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The Young & The Submissive The Doms Of Her Life 2 The Young & The Submissive Shayla Black Jenna Jacob Isabella LaPearl

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The Young & The Submissive

The Doms Of Her Life 2

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The Young & The Submissive

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The Young & The Submissive

Capítulo Uno

Los Ángeles... Martes antes de Acción de Gracias.

Macen “Hammer” Hammerman tensó la conversación mundana con su asistente, Raine Kendal, y se puso de pie, apretando las manos en el escritorio entre ellos. Aunque la puerta de su oficina permanecía abierta, no se le “permitía” hablar con ella de otro modo... estaban tan solos como habían estado en semanas. Era ahora o nunca. Él tenía algo importante que preguntar. —Dime una cosa, Raine. ¿Tu periodo está atrasado qué, cinco días? La sangre dejó el rostro de ella. —¿Qué…? Yo… ¿Cómo sabes eso? Porque era asunto suyo. Después de seis años de ser su mentor, cuidador y jefe, recientemente había cedido a su hambre feroz y la había follado de todos los modos conocidos por el hombre. E irresponsablemente, lo había hecho sin condón. Al admitir cuánto la deseaba, él no pareció poder detenerse. Pero el collar elaborado que ahora colgaba del cuello de Raine lo estrangulaba con un hecho indiscutible: ella tenía dueño. Estaba tomada. Completamente fuera de límite. Propiedad de otro. De ese hijo de puta, Liam O’Neill. Su antiguo mejor amigo. —Como fuerte tu teoría de que siempre he visto a través de ti, ¿no? ―Sonrió él— Desde que llegaste a Shadows, he seguido tu ciclo menstrual mes a mes. Prometiste que me harías saber si tenías así fuera un minuto de retraso. He estado esperando.

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Ella fingió mirar entre las páginas de su libreta. —Te prometí contarte si estaba embarazada. Ahora, no sé nada. Necesitamos terminar de hablar del menú de Acción de Gracias. Espero que hayas comprado salsa de arándanos. —¿Salsa de arándanos? ¿En serio? ―Ladeó la cabeza, con tono de advertencia. —No hagas esto, Hammer. Él se acercó. —En caso de que lo hayas olvidado, era mi polla la que se metió en tu coño, preciosa. Así que no me callo hasta que me des una respuesta. Un rubor rosado cubrió de repente las mejillas de ella. Hammer sonrió. Ella no había olvidado la pasión que ambos habían compartido más que él. Eso lo tenía acosado, día tras día, noche tras noche… Raine se puso de pie, apretando su libreta y su lápiz. —Tengo suficiente para el menú. Hemos terminado aquí. —No hemos terminado. —Ladró él— Siéntate. Ella lanzó sus cosas sobre el escritorio y cruzó los brazos, mirándolo con furia. Las cimas de sus abundantes pechos salieron por el escote en V de su camiseta. Se veía sexy cuando estaba molesta. —¿Para que puedas acosarme otra vez? Sí, Raine lo vería de esa manera. Cristo, él necesitaba reconsiderar la confrontación, encontrar cómo sacarle la información sin angustiarla mucho más. —Para que podamos terminar de hablar. No es mi intención molestarte. —Murmuró él. Ella lo miró escéptica. —Siéntate, por favor. Él esperó hasta que le obedeció, y se sentó frente al escritorio. —Tú sabes que normalmente yo prefiero comer vidrio antes que disculparme, pero te lo debo porque esta disculpa supera mi orgullo. Esa noche, mi necesidad por marcarte como mía me abrumó por completo el juicio. Fue egoísta y desconsiderado de mi parte. Lo lamento. Raine suspiró, abandonando algo de su ira.

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—Estabas ebrio. —Eso es mucho peor. Estaba también molesto. Y herido. Para mí, la reclamación de Liam sobre ti no significó una mierda. Te jodió la cabeza y jugó contigo, como lo hizo conmigo. —Tú no eres quien decide si mi relación con él es insignificante. Yo tenía miedo y Liam se ocupó de mí. Aún lo hace. Un hecho que Hammer odiaba. —¿Por qué crees que él se interesó tanto en ti? —¿Por qué te importa? Tú y yo fuimos un error. Supéralo. Yo ya lo hice. Para nada1. —Yo te hice el amor esa noche, Raine. Ella se retorció y miró a otro lado. —Y tú “amor” fue tan relevante que no pudiste esperar a la mañana siguiente para decirme que no era lo suficiente mujer para ti. Hammer se inclinó sobre el escritorio y la tomó por la barbilla, obligándola a mirarlo. —Hace dieciséis días, diez horas y treinta y siete minutos, escuchaba tus gritos de éxtasis mientras estaba dentro de tu dulce y pequeño coño. Y tú fuiste tan mujer que eso me cambió. Raine se estremeció con su agarre. Intentó actuar como si ello no la afectara, pero él la conocía demasiado para creerlo. —¿Entonces ya no quieres una esclava para encadenar a la cama todas las noches? —Siempre querré eso. De hecho, él podía imaginársela así, con su collar, desnuda, húmeda, de rodillas… él se tragó su excitación. Raine no estaba hecha para esa clase de sumisión, y él no podía esperar que ella cambiara por él. —Pero siempre te he deseado también. —La soltó a regañadientes— Y cada vez que te sometes a Liam, puedo escuchar al hijo de perra sobre ti a través de los muros. Me duele como un diablo, pero así os escucho y recuerdo tu sabor sobre mi lengua. —Para.

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El pulso se aceleró en el cuello de Raine. Empujó la silla hacia atrás y se giró para ir a la puerta, dejando su libreta y su lápiz atrás. Hammer se apresuró alrededor de su escritorio y la tomó por el codo. Él había intentado no anhelarla. Imposible. Cabello negro, labios rosados, piel de porcelana. Asombrosa. Sensual. De corazón noble. Durante semanas, había luchado por superar su adicción a Raine, pero cada vez que la miraba, sospechaba que iba a recaer muy pronto. —Suéltame. Su respiración parecía acelerada. Entrecortada. Excitada. —Por favor. —Dame un minuto más. —Mientras la acercaba, ella tembló— Durante seis años, no fui sincero contigo sobre cómo me sentía. También lamento eso. —La giró y miró sus ojos azules— Pero no me voy a disculpar por tocarte. Eso sería mentir. Él había dicho lo que podía sin confesar que la amaba y siempre lo haría. —De verdad, Hammer. No puedes decir cosas así. —¿Demasiado sinceras? Ella vaciló. —Inapropiadas. —Pasamos el límite de lo inapropiado cuando Liam… Se metió hasta las bolas en tu culo virgen y yo tuve que mirar cómo lo disfrutabas. Hammer se aclaró la garganta. —Te reclamó. Las negras pestañas de Raine cayeron tan suavemente sobre sus mejillas mientras cerraba los ojos. —Macen… —Ya está hecho. Tú pareces tener todo lo que habías deseado. Si Liam te hace feliz, me alegro. O al menos eso intentaba. Pero estar así de cerca de Raine y saber que no podía deslizarla debajo de él de nuevo le estaba lacerando el control. Ella resopló.

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—Tú jamás has tolerado que nadie te meta humo por el culo. Tampoco yo. Hammer se acercó más, apenas resistiendo la urgencia de frotar su dura polla contra ella. —¿Qué quieres oír? ¿Que no es de humo de lo que quiero llenarte el culo, preciosa? Ella se tensó. —Creo que has dicho suficiente. Porque ella le pertenecía a Liam. Sí, como no. Hammer suspiró. Él había sido el centro de la vida de ella por años. Ahora Liam se la había robado y tomado su lugar. El único consuelo de Hammer era que él sospechaba que ella compartía mucho menos de ella misma con el cretino irlandés. Su comportamiento obstinado y a veces reservado estaba muy lejos de la deferencia amorosa que un Amo buscaba de su sumisa. Lo que significaba que ella probablemente no le contaría a Liam de esta conversación. Debería, pero… esa era Raine. Él amaba su independencia, incluso si eso le hacía a veces desear molerla a nalgadas. La zorra necesitaba una guía firme. Podía parecer frágil por fuera, pero su voluntad podía ser de acero. Distraídamente, Hammer se preguntó si Liam podía darse cuenta que al mimar a Raine en exceso no le daría los límites que ella necesitaba antes de chocar y estallar. —Tienes razón. —Sonrió con cautela— Pero soy sincero. —Si no tienes nada más, déjame ir. Tendré la cena de Acción de Gracias lista el jueves a las tres. —Una pregunta más. ¿Alguna vez has tenido un retraso? No puedo recordar una sola vez. Ella cerró los ojos. —Déjalo estar. —No. No me responsabilicé de ti como debí esa noche, pero por Dios, lo haré ahora. Si tu periodo no ha llegado para el Viernes Negro, no irás de compras. Te llevaré al doctor. Raine se deshizo de su agarre.

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—Yo puedo perfectamente ir al doctor sola. —Pero sé que no irás sin que te presione. Considérame tu 'bulldozer'2 personal. —Ya no soy más tu responsabilidad. Soy la de Liam. ¿Y eso no era una patada en las pelotas? —Quiero ser muy claro, Raine. Si esa prueba da positivo, todo cambia. Todo. Me ocuparé de ti... en todos los aspectos. —Tengo que irme. —La voz se le rompió a Raine. En una oscura ráfaga de cabello oscuro, encaje y arandelas, Raine salió por la puerta. Hammer corrió de su silla, encerrándola entre la pared y su cuerpo, respirándole en la nuca. Dios, ella olía tan bien. Miedo, deseo, terror... él sintió todo eso emanando del tembloroso cuerpo de ella. —Hammer… Haciendo acopio de todo su control, él se alejó, intentando no torturarse con lo que no podía tener. Casi tres semanas sin una mujer... sin ella... estaba matando su control. —Te dejaré huir por ahora ya que es lo que mejor sabes hacer, pero no dejaré esto así. Quiero que estés lista el viernes a las ocho de la mañana.

Liam O’Neill apretaba la cajita en su mano mientras ensayaba el discurso en su cabeza una vez más. Rezaba porque este paquete contuviera la llave a su futuro con Raine. Tal vez ellos podían finalmente encontrar la maldita felicidad... y él podría convencerla de lo que pretendía decirle.

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¿Ella dejaría de acumular trozos de sí misma? Por supuesto, se alejaría al principio, pero necesitaba esto. Un día, estaría de acuerdo. Como si sus pensamientos la hubieran invocado, su pequeño gato montés salió corriendo de la oficina de Hammer y corrió a toda prisa por el pasillo, con los puños apretados. Casi se estrelló contra él. Él guardó la caja en su bolsillo. —¿Raine? Ella se detuvo en seco, temblando, con los ojos azules abiertos del pánico. La furia de él... siempre a fuego lento estos días... comenzó a hervir. Hammer, ese infeliz, la había agitado. La necesidad de protegerla se apoderó de Liam poderosamente mientras la tomaba por los hombros. —Dime qué pasó. De inmediato, los muros de Raine se elevaron, y ella se cerró. Aquí vamos otra vez… Todos los días la misma mierda... él luchando por alcanzarla y ella escondiéndose detrás de sus defensas. Hasta ahora, ninguna cantidad de elogios o paciencia la había convencido para que creyera en él. Después de un par de semanas como su Amo, él solo había visto un pequeño trozo de su alma. La mayoría de los hombres se hubieran rendido con ella, pero el divorcio de Liam había probado que si quería una relación duradera, tenía que intentarlo más. Jamás se había molestado en llegar al alma de su ex esposa o le había mostrado la suya a Gwyneth. No podía cometer ese error con Raine. Ella se había apoderado de su corazón, apretándolo más fuerte cada día hasta que llegó a preguntarse si podría tan siquiera respirar sin ella. No tenía una maldita idea si ella alguna vez le amaría, pero haría lo necesario para ganarse su confianza. Liam la inmovilizó en la pared. —Te hice una pregunta. Contéstame. Ella intentó liberarse. —Nada.

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Una evasión y una mentira. Diablos. Tal vez las cosas serían diferentes si pudiera convencerla de dejar Shadows, a Hammer, y todas las distracciones. Tal vez podría ganársela. Pero Raine se negaba a irse. Este era el único lugar en el que había conocido la seguridad, y se sentía obligada con Hammer por acogerla cuando era una niña fugitiva. Pero esa no era la única razón. ¿Cuánto más estaría languideciendo por un hombre que no quería darle nada de sí mismo que no estuviera temporalmente hinchado? —Dime la verdad. —Le exigió. La preocupación le arrugó las cejas negras, tensando su delicado rostro. —Solo abrázame. Por favor no me sueltes. Su súplica le llegó a él al corazón y la acercó. —Con gusto, amor, apenas me digas qué te hizo Hammer. —No hablemos de él. De nada. Ella le tomó por las solapas y lo besó suavemente. Luego lo hizo otra vez. Su siguiente beso se volvió urgente. Él se hundió en su dulce boca por un momento, sabiendo que debería alejarse. Demasiado a menudo, Raine lo tentaba a llevarla a la cama, desnudarle el coño y hundirse en ella cuando quería desviar su atención. Más de una vez, él se perdía en el placer que eclipsaba todo menos el deseo explosivo entre ellos. Cuando él sucumbía, nunca discutían lo que le perturbaba a ella... lo que a ella le venía bien. Para Raine, hablar de sus problemas era algo parecido a arrancarle la piel en tiras. Pero ella no había sonreído durante una semana. Ceder ante su manipulación no iba a ayudarla. Liam se obligó a alejarse. —Espérame en nuestra habitación. Estaré allí en unos minutos. —Solo olvídalo. Por favor. —Le suplicó Raine con otro beso desesperado— Prefiero estar contigo. Él la miró con seriedad. —¿Qué parte de “espérame” no entendiste? —No es importante.

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—Yo decido eso. —Él señaló el pasillo— Ve. Con un suspiro, ella caminó por el pasillo, con los hombros tristemente hundidos. Liam apretó los dientes con culpa. Solucionar este desastre la ayudaría más que el sexo. Respirando profundamente, la vio desaparecer en su habitación, y se dirigió a la oficina de Hammer. Preparándose, Liam abrió la puerta de golpe y entró. El bastardo levantó la mirada de su papeleo y arrugó la frente. —¿Qué putas acaba de pasar? ―Le exigió Liam— Dejo a Raine pasar unos minutos contigo y sale angustiada. —No vengas a mi oficina buscando pelea, O’Neill. No te gustará cómo podría terminar, y tampoco a Raine. Por alguna razón, a ella le gusta tu cara tal como está. —¿Qué le hiciste a mi sumisa? ―Rugió. Hammer se levantó con tanta fuerza, que su silla rodó y golpeó el gabinete de metal detrás de su escritorio. —¿Te preocupa que le haya agarrado las tetas? ¿O que le haya tocado el coño? ¿Qué me la hubiera follado? ¿Todo eso con la puerta abierta de par en par? —La deseas. Así que con puerta abierta o no, no importa si piensas que puedes salirte con la tuya. Eso es seguro. —¿Qué te dijo Raine? ¿O no has encontrado cómo hacerla comunicarse contigo? Él cruzó los brazos sobre el pecho con una sonrisa despectiva. —Quiero tu versión. Hammer resopló. —Entonces no te contó ni mierda. Déjame darte un consejito: necesitarás una palanca para abrirla cuando sus muros se levanten, como lo hace ahora mismo. —Eso no es un secreto. Yo me ocuparé de ello. ¿La tocaste, sí o no? —No rompí el código de conducta. —Se acomodó la chaqueta de su traje.

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—No finjamos que honrar el código significaría una maldita cosa para ti si no fuera por la desaprobación de los demás Dominantes. Respeta a Raine lo suficiente para no hacer esta situación más difícil y dime qué pasó. —No la estoy haciendo más difícil; estoy asegurándome de que regrese a mí cuando te des cuenta de que ella es más de lo que puedes manejar. Yo sé cómo manejarla. La suave amenaza en la voz de Hammer se arrastró por la espalda de Liam. Él se tragó un insulto. Necesitaba respuestas más que una pelea... sin importar cuánto deseaba pelear. Hammer lo culpaba por perder a Raine, obviamente con tanta rabia que él apenas podía ver con claridad. Y Liam no podía olvidar... o perdonar... que Hammer hubiera hecho su mejor esfuerzo por plantar una semilla en el vientre después de que Liam la hubiera reclamado como suya. Él se frotó el nudo en la nuca, mirando a Macen. —Si ella te importa en lo más mínimo, pon sus necesidades primero por una vez. Dime que la tiene agitada. —No me tomé ninguna libertad, así que deja de tocarme las pelotas. —No me importan tus pelotas. Estoy aquí para proteger a Raine. —¿Si? ―Hammer lo miró duramente— Tú no pareces muy preocupado. ¿Sabes cuántos días tiene de retraso? Diablos, yo sí. Ese fue un golpe proverbial en el estomago. La visita mensual de Raine no ha llegado… tal como había sospechado. Liam cerró los ojos, casi cayéndose ahí mismo. Hammer sabía la respuesta a la pregunta que Liam le había hecho a Raine muchas veces. Sin importar cuánto Liam había intentado preguntárselo, ella había evadido la verdad, aunque tal vez estuviera embarazada de otro hombre, no era su maldito problema. ¿Qué más le estaba ocultando? Era hora de abrir a Raine y averiguarlo. Liam se dio la vuelta y abrió la puerta. —Espera. —Lo llamó Hammer— Quiero que sepas que esa noche con Raine fue la única vez que no me protegí desde Julieta. Estoy limpio. Ella realmente está asustada y a la defensiva. Es cómo maneja sus problemas. No cometas ningún error con ella.

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Liam no se dio vuelta, sólo apretó los puños. —Jódete.

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Capítulo Dos

Raine caminaba, retorciéndose las manos, con la cabeza enredada en mil pensamientos. Maldita sea, siempre dejaba que Hammer la hiciera perder el control. ¿Por qué no lo había sacado todavía de su sistema? Se mordió el labio. En tres días, la iba a obligar a decir la verdad y eso la aterraba. ¿Y si estaba embarazada? Dios, ¿tan siquiera sabía cómo sentirse al respecto? Por un lado, bendecida. Le encantaban los niños. Amaba a Hammer. Amaba la idea de que sus seis años de amor no correspondido hacia él diera un fruto. Por otro lado, si llevaba en su vientre el hijo del antiguo amigo de Liam, no esperaba que él se quedara. A pesar de su seguridad, ¿por qué lo haría? Mientras se tocaba el collar, Raine sintió que su expresión se derrumbaba. Llorar no cambiaría el hecho de que amaba a dos hombres diferentes por diferentes razones. Si Liam la dejaba… bueno, no tenía a nadie más a quien culpar por su estupidez, salvo a sí misma. De repente la puerta se abrió, y se giró para mirarlo, preparándose para la confrontación que desesperadamente intentó evitar. Parecía entre sombrío y furioso. Su corazón se hundió. No tenía duda de lo que Hammer y él habían discutido. Hoy había recibido el mensaje fuerte y claro de que Macen quería separarla de Liam. Un tema haría eso muy rápido. Raine corrió hacia él y se lanzó a sus brazos, bastante consciente de que si las cosas resultaban como temía, este podría ser el último abrazo que le daría. Se aferró a él e inhaló su olor almizclado. Él era todo un hombre. Su roca. Su consuelo más grande. Su amante más tierno. Y se le estaba escapando de las manos por que era un eterno desastre. —Liam… ― presionó sus labios sobre los de él, incitándolo a devolverle el beso, la colocara en la cama y olvidara todo lo demás.

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Él le tomó el rostro y la estudió. Sus ojos oscuros que usualmente la acariciaban con tanto cariño ahora la abrían como con un bisturí. —Necesitamos hablar. El pánico le apretó el corazón mientras Liam la dirigía a la cama. Aunque Raine sabía que le debía explicar sus problemas, eso sólo lo hizo más real. Mientras se hundía en el colchón junto a él, ella miró su hermoso rostro. Sus ojos atormentados le destrozaron el corazón. Ella le había hecho esto, había tomado a este hombre fuerte y hermoso y lo había deshecho. La culpa la golpeó —¿Podemos hablar después? Le acaricio el pecho, dejando su mano ir más y más abajo… ―Te he extrañado. —Sus ojos se llenaron de lágrimas— Te lo pido. —No hay nada que disfrute más que enterrarme entre tus piernas, mi amor, pero no me puedes desviar de esto. No intentes detenerme. Si tuvieran esta conversación ahora, sólo terminaría en desastre. —No hay nada de qué hablar. Hammer y yo discutimos. Estábamos discutiendo el menú de Acción de Gracias y… —¿Acción de Gracias? ―Él arrugó la frente— ¿Entonces hiciste tus propios planes? Ella parpadeó confundida. —No planeé nada por mi cuenta. Sólo asumí… siempre cocino para Hammer. Inmediatamente, vio que Liam se había tomado sus palabras de manera equivocada. —Lo que quiero decir es, que siempre cocino para que él pueda brindar una cena de Acción de Gracias a los “huérfanos” del Shadows. Tú sabes, los que no tienen familia o a dónde ir. Lo pasarían solos si no les hago la cena, y es demasiado tarde para contratar un servicio de banquetes. Liam maldijo. ―¿Y cuando pensabas decírmelo? ¿Estoy tan siquiera invitado? —¡Por supuesto! ―La consternación la atravesó. Él se veía molesto. Pero peor, se veía herido.

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—Supuse que tú sabías de la cena del grupo. La hacemos cada año, pero… Oh no. Una ola fresca de preocupación le sobrevino. —Pero tú no has estado lo suficiente para saberlo. Lo siento tanto. La expresión de él no se suavizó en lo más mínimo. Raine tragó. —De veras. He estado tan… ―Preocupada— Ocupada. No me di cuenta que jamás lo mencioné. —Tenía una sorpresa planeada para solo los dos. Mierda, ella seguía abriendo un hueco dentro de él. —Ni siquiera pensé que quisieras hacer algo. El año entrante… Raine no pudo terminar la frase. El año entrante, si la naturaleza seguía su curso, ella tendría un bebé y Liam se habría ido. Incluso la idea la llenó de terror. Pero, ¿qué más podía hacer? Hammer y los demás contaban con ella. Servir esta cena cada Acción de Gracias era uno de sus más grandes placeres. —Si podemos hacer lo que hayas planeado el jueves por la noche, me encantaría y estaría honrada de ir contigo. —Ella se arriesgó. Y tal vez, si tenía suerte, Liam la tendría en otro lado el viernes para poder evitar a Hammer y la cita médica con la que la había amenazado. Sí, estaba postergando lo inevitable, pero no podía enfrentar el futuro ahora. Él la miró con ira, con el rostro intimidante. Raine se apresuró para tranquilizarlo. —Jueves por la noche, habré terminado con mis responsabilidades aquí y seré tuya de nuevo. —¿Y ahora no eres mía, sumisa? ―Él se levantó imponente— ¿Sólo soy tu Señor cuando te conviene? Oh, mierda… —No es eso lo que quise decir. Claro que soy tuya. Liam normalmente no era adepto a protocolos y títulos, pero ella no podía dejar de comportarse. Raine resistió la urgencia de encogerse contra el cabecero de la cama. —Señor.

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El título no tuvo casi impacto en él. Él aun la miraba con ira, con los ojos llenos de desaprobación. —No lo olvides. —No, Señor. Dios, odiaba sentirse indigna, como si nunca hiciera nada bien. —¿Y la Acción de Gracias que tenía planeada para nosotros? La echaré por el puto retrete. El terror se elevó en ella. —Me siento terrible por decepcionarte, especialmente en Acción de Gracias. Quiero disfrutar lo que planease pero no puedo dejar de lado a los otros veinticinco. ¿Cómo puedo compensarte? —Diciéndome cuántos días tienes de atraso. Ella sintió que la sangre abandonaba su rostro. —Te dije la semana pasada que no tenía ningún atraso. Él elevó una ceja. —¿Y esta semana? —Liam… —¿Cómo me llamaste? ―Él ardió, enredando una mano en el cabello de ella, lo suficiente para que sintiera el ardor. —Señor. —Mejor. Ahora contéstame. Hammer aparentemente sabe exactamente cuántos días tienes de atraso, mientras yo no tengo la mínima idea. Maldito sea Hammer por no tener la boca cerrada. —No le dije nada. Él ha estado contando los días. He intentado no molestarte a ti... ni a nadie... hasta que supiera algo a ciencia cierta. —Debes tener alguna idea si estás embarazada, Raine. —¿Cómo debería? Jamás me he preocupado por algo así. Liam se alejó y entró en el baño de la habitación. Después del crujido de algo plástico, él regresó un momento después, con una caja en la mano. La lanzó en la mesa de noche. Una prueba de embarazo.

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A Raine se le detuvo el corazón. —Compré esto para ti anoche. Terminemos con la angustia. —Liam se cruzó de brazos— Háztela. Ella se alejó. —Por favor, no me hagas hacer esto… Su súplica no hizo absolutamente nada, sino enfriar más la expresión de Liam. —He sido paciente. Lo había sido, como siempre. Ella no tenía derecho a esperar más. Pero lo necesitaba tanto. Raine sacudió la cabeza. —No puedo. Estoy demasiado asustada para orinar en ese palito y averiguarlo. Me asusta que la verdad te aleje de mí. Eso fue lo más sincera que su valor le permitía ser. A Liam se le torció la boca en una mueca desaprobatoria. —¿Es por eso que tú y Hammer pelearon? Ella asintió. —Me amenazó con llevarme al médico el viernes si no me llegaba el periodo. —¿Y querías evitarlo tanto, que ibas a “dejarme” llevarte lejos el jueves por la noche, después de la cena en el Shadows? —No, realmente quiero estar contigo. —Se ahogó ella— Lo siento. Por la prueba, por la cena… ― intentó, pero nada podía detener sus lágrimas— Por todo. —No quiero que lo lamentes. Quiero que seas sincera. —Gritó él— Ábrete y dime qué te molesta. Tus miedos. Tus inseguridades. Qué putas quieres de cenar. Si estás embarazada o no. Estoy enfermo y cansado de estar en la oscuridad. No quiero ser el maldito idiota que usas para esquivarlo todo. —No lo eres, lo juro. Liam… tengo miedo. —Sé que lo tienes, pero si no te enfrentas a la verdad ni confías en que yo pueda ayudarte… ― apretó los dientes— Entonces mis manos están atadas. La vergüenza cubrió a Raine. Sabía que no compartía con Liam sus cosas como debiera.

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Él había descubierto su alma una vez, y desde entonces se había escondido detrás de sus muros. Ellos no podrían tener un intercambio genuino si seguía así, pero la ansiedad la hacía cerrarse a él. —Lo estoy intentando. No podía detener las lágrimas de pesar. —Puede que no me creas… —Te creería si te hicieras la maldita prueba. Raine se cruzó de brazos, con cada musculo de su cuerpo temblando. —No estoy lista. No puedo enfrentarlo. Todavía no. —¿Cuánto necesitas? ¿Cuántos días son suficientes? ¿O seguirás enterrando la cabeza en la arena cuando des a luz? —¿Cuánto necesitaría para aceptar que mi vida podría cambiar y que podría perder a quienes significan algo para mí? ―Le gritó derramando lágrimas— Sé que has sido paciente. Sé que no estoy siendo lógica. Sé que estás molesto. Lo estoy intentando. —No, lo intentaste cuando te tuve sola en mi cabaña. Te abriste esa noche. En el minuto que te traje de regreso aquí para “ayudar” a Hammer porque él te necesitaba desesperadamente… ―Liam rodó los ojos— Te detuviste. Sólo me has dado mierda desde ese día. Claramente sobrevaloré tu deseo de someterte a mí. —No lo hiciste. Para nada. —¿Entonces cuál es tu problema? Te he dicho una y otra vez que estaré contigo, sin importar lo que pase. Pero es como hablarle a una pared. —Él echó las manos al aire. —¿Porque ningún hombre le ha mentido a una mujer? —¿Cuándo te he mentido, Raine? ―La boca se le tensó en una línea fina, él la soltó— No tengo nada más que decir ahora. Liam le dio la espalda. El shock le bloqueó a ella el sistema, seguido de una inundación helada de culpa. Él no le había mentido a ella... nunca. Su padre sí. Hammer sí. Y había acusado a Liam por los pecados de ellos dos. Raine se puso de pie, mirando los amplios hombros masculinos, su espalda musculosa, sus puños apretados. Se obligó a acercarse a él.

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—Eso fue injusto. Lo siento… Liam… tienes razón. Siempre has sido maravilloso. No sé cómo puedo merecerte. Ninguna disculpa o desagravio verbal iba a llegarle ahora. Raine quiso contarle a Liam cuánto lo amaba, pero decirlo ahora podría parecer falso. Y verse tan vulnerable ante él la petrificaba. Dios, ella era como un yo-yo, debatiéndose entre revelar la vulnerabilidad que él esperaba de ella y ocultarse detrás de sus muros como una cobarde. Raine sabía que no podía seguir conteniéndose así, pero los años de miedos e inseguridades no se irían tampoco de la noche a la mañana. Y esa prueba en la mesa de noche... el elefante en la habitación... sólo agrandaba todo. —No sé qué decir. —Admitió ella— Siempre me las arreglo para arruinar todo lo bueno que me pasa. Y tú has sido lo mejor. Reunió el valor para tocar el hombro de Liam, pero él se alejó. Su rechazo la hirió como si la hubiera golpeado. —Por favor, no me alejes. —Raine sorbió, muriéndose por dentro— Quiero abrirme y compartir todo contigo… estoy intentando confiar en ti y creerte. Pero jamás he hecho esto con nadie. Sinceramente, estoy perdida. No estoy siendo una perra. Él se giró con la mirada estrecha. —¿Acabas de decir una palabrota frente a mi? Raine se estremeció. —Se me salió. Lo siento. Seguía jodiéndolo todo con sus palabras. Él estaba demasiado molesto para escucharlas ahora de todos modos. Era hora de demostrarle a Liam cuánto significaba él para ella. Sabía que solo había una manera de hacerlo. Con dedos temblorosos, Raine se quitó el top de encaje, se deshizo de su falda corta, se desabrochó el sostén, y se quitó la última barrera, su tanga. Con manos temblorosas, ella dobló todo a sus pies y se arrodilló, agachando la cabeza. —Castígame, Señor. Me lo he ganado. —Más que eso. Mientras el peso de sus palabras cayó sobre ella, Raine sintió cómo la mirada de Liam la rastrillaba, la quemaba. No podía dejar de temblar.

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—¿Amor? Una gota de persuasión cubrió la voz de Liam mientras enganchaba un dedo bajo su barbilla y la levantó. Ella no tenía más opción que mirarlo. —¿Me tienes miedo? A pesar de su tamaño y fuerza, Liam era un hombre de buen corazón. Por supuesto, él la había castigado antes, pero siempre de modo que ella reflexionara más que sentirse herida. Ahora, él estaba en modo Dominante grande y malo. Aunque ella jamás había visto este lado de él, no la asustaba. De hecho, por más ansiosa que estaba, su poder era como un faro y quería seguir esa luz. —No, Señor. Nunca. —Entonces preséntate. Se le anudó el estomago mientras se inclinaba al frente y colocaba las manos sobre la alfombra hasta que se estiraron sobre su cabeza. Con el trasero levantado de sus talones, se arqueó en ofrenda para él y descansó la frente sobre la alfombra. Entonces Liam se arrodilló a su lado. —Mírame. Su tono controlado le envió a Raine un escalofrió por la espalda. Se obligó a obedecer, preparándose para lo peor. El calor de su cuerpo la rodeaba. Su cálido aliento flotó sobre su oído. —Sé que tienes miedo y estás preocupada con las “posibilidades”. Pero te he dicho una y otra vez que espero que compartas todo conmigo. No lo estás haciendo. Su corazón quería hacerlo, su cabeza aún no lo había entendido. —Cinco días. —Su voz tembló— Tengo cinco días de atraso. Liam respiró profundo como si le hubiera golpeado con sus palabras. Raine cerró los ojos. —Te dije que me miraras. Ella tragó fuerte e hizo lo que él le ordenó, deseando que no la obligara a ver su decepción. —¿Tus ciclos son irregulares? —No desde que viví con mi padre. Pienso que el estrés lo causó. Estoy ahora bajo mucha presión.

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—Finalmente algo de maldita sinceridad. ¿Era en verdad tan difícil de decírmelo? Se mordió el labio. —No sabía cómo comenzar la conversación del tipo... “Hola cariño. Me preocupa que de pronto esté embarazada de tu mejor amigo”. —Hazte la prueba. —Me asusta que el resultado te decepcione. Odio eso. —Las lágrimas volvieron— Tanto. El silencio se alargó. El dolor y la frustración le llenaron el rostro a Liam. Dios, seguía lastimándolo. Tal vez sería mejor que se fuera. Odiaba quedarse donde solo empeoraba las cosas, y la urgencia de escapar ahora le aplastaba el pecho hasta que no pudo respirar. Pero él y Hammer tenían la razón; ella siempre huía. No podía decir sinceramente que había hecho su parte de mantener una relación si se iba ahora. —Di algo, por favor… Liam se sentó de nuevo en la cama y su rostro se cerró. —Colócate en mi regazo y abre los muslos para mí. Muéstrame tu coño. Quiero ver lo que es mío. Raine se levantó y se acercó, sabiendo que cualquier muestra de incertidumbre sólo haría el castigo más doloroso... y no físicamente. No se preocupó por eso. Pero ¿mentalmente? ¿Emocionalmente? Intentó sostenerle la mirada, pero él vio a través de ella. Se volvió a inquietar. Pero aun así encontró el valor de acomodarse en el regazo de Liam. —Dime tu palabra de seguridad. —París. —Dijo con un suspiro. Liam asintió brevemente. —Cuenta hasta que me detenga. Raine respiró hondo, sabiendo que le iba a azotar el trasero en cualquier momento. En cambio, él la hizo esperar. Se retorció, preguntándose cuándo iba a comenzar. Los segundos se alargaron hasta ser minutos, los que parecieron días. Aún así, él no hizo nada por un rato largo y silencioso mientras solo miraba la espalda vulnerable y desnuda. Ella resistió la urgencia de removerse.

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Finalmente, él le azotó el trasero marcándole la mano sobre la piel. Le ardió como lava ardiente y rezumante. Y era raramente calmante. —Uno. Ella sollozó. Él siguió. Hoy, él no la preparó ni se contuvo. Cada palmada picaba como una perra. El dolor crepitaba sobre su piel, le ardía hasta la carne. Él la atizó por completo. Ella se concentró en la sensación que él le brindaba y la acogió. Lentamente, con cada golpe rítmico, la cacofonía de pensamientos gritándole en la cabeza se calló. De repente, había una bendita paz, rota solo por el whoosh de su mano, la palmada y su eco reverberando por la habitación, los sonidos agudos de su voz gritando el conteo, la respiración pesada de él… antes de que el ciclo comenzara de nuevo. En algún punto del camino, perdió la cuenta y se perdió a sí misma, desvaneciéndose en un espacio amoroso donde comenzó a flotar lejos de todos sus problemas. De todo menos de Liam, su ancla. Su amor. Raine no supo cuánto tiempo pasó cuando la azotaina se detuvo abruptamente. Sus músculos se sentían como chocolate derretido, sus pensamientos como miel rezumante. Sintió el olor masculino mientras él acariciaba su piel caliente con su gran mano. Largos momentos pasaron mientras abrazaba la pierna de Liam, aferrándose fuertemente a él. —Gracias, Señor. Me siento más calmada. Cuando se sentó en el regazo de Liam, él le acarició la espalda y la acunó en su pecho. La cabeza de Raine se echó para atrás, y lo miró, sintiendo el corazón en los ojos. Eso no la asustó tanto como solía hacerlo. —¿Cómo haces eso? ―Susurró Raine— ¿Cómo sabes siempre lo que necesito? —Ojala lo supiera. No finjo tener todas las respuestas, pero estoy aquí y puedo soportar la carga. ¿No te das cuenta cuánto necesito hacer eso por ti? —Lo prometo, lo intentaré más. Él suspiró. —Deja de decirme lo que piensas que quiero oír. Demuéstramelo. Raine quiso complacerlo. —¿Cómo?

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Liam no le contestó, solo la levantó y la acostó en la cama, le ató las muñecas con las esposas pegadas al cabecero, y le tomó los tobillos abriéndole las piernas. A pesar de su angustia, la excitación surgió. Ansiaba su atención, pero la calmaba querer complacerlo. Raine supo que no merecía un premio, pero lo necesitaba desesperadamente. Él se arrancó la ropa, dejándola tirada donde estaba de pie. Ella lo miró con hambre. La vista... mandíbula fuerte, pecho grande, abdomen marcado, muslos firmes y una polla dura entre ellos... la hizo anhelarlo. Su piel firme saltó con necesidad mientras él se arrastró entre sus muslos abiertos. Con un brillo feroz en sus ojos, él se cernió sobre ella y se acarició la larga y gruesa erección. Un maullido de impaciencia se deslizó por la boca de Raine. —¿Es esto lo que quieres, Raine? ―Con su mano libre, arrastró su dedo a través de los pliegues de su hendidura húmeda y provocó su clítoris— ¿Qué necesitas? —Sí, por favor, Liam. En vez de darle más, él retiró su dedo. Su expresión quedó en blanco. —Señor. Lo siento. Señor. Por favor. Él no le dio lo que quería. —¿Te gusta cuando me entrego a ti? ¿Te hace sentir cerca de mí? Ella asintió. —Sí. —¿Te hace sentir atesorada? —Sí, Señor. —Te gusta ver cómo me acaricio, ¿cierto, Raine? ¿Te pone el coño jugoso de deseo? ¿Quieres mi dominación? ¿Ansias que te folle? Ella asintió febrilmente. —Siempre. —Ah, amor. —Murmuró él— ¿Cómo me deseas? ¿En tu culo? ¿Hasta tu garganta? ¿Llenando ese coño apretado hasta que pierdas el sentido de tanto desear estallar sobre mí mientras te corres? Él frotó su apretado clítoris. Ella gimió con total súplica, su mirada sujeta a cada uno de sus movimientos, rogando en silencio por más.

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—De cualquier modo. De todos modos. —Gritó ella. —Me doy cuenta que me deseas. Su voz ronca y sedosa reverberó en el oído de Raine. —Puedo oler tu excitación. —Liam… ―gritó casi sin aliento. Entonces la voz de él se endureció como el acero. —Pero no creo que entiendas, Raine. Me contarás lo que te duele, lo que te quita el sueño, lo que te asusta y lo que te molesta, lo que te hace reír y lo que te anima y cada puta cosa en medio porque eres mía. Hasta ahora no me has nada más de lo que puedo arrancarte a la fuerza. Incluso así, te andas por las ramas, aferrándote a mí con tu cuerpo suave y batiéndome las pestañas para distraerme de tus problemas. Te he dado mucha cuerda. Todo lo que has logrado es colgarte sola. Sus palabras se deslizaron hasta los huesos de ella con culpabilidad. Desde el momento en que él se le acercó para proponerle ser la mejor sumisa que podía ser hasta este momento, él intentó todo para llegar a ella. Pero seguía medio congelada... enamorada de él pero indecisa. Ansiando entregar todo pero aterrada. —Sé que necesito hacerlo mejor. —Necesitas decidir lo que deseas. —A ti, Liam. Siempre tú. Tus caricias. Tu aprobación. Tu comprensión. —Entonces tienes que hacer tu parte. No toleraré solo un esfuerzo a medias o la mitad de tu alma. Ya no más. Lo decía en serio. Raine vio la gravedad en su rostro adusto, en el duro brillo de sus ojos. Si quería conservarlo, tenía que encontrar el valor de entregarse. Tenía que averiguar cómo darle el poder de lastimarla y confiar en que no lo haría. —Lo sé. —Contestó Raine— Eres tan capaz de hacer a una mujer sentir especial y cubrirla de devoción. No vio lo que podía darle a cambio y, ¿no sonaba eso patético? —Siento que no te traigo más que problemas. ¿No preferirías sólo tener mi cuerpo?

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—Ya tengo tu cuerpo, sumisa, abierto y húmedo tal como yo lo deseo. —De nuevo la provocó en el coño, deslizando su pulgar hacia arriba para frotarle el clítoris mientras insertaba primero uno, y luego dos dedos a través de su crema y en su profundidad— Hacerte rogar y gritar ha sido un placer intoxicante desde el principio. Raine gritó y se arqueó pidiendo más, intentando ahogar el terror que serpenteaba a través de ella con la euforia de sus caricias. Él se inclinó hasta el oído de ella, con la voz brutalmente gentil. —No tenemos problemas comunicándonos cuando te follo hasta hacerte perder el sentido. Entonces retiró los dedos, dejándola fría. —Está aquí. —Liam tocó la frente de ella, justo entre los ojos— Es aquí donde te pierdo, donde están todos tus problemas. —Tienes razón. Lo sé. Dije que voy a intentarlo más. —Pero lo que quieres decir es que encontrarás formas más creativas de esconderte de mí. Cierra la boca. No lo niegues. Si me mientes, de verdad voy a castigarte y me aseguraré de que no te guste. Una corazonada se mezcló con su excitación para crear algo tan confuso, que Raine no tenía idea de qué decir. —Entiendo, Señor. —Entonces demuéstrame que soy importante para ti como para derribar tus muros y aprender a confiar. Demuéstrame que no estoy perdiendo el tiempo. —Haré mi mejor esfuerzo. Pero no es tan fácil. Tú no entiendes. Liam arrugó la frente furiosamente. —¿En serio? Tu padre te lastimó y Hammer fingió no desearte durante años, ¿y ahora piensas que no eres suficientemente buena para ningún hombre y si yo veo lo que realmente eres, correré gritando hacia otra dirección como un maldito marica? ¿Es eso lo que piensas que no entiendo? Dios, era como si él la hubiera puesto frente a un espejo, y la hubiera abierto hasta los huesos para obligarla ver su reflejo sangrar. Aunque se había esforzado para esconderse, él aun veía a través de ella.

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Se sentía como si estuviera desnuda en medio de una multitud. El pánico la amenazó. Jaló sus ataduras, luchando, aunque sabía que no tenía sentido. —Detente. —Gruñó Liam— Maldita sea, Raine, ¿Cómo esperas aprender a entregarte cuando gastas tanta energía peleando conmigo y contigo misma? No tenía a donde escapar de su mirada penetrante. Su corazón se apretó. El momento se sentía tan íntimo. Tan aterrador. Raine cerró los ojos y echó la cabeza a un lado. Él tomó las mejillas de ella y la obligó a mirarlo. No tuvo las agallas de abrir los ojos y ver lo que había en los de él. ¿Decepción? ¿Ira? ¿Desprecio? —El único modo en que escaparás ahora de mí es usando tu palabra de seguridad. Dila o mírame. Usar su palabra de seguridad cuando él no estaba lastimándola físicamente sería una salida cobarde. Él intentaba ayudarla a aprender a dar más de sí misma. Necesitaba esta lección. Pero él ya había visto tan profundamente en ella, más que tal vez nadie más… En esa mañana fatídica en que él se había ofrecido entrenarla, le dijo que intentaba abrirla como un durazno maduro. Había sido casi engreída al creer que jamás le daría ese poder. Maldita, había sido una tonta. Dando un sollozo, se obligó a abrir los ojos, aunque no podía verlo a través de sus espesas lágrimas. Una voz en su cabeza le dijo que compartir todo de ella no sería tan aterrador como enfrentar un ejecutor. Tal vez sería hermoso. Raine aún no sabía si podía hacerlo. —Sé que el hecho de que no me entrego a ti es dañino. Sólo sigo intentando solucionar mis problemas para no molestarte. —Esto no funciona así y lo sabes. En su cabeza, Raine lo sabía. Una súplica por su calma estaba en la punta de su lengua, pero se calló. Tenía que darle el control. —Raine… ―él le secó las lágrimas, con dedos terriblemente suaves. Su corazón lloró. Liam era tan amable, tan tierno… parpadeó, resistiendo su instinto de arrastrarse dentro de sí misma y esconderse.

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—Bien. Quédate conmigo ahora. Él bajó por el cuerpo de ella, con los labios rozándole la piel, chupando lentamente cada pezón antes de bajar su boca a su coño y le dio un lametazo lento y largo. Se estremeció con las sensaciones de su alma abriéndose y rezumando necesidad, con el cuerpo vivo y encendido. ―Tu sabor, amor… tan perfecto en mi lengua. —Gruñó él. —Liam. —Sollozó y se retorció— Ayúdame. Dime… ¿Qué quieres? —A ti, Raine. Todo de ti. Desde el dulce hasta lo ácido y todo en medio. Él chupó su clítoris, jalándolo y rasgando el nudo con sus dientes. Arqueó las caderas, desesperada por más de su boca sobre ella. Liam sólo se alejó y le palmeó el clítoris. —No estás en control aquí. Dámelo. Ahogó un grito, con el dolor mezclándose con el placer mientras él deslizaba dos dedos en lo más profundo, rozando el sensible nudo de nervios. —Seriamos tan buenos juntos si tan solo confiaras en mi. —No eres tú. —Le juró ella. —Lo sé. Pero quiero ser el hombre que finalmente dejes entrar. Sus dedos incesantes entraron en el coño de Raine, y el pulgar giraba sobre el clítoris. Jadeando y gimiendo, se arqueó, esperando por su orden de correrse. —Ardes tan dulcemente por mí. Y estás tan cerca del orgasmo que casi puedo saborearlo, ¿no lo sientes? —¡Sí! Él se alejó de su coño tembloroso, y se sentó a horcajadas sobre su cuerpo. Su polla hinchada se cernió a centímetros de su boca, la gimiente cresta brillaba. Con la boca hecha agua, abrió para tomarlo entre sus labios. Pero en cambio, él se inclinó sobre ella y abrió las esposas, liberándola. Entonces la rodó de lado, sin tocarla más. —Bien. Acaríciate el coño para mi, Raine. Córrete. Muéstrame cuánto me deseas.

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Raine prefería que Liam la tocara, pero le había dado una orden directa. Él estaba permitiéndole tener placer. No se atrevió a cuestionarlo o pedir más. Con un suspiro agotado, deslizó sus dedos hacia su hinchado clítoris. En segundos, estaba jadeando, cayendo del borde mientras un clímax fuerte y rápido la rompió en dos. Aunque sus muslos se tensaron y su cuerpo tembló, el orgasmo fue vacío, una parodia de placer. La dejó deseosa. Y sabía perfectamente qué le hacía falta… Liam. Raine murmuró su nombre, intentando tocarlo. Él tomó sus muñecas. —¿Disfrutaste? Físicamente sí había disfrutado. Pero emocionalmente, saber que no la había dejado darle placer a cambio la dejó sintiéndose mezquina, vacía, y destrozada por la culpa. —No sin ti. Siento como… tú diste y yo tomé. No fue mutuo. —Exacto. —Él se alejó de ella y bajó de la cama— Ahora sabes cómo me siento cada maldita vez que intentas satisfacerme con migajas de ti. No puedo dominar lo que tú no sometes. He intentado hacerlo todo por nosotros, pero no puedo. No importa cuánto te deseo. Sus palabras eran como un rodadero hacia una cuchilla entregada tan suavemente. Pero le cortó el corazón dejándolo abierto. Él recogió su ropa y comenzó a vestirse en silencio. Raine se sentó y miró, presionando los labios en un horror mudo intentando contener las lágrimas. No tenía sentido discutir con él cuando tenía la razón. Una vez se abrochó el pantalón, Liam la miró con profunda tristeza. —Óyeme bien. La mitad de ti no es una opción, Raine. Lo tendré todo o nada. No te obligaré a hacerte la prueba antes de Acción de Gracias. Eso te da casi tres días para prepararte para el resultado. Pero si no te ha bajado el periodo el viernes, vas a ir al doctor. Yo te llevo.

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Capítulo Tres

Liam resistió la urgencia de cerrar bruscamente la puerta entre él y Raine. Al salir, él soltó un suspiro ronco. Afortunadamente no vió a Hammer. Pero Liam tenía unas cuantas dudas que su viejo amigo había estado escuchando todo su intercambio con Raine a través de la pared. El imbécil probablemente ansiaba insistir de nuevo que ella era más desafío del que él podía manejar. Desafortunadamente, los problemas de Liam no terminaban ahí. Su polla estaba tan dura como el mástil de un barco y dos veces más hinchada. Sus bolas le dolían tanto que no podía caminar derecho, y menos pensar. Mientras se ajustaba, consideró encontrar una habitación vacía y algo de privacidad. Por supuesto, él prefería diez veces hundirse en Raine, indefensa y encadenada en su cama. La necesidad feroz de poseerla por completo lo retorcía por dentro. Pero sin importar cómo la tomara o con cuánta frecuencia, Raine en verdad nunca se entregaba. Tal vez finalmente había llegado a ella hoy. Al menos había sido más sincera. Pero ¿eso significaba algo? Raine era como un maldito rompecabezas. La táctica que reveló una parte de ella hoy no funcionaria mañana. Nada mas colocarle el collar, la había llevado a la cabaña para destrozar sus defensas hasta que pudo mostrar su lado suave. Ahora que la había alcanzado otra vez, temía que solo fuera a esconderse una vez más. Liam resistió las ganas de golpear la pared. ¿A dónde diablos iría desde ahora? Él no podía rendirse. Si la resolvía, el corazón que iría a descubrir sería grande y hermoso. Y suyo. Si ese día alguna vez llegaba… diablos, no quería pensar en eso. El teléfono sonó en su bolsillo. Liam lo tomó y revisó la pantalla, sonriendo ante el nombre de su amigo y compañero Dominante en casa. —Hola, Seth. Liam se escabulló a una habitación vacía en el pasillo.

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—¿Disfrutando de la nieve en Nueva York? El otro hombre resopló. —Estarás disfrutándolo tú pronto, así que no te regodees tanto. —No voy a volver. —¿No vendrás a casa para Acción de Gracias? ―Sin duda la voz de Seth sonaba sorprendida. —Me temo que no. Hice otros planes, pero se cayeron. Y ya es demasiado tarde para tomar un vuelo, así que… —¿Eso quiere decir que tendré que comerme todo el pavo yo solo? Liam rodó los ojos. —Eres un bastardo enfermo, ¿lo sabes? —Orgullosamente. ¿Entonces para qué te quedas en L.A.? —Bueno, por un lado, no me quiero enfriar las pelotas. —bromeó Liam. —Aquí puede que haga un frio de mierda, pero al menos no me tengo que preocupar que mi estado se hunda en el océano. —Cierto. Liam se recostó contra la pared y se frotó los ojos cansados. —Mira, sé que dije que volvería esta semana, pero las circunstancias han cambiado. Conocí a una mujer… —Dime más. —Es una belleza y es explosiva, Seth. Te gustará, suponiendo que alguna vez la convenza de que venga conmigo. —¿Es en serio? No has pasado más de quince minutos de “tiempo de calidad” con alguien desde Gwyneth, pero parece que tienes algo más que un simple gusto por esta chica. ¿Qué te hizo, te lanzó un hechizo o su coño es vudú? Liam se rio por primera vez en todo el día. —Algo así. —Awww, no te preocupes. Siempre eres frío, controlado, inteligente. Ya encontrarás la manera de volverla loca. Si no, sabes hacer unos nudos geniales. Sólo átala y róbatela.

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Seth se rio. —¿Qué tal Hammer? Cuando hablamos el mes pasado, me dijiste que no era el mismo. ¿Sabes que le pasaba? —Bueno, cosa curiosa. Su problema es el mismo que el mío. Raine. Es la chica que te conté que Hammer había acogido hace unos años, ¿recuerdas? Él está enamorado de ella. La parte jodida es que ella está enamorada también de él. Liam suspiró. —Y ahora, ella tiene mi collar, pero hay una gran posibilidad de que esté embarazada de Hammer. —¡Whoa! ¿Qué…? Parece una puta telenovela. ―Se siente como una puta telenovela. —Gruñó Liam. —¿Cómo diablos pasó eso? —Por años, Hammer se negó a admitir lo que sentía por ella. Pero no deja que ningún hombre la tenga. Intenté ayudarlos pero… —¿Ayudar? ¿O sea que le pusiste atención para ver si Hammer la reclamaba en un arranque de celos? Seth lo conocía bien. —Raine necesitaba una maldita mano que la guiara y afecto. ¿Qué mujer no merece eso? Seguro como el infierno que Hammer no se lo iba a dar. —Supongo que finalmente se lo dio o no estaría embarazada. —Oh, lo hizo. Apenas la reclamé como mía. Así que ahora él me odia. Él tampoco me agrada ahora. —Mierda. —Silbó Seth. Liam suspiró. —Jesús, esto realmente suena tan jodido como se siente. —¿Entonces con cuál de vosotros está Raine ahora? —Se supone que conmigo, pero no estoy seguro, la verdad. —¿Qué mierda estáis fumando allá? ―Resopló Seth. —Ojalá estuviera fumando algo. La mitad del tiempo no sé si reír, gritar o saltar de un maldito puente.

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—Tú sabes la respuesta fácil. Compártela, como lo hicieron con Julieta. Sonaba tan simple. Nada podría ser más imposible. —No hay posibilidad. —Dijo Liam. —¿Por qué no? Ambos la tendrían. Ella se sentiría más segura, tendría más guía… —Hammer puede que hubiera compartido su esposa conmigo, ¿pero Raine? Creo que preferiría castrarse primero. No quiero a ese imbécil tocándola. Además, parece convencido de que compartir a Julieta fue lo que causó su muerte. No estoy seguro de por qué, pero él no se arriesgaría de nuevo. —¿Piensas que él tiene razón? Liam cerró los ojos y no dijo nada por un momento. —Me lo he preguntado mil veces. Hammer y yo jamás hablamos del final. Él estaba muy cerrado y yo no estuve ahí. Jamás quise preguntar. Solo sé que Julieta no se estaba comunicando con ninguno de los dos. Tampoco Raine lo hace. —Mierda. ¿Crees que es tan inestable como para hacer lo mismo que Julieta? —Lo dudo. Es emocional pero malditamente obstinada. —Deberías andarte con cuidado hasta saberlo. Liam suspiró. —Lo sé, pero… estoy enamorado, hombre. Amo a esa mujer. —¿Amor? ―Le preguntó incrédulo— Oh, amigo, pero su corazón le pertenece a Hammer… —Ella me quiere también. Al menos, creo que es así. Pero Raine está confundida, Seth. Y tan malditamente vulnerable. —Supongo que sugerirte que hagas las maletas y tomes un vuelo nocturno a casa está fuera de discusión. —Una mierda. Aún esto no se termina. Aún esto no se ha acabado. —¿Estás seguro que no tienes tapones de oídos? —A veces me gustaría, pero Raine se está desmoronando. No puedo dejarla ahora. Todos en su vida la han abandonado.

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Seth soltó un largo suspiro de asombro. —¿Tienes un plan? —Estoy en ello. Primero debo saber si está embarazada. Después… veremos. —Si lo está, ¿qué putas piensas hacer? Liam sacudió la cabeza mientras la imagen de Raine hinchada con el retoño de Hammer lo hizo apretar los dientes. —No puedo hacer mucho excepto estar ahí para ella. Pero joder… El silencio se hizo entre ellos, la gravedad de la conversación pesando sobre ambos. —Lamento el infierno que estás atravesando. Y la voz de Seth le decía que era sincero. —De todos modos, necesitas llegar a Raine antes que se desmorone. Sé que odias la idea, pero... ¿podría hacerlo Hammer? ¿Ella confía en él? ¿Ella confiaba en él? Liam siempre había supuesto que sí. Pero Hammer había sabido cuánto tenía ella de retraso; Raine no le había dicho nada. Así que tal vez no. —Por mucho que confíe en alguien, sospecho que no es mucho. —Solo un consejo, pero tal vez tú y Hammer necesitáis dejar de intentar reclamar su territorio plantando su… bandera, y… Liam gruñó. —Y solucionar su mierda. —Continuó Seth— Podría llevarlos a llegar a ella. —Él no levantaría un puto dedo para ayudarme ahora. No que él quisiera tampoco la ayuda de Hammer. Eso también entristeció a Liam. Más de una década de amistad perdida en un suspiro, rota por su implacable determinación de poseer y reclamar a la misma mujer. Qué puto debacle de mierda. —Uno de vosotros tiene que tragarse el orgullo. Solucionarlo juntos podría ayudarlos a ambos a reconciliarse. Han sido amigos demasiado tiempo para pelear por esto. —Señaló Seth— Recuerda, Raine tiene que estar primero.

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—Lo está. Pero ella tiene que querer hacer el trabajo. Hasta ahora, ha esquivado cada intento de mi parte por ayudarla. —¿No lo intenta? Eso cambia mucho entonces. Hablaron del comportamiento de Raine y trazaron una idea vaga diseñada para ayudarlo a llegar a ella. —Lo odias. Seth ni siquiera preguntó. Lo sabía. —Todo de ello. —Admitió Liam— Pero veo la sabiduría. Tendré que pensar en ello. —No es una movida que se pueda hacer a la ligera, seguramente. — Aconsejó Seth— Pero no serás feliz a menos que te hayas ganado todo su corazón y su entrega total.

A la mañana siguiente, Raine picaba unas nueces para hacer pan de banana, pausando para encender la luz en el horno para revisar el pastel de terciopelo rojo. Las gallegas de trocitos de chocolate recién horneadas se enfriaban a su izquierda. Su olor le inundaba la nariz y debió fascinarle. Pero no fue así. Los pastelillos de manzana, favoritos de Hammer, estaban en la mesa detrás de ella. Su olor también debió alegrarla, pero no. El delicioso pan elevándose cerca bajo la toalla, se veía listo para entrar al horno. Ya había horneado un plato de rollos de canela y los colocó cerca. Y no estaba más tranquila que cuando entró en la cocina a las tres de la mañana.

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Liam no había venido a la cama anoche... al menos no a la cama que ellos compartían. Raine intentó desesperadamente no creer que había encontrado la habitación de alguien más. Nunca antes él había desaparecido sin mediar palabra. Pero sabía exactamente lo que él quiso transmitirle: él estaba más que frustrado con su renuencia de hacerse la prueba de embarazo, Acción de Gracias… todo. Si algo no había cambiado, no podría conservarlo por mucho tiempo. Ante la idea, el pánico le agarró la garganta. Le había enviado un mensaje de texto esta mañana diciéndole que lo echaba de menos, pero no había contestado. Su único consuelo era que su ropa aún estaba en el armario. Esperaba que eso significara que él volvería, pero también era consciente de que él podría enviar por sus cosas desde Nueva York. ¿Y si lo había ahuyentado para siempre? Se cubrió los labios para contener un sollozo. En la puerta detrás de ella, sintió una presencia. Por como el aire se revolvía, supo que era Hammer quien la observaba. Vería todas las delicias horneadas... y sabría exactamente lo que eso quería decir. Respiró profundamente, y sacó las nueces de la picadora en el mortero, evitando su mirada. —Buenos días. Estoy horneando. Sírvete. Hammer atravesó la cocina y se paró en su espacio personal, diciéndole sin palabras que no podría escapar de lo que tenía que decirle. Sus dedos gruesos agarraron el mostrador cerca de su cintura, y sintió el calor del cuerpo de Hammer en su espalda. ¿Por qué diablos no se había puesto algo más que sus pantis y una camiseta? Bajo su mirada, se sentía desnuda. —Todo se ve delicioso, preciosa. Dime, ¿así de malo es? Se obligó a encoger los hombros. —No podía dormir. Estaba aburrida, así que me puse a hornear. Una risa sin humor salió de la base de la garganta de él. —Es conmigo con quien hablas. Tú solo horneas para un ejército cuando estás profundamente preocupada. Dime, ¿tu cama estaba un poco vacía anoche? ¿Por qué diablos la estaba provocando? Estrelló la cuchara sobre el mostrador. —No es tu maldito problema.

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—Date la vuelta. —Él esperó hasta que ella obedeció suspirando— Vamos a hablar. —¿Tiene que ver con el club? —Liam podría dejarte negociar. Sabes que yo no. Siéntate. Ahora. Ella le puso las manos en el pecho, alejándolo. —¿Qué putas quieres de mi? ¿Oír que lo fastidié? Sí. Tienes razón. Jodí absolutamente todo. ¿Contento? —Liam está durmiendo la borrachera en una habitación extra al otro lado del pasillo. —Se detuvo suavizando la voz— Solo. Dios él pudo haber dicho casi cualquier cosa y se hubiera controlado. ¿Quiere pelear? Pelearían entonces. Estaría feliz con una. En cambio, la desarmó con su compasión. Maldito sea. Ella y Hammer podían tener una relación personal muy accidentada, y él podía haberle hecho arder y congelar en el pasado, pero seguía siendo la persona en la que más confiaba en el planeta. Sabía sin lugar a dudas que siempre quería para ella lo mejor... incluso si tuvieran distintas ideas de lo que eso era. Así que Raine encontró difícil aguantarse las ganas de lanzarse hacia él y gritarle sus preocupaciones, envuelta en sus brazos. No pudo. Él la llevaría sin vacilar a sus límites pero no era justo ni con él ni con Liam. Tenía que guardárselo para sí misma. Y eso la hizo sentir demasiado sola. —Gracias. Por favor no me lo hagas más difícil. Si estás aquí para recordarme que este es mi sexto día de retraso, créeme, lo sé. Con una expresión sombría, él retiró la silla y le extendió la mano. —No quiero hablar de tu periodo. El viernes no tardará en llegar. Él se sirvió una taza de café y comió un pastelillo de los que había en la mesa. Y gimió. —Tú me malcrías con esto. Son los mejores que he comido. Ahora pon tu culo en la silla. Raine vaciló. No podría evitarlo. Bastardo tan obstinado. Con un suspiro, se sentó, aún dolorida por la azotaina de Liam, intentando no saltar.

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—Algo dolorida, ¿No, preciosa? ―Él arrastró las palabras— Sí, los escuché. ¿No era eso totalmente embarazoso? —No tenías que haber escuchado. —Te dije que me gusta oírte gemir, incluso si no es por mí. Ella frunció el ceño. Entonces cuando un pequeño dolor le apretó el clítoris, se sintió culpable. Miró a otro lado. —Hammer… —Dije que iba a ser sincero de ahora en adelante. ¿Recuerdas? ―se sentó en la cabecera de la mesa y se inclinó hacia ella. —Entonces seré sincera también. No quiero hablar contigo de Liam. —Muy mal porque vamos a hablar. Mírame, Raine. Ella levantó la mirada y deseó que su corazón no trastabillara en su pecho cada vez que él la miraba. —¿Por qué Liam te castigó ayer? —¿En serio no lo sabes? No podías esperar a contarle cuántos días tenía de atraso. He estado distrayéndolo con respuestas vagas, intentando no preocuparlo hasta que haya algo por lo cual hacerlo. Pero tú básicamente lo convenciste de exigirme una prueba de embarazo. Cuando me negué, salió el tema de Acción de Gracias… y ahora todo es un puto desastre. No te sorprendas si él empaca y se va. Ante la idea de no estar más con Liam, las lágrimas cayeron como ácido de sus ojos cansados. —Y yo seré la culpable de meterme entre vosotros dos y por alejar a una de las personas más amables que he conocido. Raine se levantó, haciendo que la silla rayara el suelo. Intentó pasar por el lado de Hammer. Ya que él estaba entre ella y la puerta, él apenas tuvo que echarse hacia atrás y tomarle la muñeca. Él se puso de pie, con las cejas unidas con… ¿Qué? ¿Ira? ¿Preocupación? —Si no estás contento conmigo, toma turno. —Se limpio las lágrimas calientes de las mejillas— ¿Sabes? Debí haberme ido. Esa noche que peleamos. Si solo me hubiera marchado, tú y Liam aún serían amigos. Ambos serían más felices. Y yo no estaría por aquí jodiéndolo todo.

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—Siéntate, Raine, y deja de ser tan dura contigo misma. —Exhaló Hammer con la mirada pesada. Él esperó hasta que ella obedeciera y se sentó otra vez— Ahora háblame. Dios, no quería soltarlo todo. Sólo pensar en esta conversación le revolvía el estomago. Y Liam se pondría furioso si se abriera con otro hombre, especialmente Hammer. Negando con la cabeza, contuvo más lágrimas. —No puedo. —Está bien, entonces escúchame. No te metiste entre Liam y yo. No quiero que lleves ese peso en tus pequeños hombros, niña. Esta no es la primera vez que hemos chocado, y puedo garantizarte que no será la última. Puede que no hayamos peleado antes tan fuerte, y puede que yo esté demasiado enfadado con él ahora, pero lo aún lo amo como a un hermano. Él intentó sonreír, pero pudo ver que era forzadamente. Otra avalancha de culpa la aplastó. —¿Por qué te castigó Liam? ―Le volvió a preguntar— Si es porque no te ha llegado el periodo, lo mato. Ella negó con la cabeza. —No fue por eso y no puedes matarlo. Lo que pasó ayer entre Liam y yo es asunto nuestro. Pero tú eres inteligente. Tú sabes leer bien entre líneas. Ponte en sus zapatos e imagina por qué te sentirías profundamente decepcionado. Te harás una idea. —Sí, sé leer entre líneas, pero quiero que tú me lo expliques. Déjame oír tu versión. —¿Por qué me haces esto? Deja de intentar abrirme. Ya no más. Se acabó. La lección para mí es que soy pésima con las relaciones. Hammer golpeó con el puño la mesa, haciendo saltar el plato de pastelillos y los nervios de ella. —Dímelo. —Aparentemente no le gustó la manera en que intenté ahorrarle el susto del embarazo. Odio soltarle a él mi mierda. O a ti. Soy capaz de cuidarme sola. —Contesta la puta pregunta. —¡Ya lo hice! ―Ella insistió— Dios, eres como un maldito perro con un hueso. Déjalo ir.

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Hammer se recostó en su silla, con los brazos cruzados sobre su gran pecho. Y apretó la boca en una línea delgada. Su expresión de Dominante molesto. Esto no pintaba nada bien… —Déjame volver a plantear la frase. —Gruñó él— Dime qué regla sumisa rompiste. —Tal vez todas. ¿Por qué mierda te importa? Sin mediar palabra, Hammer se puso de pie y caminó hacia el mostrador. Tomó una cuchara limpia de madera y regresó a la mesa, cerniéndose sobre ella apretando la cuchara con un agarre letal. —¿Qué lección te dio Liam? O me lo dices ahora, o te doblo sobre la mesa y te azoto el culo con esto. Raine se agachó en su silla y rodó los ojos. —Lo harías. Maldición, odiaba sonar como una adolescente haciendo pataleta. Necesitaba controlar su mierda. —En un puto segundo. —Contrapunteó Hammer. —¿Debo recordarte que no te pertenezco para que me castigues? —Me importan tus necesidades más de que lo que me importa el problema que Liam me forme. Y francamente, pienso que si él hubiera visto cómo te portaste esta mañana, estaría de acuerdo conmigo. Ahora habla o voy a disfrutar cada puto golpe. Ugh, ¡hablar! Odiaba esa palabra. Pero al menos estar molesta con Hammer era mejor que ser invitada de honor al club de la lástima. —Comunicación, ¿cierto? No fui totalmente sincera, supongo. Y él piensa que no confío en él. Dios, ¿tienes que dar tanta lata? —Obviamente, sí. —Él bajó la cuchara suavemente y se volvió a sentar— Y te sugiero que dejes de provocarme para cambiar el rumbo de esta conversación. Sí, como que ya se había dando cuenta que él estaba sobre ella. —¿Te da miedo que Liam te abandone? Bueno, si te portas con él como acabas de hacerlo conmigo, te garantizo que saldrá por esa puerta y

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no volverá. Un Dominante quiere la entrega total. Tú no te estás dejando ir. Tendrás que hacerlo para poder recibir. —¡Eso lo sé! La tristeza y la decepción dentro de ella armaron un nudo en su garganta que amenazaba con ahogarla. —No soy estúpida. —No lo eres. Pero eres demasiado obstinada para tu propio bien. ¿Te gusta ser tan miserable? Debe gustarte. No haces nada para cambiar, y eres la única que puede. Raine se mordió el labio, emanando sólo desesperación. ¿Cómo podía cambiar? —Lo sé. La expresión de Hammer se suavizó. —Puedo ver cómo te estás deshaciendo tan brutalmente. No pienses por un segundo que Liam no lo ve. —¿De lado de tu rival? ―Se secó los ojos— Las cosas eran más fáciles cuando me considerabas tu hermana. —Puedo ser un cretino retorcido, pero jamás me masturbé pensando en mi hermana, preciosa. Se sintió sonrojarse y un calor brotó de su cuerpo. Puede que no estuviera bien, pero en algún nivel la alegraba saber que Hammer ya no era inmune a ella más de lo que ella era para él. —Sé que estoy en una línea fina hablándote así, ya que tienes el collar de Liam. Así que en cambio, considera esto un consejo de amigo. Deja de tener miedo de compartir tus cosas. Si no eres sincera con Liam, entonces por el amor de Dios, quítate su collar y no lo hagas perder el tiempo. Toda esta mierda tumultuosa invadiéndola, en gran parte por su propia culpa, la tenían totalmente exhausta. Pero no sabía cómo bajarse del carrusel. No sabía cómo dejar de sufrir. —Le necesito. El dolor destelló en la mirada de Hammer. —Entonces tienes una decisión que tomar. —Eso fue lo que dijo Liam.

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Tomó de mal humor un pastelillo y comenzó a comérselo. —¿Me estás echando a sus brazos porque aún piensas que eres malo para mí? Él vaciló. —He visto un cambio en ti. Por mucho que odie admitirlo, ha sido labor de Liam. Él ha llegado a ti de algún modo que yo no lo hice. Obviamente todavía no es lo suficientemente profundo. Ella rió con amargura. —Ambos sabemos que se rendirá antes, si ya no lo ha hecho. Me engaño, si pienso que abriéndole mi alma haría alguna diferencia. —Si vas asustada por la vida de que el otro zapato se vaya a caer, vas a perderte de muchas cosas buenas. —Probablemente. —Susurró ella. ¿Pero confiar en que alguien estaría ahí mañana? Nada era más difícil... o aterrador... para ella. —Raine… ―él tragó apretadamente y se acercó a ella, tomándole la barbilla con su mano enorme— ¿Qué soy malo para ti? Probablemente. No estás preparada para lo que deseo, y no podría vivir conmigo mismo si aplastara tu espíritu. Pero me alegra que estés en mi vida. ¿Qué siempre quiera más? Claro. ¿Es tu culpa? No. —Él se inclinó, ahondándose en ella con sus ojos avellana— Quiero que seas feliz. Prométeme que harás lo necesario para que eso ocurra. Él estaba dispuesto a sacrificar su corazón por el de ella. Eso era gentil y noble... dos cosas que no venían fácilmente de Hammer. Raine jamás se había sentido tan insignificante en la vida. —No sé cómo. —Pues aprende. Sera incomodo, incluso tal vez doloroso, pero puedes hacerlo. Ahora ve y hazlo.

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Capítulo Cuatro

Los aromas tentadores de la cena de Acción de Gracias hicieron que la boca de Hammer se hiciera agua al entrar al calabozo, ahora transformado en un comedor improvisado con mesas de buffet, cubiertas de manteles con temas de pavos. Asintió a los miembros del club sentados en la mesa mientras varias sumisas llevaban platos de comida, agregándolos al abundante festín. Raine dejó un tazón rebosante de puré de patatas y volvió a la cocina. La atención de Hammer se desvió naturalmente a su culo mientras se alejaba. ¿Había ella seguido su consejo ayer por la mañana y se había abierto a Liam? El cretino irlandés se acercó a él. —Deja de mirar a Raine o probablemente cambie de opinión sobre dejarte vivir un día más. Hammer se giró hacia él con el ceño fruncido. —¿De qué putas hablas? —A Raine le llegó el periodo esta mañana. La declaración de Liam golpeó a Hammer. Se congeló, giró las palabras en su cabeza. Finalmente, le llegó el significado de ellas. Le agarraron las entrañas, le secaron las venas, le apuñalaron el corazón. Su esperanza débil pero estúpida de compartir una vida con ella murió. Maldita sea, quería que Raine estuviera embarazada. Sin mediar palabra, se alejó de Liam hacia la privacidad del almacén del licor. Cerrando la puerta de golpe detrás de él, Hammer se refugió en el espacio pequeño y sombrío. Él se recostó contra los estantes de licor con marco de acero, intentó respirar temblorosamente y cerró los ojos. ¿Y si Raine hubiera estado embarazada? ¿La hubiera arrastrado directo hacia un juez de paz para una ceremonia impersonal de cinco minutos? ¿Y después qué?

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¿Verla languidecer por Liam? ¿Preocuparse de que llegara a pensar que su matrimonio fue un error? Hammer se pasó una mano por el rostro. ¿Tendría que haber escondido a su bestia interior en los resquicios de su alma e ignorado el hambre desgarradora por hacerla su esclava hasta volverse loco? —Joder. Tal vez. Pero eso no detuvo su montón de arrepentimientos. Imágenes de una niña preciosa con cabello negro y enormes ojos azules, justo como los de su mami, le llenaron el cerebro. Ella sería curiosa, obstinada, y necesitaría su protección. Casi pudo oír su dulce risa mientras la cargaba en su espalda a pasear en poni o verla bostezar mientras la colocaba en su cama rosadita y le besaba su naricita para darle las buenas noches. ¿O tendrían un niño? Hammer parpadeó contra el ardor de sus ojos mientras se imaginaba un pequeñín con los ojos de Raine y una sonrisa traviesa. Él y su hijo habrían jugado a la pelota en un patio verde y frondoso y hubieran jugado sobre las hojas caídas del otoño. El chico hubiera metido a escondidas ranas y gusanos en casa para asustar a su madre mientras sonreía. ¡Padre, padre, padre! Hammer oía las vocecitas llamándolo en su cabeza. Nada de eso pasaría ahora. El pesar le aplastó el pecho como un elefante. Hammer golpeó la pared con un puño. Hasta este momento, no se había permitido aceptar cuánto ansiaba ser padre, un modelo a seguir, un defensor. Y cuanto quería todo eso con Raine. Con unas pocas palabras, Liam se las había arreglado para frustrar todas esas esperanzas. Hammer creía que las cosas ocurrían por una razón. Y él supo cuál era esa: Raine se merecía algo mejor que él. Había tenido años para reclamarla, pero no había atacado sus miedos y no aprovechó la oportunidad. Ahora sólo podía asumirlo y dejar de soñar con lo que no podría ser. Maldiciendo, sacó tres botellas del estante, se dio la vuelta y se preparó para ver el alivio en los ojos de Raine. Al entrar de nuevo al calabozo, ella llevaba el pavo, rebanado y humeante a la mesa. Su vestido negro mostraba un poco de escote y las piernas que él recordaba apretándolo mientras se movían juntos en búsqueda del placer.

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Dios, ¿alguna vez la miraría y no ansiaría hacerla suya? Hammer miró a Raine. Sus ojos enrojecidos sobresalían en su rostro pálido. Sus miradas se fijaron por un momento. La barbilla de ella tembló. Esos ojos azules se veían atormentados ¿Con que? Antes de poder decidirse, se alejó con la frente arrugada y colocó el pavo en la mesa. Luego sonrió ampliamente. —Venid todos. Hora de cenar. Al tomar asiento todos, Hammer retiró la silla acostumbrada de Raine, directamente a su derecha, para ella. Con ella sentada cerca, podrían hablar discretamente. En cambio, Liam la llevo al otro lado de la mesa y la ayudó a sentar, separándolos mucho más. El estomago de Hammer cayó en picada. Una mezcla volátil de rabia y dolor lo desorientó. Debería estar agradecido por un negocio próspero, la abundante comida y los buenos amigos que tenía y los buenos momentos compartidos. Ahora solo podía concentrarse en lo que no tenía: Raine y la oportunidad de tener una familia con ella, o algo de su maldita calidez en su vida. A su izquierda, su amigo y sádico residente del Shadows, Beck, lo distrajo. —Todos te están mirando, hombre. Deja de mirar a Raine como si fuera el postre, da un discurso rápido y déjanos comer. Rápidamente, Hammer levantó su copa, agradeciendo a su familia extendida por venir a compartir este día con él porque los apreciaba a todos y cada uno de ello, bla, bla, bla. Estaba funcionando en piloto automático, probablemente recitando el mismo discurso, más o menos, que había dado los últimos ocho años. En la base de su cabeza, siguió preguntándose por qué no había cambiado su manera de ser y apoderado de Raine cuando tuvo oportunidad. Si hubiera dejado atrás el pasado, pudo haber tenido una vida nueva con ella. Pudo, lo hubiera hecho, debió hacerlo. Mientras los invitados levantaban sus copas hacia él, vio a Liam tomar la mejilla de Raine. Ella le sonrió a su antiguo amigo de manera temblorosa, y se bebió su vino en dos sorbos. A Hammer no le gustaba lo pálida que se veía. Y mataría por saber lo que estaba pensando. —Hombre, de verdad tienes que dejar de mirar a Raine. —Le advirtió Beck en voz baja— Liam te va a arrancar la cabeza si te encuentra mirándola. ¿Cuál es tu maldito problema?

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—Raine no está embarazada. —Siseó Hammer. —Entonces deberías estar feliz. —¿Me veo feliz? ―Miró furioso a Beck, y miró hacia el otro lado de la mesa de nuevo. ¿Había estado llorando de alivio porque su periodo le llegó? ¿O de decepción de que su hijo no crecería dentro de ella? Hammer no estaba seguro de cuándo... o si... él se enteraría. Sin desviar la mirada, Hammer llenó su tenedor de comida y tomó un bocado. Él no dudaba que todo estaba tan delicioso como siempre, pero no podía sentir ningún sabor. Una de los nuevos Amos, el Ama Hillary, elogió la comida de Raine. La chica sonrió apretadamente y murmuró su agradecimiento. Cuando terminó el intercambio, las cejas de Raine se unieron. Se frotó la frente entre los ojos. Hammer estudió su expresión de dolor. Maldita sea, por supuesto que le dolía algo. Conocía sus síntomas. Los había visto docenas de veces. Y por la expresión alegre de Liam, él no tenía idea. Raine obviamente no iba a dejar que su Dominante se enterara de su problema. Apretando su mandíbula, Hammer dejó la servilleta sobre la mesa, y corrió hacia ella, inclinándose para susurrar en su oído. —Voy por tu medicina. Necesitas tomártela y acostarte. Raine sacudió con la cabeza negándose. —Más tarde. Caprichosa obstinada. Apretando los dientes, Hammer se fue por el pasillo. La mirada de Raine lo siguió. Una vez en su habitación, escarbó en el gabinete del baño y encontró entre sus cosas personales la medicina de Raine. Frustrado con ella y deseando como el infierno que fuera suya para castigarla, él volvió al comedor y soltó el frasco de calmantes frente a ella. Liam levantó la mirada, con la frente arrugada mientras recogía el frasco y leía la etiqueta. —¿Para qué diablos son estas pastillas? Hammer ignoró a Liam y miró a Raine con las cejas levantadas. —¿Le quieres contar tú o se lo cuento yo, preciosa? La rabia brilló en los ojos de Liam mientras estudiaba a Raine.

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—¿Contarme qué? Ella bajó la cabeza culpable. —Hammer, tenía pensado tomarme una y explicarle todo a Liam después de cenar. —Dijo en un suspiro bajo— Por favor siéntate. Yo me encargo. Todos están mirando. Sí que los estaban mirando y a Hammer le importó una mierda. Él se aguantó las ganas de sacudirla. ¿Liam tenía idea de cómo se merecía ella que la pusieran sobre un regazo y la azotaran como se debía? Volvió a su silla, y se sentó mirándola con furia. Ella levantó la barbilla y no se tomó la puta pastilla. De hecho, susurró furiosamente a Liam e ignoró el frasco, picoteando su comida. El color siguió desapareciendo de su rostro cuando el dolor obviamente empeoró. ¿Por qué la zorra obstinada no se dejaba ayudar? Con la mandíbula apretada, Liam colocó el frasco de pastillas a un lado y fijó a Raine con una expresión que prometía una confrontación después de cenar. Hammer estuvo de acuerdo. Si ella no se iba a cuidar y él tampoco, que alguien lo hiciera. Después de la cena incómoda, Raine sirvió postre y café. Se movía lentamente, pero afortunadamente las otras sumisas ayudaron. Después de una breve charla, casi todos acordaron seguir a Beck a su casa para beber cerveza y ver el futbol. El resto de los miembros se fueron a casa, dejándolo solo con Liam y Raine. En el segundo que la puerta se cerró detrás del último invitado, Liam se giró hacia ella, apretando los dientes. —¿Te duele algo? —No es tan malo. —intentó tranquilizarlo Raine— Yo… —¿Te duele algo, sí o no? Ella bajó la cabeza. —Sí. —Entonces tómate la maldita pastilla. —Lo haré. —Le miró suplicante— Liam, no te enfades. Es sólo un dolor de cabeza. Estaré bien. —¿Sólo un dolor de cabeza? ―Resopló Hammer— Sí, y yo soy Godzilla3.

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Él la miró incrédulo. Él no la había visto cerrarse así por años. Antes de esta semana, había tenido avances con Liam. Pequeños, pero… progreso al fin de cuentas. ¿Qué diablos pasaba por su cabeza ahora? —Sí, es todo. —Miró suplicante a Liam— Tan pronto como lave los platos, prometo ser una chica buena, tomarme una pastilla e irme a la cama. —No. —Liam rugió— Te tomas la pastilla ya, sumisa. Estoy esperando. Hammer jamás había oído a Liam hablarle tan duramente. Pero era necesario. Raine pareció querer discutir, pero una punzada de dolor la golpeó de nuevo. Hizo un gesto de dolor, y en silencio abrió el frasco y se tragó una pastilla. —Bien. —Asintió Liam— Ahora yo limpio el desorden. Tú ve a la cama. Hablaremos de esto después. Y Raine, habrá consecuencias. El poco color que había en su rostro la abandonó por completo. Por mucho que le irritara a Hammer verla bajo el cuidado de otro, había llegado la hora de compartir algo de conocimiento con su ex amigo. Alguien necesitaba darle algunas luces a Liam, y si ella era demasiado contenida o independiente para hacerlo, él lo haría. La salud de la chica era más importante que su concurso de meadas. —No es sólo un dolor de cabeza. —Le dijo a Liam— Sufre de migrañas. La he llevado a varios especialistas durante varios años. Todos dijeron que estos episodios tienen que ver con las hormonas. Cada mes, tiene migraña en los primeros días de su ciclo. Cuando comienzan, tienes que hacer que deje lo que esté haciendo, darle una pastilla y hacerla dormir. La medicina que debió tomar cuando le traje el frasco la dejará noqueada. Necesita eso y diez horas de sueño en una habitación oscura y silenciosa para recuperarse. Raine suspiró cansada. —Macen, no me diste ni siquiera la oportunidad de explicarme. —Se giró hacia Liam, con la mirada suplicante— ¿Podemos hablar de esto en privado? Esa expresión desgarró a Hammer porque recordó cuando ella solía mirarlo así para pedirle perdón o aprobación.

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—No. Hablaré frente a él, Raine. Él sabe más de ti de lo que imagino que jamás me contarás, así que no tiene sentido hacer esto en privado. ¿Verdad? —Sólo… óyeme. Estaba sintiéndome bien justo antes de servir la comida, así que pensé que podía pasar la cena y terminar de presidirla antes de que el dolor aumentara. Pero aumentó muy de prisa. No quise anunciar mi problema para que todos dejaran de comer. —miró a Hammer echando fuego por los ojos— Así que no lo hagas parecer como si le hubiera ocultado información a propósito a Liam. —Buscó al otro hombre— Lamento que pareciera como si te estuviera escondiendo algo. No fue así. Lo juro. Liam levantó una ceja escéptico. —Es un discurso adorable, pero no me convenzo de que te hubieras explicado si Hammer no te hubiera delatado. Dudo que alguna vez me dejes conocer a la verdadera tú. Su voz se heló con una rabia fría que Hammer jamás había oído. Raine lo miró boquiabierta, con el miedo y desamor evidentes en su rostro. —Eso no es verdad. Liam suspiró. —Despierto cada mañana preguntándome cuándo me voy a encontrar con la próxima pila de mierda porque o se te ha olvidado, o has decidido que no necesito saber, o simplemente no te has molestado en avisarme. ¿Cómo esperas que me preocupe por ti, amor... y yo sí te amo... si tú no compartes tus cosas? Las rodillas de Hammer casi ceden debajo de él. Por el último mes, él había estado imaginando que Liam podría golpear a su puerta algún día, con Raine al lado, y deshacerse de ella por su forma de ser obstinada y cautelosa. Pero oyendo a Liam hablar tan abiertamente del amor que sentía por ella, y saber que Raine creía que lo necesitaba…Hammer temió que ese día no iba a llegar pronto. —Dices que te importo y deseas mi dominación. —Continuó Liam— Pero no confías en mí lo suficiente para comunicarme algo tan básico como tu salud. Eso es sumisión primer nivel y lo sabes. Estoy profundamente decepcionado, Raine. Liam le dio la espalda mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

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—Hammer, gracias por informarme sobre los problemas de mi sumisa. Me encargo desde aquí y te pido que te metas en tus propios putos asuntos de ahora en adelante. A Hammer se le pusieron los pelos de punta. ¿Liam quería que se metiera en sus propios asuntos? No iba a ocurrir si tenía que ver con Raine, especialmente ahora que él sabía que ella se había cerrado al punto de sofocarse. Tenía que estar más involucrado. No menos. De repente, Raine parpadeó rápidamente, tragando tan fuerte, balanceándose sobre sus pies. Hammer respiró profundo. Joder, él conocía las señales… Revisando la desordenada mesa, se lanzó a tomar un tazón vacío que había tenido antes alverjas verdes. Al volver a ella, Raine se tomó el estomago con una mano, y se dobló con un grito y cayó de rodillas. —Liam. —Gritó Hammer, intentando colocar el tazón bajo su rostro— Va a vomitar. Raine alejó el tazón, bizqueando ante la luz que entraba por las ventanas abiertas. El dolor le distorsionó el rostro. —Estaré bien. —Mierda. —Gruñó Hammer, y se dirigió a Liam— Esperó demasiado. Se va a empeorar. La preocupación se grabó en los rasgos de Liam mientras levantaba a Raine en sus brazos y salió de la sala con ella. Después de que Hammer tomara las pastillas de la mesa, pasó por el lado de Liam y corrió para mantener el tazón debajo del rostro de Raine, por si acaso. —Llévala al baño. —Dijo mientras Liam abría de una patada la puerta de su habitación. Raine se contrajo de dolor y alejó el rostro de él. —Llévate ese tazón. Huele a alverjas. Hammer no se movió. Una vez dentro del baño, Liam bajó a Raine. Ella alejó al hombre, y cerró de golpe la puerta, echando el seguro. Hammer miró con la boca abierta, ansiando sacudir a Liam y exigirle que echara abajo la puerta... y sus putos muros. Otra parte de él se sentía mal por el pobre bastardo. Liam había hecho todo bien como Dominante para llegar a ella.

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Ahora, se veía aturdido. No, aplastado. El hombre no sabía cómo ayudar a Raine. Y los putos extraterrestres podrían invadirnos antes que la orgullosa chica tan siquiera pidiera lo que necesitaba. Al aumentar su ira, Hammer golpeó la puerta. —¡Raine, abre la maldita puerta!

