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3. TEORÍA ÉTICAS: ÉTICAS MATERIALES Y FORMALES. “Haz lo que quieras.” Michael Ende, La historia interminable. 1. DISTIN

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3. TEORÍA ÉTICAS: ÉTICAS MATERIALES Y FORMALES. “Haz lo que quieras.” Michael Ende, La historia interminable.

1. DISTINCIÓN ENTRE ÉTICAS MATERIALES Y FORMALES. 1.1 ÉTICAS 1.2 ÉTICAS

MATERIALES. FORMALES.

2. ÉTICAS MATERIALES. 2.1 ARISTÓTELES: EUDEMONISMO. 2.2 EPICURO: HEDONISMO. 2.3 ZENÓN DE CITIO: ESTOICISMO. 2.4 MORALES DE SALVACIÓN. 2.5 PROBLEMAS Y CONTRADICCIONES

DE LAS ÉTICAS MATERIALES.

3. ÉTICAS FORMALES. 3.1 KANT: ÉTICA DEL DEBER. 3.2 ARANGUREN: FORMALISMO

ÉTICO-EXISTENCIAL.

4. BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS WEB.

1

1.

ÉTICAS MATERIALES Y FORMALES.

La ética puede definirse como la parte de la filosofía que se ocupa del estudio y explicación de la dimensión moral del ser humano, según la cual éste se caracteriza por la búsqueda de la perfección propia, que puede identificarse con la felicidad. Por tanto la ética es el estudio de los medios que deben ponerse en práctica para alcanzar la felicidad o la vida armónica. Así pues, la ética no es un frío conjunto de normas abstractas y generales que se aplican a casos concretos, pues no nos dice qué tenemos que hacer, sino que nos ayuda a decidir por nosotros mismos, a ser felices, a encontrar la forma de alcanzar la felicidad y a tener una vida armónica. La ética requiere del ejercicio y la práctica habituales, y ayuda al ser humano a vivir de acuerdo con su naturaleza y dignidad, le enseña cómo vivir plenamente, cómo extraer de la vida lo mejor para que ésta se convierta en un proyecto apasionante: enseña a ser persona. La definición anterior de la ética pertenece a un tipo de teoría ética denominada material. Aunque se trata de una definición aceptable, podríamos preguntarnos si es cierto que el fin de la vida humana es la felicidad o algún otro fin. A su vez, podríamos preguntarnos si la ética tiene que ver, más que con alcanzar algo, con el cumplimiento de las normas o leyes morales. Según las respuestas obtenidas tras la reflexión, podremos hablar de teorías éticas materiales o formales. Veamos más detenidamente este tema. La ética nació en Grecia para reflexionar sobre estas cuestiones. Desde entonces, hasta la actualidad, ha habido varias teorías éticas que pueden distinguirse en dos grandes grupos: las éticas materiales o de fines, y las éticas formales o del deber. La distinción entre ambos tipos de ética, que proviene del filósofo Emmanuel Kant, depende de la consideración de los fines y los medios. La reflexión ética utiliza la dimensión práctica del saber, denominada racionalidad práctica, que se distingue de la racionalidad teórica. La racionalidad práctica consiste en buscar y elegir las mejores acciones que permiten alcanzar un fin u objetivo propuesto. Una vez marcado un fin, un deseo u objetivo, hay que hacerlo realidad. Para ello hay que llevar a cabo una serie de acciones, que son los medios para lograr dicho fin. Hay que distinguir, por tanto, entre fines y medios: • •

Los fines son los objetivos, deseos y finalidades que se han marcado. Los medios son todas las acciones que se realizan para alcanzar dicho fin.

Veamos la consideración de fines y medios en la distinción entre éticas materiales y formales.

1.1 ÉTICAS

MATERIALES.

Las éticas materiales o de fines afirman que el ser humano tiene un fin determinado en la vida. Así pues, la tarea de la ética será descubrir ese fin y proponer los medios para lograrlo. Las éticas materiales defienden siempre un fin concreto, material, que suele ser la felicidad, el bien, el placer, la utilidad, etc. Para conseguir este fin determinado, son necesarios una serie de reflexiones, decisiones y actos (medios) considerados mejores, válidos o correctos, en mayor o menor medida, para alcanzar los fines. Como ejemplos de éticas materiales tenemos el eudemonismo, el hedonismo, el estoicismo, las morales de salvación, la ética de los valores o el utilitarismo. Explicaremos las cuatro primeras y sus problemas y contradicciones.

