03. Amando Al Socio

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SERIE AMANDO Amando al Jefe Amando al Asistente Amando al Socio

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Sinopsis Gay pero en el armario, Jacob Butler ha cometido un gran error. Está enamorado de su amigo, Walt Donnelly, quien no sólo es socio de negocios de Jacob, sino también heterosexual. Después de un beso estando borracho que se convierte en más, se da cuenta de que su socio de negocios es bisexual. Walt, sin embargo, deja en claro que no está interesado en algo serio con Jacob o cualquier otro hombre. Con el corazón roto y con miedo de que siempre esté solo, Jacob intenta olvidar su atracción hacia su amigo. Walt siempre ha asumido que sabía lo que su futuro podría ser. Pero su noche con Jacob le hace cuestionarse exactamente lo que quiere para siempre con...

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Capítulo Uno Jacob Butler estaba enamorado de su mejor amigo. Su mejor amigo hétero. No tenía la menor idea de cuándo había ocurrido exactamente, pero ahora estaba más bien obsesionado por ello. Por él... Walt Donnelly. Junto con su amigo, Jackson Ridgley, habían formado la empresa de contabilidad, Butler, Donnelly y Ridgley. La empresa se estaba haciendo grande. Así que muchos negocios habían tenido que contratar a otros contables. Pero en algún lugar en el camino en la edificación de su amistad y sus carreras, Jacob había cometido el error. Walt no tenía ni idea, por supuesto. Por un lado, Jacob estaba en el armario. No le había dicho a casi nadie que él era gay. Le había costado hasta sus veinte años aceptar la posibilidad incluso a él mismo. Y ahora vivía una mentira. Teniendo citas clandestinas con hombres tan lejos de su vida real como pudiera. Estaba llegando, incluso antes de darse cuenta, el día en el que sentía no sólo una profunda atracción por Walt, sino amor. Hubo un pequeño golpecito en la puerta de su oficina, y cuando miró hacia arriba, de pie en la puerta de entrada estaba su asistente administrativa, Gloria. —Si no hay nada más esta noche, Jacob, estaba pensando que me iría a casa, —dijo. —Claro, vete a casa. Que tengas un buen fin de semana. Ella sonrió. —Tú también. No te quedes demasiado tiempo. Jacob asintió con la cabeza y se volvió hacia el e-mail que estaba redactando. Sinceramente, podría esperar hasta el lunes. Pero no había ninguna razón para salir corriendo de la oficina. No tenía familia inmediata

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para apresurarse a casa y sin perspectivas actuales de citas. El tipo para salir con el que había tenido relaciones sexuales, y que vivía en el condado de al lado, le había informado la semana anterior que había conocido a una gran persona con el que quería probar tener una relación. Claro, Jacob podría ir a un club o algo, pero no estaba de humor para eso. —¿Todavía estás aquí? Su dedo se movía sobre la k en el teclado, Jacob miró a la puerta de su oficina. Por supuesto, había sabido que iba a ver Walt allí de pie, con los brazos cruzados sobre su pecho musculoso, inclinado contra la jamba de la puerta. Su corazón dio un vuelco a la vista de su sexy socio. Walt se había enrollado las mangas de la camisa hasta los codos y se quitó la corbata, desabrochándose la camisa para mostrar un poco de su pecho. Suficiente para que Jacob salivara más. Su pelo corto y oscuro era de impecable estilo, como un tipo de una portada de GQ. No era de extrañar que todas las mujeres en la oficina se desmayaran cuando Walt pasaba por allí. —Estoy terminando un par de cosas, —dijo Jacob, de mala gana apartando su mirada llena de lujuria de su amigo. —Apuesto a que puede esperar. Sólo ve a casa. Jacob miró en su dirección, dándose cuenta de la chaqueta del traje y corbata metida en el hueco de su brazo. —¿Supongo que vas a salir? Walt sonrió. —Por supuesto. Todo el mundo se ha ido excepto tú. —¿Tienes una gran cita? —Sí, voy a salir con Rebecca. —¿Rebecca? —Jacob se deslizó un poco hacia atrás en su silla del escritorio—. ¿Cuántas citas son ahora?

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—La cuarta. Ignoró el retortijón en su estómago. —Oh, debes ir en serio entonces. Walt asintió. —Podría ser. Es hermosa e inteligente. Agradable, también. —¿Esta es la dentista? —Sip. Puedo ver si ella tiene una amiga, si quieres. Podríamos hacer una cita doble. La última cosa que Jacob tenía que hacer era estar en una cita de Walt con Rebecca viéndolos agarrados de la mano e intercambiando acalorados besos. Todo como preparación para que volvieran a su casa de él o de ella para sexo. No, ni en cien millones de años. —Um, gracias. Puedo conseguir mis propias citas. Walt frunció el ceño. —Sí, estoy seguro. Pero nunca al parecer. Y has estado bastante tenso últimamente. ¿Estás bien, Jacob? Muy pronto estaría sugiriendo que Jacob consultara a un médico acerca de la Viagra o algo así. Cristo. —Estoy bien, Walt, y voy a un montón de citas y tengo mucho sexo. No te preocupes. —Esperaba no sonrojarse, pero sus mejillas se sintieron ruborizarse. —Bien, bien, quiero saber si cambias de opinión. Estoy seguro de que podríamos organizar algo en cualquier momento. —Walt se enderezó desde la puerta—. Y vuelve a casa. —Lo haré. Buenas noches, Walt. —Buenas noches. Jacob se quedó mirando las letras borrosas de la dirección de correo electrónico y pulsó guardar. Luego apagó el ordenador. No iba a conseguir hacer ningún trabajo de todos modos. Ahora tenía estúpidas imágenes de

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Walt teniendo relaciones sexuales con Rebecca pegadas en la cabeza. Ni siquiera sabía qué aspecto tenía ella así que ¿qué mierda era eso? Oh, estaba seguro de que era una rubia, porque Walt prefería las rubias, pero eso era todo lo que sabía. Se levantó y recogió su chaqueta del gancho donde la había puesto por la mañana, cuando había llegado. Metiendo sus hombros en ella, Jacob se volvió para apagar las luces de su oficina y cerró la puerta. Walt había tenido razón. La oficina estaba desierta. Él era el último en salir. Una vez más. Viernes por la noche poco después de las seis y ¿a qué se enfrentaba? Se detendría en un lugar de comida rápida para la cena. No era divertido cocinar para uno mismo. No es que Jacob fuera un cocinero espectacular ni nada. Una vez en casa, probablemente pondría una película. Tal vez, pensó, mientras entraba en su sedán, debería ser una porno.

Jacob se dijo que no era una especie de acosador enfermo cuando siguió el coche de Walt fuera del estacionamiento en el trabajo. Tenía que dirigirse en esa dirección para llegar a su casa de todos modos. Pero cuando Walt se volvió a la derecha en una esquina un par de cuadras más adelante, Jacob debería haber seguido en línea recta. En cambio, hizo el giro, acercándose; así tal vez tuviera suerte y Walt no se diera cuenta. —Sólo un acosador sigue a la gente, —dijo en voz alta—. Morboso. Pero la verdad era que estaba esperando echar un vistazo a Rebecca y ver lo que Walt veía en ella que Jacob no tenía. Además de tetas. Y bien, había diferente equipación entre sus piernas, también. Tal vez, Jacob se dijo a sí mismo, si realmente viera a Walt con Rebecca finalmente su estúpido y gruesa cabezota lo superaría, que amar a su socio heterosexual era casi tan estúpido como era. Pronto estuvieron en una zona residencial llena en su mayoría de

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apartamentos y edificios de condominios. —Por lo menos tengo una casa, —murmuró Jacob. Cuando Walt finalmente se acercó al camino de entrada, la realidad lo golpeó. ¿Qué diablos de jodida mierda estaba haciendo? No importaba lo que Rebecca pareciera ni qué aspecto tuvieran juntos. Walt era hétero y no estaba por ir con Jacob y nunca lo estaría. Demonios, tal vez incluso se casaría con Rebecca y tendría, como, tres o cuatro niños. Lo que sea. Dolía como un demonio, en realidad. Pero aun así, era la realidad y era necesario ir a casa. Jacob hizo un giro en U en la calle y subió al bloque para volver en la dirección de su propia casa.