Seth tenía razón; esto era justo como una puta telenovela. Nada de lo que había pasado durante estos últimos días infernales tenía una gota de sentido. Lo único bueno había sido que Raine había comenzado a sangrar. Pero su alivio no había durado mucho antes que sus silentes lágrimas lo habían cortado de tajo. Liam cerró los ojos. La maldita cena de Acción de Gracias había sido un infierno especial a su manera. Él no podía estar agradecido por nada. Justo cuando él había supuesto que la rabia enconándose dentro de él no podía empeorar, Hammer había probado que conocía a Raine íntimamente, en todo el sentido de la palabra. Era un golpe más efectivo que cualquier puño que Hammer le hubiera lanzado. Liam estaba demasiado consciente de que aunque aprendía algo nuevo de ella cada día, jamás era suficiente. ¿Raine lo necesitaba en lo absoluto? ¿Alguna vez lo haría? Furioso y seco, miró la puerta del baño. Jamás la tentación de alejarse de alguien se había igualado a su determinación de quedarse y esperar el amargo final.

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Había llegado la hora de ponerle fin a esta situación intolerable. Su conversación con Seth giró de nuevo en su cabeza. Y Hammer golpeando la puerta del baño, exigiéndole a Raine que lo dejara entrar para que pudiera cuidarla… Liam sacudió la cabeza. Hammer no lo quería tampoco ahí. Era el maldito colmo. —Vete. —Protestó Raine débilmente del otro lado de la puerta. —En tus sueños. Abre la puerta. —Gritó Hammer. Ella no se movió. —¡Abre la puta puerta, Raine, o la echo abajo! Hammer golpeó sobre la lámina de madera otra vez. Liam empujó Hammer a un lado. —Yo me encargo de ella. Es mi responsabilidad. Lárgate. Hammer lo miró incrédulo. —¿Sabes cómo cuidarla cuando está así de enferma? ¿Sabes lo que necesita? —Dejen de gritar. —La frágil voz de ella se rompió de dolor— Hacen que me duela más. Entonces el esfuerzo de Raine por vomitar volvió, con un terrible sonido de ahogo. Los sonidos de su sufrimiento atravesaron la puerta. Una, dos veces vació su estomago. Liam cerró los ojos. Se sintió tan malditamente indefenso. Hammer gruñó, y empujó su hombro izquierdo contra la puerta. La madera crujió, pero se mantuvo en su sitio... hasta que Liam lo empujó a un lado y pateó el pomo con todas sus fuerzas. La puerta cedió y se abrió, inundando la oscuridad con luz. Raine estaba de rodillas sobre el suelo, totalmente desnuda, con una mano agarrada a la cómoda de porcelana. La otra sostenía su melena negra. Su vestido era un charco sobre el suelo. Al entrar Liam, se giró y se estremeció, cerrando fuertemente los ojos. —¿Amor? Se giró para recostarse sin fuerzas contra la pared de al lado, con las rodillas recogidas contra su pecho. Incluso en la tenue luz, ella se estremeció, viéndose pálida y derrotada. —La luz. Me duele.

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Verla así lo desgarró hasta los huesos. Corrió hacia las persianas, y jaló el cordón, bloqueando los rayos de la tarde que se filtraban en la ventana. Pero no tenía ni puta idea de qué hacer a continuación. Hammer patinó hacia su lado, acariciándole el cabello. —Preciosa, ¿te sientes mejor? Ella asintió débilmente. —Cama. —Por supuesto. El tono de Hammer parecía como si le estuviera hablando a un hijo amado. Ignorando su desnudez, bajó el excusado, tomó un vaso de agua y una toalla fría, y las colocó sobre la cisterna antes de ayudarla a levantarse. Liam sólo miró. ¿Cómo podía protestar? Raine necesitaba cuidado, y él no sabía cómo dárselo. Todo lo que podía hacer era mirar y asimilar la eterna pesadilla. Hammer le limpió la cara con suavidad y le ordenó que se enjuagara la boca. Ella lo hizo lentamente, con los ojos a medio cerrar. Con cuidado, Hammer tomó el cabello largo de Raine en un agarre suave, buscó una banda, y lo aseguró con manos inexpertas lejos de su rostro. Maldición, ¿por qué no había pensado en eso? Entonces la fuerza de Raine pareció agotarse. Cuando se derritió contra él, Hammer la tomó en sus brazos y llevó a su mujer a la cama que compartía con Liam. Liam se enfureció ante la injusticia del momento. Aunque Hammer estaba ayudando, le dolía. Sería fácil dar la vuelta y salir por la puerta, dejarlos a los dos para que solucionaran lo suyo y tomar un vuelo nocturno para Nueva York como Seth había sugerido. ¿Había sido eso ayer? Pero el Dominante dentro de él rugió, igual que su corazón. ¡Mía! —Suficiente, Hammer. Ella puede agradecerte por tus cuidados y tu consideración una vez que esté bien. Estoy seguro que será así. Pero desde aquí, la cuido yo. Si no sé algo, lo averiguaré. Una vez que la deje bien, te veré en la cocina.

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No levantó la voz, pero el tono duro no dejó espacio para discutir mientras se quitaba la camisa y se descalzaba los zapatos. Hammer estiró rabiosamente la cabeza. —Bien. Raine necesita otra pastilla porque vomitó la que tomó antes. Buscó en el frasco y colocó una tableta sobre la mesa de noche, y se echó el resto al bolsillo. Liam lo miró con furia. —¿Y si necesita más? —Entonces ven a buscarme. Comenzaré a recoger los platos. Hammer salió antes de que Liam pudiera discutir. In-putamente-creíble. Después de tomar otro vaso de agua, Liam se subió a la cama y colocó las mantas sobre el cuerpo desnudo de Raine. Acurrucándose a su lado, la llevó a sus brazos. Abrazarla se sentía ahora tan agridulce. —Toma otra pastilla, niña. Él levantó el vaso de agua hacia sus blancos labios y le sostuvo la cabeza para que pudiera beber. El dolor estaba grabado sobre sus rasgos. Raine podía ser tan fuerte que jamás había imaginado verla así de débil. Maldito infierno. —Toma, amor. —La arrulló él— ¿Puedo traerte algo más? —No. —Su voz apenas parecía un suspiro— Gracias. ¿Me puedes abrazar? —Claro. Ahora descansa. Raine pareció usar lo último de su energía, para mirarlo. —Lo lamento… todo. Sí, también él.

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Capítulo Cinco

Hammer se acercó a la mesa y comenzó a recoger los platos. —Estaré recogiendo este desastre toda la puta noche. Él estaba funcionando en piloto automático, apilando los platos junto al lavaplatos mientras su cerebro giraba. Liam podría estar cansado de Raine ahora, pero el momento en que suavizara, ella se limitaría a darle sólo los trozos más pequeños de sí, para no tener que descubrir su alma. ¿Cuándo se daría cuenta de que negarse a compartir su verdadero yo con los que la querían no la llevaría a la plenitud que anhelaba? Maldiciendo, llevó otra pila de platos a la cocina. Toda la sala parecía como si le hubiera estallado una bomba atómica. —¿Y pensaba recoger este desastre con una maldita migraña? Claro… Ante el sonido de unos pasos furiosos, Hammer se giró para ver a Liam entrando disparado en la estancia, como un tren. El cretino no dijo una sola palabra, sólo lanzó un fuerte gancho derecho hacia la mandíbula de Hammer. Éste, aturdido, se tambaleó hacia atrás, chocando con una pila de platos que saltaron hasta el borde del mostrador, a un suspiro de estrellarse contra el suelo. —Aléjate de Raine. Ella no es tu “preciosa”. Es mía. Estrechó los ojos, masajeándose la barbilla, y mirando a Liam. —¿Te sientes mejor ahora? —La verdad no. Preferiría hacerte tragar los dientes, maldito egoísta. Pudiste tener a Raine en cualquier maldito momento en todos estos años que ha estado aquí, pero desde que le di mi collar, no puedes mantenerte lejos. —¿Qué diablos? Ella se enfermó. Intenté ayudarla, imbécil.

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—Minándome. Y aún no te he perdonado por arrastrarla a tu cama apenas la reclamé. ¿Por qué putas no te alejas? —Porque es mi club, muchas gracias. Los dos sabemos que esa reclamación de último minuto fue una manera conveniente para meterte en su cama. Hipócrita. —Vete a la mierda, imbécil. —Liam se froto los nudillos. —¿Qué es lo que te tiene tan torcido? ¿Qué ella me ama? ¿Qué ella me desea? ¿O que ella se siente a salvo conmigo y no quiere dejar Shadows? Hammer esperó sentir el gancho derecho de Liam otra vez en cualquier momento. Pero en cambio, el dolor brilló en los ojos de Liam. —Estamos malditamente atascados aquí porque un club BDSM es lo más cercano que Raine jamás alguna vez ha tenido parecido a un hogar de verdad. Y no puede romper su conexión contigo porque tú no la dejas en paz lo suficiente para que se quiera ir. Culpable. Debió haberle dado a Raine un hogar apropiado fuera del club. Debió haberse alejado cuando aceptó a Liam como su Dominante. Pero si lo hubiera hecho, hubiera perdido a Raine, probablemente para siempre. Sus entrañas se apretaron ante la idea de no tenerla más en su vida. —Tú le rompes el corazón y la haces llorar, joder. —Siguió Liam— ¿Y yo? Diablos, no puedes dejar de acusarme con cada jugada sucia que haces. ¿Y eso no lo hacía sentir más imbécil? Por años, Hammer se había aferrado a Raine como su cable a tierra. Nunca la llevó a su orilla. Solo se aferró a la maldita cuerda más y más fuerte, temeroso de perderla y perder la alegría que ella le brindaba, igualmente aterrado de que si la aceptaba, la destruiría. Si estar con Liam la hacía feliz, debería soltar la cuerda y dejarla ir. Sus pulmones ardieron cuando intentó respirar. El pánico se apoderó de él. Su consciencia gritaba en la base de su cerebro que debería hacer lo correcto… por una vez. Pero incluso pateándose a sí mismo por no darle lo que ella necesitaba, aún era un bastardo egoísta. Al final, no podría renunciar a ella. —Liam…

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—Cierra la puta boca. A veces me pregunto por qué me molesto con todo esto si ninguno de los dos parece quererme aquí. Estoy cansado de pelear con los dos. Liam sonaba muy cerca de renunciar a Raine. De algún modo, eso no era remotamente tan satisfactorio como Hammer se había imaginado. De hecho, jamás había visto al hombre tan al borde, ni siquiera cuando Gwyneth lo traicionó. La culpa rezumó por sus poros. Hammer preferiría cortarse primero las pelotas con una cuchilla oxidada que examinar esta tormenta de mierda, pero no podía evitarlo. Había estado cegado por sus malditos celos. Había estado demasiado ocupado maldiciendo y arremetiendo contra todos para ver que no sólo había fallado al considerar las necesidades de Raine, sino destruyendo una hermandad. Diablos, había sido un imbécil. Debería decir algo, ofrecer una ramita de olivo o algo así. Esta pelea no ayudaba ni a Liam, ni a él mismo, ni a Raine. —Escucha… —Ni una maldita palabra. Liam le dio a Hammer un fuerte empujón, enviándolo tambaleando hacia atrás. —Raine necesitó guía por seis putos años, e hiciste poco más que aislarla e ignorarla. Te retorcías para ayudar a crecer a cualquier otra sumisa. Si otro Dominante la hubiera tratado del mismo modo que tú, lo hubieras matado. ¿Qué te pasó? Julieta. —Solía admirarte. —Continuó Liam— Ya no sé quién putas eres. El temperamento del hombre y su acusación encendieron el de Hammer. —Tú tampoco eres perfecto. No tenías mi permiso para tocar a Raine, pero la tomaste de todos modos. Sabías que estaba enamorado de ella. Vaya amigo que eres, obligándome a verte follar a la única mujer que me ha importado desde Julieta. ¿Tú no sabes quién soy? Jódete. Esto es reciproco. —Oh, deja de lamentarte sobre cómo robé a Raine de tu lado cuando fuiste demasiado necio para hacerla tuya en primer lugar.

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El rostro de Liam estaba apretado, igual que sus puños. —No me voy a disculpar por enamorarme de ella. Al menos he intentado ponerla por encima de todo. Durante años, Raine rogó por tu atención, pero tú estabas muy ocupado sacudiendo la cama con cualquier otra sumisa. Piensa lo que quieras de mí, pero el modo en que has tratado a la que tú dices que es “la primera mujer que me importa desde Julieta” es despreciable. Si en verdad te importa Raine, debes dejarla ir. Si no, la vas a destruir. Y no habrá nada que arregle este distanciamiento entre nosotros dos. —Compartí una década contigo... un techo, una cama, mi maldita esposa... ¿y estás listo para echar por la borda nuestra amistad por una mujer a la que te has follado durante tres semanas? —¿Eres un gurú de las relaciones ahora que sabes exactamente cuánto necesita uno para enamorarse de alguien? Amo a Raine y eso te carcome. Admítelo. —Sí, me carcome, así como el hecho de que ame a Raine también te come el culo y te lo encona. ¿Sabes cuál es la diferencia? Yo compartí. Abrí mi puto matrimonio para ti porque pensé que Julieta te necesitaba. Raine me necesita. ¿Y me dices que sólo puedo hablarle de trabajo con la puerta abierta? Vaya reciprocidad, imbécil. —Te invité a Nueva York cuando me casé con Gwyneth. —¿Qué supone que iba a hacer yo en medio de tu feliz vida de recién casado además de ser el tercero? —Te pedí que vivieras con nosotros para poder compartirla. No pensé que tenía que sacar a flote lo obvio. —Yo no quería nada de esa perra. Liam, a ella no le importaban una mierda los demás. Sólo ella misma. —Eso no tenía nada que ver con ella. Estabas demasiado ocupado con tu club y tu eterno desfile de conejitas follables. —Cada una de esas sumisas evitaron que volviera a Nueva York para que tú no tuvieras que pasar con Gwyneth el infierno que a mí me tocó pasar con Julieta. Liam lo miró con la boca abierta. —¿Meterla en cada agujero era algo que hiciste para mi beneficio? Esto sí tengo que escucharlo.

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—No compartí a Gwyneth contigo porque me preocupaba que al final eso la llevara a hacer alguna locura. —¿Como Julieta? Eso es ridículo. Tu esposa era callada y tímida... diferente a Gwyneth. Julieta también estaba algo dañada, mala excusa, Hammer. —¿Sí? Hammer se dio vuelta, jadeando entre los dientes apretados mientras buscaba algo que lanzar, golpear o romper. —Cuando llamaste para decirme que estabas divorciándote, ¿qué fue lo primero que te pregunté? —Por qué. —Liam se encogió de hombros— ¿Y? ¿De qué hablas? Tú sabes por qué Gwyneth y yo rompimos. Ella quería mi dinero. Oh, y le gustaba follarse a su entrenador personal y su novio. ¿Qué tiene que ver algo de esto con Julieta? —Te pregunté por qué dejaste a Gwyneth porque me importaba. Porque tú me importabas. Hammer pateó la pared, y tomó luego un plato del mostrador y lo lanzó al otro lado de la cocina. Oír el ruido y ver la blanca porcelana romperse no era ni de lejos tan satisfactorio como esperaba. —¿Por qué diablos estás rompiendo los platos? Liam lo miró como si hubiera perdido la cabeza. —Tú jamás me preguntaste por qué. Hammer se giró de regreso hacia Liam con el pecho agitado. —¿No te importó por qué Julieta se tomó todo un puto frasco de pastillas en medio de una tarde de domingo? Llamaste. Dijiste lo correcto. —Se ahogó— Pero nunca preguntaste por qué. No estabas ahí cuando más te necesité. La ira brotó de él como brota la grasa del tocino, quemándole la piel, aniquilando por completo todo su auto control. Quiso lastimar algo, destruirlo, preferiblemente a Liam. El cretino idiota se quedó de pie mirándolo embobado como si intentara solucionar un rompecabezas. Maldito fuera si eso no lo enfurecía también. Hammer tomó el siguiente plato de la pila y lo lanzó al otro lado de la estancia, el choque de la delicada porcelana encendió la bestia dentro de él. Liam lo miró, parpadeando, respirando a duras penas.

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—Hammer, yo no… ¿Puedes dejar de destruir el lugar lo suficiente para que pueda decir algo? Cristo, hombre. ¡Despertarás a los putos muertos! O peor, a Raine. Liam le quitó el siguiente plato, y Hammer sintió una ola nueva de furia golpeándole la cabeza mientras se lo intentaba quitar. —¡Dame eso! —No. Tú obviamente quieres hablar de Julieta y lo que no hice bien. ¿Cómo iba a saberlo? Antes de que pudiera volver, tú la habías incinerado y enterrado, como si la hubieras puesto en una papelera. No tuve ni siquiera la oportunidad de despedirme. Pensé que tú sólo querías olvidarla y seguir adelante. Hammer apretó la mandíbula. Había mantenido durante años esta lata de gusanos tapada. Sigue empujando y se abrirá por completo. —Lo asumiste, pero no te importó lo suficiente para preguntar. —No quise fisgonear. —Insistió Liam, colocando los platos fuera del alcance de Hammer, y luego cruzó los brazos sobre el pecho. Él resopló, con el mal humor en aumento. —¿Tú no quisiste saber por qué mi esposa y tu amante se mató sin mostrar su infelicidad a ninguno de nosotros? —Por supuesto que quise. Liam se acercó con voz baja. Maldito fuera si no se veía entre preocupado y compasivo. ―Te ofrecí dejar mi proyecto en el trabajo y venir a casa. Tú me dijiste que no me molestara, así que intenté hablarte por teléfono. Pero estabas distante, así que me alejé… ―sacudió su cabeza con tristeza— Lo mío no era desinterés, Macen. Jesús, lo siento. No me di cuenta que te sentías así. Cuando seguiste alejándome, pensé que necesitabas tiempo para procesarlo. Cuando te mudaste aquí, supuse que necesitabas espacio, un comienzo nuevo… ―colgó la cabeza— Me preocupó que yo fuera un recordatorio de un tiempo que querías olvidar. —Joder, ojala pudiera. —Dijo Hammer miserable— Me mudé a la otra costa, cambié de carrera, y de vida. Nada me hizo realmente querer vivir de nuevo hasta Raine.

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—Mierda. No comencé con ella para lastimarte. Sé que es un poco tarde, pero… ―Liam tragó— ¿Por qué? ¿Por qué Julieta se quitó la vida? ¿Tú lo sabes? —Sí, y tú no quieres saberlo. —Sí, o de lo contrario no hubiera preguntado. La parte de atrás de los ojos de Hammer le dolieron. Se le cerró la garganta. —Me dejó una nota. Quería más atención. Liam se frotó la nuca. —Francamente, amigo, no estoy seguro de que ninguno de los dos le hubiera dado la suficiente atención. Era un poco avara en ese sentido, sin importar lo que hiciéramos. Supongo que no ayudó el que el trabajo me hubiera tenido lejos los últimos seis días, pero la llamé. Sabía que yo iba a regresar. —Estaba cansada de ser tu “Muñeca de follar”. —¿Julieta dijo eso? ―Preguntó él incrédulo. —Sí, y ninguno de los dos se dio cuenta que ella se sentía así. —Tienes razón. —Liam soltó un fuerte suspiro— La última vez que la vi, me besó y me dijo que volviera pronto a casa. ¿Por qué no nos dijo eso? Siempre luchó con la comunicación pero… —Estaba embarazada. Hammer se pasó una mano por el cabello y dejó salir un suspiro duro mientras se deslizaba por la pared y se sentaba rodeado de la vajilla rota, miserable y derrotado. —De seis semanas. Liam abrió la boca. —¿Tú lo sabías? —No hasta que leí su nota. Debí haber puesto más atención. Él tragó, visiblemente pálido. —¿De quién era el bebé? —Ella no estaba segura y no pudo con la vergüenza de no saber a nombre de quién registrar al niño. Supo que nunca la dejaríamos sola si estaba embarazada, y no quiso criar a un niño en nuestro “foso de

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depravación”. En vez de comunicarse, escogió las pastillas para dormir sobre la vida con nosotros. —Que me jodan. Liam se deslizó al lado de él, mirando a la pared al otro lado de la cocina. —¿No pensaste que la verdad era bastante importante para compartir? ¿O imaginaste que no me importaría? —Intenté no poner esto sobre ti. Intenté ser un amigo y ahorrarte esta mierda. Mira cómo me has pagado. La ira de Liam se elevó de inmediato. Él se puso rojo, con la traición en los ojos. —¡Hijo de puta! ¿Me dices todo esto ahora y lo consideras un favor? Hubiera estado a tu lado en un segundo si te hubieras molestado jodidamente en decírmelo. —Bueno, como amigo, debiste haber preguntado por qué. Y ahora me has robado a Raine. ¿Qué clase de amigo hace eso? Todo lo que tengo es Shadows. ¿También lo quieres? ―Se puso de pie y sacó las llaves de su bolsillo— Toma. No vuelvas por nada más. No tengo una maldita cosa más que darte. Los ojos de Liam se abrieron de par en par mientras se levantaba. Con la boca abierta como si Hammer lo hubiera acabado de golpear. —No las quiero. Le quitó las llaves de la mano a Hammer. Se cayeron. —Ahora, ¿qué putas estás diciendo? ¿Que lo de Julieta fue mi culpa? —Exacto. —Rugió Hammer, con los hombros hacia atrás y el pecho agitado. —¿Cómo llegaste a esa conclusión? ―Lo desafió— Yo no le hice tragarse esas pastillas. —Además de no estar ahí para ella, seguías yendo a clubes, seguías follándote a las sumisas. Ella lo sabía, y eso la destrozó. —¿Dijo eso en su nota suicida? —Era obvio. Y supo que apenas eras un monje mientras estabas en Miami por negocios. Sé exactamente qué estabas haciendo la noche de su cumpleaños. O a quién te follabas. ¿Cómo piensas que eso la hizo sentir?

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Liam frunció el ceño. —Pasamos horas negociando todo antes de comenzar a compartirla. La exclusividad no era parte del trato. Me había visto con otras mujeres y jamás pareció importarle. —Claro que le importaba. —Gritó Hammer— ¿Crees que a ella le gustaba sentirse como si no fuera suficiente para ti? Liam lo miró con ira. —¿Y Julieta te dijo que se sentía así? ¿O es así como tú te sientes? —Eso. Échamelo a mí. —Hammer echó las manos al aire— Me has quitado dos mujeres, pero no te llevas una gota de culpa. Perfecto. Con los puños cerrados alrededor de la silla, Liam apretó los dientes. —Bien. ¿Quieres que todo sea mi culpa? Bien, que así sea. Todo es mi puta culpa. Julieta hubiera sido más que feliz si yo no hubiera aceptado tu invitación, invadido tu matrimonio, y jodido vuestras vidas, así que asumo toda la culpa. Ahora puedes dormir en paz. ¿Mejor? No, no se sentía mejor, ni un poco. Todo su cuerpo estaba apretado en nudos. —Sí. —Le mintió— Ahora es tu turno de llevar esta carga, imbécil. Y si jodes también a Raine, te arranco la cabeza y te la hago tragar. —Créeme, cuidaré de Raine. De día y de noche, de todas las maneras en que necesite. Hammer se le acercó. —Apenas la conoces. Puede que no la haya cuidado perfectamente antes de que aparecieras, pero ella ni siquiera te ha dicho la fecha en que debió tener su periodo. Yo puedo hacerla hablar perfectamente. Necesita un Dominante fuerte. Me necesita. Y si puedo tener oportunidad de estar con ella otra vez, apuesta tu culo que la tomaré. —No te basta con haberme ocultado este secreto y echármelo ahora encima, sino que también me lanzas que te vas a follar a mi Raine de nuevo, si tienes oportunidad. Debería meterte las putas pelotas por el culo y asegurarme que del único modo en que las encuentres es con un palillo. Hammer abrió la boca para contestarle, pero la puerta se abrió repentinamente. Raine entró, estremeciéndose por la luz. Vió el daño con el ceño fruncido, el cabello recogido desordenadamente dejando al descubierto su rostro pálido.

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La camiseta vieja que tenía puesta parecía al menos cuatro tallas más grande que ella y parecía estársela tragando. Con una mueca de dolor, los miró como si hubieran perdido la cabeza. —¿Qué ocurre? ¿Por qué gritáis? Liam miró a Hammer con ira, y tomó a Raine en sus brazos. —No es nada, amor. Ven, te llevo a la cama. Hammer solo pudo ver al otro hombre llevarse a la mujer que amaba, tal vez esta vez para siempre.

Dos horas más tarde, Hammer se sentó al borde de su cama, haciendo girar un vaso de whisky, con los pensamientos dando vueltas, igual que el líquido ambarino. Él había perdido su último trozo de control en la cocina con Liam. ¿Por qué diablos de repente había descargado años de ira sobre el hombre? ¿Había esperado que Liam por arte de magia pudiera borrar las capas de culpa y mejorar todo? Hammer se rió sin humor. Al vomitar finalmente la verdad, había logrado deshacerse de parte del resentimiento. ¿Por qué no se sentía mejor? Debió haber confrontado a Liam y su propia culpa hace años. Simplemente no había tenido las pelotas para meterse entre la mierda. Realmente no quiso saberlo. —¿Puedo unirme? Hammer levantó la mirada hacia la puerta para encontrar a Beck recostado sobre el marco, con los brazos doblados contra el pecho, mirando la botella de whisky en la mesita de noche.

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—Sírvete. —Asintió Hammer, levantando el vaso, brindando por su propia estupidez— ¿Qué haces aquí? Pensé que habías llevado a todos a tomar cerveza y ver el futbol. —Vimos la última mitad del juego, luego se fueron todos. Volví para ver si el club aún estaba entero. ¿Qué putas, hombre? No creo haber estado jamás en una cena de Acción de Gracias más incómoda. ¿Qué tienes planeado para el año entrante? ¿Orinarte en el aderezo? Hammer rio sin humor. —Te perdiste la parte divertida. —Sí, me di cuenta. Cuando no pude encontrar a nadie, busqué en la cocina. —Beck silbó bajito— Como que la guerra mundial se desató ahí. ¿Quién ganó? ―Preguntó Beck, levantando una ceja mientras acomodaba una silla frente a Hammer y se sentaba. —Nadie. —Hammer suspiró con desagrado— La cagué en grande, hombre. Beck tomó un sorbo generoso de whisky y siseó. —¿Qué hiciste esta vez? Hammer le contó al sádico todos los feos detalles mientras llenaba sus vasos. Al terminar, Hammer cerró los ojos. Aún podía ver el cuerpo pálido y desnudo de Julieta yaciendo en la cama. Sus cabellos rubios esparcidos sobre las sabanas de seda gris, una esquina de su boca azul cubierta con espuma blanca. Sus ojos abiertos, sin vida mirando a través de él como si no estuviera ahí. Y no había estado cuando ella se quitó la vida. Cuando el mundo se desmoronó bajo los pies de Julieta, cuando se rindió, saliendo al encuentro del fin sin él. —Debí haberle contado a Liam cuánta culpa me ahogaba hace mucho tiempo. Pero no lo hice. Hammer se frotó la frente. —Él era tan joven, y pensé que lo estaba protegiendo porque no sería capaz de lidiar con la verdad. Además, ella era mi esposa. Liam había entrado en esto por sexo y buenos momentos, no… todo eso. No supe cómo manejar el luto, así que me cerré. Cargué con toda la responsabilidad por su muerte. Cuando comenzó una vida normal y se casó, me resentí con él hasta la mierda. Sólo me seguí enfadando más y más. Terminé culpándolo por casi todo.

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—Eres un idiota. —Beck sacudió la cabeza. —Si. —Se quejó Hammer, vació el contenido de su vaso y lo llenó una vez más— Lo acusé de ayudar a empujar a Julieta al borde porque él follaba con otras sumisas con frecuencia. —¿Eso es cierto? —No lo sé. Tal vez. —Suspiró Hammer— Ella nunca me dijo cómo se sentía. Respecto a nada. —Eres un idiota incluso más grande de lo que pensé. Culpas a Liam por perturbar a Julieta tal vez porque él no pudo mantener cerrados sus pantalones. Pero tú sabes que tu promiscuidad destrozó a Raine y no te hiciste responsable de eso. ¿En serio, hombre? —Lo sé. Solo estaba enfadado como el infierno y buscando una manera de descargar mi culpa. —Sacudiendo la cabeza, giró el líquido en su vaso— Lo que Julieta hizo me perturbó por completo. No tenía ni puta idea de cómo lidiar con eso. Seguro que no pude resignarme a examinar mi propia parte demasiado de cerca. Culparlo fue más fácil. —¿Y te estás examinando ahora? —Intento no hacerlo. Por eso el whisky. —Contestó Hammer, y se bebió un trago largo. —Sí, eso ayudará. —Dijo Beck lentamente. —No. No lo hará. Créeme. Lo he intentado durante años. Pero eso no evitó que se sirviera otro. Él inclinó el vaso en un intento inútil por borrar el recuerdo. Seguro, eso adormecía su culpa, pero jamás erradicaba la mancha de su alma. —Así que deberías dejar de intentar ahogar tu mierda. Analízala y luego déjala ir. Diablos, quién sabe, puede que termines siendo un hijo de puta más feliz. —¿Qué te hace pensar que no soy feliz? —Caray, no tengo idea. —Beck negó con la cabeza— Tienes que ser sincero con Liam. —¿Por qué haría algo así después de que me robó a Raine? —¿Robar? Obviemos esta mierda ¿Sí? ―Beck se inclinó y estrechó la mirada— Le debes a Liam una disculpa. Y luego necesitas sacar tus pelotas de la cartera, pastelito, y decirle a Raine qué sientes por ella y ver qué pasa.

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—¿No tienes una casa a la cual volver? ―Le dijo con rabia, ocupándose de su trago. —Awww, necesitas un amigo que no tema darle fin a tu festín de lástima. Hammer se estremeció. —No te contengas, Beck. Dime lo que de verdad sientes. —Lo intento. Saca la cabeza del culo, a menos que te guste el olor. Si no le dijiste a Liam nada de la muerte de Julieta, ¿cómo esperas que al menos tome parte de la culpa? —Ella se mató y él jamás preguntó por qué. ¿Qué diablos? —¿Qué hubieras hecho en el lugar de Liam? La mujer que compartíais en una relación abierta se mata y su marido no te habla. Hammer terminó su trago, deseando poder estrangular a Beck por esa pregunta tan malditamente fea. —Supongo… ―suspiró él— Joder, si hubiera sido Liam, esa hubiera sido mi señal para mantenerme afuera. Dijo que no quiso husmear, pero creo que me culpó. —¿Pero no te lo dijo? —No. —¿Así que sólo supones? —Cállate, Freud. —Él sirvió más whisky— Eres cirujano vascular, no loquero. Beck se encogió de hombros. —Hice mi rotación de nueve semanas en el ala de psiquiatría. Casi estoy calificado. —¿Entonces por qué no examinas tu propia vida? Hay bastante mierda ahí. —No. Estoy jodido, pero no casi tanto como tú. —Se rió Beck. —Vete a la mierda. —En serio. Deja de ahogarte en alcohol y discúlpate con Liam. —No escuchará nada de lo que tenga que decir, especialmente después de que le dijera que me follaría a Raine de nuevo si se me diera la oportunidad.

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—¿Y por qué decidiste agregarle gasolina al fuego? ¿No era suficiente incendio para ti? Beck sacudió la cabeza. —Tienes demasiado orgullo, Macen, y te está mordiendo el culo. —No sería la primera vez. —Y probablemente no será la última. —Beck hizo una pausa— ¿Qué os atrajo de Julieta? ¿Cómo era ella? Hammer bajó otro sorbo. —Callada. Refinada. Formal. Era una dama. Lo malo era que a ella no le gustaba ni el conflicto ni la confrontación. —No puedo verte con una chica callada. Necesitas el desafío de una sumisa colérica. —ladeó la cabeza— Como Raine. Hammer hizo una mueca de dolor. —Lo sé. Su actitud descarada me hace querer azotarle el culo y follarla hasta perder el aliento. No puedo sacarla de mi sangre. Lo he intentado. —Qué mal que no hayas intentado ser sincero con nadie. —Ahí tienes la puerta, maldito. —Señaló Hammer— Te invitaría a desenmarañarme. No soy una de tus esclavas del dolor. —Así que me vas a echar, como a Liam. Te tengo una noticia: no tengo nada que ver con esto. No me importa lo que hagas, excepto que me gustaría ver a mi amigo sonreír una vez cada diez años. No tenemos que hablar de nada. Podemos emborracharnos, y entonces podrías lidiar con tu propio desastre mañana. Y mientras estás en eso, deja de fastidiar a Raine por no comunicarse porque no lo haces mejor que ella. Sí, Beck seguía hurgando en su cabeza y solucionando todo ¿No era divertido? Hammer bebió lo último de su líquido. Beck le quitó el vaso. —Te odio. —Hammer frunció el ceño. El otro hombre se rió. —Bien, entonces estoy haciendo mi trabajo. ¿Bebemos o hablamos? —Hablar. —Aceptó, sacudiendo la cabeza. —Me alegro. Ahora dime cómo Julieta pasó de chica buena a esclava sexual de dos hombres.

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—Me gustaba empujarla más allá de su zona de comodidad. Era como poder puro bombeando por mis venas y alimentaba la maldita bestia dentro de mí. Así que seguí presionando y presionando… —Se supone que ese es tu trabajo como Dominante. —Sí, pero ella casi nunca respondía a la presión. Una vez, traje una Dominatrix. Julieta dijo su palabra de seguridad para salirse de ello. Así que la llevé a un calabozo para ver qué la disparaba. Lo único que pareció captar su atención fue ver a Liam en una escena. Cuando le mencioné a Julieta, aceptó. Diablos, él tenía veintiún años, pero un fuerte conocimiento del intercambio de poder. —¿Así que se os unió? —Al principio fue por una noche. Pero le encantó. Pensé que a ella también. Sabiendo que yo podía hacer que mi esposa follara a otro hombre hizo maravillas para mí. Pensé que le gustaba entrar en contacto con su chica mala interior, y ellos tenían química, así que le pedí que se quedara permanentemente. Para cuando me enteré que eso la hacía sentir como una puta, fue demasiado tarde. Confundí su silencio con sumisión. —¿No preguntaste mucho antes de cambiar la relación? Hammer dejó caer la cabeza. —No lo suficiente. Estaba ebrio de poder y no era el Amo más ejemplar. —Vaya. Ese no es el hombre que conozco. En serio no te imagino no obligando a Julieta a comunicarse. Tú sofocas a las sumisas a punta de preguntas. —Oh, intenté hablar con Julieta, créeme. Cada vez que la sentaba y le decía que necesitaba saber cómo se sentía, me daba una sonrisa plácida y me decía que me amaba, me cubría de besos y luego normalmente me la mamaba. Le creí a su conformidad, pensando que era la sumisa perfecta. Debí haber hurgado más, pero ella nunca me dio motivos para hacerlo. Pero me enseñó una lección invaluable. Es por eso que le insisto tanto a las sumisas que se comuniquen. —Hammer, ella no te dio nada con lo cual trabajar. Hiciste lo que pudiste con lo que sabías. Después de todo, había dos personas en ese matrimonio. Y ella eligió. Él se encogió de hombros, pero no pudo descargar la roca de la culpa de su espalda. En cambio, le quitó el vaso a Beck y le sirvió otro trago.

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—Pero era mi trabajo cuidarla, física y emocionalmente. Le fallé en todos los sentidos. —¿Qué pasó después? —Me cerré después de su muerte. Estaba solo y miserable. No pude quedarme en Nueva York. Demasiados recuerdos. Demasiado dolor. No sabía hacia dónde dirigir mi ira, excepto hacia Liam. No podía culpar a Julieta. Ella fue una víctima de mis deseos y mi ego. —Espera un minuto. Ella no fue una víctima. No te dijo cómo se sentía y no te dio elección. Ella tomó el poder. ¿No te enfadaste con ella por suicidarse? —Lívido. Sé que es parte del proceso de la muerte, pero me preguntaba si en realidad la conocía. Pensé que la amaba, pero ¿cómo puedes amar a un extraño? —No es por hablar mal de ella, pero suena como si hubiera estado reprimida, deprimida y jodida. Hammer dejó escapar una risa. —Tal vez. Un poco. —¿No te has castigado lo suficiente? ¿Estás seguro que no tienes algo de masoquista en ti? —Eso quisieras. Encogiendo los hombros, Hammer miró con atención su bebida. —Buena estrategia. Esperar a que esté ebrio para que ahí sí hable. —Oye, ha funcionado. —Cretino. —Señor Cretino, para ti. —Rió con disimulo— ¿Entonces ni tú ni Liam teníais la menor idea de que Julieta fuera infeliz o pensaba en suicidarse? ¿O que estaba embarazada? —Nop. Ese error me costó caro. —Eso explica por qué administras la medicina de Raine. Y por qué siempre llevas cuenta de sus ciclos. No tenía idea de lo malo que fue eso, hombre. Lo siento. Las palabras de Beck estaban llenas de compasión. Hammer no la necesitaba. Sólo quería que se fueran el pesar y la vergüenza que lo devoraban por dentro.

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—No puedo creer que hubieras llevado esta mierda a cuestas todos estos años. —Beck se veía tan consternado como Liam pareció antes. —Sip. Hasta esta noche cuando le solté todo lo feo justo a Liam. El recuerdo del shock total de su viejo amigo se deslizó por las venas de Hammer como lodo negro y grasoso. Los ojos de Beck se abrieron más como si de repente lo golpeara el entendimiento. —Bueno, ahora sé por qué no le dijiste a Raine que estabas enamorado de ella. Todos estos años has querido reclamarla, pero… —No soy bueno para ella. —Lo interrumpió Hammer—Se merece un mejor hombre y mejor Amo. —¿Sí? Y todos pueden ver que te va muy bien sin ella. —Se burló Beck. —Nunca dije eso. —¿Y qué fueron todas las sumisas que te llevaste a la cama? ¿Sustitutas de Raine? Hammer lo miró con advertencia. —Estás cruzando la raya. Ten cuidado. —No. No voy a endulzarte las cosas, y en el fondo, no quieres que lo haga. Cierto. —No son sustitutas. Sólo pueden manejar lo que quiero. Cuando soy rudo y estricto, eso silencia la culpa que me grita en la cabeza. —Y la noche que pasaste con Raine… ¿También fue culpa? La mano de Hammer se apretó alrededor de su vaso. —Ella silenció todo. No hubo nada más que paz. —¿Entonces por qué no…? —No merezco que todo eso se calle. ¿No lo entiendes? Le fallé a Julieta. Y maldito sea si le llego a fallar a Raine. —¿Piensas que Raine algún día se quite la vida como Julieta? ―Le preguntó Beck a Hammer. —No. Nunca. —Al menos has metido algo en esa cabeza. Raine puede que no sea la mejor comunicándose, pero hombre, es una luchadora, Macen. Tú lo sabes.

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Sí. Lo sabía. Todos los años que pasó con Julieta jamás vio en verdad el alma de su esposa. No importaba cuánto lo hubiera intentado, había sido como ver a través del humo. Él podía ver el brillante faro de Raine tan claro como el día. Ella no era una cobarde. La chica podía ser tan malditamente auto suficiente. Había dejado a ese cretino de su padre cuando era una niña, y sin miedo por cómo sobreviviría, se valió de su fuerza interna para forjarse una mejor vida. Hammer sabía lo que Raine haría si era infeliz, y seguro como el infierno que no era tragarse un frasco de pastillas. —Puede que tuviera que perseguirla. —Dijo Hammer— Pero jamás tendré que enterrarla. Si creyera eso posible por un segundo, la posibilidad de que estuviera embarazada me hubiera llenado de pánico. —Entonces deja de proyectar tu culpa sobre Liam, y comienza a ser sincero con los dos. ¿No te ha quitado Julieta ya suficiente? Tal vez un hijo, casi una década. ¿Y también tu felicidad? ¡Haz algo, idiota! De lo contrario, seguirás desperdiciando tu vida. —Gracias por aguantarme. Beck resopló, pero tenía razón. Hammer había desperdiciado tanto tiempo. ¿Cuánto más estaba dispuesto a desperdiciar por una mierda que él no podía cambiar?

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Capítulo Seis

Descargar su frustración con el saco de boxeo no había hecho nada para aliviar la ira de Liam. Cada mañana durante la semana después del día de Acción de Gracias, él se escabullía al gimnasio para escapar de Shadows y la olla a presión de problemas que había allí, aunque fuera por un rato. Después de casi una hora de ritmo repetitivo, el sudor le caía en los ojos y sus músculos protestaban… pero aún no podía cansarse lo suficiente para acallar el caos que le llenaba la cabeza. Finalmente, se quitó los guantes y se dirigió a las duchas. Al apoyarse contra la pared de baldosa, y dejar el chorro caliente caer sobre él, intentó decidir qué putas hacer a continuación. Sus opciones eran limitadas. ¿Irse o quedarse? ¿Pescar o hacer carnada? Liam suspiró. Hammer era un imbécil reservado y su rival por el amor de Raine. Pero también era una caja de resonancia, e irónicamente Liam lo echaba de menos ahora. Una vez vestido, salió del gimnasio y se metió en el frenesí de la mañana. Al llegar al estacionamiento de la primera playa que encontró, Liam sacó su móvil y llamó a Seth. Cuando su amigo contestó, escuchó la suave voz de una mujer en el fondo. —Hola, soy yo. —Más vale que sea bueno, Liam. Las cosas a las que renuncio por un amigo tienen límites. Podía escuchar la risa en la voz de Seth y sonrió levemente. —Yo diría que nada de esto es bueno, pero me vendría bien hablar. Seth se puso serio. —Aquí me tienes. ¿Qué pasó? Liam echó su asiento para atrás y se estiró. —¿Cuánto supiste de la muerte de Julieta? —Que se suicidó.

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—¿Y no supiste por qué? —No. —Contestó Seth— Imaginé que tú sabrías poco más que yo. —Eso pensaba yo también. Liam suspiró. El agotamiento y la frustración lo tenían atrapado. Se frotó los ojos. —Macen por fin me lo contó. Le relató la conversación a Seth. Luego, su amigo no dijo nada por un rato largo. —Santa mierda. —Eso resume cómo me siento. Hammer se guardó eso por ocho putos años. —¿Nunca te dio un indicio de por qué había muerto Julieta? —Ni una vez. Ni durante nuestras llamadas telefónicas, ni cuando estuve a su lado en la tumba de Julieta en los aniversarios de su muerte y hablábamos de los viejos tiempos. Ni en los dos meses que llevo aquí. Jamás… hasta la semana pasada. Seth silbó. —Debes sentirte como si te hubiera atropellado un camión. —Al principio estuve en shock. Ahora, sigo pensando qué diablos pasó. Hammer me cegó. Luego me culpó de todo. Maldito. —Te sientes traicionado. —Seth no preguntó. —Sí. Y ¿Cómo se supone que debo sentirme respecto al hecho de que Julieta pudo haberse suicidado por mi bebé? ―Seguramente entre incrédulo y miserable— Aunque no lo sabía y no puedo ahora hacer nada, la culpa me está comiendo. El suicidio de Julieta era historia pasada, pero la herida de Liam se sentía fresca. —Ella escogió terminar con su vida sin hablar con ninguno de los dos. —señaló Seth— No te castigues. ¿Y tú y Hammer están hablando? —No desde esa noche. No me decido si debería romperle la cara o disculparme por abandonar el barco por completo. Liam no podía enterrar su ira contra Hammer… pero sólo podía imaginar lo que el hombre habría supuesto esos años.

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Que a él no le importaba. Que Julieta no le había importado. Que el dolor de perder a su esposa no significaba nada. Viendo sólo la versión de Hammer, Liam supuso que él se veía como un cretino insensible. Se maldijo a sí mismo por no seguir sus instintos y volver de Miami. ¿El resentimiento de Hammer lo había motivado a llevar a Raine a la cama la noche en que Liam la había reclamado? No le sorprendería si Macen hubiera intentado embarazar a Raine también a propósito. Maldita rata bastarda. Y no importa lo malditamente enfadado que estuviera, Liam no podía desahogarse con nadie en Shadows. ¿Quién lo escucharía? ¿Hammer? Liam rodó los ojos. ¿Raine? Bueno, si Hammer jamás le había dicho al hombre que compartió su lecho marital con Julieta sobre el trágico suicidio de su esposa, Liam dudaba que su antiguo amigo le hubiera contado algo a Raine. No es que Liam quisiera sacar su oscuro pasado a la chica lastimada. Quería ganarse su confianza, y contarle esa historia no ayudaría a la causa. —Es una revelación fuerte, hombre. —Se compadeció Seth— ¿Pero cómo coño ibas a saber lo que pasaba si nadie te lo contaba? Cierto. Pero eso no erradicaba su culpa o detenía su necesidad de desatar su ira. —Para insultarme. Para agredirme… Liam se aferró al volante hasta que sus nudillos se blanquearon. —Hammer dejó claro que si se le daba la oportunidad, aprovecharía para llevársela de nuevo a la cama. Seth se detuvo. —Claramente, está siendo una basura, pero ¿qué es más importante para ti? ¿Evitar que Hammer lleve otra vez a Raine a la cama o atender las necesidades de tu sumisa? Ya hemos hablado de esto. Si ella los necesita a los dos… —¿Es que quisiste que tus amigos se follaran a la última sumisa que tuviste? ―Contestó Liam. —No lo hagas sobre mí. Concéntrate en Raine. ¿A qué le temes de verdad? ¿Solo que le abra otra vez las piernas a Hammer? ¿O que ella al final lo escoja a él? La pregunta le apretó el corazón a Liam. Diablos, Seth veía justo a través de él.

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—Hammer está muy dañado para ella. —Tal vez confesarte eso significa que finalmente dejó ir el pasado. Entiendo que estés enfadado con él, pero ¿qué necesita ella? Seth sonaba muy paciente. Eso hizo que Liam apretara los dientes. —¡Maldita sea, le daré lo que necesita! —Todo lo que oigo son celos. Tienes que poner a Raine por encima de Hammer y de tu ira. Hasta ahora, has hecho lo correcto por ella. No te detengas ahora. ¿Por qué Seth tenía que tener la maldita razón? Liam suspiró derrotado. —Imbécil. —Sé que es mucho pedirte, especialmente cuando no estás seguro dónde estás con ella. —Ha gritado su amor por Hammer a los cuatro vientos. ¿Pero a mí? No lo sé. —Entiendo que temas que Raine vuelva corriendo a Hammer, tal vez para siempre. Pero no puedes controlar las decisiones de ninguno de los dos. Sólo concéntrate en las tuyas. —El plan que discutimos la semana pasada… ―Liam tragó fuertemente— No sé si he hecho algo más difícil. —Me dijiste ese día que ella se está desmoronando. Si no recibe lo que necesita, ¿Entonces qué? Liam se frotó el cabello. —Lo sé, bastardo. Cállate. —Viniste a mí por ayuda... dos veces. Ambos ideamos este plan. —Te dije que era jodidamente terrible. Todo esto podría estallarme en la cara. —Podría. Pero también lo hará si no haces nada. A menos que no estés seguro que Raine vale el esfuerzo y sacrificio. Liam no vaciló. —Lo vale.

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—Entonces haz lo que sabes que tienes que hacer. Estoy aquí si necesitas algo, pero tienes que controlarte y concentrarte en las necesidades de tu sumisa. —Eres malditamente bueno fastidiando. —Se quejó. Seth soltó una risa. —¿Quieres que vaya y te ayude a mantener la cabeza en su sitio? Sería malditamente bueno tener a alguien de su lado. —Te lo agradecería si pudieras. —Voy para allá, Faultline U.S.A.4 Liam dejó salir media risa. —Gracias, Seth. —De nada. Ahora lárgate y déjame en paz. Te haré saber cuándo aterrice en L.A.5

Después de un viaje sombrío de regreso a Shadows, Liam se sentó a los pies de su cama, viendo a Raine dormir mientras él hacía acopio de todas sus fuerzas. Se veía tan malditamente hermosa... pacifica... en su cama. La serenidad de su rostro no era real. La chica jamás estaría completa si no siguiera con su plan. Y él jamás estaría completo sin ella. El terror casi lo aplastó. Pero Seth tenía razón; tenía que dejar a un lado sus miedos y ayudarla. Lo peor era saber que no importaría lo suave que fuera a ser, el impacto sería mortal. Joder. Con el corazón dando vueltas, Liam se acercó a Raine, tocando la exquisita pierna que sobresalía de entre las mantas, deleitándose con su suave piel. Esto era suyo… al menos por ahora... igual que ella.

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¿Cómo se había plasmado en su alma tan rápido? Raine era todo lo que él sabía que siempre había buscado. A veces vulnerable, divertida, loca, generosa. Misteriosa. Inteligente. Rezumaba sexo. El Dominante dentro de él deseaba poseerla. El hombre en él quería conquistarla. Liam sacudió la cabeza. Diablos, sonaba como un primate. Lo que debería estar sopesando era las maneras en las que podría dejar su huella sobre Raine. Le había dicho que la amaba, cientos de veces. Ella jamás había sido reciproca. Liam sentía que era mutuo, al menos en parte, porque ella no le creía. ¿Cómo podía hacerla entender su devoción antes de hablar con ella? ¿Cómo hacerle creer su amor? —Raine, despierta. La acaricio por todo el cuerpo, y se acercó rápidamente, doblándose para retirar los mechones de cabello oscuro de su rostro suavemente adormilado, obligándose a no perderse en ella. Dios, quería hacerle el amor otra vez. Habían pasado once días, pero parecían una eternidad. Sus oscuras pestañas se separaron para revelar unos soñolientos ojos azules, con una expresión de bienvenida mientras sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa. —Buenos días, Liam… Ella se sentó y se acurrucó contra sus brazos. La abrazó, saboreando su cercanía mientras pudiera, inhalándola, enredando los dedos en su cabello sedoso, oliendo su suave mejilla. —Raine. —Susurró por fin— Necesito hablar contigo. —Hmmm. —Ronroneó en su cuello, con los pechos apretados contra el tórax de él— Es muy temprano. Ven y te acuestas otra vez conmigo. Estás muy caliente y me hace feliz tenerte a mi lado. Típico en Raine, retrasaba cualquier discusión que pudiera resultar en el hecho de remover sus capas y exponer sus vulnerabilidades. Ella le besó el cuello, la mandíbula, y la boca, incitándolo. Liam apretó los dientes. —Ahora no. Te doy diez minutos para usar el baño y prepararte. Luego te quiero de vuelta aquí, acostada, con las manos sobre la cabeza, y las piernas abiertas con ese hermoso coño abierto. Y quiero toda tu atención. ¿Entendido? Sus ojos se abrieron por completo ante su exigencia.

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—Sí, Señor. Su espalda se electrizó. —Entonces muévete ya. El reloj comenzó a correr. Raine le envió una sonrisa coqueta mientras se levantaba y desaparecía en el baño. Cuando oyó el suave clic de la puerta al cerrarse, Liam preparó el espacio con todo lo que pudiera necesitar, colocando metódicamente los elementos en su lugar. Se deslizó en ese espacio Dominante intoxicante que siempre disfrutaba con Raine. No se había sentido tan en control de sí mismo desde la cabaña. Había permitido que demasiadas distracciones lo desviaran desde entonces, pero ahora, gracias a sus conversaciones con Seth, se sentía concentrado, estable. Sólo esperaba como el infierno que Raine entendiera el mensaje que sus acciones pretendían transmitir. Momentos después, ella salió del baño, con el cabello y los dientes cepillados, la cara lavada y resplandeciente, y el collar puesto. No tenía nada más puesto, y así era precisamente como a él le gustaba ella. Su polla se puso firme. Cuando ella reviso la habitación y vió todo lo que él había preparado, sonrió con anticipación. Eso, esperaba él. Pero la esperanza en esos ojos azules lo sorprendió. —Te he extrañado. Las últimas semanas han sido tan… ―ella se detuvo, justo cuando podía haber dicho algo importante, y acarició el rostro de Liam con una mirada suave y firme— Me alegra que estés aquí y me desees. Su voz decía que había estado preocupada por la posibilidad de que no la deseara después de la cena de Acción de Gracias, pero no lo había expresado. Eso frustró a Liam. —No importa lo que pienses, siempre te he deseado, Raine. Desde el primer momento en que te vi. Ella sonrió, y él juró poder verle el corazón en los ojos. Algo más profundo que el deseo había en su mirada. ¿Por qué mierda no podía simplemente decírselo? Liam acaricio el suave cabello de la coronilla de Raine, y le tomó la mejilla.

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—He intentado darle voz a lo que siento por ti. Aún no estoy seguro de que en verdad entiendas lo fuertes que se han vuelto mis sentimientos, pero ahora no es momento de hablar. Ábrete para mí y déjame demostrártelo. —No soy muy buena diciéndote lo que siento. Ella lo besó suavemente en los labios. —Pero haré lo que pueda para demostrártelo también. Entonces se acostó en la cama, con las piernas abiertas, los brazos sobre la cabeza, tal como él le había pedido. Era una vista digna de admirar. Sus pezones rosados coronando los generosos pechos, la larga línea esbelta de su torso llevando a sus firmes muslos y la franja de vello oscuro de sobre sus antes desnudos pliegues lo hicieron ansiarla y sudar. Cuando Liam se cernió sobre ella, no pudo dejar de mirarla. Sexualmente, todo entre ellos siempre había sido tan caliente como un cable en cortocircuito, urgente, conectado. Aquí era donde su sumisión brillaba. Raine se entregaba por completo en la cama. Pero compartir su cuerpo era mil veces más fácil para ella que compartir siquiera una pequeña parte de la mujer dentro de ella. Él se desabotonó la camisa y se la quitó, se quitó también los zapatos y se sentó en la silla frente a la cama para quitarse los calcetines. Todavía no podía quitarle los ojos de encima, toda agraciadamente acomodada y abierta ante él. Gruñó de satisfacción cuando ella abrió más las piernas, mostrándole su coño y su trasero, ambos reservados sólo para su placer. Le inundó una mezcla de pesar y orgullo, bello y agridulce. Dejó la melancolía a un lado. Por Dios, sin importar el resultado de hoy, le sentiría tan profundamente dentro de ella... mente, cuerpo y alma... que tendría una parte de él para siempre con ella. Se desabrochó el cinturón y liberó el cierre sobre su erección con cuidado. Su polla ya lloraba por ella, palpitando por estar envuelta en su sedoso calor. Se obligó a ser paciente. Caminando hacia la cama, tomó las esposas, asegurando las muñecas y tobillos de la joven. Él oyó el suave temblor en su aliento, y la vió probar sus ataduras.

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—No te vas a ninguna parte hasta que yo lo diga. Mientras estás conmigo y debajo de mí, voy a hablarte con mi boca, mis manos y mi cuerpo... quiero que escuches y me digas lo que te digo. Sé especifica, Raine. Quiero oír las sensaciones, tu nivel de intensidad. Se inclinó sobre ella, con la rodilla presionada sobre el colchón entre las piernas de ella, y la miró con intensidad. —Lo más importante, encuentra las palabras para decirme cómo te hacen sentir mis actos. Hazlo por mí. —Me esforzaré por comunicarme. Se inclinó sobre su rostro, fijándola sobre la cama con una mirada firme. —Tu mejor esfuerzo, Raine. Nada menos. De repente, la aprensión le cubrió el rostro a ella. Captó el desagrado de él, que venía desde Acción de Gracias. Lo sentía. Pero no mencionó el asunto. De hecho, no habían hablado sobre ese día. Él lo había intentado. La primera vez ella lo silenció con una mamada, y se maldijo por dejarla desviarlo. La segunda vez, ella de repente recordó una tarea que había olvidado terminar para tener preparado el calabozo para esa noche. Liam la había seguido, aún hablando… sólo para parar cuando vio a Hammer y Beck en la estancia. No se había molestado en hablarle a Raine otra vez. Ahora necesitaba tener su atención. —Espero que me hagas saber cómo te sientes con los colores del semáforo. ¿Los recuerdas? —Claro. —Dime tu palabra de seguridad. —París. —Excelente. Soltó un poco el agarre de las cadenas pegadas a las esposas en sus tobillos y le dobló las rodillas para que le hicieran espacio. Desesperadamente ansioso por sentirla, Liam le cubrió el cuerpo con el suyo... y se obligó a nada más frotar su polla a lo largo de los húmedos e hinchados labios del sexo de Raine. Ella gimió e intentó menear sus caderas para alinear la cabeza con su apertura. Deslizarse dentro de ella era demasiado tentador. Sería muy fácil dejar que el placer se apoderara de él simplemente. Pero muy insatisfactorio al final.

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Liam se retiró. —Te dije que me dijeras qué quieres, no que te menearas. ¿Tengo que castigarte antes de empezar? —No. —ella tragó, vaciló— Yo, um… me gusta cuando me tocas. Extraño tenerte dentro de mí. Quiero sentirte ahora. Ante sus palabras, casi se pudo contener para no resoplar. Raine tenía el pésimo hábito de surgir del fondo6 que hacía a su Dominante interior rugir por someterla. —Eventualmente. Le mordisqueó la oreja, lamiendo el lóbulo con besos húmedos. Al gemir en apreciación, se alejó lo suficiente para acunar el peso sedoso y caliente de su pecho en la mano, acariciándolo firmemente hasta la punta. Rodando y pellizcando su apretado pezón, este se hinchó y se alargó entre sus dedos. Rodó al lado de ella, mordió la base de su garganta, luego le chupó el pezón, incluso mientras buscaba una pinza. Ella siseó cuando deslizó el pequeño elemento con dientes de lagarto en su lugar. Jadeó agudamente con el shock de la mezcla de dolor y placer. Él esperó a que ella hablara. No lo hizo. Deslizando su mano por la piel tibia de Raine y buscando el otro pecho, pellizcó y lamió la punta, y colocó la segunda pinza, deleitándose en la manera en que ella se tensaba, y exhalaba toda su tensión con un gemido bajo. —¿Raine? ―Dijo él. —Verde. —¿Y? Usa tus palabras. —Todas las sensaciones en mi cuerpo están centradas en mis pezones. —¿Te gusta? Ella asintió temblorosa, haciendo que mechones oscuros de cabello rozaran la cima de sus pálidos pechos, coqueteando con las pinzas. La vista de ella sonrojada y excitada bajo él le hacía bien a su auto control. —Me encanta. El dolor es el suficiente para excitarme. Suena extraño, pero me siento muy femenina y sumisa cuando me atas así. —No es extraño en absoluto. Para eso es.

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Liam jaló la pequeña cadena entre las pinzas, adorando su jadeo tembloroso. —¿Cómo te hace sentir, sabiendo que soy yo quien te da estas sensaciones? Las pestañas de ella revolotearon antes de que se concentrara en él. —Deseada. —Bien. Lo eres, amor. Sobre sus manos y rodillas, se ubicó sobre ella, y le retiró el cabello de los ojos, esperando a que lo mirara. —Tan hermosa. No eres como ninguna mujer que haya conocido. Una sonrisa irónica se posó sobre la exquisita boca de ella. —Dirás más desafiante que sumisa. —Ambas cosas. Siempre me has intrigado. ¿Cómo te hice sentir la primera vez que nos conocimos? Acunó sus pechos, acariciando con los pulgares las curvas internas. —Intimidada. —Admitió— Eras demasiado educado. Con una sonrisa, intentaste calmarme. Pero me di cuenta que me estabas evaluando y sacando conclusiones. —Estudiaba a la mujer que tenía a Hammer de cabeza. ¿Cómo te hizo sentir la manera en que hablamos? —Escrutada. Liam negó con la cabeza señalando su pecho. —Aquí. Ella respiró temblorosa. —Nerviosa. Mareada. Observada. Un poco excitada. —Bien. Tú me llenaste la cabeza ese día. Tu rostro, tu olor, tu voz. Fuiste como un corrientazo en mi espalda, sorpresivo, pero no molesto. Ella elevó el rostro para mirarlo, y Liam no resistió la necesidad de besarla. En vez de poseer su boca y tomar todo lo que quería, la provocó con un roce de labios, y se enderezó. Lo hizo otra vez, alargando la caricia un poco más antes de volverse a retirar. Pero joder, ella lo atraía y lo volvía adicto.

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Abrió los labios y se hundió por un momento largo y excitante, gimiendo cuando ella se arqueó debajo de él. Antes de perderse en Raine, se levantó, cubriéndole las mejillas y el cuello de besos. —¡Deja de alejarte! Liam oyó la frustración en su tono. Eso elevó su necesidad. —¿Eres quien da las órdenes, sumisa? —No. —Susurró, apropiadamente castigada— Lo siento, Señor. —¿Qué te hizo exigir más? —Quiero más. —Quiero mil millones de dólares, pero tú no me ves robando bancos para ello. Ella suspiró. —Eso es diferente. —Dime cómo. —Estás justo frente a mí, mirándome como si significara… algo para ti. —Todo. —Corrigió él— Eres todo para mí. Raine bajó la mirada. Aún tenía miedo de creerle, maldito infierno. —Sigue. —Le exigió. —Cuando me miras así, yo… me hace sentir bien por dentro. — Habló, pero luego se detuvo— Valiosa. Tus caricias me dicen que me valoras. Acunó su mejilla, y la acarició hasta llegar a la barbilla, levantándola para cerciorarse de que no tuviera a dónde más mirar sino a él. —¿Te sientes atesorada cuando te toco así? Un pequeño rubor le cubrió las mejillas. —Sí. —¿Sientes que me importas, amor? Ella vaciló. —S… Sí.

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Liam sintió que el cuerpo de ella se tensaba, vio su expresión cerrarse. Estaba acercándose a su zona de comodidad. Se dio cuenta que ella no tenía dificultad para amar. Tenía dificultad para creer que alguien la amaba. Si pudiera cambiar eso, ella se sentiría segura revelando a cambio su devoción. El pecho de Liam se revolucionó. Puede que Raine se hubiera cerrado, pero tenía un corazón inmenso para dar. Lo quería para él solo. —Te quiero, Raine. —La tranquilizó— Te lo he dicho muchas veces. Él se inclinó para presionar su boca de lleno sobre la de ella, hundiéndose en ella en una fusión lenta de labios, una lenta caricia de su lengua, y aliento compartido. Liam se aferró al momento, sin apresurarse, simplemente haciéndola sentir cuánto la deseaba y la adoraba. La respuesta de ella comenzó con cautela, como si no estuviera segura si creer todo el afecto de ese beso. Con cada movimiento, se encontraban, dándole él un poco más, siempre ahí para guiarla, atraparla, animarla. La vacilación disminuyó gradualmente, un centímetro de determinación a la vez suavizándola, hasta que se abrió por completo, y gimió, dándole toda su pasión en un beso. La desesperación emanó de ella. Y la necesidad. Con cada gemido y paso de su lengua, ella le decía que él le importaba. Que lo amaba. Liam sintió esas olas de amor emanando de ella. Esta parte de lo que lo hacía adicto a ella, no sólo su belleza o sexualidad, sino la manera en que él podía sentir su vulnerabilidad, necesidad y cariño cuando la abrazaba. Con un puño agarrando su cabello para mantenerla cerca y la otra mano aferrada a la cadera, se separó. —¿Dónde estás? —Muy verde. —Dijo ella. —¿Qué te hizo sentir ese beso? Raine se encogió un poco. Una pequeña arruga apareció en la frente de Liam. Intentó no rechinar los dientes por la frustración. —No hay respuesta correcta aquí, amor. Sólo pregunto porque me importas. Ella se relajó. —Lánguida. Conectada a ti. —Esperaba que dijeras eso ―para comenzar, de todos modos.

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Subió una mano por su torso hasta sus pechos, rozando sus nudillos a través del escote —¿Qué te dijo ese beso sobre mis sentimientos? —Que tú estás ahí para mí. Ella encontró más difícil buscar las próximas palabras. Liam la vio luchar y la animó a hacerlo. —Que te importo. Eso no debería ser nuevo para ella. —Por supuesto que es así. Pero siempre quiero que lo sientas. Ella asintió. No habló, pero su mirada jamás se debilitó. Ahí había esperanza, necesidad y una súplica silente por afecto. Quería más y quería compartirse. La anticipación le cargó la sangre. —¿Hay algo que quieras decir, amor? Raine parpadeó, se mordió el labio y negó con la cabeza antes de bajar la mirada. Estaba tan enfrascada. Liam se aguantó la decepción. Se rehusaba a rendirse. Apoyándose en los codos, acercó su rostro al de ella, rozando sus labios. —Puedes decirme lo que sea. —Lo sé. No. No lo sabía. Él suspiró. Deslizándose había abajo, se arrodilló para besar el empeine de sus pequeños pies y mordisquearle los dedos. La chica cosquillosa se rió, y lo miró con los ojos abiertos, con una expresión entre sorprendida y temerosa. Diablos, había demasiada información en ese rostro. Ella había sido jodida... por el bastardo que se había llevado su virginidad, por Hammer, incluso por él... pero ninguno se había tomado en verdad el tiempo para mostrarle su cariño con caricias. Eso lo hacía sin duda alguna más decidido a revelar su corazón sin palabras en este momento. Besó sus suaves piernas, se detuvo en las suaves corvas, lamiendo sus muslos, hasta que respiró sobre su coño. La chica estaba más húmeda de lo que jamás había visto.

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Cuanto más se acercaba sus labios, más entrecortadamente respiraba. Ella empujó las caderas hacia él. Él la fijó suavemente contra el colchón. —No, amor. ¿Cómo estás? —Verde. —no pudo decirlo más rápido. Él sonrió, y soltó un caliente suspiro sobre los pliegues resbaladizos y frotó la yema de su pulgar justo sobre la carne hinchada. —¿Qué te hace sentir mi caricia ahora? Dime. —Más que deseada. Como si… nadie más importara para ti. Suena loco, pero… —No. Tienes toda la razón. Estoy orgulloso de ti. Con ambos pulgares, abrió su coño para mirarlo, para lamerlo. Liam levantó las caderas femeninas, con las manos marcándole los muslos, mientras enterraba el rostro entre sus pliegues, comiendo su piel resbaladiza como si estuviera hambriento. Besó la mayoría de sus partes femeninas con su cuerpo entero, dándole toda la atención que le había dado con la boca. Incluso aunque su polla lloraba, dura como el acero y palpitando con necesidad por estar dentro de ella, se entretuvo, se excitó, se animó y la elevó más alto. Intoxicado por el resbaladizo almizcle deslizándose por su lengua, murmuró su aprobación contra su suavidad. —¿Esto te hace sentir cuidada? —Mi cabeza está nadando. —Jadeó ella— Mi sangre está corriendo. Me duele el coño. Respuestas fáciles, y probablemente las que acariciaban su orgullo masculino en el pasado. Ahora quería más. —Bien. ¿Qué tal tu corazón? —Yo… no puedo imaginarme dando esta intensidad, de esa manera, a menos que signifique algo para ti. Mejor, pero no lo que él esperaba. —Sí. ¿Pero qué sientes en tu corazón cuando hago esto? Se inclinó para darle otra lamida amorosa en su apertura, deleitándose cuando se tensó bajo él y gimió suavemente, retorciéndose. —Siento como si… quisieras que yo supiera que te importo.

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—Me importas. Ella vaciló sobre las palabras que él realmente quería oír. Sus inseguridades y necesidades brillaron en sus ojos azules. Casi lo ahogó a primera vista; nada había cambiado, especialmente el hecho de que ella estaba demasiado asustada para decirle cómo se sentía. Pero él aún tenía más modos para ayudarla a intentarlo. Arrastrándose sobre el cuerpo de Raine, descansó el peso de su cuerpo sobre un codo, con el rostro justo sobre los pechos femeninos. Después de un rápido jalón a la cadena, liberó un pezón, chupándolo directamente, para calmar el ardor mientras traía más sangre a la punta. —¿Raine? —Me pica. Me duele. Yo… necesito… Liam… —¿Qué te dice mi tacto? —Qué sabes bien cómo manejar mi cuerpo. —Mírame. —Él esperó hasta que ella obedeció— ¿Por qué te he dado tanta atención, amor? —Te importo. Susurró las palabras, y él casi no las escuchó. Casi como si temiera darle voz a su sentimiento o echarse encima la mala suerte. Liam la tomó por los hombros, penetrándola con la mirada, buscando en su alma. ―Siempre me has importado. La premió retirando la otra pinza y tratando el pezón con cuidado con su lengua. Enredó los dedos en el cabello de ella, amando los pequeños gruñidos y gemidos que salían de su garganta. Liam no pudo aguantar más. Tenía que estar cerca de ella. Cubriéndole el cuerpo con el suyo, se hundió en la boca de ella y simplemente se perdió. Ninguna mujer que alguna vez se hubiera follado en algún club de manera causal, o que hubiera compartido con otro, o incluso con la que se hubiera casado había despertado esta fiebre en su corazón. Sólo Raine. Dejó de intentar darle mensajes y simplemente dejó que todo se derramara sobre ella. Al hacerlo, Liam se presionó contra ella, con la polla hurgando atrás y adelante en su coño, golpeando su clítoris y evitando el pozo seductor que cubría su polla con su crema, prometiendo el nirvana tan pronto se hundiera en el fondo.

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Raine gimió, empujando sus caderas contra él. Liam le tomó el cabello y apretó su delicado cráneo con sus dedos. —Te contendrás para mí. No te correrás hasta que yo te diga. ¿Me oyes? —Sí, Señor. —Su voz era un suspiro. Como solía hacer cuando le ordenaba algo, Raine se suavizó, volviéndose complaciente. Sumisa. La anticipación lo atravesó. —Bien. Y no apartarás la mirada de mí. Ni una vez. Jaló los espesos mechones de su cabello para hacerle saber que hablaba en serio. Podría... y lo haría… mantener su mirada exactamente donde él la quería. —No lo haré. —Prometió ella, con la mirada fija en él. —¿Cómo estás? —Verde. Su rostro mostraba rastros de aprensión, pero aún sonaba estable. Fuerte. —Bueno saberlo. Se movió por la cama y tomó un condón, deseando que ella ya hubiera estado cuidándose y enfundó su eje hambriento y anhelante. Levantando a Raine, acomodó sus delicadas curvas contra él. Alineándose contra su cuerpo sedoso, sus terminaciones nerviosas se encendieron en un subidón acalorado. Quiso ser tierno con ella, pero cuando separó su húmedo y resbaladizo calor con su preparada erección, se hundió en ella en un eterno movimiento que lo envió hasta lo más profundo. —Estoy completamente dentro de ti. —Le gruñó— ¿Cómo te hace sentir eso? La cabeza de ella se echó hacia atrás, extendiendo su melena oscura a través de las sábanas blancas. Se meció bajo él. Sus suaves gemidos de gata hicieron aullar al Dominante dentro de él. —Mírame. —Gruñó. Raine lo hizo con un jadeo, y una corriente se arrastró por la espalda de Liam. —Me siento poseída. —Gimió— Poseída. —¿Te gusta sentirte poseída?

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Usando el puño en el cabello de ella, le giró la cabeza a un lado, exponiendo el cuello. Trazó besos por la blanca columna, sintiendo el pulso femenino revolotear bajo sus labios. —Sí. Cada vez que me tocas, me derrito. Cada vez que estamos separados, no puedo esperar a tenerte de nuevo. Por favor, Liam… Ella se retorció contra él con un suave gemido, intentando animarlo a embestir. —Paciencia. Disfruto tu cuerpo. Disfruto tocarte. Ordenarte. Hacerte correr cuando te ordeno. Tú me intoxicas. Amo verte deshacerte. Un tono rosado se arrastró sobre su blanca piel, y él amó que aún pudiera hacerla sonrojar. —No voy solo a follarte, Raine. Si le demostraba cuánto la amaba, tal vez eso le quitaría las ganas de decir todo lo que quería decir. Presionó un hambriento beso en la garganta de ella, chupando y mordiendo la piel acalorada. Se quemó vivo mientras el coño de Raine lo consumía. Con las piernas de ella envueltas en sus caderas tan fuertemente como las cadenas le permitían. —Oh, Raine. Me destrozas. —Liam. —Gimió ella— Más. —¿Por qué? —Se siente increíble. Así se sentía, y eso apenas arrancó la superficie de sensaciones que se disparaban a través de sus venas. —¿Y? —Siento que tú me necesitas. Su cuerpo se sacudió y sus ojos se llenaron de lágrimas. —Necesito eso. De ti. Apretándola, la bombeó tortuosamente lento, una movida hasta la eternidad. Una y otra vez. Una sucesión borrosa, con los gritos femeninos llenándole los oídos. Ella rogó y suplicó. Su carne lo apretó mientras bombeaba su coño con cada embestida. Con cada retirada, sus pliegues resbaladizos se apretaban, intentando retenerlo dentro.

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Mostrando los dientes al gruñir, se hundió entre su pasaje apretado y aterciopelado. Los pequeños gritos femeninos le hacían hervir la sangre y lo incitaron a tomarla más fuerte, más alto, más profundo. Dios, amaba a esta mujer. Podía preguntarse por qué. Podía preguntarse lo que traería el mañana. Pero las respuestas a esas preguntas volvían a Raine, cuando hacía la pregunta más importante: ¿qué se necesitaría para hacerla entender finalmente que la paz y felicidad están al alcance de su mano? Todo lo que podía hacer era cubrirla con su amor y ser el catalizador. Apretando a Raine más fuerte, capturó su boca, deslizándose entre su boca para tomarlo todo... su sabor, su pasión, su suavidad... hasta el rincón más profundo. Todo en ella lo llenaba. Terminó anhelándola, necesitándola como si necesitara comida, agua o aire. Le pellizcó de nuevo los pezones. Sí, necesitaba esos pequeños gritos también. Necesitaba hacerla rogar. Así que ralentizó sus embestidas a un ritmo tortuoso rozando cada punto sensible en su coño. —Dime cómo te sientes, Raine. Ella se retorció contra él. —Ardiendo, con dolor. Me muero. Gruñó y mordió las puntas inflamadas de sus pechos que rebotaban frente a él. Ella le mordió el hombro. Con ella, nada era fácil, ni lo sería. Entendió eso, justo cuando entendió que valía la pena luchar por su amor y compromiso con ellos. Estaba preparado para la batalla de su vida, pero por Dios, si ella lo deseaba, también tendría que luchar. Si lo hacía… para cuando esto terminara, lo sentiría bajo su piel y se preguntaría qué hubiera sido de ella sin todo lo que él le ofrecía. —Dame más. —Gruño él— Dámelo todo. Ella gritó ante su fuerte invasión, los sonidos de su placer sólo lo encendían más mientras se llenaba las manos con sus pechos hinchados y disparaba sus caderas, embistiendo salvajemente entre los pliegues más húmedos que podía imaginar en el coño de una mujer. Incluso mientras su corazón sangraba. —Me siento… ―Jadeó ella, luchando, intentando no decir las palabras. Liam la miró a los ojos, suplicante.

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—¡Dímelo! —Como si me amaras. Salió casi como si fuera una sola palabra, entonces respiró temblorosa y emocionada. —No sé por qué, no lo merezco, pero… —Sientes que te amo porque es así. La tomó de las caderas hasta asegurarse que la marcaría y se hundió en ella usando todo su aliento, cada gota de su fuerza, sumergiéndose con toda su determinación. Había puesto su marca en ella del modo en que mejor sabía. Y rezó porque algo de lo hecho hubiera llegado a su maldito terco corazón. —¡Liam! —Tómame, niña. Hasta el fondo, hasta los lugares que no le das a nadie más. Toma todo lo que tengo que darte. Placer, dolor, alegría, tristeza. Todo es mío, como tú. Ella gimió debajo de él. Su cuerpo se elevó y rodó, se hinchó y se arqueó. Se deslizó mucho más hondo en ella, con su carne atrapándolo y apretándolo. —¡Sí! ―Gritó ella— Estoy tan cerca. Por favor… —Te amo, Raine. No importa nada, te amo hoy, mañana, siempre. Prométeme que no lo olvidarás… Pero su grito frenético de un inminente orgasmo fue la única respuesta de Raine. Él metió la mano entre ambos y le frotó el clítoris para lanzarla al éxtasis. Se deleitó con su cuerpo temblando debajo de él. —Así, amor. Córrete para mí. Liam cerró los ojos y sintió la liberación de Raine barriéndolo como una onda sísmica mientras gritaba su clímax. Intentó contener el suyo todo el tiempo que pudo, pero su cuerpo no se podía negar. Al salir de ella, retiró el condón de su pulsante polla, y sintió la corriente de semen dispararse hacia arriba y afuera, cubriendo el blanco vientre de ella y sus pechos. Liam la marcaba, rugiendo mientras se aferraba a ello con su vida. Frotó su semilla sobre su piel de porcelana, determinado a tener su olor sobre ella, esperando que eso significara para ella lo mismo que significaba para él.

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Liam le había dado todo... mentalmente, físicamente, emocionalmente. Se sintió agotado en todo el sentido de la palabra mientras se acostó de espaldas con Raine enredada en sus brazos. El ventilador en el techo giraba perezosamente sobre ellos. —¿Me amas aunque sea un poco? ―Preguntó incapaz de callarse. A su lado, ella se tensó. La escuchó tragar. Rodándose de lado, Liam la fijó con la mirada. Ella tenía el corazón en los ojos. Quería decir que sí, maldita sea. Él lo sentía en sus caricias. Él podía sentirlo ahora mismo. —Yo… ―Su boca se abrió, pero no dijo nada más. Raine respiró varias veces. Palideció. —Sé valiente. —Necesito ir al baño. Ella sollozó e intentó salir de la cama. Cuando él le tomó el brazo para hacer que se quedara, la agonía se apoderó de Liam. El agotamiento y un pesar aplastante chocaron contra la satisfacción que giraba a través de él hace pocos segundos. Se sintió vacío. Destruido. La apretó fuerte, ordenándole que lo mirara. Todo el cuerpo de ella temblaba. La sintió anhelante, maldita sea. Pero ella no podía hacerle frente. Tal vez él quería más de lo que ella era capaz de dar. Tal vez él no era suficiente para ella. Tragó fuerte. Tal vez ella no lo amaba lo suficiente. —Espera. —Dijo él con voz ronca. La verdad era que ella tenía demasiado miedo de decirle lo que sentía. ¿Por culpa de su padre? No, no tenía problemas en decírselo a Hammer. Pero su viejo amigo había rechazado el amor de la chica en su cara una y otra vez, lastimándole el ego. ¿Miedo a romperle el corazón? Sí, probablemente. Su esperanza de salvarla desapareció. Se había engañado diciéndose que podía. Parecía que era muchos años demasiado tarde para eso. Qué irónico que había tomado a Raine para construir su confianza y para poner celoso a Hammer. Pero Macen iba a ser quien riera el último. Liam supo que jamás sería el mismo. Con un suspiro pesado, le levantó la barbilla con un dedo. El collar en su cuello se veía tan lindo bajo la luz. Su corazón se apretó cuando la atrajo hacia él para besarla suavemente.

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Al rozar los labios de ella con los suyos, buscó detrás del cuello y abrió el cierre del collar. El metal precioso con su rubí colgante estaba lejos de la piel de Raine. El broche se abrió, y la pieza se deslizó en su mano. Ella se congeló... su beso, su mirada, su respiración. Raine se retiró lentamente, y miró el collar en su mano, parpadeando en shock y confundida. Las preguntas le nublaban la visión. La ansiedad le apretó el rostro. Respiró profundo. Joder, cómo odiaba lastimarla. —¿Qué haces? Colocó el collar en la mesa de noche. —Te dije que necesitábamos hablar, Raine. Ella intentó alejarse. —Me usaste antes de decidir deshacerte de mí. La abrazó fuerte, sin dejarla mover un centímetro. —Te hice el amor, esperando que entendieras, pero no lo hiciste. — Suspiró— Así que me voy a explicar, y quiero que escuches atentamente. Para que esto funcione, necesito que te comuniques… —Si esto es por mi migraña, te juro que no estaba ocultándote nada a propósito. Sólo tenía tantas cosas en la cabeza que olvidé mencionártelo. —Si hubieras pensado en mí en absoluto, compartirías conmigo algo así automáticamente. Sería una segunda naturaleza. Tú quieres mi afecto. Quieres mi dominación sexual. No quieres trabajar lo necesario para someterte por completo. Diablos, ni para tener una relación real. —Eso no es verdad. —Sus ojos azules suplicaron frenéticos— Estoy trabajando en ello. No soy perfecta, pero estoy… —Aún ocultando grandes trozos de tu alma y corazón. No estás lista para tener un collar. —¡No es justo! —Lo que no es justo es que soy sólo tu Dominante de nombre. No voy a pelear contigo si tú no quieres darte libremente a mí. Sólo tú puedes decidir lo importante que soy para ti… si lo soy. Pero no puedo seguirme sometiendo a ti mientras intento darte lo que sé que necesitas. No soy ajeno a tus miedos, pero o confías en mí o me amas… o no. Me cansé de sacarte todo a la fuerza, solo para descubrir que no has sido malditamente sincera.

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Sólo tengo verdades a medias y mentiras sutiles dichas para hacerme sentir mejor. ¿Es porque piensas que soy demasiado estúpido para entender o demasiado débil para manejarlo? El horror se apoderó del rostro de Raine. —¡Ninguno de las dos cosas! Te lo dije antes; sólo no quiero molestarte o perturbarte. —O arriesgarte a despertar mi ira, admitir que la cagas y darte por completo a mí. Conozco el juego, Raine. Lo he visto ser jugado muchas veces. Y no voy a jugarlo más. Te deseo de vuelta… pero no hasta que aprendas a comunicarte. Sé sincera conmigo. Confía en mí. Y entrégame tu control. Yo veo lo que realmente eres, sin importar cuánto intentes ocultar. Y aún te deseo. Aún te amo. Siempre lo hare. —Me estás castigando por el día de Acción de Gracias. —Lo acusó ella, su voz llena de emoción. —Esto no es una especie de castigo. Pero finalmente tengo tu atención, niña. Los pepinillos que te di en la cabaña para que te abrieras, ya no funcionan. Eso fue hace una vida… Los ojos de Raine se llenaron de lágrimas, y luchó por zafarse del abrazo, esta vez con todas sus fuerzas, se mantuvo fuerte. —Detente. —Me estás abandonando. —Lo acusó ella. —No. Te estoy dando solo un descanso para que puedas decidir si quieres volver a una vida solitaria o abrir tu corazón y ser amada. No puedo elegir por ti. Finalmente, la dejó ir con un suspiro. Ella se alejó y saltó de la cama, atravesándolo con una acusación llena de llanto. La traición le estrechó la mirada. —Supe que ibas a hacer esto tarde o temprano. Te dije desde el principio que te cansarías y me dejarías, como todos los demás. Sabía que no sería bastante buena para ti. Te lo dije… soy muy estúpida por esperar que fueras diferente. Cuando se dirigió a la puerta, el corazón de él se hundió. Corrió detrás de ella y se apoyó con las dos manos sobre la puerta para que no pudiera salir.

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—Raine, óyeme bien. No te estoy dejando. Te estoy dando espacio para que puedas decidir las cosas. No puedes darme esperanzas mientras ocultas lo que piensas. Siempre estaré aquí para contestar las preguntas que tengas o para tranquilizarte. Y no te atrevas a pensar en irte. Pero tú tienes que buscar dentro de tu alma. Y si estás dispuesta a hacer que esto funcione para que te sientas plena y desear lo que podríamos tener, vuelve a mí. Si no… Se le estaba rompiendo el puto corazón y casi pudo dejar salir las palabras. —Entonces esto terminó.

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Capítulo Siete

Raine quedó de pie bajo el chorro de la ducha, sollozando tan fuerte que apenas podía respirar. Durante el último mes, Liam la había apoyado de manera callada y solida, manteniéndola en equilibrio y casi feliz. La había atesorado de cientos de maneras. Le había demostrado cada día que la deseaba. Hasta que hoy la abandonó. ¿Cómo iba ella a sobrevivir cuando sentía como si le hubieran abierto el pecho y le hubieran sacado todo de adentro con unas pocas palabras suaves pero brutales? Buscó su champú favorito. Pero estaba con Liam, en su habitación, en su ducha. También tenía su gel de baño, alguna ropa… y la mitad de su corazón. Él ya no quería esa mitad. Y Hammer no quería la otra. Cruzando los brazos sobre el pecho, curvó las manos bajo su barbilla e inclinó la cabeza. La ausencia de su collar la apuñaló otra vez con agonía. Y remordimiento. Recostándose contra la fría baldosa, dejó que las lágrimas fluyeran. Se mezclaron con el agua, brotando a mares de sus ojos, sin dar tregua. Liam la había dejado. El pensamiento le atravesó otra vez el cerebro. Sus rodillas cedieron. Otro sollozo le quitó el aliento. Más lágrimas se le unieron a la cascada de agua. Apenas podía pensar más allá del dolor que sentía. En piloto automático, Raine se aplicó el champú, se lavó la semilla de Liam del cuerpo, se lavó el rostro, y salió de la ducha. La toalla olía a suavizante, no a Liam. Se había acostumbrado a compartir su olor, oler su almizcle en la toalla húmeda. La hacía sentir segura. ¿Por qué no se había dado cuenta de ello hasta ahora? ¿Por qué no le había dicho que lo amaba mucho, mucho, mucho, cuando pudo?

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La decepción en el rostro de él se grabó en su memoria. Tal vez ya eso no importaba. Fue claro en que la recibiría de regreso, pero solo si ella era una persona diferente. Raine no sabía cómo ser eso. Hizo un esfuerzo casi sobrehumano para aplicar loción sobre su piel, trenzarse el cabello y aplicarse brillo en los labios. Ahí Raine se rindió. No le importó lo demás. Al dejar el baño lleno de vapor, se metió en unos pantis, un sostén, un par de pantalones deportivos, y una camiseta. En uno de sus cajones, acarició una camiseta vieja que había sido alguna vez de Hammer. Se la había quitado y había dormido durante meses con ella, sólo para sentirse cerca de él. Poco después de cumplir veintiún años y darse cuenta de que él aún la trataba como una niña, decidió archivarla. Ahora sabía que esa actitud de Hammer había sido una fachada… pero nada había cambiado en verdad. Él nunca la amaría. Seguramente querría follarla por un par de noches... y sí, ella podría correr a su habitación para seducirlo... pero amaba a Hammer demasiado para utilizarlo para vengarse. Y sin importar el daño que Liam le había hecho, solamente no sentía correcto devolverle el golpe. Colocando la camiseta de regreso en el cajón, Raine miró alrededor de la habitación que consideró suya por años. Ya no pertenecía allí. ¿Entonces, eso dónde la dejaba? Peor todavía, ¿dónde pertenecía ella? Liam la había liberado porque no podía ser lo que él necesitaba. Hammer la había rechazado durante años, y después de su tórrida noche de pasión, la había dejado ir por la misma razón. Su padre había tenido razón todo el tiempo. Ella no era lo suficientemente buena. Tal vez si se fuera, Liam y Hammer finalmente podrían reparar su amistad. Eso los haría felices algún día, y entonces ella podría decir que al menos hizo algo bien. Por supuesto, Raine reconoció que huir era un antiguo patrón en su comportamiento, uno por el que ambos hombres la habían amonestado. Pero en este caso, simplemente no veía otra manera de empezar a sanar si estaba constantemente tropezando y causando fricción entre ellos. Además, la destrozaría tener que verlos todos los días y saber que jamás serían para ella. Lo mejor era irse.

