1. High - Zara Cox.pdf

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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una traducción de fans para fans. Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro. También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro. ¡Disfruta la lectura! Te desea todo el staff Love Books

CRÉDITOS MODERADORA DE TRADUCCIÓN Camila Cullen

TRADUCTORAS ∞Jul∞ Camilla Culle Dahi Feña St. Clair Mich Fraser Getzee Pagán Moore

lvic15 Hdiliwi Zara 1789 Jessibel Erinea Kari

MODERADORA DE CORRECCIÓN Jessibel

CORRECTORAS Jessibel florpincha Daliam Juliee Pagán Moore Nuwa Loss Ivettelaflaca

LECTURA FINAL Jessibel

DISEÑO

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Mich Fraser

Sinopsis Bienvenidos al Salón Índigo, el lugar escandalosamente sexy donde todo puede suceder…. Zachary Savage es un hombre acostumbrado a conseguir lo que sea y a quien quiera. Ha enterrado a sus demonios y resucitado de las cenizas para convertirse en el dueño play boy del internacional salón Índigo reconocido, una flota de palacios para el placer muy exclusivos. Él tiene todo lo que quiere, hasta que pone los ojos en Bethany Green. Una mirada es todo lo que necesita—ella tiene que ser suya. Bethany Green ha sobrevivido al peor año de su vida; mala suerte y corazones rotos en cada esquina. El karma se balancea salvajemente en su favor cuando un boleto que el dinero no puede comprar aterriza en su regazo, una invitación al escandalosamente sexy Salón Índigo para ella. Green de nombre y verde de naturaleza, ¿es lo suficientemente valiente para aceptar el boleto más caliente de la ciudad? Una mirada a Zachary Savage es suficiente para convencerla de que no es lo suficientemente cosmopolita para jugar en el pecaminoso juego de él. Pero en realidad ya están en el aire, y de verdad ya hay un largo camino detrás de ellos. El único camino es seguir volando. El Salón Índigo. Suba a bordo y revise sus inhibiciones en la puerta. 


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*Advertencia* Este libro contiene escenarios sexuales explícitos que harán tu pulso estallar. Solamente +18.

Índice

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Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Agradecimientos Sobre El Autor Próximo Libro

1 Traducido por Getzee & Mich Fraser Corregido por Jessibel

La primera cosa que Bethany Green vio cuando abrió su buzón la tarde del viernes fue el sobre color índigo. Descansando contra el correo basura y las cuentas, destacaba como una joya exótica en el polvo. Incluso mientras advirtió a sí misma en contra de la emoción, su corazón rebotó con varios latidos. Con los dedos temblorosos, alcanzó el sobre rectangular y lo sintió, real y pesado en su mano. —Oh dios mío, llegó. Realmente llegó. —Dándose cuenta de que estaba hablando sola (aunque en el vestíbulo vacío del edificio de su apartamento), rápidamente metió el correo en su bolsa de mano de tamaño desmesurado y se apresuró al elevador. A penas había picado el botón para el cuarto piso cuando sacó nuevamente el sobre. Las palabras escritas en el frente con letras en un relieve dorado eran simples: Tu invitación. Lo giró. Sin remitente. No era sorpresa. Porque, de verdad, sólo una persona demente regresaría esta invitación. Diez minutos después, Bethany, a pesar de haber sido enriquecida con la mitad de una copa de vino, aún no había reunido el coraje para abrirlo. El violento zumbido de su móvil la hizo saltar. Incapaz de apartar su mirada del sobre que ahora descansaba en la mesa de café, se dejó caer en el sofá por unos segundos antes de que sus dedos se cerraran sobre su móvil. —¿Todavía vamos a ir de tapas1 en una hora, verdad? — chasqueó Keely Benson, su mejor amiga, con su acento de Brooklyn. Keely era una neoyorkina pura, no como Bethany. Muchas veces durante su larga amistad, Bethany le agradeció a Dios por tener a Keely en su vida. Había estado ahí para Bethany cuando a ésta le golpearon las peores noticias de su vida.

1 Las tapas son un aperitivo que se sirve en la mayoría de los bares o restaurantes acompañando a la bebida. A este consumo itinerante se le llama tapeo, o ir de tapas.

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—¿Supones? ¿Cuántas veces durante la semana pasada te dije qué tan importante es esta noche para mí? Carajo, Bethany, si te acobardas, nunca te lo perdonaré. Sabes que Clark nunca se acercará si soy muy brusca. Te necesito para frenarme. Una vez que lo tenga de

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—Um… sí… supongo —respondió Bethany, su atención aún absorbida por el sobre.

regreso en mi lugar, estaré bien, pero no puedo tenerlo dando vueltas sobre mí en la cena y para que eso suceda, ¡te necesito ahí! —Jesús, Keel. Nunca he entendido tu extraña adicción por los cerebritos. Su amiga dio una generosa risa que comenzó como la risilla de una colegiala y terminó como el gruñido de una dominatriz. Bethany había visto a grandes hombres babear como niños pequeños cuando Keely reía. —No lo entiendes, niña. Todo lo que necesitas hacer es aparecer y ayudar a una amiga. —Yo… sí, seguro. Estaré ahí. Keely jadeó con impaciencia. —De acuerdo, dime qué sucede. ¿No has tenido otro encuentro con el travesti, verdad? Bethany hizo una mueca ante el apodo que le habían puesto a la patea bolas de su jefa. —No, está fuera de la ciudad hasta el martes. —¿Entonces cuál es tu problema? —Llegó eso —soltó Bethany, incapaz de guardar las noticias para ella por más tiempo. —¿Eso? ¿Qué eso? —demandó Keely. —Una invitación para el Salón Índigo. Silencio. Todo el tiempo que Bethany la había conocido, Keely nunca se había quedado sin palabras. El hecho de que estuviera en silencio ahora hizo que el corazón de Beth martilleara. Su amiga, al igual que ella, sabía la gravedad del asunto. —Me. Estás. Jodiendo —susurró finalmente. —No. —Un sonido burbujeó de la garganta de Bethany, mitad incrédula, mitad aterrada. Porque aún no podía creer lo que sus ojos le estaban diciendo. —¿Lo has abierto? ¿Qué dice? ¿Cuándo te vas? ¿Por cuánto tiempo? ¿Tienes permitido llevar a un invitado? Maldita sea, chica, ¡escúpelo! —No… No lo he abierto aún. Seriamente Keely, no creo querer hacerlo.

—¡Bethany! —cortó Keely con voz de acero. —¿Sí?

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—Umm… ¿ambas? Digo, no hay manera en la que pueda escapar en tan poco tiempo… aparte, tengo mucho trabajo que hacer por el momento… Junio es nuestro mes más ocupado porque es justo antes de que todos desaparezcan por el verano… simplemente no es práctico…

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—¿No crees querer abrirlo o no crees querer aceptar la invitación?

—¿Qué tanto vino tienes en tu lugar? Bethany finalmente parpadeó y se enfocó en algo más que el sobre índigo. Mirando hacia la alcoba colocada en el pequeño pasillo que guiaba hacia la cocina, contó: —Tres rojos, uno blanco, uno rosa. ¿Por qué? —Estaré ahí en veinte minutos. Llevaré comida. —¿Qué hay de Clark? Keely suspiró: —Tanto como me mata negarme al pene de un cerebrito súper atractivo, Clark puede esperar. Es más importante dejarte hacer lo que sé que estás pensando hacer. —Pero… —Veinte minutos. —Colgó. Bethany se forzó a respirar. Deseó que sus manos dejaran de temblar. Tomando otro trago de vino, recogió la invitación. El Salón Índigo… perteneciente al billonario de treinta y un años de edad Zachary Savage, el quinto hombre más rico de América. Bethany recordó el fragmento que leyó sobre Savage en la revista Time el año pasado. Había expuesto su sabio toque de Midas en los negocios e insinuado su trasfondo de pobre a rico pero incluso mientras lo leía sabía que el reporte era en gran parte refrito de otros artículos; el muy privado Zach Savage revelaba casi nada sobre su pasado en la entrevista. Incluso la foto que se utilizó en la pieza fue una antigua. Pero no disminuyó el hecho de que a los veinticinco años, Zachary Savage era magnético y apuesto con ojos que capturaban y retenían la atención de una mujer y la hacía querer conocer al hombre detrás de esa enigmática y atractiva sonrisa. En estos días, todo lo que se sabía sobre Zachary Savage es que vivía en algún lugar de la Costa Este, probablemente en San Francisco, poseía bastantes casas alrededor del mundo y tenía dedos en varias tartas empresariales, siendo el Salón Índigo la de más renombre. Operando desde diez jets privados súper jumbo, los salones ofrecen entretenimiento adulto de manera privada y de primera calidad. Los rumores decían que eran lugares voladores de sexo, pero las especificaciones eran un secreto bien guardado con los que sólo la crema y nata estaban familiarizados.

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Llegar con las manos casi vacías tuvo más que enojados a sus jefes e hizo de su posición en Neon Events Inc. algo precario. Tuvo que partirse el culo trabajando después de

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Las propuestas que la compañía de eventos en la que ella trabajaba había hecho para el negocio de él el año pasado, se encontraron con una negativa rotunda. Bethany había sido parte del equipo que hizo la oferta y le asignaron con antelación que buscara todo lo que pudiera sobre Zachary Savage.

ese desastre para redimirse ante los ojos de su supervisora inmediata, Sheena Malcom. El sonido del interfono interrumpió sus pensamientos. Saltando sobre sus pies, dejó entrar a Keely y esperó por ella en la puerta delantera. Su amiga rubia de ojos verdes salió del elevador con su usual activo y sensual paso, cargando una bolsa con comida para llevar de su lugar chino favorito en una mano y dos bolsas Louis Vuitton en la otra. Bethany frunció el ceño mientras Keely pasaba a lado de ella para entrar en el apartamento. —¿Para qué son las bolsas? Keely tiró las maletas en el piso al lado del sofá más cercano y se dirigió a la cocina. —Una está vacía y es para que la uses una vez que te convenza de ir a ese viaje. La otra es por si he perdido todos mis poderes de persuasión y no tengo éxito. En cuyo caso, tú y yo iremos a dar un paseo por los Hamptons el fin de semana. El pronóstico del clima dice que la temperatura alcanzará los treinta y dos grados centígrados. Si no voy a estar sudando en mis sábanas con Clark, bien podría ir a sudar en la playa y broncearme mientras discutimos cómo vives tu vida. Tomó dos platos y regresó a la sala de estar donde dejó la comida en la pequeña mesa escondida en una esquina y comenzó a servir el pollo Kung Pao y los tallarines. Bethany frenó la oleada de reacciones ante la palabra playa e intentó esconder los temblores inducidos por el miedo. Keely los vio de cualquier manera. La simpatía ablandó su mirada. —Mierda. Tacha la idea de la playa. De hecho, tacha todo el plan de contingencia. No te hará falta. —De hecho, sobre la intervención… Keely hizo una mueca y le apuntó con sus palillos. —Has estado debatiéndote sobre ir, ¿verdad? —No creo que pueda tomarme tiempo fuera del trabajo, Keel. —Claro que puedes. Tu tía Melanie ha sufrido su segundo ataque al corazón en dos meses. Todas esas donas y pequeñas costillas grasosas de las que los doctores le advirtieron al fin están haciendo estragos. No saben si la pobre tía Mel lo logre esta vez.

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—Sheena bolas de acero no sabe eso. Te dejó tomar todas las vacaciones que has acumulado en los últimos dos años para visitar a tu tía en su lecho de muerte, en Montana. Y… —Keely sacó su teléfono del bolsillo y lo ondeó hacia Bethany—. Me acaba de responder, para decir que también está feliz de que la mantengo al día, así no necesitas ir y reportarte cada maldito día.

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—Jesús, Keely, la tía Mel está igual de sana, si no es que hasta más sana que el caballo que monta varias veces al día. Hablé con ella en su cumpleaños y está mejor que nunca.

Bethany quedó boquiabierta. —¿Empacaste una maleta, ordenaste comida para nosotras y enviaste un mensaje a mi jefa para pedirle unos días libres todo en qué… veinte minutos? ¿Todo para que yo pueda ir a este viaje? —Sí. —¿Y Sheena creyó la excusa que hiciste? —¿Por qué no lo haría? Aún piensa que renuncié a Neon el año pasado porque me indujo a una crisis nerviosa y no porque Rubio Events me contrató. Apuesto a que está asustada de que tal vez la demande. —Keely sonrió y le entregó un plato humeante—. Me encanta cuando tienes esa mirada en tu rostro. —¿Qué mirada? —Esa que dice que no sabes si darme un beso por haber venido o una bofetada por triturar tus excusas. —Sí, porque he aprendido que cuando estás tan determinada, uno de nosotras termina haciendo algo que le va pesar. Y en su mayoría esa soy yo. Keely le hizo un gesto y se acercó al sofá que Bethany había dejado hace unos minutos. Se quedó mirando el sobre con el mismo temor que Bethany había sentido desde que abrió el buzón hace casi una hora. —Guau. Quiero decir… jodidamente guau. Bethany dio un suspiro tembloroso y se sintió un poco mejor que ella no le había restado importancia a la situación fuera de proporción. —Lo sé, ¿verdad? Keely asintió. —Todavía tenemos que abrirlo, nena. No tendremos los detalles jugosos si lo vemos toda la noche. —Con una respiración profunda, ella lo agarró de la mesa y lo abrió. Bethany contuvo la respiración hasta que la necesidad de oxígeno la hizo inhalar con vives. —¿Qué dice? —El domingo te vas a Newark. La primera parada es Shanhai… tendrás tu propio guía personal, un cocinero y un guardaespaldas durante toda la experiencia… ¡Santa Mierda! —¿Guardaespaldas? Por qué iba a necesitar uno….

—No. A ambas nos pareció que era una broma en ese momento, ¿recuerdas? Es decir, ¿Qué tiene que ganar una organización de millones de dólares en ofrecerle su única

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Cuando Bethany se encogió de hombros, ella continúo—: La cuarta parada es Londres, la quinta parada es Monte Carlo. —Ella miraba al vacío y suspiró—. Esto es jodidamente increíble, Bethany. ¿Piensas que sacaste la lotería cuando investigaste el Salón Índigo y encontraste que ellos le dan una tarjera gratuita a alguien una vez al año?

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Keely levantó una mano. —La segunda parada es Bora Bora. Jesús, Bethany, ¡mataría por ir a Bora Bora! La tercera parada es, las islas Aleutianas, ¿dónde coño está eso?

oportunidad a alguien de esta manera? —¿Tal vez Zachary Savage no quiere que el mundo crea que es un súper cretino engreído y rico? —¿Por qué debería importarle lo que piensa el mundo a un tipo que no da entrevistas personales y prácticamente es un solitario? —preguntó Bethany. —Por Dios, no lo sé. Pero no nos quedaremos mirando este regalo como ternero en la boca. —Señalo el borde del sobre—. Está invitación ha caído en tu regazo. Y. Tú. Vas. A. Ir. Bethany apretó los labios para detener el torrente de objeciones creciendo dentro de ella. Por un lado, estaba más que encantada, más que emocionada. Por el otro, su autoconfianza le había dado un golpe duro hace seis meses, cuando su novio de largo plazo la había dejado… por otro hombre. Su conmoción doble por la traición de Chris todavía no había desaparecido. Y cada vez se estaba preguntando, últimamente, si alguna vez iba a desaparecer. —¿Qué más dice? —preguntó para distraer a las dos ya que las razones para tomar este paso se sintió muy desalentador. Keely miró el sobre. —Las restricciones, una total confidencialidad o pierdes tus riñones, sin drogas en los jets… no drogas en los jets… no drogas en los jets o serás procesada… Jesús, ellos realmente martillan la cosa de no drogas como en casa. —¿Tal vez alguien tuvo una mala experiencia con las drogas a bordo? —Hmm… tienes veinticuatro horas de entrenamiento a bordo, sin embargo las habitaciones son privadas. Joder, si vuelves y me dices que nunca saliste de tu habitación, te voy a matar. —Keely la miró. —Todavía no he acordado si iré, Keel. Su mejor amiga suspiró y dejo caer el sobre. —Escucha. Sé por qué no quieres ir. Chris el culo infinito y profundo realmente te hizo un número con eso de prefiero las cosas de hombre. Demonios, si eso me sucediera a mí, estuviera jodidamente traumatizada. Pero hay que seguir adelante, nena. Te has acabado seis vibradores en los últimos meses y Dios sabe cuántos más consoladores y eso es lo que me dijiste acerca de… —¡Keely!

—Sin peros. —¡Claro que habrá peros! Mierda, Keely. El último pene duro dentro de mí decidió

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El calor inundó la cara de Bethany y se dejó caer en el sofá. —Bien, bien, lo haré, pero…

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—Vas a romper tu maldito clítoris si no dejas de utilizar aparatos con baterías en el y créeme, necesitas un clítoris para cuando un hombre de verdad se presente. De verdad, ¿me puedes decir que te perderás una cosa real? ¿Un cuerpo caliente contra el tuyo, un pene dentro de ti?

que lo prefería anal con otros hombres. ¿Te has preguntado el tipo de complejo que tengo? Los ojos verdes de Keely se suavizaron con simpatía. —Por supuesto que no. —Esas historias son las que leemos en las revistas de mala calidad y nos reímos a carcajadas de eso. ¿Sabes lo que se siente cuando le pasa a una chica? ¿El no poder mantener a su hombre feliz, porque se metió con otro hombre en la cama? —Incluso después de todo ese tiempo, solo decir las palabras le hacían revolver el estómago con dolor, ira y disgusto. Lentamente, Keely sacudió la cabeza, pero luego la miró a los ojos. La mirada decía, te amo pero… —No, no sé lo que se siente, pero tampoco voy a dejar que te ocultes por lo que te hizo ese idiota. ¿Qué mejor manera de conseguirlo que abriéndote a nuevas experiencias? Irás, tendrás sexo, sin ataduras y volverás y seguirás con tu vida. Bethany, el Salón Índigo no puede ser más perfecto para ti en este momento. —No es así de fácil. —Sí lo es. Es necesario que saques a tu ex de tu sistema y volar en el palacio del sexo es sólo la forma en que lo conseguirás. Realmente debes renunciar a tratar de pelear conmigo porque no voy a dejar el pollo fuera del asador, B. Es el momento de salir de nuevo al mundo —Ella agarró su plato y se hecho hacia atrás—. Ahora come, necesitarás fuerza para mantenerte al día con la lista de tareas que escribieron para ti.

El domingo amaneció brillante y soleado en New York. Bethany estaba en la cama, con todo su cuerpo alerta y hormigueando con una emoción que no había sentido en mucho tiempo. Habría sido el momento perfecto para una sesión con su consolador, pero Keely se los había confiscado todos y cada uno de sus placeres antes de su salida anoche. Cuando Bethany había rogado, hizo una marca nueva, pero había uno sellado herméticamente, escondido en las patas de su cama. No tienes permiso para abrirlo hasta después del día completo a bordo y sólo en caso de emergencia. Y regrésalo de vuelta sin abrir, te amo para siempre. Exhalando con un suspiro de pesar por la pérdida de su consolador, Pete, Bethany se levantó de la cama y se metió en la ducha. Veinte minutos más tarde, hizo una mueca cuando Keely aceleró el motor de su amado Mini Cooper, Hermione. —¿Por favor, prométeme que serás fácil con Herm mientras estoy fuera?

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Ellas argumentaron todo el camino hasta el aeropuerto de Newark sobre el mal tratamiento de Keely a Hermione, pero ambas se quedaron en silencio cuando se dirigían a la zona del jet privado en el aeropuerto.

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—Es sólo un coche, B.

El Jet, Salón Índigo era inmediatamente reconocible. Era inmenso, negro brillante, un súper jet con dos líneas añil que iban desde la nariz hasta la cola, gritando dominio sobre los otros aviones, de colores más claros y más pequeños. Keely redujo la velocidad a medida que se abrían hacia el jet. —Píntame con verde de envidia. Recuerda que me debes una. Tuve a Clark recitándome Fibonnaci mientras me lo follaba la pasada noche del viernes. Ahora todo lo que tengo es un sabiondo de pornografía por compañía mientras imagino lo que tendrás en ese avión. ¿Al menos prométeme que tendrás diversión salvaje? La mirada en los ojos de Keely era entre el de una hermana preocupada y una maestra severa. Llevó el coche a una parada frente a un edificio de cristal y aceleró hasta que tenían sobre la puerta a el Salón Índigo. Bethany asintió. —No puedo prometer que sea salvaje, pero voy a divertirme. —Ella se acercó y vio a Keely relajarse un poco, si es que eso fuera posible para que alguien tan excitable como Keely se pudiera relajar. —Genial, ahora… ¡Vete! —Keely le hizo gestos y Bethany sonrió mientras abría la puerta y salió al asfalto caliente. Una ráfaga de viento salió de la nada mientras abría la puerta de atrás y sacaba las maletas, levantando la falda de su vestido. Un bajo silbido sonó detrás de ella. —Cristo, echa un vistazo a sus piernas. Agarrando las maletas, se giró para ver a tres chicos, de buen aspecto, vestidos como si hubieran caminado alrededor de una sección de estilo de una revista. Por detrás se escuchó la risa satisfecha de Keely. —Ya veo que estás lista para un gran comienzo. —Agarrando las gafas de sol sobre su cabeza, las puso en su cara—. Adiós, Amiga. Ella esperó hasta que Bethany había cerrado la puerta antes que acelerara con un chirrido de neumáticos. Bethany intentó no hacer una mueca con el martilleo de la pobre Hermione. Los hombres habían desaparecido en el edificio de cristal. Ella siguió lentamente, su pulso tronaba contra el conocimiento que estaba pasando por el umbral a lo desconocido. Miró el enorme jet negro, una sensación de opresión y emoción se mezclaba en escalofríos a través de ella. La oportunidad de su vida.

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Podría alejarse; de las posibilidades de dejarse ir y tener… DIVERSIÓN. O podría abrazarla con esperanza que la ayudará a desterrar el dolor de los últimos meses, de una vez por todas.

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2 Traducido por ∞Jul∞ & Mich Fraser Corregido por Jessibel

Zachary Savage levantó la vista de los papeles que estaba hojeando y observó a tres hombres entrar en la suite ejecutiva de huéspedes. Desde su posición detrás de la pared de cristal de la oficina de entresuelo que había requisado de su ayudante, los siguió con atención con los ojos entrecerrados. El elemento principal de la banda de rock de Friday’s Child fue inmediatamente reconocible. De vuelta en lo sentía como otra vida, Zachary había asistido a un par de sus conciertos. Pero eso fue antes de que todo se hubiera ido al infierno. Como de costumbre, alguna idea de cómo su vida había cambiado durante los últimos seis años hizo su mandíbula apretarse con la ira y la tristeza. Si hubiera sabido que su escala entraría en conflicto con uno de sus vuelos del Salón Índigo, habría hecho otras disposiciones, se colocó muy lejos de los recordatorios duros del pasado. Qué demonios; él estaba aquí ahora. Intentó que su cerebro volviera al modo de trabajo. Hasta ahora había ido a través de la información de todos los pasajeros subiendo a su avión, excepto uno. Eso normalmente hacía, la investigación de antecedentes desde la comodidad de su oficina en San Francisco no era ni aquí ni allí. La parada de Londres a repostar su avión estaba llevando más tiempo de lo esperado. Trabajar mientras esperaba ayudaba a contener esa inquietud que siguió merodeando dentro de él. Por lo que había sido capaz de determinar, los miembros de la banda estaban limpios. No hay evidencia de uso de drogas o consumo excesivo de alcohol. Los otros seis partidos que viajan en esta experiencia en el Salón Índigo habían sido igualmente investigados. Siguió a los miembros de la banda a la recepción, los vio coquetear con la recepcionista. Su tedia escalada, su mirada volvió a sus papeles. Sólo había una cantidad desconocida.

Su invitación había sido emitida tarde, pero hasta el momento la verificación de antecedentes preliminar estaba limpia.

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Bethany Green. El comodín.

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Echó un vistazo a los papeles.

Estaba a punto de darle la vuelta a la página de fotografía cuando un destello de color amarillo le llamó la atención. Se quedó enmarcado en la puerta de su edificio, un bolso de fin de semana agarrado en la mano y un bolso de gran tamaño arrojado sobre un hombro. Largo cabello oscuro se derramaba en ondas ricas alrededor de sus hombros desnudos y sobre sus brazos. En contra del iluminado telón de fondo, Zach no podía ver su cara, pero de inmediato lo que vio de su cuerpo hizo capturar su aliento mientras algo parpadeaba despierto dentro de él. La forma en que se sostuvo a sí misma, un poco insegura, pero en equilibrio sobre el umbral como si estuviera hablando a sí misma en tomar el siguiente paso, lo intrigaba. En su mundo, las mujeres disfrutaban de ser rompe pelotas, se esforzaban por no mostrar ninguna debilidad en su presencia con la esperanza de impresionarlo. 
Al ver que reconoció su vulnerabilidad y estaba luchando por ella era extrañamente cautivador. Él se puso de pie y se acercó a la ventana, sorprendido por lo mucho que quería ver a esta mujer. El viento atrapado y aplastado su corto vestido luchando para alargarlo, piernas desnudas sexy, piernas que parecían ir para siempre antes de que se curvaran a abrazar las caderas redondeadas y un firme vientre plano. El pene de Zach se sacudió, impresionando el infierno fuera de él con un hambre que su existencia hastiada no había permitido a él en un tiempo muy largo. Cuando su mirada llegó a sus pechos, soltó un gruñido y se dio cuenta de los dedos estaban apoyados contra el cristal, con la cabeza casi tocándolo mientras se esforzaba por ver su cara. Pero ella se mantuvo en la sombra, serena en el umbral del edificio, indecisa si entrar o huir. Adelante. Ella se dio cuenta de que había susurrado las palabras y se congeló, un toque de confusión haciéndolo fruncir el ceño. Mientras la veía, la cabeza de ella inclinada hacia un lado, el lujoso cabello fuera de su cara. Y todavía él no podía verla. Pero con su cabello fuera del camino, vio un cuello liso, piel suave. El hambre aumentó de golpe dentro de él como un ser vivo. Su pene, ahora completamente despierto, exigió acción. Acción que no había visto en semanas porque ahora incluso el pensamiento de sexo le aburría a la distracción. Respiró profundamente, cada nervio de su cuerpo tratando de verla totalmente.

Finalmente, dio un paso hacia adelante.

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Ella continuó jugando con su cabello, sujetándolo fuera de su cara. Creció más duro, casi mareado con la fuerza de su erección.

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¡Adelante!

La respiración de Zach escapó de su cuerpo cuando vio su cara. La sensación lo golpeó con la fuerza de un vigor de cinco huracanes. Su cara era exquisita; la boca llena de color rosa y deliciosamente curvada como si se creó para los besos... sus besos. Pómulos altos y una nariz descarada completaban el cuadro magnífico y él vio con inquebrantable atención mientras entraba en su dominio. Con cada paso que daba, sintió una poderosa carga que pasaba a través de él. En el momento en que ella estaba directamente por debajo de él, el puño estaba apretado contra el cristal, sus emociones y su cuerpo ambos en fuego. Ella levantó la mirada directamente a él, pero por supuesto, no podía ver a través del espejo unidireccional. En ese punto de vista, su cara era aún más impresionante, sus claros ojos azules brillantes con una mezcla de emoción y un toque de aprensión. Zach quería todo su entusiasmo y nada de la aprehensión. Diablos, la deseaba y punto. No, desear era demasiado dócil para describir los sentimientos que cursaban a través de él. La desesperación corriendo a través de él era tan ajena como contundente. Él no lo hacía espontáneo. No deseaba a una mujer solo viéndola. Hoy en día, sus novias fueron elegidas cuidadosamente, totalmente investigadas. Y todavía… Zach la vio bajar la mirada, agitar un poco la cabeza, como para despejarse y mirar a su alrededor. En el momento en que la vio dirigirse a la mesa, donde estaba la banda de rock registrándose, Zach maldijo. Estaba corriendo de su oficina antes de que la cadena de palabras sucias fuera completada. 


Bethany trató de sacudirse la extraña sensación que se había apoderado de ella y se dirigió hacia la recepción, donde una increíble diosa rubia estaba registrando el último del grupo de los hombres. Uno de ellos, de cabello oscuro, llevaba una chaqueta de cuero de aspecto caro, le echó un vistazo y le guiñó.

Una puerta a un lado de ella estalla abierta y Bethany se detuvo en seco.

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Ahora que estaba aquí, fuera de la esfera de la confianza de Keely, fue bombardeada con segundos pensamientos. Y esa sensación que había sentido hace un momento, como si estuviera en un precipicio bostezando, mirando a la cara del peligro cuando había vista hacia el vidrio esmerilado... bueno, había asustado la mierda fuera de ella…

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Ella no era tan ingenua como para confundir su interés, pero su sonrisa de regresó se sentía tensa de todas maneras.

¡Jesús! Él era todos sus sueños húmedos personificados. El dios viviente de sus fantasías sexuales, sus sueños y sus antojos cobrando a la vida. Los ojos de color pizarra se centraron en ella desde una cara tan increíblemente impresionante que sentía su boca secarse. Su mirada audaz transmitía un pulso crudo, sexual de electricidad directo entre sus piernas. Su clítoris pulsó a la vida, —contrariamente a la hipótesis de Keely, que no estaba del todo muerto parecía—mientras él se movía, un animal apenas enjaulado por la civilización, hacia ella. Todo desapareció, cada ser humano en la zona dejó de existir mientras miraba al dios ante ella. El dios vagamente familiar... Ella estaba buscando sus características, su cerebro luchando para hacer la conexión, cuando se movía. Su hombros eran anchos, fuerte e imponente. Era impresionantemente alto, fácilmente de un metro noventa y dos, con el cabello tan negro como la camiseta que llevaba con los pantalones vaqueros negros que hacían hincapié en las estrechas caderas y muslos, de hombros tensos. Botas desgastadas y una chaqueta de cuero de color chocolate completaron el paquete, pero no hicieron nada para disfrazar el aire de masculinidad que vibraba de él. Él la miró como si tuviera derecho, como si fuera su dueño con la intención de reclamar su derecho allí y luego. El pulso de Bethany se aceleró mientras miraba hacia atrás, sintiéndose extremadamente vulnerable, pero incapaz de apartar la mirada lejos. Él se movió un paso más y se detuvo justo delante de ella, amenazando con bloquear la luz del sol, incluso. —Bienvenida a el Salón Índigo. Su voz, es como grava en miel, áspera sin embargo melódica, enviando otra ola de calor a través de ella. Bethany no tenía problemas para imaginarla durante el sexo, susurrándole cosas sucias y calientes mientras la follaba. Dios, probablemente follaba como un maldito campeón. ¿Qué demonios le había dicho? ¿Bienvenida? —Umm… gracias.

—¿Serena, puedes comprobar a la señorita…? —La miró con una ceja levantada.

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Esta parecía solo tener ojos para el hombre frente a ella. Eso no era sorpresa. Pero el ávido interés en los ojos de la mujer hacia Bethany le dieran ganas de borrar la sonrisa de su cara.

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Finalmente él rompió con su electricidad y asintió hacia un escritorio. Como si fuera un acto de magia, otra diosa rubia apareció detrás de él.

Bethany se obligó a concentrarse. —Green. Bethany Green. Los ojos de él brillaron, entonces sus pestañas bajaron para así ocultar su expresión. Él asintió y se giró hacia Serena. —Compruebe a la señorita Green y haga los arreglos para que mi equipaje sean movidos, también. Me estoy uniendo al viaje. Las cejas de Serena se fruncieron cuidadosamente. —¿Ya no se dirige a la costa oeste? Sus fosas nasales se abrieron ligeramente y su mandíbula sobresalió como si estuviera luchando consigo mismo. Finalmente, sonrió. —No, cambio de planes. ¿Puedo confiar en usted para arreglar eso, Serena? La sonrisa de Serena indicaba que el Dios del sexo podía confiar en ella para arreglarle todos los caprichos, incluyéndose a ella misma. —En seguida, Señor. El Dios del sexo sonrió. —No del todo inmediato, Serena. En primer lugar, por favor atiende a la señorita Green —Los tormentosos ojos grises se clavaron en ella una vez más. Había algo en él que era devastadoramente poderoso; Bethany tuvo que obligarse a apartar la mirada, deseando desesperadamente sus células cerebrales para continuar cuando Serena le pidió su pasaporte. Se lo entregó, junto con una copia del acuerdo del Salón Índigo, que había firmado tres veces. Al mismo tiempo, que la mirada de él la marcaba. Cuando Serena sonrió falsamente y le regresó su pasaporte, la mano de Bethany tembló mientras lo colocó en su bolso. La fuerza de su mirada era demasiado. —Si deja sus maletas aquí, serán tomadas para llevarlas al avión. Tu azafata, Tracy, estará aquí en un momento para introducirte en tu equipo y hacer la búsqueda final. —¿Búsqueda? La sonrisa falsa de Serena se extendió más. —Es nuestra política de empresa buscar drogas antes de que nuestros clientes estén a bordo. Están allí en el acuerdo firmado. Las normas del consumo de drogas en los aviones del Sr. Savage son muy estrictas. Los dientes de Bethany se apretaron, sin embargo forzó una sonrisa. 
—Claro. Si el Sr. Savage insiste. 
—Lo hace —enfatizó Serena, echando otro vistazo al Dios del sexo junto a ella.

Tenía dificultad para controlar sus sentidos tambaleándose. Nunca se había sentido así antes, ni siquiera con Chris…

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Él se removió como si la misma energía inquieta hubiera irrumpido a través de él. Sus dedos se flexionaron mientras los metió a su bolsillo trasero. El movimiento hizo que la tela de su camiseta se estirara sobre sus poderosos bíceps, haciendo su boca agua.

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Bethany también lo miró y le llamó la atención su expresión de entretenimiento. Pero en el momento en que sus ojos se encontraron, la diversión fue remplazada por el calor chisporroteando, una vez más posesivamente.

Sí… Chris… ¡No pienses en él ahora mismo! —Permítame que la acompañe hacia su azafata —dijo el hombre, inclinándose entre sus pies. Ella quería preguntarle quién era, porque estaba tomando interés en su registro. Pero las palabras se sentían inútiles. La química entre ellos era bastante, lo suficientemente potente, que las palabras parecían superficiales. A pasar de sus dudas, a pesar de su perplejidad de por qué un hombre tan sexy y maravilloso la miraba con tal hambre contenida, ella no podía descartar la verdad disparándose a través de su cuerpo. A excepción que no había nada puro o simple sobre ello. El viejo recelo que ella miró en sus ojos no le restó la experiencia sexual que se quedó dentro de sus profundidades grises. El sexo con este hombre sería increíblemente sucio; obsceno y sudoroso. También sería hermoso y complicado más allá de las palabras. Lo sabía con tanta seguridad como conocía su propio nombre. Sin responder, asintió y se puso en marcha a su lado. Detrás de ella, Serena se derramó sobre las necesidades de él, pero ninguno de ellos prestó atención. Su olor, cálido, cítrico con un toque de especias, llenó su cabeza junto a una progresión de pensamientos sucios. Dios, ¡quería lamerlo en lugares que nunca había lamido a un hombre! Y eso era sólo el principio… La condujo a través de puertas lo que pareció una eternidad. A un conjunto de escaleras alfombradas de lujo que llevaba a otra puerta arriba. Se detuvo a un lado y le hizo un gesto hacia arriba, una sonrisa maliciosa curvaba sus sensuales labios. —Después de usted, Señorita Green. Gracias a Dios se había afeitado las piernas, fue su primer pensamiento. El segundo era que sus bragas eran visibles a través de la fina tela de su vestido amarillo que Keely había insistido en que usara. Oh, ¿pero eso qué demonios importaba? La propiedad se había ido por la ventana en el momento en que había puesto los ojos en este hombre. De todos modos ella no podía detener el balanceo de la parte posterior de su vestido mientras subía las escaleras.

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Por mucho, era su peor característica, ridículamente grande en comparación con el resto de su cuerpo. Mientras que sus pechos eran de un tamaño normal y su estómago y muslos tonificados por el ejercicio, cincelados con el ballet desde muy temprana edad, su trasero la dejó abajo cada vez. Por eso había renunciado a sus sueños de convertirse en una

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Ella escuchó un siseo y tarde se dio cuenta que todo lo que hizo fue tener con éxito el material pegado contra su culo. Su culo Kardashian, como a Keely le gustaba llamarlo.

bailarina. Llegó a la parte superior de las escaleras y rápidamente dejó caer la mano. Antes de que ella pudiera abrirla, é llegó junto a ella y la abrió. En el momento en que entró, supo por qué había sentido la sensación extraña cuando entró en la habitación ejecutiva. Entrando, se detuvo delante de una pared de vidrio, con el corazón golpeando violentamente en su garganta mientras miraba al gran espacio abierto debajo. —Estabas en está habitación cuando entré. —No era una pregunta. Era la certeza. —Sí —Su voz, hipnótica como el infierno, se apoderó de ella. —Me viste. —Sí —Estaba más cerca, lo suficiente para olerlo. —¿Y bajaste? —No pude evitarlo. Se giró. Poniéndose al menos a un paso de distancia de esos hipnotizantes ojos en ella. De nuevo, sus hombros y manos estaban inquietos, como si estuviera conteniéndose de tocarla. —Así que, ¿qué pasa ahora? Su mirada la recorrió de arriba abajo y viceversa. Sus labios se abrieron y su lengua trazó su labio inferior. —Ahora vas a colocar las manos en la pared detrás de ti y separar tus piernas. Aturdida, se obligó a respirar, para mantener su lucidez. —P… ¿por qué debería hacer eso? Su sonrisa estaba llena de pecado puro. —Para buscar drogas, por supuesto. —¿Qué… qué pasa con Tracy? Su sonrisa desapareció. —Ella no buscará. Te traje aquí porque te vi, ahora te voy a tener, Bethany Green, me rehúso a que alguien más te toque. Dio el último paso hasta que estuvieron separados por un suspiro. Su cabeza bajó y sus fosas nasales la olieron. —¿Estás lista? —dijo sin aliento. Ella levantó la mirada hacia él, con cada nervio de su cuerpo tensándose con necesidad.

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—Mi nombre es Zachary Savage. Puedes llamarme Zach. De hecho, prefiero eso. Porque Zachary es muy largo para las muchas veces que tengo la intención de hacer que grites mi nombre cuando te haga venir.

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—No. Estás a punto de poner las manos en mí y ni siquiera conozco tu nombre.

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3 Traducido por Dahi Corregido por Jessibel

Dulce. Bebé. Jesús. —No creo que se permita decir eso a sus invitados, señor Savage —estaba atónita de que su voz sonara la mitad de lo normal porque su cerebro estaba saltando con el shock de descubrir que estaba de pie frente a ella. Santo cielo, ¡estaba hablando con el salvaje Zachary! Aunque su cerebro se había disparado en la posibilidad de la primera vez que lo vería, había descartado la idea porque, aunque tan cautivante como las fotografías de él en el Time habían sido, no le hacía justicia en absoluto. Esta versión en carne y hueso era de un viril, carismático y sexi como el infierno. En esta cercanía hacia ella podía ver la infinidad de expresiones que sus ojos encerraban. Y la visión principal que hizo vibrar su clítoris. —No creo en los juegos evasivos. Y tú no eres como el resto de los invitados. —Estas muy seguro de ti mismo, ¿verdad? —Sé lo que quiero. Y siempre lo consigo. —O todo lo que acabas de decir podría ser una enorme línea engreída, cuidadosamente diseñada para obtener el mismo resultado. Su mandíbula se tensó un poco pero su mirada ávida continuaba perforando en ella. Para hipnotizarla. —No es una línea, Bethany. Tú lo sabes. Solo has admitido lo que sientes. Lo que sentí cuando te vi desde esta habitación, tú también lo sentiste, incluso antes de que hubiésemos intercambiado una sola mirada. A pesar de que quería asentir en acuerdo, Bethany se contuvo. Sus instintos gritaban que ceder con demasiada facilidad a este hombre sería demasiado peligroso.

¡Jesús! —¿Y me gustó esta follada hipotética?

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Sus fosas nasales aletearon. —No para nosotros. En nuestra mente, ya hemos follado cien veces de cien maneras diferentes, la follada mental es tan potente como la real.

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—Es una larga caminata desde los sentimientos a follar, señor Savage. —A pesar de que su apellido sabía ajeno en su lengua, exótico, excitante y lleno de infinitas posibilidades que brillaban en sus ojos.

Sonrió con total y absoluta confianza masculina, su sonrisa de dientes blancos al atravesó. —No estarías aquí, a solas conmigo, si no lo hubieses hecho. —Señor Savage… —Zach —insistió. —Que quede clara una cosa. No suelo saltar a la cama con el primer hombre que curve el dedo hacia mí un domingo en la mañana. Sus fosas nasales se abrieron ensanchadas apenas conteniendo su desagrado. — No vas a estar saltando en la cama con otro hombre en un futuro previsible. Vamos a dejar eso claro. El aliento que soplo era desesperado y exasperado. Su cercanía estaba haciendo cosas en su interior que no estaba segura de poder describir con precisión. Desde el momento en que había puesto sus ojos en él, sus pezones habían alcanzado su punto máximo apretados, en duras protuberancias. Bethany estaba segura de que había algún tipo de efecto secundario físico al estar inactiva por tanto tiempo. Su corazón corría temiendo que la jodida mierda saliera fuera de ella. Tenía que salir de aquí, aunque solo sea para encontrar un momento de respiro. Pero al estar mirándolo fijamente a los ojos, sabía que Zachary Savage no estaba dispuesto a dejarla ir. —¿Vas a llevar a cabo esta búsqueda en algún momento del día o soy libre para irme de a bordo de su avión? Durante una eternidad, no respondió. Luego dio un paso hacia atrás. —Deja caer tu bolso. Sosteniendo su mirada, hizo lo que pidió, sin argumentos. Con un ruido sordo, el bolso se posó en la alfombra junto a ellos. No se dio cuenta de lo vulnerable que se sentía hasta que ya no tenía la seguridad imaginaria de su bolso. Tragó saliva y esperó. —Alza los brazos. Un escalofrío pasó hacia ella, pero obedeció, levantando los brazos lentamente hasta que estuvieron al nivel de su hombro. —Más alto —dijo con voz áspera, su voz extrañamente convincente. Lamiéndose los labios secos, levantó los brazos más altos hasta que estuvieron por encima de su cabeza. La acción hizo que se levantase su corto vestido.

Lentamente, alcanzó el tacón de su zapato, levantó su pie y amplió su postura.

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Ella lo vio mirándola, su aliento la sofocaba mientras él se hundía lentamente dentro de sus zapatos.

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Bethany no tenía que mirar hacia abajo para saber que sus piernas fueron expuestas a la mitad de su muslo, y que sus pechos se elevaron más altos por su postura.

Entonces tomó su pie y lo puso sobre su rodilla. El tacón de su zapato salió con poca resistencia. En el momento que Zachary Savage la tocó, Bethany sabía que estaba completamente jodida. Profunda, eléctrica y salvajemente. Se maravilló que un simple toque sobre sus talones pudiese provocar sentimientos tan fuertes. Con movimientos precisos, él tomaba su zapato, comprobando la plataforma y el tacón de aguja, a continuación lo dejaba a un lado. Llevando el mismo escrutinio en su otro zapato, luego bajando el pie. El levantó la cabeza entrecerró sus ojos grises oscuros en ella mientras sus dedos flotaban hasta sus tobillos, sobre sus pantorrillas. Cuando tocó la parte posterior de sus rodillas, no pudo detener un suave gemido escapar de su garganta. Se detuvo, mirando con curiosidad y hambre, luego continuó hacia arriba, hasta que sus manos estaban por debajo de su vestido, sobre la piel súper sensible de sus caderas, los dedos buscando y rozando el borde de sus bragas, restregando el espacio entre el algodón y sus piernas. Bethany lo vio tragar saliva mientras sus dedos encontraban su calor húmedo. Sin embargo, no se demoró. Los labios apretados entre sí como si estuviese sosteniéndose a sí mismo en máximo control, dejando sus dedos a la deriva en el borde superior de sus bragas y luego a los lados para retirarse. Ella casi se queja de la decepción mientras continuaba la exploración a través de su vestido. Grandes y fuertes manos viajaban alrededor de su cintura, con agarre seguro y potente, mientras buscaba alzarla por encima de su cintura. Se puso por encima de ella. Sin sus tacones, llegaba justo por debajo de sus hombros. Una vez más la sensación de vulnerabilidad se intensificó. Era tan alto, tan fuerte y poderoso. Podía romperla en un solo instante. Y, sin embargo, mirándolo a la cara, vio una dulzura en el fondo de toda esa frenética salvaje criatura. Zachary Savage no le haría daño. Pero desde luego podría matarla con su lujuria, si decidía simplemente descansar sus manos por debajo de sus pechos así. Como si sintiera su agitación, movió sus dedos, siguiendo la línea de su sujetador con las palmas de las manos en su pecho en la forma en que ella lo anhelaba a él.

—Date la vuelta.

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Se mordió el labio ante otro gemido cuando sus manos agarraron su cintura firmemente y con insistencia antes de que él la soltara.

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Aunque… dulce Jesús. Esto era más sexi de lo que jamás había imaginado. De una manera más atractiva. Este empuje y juego entre ellos, el tacto y sin embargo sin tocarse...

Su sexo latía con más fuerza, el calor liquido goteando entre sus muslos. Estuvo a muy poco de convertirse en un lío caliente cuando se dio la vuelta y colocó las manos calientes contra el frío cristal. Esta vez inició desde la parte superior. Le levantó el pelo y acarició su largo y pesado cabello lentamente. En un momento dado, Bethany pensó que levantó un mechón a su nariz y lo inhalo, pero sus sentidos estaban tan abrumados que no podía estar segura. Una vez más buscó los tirantes de su sujetador y luego los movió hacia abajo hasta su cintura. Estaba a punto de rozar sus bragas cuando el clic del intercomunicador resonó en la habitación. —¿Los invitados del Salón Índigo podrían por favor llegar a la sala VIP? El embarque se encuentra a punto de comenzar. Ella exhalo deprisa y comenzó a bajar los brazos. —Aún no. No hay prisa. —Pero, nosotros… tengo que ir. Se acercó más enjaulándola, con una mano a cada lado de ella en la pared. —Soy el propietario del avión, hermosa —susurro en su oído —.No vuela a menos que yo lo diga. —Está bien, pero está ofreciendo un servicio y tiene la obligación de proporcionar uno genial. —También tengo el deber de asegurarme que mis reglas se cumplan. Y que no salgas de esta habitación hasta que esté seguro de que está totalmente hecho según mis deseos. Sus dedos se acercaron al cristal para descansar sobre los suyos. Entrelazándolos con los de ella, bajando lentamente sus brazos. Soltó sus manos, y se movió detrás de ella. Otro brote de energía eléctrica quemó cuando sintió sus manos moviéndose sobre su culo. Ella cerró los ojos contra la sensación potente y gimió como un gatito indefenso. Tomó los pesados globos, moldeándolos, y a continuación apretó con fuerza. Luego murmuró algo que no alcanzó a entender, duro y urgente en voz baja. —¿Qué dijiste? —Preguntó ella, su propia rápida y urgente respiración.

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Zach gruñó molesto, pero cuando volvió a hablar, su voz tenía una única promesa oscura, caliente e implacable. Esta vez, cuando la enjauló, la empujó justo en contra suyo, hasta que la rígida y dura impronta de su cuerpo era inconfundible contra su espalda. Agarrándose a su trasero y empujándose contra ella hasta que su grueso, y pesado martillo descansaba entre sus nalgas.

