-108.

3.

Historia general del Perú, libro VI, capítulo XX (tomo III, pág. 62 de la edición Rosenblat).

4.

Diccionario elimolójico, s. v.

5.

Diccionario crítico etimológico, s. v. pulpa.

de pulpa de tamarindo se llama en Cuba pulpero y en otros hechos semejantes. Pero el uso cubano es reciente, y no puede explicar aquellos documentados desde el siglo XVI. Desde el siglo XVI, en cambio, hay en Méjico pulquerías, o sea establecimientos dedicados a la venta del pulque 'bebida alcohólica hecha del maguey'. Rosenblat creía que el origen de la pulpería americana está en la pulquería mejicana, difundida por los españoles en su camino hacia el sur. Naturalmente, donde no había agave o maguey —ni, por lo tanto, pulque— la pulquería vendía chicha o bebidas semejantes. Luego, al faltar la asociación con pulque, por etimología popular puede haberse asociado pulquería a palabras como pulpa, lo cual explicaría el trueque de k por p 1. Siguiendo la hipótesis de Rosenblat, es interesante anotar que en Méjico, donde la pulquería original se conserva con el vigor de lo propio 2, no se conoce la pulpería, casi general en el resto de América. Pero esta hipótesis aun siendo propuesta por mi maestro Rosenblat resulta demasiado complicada.

360  

PUNTA Partiendo de punta 'extremo agudo' se formó en castellano la expresión hacer punta 'ser el primero de un grupo en movimiento'; la frase se aplicó luego a las reses que se adelantaban al resto del rebaño, casi siempre intentando huir. Por eso punta tomó el sentido de 'pequeña porción de ganado que se separa del hato o rebaño'. Este uso se documenta en España a principios del siglo XVIII 3 y se conserva en Salamanca y en América 4.

1.

Véase el Glosario de voces indígenas, apéndice al tomo III de su edición de la Historia general del Perú del Inca, s. v. pulpero; también Buenas y malas palabras, págs. 250-252.

2.

Pulque se documenta en Méjico desde 1529.

3.

Concolorcorvo usa sistemáticamente "punta o pelotón" para referirse a grupos de muías (El lazarillo de ciegos caminantes, págs. 118, 124, 125). Es interesante señalar, de paso, que además de pelotón usa los términos militares destacamento, tropa y batallón para referirse a grupos de dichas bestias de carga (íd. pág. 125).

4.

Véase "una punta de toros" en Valle Inclán, Tirano Banderas, pág. 125; "puntas de carneros" en Ribeyro, Crónica de San Gabriel, pág. 182. En Alegría, Los perros hambrientos: "punta de reses" (93), "punta de vacas o yeguas" (61, 92), "punta de arreo" (66), "punta de ganado" (148).

Punta de ganado 1, o simplemente punta, es un uso americano viejo 2 y todavía muy vivo desde Méjico hasta la Argentina, el Perú incluido. Repuntar 'juntar las reses que se han separado del rebaño' 3 se conoce en la Argentina, Chile y el interior del Perú, donde repunte es 'rodeo' y repuntero 'peón que hace el rodeo' 4. De punta 'hato o rebaño pequeño' surge a su vez el uso figurado, igualmente americano, de punta 'buen número, cantidad apreciable' ("le robó una punta de libros", etc.). En sus ediciones de 1984 y 1992 el Diccionario de la Academia incluyía una punta de como expresión familiar americana "que pondera la abundancia de algo". Esta locución ha sido retirada en la edición de 2001. Es asimismo característica del español de América la expresión adverbial a punta de por a fuerza de ("me curé a punta de inyecciones", "lo consiguió a punta de influencias", etc.). Este uso 5 se debe a extensión de expresiones de la lengua general tales como a punta de lanza 'con rigor': aunque en este caso está todavía presente en punta la imagen de 'extremo agudo', ha pasado ya a primer plano el sentido de 'instrumento, medio'.

361  

La expresión a punta de choca a Fernando Lázaro Carreter. En uno de sus dardos, dirigido en parte contra quienes confunden incidente con accidente, comenta: "En caso de ser oídos, sí que darían lugar a incidentes los calificativos con que millones de hispano-hablantes bien avenidos con el idioma distinguen a quienes les provocan a punta de micro o de tecla (no tienen punta, lo sé, pero tampoco las pistolas y, sin embargo, es sandez que se lleva mucho)".6

Afirmación que es prueba plena de que locuciones como a punta de pistola se están difundiento últimamente en España. En efecto el DRAE 2001 ya da a punta de lanza y a punta de pala como expresiones de la lengua general.

1.

En el portugués del Brasil, análogamente, ponta de gado.

2.

Cfr. punta de ganado en Bolívar, Obras, I, 436 y en Hildebrandt, La lengua de Bolívar, 256 (t. Léxico de Bolívar, pág. 464-465). Punta de ganado también en C. Palma, Crónicas, pág. 111.

3.

Repuntar 'subir las aguas' (véase) es palabra distinta.

4.

Véase repuntero en Alegría, Los perros hambrientos, págs. 19, 67 y Vocabulario anexo, s. v. Repuntero también en La serpiente de oro, 71, 231, 232, 234, 236. En Diez Canseco se documenta repunta como equivalente de punta (véase Estampas mulatas, págs. 53, 92 y 97; punta en íd. íd. 92).

5.

Véase a punta de en Bryce, Un mundo para Julius, pág. 51.

6.

El dardo en la palabra, pág. 640. (El subrayado no es del autor).

QUINCHA En el Perú, el sur de Colombia, Bolivia, Chile y el norte Argentino se llama quincha 1, quincho o quinche el encañado o trabazón de cañas y barro con que se construyen paredes y techos 2. Según la opinión más aceptada, quincha viene del quechua kkincha o kkencha 'empalizada' 3; para Corominas, sin embargo, queda pendiente la posibilidad de que se trate de un castellanismo temprano del quechua 4. Quinchar 'levantar paredes de quincha' 5, cuya admisión por la Academia solicitó Palma 6, casi no se oye ya en Lima, tal vez por abandono del procedimiento mismo. La quincha fue, junto con el adobe, el material de construcción por excelencia en la Lima virreinal y republicana hasta principios del siglo XX. Dice Héctor Velarde: "... la arquitectura colonial de Lima es inconfundible, original, llena de una gracia y de una melancolía que la hace suave como su clima, leve como su quincha y honda como su tierra" 7.

362  

La quincha y el adobe han sido despreciados en Lima desde hace casi un siglo como material de construcción "innoble" (lo único "noble" es el ladrillo).

1.

Véase el plural quinchas, menos usado, en Gálvez, Estampas limeñas, pág. 168.

2.

El uso llega hasta Venezuela, pero en la zona del Caribe lo general es bahareque o bajareque. Quincha ha pasado tardíamente al Uruguay y al portugués del Brasil.

3.

En el Vocabulario de González Holguín: "Quincha. Cañizo, seto o barrera", con varios derivados y usos metafóricos (pág. 302a).

4.

Tal vez en relación con el portugués quinchoso 'campo cercado' (que se debe a alteración de conchoso). Véase Diccionario crítico etimológico, s. v.

5.

Cfr. quinchar en Alegría, La serpiente de oro, pág. 60. En el Ecuador enquinchar es 'cercar con una empalizada'.

6.

Véase Neologismos y americanismos, s. v.

7.

Obras completas, vol. 4, pág. 251; véase también íd. íd. págs. 240, 241, 254, 259, etc.

En cuanto a la palabra misma, esta tiene hoy más vida —expresada en derivados, modismos y usos metafóricos— en Chile y la Argentina. Quinchal se llama en Chile un ronzal de bueyes que se ata a la quincha del rancho o de la carreta. En el norte argentino se llama quinchada a la damajuana, por analogía entre el tejido de mimbre que la protege y la quincha; en otras partes quinchado, en uso sustantivo, equivale a quincha y se llama quinchador al que la fabrica. En La Rioja quinchazo es la serenata que se da junto a la quincha del rancho. En Chile se dice de una reunión bulliciosa que es de pata en quincha, por la costumbre de los bailarines de apostar a quién pone el pie más alto en la pared de quincha. Hay un modismo peruano que a primera vista parece formado sobre quincha 'pared de cañas y barro': es caerle (a uno) la quincha 'ser anonadado por la desgracia o suerte adversa' 1. Pero esta quincha viene, al parecer, del quechua kkhencha 'destino, fatalidad, mala suerte' 2; en Arequipa quencha es equivalente de salado 3 en su sentido de 'que tiene, o trae, mala suerte' (véase sal en este volumen).

363  

QUIÑAR En el Perú quiñar tiene el sentido de 'desportillar, descantillar, astillar'; específicamente es 'herir con la púa de un trompo la cabeza de otro'. Con análogos significados se usa el término en Chile, Bolivia, el norte argentino, Ecuador y parte de Colombia; llega hasta Venezuela (en la forma despalatalizada quiniar), Puerto Rico y Panamá. Quiñar ha desarrollado diversos usos metafóricos. En Chile es 'dar empellones'; en Arequipa es 'embutir apretujando' y, en la forma pronominal, 'introducirse por la fuerza en un recinto' 4. Más alejados semánticamente están el puertorriqueño quiñarse 'chasquearse, fracasar' y el venezolano quiniarse 'enfrentarse'.

1.

Véase caer la quincha en Sofocleto, Sofonetos, pág. 53.

2.

Véase kencha 'mala suerte' en Camino Calderón, Diccionario folklórico, págs. 161-162. |

3.

Un ejemplo de Miguel Angel Ugarte: "no agarres las palomas que son quencha" (Arequipeñismos, s. v.).

4.

Cfr. Miguel Angel Ugarte, ob. cit. s. v.

Entre los derivados pueden mencionarse: quiñe 'púa del trompo' (en Bolivia) y 'huella de la púa' en el Perú 1 y otras regiones (también espolón del gallo' en Bolivia y 'puñetazo' en Riohacha, Colombia); quiña, quiñada o quiñadura 'acción o efecto de quiñar' en diversas partes de América; quiño 'golpe' en el interior del Perú 2; quiñado se aplica adjetivamente al trompo desportillado o señalado por la púa del contrario, y en el Perú y Chile también a quien tiene cicatrices de viruela 3; quiñador es, curiosamente, el 'trompo que recibe los golpes de los otros' en Colombia (ser el trompo quiñador equivale a ser la cabeza de turco o el chivo expiatorio); quiñazo es 'golpe dado con el trompo' y en Chile, por extensión, 'empellón, encontrón'; requiñar es volver a quiñar' en el juego del trompo o en el de las bolitas o canicas. En cuanto a la etimología de quiñar, se le considera tradicionalmonte como derivado del quechua kíñay 'agujerear algo quebradizo', 'hender', 'dejar huella al golpear' 4. En efecto, el Vocabulario de González Holguín consigna qquiñuni 'agujerear cosa quebradiza' y el Vocabulario aimara de Bertonio da coincidentemente las formas reduplicadas kiñakiña (o quenaquena) 'agujereado' 6. La misma raíz parece estar presente en diversas voces consignadas en el —más antiguo— Lexicón de Fray Domingo de Santo Tomás 7.

364  

La edición de 2001 del Diccionario académico registra como uso panameño y sudamericano quiñar, del quechua k'iñay 'hender', con el significado de "dar golpes con la púa del trompo"; una segunda acepción, restringida al Perú y Bolivia, es la de "desportillar, descantillar, astillar". También da quiñazo, con la acepción de "cachada [golpe que dan los muchachos con el hierro del trompo en la cabeza de otro trompo]" y las de "agujero que hace la púa del trompo", "golpe de mala suerte" y "encontrón, empujón".

1.

Véase "mujeres con quiñes, como si fueran trompos... ¡ni de vainas!" (en Diez Canseco, Estampas mulatas, pág. 123). Véase también quiñes en íd. íd. 118, 119, 126.

2.

Cfr. quiño en Alegría, La serpiente de oro, pág. 133; quiños en González Prada, Letrillas, pág. 166.

3.

Véase "quiñado de viruelas" en Clemente Palma, Crónicas de Corrales, pág. 170. El quiñado como apodo en íd. íd. 180. Hoy en Lima se prefiere con este sentido borrado (véase antes este término).

4.

La coincidencia con el bable de Occidente quiñe 'golpe de peonza' no ha sido estudiada.

5.

Pág. 310b.

6.

Pág. 29b de la Primera Parte.

7.

Por ejemplo lliquini 'romper por la mitad o sacando parte, despedazar' y paquini 'quebrar' (págs. 204, 309, 336).

RAJAR El el habla familiar del Perú rajar es 'criticar en ausencia, desacreditar, censurar, hablar mal de alguien' l. Raje 2 o rajadera es la maledicencia, murmuración, crítica solapada o chisme; rajón o rajona es la persona criticona, murmuradora o chismosa; en replana se documentan la forma derivada rajanya y la compuesta rajatablas como sinónimos de rajón. En una letrilla titulada "Lirismo" (de 1894) Federico Blume hace un comentario sobre sus propias charlas de café: "Y rajamos de los reyes y hablamos de garantías y de otras mil poesías como derechos y leyes" 3.

Los usos peruanos de rajar 4 se conocen también en Chile y Bolivia; en Colombia rajar tiene el sentido muy próximo de 'calumniar'. Estas acepciones americanas están sin duda en relación con otras peninsulares semejantes: el andaluz rajado 'demasiado libre en sus expresiones', el navarro rajar "hablar

365  

mucho y sin descanso' (rajatablas equivale a charlatán) y el hoy poco usado rajar 'contar muchas mentiras, especialmente para jactarse de valiente' 5 que consignaba Autoridades. En Los eruditos a la violeta del José Cadalso (siglo XVIII) se documenta el paso del sentido literal de rajar 'hender' al metafórico de 'criticar':

1.

También se conoce el uso en la costa del Ecuador. Rajar con el sentido de 'vencer, apabullar' aparece como peruanismo en el Diccionario de americanismos de Malaret: no es usual, por lo menos en Lima; véase la acepción próxima 'dar una paliza' en Sofocleto en dos columnas, pág. 75.

2.

La frase hecha no es raje, es comentario se emplea, con matiz humorístico, precediendo a una observación de tipo negativo sobre alguien ausente.

3.

Sal y pimienta, pág. 33.

4.

Véanse otros usos de Blume en ob. cit. págs. 50, 214, 229, 298; Gamarra, Rasgos, 128; Diez Canseco, Duque, 106; Camino Calderón, Diccionario folklórico, 119, 185, 189 (aquí el uso transitivo, menos frecuente: "nadie lo alaba, pero tampoco nadie lo raja") y Cuentos de la costa, 33; Vargas Llosa, La casa verde, 83 y Los cachorros, 101 (uso transitivo: "lo rajaban"). Rajonas 'chismosas' en íd. íd. pág. 65; Sofocleto en dos columnas, pág. 14.

5.

Acepción que, según Corominas, podría tener relación con el portugués rallar 'reprender en voz alta' y 'conversar amigablemente'. Rajar es voz tardía y de origen incierto en castellano (véase Diccionario crítico etimológico, s. v.). "¿Qué os parece que es la poesía? ¿Habéis creído acaso que sea una facultad digna de que la cultiven los mayores ingenios? ¿Acaso hace fuerza que algunos de los primeros filósofos, historiadores y legisladores hayan escrito sus sistemas, sus anales y sus preceptos en verso? ¿Os espantaréis por eso, y pronunciaréis con algún aprecio los nombres y obras de los principales poetas? Desechad esta pusilanimidad y aprended de mí a rajar de alto abajo y hacer astillas todo el monte Parnaso" 1.

Es también uso peruano el de rajarse 'esforzarse al máximum'. "¡Nadie se rajaba!" exclama un personaje de Enrique Congrains, lamentando la falta de cooperación de los miembros de un equipo de fútbol 2. Rajarse con un obsequio o agasajo es quedar como espléndido. El uso se conoce también en Chile, Puerto Rico y la América Central, regiones en que rajón es 'dadivoso' (rajonada es 'ostentación' en otras partes; en Andalucía rajado es también 'generoso' y en Extremadura se emplea, con análogo sentido, rajoso). Puede ser antecedente de estos usos la expresión hacerse rajas 'esforzarse al máximum' que se documenta en Cervantes 3 y Góngora 4. Rajar, como se ha visto, tiene en América gran riqueza de usos figurados . Aparte de los ya citados son importantes rajar o dar el raje 'echar', 'despedir' (Argentina); rajar o rajarse 'escapar, huir, salir oculta o precipitadamente de un lugar' (Argentina, Bolivia, Cuba, República Dominicana); rajarse 'desdecirse, 5

366  

retractarse', 'volverse atrás, no cumplir un compromiso', uso popular en la Península 6 y algo extendido en América (la Central, Méjico, Cuba); rajar 'derrotar, arruinar' (Puerto Rico), 'reprobar en un examen'

1.

Cartas marruecas. Los eruditos a la violeta, pág. 322.

2.

Lima, hora cero, pág. 137. Véase también rajarse 'esforzarse' en Sofocleto al pie de la letra, pág. 29.

3.

Véase "se hazían rajas bailando" en La ilustre fregona (citado por Fernández Gómez, Vocabulario de Cervantes, s. v. raja).

4.

Cfr. "se hizo rajas en servicio suyo" (citado por Alemany, Vocabulario, s. v. raja).

5.

Rajarse 'chasquearse, errar', que incluye el Diccionario de Garzón, ha caído en desuso en la Argentina; otros lexicógrafos lo consignan como uso de Colombia y Nicaragua.

6.

Lo emplea Casares: "He sido yo quien se ha rajado (este verbo popular y, si se quiere, algo chulo, acaba de ingresar en el léxico académico); he sido yo, digo, quien ha desistido..." (Novedades, pág. 153).

(Colombia y Chile); rajarse 'emborracharse' (Puerto Rico) 1. En la edición de 1992 del Diccionario de la Academia se incluían dos artículos distintos: rajar 1, del latín radiare 'hender', que en su forma pronominal teníe la acepción figurada y familiar de 'volverse atrás', 'acobardarse, desistir' y rajar 2, del latín *radulare 'rallar', que tenía las acepciones de 'mentir mucho por jactancia', 'hablar mucho' y como tercera, americana, 'hablar mal de uno, desacreditarlo'. Sin embargo, en la edición de 2001 solo se presenta un artículo de rajar con la etimología "cruce de rachar y ajar".

RANCHO En casi toda la América hispana (también en el portugués del sur del Brasil) rancho designa la 'vivienda rural pobre' 2. En Caracas los ranchos están en los cerros de la periferia de la urbe y equivalen a las barriadas limeñas, llamadas eufemísticamente pueblos jóvenes (algunos tienen casi un siglo de existencia) o, más recientemente, asentamientos humanos. En el castellano de los Siglos de Oro rancho designaba cualquier vivienda provisional y también el lugar donde se instalaban temporalmente soldados, marineros, segadores, gitanos, maleantes o simples viajeros.

367  

Durante la conquista de América se aplicó el nombre a las viviendas indígenas; la palabra, junto con su derivado ranchería 3,

1.

Otros derivados americanos de rajar son rajón 'valentón' en Costa Rica y Méjico (en ese país rajón es también 'el que se retracta cobardemente') y rajonada 'bravuconada, fanfarronada'; rajonear es 'fanfarronear' en Nicaragua. Rajazón es 'desaprobación masiva de estudiantes' en Chile (equivale a nuestra jaladera; véase antes jalar) y raje es 'huida' en la Argentina.

2.

Véase un uso del siglo XVIII en Concolorcorvo, El lazarillo de ciegos caminantes, págs. 84, 305.

3.

En la Tasa de la visita general de Francisco de Toledo (siglo XVI, pág. 252) se lee: "Estando el virrey don Francisco de Toledo en la ciudad de Arequipa [...] mandó visitar y empadronar todos los yanaconas que en la dicha ciudad y sus rancherías y arrabales había que no pagaban tasa y estaban en servicio de españoles...". En otras partes se prefiere rancherío. En la Argentina se documenta ranchería como 'corralón anexo a un convento' que sirve de vivienda a la servidumbre; en San Luis ranchería alterna con rancherío en el sentido de 'conjunto de ranchos'. Antonio de Ulloa y Jorge Juan usan rancherío para designar las viviendas de los esclavos pescadores de perlas en el Caribe (véase Noticias secretas de América, siglo XVIII, pág. 148).

fue difundiéndose y arraigándose en este continente a medida que se iba anticuando (con el sentido de 'vivienda') en la Península 1. En el Perú y Chile ranchería es el 'conjunto de las viviendas de los peones en la periferia de las haciendas'. En la lengua general rancho es hoy 'comida que toman juntos los soldados, marineros o presos' 2. Según Corominas, rancho es postverbal de rancharse o ranchearse 'alojarse', término soldadesco tomado del francés se ranger 3 'arreglarse', 'instalarse en un lugar' (véase arranchar). Rancho se ha usado mucho en el Perú para designar la vivienda cómoda, y aun lujosa, edificada en un balneario. Gálvez recuerda los ranchos chorrillanos de fines del siglo XIX y principios del XX, adornados con estatuas de mármol y amoblados con lujo, piano incluido 4. Este uso paradójico se explica por la idea común de 'no permanencia, temporalidad' presente en los significados tradicionales y en el peruano de 'vivienda de verano en un balneario'. El contenido semántico de rancho se amplía o se restringe en sus diversos usos americanos. En Méjico llega a abarcar toda una hacienda ganadera (con este sentido, y en la forma ranch, ha pasado al inglés de los Estados Unidos), en tanto que el uso colombiano y puertorriqueño lo hace sinónimo de ramada o

368  

cobertizo (sin paredes); en Méjico ranchita es 'habitación pequeña y posterior' de una casa. Ranchera es, también en Méjico, una 'canción popular' muy difundida en toda América y, en la Argentina, una danza del litoral;

1.

Se conserva, con este sentido u otros cercanos, en algunas hablas regionales: en Andalucía es 'cortijillo', 'delantera de una casa de huerta', 'lugar donde se carbonea' y 'espado despejado de terreno'; ranchal es 'terreno de monte quemado' y ranchero 'dueño o colono de un cortijillo'; estar hecho un ranchero es 'estar mugriento' (véase Alcalá Venceslada, Vocabulario andaluz, s. v.). En La Rioja rancho es 'corral donde se hace la esquila' (véase Goicoechea, Vocabulario riojano, s. v.). En Galicia, 'casa pequeña o sencilla'.

2.

Acepción que registra ya la edición de 1817 del Diccionario de la Academia y sale de una anterior 'reunión de personas que comen juntas'.

3.

Derivado de rang 'hilera', que a su vez viene del germánico ring 'círculo de gente' (la idea subyace en la acepción 'reunión de personas que comen juntas', las cuales suelen sentarse en el suelo formando círculo cuando lo hacen en el campo).

4.

Véase Una Lima que se va, págs. 154, 155, 156, 158, 160 y 173. Véase también Martín Adán, La casa de cartón, págs. 39, 51, 64. Los lujosos ranchos de los balnearios de moda podían estar rodeados de modestas rancherías: véase Gálvez, ob. cit. pág. 159.

en Puerto Rico es equivalente despectivo de rancho, y sinónimo de camioneta para pasajeros en otras partes de América. Ranchero ha llegado a tomar en Méjico los sentidos peyorativos de 'apocado', 'cerril' y 'ridículo'. En la América Central ranchada es una 'canoa con toldo de hojas': aquí está presente la imagen del techo del rancho; el material de que usualmente se hace lo está en el uso argentino de rancho o rancho de paja 'sombrero de paja rígida de copa chata' 1. Ranchear es en la pampa argentina 'andar de juerga de rancho en rancho'; en la provincia de La Rioja ranchar es 'pasear' 2. En cuanto a modismos, hacer rancho aparte es en varias regiones de América 'independizarse, instalarse en casa propia'. Palma usa la expresión (con el verbo formar en vez de hacer y el sentido general y metafórico de 'aislarse de un grupo') al relatar su encuentro en Madrid con el limeño don Juan de la Pezuela, conde de Cheste, entonces Director de la Real Academia Española: "El noble anciano me estrechó entonces entre sus brazos, y durante media hora formamos lo que se llama rancho aparte" 3.

Palma usa también la expresión (ser) amigos de cama y rancho (por amigos de cama y mesa o de uña y carne), la cual no parece haber sido usual en el Perú 4.

369  

En la Argentina lloverse el rancho tiene el sentido de 'caer la desgracia sobre una familia' y equivale a nuestro caerle la quincha (véase antes quincha). En Chile se dice al rancho viejo nunca le faltan goteras para expresar que los achaques son inevitables en la ancianidad. El refrán cada corancho 5 en su rancho equivale, en algunas regiones del Perú, a cada gallo [canta] en su corral.

1.

Que en Venezuela se llama, por la misma razón, pajilla (en el Perú, sarita, en recuerdo de Sarah Bernhardt, quien la usó, causando sensación, en Lima).

2.

En la selva peruana ranchar(se) es 'ponerse amarillo'; véase Tovar, Vocabulario del Oriente peruano, s. v.

3.

Tradiciones, pág. 1356. Véase un uso inesperado de Rafael Alberti: "Dalí, incorporado al grupo por aquellos días, mas para hacer pronto rancho aparte..." (La arboleda perdida, pág. 222).

4.

Ob. cit. pág. 1073.

5.

El corancho, carancho o calancho es una especie de buho (véase Foley, Léxico del Perú, fascículo 6, s. v.).

RANGALIDO En el habla familiar limeña rangalido es el que muestra signos de pobreza en la ropa raída y aun, por extensión, en el semblante macilento o en la expresión apocada. Rangalido puede equivaler a pobrete, pobre diablo, pero sin duda no aplicaríamos el término a un mendigo. En el Ecuador, en cambio, rangalido es definidamente 'pobre, menesteroso', 'andrajoso' y aun 'sucio'. Estos matices están presentes en Matalaché, novela "retaguardista" ambientada en Piura, tan cercana geográfica y lingüísticamente al Ecuador. Dice una esclava a la protagonista: "Aquí onde usté me ve, así tan rangalida, sé muchas cosita [sic] pa entretené, niña..." 1.

Y otra esclava, a la misma María Luz: "... todos, hija, por más rangalidos que siamos, tenemos siempre una cosita que se nos atraganta y nos escarbajea a l'ora del gusto..." 2.

Aunque una primera impresión puede asociar rangalido a rango 'clase, categoría', parece ser otro el origen de este americanismo. En el Ecuador y Colombia se usa hoy rango o ranga por rocín, matalón, 'caballo viejo o flaco' y, figuradamente, 'hombre inútil o de poco valer', 'torpe', 'tonto' 3. Pero el sentido

370  

original de rango, ranga era el de 'cojo', referido a las caballerías: rango 'cojo' es variante 4 de rengo, a su vez forma americana y dialectal de renco 5.

1.

Págs. 46-47.

2.

Pág. 142. Véase también, del mismo autor, De la tierra brava, pág. 122 y Diez Canseco, Estampas mulatas, pág. 110. Una variante piurana es rengalido, que además presenta cambios semánticos: 'triste, escuálido' y también 'torcido', 'tramposo'. (Véase Puig, Breve diccionario folklórico piurano, s. v.).

3.

En Colombia alterna con este rango la forma de sufijo átono rángano; coincidentemente, en la selva del norte del Perú rangacho es "basto, ordinario' (véase Tovar, Vocabulario del Oriente peruano, s. v.).

4.

Que conserva la a del étimo germánico (véase Corominas, Diccionario crítico etimológico, s. v. renco); la conservan igualmente el navarro ranquear por renquear y el asturiano ranquitu 'cojo, derrengado'. Ranco, la forma etimológica, se hizo renco (hoy la forma del español general) y rengo (la variante americana, dialectal en la Península) por contaminación con derrengar, voz de diferente origen (en relación con el latín renes 'riñones'; véase Corominas, ob. cit. s. v. derrengar).

5.

En América rengo (o, forma menos usada, renco) ha ampliado su sentido hasta hacerse equivalente de cojo en general (en España renco es solo el 'cojo de la cadera').

Rangalido parece resultar, pues, de un cruce de ranga 'hombre de poco valer' y desvalido. El cruce debió de realizarse en el Ecuador, única región en que coexisten los usos mencionados de ranga y rangalido. Al extenderse hasta el Perú, rangalido fue sin duda atenuando su significación original. El DRAE 2001 no consigna rangalido. El Diccionario Vox daba ya en 1987 como 'mugriento' en el Perú y Ecuador y como 'flaco y de mal aspecto', (referido a caballerías) en el Ecuador.

RAZA En el habla familiar y popular del Perú es muy vivo el uso de raza con los sentidos de 'desvergüenza, frescura', 'abuso de confianza', concha, pechuga (véase antes esta voz). En La ciudad y los perros, por ejemplo, un compañero dice, mientras enseña a bailar al protagonista:

371  

"Ahora tienes que acostumbrarte a llevar a tu pareja como se debe. No tengas miedo, la chica seda cuenta ahí mismo. Plántale la mano encima, fuerte, con raza" 1.

Sofocleto hace decir a Damocles, en carta al tirano Dionisio después del incidente de la espada: "... tienes la raza de proponerme que hagamos el truco de nuevo, pero con hacha y colgada de un alambrito..." 2.

La usadísima exclamación ¡qué tal raza! expresa en el lenguaje coloquial peruano viva protesta o airado rechazo. En Los cachorros los compañeros de Cuéllar están quejosos de los privilegios que se le han acordado: "Desde el accidente te soban ['adulan'], le decíamos, no sabías nada de quebrados y, ¡qué tal raza! te pusieron dieciséis" 3.

1.

Pág. 143.

2.

Sofocleto al pie de la letra, pág. 37.

3.

Ob. cit. pág. 31. Véase también ¡qué tal raza! en Vargas Llosa, Conversación en La Catedral, I, 90 y II, 238; Bryce, Un mundo para Julius, 93 y Sofocleto al pie de la letra, 71.

Se usan también en el Perú los derivados razudo y enrazado 1. El primero viene a ser equivalente de 'fresco', 'caradura', 'abusivo', conchudo 2. El segundo, en cambio, tiene los matices positivos de 'valeroso', 'tenaz en la lucha', 'desafiante'. Estos usos peruanos parecen recientes: no los consignan lexicógrafos como Arona, Palma o Tovar, ni al parecer se documentan en costumbristas como Segura, Gamarra o Clemente Palma. Tienen, por otra parte, una enigmática trayectoria semántica, pues hoy no se percibe ninguna relación entre raza 'frescura, abuso' y raza 'grupo étnico'. La exclamación ¡qué tal raza! puede referirse con la misma naturalidad a miembros de cualquier grupo racial o mestizaje, y el calificativo de razudo, lo mismo que el de enrazado, se aplica solo en función de características sicológicas o morales. La independencia entre ambos sentidos de raza aun da pie al juego de palabras. Sofocleto, por ejemplo, se queja de que un funcionario, "con una raza que no tienen ni los escandinavos" 3, ha subido el precio del café; al relatar las proezas comerciales, no siempre santas, de un grupo indígena ecuatoriano que nos visitó, concluye: "La raza de los otavalos... ¡qué tal raza!" 4.

372  

Según Corominas, el castellano raza representa la confusión (o contaminación) de dos palabras distintas. La primera es el castizo raza, del plural latino radia 'rayos' (se decía raza de sol por rayo(s) del sol), que tuvo el sentido de 'parte rala de un paño' (porque dejaba pasar la luz), luego el de 'defecto en una tela' (extendido a los de la loza, animales y personas) y, por último, el de 'culpa, falta' 5. La segunda es el italianismo raza, del latín ratio en su acepción de 'índole, especie', difundido en el castellano a lo largo del siglo XVI y muy empleado, en expresiones negativas, en relación con la llamada limpieza de sangre (no tener raza era lo mismo que ser cristiano viejo). Este uso vino a coincidir con el sentido de 'defecto, culpa' que había desarrollado el castizo raza, hoy desusado 6.

1.

En Colombia se usa enrazado por 'mestizo'.

2.

Cfr. Sofocleto, ob. cit. 49: "cosa que le parecía altamente razuda".

3.

Sofocleto en dos columnas, pág. 108.

4.

Íd. íd. pág. 102.

5.

Ejemplificado con pesimismo en el dicho ni mujer sin tacha ni mula sin raza.

6.

Véase Diccionario crítico etimológico, s. v.

Pero no se ve ningún nexo semántico entre esas diversas y convergentes acepciones y los usos peruanos de raza, consustanciados con nuestra sempiterna protesta indignada ante el abuso y con el inabdicable derecho de pataleo.

RECESO Receso (del latín recessus 'alejamiento, retirada') se documenta en castellano desde el siglo XVI con el sentido, hoy no vigente, de 'separación, apartamiento, desvío'. Más tarde su derivado recesivo se aplicó en biología a los caracteres hereditarios latentes que pueden reaparecer en subsiguientes generaciones 1. Pero en gran parte en América receso es término de uso general con el sentido de 'intervalo entre dos legislaturas'. En el Perú, Argentina, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Guatemala y Méjico se dice habitualmente que el Congreso entró en receso o está en receso. En Méjico recesar, intransitivo, tiene el sentido de 'cesar [el Congreso] en sus funciones'. En el Perú recesar, transitivo, tiene el sentido de 'suspender', 'clausurar' referido a la función del Poder Legislativo.

373  

Receso y recesar, además, han extendido su uso fuera del recinto parlamentario; en el Perú y la Argentina se pueden recesar las universidades 2 y otras instituciones pedagógicas. Y Clemente Palma llega a hablar, humorísticamente, de "un horno apagado, un horno en receso" 3. Los usos americanos de receso son de origen inglés y datan de principios del siglo XIX: fue entonces cuando el español receso se tiñó de los matices políticos desarrollados antes por el inglés recess, que tiene el mismo étimo latino. El uso americano de receso se documenta ya en una carta de Bolívar de noviembre de 1819, en la que dice a Santander: "Voy

1.

Hoy se aplica también, en Economía, a lo que tiende a producir recesión o la provoca.

2.

Véase receso referido a la Universidad de San Marcos en Luis Alberto Sánchez, Testimonio personal, I, págs. 150, 151 y 191. Sánchez usa el derivado recesista 'partidario del receso' de dicha casa de estudios en íd. íd. 150, 151, 191.

3.