1.2 ÉTICAS

FORMALES.

Las éticas formales o del deber buscan la manera de garantizar que las normas morales pueden ser universales y obligatorias para todos los seres humanos. No buscan alcanzar un fin último o un objeto moral concreto (placer, bien, felicidad, etc.), ni tampoco señalan los medios para conseguirlo. No propone el modo en que debemos actuar, sino que debemos actuar por respeto al deber. Como ejemplos de éticas formales tenemos la el formalismo kantiano, el formalismo éticoexistencial y el formalismo lingüístico anglosajón, de los que explicaremos los dos primeros.

2.

ÉTICAS MATERIALES.

Como dijimos anteriormente, la tarea de las éticas materiales es la de señalar contenidos, normas o recetas para conseguir un fin u objetivo, al que presentan como un Bien Supremo; éste puede ser un objeto, propiedad o estado de cosas (el bien, la felicidad, la salvación, etc.) Declaran como buenas las conductas o acciones que permiten la realización del Bien Supremo (los medios para conseguirlo). Las éticas materiales tienen un defecto fundamental: no son autónomas ni universales.

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La autonomía moral es la etapa en la que el individuo sale de su minoría de edad y establece sus propios principios, normas y valores morales. Es lo contrario de la heteronomía, definida como la etapa del individuo en la que asimila de su entorno (familia, escuela, sociedad) los principios, normas y valores morales. Las éticas materiales son normas o recetas que indican cómo conseguir los fines propuestos, pero esas normas no son las tuyas propias, sino normas de otros, que vienen desde fuera. Tampoco son universales, es decir, que no todo el mundo tiene por qué buscar el mismo fin. Por tanto, quien no busque el fin concreto no tiene por qué actuar en consecuencia. Por ejemplo, si no tengo como objetivo la felicidad no voy a seguir ningún consejo o norma que me dicten (¿para qué?).

2.1 ARISTÓTELES: EUDEMONISMO. La ética de Aristóteles (Atenas 384 – 322 a. C.) se denomina eudemonismo, que significa ética de la felicidad. Por este motivo, el objetivo o el Bien Supremo de la ética según Aristóteles, no será otro que el de la felicidad. La felicidad es, por tanto, el fin de la vida humana. Según Aristóteles todas las acciones humanas tienden hacia fines, que constituyen bienes. El conjunto de las acciones humanas (medios) y el conjunto de los fines particulares a los que tienden, se encuentran subordinados a un fin último y supremo: la felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad?

a) Para la mayoría consiste en placer y gozo. Sin embargo, una vida que se centra sólo en los placeres convierte a los humanos en esclavos y dependientes de esos placeres. 1 b) Para algunos consiste en el honor (éxito). Pero el honor es algo que viene desde fuera, pues depende en gran medida de los demás. Además, es más valioso aquello por lo que se merece el honor que su resultado.2 c) Para otros consiste en acumular riquezas. Pero ésta es la más absurda de las existencias: es una vida contra la naturaleza, porque la riqueza es sólo un medio para conseguir otras cosas, no sirve como un fin en sí mismo.3

El Bien Supremo que puede realizar el ser humano consiste en perfeccionarse en cuanto ser humano, es decir, en la actividad más específicamente humana, que lo distingue de todas las demás cosas. No puede consistir en un simple vivir como tal, porque hasta los vegetales viven, ni tampoco la vida sensitiva, que es compartida por los animales. Sólo queda, pues, como actividad específicamente humana, la razón. Por tanto, el hombre que quiere ser feliz, debe vivir de acuerdo con la razón, con la actividad que le es propia: la actividad intelectual o racional. La vida plena de felicidad es la vida teórica, contemplativa.4 También se consigue la felicidad por medio del ejercicio de las virtudes éticas, que consiste en fijar el hábito o la costumbre de actuar siguiendo siempre el término medio. Por ejemplo, para ser feliz debo acostumbrarme a buscar el punto intermedio entre dos extremos o vicios. Este “término medio” se corresponde con las virtudes éticas. Según Aristóteles las principales son: Vicio por defecto Cobardía Insensibilidad Avaricia Miedo

Virtudes VALOR TEMPLANZA GENEROSIDAD FORTALEZA

Vicio por exceso Temeridad Libertinaje Prodigalidad Audacia

Entre todas las virtudes éticas destaca la justicia, que consiste en la justa medida según la cuál se distribuyen los bienes, las ventajas y las ganancias, y sus contrarios. Como buen griego, Aristóteles hace el más alto elogio de la justicia: “Se piensa que la justicia es la más importante de las virtudes y que ni la estrella vespertina ni el lucero del alba son tan dignos de admiración; y al igual que el proverbio afirmamos: en la justicia están comprendidas todas las virtudes.”