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Capítulo Dos Walt frunció el ceño cuando dio la vuelta en el complejo del condominio de Rebecca. Por un momento podría haber jurado que vio el coche de Jacob detrás de él. Incluso había intentado ver si podía distinguir el pelo color arena de Jacob en el conductor detrás del volante, pero el coche nunca se había acercado lo suficiente. Tenía que estar equivocado, porque no había ninguna razón para que Jacob fuera por este camino. Sacudiéndose de su confusión, hizo un giro en el estacionamiento y se dirigió hacia el apartamento de Rebecca. Había un lugar abierto al visitante no demasiado lejos de la puerta principal, por lo que aparcó, salió y fue a llamar. Esta era su cuarta cita y planearon ir a un pequeño bistro francés que había mencionado que le gustaba. Había venido preparado con un condón metido en su bolsillo en caso de que ella terminara invitándolo dentro después de la cena. La puerta se abrió para revelar el alto y desgarbado, modelo perfecto de Rebecca. Ella sonrió a su saludo y en vez de invitarle adentro, ella dijo—: Estoy lista, sólo quiero coger un suéter. —Mamá, ¿a qué hora llegarás a casa? —Su niño le preguntó desde algún lugar en su interior. Oh. —Un par de horas, Billy. —Ella sonrió disculpándose a Walt—. Lo siento, mi ex tenía que volar este fin de semana. Sabía por citas anteriores que su ex-marido era piloto de líneas

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aéreas. Esto en cuanto a la invitación para más tarde. —Billy, haz todo lo que diga Martha mientras mamá esté fuera. —Está bien, —coincidió Billy. Rebecca cerró la puerta y giró la llave para bloquearla. —Lo siento. Supongo que no se puede evitar cuando tienes un hijo. —Nop, —estuvo de acuerdo Walt—. ¿Vamos? Condujo la corta distancia hasta el bistro y tuvieron la suerte de tener que esperar diez minutos para una mesa. La atmósfera era un poco pretenciosa para su gusto, pero el menú parecía prometedor. Le gustaba Rebecca. Era el tipo de mujer por la que se encontraba atraído la mayor parte del tiempo. Hasta ahora, sin embargo, siempre parecía haber una razón por la que no podían tener relaciones sexuales. No es que lo hubiera esperado en la primera cita ni nada. Las mujeres eran diferentes a los chicos. Los chicos con los que había estado todos habían disfrutado el uno del otro. Walt estaba totalmente cómodo con ser bisexual. Incluso lo había admitido a Rebecca en la segunda cita que había estado con chicos en el pasado. Ella no había pestañeado sobre ello. Pero en la mente de Walt, mientras disfrutaba del sexo con chicos, no había mucho para la relación material. Prefería establecerse con una mujer y tener niños y una cerca blanca. El conjunto denominado Sueño Americano. Ese era el plan de todos modos. Por la mujer adecuada, Walt podía renunciar a joder chicos de por vida. No había estado en realidad con un chico durante un tiempo de todos modos. Simplemente no sabía si Rebecca era esa mujer. —¿Vino esta noche? —preguntó, estudiando la carta de vinos. —Sólo un vaso creo. Tengo un temprano empaste mañana. Le entregó la lista justo cuando la camarera se acercó a ellos. —Voy

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a tomar una copa de Chardonnay de la casa. —Lo mismo digo, —dijo ella, entregándole la carta de vinos a la camarera con una sonrisa—. Así que, ¿cómo van las cosas en tu oficina? —Bien. Estamos entrando en la temporada de impuestos, sin embargo, así que las cosas pronto estarán lo bastante locas durante los próximos meses. —Me imagino, —dijo. Luego procedió a contarle todo sobre la conferencia dental a la que había ido el mes pasado y que Dios lo perdonara, dejó de escuchar. Su mente se dirigió a las cosas de la oficina, entonces lo que quería ver en la televisión más tarde, ya que no se iba a acostar, y luego el pensamiento de Jacob siguiéndole. Loco, sin embargo. ¿Por qué iba a hacerlo? No había entendido bastante a Jacob, en realidad. El hombre era muy tranquilo y rara vez hablaba de su vida personal, incluso después de todo este tiempo. Habiéndose conocido él y Jackson en la universidad, Walt todavía sabía demasiado poco acerca de Jacob, en verdad. Walt sabía que era hijo único y que sus padres vivían en Connecticut. Nunca había estado casado o para el caso, Walt ni siquiera sabía si Jacob había tenido una novia seria. Extraña realidad, porque Jacob era seriamente excitante con el ondulado pelo rubio, bonitos ojos color avellana, y labios sensuales. —¿Qué crees que vas a tomar? —preguntó Rebecca. Mierda, ni siquiera había realmente mirado mucho el menú. ¿Por qué estaba pensando tanto en Jacob de todos modos? Jacob era sólo un amigo no una cita. —Um, esta cosa de pasta, aquí. —Señaló en el punto en el menú. —Buena elección. Sabes que mi ex y yo solíamos venir aquí todo el tiempo cuando salíamos al principio. Hace años, por supuesto. Walt sólo asintió con la cabeza y sonrió.

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Sólo un par de horas más tarde Walt estaba metiendo el coche en su garaje. Había dejado a Rebecca atrás en su condominio con un beso rápido y la promesa de llamar durante la semana para reunirse el fin de semana. Ella pensó que su ex podría vigilar a su hijo. Refunfuñó a su paso por la puerta que comunicaba la casa al garaje. No es exactamente la excitante noche de viernes que había planeado. Ni siquiera eran las nueve y ni siquiera todavía estaba ligeramente con sueño. Con una mueca, pescó su teléfono móvil fuera del bolsillo de sus pantalones mientras se dirigía a su habitación a cambiarse. Walt pulsó el marcado rápido mientras se desabotonaba la camisa de vestir. —¿Walt? —Jacob lo descolgó al segundo toque. Sonaba como apagado. —¿No te molesté de lo que estabas haciendo? —No. Um, ¿por qué estás llamando? ¿Pasa algo? Bueno, Jacob definitivamente parecía estar arrastrando las palabras. Walt frunció el ceño. —¿Dónde estás? —Oh, um, un bar, creo. —¿Crees? Hubo una larga pausa y el rumor de voces en el fondo. —Sí, es un bar. —¿Qué diablos? —No importa que Walt tuviera la intención de pedir a Jacob si quería ir a un bar con él—. ¿Cuánto tiempo llevas allí? ¿Cuántas bebidas? —Vine aquí después del trabajo y no sé. Me parece que muchas. El

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barman me va a llamar a un taxi cuando haya terminado. Entonces, ¿qué pasa? —No importa. ¿Dónde estás? Iré a buscarte. —Espera. — Más hablando en el fondo—. Un lugar llamado “Chances of Roscoe”. Walt se metió la camiseta por la cabeza. —Está bien, no te vayas a ningún lugar, estoy de camino. Terminó la llamada y después se quitó sus pantalones de vestir y los reemplazó con un par de vaqueros. Menos de cinco minutos después, estaba de vuelta en su coche y se dirigió a “Chances”.