Véase Crónicas de Corrales, pág. 59.

resuelto a dar mi dimisión si el Congreso no se pone en receso por todo el año próximo" 1. Hoy en Venezuela receso tiene también el sentido de 'recreo escolar', 'período de descanso entre dos clases' (que tiene también el inglés recess). Los usos americanos de receso 2 constituyen valioso testimonio de la profunda influencia que ejercieron las instituciones parlamentarias anglosajonas en la América hispana que empezaba a consolidarse en repúblicas independientes 3 , así como también de la perdurabilidad de dicha influencia. A partir de su edición de 1970 (ver el Suplemento) el Diccionario de la Academia consigna las acepciones americanas del anglicismo receso y de su derivado, circunscrito a América, recesar.

RECIÉN El adverbio recién resulta de reducción del adjetivo reciente 4 que tuvo, desde la Edad Media, una función adverbial colateral ejercida cuando precedía a participios pasados (reciente nacido, etc.). Como en esas frases ambos elementos estaban íntimamente ligados, el primero acabó por apocoparse; surgieron así expresiones como recién nacido, recién llegado, recién casado.

374  

Este tipo de usos representa hoy el único empleo lícito de recién en el español general; dicho uso puede ampliarse hasta incluir otros análogos (documentados ocasionalmente desde los clásicos) en los que un adjetivo o sustantivo es el segundo elemento: recién libre, recién viuda, recién monja, recién ministro 5.

1.

Obras, I, pág. 402 y Hildebrandt, La lengua de Bolívar, 155-156 (t. Léxico de Bolívar, pág. 391).

2.

Véase un uso extremo de García Márquez: "Era la primera vez que hacía el amor en más de veinte años, y lo había hecho embargada por la curiosidad de sentir cómo podía ser a su edad después de un receso tan prolongado..." (El amor en los tiempos del cólera, 463).

3.

Receso se documenta ya en la Constitución peruana de 1834 (art. 46).

4.

Del latín recens, -tis 'nuevo, fresco, reciente'.

5.

Recién cristiana en el Diario de Lima de los Mugaburu, págs. 49-50; recién viejas en Caviedes (BCP 5, pág. 269); "recién independiente" en Bolívar, Obras, II, 237.

Pero en gran parte de América, desde principios del siglo XIX, recién ha sobrepasado grandemente esas funciones: puede modificar a un verbo ("recién se ha dormido") o a un adverbio ("recién ayer lo supo") con los sentidos respectivos de 'hace un momento' (véase enantes) y 'solo entonces, no antes'. También puede expresar la idea de 'inmediatamente después' (de otra acción): "lo vi recién desembarcó". A veces resulta redundante o, más bien, enfático: "recién acabo de comer". En algunos casos se percibe un matiz negativo que implica que la acción ha podido o debido realizarse antes: "recién ha pasado a tercer año", "¿recién llegas?". En el Perú y la Argentina recién puede usarse aun con verbos en futuro: "recién el lunes me contestará". Estos usos no generales de recién, que se han creído de origen rioplatense, tienen gran extensión americana 1. Son generales en la Argentina, Uruguay, Chile, el Perú, Bolivia y Ecuador (en estos países se usa asimismo el intensivo y afectivo reciencito) pero también se dan, esporádica o parcialmente, en el Paraguay, Colombia, Venezuela 2, Santo Domingo, Costa Rica, Guatemala y Méjico. Aunque largamente criticados por gramáticos y puristas 3, los usos americanos de recién están tan firmemente arraigados en la Argentina y el Perú que rebasan el nivel de la lengua familiar, llegan al de la lengua literaria y aun resultan insustituibles para algunos de nuestros mejores escritores 4.

375  

La edición de 2001 del Diccionario de la Academia registra tres usos de recién: como adverbio temporal con el sentido general de 'recientemente' (con la indicación "En América, u. t. antepuesto al verbo en forma conjugada. Recién lo vi entrar en el cine"),

1.

Valle Inclán usa deliberadamente recién en Tirano Banderas (págs. 15, 125, 140, 160). Recién 'hace poco' se usa también en la provincia española de La Rioja.

2.

Véase Rosenblat, Buenas y malas palabras, págs. 432-433.

3.

Por ejemplo Bello (BDHA, VI, pág. 70); Cuervo (Apuntaciones, parágrafo 400; en Obras, I, 423-424); Arona (Diccionario de peruanismos, s. v.); Capdevila (Despeñaderos del habla, págs. 44-45).

4.

Entre ellos Borges, Cortázar, Vallejo, Alegría y Vargas Llosa. Véase este uso extremo de Borges: "la desvelada noche que referí es de 1897 recién" (Evaristo Carriego, en Obras, 117). Y este de Vallejo: "Oh, Dios mío, recién a ti me llego" (Obra poética, pág. 127; véase también Novelas, pág. 100). Un uso de Alegría en La serpiente de oro, pág. 116. De Cortázar en Rayuela, págs. 124, 173; Final del juego, 48, 125; Todos los fuegos el fuego, 53; Las armas secretas, 30. De Vargas Llosa en Conversación en La Catedral, I, 281, 343, 363 y II, 44, 122.

como adverbio de cantidad con el sentido americano de 'apenas, escasamente' y como conjunción temporal con el sentido —también americano— de 'apenas, en cuanto'.

REFACCIONAR Refaccionar por reparar, restaurar es general en el Perú, la Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá y El Salvador l. Aunque puede referirse a diversas cosas (refaccionar un vestido, por ejemplo), el término se aplica sobre todo a casas y otros edificios; refaccionar es entonces sinónimo de reedificar, reconstruir, restaurar. Los usos americanos de refaccionar son muy ricos. Borges, por ejemplo, fustiga a "casticistas o españolados que creen en lo cabal del idioma y en la impiedad o inutilidad de su refacción" y critica el error "que postula lo perfecto de nuestro idioma y la impía inutilidad de refaccionarlo" 2. Refaccionar es una formación verbal regular sobre el sustantivo refacción; sin embargo, ha sufrido desde el siglo XIX 3 insistentes ataques del purismo. El Diccionario de la Academia incluye el verbo refaccionar desde su edición de 1992 como uso americano y con los sentidos de "restaurar o reparar", aplicados especialmente a los edificios. Sí incluye, desde mucho antes, el adjetivo

376  

refaccionario, que en lenguaje forense se refiere al crédito concedido para fabricar o reparar algo con provecho para el dueño y para otros. En cuanto a refacción, la Academia le suprimió en una época la acepción de 'reparación, compostura' en la cual se basa el americanismo refaccionar. A propósito de este hecho, y otros similares, protestaba Cuervo a principios del siglo XX, contra "el desenfado con que, de la noche a la mañana, se califican de disparates cosas que han gozado de aprobación secular [...] y esto

1.

En Méjico, Cuba y Puerto Rico tiene el sentido de 'habilitar a un agricultor'.

2.

En El lenguaje de Buenos Aires, págs. 17 y 22.

3.

Véase Hildebrandt, La lengua de Bolívar, pág. 467 (t. Léxico de Bolívar, pág.129).

las más veces con olvido completo de la historia de la lengua y de los principios más triviales de la etimología" 1.

La Academia propugnaba refección con la acepción de 'compostura, reparación'. Palma, como Cuervo, protestaba contra la Academia: "Mucho nos resistimos los hispanoamericanos a llamar refección restaurar o componer un edificio" 3.

2

al hecho de

Y en términos parecidos se expresaba Arona, quien razonablemente suponía que la preferencia americana por refacción se debe a su visible relación con rehacer, en tanto que refección se asocia a refectorio, que a su vez evoca la idea de 'comer' 4. En realidad se trata de una sola familia de palabras, derivadas todas del latín reficere 'rehacer' (formado sobre faceré 'hacer'). Refección viene de refectio, -onis que ya en latín tenía, además de su sentido primario de 'reparación', los figurados de 'restauración de las fuerzas mediante el alimento' y, de allí, el 'alimento' mismo. Refacción es una variante de refección (debida a influencia de rehacer en su forma arcaica refacer) que alternó con la forma original en todas sus acepciones. Refectorio 'comedor de comunidades religiosas y colegios' viene del bajo latín refectorium 'que rehace o restaura' formado sobre el clásico refectus, que había desarrollado, por la vía semántica señalada, el sentido metafórico de 'alimento'.

377  

REFUNDIR En la Introducción a su Diccionario de peruanismos critica Arona nuestra se rvil imitación de ciertos usos peninsulares o franceses:

1.

Apuntaciones, prólogo a la sétima edición (pág. 61 del volumen I en la de 1954); véase igualmente íd. íd. parágrafo 725 (Obras, I, 691).

2.

A fines del siglo XIX todavía era refección la única forma que incluía esta acepción en el Diccionario académico, y hasta la edición de 1956 se remitía refacción a refección con este significado.

3.

Neologismos y americanismos, s. v., en la versión incluida en la edición de Aguilar de sus Tradiciones completas, pág. 1403; refacción no figura en la edición de 1896.

4.

Diccionario de peruanismos, s. v.

"El orgullo nacional que casi siempre se manifiesta como quijotería, ¿dónde se encuentra, dónde se refunde, dónde se pierde, en los casos en que realmente se trata de él?" 1.

El peruanismo refundir por extraviar 2, traspapelar, que tan naturalmente acude a la pluma del autor, escapa sin embargo a la atención del lexicógrafo: refundir no aparece como artículo en su Diccionario, mientras que en la misma época y con análogos usos lo consigna Cuervo en Colombia 3. Lo mismo que los usos americanos de fundir 'arruinar', 'molestar' (véase), los de refundir parten de una acepción del latín fundere: 'dispersar al enemigo, destruirlo'. Cuando fundir se hizo (por evolución fonética) hundir, de la acepción de 'destruir', especificada en la de 'echar a pique' una embarcación, surgió (con el apoyo de una falsa relación con hondo) el sentido de 'sumir, sumergir'. Por otro lado, se tomó nuevamente del latín fundere el cultismo fundir 'derretir' con su compuesto refundir 4. Pero el americano refundir 'extraviar' es una forma arcaica de rehundir, que se usó con el sentido de 'hacer desaparecer' 5. Rehundir 'esconder' se documenta abundantemente en Lizardi 6 y conserva en la República Dominicana la vieja h aspirada, representada hoy por una j: rejundir 7.

378  

1.

Pág. XLIX.

2.

Hoy es menos frecuente referido a personas. Véase Segura, El santo de Panchita, acto II, escena II: "este hombre se ha refundido... / no está aquí..." (en Artículos, pág. 344); Seoane, Hombres y rejas, págs. 261 y 269 ("el hombre se refunde en sí mismo").

3.

Apuntaciones, párrafo 510 (en Obras, 1, 559). Se documenta también en Méjico, Guatemala, Nicaragua y Santo Domingo.

4.

Muy usado en su sentido metafórico de 'dar nueva forma a una obra literaria'.

5.

Documentado en el Vocabulario de González Holguín ("rehundir, desparecer algo", pág. 657a). En la jerga carioca refundir es 'ocultar objetos robados' (véase Viotti, Novo dicionário da gíria brasileira, s. v.).

6.

Véase El Periquillo Sarniento, págs. 124, 128, 218 ("una alcancía en la que rehundía todo lo que cercenaba del gasto") y 252 ("rehundí dos [reales] en un zapato").

7.

Rejundido, generalmente pronunciado rejundío, es grave insulto. (En la región peninsular de Ávila rejundir es 'aumentar').

En algunas zonas de Méjico, en cambio, rehundir ha llegado a contraerse en rundir 1 por una evolución fonética cuyas etapas han sido: enmudecimiento de la h aspirada, destrucción del hiato y, por último, reducción del diptongo resultante. Rundir tiene en Guanajuato el sentido de 'guardar, esconder'; rundirse es 'encerrarse, enclaustrarse' y también 'dormirse profundamente', sobre todo por efecto de la fiebre; en Hidalgo y Querétaro un rundimiento es un tesoro escondido. Desde su edición de 1992, el Diccionario de la Academia incluye como cuarta acepción de refundir, la de "perder, extraviar" pero solo circunscrita a Méjico y la América Central.

REMEZON Remecer 'menear, sacudir, agitar' (formado, obviamente, sobre mecer) se usó en España durante los siglos XIV y XV pero fue luego cayendo allá en desuso 2 en tanto que arraigaba en buena parte de la América hispana: el Perú, Chile, la Argentina, Guatemala, Méjico. Remecer tiene usos transitivos y pronominales, que en ambos casos pueden ser materiales o figurados. Sofocleto se refiere a "un temblor que las cuadernas / del piso remeció" 3; Vargas Llosa comenta así un brutal castigo: "el puntapié apenas lo remece" 4; Alegría relata cómo, durante una explosión, "todo el cerro se remecía" 5; Juan Seoane dice, sobre la alborada de la lucha social en el Perú, "el Tiempo se remece en convulsión" 6.

379  

El derivado (masculino) remezón (el sufijo -ón indica en este caso 'acción rápida y brusca') tiene mucha vida en gran parte de

1.

También en Almería, donde rundir es variante de hundir.

2.

Se conserva en Galicia; véase Cotarelo, El castellano en Galicia, s. v.

3.

Sofonetos, pág. 59.

4.

La ciudad y los perros, pág. 40; véanse otros usos transitivos en La casa verde, págs. 20, 237, 259; también en Sofocleto en dos columnas, 96 y Congrains, Lima, hora ' cero, 49.

5.

El mundo es ancho y ajeno, pág. 355.

6.

Hombres y rejas, pág. 286.

América (el Perú, Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Nicaragua, Méjico). Además de designar la acción expresada por el verbo (también se usa en el Perú, como sustantivo, remecida), tiene los sentidos de 'trepidación' 1 o sacudón producido por un temblor de tierra. Refiriéndose a un pintoresco personaje de su Arequipa natal, sentidamente revivida en Viejos y nuevos tiempos, dice Mario Polar: "... predijo el terremoto de 1868; y lo predijo con tanta exactitud que cuando se produjo el tremendo remezón, que trajo abajo media ciudad, las gentes en su pavor, gritaban: es el terremoto de Manuel Grande" 2.

Remezón tiene, como remecer, usos figurados: Juan Seoane habla de "remezones de visceras sociales" 3. El modismo de remezón, hoy desusado en Lima, tuvo mucha vida hasta hace casi un siglo, a juzgar por la información de Clemente Palma: "De remezón. Se califica así en el argot limeño todo lo que descuella y tiene relieve, lo que destaca entre las [sic] demás por su excelencia o importancia, atrayendo la atención general. La idea es compleja y difícil de precisar. En una comida, por ejemplo, el plato central o de resistencia es el plato de remezón. En una actuación parlamentaria el discurso fogoso de un líder es el discurso de remezón. En una reunión social siempre hay una mujer que por su gracia, belleza y atractivos es la mujer de remezón" 4.

Consecuente con esta explicación, Clemente Palma llama a Belmonte "el torero de más remezón en la Península" 5; también 1.

Véase remezón referido a la trepidación o sacudidas de un vehículo en movimiento en Serafina Quinteras, Así hablaba Zarapastro, pág. 33.

380  

2.

Pág. 18 (la frase en cursivas, entre comillas en el texto original). En el Diccionario de peruanismos de Arona, s. v., hay esta frase: "Trajo un remezón (o dos) se dice: me levanté al primer remezón". Parece obvia la errata trajo por tras: tal como está, la frase carece de sentido. La errata se conserva en la edición BCP. En sus Papeletas lexicográficas, s. v., Palma parece haber tomado el dato de Arona cuando afirma: "Hablando de un temblor, se dice que trajo poco o mucho remezón".

3.

Ob. cit. pág. 100. Ugarte Eléspuru habla de "la independencia política, que no se ganó sino a costa de remezones" (Lima y lo limeño, pág. 237).

4.

Crónicas de Corrales, pág. 273. (De resistencia entre comillas en el texto).

5.

Ob. cit. pág. 140. En otra ocasión dice del mismo Belmonte: "En el quinto [toro] hizo cosas despampanantes, pero no de tanto remezón" (íd. pág. 163). Véase el modismo de ñeque, pulso y remezón citado por Arona, s. v. ñeque.

habla de hacer las cosas "con empuje y remezón" 1. En Bolivia el modismo a remezones tiene el sentido de 'con intervalos o interrupciones'. El Diccionario de la Academia registra (ya en su edición de 1956) remezón como americanismo con el sentido de "terremoto ligero o sacudimiento breve de la tierra". También incluye remecer, como uso general, con el sentido de "mover reiteradamente una cosa de un lado a otro" y la indicación de que se emplea también como pronominal.

REPUNTAR En el Perú y otros países de América repuntar es 'crecer, desbordarse' un río y también 'volver a subir' el nivel de sus aguas que ya había empezado a bajar. Repunta es 'creciente de río' aquí y en Colombia; en otras partes de América se prefiere repuntamiento o repunte (que se usa también en Navarra). Metafóricamente, repuntar es resurgir en el Perú, la Argentina, Uruguay, Colombia y Venezuela (igualmente en Navarra). Repunte es el postverbal más usado en el Perú para los usos figurados. Repuntar y repunte pueden aplicarse a la mejora de marcas o posiciones en el deporte y a cualquier otro campo de actividad: "repunta ingreso del turismo", "hay un repunte del dólar en el mercado informal" son frases tomadas de diarios limeños. Todos estos usos tienen origen marinero. Repuntar se formó sobre punta como representación del 'pico o cresta de la ola' 2 y tiene desde el siglo XV el sentido de 'empezar a agitarse el mar para la crecida'. En relación con esta acepción son viejos los postverbales repunta y repunte (en Asturias hoy repunto).

381  

El sentido original del repuntar marinero entrañaba dos ideas básicas: la de 'elevación de nivel del mar', aplicada por extensión

1.

Ob. cit. pág. 26.

2.

La punta es, en este caso, vertical. Otro repuntar 'reunir el ganado' usado en la sierra del Perú se forma en cambio sobre punta 'porción de ganado que se separa del rebaño' (véase). La punta se hace, en este otro caso, en sentido horizontal.

en América a los ríos, y la de 'iniciación' de este proceso, que ha sido también fructífera en este continente. Así, en el Uruguay, Chile, Guatemala, Cuba y Méjico repuntar es 'empezar a mostrarse los síntomas de una enfermedad'; repuntado es en Cuba el 'aquejado de una dolencia incipiente' (con análoga imagen se llama en Andalucía repuntado al achispado). En su edición de 2001 el Diccionario académico consigna como americanas las acepciones de repuntar "volver a subir" (referido a las aguas de un río), y "aparecer de improviso" (referido a una persona). Asimismo, registra repunta "indicio o primera manifestación de alguna cosa" (sin indicación regional) y, "crecida" de un río (restringida a El Salvador, Honduras y Méjico). Como equivalente del académico repunta usa repunte Adán Felipe Mejía, el Corregidor. Al describir un velorio limeño de otras épocas dice que "el fragante café, hermanado al pisquito, mantenía en vigilia a los presentes, animando la charla hasta el repunte de la aurora..." 1.

Este uso, hoy olvidado en Lima, está próximo al de 'resurgimiento': en un hecho cíclico, la iniciación y la repetición pueden llegar, fácilmente, a identificarse.

REQUINTAR

382  

En una de sus Crónicas político-doméstico-taurinas cuenta Clemente Palma que su protagonista, don Juan Apapucio Corrales, desafió a duelo a un rival y antes de batirse "se puso a requintarlo a gritos" 2. En el Glosario anexo al libro explica: "Cuando se sube la mostaza a las narices en una querella verbal entre dos o más personas, la antesala de las vías de hecho es generalmente la requintada, que es la incontenible tendencia a extender a los parientes del interlocutor injurias que no se

1.

Ayer y hoy, pág. 25.

2.

Pág. 149; véanse otros usos transitivos en íd. págs. 119 y 201.

merecen, puesto que no son parte en la querella [...]. Requintar, pues, es el acto de insultar gratuitamente a la parentela" 1.

Requintar por maldecir, denostar, insultar, injuriar y también, en uso intransitivo, renegar, refunfuñar, rezongar, gruñir, así como su postverbal requintada, son usos corrientes en el habla familiar peruana 2 y boliviana. En el Ecuador (donde se usa también la variante con sufijo de frecuentativo requintear) y en la Argentina, requintar es 'reñir, amonestar, reconvenir, reprender, regañar, retar' (en La Rioja es 'azuzar' a la cabalgadura). En terminología musical requintar es 'subir o bajar [una cuerda o un tono] cinco puntos', es decir, cinco semitonos 3. Hoy en la Argentina requintar es específicamente 'subir o bajar de cinco en cinco los tonos de una guitarra' para acomodarla a la voz del cantor 4; en el Perú, Méjico, Colombia y América Central, requintar es templar las cuerdas de un instrumento. Se llamó guitarra requinto, o simplemente requinto, una guitarra pequeña afinada cinco puntos más alto que lo usual; el nombre se hizo extensivo al clarinete o cornetín agudo de las bandas de músicos y luego al músico que lo tocaba 5. Hoy en La Rioja (Argentina) requinto es el capotraste o transporte, es decir, la cajilla o cajuela que se coloca en el mástil de la guitarra para ajusfar las cuerdas y elevar el tono; en Venezuela requintilla es una cuerda aguda del cuatro 6 .

383  

1.

Pág. 273 (las vías de hecho entre comillas en el texto); véase también requintada en íd. íd. 130; Diez Canseco, Estampas mulatas, 34; Vargas Llosa, La casa verde, 35, 124 y Conversación en La Catedral, I, 36, 98, 99, 102, 113, 120, 124, 143, 146, 173, 177, 187, 273, 335; R. Blume, Como cada jueves, 76.

2.

Véanse estos usos en Vargas Llosa, Los cachorros, págs. 50, 82 y Bryce, Un mundo para Julius, 37. En Piura requintar (lo mismo que su variante con prefijo arrequintar) tiene además el sentido de 'apretar con fuerza'. (Véase Puig, Breve diccionario folklórico piurano, s. v.).

3.

Propiamente una cuarta justa (una quinta tiene siete semitonos).

4.

Véase J. E. Clemente, El lenguaje de Buenos Aires, pág. 92.

5.

Véase "bombardones y requintos de la banda" en Camino Calderón, Cuentos de la costa, pág. 68.

6.

Guitarra típica pequeña de cuatro cuerdas.

El proceso semántico cumplido en requintar 1, que va desde 'elevar el tono musical' hasta 'maldecir', se explica por el nexo del tono alto o agudo en la nota musical y en el lenguaje airado. Las acepciones americanas de 'reñir, reprender', 'maldecir, injuriar' y 'refunfuñar, renegar', no necesariamente en voz alta, se deben a posteriores evoluciones semánticas. En sus ediciones de 1992 y 2001, el Diccionario académico consigna solo tres acepciones americanas de requintar ("poner tirante una cuerda", "doblar o levantar el ala del sombrero hacia arriba" y "cargar una caballería").

RESONDRAR En el habla familiar del Perú resondrar equivale actualmente a reprender, reñir, regañar 2. Un resondro, un resondrón o un buen resondrón es una reprimenda, reconvención, reprensión o regaño algo más fuerte que una simple amonestación. En el Drama (más bien Diálogo) de los Palanganas, de fines del siglo XVIII, dice el joven Bisoño, refiriéndose al virrey Amat: "Qué lengua tan cáustica quisiera tener para resondrarlo ahora!" 4.

384  

1.

Aunque en todos los casos se trate de la misma raíz e idéntico prefijo, el requintar americano aquí tratado no se relaciona directamente con otros usos (generales, históricos o igualmente americanos) tales como requintar 'pujar la quinta parte en los arrendamientos, después de rematados y quintados', 'sobrepujar, exceder, aventajar', 'volver a quintar' (es decir, sacar por segunda vez el quinto de una cantidad), 'pagar un quinto más sobre la suma de las contribuciones ordinarias' (gravamen impuesto por Felipe II a los indígenas de América), 'parecerse a un antecesor' (Puerto Rico), 'defenderse esforzadamente [el gallo] de los ataques de su rival' (Cuba), 'doblar o levantar el ala del sombrero hacia arriba' (Argentina). Podría haber, en cambio, cierta relación con requintarse 'obstinarse, imponerse' (Méjico y Colombia) y 'dar principio a una acción que acarreará molestias' (Honduras).

2.

Véanse usos de resondrar en Segura, La saya y manto, acto I, escena III (en Comedias, I, pág. 51); Ribeyro, Crónica de San Gabriel, pág. 106; Vargas Llosa, La casa verde, pág. 128; Conversación en La Catedral, I, 44 y II, 116, 284; Bryce, Un mundo para Julius, 14, 18, 37, 54, 78, 83, 95, 252.

3.

Véase resondro en Gamarra, Cien años, pág. 164; resondrón en Bryce, ob. cit. 107

4.

Pág. 100 de la 2.ª edición Sánchez.

Allí resondrar tiene el sentido, que mantuvo hasta el siglo XIX, de injuriar, insidiar, denostar (véase requintar). Arona 1 y Palma 2 coinciden en afirmar que resondrar era uso —y abuso— típicamente femenino; Palma nos da un importante dato histórico: "Este verbo se ha usado en el Perú desde el siglo XVI, pues en un proceso criminal, seguido en Trujillo en 1548 dice uno de los declarantes que ambas señoras se resondraron en la puerta de la iglesia" 3.

Arona explica, a su vez, que resondrar es "Injuriar, colmar de improperios a una persona de una manera vulgar y no pocas veces cómica: lo resondré duro, cuentan las mujeres que han tenido un desahogo de éstos" .

Este sentido de 'injuriar', más fuerte que el actual de 'reprender', representa, sin embargo, un debilitamiento del sentido etimológico del término. En efecto, resondrar se debe a alteración de deshondrar 5, forma vieja de deshonrar, por influencia de rezongar (lo cual explica la frecuente grafía rezondrar, defendida por Arona y Palma). Ya lo sabemos los propensos —y propensas— a caer en esta estéril forma de pedagogía o desahogo: quien resondra, deshonra, aunque solo sea desde el punto de vista etimológico.

385  

RON En su artículo titulado "Los antojos" describe el Tunante las interminables vicisitudes de un marido sometido a los caprichos o antojos de su consorte que, según creencia general, se explican por su estado interesante: "...Ponme un poquito de té, se me ha antojado. Juan saca el ron, lava el anafe, hace hervir el agua y sirve el té a la señora" 6.

1.

Diccionario de peruanismos, s. v.

2.

Neologismos y americanismos, s. v.

3.

Papeletas lexicográficas, s. v. (subrayados del autor); Palma también consigna el derivado resondrador, hoy obsolescente.

4.

Diccionario de peruanismos, s. v. (subrayados del autor).

5.

Está en el Poema del Cid y predomina hasta el siglo XV. Véase Corominas, Diccionario crítico etimológico, s. v. honor.

6.

En BCP 9**, pág. 138.

En el Perú se llama ron el alcohol desnaturalizado y coloreado de azul verdoso 1, usado en la industria y como combustible doméstico. El derivado ronera (también se documenta en el Perú la locución nominal sinónima asiento, o asientito, de ron) alterna con el arcaísmo anafe o anafre para designar el hornillo o infernillo de hierro 2. En la costa norte del Perú ronear a un gallo de pelea es lavarlo con ron para librarlo de parásitos 3. En España y el resto de América el nombre de ron solo se aplica al aguardiente destilado del zumo y melaza de la caña de azúcar. Como en el Perú también se produce y consume ese aguardiente, se hace, cuando es necesario, distinción entre ron de quemar y ron de caña 4 (el cual, cuando es de mala calidad, recibe también el nombre de cañazo). En el Perú se conoce como rompope 5 un licor cremoso preparado a base de ron (o pisco), leche, yemas de huevo, azúcar y canela. Ron viene del inglés rum 6, palabra de origen oscuro; la bebida es original de la América insular británica y estuvo en principio asociada a la gente de mar. Para algunos lexicógrafos, rum podría tener como étimo una voz indígena de las Bahamas. En la opinión más general, sin embargo, rum parece deberse a reducción del inglés rumbullion 'tumulto', aplicado al aguardiente de

386  

caña por las ruidosas reyertas que su abuso ocasionaba en las tabernas de marineros 7.

1.

De allí los eufemismos de replana verdún (Bonilla, Jerga del hampa, pág. 115) y menta. Una marca comercial, Ronol, incluye el terminal de alcohol.

2.

Véase ronera en Bravo, Barrio de broncas, 124. La ronera se llama reverbero en Venezuela, Colombia y otros países de América.

3.

Véase ronear en Camino Calderón, Diccionario folklórico, pág. 17 (escrito roniar, según la pronunciación popular diptongadora).

4.

Véase ron de caña en Diez Canseco, Duque, pág. 85. Pero el ron de quemar llega a beberse en caso extremo, a pesar de su toxicidad: "bebía ron de quemar en vasos de cerveza" (Ribeyro, Cuentos de circunstancias, pág. 161).

5.

Otros nombres americanos de la misma bebida son rompopo y romponche (ponchecrema en Venezuela).

6.

En América se conservan también las variantes, más cercanas a la fonética inglesa, rom y romo, esta última con la terminación del masculino castellano. De esas variantes salen, a su vez, el humorístico romero por ron, usado en Venezuela, y romería 'tienda donde se vende ron', documentada en el español de Trinidad.

7.

Véanse The Shorter Oxford English Dictionary y Webster's New International Dictionary of the English Language, s. v.

SACRÓN En el habla familiar del Perú y el Ecuador se califica de sacrón o sacrona a quien abusa de la gentileza o generosidad de los demás, forzando sus dádivas o pidiendo prestado dinero que no piensa devolver l. El derivado sacronería, igualmente usado en el Ecuador, expresa la cualidad negativa

387  

correspondiente. En replana se documenta sacronero (equivalente de sacrón) y el verbo sacronear. Adriana de González Prada emplea, como equivalente de sacronería, la forma sacrería 2 derivada directamente del primitivo sacre que Tovar da todavía como usual en el Perú 3; Arona, en cambio, consideraba a sacre obsolescente con el sentido de 'picaro' 4, lo mismo que su doble aumentativo sacronazo 5. Sacre no se usa hoy en Lima 6 pero se conserva en Huánuco con el sentido de 'astuto, disimulado' 7. Sacre, voz común a las lenguas románicas y al árabe, se documenta desde el siglo XIII en castellano como nombre de un ave de cetrería. Como en árabe la palabra correspondiente (saqr) es todavía más antigua 8, sacre se ha tenido tradicionalmente por arabismo. Según observa Corominas, sin embargo, saqr no pertenece a una raíz árabe conocida y la forma del vocablo en castellano indica que no se trata de un arabismo puro. Por otra parte, ya en Virgilio se documenta el adjetivo sacer 'sagrado' referido al azor (tal vez a causa de su relación con los augurios) y se sabe que fueron numerosos los préstamos que el árabe tomó del bajo latín en la 1.

Véase sacrón en Gamarra, Cien años, 181 y Sofocleto al pie de la letra, pág. 57.

2.

Mi Manuel, pág. 249; véase "sacrona maña" en íd. íd. 65. En una letrilla afirma Don Manuel: "sacre llamaré al sacre" (Letrillas, pág. 104).

3.

Hacia el gran diccionario de la lengua española, s. v.

4.

Diccionario de peruanismos, s. v. (registra sacre y el doble aumentativo sacronazo, pero no la forma intermedia sacrón). Sacre, con los sentidos de 'tacaño' y 'abusivo', se conserva en el español de Piura (véase Puig, Breve diccionario folklórico piurano, s. v.).

5.

El padre Vargas documenta la forma femenina sacronaza [sacronasa] en un Listín limeño de toros de 1829 (véase Glosario de peruanismos, s. v.).

6.

Tampoco, a lo que parece, en el Ecuador. En el centro de ese país se usa el verbo sacrar 'arrebatar codiciosamente lo ajeno' (véase Toscano Mateus, El español en el Ecuador, pág. 448).

7.

Véase Pulgar Vidal, Diccionario de huanuqueñismos, s. v.

8.

Se documenta ya en el siglo X.

época preislámica. Es probable, pues, que el castellano y las demás lenguas románicas hayan tomado el término del bajo latín, directamente o a través del árabe; la sustantivación del epíteto debe de haber sido posterior 1. Por predominio de la idea de 'rapacidad' implícita en la de 'ave de presa', sacre desarrolló en germanía el sentido figurado de 'ladrón' 2, que pasó luego al castellano general y fue corriente hasta el siglo XVIII 3.

388  

El clérigo Larriva, antes servil adulador de Bolívar, tiene en mente todavía esa acepción cuando —ya ido el Libertador—juega con el limpio apellido de Antonio José de Sucre en una calumniosa letrilla que titula, precisamente, "El Sacre" 4: "Todo el lujo alto-peruano se lo ha llevado el demonio. No ha sido el demonio, miento, que ha sido don José Antonio".

El actual uso peruano y ecuatoriano de sacrón con el sentido de 'sablista' o codeador (véase codear) implica, pues, cierta debilitación semántica con respecto al primitivo sentido figurado de 'ladrón'.

SAL En castellano tiene tradición el uso metafórico de sal 'agudeza, donaire, gracia', así como también el de salado 'ingenioso, gracioso'; salada y resalada son piropos usuales en España. En el Perú, Ecuador, la América Central, Antillas y Méjico sal tiene, en cambio, el sentido figurado de 'mala suerte, infortunio, desgracia'; salado o salada se aplica a la persona desafortunada, perseguida por la fatalidad o la mala suerte 5. Equivalente, con 1.

Diccionario crítico etimológico, s. v. sacre.

2.

Así en Rinconete y Cortadillo: "ese judío también, dijo Monipodio, es gran sacre..." (en Fernández Gómez, Vocabulario de Cervantes, s. v.).

3.

Véase Ruiz Morcuende, Vocabulario de Moratín, s. v.

4.

En BCP 9*, págs. 92-98.

5.

En Cuba se dice también saleta por salado; allá y en otras regiones coexisten en salado los sentidos antagónicos de 'gracioso' y 'desgraciado'.

matiz intensivo, de sal es salazón 1, lo mismo que salitre como adjetivo lo es de salado; en replana sustituyen a sal y salado, respectivamente, la palabra encubridora cal y la expresión nominal sal de soda 2. Consiguientemente, el verbo salar ha desarrollado en las regiones mencionadas el sentido de 'traer o acarrear desgracia'; en uso pronominal salarse equivale a arruinarse, 'cargarse de mala suerte', 'caer en el infortunio' 3.