2.2 EPICURO: HEDONISMO. El término “hedonismo” proviene del griego hêdoné, que significa “placer”. El hedonismo es la tendencia que consiste en afirmar que el placer es el Bien Supremo. El placer puede entenderse como “bienestar”, “armonía” o “buena disposición”. 1

Por ejemplo, el vino produce placer y gozo a corto plazo, pero su exceso puede acarrear enfermedad o adicción a largo plazo. 2

Si alguien es una buena persona, es buena por sí misma, no porque los demás la consideren así.

3

Ayuda a ser feliz si se utiliza como medio, no como fin. En el último caso, es fuente de preocupaciones constantes.

4

Por ejemplo la vida del profesor universitario, el escritor, el filósofo, el intelectual, el científico, el poeta, etc…

1

La historia de la filosofía y de la ética tiene como fundador del hedonismo a Epicuro de Samos (341270 a. C.), quien fundó una escuela en una finca a las afueras de Atenas llamada “el Jardín”. De ahí que su escuela se llamara el Jardín de Epicuro. Las ideas fundamentales de Epicuro fueron las siguientes: • • •

La felicidad o el Bien Supremo se alcanza por medio del placer. El placer consiste en evitar el dolor. Vemos que para Epicuro, la felicidad es un concepto “negativo”, es decir, consiste en la “ausencia de dolor” más que en algo positivo, material. Debemos clasificar los deseos y los placeres. Hay dos tipos de deseos: naturales y necesarios (como comer, por ejemplo) y naturales pero no necesarios (como disfrutar de una buena comida). De manera análoga a los deseos, los placeres, también pueden clasificare como: 1. 2. 3.

Naturales y necesarios: Comida, abrigo, etc.; provienen de la misma naturaleza y son necesarios para la supervivencia. Naturales y no necesarios: Disfrutar de una buena comida o los placeres sexuales; no son estrictamente necesarios porque se pueden reprimir sin que peligre la supervivencia física del individuo. No naturales ni necesarios: Una comilona excesiva o una borrachera desmedida; son placeres vanos y superfluos, pues no son en absoluto necesarios para la supervivencia y son artificiales.

Los placeres también pueden clasificarse como: 1. 2.



• •



Placeres del cuerpo: Son los más importantes, pero la clave está en dominarlos y renunciar a ellos porque son efímeros y pueden provocar dolor si no se administran bien. Son por ejemplo la comida, el sexo, la tranquilidad, etc. Placeres del alma: Son mejores que los primeros porque son más duraderos y pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo. Ejemplos de ellos son el arte, la música, la sabiduría, una conversación entre amigos, etc.

El sabio es aquél que conoce y sabe administrar correctamente los placeres y dolores. Lo primero que un sabio conoce es que abusar de los placeres puede llevar al dolor: 1. Un placer intenso y fugaz puede tener consecuencias dolorosas y duraderas (el abuso del alcohol u otras drogas puede tener consecuencias dolorosas, como una gran resaca o un accidente de tráfico). Por tanto, el placer desmedido que produce dolor es malo, y conviene rechazarlo. 2. Un dolor leve y moderado puede conducir a un bien duradero y mayor (el deporte o el ejercicio suponen un esfuerzo y un sufrimiento moderado, que tiene como consecuencia la buena salud, un placer duradero y mayor). Los verdaderos placeres son los moderados, es decir, los que son el término medio, y los que evitan dolores, así como los placeres compartidos en una comunidad de amigos (por ejemplo, quedar con los amigos para comer y beber moderadamente o hacer deporte). La felicidad está reñida con la política. Por tanto se logra mediante la autarquía, que conduce a la ataraxia. La autarquía se define aquí como autosuficiencia, el valerse por uno mismo, no depender de nadie. La ataraxia es la “tranquilidad del ánimo”, la indiferencia por todo lo que nos aleja de la felicidad. La vida feliz, por tanto, consiste en tener cubiertas las necesidades básicas (comida, bebida, abrigo) y reducirlas al mínimo para evitar la dependencia, la ambición, la avaricia, etc., pues éstas nos alejan de la tranquilidad de ánimo. Una vez conseguido esto, la vida feliz es plena en el desarrollo de los placeres del alma, evitando al máximo el dolor.