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Capítulo Tres Jacob se odiaba a sí mismo por vigilar la entrada a Chances. Podía ver desde su posición en el taburete el final del bar. ¿Qué le importaba si Walt iba a venir? Su amigo sólo quería evitar que se chocara contra alguien y que se mataran. Jacob no podía culparlo por eso. —¿Qué pasó con Rebecca? El barman, Bobby o Robby o algo, miró sobre él mientras le servía una cerveza de barril. Era uno de esos zalameros buscando chicos que llevaban el pelo largo y tenía una cola de caballo. —¿Quién? —Nadie. —Jacob se sintió enrojecer por lo que agachó la cabeza y miró a su vaso de bourbon. La primera vez que había llegado, Jacob había comenzado con cerveza ligera. Pensaba sólo tomar una o dos y luego regresar a casa, deteniéndose para cenar en el camino. Pero después de un tiempo de sostener sus cervezas y sentir lástima de sí mismo, había ordenado su primer Bourbon. Cosas desagradables, en realidad, y se ahogó con el primer trago, lo que le valió el desprecio evidente del camarero. Después de un par de sorbos, se acostumbró a la quemadura si no al sabor y lo acabó. De inmediato pidió otra. Por su tercera, Jacob decidió que el bourbon sabía bastante bueno. El cuarto apenas lo había sentido. —Tomaré otra, —anunció al camarero, su mirada todavía a medias en la puerta. —No has terminado esa, amigo. —Voy a hacerlo.

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El camarero asintió con la cabeza. —Sin embargo, vamos a ver la forma en que esa cae antes de conseguirte otra. ¿De acuerdo? Jacob le dio lo que esperaba fuera su mejor mirada torva, pero no discutió la cuestión. Volvió a mirar a la bebida que aferraba con fuerza en sus manos y se preguntó cuándo el camarero había puesto peces de colores en ella. Parpadeó rápida, pero, efectivamente, pequeñitos peces de colores nadaban en su bebida. —¿Puedo tomar una sin el pez? —preguntó. —¿Pez? —Uh-huh. Hay peces de colores en este vaso. —Le empujó hacia el camarero cuando el chico se acercaba—. Mira tú mismo. Bobby o Robby bajó la mirada, pero luego con el ceño fruncido fisgoneó la bebida de las manos de Jacob. —Pensándolo bien, creo que tal vez una copa antes de esta debería haber sido la última. La puerta de entrada se abrió y Walt se perfilaba ahí. Alto, moreno y guapo. —Mi príncipe azul ha llegado, —dijo Jacob al camarero. —Y justo a tiempo, también. —Le quitó el vaso de bourbon empapado de peces de colores y dijo algo en voz baja a Walt mientras caminaba hacia el bar a donde Jacob esperaba. La sonrisa de Walt era extrañamente suave cuando tomó el taburete de al lado de Jacob. Cubrió la mano de Jacob con la suya. —¿Cómo te va, compañero? —Estupendo. —Apestas. Jacob resopló. —Gracias. —Apestas a bourbon. —Walt frunció el ceño—. No sabía que fueras

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bebedor de bourbon. —No lo soy. Es la primera vez. Es una delicia. —Apuesto. —Los labios de Walt se curvaron hacia arriba sólo un poco. —¿Estás listo para ir a casa? —¿Dónde está Berecca? —Rebecca está en casa. —Oh, ¿así que ella está esperando por ti? Walt negó con la cabeza. —No en mi casa. Su casa. Nuestra cita terminó. —Oh, así que eres un chico del tipo de ámalas y déjalas ¿no? Slam, bam, gracias, madam. —Algo así. —Sonrió disculpándose Walt en la dirección del camarero—. Así que, vamos a llegar a casa, ¿de acuerdo? Jacob asintió, lamentándolo al instante, porque se sentía un poco mareado. —Sí. Me siento un poco mareado. —No es una gran sorpresa, amigo. —Walt se levantó y enganchó una mano bajo el brazo de Jacob para ayudarle a salir del taburete—. ¿Pagaste la cuenta en el bar? —Sí, todo listo. Walt le guió fuera del restaurante, pero Jacob se detuvo en la puerta para saludar de nuevo a Bobby o Robby que realmente le devolvió el saludo. Walt rápidamente lo instaló en el coche en el asiento del pasajero y le abrochó el cinturón. Cuando Walt se puso en el lado del conductor, frunció el ceño a Jacob mientras introducía la llave en el contacto. —No vas a echar la pota, ¿verdad?

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—¿Echar la pota? —Vomitar. —Sé lo que es echar la pota. —Bueno, ¿lo vas a hacer? Porque acabo de limpiar este coche por dentro y por fuera. Jacob pensó y puso la mano en el estómago. Estaba revolviéndose un poco demasiado, pero no creía que estuviera en peligro inmediato. Fue a sacudir la cabeza y luego pensó mejor el movimiento. —Nah, pero para estar en el lado seguro, mejor abre la ventana. —No quiero aerosol de vómito en el exterior tampoco, —dijo Walt, girando la llave para poner en marcha el coche. —Sólo necesito aire. Walt dejó escapar un suspiro. —Está bien. Pero si crees que vas a vomitar, me adviertes y pararé. —Está bien. —Se inclinó hacia el lado de la ventana para poder descansar su cabeza en el asiento—. Gracias por venir a buscarme. No tienes que hacer eso. —No podías tener un accidente. Jacob cerró los ojos. Podía oler una especie de picante en la masculina colonia de Walt. Mezclada con bourbon de su propio aliento. Estaba empezando a sentirse muy mal. —Así que, ¿por qué estabas allí bebiendo tú sólo? —preguntó Walt después de unos minutos—. Bebiendo en exceso. Nunca te he conocido hacer eso. —Creo que estoy un poco deprimido. —Lamentó las palabras en el momento en que salieron de su boca. Ahora Walt probablemente haría más preguntas.

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—Oh. —Pero eso fue todo lo que dijo Walt. Le deprimió más. Era como si a Walt no le importara lo suficiente como para molestarse en averiguar por qué se sentía triste. Jacob pensó que probablemente no lo hacía. La verdad era que de los tres, él, Jackson, y Walt, en realidad no habían tenido mucho en común, más que los tres chicos que querían ser contables y que se habían conocido mientras que estaban en la universidad. Jackson era gay como él, pero a diferencia de él, Jackson lo dijo públicamente y estaba orgulloso y ahora incluso tenía un novio estable. Jacob estaba empezando a pensar que nunca tendría eso. —Así que ¿qué pasó con Rebecca? —preguntó, para alejar su pensamiento de su propio desorden patético de vida. Walt tamborileó con los dedos sobre el volante. —Tenía a su niño en casa con una niñera. Se lo dejaron durante el fin de semana. Sólo fuimos a cenar. —No sabía que tuviera un hijo. —Sí. En serio, ¿cuánto hablaron de cosas personales? Jacob tenía la sensación de que era culpa suya. Siempre había sido un poco reservado. El estilo de vida de salir, la fiesta, no era para él. Cuando había intentado en el pasado ser más sociable, por lo general terminaba en desastre. Como esta noche, tratando de ahogar sus penas en desagradable bourbon. El olor agrió su estómago ahora. Tenía que llegar a casa, sin embargo, antes de que vomitara. —¿Qué te hizo elegir bourbon? —preguntó Walt, muchos minutos después de que Jacob diera un salto. —Uh, no lo sé. Supongo que levanté la vista de mi cerveza y la botella de bourbon me llamó la atención. —¿Mezclando? Amigo, te vas a sentir como una mierda por la