389  

El origen de estos usos americanos 4 parece estar en la costumbre colonial (con antecedentes medievales) de cubrir con sal o sembrar de sal los solares donde habían estado las casas mandadas arrasar por la Corona o por la Inquisición, como castigo por traición o herejía. El Inca Garcilaso relata lo que sucedió después de la derrota de Gonzalo Pizarro: "A Piçarro condenaron a cortar la cabeça por traidor, y que le derribassen las casas que tenía en el Cozco y sembrassen de sal y pusiessen un pilar de piedra, con un letrero que dixesse: Estas son las casas del traidor de Gonçalo Piçarro" 5.

La acepción de 'manchar, deshonrar' que tiene en Honduras y Cuba el verbo salar 6 viene sin duda de este castigo y representa un grado intermedio del proceso semántico desarrollado en América. No parece, en cambio, tener relación con los usos de sal 'mala suerte' la difundida creencia en que la sal derramada acarrea desgracia. Hubo tal vez en el origen de esta superstición, como en el de tantas otras, un motivo pragmático: la sal era muy cara 7 y había que evitar su desperdicio, aunque fuera inculcando temor. Otro interesante uso peruano se desprende del de sal 'mala suerte': es el de piña 'infortunio', y también (sin flexión genérica) 'infortunado'. La explicación está en el uso de la expresión piña de sal por bloque de sal gema, porque sus aristas recordaban la cáscara

1.

En Cuba se registra la variante salación.

2.

Véase Bastos, Argot, págs. 50 y 66 (sal de soda por sosa es peruanismo).

3.

En Cuba también, específicamente, 'lastimarse' y 'perder en el juego'.

4.

Véanse ejemplos peruanos de salado en Camino Calderón, Diccionario folklórico, pág. 161; salar en íd. íd. 174; salitre 'desgraciado, fatal' en Sofonetos, pág. 69.

5.

Comentarios Reales, libro V, capítulo XXXIX (tomo I, pág. 263 de la edición Rosenblat; entre comillas en el texto original lo que está en cursiva).

6.

De la cual sale, a su vez, la colombiana de 'sobornar, cohechar'.

7.

Recuérdese que salario es etimológicamente 'ración de sal' usada como pago en especie por el trabajo realizado.

de la fruta americana llamada piña o ananás 1. Una vez consolidada la expresión piña de sal, ella sirvió como término de comparación para alimentos demasiado salados (hasta hace poco se podían oír frases como "esta sopa está como una piña de sal" o "hecha una piña de sal"). Luego se abrevió la expresión en una piña ("la sopa está como una piña" o "hecha una piña"). El modismo así fijado intriga, pues la piña americana —como toda fruta— puede ser dulce o ácida, pero nunca salada.

390  

Hecha ya piña equivalente de sal como imagen visual, el paso siguiente consistió en que piña asumiera también los peculiares sentidos figurados de sal. ¡qué piña! equivale a ¡qué mala suerte! Como equivalente de salado 'infortunado' se usa el mismo piña o su derivado piñoso: "¡qué piña eres!", "es muy piñosa", etc. El proceso semántico, aunque laborioso, parece completamente claro.

SÓFERO En nuestra habla familiar sófero tiene el sentido de 'muy fuerte, tremendo', referido sobre todo a golpes y caídas; el uso se documenta ya en la comedia de Segura Ña Catita, estrenada en 1856 2. El Diccionario de peruanismos de Arona incluye así el término: "Sófero. Adjetivo que casi siempre precede 3 para encarecer, a los sustantivos golpe, pisotón, etc. '¡Se ha dado un golpe sófero!' dicen las madres; ¡un pisotón sófero'. En femenino, sófera, casi no se oye, porque hay pocos sustantivos de este género que den idea de un golpe recio".

1.

Implica una imagen semejante la expresión piña de plata (con sus variantes plata de piña, plata en piña, plata piña) usada en nuestra minería con el sentido de 'bloque de plata a medio fundir' (véase Hildebrandt, La lengua de Bolívar, págs. 203-206 y Léxico de Bolívar, 582-584).

2.

Véase "el ataque ha sido sófero" en el acto II, escena XIV (en Comedias, II, pág. 47). Pero sófero aparece ya en el Drama de los Palanganas, de 1776: "Le fingía [Amat] cuentos imposibles, y el otro [su asesor] le envainaba algo más sófero..." (pag. 80 de la 2.a edición Sánchez).

3.

Pero que, contradictoriamente, en los ejemplos que da a continuación Arona, no precede sino sigue al sustantivo.

Contrariando lo dicho por Arona acerca del escaso uso en femenino, las Crónicas de Corrales abundan en sóferas patadas y sóferas calenturas ['iras'] al lado de sóferos garrotazos y sóferos secos ['golpes'] 1; el Glosario incluido como apéndice explica: "Sófero. Es algo así como mayúsculo. Es una palabra exagerativa del argot para ponderar la intensidad de algo, generalmente pasiones, defectos, necesidades, apetitos, sufrimientos, etc. Se dice tengo un hambre sófero 2, le dio un sófero puñetazo, tiene una pécora 3 sófera".

Sófero parece resultado de inversión silábica —procedimiento típico de la jerga— y posterior alteración de feroz (pronunciado, como es general en América, ferós) en sus usos figurados de 'tremendo, atroz'. La forma resultante

391  

podría haber sido (aparte de un inicial *rosfe) un grave *sófer o un agudo *sofer. El hecho de que haya prevalecido el esdrújulo sófero (la vocal añadida corresponde al morfema de género) da idea de la importancia de la tendencia esdrujulizante en el habla popular y semiculta, a causa del prestigio de los cultismos esdrújulos 4. Pero el esdrujulismo desempeña en la replana una función que trasciende lo antedicho y está más bien en relación con el papel subjetivo y expresivo de la jerga, tan importante como su función críptica. El mundo del delincuente está lleno de tensiones, que se agudizan en el momento de la comisión del delito; la deformación léxica, como todo juego verbal, intenta aliviar esas tensiones. En la replana las palabras sustitutas o encubridoras tienden a ser esdrújulas no solo porque los esdrújulos son escasos en español y corresponden a palabras sentidas por el pueblo como "especiales", sino también porque hay en el esdrújulo, a causa de este carácter de excepcional, un filón de humorismo que ha sido explotado por diversos poetas satíricos, Caviedes entre ellos.

1.

Págs. 59, 76, 94 y 100. Véase sófero quiñe ['golpe'] en Sofocleto en dos columnas, pág. 75.

2.

En el habla peruana la palabra hambre tiene género masculino.

3.

Pécora es 'suciedad y mal olor de los pies' (véase antes pezuña).

4.

A acción de dicha tendencia se deben las formas semicultas o vulgares ópimo, ígnaro, óboe, anófeles, paralelógramo, záfiro, intérvalo, telégrama, cófrade, úcase, méndigo (que incluye el DRAE 2001 con el sentido mejicano de 'infame'). Y también otras ya aceptadas, como variantes, por la Academia: cónclave, médula, várice, íbero, dínamo, cántiga, pábilo, bímano, exégeta, ícono.

Así, el sustituto de oro es en replana orégano; el de plata 'dinero', plátano; el de comisaría, cómica (aquí el sentido de la palabra sustituta coadyuva al desahogo de la tensión); el de tono 'fiesta, baile', tónico; el de pie, piélago; el de tombo 'policía' (inversión silábica de botón), tómbola. Jugando con nombres de pila y apellidos —otro recurso favorito de la jerga— brigada (policial) es brígida y comer es cómena. Aparte de estos casos (que solo implican la elección de un esdrújulo ya existente en la lengua para sustituir otro término) hay que anotar las formaciones caprichosas que sucumben a la atracción del esdrújulo. Por ejemplo, cáncamo por cigarrillo, reforzado a veces en cáncamo fremántico o cáncamo fumatélico (el cigarrillo cumple un papel importante en la tensión de la espera, y aun durante la comisión del delito, siempre que su humo no sea delator); clísori por lugar, rúcano por sol (moneda peruana), párcero por amigo, cuádrilo por maldición y muchísimos otros.

392  

El matiz humorístico del esdrújulo se manifiesta igualmente en expresiones populares como la encomiástica (hoy poco usada) de príquiti o de príquete 1 (reforzada a veces en de príquiti mangansúa). La deformación esdrujulizante es recurso favorito de nuestros humoristas 2. En el caso de sófero, su probable origen jergal explica en parte el innegable matiz humorístico y afectivo de este término del habla familiar peruana, que va cayendo en desuso entre los jóvenes.

SOROCHE Esta es una palabra de oscura etimología. Algunos quechuistas han relacionado soroche o suruchi con surunpi 'conjuntivitis producida por el reflejo del sol sobre la nieve' 3; otros derivan soroche

1.

Véase de príquete en las Crónicas de Corrales, págs. 57, 146, 268.

2.

Véase, por ejemplo, en las mismas Crónicas de Corrales, fráquete por frac, relójete por reloj y revuélcate por revólver (págs. 6, 138; 224; 46, 177 y 224, respectivamente); macábrica por macabra en Blume, Sal y pimienta, 128.

3.

Véase çurumpini y surumpihuan 'deslumhrar' en el Vocabulario de González Holguín, págs. 89a y 332b (surumppaatha 'deslumhrar' en el aimara de Bertonio, pág. 329b de la Segunda Parte). Surumpi viene de súruy 'destilar, gotear' y, por extensión, 'llorar' (véase suruni 'destilar, gotear' en el Lexicón de Fray Domingo de Santo Tomás, pág. 354).

de sorja o çurka 'viscera, pulmón' 1. Pero en ambos casos queda sin explicar el terminal -che, que no parece morfema quechua. Soroche 2 es hoy, en el Perú y otros países de Sudamérica, equivalente de mal de altura, es decir, el malestar causado por el aire enrarecido de cordilleras y punas. Asorocharse o sorocharse (como también apunarse) es sufrir dicho malestar 3. Sin embargo, asorocharse fue antes sinónimo de envetarse 'intoxicarse por las emanaciones de una veta de mineral'. Una carta publicada por el Mercurio Peruano en 1792 explica así el origen del uso: "Todas las personas que viajan en la cordillera, padecen unos cansancios extraordinarios y están acometidos de dolores de cabeza, de náuseas y desalientos, que se han atribuido generalmente a las emanaciones de las innumerables vetas que cruzan estos elevados cerros. Esta preocupación envejecida hizo imaginar que los minerales que se vaporizan a un grado de calor moderado podían igualmente volatizarse a la temperatura en que se hallan de ordinario, y este error es sin duda el motivo por que llamamos asorochados o pasados de vetas a los que están afectados de estas dolorosas sensaciones" 4.

393  

Un siglo después Arona hacía todavía un paralelo entre las parejas sinónimas soroche-asorocharse y veta-envetarse. Pero Palma diferenciaba asorocharse de apunarse porque, aunque los efectos eran semejantes, las causas del malestar eran distintas 5. Asorocharse y soroche estaban estrechamente asociados a vetas y minerales porque el sentido original de soroche fue el de 'mineral de baja ley'. Ya en las Ordenanzas de Minas del virrey Toledo hay disposiciones sobre el metal "pobre que llaman zoroche, que solamente

1.

Véase çurca en el Lexicón de Santo Tomás, pág. 278 y en González Holguín, ob. cit. 89a y 646a. En el Diccionario quechua moderno de Lira, surk'a.

2.

La variante sorocho tiene regular extensión americana; en La Rioja, Argentina, se documentan sorochi y sorocho como variantes de soroche.

3.

Por posterior evolución semántica sorocharse o asorocharse es hoy en Chile 'ruborizarse' (soroche es también 'rubor'). En Arequipa asorocharse ha llegado a tomar el sentido de 'acobardarse'.

4.

Tomo V, págs. 137-138.

5.

Véanse, respectivamente, Diccionario de peruanismos, s. v. y Neologismos y americanismos, s. v.

sirve de liga en las fundiciones" 1. El padre Cobo se refiere igualmente al "zoroche, que es metal plomizo [...]. Suele ser pobre y de poca ley" 2. En la Relación correspondiente al cerro de Potosí se habla de una "loma de soroche", de "minas y soroche" y de "soroche rico"3; el Diario de Lima de Suardo se refiere (en 1630) a los "metales soroches" de Potosí 4. Hoy, en Bolivia y Chile, se llama soroche a la galena (sulfuro de plomo argentífero). En algunas partes de la Argentina se usa soroche como adjetivo sinónimo de gris (tal como entre nosotros plomo, ploma), a causa del color de la galena 5.

SUCUCHO En casi toda la América hispana, incluido el Perú, se usa sucucho o socucho (en Méjico también socucha) con el sentido de 'cuartucho miserable o lóbrego, chiribitil, cuchitril, zaquizamí, tabuco' 6. En algunas regiones sucucho tiene los sentidos próximos de 'mazmorra, calabozo', 'rincón oscuro de una habitación' y 'escondrijo': en Bolivia sucuchear es 'ocultar, esconder'.

394  

La etimología de sucucho no está claramente establecida. Arona 7 (como Lenz en un principio) relacionaba el término con el quechua k'uchu 'rincón, esquina', dejando sin explicar la partícula inicial so- o su-, que no es morfema quechua. Corominas da como primera documentación castellana del

1.

Sebastián Lorente, Relaciones de los Virreyes y Audiencias que han gobernado el Perú, I, pág. 313; véase también íd. íd. 283, 338, 344.

2.

Historia del Nuevo Mundo, ed. BAE, I, pág. 145b.

3.

Relaciones geográficas de Indias, edición de Marcos Jiménez de la Espada, tomo II, págs. 90, 91 y 106. Cfr. t. Hildebrandt, La lengua de Bolívar, págs. 195-196 y Léxico de Bolívar, pág. 570-571).

4.

Pág. 79.

5.

A pesar de la coincidencia formal, no parece estar en relación directa con soroche el colombianismo (Riohacha: llega hasta los Andes de Venezuela) zorocho por pintón 'no maduro', que probablemente se debe a alteración de zorollo 'medio verde' (referido a la mies); en esta alteración puede haber habido influencia indirecta de soroche, en su variante sorocho.

6.

Véase sucucho en Segura, Artículos, pág. 5 y Seoane, Hombres y rejas, pág. 245.

7.

Diccionario de peruanismos, s. v. 398

término (con la grafía zucucho) el Diccionario marítimo español de Fernández de Navarrete (1831), que lo define así: "... cualquier rincón estrecho [...] que se cierra con mamparos o queda comprendido dentro de una litera o camarote..." 1

Pero socucho se documenta ya en 1816, en una obra que se ha considerado como precursora de la novela hispanoamericana: El Periquillo Sarniento del mejicano Lizardi. Un pícaro alecciona al protagonista, candidato al oficio, sobre la vida que le espera como cómplice de tahúr y el ambiente en que tendrá que actuar: "Los arrastraderitos 2 son esos truquitos 3 indecentes e inservibles que habrás visto en algunas accesorias 4. Estos no son para jugar, porque de puro malos no se puede jugar en ellos ni un real, pero son unos pretextos o alcahueterías para que se jueguen en ellos sus albures y se pongan unos montoncitos miserables. En estos socuchos juegan los pillos, cuchareros 5 y demás gente de la última broza"6.

El Pequeño vocabulario anexo a la obra, al parecer elaborado por el autor, define así

395  

"Socucho o sucucho. Pieza larga y muy angosta, que no pudiendo habitarse por no prestar comodidad para amueblarse convenientemente, solo sirve como de bodega o prisión provisional" 7.

Aparte del uso marítimo señalado por Fernández de Navarrete, sucucho o socucho no se conoce hoy en España, con excepción de Galicia. La gran extensión americana de la palabra y su uso fuera del ámbito del lenguaje marinero abonan la hipótesis de que se trata de uno más entre los tantos marinerismos en tierra que singularizan el léxico hispanoamericano frente al peninsular. Descartando la endeble etimología quechua, Corominas cree que sucucho o socucho tiene origen vasco 8. El étimo sería entonces

1.

Véase Diccionario crítico etimológico, s. v. socucho.

2.

En Méjico 'garitos paupérrimos'.

3.

En Méjico 'cafés de ínfima categoría'.

4.

En el sentido de 'habitación de la planta baja con entrada independiente'.

5.

En jerga mejicana 'ladrones, rateros'.

6.

Pág. 124.

7.

Pág. 427.

8.

Es conocido el importante papel que desempeñaron los vascos en la creación y desarrollo de la marinería española.

zokotxo (tx es grafía equivalente a ch), diminutivo de zoco 'rincón'. El cambio zococho > zocucho se explicaría por influencia analógica de los diminutivos castellanos y gallegos acabados en -ucho; el subsiguiente paso de socucho a sucucho podría deberse a asimilación. La sustitución de la grafía z por s resulta natural tratándose de un término usado en tres hablas seseantes: hispanoamericana, gallega y bilbaína.

SUERTE En el Perú y parte de la América Central se usa suerte como equivalente de lotería. Sacarse la suerte equivale a sacarse la lotería, obtener un premio en dicho juego; suertes (también números) son los billetes de lotería; quien los vende, antiguamente por pregón callejero, recibe el nombre de suertero o suertera.

396  

Suerte por lotería tiene más de dos siglos de uso en el Perú1. En el artículo titulado Vida de muchos o una semana bien empleada por un currutaco de Lima, que publicó Terralla (en el Diario Erudito) hacia 17()0, se lee: "... eché una suerte y compré una estampa de San Ramón..." 2. Un artículo publicado en el Mercurio Peruano de ese año proporciona la siguiente información: "Solo el ramo de Suertes, que antes era un juego pobre y limitado, y ahora es un remedo de las grandes Loterías de Europa, hace circular todas las semanas dos o tres mil pesos" 3.

Días después el mismo periódico inserta una divertida carta "sobre los gastos excesivos de una tapada", cuyo marido se queja de que

1.

En algunas zonas del interior del país suerte es 'porción de tierra que se destina al cultivo'; en Andalucía y Navarra 'porción de tierra comunal obtenida por sorteo'; está sin duda en relación con estos usos (que tienen antecedentes en latín) el nicaragüense —histórico— suerte 'cierta medida agraria'.

2.

Reproducido en Palma, Tradiciones, pág. 721. Véanse otros usos de suerte por Terralla en Lima por dentro y fuera, págs. 65 y 219-220: "Hay una lotería todos los lunes [...] y cada suerte cuesta un real". Véase el plural suertes 'billetes de lotería' en González Prada, Letrillas, pág. 50.

3.

Tomo I, pág. 96.

"a todo asentador de suertes1 que pasa por casa (las pocas horas que habita en ella) se le llama, y después de un buen rato de chacota sobre las suertes pasadas, presentes y futuras, salimos con quatro números a lo menos, que a razón de otros tantos suerteros ya son ocho pesos al mes..." 2.

Esta carta no podía quedar sin respuesta: otra tapada sale en defensa del gremio; indignada, acusa a su marido de derrochar el dinero que a ella escatima: "No hay rifa de caballos, hebillas, reloxes, etc. en que no entre; y al mismo tiempo hunde la casa a gritos si yo me atrevo a echar una suerte en vaca" 3.

En nota se aclara que "el contingente que se arriezga [sic] para jugar una acción en las suertes es de un real: quando se divide este valor entre dos sugetos se llama hechar [sic] una suerte en vaca". Sobre el origen de esta expresión tiene Palma una hipótesis. En época del Virrey Abascal se concedió la administración de la Lotería de Lima (establecida alrededor de 1780) a don Gaspar Rico y Angulo, dudoso personaje a quien Larriva satirizó en La Angulada. El administrador puso un letrero con una cabeza de bovino pintada y la inscripción A la fortuna, por los cuernos; era por ello usual decir, según Palma, "un cuerno para ti y otro para mí" cuando se

397  

compraba un billete a medias. Esta curiosa asociación entre fortuna y vaca 4 se da también en una copla que circuló en Lima y que cita Palma: "Fortuna no vi ninguna cual la de este caballero, porque lo hizo su ternero la vaca de la fortuna".

En cuanto a la grafía suerte en baca, "con b de burro", se originó, según el tradicionista, en la peculiar ortografía de un pintoresco suertero del siglo XIX, apodado Chombo el Dichoso. Palma

1.

Véase la expresión análoga asentador de lotería (ambas parecen más o menos equivalentes de suertero) usada por Larriva en Odriozola, Documentos literarios, tomo II, pág. 77.

2.

Tomo I, pág. 113.

3.

Íd. 163-164.

4.

Palma deduce: "Siendo del género femenino la fortuna, es claro que la cabeza pintada era de vaca y no de toro".

concluye: "los suerteros (y no sorteros, como alguien ha sostenido que debe decirse) no están obligados a corrección ortográfica" 1. Suertero se usa en Guatemala con el mismo sentido que en el Perú 2. En gran parte de América (Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador) y en Navarra, en cambio, suertero es 'afortunado' y equivale, por tanto, al suertudo del Perú 3, al sortario de Venezuela y al suertoso del Ecuador.

TACHO En el habla familiar de gran parte de América tacho es 'vasija, recipiente' de diversos materiales, formas.y usos. En el Uruguay, Paraguay y la Argentina tacho es 'recipiente de hojalata' (se usa en Andalucía como 'cubo o balde usado para fregar pisos'). En Chile y Bolivia tacho se aplica a ciertas vasijas de hojalata, cobre o barro; en Arequipa y Cuzco es 'cántaro de arcilla', 'porrón'. En Cuba, Santo Domingo y Guatemala —también en Argentina y Bolivia— tacho es la paila en que hierve el melado para la elaboración del azúcar (el uso llega hasta las Filipinas). Además, en Chile, Bolivia, él interior argentino, Uruguay y el norte del Perú (Cajamarca, Lambayeque, Trújillo); tacho es él recipiente de metal, con pico, tapa y asa, en que se hierve el agua 4, llamado en Lima, ambiguamente, tetera, en Arequipa calentadora 5 y en la mayor parte de la Argentina pava.

398  

1.

Tradiciones, págs. 931-932; véase también Neologismos y americanismos, s. v. Cfr. [suerte] en baca en Segura, Artículos, pág. 39 y Ña Catita, acto I, escena VII (en Comedias, II, pág. 23):

2.

Vallejo dignifica poéticamente el peruanismo: ''El suertero qué grita La de a mil / contiene no sé qué fondo de Dios [...] ¡por qué se habrá vestido de suertero / la voluntad de Dios!" (Obra poética, pág. 109).

3.

Véase suertudo 'afortunado' en Vargas Llosa, La casa verde, págs. 38, 51, 309. Se ha criticado el uso de suertudo 'afortunado' en la Argentina (véase Forgione, Lo que no debe decirse, págs. 239-240).

4.

Tacho es además 'sordo' en Tacna y 'retaco' en Loreto. El uso, también loretano, de tacho por ñato (véase esta voz) se explica tal vez por metátesis de la forma general chato.

5.

Cfr. calentadora en Reynoso, En octubre no hay milagros, págs. 109, 110, 111, 113.

Con este sentido se documenta la palabra tacho a fines del siglo XVIII. El asturiano Carrió de la Vandera, autor de esa joya de la literatura colonial que es El lazarillo de ciegos caminantes, critica, en su Reforma del Perú (1762), el abuso que aquí se hacía de la hoy olvidada yerba mate: "Si en un lugar como Lima se consume inútilmente una tan crecida cantidad [más de cien mil pesos anuales], en donde solamente no contamos más de diez mil materos, incluso frailes, monjas y viejas. ¿A cuánto ascenderá en la sierra donde hay hombre y mujer que continuamente tiene el tacho sobre el brasero y una criada destinada para cebar mates?" 1.

Un siglo después, según informa Arona, tacho ya no se usaba en Lima, ni en este sentido ni en ningún otro. Actualmente se emplea de nuevo referido específicamente, como en la Argentina, al recipiente de basura 2. Por eso sorprende qué el costumbrista limeño Adán Felipe Mejía, el Corregidor, escriba añorando el buen café casero: "El tacho de agua hervida estaba listo. Y se vertía, poco a poco, agua caliente dentro de la cafetera de hojalata..." 3.

¿Osmosis doméstica? Mejía fue casado con una dama trujillana. Entre los derivados de tacho está el femenino tacha 'paila para hervir melado' usado en Venezuela y Méjico; su diminutivo tachuela 4 es en Méjico, Colombia y Cuba 'cazuela o escudilla de metal' y se aplica sobre todo (en Venezuela y Méjico) a la 'tacita o escudilla usada para servir el agua del tinajero o filtro'; en Cuba tachuela es una pieza del hornillo de alcohol (véase ron en este volumen). Tachero es, según el sentido que en cada lugar se dé a tacho, el obrero encargado de cuidar la paila del melado o el hojalatero; en la Argentina tachería es sinónimo de hojalatería y tachudo de suertudo (véase antes suerte). Se

399  

documenta también, en este país, la formación humorística tachómetro por automóvil desvencijado y reloj.

1.

Pág. 90; véase también íd. íd. 91.

2.

Véase tacho de basura en Vargas Llosa, La ciudad y los perros, 231 y La casa verde, 46, 406. Tachitos es una marca comercial peruana de bolsas para basura. Véase tacho de basura en Cortázar, Rayuela, 16, 21, 245 y Las armas secretas, 172; tacho del agua sucia en Final del juego, 181.

3.

Ayer y hoy, pág. 24.

4.

Palabra por supuesto diferente de tachuela 'clavo corto'.

En cuanto a modismos, irse al tacho es 'arruinarse', 'morirse' en la Argentina 1 y Brasil (también en Pamplona); en Arequipa irse al tacho colorado equivale a irse al infierno. En la Argentina echar o mandar al tacho a alguien es 'desahuciarlo, quitarle toda esperanza', mandarlo al diablo o 'matarlo'. En Chile pasar las penas del tacho es 'pasar penalidades'; curiosamente, estar como un tacho, o fundido como un tacho, es 'estar muy mimado y consentido'. Tener asiento de tacho es en Méjico 'hacer visitas largas e importunas'. Corominas cree que tacho viene del portugués tacho 'vasija de metal poco honda' 2 documentado desde principios del siglo XVII; se basa en el desarrollo, coincidente en parte, de tacho en ambas lenguas. Así, en Portugal tacho es 'sopera'; tacha es en el Brasil 'paila usada en la preparación del azúcar' y tacheiro el obrero a cargo de ella; tacho se aplica figuradamente al 'reloj que no camina' o al 'piano mal afinado' (en Buenos Aires tacho es 'orquesta típica mediocre', por el sonido chirriante de sus instrumentos 3). Tachada es en el Brasil 'contenido de un tacho'; en gíria, jerga carioca, el plural tachos significa 'dinero'. En la misma jerga la expresión foi pro tacho, literalmente 'se fue al tacho', tiene los sentidos figurados de 'se arruinó', 'se murió'. Tacho 'cántaro' es, por otra parte, un temprano castellanismo del quechua; por eso algunos lexicógrafos lo dan como quechuismo en castellano. Pero ningún vocabulario quechua antiguo registra tacho como palabra de esa lengua. El Lexicón de Santo Tomás incluye siete diversos nombres de cántaros, ninguno de los cuales es tacho; tampoco está entre los seis que da González Holguín ni entre los cinco que consigna Antonio Ricardo. Situación análoga se presenta en aimara: tacho no aparece entre los cuatro nombres de cántaros que consigna el Vocabulario de Bertonio.

1.

Véase [irse] al tacho 'morirse' en Cortázar, Rayuela, 407; "de golpe cuatro enfermos al tacho" en íd. íd. 361.

400  

2.

A su vez de origen incierto, quizá debido a metátesis de chato (véase Corominas, Indianorománica en RFH VI, N.º 2, págs. 164-165 y Diccionario crítico etimológico, s. v.).

3.

Véase Borges, El lenguaje de Buenos Aires, págs. 58-59.

TAMBO Tambo viene del quechua tanpu, que en la organización incaica designaba un gran recinto destinado a almacén de armas y provisiones para el ejército en campaña; el tanpu hacía las veces de real posada para el Inca y su séquito 1. Los cronistas se refieren a los tambos como a "casas", "ventas", "mesones", "posadas", "casas de hospedería", "casas reales", "hosterías reales", "alojamientos de los soldados" o "depósitos". La palabra más usada para describirlos es la genérica aposento; dice, por ejemplo, Pedro Pizarro: "Tambo llaman estos indios unos aposentos que en todas las provincias y pueblos tenian, que eran unos aposentos grandes que ellos tienen hechos por mandado del Inga para en que se aposentase cuando pasase por su tierra, o para sus capitanes o gobernadores..." 2.

Pero entre los términos usados para describir el tambo incaico también figura muchas veces la palabra palacio. Dice, entre otros cronistas, Pedro Gutiérrez de Santa Clara: "... tenían estos yndios y señores Yngas [...] vnos palacios o apossentos muy grandes y bien hechos y labrados de cantería, y en otras partes donde no avía piedras se hazían de adobes o de tapias, que se llamauan los tales palacios tambos, y en estos apossentos se aluergauan los Yngas y toda su corte algunos tiempos del año" 3.

Garcilaso cita a Zarate cuando cuenta que los tambos que mandó hacer el Inca Huaina Cápac eran "palacios de muy grandes anchuras, y aposentos donde pudiesse caber su persona y casa, con todo su exército" 4. López de Gomara menciona, a su vez, "unos grandes palacios, que llaman tambos, donde se albergan la corte y ejército de los ingas; los cuales están bastecidos de armas

1.

Veáse tanpu o tampu 'posada, mesón' en González Holguín, Vocabulario, págs. 337a, 587b; 638b, 690a; tampucamayoc 'mesonero' en íd. íd. 337a, 587b; 690a.

2.

Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú [1571], pág. 141.

3.

Historia de las guerras civiles del Perú [1544-1548], III, pág. 546. Tambos subrayado en el texto.

4.

Comentarios Reales, libro V, capítulo VIII (tomo I, pág. 239 de la edición Rosenblat).

401  

y comida y de vestidos y zapatos para los soldados, que los pueblos comarcanos los proveían de obligación" l. Cieza de León describe asimismo "tambos o palacios reales [...] todos hechos de piedra" 2. La idea que, según la historia, tenemos del tambo incaico —construcción amplia pero sencilla y aun rudimentaria— no está de acuerdo con la imagen de los palacios renacentistas con que los cronistas citados parecen compararlo. Pero hay que tener en cuenta que hasta el siglo XVII palacio podía entenderse en castellano como dos cosas distintas: 'vivienda real o principesca, con muchas habitaciones y dependencias' y también 'habitación en la planta baja de una casa'. El último sentido, anticuado en la lengua general, se conserva en el castellano arcaico de los judíos de Marruecos y en algunas hablas regionales de la Península 3; este es sin duda el significado con que los historiadores y cronistas mencionados usan la palabra palacio para describir el tambo incaico. Durante la colonia tambo se usó con el sentido de 'venta, posada, parador' 4. Hoy es en el Perú 'tiendecita rural pobre', situada en el recinto o en las afueras de una hacienda. En la Argentina y Uruguay es 'vaquería' (en lunfardo, 'prostíbulo'). En el Paraguay 'palenque, bramadero'; en Atacama el nombre se aplica a los antiguos cementerios indígenas. Parece que tambo se usó también en el Perú con el sentido figurado de 'reunión bulliciosa, especialmente de negros', que mantiene todavía su derivado tambarria 5 cuyo uso llega, por extensión tardía, hasta los Andes de Venezuela. Tambero 'posadero,

1.

Historia general de las Indias [1552], en BAE XXII, pág. 277b.

2.

Crónica del Perú, en BAE 26, pág. 429b.

3.

Américo Castro sostenía que este sentido restringido de palacio se debía a calco semántico del árabe qsar (que dio, con el artículo prefijado, alcázar), el cual tenía los distintos sentidos de 'vivienda principesca' y 'habitación de las mujeres' (España en su historia, págs. 67-68). Pero en la refundición de dicho libro con el título de La realidad histórica de España eliminó este ejemplo de influencia arábiga en la lengua y cultura de la Península.

4.

Véase el uso en Concolorcorvo, El lazarillo de ciegos caminantes, págs. 17, 18, 19, 299 y 306; una referencia a los tambos como hospederías coloniales en Gálvez, Calles de Lima, pág. 130.

5.

Cfr. tambarria por jarana en Palma, Tradiciones, pág. 898; López Albújar, Matalaché, pág. 84 y De la tierra brava, 34; Camino Calderón, Diccionario folklórico, 109, 170.

ventero' se documenta en el-Perú'desde el siglo XVII 1; el término, también se usó para referirse a esclavos aficionados a jaranas, tambos o tambarrias. Hoy en el

402  

campo argentino se llama ganado tambero al manso, y tambera a la ternera o vaca joven que aún no ha parido. En cuanto a expresiones y modismos, Santamaría da como peruana la frase tambo de tíos, equivalente de tambarria. Del tumbo al tambo (con las variantes del timbo al tambo y del tambo al timbo) es modismo usado en Cuba, Colombia y Venezuela 2; equivale a de la Ceca a la Meca.

TARRO Tarro, originalmente 'vaso de barro vidriado', es palabra de étimo incierto (tal vez en relación con el latín terra, por el material empleado) común solo al castellano y portugués entra las lenguas románicas. El nombre se extendió a recipientes de diversos tamaños y formas, especialmente a aquellos más altos que anchos, cilíndricos o de caras rectangulares 3. A fines del siglo XIX se documenta en el Perú y Chile la expresión, en principio humorística, tarro de unto como designación del sombrero de copa alta llamado en España chistera. Según José Toribio Medina 4, el uso chileno se explicaba por la forma cilindrica común al sombrero de copa y a los envases en que se vendía betún para calzado, que en Chile se llama, corrientemente

1.

Véase el Diario de Lima de Suardo (1629-1634), pág. 206 y también Conco-lorcorvo, ob. cit. 306. Hubo en la Lima colonial un célebre Tambillo que mienta Suardo (ob. cit. págs. 4 y 28); parece haber sido también muy conocido el Tambo de la Huaquilla mencionado en el Diario de Lima de los Mugaburu (1640-1694), pág. 159. Véase una referencia a la Calle del Tambillo en Gálvez, ob. cit. pág. 105.

2.