2.3 ZENÓN

DE

CITIO: ESTOICISMO.

El fundador y máximo exponente de la escuela estoica o estoicismo fue Zenón de Citio, actualmente Chipre. Estoicismo proviene del griego stoa, cuyo significado es “pórtico”. Como Zenón no era ciudadano ateniense no tenía el derecho de comprar un edificio, así que se reunía con sus alumnos en un pórtico pintado por el pintor Polignoto. Por ese motivo, la escuela recibió el nombre de “los de la Stoa” o “los del Pórtico”, es decir, “estoicos”. La escuela fue conocida y valorada durante más de medio milenio porque supieron transmitir un mensaje ético, una doctrina verdaderamente eficaz que iluminaba con una nueva luz el sentido de la vida. Para los estoicos, al igual que para los epicúreos, la finalidad del ser humano es alcanzar la felicidad. Y ésta se obtiene viviendo según la naturaleza. Los seres vivientes, en general, se caracterizan una tendencia a conservarse ellos mismos (principio de auto-conservación), a apropiarse de su mismo ser y de todo lo que es adecuado para conservarlo, evitando todo lo que sea contrario. En las plantas y los animales en general esta tendencia es inconsciente; en los animales se halla vinculada con un instinto o impulso primitivo, mientras que en el

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ser humano ese instinto o impulso primitivo está dominado por la razón. Vivir conforme a la naturaleza es vivir llevando a cabo con plenitud esa capacidad de la razón de dominar los instintos. Por tanto, dado que el ser humano no es un ser meramente viviente, sino un ser racional, el vivir según su naturaleza será un vivir de acuerdo con la razón. Para los estoicos, el bien y el mal dependen del instinto, que mide todas las cosas y las considera bienes si son provechosas, útiles, mientras que las considera males sin son nocivas o perjudiciales para su supervivencia. Según Zenón, la felicidad sólo puede ser alcanzada por el sabio, porque es el único que se libera de las pasiones, sentimientos y deseos, para llevar una vida virtuosa y racional. El sabio es el único que alcanza la ataraxia (tranquilidad de ánimo) y la apatía (indiferencia a todas las emociones). La doctrina de la apatía consiste en lo siguiente, a saber: las pasiones, de las que depende la infelicidad del ser humano, son un error de la razón o una consecuencia directa de dicho error. Por tanto, el sabio debe destruirlas, extirparlas, erradicarlas totalmente. El sabio, que se preocupa por la razón tratando de evitar todo error de ésta, no debe permitir que las pasiones nazcan en su corazón o bien, si ya han nacido, debe erradicarlas. Así pues, la apatía consiste en la eliminación y ausencia de cualquier pasión, sentimiento o emoción, para así conseguir la tranquilidad del ánimo (ataraxia). La felicidad consiste, por tanto, en apatía o impasibilidad. La apatía que caracteriza al estoico llega a grados extremos y acaba por ser de una frialdad auténticamente congeladora y hasta inhumana. Dado que la piedad, la compasión y la misericordia son pasiones, el estoico las arrancará lejos de sí: “La misericordia forma parte de los defectos y vicios del alma: es misericordioso el hombre necio y superficial (…) el sabio no se conmueve a favor de nadie; a nadie condena una culpa cometida. No es propio de un hombre fuerte el dejarse vencer por los ruegos ni apartarse de la justa severidad”. Para terminar, cabe mencionar otras ideas estoicas sobre antiguos mitos griegos sobre la nobleza o pureza de la sangre y la superioridad de la raza, así como a la institución de la esclavitud. Los estoicos llaman a la nobleza “escoria y raspadura de la igualdad”; también defienden la idea de que todos los pueblos son capaces de alcanzar la virtud, y que el ser humano es estructuralmente libre: “Ningún hombre es esclavo por naturaleza”. Los nuevos conceptos de nobleza, libertad y esclavitud quedan vinculados con la sabiduría y la ignorancia: el sabio es el verdaderamente libre y el necio es el verdaderamente esclavo.