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mañana. Ahora Walt sonaba divertido y si no le pusiera más enfermo, Jacob se habría vuelto para confirmar que Walt en realidad se reía de él. Bastardo. En su lugar, sólo gruñó. —Ya casi estamos, —anunció Walt un minuto más tarde. O tal vez lo hubiera soñado, no lo sabía. —¿Necesitas ayuda para llegar a tu casa? Las manos de Walt por todo él, serían su perdición, por lo que gruñó, —No. —Jacob se enderezó cuando Walt se detuvo en su camino de entrada—. Um, gracias. —¿Qué es lo que quieres hacer con tu coche? Todavía está en el bar. —Mierda, sí, ¿qué iba a hacer? —Lo averiguaré por la mañana. —Por primera vez desde que dejó el estacionamiento del bar, Jacob miró a los ojos de Walt. No podía leer la expresión en ellos, pero Walt estaba mirándole bastante intensamente. Walt asintió. —Llámame si necesitas que te lleve de vuelta allí. —No quiero molestarte. —No es ninguna molestia. —Bueno. —Debería abrir la puerta del coche y tambalearse a su casa antes de enfermar o hacer algún tipo de movimiento idiota, pero en cambio, Jacob bajó la mirada a los labios de Walt. —¿Por qué estabas deprimido? —preguntó Walt. Jacob parpadeó. —¿Qué? —Dijiste que estabas bebiendo porque estabas deprimido. —Walt se encogió de hombros—. Sólo me lo preguntaba. Se tragó el nudo en la garganta. —Sí, yo... No fue nada.

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—¿Estás seguro? La parte todavía racional de su confusa mente le decía sal mientras puedas, pero la parte empapada por el alcohol no quería escuchar. Antes de que pudiera detenerse, y quería detenerse, se inclinó y puso sus labios sobre los de Walt en lo que fue sin lugar a dudas un beso. Y... nada. Ninguna reacción en absoluto. Los labios de Walt permanecían rígidos e inflexibles. Jacob realmente iba a vomitar ahora. Retrocedió al instante. Demasiado instantáneamente porque su cabeza le daba vueltas y el estómago se le revolvió. Se volvió hacia la puerta antes de que pudiera ver si Walt se limpió con el brazo la boca o cualquier cosa. Retorciendo la manija, la abrió y sacó las piernas fuera del coche. Jacob estaba casi en la puerta de entrada cuando oyó gritar a Walt, —Jacob, espera. Pero lo ignoró. Se las arregló para meter la llave en la cerradura con no demasiada molestia y luego cerró la puerta detrás de él. Casi al instante se dejó caer de rodillas y vomitó.

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Capítulo Cuatro El domingo por la noche Jacob tomó la decisión de no ir a trabajar al día siguiente. Tal vez nunca. Bueno, eso no era realista, pero definitivamente no iba a trabajar el lunes. Había pasado la mayor parte del sábado cuidándose de la puta resaca y sintiendo lástima de sí mismo en la cama. No fue una sorpresa grande, pero su teléfono nunca sonó. Ni una sola vez. Le había pedido a un vecino que le llevara en su coche al estacionamiento del bar y se las arregló para llegar a casa por lo menos. Qué le había poseído alguna vez para besar a Walt, no podía comprender. Walt era su amigo y nada más. Bueno, también su socio de negocios. Si no la había cagado. Walt y Jackson eran sus mejores amigos, casi sus únicos amigos. Porque eligió vivir una maldita mentira. ¿Y mira dónde lo había llevado? Besando a Walt. El domingo había pasado como el sábado pero sin la resaca y con un poco de televisión aburrida del culo. Después de organizar él mismo una taza de té verde, llamó a Jackson. —Hola, —una voz entrecortada, más alegre respondió. —Lorrie, ¿no? —preguntó Jacob, pensando que la voz pertenecía al novio de Jackson. Recientemente, Jackson se había ligado a un bonito chico rubio del restaurante de su madre. Su amigo parecía absurdamente feliz. Jacob estaba muy envidioso. —Sí. ¿Quién es ahí? —Jacob Butler. ¿Está Jackson allí?

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—Claro, espera. —Hubo una pausa—. Cariño, es para ti. Jacob. —Hola, —dijo Jackson a los pocos segundos. Dejó escapar un suspiro. —Oye, perdona que te moleste en casa. —No es ninguna molestia. ¿Qué pasa? Jacob tomó su té y se sentó a la mesa del comedor. —Escucha, he estado bastante enfermo todo el fin de semana y no creo que pueda ir mañana. —Se pellizcó el puente de la nariz—. Tal vez al siguiente día tampoco. —¿Tan mal? —Sí. Calambres estomacales, fiebre. Malo. Así que, um, lo siento por esto, pero sólo quería hacértelo saber. —¿Has llamado con Walt? —preguntó Jackson. —No. Pensé que podrías decírselo. —Está bien. ¿Necesitas algo? ¿No necesitas ir al hospital o que haga cualquier otra cosa? —Oía hablar en el fondo y luego Jackson dijo—: Lorrie dice que te mantengas hidratado y con un poco de sopa de pollo. Jacob se rió a pesar de su estado de ánimo terrible. —Está bien. Dile que gracias. Y gracias a ti también. Te haré saber si no puedo ir el miércoles. Después que terminó la llamada, Jacob se sentía terriblemente culpable. Sabía que se estaba metiendo la temporada de impuestos y estaba siendo irresponsable. Pero tampoco podía hacer frente a Walt. Todavía no.

El martes por la noche justo después de las cinco, el timbre de Jacob sonó. Acababa de abrir la nevera para tratar de decidir qué comer para la cena. Cerrándola con el ceño fruncido, fue descalzo hacia la puerta

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principal. No había estado esperando a nadie. De hecho, a excepción de su llamada inicial a Jackson, Jacob no había tenido ningún contacto con el mundo exterior en días. Se puso un poco de puntillas para mirar por la mirilla al frente de la puerta. Walt. Joder. —Abre la puerta, Jacob, sé que estás en casa. Su corazón latía con fuerza, Jacob giró el cerrojo y luego giró el pomo. —Walt, puedo ser contagioso… —Ni siquiera intentes esa mierda conmigo, Butler. Walt lo empujó fuera del camino e irrumpió en la casa. Bueno, eso es lo que le pareció a Jacob. Se encontró estrellado contra la pared opuesta a la puerta con la cara de Walt justo a meros centímetros de la suya. Tragando duro, lo intentó de nuevo, —Walt, qué… —Pensé que te daría un par de días para relajarte después de la otra noche, pero esto es una mierda. Quieres cabrearme, cabréame, pero no la tomes con la empresa. —Sus ojos oscuros echaban humo, Walt lo miró. Jacob sacudió la cabeza en confusión. —¿Cabreado contigo? ¿Por qué habría de estar cabreado contigo? —No lo sé. Me imaginé que lo estabas, porque me besaste cuando estabas borracho y luego corriste como el culo en llamas. —Yo no sé de dónde sacas tus jodidas ideas. No estoy enojado contigo, me sentí humillado. —¿Por qué? ¿Porque besaste a un chico? —Walt se encogió—. Estabas borracho. —No porque besara a un hombre, —dijo Jacob con cuidado—. He besado a chicos antes. Porque te besé a ti.