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El intercomunicador sonó de nuevo, interrumpiendo su respuesta y llamando a los huéspedes de la sala VIP.

—Pronto. Muy pronto, cuando sea el momento adecuado, Bethany Green, voy a poner mi pene entre estos magníficos melocotones y voy a follarte hasta que me ruegues venirte. Y eso será solo el comienzo.

—Oh mi dios, ¿él dijo eso? ¿En realidad dijo eso? Bethany sostenía el teléfono cerca de su oído mientras examinaba otra botella de agua de colonia en su espaciosa cabina impresionante. Ella se había quedado sin dedos para enumerar los muchos lujos alrededor distribuidos. Justo cuando había acabado de olvidar cuantas veces había repetido esa conversación en la oficina una y otra vez en su mente. —¿Qué parte, Keel? La parte, llámame Zach y grita mi nombre cuando te haga venir, por supuesto. ¡Por dios! —Si, él dijo eso. —¿Y qué le respondiste? Bethany se detuvo y cambió el teléfono a la otra oreja. —Le dije que no me podía llamar Beth cuando me hiciera venir porque solo una persona me llama Beth y no creo que él quisiera que me refiriera a mi padre cuando esté en esa situación comprometida. Keely estalló en risas. —¡No es cierto! —No, no realmente, pero puede que lo haya pensado —Bethany volvió a respirar. Ella no se sentía culpable por echar un vistazo por la oficina porque no estaba segura exactamente de lo que había sucedido. Además, esta última afirmación era demasiado íntima, demasiada cruda para compartir. ¡Quién habría pensado que la idea de ser follada le haría dar tantas vueltas! Había perdido la mitad de su mente en el momento en que vio a Zachary Savage. La otra mitad se había ido al momento en que había puesto sus manos sobre ella. El calor la envolvió de nuevo al revivir esos electrizantes minutos en su oficina. Caminando al lado de él y de los otros huéspedes sobre el avión había sido lo más difícil que Bethany había hecho durante un tiempo.

—Después de ti —dijo con esa voz sexi-como-el-infierno.

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La última gota había sido cuando Zachary había dicho adiós con la mano antes a los pies de los escalones.

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Por un lado, había estado segura de que cada una de los veinticuatro invitados del Salón Índigo sabían lo que había estado haciendo en la oficina de Zachary Savage. Y también porque sus bragas habían estado muy húmedas, cada paso había sido un recordatorio tortuoso de su escandaloso comportamiento.

Ella inmediatamente había movido su cabeza. —No, después de ti esta vez. Insisto. Su sonrisa cómplice había hecho que su cara se pusiera en llamas. Pero no le había impedido comerse con los ojos su culo apretado mientras subía los escalones hacia el avión. Una vez dentro, la química sexual había sido reemplazada con otro bombardeo sensorial igual de potente. El interior del Airbus 380 era exquisito. Blanco y oro con adornos en color Índigo, el espacio remodelado exclusivamente para clientes de alto valor neto era tan impresionante que Bethany se olvidó de respirar mientras miraba a su alrededor. Una zona del bar donde mimosas y pequeños croissants cubiertos con trufas estaban siendo entregados a un lado. Grandes asientos suntuosos de club en grupos de cuatro eran esparcidos hasta el punto medio del avión. Más allá de eso, separados por una cuerda color perla con cortinas de oro, blanco y añil, espió que era otra zona de estar. Ella aceptó una mimosa de una camarera, (otra maravilla, aunque una pelirroja en estos tiempos…) y se volvió lentamente mientras su mirada subía. Por encima de ella, una araña de cristal de Swarovski girando, arrojaba luz deslumbrante sobre el grupo. —Guau —murmuró. —¿Te gusta? —Zach, a su lado, preguntó. Ella bajó la cabeza y lo miró, sintiendo que le costaba respirar otra vez cuando miró su magnífico rostro. —¿Gustarme? ¿Amarlo? ¡Es impresionante! Inclinó la cabeza, pero no antes de ver un atisbo de orgullo en su rostro. Esa sola expresión envió un pulso de algo que no podía definir bien, a través de ella. Él se mostró satisfecho por su elogio. Bethany no estaba segura de cómo era posible que ella lo hubiese conocido hacia menos de una hora, sin embargo, ya se sentía como si lo conociera en un nivel visceral, pero el conocimiento de que su juicio significaba algo para él tocó profundamente su interior. —Me alegro. —¿Por qué? —Preguntó ella audazmente, la curiosidad acerca de él la comía viva. — ¿Por qué te alegra? —Porque quiero que tu viaje sea memorable. Inolvidable. No voy a lograrlo si no estás satisfecha de tu entorno. Si hay algo que necesites, solo di la palabra y va a ser tuyo.

—Gracias —Tomó un sorbo de su mimosa, con los ojos fijos en ella. —Te daré una gira después de despegar.

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Su sonrisa mostró placer genuino. Una sensación indefinible se disparó a través de ella mientras se abría en la transformación de magnifica a increíble.

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—Bueno, no necesita preocuparse en ese aspecto. Es increíble.

—¿Por qué conformarse con un empleado cuando se puede tener al jefe? —Tal vez yo no quiera al jefe. Tal vez el jefe me parezca un poco abrumador — respondió ella. Él sonrió, su cara una vez más transformándose en una intensidad impresionante para detener a su corazón encantado. Bethany se dio cuenta en ese momento que quería ver más de esas sonrisas. No es que la intensidad no tenga sus beneficios. Era solo que temía por su funcionalidad cardiaca si continuaba con ésta intensa electricidad. —Voy a ir lento, lo prometo. De alguna manera la ronca suplica no disipó sus temores. Pero se encontró asintiendo a todo igualmente. —¿Entooooonces? ¿Has tenido ya la gira? Ella se volvió a enfocar en la pregunta de Keely atravesando sus pensamientos. —No. El viene a buscarme en cinco minutos. —Un pequeño escalofrío la recorrió. Un rápido vistazo al espejo del baño mostró su emoción en los ojos. Girando, hizo su camino de regreso a su pequeña sala de estar, a la vez deseando que su pulso disminuyera. Era solo un recorrido por el avión: parte del servicio normal del Salón Índigo. Nada más. Si, claro. —Recuerda que necesito pruebas fotográficas. No creo que se pueda tomar fotografías en el interior del avión. Del avión no, tonta. Del Señor Sexi y Solitario. —Oh —Bethany frunció el ceño. —No puedo tomarle una foto, Keel. —Por supuesto que puedes. Solo tienes que esperar hasta que haya terminado de follarte hasta los sesos. Bethany se rio y luego saltó cuando oyó que llamaban a su puerta. —Está aquí. Me tengo que ir —susurró y luego se encogió ante la falta de aire en su voz. —Vete. Que te diviertas. No gastes un segundo pensando en tu amigo carente de sexo.

Zach Savage se apoyaba en el marco de la puerta, viéndose peligrosamente precioso. Su cuerpo en ángulo haciendo que el material de su camiseta se estirara sensualmente sobre

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—Si no te quisiera tanto, te mataría —le lanzó un beso a la línea, colgó y abrió la puerta.

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Bethany se detuvo con la mano en la puerta. —Correcto. ¿Me recuerdas otra vez quien de nosotras ha tenido más sexo en el último mes del que los otros han tenido en el último año? —La risa de suficiencia de Keely sonó en sus oídos. —¡Culpable!

un pecho bien esculpido y musculoso estómago. A raíz del disfrute y la vista de su cuerpo, hizo que su boca se secara. Obligó a su mirada irse hacia arriba antes de que pudiera pasar de la mera observación a comérselo con los ojos a continuación, se tragó un jadeo cuando se encontró con sus impresionantes ojos otra vez. Arqueó una ceja, sus ojos grises la escrutaron de pies a cabeza antes de atrapar su mirada. Con un solo vistazo, hizo que todo su cuerpo hormigueara violentamente. —¿Lista? Preguntó. Bethany estaba segura de que estaba preguntando por algo más que la gira. ¿Estaba lista para lo que estaba ofreciendo para ella? Necesitas seguir adelante. Olvídate de Chris el capullo y su nuevo amor por lo anal de la variedad masculina. Ella contuvo el aliento, tanto para calmar el dolor en su corazón y el que se ceñía en sus entrañas.

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Cuando ella asintió, Zach se enderezó y le tendió una mano. Una sensación de inevitabilidad se apoderó de ella mientras daba un paso a su lado y le puso la mano en la suya.

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 —Entonces, ¿Quién ha tenido más sexo en el último mes que lo que tú has tenido en el último año? Dejó caer la pregunta casualmente haciéndola tropezar a mitad de camino por las escaleras que daban al piso superior. Zachary la agarró del brazo por debajo del codo y la estabilizó. Como si no tuviera suficiente para hacerle frente, ahora se veía como una torpe. Que a su vez le molestaba. Ella se enfrentó a él en la escalera, otro hecho que explotó en su vientre cuando sus ojos se enfrentaron a los suyos. —¿Estabas escuchando a escondidas? —Estaba esperando por ti para que abrieras tu puerta. Elegiste decir eso al alcance de mi oído —respondió sin una pizca de remordimiento, mientras sus ojos hicieron que rastrillara sobre su cara, lo que encontró caliente y desconcertante. —Incluso si eso es lo que pasó, ¿no te parece que es un poco inadecuado repetir una conversación privada? Sus labios se pusieron firmes cuando el puso una mano sobre la barandilla a una sola pulgada de la de ella. —Tal vez, pero no puedo pasar por alto lo que oí, Bethany. Y te dije, no soy bueno en fingir y no puedo fingir en no estar interesado en saber con quién estabas hablando. Especialmente cuando estaban discutiendo un tema que tiene una cierta importancia para mí. El corazón martillaba con el efecto extrañamente hipnotizaste de sus palabras. Luchó muy duro en pensar racionalmente. Este era el mundo real, aunque uno raro en este momento, pero el mundo real, sin embargo. Las personas no se dicen cosas como estas el uno al otro.

—Estaba hablando con una amiga —se alejó de él y luego giró para mirarlo, irritada por esa compulsión por las respuestas y también por su demanda para saber los

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—Responde la pregunta, Bethany —dijo simplemente.

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—¿Cómo puede tener importancia para usted? Nos conocimos hace poco más de dos horas. —Él solo la miró como si pudiera ver a través de ella, al corazón y a sus deseos. Todos sus deseos.

detalles íntimos sobre ella. —Vamos a dejar algo claro en este momento. Lo que ocurrió en su oficina no le da el derecho de indagar en mis conversaciones privadas. Sus manos en puños en los costados, y una vez más dio la impresión de que iba a frenarse a si mismo de llegar a ella —No estoy de acuerdo, pero si lo prefieres, podemos aprovechar esta lentitud… —O podemos dejar de hacer lo que esto sea —dijo. Bethany no tenía miedo de admitir que la dirección de la conversación la perturbaba. Había una mirada en sus ojos, una que implicaba una posesividad que la emocionó y la molestaba al mismo tiempo. Ningún hombre la había mirado con ese enfoque y la intensidad con la que Zachary Savage la estaba mirando a ella en este momento. Se le pusieron las palmas húmedas y su corazón se aceleró como si hubiese corrido un maratón. Se pasó la lengua por el labio inferior y contuvo el aliento cuando él se concentró en ese revelador movimiento. —Um, tal vez esta gira fue una mala idea. Puedo obtener mi guía personal en… Con un solo movimiento de cabeza, un largo rizo negro cayó entre sus ojos. Con una mano casual, lo colocó nuevamente. —No, vamos a guardar esta conversación para más tarde. Te prometí un tour. Creo que encontrarás este piso superior incluso más interesante que la cubierta inferior —sonrió, pero la sonrisa no alcanzó a sus ojos. Se puso a caminar a su lado, y fueron a través de un amplio arco. Sus ojos se abrieron cuando vio la vista ante ella. En el otro extremo, un escenario se había establecido con claridad para el entretenimiento musical. —Tenemos un grupo de rock, Friday`s Child, a bordo. Van a estar proporcionando la música para los viajes de Shanghái y las Montañas Aleutianas. Pero hay otras formas de entretenimiento a bordo, también. Recogemos a un nuevo grupo cada dos ciudades para darles a los huéspedes una experiencia fresca y para permitirles a la tripulación un descanso. Miró hacia el lado opuesto de la zona. Los asientos íntimos proporcionan zonas de entretenimiento privadas e incluso a través del vasto espacio, vio un poste que solo tenía un propósito. —¿Son las bailarinas de las barras invitadas especiales o cualquiera puede unirse y tener un turno? —Todo el entretenimiento es proporcionado por el Salón Índigo, pero los clientes son libres de participar tanto o tan poco como ellos quieran. El objetivo es tener un gran tiempo fuera del escrutinio no deseado.

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En otro espacio, vio un área de proyección privada, aunque las cabinas estaban diferentes a todo lo que había visto en un cine normal. Eran altos y extremadamente privados con cortinas de terciopelo de color rojo añil para garantizar la máxima privacidad. Cada zona de asientos podría acomodar a un grupo de diez. Había una

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—Justo, ya veo.

cajonera tallada en el extremo de cada fila de asientos. Ella abrió el primero de los cinco cajones y sus ojos se abrieron. Juguetes sexuales en todas las formas y tamaños, incluyendo una réplica exacta de lo que llevaba en su propio equipaje, adornaban el cajón superior. El segundo contenía látigos y esposas de diferentes tamaños. Lentamente, cerró de Zach observándola.

los

cajones y

su

mirada

se

encontró

con

los

ojos

—¿Debo suponer que no presentan solo dibujos animados aquí? Un rubor se precipitó en su cara mientras cerraba sus ojos. Una vez más, esa sonrisa que apenas tocó sus labios. —No, pero si se te antoja dibujos animados, estoy seguro que puedo encontrar algo de nuestra amplia selección. La condujo a través de otra puerta codificada, música oriental delicada sonó por los altavoces discretos. Cuando sus ojos se aclimataron a la baja iluminación, vio camas de masaje agrupadas en parejas intimas y rodeadas de velas, sin luz. Una azafata, vestida con un vestido corto tanque de Índigo con ribetes de oro, apareció desde detrás de una cortina discreta y se inclinó. —Nuestros masajistas ofrecen una amplia gama de terapias —explicó Zachary en voz baja. —Todo lo que necesitas hacer es pedir y será hecho. El viajar, incluso sobre lujo, puede ser muy agotador —murmuró. —¿Qué mejor manera de relajarse que con un masaje, ya sea de forma individual o con alguien especial? —su voz olía a puro sexo. Por una lado, Bethany estaba aliviada de que su helada ira se había desvanecido, pero regresó a su sexi-letal, y cuando ella lo miró y vio su estrecha mirada en sus ojos sobre ella, sabía que alivio era lo último que debería estar sintiendo. El último espacio que le mostró olía a limpio en la distancia. Quedaba en la punta de la nariz del avión. Ante ella, tenía una visión de ciento ochenta grados del cielo. Puesto que había sido solo una hora de viaje y con las nubes claras por debajo, todo lo que Bethany podía ver era el cielo azul puro. —Guau —respiró. Él se inclinó detrás de ella, con las manos a cada lado en la barandilla. La enjaulaba igual que lo había hecho en su oficina y su respiración se atascó en la garganta cuando él vino más cerca.

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Había oído a Keely ponerse como loca por la voz de actor, pero Bethany nunca había experimentado la excitación sexual a través de la voz de un hombre. Hasta ahora. Ella sintió una baja resistencia en el estómago y deseó que siguiera hablando solo para fundirse con esa

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—Voy a traerte hasta aquí un par de horas antes de que el sol se ponga —dijo en voz baja, que pulsaba una oscura promesa, sensual, incluso cuando él no estaba diciendo nada sexual. —Es increíble ver el cielo justo antes de salir las estrellas.

voz. —Me gustaría… realmente me gustaría mucho eso. —Bien —Se quedaron así durante varios minutos, observando la vista en un cálido silencio mientras el avión volaba hacia el este. Cada respiración, estaba cada vez más atrapada en su aroma, en la esencia de Zach Savage y las cosas increíbles que su aura le hicieron. —No me refería a entrometerme en tu vida anterior —se detuvo y lo sintió mover la cabeza —No, tacha eso. Me refería a hacer exactamente eso. —¿Por qué? —ella preguntó. —Porque quiero saber todos los detalles sobre ti, Bethany. No me disculparé si te parece excesivo o atrevido, es la verdad. Se quedó sin aliento y su control contra la barandilla se tensó. Se sintió como si estuviera balanceándose a pesar de que ella no se movía. —Realmente no crees en recubrir con dulzura tus palabras, ¿verdad? —No hay lugar para ambigüedades en mi vida. Estoy obligado a hacer grandes decisiones todos los días. No puedo darme el lujo de tener pelos en la lengua. —Pero sin duda se aplica en su vida empresarial, ¿pero en lo privado? —preguntó, todavía no se había podido mover de donde la tenía aprisionada. Se acercó todavía más, hasta que su pelvis rozaba su culo. El calor fluyó a través de ella. Bajó la mirada hacia sus manos, las suyas delicadas junto a su agarre fuerte y poderoso. Tan cerca y sin tocarse. —Cuando llega el momento para ello, se aplican los mismos principios de todas las áreas de mi vida. No voy a dejarla pensar que esto es algo más o menos de lo que es o será nunca. Te deseo. Tengo la intención de tenerte y voy a hacer todo lo necesario para lograr ese objetivo, incluso la búsqueda de todo lo que pueda acerca de ti. Tú puedes a ayudar respondiendo mis preguntas. —Tu sabes, podrías simplemente indicar qué deseas conocer de mí y dejar que esto evolucione de forma más natural. La pequeña exhalación de su respiración le dijo que estaba sonriendo. Mantuvo la mirada fija hacia adelante. Podrían haberse conocido hace poco tiempo, pero ella ya sabía que un sonriente Zachary Savage era letal para sus sentidos. —En efecto. Y era lo que quería hacer al final del tour. Pero entonces el tema del sexo apareció. No he sido capaz se pensar en otra cosa desde entonces.

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Se echó a reír bajo, un sonido rico y precioso, que disparó directamente el calor en su núcleo. Sus dedos se aferraron a la barandilla con más fuerza, luego facilitó sus manos más cerca de las de ella.

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—Creo que entiendo como aquello podría descarrilar las mejores intenciones.

Pero aun así no la tocó. Había algo acerca de la demora en la gratificación de ese movimiento que le hizo un nudo en su interior. —Por lo tanto, cena conmigo, esta noche. Antes de que pudiera responder, oyó voces de un grupo que entraba en el área de visión del cielo. Zachary se puso rígido y oyó su gruñido antes de que se apartara. Respirando en una larga negación, se dio la vuelta, con cuidado de mantener su dominio sobre la barandilla a causa de sus piernas decididamente temblorosas. El primer grupo contenía a un sultán o jeque de algún tipo si el traje que llevaba era una suposición. Era acompañado por cuatro mujeres que iban desde la primera mitad de los veinte años. Cada mujer estaba vestida con un impresionante equipo de diseño de joyas de valor incalculable e impecable maquillaje. Y todas lo complacían como si adoraran el suelo que pisaba. —Es el hijo del sultán. Esas son sus esposas —murmuró Bach mientras las mujeres atrapaban la primera visión del cielo y rieron con entusiasmo. Bethany apenas se detuvo de hacer una mueca. —Claro, porque ¿para qué tener una esposa cuando podes tener cuatro? Sorprendidos ojos grises se aferraron a los suyos, serios e intensos. —Ten la seguridad, que soy hombre de una sola mujer, Bethany. Mientras tenga su palabra de que es mujer de un solo hombre, no vamos a tener problema. Porque voy a dedicar cada momento de vigilia para asegurar su placer por lo que no tiene que buscar en otra parte. ¿Tengo tu palabra? —Yo… El sultán junior vio a Zachary y lanzó sus brazos hacia afuera con un saludo fuerte y efusivo. Zachary emitió otro gruñido de frustración. Y le lanzó a Bethany una mirada de disculpa. —Disculpa. Tenía la esperanza de permanecer bajo el radar, pero supongo que fui soplado fuera del agua ahora. Ella hizo un sonido ininteligible y lo despidió con la mano, incapaz de evitar mirar su fanfarronería atractiva mientras se alejaba.

Se había mudado a Nueva York a causa de él, se había ido a vivir con él por su pedido y en la mejor parte del año, se había engañado a si misma haciéndose creer que estaban en las etapas finales de cortejo antes de la propuesta. En un primer momento, los viajes de

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A los veinticuatro años, había tenido un tanto menos parejas sexuales que las mujeres promedio de su edad, siendo su relación más larga con su cuarto novio, Chris, hasta su explosivo anuncio hace seis meses.

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Querido Dios. Por un lado, ella sabía lo que estaba ocurriendo. La calma antes de la tormenta; el juego previo antes de follar. Pero si alguien había advertido a Bethany seria encenderse por esto, podría haberse reído de ella misma roncamente.

negocios de fin de semana no se habían ajustado a su radar. Pero después de ocho semanas consecutivas y el conocimiento desconcertante que estaba teniendo relaciones sexuales con más consoladores que con Chris, había sabido que algo estaba muy mal. Pero ni siquiera en sus más salvajes y furiosas pesadillas habría soñado que el hombre que ella había pensado que pasaría el resto de su vida le confesaría que ahora prefería los hombres. —Oye, allí. Se arrastró de fuera de la jodida línea de memoria para encontrar al chico que había visto en el mostrador de registro de salida, frente a ella. El resto de su grupo también había llegado a cubierta con su anfitriona y estaban comprobando la vista. —Uh… hola —esperaba que su sonrisa no revelara sus pensamientos internos. 
Le tendió la mano. —Soy Jackson Blaine. Mis amigos me llaman Jax. —Bethany —respondió y le dio la mano. Su cara era abierta y amable, con ojos marrones chispeantes y una sonrisa con hoyuelos que la puso feliz. Con todo, era muy sencillo a los ojos. —Soy el baterista de Friday`s Child. Estaremos dando un concierto en un par de horas en el piso inferior. Pasa si quieres. Estaba a punto de asentir cuando miró más allá de él y sintió la fuerza de la mirada con los ojos estrechos de Zachary Savage. Un escalofrío la recorrió y el corazón le dio varios golpes antes de que tratara de tranquilizarse. —Yo… voy a pensar en ello. —Genial —Jax sonrió. —Esa es cierta vista, ¿eh? —Indicó al cielo más allá de la cubierta. Con enorme esfuerzo, apartó la mirada de Zach, pero no antes de observar su giro de atención hacia Jax. —Si, es increíble —se dio la vuelta, y se quedó sin ver la vista, otro escalofrío la recorrió. No tuvo la necesidad de darse la vuelta para saber que estaba siendo objeto de la atención de Zachary Savage. A su lado, Jax habló un poco. Hizo respuestas apropiadas hasta que su grupo se unió a él. Se hicieron las presentaciones que luego apenas recordaba. Se las arregló para asentir cuando sonreía. —Así que, ¿nos vemos en un par de horas?

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Zach se había materializado junta ella. Una vez más se puso de pie cerca, tan cerca, pero no la tocó. Se preguntó si había practicado ese movimiento en particular o si era algo natural para él, una parte inherente de su aura sexual. Fuera lo que fuese, le dio tan

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—¿Por qué lo vas a estar viendo en un par de horas?

condenadamente fuerte que ella quería gruñir. Ella, que nunca había gruñido en su vida. —La estaba invitando al concierto de Friday`s Child. Sus cejas subieron con desagrado. —He cambiado mis planes debido por ti. Mezclarme con otros huéspedes no me interesa. Una vez más la arrogancia en sus palabras la irritaba. Pero el conocimiento de que había cambiado sus planes debido a su tour era mucho más de lo que podía hacer frente racionalmente. Jesús, necesitaba recuperar la razón aquí, antes de perder la maldita mente. —Pero me interesa. Le prometí a Keely que al menos trataría de salir de mi habitación al menos una vez al día. Se puso rígido y se acercó más. —¿Quién es Keely? —Alguien que me importa. —¿Y por qué divertirse es importante para ti en este viaje? Porque… —ella se detuvo y volvió a preguntarse por qué sentía la necesidad de desnudarse a este hombre. Lo más fácil hubiera sido decirle que se ocupara de sus asuntos. Que la dejase sola. Pero ella no quería que Zachary Savage la dejara en paz. De hecho era la última cosa que quería que hiciera. —Porque tengo que poner algunos fantasmas a descansar. Sus ojos brillaban, se volvieron oscuros, a continuación, acomodándose en su intenso enfoque habitual. Él asintió y otra vez su mirada cayó hacia su boca. —Yo sé un poco sobre fantasmas, corazón. Déjame ayudar. —Casi no te conozco.

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—Puedo ayudar con eso también. Deja tu suite. Múdate a la mía.

5 Traducido por Camila Cullen & Dahi Traducido por Jessibel

Él iba en serio. Por supuesto que lo estaba. Una cosa que estaba aprendiendo bastante rápido sobre Zachary Savage era que no decía cosas que no quisiera decir. El temblor que fue a través de ella la aturdió́ hasta las profundidades de su alma. —Mi suite es perfectamente adecuada, pero gracias por la oferta. —No te estoy invitando a mi cama, Bethany. No aún. La decepción corrió a través de ella, pero Keely le había enseñado una cara de póquer pasable, que ella esperaba que pegara ahora. —Te ruego que me digas, ¿por qué no? —El tiempo no es el correcto. —Hipotéticamente hablando, si no voy a estar compartiendo tu cama, entonces por qué invitarme del todo, bien, es una cosa posesiva. El grupo había comenzado a dejar el área de observación del cielo. Cuando empezó a seguirlos, la retuvo. —No creo que necesite mantener un ojo sobre ti, —ignoró su resoplido aturdido y continuó—, solo quiero tranquilizarme sobre que tus necesidades son enfrentadas hasta el momento apropiado cuando podamos llevar esto al siguiente nivel. Además, éste es técnicamente mi lugar de trabajo, y no follo donde trabajo, aunque estoy seriamente tentado de hacer una excepción por ti. —¿En serio esperas que te crea que nunca has tenido sexo en tu avión antes? Sus ojos se oscurecieron, volviéndose inescrutable. —No en mis aviones Índigo. —¿Pero eres un miembro del club de la altura? Hizo una pausa por muchos segundos. —Encuentro ese término pegajoso, pero sí, he tenido sexo en un avión. Si deseas una experiencia similar, te proveeré una, pero no será en este avión.

—Me acojo a la quinta enmienda.

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—¿Eso te pone cachonda, Bethany? ¿El pensamiento de ser follada en un avión que corre hacia las estrellas?

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Ella se puso más caliente y valía la pena. La mirada en sus ojos prometía toda clase de pecados sucios. Sus pezones se endurecieron, tensos contra su vestido. Su mirada cayó a sus pechos, presenció la evidencia de sus palabras en ella y una sonrisa lenta curvó sus labios.

Su sonrisa se ensanchó. —Tengo el presentimiento de que no serás una caminata por el parque. —Te lo dije, es un largo paseo sobre el pastel2... —Sentimientos y follar, sí, lo recuerdo. Por lo que quiero que tengas una cena conmigo. Quiero trabajar en acortar la caminata. —Si la cena es un eufemismo de convencerme de que me mude a tu suite, la respuesta es no. —Incluye mucho más, pero acepto tu respuesta a esta pregunta en particular. La sorpresa la sacudió. —¿Lo haces? Asintió. —Fue un avemaría desesperado, el cual, admito, habría sido más problemático en la larga carrera. No hay necesidad de torturarnos hasta que salgamos de este avión. —Su mirada cayó sobre sus labios y se mantuvo ahí. Entonces tomó una respiración lenta como si estuviera reforzando su fuerza de voluntad. Bethany lamió sus labios mientras varias emociones caóticas corrieron a través de ella. —Di que sí, Bethany. Solo es una cena y conversación. Ambos sabían que era mucho más, pero siguió con la trampa. —Por Dios, no lo sé, una cena aburrida o una tarde con una banda de rock. Su sonrisa era la confianza en sí mismo personificada. —Una cena conmigo no será aburrida. Te garantizo eso. Le creyó, a pesar de que no le dio la satisfacción de ofrecer ese conocimiento. Un hombre con su carisma podría leer el diccionario hacia atrás y hacerlo sonar sexy. — Como sea, yo hago mis propias decisiones. Y no te escuché completamente pedirme una cena. No respondo bien a las demandas. —Ven de todas maneras, tengo una proposición para ti. —Nos acabamos de conocer. ¿Cómo puedes tener una proposición para mí? Se calmó, y la recompensó con una mirada que tenía un indicio de reproche. — Podemos hacer un baile feliz alrededor de esto si quieres, melocotón. Pero todo lo que estamos haciendo es perder el tiempo. —Su mirada se endureció—. ¿Al menos que no seas libre de estar conmigo?

No, eso no era totalmente correcto. Había emociones que no temía demostrar. Había visto el modo en que se comportaba con sus empleados y con los invitados en el avión. Para 2 Es un juego donde hay carteles en el suelo y la gente camina en el borde de ellos con música. Cuando la música se detiene, la persona parada en el cartel con el pastel obtiene una sorpresa.

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Tragó, una mirada de puro alivio en su cara envió un pulso de emoción a través de ella. ¿Por qué pensó que era enigmático cuando lo vio por primera vez y leyó sobre él? Zach Savage vestía sus emociones en la funda.

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—Si no lo fuera, ¿crees que habría venido a un viaje como éste por mi cuenta?

ellos, vestía una sonrisa que decía amigable pero mantente lejos. Y con ella, hasta ahora había expuesto desagrado, molestia, orgullo y la siempre presente hambre tan limitada. —Entonces no hay nada que te detenga. —No, no hay nada. Excepto yo. —¿Te detendrás a ti misma de disfrutar de mi compañía solo por el beneficio de probarme que puedes? Se encogió de hombros. —Puede que no quiera. No creas que me conoces porque nuestros cuerpos reaccionan de cierta manera el uno con el otro, Zachary. Sus ojos se oscurecieron. —Amo la manera en que dices mi nombre. Puede que te deje decirme Zachary después de todo. —Por eso, gracias por el honor. Su tono sarcástico captó su atención. Suspiró. —Bethany, ¿sobre qué se trata esto? Todo lo que quiero es tu compañía. —No, en serio dudo eso. —Estás en lo cierto, quiero totalmente mucho más. Pero por ahora solo quiero una cena. Ella suspiró. —De acuerdo. Solo una cena. ¿En tu lugar a las ocho? Inclinó su cabeza en una manera que lo hacía verse casi majestuoso. —Vendré a recogerte. —No, Philip, mi muy capaz guardaespaldas a quien conocí brevemente antes de que reclutaras mi atención, me escoltará. Sus ojos brillaron con una pista de desagrado, pero asintió. —Voy a disfrutar hacerte convertir todos esos no en sí. Ella citó una sonrisa de alguna parte, a pesar del hecho de que mirar en esos ojos suyos hacía girar su cabeza. —Buena suerte con eso. Dio un paso más cerca, bajando su cabeza como si fuera a besarla. Los pulmones de Bethany crecieron, todo su cuerpo se preparó para el contacto pero en el último momento, él se congeló y dio un paso atrás. En silencio, la escoltó de regreso a su suite. Pasó a Tracy, su sobrecargo, quién les sonrió, pero Bethany leyó las preguntas en su mirada de ojos muy abiertos.

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Se enderezó entonces lentamente cepillando sus dedos sobre su mejilla, una caricia que golpeó cada nervio de su cuerpo. En contra de su mejor juicio, empezó a balancearse hacia él. Pero otra vez, él se congeló y atascó sus manos en sus bolsillos traseros de la manera en que lo hizo antes. —Te veo a las ocho. No llegues tarde.

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En la puerta, él se recargó en el marco de la puerta mientras ella introducía su código para abrir. —Bien, te veo más tarde.

—Nunca llego tarde —lanzó de regreso. Su risa ronca mientras caminaba alejándose resonó a través de ella por un largo tiempo. Ella eligió un vestido de muñeca china a mitad de muslo, de cuero negro, junto con medias estampadas negras y tacones de plataforma para la cena. Puso su pelo recogido en un nudo flojo, completó el look con pendientes de candelabro de plata y su lápiz de labio escarlata favorito. Philip, un gran hombre corpulento de Papua Nueva Guinea, llamó a su puerta faltando cinco para las ocho en punto. Él le devolvió la sonrisa con una inclinación. —Buenas noche señorita Green —dio un paso atrás y esperó hasta que ella cerró la puerta. Para su sorpresa, la condujo hacia la parte trasera del avión a un ascensor privado que hasta ahora no visto. —Esto le llevará directamente a la suite de Savage. Disfrute su tarde. Ella mantuvo su sonrisa de porque hasta que las puertas del ascensor se cerraron, entonces ella exhaló y miró alrededor en el cromo y del pulido interior. Incluso el pequeño espacio gritaba una riqueza inimaginable. Cuando se abrió varios segundos más tarde, Zachary Savage estaba en la puerta, vestido con una camisa blanca y pantalones negros que abrazaban sus delgadas caderas y sus poderosos muslos y hacían cosas inexplicables a su sistema. Para llevar su mente fuera de él, ella soltó. —¿Tienes tu propio ascensor? Arqueó su ceja al igual que su sonrisa. —Tengo mi propio todo, Bethany. Pronto descubrirás que soy un hombre que intensamente no le gusta compartir. Se puso de pie a su lado y la hizo entrar. Su suite era más pequeña que la de ella, lo que la sorprendió. Pero el espacio era, sin embargo, tan divino como el resto del avión. Se sirvió un vaso de Chianti y se lo pasó. Luego instaló su alto cuerpo, haciéndole la boca agua, a su lado en el sofá. En el momento en que puso su atención sobre ella, su aliento dejó sus pulmones. Jesús, todo lo que este hombre hacia era letal, incluso estar sentado y mirando fijamente.

—Estoy escuchando. —Quiero ser tu guía en Shanghái. Vamos a resumir dos días en uno, pero me

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Bethany tomó un sorbo de vino para comprarse más tiempo. Debido a que todo dentro de ella estaba a punto de gritar que sí a todo lo que él diga. Lo cual la asustó.

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—La cena será servida en unos pocos minutos. Eso me da tiempo suficiente para darte mi proposición.

aseguraré de ver todos los lugares de interés. Luego quiero abandonar la experiencia de Salón Índigo y que vengas conmigo a Marrakech. Zach observó su increíble rostro pasar a través de innumerables expresiones. Contuvo la respiración, obligándose a permanecer inmóvil mientras su pregunta rebotaba a través de su mente. Jesús, nunca había deseado a una mujer tanto como él la deseaba. El hecho de que no podía tenerla de inmediato, que su integridad le exigía que arreglara las cosas en otro sitio, lo carcomía como una maldita enfermedad. Ese vestido que llevaba, el cuero que se acercaba a mitad de muslo... Cristo, era un milagro que pudiera permanecer consiente mientras que toda su sangre se precipitaba al sur. En cuanto a los patrones de arco iris ridículos en sus medias, que con mucho gusto le haría trizas con sus dientes para llegar a su suave carne, sin parar excitándola. En su lugar, tomó un sorbo de su bebida y esperó a que ella respondiera. —¿Que hay en Marrakech? Exhaló con alivio. No fue un sí definitivo... pero ella no estaba diciendo que no. Y maldita sea si estaba dispuesto a darle la oportunidad de decir que no. —Una de mis casas. Está en la ladera de la cordillera Atlas a la derecha del oasis del desierto. Ella se sacudió y sus ojos se agrandaron. —¿Un oasis como adentro, hay un cuerpo de agua allí? —Susurró, su cara cada vez más pálida. Zach frunció el ceño, odiando la expresión en sus ojos. —¿No te gusta el agua? Ella frunció los labios, sus anchos labios, que estaba muriendo por besar y sacudió la cabeza. —No soy un gran fan de cualquier cuerpo de agua. Mierda. Eso podría ser un problema. Pero ninguno tenía la intención de dejar que se interponga en el camino de su objetivo.

Verla y reclamarla, había estado en su progresión natural y no lo había puesto en duda por un solo momento. Pretendía que la progresión avanzara todo el camino a su dormitorio.

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No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, lo que había comenzado a suceder cuando había establecido sus ojos en ella, pero al carajo si iba a reducir la velocidad para averiguarlo. Estaba bien y verdaderamente lo cautivaba. El episodio en su oficina casi había quemado su limpia mente a la distancia. Nunca había hecho algo así antes. En algunas circunstancias, podría ser motivo de algunas serias dudas acerca de sus prácticas de trabajo, pero en el momento no había dudado un comino. Diablos, lo haría de nuevo en un latido de corazón.

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Porque Bethany Green se había convertido en su misión número uno. Ella lo atraía como una polilla a la llama. Quería quemarse en su calor, morirse en su fuego.

—Habrá otras cosas que explorar además del agua. Muchas, muchas otras cosas —sus ojos azules exquisitos que se establecían dentro de una cara aún más exquisita se le quedaron mirando. Un rubor calentó las mejillas a su descarada respuesta. Tomó otro sorbo de vino y lamió una gota fuera de su labio inferior. Su gemido hizo que sus ojos se abrieran aún más. —¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos en Shanghái? —El I. L. se detiene allí durante dos días. Podemos hacer un recorrido abreviado de doce horas. —Así que, ¿Marrakesh significa que me perderé el resto de la gira? —Sí. Su regordete labio inferior hizo un puchero. —Estaba deseando conocer Bora- Bora. —Te daré Bora Bora. Tengo un lugar allí también. Pero antes de hacer eso, tengo asuntos que atender en Paris, a continuación en Marruecos. Entonces estoy libre para estar contigo. No quiero dejarte. Di que sí, Bethany. Ella contuvo el aliento. Uno que presionó sus generosos pechos contra el cuero, mostrando sus apretados pezones. Cuando ella descruzó sus largas piernas, y las volvió a cruzar, Zach sintió el martilleo del pulso en sus sienes. Él quería esas piernas abiertas para él mientras lamia su clítoris rollizo y la veía venir, una y otra vez. Entonces él quería levantarlos alrededor de sus hombros mientras conducía su pene en ella. Su pene se endureció tan rápido y tan dolorosamente que casi dejó caer su mano para aliviar el malestar intenso. Como si sintiera su agitación, fijó su mirada en su entrepierna. Ella no podía olvidar el efecto sobre él, y él no se molestó en ocultarlo. Quería que ella viera la cantidad de calor que el tenía por ella. Lo mucho que la deseaba. Poco a poco, se humedeció los labios. Su respiración salió suave, caliente. A continuación, sus párpados se levantaron y murmuró las palabras que quería oír.

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—Sí.

6 Traducido por Dahi & SOS por Jessibel Corregido por Florpincha

Shanghái era caliente, húmedo y glorioso. Su suite emperador en el Indigo Mandarín Shanghái (había descubierto que todos los destinos del Salón Indigo estaban vinculados a la empresa de Zachary Savage) le daba ganas de llorar de alegría, pero era la idea de ser escoltada alrededor de la increíble ciudad de China, lo que hacía que la sangre de Bethany repiqueteara con entusiasmo. Por supuesto, su acompañante también tuvo mucho que ver con ello. En un total de doce horas después del hecho, le resultaba difícil creer que ella había accedido fácilmente a abandonar el viaje de su vida y decirle sí a Zach. Una parte de ella se sentía obligada a aprovechar el momento, ceder ante la increíble química que crepitaba entre ellos cada vez que la miraba con esos grises ojos intensos. Lo sintió detrás de ella y se volvió a examinar al enorme Buda de jade y las esculturas antiguas en las paredes del templo de Jingàn, su cuarta y última parada de la gira. —¿Estas lista para irte? —preguntó en esa voz baja y rasposa que le aceleraba el corazón un poco más rápido. Sus manos fueron empujadas de nuevo a la parte trasera de sus vaqueros, una postura familiar que estaba empezando a reconocer cada vez que se acercaba. La camisa azul que llevaba, junto con sus vaqueros, se extendían sobre su amplio pecho y el cuello abierto le hizo vislumbrar la piel vibrante, de color parda dorada que hizo que su cuerpo hormigueara.

Pero incluso cuando estaban solos, a pesar de que se quedaba cerca, era muy cuidadoso de no tocarla. La tentación de preguntarle por qué se cernió sobre la punta de la

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Por alguna razón, Zachary Savage había dejado muy claro que quería entrar en sus bragas en un futuro muy próximo, ahora iba a continuar en su manera de no tocarla. Sabía que no era porque quería mantener un sentido de propiedad frente a sus empleados. En momentos de su recorrido, había instruido a Tracy, su guía personal, y a Phillip, su guardaespaldas, para que les dieran privacidad, y le había mostrado los alrededores del exquisito jardín de Yuyuan.

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—Si. —Su voz surgió tensa y ella empujó hacia afuera un poco de irritación que se levantó de la nada.

lengua, pero se lo tragó y frenó su propio deseo de acercarse, deslizar las manos rápidamente por su apetitoso pecho. —¿Estás bien? Ella levantó la mirada y lo encontró mirándola con los ojos entrecerrados, y explorándola de una manera que hizo que tuviese miedo de que pudiera leer sus pensamientos. Rápidamente ella asintió. —Estoy bien, sólo un poco agotada por el senderismo alrededor de la ciudad. Las botas que había conseguido con sus propios pantalones vaqueros y el top de encaje blanco, comenzaban a pellizcarle con fuerza, y sus pies le dolían por el ritmo que había llevado desde que salieron del hotel a las nueve de la mañana, pero sus sentidos estaban en llamas con toda la experiencia. —Deberías haberme dicho que redujera la velocidad. —¿Qué, y perderme todos los lugares increíbles a los que me has llevado hoy? Él se limitó a sonreír, una sonrisa devastadora que envió calor a través de su estómago e hizo a su clítoris pulsar. —Me alegro de que te haya gustado. —Dio un paso atrás y señaló la limusina desocupada, afuera, en la acera, a pasos del templo. Pasaron por el distrito de Pudong y entraron en el corazón de la cosmopolita Shanghái, con los rascacielos y torres icónicas que se extendían hasta el cielo. —Muchas gracias por mostrarme los alrededores —dijo ella, mientras el coche los llevaba de vuelta al hotel. Bethany trató de no devorarlo con los ojos mientras él descansaba a su lado en el asiento trasero. Por supuesto, él no tenía tales escrúpulos. Cada vez que ella se movía, su mirada la seguía. Él la siguió con la mirada de un depredador de la selva. Y aunque mantuvo su postura elegante y relajada, se quedó en un espiral de energía que no podía ignorar.

Ella se volvió hacia él. —Entonces, ¿cuántos idiomas hablas, además de mandarín e inglés?

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El silencio vibraba entre ellos. Uno que él no se sentía inclinado a romper. No, Zachary se conformó con holgazanear al igual que un depredador en el sol y observarla. Y ella... ella estaba trabajando a lo largo de toda la mierda de mirar fijamente pero no tocar. Volvió la cabeza quedando a la vista el río Nanpu, pero no alivió a la conciencia arrastrándose por su piel.

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—El placer es mío —dijo simplemente. Levantando un brazo para deslizarlo sobre la parte posterior del asiento, rozando al moño desordenado de su cabello, tocando el reposacabezas. Tal vez incluso tomó un mechón entre sus dedos. Era demasiado abrumadora su proximidad para que ella lo averiguase.

—Cinco. Siete si se cuentan las palabras poco menos saludables en otros dos idiomas —respondió. —¿Quieres decir malas palabras? Su boca se curvó en una de esas sonrisas malvadas. Su sexo se apretó con fuerza y sus pezones se apretaron en necesitados puntos. —No, me refiero a las palabras para follar, Bethany. Soy fluido en griego y armenio. Si lo deseas, puedo describir todos tus movimientos, cada sonido y cómo tu dulce sexo se siente alrededor de mi pene cuando follamos. ¿Te gusta hablar sucio durante el sexo Bethany? El fuego la envolvió. Sus manos se apretaron sobre su regazo mientras lo vió acercarse más, su mirada febril corriendo por su rostro. —¿Por qué eso es importante? —Se las arregló para decir. —Quiero educarme en lo que te agrada; en lo que te motiva. Del mismo modo que tengo la intención de enseñarte cómo satisfacerme. —Se inclinó aún más cerca, trayendo ese olor embriagador de masculinidad cara y exclusiva loción para después de afeitarse. Sus sentidos se tambalearon, ya que habían estado tambaleándose desde que entró en el hangar privado ayer. —¿Quieres saber lo que me gusta? Él asintió con la cabeza. —Descubrir un poco sobre el hombre con el que tengo la intención de abandonar mi viaje estaría bien. Su mirada se enfrió y se relajó en su asiento. Volviendo la mirada cautivante hacia ella, echó un vistazo por la ventana. —Sabes quién soy, eso es todo lo que cuenta. —Siento disentir. Conozco tu nombre y algunas de las empresas que te pertenecen. ¿Cómo sé que debajo de esa ropa cara no eres un hombre de setenta años de edad, adicto a la cirugía plástica y los esteroides? Se echó a reír, un sonido cálido y áspero que la hizo curvar los dedos de los pies.

—Sea como fuere. Necesito un poco más. Si ayuda, voy primero. Tengo veinticuatro años, cumplo veinticinco en dos semanas. Me mudé a New York hace dos años. Antes vivía

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Más calor la inundó. Lo había visto despertar ayer por la noche en su suite. Su erección había sido inconfundible debajo del blando material de sus pantalones. El tamaño del mismo había puesto su garganta seca y su sexo se apretó con avidez. No hubo un largo plazo de uso de esteroides allí.

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—La cirugía plástica es fácil de demostrar. Como la alegación de esteroides.

en una casa en Westchester con mis padres, ambos profesores universitarios y me gradué con honores en Cornell. La sonrisa que le dio fue críptica. —Ya sé todo eso. Bethany sintió una sacudida por el shock. —¿Lo sabes? El asintió con la cabeza. —La mitad de la información la obtuve de las formas que llenaste. —¿Y la otra mitad? Sus labios se fruncieron por la segunda parte. —Cada huésped del Salón Indigo está vetado completamente antes de que ellos estén aprobados para la experiencia. Estaba leyendo tus papeles cuando llegaste. Su sorpresa se desvaneció y ella asintió. —Eso tiene sentido. Así que ya sabe todo sobre mí... —No todo, pero tengo la intención de averiguarlo. —La promesa oscura envió un pulso con mezcla de alarma y de emoción a través de ella. —¿Me permites la misma cortesía, entonces? Se encogió de hombros. —Sabes mi nombre. Tengo treinta y uno. Soy heterosexual y soy dueño de varios negocios en todo el mundo. Me gustan los aviones y el béisbol, pero no llego a ver o participar en muchos juegos. —Su mirada se fijó en ella, la intensidad reclamándola con su contundencia, luego cae a sus pechos antes de volver a su cara—. Y en este momento no puedo pensar más allá del momento de llegar a follarte. Le estaba dando el exterior brillante, la pieza de pelusa que cualquier persona con acceso a internet podría encontrar, a continuación, enterrando su renuencia a revelar nada de sí mismo al hablar de sexo. Luchó contra el deseo que se arrastraba a través de su vientre y trató de concentrarse. —¿Y qué sobre tu familia? ¿Tienes a alguien? Un escalofrío helado congeló su rostro y sus ojos se oscurecieron. Observó aturdida cómo su mandíbula se apretaba y apretaba, y el hombre que había estado mirándola con avidez un momento atrás había desaparecido completamente. —Nadie del que quiera hablar.

Bethany observó su perfil, golpeada de nuevo por la gran munificencia de Zachary Savage. Incluso con una mueca helada estampada en su rostro, el hombre estaba más allá de

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Su brazo cayó desde la parte trasera del asiento, con las manos curvándose en puños en los muslos cuando se volvió a mirar por la ventana.