2.4 MORALES

DE SALVACIÓN.

Las morales de salvación están vinculadas a la religión, especialmente al cristianismo, el islamismo o el budismo. Para éstas, la felicidad es el objetivo del ser humano, pero la felicidad no es de este mundo, sino que será gozada después de la muerte si uno ha llevado una vida moral acorde a los preceptos de la religión. Para poder gozar de la felicidad, debe tenerse esperanza en la salvación eterna. El individuo debe vivir conforme al dogma religioso sin cuestionarlo, es decir, debe tener fe. Un ejemplo de ello serían los mandamientos del cristianismo (las tablas de la ley de Moisés), del budismo o del islam. Además de las religiones, pueden ser consideradas como morales de salvación ciertas doctrinas filosóficas que surgieron en la época helenística, entre los siglos II y III d.C. Como ejemplos podemos encontrar una literatura de tipo filosófico-soteriológico-religioso que poseía un rasgo común: pretende haber sido revelada directamente por Thot, dios egipcio escriba, intérprete y mensajero de los dioses, que los griegos identificaron con su dios Hermes. De aquí proviene el nombre de este tipo de literatura, “hermética”. Actualmente se utiliza el término para referirse a un tipo de escritura difícil de entender, plagada de significados ocultos, esotérica. Merece la pena señalar otra moral de salvación que proviene de la filosofía: el neoplatonismo. Plotino, su fundador, afirma que el ser humano no nace en el momento en que nace el mundo físico, sino que preexiste en el estado de pura alma: “Antes de que sucediese nuestro nacimiento, morábamos allá arriba: éramos hombres y estábamos determinados de modo individual, y también éramos dioses, almas sin mezcla”. ¿Por qué descienden las almas a los cuerpos? Debido a una culpa inicial, un pecado original que consistía en un castigo que debe cumplir el alma: bajar a un cuerpo físico, lo cual constituye el gran mal del alma, que la lleva a ser infeliz. Para recuperar la felicidad, el alma debe acordarse de sus orígenes, y renunciar al cuerpo, para alejarse de él y tras la muerte, acercar el alma lo máximo posible a su lugar originario. Para lograrlo, el alma debe realizar su propia naturaleza: la razón, lo espiritual, llevar una vida pura y así librarse del castigo impuesto por el pecado original.

2.5 PROBLEMAS

Y CONTRADICCIONES DE LAS ÉTICAS MATERIALES.

Como mencionamos más arriba, las éticas materiales tienen una serie de inconvenientes. En primer lugar, no son autónomas, pues siempre se actúa para conseguir un fin. Si no quieres conseguir el fin, entonces no debes seguir las normas o preceptos. Para compensar este grave fallo, se necesitan castigos: si no cumples las normas serás castigado con la infelicidad, la amargura, la soledad, el sufrimiento, el infierno, etc.

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Y en segundo lugar, no pueden ser universales, no valen para todos ni para cualquier momento, como puede comprobarse en la gran variedad existente.

3.

ÉTICAS FORMALES.

Como ya apuntamos más arriba, las éticas formales no buscan un fin último o Bien Supremo, no quieren lograr ningún objeto moral concreto. Por esto tampoco señalan el modo en que debemos comportarnos, es decir, cuáles son los fines para conseguir nuestro objetivo. Su propuesta es que debemos actuar por el deber mismo. Para éstas, no es moral actuar para conseguir un premio o para evitar un castigo. Es moral actuar por el puro respeto al deber, a la ley, a la razón. Las éticas formales, a diferencia de las materiales, sí que son autónomas y universales.

3.1 KANT: ÉTICA

DEL DEBER.