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Ahora era el turno de Walt de parecer confuso. —¿Qué? Era muy consciente de que Walt todavía le tenía clavado básicamente en la pared, de pie completamente dentro de su espacio personal. Tenía una urgencia de poner sus manos sobre el pecho de Walt, sólo para alejarlo, por supuesto. —Te besé a ti. No a cualquiera. Y fue como besar a una maldita estatua. Estabas claramente asqueado. —Me sorprendió. Jacob resopló. —Sí, y asqueado. Bueno, supongo que es cierto que no te he dicho la verdad. —¿La verdad? Él asintió con la cabeza. —Soy gay. No sólo te bese porque me volví demasiado loco por el bourbon y pensara que fueras una mujer, Walt. Yo sabía exactamente a quién estaba besando. A quién quería besar porque no puedo incluso decir cuánto tiempo. Tal vez el alcohol me dio el coraje para actuar, pero no era la razón. —Jacob. —Y luego, cuando tú, bueno, cuando reaccionaste de la manera que lo hiciste, me di cuenta de que había hecho el mayor idiota de mí más que nunca. —Jacob no acababa de encontrarse con los ojos de Walt—. No he sido capaz de hacerte frente desde entonces. Por lo tanto, tienes razón. Dejé la firma por el último par de días, pero probablemente iba a trabajar mañana. Walt ya no parecía tan enfadado como lo había estado al principio cuando llegó, pero todavía se veía irritado. —Realmente no tienes ni idea. —¿Qué? —No estaba asqueado. Sé que tienes espejos, Jacob, y tú tienes que saber que eres un hombre bien parecido.

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—Pero soy un hombre, —señaló Jacob. —No bromeo. —Walt tomó la entrepierna de Jacob—. Supongo que lo eres. —¿Qué estás haciendo? Deja de hacer eso. —Podía sentir su cara calentarse cuando su polla se endureció al tacto. Walt negó con la cabeza. —Tú no me quieres. —No tienes ni idea de lo que quiero, —dijo Walt, moviendo su mano de la entrepierna de Jacob para ahuecar su mandíbula. Frotó el pulgar a través del labio inferior de Jacob—. ¿Quieres que nos besemos? Entonces vamos a besarnos. La boca de Walt se cerró en la suya, dura y exigente, nada tentativo al respecto. Su mano se movió para agarrar el pelo de Jacob, acercándolo más aún cuando inclinó sus labios sobre los de Jacob. No estaba seguro exactamente de lo que estaba pasando entre ellos o lo que se le había metido en la cabeza de Walt, pero Jacob decidió ir por ello y hacer frente a los pesares que estaba seguro de tener más tarde. Agarró el extremo de la corbata púrpura a rayas de Walt, y trató de trepar por el cuerpo del hombre. Gimiendo bajo, abrió la boca para la invasión de la lengua de Walt. Agarrando el culo de Jacob, Walt levantó a Jacob un poco sobre el suelo, llevando las crestas de sus duras pollas atrapadas al contacto directo. No se podía negar ahora que Walt no estaba asqueado. Walt terminó el beso, sus labios arrastrándose hacia abajo a la primera línea de contacto de la mandíbula de Jacob con barba crecida de un par de días, luego hacia abajo para chupar el pulso de su garganta. —Walt, —jadeó. —Vamos a tu habitación, si no quieres que te folle aquí mismo,

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contra la pared, —gruñó Walt. Oyendo a Walt decir que planeaba joder a Jacob envió ondas de choque de lujuria en espiral a través de él y puso a su polla más imposiblemente dura que antes. Y la idea de ser follado allí mismo, en el pasillo era increíblemente excitante. —Aquí, —gimió, sacando la corbata de Walt de su cuello y arrojándola. Walt se rió contra su garganta. —Haz lo que quieras. Los dedos de Jacob se movieron a la camisa desabrochada de Walt. —¿Pero qué hay de un condón? —No digas más. Tengo uno en mi billetera. —Walt deslizó la mano en el bolsillo trasero de su pantalón y sacó la cartera. Después de retirar el condón y un paquete de de tamaño viaje de lubricante, tiró la billetera—. Quítate la jodida ropa ahora. Reprimió un gemido, admitiendo para sí que le gustaba este áspero lado macho de Walt. Dejando la ropa de Walt con él para cuidarla, Jacob hizo brevemente el trabajo de su propia camisa, pantalones y calzoncillos, dejándolas caer en el suelo, a sus pies. Curvó sus dedos alrededor de su eje, cuando vio a Walt desnudarse. Su mirada se lanzó a la larga polla gruesa de Walt, que señalaba ligeramente hacia él. Jacob pasó la lengua por los labios. —Quiero probarla. Walt negó con la cabeza. —Más tarde. En este momento quiero estar en tu lindo culo apretado. —Arrancó abriéndolo el condón pre-lubricado y lo hizo rodar sobre su erección—. Levanta tus piernas en alto. —Levantó a Jacob hacia arriba, contra la pared, sus dedos separando las mejillas para deslizarse en el interior, presionando profundamente. —Oh, Dios, sí, por favor. —Bloqueó sus piernas alrededor de la cintura de Walt. Jacob estaba un poco sorprendido de que Walt pudiera sostener su peso. No era un tipo grande, pero tampoco era pequeño. Pero

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Walt parecía más que capaz. Poniendo sus manos sobre los hombros de Walt, cambió lo suficiente como para dar a los penetrantes dedos del hombre el acceso más fácil. Su polla le dolía ser tocada, pero al momento dejó solo a Walt prepararlo para lo que estaba por venir. Walt se inclinó hacia delante lo suficiente para cubrir sus labios de nuevo en otro ardiente beso, antes de que dijera con voz ronca—: ¿Listo? —Uh-huh. —Cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared cuando Walt retiró sus dedos. Otro pequeño cambio y la polla de Walt empujó hacia él. Walt. Su mente podría fracturarse en ese pensamiento, por lo que lo apartó, o tanto como pudo, teniendo en cuenta que Walt era el hombre ahora golpeándolo contra la pared con cada poderoso empuje. Apagando su cerebro, Jacob dejó que su cuerpo se hiciera cargo. Walt golpeaba dentro de él, acariciando a través de su próstata, sin duda actuando como si supiera exactamente lo que estaba haciendo. Jacob avanzó su mano entre ellos y agarró su propia polla, un alivio bienvenido. Se frotó el pulgar sobre la sensible corona, y luego deslizó sus dedos hacia abajo para acariciar el eje. —Abre los ojos, —ordenó Walt—. Quiero que veas exactamente que te estoy jodiendo. Abrió los ojos, con dificultad, encontrándose con la mirada de los ojos oscuros de Walt. El calor que vio allí le robó el aliento. Era demasiado y trató de bajar la mirada. —No apartes la mirada. Tragando dificultosamente, Jacob se encontró con sus ojos de nuevo. Su mirada se mantuvo incluso cuando tiraba de su polla más fuerte, más rápido, desesperado por correrse. Luego, como el estallido de la marea, sus