Del tumbo al tambo se documenta ya en Bolívar (cfr. Hildebrandt, La lengua de Bolívar, pág; 219 y Léxico de Bolívar, págs. 600-601 ). Véase también Rosenblat, "Los venezolanismos de Martí" en Revista Nacional de Cultura, N.º 96, págs. 32-53, s. v. tambo.

3.

Véase tarro de basura en Brycé, Un mundo para Julius, pág. 107 (cfr. tacho). En el Perú cara de tarro es aquella larga pero no afilada y leche de tarro ('leche enlatada') equivale a leche evaporada (véase leche de tarro en Sofocleto en dos columnas, pág. 46). En lengualenguaje vulgar tarro es 'trasero femenino'.

4.

Chilenismos, s. v.

nulo 1'. Por su parte Arona cuenta que los mataperros limeños solían molestar a los transeúntes elegantes a la vez que se justificaban burlonamente a voces: "¿Por qué asunto? Por el tarro de unto" 2.

403  

Tarro de unto se abrevió posteriormente en tarro. Abelardo Gamarra describe así un típico cierrapuertas limeño: "Y unos para arriba y otros para abajo, ésta soltando los atados, aquél por media calle y tarro en mano, leva 3 al aire y pies para qué os quiero; los coches al escape, los látigos de los cocheros traqueteando ¡Jesús, qué confusión!" 4.

El mismo Tunante hace el retrato de cierto diplomático acreditado en Lima: "Mi diplomático, cuando no está entre las cuatro paredes de su legación, viviendo a cuerpo de rey, se le ve en los paseos, en los alrededores de la ciudad, enguantado hasta las narices, entarrado hasta las orejas, encapotado hasta los talones y embastonado, por supuesto" s.

Así como se llamaba tarro el sombrero de copa alta, se daba el nombre de medio tarro al de copa mediana 6. Los usos regionales de tarro por sombrero corresponden al centro y sur de la América

1.

Según Cáceres Freyre el nombre de tarro de unto, conocido igualmente en la provincia argentina de La Rioja, se explica "por la semejanza a los tarros en que venia envasado el unto sin sal" (Diccionario de regionalismos de la provincia de La Rioja, s. v.).

2.

Diccionario de peruanismos, s. v. Véase también tarro de unto en Gamarra, Cien años, pág. 100; Gálvez, Calles de Lima, pág. 28; Estampas limeñas, 95 y Nuestra pequeña historia, 344. Vallejo emplea la expresión artificiosa clac de unto (Novelas, pág. 48); clac (del francés íd.) solo se aplica al sombrero de copa plegable llamado también sombrero de muelles.

3.

Leva por levita es peruanismo debido a falsa regresión desde un supuesto diminutivo, como pepa por pepita.

4.

En BCP 9**, pág. 142. Véase también tarro en Gamarra, ob. cit. pág. 186 y Rasgos, 98; Blume, Sal y pimienta, 80, 102, 251; Dávalos, Lima de antaño, 33, 99, 101, 107; Moncloa, Tipos menudos, 29, 157; Gálvez, Una Lima que se va, 169; Ribeyro, Cuentos de circunstancias, 113; Sofocleto, Sofonetos, 101; Martin Adán, La casa de cartón, 16.

5.

Cin años, págs. 172-173.

6.

Véase "su indumento de levita y medio tarro" en Gálvez, Calles de Lima, pág. 158.

Meridional: Perú, Bolivia 1, Chile, Argentina 2 y Uruguay; el uso ecuatoriano y colombiano que señalan Malaret y otros lexicógrafos podría explicarse por extensión tardía desde el Perú. Que el sombrero de copa, prenda típicamente clasista, suscitó el rechazo popular y burlón a uno y otro lado del Atlántico, lo prueban designaciones como

404  

la hoy establecida de chistera que en su origen fue del mismo tipo caricaturesco 3 que tarro de unto; otras designaciones humorísticas peninsulares son canariera, bomba y gavión 4. En América la misma prenda se ha llamado cubilete (la Central, Colombia, Venezuela), cubeta y sorbete (Méjico), bolero (Méjico y América Central), pumpá (Venezuela), buche (Ecuador) y colero (Chile), además de otros términos de alusión menos clara 5.

TEMPERAMENTO Temperamento viene del latín temperamentum 6 'proporción de elementos que forman un cuerpo compuesto' y también, de allí, 'estado, constitución'. El sentido original de 'mezcla, promedio' subyace en los sucesivos usos figurados desarrollados por dicho término en castellano 7. Por aplicación de la idea de 'promedio' a la proporción de calor y frío, sequedad y humedad que hay en la atmósfera,

1.

Donde el nombre se aplica también al sombrero blanco típico de las mujeres de Cochabamba.

2.

En lunfardo, "tarros son los zapatos de lujo, porque —como en los modestos jardines de las casas de vecindad o de los barrios suburbanos— se los usa para lucir las plantas... de los pies" (Amaro Villanueva, "Sinonimia: supuesto vicio lunfardo", en el Boletín de la Academia Porteña del Lunfardo, Año 1, N.º 3, págs. 107-113). En el habla coloquial argentina tarrudo (como tachudo) equivale a suertudo.

3.

Chistera, voz de probable origen vasco, era el nombre de una canasta más o menos cilindrica, alta y sin tapa, que los pescadores usaban para depositar los peces.

4.

El sombrero de copa alta se ha llamado también sombrero de pelo, castora, gabina, bimba y güito.

5.

Tales como cumbo en la América Central y choco en Bolivia.

6.

A su vez derivado de temperare 'templar, entibiar'.

7.

Que coinciden con los registrados históricamente por el inglés temperament.

temperamento se hizo equivalente de temperie, clima; este uso, documentado desde la época clásica, tiene ya antecedentes en latín. Luego, por extensión del mismo concepto de 'promedio' a la diversa proporción en que se combinan los humores del cuerpo humano, a la cual se atribuía la determinada configuración física y anímica del hombre, temperamento tomó el sentido de 'disposición del ánimo, genio, carácter', documentado desde principios del siglo XVII 1 y también con antecedentes en latín.

405  

Por último, por aplicación de la idea de 'término medio' a aquel que se establece entre dos extremos, surgió la acepción figurada que el Diccionario de Autoridades registraba como cuarta: "providencia, o arbitrio, para templar, o componer, alguna cosa". De las acepciones figuradas antedichas, solo la de 'disposición natural, genio, carácter' —especificada a veces: temperamento artístico, temperamento pasional— pertenece actualmente a la lengua general; otras dos se conservan en diversas regiones de América: El uso de temperamento por temperie, clima, se conoce hoy en el Perú, Colombia, Venezuela y Méjico. En el Perú, por ejemplo, puede decirse de un lugar determinado que "tiene buen (o mal) temperamento" o que una persona "necesita un cambio de temperamento". Pero en Venezuela 2 el uso ha seguido desarrollándose hasta el punto de que temperamento designa el lugar mismo (que entonces "es buen —o mal— temperamento") y aun la temporada de descanso ("se fue de temperamento"). Temperar tiene allá el sentido de "mudar temporalmente de clima una persona por razones de placer o de salud"; así se registra ya la edición de 1984 del Diccionario de la Academia, como acepción americana. La acepción que el léxico oficial mantiene todavía como segunda ("arbitrio para terminar las contiendas o para

1.

En la Corónica moralizada del Orden de San Agustín en el Perú, del padre Calancha, publicada entre 1638 y 1653, se lee: "Muy diferente es la complexión del negro y la del Indio a la del Español, por la cual las causas generales que en este Reino ocurren, no pueden producir iguales efectos en todos, sino en cada uno según su temperamento, disposición del cerebro y órganos corporales..." (en BCP 4, pág. 44). Unas líneas después se documenta el uso de temperamento por temperie: "... ayudan los temperamentos de esta tierra a que los ingenios sean generalmente más agudos que los de muchos países de Europa..." (pág. 45).

2.

Véase Rosenblat, Buenas y malas palabras, págs. 202-204.

obviar dificultades") se documenta en el español general hasta el siglo XIX. En su Informe sobre la ley agraria dice, por ejemplo, Jovellanos: "El mal que han causado los mayorazgos es tan grande, que no bastará evitar su progreso si no se trata de aplicarles otros temperamentos" 1.

En 1826 escribe Bolívar a Santa Cruz, desde Guayaquil: "Ud. sabrá muy bien el temperamento que debe tomar para dar a las comunicaciones del gobierno toda la seguridad y prontitud que exigen siempre, y mucho más en las actuales circunstancias" 2.

406  

En su Diccionario de peruanismos dice Arona, bajo el título Mayordomo: "No pudiendo conseguir la democracia nuestra la supresión de los criados y sirvientes domésticos [...] adoptó el temperamento de enaltecerlos con un título menos depresivo de la dignidad humana..." 3.

Pero estos usos se han olvidado hoy en España y en la mayor parte de América. En cambio, en el Perú no solo se han conservado sino que el proceso semántico ha seguido su curso; temperamento ya no es únicamente el 'parecer u opinión que conciba otros opuestos', sino cualquier 'parecer u opinión' 4. Se lee, por ejemplo, en los periódicos, o se oye en la radio y en la televisión: "el temperamento predominante es que la renuncia será aceptada", "la mesa no aceptó ninguno de los temperamentos propuestos", etc.

1.

Obras escogidas, ed. Clásicos Castellanos, I, pág. 45. Véase un uso coetáneo de Olavide en Obras selectas, pág. 165. Un uso de Vicente Salva en Bello, Estudios gramaticales, pág. CIII (cit. Rosenblat); otro de Cuervo en Obras, I, pág. 57.

2.

Obras, II, pág. 470. Para otros usos de temperamento en las acepciones de 'temperie' o 'carácter' por Bolívar véanse Obras, I, 863; III, 521, 523, 837 y Hildebrandt, La lengua de Bolívar, págs. 271-272 y Léxico de Bolívar, 486-487).

3.

Las palabras criados y sirvientes subrayadas por el autor.

4.

El proceso se ha realizado también en la Argentina, a juzgar por este ejemplo de Cortázar: "... algunos diseños venían numerados mientras otros se dejaban situar en cualquier parte, temperamento que he imitado respetuosamente..." (La vuelta al día en ochenta mundos, pág. 86).

TINCAR Se ha difundido modernamente en Lima la expresión tincarle (algo) a uno, con el sentido de 'intuirlo, presentirlo, tener sobre ello una corazonada o pálpito'; el postverbal tinca —también se oye tincada— equivale a corazonada, pálpito. Estos usos tienen más arraigo en el sur del país (Arequipa, Cuzco) y probablemente son, desde el punto de vista del castellano del Perú, chilenismos (se conocen también en Bolivia y la Argentina). Pero estos probables chilenismos son, en último extremo, seguros quechuismos; tincar, del quechua t'ínkay 'dar un capirotazo o papirote', se documenta ya en los primeros vocabularios de esa lengua 1 e igualmente en los vocabularios aimaras del siglo XVII 2. En el Perú, Chile, el norte argentino y —probablemente— Ecuador tincar es término del juego de las bolitas o canicas 3; el sentido figurado 'tener una corazonada', es decir, darle a uno un vuelco el corazón' se explica por extensión de la acepción 'dar un vuelco (la canica) ante el capirotazo'.

407  

En la Argentina alterna con tincar la variante con sufijo de frecuentativo tinquear; a sonorización de la velar se debe, a su vez, otra variante argentina: tinguear. En la provincia de San Luis se usa la forma pronominal linearse con el sentido de 'hacer rozar o tropezar un pie (o pata) con el otro, al caminar'; se llama tinco —en La Rioja tincudo— al animal que tiene este defecto. En Salta tincucho es 'patizambo'. Para designar el papirotazo o capirotazo se usan tinque y tincada en Chile y San Luis (tincada equivale a tinca 'corazonada' en Chile y con este sentido se usa algo, como se ha dicho, en el Perú). En el Cuzco, al igual que en algunas regiones de la Argentina y en el Ecuador, el capirotazo se llama tincazo (en replana tincazo se documenta como 'teléfono'); en Arequipa tincanazo se usa con el mismo sentido; en

1.

En el de González Holguín "Ttincani. Dar papirote. Tincay. El papirote", (pág. 342b; véase también íd. 614a). En el Lexicón de Santo Tomás tinquini 'apretar uno a otro' (pág. 364) y tincani 'dar papirotes' (pág. 182).

2.

Véase en Bertonio ttinccatha 'dar papirotes', ttinccarpaatha 'quitar algo a papirotes', ttinecattasicha 'jugar a los papirotes' (pág. 355a). En el Vocabulario de Torres Rubio (1616), tinca 'papirote', tincatha 'dar papirote' (pág. 122 de la Actualización de Franco Inojosa ).

3.

En San Luis se llama tinca la bolita que golpea a las demás en el juego del hoyito.

otras zonas del interior argentino, tinquinazo o tinquinazo. En Chile tincanque es específicamente el 'capirotazo dado en la cabeza'. Son variantes de algunas de estas formas, con sonorización de la k, las ecuatorianas tingo y tingazo, y la ecuatoriana, chilena y peruana tingue. Con sufijo de aumentativo se documenta en el Perú tingote por capirotazo; es equivalente la forma, con doble sufijo, tingotazo. Pero en quechua t'ínkay tenía también el sentido figurado de 'celebrar una inauguración con aspersión de licores' (tal vez porque para verterlos se daban capirotazos a la vasija que los contenía). Dicha ceremonia ha sobrevivido en la llamada tinca arequipeña. En Ayacucho t'inkachi 'castañeteo de los dedos' tiene análogamente el sentido de 'agasajo de licor entre amigos' , y en Bolivia t'inka es el obsequio o ración que se da a los domésticos indígenas. El modismo chileno ponerle tinca a algo equivale a 'ponerle empeño'. En la provincia argentina de La Rioja se usa la expresión humorística tincarse el coto (véase coto), es decir, 'darse un capirotazo en la nuez de Adán', con el sentido de 'sentir una alegría eufórica'. Como otros quechuismos, tincar tiene, según se ha visto, mayor arraigo y riqueza de usos en las áreas de sustrato del sur del continente.

408  

TOCUYO Tocuyo es un liencillo o tela basta de algodón, generalmente no teñida, y a veces ni siquiera blanqueada, que se usa en el Perú 2, el Ecuador, Chile, Bolivia y la Argentina 3.

1.

Tincucho y tincudo, así como el riojano viejo tincunaco 'encuentro durante una ceremonia', pueden haberse derivado directamente del quechua t'ínkuy 'encontrarse', probablemente de raíz común a t'ínkay. Entra tal vez en esa serie léxica el arequipeño tincuche 'trampa, farsa' que, según Ugarte (Arequipeñismos, s. v.), viene del quechua tíncuy. El Diccionario de Lira registra tinkúchi "trampa, cábula, farsa hecha en combinación" (pág. 974).

2.

Modernamente se documenta como tocuyela (con el terminal de franela, que es también el de una marca de fábrica, viyela; véase cuáquer) cierta tela absorbente de algodón empleada sobre todo para hacer pañales. En el Cuzco hubo un gremio de tocuyeros (véase Carrión Ordóñez, ob. cit. pág. 331).

3.

De allí su uso se ha extendido hasta el sur del Brasil.

Arona suponía que tocuyo era palabra quechua formada "sobre el verbo quichua cuyu que significa torcer hilo con las manos"; citaba en apoyo de su tesis algunos artículos publicados a fines del siglo XVIII en el Mercurio Peruano, en los que se hace referencia a "ropa 1 de la tierra llamada cuyo", a un tipo de bayeta así llamada y por último al "tucuyo 2, el cual se teje en los pueblos del partido" 3. Pero, aunque el área actual del término coincide en general con aquella de sustrato quechua, la etimología propuesta por Arona ignora la partícula inicial to- o tu- (la cual, por otra parte, no parece morfema del runasimi). Es, en cambio, posible que tocuyo sea voz indígena de origen caribe. La ciudad venezolana de El Tocuyo , que debe su nombre al de un río vecino 4, adquirió temprana fama por sus telares de algodón, que abastecían a otras provincias americanas, según el sistema proteccionista de la corona española 5. Es muy probable que el nombre de la ciudad llegara a hacerse designación concreta de un tipo de tela allí producido 6 y se extendiera, con la mercancía, por el sur del continente. No se opone a esta hipótesis el hecho de que la palabra tocuyo haya tenido poca vida en Venezuela 7. Por lo contrario, cuando una tela u otro producto cualquiera toma el nombre del lugar de su producción o difusión, es frecuente que dicho nombre carezca de vigencia precisamente en su lugar de origen, puesto que allí no es necesario mencionar la procedencia del producto. La Academia respalda (desde la edición del Diccionario de 1925) la hipótesis etimológica aquí expuesta.

409  

1.

En su sentido, hoy anticuado, de 'tela, género, tejido'.

2.

Variante usada hoy en Chile, Ecuador y Bolivia. Véase tucuyo como uso referido al Alto Perú en el Mercurio Peruano, tomo II, pág. 316. Hubo en Arequipa tucuyerías 'fábricas de lienzo burdo' (cfr. Carrión Ordóñez, ob. cit. pág. cit.).

3.

Véase Diccionario de peruanismos, s. v. tocuyo.

4.

Tocuyo significa 'zumo de yuca' en cumanagoto, la lengua caribe de esa región. El río debe a su vez el nombre al color lechoso de sus aguas.

5.

Véase Walter Dupouy, "Los lienzos del Tocuyo colonial en el ámbito americano", en Tierra Firme.

6.

Como fue el caso de casimir, tul, holán, damasco, cambray y tantos otros; véase fustán en este volumen.

7.

Hoy es término histórico. Bolívar solo usa tocuyo durante su permanencia en el Perú (véanse O'Leary, XXI, págs. 250, 251, 269 y Hildebrandt, La lengua de Bolívar, págs. 260-261 y Léxico de Bolívar, págs. 470-472).

TONGO El bombín, sombrero hongo o simplemente hongo (en inglés derby hat 1, en francés chapeau bombé o chapeau melon) tiene en el Perú y Chile el nombre familiar de tongo 2. Otras denominaciones regionales son: bolero en Méjico y Centroamérica; cumbo en Centroamérica; bombo en Puerto Rico y Santo Domingo; camarita en Venezuela; cubil en algunas zonas de la América Central, Venezuela y Colombia; coco en Colombia y Ecuador; bolla en Bolivia; y galera o galerita en el Río de la Plata. Cuenta Gálvez que el faite limeño, orgulloso de su típica indumentaria (sombrero blando, saco cruzado, pantalón bombacho a la Waterloo) detestaba prendas como el tongo y el volante ('frac'). Prepotente dueño de la calle, había establecido un arbitrario toque de queda expresado en este grito de guerra: "De las ocho pa delante, no hay tonguito ni volante" 3. Los elegantes de fines de siglo XIX no las tenían todas consigo cuando salían de noche llevando el tongo de rigor (lo usaban hasta los muchachos de pantalones cortos). También se oía esta rechifla: "Arroz con mondonguito, abajo ese tonguito". Tongo es voz de origen incierto. Es improbable que tenga relación con el castellano toca, tal como lo creía Lenz presuponiendo una forma masculina toco con variante tongo 4. Tampoco parece

410  

1.

La prenda ha sido inmortalizada por el genio de Chaplin.

2.

En Chile la variante tongoy, que juega con el topónimo Tongoy, se ha hecho equivalente de abogado por considerarse el bombín prenda característica de la profesión; la frase ir a Tongoy tiene el sentido de 'consultar con un abogado' (véase Kany, Semántica hispanoamericana, pág. 161).

3.

Calles de Lima, pág. 14 (pa, tonguito y volante subrayados por el autor). Véase igualmente tongo en C. Palma, Crónicas de Corrales, págs. 66, 75, 77, 102, 111 (tongo alón), 120, 121, 125, 135, 158, 206, 224 (tonguito pedemono), 243 (tongazo 'tongo grande') y 274. Véase el artículo de Héctor Velarde titulado "¡Un hombre con tongo!" en Obras completas, vol. 3, págs. 229-271. Tongo también en Diez Canseco, Estampas mulatas, pág. 22; Sofocleto, Sofonetos, pág. 87 y Sofocleto en dos columnas, 78.

4.

Véase Diccionario etimolójico, s. v.

haber relación entre tongo 'sombrero hongo' y varios homónimos de diversa extensión en el Perú y otros países de América. Uno de ellos es tongo 'taburete rústico' (hecho generalmente de un tocón de árbol) usado en nuestra sierra septentrional 1. Otro es tongo 'envoltorio de fibras vegetales que contiene ocho tapas de chancaca, en forma de cono truncado, pegadas de dos en dos por sus bases' 2. Un tercer tongo es cierta medida agraria (treinta y tres varas cuadradas) usada en la sierra central (Tarma) y otras regiones del país. Fuera del Perú, tongo es en Chile nombre de un ponche preparado con helados y aguardiente; tiene el sentido de 'coscorrón' en el Paraguay y el noroeste argentino, y los usos aditivos de 'manco' en Méjico y 'dormido' en Andalucía. Pero el homónimo más importante y enigmático es tongo 'fraude cometido en el deporte cuando un contendor recibe dinero a cambio de dejarse ganar'. El uso se conoce en el Perú, Chile, Bolivia, la Argentina, el Uruguay y la provincia española de Navarra, generalmente referido al juego de la pelota vasca o a las carreras de caballos; en el Perú se emplea mucho en relación con el boxeo; en Chile el uso se ha extendido al campo de las actividades artísticas y literarias 3. En Navarra se llama tonguista al que hace tongos; en el Río de la Plata tonguear (o tonguerear) ha llegado a tomar el sentido general de 'adulterar'. Volviendo a tongo 'sombrero', tal vez pueda explicarse por cruce de la denominación general hongo con otro peruanismo y americanismo: tarro 'sombrero de copa'. En ese caso tongo sería el mismo hongo al que se le hubiera "pegado" la t inicial de tarro. Ello implicaría cierta confusión entre los nombres basada en la indiferenciación de los objetos, hecho explicable cuando las predas de vestir empiezan a caer en desuso. En apoyo de la hipótesis planteada, es interesante señalar que algunas de las designaciones familiares o regionales del bombín se aplican o se han aplicado igualmente a la chistera, y viceversa. Son

411  

1.

Véase tongo 'taburete rústico' en Gamarra, Cien años, 125 ("tongos de maguey con su pellejito rapado en el asiento") y Rasgos, 64.

2.

Véase tongos de chancaca en Mejía, Ayer y hoy, págs. 37 y 136; véase también chancaca en este volumen.

3.

Medina, Chilenismos, s. v.

ejemplos de esa confusión cubilete, galera, boleiro, cumbo, güito tongo.

1

y el propio

El Diccionario de la Academia, en su edición de 2001, incluye tongo con la única acepción de "trampa realizada en competiciones deportivas, en que uno de los contendientes se deja ganar por razones ajenas al juego". En ediciones anteriores la misma definición se refiere especialmente a "partidas de pelota y carreras de caballos".

TREJO En nuestra habla familiar trejo tiene los sentidos de 'valiente', 'decidido', 'osado', 'desafiante' 2. La palabra, al parecer exclusiva del Perú, se documenta desde fienes del siglo XIX. Así, en una letrilla de 1894, Federico Blume parodia a ciertos lectores que, desde la barrera, exigen del periodista de la oposición el coraje necesario para enfrentarse al gobierno: "—No tenga usted miedo: ¡trejo!

¿Por qué no da usted frente? ¡Qué fácil es ser valiente cuando a otro le va el pellejo!" 3.

1.

Véase antes tarro.

2.

Según Miguel Angel Ugarte, en Arequipa trejo es 'muy bueno', 'fuerte' y 'diestro' (Arequipeñismos, s. v.).

3.

En Sal y pimienta, pág. 36; veáse también íd. íd. 148.

Un cuento de Diez Canseco, Jijuna, dice en su párrafo final: "Se fue solo, solito, como los trejos, sin volver la cara como cuando pasa una mujer bagre 1, sin temer un tiro atrasado, ondeando el poncho como una bandera de valentía; no había de castigar en un cobarde la insolencia" 2.

412  

Trejo es un peruanismo de origen incierto. No hay datos que permitan establecer una vinculación con el apellido castellano Trejo, ni con el aragonesismo trejo por tejo 'piedra usada en el juego del chito', ni con treja 'cierta tirada en el juego de los trucos'. Según Arona, a fines del siglo XIX alternaban en Lima trejo, ternejo y tantas muelas (expresión hoy olvidada) como denominaciones del guapetón o valentón. Arona creía que trejo estaba en relación con el anticuado destrejar, que él daba con el sentido de 'luchar, combatir' 3, pero que más bien tuvo el de 'obrar con destreza, cordura o habilidad' (sale de destral 'hacha pequeña que se maneja con la diestra') 4. No es probable que trejo 'valiente' se deba a regresión sobre el poco usado y semánticamente lejano destrejar, pero tampoco parece haber un claro nexo formal entre trejo y su sinónimo ternejo 5. Este último peruanismo (y ecuatorianismo) sale probablemente de la voz de germanía terne 'valentón', 'obstinado', 'robusto' 6. Ternejal, que parece derivado de ternejo, se documenta en la Argentina como equivalente de facón 'cuchillo del gaucho'; en este país, Bolivia y Cuba tiene —o ha tenido— también el sentido de guapo, 'matón', semánticamente cercano a trejo y ternejo 7.

1.

Peruanismo por 'fea'.

2.

En Estampas mulatas, pág. 57; véase asimismo trejo en Clemente Palma, Crónicas de Corrales, pág. 81; Arguedas, El Sexto, pág. 194. Según Camino Calderón, los naturales de Ferreñafe (en Lambayeque) "dicen que ellos son trejos de nación" (es decir, 'valientes de nacimiento'); veáse su Diccionario folklórico, pág. 100.

3.

Véase el Diccionario de peruanismos, s. v. tantas muelas.

4.

Corominas, Diccionario crítico etimológico, s. v. diestro.

5.

Véase ternejo 'valiente' en Camino Calderón, ob. cit. pág. 178 y Cuentos de la costa, pág. 15; también en Vegas Seminario, Montoneras, págs. 49 y 146. C. Palma habla de vacas ternejas, es decir, 'bravas' (Crónicas de Corrales, pág. 27).

6.

En Navarra el modo adverbial terne que terne tiene el sentido de 'perseverantemente, tozudamente'.

7.

Véase un uso de ternejal —no corriente en el Perú— en Palma, Tradiciones, págs. 581-582: "la excomunión, que al más ternejal le ponía la carne de gallina".

413  

TROME En el habla popular y familiar peruana ser un trome equivale a ser un as, ser un capo (en el estudio, deporte o cualquiera otra actividad). Vargas Llosa relata así, en Los cachorros, la incorporación del protagonista al grupo y al colegio: "Era chanconcito 1 (pero no sobón 2): la primera semana salió quinto y la siguiente tercero y después siempre primero hasta el accidente, ahí empezó a flojear y a sacarse malas notas. Los catorce Incas, Cuéllar, decía el Hermano Leoncio, y él se los recitaba sin respirar, los Mandamientos, las tres estrofas del Himno Marista, la poesía Mi bandera de López Albújar: sin respirar. Qué trome, Cuéllar, le decía Lalo y el Hermano muy buena memoria, jovencito, y a nosotros ¡aprendan, bellacos!" 3.

De trome se ha derivado tromería, referido tanto a la calidad de trome como al grupo de tromes. Dice un personaje de En octubre no hay milagros, de Reynoso: "la tromería solo se mantiene a fuerza [sic] que nadie lo gane en la bronca"; otro monologa: "pa' qué se metió con el trome de la tromería" y se alegra de haber perjudicado a un compañero "pa' que aprenda a no meterse con la tromería del barrio" 4. En replana se documentan, como equivalentes de trome en uso sustantivo, las formas tromerín y tromelele. Trome es un término de replana que ha ascendido —a través del lenguaje popular y escolar— hasta el nivel del habla culta familiar. Trome sale de maestro en su sentido de 'experto' y con la pronunciación popular mestro o, más bien, mehtro por aspiración de la s. Mehtro se hace a su vez trome mediante el proceso de inversión silábica, favorito de la replana; la pérdida de la h aspirada es consecuencia de su resultante posición final de palabra.

1.

'Estudioso'; véase chancar en este volumen.

2.

'Adulador' en el Perú.

3.

Págs. 13-14; véase también trome en íd. íd. 101 y Los jefes, 106. Otros usos de trome en Congrains, Lima, hora cero, pág. 139; Sofocleto al pie de la letra, pág. 64 (Dios es el Trome Celestial), 81, 84, 114, 123 ("Francia era el trome del Continente"); usos adjetivos (menos frecuentes) en íd. íd. 56 ("Napoleón era un general tan trome... ") y 102 (Nostradamus "era tan trome haciendo pronósticos..."). Véanse usos sustantivos de Bryce en Un mundo para Julius, págs. 28, 196, 294, 310, 328.

4.

Págs. 94, 192, 193.

Por análogo proceso de inversión silábica la forma plena maestro ha dado en la Argentina troesma.

414  

La inversión silábica o fonemática es, por otra parte, recurso conocido de la germanía del siglo XVI y otras jergas hispánicas. La germanía incluía precisamente el vesre o habla al revés 1. De boca, por ejemplo, resultó coba 2, hoy nombre de la jerga boliviana, y también de la ecuatoriana. De coba, por desgaste de la fricativa intervocálica, resultó a su vez coa, variante que hoy designa la jerga chilena. Modernos estudios del lunfardo, sin embargo, calculan en solo un diez por ciento el caudal de voces obtenidas por inversión silábica o fonemática: en realidad, la metáfora es la mayor proveedora de léxico jergal. Los vocabularios de replana son más abundantes que los del lunfardo en aquel tipo de palabras, con predominio de los sustantivos (también algunos adjetivos) bisílabos graves 3: trome por me(h)tro, drepa por padre, drema por madre, chele por leche, lope por pelo, vella por llave, diame por media, tapla por plata 'dinero', brali por libra 'billete de diez soles' (hoy desusado), zapla por plaza, roca por carro 'automóvil', toga por gato, merfi por firme 'estupendo' (con metátesis de r), choe por hecho, etc. En estos casos la inversión silábica no implica trastrocación del acento prosódico (el acento de intensidad es en español un rasgo esencial para la identificación de la palabra); ello sí sucede en el caso de los bisílabos agudos, que resultan generalmente graves: jermu por mujer, feca por café, pelpa por papel, bonja por jabón, ponja por japón (japonés), mionca por camión, telo por hotel, fercho por chofer (que se pronuncia agudo

1.

En germanía el sistema consistía en el trueque de consonantes con permanencia de vocales: chepo por pecho, taplo por plato, greno por negro, demia por media, toba por bota; el morfema final (de plural o infinitivo) generalmente se mantenía: nipos por pinos, lepar por pelar (véase Salillas, El delincuente español. El lenguaje, págs. 37-38).

2.

Tiene el mismo origen la expresión coloquial, común a España y América, dar coba (es decir dar boca) por 'lisonjear, adular'.

3.

Los trisílabos graves suelen hacer también inversión estricta: samica por camisa, llobaca por caballo, corima por marico 'homosexual', dorima por marido, chachamu por muchacha, etc.

en América) y otros 1. Es importante excepcional la desfiguración morfológica de los infinitivos: comer se hace merco y aun, por posterior deformación eufemística, mercurio. Pero a veces la identidad morfológica se restablece; así, de merco sale merquiar, con el mismo sentido de 'comer'. Igualmente de jermu sale jerma 'mujer', con restablecimiento de la terminación femenina normal. En el caso de cholo, la inversión silábica haría esperar una forma *locho que se ha hecho lorcho por motivos poco claros.

415  

Los estratos lingüísticos son, como los sociales, permeables. La corriente ascendente lleva a algunas voces del hampa hasta el nivel de la lengua culta familiar, pasando por el uso popular o juvenil: tal es, como se ha visto, el caso de trome. Pero no hay que confundir el paso natural, siempre restringido, de algunas palabras vulgares a la lengua culta, con los negativos resultados de la verdadera campaña de difusión, por cierto digna de mejor causa, que hacen en nuestro medio ciertos órganos de prensa. Ese tipo de "periodismo moderno" reniega de una importante misión de la prensa: educar al informar. Cuando solo se busca el fácil mercado de la masa semialfabetizada por el dudoso método del empleo de su peor lenguaje —y a veces ni siquiera de este, al fin y al cabo auténtico, sino de una seudorreplana forjada y forzada en el escritorio del "periodista"— se traiciona al pueblo en lo que muestra de más meritorio: su afán de superación. Hablar mal es mal negocio, si es preciso ponerlo en esos términos: un haiga puede costar un puesto de trabajo. Las llamadas clases emergentes, que no han tenido el privilegio de absorber la lengua culta en el hogar, quieren hablar mejor porque el buen lenguaje es un importante símbolo de status. Esos grupos sociales, que constituyen la mayoría de nuestra población, tienen derecho a sentirse defraudados por una prensa que, a cambio de un solaz efímero, les roba tiempo y oportunidad en la vida. Y lo mismo puede decirse de otros medios de comunicación tales como la radio y la televisión que, por llegar a la masa analfabeta, son hoy aún más importantes que la prensa escrita como influencia, positiva o negativa, en el lenguaje y en otros aspectos de la cultura popular.

1.

Voces tomadas del lunfardo entran en el sistema: naca por cana 'cárcel', camba por bacán 'estupendo', etc.

TROMPADA En el habla familiar de casi toda la América hispana, incluido el Perú (también en Andalucía), trompada equivale a puñetazo, puñada 1. Trompón 2, formalmente aumentativo, resulta en la práctica mera variante de trompada. Trompearse es 'pelearse básicamente a puñetazos'; no se oye actualmente en el Perú la forma sin pronombre trompear en uso intransitivo ni transitivo 3. El que continuamente se ve envuelto en peleas a puño limpio (los puntapiés y cabezazos no están excluidos) recibe el nombre de trompeador 4. La pelea misma se llama en el Perú trompeadura 5 o trompis 6 (en otras partes trompis es sinónimo de trompada); trompeadera tiene entre nosotros matiz colectivo. En Méjico 7 y Ecuador se dice también trompiza (a la manera de paliza, golpiza, etc.). Trompada es derivado de trompa, palabra onomatopéyica que evocaba el sonido del instrumento musical así llamado: este es, pues, el sentido original del

416  

término. Por imagen visual, ya no auditiva, el nombre de trompa se aplicó luego a la probóscide del

1.