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Eso probablemente sería inconmensurable para Liam... la había animado a irse de Shadows con él desde que le puso el collar porque sería bueno para ella. No había estado de acuerdo y se había negado a irse. Pero ahora todo era diferente. Por más que odiara dejar su hogar, lo haría por ellos dos. Por su amistad, drásticamente deteriorada desde que habían hecho añicos la cocina el día de Acción de Gracias. No supo exactamente qué había ocurrido, pero la tensión era tangible y fuerte entre ellos ahora. Fea. La culpa por ello yacía perentoriamente sobre sus hombros. Apartando el terror por lo desconocido que la esperaba al irse, Raine tomó una maleta de su armario. Tenía algo de dinero en el banco. Encontraría un nuevo lugar para vivir y un nuevo trabajo. Después de todo, tenía un título universitario y algunas habilidades en contabilidad. Era buena con la gente. Había sido administradora…algo así. De algún modo, lo iba a solucionar. Secándose el rostro con un pañuelo, Raine sorbió sus lágrimas. Eran inútiles. Liam y Hammer no podían cambiar lo que necesitaban, y ella no podía cambiar lo que era. Estaba destinado a terminar así, ella supuso. La desolación la dejó vacía mientras echaba la mayor parte de sus cosas en la maleta. Empacó algunas de sus fotos favoritas: Hammer vestido de diablo junto a ella vestida de ángel, el Halloween pasado. Liam y ella en la ceremonia del collar. Una que había tomado de ellos brindando con jarras de cerveza la noche que Liam había llegado de Nueva York. Tiempos felices. Sonrisas. Tan diferentes de ahora. Raine suspiró y cerró su maleta, mirando su habitación. Qué triste que haya empacado casi toda su vida en quince minutos. Todo lo que tenía que hacer era subir la maleta al coche e irse. Un momento, ese no era su coche. Hammer se lo había comprado. Estaba a su nombre. Y ella había aceptado el regalo por que la hizo sentir especial para él. Estúpida. Lo más inteligente hubiera sido empezar de cero. Segura como el infierno que no le iba a robar a Hammer ahora. Sacó del bolso las llaves del coche, junto con las llaves de Shadows, y las dejó sobre la cómoda. Las encontraría en algún momento.

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Desechando la idea, sacó su teléfono, buscó en Google un número rápido, e hizo la llamada más triste de su vida. La voz al otro lado de la línea dijo que le quedaban diez minutos, pero ¿para qué esperar? ¿Para qué darle la oportunidad a Hammer o Liam para venir a buscarla? Tal vez desaparecer era de cobardes. Pero mucho más fácil. Se aseguraría de que supieran que estaba bien y hacerlos prometer dejarla ir. Se dirigió a la puerta, mirando por última vez a su alrededor. No era que importara; este lugar estaría grabado permanentemente en sus recuerdos. En su corazón. Igual que los dos hombres que vivían aquí. Nadie caminó por el pasillo cuando se escabulló de su habitación. Nadie la confrontó mientras pasaba por la puerta de Liam y la de Hammer. Llegó al callejón, haciéndole frente al día nublado. Raine no podía creer que esa era la última vez que estaría en Shadows. Todo había ocurrido tan rápido. El momento parecía irreal. Pero no iba a despertar, frotarse los ojos y darse cuenta de que había sido un sueño. De pie en el callejón, el viento chocó contra su ropa y le enfrió la nariz. Casi era diciembre. Su cabello húmedo la estremeció de frío. Tal vez debió empacar una chaqueta, pero la incomodidad del frío no era nada comparado con el tormento que le estaba desgarrando el corazón. Justo a tiempo, su taxi llegó. Apagó su teléfono y lo metió dentro de su bolso, acercándose al vehículo. Eso fue todo. Se secó las nuevas lágrimas del rostro. —¿A dónde vamos? ―Preguntó el brusco conductor. Buena pregunta. A algún lugar familiar... por ahora. Se preguntó hacia dónde ir después de ahí. Raine recitó el nombre de una droguería a unas pocas calles de donde había crecido. Era en el centro de la ciudad. Una vez allí, podría resolver todo lo demás. La ciudad era relativamente callada, en crecimiento, podría encontrar un trabajo con facilidad y mirar si podría comprar otro coche. No se sentiría a salvo allí... solo se sentía realmente a salvo bajo el techo de Hammer... pero había cerrado ese capítulo de su vida, así que a seguir adelante… El taxista presionó el acelerador, y el coche se movió hacia adelante. El viejo contenedor de basura tras el cual Hammer la había encontrado y el edificio familiar donde había aprendido del amor de esos dos hombres asombrosos que cambiaron su vida por completo se perdió en el horizonte.

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Veinte minutos después, no había hecho nada más que ver por la ventana. Casi se sentía… adormecida. Era hasta bueno. Raine no esperaba que el indulto le durara, porque el dolor estaba justo bajo la superficie. Pero aceptaría el adormecimiento por ahora. Apenas tuviera algo de privacidad, con toda seguridad las cosas se pondrían feas. El taxi se detuvo en la pequeña franja comercial. Pensó en pedirle que esperara, pero otro pasajero lo llamó. Y sinceramente, no sabía a dónde decirle que la llevara. Le pagó, tomó su maleta y se bajó. Y comenzó a llover. Maldita sea, como si no le faltara nada más a este día. Suspirando, Raine buscó refugio en la tienda. Fingió buscar cosméticos y productos de cuidado personal. Pasó por las postales, juguetes, chucherías... y se encontró algo que en serio podría servirle. Tomó la primera del estante, le pagó a una chica gótica, y miró hacia afuera, esperando que bajara la tormenta, la que no duraría. Pero todo lo que tenía que hacer era encontrar un lugar donde pasar la noche. Entonces las nubes en el cielo podrían soltar cubetas enteras de agua si les daba la gana. Excepto que nadie le alquilaría una habitación a las diez y media de la mañana. Mierda, no puedo ni siquiera hacer un plan de huida sin cagarla. Al final del camino, la señal de una cadena de moteles baratos le llamó la atención. No era elegante, pero sí limpio y posiblemente libre de proxenetas. Esos eran sus únicos requisitos ahora. Quince minutos después, colocó su compra bajo el brazo y, con los dedos doloridos, se pasó la maleta a la otra mano mientras caminaba por las puertas corredizas del local. No tendría problema en reservar una habitación. Sus ordenadores estaban apagados ahora, y ninguna habitación estaría limpia en unas horas. El recepcionista aceptó guardar su maleta, le dio un tiquete de reclamación, y le dijo que podía registrarse tan pronto los ordenadores tuvieran línea. ¿Ahora qué? Podía vagar por la recepción, pero no tendría nada que hacer salvo pensar en lo que había perdido. Ahora que ya no estaba concentrada en los detalles de moverse de 'A' a 'B', la tristeza latente estaba comenzando a destrozarla, dejándola vacía de cualquier deseo de poner un pie adelante del otro.

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Sabía que estaría mejor. Con el tiempo. Dentro de unos meses, si tenía suerte. Tal vez, algunos años. Tal vez nunca. Raine desestimó la idea. —¿Cuál es el restaurante más cercano? Conocía la zona, pero no había vivido ahí en años. El recepcionista le recomendó un sitio de panqueques a pocas calles de allí, más cerca de la autopista. No era que importara, en verdad. No tenía hambre, pero fingir que comía podría matar algo de tiempo. Al ir a la puerta, ésta se abrió. —El bus la llevará a cualquier lado gratis en un perímetro de dos millas. —Le ofreció el recepcionista, mirándola solícito. —Gracias. Raine no miró atrás, sólo salió. El viejo conductor del bus le sonrió ampliamente cuando subió. Su sonrisa jovial era contagiosa y ella hizo lo que pudo para responderle. Tenía ojos amables y parecía con ganas de preguntarle qué le pasaba, pero estaba segura de que él jamás había estado en un triangulo amoroso de BDSM, así que amplió su expresión plástica y comenzó a hablar del clima. Después de entregarle una tarjeta con un número al cual llamar cuando quisiera que él la recogiera, el hombre la dejó frente a un comedor que era demasiado alegre para su humor actual. La idea de comer sola la deprimió mucho más. Acomodándose el bolso sobre el hombro, caminó carretera arriba, cruzando una intersección llena. ¿Qué diablos estaba haciendo? No tenía idea hacia dónde iba... no sólo hoy, sino mañana. La próxima semana. El mes que venía. El resto de su vida. Raine se frotó la frente. Tenía que salir del pozo de lástima. Darse hoy para lamentarse, y luego solucionar toda su mierda. Todo este lloriqueo no iba a solucionar nada. Vagamente se preguntó si Liam o Hammer ni tan siquiera se habían dado cuenta de que se había ido. Si fue así, ¿la estarían buscando? Tal vez. Liam incluso se estaría sintiendo culpable. Hammer estaría cabreado. Tal vez debería tranquilizarlos antes de hacer algo más.

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Pero si llamaba allí… ¿Qué pasaría si alguno de los dos le contestara? De repente, vio un hospital nuevo en el barrio. Y supo exactamente qué hacer.

Hammer salió de la ducha, escuchando el ruido sordo de un programa de variedades donde el anfitrión entrevistaba a la más reciente “celebridad” de reality en el fondo. El agotamiento le pesó encima. Él bostezó y se estiró. ¿Era su fatiga el resultado de una noche intranquila? ¿La reproducción incesante de los gritos de placer de Raine esta mañana? ¿O el constante girar en su cabeza del consejo que Beck le dio hace una semana y que aún no había seguido? Mientras golpeaba la almohada y daba vueltas en la cama sin cesar la noche anterior, llegó a la conclusión de que necesitaba disculparse con Liam. El discurso que tenía preparado en la cabeza y que practicó en la ducha pareció más forzado de lo que quería. Pero se lo diría. Una vez que dejara eso atrás, podría dar el segundo paso, necesario para retomar el control de su vida. ¿Cómo podría reaccionar Raine cuando le confesara que la amaba y que siempre había sido así? Hammer se aplicó espuma en el cabello y se colocó la ropa, decidido a que hoy sentaría a Raine y le diría las dos palabras que llevaba en su corazón por mucho tiempo. No debería estar tan nervioso como un adolescente pidiendo a su primera novia que fueran a una cita, pero su estomago estaba atado en nudos. Una vez le dijera cómo se sentía, esperaba que pudieran seguir adelante juntos... sólo los dos. La posibilidad lo emocionó.

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Vestido y listo para desterrar sus demonios, caminó hacia la habitación junto a la de él y golpeó en la puerta de Liam. La disculpa se repitió en el cerebro de Hammer mientras esperaba, y luego golpeó otra vez. Nadie contestó. Con el ceño fruncido, se dirigió a la cocina, preguntándose si su preciosa chica estaba horneando. Pero también estaba vacía. La única señal de vida era la jarra de café recién hecho que olía más ácido que a cualquier cosa que Raine pudiera preparar. Aún así, lo necesitaba. Hammer se sirvió una taza y tomó un sorbo mientras dejaba la cocina, haciendo una mueca ante el tibio brebaje que se deslizaba por su garganta. Cuando llegó al calabozo, repasó la mirada por el espacio abierto. No vio a Liam o a Raine. ¿Habrían ido al gimnasio? ¿O a desayunar a fuera? ¿O simplemente habían ignorado su llamado a la puerta, demasiado ocupados y guardados en su capullo de dicha para que él les importara una mierda? Conteniendo la impaciencia, Hammer subió las escaleras hacia el bar. Para su sorpresa, Liam estaba sentado en una butaca, cerniéndose sobre una taza de ese terrible café. —Buenos días. ―Dijo Hammer apretadamente. Liam apenas lo miró, sólo asintió y bebió más café, siseando cuando éste le tocó la lengua. —Dios, esto es mierda. Hammer miró su propia taza. —Lo es. ¿Quién lo hizo? Con un gruñido, Liam lo empujó a un lado. —Yo. Estaba realmente malo. Hammer dejó también su taza en el bar. Entonces respiró profundamente. —Necesito decirte algo. Liam miró hacia la butaca a su lado, invitándolo sin palabras a unírsele. Hammer se sentó. Su discurso sonaba diez veces más fácil al soltárselo a su propio reflejo en el espejo.

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Pero el hecho de que odiaba las disculpas y ésta sonaba jodidamente incómoda, no importó. Liam se encogió de hombros, mirando el vapor que salía de su taza, con expresión pesada y en guardia. Hammer no pudo ignorar la gran arruga entre las cejas de Liam. Jesús, el hombre parecía desolado. Otra ola de culpa se derramó sobre Hammer. —Lamento muchas cosas que dije y que hice. Siempre has sido como un hermano para mí. Revolcarme en mi culpa sobre lo de Julieta y luego culparte a ti de todo mientras te oculté la verdad fue despreciable. Pero ni de lejos tan injusto como echarte todo sobre los hombros, años después. Discúlpame. Te merecías algo mejor. Él vio cómo Liam se frotaba el rostro. —Lamento no haber estado ahí para ti. Y lamento más de lo que puedo decir por el infierno que atravesaste. No pretendo entender lo que hizo Julieta o por qué no compartiste tu dolor conmigo. Tal vez pensaste que yo era demasiado joven y estúpido para entenderlo. Antes de que Hammer pudiera refutarle, Liam prosiguió. —Joder, qué sabré yo. Ya no importa, ¿o sí? Liam miró directo al espejo, viéndose lejano. Resignado. Hammer contuvo un suspiro. ¿Su secreto había lastimado irrevocablemente su amistad? Genial. Espera a que Liam se diera cuenta que él no solo pretendía hacerse camino hasta la cama de Raine de nuevo, sino reclamarla de una vez por todas. —No sé qué decir a eso, Liam. En un día perdí a mi esposa y a mi hijo, y eventualmente me costó mi mejor amigo. Puede que hubiera hecho mal al esperar tanto tiempo para vomitar la verdad… Liam resopló. —¿Eso crees? —Mira. Yo me equivoque, pero dije al fin la verdad. Todo lo que dije el día de Acción de Gracias fue real. Hammer miró hacia el espejo, intentando leer la reacción de Liam. —No estoy tan siquiera seguro qué pensaste de lo que te confesé de Julieta. Jamás lo dijiste.

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—No pensé que te importara. Desde que ella murió, te cerraste y te enfadaste. Así que seguí adelante. ¿Se supone que debo sentirme mal por eso? ―Liam finalmente se giró hacia él con el ceño fruncido— ¿Qué sentido tiene ahora? Toda esa retrospectiva de mierda no cambia nada. Liam intentó levantarse de la butaca. —Espera. ¡Aún no terminé, maldita sea! Rodando los ojos, Liam se sentó en la butaca. —Date prisa, joder. Hammer perdió los estribos. —¿Tienes un tampón que cambiarte? Liam se levantó. —Ya está bien. Me cansé de escuchar. Él apretó los puños. —Maldita sea, así no es como debía salir mi disculpa. Lo siento. Solo déjame terminar. —Tienes treinta segundos. Hammer se meció el cabello. Cristo. Claramente, arreglar su amistad rota necesitaría más que palabras... si eso fuera posible. La frágil ramita de olivo que intentaba brindarle a Liam no llegaría lejos. Lo que tenía planeado con Raine tal vez rompería la pobre ramita en dos. Pero Hammer no podía seguir lastimándola bajo la pretensión de protegerla. Le había causado a ella más angustia ocultándole su amor. Era una mujer fuerte. Después de pensar en el consejo de Beck, se dio cuenta de ello. Si la entrenaba lentamente, la elogiara mucho y también pudiera negociar con ella, podría manejar sus necesidades. Le aseguraría que no esperaba que fuera su esclava. Hammer prometió enseñarle, sostenerla y amarla para poderla completar, como ella lo completaba a él. Pero tenía que dejarla decidir por ella misma… incluso si elegía a Liam en vez de elegirlo a él. Ese miedo hizo que el estomago se le retorciera. Por años, su egoísmo había evitado que Raine creciera. ¿Y si ella tampoco podía perdonarlo?

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—¿Y bien? ―Preguntó Liam al ver que Hammer guardaba silencio— No importa. ¿Por qué estamos teniendo esta conversación? El maldito caballo está muerto. Creo que lo golpeamos lo suficiente. —Él está en un puto coma. Hammer intentó sonreír, pero se sintió falso. —Mira, admito que lo jodí todo. Tomé las decisiones equivocadas. Ambos pagamos el precio. Solo quiero que sepas que lo siento. Jamás lo hice con mala intención. —Entiendo. Gracias. Liam asintió ausente, y miró alrededor de la estancia. Un dejo de incomodidad le erizó la piel a Hammer. —¿Qué pasa? —Me tomaría horas explicarlo, solo que no tengo ni el tiempo ni la energía ahora. Además no estoy con ganas de que me digas “te lo dije”. Ellos sólo habían discutido por una persona. Y si ella hubiera estado ahí, hubiera hecho un café mucho más decente. —¿Dónde está Raine? Liam no lo miró. Las alarmas sonaron en su cabeza. —¿Dónde putas está Raine? —La última vez que la vi, fue en mi habitación. Pero estoy seguro de que ya no está ahí. Su respuesta plana, junto con el brillo de culpabilidad en sus ojos, gritaban que había más cosas que su antiguo amigo no le decía. —¿Irse a donde? —¿Su habitación? No lo sé. —¿No sabes dónde está tu sumisa? ―Lo pinchó Hammer, arqueando una ceja. Liam cerró los ojos y suspiró. —Ya no es mi sumisa. Le quité el collar esta mañana. Las palabras golpearon a Hammer. Quedó estupefacto con la noticia, con la boca abierta, los ojos de par en par. Una pluma lo hubiera tumbado de la butaca. Incluso lo hubiera sacado del planeta con golpearlo.

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—¿Qué? —Me oíste. No está lista para dar lo necesario. Estoy malditamente cansado de intentar obligarla a someterse. No abandoné, sólo le di tiempo para pensar, eso es todo. Tal vez eso sería verdad con otra sumisa, ¿Pero ésta? Lo tomaría como un rechazo aplastante, nada más. Ante los ojos de Hammer, si Liam le quitó el collar a Raine, eso significaba que la había liberado. Lo que la hacía presa fácil. El bastardo egoísta dentro de Hammer quería hacer una fiesta. Finalmente, Raine podría ser suya. El Dominante en él temió que no fuera tan simple. Ahora que Liam había aplastado a Raine al dejarla ir, ella necesitaba ternura y amor... dos cosas con las que él no era bueno... para sanar. Hijo de puta. Casi quiso ahorcar a Liam con sus propias manos. —¿Qué diablos estabas pensando? ¿Era tu intención sacarla por la puta puerta para presionarla? Liam ardió con ira. —Intentaba enseñarle. Algo que tú debiste hacer hace años. Vaya modo de arreglar las cosas. A Hammer el pecho se le movió hacia arriba y había abajo mientras lo último de su control se le escapaba entre los dedos. —Si me hubieras preguntado, te hubiera dicho que quitarle el collar era lo más contraproducente que podrías hacer. Debiste intentar modificar su comportamiento. —No es que fuera asunto tuyo, pero lo he hecho... una y otra vez. Estaba ya al límite de mis fuerzas. Todo lo que salía de la boca de Liam le voló la mente a Hammer. —Raine vivió y trabajó en Shadows, pero jamás se ha sometido a ti. Sabes que observar y hacer no son lo mismo. Debiste entrenarla, no desecharla como basura. —No quieras trabajarme más la culpa. —Gruñó Liam. A la mierda.

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—¿Qué más culpable te sentirías si hubiera empacado y se hubiera ido? Hammer se dio la vuelta, con Liam caminando detrás de él, y bajaron por las escaleras. Sus gritos buscando a Raine hicieron eco en el calabozo cavernoso. Ella no contestó. Golpeando en la puerta de su habitación, Hammer gritó su nombre. Para sólo recibir un silencio terrible. Sudando frio, sacó de su bolsillo la llave de su habitación y la metió en la cerradura. —¿Por qué tienes una llave de la habitación de mi sumisa? ―Liam lo desafió. —Siempre la he tenido, y por tu propia admisión, ya no es tu sumisa. Maldiciendo, Liam lo empujó a un lado. Hammer devolvió el empujón. Cuando la puerta se abrió, las miradas de ambos giraron por la habitación. El armario abierto de par en par. Sólo quedaban unos pocos ganchos vacíos. Los cajones de la cómoda estaban abiertos dando la apariencia de una sonrisa burlona con dientes torcidos… menos esa vieja camiseta de él con la que ella dormía. La vista era una puta puñalada al corazón. —¡Mierda! ¿A dónde se ha ido? Hammer no podía respirar. Su corazón retumbaba en su pecho. —No lo sé. Liam sonaba asombrado. Perdido. La ira atravesó a Hammer. Se tambaleó hacia la cómoda. Cuando sintió el tintineo de algo metálico, vió dos llaves en un llavero. Al levantarlas, las reconoció instantáneamente. —¿Qué son? ―Exigió Liam. —Esta es de su coche. Hammer la sostuvo en alto. Liam dio un suspiro de alivio. —Entonces no pudo haberse ido lejos. —No te engañes. Esta llave… ―luchó por controlarse— Esta es del club. Liam se apoyó contra la cómoda. Parecía como si una bola de demolición lo hubiera golpeado justo en el pecho. —Dios, en verdad se ha ido.

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—Mierda, ¿en serio? —Y no pretende volver. Hammer lo perforó con una mirada de fuego. —¿Estás feliz, genio? ¿Dónde sugieres que comencemos a buscar? —No tengo idea. —Murmuró Liam— No pensé que se iría antes de que tuviera tan siquiera oportunidad de hablar con ella. —¿Qué mierda creíste que iba a hacer, Liam? ¿Sentarse en su habitación y revisar todo lo que podría cambiar para hacerte feliz? —Pensé que ella y yo importábamos lo suficiente para que quisiera trabajar en ello, que lo haríamos juntos. Le dije que no se fuera, maldita sea. Liam sonaba entre asombrado y molesto. —¿Como siempre escucha? Joder. El miedo llenó las venas de Hammer. —Tenemos que encontrarla, pero va a ser como buscar una aguja en un pajar. Sacó el móvil del bolsillo. —Tengo una idea. Activó una aplicación para buscar su teléfono y tecleó rápidamente la contraseña. Pasaron treinta agónicos minutos. El sistema no podía ubicar el móvil de Raine. ¿Por qué no podía ubicarla? Maldita sea. Un momento después, la pantalla indicó que estaba desconectada. ¿Quería que se le notificara la próxima vez que encendiera el teléfono? Maldita sea, claro que sí. Él presionó la pantalla para confirmar “Sí” apretando los dientes. Todo lo que podía hacer era esperar. —La mocosa apagó el teléfono. Sabe que no puedo rastrearla a menos que lo tenga encendido. —Pensó en todo, ¿no? ―Liam sacudió la cabeza— ¿Y su cuenta bancaria? A Hammer lo iluminó una sonrisa. —Tengo acceso a ella.

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Sacó de nuevo el móvil, tecleó su código y solicitó que se le notificara tan pronto como utilizara un cajero automático y sus tarjetas de crédito. Salió de la cuenta y miró a Liam. —Ya. Puede que no quiera que la encontremos, pero no tardará mucho. Cometerá un error. Y la traeremos a casa. Y la llamaré al orden. Liam asintió, pero la angustia le apretó el rostro. —Diablos. No puedo solamente quedarme aquí y esperar. —Hasta que no tengamos una pista, necesitamos comenzar a orientar nuestra búsqueda. Revisaré las cámaras. ―Te ayudaré. —Asintió Liam. En el cuarto de operaciones, Hammer se sentó en una silla, haciéndola girar a través de la estancia de madera. El rodar se detuvo frente al complejo panel de seguridad. Sus dedos volaron sobre las teclas en un suspiro. Su corazón se sacudió. Rezó por poder encontrar lo que necesitaba. Porque no podía dejarla ir. No descansaría hasta encontrarla. Él comenzó a revisar el metraje7 de la cámara que estaba sobre la puerta de atrás de Shadows. Liam miraba sobre su hombro. Hammer detuvo la cinta cuando apareció un taxi. Acercó la imagen mientras Raine aparecía en escena. El miedo le apretó la garganta con sus manos de hielo. Todo lo que pudo hacer fue ver cómo la mujer que amaba abrió la puerta del taxi. Se llenó del terror de no haber tenido nunca la oportunidad de contarle lo qué había en su corazón. Fijo en las imágenes del monitor, Hammer sólo podía ver la espalda de Raine. Estudió su lenguaje corporal, tal como lo había hecho millones de veces. Sus gestos sutiles hablaron más fuerte que cualquier palabra. Estaba diezmada. Levantando una mano hacia su mejilla, Raine se secó las lágrimas. Se giró levemente, echando su maleta en el asiento de atrás. Hammer captó una vista de sus ojos, hinchados y rojos, junto con su nariz. se juró que ésta imagen no sería la última que vería de ella. Liam miró la pantalla, apenas respirando. —Maldito infierno.

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Alejando un poco la imagen, anotó el nombre de la compañía de taxis y el número de matrícula del vehículo antes de tomar el teléfono y comenzar a ladrarle a la telefonista. Dos minutos después, estaba perdido con la mujer y su acento. —Páseme a su supervisor. —Hammer ladró. No le importaba una mierda la política de la compañía; necesitaba respuestas. Cada segundo que pasaba escuchando excusas agrandaba la distancia entre él y Raine. La telefonista lo puso en espera. —¿Cuándo fue la última vez que viste a Raine? ―Le preguntó Hammer a Liam— ¿Qué hora era? —No hace mucho, tal vez treinta minutos. Me fui a hacer café y darle unos minutos para calmarse. —Contestó Liam— No pensé que pudiera empacar y huir así de rápido. —No la conoces como yo. —Gruñó Hammer. —Estás tan feliz como un niño, recordándome eso a cada rato, ¿no? Liam se veía listo para trepar por las paredes... o romperle todos los malditos huesos a Hammer. —Le dije que estaría aquí para ayudarla... siempre. No escuchó una maldita palabra que dije. Hammer no pudo resistir provocarlo otra vez. —No tengo idea porque no me sorprende. Liam caminó furioso. —¿Por qué diablos no vino a ti si eres tan importante para ella? La pregunta aturdió a Hammer, junto con una avalancha de más mierda. La tristeza de que ninguno de los dos había llegado a su alma herida. El miedo de que Liam pudiera tener razón. Rabia de que Raine no los amara lo suficiente para quedarse y sanar. Igual que Julieta. —Porque tú la echaste primero. —Gruñó Hammer. —Yo literalmente hice café, y fui al bar a darme un respiro y recobrar la compostura antes de volver para hablar con ella. —Le explicó Liam— Tenía toda la intención de cuidarla para que no huyera. Quería asegurarme que lo entendiera. —¿Entender qué? Aún no sé qué putas pensabas que hacías. Liam lo desestimó.

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—Debí atarla a la puta cama. —Hubiera mordido las cuerdas. Una vez que decide algo… Hammer dejó salir un suspiro tembloroso. Si nunca volvía a escuchar las respuestas descaradas de Raine o ver el feroz desafío brillar en sus ojos azules, se volvería loco. —Necesito que se comprometa conmigo, con lo que tenemos. Está tan malditamente rota. Quitarle el collar era lo único que pensé que la asustaría lo suficiente para abrirse. Hammer apretó la mandíbula, pero antes de poderle contestar a Liam, el supervisor se puso en la línea. Después de perder unos minutos preciosos escuchando al hombre que casi no hablaba inglés, la paciencia de Hammer se acabó. —Mire, su conductor la recogió a las nueve cuarenta y tres. O me da la dirección o llamaré al alcalde. —Fanfarroneó— Es un buen amigo mío y haré que etiqueten sus taxis para una inspección con sólo una llamada. Ahora deme la puta dirección, llorón, pedazo de… Liam le quitó el teléfono. —Por favor, disculpe a mi amigo. Está angustiado. ¿Tiene por favor la dirección? Esta chica corre un peligro terrible. Tememos por ella. Hammer oyó al hombre al otro lado de la línea hablar. Liam tomó un lápiz y escribió la información. —Muchas gracias. —Liam terminó la llamada, y se giró hacia Hammer— ¿Qué hacías, amenazar al único hombre que puede ayudarnos? Mantén tu cabeza bien atornillada. Entonces Liam le entregó el papel. —El taxista paró aquí. ¿Dónde queda? Sacando un mapa de la ciudad, Hammer casi se ahogo cuando vió las familiares calles. —¡Malnacido! ―rugió, poniéndose de pie. Todo su cuerpo temblaba al girarse para mirar a su amigo. —Parece que volvió a casa. Liam palideció. —¿Donde vivía con su padre?

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—No, pero cerca. Una droguería cerca de su antiguo barrio. La sangre de Hammer se heló. Alejó la silla del escritorio y se fue a la caja fuerte de su oficina, para sacar un sobre. Se giró para ver a Liam de pie allí. —Comenzaremos a buscar ahí. De camino, puedes explicarme exactamente que hizo Raine cuando le quitaste el collar. Puede darme algo de información para ver dónde pudo haberse ido. Sacó las llaves de su bolsillo, ansioso por seguir el rastro de Raine. —No me des órdenes como si fuera una de tus malditas sumisas. —Estoy perdiendo la puta calma, por si no te has dado cuenta. — Hammer se mesó el cabello— Tenemos que encontrarla. —Entonces vamos. Corrieron hacia el coche de Hammer. Cuando Liam se sentó a su lado, salió del estacionamiento de Shadows. Mientras miraba el pesado trafico arrastrarse por la carretera, Liam se abrochó el cinturón. —Durante la última semana, Raine se ha escondido más en su caparazón. Incluso en un buen día, no se comunicaba, no es sincera. No confía. Nada de esto es nuevo para ti. —No. —Admitió Hammer. —He intentado “modificar” su comportamiento de todas las maneras que tú puedas tener idea. La he castigado. La he premiado. La he persuadido. La he elogiado. Le he exigido y expresado mi decepción. Nada. ¿Todo eso? De nuevo, Liam había sido nada más que meticuloso. ¿Por qué había comenzado a ser blando con Raine? No debió. De hecho, con lo devoto que Liam parecía, debió haber intentado más fuerte de lo normal llegar a la chica. Y si Raine estaba danto tan poco…Hammer se preguntó si en su lugar no la hubiera liberado también. —¿Me dices que está más cerrada de lo que nosotros sabemos? —Ahora me entiendes. Liam se recostó sobre el espaldar del asiento, viéndose exhausto. —Fui muy claro de que no me rendiría con ella, que estaría allí por ella. No me escuchó.

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—Todo lo que oyó fue que no la querías más. —Le confirmó Hammer. —Claro que la quiero. Intenté mostrarle cuánto. Justo porque la liberé no significa que ya no me importe o que ya no la proteja. ¿Quién diablos la protegía ahora? La voz interna de Hammer gritó que necesitaba ir más rápido. Calientes y urgentes, sus pensamientos corrieron mientras intentaba concentrarse en la carretera. Pero el terror lo agarró... un terrible deja vu... de regreso a cuando Liam se había llevado a Raine muy lejos de Shadows. Mientras casi perdió la cabeza en ese entonces, había encontrado consuelo en el hecho de que Liam se estaba ocupando de ella. Había estado a salvo. Pero ahora… —Raine está ahí afuera sola, angustiada, sintiéndose que no vale nada e indeseada por ambos. Espero por Dios que no haga algo impulsivo, como ir a visitar a su padre. Bill puede que sea un viejo bastardo, pero aún es cruel. —¿Por qué se le acercaría a su padre? No tiene sentido. —Liam se frotó la nuca. —Lo tiene y no lo tiene. Eventualmente, Raine se dará cuenta de que necesita confrontar su pasado. Así que no me sorprendería que visitara a su padre. Pero espero equivocarme. Diez largos minutos después, Hammer se detuvo en el estacionamiento de la droguería. Los dos hombres se apresuraron a entrar y se acercaron a la joven cajera. Su insignia decía TONYA. La necesidad de encontrar a Raine y abrazarla tenía invadido a Hammer. —Discúlpame, niña. —Liam susurró en con su acento suave y meloso. Solía usar su seducción verbal con las mujeres todo el tiempo. —¿Puedo robarte un minuto de tu tiempo? —Claro. —Susurró la joven con los ojos bien abiertos y sonrojada. Se veía asombrada. Al unísono, Hammer y Liam sacaron sus teléfonos, mostrándole a la cajera varias fotos de Raine. Ambos se giraron a mirarse mutuamente con el ceño fruncido. —¿Has visto hoy a esta mujer? ―Preguntó Liam. Tonya asintió nerviosa, pero no habló.

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Maldito infierno. Hammer buscó en sí mismo cualquier atisbo de algo parecido a la paciencia. —¿Entonces estuvo aquí? La rubia con los ojos pesadamente delineados de negro y nariz perforada giró la cabeza hacia él, con la aprensión brillando en sus ojos claros. Luego asintió nuevamente. Se cansó de los putos movimientos de su cabeza. —¿Hace cuanto? ¿Qué compró? ¿Hacia dónde fue cuando salió? ¿Estaba sola? ¡Dímelo ya! —Hammer. —Gruñó Liam, y lo empujó a un lado— Como puedes ver, es muy importante que encontremos esta mujer ¿Qué puedes decirme de ella? Tonya enredó su dedo alrededor de un mechón rosado de cabello que sobresalía entre su cabello platinado. Después de lo que pareció una vida entera, la joven tartamudeó. —Ella, em… c… compró una botella de tequila. Hace casi veinte minutos. Hammer miró su reloj. Eran casi las once. Raine o estaba planeando emborracharse o pensaba dársela a su padre para que no pudiera pelear cuando lo confrontara. O lo matara. La sangre de Hammer se heló. Deseó saber a dónde se dirigía la cabecita de Raine, igual que el resto de su pequeño y caliente cuerpo. —¿De casualidad viste hacia qué dirección se dirigió, niña? ¿Viste un coche o un taxi, tal vez? ―La urgió Liam, haciendo acopio de todo su encanto irlandés. —Yo… no sé donde se fue. Estaba sola, con solo una maleta y se veía triste. —Tonya bajó la mirada al suelo— Lamento no ser de más ayuda. Hammer dejó salir un pesado suspiro. Maldita sea, la chica frente a él gritaba “sumisa”. No debió ser tan brusco. —Has hecho bien. Liam le tomó la barbilla para levantarle la cabeza, y le dio una cálida sonrisa. —Gracias. De hecho, has sido de mucha ayuda.

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Al salir de la droguería, ambos recorrieron las calles en cualquier dirección buscando a Raine... un hotel, un bar, un restaurante, cualquier cosa que pudiera haber llamado su atención. Lo miró todo y hasta más. —Podría estar en cualquier lado. Liam dio voz a su preocupación. Hammer sacó su teléfono de nuevo. —El móvil de Raine sigue apagado. —Presionó unos botones más— No ha movido su cuenta bancaria. —¿Cuánto dinero tiene ahorrado? ―preguntó Liam— No puede ser mucho. Dios sabe, que le gustan sus zapatos, sus bolsos y sus cositas con arandelas. —Tiene unos cuantos cientos de dólares. —Dijo Hammer sombríamente—No tiene cabeza para manejar el dinero. Me ocupé de sus gastos la mayoría del tiempo. He tenido el mal hábito de darle gusto en todo porque sabía que vivió con muy poco de niña. La mirada ardiente de Liam dijo que no sabía eso. —Eso lo discutiremos después. Como sea. Hammer no pretendía hacerse a un lado. Si quería comprarle a Raine algo lindo, lo haría. —¿Crees que se fue en el taxi otra vez? —El supervisor dijo que el conductor la dejó aquí y se fue. Aunque creo que pudo haber pedido otro. —¿Pero cómo? No ha encendido el móvil. —Y Tonya no dijo que Raine haya hecho alguna llamada desde la droguería. No veo ningún teléfono público. Liam revisó la calle de nuevo, pero sacudió la cabeza. —Entonces vámonos. No se quedaría aquí. No hay motivo. Tiene la maleta y debe ser pesada. Igual que la botella de tequila. No los cargaría por mucho tiempo. —Correcto. Y no se quedará en la calle. Liam frunció el ceño y buscó su teléfono también. —¿Hay alguna terminal de buses cerca? ¿O dónde pudiera guardar su maleta? Hammer sacudió la cabeza.

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—Estamos cerca de los suburbios. Nuestra apuesta más segura es buscarla en un restaurant o un motel. —No desayunó. Ni comió mucho anoche. Claramente eso tenía preocupado a Liam. —Tiene que tener hambre. —Volvamos al coche y demos una vuelta. Podemos cubrir más terreno así. Nos detendremos en todos los restaurantes y preguntaremos a ver si tenemos suerte. Pasearon por la carretera una vez, y miraron en los sitios de comida rápida, un mini mercado, incluso pasaron por una casa de panqueques. Nada. Los minutos se volvieron una hora. ¿Dónde putas pudo haber ido a pie? —¿El bus urbano viene hasta aquí tan lejos? ―Preguntó Liam, obviamente preguntándose lo mismo. —No creo. No hemos visto uno desde que llegamos. Detengámonos y pensemos. Hammer se mesó el cabello y volvió a su Audi. —Querrá un lugar donde dejar su maleta. Apuesto que tiene planes con esa botella de alcohol. —¿Habrá un parque cerca? —Sí, pero podrían arrestarla por beber en público. Si es la que está bebiendo el tequila, va a querer hacerlo en privado. Pero si no es para ella… —¿Para quién más sería? ―Urgió Liam, siguiéndolo. —Su padre. Es un borracho desde hace mucho. Si quisiera respuestas, sobornarlo con tequila sería la única manera de obtenerlas. Hijo de puta. — Gruñó Hammer mientras dio reversa en el coche hacia la avenida principal. —Odio decirlo, pero deberíamos ir a visitar a su padre. —Entonces vamos. Hammer arrancó, apretando el volante. —Debo prepararte para lo que vas a ver. La casa de la niñez de Raine era la última ratonera que quería visitar, pero si ella estaba ahí, lo necesitaba… los necesitaba, para rescatarla.

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—El “viejo” Bill es un astuto hijo de perra. Si Raine fue allí, no quiero saber qué le habrá hecho. Y si le ha puesto un dedo encima otra vez, es hombre muerto. Confío en que me ayudes a enterrar el cuerpo. —¿Así de mal? ―Liam frunció el ceño. Hammer buscó entre la guantera del coche y le entregó a Liam el sobre de manila que había sacado antes de la caja fuerte. —Mira por ti mismo.

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Capítulo Ocho

Finalmente Raine se tomó un respiro. Era viernes. El hospital no era tan grande, y Beck trabajaba en más de un sitio. Pero recordó una conversación con él sobre el hecho de que había comenzado una consulta allí los viernes. Seguramente estaría en cirugía, pero una sala llena de pacientes le dio la esperanza de que tal vez no. Después de que Raine se presentara y le suplicara a la secretaria, la mujer finalmente aceptó decirle al buen doctor que ella estaba ahí. Beck llegó corriendo en tres minutos en una bata blanca, camisa y corbata, viéndose sorprendentemente respetable. No se molestó con ningún preámbulo. —¿Qué te pasó? El resto de la gente en la sala de espera los miró. Incluso la secretaria no disimuló su curiosidad. Raine se dio cuenta que no debió haberlo buscado en el trabajo. Él era diligente al mantener su vida profesional separada de la personal. —Lo siento. Fue mi error. Estás ocupado. ¿Podrías solo… llamar a Hammer y a Liam cuando tengas un descanso y decirles que estoy bien? No estoy en peligro y no necesitan buscarme. Eso es todo. Se dirigió hacia la puerta. Beck la tomó de una mano en un agarre implacable, y la hizo darse la vuelta. Su rostro no cambió mucho, pero sus ojos… era la mirada de un Dom desaprobando su comportamiento. No dijo nada por un momento largo, sólo la dejó sentir su preocupación y desagrado. —Quédate aquí. —Gruñó. Con unos pasos, caminó hacia la mujer detrás del mostrador. —Cancela el resto de mis citas hoy. ―Por favor, no hagas eso. —Jadeó Raine.

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Él la ignoró. —Llama al Dr. Martin y dile que me surgió algo. Mira si él puede atender mis emergencias. Estoy fuera de turno. —Ahora mismo, Dr. Beckman. —Dijo la mujer con remilgo, y miró a Raine con un interés descarado. Tal vez aún tenía la nariz roja, igual que los ojos. No tenía una gota de maquillaje. Su atuendo se ajustaba más a un flojo sentado viendo el futbol. Y tenía en la mano una bolsa de papel que no disimulaba el contenido de una botella de alcohol. Horrendamente avergonzada, Raine miró hacia otro lado. —¿Qué hago con la consulta de la clínica Mayo? Es en menos de cinco minutos. ―Le recordó la secretaria— Ya los ha aplazado dos veces. Raine pudo ver a Beck contener una maldición. Entonces se dirigió a ella. —Escúchame. En el primer piso, al lado de la puerta principal, hay una cafetería. Espera ahí. Dame quince minutos. Claramente estás aquí porque necesitas algo. Te voy a ayudar. —Su mirada se agudizó mientras la tomó nuevamente por el brazo— No te vayas. O lo lamentarás. —No los llames ahora. —Soltó Raine. No supo por qué... tal vez todo se le iba a devolver o la realidad la estaba golpeando... pero se le inundaron los ojos. —Vendrán y no estoy lista para verlos. —Te lo prometo. Haz lo que te digo. Pensó en desobedecerle, en volver a su habitación de hotel, beberse la botella, y… quién sabe qué más. Pero ya había irrumpido en el día de Beck, le trajo sus problemas hasta su trabajo, y lo obligó a cambiar sus planes del día. Él prometió no llamar a Liam y Hammer en los siguientes minutos. Debía quedarse. —Está bien. No he comido en todo el día de todos modos. Él asintió y la soltó. —Pon algo en tu estomago. Quince minutos, princesa. Raine asintió y dejó su oficina, sintiendo la mirada de una docena de personas sobre ella. No demoró mucho encontrando la cafetería.

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Estaban casi para terminar de servir desayunos para comenzar a preparar el almuerzo. Debió verse lastimeramente porque una de los trabajadores la miró con compasión y la dejó tomar una de esas comidas envasadas antes de cerrar los mostradores, dejando abierta el área de las mesas, con sus televisores silenciosos pero animados iluminando las sillas vacías. Ignorando el inicio de un talk-show8, Raine buscó en su billetera algo de efectivo. Maldita sea, había gastado todo en la botella. Vaciló. No podía devolver la comida después de que la empleada había roto las reglas por ella. Con un suspiro, entregó su tarjeta de crédito. Tal vez los chicos no la rastrearían. Por todo lo que ella sabía, a Liam y Hammer no les importaba dónde estaba. A pesar de su lindo discurso, Liam se había lavado las manos con ella. Y Hammer… ¿Quién sabe? No lo había visto mucho desde el día de Acción de Gracias. La mujer pasó la tarjeta rápidamente y le dio a Raine un recibo antes de enviarla a la mesa. Colocando su bolso y la botella sobre la mesa, se desplomó sobre la silla con un refresco de cola y un hojaldre. Y comenzó a comer. Pudo haber cocinado algo más apetitoso en Shadows. Normalmente, disfrutaría alimentando a Liam con algo caliente y maravilloso. Siempre hacía algo de más para Hammer y lo dejaba en el horno. Hablando estrictamente, se supone que no podía hacerlo, pero el pobre o moría de hambre o de lo contrario comería chatarra. Si ya tenía las manos en la cocina, ¿qué daño haría cocinar algo extra para alguien que lo necesitaba? Por supuesto, Liam la hubiera incitado a comer algo caliente y saludable también, ¿ahora? Normalmente Raine amaba las cosas dulces. Las tortas precalentadas la deprimían. ¿Qué hacia ahí? ¿A dónde iba? No tenía una maldita idea. Intentando no llorar más, Raine sacó su teléfono del bolso y lo apretó. Se aguantó las ganas de encenderlo, de llamar a Liam, de rogarle… Dios, ¿qué bien le haría eso? Él sólo querría saber si ella le amaba, y había tenido demasiado miedo de verse vulnerable ante él. Tenía que recoger los pedazos, seguir adelante, crecer, solucionarlo todo. Y lo haría.

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Raine no sabía todavía por dónde empezar, pero no sería con una conversación llena de lágrimas que hiciera a Liam sentirse culpable como para recibirla de nuevo solo para que el ciclo se repitiera nuevamente. Hasta que cambiara, eso es precisamente lo que ocurriría.

El terror serpenteó a través de Liam mientras miraba el sobre que Hammer había puesto en sus manos. —¿Qué es esto? —Una muestra de lo que el querido padre es capaz de hacer. Con las entrañas atadas en nudos, Liam rompió el sobre, sacó las fotografías, y vió la primera foto. Oh, Dios. Oh, Raine. Mi pobre niña. Su pecho se sacudió. La foto era de Raine... mucho más joven, pero aún era su Raine. Su rostro inocente estaba hinchado, teñido de un arcoíris de matices innaturales: negro, azul, violeta con sombras de amarillo y verde. Sus ojos estaban cerrados y tan hinchados, que Liam se preguntó si podía abrirlos. Los labios que él había besado tantas veces estaban rotos y cubiertos de sangre. Había sido salvajemente golpeada por un monstruo cuyo propósito era destruirla. Su primer pensamiento fue que habría querido estar ahí para protegerla. Él no la había conocido en ese tiempo, pero Liam aún sintió como si de algún modo le hubiera fallado. Su segundo pensamiento fue querer matar al hombre.

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Él respiró agitadamente para controlar su ira. —¿Su padre le hizo esto? —Respira, hombre. Es un shock. —Dijo Hammer en un tono destinado a calmar a una bestia salvaje— Lo sé. Qué irónico. Era la primera maldita vez en todo el día en que su viejo amigo parecía encontrar su control. —¿Respirar? ¡Una mierda! Responde a mi puta pregunta. —Sí, su padre. El maldito cretino al que iban a ver. Liam miró la foto. Había más fotos que aún no había visto todavía. No quería… pero debía hacerlo. Si quería entender a Raine, esto era parte de lo que era ella. Esperaba como el infierno que no la hubiera definido. Hammer lo miró ansioso. —Estas fotos las tomé la noche que la encontré. No me dejaba acercarme a ella, ni para brindarle primeros auxilios. Así que llamé a Beck, y le echamos un sedante en su refresco. Una vez se durmió, Beck se aseguró que no tuviera heridas que necesitaran atención inmediata. A la mañana siguiente, la llevé a una doctora que él me recomendó. Ella examinó a Raine. Una costilla fisurada, un par de puntadas, muchos moretones. Su prueba de violación dio negativa. No había sido asaltada sexualmente. Gracias a Dios por su misericordia. Pero con solo esta foto, el hecho de que Bill no la hubiera violado podría ser lo único. Liam quiso gruñir ante la injusticia que Raine había sufrido. No le importaba si las fotos las hubieran tomado hace seis años o ayer. La agonía a la que la había forzado su padre lo apuñalaba con furia pura. Respirando agitadamente, se movió a la siguiente foto. El brazo de Raine, negro de moretones con la forma de una mano masculina. Dios, era una cosita delgada. Un hombre adulto desatando toda su fuerza sobre ella la hubiera subyugado rápidamente. Y nadie estuvo ahí para detenerlo. ¿Cómo lo había hecho Raine sola? Otra foto reveló una furiosa mancha roja sobre la piel rota justo sobre su oreja, indicando que la habían jalado cruelmente del cabello.

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A Liam le dolieron los ojos. Ella no era nada más que una niña asustada, soportando lo que ese bastardo tenía para tirarle. Pero por Cristo, escapó. Con razón huir era inherente a ella. La siguiente foto era de su cuello y pecho. Su piel estaba mancillada con cortes y raspones. Más moretones moteados yacían bajo las tiras de su top. Liam pudo ver la decoloración alrededor de la garganta de Raine. ¿Su padre intentó estrangularla? A la mierda con matar al hombre; Liam quería destruirlo. E n la cabaña, había logrado que la chica se abriera con pepinillos y chocolate. Los recuerdos de las palabras de Raine esa noche aún vibraban en sus oídos. Me di cuenta que con el temperamento de papá no se juega… él jamás ganaría un premio al padre del año. Una puta atenuación. Dijo que jamás iría a la cárcel por disciplinar a su hija más estúpida y voluntariosa… La cárcel era algo muy suave para Bill. El Dominante dentro de él quiso abrazar a Raine y protegerla. Eventualmente, la pondría sobre sus rodillas y le daría un par de lindas nalgadas por ocultar tanto de su pasado. Pretendía ratificar que no toleraría más ni sus mentiras y que le ocultase información deliberadamente. ¿Pero no era esa la razón por la cual le quitó el collar? La dimensión del daño finalmente le llegó. Todo este tiempo, pensó que había hecho progresos con ella en la cabaña, convenciéndose a sí mismo que derribaría sus muros si tuviera más tiempo. Había culpado a la “necesidad” de Hammer por hacer difícil su intención de llegar a Raine. Pero ahora temía que ni todos los pepinillos ni todo el chocolate del planeta hubieran sido suficientes para que ella revelara las profundidades de su angustia. El alma de Raine aún estaba rota. Ella nutría su dolor, usándolo como un escudo para mantener lejos a todo el mundo. Entendió que ella se escondió entre su vergüenza. Su miedo al abandono y la dificultad de confiar no pudieron ser más claros. Pero estas fotografías. Probaban que prefería mentir deliberadamente a revelar su verdadero yo y dejar acercarse a alguien más.

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Tan pronto como encontrara a Raine, pretendía decirle que entendía el infierno que sobrevivió, pero que ya no la dejaría usar eso como un motivo para esconderse de él. Su mirada se posó en la última foto. Hammer había subido la sabana para revelar sus esbeltas piernas. Los moretones y raspones en ellas lo enfurecieron lo suficiente, pero las contusiones oscuras manchando la parte interna de los muslos le hicieron hervir la sangre. Él no pudo contener su ira. —¡Malnacido! ―El puño de Liam chocó violentamente contra la guantera. Hammer lo miró. —Respira otra vez. Fue hace mucho tiempo. —¡No para mí! ―Rugió Liam— ¿Y ahora esto? Pensé que habías dicho que no la violaron. —No lo fue. Cuando la doctora la examinó, confirmó que no había trauma en su vagina. Su himen estaba intacto. Pero estoy seguro que Bill intentó hacerlo. Raine debió haber peleado como una fiera. Los dedos de Liam tamborilearon, pero no pudo mirar a otro lado que no fueran las fotos. —¿Por qué no me mostraste esto antes? Si Hammer lo hubiera hecho, hubiera entendido mejor a Raine, hubiera asumido una táctica diferente con ella, hubiera sido más paciente. Eso hubiera hecho la diferencia. —¿Qué se supone que debía hacer yo, Liam? ¿Llevarte a mi oficina la noche que le pusiste el collar y lanzarte las fotos? Ella no sabe que las tengo, y no era mi deber contártelo. No. Era el de Raine. Pero en la cabeza de Liam, el silencio de Hammer sobre eso evidenció más su deseo de quedarse con la chica que de proteger su privacidad. Sólo se guardaría esa horrible verdad porque creía que solo debería... o podría... sanarla. Qué irónico que jamás lo hubiera intentado. La mente de Liam vagó hasta su primer día en Shadows, después de llegar de Nueva York. Había sabido casi de inmediato que Hammer tenía más sentimientos por la chica que lo que estaba dispuesto a admitir.

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De hecho, su primera conversación sobre ella había sido bastante esclarecedora. —Cuéntame de Raine.—Le preguntó esa primera noche. Hammer se había tensado. Cualquiera que no lo conociera no lo habría notado, pero Liam sí. Entonces, como si Hammer se hubiera obligado a relajarse, encogió los hombros. —Huyó de casa y la acogí. Trabaja para mí. —¿De verdad? ¿Eso es todo? La miras demasiado, compañero. —Claro. Es una empleada que vive bajo mi techo. Soy responsable de su seguridad. Y se lo tomó muy en serio, para ser sólo su jefe. —He escuchado rumores de que hay un edicto tácito de que ningún Dominante puede tocarla. ¿Hay alguna razón? Hammer había respirado profundamente y actuó como si estuviera organizando sus pensamientos. Liam hubiera pensado en ese tiempo que el hombre intentaba controlar su temperamento. —Abusaron de Raine antes de huir de casa. No está lista para nada de lo que ningún Dominante aquí desea o espera. —¿Ni siquiera tú? —Jamás lo he pensado, pero sí. Liam recordó recostarse en su silla, asombrado ante semejante mentira tan descarada. Apostaría su dinero a que Hammer pensaba en la chica estando debajo de él de todas las maneras posibles. ¿Por qué su mejor amigo había tenido necesidad de mentirle? —Entonces, ¿qué crees que necesita para estar lista? Tal vez deberías ayudarle. Casi de inmediato, Hammer sacudió la cabeza. —Tiempo, espacio, seguridad, madurez. Está vulnerable. Nadie la toca, incluyéndote a ti. Cualquier otra sumisa bajo mi techo es blanco fácil, pero no Raine. Aunque Hammer hizo parecer su razonamiento tan noble, Liam era más sensato. Al hombre solo le faltaba envolverla en alambre de púas y colocar cerca de ella un aviso de NO ENTRE.

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Fue ahí cuando Liam se dio cuenta que Hammer estaba enamorado de ella. Lo cual explicaba por qué el hombre jamás la había mencionado tan siquiera en los últimos seis años. Mientras Hammer giraba por otra calle residencial, Liam se arrastró de regreso al presente. Tenían que estarse acercando a la casa del padre. Liam sintió una nueva ola de furia de que su viejo amigo le hubiera ocultado tanto por tanto tiempo... la verdad sobre Julieta, sus sentimientos hacia Raine, y la dimensión del daño a manos de su padre. Qué puto y maldito debacle. ¿Cuánto tiempo y drama se hubieran ahorrado si Hammer hubiera sido más sincero? Además de él, Macen dejó soltar un suspiro pesado. —Esperaba que compartiera libremente el hecho de que su padre había abusado de ella. Lamento que no te lo hubiera contado. Hipócrita. —Raine lo mencionó, pero… ―Liam levantó la última foto—Nunca describió nada parecido a esto. ¿Te dijo directamente que su padre la golpeó? —No. Me demoré meses para que me contara fragmentos, pero lo supuse. ¿Por qué más huiría de casa sin nada más que lo que tenía puesto? ―Hammer apretó los dientes— El investigador privado que contraté localizó al cretino en dos días. Cuando fui a verlo, él tenía puntos frescos en su mejilla. —¿Y eso qué tiene que ver con él? —Ella admitió después que luchó contra Bill con un cuchillo de cocina. Dormía con él bajo la almohada. Liam pudo sentir algo deslizarse de lado en su mente mientras la ira y la frustración se congelaban. —¿Por qué no mataste al desgraciado miserable? —Por más que quise, tuve que hacer un trato con ese diablo. —¿Qué? Liam miró a Hammer como si él hubiera perdido la razón. —Lo visité y me presenté, le expliqué que era propietario de Shadows. Le dije que su hija estaba ahora bajo mi cuidado y que no la vería de nuevo, bajo ninguna circunstancia.

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—¿Por qué putas le dijiste todo eso? —Estaba albergando a una menor de edad en un club de sexo. Tenía que poner mis cartas sobre la mesa en caso de que la rastreara. Entonces tuve que imaginar qué quería él para mantener la boca cerrada y su culo lejos de nosotros. De inmediato, me acusó de tener sexo con ella y amenazó con denunciarme por pedofilia. —Debiste haberlo matado y terminado con eso. —Siseó Liam— O al menos llamar a la policía. —De haberlo hecho, Raine hubiera ido a parar a un hogar de acogida. Me negué a arriesgarme a que la pusieran en una casa peor de la cual ella había escapado. Y si hubiera cedido a mis impulsos violentos, hubiera ido a la cárcel en vez de protegerla. Liam no pudo negar la lógica, incluso si odiaba esa explicación. —¿Entonces, qué pasó? —Bill y yo llegamos a un acuerdo. Le prometí no publicar fotos de Raine amoratada y golpeada en la puerta de sus vecinos si se callaba la boca, no me denunciaba y jamás se le acercaba de nuevo a Raine. —No pudo ser tan fácil hacerlo aceptar eso. ¿Qué más le ofreciste? Hammer apretó su agarre en el volante. —Dos mil dólares al mes. Otro shock le golpeó el sistema a Liam. —¿Le pagaste a ese chupapollas por seis meses, hasta que cumplió dieciocho? —No. Le he pagado por seis años. —Respondió Hammer planamente. —Espera un maldito minuto. ¡Eso es casi ciento cincuenta mil dólares! —Sí, y estoy seguro que se los ha bebido todos. —¿Por qué diablos aún le pagas? Raine es mayor de edad desde hace años. —Porque estaba decidido a protegerla, y ese era el único modo de garantizar que ese infeliz la dejaría en paz. A la mierda todo.

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Parte de él estaba impresionado con lo lejos que su amigo había ido para proteger a la mujer que él amaba... incluso antes de saber que la amaba. ¿Cómo no admirar a Hammer por el cuidado y la protección que le había brindado a Raine tan desinteresadamente durante tanto tiempo? ¿Y qué decir de la devoción del hombre hacia ella? —Entiendo que no puedes estarla vigilando todo el tiempo. Pero ahora me tienes para ayudarte a protegerla. Entre los dos, nos podemos asegurar que jamás se le vuelva a acercar. Hammer no dijo una palabra, sólo miró a Liam, su expresión muy considerada. —Jamás quise arriesgarla, pero… tal vez tienes razón. —La tengo. —Liam golpeó con el puño la puerta del pasajero— Sólo que odio que ese bastardo aún esté respirando. —Sí, pero Raine también lo está. Así que el dinero que le he pagado ha valido la pena. —¿Ella sabe de esto? ―Liam creía saber la respuesta. —Nada, y es mejor si no lo sabe. Necesitas tener esto en secreto. Si no lo haces por mí, al menos por ella. Eso a Liam no le gustó y se preguntó si su confidencia resultaría mordiéndolos a los dos en el trasero, pero entendió el punto de Hammer. A Raine le dolería su orgullo. —Está bien. Finalmente, Hammer se detuvo frente a una casa de dos pisos muy artesanal en un barrio bien presentado. Liam miró por la ventana. Todo se veía tan normal, tan promedio. Todos con sus dos coches semi nuevos y sus dos niños. Mirando a su alrededor, jamás pensaría que la gente que vivía ahí tuviera algo más interesante que hacer que ver crecer el césped. Pero Liam sabía que un bruto vivía adentro. —¿Estás listo para conocer al padre? ―Preguntó Hammer con sarcasmo. No. Pero Liam se preparó. —Más listo imposible. Intentaré no asesinarlo. No prometo nada. Hammer se rio de manera lúgubre.

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—Lo mantendré ocupado. Búscala en cada puta habitación, armario y rendija. Grita su nombre en caso de que la tenga escondida en algún lugar. Probablemente la tenga amordazada así que escucha con atención. ¿Amordazada? Joder, controlar su ira iba a ser malditamente difícil. —Lo haré. Y si la tiene retenida en contra de su voluntad, olvídate de controlar las ganas de masacrarlo. Hammer abrió la puerta del coche. —Entonces acabemos con esto. —Voy contigo. Liam salió también. Hammer golpeó la puerta. Después de una maldición y un arrastre de pies, la puerta se abrió. Liam vio por primera vez al padre de Raine. Una onda de cabello blanco se cernía sobre su cráneo. Sus ojos estaban rojos, sin vida, pero con un familiar brillo azul. La cicatriz que Raine le había dejado le dividía en dos la demacrada mejilla con una delgada línea blanca. El hombre probablemente se acercaba a los sesenta, pero parecía de ochenta. Una nariz bulbosa, mejillas llenas de vasos capilares, y una panza hinchada mostraban los estragos del abuso del alcohol. Algunos incluso lo considerarían un anciano dulce, pero Liam no se dejó engañar. Bill se recostó contra el marco de la puerta con una sonrisa sucia. —Vaya, vaya. Qué sorpresa verte por aquí, amo pervertido. ¿Aún te follas a mi hija? ― luego se giró a mirar a Liam con desprecio. El viejo se fijó en sus mocasines italianos, su traje de diseñador, y reloj de lujo. El signo de dinero hizo ta-chin9 en su mirada brillante. —¿También te la tiras? Ya no más. Bill era hombre muerto. Liam arremetió contra el hombre con un gruñido de furia, sin un rastro de control. Cuando Hammer lo sostuvo, peleó salvajemente. —Calma… ―su amigo le advirtió en voz baja— Averigüemos primero qué sabe este bastardo.

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Hammer se abrió paso para entrar a la casa. Liam lo siguió, ignorando el hedor del hombre. Bill miró y Hammer le devolvió la mirada con desprecio, con la expresión más amenazante que Liam jamás le había conocido. —¿Dónde Está Ella? —¿Quién? —Raine. —¿Por qué iba yo a saber dónde encontrar a esa perra desagradecida? ―Dijo Bill— ¿Parece como si la tuviera escondida bajo mi manga? La muerte le sentaría demasiado bien a Bill. Liam le arrancaría la cabeza con sus propias manos, rociaría queroseno sobre todo su cuerpo, y lo encendería. Cuando se lanzó contra el viejo, Hammer lo controló otra vez. —¿Ella vino aquí? ―Exigió Hammer. —¿No la encuentras? Eso si es gracioso. —Se rio Bill. —¡Contéstame o te arranco miembro por miembro! Liam no pudo contener su ira. —Si supiera algo… Bill se giró hacia Liam, con mirada astuta. —¿Cuánto valdría para ti ese flacuchento pedazo de culo? —¿Cuánto quieres vivir? ―Gruñó Liam, incapaz de creer que este imbécil tuviera cualquier vínculo genético con la mujer que amaba. Cuando Bill menos se lo espere. —Contestanos. ¿Sabes dónde podemos encontrar a Raine? Hammer lo cortó con un movimiento de cabeza. Sí, se supone que él debería revisar las habitaciones, esperando contra su propia esperanza no encontrarla medio muerta en alguna de ellas. —El paradero de Raine no está a la venta hoy. —Dijo Hammer— Tienes tu cuota mensual y eso es todo. Tú y yo tendremos un problema si está aquí... o si vino a verte y no me llamaste. ¿Hasta ahora tenemos algún problema? —¿También huyó de ti? ―Lo pinchó Bill.

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—¿Está aquí, sí o no? ―Exigió Hammer— Se me está acabando la paciencia. —Tal veeeeez. —Lo provocó Bill. Liam pasó por el recibidor y recorrió un tramo a través de las pilas de periódicos viejos apiñados en el pasillo. Retrocedió. La fachada pulcra de la casa de Raine era una ilusión, bastante bonita en el exterior, pero inundada de abandono y decaimiento. Buscó en las habitaciones de arriba abajo pero sólo encontró envolturas, correo basura, cajas desechadas, y basura... incluso en los armarios abiertos. Todo apestaba demasiado. Se aguantó las ganas de vomitar. Liam vio la habitación que alguna vez fue de Raine. Las paredes eran de un desvanecido tono rosa. Un viejo poster de Justin Timberlake10 estaba colgado con dejadez en la pared. Una gran y borrosa “R” colgaba de un hilo sobre una vieja cama sencilla, sin tender. Ahora la habitación se había convertido en un cubo de basura de diez por diez metros. De algún modo, eso lo hizo sentirse mal por ella nuevamente. Mientras Liam se dirigía hacia la habitación principal, tosió, aguantando nuevamente sus nauseas. Dentro, había cajas de comida, botellas de ginebra, y ceniceros llenos abandonados por todo lado. Diablos. Una bomba atómica no pudo haber hecho un daño mayor. Liam llamó a Raine, abriendo el armario. Ropa apestosa, sabanas tiesas, monedas y viejas revistas pornográficas lo asaltaron. El baño principal no era mejor. Liam intentó ignorar la inmundicia de viejas afeitadas y loción para después de afeitar mezclándose con el aro negro de mugre en la bañera y manchas de orina en el suelo. El gabinete estaba lleno de toallas raídas y más basura. El empalagoso olor corporal se difundía en el aire. —No está en las habitaciones. —Le gritó a Hammer, volviendo por el pasillo y sacudiéndose la mano en la pierna de su pantalón, intentando deshacerse de la sensación de algo arrastrándose por él. Una vez que supiera que Raine estaba a salvo, acogería la oportunidad de regresar a Shadows y quemarse en una limpia ducha caliente y jabón antibacterias.

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¿Cómo había Raine vivido aquí? Ella no era adicta a la limpieza, pero le gustaba tener su espacio organizado y no le molestaba darse a la tarea de dejar una habitación impecable. Era más que posible que hubiera limpiado para ese repulsivo hombre, y él no se hubiera molestado en limpiar después de que ella se fuera. Liam retrocedió hasta la cocina... y se detuvo en la puerta. Bill obviamente había agotado su suministro de platos y cubiertos hace años. Platos de papel untados de comida vieja estaban esparcidos en cada superficie. Cucarachas y excremento de ratas estaban mezclados con otras capas menos identificables de inmundicia. El hedor casi lo hizo caer de rodillas. Otra vez, abrió cada puerta y cada gabinete, buscándola, pero no había rastro de Raine. El garaje no tenía nada excepto un sedan económico y viejo que tenía más de una abolladura, una lavadora oxidada y una secadora retorcida. Liam revisó el interior de todo y no encontró señales de lucha, sangre, cabello... o algo que le hiciera creer que Bill le había causado a Raine algún trauma aquí. El acceso al ático estaba directamente sobre la cabeza de Liam. Jaló la cuerda, y las escaleras anexas se desplegaron. Después de una breve subida, descubrió el espacio lleno de desolación y un calentador de agua. Los travesaños en madera contrachapada se hicieron ver. Subió. Los olores de la casa se exacerbaron aquí, y olía a basurero. Afortunadamente, el área era pequeña. Le tomó un minuto revisar el espacio. Dados los centímetros de polvo que cubrían la superficie, Liam se dio cuenta que Raine no pudo haber estado aquí. Era casi un alivio. No pudo soportar la idea de ella colocando un pie en la sombría morada de este cerdo otra vez, a merced de ese engendro del demonio. Al girar la esquina y llegar a la puerta del frente, encontró a Hammer agarrando con un puño la manchada camiseta del borracho y empujándolo contra la pared. —¿No la tienes atada a la cama o algo así? ―Gruñó Bill— Apuesto a que le gusta. Hammer gruñó. —¿Qué dijiste?

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—Busqué a los de tu clase en internet, amo pervertido. Sé todo de ti. No. Él no tenía idea. Liam se acercó. —Muévete, Hammer. Lo voy a golpear al menos una vez. —Créeme. Quiero hacerlo. No vale la pena ir a la cárcel por su lastimero culo, y no podemos encontrarla desde tras las rejas. Pero su viejo amigo pareció pensar lo contrario por un momento. Entonces se devolvió hacia el bastardo desordenado con rayos en sus ojos. —Última oportunidad. ¿Has visto a Raine? —Esa puta estúpida no ha vuelto. Soltando la camisa de Bill, Hammer se alejó, pareciendo como si también él estuviera suprimiendo una ira asesina. El viejo lo miró con provocación. —Esto es gracioso. Os tiene a los dos la polla metida en un picadero de carne. Debe significar mucho para vosotros dos. —Ni un comentario irrespetuoso más de tu parte. —Le contestó Liam con una calma fría y mortal— Hammer, aquí, puede tener algún reparo en terminar con tu vida, pero seguro como el maldito infierno que yo no. Bill miró con ira a Liam. —No puedo creer que se esté follando a un puto irlandés de mierda. —Te aconsejo que no insultes a mi amigo. —Dijo Hammer con suave advertencia— O lo respetas, o te destrozo la maldita mandíbula. —Ella le abriría las piernas a cualquier cosa con polla. Bueno, menos a mí. Incluso cuando intenté ser bueno con ella, jamás me dio nada de amor. La ira blanca y roja rugió a través de las venas de Liam. —¿Bueno? Hammer se acercó a Bill otra vez como un toro de lidia. —Intentaste violar a tu propia hija. ¿Qué clase de puto enfermo hace algo así? —No te pongas tan machote y poderoso.

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Bill no lo negó. El pecho de Liam se agitó. Hammer no estaba mejor. El viejo o era demasiado estúpido para notar la furia de ambos… o los estaba provocando. Y eso a Liam no le gustaba. —Su inútil madre se fue, y Raine es bonita. Pero vosotros lo sabéis, ¿no? Bill lo provocó, y miró a Macen. —Apuesto que disfrutáis cada minuto estallándole la cereza. Hammer echó su puño hacia atrás con toda su furia y rapidez. Liam lo agarró del bíceps conteniéndolo. —Tienes razón. No podemos encontrar a Raine desde la cárcel. Pero si no se iban, Bill sería pronto un hombre muerto. —Ya no más. —Espetó Hammer— No tendrás otro maldito centavo de mí. ¿Entendido? Y no te atrevas a amenazarme. Acabas de confesar haber intentado violar a tu hija menor de edad, y tengo un testigo. También tengo a cientos de personas que pueden atestiguar que jamás le puse una mano encima a ella cuando vino a vivir conmigo. —Todos desviados como tú. Teníamos un trato. —Protestó Bill— ¡No puedes cortarme el suministro! Hammer lo miró con los ojos entrecerrados. —Ya verás cómo sí puedo. El teléfono de Macen sonó y lo sacó de su bolsillo, se detuvo a leer. —Acabo de recibir una pista. Acaba de usar su tarjeta de crédito. Vamos. Mientras Hammer corría hacia el Audi, Liam se le acercó a Bill. —Te prometo que algún día, de algún modo, te cazaré como el animal que eres y te devolveré todo lo que le hiciste a Raine.

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La puerta de la cafetería se abrió, y Raine vio a Beck entrar, sin la bata blanca, con semblante sombrío y de preocupación. Se sentó junto a ella y la miró de perfil, pero su patético desayuno pareció distraerlo. —¿Elegiste desayunar eso? —No les quedaba mucho. Él tomó la factura que estaba sobre la mesa. —¿Pagaste con tu tarjeta de crédito? Ella suspiró. —Sí. Sé lo que vas a decir. Dudo que estén vigilándome. Beck resopló. —En serio, Liam me dejó ir esta mañana. —¿Sí? No puedo hablar por él dado que no lo conozco tan bien, pero sé que Hammer jamás te dejará ir, princesa. Eso te lo prometo. —No me ha hablado en una semana. —No importa. Ha estado enamorado de ti por seis años. —Él miró su reloj— Vámonos. El hombre alucinaba si eso era lo que creía, pero Raine no discutió. —¿A dónde? —Quiero oír esta historia... sin ninguno de los dos interrumpiendo. Quiero asegurarme de que comas algo mejor que esta mierda procesada. Y luego quiero darte algunos consejos que seguramente vas a ignorar, pero espero que los uses de todos modos. Ella no tuvo la energía para discutir con él cuando tomó el refresco y el hojaldre solo para lanzarlos a la basura. Tomó su bolso y la botella con un suspiro. Cuando Beck la sacó de la cafetería, colocó su mano en la parte baja de la espalda de ella y la guió hacia el estacionamiento. Presionó un botón del llavero y un Mercedes convertible rojo sonó. Coche llamativo.— pensó. Beck abrió la puerta. —Entra. Raine se deslizó en el suave asiento en silencio y vio a Beck retirarse.

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—Lamento causarte problemas. No debí haber venido a molestarte aquí. —Sí, debiste. Sabes que ambos han de estar preocupados. Tal vez, y la posibilidad la hizo sentir un poco culpable. —Por eso quería que les contaras que estoy bien, por si acaso. —Bueno, no soy mentiroso, princesa. Así que llenemos tu estomago y te acomodamos. Después decidiré qué decirle a esos dos payasos. Al salir de la parte de atrás del hospital y acercarse a la entrada vehicular principal, un familiar Audi negro chillaba las llantas en la zona de salida de pacientes. Hammer y Liam salieron corriendo a toda velocidad hacia el edificio. El corazón de Raine se atascó en su garganta. La culpa se le carcomió la compostura. —Maldita sea. Dejaron de pelear lo suficiente para buscarte juntos. — Observó Beck, sonando extrañamente feliz— ¿Quieres hablar con ellos? Sí. Con desesperación. ¿Pero qué bien le haría eso? ―No. —Espera. ¿Alguno de los dos te hizo daño? ―Él arrugó la frente, con la expresión sombría. Beck se refería a Liam, ya que conocía a Hammer lo suficiente para creer que Macen jamás podría azotarla intencionalmente a parte de dentro de una escena. Pero Liam podía ser tan desgarradoramente amable. Ninguno de los dos le haría algún daño físico. Solo romperle el corazón. —No. —intentó no llorar otra vez. ¿Por qué esta puta tristeza inútil no se iba? —Dios, esa cara me está matando, princesa. —Él se alejó del hospital— ¿Eso es todo lo que traes contigo, un bolso y una botella? —No. También tengo una maleta. Le contó del motel. Él apretó los labios y condujo hasta el lugar. Tan pronto como él se estacionó en la entrada, le extendió la mano. —¿Tienes el tiquet de reclamación? Raine vaciló.

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—¿No me vas a arrastrar de regreso a Shadows? —Nop. Pero no te vas a quedar aquí. Tengo un lugar mejor y más seguro. Y no. No se lo diré a Hammer o a Liam hasta que me digas que puedo hacerlo. Se mordió el labio. Beck pudo haber jugado con su mente alguna que otra vez, pero jamás le había mentido. Rebuscó en su bolso y le entregó el pequeño trozo de papel. Él se bajó, y volvió dos minutos después con la maleta en la mano. Después de dejarla en el maletero, se sentó en el asiento del conductor. —Sabes que si te encuentran, te van a dejar el culo rojo. Yo estaré mirando. Y me ofreceré a ayudar. A pesar de la situación tan sombría, pudo reírse. —¿Por qué no me sorprende? —Oye, tienes un buen trasero. —Él le guiñó un ojo. —La respuesta sigue siendo no. Lo último que quería era otro enredo romántico, incluso si Beck le parecía sexy. Tampoco necesitaba sufrir más. El dolor físico podría ayudarle a procesar la agonía emocional, pero no lo necesitaba todavía. E incluso si él lo hiciera, odiaría pedirle más a Beck. ―Solo intentaba aligerar el ambiente. —Asintió él. Unos minutos después, se detuvo frente a un edificio nuevo, de apariencia industrial de apartamentos caros. Pasó una tarjeta por el lector del estacionamiento. Al abrirse la puerta, entró. Beck se estacionó en un espacio reservado, tomó sus cosas, y la ayudó a entrar en el ascensor. —No tienes que hacer todo esto. —Protestó ella. —Si no quiero que Hammer me mate, lo haré. Tampoco quiero preocuparme por ti. En el último piso, salió y la llevó a un apartamento esquinero. Era compacto y elegante y tenía una excelente vista que se extendía hasta el Pacifico. —La habitación está por esa puerta. El baño está adentro. —bajó la maleta— Ya has visto todo lo demás. —No quiero invadir tu espacio. Si vives aquí…

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—No. Aquí me quedo a veces, especialmente después de salir tarde de una cirugía. Tengo una casa a dieciséis kilómetros de aquí, cerca de Shadows. Tendrás control del lugar este fin de semana. El ama de llaves acaba de venir, así que está limpio y lleno de comida. Siéntate. —Él señaló la pequeña mesa de la cocina. Raine obedeció, viéndolo moverse alrededor de la cocina. —Soy mal cocinero, pero me imagino que ya que me has alimentado por años, esta vez podría regresarte el favor. —La verdad no tengo hambre. —No me importa. Si vas a ocuparte con José Cuervo, necesitas tener algo en el estomago que te balancee más tarde. Con una sonrisa cautelosa, esperó hasta que él puso frente a ella unos huevos, tostadas y una taza de fruta fresca. —Gracias. —Come. Y empieza desde el principio. Raine le contó todo, confesando todo entre el día de Acción de Gracias y esta mañana. Cuando terminó, había terminado su comida, las lágrimas estaban corriendo por sus mejillas, y su nariz goteaba. Con una maldición, Beck le buscó en el baño un pañuelo y regresó. —¿Qué esperabas que hiciera Liam, princesa? —No lo sé. —No somos exactamente amigos, pero puedo garantizarte que no se rindió contigo. Quiere que pienses, que tomes decisiones. —Eso fue lo que dijo. —¿Entonces de dónde sacas esa mierda de que te dejó para siempre? —Es que… ahí es donde termina siempre mi cabeza. Su madre la abandonó. Luego su hermano y su hermana. Su padre jamás ocultó su desprecio por ella, especialmente al final. —Son las primeras personas que en verdad me quieren en sus vidas. Creo… me cuesta aceptarlo. —O creerlo. Estás aguantando la respiración, esperando a que algo malo ocurra. Cuando no ocurre, lo creas, incluso si no tienes la intención de hacerlo. Es lo único que conoces. Y depende de ti decidir por qué y cómo cambiar. Todo lo que ellos quieren es tu alma, princesa.

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Sí y eso la asustaba demasiado. —¿Qué pasa si les doy mi alma y ninguno de los dos la quiere ya? Beck se inclinó hacia delante, colocando los codos sobre la mesa. —No te romperás. Eres demasiado fuerte, Raine. La pregunta más importante aquí es ¿cuánta felicidad estás desperdiciando porque tienes demasiado miedo de darle a alguno de los dos una oportunidad de verdad? Tal vez una vida entera de felicidad. miró a Beck con ojos tristes. Él palmeó su mano y retiró su plato. Mientras lo colocaba en el lavaplatos, el teléfono de él vibró. Lo sacó de su cubierta. —Y ahí están tus caballeros de brillante armadura. ¿Qué quieres hacer? Ella sacó la botella de la bolsa de papel. —Pensar. ¿Tienes un vaso de chupito? Beck sacó uno del gabinete y lo colocó frente a ella mientras se acomodaba el teléfono en el oído. —Ya regreso.

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Capítulo Nueve

—¿Cómo así que el Dr. Beckman se fue por el día de hoy? ―Le exigió Hammer a la secretaria— Explíquese. Liam miró su Calibre de Cartier. No era ni siquiera medio día. —¿O sea que no se fue sólo a almorzar? La pequeña mujer detrás del mostrador de una vacía sala de espera, los miraba a los dos como si hubiera perdido la paciencia. se acomodó las gafas en el puente de su nariz y cuadró los hombros. —No. Canceló el resto de sus citas hace casi una hora y me dijo que cerrara la consulta por hoy. Si tenía una cita, lo llamaré para reprogramarla. Ahora, si me disculpa… La mujer les señaló la puerta, sacudiendo las llaves en la mano. Dejó más que claro que los quería fuera de allí, tal vez para disfrutar su inesperado día libre. Liam miró a Hammer. Su viejo amigo conocía a Beck mejor, pero hacer novillos a última hora no era propio del doctor. Beck podría ser un cretino inmoral, pero no irresponsable. Liam pudo ver que Hammer también sospechaba algo. —Eres Vicki, ¿verdad? ―Preguntó Macen. Lo miró sorprendida de ver que sabía su nombre. —Sí. —Soy amigo del Dr. Beckman, y me ha hablado maravillas de tu eficiencia. —Explicó Hammer— Necesitamos tu ayuda. Tenemos una emergencia. —Si es médica, mejor vaya a la sala de emergencias. —lo escudriñó rápidamente y frunció el ceño confundida— Es en el edificio de al lado, primer piso, parte de atrás. Puedo llamar y hacer que alguien lo lleve en una camilla o silla de ruedas, si lo necesita.

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—No. —La corrigió Liam— Crisis sería una mejor palabra. Tenemos a una persona desaparecida y pensamos que Beck pudo haberla visto hace poco. ¿Sabes si recibió alguna visita inesperada? La secretaria de cuarenta y tantos, bajó las llaves y pareció sopesar cuánto decir. —La mujer es pequeña, es unos centímetros más bajita que tú. Cabello oscuro, ojos azules. Probablemente parecía perturbada. —Ofreció Liam. Vicky vaciló por un momento, y finalmente asintió. —Estuvo aquí. ¡Oh, gracias, Cristo! El alivio lo inundó, al saber que estaba a salvo... o lo había estado hace una hora. A su lado, Hammer se vio igualmente aliviado. Liam no pudo descifrar por qué estaba con Beck, pero esperaba como el infierno que el sádico la hubiera calmado. A menos que… —¿Estaba herida? ―Exigió él. —No. —Le aseguró Vicki, con tono más calmado. —¿Y? ¿Qué pasó después? ―Exigió Hammer. La mujer se encogió de hombros. —No sé. Liam frunció el ceño. —¿Cuánto tiempo estuvo aquí? ¿Habló con Beck? —Sí. Menos de cinco minutos. —Dijo Vicki— El Dr. Beckman terminó una cita, y salió a hablar con ella. No pude oír la discusión, pero el doctor parecía agitado. Él canceló todas sus citas. La mujer que buscan se fue. El doctor tomó otra llamada, luego tomó sus cosas y se fue. No dijo a dónde iría. —Debe estar con ella. —Dijo Hammer por lo bajo. Liam estuvo de acuerdo. Estaba agradecido… pero malditamente confundido. Sus razones para buscar a Beck ahora no importaban. Sólo tenía que verla.

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—Gracias, Vicki. Has sido de gran ayuda, y no te retrasaremos más. —Dijo Liam. Girándose los dos, Hammer y él salieron de la decorada oficina con falsa confianza. Volvieron a recorrer el pasillo y pasaron el ascensor para bajar por las escaleras. Hammer ya estaba buscando su teléfono, buscando en su lista de amigos. —¿Por qué Raine iría con Beck? ―Preguntó Liam— Hace un mes, la asustó de muerte. La dejó amoratada con esa puta paleta de goma. ¿Por qué correría hacia ese bastardo en vez de hablarme? Sé que tiene el horrible hábito de no decir lo que siente. Pero diablos, sino a mí, ¿por qué entonces no acudió a ti? —Supongo… Hammer suspiro y presionó el botón para llamar a Beck. —Debe saber que la ayudaría, pero está angustiada pensando con sus emociones. —Supongo que cree que sólo está “empeorando las cosas” o lo que sea que le pase por la cabeza. Los dos la dejamos de lado de un modo u otro. Pero ¿cómo iba a creer que no la queremos? Hammer suspiró. —Tal vez está avergonzada por haber sido liberada o piensa que la amonestaría por su comportamiento. No lo sé. Maldita sea, contesta. — Gruñó al teléfono mientras salían del edificio. En la tenue luz del sol, llegaron al coche de Hammer y se fueron. Liam no supo a dónde iban. No creyó que Hammer lo supiera tampoco, pero Raine no estaba en el hospital. La cafetería donde había pasado su tarjeta de crédito estaba cerrada por ahora. Cuando fueron a mirar, sólo una empleada estaba en la tienda de regalos. Raine no estaba herida, así que ¿por qué se quedaría ahí? Mejor aún. Beck también se había ido. El sistema bluetooth del coche se activó, y el timbre del teléfono se extendió por el sistema de sonido. La ansiedad le tenía cargadas las venas. Si el correo de voz se hubiera activado en vez de Beck, Liam se preguntaba si perdería la cabeza. —¿A dónde vas? ―Le preguntó a Hammer— ¿A dónde la llevaría Beck? ¿A su casa? ¿A otra oficina? —No lo sé. A cualquier lado lejos de aquí.

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Liam escuchó un clic y se tensó. —Bueno, ya era hora de que llamaras, Hammer. He estado esperando. —Bromeó Beck al otro lado de la línea. —¿Dónde diablos está ella, puto bastardo? ¿A dónde la llevaste? Liam quiso meterse por el teléfono y estrangular a Beck. Hammer lo cortó con la mirada mientras el doctor se reía. Liam hizo acopio de todo lo que pudo para no tomar el teléfono de Hammer y estrellarlo contra la consola. Si no necesitara respuestas tan desesperadamente, lo hubiera hecho. Abrió la boca para decir algo, sin importar cuánto podría insultar al infeliz. Hammer le pegó una palmada en el pecho. —Cállate la puta boca y déjame hablar. Había poco amor entre él y Beck y Hammer tenía más oportunidades de obtener respuestas. Respirando fuerte, Liam se tragó su impaciencia. —Consigue respuestas. —¿Beck, dónde está? ―Le exigió Hammer— ¿A dónde la llevaste después de que dejaras tu oficina? Y no me salgas con esa mierda de que no sabes. Beck se rió otra vez. —Es difícil ver cuál de los dos tiene el rabo más torcido. Liam miró por la ventana e intentó bloquear el tono burlón de Beck. Su único consuelo era que también sentía la ira emanar de Hammer. —Me alegra que seamos tan cómicos. —Dijo Hammer irritado— No estamos muy joviales en este momento ya que estamos perdiendo la puta cabeza porque Raine no aparece. Así que tal vez podrías sacar la cabeza de tu culo y ayudarnos. Con otra risa que hacía que Liam quisiera darle un puño al imbécil, se hundió más en el asiento de lujo. Solo podía esperar a poder tener a Beck por las bolas algún día y poderle devolver el favor. —Oh, ponte de nuevo los pantis. Raine está entera y perfectamente a salvo. Me aseguré de ello. —¿Dónde? ―Gruñó Hammer. Liam quiso hacer su aporte, y eso sólo lo enfureció más de ver que cada vez que le hablaba a Beck, el doctor se deleitaba puyándolo.

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Le encantaría decirle a Beck exactamente dónde podría irse, pero eso no los ayudaría a encontrar a Raine. Tuvo que tragarse todo... de nuevo. Estaba empezando a sentir como si sus bolas estuvieran atascadas en una maldita tuerca. —Si quisiera que vosotros lo supierais, os lo habría dicho ella misma, ¿no? ―Soltó Beck un suspiro— Está pensando con la ayuda de José Cuervo y espero que tendré que vigilarla en un rato para ayudarla a colgar la cabeza sobre el inodoro. Pero por lo demás, sólo necesita paz. —¿La estás dejando beber tequila en pleno medio día? ―Exigió Hammer. —¿Crees que es menor de edad, compañero? ―Beck sonaba entre divertido y exasperado. —No tolera bien el licor, estúpido malnacido. Hammer parecía como si pudiera rechinar los dientes hasta hacerlos polvo. —Y lo sabes. —Míralo por el lado amable. Normalmente es feliz cuando está ebria, así que el tequila podría levantarle el ánimo. La actitud burlona se arrastró por la espalda de Liam. Esa tuerca alrededor de sus pelotas se apretó. —Oye. —Agregó Beck como si tuviera una idea— ¿También está cachonda cuando bebe? —¡No te atrevas a tocarla, puto infeliz! ―Replicó Liam— Si le colocas un solo dedo encima, te juro por Dios que te mato de la peor manera posible y disfrutaré en el proceso. Hammer apretó el volante. —Más que encantado en ayudarle si no dejas de tentar tu suerte. Beck resopló. —No va a saltar de un puente, chicos. Caray, ¿mucho melodrama? No voy a tocar a la princesa. Pero vosotros dos debéis controlaros y alejaros, maldita sea. No podéis decirle primero que se vaya, y luego esperar a tenerla bajo control. —Maldición, sólo quiero hablar con ella. —Insistió Liam—Huyó de casa.