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bolas se apretaron y el semen salió disparado por todo el puño y salpicó sobre el pecho de Walt. —Jesús, eres tan caliente, —dijo Walt, justo antes de que se pusiera tenso y empujara profundamente en Jacob tres veces más. Estrellaron sus bocas juntas, enredando su lengua con la de Jacob en un beso abrasador que les dejó a ambos sin aliento. Después que Walt salió, Jacob lentamente se sentó en el suelo, en cuclillas, jadeando. —Maldita sea. —Walt se arrodilló a su lado—. Eso fue... inesperado. Jacob sacudió la cabeza para despejarse. —Me estás diciendo. ¿Qué? No quiero decir que me queje, pero ¿qué demonios? Tú no eres gay. — Sacudió la cabeza de nuevo—. ¿Lo eres? —Diablos, no. Jacob hizo una mueca. Walt levantó una mano. —Lo que quiero decir es que soy bi. Mira, tal vez deberíamos hablar. No le gustaba el sonido de eso, pero Jacob supuso que sí, Walt tenía razón. Definitivamente necesitaban hablar. —Está bien. Pero quiero vestirme primero. —De acuerdo. Jacob utilizó la pared para levantarse, y luego ofreció una mano a Walt. Después que Walt se puso de pie, Jacob tomó su ropa y señaló. — Puedes usar el baño de la sala. Yo ya vuelvo. Cerró la puerta de su dormitorio y luego poniéndose sus pantalones, se sentó en la cama. Jacob no sabía qué iba a pasar entre él y Walt ahora, pero no podía evitar la sensación de temor que se había apoderado de él cuando Walt dijo—: tal vez deberíamos hablar. Sospechaba que podría ser rechazado. Y estaba sentado aquí

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preocupándose de que no iba a cambiarlo. Suspirando, Jacob tiró de su camisa sobre su cabeza y se levantó. Walt le estaba esperando en la sala, sentado en el sofá. Sus manos estaban cruzadas sobre su regazo y la expresión de su rostro recordó a Jacob a cómo Walt se parecía cuando daba una mala noticia a un cliente acerca de sus finanzas. Podía hacer esto, Jacob se recordó. Nada realmente había cambiado, excepto que él y Walt habían tenido relaciones sexuales. No era gran cosa. Bueno, lo era para él, sí. Pero podía vivir con las consecuencias. Quizás. Jacob se sentó en el sillón frente al sofá, decidiendo que necesitaba un poco de distancia entre él y Walt. Esperó a que su amigo comenzara. Condenadamente seguro que no estaba seguro de qué decir. —Pensé que éramos amigos, —dijo Walt, sorprendiéndolo. —Lo somos. Walt negó con la cabeza. —¿Cómo es que no sé que eres gay, entonces? He estado pensando mucho sobre esto en realidad. Nos conocemos el uno al otro desde la universidad. Abrimos juntos un negocio y básicamente todo lo que sé acerca de ti es que tus padres viven en Connecticut, no tienes hermanos, nunca has estado casado, y te gusta el helado de chocolate. Jacob se mordió el labio. —Nadie sabe que soy gay. —Ves, eso es lo que no entiendo. Por el amor de Dios, Jackson es gay. ¿Crees que me importa? Estás viviendo esta vida secreta y no dejas que entre nadie. Qué carajo, Jacob. —Lo sé. Es que yo sólo lo negué durante mucho tiempo yo mismo. Traté de ser lo que todos esperaban y llegué al punto en que no podía hacerlo. Pero también parecía más fácil no decir a nadie. —Jacob se encogió de hombros—. Entonces tal vez no tenía por qué ser cierto. —¿Ser gay es tan horrible?

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Se tragó el nudo en la garganta. —No. Sí. No sé. Mamá todavía me habla de casarme y darle nietos. Yo no creo que traten bien con esto. Walt frunció el ceño. —Es tu vida, sin embargo. ¿Sabes? Algún día ni siquiera van a estar alrededor, y nunca sabrán quién era su hijo en realidad. Debes pensar en ser honesto con ellos. —Sí. —Jacob miró hacia abajo a sus manos—. ¿Qué hay de ti? Yo no sabía que fueras bi tampoco. —Bueno, no me pongo una camiseta anunciándolo ni nada, pero no lo mantengo en secreto tampoco, —dijo Walt—. Ha pasado un tiempo desde que tuve relaciones sexuales con un hombre. —¿Cuánto tiempo? —Un par de años, tal vez. —Walt se encogió de hombros—. Nunca he salido con un tipo. Tenía una novia en el instituto. Llevo a las mujeres a ver películas y a cenar y cosas así. Los chicos que me han acompañado en el pasado fueron todo por el sexo. —Oh. Walt suspiró y pasó los dedos por el pelo despeinado. —Mira, Jacob. Tal vez sea cursi o algo, pero siempre he esperado que mi vida siga un determinado camino y eso es con una mujer y niños y una cerca de estacas. —Sacudió la cabeza—. Yo no creo que pueda nunca formar un hogar con un hombre. Simplemente no creo en la relación material con chicos. —Sólo por el sexo, —dijo Jacob lentamente. Estaba orgulloso de sí mismo porque su voz no se agrietó porque realmente sentía que su corazón se marchitaba dentro de su pecho. —Sí. Lo siento. Sé que no es lo que quieres oír. —Oye, está bien. No es gran cosa. La vida sigue. —Obligó a sus labios a curvarse en una sonrisa a pesar de que se sentía cómo su cara pudiera agrietarse—. Al menos ahora sabes la verdad sobre mí. Eso es algo,

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¿no? —Yo no quiero que esto, —dijo Walt, agitando la mano a los dos—, interfiera con nuestra amistad. Lo siento por entrar pisando fuerte aquí como un Neanderthal y bien, probablemente haciendo lo que no debería haber hecho. Él asintió con la cabeza. —Sí. Yo también lo siento—. No podía encontrar las palabras para decir que no interferiría con su amistad, sin embargo, porque Jacob sabía que lo haría. Todavía estaba perdidamente enamorado de Walt, un chico que nunca estaría con él. Ni siquiera remotamente quería estar con Jacob. Bueno, obviamente, excepto para el sexo. Y eso dolía mucho. Walt se levantó. —Yo... probablemente debería irme. Tengo algo de trabajo que hacer en casa esta noche. —Sonrió tímidamente—. Ya sabes cómo es. —Sí, lo sé. —Jacob lo siguió hasta la puerta principal—. Estaré en la oficina mañana. —Está bien. —Walt lo miró fijamente por un momento—. Jacob… —Está bien, Walt. Estoy bien. Que tengas una buena noche. —Él abrió la puerta y la sostuvo para Walt cuando salió a la calle—. Nos vemos mañana.

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Capítulo Cinco Walt pasó por delante de la puerta cerrada de la oficina de Jacob la tarde del viernes. La había cerrado desde que Jacob había vuelto a trabajar el miércoles. Nunca la había abierto una vez. Al menos no mientras Walt estaba cerca. Se detuvo un unos metros por delante, volviendo a mirarla. Dispuesto a abrir, con ganas de ver a Jacob. Estaba totalmente evitando a Walt y lo sabía, pero no estaba seguro de qué hacer al respecto. Si es que debía tratar de hacer algo. Con un profundo suspiro, continuó en su propia oficina, incluso a pesar de que no estaba de humor para conseguir terminar cualquier trabajo. Había esperado tanto que tener sexo con Jacob no destruyera su amistad, que quería todo lo anterior, y eso es exactamente lo que estaba haciendo. Arruinando todo. ¿Qué demonios había estado pensando, acercándose a la casa de Jacob? Después de comprobar algunos casos y redactar algunos documentos, Walt miró su reloj y se dio cuenta de que ya era después de las seis y se suponía que recogería a Rebecca por su cita. Supuestamente, no tendría a su hijo y se lo había dicho cuando había hablado con ella el jueves, con un pequeño tono sugerente. Walt terminó enviando por correo una factura a un cliente corporativo y cerró su equipo. Casi llamó a la puerta de Jacob a su paso en la salida, pero cambió de opinión ya que llegaba un poco tarde. De hecho, cuando llegó a su coche, llamó a Rebecca y le pidió que se encontrara con él en el restaurante que había planeado llevarla. A pesar de que se detuvo en una plaza de aparcamiento en frente de su restaurante favorito de carnes, los pensamientos de Walt estaban en