Véase trompada por puñada en Segura, Artículos, págs. 31 y 66; t. Vargas Llosa, Conversación en La Catedral, I, 169, 357. El Diccionario de americanismos de Malaret da como peruanismo anticuado trompada 'bizcocho con una pasa en el centro'. El uso se documenta en costumbristas del siglo XIX como Hernán Velarde (Lima de antaño, pág. 58) y Manuel Moncloa, Tipos menudos, pág. 35 (en forma indirecta: "mire Ud. que vender biscochos gritando —¡a trompearse!...".

2.

Véase trompón en Segura, ob. cit. pág. 327 y Sofocleto en dos columnas, págs. 74 y 75.

3.

Véase el uso intransitivo en Gamarra, Cien años, pág. 16: "trompeaban que era una maravilla". El transitivo en Gálvez, Una Lima que se va, pág. 109; "en la calle trompeaba a cualquiera". La forma pronominal, hoy corriente, en íd. íd. pág. 123: "no gusta de placeres fuertes y varoniles; no se trompea". Trompearse a la guadalupana (por la fama de guapos que tuvieron los alumnos del Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe) en Moncloa, ob. cit. 25. Trompearse en Bryce, Un mundo para Julius, 82, 140.

4.

Véase trompeador en Gálvez, ob. cit. 112 y 117; trompeadorazo, encomiástico, en íd. íd. 118.

5.

Véase trompeadura en Gálvez, ob. cit. 117 y 147; y Estampas limeñas, 32. También en Blume, Sal y pimienta, 32.

6.

En el Drama de los Palanganas, de fines del XVIII, se documenta ya trompis: "unos buenos trompis o patadas" (ed. cit. pág. 72).

7.

Trompada, trompón y trompearse se documentan ya en El Periquillo Sarniento de Lizardi (págs. 245, 183 y 71, respectivamente). Bolívar usa trompada en 1830 y en referencia a Espinar: "todo el mundo tiembla que dé [...] de trompadas" (véanse Obras, III, pág. 500 y Hildebrandt, La lengua de Bolívar, 290 y Léxico de Bolívar, pág. 512).

elefante y otros animales; de esta acepción surgieron, a su vez, dos usos metafóricos, ambos del habla vulgar o dialectal: 'nariz grande' y 'jeta, hocico'. El primer sentido se conserva en Navarra y Aragón. El segundo es casi general en América, junto con el derivado trompudo 1 por hocicudo. En la Argentina trompudo es 'enfadado' y trompón tiene el sentido (adjetivo) de 'atrevido'. El Diccionario de Autoridades registraba ya trompada (también trompazo) como "golpe dado con la trompa" y "encontrón, que dan dos [personas] cara a cara, dándose en las narices". Como en América trompa se asoció desde

417  

temprano a la 'boca grande' y no a la 'nariz larga', trompada tomó el sentido de 'golpe o puñetazo dado en la boca'. El uso se extendió luego al 'golpe dado en la cara' (en Puerto Rico se usa con este sentido trompicón); por último, trompada llegó a hacerse sinónimo de puñetazo, puñada.

TRONCHA Troncho (del diminutivo latino trunculus 'pedazo de tronco', 'extremidad de un miembro') se usa desde el siglo XIV con el sentido específico de 'tronco de hortaliza'. Su derivado tronchar tuvo, por consiguiente, el significado original de 'romper un vegetal por el tronco', pero más tarde se hizo genéricamente 'romper 2. Hoy en Andalucía se llama tronchado al jorobado y en el Perú y Colombia se usa troncharse con el sentido de 'torcerse' (por ejemplo, un pie). En otras hablas troncho se hizo sinónimo de trozo 3, especialmente referido a comestibles: troncho de pan, troncho de carne se dice todavía en Nicaragua y Ecuador. Hacia principios del siglo XIX, y probablemente por influencia de loncha 'piedra plana y delgda', troncho se hizo

1.

Véase trompudo en Vargas Llosa, Conversación en La Catedral, I, 43 y 216; también en Bryce, Un mundo para Julius, 332.

2.

De allí el uso figurado general troncharse de risa equivalente de desternillarse de risa.

3.

En el Perú se llama hoy troncho el cigarrillo de marihuana. En la Argentina troncho equivale a trunco, mutilado. No es hoy corriente en Lima el uso adjetivo de troncho por torcido, referido a piernas (tronchas), el cual se documenta en Seoane, Hombres y rejas, págs. 30 y 264.

troncha 1 en el Perú, Chile, la Argentina, Guatemala, Nicaragua y Ecuador (países, los dos últimos, en que alterna con la forma original troncho) y llegó a especificarse con el sentido de 'trozo suculento de carne' 2. De esta acepción surgió, a su vez, el uso metafórico de troncha por prebenda, sinecura 3. El modismo sacar troncha 'sacar provecho, sacar tajada' se conoce hoy en el Perú 4, Chile, la Argentina, Ecuador y Guatemala. El uso americano despectivo de militronche por militar parece haber resultado de militar más troncha, con un sentido original de 'militar que se enriquece ilícitamente'. En la edición de 2001 del DRAE se ha eliminado en militronche "soldado" la calificación de "deformación popular de militar", que aparecía en la de 1992. Troncha 'prebenda' se documenta desde mediados del siglo XIX en costumbristas peruanos como Segura, Arona, Fuentes, Gamarra, Palma y Blume 5. Igualmente sus derivados tronchista 'oportunista' y tronchismo, su doctrina 6. En 1883 Arona define así la troncha:

418  

"Es la pitanza, la prebenda, el suculento bocado fiscal a que aspira todo títere con cabeza. En la silla presidencial, en la poltrona ministerial o municipal, en la curul legislativa, en las comisiones fiscales y aun militares al extranjero, no se ha buscado más, al decir de las malas lenguas 1, que la troncha. Los escritores satírico-políticos

1.

Véase Corominas, Diccionario crítico etimológico, s. v. Tal vez por un proceso inverso loncha se ha hecho en Colombia loncho.

2.

Cfr. "las tronchas del sancocho ['cocido']" en Mejía, Ayer y hoy, pág. 34. En Méjico, en cambio, troncha tiene el sentido de 'comida pobre', 'rancho del soldado'.

3.

En Méjico tronchado, sustantivo, tiene el sentido de 'negocio desusadamente ventajoso' y, en la riña de gallos, 'apuesta de doble contra sencillo'.

4.

Véase sacar troncha en Camino Calderón, Diccionario folklórico, pág. 128.

5.

Cfr. Segura, Las tres viudas, acto III, escena XIII (en Comedias, I, pág. 248); Percances de un remitido, acto III, escena II (en íd. II, 209); El santo de Panchita, acto III, escena única (en Artículos, pág. 354). Véase asimismo Gamarra, Cien años, págs. 7, 26, 138; Fuentes, Ramillete o repertorio, pág. 24; Blume, Sal y pimienta, 23 y 120.

6.

Véase tronchista en Segura, El santo de Panchita, acto III, escena única (en Artículos, págs. 354 y 355) y Gamarra, Cien años, 138. Tronchismo en Blume, ob. cit. pág. 36. No se usa hoy en Lima troncheo, que Malaret y otros lexicógrafos consignan como peruanismo. Tampoco tronchan, que da Arona (Diccionario de peruanismos, s. v.).

7.

Subrayado del autor.

se han cansado de tronar contra ella y los tronchistas, llegando uno de aquéllos hasta esta sabia fórmula que por varias veces se estampó en tamañas letras de molde en "El Comercio" de Lima, ahora treinta y tantos años: La Patria es la troncha" 1.

Con su típico lenguaje de popular raigambre, se refiere el Tunante a la "cadena de tronchistas que por generaciones vienen pasándose de una mano a otra el pandero, formando esas familias presupuestívoras en las que mamó el tatarabuelo, mamó el abuelo, mama el padre, maman los hijos y mamarán los nietos y los choznos..." 2. Esperemos que así no sea.

TUTO En el Perú hacer tuto 'dormir' es expresión del habla infantil: "es hora de hacer tuto", "hay que hacer tuto" son exhortaciones frecuentes en boca de madres y amas ('niñeras') cuando se dirigen a niños pequeños. En el habla familiar, y con cierto matiz humorístico, hacer tuto puede también referirse a adultos 3.

419  

Es lo más probable que este tuto 'sueño' tenga directa relación con el quechua tuta 'noche' 4 (dormir es púñuy). El cambio de terminación podría explicarse por influencia del masculino castellano sueño.

1.

Diccionario de peruanismos, s. v.

2.

Cien años, pág. 138.

3.

Véase este uso de Bryce: "Y a golpe de 8 p.m. el viejo y el mar regresaban a hacer tuto, porque Hemingway era el aventurero que más dormía en el mundo" (Permiso para vivir, pág. 341).

4.

Véase tuta o ttuta 'noche, oscuridad' en el Vocabulario de González Holguín, págs. 348b, 349a, 601b; tota en el Lexicón de Santo Tomás, págs. 175 y 365. En el de Antonio Ricardo, tuta 'noche', tutancuna 'todas las noches'; tutayan 'anochecer, oscurecer'; tutatuta 'de noche, todas las noches'; tutapani 'trasnochar' y tutatutamanta 'muy de mañana' ['al terminar la noche'] (pág. 86a). En la provincia argentina de La Rioja la forma reduplicada tutatuta es 'anochecer' (pero tuto es 'irascible' y la interjección ¡tuto! se usa, curiosamente, para advertir a los niños del peligro del fuego). Véase Cáceres Freyre, Diccionario de regionalismos de la provincia de La Rioja, s. v.

En Chile se usa como en el Perú la expresión hacer tuto, con las variantes hacer tutu, hacer tutito, hacer tutuhuahua y hacer tutihuahua, y con la extensión del uso intransitivo al transitivo de 'hacer dormir, arrullar'. El hecho de que en las variantes tutuhuahua y tutihuahua el segundo elemento sea el quechuismo huahua (o guagua) 'rorro', 'niño pequeño' refuerza la hipótesis de que el primero, tutu o tuti, también lo sea. Según Lenz, la expresión de la cual parten los usos anotados puede haber sido tuta, huahua 'es de noche, niñito' (y, por tanto, hora de dormir), usada por ayas y nodrizas quechuahablantes 1. En Chile la frase (con reduplicación, característica de la morfología quechua) tutotuto huahua (o alguna de sus variantes) ha llegado a sustituir el primer verso ('duérmete, niñito') en cada estrofa de esta canción de cuna: "Tutotuto huahua duérmete, por Dios, por los capachitos 2 de San Juan de Dios. Tutotuto huahua que tengo que hacer, lavar las mantillas, sentarme a coser".

420  

Como es también el caso de ñaño 'niño' 3, hacer tuto 'dormir' representa en el habla peruana la influencia quechua en su ámbito más íntimo: el de la cuna 4.

TUTUMA En nuestra habla familiar tutuma es designación humorística de la cabeza, tanto en su sentido material como en el metafórico de 'intelecto': tener tutuma, o tener buena tutuma, se documenta con el sentido de 'ser inteligente';e n cambio, ser duro de tutuma equivale a ser torpe.

1.

Véase Diccionario etimolójico, s. v.

2.

Por capacitos 'cestillos'.

3.

Del quechua ñaña 'hermana' (véase).

4.

La edición de 2001 del Diccionario de la Academia registra la locución familiar hacer tuto solo como chilenismo.

La acepción material de tutuma por cabeza, cráneo se documenta abundantemente en las Crónicas político-doméstico-taurinas de Clemente Palma. Su álter ego Juan Apapucio Corrales se desempeña como corresponsal de la primera guerra; uno de sus despachos cablegráficos desde el Marne da cuenta de cierta incursión aérea durante la cual Corrales disparó ráfagas de ametralladora sobre un grupo de soldados alemanes que lavaban pacíficamente su ropa: "Hulanos ['fulanos'] calatos tiraron cabeza río. Algunos precipitación olvidaron quitarse casco tutuma, y como fierro más pesado que sesos volteáronse patas arriba como porfiados 1 ahogándose" 2.

El uso figurado de 'inteligencia, cacumen' se documenta desde hace siglo y medio en Ña Catita de Segura. Ella y Doña Rufina dialogan sobre las controvertidas cualidades de un pretendiente de la hija de esta última: "Cat.- ¡Qué señor tan buen cristiano, tan político y cumplido! Ruf.- Pues es para mi marido El hombre más chabacano. Cat.- ¡Qué tutuma! ¡Es cuanto cabe! Ruf.- ¡Si es bruto como una roca! Cat.- Pues a nosotros nos toca enseñar al que no sabe "3. 4

Tutuma o totuma es el nombre de origen caribe (tutum) del fruto de un árbol americano (Crescentia cujete) llamado totumo o tutumo (en algunas regiones de América se llama güira). De la mitad del fruto seco de esta especie de calabazo se hacen rudimentarias vasijas; la comparación con la forma de la cabeza

421  

es obvia 5. Fuera de Lima se conocen también tutumo y tutuma como nombres del árbol y su fruto; la pulpa de este y la flor tienen aplicaciones en medicina

1.

Porfiado es peruanismo por dominguillo, tentempié o tentetieso 'muñeco que lleva un contrapeso en la base, el cual impide que sea derribado'.

2.

Pág. 81; véase también íd. íd. 46, 83, 129, 250. Igualmente tutuma 'cabeza' en Sofocleto, Sofonetos, pág. 31 y Sofocleto al pie de la letra, pág. 65. Meter en la tutuma 'meter en la cabeza' en Vargas Llosa, La casa verde, pág. 350.

3.

Acto III, escena XIII (en Comedias, II, 86-87).

4.

En Méjico se conoce también la variante totume.

5.

Recuérdense análogos usos de mate, nombre quechua del calabazo (véase zapallo), y de coco.

popular 1. A pesar de que tutuma no aparece en los vocabularios quechuas antiguos ni en la obra del Inca Garcilaso, y a pesar de que un diccionario quechua moderno como el de Lira se limita a remitir tutuma a la voz correspondiente (pamuku), no ha faltado algún lexicógrafo que derive tutuma del quechua uma 'cabeza', sin preocuparse por el origen y significado de la primera mitad de la palabra 2. También se ha pretendido derivar tutuma de una voz congolesa 3, y aun se ha apuntado la posibilidad de que venga del latín totum 'todo' 4. Pero el origen caribe, que apoyan Cuervo, Arona, Lenz y Corominas basados en tempranos documentos americanos, resulta corroborado por la rica vida del término en la zona correspondiente y por su menor uso en aquella de sustrato quechua. Tutuma no se conoce en el noroeste argentino, región rica en quechuismos; a Chile llega solo con los sentidos figurados de 'postema', 'chichón' y 'joroba' (este último conocido también en la República Dominicana). En la zona del Caribe, donde predominan las variantes disimiladas totuma y totumo, se usan los siguientes derivados: totumal, designación del plantío correspondiente; totumada, medida de la capacidad de una totuma; atotumado, referido a lo que tiene forma semejante a la de la totuma. En Venezuela, otras especies vegetales se designan con los nombres de totumillo, totumilla y totumo de monte; totumazo es el golpe del agua arrojada con una totuma; espada de totuma es la espada de taza y corte de totuma el corte de pelo (de origen indígena) que elimina todo el cabello que sobresale de los bordes de una vasija de totuma que se ha colocado invertida sobre la cabeza. En cuanto a derivados con usos figurados, totumear es en Venezuela 'cavilar, recapacitar' y también 'vacilar, titubear'. Atotumarse es en Colombia

422  

1

Según Camino Calderón, la chungana (especie de maraca) de nuestros brujos norteños se hace "del fruto seco de la tutuma" (Diccionario folklórico, págs. 95-96).

2

Lo ha hecho Miguel Angel Ugarte en Arequipeñismos, s. v. Y en el Glosario anexo a las mencionadas Crónicas de Corrales dice Clemente Palma que tutuma es "antiguo limeñismo y más probablemente quechuismo para designar la cabeza".

3

Véase Santamaría, Diccionario general de americanismos, s. v.

4

Propone esta curiosa etimología Julio Calcaño en El castellano en Venezuela. Estudio crítico, págs. 447-448.

'atolondrarse', 'entorpecerse'; en el departamento del Huila se usa con este la variante entotumarse, que tiene también los significados de 'ponerse humor' y 'emborracharse'. Totumito equivale en la América Central turulato; en Colombia (Huila) totumito alterna con entotumado 'malhumorado'.

sentido de mal a lelo, 'ebrio',

La edición de 2001 del Diccionario académico da totuma como americanismo que designa el fruto del totumo, y la vasija que de él se hace; da asimismo totumo como peruanismo por güira (un árbol). No registra, en cambio, las variantes tutuma y tutumo.

UTA En La serpiente de oro Ciro Alegría relata la llegada a Calemar de dos forasteros enfermos: "Los recién llegados son dos utosos, dos picados de uta, la enfermedad propia de los valles del Marañón, pero que hace más víctimas en los que no están en ellos sino de pasada [...]. Tienen las caras amoratadas y sin facciones, como dos lonjas de carne. Hinchadas, parece que fueran a rajarse en hilos de sangre, pero no ocurre tal sino que se disgregan en escoriaciones y llagas purulentas a lo largo de las quijadas. La nariz carcomida de uno de ellos es solo un hueco negro y la del otro se ha caído de un lado ya" 1.

La temida uta, ahora felizmente curable, es una enfermedad (leishmaniasis americana) trasmitida por insectos (del género Phlebotomus) de la región tropical 2. La uta ataca la piel y los tejidos subdérmicos, especialmente aquellos de la cara. En su etapa extrema puede llegar a destruir totalmente los cartílagos nasales. En uso figurado y familiar se dice en el Perú que es una uta la persona viva, ingeniosa, sagaz, astuta, ladina, y también aquella muy

423  

1

Págs. 149-150; véase también uta en íd. íd. 161; utoso, en íd. íd. 151, 153,154, 156, 160, 161, 164. En dos cartas de 1909 a su hijo Ricardo, médico, Palma se refiere a un artículo sobre la uta publicado en París (Cartas indiscretas, págs. 29 y 30).

2

Según Tovar la uta se conoce en otras partes con los nombres de grano de Oriente y grano de Bagdad (Vocabulario del Oriente peruano, s. v. Leishmaniasis americana).

activa para conseguir un fin 1. En su artículo titulado "Nueva guía de teléfonos" Sofocleto parodia los "comunicados de la Benemérita Compañía" que incitan al paciente público limeño para que se inscriba como aspirante al deficiente servicio telefónico, y pregunta: "A ver, honradamente, ¿cuál de ustedes, amigos lectores, no corrió como una uta a poner su nombre en la lista de los futuros abonados?" 2.

En cuanto a la etimología de uta, es opinión de varios lexicógrafos que se relaciona con el quechua tutta 'carcoma' 3. Lo que no se ha explicado, sin embargo, es la pérdida de la consonante inicial. La edición de 2001 del Diccionario académico registra uta como quechuismo que designa una "enfermedad de úlceras faciales muy común en las quebradas hondas del Perú".

VELA VERDE En el habla familiar del Perú decirle (a uno) vela verde es insultarlo gravemente, decirle zamba canuta (véase zambo). En el Ecuador se emplea la variante decirle hasta velaverde, formando vela y

1

Uta se documenta ya en el Drama de los Palanganas, de 1776 (con v que representa la vocal u): "Este negocio no le dejará al Vta de Oro de hacer cosquillas...". El Uta de Oro es, por supuesto, el exvirrey Amat, blanco de la sátira y sistemáticamente aludido por una serie de nombres de animales seguidos por la frase de oro, empezando con el Asno de Oro (obvia referencia a la obra de Apuleyo, págs. 46, 48, 52, 57, 60, 65) y siguiendo con el Tigre de Oro (págs. 50, 56) y luego el Leopardo, el Gato Montés, la Pantera, el Oso, la Zorra, el Jabalí, el Dragón, el Monstruo, el Castor, el Búho, el Escarabajo, el Alacrán, la Víbora, la Salamanqueja: todos de oro (págs. 50, 53, 60, 65, 67, 72, 73, 75, 76, 79, 81, 82, 88, 90, 92, 99). Obvia errata por el Escuerzo de Oro es el Esfuerzo de Oro de la página 73. También se alude a Amat con los apodos de Zapato de Oro y Zizaña de oro (págs. 22 y 102, respectivamente).

2

Sofocleto en dos columnas, pág. 60.

3

En el Lexicón de Santo Tomás totta 'carcoma de madera', 'gorgojo del trigo', 'polilla' (págs. 142,189 y 365). En el Vocabulario de González Holgufn, ttuta 'carcoma de madera seca' (págs. 349a y 447b).

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verde un verdadero compuesto en que el primer término ha perdido su acento prosódico y se ha hecho proclítico 1. El origen del modismo está en la liturgia inquisitorial. Verde era el color tradicional del Santo Oficio, verde la gran cruz ceremonial llevada en alto, verde el campo central del estandarte, verde la cruz en la medalla usada por los inquisidores, verde la temida carroza en que se llevaba al acusado y, dentro del recinto del Tribunal, verdes los cirios que flanqueaban el gran crucifijo colocado ante un dosel de terciopelo también verde 2. Pero la vela verde del modismo se refiere precisamente a la que el presunto o confeso hereje llevaba en la mano. Apagada antes de la reconciliación y encendida después de ella, simbolizaba la fe, supuestamente extinguida pero recuperable mediante la penitencia. Según un consultor del Santo Oficio 3, en la vela verde del penitente se representaban, asimismo, las tres virtudes teologales: la fe, en el pabilo ardiente; la esperanza, en el color de la cera; la caridad —es decir, el amor— en la propia llama. En el estudio que hizo Palma de los Anales de la Inquisición de Lima 4 abundan las referencias a procesados que salen al Auto de Fe con una vela verde en la mano. Palma reproduce la sentencia pronunciada en 1760 contra un pintor y músico de París, por la cual se ordena que el reo salga, en un Auto de Fe, "de penitente,

1.

Santamaría (Diccionario general de americanismos, s. v.) equipara decirle a uno hasta vela verde con la expresión, también ecuatoriana, decirle a uno hasta botija verde, 'colmarlo de improperios'. La sustitución de vela por botija puede haberse apoyado en el olvido del sentido original de vela verde.

2.

El Diario de Lima de los Mugaburu (anotación del 27 de setiembre de 1666, pág. 80) describe la entrada del Alguacil mayor del Santo Oficio "con el estandarte con su cruz verde". En un libro del Cabildo de Lima se describe un Auto de Fe realizado en 1625; el Vicario general de la orden de Santo Domingo llevaba "la cruz verde de más de dos varas y media de alto" que se colocó junto al cadalso (en Palma, Tradiciones, pág. 1216).

3.

Bermúdez de la Torre, citado por Palma, ob. cit. pág. 1231.

4.

Incluido en la edición citada de sus Tradiciones, págs 1205-1290. Véanse referencias a reos con vela verde en la mano en las págs. 1232, 1236, 1249, 1250, 1251, 1253; a cirios verdes, en íd. íd. 1275; a la temida calesa verde, en íd. íd. 1230, 1236; a la cruz verde, en 1216, 1244; al estandarte negro con campo central verde en íd. íd. 1232, 1256; al dosel verde en íd. íd. 1275; a la cruz verde de la medalla de los inquisidores en íd. íd. 1273-1274. Clemente Palma habla de cándidos de la vela verde en referencia a unos religiosos (Crónicas de Corrales, pág. 43).

con sambenito de media aspa, coroza 1 soga al cuello, mordaza y vela verde en la mano" 2.

425  

El notable erudito limeño Pablo de Olavide fue acusado y preso en Madrid en 1776 por lecturas "impías" de Rousseau y Voltaire. A fines de 1778 salió a un Autillo privado (ante unas sesenta personas distinguidas, la mayoría sus amigos) "en forma de reo, con una vela verde apagada en la mano". Declarado "hereje positivo y formal", fue condenado a confiscación de bienes, inhabilitación para ejercer cargos, destierro perpetuo de la Corte y ocho años de reclusión en un convento. Olavide, anonadado por la desesperación y la vergüenza, interrumpió la lectura de los cargos diciendo: "Yo nunca he perdido la fe". Y cayó al suelo sin sentido 3. No es de extrañar, pues, que mientras duró aquel verdadero terror verde no hubiera insulto más grave y peligroso que el de hereje; decirle a uno [la] vela verde era una forma eufemística de llamarlo hereje. Olvidado este sentido, la expresión quedó como un modismo más, detrás de cuyo aparente capricho se esconde una historia coherente, pero tenebrosa.

VINCHA En el Perú se llama vincha la 'cinta o faja que sujeta el cabello de la mujer'. El nombre se extiende al aro incompleto de metal o material plástico que pasa por encima del cabello para sujetarlo. Vincha es un quechuismo de considerable extensión: el Perú, Chile, Bolivia, la Argentina (de donde ha pasado al Uruguay), Ecuador y parte de Colombia. El Lexicón de Santo Tomás (1560) consigna vincha como 'corona', 'guirnalda', 'cofia', pero el Vocabulario de González Holguín (1608) trae ya la misma voz con el sentido de 'cinta para sujetarse el pelo'; el Vocabulario de Antonio Ricardo (1636) da: "Vincha, guirnalda de indias que traen en la cabeza" y "vinchachina, venda para la cabeza"4.

1.

Gorro en forma de cucurucho.

2.

Ob. cit. pág. 1253.

3.

Llórente, Historia de la Inquisición, en Palma, ob. cit, pág. 1267.

4.

Págs. 369, 353a y 87, respectivamente.

La grafía vincha representaba en dichos vocabularios la pronunciación wincha que tenía en quechua la palabra: durante los siglos XVI y XVII la letra v todavía conservaba su valor como signo vocálico de u (en este caso, semiconsonántico, por ser inicial de diptongo). Pero cuando dicho símbolo solo retuvo la representación plenamente consonántica, algunas viejas grafías —tales como vincha— prevalecieron sobre la pronunciación tradicional y dieron origen a una nueva, basada en el valor consonántico del signo. Es así como surgió la

426  

pronunciación vincha (en realidad, bincha, puesto que en español no existe el sonido de v labiodental). Por esa razón el quechuismo vincha se conserva con dos pronunciaciones diferentes, representada cada una por dos o más grafías. Primera, aquella fiel a la fonética quechua, con u semiconsonante como inicial, escrita uincha, huincha o güincha (y aun wincha por los quechuistas modernos). Segunda, la que implica el triunfo de la letra sobre el sonido, con b bilabial (oclusiva o fricativa según la posición de la palabra en la frase) y representada gráficamente por b o v: bincha (poco corriente) o vincha 1. En Bolivia alternan huincha y vinche (esta última es una formación masculina posterior) como nombres de la cinta para el pelo. En las provincias del norte argentino se documentan todas las variantes: vincha, bincha, uincha, huincha, güincha (en San Luis vinchar es 'poner vincha' y, de allí, 'vendar'). En el Perú, Chile y Argentina (Catamarca), vincha 'cinta para el pelo' y huincha 'cinta para medir pequeñas distancias, cuerda de apeador' son hoy dobletes. En el Perú se usa también huincha para designar la cinta de papel de las máquinas registradoras. Pero es Chile el país donde este quechuismo tiene más arraigo. Además de 'cinta para el pelo', huincha, güincha, bincha o vincha (esta última grafía, menos usada) es una 'chita gruesa de lana usada para ribetear ponchos'. De huincha 'cuerda de apeador' ha salido huinchada 'distancia equivalente a 10 o 25 metros', según el tamaño de la cuerda. Huincha se llama (también en el Perú) la cinta que se pone en la meta de los atletas y en el punto de partida de las carreras de caballos 2. La exclamación ¡huincha! expresa negación

1.

Véase bincha en Vallejo, Novelas, pág. 153, pero vincha en íd. íd. 159, 218. Vincha en Gamarra, Cien años, pág. 122.

2.

Véase este uso en Sofocleto al pie de la letra, pág. 40.

enfática. Hacer huincha a otro es 'darle una paliza' pero hacerse huincha uno mismo es 'encogerse, doblarse'. Ser una buena huincha equivale a ser una buena pieza. ¡La buena huincha! es una exclamación que equivale a ¡qué tontería! Es sin duda esta riqueza de usos chilenos lo que ha inducido a Morínigo a asignar a vincha etimología mapuche 1. Pero está fuera de duda el origen quechua de huincha o vincha, que reconoce Lenz 2 siguiendo a Middendorf 3 y que apoya Corominas 4. Aparte de los datos tempranos de Santo Tomás, González Holguín y Ricardo, antes consignados, el Vocabulario aimara de Bertonio (1612) define vincha como "corona o trensa bien labrada que usan las mujeres ingas" 5; el vocabulario mapuche de Febrés (1765), que da huincha 'faja de lana para sujetar los cabellos' como palabra de esa lengua 6, resulta, pues, tardío.

427  

No es insólito que un quechuismo tenga hoy más vida en Santiago o Buenos Aires que en Lima: el Cuzco mismo, centro del gran Imperio Incaico, está en el extremo sur del Perú actual. Por otra parte, fueron las zonas periféricas de los grandes virreinatos las que conservaron más fielmente las formas viejas de la lengua; a los consabidos arcaísmos hispanos habría que agregar los indigenismos de la primera hora y aun otros posteriormente arraigados. El Diccionario de la Academia, en su edición de 1984, registraba vincha, del quechua huincha, como sinónimo —usado en el Perú, Ecuador, Chile, Bolivia y Argentina— del hoy anticuado apretador ("cinta o pañuelo con que se ciñe la cabeza para sujetar el cabello"). Daba también huincha como quechuismo chileno equivalente. Por último, en su edición de 2001, el étimo quechua se representa con la grafía wíncha; como variantes ortográficas de áreas americanas y matices semánticos diferenciados, se registran vincha, wincha, huincha y güincha.

1.

Diccionario de americanismos, s. v. vincha; admite, sin embargo, que el mapuche huincha viene, a su vez, del quechua.

2.

Diccionario etimolójico, s. v. También consigna la improbable etimología mapuche, citando a Febrés.

3.

Wörterbuch des Runa Simi oder der Ketshua-Sprache, s. v.

4.

Diccionario crítico etimológico, s. v.

5.

Pág. 143a de la Primera Parte.

6.

Págs. 514b-515a.

YAPA En casi toda América yapa o ñapa designa aquello que el vendedor añade voluntariamente sobre el peso, medida o cantidad de lo comprado; la yapa solía darse también en especie diferente; era, por ejemplo, la pequeña "comisión" en golosinas que niños y empleados domésticos reclamaban al hacer compras 1. Ligada a establecimientos tradicionales y obsolescentes tales como la pulpería, la encomendería, la chingana (véanse) y el chino de la esquina, la yapa es una institución inconcebible en los modernos supermercados y aun en las sobrevivientes bodegas. Yapa viene del quechua yapa 'añadidura'. El Lexicón de Santo Tomás consigna yapana 'ayuda', yapasca 'añadidura al justo peso' y yapani 'añadir' 2. El Vocabulario de González Holguín incluye ya la forma reducida yapa, equivalente de yapascan, yapana o yapaynin 'añadidura' 3. Esta forma yapa —escrita a veces, por ultracorrección, llapa 4— predomina en el castellano del Perú, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.

428  

En el norte (Colombia, Venezuela, parte de Méjico, la América Central, Antillas y Nuevo Méjico), en cambio, predomina la variante ñapa. El trueque de y por ñ se ha explicado por la socorrida alternancia de palatales, comprobada en castellano antiguo y en diversas hablas regionales de la Península (véase ñato en este volumen). El trueque se da igualmente en el portugués del Brasil donde se dice,

1.

Véase el uso: "...el chino Lam-Sam-King con sus caramelos de coco y sus yapas: 'Un kilo de arroz y mi yapa'. Y el chino con su caramelo de coco [...]. Y la yapa entre nuestros dientes, tempranamente picados [...]. Un caramelo, la yapa; una galleta Chaplín, la yapa; un confite". (Bravo, Barrio de broncas, pág. 13).

2.

Págs. 41 y 299.

3.

Págs. 409a y 365b.

4.

Véase llapa en Gálvez, Estampas limeñas, pág. 105 y C. Palma, Crónicas de Corrales, 189. En 1816 se documenta la forma ultracorrecta llapar en la Noticia de Arequipa. Dice Carrión Ordóñez: "Resulta extraño que Pereira se equivocara al oír la palabra: ni él era yeísta ni vivía en una ciudad yeísta". Cree que puede haber influido —prevaleciendo sobre su propio oído— la grafía ultracorrecta difundida por el Mercurio Peruano (Tomo I, pág. 80: "Llapar. Es aumentar el azogue..." en un Diccionario de términos de mineralogía y metalurgia) y consagrada por el Diccionario de la Academia en sus ediciones de 1803 y 1817. (Véase ob. cit. págs. 269-270 y 420).

con fusión del artículo determinado, anhapa o —con y rehilante a la manera argentina— ajapa. La variante con trueque de palatales llega hasta el francés de la Luisiana en la forma —también con fusión del artículo— lagniappe o lagnappe, que ha pasado al inglés del Bajo Misisipí. En el aspecto semántico, yapa ha desarrollado diversos sentidos específicos o figurados a partir del etimológico de 'añadidura'. En Chile, Argentina y Uruguay yapa es el extremo más grueso del lazo, realmente añadido al resto. En la minería americana yapa se usó con el sentido de 'porción de azogue añadida a la plata' en el proceso de su extracción (fue precisamente en esta acepción, con la indicación de peruanismo y la grafía ultracorrecta llapa, como este quechuismo se incluyó por primera vez en la edición de 1803 del Diccionario de la Academia). En el Perú se llama humorísticamente nariz con yapa al narigón, narizón o narigudo; en Ica se apoda talón con yapa (por los pies encallecidos) al campesino de Chincha. En Venezuela se dice de una persona de muy baja estatura que es una ñapa de gente, una ñapa de queso o, simplemente, una ñapa 2. En cuanto a derivados, se usan mucho los diminutivos de matiz afectivo yapita 3 o ñapita. Yapero o yapista 'el que da o el que reclama la yapa' y yapador 'el que la da', consignados como usos peruanos por algunos lexicógrafos 4, no se

429  

conocen hoy en Lima (tampoco los registran Arona ni Palma). Sí se usa yapar por 'dar la yapa' o 'añadir' 5, con sus postverbales yapada y yapadura. Pero, así como yapar ha conservado en sus diversos usos el sentido quechua básico de 'añadir', la variante ñapear ha experimentado un viraje semántico de ciento ochenta grados al tomar el sentido de 'mermar' el peso o medida de lo vendido en Venezuela y Puerto Rico 6. En Colombia (Riohacha) y Méjico (Tabasco) ñapear ha llegado a hacerse sinónimo de hurtar; coincide curiosamente

1

También inhapa: véase el Vocabulario Sul-Rio-grandense, s. v. (La grafía nh equivale a ñ).