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Una respuesta definitiva, tan dura y tan directa como podía conseguirla.

la descripción de caliente. Estaba claro que había abordado un tema sensible. Ella quiso retomar nuevamente la pregunta, pero se mordió la lengua. Llegar a conocer al hombre que trataba de dormir con ella no era un crimen. Diablos, en estos días y en tiempos de pavor en cada esquina, era obligatorio. De todos modos, ella contuvo el aliento cuando él suspiró y se volvió hacia ella. —Probablemente tengas unas cuantas cajas que te mueres por comprobar antes de estar tranquila de que lo que va a pasar entre nosotros, está bien. Confía en mí, Bethany, no podría ser más correcto. ¿Estarías más tranquila si te dijera que nunca he hecho algo como esto antes? —¿Te refieres a tomar una mujer de uno de tus aviones y hacer planes para dormir con ella? Una esquina de su boca se elevó, pero su rostro permaneció muy serio. —No he estado en un vuelo del Salón Indigo desde el primer vuelo hace seis años. Y ciertamente nunca actué en el calor del momento por ir en uno. Una vez más, ella experimentó una conmoción, cuando recordó sus instrucciones en el aeropuerto. —Tu equipo debe haberse sorprendido por haber cambiado tus planes — murmuró. —Eso se debe a que sólo se detuvo en Newark para reabastecer mi jet. Estaban a punto de terminar cuando llegaste. Otra media hora y yo me hubiese ido. Dejó que la última pieza de información persistiera, dejando que ambos absorbiéramos el descubrimiento inesperado de nuestra reunión. Cuando sus ojos se encontraron con los de ella de nuevo, se había ido el frío. Y el deseo volvió con toda su fuerza golpeando en ella, implacable e inflexible. Y, sin embargo, maldita sea, no hizo ningún movimiento para tocarla. O de acercarse más. Era casi como si Zachary Savage tuviese la intensión de seducirla con sus palabras solamente.

Se salvó de responderle cuando el coche se detuvo debajo del exquisito pórtico del hotel de Zachary. Cuando el portero vio que estaba en el coche, saltó por atención y corrió a

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—Así que ya ves, todo lo demás es superfluo. Lo importante somos tú y yo, y nuestro deseo de explorar lo que hay entre nosotros.

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Y que grandioso trabajo estaba haciendo. Bethany se movió cuando sintió sus bragas humedecerse por la mirada hambrienta de sus ojos. El cosquilleo entre sus piernas se hizo cargo sobre su completo estado palpitante, y sus pechos se sentían tan pesados y llenos que quería sujetarlos con las palmas de sus manos, necesitaba apretarlos para aliviar su dolor.

abrir la puerta. En el momento en que emergió a la vereda junto a ella, Zach había asumido la personalidad casualmente distante que había representado durante todo el día. Respondió a varios saludos mientras la conducía a través del vestíbulo diseñado con suelo de mármol, hacia los ascensores privados que llevaban a su suite y a la de él. El hotel estaba decorado como el resto de las empresas de Zach que había visto en línea y en persona hasta el momento, exquisitos toques de estilo con la indirecta más desnuda de añil que anunciaba el toque personal de su amo. Entraron en el ascensor e inmediatamente se volvió hacia ella. —Recuerda que salimos para el aeropuerto en cuatro horas —dijo, mientras las puertas se cerraban, un íntimo capullo de espacio trasladándose hasta el piso dieciocho. Eran tan sólo las seis. Había tomado el consejo de Tracy y quedó en que iba a aclimatarse a la zona horaria local cuando aterrizaron. El avión privado de Zachary los recogería en París, pero estarían volando en un vuelo comercial desde Shanghái. —Eso me da el suficiente tiempo para un masaje antes de la cena. Él contuvo rápidamente la respiración y luego se metió las manos en los bolsillos. Un vistazo rápido mostró que sus ojos se habían oscurecido. Ella no sabía si la idea de que consiguiese un masaje lo encendía o le desagradaba, porque su cara seguía siendo tan neutral como lo había sido desde que habían salido de la limusina. —Indigo Flame sirve la mejor langosta en Shanghái. He reservado una mesa para las ocho. —Estupendo. Friday Child estarán presentándose en el club de al lado a las nueve, por lo que va a ser perfecto. —Jax le había enviado otro mensaje cuando ella no acudió a su ensayo en el avión. Un doble rechazo sería grosero. Una vez más vio los labios de Zachary fruncirse y esta vez ella sabía que él estaba disgustado. Demasiado. Él no tenía derecho a mostrar ninguna emoción, sutil o de otra manera, cuando ni siquiera habían llegado a primera base aún. O cuando él parecía decidido a mantenerse a distancia.

—Voy a hacer que tu encargado se asegure de que tu equipaje se encuentre empacado

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Excepto que él parecía no tener prisa para seguir adelante. Haciéndola una completa tonta de que Chris le hubiese dejado cicatrices de las que estaba aterrorizada de nunca poder sanar. Lo último que necesitaba eran señales mixtas de otro hombre.

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Los últimos meses le habían enseñado a ella serias cadencias en la lectura de los hombres, pero a pesar de eso, Zachary Savage había dejado claro (gráficamente claro), lo que pretendía que pasase entre ellos. Sus palabras la habían dejado tan caliente, que estaba a unos milisegundos de saltarle encima.

y listo para cuando hayamos terminado con el concierto. Que hubiese concedido tan rápidamente la calmó un poco. Pero no lo suficiente para que dejara de decir enérgicamente. —No hay necesidad. Ya está ordenado. Él levantó una ceja. —Tracy estaba ocupándose antes de que le dijese que no la iba a necesitar esta mañana y que me estaba yendo temprano. Ella se ofreció a empacar y acepté. —La bonita morena que había sido asignada a ella le había preguntado si había hecho algo mal. Rápidamente Bethany se aseguró de pacificarla. Obteniendo que ella ordenara su equipaje que apenas había desempacado, haciendo que le agradara la joven mujer. Las puertas se abrieron y salieron. Sólo había dos suites en ese piso. Ella buscó su tarjeta de acceso en su bolso y se detuvo frente a la puerta de la derecha. Dejando caer el bolso sobre la mesa color crema, se dió la vuelta para encontrar a Zach apoyado en el marco de la puerta. Su mirada recorriendo la habitación y volviendo a descansar en ella. —¿Entonces te veré dentro de una hora? Él asintió con la cabeza, pero no hizo ningún movimiento para salir. La mirada en sus ojos hizo que su garganta se secara. —¿Tienes algo en mente? —dijo ella, notando cuan ronca creció su voz. —Ésta es la última vez que consigues un masaje de nadie más que yo, Bethany. El palpitar de su posesiva voz le hizo un nudo en el estómago. —Basta de palabras altamente cargadas, Zach. Para un hombre que constantemente me encarcela con sus ojos, el hecho de que ni siquiera te hayas tomado la molestia de besarme, me ha hecho pensar que es todo palabras. Él se irguió tan rápido que se quedó sin respiración. Dió un paso hacia adelante, y luego se detuvo, con los puños apretados contra sus muslos. Sus sentidos le gritaban con necesidad de cerrar el espacio entre ellos. Pero él sólo apretó los magníficos labios y se pasó una mano por el pelo negro.

Su boca estaba todavía completamente abierta después de que él se diera la vuelta y se fuera. Fue sólo el sonido del portazo del otro lado del pasillo lo que la sacó de su estupor.

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—Nos conocimos hace treinta y ocho horas y cuarenta y seis minutos, Bethany Green. Tengo la intención de extraer un beso de esos labios picados de abeja tuyos, por cada minuto de ese tiempo cuando sea el momento adecuado. Entonces te besaré otra parte, justo entre las piernas. Tengo la intención de comerte durante horas, hasta que ruegues por mi pene. Y luego voy a follarte hasta que grites mi nombre. Y si crees que esas son sólo palabras, no tengo intención de sacudir tu jodido mundo, entonces lo siento por ti. Porque la realidad volará tu jodida mente.

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Al darse cuenta de que no iba a venir más cerca hizo que la loca necesidad de sentir su boca sobre la de ella, fuera más fuerte. Lo observó forzando control de nuevo en su cuerpo.

En un semi-deslumbramiento, miró alrededor de su habitación, fuera de foco e inestable. Tropezó con el exquisito diván y se dejó caer en él. Sin lugar a dudas, Zachary Savage tenía una habilidad con las palabras. Y ella estaba descubriendo que su cuerpo había desarrollado una forma única y embriagadora de responder a esas palabras. Miró hacia abajo y se encogió al ver sus pezones erectos, dolorosos y claramente visibles a través de su parte superior. —¡Dios! —Disgustada consigo misma, se levantó de un salto y se dirigió hacia el dormitorio de la suite. Para el momento en que la dulce masajista de mediana edad apareció en su cuarto una hora más tarde, se había hablado a sí misma, bajando su rabia, y la extraña sexo-depravada había vuelto a ser la mujer normal sexo-deprimida que solía ser.

Él lo había dicho, cuando expresó que no tenía interés en la banda. De hecho, Zach parecía desconcertado hasta el punto del nerviosismo, y estaban apenas a treinta minutos del concierto privado de Friday`s Child`s. —No te gustan las bandas de rock, ¿es eso? —Ella tuvo que apoyarse estrechamente para ser escuchada por encima del ruido del rugido del cantante, lo suficientemente cerca como para sentir el calor de la piel de Zach, justo por encima del cuello de la camisa y oler el aroma fuerte y picante de su loción de afeitar. En el club semi lleno de humo, pudo ver a mujeres y algunos hombres, dándole una mirada, y detenerse para mirar de nuevo. Ni una vez devolvió la mirada o mostró interés. Su atención se centraba exclusivamente, de lleno, en ella, de una manera que la hacía sentir como si estuviera vinculada de forma permanente a una conexión eléctrica, por sólo sus ojos. El negó con la cabeza y un mechón de su pelo le rozó la cara. Un temblor la recorrió. —Me gustan las bandas de rock. —¿Pero? —sondeó ella, deseando echarse a sus huesos. A pesar de que él digiera que no necesitaban los artilugios superfluos de la totalidad de conseguir o saber una u otra cosa, ella quería saber algo sobre el enigma que era Zachary Savage. Hizo un sonido que estaba a medio camino entre un suspiro y un resoplido. —Alguien que conocí amaba esta música. Oírla trae recuerdos. Ella estaba tan sorprendida de que la hubiese dado algo personal que no quería reconocer lo que le había dicho. Y sintió la próxima pregunta borbotear antes de que pudiera detenerla.

Una vez más, duro y contundente. No tuvo que decir las palabras para ella saber que

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Sus ojos se oscurecieron. —No particularmente.

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—Alguien. ¿Te importaría profundizar?

necesitaba dar marcha atrás. Esta vez, ella siguió el consejo. Empujando la vista de su mirada enérgica, observó el escenario donde la canción llegaba a su conclusión. Jax pasó por un elaborado riffs de batería, que terminó en un clímax ensordecedor que hizo que la habitación se volviera salvaje. A medida que aceptaron los aplausos, miraba hacia ella, apuntándola con un palillo y le hizo un guiño. —Le estas enviando señales equivocadas. Detente —dijo Zach, empezando a reconocer cuando su voz se sostenía al borde. —¿Discúlpame? —No dejes que piense que te encuentras disponible, porque no lo estás. Y antes de que me retes en eso, piensa en la inutilidad de ello por un momento. ¿Prefieres pasar tus últimas horas en Shanghái discutiendo conmigo o disfrutando de la banda? —Me destaco en las multitareas. Puedo hacer ambas. —En lugar de discutir puedes decirme que está mal con tus pies —dijo. —¿Mis pies? —Has estado frotándote los arcos contra la pata de la mesa en los últimos diez minutos. —Me duelen más de lo que pensé que lo harían. La masajista me preguntó si quería que los frotara pero lo rechacé porque no quería llegar tarde a la cena. Ella había estado impaciente de verlo otra vez. Y él parecía saberlo. La sonrisa que él le dio, envió escalofríos por toda su piel. Sus párpados descendieron y parecía debatir con él mismo por varios segundos. Entonces, su palma cálida se deslizó bajo la pantorrilla y levantó la pierna en su regazo. Comenzó por detrás de la rodilla. Las manos cálidas y placenteras masajeaban los músculos de sus muslos, en un masaje que de seguro la hizo expulsar todo el aire de sus pulmones, e hizo a la sangre golpear fuertemente en sus oídos. Con los ojos fijos en el rostro de ella, aplicó una delicada presión por todo el camino de su pierna hasta que pulsó el punto previamente necesario, justo en el centro de su pie.

Ella estaba demasiado lejos para tan siquiera pensar en ser ambigua. —Si.

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—¿Te gusta esto?

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Bethany no pudo evitar el gemido que escapó de su garganta. Él lo escuchó. Sus ojos grises se oscurecieron, casi negros, y sus fosas nasales se ensancharon en reacción. Presionó su dedo pulgar sobre el músculo liso otra vez, lo suficientemente fuerte como para causar placer y dolor. Su sexo palpitó violentamente.

La respuesta simple lo hizo sonreír. Fue una sonrisa de suficiencia, llena de satisfacción desenfrenada. Ella le había dado al hombre lo que quería. Un sentimiento de inesperada satisfacción hirvió en ella. —¿Ves lo fácil que era? —El aumentó la presión, confirmando que esta no era la primera vez que él daba un masaje de pie. Una lanza caliente la atravesó. Aturdida, se dio cuenta de que estaba celosa. —No presumas, Savage —espetó tratando de disipar el sentimiento—. Es un apagón. Das buenos masajes de pies. ¡Vaya cosa! Su sonrisa fue letalmente erótica. —Doy todo lo bueno. —Y ahora sólo alardeas. El la miró fijamente por un largo momento, luego miró alrededor, una breve mirada de impaciencia turbulenta acompañó su movimiento. —¿Tenemos que quedarnos aquí? — preguntó. —Contestaré eso después de que hayas visto mi otro pie. Él lo hizo, tan efectivamente que el gemido que había jurado no pronunciar de nuevo, saltó fuera, antes de que lo pudiera detener. Sus manos apretaron por unos segundos. —Dios, no puedo esperar para oír tu gemido así cuando mi penr se hunda dentro de ti. Ella tiró de su pie ante la imagen que se elevó en su mente. El arrastró su pie cerca, más profundamente entre su entrepierna. Cuando ella se dio cuenta exactamente de a dónde el cojín de su pie se apoyaba, jadeó. Era grande, pleno y sólido como el acero. Antes de que pudiera desechar el pensamiento, su pie se flexionó contra él. Su gemido fue bajo y grueso, un sonido que retumbó a lo largo de sus nervios y se estancó directamente entre sus piernas. Apretó su pie contra él por un segundo, luego a regañadientes lo sacó. Con cuidado, bajó su pie y puso los zapatos de regreso. —No es que no aprecie los trabajos de pie, melocotón, pero la primera vez que hagas que me corra, quiero estar sentado completamente en tu dulce sexo, con tus gritos sonando en mis oídos.

Ella estaba aún absorbiendo eso cuando él se acomodó, atravesó una mano ligeramente temblando a través de su cabello y se paró. Él la miro desde arriba con una mano

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Su sonrisa era amplia, caliente y tan hermosa que hizo que su pecho doliera justo al verlo. —Ese trasero tuyo me hace pensar en los endurecidos y suculentos melocotones. No puedo esperar para dar mi primera mordida.

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Su cerebro se estaba friendo pero ella aun consiguió dejar escapar: —Umm... ¿Melocotón?

extendida. La banda estaba en el medio de una melodía alrededor de una caliente noche sofocante, cuando ella le dio la mano y dejaron el club. Tracy esperaba por ella, tanto Louis Vuitton de fin de semana como Keely, habían insistido que llegara a un acuerdo satisfactorio en la compra de un portero cuando llegó a su habitación. La pequeña morena contempló vacilando, entre Zach y ella, y Bethany capturó una ligera mirada escondida de envidia mientras sus ojos seguían a Zach hacia la puerta de la habitación. Ella se dio vuelta y capturó la mirada de Bethany, entonces sonrió rápidamente. —Es un placer ser su anfitriona, señorita Green —dijo, con un tono que no traicionaba nada excepto puro profesionalismo. Bethany sonrió acerca de los sentimientos extraños que corrían a través de ella. — Gracias, Tracy. Lo siento pero no me quedaré para el viaje completo. —Eso está bien. Será un placer ser su anfitriona otra vez sí... quiero decir, cuando se una a nosotros en otro viaje. Puesto que no había ninguna oportunidad de que pasara de nuevo en esta vida, simplemente Bethany sonrió. Amplió su sonrisa cuando Philip surgió de la habitación de Zach, cargando unas grande maletas de diseñador. Él intercambió algunas palabras con Tracy antes de seguir a Bethany hacia el elevador. Bethany giró cuando Zach llegó. Inmediatamente, ella sintió que su rodilla fue golpeada por una chispa de reconocimiento y aumentó la frecuencia de su pulso observando sus movimientos. Como si se sintonizaran a la perfección, su cabeza se quebró y sus ojos se estrellaron con los de ella. Una leve sonrisa levantó sus labios y ella se olvidó de respirar. —No me percaté de que Philip estaba contigo en este viaje, también —dijo ella. —Phillip ha estado conmigo por alrededor de diez años —contestó. La sorpresa hizo que su paso vacilara. —Pero pensé que era mi guardaespaldas personal.

—Seguro, no. Esperanzado. Además, creo en Philip. Más que en cualquier ser humano.

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—Algunos ajustes... ¿Quieres decir que estabas muy seguro de conseguir este final? ¿De que vendría contigo?

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—Pude haber hecho algunos ajustes a los arreglos antes de salir de New York.

La inesperada revelación de su vida la hizo contemplarlo, reteniendo su aliento mientras esperaba por más. Pero él simplemente entró al elevador y pulsó el botón para el primer piso. El viaje en limosina al aeropuerto fue diferente del viaje que los había traído al hotel de su gira. Con el negocio mundial y activo al otro lado del globo, Zach Savage entró en el completo modo empresarial. El auricular en su lugar, encendió la computadora portátil, murmuró una excusa y luego, procedió a hacer una llamada, después de llamar por todo el trayecto hacia el aeropuerto. Él cambiaba de francés a inglés, luego al alemán, con una fluidez que la hizo estrechar sus ojos con asombro. Apenas se detuvo para enseñar su pasaporte antes de volver al teléfono otra vez. Estaban dejando el salón VIP para abordar su vuelo cuando dio vuelta hacia ella con esos ojos aplastantes como rayos de sosiego. —Me disculpo por esto, pero estoy tratando de despejar mi agenda tanto como me sea posible antes de que lleguemos a París. ¿Está bien eso? La idea de ese caliente, deliciosamente sexi billonario, preguntándole a ella si estaba bien conducir negocios, se derretían con el trazo de irritación que estaba sintiendo. El pensamiento de que él estaba despejando su agenda sólo para ella, hizo que su pecho doliera en una forma no familiar. Buscó su bolso. —Está bien. Adelante. Tengo que hacer algunas llamadas. Cuando él se heló y levantó una ceja, ella contestó—: Mis padres. Les prometí estar en contacto cuando llegara a Shanghái. —Ella también necesitaba dejarle saber a Keely que estaba desviándose hacia su experiencia de una vez en la vida. En cuanto a si sería Keely subyacente para ella o no, era otra situación. Por toda su actitud de coge la vida por los cojones Keely podría ser extremadamente fundada y conservadora en ciertas situaciones. Ella no podría pensar que Bethany estaba cometiendo un error al aceptar lo que fuera que Zachary Savage estuviera ofreciendo. Incluso otra vez, ella podría.

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Ella apagó su teléfono y siguió a Zachary Savage hacia primera clase. Notando que ellos eran los únicos ocupantes, se giró hacia él. Su mirada estaba firmemente fija en ella mientras conversaba en un fluido italiano y cortaba la conexión sólo cuando una azafata dio un paso adelante y les mostró sus asientos. Bethany aceptó la copa de champaña fría y las trufas de chocolate con una sonrisa y trató de no mirar atemorizada los alrededores lujosos.

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Lo cual fue por qué Bethany se acobardó y envió a su mejor amiga un mensaje de texto en lugar de llamarla, después de hablar con sus padres. A pesar de que ellos se sorprendieran de su abrupto cambio de planes, aceptaron su despreocupada explicación sobre por qué había abandonado la experiencia del Salón Indigo... Había decidido unirse a un amigo en París y Morroco en vez de terminar su viaje.

Zach cortó sus conversaciones, el tiempo suficiente para despegarse. —¿Todo fue bien con tus llamadas? —Mis padres no saben mucho sobre mi viaje para preguntar por qué estoy descendiendo hacia la locura por abandonarlos. Todo lo que quieren saber es que estoy a salvo. El asintió. —Tu seguridad está garantizada. Nunca dudes eso. Había una intensa convicción en su tono que le hizo creer en él. Tomó un pedazo de chocolate, le dio a ella de comer, observando su boca con hambre, con ojos intensos, mientras ella masticaba y lamía sus labios. Con lo que parecía un esfuerzo monumental, él finalmente apartó su mirada y se sentó hacia atrás en su silla. —Trata de dormir un poco, melocotón. Necesitaras tu fuerza en las horas y días por venir. —¿Otro alardeo, Savage? —Un aviso muy amistoso de un carnívoro muy hambriento quien tiene la intención de parar sólo cuando estés en peligro de convertir tus piernas en unas torcidas —dijo oscuramente. Él tomó su copa de champaña casi vacía y la puso a una lado. Luego, desplegó suavemente la manta de casimir de lujo que la azafata le entregó. Antes de que ella pudiera preguntarle qué estaba haciendo, presionó el botón en su asiento y Bethany cayó reclinada con un casi silencioso quejido. Cuando estuvo totalmente reclinada, colocó la manta sobre ella y la arropó. Agarró su copa y levantó una ceja a ella. Ella sacudió su cabeza porque no necesitaba más alcohol. Entre el poder de sus palabras y gentileza de su toque, todo su cuerpo estaba zumbando. Este hombre era fuerte, poderoso, pero sensitivo en una manera que levantaba miedos profundos en su corazón. Si ella no era cuidadosa, él podría devastarla. Y todo, incluso, antes de poner un sólo dedo en ella. Él se giró hacia ella y le dio una de esas sonrisas derrite almas. Luego, colocó el auricular de vuelta a su sitio, iniciando otra conversación de negocios. Ella trató de leer una revista por un rato, entonces sintió sus párpados comenzando a cerrarse. Era como si se sintiera adormecida, protegida en una manta gruesa y lujosa de casimir que irrumpió su pensamiento.

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Ella nunca le preguntó lo que había querido decir con; cuando el tiempo es correcto.

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El aliento de ella quedó atrapado por la visión de infarto de la Torre Eiffel. A su lado, en su lujurioso coche un Maybach Laundaulet, Zachary se giró hacia ella y sonrió, pero había una distancia en sus ojos, la misma distancia que ella notó cuando habían llegado hace media hora, lo que la hizo alarmar. —¿Es tu primera vez en París? —él preguntó. —No, mis padres me trajeron aquí por mis veintes. Me prometí que algún día regresaría. —No dijo que prometió regresar con el hombre que amaba. El hombre que pensó durante mucho tiempo que sería Chris. Apretó las manos agitadas en el asiento de piel blanco y suave, y se obligó a apartar esos pensamientos. Ellos estaban en la ciudad de los amantes. Cuándo, exactamente, ella y Zachary alcanzarían ese estado, era algo que empezaba a vislumbrarse como un espectro de incertidumbre en su mente. Lo miró y se dio cuenta que su mandíbula estaba más tensa de lo que lo estaba hace minutos. ¿Estaba preocupado por su reunión? ¿La ciudad le traía malos recuerdos? —Esta no es tu primera vez, obviamente —se aventuró a decir. —No, no lo es. Pero estoy esperando que después de hoy pueda permanecer alejado por un tiempo. Ella frunció el ceño. —¿Por qué quieres alejarte? —Espero que mis negocios se cierren el día de hoy. Entonces no habrá ninguna necesidad de volver. Su móvil pita con otra llamada entrante. Las últimas doce horas habían demostrado lo ocupado que está. Su móvil no dejó de sonar. Ella se sorprendió que logró mantenerse en forma mientras se encontraban turisteando en Shanghái con ella. Está vez la conversación se hizo en un bajo y seductor francés, que resultó ser sorprendentemente corta antes de colgar. —¿Todo bien? —No pudo evitar preguntar. Cada vez se daba cuenta de lo poco que lo conocía. Volteó con esos ojos hipnotizantes hacia ella, pero cuando sonrió, parecía tenso. —Todavía no, pero me ocuparé de eso. Nosotros estamos aquí. La atención de ella fue hacia su destino. El Indigo Belle Plaza era aún más impresionante que el Indigo Shanghái. Este edificio ocupaba una esquina orgullosa y posesiva en Rue de Rivoli, con una impresionante

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Traducido SOS por Michelle M, Pagan Moore & Jessibel Corregido por Florpincha

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arquitectura histórica de piedra. Exudaba riqueza y clase de una manera que muy pocas construcciones podían, desde las banderas en los pórticos que se agitaban junto con banderas francesas que al parecer tenían mástiles de oro. El corazón de ella martilleaba mientras fue ayudada desde el asiento trasero por un portero uniformado. Igual que en Shanghái, Zach fue tratado como un rey. Observó desconcertada mientras el director hizo una reverencia y se encaminó al ascensor que los llevó a la suite presidencial. Apenas habían entrado cuando Zach se giró hacia ella. La distancia aún seguía, haciendo que su corazón latiera con temor. Antes de que pudiera reunir el valor para preguntarle en qué estaba pensando, él empezó a retroceder. —Siéntete como en casa. Pide servicio a la habitación. Estaré de vuelta en unas pocas horas. —B... bueno. Él empezó a caminar hacia la puerta y se detuvo, y luego se giró sobre sus talones. —¿Y Bethany? —¿Sí? Extrañamente, la vista de sus puños a sus costados la hizo sentir mejor. Su mirada la devoraba aterradoramente, pero aún asegurándole que estaba loco por la carga sexual hacia ella. No estaba sola en ello. —Quiero que sepas esto. Todo cambiará a mi regreso. Todo cambiará a mi regreso. Las palabras resonaron en su cabeza mientras las horas pasaban con una lentitud insoportable. Se duchó, cambió de canal en canal, acomodó de nuevo su ropa ya organizada. Después pidió una hamburguesa y papas fritas que fueron lo más celestial que había probado. Y aún así sólo habían pasado dos horas. Incapaz de seguir sentada por más tiempo, Bethany agarró la brillante guía de viajes del hotel. Las boutiques en la lista de compras hicieron que saltara y agarrara su bolso. Mientras salía de la habitación, le agradeció a las estrellas de no sucumbir a la presión de Chris para romper el cascarón que había recibido de sus abuelos de un depósito para un apartamento más grande. Claro, derrochar el dinero en ropa interior para su cita con un multimillonario caliente no era exactamente lo que había tenido en cuenta, pero a la mierda, el imbécil de Chris no le había dejado ninguna duda que el mundo podía ponerse patas arriba y volcarse sobre ella en un abrir y cerrar de ojos. ¡Ve a lo grande o regresa a casa! Compró seis pares a juego de sujetadores y bragas en la primera tienda. Maquillaje con algunos consejos sobrecargados vinieron de la asistente de la segunda tienda. Pero fue la tercera tienda la que le quitó el aliento. Los vestidos estaban en tonos índigo. El corazón le martilló mientras se movió a través de los largos vestidos de noche y ropa informal de día, pero sofisticada. Tocar el color que era tan especial para Zachary la hacía sentirse cerca de él, de alguna manera.

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Bethany no estaba segura de cuánto tiempo se quedó en la tienda, pero comenzó a notar las miradas curiosas de las asistentes de ventas. Después de que se le preguntó por quinta vez si necesitaba ayuda, eligió un vestido corto de encaje, a mitad de su muslo, junto con unos pendientes. Saliendo, se precipitó hacia la última tienda, una perfumería, y se abasteció con sus aromas favoritos. El portero la estaba esperando junto a la puerta y la abrió para ella. —Tomaré sus maletas, señora. Ella se rió. —Tengo veinticuatro. La palabra señora hiere mis sentimientos. Y puedo llevar mi propio equipaje, gracias. Él asintió con dignidad pero parecía en desacuerdo. Llamó el ascensor y fueron al penthouse en silencio. En un rápido vistazo a su reloj demostró que había estado fuera por dos horas. Con un poco de suerte, no tendría mucho tiempo para esperar a Zach... —¿Dónde demonios has estado? Las bolsas cayeron de sus manos. Él se quedó de pie sin moverse, más grande que la vida, con los ojos en llamas por el hambre y... ¿ansiedad? —Estás de regreso —dijo ella estúpidamente, pero una vez más, la belleza de él había robado su inútil cerebro. Y el hecho de que había estado preocupado por ella, le envió un estremecimiento de placer. Entonces vio su mandíbula tensa y la piel fruncida alrededor de su boca. El tipo estaba seriamente irritado por algo. —Pensé que te habías ido. Ella frunció el ceño. —¿Por qué habría de irme? Él pasó una mano por su cabello. —No tenía intensión de estar fuera por tanto tiempo y cuando regresé y no estabas aquí... pensé que habías cambiado de opinión. No le dijiste a Philip a dónde ibas... —Porque sólo bajé por algunas cosas... Su mirada fue de ella hacia las bolsas de compras. Pero apenas un segundo después esa mirada imparable estaba sobre ella de nuevo, inmovilizándola en el lugar, deteniendo la respiración de sus pulmones. Él caminó más cerca. Esta vez se dio cuenta que sus puños no estaban apretados. Y la mirada en sus ojos cambió de hambrienta a advertencia depravadora. —¿Te fuiste de compras? Ella asintió, incapaz de hablar más allá de la locura martilleando en su corazón. —Philip te habría conseguido lo que necesitabas. —Yo... me estaba volviendo loca aquí. Quería salir solo por un rato. Él la alcanzó, pasó a su lado y cerró la puerta. Al cerrar la casa retumbó con un chasquido siniestro que provocó un escalofrío a través de ella. Lo sintió detrás de ella, pero su olor, su aura poderosa se encontraban alrededor de

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ella, enrollándola, reclamándola. —Me has dado un susto de muerte, Bethany. —No fue mi intención. —Sea como fuera, tengo la intención de hacerte pagar por ello. ¿Qué fue lo último que te dije antes de irme, Bethany? —gruñó en su oído. —Dijiste... ¿todo cambia en tu regreso? —casi susurró. —Sí, lo hice. —Unos cálidos dedos tocaron sus muñecas y fluyeron por sus brazos en una caricia delgada de susurros que enviaron una sensación precipitada a través de ella—. He esperado lo que parece una eternidad por este momento. Y cuando vuelvo, te fuiste. Philip no sabía dónde te habías ido. ¿Sabes lo que esto me hizo? —susurró. —N...no. —Estaba desesperado, Bethany. Vi todos los planes que había hecho irse a la mierda. —¿Hiciste planes? —preguntó ella sin aliento. —Un millón. El noventa y nueve por ciento de ellos implicó las muchas y variadas formas en las que yo iba a follarte. Si me hubieras abandonado, no tendría ninguna otra opción que sólo perseguirte. —Él entrelazó sus dedos con los de ella y llevó ambas manos a su espalda—. Si habrías caminado alrededor de un minuto más con esto, me habría matado. —Sin soltar sus manos, las colocó directamente sobre su pene mientras sus dientes se hundían en la suave carne de su hombro. Ella jadeó cuando el grueso y largo pene duro como una piedra llenó sus manos. Sus dedos lo cerraron y el profundo gemido de él resonó por toda la habitación. El sonido desigual y masculino mojó su sexo con calor. Ella lo agarró con más fuerza, con ganas de escucharlo de nuevo. Él siseó en su oído y apretó las manos sobre las de ella. —Despacio, bebé. No he explotado prematuramente mi carga en mucho tiempo. Pero haberte esperado todo este tiempo me ha llevado hasta el borde y no me tomará mucho más pasar sobre él. —Alivió sus manos de él y la giró. Un feroz calor quemaba en sus ojos, y el hambre estampado sobre su cara detuvo su aliento. Con un gruñido, la acercó, deslizó sus potentes manos en su pelo y la enfocó hacia él. —¿Qué dije sobre besarte? —murmuró, caliente contra sus labios. —Un... ¿un beso por cada minuto que estuvimos juntos? —Lo recordaste. Buena chica. Su boca era firme y exigente, su lengua era un latigazo de placer que se hizo cargo de sus sentidos en un abrir y cerrar de ojos. Él la chupó, mordió y engatusó para que le diera más. Antes de poder tomar otro aliento, Bethany se encontró pegada desde el pecho hasta los muslos contra él. Devoró su boca de la manera en que él le prometió devorar su cuerpo. Líquido exudaba entre su sexo mientras él se alimentaba de ella con un deseo desvergonzado que repitió a través de su cuerpo. Él levantó la cabeza sólo cuando la necesidad de respirar se convirtió en primordial. Pero sólo a escasas pulgadas, como si ahora él se había dado el permiso de tocar, como si no pudiera soportar estar más de un pelo de distancia. Tocó su frente con la de ella.

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—Oh, dulce bebé. Voy a disfrutar de follarte. Voy a follarte muy duro durante mucho, mucho tiempo. Y vas a amar cada segundo de eso. Sus manos dejaron su pelo y fluyeron por su cuello hasta los hombros. Él miró hacia abajo, vio sus pezones apretados y duros y gruñó. —Y cuando estés demasiado cansada para moverte, voy a chupar esas bonitas tetas hasta que me supliques follarte de nuevo. Él la agarró por la cintura, la tomó en sus brazos y se dirigió hacia el gran sofá en la sala de estar. La luz del sol temprano por la noche se inclinaba en la habitación, fundiéndola en un brillo dorado. A su alrededor, la riqueza y la influencia de Zachary exigía la admiración y la apreciación, pero Bethany sólo tenía ojos para el hombre increíblemente hermoso delante de ella. El hombre que humedeció sus labios mientras su mirada la recorría de arriba abajo y viceversa. Ella dejó que su propia mirada fluya sobre él, el pecho duro que había sentido bajo sus manos momentos atrás se levantó al respirar. Y debajo del cinturón de su pantalón, la erección rígida que ella había sentido se esbozó, grande y gruesa. Ella fue a su cinturón, incapaz de esperar un momento más para ver su pene. La necesidad ardiente a través de ella se sentía ajena, cruda, la anticipación era casi dolorosa. —Bethany, espera. Ella gimió. —No, no quiero esperar. Te quiero. Dentro de mí. Ahora mismo. Su mandíbula se apretó y sus fosas nasales se encendieron. —Mierda. —Esto no era parte de tu plan, ¿verdad? —Una sensación de poder burbujeó a través de ella cuando notó que la mano que arañaba su pelo temblaba visiblemente. —Quise probarte por todas partes, el banquete de esa dulce vagina... —También quiero eso. Pero más tarde. Por favor, Zach, me has hecho esperar durante dos días. No me hagas esperar más. —Bethany... ah mierda. El vestido que había usado para ir de compras en la planta baja fue arrancado de su cuerpo. Su sencillo sujetador de algodón sufrió el mismo destino. En la primera vista de sus pechos desnudos, él se congeló. —Jesús. Eres increíble. —Él bajó la cabeza y pasó la lengua por las laderas superiores de su pecho, las dos manos ahuecándola y moldeándola mientras rozaba sus dientes ligeramente sobre su carne. Chupó un pezón, y gimió fuerte y profundamente apreciándola. Hizo distintos movimientos largos con su lengua y luego se movió al otro pecho y entregó el mismo tratamiento. Sus gemidos de agradecimiento enviaron una calentura de necesidad a través de ella. —Dios, eres tan hermosa. Ella se balanceó y él la sujetó con un brazo alrededor de su cintura, se volteó y la tumbó en el sofá. —No puedo devolverte el cumplido si insistes en estar completamente vestido. Su risa era profunda, rica e intensamente excitante. Bethany nunca se habría imaginado que iba a conseguir mojarse sólo con la risa de un

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hombre. Pero al escuchar la risa de Zachary mientras él se desabotonaba la camisa, hizo un cosquilleo sexual aún más severo mientras el placer líquido la manchaba. En la primera vista de su suave pecho, cincelado, el deseo golpeó a través de ella. Sintió que sus ojos se abrieron cuando lo acogió. Sus hombros eran poderosos, se adaptaron con bastante facilidad para mantener a sus piernas mientras él se estrellaba contra ella. Con los brazos, con el músculo liso, flexionados mientras alcanzaba su cremallera. Su respiración se volvió irregular. Cuando volvió a mirarlo a los ojos, su mirada estaba fija en ella. —Lames tus labios así cuando ves mi cuerpo y uno de nosotros va a terminar pagando un precio muy elevado. Desde el principio, Bethany se dio cuenta de que eso era exactamente lo que había estado haciendo. —No puedo evitarlo. Eres maravilloso —espetó ella. Él aspiró con fuerza, como si lo hubiera sorprendido. Sus movimientos eran ligeramente espasmódicos mientras él se quitaba los zapatos, los calcetines y los pantalones. Maravillosamente desnudo, Zachary Savage era una obra de arte puro. Pero la mirada de Bethany estaba fija en la abundante longitud de su pene, que ahora él se agarró al mirar con avidez hacia abajo en su cuerpo. ¡Jesús, era grande! Un pico de aprehensión perforó su deseo causando un escalofrío a través de su cuerpo. Él se dio cuenta y se acercó más. Dejándose caer sobre ella, la besó hasta que la aprehensión se derritió. —No tienes que preocuparte, hermosa Bethany. Me ocuparé de ti. Su mano se deslizó sobre su pecho cuando él selló su boca sobre la de ella, otra vez. El placer rebotó a través mientras él pellizcaba sus pezones y luego fluía sobre su abdomen inferior. Suaves dedos trazaron la costura de sus bragas y entonces se dejó caer más bajo. Un dedo grueso rozó su clítoris. Sus caderas se sacudieron con tanta fuerza, que casi desalojó su mano. —Cristo, eres tan sensible —gimió él contra su boca, luego sumergió el dedo de nuevo, burlándose, torturándola, entregándole placer, enviando un fuego que se precipitó sobre sus nervios. Su boca abandonó la de ella, mordiendo el lóbulo de su oreja antes de succionarla. Abajo, uno de sus dedos se unió al otro y comenzó a un ritmo constante, implacable. —¡Zach! ¡Oh, Dios! —Sus muslos se sacudieron y se abrieron para acomodarlo, meciendo sus caderas a un ritmo de los suyos cuando su placer se intensificó. La boca de Zach se arrastró hacia abajo, capturó un pezón y tiró de éste profundamente en su boca. Ella gritó cuando su pulgar substituyó su dedo en una fricción cada vez mayor que hizo explotar estrellas detrás de sus labios. Sumergió un dedo en su vagina. Sus músculos se apretaron inmediatamente a su alrededor, agarrándola con una necesidad salvaje cuando el hambre abrazador la atravesó. —¡Qué vagina codiciosa tienes! ¿Quieres más? ¿Quieres otro dedo? ¿Hmm? —Su lengua se arremolinó alrededor de su pezón mojado, su aliento caliente sobre su carne mientras hablaba. —¡Sí! Por favor... sí.

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—Chica golosa. Mi preciosa, codiciosa y exquisita, Melocotón. Su dedo la folló lentamente a medida que las palabras caían de sus labios. Pero aun así solo usó un dedo. —Zach... —Dime lo que quieres, bebé. —Más... quiero más de eso. Un dedo se unió al otro. Los músculos se estiraron mientras sus caderas lo montaban veloz, rápido, el aliento llegaba en suspiros entrecortados. Cuando su cabeza comenzó a golpear en la almohada, él atravesó los dedos dentro de sus cabellos y la mantuvo inmóvil. —Mírame, Bethany. Quiero ver cuán fantástica luces cuando te corres. Abrió la boca con un jadeo mientras las sensaciones la sacudían. Los ojos plateados la atravesaban, sin darle oportunidad de apartar la mirada. Los dedos expertos se hundían profundo dentro de ella, curvándose justo en el ángulo perfecto para llegar a donde ella más lo necesitaba. Ella gritó cuando la primera oleada la alcanzó. —Joder, sí. Eso es. Ríndete para mí, melocotón. Sus caderas se resistieron salvajemente cuando una marejada de placer la desgarró. Sin romper el contacto visual, él bajó su cabeza y tomó un pezón entre los dientes, mordiendo la dura punta. Ella se corrió fuerte, increíblemente, prolongando su orgasmo mientras él torturaba su piel. Sacó sus dedos fuera de ella y usó la almohadilla de sus manos para borrar la capa húmeda sobre su sexo. Entonces, el volvió a trabajar otra vez, frotando su sexo completo con una firme presión que hizo que su pulso se acelerara de súbito. —Jesús... Zach... No puedo... —Sí, tú puedes. Solo sumérgete en él, bebé. Tu cuerpo muere por experimentarlo otra vez. ¿Ves cómo tus caderas están follando mi mano? Sorprendida, mira hacia abajo y observa sus caderas rodando dentro de su mano en una perfecta simetría a su roce. —No te niegues. Sólo déjalo ir. Su cuerpo se sintió liviano y de plomo a la misma vez. Su pecho dolía con una necesidad tan aguda que se ahuecó en ellos para mitigar el dolor. —Dios, sí. Juega con ellos. Muéstrame cómo te amoldas en ellos para mí, cuando ponga mi pene en ella. Las palabras sucias nunca habían estado en su repertorio sexual. Pero, de repente, Bethany no pudo conseguir suficiente. Ella le mostró lo que él quería. Su aliento siseó cuando sus ojos se oscurecieron con una espantosa necesidad, mientras ella capturaba sus pezones entre los dedos y los pinchaba. El mojó sus labios otra vez cuando los dedos de ella capturaban y apretaban sus pezones. El calor se apoderó de su abdomen cuando el ataque violento de otro orgasmo se cerró de golpe dentro de ella. Abrumada por la intensidad de este, sus ojos comenzaron a cerrarse. —¡Bethany! —La voz de él fue una orden seca.

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Jadeando, ella levantó sus ojos hacia él. —¡Me corro... oh, Dios, por favor... Me corro! —Mírame, bebé. Mira cuánto me gusta verte correr. El frotó más fuerte, con sus ojos oscurecidos y su boca abierta cuando el placer de ella se convirtió en el de él. Engordando su clítoris una y otra vez, él sacó cada onza de sensaciones de ella. Todo por ella, él mantuvo sus ojos trabados en los de ella, sus dientes atacaban despiadadamente su labio inferior cuando se perdió en el placer. La emoción que él trazó fue tan intensa que las lágrimas se dispararon en sus ojos cuando alcanzó el clímax. Su gritó terminó en un sollozo, temblaba incontrolablemente cuando él la tomó entre sus brazos. —Oh, Dios —ella murmuró, incapaz de detener los temblores. —Shhh, bebé. —El alisó las manos por sus costados por varios minutos, calmándola hasta que estuvo inconsciente, flotando en un mar de gozo después de los orgasmos—. Relájate de espaldas al sofá y separa tus piernas ampliamente para mí. Voy a lamerte ahora. Bethany se agitó, su paz y comodidad reventaron en pedazos ante la imagen que golpeó dentro de su cabeza. —¿Qué? Él se irguió sobre ella, grande, poderoso y tan imposiblemente hermoso que, de nuevo, se sacudió de golpe al pensar que ella estaba realmente aquí, con él. —He estado muriendo por probarte desde que entraste a mi oficina hace dos días. No me digas que espere un poco más. El comenzó a bajar las bragas, las cuales estaban mojadas con sus orgasmos. —Zach, no puedo... No estoy... —Está bien, sé que no estas lista todavía. No haré que te corras otra vez por el momento. Lo disfrutarás, lo prometo. —Sacó sus bragas y las tiró lejos. Mientras él se acomodaba entre sus muslos, la mirada de Bethany se deslizó a la erección tan dura como roca, que casi tocaba su ombligo. —Me has hecho pensar que estabas justo en el borde. Pero no lo estás, ¿verdad? Su sonrisa fue perversa e increíblemente hermosa. —No tienes idea de cuán cerca estoy, bebé. Pero hacer que te corras y ser testigo de tu placer fue más importante para mí. Sólo quiero hacerte feliz. Su aliento se detuvo ante las poderosas y simples palabras. Ella miró alrededor ofuscada cuando Zach levantó una pierna y la colocó encima del sofá. ¿Cómo demonios tuvo ella tanta suerte con esto? ¿Qué había hecho para merecer uno de los hombres más viriles, hermosamente cautivadores en el mundo, preparándola para lamerla y llevarla al borde de otro orgasmo? Su oscura cabeza se levantó de repente y sostuvo su mirada en ella. —¿Qué estás pensando? —Estoy pensando en qué demonios hice para merecerte —dijo bruscamente. El apretó su muslo y miró al expuesto sexo. —Mierda, no. Ese debería ser mi pensamiento. Porque eres el premio por el que cualquier hombre mataría, Bethany. Pero estas

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aquí ahora, conmigo. —No cualquier hombre —dijo ella, el dolor del bárbaro recuerdo la atravesó. Cuando él se tensó, ella se maldijo a sí misma por ser incapaz de empujar totalmente, los fantasmas indeseados, por arruinar este momento increíble. Pero era demasiado tarde. Los ojos de Zachary se habían agudizado con interés. —¿Quién fue él? —preguntó, mientras colocaba su otra pierna sobre el estrecho sofá. —Nadie... él fue... —Dime —insistió con sus fuertes manos apretando su muslo en una orden mortal. —Su nombre era... es Chris. Fuimos al colegio juntos. Nos mudamos a New York. Pensé que éramos... seríamos... —¿Te lastimó? Su aliento temblaba, ella trató de apartar la mirada, pero su mirada lo evitó. —Si. Me lastimó muchísimo. —¡A la mierda con él! Fue un imbécil por dejarte ir... —Su mirada caliente se deslizó sobre ella, hasta que se quemó entre sus piernas otra vez—. Por dejar ir esto, pero agradezco que se haya ido. Porque eres mía ahora... Toda mía. —La posesividad en su tono de voz la habría sorprendido si ella no estuviese abrumada— . Dilo Bethany. —Soy... Soy tuya —susurró. La satisfacción se esparció sobre su rostro cuando bajó a su cuerpo, entre sus piernas. Deslizó sus manos bajo las caderas, mientras agarraba su cintura desde debajo. La visión de sus poderosas manos sosteniéndola hacia abajo para su atención, explotó su mente. Por supuesto, no era nada comparado con el primero, el vago deslizamiento de su lengua subiendo las paredes de su sexo, el mero placer en su rostro mientras lamía sus labios ante la primera muestra de ella. —Jodidamente hermosa. Cristo, melocotón, podría comerte todo el día. Ella sintió su rubor inundando su pecho y disparándose por su rostro. El rió por su vergüenza y continuó lamiéndola. Fue cuidadoso de evitar su clítoris, ya tan en sintonía con ella que supo que un solo toque la dispararía por las nubes. No es una mala idea, pero ella estaba genuinamente asustada que otro orgasmo así de pronto la volvería loca. Zach estaba en lo cierto. Su atención apática hizo que bajara su pulso lo suficiente para ella disfrutar al observar lo que él le estaba haciendo. El tiempo dejó de importar cuando él le dio placer con movimientos lentos y seguros. Después de lo que pareció una eternidad, besó el interior de sus muslos y arqueó una ceja. —¿Te sientes mejor? —Si... Me gusta eso. Se siente muy bien. Él sonrió, la tensión de momentos atrás había desparecido por completo. —Lo sé. Pero voy a follarte ahora, bebé. Se sentirá bien también. Lo prometo.