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Jacob y cómo debería haber tratado de hablar con él de nuevo. Sacó su móvil y se quedó mirando el número programado de Jacob. Lo golpeó antes de que cambiara de idea. Un toque y se fue a la voz robótica de una mujer que le decía que dejara un mensaje. —Hola, Jacob, soy yo. Es que... supongo que quería oír tu voz. Estoy a punto de encontrarme con Rebecca para la cena, pero, bueno, no puedo dejar de pensar en la forma que terminó el otro día. Espero que no estés fuera bebiendo en ese bar de nuevo. Me gustaría... Creo que no sé muy bien lo que deseo y estoy más o menos divagando. No sé lo que quiero. Nos vemos más tarde. Genial, estaba seguro de que sonaba tan poco convincente como se sentía. Lo último que quería hacer era poner una cara feliz y reunirse con Rebecca, pero supuso que eso era exactamente lo que iba a hacer. Bajó de su coche, cerró con llave y entró. Ella esperaba por el mostrador de la anfitriona y lo saludó con una cálida sonrisa que esperaba que le devolviera. Se sentía muy forzada. —Pedí una mesa en la esquina, si eso te va bien, —dijo después de que la besara en la mejilla. —Por supuesto. Siguieron a la dueña de la casa a una pequeña mesa romántica para dos personas en la esquina trasera del restaurante. La mesa estaba organizada con un florero y velas. Walt a regañadientes se sentó frente a Rebecca y recogió su menú. —¿Deberíamos elegir un vino? —preguntó—. Tienen una media jarra de Merlot. Trató de concentrarse en el menú, pero desdibujó las palabras. Negó con la cabeza. —¿No? ¿Prefieres un cabernet?

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—No creo que me guste vino esta noche, —dijo Walt. —Oh. Está bien. Tal vez tome sólo un vaso entonces. —Walt cerró el menú—. Rebecca. —¿Sí? —Escucha, ha surgido algo, y creo que me tengo que ir. Ella lo miró fijamente. —¿Irte? ¿Qué? —Lo siento. Debería haber cancelado. Es algo que realmente me está distrayendo. —¿Es del trabajo? —Ella lo miró por un segundo, luego frunció los labios—. Oh. Hay alguien más, ¿no? ¿Estaba allí? Sí, Walt pensó, supuso que estaba. Y necesitaría lidiar con eso. Antes de que jodiera las cosas para siempre. —Lo siento, —dijo con una inclinación de cabeza—. No es algo que yo esperaba que sucediera, pero lo ha hecho, y no hay otro lugar donde tenga que estar. Ella sonrió, a pesar de leer el pesar en sus ojos. —Ah, bueno. Está bien, Walt. Cuídate. —Tú también. ¿Quieres que te acompañe a tu coche? Rebecca negó con la cabeza. —Creo que voy a tratar yo misma de cenar. Se inclinó y le dio otro beso en la mejilla antes de salir del restaurante. Se sintió como el mayor canalla, demonios era el mayor canalla. Sí, con Rebecca, pero él había sido el mayor idiota para Jacob. Se dirigió directamente a la casa de Jacob, y cuando se acercó al bordillo, se le ocurrió que Jacob podía no estar en casa. Por todo lo que sabía, Jacob todavía podría estar en la oficina o fuera viendo a otro hombre. Sin duda le estaría bien empleado. Pero la idea fue un puñetazo en el

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estómago igual. Walt tragó saliva cuando salía de su coche, sin notar ninguna señal de luces visibles en la parte frontal de la casa. —Vamos. Por favor, que esté en casa. Había golpeado cuatro veces antes de que la puerta se abriera y Jacob se quedó con la puerta todavía medio cerrada. Su cabello rubio arenoso arriba un poco de punta y parecía estar parpadeando mucho. Walt frunció el ceño. —¿Te he despertado? —Sí. ¿Qué es lo que quieres? Pensé que estabas con Rebecca. —¿Viste mi mensaje? —Uh-huh. ¿Qué es lo que quieres? —A ti. Pero Jacob frunció el ceño y sacudió la cabeza. Walt suspiró. —¿Puedo entrar, por favor? Hace un poco de frío aquí fuera. Por unos segundos pensó que Jacob se negaría. No se movió a un lado para dejar a Walt con varios latidos del corazón. —¿Por favor? —No creo que esto sea una buena idea, Walt. —Pero abrió la puerta lo suficiente para dejar que Walt entrara de todos modos. Rápidamente notó que Jacob llevaba sólo un par de pantalones de chandal grises y una vieja, andrajosa y muy delgada camiseta. —¿No es un poco temprano para la cama? Jacob se encogió de hombros. —No hay razón para estar levantado. ¿Quieres algo? ¿Café? Agua? —No. He venido a hablar.

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—¿Ah? —Sobre todo para decirte algo. Quiero que me escuches. —Walt. Sabía que Jacob estaba a punto de decirle algo así como que “no quiero escucharlo” o “no tengo nada que hablar”. —Vamos, Jacob. Dame una oportunidad. Jacob asintió con la cabeza e hizo un gesto en dirección a la sala de estar. Esta vez, cuando Jacob fue a sentarse en el sillón, Walt se lo impidió por acaparar la mano y llevarlo al sofá. Lo empujó hacia abajo y luego tomó el cojín a su lado. Walt se esforzaba por encontrar las palabras para lo que quería decir. Ni siquiera estaba muy seguro él mismo todo esto y ahora tenía que explicarlo a Jacob. —¿Qué pasó con tu cita? —preguntó Jacob cuando el silencio continuó. —La cancelé. Quería verte. —¿Por qué? —Porque... porque, no puedo dejar de pensar en ti. Acerca de nosotros. La otra noche cuando tuvimos sexo, las cosas cambiaron entre nosotros. Sé que lo hicieron. —Sí. —Estoy condenadamente seguro de que no quería que lo hicieran, — admitió Walt, y luego lamentó lo que había dicho cuando Jacob hizo una mueca—. Lo que quise decir fue que esperaba que no importara lo que pasó entre nosotros, que todavía podríamos ser amigos. —Estoy tratando de ser tu amigo, Walt, —dijo Jacob suavemente—. Sólo necesito algo de tiempo.

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Él negó con la cabeza. —No. Eso es lo que pensé que yo quería, pero no lo era. —Me estás confundiendo. Walt se rió. —Sí, tal vez los dos. Terminé las cosas con Rebecca. No voy a verla de nuevo. —Está bien. —¿Sólo bien? ¿No sabes lo que estoy tratando de decir? Jacob frunció el ceño. —No. Eres tan claro como el barro. Te lo juro por Dios, Walt, no sé lo que quieres decir. —Grrr. Estoy totalmente jodiendo esto. No sé cómo hacer esto. Jacob. —¿Qué? —Tener una relación con un hombre, —dijo Walt, esperando endiabladamente que Jacob finalmente consiguiera lo que estaba tratando de decir, para apagar su miseria. —Ya tuvimos esta conversación la noche del martes. Dijiste que sólo utilizabas a los chicos para el sexo. ¿Por qué tenemos que tenerla otra vez? Ya lo pillé antes cuando dijiste que querías una esposa y la cosa de la valla y todo. Y ahora, Jacob parecía molesto que era lo último que quería. Walt suspiró frustrado. —Porque estoy tratando de decirte que quiero probar, maldita sea. Jacob parpadeó rápidamente. —¿Qué? —No sé si se supone que debo llevarte a cenar o a ver películas o al museo o cualquier cosa de eso. ¿Eso es lo que haces con un tipo? —Walt negó con la cabeza—. No lo sé. No sé lo que tú quieres, Jacob, pero estoy diciendo que sea lo que sea, quiero intentarlo.