2

Véase Rosenblat, Buenas y malas palabras, págs. 107-109.

3

Véase yapita en Vargas Llosa, Los cachorros, pág. 19.

4

Véanse Tovar, Hacia el gran diccionario de la lengua española; Farfán, Quechuismos; Santamaría, Diccionario general de americanismos, s. v.

5

En San Luis, Argentina, yapado equivale a remendado. Véase yaparse 'servirse más [coca]' en Alegría, La serpiente de oro, págs. 99, 194, 228.

6

En este país el nuevo sentido coexiste con el tradicional de 'pedir ñapa'.

con este uso el del lunfardo ñapar (la variante ñapa se conoce también en el Río de la Plata) . La expresión adverbial de yapa significa figuradamente 'además', 'por añadidura', 'para colmo' 2. Pero la variante de ñapa equivale en Venezuela a por un tris, por un pelo ("aprobó el examen de ñapa"); ni de ñapa es expresión de negación enfática. La gran difusión de yapa en América, extraordinaria por tratarse de un quechuismo, puede explicarse en parte por la función cumplida por el istmo de Panamá, encrucijada de las rutas coloniales del Atlántico y del Pacífico y continuador de La Española como crisol de un uso común americano. El Diccionario de la Academia (2001) registra solo como segunda acepción de yapa la americana de 'adehala'; también la locución adverbial de yapa "además", "gratuitamente " y el verbo yapar "añadir la yapa" como usos de la América Meridional. Registra como acepción rural argentina y boliviana la de yapar "agregar a un objeto otro de la misma materia o que sirve para el mismo uso".

430  

YAYA En el Perú yaya es un término del lenguaje infantil que designa cualquier herida leve, contusión o magulladura (así como el dolor que producen) e igualmente cualquier enfermedad 3. Hacerse yaya es 'hacerse daño' y estar con yaya o tener yaya 'estar enfermo'. Yaya entra en un grupo de palabras marginales de creación expresiva que existen en todas las lenguas conocidas. Son de estructura fonética simple y análoga (generalmente una sílaba compuesta de consonante y vocal repetida)

1

Cfr. José E. Clemente, El Lenguaje de Buenos Aires, pág. 95.

2

Véase este uso de Cortázar: "No se puede querer lo que quiero, y en la forma en que lo quiero, y de yapa compartir la vida con los otros" (Rayuela, pág. 239).

3

En Colombia es concretamente 'llaga'. Santamaría recoge la opinión de que yaya tiene igual sentido en el "dialecto" congo (Diccionario general de americanismos, s. v.); Benvenutto propugnaba también esta etimología (El lenguaje peruano, pág. 95).

y tienen significados referidos a seres, objetos o actividades vitales para el niño muy pequeño. Términos como papa y mama 1, tata, baba, nana, ñaña, papa 'comida' y caca constituyen una limitada tierra de nadie entre las áreas de las más diversas lenguas. Así, yaya significa 'padre' tanto en quechua como en aragonés; en catalán es 'abuela', en navarro 'tía' y en la provincia argentina de La Rioja 'hermana'. La palabra que en el Río de la Plata equivale a la peruana yaya 2 'lesión, dolor', es nana, que coincide con el quechua nana 'doloroso'. Nana era, por otra parte, 'madre' o 'abuela' en sánscrito, en latín y en castellano antiguo y sigue siendo en Méjico 'niñera'; en toscano designa la cuna. Baba es 'madre' en lenguas eslávicas, 'padre' en turco y 'cama' o 'sueño' en algunos dialectos del alemán. Tata es 'padre' en sánscrito y latín, en ruso y en castellano 3. Ñaña, tratamiento que en quechua da la mujer a su hermana (véase ñaño), coincide con ñaña, variante de nana 'madre', 'abuela' en castellano antiguo. Por otra parte papa 'padre' y Papa 'Sumo Pontífice' son la misma palabra grecolatina (el Papa es el Santo Padre) de creación expresiva. Papa 'comida' en el lenguaje infantil es palabra diferente, aunque también de origen latino y de creación expresiva. Papa 'tubérculo, patata' es palabra quechua de uso general en el español de América. Caca 'excremento' es voz, igualmente de creación expresiva, del lenguaje infantil y familiar. Tiene antecedentes en griego y latín y se documentan formas coincidentes en vasco, ruso, francés e irlandés.

431  

En estas coincidencias, explicables por las limitadas posibilidades articulatorias del infante y por el número reducido de los objetos de su mundo, se han basado algunas endebles hipótesis sobre parentesco lingüístico. Pero los balbuceos del infante son simples juegos vocales: no habiendo todavía una concreta comunicación, tampoco puede hablarse de un auténtico lenguaje. A veces los padres, ansiosos de ayudar al vastago a expresarse, se apresuran

1.

Papa y mama son hoy formas de la lengua popular, pero en el siglo XVIII eran de la lengua culta. La acentuación aguda actual (papá, mamá) se debe a influencia del francés, a partir de la instauración de la monarquía borbónica en España.

2.

En Chile se registra, con el mismo sentido, la variante gráfica ultracorrecta llalla.

3.

Taita, resultado del cruce del castellano tata 'padre' con el vascuence aita, íd., se asimiló tan prontamente al quechua que muchos la creen palabra de esta lengua (véase Corominas, Diccionario crítico etimológico, s. v.).

a adjudicar significado a tal o cual sucesión de sonidos que aquel pronuncia al azar mientras se vale de medios no orales para comunicarse (la extensión de la mano hacia el objeto deseado, por ejemplo). Cada niño tiene su propia media lengua, solo inteligible en el ámbito familiar. Sin embargo, algunos de los términos del habla infantil llegan a generalizarse en la lengua familiar: tal es el caso de aquellos antes enumerados. Hoy yaya, por obra y gracia de los comerciantes de Lima, ha tomado además el sentido de 'daño menor sufrido por una mercadería', el cual se anuncia como motivo de rebaja en su precio. Y aun se promueve la venta de mercaderías rebajadas a causa de miniyayas.

YUYO En la América de sustrato quechua —grandes zonas del Perú, Chile, Bolivia, Argentina, Ecuador y Colombia— yuyo designa diversas especies vegetales no arbóreas, unas terrestres y otras acuáticas, unas comestibles y otras inútiles, unas medicinales y otras nocivas. Yuyo viene del quechua yuyu 'hortaliza', 'hierba comestible', voz incluida ya en el Lexicón de Santo Tomás (1560) 1. Curiosamente, sin embargo, yuyo aparecía todavía en la edición de 1992 del Diccionario de la Academia como uso sudamericano limitado al área de sustrato quechua, pero con un seudoétimo latino 2 inaceptable para Corominas y para cualquier otro lexicólogo con alguna experiencia en el estudio de los americanismos.

432  

Para el limeño de hoy la palabra yuyo evoca en primer término las algas que pueden hacer menos agradable el baño de mar 3. Pero

1

Pág. 303. De yuyo 'hortaliza' sale el uso de Huánuco 'nabo silvestre de hojas comestibles'.

2

Lolium 'cizaña'.

3

Véase "la ola lo traía suavecito, forrado de yuyos…", en Vargas Llosa, Los cachorros, pág. 88. Palma afirma (en Tradiciones, pág. 1535) que yuyo no se usa en singular, pero el singular —con sentido colectivo— se da en expresiones como mucho yuyo, puro yuyo, usadas especialmente con referencia al agua de mar en que abundan las algas. Y también se dice un yuyo por 'un alga': "no pasaba sino un yuyo de hora en hora" en Martín Adán, La casa de cartón, pág. 21.

todavía a fines del siglo XIX, según Arona, los yuyos eran en Lima "yerbas perfectamente guisables y comestibles, culinarias, especie de berza, Kraut en alemán, y que dan un plato tan insulso que constituye uno de los guisados de viernes en cuaresma" 1. Felipe Pardo compara un almuerzo campestre con una ópera bufa en la que son "los andantes de chupe 2 de leche y sango con yuyo" 3. Este sango 4 no debía de tener muy buena cara, a juzgar por la pregunta que hace un personaje de Segura a otro: "¿Querrán para yerno tuyo un mozo zarrapastroso, torpe, feo y andrajoso, cara de zango con yuyo?" 5.

La sopa de yuyos fue plato típico limeño hasta principios del siglo XX. Blume describe así una cena familiar: "Se ha comido lo de todos los días: sopa de yuyos, carne de chichi [?], fritura de plátanos, asado con camotes..." 6. En la costa del norte del Perú y en Chile las algas, marinas o cochayuyos (cocha es 'laguna, mar' en quechua) son apreciadas como condimento; lo mismo sucede en Colombia y Ecuador con las hierbas que allá se llaman yuyos. En cambio en la Argentina, donde la vegetación de la pampa se ve con ojos de ganadero, yuyos son las plantas que no sirven ni siquiera para forraje 7; se usan allá los colectivos yuyerío y yuyada; un yuyal (o yuyaral) es un campo invadido de maleza. Por otra parte, yuyo es también 'hierba medicinal' en la Argentina y yuyero el 'herbolario'; en Mendoza yuyenco es una bebida digestiva (yuyo es en Colombia una cataplasma de hojas frescas). En diversas regiones de América se usan los adjetivos yuyoso o yuyudo para calificar el terreno abundante en maleza; en Chile enyuyarse un campo es 'llenarse de maleza'. En algunas regiones del Perú

433  

1

Diccionario de peruanismos, s. v.

2

Del quechua chupi 'sopa'.

3

El paseo de Amancaes, en BCP 9*, pág. 177.

4

Del quechua sankhu 'papilla espesa'.

5

Ña Catita, acto I, escena I (en Comedias, II, pág. 4; zango con yuyo subrayado por el autor). Ya en 1791 se documenta zanguito con yuyo (Mercurio Peruano, I, pág. 112).

6

Sal y pimienta, pág. 278.

7

Véase "Los paisanos ante la vegetación de la pampa" en Amado Alonso, ELTH, págs. 78-89.

yuyusca 1 es el 'corte y entierro de la maleza para que sirva de abono'; yuyuscar equivale a desherbar. Yuyón se aplica en el Perú, como adjetivo, al pan también llamado latigoso, es decir, el de masa correosa; este derivado tiene varios usos metafóricos. Dice Arona que "yuyón, yuyonazo, o simplemente yuyas, se le dice al simplón que careciendo de toda gracia, quiere darla de salado" 2. Un epigrama suyo contra cierto corresponsal de prensa concluye con un juego de palabras entre sal 'ingenio' y yuyo 'sosería': "Y al ver los escritos tuyos grita la voz general: Puesto que corres, pon sal; no seas corresponyuyos" 3.

Estos usos se documentan también en las comedias de Segura. En Un juguete cierto personaje pregunta "¿Habrá yuyos?", al parecer con el sentido de '¿habrá tontos?' 4. Ña Catita dice, en un despectivo aparte sobre otro personaje: "¡Qué yuyos!" 5. Y en Las tres viudas se lamenta una de ellas: "Tan yuyonaza, tan fea, exclamarán a mi paso, ¿y qué hombre es quien le hace caso?" 6.

Según Tovar 7 yuyón por bobo, inútil, simplón se usa también en Chile; sin embargo, no lo incluyen Lenz, Medina ni Rodriguez, en sus respectivos diccionarios de chilenismos. La vitalidad del quechuismo yuyo se expresa también en dichos tales como volverse (uno) yuyo, en Colombia 'perder las energías, desmadejarse'; con análogo sentido se dice estar como un yuyo en Chile y la Argentina.

434  

1

Con terminal quechua equivalente al de participio castellano.

2

Ob. cit. pág. 513.

3

Ob. cit. pág. 514.

4

Acto I, escena V (en Artículos, pág. 251a).

5

Ña Catita, acto II, escena XVI (en Comedias, II, pág. 51).

6

Acto I, escena VI (en íd. I, 163). En 1816 se documenta en Arequipa yuyón "hombre que huye de la sociedad", hoy desusado (véase Carrión Ordóñez, ob. cit, págs. 345 y 420).

7

Hacia el gran diccionario de la lengua española, s. v.

En el noroeste argentino echarse a los yuyos es 'abandonarse, desalentarse, descuidar sus obligaciones' (en el resto del país tirarse a los yuyos). Con la expresión a quejarse a los yuyos dirigida a quien se lamenta de algo, se desentiende uno de sus quejas.

ZAMAQUEAR En nuestra habla coloquial es corriente zamaquear (a veces escrito samaquear) con el sentido de 'sacudir, zarandear, zamarrear'; en replana y lenguaje popular se documenta como 'golpear, dar una paliza'. En el cuento de Congrains titulado "Los Palomino", el jefe de esa agobiada familia rumia su conflicto: "... había agredido a un individuo importante e influyente: la gerencia de una compañía estaba a su cargo; era apoderado de un banco, y en la comisaría le dijeron que había sido una locura samaquearlo" 1.

El acto de zamarrear o zarandear se llama, correspondientemente, zamaqueada o zamacón; este último puede aplicarse también a la sacudida del temblor de tierra o remezón 2. Zamaqueo es postverbal equivalente, tal vez con cierto matiz iterativo 3. Zamaquear se debe a alteración de hamaquear por influencia de zamarrear o zarandear. Hamaquear 'mecer, remecer' (hoy desusado en Lima) se deriva de hamaca 'lecho colgante de los indígenas de América' y, por extensión, 'columpio', 'mecedora' en varias regiones del continente. No han faltado quienes atribuyan a hamaca los más diversos y hasta disparatados orígenes: la etimología holandesa fue en un tiempo respaldada por el Diccionario de la Academia. Los filólogos modernos, sin embargo, coinciden con los más antiguos historiadores de Indias para afirmar que hamaca proviene del taíno, el arahuaco de las Antillas.

435  

1.

En Lima, hora cero, pág. 53. Véase igualmente zamaquear en Diez Canseco, Estampas mulatas, pág. 122 y Ribeyro, Crónica de San Gabriel, 85.

2.

Véase zamacón en Ribeyro, ob. cit. 153 (referido al temblor de tierra) y Cuentos de circunstancias, 185, 209.

3.

Cfr. zamaqueo en Alegría, La serpiente de oro, 97.

Hamaca se documenta en textos americanos desde 1515; en 1560 estaba tan asimilada al castellano que Fray Domingo de Santo Tomás la traduce al quechua como guanto 1; hamaca hizo su entrada en la lengua literaria a través de las comedias de Lope 2. Desde mediados del siglo XVI se documenta en inglés (en la forma adaptada hammock) y poco después se difundió en otras lenguas de la Europa occidental. La h inicial de hamaca es testimonio de que la palabra indígena se pronunciaba con un sonido análogo al de la h aspirada castellana, fonema vigente en el siglo XVI. La pronunciación jamaca ha sobrevivido en áreas rurales de los países del Caribe. Así, en Honduras se documentan jamaquear (equivalente de nuestro zamaquear) usado también con el sentido específico de 'temblar la tierra' y jamaquean 'sacudida fuerte' (equivalente de nuestro zamacón o sacudón) aplicado también —como en Nicaragua— al remezón o sacudida que produce un terremoto. En su edición de 1992 el Diccionario de la Academia acoge, por primera vez, la etimología taína de hamaca. Da también los verbos hamacar(se) y hamaquear(se) con varios usos literales y figurados y hamaquero, -ra, como 'persona que hace hamacas o lleva, con otras, a quien va en una hamaca' y, en masculino, 'gancho que sostiene la hamaca'. La edición de 2001 del Diccionario de la Academia solo consiga, sin étimo, hamaca, hamaquear y jamaquear, mas no los derivados zamaquear (o samaquear) ni zamacón.

ZAMBO En España se llama zambo o patizambo al que camina con las rodillas juntas, las pantorrillas separadas y los pies con los dedos vueltos hacia fuera. En el Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia y

1 2

Lexicón, págs. 145, 286. Véase guando en Hildebrandt, La lengua de Bolívar, pág. 213 (t. Léxico de Bolívar, págs. 592-593) Véase Morínigo, "Indigenismos americanos en el léxico de Lope de Vega" en Programa de filología hispánica, págs. 35-36.

436  

Chile 1, en cambio, zambo es el que tiene considerable proporción de sangre negra, manifiesta tanto en el color oscuro de la piel como —sobre todo— en la peculiar calidad del cabello; en el Perú se hace distinción entre el zambo, que tiene sangre negra e india, y el mulato, que es de sangre negra y blanca 2. En nuestro país zambo o zambos designa también la pasa 3 o mota 'cabello apretadamente ensortijado' del que tiene sangre negra. En replana zamba se registra como el número seis del dado. Entre los muchos derivados de zambo son usuales en el Perú el diminutivo zambito 4; los aumentativos zambón, zambote y

1.

En Chile zambo es —o ha sido— apelativo despectivo del peruano (véase Lenz, Diccionario etimolójico, s. v.). Zambo llega hasta Nicaragua y Guatemala, donde designa el color rojo violáceo. En Venezuela tiene el sentido de 'grande, fuerte' (también se aplica al color rojo oscuro del plumaje de los gallos de pelea); zambo atravesado se llama allá al hombre peligroso o audaz, independientemente de su color o grupo étnico. En el portugués del sur del Brasil zambo tiene, además de su sentido de 'mestizo de negro e india' (o viceversa) los figurados de 'desorientado' y 'tonto'. A fines del siglo XVIII pasó al inglés de los Estados Unidos como nombre (Sambo) de esclavos negros.

2.

Martín Adán hace un juego de palabras con el sentido general y el americano de zambo: "se puso las gafas y quedó más zambo que nunca de faz y piernas" (La casa de cartón, pág. 20). Véase la grafía sambo en Caviedes, Antología general de la poesía peruana, pág. 297 y en el anónimo Drama de los Palanganas, pág. 50. La grafía hoy impuesta zambo, con el femenino y los diminutivos correspondientes, en Terralla, Lima por dentro y fuera, págs. 26, 54, 112, 114, 172; Carrió de la Vandera, Reforma del Perú, 52; Segura, Artículos, 152 (zambita), 256, 258 (zamba) y La pelimuertada, 78; Gamarra, Cien años, 18, 81, 200; Palma, Tradiciones, 581, 582; Blume, Sal y pimienta, 62, 113, 182, 211, 227, 260, 296, 345, 356; C. Palma, Crónicas de Corrales, 61; Gálvez, Calles de Lima, 108 y Nuestra pequeña historia, 355, 359; López Albújar, Matalaché, 92, 110, 111; Camino Calderón, Diccionario folklórico, 22, 28, 31, 42, 86, 119, 144; Vargas Llosa, La ciudad y los perros, 29 y 289 (prefiere la grafía sambo en Conversación en La Catedral, I, 20, 21, 22; II, 167,183, 184, 206, 207, 209, 225). Véase igualmente zambo en Bryce, Un mundo para Julius, pág. 225 y Permiso para vivir, 23.

3.

Véase el dicho "la presidencia pasa, y la pasa queda en casa" en Hildebrandt, La lengua de Bolívar, pág. 234 (t. Léxico de Bolívar, pág. 621). El Libertador, quien según Madariaga tenía un dieciseisavo de sangre negra, fue apodado el Zambo por la aristocracia limeña de la época (Cfr. Madariaga, Bolívar, I, págs. 56, 57, 82, 83; García Márquez, El general en su laberinto, pág. 184; Ribeyro, Solo para fumadores, pág. 145).

4.

Véase zambito en Cabotín, Viendo pasar las cosas, pág. 56; Gamarra, ob. cit. 201; C. Palma, ob. cit. 245; Blume, ob. cit. 49, 142,163; Gálvez, Una Lima que se va, pág. 112; Camino Calderón, ob. cit. 148. Arroz zambito es un dulce típico limeño que debe

437  

su color oscuro a la chancaca (véase). Adriana de González Prada usa el diminutivo artificioso zambuía (Mi Manuel, pág. 149).

zambazo 1; el adjetivo azambado 'algo zambo' y los colectivos zamberío, zambería y zambada 2 (en otras partes de América se prefiere zambaje). Se documenta también zambear 'insultar llamando zambo'. Como sustitutos eufemísticos de zambo la replana prefiere zambuco y zambrano, este último en juego con el apellido idéntico, por el proceso que Corominas llama floreo verbal 3. Sin duda se debe a alteración de zambo, por deformación sarcástica al devolver el insulto, el apelativo de zambio que dan al blanco el indio, el cholo y el zambo piurano 4. No se oye actualmente el limeñismo zambiricuco (con terminal de probable creación expresiva) que se aplicaba al zambo o mulato claro, elevado socialmente pero en peligro de descubrir su origen por sus modales 5. En cuanto a compuestos, se documenta en el Perú zambicholo 6. Ha caído en desuso el nombre de un baile típico, zambacueca 7, que dio, por desgaste, zamacueca y se abrevió en Chile en cueca. En el Perú zambacueca se abrevió, inversamente, en zamba 8, pero estas formas fueron abruptamente sustituidas (junto con el sinónimo chilena) por el hoy general nombre del baile, marinera, a raíz de la guerra contra Chile (véase huachafo en este volumen). En replana se usan los compuestos zambonauta, humorístico por zambo, y zambolandia por callejón de un solo caño 'vivienda colectiva muy pobre'.

1

Véase zambón (como mujerón, hembrón), zambota y zambaza (y también zambita) en Blume, ob. cit. 227.

2

Véase azambado en Gálvez, Nuestra pequeña historia, pág. 396 y Mejía, Ayer y hoy, 150. Zambería en Gamarra, ob. cit. 17 y Seoane, Hombres y rejas, 129.

3

Espumante zambuca se documenta como 'cerveza' en replana. Véase zambrano por zambo en Blume, ob. cit. 163, 296. Azambujado, también sustituto de zambo, juega probablemente con el apellido Azambuja.

4

Véase la grafía sambio en López Albújar, De la tierra brava, págs. 119, 156; zambio en Camino Calderón, ob. cit. págs. 1, 83.

5

Parece incluir también un terminal de formación expresiva la forma zambicurina, que Mejía usa como equivalente de zamba en Ayer y hoy, pág. 12.

6

Véase zambichola en Mejía, ob. cit. 126.

7

Véase Gálvez, Nuestra pequeña historia, pág. 90.

8

Véase zamba por zambacueca en Segura, Artículos, 149, 151, 158, 159. Nicomedes Santa Cruz propone para zambacueca una improbable etimología del quimbundobantú sembacuque 'saludo en danza'; véase "Origen de la zamacueca" en el suplemento dominical de El Comercio de Lima, edición del 21 de setiembre de 1969. La danza

438  

moderna samba es la misma zamba típica de las provincias del norte argentino (Catamarca, Salta) que pasó de allí al Brasil y se internacionalizó posteriormente.

En el Perú se usa el modismo decirle (a uno) zamba canuta por 'injuriarlo gravemente' 1 (véase vela verde). El insulto se aplica con la misma naturalidad a individuos de cualquier grupo étnico y no varía para el masculino ni para el plural: "les dijo zamba cánuta", etc. En cuanto al sentido de canuta, tal vez esté en relación con canuto (de hilo) por alusión al pelo muy ensortijado. En el complejo tejido de las castas de mezcla coloniales zambo y mulato eran, como hoy, cosas distintas. El mulato, hijo de español engendrado en esclava, aunque jurídicamente desposeído, tenía de hecho muchas compensaciones. El zambo, hijo de india y negro, o de negra e indio (el término llegó a designar también diversas subcastas), estaba en situación inferior a la de los mulatos, y aun la de los mismos negros e indios. Pero zambos, negros y mulatos se igualaban ante la prohibición de instruirse, portar armas y vestirse a la española. El Diario de Lima llevado entre 1640 y 1694, sucesivamente, por los cronistas José y Francisco de Mugaburu (padre e hijo) anota, por ejemplo, que el 15 de setiembre de 1653 "se echó bando que ningún mulato, negro ni zambo pudiese traer espada, daga ni cuchillo". El 23 de setiembre de 1667 se repitió la orden y el 10 de diciembre se prohibió, además, "que ninguna mulata, ni negra, ni zamba [...] no trujeran vestido de seda ni puntas de oro ni plata, ni puntas negras de seda ni de hilo". El 27 de marzo de 1669, como reacción contra una pintoresca moda que entusiasmó también a españolas y criollas, se prohibió "que ninguna mulata, zamba y negra trujeran corona como los señores clérigos, pena, por la primera vez, de raspadas a navaja y también las cejas, y por la segunda, cien azotes y un mes de cárcel". Y al día siguiente otro bando ordenó "que las procesiones de mulatos, negros y zambos de la semana Santa, no lleven más de cincuenta alumbrantes cada cofradía, pena de pérdida de la cera [...]. Y que no haya cenas después de acabada la procesión, so pena de perdimiento de todo lo que se hallare en dichas cenas [...]. Y los que se hallaren cenando, un mes de prisión" 2.

1.

Véase decir zamba cánula en Segura, Artículos, pág. 285 y C. Palma, ob. cit. 146; decir hasta zamba canuta en Segura, ob. cit. 66.

2.

Págs. 19, 96, 108 y 109, respectivamente.

Zambo es palabra de origen incierto. Según Corominas puede haber salido del latín vulgar strambus 'bizco', 'irregular en su forma', a través de una pronunciación deformada mozárabe. El sentido de 'patituerto' (documentado ya en el siglo XVII) se debería a evolución semántica 1. Suponiendo que zambo 'patituerto' 2 y zambo, americanismo por negroide, fueran la misma palabra, el cambio semántico se explicaría, según Lenz y Corominas, por la especial

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configuración de las piernas —sobre todo las flacas pantorrillas— del negro o del que tiene gran proporción de sangre negra. La alternativa está en un supuesto origen africano. Se ha afirmado que zambo viene de nzambu que significa 'mono' en varias lenguas del Congo 3. Pero habría que estudiar a fondo los términos afines del castellano y del portugués de América para descartar o aceptar esa hipótesis. Mientras tanto, es peligroso dejarse tentar por fáciles etimologías africanas, casi siempre apoyadas en un incierto impresionismo fonético y en un cierto desconocimiento de las múltiples, complejas y distintas lenguas habladas por las sucesivas oleadas de esclavos que, en el transcurso de varios siglos, fueron diseminados por América.

ZAPALLO En el Perú se llama zapallo el fruto comestible de una cucurbitácea (Cucurbita maxima) de pulpa amarilla y corteza predominantemente verde, con diversas variedades 4. Dice el cronista Bernabé Cobo que, siendo él muchacho (nació en 1580), vio ya en España zapallos, allá conocidos como berenjenas

1.

Véase Diccionario crítico etimológico, s. v. En la República Dominicana se dice zambo de piernas por patizambo. En Méjico, Chile y Paraguay zambo se usa también con los sentidos distintos de 'patituerto' y 'estevado'.

2.

Cuyo origen latino, sea de strambus o de otra palabra, parece fuera de duda.

3.

Tal vez fueron los primeros esclavos africanos los que dieron el nombre de zambo a cierto mono de América.

4.

Zapallo macre es, por ejemplo, una variedad feculenta muy apreciada. Zapallito italiano se llama en el Perú un calabacín alargado que en otras partes se conoce con el nombre de zucchini.

de las Indias; se usaban para hacer conservas en arrope. En cuanto al nombre, declara que "en la lengua quichua del Perú se dice zapallu" 1. Todavía a fines del siglo XIX la expresión pelar zapallo, hoy olvidada, representaba las tareas domésticas más prosaicas y pesadas, especialmente las que realizaban —tal vez como sanción o como penitencia— las monjas y las reclusas en conventos e instituciones femeninas de custodia. En Lima de antaño el costumbrista Dávalos y Lisson relata cómo una monja portera que cometió un error grave "perdió ignominiosamente su puesto y aun creo que fue al Refugio a pelar zapayo" 2. En Ña Catita de Segura una madre amenaza a su hija,

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sorprendida en plena fuga, con enviarla "a las Recogidas / hoy mismo a pelar zapallo" 3. El Glosario de peruanismos del Padre Vargas Ugarte recoge el dicho en abril y mayo, maíz y zapallo, que no se usa hoy en Lima. Tiene, en cambio, vigencia la expresión sembrar zapallo con el sentido traslaticio de 'caer pesadamente, casi siempre sentado, a causa de un resbalón o tropezón'. Pero se va olvidando —por lo menos en Lima— la creencia en que el hecho de sembrar un zapallo implica la seguridad de volver al lugar de la caída (para "recogerlo" o cosecharlo). Adriana de González Prada, francesa criada en el Perú e íntimamente compenetrada con nuestras costumbres y expresiones, refiere así los preparativos de la familia (el único hijo, Alfredo, era todavía pequeño) para viajar a España, desde París, en el invierno de 1895: "Mucho me gustaron los últimos días que pasamos en París [...]. En la última noche Alfredito se cayó de la cama y según los pronósticos de la gente supersticiosa, eso quería decir que volvería algún día a este París donde había sembrado un zapallo" 4.

1

Historia del Nuevo Mundo, ed. BAE, I, pág. 176a. El padre Cobo hace una clara distinción entre el zapallo y lo que llama "calabaza de Indias", esta muy parecida externamente a la de España, pero que no se come "por ser amarga y de un casco duro y grueso"; sirve, en cambio, para otros usos importantes: "el principal es de loza, porque de las menores hacen sus platos y escudillas, y de las mayores porcelanas, librillos o bateas y otras vasijas..." (íd. íd., pág. 175a).

2

Pág. 193.

3

Acto IV, escena VII (en Comedias, II, 112). Zapallo subrayado por el autor.

4

Mi Manuel, pág. 220.

Zapallo viene del quechua sapallu 'calabaza'. La s inicial se transcribe con cedilla en algunos vocabularios tempranos; esa es la explicación del predominio de la grafía con z a pesar del general seseo americano. La extensión de zapallo coincide básicamente con el área de sustrato quechua, y tiene en toda ella una gran riqueza de usos figurados. Así, en Chile zapallo tiene, además de su sentido literal, el de 'cabeza' (documentado igualmente en la Argentina) y los de 'mentira' y 'carambola'. En la Argentina 1 es 'casualidad, suerte, chiripa'; la expresión adverbial de zapallo significa 'por casualidad'. En el Ecuador zapallo se aplica a la persona gorda y pesada (se usa allá igualmente, como en el Perú y Chile y con el mismo sentido, zapallón). En Colombia y Costa Rica zapallo ha llegado a tomar el sentido de 'soso, sin gracia'. En cuanto a derivados, en diversos lugares de América se usa, como en el Perú, zapallal o zapallar para designar el plantío de zapallos, y zapalla o

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zapallera como nombres de la planta. En Chile zapallero es tanto el que siembra o vende zapallos como el aficionado a comerlos. En ese país y en la Argentina se hace charqui de zapallo (véase charqui). Zapallazo es 'golpe dado con un zapallo' en Chile. Zapallada es 'conjunto de zapallos' y 'acierto casual' (también con este sentido zapallazo) en el noroeste argentino; zapallada es 'dicho tonto o inconsiderado' en Colombia. El verbo zapallar es 'acertar por chiripa' en la Argentina; azapallarse es 'engordar' en Chile. Por cruce con sapo 'curioso, entrometido, vivo', basado en la coincidencia de los tres primeros fonemas, zapallo (o sapallo) ha tomado esos mismos sentidos, que igualmente tiene el derivado zapallanga o sapallanga. El único uso metafórico que se basa en el color de la pulpa y no en la forma y tamaño del zapallo es el ecuatoriano zapallento 'amarillento' y, de allí, 'pálido', 'débil', 'flaco'.

1

País en que se conocen y consumen muy diversas variedades: zapallo del diablo, zapallo angola, zapallo criollo, zapallo del tronco o zapallito de tronco, etc. (véanse Garzón, Diccionario argentino y Haensch-Werner, Nuevo Diccionario de argentinismos, s. v.).

Por indudable errata, la edición de 1984 del Diccionario académico consigna, como étimo del americanismo meridional zapallo, el quechua sapalla. La edición de 1992 corrige: "del quechua sapallu".

ZONZO En el habla familiar de casi toda la América hispana, desde Méjico hasta la Argentina, se usa zonzo o sonso —con varios derivados— por tonto 'bobalicón', 'poco avispado' 1. En el marco institucional de la viveza criolla, el zonzo representa la contraparte del vivo: un aforismo cínico dice que el vivo vive del zonzo, y el zonzo de su trabajo 2. En cuanto a derivados, son aumentativos de diversa extensión americana zonzote, zonzazo y zonzón (este usado en la Argentina). En el Perú es corriente la forma con doble sufijo zonzonazo. Menos frecuente es otra forma con doble sufijo, sonsoniche, que usa Yerovi en La de cuatro mil 3. En otras partes se oyen, como sinónimos del primitivo, los derivados zonzoriano, zonzoreno, zonzoreco, zonzoreque, zonzoneque, zonzorrio, zonzorrión, zonzaina (masculino) 4. El nombre abstracto correspondiente es en el Perú y en muchas otras partes zoncera o zoncería; en Bolivia se prefiere zonceridad. Azonzarse es en el Perú 'volverse zonzo', atontarse; zoncear es 'portarse como un zonzo' (también en Chile, Argentina, Uruguay y Guatemala).

442  

1.

Dice, por ejemplo, Borges que hacia 1912 "Palermo se apuraba hacia la sonsera: la siniestra edificación art nouveau brotaba como una hinchada flor hasta de los barriales" (Evaristo Carriego, en Obras, 130; véase sonso en un poema del mismo Carriego citado en íd. pág. 139). Sonso igualmente en Cortázar, Rayuela, 169; "reírse como sonsas" en Final del juego, 26; otro uso de sonsa en íd. íd. 39; "cachorros sonsos" en íd. íd. 140; hacerse el sonso en íd. íd. 121.

2.

Palma emplea el dicho, hoy poco conocido, el zonzo Tinoco, mucha fachada y seso poco (Tradiciones, pág. 531).

3.