8 Traducido por Dahi, SOS por Camila Cullen y Michelle M Corregido por Florpincha

Antes de que pudiera responder, le sumergió dos dedos dentro. Sus caderas se arquearon fuera del sofá con las sensaciones aumentando, más alto que antes. Él lamió su clítoris con la lengua mientras flexionaba los dedos, estirándola. Preparándola para su posesión. Con su mano libre, con pereza sacó un condón del bolsillo del pantalón. Con los ojos en ella arrancó el envoltorio con los dientes y lo extendió por la ancha cabeza de su pene. La sorprendió cuanta práctica parecía tener, pero la idea fue arrastrada un segundo más tarde, cuando sus dedos se deslizaron y se sumergieron nuevamente. —Estás tan húmeda para mí —canturreó con satisfacción—. Tan magnífica. Acabó de rodar el condón y se estiró sobre ella, su cuerpo dorado, un paisaje impresionante que le secaba la boca. Cuando fundió su boca en la de ella, Bethany la abrió inmediatamente, su necesidad por él rayaba la locura. El ancho de la corona de su pene le dio un empujón y se estremeció. —Zach... —Me encanta la forma en que dices mi nombre. Gimes de una manera que me hace querer sacar la mierda fuera de ti una y otra vez. —Hazlo. Ahora —ella rogó. —Ah, querida. ¿Cómo puedo resistirme a una invitación como esa, eh? Se deslizó en ella, una pulgada perfecta a la vez hasta que ella se estiró tan apretada que flotaba en la frontera entre el placer y el dolor. —Voy a cuidar de ti, Bethany. Pero tienes que decirme si es demasiado, ¿de acuerdo? Con el placer gritando a través de ella, asintió. Agarró su cadera mientras él presionaba contra ella, ondulando un movimiento increíblemente suave que la ponía incluso más húmeda.

—¡No! Por favor, dámelo.

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Cuando ella se quejó, él retrocedió de inmediato; ella se sintió vacía.

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Su renovada astucia la hizo gemir. —Jesús, ¿sabes lo que eso me hace? —se quejó. Hundiéndose más profundo, se enterró casi hasta la empuñadura. No importaba el tiempo que la había preparado, todavía no podía tomar todo de él.

Se deslizó de nuevo en su apretada vaina, causando otro estremecimiento rastrillando a través de ella mientras él la estiraba. —¿Te gusta lo que te estoy haciendo? —¡Dios...si! Es... eres increíble. Él capturó sus manos y las colocó sobre su cabeza mientras le chupaba el labio inferior de su boca. —Bueno, las cosas se van a poner mucho más agradables. Su engreída tranquilidad sacó una risa ahogada de ella, así como su pulso se disparó una vez más. Zachary Savage la follaba como si tuviera todo el tiempo del mundo. Seguro, largos golpes expertos que dejaban una estela de fuego en todo el camino a lo largo de su paso, un fuego que tenía toda la intención de que se almacenara con cada golpe perezoso. Él le lamió el labio inferior, y luego rozó la mandíbula antes de capturar el lóbulo de su oreja. Una pequeña mordida la tenía jadeando. —Jesús, ¿hay alguna parte de ti que no responda al tacto? Pensándolo bien, no respondas a eso. Quiero descubrirlo por mí mismo. Sus golpes aumentaron la frecuencia, sus gritos parecían excitarlo. Pero aún así, mantuvo el control absoluto sobre sus golpes. Debajo de él, las sensaciones se construían. El calor la inundó, el ardor la consumía cuando su pene la llenaba con cada embestida. — Zach... no sé cuánto más puedo tomar. Yo quiero... quiero... —Todavía no. —Selló su boca sobre la de ella, lamió su lengua en su boca antes de liberarla. —Déjame follarte un poco más. Sólo un poco más de tiempo. Te sientes tan bien, bebé. Tan suave. Bethany se preguntó cómo podía mantener un control tan experto cuando ella ya podía sentir su mente comenzando a fracturarse cuando el placer la consumía. El crudo hambre en su cara contaba otra historia. Tenía la intención de devorarla, extraerle cada onza de placer de ella. A continuación, le extraía un poco más. La idea de que él quería eso le hizo volar su mente. Sin embargo, la evidencia estaba allí en su rostro.

Sus muslos temblaban mientras apretaba y apretaba. El movimiento lo obligó a ir más profundamente en ella en el siguiente golpe, teniendo el placer a un nivel completamente

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—Pon tus piernas a mi alrededor. —Ella lo hizo, pero él negó con la cabeza, sus ojos llameando por una demanda salvaje—. Con más fuerza. Quiero sentir tus piernas agarrándome en la forma en que tu sexo hambriento está agarrando mi pene.

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Estaba tan loco por el placer como ella, su pecho esculpido empezaba a expandirse y contraerse mientras tomaba respiraciones cada vez más rápidas.

nuevo. Su grito irregular hizo que sus ojos se oscurecieran. —Dime lo que se siente. —Increíble. Oh, Dios, Zach, más, por favor. ¡Fóllame más fuerte! Su garganta demandando parecía romper lo último de su control. Una parte de ella seguía atrapada por encima de la cabeza, él le agarró del culo con la otra mano y se estrelló contra ella. Sus labios se abrieron en una mueca dolorida mientras él aumentaba sus envestidas. El sudor brillaba tanto en sus cuerpos mientras se retorcían juntos, corriendo hacia la promesa de una alucinante liberación. —¡Bethany! ¡Mierda! Se estrelló contra ella, más fuerte que antes. Ella gritó, sus párpados pesados del placer casi delirante. —No, bebé —le ordenó—. Los ojos en mí. Mira lo que me haces. Mira cuán jodidamente loco me pones. Sus ojos estaban locos por la lujuria, llamas rompiendo a través de la necesidad, apretando la mandíbula. —Oh —ella se quedó sin aliento, tan increíble, encendiéndose mediante el conocimiento de lo que le había hecho a él, la hizo gritar más fuerte. Su sonrisa fue presumida, casi sádica. —Como eso, ¿o no? ¿Amas tenerme a tu merced? ¿Te encanta saber que prefiero morir ahora que parar? ¿Qué prefiero dejar de respirar que parar de follarte en este momento? —¡Sí! Oh, Dios... —El orgasmo la tomó por sorpresa a pesar de que ella sabía que estaba cerca. Ondeaba a través de ella como el comienzo de un terremoto. Durante todo el camino por la espalda hasta el bucle apretado en su vientre. Se bebió su gemido quejumbroso con un ardiente beso. —Justo así, bebé. Estoy tan cerca. Sus fosas nasales apretadas juntas cuando él se echó hacia atrás y enganchó su mirada en la de ella. —¡Zach! —Si, melocotón. ¡Ahora! ¡Justamente ahora!

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—¡Jesús! —Su hermoso cabello caía sobre la frente, enmarcando su impresionante rostro cuando se corcoveó salvajemente encima de ella, haciendo que se alargara sin fin su liberación dentro de ella.

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Golpeó en ella una vez más, dos veces. Mostrando los dientes en un gruñido salvaje cuando su orgasmo lo atravesó. Espasmos violentos debajo de él, Bethany oyó sus gritos en eco a través de la gran habitación y rebotó en las paredes.

El placer con dolor reflejado en sus ojos le daba ganas de tocarlo, besarlo. Cuando ella luchó contra su agarre, finalmente la liberó. Empujó su pelo hacia atrás, se levantó a sí misma y le dio un beso en la boca, los ojos todavía muy abiertos y conectados a los suyos. Su gemido fue largo y profundo, la conexión abrasadora, diferente a lo que ella había experimentado antes. Una sensación de vulnerabilidad se deslizó sobre ella. Absurdamente, se sentía como si Zach le estuviese mirando profundamente su alma, y permitiéndole echar una mirada a la suya. Vio belleza, placer y dolor... Él rompió la conexión primero, descendió la cabeza hasta que su frente tocó la de ella. Sus respiraciones mezclándose mientras deslizaba sus brazos alrededor de su hombro y la atrajo hacia sí. Sus muslos temblaron en tensión y ella aflojó su agarre sobre él. —¿Habías dicho que podrías dejarme? —exigió, pero sus labios se curvaron en una sonrisa en su hombro. —Estoy tan líquida en este momento, que ni todo el ballet en el mundo puede hacer que me mantenga en esa posición. Su cabeza se levantó lentamente, con ojos brillantes con gran interés. —¿Eres una bailarina entrenada? —Lo era. Por desgracia, mi culo comenzó a crecer cuando tenía catorce años y no ha dejado de crecer. Tuve que renunciar a la esperanza de convertirme en bailarina de fama mundial y conformarme con ser una no tan mundial organizadora de eventos. Su interés creció. —Entonces ¿cuán... flexible eres? —La pregunta fue tan abiertamente sexual, que sintió ligeramente el bajo pulso, alcanzando el máximo de nuevo. —¿Por qué quieres saber? —preguntó, a pesar del sonrojo trepando por su cuerpo. —Porque quiero saber cuan aventurados podemos ponernos juntos. —La lujuria se deslizó por su cara. Lamió sus labios en una manera puramente depredadora que hizo que los músculos de su estómago se apretaran duro. Increíblemente, empezó a ponerse duro dentro de ella otra vez. Sonrió ante su respiración temblorosa. —Continuemos en la ducha. Quiero saber todo sobre tus sueños de convertirte en una bailarina. Y el tema caliente de tu culo creciendo.

Su escalofrío visible lo hizo reír, incluso mientras dejaba llevar sus nudillos sobre su sexo aún hormigueante.

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Zach se hizo para atrás y miró hacia abajo, a su sexo rosa. —Eres tan hermosa ahí abajo. Podría comerte otra vez.

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Se rió por la mirada que le dio. Un momento después, ambos gimieron mientras él salía de ella.

—Pero antes, una ducha. Y algo de comida para ti. Se puso de pie y sostuvo su mano para ella. Mientras Bethany seguía su alto y esbelto cuerpo, trató de darle sentido a la infinidad de emociones cayendo a través de ella. Acababa de experimentar el más increíble episodio sexual de su vida. Euforia, confusión y agitación peleaban dentro de ella. Zach sintió sus emociones agitadas mientras la guiaba dentro del baño. Demonios, él aún estaba tambaleándose por lo que acababa de pasar en el sofá de la sala. Nunca se había corrido tan duro por tanto tiempo. ¿Y esa orden para ella de mirar en sus ojos mientras se corría? ¿De dónde demonios había venido eso? La última cosa que quería era que cualquier mujer mirara dentro de su alma. La oscuridad de su alma y los ecos estériles de dolor que habían sido parte de él por tanto tiempo, que difícilmente los notaba ahora, eran la última cosa que quería compartir con Bethany; esta mujer ligeramente vulnerable y aún valiente, que no había corrido una milla cuando captó un vistazo del tipo de hombre que era debajo del brillo civilizado. Pero de alguna manera, al follar a Bethany, la necesidad de conectar con ella en ese momento se había vuelto visceral, necesario. Su necesidad por ella había ciertamente sido suficiente para impulsarlo en otro viaje del Salón Indigo después de que juró nunca poner un pie en uno de sus aviones de nuevo. Y, chico, casi había fastidiado su pene con la intensidad de eso. Su pene, que se había despertado de nuevo cuando ella había mencionado su culo y su anterior intento de ser bailarina, se puso más duro. Mientras pasaban un gran espejo de pie, él miro su reflejo, vio su cuerpo sonrojado, aún sudoroso por sus esfuerzos y peleó para no aplanarla contra la pared y cogerla otra vez. Tiempo, ella necesitaba un poco de tiempo para recuperarse. Que la verdad fuera dicha, también él. Aún no se había sacudido el pánico residual que había sentido cuando volvió para encontrar que se había ido. La sensación de pérdida y decepción habían sido tan agudas que se preguntó si había perdido la cabeza. Había estado en el proceso de llamar a seguridad para rastrearla cuando había aparecido. Eso por sí mismo lo había dejado estupefacto.

Y aun así el pensamiento de Bethany Green, una mujer que había conocido apenas por dos días, caminando lejos de él...

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Nunca.

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¿Cuándo había sentido esto fuertemente por alguna mujer lo suficiente para rastrearla después de que se hubiera alejado de él?

Manos suaves tocaron su espalda y su mente se derritió. Girando, la enfrentó ante el espejo. Ojos azules, ahora más claros cuando no estaba atrapada en el torbellino de sensaciones, lo miró. Cuando esos ojos cayeron a su boca, el calor se disparó a su ingle. La forma descarada en que ella lo deseaba, lo excitaba más de lo que había estado en un largo tiempo. Sus ojos se posaron de nuevo en él y pudo ver la duda en sus profundidades. Él acunó su cara e inclinó su cabeza hacia arriba. —No tengas miedo de decirme lo que quieres, Bethany. No retengas nada entre nosotros. Si quieres besarme, bésame. Cualquier cosa que quieras, tómalo. Porque seguro como el infierno que yo no me voy a retener cuando se trate de ti. ¿Entendido? Los ojos de ella se abrieron, esta vez con emoción y una pizca de temor que había visto antes. Cualquier cosa que la idiota de su ex le hubiera hecho, la había hecho dudar de su sexualidad y feminidad. Apenas se detuvo de maldecir y esperó a que ella respondiera. Cuando no lo hizo, pasó el pulgar por su labio inferior. Sintió que temblaba bajo su toque. —¿Bethany? Dime lo que quieres. Ella tomó una respiración profunda. —A ti. Te deseo tanto que no puedo entenderlo. Acabamos de tener sexo y sin embargo te deseo de nuevo. Como ahora mismo... El alivio atravesó el pecho de él. Al sexo podría hacerle frente, incluso si esta marca loca de sexo fuera algo nuevo con la que no estaba familiarizado. Sonriendo, la besó. —Me alegro que te sientas así, nena. No me gusta que pensaras que era un loco obsesionado con el sexo que devora orgasmos para el desayuno. —Un Dios del sexo. —¿Disculpa? —Dios del sexo. Eso es lo que pensé en el momento en que te vi. Él sintió que su sonrisa creció. —Y yo pensé que ibas a irte antes de que tuviera la oportunidad de conseguir mi boca en ese jugoso capullo que tienes. La sonrisa de ella se hizo más amplia. —¿Pensaste que me iba a ir? —Estuviste en esa maldita puerta por tanto tiempo, que pensé que te habías convertido en una estatua. Luego entraste y Johnny Boy tenía sus ojos de perro en ti, quería romper sus dientes. —Jason es un tipo dulce.

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La sonrisa de ella se atenuó un poco y se dio cuenta que él gruñó la respuesta. Pero no las retiró. Las partes de sí mismo podían revelar a Bethany lo necesario para que se acercara rápidamente. Él no quería que hubiera algún malentendido cuando se trataba de lo que quería.

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Una sensación desagradable amenazó con arruinar su estado de ánimo. —Él quería follarte.

—¿Qué es lo que te preocupa? —preguntó, conteniendo el aliento por su respuesta. —No lo sé. Nadie me ha hecho sentir de esta manera antes. —Una vez más el dolor ensombreció sus ojos. De nuevo él luchó contra una maldición. —Me siento de esa manera por ti. Estoy increíblemente posesivo por ti. El pensamiento de otro tipo acercándose — se echó hacia atrás para mirar la perfección de su cuerpo—, me vuelve loco. —Apenas nos conocemos por dos semanas, Zach. —Sabía cómo me iba a sentir antes que viera tu cara. La respiración de ella se entrecortó. —¿Qué... qué estás diciendo? —Que no sé qué demonios es esto. Pero ningún otro tipo se te va acercar mientras nosotros estemos saliendo. —¿Y cómo vamos a seguir saliendo? Ni siquiera sé dónde vives o si nos veremos de nuevo una vez que este viaje termine. —Me verás. Eso te lo prometo. Las preguntas llenaron sus ojos. Preguntas que no estaba listo para responder todavía, porque aún no había descubierto las respuestas. Y sobre todo cuando su pene se puso tan duro que podía clavar clavos. Tirando de ella cerca, reanudó su viaje al baño. La miró para encontrar su mirada en el ancho baño, con sus rasgos pálidos. —¿Qué pasa? —No me gustan las tinas. Zach dejó llevar su boca por su mandíbula y cuello. —Para lo que tengo en mente, es mejor tomar una ducha. Ella se alivió y se echó hacia atrás. —¿Qué es exactamente lo que tienes en contra de las tinas de baño? Ella sacudió la cabeza, sus manos se deslizaron por su pecho mientras se inclinaba más cerca. —No quiero hablar de eso ahora mismo, ¿si no te importa? —Si me importa. Pero voy a dejar que me distraigas con esos deliciosos pezones que estás frotando contra mi pecho. En la inmensa ducha, programó la temperatura en el panel electrónico y encendió la ducha grande. Seis chorros de agua caliente se arrojaron en el espacio. Él miró por encima hacia el gran banco al lado opuesto de la cabina de ducha y la descartó.

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—He querido azotar ese culo carnoso y apretado que tienes. Lo he querido sostener mientras te follaba en el sofá. Pero en realidad no lo he visto completamente. Así que, Bethany Green, date la vuelta y muéstrame ese culo caliente.

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Eso vendría después. Por ahora, él tenía un deseo más urgente.

—No hay nada pequeño en él —respondió Bethany, la vieja inseguridad llegando sobre su culo a pesar del calor del hambre de los ojos de Zach—. Es ridículamente grande. —Muéstrame. —Su mano se desvió hacia su pene y lo agarró. Bethany lo observaba, hipnotizada mientras acariciaba perezosamente, su lengua lanzándose hacia afuera para tocar su labio inferior. El movimiento de él acariciando su pene era tan hipnotizante, cerró sus rodillas para no caer en un charco de estúpida necesidad. Cuando hizo su demanda de nuevo, ella negó con la cabeza. Era tan hermosa y ella... ella no podía darse la vuelta. —Zach... —Vamos a follar. Ahora. —La demanda fue dura. Urgente. El vapor se elevó en la sala, por desgracia, no lo suficiente como para proporcionar cualquier camuflaje. Pero fue suficiente para elevar su temperatura. —Me haces venir aquí y lo lamentarás —él advirtió. Ella cerró los ojos durante varios segundos. Luego, lentamente se dio la vuelta. Le presentó su espalda y su peor distintivo a la mirada aprobatoria del más fabuloso hombre del mundo. Silencio. Más silencio. Entonces... —Jesús, Bethany.... ¿cómo puedes pensar...? ¡Mierda! Su cabeza se giró hacia atrás, el pelo húmedo se aferraba a sus mejillas mientras su mirada buscó la de él. Pero él no estaba mirando su cara. Su mirada estaba fija en su culo, una mirada tan reverente, tan intensamente impresionada, que debilitó sus rodillas. No era posible que amase su culo... ¿Podría? Un paso fue suficiente para acortar la distancia hasta ella. Llegó hasta el lado de la ducha y sacó una botella de la estantería. Bethany no sabía lo que contenía porque no podía apartar la mirada del crudo hambre en su rostro. Destapó la parte superior con su pulgar e inclinó la botella. Fresco líquido cayó sobre su espalda baja, haciéndola jadear por el contraste de las sensaciones. Todavía sin apartar sus ojos de su culo, él acariciaba su mano sobre su pene una vez más, a continuación, comenzó a propagar el líquido por sus húmedos globos. Una sensación se disparó a través de ella que no tenía nada que ver con su toque intenso, aunque eso de por si amenazaba con hacer volar su mente. —¿Qué...? ¿Qué es esto?

Le golpeó el culo con la fuerza suficiente para picar, a continuación, se quejó. —Dios, acabo de poner tu culo rosado. —Lo golpeó de nuevo por si acaso, luego reverentemente frotó la loción, apretando y acariciando su piel una y otra vez.

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—¿En serio? ¿En el cielo de los culos?

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—Shhh, no hables en estos momentos, bebé. Estoy en los cielos de los culos.

Con cada caricia, se sentía amortiguar su sexo, calor líquido exudaba para unirse a la flor nata de su orgasmo, haciéndola más resbaladiza de lo que nunca había estado en su vida. Cuando Zachary dio un gruñido animal, ella se quejó con el erotismo de él. Que, finalmente, le llamó la atención. Lo que vio en su cara hizo que sus ojos de plata se oscurezcan. Él se sacudió hacia adelante, pulsando su pecho sobre su espalda. Su creciente barba rozó la mejilla mientras que sus afilados dientes atrapaban los lóbulos de su oreja. —¿Recuerdas lo que dije acerca de poner mi pene entre esos dulces globos? —¿Si? —Pon las manos en la pared, melocotón. —Estoy a punto de cumplir mi promesa. Ella se preparó. Dio un paso adelante. La sensación de su caliente, aterciopelado duro pene deslizándose entre sus nalgas era la sensación más sensacional del mundo. La boca de Bethany se abrió cuando sus muslos temblaron con la fuerza de oposiciones. —Jesús... ¿Cómo...? Zack dio una media sonrisa, mitad gemido. —Lo sientes, también. Es una locura lo bien que se siente, ¿no es así? Se apretó más profundo entre sus globos, deslizó su pene arriba y abajo. Nunca se había imaginado lo sensible que era hasta que sintió la cabeza del pene acariciando el espacio entre su vagina y el ano. En el primer paso de su corona contra su apretada apertura, ella se sacudió con una sensación diferente derramándose dentro de ella. —¿Te gusta eso? —Se siente... diferente. Se deslizó sobre la entrada de nuevo, presionando la parte inferior de su ondulación y las venas de su pene contra ella. Una vez más, la sensación le debilitó sus rodillas. La idea de que ella podría recibir el juego anal ni siquiera se le había ocurrido. A pesar de su estrecha relación con su vibrador, nunca había sido lo suficientemente valiente para aventurarse más allá de su clítoris. Ahora el demencialmente erótico, y Dios, si, pensamientos aterradores se precipitaron en su cabeza. ¿Podría ella...? Sacudió la cabeza para disipar la idea. Zach se rió como si hubiera leído su mente.

—Sigue pensando eso. Viéndote enrojecer se me hace todo más difícil. Miró a su alrededor violentamente, en busca de algo sólido al que aferrarse.

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—Umm... nada —jadeó, cuando apretó su ritmo.

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—¿En qué estás pensando, niña traviesa?

—Dios, me encanta tu culo. La forma en que acuna mi pene. Mira sobre tus hombros, bebé, mira lo bien que se ve tu culo. Miró por encima del hombro, casi perdió la razón al ver el pene de Zach acunado entre sus nalgas. Sus pezones se apretaron más y su sexo creció más húmedo, más gordo por la necesidad. Sus grandes manos agarraron sus caderas, sosteniéndose constante mientras se bombeaba con más fuerza. Los paseos más brutos por su apretado ano la hicieron gritar. Increíblemente se sintió más cercana al creciente orgasmo. —¡Oh! Él apretó hacia adelante hasta que sus pezones rozaron sobre las baldosas frías con cada envestida. Frío en su frente, caliente en su espalda. El contraste de la sensación la atrajo más al borde. La respiración entrecortada de Zach le dijo que era demasiado estrecha. — Joder, Melocotón. Esto se siente mejor de lo que me imaginaba. —Hmmm. —No podía formar frases coherentes más de lo que podía detener el clímax que la invadía. Le liberó las caderas, le tomó la barbilla con una mano y con la otra deslizó sus dedos por su estómago para provocar su clítoris. La presión sobre su mandíbula aumentó hasta que su boca se abrió. Todavía follaba sus nalgas, deslizando lentamente dos dedos dentro de su dulce calor y dos en la boca. —Chupa —instruyó. Demasiado. Una parte desproporcionada de sensaciones la hacían caer sobre el borde. Mientras las mejillas se hundían al chupar sus dedos, Bethany apretó con fuerza y se quejó por su liberación de fuego caliente. Varios segundos después, Zach enterró su cara en su hombro y gritó su propia liberación cuando él salpicó su semen caliente por todo su culo. Unos brazos fuertes se congregaron a su alrededor con los cabezales de la ducha de hidromasaje sobre ellos. Cuando pudieron moverse sin la ayuda de la pared de la ducha, tomó otra botella, esta vez con gel de ducha. La lavó de pies a cabeza, luego se lavó a sí mismo antes de apagar la ducha. Se volvió para tomar la toalla, presentándola en su espalda una vez más. Su gemido la hizo congelarse.

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—Ah, melocotón, no puedo esperar para mostrarte mi cuarto de juguetes en Marrakech.

9 Traducido por Dahi Corregido por Juliee

Era el hombre más hermoso del mundo. Y amaba su culo. Bethany suprimió una risita increíblemente eufórica y alzó la vista para encontrarlo observándola sobre la vela encendida de la cena. Estaban afuera, en su propia terraza privada lo suficientemente alta para proporcionar la mayor privacidad. Paris centelló por debajo de ellos en una alfombra de luces y los coches en movimiento. Por encima del hombro de Zach, la torre icónica brillantemente iluminada parecía casi lo suficientemente cerca para tocarla. Pero fue el hombre lo que la cautivó. Llevaba vaqueros negros y una camisa añil que hacia cosas increíbles en los ojos. Su cabello, todavía ligeramente húmedo por la ducha, brillaba por la luz baja y tuvo que frenarse de suavizar la gruesa línea que acariciaba su frente. Había aprendido muy rápidamente que tocar a Zach obstaculizaba su claro pensamiento. Apenas se había puesto uno de los cortos vestidos blancos de verano sin mangas que había empacado después de que le acariciara casualmente su pecho mientras había entrado por delante de ella en el dormitorio. La única cosa que la había salvado de otra maratón de sexo después de que la había aprisionado contra la pata de la cama y procedió a devorar su boca, había sido el fuerte gruñido de su estómago hambriento. Zach había ordenado un primer plato de ostras para ellos, seguidos de filetes con papas fritas, ensalada y una pasta a la carbonara para ella. El Chardonnay que lo acompañaba había sido celestial, pero era el hombre sentado en frente que continuaba haciendo que su interior se entusiasmara cada vez que lo miraba.

—¿Treinta minutos?

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—Estoy pensando en muchas cosas, pero sobre todo, estoy pensando en... treinta minutos.

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—¿En qué estás pensando? —Espetó, luego se pateó a sí misma. Había leído en una revista, una vez, que pedir a un hombre lo que estaba pensando podría doler. Lo había conocido apenas hace dos días, pero ya sabía que Zachary Savage tenía el poder de hacerle daño. Incluso más de lo que Chris había logrado herirla con su mierda de preferencia de género.

—Sí. Eso es todo lo que podría haber impedido que esto suceda. —Hizo un gesto entre ellos, sin apartar la mirada de su cara.— No creo en las coincidencias o el karma o cualquiera de esa basura. Pero no puedo evitar pensar que estaba allí en Nueva York por una razón. Porque ahora que esto ha sucedido, no puedo imaginar cómo habría sido el resto de mi vida sin esta experiencia. Justo así, la había derribado. Las lágrimas brotaron de sus ojos y parpadeó a toda prisa para alejarlas. Tragó. Entonces volvió a tragar saliva, pero el nudo en la garganta se negó a moverse. Habló alrededor de eso. —Para un tipo que no cree en el karma, es una gran responsabilidad el poner esto a los pies de la coincidencia. —Tengo la sensación que nos habríamos conocido en algún momento. Tarde o temprano. —¿Y cómo lo sabes? Se encogió de hombros. —Trabajas en la organización de eventos. Tengo varias empresas que utilizan a organizadores de Nueva York. —Eso sigue siendo grande. —¿Así que tú piensas que era el destino? Lo que había sucedido entre ellos, lo que estaba ocurriendo, se sentía demasiado poderoso para ser cualquier cosa ocasional. Y para ser honesto, la asustaba. —No lo sé. Tal vez. —Sea lo que sea, me alegro que haya sucedido. Ahora. —¿Por qué? —¿Preferirías que nos hubiéramos conocido cuando tuviera noventa y no pudiera cogerte más que una vez a la semana? Ella rió. —Creo que no. —Tomó otro bocado de la comida y masticó, sumamente consiente de que todavía la estaba mirando fijamente. Bethany se preguntó si alguna vez se acostumbraría a la mirada sin vergüenza e invasiva de Zach cada vez que estaban en la misma habitación. Era casi como si quisiera hacer una madriguera bajo su piel y aprender todos sus secretos.

—¿Por qué San Francisco? ¿Es ahí donde creciste? —No —sus párpados bajaron, ocultando la mirada de sus ojos. Cuando los

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Tomó un sorbo de vino antes de contestar. — San Francisco. Ahí es donde estoy en la sede. Tengo una casa en las palizadas. Paramos en Newark para reabastecer.

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Lo extraño era que una parte de ella quería entregarle esa libertad. —Así que treinta minutos, ¿y a dónde te habrían llevado exactamente? —Preguntó.

levantó de nuevo, su expresión era cuidadosamente neutral.— Crecí en Luisiana. Su voz le advirtió de no investigar más allá. A pesar de la viva curiosidad que la asaltó, prestó atención a su voz. Había una razón por la que Zachary Savage vigilaba su privacidad rabiosamente. Fuera de este mundo de sexo no le dio el derecho a conocer todos sus secretos o viceversa. Aunque había una cosa que le daba curiosidad. —¿Por qué Índigo? —preguntó— ¿Es tu color favorito o algo? Una esquina de su boca se elevó en una sonrisa que estaba fuera de la escala de atractiva. Sus entrañas se apretaron con más fuerza. —Parcialmente. Índigo es mi segundo nombre. Su boca se abrió. —De ninguna manera. ¿Tu nombre es Zachary Índigo Savage? ¿Fueron tus padres hippies o algo? La sonrisa desapareció. —Si... algo. ¿Podemos cambiar de tema? —Los ojos grises oscuros la atravesaron, una ceja se planteó de manera que dijo el signo de interrogación etiquetado al final de la frase la cual era solo una formalidad. Una gran cólera se arremolinaba a través de ella. —Podemos, pero necesitas saber por adelantado. No me gustan los secretos. Mi ex mantuvo un gran secreto de mí y me hizo creer que éramos sólidos cuando no lo éramos. —Te dije que era un idiota. —Sea como fuera, preferiría no tener otra bomba cayendo a mis pies cuando menos lo espero. Si no quieres que te conozca mejor, está bien. Me gusta pensar que mis instintos son lo suficientemente inteligente para no estar durmiendo con un asesino en serie o un sádico golpeador de cachorros. Pero quiero cierta seguridad de que nada de lo que estamos haciendo ahora tendrá ninguna repercusión en mi futuro. —Te puedo garantizar que nunca he pateado a un cachorro en mi vida y no poseo un hacha, ninguna que haya empuñado personalmente. En cuanto al resto, nadie puede garantizarlo, melocotón. Pero te puedo dar ciertas garantías. —¿Cómo cuáles? —presionó ella. —Como exclusividad. Y el conocimiento de que no hay nada en mi pasado que te afectará directamente de ninguna manera perjudicial. —¿E Indirectamente? Se encogió de hombros. — Trato de mantener mi vida privada en privado, pero no siempre tengo éxito. No con la tecnología moderna tan generalizada como lo está. Los medios de comunicación podrían descubrir que estas conectada a mí. ¿Eso te molesta?

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Tomó otro sorbo y se lamió una gota de vino de los labios de una manera que hacía querer saltar por encima de la mesa, alimentarse de cada pulgada de su boca y luego trabajar el resto de su cuerpo bien hasta que estuviese tan necesitado como ella lo estaba.

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—Depende. ¿Quieres que sea tu pequeño y sucio secreto?

—Melocotón, te quiero tan sucia como pueda conseguirte y empapada con frecuencia. Un rubor se arrastró sobre su cara.— Eso no es lo que quería decir, y lo sabes. Se encogió de hombros. — La prensa amarilla inventa historias que a veces pueden ser dolorosas. He crecido inmune a ellas, en cierta medida, pero hay que estar preparados. —¿Qué es exactamente lo que necesito para estar preparada? —Ellos pueden tratar de profundizar en tus antecedentes, averiguar quién eres y lo usarán para definir tu posición en mi vida. —De modo de que si se enteran que solo soy una chica normal que creció en el norte de Nueva York, ¿podrían concluir que soy una especie de buscadora de oro que trata de hundir sus garras en ti? —No puede ser tan malo. Puede que lleguen a la conclusión de que te tomo por una chica completamente extraordinaria cuyo cuerpo hace girar mi cabeza y hace que mi pene se ponga más duro que nunca. El calor la envolvió pero la ansiedad que corrió a través de su estómago no desapareció. — Pero lo más probable es que vaya a ser lo primero. Dio un solo movimiento de cabeza grave, entrecerrando sus ojos hacia su cara. — ¿Puedes hacerlo? Se humedeció sus labios y trato de hacer caso omiso a la basura. — Tal vez no vaya a necesitarlo. Solo accedí a ir contigo a Marrakech. Si terminamos las cosas después de que... —No lo haremos. —Dijo con calma mientras reponía su vino. El corazón hizo esa cosa estúpida de hincharse en su pecho que la dejó sin aliento. —¿Qué te hace estar tan seguro? —Melocotón, estás perdiendo el tiempo persiguiendo la línea errónea en el argumento. No vamos a terminar en Marrakech. Ni por asomo. Eso te lo prometo. También puedo garantizar la privacidad allí. Lo que suceda cuando volvamos a los Estados Unidos no debería preocuparte. Ella jugó con el último bocado de pasta de su plato.

Su preocupación no disminuyó. Lentamente dejó su tenedor. —Zach... esto va demasiado rápido. No sé si yo...

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—Puedo trabajar desde cualquier lugar del mundo. Además, tengo un gran avión privado, varios coches y un teléfono celular para trabajar adecuadamente. Si estoy fuera.

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—Pero tú vives en San Francisco. Yo vivo en Nueva York. ¿Cómo haremos eso del trabajo?

Se levantó y se acercó donde ella estaba sentada. Se dejó caer sobre sus talones, agarró sus caderas y giró su silla para que lo enfrentase. —Hazme un favor. Cierra los ojos e imagina tu vida dentro de una semana. Entonces imagina tu vida dentro de un mes. —Instruyó en voz baja pero con la suficiente fuerza para hacerle saber que esto era importante. El corazón le dio otro de esos saltos mortales estúpidos. —¿Me quieres en ella? Se encontró asintiendo antes de que terminara de hablar. — Si, lo hago. La besó en la boca, y luego mantuvo la presión hasta que se abrió para él. La punta de su lengua tocó la de ella, tirando hacia una exploración erótica antes de lamer de manera más profunda. Ante su gemido necesitado, se retiró. —Entonces eso es todo lo que importa. —Una mano flotó sobre su cadera para rozar su entrepierna. Fue el más ligero de los toques, pero todavía le envió el pulso alto hasta el cielo.— Eso es todo lo que importa. —¿El estupendo sexo es lo único que importa? —Una astilla de dolor cortó a través de ella. —El estupendo sexo es un comienzo excelente. Esa fue la razón por la que te uniste al viaje del Salón Índigo, ¿verdad? —Yo... no realmente. Quería ver cuál era la experiencia de todo eso. —¿Así que no estabas buscando conectar con alguien? —Rechinó, las palabras como si fueran agrias en su boca. —No lo sé. Tal vez... —Cualesquiera que sean las circunstancias, nos hemos encontrado el uno al otro. La única diferencia aquí es que estás teniendo la experiencia conmigo en lugar de algún otro individuo cuyo rostro estoy tratando de no imaginar. Y no va a terminar una vez que mi avión aterrice en Newark. Entre otras cosas, te prometí Bora Bora, ¿recuerdas? Asintió lentamente. Aunque se sentía un tanto apaciguada, Bethany no podía evitar la sensación ondulante de montaña rusa a través de ella. Pero entonces la besó de nuevo. El efecto de la boca de Zach Savage era una lección de cómo podría ser la química devastadora. La sacudió con un solo toque de sus labios sobre los de ella. Cuando levantó la cabeza varios minutos más tarde, estaba en el borde de la silla, aferrándose a sus hombros. Su cuerpo estaba firmemente encajado entre ellas, sus piernas se cerraron alrededor de sus caderas.

Se rio. — Creo que mi punto está hecho, ¿no? Extrajo sus manos y piernas, se ajustó la ropa, regresó a su asiento, volvió a llenar su

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—¡Dios!

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Ambos miraron hacia abajo. Su vestido se le había subido revelando sus muslos desnudos y la forma visible de su erección se presionó contra sus bragas húmedas. Balanceó sus caderas y la fricción electrificó su clítoris hinchado.

vaso casi vació y lo bebió. —Cuéntame sobre tu trabajo. ¿Amas lo que haces? Correcto. ¿Se suponía que ella debía realizar una conversación coherente mientras flotaba al borde del orgasmo? Arrastró los dedos desesperadamente a través de su pelo.— Yo... mmm... supongo. Tengo un grado en industria hotelera y la organización de eventos parecía la elección perfecta cuando me gradué. —¿Por qué la elección perfecta? —preguntó. —Mi abuela era propietaria de B&B en Connecticut cuando era joven. Me pasaba los veranos allí cuando era niña y me encantó armar juegos y actividades para las familias que iban allí. Parecía una elección natural cuando se trataba de una carrera. —¿Es Neón tu primer trabajo? Lo miró sorprendida.— ¿Cómo sabes dónde trabajo? —Rellenaste tus datos personales cuando solicitaste tu adhesión a Índigo. —Oh. Sí, me uní como organizadora junior hace tres años y fui promovida a titular de cuenta el año pasado, antes de que... —¿Antes de qué? Lo pensó por un momento, y se encogió de hombros. No había nada malo en dejar que supiera lo que había sabido de él antes de que se uniera a su viaje. — Mis jefes querían tu negocio. Me pidieron que te investigara. Que averiguara si alguno de tus intereses comerciales coincidía con el nuestro. Sin embargo, las empresas que utilizas son de la línea mega. Cuando informé de nuevo que no podía encontrar una manera de entrar, se obstaculizaron mis perspectivas en Neón por un tiempo. —Ah, ¿así que nuestra reunión no era kármica después de todo. —Sonaba ligeramente decepcionado y la mirada que le dirigió estaba ligeramente calculada. —¿Qué, piensas...? ¡No tenía ni idea de que estarías en Newark! Y mi presencia en el viaje de Índigo no tiene nada que ver con el trabajo. Además, teniendo en cuenta que tenían más de cinco mil aspirantes para elegir, hubiera sido una gran apuesta la remota posibilidad de ser elegida. —Pero lo fuiste. —¿Preferirías no haberme conocido?

— Zach, he hecho un punto de nunca dormir con un cliente o estar de cualquier otra manera, nunca.

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Dejó el vaso sobre la mesa.

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—Creo que hemos establecido mis sentimientos en ese momento. Pero me pregunto qué habrías hecho si había surgido la oportunidad...? —presionó.

—¿Alguna vez ha surgido la tentación? —En el setenta y cinco por ciento de los eventos que debo organizar son eventos sociales o fiestas, galas, viajes de fines de semana. El alcohol como combustible y la testosterona tiende a resultar en algunas insinuaciones. Su mano se apretó alrededor de su vaso, su mirada se volvió dura, descansando sobre ella. — ¿Ha ido más allá de una insinuación? —preguntó con voz sedosa. —Solo una vez. Por suerte, mis reflejos de la rodilla a la entrepierna fueron de gran nitidez. En el momento en que se le pasó la borrachera, se había olvidado del incidente. Se relajó un poco. —¿Así que he obstaculizado tus posibilidades de una promoción? —Sheena, mi jefa, fue severa conmigo para conseguir tus negocios poco después que el Salón Índigo arriesgase darle una patada. Se ha estado muriendo por expandir la compañía hace un tiempo. Hemos presentado una propuesta, pero es débil debido a la falta de información. —La mayoría de mis empresas están en el listado del mercado de valores. —Si, pero quería una ventaja extra. Asintió con la cabeza. —Lo suficientemente justo. Yo haría lo mismo en esa situación. —Sí, por lo que visité tus oficinas en Nueva York y hablé con uno de tus oficiales de prensa sobre Índigo. No reveló nada más allá de lo que ya era de dominio público. Sonrió sin complejos. —Pero ella me dijo sobre los huéspedes adicionales que permitía en sus aviones. Se lo dije a Keely... —Tu amiga sexualmente activa —replicó con sequedad. Bethany se rió. — Sí. Me empujó a firmar y supongo que el resto es historia. Sacudió la cabeza. —No es historia. Estamos solo empezando, bebé. —Se levantó de su silla, descartando su vaso con una gracia casual que mantuvo su interior apretándose con deseo. La alcanzó y la atrajo cerca de su cuerpo. Estaba totalmente sorprendida al encontrar que su erección no había disminuido. Una mano agarró su pelo, dejando al descubierto su mandíbula y el cuello para sus suaves besos, con la otra la sujetó por la cintura. —¿Cuál es el apellido de Keely?

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—Porque le debo una grande por su papel de traerte a mi vida. —Su lengua se apoderó de sus labios. La acción tuvo el efecto inmediato y contundente al licuar sus entrañas y mojar su sexo.

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—¿Por qué? —Preguntó después de forzar la respiración en sus pulmones.

—¿Incluso tomando en cuenta que sospechabas que tenía un motivo ulterior en este momento? Se retiró un momento y la miró.— No me disculpo por chequear doblemente mi posición en tu vida, Bethany. Un hombre en mi posición tiene que aprender a interrogar a cualquiera en todos los ángulos. Además, no confió fácilmente. —Lo sé. Recuerdo una revisión muy completa en tu oficina. Una esquina de su boca se elevó, pero su rostro seguía siendo grave. — Solo el tiempo probará nuestras intenciones. ¿Espero que estés de acuerdo con eso? Vaciló. Lo que decía tenía sentido, aunque una irracional parte de ella deseaba su confianza, que fuera inmediata e incuestionable. En el fondo sabía que confiaba en él en algún nivel, al menos lo suficiente para haber tomado la decisión de abandonar el Salón Índigo para venir a Paris con él. Pero entonces, había confiado en Chris implícitamente. Hasta que había dejado caer la bomba en su regazo. La precaución era buena. La precaución era esencial. —Sí. Estoy de acuerdo con eso. Exhaló y una mirada de alivio cruzó su cara antes de que deslizara ambas manos sobre su culo y lo apretara con fuerza. Cuando se estremeció en respuesta, gimió, la atrajo hacia sí y la levantó. —Pon tus piernas alrededor de mí, bebé. Lo hizo, con lo que su húmedo centro quedó al ras de la roca dura de su erección. Empezó a caminar nuevamente hacia la suite. Estar tan cerca de su cuerpo cálido y precioso hacia que el deseo quemara más caliente. No podía esperar más, agarró su cara entre las manos y tomó su boca en un beso caliente y necesitado. Tropezó y oyó a su mano dar una palmada en la puerta de vidrio para mantener el equilibrio. Con el pecho agitado profundizó el beso, su lengua deslizándose contra la suya con una promesa erótica. De lo que su pene le haría en un futuro próximo. Lo necesitaba más de lo que nunca había necesitado nada en su vida, balanceaba sus caderas contra su rígida longitud. —Mierda. No puedo pensar con claridad cuando haces eso. —Bueno, no quiero pensar con claridad. Es lo justo, porque no puedo pensar con claridad tampoco. —Frotó sus pechos contra el suyo y fue recompensada con otra concisa maldición.

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Gimió y apretó su culo. Oyó que la puerta se abría de modo que tropezaron en la sala de estar. Esperando su caída en el sofá como lo había hecho antes, se sacudió de sorpresa cuando siguió caminando.

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—Un momento, melocotón. Por favor, solo un minuto más.

—No tengo ningún preservativo aquí. Dio otro gemido patético. Se necesitarían por lo menos un par de minutos en llegar a su suite. Esos eran dos minutos demasiados largos. —!Lo quiero ahora, Zach! Por favor... duele. —Lo sé, dulce bebé. Voy a hacerlo mejor en un minuto. Lo prometo. Solo espera. Sus dedos se clavaron en sus hombros mientras incrementaba sus pasos. Incluso antes de que hubiese entrado completamente en el dormitorio, estaba arrancando sus bragas. Su vestido continuó tan pronto como la dejó. Su mirada caliente se deslizó sobre ella mientras su mano fue a su cinturón y se lo quitó. En el momento en que estaba desnudo, la agarró y la tiró sobre la cama. Dos dedos se deslizaron en su calor húmedo antes de que pudiera tomar otra respiración, envió sus sentidos ya aumentados en un espiral fuera de control. —He estado muriendo por coger este pequeño capullo apretado durante la última hora. —Murmuró justo antes de cerrar la boca sobre un duro pezón. Su cabeza cayó, extendiendo sus muslos más amplios.

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—¿Entonces qué estás esperando?

10 Traducido por Dahi Corregido por Daliam

Se despertó la mañana siguiente y se encontró sola en la cama. Desorientada por un momento, se relajó lentamente sobre las almohadas comenzando a rememorar y repetir en un vivido tecnicolor. En menos de doce horas, se había convertido en la amante de Zachary Savage. En este momento, ella había tenido más sexo de lo que había tenido en años. Había sido implacable con sus demandas, follándola en más posiciones de lo que ella sabía que existían. Pero más que eso, una excitación quemaba en su interior que no tenía nada que ver con el sexo y todo relacionado con la perspectiva de tener un hombre enérgico como Zach en su vida. El nudo de ansiedad que había sentido en su estómago durante todo el viaje a Shanghái y a través de Paris se había calmado un poco. Las cosas se movían un poco demasiado rápidas para ella, pero el conocimiento de que Zach estaba tan atrapado en esta fiebre de necesidad que habían descubierto el uno por el otro había contribuido a aliviar la ansiedad. Se estiró en la cama, conteniendo la respiración cuando los músculos internos y externos se manifestaron por el entrenamiento que habían recibido de la mano de su amante. Las sábanas de colores se calentaron bajo sus manos mientras se aflojaba sobre el espacio en el que Zach había dormido. Volvió la cabeza, cerró los ojos e inhaló su olor, su pulso inmediatamente se intensificó. El plan había sido unirse al Salón Indigo para volar lejos el dolor y la miseria de los últimos seis meses y para divertirse, pero esto... —Esto es una locura —murmuró. —¿Hablando contigo misma, Melocotón? Ella se irguió.

Su mirada cayó sobre sus pechos desnudos y se lamió los labios.

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Era obvio que Zachary Savage cuidaba de sí mismo. De pronto se sintió satisfecha sobre su propio régimen en funcionamiento de diez millas tres veces a la semana.

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Se puso de pie a los pies de la cama, sin camisa y vestido con corredores sueltos. La vista de sus hombros anchos, esculpidos, pecho lampiño y apretado paquete de seis le hizo agua la boca.