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—Dejó las llaves del club en su habitación. —Confirmó Hammer— ¿Te dijo eso? —No en muchas palabras. Raine está intentando decidir qué hacer. Ninguno de los dos puede forzar su decisión. —¿Por qué no puede pensar en Shadows? ―Exigió Liam. —¿En serio? ―Preguntó Beck incrédulo— Si esta asombrosa muestra de calma y lógica es algún indicio, me es más fácil entender por qué se fue. Mira. Está en un lugar seguro, y no traicionaré su confianza. Le di mi palabra y yo soy hombre de palabra. Cuando esté lista, me lo dirá y te lo haré saber. Si te hace sentir mejor, se va a quedar en un lugar seguro. No puede irse sin que yo lo sepa. Y no, no intentaré meterme en la cama con ella. Así que bájate esos celos, Romeo. Liam no tuvo que adivinar a quién le estaba hablando Beck. Y eso lo enfureció mucho más. Por otro lado, se dio cuenta que el doctor se había convertido en un muro de ladrillo. No había modo de atravesarlo por información. El clic de la llamada al terminar lo confirmó. Le gustara o no, tendrían que esperar hasta que Raine decidiera si volvería o no a Shadows.

Hammer vio a Liam entrar en la cocina la mañana siguiente. Se veía tan mal como Hammer se sentía. —¿Has sabido algo de Beck? La pregunta de Liam le dijo de inmediato que su viejo amigo tampoco había oído de Raine. —Sólo un corto mensaje de texto cerca de la media noche diciéndome que finalmente se había dormido. Echó el resto de su botella en el lavaplatos y se aseguró de que comiera antes de ir a dormir. —¿No dijo nada sobre qué ha pensado ella?

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Exactamente lo que Hammer quería saber. —Ni una palabra. Ambos miraron a la cafetera vacía. Él se burlaba del intento de Liam por hacer el café el día anterior, pero Hammer no era más diestro en ello. Ambos ya extrañaban a Raine, pero esto, al igual que pasar por el calabozo desvelado a las tres de la madrugada, le restregaba la desgarradora partida de Raine en la cara. Y ahora que Raine llevaba fuera veinticuatro horas, Liam parecía como si estuviera a punto de arrastrarse fuera de su propia piel. Hammer lo entendió por completo. —¿Por qué ese imbécil no nos dice qué piensa ella? Le está hablando, ¿cierto? ¿Qué le ha dicho a él para que sea un maldito secreto? —Lo que quiera. No traicionará su confianza. Liam se frotó el cabello. —Esto no me gusta. Pienso que ese cretino siempre la ha deseado. —Sé que tú y Beck tuvieron un mal comienzo, pero ella está en buenas manos. El hecho de que haya acudido a él es un puto alivio. —¿Cómo lo sabes? ―Bramó Liam. —Eso significa que no quiere cortar del todo los lazos con Shadows. Eso puede incluso significar que sabe que necesita escuchar a alguien que no le va a hablar mierda. —¡Es un puto sádico! ―Dijo Liam embobado— Ella no es ninguna masoquista. —Enfócate. Al menos uno de ellos tenía que mantener la calma, y Liam necesitaba un apoyo ahora mismo. Y parecía que era él. —Tú no eres de los que pierden el control. Eres demasiado inteligente. Comienza a actuar como tal. —Vete a la mierda. —Contestó Liam, pero no con malicia. Se enderezó y pareció intentar controlarse. —Mejor. —Asintió Hammer— No te preocupes. Conozco a Beck. No va a golpear a Raine o a aprovecharse de ella. Hará lo posible por ayudarla a aclarar su mente y tomar algunas decisiones. Beck y yo hablamos de ella hace poco. Confío que la guiará hacia aquí, si es posible. Pero tiene razón.

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No podemos presionarla. Si vuelve, queremos que esté segura de su elección, en vez de querer huir de nuevo. —No sabemos qué maldito consejo le estará dando. Podría estarle diciendo que se largue a Timbuktu, por lo que sabemos. —Le dará exactamente el mismo consejo que tú o yo le daríamos a una sumisa que estuviera indecisa. —¿Y si no vuelve? Liam caminaba por la cocina, probablemente viendo a Raine en todos lados, tal como él lo hacía. —Entonces los únicos culpables somos nosotros dos. Si hubiera sido sincero con Raine hace eones, ella aún estaría en Shadows, sana y salva. La frustración que se arrastraba por las entrañas de Hammer sería ahora sólo un mal sueño. Le daba a Raine crédito por salir de ahí caminando en vez de tomarse un puñado de sedantes. Al menos estaría agradecido por eso. Preferiría tenerla viva en cualquier parte del mundo que fría bajo tierra. La culpa atravesó el rostro de Liam antes de que mirara su reloj. —Hace unos días, Seth prometió venir un tiempo. Esta mañana me envió un mensaje diciendo que estaba saliendo de Nueva York y tomaría un taxi hasta aquí. —¿Seth aquí? ¿Para qué putas? —Dijo que jamás pisaría tierra que pudiera hundirse en el océano. Liam vaciló y se giró erguido para mirarlo. —Lo llamé para pedirle ayuda con Raine. Whoa. ¿No era esa una patada en las pelotas? En el pasado, Liam hubiera venido a él, y Hammer no tuvo que adivinar lo que la visita de Seth decía sobre el estado de su amistad. Lo lamentó como el infierno. Entonces otra vez, se había guardado los detalles del suicidio de Julieta. El quid pro quo era un malnacido. La buena noticia era que el hecho de que Liam hubiera pedido refuerzos decía que iba en serio con la idea de ayudar a Raine.

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—Veo. Como siempre, tienes un plan. ¿Quieres contarme? Liam se frotó la nuca. —Ya ejecuté el plan y se fue por la puerta de atrás cuando ella huyó. —Déjame aclarar esto. ¿Quitarle el collar era el plan? Hammer se reservó el comentario acerca de este exabrupto colosal. —¿Tienes un plan B? Liam apretó los dientes. —Estoy en eso. Un timbre sonó en el bolsillo de Liam, y sacó su teléfono. —Hablando del diablo. Seth dice que está en el estacionamiento y que si alguien puede abrir la puta puerta. Su amigo sonrió por primera vez desde la partida de Raine, y salió. Hammer miró de nuevo a la cafetera, preguntándose si Seth podría hacer mejor café que alguno de ellos. Recordó al otro Dominante de su club en los tiempos de Nueva York. Inteligente, firme, justo, divertido. Si alguien del pasado viniera para acosarlo, Seth no sería un mal fantasma. Unos minutos después, Liam y Seth entraron. El otro hombre no había cambiado mucho en los últimos ocho años. Tal vez se veía un poco más viejo, tal como Hammer sabía que él mismo había cambiado, pero Seth se mantenía como un atractivo hijo de perra en forma. Probablemente aún tenía sumisas cayendo a sus pies. No había una sola cana en su bien arreglado cabello rubio. Se las arreglaba para parecer bronceado, a pesar de los inviernos neoyorquinos. Sus ojos verdes eran agudos e ingeniosos como siempre. —¡Hola, hombre! ―Hammer extendió su mano— Qué bueno verte. Ha pasado mucho maldito tiempo. Seth estrechó la mano de Hammer. —Demasiado. ¿Cómo diablos estás? Te ves bien. —Bueno entonces es mejor de lo que me siento. Gracias por venir. — Se giró hacia la cafetería— ¿Sabes operar eso? Liam hace jarabe, y yo cocino aceite de motor. —¡Eso no es cierto! ―Protestó Liam. —Tienes razón. Sería un insulto para el jarabe. —Contestó Hammer.

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Seth sacudió la cabeza. —Vosotros y vuestras caras de perrito… hay una puta tienda de donuts a la vuelta. Id a comprar café. Las esperanzas de Hammer menguaron. —Mierda. ¿Tampoco puedes hacer un café decente? —No entro en una cocina. —Admitió Seth— ¿Cómo habéis estado bebiendo café todos estos años si no sabéis cómo hacerlo y tampoco lo compráis? —Raine. —Ah… así que ella los consiente. —¿Cómo bebes café si no lo haces? ―Preguntó Hammer— No recuerdo que fueras de los que van a Starbucks. —Hago un buen sexo oral. Eso me da café y todo lo que quiera. Seth sonrió de manera cursi. —Es una habilidad más que importante cuando no puedes operar una cosa de esas. Señaló a la cafetera. —Entonces estamos jodidos. —Dijo Liam. —¿Por qué Raine no ha hecho café? Sacadla de donde esté. Quiero conocer a la chica que tiene torcidas las pelotas de Liam. Hammer y Liam se miraron, entonces Hammer le dio a su viejo amigo un gesto expansivo. —Es todo tuyo. Liam sacudió la cabeza y soltó un suspiro. —Vamos a la vuelta y compremos unos cafés. Esto puede tomar un tiempo. —En verdad, podríamos necesitar algo más fuerte que café. —Suspiró Hammer— En algún lugar ya son las cinco de la tarde. ¿No? —Tal vez en Rusia… ―Seth frunció el ceño— ¿Qué diablos pasa? Liam elevó una ceja. —¿Cuántas rubias necesitas para ir a la vuelta y conseguir café? —Ninguna, imbécil. —Contestó Seth— Ellas delegan.

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Después de diez minutos y unas bromas más, llegaron a la tienda de donuts, compraron un litro de café, y volvieron a Shadows. Hammer se sirvió una taza tan pronto llegaron a la cocina y bebió la mitad de un sorbo. Dio un gemido de alivio. Liam lo imitó. Seth sacudió la cabeza. —No está mal. —Liam miró su taza— Pero no tan bueno como el de Raine. No. No lo era. —Oh, vosotros dos estáis perdidos por esa chica y su coño hechizado. ¿Dónde está? Quiero saludarla. Cuando ninguno de los dos contestó, Seth arrugó la frente. —Soltadlo. No he visto caras así de melancólicas en años. ¿Os enterasteis que Papá Noel no existe? —Raine no está. Ayer por la mañana nos enteramos que se fue. Liam miró por la ventana. Seth giró su cabeza. —¿Qué? Liam y Hammer le dieron todos los detalles escabrosos sobre las últimas veinticuatro horas mientras Seth se servía una taza de café y los miraba. —Maldita sea. Así que el plan fracasó. —Seth se rascó la cabeza. —Y hasta más. —Confirmó Liam. —¿Beck me dejaría hablar con la chica? ―Preguntó Seth. Hammer y Liam se miraron, luego se encogieron de hombros. —Sin ánimo de ofender, pero está cerrada por completo ahora mismo. Puede que hable con Beck, pero no lo sé a ciencia cierta. Y si no nos habla a ninguno de nosotros, no va a hablarle a un extraño. Voy a escribirle a Beck para que me actualice. Liam asintió, obviamente aceptando la idea. —Cualquier noticia sobre Raine es bien recibida.

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Capítulo Diez

Cuando Raine se despertó casi al mediodía, Beck estaba ahí con un ibuprofeno11 y una botella de agua. —Tú decides si quieres ir a casa o huir por siempre. —Buenos días a ti. Se tomó las tabletas y el agua. Beck sonrió. —Solo lo decía. Hammer ha estado enviándome mensajes de texto cada hora desde que amaneció. Liam y él quieren saber cómo estás y qué piensas. —No sé. —Raine se apretó la cabeza— ¿Me dormí anoche en el sofá? —Sí. Tú y Cuervo estabais acurrucados juntos. Raine tuvo el vago recuerdo que Beck la llevó a la cama y estaba un poco más que avergonzada. —Lo siento. Se encogió de hombros. —No pensé que eras de las que le gustara una maratón de Rambo. —No quería nada romántico. Eso la pondría solo más triste. —¿Qué quieres hacer hoy, princesa? Ya hice mis rondas en el hospital, así que estoy libre si quieres hablar o salir a la playa… o si te apuntas a unas buenas nalgadas. La miró con lascivia. Raine lo miró amonestándolo. —Compórtate. —¿Por qué, si ser malo es tan divertido? Ella bebió otro sorbo de agua.

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—No sé qué hacer. Necesito dejar de lamer mis heridas y tomar algunas decisiones. Beck le retiró un mechón de cabello del rostro. —Esos hombres quieren ayudarte a ser completa. No hay modo de afirmar que no te aman. Liam seguramente sí. Había intentado tanto llegar a ella. Cuanto más se enamoraba de él, más miedo tenía. Más se alejaba. ¿Todos los votos que había dicho en la ceremonia del collar? Raine supo que no había cumplido su parte del trato. No le había dado más opción que dejarla ir. ¿Hammer? Él la quería a su manera. Ella no le había fallado tanto. Mayormente porque jamás le creó expectativas o intentó tomarla en sus manos. Aún así, sabía en su corazón que debería estar decepcionado. En todo caso, tendría que crecer o cambiar o algo porque ninguno de los dos aceptaría sus limitaciones para siempre. Liam ya lo había dejado claro, y Hammer estaría de acuerdo. Si ella no podía cambiar, tal vez sería mejor que siguiera adelante. —No sé si el amor sea suficiente. —Mierda. —se acercó y la miró contemplativamente— He estado pensando en esto, y puede ser la respuesta a tu problema. ¿Te das cuenta que podrías tenerlos a los dos? Lo miró con la boca abierta. ¿Él tomaría alguna pastilla para la locura? Tal vez sí, dada semejante noción… —Estás loco. Él se rió. —Muchos piensan eso, y tal vez es verdad. Pero estoy en lo correcto. En el fondo lo sabes. Y más en el fondo, también los quieres a los dos. Admítelo. Raine se sintió sonrojarse. Había fantaseado con eso algunas prohibidas veces cuando se lo permitía. Se acurrucaba contra Liam en medio de la noche, pensando lo completa que la haría sentir estar acomodada entre él y Hammer. Siempre desechaba la idea como un sueño tonto. —Lo que quiero y lo que puedo tener no están ni siquiera en el mismo planeta. Beck le sonrió.

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—Sé positiva. —Si no puedo tan siquiera manejar las expectativas de Liam, ¿cómo esperas que complazca a él y a Hammer al mismo tiempo? —Te enseñarán. Deja de luchar y pon atención. Soluciona tu mierda. Eres inteligente, Raine. —la miró con seriedad— Ya han compartido antes. Por la mujer correcta, lo harán de nuevo. ¿Y Beck pensaba que era ella? —Compartieron a la esposa de Hammer, y en caso de que no te hayas dado cuenta, eso terminó mal. Además, no se llevan bien por más de dos minutos. —Eso es un concurso de meadas momentáneo. Y no es tu problema. Tu problema ahora es ayudarte. Si lo haces, todos tus pequeños sueños se harán realidad. Podrías sanar a esos dos dándoles lo que más necesitan. Y eso eres tú, Raine. Raine aún pensaba que Beck estaba un poco loco, pero la cabeza le dolía demasiado para discutir... este trío mítico no era el punto de la conversación. —Si vuelvo alguna vez a Shadows, debería darles todo mi ser. Sus sentimientos son un desperdicio si no les doy a alguno de ellos... incluso a los dos... todo a cambio. —Bien, ¿y qué te detiene? ¿Qué no la detenía? Todas sus emociones haciendo un remolino en su cabeza. El miedo de ser abandonada o herida estaba grabado en su alma. Reaccionar ante ello era un reflejo. ¿Cómo dejaba de hacer eso? Raine tenía que encontrar una manera. Las últimas veinticuatro horas habían probado que vivir sin ellos la hacía totalmente miserable. Quería volver a casa, quería el refugio familiar de Shadows, de sus brazos. A pesar de lo que él había dicho las últimas semanas, Hammer jamás se comprometería con ella. Pero estaba bien; podría amarlo desde lejos. Lo había hecho por tanto tiempo que ya era buena en eso. Amaba mucho a Liam. Él llenaba su corazón. Podrían ser felices... si pudiera superar sus miedos y seguir adelante. El primer paso era ser brutalmente sincera. —Mi padre. —Para comenzar— Él tuvo todo el poder en casa cuando era niña.

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—Y abusó de ello. Y de ti. Raine aguantó la necesidad de tomar las mantas y cubrirse hasta la barbilla para protegerse. ¿De qué? Beck solo estaba aquí para ayudarla, y tenía que dejar de esconderse de todos. Eso solo la llevaría a la autodestrucción. —Sí. He evitado en verdad pensar en eso, pero… lo sé. Él es una piedra de tropiezo. Beck se enderezó y la miró. —¿Has hablado con algún profesional al respecto? Sé que Hammer te llevó a una terapeuta justo al llegar a Shadows. Ella suspiró impaciente. —Me hacía preguntas muy tontas. “¿Así que el comportamiento de tu padre te enfureció?” Em, ¿usted qué cree? Él contuvo la risa. —Entonces no era la terapeuta adecuada para ti. Además, tampoco era muy buena en la cama. Raine le palmeó el hombro a Beck. —Demasiada información, compañero. —Eso sonó impertinente, princesa. Esa advertencia fue demasiado obvia para ignorarla. Retrocedió con las bromas. —Lo siento. No lo decía con esa intención. Aprecio todo lo que has hecho por mí. Sé que no tenías por qué hacerlo. Beck ondeó la mano. —No has visto o hablado con tu padre desde que te fuiste de casa. ¿Verdad? —No. —se echó para atrás— Dios. No. No dijo nada por un tiempo largo, y Raine percibió que estaba sopesando con cuidado sus próximas palabras. Finalmente, se levantó del borde de la cama. —Bien. ¿Comemos? Es ya de tarde e imagino que tienes hambre. —¿Tú tienes hambre?

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Se levantó y se tragó la vergüenza de estar en un simple top y pantaloncitos cortos. A pesar del coqueteo de él, el entendimiento entre ambos no era sexual. Además, Beck ya había visto a casi todos en Shadows desnudos, incluyéndola a ella. Era doctor. Ella no tenía nada diferente a sus pacientes o las otras féminas que andaban por el club. A Beck le brillaron los ojos. —¿Vas a cocinar? La comida de soltero y la basura de la cafetería del hospital dan asco. Ella se rió. —Me encantaría. Dame unos minutos y te haré algo delicioso. Era lo menos que podía hacer. Después de lavarse los dientes y peinarse, Raine se lavó la cara, y se colocó unos pantalones de yoga y una camiseta vieja. Se puso un par de calcetines, y caminó a la cocina. Beck estaba de pie en el balcón, mirando hacia el océano. Por años, él había sido un misterio, aparte del dolor que le brindaba a las sumisas del club. Cuando se vieron por primera vez, lo relacionó mentalmente con su padre, y eso no fue justo. Las sumisas pedían su dolor... rogaban por él. Pero su lado compasivo y afable la sorprendía. ¿Por qué seguía soltero cuando podía tentar a cualquiera? Raine no lo entendía. Incluso ahora, su perfil se veía pensativo… infeliz. Esperaba que él pudiera encontrar pronto lo que buscaba. En la cocina, se sintió en casa. El ama de llaves de Beck había encontrado obviamente una tienda gourmet porque encontró todos los ingredientes necesarios. Le hizo unos escalopes cubiertos de tocino, vegetales salteados, y un puré de patatas con ajo y queso parmesano. Él dejó una botella de Sauvignon Blanc en la nevera. Ella sacó dos copas y la botella al balcón, junto con un sacacorchos. A continuación acomodó la mesa y dejó todo preparado. El clima era frío, hacía mucho viento. La niebla casi perpetua de la costa cubría el aire. Raine no había tomado ninguna decisión sobre qué hacer o cómo hacerlo, pero de algún modo, una nueva paz apaciguaba el tumulto que la había tenido hecha un desastre el día anterior. Beck mordió un bocado. Sus ojos rodaron y gimió ruidosamente. Le había oído tener orgasmos más silenciosos. Ella se rió. —¿Supongo que te gustó?

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—¿Puedo repetir? ¿Y hay postre? —No, y veré qué puedo hacer. Beck suspiró con felicidad. Entonces se hizo un silencio cómodo entre ellos mientras ella servía el vino y comían. Las ideas le asaltaron la mente. Y una y otra vez más. Había luchado durante mucho tiempo con Hammer, había luchado contra el esfuerzo de Liam por llegar a ella. Pero Beck hacía las preguntas más sencillas. ¿Qué te detiene? Y cuando ella admitió que no había visto a su padre en más de seis años, él no haba dicho nada. Pero su expresión había sido clara. Debería hacerlo. El primer instinto de Raine fue correr. Dios, ¿cuándo se había vuelto tan cobarde? Más aún, ¿podría algún día ser feliz si seguía ocultándose y esquivando a todos los que solo querían conocerla? —Debería enfrentarlo. —Admitió. —¿A Liam? ¿A Hammer? ―Él metió otro poco de puré en su boca. —A mi padre. —En algún momento. —Concordó él. ¿Para qué esperar? Prolongar este limbo no le daría nada para seguir adelante. —Hoy. —Eso es… decisivo. —Respiró Beck, considerándolo— Hablemos de ello por un minuto. ¿Sabes qué vas a decirle? Raine había ensayado tantos discursos en su cabeza, mayormente después de que se había ido a vivir en Shadows. Pero tantas palabras le llenaban la cabeza ahora, que no estaba segura por dónde empezar. —Pensaré en algo. Beck bajó su tenedor. —Es peligroso. No puedo dejarte verlo sin mí. Te daré espacio para hablar con él pero no estaré lejos. Raine lo consideró por un largo momento. Pensó en entrar intempestivamente en el castillo de su padre, pero siempre se imaginaba entrando con un arma… luego lo repensó porque, francamente, él la aterraba.

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Al menos treinta centímetros más alto y más malvado, probablemente tomaría el arma y le dispararía. O lo vería, perdería la calma y lo mataría ahí mismo. La prisión no parecía ser divertida. Unas veces consideraba que valdría pagar condena por matar al bastardo, pero algo siempre la detenía. —No puedo ponerte en semejante riesgo. —sacudió la cabeza. —Bueno, o vamos juntos, o me quedo a unos metros detrás de tu dulce trasero todo el día, y pretendes que no estoy. Tú escoges. —Excelentes opciones, Beck. Por dentro, se enterneció. ¿Quién podía imaginarse que el sádico de la paleta de goma resultaría tener un corazón tan enorme? Su amabilidad y protección eran un alivio sorprendente pero bendito. —Creo que entonces vas conmigo. Me sentiría mejor si voy con refuerzos. —Oh, iremos con refuerzos. Mis amigos 'Smith y Weston'12 vienen. — Sonrió— Lavaré los platos. Ve a vestirte. ¿Una hora? —Media. No me voy a acicalar para ese bastardo. —Buena chica. El plan tuvo sentido y sonaba tan liberador cuando salió de la seguridad del apartamento de Beck. Pero al conducir por la calle hacia el hogar de su infancia media hora después… pues no tanto. El estomago de Raine se revolvió. Se retorcía las manos. Sus palmas comenzaron a sudar, el corazón le tronaba. Beck colocó una mano sobre las de ella. —Va a estar bien. Di lo que necesitas saber. Estarás a salvo. Lo más importante es que saques la mayor cantidad de ira que puedas. —No tengo cómo agradecerte lo suficiente. Lo miró con gratitud. —Deja de hacerlo y ve por él, princesa. Detuvo su Mercedes al final de la manzana y llegó lentamente a la casa. —¿Aquí es? El corazón a ella se le apretó al asentir. —Sí.

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Había estado más aterrada en la vida, pero no en un tiempo muy, muy largo. Hammer la había acogido y le había dado el ambiente seguro que su padre no pudo. Y le pagó huyendo sin decir una palabra. Justo como le había dado a Liam un muro de ladrillos en vez de su corazón. Con otra mirada, Raine tomó un profundo aliento. Iba a hacer lo correcto. Beck apagó el coche y se bajó. Abrió su puerta y miró a su alrededor. Casi nada había cambiado en el barrio. Los arbustos arreglados del Sr. Markland estaban en una meticulosa línea recta. El jardín de la Sra. Fullsome se veía lleno de color, a pesar de que ya era diciembre. Al pararse en la acera, giró su atención a la casa de su padre. El rojo de la puerta del frente se había desvanecido, pero aún se veía imponente. Detrás de esa solida superficie había una casa llena de horrores. Cada año... diablos, cada día... se había puesto más horrible. Raine miró la casa como si fuera un demonio que le robaría el alma. Se apretó el estomago. Dios, necesitaba zafarse de su pasado, pero no quería estar ahí. Había prometido no volver a mirar a Bill Kendall. Por seis años, había cumplido esa promesa. Ahora Raine se obligaba a caminar, decidida a recuperar las partes de sí misma que él le había robado con malicia. Beck caminó con ella hasta el borde de la propiedad, le tomó la mano, la apretó… y la dejó ir. Ella le miró por última vez. Él asintió. Valor silencioso. Luego le diría lo agradecida que estaba de que hubiera venido con ella. Hora de enfrentar al diablo. Respirando para prepararse, golpeó a la puerta. Pasó lo que parecía una eternidad hasta que la puerta se abrió. Sus rodillas casi cedieron cuando su padre se paró en la puerta, mirándola con odio. Sus canas la sorprendieron. Había estado entrecano cuando se fue. Los surcos alrededor de su boca y barbilla se habían profundizado, como si hubiera puesto mala cara desde que ella se fue. La leve cicatriz de su propia mano le dividía la mejilla. La vista le trajo recuerdos brutales y una profunda satisfacción de haber luchado contra Bill y marcarle por el resto de su miserable vida. Sus ojos azules no habían cambiado. Eran los mismos ojos que veía cada día cuando se miraba al espejo. Se estremeció cuando vio veneno en ellos.

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El monstruo aún vivía dentro del cuerpo de ese anciano. Alguna vez la había aterrorizado. Ahora, Raine se negó a mostrar miedo. Bill Kendall era la razón por la que no confiaba en nadie. No podía comunicarse. No se podía entregar de verdad ni a Liam ni a nadie. Desde que se fue de este infierno, jamás quiso sanar. Al lancear sus heridas y dejarlas sangrar hacía menos posible que alguna vez dejara a alguien lastimarla de nuevo. Ella había dejado a este vil imbécil despojarla de su capacidad de amar. Nunca más. —¿Qué haces aquí, puta? ¿Y quién es él? ―Señaló a Beck— ¿Supongo que también te lo follas? Ignoró su pregunta y elevó la barbilla. —Tengo unas cosas que decirte. —¿Por qué escucharía? No te quise aquí antes y ahora tampoco. —Créeme, no me voy a quedar. Solo vine a decirte que te odio y que más te vale que jamás me hables en la vida. Oh. Y también quería darte esto. Raine dobló su puño y le lanzó un golpe brutal a la mandíbula. El dolor explotó en sus dedos, enviando un corrientazo por todo el brazo, pero no le importó. Cuando la cabeza de Bill se giró y se apretó el lado de la cara, vio que ese dolor valía la pena. —¡Pequeña perra! Se bajó del pórtico y le tomó el brazo en un agarre cruel. —Pagarás por eso. Con un tirón feroz, la intentó arrastrar hacia la casa. Raine se mantuvo firme. Bill se giró y gruñó, elevando el puño hacia ella. Se aguantó las ganas de encogerse. Detrás de ella, Beck se acercó. —¿Necesitas ayuda? —¡Largo! ―Dijo Bill con desprecio. —Lo tengo. —Le dijo a Beck. Necesitaba enfrentar sola a su padre. Afortunadamente Beck se lo permitió. Cediendo la tensión de sus músculos, Raine esperó a que el viejo bastardo supusiera que ella había cedido y se había encogido en una bola.

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Cayó en la trampa, moviendo su puño hacia ella con aire descaradamente triunfal. De repente, ella respondió, levantando el antebrazo bloqueando su ataque. Siguió con un puñetazo en el estomago. Él rugió, el sonido explotó con sorpresa y odio. Raine lo pateó en las bolas. Tambaleándose y gruñendo, se dobló, apretándose la entrepierna. Aprovechó la oportunidad lo agarró del cabello, y estrelló su cabeza contra el marco de la puerta. Él gritó. Beck se rió. —Sí, definitivamente lo tienes, princesa. —Te voy a dar una paliza por esto. Bill levantó la cabeza y la miró con un azul furioso en los ojos, que casi brillaban. La sangre comenzó a brotar de una herida en medio de sus cejas, y bajó por su rostro, y llegó a sus dientes. Cada vez parecía más un demonio. —Jamás me volverás a tocar. Era una niña, y me golpeabas para matarme. —¿No es eso lo que el Amo Pervertido y el irlandés de mierda te hacen antes de abrirles las piernas en ese club de perdición? Ella jadeó. De todo lo que Raine esperaba oír de sus labios, el hecho de que él supiera dónde había estado y con quién se sintió como una patada en el estomago. ¿Había su padre seguido su rastro… o Hammer y Liam habían venido a buscarla? Cualquiera de las dos posibilidades la ponían enferma. Se tragó sus nauseas. Luego. —¡Cállate! No permitiré que los denigres. Son hombres de verdad, lo cual es más de lo que se puede decir de ti. Raine dobló el puño otra vez y le dio un gancho directo a la mandíbula. —¡Puta inmunda! Voy a llamar a la policía. —Adelante, y les diré todo lo que me hiciste, incluso que intentaste violarme cuando era menor de edad. ¿Quieres salir? ¿O lo grito frente a los vecinos?

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La ira se elevó y estalló dentro de ella como un volcán. La lava en sus venas bullía y Raine lo golpeó otra vez, su nariz fue el blanco perfecto. Después de un crujido enfermizo, la sangre brotó. —Hammer me hizo asistir a clases de defensa personal. Si intentas lastimarme de nuevo, Dios me ayude, pero te voy a matar, insignificante pedazo de mierda, por todos los años de miseria que me causaste. Alejaste a mi madre, a mis hermanos… y finalmente a mí. Mereces cada momento de tu mezquina soledad. ¡Púdrete en ella! Raine apretó el puño otra vez, pero una mano firme le sostuvo el codo para detenerla. Se giró para ver a Beck sacudiendo la cabeza... y apuntando a la cara de Bill con el arma. —Has hecho lo que tenías que hacer. Él no se merece que vayas a prisión. Vayámonos. Hubiera querido causarle más dolor. Era excitante. Empoderador. Emancipador. Pero Beck tenía razón. no quería encerrarse de ningún modo por causa de Bill otra vez. La adrenalina comenzó a descender, dejándola ligeramente temblorosa. Pero se sintió más en control que en años. No, que nunca. ―Estoy lista. —Asintió ella. —¡Esto no se acaba aquí! ―Gritó Bill— Vete, puta infeliz, pero no es la última vez que me verás. No se molestó en darse la vuelta, sólo levantó la mano y le enseñó el dedo medio. El bastardo no se merecía más.

Volvieron al apartamento. Beck la dejó entrar en silencio. De hecho, no había dicho una palabra desde que se fueron de casa de su padre.

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Como si supiera que necesitaba estar sola con sus pensamientos, reproducir toda la tarde varias veces en su cabeza para sentir el aumento significativo del triunfo… y luego el bajonazo de preguntarse qué seguiría después. En vez de volver directo a casa, Beck había ido a la playa y la había dejado caminar, yendo en silencio detrás de ella unos metros para cuidarla. Las olas habían silenciado la cabeza de Raine. No tan bien como las azotainas de Liam antes de Acción de Gracias, pero esto servía por ahora. Eventualmente, se sentó en la arena, cerró los ojos y lloró hasta que Beck la ayudó a levantarse y se fueron de nuevo al coche. Ahora, miraba el reloj sobre el horno. Diez minutos para las seis. —¿Tienes hambre? Vi unos filetes en el congelador. Puedo cocinarlos. —¿Cocinar te ayudaría a aclarar tu cabeza o preferirías ir a comer pizza? —La verdad no tengo hambre. —Saltarse la comida no es una opción. Escoge de nuevo. Raine suspiró. —Yo cocino. —¿Quieres otra botella? Ella se estremeció. —No. Otra resaca no me llama la atención. —Bien. Fue la primera vez que te vi triste, mientras estabas ebria. Fue feo. —Caray, seré más considerada con tu delicado humor la próxima vez. —Raine rodó los ojos. Beck le dio una palmada en el trasero. —Cosita descarada. Encenderé el asador. —Son mejores en el horno. Lo tengo. Cuarenta y cinco minutos después, se sentaron a cenar. Luego, Beck contestó un par de mensajes de texto y luego maldijo. —Tengo que ir al hospital un momento. ¿Estarás bien aquí? ¿No harás nada estúpido?

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—¿Como saltar desde el balcón? Raine lo miró como si estuviera loco. —Como huir. —Dijo enfáticamente. Ella perdió su comportamiento agresivo. —No. Ya no funciona. Tomó sus llaves y la besó en la frente. —Eso es un progreso. Bien hecho. —¿Te preparo desayuno por la mañana? —Tendré que ver qué pasa. Tal vez entre a cirugía. Si es así, volveré esta noche, muy tarde. Y se fue. Estaba dormido en el sofá cuando ella despertó la mañana siguiente. Raine preparó unos panqueques y los colocó en el horno con tocino crujiente y una nota. Entonces se fue explorar el edificio. Con seguridad, el lugar tendría un gimnasio bien equipado. Un circuito de pesas y cardio la ayudaron a aclarar su mente un poco más, y volvió para encontrar los platos sucios en el lavaplatos y la palabra ¡Gracias! en el fondo de su nota. Beck ya se había ido. Paseó por el pequeño apartamento, pero ya lo había visto todo y agotó la selección de películas. El cable presentaba unos desafíos ridículos de chef y búsquedas de casa que no le llamaron la atención. Tocando su teléfono, Raine miraba al pequeño artefacto, pero como la última vez que pensó llamar, alejó su móvil. No sería justo con Liam llamarlo sólo para escuchar su voz cuando no tenía respuestas para darle. Y sería igualmente injusto llamar a Hammer para oír su ronca familiaridad. No tenía nada que ofrecerle a él tampoco. Raine pasó el día en el balcón sólo pensando. ¿Cómo aprendería a abrirse a la gente que la amaba, especialmente si esa gente estaba odiándose a muerte? ¿Cómo volver a Shadows sin romper a nadie más de lo que ya estaba? Beck llegó casi a las ocho. Estaba a punto de abrir una lata de sopa, pero la tomó por la mano y la sacó por la puerta. —Margaritas. Ya. ¿Quién era ella para discutir con algo así?

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—Conozco un buen lugar. —Sonrió ella. —Perfecto. —le entregó las llaves— Conduce. Estoy putamente exhausto. Vaya, ¿el maniático del control la iba a dejar conducir su convertible ridículamente costoso? Sonrió. —Claro. Quince minutos después, estaban sentados con unas bebidas con las copas bordeadas con sal y habían ordenado enchiladas. ―Ah, patatas y trago. Eso me revive. —Suspiró Beck. —Eres todo un hombre. —También un Dominante. Así que esta es la parte del día donde te pido que me digas qué hay en tu cabeza. ¿Qué vas a hacer? —Pensé mucho en eso mientras estuviste fuera. —Sólo porque no quisiste ver otra vez Rambo. Lo sé. Su vida estaba de cabeza, y Beck aún la hacía reír. —Bien, es casi verdad. Él le guiñó un ojo. —Suéltalo pues, princesa. Amo tenerte en mi casa. Podría volverme adicto a tus guisos realmente rápido. Pero vuelvo a rondas mañana, no te gustaría verme llegar o salir a las dos de la mañana, y ese sofá me hace doler la espalda como una perra. Beck le quitó importancia al asunto con humor, como solía hacerlo. Pero también estaba siendo muy directo. Raine tomó aire, intentando decidir cómo hacer sus preguntas. —¿Si vuelvo a Shadows, cuáles serían mis obligaciones? —¿Con Liam? ― se encogió de hombros— Ninguna. Te quitó el collar. Eso te hace un blanco fácil, y estoy bastante seguro de que todos los leones te van a rondar. La amenaza de Hammer probablemente no alejará las bestias por mucho tiempo. Raine dudaba que alguien quisiera encargarse de un desastre como ella después de haber puesto a Liam a sufrir, pero eso no era importante. —¿Cuáles son mis opciones? —Puedes hacer lo que quieras. ¿Vas a buscar a otro Dominante?

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El tazón con patatas de repente se vio realmente interesante. Bueno, para poderle evitar la mirada a Beck. Raine se mordió el labio. —Creo que necesito uno. —Eso creo también. Ya tenía clara esa parte. La afirmación era buena, pero era el resto lo que la detenía. —¿Qué hago? —¿Qué quieres? ― levantó una mano— Déjame replantearte la pregunta. ¿Quién crees que está más preparado para ayudarte? Si pudiera abrirse, tanto Liam como Hammer sabrían exactamente cómo llegar a ella, pero con tanta historia... y muchas partes malas... ¿Lo harían? Obviamente Beck pensaba eso, pero… revisando sus opciones, se obligó a mirarlo. —¿Lo harías tu? —No. —Su respuesta fue tan seca y enfática, que la dejó impresionada. —¿Puedo preguntar por qué no? —Claro. Me gusta el lugar donde tengo mis pelotas. Hammer me mataría. Liam me enterraría. Me gustas, princesa, pero… no. —Pero no sería sexual. De hecho, incluso mejor que no lo fuera. —No importaría. Ellos no soportarían verte darme tu poder. Y posiblemente generaría una enemistad también entre Hammer y Beck. —Lo siento. Eso fue injusto de mi parte. —No, fue lógico. Necesitas ayuda; yo podría ayudarte. Me duele decirte que no, pero al final necesitas a alguien que no tema perder sus pelotas y que no quiera joderte más en vez de ayudarte. —Tienes razón. ¿Pero entonces quién? —Mira, realmente necesitas entregarte de un modo que jamás lo hayas hecho. Entiendo que estás teniendo problemas con la confianza. Después de lo que vi ayer, entiendo totalmente. Y a propósito, quería dispararle al hijo de puta por intentar violarte. Lo siento. —Ya es historia antigua, y necesito dejarlo atrás, pero gracias.

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Beck asintió. —Ya sabes que la dominación y la sumisión no son sobre sexo, sino intercambio de poder. Tú, como sumisa, le das el control a tu Dominante, quien lo toma, lo atesora y moldea hasta que sea algo que te complete. Cuando finalmente comienzas a entregarte a cambio, encontrarás la belleza de todo eso. La recompensa valdrá la lucha. Pero nadie puede llenar tus necesidades más profundas hasta que le permitas conocerte por dentro y por fuera, hasta el fondo, hasta el resquicio más pequeño de tu corazón. —No soy tan buena en eso. —Se estremeció. —Piénsalo de esta manera… no iría a la tienda de neumáticos y compraría media llanta porque no pondría nada ahí. Con la sumisión, si no te vas a entregar por completo, entonces, es como esa llanta, estarás varada, princesa. Depende de ti. La camarera les trajo las enchiladas, y comieron. Beck pagó por la cena. Raine pensó en su consejo. Al llegar al estacionamiento, el fresco viento le azotó el cabello. Pero fue bueno sentirse viva y tener al fin una dirección. —Ya sé qué hacer.

Liam se sentó en el bar con Seth y Hammer, apenas oyendo su charla. Otro día sin sentido de esperar y preocupaciones se cernía sobre él. Si tuviera que pasar otra hora jugueteando con sus pulgares, se enloquecería. ¿Por qué Raine no había vuelto? ¿O al menos llamado? Lo estaba volviendo loco de remate.

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Los numerosos textos que Hammer había intercambiado con Beck no habían brindado muchas luces sobre la ubicación de Raine... o sus pensamientos. El evasivo malnacido seguía diciendo que no rompería su confianza. ¿Qué le dio el derecho de mantener lejos a Raine? Liam estaba ansioso. Cinco minutos a solas con ella... eso era todo lo que quería para poder resolver lo que había en su cabeza. Suspiró y miró a la botella de agua frente a él. Diez y media. La noche había caído hace rato. El club estaba cerrado los domingos, y la perturbadora calma lo dejaba en carne viva. Raine probablemente no volvería esta noche. La agonía de estar fuera de su corazón y su vida lo retorcía por dentro, y parecía que tendría otro día de vivir un infierno. El único consuelo de Liam era que Hammer obviamente compartía su dolor. Eso no le dio la satisfacción que había imaginado. El hombre tenía la preocupación plasmada en las líneas de su rostro y los surcos oscuros bajo sus ojos color avellana, lo cual equiparaba la carga bajo los suyos propios. Miró a los iluminados estantes detrás de la barra, y vio filas de botellas de colores que lo llamaban, prometiendo un dulce olvido. Pero no podía arriesgarse. Necesitaba mantener la cordura en caso de que hubiera una pista del paradero de Raine. Había demasiado en juego para tener su cerebro enredado con tanto alcohol. Incluso mantenerse quieto y no caminando por el piso como un lunático era una maldita hazaña. Shadows se sentía agobiante y vacío sin Raine. Cada momento se aferraba a su compostura. Una y otra vez, siguió reviviendo su última mañana juntos. Había visto el amor saliéndosele por los ojos. Lo había sentido. Diablos, casi pudo sentirlo en el aire. En ese momento, creyó con cada fibra de su ser que al final, e inequívocamente, había llegado a ella. La dicha sin adulterar se desvaneció cuando Raine no pudo decirle qué sentía. Se había ocultado tras sus muros y lo dejó fuera. ¿Por qué su amor por él la había asustado de semejante manera? No había confiado en su lazo, a pesar del exhaustivo esfuerzo por construirlo. Seguramente sabía que él jamás la dejaría caer, que él sería su red de seguridad, sin importar nada. Pero otra vez, tal vez ella no sabía.

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Su visita a la casa Kendall rodó por su cabeza como una mala película de horror. Su vil excusa de padre, junto con la visión de las fotos de su frágil cuerpo golpeado y amoratado, había perforado un trozo de su alma. Y solo había visto la tristeza de ella. Ella lo había vivido, y él solo pudo imaginar lo que eso le había hecho a su mente. Si hubiera sabido lo que sabía ahora, jamás le habría quitado el collar. Hubiera cambiado todo por rodearla en sus brazos y asegurarle que jamás tendría que sentirse perdida y sola otra vez. Le prometería que podría contarle todos los secretos que escondía en el fondo, y sin importar nada, aún estaría a su lado, protegiéndola, nutriéndola y amándola. Seth dijo algo y Hammer se rió, atrayendo la atención de Liam a su conversación. Sonrió como si hubiera escuchado el comentario en vez de estar perdido en el sueño que dejó escapar entre sus dedos. Un ruido extraño en la puerta principal rompió el curso de la conversación. Hammer se puso alerta. Liam no reconoció el sonido, pero Hammer se tensó, y apretó su mano en la barra. Las líneas de preocupación en su rostro delataron algo parecido a la anticipación. Liam no sabía qué diablos ocurría pero se giró hacia el sonido casi conteniendo la maldita respiración. —¿Hay alguien en casa? ―Una voz profunda hizo eco desde la entrada. Beck. El corazón de Liam se detuvo, y comenzó a bombear contra sus costillas. Se alejó del bar, y su butaca chocó contra el suelo de cemento con un sonido sordo. La esperanza se elevó. Si Beck había venido, tal vez habría traído a Raine. Aferrada a esa idea llegó la preocupación de que el cretino la hubiera dejado en algún lugar y simplemente querría echarle más sal a sus heridas. Si era así, Liam prometió sacarle a golpes el alma del cuerpo a ese bastardo. Con el corazón resoplando y la sangre acelerada, Liam corrió hacia la puerta principal. Hammer pasó al lado de él.

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Giraron la esquina. Beck los pasó y se dirigió hacia las habitaciones privadas, con una familiar maleta en la mano mientras Hammer y él se detuvieron a mirar al portal. Con el cabello negro recogido despejando su rostro lavado y pálido, con una camiseta que casi se la tragaba entera, estaba Raine allí de pie.

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Capítulo Once

Sus ojos azules delataban que estaba precavida, contrita. Se veía agotada. Por un segundo, se preguntó si estaba soñando, pero ahí estaba, mirándolo pensativa. El alivio se extendió por la sangre de Liam. Los dioses por fin le habían mostrado piedad. —Raine. —Gracias a Dios. Hammer corrió hacia ella. —¿Dónde…? —¿…Diablos has estado, amor? Liam terminó la pregunta de Hammer y corrió hacia ella, intentando rebasar a Hammer. —¿Tienes idea de lo…? —Esperen. Raine levantó la mano, deteniéndolos a ambos. —Por favor. Se sintió confundido. Los pasos de Liam trastabillaron. ¿No quería hablar con él? Sus cejas se unieron. ¿No había vuelto a él? —Yo… Raine tragó fuerte, bajando la mirada por un segundo antes de poner la frente en alto y humedecerse los labios. —¿Qué diablos pasa? ―Ladró Hammer. La preocupación estaba plasmada en su rostro. —¿Preciosa? —Hay algo que tengo que decir… a los dos. La voz de Raine tenía un tinte de intranquilidad. Ella miró con curiosidad a Seth, quien los siguió hasta el recibidor y se quedó atrás. Después lo ignoró y continuó. Liam pudo ver que estaba nerviosa. El suspenso lo tenía agarrado por la garganta. —Habla. Te escuchamos. Su orden pareció ponerla más nerviosa. ¡Joder!

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La vio mirarlo primero a él y luego a Hammer, antes de respirar hondo. —Lo siento. Jamás debí dejaros como lo hice. Sé que habéis estado preocupados, pero yo… Vaciló y miró a Hammer contrita. —Has hecho tanto por mí durante estos años. Te debía más que simplemente irme sin agradecerte. —¿Entonces por qué lo hiciste? ―La presionó Hammer. —Por favor. Déjame terminar. —Su voz se rompió. —Bien. —Asintió Hammer— Pero prepárate, Raine. Nosotros también tenemos cosas que decir. —De eso estoy segura. Le dio al hombre una sonrisa débilmente irónica. Era evidente que le pesaba lo que Raine tuviera en la cabeza. Si solo su expresión y gestos no lo dejaban claro, su normal falta de sarcasmo y descaro lo hacían. —Liam… ―se giró hacia él con ojos hipnóticos, haciéndolo desear arrastrarse dentro de ella. Pero se fue de su lado tan fácilmente, que no pudo dejar de lado ese dolor que lo estrangulaba. —Tú intentaste tanto hacerme entender que me amabas y que querías que creciera. Lo que te he hecho es más que injusto. Lo lamento más de lo que puedo expresar. El pesar le torció el gesto. —Ojalá algún día puedas perdonarme, pero no espero que lo hagas. —Intenté todo lo que se me ocurrió para llegar a ti. —Suspiró él pesadamente— Pero se me acabaron las opciones. —Lo sé. He pensado mucho estos últimos días. Sé que tengo que cambiar. No puedo ser feliz si sigo alejando a los demás. Tengo que aprender a decir lo que pienso y siento. Tengo que dejar de manipular la verdad para evitar algo incómodo. —Respiró temblorosa— Y tengo que aprender a creer que no todos me van a lastimar. No tengo ilusiones de que sea rápido o fácil. Ni siquiera estoy segura de que sea posible, pero necesito intentarlo. Incluso mientras lo miraba con ojos pesarosos, su discurso lo asombró. Liam no pensó escuchar tanta sinceridad por parte de ella. Pero sus manos temblorosas y su mirada gacha le dejaron más que claro que había más en su cabeza. Liam se giró y miró a Hammer. La frustración emanó del cuerpo de su viejo amigo. Sabía lo que sentía Macen porque él estaba atrapado también en ese lodazal.

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—Así que… tengo que pedirles un favor. —Continuó— Sé que no he hecho nada para merecer su compasión, pero os pido que alguno de vosotros me sugiera una Dominatrix que esté dispuesta a ayudarme y enseñarme. Liam sintió que la mandíbula se le caía. ¿Una Dominatrix? ¿Qué diablos estaba pensando? —¿Qué? ―Gruñó Hammer, incrédulo— Estoy aquí frente a ti, Raine. ¿Y prefieres en cambio a cualquier mujer… una maldita extraña? Liam no se molestó en ocultar su sorpresa ni su ira. —¡He intentado enseñarte durante todo el último puto mes! Te dije que si estabas dispuesta a trabajar, estaría aquí para ti. —Estoy más que consciente de todo lo que hiciste para ayudarme, Liam. Quisiera haber podido apreciarlo más. Y tal vez algún día… ― sacudió la cabeza— Pero ahora, tengo que arreglarme antes de poder valer lo suficiente para tener tu collar y mucho más dedicarme a ti de la manera en que lo mereces. —La voz le tembló. Oír que Raine pensaba que no lo merecía le rompió el corazón. —Por favor no te enfades. —Le rogó. Enfado no llegaba ni a la mitad de lo que sentía. Entendía su necesidad de enterrar a la antigua Raine y resucitar a una nueva, pero su elección de dejarlo fuera era inaceptable. —Maldita sea, Raine… —Aún no termino. Quiero volver a casa porque Shadows es familiar. Si voy a salir de mi zona de comodidad en los demás aspectos, no quiero estar fuera de mi elemento. No puedo darme el lujo de hacer mi aprendizaje más difícil. Se encogió de hombros. —Tal vez sería más fácil confiar en una mujer. Es algo que jamás he intentado y… estoy dispuesta a hacer casi todo para estar completa. De todo, menos aprender a abrirse y someterse a él. Su mandíbula se apretó. —Estoy pidiéndoles ayuda. Estoy pidiéndoles piedad. Liam contuvo una maldición. Apenas le había saludado antes de pedir que alguien más la guiara. Dividido entre el orgullo de verla regresar para hacer el trabajo y la devastación de su ego, Liam no supo si abrazarla o ponerla sobre sus rodillas. ¿No entendía Raine que era la clase de mujer que se pondría felizmente de rodillas por un hombre que ella amara? Podía encontrar algo de calma en aprender a ser más abierta y sincera con otros, pero jamás encontraría la plenitud.

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—¿Una maldita Dominatrix? Eso no es piedad. Eso es ridículo. Miró a Hammer estupefacto. La expresión del hombre transmitía la misma incredulidad. —Jamás va a pasar, joder. —Confirmó Hammer— ¿Soñaste con esta idea porque crees que Liam y yo no estaríamos celosos? —Bueno…sí. —Admitió ella. Entonces Raine quiso sacrificar su oportunidad de entregarse de verdad para que él y su amigo no pelearan más. Obviamente no se dio cuenta que no importaba quién más la tocara. La quería para él solo. Y sabía que Hammer sentía lo mismo. Liam se frotó el rostro. —Una de mis culpas más grandes, aparte de dejaros, es el distanciamiento que he creado entre vosotros. —Siguió ella— Ya no seré la causa de ello. —Te he dicho que esa culpa no es tuya. —La regañó Hammer. —Pero lo es. Eráis amigos antes de mí. Ella presionó una mano contra el pecho, apasionada y llena de lágrimas. —Soy el punto de contención. Si me salgo del camino, vosotros dos eventualmente podréis reparar vuestra amistad. Junto a él Hammer sacudió la cabeza. —Eso no es tu culpa, y no hay modo en que deje que una mujer te enseñe una mierda. —Esto es por mí, Macen. ¿No lo entiendes? Su expresión lo instaba a hacerlo. —No esperaba que ninguno de los dos estuviera feliz, pero esperaba que al menos me apoyaran. —Oh, apoyo tu necesidad de crecer. —Gruñó Liam— Pero discúlpame por no estar bailando en un pie ante la feliz noticia de que quieres hacerlo con una Dominante que ni siquiera conoces. Necesito un puto trago.

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Raine vio cómo Liam se alejaba de ella, rompiéndola por dentro. No había esperado que aceptara su petición de una Dominatrix inmediatamente… pero había esperado que él entendiera al menos un poco. Hammer era el que ella imaginaba que perdería la calma y atacaría. Ahora estaba casi temerosa de mirarlo. Pero se obligó a hacerlo. Apenas se le veía la furia desatada brillando en sus ojos color avellana. Obviamente no le había gustado lo que dijo. Pero si se contenía de decir más, eso significaba que lo había empujado tan malditamente lejos que había optado por no decir nada en vez de darle voz a algo realmente feo. Raine casi nunca lo había visto así de enfadado. Cuando había ocurrido, normalmente sacaba a esa persona de su vida. La idea de perderlos para siempre la aplastó. Su primer instinto fue preguntarse si después de todo dejaría Shadows. Raine reflexionó. Eventualmente estaría mejor. Podría seguir en contacto con ellos. Incluso si Liam se fuera, le escribiría, lo llamaría, le enviaría mensajes de texto (lo necesario) para arreglar las cosas. Y con suerte, con ella fuera de su vida, ellos serian amigos otra vez algún día. —No hago esto para lastimar a ninguno de los dos. —Le murmuró a Hammer. Él apretó la mandíbula. Las venas se brotaban en su cuello. Aún no decía una sola palabra. Apoyado en un hombro sobre la pared, el alto extraño que notó antes se cernió a unos metros detrás de Macen. Se separó de la pared, con sus ojos verdes midiéndola. —No seas un cretino, Hammer. Con el temperamento colocándole el rostro rojo, Hammer sacudió la cabeza. Miró al otro hombre y estrechó la mirada furiosamente. —No la dejes irse. Y se fue, con los anchos hombros desapareciendo al girar la esquina, llevado por su paso largo y furioso mientras seguía a Liam hasta el bar. Una punzada le presionó el pecho a Raine. Nunca lo tuvo en verdad, pero perderlo ahora la devastaba por completo. El extraño, que parecía uno de los hermanos Hemsworth13, se deslizó junto a ella y la tomó del codo. —Hola, Raine. Ella lo miró, intentando controlarse. —¿Quién eres? —Soy Seth. Amigo de Liam y Hammer de Nueva York. No he tenido el placer de conocerte hasta ahora, pero he oído mucho sobre ti. Me gustaría hablarte por unos minutos.

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¿Sobre qué? Ella casi había vomitado algunas de las cosas más intimas que jamás había dicho en la vida. ¿Qué más quería él? Comenzó a llevársela. Ella se mantuvo en su sitio. Con un agarre gentil pero firme, él la guió hacia adelante. —¿Cómo te sientes? —Acabo de lastimar a los dos hombres que más amo en la vida. ¿Cómo debería sentirme? ―Suspiró hundiendo los hombros. —Estás intentando hacer lo correcto. —Lo estoy. Dios sabe que tengo un largo historial de arruinar las cosas, pero este es el único plan que veo. —Te ves agotada. A pesar de su rostro fuerte y angulado, Seth parecía sorprendentemente compasivo. —Fueron unos días largos. —¿Quieres ir a descansar? ―Preguntó. Raine se mordió el labio. Dudaba poder dormir mucho, pero tampoco creía que seguir a Liam y Hammer hasta el bar haría algo aparte de empeorar la situación. Tal vez lo mejor era dejarlos masticar su idea y encontrar la lógica para que todos puedan seguir adelante… a donde eso los llevara. —Tal vez debería. —Muéstrame tu habitación. Me aseguraré de que te acuestes y estés a salvo. Raine rodó los ojos. —Yo puedo llegar, conozco el camino. No me voy a ningún lado. —No te estaba pidiendo el favor. —Él elevó una ceja. No pudo ignorar su cara de Dominante. Claro. Por un momento, pensó en oponerse, pero ¿para qué? Un tumulto rodaba a través de ella, y ya no podía ir a llorarle a Liam ni a Hammer. Beck… había sido bueno, pero se descargó de su responsabilidad con ella. Tenía que levantar el ánimo y manejar las cosas por su cuenta. Francamente, prefería hacer eso en la privacidad de su propia habitación en caso de que eso trajera lágrimas. Además, no podía reclamar querer un Dominante, hombre o mujer, y ser caprichosa por una petición tan sencilla. Por la expresión en el rostro de Seth, solo tenía las mejores intenciones. —Sí, Señor. —Muy bien. Lo guió lejos de la entrada y por la cavernosa estructura, pasillo abajo, hasta llegar a su habitación. La puerta se abrió con una llave.

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Todo dentro de ella se vio casi tan exacto como lo dejó a excepción de que Beck dejó su maleta al lado de la puerta. Nada había resultado como pretendía, pero aún se sentía ridículamente feliz de estar solucionando sus cosas en el sitio que ella llamaba hogar. Haciéndose a un lado, dejó entrar a Seth. —Prepárate para dormir, y hablaremos. —Le ordenó. Recogiendo su maleta, la arrastró al baño. Se lavó la cara, se cepilló el cabello y los dientes, se cambió de ropa y salió. Seth la miró y respiró profundamente. —Con razón. Bien… Raine le frunció el ceño. ¿De qué hablaba? —¿Por qué no te sientas? De nuevo. No era una petición. Ya que no tenía sillas en su habitación, se subió a la cama, metiéndose entre las mantas. Él se sentó en el borde de la cama junto a ella. —Sé que no me conoces, y esto puede parecerte incómodo, pero fuiste tan sincera en el recibidor. Necesito que sigas así. Vine aquí a ayudar a Liam a enderezar algunas cosas, pero creo que tú puedes necesitar que alguien te escuche también. Al igual que Beck, no traicionaré tu confianza. Solo necesito llegar al fondo de esto para entender cómo ayudar. Cruzando los brazos sobre el pecho, contuvo toda su mortificación. —Esto es totalmente incómodo. Todos conocen mis malditos problemas. En verdad no quería hablar con Seth de esto, pero él había oído todo su discurso en el recibidor. No era como si tuviera muchos secretos a estas alturas. Seth chasqueó la lengua. —A Liam le gustan las damas. Sé que él no apreciará tus palabrotas, ¿cierto? —No. —Aceptó ella— Pero me dejó ir. —¿Ahora te pareció que lo hizo? Armó un escándalo por perderte, por lo cual lo regañaré más tarde. Admitió que te había dado su corazón. No puedes pensar que terminó contigo. Se encogió de hombros. —Cuando Liam me quitó el collar, me dijo que no estaba lista para lo que él tenía que ofrecer. Tenía razón. No puedo seguirlo lastimando. Y no puedo seguir estando en medio de él y de Hammer. Si los conoces a ambos, sabes que solían ser amigos. —Los mejores. —Exacto. Y ahora no se soportan. No puedo fingir que no es culpa de nadie más que mía.

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Se cubrió el rostro con las manos. —La culpa me ha comido viva. Creo que quieren que escoja… y no puedo. Los amo a los dos demasiado. Y eso arruinaría su amistad para siempre. Seth ladeó la cabeza y la miró, estudiando cada gesto, fijándola contra el cabecero de su cama con una mirada analítica. —Si estuvieras completa, como dices, y ellos estuvieran en buenos términos, ¿tendrías algún reparo en dejar a alguno de los dos formar parte de tu vida otra vez? —No. —¿Dejarías que alguno de los dos fuera tu Dominante? —Si supiera que no iba a lastimar a Liam otra vez, sí. Hammer… ― suspiró— Ahora arma escándalo, pero no quiso tener nada conmigo durante seis años, no creo que me quiera de verdad. Y ahora que ya no me habla, estoy segura de que esa jamás será una opción. —Si crees eso, te estás engañando. ¿Y qué me dices de ambos? Ella se echó hacia atrás. —Beck, el que me trajo, sugirió lo mismo. Yo pienso que vosotros dos estáis locos. —O es posible que seamos los únicos cuerdos en este desastre. —Seth se encogió de hombros— Si Liam y Hammer accedieran, ¿los tendrías a ambos? ¿Por qué intentaba meterse en su cabeza? —En un mundo perfecto, claro que sí. Probablemente nunca ocurrirá mientras el infierno se congele, pero sí, he fantaseado al respecto. —¿Porque los amas? Suspiró, deseando decirle a Seth que ya no quería jugar a las veinte preguntas. —Sí. Seth sonrió de modo petulante. —¿Por qué no duermes un poco? Raine no quería, pero probablemente lo necesitaba. Si eso hacía que Seth y sus preguntas desaparecieran, mucho mejor. —Seguro, pero ¿Podrías por favor asegurarte de que no se emborrachen? Hammer podría beber mucho tequila y la resaca mañana lo pondría como un oso. Liam está tal vez bebiendo whiskey. Realmente necesita un amigo ahora. Beck y él no se llevan bien. Si Hammer dirige su ira hacia Liam, estaría en desventaja y… —Yo me encargo. —Él le apretó el hombro— Duerme. Las cosas se verán mejor por la mañana.

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En verdad, Raine esperaba eso porque todo se veía malditamente desalentador ahora.

Al llegar al bar, Hammer tomó una botella de Patrón. Le quitó la tapa y se deslizó sobre una butaca vacía, inclinando la botella sobre su boca para tomar un sorbo largo. A su lado Liam tomaba tragos de whisky. Beck se sentó al otro lado de la barra en forma de L. El muy marica tenía sólo una botella de cerveza y lo miraba expectante. —¿No me agradeces por traer a Raine de regreso? Y está completa. — Beck dijo lentamente. —Cállate la puta boca. —Ladró Liam y bebió más whisky. —Eso mismo. —Dijo Hammer con desprecio. —¿No estás feliz de verla? ―Se burló Beck. ¿Feliz? Volver a ver a Raine había sido como la Navidad, el día de San Valentín, la Pascua y un increíble Año Nuevo en un solo paquete. Jamás se había sentido tan vivo. Pero ahora que estaba de vuelta, su ira latente estaba hirviendo. Se fue sin decir una puta palabra, y al volver… ¿quiso su protección o su consuelo? ¡Oh, no! En cambio, lo alejó batiendo una mano en su cara. Mientras aún se impresionaba con ese “Jódete mucho”, ella tuvo las pelotas de pedirle una Dominatrix. Jamás en tu vida, preciosa. —Claro que lo estoy. —Pudo decir finalmente. Ya. Eso no sonaba como si quisiera arrancarle la cara a Beck. O ceder al impulso de tomar a Raine del brazo, colocar su desagradecido trasero sobre sus rodillas y palmeárselo. Respirando profundo, Hammer puso su ira bajo control. Si la castigaba ahora, eso lo haría el peor jugador.

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Ningún Dominante jamás castigaría a una sumisa por pedir ayuda. Raine puede que no haya vuelto a él (o a Liam) pero algún día ella entendería la profundidad de su traición. Y entonces… bueno, su mano le picaría ese día. —No se nota. Ella decidió volver por su propia voluntad y pedir ayuda. Es un gran paso para ella. Tomándose otro trago de tequila, se encogió de hombros. —Inmenso. La pequeña parte de él que no estaba horriblemente enfadada se sintió orgullosa. Jamás había visto a Raine tan decidida a crecer y florecer. ¿El resto de él? Rotundamente furioso con su versión de “ayuda”. —Sólo tómate tu cerveza. No quería hablar con Beck. Ni nadie. Tenía que decidir qué diablos hacer. —Deja de empapar tu cerebro con tequila y úsalo por un minuto. Raine tiene una buena idea. Una Dominatrix puede enseñarle lo básico. —¡Raine ha perdido la maldita cabeza! ¿Una Dominatrix? Liam echó su vaso a un lado, optando por beber directamente de la botella. Sí, esto iba a caer y bien bajo. Hammer estuvo tan de acuerdo. —Es una idea putamente terrible, Beck. —Dijo Hammer con ira— Hasta que Raine sienta la conexión con un Dominante que la oriente en cuerpo, corazón y alma, será como un coche de carreras con un motor compacto. Andará pero no como debiera. Bebió más alcohol. El tequila ardía, pero acogía el ardor, esperando que adormeciera el dolor del rechazo de Raine. Necesitaba más de que lo que otra mujer le pudiera dar. Maldita sea, lo necesitaba a él... su guía, sus límites. Su amor. Joder si no quisiera sacar a todos de Shadows y abrazar a Raine hasta que la fundiera en él de todos los modos posibles. Pero maldita sea, su pequeño discurso de esta noche lo dejaba atado de manos. Sí, aún podía decirle que la amaba. Probablemente debería. Pero entonces tendría que dar un paso atrás y dejar que las piezas cayeran. El maniático del control dentro de él odiaba esa idea. —Exacto. —Concordó Liam, apoyándose en la superficie de madera pulida mirando a Beck— ¿Qué putas le hiciste estos días? ¿Lavarle el cerebro? —Buena pregunta. Jamás pensé vivir para ver el día en que Raine fuera a buscar a una mujer. —Hammer sacudió la cabeza. —Sacad la cabeza del culo. —Se quejó Beck— Ella sólo quiere ser feliz.

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—Yo puedo hacerla feliz. —Argumentó Liam— Pero no creo soportar verla darle su afecto a nadie más. ¿Cómo se jodió todo esto? Liam inclinó su botella una vez más. —Tengo que averiguar cómo ganármela otra vez. Necesito un plan. —En caso de que no hayas dado una mirada a tu marcador, tienes un gran cero con tus últimos dos grandiosas ideas. —Se mofó Hammer. Liam le mostró el dedo. —Al menos yo lo intenté. —Sip. —Asintió Hammer— Eres el hombres que más lo intenta jamás visto… sólo digo. —Ja... puto... Ja. ―Dijo Liam con desprecio. Beck casi se cayó de la butaca riéndose. —Vosotros estáis perdidos, ¿lo sabéis? —¿Qué diablos sabes del amor? ―Ardió Hammer— Algún día, de algún modo, Raine va a escoger a uno de nosotros… entonces, por supuesto, el otro tendrá que morir. Bajando otro trago, se preguntó si Raine alguna vez lo dejaría amarla como debió hacerlo hace mucho tiempo. Liam lo miró. —Podría estar tentado a golpearte hasta dejarte feo para que no te quiera más, pero te juro que jamás te mataría. Eso es malo. —Liam frunció el ceño— Solo hay una persona sobre la que quisiera descargar un arma, y esa es su padre. —Sí. Sí. Él estuvo de acuerdo, elevando su botella y chocándola contra la botella de su viejo amigo. —Ninguno de los dos le puso atención a sus manos cuando llegó. ¿Cierto? ―Dijo Beck en voz baja. Liam y Hammer se giraron hacia él. El gran sádico tenía una expresión grave. —¿Sus manos? ―Preguntó él, preguntándose qué parte de la conversación se perdió. —Sí. Ayer fue a ver a su padre. El corazón de Hammer casi se detuvo. —¿Qué diablos…? ¿En serio? ―Parpadeó Liam. —Más vale que sea broma. —Advirtió Hammer. Cuando Beck asintió brevemente, sintió como si lo hubieran enviado de un golpe al otro lado de la sala. La ira estalló en sus venas. Raine había vuelto a ese cuchitril, a ver a ese animal, sin él. Pudo haber salido lastimada. O Bill Kendall pudo haberla matado.

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Con fría precisión, Hammer giró su cabeza, mirando gélidamente a Beck. —¿Por qué? —¿De verdad tienes que preguntar? ―Beck lo miró burlón. No. Hammer había sabido que eventualmente ella buscaría a Bill por respuestas, justificación… cierre. Pero maldita sea, imaginó que iría junto a Raine, apoyándola y protegiéndola. —No la dejaste ir jodidamente sola, ¿cierto? —Claro que no, idiota. —Dinos qué pasó antes de que te saque la verdad a golpes. —Le exigió Liam. Beck sacudió la cabeza. —Como sea. Eres tan… ¿Cómo lo llaman en tu país? Iracundo. Eres tan iracundo cuando estás ebrio que no podrías ni golpearte a ti mismo. —Soy irlandés, no británico, maldito imbécil. —Gruñó Liam— Y sí, podría, si quisiera. Resopló, bebiendo más whisky. —Pero no. Y no cambies el tema. —¿Bill la tocó? ―Agregó Hammer— Si lo hizo, me llevas allá ahora mismo para poderle meter una bala en esa miserable cabeza. —Cálmate, llanero solitario. Ya cubrí esa contingencia. Beck le dio una palmada condescendiente en el hombro. —Saqué mi arma y la puse justo entre los ojos del hijo de perra cada puto segundo. Pero no me necesitó. ¿Recuerdas esas clases de defensa personal que le pagaste hace años? —Sí. Necesitó un minuto para que las piezas cayeran en su lugar, pero cuando eso ocurrió, Hammer sonrió. —Le pateó el culo, ¿verdad? —Como un ninja. Beck le devolvió la sonrisa. —¡Joder, sí! ―Gritó Hammer— Esa es mi chica. —Es mi chica, malnacido. —Insistió Liam a media lengua. —Lo era. Y también podría patearte el culo. Porque yo le pagué esas clases. —Alardeó él. —Jesús, como quisiera estar grabando esto. Todos los fetichistas que conocemos aullarían. —Se rió Beck. —Cállate y dinos qué paso cuando la llevaste a ver a ese infeliz. —Lo cortó Hammer.

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—Mató al dragón, algo así. Fue bueno para ella. Ya sabes, vosotros no sois los únicos que os preocupáis por ella. Liam se levantó, tambaleándose, viéndose listo para pelar. —¡Más vale que no le hayas puesto un puto dedo encima! —Sí. Hammer sintió que el cráneo le iba a explotar y buscó derribar a Beck. El otro hombre lo esquivó. —No lo hice. Jesús, par de idiotas… retroceded un poco. Estoy tentado con dejaros inconscientes, pero ambos estáis demasiado ebrios para beber. Hammer miró a un Liam zigzagueante. Tristemente, Beck tenía razón. Además, descargar toda la furia bullendo dentro de él sobre el doctor no le ayudaría en nada. Ya había visto vívidamente que desplazar su culpa e ira llevaba a cosas malas. Tenía que calmarse y jugar limpio. —Lo siento, hombre. Gracias por mantenerla a salvo. Ahora dime qué pasó. ¡Detalles! Hammer chocó su botella sobre la barra. —¿Escuchaste lo que le dijo a ese pedazo de basura? ―Preguntó Liam. —Oh sí. Raine le dijo al viejo Bill, nada vacilante, que era una pila humeante de mierda de perro. Una sonrisa curvó los labios de Beck. —Estaríais orgullosos. —Buena niña. —Susurró Liam. Pero, ¿qué diablos hubiera hecho él si la hubiera lastimado? Algo cerró la garganta de Hammer. Tal vez era demasiada ira, o mucho alcohol, o simplemente alivio de que Raine estuviera en casa, donde pertenecía. Sus ojos le picaron. —No pienses en eso. Pero te garantizo que no hubieran encontrado una sola parte del cuerpo de Bill. Hammer alargó la mano y apretó el hombro de Liam de modo tranquilizador. —La pregunta debería ser, ya que el plan de Raine es horrible, ¿cuál es la mejor manera de ayudarla? Cuando sintió una palmada sobre su cabeza, Hammer se giró para ver a Seth dándole la misma palmada a Liam. —Qué bien oírte decir eso, Macen. —Anunció el otro hombre desde detrás de él— Porque después de hablar con Raine, ya lo sé. —¿Cómo? ―Ardió Hammer— ¿La has conocido por cinco putos minutos y de repente le lees la mente?

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—Básicamente. Liam se giró y se estabilizó en la barra, batiendo un dedo hacia Seth. —Joder, si la tocaste… —Calma, Conan14. Por mucho que quisiera mostrarle mi habilidad más asombrosa… ―Seth se pasó la lengua por los dientes, sorbiendo ruidosamente— … sólo hablamos. —Algo malditamente bueno porque te hubiera cortado la lengua. —Le prometió Hammer— Tú debiste pedirle que te enseñe a hacer café. —Tocarme las pelotas no va a ayudar a Raine, así que cállate. ¿Te gustaría que la chica se quedara estando así de jodida? ¿O quieres ayudarla? —Ya conoces la respuesta. ―Refunfuñó Hammer. —Yo he estado intentando ayudarla durante semanas. ¡Maldita sea, no me vas a dejar fuera! ―Insistió Liam, mirando a Seth con ojos nublados. —Qué bueno que estéis de acuerdo. —Seth miró entre los dos— ¿Cuánto creéis que necesitáis para portaros como niños grandes y jugar bien juntos? —Tal vez cinco segundos más. —Dijo Beck con una sonrisa burlona. —Vete a la mierda, bastardo. —Ladró Liam. Beck sólo sacudió la cabeza y se rió. —Ahora nos estamos llevando bien. —Dijo Hammer bruscamente— Dilo antes de que pierda la paciencia. —Este es el trato… ―comenzó Seth— Raine es probablemente la mujer más dividida que he visto. —Es por ese imbécil de su padre. —Soltó Liam. —No, no digo rota, aunque sospecho que también lo está. Digo que está enamorada de vosotros, par de cretinos, y vuestra disputa constante, molesta e infernal le tiene el corazón dividido en dos. Seth sacudió la cabeza. —No sé cómo puede amaros, pero… Liam se bajó de su butaca, agarrándose de la barra para balancearse y mantenerse derecho. —Porque somos elegantes y atractivos y… —Buenos en la cama, maldita sea. —Agregó Hammer. —Eso también. Liam levantó su botella, y Hammer la chocó con la suya. —Y tan modestos. —Dijo Beck lentamente. —¿Creéis que vosotros dos podéis dejar de beber para poder hablar de esto? ―Seth arqueó una ceja.

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—Un momento. Ya vuelvo. Pero no digas mucho. —Anunció Beck, y se retiró del bar— No me quiero perder esto. —Yo no estoy boacho. Digo, borracho. Liam echó los hombros hacia atrás y elevó el rostro. Hammer lo golpeó con el codo e intentó decidir cuál de las dos imágenes de Seth nadando en su visión era real. —Te seguimos. —Estoy suponiendo. —Dijo Seth con cautela— Pero ninguno de vosotros quiere ver a Raine con una Dominatrix, ¿verdad? —¡Absolutamente no! Liam golpeó la barra con su puño. —Toda esta idea es una mierda. —Concordó Hammer. —Felicitaciones. Hasta ahora, han pasado el cien por cien de la prueba. —¿Prueba? Liam parpadeó, y miró a Hammer, con ojos grandes. —Mierda, no estudiamos, amigo. —Si Seth está haciendo la prueba, estaremos bien. Él no puede ser más listo que nosotros. —Dijo Hammer en un susurro. —Dejadme en paz fracasados borrachos. Seth sacudió la cabeza con desagrado. —Esto tendrá que esperar hasta mañana. —No. Esto podría ayudar. Beck puso frente a ellos dos humeantes tazas de café. Hammer tomó su taza y bebió un poco, gimiendo largo y fuerte. —¡Hijo de perra! ¿Sabes hacer un buen café? Beck frunció el ceño. —¿Y tú eres tan inútil que no sabes? —Solías caerme bien. —Murmuró. Liam y él bebieron su café lo más rápido posible. Cuando terminaron, Beck las volvió a llenar. Mirando su reloj, Seth esperó pacientemente. Después de un rato, los pensamientos de Hammer ya estaban en orden, más claros. La mirada glaseada en los ojos de Liam comenzó a disiparse. —Ya estamos lo más sobrios que se puede. Sigue. —Exigió Hammer. —Por fin… este es el trato. —Dijo Seth, mirando primero a Hammer, y luego a Liam— Como dije, Raine está enamorada de los dos. Si su corazón está dividido en dos, ¿cómo esperáis que ella sane con sólo uno de vosotros? Hammer se congeló.

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¿Compartir a Raine? Eso era lo que estaba sugiriendo Seth. Beck también lo había hecho. No era un concepto nuevo. Diablos, tuvo una mujer entre él y Liam. Pero la idea de compartir a Raine… Diablos, no. El cavernícola posesivo dentro de él quiso arrastrar a Raine del cabello y mantenerla solo para él. Pero otra vez, Seth hizo una muy buena pregunta, y sólo parecía haber una respuesta. Se giró para mirar a Liam. —¿Tenemos que trabajar juntos? ―Su viejo amigo hizo una mueca. —No tiene que gustaros, pero sí. —Contestó Seth— Vine porque me pediste ayuda para llegar a la chica. Pienso que esta es la única manera en que funcione. Si no puedes manejarlo, toma tu botella y ve a tu habitación. Lo ayudaré entonces a él. —¡Claro que no! ―La furia tronó en el rostro de Liam. Hammer tampoco pudo soportar la idea de quedar fuera de la recuperación de Raine. No habría modo en que se rodara para hacerse el muerto. —Entonces poneos de acuerdo y llevaos bien, joder. —Insistió Seth— Es lo que ella quiere. Vosotros tenéis que arreglar los detalles pero si dejáis de pensar con vuestro orgullo… ―miró a Hammer— …y los celos… ―miró a Liam―…sabríais que tengo razón. —Seth rodó los ojos— Te dije esta mierda hace un mes. —Exacto. Hablé con Raine también sobre esto. —Dijo Beck— Ella no odió la idea. Así que dejad de orinar sobre ella como si fuera un maldito árbol y haced lo que los Dominantes de verdad hacen. Ayudarla. —Depende de vosotros. —Se levantó Seth— Pero si no lo hacéis… ella es bonita. No estará sola por mucho. De hecho, sentíos libres de joder esto. Una vez que deje vuestros lastimeros culos, yo estaría muy feliz de encargarme de ella.

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Capítulo Doce

Si Liam no se había sentido sobrio hace diez minutos, ahora lo estaba. ¿Trabajar con Hammer para sanar a Raine? Después de un mes de discusiones, esto de verdad lo aturdía. Hammer había sido parte del problema por tanto tiempo, aplastando el frágil espíritu de Raine con su indiferencia, luego arrastrándola hacia su cama y follándola hasta sacarle la vida. Liam no veía cómo esto funcionaria. Pero nada de lo que él intentó tampoco sirvió. Aunque odiaba admitirlo, nadie conocía su pasado, sus hábitos y tendencias mejor que Hammer. Después de casi un mes viviendo con Raine como su Dominante y amante, Liam la conocía mejor sexualmente, tal vez de algún modo a nivel emocional. Más importante, juntos la conocían por dentro y por fuera. Y probablemente necesitaban todo el conocimiento posible para llegar a ella porque temía que Seth tenía razón en que un corazón dividido no podría sanar sin ambas partes. La conversación de Beck y Seth se arrastró por el bar, volviéndose más lejana mientras ellos salían de allí. Los malditos entrometidos lo habían dejado solo con Hammer. Seth, el último de sus buenos amigos, lo había lanzado al enemigo. O así se sentía. Suspiró. —Tienen razón. —Dijo Hammer ante el solemne silencio. —¿Sobre qué? —Todo. Ella solo quiere una Dominatrix porque somos demasiado obstinados para llevarnos bien. Sí. Porque Raine quería que fueran amigos otra vez, había renunciado a la clase de Dominante que necesitaba. Era su deber poner primero sus necesidades. Joder. —Nuestra disputa la tiene dividida. —Concedió Liam.

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—Sip. —Hammer tocó el borde de su taza de café— Todo lo que hemos hecho es ponerla entre nosotros del modo equivocado y eso ha hecho su vida más difícil. —No me gusta esta idea. —A mí tampoco. —Concordó Macen— Lo otro que hay que considerar es, si no le ofrecemos una opción, entre nosotros y una Dominatrix, no estamos siendo justos. Y podría oponerse rotundamente. —¿Una elección? ¿A quién le podríamos sugerir? ¿Y qué si Raine escoge esa opción? —Es un riesgo que tenemos que correr. —Señaló Hammer— Solo hará el trabajo con nosotros si elige hacerlo. Seth dice que es lo que ella quiere… y creo que tiene razón. —¡Al fin! La primera cosa inteligente que has dicho en toda la noche. —Gritó Beck sonriente desde la esquina. —¡Vete a la mierda! —gritaron al unísono Hammer y él. Liam esperó a que Beck desapareciera otra vez, y se giró de regreso a Hammer. —No creo que ayudarla juntos sea peor de lo que ya le hemos hecho por separado. —Bueno. Eso no lo sé. Hammer suspiró pesadamente. Juliet. Por supuesto esa tragedia invadió los pensamientos de Macen. Lo había hecho por más de ocho años. —Creo que sí. Ella nos ama, según Seth, pero la culpa se la está comiendo viva. Si le quitamos ese peso de encima y nos centramos en ella… Asintiendo, Hammer miró hacia su café. —Al menos ella ya no tendría que preocuparse por nosotros. Liam no pudo discutir eso. Sin embargo, Hammer había sido todo un imbécil durante el último mes. Ahora supo por qué… pero eso no hacía esta idea más apetecible. Su viejo amigo podría ser un Dominante malditamente bueno, pero Hammer jamás había sido un compañero muy elocuente con su esposa.

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Sexualmente, sí. ¿En cuestiones del corazón? Liam no podía recordar más de unas pocas veces que el hombre le hubiera dicho a Juliet que la amaba. Raine necesitaba esas palabras. Necesitaba un hombre que le mostrara y le dijera lo que sentía. Si Hammer no lo hacía, probablemente se distanciaría de él. Y Liam la tendría para él solo otra vez… como debería ser. Sonrió, encontrando agradable el plan. Claro, antes tenían que llenar sus necesidades y sanarla. —No puedo estar en desacuerdo. —Liam asintió en dirección de Hammer— Digamos, por el bien de la discusión que intentamos trabajar en ayudarla juntos. Hammer lo miró. —Bien. Hagámoslo. —¿Qué piensas que son sus problemas más apremiantes? No podemos abrumarla tan rápido con demasiado. Si tuvieras que elegir algunos de sus peores hábitos para trabajar en ellos, dime qué elegirías. —Estoy seguro que también tienes ideas. Pero una cosa si sé… lo que hemos visto en los últimos días… es el modo en que se retrae en su cabeza. no comparte lo que piensa. Si lo hubiéramos sabido, yo no hubiera tenido que sacarle cuánto tenía de atraso. Tú hubieras sabido de sus migrañas. No creo que se hubiera ido si hubiera podido hablar de sus problemas con uno de los dos o con ambos. —Estoy de acuerdo. Raine no sólo tiene dificultades diciendo cómo se siente, no siempre es sincera. Me ha dado tantas verdades a medias. Es muy buena diciéndome lo que cree que yo quiero oír. —O lo que le tendrá el trasero fuera de problemas. Liam sonrió renuente. —Es buena en eso también. —Eso tiene que parar. —Insistió Hammer. —Sí. Uno de sus problemas más grandes ha sido que no puede desahogar su dolor, compartir sus miedos o decirme lo que malditamente quiere. He intentado sacárselo y adivinar por el camino. Raine tiene miedo de que le diga que es demasiado problema para mí o algo así.

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—También tiene miedo de ser demasiado vulnerable con alguien, y no ayudó que la alejé de un modo la única vez que hizo el esfuerzo de ser sincera con sus sentimientos. No, eso no había ayudado en nada, pero descargar su irritación sobre Hammer ahora, aunque satisfactorio, no tendría sentido. —¿Entonces, estamos de acuerdo? —Preguntó Liam— Comunicación y sinceridad. Pero creo que hay más. —No hay duda. Raine tiene otros problemas. —El más grande debe ser la confianza. Liam odiaba decirlo, preocupado de que Hammer lo viera como un indicador de la debilidad de su relación con ella. —Puede que no estés de acuerdo. El otro hombre probablemente no tenía medio problema con ganarse la confianza de Raine porque había estado ahí por seis años. Pero después de unas cuantas semanas con ella, Liam estaba esforzándose por alcanzarla. —Pero sé que es verdad. Hammer no vaciló. Simplemente asintió. —Creo que confía en mí más que en los demás, pero hay trozos de su pasado y sus sentimientos que aún no comparte. He preguntado, presionado, insistido, exigido, amenazado. Nada. Eso tuvo sentido. Todo el tiempo hasta su último momento como su sumisa, Raine jamás creyó que él quería quedarse. Oír que ella no confiaba en nadie, incluso en Hammer, lo puso de nuevo en su lugar. —¿Tú crees que en verdad está lista para esto? —Preguntó Liam. —Sí. Pude oírlo en su voz. Liam se encogió de hombros. —Eso lo he escuchado antes. Su decisión no siempre dura. En el momento en que se asusta… —No la dejaremos desfallecer o esconderse. —Sé que no podemos. ¿Pero y si se rinde con nosotros? Liam odiaba preguntarlo, pero esa posibilidad era demasiado real para ignorarla.

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—Es otro riesgo que corremos. Tendremos que monitorearla constantemente. —Cierto. Hammer y él se miraron. —Entonces estamos de acuerdo. ¿Comunicación, sinceridad y confianza? —Preguntó Macen. —Si tuviera que escoger tres, sí. Creo que esos alimentan los demás problemas con los que ella lucha. —Absolutamente. ¿No fue fácil llegar a ese acuerdo? Jamás habían peleado de modo tan feroz como desde que Liam había reclamado a Raine como suya. ¿Pero ahora? Parecía como en los viejos tiempos. Solo que mejor. Liam se puso de pie y caminó de un lado a otro de la sala. ¿Por qué? —¿Puedes sentarte? —Se quejó Hammer. —Estoy pensando.— recorrió la longitud de la barra unas veces más— Sabes, jamás hablamos sobre las necesidades de Juliet de este modo. —No habías estado con Juliet el mismo tiempo que yo. —Tampoco lo he estado con Raine. Hammer se encogió de hombros. —Eras joven, aún en tus veinte y te divertías. —Dame un respiro, Hammer. Sólo tengo cinco años menos. Y no era inmaduro ni estúpido. —No, no lo eras. Supongo… no quería darte esa carga. —No quería presionarte. —Pensé que lo tenía todo bajo control. —Admitió Hammer— Tal vez debí haber resentido tus sugerencias en ese tiempo. Además, sabía que no la amabas. Es cierto, la disfrutaba. Y jamás le hubiera dicho esa verdad a Juliet. Su espíritu había sido demasiado frágil para poder oír eso. se preguntaba de vez en cuando si ella lo supo y esa era parte de la razón por la cual se suicidó. —Aún así quería darle algo que necesitaba. —Dijo Liam— Sólo que no supe qué era eso.

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—En retrospectiva… —Hammer suspiró pesadamente— Tampoco yo lo supe. De haberlo sabido, ella jamás hubiera escogido esa salida silenciosa. —Pero Raine no es Juliet. Sí, puede que tenga un par de problemas, pero seguramente, si ponemos de lado nuestra mierda y hacemos lo que tenemos que hacer, no son difíciles de manejar. —La pregunta es, ¿podremos poner de lado nuestra mierda? — Preguntó Hammer con una sinceridad brutal— No hemos hecho un buen trabajo para eso durante un tiempo. Liam no podía estar más de acuerdo. Si alguien le hubiera dicho en su viaje de Nueva York a Los Ángeles que su mejor amigo y él pronto estarían queriéndose matar, se hubiera reído de manera ridícula. Mirando al mes pasado, habían dicho… y hecho… cosas para lastimarse mutuamente. Lamentó el triste estado en el que se encontraba su amistad. Hammer también debería lamentarlo o de lo contrario, el hombre simplemente habría dejado de hablarle del todo. —Hemos sido amigos por más tiempo del que hemos sido enemigos. —Y ya hemos compartido. —Hammer respiró apretadamente— Conocemos algunas de las señales de alarma para cuidarnos. —Cierto. Si vamos en serio con esto, hay unas cosas que debemos negociar. —Definitivamente vamos a hablar con Raine para contarle nuestras intenciones, preguntarle sus límites fuertes y los suaves. Pero no quiero darle demasiado por anticipado. Cuanto menos sepa, menos preparada estará para evadirnos. —No puedo discutir con eso. Y ya conozco los límites fuertes de Raine. Se los pregunté antes de colocarle el collar. Pero no es lo que quiero. Tú y yo debemos negociar nuestro comportamiento. —¿Por ejemplo?— La voz de Hammer sonaba fría. Liam se negó a dejar que el tono del hombre cambiara sus intenciones. —Para comenzar, no podemos ayudar a Raine si comenzamos a pelear en medio de una escena. —En este punto, pienso que sería lo peor para ella. —Correcto. También pienso que tú y yo deberíamos tener una palabra o una frase que detenga todo para discutir lo que esté pasando.