En Poesía y teatro, pág. 88. Véase hablar sonsoniche, con significado poco claro, en Valle Inclán, El jaque de Medinica, en Poesía española. Antología general, pág. 409. Para el terminal -iche, véase antes cebiche.

4.

Véase Baldinger y Rivarola, "Designaciones del concepto de 'tonto' en la América Española", en Homenaje a Ángel Rosenblat en sus 70 años, págs. 51-81.

Las grafías con s en vez de z o ç (sonso, sonsera, asonsarse, sonsear, sonsonazo) no indican diferencias de pronunciación —el seseo es general en América— sino simple vacilación ortográfica explicable por la ausencia de una norma peninsular 1. En efecto, zonzo es hoy palabra casi desconocida en España y por tanto se siente como característica del castellano de América 2; se usó, sin embargo, en la Península durante los siglos XVII y XVIII y se documenta en la lengua literaria hasta Moratín y la Pardo Bazán 3. La edición de 1970 del Diccionario de la Academia repetía aún la etimología que daba la primera (1726-1739): según Autoridades zonzo venía del latín insulsus y significaba "insulso, sin sazón o sabor, por falta de sal"; en sentido figurado, "poco divertido, sin viveza o gracia, en lo que hace, u dice" 4. Pero la relación establecida entre zonzo e insulso, soso fue siempre forzada, tanto en el aspecto fonético como en el semántico. Según Amado Alonso 5, zonzo puede haber sido originalmente el nombre propio de un personaje literario, Çonço 6, que luego

1

Véanse, por ejemplo, zonzo en Vallejo, Novelas, págs. 177, 301, 304, 312, 313; zoncera en íd. íd. 177, 181; sonsito en Arguedas, El Sexto, pág. 11 y Vargas Llosa, Los cachorros, pág. 32. En la identidad de los tres primeros fonemas se basa la sustitución jergal de sonso (o zonzo) por sonaja.

2

La usa deliberadamente Valle Inclán en Tirano Banderas (pág. 68; sonsera en íd. íd. 171).

3

Véase el Vocabulario de Moratín por Ruiz Morcuende, s. v.; un uso del XIX en la Pardo Bazán ("la zonza e ingrata edad de la adolescencia"), La madre naturaleza, pág. 75. Usos americanos del siglo XVIII en Lenguas de América, págs. 208 y 263; Drama de los Palanganas, 56, 69, 70 (sonso, zonso, zonzo) y 51 (zoncera); Terralla, Vida de

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muchos (en Palma, Tradiciones, págs. 721-722: zonzo y zonceras). Usos americanos de principios del XIX: zonzo y zoncería 'mansedumbre' en Lizardi, El Periquillo Sarniento, págs. 55, 58, 202, 282. 4

En la edición de 1984 se suprime esta etimología y se incluye como segunda acepción la de 'tonto, simple, mentecato'. Zoncera se sigue dando como americanismo, pero zoncería, zonzorrión y zonzamente aparecen como voces del español general. Lo mismo, con una segunda acepción, argentina, s. v. zoncera en la edición de 1992.

5

Véase "Las prevaricaciones idiomáticas de Sancho" en NRFH, año II, Núm. 1, págs. 19 y ELTH, págs. 399-414.

6

Se pronunciaba inicialmente tsontso, con la africada alveolar sibilante sorda que se perdió en la llamada crisis de las sibilantes castellanas.

se hizo designación genérica de un tipo humano 1 Alonso parte de un dato del Maestro Gonzalo Correas, quien (hacia 1627) explica: "Zonzo: fue nombre de un mozo bellaco que se fingió tonto para engañar al amo, en un entremés, y llevarle una hija, y de él se varían frases a lo zonzo y otras" 2.

Según este dato, el matiz de 'tonto fingido', documentado en España y conservado en Portugal, habría sido el original; de ese sentido primitivo podría haber salido el de 'bobalicón, necio inofensivo' que tiene la palabra en América y Cataluña. Pero el entremés aludido no ha podido localizarse, y en cambio se ha comprobado que las explicaciones de Correas son a veces fantasiosas. Zonzo parece a Corominas 3 una voz de creación expresiva, es decir, una palabra en que la propia materia fónica evoca su contenido semántico. En ese caso, entraría en la serie de bobo, chocho, ñoño, tonto: voces de esquema fonético semejante (consonante repetida, con vocal o también repetida, en una forma bisílaba grave) que expresan todas análogos conceptos negativos sobre la naturaleza humana.

1

A la manera de celestina, lazarillo, quijote, maritornes, mecenas, mentor, judas, donjuán, tenorio, panfilo, robinsón, etc. Véanse canillita y barchilón en este volumen.

2

Vocabulario de refranes y frases proverbiales, cit. Alonso, ob.cit. pág. 412.

3

Diccionario crítico etimológico, s. v.

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ZWEIG, Stefan. Fouché. El genio tenebroso. Barcelona 1958. Editorial Juventud.

VOCES Y TEMAS ÍNDICE ALFABÉTICO DE

a a-a 99, 260 a cada chancho le llega su San Martín a cavile a casa de a chicha fresca a fojas a fojas cero a fojas uno a la fortuna por los cuernos a la violeta a la Waterloo a lo de a lo zonzo a panderete

a ponchadas a ponchazos a poncho a puchitos a puchos a punta de a punta de lanza a punta de pistola a quejarse a los yuyos a raja macana a remezones abajenque abalear -able, -ible abrasar abrazar

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abreviaturas abuchear aburrir acá acascca (quechua) academicismo acamalado acamalarse acápite acarachado, -a acaracharse acariciar la panlorrilla accesoria (f.) ace acebichada aceitillo acento de intensidad acequia achagua achatnpar(se) achamacado, -a achancharse achapaudarse achaque achiote áchiotl (azteca) accidente acomedido, -a (el) acomedido hiede a podrido acomedimiento acomedirse acomide acomidirse aconchado, -a aconcharse acorcuncharse adefesioso, -a adehala -ado, -ada afectación afectividad afoctear africadas africanismos afuetear afutrarse

agave: -aggia (italiano) aglutinación agora agua de berros agua y desagüe aguaita aguaitacaimán aguaitacamino aguaitada aguaitador, -a aguailamienlo aguaitar aguailear aguaparse aguarapado, -a aguardiente de Pisco aguatero aguayla aguaytar agüeitar agujerear ahi mismo ahi nomás ahora [ha] un año, etc. ahora hace un año, etc. ahora no más ahora ñaupas ahuachafarse ahuachar(se) ahuchear ahuesarse aimara y aimarismos airecito ai ta (vasco) ajapa (portugués) -aje ají ajiaco ajochador, -a ajochar ajuchar 41 ajutrarse 210 aka (quechua) akka (quechua)

al aguaite al arranche al calaato al finalizar el año, chicha, mamey y zapote al rancho viejo nunca le faltan goteras al tacho (los) alas alboroque alcázar a/dea alfabeto latino alferecía alferiche algo va de Pedro a Pedro alla te lo espeto, Pericote Prieto allpaca (aimara) almadiarse almagacén almaricirse alón, -a alpaca alta policía alteración alternancia de palatales alluradamenle allurado, -a *alturar alzar el poncho ama amacanarse amargurado amarillo mamey amarrete amarse como chanchos amaularse ambrosia ambulante (m.) americanismos ameritado, -a ameritar amigos de cama y rancho amorochado, -a

amorrinharse (portugués) amparar ampay amphi- (griego) amphiphoreús (griego) amphoreús (griego) amphora (latín) anafe anafre analogía ananás anantcs anaptixis -anee anchoa anchóela anchova anchoveta anchoveta no es pescado, después que te la has tragado anchovetero, -a anda vete (m.) andalucismo; andaluz andando se hacen chancacas andar botado andar en muía chucara y con estribos largos andar hecho un charquicán andar muca andinantes anfitrión ánfora anglicismos anhapa (portugués) aniñantes, aninanlis -ano, -ana anofeles anomalía ansina antanticr anteanteantier anteayer

anteparare (latín) antes antes de ayer anleyer antier antiernoche antihiática (tendencia) antiyer antonomasia apalomillado, -a aparar apearse de [la] muía chucara apichu (quechua) apócope apodos aposento apparare (latín) apretador (m.) apunarse apuñalar apuñalear apurado, -a apurar(se) apuro apurón aquí no más aquí torció la chancha el rabo aquicito no más -ar árabe y arabismos aragonés y aragonesismos arahuaco y arahuaquismos arañar el petate arará araucano y araucanismos arcaísmos argentinismos armada armadilla armadillo armar(se) -aro arquear arquilecturado arrancha-arraucha

arranclmcapas arranchadera arranchador arranchar(se) arranchan arranquitis arrastraderito arrastrar el poncho arrempujar arrequintar arriba mía arrocharse arrojar -anón arroyo arroz chaufa arroz zambito arruga arl nouveau asado, -a asarse asentador de lotería asentador de suertes asentamientos humanos ashua (quechua) así es de que así no más así nomás asiento (o asientito) de ron asimilación asistió nomás asonsarse asoroehado, -a asorochar(se) aspirina asturianismos -ata atingencia atingente atingido, -a atingir(se) -ato ato turnado, -a atotumarse

attingere (latín) aullar aumentativos auquénido aura autocita avance avanzar avena ayer ayer no más azambado, -a Azambuja azambujado, -a azapallarse azar azarar(se) azarear(se) azareo azarean azonzarse azor azorar(se) azoro aztequismos azua (quechua) azucena del Perú azulülo b de burro baba babiche bable boom Bacciccia (genovés) bachicha bachiche bachiller de pupilos bagre ¡bah! bahareque baja policía bajareque bajopontino, -a balance balota

banal bantú (familia lingüística) baqueano, -a boquear baquía baquiano, -a baquiar baqiya (árabe) baratieri barattiere (italiano) barchilón, -a barriada base lingüística (del español de América) basquear basural batallón batata batata de Málaga batea bateada bateador bateia(portugués) bateíta bateón (to) benf Beati indiani qui manducant pepiani berenjenas de las Indias bestial belamax bienes /tingibles billetera bíniano bimba bincha biííer (inglés) bividí biviri bizcocho [de] Chancay *blancurado *blandurado blanquillo blanquinoso, -a blue devils blues (inglés) bobo boboliche

boca de gachas bocee (italiano) boche bochear bochincha bochinchada(portugués) bochinche bochinchear bochincheiro (portugués) bochincherías bochinchero, -a bochinchito bochincho bochinchoso, -a boda bodega boleadoras bolero boliche (red) boliche (apodo) bolichera (f.) bolitas (juego) bolla bolsar bomba ¡bomba al charqui! bombín bombo boniato bon/a boquiche boquipando borra borra de vino (color) borrachoso, -a borrado, -a borradura borrao borrarse bosar bota botadero botado, -a botado-guácharo

botador, -a botafango bolalodo botamanga botar el chancho botar el gato botar la casa por la ventana botarate botar(se) botija boto box (inglés) brali bramadero brassiere (inglés) brassiére {francés) bretón brígida brilloso, -a brisar broma brutal buchada buche buchinche buena moza bufarle (a uno) los cacles bufeo buitrear(se) buitreada buniato burra (latín) buscaniguas buscapiés buscapique(s) butifarra cabala caballo caballo de paso cabe cabe de pala cabe de [a] paleta cabe que cabecilla cabeza de plátanos

cabizcala cabo (m.) cábula cabular (portugués) cabulcador, -a cabulear cabuleo cabidero, -a cabulismo cabulista cabulisto cabuloso cara cacahuate cacáhuall (azteca) encuna cacanusa cacería cachaco, -a cachacos (m.) cachacura cachaquear cachaquería cachaquito cacharpari cacharpa(s) cacharpaya cacharpeada (f.) cacharpearse cacharpero cacharposo, -a cachaspalla cachaspari cachazpari cachimba cachimbazo cachimbear cachimbero cachimbo cachimbón cachinas (véase caquinos) cachinnus (latín) cacho cachuelear

cacimba cacique caciquismo cacle cada carancho en su rancho cada gallo ¡canta] en su corral cadera cadentia (latín) caer [como los gatos] parado caerle (a uno) la quincha cajón cal cala calabacera calabaza de Indias calachaqui calafate calarnacun (araucano) calaucho 'buho' calancho 'desnudo' calandraca calapacho calapichar calapitrinche calatayú calatear(se) calateo calatería calaterío calatícri calatiewsky calatista (el) calatito de la flecha calato, -a calatriz calco semántico calentadora (f.) calentura caliche califa callejón de un solo caño calli (azteca) calpan, *calpán (azteca)

*calpón calpulli (azteca) calzón de chicote cama camera camal camalaje camalero camalito camarita camaronero cambio cambio acentual cambio semántico cambray camión camioneta camisa camotal (El) Camotal camote camote calado camote del monte camote huasca camote podrido camotear camotero, -a camotillo camotillo camotli (azteca) camotón camotudo, -a campana campuza camus (latín) cana canariera cáncamo cáncamo fremántico cáncamo fumatélico cancha 'recinto' cancha 'maíz tostado' cande/n candidez candido, -a

Cándidos de la vela verde caníba/ canilla canillejo canillento, -a canillera Canillita, canillita canillón, -a canilludo, -a canoa cantarle (a uno) /os pies cantiga canuta cañan cañazo canilla capacito capar capa*, -acis (latín) capaz capaz que capere (latín) *capetonada capia (quechua) caporal caporale (italiano) caporalcar caporalisme (francés) capotraste capulí caquinos cara 'menjurje' cara 'rostro' 190 *cara cara (quechua) cara de muca cara de mucarnuca cara de tarro caracha carache carachento, -a carachero carachiento, -a carachita(s) carachito carachoso, -a

carachupa caramanduca caranchato carancheto carancho carare cararoso, -a carate caratejo, -a cantoso, -n carátula caratulado caratular cara tura carca carcancha carcanchón, -a carcanchoso, -a carcoso, -a carda cárdigan cardume (portugués) cardumen cardúmenes cardumes cardume caribismos caliento, -a carne de chichi carne de enxarca (portugués) carne de xarque (portugués) caroso, -a carozo carpa carpani (quechua) carpacuni (quechua) carpere (latín) carpera carpet (inglés) caceta carpeta de escritorio carpeta de trabajo Carpetamento carpetazo

carpetear carpetaro (portugués) carpetero carpetista (portugués) carpette (francés) carpiré (latín) carpita (italiano) carppa (quechua) carquiento, -a carrera caíto cartera casa casa de casarana cascarilla casimba casimir castas de mezcla castellanismos del quechua castellanización (de préstamos) castellano (véase español) casticismo castora catalán y catalanismos catalana (f.) catalogue (catalán) cátedra caterpílar caucan cauchi(c) (quechua) causa caza ccala (quechua) cchupu (aimara) ccumu (quechua) cebar mates cebichada cebiche cebichería cebichero, -a cebichito cebique ceboll*cebolliche

ceborrancha ceborrincha ceceo celestina celofán cementerio cemita cepa (latín) cepula (latín) cerca mío (luyo, suyo) cerdo, -a cerrero, -a cerril ceviche ch -cha (sufijo quechua) chácara Chacarilla chacchar chachamu chacra chafallo chafallón *chafallonía chafalonería chafalonía chafalote chafar chaíto chalona chamba chambi (quechua) chamca (quechua) chamcca (quechua) chamcca-chamcca (quechua) chamkka (quechua) chámkkay (quechua) champa Champagne, champagne champancito champañada champazo champe champear champería

champoso, -a champudo, -a champuz champuz de agrio champuz de las monjas champuz de leche chanca chancabuques chancaca chancacazo chanca-chanca chancaco chancacón chancadera chancador chancadora chancáis chanca-la-lata chancalata chancanque chancaquear chancaquera chancaquería chancaquera chancaquita chancaquitero chancar *chancasca chancay Chancay chancayes chance chancecito chancha chanchada chanchería chanchero, —a chanchito chancho, -a chancho limpio nunca engorda chancho marino chancho rengo chanchu (mapuche) chancan (m.)

chancón, -a chancona (f.) chanconcito, -a chanconero (m.) chancua chancuar chancudo, -a chanfla chanflón chankkaska (quechua) chánkkay (quecha) ch'anpa (quechua) chanque chao chapa chapalear *chape, chape chapean bombé chapeau melón chapeta chapetada coopere chapetón, -a chapetonada chapetonear chapi chapín chaposo, -a chapotear chaqui (quechua) character (latín) charcón, -a charque charqueada charqueador, -a charquearse) charquecillo charqueo charquería charqui charqui de manzana charqui de zapallo charquicán charquimanzana

charquin (araucano) charquizapallo (la) chata chato, -a chau chau-chau chaucito chauchito chaufa chatipicac (quechua) che -che chéance (francés) checar check (inglés) (To) check (í/p) chele chepo cheque chequeada chequeador chequearle) chequeo chequeo general chequera (los) ches chez (francés) chhampi (quechua) chhupu (quechua) chiancaca chicha chicha de /ora chicha de uva chicha de yuca chicha morada chicha, pepián y chivo, para las penas gran lenitivo chichah (lengua cuna) chichar (v.) chichería chichero, -a chichi chichódromo chicle chicot (francés) chicotazo chicote

chicote quemado chicoteada chicotear chicotera chicotería chicotillazo chicotillo chicotinho queimado chifa (m.) chile chilena (f.) chilenismos chilititi (quechua) chillar como un verraco chimando (portugués) china (f.) chingana chinganear chinganero, -a chinganga chinkana (quechua) chínkay (quecha) chino chino (lengua y cultura) chipro chiquear chiquitoso, -a chirfaile chisco chistera chivillo, -a chivío chivo chiwillu, ch'iwillu (quechua) choclo choco choco, -a chocolate chocólatl (azteca) chocho choe chofer cholo, -a chomba

chompa chompita chompón chopo (quechua) choppo (quechua) choquezuela chorear chorifaite chorifaitear chucarear chucaro, -a chucro, -a cimero (portugués) *chucru (quechua) *chúcuru chueca chueco, -a (El) Chueco chuequeada chuequear(se) chuequera chulleco, -a chungaría chuñeco, -a chuño chupacirios chupe chupe cimarrón chupi (quechua) chupiento, -a chupito chupo (un) chupo de plata chupón chupu, chhupu (quechua) ¡CHUS, chus! chusco, -a chuscón, -a chuigo, -a ch'usku (quechua) chusquilo chuyeco, -a ciño (italiano)

ciau (italiano) cierrapuertas cimarra cimarrero cimarrón, -a cimarronada cimarronear(se) cimarroneo cimarronera cimarronero cirear Ciríaco ciriada ciriadita ciriar cirio clac clac de unto clavo claxon cláxones cláxons clísorí clíster coa coba cobíjate) cobruna coca cocaína cocer cocha (quechua) cochayuyo coche cochecito codii cochinada cochinatico cochinear(se) cochinero cochinilla cochinito

cochino, -a cocho cochoso, -a cocinar cocinería coco codeador, -a codear codeo cófrarde Cognac, cognac cogotero coima cojal colero (m.) collera colombiche colorado, -a comedido, -a comedimiento comedir(se) camena comer pavo comerciar en chueco comerse un pavo (con plumas) come-y-calla (m.) cómica (f.) comique comisión commetiri (latín) como (quechua) como cancha como estás (m.) como pato de chifa como Pedro por su casa comodoy (f.) compadrito compensativo (m.) comprar de chueco compuestos con concon el miche y con el pisco pasan

las penas del rico con la boca, es un mamey con títeres y petacas concita conchar conchito concho concho de vino, concho'e vino conchoso conchoso (portugués) conchudez conchudo, -a cónclave Congo congo, -a (adj.) congolés connotación connotado, -a connotar connolativo (to) connote conscripción conscripción vial conscriptio, -onis (latín) conscription (francés) conscripto conscriptora consonantización consonantizar contaminación: véase cruce contimas contorcha contra (adj.) contra (más) contracarátula contracción contramontonera contramontonero contrastar contraste contrástalo contrimás conventillero, -a

conversata coñac co-pah (lengua cuna) copliche coquito corancho corcocho corcova corcovo corcuncharse corcuncho, -a corima coroza corpino corrección: véase criterio de corrección correñañita, correñañito corresponyuyos corsé corte de totuma cosa cosa de que cosa que coser costeante costear la diversión costear(la) costeársela costeativo, -a costeo coto cotomono Cotópolis cotosino, -a coloso, -a cofío (quechua) cotudo, -a couche (francés) coxa (latín) coyote cráter creación expresiva

creación personal credo cimarrón criollo, -a criterio de corrección cruce cuadra cuádrilo cuajo cuando cuando entró la Patria cuanto (más) cuáquer cuáquero, -a cuatro (m.) cubeta cubiche cubil cubilete cucharero cucharonazo cuchi cuchi-chancho cuco cucufa cucufata (común) Cucufate, cucufate cucufatería cucufato, -a Cucufo, encujo cueca cuello pando [el] cuento de nunca acabar cuerda cuerpos de dragones cuja cuja camera cujal cujar cujÓn cultismos cumanagoto cumbia cumbo cuna (lengua) curca

curco, -a curen (quechua) curcucho, -a curcuncha curcuncharse curcuncho, -a curcuño cunta curka (quechua) cursi cursilería curumpini (quechua) cuti (quechua) cuxa cuyo cuyu (quechua) cuz, cuz! cuzco dacrórt dada damajuana damasco d'andenantes dar a la batea dar boca dar cabe dar carpetazo dar chance dar chicote dar coba dar el raje dar fuete dar pan por charqui dar un cabe dar un fuetazo dar un para/é dar una manilo dar una parada dar una puchada darle vuelta al charqui darse prosa de de a puchitos de a puchos de acápite de aguaite [de] chapeta con plata [e] indio con

honor, líbranos señor de chicha y nabo de color honesto de macana de mamey de mamey con dos pepas de mamey con yuca (tibia) de mamey en almíbar de mamey sin pepa de manera de que de modo de que de ñapa de ñeque, pulso y remezón de paporreta de parada de pala en quincha de pepián de príquile, de príquiti de príquiti mangansúa de que de raja macana de remezón de resistencia de tapera en galpón de yapa de zapallo debajo mío (tuyo, suyo) debocar decir [hasta] botija verde decir [hasta] vela verde decir [hasla] zamba canuta, decir lisura y media dedeté dejar botado dejar en el (o en un) petate dejar muca dejarse pisar el poncho del año de ñaupa del tambo al timbo del tiempo de Ñau del tiempo de ñaupa del tindío al tambo del tumbo al tambo

delante mío (luyo, suyo) delgado delicado dementar demia demorar(se) denantes denantias dende ya denominación de origen denotación deponer depurar dequeísmo dequeísta derby hat (inglés) derecho de pataleo derivación derrengar derrepente desacomedido, -a desacomedirse descarachar deschampar Descolaburros descomedido, -a descomedimiento descomedirse desde que desde que un perro maté, Mataperros me llamé desde /a (portugués) desde ya desde ya mismo desempacarse desfloripondiar desgaste fonético deshondrar deshonrar deslateralización desmameyar desmerecer

desmeritar desnasalización despalatalización despalmante despectivos desplayado (m.) desponclmrse desprolijo, -a destacamento destral destrejar desvalido detalloso, -a detrás mío (luyo, suyo) devolver diablos azules dialectalización vertical díame dictáfono *difuerzo dijuerzo diga no más dínamo amae (francés) dindon (francés) diptongación disdisforzado, -a disforzarse disfuerzo disimilación dispuesto disticoso, -a *distingoso doblar el petate doble dobleancho dobletes Doctor Panchito dolama dolamas dolame dolamen (latín) dolames

dolasmas dominico Don José donde donde camotes se asaron, cenizas quedaron donde el diablo perdió el poncho donjuán dorima dormir como un chancho dracón dragón dragón (francés) dragona dragoncillo dragoneante dragonear dralón drema drepa dulzurado, -a dulzurar dunlopillo durar lo que cuchara de pan en mazamorra -ear echar a la batea cellar al tacho ecltar pan echar prosa echar ¡un ] cabe echar una manito echar una suerte echar una suerte en vaca echarse a los yuyos echarse como muca a pollos echarse con las petacas echarse el alma a la espalda -eco, -eca ecuador léxico ejambrío, -a -ejo, -eja el cachaco de la esquina

el chino de la esquina el concho y la espuma el día del pucho *el mano el peor chancho rompe el chiquero el pulpero de la esquina el que ha nacido en petate, siempre anda apestando a tule (o a turré) el torcido busca el pando ¡el último huachito! 236 el vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo el zonzo Tinoco, mucha fachada y seso poco -ela elante electrola elipsis embochinchable embochinchar embromado, -a embromar embromón, -a empacada (f.) empacadizo empacado, -a empacador empacamento (portugués) empacamiento empacar(se) empacho para(d)o, paráu empacón, -a empaque empaquetado, -a empaquetar(se) emparada (f.) emparamento emparamiento emparar emparar trompos en la uña empatadijo empatador (m.) empatadura

empatar el tiempo empatar(se) empate empatter (francés) empavar(se) empave, empabe empavón, -a empavonar(se) empetatar emponchado, -a emponcharse emprolijar en en abril y mayo, maíz y zapallo en aguaite en buenas manos está el pandero en casa de en fustanes en los quintos apurados en mi (tu, su) adentro en mi (tu, su) delante en mi (tu, su) encima en montón en receso en tiempo de María Ñaupas en toda tierra de camotes, hay de una y otra cría en tu elante enagua(s) enante enantes enantitos encalatado, -a encalatarse encamotarse encaracharse encarpetar encender en el pucho encender la cachimba enchampar(se) enchampe enchichado, -a enchompado, -a

emchomparse enchuecar(se) encima mío (tuyo, suyo) encima tuya encomendado (m.) encomendería encomendero encomiásticos encomienda Encomiendita encontrar fleco para su poncho enconche endenantes enenantes enenantitos énfasis enfrazadado, -a enfuetarse engreído, -a engreimiento enguacharse enguaraparse enguarapetarse enlaberintarse enlajado (m.) enlajadura enlajar enlosar enlozar enmucarse enñatarse -enque enquinchar enrazado, -a enredique enrostrar entarrado entierro entotumado, -a entotumarse entra no más entrar en receso entre (más)

entre tanto (que) envetarse envilecimiento enxarca (portugués) enyuyarse epéntesis -er eses capaz de es capaz que escalador escalona escapear escapero escarapela escarapelar(se) escarapelar -se (portugués) escarbajear escolero (m.) escondiche escorpión esdrújulas y esdrujulismo eslávicas (lenguas) eso se ganó con el trabajo del general Camote espada de totuma español americano español atlántico español canario español clásico español general español preclásico españolado españoles europeos especificación espeso, -a espumante zambuca espúreo estampilla estar a partir de un confite estar a poncho 353 estar apurado estar botado, -a

estar champa estar como un pepián estar como un tacho estar como un yuyo estar con diablos azules estar con el charqui largo estar con los chicotes cruzados estar con [todos] los muñecos estar con yaya estar [de] ñaños estar de palangana estar embromado estar en apuros estar en Calatayud estar en el mamey estar en un apuro estar fundido estar fundido como un tacho estar hecho una carcancha estar hecho [un] charqui estar hecho un pepián estar hecho un ranchero estar jaladito estar jalado estar más pando que un riel curvo estar medio jalado estar muca estar muñequeado estar ñaupa estar ñaupa-ñaupa este era estera esterilla esticoso, -a estriptisera estuchante esu -efe, -eta eterní(t) etimología popular eufemismos evolución semántica: véase

cambio semántico excarpere (latín) exégeta exilado exitoso, -a expletivos extensión de sentido extraneare (latín) extrañar(se) f inicial latina faceré (latín) facetadas facón faginar faite faitear faitecito failemán faitemanada failemanes faitismo fañoso falsa carátula farruto feca fenómeno fercho feroz (ferós) festinable festinación festinación de trámites festina lente (latín) festinar festinar trámites festinare (latín) festinatorio, -a ficus fiero, -a fierrero fierro fierro enlozado fighter (inglés) fighter man

filoso, -a finca fincar firme fisgonear [to] fit fitter (inglés) fl*flacurado flassada (catalán) flit flor flor de campanilla florecita floreo verbal floribundus floricundio florifundio floripón floripondio floripundia *floripuni foco foetazo foefe foefear foetiza foi pro tacho (portugués) foja foja de servicios fojar fojear folia (latín) folio folium (latín) folleque fondo fonética fonética sintáctica foradador (m.) foradar forado

foramen forare (latín) foratus (latín) fórmica forúnculo fotingo fouef (francés) fouetter (francés) foutre (francés) foyeque francés franela fraque fráquete frazada frazadero frazadón frecuentativo: véase -car fregar la cachimba frejol(es) fremántico *frescurado frezada frigider frijol(es) frijoleo frisol(es) fruza fuente fuetazo fuete fueteada fuetear fuetera fuetiza Fulano fumar en cachimba fumatélico fundere (latín) fundidera fundido, -a fundir la paciencia fundir la pita fundiré (latín)

fundir(se) fundo fungere (latín, italiano) fungi (latín) fungible fingieren (alemán) fungir furúnculo fusión fustagno (italiano) fustal fitstán fistanear fustao (portugués) fuste fusteda fustis (latín) futaine (francés) futir(se) futraque futrarse futre futre palangana futre pelado, bolsillo planchado futrearse fulreque futrería futrerío Futriaco futriarse futrique futriquiñador futriquifíar(se) futriquiñería futrír ¡futro! futuere (latín) gabina gachupín gaélico gáfiter gafitero gagá gaga (francés) gagach (gaélico)

gagazote, -a gago, -o gagoill (bretón) gagoso, -a gaguear gagueira (portugués) gaguejador (portugués) gagueo gaguera gaguez (portugués) gaguice (portugués) gaguillo galafardo galafate galapacho galavardo galera galerita galicismos galifardaje galifardeu (catalán) galifardo, -a gallego galleta Chaplín gallina de Indias gallina de la tierra gallina de papada gallinazo gallinazo no canta en puna gallipavo gallo de Indias gallo de la tierra gallo de papada galpao (portugués) galpol *galpole galpón galponero galpul gambusinero gamón gamonal Gamonal (apellido)

gamonalismo gamonalito ganado de chicote ganar un cabe garapa (congolés, portugués) garapacho garconniere (francés) gasfiter gas-fitter (inglés) gasfitería gasfitero gasifista gasista gastar prosa gateadora (i.) gatillo gato gatuno, -a gaucho, -a gavión General American (inglés) germanía germanismos gíria (jerga carioca) glazo gocho godo, -a golmar golpiza *gordurado gorge (francés) gormar gorr gorrinada gorrino gouappe (francés) gozco gozque gradas graduar grafías dobles grafías mudas grafías simples

grafías soldadas grafías vacilantes gramaticalizacion gramola granadilla grandenque grano de Bagdad grano de Oriente greno griposo, -o gritar como un verraco guagual guachada guachafa guachafita (f.) guachafo guachalocro guachapa guachapeada guachapear guachapita guácharo guache guachear guachilón guacho, -a guagua guata guajcho guanaco guando guanero, -a guano de isla (s) guante guanlo (quechua) guaparrandón guapeada guapeador guapear guapería guapetón, -a

guapeza guapido guapísimo, -a guapo, -a gua poso guapura guara guaracha guaragua guaraguas (m.) guaragüero, -a guaranismos guampa guarapazo guarapear(se) guarapeo guarapera (f.) guarapería guarapero, -a guarapeta guarapetazo guarapetería guarapülo guarapo guarapón, -a ¡guarda', guar-guar guflrín guarique guariquitén guaro guaroso, -a guarr guarrada guarro guascha (f.) guasurdemis guada guaucho ¡guay! guayacán guerrilla guerrillero

güinclia guinda (color) güira guíta guitarra requinto güito ¡gus, gus! guzco guzpalarero guzpataro guzque aspirada h inglesa h muda ha haba (véase jaba) habernos habla (véase también lengua, lenguaje, jerga y léxico) habla familiar habla local hablar de papo hablar de paporreta hablar ñato hablar paporretas hablar sonsoniche hacendado hacer acápite hacer camote hacer cargar la batea hacer chanca hacer chancho hacer chancua hacer charqui hacer charquicán hacer costeo hacer empavar hacer la cimarra hacer la parada hacer la pava hacer maula hacer ñizcas hacer pascanas hacer pifia

hacer punta hacer rancho aparte hacer tutihuahua hacer tutito hacer tuto hacer tutu hacer tutuhuahua hacer un charqui hacer una mala parada hacerse el chancho para que lo rasquen hacerse el chancho rengo hacerse el sonso hacer(se) huincha hacerse la vaca hacer(se) muca hacerse rajas hacer(se) yaya hacérsele viva la parada hacienda haiga (m.) halar haler (francés) hamaca hamacar(se) hamaquear(se) hamaquero, -ra hombrada hambre (m.) hambrenque hombrera hambretón hambrija hambrina hambrosia hambroso, -a hambruna hambrunario, -a hambrusia hammock (inglés) harina de pescado hasta el conchito hato hava (véase jaba) heces

hecho herí (latín) hermafrodita híbridas (palabras) higuerilla hijo de chancho ¡hip! hipermercado hipocorísticos hoja holán holánn de hilo hombre de fuste hombre de ñeque hombres de baquía hombruno, -a homofonía, homonimia hondo hongo honorable (m.) horadado horadar horado hotel (h)uahuaccha huacha (f.) huachafa (f.) huachafear(se) huachafería huachaferío huachafero (m.) huachafieri huachafísimo, -a huachafismo huachafita (£.) huachafo, -a huachafón, -a huachafosísimo, -a huachafoso, -a huachaje huachalomo huacharaje

huácharo huachero, -a huachilón huachito (m.) huacho (m.) huacho, -a huahua huaino huaitchápol huajcho, -a huamanpinta -huan (quechua) Huaquilla ftuflra (quechua) huarahua huarapero huar-huar huarica huarique huasca (quechua) huaso huauque (quechua) hucucha (quechua) huchar huchear hucher (francés) húchuy piqui, huchuipiqui (quechua) huesillo hueso (el) huevo de Colón (el) huevo de Juanelo huincha ¡huincha! huinchada hundir huracán i-be-eme ibérico íbero -ible I.B.M. -iche