—Ven y come el desayuno antes de que ceda a la tentación de comerte en su lugar. — A pesar de la creciente erección, comenzó a alejarse. La decepción cortó más profundo de lo que debería hacerlo. —¿Soy tan fácil de resistir, de repente? Su mirada se desvió hacia ella, y ella captó el leve resplandor de su nariz mientras exhalaba. —No me tientes o nunca vamos a salir de esta habitación. Ha habido novedades. Prefiero que sepas sobre ello más pronto que tarde. Con ese críptico comentario, salió tan silenciosamente como había entrado. Y al igual, la ansiedad había vuelto. Saltando de la cama, rápidamente se encogió en la bata de seda suministrada por el hotel. Se cepilló el pelo manteniendo la compostura. Descalza, entró al comedor iluminado por el sol para encontrarlo leyendo un papel. Sobre la mesa, delicados croissants y chocolate pain au, café, frutas y condimentos se extendían sobre la vajilla de cristal y porcelana china. Él bajó su papel, se levantó y se dio la vuelta a donde estaba sentada. Dejó caer un beso ocasional sobre su cabeza que la hizo contener el aliento. Sin hablar, extendió una servilleta de lino sobre su regazo y le sirvió café. Una vez que había añadido la cuchara de azúcar, que era requisito, y una gota de crema, lo colocó delante de ella y regresó a su asiento. Sus labios estaban firmes cuando recogió el periódico y lo empujó encima de la mesa. —Página siete. El corazón le dio un vuelco y ella cruzó los puños en su regazo. —¿Qué hay en la página siete? —preguntó. Permaneció en silencio, pero sus ojos se quedaron en ella mientras alcanzaba poco a poco el papel y lo habría con dedos temblorosos. Una foto de Zach con una impresionante y escultural rubia, tenía una mano en el hombro y la cara levantada hacia él. Parecía como si estuviera a punto de estallar en lágrimas. Bethany reconoció la angustia en su rostro. Era la misma manera que había sentido cuando Chris había dejado caer su bomba y los sueños que había alimentado durante casi diez años se habían destrozado. Ella echó una mirada a las palabras. Unas pocas palabras familiares saltaron a la vista. Nombres también—Cindy, Isabelle, Farrah. Pero unidas no significaban nada. Se maldecía a si misma por no haber tomado en serio francés en la escuela secundaria, cuando él se acercó.

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Murmuró la traducción, pero Zach pudo también haber gritado. Debido a que ella estaba mirando más de cerca la imagen y vio la ropa que llevaba ayer, cuando la había dejado aquí durante horas y horas. Solo para confirmar, echó un vistazo a la fecha del periódico. El vicio hizo que se le apretara más duro su pecho.

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—Zachary Savage desechó el último amorío.

Ella levantó la mirada hacia él. —¿Esto era lo que estabas haciendo ayer?—Su voz se sacudió casi tan dura como sus dedos. Irritada consigo misma por ese espectáculo humillante de emoción, cerró el periódico a un lado. Incapaz de permanecer sentada por más tiempo, empujó la silla hacia atrás y se alejó de la mesa—. ¡Que te jodan, Savage!—Tiró por encima de su hombro. —¡Bethany, espera! Ella oyó el roce de la silla al otro lado de la terraza y se echó a correr. Era una locura lo mucho que le dolía. Loco y aterrador. Él la alcanzó justo cuando ella entró en el pasillo que conducía a su suite. Una mano en su brazo la detuvo. Cuando ella luchó contra su agarre, él la inmovilizó contra la pared, sus muslos duros ahorquillados en ella. —Bebé, escúchame. —¿Por qué debería? Me dejaste aquí esperándote para ir a botar a tu antigua novia y volver para coger una nueva. No es exactamente el territorio del asesino del hacha, pero está a la altura junto a canalla. Jesús, ¿sabes cómo me hace sentir? Ella trató de apartarse. Él la abrazó más fuerte. —Eso no fue todo lo que hice ayer... —Dios, no me digas que la follaste de despedida. —La idea hizo que su estómago se volcara. Su mandíbula se tensó. —¡Por supuesto que no! Hasta anoche, no había cogido a otra mujer en meses. La respuesta la había apaciguado un poco, pero el conocimiento de lo que había estado haciendo todavía estaba metido como una piedra debajo de su pecho, la asustaba de muerte. ¿Cómo este hombre había llegado a significar tanto para ella en un tiempo tan corto? —¿Por qué me muestras esa imagen? Podrías haberla mantenido para ti mismo. —Ayer por la noche me dijiste que no te gustaban los secretos. No puedo compartir toda mi vida contigo, pero en lo que pueda voy a hacer lo más transparente posible para ti. —¿Así que tienes la intención de decirme de cada mujer con las que has dormido desde que tus bolas descendieron? Su mirada se endureció. —No seas insolente, Melocotón. O tendré que pegarle a ese maravilloso culo. Yo solo te dije sobre Sadie porque estabas en mi vida antes de que yo la hubiese dejado en claro a ella que estaba fuera de la mía. Pero te aseguro que no era nuevo para ella.

—También fue por eso que no me tocaste en su momento en la oficina. —Su contención fuerte como hierro, se veía desesperadamente hambriento. Todo tenía sentido

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Él asintió con la cabeza.

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Un súbito pensamiento la golpeó. —Eso es lo que significaba ¡cuando sea el momento adecuado!

ahora. —No creía que fuese justo reclamarte completamente cuando otra mujer sentía que tenía derecho a reclamarme. Quería terminar apropiadamente las cosas con ella primero. Ella sacudió su cabeza. —Todavía no se siente bien... —Bethany, te he pertenecido desde el momento en que te vi. Tenía que asegurarme que alguien más lo supiera. Eso es todo. Eso la dejó pasmada. En estos días de ser botados por mensaje de texto donde los chicos se sienten totalmente absueltos de cualquier responsabilidad una vez que habían presionado enviar, Zach había volado miles de millas para arreglar las cosas con una novia antes de empezar con otra. Había visto la presión y el hambre desnuda en sus ojos desde el momento en que se conocieron. Se había detenido a si mismo de actuar sobre ella hasta que de verdad estuviera libre. Pero, ¿pasaría lo mismo con ella cuando conociera a alguien más? ¿Ella también recibiría la visita de Zachary informándole que ahora pertenecía a otra persona? Hubo integridad en su acción, pero también un frío sin sangre que afectaba una vena de terror en su corazón. —No lo sobre pienses, Bethany. Mi confrontación con Sadie era algo desde hace mucho tiempo. Siento haber tenido que hacerlo después de conocerte en lugar de antes, pero una vez que entraste en mi vida, no había duda de lo que tenía que hacer. ¿Entiendes eso? —Lo estoy intentando... pero...— Su cerebro se llenó de una avalancha de pensamientos, pero lo más preocupante era saber que había estado con otra mujer, que lo había conocido íntimamente. Ese pensamiento le hizo un nudo los intestinos por los celos. —¿En qué estás pensando, Melocotón? —murmuró, poniendo su caliente cuerpo más cerca, como si sintiera su debilidad. Las manos que habían sujetado su cintura, ahora estaban en la pared a ambos lados de su cabeza, haciéndola sentir realmente enjaulada, rodeada por él. Cuando su torso descansó más cerca, ella luchó por recordar cuál era su respuesta. —Estoy pensando que ella no parecía que estuviese esperando la noticia que le entregaste ayer...

Tomó un mechón de mi cabello y se lo llevó a sus labios. Observar la boca que estaba muriendo por devorar trabajando a través de su cabello era tan curiosamente erótico que solo

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—También estoy pensando que no estoy segura si te quiero más por mostrar tal nobleza o si debo arañar tus ojos por dejarme aquí mientras te fuiste a botar a tu antigua novia.

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Los atractivos y sexis labios se afirmaron. —No puedo ayudarte con eso. Una vez que te vi, no podía prolongar esto mucho más. Los dos días que tuve que esperar a tenerte fueron los más largos de mi vida. —Gruñó en esa barítona y atractiva voz que le hizo estremecer todo el camino hasta sus pies.

podía mirar. —Preferiría que me quieras más. —Su boca bajó a rozar a lo largo de mi mandíbula, él envió un millar de chispas de deseo a través de sus terminaciones nerviosas. —Creo que eso es imposible en este momento. —No con esa boca moviéndose cerca de su boca. No cuando ella podía sentir al depredador sexual apenas contenido rondando cerca, el propósito la consumía. Su suave risa hizo cosquillas en su oreja. —Pero puedes tratar más duro. —Tal vez. Espera. —Ella lo empujó por los hombros hasta que se echó hacia atrás. — Has dicho que no fue todo lo que hiciste. Entonces, ¿dónde estuviste durante el resto del tiempo? —Asistí a una reunión de tres horas y finalicé el trato en que había estado trabajando. —Oh, bien. —Ella hizo un cálculo rápido. —Pero eso no compensa por cuanto tiempo estuviste ausente. Soltó su caliente risa nuevamente. —¿Estabas contando las horas? —Responde la pregunta, Zach. —No quería ser esa novia que necesitaba saber dónde estaba su hombre en cada momento, pero Zach había tirado la puerta de par en par en este caso. Además, después de haber sido sorprendida con lo de Chris, su confianza había tomado una excursión de buceo en aguas profundas. — No, no estuve solo en la reunión. Ella lo miró a los ojos, y con expectación. —Hay más, ¿no es verdad? —Muchacha lista. Tenía la esperanza de que me lo preguntaras. —¿De verdad? ¿Por qué? Contuvo el aliento cuando él metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó una hoja de papel. —Debido a que también me detuve en la oficina de mi doctor. Ella se echó hacia atrás tan rápido que su cabeza golpeó la pared. Él frunció el ceño. —Oye, cuidado. —Acunó la parte posterior de la cabeza y la frotó suavemente en donde se había golpeado.

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—No, no estoy enfermo. Puedo confirmar eso con el cien por ciento de seguridad porque fui a conseguir hacer un análisis de sangre. —Sus ojos grises la abrazaban con una intensidad extrema, mucho más de lo habitual haciendo que su corazón se saltara varios latidos.

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—¿En tu médico? ¿Por qué? ¿Estás enfermo? —No podía disimular el ligero pánico en su voz. Dios, ¿qué estaba mal con ella? Hace tres días, este hombre había sido un enigma en un pedazo de papel, fuera de su alcance, como las estrellas eran para el ser humano. Ahora, de repente, la idea de que podría estar sufriendo hizo a su corazón dar un salto alarmante.

—¿Por qué te harías un análisis de sangre? —Porque, si bien no me importa el uso de condones y lo continuaré haciendo si así lo deseas, quería demostrarte que estaba sano. Incluso antes de tocarte sabía que tenías el poder para destrozar mi control con el mínimo esfuerzo, Melocotón. Ella contuvo el aliento. —¿Lo... hago? —Sí. Y ese mensaje se ha confirmado un centenar de veces desde que follamos. ¿Estás en control de la natalidad? —Preguntó. Ella asintió. —Dosis trimestrales para regular mi periodo. Mi última dosis fue hace tres semanas. Su mirada se oscureció y su boca se curvó en una sonrisa maliciosa. —Bueno. —Puso el papel en su mano. —Esto es para ti. Con él tan cerca, le tomó varios minutos leer el informe sobre su salud. Zach estaba limpio, sano, un macho desenfrenadamente atractivo. —¿Hiciste esto para mí? —Para nosotros. Necesitaba que supieras que si alguna vez ocurre un desliz y no uso protección, nunca tendrás que temer por tu salud. Y también, que podemos disfrutar siempre que queramos sin el temor a las repercusiones. El documento se agitaba en su mano y aterrizó en el suelo. —¿Quieres decir ... podemos... yo puedo... —se humedeció los labios, incapaz de transmitir la profundidad de las emociones que estaban a través de ella con imágenes bombardeando su cerebro. La agarró con un movimiento espasmódico, un movimiento necesitado, como si tenerla tan lejos físicamente le hiciera daño. Sus manos curvadas sobre su culo, la tomó con contacto violento contra su cuerpo. Su pene estaba duro. Querido Dios, ¿cuándo su pene no estaba dura para ella? El conocimiento sin embargo, envió otra potente ráfaga de gran alcance a través de su excitación. El conocimiento de que ella, la mujer cuyo novio la había dejado por otro hombre, podría afectar a un tipo tan caliente y sexual como Zach, la emocionaba y le infundía la confianza que necesitaba. Inclinándose, le mordió el lóbulo de la oreja. —Esto significa que puedes tenerme cuándo y dónde lo desees. Satisfacción inmediata. No tenemos que esperar. Todo lo que tienes que hacer es subirte y montarme. Él rió ante el estremecimiento en su cuerpo que fue a través de ella y lo hizo un poco más difícil.

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Él calmó la picadura con su lengua. —¿Esa idea idea te complace? ¿No te enciende? Porque eso es lo que quiero. A ti, encendida para mí veinticuatro siete. La idea de eso me explota la mente, bebé. ¿No te hace explotar la tuya?

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—¡Zach!

—Sabes que lo hace. —Bueno. Me alegro. —Se retiró un poco y bajó la mirada hacia ella, con los párpados pesados con una mirada peligrosamente erótica. —Oye, creo que acabamos de tener nuestra primera pelea. —Hmm... Creo que la tuvimos. —Entonces, ¿podemos ahora pasar a la parte del sexo?—Sonrió. Su respiración se trabó. —¿Aquí? Él le tomó la mano alrededor de su cintura y la puso sobre su pene. Sus dedos se cerraron en torno a él. Su gemido fue inmediato y de manera sincera, lo que la hizo ponerse aún más húmedo. —Este es un momento tan bueno como cualquier otro, melocotones. Me estoy muriendo por ti. Te anhelo en el momento que apareces. Imaginando tu apretado sexo alrededor de mí pene sólo puede mantenerme yendo hasta un punto. Entonces las cosas comienzan a desmoronarse para mí. A pesar de que su interior se fundía por la idea de tenerlo, caliente y espeso en su interior, una parte de ella todavía moraba en su conversación. —¿Estaba ella ... Sadie ... estaba ella devastada por que terminaron las cosas? Zach dudó por un momento. —Sí, pero era lo que había que hacer. Era la única manera que me permitiría estar contigo. Como alguien que había sido abandonado en favor de otro, sintió una punzada de dolor por la otra mujer. Conseguir ser el objeto de rebote no era definitivamente divertido. Impaciente, su boca comenzó a descender de nuevo. Ella lo detuvo con una mano en el pecho. —Una cosa más... Gruñó. —Jesús, mis putas bolas están en llamas y deseas seguir hablando. Bien. Una última pregunta. Eso es todo lo que obtienes. —¿Haces esto con todas tus novias? ¿Lo del informe médico? —La soltó antes de que pudiera salir. Se congeló luego parpadeó lentamente. —No. Tú eres la primera con la que he querido hacerlo. Nunca se me ocurrió hacerlo con cualquier otra persona. Su exhalación de sorprendida le hizo sonreír. —¿De Verdad?

—Ah, una cosa más que necesites saber, melocotones. Le encantaba ese apodo, más de lo que alguna vez le admitiría. —¿Sí?

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—Como no tienes idea.

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—De Verdad. ¿He ganado puntos por eso, bebé?

—De aquí en adelante, las bragas están prohibidas. No quiero que nada se interponga entre mí y tu hermoso culo. —¿Es esa una orden o una petición? —Es todo lo que necesito para convencerte que realmente está sucediendo. Desobedéceme y habrá consecuencias. Ella sabía que estaba siendo juguetón pero no pudo detener el escalofrío de placer que pasó por ella con su tono magistral. —¿Qué recibo a cambio? —Puedes decidir el cuándo y dónde la próxima vez. —¿Enserio? ¿Puedo elegir el lugar donde tú harás tu camino conmigo? —Sí. Es un gran trato. Debes tomarlo. Con manos hábiles, tiró de la bata para liberar su cuerpo y la miró durante tanto tiempo y con tanta fuerza, que sus pezones le dolían y su sexo se cerraba con tirones necesitados. Dedos fuertes tomaron la punta de los pechos y los apretó. —Eres tan hermosa, melocotones. Bajando la cabeza, se alimentó de sus pechos hasta que sus dedos se pasearon como garras desesperadamente por el pelo. Tomó un condón de su bolsillo trasero y lo abrió con los dientes. La sorpresa hizo que sus ojos se abran. —Pero pensé... Dando un paso atrás tiró de sus corredores fuera y salió de ellos. Gloriosamente desnudo, muy excitado, vaciló, sus ojos esperanzados y deseosos de una manera que la hacían balancearse hacia él. —Nada me gustaría más, Bethany. Pero te diré cuándo sucederá eso, ¿de acuerdo? — Le dijo con voz áspera. Ella asintió. Nunca se había tomado ese riesgo antes, ni siquiera lo contemplaba con Chris. Y sin embargo allí estaba, casi al borde de... de ... Extendió la mano y tomó una mejilla en su palma grande. —Está bien decir no si no estás lista. —No estoy lista Sus ojos se apagaron un poco pero asintió y le tendió el condón.

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Dio un paso adelante y su pene empujó su entrada. —Toma todo el tiempo que necesita, puedo esperar. Mientras que no me estés negando o yo sosteniendo detrás de esto, puedo esperar. Jesús, ya estoy agradecido, llegar a tenerte de cualquier manera que pueda. ¿Estás lista para mí? —Un dedo rozó su clítoris y clavó su apretado sexo. Luego unió

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Ella lo tomó y lo deslizó con acaricias sexis y seguras.

rápidamente otro. Él la cogió con sus dedos hasta que vio bailar estrellas detrás de sus párpados. Desesperada por más, le arañó los hombros. —Ahora, Zach. Estoy lista. Por favor... Con un gruñido hambriento, pateó las piernas más separadas y colocó la gruesa cabeza de su pene en su entrada. En el primer empuje, ella gritó. Ásperas manos se clavaron en sus caderas mientras la mantuvo inmóvil por su penetración. Ella no duró mucho tiempo. Dentro de un minuto se estaba deshaciendo. —¡Oh Dios! Oh... —¡Mierda! Oh bebe, me encanta la forma en que me aprietas cuando llegas. Cógeme, sí. Así. Justo así... ¡ah! Enterró la cara en su garganta y dejó escapar un sonido agudo mientras bombeaba dentro de ella. Bethany se aferró mientras su liberación prolongaba la de ella.

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Cuando el pensamiento bailó en su cabeza, lo dejó entrar. ¿Cómo se sentiría estar piel contra piel con Zach Savage?

11 Traducido por Camila Cullen, ∞Jul∞, Zara 1789 & SOS por Lvic15 Corregido por Daliam

—¡Bethany, gracias a Dios! ¿Qué mierda está pasando? —gritó Keely en su oído cuando respondió el teléfono. —¿Por qué? ¿Qué está pasando? —Los ojos de Bethany corrieron a toda velocidad a donde Zach estaba sentado a su lado, sus dedos peligrosamente revoloteando por su muslo. Incluso a través de la tela de los pantalones capri que llevaba, su toque la electrizaba. Había muchos otros lugares en el avión, pero había escogido el asiento justo a su lado. Y claro que sabía que su proximidad estaba causando el caos con sus habilidades de pensamiento porque tenía una sexy sonrisa engreída. —Me entregaron una caja de Dom Perignon y los más hermosos alcatraces morados en mi departamento esta mañana —gritó Keely. —Y eso es malo, ¿por qué? —Estaba firmado, Gracias por mi Melocotón. No tengo idea de dónde vinieron o quién demonios es Melocotón. Pero estaba firmado con una Z... ¿entonces? Los ojos de Bethany se ampliaron hacia Zach, y su sonrisa se hizo más grande cuando articuló, ¿Qué demonios? Cuando su mirada le prometió un infierno, él contestó moviendo sus dedos más arriba hasta que rozaron su montículo. La falta de bragas hizo su toque ultra sensible. Su respiración se atoró y mordió su labio duro para prevenir los gemidos. La acababa de tomar, con un condón, en su lujoso dormitorio en la parte de atrás del avión hace apenas media hora, y aún así ardía por él más intensamente que nunca. Lo profundo de su necesidad la aterrorizaba, de ahí su necesidad de contactar a Keely. Su mejor amiga trajo una refrescante dosis de cordura que sentía escurrirse de ella cada vez que ponía los ojos en Zach Savage. —Hola, ¿estás ahí? —Sí, Keel, estoy aquí, pero estoy en un avión así que no sé cuan buena es la conexión... —La conexión es perfecta —ofreció Zach lo suficientemente alto para que lo oyera

Zach calmadamente sostuvo su mano libre hacia el teléfono. Bethany levantó una ceja

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—Bueno... ¿puede alguien con un buen manejo del inglés por favor decirme que está pasando? —Demandó Keely, su voz chispeando con impaciencia.

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Keely.

y frunció la boca. Él contraatacó presionando sus dedos más duro entre sus piernas. Renunció rápidamente al teléfono. Él presionó el botón de altavoz y sostuvo el teléfono en su rodilla. —Keely, habla Zachary Savage. —Hola. La boca de Zach hizo esa cosa de levantarse de un lado que hacia latir su clítoris. — Quería mostrarte mi apreciación por hacer que Bethany firmara para el tour de El Salón Indigo y por llevarla a Newark el domingo. Entiendo que tuviste un gran papel en eso. —Sí, fue todo gracias a mí —respondió Keely engreídamente. —Espero que te guste la champaña y las flores. —¿Una caja de champaña Oenothèque antigua que vale diez mil dólares? ¿Qué hay para no gustar? ¿Pero qué hay de Melocotón? Giró su cabeza y la miró, aún con esa sonrisa. —¿Te importa si no divulgo eso? —Sus ojos rastrillaron lentamente sobre Bethany. Cuando alcanzaron el lugar donde descansaban sus dedos, se oscurecieron un toque antes de levantarse para encontrar los suyos de nuevo. Estaba excitado. Profundamente, eróticamente, hambrientamente excitado solamente de verla. Bethany no podía acostumbrarse a la idea. —Bueno, está bien, de acuerdo. ¿Pero me prometes una cosa? —Demandó su amiga. Zach habló con tono áspero. —Lo intentaré. —Lo que sea que hagan no se gradúen a llamarse el uno al otro Cariñito Boo Boo. No quiero vomitar en mi Dom P. —Bienvenida seas, Keely. Ella gruñó. —Lo mantendrás, Zachary Savage. Solo cuida de mi chica o iré detrás de ti con un instrumento cortante. Dom Perignon o no. Sus ojos bailaron con alegría. —Entendido. —Puso el teléfono fuera de altavoz y se lo pasó de regreso. —¿Estás bien? —preguntó Bethany. —Mientras tú lo estés. Estoy manteniendo a Bolas de Acero al tanto con noticias de la tía Mel. Se está poniendo peor en el día.

Su mirada parpadeó hacia Zach. Había recostado su cabeza contra el cabezal, pero su mirada todavía estaba puesta en ella. —No —dijo.

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—No te preocupes, te dije que cubría tu espalda. Emm, ¿todavía estoy en altavoz?

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Bethany se rió y luego suspiró. —Mientras te asegures que mi tía Mel tendrá una recuperación milagrosa antes de que regrese, te dejaré hacerlo. El karma puede ser una perra, y no voy a dejar que jueguen con la vida de mi tía.

—¿Entonces todo bien contigo? ¿Te está tratando bien? ¿Te estás divirtiendo? —Sí, sí y sí. —Bien. Mantenlo de esa manera. Y mantente en contacto, por amor de Dios. Sabes cuánto odio ser dejada colgando. —Lo haré. Adiós, Keely. Te quiero. Colgó. Zach continuó mirándola. —¿Qué? —Me gusta. Miró un poco más cerca para ver si era un gusto superficial y luego se amonestó a si misma por tratar de leer demasiado en sus palabras. —Bien. Ella es importante para mí. Su mirada se volvió especulativa. —¿Cuán importante? —¿Hay categorías de importante? Se encogió de hombros. —Solo quiero saber si tendré que competir con ella por tu atención una vez que regresemos al mundo real. A punto de contestar negativamente, se detuvo. —Ha estado ahí para mi cada vez que la he necesitado. Sus ojos perforaron los suyos. —¿Y cuán mal la has necesitado? —Bastante hace seis meses. Y mucho desde entonces. Ha sido mi roca. —A pesar de su esfuerzo de no sonar temblorosa, oyó el ligero temblor en su voz. Sus fosas nasales se ensancharon ligeramente, un signo que había llegado a reconocer que significaba que estaba seriamente molesto sobre algo. —Dime lo que te hizo ese idiota. —¿Quién, Chris? —Se encogió de hombros, pero la quemadura de humillación ardió dentro de ella—. Decidió que prefería otros idiotas. Literalmente. Y de preferencia masculina. Los ojos de Zach se abrieron. A continuación, la mandíbula se apretó. La mano en su montículo se deslizó más abajo, la agarró más duro, posesivamente. Sosteniendo su centro, la hizo no pensar en nadie más, nada más que a él.

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—No sólo dijo. Me llamó después del trabajo un viernes por la noche y me pidió reunirme con él. Pensaba que íbamos por nuestras bebidas regulares y la cena. En su lugar, me presentó a su amante gay en una bar que normalmente íbamos. Entonces dijo que su amante gay vino con él al apartamento que compartimos y ayudó a empacar sus pertenencias. Resulta que habían estado buscando apartamento unas pocas semanas— semanas que pensé él estaba ausente por el trabajo. Ellos decidieron que querían hacerlo oficial, una vez habían encontrado un lugar para vivir. Están viviendo juntos en un loft en el Soho.

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—¿Él te dijo que prefería los hombres?

—Mierda. —La tomó por la nuca y la levantó en su regazo. Una vez la había acomodado, su mano volvió a su posición entre sus muslos. —¿Sabe qué es él? — Chirrió. Las lágrimas que se habían reunido en la garganta hacía difícil hablar. Ella sacudió su cabeza. —Es un cobarde y un imbécil. Cualquier tipo que necesita apoyo moral para romper las cosas no te merece. Y cualquier tipo que no puede ver el tesoro de valor incalculable que eres no te merecía en primer lugar. Las lágrimas se precipitan sorprendido el infierno fuera de ella que en realidad no debería tener. Iba a través de todo un nuevo nivel de experiencias con Zach. Experiencias que sabía que iba a sorprender a la mierda de ella antes de que esto se hubiera terminado. Parpadeando para contener la amenaza de las lágrimas, trató de reír, pero sólo logró una tos ronca. —Estas ganando para ti mismo puntos en este momento. Hizo una mueca. —Los tomaré. Pero no necesito decirte lo hermosa que eres. Cuán terriblemente hermosa, sexy, generosa y de buen corazón eres. Lo increíblemente dadivosa y continuamente fascinante. No podía ver eso, así que es su pérdida. Esta vez no pudo detener la inundación. Maldiciendo, él las apartó con el pulgar. —No llores, nena. No por un imbécil como ese. —No estoy llorando por él. Estoy llorando porque... porque... —Ella sacudió la cabeza—. Gracias. —¿Por decir la verdad? ¿Por querer que veas que mereces ser adorada? Tengo la intención de decírtelo a menudo y consecuentemente. Hasta que lo creas. —Me hace querer creerlo. Cuando me tocas, me siento hermosa. —Esto se debe a que lo eres. Cada. Pulgada. De ti. Cada vez que estoy contigo, quiero mostrarte lo hermosa que eres. Demonios, melocotones, camino con mi pene lo suficientemente duro para clavar clavos. Estoy sorprendido de que hay suficiente sangre en mi cerebro para ser capaz de poner un pie delante del otro. Ella se rió y la intensidad de sus ojos se suavizó, pero no alivió el hambre. El hambre estaba siempre allí. Y el hecho de que se dirigiera a ella la excitaba con tanta fuerza que temblaba. —Estás poniendo esa mirada otra vez —reflexionó. —¿Qué mirada?

Él gimió y apoyó su frente contra la de ella. —También te deseo. Pero por mucho que

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—¿Puedes culparme? Puedo sentir tu grueso, hermoso pene debajo de mi culo. Estás diciéndome hermosas cosas. Entre tu boca y tu pene, estoy irremediablemente perdida y sin vergüenza, adicta. Te deseo tanto, Zach. Mucho.

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—Esa mirada vidriosa que me dice que estás teniendo malos pensamientos. —Su mano se deslizó por la nuca y en su pelo, acariciando su cuero cabelludo antes de empuñar sus dedos en un agarre posesivo.

quiero hacer algo preciso y placentero de eso ahora, no podemos. Estamos aterrizando en menos de diez minutos. Ella se irguió. —¿De Verdad? Estirando el cuello, miró por la portilla más cercana. Todo lo que podía ver era el árido, inquietantemente y hermoso desierto entremezcla con grupos aislados de vegetación. —Síp. Y no luzcas tan decepcionada. Tengo la intención de satisfacer cada deseo que has tenido. La devolvió a su asiento, se inclinó y aseguró su cinturón de seguridad. — Ahora repite conmigo. A menudo y a fondo. —A menudo y a fondo. Él sonrió. —Buena chica. Zach observó Bethany de cerca cuando ella consiguió su primer vistazo de Marrakech. No era para todo el mundo. Ciertamente, cuando había llevado Sadie aquí, ella se había quejado largo y claramente de la humedad y el calor. En cambio no le importaba. Crecer en Louisiana había significado veranos sofocantes largos. Y mientras él había deseado a sí mismo alejarse de su lugar de nacimiento mucho antes de que él se escapara, había algo de calor que había encontrado profundamente excitante y casi espiritual. Los veranos que había pasado con su madre cuando ella había estado lo suficientemente lúcida como para la actividad habían sido especial. El dolor se deslizó a través de él, pero lo apartó y se concentró en la mujer junto a él. La mujer a la que estaba empezando a sospechar podría enterrarse bajo su piel si él bajaba su guardia. La mujer a la que no podía conseguir lo suficiente no importa cuánto follaran. Y chico, le encantaba follarla. —¿Dónde estamos ahora? —Preguntó ella mientras su aire acondicionado se repartió en el Jeep que conducía a través de calles llenas de gente vestida de jellebah locales y turistas ansiosos. —Estamos pasando por el casco antiguo. Ahí esta la Medina, el casco histórico. Su cabeza se giró hacia donde señalaba, sus ojos llenos de placer. —¿Te gusta?

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Él asintió con la cabeza hacia las altas montañas cubiertas de nieves que se elevaban en la distancia. —Media hora. El helicóptero hubiera sido más rápido, pero quería vieras la ciudad de cerca.

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Ella sonrió. —Me encanta lo que he visto hasta ahora. ¿Cuánto para llegar a tu casa?

—¿Por qué Marrakech? Zach vaciló, arraigado a la autoconservación provocando patearlo. La idea de que tal vez Marrakech no era el destino correcto elegido flotaba por su mente. Cuando su sonrisa empezó a apagarse, apretó los dientes. —Fui de mochilero por África hace seis años. Marruecos fue una de mis paradas. Creció en mí, así que compré un lugar aquí abajo. Su cara se iluminó de nuevo y se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento. Él la soltó y se acercó más a ella. Ciertamente no tenía nada que ver con el hecho de que fracasaba cada vez que reveló un poco más de sí mismo. Partes de sí mismo que nunca había revelado a nadie, que de repente se sintió obligado a compartir, no porque quisiera, sino porque vio lo mucho que significaba para ella. —No puedo imaginarte de mochilero. Su sonrisa se sintió tensa. La mochila en sí no era gran cosa. Fue la razón detrás de ello la que él no quería revelar. —Bueno, lo hice. Todo el camino hasta en chancletas. —Hmmm, en chancletas... sexy. —Se balanceó hacia él. Él cerró la distancia y frotó el pulgar sobre sus labios. Cuando sus vivos ojos azules se oscurecieron, gimió y se retiró. —Marruecos no es un país estricto en demostraciones de afecto en público nena, pero tenemos que estar alerta. Sobre todo porque no voy a ser capaz de controlarme una vez que empiece a besarte. No podía permitirse su necesidad de ella en este momento, pero las ventanas del jeep estaban lo suficiente tintadas como para que pudiera deslizar su mano por sus muslos para descansar entre sus piernas, en ese lugar donde él más deseaba estar. Cuando ella se sacudió contra su toque, él se endureció más. Dios, él no podía recordar cuando había estado tan duro constantemente. Si no le gustara tanto follarla sería un maldito inconveniente. —Tal vez deberíamos haber tomado el helicóptero después de todo— murmuró ella, su mirada en la evidencia de debajo de sus pantalones vaqueros, muy reveladora de su entusiasmo. —Confía en mí, Melocotón, no voy a cometer el mismo error otra vez. Agarrando su mano, la colocó sobre su erección y luego volvió a gemir cuando el placer amenazó con desgarrarlo.

—Zach, has atrapado mi mano debajo de la suya —susurró ella con fiereza. —No me refiero a eso. Me refiero a lo que estás haciendo con tu lengua. Me hace

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—Deja de hacer eso —advirtió en su oído.

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Fuera de la vista de Philip, que estaba al volante, él apretó su mano más duramente en su tensa erección y trabajó su mano de arriba a abajo. Observó su rostro y vio la excitación crecer a medida que crecía más grueso en su mano. Cuando su lengua rodeó sus labios, él tragó una sucia maldición. Agarró su nuca y la arrastró hacia sí.

pensar que deseas chupármela hasta la parte posterior de tu garganta, todo el camino y disfrutar completamente haciéndolo. Su mano libre sujetaba con fuerza su muslo. —¿Qué pasa si quiero hacer eso? —Le respondió con valentía—. Tienes un pene excepcionalmente hermoso. —Entonces digo que obtendrás tu oportunidad más pronto que tarde. —Se apartó y apretó el interfono que los conectaba a la parte delantera. —Hemos terminado con la ruta panorámica, Philip. A casa lo antes posible. —Él se echó hacia atrás y vio una delicada ola de rubor sobre su cara—. Ahora no es el momento de ser tímida, Melocotón. Has declarado un deseo y es mi deber cumplirlo. Ella se rió con un sonido ronco que provocó un murmullo de placer dentro de él. —¿Estás a punto de conseguir una mamada y lo haces sonar como que me estás haciendo un favor? —Tengo la intención de hacer la experiencia placentera para ambos. Y nunca lo dudes nena, me encargaré de ti antes de que terminemos. La vio tragar y tomar una respiración profunda. Intentó alguna de esas él mismo y se sintió ligeramente más en control de su violenta hambre. —¿Cuánto tiempo antes de llegar? La tensión en su voz era exactamente cómo él se sentía. —Diez minutos. —Está bien, necesito una distracción. Así que tú enviaste a Keely champán y flores. ¿Te importaría discutirlo? —No hay nada que discutir. Quise decir lo que dije. Quería mostrarle mi agradecimiento. —Pero no la conocías por Eve. ¿Qué te hace pensar que no habría corrido al tabloide más cercano a vender su historia una vez que supiera que le enviaste el regalo? —Confié en que no podrías tener por amiga a alguien así. Ella contuvo el aliento mientras sus impresionantes ojos conectaban con los suyos. —Te lo agradezco.

Pero confiaba en Bethany. Algo en ella le daba ganas de dejar de lado sus rígidos problemas de confianza. —Todavía estás mirándome como si tuviera un motivo ulterior —dijo.

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Él se abstuvo de decirle que había hecho investigar a Keely silenciosamente. No lamentaba haber tomado esa precaución. Había quedado tan quemado en el pasado que no iba a correr riesgos nunca más.

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—De nada.

—No es eso. Supongo que estoy un poco desconcertado porque no encontré casi nada personal acerca de ti en Internet cuando busqué, y sin embargo aquí estás, tres días después de conocerme, exponiéndote a ti misma con poco cuidado para el riesgo que implica. —Algunos riesgos valen la pena. Sus ojos se abrieron. —¿Y yo soy uno de ellos? —Sólo te conozco desde hace tres días y sin embargo he tomado riesgos contigo que nunca he tomado con nadie más. Podría salir seriamente quemado aquí, pero estoy dispuesto a dar el paso. —Zach... no sé qué decir. —No es necesario que digas nada. Sólo continúa dándome lo que me das, compañía y tu hermoso cuerpo. —Los tienes —exhaló su respuesta con tanto fervor que se sintió mareado. Jesús. Ella era tan increíble. Tan generosa. El hambre que casi lo había consumido la primera vez que posó sus ojos en ella, se intensificó. A este ritmo, estaría sobre sus rodillas día y noche por ella si no tenía cuidado. Con alivio, vio como Philip giró hacia el largo camino de tierra privada que llevaba a su casa. De todos sus hogares, este era del que estaba más orgulloso. No podía esperar a mostrárselo con orgullo a Bethany. Justo después de que la hubiera follado. Y de correrse en su boca. Y de follarla un poco más. Su mano se tensó sobre su nuca. Ella se sacudió, pero no se apartó. Le gustaba eso. Le encantó el hecho de que no tuviera miedo de lo exigente que podría ser. No tenía miedo de su hambre por ella. Esto haría los próximos días todo más agradable, sabiendo que no tenía que contenerse. Más aún, una vez le mostrara las delicias de su cuarto de juegos. La casa de Zach era más como un palacio. Era impresionante. Sólo había un inconveniente. Había agua por todas partes. El viejo temor se estrelló contra Bethany con la fuerza de un huracán y siguió chocando contra ella cuando pasaron por cada habitación, todo lo que vio fue una visión de las diferentes características del agua exterior.

Y una vez que llegaron allí, su suite era igual de impresionante. La cama elevada, una de las más grandes que jamás había visto, haciendo una declaración audaz que hizo que su pulso se acelerara.

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Ricos tapices y relucientes pisos de mármol zumbaban mientras ellos casi trotaban a través de salas llenas de historia y belleza.

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Zach estaba demasiado concentrado en llegar a su destino, su dormitorio, sospechaba, al notar su tensión. Bethany se alegró de esto porque era una forma de combatir el miedo y la ansiedad que corrían a través de ella.

Más allá de las anchas ventanas con cortinas de muselina, el sonido de una fuente sonó en el aire. En el interior, la tensión creció cuando Zach la localizó donde ella dejó caer su bolso y se quitó los zapatos. Jadeaba mientras tomaba respiraciones profundas. Tomándose su tiempo, ella se quitó sus gafas de sol Oliver Peoples de su cabeza y las colocó en lo alto de la cómoda más cercana. Luego desabrochó el botón y se quitó los pantalones Capri y el oscuro dorado top sin mangas de encaje y lino. El aire frío del discreto aire acondicionado lavaba su piel caliente mientras se levantaba el sujetador de color índigo que había comprado en París y se puso después de su sesión de sexo en el avión. La mirada de Zach se oscureció, cayó a sus bragas con apertura, y su aliento silbó. —Llevas mi color favorito. —¿Te gusta? Él comenzó a desabrocharse la camisa. —Ven aquí y te lo haré saber. Antes de que hubiera dado un paso, él estaba encogiéndose de hombros para quitarse su camisa blanca. La visión de su glorioso torso hizo que sus entrañas se derritieran y la boca se le hiciera agua. Era tan hermoso. Su rostro era una obra de arte y su cuerpo hizo que ella quisiera cantar en señal de adoración. Todavía le costaba creer que él estaba realmente interesado en ella. Ella le alcanzó y se detuvo. Él siguió mirándola mientras se desabrochaba el botón de sus pantalones vaqueros y bajaba la cremallera. —¿Qué es lo que quieres hacer, Melocotón? —dijo con voz áspera. Ella se humedeció el labio inferior. —Quiero tu pene en mi boca. Él cerró los ojos por unos segundos intentando controlarse mientras empujaba sus vaqueros y los tiraba. Cuando ella se acercó y agarró su cintura, sus ojos se abrieron de golpe. Manteniendo sus ojos en él, poco a poco cayó de rodillas. Él gimió largo y duro.

—Ya estás duro, Zach. —Más duro entonces. Mucho más duro. Me siento como si estuviera a punto de explotar, nena.

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Sus dedos acariciaron con suavidad su erección que hacia una tienda de campaña con sus boxeadores y ella sonrió.

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—Dios, verte de rodillas me pone tan malditamente duro.

Sus dedos fervientes liberaron su pelo sujeto por su broche mientras pasaba sus manos por sus muslos, sintiendo el músculo bien definido bajo sus dedos. —No todavía. Quiero probarte un poco durante un rato. —Joder, sí —Sus dedos pasaron a través de su pelo para acunar la parte posterior de su cráneo—. Te necesito tanto, nena —Su rostro era una rígida máscara de cruda necesidad. Ella ahuecó sus bolas y sintió como estas se apretaban en su palma. —Te necesito también. Mojando sus labios un poco más, ella tomó su ancha cabeza en su boca. Él se empujó contra su boca y maldijo. Ella jugó con la lengua por el borde rugoso y sintió la oleada de sangre debajo de la piel aterciopelada. —¡Cristo! Habiendo aprendido muy rápidamente que a Zach no le gustaba perder el control por mucho tiempo, Bethany decidió moverse rápido. Arremolinó la lengua alrededor de él y lo tomó tan profundo como pudo en la boca. Él la llenó, pulsando con energía y vitalidad mientras lo trabajaba. Venas gruesas llenaban su boca mientras le chupaba. Ella sonrió con orgullo femenino mientras él gemía su aprecio. —Oh, Melocotón, eres tan buena. Si lo conocía bien, él lo haría, pronto se haría cargo. Con ambas manos ahuecando la parte posterior de su cabeza, Zach impulsó su pene en su boca, para luego establecer un ritmo que le hizo golpear la parte posterior de su garganta una y otra vez. Era tan decadente, tan bellamente sucio, calor líquido humedeció su sexo y su clítoris se hinchó de la calentura por esto. —Mírame, Bethany —Inclinó la cabeza y lo miró con los ojos pesados y excitados—. Te encanta tenerme a tu merced, ¿no? ¿Amas verme así de deshecho? —Hmm. Su respuesta murmurada le hizo sacudirse más fuerte mientras su campanilla vibrante golpeaba su cabeza sensible. —¡Dios, vas a hacer que me corra!

Él se alejó lo suficiente para que pudiera respirar. Ella cogió la base de su pene. —Más —demandó.

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Sus piernas se estremecieron y sus bolas se contrajeron. El primer chorro de semen casi la hizo vomitar. Tuvo problemas para tragar tanto de su cálido y salado sabor como pudo.

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—Hmmm. —Lo intentó de nuevo. Sus muslos temblaron y sus pelotas se contrajeron.

—¡Jesús! ¿Cuán codiciosa eres? —Volvió a entrar en su boca y se quedó allí, bombeando fuerte en su boca. Su pecho convulsionaba y su boca estaba abierta mientras respiraba. Profundos temblores le estremecieron de la cabeza a los pies mientras se vaciaba dentro de su boca. Bethany no podía tener suficiente. Haciendo el vacío con sus mejillas, chupo hasta la última gota antes de que él saliera de su boca con una mueca de dolor. Pero se dio cuenta de que todavía estaba lleno y semiduro. Zach nunca se volvía completamente blando. Era casi como si estuviera preparado todas las veces para satisfacer todas sus necesidades. —Bebé, creo que me has dejado vacío. —Elevando su barbilla, tomó su boca en un beso caliente antes de levantarla del suelo—. Creo que es justo que te lo devuelva. La tiró en la cama después la miró con ojos hambrientos mientras ella se movía de espaldas hasta la mitad. —Quítate el sujetador. Es tan bonito, y no quiero arruinarlo. Con manos temblorosas, ella desabrochó su sujetador y se lo lanzó. Él lo cogió con sus dientes y pretendió atacarlo. Riendo pese al deseo que estaba en su estómago, ella se asentó más profundamente en la cama. Él lanzó el sujetador a un lado y se subió a la cama. Acariciando su cuello, inhaló profundamente. —Hueles tan bien. Y apuesto a que también estás completamente mojada.¿Te has puesto así por chupármela, Melocotón? —Sí —dijo jadeando. Cogiendo un cojín, lo puso al lado de su cadera. —Gírate y ponte encima del cojín para mí. —Esperó hasta que lo hizo—. Ahora quiero que abras tus piernas. Tanto como puedas. Su corazón latía lo suficientemente alto como para ensordecerla. Bethany abrió sus piernas. Pero él no estaba satisfecho. —Vamos, bebé. Puedes hacerlo mejor que eso —le animó. Ella las abrió más, hasta que sus piernas estaban casi perpendiculares con su cuerpo, y su sexo estaba abierto ante su mirada abrasadora. Bethany enrojeció por la vergüenza y la aguda anticipación. Estaba increíblemente mojada por haberlo tenido a su merced, por sentir su fuerza bombear por su garganta. Nunca se había sentido más expuesta. O más excitada.

Ella jadeó, necesitando tener su boca allí donde una empalagosa necesidad la consumía por dentro.

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—Tan rosado. Tan bonito. Tan mojado por mí. Eres increíble, ¿lo sabías?

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Zach hizo un sonido de aprobación en su garganta y se posicionó entre sus piernas. Sus manos pasaron por encima de su culo y golpearon ambos globos. Ella jadeó mientras el dolor combinado con su excitación hacía que se mojara todavía más. Él le volvió a dar una cachetada después gruñó.

—¡Zach, por favor! —Pronto, bebé. Ahora mismo simplemente quiero mirarte. —Hazlo, por favor. Dios, hazlo. —Ella apartó su pelo a un lado y se volvió a mirarlo. El hambre aguda en su cara casi hizo que dejara de respirar. Pero había aprendido que él no se dejaría ir hasta que estuviese bien y preparado. Frustrada, se comenzó a girar. Una cachetada fuerte en su culo la hizo pararse. —¡No es justo, Zach! —Oh, pero lo es. Me tenías a tu merced justo ahora. No estaba preparado para correrme pero me trabajaste con esa lengua malvada y esa bonita boca tuya. Me corrí mucho antes de que estuviera preparado. Ahora, es tu turno de sufrir. Él bajó su cabeza y sopló aire caliente en su clítoris. La mantuvo abajo mientras ella se movía y volvió a soplar después pasó su lengua contra su nudo lleno de nervios. —¡Oh! —¿Más? —¡Sí! El pasó su lengua varias veces y después puso su clítoris en su boca, procedió a chuparlo como si fuera su caramelo favorito. Un brutal placer la recorrió y comenzó a bailar detrás de sus párpados cerrados. La tensión gritaba a través de sus piernas mientras su sexo se apretaba alrededor de su lengua investigadora. —Tan codiciosa —canturreó. El metió su lengua más adentro y Bethany mordió fuerte el cojín para no suplicarle que finalizara. Deslizando sus dedos a través de su mojada ranura, fue en dirección a su otra apretada abertura. Al primer toque de su pulgar presionando, un placer diferente la atravesó. La triple sensación del dedo, la lengua y su boca finalmente la llevó por encima del borde. Gritó su clímax mientras se corría en su boca. Temblores la recorrieron mientras él bebía de ella, su lengua lamiendo una y otra vez mientras tragaba cada gota cremosa. Acariciando su cuerpo por encima de ella, él se puso sobre sus codos y arrimó su mejilla a la de ella. —¿Ha estado bien?

Una renovada excitación la golpeó por dentro mientras miraba su hermosa cara. El hambre voraz estaba aún allí. Cuando la besó con una profunda intensidad, ella probó sus jugos en los labios. La boca que había devorado su sexo hacía unos momentos ahora

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Por supuesto, encontró que un segundo más tarde él tenía otros planes cuando la giró y posicionó su pene en su entrada.

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—Hmmm. Mejor que bien. —Se sentía débil, flotando en un mar de pura felicidad. De alguna manera, había encontrado la fuerza para bajar sus piernas, agradecida de que él no protestara.

devoraba su boca. Después estaba poniendo besos calientes por toda su cara, a lo largo de su mandíbula hasta su oreja. —¿Condón o no? —dijo ásperamente en su oído. A pesar de que sabía que este momento vendría, Bethany se congeló ante la cuestión. Estaba entrando en terreno totalmente desconocido aquí. No sólo físicamente. Esta era la primera vez para ambos. Una vez que tomara este paso, no habría vuelta atrás. Pero ya se había alejado de su zona de confort más de lo que había hecho nunca. En el momento en que puso sus ojos en Zachary Savage, había estado perdida. Él no era como ningún otro hombre que hubiera conocido. Y le creía cuando decía que la protegería. Le miró a los ojos. —Quiero sentir tu piel contra la mía. Dentro de mí. Sus ojos se oscurecieron y su respiración golpeó desde su pecho. —Melocotón —jadeó. Una mano se deslizó debajo de su nuca y la otra cogió su rodilla y la curvó por encima de su cadera. Lentamente, se deslizó dentro de ella, delicioso centímetro a delicioso centímetro. La sensación era gloriosa, cruda y terrenal. Sus tejidos, hinchados por la fuerza de su orgasmo anterior, se abrieron mientras él empujaba más profundamente en ella. La cabeza de su pene tocó el borde de su útero, rozó contra ese lugar secreto que hacía que todo su cuerpo hormigueara con un placer súper sensible. —Zach... —Lo sé, bebé. Yo también lo siento. —Su mandíbula apretada, se alejó y miró por encima de su cuerpo a su pene, que brillaba con sus húmedos jugos—. Dios — gruñó. Volvió a meterse dentro de ella, sus movimientos no tan refinados como antes. Un profundo estremecimiento lo atravesó de la cabeza a los pies, y ella mordió su labio con el profundo conocimiento de que ella le estaba haciendo esto a él. Bethany abrió más sus piernas para acomodarle, para acomodar la abrumadora sensación de ser follada en crudo por la primera vez en su vida. Cuando bajó su cabeza, ella se elevó para besarle. Su boca se fusionó con la suya y sujetándose a sus hombros como si le fuera la vida, se encontró con él en cada acometida, absorbiéndole codiciosamente dentro de su cuerpo cada vez. Sus gruñidos escalaron a prolongados gemidos mientras luchaba por respirar.