El filósofo alemán Immanuel Kant (1724 – 1804) es el primer defensor de las éticas formales frente a las materiales. De hecho, la terminología “formal” y material” aplicada a la ética proviene de él mismo. En sus obras Crítica de la Razón Práctica o Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, el filósofo de Köninsberg parte de la idea de que no hay un fin último o un objeto moral concreto (un Bien Supremo). Tampoco hay normas que señalen la forma correcta de actuar siempre. Por esto, debemos encontrar una ética diferente, que prescinda de todo contenido concreto y de unas recetas para conseguir esos fines. Kant defiende que el ser humano debe superar su etapa heterónoma, su “minoría de edad moral” para alcanzar la plena autonomía moral, propia de un ser racional y adulto. Actuar por ganar un premio o evitar un castigo es algo infantil. Entonces, ¿cómo debemos actuar? La respuesta es que hay actuar por deber. Según Kant, el “valor moral de una acción no está en el propósito o la finalidad, sino en la máxima de actuar por deber”. Una máxima es un principio básico que guía nuestra conducta, por ejemplo “jamás traicionaré a mis amigos” o “por defender a mi familia mataría”. El valor moral de una acción es independiente, pues, de la finalidad, y también del resultado: Por ejemplo, si colaboro con una organización dando dinero para construir una escuela en Burundi, mi acción tiene valor moral porque cumple con un deber, a saber, el de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Imaginemos que el voluntario al que le ofrezco mi dinero es un estafador. A pesar de que el dinero no ha sido destinado para construir la escuela, mi acción no pierde valor moral, porque la intención es lo que cuenta, independientemente del resultado o del propósito. Es una acción moral porque he actuado siguiendo el principio de actuar por deber. En el siguiente ejemplo se ve mejor cómo el valor de una acción reside en la máxima de actuar por deber, no en su propósito u objetivo. Esto se ve claramente en casos en los que mi acción me perjudica. Por ejemplo, andando por la calle me encuentro con una cartera llena de dinero y una orden de embargo que si no es abonada ese mismo día, dejaría en la calle a una familia con cinco hijos. El dinero es justamente la cantidad necesaria para evitar el embargo. Pero resulta que me he quedado en paro y no puedo pagar la mensualidad del alquiler, la comunidad, etc., por lo que puedo perder mi derecho a residir en mi piso. Y el dinero me alcanza para pagar la mensualidad y las deudas pendientes. ¿Qué debo hacer? Independientemente de lo que haga, la acción tiene valor moral si cumplo con el deber, que en este caso sería devolver el dinero a su dueño, pues tengo su dirección y teléfono apuntado en la carta, aunque la acción me perjudica claramente. ¿Por qué es moral? Porque actuaría por respeto al deber, en contra de mis propios intereses. Ahora bien, hay que distinguir entre actuar por deber y conforme al deber. Una acción es conforme al deber si coincide casual o fortuitamente con el deber. Es decir, aunque actúe conforme al deber, si lo que quiero lograr es un beneficio, un bien, entonces esa intención anula el valor moral de mi acción. Por ejemplo, un comerciante actúa siguiendo el deber de la honestidad, cobrando el mismo precio a todos por igual, tanto a sus clientes habituales como a los no habituales. Pero el comerciante, si lo hace porque no quiere labrarse fama de estafador o tramposo, le conviene ser honesto para no perder clientela. En ese caso, está actuando conforme al deber, pero por el deber en sí mismo. Por tanto, su acción no tiene valor moral. Lo mismo ocurre con las personas que son caritativas porque sienten un gran placer en ayudar a los demás. Cuando, al cumplir un deber, tenemos una satisfacción egoísta, entonces no estamos cumpliéndolo por él mismo, por lo que no es actuar por deber, sino conforme a él. En cambio, actuar por deber es más difícil de percibir, pues no podemos meternos en el interior de las personas y comprobar que no están movidas por un interés egoísta. Sin embargo, en casos como el de antes, donde la acción conlleva un perjuicio o sufrimiento para mi, sí que podemos encontrar una verdadera acción por deber, que goza de auténtico valor moral. Cuando un alumno confiesa haber actuado mal a sabiendas de que va a ser castigado, o cuando alguien informa al camarero que le han cobrado de menos en la cuenta, por lo que debe pagar más, entonces se ve claramente que se está actuando por respeto al deber, sin intereses ocultos por conseguir beneficios. Hemos visto que el valor moral está en actuar por deber. Ahora bien, ¿qué es actuar por deber? Según Kant es un imperativo categórico que consiste en cumplir las leyes morales sólo porque son