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—¿Una palabra de seguridad? —Sí, algo así. —Asintió Liam— Aún veo detonadores ocultos en Raine de vez en cuando. Tenemos que tener cuidado. Hammer se relajó, pareciendo ver el hilo de sus pensamientos. —Sí. Ella probablemente es un maldito campo minado. La noche que pasé con ella, pensé en hacer tantas cosas que no lo hice porque me preocupaba que fuera a terminar tocando algún punto álgido. Se brindó a sí mismo una risa de auto desprecio. —La he conocido por mucho tiempo, pero no sé qué hay dentro de ella. ¿Cómo vive con tantas restricciones? —Las ama. Cuando Hammer se echó hacia atrás, Liam se encogió de hombros. —Después de ver lo que su padre le hizo, también estoy asombrado. Pero odia las mordazas. —¿Y eso te sorprende? Hammer se rió. Liam se unió a la risa. —No mucho. Si la dejas, intentará decirte lo que quiere en una escena. Claro que a veces habla por pánico. No siempre sabes lo que tendrás con Raine. Parecía tener reservas con los látigos, así que no los utilicé. Pienso que las fustas son un “no” enorme para ella, lo cual está bien para mí. Le encantan las palmadas. —¿Ha llegado al sub espacio? Él asintió. —Sorprendentemente bien, dados sus problemas de confianza. No fue fácil al principio, pero con el tiempo se ha sentido más cómoda. Toda esta charla sobre Hammer participando en la sumisión de Raine le estaba agitando las entrañas a Liam. Pero si le iba a dar a Raine lo que necesitaba, tenía que apretar los dientes y aguantar los celos. —Bueno saberlo. Macen bebió más café. —¿Qué tal si uno de nosotros dice que es hora de tomar aire fresco? Esa será nuestra señal para detenernos y encontrar otra solución para la escena.

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—Eso podrá funcionar. Hammer vaciló por un momento largo. —Sabes, creo que es buena idea. Cuando estuvimos con Juliet, a veces la llevaba más lejos de lo que pensabas que debía, ¿cierto? —Ante el asentimiento de Liam, continuó— Quisiera como un infierno haberte pedido tu opinión y haber escuchado. Ella y yo tal vez estaríamos separados, pero tal vez estaría viva. —Tienes una cabeza dura, Hammer. No sé si escucharías ahora. El hombre dejó salir un respiro ronco. —He crecido desde entonces, pero tienes razón. Haré lo que pueda. A veces ese lado oscuro de mí quiere invadirme. Tenerte para encaminarme cuando eso ocurra podría ser lo mejor. No quiero asustar a Raine o dañar nuestro proceso con ella. Dado que su viejo amigo a menudo parecía pensar que sabía más, esa era una gran admisión por parte de Hammer. Eso sorprendió mucho a Liam… y lo hizo mirarse también. —También tengo algo de culpa por permitir que Raine se salga con la suya más de lo debido. A veces disfruto consintiéndola, y Dios sabe que ella aprecia la ternura. Pero también necesita una guía firme. —Entonces no permitiré que recaigas en eso. Lo tengo. —Hammer sonrió— Míranos llevándonos bien y toda esa mierda. —No le eches la mala suerte. —Lo regañó Liam. —¿Qué más? Él volvió a pasearse por la sala. —No sabemos cuánto tomará este progreso con ella. —Seguro como el infierno que no será de la noche a la mañana, pero estoy dispuesto a soportar hasta el fin. ¿Qué de ti? Si tuvieras la intención de volver a Nueva York después del invierno y ella no está lista todavía… —No me voy de Los Ángeles sin Raine. Había decidido quedarme indefinidamente, así que compré una casa aquí. Tenía planeado darle la llave a ella envuelta en una caja la mañana en que la mierda llegó al techo. Hammer lo miró parpadeando. —¿Tenías planeado irte a vivir con ella a esa casa? Liam cuadró los hombros.

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—Sí. —Santa mierda. —Hammer parecía anonadado. —Raine necesita un hogar estable. El rostro de Hammer se cubrió de culpa, y se frotó el cabello. —Maldita sea, lo sé. —Hiciste lo mejor que pudiste todo este tiempo. No nos desviemos ahora. Raine no seguirá adelante con su vida si no la podemos ayudar. —Cierto. —Hammer estuvo de acuerdo. Otra idea le llegó a Liam, y se estremeció. —También sería mejor si tú fueras discreto con tus otras sumisas. No estoy sugiriendo que las dejes, pero sería de gran ayuda si las escondes mejor que a Marlie. Hammer sintió vergüenza al oír aquel nombre. —La verdad, ya renuncié a todas. —¿Fue que esa puta plástica te dio alguna enfermedad que desconozca? —Liam lo miró de lado. —No. —Resopló Hammer— No he hecho escenas con ninguna en semanas. No he follado con nadie desde Raine. No quiero. Eso dejó totalmente descolocado a Liam. A Hammer le encantaba el sexo, y jamás había imaginado a su amigo renunciando a ello, incluso temporalmente. —Eso es casi un maldito mes, amigo… un record para ti. Tus bolas han de estar azules. —Sip, y mi mano está malditamente cansada de hacer el trabajo. Pero ninguna de ellas es Raine. Por mucho que Liam quisiera, no podía discutir con eso. Hammer ladeó la cabeza y lo miró interrogante. —¿Estamos de acuerdo en esto? ¿Por Raine? Liam odiaba esto, pero no tenía salida. —Creo que tiene sentido, pero… —Se frotó el rostro— Hacerlo funcionar va a ser… complicado. Porque un tema podría convertir su tregua en una guerra. Raine ya no era suya… al menos no técnicamente.

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Eso significaba que Hammer era libre de decirle o hacerle lo que quisiera, siempre y cuando ella aceptara. Macen ya había prometido meterla en la cama tan pronto pudiera. Liam tenía pocas ilusiones. Raine amaba al hombre. Si ella le decía que no, no sería por mucho tiempo. —¿Querrás decir que, decidir quién terminará follándola será complicado? —Dijo Hammer lentamente. —Sí. —Liam escupió la palabra— Pero diablos, después de su discurso hoy, tal vez no querrá estar con ninguno de los dos. —No te engañes, O’Neill. Si nos quiere, va a desearnos. Tal vez juntos… tal vez por separado. Si nos necesita ¿cómo negarnos? Liam se mordió la lengua lo suficientemente fuerte para sentir el sabor cobrizo mientras intentaba contener una repentina corriente de ira. Los recuerdos del olor de Raine en su nariz y sus gritos en sus oídos mientras se hundía en las calientes y suaves profundidades de su cuerpo lo llenaron de necesidad. Pero Hammer tenía razón. Si querían que Raine creciera y fuera feliz, ambos tenían que hacer lo correcto por ella, incluso si eso los mataba. —Está bien. —Pudo decir finalmente. Se miraron el uno al otro por un rato largo antes de que Hammer arqueara una ceja y finalmente rompiera el silencio. —¿Algo más? —Para ser claros, una vez estemos en una sesión, tenemos que estar por completo en ello. —Sí. Lo que sea necesario. —Sin discutir. Hammer asintió. —Sin mierda. —Sin poner primero tu orgullo. —Sin hacer lo mismo con tus celos. Diablos, Liam quiso golpear a Hammer, pero, ¿esa era la parte en la que tenía razón? —Bien. Presentamos un frente unido. Lo que ocurrió en el pasado no hace ninguna maldita diferencia una vez entremos en una habitación y comencemos a trabajar con ella. Si estamos en desacuerdo, lo hacemos con calma, razonando, y sin que nos oiga. Raine está primero.

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Hammer asintió. —Lo haremos funcionar. Tenemos que hacerlo. —Si no queremos que crezca con alguien más, sí. Vamos hacia ella juntos. Fuertes. Concentrados. —Dispuestos y capaces de darle lo que necesita… sin importar qué sea. Unidos para motivarla a darnos lo que necesitamos. —De acuerdo. Liam esperaba abrazar de nuevo a Raine, más feliz y completa… y eventualmente suya. Pero después de esta conversación, no estaba tan seguro. Si Hammer lo ayudaba a formarla hoy, ¿dónde quedaba su mañana? Hammer extendió su mano. —Trato hecho. Liam no pudo hacer más que estrechársela.

Por mucho que el hombre dentro de Hammer odiara la idea, el Dominante dentro de él vió la lógica. le había fallado por completo a Raine durante años. no podía poner su culpa sobre sus necesidades y fallarle de nuevo… incluso si compartirla con Liam lo irritaba hasta lo más profundo. Poner a su esposa entre él y su mejor amigo solía endurecer la polla de Hammer tanto como el acero. El poder de sus cuerpos reclamándola como uno y llevándola a ruidosos orgasmos y al agotamiento había sido el subidón más intoxicante que hubiera experimentado. Tal vez él y Liam tenían demasiada hostilidad entre ellos para esto. Pero cualquier oportunidad para follar a Raine de nuevo era algo que Hammer pretendía aprovechar.

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Pero una preocupación aún lo carcomía. —No estoy seguro de que Raine entienda del trabajo que la espera. Liam se encogió de hombros. —Yo tampoco. Quiero llegar a ella más de lo que quiero respirar. Pero ninguno de los dos puede forzarla a crecer más rápido de lo que ella pueda. —Si no ha pensado en esto, y no es serio, nos enteraremos pronto. Pero ella es bastante fuerte. —Y obstinada, eso es malditamente seguro. —Sí que lo es. —Se rió Hammer— Necesitaremos elogiarla por cada paso que dé para progresar. Una vez que saboree el éxito, tendremos que esperar que eso la motive para seguir creciendo. —Necesitará más que elogios. —Dijo Liam— También necesitará confirmación. —Naturalmente. —Asintió Hammer— Pero una cosa a nuestro favor es que ansía complacer. Ambos lo hemos visto. —Su sumisión puede ser malditamente asombrosa. Pero puede cerrarla también tan rápido que puedes hasta marearte. Hammer gruñó su comprensión. Sacar a la sumisa dentro de Raine no sería simple. Él era un Dominante exigente… y lo sabía. Empujar a una sumisa hasta sus límites y más allá bajo su mano… y su cuerpo… siempre le dio la emocionante sensación de estar en control. Si Raine estuviera realmente dispuesta a echar a un lado su manto de seguridad, la libertad y hermosura que encontraría la asombraría. Pero tomar a una sumisa tan lejos le alimentaba su lado oscuro. Siempre quería más y más. La necesidad de creer que él poseía cada parte de Juliet y obligarla a probarlo de todas las maneras posibles pudo generar la caída de ella. Tal vez, después de todo, fue una bendición tener a Liam ahí para mantenerlo equilibrado. Su viejo amigo no había amado a Juliet, y no había pensado en ella como su responsabilidad, así que no había visto una razón para ceder a ninguna de las exigencias más extremas de Hammer. Pero Liam cuidaría a Raine y la protegería con cada célula de su ser.

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Sin embargo, con Liam agregado a la ecuación, las expectativas sobre ella serían el doble. Tendrían que mantenerse vigilantes, hurgando hondo y reafirmándola a menudo, para evitar que Raine se desmoronase ante la presión. —Me preocupa que la falta de experiencia de Raine en compartir sus sentimientos la pueda dejar abrumada y asustada. —Dijo Hammer finalmente. —Creo que por eso es que la comunicación es tan crítica. Es el primer punto que tenemos que abordar con ella. Si ella simplemente comparte, nosotros podemos borrar parte de ese miedo. Sí, y Hammer sabía que si esperaba que ella confiara en él, se comunicara abierta y sinceramente, él necesitaría hacer lo mismo… sin importar cuán incómodo lo pusiera eso. —Reemplazar viejos patrones con unos nuevos tomará tiempo. Y odiaba eso por un millón de razones. Su propia impaciencia. Su preocupación de que Liam y él no se puedan llevar bien indefinidamente. Mayormente, odiaba verla tan miserable y perdida. No podía arriesgarse a perderla. Era un hecho que ella no tomaría la misma salida de Juliet, pero había probado que podría tomar sus cosas e irse si la empujaban a hacerlo. —Cierto. —Estuvo de acuerdo Liam— Uno de los primeros patrones que quiero romper es su maldito mal hábito de intentar desviar todo con sexo. Hammer oyó las palabras de Liam, pero más valía no haber oído bien. —¿Qué dijiste? —Cuando estoy decepcionado de Raine, o molesto, su primer instinto es quitarse la ropa y frotarse contra mí. Odio admitir la frecuencia con que la dejé distraerme antes de darme cuenta de que lo había hecho. —Se frotó la nuca con una sonrisa cautelosa— También es malditamente buena con eso. —¡Hija de perra! Hammer tomó la botella casi vacía de tequila de la barra y la lanzó al otro lado de la estancia. La violencia del vidrio rompiéndose asombró a Liam… pero no hizo una maldita cosa por mejorar su humor. —¿Has perdido la maldita cabeza? Liam lo miró como si le hubiera salido otra cabeza.

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—¿O sólo te gusta romper cosas? —¿Raine usa el sexo como una distracción? ¿Oí bien? —Sí. Liam frunció el ceño. —Cálmate. Trataremos con eso y lo que sea que ella nos lance. Ella no tendrá permiso de instigarnos. —Maldita sea si lo hace. Ese comportamiento terminará, joder. De inmediato. A la primera que lo intente, la pondré sobre mis rodillas y le moleré el culo a azotes. —¿Por qué estás así? No es un problema tan grande. Estamos conscientes y lo manejaremos. Pero tu mal humor no es su problema. Hammer saltó de la butaca. —Es mi problema. Tu problema. Y su maldito problema también. Esa clase de distracción es justo una de las maneras en que Juliet se escondía de mí. Ella evitaba decirme lo que sentía sobre lo que fuera poniéndose de rodillas. Yo era bastante estúpido y egoísta para permitírselo. Por Dios, no dejaré que ella lo haga. ¿Por qué crees que la presiono tanto cuando quiero una respuesta? —Entonces tendremos cuidado con eso. —Si no lo hacemos, se nos escapará entre los dedos. Juliet le había enseñado una gran lección que no podía fracasar al aplicarla. Si lo hacía, su muerte habría sido en vano. —Entonces… ¿Comenzamos mañana por la mañana? —Animó Hammer— Podemos desocupar el depósito de alcohol y… —No… -Liam negó con la cabeza— Ella está demasiado cómoda aquí. —Dijiste que volvió a Shadows porque quería estar en su elemento. —Porque sería más fácil para ella, sí. —Liam lo miró pesaroso— Nada de esto debería ser fácil. —Tienes razón. Si lo es, no aprenderá nada. Demasiadas personas conocidas y lugares para esconderse. No podemos tenerla esquivándonos en vez de hacer el trabajo. —Precisamente. Pienso que podemos llevarla a mi cabaña en las montañas.

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—¿Por qué no a la casa que compraste? —Le están arreglando las tuberías y pintando. Queremos estar solos con ella, no rodeados de trabajadores. Además, en la cabaña no habrá taxis para regresarla a la ciudad si tiene ganas de huir. Y tengo el cuarto perfecto para suplir nuestras necesidades. —Continúa. —Lo urgió Hammer, viendo el beneficio de mantener a Raine fuera de balance. —Aunque ya ha estado en la cabaña, los alrededores no son tan familiares para ella. —¿Ya estuvo allí? Liam lo miró con una sonrisa traviesa. —Es donde la llevé cuando la saqué de Shadows. ¿Así que allí fue donde el hijo de perra la había llevado después de que pasó esa noche asombrosa en su cama? se preguntó más de una vez. —¿Es tranquilo allí? —Preguntó Hammer. —Mucho. —¿Retirado? —En extremo. Liam sonrió. —Entonces suena ideal. Hablaremos temprano con ella, entonces. Si nos escoge, empacamos y nos vamos al amanecer, antes de que el trafico se ponga feo. Llamaré a algunos miembros de confianza para ver si pueden ocuparse del club por unos días. Pero antes de hacer algo, pienso que deberíamos acordar cómo haremos que ella aprenda estas tres lecciones. Liam sonrió traviesamente. —Ahora nos entendemos.

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Capítulo Trece

A la mañana siguiente, Raine despertó con una mano acunando su hombro y una voz profunda en su oído. Un olor familiar la envolvió, transportándola de inmediato a tiempos más felices y comodidad. Amor. Liam. Con una sonrisa perezosa, rodó, con la mirada borrosa y miró. Hammer estaba de pie a su lado. Ambos hombres tenían expresiones tensas. El impacto de la sorpresa la despojó de todo vestigio de sueño. Raine parpadeó. ¿Por qué estaban vestidos antes del amanecer en su cuarto? Y ¿por qué estaban juntos mirándola? Subiendo las mantas hasta su barbilla, se retiró el cabello del rostro y se sentó. —¿Qué ocurre? ¿Pasó algo malo? —No, amor. —La tranquilizó Liam— Vinimos a decirte primero que nos alegra que hayas decidido volver a casa. Sé que estabas molesta cuando te fuiste. Y no se veían molestos porque se fue. Tenían todo el derecho de estarlo. En cambio, se veían resignados. No, decididos. Su extraño comportamiento la tenía confundida. —Es bueno tenerte en casa, preciosa. Ahora, levántate. No pudo ignorar la orden en la voz de Hammer. Liam no intentaba arrancarle la cabeza por ello. Ni objetó su dominación. Los miró a los dos, parpadeando. —¿Raine? —La incitó Liam— Hammer te pidió que hicieras algo. Acéptalo y obedece.

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¿En serio? Frunció el ceño, las palabras de Liam aún no cuadraban. Pero los dos estaban mirándola con la misma expresión expectante y de pie uno al lado del otro. Juntos. —Está bien, Señor. Retirando las mantas lentamente, se bajó de la cama. Ellos se acercaron, empujándola hacia el borde del colchón. Ella tembló. —¿Me hicieron despertar para decirme que me encontraron una Dominatrix? Ninguno contestó. Su silencio la puso nerviosa. Ella miró para encontrarlos intercambiando una mirada. Si no fuera tan lista, Raine podría jurar que estaban en alguna clase de conspiración juntos. —Te despertamos para decirte que discutimos tu petición anoche. — Comenzó Liam finalmente— Estamos de acuerdo en que necesitas aprender… mucho, de hecho. Ella quiso haber sido una mosca en la pared para haber presenciado esa conversación. —¿Y? —Pediste una Dominatrix, y estamos dispuestos a darte una. Mientras un alivio agridulce comenzó a rodar dentro de ella, Hammer continuó, con la mirada fija. —Pero tenemos otra posibilidad para que consideres. Una tensión silente los agarró a los dos y a ella le apretó los pulmones. Lo que tuvieran en mente, significaba algo para ellos. Querían que ella dijera que sí. Su impaciencia debió ser la razón por la que la despertaron tan malditamente temprano. —¿Y cuál es? —Preguntó con cautela. —Entraremos en detalles en su momento. Hammer miró a Liam como si esperara a que el otro hombre comenzara la siguiente parte de su discurso ensayado. ¿Qué diablos? —Sin duda querrás a alguien que te dedique su tiempo y conocimiento. ¿Cierto? Liam la animó con una mirada analítica. —Creo que progresaría más de ese modo. —Admitió ella— Quisiera que fuera comprensiva y compasiva. ¿Tal vez como el Ama Hillary?

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—Desafortunadamente, está fuera de la ciudad por los próximos dos meses. Hammer no se veía nada infeliz al respecto. —Pero no hablemos de alguien en particular hasta que hayamos identificado todas tus necesidades. —No es tan fácil como sacar un nombre de un sombrero, amor. —La amonestó Liam— Debería haber un lazo especial entre el Dominante y la sumisa. Si no hay conexión con la primera elección, pronto estarás de vuelta en el punto de partida. Así que debes escoger con cuidado. ¿De acuerdo? —Sí, Señores. Tenían razón. Si le daba todo a la Dominatrix equivocada, entonces tendría que comenzar de cero con alguien nuevo, eso sería una pérdida de tiempo y la frustraría. Ante la idea de abrirse a un extraño, un resbaloso nudo de vulnerabilidad le apretó el pecho. —Bien. Querrás a alguien con quien te sientas cómoda. Hammer elevó una ceja como si la retara a contradecirlo. —Un Dominante que pueda hablar contigo, que te entienda. —Claro. Es una razón por la que se lo pedí a Beck, pero dijo que no. —¿Beck? —Preguntó Liam. Raine elevó la barbilla y asintió. —Sí. Él no es un extraño y me ayudó a darme cuenta que necesito volver a casa y repararme. Hammer se veía casi petulante ahora. —Claro, pero el Dominante que te entregue inevitablemente reclamará un trozo de tu corazón. Beck no puede hacerlo. Y no aprenderás de ningún otro modo. Es como estás hecha. Raine suspiró. No lo había pensado de esa manera, pero tal vez tuviera razón. ¿Quién quedaba para ella en este punto? Frunció cuando la sospecha cobró forma. —Espero que con el tiempo crezca una conexión. ¿A dónde van con esto?

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—Tiempo es la palabra clave. Los labios de Liam se curvaron en una sonrisa confiada. —Estarías comenzando de cero con un extraño. Te tomaría semanas, o incluso meses, para establecer la clase de confianza necesaria para tu viaje, asumiendo que es alguien apropiado. Ahora, la sospecha estalló en su cerebro. Liam y él tenían alguna mierda bajo su manga. Ninguno de los dos hacía una maldita cosa sin alguna lección o expectativa incluida. —Claro, la confianza será crítica. Raine abrió el espacio suficiente entre ellos y ella para cruzar los brazos sobre el pecho. Comenzó a golpear el suelo con el pie. —Todo lo que estás diciendo tiene sentido. Así que, ¿cuál es la otra opción que tienes en mente? ¿Liam la tomaría de regreso? ¿O Hammer pretendía acercarse? Porque esto definitivamente tenía que ver con uno… o ambos… de ellos. Liam se inclinó antes de mirarla fijamente a los ojos. —Si quieres aprender a abrirte a alguien y darle tu sumisión, nadie te conoce mejor o quiere que crezcas más que Hammer y yo. Entrégate a nosotros. Te guiaremos por tu camino. Por un largo momento, Raine sólo los miró. ¿Oyó bien? —¿Los dos? ¿Juntos? ¿Es esto una broma? —¿Nos ves riéndonos? Hammer la miró con desaprobación con ojos penetrantes. Le estaban ofreciendo su deseo más salvaje e imposible. Tristemente, esto probablemente terminaría en el homicidio de alguien. Y sería su culpa. —Es putamente loco. No funcionaría. —Sabes que no me gusta ese lenguaje, Raine. Las cejas de Liam se unieron en desaprobación. Estaba completamente asombrada, ¿y él quería que revisara sus palabrotas? —Los tres juntos somos como una bomba. No tardaría en explotar, y todos saldríamos lastimados. No puedo hacerlo. No puedo abrirme cuando

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voy a pasar al menos la mitad de mi vida esperando a que vosotros dos terminéis yéndoos a los golpes. Me encantaría decir que sí, más que nada. Esa admisión probablemente pondría a Liam al borde o espolearía el temperamento de Hammer… y comenzarían a pelear en cualquier segundo. —Pero es una fantasía, como la paz mundial. Para su asombro, ninguno de los dos perdió el control. De hecho, no parecían para nada alterados al oír que los deseaba a ambos. Whoa. —No es una fantasía, amor. Es lo que te estamos ofreciendo. Y antes de que contestes, escucha lo que tenemos que decir. Toda su conversación esta mañana estaba llena de “Nosotros”. Y “Nuestro”. ¿Haber huido fue una llamada de alerta para ellos? ¿O Seth les había golpeado la cabeza a ambos hasta que decidieron jugar limpio? Liam y Hammer no eran perfectos, pero ellos normalmente tuvieron sus mejores intenciones. Les debía al menos escucharlos porque apenas podía imaginar qué clase de compromiso habrían asumido para hacer esta oferta juntos. Y de paso era tan llamativo. Raine intentó ignorar el calor acumulado tamborileando en su sangre y pensar con lógica. —Está bien. Me alegra que os estéis hablando de nuevo. Os escucho. —Hemos puesto a un lado nuestras diferencias para ayudarte. Hammer se tomó la barbilla en un gesto pensativo. Maldito fuera si no quisiera extender la mano y tocarla. —Hemos acordado dedicarte nuestro tiempo a ti. Puedo decir con seguridad que no hay ningún Dominante en este club, quien, combinado con otro, tenga más experiencia que nosotros. —No te equivoques, queremos que tengas la mejor instrucción disponible. El Ama Hillary no puede darte la mitad de comprensión y compasión que nosotros. —Agregó Liam suavemente pero con firmeza. Raine no pudo negar cuánto echaba de menos el afecto con el que él la cubría. Incluso Hammer nunca dejó de demostrar que ella le importaba… en su propia manera silente. Y la idea de tenerlos a ambos hizo que todo su cuerpo se encendiera como un espectáculo de fuegos artificiales del cuatro de julio.

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Tal vez ellos habían pensado realmente acerca de esta extraña maquinación. Estaban haciendo su mejor esfuerzo para convencerla. Pero sin importar cuánto quisiera echar la precaución por la ventana, las dudas aún le llenaban la cabeza. —Ya conocemos tus secretos. Una leve sonrisa curvó los labios de Hammer. —No puedes negar que ya sabemos lo que te dispara. —Ya has establecido ese vínculo con nosotros. Sin perder un segundo, las palabras de Liam cayeron detrás de las de Hammer. —Nadie te entiende mejor que nosotros. Deja ir tus miedos y ponte en nuestras manos. Déjanos llevarte en este viaje. Su sinceridad le apretó el corazón. Dios, quería decir que sí. —Haremos todo lo que podamos para darte lo que has pedido. Hammer frunció el ceño. —No has cambiado de opinión. ¿Cierto? —No. —Estamos completamente unidos en esto. —Agregó Liam— Sabemos que te preocupa que comencemos a discutir e irnos a los golpes, pero no va a ocurrir, amor. Dime, ¿hay otra razón por la que estés dudando? —Es una decisión grande. —Insistió ella— Necesito tiempo para pensar. ¿Pensar qué? A parte de sus peleas, sería celestial tener a los hombres que amaba moldeándola. Diablos, sería un sueño hecho realidad. Hammer extendió la mano y la acercó a su pecho, su cálido aliento acariciando el borde de su oreja. Se sintió derretirse. —¿De verdad necesitas tiempo para pensar en ser el centro de nuestro mundo, preciosa? —La retó en una voz baja y hambrienta. Liam se presionó detrás de ella, y sus labios rozaron un camino por su cuello. —Ábrete y déjanos entrar. No te vamos a dejar caer.

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Un temblor de necesidad azotó la espalda de Raine. No tuvo problemas visualizando lo que se sentiría estar a merced de ambos. El deseo zumbó. Presionada entre ellos, la fantasía que había girado por su cabeza durante semanas languideció en comparación con la decadente realidad. Respiró temblorosamente. Ellos estaban intentando poner a un lado sus diferencias por ella. No hubo modo de pensar otra cosa o ignorar ese hecho. Le estaban dando la oportunidad de crecer. Diablos, la oportunidad de una vida. Su fantasía hecha realidad. —Acepto… con una condición. La negociación era parte de lo que implicaba el BDSM. De ningún modo iba a entrar a esto sin que ellos oyeran sus preocupaciones. Liam se retiró de detrás de ella antes de moverse junto a Hammer. Hombro a hombro, los dos hombres más importantes de su vida la miraron expectantes. Hammer la soltó lentamente. —Te oímos. —Vosotros tenéis que llevaros bien. En el momento que haya alguna discusión, insulto, alevosía, comentarios celosos o diferencia de cualquier índole, me voy. Lo digo en serio. Me niego a interponerme otra vez entre vosotros dos. Ambos intercambiaron una mirada, luego Liam encogió los hombros. —Hecho. —Asintió Hammer brevemente. —Nuestros desacuerdos ya no existen. —Prometió Liam. Ella quiso que eso fuera verdad. Si podían hacer que esto durara para no llamarlos mentirosos, Raine tenía que creerles. —Ya que estamos claros… —Como el agua, amor. —Le aseguró Liam. —Gracias. —De nada. Ahora oirás nuestros términos. —Asintió Hammer— No cuestionarás los métodos que usemos para ayudarte a alcanzar tu sumisión. —Le advirtió Hammer con su voz profunda de Dominante.

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Si ese hombre supiera lo que eso le hacía a sus partes femeninas, estaría perdida. —No siempre será fácil pero sí efectivo. —Nunca dudarás de que queremos solo lo mejor para ti. Y cada vez que maldigas, lo agregaremos a tu lista de infracciones. —Siguió Liam. —Tu pequeña bomba 'P' ya fue debidamente anotada. —Dijo Hammer— Tampoco intentarás enfrentarnos. Jamás. Tu entrenamiento comienza… - miró su reloj— Ahora. Levanta la mano si tienes una pregunta o si no entiendes nuestros términos. Sus expresiones duales de determinación le dijeron que iban realmente en serio. Aunque no pudo evitar preocuparse de que su idea estuviera destinada a fracasar, estaba malditamente conmovida. —No, entiendo. Esto realmente iba a ocurrir. Dios, no supo si debería sentirse aterrada o emocionada. Más que un poco de ambos sentimientos giraron dentro de ella. —Bien. Ahora a la ducha. Nosotros empacamos tu maleta. Vendré a recoger tus cosas de cuidado personal que quieras llevar y entonces te daremos más instrucciones. Ella parpadeó a Liam. Este no era el Dominante que ella conocía. Había esperado esta clase de control estricto por parte de Hammer. Pero ahora, Liam estaba sólo dando órdenes y cero elogios. Era sexy. Raine bajó la cabeza por un momento, intentando asimilar los eventos de la mañana. Pero había una sola respuesta en su corazón. —Sí, Señor. —Entonces sugiero que te muevas. —La urgió Liam— Si te retrasas, también lo agregaremos a tu lista de infracciones. —Y te garantizo que no te va a gustar. —Agregó Hammer. Entonces, ambos al tiempo, se giraron hacia la puerta. ¿Ese fue el final de la conversación en sus mentes? —¡Esperad! Ellos se giraron, Liam con una ceja elevada con advertencia, Hammer con una mirada impaciente. —¿Por qué me van a empacar una maleta? ¿A dónde vamos?

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Liam sonrió. —Ya lo veras. El tiempo vuela, Raine. Te recomiendo que te muevas. Salieron. Con un clic bajo, la puerta se cerró detrás de ellos.

Raine cerró el grifo, con la ansiedad zumbando por sus venas. El anterior modo de 'Dominante-malo' de Liam había sido excitante como el infierno, pero se había encontrado más que un poco intimidada. Le había ordenado que se arreglara rápido. ¿Pero para qué? Toda la incertidumbre moviéndose a través de su ser la tenía casi mareada. Corriendo la cortina de la ducha, chilló asombrada de encontrar a Liam de pie frente a ella con su toalla colgando de su brazo. Su mirada la recorrió posesivamente, aunque quería devorarla en una gran mordida. Sus pezones se endurecieron. El calor estalló en el fondo de su vientre. Sólo una mirada del hombre y ella ya estaba anhelante. Este lado imponente de él sólo sirvió para ponerla más nerviosa sobre el sorprendente plan que él y Hammer habían ideado. Después de anoche, Raine no tuvo dudas de que Liam estaba molesto… y herido… porque ella había huido. Ella adoraba su lado dulce. Su compasión tierna y formativa la dejaban empalagosa. Pero ahora él echó mano del control que había usado con ella en la cabaña. Era efectivo e inquietante. —Ven aquí. Su voz era gruesa mientras él abría la toalla, invitándola a sus brazos. Un revoloteo de emoción se escurrió por su columna. Oh, había extrañado sus cálidos abrazos. Combatiendo la necesidad de saltar a sus brazos, se acercó lentamente. Liam la apretó contra él. Cerrando los ojos ella inhaló su olor familiar y picante, amaba cada parte de él tanto como a él mismo.

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—No puedo comenzar a decirte lo bueno que se siente abrazarte de nuevo. Su sedoso acento irlandés se deslizó sobre ella como la dulce miel. —Te he extrañado. Se acurrucó más cerca. Pudo sentir cada duro centímetro del cuerpo de él presionado contra el de ella mientras la apretaba fuerte. —Yo también te he extrañado. Extendiendo la mano, él soltó la pinza del cabello de Raine y pasó sus dedos para soltar los mechones. Todo el tiempo la miraba, sin decir palabra. Mientras la mantenía fija con su mirada, las preocupaciones que habían invadido a Raine por los últimos días se desvanecieron. Pero su culpa e inseguridades aún la aquejaban, superando el consuelo de su abrazo. —¿Por qué? —Su pregunta repentina salió de ella antes de poderla contener. —¿Porqué qué, mi amor? —¿Por qué haces esto por mí después de que me he ido? Cuando me quitaste el collar, entré en pánico. Hui. Yo… lo siento. No pensé que me quisieras más. No había planeado abrirse y mostrarle sus vulnerabilidades. Ahora que lo había hecho, Raine buscó los ojos de Liam, desesperada por saber lo que él pensaba, lo que sentía. Su expresión indescifrable la dejó sintiéndose más expuesta que su propia desnudez. En el apartamento de Beck, ella creyó que había llorado todo lo que podía. Pero lágrimas nuevas y calientes amenazaron con salir, probándole que Liam poseía algo más profundo dentro de ella. —Shh. Ya, amor. Claro que te quiero. Jamás dejé de hacerlo. Dio un paso atrás, y la llevó con él para sentarla en la tapa del retrete. —Estoy intentando ayudarte de maneras que sé que tú necesitas. Esto no es por mí, sino por ti. Raine se acurrucó, deslizando sus brazos alrededor los duros hombros masculinos mientras él colocaba un dulce beso sobre su frente. Se hundió en su abrazo con un suspiro. Estar ahí se sintió muy bien. —No quise cortarte así anoche. —Murmuró él.

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—Tuviste todo el derecho. Liam la meció suavemente, retirando con cariño el cabello de su rostro. —Me sorprendiste con tu petición. Sólo debes saber que te amo. Haría cualquier cosa por ti. Bueno. Excepto verte darle tu sumisión a una Dominatrix. A pesar de su ansiedad, ella se rió. Tan suave, tan amoroso… tan Liam. —Vamos. —Le sonrió— Deja tu preocupación y muéstrame cuánto me has extrañado. Con repentina timidez, ella se inclinó y presionó sus labios contra los de él, sintiéndose pequeña y apreciada entre sus brazos. Liam gimió mientras tomaba sus labios con una ternura feroz que le encogió los dedos de los pies y su cuerpo se disolvió en la excitación. Ella se retorció, pero él la sostuvo en su lugar con dedos firmes sobre su nuca. Con su mano libre, se aferró a su cadera y la apretó fuerte contra él. Él era como una droga disparada por sus venas, y la explosión instantánea de Liam hizo que el corazón de Raine golpeara salvajemente. Dios, cómo lo había extrañado. Cómo había extrañado esto. Sus lenguas estaban entrelazadas. Un gemido de deseo brotó y rodó de la garganta de Raine. Aunque los días que pasó lejos de él fueron dolorosos y vacíos, ellos también habían estado sanando. Y volver a él… al fuego confortable que provocaba… la centró. Retirándose, vio una sonrisa agradecida brillando hasta los ojos de Liam. Entonces él la levantó de su regazo, le quitó la toalla, y le palmeó el trasero desnudo. —Ahora muévete. Estamos esperando. Con una sonrisa perversa llena de promesas, él se giró. —Trae tus efectos personales después de vestirte. Y asegúrate de ponerte una falda. Algo corto. Con eso, Liam dejó el baño. Con los nervios saltando, Raine se dirigió al armario y se vistió, luego se aplicó algo de crema hidratante con color y brillo labial. Deteniéndose para mirarse al espejo, notó que sus labios estaban hinchados por el beso de Liam. Toda la energía zumbando dentro de ella se fusionó con la alegría que sentía por estar de nuevo con él.

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Al volver a la habitación, notó a Liam sentado pacientemente en su cama. Una maleta vacía estaba abierta al lado de él. Se levantó y tomó los elementos que ella le entregó. Después de colocarlos dentro de la maleta, la guió hacia la puerta. —Yo terminaré de empacar por ti, amor. Ahora, es hora de desayunar. Hammer te espera. Los ojos de Raine se abrieron de par en par. ¿Liam la estaba enviando a Hammer? Sí, ambos habían aceptado ser sus Dominantes, pero todo parecía tan irreal. —¿Y quieres que me encuentre con él? —Sí. Te está esperando en la cocina. Eso hizo que el corazón de Raine saltara otra vez. Dios, si Hammer estaba cocinando, esperaba que fuera sólo cereal. Cualquier cosa más complicada sería catastrófica. Besó a Liam de modo ausente, y salió de la habitación, casi aterrada de lo que podría encontrar. Hammer había probado que podía incendiar una cocina. Al recorrer el pasillo, Raine sintió un hormigueo por todo el cuerpo y se giró atrás para ver a Liam mirándola, con sus ojos seductores prometiendo más que un beso… pronto.

Al atravesar la puerta de la cocina, Hammer estaba en la estufa, maldiciendo y siseando mientras sacudía una salpicadura caliente de grasa de tocino de su mano. Raine se mordió el labio, intentando no reírse. Recordando la última vez que intentó cocinar, sus pensamientos se remontaron a hace unos años, a la tercera mañana que había despertado en Shadows.

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El pitido de la alarma de humo la había tenido corriendo por el pasillo, en pánico porque el edificio estallara en llamas. Lo que en cambio encontró fue al hombre agudo y perceptivo que la había acogido. Él ventilaba el humo hacia la alarma con una toalla. Las llamas brillaban detrás de la ventana de vidrio del horno mientras más humo salía por la puerta. Con un jadeo, Raine corrió por la cocina, apagando el horno y buscando en los muchos gabinetes hasta encontrar una caja de bicarbonato. Al abrir la puerta, ella echó el polvo sobre las llamas, apagando el fuego de los brioches con pasas que él intentaba cocinar. Hammer, a pesar de verse tan alto e intimidante, le había dado una sonrisa de orgullo. —Gracias, preciosa. No había sabido por qué en ese momento, pero su corazón se había elevado y su estomago había dado un vuelco por completo. Su corazón casi se derritió en su pecho ahora mientras lo miraba intentando cocinar otra vez para ella. Raine esperaba que eso fuera una ofrenda de perdón. No había pensado seguramente que lo haría anoche cuando se negó a hablar con ella. Hammer cortándola con frialdad sería como perder un miembro. Esta mañana, aún no estaba segura dónde estaba. No eran estrictamente amigos. Pero tampoco eran exactamente amantes. Como Liam, él quería ayudarla. Eso tenía que significar algo. Se preguntó si él sabía que Liam la había puesto sobre su regazo, desnuda hace unos minutos y la había besado. O si no le importaba. ¿Hammer también la besaría? ¿Haría más? ¿O quitar el sexo de la ecuación era la única manera en que él y Liam habrían podido detener su discusión y hacerle esta oferta? Maldición, debió haber preguntado sobre los límites que pondrían entre ellos dos antes de aceptar dejarlos guiarla. Pero pretendía preguntar tan pronto como los tuviera de nuevo solos. Acercándose a la estufa, colocó su mano sobre la de él y le quitó el tenedor, mirándolo a la cara. Buscando reconocimiento. Aprobación. ¿La alejaría o la acogería? —¿Quieres que me haga cargo? —Preguntó suavemente. —Sería más seguro para todos. Toma.

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Le entregó el tenedor con una sonrisa. Inmediatamente, eso la calmó. Se ocupó de la cocina con una sonrisa melancólica. —¿Recuerdas la última vez que intentaste incendiar este lugar? —Podría tomar esto como descaro, preciosa. Pero no lo haría, y su tono bromista lo hizo más obvio. Se rió mientras le golpeó el hombro para alejarlo de su fogón. —Lo tengo. Sírvete una taza de café y relájate. Curvando una esquina de su boca, Hammer levantó la jarra de la cafetera. —Um… Inclinó la jarra revelando que estaba vacía, y le sonrió esperanzado, entregándosela. Ella se rió. —Eres tan incapaz. Sacudiendo la cabeza, caminó alrededor de él y llenó la jarra. Podía sentir sus ojos mirando cada uno de sus movimientos. —No en todo. —Le discutió Hammer con una ronca risa— Pero eso ya lo sabes. Raine recordó. Cada momento de la noche que pasó en su cama estaba grabado a fuego en su memoria. —¿Cómo en ladrar órdenes y gruñir? —Bromeó para igualar su humor. De repente, su sonrisa desapareció. La expresión de Dominante en hizo su aparición en el rostro de Hammer. Oh-oh. Se acabó la diversión. —Tengo una pregunta para ti. —Dijo él. Raine sostuvo el aliento, ansiosa. —¿Sí? —¿Estás absolutamente segura de que esto es lo que deseas? A pesar de sus reservas anteriores, jamás había sido más seria sobre algo en su vida. El pasado estaba donde pertenecía, detrás de ella. El presente estaba mostrándose frente a ella, aunque en un camino diferente. El futuro… ¿Quién sabe? Pero se negaba a rendirse con el mañana simplemente porque la asustaba.

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Levantó la barbilla convencida. —Totalmente. —Espero que sea en serio. La mirada de Hammer sostuvo la de ella por un momento largo y silente. Entonces su atención se desvió a la cafetera y suspiró. Tan grande y malo… hasta que no había café. Ella sonrió. —Pronto estará listo. Paciencia. —Cuidado. —Le advirtió Hammer con la ceja arqueada— No olvides, tu trasero estará en nuestras manos pronto. Sus manos grandes y fuertes. Y la imagen de ellas sobre todo su cuerpo se grabó a fuego en su cerebro… de ellos desnudándola con esas manos, atándola a su cama, arrastrando sus labios por toda su piel, hundiendo sus pollas en ella, bombeándola, reclamándola, abrumándola… Dios, esperaba tener esa oportunidad. La cocina se tornó caliente, y tal vez eran sus mejillas. Conteniendo un gemido, dirigió su mirada al tocino chisporroteando en la sartén, esperando que Hammer no pudiera leerle la mente. Raine ansiaba algo que jamás podría pasar, y tenía que aceptarlo. ¿O no? La pregunta que la había acechado antes rugía ahora con fuerza. Habían dicho que la ayudarían… ¿Pero eso qué implicaba exactamente? Raine hizo acopio de todo su valor y cambió el tema. —¿Puedo preguntarte algo? —Claro. —¿Por qué estás intentando hacer las paces con Liam y ayudarme? Hammer se movió detrás de ella, con su cálido aliento acariciándole el oído. Él presionó cada duro centímetro de su cuerpo contra la espalda de ella, y su polla empujó en el trasero femenino. No había duda de que la deseaba. Aunque intentó no temblar, su cercanía lo hizo imposible. Él envolvió sus grandes manos alrededor de sus caderas en un agarre imponente y presionó contra ella. Raine jadeó y se derritió contra él. El deseo brilló sobre su piel. Dios, él se sentía tan bien. Quería más… a los dos.

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—Porque lo vales, preciosa. Has pedido ayuda, y nadie en el maldito planeta va a guiarte por ese camino si no somos nosotros. Retorciéndose de su agarre, se giró y lo miró con solemnidad. —¿Pero por qué? Digo, sé por qué Liam quiere guiarme. Dice que está enamorado de mí. Pero tú… has ido más lejos cuidándome por años. Hubiera pensado que estarías feliz dejándome ir y dejar que Liam me enseñe lo que necesito saber. Con la resolución plasmada en su rostro por un instante, Hammer deslizó una mano alrededor de su espalda y la pasó por su columna. Entonces le agarró el cabello con un puño y le inclinó la cabeza para mirarla con ojos atentos. Pretendía hacerle llegar un mensaje. —Lo que sea que estés pensando, lo que haya ocurrido en el pasado, me perteneciste desde el momento en que pasaste por esa puerta. Hammer se inclinó y capturó la boca de ella con la suya. Apasionado. Reverente. El beso la marcó a fuego… y algo casi desesperado. Jamás lo había sentido tan ardientemente gentil. Diablos, jamás supo de lo que él era capaz. Bajo su camiseta, sus pezones se pusieron duros y dolieron mientras cada músculo de su cuerpo se ablandó. La potente reclamación de su boca pronto la tuvo soltando el tenedor para aferrarse a la camiseta de Hammer con sus puños con un suspiro. Hammer se entregó en este beso eufórico. Este sostenía todas las marcas de una confesión silente, y Raine se preguntó si estaba imaginando que esta caricia era la proclamación no verbal del amor de Hammer. ¿Era esto posible? ¿O él estaba simplemente intentando dar cariño para que ella lo dejara “arreglarla”? Después de hacerlo, ¿cerraría de nuevo la puerta entre los dos? Inmersa en sus emociones puras, Raine dejó de intentar responder las preguntas girando en su cabeza y se entregó. Se perdió en su beso, vertiendo todo el anhelo que apenas había tenido la oportunidad de liberar en seis años. Hammer gruñó con aprobación. Saboreó cada segundo exaltado hasta que él lentamente se alejó. Todavía, él dejó que sus labios se cernieran sobre los de ella por otro momento agridulce.

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Entonces ella se alejó. ¿Podría corresponder a este afecto sin el permiso de Liam? ¿Debió haber besado a Liam sin consultarle a Hammer? ¿Cuáles eran las reglas de este nuevo acuerdo? Como si él pudiera ver su alma, como solía hacerlo, él le sonrió para tranquilizarla y le tomó la mano, besando delicadamente el centro de su palma. —Todo está bien, preciosa. Termina de preparar el desayuno. Luego comenzaremos a componerte.

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Capítulo Catorce

Mientras el sol permanecía escondido bajo el horizonte, Liam llevó a Raine hacia su camioneta, con las manos entrelazadas. Hammer caminaba detrás de ellos, con su mano descansando en la espalda de Raine. Los hombres estaban muy callados. La tensión se cernía en el aire. Ahora no era el momento de hacer preguntas… pero ella quería hacerlo. Liam abrió la puerta de atrás. —Entra. Raine frunció el ceño. Dos hombres estaban en los asientos delanteros. ¿Iban a dejar que alguien más la llevara a algún lado? Eso no sonaba propio ni de Liam ni de Hammer. Miró a Liam con curiosidad, y se inclinó para ver quién estaba en el auto. Beck se giró en el asiento del conductor y sonrió. —Entra, princesa. Tu carroza espera. —¿Por qué vas tú… a donde sea que vamos? —Soltó ella— ¿No tenías turno? —Hammer, ¿quieres que le enseñe modales? —Sugirió Beck. —Lo tengo. Liam le palmeó el trasero. Ella gritó, y lo miró molesta. —Era solo una pregunta. —Sí, muy imprudente. —Dijo Hammer con astucia, buscando entre su bolsillo— Si no puedes callar tu curiosidad, me encantaría ayudarte. Él tenía en la mano una mordaza de bola sacudiéndosela en la cara. Los ojos de Raine se abrieron por completo. Sacudió la cabeza. Seth rugió de risa.

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—Esto va a ser muy entretenido. Ella resopló y miró a Seth de modo que le hizo saber que no estaba ayudando para nada. Él solo se rió más. Con el trasero aún dolorido, Raine saltó en el asiento de atrás, lo más alejada de la mordaza de Hammer que pudo. Liam la detuvo de deslizarse más allá de la mitad cuando se subió a la parte trasera del asiento del conductor. Hammer entró por el lado del pasajero y cerró la puerta, atrapándola entre los dos. Aún no se había recuperado del beso de Liam en el baño o el de Hammer en la cocina. Ahora la presionaban apretadamente a cada lado. Mientras Beck salía del estacionamiento y se dirigía a la carretera, su corazón se aceleró. El sudor le humedeció la piel entre los pechos. No tenía idea hacia dónde iban. Pero con Hammer y Liam presionando con su calor corporal, rezaba porque el camino no fuera largo. ¡Maldición! Raine cerró los ojos y se retorció, buscando algo de espacio. No había. Su coño se apretó. Todos se relajaron en sus asientos, y Beck bebió café de una taza de viaje. Raine contuvo una maldición. Tenía la corazonada de que esto no iba a ser un viaje corto. A su izquierda, Liam colocó una mano en su muslo desnudo, justo sobre la rodilla. Ella se tensó y parpadeó. No era una caricia abiertamente sexual, pero aún así él le hacía acelerar el corazón. Se movió e intentó cruzar las piernas. —Nada de eso, amor. —La detuvo Liam, apretando los dedos sobre ella. —Jamás cruces las piernas cuando estés con nosotros. —Le gruñó Hammer al oído. Sus voces profundas la acariciaban. Raine imaginó sus piernas abiertas y a ellos tocándola íntimamente, posesivamente. Una ola de excitación y una sobrecarga eléctrica atravesó sus venas. La sangre se precipitó hacia sus pezones, hinchó sus pliegues. Dios, no podía respirar. El mareo le embrolló la cabeza. Antes que pudiera recuperarse, Hammer le tomó la mano y la dejó sobre su muslo.

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Su pulgar se deslizaba suavemente en círculos sensuales sobre el antebrazo de ella. El evidente calor emanando de la entrepierna de Hammer estaba a un par de centímetros de su mano. Y a Liam parecía no importarle. ¿Qué diablos ocurría aquí? Hammer y él estaban en realidad tocándola al tiempo. Sí, habían jurado desestimar la hostilidad entre ellos y funcionar como uno solo para ayudarla, pero Raine no se lo había creído del todo. Y seguramente no habían discutido la parte del sexo. Ahora, con el cuerpo en llamas, la necesidad se apoderó de ella y con las manos de ellos sobre su humanidad, se sintió más confundida que nunca. Seth encendió la radio. La banda que sonaba en los altavoces comenzó a cantar sobre su sexo en llamas. Sí, se identificaba. El hombre se giró hacia ella y sonrió. Imbécil, vocalizó ella. Su sonrisa desapareció. —¿Raine, dijiste algo? Oops, no estaba de ánimo bromista. Traidor. Sacudió la cabeza. Beck se rió y capturó su mirada en el espejo retrovisor. Quiso golpearle la cabeza por ser tan imbécil también… si no tuviera la certeza que eso la metería en problemas. —¿Algún problema, Seth? Entre los dos hombres, se tensó y miró suplicante a Seth. —Si lo hay, tengo una mordaza y pinzas para los pezones. —Hammer palmeó su bolsillo— Sólo me lo dices. Raine se giró en su dirección. ¿Intentaba provocar el temperamento de Liam? ¿O sólo arrastrarla hacia el borde del deseo? Dios, estaba en la Dimensión Desconocida. Respiró profundamente y cerró los ojos. Encuentra tu maldito Zen. —Ninguno hasta ahora. —Dijo Seth finalmente— Tomé una taza del café de Raine. Ya entiendo de qué va todo esto. Y me siento generoso… de momento.

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Kings of Lion aún gritaban desde su sexo, y cantaba con ellos en su cabeza, esperando que eso la distrajera. Funcionó hasta que Liam se deslizó más cerca, con su muslo pegado al de ella. Hammer se giró para preguntarle a Liam si tenía suficiente espacio… y le respiró en el cuello. Raine contuvo un gemido. ¿Cuánta sobrecarga sexual podría soportar? Como Beck había señalado en su apartamento, el BDSM no era solo sobre sexo. Pero Hammer y Liam seguro le estaban haciendo difícil pensar en otra cosa. El sol comenzó a iluminar el coche mientras la mano de Liam subía por el muslo de ella. Cada célula de su cuerpo aguantó el aire, junto con ella, esperando… Si se deslizaba e intentaba hacer que la mano de Liam se acercara a su dolorido clítoris, ¿se daría cuenta? Sí, y jamás le daría lo que deseaba. En este punto, sospechó que Hammer también lo apoyaría. Se aventuró a mirar a Liam. Él miraba al frente, pero tenía una sonrisa astuta. Maldita sea, sabía exactamente lo que le estaba haciendo. Sus dedos se arrastraron de nuevo por su muslo, esta vez llevándose la falda unos centímetros. Un pequeño jadeo atravesó los labios de ella mientras su clítoris comenzó a palpitar, rogando por su atención. A su derecha, muchos cosquilleos se arrastraron por su brazo con cada círculo que Hammer hacía sobre su muñeca. Podía imaginarse ese patrón alrededor de sus pezones antes de que él se los metiera en la boca, chupando, lamiendo, mordiendo. Soltó un suspiro tembloroso. Esa visualización no ayudaba para nada. La temperatura del coche se elevó. Todo lo que quería era arquearse contra Liam y Hammer, subirse a horcajadas sobre uno u otro… o ambos… y rogarles que la follaran. Cuando la canción finalmente llegó al final, el cantante gritó que estaba consumido por algo que estaba a punto de ocurrir, deseó como el infierno que algo ocurriera también aquí. Si no ocurría pronto, podría perder la maldita cabeza. —Seth, ¿puedes, em… bajar la calefacción? —Se las arregló para decir.

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—Caray, creo que está bastante bien así. —Beck se encogió de hombros— ¿Tienes calor o algo así, princesa? —A mí también me parece que está bien. Seth se giró para mirarla. Y cuando su mirada se dirigió a la mano de Liam en el muslo de ella, su boca se curvó en una sonrisa. —Pero el sol está saliendo. Eso calentará el coche un poco más. Así que tal vez deberíamos. Está bastante sonrojada. Si no estuviera tan excitada, estaría totalmente avergonzada. Y Seth estaba disfrutando su incomodidad inmensamente. Quiso golpearlo. —Aquí atrás hace un poco de frio. —Dijo Liam despacio— Pero si tienes calor, puedes quitarte el suéter, amor. Él tiró del dobladillo de su suéter. ¿Para qué ella terminara vistiendo nada más que una camiseta y una falda muy corta? —Estaré bien. Hammer le apretó los dedos. —Quítate el suéter. Ella le dio un suspiro de sufrimiento. Estaban decididos a exponerla por razones desconocidas. Beck y Seth estaban divirtiéndose de verla tan aturdida, pero no se imaginó que Liam y Hammer consideraran esto un chiste. Tenía que tener el ego agrandado de saber que todo esto la tenía excitada. La pregunta más grande era, ¿por qué estar expuesta mientras ellos la tocaban la excitaba tanto? Raine estaba renuente a quitarse el suéter, pero Hammer le había dado una orden directa, y ella había aceptado someterse. Así que se deshizo de la prenda roja y se la entregó a Liam. Contuvo las ganas de preguntarle si estaba ahora feliz… casi. —Gracias. Liam colocó sonriente el suéter sobre su rodilla, y luego colocó su mano sobre la rodilla de Raine otra vez, pero más alto. —Y ahora tu ropa interior. —Le exigió Hammer al oído. —¿Qué? —Jadeó ella. Hammer le contestó. —¿No oíste lo que te dije, Raine?

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Su corazón se detuvo. Parpadeó. Una mirada alrededor del coche le dijo que todos esperaban, y observaban. Por mucho que esto pusiera a Raine incómoda, todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo saltaron a la vida con necesidad. —Escuché, Señor. Él le lanzó una mirada seria. —No me hagas esperar. Dios, debía estar loca. Su interior se agitó y su coño se apretó. Y maldita sea si solo sus palabras no la ponían absolutamente húmeda. —Algo huele muy dulce aquí. —Comentó Seth, casi de modo casual. —Sí. Se me hace agua la boca. Beck hizo un fuerte ruido con los labios. Luego él la miró lascivamente desde su asiento. Esto no estaba ocurriendo. Raine cerró los ojos por un momento y se obligó a respirar para calmarse. Los dedos de Liam se deslizaron por su rodilla, jugando con la parte interna de su muslo. Y Hammer aún la miraba, expectante e impaciente. —Te estás demorando. —Murmuró Liam, deslizando su mano por completo bajo su falda. Sus dedos le rozaron el clítoris, presionando por un momento eléctrico antes de enrollarse alrededor de la cinturilla y tironear de la prenda. —Te ayudaré. Vaya. Muchas gracias. —Levanta. —Exigió Hammer, tomando el otro lado de la cinturilla. Ambos jalaron al tiempo, y salieron los pantis. Entonces, incluso ella pudo oler lo húmeda que se había puesto. —De repente me dio hambre. —Comentó Seth. Liam tomó los pantis con una sonrisa oscura y satisfecha. —Encuentra tu propia maldita comida. Raine se preguntó si podría morir de disgusto… y necesidad insatisfecha. Mirando rápidamente a los hombres a cada lado de ella, vio

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dos duras pollas apretadas entre sus pantalones. Estaban disfrutando torturándola y ejerciendo su control. ¿Por qué le gustaba esto tanto también? Se enterró las uñas en las palmas y apretó los labios. De otro modo, terminaría cediendo a la tentación de preguntarles el sentido de este pequeño ejercicio. Si lo hiciera, Hammer seguramente sacaría la mordaza, las pinzas de pezones, y quién sabe qué más tendría en los bolsillos. Si tuviera que morderse la lengua, se callaría. Junto a ella, Liam acercó sus pantis a su nariz e inhaló profundamente. Los ojos de ella se abrieron de par en par. La risa perversa de Hammer retumbó en su oído. Liam alargó el brazo frente a ella y le rozó los sensibles pezones, haciéndola gemir, mientras le entregaba la prenda a Hammer. —¿Algún problema, preciosa? —La retó Hammer, acercando los pantis a su nariz, para luego cerrar los ojos como si saboreara su olor. ¡Mierda! Ella miró fuera de la ventana. —Ninguno, Señor. —Excelente. —Él inhaló de nuevo. Liam deslizó sus dedos hacia la parte interna de su muslo una vez más. —Amor, hueles divino. —Definitivamente delicioso. —Murmuró Hammer en el oído de ella, y le regresó los pantis a Liam. ¿Podría una chica estallar de frustración sexual? Beck se abrió paso a través del fuerte tráfico de la hora pico, pero ella no tenía idea hacia dónde iban. Al momento casi ni le importó. Si el lugar tenía una cama lo suficientemente grande para que estos dos hombres la sacaran de su miseria, estaría emocionada como el infierno. Si no, esperaba al menos algo de privacidad pronto para acabar con esta necesidad. —¿Cuánto dijiste que necesitamos para llegar? —Preguntó Beck desde el lado del conductor.

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—Probablemente necesitaremos parar para llenar el depósito si es más de otros ciento veintiocho kilómetros. Hammer se inclinó hacia adelante para palmear a Beck en el hombre. —Hay que hacerlo, hombre. Con este tráfico, espero que esto dure… tres o cuatro horas. —La miró— Pero no te apresures. No tenemos prisa.

Recién pasado el mediodía, llegaron a la cabaña. Liam dio un suspiro de alivio. Beck había tomado la palabra de Hammer y condujo sin prisa. Durante esas cinco horas, él y Macen no dejaron de tocar a Raine… pero no habían estimulado ninguna parte de ella que garantizara un orgasmo. La habían controlado… en cada momento, cada kilómetro… y había sido intoxicante. El olor dulce y salado de su excitación había llenado el coche y hecho girar la cabeza de Liam, malditamente cerca de embriagarlo. Apenas pudo evitar colocarla sobre su regazo, hundir su polla rígida… diablos, toda su maldita alma… en ella, y oírla gritar por él mientras se corría como un puto volcán. Por mucho que Raine tuviera que aprender, Liam no estaba seguro sobre cuánto sería necesario para que él pudiera satisfacer algo de ello. Beck detuvo el coche, y Liam abrió la puerta, girándose para ayudar a Raine a bajarse. Salió a la fresca tarde luciendo sonrojada, inestable y completamente descentrada… exactamente como ellos la querían. Esta Raine posiblemente no podría pensar en cómo esquivarlo a él o a Hammer, mucho menos escurrirse detrás de sus muros. —¿Amor, te sientes bien? —Preguntó Liam. —Bien. Pero la voz le tembló. Su respiración no estaba muy bajo control.

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Tomando a Raine de la mano, reprimió una sonrisa y la llevó hacia la cabaña. Acercándose a ella desde el otro lado del vehículo, Hammer reclamó su mano libre. El olor de su piel impregnó la ropa de Liam y el aire. quería guardar toda esa dulzura para sí mismo. Pero ya no tenía el lujo de ser su único Dominante. Para que esta “reparación” funcionara, todo tenía que ser para Raine. Y la verdad, sencilla pero irritante, era que ella también necesitaba a Hammer. No había sido fácil ver a su viejo amigo tocarla, pero Liam no pudo negar que amaba cómo respondía a ellos de modo tan inmediato. Sus pequeños jadeos de excitación lo habían hecho sentir poderoso. Liam no dudaba que Hammer sentía lo mismo. Su hambre compartida por la misma mujer había sido muy familiar… pero totalmente diferente. A diferencia de su lazo con Juliet, esto se sentía fuerte, crudo, insaciable. Conectado. Incluso los comentarios ocasionales de Beck y Seth lo habían llenado de un extraño orgullo posesivo que jamás había sentido con ninguna otra mujer. A unos metros del coche, llegaron a la puerta principal. Liam la abrió. Raine entró en el recibidor, mirando alrededor del espacio abierto con su flameante chimenea. —Esto lo conozco. Es tu cabaña. —Sí. —Le confirmó Liam— Estabas un poco cansada y perturbada la vez que vinimos. Raine miró a Hammer evaluándolo antes de entrar en la sala. —Me gusta estar aquí. Es acogedor. —Bien. Te queremos cómoda. —Dijo Hammer, y se dirigió a Liam— Bello lugar, hombre. —Es pacífico. —Agregó Seth, a unos pasos detrás mientras cargaba algo de equipaje. Cerró el maletero de la camioneta, y los siguió. —Una vista increíble. —Agregó Beck, haciendo malabares con un par de maletas— Lo mejor, es que nadie te oirá gritar en kilómetros, princesa. Raine jadeó. —¡Beck!

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Adam, el cuidador, se apresuró de la parte de atrás de la casa para saludarlos. Tomó las maletas de Beck y Seth, y se giró hacia Liam con una sonrisa. —Bienvenidos de regreso. Ngaire les ha preparado almuerzo. He seguido sus instrucciones, y encontrará todo lo que ha pedido. Estaremos justo colina abajo. Llámeme si necesita algo. Liam le agradeció al anciano, y asintió a su complaciente y rellenita esposa. Apenas Adam distribuyó el equipaje en los dormitorios, la pareja desapareció por la puerta de atrás, para ir a su pequeña casa. —¡Me muero de hambre! —Se quejó Seth, dirigiéndose hacia la cocina— ¿Dónde está el almuerzo? Todos caminaron detrás de él. En grupo, comenzaron a sacar platos, cubiertos, y servilletas para poner la mesa. Alguien encontró una botella de vino y unas latas de cerveza. Una trucha recién horneada salió del horno, salpicada de finas hierbas. Patatas y espárragos siguieron junto con una hogaza de pan crujiente. En menos de cinco minutos, todos empezaron a comer, elogiando la cocina de Ngaire entre bocado y bocado. Pero Raine más que comer picoteó, aún retorciéndose en la silla. Una mirada alrededor de la mesa le dijo a Liam que los demás también se dieron cuenta. Cuando la comida terminó, todos recogieron y lavaron los platos. Una vez la cocina estuvo limpia, Hammer y él acompañaron a Raine al piso de arriba mientras Seth y Beck se fueron a preparar el cuarto donde comenzaría su entrenamiento. Liam abrió la puerta de la habitación principal. Con una mano en la parte baja de la espalda de Raine, la guió hacia adentro. Su maleta estaba cerca de las ventanas que daban hacia la montaña. Con una mirada hacia Hammer, quien asintió hacia él, Liam se fue hacia el baño y comenzó a llenar la bañera con agua caliente y aceites de baño. Encontró jabones de olor, champú, maquinillas de afeitar y espuma de afeitar en el mostrador de al lado junto con toallas acolchadas. Su polla saltó de solo pensar lo que tenían planeado a continuación. Satisfecho de que los cuidadores hubieran atendido cada detalle, Liam volvió a la habitación. Raine estaba junto a Hammer, viéndose bastante temblorosa. Pero no estaba ni dando marcha atrás o renunciando. Tomaría pequeñas victorias como esa y esperaría unas más grandes pronto. Raine lo miró y vio las preguntas rodando por el rostro masculino.

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—Suéltalo, amor. —Dijo Liam— ¿Qué te tiene preocupada? Ella se removió, cambiando el peso de su cuerpo de un pie a otro. Lo que rebotaba en su cabeza, no lo quería decir… un mal hábito con el que pronto acabarían. —Es sólo… noté que sólo mi maleta está aquí y me preguntaba… ella suspiró-. ¿Pretendéis dejarme sola? —Este es tu dormitorio, pero tendremos acceso a él todo el tiempo. No estarás realmente sola. —Le aseguró Hammer. —¿Pero ninguno de los dos va a dormir aquí? Hammer y él intercambiaron una mirada. No les había pedido directamente que se quedaran con ella. Pero los sorprendió que preguntara a viva voz porque tenerlos junto a ella era algo que obviamente quería. —No. —Contestó Liam suavemente. Cuando sus hombros se hundieron ella miró hacia abajo, Liam levantó su barbilla con una suave sonrisa. —Ahora no te veas tan alicaída. A veces, estarás feliz de vernos irnos para que tengas un poco de paz. Pero eso solo vendrá cuando pensemos que necesites reflexionar o descansar. —Incluso entonces, estaremos cerca y en tu cabeza, preciosa. Estaremos a tu alrededor. No te dejaremos sentir perdida o abandonada. — Prometió Hammer. Liam le acarició la mejilla. —A medida que progreses, podremos discutir otra vez los arreglos para dormir. ¿Eso contesta tu pregunta? Compresión… sin una gota de pesar… brilló en los ojos de Raine mientras asentía tentativamente. —No habrá nada de eso. —Soltó Liam con una mirada amenazadora— De ahora en adelante, usarás tus palabras. ¿Entendido? —Sí, Señor. —Susurró ella. —Bien. Hammer extendió la mano y pasó sus nudillos por su mejilla. Cerró los ojos, encontrando una franca tranquilidad en esa caricia. Viendo una alegría delicada llenarle el rostro, la esperanza de Liam brilló.

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Raine era todo un reto… entonces algunas veces podía ser tan suave y generosa. Hammer la soltó de repente. —Desnúdate. Liam escuchó la impaciencia del hombre. Macen estaba ansioso por comenzar a probar a Raine y tenerla bajo su control. Liam compartía el sentimiento. Los ojos de ella se abrieron. Parpadeó entre ellos mientras esperaban que procesara la exigencia. Finalmente, apretó los labios, con la resolución impresa en su expresión. Ahí estaba su temple. Con dedos temblorosos, Raine se quitó su ligera camiseta. Luego se desabrochó el sostén, exhibiendo sus pechos ante ellos. Liam hizo todo lo que pudo para evitar deslizar la lengua sobre el suave valle de su escote. Ella se retorció para retirarse la falda, y él vio, cautivado, cómo sus caderas se meneaban. La sangre se acumuló en su polla. Raine se quedó de pie ante ellos, bella y tensa, pareciendo como terciopelo cálido color marfil. Junto a él, Hammer acariciaba las curvas desnudas con la mirada y suspiró roncamente, luchando por contenerse. Liam lo supo no sólo por la erección que se evidenciaba en sus pantalones, sino por el palpitar de su mandíbula apretada. ¡Santo Cristo!, todas estas tareas serían un desafío al control de ambos. Finalmente, Hammer se controló y quedó de pie, alto, con la postura ancha y las manos detrás de la espalda. Liam vió la mirada de Raine dirigirse al suelo mientras él caminaba alrededor de ella, deteniéndose cuando su pecho rozaba su espalda, a sólo milímetros de su piel. —Dime lo que sientes, amor. —Nervios. —Respiró temblorosa— Inseguridad. —Buena chica. —La elogió Hammer— ¿Nos temes? —No. —Su mirada se dirigió a ambos, tranquilizándolos— Temo perder el valor, cerrarme y decepcionaros. No era la respuesta que ninguno de los dos esperaba oír, aunque en el fondo la conocían. Pero, para Raine, eso fue malditamente sincero. Liam miró a Hammer.

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—Hasta ahora has hecho un buen trabajo. Sólo sigue intentándolo. Nosotros trabajaremos en todo lo demás. —Prometió Liam— Respira profundo. Raine respiró temblorosamente, y soltó el aire, pareciendo más calmada. —Gracias. Hammer se acercó más, ubicándose en el espacio personal de ella. —Estoy seguro que estás nerviosa porque no sabes qué espera. Así que te lo explicaremos ahora. Nos dirás “Señor” cuando respondas. ¿Entendido? —Sí, Señor. Su mirada bajó de nuevo. —Muy bien. —Liam besó su hombro desnudo— Te arrodillarás cuando entremos a una habitación y te mantendrás así hasta que te digamos lo contrario. ¿Está claro? Raine comenzó a asentir, pero se detuvo. —Sí, Señor. —Maravilloso, amor. —Murmuró Liam— Vamos a la bañera. Luego hablaremos más. —¿Por qué? —Ella arrugó la frente— Me duché esta mañana. Con un suspiro, Liam se dobló y levantó a Raine sobre su hombro, y se giró, poniendo su culo directamente frente a Hammer. De inmediato, Macen azotó ambas nalgas, una detrás de la otra. Ella gritó. —No te preguntamos si estabas limpia o si querías un baño. —Señaló Hammer— Nosotros te queremos en la bañera. Es todo lo que tienes que saber. —Y no me hablaste apropiadamente, Raine. —Le recordó Liam mientras andaba hacia el baño, y la dejaba sobre sus pies— ¿Qué dices? —Sí, Señor. Lo siento, Señor. Ella tragó y él pudo ver la preocupación retorciendo su expresión. No podían dejar que sus dudas se enconaran, especialmente tan pronto. Hora de calmarla. Cada uno tomó uno de los brazos de Raine para mantenerla equilibrada mientras la ayudaban entrar en la bañera.

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Cuando el agua tibia le envolvió los pies, ella suspiró. El olor a romero y lavanda se elevaron junto con el vapor. —Siéntate. —Le ordenó Hammer. Raine se metió en el agua suave e incitante y se sentó quieta mientras ellos se quitaban las chaquetas y camisas, y dejaron toda su ropa en el respaldo de la silla del tocador. —Recuéstate. Cierra los ojos. Te vamos a cuidar. —Le prometió Liam mientras se arrodillaba junto a la bañera. Él esperó hasta que ella obedeció y un pequeño suspiro escapó de la boca de Raine. Algo de tensión abandonó su cuerpo. —Te ves hermosa. —Susurró él en su oído— Ahora separa los muslos y dinos lo que piensas que es la sumisión. Sus ojos se abrieron y lo miró como si le hubiera pedido que le explicara física cuántica. —¿Disculpa, Señor? —Bien, intentemos una orden a la vez. Al otro lado de la bañera, Hammer metió una mano en el agua y tomó uno de sus tobillos. —¿Tienes dificultades para interpretar lo que queremos decir con “separa los muslos”? El calor del agua le había hecho sonrojar, pero se puso algo cercano al rojo ahora. —No, Señor. Al ver que no se movía, Hammer elevó una ceja. —¿Necesito decirte que lo hagas ahora? —No, Señor. Pero es un poco vergonzoso. Sé que lo has visto todo. Es sólo… aunque es una petición normal que un Dominante le hace a una sumisa, se siente extraño mostrarme ante vosotros dos. Liam le tomó la barbilla y le giró el rostro para verlo con el ceño fruncido. —No hay una sola parte de tu cuerpo con la que no esté íntimamente familiarizado y que no me haya complacido. No hay duda que es lo mismo para Hammer. No nos estás mostrando todo; nos estás mostrando lo que es nuestro. Ahora haz lo que te dijo.

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—Sí, Señor. Su voz tembló, pero ella levantó una pierna en el borde de la bañera. Hammer guió la otra para dejarla totalmente abierta. Raine se tensó, sus ojos azules rogaban en silencio por su aprobación. —Tan malditamente hermosa. —Dijo Hammer roncamente mientras él movía sus dedos hacia arriba para tomar la parte interna de su muslo— Ahora contesta la segunda parte de la pregunta. Ella jadeó suavemente, mirando a Hammer acercándose a sus pliegues resbaladizos. Su mirada se movió hacia el rostro de Liam, ansioso y fuerte. —Dinos qué piensas, amor. —La invitó Liam. —Um… Señor. Él me está tocando, y tú estás mirando. —Raine parecía como si buscara las palabras— ¿Te parece bien? —¿Parecía molesto cuando Hammer te tocaba en el coche? — Preguntó él. —No, Señor. —¿No te prometimos no pelear ni estar en desacuerdo? La comprensión le inundó la mirada. —Sí, Señor. —Bien. Si piensas que aprenderás a someterte y abrirte sin que te toquemos donde sea y en todos los lugares, Raine, estás loca. —Oh. —Su exhalación llegó directo a su polla— Entonces… ¿Habrá sexo, Señor? —Esa opción no está fuera de discusión, pero depende de ti. Tu comportamiento y progreso dictará nuestras decisiones. El alivio y emoción le cubrieron el rostro a Raine, y un sentido de triunfo de saber que los deseaba a los dos se metió entre sus venas. Sí, eso significaba tener que compartirla con Hammer, pero acogió la oportunidad de tocarla de nuevo. Estaba desesperado por ver cuán lejos podrían enviarla en el placer. —Ahora contesta la maldita pregunta. —Exigió Hammer— Si tenemos que hacerla otra vez, saldrás de esa bañera directo a mis rodillas. —Sumisión… bien… Raine asintió y vaciló, claramente organizando sus ideas.

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—Sé que es un intercambio de poder. Entiendo que debo entregarme a vosotros y confiar que me elogiareis y castigareis cuando sea necesario. — arrugó la frente— He sentido la necesidad de complaceros a los dos, aunque en distintas maneras. Decepcionaros lastima algo dentro de mí. Liam, la última vez que estuvimos aquí, sentí algo tanto doloroso como asombroso. Cuando hablamos de mi niñez. ¿Recuerdas? Soltar todo eso fue difícil, pero supe que podría lastimarme más negarme a hablar. Recuerdo mirarte y esperar a que me atraparas. Agradecí tanto que lo hicieras. Y me sentí tuya. —Siento un “pero” aquí. Prosigue. —La instó Liam. —Pero he visto muchas cosas en Shadows y he visto a otros hacer escenas. Es confuso. Muchas clases diferentes de Dominantes y sumisos. He visto castigos brutales por la infracción más pequeña. Y he visto casi ninguna clase de disciplina por comportamientos increíblemente caprichosos. Y he visto mucho sexo… tierno, fuerte, extraño, hermoso. Pero tengo dificultades uniendo todo eso en mi cabeza y darme cuenta que todo eso es sumisión. Conozco mis deseos e impulsos, pero no sé si son incorrectos. —Frunció el ceño, y pareció recordar algo— Señor. Liam exhaló. Su mirada estaba tan dispersa. ¿Por qué no había preguntado eso antes? Si lo hubiera hecho, hubiera comenzado de cero cuando le puso el collar. Claro, no la conocía bien en ese momento. Desde entonces, Raine no había hablado con él o se había abierto como era debido. Pero asumió que su comprensión del intercambio de poder era más profunda. —Sé que expresar eso con palabras fue difícil para ti. Gracias, amor. Se inclinó, tomando su rostro en las manos, y tomó su boca en un ardiente beso. Raine rindió sus labios a él, abriéndolos y permitiéndole hundirse en ella. Ella se aferró, envolviendo las manos en su cuello, tan receptiva. Su dulzura lo intoxicó. Liam gimió, alguna parte de él deseo poder pasar todo el día solo adorando esa boca. La otra parte de él se dio cuenta que tenían trabajo que hacer. Alejándose, besó la nariz de ella, y buscó el champú. Ella parpadeó, y miró a Hammer. —Lo que dije… ¿Eso no estuvo mal?

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—No, preciosa. Hoy, no hay respuestas buenas o malas. Tienes mucho que aprender, pero para eso es que estamos aquí. Estoy orgulloso de tu sinceridad. Se inclinó y la tomó del cabello inclinando la cabeza para que sus labios se cernieran sobre los de ella. Compartieron un momento silencioso antes de que Macen tomara su boca, devorando y premiando al mismo tiempo. Liam no pudo pensar ahora sobre qué sentía al respecto. Si lo hacía, su corazón se rompería. En cambio, miró, concentrado en cómo Raine se abría, floreciendo bajo su atención. Este baño estaba cumpliendo su propósito… mostrarle lo bueno que podía ser todo si lo permitía. Deleitarse en el amor que tal vez jamás le daría sería sólo postergar el golpe. Cuando Hammer se retiró, Raine sonrió suavemente. Entonces miró a Liam, y su corazón se detuvo cuando sus miradas se fijaron. Ella le sonrió con curiosidad, y él le dio la tranquilidad que buscaba. Le contestó del mismo modo. Maldita sea, si ella no brillaba, se deleitaba en su afecto, aparentemente en paz. Cuando ella bajó la mirada, esa sonrisa brilló mucho más. Luego lo miró a través de sus pestañas oscuras, con los ojos azules brillando. Liam esperaba como el infierno que estuviera realmente lista para abrirse y ser completa… y que aún le quisiera después. —Echa la cabeza hacia atrás para lavarte el cabello. —Sí, Señor. Raine obedeció cerrando los ojos. Tomó la manguera de la bañera de la base. El chorro de agua salió. La instó a echarse hacia atrás, apoyando su cuello con la mano. Lenta y deliberadamente, mojó su cabello de ébano, y echó una gota de champú floral en la cima. Liam metió los dedos entre los mechones y masajeó el cuero cabelludo hasta hacerla gemir de dicha. No pudo negar cuánto disfrutaba que Raine se pusiera a su cuidado. Mientras tanto, Hammer pasó una esponja enjabonada por las piernas de ella, sobre su vientre. Él enjabonó sus hombros, los pechos, arrastrando la esponja lentamente hacia sus pezones. La respiración de ella se detuvo. Liam miró, retirando con el pulgar la espuma que se arrastraban hacia su frente. De nuevo, hizo lo suyo, esta vez masajeando su cuello, retirando la tensión antes de enjuagarle el cabello.

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Ella no abrió los ojos ni se encogió ni una sola vez. En ese momento, les dio toda su confianza. Eso hizo que Liam ardiera mucho más. —Lo has hecho muy bien, amor. Le besó la frente. —Gracias, Señor. Eso se sintió bien. —Ronroneó. —Ahora levántate, preciosa. Es hora de afeitar esa pequeña franja que te has dejado. Hammer extendió la mano. Ella frunció el ceño. —Pensé que sería divertido tenerla. ¿No te gusta? —No. —¿Por qué no? —La confusión le unió las cejas. —Porque cuando pase la lengua por tu coñito, lo quiero desnudo. ¿Es esa una buena razón para ti, preciosa? —Oh. E- Está bien, Señor. Raine se sonrojó y deslizó sus delgados dedos en la mano de Hammer, levantándose como una diosa entre el agua. Su cabello largo y oscuro goteaba sobre la parte baja de su espalda. Las gotas se mezclaban en sus muslos. Tragando fuertemente, Liam pasó las manos por su fino trasero y le tomó las caderas, manteniéndola estable. Vió a Hammer verter una nube de espuma blanca sobre sus dedos antes de pintar el oscuro vello púbico. La mirada del hombre se fijó sobre el dulce coño a centímetros de su rostro. Liam no dudó que Macen quiso deslizar sus dedos entre los sedosos pliegues de Raine y quedarse ahí. Las fosas de Hammer se dilataron mientras pasaba la maquinilla sobre la algodonada espuma. —Qué coño más bonito, Raine. Tan suave y resbaladizo. Está húmedo con algo más que agua. ¿Cierto? Liam la sintió temblar. La calmó, acariciándole los muslos, rozando las puntas de los dedos por la sensible piel detrás de sus rodillas. —Contéstale, amor. —Sí, Señor. Raine se ahogó, sin poder mirarlos. —Buena chica. No sientas vergüenza. Nos gustas excitada.

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Hammer dejó un beso en su cadera antes de enjuagar la maquinilla en el agua y afeitó otra franja de espuma. —Abre más las piernas. Deslizando la mano por la parte interna de su muslo, Liam le separó las piernas, ayudándola a balancear un pie en el borde de la bañera. Hammer empapó la hinchada apertura de su coño con la manguera. Ella jadeó mientras el chorro le rozaba el clítoris. Un momento después, él pasó el pulgar sobre su monte ahora desnudo, tan cerca a su botón sensible. —Terminamos, preciosa. —Dijo con voz gruesa. Pero ninguno se movió. Cristo, Liam sintió el calor que emanaba de en medio de las piernas de ella y se inclinó para pasar sus labios en los firmes globos de su trasero. El olor de su coño le llenó la nariz y le hizo agua la boca. Joder, ella aniquiló su autocontrol. Él había estado dentro de ella por última vez hace apenas tres días. Pero le parecieron una eternidad. Liam pudo ver que Hammer tampoco se estaba conteniendo mucho. Su mirada aún no dejaba el coño de Raine. Gotas de sudor habían salido de la frente y las sienes del hombre. Raine jadeó, sus pequeñas respiraciones les decían exactamente cuánto los deseaba. Liam miró el aceite de baño más cercano antes de mirar el trasero de Raine de nuevo, recordando muy bien lo cómoda y perfecta que se sentía alrededor de su polla. Y como si se hubieran quedado agachados ahí por mucho tiempo, no dudó que ambos estarían enterrados en ella en los próximos dos minutos. Aunque le encantaba la sensación caliente y apretada de Raine a su alrededor, no podían permitirle creer que su tiempo en la cabaña se trataba de cualquier cosa diferente a su crecimiento. El sexo, si llegaba, sería la recompensa por su abierta y sincera sumisión… nada menos. —Pienso que es hora de secar a Raine. —Gruñó Liam entre los dientes apretados mientras se alejaba. Hammer giró la cabeza hacia Liam, y pudo ver al hombre luchando por algo de control antes de dar un paso atrás. —Sí, hora de tomar aire fresco. —No estaría más de acuerdo. —Bien, traeré su maldita ropa. Las manos de Liam temblaron mientras desdoblaba la toalla e intentaba cubrir a Raine.

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—Gracias, Señor. Ella la tomó de su agarre, y se inclinó para cubrirse el húmedo cabello … dejando su cuerpo totalmente desnudo. Bueno, diablos. Liam casi envidiaba la tarea de Macen de buscar en su maleta. —¡Apúrate, hombre! —Gritó él. —Estoy en ello. —Gritó Hammer como contestación. Raine intentó aguantar la risa, pero fracasó. —¿Tienes algo que decir? —Le preguntó Liam agudamente. Ella apretó los labios, suprimiendo su diversión. —No, Señor. Disfruté mi baño. Espero que tú también. —Zorra. —Le palmeó el trasero— Fuera de la bañera. Respirando profundamente, tomó su mano y el codo para ayudarla a salir. En el segundo que se paró en la acolchada alfombra al lado de la bañera, la soltó. —Hammer, ¿dónde estás con la ropa? El hombre entró en el baño. —Estoy justo… Macen dejó salir un profundo suspiro, devorándola con la mirada de pies a cabeza. —Joder. Hacia allá se dirigía todo esto, bien. Liam buscó en el mostrador y tomó otra toalla, entregándosela a Raine. —Sécate… vamos a salir por un momento. Tienes tiempo para peinarte y maquillarte. Deja la puerta del baño abierta. No puedes tocarte. —Sí, Señor. Una sonrisa coqueta le adornó los labios mientras ella tomaba la toalla y la abría. Suspirando temblorosamente, se giró y tomó a Hammer del brazo. —Vámonos. Su viejo amigo no discutió. Dejó un puñado de encaje negro sobre el mostrador, y salió de la estancia.

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Hammer lo llevó hacia el dormitorio en un segundo, pero Liam señaló la puerta del balcón primero, forcejeando y maldiciendo la cerradura hasta que se abrió. Con un gruñido de alivio, salió. Macen lo siguió. De inmediato, el frio del invierno los golpeó con una poderosa ráfaga mientras apreciaban las amplias vistas de las montañas cubiertas de pinos. Era ya hora de nevar, y ahora eso se sintió malditamente bien. —Esto es mejor que una ducha fría. —Dijo Hammer. —Lo es. No extrañaré mi camisa por un par de horas. —Necesitaré ese tiempo para que la sangre deje mi polla. —Gruñó él. —No será fácil. Se rió de nosotros, hombre. Se rió como una niña. —Lo agregaremos a su lista de infracciones. Liam le lanzó a Hammer una mirada dudosa. —¿Y cuál de nosotros va a azotarla sin perder el control? Hammer hizo una mueca. —¿Beck? —Ese cretino escurridizo no la va a tocar. —Lo sé. Estaremos más controlados después de cenar. Liam descansó los brazos en la baranda junto a su amigo, con la cabeza agachada. —Tenemos que estarlo. Hammer atrapó su mirada. —Está respondiendo. —No puedo negarlo. Y, ¿no era eso una espada de doble filo? —¿Estás bien con eso? —Si aprende a abrirse, entonces es lo mejor para ella. Liam se encogió de hombros. —No hay nada más que decir. Macen le palmeó el hombro.

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—Sé que es difícil para ti, pero respeto lo que estás haciendo por Raine. Un par de respuestas feas le vinieron a la mente, casi de inmediato. Liam las reprimió. La hostilidad no tenía lugar ahora. Si estaba siendo sincero, por mas difícil que fuera ver a Hammer tocar a Raine, también encontraba un gran consuelo por tener a su amigo de vuelta. —Gracias. Busquemos algo de café. Una vez esté vestida, enviaremos a Seth para que se asegure de que no use sus dedos para apagar el fuego. —La mejor idea que has tenido todo el día. Porque este baño... — Sacudió la cabeza— Fue un ejercicio malditamente difícil respecto al control. Liam sonrió. —Cierra tu quejumbroso hocico y vámonos.

Bajo las luces del tocador en el baño principal, Raine guiaba su pequeño cepillo a través de sus pestañas, aplicándose el rímel en un estado de aturdimiento. Decir que hoy había sido asombroso era como decir que el polo norte era frio. Liam y Hammer la habían dominado… y tocado… al mismo tiempo. No había nadie sangrando o amoratado, gritando o lanzando puñetazos. No comenzó la siguiente guerra mundial. De hecho, parecían haber disfrutado cuidándola juntos. Liam y Hammer habían sido amigos una vez, pero la mayor parte del tiempo ella había visto en ellos una mezcla entre agua y aceite hasta hoy. Seguro, se comportaron civilizadamente antes de que Liam le hubiera puesto el collar, pero el distanciamiento de Hammer se había extendido a su mejor amigo, y ella había presenciado la frustración y el dolor de Liam.