—Vale la pena ahora. Más que la pena. Por favor... ¡tengo tantas ganas de correrme!

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Él cogió su pelo con sus manos y la mantuvo quieta. —Puedes. Sólo un poco más, bebé. Valdrá la pena, lo prometo. —Él movió sus caderas en una serie de movimientos profundos y punzantes que la mantuvieron jadeando.

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El éxtasis bailaba cerca, burlándose de ella con la promesa del mejor clímax de su vida. La anticipación era casi tan mala como el final—. Oh Dios... no puedo... ¡es demasiado, Zach!

—Ella puso sus piernas alrededor de su cintura y apretó, sintiendo el indicador de la euforia en ella. —Eso es, bebé. Apriétame con tu dulce y apretado sexo. —Él bajó su cabeza y puso un duro pezón en su boca. La sensación se transmitió directa al hambre entre sus piernas, causando que sus músculos se contrajeran. Se corrió largo y fuerte con una fuerza que la meció de la cabeza a los pies. —¡Mierda! —Gruñó Zach—. Voy a venirme tan fuerte dentro de ti, Melocotón. —Su grito de liberación fue el más profundo que había oído. El cálido semen fluyó dentro de ella con tanta fuerza que temió que se ahogaría en él. Se corrió sin cesar, sus gemidos eran música para sus orejas mientras se estremecía impotente en sus brazos. El pensamiento de que esta era su primera vez envió una sensación de poder a través de ella. Pasó una mano por su espalda hasta que sus temblores pasaron a ser ocasionales espasmos, y no se preocupó ni un poco por el hecho de que su peso la aprisionara contra la cama. Después de unos minutos interminables, él levantó su cabeza. —Lo siento, sé que te estoy aprisionando pero no puedo moverme. —Su cuerpo volvió a estremecerse. —Estoy bien. Además, tampoco puedo moverme. Él se rió, después se relajó de nuevo en sus brazos. —Oye, ¿ Melocotón? —¿Hmm? —Quizás quieras considerar coger un seguro para todo tu cuerpo. No puedo prometer que no vayas a estar permanentemente con las piernas arqueadas para el momento en que acabe contigo. —Lo mismo digo —susurró en su oreja. Su profunda risa resonó dentro de ella.

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—Vamos a la ducha, después voy a darte un recorrido completo.

12 Traducido por Jessibel & Kary Corregido por Daliam

—¿Tienes un salón de baile? —Bethany se quedó sin aliento y se adentró más en la habitación grande y circular. Pinturas al fresco representaban sultanes con turbantes y sirvientas voluptuosas, medio desnudas, coloreaban las paredes y se disparaban hasta los techos de Marruecos. Bajo sus pies, el suelo de mármol brillaba con gran brillo y no tenía problemas para imaginar la habitación llena de gente hermosa que disfrutaba de buena música mientras tomaban champán y mordisqueaban canapés. Incapaz de contenerse, ella giró en una pirueta perfecta y lanzó hacia arriba un puño rápido que no olvidó cómo lo hizo. Zach estaba sonriendo cuando ella se volvió hacia él, con la cabeza ligeramente inclinada mientras la miraba. —Vino con la casa. Sirve como un centro de entretenimiento perfecto cuando estoy muy cerca de Europa. -Guau. Me encanta, en serio. —Había pasado la entrada de la sala en su camino hacia el dormitorio de Zach, pero no habían tenido la oportunidad de verla en su totalidad. Miró a su alrededor otra vez y luego, conscientemente colocó el pelo detrás de las orejas cuando se dio cuenta de la intensidad con que la observó Zach. —¿Lo suficiente como para hacer esa pirueta para mí otra vez? —Preguntó con otra sonrisa devastadora. Ella respondió con una sonrisa, dando un paso atrás para dar a sí misma suficiente espacio. Luego, alzándose de puntillas, realizó el movimiento hacia él de nuevo y luego añadió un par más sólo por si acaso. Cuando terminó su último giro, él tomó la cara entre las manos y la besó. —Eso fue hermoso. Quédate aquí. Tengo un regalo para ti.

Se encogió de hombros y dejó caer la caja vacía. —El dinero no importa. ¿Te gustan? —¿Estás bromeando? ¡Las amo! —Estúpidas lágrimas picaban detrás de sus párpados. Ella les obligó a retroceder y miró hacia él—. Pero no sé cuando pueda llegar a utilizarlas.

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Las zapatillas de ballet de satén más gloriosas estaban puestas dentro de los papeles de seda de lujo. Vio la marca de diseño especializado y se quedó sin aliento. —Oh, Dios mío, Zach. ¡Estos cuestan miles de dólares!

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Él la dejó de pie en el centro de la habitación y se dirigió a una caja que estaba situada al otro lado que no había visto cuando entraron en la habitación. Avanzando hacia ella, le tendió la caja grande encintada.

—¿Has considerado la posibilidad de bailar otra vez, sólo por placer? —Realmente no. Pero supongo que no está fuera de cuestión—. Acarició las zapatillas, con el viejo anhelo tomando la delantera—. He puesto demasiado peso para pensar en ello. —Mierda. Eres perfecta. Si te hace feliz, hazlo. Las lágrimas picaron más fuerte y el corazón le dio esa estúpida patada otra vez. De repente la respiración se hizo más difícil, ya que las sensaciones que no tenían nada que ver con el sexo la golpearon. Podía caer por este chico muy fácil. —Además, mis motivos no eran del todo altruista. Ella parpadeó. —¿Oh enserio? Él negó con la cabeza, tomándola por la cintura y haciéndola girar una vez antes de tirar hacia sí. —Desde que me dijiste acerca de tu formación de ballet, he soñado con follarte mientras te mantienes en la posición arabesca —liberó el aliento en su boca. Él se tragó un jadeo y lo convirtió en aire que dejó salir un minuto más tarde. —Creo que he caído en los brazos de un gigante excéntrico. Él rió. —No tienes ni idea. Tomando las zapatillas de ella, las colocó de nuevo en la caja y la dejó en el suelo. La tomó de la mano. Después de besar sus nudillos, entrelazó los suyos a través de ellos y los llevó por la habitación. El pasillo tenía las mismas pinturas al fresco elaboradas pero en un tema más amplio, que se inclinaba hacia influencias más orientales. —Estos son impresionantes —dijo. —Se desmoronaron un poco cuando compré la casa. La restauración tomó un tiempo, pero me alegro de que me haya quedado con ella. —Sigues llamándola casa. Creo que el término correcto es palacio. Es enorme. Sin duda más que suficientemente grande para una persona. Volvió la cara lejos de ella. —Necesitaba un lugar privado. Se adaptaba a mi propósito. La condujo a una terraza envolvente que daba a las montañas. El aire era seco y húmedo y punzó sus pulmones. Pero los olores combinados de las especias y el aire limpio encantaban sus receptores sensoriales. Volvió a respirar, se dio la vuelta y vio la enorme bañera de hidromasaje. Congelada, ella se quedó mirándolo. Zach miraba de su rostro afligido a la bañera y viceversa. Ella lo oyó hablar, pero estaba fijando su atención a la vista delante de ella.

—¿Qué ocurre? —No... no me gusta el agua.

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Se volvió con los ojos muy abiertos a él.

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—¡Bethany!

Él frunció el ceño. —Es sólo una bañera. Ella sacudió su cabeza. —No es para mí —espetó ella. Su ceño se intensificó. —¿Quieres irte? —No. Amo este lugar. —Aparte del agua. Ella trató de encoger sus hombros. —Mientras no me esperes a nadar en la piscina o tomar un baño contigo, creo que voy a estar bien. Sus ojos se apagaron con decepción y él la volvió a llevar dentro de la casa. El resto de la gira se llevó a cabo de una manera tenue. Cada vez que se acercaban a su piscina o la fuente, miraba con ansiedad a ella. Bethany sabía que se había puesto pálida por un momento a medida que entraron en la cocina. La condujo a una de las grandes islas y sacó un taburete para ella. Vertió un vaso de agua mineral y lo puso delante de ella. —¿Por cuánto tiempo le has tenido miedo al agua? Ella se encogió de hombros. —No recuerdo cuándo empezó exactamente. Sin embargo, casi me ahogo cuando era más joven. Dos veces. Una vez por accidente. Y la otra vez... Sus ojos se estrecharon. —¿Alguien trató deliberadamente de ahogarte? Ella asintió. —¿Quién? —Respiró de esa manera tan tranquilamente peligrosa, que había llegado a denotar como furia. Había oído la misma nota en su voz cuando ella habló de Chris. El poder detrás de él hizo que un escalofrío recorriera su piel. Tan cobarde como era, quería que la atmósfera se fuera. —No importa, Zach. No quiero hablar sobre... —¿Quién era él, Bethany? Ella pasó una mano por su nuca para calmar la ansiedad que corría a través de ella. — El hijo de nuestro vecino. Era un poco mayor que yo y solía venir a nadar en la piscina cuando estaba en casa por la universidad. Tenía catorce años en ese momento y él... él solía verme. —Ella se encogió de hombros—. Tenía un pequeño enamoramiento por él. Pero nunca pensé... —¿Qué él se sentiría igual?

—Estaban al lado con sus padres. Todo sucedió tan rápido. —Sólo toma unos segundos, Bethany. —Sus ojos se abrieron más tormentosos—. ¿Le

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—¿Y trató de ahogarte? ¿Dónde estaban tus padres? —Sus fosas nasales se apretaron y sus ojos eran de un gris oscuro furiosos.

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—Sí. De todos modos, un día trató de besarme. Las cosas se pusieron un poco pesadas. Intenté conseguir que se detuviera. Él se enfadó.

dijiste a tus padres? —No. —¿Seguramente se deben de haber preguntado por qué no nadabas más? Ella se encogió de hombros. —Creo que supusieron que mi viejo miedo había vuelto. No es un gran problema, Zach... —Lo es para mí. —Sosteniendo su cara entre sus grandes manos, inclinó la cabeza y la miró fijamente a los ojos—. Has sufrido dos experiencias cercanas a la muerte y discutiste con ese idiota ex encima de todo eso. Puede que no sea mucho para ti, pero es un gran asunto para mí. Dime cómo hacerlo mejor —dijo. El corazón le dio un vuelco. —Zach, no es necesario —respondió ella. —Sí lo es. Tantas cosas que podrían haberte mantenido lejos de mí. Te quitaré todos tus miedos, Bethany. Todos y cada uno de ellos. O voy a morir jodidamente en el intento. El jadeo de ella hizo que los dos se congelaran. Sus ojos se mantuvieron directamente en los de ella. Inquebrantable. No obstante, sintió que él se retiró ligeramente, como si él también se diera cuenta del significado emotivo e impactante de sus palabras. De repente, él dejó caer las manos. —Vamos. Ya casi hemos terminado. Ella lo siguió, tranquila en el exterior, cruda e inestable en el interior. Exuberantes plantas, palmeras y hamacas de lujo forman el jardín de elaborado diseño. Pero, de nuevo, el amor de Zach por el agua era lo que le llamó la atención. La piscina se extendía desde debajo del lado oeste de la casa y corta el jardín antes de caer en un diseño de estilo infinito casi un centenar de metros a la distancia. Forrado de color gris pizarra, el fondo de la piscina era casi imperceptible, incrementando su nerviosismo. Los dedos de Zach se cerraron alrededor de ella y la obligó a detenerse. —El agua no es profunda en este lado. No es necesario venir aquí si no quieres. El otro lado de la casa tiene un jardín sin piscina. Si tienes que venir aquí por alguna razón, yo estaré contigo. Si no es así, un miembro de mi personal siempre estará contigo. Ella hizo un gesto espasmódico y sus dedos relajaron el toque. Él curvó la mano sobre su nuca y la acercó a él. —No dejes que los pendejos ganen, Bethany. Sólo di la palabra y voy a ayudarte a poner los malos recuerdos a descansar. Ella se echó hacia atrás y lo miró a los ojos. —¿Me dejas hacer lo mismo por ti?

—¿No los tenemos todos?

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—¿Así que los tienes? —Sondeó ella, su corazón se detuvo y luego se aceleró a la espera de saber un poco más acerca de este hombre enigmático.

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Sus ojos se ensombrecieron de inmediato y apartó la mirada, mirando hacia los blancos picos de las montañas del Atlas. —No hay necesidad, bebé. Tengo mis demonios bien y verdaderamente cubiertos.

—Esa no es realmente una respuesta, Zach. Te encuentras listo para matar a la gente que piensas que me han hecho daño, pero te niegas a decirme incluso un poco sobre lo que creó esas sombras en tus ojos. Su ceño hizo que su pulso tartamudeara, pero se negó a mirar hacia otro lado o enconderse de él. —No nos afecta de ningún modo, por lo que son irrelevantes. De nuevo notó la respuesta evasiva y frenó la frustración creciente en su interior. En el gran esquema de las cosas, estaba en peligro de perder de vista el hecho de que sólo había conocido a este hombre durante tres días. Tres. Cortos. Días. Que parecían como si toda una vida hubiera pasado era algo que tendría que seguirse recordando a sí misma que era sólo posiblemente su mente. En todos los aspectos excepto carnal, eran virtualmente desconocidos. Paciencia. No era una virtud que poseía en abundancia, pero en el fondo sabía que Zachary Savage no era un hombre al que empujabas. Su estómago gruñó en voz alta, rompiendo la tensión. La sonrisa que reemplazó su ceño fruncido sostuvo una pizca de alivio. También calculaba descaradamente freír sus entrañas con su brillantez. —Creo que nuestro destino final se determina ahora. —Él tiró de ella después de él mientras corría por el resto del tour. Doce habitaciones, quince baños, una sala de torres con cúpula dorada a la cual se accede mediante la interconexión de los arcos y pasillos interminables después, terminaron en la cocina de lujo. Ordenándole que se sentara en el taburete alto puesto en el centro de la isla, Zach se dirigió a la nevera gigante y comenzó a establecer ingredientes en el mostrador. —¿Puedo hacer algo? —preguntó ella, aunque en secreto lo que quería hacer era nada más que sentarse y mirar los elegantes movimientos del hombre que tuvo éxito en quitarle el aliento aún cuando él realizaba la más mundana de las tareas.

Descorchó el vino, se sirvió y le pasó un vaso. Con sus ojos en los de ella, tomó un largo trago, dejó el vaso y se trasladó a preparar en la isla central. A medida que pasó a su lado, se detuvo y le dio un beso en la cima de su

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Ella asintió mientras se bajó del taburete y se dirigió al refrigerador de vino. No era de ninguna manera una experta en vinos, pero supuso que todo lo que escogiera desde la selección de Zach sería una buena opción, así que agarró la etiqueta de aspecto más familiar y regresó a la isla, tomando dos vasos del armario en su camino.

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—Puedes conseguirnos un poco de vino —indicó el hueco profundo que sostenían los percheros de los vinos—. Nos estoy haciendo una ensalada de cuscús de pollo. ¿Está bien para ti?

cabeza. Él agarró una olla de barro vidriado grande y la puso en el otro extremo de la isla. —¿Qué es eso? —Es una olla de tagine. —Él encendió el fuego portátil por debajo de ella antes de que volviera al centro de la isla, donde estableció la tabla de cortar. La luz del sol que se inclinaba a través de los grandes ventanales se reflejaba en el cuchillo y en los cortos pelos sedosos de su muñeca mientras cortaba las verduras y el pollo en trocitos. Arrojó el pollo en la olla con hierbas y una pizca de aceite a continuación, comenzó en la ensalada. —¿Dónde aprendiste a cocinar? Se encogió de hombros. —Aquí y allá. Aprendí un poco en mis viajes, pero no siempre recibo la oportunidad de disfrutarlo. —Él la miró—. Perdóname si estoy un poco oxidado. —Estás hablando con una chica cuyo otro mejor amigo es el menú del local italiano para llevar. No recibirás ninguna queja de mí. —Tomó un sorbo de vino y se dijo que viéndolo cortar las verduras en realidad no era tan atractivo como sus hormonas saltonas estaban tratando de implicar. Pero no podía apartar la mirada. Se acercó a la olla tagine y levantó la tapa. El olor a pollo chisporroteando, humo llenaba el aire. Veinte minutos más tarde, Zach sirvió su comida y se sentó junto a ella. Llenó un tenedor con cuscús dorado, infusión de hierbas y un bocado de pollo, que le ofreció a ella. —Necesito un veredicto. Ella abrió la boca, tomó el bocado y masticó. Ricas texturas explotaron en su lengua y ella apenas logró impedir gemir de placer. Obligándose a mantener una cara seria, se encogió de hombros. —Está bien, supongo. Sus ojos se abrieron un toque antes de que él frunciera el ceño hacia su plato. —¿Qué está mal? —No estoy segura, exactamente. ¿Tal vez otro bocado para asegurarme? —Sugirió.

—Te tengo —chilló ella. Él se agarró a ambos lados de su taburete y lo giró para que lo enfrentara. Se inclinó hacia adelante, él la besó con fuerza. Se entiende como castigo por burlarse de él, pero era un

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—Tengo que... —Él captó el temblor de la risa moviendo sus hombros y dejó caer el tenedor en el plato.

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Todavía con el ceño fruncido, llenó otro bocado y le dio de comer. De nuevo tomó muestra del plato exquisito y sacudió la cabeza. —No lo sé, Zach. Creo que vas a tener que alimentarme con todo el plato antes de que pueda hacer que mi mente vaya de un modo u otro.

precio que estaba más que dispuesta a pagar. Él lo corta agonizantemente pequeño y la miró cuando levantó la cabeza. —Come tu comida, Green. Necesitarás tu fuerza para hacer las paces con el chef por ese insulto triturador de ego. Los próximos tres días pasaron en la lenta, dicha sensual. Ella tomaba el sol en el solárium antes de que el sol del mediodía fuera demasiado caliente o temprano en la tarde. Escuchó la música en su iPhone o se quedaba atrapada con sus correos electrónicos mientras Zach nadaba, un ritual que estaba aprendiendo es que él repetía dos veces al día durante casi una hora cada vez. Después de la primera vez que lo había visto a caminar hacia el interior, con gotas de agua que se aferran a su piel y su grueso pene firmemente esbozado en su bañador, había renunciado a fingir no mirarlo. Ella se retorció ahora cuando lo oyó encender la ducha después de su baño. No importa cuántas veces se habían devorado entre sí, esa necesidad desesperada por él se negaba a disminuir. Sus pezones alcanzaron su punto máximo por debajo de su bikini blanco mientras escuchaba a Pink gritar sobre ser una puta. Bienvenida a mi mundo, hermana. Ni siquiera necesitaba estar en la misma habitación que Zachary Savage para llegar al estado de la húmeda anticipación. Y cuando él entró con paso atractivo y seguro, y sus ojos se concentraron en ella como lo estaban ahora, supo que apretar los muslos juntos para frenar el dolor voraz edificándose en su interior era inútil. —¿Buen baño? —preguntó ella, con la voz entrecortada de esa manera cachonda de la que Pink estaría orgullosa. —Hmm —murmuró, fuertes párpados deslizándose sobre su cuerpo con poca ropa—. Pero hubiera sido mejor contigo. —No, yo sólo te haría perder tiempo. O te saltaría encima en la mitad de la carrera. —Hmm. —La determinación se encendió en sus ojos, pero él la guardó un momento después.

Una gruesa vena latía debajo de la longitud rígida y su boca se hizo agua con la

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Mientras lo miraba, él se quitó lentamente su traje de baño y lo pateó. — Siéntete libre de saltarme encima ahora —ofreció generosamente. Su grueso pene se levantó del cabello sedoso que le cubría la entrepierna.

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Bethany estaba agradecida de que él no la estaba presionando para superar su miedo. Era algo que había vivido durante tanto tiempo que no estaba segura de que nunca pudiera superarlo y se alegró de que Zach lo dejara ser por ahora.

anticipación de deslizar su lengua sobre él. Nerviosa, miró hacia las puertas francesas que se abren para adentro. —No está... ¿no está el personal alrededor? —No, les he dado el día libre. Tenemos todo el lugar para nosotros solos. Durante todo el día. —Él se inclinó hacia delante y tiró del lazo que sostiene la parte de arriba de su bikini junto—. Vamos, Melocotón. Es tiempo de trabajar en esas líneas de bronceado. En cuestión de segundos la tenía gloriosamente desnuda. Su marca favorita de protector solar estaba sobre la mesa al lado de su tumbona. Él tomó y volcó el aceite en su mano ahuecada. Lentamente, se frotó las manos, su mirada paseándose acaloradamente sobre su cuerpo. Sentándose en el borde de la tumbona, bajó las manos a su estómago. Su inhalación brusca trajo una sonrisa a sus labios. Zach amaba el efecto que tenía sobre ella, parecía desearlo, de hecho. Sólo necesitaba estar cerca del brazo de él para encontrar una excusa para poner sus manos sobre ella. No es que necesitara una excusa. Ansiaba tener las manos sobre ella tanto como lo hacía. Sus manos se movieron hacia los lados sobre su cintura y hacia abajo hasta las caderas antes de volver de nuevo hasta deslizarse debajo de sus pechos. Él repitió el movimiento, una y otra vez, cada vez deslizándose más cerca, pero evitando sus duros pezones. El deseo la atravesó y sus caderas se movían inquietas. Un gemido se levantó en su garganta, pero Bethany lo forzó a bajar. Ella se negó a pedirle. Había rogado muchas veces desde que conoció a Zach Savage, y aunque ella lo había tenido a su merced el día que llegaron a Marrakech cuando ella le dio sexo oral, pronto se había enterado de que el momento no se repetiría. Claro, ella le hizo sexo oral varias veces desde entonces, pero ese momento de quiebre del control había sido difícil de alcanzar. Obligó a sus caderas a parar e inhaló profundamente para regular su ritmo cardíaco en aumento. Su piel continuó sintiendo un cosquilleo y la excitación continuó mordiéndola profundamente, por supuesto, pero tenía la intención de aferrarse a su control durante el mayor tiempo posible.

Él susurró su camino sobre la piel exterior de su sexo, cuando ella se apartó.

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Otro gemido amenazó con salir y ella se lo tragó. Sus manos dejaron su cuerpo por un momento, pero sólo para poner más aceite en su palma antes de comenzar un asalto aún más intenso en sus muslos. Pulgares firmes se clavaron en su piel en círculos eróticos, cada rotación acercándose a la cara interna sensible de su muslo.

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Sus ojos se estrecharon lentamente mientras sus manos se deslizaron hasta sus hombros en una caricia suave, devastadora. Ojos intensos evaluaron su reacción mientras se movía hacia abajo y alrededor de sus pechos. Cuando ella permaneció inmóvil, él fue más abajo, sobre su estómago hacia los huesos de la pelvis. Amasando su carne, el calor de sus manos envío corrientes eléctricas a lo largo de sus terminaciones nerviosas.

—Todo cubierto en la parte frontal, creo. Ella se dio la vuelta y fue recompensado con un momento de triunfo cuando su aliento silbó. Durante varios segundos, no se movió. Entonces oyó el lento deslizamiento de palmas que se rozan entre sí. Se dirigió directamente a su culo, como había sabido que lo haría. Protegida de su aguda y eléctrica mirada, reafirmó su control deslizándose. Pero incluso con los ojos cerrados, no podía negar la excitación electrizante que irrumpió a través de su cuerpo. El placer se elevó más y más alto hasta que flotaba en el borde de la felicidad. Bethany estaba contemplando rendirse y suplicar que la tomara, cuando su aliento le rozó la oreja izquierda —Bravo, Melocotón. Creo que ya estás lista para visitar mi cuarto de juegos. —Su cabeza se dio vuelta y su mirada chocó con la de él. Tormentosos ojos grises la miraron con una mezcla de admiración y especulación. —¿Disculpa? ¿Me estabas poniendo a prueba? Sacudió la cabeza. —No conscientemente. Me gusta tu respuesta desinhibida. Pero creo que podemos tener aún más diversión si estás dispuesta a practicar un poco más de moderación. —¿Y sólo me permites entrar a este cuarto de juegos tuyo si no cedo fácilmente? —Siempre has tenido acceso. Te dije sobre él antes de salir de París, pero no has mostrado ningún interés. —Se encogió de hombros—. No tienes que verlo si no quieres. Se humedeció los labios secos, sin saber a dónde iba esta conversación. Y si, ella quería seguir más a fondo. Pero la emoción hormigueó a lo largo de su piel, su curiosidad picó. Divertido. Eso era por lo que estaba allí. ¿Verdad? ¿Para ser lo suficientemente valiente para aprovechar la aventura? —Bueno, ya que nunca he visto una habitación de juegos antes, no puedo decir una u otra forma. Sus ojos brillantes, se oscurecieron un poco. —¿Así que te gustaría verlo? Ella pensó por un segundo y se encogió de hombros. —Por supuesto. ¿Por qué no? La lenta, malvada sonrisa que se dibujó en su rostro hizo que su radar de autoconservación vibrara con fuerza. Se puso de pie a su larga altura, su erección gruesa y orgullosa.

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—Ven.

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El estómago le dio la vuelta cuando una debilidad invadió sus huesos. Ella apenas podía levantar la mano cuando él se la tendió.

13 Traducido por Feña St. Clair, Zara 1789 y Kari Corregido por Nuwa Loss

La condujo por el largo pasillo que iba más allá de su suite en el ala oeste de la casa. La idea de que ella estaba caminando a través de un verdadero palacio, desnuda, se sumó al momento surrealista. Pero no tuvo tiempo de pensar en ello. Los dedos envueltos alrededor de ella no le dieron lugar a la ambivalencia o a huir. Y la emoción que aumentaba a través de ella hacía imposible cambiar de opinión. Zach se detuvo frente a una gran puerta arqueada e introdujo un código en el panel de seguridad que estaba en el marco. El mecanismo hizo clic y se abrió. Dando un paso a un lado, él la empujó suavemente hacia la habitación. Bethany no había estado segura de qué esperar de una sala de juegos. En sus más locas fantasías, ella había esperado una réplica de los salones decadentes de los aviones de Zach. No podía estar más equivocada. Cuando el mencionó juguetes, el realmente había querido decir juguetes. Aparatos, grandes y pequeños habían sido dispuestos alrededor de la habitación, cual más sugerente que el anterior. En el medio de la habitación, un gran columpio de cuero, completo con soporte y arnés, había un trípode resistente. Había visto una en una despedida de soltera una vez, pero no estaba cerca de ser tan sofisticado como este. Hipnotizada por las ideas que se atravesaban por su mente, ella levantó la mano y rozó sus dedos sobre el liso y fresco cuero.

Restricción. —Hmm, tal vez.

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El calor de su cuerpo le acariciaba la espalda y se estremeció ante el decadente pecado en su voz. Sus pezones se irguieron ante pensamiento de representar esa escena y el deseo sacudió su cadera. Se obligó a si misma a respirar.

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—¿Te imaginas a ti misma atada, melocotón?—Le dijo Zach al oído—. ¿Tu hermoso cuerpo abierto mientras me introduzco en ti?

Dejando caer su mano, se trasladó a la siguiente pieza. La silla de color índigo, con un gran respaldo lucía inocente hasta que el simple toque de un botón en el costado la dejó sin aliento. El consolador que se elevaba desde el centro del asiento era negro, enorme y veteado, y por lo tanto, como era la vida, ella se acercó a tocarlo, sólo para que su mano fuera sujetada firmemente. —No vas a necesitar eso. Ella rió—. ¿Detecto una pizca de celos, chico amoroso?—bromeó. —No, nena, la única vez que llegaras a utilizarlo es solo si estoy demasiado agotado de estar follandote para mover un solo músculo. Y te garantizo, eso nunca va a pasar. La condujo más allá de una camilla modificada equipada con esposas y una vitrina que contenía todo, desde bolas anales y abrazaderas de pezón, hasta látigos de toros y anillos de pene. —Vaya, y yo que pensaba que mi cajón de juguetes era impresionante. Él sonrió. —Me tomo el placer en serio —dijo. —Lo puedo notar—respondió ella. Llegó a otro armario con la etiqueta Verdad o Desafío y se detuvo. En el interior había una baraja de cartas y dos elementos—un exquisito cinturón de castidad unisex y una venda de seda negra. Zach se detuvo a su lado y siguió su mirada—. Otra cosa que no vas a necesitar. — ¿Por qué estás tan seguro? —Debido a que no jugamos. Estamos lejos de eso. —Pero los juegos pueden ser divertidos, Zach. Y la diversión fue la razón por la que vine a este viaje, ¿recuerdas? Ella no estaba segura de sii se estaba recordando a sí misma o a él. En el camino, había empezado a perder de vista por qué había abordado el avión Salón Indigo en primer lugar.

Zachary Savage era un hombre atractivo, dominante, infinitamente carismático que tenía mujeres lanzándose hacia a él. Él también tenía intereses comerciales internacionales que lo llevaban alrededor de todo el mundo. Ella se ataría en nudos en el momento en que él

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Porque independientemente de lo que había dicho en París, esto entre ellos... esta fantasía no tenía vida útil en el mundo real. Los mundos de donde venían eran demasiado diferentes para que cualquier tipo de relación funcionara entre ellos. Su vida estaba en Nueva York. La del él no. Y si Chris le había enseñado algo, era lo fácil que era ser engañado por alguien que amabas aún viviendo en la misma ciudad.

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Diablos, ella ni siquiera había alcanzado a experimentar un evento de salón. Y con cada día que pasaba en la esfera de existencia de Zach Savage, se deslizaba más profundamente en territorio desconocido. Territorio en el que la tierra se sacudía bajo sus pies al pensar en el viaje terminando y ante el pensamiento de caminar lejos de esto cuando eso sucediera.

se fuera hasta que volviera. Su capacidad de confianza había sido reducida a la nada gracias a Chris. ¿Era una vida que quería para sí misma, incluso en un corto plazo? Su respiración se estremeció, y él se volvió bruscamente hacia ella. — ¿Qué pasa?—preguntó, con los ojos entrecerrados. Ella sacudió la cabeza rápidamente. —Nada. ¿Qué es eso? — Ella señaló al último, gran objeto en la habitación. Estaba cubierto en un paño de seda negra y estaba fijo en la pared del fondo de la habitación. Dándole otra sonrisa sorprendente, él la llevó hasta que estuvieron frente a la pieza. Con un solo jalón, tiró de la tela. Una cruz de San Andrés hecha de acero y cuero, y de unos siete pies de altura descansaba en un ángulo. Los estribos para manos y pies estaban desamarrados, listos para una víctima dispuesta a intensificar y ensancharse a sí mismos para el placer. Remaches dobles alineaban bordes de la cruz y, cerrando los ojos por un segundo, una imagen impactante de sí misma en la cruz, su cuerpo frotándose contra esos remaches, pasó por su mente. Una mirada furtiva a Zach captó su intensa mirada sobre ella. La pequeña sonrisa que cruzó sus labios dijo que había leído su mente. —Ahora, con esto sin duda podemos divertirnos. —Quieres decir que tú puedes. No te molestes en negarlo, Savage. Puedo ver como salivas ante el pensamiento de mantenerme cautiva y hacer lo que quieras conmigo. Se rió y ella era incapaz de resistir ese profundo y rico sonido que llegaba bajo la piel y la seducía. Cuando curvó la mano sobre su nuca y la acercó a él, ella fue de buena gana. Frotó su pulgar hacia atrás y adelante sobre sus labios antes de bajar la cabeza para sellar su boca sobre la de ella. Cuando llegaron a tomar aire varios minutos más tarde, los dos estaban respirando con dificultad—. ¿Puedes culparme? Descubrir variadas formas de hacer que te corras se está convirtiendo en mi obsesión. Simplemente no puedo tener suficiente de ti, Bethany. La debilidad que invadía su cuerpo no era nada nuevo. Pero saber que estaba en serio riesgo de enamorarse de este hombre lo era.

Su aturdida sorpresa le compró el tiempo que necesitaba. Girando se precipitó fuera de la habitación. Estaba en la mitad del corredor cuando el alcanzó.

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Ella quería tanto responder que sí, su cuerpo se sacudió con deseo. Se tomó cada onza de control decir—. Tal vez más tarde.

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—Entonces, ¿Quieres escoger algo y probarlo? ¿La cruz, tal vez? — murmuró contra sus labios.

— ¿Bethany?—Su voz tenía perplejidad. —Sólo necesito... La agarró de la muñeca y la obligó a detenerse—. ¿Qué demonios está pasando?— La preocupación en su voz era inconfundible. Ella sacudió su cabeza—. Todo esto, lo que estamos haciendo... está fuera de mi zona de confort. Él frunció el ceño—. ¿No era eso lo que estabas haciendo cuando nos conocimos? —Sí. Pero eso no quiere decir que no me puedo asustar un poquito de vez en cuando. Su mirada se desvió hacia la puerta detrás de ellos y de vuelta a la suya—. ¿Te asustaste ahí? —No. De acuerdo, tal vez un poco. Pero en este momento, sólo quiero tomar un pequeño respiro. Él inhaló profundamente—. ¿Un pequeño respiro? ¿Qué significa eso exactamente? Se mordió el labio—. Nada de sexo. Por un día. —No. Diablos, no. —Zach... —Bethany —gruñó de vuelta. Sus labios estaban apretados y las líneas alrededor su boca se habían profundizado. —Te daré lo que quieras, excepto eso. —Pero eso es lo que quiero. No puedo pensar con claridad cuando estamos así—agitó una mano entre ellos. Él dio un paso hacia adelante, cerrando la brecha entre ellos. Deslizó ambas manos alrededor de su nuca y levantó su cabeza. —No te quiero pensando con claridad. Te quiero tan sin sentido conmigo como cuando yo estoy contigo. —Zach, esto es una locura... Él la miró durante varios segundos antes de suspirar—. No es una locura, pero ganaste. Sin sexo por el resto del día. — ¿De verdad? — No estaba segura de cómo tomar su capitulación.

—Um, ¿Algo en particular que debería saber? Él negó con la cabeza, dio un paso atrás y tomó su mano—. Es una sorpresa. Pero necesitas vestir cómodamente, preferiblemente pantalones. Y se te permite llevar las bragas.

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Ella sonrió pero luego se puso seria rápidamente al ver como el fruncía el ceño a su alegría.

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Inclinándose, rozó su boca con la de ella—. No suenas tan satisfechas. Todo lo que estás haciendo es tortúrarnos a ambos. Innecesariamente. Pero supongo que podemos tratar de ocupar nuestro tiempo de alguna otra manera. Anda a vestirte. Tengo una idea de lo que podemos hacer.

Solo esta vez. Intrigada, ella asintió con la cabeza lentamente. Entraron en su habitación y él se detuvo. —¿Qué? —Preguntó ella. —No creo que debería estar aquí. Ve a ducharte y prepárate. Voy a usar otro baño. Su mirada se deslizó sobre el cuerpo que le hacia agua la boca, hasta la notable erección que no había disminuido. El deseo la golpeó tan fuerte que se preguntó en qué estaba pensado cuando pidió no tener sexo. —Yo... mmm... —Dios, incluso hablar era difícil. Sus fosas nasales se abrieron y dio un paso atrás. —Ve, Bethany. Se dio la vuelta y se dirigió a la ducha. Ella no tuvo que mirar hacia atrás para saber que sus ojos estaban clavados en su culo. La sensación caliente chisporroteando en toda su piel era prueba suficiente. A pesar de estar un poco molesto por la estipulación de no tener relaciones sexuales, Zach estaba contento de salir de la casa por unas horas. Aunque ella había sido la única en darle voz a esto, la sensación resbaladiza y fuera de control que había experimentado desde que había traído a Bethany a Marrakech fue escalando rápidamente. El hecho de que él quería continuar era aún más inquietante. No se había sentido tan inestable, tan indefenso desde hacía seis años. Desde... Farrah. Se puso rígido al darse cuenta de ello. A su lado, en la parte trasera de su SUV, Bethany lo miró. —Oye, ¿me estas aplicando un castigo de silencio? —bromeó ella, aunque sus ojos tenían un rastro de desconfianza. Él sonrió distraídamente, todavía incapaz de procesar el único pensamiento abrasador en su mente. Farrah. La única persona en la que no quería pensar. Sobre todo mientras estaba con Bethany.

Manos suaves acariciaban su mejilla, trayéndolo de vuelta al presente. Capturó la mano de Bethany y le besó los nudillos. Su sonrisa contenía un matiz de alivio y se dio cuenta de que había estado la mayor

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Cristo, un terapeuta tendría un día de juegos con él.

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Y sin embargo... había traído a Bethany aquí, al único lugar garantizado para hacerle pensar sobre lo que había sucedido hacía seis años. De todas sus propiedades en todo el mundo, había elegido esta...

parte de la última media hora en silencio. El SUV giró por un camino de tierra, y una hilera de tiendas beduinas osciló ante su vista. Él le dirigió una sonrisa a cambio. —¿Lista para tu sorpresa? —Umm, no. No estoy amando esa mirada en tus ojos, Savage. Su sonrisa se ensanchó y el dolor en el pecho se alivió un poco. Acariciando con un dedo su mejilla, él se acercó más. —No voy a dejar que nada malo te suceda, pero no puedo prometer que no sorprenderá a tu mente. —¿Eh? Eso me aterra aún más. Él sonrió mientras se detenían en la tienda más grande. La tienda roja y oro de pie en medio del campamento. Varios nativos beduinos les dieron la bienvenida y les llevaron dentro. Los grandes cojines mullidos yacían dispersos en las alfombras persas y lámparas marroquíes sin luz colgaban a lo largo del punto más alto de la tienda. La escena parecía sacada de una película, y Zach observó cómo Bethany se tomaba todo. —Ok, me está gustando hasta ahora, pero ¿por qué tengo la sensación de que estoy en un patrón de espera justo antes de que aparezca una cámara oculta o algo así? La tomó de la mano y tiró de ella hacia adelante. —Ten un poco de fe, melocotón. Si me decido por la cámara oculta, nunca la verás venir. Abrió la solapa en el otro lado de la tienda y su maldición indignada se congeló en sus labios. Ella miró boquiabierta un camello mayormente blanco que estaba allí mirando hacia atrás a ella a una media docena de pies de distancia. Varios camellos más estaban esparcidos en el recinto, pero su mirada volvió al blanco. Se movió hacia adelante al mismo tiempo que ella. Ella se sacudió con sorpresa y miró a Zach. —¿Puedo tocarlo? —preguntó en un susurro asombrado. —Claro, adelante.

Él sonrió. —Creo que está ansioso por empezar. —¿Con empezar qué? —preguntó ella, la sospecha en sus ojos creciendo. Zach asintió a los asistentes en espera. El primero de ellos dio un paso adelante con la silla parecida a una

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—Vaya, no creo que le haya gustado.

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Ella acarició con la mano el cuello del animal y luego retiró la mano cuando éste giró la cabeza para mirarla.

montura. Con unas pocas palabras agudas en el dialecto beduino, el animal se dobló con gracia en el suelo. Varios asistentes hicieron lo mismo con sus animales mientras unos cuantos invitados iban a la deriva por las diversas tiendas. Oyó el suave jadeo de Bethany. —Umm, espero que esto no sea lo que creo que es. Detrás de él, Philip se puso de pie con el sombrero de ala ancha que él le había pedido que llevara consigo. Zach lo tomó y lo puso en su cabeza. —Es exactamente lo que piensas que es, melocotón. Vamos a hacer una carrera de camellos. El grito de alegría de Bethany un poco más tarde hizo a Zach mirar por encima de ella mientras trotaba y pasaba junto a él. Apretó con fuerza alrededor de los dos agarres de madera que sobresalían de la silla de montar. Por la siguiente media hora, montaron hacia lo más profundo del desierto con otros quince corredores. Dunas altas y bajas de arena onduladas en el horizonte rojizo. Bajo sus pies, la arena roja levantó el polvo mientras los pies de camellos molían a través de ella. El jinete guía beduino dio un grito agudo y los animales aceleraron. Bethany lo miró de nuevo y él cogió el aliento ante el puro placer de su rostro. Hasta ahora, sólo había visto esa mirada cuando follaban. Estaba convirtiéndose rápidamente en adicto a esa mirada. Demonios, sabía por qué le resultaba condenadamente duro mantener sus manos fuera de ella. ¿Y por qué había empujado el pensamiento de la vuelta al mundo real cada vez más lejos? A pesar de lo que él había declarado con valentía en París, había tenido dudas serias en cuanto a si esta cosa entre ellos pudiera sobrevivir fuera de la burbuja donde él los había colocado. Claro, que todo lo que había afirmado que podía hacer que sucediera probablemente podría hacerlo, pero incluso él sabía que había fuerzas fuera de su control. Las mismas fuerzas que habían arrancado a Farrah lejos de él. Dios, ¿por qué demonios estaba pensando en ella hoy? Apretó los dientes mientras reconoció que en algún nivel había usado el sexo con Bethany para sofocar lo que estar aquí, en Marrakech, le hizo.

—Tierra a Savage. Se centró en la mujer sentada encima del camello blanco, su pelo largo elevándose por la brisa.

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Sólo necesitaba elaborar un plan sólido para que esto ocurriera.

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Pero por mucho que se negó a pensar en ello, sabía que tendría que enfrentar al mundo real muy pronto. Incluso si quería quedarse aquí indefinidamente, que sabía que no podía, Bethany tenía una vida a la que volver. Una vida de la que anhelaba ser parte...

—¿Estás disfrutando, melocotón? —Diablos, sí, estoy amando cada minuto de ello. Su mirada cayó a su boca y ella se lamió los labios. El conocimiento de que quería besarlo hizo que su estómago se apretara por la lujuria ardiente que lo atravesó. —Gracias. —Puedes darme las gracias adecuadamente después —contestó. Sus ojos se oscurecieron y su agarre se apretó en la silla de montar. La tentación de inclinarse y besarla amenazaba con superarlo. El grito agudo del jinete guía beduino le trajo una bienvenida distracción. Sus ojos se encontraron de nuevo con una mirada que hizo su interior chisporrotear, y luego pateó los flancos de su camello y le dio la vuelta. Habiendo crecido con más confianza con cada minuto en la silla, Bethany se volvió en su propia montura y se alineó con el resto de los corredores. La mirada que le envió mientras el líder de la carrera alzaba su pistola era muy desafiante y excitante. Al disparar, ella clavó los talones con dureza en su montura y corrió lejos. Zach le dejó tomar la iniciativa, feliz de disfrutar de su entusiasmo, y de ver la forma tentadora de su culo, desde justo detrás de ella. La vio entrar con determinación en segundo lugar, y sonrió mientras ella gritaba con triunfo y agitaba el sombrero sobre su cabeza como un pillo conquistador. Acercó su camello y tiró de ella tan pronto como ambos hubieron desmontado. Dios, amaba como se sentía en sus brazos. Tanto es así que un hilo de miedo acuchilló a través de su placer. Pero no era suficiente para que aflojara su agarre sobre ella. —Hey, melocotón —murmuró en voz baja. —Hey —respondió ella, deslizando sus manos alrededor de su cintura. Su respiración lavó su cara y tragó saliva con fuerza. —¿Estas adolorida? Ella gimió y se movió con cautela. —Más de lo que he estado en toda mi vida. Él soltó una risa baja y se acercó más para que sus siguientes palabras no fueran escuchadas. —Hmm, no debo estar follándote bien, entonces.

Dios, incluso le encantaba cuando lo llamaba Savage. Echó un vistazo a su boca llena y cada célula de su cuerpo gritó que la saboreara. Se obligó a permanecer inmóvil, a ser

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—Maldita sea, solamente tú te tomarías eso como un reto. Este es un dolor totalmente diferente, Savage.

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Sus dedos se apretaron convulsivamente alrededor de su cintura.

respetuoso con su entorno. —Vamos, almorcemos algo. Luego te llevaré a un lugar donde vamos a hacer todo mejor. —¿Otra sorpresa? Él asintió con la cabeza. —Te va a encantar esta, también. Lo prometo. Bethany salió de los vestuarios en el spa de lujo al que Zach la había llevado también después de la carrera de camellos y sonrió a la asistente que le entregó su bata gruesa. —Por aquí, por favor. La asistente la condujo a lo largo de un pasillo con paredes de color gris oscuro. Velas cortas instaladas en las paredes proporcionando suave y romántica iluminación, música oriental hipnótica sonando por los altavoces invisibles. A través de ventanas de arco, una suave brisa llevaba aromas preciosos de los cuidados jardines y ella suspiró cuando la asistente abrió una puerta y se hizo a un lado para dejarla pasar. La habitación estaba decorada con azulejos de mosaico de oro y plata donde había una mesa de masaje. Una cortina blanca fue puesta a través del centro de la habitación, escondiendo lo que había más allá. Curiosa, dio un paso hacia ella y se quedó sin aliento cuando la cortina se deslizó y Zach salió de detrás de él. La toalla blanca atada a la cintura no hizo nada para ocultar su virilidad. El corazón se le disparó mientras su mirada se deslizó sin poder hacer nada por su piel húmeda. Con manos firmes sobre sus hombros, se volvió a su alrededor y la acompañó de nuevo a la mesa de masaje. —Hora de tu masaje. Él le quitó la bata de sus hombros, la colgó detrás de la puerta y le puso seguro a la puerta antes de regresar a ayudarla en la mesa. —¿Vale la pena siquiera preguntar si se te permite hacer esto aquí? —¿Hacer qué? Tú has establecido un día sin sexo, ¿recuerdas? Estoy aquí sólo para asegurarme de que tienes el mejor tiempo posible. Sin sexo. La aguda punzada de decepción le hizo morderse el labio mientras se sentaba en la

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Él se inclinó sobre ella para agarrar la botella que contiene un líquido de color ámbar. La flexión de sus abdominales y el calor de su piel dorada le dieron ganas de retirar lo establecido de no sexo y saltar sobre él allí mismo. Pero al estar lejos de su casa, al verlo interactuar con los demás durante la carrera y el almuerzo, y sentado junto a él en lo que probablemente se podría llamar su primera cita le había mostrado que quería a Zachary Savage fuera de la habitación, también. Quería más citas. Quería saber más acerca de qué lo

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mesa.

hizo más fuerte y cuánto tiempo podría mantenerse en control en la cama. Para hacer eso, tenía que ser capaz de soportar verlo así y no tocarlo. Necesitaba sentir sus manos sobre ella y pensar en caminar a través de esto. De lo contrario, el sexo sería lo único que tendrían. Se quedó sin aliento. ¿Qué demonios pasó con simplemente divertirse? Ella captó su mirada en ella y cerró los ojos. Ella no estaba lista para responder esa pregunta, no estaba lista para reconocer que algo estaba pasándole que la asustaba hasta la mierda. Sus manos se deslizaron por su cintura y ella se enfrentó al deslizamiento hacia la locura. ¿Valía la pena contemplar el futuro con este hombre? Su instinto gritaba que sí, pero su cabeza le advirtió en contra. Zach dijo en París que no serían nada después de este viaje. Y, sin embargo, después de una semana, no sabía más que un puñado de hechos sobre el hombre que cumplió todas y cada una de sus fantasías sexuales. Enamorarse de él, si ella se permitía enamorarse, sería como enamorarse de un fantasma. —Puedo oírte pensar, melocotón. Estás tan rígida como una tabla. Relájate. Se aclaró la mente de sus pensamientos inquietantes y cedió al íntimo e hipnótico masaje relajante. Se fue alejando felizmente en un mar de placer cuando su mano flotó sobre sus hombros y se alejó. —Marcaste la casilla de un elemento de la lista que ni siquiera sabías que tenía con la carrera de camellos. ¿Qué tal que superes algo más? Abrió lentamente los ojos. Una pequeña sonrisa levantó las comisuras de sus labios, pero sus ojos eran graves—. ¿De qué estás hablando? —preguntó ella, con la sensación de confort evaporándose. La levantó de la mesa y lentamente la bajó de un salto. Entrelazando sus dedos con los suyos, la condujo a la cortina y cogió un extremo de la misma. —Tus músculos siguen doloridos. Creo que un baño caliente trabajará magníficamente... El miedo congeló su estómago—. No. El masaje y la ducha era todo lo que necesitaba. —Bethany...