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—¿Quieres intentarlo? —Sí. Quiero que estemos juntos, como una... una pareja. Quiero conocer todas las cosas que me ocultas, todo lo que hay que saber. —Walt exhaló—. Estoy bastante seguro de que voy a joderla varias veces. Pero, quiero que me des una oportunidad. —Walt… El terror apretó su pecho. —Por favor, no digas que no. Por favor. Jacob sonrió. —No iba a decir que no. —¿No ibas? —No. Iba a decir que salir con un chico no es tan diferente. Todos somos sólo seres humanos. Todos queremos cosas similares. Tenemos sueños similares. No sé si quiero ir a un museo, pero de verdad, te lo prometo, no es complicado. —Bien, entonces, si quiero besarte ahora, ¿me vas a dejar? — Sintiendo su propia sonrisa subir a las comisuras de su boca, se deslizó un poco más cerca de Jacob y se inclinó hacia él. —Creo que sí, sí. —Y Jacob apretó los labios a los de Walt en el más dulce beso que Walt pensó que nunca había tenido. Cuando lo dejaron para buscar aire, Walt dijo—: ¿Crees que podemos ir a tu habitación ahora? Realmente necesito estar dentro de ti. —La necesidad es una palabra poderosa. Él asintió con la cabeza. —Sí. ¿Por favor? Jacob sonrió. —Realmente me podría acostumbrar a que me ruegues así. —Grrr, me estás matando. —Walt se puso de pie y atrajo a con Jacob con él. Prácticamente arrastró al hombre por el pasillo hacia el dormitorio principal y mientras que era consciente de que había vuelto a

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comportarse un poco como un Neanderthal, no le importaba. Empujó a Jacob a través de la puerta y luego tiró de él de nuevo tirando del dobladillo de la camiseta que llevaba puesta. Sus labios se cernían sobre los de Jacob, le preguntó—: ¿Te importa esta camiseta? Jacob se encogió de hombros. —Bueno, es sólo una vieja camiseta. Walt asintió con la cabeza y la rasgó abajo por la mitad. —¡Hey! Él sonrió. —Dijiste que no te importaba al respecto. —No esperaba que estuvieras todo machote encima de mí. —Pero Jacob estaba sonriendo. —Hablas demasiado. —Walt lo empujó hacia la cama. Cuando Jacob golpeó el colchón, Walt metió las manos en la cintura de los pantalones de Jacob y los arrancó. Se alegraba de que Jacob no llevara nada de ropa interior. Hizo las cosas mucho más fáciles. Jacob alzó una ceja. —Uh, ¿cuándo voy a maltratarte y joderte? —La próxima vez, —dijo Walt, sonriendo—. ¿Preservativo y lubricante? —Mesita de noche. —Jacob señaló detrás de él con un pulgar en la cómoda cerca de la cabecera de la cama. Envolvió el puño alrededor de su pene y lo bombeó mientras veía a Walt obtener los suministros. Walt hizo brevemente el trabajo de desnudarse él mismo y llegó a la mesita de noche por el lubricante. Arrancó un condón de la tira y se arrodilló en la cama, arrastrándose hacia Jacob. —Ahora, esto, —dijo, mientras cubría los labios de Jacob con los suyos en un beso posesivo—, no lo fastidiaré. El aliento de Jacob se enganchó y deslizó la otra mano entre ellos y agarró la dura polla como una roca de Walt. —Todavía quiero saborear.

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—Jesús, —se quejó Walt—. Y créeme que quiero eso. Pero más tarde. —Sigues diciendo eso. —Jacob puso mala cara y era tan mono que lo besó de nuevo. —Sigo queriéndolo decir, —prometió. Se sentó sobre sus caderas y puso el condón sobre el pene—. Date la vuelta. Jacob se volvió boca abajo y levantó su culo en el aire, moviéndolo un poco. Walt se echó a reír y le dio un manotazo juguetón. Luego exprimió un gran chorro de sustancia pegajosa y lo extendió en el interior del agujero de Jacob. Después de untar abundantemente más lubricante en el pene, Walt presionó en el interior, persistente en el apretado anillo de músculos, saboreando esto. Casi la había fastidiado y perdido su oportunidad de algo más con Jacob. —Más. Por favor, —dijo Jacob, con la cara enterrada en el colchón. —¿Ahora quién está rogando? —Walt. —Calla. —Empujó hasta el fondo, las bolas profundas, la opresión rodeándole casi imposible de soportar. Follando dulce. Walt trató de ir despacio, trató de hacer cada embestida precisa, apuntando para rozar la próstata a Jacob cada vez. Él quería esto, quería a Jacob, también tanto para no perder la cabeza. Comenzó a bombear rápidamente, montando el dulce culo dura y profundamente, empujando tan profundo como pudo y saliendo casi en su totalidad, pero nunca del todo. Tenía a Jacob gimiendo, y sus cuerpos estaban manchados con sudor, la ruda intensidad meciéndoles a ambos a conectar con demoledores orgasmos. Después que se hubo retirado y se deshizo del condón, acercó a Jacob en sus brazos, de la manera que debía haber hecho después de la

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primera vez. Jacob, su cabeza apoyada en el pecho de Walt, suspiró. —¿Qué? —preguntó. —Sólo me preguntaba, ya sabes, si realmente puedes hacer esto, una relación. Walt le apretó. —No lo hagas. No empieces a crearnos problemas incluso antes de empezar. Jacob asintió con la cabeza y le besó en el pecho. —Tienes razón. Lo siento. —Todo está bien. Es nuevo para los dos. —Sí, realmente lo es. Me gustaría ver a Jackson y estar tan celoso de qué fácilmente todo lo consiguió. Ser gay, tener un novio. Parece que fue sin esfuerzo para él. —Es verdad. Pero tal vez lo tengamos de esa manera para nosotros, con el tiempo. —¿Eso crees? —Jacob se rió—. No estoy tan seguro. —Trabajaremos en eso, —prometió Walt—. Y tú, hay algo en lo que debes trabajar también. Jacob se puso rígido. —¿Qué? —Sólo en ser honesto. No estoy diciendo que espero que marches en desfiles o cualquier cosa, pero no hay ninguna vergüenza en ser lo que eres. Eres un gran tipo. Sólo quiero que todos lo sepan. Incluido tú. —Vas a conseguir hacer que se me empañen los ojos. Walt se rió. —Gamberro. Sólo piensa en ello. ¿De acuerdo? —Está bien. ¿Walt?

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—¿Hmm? —Estoy jodidamente muerto de hambre. —Ahora que lo dices, nunca llegué a cenar. Vamos, Vamos a vestirnos y salir a nuestra primera cita. —¿Taco Bell? —Oh, cita barata. — Sonrió Walt—. ¿Taco Bell y más sexo? ¿O más sexo y luego Taco Bell? Jacob se movió hasta que estuvo encima de Walt. Se inclinó para besarlo. —Lo segundo, definitivamente.

Fin

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Shawn Lane Shawn Lane cree que el amor y la pasión no conocen fronteras. Shawn escribe ambas historias de amor erótico envolviendo a los hombres en ambientes históricos o contemporáneos y romances inter-raciales entre hombres y mujeres. Shawn está siempre a la búsqueda de nuevas historias y nuevos personajes para crear, haciendo su vida en California.

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PROYECTOS

Staff Blue Sensation Traducción & Corrección Paqui Diseño de Portada Clau Formato y Diseño Pervy

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