-icius, -icia (latín) icono idiolecto ignaro -illo, -illa impattare (italiano) importancia importar un pucho improlijo, -a inabdicable inante (latín) inca incidente incontrastable indano indigenismos informal (m.) inga ingenio (azucarero) inglés inhalar inhapa (portugués) instrumentales (sufijos) insulsus (latín) inter (latín) ínter interferencia: véase cruce intervalo inversión (silábica, fonemática) ipso pucho -ique ir a Tongoy ir al arranche irle (a uno) algo en la parada irse al cachimbo irse al concho irse al tacho irse al tacho colorado italiano e italianismos iterativo: véase -ear izquierdoso, -a jaba jaba de defensa

jabe jabear jabecito jobillo jabón jaboncillo jabuco y'flfaiirfo jack's (inglés) jalada (f.) jaladera jaladito jalado, -a jalador, -a jalapato jalar agua jalar camino jalar la cadena jalar la lengua jalar las orejas jalar las palas jalar(se) jalar(se) la cara jale jaleo jalera jalisco jalón jalón de mechas jalona jalonear jaloneo jamaca jamaquear jamaquean jambrera jambrina jambrío, -a jambruna jambrusia Japon jaranista jato

java (véase jaba) jeep jerga del hampa (véase también coa, coba, germanía, gíria, lunfardo, replana) jerga escolar y juvenil jergas profesionales (to) jerk jerky (inglés) jerma jermu jersey jijuna jitar jochar jochear jofaina jora jorar José Luis Juan Juan Bimba Juan Díaz Juan Dorado Juan Lanas Juan Machiz Juan Palomo Juan Platero Luan Tarafe Juan Vainas juanero juanete juanillo jubón juchar juchear judas judeoespañol: véase sefardí judión juegos verbales fuete juetazo

jugarreta jui (chino) jumper (inglés) jundir(se) junto suyo jutre kacchakamáyoc (quechua) kacchani (quechua) kachakke (quechua) kachaku (quechua) kachákukk (quechua) kacharpa (quechua) kacharpákay (quechua) kacharpáriy (quechua) kacharpayani (quechua) k'ácltakk (quechua) káchay (quechua) kakchákukk (quechua) kakchákay (quechua) kákkdiay (quechua) 'kala (quechua) 'kalato, 'knlata (quechua) k'amapta (quechua) knmpandw kampanchu ka ra (quechua) karadía (quechua) Karamanduka kárdex karka (quechua) karka uncu (quechua) karkacha karkancha (quechua). kashaku (quechua) kencha kharka (quechua) King's English kiñakiña (aimara) k'íñay, kíñay (quechua) kishima (quimbundo) kkencha (quechua) kkliárkkar (quechua)

kkhencha (quechua) kkhonchu (quechua) kkincha (quechua) klínex kódak k'oto (quechua) Kraut (alemán) k'uchu (quechua) k'umillu (quechua) k'umu (quechua) kuraka (quechua) kurku (quechua) kurkunchu (quechua) l en quechua ¡la buena huincha! la mujer lunarosa, de suyo se hermosa La Palizada la presidencia pasa, y la pasa queda en casa la quinta del Ñato ¡la tiene buena! labariento laberientó laberintero, -a laberinto laberintoso, -a labio morocho labyrinthos (griego) labynnthus (latín) lage (portugués) lagnappe (francés) lagniappe (francés) laja lajado (m.) lajear lajero lajuela lambruchería lambruchero, -a lambruchón lambruchonería lambrución lambrusia

lampa lampada lampazo lampeador lampear lampero lampilla lampita lampón lance lancero lancha lanpa (quechua) lánpay (quechua) lanza lanzar largar los chanchos latigoso, -a latín de Hispania latín macarrónico latín popular o vulgar latín tardío latinismos latinismos de América latinismos humorísticos lavadero de oro lavador lavatorio lazarillo le leal leche leche de tarro lechan legal legal legalis (latín) legalísimo legalissimo, -a (portugués) legalito lejos nuestro lengua (véase también habla, lenguaje, jerga y léxico) lengua culta lengua de estropajo

lengua de trapo lengua escrita lengua general (véase también español general) lengua literaria lengua nacional 16 lengua oral lengua popular lengua vulgar lenguaje: véase también lengua, habla, jerga y léxico lenguaje forense lenguaje gauchesco: véase argentinismos lenguaje infantil lenguaje mímico leña leonés lepar leva lex, legis (latín) lexicalización léxico: véase también habla, jerga, lengua y lenguaje léxico del juego léxico hispanoamericano léxico marinero (véase también marinerismos en tierra) léxico militar léxico minero léxico no cultural léxico olvidado léxico parlamentario léxico periodístico léxico taurino liar el petate liar (los) petates libra libranza liara ligna (latín) Lima beans (inglés) limeño mazamorrero limosnador limosnar limosneadero limosneador limosneadura limosneante

limosnear limosneativo limosneatorio limosnero, -a lingo lismona lismonear lismonero, -a liso, -a lisóte, -a lisura lisura de gallina lisurear lisurero, -a lisuriento, -a litro ll quechua llalla llama llamu (aimara) llanero Hampa (quechua) llapa llapar llave llegó charqui a Coquimbo (o a Penco) llenar el cachimbo llevar en jaba llevar la jaba lliquini (quechua) llobaca (la) Llorona de Viernes Santo lloverse el rancho lo lo de lóbulo *locho locro locumba lograr un cabe loísmo lolium (latín) loncha

loncho lope lorcho lorito losa loza Lucas lunar lunarejo, -a (El) Lunarejo (La) Lunareja lunarosamente *lunarosidad lunaroso, -a lunfardo macábrico, -a macamorra macana macanal macanazo macaneada macaneador, -a macanear macaneo macaneología macanero (m.) macanilla macanillal macanudo, -a magapan maccani (quechua) macefa (f.) maceta (adj.) maceteado, -a macetear macetudo, -a madre madre del maiz maestriche maestro maguey máhran (árabe)

maicena maíz maíz morado maíz morocho mal de altura mal traído mala gente mallta (quechua y aimara) malta (quechua y aimara) maltacauchi (quechua) maltón, -a maltoncito, -a mama, mamá mameicillo maméis mameluco mamey mamey amarillo mamey colorado mamey hediondo mamey montañero mamey zapote mameyal mameyazo mameyera (f.) mameyero (m.) mameyero, -a mameyes, ¡mameyes! mameyista mameyito mameyuelo *mana manazo manazo (f.) mandar al diablo mandar al tacho mandarse jalar mandarse mudar manecilla manéala manejar el pandero manflor manigueta manija manilla manita manilo (f.) (los) manitos manivela

manizuela mano mano de plátanos manota manta manta de vapor manteca de chancho mantequilla manto mantón, -a manubrio manzana manzanilla mapresa mapuche: véase araucano maraca marca chancho marcas de fábrica marearse marico marido marinera (f.) marinerismos en tierra Maricastaña maritornes marranada marrano, -a más cardenales hace el chicote que el Papa más parado que el dedo de en medio más parado que el gobierno más valiente que un curcuncho masaío mascar caliche matadero Matagatos matancero mataperrada mataperrear malaperreo malaperril mataperro, -a

mataperros, mata-perros, Mataperros (sing.) mate mate cimarrón matero, -a mau maula mrtif/á (árabe) maular maulear maulería maulero, -a maullar maulan, -a maulonería maldoso, -a maxi-chompa mayordomo maza-morra mazamorra mazamorra cimarrona mazamorra de chancho mazamorra de cochino mazamorra morada mazamorreada mazamorrear mazamorreo mazamorrería mazamorrero, -a mazamorriento, -a mazmorra mecenas media lengua media tapa media(s) medidas de alta policía medio (m.) medio fondo medio tarro médula meeting (inglés) mehtro 421, 422 método (m.) 402, 403

méndigo 395 menear el guarapo 226 menear la mazamorra 272 menta 390 mentor 60, 454 menudo 249 meñique 228 merced conductiva 50 merco 423 mercurio 423 merecer 43 merere (latín) 43 *merescere (latín) mer/i meritar mériter (francés) merquiar mesa de pandero mestrita mestro mesurado, -a mesurar metáfora metátesis meter [un] cabe meter en la tutuma meter ñeque meter parada meterse a poncho meterse en apuros meterse en guaraguas metete metiche miche mientras los gatos duermen, los pericotes se pasean mientras más mientras más calatería más batería mientras más grande, más zonzo mientras menos bulto, más claridad mientras tanto migricia mililronche mini-vestido miniyaya

minusdeísmo minuto mionca miseá (vasco) miseria mis/o, -a mita mocho, -a modismos molestoso, -a momio moniato monillo monillo mono coto moma monrazo monrero monseso montaraz monte montoéira (portugués) montonada montonera montonera gaucha montonerear montonerizado montonero, -a (adj.) montonero (m.) Montoneros moreno morfosintaxis morocha (f.) morocho, -a morrinha (portugués) morrinhoso (portugués) morriña morriñoso, -a morrongo morroño morroñoso, -a morrudo, -a mosca moscorrofio

mostrar la pantorrilla mostró, -a mota motocachi mover la mazamorra mozárabe mozo mofo miícn mucamuca mucamusa muchacha mucho yuyo muco (La) Muerte Carcancha muerto de risa mujer mujer lunareja, mala hasta vieja muka (quechua) mukamuka (quechua) muía (de pisco) mida panda mulita (de pisco) muñecos muñequeada (f.) muñequeado, -a muñequearse muñequeo murochi, murocchi (aimara) murruñoso, -a muruchhu, muruchu (quechua) muruch'u, muru.chu (quechua) -na (sufijo quechua) naca (apodo) naca (replana) nacaco nacho nada más nadadorenque nagua(s) náhuatl: véase aztequismos nailon nana nanita (latín)

narigón, -a nariz con yapa naso nasus (latín) ñaucas nauque nausear -ncha (sufijo quechua) -ncho, -ncha negociable negociación negociado Negociado del Tiempo negociador negociante negociar negocio negocioso, -a Negotiator (latín) negotium (latín) negro negros cimarrones *ncgrnrado neologismos ñeque nexo semántico ni de ñapa ni de vainas ni lava ni presta la batea ni mujer sin tacha ni mula sin raza nicovita nievero nigua nilón niña (tratamiento) niño en cuna y viejo en cuna nipos niveles de habla no no aguársele a uno el guarapo ¡no enderezo curcunchos! no enfriársele a uno el guarapo

no es el amor al chancho, sino a los chicharrones no es raje, es comentario no hay limeña sin gua no importar un pucho no más no nomás no parar en no parar ni papelón no poder ver (a otro) con jaba grande no saber [ni] donde está parado no ser ni chicha ni limonada no tener raza no tener vela en este entierro no tiene la culpa el chancho, sino quien le da el afrecho no valer un pucho nomá nomás nomasito nombres propios hechos comunes nominalizadores (sufijos) norma lingüística norma metropolitana norma nacional norma peninsular nostrano notado, -a notatus (latín) número nuquipando nylon nzambu (congolés) ña nacho ñaña(s) nanear ñañería ñañero, -a nanitas ñañito, -a

ñaño, -a ñañoso, -a ñapa (una) ñapa de gente (una) ñapa de queso ñapar ñapear ñapita ñata(s) (f.) (la) Ñata1 ñatear ñaterta ñaterío ñatito, -a ñato (m.) ñato, -a ñato de risa ñatoco, -a ñatoso, -a ñatungo, -a natura ñau, Ñau ñauca(s) ñaupador ñaupa-ñaupa ñaupa(s) ñaupa(s) liempo(s) ñaupe ñaupería ñauque ñec (quechua) ñeco ñecudo ñedqueñ (araucano) ñekka (quechua) ñekke (quechua) ñeqquen (quechua) ñeque (de) ñeque, pulso y remezón ñequear ñequiza ñisca

ñiskka (quechua) ñiy (quechua) ñizca ñizcado ñizgatu ño ñoño -o oats (inglés) oboe occidentalismos ofiche ófrico, -a ofrir ¡ojo al charqui! ojos jalados ojota olluco olluquito con charqui ombliguista -on, -onn onde *-ondio onomatopeya opimo orden alfabético orégano orejas paradas orlón os -oso, -osa pa, pa' (para) paba (gallego) pabero, -a (gallego) pábilo paca pacae, pacáis, pacay pachaco pachaurpa pachurpa paciencioso, -a paco Paco paco paco (aimara)

pacque (francés) pacquette (francés) padre Padres conscriptos pagar la chapetonada páirex paja (adj.) pajilla p'ako (quechua) pala palacio palaga (ibérico) *palagana (latín) palana palangana(s) palanganada palanganato palanganear palanganismo palanganita pallar (quechua) pallar pallar de la oreja pallarcarini (quechua) pallarcuni (quechua) pallares (verdes) pallaricuni (quechua) pállay (quechua) palmiche palomilla palomillada palomillear palomillería palomilloso, -a palpito palta pampa pamuku (quechua) pana (quechua) panda (f.) pandar pandare (latín)

pandear(se) pandeos pandera pandereta pondere (latín) panderete panderista panderísticamente panderizar pandero Pandero-Techo Pandero-Hogar ponderan pandiella pandüla pandín pandito pando (m.) Pando (topónimo, apellido) pando, -a pandorius (latín) pandura (latín) pandus (latín) panfilo (San) Pantaleone pantalón pantalón (francés) Pantalone Panteón, panteón Panteoncito panteonero (m.) panteonero, -a panteras rugientes Pantión pantorrilla pantorrilleras pantorrillesco, -a pantorrilludo, -a Panza papa (tubérculo) papa (comida) papa, papá, Papa papaya papel papelón

paperas papiamento papo paporrear paporreta paporretear(se) paporretero, -a paporroteo papurreta paquete (m.) paquete, -a paquetería paquini (quechua) para parada (f.) fía) Parada parada cabezona parade (inglés) paradear paradita (f.) parado (m.) parado, -a parado en un hilo paradura Paradura del Niño para/é paralelógramo paramiento parar el carro parar el gallo parar el macho parar el oído parar (el) ojo parar el puchero parar el rabo parar la cola parar la jarana parar la(s) olíais) parar la(s) oreja(s) parar las patas parar los machos parar mientes parar moña parar plata parar rodeo

parare (latín) pararla parar(se) parar(se) de cabeza parar(se) el pelo parar(se) el vello pararse en dos patas pararse en pie pararse en las patas de atrás pararse en puntillas parar (se) los pelos parársele (a otro) párcero parentesco lingüístico paro partidas (de guerrillas) parto morocho parvuliche pasa (f.) pasados de vetas pasar a Chancay a comer bizcochos pasar cábula (portugués) pasar al año pasar la contorcha pasar las penas del tacho pasar pellejería y media pasar pellejerías pasar trabajos pascana pascanear pascani (quechua) pascanita pascar pasccanaccuni (quechua) pasco (latín) pase no más "paseana paskana (quechua) páskay (quechua) pato playo pasquein (quechua) palacala patada

patasca patata pafúVa patinar patizambo pato patón, -a patota patriocabulismo patriocabidista patrulla patudo, -a pauliche pava paveador pavear pavero, -a pavo (m.) pavo americano pavo del país pavo real pavón (m.) pavón, -a pavonado, -a pavonar pavonear(se) pavoso (m.) pazcani (quechua) pecho pechón pechudo pechuga pechuga (m.) pechugada pechugón, -a pechugón (m.) pechugonada pechugonazo, -a pechugonear pechugoneria pécora pecorea pecorear

pecuaca pecueca pecueco, -a pedís úngula (latín) Pedro Pedro entre ellas (la) pega pegar las petacas pegarse al mamey pegarse una muñequeada pegársele (a uno) e/ peíate pejerrey de tierra pelagaluna pelar pelar zapallo pelí'che pelleja pellejear pellejería(s) pellejerío pellejo pellizcar pelo pelo(s) parado(s) pelotón pelpa penar penas pensar pepa pepito pepiani, Pepiani percador pereza perezoso (m.) perforador perfumen Perico, perico Perico de los Palofes Perico entre ellas perico ligero pericote, Pericote

pericotear pericotera (f.) pericotera, -a perilla periquito, -a perlón perno Pero Pero Grullo perra perruno, -a perseguidora (f.) peruanismos perulero, -a pesuña pesuño petaca(s) petacazo petacón (m.) petacón, -a petacudo, -a petaquear petaquem petaquilla petaquila petatal petatazo petate petateada petatearse petateo petatería pelotera petatillo pelotudo, -a petlacalli (azteca) pétlatl (azteca) pezuña pezuñento, -a pfifen (alemán) pibricia pícame Pedro, que picarte quiero picana

picana eléctrica picanazo picanear picanilla picap picaresca americana pichana píchay (quechua) pichón pick-up (inglés) pida «o más piélago pífano pifeo pifia pifiada (f.) pifiadera pifiador, -a pifiar(se) pifión, -a piger (latín) pigre pigricia pigritia (latín) pigro, -a pila pileta pillar chanchito pilsen pimienta de Indias pink elephants pinos pintón, -a pina pina de plata pina de sed pinoso, -a píper (latín) pipián pipiana pique piquento, -a

píqui (quechua) Piqui-chaqui (quechua) piqnichento, -a piquicho, -a piqitichón, -a piquichonear piquichoneo piquiento, -a piragua piraña pirañita pire* pin- (quechua) "piricuti piripiri (quechua) pisar(se) el poncho piscacho Pisco, pisco pisco, pólvora y pezuña piscolabis piscología piscólogo, -a Pisconti, pisconti pisco-sour, pisco-sáuer(s), piscosáuers Piscoya, piscoya piskko (quechua) pisqueña (f.) pisqueño, -a pisquero, -a pisquito pitsk piuricia pizco pizcar pizco planilla plata plata de pina plata en pina plata pina platano plato

plato playo playa playa de estacionamiento playa de juegos playa de maniobras playa infantil playo, -u playón plaza plomería plomero plomo, -d plumber (inglés) pluralidad de normas policía policía política polifior polis (griego) polistel politeia (griego) politia (latín) pollera pomo pómulo poncha (i.) ponchada ponchazo ponchear ponchecrema poncho poncho calamaco poncho capa poncho de la nuez poncho de la Virgen del Carmen poncho de los pobres poncho pampa poncho patrio poncho puyo poneo (aimara) ponco camana (aimara) pondus (latín) poner como fustán de lavandera (o de tamalera)

poner el parche antes [de] que salga el chupo poner [un] cabe poner un cabo poner una vela a Dios y otra al diablo ponerle tinca (a algo) ponerse a fojas ponerse como un pepián ponerse en receso ponerse liso ponerse maceta ponérsele (a uno) algo pongaje pongo, -a, Pongo pongueaje Ponguillo ponja ponta de gado (portugués) pontho (mapuche) por un perro que maté, Mataperros me llamaron y Mataperros me quedé por una vez que quité la cola a un burro, me llaman Descolaburros porcus (latín) porfiado (m.) Porras, Pones pórtasenos portiche portugués y portuguesismos ¡portiche! poso posposición postemilla postverbales poto prefijos préstamos presupuestívoro primarioso, -a (los) primos primus

prisco proclíticos profiindus (latín) prolijamente prolijar prolijear prolijidad prolijo, -a prolixo, -a prolixns (latín) pronunciación proponérsele (a uno) algo prosa prosador prosapia prosear presiento, -a prosista prosita prosopopeya prosudo, -a prosus,-a, -um (latín) Prolopalangana provocar puchada puchería puchero puchito pucho pucho de puro puchu (quechua) puchu puchu (quechua) puchuela puchuelada puchuelero, -a puchuelita puchúnkay (quechua) puchusco puchusco pueblo pueblos jóvenes puerco, -a pullóver (inglés)

pulóver pulpaggia (italiano) pulpaya pulpejo pulpería pulpero, -a pulpitum (latín) pulque pulquería pulso, ñeque y calidad puma pumpá puna punchu (quechua) puncu (quechua) puncucamáyoc (quechua) pungo pungocamáyoc (quechua) -puni (sufijo quechua) púnkai (aimara) punks (inglés) punku (quechua) punta punta de ganado punto acápite púñuy (quechua) pupitre purificar purismo puro puro yuyo qabbalah (hebreo) *qalacho (quechua) q'ala (quechua) q'alaña (aimara) q'alata (aimara) q'ara (quechua, aimara) qsar (árabe) quaker (inglés) ¡qué capaz! ¡qué macana! ¡que pina! ¡qué [tal] lisura! ¡qué tal raza!

¡qué sabe el chancho de freno si nunca se lo han puesto' quechua y quechuismos quedar como un chancho quedar hecho charqui quedar más calato que chisco en pelusa quedar muca quedarse a chicha fresca Queen's English queísmo quemar quenaquena (aimara) quencha quequier(a) querer la chancha y los chanchitos quererse como dos chanchos queso de chancho queso fresco quijote quimbundo quincha(s) quinchada (f.) quinchado (m.) quinchador quinchal quinchar quinchazo quinche quincho quinchoso (portugués) quiniar(se) quinina (/a) «Minia de/ ñato aniña quinada (f.) quinado, -a quiñador, -a quiñadura quiñar(se) quinazo quiñe

auiño (m.) qquiñuni (quechua) quircuncho quirquincho rabiche radia (latín) radiare (latín) radicales radiogramola radio/a *radulare (latín) rajadera rajado, -a rajamacana rajanya rajar(se) rajatablas rajazón raje rajón, -a rajonada rajonear rajoso, -a rallar (portugués) ramada ramadón Ramón ranch (inglés) ranchada (f.) ranchal (m.) ranchar(se) rancheador ranchearle) ranchera ranchería rancherío ranchero, -a ranchita rancho rancho de paja rang (francés) ranga rangacho, -a

rangálido, -a rángano rango ronquear ranquitu rasca-rasca rascada (f.) rascapiés rascar e/ codo rasgo semántico raspadilla rastrero (m.) rastro rata ratero ratio (latín) ratón ratonero rayan raza raza de sol razado, -a rerebosar recens, -tis (latín) recesar recesista recesivo receso recess (inglés) recessus (latín) rechanque recién reciencito reciente redondo reducción reduplicación refacción refaccionar refaccionario refacer refección refecho, -onis (latín) refectorio refectorium (latín) refectus (latín) reficere (latín)

refranes refuerzo semántico refundir(se) régimen regresión regurgitar rehundir reírse a caquinos reírse como una chancha reírse en las ñatas rejundido (rejundió) rejundir relájete remecer(se) remecida (f.) remezón remover el concho (o los conchos) renco, -a rendir renegrido, -a renegro, -a renes (latín) rengalido rengo, -a renominalización repartir cabe replana repunta repuntado, -a repuntamiento repuntar repunte repuntero repunto requintada (f.) requintar(se) requintear requinlilla requinto requiñar resabioso resaca resalada

resondrador, -a resortdrar(se) resondro resondran resume retaguardista retar retreta retrocar retrucar reverbero revesar revuélcate (ra.) revulsar rezondrar rezongar riesgoso, -a rímel, rimel ring (germánico) robar, jobo robinsón roca rocanrolero, -a roche rom románicas (lenguas) romería romero romo romponche rompope rompopo ron ron de caito ron de quemar roncar, roniar ronera Ronol roña roñoso, -a ropa *rosfe rota, -a (m. y f.)

rolo-ságüer rotoso, -a rotundo roya/ rr rreta rúcano rum (inglés) rumbullion (inglés) rruna (quechua) runasimi (véase quechua) rundinüculo rundir(se) Ruperto s aspirada saam (holandés) saber lo que es canela saber lo que es mamey sabienque sacar de apuros sacar el concho del baúl sacar la chicha sacar troncha sacarse la lotería sacarse la suerte saccho sacer (latín) sacha (quechua) sacha-camote saco sacrar sacre sacrería sacrón, -a sacronazo, -a sacronear sacronería sacronero, -a sacudir su poncho el diablo sacudón sal sal de soda salación

safado, -a salar(se) salario salazon saleta salir con su batea de babas salir de apuros salitre sam (papiamento) samaquear samba (f.) sambio sambo, Sambo samica san sanchín sanchiño sanchito Sancho, sancho sancocho sanero, -a sanforizado, -a sango sango con yuyo sangricán sankhu (quechua) *sapalla (quechua) sapallanga sapallo sapallu (quechua) sapa-mama sapo sapo-mama sapolio sapu-mama saqr (árabe) sania sarpullido inglés, que de lejos' parece caracha... y de cerca es (la) saya y manto schiavo (italiano)

scortum (latín) scotch tape (inglés) -se se ranger (francés) sebichada, sebiche, sebichito: véase cebiche seco (m.) sefardí según sea el dinero será el pandero seguróla semántica: véase calco semántico, cambio semántico, nexo semántico, rasgo semántico, refuerzo semántico sembacuque (quimbundobantú) sembrar de sal sembrar [un] zapallo semi-disfuerzo ser buena maula ser chancho en la batea ser como chanchos (ser) como la petaca de Pando ser de mamey ser de ñeque ser de pantorrilla gruesa ser del codo (ser) duro de tutuma (ser) duro de codo (ser) el mismo indio con otro poncho (ser) el trompo quíñador ser Juan y Manuela ser la caracha ser llamarada de petate ser pantorrilludo ser pura parada ser pura pinta ser puro mamey ser una buena huincha ser una caracha ser una uta ¡servidor! seseo

seudorreplana sevichada, seviche, sevichito: véase cebiche sexta Shah (persa) sliakk (árabe) sháncay show *Sicur siéntese no más siesta siga no más silbatina simoniz simonizar sinalefa sincronía (la) Sin-monillo siriar: véase ciriar sistema lingüístico sivinche sobar sobar el codo sobar la pantorrilla sosobón, -a sobre el pucho sobrecastellano Society of Friends soco, -a socucha socucho *sófer, *sofer sófero, -a sois solitario soltar la jaba solterito soltero sombrero de muelles sombrero de pelo sombrero hongo sonaja (m.) sonorización

sonsear sonsera sonsito sonso, -a sonsonazo, -a sonsoniche sopa de yuyos soplón sorja (quechua) sorocharse soroche sorochi sorocho sortario, -a *sortero sosten sostensenos sour (inglés) soutien, soutien-gorge (francés) strambus (latín) susubírsele (a uno) el pavo suche súchil sucuchear sucucho sueñera suerte suerte en baca (en vaca) suertero, -a suertes suertoso, -a suertudo, -a suéter sufijos sujetador súper supermárket[s] supermercado superpandero suponer surk'a (quechua) suruchi surumpi, surunpi (quechua)

surumpihuan (quechua) surumppaatha (aimara) suruni (quechua) suruy (quechua) sustrato quechua su-su sutién sweater (inglés) -ta (sufijo quechua y aimara) tabique de panderete tablada tabú lingüístico tacha tachada (portugués) tacheiro (portugués) tachería tachero Tachitos tacho tacho de basura tachómetro tachos (portugués) tachudo, -a tachuela taino: véase arahuaco taita -tak (sufijo quechua) talón con yapa tamalera "tamba tambarria tambero, -a Tambillo tambo Tambo de la Huaquilla tambo de tíos *tampa tampu (quechua) tampucamayoc (quechua) tanda de la cacharpa t'anpa (quechua) lanpu (quechua) tantas muelas (m.)

fanfo tapa tapada (f.) tapado (m.) tapar(se) taparse con una frazada tapársele (a uno) la batea tape (inglés) táper(s) fap/a tapio tardique tarro tarro de basura tarro de unto tarros tarrudo, -a tartaja tartajoso, -a tata telegrama telo temblor temperament (inglés) temperamento temperamentum (latín) temperar temperare (latín) temperie tendero tener apuro tener asiento de tacho tener azar tener [buena] tutuma tener curcuncho tener empaque tener en /aba tener gato en jaba tener jale tener la jaba tener la suerte del charqui, que en vez de estirar se encoge tener lleno el cachimbo

tener más trabazón que petate de Eten tener muñecos en la cabeza tener [muy gorda la] pantorrilla tener ñeque tener pantorrilla (gruesa) tener un chupo tener voz ñata tener yaya tenorio tergal terma terminales (terminaciones) termo terne terne que terne ternejal ternejo, -a terra (latín) tetera (los) ticos tiempenque tigrillo timolina tinajero tinca tincay (f.) tincanazo tincani (quechua) lincanque tincarle (a uno) a/go tincar(se) tincarse el coto tincatha (aimara) íincay (quechua) tincazo tinco, -a tincuche tincucho, -a tincudo, -a tincunaco tíncuy, t'íncuy (quechua) tingazo

tingo tingotazo tingóte tingue linguenr t'inka (quechua) t'inkachi (quechua) l'ínkay (quechua) tinkuchi (quechua) tinque tinquear tinquinazo tinquini (quechua) tinquinazo tinterillo tintero tinlineador, -a tira tirar tirar rfeZ poncho tirar Za parada tirar [Za7 prosa tirar lampa tirarse a los yuyos tirarse «na parada tiza (adj.) fo-fo toba tobralco toca tocadiscos *toco tocuyela tocuyero Tocuyo, tocuyo todavía hay más chicha toga tomar camote tomar la jaba tomate tomaticán tómati (azteca)

tombo tómbola tondero cimarrón tonga tongazo tongo tongo alon tongo de chancaca Tongoy, tongoy tonguear tonguerear tonguista tonguilo tonguito pedemono tónico tono tonto (m.) topónimos tora (quechua) tordito tornillo torreja tota (quechua) totora totum (latín) totuma tolumada totumal totumazo totume totumear totumilla totumillo totumito, -a totumo totumo de monte trabajarse (un cargo) traerse sigo bajó el poncho trampiche trance transporte trapacear trapajoso, -a

trasbocar tratamiento (términos) treja trejo, -a Trejo trepadora (f.) trigueño, -a tristón, -o trobalco trocar troesma trome tromelele tromería tromerín trompa trompada trompazo trompeadera trompeador trompeadorazo trompeadura trompear(se) trompearse a la guadalupana trompicón trompis trompiza trompón (m.) trompón, -a trompudo, -a troncha tronchado (m.) tronchar(se) [de risa] troncheo tronchismo tronchista troncho (m.) troncho, -a tronchon tropa trote cochinero trueque consonantico trueque vocálico

truje trunculus (latín) truquito tsara (quechua) tsontso ttincani (quechua) ttinccatlia (aimara) ttinccarpaatha (aimara) tlinceattasicha (aimara) ttuta (quechua) tutubino tucuyería tucuyo tul tule fuñido, -a turre tuta (quechua) tutancuna (quechua) tuta-tuta (quechua) tutapani (quechua) tutatutamanta (quechua) tutayan tuti (quechua) tulihuahua tutito tuto ¡tuto! tutotuto huahua tutta (quechua) tutu tutuhuahua tutum (caribe) tutuma tutumo tx (vasco) tzikli (azteca) úcase -ucho, -ucha uchú (quechua) ucucha (quechua) ufrir

-ugo, -uga uincha ultracorrección urna (quechua) -ume -timbre una mugre una punta de una vez que maté un gato, me pusieron Matagalos unidad de la lengua -uno, -una unto -tira uri (aimara) urna umía usar prosa ustedes ustedes son los fréjoles y vosotros los pallares uta «foso, -a uvilla v (grafía y sonido) (la) vaca de la fortuna vacap acan (quechua) vaina valenciano vallino, -a vappa (latín) vaqueano, vaquiano: véase baquiano várice variedades funcionales del habla vasco vaselina vela vela verde, velaverde vello vendedero (m.) venirle (a uno) ¡os muñecos ventarrón

ventosa ver a Judas calato ver al diablo calato verdún verraco yerres (latín) verse con Ambrosio verse en muía chucara y con estribos largos vesre veta (las) vías de hecho victrola vicuña vide villa (araucano) vincha vinchachina (quechua) vinchar vinche vino tinto (color) viruñero, -a vitíligo vitrola vitrovén viveza criolla vivir a concito vivir del mamey vivo, -a viyela vizcacha vocalización volante volatero volver volver charqui volver nunca volverás (m.) volver(se) guarapo volverse (un) yuyo vomitar hasta la primera mazamorra vos

vosotros pota (latín) vozarrón vuelve luego (m.) Vuestras Mercedes vuestro wách'ukk (quechua) (to) wait wajcha (quechua) wakcha (quechua) wanu (quechua) warapu waráiva(y) (quechua) warike *wariki (quechua) war-war (quechua) (to) watch Weather Burean whisky whisky-sour Whitechapel Wikullo wincha, wincha (quechua) Whitechapel x (palatal sibilante sorda) xarque (portugués) xero- (griego) xerocopia xerocopiar xerografía xerografiar xerográfico, -a xerógrafo, -a xcVoa: xucrice (portugués) xucrismo (portugués) xucro (portugués) y rehilante yámper yanacona yapa yapndfl (f.)

yapado, -a yapador yapadura yapana (quechua) yapani (quechua) yapar(se) yapasca(n) (quechua) yapaynin (quechua) yapero, -a yapista yapiío yaya yeísmo yer yerba mate yo soy como Floripondio... yunga yuyada yuya/ yuyaral yuyenco yuyerío yuyero yuyón, -a yuyonazo, -a yuyo(s) yuyoso, -a yuyu (quechua) yuyudo, -a yuyusca yuyuscar zafiro zahr (árabe) zamacón zamacueca zamaqueada (f.) zamaquear zamaqueo zamarrear zamba (f.) zambacueca zambada

zambaje zambazo, -a zambear zamberío zamberío 447 zambicholo, -a zambicurina zambilla zambio zambiricuco zambito, -a zambo, -a (El) Zambo zambo atravesado zambo palangana zambolandia zambón, -a zambonauta zambos zambote, -a Zambrano, zambrano zambuco, -a zango zango con yuyo zanguito zanguito con yuyo zapalla zapallada zapallal zapallanga zapallar (m.,v.) zapallazo zapallento, -a zapallera zapallero, -a zapallito de tronco zapallilo italiano zapa//o zapallo angola zapallo criollo zapallo del diablo zapallo del tronco zapallo macre

zapallón, -a zapatero zapatón zapayo zap/a 422 zarandear zarate zarigüeya zazo, -a zazoso, -a zepelín zoco (vasco) zoco, -a zococha zocotxo (vasco) zocucho zoncear zoncera zoncería zonceridad zonso zonzaina (m.) zonzamente zonzazo, -a zonzo, -o Zonzo zonzón, -a zonzonazo, -a zonzoneque zonzoreco zonzoreno zonzoreque zonzoria.no zonzorrio zonzorrión zonzote, -a zoroche zorocho, -a zorollo zorillo zorruno, -a zucchini (italiano) zucucho

zidáma (árabe) zupia

zurrapa