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Se detuvo cuando él deslizó la cortina. El cuadrado baño hundido tenía mosaicos, como el resto de la habitación. El vapor salió del agua sobre la que flotaban pétalos de rosa y el aroma de la esencia de eucalipto asaltó sus sentidos cuando caminaron dentro.

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—Zach...

Pero nada podía disipar su miedo mientras miraba el agua. Dejando caer su toalla, él la enfrentó. —¿Confías en que no voy a dejar que te pase nada? —preguntó, con voz firme y sólida. Ella sacudió la cabeza ante lo que estaba pidiendo. —La confianza no es la cuestión aquí, Zach. Yo simplemente no creo... No puedo hacerlo. —Estás dejando al miedo ganar. Estás dejando al cabrón que te lastimó ganar. Una astilla de ira atravesó su miedo. —Y tú estás psicoanalizándome para que haga algo que no quiero hacer. ¿Es eso justo? —susurró. —No. Pero prefiero jugar un poco sucio que permitirte continuar viviendo con miedo. Se metió en el agua. Sólo le llegó a mitad de la pantorrilla. Ella lo miró con sorpresa y levantó una ceja—. ¿Crees que te pondría en aguas profundas la primera vez que intentes esto? —No he dicho que iba a hacer esto. Sus dedos se cerraron alrededor de los suyos—. Sé valiente. Déjame ayudarte a hacer esto. Miró al agua. Dio un paso más y se dio cuenta que podía casi distinguir el fondo de la bañera. Su corazón latía contra sus costillas mientras se obligó a no pensar en lo que le había sucedido la última vez que estuvo cerca de una masa de agua. Pero el recuerdo de haber sido sumergida, de sentir sus pulmones arder por la falta de oxígeno mientras fuertes manos la obligaron a hundirse era demasiado fuerte. Con un grito ahogado trató de liberarse, para escapar de la sensación aterradora. Zach saltó fuera del agua y la atrapó con él. La besó en la sien, y luego enterró su cara en su pelo y la sostuvo con fuerza mientras estremecimientos rastrillaron su cuerpo. —Está bien. No tenemos que hacer esto ahora si no quieres. Ella cerró los ojos, pero el olor del baño se mantuvo en sus fosas nasales. Sosteniéndose sobre él, abrió lentamente los ojos. Desde hace casi diez años, ella dejó que el miedo gobernara su vida. Estás dejando que el cabrón que te lastimó gane.

—Espera. Él se quedó quieto, pero no dijo nada, ojos grises clavados en los de ella.

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Sus pies comenzaron a hundirse.

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—Vamos, nena. Lo siento por empujarte a hacer esto—deslizó un brazo alrededor de su cintura y la volteó hacia las duchas en el extremo opuesto de la habitación.

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—Quiero hacer esto.

14 Traducido por Hdiliwi Corregido por Nuwa Loss

—¿Segura?—Preguntó Zach. Bethany miró al agua, su corazón todavía martillando, después lentamente asintió. — Quiero intentar. La sonrisa retenida de Zach era de admiración a la fortaleza de ella. —Buena chica. — Bajando su cabeza, el frotó su boca a través de la de ella, después tiró de ella gentilmente atrás al borde de la bañera. —Prométeme que no me dejarás ir—soltó bruscamente cuando el miedo amenazó otra vez. Una mirada pasó sobre su rostro pero desapareció antes que ella pudiera descifrarla. —Lo prometo—dijo simplemente, pero había un toque de oscuridad en su voz. Había estado preocupada por conquistar sus miedos y acercándose al borde de la bañera, ella se preguntaba por qué. Pero él se estaba metiendo en el agua con pétalos de rosa y volteándose de cara a ella. —Aférrate a mi. Acostúmbrate al agua alrededor de tus pies antes de tomar aún más, ¿está bien? —Está bien —murmuró. Dio un paso en la bañera. Sus dedos convulsionaron alrededor de sus bíceps conforme la sensación de terror atravesaba su cuerpo. Desesperadamente, trató de tragarse el temor que quería tomarla. —Cálmate, bebé. Lo estás haciendo realmente bien. Deja de pensar acerca de lo que el agua puede hacerte y piensa como se siente en tu piel. Descríbemelo. Ella humedeció sus labios y trató de formar las palabras. —Está tibia. Suave—miró abajo y vio un pétalo pegado a su rodilla. La vista era tan inofensiva que alivió su miedo un poco. —Huele como el cielo.

Deslizando sus manos desde su nuca, poco a poco ella misma descendió hasta que sus

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—Ahora trata de bajar por ti misma. Tu sabes cuan profundo es. Si sientes que es demasiado. Nos salimos.

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—Bien —dio un paso enfrente de ella, su espalda descansando en la bañera, bloqueando la mayoría del agua.

rodillas desaparecieron debajo del agua. Mas pétalos de rosas se pegaron a su piel, su olor más fuerte. Zach la siguió, hasta que sus rodillas estaban enfrente de ella. Después, sin dejarla ir, el arrastró su cuerpo nivelándolo con el suyo. —Estas haciéndolo muy bien, bebé. Su estímulo quitó otra capa de su temor. Entrelazando sus manos con las de él, ella lentamente se hundió hasta que su culo tocó sus talones. El agua atrapada entre sus piernas justo por encima de su cintura. Permanecieron así por varios minutos antes que el lentamente liberara una mano. Alcanzando una gran esponja que estaba en el borde de la bañera, lavó su cuerpo de los aceites de masaje. El miedo no se había disipado suficientemente para estar completamente relajada, pero Bethany no era más prisionera de su temor. Al menos ella estaba suficientemente coherente para mirar su cara mientras la lavaba. —¿Por qué esto es tan importante para ti?— preguntó ella. El permaneció quieto por tanto tiempo que ella pensó que él no contestaría su pregunta. Después sus párpados bajaron mientras sus manos siguieron debajo de su vientre a sus muslos—. Cuando era más joven, la natación significaba todo para mi. Era mi vía de escape. —¿Escape de qué? —De las cosas que no quería enfrentar. —Su mirada capturó la de ella, y el profundo dolor que vio en sus ojos quebró su respiración—. Cosas de las que no quiero hablar ahora mismo. Ahora mismo solo quiero cuidar de ti. —Había una cruda súplica en sus ojos y ella no tuvo el corazón para refutar. Y realmente, ¿cómo podría ella demandar cualquier cosa de él en este momento, cuando el sin pedírselo había tomado el miedo con el que ella había estado viviendo por tanto tiempo y lo comprimió de tamaño monstruo gigante a ser algo manejable? Ella levantó su mano aún entrelazada con la de él a su cara y besó el dorso de esta. La respiración de él se atascó y la miró por varios segundos antes de continuar lavándola. —¿Recuerdas que me dijiste acerca de llevar mi temor fuera Zach?— preguntó ella suavemente.

—Asumes demasiado, Beth. No tomo los problemas del mundo. Solo los tuyos. En cuanto a los míos propios —se encogió de hombros—, he aprendido a vivir con ellos.

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—Yo haré lo mismo por ti —observó el duro destello de negación en sus ojos y sacudió su cabeza. —No. No necesitas ser el tipo macho que toma los problemas del mundo pero nunca afrontas los tuyos propios. No sé cómo o siquiera si puedo ayudarte pero voy a tratar.

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El asintió.

Antes que ella pudiera contradecir eso, él se desplazó alrededor hasta que estaba atrás de ella. En silencio, el lavó su espalda después la levantó fuera del agua. Caminó hacia el asiento acolchonado donde un hermoso juego de té había sido puesto. Sirviendo el té de menta, él le entregó una pequeña taza. Ella acunó la porcelana y lo vio sorber su propio té. Una vez más, el mensaje que no quería hablar de él mismo vino alto y claro. La frustración peleó con la gratitud por lo que había hecho por ella, y al final echó para atrás la necesidad de presionar por respuestas que estaban clamando dentro de ella. Por ahora, al menos. Su mirada se deslizó del baño y regreso a él. —Gracias. —Tú lo hiciste todo Bethany. Tú mataste tu propio miedo y triunfaste. —Nosotros dos sabemos que eso no es verdad. Yo nunca hubiera sido capaz de hacerlo sin tu ayuda. Su sonrisa fue lenta y devastadora para sus sentidos. —En ese caso, acepto tu agradecimiento. Puedes enseñarme tu gratitud más tarde. Ella sonrió en respuesta. —Estoy subiendo bastante la barra allí, Savage. ¿Piensas que nunca seré capaz de pagar esta deuda? —Estoy seguro que lo harás, melocotón. Cuando el momento llegue, solo déjate llevar —guiñó un ojo y puso abajo el resto de su té. El esperó hasta que ella finalizó su té antes de sonar la campanilla para llamar al asistente. —¿Qué sigue? —preguntó a él, llegando para desbloquear la puerta. —Tengo una manicura pedicura. O depilación. O alguna cosa —el letargo pasando a través de ella, el resultado del té relajante y la adrenalina del temor avivado dejando su sistema. —Escoge la manicura o pedicura o al facial. No necesitas ser depilada. Ella no pudo evitar la risa que amenazó con salir. —Es tu hombre de las cavernas interno hablando. Él se inclinó y la besó, vio una chispa diabólica en sus ojos, mientras había una llamada en la puerta. —Si, y no daré una disculpa por él —tiró la bata con más firmeza alrededor de ella y dio un paso atrás—. Voy a la piscina. ¿Te veo en una hora?

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Dos mujeres usando pequeñas túnicas pasaron caminando, después se volvieron para mirar a Zach, su abierto interés envió un repunte de celos a través de ella. Que él ni siquiera se volvió para reconocer su mirada en alguna manera hizo que sus puños que inconscientemente empuñó se relajaran un poco, pero la ansiedad envolviéndose alrededor

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Ella asintió y fue con él a la puerta. Tomaron diferentes caminos al final del pasillo, y lo vio alejarse, incapaz de apartar sus ojos de su impresionante cuerpo.

de su corazón se negó a hacerlo más fácil. Bien, Bethany, esto no es gracioso, ¿no? La voz burlona no pudo ser silenciada. Ni la certeza que ella se estaba enamorando de Zachary Savage pudo ser movida. El encargado dio una pequeña tos, sacándola de sus pensamientos. Ella se sentó terminado su sesión de aseo, a penas consciente de lo que estaba pasando cuando la realización la golpeó con fuerza brutal. Esta cosa ya no era más casual. Y estaba destinado a ser un desastre como ella había predicho en el momento que puso los ojos en Zach. —¿Oye, ahora me estás dando el tratamiento de silencio? —preguntó Zach mientras ellos regresaban a casa. Él le pidió a Phillip que tomara el camino largo a casa, y el amable gigante había sido obligado a conducir a lo largo de las sinuosas carreteras que llevaban hasta las montañas del Atlas. El sol comenzaba a ponerse y Marrakech se extendió en todo su esplendor rojo y oro por debajo de ellos. —¿Qué está mal, bebé?—presionó Zach, sus dedos presionando ligeramente su barbilla para que lo mirara. —Ha sido un día fantástico. Pero también ha sido un poco abrumador —respondió con sinceridad. Su compasión y determinación para ayudarla a superar su miedo la asombró. Pero el conocimiento de que ella estaba arriesgando su corazón en un hombre que era un enigma para ella era lo que más ocupaban sus pensamientos ahora. Chris no había sido un enigma. Había sido un mentiroso y un tramposo. Pero él también la había mantenido en la oscuridad, y el resultado había sido devastador. No había sabido lo que el hombre con el que compartía su cama había estado haciendo hasta que había caído la bomba a sus pies. El problema era que tenía la sensación de que cualquier bomba que Zach dejara caer a sus pies sería mucho más devastadora que cualquier cosa que Chris pudiera darle. Su corazón tartamudeó y dio una sacudida en su ritmo mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y miraba profundamente a sus ojos. Esa intensa, inquebrantable mirada la hizo contener el aliento.

Su asentimiento era desigual y sus ojos picaban con lágrimas contenidas. Ella estaba parpadeando para alejarlas cuando la camioneta desaceleró hasta parar. Miró por la ventana

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—No tienes que preocuparte de nada más en este momento, melocotón. Te tengo, ¿entiendes? —Dijo.

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Dios, ella podría muy fácilmente hacer una gran imbécil de sí misma por este hombre... si no lo había hecho ya.

y vio que habían parado en una saliente junto a la orilla de la carretera. Zach se bajó y la ayudó a salir. —¿Por qué nos detenemos?

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—Porque necesitas ver esto.

15 Traducido por Feña St. Clair y Florpincha Corregido por Ivettelaflaca

La condujo a la parte delantera de la camioneta, se apoyó en el capó colocándola frente a él. Durante varios segundos, se quedó mirando el horizonte, incapaz de determinar qué aspecto de la magnífica vista necesitaba su atención. Comenzó a girarse. Se inclinó y le susurró al oído—: Espera; va a suceder en cualquier momento. —Su aliento en la oreja le dio escalofríos. Con un brazo la aprisionó, mientras que el otro apuntaba a una zona entre dos montañas—. Mantén tus ojos en ese punto. Lo hizo. En menos de un minuto, el ocaso llegó al lugar señalado, salpicando las montañas nevadas con flamas plateadas y naranjas. Poco a poco, el color se extendió sobre el valle y a través de la ciudad. La escena era tan espectacular, tan impresionante, que, asombrada, juntó las manos sobre su boca. Se quedaron así durante varios minutos, hasta que el sol desapareció detrás de las montañas. —Dios, eso fue más que hermoso. —Sí —musitó—. Lo fue. —El simple acuerdo hizo que lo mirara. Tenía una alegría tranquila en el rostro mientras observaba el panorama, había también algo de tristeza y dolor en sus ojos que hizo caer su estómago en forma alarmante —Realmente amas estar aquí, pero también te pone triste —murmuró—. ¿Por qué, Zach? De inmediato se puso rígido. Su brazo comenzó a caer, pero ella lo sujetó y no lo dejó ir.

—¿No se te ocurre que no necesito ayuda? Te lo dije desde el comienzo, no hay nada lo suficientemente importante para afectar lo que pasa entre nosotros.

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Su mandíbula se tensó.

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—Háblame, Zach. Por favor. No te puedo ayudar si no me dejas entrar.

—Pero esto es importante, ¿no lo ves? No puedo ver tu dolor y simplemente ignorarlo. Del mismo modo que no puedo ignorar el hecho de que, aunque no quieres ir en el avión Salón Indigo, te uniste al viaje de todas formas. Llámame presuntuosa, pero creo que lo hiciste por mí... —Sí, lo hice. Se giró totalmente en sus brazos. —¿Pero por qué? ¿Qué pasó? El Salón Indigo es una de las empresas de negocios más exitosas de esta década, y sin embargo has tenido muy poco que ver con ella desde su creación. —Contrato a gente muy bien remunerada y muy motivada... —No me vengas con la línea de la compañía, Zach; no soy estúpida. Hay algo en este lugar que tiene poder sobre ti, lo mismo que con el Salón Indigo. No me cuentes si no quieres, pero por favor, no niegues que afecta lo que pasa entre nosotros. —¿Y qué es lo que crees que está pasando entre nosotros? —Das y esperas que tome todo sin retribuir en nada. No estoy hecha de esa forma, necesito saber que puedo darte algo digno a cambio. —Lo haces. Suspiró. —No estoy hablando de sexo, Zach. —Yo tampoco. —Sus ojos se oscurecieron en la penumbra de la tarde, ella contuvo la respiración y esperó—. Estar contigo... me ayuda—indicó en silencio. Su corazón saltó. —Te ayuda... ¿con qué? —Simplemente ayuda, Bethany. ¿No podemos dejar las cosas así? —susurró con ferocidad. Comenzó a sacudir la cabeza y vio a Philip, sentado al volante, desviando la mirada, tratando de ser discreto. Pero no había duda de que el conductor atestiguó su argumento. Un vistazo a Zach le dijo que también lo sabía, pero no había ningún indicio de vergüenza en su rostro. Se preguntó qué tan bien conocía Philip a su jefe y cuantas veces tuvo que mirar a otro lugar como ahora. —Sé casi nada sobre ti, Zach. Eso tiene que cambiar. —Los ojos grises se estrecharon.

—Bethany...

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—Es una simple verdad. El sexo es genial, pero necesito más; mucho más, o no funcionará para cualquiera de nosotros a largo plazo. —Se detuvo y tragó—. O tal vez no habrá un largo plazo.

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—¿Es eso un ultimátum?

—No estoy exigiendo. Diablos, era la novia tan confiada y ajena a lo que su novio tenía entre manos que tuvo que explicármelo, ¿recuerdas? Pero hoy me has llamado valiente. Me ayudaste a tomar posesión de mi miedo y aplastarlo. Todo lo que estoy pidiendo es que pienses en hacer lo mismo. — ¿Y si no lo hago? Le tomó una sorprendente cantidad de esfuerzo para sólo encogerse de hombros. —No puedo responder a eso. No soy una experta en relaciones. Pero sé que no estaré contenta de vivir en un vacío por siempre. Permaneció en silencio durante un tiempo muy largo. Luego asintió afirmando—: Entendido. Regresaron a casa en silencio. Pero a lo largo del viaje, sus brazos la rodearon, acunando su cabeza bajo la barbilla. Miradas furtivas mostraban en su rostro expresiones que no pudo descifrar. Fueran cuales fueran los demonios que poseía Zach Savage, ardían con fuerza. Y aunque le dolía pensar que ella los había traído a la superficie, estaba contenta de que no los dejara de lado. Su pecho se estremeció en una profunda respiración irregular, mientras se dirigían a las puertas de la casa. Se sujetó de su camisa cuando sintió su dolor. Entrelazando los dedos, la condujo a la casa, pero se detuvo en el gran vestíbulo. —Tengo que hacer algunas llamadas. He descuidado un par de cosas desde que estamos aquí. Me pondré al día contigo en unas pocas horas. El corazón le dio un vuelco. —Oh, está bien —murmuró. —Si tienes hambre, sólo tienes que marcar a la cocina y ellos te prepararán algo. Trató de sonreír a pesar de la aflicción apretando alrededor de su corazón. Zach estaba en modo de retirada total. No tenía ninguna intención de hacer frente a sus demonios. Al menos no hoy. —No te preocupes, voy a estar bien. La acercó y le dio un fuerte beso en los labios entreabiertos. El calor la envolvió de inmediato pero él ya estaba camino a su estudio.

Perspectiva. Necesitas perspectiva, chica. Girando, voló por las escaleras y se dirigió a la suite. En su lado de la cama, se sentó y agarró el teléfono.

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Las palpitaciones que surgieron en sus entrañas crecieron con cada segundo que pasaba.

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Se quedó allí, los dedos tocando su boca hormigueante mientras cerraba la puerta del estudio detrás de él. Por primera vez desde que lo había conocido, Zach se había alejado de ella, activa y voluntariamente.

Keely respondió al tercer tono. —Hola, melocotón. Bethany hizo una mueca. —Si te dijera que estoy aterrorizada de perder a un hombre al que apenas conocía hace una semana, ¿me llamarías loca? —Nop. Vivo en constante temor de perder los hombres que nunca he conocido, a los que no me he cogido mentalmente aún. Cerró los ojos. —Estoy hablando en serio, Keel. Un suspiro simpático hizo eco en la línea. —Lo sé, niña. Lo supe cuando hablamos la semana pasada. Las relaciones ocasionales no son lo tuyo. ¿Deseaba que hicieras una excepción? Probablemente. Y definitivamente no esperaba que tu chico sin ataduras fuera el mismísimo Zach Savage. Así que he estado esperando esta llamada. —¿Qué debería hacer? Él... él no quiere hablar conmigo. —Encuentra una manera para que lo haga. —He intentado con todo lo que sé. —Entonces intenta con otra cosa. Algo que garantice su atención. Anda por todo o atribuye lo pasado a experimentar y ven a casa antes de que el daño empeore. Pateó sus zapatos y se deslizó en la cama. Frotando su pie sobre la colcha de lujo, soltó un lento suspiró. —La única cosa que consigue su atención es el sexo. —La realización hizo que algo le doliera en el pecho. Se frotó distraídamente la zona justo debajo de su esternón y agarró el teléfono con más fuerza. —¿Estás segura? Lo tienes suficientemente enganchado para que envíe flores y champan a una completa extraña. Eso podría ser algo que hagan los multimillonarios, pero ciertamente no es una cosa ocasional de multimillonario, especialmente de un tipo que valora su privacidad de la manera en la que Savage lo hace. —No quiero tener esperanzas, Keel. Tengo miedo de salir herida otra vez. —Eso tiene mucho sentido. ¿Pero no es mejor salir herida ahora que después, cuando ya estés aún más involucrada?

Ese pensamiento en particular, hizo que su interior girara con pánico y miedo. —No creo que pueda. Keely se quedó en silencio durante varios segundos. —Entonces haz lo que la tía Keely recomienda profundamente. Ve por todo.

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—Y recuerda, no hay nada que te impida subirte a un avión y venir a casa ahora mismo.

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Bethany no quería admitir ninguno de los casos, aunque estaba de acuerdo con Keely.

Ir por todo. ¿Podría hacerlo? ¿Y si no podía, estaba acaso preparada para vivir con la alternativa de no haber tratado en absoluto? Un escalofrío de aprensión la recorrió. Relajada más profundamente en la cama, volvió el rostro a la almohada de Zach e inhaló su familiar aroma embriagador. La idea de no sentir de nuevo su olor hizo que su corazón cayera en picada. Aprovechando la oportunidad de cambiar de tema argumentó—: Hablando de tías, ¿cómo está la tía Mel? —Mañana puede recuperarse milagrosamente. O puede empeorar. Dime cuál quieres y haré que pase. Mierda. Keely era demasiado lista a veces. Había llamado porque necesitaba perspectiva. Keely estaba sosteniendo el espejo de forma demasiado efectiva, y no tenía más opción que afrontar lo que venía. Se mordió el labio y pasó la mano libre sobre la almohada de Zach. Recordó el destello de dolor en sus ojos y su resolución se confirmó. —Creo que la tía Mel necesita estar enferma por un poco más de tiempo. —Esa es mi chica. Ve a demostrarle de qué estás hecha. No tuvo la oportunidad de hacerlo. No esa noche. Porque una vez que se había desnudado y cepillado los dientes, decidió a llamar a sus padres. Ser vaga en cuanto a cuándo regresaría tomó más destreza mental de la que esperaba. Drenada después de la llamada, abrazó la almohada de Zach. En cuestión de minutos, estaba dormida. Se despertó sola la mañana siguiente. El lado de Zach estaba frío, parecía como si difícilmente hubiera dormido ahí. El corazón le palpitó con nuevo pánico. Tiró de la sábana a un lado y se puso la camiseta que él había descartado. Tener su olor la hizo sentir un poco mejor, pero también le recordó cuán importante se había convertido Zach Savage. Al salir de la habitación, bajó las escaleras y se dirigió a su estudio. La puerta estaba entreabierta y la abrió. Estaba sentado detrás del enorme escritorio, sus dedos volando sobre el teclado del ordenador portátil. La mirada intensamente concentrada en su rostro la hizo detenerse. —Buen día, melocotón —saludó en voz baja sin levantar la vista.

Dejó de escribir y subió la mirada. Sus ojos grises perforaron los de ella. Ver el hambre familiar en ellos le dio otro pequeño impulso a su confianza. Lo que estaba pasando, el sexo,

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—¿Usas lentes para leer? —Demonios, eso era atractivo. La negra y pequeña montura cuadrada, enmarcaba perfectamente sus ojos y aumentaba su sexualidad por al menos otros mil grados.

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El saludo levantó un poco su estado de ánimo, y respiró mejor. Pero el dolor no desapareció. Caminó y se sentó en la silla frente a su escritorio.

era todavía una cosa viva y potente entre ellos. —¿Por qué te sorprende? —Preguntó. —Porque eres inhumano en todo lo demás. Me follas como si pudieras hacerlo por siempre. —Puedo —declaró sin atisbo de arrogancia. Un cosquilleo comenzó en el fondo de su vientre. —¿Pero necesitas gafas para leer? Sonrió quitándoselas. Pero cuando sus ojos se encontraron, eran intensamente serios. —Mis ojos pueden no ser perfectos, pero cuando estás en mi presencia todo lo que veo es a ti, Bethany. Sólo tú. Y cuando se trata de ti, mi visión es malditamente normal. Jesús. ¿Cómo podía decirle cosas así y aún no dejarla entrar? —Te fuiste antes que despertara. —Dormías tan plácidamente, que no tuve corazón para perturbarte. Estabas cansada después de ayer. No creí que fuera justo molestarte. Asintió, y sus ojos se desviaron hacia el portátil. —Y ahora estoy molestando. Te veías tan serio. —Estaba tratando de terminar algunas cosas antes de que te despertaras. —¿Por qué? Jugó con el soporte de sus gafas. —Porque quiero dedicarme hoy a hacer lo que te haga feliz. —Sus palabras, al igual que las anteriores, no contenían engaño o adorno, y la sorprendió. En serio la estaba haciendo enamorarse de él. Demonios, ¿a quién estaba engañando? Estaba cayendo duro. Cayó rápido, y no había vuelta atrás. Sin importar las consecuencias. No importaba que supiera que al final su corazón se rompería en mil millones de pequeñas piezas. Ve a por todo. —La única manera en la que me puedes hacer infeliz es si me empujas lejos —afirmó con confianza. Sus ojos se oscurecieron. —Voy a tratar de mejorar —indicó. Su corazón tartamudeó. Teniendo en cuenta que había esperado un firme rechazo, fue un paso adelante. No un gran paso, pero tendría que servir por ahora.

más. —¿Qué? —Preguntó.

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Asintió, pero sus ojos permanecieron solemnes, vigilantes, como si esperaran algo

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—Eso es todo lo que pido. Gracias.

—Estuviste al teléfono por un tiempo ayer por la noche. No se perdió la pregunta solapada. —Sí. —¿Todo bien? —Mi tía Mel todavía está enferma. La preocupación le nubló los ojos inmediatamente. Dejó caer las gafas y rodeó el escritorio para agacharse delante de ella. —Bebé, ¿por qué no dijiste algo? Trató de mantener el rostro serio, pero una risa silenciosa sacudió sus hombros, intensificándose cuando vio la expresión de perplejidad de Zach. —Lo siento, no debería realmente reírme —explicó la situación de la tía Mel y observó sus ojos ensancharse. —Recuérdame nunca cruzarme con tu amiga. Su risa se apagaba. —Sí, puede ser un poco pit bull cuando el humor se la lleva. —Estoy contento de que te cuidara. —Acarició con firmeza sus pantorrillas desnudas y luego se trasladó por sus piernas hasta las rodillas. Se quedó sin aliento y sus ojos se oscurecieron. —Lo dices como si fuera una cosa del pasado. Sus manos se subieron en un ligero masaje. —Ahora me encantaría tener un papel activo en tu cuidado. Una vez más, la inocente emoción le dio un puñetazo. —Es una vía de doble sentido, Zach. Él Asintió. —Quieres nivelar un poco el campo de juego, entiendo eso. Voy a hacer todo lo posible para corresponder. Incapaz de resistirse a tocarlo ya que se sentía como una vida desde última vez que lo hizo, alzó la mano y lentamente deslizó los dedos por su cabello. —Me alegro. Se quedaron así durante varios minutos. Las manos expertas separaron lentamente los muslos y acariciaron más arriba. —¿Cómo te sientes?

—Cualquiera de las dos. Puedes decirme lo que quieras, Bethany. Tú lo sabes. —Bueno. Estaba molesta... cuando desperté y no estabas allí. —Te lo dije...

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La cautela se deslizó en sus ojos pero no se apartó.

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—¿Física o emocionalmente?

—Ya sé lo que has dicho, pero así es como me sentí. Y después de lo que pasó ayer, creo que estoy un poco... emocional acerca de todo. —¿Cómo puedo hacer que te sienta mejor? —Preguntó. Sus dedos flotaron y tocaron justo debajo de la oreja. Su pequeño silbido dio una indicación de su propio estado de ánimo. —Tenerte así de cerca ayuda. —Entonces, no voy a ninguna parte, melocotón. —Dios, Zach. ¿Está mal que te codicie? —susurró entrecortada. —Diablos no. Si no te quisiera más qué a mí, tendría que ser acarreado en una maldita camisa de fuerza. Sus dedos se deslizaron más arriba y tocaron por encima su sexo. Ambos gimieron cuando una sensación de diferente naturaleza alteró su estado de ánimo. —¿Es mi camiseta la que llevas, bebé? Asintió bruscamente, su dedo pulgar se movió hasta tocar su ranura, por lo que formar palabras se imposibilitó. —Hmm, siento un frío repentino. Creo que la quiero de vuelta. Su puchero atrajo la mirada a su boca. Poco a poco se lamió y observó sus fosas nasales. —¿Qué hay de mí? ¿Seguramente no quieres que coja un resfriado? —Voy a mantenerte caliente —prometió—. Ahora date vuelta. Tomó los bordes de la camiseta, se la pasó por la cabeza y lo dejó caer en el suelo. —Dios, eres tan jodidamente hermosa. —Su pulgar continuó acariciándola, pero se apartó un poco—. Acércate más al borde del asiento para mí. La anticipación vibraba en su interior mientras lo obedecía. No podía creer que apenas habían pasado veinticuatro horas desde la última vez que había hecho el amor. Se sentía como si lo hubieran hecho toda la vida. Sujetó la silla mientras separaba los muslos, su cabeza descendió por su cuerpo. El rastro de besos recorriéndole el estómago la tenía jadeante. Observar su gozo mientras la acariciaba con la boca era afrodisíaco. Oírle gemir mientras ella se estremecía bajo sus besos consiguió excitarla aún más.

Se sacudió, para luego cerrar los ojos en una maldición concisa. —¿Qué? —preguntó con voz ronca.

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Los pensamientos volaron fuera de su cabeza con el toque de su lengua en su clítoris. Pero un tono desde su escritorio interrumpió bruscamente su grito de placer.

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Tal vez había algo después de todo. Algo que iba más allá del sexo. Ningún hombre podría comportarse de esa manera puramente por sexo, ¿verdad?

—Lo siento. Se me olvidó que organicé una videoconferencia. La palabra video le notificó que localizara la camiseta. —Relájate, no están a punto de verte desnuda. Eso lo puedo garantizar. —Sus ojos cayeron a su sexo húmedo y gimió. —Está bien —señaló, aunque bien era lo último que se sentía en este momento.

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—No está jodidamente bien. Pero ya que la organicé, tengo que aparecer. —Sus ojos mostraron pesar cuando se puso la camiseta—. No vayas muy lejos. Tenemos asuntos pendientes.

16 Traducido por Camila Cullen y Dahi Corregido por Pagan Moore

Se dio una ducha, se vistió con un vestido blanco suelto hasta la rodilla, desayunó y trató de convencerse a sí misma de que no se estaba comportando como una idiota confundida por amor cuando eligió esperar a Zach en la sala más cercana a su estudio. El sonido de su profunda y tenue voz, mientras llevaba a cabo llamada tras llamada la tranquilizó incluso mientras su sangre tamborileaba con anticipación para retomarlo donde lo dejaron antes. Cuando pasaron dos horas sin que apareciera, recuperó su Tablet y accedió a marca páginas que había guardado un par de semanas atrás. Después de su última discusión con su jefa, Bethany había tanteado el terreno de algunos trabajos con posibilidades interesantes. Hasta ahora había tolerado la actitud generalmente cruel de Sheena porque había estado demasiado ocupada en lamer sus heridas después de Chris. Pero el pensamiento de regresar a Neon para ser la chica golpeada por Sheena la hacía sentir ligeramente enferma. Experimentó muchos cambios en su vida en solo unos pocos días. Era tiempo de aceptarlo en todos los aspectos de su vida. Estaba en la mitad de enviar su currículum a la tercera empresa de organización de eventos de gran reputación cuando escuchó pasos. Su corazón se saltó varios golpes y empezó a poner su iPad a un lado. Pero la sonrisa que inició en su corazón sufrió una muerte rápida en sus labios al ver la expresión en el rostro de Zach cuando entró en la habitación. —¿Qué está mal? —Preguntó. Había cubierto su torso con una camisa índigo pero un par de botones estaban desabrochados, y su cabello lucía como si hubiera pasado sus dedos por él muchas veces.

—Aprecio la oferta, pero no. Solo vine hasta aquí para disculparme por descuidarte.

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—¿Hay algo que pueda hacer? —Ella empezó a levantarse, pero él sacudió la cabeza y le presionó su espalda baja con manos gentiles luego se agachó en frente de ella como había hecho en su estudio.

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—Tengo una situación con una de mis compañías. Uno de mis ejecutivos entró en una fase crucial de un trato delicado. Tengo que dar un paso al frente o todo se irá a la mierda.

Tengo que tomar otra llamada en menos de cinco minutos. Después de eso... demonios, no sé cuánto tiempo tomará enderezar las cosas. —Sus ojos grises sostuvieron los suyos, su molestia y su preocupación eran claras. —Está bien, Zach. Soy una chica grande, puedo mantenerme ocupada por un tiempo más largo. La preocupación en sus ojos no disminuyó. —¿Estás segura? Asintió a pesar de la tentación de aferrarse como una patética lapa. — Segura. También tengo algunas cosas con las que ponerme al día. Su mirada dio un vistazo rápido a su iPad y la miró de nuevo. —De acuerdo. Te lo recompensaré, bebé. Lo prometo. Su teléfono sonó y maldijo. Inclinándose, la besó por un momento prolongado y se levantó. —Oh, una cosa más. La próxima semana en tu cumpleaños. No hagas planes, ¿de acuerdo? Tengo una sorpresa para ti. —Con otro beso y una sonrisa llena de arrepentimiento, se alejó dando zancadas. Su cumpleaños... La idea de que estaría pasándolo con Zach la complacía más de lo que era recomendable o saludable. El sentimiento la agitó lo suficiente para sacudirla sobre sus pies. Sin pensar a dónde iba, deambuló de habitación a habitación hasta que llegó a la sala de baile. No había regresado ahí desde que Zach la trajo en su primer día. La caja que contenía las bailarinas estaba en el suelo donde él la había dejado. Con dedos temblorosos, la abrió y sacó las exquisitas zapatillas. Un tono índigo oscuro, la elección de color no le pasó de largo, le quedaban perfectamente cuando se las deslizó y amarró las cintas sobre su tobillo. Con su corazón saltando rápidamente, caminó por el suelo y levantó el control remoto que controlaba el sistema de sonido en el lado opuesto de la habitación. Hojeándolo hizo una elección y bajó el control. Suaves compases de Yo Yo Ma’s Cello Suites de Bach flotaron a través del aire. La música familiar alivió su ansiedad y la mantuvo en la tierra. Si te hace feliz, hazlo.

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—¡Sí! —Sonrió y continuó. Incluso cuando no logró el grand jeté, siguió bailando, una sensación de alegría burbujeaba justo debajo de su piel mientras giraba de un extremo de la habitación a otro.

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La voz de Zach hizo eco en su cabeza como si le estuviera susurrando justo en su oído. Con su corazón tronando, practicó un par de movimientos de alentamiento. Sus pantorrillas punzaron con su primer demi-plié, pero los viejos hábitos pronto la golpearon. Mantenerse relativamente en forma había ayudado a su cuerpo a conservarse lo suficientemente tonificado y flexible para atreverse a tratar un salto de giro a través de la habitación.

En su estudio, Zach frenaba el gruñido que subía por su garganta y se forzaba a escuchar las excusas de otro ejecutivo. Sabía que Bethany ya no estaba en la sala de al lado. Había visto un destello blanco más o menos una hora atrás mientras ella deambulaba, pasando por la puerta de su estudio. Cada célula de su cuerpo anhelaba estar con ella y la sensación no era totalmente placentera. Su necesidad de ella parecía estar aumentando más allá de proporciones razonables. Por supuesto, pasó un tiempo razonable, pero había esperado una disminución gradual de la atracción insana entre ellos. En su lugar, había pasado la mayoría de la noche contemplando cómo darle a Bethany lo que quería sin perderla. El cielo se había vuelto de un ligero gris oscuro antes de que hubiera subido a la cama a su lado. Y aún no había pensado en una manera de dejarla entrar en su vida y su pasado sin el riesgo de perderla. Sabía que tarde o temprano tendría que encontrar la manera de decirle sobre Farrah. Ese secreto no podía permanecer escondido por siempre, especialmente una vez que regresaran al mundo real. No importaba cuán discreta tratara de mantener su relación, su vida era demasiado interesante para los medios para que se mantuviera como una nota secreta por mucho tiempo. Su equipo de abogados había hecho un buen trabajo al enterrar lo que ocurrió hace seis años. Él había hecho un trabajo aún mejor, hasta hace poco, de enterrar sus emociones incluso más profundo. ¿Podía arriesgarse a decirle a Bethany sobre eso ahora? ¿Entendería? Dios, lo más probable era que corriera tan lejos de él como fuera posible. El solo pensamiento hizo que sus dedos se tensaran en los reposabrazos. De ninguna manera dejaría que eso pasara. —¿Sr. Savage? Se reenfocó en la pantalla de la videoconferencia y le levantó una ceja a la mesa llena de hombres agresivamente de traje en el otro lado.

La respiración de Zach le dio un puñetazo en el pecho con fuerza suficiente para tirar de él en posición vertical. Hipnotizado por completo, miró fijamente cómo Bethany flotaba a

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Ellos apartaron la vista deliberadamente y él se sentó nuevamente en su silla. Echando mano a su ordenador portátil, activó el programa que hizo subir a las cámaras de seguridad. Se desplazó a través del programa hasta que la vio.

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—Setenta y cinco por ciento no es negociable. Trataron de usar una táctica brutal con mi ejecutivo, pero la simple verdad es que mi compañía está suministrando las piezas aeronáuticas y la mano de obra para construir los aviones. El único recurso que están proveyendo es el equipamiento. Los números trabajan. Tómense un minuto y trabajen en ello. Demonios, tómense cinco.

través de esa pista de baile. No podía oír la música, pero el flujo y la gracia de su cuerpo, y el puro placer en su cara lo hicieron estremecer. Jesús, bailaba como un maldito sueño. Se dio cuenta de que había dejado de respirar cuando sus pulmones quemaron. Aspiró aire desesperado, la vio levantar los brazos en un elegante arco por encima de su cabeza. A continuación, permaneció en la pose, ejecutando el arabesco más perfecto. Zach apretó los dientes por la rapidez en que se le endureció su pene. Sin embargo, aunque se esperaba esa reacción, la sensación en el pecho mientras la veía poco a poco lo congeló en el lugar. Felicidad... —Señor Savage. Con la boca seca, siguió mirando la pantalla, era incapaz de apartar los ojos de la figura que se movía a través de otra serie de piruetas y deslizamientos. La felicidad, la excitación, el orgullo... Miedo. Todo giraba en todas partes dentro de él, tirando de sus entrañas en mil nudos. Con la mandíbula apretada, reconoció que algo pasaba aquí. Algo sobre lo que él no tenía completo control. Durante el tiempo que podía recordar, incluso antes de que Farrah hubiese entrado en su vida, había sido capaz de controlar sus reacciones hacia las mujeres. Él lo llamó tener la sartén por el mango, y nunca se disculpó o dejó que las cosas se salieran de control. —¿Señor Savage? La comprensión de que verla bailar tuviese el poder de moverlo profundamente retorcía otro nudo en su interior. Un nuevo hecho enteramente de anhelo desesperado y una profunda posesión. La deseaba. Más que eso, la necesitaba a un nivel que nunca había necesitado a nadie antes. Él quería reclamarla en cada nivel. Completamente. Inmediatamente. —Señor Savage. ¡Señor! Tirándose violentamente fuera de la pantalla, miró hacia arriba. Varios pares de ojos lo miraron con diversos grados de perplejidad. Forzando el aire en sus pulmones, se aclaró la garganta. —Señores, ¿qué han decidido? —Estamos de acuerdo con sus términos. —Excelente. Vamos a pasar a lo siguiente en la agenda.

El sudor brillaba en su piel, y pura felicidad brillaba en su rostro. Con sus dedos no del todo estables, cerró lentamente la computadora portátil, la

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Cualquiera que sea la música que bailaba debía haber llegado a su fin, porque Bethany se había hundido en una profunda y perfecta reverencia.

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Esperó hasta que su atención se hubiese movido de él antes de mirar hacia la pantalla.

sensación inquebrantable cortaba un camino irregular a través de él. A partir de ahora, quería ser él el que pusiera esa expresión en su cara. Excepto que sabía que para que eso ocurriese debía desenterrar las partes de su vida que muy bien podría conducir a Bethany lejos. Bethany seguía sonriendo cuando salió de su segunda ducha del día. Eran más de las siete y el sol empezaba a teñir el cielo de un impresionante color naranja rojizo que llamaba la atención. Zach no había salido de su estudio en todo el día, pero su almuerzo había sido entregado con un solo tallo largo de una rosa amarilla y una nota que decía, Pensando en ti, Melocotón. Ella tenía que dárselo. Tenía una manera de desarmarla con muy poco esfuerzo. Como una manera de hacer que su corazón girase olvidando que había un lado de él que apenas conocía, era muy eficaz. Se había llevado la rosa con ella arriba y ahora inhalaba su aroma seductor mientras abría las puertas dobles francesas que llevaban a la terraza. Las losas aún calientes por el sol calmaban sus pies descalzos que palpitaban por el esfuerzo del ballet. No le importaba el leve dolor. La alegría que sintió al bailar de nuevo había sido inconmensurable. Su único deseo era que Zach hubiese estado allí para verla. Dios. La tenía mal. Muy muy mal. Ella apoyó la mano en la barandilla, observó el horizonte impresionante, y trató de no pensar demasiado duro en lo que había decidido en la ducha hace un momento. Cuanto más pensaba en lo que haría para propulsar una conversación más profunda con Zach, más se convencía que había perdido la cabeza. Además, lo más probable era que sería horriblemente contraproducente. Ve a por todas. Los pétalos de la rosa le hacían cosquillas la nariz mientras inhalaba profundamente. ¿Podría el hombre que le había enviado la flor realmente rechazarla tan fácilmente si ella le exigía más?

Con el sol rápidamente deslizándose profundamente en el horizonte, las luces

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Necesitaba una lenta y constante construcción. La pequeña sonrisa que curvó su boca alivió algo de su ansiedad. Ella no estaba totalmente cómoda con el poder sexual recién descubierto que ella parecía tener sobre Zachary Savage, pero si le podía ayudar en su campaña para conseguir que se abra, iba a por ello.

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Esta mañana le había dicho que él lo intentaría. Podía esperar hasta que él elija su propio momento de cerrar la brecha entre ellos, o ella podría ayudarlo.

automáticas en los terrenos comenzaron a parpadear sucesivamente. Ellas brillaron sobre la piscina y fuente, vomitando un brillante color mientras lanzaba el chorro de agua en el aire. Arrastrando su mano encima de la barandilla, Bethany se dirigió lentamente hacia el extremo derecho de la terraza. Mirando hacia abajo, vio que el agua aun más brillante que las piscinas de poca profundidad, se iluminaban. A pesar de lo que Zach había llegado a alcanzar ayer, la vista de tanta agua hizo que su pulso se acelerara con alarma. Estaba a punto de alejarse cuando ella se dio cuenta. Una larga losa de pavimento diseccionó una de las piscinas de poca profundidad, terminando en un montículo de rocas que estaban en la pared del fondo del jardín. A un lado de las rocas, una pequeña tienda de campaña beduina se había erigido. Bethany no lo había notado antes, debido a su preocupación por no pasar cerca del agua. Ella frunció el ceño a lo inesperado, incapaz de adivinar lo que la estructura podría ser en la distancia, se dio la vuelta y se dirigió al interior. La puerta de la habitación estaba cerrada sin llave. Bethany entró rápidamente antes de perder el valor y se dirigió directamente hasta el objeto que ella requería. Con una sonrisa descarada, se deslizó en su bata y se encogió de nuevo por el sonido que salió detrás de ella.

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Zach estaba en la puerta, con los ojos clavados en ella.

17 Traducido por Jessibel y Dahi Corregido por Pagan Moore

—Ahí estás —dijo. Su voz era profunda y confiada. Y su cuerpo era tan fascinante como lo había sido la puesta de sol hace varios minutos. Se encontró a sí misma balanceándose hacia adelante. La cogió en sus brazos y tomó su boca en un beso profundo que se prolongó durante una eternidad. Ella estaba con sus rodillas débiles en el momento en que levantó la cabeza y la miró con los ojos de color gris oscuro y con hambre. —¿Has terminado con el trabajo? —preguntó ella, su voz era un aliento que salía a borbotones y la hacía temblar por dentro. Sus dedos acariciaron la mejilla y la otra mano se cerró alrededor de su cintura, tirando de ella hacia su cuerpo duro. —Por ahora. Tratar con cuatro directores generales con diferentes agendas tiene sus desafíos. Veremos qué pasa mañana. —Sin embargo, te encanta, ¿no? ¿El tira y empuja de todo esto? — preguntó. Su sonrisa atractiva tuvo más de un tinte de cansancio. —No utilices palabras como empujar cuando estamos tan cerca, bebé. Es algo que fríe mi cerebro. Su rubor le hizo reír. —Sí, supongo que me encanta. No lo haría si no me interesara. —Sus dedos se arrastraron a lo largo de su mandíbula para curvarse sobre su nuca. La besó de nuevo. El aroma de la rosa se hizo más fuerte y se dio cuenta de que la habían aplastado entre sus cuerpos. Se cayó inútilmente al suelo cuando él se retiró. —Te extrañé, melocotón.

—Es exactamente lo que piensas que estoy usando. Me pediste que recogiera algo,

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La capturó de la nuca de la misma manera que ella lo había capturado, sacó la lengua por la boca. Él gimió, pero luego retrocedió. —Me encantaría nada más que llevarte a la cama ahora mismo y follar hasta que ninguno de nosotros pueda moverse. Sin embargo, sí tenemos tiempo para terminar lo que empezamos en mi estudio esta mañana antes de que nosotros... ¿Qué carajo te has puesto? —exigió él cuando sus dedos encontraron su ropa interior única.