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Hoy todo había sido diferente, y Raine no pudo definir la razón. Sí, habían acordado poner a un lado sus diferencias para ayudarla, pero su compenetración no se sentía ahora como un compromiso forzado. Se sentía como una camaradería, como si hubieran llegado a una cómoda hermandad. Cerrando el rímel de modo ausente, se acercó al espejo y vio su apariencia. Estaba haciendo acopio de todo su valor para la cena. Los rizos oscuros enmarcaban sus sonrojadas mejillas y llegaban hasta sus pechos. Un brillo rojo iluminaba sus labios ligeramente hinchados. En el espejo, vio lo mismo, pero todo por dentro se sentía en carne viva, confusa, anhelante. Diferente. La necesidad que ellos habían despertado respiró justo bajo su piel, yaciendo en espera de lanzarla de nuevo en un doloroso deseo con la siguiente caricia de los dos. Era un milagro que no hubiera suplicado por alivio. ¿Cómo sería pasar cada día entre ellos, envuelta en su cuidado, siendo el centro de sus vidas? Sonaba ridículo… en gran parte porque lo era… pero era su fantasía. De ningún modo pudo negar lo perfectamente feliz y completa que la hacía sentir todo lo que habían hecho hoy. Mas valía disfrutarlo porque probablemente no duraría. —¡Raine, hora de cenar! —Gritó Seth desde las escaleras. —Ya salgo. —Contestó ella, colocando el maquillaje en su sitio y apagando su plancha rizadora de pelo. En realidad no tenía hambre, pero cuando el atento Dominante la había dejado hace unos minutos para ver la comida, Raine se dio cuenta que no tendría mucho para pensar sola. Qué bueno saber que algo de este día había sido predecible. Raine salió del dormitorio, sus pies descalzos golpeteaban las escaleras. El olor de algo delicioso flotó en el aire, y un pequeño gruñido de su estomago la sorprendió. Como raro, no había comido casi en todo el día… demasiado aturdida para comerse el gran desayuno que había preparado y demasiado confundida para hacer algo más que mordisquear el almuerzo. La ansiedad y excitación hirviendo dentro de ella podrían tal vez matar su apetito también para la cena. Pero si pasaba la noche rodeada por Hammer y Liam, envuelta en su afecto, realmente no le importaría.

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Desde la cocina, oyó a Beck riéndose ruidosamente y suspiró. Así que la cena no iba a ser una velada para tres. No tenía idea de qué intenciones tenían, pero ya que Hammer y Liam habían “pedido” que se pusiera este babydoll negro con transparencias, Raine había tenido sus sospechas. Genial, más provocación sexual. ¿Cómo diablos iba a sobrevivir tan siquiera un minuto más sintiéndose como una bomba de tiempo orgásmica? Jalando hacia abajo el encaje que le cosquilleaba el borde de sus muslos, echó a un lado su incomodidad. ¿Por qué no le dieron un maldito pijama de franela? Respirando profundamente, Raine giró la esquina hacia la cocina y se detuvo. Los cuatro Dominantes se pusieron de pie, haciendo rechinar las sillas contra la madera. Sintió cada mirada sobre ella, devorando su expuesta piel, y se forzó a mantener la cabeza en alto y los hombros cuadrados… e ignorar ese revoloteo dentro de ella. Raine levantó la cara. —Hola. Liam arqueó una ceja. —Señores. —Agregó de inmediato. Se había portado de modo casual por tanto tiempo, que tenía dificultades recordando su protocolo. Liam le sonrió antes de ofrecerle la mano y guiarla hacia la silla vacía entre Hammer y él. —Te ves adorable, niña. —Suculenta. —Susurró Macen en su oído mientras se sentaba— Ya sé qué hay de postre. Mientras los otros hombres tomaron de nuevo asiento, el calor se le subió a la cara. Le envió a Liam una delicada mueca. —Hammer… Él se rió. Los hombres se sentaron a la mesa y colocaron la comida que la esposa del cuidador había preparado. Todo se veía bien, pero Raine aún tenía el ceño fruncido. —Hubiera sido un gusto para mí cocinar. —Nos gusta cuando lo haces. —Dijo Hammer— Pero te necesitamos concentrada, no desapareciendo en la cocina.

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—Además… Liam deslizó su mano por el muslo femenino, con sus dedos cerca de su sedosa tanga. —Necesitas ahorrar energías. La respiración de Raine se detuvo. Lo miró con cara interrogante. Él la miró con ardor. Se removió en su silla, preguntándose cómo iba a lograr soportar esta comida. —Entonces, princesa. ¿Disfrutaste tu baño? —Le preguntó Beck con una sonrisa perversa. Estaba siendo un idiota. Le contestó con una dulzura empalagosa. —Estuvo bien, Señor. —¿Sólo bien? —La provocó Hammer mientras colocaba un rollo crujiente en su plato. se aguantó las ganas de lanzárselo. —Bien. Adorable. Disfrutable. Paseando los dedos a lo largo del brazo de Raine, Liam sonrió mientras a ella se le ponía la piel de gallina. —Yo diría que fue asombroso. Una experiencia digna de repetirse. —Muy pronto. —Sonrió Hammer mientras llenaba el plato de ella con pollo y arroz. Los hombres comieron con gusto, y bebieron cerveza. Raine paseaba la comida a través del plato y bebía su vino, el apetito que había tenido hace unos minutos era ahora sólo un recuerdo. ¿Qué le traería los próximos días? Y, ¿cómo los sobreviviría? ¿Habrá un orgasmo en el futuro? —No sabía que tenías este lugar, Liam. —Dijo Seth ante tanto silencio— ¿Vienes aquí mucho? ¿Esquías en invierno y vas al lago en verano? —Lo heredé el año pasado, pero espero visitarlo con más frecuencia. Raine escuchó a medias hasta que Liam rozó con los dedos la seda que le cubría el sexo. Un arco eléctrico danzó a través de su cuerpo. Un dolor feroz le siguió. Se aferró a la mesa.

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Maldición, había estado al borde todo el día. Había luchado por tener un descanso. Un gemido le taponó la garganta y apenas pudo contenerlo. —No estás comiendo, preciosa. —Le sonrió Hammer, con ojos traviesos— ¿Pasa algo malo? —No, Señor. Bajo su mirada atenta, tomó un trozo de pollo y se obligó a masticar. Liam le acarició el muslo, y se retiró de la mesa. Sin advertencia, la alzó sobre su regazo. —No estoy seguro de creerla. ¿Tú la crees, Hammer? Raine tragó fuertemente, sintiéndose encendida y acalorada. Iban a abrir sus pensamientos, y todo en lo que podía concentrarse era en las caricias de ambos y sus ardientes miradas desnudándola, con el calor de Liam cubriéndola y su acerada erección empujando su muslo. —No. Ayudémosla. Macen pasó los dedos por la pantorrilla de ella. Intentó no gemir. Después de cortar un rollo humeante cubierto de mantequilla derretida, Liam levantó un pedazo para animarla a que abriera la boca. Cuando lo hizo, deslizó el bocado en su boca, sus dedos se detuvieron sobre los labios de Raine, urgiéndola a que los lamiera hasta dejarlos limpios. Su mirada oscura la mantuvo cautiva, y Raine se hundió. Él la ancló en sus brazos fuertes, dándole tanto ternura como sexo rezumante. Se aferró, chupando las yemas de sus dedos, sintiendo la sal de su piel. Hammer movió su plato junto a Liam y se deslizó más cerca, ocupando la silla de Raine. Mientras el calor de su cuerpo la asaltaba, buscó en la ensaladera y sacó un buen trozo de pepino, cubierto de aderezo. —Abre para mí, preciosa. —Le ordenó Hammer. Mientras ella se inclinaba, con los labios abiertos, una gota de crema le cayó en el hueco de su escote, salpicando la pálida piel. Los ojos de él ardieron mientras colocaba el vegetal en su lengua. Luego se inclinó y lamió la gota de aderezo de la piel de ella, con sus labios rozando la curva de sus pechos hasta que mordió la turgente cresta a través del encaje y chupó fuerte. Liam se tragó el gemido de Raine al fundir sus labios sobre los de ella y dominar su boca, enredando sus dedos en el cabello oscuro.

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El cuerpo de Raine ardió. Su corazón rugió en sus oídos… pero aún podía oír a Beck gruñir desde el otro lado de la mesa. —Santa mierda. —Murmuró Seth. Hammer dirigió su atención hacia el otro pezón, dejando el primer botón duro y dolorido y anhelante bajo la tela. Se arqueó hacia él, y envolvió la mano alrededor de la nuca de Liam, acercándolo más y perdiéndose en su beso. Se alejó y codeó a Macen en el hombro. —Necesita comer. La comida era lo último en la mente de Raine. Con un breve asentimiento, Hammer la colocó sobre su regazo. Su erección empujaba el trasero de ella, tan dura como la de Liam. Recostada contra el gran pecho de él, Macen presionó más cerca, con su febril calor rodeándola. Todavía estaba temblando. Raine parpadeó para ver sus ojos castaños. La respiración de él era ronca. La miraba como si fuera el tesoro que jamás esperó encontrar. Liam le tomó la barbilla a Raine y le giró el rostro hacia él. —Toma un bocado, amor. Mientras sostenía un trozo de piña entre los dedos, Raine abrió los labios, mordiendo la suculenta fruta. El jugo le salpicó los labios, cayendo sobre su barbilla mientras Liam se inclinó, deslizando su lengua a lo largo del dulce camino antes de reclamar sus labios para otro exigente beso. Hammer le tomó la cadera, sus dedos paseando sobre la curva de su trasero. Pudo sentir su mirada quemándola. —Así es. Entrégate a nosotros. Siénteme. Ábrete para él. Déjanos cuidarte. —Por favor. —Susurró cuando Liam se separó de ella— Más. Dios, no podían dejarla así. Pero aparentemente, planeaban hacerlo porque pasaron el resto de la cena pasándosela entre ellos. Entre bocados de pollo, ensalada, pan y fruta, la acariciaron, le susurraron al oído, la excitaron como el infierno. Se bebió su vino y su mente corría, rondando sobre una sola idea: lo perfecto que eso se sentía. Cuando los platos de los hombres estuvieron vacíos, y había comido lo suficiente para que su estomago dejara de gruñir, Hammer se puso de pie. —Quédate con Seth y Beck. Te darán instrucciones en unos minutos.

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—Sí, Señor. ¿Qué más podía decir? Sospechaba que querían comenzar el trabajo para el que la habían traído aquí. Raine deseaba y necesitaba terminarlo. Pero estaría mintiendo si no admitía que toda la idea la tenía terriblemente nerviosa. Pero se negaba a decepcionarlos o a seguir existiendo como una lisiada emocional. Se mordió el labio mientras los veía irse. —¿Cómo vas hasta ahora, princesa? Beck se inclinó y puso los codos sobre la mesa. —Estoy bien. —Oyó inestabilidad en su propia voz. Seth negó con la cabeza, y miró a Beck con molestia. —Comencemos otra vez, Raine. —Gruñó Beck con la voz en modo Dominante— ¿Qué pasa detrás de esos lindos ojos azules? Estas aquí para abrirte. Hazlo, pues. Beck y Seth la miraron atentos, y no pudo evitar sentirse como un insecto bajo un microscopio. —No sé por dónde empezar. Tengo todos estos sentimientos y preguntas… y todas estas ideas locas. Y todo esto me está desquiciando. —Esos dos no te han dado exactamente mucha paz hoy para poder pensar las cosas. Beck sonrió. —Por supuesto. Es a propósito. —Claro. —Dijo Raine con cautela, rodando los ojos. —¿Cómo esperabas sentirte? —Preguntó Seth. —No lo sé. Todo ocurrió demasiado rápido esta mañana. Cuando acepté su oferta, no tuve tiempo de visualizar mucho. Pero esto es como un sueño. Sigo esperando despertar y encontrarme miserable y sola otra vez. Porque cuando estoy con ellos, todo está bien en mi mundo. —Así es como debe sentirse. —Le sonrió Seth— Haz tus preguntas. Un millón de ellas le rondaron por la cabeza. —No sé exactamente por qué están haciendo esto. Me han dicho lo que creen que quiero oír, pero… Liam me dice que me ama, y creo que

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algún día me querrá de regreso, pero Hammer me trató como su hermana por seis años, así que… —¿O sea menos la noche que te folló por completo? —La cortó Beck. Raine cruzó los brazos sobre su pecho y suspiró. —Excepto esa noche. Pero lo has visto hacerlo. Sabes lo que digo. ¿Cuántas otras mujeres se llevó a la cama mientras yo estaba ahí a la vista? Él actuó como si yo fuera invisible hasta que Liam se interesó en mí. —Oh, princesa. Para Hammer fuiste muchas cosas, pero jamás invisible. Ese hombre te ama. Ella se inclinó hacia atrás y frunció el ceño. —No. Él… —Te ama. —Insistió Beck. Tanto la alegría como el terror brillaron a través de ella ante la respuesta enfática de aquel sádico. Pero, esa duda sobre sí misma pudo arrastrarse dentro de ella otra vez. —Le importo, pero… —¿Le importas? —Dijo Beck con desagrado— ¿Piensas que Hammer es la clase de hombre que se ocupa de cada niño abandonado que se le cruza por delante? ¿Crees que alberga cada niña perdida y la lleva a doctores y les brinda ayuda, dinero y apoyo? Te dio casi todo lo que necesitabas, princesa. —Se rió amargamente— Mierda, cuando Liam te trajo por primera vez, debiste ver a Hammer enroscado en la cama con tu ropa e inhalando tu olor, como si eso te fuera a traer de regreso. Cuando te fuiste de Shadows hace unos días, sonaba listo para incendiar todo el planeta para encontrarte. ¿Y piensas que sólo le importas? Raine, crece. —Liam te ama también. —Dijo Seth en voz baja— Si te cuesta creerlo, deja de hacerlo. He conocido a O’Neill por mucho tiempo. Me tomó menos de dos minutos viendo a ese hombre contigo para ver que lo eres todo para él. Sus palabras la golpearon fuertemente en el pecho. Tal vez tenían razón. Liam y Hammer no dejarían a un lado su conflicto y dejarlo todo para ayudarla si simplemente les importara. Raine respiró temblorosamente y cerró los ojos. Las lágrimas la amenazaron.

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—No sé porqué me amarían. Yo les he complicado la vida. Hammer prácticamente tuvo que terminar de criarme, y Liam lo ha intentado tanto… he luchado. Me he escondido. Les he mentido. —Deja de castigarte. —Seth le tomó la mano— Ahora estás haciendo lo correcto. Eso es lo que importa. —Espero que no sea demasiado tarde. Hasta hoy, estaba convencida de que había destruido su amistad. Pero verlos juntos así… Raine buscó las palabras correctas. —Así es como debería ser su vínculo. —Tienes razón. —Asintió Seth. —Totalmente de acuerdo. —Agregó Beck— Todos estos disgustos me tienen cansado como la mierda, especialmente porque pienso, muy en el fondo, que ellos quieren la misma maldita cosa. Debiste haber visto la cocina después del día de Acción de Gracias. —La vi. ¿Qué diablos fue eso? —Lenguaje. Seth levantó una ceja. Raine bajó la mirada. —Disculpa, Señor. —Creo que eso fue ellos intentando arreglar sus cosas. Beck se encogió de hombros. —Lanzar platos es de maricas, y si Hammer no hubiera estado tan alterado, se lo hubiera dicho. Pero su amistad no estaba bien incluso antes de que tú aparecieras, princesa. —Hammer me dijo que no me sintiera responsable de ello, pero jamás me lo explicaron así que… —No le creíste. —Beck completó la frase. —No. —Admitió ella— Pero lo que vi hoy… me asombró. Antes de hoy, hubiera dicho que era imposible que compartieran una mujer de nuevo. Pero sus acciones juntas eran tan completas. El uno seguía donde el otro paraba. Están tan en sintonía, es como si pudieran leer la mente del otro. Funcionan como si fueran dos mitades de un todo. Como si… hubieran nacido de esa manera. La culpa de que los hubiera indispuesto entre ellos por tanto tiempo…

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—Detente ahí. —Exigió Seth— Eso fue por mano de ellos y problema de ellos. Concéntrate en ti por un minuto. ¿Cómo te hace sentir estar con los dos? —Centrada por primera vez en mi vida. Segura. Protegida. Feliz. Sacudió la cabeza, aún buscando las palabras correctas para expresarse. —No me malinterpretéis. Cada mirada, cada caricia y cada susurro me tomaron por sorpresa. Pero con ellos es tan perfecto. No quiero renunciar a esto jamás. Juliet debió ser la mujer más afortunada del mundo. —No me lo parece. Ella tenía problemas. Seth hizo una pausa. Su rostro reflejó algo de amargura. —Diablos, ella era el problema. —¿No te caía bien? —Eso sorprendió a Raine. Hammer había amado a Juliet lo suficiente para llorarla durante años… a su modo. Liam… no estaba segura exactamente de lo que sentía por esa mujer. —No mucho. —Seth no lo dudó al contestar— Ella no tenía temple. No como tú. —Algunas veces, tengo demasiado. —Farfulló Raine y miró culpable a Beck. El doctor sólo se rió. —Eso en verdad es algo bueno, princesa. Créeme. —Lo necesitarás con esos dos. —Dijo Seth— ¿Qué quieres obtener con esto? —¿Qué quiero de esto? —Al ver a ambos hombres asentir, suspiró— Empecé esto para crecer, aprender a abrirme con alguien y no intentar protegerme todo el tiempo. —Estás siendo bastante malditamente sincera ahora. —Señaló él. —Porque no puedo volver a ser miserable. Y no te ofendas, pero contigo puedo hablar porque no tengo el corazón involucrado. —No te preocupes. —Beck se encogió de hombros. —Además, supongo que os dejaron aquí como mi grupo de apoyo. —Chica lista. —Dijo Seth.

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—Sip. —Asintió Beck— Si necesitas ayuda, estamos aquí. Y con gusto estaremos dispuestos a golpear a Hammer y a Liam en la cabeza si es necesario. Pero también te aconsejaremos sobre las dudas que tengas respecto a ellos. —Estoy realmente agradecida por la ayuda, chicos. Gracias. —¿Entonces tu meta es simplemente dejar de ser infeliz? —Dijo Beck— ¿No quieres nada más en tu tiempo con Liam y Hammer? —Ayer no. Hoy… me temo que lo que quiero es más bien como castillos en el aire. Sé que vosotros dijisteis que era posible, Beck, pero aún pienso que debería ir a comprarle un puente a alguien en la calle. —No es descabellado. Dilo, princesa. —Los quiero. Siempre. —Admitió suavemente— Aún pienso que suena loco. Pero hoy, parecían felices. Parte de mi insiste en que podría funcionar. Pero lo intentaron con Juliet y no ocurrió. —Es diferente. Tú eres diferente a Juliet. Ellos tampoco son los mismos. Liam y Hammer ahora son más fuertes y están más sintonizados. Raine digirió esas palabras. —¿No eran así con Juliet? —No. No tan… íntimos. Hammer es más suave. Liam es más posesivo. —Seth buscó las palabras correctas— No sé cómo explicártelo, pero definitivamente no es lo mismo. Ella creyó a Seth, pero luchaba por definir por qué el amigo de Liam podría tener la razón. Debieron haber querido profundamente a Juliet. Frunció el ceño. —Dime qué pasa por esa cabeza, princesa. —La cortó Beck. —Entonces… ¿Por qué todo terminó tan mal? —Ella no se comunicaba. Una mezcla de tristeza y desprecio surcó el rostro de él. Beck resopló. —Eso es una atenuación. —Um, vosotros sabéis que soy pésima en eso. —Lanzó las manos al aire. —Estás haciendo un gran trabajo. Y puedes hacerlo con ellos. —Le aseguró Seth— Tienes lo que ellos necesitan. Juliet solamente fue la mujer equivocada para que ellos compartieran.

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—¿Qué te hace pensar que soy la indicada? —Raine contuvo la respiración— Apuesto a que no soy mejor que ella cuando se trata de comunicación. —Bueno, en vista de que se suicidó sin darle a ninguno de los dos una maldita pista de que tan siquiera era infeliz y mucho menos que contemplaba quitarse la vida, estoy en desacuerdo. Raine se echó hacia atrás horrorizada, se tapó la boca abierta. —¿En serio? —Sí. —Seth hizo una mueca de dolor— Mierda. Pensé que tú lo sabías. Lo siento. ¿Cuál de los dos habría encontrado el cuerpo de Juliet? ¿Dónde lo habría hecho? ¿Dónde habían estado Hammer y Liam cuando ella dio su último suspiro? ¿Qué habían hecho después? El shock y el dolor que debieron haber sentido… y con el que debieron vivir todos estos años… el corazón de Raine se rompió por ellos. Ambos debieron haber asumido mucha culpa. Pero eso le explicaba por qué Hammer había mantenido su distancia por tanto tiempo. Y por qué Liam estaba tan decidido a ayudarla. Parpadeó hacia Seth, en shock. —Sabía que estaba muerta. Me preguntaba si había sido algo trágico, como un accidente o una enfermedad. La posibilidad de que su muerte hubiera sido provocada por ella misma se me pasó por la cabeza, pero… Oh, Dios mío. —En fin, es seguro que ella no se comunicó para nada. Seth apretó la mandíbula, y dejó que su mirada se paseara por la ventana de la cocina como si estuviera riñendo con sus propios pesares. Obviamente. —¿Te imaginas haciéndoles eso a ellos? —Le preguntó Beck. —Jamás. ¡Nunca! —Prometió ella— Quiero estar con ellos sin romper su amistad. Más que nada, quiero ser la mujer correcta para ellos. —Perfecto. Ahora dime por qué viniste aquí. —Ladró Seth. —Para ser plena. Para ser valiosa. Eso significaba que tenía que aprender a no ser como Juliet. Debía encontrar el modo de comunicarse. Ouch.

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—Sí. Todo lo que Hammer y Liam están haciendo ahora es enseñarte lo que necesitas saber. La comunicación es parte del proceso, princesa. — Señaló Beck. —Una parte muy importante. —Concordó Seth. —Amén, hermano. —Lo sé. —Dijo ella suavemente. —No te equivoques, Raine. Lo que Hammer y Liam están haciendo por ti es difícil. Eres la primera mujer que intentan compartir de algún modo en la década que ha pasado desde la muerte de Juliet. Diablos, pienso que eres la única razón por la que en verdad están hablando ahora. Así que cuando tus demonios te acechen, y tu temas que no pueden amarte… — gruñó Seth— Más vale que recuerdes que su amor es lo que los motiva a llevar esto a cabo. —Exactamente. —Agregó Beck— Su hostilidad no es solo por ti. Compartieron una mujer que se suicidó. Pero han puesto todo a un lado para ayudarte. Si eso no es amor, ¿qué diablos lo es?

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Capítulo Quince Con la cabeza enredada, Raine permitió que Beck y Seth la llevaran arriba. No tenía idea de por qué la llevaban hacia ese lugar. Pero a diferencia de su charla informal en la cocina hace unos minutos, la energía Dominante emanando de sus cuerpos no promovía exactamente hacer algo de conversación. Caminando por el pasillo largo, Beck le apretó a Raine suavemente el codo mientras se detenía frente a una puerta cerrada. —Esta no es mi habitación. —Señaló ella. Seth la miró divertido. —Lo sabemos. Okay… tenían que traerla aquí para comenzar con el trabajo. Raine miró la puerta. Lo que la esperaba al otro lado no era solo importante. Podría cambiarle la vida. Respiró profundamente. Liam y Hammer la habían convencido de que los aceptara como sus Dominantes, y ahora entendía lo que les había costado. Si la intención era sincera o no, le enseñarían sus expectativas y deseos. Aprendería… y tal vez decidiría cómo ser la mujer correcta para ellos. Si funcionaba, tal vez podría tener su fantasía parecida a un castillo en el aire. Y si no… igual estaría en un mejor lugar. Seth abrió la puerta, y con un movimiento de su cabeza, le ordenó en silencio que entrara. Mientras lo hacía, un montón de velas iluminaban la habitación casi vacía. Con la frente arrugada, parpadeó hasta acostumbrarse a la escasa luz. No había rastro de muebles lujosos, como en su habitación, ni siquiera una lámpara o una silla, sólo dos artículos: un colchón cubierto con solo una sábana blanca y una cruz de San Andrés de madera oscura con varios cáncamos pegados a los lados tanto en la parte de arriba como en la de abajo.

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Ausentemente, vio una caja de madera labrada que casi se mimetizaba con la alfombra junto a la cruz. Se veía bastante benigna, pero conociendo a los dos Dominantes con los que estaba, la caja podría tener casi cualquier cosa. El significado de su austero entorno no pasó desapercibido. No querían que se distrajera con nada. Podrían complacerla o castigarla a voluntad. Y probablemente querían que contara con ellos para todo… comida, comodidad, compañía. Esta habitación la advirtió. Iban en serio. Girándose lentamente, miró a Beck con cara de interrogación. Raine no quería dudar, pero… ¿Podría realmente hacer esto? —Te están dando lo que pediste, princesa. —Señaló Beck— Es todo tuyo. Ellos también lo son, si haces esto bien. —Tengo miedo. —Susurró ella— ¿Y si la cago? —Lenguaje. Seth la miró con seriedad. —Lo siento, Señor. — Tenía que cuidar su vocabulario— Pero sabes qué quiero decir. —Sip. —Beck la acercó y le apretó los hombros— Princesa, puedes hacerlo. Sabes lo que quieres. Conoces los riesgos. Tienes la fuerza. —Estaremos aquí después… si nos necesitas. — Prometió Seth. —Entiendo. —Asintió Raine con decisión, intentando ignorar el modo en que le saltaba el estomago— Gracias. —Bien. Espera aquí. No dejes esta habitación. —Le ordenó Beck. —Sí, Señor. Cerró la puerta, dejándola demasiado sola. La temperatura estaba tan fría como la decoración. El aire que emanaba del ventilador del techo hacía que la sombra de las llamas de las velas bailara sobre las paredes. Se giró en un círculo lento, estudiando la habitación. No había armario, ni baño, ni ventana, sólo una quietud agobiante que le disparaba la ansiedad. Raine caminó de lado a lado. La urgencia de huir y esconderse la embrolló. La inseguridad bombeando por sus venas era incómoda pero profundamente conocida. Y estaba agotada de vivir fuera de lugar, pero sabía que no se iría a ningún lado pronto.

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Sobre todo, tenía que dejar de temer que jamás sería lo que ellos deseaban y comenzar a aprender cómo ser todo lo que ambos necesitaban. Mientras se mordisqueaba una uña, el clic del pomo de la puerta la detuvo de golpe. Girándose ante el sonido, contuvo el aliento. Su corazón trastabilló. Hammer y Liam entraron en la habitación. Que comience el juego… Cerraron la puerta en un susurro y caminaron hacia ella, quedando cerca por sólo unos centímetros. Casi al unísono, unieron las manos detrás de la espalda y sus miradas se volvieron más vivas mientras cuadraban los hombros. Sus rostros tenían expresiones solemnes similares. Un sentido total de su orden rodó por la estancia, deslizándose por el cuerpo de ella. Su respiración se detuvo y tembló. Sus Dominantes… al menos por ahora… estaban unidos. —Me alegra… —los labios de ambos estaban apretados con desagrado, y se detuvo a mitad de la frase. Sí… de rodillas. Raine tragó fuertemente, y se arrodilló sobre la alfombra. Descansando el trasero sobre sus talones, miró otra vez a los hombres que amaba, y luego bajó la mirada hacia el suelo. El aire frió giraba sobre los hombros de Raine mientras las puntas de cuatro mocasines italianos entraron en su campo de visión. Esperó, con el cuerpo tenso. La vulnerabilidad y el anhelo la invadieron. ¿Qué veían? ¿Qué pensaban? ¿Por qué no decían o hacían algo? A pesar de la preocupación y la incertidumbre, una alegría que solo había experimentado una vez, aquí en la cabaña con Liam, resurgió. El sentido de lo correcto, que tan familiar parecía con ellos, la cubrió. —Qué vista tan adorable. —La elogió Liam, pasándole los dedos por el cabello— Gracias por recordar nuestras instrucciones. Nos enorgulleces. —Muy linda, preciosa. Hammer le apretó un hombro. Ella respiró con alivio y se sonrió a sí misma. —Gracias, Señores. Luego Raine se mordió el labio. ¿Debería hablar? Jamás le dijeron que no podía, afortunadamente. No quería la mordaza de Hammer para nada.

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—Bienvenida a tu primera tarea. —Oyó desafío en la voz de Hammer— Acuéstate en el colchón para nosotros. ¿Tarea? Su mente sopesaba las posibilidades mientras se levantaba y caminaba hacia la cama, deslizándose sobre su espalda para después mirarlos. ¿Qué esperaban que hiciera? Con una mirada curiosa, vio a Liam acomodarse sobre el colchón a su izquierda, Hammer a su derecha. Ambos hombres la miraban con atención. —¿Te gusta tu nueva habitación, preciosa? —Preguntó Hammer. Era una broma, ¿cierto? Pero ya que no había una gota de jugueteo en su tono, fue prudente. —Es… um, diferente de la habitación a la que me llevaste después de almorzar, Señor. —No pedí que la compararas. —Señaló Hammer— Te pregunté si te gusta. —La verdad no. Raine vió un sutil cambio en sus expresiones y de inmediato agregó. —Señor. Liam se acercó un poco más. —Dinos por qué, amor. Miró entre los dos. Ahora que se habían acercado, su dominación la presionaba, grande y abrumadora. Raine casi podía saborearla. Su coño tembló. Respiró temblorosamente. —No hay casi nada aquí, Señor. —Contestó, temblando— Está vacío. Y helado. —Sí, así es. —Liam le acarició la mejilla. —¿Os vais a mudar aquí? —Preguntó ella. Hammer se encogió de hombros. —Eso depende de ti. —Esta no es realmente una habitación. — Frunció el ceño. Liam asintió.

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—Expandí el armario y lo convertí en un cuarto de juegos para nosotros desde la última vez que estuvimos aquí. Pretendía sorprenderte para Acción de Gracias. Ahí mismo, la culpa la cubrió. Y lo había arruinado todo por no comunicarse acerca de la cena o preguntar por sus planes o… Raine se estremeció. —Aún lamento eso. —Ese ya no es el punto. —Liam colocó un brazo sobre su rodilla doblada— Hemos movido la mayoría del equipo fuera de aquí para este ejercicio. Lo cual explicaba por qué estaba tan vacío. —Entiendo, Señor. —Aún no lo entiendes, pero lo harás. —Le prometió Hammer— Pues bien, está vacío. ¿Es esa la única razón por la que no te gusta? —También está muy frio, Señor. Después de todo, era diciembre. Y a menos que estuviera equivocada, probablemente nevaría durante la noche. El cuarto de por sí se sentía subártico. Liam y Hammer vestían chaquetas, camisas de manga larga, pantalones y zapatos. La tenían paseándose por ahí en un babydoll transparente y un tanga. Maldita sea. —Ah, ¿tienes frio? — El tono de Hammer la confundió— Lamento eso. —Una lástima. —Agregó Liam con las cejas arqueadas. ¿Es eso lo único que van a decir? Raine arrugó la frente, mirando a ambos hombres. La miraban expectantes. ¿Qué diablos esperaban? Hammer le sonrió con superioridad, y una repentina corriente de aire más frio la golpeó desde el techo. De algún modo, el ventilador en el techo comenzó a girar más rápido. ¿Qué diablos…? Ella miró a Macen. ¿Cómo lo había hecho? Raine colocó sus brazos a su alrededor. —¿Podemos bajar la velocidad del ventilador, Señor? ¿O apagarlo? —Claro. Hammer sacó de su bolsillo un control remoto y apuntó al ventilador. Éste se apagó, las aspas se desaceleraron hasta quedar quietas.

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Liam se levantó y se dirigió hacia el termostato en la pared cercana. Después de haberlo ajustado, Raine sintió el aire tibio filtrarse por las rejillas. —¿Mejor, preciosa? —Ya casi, Señor. Gracias. Idiota. —De nada. Una sonrisa astuta le curvó los labios a Hammer. Liam tenía la misma expresión. Tenían preparada una clase de trampa, esperando a que ella abriera la boca y dijera lo que sentía. Este juego de gato y ratón la confundía como un diablo, pero Raine estaba decidida a averiguarlo y ganarles. —¿Qué necesitan que haga en esta tarea, Señores? —Preguntó ella, deseando que la dejaran sentarse. Ver cómo se cernían sobre ella solo la hizo sentirse en desventaja. Pero de nuevo, eso era sin duda el destino. —Ya nos ocuparemos de eso, amor. —Le aseguró Liam— ¿Estás cómoda ahora? Maldita sea, sabían que el calentador demoraría unos minutos en calentar el cuarto. Sus pequeñas sonrisas se lo decían. ¿Por qué no le ofrecían una manta para entrar en calor? ¿Tenía que aprender algo de semejante incomodidad? Era más posible que se concentrara si no estuviera temblando, y esto era demasiado importante para arruinarlo. —A decir verdad, ¿podría tener por favor unas medias o una manta? Sonrisas orgullosas se estiraron en los rostros masculinos al unísono. —Absolutamente. — Elogió Hammer— Ya regreso. Cuando Macen dejó el cuarto, Liam se acercó. —Solo tenías que pedirlo. Pero si ellos sabían que tenía frio, ¿por qué no le daban cómo arreglar la situación? A menos… diablos, querían que ella lo dijera. Querían que ella se comunicara. Y sólo pudo suponer en lo que ellos “trabajarían” durante el resto de la noche. Oh, mierda. Estaba condenada.

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Raine se giró de lado, acurrucándose en posición fetal, y miró a Liam. No. De algún modo, tenía que superar este obstáculo. Si quería que dieran un paso más con ella, debían creer que podía darles más que Juliet. Tenían que confiar en que no se dirigían de nuevo a la tragedia. Tendría que abrir su mente o renunciar al deseo de estar con los dos. ¿Cómo va a ser esto? Se preguntó. No hubo respuesta. —Quieres que me comunique, ¿cierto? — Susurró ella, mirándole. Liam la miró con cautela. —Eso lo he deseado por semanas, Raine. Pero creo que ya he dejado eso claro. Era verdad. Ella solo no había querido entender la importancia de soltar todo lo que tenía adentro. Pero saber lo que sabía ahora de Juliet… la falta de comunicación los podía desgarrar, y Raine sabía que ella era la única que podía evitarlo. —Lo sé, Señor. Lo siento. Antes de que él pudiera contestar, Hammer regresó con una manta suave de algodón colgada de su hombro y un par de medias negras y acolchadas en la mano. Se dobló y la arropó antes de arrodillarse a los pies de la cama. Liam se le unió, y entre los dos le colocaron las medias en los helados pies. —¿Hay algo más que necesites? —Preguntó Hammer, con su mano cálida acariciándole la pantorrilla por varios y largos segundos. —No, gracias, Señor. Liam pasó su gran palma a lo largo del muslo femenino. primero sintió calidez, luego se derritió un poco. Luego se giró hacia Hammer. —Ella lo sabe, amigo. —Bien. Hammer se veía increíblemente complacido. —Sabía que no se demoraría. ¿Estás caliente ahora? —Sí. Gracias. —Me alegra saberlo. Comencemos.

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¿No habían comenzado? Por la anticipación en sus rostros, parecía que no. Se le apretó el vientre. —Estoy lista, Señores. —De pie, amor. —Le ordenó Liam. Raine lo hizo, mordiéndose el labio mientras los veía caminar hacia la cruz de Madera. —Desnúdate y ven hacia nosotros, preciosa. —Le dijo Hammer— Puedes dejarte las medias si quieres. Las preguntas giraban en el cerebro de Raine. Habían centrado esta tarea en la comunicación, así que tendría que hablar. Eso probablemente querría decir que tendría que darles algunas verdades dolorosas antes de que la premiasen con sus caricias. Apagando los matices de su inquietud, Raine dejó caer la manta y tiro del sedoso moño que sostenía su babydoll justo bajo sus pechos. La tela transparente se separó. Se movió dejando que la prenda le acariciara los brazos antes de que tocara el suelo. El aire frió le rozó los pezones. Un temblor de anticipación se le subió por la espalda. Su tanga se empapó y se lo quitó echándola a un lado. Ya estaba bastante calentita para quitarse las medias. Nada en ella quedó escondido. Crudas y hambrientas, las miradas de Hammer y Liam se paseaban sobre toda su piel. La sensación de total desnudez la llenó, haciéndola consciente de cada respiración, cada latido, cada paso mientras cruzaba la habitación. Ninguno dijo una palabra cuando Liam la tomó por los hombros y presionó su espalda contra la cruz fría y brillante. Esta se cernió sobre ella. Los cáncamos de madera quedaron entre sus omoplatos. Tembló cuando Hammer se dobló sobre la caja en el suelo y sacó cuatro juegos de esposas de cuero. Le lanzó dos a Liam. En silencio, le ataron las muñecas y los tobillos, rodeándolos con suavidad. Luego trabajaron juntos, atando mosquetones a sus esposas antes de alinearla con la cruz y asegurarla a los cáncamos más bajos. Tuvo que estirar las piernas un poco más para encajar. Liam sonrió. —Eres una cosa tan pequeñita. Raine frunció el ceño. —Oye, mido más de metro y medio, gracias.

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Hammer pasó las uñas sobre la piel sensible bajo el brazo de ella. —Por un centímetro. —Un centímetro… un centímetro muy importante. —Resopló ella. —Exacto. —Liam la besó suavemente en los labios— Espero poder sentir cada centímetro de tu cuerpo otra vez. —Yo también. —Hammer le mordió una oreja. Se le detuvo la respiración. Si hubiera tenido puesta ropa interior, ésta se hubiera derretido. Aunque estaba fija en la cruz, Raine se preguntó cuánta más tortura sensual tendría que aguantar antes de gritar. Casi preferiría hablar. —Ahora que estás linda así, atada, vamos a hacerte unas preguntas. — Le dijo Liam— Las contestarás una a una. Eso la puso nerviosa; Hammer era normalmente el más exigente de los dos. —Te daremos a escoger. Podemos hacerlo del modo fácil… —Él miró a Liam. Con una sonrisa, se inclinó hacia su pecho y lamió un pezón con una caricia provocadora, y luego lo chupó por completo. Sintió el corrientazo hasta el clítoris y jadeó, sorprendida. —O lo podemos hacer de la manera difícil. Hammer le sonrió apretadamente y se agachó de nuevo sobre la caja, sacando una unidad de reanimación de shock. Los ojos de ella se abrieron. Había visto a una sumisa saltar, retorcerse y gritar pegada al artefacto eléctrico. También había visto sumisas gimiendo y suplicando poder correrse. Todo depende de dónde se colocaban los electrodos y cuán intensos eran los pulsos proporcionados por el Dominante. Raine no se hizo muchas ilusiones; Hammer no conocía exactamente su cuerpo, pero sabía qué hacer con el equipo. No tardaría mucho en averiguar cómo obtener la reacción deseada. Macen dejó la habitación por un breve segundo y regresó con una silla plegable, la cual abrió exactamente junto a ella. Pero él no se sentó, sino que dejó el equipo sobre ella, a un alcance fácil. Pegó un parche a su desnudo pubis, y luego otro justo sobre el clítoris.

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Cuando encendió el equipo, ella se tensó, pero aún no se sentía preparándose para el corrientazo que se arrastraba por su piel y justo hacia sus terminaciones nerviosas. Lógicamente, la estimulación allí debería darle placer. Esto se sentía como un montón de hormigas arrastrándose hacia donde no pertenecían. Raine echó la cabeza hacia atrás y apretó los puños. —¡Mierda! —Tsk, tsk, amor. No hemos ni comenzado y tu boca ya está sucia. No lo toleraré. Liam le dio una palmada en el muslo. —¿Hammer? —De inmediato. Él bajó la corriente a una medida soportable. Justo cuando ella respiró profundamente, volvió a subir la intensidad, un poco más alto que antes. —¿Cómo va a ser esto? —Lo siento, Señor. —Logró ella decir— Se me escapó. Por favor apágalo. La vieron retorcerse por un largo momento antes de que Hammer lentamente tomara el equipo y lo apagara. —¿Entiendes que tienes dos opciones? —Mucho, Señor. —Excelente. Porque podemos hacer esto toda la noche. Su sonrisa superior se veía totalmente petulante. —¿Cuál es tu palabra de seguridad? Miró a Liam. Él la conocía, pero claramente quería hacerla decir en voz alta. —París. —Anotado. Los dedos de Hammer se cernieron sobre las teclas del equipo, como si esperara la oportunidad de encenderla una vez más. —¿Tuviste un maestro preferido en la escuela? —Preguntó Liam.

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Raine arrugó la frente. Había huido. Cuando volvió les había dicho una decisión que le cambiaria la vida: quería aprender a abrirse. ¿Y esto es lo que quieren saber? —Um… sí. En el tercer grado. La Señora Denton. Hammer la recompensó con un acaricia sobre su pecho, con un pulgar a través de su pezón, y un beso caliente justo bajo su oreja. —¿Estás cómoda teniendo a Beck y Seth con nosotros aquí? —Sí, Señor. —Pudo decir, a pesar de la distracción— Con ellos puedo hablar con facilidad. —¿Por qué? Liam le acarició el muslo, y después deslizó sus dedos por la curva de su trasero. —Porque… Concentrarse con las manos de ellos sobre su piel desnuda era un poco más que desafiante. —… ellos no esperan nada. Sólo escuchan y me aconsejan. —Estás haciendo un buen trabajo, Raine. Liam se inclinó sobre su pezón y lo atrapó con la boca. Mientras chupaba fuertemente, Hammer jugaba con el otro. —¿Cuál es tu helado favorito? —Caramel Caribou. Liam arrugó la frente, retirándose para mirarla. —¿Qué diablos es eso? —Otro artículo de primera necesidad que hay que tener a mano en esa época del mes. —Bromeó Hammer— Después de la migraña, se vuelve adicta al dulce. —No es verdad. —Protestó ella. —Oh, ¿no lo es? —Hammer buscó el equipo. —Está bien, tal vez sí. —Se apresuró a decir Raine— Sí, me gusta el helado, Señor. Hammer se rió y su mano se alejó del aparato. —Dile qué tiene el helado.

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—Es helado de dulce de leche con trocitos de caramelo. También me gusta el de chocolate. —Suspiró ella. —Así es, preciosa. —Hammer miró a Liam— Otro de sus favoritos. —¿Ahora quisieras helado o…? Liam rozó sus dedos sobre la parte interna de su muslo, acariciando sus pliegues antes de insertar dos dedos dentro de ella. —¿… esto? Raine contuvo un jadeo. —Definitivamente esto. —Buena respuesta. —Se rió Hammer. Raine se deleitó en el placer, y luego Hammer se sumó, presionándose contra su pecho y mirándola directo a los ojos antes de tomar su boca, exigiendo todo lo que tenía en el alma. Cuando Liam frotó ese punto sensible en su interior, Hammer se tragó sus gemidos. Liam hundió sus dedos más profundamente. —¿Estás húmeda para nosotros, amor? Con un último pico, Hammer terminó el beso y apoyó el codo justo sobre la cabeza de ella, aún mirándola con atención. —¿Sí o no? Raine quiso señalar que Liam tenía sus dedos en su coño, así que sería el primero en saberlo. Esa fue sólo una idea, pero una respuesta frívola podría detener la dicha que le estaban brindando, y Hammer podría encender el aparato otra vez. Odiaba sentir como si un montón de hormigas se quisieran meter en su 'chichi'. —Sí. —Admitió ella— Lo he estado desde que subimos al coche. Os he deseado todo el día. —Linda respuesta. —La elogió Liam— Mucho más de lo que pedimos. —Tan bueno, preciosa. Hammer se inclinó para rozar sus dientes sobre el pezón de ella. Un rayo de dolor se suavizó rápidamente y se convirtió en un zumbido agradable. Liam giró en círculos sobre el punto sensible en su interior.

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—Estamos hablando. No es tan doloroso ahora, ¿verdad? Contestar (diablos, tan solo hablar) se le estaba haciendo difícil. El deseo la tenía atrapada, robándole el aliento, robándole la cordura. Raine no deseaba nada más que derretirse contra ellos, suplicarles, hacer cualquier cosa por seguir recibiendo esas sensaciones. —No, Señor. Es el cielo. La sonrisa que rodaba por el rostro de Hammer era la única advertencia de que esta tarea se iba a poner mucho más difícil. —¿Por qué le diste tu virginidad a Zak? Raine saltó. Liam se retiró, y ambos dieron un paso atrás. Ahí estaba, el punto ciego. Este era el mismo maldito juego que Liam había jugado con ella la última vez que había estado en la cabaña, pero en vez de castigarla con pepinillos, habían hecho algo más físico y siniestro. Soltar la respuesta a esta pregunta abría ese lugar vulnerable dentro de ella que siempre la hacía esconderse, pero no tenía duda de que si no lo intentaba al menos, no solo encenderían el aparatito para hacerla sufrir, sino que les fallaría. —Para llamar tu atención. —Admitió ella. Hammer no la castigó, pero tampoco la premió… todavía. —La tuviste. Te veía todos los días. Hablábamos de la escuela, del trabajo, de tus amigos, el club. Contestaba tus preguntas, comía contigo, te llevaba de compras. Tenías casi toda mi atención. Mirando en retrospectiva esos años, Raine se dio cuenta de que Hammer tenía razón. —Eso no es lo que quiero decir. Sí, pasabas todos los días conmigo. Se mordió el labio. Ahora, esto iba a doler. —Pero pasabas todas las noches con alguien más. —No tenías ni dieciocho años, Raine. —Pero si tenía dieciocho, era legalmente adulta. Estaba cansada de que me trataras como una niña. Pensé que teniendo sexo te demostraría que no era una niña. No creí que quisieras mi virginidad. —Hubiera matado por ella.

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La seriedad de su tono la calmó. Había hecho algo que lamentaba profundamente, y lo había lastimado. ¿Y si hubiera aprendido a comunicarse hace años? —¿Y si te hubiera dicho que quería dártela…? —Jamás me hiciste tal ofrecimiento, así que no sabremos lo que hubiera pasado. ¿Zak te hizo sentir especial y querida esa noche? Maldición, él sabía la respuesta a esa pregunta. El pesar la atravesó. La vergüenza que sintió esa noche le hirvió en las venas otra vez, negra, fea, devastadora. —Sabes que me trató como a basura. —Porque era un farsante. Y un imbécil. Lo veté de Shadows después de molerlo a golpes. —¿Así que intentaste manipular a Hammer para que te diera lo que querías en vez de comunicarte? —La cuestionó Liam— El sexo era lo último que tu frágil corazón quería en ese momento, pero te ocupaste del asunto y tuviste una experiencia horrible. ¿Estoy en lo correcto? La humillación la rasguñó mientas sus mejillas se cubrían en llanto. —Sí. Pero no sabía qué hacer. Mientras crecía, todo lo que cometí fue el error de admitir que deseaba algo para que me fuera inmediatamente arrebatado, destruido o matado. Si no quería más CD's rotos o mascotas muertas, tenía que mantener la boca cerrada. En mi cabeza, si le contaba a Hammer lo que sentía, sólo me rechazaría. O peor, me echaría y jamás me dirigiría la palabra. Los dos hombres estaban de pie mirándola por un momento largo y silente, como si estuvieran asimilando las palabras de ella. Luego se movieron rápidamente, rodeándola, con sus manos y labios calmando sus heridas recién abiertas. Hammer enjugó las lágrimas con sus labios, sus dedos largos le acariciaban el cabello, ofreciéndole consuelo. Liam la envolvió e inclinó la cabeza para capturar los labios de Raine y tragarse sus sollozos. Cuando se retiró, la tomó muy tiernamente, como si intentara evitar que se rompiera en sus manos. —Jamás te echaría a un lado, dulce niña. —Hammer susurró mientras la miraba a los ojos— Eres el regalo más precioso que jamás he tenido. Puede que no lo haya demostrado, pero he atesorado cada día que has estado conmigo.

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Vio amor en sus ojos. Estaba ahí, tal como Beck le había jurado. En ese momento, no importaba si Hammer podía decirlo o no, lo veía, lo sentía, y se embelesaba en ese amor, y se llenó con cada gota de él. ¿Cuántos años había vivido convenciéndose de que no le importaba a Hammer? ¿De cuantas maneras había intentado llamar su atención porque simplemente no se lo preguntó? Tanto tiempo perdido, tanta energía perdida y tanto dolor innecesario. Era demasiado tarde para cambiar el pasado. Todo lo que podía hacer era seguir adelante, sabiendo ahora que tenía su amor. Y que si quería que esta conexión creciera, tenían mucho que hablar. Los suaves labios de Liam le cubrieron las mejillas, la nariz, la boca. Al mirar sus suaves ojos marrones, sintió su compasión y devoción. Él jamás dejó de creer en ella, jamás dejó de intentar abrirla, jamás dejó de sumergirla en su amor. No supo cómo era posible, pero Raine se estaba enamorando más de estos hombres. —Lo estás haciendo fantásticamente.. —Murmuró Liam— Te tenemos. Estás a salvo. Sigue siendo valiente. No vamos a irnos a ningún lado. Sorbió y asintió mientras él extendió la mano y le secó las lágrimas con el pulgar. —Estamos muy orgullosos de ti. —Agregó Hammer— Sabemos que no es fácil. Es difícil para nosotros también. Pero hasta que no abramos todas las heridas y saquemos lo que hay adentro, no podemos comenzar a ayudarte a sanar. —Lo sé. —Asintió Raine mientras se desplomaba contra la cruz. Tenía que revolver su pasado si iba a abrazar su futuro. Ahora que sabía que podía ser fuerte partiendo de la incesante ternura de ellos y su comprensión, podía continuar. Liam le acarició los labios. Mirándolo a los ojos, Raine pudo ver que algo fuerte pesaba en su cabeza. Recordando los modos en que había esquivado sus preguntas en el pasado, lo que él le preguntara, se lo contestaría con toda sinceridad. Se lo debía. —Cuando te traje aquí por primera vez, hablamos de tu padre. O más bien, te pregunté, y me diste una versión editada de los hechos que básicamente me dijo casi nada. Si me hubieras dado toda la verdad, te

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hubiera entendido mejor. Te hubiera ayudado más. Pero me ataste de manos con tu silencio. —No supe cómo entregar mi control o derribar mis muros, Señor. Estoy intentando aprender ahora. No es suficiente con decir que lo lamento, pero es todo lo que puedo decir. —No entiendo, Raine. ¿Por qué me ocultaste la verdad? Te escuchaba. Tenías que saber que yo no te castigaría por ser sincera. La confusión le arrugó el ceño a Liam. —Si hubiera sabido la verdad, no estaríamos teniendo esta maldita inquisición. Dime porqué te lo guardaste. Sus palabras la llenaron de culpa. Parecía estar sumergida en una piscina de culpa hoy, mientras ellos señalaban de cuántos modos lo había arruinado y tenía que asumir su responsabilidad. Pero no podía dejar que la vergüenza que había arrastrado como un yunque todos estos años la tirara para siempre hasta el fondo. Podía darle excusas a Liam… tenía bastantes… cosas como que no lo conocía bien en ese momento o que no se había dado cuenta que él iba en serio con lo de ayudarla. Pero todas eran mediocres y sin sentido y solo estorbarían. En cambio, Raine luchó por tomar aire, y le devolvió la mirada mientras el pesar emanaba de ella. —Tenía miedo de verme vulnerable ante ti. Mi padre me quitó mi poder. Todo lo que conocía, me gustaba o deseaba, se encargaba de que no lo tuviera. Entonces se metió en mi cabeza y me dijo de todas las maneras posibles que no era lo suficientemente buena para esas cosas. Me manipuló y me aplastó. Las lágrimas caían, y tuvo que obligarse a suspirar. —No fui lo suficientemente fuerte para detenerlo. Dios, tenía tanto miedo de oír que alguno de los dos estuviera de acuerdo con eso. —Detente. Necesito un minuto. No puedo… —giró la cabeza— Conoces mi secreto más doloroso y… —Quédate con nosotros, preciosa. ¿Te preocupa no ser todavía lo suficientemente fuerte? —Preguntó Hammer, casi presionando su rostro contra el de ella— ¿O golpear a tu padre hasta la mierda cambió eso?

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Raine ahogó un sollozo. Incluso odió las lágrimas que corrían en silencio por su rostro. Más debilidad. Pero si iban a gastar toda su energía ayudándola, les debía toda la fea verdad. —En aquel momento me sentí tan fuerte. Dejé que me resbalara lo que me dijo. Lo derroté y para variar lo hice sangrar. Luego… —Se desgonzó sobre la cruz y los sollozos se apoderaron de ella— Beck me llevó a la playa, y me di cuenta que sus insultos estaban enrollados en mi mente. Pensé que le había arrancado la cabeza a la serpiente, pero aún podía oírlo sisear. Me preocupa que jamás sea lo suficientemente fuerte para bloquearlo. Nadie se movió por un largo rato. Luego Liam y Hammer se apresuraron a desatar las esposas de la cruz, como si no pudieran bajarla lo suficientemente rápido. Macen retiró los parches del equipo de reanimación. ¿Qué era esto? ¿Su fea verdad les había roto la voluntad? Se arriesgó a mirar a Liam. El dolor estaba plasmado en su rostro mientras la tomaba en sus brazos y la llevaba suavemente a la cama. Hammer los siguió cerca, con el pesar plasmado en su expresión. Casi como uno sólo, se derritieron de rodillas sobre el colchón. Liam la acostó boca arriba. Sus dedos temblaban mientras le tomaba el rostro y besaba cada lágrima. —Te tenemos, amor. Lamento todo lo que te hizo sufrir ese monstruo, pero él no puede lastimarte ahora… ni nunca más. Incluso si no me crees, eres demasiado fuerte para permitírselo. Tal vez él te haya enseñado a esperar lo peor de los demás, pero siempre estaremos aquí. Siempre te protegeré. Y si tengo oportunidad, degollaré al bastardo, joder. Lo haré sangrar. —No puedes. Es peligroso. No quiero que se os acerque a vosotros. De algún modo, él sabe donde he estado todos estos años. Me dijo… —No importa si sabe dónde encontrarte. Hammer se estiró detrás de ella, acariciándola con una ternura inusual. —Si alguna vez se te acerca, es hombre muerto. Te lo prometo. —Así es, mi hermosa niña. Liam acomodó la cabeza de ella sobre su pecho.

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—No te preocupes por nosotros. Sólo déjalo ir y recuerda que te amo. A propósito me asombra lo bien que lo has llevado por tanto tiempo. —No lo he hecho. Por eso estamos aquí. —Sollozó ella. —Date un poco de crédito. Has sufrido más que muchos, Raine. — Susurró Liam— Vi lo que tuviste que soportar. La brutalidad me cegó. Ser aplastado por un camión hubiera sido más fácil, creo. Sólo me imagino cómo te sentiste. Verdaderamente desearía haber sabido esto antes para haber podido ayudarte. Por un lado, Raine estaba totalmente de acuerdo con el punto de Liam. Tal vez si le hubiera contado todo antes, pudiera haber comenzado a sanar y les hubiera ahorrado tanto dolor. Pero cuanto más importante era él para ella, más miedo tenía de ser vulnerable ante él. Por otro lado, ¿Cómo pudo conocer el alcance de la brutalidad de su padre? Se congeló. —¿Cómo que lo viste? Hammer exhaló pesadamente, y se alejó un poco. Algo (tal vez culpa, o pesar) se asomó por su rostro. —Hay algo que debo decirte. No me permitiste llamar a la policía después de que te encontré. Pero necesitaba armas contra Bill, en caso de que volviera por ti. El corazón de Raine retumbó en su pecho. —¿Y? —Estaba preocupado por ti. Todos esos moretones, tu labio roto… diablos, no sabía si te había roto la cuenca del ojo. Mientras hablaba, él se puso rabioso y su piel se puso cenicienta. —Llamé a Beck a tu habitación después de que te dormiste. Te revisó para asegurarse que no tuvieras nada roto antes de poderte llevar al hospital al día siguiente. Tal vez no fue lo correcto, pero mientras estábamos allí, tomé fotos de todo lo que ese cretino te hizo. —Vaciló— Se las mostré a Liam cuando te fuiste. Raine sintió como si no tuviera suelo debajo de ella. Luchó y peleó, codeándolos salvajemente hasta que se sentó y se retiró mirando a Hammer horrorizada. —¿Tomaste fotos? ¿Y las conservaste todos estos años? —Miró a Liam— ¿Tú las viste? Liam asintió solemnemente.

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—Está bien. —¡Claro que no lo está! —Se puso de pie y miró a Hammer con rabia— ¿Traicionaste mi confianza y no me lo dijiste por seis putos años? Él se levantó y le tomó una muñeca, acostándola de nuevo entre ellos. —Cuida tu maldita boca. Las tomé para protegerte, de modo que pudiera tener algo que mostrarle a la policía si venían buscándote. Han estado en mi caja fuerte todo este tiempo, y solo se las mostré a Liam porque uno de nosotros necesitaba llegar a ti. No era yo, así que él necesitaba saber contra qué demonios luchabas. Cúlpame y ódiame todo lo que quieras. No cambia lo que hice. Tomaría de nuevo la misma decisión. Algo entre sinceridad y decisión llenó su rostro. Raine cerró los ojos. Lógicamente, veía su punto, pero eso no dejaba de dolerle. —No quería que nadie me viera así. Quería que olvidaras eso. Jamás quise que Liam lo supiera. Intentó enrollarse y esconder el rostro. —Por eso fue que vagué por las calles durante dos días antes que tú me encontraras. Apenas alguien me veía, huía. Para cuando me encontraste, tenía mucho dolor. Pensaba irme al día siguiente, pero… Tanto él como Liam la abrazaron, sin dejarla esconderse. Sintiéndose otra vez como esa niña asustada, desnuda y derrotada, dejó de luchar. —¿Podríais dejarme sola? —No, preciosa. Jamás olvidaré, y si querías que Liam lo supiera o no, él merece todas tus verdades. Las buenas, las malas, las feas. ¿No te lo había dejado claro ya? Sí, lo había hecho. Raine no pudo hacer más que asentir. —Esto no hará que él te ame menos, pero hasta que comiences a creerlo, siempre querrás enroscarte, cerrarte y esconderte. No lo vamos a permitir más. La voz de Hammer era calmada, pero seria. —Exacto. No volverás a esquivar nunca más mis preguntas. — Prometió Liam— Y no renunciaré a ti. Si aún lo estás pensando, no lo hagas.

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—Además, la verdad ya salió. ¿Y, ves? —Dijo Hammer— Seguimos aquí. Pensamos que eres fuerte. Una sobreviviente. No nos vamos a ir, joder. Tú tampoco. Había comenzado esta tarea sabiendo que tendría que aprender a contarles todo. No podía hacerlo si se escondía. —No. No me voy. Lo siento. Quedaos… Liam le acarició la parte baja de la espalda. —Bien. No creo que aún entiendas lo mucho que significas para nosotros. Pase lo que pase cuando esto termine, no pienses por un minuto que no te atesoramos. Jamás esperé enamorarme de ti, Raine. Solo pretendía ayudarte, pero me sorprendiste y me robaste el corazón. Ahora… —Él hizo una pausa— No hay nada que no diría o haría por cambiar eso. La estaban obligando a ser brutalmente sincera, pero también le estaban dando sus verdades. Les estaba costando admitir sus secretos y sentimientos. Ambos habían sido tranquilizadores y generosos… y más comprensivos de lo que ella había esperado. —Necesitaba oír eso. ¿Podríais besarme?

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Capítulo Dieciséis

Hammer miró los suplicantes ojos azules de Raine. parecía más frágil de lo que había visto en años, pero el valor que había mostrado al asumir su tarea y compartir sus peores miedos revelaba tal fortaleza. Y compromiso. Esta noche, había llegado mucho más lejos de lo que esperaba. Y lo había asombrado. Verla acostada frente a él con el alma expuesta, le hinchó el corazón. Irradiaba una necesidad de confirmación, y Hammer ansiaba dársela. Se merecía un premio. Pero maldito fuera si su polla no palpitaba también exigente. —Te has ganado un beso y mucho más, preciosa. Pero no aquí. De vuelta en tu habitación. —Exacto, amor. —La elogió Liam— Será un placer besarte. La manera en que les sonrió le infundió a Hammer más poder del que podía recordar y le llenó los pulmones hasta que se sintió listo para estallar. Ser parte de su progreso (verla florecer) le dio un sentido profundo de cumplimiento. Liam y él intercambiaron una mirada, y luego la tomó en sus brazos. Liam abrió la puerta, y regresó para apagar las velas antes de seguirlos por el largo pasillo, hasta la habitación principal. Las lámparas de pared en cada lado de la cama brillaban. La luz ambiente iluminaba el cobertor de seda dorada. Liam se adelantó y bajó la montaña de almohadas de la cama con un amplio movimiento de su brazo. Tendría que recordar agradecerle a su viejo amigo después. Ahora no había tiempo. Hammer bajó a Raine sobre la cama y la cubrió con su cuerpo. La fijó al colchón con una rodilla entre las piernas, la tomó de la nuca, y estampó sus labios sobre los de ella, tomando una posesión total.

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Bajo él, ella se arqueó y gimió, lanzando sus brazos alrededor del cuello de él (abierta y acogedora) mientras se tragaba toda el hambre de Hammer y se la devolvía multiplicado por diez. Perdido en el dulce mar de su boca, Hammer casi no notó los sonidos de ropa moviéndose en el fondo… hasta que Liam apareció a su lado, besando el hombro de Raine hasta llegar a su brazo. Estaba desnudo de la cintura para arriba. Después de una caricia más dentro de la boca de ella, Hammer se alejó. Raine no era sólo suya, y no podía acapararla. Además, quería tener la oportunidad de presionar su piel desnuda contra la de ella también. Levantándose, Hammer se quitó los mocasines, mirando a Liam colocando a Raine bajo él. El hombre presionó su frente contra la de ella. Compartieron un suspiro, un momento silente y suspendido. Hammer los había visto juntos antes, pero ahora florecía una nueva intimidad. Casi podía ver lo desnuda que ella había dejado su alma. —Estoy desesperado por tocarte, amor. —Murmuró Liam mientras retiraba el negro cabello del rostro de ella. Raine se aferró a él, tomándolo por los hombros, y deslizando sus manos hasta llegar a su cabello. —Por favor. Liam tomó la barbilla de Raine y se inclinó hacia sus labios. Su beso de algún modo fue crudo y tierno a la vez. Hammer no pudo ignorar la devoción que fluía entre ellos. Había estado totalmente contra ellos al principio… y ahora no podía negar que Raine había crecido inmensamente porque Liam había hurgado y exigido que saliera de su caparazón. Diablos, casi había caminado sobre fuego por ella. Y ella finalmente respondió dándole a ambos el don de ver a la impresionante sumisa bajo su piel. Pero Raine también había sido buena para Liam. Jamás había visto a su amigo tan centrado, tan comprometido… tan enamorado. Hammer cubrió la alfombra con sus prendas, y volvió a la cama, deleitándose en la vista de Liam y Raine juntos. Tal vez debería molestarlo, pero sabía que ella nunca le había dado menos de sí. Ella escaló una montaña emocional por ellos esta noche. Por mucho que odiara admitirlo, Hammer no estaba seguro de poder manejar tanto progreso con ella así de rápido si hubiera trabajado solo.

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Sabía que Liam no podría; por eso fue que le tuvo que quitar el collar. Si ambos en realidad tenían una parte del corazón de ella, entonces no serviría trabajar por separado para completarla. Raine se aferró al cuello de Liam cuando comenzó a alejarse. —No me dejes. —No me voy a ningún lado. Le prometió, apoyándose junto a ella en un codo. —Ambos estamos aquí. Hammer se acomodó al otro lado del cuerpo de ella, presionando de nuevo sus labios contra los de ella. Él cerró los ojos, y ella puso su pequeña mano sobre el pecho de él. Él gruñó. Tan dulce. Y cuando la miró a los ojos de nuevo, ella sonrió con el alma. Maldita sea, la chica siempre le había tocado el corazón, pero ahora podía sentirla sosteniéndolo, apretándolo, alimentándolo. —Tan hermosa. —Dijo Liam con voz gruesa antes de tomar su boca de nuevo y acunarle un pecho, rozando el pezón duro y rosado con el pulgar. Algo entre un gruñido y un jadeo salió de la boca de Raine. Su cuerpo tembló. Tan real, tan delicada, tan dispuesta… Hammer le cubrió el cuello de besos, y luego arrastró sus labios hacia abajo, lamiendo sus pechos llenos. —Eres preciosa. —Susurró contra su piel. Los ojos de Raine se cerraron, y la expresión de dicha total llegó directamente a la polla de Hammer. Ella se arqueó y su pezón le rozó los labios. Joder, quiso chuparla y comérsela entera, oírla gemir, sentirla arañarlo, pidiéndole más. Con un suspiro tembloroso, apenas pudo contenerse. Vio a Liam observando, compuesto, tenso. Pasó su pulgar sobre el otro pezón otra vez. Otro grito femenino de Raine estalló. Hammer se aferró a su cordura con las uñas. —Si quieres más que un beso, dilo. —Usa lo que te enseñamos hoy. —Le apoyó Liam. Raine abrió los ojos de par en par. Su mirada se movía entre los dos hombres.

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—Necesito más. Mis pezones me duelen. A mí me duele… —¿Te duele? —Susurró Liam justo sobre el botón— Tal vez pueda oírte suplicar. Hammer lamió un camino alrededor de su pezón, aún sin darle a Raine lo que ella deseaba. —Suplica dulcemente, preciosa. Dinos lo que quieres… con detalles explícitos. —Por favor besad mis pezones. Chupadlos. —Jadeó ella— Me muero… Liam y él se miraron. Su amigo sonrió, y bajaron sus cabezas descendiendo juntos hacia los pechos femeninos. La sensación más deliciosa de complicidad lo llenó. Y mientras metían las duras puntas en sus bocas, Raine jadeó desesperadamente, aferrando una mano en cada nuca. Un estremecimiento sexual estalló dentro de él. Jesús, ella iba a quemarlos vivos. Su pezón se endureció más contra su lengua. Debajo de ellos, se movió sin cesar, sus caderas se levantaban, sus piernas se abrían. Dios, lo que no daría por moverse más hacia abajo y lamer su jugoso coño antes de follarla hasta perder el sentido. Podía olerla. Seguramente Liam también. Pero de algún modo, iban a tener que mantenerse a raya. Esa recompensa era para ella, no una oportunidad para que ellos liberen algo de tensión. Además, por más descubierta que estuviera la mente de ella, no podían empujarla demasiado lejos. A pesar de la fuerza de Raine, su espíritu podría romperse esta noche. No podían arriesgarla así cuando aún tenían tanto que hacer. El sexo vendría otro día… al menos esperaba y rezaba que fuera así. Porque la idea de hundir su polla en las profundidades de Raine otra vez de algún modo lo tenía ardiendo por completo. Ahora mismo, no sabía cuánto más podía mantenerse controlado. —¡Sí! —Gritó ella— Ambos estáis chupando y es… oh, todo va directo a mi clítoris. —¿Te gusta? —La atormentó Liam con un suspiro ronco— ¿Quieres más?

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—¿Necesitas más? —Agregó Hammer, pasando una mano por su vientre, sus dedos jugando donde había afeitado la franja de vello hace unas horas. El calor que emanaba del coño de ella no le dejó dudas de lo necesitada que estaba. Cuando se removió para tentarlo a tocar sus pliegues resbaladizos, le dio una palmadita sobre su monte. —¿Me vas a manipular o a comunicarte? —Me voy a comunicar. Lo siento, Señor. —Jadeó ella— Por favor, tócame. Hammer arrastró su palma sobre el estomago de ella. —Eso hago, preciosa. —Igual que yo. —Agregó Liam, pellizcando y retorciendo sus pezones— Tendrás que ser más específica. —Tocad mi coño, Señores. Los dos. Por favor. —Se ahogó ella— Por favor… Ambos intercambiaron miradas. Pero estaban en la misma página; lo vio en los ojos azules de su amigo. Ninguno de los dos podría negarle esto a ella ahora. Metiendo la mano entre las piernas de Raine, Hammer acarició su sexo empapado, y metió dos dedos en su apretada apertura. Maldita sea, estaba muy hinchada. De inmediato, ella apretó los dedos de él, y sólo pudo imaginar lo jodidamente bien que se sentiría enterrar su polla ahí. Respirando profundo y pidiendo al cielo por algo de control, la llenó, llegando hasta su punto más sensible. Lo encontró en segundos, emocionado de sentirla hundir sus uñas en su brazo mientras le daba un gruñido largo y asombroso. Liam usó la yema de su dedo y comenzó a frotar en círculos lentos y tortuosos. Tan pronto como comenzó, ella lo miró implorante. —¿Qué pasa, amor? —Le preguntó. —He estado al borde todo el día. —Chilló ella. —Nosotros también. Liam presionó y amasó la carne justo sobre su clítoris. —Tocarte es un hermoso infierno.

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—Arde por nosotros. —Le exigió Hammer— Ansía, necesita, y gime para que podamos absorberte. Raine obedeció. Se descargó y grito, tensándose, doblando el cuerpo y meneando las caderas. Se hinchó alrededor de los dedos de Hammer y se apretó mucho más fuerte. El temblor de su sexo se sintió en los dedos de él. Hammer miró con advertencia a Liam, pero su amigo ya se estaba retirando. —¡No! No, por favor… —Jadeó ella, tan fuerte que su voz salió rota. —Pídenoslo. —Gruñó Hammer. —Por favor… dejadme correrme, Señores. Apretó los ojos. Lágrimas de necesidad se filtraron por las esquinas. Su respiración era entrecortada. Todo su cuerpo estaba anhelante. Jamás había visto algo tan jodidamente hermoso. —Está bien. Córrete para nosotros. El susurro de Liam le calentó el pecho antes de tomar su pezón entre sus labios otra vez. —Míranos, preciosa. Hammer metió sus dedos más profundo. —Y grita. En segundos, sus ojos se abrieron. Cada musculo en su cuerpo se movió hacia el borde. Mientras Liam frotaba su clítoris una vez más y Hammer rozaba sus dedos por el sensible nudo de nervios, Raine abrió la boca y soltó un maullido de satisfacción alto y ruidoso. Éste llenó la habitación, saltó a su polla, y le dio la banda sonora más asombrosa del épico movimiento de su cuerpo mientras el orgasmo la agarraba, eterno e increíble. Sus ojos azules brillaban con un amor desesperado. El éxtasis de Raine soltó un rayo de satisfacción intoxicante a través de Hammer. Habían hecho esto por ella. Sintió que todo su ser era el Dominante de Raine. Una mirada hacia Liam le dijo a Hammer que su viejo amigo sentía exactamente lo mismo. Un largo minuto después, la dicha soltó el cuerpo de ella. Raine cayó desgonzada de nuevo en la cama, con los ojos cerrados, jadeando, temblando y saciada.

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Momentos después, las lágrimas comenzaron a caer. Entonces los sollozos la rompieron, sacando a la luz sus emociones, las que él sospechaba que tenía enterradas desde hace tanto tiempo y torciéndose desde el fondo de su alma. Liam y él se acercaron a ella, cada uno atrapando un muslo femenino bajo los suyos, abrazándola por la mitad. Liam presionó reconfortantes besos en sus labios mientras ella sollozaba. —Hermoso, amor. Nos has dado todo lo que te pedimos y más. Estoy muy orgulloso de ti. —Perfecta. —Susurró Hammer, luchando contra su urgencia por reclamarla— Jamás he recibido tanta sinceridad. Es un regalo que jamás olvidaré. —Yo tampoco lo olvidaré. Gracias a los dos. La voz de Raine tembló. Hammer le acunó la mejilla y besó su sien, su nariz, sus labios, y regresó por su rastro. Liam susurró en su oído, turnándose para besar su boca mientras ella los apretaba como si fueran su línea de vida. Lentamente el llanto de Raine se calmó. La paz comenzó a apoderarse de ella. Con las caricias más dulces, acarició los rostros, hombros, brazos de ellos, sonriéndoles temblorosamente. Dios, Hammer estaba cerca de follarla ahora, y aún así, podía contar ésta como una de las noches más significativas de su vida. Raine simplemente lo movió. Siempre lo había hecho. Incluso si escogía a Liam después de sanar, siempre lo movería. Esa idea fue un machete en su corazón. Jamás sentirla de nuevo… eso simplemente no era una opción. —Es nuestro placer cuidarte. —Le aseguró Hammer a Raine. Luego antes de que pudiera ceder ante la urgencia de bajarse el cierre del pantalón y hundirse en ella, se bajó de la cama y se puso de pie. —Voy a traerte un vaso de agua. Ya regreso. Mientras se ponía la camisa, Liam se levantó también y se agachó para recoger su ropa. —Yo te voy a preparar un baño caliente. ¿Necesitas algo más, amor? Raine se colocó en cuatro patas y gateó hasta el borde de la cama. Hammer miró con la frente arrugada cómo se acercaba a ellos, mirando con una súplica sincera. La necesidad sumisa rezumaba por sus poros. Brillaba con su sumisión. Temblaba con ella. Entonces se puso de rodillas.

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—No necesito agua ni un baño. No necesito nada más que entregarme a vosotros, Señores. Se mordió el labio. El pulso en su cuello era fuerte. Hammer no pudo evitar enredar sus dedos en su cabello. A su lado, Liam le acaricio la barbilla. —¿Qué deseas? —Daros placer. —Su voz tembló— Quiero tocaros… haceros que os corráis. Por favor, Señores. Hammer miró a Liam. ansiaba ver su voluntad de sumisión, pero tenía demasiado miedo de esperar a que ella se entregara por completo. Por un momento largo, no pudo respirar. No pudo hablar. Liam parecía tan abrumado como él. —¿Podríais decir algo? —Rogó ella. Liam se inclinó y le acarició la mejilla. —Oh, amor… —Por favor. Necesito que me necesitéis. —Las lágrimas brillaban en sus ojos— Tengo que daros el placer que me habéis brindado. No tenéis que decir nada o tocarme. Solo permitidme… Raine extendió la mano. A través del material de su pantalón, puso la mano sobre la polla de Liam, cerrando los dedos alrededor de su longitud. Casi se cae cuando echó la cabeza hacia atrás y gruñó. Luego hizo lo mismo con Hammer, acariciando su longitud a través de sus pantalones. La sangre corría hacia su eje como una inundación. —¿Quieres salir a tomar aire fresco, amigo? —Logró decir Liam mientras la delicada mano de Raine lo apretaba. —¿Yo? No. —Hammer sacudió la cabeza y se arqueó hacia la palma de ella— Joder, no. ¿Tú? —El aire fresco es lo último en lo que estoy pensando ahora. Liam presionó sus manos sobre la de ella y le hizo apretarlo con más fuerza. El alivio en el rostro de Raine era insoportable… y sexy como el infierno. —Sí, puedes complacernos, preciosa. La voz de Hammer se volvió ronca.

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—Abre esa pecaminosa boquita y toma cada jodido centímetro que tenemos para darte. Alejó la mano de Raine de su polla, Liam hizo lo mismo, y extendieron las manos para ayudarla a levantarse. Los delicados dedos de Raine se enredaron alrededor de los suyos, enviando una corriente de exigencia por sus venas. Juntos, Liam y él la sentaron al borde de la cama. Casi podía sentir la ansiedad zumbar por el cuerpo de ella. Al unísono, bajaron sus cierres y liberaron sus hinchadas erecciones. Liam empuñó su grueso eje mientras se metía entre las piernas de Raine, separándole las piernas antes de tomar su barbilla. Con una mirada hambrienta, Hammer casi gruñó mientras Raine lo miraba, pidiendo el permiso de Liam en una súplica silente de sus ojos azules. —Oh, amor. Deslizo su hinchada polla entre los expectantes labios femeninos. Gimieron juntos. Hammer casi podía sentir el fuego sedoso de su boca mientras ella chupaba la cabeza de la polla de Liam, y luego recorría con la lengua su erección en un empujón lento hasta la base. Llenó su boca, ahuecó las mejillas. Hammer se acarició y contuvo un gruñido de exigencia. Joder, incluso ver su lengua moverse alrededor de la polla de Liam antes de chuparlo hasta el fondo hacía que Hammer rechinara los dientes. Su sangre bombeó con fuego. Ella hizo pequeños sonidos y agarró los firmes muslos de Liam, perdida en el placer mientras adoraba su gruesa longitud. Cristo, tres semanas de deseo le tenían las pelotas agitadas, y necesitaba estar dentro de ella de algún modo, arriesgarse a reclamar lo que pudiera. Los ojos de Liam rodaron hacia atrás en su cabeza mientras un gemido profundo retumbó en su pecho y enredó los dedos en el cabello de ella, tirando suavemente hasta que ella gimió y lo tragó otra vez por completo. Hijo de perra, si eso no era una de las cosas más calientes que había visto, no porque jamás hubiera visto a una mujer mamársela a un hombre. Sino porque Raine ansiaba entregarse. Liam necesitaba recibir. El amor los unía, los enlazó. Ambos parecían tan malditamente completes. Hammer no pudo resistir extender la mano y deslizar los nudillos a lo largo de los delicados hoyuelos de la mejilla de Raine.

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—Así es, preciosa. Chúpalo hasta el fondo. Tan linda. Joder, no puedo esperar a sentir tu boca. Necesitando acercarse más, la tomó por la nuca, ahogando un gruñido al verla tomar a Liam más profundamente. —Sí, así es. Adora su polla, Raine. Toma todo lo que te dé. —No la estás ayudando, idiota. Liam se estremeció al embestir más hondo y más rápido por un dichoso y tormentoso segundo. El sudor perlaba su frente mientras jadeaba y se alejaba. —Necesito un minuto. Hammer quiso reírse, pero la necesidad que burbujeaba dentro de él gritaba por sentir la lengua de ella trazar su cresta sensible, acunando su polla. Mientras Liam jadeaba buscando aire, Hammer tomó la melena femenina y giró la cabeza de Raine hacia él. Mirando a la mujer que protagonizaba sus sueños, se embelesó con sus pezones duros y oscurecidos. Su piel cremosa brillaba con un matiz rosado de excitación. Húmedos e hinchados, sus labios casi rogaron por ser follados. Necesitó hasta la última gota de su fuerza para no bombearle la boca como un animal. Quería lo que Liam acababa de sentir. El deseo, sí. Pero también la conexión. La plenitud. Jodidamente necesitaba eso. Mientras Hammer miraba a Raine, los grandes ojos azules de ella dijeron las palabras silentes que él había anhelado oír por una eternidad. Te doy mi alma, Señor. Soy tuya. También soy tuyo, preciosa. — Prometió él. Apretando su mandíbula, Hammer respiró roncamente, y deslizó su goteante cresta sobre sus labios. —Abre esos lindos labios y muéstrame cuánto quieres complacerme. —Sí, Señor. Raine deslizó su lengua sobre su labio, accediendo a su ofrecimiento. Un gruñido rompió el pecho de Hammer. Ella lo estaba matando, y ni siquiera había comenzado. Su mirada jamás cedió mientras él envolvía su ansiosa erección con un puño. Ante la corriente de aliento que salió de la boca de Raine sobre la cabeza sensible, saltó, y se adentró en la dispuesta boca.

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El corazón de Hammer se apretó mientras ella se cerraba alrededor de él. Mientras lamia toda su palpitante longitud, él gimió. Se convirtió en un agónico rugido mientras ella se movía hacia atrás para arrastrar la lengua alrededor del sensible borde y deslizarse sobre sus venas hinchadas. —Te ves asombrosa, amor. —La elogió Liam. Agachándose frente a ella, abrió las piernas de Raine. —Muéstranos tu coño, Raine. Podemos oler tu caliente olor, pero queremos ver tu hinchada humedad. —Deslizó un dedo a través de sus pliegues— Sí, te gusta la polla de Hammer deslizándose por tu garganta, ¿cierto? Puedo verlo. A él también le gusta. Ella se retorció y gimió, abriéndose más mientras movía las caderas con necesidad. Hammer la observaba, y sus miradas aún estaban fijas, deseando como un infierno que esto durara para siempre. —Ver tus labios estirados alrededor, sentirte tomándome hasta el fondo… Raine lo hizo otra vez, tragándolo. Él rugió una maldición, intentando mantenerse controlado. Aferrado al control, Hammer encontró su ritmo. La suave garganta de Raine se apretaba alrededor de su cresta otra vez, y él se mecía, follándole la boca, amando la sensación de las uñas de ella en sus caderas y sus dientes rasguñando la cabeza de su polla antes de detenerse, hacerlo esperar, y comenzar de nuevo. Jesús, lo estaba desarmando sin una sola palabra. Liam pasó sus manos por el torso de ella, y apretó y pellizcó los pezones de Raine. Sus maullidos vibraban en el eje de Hammer, hasta sus doloridas bolas. El sudor le adornaba la frente. El cosquilleo familiar de la liberación le golpeó la espalda. Con una maldición, se salió de los complacientes labios e intentó calmar los temblores que le sacudían el cuerpo. Sin vacilación, Liam se acercó y penetró los labios de Raine una vez más mientras ella lo tomaba hasta el fondo una y otra vez, hasta que pareció pasmado y al borde. Maldiciendo, se retiró otra vez y Hammer retomó su lugar. Constantemente, cada uno retomaba donde el otro se detenía. Por largos minutos, cada uno llenaba la boca de ella, acercándose al límite de su control, y prolongando su placer.

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Hammer sintió su piel muy apretada. Luchaba por respirar mientras veía a Liam ordenarla una vez más, reconociendo el momento en que el éxtasis alcanzó su punto máximo y él comenzó a perder el control. —Ya está. No pares. —Le ordenó Liam, mirándola fijamente— ¡Ohhhhhh joder, Raine! —Bébelo. —la urgió Hammer. —¡Más fuerte! Chupa más fuerte. —Jadeó Liam— Tómalo todo. Hammer lo miró moverse furiosamente. Gruñía y rugía mientras la esbelta garganta de Raine trabajaba por tragar cada gota. Sus gemidos femeninos le llegaban a la polla. Y cuando Liam se retiró, ella besó la cadera del hombre, y lo miró, suplicándole su confirmación. Su intercambio no sólo había excitado a Hammer. También lo había conmovido. Pendiendo de un hilo, casi no pudo aguantar la urgencia de empujar a su amigo hacia un lado, tomarla del cabello y meterse hasta el fondo en su boca. —Gracias, amor. Liam luchó por recuperar el aliento mientras caía en la cama, deslizándose detrás de ella. —Eso fue perfecto. Ahora, dale a Hammer el alivio que necesita. Abre para él, Raine. Ella miró cómo Hammer finalmente se acomodaba entre sus piernas. Una sonrisa tímida le curvó los labios mientras tomaba sus bolas en la mano y las tironeaba suavemente. —¿Querías algo, Macen? Hasta ahí llegó el control de él. Enredó los dedos en el cabello de ella, y empujó su erección hasta el fondo de su boca. Su sedosa calidez lo rodeó mientras ella ahuecaba las mejillas y chupaba fuerte, con movimientos rápidos y furiosos. Hammer ardió con el asombroso corrientazo del placer. Se negó a mirar a otra cosa que no fuera ella por un solo segundo. por ahora era suya, y pretendía grabar con fuego este glorioso momento en su cerebro. Mientras le follaba la boca a Raine, con movimientos fuertes y exigentes, su respiración empezó a entrecortarse. Su cuerpo se tensó mientras un hormigueo se arrastró bajo su piel.

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Cada terminación nerviosa estaba ardiendo. Absorto en la bondad de Raine y el calor sedoso de su boca, esta necesidad de marcarla lo impulsó. Respiró entre dientes, como si estuviera bramando, mientras el orgasmo se construía en la base de su espalda. —Bien. —Susurró Liam al oído de Raine— Míralo. Mira lo que le haces. Abre más grande. Déjalo follarte la boca como lo ha deseado por años, amor. Muéstrale cuánto lo necesitas tú también. Raine gimió. Su mirada le suplicó a Hammer. Eso fue todo lo que necesitó. Un rugido atronador rompió el pecho de Hammer cuando explotó. Los espasmos se apoderaron de su eje, acunado por la feroz lengua de Raine, cuando se derramó entre su garganta. Los oídos le zumbaron. Sus miembros se adormecieron. Miraba sorprendido cómo Raine bebía y tragaba, con la mirada aún fija en él. Cuando el cuarto dejó de girar, Hammer se salió de la boca de ella y se desplomó sobre la cama. Raine se acurrucó entre ellos, exhalando un suspiro de alegría. Con una mano temblorosa, Hammer acarició el brazo de Raine. Ella sonrió con timidez. —Gracias, preciosa. Eso fue… —una sonrisa le curvó un lado de la boca— ¡…asombroso! —De nada, Señores. —Brilló y se sonrojó al mismo tiempo— Lo disfruté. Liam se acomodó al lado de ella, envolviéndola con un brazo y acomodando la espalda de ella contra su pecho. Los ojos de Raine se cerraron cuando Liam deslizó sus manos por el cuerpo femenino, cubriéndola de afecto. Raine ronroneó como un gatito saciado mientras permanecía acunada entre los dos. —Estamos muy orgullosos de ti, Raine. —Le murmuró Hammer en su oído antes de besarla— Tan hermosa. Con un pequeño gemido, ella le sonrió. —Gracias, Señor. —Tan generosa. —La elogió Liam— Y tan jodidamente sexy. Ella lo miró sobre su hombro. —Cuando estoy con vosotros dos, es exactamente así como vosotros me hacéis sentir. —Duerme ahora, mi querida niña. Lo tienes más que ganado.

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Hammer le tocó la cabeza y pasó sus dedos por el cabello de ella. Liam trazaba patrones al azar sobre el estomago de Raine. —Is breá liom tú, siubhail.15 Ahora sueña con nosotros. Estaremos aquí cuando despiertes. Hammer tenía el corazón en la garganta. Liam hacía parecer tan fácil y natural decirle a Raine lo que sentía por ella. Pronto, Macen se prometió, tendría la oportunidad de decirle esas mismas dos palabras a ella. Solo esperaba que no fuera demasiado tarde.

—Está dormida. —Susurró Liam. Acarició tiernamente el delicado rostro de Raine. Amaba ver a Raine dormir porque ella se entregaba por completo. Era el único momento en que dejaba ir todos sus miedos y confiaba en él lo suficiente para que la protegiera. Era el único momento en que en verdad se dejaba ir. Al menos antes de hoy. Lo que le había dado de sí misma a él y Hammer había superado todas sus expectativas. Dolía de amor. —¿Preciosa? —La llamó Macen en voz baja. Ella no movió un musculo, drogada por la dicha del descanso. Cristo, Liam quería quedarse en la cama con ella y abrazarla con fuerza, respirar su intoxicante olor toda la maldita noche. Pero sabía que tenían que dar reporte, preparar cosas para mañana, y buscar un puto trago. —Ya no se va a despertar. Nos podemos ir. Y no estaremos lejos si nos necesita.