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leyes morales, no por conseguir nada. Kant los distingue de los imperativos hipotéticos, que son mandatos condicionales, medios para conseguir fines (“Si te portas bien, te pondré un positivo”). El ser humano es el único ser capaz de actuar según el imperativo categórico, porque posee razón. La razón es la única que me puede obligar a actuar siguiendo el deber. Aquí entra en juego la libertad. El ser humano, por ser racional, es libre. Y actúa por deber porque ese deber es racional, es una ley de la razón que me impongo yo mismo porque soy libre de hacerlo, no porque me lo impongan los demás, la sociedad, a través de premios o castigos. La verdadera libertad es la autolimitación que un ser racional puede imponerse por puro convencimiento racional. Si actúo por deber es porque la razón así me lo propone: esto es la base de la autonomía moral. Esta ética kantiana es una ética de la responsabilidad, de personas adultas y racionales, que han superado la etapa heterónoma, en la que se siguen las normas porque son impuestas desde afuera, utilizando el premio y el castigo como motivaciones, pasando a la etapa autónoma, donde el individuo se impone sus propias normas siguiendo su propio criterio: su razón. Las éticas materiales se guían por medio de imperativos hipotéticos, mientras que las formales siguen el categórico. El imperativo categórico no indica ninguna norma concreta, a diferencia del hipotético. Indican, por tanto, la forma que debe tener la acción para que la máxima que lo guía sea universal. Para comprenderlo mejor, Kant formuló el imperativo categórico de dos maneras. 1.

“Actúa de forma que puedas querer que tu máxima se convierta en una máxima universal”.

2.

“Trata a las personas, tú mismo incluido, como fines en sí mismos, nunca como medios”.

El primero puede servir de criterio para saber si estoy actuando por deber. Si puedo desear que mi acción la haga todo el mundo, entonces mi acción tiene valor moral y respeta el deber. Por ejemplo, ¿puedo querer que todo el mundo mienta? Si aplico el imperativo, si yo miento, todo el mundo debería mentir también. Pero si todo el mundo miente, ¿qué sentido tiene comunicarnos? ¿Cómo podemos fiarnos de los demás? Por tanto, no puedo desear que todo el mundo mienta, por lo que mentir no puede ser un imperativo categórico, una acción que respeta el deber. Pero sí que lo es su contrario: decir la verdad. ¿Puedo desear que todo el mundo diga la verdad? Parece que sí, que si todo el mundo se ve obligado a decir la verdad la comunicación, la confianza, las promesas, tienen sentido. Otro caso: ¿cumplir lo prometido, o no traicionar a los amigos, son imperativos categóricos?

3.2 ARANGUREN: FORMALISMO

ÉTICO-EXISTENCIAL.

Según José Luis López Aranguren, nacido en Ávila y profesor de ética y sociología en la Universidad de Madrid, la pretensión de universalidad de nuestra moral se deriva de su autonomía. Y la autonomía se deriva de la capacidad de elegir, comprender las consecuencias de nuestros actos, y sentir que no todo vale lo mismo, que hay opciones mejores y peores. Estas características son los componentes de la estructura moral, que es universal porque todos los seres humanos pretendemos aplicar nuestras normas morales universalmente. Esta extensión universal de las normas morales nos lleva directamente a sus relaciones con la defensa de unas normas básicas para todos los seres humanos. ¿Qué es lo que establecen las normas morales? Lo que está bien y lo que está mal: lo preferible o valioso y lo que no merece la pena o hay que evitar. Así, las normas morales indican los derechos y deberes de todos los seres humanos. La pretensión de universalidad de las morales lleva a reconocer para los demás cualquier derecho o privilegio y cualquier obligación que reconocemos para nosotros mismos. La razón nos lleva a reconocer que cualquier ser con capacidad de elegir, autonomía y necesidades similares tendrá derechos y deberes similares.

4. BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS WEB. •

Reale, G., Antiseri, D. Historia del pensamiento científico y filosófico, Barcelona, Herder, 2001.



Ferrater Mora, J. Diccionario de filosofía, Madrid, Alianza, 1982.



Epicuro, Obras completas, Madrid, Alianza, 2007.



Immanuel Kant, Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, Barcelona, Ariel, 1998.

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Bitácora de filosofía, ética y psicología del profesor Jaime Roldán Corrales: “Los ojos de la filosofía” en http://losojosdelafilosofia.wordpress.com

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