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—Yo también te extrañé. —Temblaba de pies a cabeza con el poder que tenía sobre ella. Pero la sensación fortaleció su decisión de profundizar más en el hombre que ahora tenía su corazón.

¿verdad? Él sacudió la bata abierta y contempló con incredulidad. —¿Y decidiste escoger un cinturón de castidad de mierda? ¿Estás loca? —Por el contrario, nunca he estado más cuerda. Además, ¿por qué lo tienes en tu colección si lo detestas tanto? —¡Porque nunca pensé que iba a ser utilizado en mi contra! —Ah. —¿Ah? —Él negó con la cabeza y se quedó mirando el dispositivo bloqueado como si fuera su enemigo mortal—. Ayúdame aquí, melocotón. Me está faltando algo claramente. ¿Qué demonios significa ah? Se humedeció los labios secos, de repente no estaba seguro de si ella había pensado esto lo suficiente. —Estoy esperando —gruñó él. —Sólo pensé que podríamos, ya sabes, jugar un juego. —¿Un juego? —Escupió la palabra como si fuera veneno—. Voy a jugar cualquier tipo de juego que desees, hermosa, tan pronto como te quite esa maldita cosa. —Él tiró de la cinta a continuación, pasó los dedos a lo largo de la costura en busca de una forma para entrar. —No es así como funciona esto, Zach. —Jesús, Bethany. Esto no va a terminar bien, lo sabes, ¿verdad? —Si dejas de pensar en lo que está en tu camino por un segundo, tal vez encontrarás que no es del todo malo. Se incorporó lentamente y se cruzó de brazos. Su boca se secó mientras su fuerza implacable la golpeaba. —Muy bien. Dime las reglas de este juego. Cuanto más rápido empecemos, más rápido vamos a terminar. Y puedo empezar a castigarte por lo que me estás haciendo ahora. —Zachary... —No, bebé. No te vas a echar para atrás o llamarme Zachary con esa voz sexy para tratar de obtener tu camino. Si voy a hacer lo que quieres. Entonces, tú tienes que hacer lo que yo quiero.

Ella se encogió de hombros y su mirada cayó sobre sus pechos. Su mandíbula se apretó con fuerza.

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Se puso rígido y sus ojos se estrecharon. —Esto no era lo que habíamos acordado esta mañana.

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Se humedeció los labios. —He escondido la llave de la cinta en algún lugar de esta habitación. Si la encuentras dentro de los cinco minutos, puedes quitármelo. Si no lo haces, tengo que preguntarte lo que yo quiera y me darás una respuesta directa.

—Lo sé. Sólo pensé que te ayudaría un poco. —Confía en mí, melocotón. Esto no está ayudando. De ninguna manera. —Miró el cinturón de nuevo y su boca se afirmó—. Pero voy a seguir la corriente. La sorpresa se disparó a través de ella. —¿Lo harás? —No salives por el momento, bebé. Mi objetivo es ganar. —Se quitó el reloj Tag Heuer, se lo entregó a ella y dio un paso atrás—. Dime cuando. Incapaz de creer que ella lo había sometido a seguir la corriente, se quedó mirando el reloj ciegamente durante unos segundos antes de que su cerebro diese una patada en el engranaje. Cuando la manecilla dio las doce, ella dijo—: Ve. Se paseó por la habitación como si tuviera todo el tiempo del mundo. Miró debajo de consoladores y tapones anales, verificó por debajo de la silla mecedora y entre las correas de oscilación. Ella contuvo el aliento cuando pasaron cuatro minutos. Él arrastró sus dedos sobre la parte superior del gabinete cuando el último minuto de distancia fue marcado. Girando lentamente, su mirada viajó sobre ella. Él caminó y se quedó delante de ella. —¿Melocotón? Su corazón dio un salto en su garganta mientras se acercó a ella. —No... Zach... —Ah. —Él hizo eco de su respuesta anterior. Unas manos firmes la atrajo hacia su cuerpo duro como una piedra. Los dedos estaban en forma de lanza en el pelo, en una búsqueda lánguida mientras inclinaba la cabeza y la besaba. La bata cayó de su cuerpo y trazó las manos calientes por su cuerpo hasta la cinta. Sus dedos se deslizaron por debajo de la correa trasera del cinturón de castidad y ella gimió ante la derrota. Sacó la llave de dónde la había escondido, entre sus nalgas y retrocedió. —¿Tiempo? —preguntó con una sonrisa satisfecha. Miró aturdida el reloj. —Seis segundos antes de finalizar el tiempo. Él no respondió. En su lugar, se acercó a su lado, en donde el pequeño candado aguantaba la cinta. Deslizándolo hacia adentro, hizo girar la llave con un toque vicioso. La acción hizo que el inferior de la cinta se aplastara en contra de su núcleo. Ella gimió ante la fricción y sus ojos se estrecharon. —Gané. No se supone que disfrutaras esto. —No... lo hice.

Su lengua en su clítoris arrancó un grito de su garganta. Sin descanso, la llevó hasta el borde, y luego la dejó allí hasta que el orgasmo inminente había retrocedido. Después de una

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Arrojando lejos el cinturón, la levantó y la llevó a la camilla. Ella apenas contuvo el aliento antes de que fueran separados sus muslos.

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—Mentirosa.

tercera vez retrocedió. —Eso es todo lo que vas a recibir por ahora. —¡Zach! En silencio, debatió por un momento, antes de pasarse una mano temblorosa por el pelo. —No, tú causaste esto, bebé. Tienes la oportunidad de sufrir tanto como yo. De todos modos, tenemos que irnos o vamos a llegar tarde para nuestra reserva. —¿Qué reserva? Se dirigió a la esquina de la habitación y tomó el cinturón. —La que he dispuesto como un regalo para ti, y no... no hay otro paseo en camello, aunque te lo aseguro, no has vivido hasta que montas un camello en el negro desierto de noche. —Creo que voy a pasar de ese particular regalo especial hasta mi próxima vida. He oído que los escorpiones salen del lado de los autobuses de noche en estos lugares. —No tienes nada que temer, Bethany. Yo te protegeré. Ella volvió a temblar. Él lo vio, y su boca se curvó ligeramente con satisfacción masculina. Diez minutos más tarde, adornada con un vestido de encaje añil y temblando por la energía contenida, le preguntó—: Entonces, ¿cuál es tu plan? —Vamos a un espectáculo. De todo tipo. —A medida que fueron por las escaleras, ella se dio cuenta de que él todavía tenía el cinturón. —Dame un segundo. Necesito hacer algo. Ella lo siguió hasta la cocina, donde el fuego que se utilizaba para la cocción de pan tradicional rugía incesantemente. Él se dirigió hasta el fuego y arrojó el cinturón. La risa sorprendida burbujeaba en su pecho. —No puedo creer que hayas hecho eso. —Créelo. Ahora vamos a ir y a disfrutar de nuestro espectáculo. Dos horas más tarde, Bethany se introdujo bruscamente en otro ataque de celos desgarradores. Se sentó en su asiento acolchado en el banquete del restaurante exclusivo que Zachary la había llevado en el Gueliz y trató de mantener sus emociones bajo control.

Ella había hecho una línea recta hasta Zach en el momento que lo había visto, poniendo los dientes de Bethany en el borde.

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Del trío del vientre de bailarinas que se entretejían entre las mesas, era la más impresionante, con los ojos que prometían delicias celestiales y las caderas que rodaban con una sensualidad imposible.

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Una tarea imposible cuando se sacudía por el sonido que se acercaba marcando el retorno de la criatura exótica que había sido la fuente de la ira creciente de Bethany en la ultima hora.

Él no había hecho ningún esfuerzo ignorando todos sus movimientos hipnóticos haciendo que Bethany quiera darle una palmada en la cara. Fuerte. —No estás comiendo. —Observó que la bailarina se acercaba más. —Me sorprende que lo notaras. Un ceño fruncido le tocó la frente. —¿De qué estás hablando? La hermosa bailarina de vientre fue aún más frente a él, balanceándose y rodando como una cobra al son de su encanto. —Nada. Disfruta de tú espectáculo. Sus cejas se levantaron. —¿Mi espectáculo? El tintineo creció casi ensordecedor. Zach se volvió cuando la bailarina se inclinó hacia adelante y le ofreció sus dos pechos abundantes, apenas contenidos. Bethany se levantó de un salto. —No tengo hambre, Zach. ¿Podemos irnos, por favor? No esperó su respuesta. Sus talones se hundieron en el suave suelo de moqueta, salió del restaurante y se fue hacia la plaza bien iluminada. Zach se encontró con ella tan solo un minuto más tarde. No habló o trató de conseguir que fuera más despacio en su rápido paso. Entró en la concurrida plaza y llegó en un abrupto fin. —Azúcar. Quiero azúcar. Ella miró de izquierda a derecha y se dirigió a la cabina que ofrecía lo que necesitaba. Miró los surtidos dulces y tomó una gota de miel. La mandíbula de Zach se apretó mientras tomaba su bolso y le entregó un pagaré antes de que ella pudiera. Su instrucción al proveedor de mantener el cambio trajo un diluvio de agradecimientos que lo siguieron por la calle hasta que estuvo fuera de la plaza. Bethany masticaba el dulce de miel pegajoso, consiente de las miradas furtivas de Zach a ella mientras caminaban uno al lado de otro, un poco más tranquilos. —Háblame, Bethany. No quiero esta distancia entre nosotros. —Oh,¿entonces puedes sentir la distancia? Resopló. —¿En serio? Es de dos putos kilómetros de ancho. Ella tiró el último bocado en una papelera cercana y lo miró. —Bueno, viendo que la bailarina de vientre que estuviste follando con la mirada toda la noche tiene una forma de enfriar mi ardor.

—No hay necesidad de sonar tan asquerosamente contento por ello. — Ella se apartó, pero él le tomó la mano y la besó en los nudillos. —Ah, pero lo estoy. Estoy muy, muy contento. —Su voz era tan áspera. Agarrando su

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—¿Ese es el problema? ¿Estás celosa?

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Sus ojos se abrieron y una sonrisa se extendió lentamente a través de su rostro.

culo, la apretó con fuerza—. Ni siquiera recuerdo qué aspecto tenía, melocotón. —Eso no lo hace mejor. —Yo sé qué lo hará. —Se puso en marcha hacia un callejón tranquilo, arrastrándola detrás de él. —¿Dónde vamos? Zach, más despacio.

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—No.

18 Traducido por Lvic15 Corregido por Pagan Moore

El callejón se oscureció, la pared a ambos lados se elevaban a una altura de cuatro pisos. Normalmente, habría sido reticente a estar en un lugar tan oscuro, pero estando con Zach, incluso cuando la volvía ciegamente loca, la hacía sentir segura. A pesar de que la seguridad era la última cosa en su mente ahora mientras unas manos fuertes e impacientes la elevaban sobre sus pies y la estampaba contra la pared. —¡Zach! —¿Sabes que si nos descubren, nos meterán en la cárcel durante años? Incluso aunque tú fueras mi mujer, aun así nos arrestarían. Se sacudió e intentó quitárselo de encima. —Zach... no. —El pensamiento de Zach estando casado con cualquiera, con ella, le aturdía los sentidos. Cosas que había evitado pensar de repente se tambalearon por su cabeza, haciéndola desear, haciendo que soñase cosas con las que no tenía derecho a soñar. Lo había conocido hace seis días, por el amor de Dios. —Pero el peligro hace la anticipación más aguda, ¿no? Se enfocó mientras la necesidad la golpeaba. Sus dedos levantaron su vestido, creando un ardiente camino por el interior de su pierna. —No podemos... —No, no podemos. Está prohibido. —Pero no paró. Sus dedos rozaron sus bragas, encontrándola húmeda y necesitada. Y juró—: ¿Qué te dije sobre las bragas, melocotón? —Que... ¿no debería llevar ninguna? —Entonces, ¿qué es esto? —No puedes conseguir siempre lo que quieres. Especialmente cuando me molestas.

Su caliente mirada bajó hasta su boca. —Te vi bailar hoy. En mi salón de baile. La sorpresa se deslizó por ella, la hizo congelarse durante el tiempo suficiente como para que él separase más sus piernas. —¿Lo hiciste?

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—Mi cuerpo puede estar estúpidamente loco por ti, pero eso no significa que tengas carta blanca sobre mí.

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—¿Cuán molesta puedes estar conmigo cuando ya estás mojada para mí?

—Sí —siseó—. Eras exquisita, melocotón. Quitabas el aliento. Nunca he visto nada más hermoso en mi vida. —Oh, Zach. ¿Cómo puedo estar enfadada contigo y aun así derretirme ante tus palabras? —gruñó cuando él arrastró su dedo contra su clítoris. —No tienes razón para estar enfadada conmigo. O estar celosa de que mire a otras mujeres. Verla bailar me recordó esta tarde, cómo me sentí cuando te veía a ti bailar. Con un rápido movimiento le arrancó sus bragas. Rápidamente se las puso en su bolsillo trasero, después se bajó la cremallera. A su alrededor, los sonidos de la gente moviéndose alrededor llenaron el callejón. La música salía de los altavoces del mercado nocturno a dos calles de allí. —¿Cómo... cómo te sentiste? —Como si estuviera viendo la más pura belleza. Podía morir en aquel momento y estar agradecido por dejar de respirar. —¡Dios! Podían encontrarlos en cualquier momento. Pero las palabras de Zach, combinadas con la fiera necesidad que arañaba sus entrañas no podían ser apagadas. Tampoco podía parar el contundente tirón de Zach a su escote mientras exponía sus pechos a su hambrienta boca. Con una mano en su garganta inmovilizándola contra la pared y la otra poseyendo firmemente su sexo, bajó su cabeza y puso su pezón en su boca. Se mordió el labio para evitar gritar. El peligro bailaba en el sensual aire nocturno. Se deslizaba por su piel, intensificando la sensación mientras Zach tiraba más fuerte de su pezón y después lo lamía con su lengua. Dos dedos se deslizaron dentro de su humedad, preparándola para el grueso pene que presionaba insistentemente contra su pierna. Se agarró a sus hombros mientras sentía como se deslizaba por la dura y fría pared. —Zachary —gimió débilmente, el deseo cubrían sus sentidos y su voz. —No me importa que me metan en la cárcel, Bethany. Necesito follarte, aquí. Ahora —susurró a trompicones—. Levanta tu vestido para mí, bebé.

—Mierda, Bethany. Eres como una droga en mis venas. No importan cuánto consiga,

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Alcanzando el interior de sus pantalones, liberó su pene, escuchó su gruñido mientras acariciaba su rígida erección. —Fóllame, Zach. Pon tu bello pene dentro de mí y haz que me corra.

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Cumplió sin preguntar. Porque, Dios, ella lo quería, también. Quería sentir su grueso pene dentro de ella más de lo que quería respirar. Porque necesitaba sentir que él le pertenecía al menos a algún nivel. Más de lo que quería su libertad, que podía serle arrebatada si les descubrían.

sólo quiero más de ti. La manera en que lo dijo, hizo que un dardo de dolor se clavara en su pecho. El placer de la confesión era tenso. De hecho, detectó el más mínimo indicio de enfado. El dolor se transformó en placer mientras separaba sus piernas y se metía dentro de ella con una dura embestida. Su apagado gemido sólo lo excitó. Empujó de nuevo dentro de ella y escuchó su mudo grito de placer mientras la tocaba en ese lugar que sólo él parecía encontrar. —Me conduces a esto, Bethany. Sufro por ti. Todo el maldito tiempo. — Otra vez escuchó el enfado almacenado en su voz mientras la follaba en ese callejón prohibido. Aceleró el ritmo, puso su mano firmemente por encima de su boca mientras sus gritos aumentaban en frecuencia y volumen. No podía evitarlo. Es lo que le hacía. Demasiado pronto, sintió el orgásmico momento creándose. Se puso más mojada, resbaladiza, incluso mientras su cuerpo se tensaba con la sensación acumulada. —¿Estás cerca, melocotón? Asintió frenéticamente, sus manos agarrándose de sus anchos hombros mientras bombeaba más fuerte dentro de ella. Sus despiadados dientes mordían un lado de su cuello, entonces su lengua aliviaba el dolor, sólo para repetirlo una y otra vez. Con una mano, puso su rodilla alrededor de su cadera, abriéndola aún más para penetrarla. Con un gruñido, se estrelló contra ella. —Ahora, bebé. ¡Córrete para mí ahora! Lo hizo. Por supuesto que lo hizo. Porque este hombre estaba tan en consonancia con su cuerpo, tan en control de sus emociones, que podía ordenar un orgasmo de ella con poco más que unos pocos empujes y unas palabras sexys y potentes. Mientras la felicidad caía sobre ella en oleadas convulsivas, él sacó su mano de su boca y la reemplazó con sus labios. Se tragó sus gritos de placer, devorándolos hasta que se convirtieron en suaves e indefensos gemidos. Estaba todavía temblando a través del final de su clímax cuando él hundió sus dientes en su hombro con un ahogado—: ¡Mierda! Impotente, bombeó su semen dentro de ella, caliente y fuerte, llenándola hasta que sintió su semen caer por el interior de sus piernas.

Después en silencio, deslizó sus dedos a través de los de ella y la dirigió fuera del oscuro callejón.

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Dio un paso atrás, se ajustó sus pantalones. Sacando sus bragas del bolsillo de atrás, las usó para limpiarla.

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—Zach —murmuró, sobrepasada por las emociones que la atravesaban. Tocó un lado de su cara, esperando que se girara y besara su palma como hacía usualmente. En vez de eso, se quedó parado por varios segundos, después salió de ella.

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19 Traducido por Erinea Corregido por Ivettelaflaca

No dijo nada mientras la ayudaba a subir al auto. Mantuvo el brazo en su hombro y su cabeza acunada debajo de su mentón mientras conducían de vuelta a casa. Los furtivos vistazos reflejaban una postura firme, su mirada perdida hizo que el pecho se le encogiese. —¿Qué cojones acaba de pasar? —espetó sin poder contenerse. —Hemos violado la ley, pero no nos han pillado —contestó. —No estoy hablando de... El cinturón de seguridad se apretó alrededor de sus hombros. —Lo sé. No tengo ninguna respuesta Bethany. Es la primera vez para mí también. Notó que los dedos le temblaban contra su piel desnuda. Se estremeció al pensar que todo lo que estaba pasando le afectaba tanto como a ella. —¿Es todo? ¿Tan sólo vamos a luchar por mantenernos a flote sin hablar de ello? Suspiró mostrando cierto hastío. —¿Qué quieres que te diga, que no sé lo que me posee cuando te toco? ¿Qué te deseo y no puedo evitarlo? Ya lo sabes, te quiero empapada en sudor, suplicando piedad y gritando por más cuando follamos. Te quiero irracional, te quiero loca por mí. Y luego quiero repetir el ciclo hasta que uno de los dos desfallezca. Un escalofrío la recorrió. —Lo que me gustaría es saber lo que te hace infeliz. —Tal vez porque nunca me he sentido así antes y me asusta fracasar. Se quedó sin aliento. Retrocediendo lo miró al rostro.

Zack Savage, le estaba desnudando un poco de su alma. Saberlo la hizo tambalearse. —Zack...

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Su corazón latía muy distinto a cuando tuvieron sexo salvaje contra la pared del callejón.

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Los ojos gris oscuro observaron profundamente los suyos, dejándola percibir la verdad de sus palabras.

Dejo escapar un largo y profundo suspiro. —Me esclavizaste desde el momento que puse los ojos en ti. Nada me complace más que verte sonreír, verte reír, verte feliz. Siento mi cabezonería de esta noche en ponerte celosa. Pero aún cuando miré a otra mujer, estaba pensando en ti. Es lo que me has hecho, melocotón. Y sí, me asusta como nada alguna vez antes. La derrumbó. Lo dijo con tanta simpleza, con total naturalidad. Pero entonces, nadie la había puesto en primer lugar, nunca. No cuando contaba y, ciertamente, no así. Encontró con que era realmente difícil de sobrellevar. Todavía trataba de asimilarlo cuando sujetó su cintura. —Ahora tienes que decir algo antes de que pierda la cabeza. —Creo que me estoy enamorando de ti —espetó. Se quedó helado, mirándola fijamente con las fosas nasales apretadas mientras se ponía pálido poco a poco. —Jesús —exclamó finalmente, su corazón saltándole a la garganta. —¿Es un buen o un mal Jesús? Negó con la cabeza. —Es un yo no me lo esperaba, Jesús. Su risa estrangulada hizo que alzara una ceja. —¿De verdad? Eres uno de los más dinámicos y sexys hombre del planeta. Fuiste el equivalente a un vendaval de grado diez desde que nos conocimos, Zach. Perdí varias uñas. Me he dejado la piel por pura supervivencia. Frunció el ceño —¿De qué estás hablando? Ella rió. —¿Qué es lo que hace que ni siquiera reconozcas lo increíble que eres para sorprenderme? —Si te refieres al sexo... —Estoy hablando sobre sexo y sobre las cosas que me dices, la manera en la que me cuidas, lo que hiciste por mi ayer. Seguro que hay un montón de cosas que quiero saber, pero lo que conozco hace que sea fácil la tarea de enamorarme de ti.

—¿Por qué dices eso? Sacudió la cabeza. —Hay cosas sobre mí que no sabes, cosas que no te puedo decir...

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—No te enamores tan rápido Bethany. Tal vez no cumpla tus expectativas a largo plazo. —La firmeza de su implacable voz, provocó que el miedo le recorriera la columna vertebral.

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Cerró los ojos ocultando su expresión.

—Me puedes decir lo que sea, Zack. El todoterreno pasó por un bache y apartó la mirada. Observó su perfil, dándose la vuelta mientras él miraba fijamente por la ventana. Con la mandíbula tensa, exhaló y sacudió la cabeza. —No, no puedo. Preferiría que me dejaras por algo que no te digo que por algo que te hiciera despreciarme. Contuvo el aliento. —¿Crees que te dejaría por algo que no me cuentas? ¿Qué te dije esta mañana en tu estudio? Sus labios afirmaron—: Que la única manera de hacerte infeliz es alejarte de mí. —Sí y anticipas que me iré. ¿Entonces a dónde nos lleva? La afrontó otra vez y acunó su rostro entre las manos, mientras el todoterreno frenó hasta detenerse. —No es una tontería Bethany, es jodidamente grande y yo... No puedo arriesgarme a que acabe con lo nuestro. Significas mucho para mí como para dejar que pase. Y sí, suena muy egoísta, pero nos da algo más de tiempo, cariño. Por favor. Su corazón latió con fuerza. —No puedo esperar para siempre, Zack. Asintió señalando—: Lo sé y lo aprecio. —Se inclinó hacia delante y la besó con profunda reverencia—. Gracias. Entraron en la casa, dirigiéndose a las escaleras. En la ducha lavó su cuerpo con la misma devoción con la que la había besado. Pero el hambre de uno por el otro apareció tan intensa como en el callejón, y pronto la simple ducha cambió. Antes de que sus sentidos cedieran, inundados por todo lo que era Zack Savage, se apartó. —Vamos a hacer un trato. La sospecha nubló sus ojos. —No si vas a intentar de nuevo esa cosa que hiciste con el cinturón. —¿Cómo podría? Lo quemaste, ¿recuerdas?

—Han sido menos de cinco minutos, Zack. Un profundo escalofrío atizó su cuerpo. —Me ha parecido una vida entera.

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El intenso dolor en sus ojos la sorprendió. Le tocó el rostro. Amaba la sensación de la áspera barba de un día contra su palma.

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—Lo recuerdo, pero me has demostrado lo ingeniosa que eres. Estoy seguro de que lo voy a joder de alguna manera antes de hacerlo bien. Sólo no me castigues así.

—Oh, cariño...—Se inclinó para besarlo mejor, abrazándolo. Levantó la mirada y vio determinación en sus ojos. Tenía la intención de sacarle la promesa. Ninguna otra cosa podría satisfacer más a este hombre que lo tenía todo y que de repente la quería con una pasión que no había sentido nunca. —Prometo que nunca me volveré a apartar así de ti. Su amplio pecho se aflojó con una exhalación de alivio. Cuando sonrió abiertamente se veía varios años más joven y la perversión brilló en sus ojos, haciendo que su corazón lo captara. —Gracias, es por tu propio bien, ¿lo sabes? —No seas engreído, Savage. Te acabo de hacer una promesa sincera. Vigila tu planteamiento. —Sí, pero nunca te hechas atrás en tus promesas. Es una de las primeras cosas que aprendí de ti. Y cuando dije que era bueno para ti, quería decir que he visto cómo te ocultabas, afligida. Ese dulce capullo necesita constantes y delicados cuidados. Necesito saber que puedo darle atención cuando sea necesario. —Oh, espera, es todo muy repentino. ¿Me necesitas? —Te necesito igual que me necesitas. Tan sólo pensar que no puedo tenerte me mata. Te necesito —exclamó besándola. Vivía en la ciudad más cosmopolita del mundo. Aún no se había encontrado con nadie que hubiera creado un lío emocional tan sólo usando sus palabras como Zachary Savage. —¿En qué estás pensando? —murmuró contra su boca. —Pienso en que aún no hemos discutido mi trato. La apartó mirándola a los ojos, serio de repente. —Se lo que quieres y acepto —espetó mientras sus palabras le quemaban en sus labios. —¿De verdad aceptas revelarme un detalle de ti cada día? —¿Te refieres a mi talla de zapato o a la manera que tiro la basura? —se burló. Le pegó en el brazo y le dio un rápido beso. —No, estoy muy segura de la respuesta. Me refiero hasta que estés preparado para contarme esa gran cosa que puede acabar con nosotros. Puedes contarme algo como quien fue tu ligue en el instituto, que hiciste con tu primer sueldo...Ese tipo de eventos.

—Oh...—murmuró mientras lo seguía a la habitación—. ¿Ninguno? —La miró por encima del hombro y sonrió. —Siento decepcionarte, amor. —Se sentó en el borde de la cama y le hizo una seña—.

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—Bueno, la respuesta de hoy es fácil. No tuve ligues en el instituto.

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Cerró el agua de la ducha, cogió una toalla y la envolvió.

Ven aquí. Su corazón latía de deseo y necesidad mientras se acercaba despacio. La secó y retiró las sábanas. Se deslizó dentro y él la siguió. Su manera de hacer el amor era lenta, conmovedora y tan desgarradoramente intensa, que lágrimas le humedecían sus ojos. Él las secó, murmurando suaves palabras, mientras la acunaba. Suspirando, apoyó la cabeza en su pecho y dejó que los latidos del corazón se calmaran hasta quedarse dormida. Se despertó en medio de la noche, con un hueco en su estómago por la ansiedad. El sitio de Zack estaba vacío y frío, tal y como el día anterior. Intentando no sacar conclusiones precipitadas de por qué había dejado la cama a esas horas, salió y abrió la puerta, dejando la habitación. Las luces del pasillo se habían atenuado y no se escuchaba nada en las habitaciones. ¿Habría ido Zack a atender asuntos de negocios? Volvió al dormitorio y se puso una bata. Viendo que la puerta de la terraza estaba entreabierta, fue a cerrarla y en un impulso salió fuera. Los grillos cantaban en la cálida noche y la esencia de especies exóticas impregnaba el aire. Envolviendo los brazos alrededor de su cintura, respiró profundamente y volvió sobre sus pasos a lo largo de la terraza, como si fuera empujada por un instinto desconocido. Se encontró en el punto donde Zack la encontró aquella noche, mirando el montículo de rocas que había frente a la tienda de campaña. Mientras miraba, una luz salió de esta. Contuvo el aire en sus pulmones reconociendo la sombra a través de la tela de la tienda. Un millón de preguntas le vinieron a la cabeza, mientras mantenía la mirada fija, incapaz de apartarla de la escena. ¿Qué cojones hacía allí en mitad de la noche? La ansiedad de su estómago se multiplicó. Más que nada, quería irrumpir en la planta baja y exigir explicaciones. Se mordió el labio. Había prometido darle tiempo. Aceptó una pregunta por día y demandándole más tal vez lo empujaría a no decirle absolutamente nada y era lo último que quería. La sombra se movió y Bethany se apartó de la barandilla.

Pensar que estaba fuera luchando con los demonios que lo perseguían la hizo saltar

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Rápidamente, volvió a la habitación y se metió en la cama. Con el corazón tronándole en el pecho, esperó. Pero una hora después, no había regresado.

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Zack salió al aire de la noche, con la cabeza inclinada y su postura ponderada como nunca había visto antes. Debajo de su camiseta blanca sus hombros estaban tensos y carecían de la gracia habitual de movimiento.

de la cama de nuevo. Abriendo la puerta, estaba a punto de bajar las escaleras cuando la luz por debajo de la puerta al final del pasillo le llamó la atención. La habitación de los juguetes.

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Con la boca seca, se acercó y giró el pomo. Zack dio la vuelta de donde había estado acariciando una banda de cuero unida a la cruz de San Andrés3 y se enfrentó a ella.

3 Cruz de San Andrés elemento muy utilizado en las prácticas BDSM, para adoptar los roles de dominación y sumisión.

20 Traducido por Jessibel & Jul Corregido por Ivettelaflaca

Irradiaba dolor en oleadas, golpeándola por completo en la cara. De no haber estado sosteniendo el pomo de la puerta, se hubiera tambaleado hacia atrás. —Dime lo que necesitas, Zach —suplicó—. Dime cómo hacer para que sea mejor para ti. Su áspera exhalación sacudió todo su cuerpo. Ojos atormentados se fijaron en los suyos a través del cuarto, comunicando un millar de demandas que permanecieron silenciosas. A principios de la noche anterior, se le ocurrió el plan de usar sexo para convencerlo de que le diera lo que necesitaba. El sexo era lo más preciado en su relación. Por ahora. Después del incidente en el callejón, abandonó la idea porque creyó que iba a ponerlo en peligro si se utiliza como palanca. Pero se dio cuenta de que no tenía que usarlo de esa manera. Podía usarlo para comunicarse con el hombre de quien se enamoró. El hombre por el que sin él empezó a sospechar no podía vivir. Liberó la puerta, empujándola de golpe. Ya era hora de darle todo. Era el momento de ir a por todas. Cruzó la habitación hasta que estuvo a un brazo de distancia. Poco a poco se desató la bata y la dejó caer al suelo. Su exhalación dolorosa fue áspera, con hilos de profunda excitación. Con el corazón palpitante, extendió la mano y pasó los dedos por la mandíbula. —Muéstrame cómo hacerlo mejor, Zachary. Tragó saliva y sacudió la cabeza. —No puedo. No quiero perderte.

—No creo. Lo sé. Te amo, Zach.

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—No —espetó—. No haga promesas que no puedas cumplir. He aprendido por las malas que nada dura para siempre. Crees que estás enamorándote de mí...

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—No me vas a perder. Lo prometo.

Retrocedió de improvisto como si hubiera recibido un disparo. Pálido, sacudió la cabeza una y otra vez, negando las palabras que se retorcían como un guante viviente entre ellos. —No. Lo que sientes no es amor. Es sólo tu cerebro reaccionando ante el buen sexo. Esta vez le tocó el turno de impactarse. El hielo la envolvió y dejó caer las manos de su cara. —No menosprecies mis sentimientos. —Estoy exponiendo los hechos tal como los he experimentado. —En la medida que los has experimentado. No presumas al decir lo que siento. —Bethany... —No. Si no quieres mi amor, está bien. No, en realidad, no está bien. Tendrás que acudir a una puta gran razón por la que no lo quieres, cuando cada vez que me miras veo lo mucho que me deseas. —Lo hago —exclamó con voz áspera—. Te deseo más que... —Negó con la cabeza. —Y estoy aquí justo en frente de ti. No quieres que me vaya, y sin embargo intentas restar importancia a lo que tengo para darte. ¿Qué diablos quieres de mí, Zach? Apretó los puños a sus costados, repitiendo la acción del momento en que se conocieron. Como si estuviese negándose a ella. Su cuerpo quemaba el de ella, se grababa en ella. —Algo que no tengo el derecho de pedir. —Trata de todos modos. —Quiero tiempo, mucho. Tu creencia de que no importa lo que pase, no te hará daño. No deliberadamente. —Y, ¿qué pasa con mi amor?, ¿qué deseas que haga con eso? —Preguntó ella. —Úsalo para quedarte. Utilízalo para entender cuando no puedo revelarte mi pasado como un libro abierto. Tembló ante la angustia en su oscura voz. Más que nada, quería dar un paso más cerca, tomarlo en sus brazos y dejar que la única cosa que siempre había sido perfecta entre ellos asumiera el control. Pero necesitaba más, sólo un poco más. —Es por la mañana, otro día. Es hora de otra pregunta.

decir? Su tensión se intensificó, sus bíceps se agruparon bajo la presión de sus puños apretados.

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—Cuando me dijiste que no tenías familia, querías hablar sobre ello, ¿qué querías

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Cerró los ojos y su cabeza cayó hacia atrás con cansancio. Sin abrirlos, asintió.

—Mi madre vive en Louisiana. No le he hablado en más de diez años. —¿Por qué? —Debido a que fue cuando acepté, tanto como quise negarlo, que nunca sería lo que quería que fuera —murmuró con voz ronca, el dolor vibró en su cuerpo, golpeándola en las entrañas con la magnitud del mismo. —Lo siento, Zach. Abrió los ojos y el brillo duro, implacable que entrevió en medio del dolor la hizo contener el aliento. —No lo hagas. Sabía que era tóxica mucho antes de que la sacara de mi vida. —Dios, ¿qué te hizo? —¿A mí? Nada. Fue lo que se hizo a sí misma. El problema fue lo que dejó que le hicieran. —¿Qué fue lo que...? La detuvo con un dedo sobre los labios. —No, he respondido la pregunta. Lo que significa que la inquisición se ha acabado por otras veinticuatro horas. También significa que te tengo por otro día. —El dedo se deslizó lentamente sobre su boca, y se dio cuenta de que estaba temblando—. Te necesito, Bethany. —La súplica desnuda en su voz, en sus ojos, hicieron que lágrimas le obstruyeran la garganta. —Me tienes —respondió simplemente, con la esperanza de que el amor que vibraba desde su interior lo curaría aunque fuera un poco. Su respiración tembló. Levantó su barbilla con el dedo y la miró a los ojos. —Si te llevo esta noche, no va a ser... No puedo prometer que no voy a ser un poco rudo. ¿Estás de acuerdo? La excitación burbujeó a través de sus volátiles emociones y rebotaron en la atmósfera. —Sé que no me harás daño. La abrazó, atrayéndola hacia su duro cuerpo. —Nunca te haré daño, melocotón. No intencionalmente. Asintió, y su mirada se desvió a la estructura detrás de él. —Pero en este momento quieres atarme a una cruz. ¿Estoy en lo cierto? — preguntó, con la voz ronca por la profunda excitación.

—Me siento igual. Se inclinó hasta que sus frentes se tocaron.

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—Nunca había pensado mucho en controlar o cómo se sentiría el ceder el control, hasta que te conocí. Ahora me tocas y siento como si estuviera perdiendo la cabeza.

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Su sonrisa era torcida, teñida de pesar.

—Hoy ha sido un... reto. —Lo sé. La giró hasta que su espalda tocó la cruz. —Dame esto. Ayúdame a amarrarte. Se estremeció ante la suave sensación de los clavos de hierro contra su piel. El calor le encendió el rostro de nuevo cuando su mirada cayó en sus pezones endurecidos. Entreabrió los labios y su lengua descansó contra el labio inferior. Sabiendo que estaba atrapada sin poder hacer nada contra el torbellino de emociones y excitación cuando él le concedió la oportunidad de retroceder. Gratitud, maravilla, y anticipación ardió en el rostro de Zachary, mientras ella lentamente le tendió las manos. La sujetó y aseguró sus manos sobre la cabeza, los puños de cuero ajustados pero no demasiado apretados. Arrastró los dedos por su brazo y sus expuestos costados, haciéndola estremecerse de necesidad y una buena cantidad de ansiosa espera retorciéndole el vientre. Dios, se había alejado tanto de su zona de confort, que era más que ridículo. Pero de alguna manera había llegado a confiar en Zach, al saber que nada pasaría que no quisiera. —Refuerzo, bebé —indicó la gutural instrucción. Bajó la mirada para verlo en cuclillas frente a ella, con una mano esperando para asegurar la funda de su tobillo. Mordiéndose el labio, colocó sus pies en los estribos. Rápidamente sujetó las esposas y se cernió sobre ella. Su índice la acarició en la mejilla, la absorta mirada en su cara. —Dime cómo se siente. —Me siento impotente y potente al mismo tiempo —jadeó. —Perfecto. Esto significa que no vas a ceder rápidamente. —¿Ceder a qué? —A esto. —Bajando la cabeza, chupó duro un pezón y luego mordió en la firme protuberancia. —¡Zach! —El grito rasgó a través de su garganta y fuego recorrió su pelvis. Estaba empapada antes de que tratara el otro pezón con la misma atención. Sus manos se sacudieron contra las ataduras, hundiéndose en cuán impotente estaba. Pero cada tirón trajo una nueva ola de lujuria en lugar de miedo. Empezó a levantar la cabeza y gimió su protesta.

Cuando levantó la cabeza, el control estaba firmemente en su lugar. Zachary Savage estaba en su elemento.

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La sonrisa lenta y satisfecha que se extendió por su cara atrapó sus fibras sensibles. Repitió la acción, cerrando los ojos para concentrarse en la tarea mientras gritaba de placer.

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—No. Más.

El hombre atrapado en la marea de angustia había retrocedido. En su lugar estaba el maestro del sexo, cuyas habilidades en el dormitorio estaban afinadas hasta la perfección. La succionó con fuerza, la solapó con barridos lentos de su lengua hasta que estuvo a punto, en el borde del orgasmo. Luego se retiró. Dando un paso a su espalda, le apartó el cabello a un lado y le plantó besos calientes en la nuca. Abrazándola desde atrás, le tomó un pecho y llevó su otra mano por su torso hasta que se detuvo en la parte superior de su montículo. —¿Quieres que te toque aquí, melocotón? —susurró en su oreja. —Sí. —Primero dime lo mojada que estás por mí —instruyó con voz ronca. —Tan mojada. Estoy chorreando. Te necesito, Zach —su voz atrapada en un sollozo impotente. Se estremeció a su espalda y la tomó casi bruscamente. —Aquí está tu poder, Bethany. No sabes lo mucho que quiero tomar lo que estás ofreciendo. —Tómalo. Es tuyo. Dejó caer la cabeza entre sus omóplatos, la respiración entrando y saliendo con sus duras inhalaciones. —Dios, Bethany, no sabes lo que me haces. Estar contigo aumenta todo, me dan ganas de agarrar la vida por las bolas y exprimirle hasta la última gota de felicidad. Es más de lo que he querido en un tiempo muy largo. No quiero contenerme. No me pidas contenerme. No lo haré. No puedo. No contigo. —Te amo —repitió porque no podía decirle que no. No podía dejar de hacerle saber que la tenía. Para ayudarle a combatir sus demonios. O al menos desterrarlos por un tiempo—. Te amo, Zach. Las lágrimas bajaban por su rostro. A su espalda, oyó su sonido brusco de dolor. De repente, la soltó rodeándola para mirarla. Sus ojos hundidos por la turbulenta emoción la miraron antes de posar la boca sobre la suya. El beso era doloroso al punto del suplicio, su lengua en absorto duelo con la de ella, ganando.

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Pero no le importaba. Todo lo que quería era su pene grueso entre las piernas. Todo lo que quería era hacerlo estremecerse de placer para que pudiera olvidar su dolor por un instante.

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Cuando la necesidad de aire los separó, le permitió sólo un segundo antes de que estuviera de vuelta, sus manos en un agarre posesivo que, sin ninguna duda, dejaría huellas.

—Te amo. Se sacudió de nuevo ante su confesión. —Bethany. —Sí. Por favor. Sujetó su pene y lo acarició desde la raíz hasta la punta. Líquido rezumaba en la abertura, haciendo que la necesidad arañara su interior. Acercándose, agarró sus caderas y se sumergió con un empuje largo. Sus gemidos mezclados resonaron por toda la habitación. Un temblor les sorprendió, tanto, que la primera ola de placer retrocedió un poco. Pero eso fue sólo la calma antes de la poderosa tormenta que había estado fraguándose durante horas. Sus bolas golpearon contra su culo con cada dura embestida. A pesar que el estribo le daba una ligera altura de ventaja, el poder detrás de su penetración todavía la levantaba. Un placer como nunca había conocido la recorrió. —Zach —sollozó, sintiendo la dicha cada vez más cerca. Golpeó sin descanso, su boca devorándola siempre que podía, las mejillas, el cuello, la parte inferior sensible de su brazo. —Joder, yo... no puedo tener suficiente de ti. No puedo... —Apretó los dientes—. No me dejes nunca, Bethany. Por favor. —No lo haré... no lo haré... Oh, Dios —gritó cuando su orgasmo explotó de su núcleo. —Nena... Melocotón. —Oyó su gemido gutural, luego estaba arrojando su carga, las ráfagas calientes de esperma inundaron su interior con cada golpe de caderas. Calmó su cuerpo con suaves caricias hasta que su respiración se tranquilizó, luego, incorporándose, le soltó las manos. Al abrazarla, acercándola a su cuerpo caliente, una sensación de paz se apoderó de Bethany. No se engañó pensando que era una paz duradera, pero se aferró a ella de todas maneras. Cuando la liberó por completo y la llevó a la camilla, no protestó. Hicieron el amor de nuevo y luego la ató en el columpio. Cuando se acomodó en el sillón, apenas podía moverse. En algún momento, la mañana se deslizó en tarde, luego en otra noche llena de angustia, la levantó y la llevó de vuelta a la habitación, ordenando una bandeja de comida.

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Comieron, se ducharon y volvieron a la cama. Allí enroscada de nuevo en su cuerpo y con los brazos fuertemente a su alrededor, él se durmió.

21 Traducido por Camila Cullen Corregido por Juliee

El sonido de un gemido la despertó. Volteándose, sostuvo el aliento mientras otro gemido se exprimía entre sus labios. Zach no estaba atrapado en una pesadilla. Pero lo que fuera que estaba soñando era lo suficientemente real para evocar una respuesta espiritual. Sonrió y luego frunció el ceño. Una mano se levantó como si estuviera saludando a alguien, luego cayó pesadamente. Abruptamente, se giró lejos de ella. —Fa... Levantó la mano para tocarlo, pero se movió de nuevo, dándole la cara otra vez. La sonrisa dichosa en su rostro atrapó su aliento en sus pulmones. Levantó la mano otra vez. Esta vez, sus dedos se movieron en una ondulación gentil, como si estuviera tocando algo... o a alguien. El dolor que rasgo a través de ella fue tan irracional como imposible de descartar. —Zach. —Tan egoísta como sonaba, no lo quería atrapado en un sueño con alguien más cuando estaba justo a su lado. Su cabeza se sacudió, pero no despertó. —Farrah, —dijo en un suspiro largo. —Farrah. Bethany se congeló, pero su cerebro zumbó con cien mil pensamientos. Farrah. Frunció el ceño. El nombre sonaba familiar. Era lo suficientemente único para descartar que no lo había entendido. Farrah.

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Deslizándose fuera de la cama, rápidamente se puso una camiseta y dejó la habitación. Era demasiado para que alguien del personal estuviera despierto, lo que era una bendición. No quería a nadie presenciándola deslizarse en la desesperación y la demencia.

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Sorbió su aliento mientras la memoria de donde lo había visto se colocaba en su mente. Hielo y un tsunami de presentimiento la abrumaron.

Abrió las puertas francesas y salió a la terraza. La vista de las poco profundas y hondas piscinas que rodeaban la casa causaron que su ansiedad subiera. Forzándola a un lado, rodeo el edificio hasta que alcanzó la gran loza de pavimento que dividía la piscina poco profunda. Con su corazón golpeando, fijó su mirada en su objetivo y caminó a lo largo del pavimento hacia la estructura de donde había visto emerger a Zach la noche anterior. Tan cerca, notó que las rocas habían sido emparejadas en formas rectangulares similares. También vio la gruesa vela de varios colores quemándose a un lado, enviando la esencia de jazmín y eucalipto en el aire fino de la noche. Su corazón se levantó y cayó, su pulso corriendo frenéticamente mientras tomaba el último paso cerca. Ahí, inscrito en la piedra más larga, estaba el nombre que acababa de oír de los labios del hombre que amaba. El hombre del cual se había atrevido a pensar que un día podía pertenecerle, con seguridad su corazón le pertenecía a él. Farrah. —Bethany. —Su nombre fue una baja imploración. Y una orden dura. Se giró. Zach estaba de pie detrás, vestido solo con el bóxer que se había puesto apresuradamente. Era tan hermoso a la luz de la luna, le quitaba el aliento completamente. Y, se dio cuenta con una fría puñalada de realidad, tan completamente fuera de su alcance. Aun así, no podía apartar la mirada, no podía negarle a su corazón una última oportunidad de detener la demolición que sabía estaba a punto de ocurrir. —¿Qué es este lugar? —preguntó. Sacudió lentamente la cabeza, sus ojos prohibiéndolo intensamente. —No preguntes, Bethany. Por favor. —No puedo no hacerlo —respondió. Su pecho se alzó y cayó en una exhalación temblorosa. Y esperó. —¿Quién es Farrah, Zach? —Preguntó, aunque en el centro de su corazón, sabía que tenía que ser una antigua amante. O más. Bethany recordó ver su nombre en un periódico de Paris. Pero agrupado con un puñado de otros nombres, no tenía forma de saber su importancia.

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—Farrah era mi esposa. Estuvimos casados un día. Luego la maté.

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Bueno, estaba a punto de descubrirlo.

AGRADECIMIENTOS Primero y más importante mis profusas gracias de corazón a mi amiga y compañera de escritura, Kitty French. Empujaste y picaste y en general no dejaste de sentirte entusiasmada sobre que escribiera esta historia. Te amo casi tanto como el Sr. Savage. ¡Gracias, Kitty! Tampoco habría llegado muy lejos en mi jornada de escritura sin algunos amigos muy especiales de lectura, nombrados The Minxes of Romance. Ustedes señoritas son hermanas en el más sincero sentido y estaría perdida sin ustedes. A Kate, por leer mi sucio, sucio borrador y haciendo lo que haces mejor, haciendo algunas preguntas sabias que me hicieron pensar, reevaluar y arar hacia adelante. ¡Eres la mejor, mi amiga!

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Y último, pero no menos importante, a mi esposo, Tony, por ser mi más comprensivo, increíblemente paciente roca, y por traerme café y chocolate cuando trasnoché por este y todos mis proyectos de escritura. Te amo.

SOBRE EL AUTOR Zara Cox ha escrito por casi veinticinco años, pero no fue hasta siete años atrás que decidió compartir su amor por las sexys, rudas historias con alguien además de su familia (los mayores de 18)

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La serie Indigo Lounge es el siguiente paso de Zara en su viaje de escritura romántica erótica y espera que hagas este viaje con ella.

Siguiente libro Coqueto, socio y absoultamente delicioso, Higher es la candente conclusión de la historia de amor de Zach y Bethany, la cual empezó en el primer libro High. Cuando Bethany se encuentra de regreso a bordo del Indigo Lounge, esta vez por motivo de trabajo, sabe que su vida esta a punto de deslizarse en caída libre. Zachary Savage se ha impregnado de los sentidos de ella, y a pesar de los intentos de ella por proteger su corazón, regreso de nuevo a la caliente e intensa órbita de sexo, más sexo y secretos oscuros. Pero incluso fuera de este mundo, el sexo no salvará el corazón de Beth cuando Zach finalmente está listo para revelar la verdad… la más grande. El único camino es subir, y esta vez ellos harán todo el viaje.

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Indigo Lounge #2

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