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Con cuidado rodó hacia su lado de la cama, se puso de pie, con las piernas aún temblorosas, y se abrochó el pantalón. Oyó a Hammer hacer lo mismo antes de salir por la puerta. En la entrada de la habitación, ambos la miraron por última vez. La oscura melena de Raine salpicaba la almohada blanca por completo. Se veía pequeña y vulnerable, casi como si la enorme cama se la fuera a tragar. Con una sonrisa leve, Liam bajó las escaleras, con el cuerpo aún zumbando con las sensaciones de la suave boca de Raine envolviéndolo. Después de pasar el día con la polla tan dura como para clavar puntas en el cemento, la vieron llegar al clímax de un modo tan hermoso entre sus manos. Bajo su control. Había hecho acopio de todo su control para no follarle la boca como un salvaje y disparar su semilla por su garganta en dos segundos. Saber que Hammer sufría en la misma medida había ayudado. Ninguno dijo una palabra mientras entraban en la sala de estar. Ante el gabinete del licor, le pasó a Hammer una botella de tequila mientras Liam aceptaba el whisky que su amigo le ofrecía. se conocían bien, y a Liam le reconfortaba eso. Después de servir sus bebidas, se sentaron en dos sillones frente al crepitante fuego, cada uno tomándose unos momentos en silencio para reflexionar. Él miró a las llamas, y giró su atención a los ventanales a lo largo del frente de la cabaña. Contemplando la gran vista, vio el matiz algodonado de la luna que escondía las montañas cubiertas de nieve. —Por un trabajo bien hecho. —Por los buenos comienzos. Dea-shláinte.16 Liam levantó su vaso. No pudo evitar sonreír, mucho antes de bajar un buen trago. Después de tragar ferozmente el alcohol, regresó a su silla, contento por un momento. —Lo hicimos. Llegamos a Raine. —Y logramos dejar los celos de lado por un día entero. —Dijo Hammer despacio. Liam asintió. Y… ¿no se sentía en shock? Aunque no podía mentirse a sí mismo; las primeras millas en el coche habían sido insoportables. Mientras Raine les había seguido, escuchándolos, obedeciéndoles, excitándose… de algún modo no había pensado mucho en sus celos.

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—Así es. Creo, en parte, porque es una mujer asombrosa. Y le estamos dando exactamente lo que ha necesitado. —Sin duda. Pero también creo que es porque lo hemos hecho antes, aunque Raine respondió de modo muy diferente. —¿Diferente de Juliet? —Terminó Liam— Sí. Definitivamente. —Joder. Sé que no debería, pero una parte de mí se siente culpable. La conexión con Raine se siente diez veces más profunda y más poderosa que la que tuve con mi propia esposa. Eso no sorprendió a Liam. Ahora que Hammer no intentaba esconderlo, incluso Raine podría ver el amor que Macen le tenía. —Algo en todo esto se siente… mierda, no sé. Hammer se frotó el cabello. —Familiar pero no. Entonces no es solo impresión mía, ¿no? —No. Hammer lo miró intensamente antes de volver a hablar. —Lo que acaba de pasar arriba fue… asombroso. ¿Crees que así se suponía que se debía sentir? Liam meció el licor en su vaso antes de beberlo. —No sé qué esperaba, pero no estoy seguro que alguna vez haya sentido esa clase de vínculo o conexión con alguien más. —Comparado con Raine, ahora veo que Juliet solo se movía por emociones. Supongo que ella pensó que eso era lo que queríamos nosotros dos. No lo que yo quería. Con razón ella no estaba comprometida con esto. Dios, fui tan jodidamente arrogante. —Déjalo ir, Macen. Ya es historia antigua. No sé lo que esté pasando por la cabeza de Raine y tampoco tú. Pero ahora, tenemos que dedicar toda nuestra concentración a Raine. —Tienes razón, hombre. En mis sueños más locos, jamás pensé que ella respondería a nosotros como lo acaba de hacer. Raine hizo más que dar un vistazo a través de sus muros; los derribó frente a nosotros. Una mirada maravillada se extendió sobre Hammer antes de sonreír. —Y no me lanzaste un puñetazo en todo el maldito día. Te lo agradezco.

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Inclinó la cabeza con una leve sonrisa. —Podría decirte lo mismo. ¿No vas a intentar convencerme que no querías darme también un derechazo? Él gruñó. —No iba a darle a ella razón alguna para detener lo que estábamos haciendo. Liam levantó de nuevo su vaso. —Por el autocontrol. Hammer se rió y levantó su vaso. —Supongo que ahora sabemos que ella va en serio con lo de abrirse. Liam miró el fuego que consumía la leña, recordando cómo Raine avanzó y perseveró para satisfacer sus exigencias. —Debo decirte, pensé que pasaríamos al menos los primeros días intentando sacarle casi todo. —Pensé lo mismo. —Sólo porque lo ha hecho tan bien hasta ahora, no podemos darle espacio para que retroceda. —Advirtió Hammer— Ahora debemos asegurarnos de que abandone sus defensas por el resto de las tareas. —De acuerdo. De lo contrario será demasiado fácil para ella volver a los viejos hábitos. Pero es un comienzo. —Me da esperanza, hombre. Eso definitivamente me da esperanza. —Cristo. Lamento lo de las fotos. No fue mi intención mencionarlo. Liam se estremeció. —No te preocupes. Ella necesitaba la verdad tarde o temprano. Pero joder, odié lastimarla de ese modo. Traicionarla era la última de mis intenciones. Debí habérselo contado hace mucho tiempo. Liam le brindó a Hammer una mirada especuladora. —¿Por qué no le has dicho que estás enamorado de ella? —¿De dónde diablos sacaste eso? —Ladró Hammer. Si estaban en proceso de reconciliación, Liam estaba cansado de andar de puntillas alrededor de su amigo. Había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa.

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—En serio, amigo. Debiste habérselo dicho. Ella jamás ha ocultado lo que siente por ti. —Todo lo que pasó hoy me dice que tienes razón. Debí confesarle mis sentimientos hace mucho tiempo. Sólo dejé que otros miedos y mi mierda se interpusieran. Joder. Hammer sacudió la cabeza. —Ahora que estoy listo para decírselo, no es ni el momento ni el lugar correcto. No hay manera en que la distraiga de lo que estamos intentando lograr aquí. Además, que ella me dijera que me ama es algo reciente. Tal vez yo tenía mis sospechas, pero… —Daría lo que fuera porque me lo dijera a mí. La boca de Hammer quedó abierta de la impresión. —¿Jamás lo ha hecho? —Ni una vez. —Sólo porque no te lo haya dicho, no significa… Cristo. Me estás tomando del pelo, ¿verdad? ¿No ves cómo te mira? Tienes que saber que te ama. Eso esperaba él. Lo deseaba. Incluso estaba obsesionado con ello. Pero no lo sabía. Liam se puso de pie y caminó hacia los ventanales. —Siente algo por mí, pero, maldición, aún necesito escucharlo. Sintió a Hammer acercarse detrás de él y poner una mano sobre su hombro. —Veo cómo te está lastimando eso. Pero créeme, te lo dirá. Ten paciencia. Solucionará sus cosas y te dirá lo que quieres escuchar. —Quisiera tener tu confianza. Seguro como el infierno que no la quiero aprendiendo cómo compartir su corazón con tu ejemplo. —Lo pinchó Liam. —Jódete, imbécil. Hammer se rió, y rápidamente se puso serio. —Hice lo que pude en su momento, tanto contigo como con Raine. Las evasiones y ocultar cosas se volvieron de algún modo como una bola de nieve. La verdad duele mucho. Antes de saberlo, la avalancha de dolor y confusión me enterró.

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—No me vuelvas a dejar fuera, Macen. Hubiera estado ahí para ti. Aún lo estoy, maldito idiota. —Lo sé, hombre. Gracias. Hammer lo apretó en un abrazo fraternal y lo palmeó en la espalda. —¿Y ahora nos medimos las pollas? —Preguntó Liam— Porque la mía sigue siendo más grande que la tuya. —En tus putos sueños. —Se rió Hammer. —Ves, te dije que son unos idiotas. —Refunfuñó Seth mientras él y Beck entraban en la sala. —Incluso están hablando de sacudírsela y compararse. —Obviamente, no hay nada malo con su tamaño o su atractivo. Creo que todos los que viven en la montaña oyeron los gritos de Raine. —Sonrió Beck. Liam y Hammer intercambiaron una petulante mirada de orgullo. —Lo cual nos lleva a mi siguiente pregunta. Seth gruñó y ajustó el bulto bajo el cierre de sus pantalones. —¿Hay alguna mujer disponible en esta altitud olvidada de Dios? —Oh, vete a la mierda. Hay un frasco de loción bajo el lavamanos de tu baño. Ten un buen rato con tu mano. —Sólo háztelo con silencio. —Le ordenó Hammer. —Y límpiate bien después. No quiero que Ngaire tenga que limpiar lo que tú riegues. —Se rió Liam. —¿Supongo que vosotros dos os follasteis a Raine a la vez? — Preguntó Beck con una sonrisa lujuriosa. —Pervertidos. —Resopló Hammer— No la follamos. La premiamos por un buen trabajo. —Como si fuera de tu maldita incumbencia. —Gruñó Liam. —Bueno, técnicamente lo es. Nos trajisteis a esta montaña para ayudar, así que… sí, necesitamos saber si le disteis un buen premio o uno asombroso. Por el tono de los gritos, diría que definitivamente fue asombroso. —Les sonrió Seth— Quisiera haber podido verlo. —Cierra la puta boca y toma un trago. —Refunfuñó Hammer— Hemos tenido un increíble avance que vosotros debéis conocer.

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Mientras los cuatro hombres permanecían sentados cerca a la chimenea, Macen y él le contaron a los otros sobre los avances logrados con Raine. Liam aún estaba asombrado sobre cómo ella se había abierto y compartido su alma con ellos dos. Habían trabajado como un equipo, como lo habían hecho en el pasado… pero mejor, con más naturalidad. Eso le aseguró que Hammer y él estaban en la misma página. Misma página, nada. Se sentía como si estuvieran escribiendo un nuevo capítulo en su amistad. Después de la pausa que los había dividido tanto recientemente, se sentía malditamente bien enmendar esa fractura. —No quiero hacer de abogado del diablo aquí. —Comenzó Beck— Pero, ¿estáis seguros vosotros dos que no la tenéis tan sobreexcitada que respondió completamente solo para liberarse? Liam negó con la cabeza. —No. Estoy muy familiarizado con las maneras que usa para evadir la verdad. No hubo una gota de eso hoy. —No te crezcas tan pronto. —Le advirtió Seth—Aún tiene mucho con lo que trabajar. —No nos estamos creciendo. Hammer gruñó como si estuviera ofendido con las palabras de su amigo. —Sabemos lo que hacemos. —Sé que así es. Seth levantó la mano, aplacando la ira de Macen. —Lo que digo es que mañana puede que no sea tan fácil como hoy. Sólo intento prepararos. —Jamás dijimos que sería fácil. —Concordó Liam— Pero también en mayor parte sólo pensé en ella, no en nosotros. Parece como que ella no es la única que está aprendiendo algo aquí. —¿Qué quieres decir con eso? Beck se inclinó para estudiar primero a Hammer y luego a Liam. —Su vida en casa. Hammer bajó un trago de alcohol para tomar valor de continuar. —Bill la arruinó emocional y físicamente, mucho más de lo que ya sabemos.

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—El puto enfermo mató todo lo que ella ansiaba. Sus sueños, las mascotas que quería… el hijo de puta necesita una muerte lenta y dolorosa. Y me encantaría ser el que se la diera. Liam sintió hervir otra vez su ira. —Haz fila, hombre. Estoy contigo en eso. —Afirmó Hammer con la mandíbula apretada. —Suena como que va a necesitar la primera parte de la tarea de mañana mucho más de lo esperado. La mirada en el rostro de Beck revelaba más profundidad en su preocupación. Liam había sentido desdén por Beck casi desde el primer día. Él había notado la amistad entre el Dominante tatuado y atrevido y Hammer desde el minuto en que llegó. Le envenenó la sangre que otro estuviera más enterado de las cosas de Hammer en un nivel más que superficial. Le irritaba que el resentimiento lo hiciera sentir como una niña. Pero después del día que habían pasado trabajando con Raine, le había tomado algo de aprecio. Y el mismo Liam tenía un nuevo entendimiento; Hammer y él aún compartían un lazo más profundo que una hermandad. Mucho más profundo de lo que Beck o cualquier otro pudieran imaginar. —Suena como si ella hubiera necesitado lo que vosotros dos tenéis que ofrecerle por un largo tiempo. Seth bebió un trago de whisky con un siseo. —Me alegra que no nos hayan hecho sacar las tablas. —Ese era el último recurso. —Se rió Beck— Ellos intentarían metérnoslas por el culo. Seth resopló. —Buena suerte con eso. La retahíla de insultos siguió por unos minutos más antes de que todos se centraran y volvieran a los asuntos serios. Discutieron la estrategia y en conjunto acordaron un plan de acción. Uno por uno, los otros hombres se fueron a la cama mientras Liam permaneció sentado frente a los leños consumidos. Pensando en todo lo que una vez tuvo con Raine, rezando poder tenerlo de nuevo… pero mejor que antes. Podía ver un futuro muy claro con ella, y lo ansiaba hasta el fondo de su ser. Dejando su vaso vacío en la mesa de al lado, pensó en Hammer. No quería concentrarse en lo mucho que ambos amaban a Raine. Pero era un

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hecho que no podía negar. Enfrentar la realidad de que el sueño de tenerla para él solo podría ser nada más que una fantasía lo congeló. Odiaba la manera en que sus celos lo hacían sentir, pero se debía a sí mismo la misma sinceridad y franqueza que Hammer y él exigían de Raine. Parecía mucho más que unas cuantas semanas atrás cuando su vida había sido sin complicaciones y predecible. Las luchas que ahora enfrentaba no eran nada comparado con la máxima felicidad. Ocurriera lo que ocurriera, una parte de él estaría satisfecha de verla florecer bajo sus manos. Sus voces. Su voluntad. Ella sería algo más con ellos dos, alguien más… no tenía palabras para ello aún, solo una pizca de algo no muy libre de las sombras. Pero cuando se mostrara, cuando pudieran ver toda el alma de Raine, sería el regalo más invaluable que jamás hubiera recibido. Al subir las escaleras, llegó a su habitación. Con un suave giro de la manija, miró hacia adentro. Estaba acostada justo como la habían dejado, enterrada bajo las mantas, con sólo su nariz y su cabello oscuro mostrándose en la superficie. La necesidad de ir hacia ella lo dejó malditamente abrumado. También lo sorprendió. Pero no debería. Raine siempre había tenido ese efecto sobre él, desde el primer momento en que la vio. Había estado tan indeciso, nunca seguro de si golpearle el trasero hasta dejárselo morado o follarla hasta perder el sentido, o abrazarla fuerte hasta sentir sus corazones latir como uno… ninguna de las cuales a ella le molestara en lo absoluto. Y siempre protegerla, mantenerla a salvo de lo que la asustara que él no pudiera ver. Pero sabía a lo que ella le temía ahora, y algo dentro de él entró en ira por las injusticias que ella había soportado. No pudo haberla ayudado cuando era una niña, pero podía amar ahora a la mujer. Liam esperaba que eso fuera suficiente.

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Capítulo Diecisiete

Unas voces persuasivas sacaron a Raine de las oscuras profundidades del sueño. El calor de dos cuerpos fuertes la rodeaba. Sus sentidos se llenaron del olor a jabón y una mezcla familiar de almizcle masculino. Una sonrisita se asomó en sus labios antes de tan siquiera abrir los ojos. —Hora de despertar, amor. Liam. Ella había aprendido a amar el sonido de su voz a primera hora de la mañana. Cuando tenía su collar y dormía en su cama, a menudo dormitaba anticipando cuáles serían las primeras palabras que escucharía a la mañana siguiente… y cuánto la harían estremecer. —No vas a dormir todo el día, preciosa. Al menos no sola. Hammer. Las pocas veces que él la había despertado en el pasado había sido para hablar de Shadows, pero ahora, lo último que estaba en la cabeza de él era el negocio. Ella abrió los ojos y los vio a cada lado de ella, ya bañados, vestidos e inmaculados. Definitivamente sexy. Suspiró feliz. —Buenos días. La alegría la llenó. Feliz, a salvo y protegida, Raine sintió que el sueño aún se apoderaba de ella. Se acurrucó más profundo bajo las cobijas y cerró los ojos. —Oh no, no más. ¡Arriba, muchacha! Liam levantó las mantas. El aire frío le golpeó la piel y le endureció los pezones mientras él la rodaba de lado para palmearle el trasero desnudo. Eso la asombró más que dolerle. Ante su grito, Hammer se rió. —Si no te mueves, lo tomaré como una señal de que quieres que te azote otra vez. —Le murmuró Macen al oído.

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Raine se rió. —¿Y si quisiera eso? —Caprichosa exigente. Hammer sacudió la cabeza con fingida preocupación. —Una muy bonita. Pero tendremos que hacer algo con esa boca descarada. Los ojos de Liam brillaron traviesamente mientras la recorría con una mirada hambrienta. —He sido una chica muy mala. —Bromeó ella. Sus caricias serían una grandiosa manera de despertarla, y si viniera un orgasmo incluido, mucho mejor. Raine no pudo ignorar sus miradas calientes fijas en ella. Con una sonrisa seductora, se estiró, arqueando la espalda… y empujando sus pechos desnudos hacia ellos. Sus piernas se abrieron, y las miradas de ambos hombres se fijaron de inmediato en su sexo. Una estimulante sensación de poder la llenó. Podría arrodillarse y llamarlos “Señor”, pero definitivamente sabía cómo llamar su atención. Una sonrisa grande se extendió sobre su rostro. —Mírala, tan arrogante. —Dijo Liam desafiante, pero su voz sonaba más ronca de lo normal. Los ojos de Hammer se oscurecieron. —Eso veo. ¿Necesitaremos comenzar la mañana recordándote quién tiene el control? ¿Por favor? —Lo que consideren mejor, Señores. —Esa es una forma increíble de manipulación. Hammer la miró casi impresionado. —Puedo ver que voy a tener que mejorar mi juego y mantenerme en mi puesto. Ella parpadeó, con las manos sobre el estomago justo debajo de sus senos, subiéndolos. —¿Qué? Solo me ofrecí para lo que les pueda complacer.

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—Te aseguro que con mostrarme esos lindos pezones y mostrándome ese coño ya me estás dando todo el placer. Esto no tiene que ver con tu placer. Le brindó una sonrisa escéptica que le dio a entender a ella que el anzuelo ya fue lanzado, pero no le importó. Después de la difícil tarea de ayer y su intercambio emocional, se sentía bien tener algo de pelea. —Precisamente. —Agregó Liam, con la lengua firmemente en su mejilla— Tenemos un plan que no da paso a un jugueteo mañanero. Así que levántate, amor. Al baño. Te daremos unos minutos para ocuparte de tus cosas, y comenzaremos el día. Raine hizo un puchero, y deslizó una mano por la camisa de Liam. —¿Seguro que no puedo servirte de ninguna otra manera? Se acercó deliciosamente a la hebilla de su pantalón, cuando él tomó su muñeca y alejó su mano. —Puedes empezar absteniéndote de surgir del fondo y haciendo lo que se te pide. —Baño. —Ordenó Hammer— Ahora. Ella se estremeció ante su profunda orden, y se escurrió de la cama con una mirada seductora, sonriendo cuando los oyó gruñir mientras cerraba la puerta. Raine se apresuró a aliviar su vejiga y asearse. Cuando volvió, ambos hombres la esperaban en el borde de la cama, con miradas atentas barriéndola de pies a cabeza. Una sensación de emoción y de anticipación se apoderó de ella. Ellos la querían sumisa y dispuesta. A pesar de su anterior comportamiento, se sintió viva y más que lista para darles exactamente lo que deseaban. Respirando profundamente, Raine cruzó la alfombra, agachó la cabeza y se arrodilló ante ellos, desnuda y lista. —Hermosa, amor. —La elogió Liam en un susurro retumbante. —Asombrosa como siempre. —Agregó Hammer en una sedosa aceptación— Levanta tu mirada hacia nosotros, preciosa. Levantó la cabeza y vio a los dos hombres que poseían su corazón. Su pulido exterior escondía dos Dominantes imponentes y hambrientos. Estaban concentrados sólo en ella. Todo en su comportamiento le decía que no podían esperar a poner sus manos sobre ella una vez más.

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Los recuerdos de la noche anterior destellaron en su mente, tan vívidos que casi podía sentir sus manos en su coño, acariciándola hasta hacerla llegar al éxtasis. Casi podía sentir el sabor de ambos en su lengua, ambos dándole su poder y placer con guturales gruñidos masculinos. Podría ocurrir de nuevo. Tan pronto como la idea se filtró por su mente, su pulso se aceleró y el calor se deslizó por su espalda. La anticipación le detuvo el pulso. La necesidad palpitaba bajo su clítoris. Solo una emoción alimentaba todo eso: amor. Tanto amor que era difícil contener. Liam palmeó el colchón, ordenándole en silencio que se sentara en la cama entre ellos dos. —Ven aquí. Observaron cada uno de sus movimientos al levantarse. Antes de que ella siquiera pudiera sentarse, la posicionaron con la espalda contra el cabecero de la cama, los brazos a los lados y las piernas ligeramente abiertas. —Ya. Ahora podemos ver todo de ti. Y la mirada caliente de Hammer dijo que le gustaba todo lo que veía. —Dinos cómo dormiste anoche. Ella suspiró feliz. —Muy bien, Señor. Me fundí. —No creo que le moleste ir a dormir así cada noche. Algo perverso brilló en la mirada de Liam mientras la acariciaba suavemente. —Su dulce boca podría volverse adictiva, pero valdría la pena en todo momento. Hammer gruñó, acunando un seno de ella en su mano y pellizcando suavemente su pezón. —Supongo que disfrutaste también, ¿no? —Sí, Señor. —Jadeó Raine. No tenía idea de cuánto tiempo estaban ellos dispuestos a trabajar juntos y cumplir su fantasía, pero intentaba aprovechar cada momento.

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—Mira. Sus mejillas ya están sonrojadas. —Señaló Hammer, atormentando su pezón de nuevo con el pulgar. Luchó por concentrarse en sus palabras. Los dedos de Liam se pasearon contra la sensible piel del interior de su muslo, bailando tan cerca de su ansioso coño. Respiró temblorosamente y cerró los ojos. Pero aún podía sentir la mirada de Liam. —¿Te sientes tímida, amor? —Excitada. —Admitió— Todo ha ocurrido tan rápido, que las sensaciones están magnificadas. Todo se siente maravilloso, pero irreal. —¿Por qué? —Preguntó Hammer. A pesar de sus caricias provocativas, ellos estaban hurgando en su mente. Eso no la ponía tan al borde como pudo haber ocurrido hace tan solo unos días. La persuadían para deshacerse de sus capas y examinar cómo su comportamiento había afectado sus relaciones y su felicidad. Habían excavado en algunas de sus heridas más dolorosas. Había sido tan malditamente difícil revelar su vulnerabilidad y darles el poder de lastimarla. Pero habían tomado sus pedazos y los habían unido con mucho cuidado. Su mente puede que aún estuviera lastimada y magullada, pero Raine sentía bajo su piel que estaba sanando. —No podemos oírte, Raine. Deja de filtrar. Hammer interrumpió sus pensamientos, sonando disgustado. —Y todo eso que corre por tu cabeza… lo que no quieres que oigamos… necesitamos que lo digas. —No sé cómo expresarlo con palabras que tengan sentido. Apenas he tenido tiempo de analizarlo. La urgencia de expresar los cambios que había sentido era casi sofocante, pero decirlo de cualquier modo probablemente no tendría sentido. —Pues tómate tu tiempo. Liam colocó un mechón de cabello detrás de su oreja antes de acariciarle una rodilla. —Nadie te va a juzgar aquí. No hay respuestas buenas ni malas, amor. Ella asintió, cayendo de nuevo en la familiar comodidad del sarcasmo mientras organizaba el resto de sus pensamientos.

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—¿Puedo sólo decir que me asombra que ninguno de vosotros haya terminado todavía con la nariz rota? Hammer arqueó una ceja, dejándole ninguna duda de que pretendían tener una seria conversación. —Lo siento. —Murmuró ella— Vosotros dos fuisteis mi más grande asombro. Realmente esperaba una pelea o una discusión. Me alivia y me impresiona tanto que en cambio me hayáis dado algo mucho mejor. Dios, fue perfecto, todo. Vosotros también. Gracias por eso. —De nada. Las palabras de Liam fueron cortas y no daban paso a ningún comentario. Raine se dio cuenta que ellos no querían que examinara su comportamiento, sólo el suyo propio. —Aprendí algunas cosas de mí misma ayer. Dudó por un momento antes de seguir. —Al final, realmente sentí que logré algo que pensé imposible. La sonrisa alentadora de ambos fue un bálsamo. Ahora, ella les estaba entregando lo que deseaban. —¿Qué fue eso? —La persuadió Liam. —Salí de mis muros y el mundo no se terminó. Nadie me atacó o intentó aprovecharse de mi vulnerabilidad. Os dije exactamente lo que sentía y aún así estaba a salvo. —Siempre lo estarás con nosotros. —Le prometió Liam. —Compartiste con nosotros mucho de la hermosa mujer dentro de ti. —Hammer acarició su brazo y detuvo su temblor— De hecho, más allá de nuestros sueños más salvajes. Liam le tomó la mano. —¿Cómo te hizo sentir abrirte para nosotros? —Poderosa. También aterrada, pero de buena manera porque me sentí mejor sabiendo que podía ser yo misma. Dejar ir algunas de esas inseguridades me hizo sentir más fuerte. —Estamos orgullosos de ti, Raine. —Liam tomó su mano, rozando el pulgar por su muñeca. —Mucho.

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Hammer le acunó la mejilla, y no pudo ignorar la aprobación en su mirada. Una sensación de triunfo la llenó. —Necesitaba oír eso. Gracias, Señores. Es lindo no sentirse como un eterno desastre. —Jamás lo has sido, preciosa. Eso estaba en tu cabeza, no en la nuestra. —Señaló Hammer. —¿No crees que va siendo hora de que esa linda cabecita tuya comience a escuchar a tu corazón? La suave pregunta de Liam golpeó a Raine entre los ojos. Sonrió, más que agradecida. —Sí, lo creo. Definitivamente voy a intentarlo más fuerte ahora. Es como si vosotros me hubierais mostrado que hay luz al final de un túnel oscuro y horrible. Y quiero eso. Estos últimos seis años han sido solitarios y aterradores. Vosotros dos me dais la esperanza de que por fin voy por el camino correcto. —Sí que lo estás. Hammer le sonrió antes de besarle la mejilla. Liam también se acercó para besarla. —Sí, amor. Lo hiciste muy hermoso ayer. Hoy te pediremos que nos des más. Incluso ayer, eso la hubiera asustado. Su confirmación ahora estabilizaba el suelo bajo sus pies. Aunque se sentía ajena, una confianza que jamás había experimentado surgió dentro de ella. —¿Lista para tu próxima tarea? —Preguntó Hammer. —Eso creo. Estoy solo un poco ansiosa. —¿Ansiosa? ¿Ansiosa de miedo o de emoción, amor? Liam la probó con una mirada curiosa. —Un poco de ambos. Pero estoy dispuesta a comenzar. —Eso es lo que queríamos oír. —La elogió Hammer. Liam asintió. —Pero antes de continuar, dinos cómo te sientes teniéndonos a los dos a tu lado.

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—Analiza tus sentimientos en voz alta. Háblalo con nosotros. Estas tan a salvo como anoche. —Le prometió Hammer. —Cuando me tocáis y me decís que hago un buen trabajo, me siento… aliviada. Me siento completa. Me hace querer enorgulleceros. —Aférrate a ese sentimiento mientras va pasando el día. Apóyate en nosotros, Raine. Estamos a tu lado en todo momento. —Insistió Hammer. —No vamos a dejarte a medias. —Prometió Liam— Has aprendido que tu crecimiento vale la pena un poco de dolor, ¿verdad? —Sí. —Ella se mordió el labio— Pero siempre hay una vocecita en mi cabeza…tengo miedo de fallaros. Liam tomó su rostro. —El único modo en que puedes fallarnos es rindiéndote. —Sólo síguelo intentando. Siempre que sigas llegando a nosotros, estaremos ahí para sostenerte. Hammer se levantó y se dirigió a la maleta de Raine, sacando una pequeña bata de seda roja. Se giró hacia ella con una sonrisa traviesa. —Hora de desayunar, preciosa. ¿Eso era todo? ¿Terminaron de hurgar en su alma? Curioso, no dolió en absoluto. Pero Raine sabía que sólo habían estado evaluando su humor y su progreso. Sin duda aún tenían bastantes obstáculos difíciles para que ella superara. Las mariposas en su estomago se hundieron y revolotearon. —¡Tengo mucha hambre! —Admitió ella. —Me lo imaginé. No comiste mucho ayer. Hammer la ayudó a levantarse y le colocó la bata, acomodándola sobre sus hombros. Ni Hammer ni Liam dijeron nada por varios momentos, sólo la miraban como si esperaran algo que Raine no podía comprender. Mientras el silencio incómodo se posaba entre ellos, miró entre los dos hombres. La expresión de Liam casi gritaba: ¿No acabamos de tener una lección sobre comunicarnos? Con la cabeza inclinada y una ceja levantada, la miró amenazante. —Te aseguro, amor, Ngaire tiene una alacena llena de pepinillos. Raine hizo una mueca. —Ugh, pepinillos no. Sabes que los odio.

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—De hecho, lo sé. La voz de Liam era fría y le dijo que esperaba más de esa respuesta. Con el ceño fruncido, miró al hombre. ¿Qué diablos quería que dijera? —Tal vez haya quedado trucha del almuerzo de ayer. —Sugirió Hammer. —¿Para el desayuno? ¡Asco! —Y entonces, entendió el juego. No era sólo comunicarse, sino comunicarse por completo— Realmente me gustaría comer dos huevos con la yema blanda, sal y pimienta, por favor. También quiero una tostada con poca mantequilla, y un vaso de zumo de naranja… sin pulpa, si se puede… Señores. Hammer se rió y Liam le brindó una amplia sonrisa. —Mucho mejor. Hammer le tomó la barbilla y le sostuvo con una mirada apasionada antes de inclinarse y besarla hambriento en los labios. Raine anhelaba que la devorara entera. Echó a un lado la punzada de decepción cuando la soltó. —Estoy seguro que tendrás exactamente lo que pides. —Contestó Hammer como si pudiera leerle la mente— Ahora ve a la ducha y báñate. Te vemos en la cocina. Liam se puso de pie y la estrechó en sus brazos, besándola en los labios con anhelo. —Cuando bajes, lleva sólo esto, amor. Esto… y nada más. ¿Nos has entendido? —Sí, Señor. La orden de Liam la llenó, y Raine sintió el corrientazo de la misma por toda su humanidad hasta los dedos de los pies mientras agachaba la cabeza. El calor y emoción se mezclaron con su amor por él. —No tardaré. Lo prometo. —Buena chica. Liam levantó su barbilla hacia él y la besó una última vez. —No nos hagas esperar. Al verlos salir, se sintió casi llena de emoción por lo que le depararía el resto del día. Su alma se desbordaba de serenidad.

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Mientras entraba en el gran baño, Raine estaba decidida a aferrarse a la tranquilidad que la llenaba.

Raine movía nerviosamente la cinta de la bata de seda que Liam y Hammer le habían ordenado que se pusiera. Mientras bajaba por las escaleras, la vista panorámica de las ventanas en el gran salón revelaba una fresca capa de blanca nieve cubriendo la tierra. Las copas de arboles desnudos elevados hacia el cielo azul. Todo se veía callado, pacifico. Desde la cocina, oyó voces y risas masculinas, junto con el tintineo de los platos. El aroma de café recién hecho y tocino llenó la casa. Su boca se hizo agua y su estomago gruñó en respuesta. Sonrió al entrar en la estancia y ver a los cuatro hombres sentados alrededor de la enorme mesa de madera, viéndose imposiblemente atractivos y totalmente masculinos. Al verla, se levantaron al unísono. Se detuvo, asombrada por sus miradas atentas. La testosterona tenía saturada la cocina. Sus pezones se pusieron duros y apretados contra la seda. Un rubor cubrió los pechos de Raine y se elevó hasta el cuello para acalorar sus mejillas mientras miraba cada uno de los rostros. No vio nada diferente a acogida en cada uno de ellos. Raine se maravilló que tales hombres tan ocupados y solicitados la quisieran lo suficiente para darle su tiempo y energía. A pesar de las sensaciones oscilantes y femeninas, Raine se sintió a salvo y amada mientras la cubrían con su atención indefectible. Bajando la mirada a sus pies, los saludó suavemente. —Buenos días, Señores. —Hola, princesa. ¿Cómo te sientes? —Preguntó Beck mientras tomaba su plato y lo llevaba al lavaplatos junto con los utensilios.

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—Estoy bien, gracias. Solo con hambre. —Contestó ella mientras Beck lavaba su plato. —Ven, siéntate con nosotros, preciosa. Inclinándose hacia adelante, Hammer la tomó del codo y la sentó en la silla entre él y Liam. Los otros dos hombres tomaron asiento y siguieron comiendo. Al acomodarse, Raine no pudo olvidar la cena la noche anterior. ¿Planeaban pasar otro día tocándola y atormentándola? Valdría la pena si terminaran otra vez la noche con un placer electrizante. A su lado, Liam colocaba una mano alrededor de su muslo y le sonrió seductoramente y eso la hizo estremecer. —Te serviré algo de desayunar. Beck le sonrió antes de llenar un plato cerca de la estufa. Él la había cuidado durante años, mucho antes de darse cuenta de que no sólo era un sádico, sino también un amigo. Había sido como enviado del cielo cuando lo buscó en el hospital. Su cuidado fácil ahora la llenaba de gratitud. —Gracias. Sentado al otro lado de la mesa, Seth bebía su café. —Te ves descansada, Raine. ¿Cuánta confianza puedes decir que tienes de completar la tarea de hoy, en escala de uno a diez? Mirando entre Hammer y Liam, ella intentó descifrar sus expresiones, obtener alguna pista de sus planes. Nada. —No me han dado ninguna pista de qué esperar, así que por ahora, diría que un seis. Beck se rió mientras le entregaba el desayuno, exactamente como lo había pedido. —Y no saber nada te está comiendo viva, ¿cierto? Raine en verdad quería sacarle la lengua, pero se las arregló para aguantarse. En cambio, ignoró su pregunta y se concentró en la comida. —Todo parece exquisito. Gracias. Eso hizo que Beck se riera más. —Adelante, preciosa. Come. —La animó Hammer— Liam y yo necesitamos subir y preparar tu habitación. Sólo serán unos minutos. Beck y Seth te harán compañía.

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—Y, ¿Raine? —Liam la miró de modo formidable— Recuerda, ellos también están aquí para ti. Esperamos que sigas sus instrucciones y les ofrezcas tu obediencia. ¿Entendido? Ella vaciló. Una docena de preguntas se posaron en la punta de su lengua, pero las acalló. Le habían pedido confianza, entre otras cosas. Ayer, se lo había más que ganado. —Sí, Señores. —Buena chica. Hammer le acaricio una mejilla. Su corazón se detuvo por un segundo. —Disfruta tu desayuno. Te veremos dentro de poco. Ella asintió, viendo cómo se levantaban y llevaban sus platos al lavaplatos antes de abandonar la cocina. Beck estaba cerca mirándola comer, con los tobillos y brazos cruzados mientras se recostaba contra el mostrador. Ella normalmente odiaría eso, pero él estaba de su lado. Además, nada la perturbaba esta mañana. Gimió en apreciación ante la primera mordida, y luego rápidamente devoró todo lo que había en su plato. Luego, Raine se relajó y bebió su zumo de naranja, preguntándose lo que Hammer y Liam estaban planeando y si Beck y Seth tenían más preguntas para ella esta mañana. No la hicieron esperar mucho. —¿Llena, princesa? —Repleta. Estaba delicioso. —Bien, entonces comencemos. —Seth sonrió apretadamente— Párate en el centro de la sala y quítate la bata. Dóblala bien en el suelo y arrodíllate. Así estaría desnuda. Y la mirada en los rostros masculinos le decían que lo sabían. —Yo, um… Hammer y Liam… —¿Qué te pasa, Princesa? ¿La desnudez es un límite duro para ti? — La retó Beck. —No, Señor. Es solo… Respeta sus instrucciones y ofréceles tu obediencia.

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La orden de Liam hizo eco en su cabeza. Ninguno de los dos hombres dijo algo para explicarse. Simplemente esperaron a que ella los obedeciera. Lentamente, se levantó y se movió al centro de la sala. Obviamente, este ejercicio estaba destinado a tomarla fuera de guardia. De nuevo. Respiró profundo y se concentró. Hammer y Liam habían trazado esta tarea, y Raine entendía sus intenciones. Ábrete a los hombres que amas. Te han pedido que te despojes de tus capas y te permitas ser vulnerable. Después de desatar el cinturón, deslizó la bata de sus hombros. Tragándose el nudo de nervios, se la quitó. La desnudez jamás había sido un límite fuerte para ella, pero sin Hammer y Liam… sus líneas de vida… lo encontraba más que un poco incómodo. Pero continuó. Doblando con cuidado su bata, la colocó en el suelo, y se arrodilló con gracia. Con las palmas hacia arriba sobre sus muslos abiertos, enderezó la espalda y sacó pecho antes de inclinar respetuosamente la cabeza. Beck se sostuvo en el mostrador. Lo sintió evaluándola. Oyó el rechinar de la silla de Seth de nuevo antes de que él se le acercara, las puntas de sus zapatos se veían cuando se puso de pie frente a ella. Agachándose, la tomó de la barbilla para levantarle el rostro. —No seas tímida, Raine eres una mujer hermosa y no tienes nada que temer con nosotros. Piensa en mí y en Beck como tus mentores, unos árbitros en caso de disputa y tus cocineros y niñeras personales. Beck se alejó del mostrador, y le dio a Seth una hoja de papel, la cual le pasó de inmediato a Raine. —Lee todo lo que hay aquí en voz alta, princesa. —Beck dijo despacio, parándose junto al otro hombre— Una por una. Raine miró la letra, reconociendo el trazo familiar de Hammer. Revisó la página, parpadeando. —¿Afirmaciones? ¿En serio? —soltó la pregunta, reculando como si le hubieran puesto un pepinillo amargo en la lengua— Ugh. Beck sólo sonrió. —Ponte a trabajar. Exhaló algo demasiado tímido para ser un resoplido. ¿Esperaban que dijera estas cosas en voz alta? Se estremeció ante la idea.

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Concentrada en el papel que temblaba en sus manos, ignoró el significado detrás de estas afirmaciones. —Me abriré y compartiré, no sólo mis necesidades, sino también mis emociones. La frase que salió de sus labios sonaba más bien monótona, vacía de sentimiento. —Continúa. Un poco más de entusiasmo estaría bien. —La amonestó Beck. —Seré totalmente sincera en todo momento sin temer ninguna vergüenza o represalia. Tampoco me guardaré por miedo a lastimar los sentimientos de alguien. —Susurró Raine y miró a los dos hombres que la observaban de modo crítico— Entiendo el valor de la comunicación. Los dos lo habéis dejado bien claro. También ellos. Pero no estoy acostumbrada a compartir cada uno de los pensamientos que me llegan a la cabeza. — Frunció el ceño exasperada— ¿En verdad debo decir “Oh, pienso que me pondré una tanga rosada hoy. No, Señores, ¿me puedo poner más bien la azul?” o “Cuando me lave los dientes, ¿estaría bien si comienzo con los molares primero y termino al frente?” y “¿Debería comer el helado o el pastelito?” o sea, ¿en serio? —Eso no es lo que la afirmación quiere decir. —Ladró Seth, con las cejas elevadas con ira— Con razón siempre quieren azotarte el culo. —Lo que me piden es imposible. Si sólo dejo salir todo, los lastimaría o los molestaría todo el tiempo. No es mi intención, pero… ¿Por qué de repente ser delicado con los demás es malo? —Ellos son adultos que pueden manejar sus sentimientos, Raine. — La regañó Seth— Eso no es tu problema. —Total sinceridad. —Beck hizo énfasis— Si eres sincera sobre tus ideas y emociones como tú las experimentas y las expresas de la manera menos caprichosa posible, no deberías tener ningún problema. —¿Eso qué significa? No intento ser caprichosa, pero… —Déjame dejarte esto en blanco y negro. —Seth frunció el ceño— Pudiste ahorrarte un montón de dolor si simplemente te hubieras establecido con Liam. En vez de evitarlo, debiste decir “Señor, tengo un retraso. Tengo miedo. Háblame. Abrázame. ¿Qué pasaría con nosotros si termino embarazada de Hammer?”.

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Sus palabras le llegaron hondo. La culpa de haberle ocultado casi todo a Liam casi la aplastó bajo su propio peso. Mucho más debilitador era darse cuenta de que no había confiado que él se quedaría a su lado, a pesar del hecho de que se lo había pedido en repetidas ocasiones. Un sollozo se escapó de su pecho y se puso de pie y se dio la vuelta. ¿Cuántas veces le había dicho que la amaba? ¿De cuántas maneras se lo había intentado demostrar? Dios, había sido tan tonta. Raine había pasado tanto tiempo convenciéndose de que su falla más pequeña alejaría a Liam. Debió haber compartido sus miedos y angustias, pero en cambio, lo cortó y cercenó la arteria que hubiera mantenido su relación con vida. Las manos cálidas de Seth la tomaron de los hombros mientras se movía detrás de ella. Sintió su cálido aliento en su oído. —Lo siento, Raine. No quise entristecerte. No ignoró la profundidad del remordimiento en las palabras de Seth. —Intentaba explicar la diferencia entre lo mundano y lo importante si hay algo que sientes que debes esconder, es una llamada de alerta, y necesitas decirlo en voz alta. Compartir tus sentimientos es el único modo de mantener una relación saludable con tus Dominantes. ¿Entiendes? Raine se secó las lágrimas, y sorbió antes de asentir temblorosamente. —Sí, Señor. —Bien. —Seth la elogió cuando la giró para que lo mirara— Sigamos. Miró a Seth mientras se volvía a colocar la bata. Raine pudo ver la compasión en sus ojos, pero su expresión era resuelta. Necesitaba encontrar la misma determinación y aclarar esas afirmaciones. Mirando la lista, respiró profundo. —Nadie tiene control sobre ningún aspecto de mi vida a menos que yo elija entregarle mi regalo. —¿En qué piensas cuando dices esas palabras, princesa? —La urgió Beck. —Tú sabes. —Intentó encogerse de hombros de modo casual— Mi padre. —Recuperaste tu control de ese animal en términos nada inciertos. Me alegra haber podido ver eso. El rostro de Beck brilló con orgullo.

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—¿Qué significa esa afirmación para ti cuando se trata de Hammer y Liam? —Preguntó Seth. Raine se detuvo, meditando un poco. —Que tengo la elección de si me entrego a ellos o no. —Excelente. —La elogió Seth— Eso es lo que estás haciendo ahora mismo, y ellos se mueven por tu poder. Es lo que los llena. ¿Pero cómo te hace sentir eso? —Centrada. —Creo que lo está entendiendo. —Beck sonó complacido. —Está bien cariño. La última. Seth señaló con la cabeza al papel en manos de ella. —Merezco… —Raine tartamudeó, releyendo de nuevo las palabras. Ella sintió la mirada evaluativa de Seth. Cuanto más se demorara, más fuerte sería la impaciencia de él. —Continúa. Dinos lo que mereces. El tono de Seth era suave pero lleno de una gran orden dominante. Tragó el nudo de reserva de su garganta. —Merezco ser feliz. —Las siguientes palabras fueron más difíciles de mencionar— Y amada. ¿Se lo merecía? Tal vez una mejor pregunta era ¿por qué no? Ella no era mala persona. Jamás había lastimado a nadie a propósito. ¿Por qué no tener algo de felicidad? ¿Amor? Tantas grietas dañaban su alma. Había pasado toda su vida luchando por sentirse valiosa. Pero el pasado estaba detrás y si mantenía su coraje intacto durante este viaje, tal vez Hammer y Liam harían su magia, y finalmente arreglaría cada una de sus dentadas heridas para estar completa. —Lo mereces. —Le confirmó Beck— Sé que dudas de vez en cuando, pero en el fondo, sabes que es verdad. Seth se agachó frente a ella otra vez. —Raine, mírame. Esperó en silencio hasta que ella hizo acopio de todo el valor para levantar la cabeza y mostrarle sus incertidumbres y sus inseguridades. Él sonrió.

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—Sé que es difícil, pero estamos orgullosos de que sacaras tus palabras. La próxima vez, convéncenos de que no solo estás recitando estas palabras, sino que también las crees. Sonaba tan divertido como ser ahogado, pero ella sabía que sólo intentaba ayudar. —Haré lo que pueda, Señor. —Es todo lo que pedimos. Ahora dinos por qué se te dificulta aceptar que esa afirmación es un hecho. —Mi padre me convenció que no era lo suficientemente buena. —se encogió de hombros— Si lo oyes lo suficiente, lo crees. Liam me dijo que era hora de que mi cabeza comenzara a escuchar mi corazón. —Creo que Liam es un hombre muy sabio. Y te ama mucho. Deberías escucharlo. —Seth sonrió gentilmente. —Ya están listos para ti arriba, princesa. —Beck extendió su mano— Ponte la bata y te verán al final de las escaleras. Raine dejó que Beck la ayudara a levantarse. —Gracias, Señores, por ayudarme a solucionar esto. Seth vio cómo se anudaba la bata, y se le adelantó atando un nudo suelto. —Piensa más sobre tus afirmaciones mientras haces tu tarea hoy. Ellos te ayudarán. Y con eso, Seth la besó en la frente antes de sacarla de la cocina.

Al final de las escaleras, Hammer golpeaba impaciente con su pie, viendo cómo subía Raine.

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La pequeña bata de seda sonaba al rozar sus muslos, su cintura atada, sus duros pezones. Él apretó la cinta de seda en su mano. A su lado, la anticipación emanaba del cuerpo de Liam. Hoy no sería fácil, pero si todo salía bien, sería putamente satisfactorio. Mientras se acercaba, su mirada se movía entre los dos, su expresión un poco sacudida… casi más nerviosa que antes del desayuno… pero determinada. Liam la tomó del codo, la acercó entre ellos dos, y la llevaron al cuarto de juegos. Una vez dentro, Hammer cerró la puerta, mirando a Raine. Ella miró la mesa acolchada que habían acomodado en medio del cuarto, de nuevo iluminado con sólo unas cuantas velas, y respiró sonoramente. —¿Ocurre algo malo, amor? —Preguntó Liam. Ella parecía prepararse y negó con la cabeza. —No, Señor. Sólo estoy un poco incómoda. No estoy segura de qué esperar o qué hacer. Pero supongo que vosotros me lo diréis, ¿verdad? ¿Debería arrodillarme sobre eso? Cuando señaló la cama de ataduras, Hammer se paró frente a ella y enredó un dedo en el cinturón de la bata. —Apreciamos semejante respuesta tan completa. Pero quiero que te concentres en mí por un momento. Mantén contigo lo que aprendiste ayer. La comunicación será crítica. La tarea de hoy se trata de sinceridad. Raine palideció. —Sé que es importante, pero a veces la verdad daña a la gente. Intento evitar molestar a nadie. —Hay una diferencia entre mentir y decir algo delicadamente. Nadie quiere que le mientan, Raine. —Señaló Hammer— ¿No tuviste una afirmación de eso hace poco esta mañana? —Ya que vosotros las escribisteis, sé que sí, Señor. Seth señaló que no puedo ser responsable de cómo se sientan los demás, pero sólo no sé cómo mirar a alguien a los ojos y molestarlo. Su mirada se suavizó. —Seth tiene razón. Tu responsabilidad es comunicar la verdad, no preocuparte sobre cómo ésta nos afecte.

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Dejó que ella lo asimilara hasta que la aceptación le llenó el rostro. —Haré mi mejor esfuerzo, Señor. Liam la tomó de la mano. —Háblanos durante todo este ejercicio y haz lo que te decimos. Todo estará bien. —Comencemos. Hammer la besó suavemente en los labios, y zafó el nudo alrededor de su cintura. Liam se movió detrás de ella y tomó la bata de sus esbeltos hombros. La colgó del pomo de la puerta, y juntos la llevaron al lado de la mesa elevada. —Súbete, preciosa. Mirándolos rápidamente, posó sus manos sobre la superficie acolchada. Con sus manos apretándole las caderas, Liam la ayudó a subir. Hammer esperó al otro lado tomándola del torso para mantenerla estable. Una vez la acostaron boca arriba, Liam y él le ataron las muñecas a las esposas que estaban pegada a los lados de la mesa. —Estas ataduras no son para someterte, sino para mantenerte abierta para nosotros. Vamos a hacerte preguntas. Cada vez que contestes sinceramente, colocaremos una nueva atadura a tu alrededor. —No te vamos a atar a la mesa, amor. —Agregó Liam— Te ataremos a nosotros. Su mirada se fijó en Liam. —¿Lo dices en serio? —Con todo nuestro corazón. —Le prometió Hammer. Liam le retiró el cabello de la frente. —¿No lo sientes? —Para mí es realmente difícil creer, pero te juro que lo estoy intentando. No era exactamente la respuesta que esperaba escuchar, pero Hammer entendía y lo aceptaba… por ahora. Terminó de ajustar la atadura. Bajo sus manos, Raine temblaba, pero la resolución estaba plasmada en su rostro. —Eso vemos y estamos orgullosos. Hoy será más difícil, Raine. —Le advirtió Hammer— Ayer mostraste el valor de una buena comunicación.

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La sinceridad es una gran parte de eso. No he sido siempre sincero contigo, y eso lo estoy cambiando. Tienes que hacer lo mismo. Su silencio le ponía la piel de gallina. Se negaba a cometer el mismo error dos veces. —¿Raine? Ella vaciló por un momento suspendido, con la aprensión brillando en su mirada, pero no tenía sentido seguir adelante a menos que se comprometiera en las reglas y el proceso. —Sí, Señor. Entiendo. Liam soltó un suspiro de evidente alivio. —Tenemos fe en ti, Raine. Ahora pon tu fe en nosotros. Tenían que seguir con la tarea. Hammer sabía que darle tiempo de preocuparse sólo haría que sus dudas se apoderaran de ella. —Confío en vosotros más de lo que confío en mi misma. —Admitió ella. Hammer se meció sobre sus talones. Su corazón saltó hacia su garganta. Liam y él intercambiaron una mirada. Vió el mismo shock en los ojos de su amigo. —Sigue tus instintos. Te ayudaremos. —Prometió Liam, y luego la besó anhelante en los labios. Tan pronto como Liam se alejó, Hammer la besó también, lentamente. Separó los labios, la saboreó por un dulce momento, y se alejó. Ella los miró con el corazón en los ojos. Era hora de comenzar. Liam se inclinó sobre la mesa de nuevo, cerniéndose sobre el rostro de Raine. —Dime, cuándo tenías mi collar, ¿seguiste cocinando y limpiando para Hammer aunque te dije que no lo hicieras? —¿Me voy a meter en problemas por mis respuestas? —se mordió el labio. Zorra. Hammer no sabía si sacudir la cabeza o reírse. —Sólo si no eres sincera o eres caprichosa. —Le contestó.

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Riéndose, Liam le acaricio el brazo. —Si eres sincera, sólo ganarás elogios. Contesta mi pregunta. Ella abrió los ojos de par en par y se estremeció. —Entonces, sí. Lo hice. —¿Por qué? —Prosiguió Liam. Giró los ojos en dirección a Hammer. Jamás le había dicho que su comida estaba en el horno o que había cambiado sus sábanas. Justo como si jamás le había agradecido abiertamente. En cambio, él le cambiaba el aceite a su coche y le dejaba trozos de su chocolate favorito donde sólo ella pudiera encontrarlos. Había sido su secreto. —¿Cómo lo supiste? —Preguntó ella. —No soy ciego. —Dijo Liam— ¿Por qué? Raine se tomó su tiempo para contestar. Un puño de anticipación se apoderó del estomago de Hammer y lo apretó tan fuerte mientras organizaba sus ideas y se concentraba de nuevo en Liam. —He cuidado de él por tanto tiempo, que no sabía qué hacer. Y sin ánimo de ofender… —Miró a Hammer antes de volverse de nuevo hacia Liam—Es muy inútil en la cocina. Si cocinaba para los dos, no tenía sentido no hacer algo extra y dejárselo en el horno. La idea de que pasara hambre o comiera fuera me molestaba. Lo mismo con la limpieza. —Gracias por tu sinceridad. Liam tomó un trozo de cuerda y lo ató a la mesa otra vez, esta vez atando la parte de arriba de sus brazos. —¿Eso te molestó? —Pregunto ella, con evidente aprensión en su voz— Porque nunca quise molestarte. No era mi intención. —Lo que me molesta es que hicieras cosas por Hammer a mis espaldas. —Liam apretó la atadura— No confiaste en mí lo suficiente para ser sincera. Raine asintió como si entendiera por completo. —En algún punto durante nuestro último viaje aquí, me apegué tanto a ti que tenía miedo de decir algo que te alejara. El que yo cuidara a Hammer no fue ninguna muestra de falta de respeto o deslealtad hacia ti. Sólo no supe cómo decírtelo.

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Liam la miró, con el rostro apretado mientras reprimía cien pensamientos diferentes. Como si quisiera abrazarla y jamás dejarla ir. —Lo acabas de hacer, amor. —Y gracias por no dejarme morir de hambre. —Agregó Hammer, apretando su propia cuerda alrededor del otro brazo— Concéntrate en la seda, preciosa. Cada una es una línea de confianza entre nosotros. Siéntelo en tu piel, en tu sangre, dentro de ti. —Eso hago. —Murmuró mientras él apretaba el nudo. Hammer no pudo ignorar la excitación en la voz de Raine, y joder, eso también lo encendió. —¿Cuándo empezaste a pensar en Liam como algo más que mi amigo? Los ojos de Raine se abrieron de par en par. Apretó los labios, y miró a Liam. Hammer no tuvo que adivinar que a ella no le hacía mucha gracia contestar esa pregunta. Estiró la cuerda alrededor de su bíceps. —Confianza. Asintiendo, dejó salir algo de aire. —Cuando nos presentaste por primera vez, yo, um… pensé que él era muy atractivo. Me hizo varias preguntas probándome durante nuestras primeras conversaciones. Me preguntó por ti. Luego me preguntó por mí. No dije mucho en ambos casos. Pero supe que me estaba observando mucho. No pude descifrar por qué exactamente. —Dejó salir un suspiro, y tomó aire otra vez— La mañana que rompí la taza en tu puerta, la mañana en que Marlie salió de tu habitación… —Ella fue un error. —La cortó Hammer. Eso hizo sonreír a Raine. —Era una “Para Una Tierna Amiga”. —¿Disculpa? —Liam frunció el ceño, claramente confundido. —Una puta. —Ofreció Hammer— P.U.Tierna… ya entiendes. Liam rompió en carcajadas. —Eso era ella. Muy inteligente, amor. Una nueva liviandad en el cuarto pareció darle más confianza.

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—En fin, Liam vino a verme en la mañana a la cocina y se ofreció a entrenarme. Al principio, pensé que sólo sentía lástima por mí. Y luego me besó. Y ahí me di cuenta que me deseaba. Hammer miró a Liam en shock, y luego con una mueca, se obligó a retomar. Eso ya era agua pasada. Historia antigua. Ya no importaba… incluso si deseaba darle a su viejo amigo una paliza. Cuando ella lo miró, sintió incertidumbre. —¿Dije algo que no debí? —No, preciosa. Lo has hecho bien. Ató otro trozo de cuerda en la mesa, y luego la pasó por los hombros de Raine. Liam tomó la otra punta y la unió a su lado, inmovilizándola más. —Muy sincera, justo lo que te hemos pedido. Raine se vió notablemente aliviada. —Lo estoy intentando. —Lo sabemos. —La calmó Liam— Dime por qué crees que te quité el collar. —Bueno… sabía que no estabas feliz porque no te conté lo de las migrañas. —Comenzó ella. —Nada feliz. —Liam elevó una ceja— ¿Pero realmente crees que fue por eso? —No dije eso. —Se defendió ella— Sabía que eso no ayudó, pero… supongo que hice muchas cosas. No siempre te dije lo que pensaba. —Su mirada se evadió— Mi única defensa era que jamás había tenido una relación de dos. No sabía cómo creerte cuando dijiste que estarías aquí o que me querías. Hammer hizo una mueca. Le dolieron sus palabras. La sinceridad era brutal, pero no podía esconderse de la verdad. La mantuvo a distancia durante años. Desde el momento en que comenzó a florecer bajo su techo, había tenido mucho miedo de cuánto le importaba ella. Quería protegerla más de lo que quiso proteger a ninguna otra mujer. Al principio, se dijo a sí mismo que era porque era tan malditamente joven y vulnerable. Luego Hammer pensó que sus sentimientos habían crecido porque estaba decidido a salvarla, ya que no había salvado a Juliet.

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Finalmente se dio cuenta que simplemente se había enamorado de Raine. Curioso que no se hubiera dado cuenta que la amaba o de que sólo ella podía curarlo hasta que Liam se la quitó. —¿Evitaste a propósito conversaciones que encontrabas incómodas? —Preguntó Liam. —Sí. —Lo miró con ojos tristes y penitentes— Pero no fue mi intención dejarte fuera. Liam se inclinó sobre la mesa, con el rostro lleno de presentimiento. —Te negaste a hablarme de tu discusión con Hammer justo antes de Acción de Gracias. Me diste una historia absurda de que era sobre el menú. —Sí hablamos de eso. —Ofreció ella. —No fue eso de lo que discutimos. Hammer frunció el ceño. Ella suspiró derrotada. —Lo sé. Liam la tomó de la barbilla y le volvió a hablar. —Yo también. Y en vez de ser sincera, ¿qué hiciste? —Intenté acercarme a ti. Y no quisiste mi afecto. El dolor en la voz de Raine era inconfundible. Su labio inferior tembló. Hammer miró a Liam. Su amigo se veía tan confundido como se sentía. —No. —La corrigió Liam— Intentaste terminar la conversación con sexo. Francamente, así es como tú terminabas muchas discusiones. Con los dedos apretando el borde de la mesa, Hammer luchó por mantener la cordura. Juliet había usado esa táctica con él a menudo. Y él caía la mayor parte del tiempo, y ya ves dónde terminó todo. Tomó aire entre los dientes, aguantando las ganas de pelear. Pero no había un maldito modo en que permitiera que Raine abriera su cuerpo y evitara hacer lo mismo con su corazón. Raine parpadeó. —Estabas molesto, y lo sabía, Liam. Quería calmarte. Necesitaba tu confianza. Tu contacto es la única manera en que puedo sentir tu cariño. ¿En serio? ¿Eso era lo que ella creía?

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Hammer soltó la mesa. Había visto a Juliet usando su cuerpo para terminar conversaciones. Pero jamás había visto a Raine usar sus artimañas de ese modo. Seguro, ella intentó seducirlo una vez, pero él estaba dormido. Ella no había puesto su boca sobre su polla para terminar una pelea. Cuando casi la folló en el bar, ella no había intentado parar la discusión. De hecho, ella había intentado alejarse. Tal vez Liam supuso que ella tenía la intención de distraerlo y había confundido su intención. Tal vez. Pero Hammer pretendía aclarar el asunto de todos modos. —Escúchame, Raine. Jamás, nunca uses tu cuerpo para evitar que te hagamos preguntas, o te queramos abrir o meternos en tu cabeza. Si necesitas confianza, pídela, no te quites la ropa ni te frotes contra nosotros. ¿Está putamente claro? Esto no es negociable. Raine lo miró, parpadeó claramente confundida. —Está bien. No quise distraer a Liam ese día, sólo… —Suspiró— Puedo discutir contigo, y sé que no importa lo molesto que estés, ya que es tu club, no te vas a ningún lado. Además, te gusta discutir. Liam no es igual. Parecía realmente molesto, y odié eso. Hammer gruñó. —¿Crees que me gusta discutir contigo? Ella lo miró como si la verdad fuera obvia. —Es tu juego preliminar, y ya que casi no hicimos lo demás… digo, si no te gustara, no hubieras elegido pelear tanto. —Estás equivocada. —Hammer casi se lanzó hacia ella— Pelear y molestarte era la única manera que tenía para que dejaras de protegerte y me dijeras la verdad. —Y tal vez yo peleaba porque era el único modo de poder tener tu atención. Ella frunció la boca y lo miró con la frente arrugada. —Aún pienso que te gusta discutir conmigo. Era difícil no darme cuenta que siempre te ponías duro. Liam aclaró su garganta. —Así que no era tu intención distraerme con sexo. Está bien. Pero la verdad es, que intentaste todo lo demás para evitar decirme que discutiste con Hammer. Entonces miró a Liam con sus ojos azules.

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—Si te hubiera contado sobre esa discusión, hubiera tenido que decirte cuánto tenía de retraso. —Y pensaste que si me enteraba, te dejaría, ¿verdad? —Sí. —¿Incluso cuando dije que no me iría? —Pero lo hiciste. —Discutió ella, con los ojos llenos de lágrimas. —¿No estoy ahora aquí? —La desafió— ¿Me he ido a algún lado? Ella suspiró. —No. —Te quité el collar, amor, no porque quisiera dejarte, sino porque en verdad jamás estuviste conmigo. Raine luchó contra sus ataduras, retorciéndose para bajarse de la mesa. Sus piernas cedieron y se elevó de la superficie lo que le permitieron las cuerdas. Hammer la tomó del cabello y la tironeó, girando su rostro hacia él. —Detente. Cuando luchas contra las cuerdas, luchas contra nosotros, Raine. —No lo hagas. —Sollozó ella. —No evadas nuestras preguntas. —Gruñó Hammer— No hay respuestas ni buenas ni malas, sólo la verdad. Ella miró fugazmente a Liam, con ojos dolidos y acusadores. —Te lo dije, lo intenté. Esperabas más de lo que yo sabía entregar. Me asustaste de muerte. Tomando otro trozo de cuerda, Hammer la ató a la mesa y la pasó por las caderas de ella, luego le entregó la otra punta a Liam. Él la tomó sombríamente y la ató junto al otro lado de su cadera, con la frente arrugada. —¿Cómo lo hice? —Exigió Liam incrédulo, terminando el nudo— ¿Porque te amaba y quería que me amaras? —Sí. —Todo su cuerpo tembló mientras lloraba— No sabía cómo podía tener tanto miedo de algo que deseaba tanto. El miedo me paralizó. —Respiró temblorosamente— Cada vez que soltaba un poco, me sentía tan orgullosa de mi misma. Luego siempre parecías molesto de que no fuera algo más. Me sentí demasiado fuera de mi elemento.

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—Te cerraste. —Dijo Hammer. Raine asintió. —Jamás dijiste nada de esto. —Señaló Liam suavemente— ¿Cómo iba yo a saberlo? —¿Cómo podía darte lo que no sabía cómo entregar? El amor parece tan fácil para ti. Las palabras te salen. ¿A mí? —Sacudió la cabeza— Lo que sabía era que si deseaba algo demasiado, me lo quitaban y lo destruían. Eras demasiado bueno. Quería más, pero no me atreví a decírtelo. —¿Así que lo destruiste tú misma? Ella cerró los ojos mientras los sollozos la sacudían de nuevo. —Ves, la cago con todo. Liam le acaricio la mejilla. —Shh. No. Enamorarme de ti fue muy fácil. Desde el primer día, deseé protegerte y guiarte. Quería llegar a ti. Me hiciste reír. Me hiciste enfadar. Me ataste en nudos. Pero me hiciste sentir vivo. Mi vanidad fue creer que mi amor era suficiente para los dos. Jamás quise hacerte sentir indigna. —Sé que no fue así. Lo siento por no haber sido sincera. Lo último que quise hacer era lastimarte. Sus parpados se abrieron y su mirada se aferró a Liam. Todo en su rostro era una súplica por aceptación. —Te amo. El aire dejó los pulmones de Hammer de un golpe. No le sorprendía que Raine estuviera enamorada de su mejor amigo. En el fondo, Hammer lo había sabido, pero oír las dulces palabras de Raine lo envolvieron de una franca necesidad… joder, quiso gritar, destrozar, romper todo en la habitación. Pero no podía respirar, no pudo moverse, no pudo hablar. Liam había esperado durante semanas, con la ilusión de que ella le declarara sus sentimientos. Ahora que lo había hecho, Hammer sólo apretó la mandíbula, agradecido que los otros dos estuvieran tan absortos el uno en el otro que no se dieron cuenta de cómo él se estaba desmoronando en silencio. —Oh, Dios. —Él acunó el rostro de Raine— No sabes cuánto he esperado por escuchar eso. Gracias por ser valiente. Y aquí está mi corazón, atado al tuyo.

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Liam tomó un trozo de cuerda y lo acomodó bajo los pechos de Raine antes de darle la otra punta a Macen. Hammer miró la cuerda callado, viendo el abrumador amor en los ojos de su amigo. Con dedos entumecidos, tomó la sedosa cuerda y la envolvió para amarrarla en su lado de la mesa mientras Liam se inclinaba hacia Raine y cubría su boca con la de él, hundiéndose, dominando sus labios. Diciéndole sin musitar palabra que él también la amaba. Cuando Liam rompió el beso con Raine, Hammer no pudo hacer una maldita cosa excepto asumir una expresión estoica. Inmediatamente, ella lo miró preocupada. Sí, ella no quería lastimarlo. Demasiado tarde. —¿Durante cuánto has estado enamorada de él? —Susurró Hammer. Raine se detuvo. Él pudo ver sus pensamientos girar, verla recolectar recuerdos. —Creo… —Sonrió con cautela— Que cuando Liam me dio pepinillos. Fue lo más tierno y horrible que hizo para mostrarme que le importaba lo que yo decía. —Se giró hacia Liam— Esa noche durante la cena cuando querías saber de mi infancia y finalmente me convenciste que te contara todo. ¿Recuerdas? Ahí fue. —Lo recuerdo. Te comí de postre después de eso, amor. —Sonrió Liam. Raine se sonrojó de un modo bonito, y compartieron el recuerdo que Hammer sabía que él no entendía precisamente. Eso alimentó cada inseguridad que tenía. Pero se obligó a tragárselas junto con su orgullo herido. —Lo estás hacienda muy bien, preciosa. Él ha esperado mucho tiempo para oírte decir lo que sientes. —Le murmuró Hammer a ella. ¿Cómo diablos podía estar feliz por su amigo y al mismo tiempo tan rabioso? —Eso no cambia lo que siento por ti, Macen. Nada lo cambiaría. — Ella miró al techo y respiró profundamente— Y eso es lo que no sabía cómo decir, que los amo a los dos. —Lo sabía. Lo supe por un tiempo. Eso es enormemente sincero. Lo estás haciendo genial. —Se ahogó Hammer.

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Él tomó más cuerda y le tendió a Liam otro trozo. Juntos, ataron sus rodillas, y aseguraron la seda alrededor de sus tobillos y la ataron a la mesa. Hammer revisó su circulación en su lado. Liam hizo lo mismo con una sacudida de cabeza. —Pudiste habérmelo dicho, hombre. —Lo intenté, terco imbécil. No me escuchabas. Hammer se puso serio otra vez y la fijó con la mirada. —Una cosa más me preocupa, Raine. Entiendo por qué sentías que no podías hablar con Liam después de que te quitara el collar. Pero, ¿por qué no acudiste a mi? —¿Para decirte qué? No podía pedirte que arreglaras mis problemas, Macen. Me preocupaba que si iba a verte termináramos… —Ella cerró los ojos, luciendo tensa e incómoda— En la cama, y que no tuviera la fuerza de decirte no. Luego vosotros dos hubierais pensado que te había buscado para vengarme con sexo. Eso es incluso más feo, y no quise eso. —Yo casi que esperaba que lo hicieras. —Admitió Liam— Pero me alegra significar para ti lo suficiente para que rechazaras la idea de seducirlo sólo para lastimarme. —Jamás quise lastimarte. —Le juró ella, y luego miró a Hammer suplicante.—O a ti. Lo último que querías oír era a mí llorando por Liam. Además, pensé que sin mí ahí, vosotros dos podríais arreglar vuestra amistad. No quise estar más entre vosotros. A Hammer no le gustaba su punto… pero lo entendía. —Mírame. —Él no dijo nada más hasta que lo hizo— No importa qué ocurra en tu vida, Raine, si necesitas algo, siempre quiero que vengas a mí. —Pero tú no podías arreglar esto, Señor. Nadie podía. —Miró a Liam con remordimiento— Fue por mi propia mano. —No tienes idea de lo que soy capaz, preciosa. Así que no te imagines que no podría haber ayudado. No me diste una puta oportunidad. —En realidad a mí tampoco me la diste. Simplemente te fuiste, incluso después de decirte que no huyeras. —Señaló Liam— ¿No creíste que nos preocuparíamos por ti? —Pensé que tal vez sí. —Confesó ella suavemente. —¿Tal vez? —Ladró Hammer.

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—Por eso fui con Beck. Le dije que os dijera que estaba bien. —¿Y pensaste que Beck debería ser tu mensajero en vez de llamarnos tú misma? Liam la miró ardiente. —¿En serio pensaste que no te estaríamos buscando como locos? Maldito infierno, estábamos fuera de quicio. —Lo sé. Ella se estremeció, y Hammer pudo ver la preocupación en su rostro de nuevo. —Os vi. Estaba en el coche de Beck, y vosotros ibais entrando al hospital. La mandíbula de Hammer palpitó y luchó como el infierno para no perder la calma. —¿Y no lo hiciste detenerse? ¿Girarse y llamarnos? Liam miró a Hammer con ira, y Hammer imaginó que no estaba haciendo un buen trabajo escondiendo su ira. —Necesitaba más tiempo para organizar mis cosas. No estaba lista para hablar con ninguno de vosotros. Pero tomé mi teléfono casi cien veces para llamaros. Extrañaba oíros. —Sorbió— Os extrañé —Entonces no nos hagas pasar por eso nunca más. —Le exigió Liam— Dinos que te quedarás y lucharás y enfrentarás los problemas cuando las cosas se pongan difíciles. —Dilo. —Hammer se inclinó sobre su rostro, con los dientes apretados. Liam se acercó a su oído. —Queremos oírlo, Raine. Prométenos que jamás volverás a huir. Ella vaciló, aparentemente luchando con sus pensamientos. El miedo se apoderó de su expresión, y luego se compuso, buscó valor y asintió. La multitud de emociones lo dejó en trance. Su triunfo se elevó. —Está bien. —Ella susurró— Prometo no huir de nuevo. Hammer sintió que la tensión abandonaba su cuerpo. Suspiró de alivio. Liam la besó en la frente y le acaricio la mejilla con la nariz. Hammer le besó el hombro, el cuello y los labios por un breve momento.

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—Gracias, preciosa. Necesitábamos escuchar eso. —Sí, lo necesitábamos. Liam concordó y lo miró, buscando las cuerdas de Raine. Él la quería libre. Joder, sí. Por mucho que disfrutara viéndola atada, Hammer quería más abrazarla. Claramente, Liam también. Raine les había dado tanto hoy. Su sinceridad… incluso si dolía. Su promesa… aunque le hubiera costado. Cristo, era asombrosa. Liam y él juntos desataron los nudos, comenzando con la cuerda en los hombros. La primera cuerda se soltó y cayó al suelo con un golpe seco. Un patrón suave y rosado con la marca de la cuerda adornaba su piel. Por primera vez, vio a Raine con las marcas de su dominación. No los moretones que le había dejado cuando la folló hasta perder el sentido esa noche de ebriedad, sino las marcas de su posesión danzando sobre su piel cuando trabajó con Liam para controlarla. Santa mierda, tal visión le hizo palpitar su polla. —¿Hammer? —Lo llamó Liam, desatando ya los nudos de la cadera. Con un asentimiento, se apresuró para seguir, desatando la seda de la parte de arriba de los brazos, bajo los pechos, luego soltando las esposas en las muñecas antes de terminar en los muslos y tobillos. Raine se sentó, buscándolos tan rápido como pudo. Se presionó contra el pecho de Liam y enterró el rostro en su cuello incluso mientras lo buscaba con su mano libre, que usó para acercarlo más, fundiendo su espalda con la de ella. Tan pequeña, tan frágil. Tan valiente. La amaba. —Lo hiciste muy bien hoy. —Dijo Liam— Tu promesa de quedarte y solucionar las cosas significa todo para mí. —Se alejó lo suficiente para buscar su mirada— Voy a confiar en tu palabra, amor. Ella sonrió suavemente. —Después de ver lo rápido que me buscasteis, os creo. Pero ahora estoy aquí. Me quedo. Siento que… hemos caminado sobre fuego. No sé lo que pasará mañana. Pero hoy, se sintió maravilloso decir lo que pensaba y que vosotros lo aceptarais. Todo lo que dije fue sincero. —Miró profundamente, transmitiendo la verdad de sus palabras— Todo. Liam la besó suavemente. —Oh, Raine. Yo también te amo.

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Después de un beso más, se volvió hacia él y el corazón de Hammer se detuvo ante el amor en su mirada. Sin timidez. Sin rabia. Sin esconderse. Solo estaba… ahí. Hammer ni siquiera intentó detenerse de tomarla y cubrir su boca con un beso frenético. Y no contuvo una gota de su ardiente amor. Ahora no era el momento de decírselo, pero sí que lo intentaría antes de dejar esta montaña. En aquel momento, la estrechó en sus brazos. Liam hizo lo mismo. Ninguno dijo nada por un momento largo. El silencio transmitía todo lo que habían logrado… y no decía nada sobre lo que vendría luego, como si el silencio actual fuera sagrado. —¿Pasé la prueba? —Les sonrió. El agarre de Liam se apretó. —Sí. Deja que te abracemos tan fuerte como nuestras cuerdas. Te tenemos. Y Hammer no pretendía dejarla ir. Quería olerla, fundirla contra él. Quería poseerla. Casi tuvo la oportunidad. Si su tiempo hubiera sido diferente, si ella hubiera sido fértil esa noche… no era que quisiera obligarla a ser suya, pero ¿hubiera luchado ella tan fuerte? ¿O tan siquiera hubiera estado feliz? La verdad, lo ignoraba. Y estaba desesperado por saber. Hammer le tomó el rostro y buscó su mirada. —Raine, estabas llorando el día de Acción de Gracias. ¿Fue porque estabas aliviada de no estar embarazada? ¿O decepcionada porque querías estarlo?

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Capítulo Dieciocho

Liam sintió que el cuerpo de Raine se tensaba contra él mientras sus entrañas se sacudían. ¿Qué diría Raine? Podía fingir que no tenía importancia, que todo eso ahora era historia y lo mejor era dejarlo ahí si él… ellos… querían seguir adelante. Pero Hammer no descansaría hasta obtener algunas respuestas. —¿Sabes qué? —Sugirió Liam— Ven, te acuestas en la cama que está caliente y cómoda y terminamos la conversación allí. —No. —Hammer sacudió la cabeza— Liam, he esperado. Hace unos días, pensé que jamás la vería de nuevo. Este es el momento de ser sincero. Déjala contestar primero. Entonces Hammer se volvió hacia Raine, fijándola con una mirada que exigía la pura verdad. —Yo… —Suspiró, buscando las muñecas de Hammer con sus manos mientras él sostenía su rostro— Oh, ¿qué importa ahora, Macen? No estaba embarazada. Solo fue un retraso. —Sabes muy bien que sí importa, maldición. Necesito tu sinceridad. Necesito una respuesta. Le exigió incluso mientras ella intentaba zafarse de su agarre y esconderse. —No te escondas de mí. Es otra forma de huir. Liam apretó los dientes, pero no podía permitirle a Raine que retrocediera… incluso si no quería oír la verdad. —Contéstale, Raine. Al lado de ella, la sintió temblar, la oyó ahogar un sollozo. Liam abrió la boca para calmarla y diluir la tensión.

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—¿Qué quieres oír, Macen? ¿Que estaba devastada por no estar embarazada? ¿Que quería ser la madre de tu hijo? ¿Que algo dentro de mí había contemplado la nada práctica esperanza de que tal vez yo llevara la vida que creaste dentro de mí y tener por siempre una parte de ti? —Lentas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Hammer la agarró más fuerte. Se miraron el uno al otro. Los ojos de él se veían tan vidriosos y atormentados como los de ella. —Maldita sea, quiero la verdad. —Insistió Macen. —Bien. —Gimió, enderezando la espalda— Claro que estaba decepcionada. Te amo. Te he querido por tanto tiempo que no recuerdo lo que se siente no quererte. Cada palabra se metió en el corazón de Liam como un cuchillo, cortándolo en pedazos. Joder. Querías sinceridad, ahí la tienes. Disfruta ese trago amargo. Raine se secó las lágrimas y bajó la cabeza, bajando la voz a un susurro que Liam tuvo que inclinarse para escuchar. —Pero no estaba embarazada, así que ya no vale. Hubiera sido una situación imposible, de todos modos. No llevar a tu hijo en mi vientre significó que podía tener una vida con Liam, y… —Respiró temblorosamente— Y al final, eso me hacía más feliz. Oh, Dios, lo siento, Macen. Su rostro se derrumbó mientras buscaba a Hammer a ciegas. Él la acercó y la abrazó meciéndola suavemente. —No fue planeado, lo sé. Pero quería tanto tener ese bebé contigo. — Hammer confirmó el mayor miedo de Liam— Cristo, sigo imaginándome una hija tan bella como su madre. Raine rió a través de sus lágrimas, aferrándose a los hombros de Macen. —Y yo esperaba un niño como su padre. El eje de la tierra se movió bajo Liam. Ella había querido tener el bebé de Hammer. ¿Pero lo había querido más a él? El pesar de Raine, junto con las sentidas confesiones de ella y Hammer, le dijeron a Liam que ella no tenía paz. Pero maldita sea, él tampoco la tuvo.

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No tenía sentido intentar convencerse de que su mundo no había acabado de explotar en su cara, que sus sueños de compartir una vida con esta mujer, sólo ellos dos, yacían muertos a su alrededor. Algo le apretó el corazón. No podía respirar y se tragó la urgencia de rugir que si alguna vida creciera dentro de Raine sería suya… y sólo suya. Pero en vez de estallar con la injusticia de todo esto, tuvo que dar una actuación digna de un maldito Oscar y ver a Raine sacudirse con el llanto. Tuvo que ver a Macen acunarla en sus brazos mientras compartían su tristeza. Y no podía decir una maldita cosa o se arriesgaría a destruirla. Mientras se aferraban el uno al otro, Liam se sintió jodidamente invisible. Y eso le rompió el corazón más que nada. Tomó a Raine, levantándola suavemente para poderla mover. Ella se giró sobre la mesa, agarrándose de la superficie acolchada, y lo miró devastada. —No. Por favor… esta es la razón más grande por la que nunca quise hablar de mi retraso o mi posible embarazo. Sin importar lo que dijera, alguien saldría lastimado. Has hecho tanto por mí, sacrificaste tus sentimientos para poder romper mis barreras. Lo que creas de aquí en adelante, debes saber que te amo. Y supe desde el momento en que abrí la boca, que podría hacerte más daño del que jamás podrías recuperarte. —No, está bien. Sólo te estoy dando algo de espacio, es todo. Llevó su mano a sus labios y la besó, esperando que ella no notara el temblor en su mano. No podía ni siquiera mirar a Hammer. —Claro que estabas decepcionada. ¿Por qué no estarlo? Sé que eventualmente querías ser madre. —Pero, yo… —No tienes que explicar. Liam se obligó a mantener la voz calmada. —Hammer te llevará a la cama, amor. Descansa un poso. Ha sido una mañana fuerte y fuiste muy valiente. Estoy orgulloso de ti, Raine. Cómo era de agridulce que ella le hubiera dado exactamente la respuesta que quería hace dos semanas. Y tal como lo había temido, eso lo había aniquilado. —Quédate conmigo. —Suplicó ella.

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—Estaré aquí. Sigue con Hammer. Él necesita tiempo contigo. Creo que tú también lo necesitas. Si quieres, daremos un paseo afuera después de almorzar y tal vez lanzar unas bolas de nieve. Pero por ahora, descansa. Te lo has ganado. Raine asintió triste y llorosa, y volvió con Hammer. El otro hombre la tomó en sus brazos y esperó a que Liam abriera la puerta del cuarto de juegos. Los siguió hacia la habitación de ella. Una vez dentro, Liam retiró las mantas y miró con furia impotente cómo Hammer se acostaba junto a ella y la tomaba de nuevo entre sus brazos. Liam se inclinó para besarla antes de salir, pero sus lágrimas y los tiernos mimos de Hammer comenzaron de nuevo. Esta vez fueron demasiado para su disminuida compostura. En silencio, se retiró en busca de soledad para calmar su tormento.

A medida que el día avanzaba, Liam luchaba con el ácido que hervía en su vientre. Con una sonrisa controlada firmemente en su sitio, se las arregló para soportar hasta el almuerzo. Incluso Raine y Hammer habían estado tan apagados, tan callados que fue fácil permitir que Beck y Seth intentaran aligerar el ambiente. Hammer no había follado con Raine, así que podía estar agradecido por esa pequeña misericordia. Si Macen lo hubiera hecho, Liam lo hubiera escuchado cuando paseaba en su habitación junto a la de ella. Después del almuerzo, él sobrevivió la caminata con Hammer y Raine en la nieve recién caída, dándoles sonrisas forzadas y monosílabos. Liam esperaba que respirar el aire gélido enfriara su creciente ira o que contemplar la belleza del invierno pudiera adormecer su dolor. Pero la presencia de Hammer solo sirvió para agregar combustible al fuego lento dentro de él. Él había tomado la mano de ella, sabiendo que su “amigo” sostenía la otra. Eso agregaba más chispa a su fuego.

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La cena había sido una miseria completa. Raine se veía positivamente asombrosa en algo pequeño, blanco y de encaje. Liam no lo había escogido, así que solo pudo presumir que Hammer lo había hecho. Por supuesto, adoraría que le cortaran las pelotas por el atuendo de Raine. Resopló. Macen no había notado su humor o no le importaba. Para crédito de Raine, ella se sentó en su regazo durante parte de la cena e intentó calmarlo con besos. Aceptó su afecto, tomando su dulce boca una y otra vez, intentando aplacar su ira. Después de meter a Raine en la cama hace una hora, la temperatura de la furia de Liam se había elevado. Ahora sentado en el sofá del gran salón, metido incómodamente en otra sesión de retroalimentación, se esforzó por mantener bajo control su fuego interno. Pero la llama ardía más y más con cada minuto que tenía que soportar la presencia de Hammer. Tomándose otro trago de whisky, suspiró concentrado en Beck y Seth. Apreciaba todo lo que habían hecho por ayudar a Raine. Habían dedicado su tiempo y conocimiento, para esta meta colectiva de ayudar a la chica a hallar algo de paz. Hammer y él debían ser su máxima opción de Dominantes. Al momento, Liam se sentía más como un maldito tonto. Cuando su mirada se fijó en Hammer, quien daba detalles de los logros de Raine durante el día, Liam sintió la ira que había cocinado durante el día… diablos, durante el último mes… arder como un infierno y expandirse como un estallido por todo su sistema. Innegablemente orgulloso de que ella hubiera excedido sus expectativas más feroces una vez más, debió haber chocado las manos con Macen. Pero el miedo de que Raine no fuera a ser sólo suya de nuevo, envolvía sus pelotas entre un puño y las dejaba azules. Si quisiera tenerla en su vida, en sus brazos o en su cama de nuevo, ¿tendría que compartirla con Hammer? Esa preocupación lo cercenaba como una cruel espada, cortándolo en dos. Apretó los puños mientras Hammer divulgaba las confesiones de Raine ante su última pregunta del día… el poco de pólvora que echó su amigo, haciendo estallar finalmente la furia de Liam. —Debió ser malditamente difícil oír eso, hombre. —Se compadeció Seth. Su rostro tenía rastros de preocupación. Todos los ojos se giraron expectantes hacia Liam. Lo mejor que pudo hacer fue asentir e intentar no atravesar a Hammer con una mirada acusatoria.

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—Adelante. Has querido decir algo al respecto todo el día. Así que sácalo de tu pecho y ya. —Ladró Hammer antes de vaciar su vaso de tequila de un sorbo. —¿Qué putas hay que decir, Macen? —Dímelo tú. Eres el que está sentado cerca a la chimenea haciendo pucheros como una perra. La frase condescendiente de Hammer, junto con la expresión compasiva, hizo que el temperamento de Liam se elevara hasta el techo. Todos los lamentos que se había tragado desde que había tomado a Raine como suya se elevaron hasta su garganta como bilis, a la espera de explotar. —Tú eres la perra aquí, Hammer. Pero te tengo que reconocer, que casi ganaste. —Le espetó antes de brindar falsamente— Salud por ti. —¿Ganar en qué? —Gruñó Hammer mientras se giraba en su silla. Una vez frente a frente, Liam podía ver la confusión bajo la mirada estrecha de Macen. —En joderle totalmente la vida a Raine. —Dijo Liam— No te bastó con retrasar su crecimiento emocional por años encerrándola en tu torre de marfil. También tenías que lucirte intentando embarazarla, cretino egoísta. —¿Qué? —Rugió Hammer mientras se levantaba— Eso no fue lo que pasó y maldita sea que lo sabes bien. —Está bien. Respiremos todos. —Ordenó Seth mientras se colocaba entre ellos intentando en vano separarlos. Estrellando su vaso sobre la mesa, Liam se levantó de su silla. Ansioso por estar frente a frente con el hombre que solía ser su mejor amigo, cuadró los hombros y apretó los puños. —¿Disfrutas haciendo de Raine la sustituta de Juliet? —Que… —Chilló Hammer— Necesitas controlar tus malditos celos, Liam, y pensar sobre lo que estás diciendo. Si Raine hubiera estado embarazada de ti, ella también lo hubiera deseado. Eres más inteligente para portarte como un estúpido, imbécil. —Tiempo fuera. —Bramó Seth, mirando airado primero a Liam y luego a Hammer. —¿Celos? Mírate en un maldito espejo. Apenas le mostré el mínimo interés a Raine, de repente te me lanzaste como un perro rabioso.

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—Cristo, otra vez. En serio no vas a comenzar a quejarte otra vez de eso, ¿verdad? —Dijo Hammer con rabia— Maldita sea, sé que lo que ella dijo allá arriba te hizo daño, pero te estás pasando, hombre. Muy pasado. Lidia con la mierda que Gwyneth te hizo atravesar antes de que te destruyas a ti mismo y destruyas cualquier oportunidad de ser feliz. —No comiences a analizarme, bastardo, especialmente cuando has hecho un trabajo tan malditamente bueno contigo mismo. No sabes una maldita cosa de lo que pasé con Gwyneth. Estabas demasiado ocupado follándote a las sumisas por docenas, así que cierra la puta boca. Hammer asumió una expresión molesta. —Sé que no puedes soportar que la maldita perra te haya engañado, pero no eres el primero en enterarse que su esposa fue infiel. Deja de ser un maldito mártir porque estás a punto de arruinar lo mejor que te ha pasado en la vida. —¿Qué? ¿Una falsa amistad con un hombre que me ha ocultado cosas de todos y de todo lo que me ha importado? Gracias, pero no, Hammer. Me has mostrado tu verdadero yo y es más feo que la mierda. —No hablo de mí, limpiaculos. Hablo de Raine. Ella te ama. —Oh, ¿ahora de repente estás preocupado por salvar mi relación con Raine? ¿Viniendo del hombre que se regodeó durante días que la tendría de nuevo en su cama? ¿No es muy tú? —¿Y cuál es tu modo, Liam? ¿Quitarle el collar del cuello y sacarla por la puta puerta? Tienes mucha maldita suerte que la encontráramos porque te hubiera matado si me hubiera dejado para siempre. —¿Dejarte? ¡Ella es mía! —Gruñó Liam. —Ya no, idiota. —Sonrió Hammer. —Suficiente, los dos. —Ladró Seth. —Cállate la puta boca. —Gritó Liam antes de mirar sobre el hombro del hombre para fijar su ira una vez más sobre Hammer— Sabes, intenté mucho perdonarte por ocultarme cosas. Incluso llegué a sentir lástima por ti. Después de Acción de Gracias, esperaba que hubieras superado tu mierda para poder dejar a un lado nuestras diferencias. Pero no. Enterraste los únicos trozos de ti con Juliet. —¡Basta! —Rugió Beck, parándose junto a Seth— Sentaos los dos. —Largo.

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Hammer miró a los otros dos Dominantes antes de volverse a Liam. —Deja a Juliet fuera de esto. —¿Cómo? No puedes dejarlo ir. En vez de manejar tu culpa, me has lastimado. Has lastimado a Raine. Y no te importa una maldita mierda. Liam no pudo ignorar el rastro de dolor en la mirada de Hammer. ¡Bien! El bastardo necesitaba sentir cuánto le dolía que le arrancaran el corazón del maldito pecho… exactamente tal como lo había sentido Liam. —Esto es sobre tu lastimero culo. No me lo eches a mí. Pensé que serías un hombre con lo de ayudar a Raine. Pero obviamente prefieres cagarte en tu pañal que sacar la cabeza de tu culo. Hammer lo miró con desprecio. —Quítate las gafas rosadas, Macen. ¿En verdad pensaste que los tres íbamos a formar un hogar y vivir felices para siempre porque eso te excitaba hace diez años? Odio romperte la burbuja, amigo. Pero cuando nos vayamos de aquí, Raine será mía de nuevo. —Fanfarroneó, sabiendo que no había modo de hacer de esa esperanza una realidad. —Sobre mi cadáver. —Soltó Hammer. —Por el amor de Dios. Callaos. —Aulló Beck mientras miró hacia las escaleras. Liam se giró. Ahí estaba de pie Raine. Vestida con unos vaqueros y un suéter oscuro, tenía su maleta en la mano mientras su rostro estaba bañado en lágrimas. —Joder. —Gruñó Hammer con pesar. Pasándose una mano por las mejillas, Raine los fulminó con la mirada llena de dolor. Eso le removió las entrañas a Liam. Su corazón se apretó, y una ola de horror se extendió por sus miembros. Mientras Hammer y él la miraban, Raine los fijó con una mirada airada, sacudiendo la cabeza, y deteniendo el andar de ambos. Liam quiso tomarla en sus brazos, abrazarla fuertemente y decirle que lamentaba haber roto su promesa. A medida que bajaba por las escaleras, despidió una palpable ráfaga de aire ártico que le penetró los huesos. Casi podía sentirla reconstruyendo sus muros, construyéndolos altos e impenetrables. Sus entrañas se apretaron. Todo el progreso que habían hecho estaba destruido porque Hammer y él no habían mantenido a raya su mierda.

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—Acepté hacer esto con vosotros con sólo una condición. —Soltó entre sus dientes apretados— ¡Sólo una! La agonía de su voz golpeó a Liam con culpa. Hammer intentó acercarse. —Raine, escucha. Nosotros… —¡Cállate! —Lo cortó mientras lo atravesaba con una mirada feroz— No te atrevas a acercarte. Por una vez, Hammer estaba sin palabras. —Os dejé traerme aquí para intentar arreglarme, para tener finalmente una puta vida feliz. Y casi me convencisteis de que mis sueños podían hacerse realidad. Pero Liam acaba de admitir que vosotros dos no me podéis compartir. Tonta de mi cuando pensé que podríais. La voz de Raine se rompió en un sollozo estremecedor. —Incluso sabiendo que no funcionó con Juliet, me engañé a mi misma creyendo que sería diferente conmigo… que nosotros seríamos diferentes. Me creí esa fantasía.. —Miró a Beck— ¿No me dijiste hace un rato que creciera? No pudiste estar más en lo cierto. Liam sacudió la cabeza. No. No. No. —Podemos solucionarlo, amor. Si… —Tú tampoco me hables. —Se ahogó Raine— Agradezco todo lo que hicisteis por ayudarme. Pero pensé que la tarea de hoy sobre sinceridad sería de ambas partes. Ahora veo que es una farsa. Mientras yo abría el corazón de par en par, vosotros dos os golpeabais el pecho para ver quien lograba acostarse conmigo primero. Como sea. Pensé que vosotros seríais todo lo que alguna vez deseé. Pero finalmente entiendo que los dos estáis tan putamente rotos, que no estoy segura que algún día lo seáis. —¡Eso es una mierda! —Gruñó Hammer. Las palabras de Raine destrozaron a Liam por completo. Su verdad acerca del bebé antes no le había cortado el alma como sus palabras ahora. Incluso encontrar a Gwyneth en su adúltero trío no lo había lastimado tanto. Tenía que reivindicarse con Raine. Pero primero, tenía que obligarla a escuchar su disculpa y rezar porque la aceptara. —Espera un minuto, Raine. —Intervino Seth mientras ella pasaba de lado a Liam.

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Ella sacudió la cabeza. —No tiene sentido. Puedo hacer muchas cosas, Seth. Pero no puedo seguir amando a dos hombres que no me aman lo suficiente para mantener una promesa. —Eso no es justo, preciosa. —Le imploró Hammer con la voz rota. Liam se giró para mirar al hombre. Macen se veía pálido y tembloroso. Jamás lo había visto tan aterrado. —No comiences, Macen. —Le batió el dedo— No sabes nada sobre ser justos. —Raine… —Comenzó Liam, inseguro sobre qué decir… qué podría decir… para que ella lo escuchara. Ella sacudió la cabeza, mirando a través de él y Hammer como si no estuvieran ahí y contuvo un sollozo mientras se giraba hacia Beck. —Perdóname, amor. Lamento todo. La inevitable pérdida amenazaba con destrozar a Liam. —Sácame de esta puta montaña. —Se ahogó ella— Ahora. —¡No! —Ladró Hammer, mirando al Dominante tatuado. —Raine. —Dijo Beck con calma mientras se metía entre Liam y Hammer para acercarse a ella— Hablemos esto por un momento. —Me cansé. Jamás la había visto tan decidida. —Prometiste no huir de nuevo. —Le recordó Hammer. —¿Vas a hablar de promesas rotas? —Lo desafió— Te ahogarías con tanto engaño. ¿Beck, podemos irnos? Mirado sobre su hombro, el Dominante tatuado hizo una expresión de disculpa hacia Liam y Hammer antes de tomarla de la cintura. —Vamos, princesa. Indefenso y lleno de arrepentimiento, Liam vio cómo Beck la llevaba hacia la puerta. Hammer dio un paso adelante pero se detuvo. —Joder. —Macen se frotó el rostro— Esto no puede estar pasando. Preciosa… Liam caminó hacia ella.

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—Détente, amor. Hablemos… Ella abrió la puerta y no se giró. —¡Espera! —Gritó Hammer a viva voz— No me dejes. ¡Te amo! Ella se quedó congelada. Petrificada. Toda la sala quedó en silencio. Lentamente se dio vuelta, concentrada solo en Macen mientras su barbilla temblaba. Un sollozo pesaroso se le escapó de los labios. Beck parecía sostenerle la débil mirada. Liam miraba a Hammer con la boca abierta en un asombroso silencio. Y lo que vio le hizo arder los ojos. El rostro de Macen estaba lleno de dolor mientras veía indefenso cómo la mujer que ambos amaban estaba lista para salir por esa puerta. Había abierto el corazón de Hammer. Un camino de lágrimas humedecía sus mejillas. El rostro de Raine se torció cuando sus cejas se unieron. —Maldito seas, Macen. ¿Esperas a que esté a punto de irme para decírmelo? ¿O sólo lo dices para hacer que me quede? —Sacudió la cabeza— Ya no importa. Ojala hubiera resultado de modo diferente. Raine salió, cerrando fuertemente la puerta. —Haré lo que pueda por vosotros dos, par de idiotas, pero no garantizo nada. Beck suspiró con disgusto, antes de abrir la puerta y seguir a Raine en la noche.

Hammer cerró los ojos y se quitó las lágrimas de los ojos. En el segundo que Raine salió, se le desgarró el corazón.

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Durante años, quiso declararle su amor. Jamás se imaginó que ella creería que su admisión hubiera sido un plan falso y lo rechazaría. Tal vez no hubiera sido el mejor al mostrarle sus sentimientos, pero él sabía qué era el amor por ella. Siempre le había importado y preocupado de un modo que jamás le había ocurrido con nadie. Pero nunca has puesto sus necesidades primero. —¡Jodeeeerrrr! —Rugió Liam—Se fue de nuevo. ¡Maldito infierno! —Calmaos los dos. Hablemos. —Ordenó Seth con el ceño fruncido. —Creo que ya dijimos más que suficiente. ¿No te parece? —Se mofó Liam. —¿Qué vamos a resolver hablando? —Hammer sonaba casi al límite de su paciencia— En caso de que no te hayas fijado, nos abandonó. Seth sacudió la cabeza. —¿Entonces os vais a quedar quejándoos como cachorritos y aceptarlo? Beck razonará con ella, pero si la queréis de regreso, necesitamos arreglar esto. Liam resopló. —No veo cómo. —Vosotros sois amigos. ¿Recordáis? —Seth arqueó una ceja— Los amigos se pelean, tal como lo acabáis de hacer. Ahora es momento de seguir adelante. Hammer estrechó la mirada. —¿Estás putamente ciego? —No, pero vosotros dos sí. Raine necesita tiempo para calmarse. Entonces Beck la traerá de regreso, y vosotros, par de payasos necesitáis estar preparados para cuando vuelva. Tenéis una hora, tal vez dos para lameros las heridas y arrastraros. Con vuestros egos, ninguno de los dos tiene tiempo que perder. —Dudo que sea suficiente para curar todo. —Farfulló Liam— No estoy seguro que ni siquiera una década baste. Hammer vio la acusación en los ojos de Liam, y eso lo enojó de nuevo. —Probablemente no. Si tan solo hubieras superado tus celos…

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—¿Me estás culpando a mí por la partida de Raine? Estaba bien hasta que comenzaste a picarme. Si hubieras tenido la maldita boca cerrada, no estaríamos en este puto problema. —¡Oh, sí que tienes pelotas! En caso de que no hayas visto, ambos teníamos que oír algunas malditas verdades hoy. Imagínate mi sorpresa de descubrir que te besabas con ella cuando te dije que te mantuvieras lejos de ella. Pero ahora sabemos la razón real por la que te enredaste en principio con ella, ¿no? Hammer poda sentir cómo se le elevaba la presión. —Porque no le estabas dando lo que necesitaba. —Contestó Liam. —Porque me querías joder. —Hammer le lanzó un dedo a la cara. —Que conste que intentaba ayudar a alguien que te quería, maldito idiota. —Sí, sí que podías ver si me pondría celoso. Y si no, bueno, ¿por qué no follartela? Después de eso, ¿crees que disfruté oírla decirte que te ama? Eso fue un momento Hallmark17 sin el que perfectamente hubiera podido vivir. Liam rodó los ojos. —¡Oh, me divertí mucho escucharla decirte que te ama durante todo este último mes! Todo ese tiempo, tuve que oír tus insufribles quejas sobre cómo te la robé. —Mierda. Al fin tengo el valor de decirle que la amo, y ¿me gané besos y arrumacos? No, cree que le estoy mintiendo, joder. —¿Qué putas esperabas? Esperas hasta que se va por la maldita puerta. Enfréntalo, Macen. Eres un idiota. ¿Por qué no se lo dijiste en el cuarto esta mañana cuando la tuviste sola? Era ahí cuando necesitaba oírlo. Incluso pudiste habértela follado también. —Tienes razón. Fui un idiota. Tonto de mí por haber honrado nuestro pacto. De nada sirvió para nuestro fuerte y coordinado esfuerzo. Recuerda, ¿ella era tuya o mía? ¿O tenías intenciones ocultas todo el tiempo? —Perdiste la cabeza, hombre. Liam sacudió la cabeza con desagrado. —Jesús, vosotros dos. —Suspiró Seth abriendo la puerta— Saquemos esto del medio antes de ir más lejos. Tenéis cinco minutos afuera para

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molerse a golpes. Sacáoslo del sistema. Cuando volváis, con la cabeza en su sitio, más vale que estéis listos para haceros cargo. —Con gusto. Liam se dirigió a la puerta, quitándose la chaqueta, la corbata y la camisa antes de dejarlas en una silla. —¿Vienes, anciano? ¿O tienes miedo? Con una mirada airada hacia Liam, Hammer se detuvo y se quitó todo lo que tenía puesto de la cintura para arriba, dejándolo todo desordenadamente sobre la misma silla, y salió por la puerta. Se detuvo mientras pasaba por el lado de Seth. —Me vas a comprar unos mocasines Louis Vuitton18 nuevos, imbécil. El otro hombre sólo se rió mientras se quitaba la chaqueta. Saliendo del pórtico, Hammer se hundió hasta debajo de las rodillas en la gruesa nieve. De repente vio que debió decirle a Seth que también necesitaba unos pantalones Armani nuevos. Liam se metió en la nieve, con el aliento haciendo leves nubes de aire helado, con los puños moviéndose como los de un boxeador. Hammer quiso reírse, pero el rencor que brillaba en la mirada de O’Neill le dijo que esta vez no sería una pelea educada. Antes de que Hammer pudiera meter su pie en el polvo resbaloso y fino, Liam lanzó un golpe que aterrizó con un gancho derecho en la mandíbula de Macen. La cabeza de Hammer se echó para atrás. Un gruñido bajo salió de su garganta. —Comencemos, limpiaculos. —Bramó Hammer. Agachándose, metió su hombro en la parte media de Liam. Un gruñido explotó de la garganta de Liam, llenando a Hammer con satisfacción y haciéndolos tambalear sobre la helada nieve. Liam siseó cuando la helada precipitación le golpeó la espalda desnuda. Hammer gritó y se sentó a horcajadas sobre el pecho de Liam y le lanzó un puño. Desde la escalera de la entrada, Seth se mantuvo de pie, envuelto en una manta de lana, meciéndose sobre sus talones y sacudiendo la cabeza. Hammer lo ignoró y vio cómo Liam luchaba por sentarse. Lanzó un puñetazo directo hacia la nariz de Liam, haciendo contacto con un crujido satisfactorio.

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La sangre brotó del perfecto puente de su nariz, aterrizando en el pecho y la barbilla del irlandés. —¿Listo para rendirte? —Lo picó Hammer. —¿Ceder ante ti, puto bastardo? —El otro hombre resopló— En tus sueños. Jadeó pesadamente y Liam luchó por quitarse a Macen de encima pero se rindió con una maldición. En cambio, se limpió la nariz, y retrocedió la mano para golpear a Hammer en el estomago. El aire dejó los pulmones de Hammer inmediatamente, y se sintió levemente mareado… aunque por nada del mundo lo admitiría. —¿Qué haces, O’Neill? ¿Hacerme cosquillas? Hammer lo tentó antes de conectar otro golpe en la mejilla de Liam. —Quítate de encima de mí. Cristo, no puedo respirar con tu peso sobre mí. —Gruñó Liam mientras retorcía su cuerpo y se movió hacia arriba, desestabilizando a Hammer y lanzándolo sobre su espalda. Colocándose de rodillas, Liam se cernió sobre él y golpeó a Macen en la nariz. El dolor explotó en su cráneo. Hammer se las arregló para apretar los dientes y controlarse, incluso cuando la sangre llegaba a su boca. —Deja de golpearme con tu bolso. —Peleas como una maldita niña. ¿Ahora me vas a arañar? Liam se regodeó antes de lanzar su puño en el vientre de Hammer. Macen gruñó, pero como pudo le dio a Liam un fuerte empujón haciéndolo tambalear. Extendidos en la nieve uno al lado del otro, los dos hombres jadearon mientras miraban al cielo estrellado. La baja temperatura les aplacó el temperamento. Hammer vio que no quería matar a Liam, solamente desahogar los años de furia contenida de una vez por todas. Le dolía la nariz. Su estomago se resintió. Escupió un poco de sangre. Su único consuelo era que no pensaba que Liam se sintiera mejor. —¿Te cansaste de que te pateara el culo, anciano? —Le dijo Liam a Hammer. —Vete a la mierda. —Hammer se giró con la frente arrugada hacia su amigo. La sangre aún salía por su nariz, pero Liam le sonrió como un tonto.

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En ese momento, rezó porque su amigo sólo hubiera querido desahogarse también. Habían llevado su discusión… diablos, también a sí mismos… demasiado lejos. Esto fue lo que debieron haber hecho después del suicidio de Juliet. Gritar. Pelear. Emborracharse. Y llorar. Macen había hecho todo esto solo y le tenía resentimiento a Liam por eso. Ahora sabía que su viejo amigo se le hubiera unido con gusto, si tan solo se lo hubiera pedido. —Puedo seguir. Solo dame un minuto. Necesito recuperar el aliento. —Gruñó Hammer. Una pizca de petulancia resonó en la risa baja de Liam hasta que le palmeó la mandíbula y maldijo. —Se terminó el tiempo, señoritas. Volvamos adentro. Podemos sentarnos junto al fuego, tomarnos de las manos y cantar Kumbaya19. — Gritó Seth desde el pórtico. —Idiota. —Farfulló Hammer. —Creo que ahora podríamos patearle el culo a él. —Murmuró Liam en tono conspirador. Ambos hombres sonrieron. Como si se hubieran leído la mente del otro, levantaron sus brazos derechos y le mostraron el dedo a Seth, riéndose. Se sentía bien. Liam se levantó y le extendió la mano a Hammer. —Vamos, anciano. Déjame ayudarte. —¿A quién llamas anciano? Si nuestra abuelita está en el pórtico… — Hammer señaló a Seth con el pulgar —… nos hubieras dado cinco minutos más, te hubiera pateado el culo. Liam dejó caer la mano. —¿Sí? ¿Quién se puso primero de pie? —Sonrió él— ¿O debería solo dejar que arrastres tu humanidad a medio morir por tu cuenta? —Oye, no dije que rechazaba tu ayuda. Cuando Liam extendió de nuevo la mano, Hammer se rió y la tomó, poniéndose de pie. Seth esperó por ellos en el pórtico con expresión amarga. —Parece como si os hubierais ido de cara contra un molino de carne. Cuando Raine vuelva, no le gustará miraros a ninguno de los dos.

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—Apagaremos la luz. De todos modos no necesita vernos. Sólo sentirnos. —Sonrió Hammer. —O Beck y yo podríamos atenderla, —¿Quieres morir? —Preguntó Hammer. Liam sugirió algo anatómicamente imposible mientras entraban, tomaron su ropa seca y se apresuraron a sentarse cerca del fuego. El calor se sintió bien en la dolorida piel de Hammer. Usando su camisa para limpiarse la sangre que brotaba de su nariz, miró a Liam. ¿Podrían salvar su amistad y amar a Raine juntos? No estaba seguro, pero al soltar Raine su fantasía… su esperanza… había aclarado la suya propia. La deseaba. Pero la deseaba con Liam, con su mejor amigo que intentó acompañarlo en las buenas y en las malas. Hammer tal vez no estaría de acuerdo con las decisiones de Liam siempre, pero sabía que las intenciones del hombre no eran sino buenas. Podían comenzar desde ahí. Seth se les unió un minuto después, lanzándoles toallas a ambos hombres antes de llenar sus vasos con licor. —Primero lo primero, necesitamos discutir si podéis seguir guiando a Raine juntos o si necesitáis terminar con esto. —No voy a terminarlo. —Gruñó Hammer. Liam no contestó. Seth movió su vaso en dirección a él. —¿Tú? El dolor se extendió por el rostro de Liam. —Estoy pensando seriamente en descartar toda esta maldita pesadilla. Es como un tren desbocado que sigue moviéndose sobre los mismos rieles rotos. Cada maldita vez que pienso que vamos por buen camino, algo hace que todo se descarrile otra vez. Estoy jodidamente cansado de eso. La desolación en la voz de Liam se sintió como una patada en el estomago. Hammer se limpió más sangre de su nariz con la camisa, mirando en silencio cómo las gotas se expandían en la seda en una mancha color carmesí. —Mira, si es por la conversación de hoy… —No fue solo por su retraso.

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Liam miró hacia arriba. Su expresión era indescifrable, lo cual horrorizó mucho más a Hammer. —Eso fue sólo la gota que derramó el vaso. Sinceramente no me importó si ella estaba embarazada o no. Ahora sé, con lo de Juliet, que es un tema sensible para ti. Pero jamás quisiste niños en todos los años que te he conocido. Así que tenía decidido adoptar al niño y criarlo como mío, si llegaba a ser el caso. Tenía todo el puto cuento de hadas armado en mi cabeza. ¡Qué tonto! Liam se hundió cansado en la silla junto a Macen y se limpió la sangre del rostro con su toalla. Hammer sintió el dolor de Liam al verlo. —Piensa de mí lo que quieras, joder, pero quiero que la tengas y seas feliz. —Murmuró Liam derrotado— Volveré a Nueva York y no me interpondré en tu camino. —¡No puedes hacerlo! La destrozarás. —Insistió Hammer— ¿Lo recuerdas? Ella te ama. No hay modo que me digas que no has visto cuánto y cómo ha crecido por lo que hemos hechos estos dos días. —Lo he visto. —Admitió Liam— Pero… —Pero nada. —Hammer sacudió la cabeza— Raine nos necesita. Ella nos ama. Pienso que lo que te tiene tan jodido por dentro es la realidad de que nada de lo que digas o hagas cambiará ese hecho. ¿Estoy en lo correcto? Liam suspiró. —En mi cabeza… en mi corazón… tenía la idea de que sería mía. —Ambos la teníamos, pero hay algo en lo que necesitas pensar. Si te alejas, me queda una mujer que sólo puede darme la mitad de su corazón. La otra mitad te pertenece. No podría pasar mi vida sabiendo que no podré completarla. —No intento dejarte con media mujer, Macen. Pero no veo… —Entonces abre los ojos. Raine es lo único que siempre he necesitado. —Insistió Hammer— No sólo tenemos la oportunidad de arreglarla, sino también arreglarnos nosotros mismos. Lo sabes tanto como yo. Maldita sea, seguramente tú puedes sentirlo en el fondo, como yo. Liam todavía no decía nada, y Hammer quiso sacudirlo. —¿Te imaginas no poderla volver a tocar? ¿Nunca? El rostro de Liam se retorció mientras intentaba contenerse.

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—No. La amo demasiado para dejarla medio vacía. —Entonces no lo hagas. Después de un silencio largo, Liam respiró profundo. —Sería peor, supongo. Tendré que estar agradecido de que no se enamore de un completo imbécil como Beck. Hammer no pudo evitar sonreír mientras suspiraba aliviado. Incluso Liam sonrió cautelosamente. —Quiero que sepas que hoy, no hice esa pregunta por hacerla. Me había rondado la cabeza durante días. Tenía que saber si ella se hubiera alegrado de estar embarazada. —Hammer se frotó el cabello— ¿No querías saberlo? —Tenía miedo de que la respuesta no me gustara. —Confesó Liam. —¿Y si el bebé hubiera sido tuyo? ¿Le hubieras preguntado? Liam se recostó. —Claro. Me hubiera gustado saber si ella estaría bien… —Suspiró sonriéndole de nuevo a Hammer— Bastardo astuto. —Como ves, tenía que saberlo, no para levantar mi ego. Por ella. Y nos dio la sinceridad que le pedimos. Me asombró ver lo lejos que ha llegado. Hammer no pudo ocultar su orgullo. —Sí, lo ha hecho. Pero hoy llegó con un regalo que no esperaba. —No podíamos evitar oír la verdad, sin importar lo dura que fuera. Sólo no estábamos preparados para el efecto de ello. —Reflexionó Hammer— En serio pensé en llevar a Raine a un lado y preguntarle sus sentimientos sobre el embarazo. Pero en mi cabeza, tú y yo estábamos en esto juntos. Sin importar lo que ella sentía, nos afectó a ambos. —Entiendo por qué me querías ahí. Créeme que lo entiendo. — Asintió Liam— Pero me pilló con la guardia baja y me golpeó profundamente. —No fue mi intención, hombre. Diablos, las dos semanas que conté los días para su periodo, no sabía si tenía miedo o estaba feliz con la posibilidad de ser padre. No fue hasta Acción de Gracias, cuando el destino decidió por mí, que me di cuenta que quería una familia. Y si alguien iba a ser la madre de mis hijos, quería que lo fuera Raine.

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Liam lo miró como si fuera un extraterrestre. —Maldito infierno, jamás pensé que oiría las palabras familia y padre de tu parte. Hammer se encogió de hombros y sonrió tímidamente. —Sí, pues… la primera vez que tenga que cambiar un pañal sucio, tal vez estaré diciendo otra cosa. Pero ojala estés ahí para ayudarme. Hammer le sostuvo la mirada. Quería a su amigo de regreso al equipo. Incluso si el tren tenía un mal historial, Macen sabía que jamás podría hacer de este viaje con Raine la mitad de significativo sin Liam. —Voto porque dejemos los pañales a la madre del pequeño. —Sonrió Liam. —Joder, sí. —Suspiró Hammer, y se puso de pie— Ella nos necesita, hombre. Juntos. En las buenas y en las malas. Y tengo la leve sospecha de que nos vamos a necesitar mucho más. La chica da mucho trabajo. — Hammer se puso serio rápidamente— Sólo espero que la podamos recuperar. Se quedaron en silencio por un minuto largo mientras Hammer se preguntaba si alguna vez podría probarle a Raine que sus palabras de amor eran sinceras. Simplemente tendría que esperar hasta que Beck la calmara y la trajera de vuelta para averiguarlo. Por ahora, ya estaban reparando un puente, y eso lo aliviaba como un infierno. Macen se puso de pie y envolvió a Liam en un abrazo fraternal, agradecido de tener otra oportunidad de un nuevo inicio con su viejo amigo. Liam le palmeó la espalda. —Solo tendremos que convencer a Raine que somos sus mejores opciones. —Se rió Liam. —Y arrastraros. —Los picó Seth— Los dos estaréis besando su trasero hasta el siguiente milenio. Hammer se rió. —Dios, espero que tengas razón.

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Seth aplaudió como el idiota sarcástico que era, y luego hizo una reverencia. Al enderezarse, se sacudió las palmas. —Mi trabajo aquí ha terminado. Ahora tomemos otro trago.

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Capítulo Diecinueve

Raine dejó que Beck la guiara en el calmado bar, decorado en un estilo rustico americano. Un asombroso conjunto de cabezas colgaban de las paredes. Sus ojos vidriosos y sin vida la miraban de regreso. El lugar no estaba lleno en plena noche del jueves. En la esquina, una rocola20 tocaba una alegre canción country que la hacía estremecer. Unas cuantas personas en las mesas cercanas reían y bebían cerveza. Se veían felices. La sensación de vacío en su estomago y el dolor dentro de su pecho sirvieron de doloroso recordatorio de que su vida se había hecho pedazos. Beck la sentó en una esquina, tomó la silla frente a ella y la arrastró alrededor de la mesa hasta que se sentó junto a ella. Tomó su mano temblorosa y la acercó a él. Sin dudarlo, ella colocó su cabeza sobre el gran hombro de él y dejó salir más lágrimas. Le acarició la cabeza y le dijo palabras suaves para calmarla. Dios, estaba tan cansada de llorar. O de estar molesta y decepcionada, confundida y… dividida entre dos amantes. Levantó la cabeza y miró a Beck. Hace un mes, él era la última persona a la que ella hubiera llamado su amigo. Hoy, le agradecía a Dios que estuviera en su vida. —No sé qué hacer. —Confesó. —Comienza hablándome. Te han enseñado a comunicarte y ser sincera. Esas lecciones no son menos significativas por lo que pasó hoy. Raine respiró fuertemente mientras organizaba sus ideas. Finalmente, asintió. —Tienes razón.

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—Sácalo. Dime exactamente qué te molestó más de la discusión de ellos. —Se supone que no debían pelear. Esa era mi única condición para aceptar su propuesta. Me hace preguntarme cuánto más hayan discutido a mis espaldas. Encogiéndose de hombros, Beck consideró sus palabras. —Princesa, hablas de dos Dominantes alfa bastante voluntariosos. Y son humanos. Van a pelear. No es realista pensar que solo porque los obligaste a prometerte que se iban a llevar bien, podrían hacerlo el cien por ciento del tiempo. Ella se acomodó en su silla para considerar sus palabras. Una camarera en una falda corta de jean y un ojo sobre Beck se acercó a tomar nota de su orden. Él pidió café. A la mierda con eso. —Dame chupitos de tequila. Comencemos con cinco y… —Ella tomará una copa de vino blanco. —La cortó Beck. Raine lo miró furiosa. —¿Qué diablos? —Tienes que volver a enfrentarlos. ¿No quieres hacerlo sobria? —Le contestó él, intentando hacerla sentir tan culpable para no beber. —No. No quiero. —Cruzó los brazos sobre el pecho— Ellos rompieron su promesa. Beck la ignoró y se dirigió a la camarera. —Café y vino blanco. —¿Chardonnay o Moscato? Haciendo una mueca, ella miró a la camarera. —No, Pinot Grigio21 o… —Linda. —La camarera hizo un esfuerzo por no rodar los ojos— Esto es un bar donde servimos cerveza. Servimos a clientes que quieren emborracharse por poco precio y a los locales a quienes no les importa la calidad del licor. Es todo lo que tenemos. Buen punto. Raine suspiró. —Chardonnay, por favor.

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La mujer le brindó a Beck una mirada de compasión e interés antes de alejarse. Él desestimó a la camarera inmediatamente y se removió en su silla. —Van a pelear. Liam y Hammer son malditamente buenos, pero no son perfectos. Tú estás esperando que lo sean. Ella apretó los labios, viendo el punto de Beck incluso sin quererlo. La vista de ellos atacándose mutuamente, las cosas feas que se decían… —Concéntrate aquí. —Señaló entre sus ojos— Estás hablando conmigo, ¿Recuerdas? No estás sola en el mundo. —Está bien. —Concedió ella— Entonces son personas que no se van a llevar bien todo el tiempo. ¿Por qué no pueden discutir de fútbol o el mejor coche o quién va a sacar la basura? Es lo normal en los hombres. Pueden bromear entre sí, y luego reírse. Pero siempre pelean por mí. —Dijo eso golpeándose el pecho con las manos— Siempre estoy en el medio. Siento que necesito ser más un árbitro que una sumisa. —Pelean por lo que les importa. —Se rió Beck— Pero bien puedes usar un silbato y llamarlos a tiempo fuera. Verás que pasa. Seguramente le azotarían el trasero. Raine lo miró con aire de reprimenda. —Se supone que me ayudarías. —Tienes las respuestas. Si hubieran discutido hoy por fútbol o coches o lo que fuera, si se hubieran puesto tan iracundos por eso que como lo hicieron por ti, ¿qué les hubieras dicho? —Que se calmaran. Que tomaran aire. Ella movió la cabeza mientras repasaba las posibilidades. —Que fueran razonables. Que se comunicaran y negociaran. —Exacto. Esto no es nada diferente. Perdieron los papeles. Estoy seguro que ya se han calmado y están ahogándose en una pila de “oh, mierda” ahora mismo. —Yo dañé su amistad. —Ellos lo hicieron. —La corrigió Beck— Estás demasiado ocupada preocupándote sobre cómo se sienten ellos para pensar en lo que tú necesitas. Los he escuchado reportar las últimas dos sesiones. Has hecho unos avances asombrosos. Eso no fue porque Liam estuviera ahí. Tampoco porque Hammer te haya dominado. Es porque lo hicieron juntos. Tú los

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amas. Y ellos te aman. No puedes en verdad esperar que esto sólo… —Y chasqueó los dedos —… funcione de la noche a la mañana. Pero lo esperaba, de algún modo. No era que hubiera venido a la cabaña esperando un "felices para siempre", pero lo hubiera deseado. Beck y Seth habían animado la idea. Y después de la hermosa lección de comunicación y la asombrosa intimidad que siguió, se había despertado esta mañana llena de optimismo. En su cabeza, ya había estado uniendo sus manos, poniéndose un vestido blanco, y tomando clases de pre maternidad. Ellos solo la habían estado ayudando a crecer. La camarera colocó en la mesa el vino de Raine. Una gota se salió por el borde de la copa porque estaba demasiado ocupada con Beck para importarle. Colocó el café frente a él con una sonrisa. —¿Azúcar? ¿Crema? La mujer hizo que ambas palabras duraran como diez sílabas, y Raine perdió la paciencia. —Gracias. Por si no te has dado cuenta, él intenta arreglar mi vida. Está soltero, pero no vive por aquí. Y a menos que te guste tener moretones porque te azoten, estás en el lugar equivocado. La morena apocada reculó y miró a Beck como si fuera el demonio. —Háganme saber si les puedo traer más café o vino. Acto seguido, se fue. Beck se giró hacia Raine. Una sonrisa se le dibujó en la boca. —Debería azotarte el trasero por eso, pero fue malditamente divertido. Raine se encogió. —Me alegra que no estés molesto. A veces pierdo la calma. Lo lamento si estabas interesado en… —En ella no. —Le aseguró Beck— Volvamos a lo tuyo. Sabía malditamente bien que él le había dado un respiro. —Después de pelear durante un mes, tal vez era poco realista pensar que no volverían a pelear por mí de nuevo. Creo que sólo no quería volverme a sentir dividida. Quiero que se lleven bien. Quiero que sean adultos, maldita sea. —Si lo repites, negaré que lo dije. Pero los hombres pueden ser niños grandes. Pelean y trazan líneas en la arena y necesitan tiempos fuera…

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—Estaban intentando lastimarse mutuamente. —Señaló ella. —A veces los tipos hacen eso. Es el equivalente verbal de sacudírsela a ver quién la tiene más grande. Raine sacudió la cabeza. —Pero me estaban usando a mí para lastimarse mutuamente. En serio me irrita que me presionen para que derribe todos mis muros para que me comunique y sea sincera con ellos cuando ellos no hacen lo mismo conmigo. —Eso es válido. —Concordó Beck— Estoy seguro que ya se habrán dado cuenta. Pero pienso que hoy fue su primer paso hacia ser sinceros entre sí en serio. Se puso feo porque sacaron todo lo que tenían por dentro. Necesitaban hacer eso, en mi opinión. Sé que no quisiste oír todo eso, pero pienso que es bueno que lo hubieras hecho. Por mucho que lo odiara, Beck probablemente tenía razón. —Hammer no intentó embarazarme. Simplemente no intentó no hacerlo. Estaba ebrio, y todo pasó muy de prisa. Pero no creo que haya sido intencional. Liam está equivocado al respecto. —Pues díselo. Raine asintió mientras se mordía el labio, repasando la guerra verbal que escuchó. —¿Sabes todo lo que pasó entre Liam y su ex esposa? —Nop. Él siempre me ha mantenido a raya. No creo que le guste mucho mi amistad con Hammer. Ha estado mejor los últimos días, pero veremos qué ocurre. Si quieres saber más de Gwyneth, pregúntaselo, no a mí. No soy el que puede contártelo. Beck estaba lleno de puntos válidos esta noche, maldito fuera. Raine bebió de su vino y lo miró hacer una mueca por el café. —¿Crees que Hammer me considere una sustituta de Juliet? Sin vacilación, Beck negó con la cabeza. —No. Pienso que lo que alguna vez sintió por ella murió no mucho después de que se tomó esas pastillas. Finalmente la vio como lo que era… y no era la mujer que estaba convencido de amar, en mi opinión. Tú… — La señaló— Eres lo que él ha necesitado. Es por eso que está enamorado de ti. Lo mismo digo de O’Neill. No conozco sus problemas, pero sé que los tiene. Así como sé que eres un bálsamo para esos problemas.

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Él hacía que todo el desastre en su vida sonara tan fácil de arreglar… amor. Y mataría por saber qué secreto guardaba para que Liam lo perdonara… pero incluso si Beck lo supiera, no lo diría. Raine bebió otro sorbo de vino. —Creo que lo que más me lastimó fue el momento en que me di cuenta que Liam nunca tuvo intención de que este trío durara más allá de nuestro tiempo en la cabaña. Y sé que no hablamos de eso o acordamos que fuera permanente, pero… los amo a los dos. ¿Qué pensaba él que iba a ocurrir? ¿Qué me arrodillaría frente a ellos y ser completa por unos días, y después dejarlo? Estar aquí me ha hecho darme cuenta de que esto es lo que necesito. Tú intentaste decírmelo en tu casa. —Pensaste que era un poco loco, ¿no? —Tal vez un poco. Ella rozó el borde de su copa en el dedo y le sonrió. —Pero ahora lo sabes —Sí. —Concordó ella, tomando otro sorbo. —Entonces el problema no era realmente las palabras que intercambiaron hoy. Lo más importante es lo que ocurra después. ¿Qué piensas que deberías hacer? Sé lista en esta parte… Raine se alejó de la situación lo que sus emociones se lo permitieron. Si ella le estuviera dando consejo a una amiga en esta situación, ¿Qué le diría? —Sentarlos y ser completamente sincera con el hecho de que los amo, que odio cuando pelean y que los deseo siempre. Pero también suena poco realista. Si no pueden llevarse bien hoy, no habrá mañana. Y con esa discusión de hoy, no me los imagino intentando meterse en la misma cama conmigo… nunca. Beck se encogió de hombros. —Aquí hay una idea importante. Sigue buscando. ¿Quieres otro vino? Ella miró para ver que ya su copa estaba vacía y negó con la cabeza. —He bebido mejores vinos en supermercados. Sin ánimo de ofender. —No hay problema. Me han dado mejor café en la cafetería del hospital, y eso es mucho decir. ¿Lista para irnos? Cuando Beck se quiso levantar, ella lo tomó de la mano.

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—Una pregunta más. Él se acomodó otra vez en su silla. —Adelante. —¿Tenían más tareas planeadas para mí? —Una. —Admitió sombrío— Giraba alrededor de la confianza. —¿Querían que les diera mi confianza? —Aclaró ella. —Querían una muestra de ella, sí. Algo acerca de la manera en que Beck se tensó la puso alerta. —Bueno, suéltalo. ¿Qué iban a hacer? Él vaciló, miró su café, lo levantó, y lo puso de nuevo a un lado con la frente arrugada. Luego respiró hondo. —Mañana en la tarde, pretendían llevarte al cuarto de juegos y ponerte en manos de Seth. Sin opción de nada. Querían ver si confiabas en ellos lo suficiente para extender tu confianza a alguien más que no conocieras tan bien solo por petición de ellos. Eso asombró a Raine. —¿Sexo? Beck se encogió de hombros. —Querían ver si les tenías la suficiente fe para mantenerte a salvo. —Es lo más estúpido que he oído. —Suspiró ella. —Dime cómo te sientes de verdad, princesa. —Riéndose, Beck se acercó— No me cabe duda que jamás lo dejarían tocarte. Solo querían ver lo que harías. —La táctica me es familiar. He visto a otros Dominantes en Shadows. Liam y Hammer están locos si pensaron que no vería eso. Si apenas pueden aguantarse entre ellos tocándome, no van a dejar que Seth lo haga. —Oh, Dios, los vas a mantener a raya. Voy a disfrutar en primera fila. Ella le palmeó el hombro. —¡En serio! Él sonrió. —Por pura curiosidad, ¿la idea es estúpida porque es transparente?

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—Aparte de eso… —Desestimó sus palabras— La confianza, como la comunicación y la sinceridad, debería ir en ambas direcciones. O en nuestro caso, en las tres direcciones. Nada de esto funciona a menos que todos estén haciendo su mejor esfuerzo. Dios, óyeme. ¡Aprendí algo! Beck asintió. —Sí. Así que tienes que decirles lo que necesitas y confiar que a cambio se van a comunicar sinceramente. No es más complicado. Bueno, excepto la parte en la que tú tienes que confiar en que cuiden de ti. Realmente confiaba que por separado ellos podían. Jamás había sido buena demostrándolo. Jamás había tenido que someterse a Hammer y nunca se había dejado ir con Liam como era debido. Pero al final, habían hecho mucho por completarla. Confiaba que ambos querían lo mejor para ella. ¿Pero podrían hacerlo juntos? —Tienes razón. Creo que tengo una idea. Se levantó de la silla, ansiosa por volver a la cabaña. —Está bien. Dejó un billete de veinte dólares y se giró para guiñarle un ojo a la camarera, quien fingía no estarlos espiando. —Vamos al sitio de tacos para que puedas ir a reñirle a esos dos.

Diez minutos después, caminaron por la puerta de la cabaña a una sala con un fuego acogedor. Seth se puso de pie junto a la chimenea y se giró cuando Raine entró. Pero ella casi ni lo notó. Vestidos con jeans y recién bañados, Liam y Hammer se pusieron de pie, ambos tensos. Luego caminaron hacia ella, y miró sus rostros. Jadeó.

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—¿Qué pasó…? —La verdad la golpeó entre los ojos, y Raine lanzó las manos al aire exasperada— ¿Os peleasteis? ¿Qué diablos? Y no me digas nada de mi lenguaje ahora mismo, Liam. Tengo todo el derecho de ser ridícula si vosotros también lo vais a ser. Ambos tuvieron la decencia de parecer avergonzados. Liam frotó el moretón de su mandíbula. Pero ambas narices se veían inflamadas. Hammer tenía un chichón en su barbilla. Detrás de ella, Beck se rió. —Dios, vosotros si dais risa. —Vete a la mierda, Beck. —Le riñó Hammer. —Te la traigo de regreso dos veces y esa es la gratitud que recibo. — Sacudió la cabeza— Necesitamos revisar el concepto de agradecimiento, hombre. —¿Dónde está su maleta? —Le cortó Liam. —Aún en la camioneta. Raine atravesó la sala y se sentó en una de las abullonadas sillas que había cerca al sofá. Beck la siguió y le palmeó el hombro antes de tomar su lugar junto a Seth. —Entrégales las pelotas, princesa. Ella se giró para mirar a su amigo por encima del hombro. —¿Podrías comportarte? —Lo sentimos, preciosa. —Comenzó Hammer— Jamás fue nuestra intención molestarte. —No. —Corrigió ella— Jamás fue vuestra intención que os escuchara. Si esperáis que yo sea sincera, deberíais serlo también. Liam y él intercambiaron una mirada antes de asentir. —Tienes razón. —Bien. —Se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre las rodillas— Decidme, ¿ya terminasteis de pelear? —Sí. —Prometió Hammer. Ella asintió y se giró para mirar a Liam. Estaba demasiado callado y eso la preocupó. Su tierno irlandés vaciló, y luego asintió. —Hablamos de muchas cosas esta noche. Estamos de regreso en la misma página, amor.

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Raine esperaba sinceramente que fuera verdad. —Para que me quede, necesito que me lo demuestres. Entiendo que la tarea final que teníais planeada era sobre confianza. No te ofendas, Seth, pero no me someteré a ti. Mucho menos dormiré contigo. Los amo, pero ahora la confianza está un poco diluida, y no creo que pueda responder de modo que alguien aquí quede complacido. Seth se mostró impresionado. —Eso fue sincero. Bastante justo. A propósito, no iban a dejar que te tocara. —Te lo dije. —Intervino Beck. Ella lo miró impaciente. —Lo siento. —Murmuró el doctor— Vas bien. Continúa. Raine asintió de manera ausente, y se dirigió de nuevo a Liam y Hammer. —Vine aquí deseando que ambos estuvierais en mi vida. Después de dos días aquí, me doy cuenta que eso es lo que necesito. También sé que no puedo evitar que os peleéis, y haceros prometer que os llevareis bien jamás funcionará. Pero no creo que sea mucho pedir que no os vayáis a los golpes. —Tienes razón. —Admitió Hammer— Ya hemos terminado. —Yo lancé el primer golpe. Lo lamento. —Agregó Liam. Ambos se veían tan compungidos que sus proverbiales colas las tenían entre las piernas. Eso no iba a durar mucho. Pronto serían los grandes Dominantes alfa de nuevo. Pero en ese momento, era lindo ver que haberla molestado los tenía profundamente perturbados. —Así que esto es lo que pienso. Deberíamos trabajar en nuestra confianza. Os tengo una propuesta. —Te escuchamos. Los ojos de Liam se veían agudos, y su cuerpo tenso. Hammer se acomodó contra el respaldo del sofá, pero no estaba menos atento. —Dinos. —Para que nosotros funcionemos vosotros dos debéis confiar el uno en el otro, creer que haréis lo correcto, y que tendréis las mejores intenciones, ¿verdad?

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Ambos asintieron. —Yo tengo que confiar que vosotros me cuidareis y me daréis la experiencia que necesito. —Como siempre. —Contestó Liam —Pero ahora tenemos un nuevo componente. Vosotros necesitáis confiar no solo en que yo me someta por completo, sino que os amaré por igual. Tenéis que creer que vendré a vosotros abiertamente y jamás escogeré a uno sobre el otro. Y os aseguro, no lo haré, jamás. ¿Me estoy equivocando en algo, Señores? Ambos se miraron en un aparente momento de comunicación silenciosa. —Tienes razón. —Asintió Hammer— Continúa. ¿Cuál es tu plan? Ahora la conversación se ponía más difícil. Si esto no funcionaba, jamás intentaría amar sólo a uno de ellos dejando al otro fuera. Tendría que alejarse de ambos. Raine entendía la gran apuesta que estaba asumiendo… pero no veía otro camino. Si este plan no funcionaba, jamás durarían. —Antes de llegar a ello, necesito vuestra promesa de que la comunicación y sinceridad también corre no solo de mí hacia vosotros, sino de vosotros hacia mí. Si tengo preguntas, vosotros me daréis vuestras respuestas. Otra mirada, otra vacilación. Entonces Liam asintió. —Claro. —Más tarde, querré respuestas sobre algunas cosas que oí esta noche. Si no estáis preparados para darme esas respuestas, entonces sabré que no estáis listos para este nivel de confianza y Beck me llevará a la ciudad. —¿Y después qué? —La desafió Hammer. —Nada. —Se encogió de hombros— Porque no tendríamos nada. Vosotros dejasteis muy claro lo importante que es la comunicación, la sinceridad y la confianza. Tan claro que ya lo veo y lo entiendo. No tenemos nada real sin eso. No me conformaré con menos. Hammer se frotó el rostro. Liam se removió en su silla. Ninguno de los dos se veía muy cómodo con su petición. Beck y Seth no se movieron. La sensación de anticipación se puso espesa en el aire. —Está bien. —Dijo por fin Hammer— Contestaré tus preguntas de la mejor manera posible.

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—Yo también. —Asintió Liam. —Bien. Confío que cumpliréis vuestra parte. —¿Pero por qué más tarde, amor? —Preguntó Liam— ¿Por qué no ahora? —Porque quiero que lo hagamos después de nuestra muestra de confianza. Si lo superamos, las respuestas serán más significativas. Si no… entonces nada de esto tendrá importancia. ¿De acuerdo? —Lo que necesites para sentirte cómoda. —Prometió Hammer. Liam asintió. —Queremos verte feliz. Estaban dispuestos a retribuirla, y ese hecho suavizó el corazón de Raine. Quería arrojarse a sus brazos, pero ahora tenía que decir lo más difícil de todo. Se levantó y caminó alrededor de su silla. A su derecha, Liam y Hammer se acercaron lentamente al frente del sofá. La tensión se apoderó de la sala. —Continúa, amor. —La animó Liam. No había un modo fácil de decir esto. Aceptarían o no, y postergarlo no cambiaría nada. Raine tomó aire para tomar valor. —Os necesito a ambos. Quiero entregarme a vosotros por completo con el corazón abierto. Sé que lo que os pido no será fácil para ninguno de vosotros, y podéis decir que no. Pero me encantaría tener esta fantasía aunque sea una vez. Si también lo deseáis, venid a mí. Quiero que ambos me hagáis el amor.

Después de que Raine subiera las escaleras y desapareciera en la habitación principal, la puerta se cerró. Seth tomó la maleta de ella y la subió. Un momento después, escuchó el agua correr en la bañera.

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Liam dejó salir una exhalación que no se había fijado que estaba aguantando y se giró para mirar a Hammer. —Bueno, amigo. Creo que las pelotas de ella son más grandes que las nuestras juntas. No estoy seguro si alguno de nosotros hubiera podido manejarla solo. Hammer se rió. —Asombrosa, ¿no? Otras no son nada comparadas con ella. Tengo que admitirlo, Raine es la única a la que le permitiría servir mis pelotas en una bandeja. —Vosotros estáis tan pillados que dais risa. —Bromeó Beck. Seth bajó corriendo por las escaleras con una sonrisa astuta hacia Liam. —Recuerdo haber preguntado si te había hechizado con su coño. Al menos no mentiste con el hecho de que sí lo había hecho. Eso hizo a Beck reír mucho más. Hammer se les unió. Liam intentó mantenerse serio, pero no pudo contener una sonrisa. Codeó a Macen. —Oye, no soy el único. —Absolutamente no. —Admitió Hammer, mirando las escaleras que llevaban a la habitación principal— No puedo esperar a que me vuelva a hechizar. Beck rodó los ojos. —Esto es como escuchar que mi hermanita se pone sucia. Vamos, Seth. Asaltemos la cocina. Mientras los otros dos Dominantes se iban, desocupando ruidosamente los contenidos de la nevera, Hammer y él miraron al fuego. Ninguno habló por unos minutos, cada uno bebiendo su licor, envuelto en sus propios pensamientos. —Si ella piensa que es solo por una noche —se quejó Liam—, perdió esa linda cabecita. —Supongo que la única pregunta que queda es si estamos en esto juntos o no. —Murmuró Hammer— Necesitas tener claro si te quedas o te vas ya. Hammer tenía razón. Liam asintió. —Lo sé.

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—Porque ninguno de nosotros estará satisfecho solo con la mitad de ella. No hay modo de que me conforme con solo una noche. No puedo imaginarte tampoco feliz con eso. Si subimos por esas escaleras, le demostramos que no es asunto de una noche, que estamos aquí para quedarnos. —Señaló hacia Raine— La haremos sentirlo. —Tienes razón. Necesita saber que somos sinceros. Una sonrisa se extendió por el rostro de Hammer. —Exacto. Porque acaba de superarnos, y no podemos dejar que eso nos coja ventaja. —Malditamente cierto. Liam se levantó por otro trago de whisky, luego se dirigió a las escaleras. Algo en la incertidumbre en el rostro de Hammer lo detuvo. En los zapatos de su amigo, querría saber si su compañero estaba comprometido. —Sabes, no estaba hablando en serio sobre tirar la toalla. Lo dije porque estaba frustrado. Y me ha preocupado que mis celos nos estuvieran lastimando a todos. No puedo prometerte que no volverá a ocurrir. Puede que te ganes un par de patadas. —¿Para qué son los amigos? Liam sonrió. —Sí. Pero sé que Raine nos necesita. —Bebió un sorbo de su licor— Y francamente, la necesitamos. Estoy en esto por completo. Hammer dejó salir un respiro de alivio. —Gracias a Dios. —Si estamos hablando de más de una noche, ¿qué pasa después? ¿Qué harás con las otras sumisas? —Si estoy con Raine, no hay más sumisas. ¿Qué de ti? Siempre tuviste una lista en Nueva York. —Le recordó Hammer con una ceja arqueada. —No creo que regrese. Compré una casa aquí, ¿recuerdas? Planeo quedarme aquí para ella. —Se aclaró la garganta— Por los tres. Hammer asintió. —¿Y tú y yo? ¿Estamos bien? ¿Algo más que necesitemos arreglar? Porque podemos darnos otra salida si quieres.

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—¡Diablos, no! Hace un puto frio allá, y apenas estoy sintiendo otra vez los dedos. Además, no creo que gane más puntos con Raine si te dejo más feo. —¿Le viste la cara? —Hammer parecía asombrado— Cristo, pensé que nos iba a agarrar a palos. —Estoy seguro que lo hubiera hecho si no pensara que lo usaríamos luego sobre su trasero. —Una preocupación válida. —Sonrió astuto. —Tienes razón. —Asintió Liam. Cuando el silencio prevaleció, miró hacia las escaleras, ansiando abrazar a Raine, para finalmente completarla. Pero no podían esconder la pregunta bajo el tapete. —Creo que hemos arreglado toda nuestra mierda. Lo he dicho todo… tal vez más de lo debido… pero ya terminé. —Creo que ambos ya dijimos lo que debíamos. Pero es bueno saber que hemos salido de esto siendo aún amigos. De algún modo, creo que tenemos que agradéceselo a ella —¿Por hacernos ver que hemos sido idiotas? Parece. Hammer sonrió lentamente. —Lo único que queda por hacer es averiguar cómo le vamos a dar una noche tan jodidamente maravillosa que quiera otra. Liam le devolvió la sonrisa. —Y otra. Y otra…

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Capítulo Veinte

Raine terminó de aplicarse la loción perfumada en el cuerpo, y se envolvió con una toalla limpia mientras aplacaba sus nervios. ¿Vendrían esta noche? ¿Mañana? ¿Algún día? ¿Aún la deseaban? ¿Podrían compartirla tan siquiera una vez? No se hizo muchas ilusiones; estaba pidiéndoles mucho. No sería fácil para ninguno de los dos dejar sus sentimientos a un lado para darle esta fantasía. Respirando hondo, salió del baño para escarbar dentro de la maleta que Seth le había traído. Encontró a Hammer sin camisa, sentado en la cama, rodeado por casi una docena de velas. Se detuvo en seco, con el corazón saltándole de emoción. Entonces revisó la habitación. Liam no estaba. Su corazón se rompió casi de inmediato. Él había intentado durante semanas hacerla crecer y florecer. La había ayudando mucho aquí en la cabaña. ¿Todas esas confesiones habían sido demasiado para él? Especialmente la quería para él solo. Ella puso una mano sobre su cuello, aún extrañando el bello peso de su collar ahí. La idea de no volver a sentir la marca de su posesión la destrozó. —Hola, preciosa. La voz profunda de Hammer la sedujo, un ahumado murmullo que le agitaba los recuerdos del placer compartido. Todos los días y cada uno de ellos, esa noche la iba a perseguir. Jamás escapó de la punzada de esa necesidad de sentirlo de nuevo. —Hola. Esta noche, no sabía qué más decir. Toda la confianza que había adquirido en el bar con Beck que le había dado tanta fuerza cuando lanzó su propuesta… se evaporó. Debería estar feliz de haber sido una mejor sumisa y una mejor persona. Pero si finalmente había alejado a Liam para siempre, ¿cómo podría encontrar la paz con medio corazón perdido?

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La puerta se abrió de golpe un minuto después, y su mirada se movió rápidamente. Beck y Seth llevaban un gran espejo de cuerpo completo. Una antigüedad con el marco negro magullado, con líneas rectas mezclándose con las suaves curvas de sus patas en algo realmente asombroso. Raine apretó la toalla sobre sus pechos y vió a los chicos mover el espejo hasta que lo colocaron frente a la cama, a unos centímetros del borde. Con un asentimiento de satisfacción, Seth lo soltó, se enderezó y se dirigió hacia ella. Le sonrió mientras la tomaba de un brazo. —Sé feliz. Dios sabía que quería serlo, pero no sin Liam. Él era ahora parte esencial de ella como la luz del sol o la comida. Presionó un puño en el doloroso vacío de su estomago. Beck se acercó un segundo después. —Trata de hacer poco ruido, ¿bueno? Antes de que pudiera castigarlo, él la besó en la frente, y palmeó a Seth en la espalda. Salieron por la puerta, dejándola sola con Macen. —Quítate la toalla, preciosa. —Le ordenó él. Antes de venir a la cabaña, Raine hubiera creído que podría solo estar desnuda frente a uno de ellos dos y no darse cuenta de cuánto necesitaba al otro. Pero ellos le abrieron los ojos. No podía ignorar la verdad. ¿Cómo podría rechazarlo dulcemente? Simplemente explicarle que se negaba a darle la mitad de sí misma, supuso. Raine apretó la toalla más fuerte contra su pecho. —Macen… —¿No te dio Hammer una orden? Ella se giró hacia el familiar acento. La esperanza se elevó. Liam entró, sin camisa, con una pequeña bolsa negra en la mano. Como Hammer, los músculos definidos de sus hombros y pectorales se abultaban y apretaban con cada movimiento y le hacía acelerar el pulso. Él cerró la puerta de una patada y la miró con una sonrisa lobuna. Una mirada rápida de regreso a Hammer reveló el calor y expectativa brillando en sus ojos. La testosterona en la habitación se elevó. La respiración de ella se entrecortó. La necesidad se acumuló justo detrás de su clítoris. Ambos habían venido. Raine soltó la toalla. —Sí, Señor.

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Automáticamente, se puso de rodillas y se sentó sobre sus talones, con la cabeza inclinada y los muslos separados. A su izquierda, oyó el ruido de las mantas y supuso que Hammer las estaba retirando. A su derecha, Liam se acercó hasta que sus pies descalzos invadieron su visión. Dejó la pequeña bolsa en la alfombra junto a él. —Linda. Levántate, amor. Su voz era suave pero tan firme como el susurro de un látigo. Él extendió la mano hacia ella. Colocando sus dedos temblorosos en los de él, se puso de pie y lo miró, buscando en sus ojos oscuros. Ellos también brillaban de deseo. Con amor, tal como los de Hammer. Por este momento, al menos, su mundo estaba completo. Hammer se acercó a su derecha y la tomó del codo con suavidad. —Ven al espejo. Déjanos verte. La guiaron frente al gran cristal y la colocaron frente a él, totalmente desnuda. Sus mejillas ya lucían sonrojadas. Sus pezones se endurecieron bajo la mirada de ambos hombres. Su coño se veía resbaladizo e hinchado. Dios, la tenían excitada antes de tan siquiera colocarle una mano encima. Raine los miró a los dos. Esa parte preocupada de su feminidad se preguntaba si les gustaba lo que veían. Ambos habían visto todo lo que ella les ofrecía ahora, pero ¿alguno se sentía diferente sabiendo que ya no la tomarían a solas? Era probablemente una pregunta tonta. Tenía que creer que estaban aquí porque querían, pero los nervios aún la destrozaban. Hammer acarició sus brazos. —Sabes, cada vez que te veo, quiero follarte. Eso no era tan gracioso, pero se rió. —¿Qué te produce risa? —Exigió Liam, luciendo muy serio— Te ha dicho que te desea. Intentó borrar la sonrisa de su rostro. —Estaba aquí sintiéndome insegura, y él evaporó esa inseguridad con una sola frase en su acostumbrada elocuencia. Me pareció gracioso. —Miró a Hammer con suavidad— No me rio de ti, Señor. —Más vale que no. Hablando de un culo rojo… —Farfulló. —Secundo eso.

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Liam pasó una mano por su trasero. —Parece que siempre quieren azotarme. —Bromeó ella. —Yo sí. —Admitió él— Pero igual que Hammer, también quiero follarte siempre. No era lo más romántico que alguno de los dos le hubiera dicho, pero aún la hacía sentir hermosa y femenina. Deseada. —Me alegra que ambos hayáis venido, Señores. Estaba preocupada. —Tu sinceridad es bella, preciosa. —Hammer la besó en un hombro— No había manera de impedir que viniéramos por ti. Ella se estremeció. —Agradezco que lo hayáis hecho. ¿Cómo puedo serviros? Más que posible, debería inclinar la cabeza o algo para mostrar respeto, pero realmente quería mirarlos a los ojos y revelarles a ambos lo sincera que era. Cuánto los amaba. Al juzgar por las sensuales sonrisas masculinas, lo entendían completamente. —Puedes comenzar poniendo las manos a los lados. Cierra los ojos. Abre las piernas. Las suaves órdenes de Liam la podrían tocar donde lo necesitaba más. Ellos elevaban su deseo hasta que se retorció en su pecho. Pero hizo exactamente lo que se le dijo, agarrando sus muslos mientras los abría y cerraba los ojos. —Excelente. —Susurró en su oído, y le mordió el lóbulo— Vamos a tomar cada centímetro de ti del modo que podamos. Raine tragó fuerte. Sus rodillas casi cedieron bajo ella. —Cuando terminemos, sabrás malditamente bien que eres nuestra. — Gruñó Hammer en su otro oído. —Tu trabajo, amor, es darnos todo. Sin contenerte. Sin reservas. Sin pensar en nada sino en lo que necesitas. ¿Está claro? —Pregunto Liam. —Sí, Señor. —Incluso su voz tembló —Seguimos con tu palabra de seguridad. ¿Cuál es? Claro que él la sabía, pero siempre le gustaba verificarla con ella. Siempre se preocupaba de su cuidado. —París, Señor.

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—Gracias, preciosa. —Hammer pasó una mano por su cadera derecha— ¿Estás húmeda? La excitación le robó el aliento. —Sí, Señor. —Pruébalo. Muéstrame. —Ladró él. Ella arrugó la frente, analizando cómo hacerlo. Finalmente, retiró la mano de su muslo y metió los dedos entre sus hinchados pliegues, asombrada de sentir que no estaba sólo húmeda sino empapada. Jadeó cuando rozó su clítoris, deseando que uno de ellos pudiera… —Suficiente. Hammer tomó su muñeca, le retiró la mano de su sexo y la llevó hacia él. Un momento después, ella sintió el calor húmedo de su boca, rodeando sus dedos. Su lengua los acunaba, girando y lamiendo mientras gemía. El aire la abandonó en un suspiro. No tenía sentido pero el dolor detrás de su clítoris volvió a palpitar. —¿Te gusta saber que te está saboreando? —Preguntó Liam en un murmullo bajo y seductor. Raine quiso girarse hacia él y rogarle que la besara, que la acostara y la tocara, que se metiera hondo dentro de ella… que hiciera algo para aliviar sus ansias. Sus uñas se hundieron en su muslo y se mordió el labio para no rogarle. Una fiebre embriagadora nadaba en su cabeza. Al ver que no contestaba, Macen retiró los dedos de su boca. —Lo tomaré como un no. Es una lástima, hombre. Quería probar ese lindo coño, pero creo que ella no quiere. ¿Estaba loco? —Me gusta. Lo deseo. Por favor. Ellos no ignoraron la súplica en su voz, y a ella no le importó. Les dejó saber que los deseaba más que a nada. Era nada más que la verdad. —Por favor. Una nota de frialdad sonó en la voz de Hammer. —Por favor, Señor. —Mejor. —La elogió, pero aún sentía la pérdida del calor de su cuerpo cuando él se alejó.

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A su izquierda, los dedos de Liam se paseaban por su espalda, y se metían a rozar la hendidura de su trasero. Un momento después, su toque también desapareció. Un silencio absoluto y tranquilo cubrió la habitación. La ansiedad se apoderó del estomago de Raine. Quería preguntar qué pasaba o abrir los ojos y ver si se habían ido. Confianza. Se recordó a sí misma. No habrían llegado tan lejos para abandonarla. No desobedecería por sus inseguridades. Le darían la experiencia que ansiaba si se lo permitía. Después de una respiración calmante, se centró y dejó ir su tensión. —Estoy complacido, amor. —Dijo Liam, desde algún lugar detrás de ella, más cerca del suelo. No tuvo tiempo de hacer más que arrugar la frente a manera de interrogación antes de que él pasara sus palmas por sus muslos. —Abre los ojos y míranos. Sus parpados se abrieron, y Raine miró al espejo. Jadeó. Hammer estaba agachado frente a ella, con la boca cerca de su sexo. El calor de su aliento, la fuerte inhalación de su aroma, los pulgares urgentes que usaba para separar sus pliegues la hicieron jadear. Colocó su boca sobre su clítoris y chupó profundamente al mismo tiempo que Liam separaba sus nalgas y bordeaba su roseta con dedos resbaladizos e insistentes. Raine maullaba mientras el deseo rodaba a través de ella como una ola fresca, encendiendo sus terminaciones nerviosas y silenciando sus miedos. Nada quedó excepto el ansia enorme y primitiva, robándole los sentimientos y apoderándose de cada célula, cada vena, cada latido. Tal vez no debió, pero Raine se apoyó en ambos para no caerse y para tocar a Hammer, enredando sus dedos en el cabello de él con un gemido. Él le chupó de nuevo el clítoris, lo lamió, jugando con ella, alternando la presión y enloqueciéndola felizmente. Detrás de ella, Liam le mordió una nalga, sus dientes hundiéndose suavemente, antes de meter un dedo en ella, sobrepasando la entrada, a través del apretado aro, justo en sus profundidades. Otro dedo le siguió, llenándola con una tensión cómoda que la tenía casi sin aliento.

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Luego él le besó la cadera. Sus labios rozaron la espalda de ella mientras se ponía de pie, su cuerpo rozando el de ella y rodeándola de calor. Cuando le mordió un omoplato, su boca se colocó justo debajo de su oído. —¿Te gusta esto, amor? El sexy murmullo casi la obligó a decir lo contrario. —Sí, Señor. —¿Qué quieres? Él hundió sus dedos un poco más profundo, separándolos lentamente para prepararla. —Dinos. —Os quiero dentro de mí. —Jadeo ella— A los dos. Por favor, Señores. —Me gusta el modo tan bonito en que suplicas. Hammer escogió ese momento para morderle el clítoris, y luego suavizarlo con la punta de su lengua. Un shock eléctrico de cosquilleos estalló bajo su piel. Apretó los dedos en el cabello de Hammer, la sangre se elevó y el placer aumentó. Había fantaseado con esto por más tiempo de lo que jamás quiso admitir. Pero la realidad hacía palidecer sus imaginaciones. Cada sensación era tan nítida y fuerte. El latido de su corazón tamborileó. Sus piernas eran como fideos. Raine quería servirlos y complacerlos después de todo lo que habían hecho por ella, pero la tenían esclavizada con estas sensaciones. Parecía no poder hacer más que gemir. —Creo que es suficiente, Hammer. —Dijo Liam— Ella quiere que la follemos. Aparentemente, no quiere correrse en tu lengua. —No. —Lo contradijo ella— ¡Por favor, Señor! —¿Tampoco te follamos? —Él chasqueó la lengua— Maldita muchacha exigente. —¿Por favor, puedo correrme en tu lengua, Hammer? podríais follarme los dos?

¿Y luego

Decirlo sonaba extraño, un poco vergonzoso, pero eso casi no alcanzaba a ocultar la niebla de su necesidad. Y Raine no se ilusionó con que ellos no solo querían que dijera exactamente lo que deseaban, sino que lo esperaban.

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Se negó a decepcionarlos. —Escucha eso, hombre. No tienes que suponer qué quiere ahora, ¿o sí? Hammer no respondió verbalmente, sólo gruñó mientras colocaba su boca sobre su coño, anclando su lengua en su apertura y chupando. Su gruñido vibró a través de todo su cuerpo. —Creo que es su modo de decirte que te corras. —Susurró Liam en un tono sedoso— Hazlo ahora… y cada vez que quieras esta noche. Queremos tu placer, cada trozo de él. ¿Entendido? —Sí, Señor. —Pudo decir en un suspiro antes de que sus dedos probaran sus sensibles nervios y la boca de Hammer la asombrara con otra subida de éxtasis. Las sensaciones se aglomeraron, una sobre otra, hasta que ella estaba sofocada, mareada, perdiendo el balance y la cabeza. Y no le importó. La subida y la corriente de necesidad la golpearon. Un tirón más de los labios de Macen, un segundo más… —Queremos oírte gritar, amor, fuerte y seguido. —Exigió Liam. Eso no iba a ser ningún problema. La realidad cambio, y se deslizó, mientras la supernova de sensaciones explotó, estallando sobre sus sentidos, llevándose consigo su fuerza y su equilibrio. Gritó, a un volumen que resonó en las paredes y le llenó los oídos, haciendo eco en la habitación alrededor de ellos. Su vientre palpitó. Sus puños se apretaron en el cabello de Hammer. Con una mano Liam la sostuvo. Con la otra, sus dedos le llenaban el trasero, tomando de ella un impactante placer. Se quedó sin aire antes de que los pulsos se detuvieran. Con Hammer al timón, la dicha parecía durar por siempre mientras ambos trabajaban juntos para tomar cada trozo de entrega y se apropiaban de ello. Finalmente jadeante, débil y asombrada, cayó en los brazos de Liam. Hammer se puso de pie y le sonrió, lamiéndose los labios como un hombre muy orgulloso. Una ola de amor rodó a través de ella mientras miraba en sus ojos color avellana. Se habían oscurecido hasta ser algo oscuro casi color esmeralda, y supo, desde su única noche juntos, que eso significaba que él también la necesitaba.

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—Eres malo, Macen. —Bromeó ella débilmente. Hammer se encogió de hombros y la abrazó. —No sé. Lo haces sonar como si fuera malditamente bueno. La sonrisa de ella se amplió. Liam desapareció en el baño para lavarse las manos, y volvió para tomarla en sus brazos. La acostó en la cama y le cubrió el cuerpo con el suyo. Mientras se inclinaba para capturar su boca, se abrió a él por completo, elevándose para unir sus pechos, tomar su lengua. Por momentos largos él estuvo tranquilo y controlado, pero ella sintió la urgencia de su necesidad ahora. Él intentó marcarla, haciéndola ansiarlo y gritar por él también. Luego se movió por su cuerpo, deteniéndose en sus pezones que estaban duros y palpitantes por su atención. Tomó un pico contra su lengua y chupó fuertemente, mordiendo y rozándolo con los dientes. Una nueva ola de sensaciones se formó casi inmediatamente. Se arqueó, intentando ofrecerle más. Hammer se inclinó sobre ella. —Dale esos pezones rosados, Raine. Dile que quieres que te los chupe. —Lo deseo. Quiero que me los chupes, Señor. —Pudo decir ella. Liam gruñó sobre ella. Los ojos de Macen brillaron. —Vas a ser follada, preciosa. Han sido exactamente treinta días desde que te sentí apretar mi polla. Desde entonces he ansiado la oportunidad de estar dentro de ti una vez más. Voy a estirar tu túnel de nuevo. Y vas a permitírmelo. ¿Cierto? Oh, Dios. Cada palabra la hacía arder. —Sí, Señor. Liam arremetió contra el otro pezón, dejándolo tan tierno e hinchado como el primero. Pellizcó el primero, y cada sensación saltó al clítoris de ella. La sangre de Raine hirvió como si no hubiera tenido un orgasmo hace tres minutos. Como si no hubiera tenido uno en los últimos cinco años. —Mientras lleno ese trasero. —Prosiguió Hammer— Liam te va a llenar ese lindo coño con todo lo que tiene. Vas a ser buena chica y tomarás todo lo que te demos. Vas a rogar por nosotros, ¿correcto?

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—Sí, Señor. —Oiremos cada gemido y grito. ¿Verdad? —Lo prometo, Señor. —Garantizó ella. —Y te correrás para nosotros. Esa no fue una pregunta. Ella sonrió. —Con gusto. Liam la miró con los ojos oscurecidos y ardientes. —Zorra. No le dio tiempo de tan siquiera intentar protestar antes de dar más atención a sus pezones. Lamiendo, mordiendo, rozando, torciendo. Liam era implacable, continuando su asalto hasta que los pequeños picos se endurecieran y ardieran un poco, pero muy bien amados. Hasta que los usó bien, se sintió estrellándose contra otro clímax. Mientras jadeaba y sentía un calor apoderarse de su cuerpo, Liam se alejó y se bajó de la cama. Tan pronto como lo hizo, Hammer la colocó de pie, frente al lado de la cama. Se cernió detrás de ella. Liam acomodó el espejo para que pudiera verse…y ellos pudieran verse penetrarla del modo en que quisieran. Ella tembló. Cuando Liam terminó de acomodar el espejo, se inclinó para tomar dos elementos de su bolsa negra. Uno a la vez, se los lanzó a Hammer. El primero era algo blanco y largo. El segundo parecía plano y cuadrado. Lubricante y un condón. Oyó el sonido del cierre de su pantalón. Se giró para mirar a Hammer sobre su hombro, buscando confirmación. —Tú y yo ya hemos hecho esto antes, preciosa. Yo comenzaré primero. Sabemos que la penetración doble será nueva para ti. Iremos despacio. Solo relájate. Le acaricio el hombro y sus labios rozaron su cuello. Jamás la lastimaría. Ella asintió. —Lo haré. Liam tomó su posición en la cama frente a ella, balanceándose en sus rodillas, acercándose hasta quedar levemente sobre ella. —Mírame. Raine no hubiera mirado a ningún otro lugar ni intentándolo.

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—Bien. Apóyate en mí. Te vamos a cuidar bien. Detrás de ella, Raine escuchó el sonido de algo rasgándose y supo exactamente qué estaba haciendo Hammer. Justo lo que tenía planeado. Su interior danzó de emoción, pero ella revisó la expresión de Liam. ¿Cómo se sentía? ¿Estaba preparado para esto? No pedía más que una noche; después de todo, no podía obligarlos a tener una relación con ella. Su mirada oscura reflejaba su misma pasión, necesidad y anhelo que la tenía buscándolo y apoyándose en él tal como le había pedido. Mientras ella se acercaba más, él tomó su boca, entrando en ella con una seducción lenta y dulce que la hizo enrollar los dedos en la alfombra. Hammer escogió ese momento para deslizar sus resbaladizos dedos sobre su apertura y agregar el lubricante con el que Liam la había preparado antes. Sólo su toque ahí la emocionó, pero saber que tenía la intención de hundirse en ella y que Liam la sostendría, la besaría mientras Macen hacía… Una ola de emoción le quitó el aliento mientras Hammer retiró los dedos. Él no esperó un instante antes de abrir sus nalgas y colocar la cabeza de su polla contra su apertura. —Ya sabes qué hacer. Arquéate y empuja. Tómame, preciosa. —Sí, Señor. —Susurró ella, mirando a Liam a los ojos. Pero él aún se veía estable, fuerte. Hizo todo lo que Hammer le pedía mientras miraba a Liam, esperando que él pudiera ver el placer que ella experimentaba y lo agradecida que estaba con él por hacer esto posible. Mientras Hammer entraba en su apretado aro, empezó a abrirse paso en un deslizar lento y meloso hasta estar tan hondo, que ella juraría que podía sentirlo en cada rincón de su cuerpo. Una vez él entró por completo, ella se arqueó y echó la cabeza hacia atrás, deleitándose en el crudo éxtasis del momento. Hammer tomó su cabello con el puño y casi se retiró. —Bésalo para mostrarnos cuánto estás disfrutando esto. —Sí, Señor. —Exclamó ella y buscó a Liam. Él la encontró a mitad de camino, sus labios la buscaron, se separaron, tomándola y hacienda sentir tan apreciada. Detrás de ella, Hammer metía su polla dentro otra vez. La lengua de Liam le llenó la boca.

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La sensación de ser poseída le recorrió todo el torrente sanguíneo, a diferencia de cualquier cosa que jamás había experimentado. Entre ellos, envuelta en su pasión, se sintió pequeña, femenina, poseída… y asombrosamente sumisa. Justo como la noche en que los había tomado con su boca y los había complacido, quería darles todo lo que podía, lo que los emocionara. Se sintió desesperada por mostrarles cuánto ansiaba entregarse a ellos. Entonces Liam le acarició la cintura, la cadera, trazando sus dedos hasta su anhelante coño, agregándole más leña al fuego. Cuando encontró su clítoris y frotó en círculos suaves pero insistentes, Raine se aferró a sus hombros y lo miró indefensa. Su placer estaba en sus manos. Su mirada le dijo que no tenía nada de qué preocuparse. Hammer entró más hondo, más fuerte que antes. Lo deseaba. Lo ansiaba. Él la tomó del cabello. —Me estás apretando, preciosa. ¿Te vas a correr? Por increíble que pareciera, después del estremecedor orgasmo que ya le habían dado, lo hubiera considerado imposible. En cambio, Raine sabía que era inevitable. La presión se acumuló. La sangre también. La necesidad creció hasta que maulló en el beso de Liam, casi suplicando por un poco más de presión y mucho más alivio. Como si ellos tuvieran una comunicación silente, de repente funcionaron como uno solo. Hammer hundió su polla, con una embestida fuerte después de otra, electrizando cada nervio sensible apretando su polla, mientras Liam rodeaba y pellizcaba su clítoris. La controlaban. Sabían exactamente lo que ella necesitaba. Tenían el poder de dar… o quitar. Después de otro giro seductor de su lengua alrededor de la suya, Liam se retiró y puso sus labios contra su oído. —Siento tu clítoris duro en mis dedos. Quieres correrte ¿verdad? —Sí, Señor. —Apenas pudo contestar. —Liam. Hammer gruñó y Raine pudo oír su voluntad de contenerse. —Aguanta, hombre, no podemos fallarle. Liam frotó su pulgar directamente sobre su punto sensible y ella vio las estrellas.

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—Ahora, amor. Incluso antes de mencionar las palabras, Raine se retorció y gritó, se arqueó y se aferró a Liam con su vida mientras otro cataclismo rugía a través de ella. Hammer gruñó, apretándole la cadera en un agarre mortal, jalando su cabello mientras luchaba por contenerse. Con una mirada ardiente, Liam la miró y gruñó. La banda sonora sólo agregó leña al fuego de ella. Todo dentro de su cuerpo brillaba de éxtasis. Lentamente su disolvimiento se detuvo. Recuperó el aliento. Hammer suavizó su agarre. Liam se alejó maldiciendo, tambaleando hacia el suelo y escarbando en la bolsita negra. Momentos después, se quitó los pantalones, los alejó de una patada, y se colocó un preservativo. Se subió a la cama. Se acostó debajo de ella y la tomó de la cadera, urgiéndola a moverse sobre el colchón para subirse a horcajadas sobre él. Raine se subió lentamente, con cuidado de no despegarse de Hammer o romper su fuerte agarre. Juntos, la colocaron sobre la polla furiosa e hinchada de Liam. Ella cayó sobre sus manos y rodillas. Hammer la empujó hacia abajo con su siguiente embestida, enviando a Liam directo dentro de ella, un agonizante centímetro a la vez hasta que la llenó por completo. La doble invasión la estiró. Se sentía llena, imposiblemente penetrada. Al mismo tiempo, esto cambió cada perspectiva que había tenido sobre el placer. Esto era… más. —¿Estás bien? —Sólo por su voz, el esfuerzo de preguntar eso era alto para Liam. —Bien, Señor. —lo miró a los ojos— No te detengas. Por favor. No se molestó en disimular la súplica. Necesitaba demasiado lo que solo ellos dos podían darle. —Míranos. —Hammer le ordenó desde detrás de ella, aún sonando como si luchara por controlarse. Raine giró la cabeza para mirar al espejo que Liam había acomodado. Casi se escondió de éste hace poco. Sin Liam, el cuadro hubiera estado incompleto.

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Pero ahora… la imagen se grababa en su mente y la asombraba… ella entre ellos, viéndose tan blanca, más pequeña. Ellos rodeándola, musculosos, masculinos y determinados. La posesión plasmada en sus rostros. La decisión apretándoles el cuerpo mientras entraban en ella, alternando sus embestidas, estableciendo un ritmo que le tenía la piel hormigueando, la necesidad inundando su sexo, y la lava fluyendo en sus venas. El amor salía en cada dirección mientras la tomaban, la llenaban y le daban todo. Esto no se sentía como la única noche que había pedido. Se sentía eterno. Otro orgasmo amenazó con apoderarse de ella, y miró a Liam, dividida entre el pánico y la súplica. Cuando él se enterraba en ella, con el sudor goteando desde sus sienes por el esfuerzo, fundió su mirada con la de ella. —No te controles con nosotros. Sacudió la cabeza de modo frenético y grito cuando la fuerza y cadencia de las embestidas la golpeó de nuevo. No iba a durar. Ellos tampoco. Y quería llorar. Esto no podía terminar, no cuando sabía en su corazón que ellos podrían tener muchos más mañanas juntos. En segundos, el éxtasis la enviaría elevándose al cielo. Pero ella quería aclarar primero. —Los amo a los dos. Siempre. Liam la tomó de la cintura y la bajó sobre su sobrecargada polla. —También te amo. Jamás dejaré de hacerlo. —¡Sí, preciosa! —Aulló Hammer— Lo dije. Fue en serio. Te amo. Es la puta verdad. La insistencia de sus palabras, el bombeo de sus cuerpos, la manera en que todos respiraban y se movían juntos… se sentía como una total devoción, como nada menos que amor. Todo su cuerpo se agrupó, inundándose y girando. El poder de este clímax zumbó en su cabeza. Raine miró al espejo una última vez. Ellos se movieron como uno, el ir y venir de respiraciones y extremidades, de embestidas, jadeos y latidos convergió.

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Dentro de sus profundidades, los sintió hincharse, escuchó sus gritos de pasión mientras el orgasmo los tomaba. La apretaron fuerte y gritaron su nombre, los corazones retumbaban contra ella mientras ellos por lo visto vertían sus almas enteras en ella. La explosión la chocó, un cataclismo que la rompió y la reconstruyó, remodelándola en no sólo una mujer, sino su mujer. Cuando cayeron juntos en un montón en la cama y los hombres murmuraban y la acariciaban, Raine supo que, sin importar nada, se sentiría de ellos por el resto de su vida.

Raine estaba acurrucada alrededor de Liam, sus suaves exhalaciones susurraban sobre su cuello. Sus suspiros y gritos de éxtasis aún se reproducían en su cabeza. Con ellos, había sido generosa, abierta, sincera… revelando la asombrosa sumisa y mujer que él siempre había imaginado. Raine se había sumergido en la dicha de su asalto conjunto, elevándose valientemente una y otra vez por más, tomándolos más hondo en su cuerpo, su corazón con tal esplendor que lo había dejado asombroso y sin aliento. La noche había ido más allá de sus fantasías más salvajes. Ni punto de comparación con lo que Hammer, él y Juliet habían compartido alguna vez. Eso había sido sólo sexo. ¿Esto?

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Adoración y devoción. El amor debería sentirse así de conectado y necesario. La realidad lo asombró, y la acercó, mirando a Hammer roncando suavemente junto a ella, con una mano codiciosa sobre su vientre. El aire de la habitación estaba cargado con sus feromonas a tal punto que cada aliento le recordaba todo lo ocurrido. Cerrando los ojos, dejó que todo se reprodujera desde el inicio hasta el final, cada momento, cada suspiro, grito y temblor de dicha se grabó de modo indeleble en su memoria. Ella había amado cada segundo de ello, brotando a la vida y al amor de un modo que jamás lo hubiera hecho con él a solas. Parte de él lamentaba lo que no volvería a ocurrir. Ahora ese éxtasis no lo estaba destrozando, muchas de sus inseguridades volvieron a él. ¿Raine necesitaba a Hammer porque él solo no era suficiente para ella? ¿Tener a Hammer de regreso en el cuadro significaba que ella eventualmente no lo necesitaría? Liam no podía olvidar el modo en que su amigo se había hundido en su suave cuerpo de modo tan brusco a veces. Liam casi lo detuvo un par de veces. Pero los gemidos de Raine no eran de molestia. Al contrario. Por mucho que odiara eso, Liam se preguntaba dónde estaba él en el corazón de ella. El zumbido de su teléfono en el bolsillo de su pantalón lo hizo alejarse suavemente de Raine. Buscó su pantalón en el suelo. ¿Quién diablos lo llamaría ahora? Todos lo que le importaban estaban bajo su techo. Viendo la luz emanando de su bolsillo, sacó el aparato mientras caminaba con él hacia el baño y cerró la puerta con cuidado, contestando rápidamente antes que el sonido despertara a los otros dos. —¿Hola? —¿Dónde estás, Liam? La gente en este tal Shadows no le dice a tu esposa dónde encontrarte.

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Diablos. —Ex esposa. ¿Estaba en Los Ángeles? ¿En Shadows? —¿Qué quieres, Gwyneth? —A ti, por supuesto. Necesito verte. Ahora.

Fin… (Por ahora)

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Hot Passion Books

Esta es una traducción hecha por Fans. La ofrecemos de forma totalmente gratuita, sin obtener beneficios económicos o materiales de ningún tipo por ello y con el único objetivo de dar a conocer los libros de nuestras autoras favoritas a las lectoras de habla hispana. Recomendamos a las lectoras adquirir estos mismos libros en el momento de su publicación, ya sea en su idioma original o cuando estén disponibles en español, para incentivar a que estas autoras, a las que agradecemos su excelente trabajo, sigan creando estas maravillosas obras.

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The Young & The Submissive

Notas Aclaratorias 1 2

Pensamiento, no expresado en voz alta

'Bulldozer', en argot se refiere a un hombre grande, abrumador y matón. En este caso se refiere a que será su guardaespaldas. 3 'Godzilla', monstruo japonés ficticio, generalmente similar a un dinosaurio gigante. 4

'Faultline', hace referencia a la falla geológica de Los Ángeles, que es la ubicación de Liam. También significa hacer frente a un problema sin hacer algo drástico, hacerle frente y seguir adelante. 5 L.A., coloquialmente Los Ángeles. 6 'Surgir del fondo', es una expresión que indica rebeldía y falta de sumisión. Se refiere a tratar de lograr algo sin el permiso de su dominante. 7 Se refiere al tiempo de la grabación del vídeo. 8 'Talk-show', programa televisivo de entrevistas. 9 Onomatopeya del sonido de una moneda al caer. 10

Justin Timberlake es un cantante, compositor, actor, productor discográfico, bailarín y empresario estadounidense que adquirió fama al ser uno de los vocalistas principales de la banda 'N Sync. 11

Medicamento para el dolor de cabeza, muy usado para la resaca. 'Smith y Weston', conocida marca de armas ligeras, como revólveres y pistolas. Además de rifles. 12

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Chris, Liam y Luke Hemsworth son hermanos, actores de origen australiano. Conan, se refiere a Conan el Bárbaro, guerrero de comic y cine.

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'Is breá liom tú, siubhail'. En irlandés significa 'Te amo, cariño'

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'Dea-shláinte', en irlandés significa 'Buen salud'. Se usa como brindis. 'Hallmark' es una marca de tarjetas de felicitación con mensajes de amistad o amor romántico. 18 Louis Vuitton, conocido diseñador de moda y complementos, de alta calidad y precio. 19 Kumbaya es una canción tradicional afroamericana. La canción se asocia con la cercanía, la amistad, el abrazo, cantar alrededor de la hoguera. 20 Rocola, maquina de discos muy habitual en bares y pubs. 21 Moscato, Chardonnay y Pinot Grigio son variedades de vino 17

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